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T r is t á n M a r o f

ENSAYOS Y CRITICA

JievolucioHes Bolivianas
Q uenas Internacionales
y Escritores

L IB R E R IA Y E D IT O R IA L “JU VENTU D ”
L a P as — B o llv ia
1961
Es propiedad del Editor

Portada de. Juan Ortega Leytón

Impreso en B olivia — Printed in B olivia


Este libro se imprimió gracias al es­
fuerzo de mis amigos Ernesto Burillo, hom­
bre de espíritu y lleno de generosidad, que
hace años lucha y sufre en Bolivia junto a
las máquinas de imprenta, y Rafael Urqui-
zo, “editor de la Juventud”, que todavía
considera jóvenes a los que como yo, se atre­
ven a escribir sobre asuntos bolivianos por
encima de los prejuicios y de la historia
misma.
T. M.
U nas Lineas Sobre Estos Ensayos

Hace muchos años que deseo escribir algo que se­


meje interpretación de la historia de Bolivia. Es trabajo
difícil y costoso pero lo haré trabajando diariamente, aho­
ra que he llegado a la madurez y no tengo ambiciones de
ninguna clase ni prejuicios. Aunque este trabajo que pre­
sento ál lector es fracmentario, tampoco es definitivo, siem­
pre es posible rectificarlo en la obra final. Bolivia padece
un drama y m i ambición es interpretarlo. Aunque este
drama sea de un país de trasfondo, perdido en las profun­
didades de los Andes, siempre es drama. Otros historiado­
res menos humoristas y más serios y solemnes lo han in*
terpretado a su manera con su alma y su sangre sin salir!
del marco altiplánico. Pretendo no ser de estos, ni padez­
co de resentimientos ni me abrasa el rencor, ni debo casi
nada a Bolivia sino el honroso nombre de boliviano. He na­
cido en este país y si no he sido humillado he visto humi­
llarse a muchos de mis paisanos, y aunque la mayoría sa­
ben morir no saben defenderse; por eso mueren. Mueren
con la candidez en los labios y el manifiesto preparado con
la ilusión de que dejan un recuerdo histórico a la posteri­
dad. La posteridad no recoje papeles y está hecha de lá­
grimas y de acción, de grandes sacrificios y de decisiones
prácticas que siguen el ritmo del mundo. Quedarse atrasa­
do y solicitar la dádiva espiritual o material de alguien,
aunque éste sea generoso o interesado, quiere decir que se
acepta el reconocimiento de su patente inferioridad.
Este es el defecto nacional y el mal nacional: falta
de madurez y de equilibrio; fondo emocional y como es emo­
cional injusto y pesimista. Los bolivianos de cualquier
latitud, ya sea del Ande como del valle y del trópico, creen
que sus desgracias son resultado de la fortuna y de la suer­
te, no dando ningún valor a la idea y ál cerebro. Por esd
son elementos de desorden y no hay escalas sociales ni dis­
tingos: todos son emocionales y por consiguiente injustos.
Tai i'c z e l indio conserva su sangre fría para sobrevivir y
htrhar, puesto que en la mayor parte de Jos casos ignorct
to<lo y sólo valoriza su fuerza física.
Interpretar Bolivia es sumergirse en un piélago pe­
ligroso y seductor donde nadie puede asentar el pie cotí
tranquilidad. No obstante es interesante la audacia del in­
vestigador porque este país situado en el corazón del con­
tinente es el más viejo y el más nuevo. Aquí, en estas me­
setas, surgió en los viejísimos tiempos una cultura y en los
Manos orientales una promesa. Aunque se detesten ambos,
se completan. Alguno acabará por destruirse; se destruí,
rán los dos para dar paso a la UNIDADs cuando sean prós­
peros y ricos. Eso será la Bolivia del futuro.

T. M.

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IANAYO SOBRE LAS
1(INVOLUCIONLS BOLIVIANAS

Encuentro en un libro de Carlis Lamont “Los Pueblos


Soviéticos”, una cita de Lenín que es exacta a mi modo de
vor y que la copio como exordio de este trabajo. “Sin el
A B C no hay nada que se parezca a la política, sino tan
h o I o el chisme y el prejuicio. El analfabeto está excluido

de la política”, (pág. 169) ¡Y lo curioso es que la mayo­


ría de las revoluciones suramericanas están hechas por
analfabetos o por sus cómplices!
En rigor la revolución es un fenómeno social y socio­
lógico que tiene que ser explicado con tranquilidad o más
bien con serenidad por el estudioso o por aquel que se ocu­
pa de estos temas. En la lucha partidaria o en el instante
de la acción, interesan solamente los hechos y se pres­
cinde del análisis.
Es inútil, pues, discutir o tratar de dilucidar los acon­
tecimientos en plena orgía revolucionaria, porque todos los
que intervienen en los hechos creen haber llegado al “fon­
do del problema” y si se les contradice, le acusan de reac­
cionario, no teniendo esta palabra ningún valor como tam­
poco la palabra revolucionario.
La crítica tiene que hacerse en un terreno distinto.
Hay que tener el valor de decir la verdad y no ignorar el
juego. El ajedrez requiere un conocimiento sumario como
todas las artes y las ciencias. La crítica, por consiguien­
te, tiene que ser con ese elemental conocimiento. De otra
manera no hay discusión ni esclarecimiento, hay engaño o
por lo menos demagogia.
Revolución significa transformación social o una
“trasposición de clases”. Puede también presentarse como
una depuración en el sentido más amplio que dé lugar al
nacimiento de economía diferente y de sociedad diferente.
Pero en Bolivia se llama revolución al motín, al alzamien­
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to y al desbarajuste que consiste en derrocar un gobier­


no y reemplazarlo por otro, el cual hará las mismas cosas
y realizará los mismos crímenes contra la ciudadanía, fue­
ra de saquear la hacienda pública.
Colaboran en este intento y su realización total los
partidos políticos incluyendo los hombres más represen­
tativos, aunque estén convencidos del crimen. ¿Falta de
criterio? No. Todos aparentan clarividencia pero tienen
también grandes y pequeños intereses que defender y de
ahí su complicidad y su miseria.
Es bien sabido que después de cada, “revolución” apa­
recen los “triunfadores”, es decir los “aprovechados” cu­
yo objetivo primordial es sacar tajadas suculentas de la
nación desangrada y sin estabilidad, inerme y a merced
de estos nuevos vampiros que se titulan “innovadores”.
Se hacen muchos proyectos, se redactan proclamas
que el pueblo íntegro las cree; se oyen discursos altiso­
nantes en tono altiplánico, cascados, ridículos y vacíos; se
idean nuevos métodos de gobierno que están calcados de
los viejos, porque Ja gente ingenua se imagina que han
desaparecido los antiguos tiranos y conculcadores, y que
los nuevos serán mejores y sobre todo darán satisfacción
y abundancia...
En verdad, si se analiza profundamente estas socie­
dades, viven en la mentira y sus ideales se pierden en la
abstracción. No hay en realidad pueblo; hay una mezcla
grotesca de apetitos confusos y desordenados. Detrás de
eso que llaman pueblo y los modernos clases, está lista la
pandilla compuesta de gente voraz que ¿rita en las tribu­
nas y en las calles, aunque rara vez da su sangre, para
apoderarse de los privilegios a título de herencia o más
propiamente de botín instaurando a su vez un régimen de
provecho tan parecido al depuesto o peor que el anterior.
Así fueron la mayoría de las revoluciones bolivianas
y tan ineficaces que nunca lograron transformar nada.
Los únicos ilusos en este juego turbio son precisa­
mente aquellos que creyeron en los “principios” y que si­
guieron a la letra los pretendidos programa!',. Pero no
puede haber ningún principio formal en un pueblo que se
muere de hambre y que asiste a la revolución como un es­
pectáculo “bienhechor” y sangriento por necesidad vital.
En tal caso ya no se trata de cerebros que buscan ideas
sino de vientres que cultivan jugos gástricos para la ac­
ción. Y son ilusos piadosos los que derraman su sangre
y mueren en las calles con la miel en los labios.
Eso de que la revolución debe comenzar por el alfa­
beto es verdad tan simple y objetiva que no admite dis­
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cusión, y no obstante se persiste, tratando de dar la ilu­


sión a las “masas de que son artífices de la revolución"
cuando ellas lo que quieren es comer, saciar su hambre
consuetudinaria y delinquir volviendo a los antiguos méto­
dos de coerción y entierro de los “principios” que figuran
en la primera plana de los programas políticos.

— II —

Entendido, de que no es posible una revolución si no


hay conciencia esclarecida y si no se cuenta con una élite
llámese republicana, democrática o comunista. Y para que
haya esa conciencia se requiere organización y un proce­
so. Cuando no sucede esto, y el proceso se encuentra en
cierne las gentes reaccionan emocionalmente y la pasión
aflora a la superficie. Entonces el hecho revolucionario se
reduce a venganzas y tremendos extravíos de los cuales
los líderes no son los primeros asombrados, porque son
actores y también cómplices.
Pueden las revoluciones bolivianas nombrarse burgue­
sas, democráticas o de otra índole. Aunque tengan senti­
do popular en estos últimos tiempos, pero nadie negará
que para que se parezca a revolución es preciso que con­
tenga un sentido social, un contenido económico y sea di­
rigida por gentes honradas. De otra manera no es tal; es
fraude, motín o alzamiento a la manera española. A co­
mienzos del siglo pasado el general Espartero fue el ai tí­
fica de los pronunciamientos españoles.
Según el autor Aranzaes ias revoluciones bolivianas
alcanzaron a la cifra de 195, y en su mayoría han sido al­
zamientos contra gobiernos que cometían abusos o que no
daban satisfacción a las fracciones sociales las cuales es­
taban preparadas siempre para la subversión.
Este es un asunto que hay que analizar en detalle. La
mayoría de los gobiernos han sido producto del motín y
del alzamiento, sin consultar a las masas democráticas que
tampoco existían, es decir no eran democráticas, acepta­
ban los hechos. Se sumaron ellas al motín triunfante para
subsistir. Aunque eran en gran parte analfabetas, su con­
ciencia les decía que todo cambio de gobierno les ofrecería
suculentos programas de alimentación, aunque muy po­
cos eran los que se saciaban y que luego los programa?,
se evaporarían con los humos de las victorias.
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En tanto aquellos que se beneficiaban del motín, ac­


tores principales, individuos para toda faena, lo esperaban
como una bendición del cielo porque les daba la comida,
ascensos, situaciones y fortuna. ¡En otra forma no podía
haber revolución! El comercio minúsculo, la industria a­
penas prometía. Era Bolivia un pueblo mediterráneo que
vivía de la agricultura y de la servidumbre del agro.Las
minas como industria y negocio moderno aparecen más
tarde.
El mestizaje sentíase feliz de participar en el motín
y los actores constituían una pequeña dique de ideas con­
fusas, ilusionados con el trastorno gubernamental, pues
jao había doctrina formal ni una cantidad mínima teórica
ide realidad que asegurase esa doctrina. Al final del “ex­
perimento” sobrevenía el caos,la vuelta a los viejos mé­
todos repudiados, la venganza y el terror. La democracia
exaltada en manifiestos retóricos, otra vez apuñalada por
los vencedores que se creían omnímodos y fuertes para
hacer frente a las dificultades que se creaban después de
cada gobierno. Se repetían nuevamente las conspiraciones
en las que tomaban parte los descontentos y esa clase
que había quedado cesante y ociosa, incapaz de ocuparse
porque no encontraba trabajo; su apetito voraz la incita­
ba a la rebelión.
Esta es la trama de todas las subversiones de nuestro
país, y este es el suicidio normal de la nacionalidad en un
mar de sangre que no ha cesado hasta el día de hoy. Y
para consuelo nuestro, un consuelo relativo, es la historia
de las subversiones de América entera, aunque cada mo­
vimiento anuncie periódicamente cambio de sistema.
En el ambiente social los investigadores suelen sen­
tir un penetrante olor a morfina, administrado a los pue­
blos con el subtítulo de programas redentores para que
amortigüen sus padecimientos y se sientan eufóricos en
los “grandiosos mítines”, aunque por dentro el cáncer car­
coma sus entrañas. ¡Pero la acústica del cielo patrio en
las grandes manifestaciones, hace oír antes que gritos de
hombres, balidos de corderos!

— III —

Comienza la República fundada por Bolívar y Sucre


con un motín escandaloso el 18 de abril de 1828 en el que
el propio mariscal Sucre recibe un balazo en el brazo al
sofocar la insurrección. Se dice que un soldado chileno le
hirió. Esa insurrección estaba alentada desde el extran-
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joro por el caudillo Gamarra que pretendía recuperar el


Alto Perú y juntarlo al Bajo, donde él gobernaba con au­
toridad suprema.
El Perú había sido dividido en dos partes y no se re­
signaba a la partija. En verdad que el viejo imperio de
los Incas fue dividido, naciendo repúblicas al sur y al
norte, cosa que no era del agrado de Lima, acostumbra­
da a recibir vasallaje y tributo de reina en la colonia. El
Alto Perú era distinto: en su mayoría población de serra­
nos nidos y fuertes con el instinto de independencia y
libertad desde tiempos remotos. No pudiendo soportar el
predominio de la costa se rebeló. Tampoco aceptó enro­
larse al lado argentino; era la época de los pueblos libres,
mientras más pequeños más libres. Era también la opor­
tunidad de dominio de los caciques de tierra adentro que
no toleraban ningún poder central porque les disminuía
su poder y jerarquía.
Gamarra no podía aceptar jamás la independencia bo­
liviana y se dispuso a ejercitar la influencia peruana por
todos los medios: recurrió a las armas. Tampoco sentía
estimación por los libertadores a los que tildaba de intru­
sos en su territorio. Gamarra pretendía ser el artífice de
la unidad geográfica y política del Perú pero no tuvo suer­
te. Entonces buscó aliados entre los desafectos al maris­
cal y es sintomático el grito de los soldados sublevados:
¡abajo los mulatos!
Lima había imperado hasta entonces en su calidad de
centro españolizante y la reacción a la independencia mu­
chas veces brotó de su seno. Además Gamarra pensaba
que un Perú dividido no era Perú. (Pero en verdad las
provincias del Alto Perú dependían igualmente del Virrei­
nato de Buenos Aires que no se opuso a su libertad). Eli
pensamiento de Gamarra más tarde lo realiza y ejecuta el
mariscal don Andrés de Sania Cruz con extraordinario vi­
gor y visión dé estadista, hasta que Chile nación austral y
que apenas empiezá a vivir pobremente créese subaltemi-
zada por la Confederación Perú - Boliviana y usa de los
mismos procedimientos que Gamarra para destruirla. (Es
bien sabido que en la batalla de Yungay luchan soldados
peruanos y chilenos, y que la pierde Santa Cruz debido a
su excesiva confianza y a que le fallaron sus cálculos, y
es curioso anotar que el general Velasco cuatro veces pre­
sidente de Bolivia envía mensaje de congratulación al ven­
cedor chileno).
Este motín escandaloso es el botón de muestra de lo
que sería la República de Bolivia en el futuro.
No habiendo clase directora en el país el poder se ar­
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bitran los militares. Tampoco es posible otra clase; el bur­


gués en cierne es el artesano ignorante cuya falta de ex­
periencia y pobreza no lo dejan madurar. ¿Qué existe en
la nueva República como clase directora? Los militares,
los clérigos y los hacendados, residuos de un españolismo
demasiado escaso. Estos son los únicos que piensan y su
pensamiento está condicionado a sus míseros intereses. Si
el gobierno de ciertos militares no les conviene alientan a
la fracción descontenta que nunca falta. En un pueblo po­
bre, minúsculamente desarrollado, inmenso en territorio,
de industria casera, no hay otra ocupación que la “polí­
tica”. Tanto la oficina del abogado, la sacristía del cura,
el templo, la tienda del artesano son refugios insustituibles
de conspiración y agencias gratuitas de banderío político.
En tanto el indio cultiva el agro primitivamente y no le
interesan los cambios de gobierno; su geografía es tan
reducida que apenas conoce su distrito y le preocupa más
el desplazamiento del cura o del patrón.
Lo más curioso es que todos los caudillos grandes y
pequeños hablan de “libertad” y sus manifiestos son ri­
diculos puesto que cuando toman el poder ya no existe
más libertad y ella ha fenecido con el triunfo. Pero luchan
los caudillos con un tesón envidiable por esa “libertad” y
se mienten ellos mismos, embriagándose en la pasión que
casi siempre los conduce a la muerte. La libertad para
ellos, en resumen, es goce y usufructo del poder mísero,
si se tiene en cuenta que la República hasta mediados del
siglo pasado no disponía de un presupuesto de tres millo­
nes de pesos. Y de ese tesoro exangüe la mayor parte de
las veces se pagan sueldos de hambre, y aún así sirven pa­
ra subsistir, y son el cebo de las “revoluciones”, fuera de
que el factor psicológico es tremendo: ¡mandar, tener el
mando en las manos! Y luego el desprecio a las leyes, el
enriquecimiento ilícito, la venganza y el odio contra todo
lo que signifique oposición.

— IV —

Después del motín de abril, se suceden otros sin limi­


tes hasta el día de hoy. La conspiración existe in mente
en todo ciudadano, y si alguna vez no se cristaliza hay que
atribuirla al mal funcionamiento del sistema, porque el
asunto andando el tiempo se ha perfeccionado hasta con­
vertirse en negocio fructífero y da lo mismo el triunfo co­
mo el fracaso, con tal que exista el estipendio. Se juega
a la alza y baja con plena conciencia.
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Pero de todas maneras estos brotes revolucionarios


constituyen la “normalidad” del país y merecen estudio
aparte.
Uno de ellos es Belzu. Irrumpe en el panorama boli­
viano en forma extraña, no obstante absolutamente lógi­
ca. En un pueblo de desheredados y hambrientos debe
brotar el líder que les ofrezca abundancia. Pero la abun­
dancia es resultado del trabajo paciente y organizado, aun­
que sea en forma primitiva. (El Inca jamás hizo padecer
a su pueblo ni le privó de techo y abrigo). Belzu les ofre­
ce dádivas eficientes, palmarias, objetivas: les ofrece di­
nero. Cuando no posee dinero para dar, nada más fácil
que obtenerlo sembrando el terror, y el terror siempre es
retribuido por la admiración ciega, de las masas que le
llaman “tata Belzu, Mahoma, Dios”.
Belzu es demagogo, al estilo boliviano, de tierra aden­
tro, sin perspectiva ni matices. No es intelectual ni teó­
rico. No podía haber en tierra altiplánica a esas alturas.
Los intelectuales eran pobre cosa, pero podía ser un rea­
lista. Lo era a su manera: poseía olfato infalible y cierto
instinto de adivinación para conocer a las masas y calmar­
las en su sed y en su hambre. Estas querían además de
saciarse gozar y divertirse, gritando en las calles, comien­
do en las fiestas y bailando a la salud del caudillo de di­
ciembre que nunca les habló de trabajo. Por eso le querían
como a un Dios y estaban dispuestas a morir defendiendo
b u pitanza. Este drama que se desarrolla en el país alti-
plánico es parecido al que sucede en Roma en mínima pro­
porción: Belzu es Pompeyo y Ballivián César. El uno re­
presenta al pueblo rudo, igualitario; el otro a la jerar­
quía colonial de gentes pudientes que piensan umversal­
mente. Es el drama social de todos los pueblos de la tierra.
El caudillo de la plebe no se preocupa de formar éli­
tes como Ballivián, porque él en persona es la élite. Del
corazón de Belzu brotan ideas comunes, groseras y au­
daces a ritmo con la escasa mentalidad del mestizo, y las
ejecuta sin miramientos de ninguna clase, apelando casi
siempre a la fuerza de las turbas. Per eso le adoran y el
grito de “viva tata Belzu” se oye en las serranías, en los
valles y en los lugares recónditos.
¿Pero cuál es su pensamiento? ¿Qué impulsos extra­
ños le sustentan? ¿Cree sinceramente en lo que hace? ¿Ha
leído tal vez, a los utopistas, a Tomás Moro, a Campane-
11a, a Bacon o a Harrington? ¿Es partidario de Bakunin o
de Marx? No. Posiblemente los desconocía porque habría
revelado la paja en alguno de sus escritos. Pero de to­
das maneras Belzu estuvo largos años en Europa y oyó

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hablar de ellos. Belzu pretende ser autóctono y autodidac­


to en sus manifestaciones: es esencialmente altiplánico.
Tiene ideas de justicia y de igualitarismo a su manera. A
pesar de lo que se diga de él en su abono nunca demos­
tró afición al libro: fue soldado valeroso y un introvertido
socialmente, sobre todo cuando su mujer la interesante
Juana Gorriti, argentina, e!ige los brazos de su rival Ba-
llivián... Muchos historiadores han tratado de hallar el hi­
lo de la actitud demagógica de Belzu en esto, pero hay
que cavar más hondo si se quiere aproximarse a la verdad.
Belzu pertenecía a una clase desestimada y humillada por
la jactancia de la aristocracia criolla. Posiblemente en el
fondo de su corazón yacían el resentimiento y el rencor
que afloraban cuando adquiere el poder. Su formación es
cuartelera; no conoció a sus padres y no le quedó otra ban­
dera que la de la plebe, en un país con castas superpues­
tas y diferenciadas hasta por los trajes.
Belzu agita el populacho como ningún otro caudillo
y lo despierta, pero no va más allá; no puede ir “más allá”
porque le falta una élite revolucionaria que le acompaña­
se en su intento, que le sirviera de timón y brújula. Esto
es mucho pedir. Por eso el caudillo se contenta con la ac­
ción primordial de despertar la fuerza de la masa e in­
yectarle odio a los pudientes, porque en verdad no habían
ricos poderosos ni grandes burgueses, ni una clase indus­
trial y comercial; no podía haber en esa época.
Pero todos sus actos, al mismo tiempo que alienta a
la plebe, están teñidos de grosería demagógica. Cree él
que arrojando dinero desde los balcones de Palacio y dan­
do comilonas populares cumplirá un programa. Su pro­
grama es de corrupción y, sin embargo práctico para sus
fines, porque es la única manera de sostenerse invicto y
dominar a la nación.
Cuando desaparece el caudillo, el belzismo se extin­
gue; también las dádivas y no queda de su estrella fugaz
sino el rencor de la plebe, la miserable pitanza y las lá­
grimas.
Al considerar la figura interesante de Belzu el escri­
tor José Vicente Ochoa lo describe en estos términos:
“Belzu rompió con todas las prerrogativas del
linaje y los privilegios de casta, herencia y coloniaje;
introdujo en la práctica de la vida política de Bolivia,
con exagerada rudeza, innovaciones revolucionarias;
abrió campo de expansión y estímulo a todas las apti­
tudes y ambiciones de una nueva generación, venga de
donde viniere, y dejó clavada para mucho tiempo en

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E N S A Y O S Y C R I T I C A

las casas señoriales la bandera democrática, como


atrevido símbolo de igualdad republicana. Dio en fin,
poderoso impulso a la industria y a obras públicas de
gran magnitud. ¿Cuál será el desapasionado fallo de
la historia sobre este hombre de fases tan contradic­
torias como interesantes? (Pág. 3 del folleto Evaris­
to Valle 1887).
¿Pero dónde están esas obras y esa industria de que
habla Ochoa? Es curioso de todas maneras apuntar esta
opinión. Los discursos de Belzu, por otra parte son pobres
y llenos de una fraseología inútil y atrabiliaria. ¿ Se le pue­
de buenamente calificar como el abanderado de un socia­
lismo rudimentario y confuso? ¿No es más bien un ins­
tintivo que da palos de ciego y que pretende igua'ar en la
miseria a todas las clases, imponiendo a la que tiene más
fuerza y es la más combativa? Si se analiza uno de los
últimos manifiestos que lanza al pueblo boliviano a su re­
torno de Europa, revela él falta de hilación y cierta con­
fusión mental. Por eso el historiador no puede atenerse
simplemente a la letra y su retrato como estadista es de
difícil interpretación. Su gobierno se caracteriza por el
despilfarro y un tremendo desorden. No sabemos a qué
obras e industrias se refiere Ochoa. Posiblemente se tra­
ta de uno que otro edificio público o alguna industria ca­
sera de escasa importancia.
Belzu en verdad es una especie de apóstol mestizo que
no ha cuajado bien y que, desaparecido de la escena, se
esfuma en la oscuridad de la interpretación histórica. (Es
muy provechoso leer el libro de Narciso Campero, más
tarde presidente de Bolivia, a su regreso de Europa, don­
de hace un retrato de Belzu y ,las frases que enuncia éste
en una entrevista, refiriéndose a su gobierno anterior y
a lo que se propone hacer en el futuro).

