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Citlali Marroquín
Secretaria General de Extensión
VIOLENCIA Y SEGURIDAD
EN MÉXICO EN EL UMBRAL
DEL SIGLO XXI
ISBN
Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
A manera de prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
I. Numeralia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Datos periodísticos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Confronta de datos: Organizaciones de la sociedad civil vs.
autoridad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Cifras de la Secretaría de Seguridad Pública Federal. . . . . . . . . 26
Datos del sexenio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
Inconvenientes de la numeralia y la estadística. . . . . . . . . . . . . 34
Para que el presente texto viese la luz fue necesario el esfuerzo no sólo de
quien escribe, sino de diversos colaboradores, colegas y amigos que con su
apoyo de manera voluntaria o involuntaria sembraron la inquietud para el
desarrollo de las ideas aquí expresadas.
Con profundo agradecimiento a Gerardo Laveaga, Álvaro Vizcaíno y
Citlali Marroquín por el apoyo irrestricto que hizo posible la publicación de
la presente obra.
Especial reconocimiento y gratitud para Abigail Tapia quien, hasta antes
de la edición de este libro, colaboró como asistente de investigación y hoy
es una colega más, gracias a su apoyo en las tareas conexas de la investiga-
ción, que en ocasiones se convierten en un fastidio, y sobre todo por com-
partir sus ideas y reflexiones.
A Alma López Contreras, actual asistente de investigación, quien realizó
las últimas correcciones a la bibliografía, así como a Hugo Hernández Igle-
sias y Daniel Becerril, incipientes criminólogos que realizaron sus prácticas
profesionales en el Instituto y en quienes recayó la búsqueda de informa-
ción en torno a los diversos cárteles de la droga en México.
A María Eloisa Quintero, por su amistad y constante respaldo al trabajo
académico e institucional; y a María Eugenia Flores Gómez, quien como
siempre brindó su apoyo y diversos materiales que sirvieron de sustento a
la presente investigación.
Hay dos mujeres a las cuales me es imposible dejar de expresar mi grati-
tud, apoyo, aprecio y cariño en pocas líneas: mi esposa Laura Castro Agui-
lera y mi hija Laura Barrón. Gracias por estar junto a mí y acompañarme en
la vida.
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Apenas concluyó la primera década del siglo xxi y México vive un exa-
cerbado clima de violencia. Durante las primeras décadas de los últimos
tres siglos, la violencia parece ser una constante en México, pues en 1810
inició la guerra de Independencia y en 1910 estalló la Revolución mexica-
na. Obviamente en cada una de estas etapas la violencia que se vivía en el
país era muy distinta entre sí, y los componentes históricos son muy diver-
sos en el momento actual. Hoy, para las autoridades mexicanas, el gran
flagelo es la delincuencia organizada, especialmente aquella vinculada con
los delitos contra la salud y el tráfico ilícito de armas.
Derivado del escenario de violencia que se suscita y vive hoy el país, hay
quienes señalan que debido a la incapacidad de la autoridad para hacer fren-
te a la delincuencia, México se ha convertido en un “Estado fallido”, con-
cepto de por sí polémico y ambiguo. Sin embargo, de acuerdo con el Índice
de Estados Fallidos de 2010, elaborado por Foreign Policy y el Fondo por
la Paz, nuestro país ocupa el puesto 96 (puntuación de 76.1); situación
preocupante ya que en 2008 nos encontrábamos en el lugar número 105
(puntuación de 72.2), y tan sólo en dos años se han descendido nueve luga-
res. La evaluación de acuerdo con estas dos instituciones se fundamenta en
alrededor de 90 000 fuentes de información públicas, con las cuales se ana-
lizan 177 países. Los criterios que se emplean para medir en qué momento un
país se convierte en un Estado fallido son: 1) presiones demográficas, 2) refu-
giados y desplazados, 3) agravios colectivos, 4) fugas humanas, 5) desarrollo
desigual, 6) economía, 7) deslegitimación del Estado, 8) servicios públicos,
9) derechos humanos, 10) aparatos de seguridad, 11) élites divididas, y
12) intervención externa. Se puede consultar y actualizar los datos en la
página web: fp-es.org.
Sin embargo, lo que demuestran los indicadores es que si un Estado tiene
fallas y problemas en todos los aspectos, entonces es un Estado incapaz e
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Por otra parte, es importante saber cuáles fueron las fuentes que se usa-
ron para medir a nuestro país y cuál su valor. Lo anterior no es una nimie-
dad; por el contrario, hay que realizar un análisis puntual de cada uno de los
rubros descritos, en el caso particular de los aparatos de seguridad con que
cuenta el Estado mexicano. En este sentido, la obra constituye un análisis
que coadyuva a entender el porqué del fracaso de las instituciones en la lu-
cha contra la delincuencia, en virtud de que no hay programas de preven-
ción social real y efectiva, sino que en una visión estrecha sólo se enfrenta
la delincuencia con represión y fuerza, y no se atacan los factores sociales,
económicos o culturales de la generación de la violencia.