— V—

Muy pocas revoluciones en el curso de 140 años han


llegado a tener importancia. Ningún gobierno ha podido
sostenerse más de una década y casi todos concluyen mi­
serablemente. El calendario de Bolivia es trágico. El ma­
riscal Sucre, herido en un brazo en el motín de abril, mue­
re asesinado en el Ecuador; Blanco es liquidado a bala­
zos a los tres días que asume la presidencia; el mariscal
Santa Cruz es calificado de “insigne traidor” por el Con­
— 17 —
T R I S T A N m a r o f

greso boliviana y muere en el destierro; Ballivián después


de haber sido la primera espada del país muere pobre en
tierra extraña, al extremo de vender esa misma espada
que dio gloria a Bolivia en la batalla de Ingavi; Belzu es
asesinado por Melgarejo en pleno palacio; Linares se ex­
tingue entre la miseria y el dolor en Valparaíso; Daza al
descender del tren en Uyuni, después de muchos años de
destierro cae bajo las balas de la escolta que le acompa­
ña; Córdova es asesinado fríamente en la prisión de Lo-
reto por el sayón Yañez; Melgarejo sucumbe de un bala­
zo que le dispara su favorito Sánchez en Lima; Frías con­
cluye su vida en la miseria del destierro, lejos de su pa­
tria; al general Campero lo ultrajan metiéndolo a la cár­
cel por la venganza del magistrado Doria Medina; Arce
muere pobre después de gastar su inmensa fortuna en el
bien público; Pando es asesinado en La Paz; Saavedra fa­
llece en el destierro; Gutiérrez Guerra concluye su vida en
el exilio, pobre; Busch se suicida luego de haberse decla­
rado dictador; Villarroel es colgado en uno de los faro­
les de la plaza de La Paz. No hablemos de centenas de
hombres públicos que son asesinados o mueren en la más
extremada pobreza lejos de su patria.

— VI —

Es digna de estudio 1a. personalidad de Linares, uno


de los políticos más tenaces, que luego de treinta y tantas
intentonas revolucionarias finalmente sube al poder y pre­
tende variar el curso de la vida política altiplánica. ¿Quién
es Linares? Un iluso honrado y un hombre íntegro. Pero
no bastan integridad y honradez para gobernar un pue­
blo primitivo y miserable, ni siquiera imponiéndole la dic­
tadura. Cuando sube al poder sus mismos métodos rígidos
y su intachable conducta provocan su caída. Linares no
puede cambiar la estructura social y económica de la so­
ciedad; es el buen fraile cue administra consejos y cas­
tigos corporales; es un gran ciudadano que finca la trans­
formación de su pueblo y pretende darle elevación moral,
pero nadie le hace caso porque el mal que carcome a Boli­
via es la miseria juntamente con la ignorancia. ¿Hacer pro­
ducir, trabajar, organizar? ¡Tarea vana! Vale más, mucho
más, arriesgar la vida en alguna revolución y saquear. Esa
es la realidad con la que tropieza Linares. Los realistas
le critican acerbamente. Y Linares es vencido por la des­

— 18 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

lealtad y el “realismo” de sus ministros Ruperto Fernán­


dez y los generales Achá y Sánchez que le traicionan.
La dictadura de Linares sirve para comprobar una
vez más que las buenas intenciones no tienen valor en el
1orreno político y social si no están acompañadas de un to­
tal cambio en la estructura económica. La mano férrea
puede ser útil en estos casos.
Pero una golondrina no hace verano. Es conveniente
y necesaria una élite revolucionaria que esté imbuida de
ima alta conciencia revolucionaria, sin miramientos ni con­
templación alguna con amigos y enemigos que, por igual
castigue el delito, teniendo delante sólo la perspectiva his­
tórica.
De cualquier manera y de cualquier ángulo que se le
juzgue a Linares, significa en la historia de Bolivia un in­
tento de recuperación, la creación de una burguesía capaz
como la de Chile. Pero no pudo formarse esa burguesía,
y los amigos del dictador no salen del asombro provincia­
no; ellos mismos son los que lo derrocan.
Si Linares hubiese resuelto el problema de sustenta­
ción de! pueblo, sin irse por las ramas, fomentando la pro­
ducción, atendiendo el agro primitivo, dando libertad a los
siervos, ordenando la instrucción primaria intensiva, obli­
gando coercitivamente a las gentes a mejorar su higie­
ne, facilitándoles los medios, Fernández al cual se le acu­
sa de traidor habría sido ineficaz. Pero Linares era un
aristócrata criollo que creía en la familia, en la tradición
y en el rigorismo de la ley a secas. Con todos sus defectos,
el dictador Linares, es el símbolo de lo que pudo dar la in­
teligencia boliviana, imitado muchísimas veces en frustra­
ciones lamentables. Creador del partido de “’os rojos”, en
su mayoría intelectuales tan ilusos como él, y lo que es
peor románticos, nunca han podido ver a su país tal cual
es. No obstante este partido tuvo enorme influencia en la
vida nacional —y el romanticismo llegó tardíamente al
país como el liberalismo— se pensaba entonces en cosas
abstractas: en la honradez a veces y en el genio, en la bue­
na administración rigurosa sin derrotar a la miseria pre­
viamente. Vale decir una burocracia sin alas, sin auda­
cia y sin ojos.
He aquí algunas de las ideas del dictador sobre ins­
trucción que nunca se cristalizaron. Su biógrafo Carlos
Walker Martínez las recuerda:
“Respecto a la instrucción pública, mucho se alcan­
zó a hacer, aunque en honor de la verdad, fuerza es de­
cir que el país no estaba preparado para las reformas ini­

— 19 —
T R I S T A N M A R O F

cíales”. (¿Por qué? Había que comenzar por el alfabeto).


“Las ideas sanas del dictador y del ministro Valle caye­
ron en terreno estéril, y la oposición previa y pública pa­
ra regentar las clases de los colegios nacionales, la orga­
nización de las academias forenses, la supresión de los in­
ternados en los establecimientos del Estado no tuvieron
efecto ni resultado alguno'. El mismo Linares en breves
palabras explica las ideas que tenia sobre el particular:
“Realizando empresas que hicieran comprender práctica­
mente los beneficios de !a educación industrial, me pro­
ponía difundirla lo más que fuere posible, y sin duda que
a eso debe contraer el gobierno los más empeñosos es­
fuerzos, porque sólo con el trabajo y la afición a él pue­
den utilizarse las riquezas que con tanta profusión ha
derramado sobre nuestro suelo la Providencia, y desapa­
recer la empleomanía, origen inmediato entre nosotros de
furor por la política, de los trastornos públicos, de los es­
cándalos de familia, de la falta de consecuencia en todas
las relaciones, y da la dignidad y buena fe, azote, en fin,
de nuestros pueblos”.

¿Por qué no se pudo realizar este intento saludable?


Porque se oponía la ignorancia de la población y luego por
su estado paupérrimo. Lo primero que había que hacer
era alfabetizarla y darle propiedad, aunque fuese peque­
ña. Linares quiso formar una burguesía sobre la miseria;
■or otro lado carecía de un plan en vasta escala y con
0randes recursos.

Su ministro don Evaristo Valle se expresa en estos


términos: “La educación popular es la primera necesidad
de toda sociedad y la condición más indispensable para
los pueblos que gozan de las formas representativas.
Desde que el hombre conoce sus derechos, los estima y
sólo así sabe defenderlos al precio de su sangre, sin es­
tar expuesto ni a la opresión del poder que tiraniza, ni a
las sugestiones de la demagogia y la venalidad que todo
pervierte y profana. No es bastante ilustrar el espíritu,
es preciso ante todo, formar el corazón del hombre des­
de la niñez por medio de sentimientos de virtud que ten­
gan por base los dogmas de! cristianismo: sólo así ten­
drá moralidad y amor a! trabajo para encaminarse a los
estudios de aplicación que le produzcan su subsistencia
independiente”. (Exposición del ministro Valle, 1861).

Este discurso es de suma importancia para la época.


Valle habla de la educación popular como la primera nece­

— 20 —
E N S A Y O ¡S Y C R I T I C A

sidad de toda sociedad que está regida por instituciones


democráticas. No obstante no se crearon miles de escue­
las en las ciudades y en el campo como hizo Sarmiento en
Argentina. Valle coincide en alguna forma con los altos
dignatarios de la Iglesia que pretenden reformar la socie­
dad mediante consejos filtrados diariamente y prácticas
altruistas. Valle no habla de las necesidades humanas si­
no que se dirige al corazón.
Finalmente el dictador Linares es depuesto porque su
séquito no tiene la misma altura ni comprende la respon­
sabilidad histórica del momento. Están hechos desgracia­
damente de barro nacional.
Después de Linares sube al poder el general Achá,
prototipo del comodín: hipócrita, solapado, mediocre y muy
católico. Asiste a las procesiones y visita los pueblos para
hacerles declaraciones de su sinceridad de gobernante aun­
que resalta a la vista su ninguna eficiencia. Es el prime­
ro en besar los pliegues de la bandera y sin embargo du­
rante este gobierno suceden las terribles matanzas de Lo-
reto en la que se inmolan más de cincuenta víctimas ya ele­
gidas por el carnicero Yañez, un esbirro plomizo y sinies­
tro el cual las ha visto con sus ojos en la angustia de la no­
che. Achá pasea las ciudades bajo palio, adorado por los
obispos y el pueblo cándido que cree en él hasta que apa­
rece Melgarejo con el que sincronizan la brutalidad y el
ímpetu de una República tal cual es: primitiva y melga-
rejista, porque el general Melgarejo es una especie de sím­
bolo del pais: es la pasión, la audacia y lo que el bolivia­
no por dentro lleva, mezcla de todo: creyente algunas ve­
ces del valor y otras vencido por los brindis de unas co­
pas y la mirada de cualquier mujer, pero generalmente
rendido y de rodillas ante el más audaz y desvergonzado,
sin importarle ninguna cualidad ni méritos. Y a éste lo
adora mientras es fuerte y tiene el poder en las manos, ol­
vidándolo con facilidad cuando el ídolo cae en desgracia.

— vn —

Bolivia era una nación que debía explotar sus rique­


zas y desarrollarse, no su mísero presupuesto. Nadie lo
entendió así y los golpes de cuartel fueron alrededor del
presupuesto, porque la “política” hacía ricos en un san­
tiamén, y no había mejor industria que esta. Ya hemos di­
cho que los golpes de cuartel eran una bendición del cielo
para militares y civiles, mucho más si' participaban en
— 21 —
T R I S T A N M A R O F

ellos, y de la noche a la mañana cambiaban de suerte co­


mo en un cuento de hadas, de la miseria a la abundancia.
En realidad ella era tan insignificante, a la manera aiti-
plánica, que consistía en tener míseros bienes, que a la
muerte del padre desaparecía entre las francachelas de los
hijos pródigos y holgazanes, no quedándoles a estos últi­
mos que afiliarse a las bandos del gobierno o engrosar la:-',
filas de la oposición la cual cifraba su éxito en el motín
triunfante a ¡breve plazo!
Los artesanos de tienda, obreros como se les llamaba
participaban de las pasiones de las altas ciases con mayor
furor, y no faltaban oradores fogosos que herían su sen­
sibilidad primitiva hablándoles de las glorias nacionales y
regionales, exaltándolas en forma ridicula. En esta tarea
ayudaban los escribas intelectuales, diestros en los mane­
jos de espulgar a diario delitos y trasgresiones de los "de­
tentadores” del poder. (Y estos delitos se multiplicaban
por ciento, dando material a Arguedas para que escriba
más tarde su historia monumental.)
Los indios seguían en el agro trabajando con el primi­
tivo arado de palo y su paciencia de hormiga, sin impacien­
tarse jamás. No les importaba nada a no ser las fiestas
y su miserable sustento. No podían pensar porque nunca
lo habíai, .techo.
Belzu, Melgarejo, aun el mismo Ballivián son caudi­
llos que tienen una concepción simplista de la República.
Para ellos la República se encuentra en Palacio no en la
calle, en el territorio ni en el pueblo. Todo lo que está fue­
ra de esa órbita es súbdito. Nadie puede opinar sino coin­
cide con el numen del Palacio, siendo el opositor un delin­
cuente al que es preciso eliminar en cualquier forma. Igual­
mente para el opositor aquel que se encuentra en Palacio
es un tirano, y algo más, un asaltante cuyo sitio lo ha to­
mado por la fuerza de las armas. Hay que revisar los dia­
rios de todas las épocas, desde hace cien años y más, si
no con risueña ironía, con lágrimas por las estupideces
que contienen, la falta de sentido, de perspectiva histórica
y de equilibrio. El mariscal Sucre es un intruso y un mu­
lato; Santa Cruz insigne traidor; Ballivián un déspota, fal­
sificador de moneda, incestuoso y hasta ladrón; Linares
un bobo, un loco, un descentrado; Arce un tirano y así
por el estilo. Tanto los papeles del gobierno como los de la
oposición son simplemente infames: desafían la iniquidad.
Y la esencia es igual: manifiestos confusos, programas fal­
sos de la peor especie, en los que campea la retórica, mez­
cla de libelos infamatorios y groseros engendros. Las ré­
plicas sangrientas revelan sólo una evidencia: la banda

— 22 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

que se encuentra en el poder disfruta de la hacienda y de


los privilegios por encima de la ley y contra la ley; la
banda opositora pretende arrebatárselos.
Si se hiciera la historia anecdótica de esta politiquería
no podría terminarse nunca. Cada cual en el instante cul­
minante comete un crimen que naturalmente queda impune
y enuncia la frase precisa para disculparse. Hubo gentes
honradas y hasta inteligentes que dijeron su frase y ésta
se pierde en el piélago de ingenuidades del terruño...

— vra —

Los gobiernos militares de la primera época de la Re­


pública habrían consolidado la nación explorándola, cono­
ciéndola. Bastaba explorarla para darse cuenta de la in­
mensa herencia que se poseía. Sin embargo el motín, don­
de se juega la vida, es lo único que atrae a los bolivianos.
Los exploradores son considerados desocupados y locos;
alguien ha partido de su terruño con miras a descubrir bu
propia tierra y se ha perdido en la vastedad de la selva.
Nunca hubo esta clase de hombres viriles si 110 en mínima
proporción; los más estaban atados a la burocracia mendi­
ga y a un sueldo de hambre, y ya se sabe que ¡ ara el bu­
rócrata no hay mejor gobierno que el que se mantiene de
pie, que existe, y que paga sueldos en invierno y en vera­
no, aunque no se haga nada. La clase intelectual, lo que
podía llamarse intelectual, que no sabía tampoco muchas
cosas ni calaba hondo era burócrata. Por otro lado 110 ha­
bían vitales necesidades; se vivía en la pobreza; no ha­
bían grandes inquietudes; la gente se resignaba en la al­
deana conformidad. Por eso no se desarrolló la República
y fue de motín en motín, pues esa era la necesidad, al
alcance de la mano, con este objetivo, reemplazar una plan­
ta administrativa tan ineficiente como la anterior.
Esta triste historia sucede hasta la dictadura de Li­
nares. El dictador significa un cambio. Linares fue un in­
telectual de primera, un apasionado de reformas y un hom­
bre cabal. Hay que rendirle culto sin regateos porque a
pesar de sus equívocos y de sus fracasos quiso reformar
una Bolivia corrompida y darles a los bolivianas ideas de
grandeza moral.
No nos referimos a la administración crucista que in­
surge detrás de los Libertadores, administra a. Bolivia co­
mo gran nación, impone jerarquía y respeto y lleva sus
armas más allá de los límites bolivianos, muerdo dos pue-

— 23 —
T R I S T A N M A R O F

bios ligados por historia de siglos. Este comienzo magní­


fico de República que no ha sido comprendido bien hasta
ahora, el altiplano disponiendo de puertos, de bienestar y
de gloria, material y espiritualmente por encima de las re­
públicas suramericanas en ese momento. Ese comienzo se
perdió infortunadamente pudiendo Bolivia, Perú y el mis­
mo Chile constituir la nación más grande y más rica del
continente.
¿Qué otra revolución puede notarse en la breve his­
toria boliviana? Luego vienen los gobiernos medicores de
Achá, la barbarie de Melgarejo y de Morales y otra vez
los caudillos militares puesto que la República es un botín.
Las ciudades no progresan y son reducidas aldeas que no
disponen del mínimo confort. El presidente de la Repúbli­
ca vive sobre el caballo y cuya función específica consiste
en debelar revoluciones y masacrar a los que se han suble­
vado contra su gobierno. Los congresos se reúnen en el
lugar que el ejército de bandoleros vivaquea; la capital ds
la República se establece por decreto en el pueblo o aldea
donde el caudillo hace fiesta (Belzu).

— IX —

El partido de los “rojos” fundado por Linares que se


componía de los intelectuales más esclarecidos de Bolivia
tuvo enorme influencia. Era un partido de moderadas ten­
dencias liberales en el que habían refluido los restos de los
partidos caudillistas. Nunca hubo en Bolivia partido con
doctrina formal y desaparecidos los jefes desaparecían tam­
bién las agrupaciones. Los “rojos” fue el primer intento
de la creación de un partido que prometía por lo menos
enunciados para la buena administración del país con un
sentido preciso, aunque su raigambre en el fondo era con­
servadora. Derrocado Linares el partido de los “rojos”
sobrevive un tiempo más y se diluye al aparecer nueva­
mente los gobiernos militares de Achá, de Melgarejo y de
Morales. El presidente Frías es una excepción y un lunar.
Nuevamente el poder cae en manos de Daza y durante su
gobierno se produce la catástrofe nacional de la guerra del
Pacífico en la que Bolivia pierde su costa.
Reducido el país a la mediterraneidad, en la hondura
de sus montañas, sin industria y sin gran comercio, la ca­
tástrofe lo dejó inerte y a merced de sus vecinos.
Un pueblo no puede vivir sin mar como un individuo
sin pulmones. Pero cuando se fundó la nación boliviana

— 24 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

bus puertos estaban separados por un desierto tan inmen-r


so que para llegar a la costa se necesitaban muchos días.
Por otro lado Bolivia desde su creación era una nación se­
rrana cuya regularidad de vida atendía sus necesidades
más bien por el puerto de Arica que por sus puertos pro­
pios. Los bolivianos no conocían el mar ni exportaban sus
minerales como sucede más tarde durante los gobiernos
conservadores. El puerto de Arica fue disputado por Bo­
livia desde la colonia, y ese fue su puerto natural, al ex­
tremo de que en el siglo pasado antes de que se tendiesen
rieles a Antofagasta, Tacna y Arica estaban tan vincula­
dos al altiplano por un constante tráfico que según el es­
critor Gustavo Adolfo Otero era atendido por recuas que
pasaban de cinco mil muías. El mismo Facundo Infante,
primer ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia ex­
presa: “conserve sus límites Bolivia y, sin aspirar a
más engrandecimiento que el poseer Arica, hágase te-
mihle por su buena administración, sus leyes liberales
y por la ilustración de sus hijos”. (Carta a Frías el 28
de octubre de 1849).
Después del desastre de la guerra del 79 hay en Bo­
livia un despertar doloroso, viéndose mutilada la naciona­
lidad y por única vez los reston de los partidos caudillistas
consideran su terrible responsabilidad. Se piensa que los
puertos de la costa boliviana fueron asaltados porque
no hubo una clase industrial y comercial que entendiese
de negocios y que se diera cuenta de las riquezas que te­
nía en su suelo costero. Es muy curioso leer al respecto
los decretos que expide Melgarejo sobre el salitre y la in­
genuidad de la clase directora sobre esas riquezns, preo­
cupada más bien de la menuda politiquería y aterrorizada
por el tirano. Chile sin gran trabajo, debido a su madu-
nez sobre el altiplano ya tenía en sus manos la carta de
triunfo.

— X —

Aparecen luego los gobiernos conservadores que de­


sean imprimir a la República un nuevo curso histórico. Na­
cen con autoridad y jerarquía dfe la riqueza que en Bolivia
brota de las ricas minas de plata de Huanchaca. Hasta en­
tonces Bolivia es un país misero que vive en la limitación
de sus pequeñas ciudades y provincias con una élite res­
tringida y romántica, muy por debajo de las naciones ve-

— 25 —
T R I S T A N M A R O F

ciñas que de todas maneras van hacia el progreso mientras


que Bolivia casi se ha estancado.
Es indudable que los gobiernos conservadores dan al
país prestancia en el sentido moral. Es un período que no
pe ha analizado debidamente. Bolivia recuperase como na­
ción aunque ya no posee costa marítima. Pero la plata piña
brota de los cerros de Colquechaca y esta riqueza alienta
a la República entera, produciendo cierto fervor industrial.
Bolivia es cotizada en el mercado internacional de minera­
les igual que México y el poder de la plata instala los go­
biernos conservadores con autoridad y mando. El sur do­
mina a la nación porque las minas están allí, y Chuquisa-
ca, vieja capital, goza de privilegios.
Uno de los artífices de esta recuperación es don Ani­
ceto Arce que más tarde es presidente, junto con los Pa­
checo, los Sainz, los Arteche, los Lora, los Argandoña y
otros más que forman el esqueleto de una burguesía. Arce
aunque conservador en sus creencias es liberal en sus mé­
todos económicos y en sus prácticas de gobierno, porque
tiene la pretensión de que la nación salga de su atraso.
Por consiguiente los revolucionarios liberales están demás,
pero esto no lo entienden los que critican a Arce simple­
mente las formas exteriores y se hallan aferrados a los
"principios”. (Evidentemente el liberalismo llegó tarde a
Bolivia trayendo una buena cantidad de ideas que en el
mundo ya habían pasado por la experiencia y se incrusta­
ron en el cerebro de la juventud idealista que creía ciega­
mente que teniendo el poder en sus manos salvarían al
país).
Los gobiernos conservadores establecen un orden ju­
rídico y la nación ya no es un caos, por lo menos existe la
armazón. Eso no impide que los medios sociales sigan po­
bres, pero de todas maneras la riqueza de la p’ata sirve
para trazar caminos, construir obras de aliento, puentes y
hasta un ferrocarril a la costa que le crea al gobernante
Arce problemas tan difíciles y aun le ¡acusan de traición!...
Tampoco Bolivia es un país superpoblado y sus escasos ha­
bitantes viven dentro de las formas patriarcales que de al­
guna manera alivian su existencia.
Bolivia podía haber insurgido a pesar de todas las di­
ficultades si logra crearse en esa época una clase indus­
trial y mercantil en el sentido amplio de la palabra que hu­
biera participado de la riqueza minera, pero infortunada­
mente el negocio de las minas se concentró en manos de
unos cuantos hombres que forman una especie de oligar­
quía, aunque no egoísta, porque daba ciertas oportunida­
des a los más capaces a condición de que la sostengan. Pe­
ro de cualquier manera es una oligarquía con tufos de cas­

. _ 20 —
E N S A Y O S V C R I T I C A

ta y predominio político. Sucre la vieja capital le da pres­


tancia y su sangre, convirtiéndose en capital exigente con
un remedo en pequeño de la corte española y con aires
también franceses.
Esta oligarquía criolla que pudo hacer muchos bene­
ficios a la nación y los hizo en cierta medida, quiso trans­
formar la República tomando como imagen su propia men­
talidad, sin cuidarse del resto, de Bolivia íntegra, mestiza
y más propiamente india. De ahí viene el conflicto que en
el fondo se traduce en fenómeno económico años después
El sur prosperó y con una aristocracia criolla tiene su ca­
beza apoyada en el feudalismo; el norte con mayor pobla­
ción india y mestiza vive de la industria casera y se que­
ja de no participar de las granjerias de las minas de pla­
ta. No obstante el ferrocarril que inaugura el presidente
Arce de Oruro a Antofagasta es la arteria que unirá el nor­
te con la costa.
El conflicto se patentiza con la creación del partido li­
beral que insurge en las postrimerías del siglo pasado con
el ímpetu de partido principista y con los adornos del po­
sitivismo, cuyos abanderados Benjamín Fernández, Caba­
llero, Ca.me.cho y tantos otros intelectuales sobresalientes en
el medio. En verdad son idealistas y los “principios” valen
para ellos más que la economía. Lo curioso, no obstante
lógico, es que el liberalismo brota también de la misma
capital conservadora Sucre.
Y el liberalismo fue un torrente impetuoso que arre­
bató a la juventud y se enfrentó al conservantismo cerra­
do y católico que estaba en el poder por muchos años. Los
conservadores inventaban muchas fábulas respecto de los
liberales a los que se les tildaba de ateos; en el fondo eran
nada: intelectuales inquietos, nada prácticos, con un tan­
to de clarividencia de los sucesos del mundo aunque profun­
damente ingenuos cuando tenían la creencia de qxie el pro­
greso del mundo estaba en los “principios” y ¡que el li­
beralismo en el poder remediaría todos los males de la so­
ciedad! Fueron destructores de una economía que comen­
zaba a hacerse y enemigos de una arquitectura que se la
hacia con trabajo, para luego transar más tarde con el
imperialismo financiero que atisbaba detrás de las puertas
de la nación. Las tres guerras que soporta Bolivia están
impregnadas de criterio liberal. Hasta hace poco se du­
daba de esto; hoy se lo ve con nítida claridad.
Las gentes de otra época se despedazaban por los cau­
dillos, morían como si cumplieran una ley; más tarde por
los “principios”, mofándose de la economía.
T R I S T A N M A R O F

— XI —
En 1898 se produce la revolución federal encabezada
en La Paz por los liberales contra el gobierno del sur. Go­
bernaba Alonso, personaje culto y respetuoso de las le­
yes, aunque se le tachaba de débii. (En Bolivia sólo sub­
sisten los gobiernos de mano fuerte, bárbaros, tipo Melga­
rejo, pero a su turno son también abatidos, y se les acusa
de débiles a los que quieien establecer ciertas prácticas de­
mocráticas). Lo cierto es que don Severo Fernández Alon­
so es derrocado después de una sangrienta guerra civil en
que se degüellan a regimientos del sur y hasta a los mis­
mos nativos paceños sin consideración alguna; la guerra
civil se torna en lucha de razas. (Es interesante leer los
escritos de don Bautista Saavedra, más tarde presidente
de la República y esclarecido escritor nacional relativos a
los crímenes colectivos de Mohoza en su libro “'La Demo­
cracia en nuestra Historia”). La guerra se toma entre sur
y norte y el liberalismo sube al pocier acaudillado por ei
general Pando y un grupo de intelectuales paceños en su
mayor parte, entre los que se distinguen Ismael Montes,
los Pinilla, Reyes Oitíz y otros.
¿Era en verdad el liberalismo abanderado de la idea
federal? No. Se trata de una pugna económica de predo­
minio entre sur y norte. ¿Qué había sucedido? El reino
de las minas de plata estaba concluido o concluyéndose
después de veinte años de poderío conservador y aparecía
el del estaño. La ciudad de La Paz, vecina a la costa y
con mayor población que el sur sintiéndose desestimada
por el gobierno conservador, proclámase líder de la era del
estaño que estaba próxima y acaudilla la revolución. Lo
demás es teatro, gestos escénicos, programas de princi­
pios, federalismo y acusaciones falaces. Tan cierto es esto
y tan evidente que una vez que se obtiene el triunfo se
desvanece la “idea federalista” y la constitución unitaria
vuelve a ser la matriz de la República en manos de los li­
berales. Chuquisaca paga su horrible pecado de no haber­
se desarrollado industrialmente durante los veinte anos
que dura la era de las minas de plata, riqueza que la ma­
nejó íntegramente con las dos manos.
Sucre, la capital, desde la colonia había sido una es­
pecie de corte en pequeño con rangos y preeminencias so­
ciales que gozaba de su riqueza con sentido netamente es­
pañol. El ambiente capitalino aunque ilustrado era frívo­
lo, pacato y conservador. La revolución “federalista” fue
una sorpresa amarga que no se la entendió muy bien por­
— 28 —
e n s a y o s y c r i t i c a

que los hombres conspicuos de esa época creían que se tra­


taba de “principios” cuando ya el rendimiento de la explo­
tación de los ricos filones de plata llegaba a su término y
el norte necesitaba caminos de hierro y puntos de contac­
to comercial con la costa. El conservantísmo que gober­
nó veinte años dio paso a “fortiori” al liberalismo que lle­
gaba al poder animado de grandes ideales y “principios”.
Ninguna revolución puede cumplir su programa por­
que generalmente está inscrito en el papel para uso de par­
tidarios exigentes pero no en la conciencia de los ciudada­
nos. El liberalismo que había combatido por la libertad
electoral una vez que estuvo en el poder cometió los mis­
mos fraudes que culpaba a su adversario. Habló de hon­
radez en el llano y cuando dispone de la hacienda es inex-
crupuloso; hace negociados de toda clase; se le acusa de
extorsión y con este partido comienza la llamada era prac-
ticista, es decir el método como el individuo acomoda su
moral con su egoísmo, pretiriendo los intereses nacionales.
No obstante el liberalismo significa cierta evolución y des­
doblamiento del espíritu boliviano; el habitante deja de ser
menos romántico y menos mediterráneo; se acerca al mun­
do exterior a pesar de que se dobla bajo la influencia del
vecino que se turna; unas veces es el chileno, el argenti­
no y aún el peruano que introducen las narices en el alti­
plano. Es indudable que el capital chileno juega un rol
preponderante, interesándole las minas y el régimen libe­
ral es complaciente y le sirve. El gobierno de Montes es
progresista en la medida que es útil al bien particular,
creando una semi burguesía obsecuente y que obtiene for­
tuna de las ubres de la hacienda pública. Es verdad tam­
bién que en este período los fraudes y abusos son múlti­
ples y se gobierna con el garrote. La influencia del gene­
ral Montes, abogado y general, dura veinte años a través
de los gobiernos de Pando, Villazón y Gutiérrez Guerra.
Los famosos “principios” quedan olvidados, aunque
Montes para vitalizarlos se titula “doctrinario”, frente a
los “puritanos” que se han separado de sus filas y crean
el partido de oposición. Pando que fue el artífice de la re­
volución federal y años más tarde asesinado en las altu­
ras de La Paz, se vuelve furioso opositor al montismo, igual
que el doctor Salamanca, los Ramírez y los más esclareci­
dos liberales. (El partido liberal se ha convertido como to­
dos los partidos políticos de Solivia en caudillista y su amo
es el general Montes).
Montes gobierna con mano firme y sin temblar; es a
la vez doctor y general. Parece que le seducía más este úl­
timo título y se pavoneaba vistiéndose con uniforme y plu­

— 29 —
T R I S T A N M A R O F

mas porque así podía manejar el ejército espada en mano,


pero tampoco olvidaba los códigos y procedimientos que
son muy necesarios en un pueblo donde los rábulas tienen
grandes privilegios igual que los curas, pues Montes de­
muestra ser hábil abogado a la manera altiplánica, “expo­
sitor del recurso y de la triquiñuela” que muchas veces va­
le más que la postura legal en un medio distorsionado.
Montes no tiene reparos de conducta ante la opinión
pública y se titula realista. Firma tratados desventajosos
y contratos leoninos; obtiene de esta manera el dinero su­
ficiente para construir ferrocarriles y crear empresas. Es
la mano del general Montes que firma el tratado de 1904
con Chile, cerrando la esperanza boliviana al mar.
(Léase con atención el libro de Cesáreo Aramayo Avi­
la, que no solamente es un libro sino un documento vivo
y acusatorio de los contratos ferrocarrileros que suscribe
Bolivia durante el gobierno montista). Puede la historia
acusarle tal vez de deshonesto en la medida que todos los
gobernantes incurren en esa falta, pero hay que recalcar
que los gobiernos conservadores se distinguieron por una
honradez acrisolada, sin ir más allá, cuidando la hacienda
pública como se cuida el santuario, sin tocarlo, igual que
en los tiempos medioevales cuidaba el palio San Jerónimo.
Ese “más allá” es la audacia, la creación de una burgue­
sía industrial, la afloración de hombres de negocios y el
conocimiento del mundo.
El gobernante liberal no repara en la crítica y se jac­
ta de ignorarla. La combate con medidas de fuerza, sitios,
persecuciones, cínico descaro, sin embargo. La opinión pú­
blica está en Palacio; su portavoz es el propio jefe. Poco
o nada le importa el adversario. Lo que le interesa es lle­
var a Bolivia adelante y la l’eva. Bolivia en veinte años de
liberalismo, con todos los errores que se le atribuye tiene
un ejército disciplinado, se construyen ferrocarriles, la ins­
trucción da un paso con la creación de escuelas y maestros;
y, sobre todo goza de veinte años de paz, porque también
es preciso repetirlo: el liberalismo coincide y se asienta
con la explotación de las minas de estaño.
De las gargantas de Oruro y Potosí brota el mineral
que enriquece a un pequeño grupo de hombres audaces, que
de paso sustentan al Estado. Patiño, el industrial Patiño,
surge en escena como uno de los fenómenos más extraor­
dinarios del altiplano por su fortuna fabulosa y su fuerza
como industrial y como hombre, aunque no es muy gene­
roso como lo fueron los grandes millonarios de los gobier­
nos conservadores ni posee esa alma bolivianista que dis­
tinguen a Arce y Pacheco.

— 30 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

— X II —

Al declinarse el liberalismo que como hemos dicho se


transformó en montismo. En 1920 aparece Saavedra acau­
dillando un movimiento que en esencia es popular y tiene
el apoyo del obrerismo y de la clase media. El partido re­
publicano al cual pertenecen los liberales que disienten con
el caudillo Montes se alian con los restos del conservantis-
mo que desde la revolución federal no habían podido le­
vantar cabeza. Pero las fuerzas importantes que insurgen
después del 12 de julio de 1920 son los artesanos de las
ciudades que dirige Saavedra.
Muy pronto el republicanismo se divide en dos frac­
ciones bien marcadas por sus tendencias: los que siguen
al doctor Escalier, de temperamento moderado, más bien
conservador, terrateniente y rentista; y los que simpati­
zan con Saavedra, toda la clase media inquieta que hasta
se imagina socialista. Más tarde el caudillo Saavedra for­
mará el “republicano-socialista”.
El liberalismo ha sido depuesto porque en sus propias
filas se produjo la descomposición, devorando Montes a su
partido y sometiéndolo a sus plantas. Este mismo fenóme­
no se observa a través de la vida política del país. Por otro
lado en las postrimerías de su caída el viejo partido libe­
ral, de liberal sólo ya tenía el nombre, no habiendo alcan­
zado doctrinariamente el ímpetu de los partidos liberales
del continente, por ejemplo el del partido colombiano, ecua­
toriano o mexicano. El del general Montes tornóse conser­
vador, aristocrático y católico. Saavedra significaba en es­
tas condiciones un aliento de renovación para el pueblo que
había luchado varios años en las huestes republicanas. Y
él, en verdad, encabeza los ideales de un liberalismo reno­
vado. Saavedra era un político de raza; poseía fino ins­
tinto y conocía a su pueblo; fuera de ser intelectual de
nota, autor de muchos libros era ademas hombre de ac­
ción. De ahí su éxito entre las masas que esperaban al
conductor que las llevase adelante.
Saavedra representa en la historia de Bolivia un ele­
mento impulsor de enorme importancia. Sin él. el fenóme­
no revolucionario no habría culminado. Es un error ata­
carlo despiadadamente y no darle cuartel. Estando aún
con vida los elementos a quienes combatió Saavedra, sin
la eliminación de sus pasiones e intereses es imposible que
se le haga justicia.
Pero de cualquier prisma que se le observe es perso­
naje interesante. Honesto, vivaz y con sentido de mando;

— 31 —
T R I S T A N M A R O F

a veces arbitrario pero respetuoso en cuanto puede de la


inteligencia. Conduce con mano firme lo que se le ha con­
fiado: la República. Da impulso a la ciase desestimada de
la sociedad: la ciase media y es su abanderado más firme;
renueva el equipo anquilosado del liberalismo y lo sustitu­
ye con un torrente de sangre nueva y mestiza que antes
no tuvo oportunidades de circular en el cuerpo sanguíneo
de la nación.
Saavedra a pesar de sus impulsos poseía sentido ju­
rídico y responsabilidad. Los que le suceden son partiqui­
nos de la escena; ya no poseen ni su pasión ni su ímpetu.
Habría podido ei doctor Hernando Siles continuar la obra
de Saavedra pero era demasiado sumiso a la letra muerta
de la sociedad y de los cánones. Era un jurista no un re­
volucionario. Inmediatamente que capta el poder se reve­
la como un oportunista, jura y perjura lealtad resucitando
los elementos vacilantes que habían combatido fieramente
a Saavedra, rodeándose para el caso de una juventud ser­
vil a la que alimenta co;i dádivas y canongías. Siles es
el abogado de Chuquisaca agradable, sensual, untuoso en
su charla, débil en sus proyectos. Pretendía ser algo así
como el Tayllerand altiplánico o el Machiavelo criollo pero
se quedaba en la transacción, el compromiso a medias que
brotaba de su pasado unas veces conservador y otras li-
beraloide. La historia no da paso sino a los hombres apa­
sionados y de una sola pieza en cuanto vale su estructura
moral. Fue Siles el creador de un pretendido nacionalismo
con los deshechos de todos los partidos que pudo utilizar,
hasta los más inútiles. ¡Entonces se sintió eufórico y con­
sideró sus planes magníficos! ¡Unir, soldar los elementos
más dispares sin ninguna ideología! ¿Qué más puede as­
pirar un gobernante amable y que maneja una dialéctica
azucarada y la dádiva al mismo tiempo? ¡Sus partidarios
ebrios de agradecimiento lo compararon con Bolívar y Su­
cre! Ahora ya no se lo compara con nadie. Es el propio
Siles, arquetipo del solapado y muchas veces innecesaria­
mente, usa la doblez, y finalmente la utiliza como norma
política. Tan lo mismo engaña al amigo como al enemigo.
Y su gobierno es una continuación de transfugios, de de­
bilidades y de bajas ambiciones. Es el típico representan­
te de una clase social en frustramiento. Por eso la obra
de Saavedra no queda concluida; se la ve reaparecer años
después, pero entonces está superada; y los acontecimien­
tos se mueven entre republicanismo y socialismo. De todas
maneras con Saavedra entra en escena una clase desesti­
mada: la pequeña burguesía y el artesanado. Con Siles
vuelve a flotar la indecisión.

— 32 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

Naturalmente estos gobiernos no pueden consolidar­


se económicamente ni avanzar, porque dependen del capital
financiero. Siles tiene la clarividencia de evitar la guerra
del Chaco o postergarla; elude en lo posible los conflictos
sociales pero no detiene le. revolución popular y obrera
que ya en ese tiempo es incontenible. Poseyendo la capri­
chosa manía de sentirse providencial, atrae contra sí las
fuerzas militares que le derrocan y detrás de ellas está
Salamanca, el tribuno Salamanca que desde hace treinta
años ha predicado democracia en la oposición, en discur­
sos lógicos para concluir ilógicamente en la más desastro­
sa de las guerras.

— X III —

Después, de Saavedra y Siles aparecen otra vez los mi­


litares, y luego copulando la democracia el tribuno Sala­
manca, ano cíe los más admirados expositores del parla­
mento cuyo sitial es la oposición no el gobierno, porque
este hombre solemne, ensimismado y que aparece como
una especie de Catón boliviano es sencillamente lamenta­
ble. Salamanca es personaje del siglo pasado, ideólogo de
estructuia feudal, rico terrateniente de los valles de Co-
chabamba que al predicar honradez y pureza administra­
tiva no persigue sino la defensa de sus intereses. Reclama
por eso la ley, los privilegios que se obtienen de la renta
y de la herencia en una sociedad de clases. No es un inno­
vador al estilo de Saavedra ni posee las alas de la juven­
tud. Aspira en resumen a que la vida boliviana conserve
las normas jurídicas en las que se ha desarrollado, tras­
gredidas por el régimen liberal.
Salamanca, como es de suponer, detestaba a Saavedra
porque le había ganado una página de historia y el drama
de estos dos hombres en ese instante político es el drama
de Bolivia: los honestos terratenientes al lado del tribuno,
y los obreros y la inquietud al lado de Saavedra.
Cuando cae Siles derrocado por un motín que le pre­
paran los militares atemorizados de que la corriente socia­
lista se impusiera en el país, el drama que está incubando
tarda en madurar. Los militares son apenas el tapón oca­
sional, tan ineficaz que el general Blanco Galindo con la
brasa encendida en la mano se desprende, llamando a una
elección popular que consagra a Salamanca primer magis­
trado. El pueblo boliviano creía ingenuamente en el brillo

— 33 —
T R I S T A N M A R O F

de este hombre con los ojos cerrados y pensaba que el pri­


mer cerebro del país resolvería todos sus problemas. ¡Tan­
ta era su fama!
No resuelve nada y lo lleva a la matanza del Chaco,
sacrificio inútil que cuesta a Bolivia miles de muertos, el
derroche de su finanza y su desplome como nación.
Salamanca no pudo imponerse en el drama del país
por su prestigio intocado y la fe que inspiraba pero se
oponía su mentalidad conservadora, sus prejuicios y su
orgullo. Salamanca nunca fue modesto ni humilde como lo
pintan sus biógrafos; tampoco se le puede calificar como
servidor del pueblo. Fue representante típico de su clase,
mezcla de señor feudal y de fakir político con razona­
mientos de hacendado a quien estaba prohibido criticarlo,
ni siquiera dudar de su sapiencia.
Pero ya para entonces hervía la sangre en las venas
del pueblo y la injusticia se la sentía palpable, incapaz de
ser contenida en los marcos de la ley. El gran hombre que
hacía de primer magistrado sólo tuvo una idea genial: ¡la
guerra! Era el viejo camino clásico de los hombres de go­
bierno que sueñan con victorias fáciles y piensan de esa
manera revivir de las cenizas el antiguo patriotismo, sin
medir las consecuencias ni importarles lo monstruoso de
su crimen. Una victoria fácil —como se creía, como creía
él— habría devuelto la fe y el impulso emocional, supe­
rando a la injusticia. Además se eliminaba de paso a los
más inquietos y se les hacía morder la disciplina de la gue­
rra, que es la muerte. El saldo era para Salamanca y sus
gentes...
La guerra resultó lo contrario: una dura lección pa­
ra los guerreros. Tan dura que Bolivia y Paraguay queda­
ron exhaustos; una guerra, que en ese tiempo, cuando era
difícil escribir y todo el mundo aplaudía y levantaba en
los cuernos de la luna a Salamanca califiqué con estas fra­
ses: “guerra de paralíticos dándose de palos”.
Bolivia exhibióse en toda su desnudez: no tenía clase
dirigente. El gran hombre gobernaba como entelequia, es­
pecie de momia con pretensiones de poner en circulación
la sangre muerta de su clase, muerta hace años atrás. No
conocía el drama de miseria de su mismo pueblo; no sos­
pechaba los hilos internacionales que ataban una nación
con otra, y sus generales se hacían ilusiones en una cabe­
za sin cuerpo o más bien un cuerpo sin cabeza. Eso era
Bolivia cuando ingresó a la guerra. El Paraguay país pe­
queño y sin economía propia padecía de peores calamida­
des que Bolivia pero su causa despertaba simpatías por­
que los intereses foráneos la apoyaban y le hacían propa­

— 34 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

ganda de país agredido. Argentina puso su brazo y lo salvó.


Salamanca a la distancia de la historia es el desastre
nacional; el más grande desastre consciente de la historia;
el frustramiento de su clase y la clave de todos los ma­
les que tiene que soportar Bolivia.
Es inútil querer defender a Salamanca o disculparle.
Era él, gobernante y cerebro. Creía en un tipo de guerra
del siglo pasado; jamás mencionó los intereses en juego
ni les dio importancia internacional. Su lenguaje por tan­
to es de jurista; no se refiere a los petróleos. ¡Es terco
y sabio cuya mentalidad cristalizada hace la desgracia de
su país!
Cuando el que escribe este ensayo se atrevió a hablar
de los petróleos le condenaron unánimemente los intelec­
tuales del país, y los políticos le acusaron de “traidor”.