Es innegable que hoy en día una de las mayores preocupaciones sociales
es la “seguridad”, incluso el tema es recurrente en las campañas electorales.
Pero más allá de los discursos políticos, las estrategias parecen no dar los
resultados esperados; peor aún, la sensación de inseguridad ante el incle-
mente clima de violencia está en aumento. Así, el nuevo binomio nacional
es violencia-inseguridad, el cual desde hace una década se convirtió en la
Alberto Binder, “El control de la criminalidad en una sociedad democrática. Ideas para
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los ciudadanos queden en ocasiones atrapados en las balaceras entre los cárteles o entre los
cárteles y la policía o militares. Tercero, los cárteles tienen acceso a armas cada vez más sofis-
ticadas (en su mayoría de contrabando desde los Estados Unidos) y cuentan con la protección
y apoyo de elementos de las fuerzas de operaciones especiales, tales como los Zetas y kaibiles.
Así, particularmente la situación de seguridad en el norte de México se ha deteriorado de mane-
ra tan precipitada que el gobierno del presidente Felipe Calderón ha desplegado más de 40 000
soldados para combatir los cárteles de la droga y poner orden en las áreas que están dominadas
por los mismos”. Agnes Gereben, Benjamin Bahney y Jack Riley, Security in Mexico Implica-
tions for U.S. Policy Options, rand Corporation, Santa Mónica, 2009, p. XIV.
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Para el periodo de enero y octubre de 2008, en palabras del secretario ejecutivo del Sistema
Nacional de Seguridad Pública, Monte Alejandro Rubido, “el total de delitos registrados es de
un millón 571 mil, lo que representa un incremento del 8.5% para el mismo periodo del año
anterior”. Discurso presentado en la XXV Sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública,
el 28 de noviembre de 2008. (Documento electrónico, en adelante de: www.sspf.gob.mx).
Parte de ese escenario se puede describir de la siguiente forma: “las cifras de pérdida de
vidas humanas son abrumadoras. En 2008, el promedio diario de ejecutados a nivel nacional
fue de 13.4, más del 100% respecto a 2007 (6.2) y a 2006 (5.8). En algunos estados del país,
como Chihuahua, el promedio de ejecutados en 2007 y 2008 creció más de 10 veces. En Baja
California y Estado de México, se triplicó de 2007 a 2008. Las estimaciones de ejecutados
para 2008 por cada 100 mil habitantes en las ciudades y los estados más violentos del país
son muy altas, incluso a nivel internacional. En Ciudad Juárez hubo 82 ejecutados por cada
100 mil habitantes, en Culiacán 47 y en Tijuana 31. A nivel estatal, Chihuahua cerró el año
con 49 ejecutados por cada 100 mil habitantes, Sinaloa con 25 y Baja California con 19. En
números absolutos, los 10 estados más violentos de México fueron Chihuahua, Sinaloa, Baja
California, Estado de México, Durango, Guerrero, Michoacán, Sonora, Jalisco y Tamauli-
pas. De diciembre de 2006 a junio de 2008, alrededor del 35% de las ejecuciones tuvieron
lugar en los siguientes 10 municipios: Ciudad Juárez, Culiacán, Tijuana, Chihuahua, Aca-
pulco, Durango, Morelia, Navolato, Reynosa y Torreón. Alrededor del 80% de las ejecu-
ciones se registraron en 200 municipios (8.2% del total). Como se desprende de los datos
anteriores, la violencia vinculada al crimen se concentra en ciudades fronterizas y cercanas a
puertos de embarque, y posee una tendencia a la alza. En conjunto, los funcionarios públicos
ejecutados (incluidos policías y militares) durante el mismo periodo ascienden a alrededor
del 14% del total. En este grupo figuran las ejecuciones de policías (11.4% del total) y las
de militares (1%). Los ex policías ejecutados representan el 1.6% del total y los ex militares
apenas el 0.2%. El 11% de quienes son ejecutados son objeto de tortura antes de morir; en
el 4.6% de los cadáveres se colocan mensajes; y el 1.9% de los ejecutados son decapitados.
La edad promedio de las personas que son ejecutadas es de 33 años y alrededor del 80% de
los ejecutados tiene entre 14 y 42 años de edad. Sólo el 6.2% de los ejecutados son mujeres”.
Eduardo Guerrero, “Narcotráfico S.A.”, Nexos, núm. 373, enero de 2009.