— XIV —

Desde el año 20 las ideas socialistas comienzan a abrir­


se paso en los círculos intelectuales y obreros. En las mi­
nas y en el campo fervorosos propagandistas levantan el
espíritu de las masas y aunque este socialismo no se pre­
senta en organizaciones fuertes se puede decir que existe
ya una conciencia. La guerra del Chaco no hace otra cosa
que aflorarlo en plena campaña bélica. Los más esclare­
cidos intelectuales y obreros se declaran socialistas.
Este fenómeno tenía que desembocar en cualquier par­
te. Por eso es que los comandantes de las divisiones del
Chaco tienen orden de fusilar a los “izquierdistas” y fusi­
lan sin piedad. Toro, general de ejército, de la escuela de
Siles y su más firme sostén en su gobierno, adivinó que
desde las trincheras Bolivia sería sacudida socialmente y
fue preparando su encumbramiento a base de promesas,
congratulaciones y dádivas, atrayéndose a la juventud in­
telectual con la cual bebía y le proporcionaba puestos de
retaguardia. A Toro no le interesaba el éxito de la guerra
sino lo que vendría después: el gobierno.
Notando que la popularidad del tribuno Salamanca se
desvaneció en lágrimas y sangre, r.o tuvo inconveniente en
colaboración con otros militares deponerlo en el mismo
teatro de la guerra cuando el anciano, sintiéndose guerre­
ro, pretendía enderezar la guerra que ya estaba perdida.
Toro evitó con astucia que las tropas proclamaran en el
campo de batalla un gobierno de tendencias socialistas, re­

— 35 —
T R I S T A N M A R O F

pudiando el inicuo conflicto, porque en los tres años de


fuego los soldados más atrasados se dieron cuenta que
eran simples fichas de un comercio internacional.
El plan del comando se cumplió con precisión: derro­
camiento de Salamanca, que significaba el pasado y la
asunción del gobierno por los militares, “autotitulándose
socialistas”, lo que significaba un engaño. El general To­
ro con toda conciencia rindió un servicio a su clase, y aun­
que era el menos indicado por su conducta, pese a sus de­
rrotas, logra la presidencia para si.
Ya en el gobierno obedeciendo a imperativos urgen­
tes de política interna y queriendo rehabilitarse del crimen
internacional nacionaliza los petróleos, expulsa a la Stan­
dard Oil y llama a colaborarle a sus colegas militares y a
los intelectuales que había seducido en la campaña.
Toro se disponía a gobernar gozando del poder como
tenía de costumbre y sonriente hizo largos planes des­
aprensivos y alegres, como si el país le hubiese concedido
un premio a su conducta. Pero detrás de él apareció otro
militar, el joven general Germán Busch que lo depuso, pre­
tendiendo “ir más allá”, sin medir sus fuerzas, descono­
ciendo la órbita que ocupa Bolivia en el continente. Go­
bernó con mano fuerte y unos meses más tarde se decla­
ró dictador para concluir una mañana suicidado. Busch
fue soldado de gran valor, lleno de condiciones, aunque de­
bido a su juventud le faltaba la estatura de estadista.
Se abre entonces para Bolivia un capítulo interesan­
te de la historia que vale la pena de tratarlo separadamen­
te, porque es la pugna entre el pasado y las corrientes in­
maduras del socialismo y del nacionalismo que brotan
después de la guerra.
ENSAYO SOBRE LAS
GUERRAS INTERNACIONALES

Cuando se creó Bolivia tenía cerca de tres millones


de kilómetros cuadrados. La cifra puede no ser exacta por­
que en ese tiempo no habían mediciones científicas, pero
lo cierto es que Bolivia era una de las Repúblicas más ex­
tensas en territorio aunque inmensamente despoblada. Na­
die podía poblarla excepto sus propios habitantes altiplá-
nicos que habían vivido milenios. Las tierras calientes, es
decir lo que ahora son Santa Cruz y El Beni, estaban ale­
jadas por cientos de kilómetros de la sierra de la plata,
casi totalmente desiertas, con un pequeño contingente de
blancos, los cuales sostienen la República y comparten su
suerte.
Es imposible que un territorio extenso y despoblado
pueda mantenerse íntegro y unido en la nacionaüdad y los
sentimientos comunes. Las diferencias que se notan en
una y otra parte de la República son debidas a su desco­
nocimiento como pueblo y a sus escasas relaciones. Y las
razones son obvias: Bolivia se formó de un fuerte con­
tingente que habitaba el altiplano y que era su espina dor­
sal al que se sumaron los de las tierras calientes porque
cuando se fundó Bolivia se produjo un entusiasmo tal que
rebasó los límites altiplánicos. Querían ser bolivianos los
habitantes del Cuzco, de Arequipa, de Puno, es decir el
sur peruano, ya que nada tenían que ver con Lima y geo-
políticamente integraban el altiplano, sintiéndose en su al­
ma andinos. Quisieron ser bolivianos también los de Salta,
Jujuy y todo el norte argentino, debido a que sus costum­
bres brotaban de la entraña quichua y todo les separaba
de Buenos Aires que no solamente los explotaba y no los
dejaba crecer y cuya psicología como pueblos difería fun­
damentalmente. Existen documentos de la época que prue­
ban que el gobierno de Buenos Aires se puso a disposi­
ción del Libertador Bolívar y envió una misión que la en­

— 37 —
T R I S T A N M A R O F

cabezo el general AJvear ofreciendo formar una sola uni­


dad con el altiplano. Pero los hados detuvieron ese ofreci­
miento que habría sido magnífico porque la fortaleza po­
lítica y económica se habría extendido desde el pacífico al
atlántico. Los pueblos vecinos no pretendían en ese en­
tonces otra cosa que integrar la nueva República creada
a la sombra de los Libertadores, para su seguridad. Del
lado peruano Lima absorbía despiadadamente al sur y lo
condenaba a ser departamento oscuro sin conexión eco­
nómica ni aún política. Del lado argentino sucedía igual
cosa, Buenos Aires estaba muy lejos y no se ocupaba de
provincias alejadas y sin riquezas, casi sin habitantes y
pobres económicamente. En dichas provincias argentinas
hasta mediados del siglo pasado la plata boliviana era la
moneda corriente y en esta moneda estable y segura se
hacían las transacciones comerciales, y algo más: el inter­
cambio de todo el norte argentino tenía su mercado pro­
pio en el altiplano. De la Argentina se traían muías y se
vendían en pesos que los acuñaba Potosí. Es por eso que
Tarija que dependía virtualmente de la Argentina prefiere
correr la suelte de la nueva República. Y es un homenaje
a la nueva República que los tarijeños hicieran un plebis­
cito agregándose a ella e inclusive se batieran para sellar
su integración. La Argentina en ese tiempo dividida y gub­
dividida en bandos y banderíos no podía ofrecer nada ni
siquiera la seguridad; su estado de anarquía era total. En
cambio la nueva República comenzó con tal firmeza jurí­
dica y administrativa como no la hubo en ninguna parte
del continente. Basta señalar un hecho que da la pauta:
cuando el mayor Soarez por orden del emperador del Bra­
sil invade el departamento de Santa Cruz y se apodera de
San José de Chiquitos, el mariscal Sucre indignado le di­
rige una carta conminatoria advirtiéndole que si no des­
ocupaba antes de las 24 horas tropas bolivianas invadirían
el Brasil extendiendo la revolución por esas tierras a san­
gre y fuego.

— II —

La República boliviana era pues territorialmente in­


mensa. Ese poder que al comienzo lo tuvo se fue debili­
tando a muy corto plazo. No eran suficientes los títulos
jurídicos si no existía una fuerza que los respaldase. Por
otra parte Bolivia ingresa a un período de anarquía y de
guerras civiles sin haberse integrado ni poseér el conoci­

— 38 —
E N S A Y O S Y C R J T I C A

miento de su propio territorio. Y si esa anarquía es per­


manente y dura más de cien años, hasta hoy, los vínculos
con los que se creó desaparecen y la nación no es un todo
ni existe unidad. Eso es lo que sucedió a la República del
Altiplano: nació feliz y su destino es doloroso.
Las tres guerras que sostiene con Chile, Brasil y Pa­
raguay en realidad no son por territorios sino por las ri­
quezas que contienen esos territorios. Es muy improbable
que Chile se hubiera decidido a la guerra contra Bolivia
y Perú si las riquezas salitreras no se descubren en la cos­
ta boliviana y obtienen valor comercial. El Brasil cuyo te­
rritorio es casi todo un continente se apodera del Acre bo­
liviano cuando el cauchú es cotizado en la industria. Y lo
hace fríamente poniendo en el tablero de ajedrez fichas
como Castro y Calvez que son manejados desde la canci­
llería de Itamaraty a su sabor. Bolivia sin formación,
todavía inmadura, sin arquitectura sólida, sin desarrollo
comercial e industrial, pueril como República, mantenía in­
mensos territorios en el noroeste de su territorio a los cua­
les daba el título de colonias. Unos cuantos bolivianos las
habitaban y ejercían pésima administración. No obstante
cuando la guerra se desencadena hay un brote de patrio­
tismo para defender esos territorios que la mayoría de los
bolivianos ignoran. Se organizan expediciones desde La
Paz que en largos meses llegan al terreno de la contienda.
Salen otras expediciones desde Santa Cruz, pero todas son
ineficaces porque el Brasil con su inmenso poderío está
decidido a imponer su bandera. Y aunque el rico indus­
trial Suárez es un patriota y organiza batallones junta­
mente con los altiplánicos y se baten con heroísmo, esas
tierras que producen cauchú tienen que segregarse del ha­
ber nacional.
Finalmente se descubre petróleo en las zonas 3ub-
andinas y esto provoca la guerra más desastrosa del Cha­
co en la que se pierde no sólo el honor sino la vitalidad
económica del país con todas sus consecuencias que las es­
tamos soportando hasta hoy.
Es muy posible que las tres guerras podían haberse
evitado si en Bolivia hubiese existido una clase clarividen­
te y capaz. Pero nunca existió esa clase. La que había ha­
blaba de títulos de dominio y enseñaba sus legajos y ale­
gatos internacionales que no tenían el respaldo de una na­
ción rica, bien administrada y fuerte. En estas circunstan­
cias el país íntegro podía ser desgajado por los vecinos si
encontraban nuevas riquezas, pero no sucedió así concre­
tándose los capitales chilenos a introducirse en las minas i
bajo los auspicios del gobierno liberal del general Montes,

— 39 —
T R L S T A N M A R O F

que más tarde fueron liberados por el industrial Patiño,


consolidando sus propios intereses.
La subsistencia de Bolivia se debe pues al milagro.
Los industriales chilenos tenían inmensos deseos de apo­
derarse del altiplano para explotarlo por su cuenta, pero
los detuvo su debilidad y los intereses americanos; no obs­
tante hicieron esfuerzos para introducirse y durante los
primeros veinte años de este siglo hasta 1920, la política
internacional de Bolivia está impregnada de la influencia
de la cancillería del Mapocho.
Tampoco ninguno de los países suramericanos podía
desarrollar sus intentos “subimperialistas” sin contal-con
el beneplácito de los intereses americanos a quienes no les
seducía las riquezas pequeñas de difícil extracción sino las
grandes, pero cuidando con mano firme el ritmo del con­
tinente cuando se trataba de las demasías. Apenas se des­
cubre el petróleo entran en escena los grandes capitalis­
tas como entran en todas partes de la tierra.
La guerra del Pacífico es una guerra suramericana
con efectivos pobres en armas y matez’ial humano. Chi­
le más desarrollado que el altiplano y con unidad de raza
desde 1810, si se lee el interesante libro de María Graham,
tenia que salir' de su indigencia como nación y buscó el la­
do débil al norte de su territorio con la seguridad de su
victoria. Ningún pretexto mejor que un mal tratado. Sa­
bia por otra parte que el resto de América se hallaba tan
desguarnecido como Bolivia y el Perú, y en la anarquía,
tan destruidos que no podían actuar ni hablar. Es inútil
referirse en esta contienda a hechos de heroismo y proe­
zas realizadas a las que son muy aficionados los historia­
dores patriotas y los que se leen en los textos escolares.
Se debe suponer que los hombres son valientes en todas
las latitudes de la tierra y que los actos heroicos depen­
den del dramatismo en los cuales se realizan, del grado de
fanatismo de los actores o de un superior grado de cultu­
ra que mira el sacrificio como una cosa normal. Se puede
morir por amor, por odio o simplemente porque el estado
conciencial le permite desafiar a la muerte. Pero no hay
que olvidar también que las guerras internacionales des­
piertan el ancestro primitivo y no hay pueblos cobardes
ni valientes sino en el estado histórico emocional en que
se encuentran.
Lo cierto es que la guerra del Pacífico es el primer
acto de un drama americano que desarticula la estabilidad
del continente, imponiendo un régimen internacional des­
conocido hasta entonces. Pero hay antecedentes que es
preciso recordar para esclarecer nuestra tesis: Chile des­

— 40 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

de las guerras de la Confederación ha buscado una salida


que le permita insurgir del estado de nación austral y ais­
lada del mundo. Chile sin el canal de Panamá habría que­
dado olvidado. Fue la guerra del Pacífico y el canal que
le dieron sangre en las arterias y la convirtieron en na­
ción. Pero tenía una clase dirigente capaz que, aunque ru­
da, poseía un sentido práctico y no se mantenía de ilusio­
nes ni de títulos. Eso lo salvó y su mestizaje feliz. En la
batalla de Y un gay jugaba Chile su suerte y el Ministro
Diego Portales sabía que para combatir al Protector don
Andrés de Santa Cruz había que aliarse con los disiden­
tes peruanos, con los mismos bolivianos adversarios de la
Confederación y aun con el tirano argentino Rosas que
odiaba al mariscal. Por tanto Yungay no sólo es el triun­
fo de Chile sino de todos los enemigos de la Confedera­
ción. Santa Cruz creando la Confederación Perú . Bolivia­
na aparece en su tiempo más maduro que Portales y los
gobernantes americanos. Y sólo la historia a más de un
siglo le da la razón. Quería él crear el primer bloque con­
tinental, incluyendo también a Chile y Yungay fue el en­
gaño más tremendo y que entierra una de las grandes rea­
lizaciones que nos habría salvado como americanos y co­
mo pueblo. Los tres países unidos formarían hoy una de
las naciones más fuertes y completas, tanto en su poten­
cial humano como económico.

- U I-

Los países vencidos, Bolivia y Perú quedaron sumi­


dos en el desprestigio internacional, en tanto Chile que
ha tomado posesión de toda la costa se pavonea ante los
ojos de las otras naciones de sus conquistas. Argentina
que podia haber evitado esta vergüenza tampoco hizo na­
da. En el senado argentino Rawson aconsejó no mezclar­
se en el conflicto del Pacífico, y aunque Saenz Peña sim­
bólicamente se bate a favor del Perú nada se ha obtenido
ni hay influencia que contrapese las ambiciones chilenas.
Por otro lado es la época del imperialismo mundial y to­
dos los países aprovechando de su fuerza se apoderan de
pueblos y territorios. Estados Unidos también se ha adue­
ñado de gran parte de México. ¿Qué de raro tenía que iJn
país austral saliese del anonimato para asentar el golpe
contra Perú y Bolivia ? Se le toleró y la prensa de ese tiem­
po sólo menciona actos heroicos y proezas. Una ola de

— 41 —
T R I S T A N M A R O F

chauvinismo se extendió por América y los pueblos se di­


vidían en heroicos y lapsos, aunque ninguno aceptaba este
último calificativo denigrante. Toda la historia del con­
tinente por esta razón peca de necedad y de falta de equi­
librio. En lugar de analizarse las causas verídicas de la
guerra, tanto historiadores como “pensadores” hacen re­
caer la raíz de los conflictos en la ceguera o la cobardía
de tal o cual general, de los ejércitos que comandaba y el
material humano de que estaban formados. Esto es absur­
do, porque ningún general conocía a fondo la estrategia
mundial y sus estudios eran por demás superficiales. Chile
venció a las dos naciones porque tenía madurez como pue­
blo y como clase dirigente. Además su pobreza le servía
de estímulo y su derrota habría significado su desapari­
ción en el Pacífico. En cambio Peni y Bolivia viven en la
servidumbre con enorme porcentaje de indígenas y una
clase feudal anárquica que hace durar los vicios de la co­
lonia. Chile utiliza todas las ventajas que se le presentan
e incluso se encuentra mejor armado. Desde el comienzo
de su vida republicana tiene gobiernos duros y rígidos que
lo sueldan y lo unen. Perú y Bolivia embriagados por sus
riquezas potenciales no poseen unidad y su desarrollo no
es normal, sucediendo al motín otro motín. Se pretende la
democracia cuando el ochenta por ciento de su población
es analfabeta.
Pero lo más trágico de esta guerra es que un pue­
blo que necesitaba pulmones queda sin ellos. Se le quita
a Bolivia toda su costa y se la encierra entre montañas
profundas condenándola a un suicidio lento sin mar y sin
ese contacto con el mundo, sin el cual es imposible ningún
progreso formal. Si hay un pueblo necesitado de mar, ese
es Bolivia y todos sus fracasos y hasta sus complejos se
deben a esto último. Chile pudo habeile quitado su sali­
tre pero no el mar. Ningún pueblo de la tierra puede
prescindir del mar como elemento civilizador y que com­
pleta su vida. Sin el mar no hay sino desierto y el altipla­
no estaba separado del mar por el desierto que se diluía
frente al mar y le traía el canto del mundo y su música,
aproximándolo a los otros pueblos para aliviarle la tiesu­
ra y el enquistamiento de que está poseído el habitante de
las tierras altas. Si hay alguna razón para que los boli­
vianos sean como son: desconfiados y mustios es la fal­
ta de mar. Abroquelados en sus montañas nada hablan y
su pensamiento es para dentro y sus mismas reflexiones
padecen de confusión y son más bien opacas, porque ve:;,
su pequeñez frente al drama del mundo, revolcándose en
problemas minúsculos.

— 42 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

Y este crimen de privarle de costa a un país de tan­


tos recursos corno Bolivia le ha aniquilado hasta hacerle
perder la fe; le ha vuelto introvertido y negativo también,
conformando una psicología especial, reacio a la confra­
ternidad humana y a los vínculos que procura, la espon­
taneidad, la alegría y el deseo de ser y de vivir.

— IV —

Tampoco Chile obtiene las granjerias que esperaba


del triunfo. Su estrella fugaz dura poco porque detrás de
sus armas aparecen los negocios del salitre en manos ex­
tranjeras al extremo de que una veintena de años después,
gran parte está acaparada por ellas. Pero Chile inyecta
en la sangre de su pueblo la seguridad como nación, la uni­
dad en su territorio y la fuerza para vivir.
Perú y Bolivia no se recuperan, no pueden recuperar­
se, ni la guerra desastrosa los despierta. Las mismas oli­
garquías, los mismos procedimientos, la falta de equilibrio
y un estrecho modo de pensar. Después de todo no hay
nación sino un conglomerado sin unidad, con escasos víncu­
los y sin consistencia. Podía la nación boliviana recupe­
rar, y existían elementos que la impulsaban. El Presi­
dente Arce es uno de ellos. Habían hombres de la talla de
Campero, de Aramayo, de tantos industriales, pero su es­
fuerzo es vano. Si por un instante la nación cree haber
encontrado su paz, muy pronto se anuncia el motín y no
hay recuperación moral ni la contrición por dentro, la po­
sibilidad de ser nación en la historia y en el tiempo, si to­
davía quedaba una Bolivia llena de riquezas, la cual pedía
con urgencia organización y disciplina.
Por otra parte, para el pueblo, las innovaciones nunca
son agradables ni felices. Cuando la fatalidad se ha aso­
mado a sus puertas no se libra de ella mediante el traba­
jo sino que invoca a sus mares y a sus dioses, pero los
dioses son sordos cuando escuchan a gentes que no utili­
zan el cerebro y tienen desprecio por las ideas, rindiendo
en cambio culto al vicio, al “machismo” brutal e innece­
sario. Ese, es pues, el defecto general y la experiencia
nos prueba que es cotizado más el hombre rudo sin ideas
que el inteligente que puede preservar a su especie.

— 43 —
T R I S T A N M A R O F

— V —

La guerra del Acre es otro de los atentados que se


cometen en América contra Bolivia. Inerme desde la güe­
ra del Pacífico y sin que la lección le sirviera para robus­
tecerse, organizar su economía y conquistar su territorio
físico, otra vez lo dejó todo al azar. Las pequeñas pobla­
ciones del altiplano vivían entre la revolución y el motín,
dispuestas a cambiar de constitución pero no de vida. Des­
de la época de Ballivián no se había colonizado esas vas­
tas porciones de tierra que tenían nombres raros: “Dele­
gación del Acre y del Purús”. Algunos bolivianos de aven­
tura tanto de La Paz como de Santa Cruz, entre ellos los
Vaca Diez, los Suárez y otros descubrieron el cauchú y
fundaron establecimientos que les dieron inmensa fortuna,
comerciando con Inglaterra. Esas colonias se convirtie­
ron en “El Dorado” y allí acudieron todos los que querían
jugar su vida a la violencia. La violencia acompañaba a
la fortuna. Pero no se fundó una ciudad de importancia,
no se estableció contacto con el interior del país, no habían
rutas sino las que proporcionó la naturaleza y aquellos
que querían llegar allí tenían que servirse de los ríos en
largas jornadas de semanas y meses. Conocían más esas
regiones los aventureros brasileños y comprobando que el
poder central de Bolivia apenas llegaba allí con débiles au­
toridades, resolvieron tomarlas para el provecho de sus
explotaciones. El Brasil juega en este asunto un papel
turbio y su cancillería peca de hipocresía y malicia cuan­
do parece ignorar lo que sucede en esas alejadas regio­
nes, en tanto maneja los hilos y alienta al aventurero Cas­
tro y luego a Galvez a que establezcan una “República in­
dependiente” desligada d« Bolivia. Finalmente el negocio
es tan claro que las influencias de la cancillería de Itama-
raty son descubiertas y entonces pone armas y pertre­
chos en manos de sus agentes en guerra formal frente a
Bolivia. El barón de Río Branco es el principal protago­
nista de este drama frente al representante del altiplano
don Luis Salinas Vega que peca de ingenuidad y de dolo-
rosa inocencia, pidiendo en repetidas notas a la ¡cancille­
ría brasileña que proteja los territorios bolivianos contra
los agresores! (Léase Historia de Enrique Finot). Esto
mismo ha pasado en diferentes épocas. Los hombres re­
presentativos del país, tanto jurisconsultos como políticos
han confiado más en los títulos de dominio que en la fuer­
za efectiva que los respalde, creyendo que los papeles di­

— 44 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

plomáticos poseen la virtud mágica de detener las incur­


siones armadas cuando se trata de materias primas coti­
zadas en el mercado mundial.
Toda la historia de Bolivia después de los gobiernos
magníficos y sabios de los fundadores hasta Santa Cruz
está llena de derrumbes y transacciones internacionales
que avergüenzan. Ballivián es el último que pone un tim­
bre de honor en la batalla de Ingavi, cerrando definitiva­
mente las ambiciones del Perú. Luego ingresan al escena­
rio los caudillos más iletrados, en su mayoría militares,
que consideran la política como asunto casero, limitado
a su pobre mentalidad. Pero no puede decirse que Boli­
via careciese de hombres inteligentes y representativos
En todas las épocas los tuvo. Pero éstos no influyen des­
graciadamente en los acontecimientos, son lunares que
brotan al azar, astros de magnitud sin órbita, persegui­
dos por la brutalidad de la política o los rencores sociales.
Hombres a quienes el fracaso les acompaña porque la Re­
pública o lo que se llama República es totalmente inma­
dura. Basta leer la carta de Facundo Infante que dirige
al señor Frías, documento notable sobre el cual debía ha­
cerse reflexiones.
Si se hiciese la historia de los fracasados en política se
llenaría un santorán de sacrificios y abnegaciones, en que
el fracaso debe culparse más bien a la masa amorfa e ig­
norante que no captó la calidad de sus hombres y se en­
gañó con frecuencia, adorando y siguiendo a otros con to­
da su pasión.
Pero volvemos a la guerra del Acre en la que se sa­
crifican centenares de bolivianos y la cual se resuelve fa­
vorablemente para el Brasil, tomando posesión de esas
tierras llamadas colonias por Bolivia. La riqueza gumí­
fera queda en poder del Brasil pero tampoco este país
la aprovecha íntegramente. Si, debido a esa inmensa ri­
queza que brota de la selva, se crean ciudades de sueño
como Manaos, unos años después el oro negra se ha tras­
ladado a las plantaciones de Java y el despojo de Bolivia
ha sido vano. Mutilada por segunda vez Bolivia, el Bra­
sil ha obtenido grandes territorios que los ha ido agregan­
do a su inmenso mapa. Primero, cuando el tirano Mel­
garejo le cede unos cuantos grados geográficos retribu­
yendo las medallas y el título de general que le otorgan;
segundo, arbitrándose todo el triángulo que adornaba la
cabeza de Bolivia y que nunca lo conoció muy bien, que
se llamó el Acre.

— 45 —
T R I S T A N M A R O F

— VI —

La guerra del Chaco es otra infamia y un negocio de


muertos, planeada fríamente en el trasfondo de las can­
cillerías. Bolivia insiste en sus títulos de dominio y los des­
conoce el Paraguay, alegando a su vez posesión del Cha­
co. Ambos países, tanto Bolivia como Paraguay son dé­
biles, atrasados y no han salido de la etapa agrícola. Bo­
livia tal vez más desarrollada en su industria extractiva de
minerales posee cierta potencialidad pero tiene el lastre
de una población nativa analfabeta que vive en las altu­
ras y no conoce el Chaco al que se lo lleva a pelear. El
Paraguay es selvático y el Chaco le es familiar: he aquí
una de las ventajas que serán decisivas en la contienda.
El Presidente que gobierna Bolivia es el señor Sala­
manca, cerebro omniciente y el más sabio de los que han
llegado al poder desde hace una treintena de años. Eso
lo aseguran los políticos quienes le rinden acatamiento y
pleitesía. Nadie puede discentir de esta eminencia y el que
lo hace ya está condenado con el epíteto de “traidor”. El
territorio del Chaco no vale nada y es tan extenso que
muy pocos lo han explorado. Bolivia mantiene una especie
de casuchas rústicas y miserables que tienen el pomposo
nombre de fortines con reducido contingente de soldados.
La desgracia sobreviene cuando se habla de que el Chaco
posee petróleo. Y estos intereses añadidos al pleito secu­
lar que sostienen los dos países precipita la guerra infer­
nal, una de las más sangrientas y de las más inútiles.
El Presidente omniciente Salamanca pretende una sa
lida al río Paraguay y este país quiere aproximarse a los
petróleos y conquistarlos, empujado por el gobierno ar­
gentino de Justo, el cual también posee grandes intereses
en el Paraguay. A este negocio de la guerra hay que
incluir a la Standard Oil, aunque oficialmente no hubiera
movido un dedo, que le importaba un rábano el triunfo
de cualquiera de los contendientes.
No tenemos por qué referirnos a hazañas guerreras,
que ese no es el objeto de este estudio. Lo cierto es que
durante tres años se desangran dos pueblos ante la fría
actitud de las cancillerías de América hasta que Argenti­
na que es parte y en todo instante estuvo presente, pone
el cuerpo entre los dos contendientes mediante su diplo­
macia que juega un doble papel.
En resumen: ni Bolivia llega al Paraguay por los
desastres que sobrevienen, y finalmente el Presidente om­
niciente es destituido por los militares en pleno campo de

— 46 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

Batalla; ni Paraguay se aproxima a los petróleos, siendo


batido en Villamontes.
Total: ¡una guerra de paralíticos dándose de palos!
Esta tesis que la sostuvimos durante los años del conflic­
to y que nos costó el epíteto de “traidor”, ha sido justifi­
cada con el tiempo. Es curioso que después de todo la his­
toria nos de la razón.
Hoy ya nadie se atreve a sostener que la guerra del
Chaco fue por territorio. Pero de esta guerra desastrosa
brota una nueva conciencia y la nación adquiere otro sen­
tido que va madurando hasta romper con su sistema feu-
dalista que la oprimía. Puede que estos experimentos que
han sucedido no hayan tenido éxito por falta de perspec­
tiva y desarrollo económico; que no hayan contado con
capacidad y una élite. De todas maneras el impulso está
dado y aunque los errores sean tan graves y cunda el
escepticismo general, Bolivia puede encontrar su rumbo
si es que asienta su deseo de vivir, o mejor de sobrevivir
después de tantos sufrimientos. Es natural que para que
suceda esto tienen que pasar varias generaciones y es po­
sible también que el sentido nacionalista se amortigüe
para dar paso a un concepto más amplio de nación, for­
mando bloques económicos y luego políticos sin reparo al­
guno, que ese es el futuro de América.
ALCIDES ARGUEDAS
Y SU TÍEMÜPO

La primera vez que escribí sobre el escritor Alcides


Arguedas lo hice con pasión. Era muy joven entonces y
con las pretensiones de la edad y la irreverencia muy pe­
culiar no daba cuartel a nadie y mucho menos a la gene­
ración que me precedió, encontrándola apegada a las vie­
jas fórmulas, y que había constituido algo así como un
cenáculo liberal sin cabida para ninguna persona indepen­
diente. Unos y otros se elogiaban y el autobombo era el
laurel familiar. No aceptaban críticas ni había críticos
medulosos y de gran sagacidad que pusieran a cada cual
en su lugar. De estos ha padecido el país y los “genios”
en su tipo apenas si se los recuerda al correr de los años . . .
Y a esto se debe en gran parte su atraso mental: la falta
de equilibrio y jerarquía en los juicios.
Don Alcides Arguedas por ese tiempo se encontraba
en el cénit de su carrera de escritor y no le agradaba que
nadie osase criticarle ni en un ápice, tal era su egolatría
y la estimación que tenía de sí mismo. ¿Cómo atreverse a
enfrentar a un literato consagrado a quien hacían elogios
los más connotados hombres de letras? Sin embargo lo
hice con sinceridad y le critiqué sus ideas no su literatura.
Hasta esa época muy pocos le habían dicho una verdad.
Su reacción fue inmediata y tragó el veneno: me odió pa­
ra siempre, hasta su muerte, no perdonándome jamás.
La posición que adopté fue de acuerdo a mi modo de
pensar. Yo había dejado de lado el aspecto literario para
entrar al campo de la lucha: era un combatiente.
Arguedas sostenía que Bolivia era un “pueblo enfer­
mo”. Yo le refuté que Bolivia era un pueblo pobre y que
sus defectos y vicios brotaban de su mísera pobreza.. Le
comprobé valiéndome del análisis económico que su error
partía de tomar el rábano por las hojas y no por la raíz.

— 49 —
T R I S T A N M A R O F

Que su pesimismo de escritor y su prosa maligna tenían


reflejo español, imitando a los intelectuales de la genera­
ción del 98, especialmente a Picavea, Costa, Morote y has­
ta al mismo Maetzu el cual fue su amigo y prologó su
libro. (Arguedas no hizo cuarto de conversión como Ra­
miro de Maetzu, pero hizo algo peor: se alquiló a los mi­
llonarios bolivianos y escribió además de “Pueblo Enfer­
mo” su historia de chismes y sin interpretación económi­
ca que es lo mismo que historia novelesca y sangrienta de
las desgracias bolivianas). También de paso le criticaba
'a manera que tenía de escribi", a veces invertebrada, que
costaba trabajo leerle. Además se contradecía con fre­
cuencia. Le dije más o menos en la furia de la polémica
“que leer a Arguedas era como andar en el lomo de un ca­
mello”. Arguedas saltó como una hiena y me atacó con
su estilo peculiar.
Pero lo más curioso es que este escritor irreverente
para los puebles y que no encontraba nada bueno en ellos,
era un protegido de la fortuna. Sus actitudes personales
no concordaban, con sus prédicas moralistas.
Arguedas como he dicho, se encolerizó a tal punto que
me declaró la guerra sin cuartel, atacándome sin piedad al
extremo de calumniarme, sin importarle la veracidad de
sus juicios. Yo debía ser para él la oveja negra de las
letras bolivianas, el hombre más detestable y ruin a quien
nunca olvidó ni aún en sus últimos días. En su libro “La
Danza de las Sombras”, con fruición y regocijo me zahiere,
llegando algunas veces a la grosería y mintiendo delibe­
radamente cuando aparezco como un dipsómano a la edad
de veinte años por “decires” de un escritor peruano llama­
do Avril, al cual nunca he conocido y de “unos cuentos”
que también había oído a la famosa poetisa Gabriela Mis­
tral a la que hice visita a esa edad pero no en compañía
de Avril sino del vate de la misma nacionalidad Juan Pa­
rra del Riego. Fuera de esta especie inventa otras que
tampoco son exactas, porque su interés era dañarme mo­
ra Imente, es decir no me respondía a ningún cargo como
escritor y se refería simplemente al hombre. Pero esto
no tiene importancia y recuerdo el asunto sin rercor ni
odio, ahora que han pasado tantos años. ¡Pero así escri­
bía Arguedas!
Lo que me interesa en este estudio es analizar la obra
del escritor Arguedas, porque de todas maneras su nom­
bre significa, el hito del cual parte nuestra inquietud lite­
raria en estos cincuenta años. Desconocerle sería super­
fino. Arguedas es un escritor de calidad con todos sus de­
fectos y su ignorancia enciclopédica.

— 50 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

Arguedas debutó "indianista” o indigenista escribien­


do su novela “Wata-Wara”. Pero anteriormente había
publicado “Pisagua”, especie de crónica o episodio de la
guerra del Pacífico. Es curioso anotar que sus primeros
escritos los hace insertar en “El Comercio”, previo pago,
como colaborador ocasional. Era en esa época un joven
desconocido y maltratado por el medio social que no le
rendía culto a su talento en flor y posiblemente se burlaba
de sus primeros ensayos. No pertenecía a la ridicula “aris­
tocracia criolla” y en lugar de bailar y visitar señoritin-
gas lánguidas y presumidas estudiaba y leía. En los pue­
blos aldeanos de Suramérica hasta hace poco ha habido
familias de alcurnia con plumas en la cabeza y en el tra­
sero tan orgullosas de su rango que no daban sus hijas
casaderas a un quídam por más que revolase con las alas
doradas de la inteligencia. . . ¡El mismo caso de Tamayo
desechado por una señorita de sociedad; . . .
Todo esto da risa y es argumento para comedia ba­
rata. Pero los hombres pertenecen a su tiempo y los más
sensibles tienen la piel tan delicada que basta el arañazo
de un desaire para provocarles el fatal complejo de infe­
rioridad.
Arguedas toda su vida es un introvertido y un perso­
naje huraño que dialoga consigo mismo en largas pausas;
no fraterniza con nadie a no ser con los íntimos como ex­
plica su acertado biógrafo Gustavo Adolfo Otero.
Su primera juventud es la de un renegado que siente
en sus carnes y en su espíritu el resentimiento, porque la
sociedad en que ha nacido no lo valoriza ni le aplaude.
De ahí su viaje a París ¡a triunfar! y a olvidarse del te­
rruño inhóspito y de la sociedad yerma y frívola a la usan­
za española o peor que ella, porque no es rica ni siquiera
burguesa; no es culta ni posee las viejas virtudes de las
europeas.
El resentido Arguedas vive veinte años en París; se
hace célebre con su pluma y se le cotiza en los medios li­
terarios suramericanos; entra en contacto con los intelec­
tuales del continente que también vagabundear! en París,
tal vez con el mismo veneno en la sangre o esgrimiendo
las mismas armas. Pero Arguedas es más bien leído y co­
mentado por intermedio de sus cartas y de sus libros, sien­
do su correspondencia numerosa. Le elogian de lejos; no
interviene en las charlas ni frecuenta cenáculos; sus rela­
ciones personales son contadas. No es hombre de círculo
ni medianamente social. Recuerdo lo que me dijo en cier­
ta ocasión Rufino Blanco Fombo - refiriéndose a Argue­
das: ¿pero, quién es éste Arguedas! que no ríe, que habla

— 51 —
T R I S T A N M A R O F

meneando la cabeza y vive en una casa de los suburbios


de París? ¡Debe ser un bárbaro que aborrece a los árbo­
les, pues ha hecho cortar los hermosos plátanos ornamen­
tales de su jardín para sembrar maiz! Otros escritores
le creyeron un anarquista proletario de ideas a lo León
Bloy.
Cuando una vez expliqué que Arguedas era un buen
señor conservador que siempre había gozado de puesto ofi­
cial y escribía su monumental historia do Bolivia bajo el
ala y la sombra de Patiño, se sorprendieron.
No obstante el escritor tiene la tenacidad del altiplá-
nico y es minucioso como una hormiga. Se ha impuesto
la rara misión de moralizar a su pueblo y en esta misión
es un titán. No la descuida jamás. Su pensamiento está
constantemente atado a Bolivia y escribe sin descanso,
apunta, colecciona papeles, tiene la nomenclatura de las
hazañas y errores de sus amigos y adversarios, pregunta,
trascribe lo que le es de utilidad y en largas veladas no se
desprende de la pluma.
Tampoco es locuaz ni ligeramente humorista; es serio
y solemne de cara y figura hasta la temeridad; no se le
conoce aventura amorosa alguna y prefiere la soledad y
el vagabundeo por las calles en busca de infolios y libros
de su predilección.
En uno de sus viajes de retorno a la patria se casa;
esto sucede en 1910 a la edad de 31 años, y retoma a Pa­
rís, su centro de estudio y su templo. En la urbe france­
sa ha hecho buena parte de su vida, pero como hemos
dicho vive aislado, dedicado a su oficio. Sin embargo este
hombre de apariencia oscura y que puede confundirse con
un ciudadano cualquiera, posee un amor propio excesivo,
le pica la vanidad terrible de un ego exaltado, al extremo
de que se ha enamorado de sí mismo. Esta enfermedad
del narcisismo le perdura hasta la muerte y Arguedas tie­
ne la peor, la de los cómicos de teatro y de ciertos escri­
tores españoles. En efecto, Arguedas, parece a veces uno
de los ciudadanos de los pueblos polvorientos de Castilla,
de la austera Salamanca, o de algún lugar del desierto que
engendra santos y héroes. Nacido en el altiplano, su al­
ma trasciende a yermo aunque una fiebre interior la ani­
ma y la transfigura en el profeta que quiso ser. Porque
lo que dice su excelente biógrafo Otero, es verdad: “Ar­
guedas antes que nada es un escritor moralista; no es
pensador ni filósofo”. Todo lo que escribe es desde un
punto de vista moral y su mente es moralizar a su pue­
blo, imponerle una disciplina, pero dentro de la moral que

_ 52 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

él profesa: totalitaria, dogmática, sin matices. De ahí su


crítica despiadada y sin base y la casi inutilidad de su obra.
El pueblo boliviano está enfermo —-sustenta con se­
veridad, descubriendo el telón de fuera— pero el pueblo
boliviano no está enfermo; yo no veo la enfermedad ■ —le
respondí. Es un pueblo no sólo pobre sino mísero; y los
pueblos miseros no pueden ser morales aunque lo preten­
dan o aparenten. Arguedas no recordaba o no había leído
jamás a Ludwig Feuerbach, ni le interesaba la filosofía
clásica alemana ni le venía el recuerdo de la famosa frase:
“estómago con hambre no tiene moral”.
Los pueblos más progresistas de la tierra han pasado
por etapas semejantes. Los británicos hasta el siglo 12
comían con las manos, se limpiaban los mocos con los de­
dos (aún hoy lo hacen los escoceses del campo) y lleva­
ban una vida simple y primitiva, igual que los normandos
y los pueblos nórdicos, los más adelantados en la actua­
lidad gracias a su organización, su sentido de disciplina,
pero más que a eso, a la era del carbón y a la revolución
industrial que se produjo en esos países.
Los españoles en el siglo XV, en la época de la con­
quista son los más poderosos y luego se hacen ricos, aun­
que no les aventajaron en cultura a los motos, a los cua­
les expulsan de su territorio más que por fanatismo reli­
gioso por apoderarse de sus bienes. (Las dos interesan­
tes historias de España recientemente editadas y aunque
de diversa tendencia, de Sánchez Albornoz y de Amé-
rico Castro, nos ilustran demasiado y nos dan la pauta
para saber quiénes eran nuestros conquistadores y qué
es lo que pretendían). Arguedas ha leído la historia de la
humanidad en forma fragmentaria y con prejuicios. A lo
que parece, ignora el dolor humano y el difícil y lento an­
dar de las sociedades. Creía él que el progresista siglo
liberal era invencible y dolíase del atraso de nuestro pue­
blo, imaginándose que bastaban lecciones de moral para
su reforma. Sin embargo todos los pueblos de la tierra
han pasado por etapas dolorosas y opacas y unos siglos
no significan nada en su historia. ¿Qué pueblo a su turno
no ha sido cruel, ha atravesado períodos de ceguera y es­
tupidez colectiva y finalmente de necedad como los sur-
americanos al presente? Que nuestro pueblo tiene tre­
mendas taras, es indudable; que es uno de los más atrasa­
dos del continente y pobre, también. Que es falso, procli­
ve a la hipocresía y descuidado en su higiene, propenso
al abatimiento como transfigurado por, espectaculares cri­
sis de pasión y odio, igualmente verdad. Pero que a la
vez es un pueblo recio y fuerte, lo demuestra su super­

— 53 —
T R I S T A N M A R O F

vivencia en las peores condiciones físicas y con los peores


gobiernos. Pero esto necesita una explicación sucinta que
Arguedas la eludió o no la dio jamás.
El éxito literario de Arguedas en Bolivia y en los paí­
ses suramericanos se explica por la narración de verda­
des aparentes y algunas veces noveladas para satisfac­
ción de los críticos, cuyos pueblos padecían los mismos ma­
les. Y también de los que creen descubrir la verdad y
son aquellos que tienen “ojos y no ven”, y se regocijan
-—tos turistas generalmente— sin comprender la historia
y los acontecimientos dramáticos; que no tienen por qué
saber y los ignoran, aplaudiendo en cambio las cosas bo­
nitas, las mujeres livianas, los lugares de diversión; la
buena mesa junto con la cordialidad y la paga y el nego­
cio que buscan. Esos son los que dan razón a Arguedas;
igualmente los bolivianos ignorantes y mentalmente infe­
riores; los que no conocen el alma altiplánica, vieja en
siglos y poderosa en su creación; los españolistas, y aque­
llos que se Ies hace “agua la boca” al hablar del progre­
so occidental como si este fuera el primero y el último.
La humanidad es tan antigua y tiene tantos altibajos
y claroscuros que para comprenderla siquiera en parte se
precisa severos estudios y honda reflexión. No hay pue.
blo superior ni inferior, ni raza ínfima en el planeta. A
todos les llega el grado de evolución según las circunstan­
cias felices que asistan a su desarrollo; unas veces lo ob­
tienen con la guerra y la conquista; otras con el carbón,
que da superioridad a Inglaterra; otras con la electricidad
y extendiendo su comercio corr.o hicieron los pueblos eu­
ropeos; finalmente con la fuerza atómica que posiblemen­
te nivelará la humanidad entera en el futuro. Todo de­
pende de las fuerzas aplicadas, del esfuerzo y de la inte­
ligencia de los pueblos para desarrollar su economía y sus
productos naturales.
En la antigüedad no contaba la economía sino el es­
fuerzo colectivo. Por eso vemos a los pueblos fuertes que
logran su unidad realizando máximas hazañas en la his­
toria, y aunque vivían en territorios yermos y desiertos lo­
gran hacerlos prósperos y felices.

Arguedas pretendió ser el profeta al criticar a su pue­


blo en los más sombríos tonos, desde el sentencioso hasta
el apocalíptico, y lejos de hacer obra de sociólogo —por­
que la sociología es muy vasta— se concretó al adjetivo.
Lo injurió y denostó, adjudicándole el fatal complejo de

— 54 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

inferioridad, del que padecía él, y lo que es grave, infil­


trando a una generación de intelectuales de que el mal
de Bolivia era incurable, ese complejo que hasta hoy día
padece, porque no hay peor cosa que al sucio decirle que
es sucio y al enfermo que se va a, morir y que su mal es
de muerte. El moralista Arguedas envenenó a su pue­
blo con la “idea de curarlo”, sin comprenderlo ni estudiar­
lo con la profundidad que se merece. Polo de Ondegardo
y el Licenciado Sarmiento hábiles cronistas de la conquis­
ta jamás hirieron al pueblo indio que es Bolivia. Le ha­
llaron virtudes tan grandes coreo no las tenían los euro­
peos, y Carli el filósofo italiano declara enfáticamente, que
los Incas eran muy superiores a los europeos de su tiem­
po en condiciones de mando social y beneficio colectivo.
Arguedas no tuvo humorismo para burlarse de su pue­
blo en la época que le tocó vivir, que eso habría sido lo
mejor y lo más disculpable. Es una especie de español
adusto y serio de América que cree en la moral eterna,
inmutable y de una vez; el español de la inquisición; el
Torquemada de Bolivia que pretende arrojar a la hogue­
ra a los tiranos más divertidos y sangrientos que tuvo en
su historia; aún a los insignificantes partiquinos del dra­
ma que merodean en ios palacios en busca de migajas pa­
ra subsistir —eternos Sanchos sin la gracia y la nobleza
del escudero de Don Quijote— estirpe humana y plaga en
todas partes que medra y se aprovecha convirtiendo loa
proverbios en oro; tiene mujeres gordas, automóviles de
lujo, goza de las comidas suculentas a costa del erario y
sus amigos y parientes sienten admiración.
Otra cosa habría sido un Arguedas revolucionario y
con teoría social. Arguedas el sociólogo, aunque uno no sien­
ta por él buena voluntad y lo analice honradamente, queda
en el vacio.
Arguedas no tenía calidades para la burla ni sutilidad
y no podía darse cuenta donde vivía y dónde actuaba. Los
mismos tiranos que describe y ios doctores son humoris­
tas a su manera. Dramáticos y trágicos en la pequenez
del drama y de la tragedia que viven. Nadie ha tenido en
América un Melgarejo brutal, valiente hasta la temeri­
dad, generoso algunas veces y siempre humorista aún en
los momentos que desprecia su propia vida. Daza un ge­
neral de opereta y tan valiente como Melgarejo, que se
retira del campo de batalla en la guerra con Chile para so­
focar el orden interno, y finalmente viaja a París, el paseo
obligado de todos los tiranos sensualistas. Un Belzu que
se declara partidario de la plebe porque su mujer enamo­
raba a Ballivián, su rival aristócrata y enemigo. Un Mo­

— 55 —
T R I S T A N M A R O F

rales de estructura de oso, que quiere dar muerte a Belzu


y asalta el cuartel dándose vivas a él mismo... Luego de­
rroca a Melgarejo, y después de ascender a la Presiden­
cia fingiendo nobleza, renuncia el mando y disuelve el Con­
greso con una banda de música, lanzando groseros insul­
tos a los honorables diputados; uno de ellos se niega a
abandonar el recinto y le dice al soldado: “dirás a la pos­
teridad cuanto pesa un diputado” . . . Un Ballivián, héroe
legendario y sin embargo badulaque, que conquista las
mujeres de sus amigos y gana la batalla de Inga vi; luego
hace gobiernos de élite y de progreso a la manera de la
corte de Weimar del duque Carlos Augusto. Gobierna
como le da la gana. Los doctores no son menos intere­
santes: un Frías incapaz de robarse un centavo y en cam­
bio un Urriolagoitia capaz de robarse la caja de Palacio
e ilustrar a su auditorio sobre veinte marcas de buen whis­
ky. Un Linares trágico y moralista que quiere suprimir
de golpe y porrazo la miseria y la indisciplina de Bolivia
y hace fusilar al fraile Pórcel y a los que se atreven a le­
vantarse contra él, que se había levantado cuarenta ve­
ces. Un Arce millonario, terco y progresista que sube mi­
llonario a la Presidencia y desciende pobre. Un Salaman­
ca que es considerado como la lumbrera del país y pronun­
cia excelentes discursos tan lógicos y abrumadores que
solamente por esas cualidades llega a la Presidencia y con
la estrategia del abogado se proclama ¡conductor de la
guerra más desastrosa que hemos tenido! Una sola fra­
se de él vale por todos los tratados de guerra de Clause-
witz: “pisaremos fuerte en el Chaco”. Y esta otra: “si
hacen falta seis meses para llegar allí, llegaremos seis me­
ses antes”. Con semejantes brumas de logística murie­
ron cincuenta mil soldados bolivianos. (Tampoco discul­
po al Paraguay que es otra historia aparente y tan pin­
toresca como la de Bolivia: falta el escritor humorista).
Toda la historia de Bolivia es divertida y trágica, pe­
ro esta tragedia es local, no trasciende. Se trata de un
pueblo desconocido y olvidado en las montañas de los An­
des. Para el hombre sin complejos, para el novelista, un
gran trozo humano, como lo es México. Lo interesante
es observar los dramas sociales a través de un siglo. El
mismo movimiento nacionalista revolucionario nace de un
complejo que es preciso explicar someramente: una clase
media desestimada, o más bien una sub-clase media y tru­
hán, y que hace de dirigente y odia a los poderosos (con
cien mil pesos de fortuna) porque no le da cabida social.
¡Arguedas habría escrito sobre la inmoralidad y le hubie­
ran dado razón los que no conocen el trasfondo humano

— 56 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

ni la historia de pobrezas del país! ¡Y lo curioso es que


los desestimados de esta clase triunfante y ya enriquecida
se vuelven opositores, juntamente con las otras clases de­
rrocadas !