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Así, por ejemplo, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos señala que “con rela-
ción a los delitos de alto impacto, entre enero de 2006 al 1 diciembre de 2008, se reportaron
más de 10 500 ejecuciones atribuidas al crimen organizado; solamente de enero a diciembre de
Datos periodísticos
Los datos varían de forma drástica, pues la diferencia entre la cifra más
alta con respecto a la más baja es de 1 705 casos, mientras entre la media y
la baja es de 1 148 homicidios —aunque más allá de tales cifras, falta saber
el número de ejecutados reconocido por las autoridades federales—.9 Pero
este año, esta Comisión Nacional registró 5 585 homicidios encabezando la lista el Estado de
Chihuahua con más de 1,878, en segundo lugar Sinaloa con 853, y Baja California en tercer lu-
gar con 535 ejecutados; ahora bien de dicho número más de 86% son particulares, 12% servi-
dores públicos y 2% menores de edad, siendo noviembre el mes en que más ejecuciones hubo
en el país. Cabe destacar que la violencia con la que se han cometido varias de las ejecuciones
cada vez más atemorizan a la sociedad ya que, por ejemplo, el caso de los 11 decapitados en-
contrados en el estado de Yucatán, en agosto de 2008, aunado a las demás decapitaciones en el
país, han provocado una fuerte reacción de repudio por la andanada de violencia”. “Segundo
Informe Especial sobre el ejercicio efectivo del derecho fundamental a la seguridad pública en
nuestro país”, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México, 2008.
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Y la tendencia sigue a la alza, ya que a una semana de terminar el primer trimestre del
año los medios de comunicación señalaban que iban 2 253 homicidios cometidos. Es decir
que durante los primeros 83 días de 2010 en promedio diario se cometieron 27 homicidios.
Con esa tendencia a finales del año se habrían cometido alrededor de 7 600 homicidios, es
decir, una cifra similar a la del año 2009. La cifra de 2 253 homicidios es la que proporcionó
el diario El Universal el día 23 de marzo de 2010.
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La información de Reforma fue publicada en el artículo “Acelera narco ejecuciones”;
a su vez, El Universal lo hizo en la nota “Narcoguerra 2009: todos perdieron”; y Milenio
publicó la gráfica “Saldo anual”, todos se publicaron el 1o de enero de 2010.
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Existen diversas cifras en torno a los homicidios: las que presenta Enrique Mendoza en
su artículo “El peor año de Calderón” indican que en 2007 hubo 2 561 “ejecuciones extraju-
diciales”; en 2008 el número ascendió a 6 756 y en 2009 fueron alrededor de 11 753 casos;
esto suma que en tres años la cifra total es de 21 070 homicidios en la guerra del narcotráfico.
Zeta, núm. 1867, pp. 30-31.
Cuadro I.2.
Entidad Milenio Reforma El Universal
Chihuahua 3 637 2 079 3 250
Guerrero 881 638 672
Sinaloa 814 767 930
Baja California 691 316 444
Michoacán 417 370 356
Durango 341 637 734
Sonora 294 152 222
Estado de México 227 350 150
Los datos e información que recaba cada uno de los diarios están en re-
lación directa con la metodología utilizada; por tanto, es importante cono-
cerla a fin de tener mayor precisión en cuanto a sus números.10 Por ejemplo,
de acuerdo con Shirk11 el periódico Reforma establece las “narcoejecucio-
nes” conforme a los siguientes criterios: 1) uso de armas de alto calibre y
armas automáticas típicas de los grupos de delincuencia organizada (por
Los datos estadísticos que existen son muy diversos y controvertidos. Tanto así que la
Oficina Federal de Investigaciones (fbi) de los Estados Unidos señala que si se compa-
ra el primer semestre de los años 2008 y 2009 en la franja fronteriza, se desprende que
en las ciudades de Tamaulipas, en Nuevo Laredo, el delito descendió 61% (pues hubo tan
sólo siete homicidios); en Matamoros bajó 39% (con sólo 14 casos) y en Reynosa 60% (33
homicidios). Pero esta tendencia aumentó en otros puntos: en Tijuana, Baja California, el
incremento fue de 24% (equivalente a 292 homicidios) y en Ciudad Juárez el aumento fue
de 78% (911 casos); pero fue la ciudad de Nogales, Sonora, la que mayor crecimiento tuvo,
pues representó 107% (261 homicidios). “Tamaulipas registra baja en asesinatos”, El Uni-
versal, 14 de enero de 2010.
10
Para profundizar en la tendencia de los homicidios en cada uno de los estados véase
Malgorzata Polanska, “Homicidios por entidad federativa y regiones 1990-2007”, en Raúl
Benítez, Abelardo Rodríguez y Armando Rodríguez (eds.), Atlas de la seguridad y la defen-
sa de México 2009, Casede, México, 2009, pp. 332-355.
11
David Shirk, “Drug violence in Mexico. Data an Analysis from 2001-2009”, Trans-
Border Institute/University of San Diego, enero de 2010. Dicho texto forma parte de los
trabajos de grupo que integra el “Justice in Mexico Project”.