El mal que tenemos deriva de antecedentes muy le­


janos y oscuros. Somos el pueblo más viejo de América,
raíz y esencia de los pueblos del continente, más viejo que
el antiguo Perú, y podemos ser el más nuevo y hemos da­
do pruebas históricas de ello. A pesar de ser el más vie­
jo vivimos torturados por la novedad y también por la
vejez. Queremos ser nuevos y tenemos piedras atadas al
cuello y a los pies que nos impiden volar. Queremos ser
audaces y se nos acaba el impulso en el primer envión y
con el primer ensayo por nuestra pobreza mental y física
y naturalmente debido a la falta de organización. Pero
no escarmentamos y volvemos a repetir la hazaña. Somos
un pueblo duro, aparentemente invertebrado y sin embar­
go geopolíticamente vertebrado desde el sur peruano has­
ta el norte argentino. Lo que va de la altiplanicie hacia
sus derivados: una sola unidad. Podíamos serlo. Las tie­
rras calientes también poseen nuestra alma y nuestra psi­
cología, aunque muy a disgusto, porque son mediterrá­
neas y no tienen escape ni otro medio físico ni económico
de expansión. Aún separadas, en el supuesto, no se liber­
tarían porque estarían atadas al altiplano para subsistir
y comerciar.
Nuestro pasado nos abruma y el presente nos asus­
ta, porque no está liquidado el pasado y somos, artífices
de ese pasado, que sólo se amortiguará con olas de gen­
tes capaces y nuevas que encuentren en esta tierra su so­
ledad y su paraíso.
Aquí hubo un drama americano que se ventiló a cua­
tro mil metros sobre el mar. Aquí hubo un pueblo laborio­
so que resolvió ampliamente el problema vital del alimen­
to y techo cuando otros pueblos morían diezmados por el
hambre y las pestes, y era además artista y místico. Aun­
que en su gran mayoría parecía que no poseía imaginación
y obedecía, sus dirigentes tenían mucha y sabían conducir­
lo. Tenía élite y jerarquía. Estaba atravesando una eta­
pa, lenta de la barbarie a la civilización, (si seguimos la
clasificación de Morgan) es decir, seguía la ruta de la hu­
manidad, el camino de los pueblos europeos y asiáticos más
desarrollados en antiguas edades. Es verdad que no co­
nocía la rueda ni el alfabeto ni la pólvora ni el hierro, pe­

— 57 —
T R I S T A N M A R O F

ro lo suplía con el peltre y sus quipus y la paciencia de


hormiga en la grandiosidad de su obra social. Tenía uni­
dad de raza con escasas diferencias, un solo idioma ofi­
cial y sus métodos de trabajo eran iguales en cientos de
leguas por toda la costa del Pacífico, desde la frontera
de Colombia hasta el sur de Chile, incluido el norte ar­
gentino (Tueumán es una creación incaica con un grupo
de “mitimaes” ; hasta el nombre es aimara). Pero vino
el español con la espada y la cruz, y si bien trajo la cor,i}
cepción cristiana, la impuso con crueldad espada en ma­
no, decapitando el imperio que en unos siglos más podía
haber llegado al nivel de los pueblos más avanzados de
la tierra, porque los procesos han sido iguales en la gene­
ralidad de Jos casos, unas veces más lentos y otras má&J
apresurados por la necesidad y las urgencias de la vida.
No está demás transcribir lo que escribe Gene Welt-
field en su libro “Races of Mankind” sobre este tema:
“El hecho de la raza está probado en su anatomía.
Está demostrado también por la estrecha similitud
del género de vida para el cual se hallan adaptadas to­
das las razas. Ninguna diferencia entre las razas hu­
manas ha afectado sus extremidades ni sus dientes,
ni su fortaleza relativa, como para que una raza se
encuentre biológicamente equipada como un león y
otra lo esté como un cordero. Todas las razas de los
hombres son capaces de arar, de guerrear, y todas las
diferencias raciales que existen en realidad no son más
que insignificancias, tales como la textura de los ca­
bellos, la cantidad de vello en todo el cuerpo, la for­
ma de la nariz o la cabeza o el color de los ojos y la
piel. Las razas de la humanidad son lo que de ellas
dice la Biblia: hermanas. En sus cuerpos está la cons­
tancia de su fraternidad”.
La única diferencia, a nuestro juicio, está en su des­
arrollo mental y equilibrio de acuerdo a las condiciones
materiales de su evolución.
Los indios de Sudamériea habían demostrado tener in­
teligencia y la élite que los dirigía formaba un imperio
disciplinado que se administraba por un código de trabajo
que contemplaba el aspecto social y la más alta moral cum­
plida religiosamente.
Esto sucedía en el siglo XII, apenas ayer, hace ocho­
cientos años, cuando la Europa bárbara no tenía esas ven­
tajas, pero materialmente se había desarrollado, porque
conocía la rueda, el hierro, el alfabeto, (sabían leer los’

— 58 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

clérigos y ésta era su clase dirigente y adoptó desde el si­


glo cuarto el cristianismo bajo la égida de la iglesia de
Roma).
La civilización indígena que ya se divisaba era muy
diferente. Tenía otro sentido y sus urgencias vitales cris­
talizaron en la representación de una sociedad única, con
su Sol, su Inca y un sistema de estricta contabilidad, el
cual no permitía que se perdiese un grano ni una llama,
ni nadie descuide su tiempo porque el terreno era yermo,
las cosechas escasas y no poseía animales de labranza ta­
les como asnos, bueyes, siendo la tracción a pura sangre;
tampoco poseía vacas ni ovejas ni cerdos. El pueblo in­
dio vivía estrictamente de los productos de la tierra y na­
da le faltaba, ni el alimento para su sustento ni la lana
para los vestidos, y el tiempo que le sobraba lo ocupaba
en el culto a sus dioses y al arte. Algo más: la previsión
de sus gobernantes le daba la abundancia. Adoraba al
Sol y poseía una alta moral precisamente porque gozaba
de alimento, de techo y distracciones. De ahí que su có­
digo estuviese concebido en tres palabras de tanto o más
valor que la Biblia de los cristianos y por las que Cristo
fue sacrificado: no mentir; no robar; no tener pereza.
Este código 110 podía trasgredirse y la comprensión
de todos y cada uno se traducía socialmente; unidad pa­
ra luchar; unidad para subsistir; unidad para triunfar.
Y aunque el gobierno representado por el Inca era severo
y nada blando, algunas veces cruel, tampoco era injusto.
Todo lo veía y todo estaba previsto so pena de la vida. Im­
plantado en una sociedad de agricultores había conforma­
do su espíritu y a la postre una disciplina sin coerción que
con el tiempo se robustecía en lugar de relajarse. Esto
hay que analizarlo cuidadosamente y no confundir las cul­
turas indígenas de América con las de las tribus salva­
jes desparramadas en otras regiones, por ejemplo en Ar­
gentina, Chile, los Estados Unidos, si no se quiere caer en
el error sociológico. Por otra parte es muy útil estudiar
la cultura europea y la indígena en su tiempo, sin prejui­
cios, y esta labor es de enorme utilidad para el que pre­
tende aproximarse a la verdad.

¿Qué vemos en cambio en la conquista? El conquis­


tador venía de una tierra y de un pueblo donde no había
llegado la Reforma religiosa que agitó Europa y la sacu­
dió socialmente. España acababa de salir triunfante de la
guerra de reconquista contra los moros y el feudalismo

— 59 —
T R I S T A N M A R O F

medieval que en otras partes de Europa decaía, en Es­


paña se mantenía fuerte y vigoroso. La mayoría de los
soldados de la conquista padecían por su ignorancia y su
deseo de lucro, aunque los disculpaba su fe mística, pero
sabían muy bien coordinar la fe con ese lucro. Frecuen­
temente se olvidaban de la fe por el lucro del oro. Traje­
ron sus costumbres, su Dios y su cruz y los impusieron por
la fuerza, sin miramientos con el vencido, sorprendido és­
te porque no comprendía todavía ni el comercio ni la men­
tira en los hombres. Había vivido muy bien, bajo otro
régimen, aunque totalitario, que le garantizaba su vida ín­
tegra. Y la catástrofe fue total, porque en adelante te­
nía otro amo que no se diferenciaba del Inca sino por la
piel y la arrogancia de sus armas y de sus fogosos caba­
llos.
Los españoles desarrollaron en la tierra conquistada
su propia civilización a la usanza de su país y pusieron a
los pobladores a su servicio como señores, siguiendo la
práctica de los vencedores europeos.
Siendo España la nación más conservadora de Euro­
pa, y la que tenía mayor fanatismo, y sus habitantes de
violento carácter, implantó a muy poco tiempo la inquisi­
ción, no permitiendo que ninguna idea se filtrase a la co­
lonia; combatió el libre pensamiento y la libertad; no fue
jamás tolerante ni comprensiva, gobernando América co­
mo había gobernado Castilla con la cruz y la espada. He
aquí el cuadro somero de lo que es la conquista.

Los pueblos retrasados de América al perder su fe


india y su sistema se volvieron españoles, muy fuertes de
carácter pero muy flojos para las innovaciones y muy fla­
cos en inteligencia al extremo de que les horriza el pen­
samiento y el libro; persiguen al pensador y a la misma
inteligencia como demoniacos y heréticos, pero pueden to­
lerarlos si dan utilidades inmediatas y se vuelven prác­
ticos, sin reñir con la fe. Todo tiene para ellos que venir
de arriba y la jerarquía de la Iglesia es la ley; la riqueza
es adorada de todos y servilmente acatada, no importa co­
mo se !a haga... ¡Es un premio del cielo! En cambio no
hay industrias sino rudimentarias y el primitivismo la nor­
ma corriente. Los innovadores son considerados como hi­
jos del demonio, aunque sean cristianos... Es la misma
España que expulsó a Servet, el descubridor de la circula­
ción de la sangre; es el célebre Concejo Municipal de ese
tiempo que se niega a ordenar que se arrojen las basu­

— 60 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

ras de la calle “porque sus antepasados nunca lo hicieron” ;


C3 la España que desconoce la higiene de los moros, por­
que cree en los dogmas, y que ha resuelto la arquitectura
del mundo de acuerdo a la fe; ss !a España de la pasión y
del odio y también del martirio; la que encarcela a sus
mejores hijos, los destierra y les tiene rencor; pero tam­
bién es la España de las grandes audacias y del valor; de
la caballería andante y de la gentileza; es la mezcla del
castellano firme y taciturno con el moro sensual y lla­
no; es la España atravesada por los siete puñales de la
Virgen; es la España contradictoria, cruel generalmente,
y generosa como ninguna.
España trajo su saber al continente y no lo escati­
mó; hizo lo que pudo y cualquier reproche está demás.
Fundó universidades escolásticas como en su tierra, dán­
doles categoría; construyó templos magníficos y nos im­
puso leyes severas y graves; extendió el castellano en to­
do el c mtinente en la misma forma que lo había hecho el
Inca en sus dominios con el idioma quechua. Pero toda !a
obra española es recelosa, feudal, con clases y jerarquías,
exclusivista, se resiente de burocrática. El español posee
el don de mando y los intereses los cobra a su arbitrio, con
las manos. Es insaciable. Pero hizo algo mejor: se mezcló
con la raza aborigen indiscriminadamente hasta formar
otra raza que es la que tiene problemas que brotan de
su imprecisa personalidad y del bastardío que la afrenta
Y a esta raza mezclada y frágil moralmentc es a la que
critica Arguedas por sus vicios; la que hace revoluciones;
la que se bate a diario y la que trabajosamente adquiero
cultura y personalidad derramando su sangre. Y el pro­
blema de raza no es boliviano, es americano; depende de
su bienestar económico. En algunas partes como Chile y
Paraguay el mestizaje se llevó a cabo con tonos felices
logrando categoría de un tipo casi homogéneo; en otros
como en México, Bolivia, Perú y Ecuador está en los co­
mienzos predominando el factor indio que es difícil amor­
tiguar o extinguir siquiera on grado relativo por su for­
taleza.
Otros pueblos exterminaron las razas nativas porque
no tenían pasado ni cultura ndia o ésta era muy débil y
se adaptaron fácilmente a la conquista, acatándola como
muy superior, no quedando vestigios de ellas en cuatro o
cinco generaciones. Por ejemplo en los Estados Unidos y
la misma Argentina y Uruguay; pero en los países don­
de existieron viejos imperios y viejas culturas que hicie­
ron frente a los europeos el asunto es diferente e intrin­
cado, y tan diferente que sólo una política realista y ro­

— 61 —
T R I S T A N M A R O F

ciada de grandes recursos puede llevar al nivel de occi­


dente. Y nos preguntamos filosóficamente ¿para qué?
Esto no comprendió Arguedas como no lo compren­
den hasta ahora sus panegiristas. Creyó que nosotros
los bolivianos indios, por el hecho de la conquista y de la
revolución de la independencia, teníamos mentalidad occi­
dental y que los vicios eran producto de la pereza y de la
falla racial. Y ellos, en verdad, son producto del cambio
de un sistema y del medio individualista y sin protección
en que se han desarrollado; de le poca inteligencia de los
gobernantes; de la herencia española y de aquella convic­
ción también heredada del occidental, del feudal, de que
la riqueza es el oro en las arcas, cuando esta se la puede
obtener mediante la empresa y el aprovechamiento de los
dones naturales que son el trabajo y el esfuerzo superio­
res al mismo oro.
En resumen, los defectos que señala Arguedas, se
los encuentra más bien en los dirigentes y no en los diri­
gidos. Si desde su creación hubiera tenido Bolivia gentes
de empresa y de espíritu enérgico habrían conquistado su
propio territorio y vencido el medio físico en su integri­
dad, haciéndola productiva, de tal manera que ella sería
en la actualidad una de 'as naciones más felices del conti­
nente y la más próspera.
Pero nunca hubo élite en Bolivia y siempre falló el es­
píritu de cooperación: el individualismo como sistema gan-
grenó las partes vitales de la nación, dejando todo al azar,
muriendo en lugar de vivir, aún con la conciencia de que
la tierra que pisábamos encerraba los más variados ele­
mentos para una vida holgada y superior. Nadie pensó
en la organización como sistema de trabajo para lograr
realmente la riqueza social.
Otras razas con menos medios han vencido el medio
físico y los obstáculos. Nosotros cerrados entre nuestras
montañas, después de haber perdido el mar no hemos po­
dido llegar a la cumbre.

Su acertado biógrafo Otero, refiriéndose a ¡a inteli­


gencia de Arguedas escribe: “Su iuz carecía de exquisite­
ces y de finura, ni tampoco deslumbraba por su originali­
dad y nunca ofrecía el espectáculo de las grandes sorpre­
sas de fulguración”. En efecto la gente que ha tratado
íntimamente al escritor asegura que era un hombre más
bien apagado, tímido de aspecto, de mentalidad conserva­
dora y con un sentido analítico que veía defectos groso

— 62 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

modo sin analizarlos sutilmente, sin examinar la causa de


ellos, y sin embargo sus escritos son especie de exabrup­
tos, asombra su valentía y tenacidad, pero lo que elabora
su mente tiene verdad aparente. Arguedas en su primera
juventud era devoto del escritor colombiano Vargas Vila
y luego sigue la pauta de otros escritores que tuvieron po­
pularidad en su tiempo cuando les estudios se hacían so­
bre la periferia, sin ahondarlos. Más tarde Arguedas lee
a los franceses y compone su historia siguiendo los hitos
de Taine sin dar importancia al fenómeno económico. Es­
tudia a Flaubert para sus novelas. Cree él que ia historia
es el producto de la voluntad individual de los hombres,
de su buen o mal humor, de su inteligencia y de héroes,
de estúpidos y de negociantes. Aún en nuestros días r.o
hemos salido de esa concepción y de ahí el atraso en la
interpretación histórica, juzgando inútilmente los aconte­
cimientos, y creyendo que se hace historia imparcial con
acopio de fechas, de papeles exhumados y de cartas. Na­
turalmente esta clase de historia no posee valor cientí­
fico ni interés sino transitorio, porque los hombres po"
más inteligentes y bondadosos que sean, o simplemente
bandidos, son producto complejo de otros fenómenos so­
ciales a los cuales están libados umbilicalmente, así como
depende también de ellos la sociedad íntegra.
Lo que debió pasar a Arguedas, ahora es muy claro.
Se dolía de que los pueblo", de raigambre indígena estu­
viesen tan atrasados en relación a los de la costa atlán­
tica. Pero aquí hay otro fenómeno que Arguedas no su­
po desentrañar ni adivinó; la amalgama que se produciría
después en esos países adelantados para dar una raza des­
personalizada por mucho tiempo y mentalmente pobre.
Arguedas en ese tiempo leía a Bunge, a Ingenieros, a Lu-
gones y a otros escritores tan iguales o parecidos a él mis­
mo, doloridos e impacientes que veían a las razas america­
nas con desdén y desprecio desde su alto sitial de pensa­
dores. Arguedas no vivió para presenciar el drama ar­
gentino después ni pudo enterarse de escritos tan claro­
videntes e incisivos como los de Martínez Estrada en sus
dos libros: “Radiografía de la Pampa” y “Qué es Esto”,
o los estudios de Rodolfo Puigrós sobre la “Carne”, par?,
no citar otros de idéntico valor. Sucedió lo terrible, y
ahora Argentina por muchos años ingresa a la larga lista
de los pueblos lastimados con sus grandes problemas en la
esfera mundial. Argentina ha dejado de ser progresista
o al menos ha detenido su progreso porque ya no puede
exportar granos y carne en la forma que lo hacía antes
y su desastre la sitúa en la nomenclatura de los pueblos

— 63 —
T R I S T A N M A R O F

Buramericanos a merced del imperialismo. ¡La vanaglo­


ria argentina ha acabado escandalosamente con la dicta­
dura de Perón, con raza blanca y sin lastre indígena!. •
Nosotros tenemos lastre indígena y creemos poseer per­
sonalidad sin envanecimiento. El que resurjamos depen­
de del trabajo social y de la economía.

Arguedas liberal de su tiempo y positivista, cifraba el


progreso en la calidad de los hombres y suponía, tal vez
honradamente, que la civilización debida a la raza no se
detenía; ¡que los pueblos en consecuencia nacían enfermos
desde la cuna o vigorosos como los ingleses y norteame­
ricanos! Hoy día la sociología nos demuestra que tanto
europeos como asiáticos pueden dar ejemplo de cultura y
de progreso si varían las condiciones del sistema social.
Que tanto europeos como asiáticos adolecen del mismo mal
que los carcome y les arruina; que el mal de la sociedad
es el desbarajuste individualista y la falta de organiza­
ción, tal como está concebida, al extremo de que cualquier
individuo en los pueblos atrasados y que más padecen de
hambre puede hacer lo que le da la gana.
El socialismo puede ser el remedio, pero ¿cómo será
el futuro? Nadie lo sabe a ciencia cierta; habrán cambios
y dramas mundiales en la misma Rusia, pero lo que es
evidente es que el individualismo ha pasado a la historia.
Y también es verdad que la educación tiene que guar­
dar paralelo con la producción, porque de otra manera la
educación es inútil y dispendiosa.
Lo más extraño es que Arguedas no había hecho se­
rios estudios económicos y la sociología la aplicaba por
instinto. Sus conclusiones debían ser pesimistas, bastán­
dole dar una mirada al panorama nacional. ¿Qué es lo
que veía? Yermo y erial por todas partes. ¡Argentina
observaba a sus vecinos de soslayo y los llamaba indios!
Bolivia era evidentemente un país atrasado y con el las­
tre de su pasado.
Aquel suramerieano que se cree occidental no tolera
al nativo y menos se envanece de su pasado. El occiden­
tal es culto porque dispone de baños, vive confortablemen­
te, usa trajes europeos y lee periódicos. Del resto, de su
cerebro, no se ocupa jamás. El deporte furioso, las re­
vistas cretinas, el teatro frívolo, las películas escandalo­
sas, las avenidas magníficas adornan su civilización.. .
Las conclusiones de Arguedas tenían que ser erradas.
Bolivia en cien años era un pueblo aldeano y la imitación

— 64 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

al occidental había progresado muy poco, apenas en los


círculos sociales, y los gobernantes querían occidentalizar­
la cambiando una constitución por otra cada vez que ocu­
rría una “revolución”, pero el pueblo, la masa mayoritaria,
seguía indígena.
Para el crítico Arguedas todo el ambiente boliviano
se hallaba oscurecido; no había folklor, ni personalidad,
ni siquiera humorismo.
Sólo ve la tierra yerma, la desolación y la ruina en los
hombres y en la política. Los pobres individuos que ha­
cen gobiernos le parecen detestables y lo son. Entonces
su crítica creyérase exacta y no lo es, si se la analiza con
profundidad.

Arguedas tampoco es un historiador en la exactitud


del término; es un recopilador de papeles y de chismes do­
cumentados. Es también un racista a lo Gobineau; un
discípulo de Taine el historiador de hazañas y de héroes.
Bolivia en cien años no puede ser un primor de democra­
cia ni lo son sus vecinos con inmigración copiosa y blan­
ca. Las dictaduras se suceden con exactitud cronométri­
ca y los tiranos son acatados con mayores muestras de
veneración y servilismo.
Bolivia sigue siendo indígena y ahí su virtud. Algu­
na vez expresé esta frase que no es paradojal: “Bolivia
tiene toda clase de riquezas y además indios”. Aún el
indio puro continúa esforzado para el trabajo, y aunque
no sea alfabeto —esto es una cuestión de técnica y de pa­
ciencia— cambiará cuando cambie su estructura social y
económica, pero no con experimentos incompletos y co­
rrompiéndolo con la demagogia, convirtiéndolo en político
de desfiles para beneficio de caudillos.
A pesar de todo lo que se diga el indio espera su re­
dención que debe ser estrictamente económica y social, en
grande escala y con recursos suficientes que ie den con­
fianza en su fuerza, porque brazos y voluntad nunca le
faltaron. Pero esto tiene que salir de una vanguardia ilus­
trada, práctica y moderna que una su energía a su fe. Así
como se ha formado en los pueblos más atrasados de la
tierra, en Bolivia no puede ser una novedad.
La mente del indio está conformada para un trabajo
social, utilitario y no individualista. Convertirlo en peque­
ño propietario y con pedazos de tierra es transformarlo a
la postre en un nuevo mestizo detestable y conservador.
La. historia de Bolivia está por escribirse, pero no his­
toria de héroes ni de fechas ni de crímenes. Todas nues­
— 65 —
T R I S T A N M A R O F

tras acciones como pueblo han sido pequeñas y localistas.


No hemos tenido al conductor y cuantas veces intentamos,
fallamos.
Se horroriza el historiador Arguedas al comprobar
una sucesión burlesca de motines, de asesinatos, traicio­
nes de alcoba y la incultura social y la barbarie de nues­
tros actos. Pero no ha habido un solo pueblo en la tierra
que no haya atravesado por semejante etapa.
El pueblo elegido de Dios, el israelita, tiene una his­
toria que espanta. Suficiente leer la antigua Biblia. Su
Dios es militar, consejero y habla en secreto a sus gene­
rales y profetas. Es un Dios familiar que ordena tal o
cual venganza y el exterminio del enemigo “sin dejar mean­
te a la pared”. ¿Por qué Bolivia desde la cuna, debía ex­
hibir pureza democrática y cultura si su pueblo no la te­
nía? Es verdad que nosotros logramos el privilegio de
tener entre los hacedores de la patria a ínclitos varones
como Bolívar, Sucre, Santa Cruz, pero el pueblo inculto
que acababa de salir de la guerra adoraba a los militares
audaces con los cuales fraternizó y no con los letrados.
Olañeta es un caso psicológico de enorme interés cuyo es­
tudio está por hacerse; nadie lo ha interpretado cabal­
mente, limitándose a denostarlo —juntando el político y
el hombre— pero su enorme talento y el papel que juega
en la historia se halla inédito.
Muy pocos han explicado la epopeya de la indepen­
dencia y la creación de Bolivia, antes y después, cuando
los bolivianos (no se llamaban aún así) eran los únicos
que podían vanagloriarse de las mejores leyes y de una
pléyade de hombres ilustres, como no hubo otra en todo
el continente; recorrían países derramando su acción y su
saber. Basta citar entre muchos a Jaime de Zudáñez que
hace la primera constitución uruguaya; es el mejor escri­
tor y político en Chile y Argentina y muere pobremente
lejos de su tierra. (Guillermo Francovich, uno de los hom­
bres de letras esclarecidos y más serios de la Bolivia ac­
tual nos ha dado noticia documentada de los bolivianos
que contribuyeron con su talento a la juridicidad de Amé­
rica) .
La misma Argentina tan progresista hasta hace po­
co y que arranca elogios de europeos y americanos, si se
analiza su historia a lo Arguedas era lamentabie antes de
1880. Da otro rumbo cuando el presidente Roca conquis­
ta el desierto y se alambran las enormes extensiones de
pampas. Fue antes un hervidero de caudillos y caudille-
jos y de bandidos de campo. Y esto sucede hasta media­
dos del siglo pasado y casi hasta las postrimerías del si­

— 66 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

glo 19. El mismo don Faustino Sarmiento con su valen­


tía de escritor nos relata en sus crónicas de provincia que
en su pueblo natal de San Juan sabían leer apenas tres
personas. En Montevideo hasta el año 1700 había sólo al­
gunas casas de tejas y las demás de cuero, eso lo dice
Rodolfo Puigrós en su estudio documentado sobre la car­
ne. México vive la dictadura de “El Magnífico” 27 años,
título que le da e) escritor zalamero Francisco Bulnes y
no se liberta de Porfirio Díaz sino después de una tremen­
da guerra civil. Venezuela soporta casi tres décadas a Juan
Vicente Gómez y vuelve a caer en otra dictadura, salien­
do de ella trabajosamente. No hablemos de los otros paí­
ses que tienen historias semejantes.
En las épocas medievales los pueblos europeos no co­
nocían higiene alguna. Las pestes y el hambre diezma­
ban las poblaciones. París quedó reducida a una pobla­
ción de setenta mil almas. El baño popular, la ciencia y
la democracia son conquistas recientes. (Napoleón tenía
que emplear una tina con agua caliente).
Arguedas no conocía esta historia cuando escribía que
Bolivia era un “pueblo enfermo” y pretendía el “progreso
de golpe y porrazo” por consejos filtrados desde su mesa
de escritor. Bolivia nunca tuvo oportunidades felices pa­
ra salir de su ineptitud. La independencia fue un fenó­
meno local pero no total, ni las clases que hicieron la re­
volución estaban maduras para imponerse, no existía una
economía sólida y razonable que reemplazase a la que fue
derrumbada. El desmigajamiento de los pueblos en di­
versas repúblicas fue su enfermedad, la extensión de una
economía que se basaba en la producción regional, y que
aunque pobre, abastecía; las gentes vivían con cierta hol­
gura, y lo que es más con un sentido de dignidad, que
la pierden con la república, y más tarde la pierden comple­
tamente cuando son absorbidos por el imperialismo colo­
nial moderno.

Finalmente Arguedas, nunca puso sus ojos en los li­


bros de su época relativos al materialismo histórico, y esto
es incomprensible para un historiador, aunque fuese para
rebatirlo. No se familiarizó con esos libros que debieron
estar en las vitrinas en el tiempo en que vivió en París
y ya eran muy conocidos. Nunca parece, que ha leído a
La?,alie, a Arturo Labriola, a Proudhon, a Marx y a En-
gels ni a los clásicos alemanes y austríacos. Sus lectu­
ras han sido dispersas y exclusivamente literarias. Re­

— 67 —
T R I S T A N M A R O F

vela que leyó a Taine, a Foustel de Coulanges y a Thiers.


Es muy posible que Arguedas de espíritu conservador tu­
viese prejuicios y suprimiera todo libro que le hablase de
temas sociales; además no estaban de moda en los altos
círculos literarios de la época y menos entre los literatos
suramericanos que “descubrían Europa” como Gómez Ca­
rrillo, los García Calderón, Darío o Zaldumbide. Pero le
habría sido útil y provechoso para no incurrir más tarde
en el error de escribir su historia unilateral. (En el mis­
mo error incurren, es cierto, los que aceptan a pie junti-
llas el materialismo histórico y lo toman como dogma, sin
saber que es un precioso canon de investigación del que
no se puede prescindir).
Hacer historia a la manera de Arguedas es quedar on
el umbral de la historia. Por eso, más que un historia­
dor, es un papelista, un coleccionador de los chismes de un
pueblo olvidado y mediterráneo que lleva trabajosamente
su vida, encerrado en sus montañas. Es por tanto un cons­
tructor que falla por la base. Además el sistema que em­
plea es falso; se documenta en los periódicos aldeanos es­
critos con pasión y odio, los mismos que disculpan o enal­
tecen los crímenes de sus caudillos o los atacan calum­
niosamente.
Aquí un brevísimo análisis de las cosas que disgus­
tan a Arguedas: la plebe y su atraso debido al mestizaje
mal logrado. Al indio lo exime de culpa y lo pinta román­
ticamente como protector igual que el padre Las Casas,
Motolinia o Gante. El mestizaje boliviano es de lo peor;
no ha dado resultados sociales hasta hoy, pero esto se
debe también a la corrupción de la clase directora y a la
orfandad en que ha vivido y se ha desarrollado, abando­
nado, iletrado, voraz e individualista; sucio desde la cuna
y con los vicios de los progenitores indiferentes a cual­
quier norma de higiene y consejo social. Si a esto se aña­
de el vicio de la politiquería, el ciudadano llamado tal tie­
ne que ser un delincuente. Sentimentaliza respecto del
indio y no pasa de ser un folklorista aunque sus relatos
novelescos son de lo mejor y coloridos. Arguedas fue el
primero entre los escritores americanos que tocó estos te­
mas. Eso no obsta de que sea imitado por los patrones
filantrópicos y los señores curas que quieren transformar
la mente india filtrándole consejos a su alma pero descui­
dando la alimentación de su cuerpo. Se precisan las dos
cosas a la vez. Es imitado también por los nacionalistas,
de último cuño los cuales han transformado la mente del
indio y dicen que lo han “politizado” por el hecho de que
lo transportan en camiones a desfiles inocuos y manifes­

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E N S A Y O S Y C R I T I C A

taciones ruidosas con el objeto de que defienda a la “nue­


va clase”, en lugar de darles la religión del trabajo, como
es y ha sido siempre, organizándolo en grandes masas y
cooperativas en las que deben participar tanto agriculto­
res como individuos de la ciudad y técnicos. Pero para
esto se necesita una élite y muchísimos recursos que hay
que obtenerlos del mismo cuero; del sufrimiento en pri­
mer lugar durante muchos años y del esfuerzo continuo
para una época mejor.
El Inca jamás habría permitido semanas de holgorio
sin utilidad social y traspuesto los papeles.
En vez de movilizar al indígena estableciendo que
construya caminos y aprenda métodos modernos, mejore
sus viviendas y produzca la tierra, se lo ha hecho de gol­
pe y porrazo un mestizo más, es decir se le ha envene­
nado con la politiquilla menuda y actualmente está en vías
de convertirse en inepto y holgazán, pues se le ha dado
parcelas de terreno sin darle máquinas ni fomentar su eco­
nomía, retrocediendo un poco más a la etapa liberal, por­
que la “reforma agraria”, tal cual la entienden, es repar­
tir tierras al azar, sin mecanizar el campo y superar al
latifundio. Es verdad que todo esto precisa una expli­
cación más amplia, pero la evidencia resalta que el Estado
mísero e incapaz técnicamente en su clase dirigente no
puede hacerlo, dependiendo tanto Estado como pueblo de
la ayuda extranjera al extremo de haber sido reducido a
la infamante mendicidad.
Si hubiera habido una revolución de verdad, con élite
revolucionaria y capaz habríamos visto milagros, enfer­
vorizada la masa y dispuesta a surgir, obligando al traba­
jo desde el indio al petimetre. Pero lo que hemos tenido
es una revolución soitdisant nacionalista de tipo liberal
con alguno que otro tinte socialista, mezcla confusa de to­
dos los matices en los que ha predominado la falsifica­
ción ideológica y se ha impuesto la demagogia al uso co­
rriente de los eternos aprovechadores. ¡Arguedas ha sido
otra vez imitado!

Nos toca concluir este ensayo refiriéndonos a la ver­


dadera enfermedad del escritor Arguedas. Es curioso y
nada extraño que todavía hoy tenga partidarios, porque
no se ha superado la etapa liberal. Se los encuentra a la
vuelta de una esquina, porque ¿qué cosa no anda mal en
Bolivia? Todo.

— 69 —
T R I S T A N M A R O F

La enfermedad de Arguedas es resultado de su es­


píritu ensimismado, apático, lector de Amiel, imitador de
Amiel, como que ha confeccionado su “diario secreto” que
se leerá cincuenta años después de su muerte, diario que
no tendrá importancia alguna porque se trata de un vie­
jo escritor reaccionario, hombre resentido desde la cuna,
que ha trasladado sus dolencias al papel.
Arguedas no sufrió hambre como no la sufrió Tarna-
yo, el gran prosador. Fueron los dos afortunados toda
su vida, gozaron de rentas y pudieron darse el lujo de es­
cribir en mesas cómodas, la comida caliente, los libros a
discreción y rodeados de admiradores y amigos. Se les
dio puestos públicos de importancia y su mente estaba li­
bre de angustias, de sed y con el pan diario.
Así el uno desde su escritorio vio al pueblo enfermo,
y el otro divagó y compuso admirables poemas griegos.
Fueron talentos de primer orden y su magnitud rebalsa
al límite boliviano. Tamayo es un poeta exquisito. Ar­
guedas no tuvo las finezas de este aimara a veces frívolo,
contradictorio, y a veces profundo, combativo y variable;
cobarde en muchas ocasiones hasta rendir pleitesía a sus
inferiores y un panfletario vertebral cuando elegía la pre­
sa y la hallaba rendida a sus pies. ¡Como pensador, muy
divertido! Arguedas mucho menor en talento que Tamayo
es un personaje de fin de siglo, lo más interesante que dio
la intelectualidad boliviana, pero un equivocado en la ma­
yoría de sus trabajos. Un escritor inactual para la gene­
ración que le sucedió.
Otero su acertado biógrafo nos revala claramente su
enfermedad; “fue un hombre de una tristeza permanen­
te, sintiendo por esta circunstancia el sensualismo de la
soledad. En el fondo esta melancolía fue el árbol que ofre­
ció las flores malditas de un humor sombrío, de su amar­
gura y de su resentimiento. Todas estas formas de su
personalidad eran expresiones profundas de su tempera­
mento. Su cultura posiblemente agravó las características
de su psicología, tallada sobre las líneas de su biotipo,
al cual fue leal, y sometido tiránicamente, sin que hu­
biese realizado un esfuerzo de liberación. Así, fue esta
su tendencia melancólica la madre de su pensamiento, el
lente a través del cual vio el panorama de la vida, y que
fue alumbrado por las esencias filosóficas en el instante
de su formación mental. El pesimismo de Arguedas fue
un déspota que atormentó las mejores horas de su vida
y el látigo que azotó con mayor crueldad sus momentos
de felicidad y de triunfo. Profesó el dolor como un bien,
porque no fue la vida la que clavó las espinas ni le dio ese

— 70 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

sabor trágico. Todo rodeado de comodidades y de mimos.


Vivió en París fomentado largos años por la generosidad
de su padre y luego por el reconocimiento que de sus mé­
ritos hicieron sus conciudadanos. Recibió el aplauso más
ferviente por sus obras procedente de los más renombra­
dos escritores de su tiempo. Pero a este liipersensible le
molestaban los pequeños alfilerazos de la vida que su amor
propio agigantaba como verdaderas catástrofes, y con es­
tos pequeños dolores escribió sus grandes páginas impreg­
nadas de eterna inquietud. No obstante murió en desola­
ción, como el fruto de una vida desesperada y triste. Ar­
guedas fue un gran angustiado cuyas propias inquietudes
transportaba a las angustias de la patria. Su pesimismo
y su angustia, fueron superiores al medio circundante, por­
que vivían en las mismas fuentes de su carne y de su es­
píritu”.

Este juicio es de lo más exacto, aunque Otero no


especifica las causas que hoy día a la luz de la ciencia pue­
den convertir a Arguedas en un caso clínico. No hay que
olvidar de que Otero fuera de su admirable sutilidad era
pariente de Arguedas y lo conocía en la íntima confidencia.
Otro crítico de inestimable valor es Carlos Medinace-
li, pero igual que Otero sólo se ha referido a Arguedas
en el plano literario tocando muy ligeramente el lado so­
cial; el económico nunca ha sido su especialidad. Solamen­
te en el último tiempo antes de fallecer, trató de intere­
sarse por esto. Aunque de enorme ilustración, Medina-
celi, no ahondó el lado que más interesa, porque Arguedas
insiste en la sociología y arranca juicios falsos. He aquí
lo que escribió sobre su obra: “Tanto «Pueblo Enfermo»
como sus libros de .historia, están cargados de prejuicios
raciales y aún de casta, hasta el tope. En esos prejui­
cios, que hasta se le han convertido en manía obsesiva,
se apoya como en una roca granítica, para sus acerbas crí­
ticas y sus diagnósticos de “cirujano de hierro” y arro­
jar desde ahí sus judaicos apostrofes y sentencias conde­
natorias como el más inexorable de los jueces del San-
hedrín sociológico”.
Concluyo aquí este estudio aunque falta el examen de
la generación intelectual en la que se desarrolló Arguedas,
tales como Rosendo Villalobos, Claudio Pinilla, Soria Gal-
varro, Mariano Baptista, Luis Salinas Vega, Daniel Sán­
chez Bustamante, Alberto Gutiérrez, Bautista Saavedra,
Pedro Kramer, Moisés y Alfredo Ascarrunz, Casto Rojas,

— 71 —
T R I S T A N M A R O F

Luis Paz, Valentín Abecia y Luis Arce Lacaze, y sobre


todo José Vicente Ochoa, que merecen un trabajo espe­
cial y de mayor amplitud. No tengo en el instante en
que escribo archivo ni documentación suficiente, ni libros;
el pvesente ensayo tampoco es definitivo porque está he­
cho de un solo tirón con el auxilio de la memoria.
MELGAREJO
V E L MELGAREJISMO

Este estudio tiene la pretensión de ensayar una nue­


va interpretación de los acontecimientos históricos del país.
Hasta ahora los historiadores han tomado en las manos
el efecto y no la causa. Sus libros, con limitadas excepcio­
nes son manuales de fechas, batallas y nombres. Se di­
rigen a un público esencialmente objetivo que por falta
de desarrollo intelectual nunca le ha interesado el fenóme­
no interior, sensible, que ha provocado el hecho. Y sola­
mente el hecho realizado ha sido comentado y estudiado
pero no el proceso. Nuestra pretensión ambiciosa de en­
contrar otro camino, por supuesto, tropezará con la falta
de documentación seria; no obstante trataremos de hacer
todo lo que esté al alcance del intento que nos hemos pro­
puesto.

Melgarejo como esencia


Melgarejo es la historia de Bolivia. Su estructura y
su superestructura. Su fondo y su trasfondo. Quien de­
see interpretar a Bolivia tiene que estudiar la psicología
de este personaje y aplicarla al papel y a las leyes. Adivi­
nar la arrugada mística del altiplano rispido en sus mon­
tañas y en su espíritu; riente y fatalista en los valles; mis­
teriosa y primitiva en la selva. Adentrarse en la tierra
mediterránea, alfabeta a medias, poblada de españoles feu­
dales, mestizos ignorantes y nativos tímidos, domestica­
dos y en su minoría de edad. Estas razas entremezcladas
y calcinadas en el fuego de la República, no dieron jamás
una clase ilustrada, vidente y ambiciosa. Si alguien bro­

— 73 —
T R I S T A N M A R O F

ta de su seno y enarbola el bastón de mando civil no es


propiamente el abogado, apenas su caricatura: el tinteri­
llo chicanero, de mala fe, semiletrado y bandido, para quien
la ley no está en el espíritu o en el vuelo de la inteligen­
cia o de la historia, sino en la aplicación muerta del pro­
cedimiento, el reglamento, la cábala, el prevaricato; si bro­
ta el militar, tampoco es el profesional sino el bravucón,
el “macho” o el inepto armado de su espada, como único
programa y fin. Tal es ei clima propicio, en el cual in­
surge Melgarejo, se desarrolla, gobierna e impone su vo­
luntad, sabiendo y palpándolo que el medio ambiente en el
que le tocaba actuar era turbio, sus gentes no habían sali­
do de su objetividad y del temor, raros demostraban sen­
sibilidad y subjetivismo, viviendo la gruesa mayoría en el
padecimiento ae sus supersticiones feudales, indígenas y
católicas.
El conductor en estos casos no puede ser el mejor;
las riendas de mando le corresponden al capataz, al fuerte
o al brutal. La llama de la ilustración y de la responsa­
bilidad ya están frías y apagadas desde el comienzo de la
República por el rencor del mismo pueblo que no puede
apreciar la inteligencia por creerla débil e ineficaz, con­
fiando su destino al que le apalee, arrebate el poder, sa
imponga y le mande.
Aunque a instantes han emergido en el país algunas
lumbreras como Olañeta, Santa Cruz, Linares o Frías, és­
tas no significan nada, no tienen séquito, no representan
al pueblo sino idealísticamente, no poseen la fuerza sufi­
ciente para imponerse, y confiando en los militares caen
en manos de ellos porque está inmadura la conciencia ci­
vil y legal, no existe el esqueleto ni la armazón que res­
palde la Ley; no ha insurgido una clase fuerte mercantil
e industrial con pleno conocimiento de sus intereses.
Los generales tienen que ser bárbaros, atrabiliarios
y déspotas.
Poco importa que en algunos instantes aparezcan lí­
deres civiles y que éstos sean conservadores o liberales;
apenas representan el temblor de una minoría accidental
frente a una densa masa indígena y mestiza fanática por
los hechos no por las ideas. Y como el capataz o caudi­
llo militar, pocas o raras veces toca la propiedad feudal,
la lucha política se desarrolla entre las ambiciones de los
bandos, los cuales cuentan con generales y coroneles lis­
tos para la obra diaria: el motín y la revolución tipo sur-
americano.

— 74 —
e n s a y o s y c r i t i c a

Moral de las clases populares


Tampoco se puede hablar de la vieja moral india, re­
cordada a través de los rituales del Incanato, decapitada
hace siglos por la espada del conquistador; ni de la acti­
vidad e inteligencia del mestizo, obrero manual, ni del bur­
gués audaz, aspirando a mejorar su hacienda, para crear
un baluarte cívico. Lo que sí, es preciso observar más
bien, al tamiz de todas las clases, pero acentuada en la
mentalidad de la colonia, reacia a cambios espirituales y
materiales, obsecuente únicamente ante los hechos, rendi­
da a los pies de cualquier triunfador audaz, militar o civil,
pero con apoyo de las armas.
El militar es, pues, el que imprime el desiderátum en
la vida social, el que pone su espada en el platillo de la
Ley, en las costumbres y en las actividades humanas. Nó­
tese por otra parte, que en los cien años y más de Repú­
blica, apenas hay dos conjuntos con relativa organización:
los militares y los eclesiásticos. Parpadea una clase in­
dustrial mísera, atrasada que aún no ha salido del arte­
sanado medieval, que no imprime ningún rumbo: acata
el viejo orden establecido.
Los rangos sociales están llenos de abogados, clérigos
y terratenientes. Los militares aunque odiados constitu­
yen una casta. La vida es pobre, provinciana, sin ideales,
confinados los ímpetus en la profundidad de inexorables
montañas. El país un desierto inmenso; se viaja a lomo
de muía, por malos caminos, no se construyen casas y las
pocas que se levantan las dirigen alarifes.
En este medio de abogados sin clientela, de artesanos
de la colonia con medios primitivos de trabajo, de médicos
que conocen la ciencia infusa, de terratenientes pobres y
tan míseros como sus esclavos indígenas, sometidos a su
dominio; en este medio, digo, de escasísima cultura, pues
el hombre de letras o de pensamiento, devorado por el ro­
manticismo es un lunar, emerge el caudillo militar, natu­
ralmente de los cuarteles, pues es allí donde está la fuer­
za y no en la calle ni en el hogar ni en los negocios.
Y el caudillo es la expresión más cabal del medio: in­
genuamente brutal, corrompido y borracho. Pero frente
al caudillo afortunado que transitoriamente ha tomado el
poder hay también otros que hacen su aprendizaje en los
motines sangrientos, disputándose la presa nacional para
su provecho, imprimiéndole esta vergonzosa normalidad.
Los pocos hombres ilustrados, aunque hablen de par­
tidos o alimenten sus facciones, son en verdad los punta­

— 75 —
T R I S T A N M A R O F

les del militar quien los ocupa para redactar decretos,


mensajes, periódicos y leyes.
Pero esta élite minúscula que algunas veces logra
reunirse en Congreso y que jactanciosamente nombra a la
“libertad y a las instituciones”, padece de retórica, es fru­
to de universidades ochocentistas y tampoco es meramen­
te objetiva en cuanto se refiere a su propia situación y a
la del país, apareciendo en el drama nacional en actitu­
des cómicas y grotescas, sin lastre ideológico, dejando sus
manifiestos contra el tirano o sus adhesiones, que no son
recogidos por la historia sino como documentos emocio­
nales o estados de tránsito espiritual extremadamente lar­
vario. No hay ideas, rumbos económicos, programas de
realización inmediata, discriminación del analfabetismo y
de la propiedad, fondo y trasfondo de la tragedia infinita
del inmenso país que se muere en ineptas manos.

El juego de bonete
Y así se desarrolla la historia de Bolivia, pasándose
el poder de una mano militar a otra, porque en realidad
falta una conciencia ciudadana, no existe el contrapeso por
más ínfimo que sea de una clase mercantil e industrial, y
la que aparece en Bolivia, realizando mítines fogosos en
las calles, vitoreando rabiosamente a los caudillos —por­
que los principios de la revolución francesa le han dicho
que constituye el pueblo soberano!— es apenas caricatu­
ra de clase, bajísima culturalmente, nula en la historia co­
mo factor político, a merced del audaz, de rodillas ante el
demagogo y humilde después de la acción, porque no co­
noce sus intereses. Jamás ha podido colmar ni el más ele­
mental de sus anhelos: “saciarse de libertad y comer”.
El mal es más hondo y general en las Repúblicas ame­
ricanas. Con caracteres mucho peores en Bolivia, por su
mediterraneidad, por la servidumbre feudal que le ata las
manos y la inexistencia de una tradición cultural que le
abra los ojos.
El militarismo resulta pues la única armazón en la que
se apoya la vieja sociedad feudal que no ha sido destruida
por la implantación de la República. No es ambicioso de
conquistas externas, no tiende la vista más allá de las fron­
teras, no alimenta ideal superior mejorando culturalmen­
te los elementos de que está formado, no tiene planes eco­
nómicos para el desarrollo del país, no es siquiera refor­
mista o liberal en el sentido clásico del tiempo; el milita­
rismo altoperuano es acéfalo y su misión bien simple: con­

— 76 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

servarse en el poder; mantener los privilegios de la feuda-


lidad en el estado que dejaron los españoles, sin atreverse
a tocar ni a variarlos, porque también existe una causa
poderosa para ello; la miseria espiritual y material, única
razón de existir y de pervivir, no gobernando sino gozando,
usufructuando del triunfo y del asalto al poder. El militar
por otra parte, salvo excepciones honradísimas y casuales,
no es producto sino del mismo medio como el abogado y el
propio intelectual. Reflejo directo de la mentalidad española
y católica, creyente subconsciente de la arquitectura di­
vina, aunque en público se proclame ateo, en cuyo comer­
cio espiritual los acontecimientos son manejados diestra­
mente por mano esotérica, fuera del conocimiento, con el
privilegio de premiar y castigar a los hombres sin que in­
tervenga ningún esfuerzo o voluntad.
Melgarejo, esencia y símbolo de lo vulgar y grotesco
No habiendo vuelo espiritual en el país, viviendo gro­
sera y pobremente sus habitantes, siendo el “machismo”
la concepción política irrefutable, por su objetivismo y su
provecho personal, no es raro que ella se traduzca en el
continuo golpe de cuartel, sin otra mira que apoderarse de
la casa de gobierno, llamada Palacio, y convertirla en cen­
tro de diversiones del caudillo, de sus favoritos y familiares.
Los programas y los planes de gobierno, se anticipan
generalmente al pueblo, pero quedan postergados, porque
tiene mayor fuerza ejecutiva una ronda de cocteles que el
“dinamismo” de los brazos caídos de los empleados, entre
el incienso y la salmodia acostumbrada. Así no es de extra­
ñar que el tirano en gesto de reciprocidad amistosa nom­
bre como Ministro de Hacienda a un extraño, el diplomá­
tico chileno Vergara Albano, y reciba de éste la condeco­
ración especial de “amigo de Chile” que lucirá en el pecho
en las grandes manifestaciones patrióticas en su honor.
Melgarejo es el caos, el plebeyismo exaltado y el alcohol
diario que circula en las venas de la República (*).
Pero lo grave no es que Melgarejo haya existido y
gobernado durante seis largos años, sino que el filo de su
espada crea academia y escuela de irresponsabilidad en el
país. No se tomará en adelante la función pública como
estricto deber ni como encargo de los ciudadanos para rea­
lizar administración. Se sabe perfectamente en todo sitio
que no existe ley, ni normas democráticas ni tradición re­
• Isaac Tamayo reparó el estrago hecho por las falacias historio,
gráficas relativas a Melgarejo y su tiempo. (Carlos Montenegro).

— 77 —
T R I S T A N M A R O F

publicana. El caudillo que asalta el poder es el hombre


fuerte insurgente del cuartel, generalmente inepto y ador­
nado de todos los vicios, con la creencia, además, de que
el éxito de su carrera debe ser recompensado con toda cla­
se de granjerias, desde el de disponer las rentas naciona­
les hasta el de suprimir y liquidar cualquier oposición de
los adversarios (*).
No hay más que estudiar la vida, actos y gobierno de
Melgarejo, para sacar consecuencias del atraso de Bolivia,
sus derrotas, su inacción y su falta de fuego interior. Mel­
garejo es el símbolo del machete en la extensión del terri­
torio. Donde el desierto devora hombres e iniciativas está
su efigie dispuesta a impedir el trabajo paciente, y poner
en los ojos la venda obligatoria, porque para mandar y abu­
sar precisa de ciegos, le es indispensable el sayón brutal, el
bárbaro y el tímido, enemigos del intelecto y pilares de
cualquier régimen.
Humanidad y numen de Melgarejo
El cuartel boliviano es en ese tiempo antro de perver­
sión. ¿Quién es el hombre que asalta la Presidencia y de­
clárase dictador? Melgarejo se enrola muy joven en el ejér­
cito, tomando cariño a los motines, unas veces en contra
y otras a favor, según sus simpatías. Ya de sargento, en
1840, subleva un batallón. Es condenado a muerte por Bel­
zu y perdonado por las súplicas de las señoras de Cocha-
bamba. Mucho después aparece en el primer plano de la po­
lítica, el pecho adornado con las insignias de coronel, dispo­
niendo de voluntades. Es alto y vigoroso como un toro.
Luenga barba le cubre el rostro atrevido y feroz; de sus
ojos se desprenden rayos cuando está bebido. Es humorís­
tico y lleno de inesperadas bondades con los áulicos y aun
con los adversarios, pero no tolera que nadie se le oponga
ni le contradiga. Donde está Melgarejo no puede haber otro
ni grande ni mediano. Cree en su brazo y en su fuerza co­
mo el tigre, desconfiando del doctor y de las letras, a los
cuales desprecia olímpicamente por inútiles. Cuando hiere
a alguien le dice doctor con soma, sin ocultar ni disfrazar
la palabra, que en sus labios es un insulto. A uno de sus
favoritos, el coronel Narciso Campero, después de darle to­
da su confianza y estimarlo, como a nadie, una noche le

* Melgarejo, había colocado de subprefecto de Chayanta a don


Matías Arteche, rico minero, dándole el grado de coronel por préstamo
de cuarenta mil pesos.— Nicanor Aranzaes.

— 78 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

llena de injurias, llama cuatro tiradores para fusilarlo, y


le echa de su habitación finalmente, enrostrándole la pala­
bra doctor...
Melgarejo es el árbitro de la patria, de los destinos, de
la hacienda pública y del honor nacional. Gobierna seis
años rodeado de la más baja adulación, y de los hombres
más eminentes del país. “Con pocas excepciones —escribe
el historiador Enrique Finot— los hombres más ilustrados
colaboraron a Melgarejo, algunos de los cuales se retiraron
cuando se convencieron de que no era decoroso seguirlo, o
cuando vieron contrariadas sus propias ambiciones”. (*)
Y el implacable e insigne Gabriel René Moreno en su
libro “Matanzas de Yáñez”, nos da la clave, al escribir:
“Una sociedad compuesta de soldados, de presupuestívoros,
de plebe turbulenta y holgazana, de señoríos sin civismo ni
mayor cultura, de indiada estúpida y de industriales tími­
damente egoístas, como era la sociedad de esa época, tenía
la culpa de sucesos tan vergonzosos”.
Debió ser tanta la relajación de ese tiempo y la irres­
ponsabilidad, que el Congreso de 1868 sanciona los actos
del dictador, le llena de honores y aprueba los tratados con
Chile y Brasil, cediéndoles inmensos territorios.
Don Narciso Campero en su interesante y único libro
“Recuerdos de Melgarejo”, escrito llanamente, nos da el
fondo y el trasfondo de esta personalidad que sólo podía
emerger en la penumbra de la guardia pretoriana, lucir su
valor y la fuerza en los motines sangrientos, imponerse con
su tremenda presencia en los cuarteles y convertir la Re­
pública entera en su morada, su garito y su circo. ..

(Nueva Historia de Bolivia, pág. 270).


ENSAYO SOBRE
GABRIEL RENE MORENO

Don Gabriel Rene Moreno, lo más representativo en


les letras nacionales fue célibe, malhumorado y muy estu­
dioso y paciente en su trabajo. Ya Séneca advirtió que los
que viven en soledad son caprichosos y hasta tercos. Le
gustaba hojear archivos, infolios de la colonia y hasta los
papeles viejos con la satisfacción y curiosidad que siente el
anticuario por estas joyas extrañas. Sus obras son intere­
santes porque descubren muchas cosas vedadas e incógni­
tas que el pudor las tiene recogidas en el silencio de la
historia intima. Además fue valiente; tuvo esa valentía ci­
vil de los antiguos de no atarse la lengua cuando se tra­
taba de acusar el desorden y la tiranía, muy común en la
sociedad donde le tocó nacer. Pero sobre todo era un crí­
tico de agallas, sin complacencias ni medias tintas si ad­
vertía en los escritores de su tiempo alguna trasgresión,
un ripio o una palabra mal empleada, erigiéndose entonces
en pontífice de la gramática y del buen decir. Ignacio Pru­
dencio Bustillo nos relata en un estudio sobre Moreno que
al poeta Ricardo Bustamante no le perdonó ciertas licen­
cias ni de forma ni de fondo a pesar de que era su amigo
y uno de los valores literarios de Bolivia en el siglo pa­
sado.
Se ocupó de Bolivia toda su vida y sus libros con ra­
ras excepciones se refieren íntegramente a los aconteci­
mientos de este país. No obstante era un boliviano extraño,
atrabiliario y que no comprendía su país, creyéndose ajeno
al medio, de ahí su crítica y su sufrimiento. El escritor
Carlos Medinaceli lo define a Moreno en estos términos: “El
caso de Rene Moreno es antitético. Es un contrasentido que
no tendría explicación, si no fuera porque, en realidad, ni
espiritual, ni mental, ni étnicamente, don Gabriel René Mo­
reno es boliviano, sino español. Por eso, resulta entre noso­

-- 81 —
T R I S T A N M A R O F

tros, hombres de mentalidad y espíritu mestizos, un mirlo


blanco, una cosa exótica. Representa la desesperación de
España agonizando en el paisaje indígena de América. Es
el “conquistador” vencido por “el aillu”, según la concep­
ción de Waldo Frank. De aquí la tragedia del pobre, grande,
y colérico don Gabriel”. (Pág. 17, Estudios Ciúticos.— Car­
los Medinaceli. Sucre).
Sintiéndose por encima de su pueblo y resentido con­
tra él por múltiples razones abusó del término “altoperua-
no” y lo hizo suyo para denostar a los doctores altiplánicos
que gobernaban por turno a la república. Pero el término
es inocuo y sin importancia porque los dos Perús, Alto y
Bajo, tienen historia trascendental de siglos y la República
con todas sus corruptelas y sus vicios es un estado tran­
sitorio de evolución en todos los pueblos del continente. Sin
embargo el término se hizo despectivo con el tiempo y de­
pende de nosotros los altoperuanos lograr la superación en
el aspecto espiritual.
Gabriel René Moreno se distingue como escritor cas­
tizo, purista y estilista al decir de todos los bolivianos que,
por lo general, y por la mezcla de razas autóctonas, no ma­
nejan el lenguaje con pulcritud. Puede que esto sea verdad
pero no hay nada tan revolucionario como el lenguaje y
nada tan pesado que aquel escritor que se ciñe a las reglas
gramaticales estrictamente, sin matiz y con la alegría de
trasgredirlo cuando se pone gracia, humor y talento. De
ahí la antipatía velada o abierta que el lector americano
siente por el español castizo y retórico, amigo de la frase
hueca y casi siempre sentencioso. De la península nos han
llegado en los últimos cincuenta años escritos emocionales
y novelas sin gracia porque 110 hay dramas profundos que
contar en la vida española, rutinaria y chata de acuerdo a
los antiguos cánones y rancias costumbres. No obstante,
grandes escritores ha producido España y estos son la ex­
cepción, entre ellos don Miguel de Unamuno, Ortega y Gas-
set, Canivet, Acosta, Pío Baroja, Luis Araquistain, Amé-
rico Castro, Salvador de Madariaga, Marañón y otros.
He aquí lo que dice el colombiano don Eduardo Santos
al hablar del lenguaje: “Los siglos de la decadencia espa­
ñola se hicieron sentir duramente en numerosos aspectos
de la lengua española. En largas épocas se impuso un es­
tilo hinchado, pomposo, aparatoso y enfático, artificioso y
fatigante, característico de gran parte de los seudo-clásicos,
cuya deplorable influencia tantos estragos causara”. (Re­
vista “Cuadernos”, marzo y abril 1958.— París).
Y Larra, con máxima autoridad en 1836, escribía:
“Marchar en ideología, en metafísica, en ciencias exactas;

— 82 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

agregar ideas nuevas a las viejas, y pretender estacionarse


en la lengua que ha de ser expresión de ese progreso, per­
dónenme los señores puristas haber perdido la cabeza”.
No es una novedad para nadie de que Cervantes el es­
critor más popular de su tiempo fuera tachado de mal es­
critor, porque empleaba palabras comunes al alcance del
pueblo, al extremo que uno de sus biógrafos modernos,
Clemente Cimorra, se atreve a escribir: “El portentoso es­
critor fue desdeñado, como ocurre siempre, por los que se
consideraban selectos en su época”. Y añade: “Los inicia­
dos platónicos de los cenáculos y mentideros, tenían eter­
na aversión hacia todo valor elemental, como una fuerza
dentro de sí, que no se aviniera con ese patrón espiritual
e intelectual, incluso expresivo, que a dichos selectos hace
uniformes”. (Vida de Cervantes, Pág. 178).
¿Y qué diremos de la crítica respecto a un escritor más
reciente, Pío Baroja, al cual se le atribuyen todos los de­
fectos del lenguaje? Y no obstante éste es uno de los pocos
que sobrevive literariamente a la generación del 98 con
prestigio no sólo español sino europeo.
Llegamos pues a la conclusión honesta de que no
es el purismo del lenguaje lo que puede dar la fama ni la
gloria a un escritor, sino su esencia, la lealtad que pone
para defender la justicia social y el progreso del mundo,
la gracia en sus escritos y la sinceridad de la ideología que
profesa, aunque muchas veces desafíe la desgracia y la po­
breza le sirva de almohada.

— n —

Don Gabriel René Moreno fue pues un autor colonia­


lista de cepa española. Puede figurar al lado de los grandes
escritores americanos como Bello, Cuervo, Montalvo, pero
en grado menor, porque su obra se redujo exclusivamente
a los asuntos de su país y muy poco al resto del mundo.
A pesar de que gran parte de su vida literaria la pasó
en Chile apenas le recuerdan los bibliófilos. En Bolivia se
le considera el príncipe de las letras, porque en verdad na­
die escribió como él y porque fue escritor que tuvo lealtad
consigo mismo y con su oficio. No hizo fortuna y murió
pobre.
He aquí lo que dice Gonzalo Bulnes respecto de Mo­
reno: “Cuando cada país sudamericano tenga un investiga­
dor de la talla de Amunátegui, o un escritor, tan concienzu­
do como René Moreno consagrados a este tema, sólo enton­
ces habrá los elementos para determinar las razones genera­

— 83 —
T R I S T A N M A R O F

les del movimiento de 1810. Si a estas grandes cualidades de


investigador hubiera unido René Moreno otras iguales de
escritor, su nombre merecería figurar entre los más pre­
claros de la intelectualidad sudamericana. Pero su estilo
carece de brillo: la prolijidad del lenguaje lo torna difuso:
la frase carece de soltura, en ciertas ocasiones es oscura.
Pero sobre esos ligeros defectos resaltan el mérito intrín­
seco que es grande. Fuera de Chile René Moreno es mucho
más conocido que aquí. La materia de sus estudios hacía
que no tuviera público entre nosotros. Los escasos lectores
de este país no tenían motivo para interesarse por la biblio­
grafía perú-boliviana o por la historia especial del Alto Pe­
rú. Si este hombre concienzudo y paciente hubiese consa­
grado su gran esfuerzo de trabajo a nuestro país, hoy su
nombre estaría esculpido en la lista de los beneméritos ser­
vidores de la inteligencia nacional. Pero queriendo a Chile
como a su segunda patria no quiso defraudar a Bolivia de
su trabajo, y depositó en el altar de ella la labor de toda su
vida”. (Pág. 129, Gonzalo Bulnes, Daza y las Bases Chile­
nas, Ed. Universo, 1938. La Paz).
En realidad Moreno es el primer escritor profesional
boliviano que nace y muere escribiendo, no ejerciendo jamás
otro oficio; rarísima vez le ocupó el gobierno de Bolivia y
en una de esas ocasiones, cuando la guerra del Pacífico se
le encargó una misión confidencial cerca al Presidente Da­
za, seducido por las artes y amistad de Luis Salinas Vega.
Moreno por sus vinculaciones con personajes chilenos po­
día llevar a cabo tal misión y también porque era amigo
del ministro chileno Santa María. Al final Moreno, compro­
metido en circunstancias gravísimas de la guerra chileno-
boliviana-peruana, fue acusado de traidor y tuvo que ven­
tilarse un largo proceso ante las autoridades bolivianas pa­
ra probar que él quiso servir de vinculo de aproximación
entre el ministro chileno y Daza, con proposiciones favo­
rables a Bolivia si rompía la alianza con el Perú. Este es
un largo proceso de vindicación personal en el que sufre
Moreno, logrando obtener de la Corte Suprema de Sucre
un fallo absolutorio, pero de todas maneras las pasiones
políticas de esa época echaron lodo sobre la reputación del
escritor. (Para los interesados es recomendable leer las
páginas del libro “Daza y las Bases Chilenas” que hemos
citado anteriormente).
La mejor obra de Moreno a mi juicio, es la que lleva
el título de “Ultimos Días Coloniales del Alto Perú”. El au­
tor se detiene con fruición al escribir con fineza y acusada
gracia los perfiles de una sociedad que se deshace aventada
por los aires de la República, que ha vivido tres siglos a

— 84 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

la usanza española, con sus funcionarios peninsulares, sus


oidores, su corte, sus bachilleres revolucionarios, sus igle­
sias, sus fiestas y los discursos que perfuman el ambiente.
Es un libro de cierta belleza y nutrido de afecto que el au­
tor sentía por esa vida que se fue, colorida y hasta anec­
dótica, sin que la anécdota se deslice al humorismo. More­
no fue un caballero serio, protocolar y no le gustaba la
burla. Su ironía no se aparta de la gramática y de la bue­
na educación. Se ríe entre dientes.
“Matanzas de Yáñez” tiene dramatismo y carga la tin­
ta sobre un episodio muy frecuente en la historia de crí­
menes y asesinatos de este continente. Bastará referirse
a hechos recientes: los crímenes de Chuspipata durante el
gobierno de Villarroel; la orden del Presidente Alessandri
en Chile, para ejecutar más de una cincuentena de estu­
diantes fascistas en la “Caja de Seguros” después de que
se habían rendido y tenían las manos en alto; los fusila­
mientos realizados en Buenos Aires en pleno día y en los
cuarteles después de una asonada durante el gobierno del
general Aramburu para castigar sumariamente a los ofi­
ciales peronistas rendidos y vencidos; los crímenes del sar­
gento Batista en Cuba, tan horrorosos que su rival Fidel
Castro, saca ventaja y contrapartida, fusilando a su vez
por tandas de más de setecientos, entre oficiales, soldados
y civiles. Y no recordamos las ejecuciones en los países
centroamericanos, particularmente en Santo Domingo du­
rante los treinta años de dictadura del generalísimo Tru-
jillo, y los que se llevan a diario casi entodas partes al
calor "de la lucha y del odio.
No obstante los crímenes que realizó el sayón Yáñez,
en el gobierno del general Achá fueron atroces, fríamente
llevados a cabo, y el escritor Moreno los estudia con aten­
ción y escrupulosa paciencia, confrontando fechas y horas,
midiendo el tamaño de los periodicuchos de la época y ha­
ciendo examen prolijo de las declaraciones testificales para
que la veracidad de su libro sea inconmovible. El relato es
sereno y sin exageración. El drama de este hecho sangrien­
to brota espontáneamente hasta conmover y convencer, en
prosa elegante y recia.

— m —

El escritor Moreno pasa casi toda su vida fuera de su


patria, algunos años en Chuquisaca — a la que debe su for­
mación intelectual si anotamos lo que dicen Medinaceli y
otros biógrafos suyos como Prudencio Bustillo— revisando

— 85 —
T R I S T A N M A R O F

archivos y tomando notas, ausentándose a Chile donde ocu­


pa un cargo en la Biblioteca de Santiago hasta su muerte
Es indudable que Moreno fue el alma de la Biblioteca y que
puso pasión en su obra. No se le conoce ningún amor ni él
hace mención. Se dice que estuvo enamorado de dos her­
manas, habiéndole rechazado ambas cuando las pidió en
matrimonio, según asegura el historiador cruceño Vásquez
Machicado. Lo cierto es que su gran amor está en los in­
folios y a ellos les dedica su cariño, olvidándose de las mu­
jeres frívolas, para quienes todo escritor es ur.a carga pe­
sada, algunas veces insoportable, porque lee demasiado y
escribe... Don Gabriel, en cambio, es un catador de lo vie­
jo, de la noticia olvidada y proscrita por el tiempo, del do­
cumento auténtico que le sirva para el objetivo histórico.
Pero no es un amante completo en este sentido porque los
papeles que prefiere en su mayor parte se refieren a hechos
sociales y políticos, rara vez a confrontaciones económicas.
Interpreta pues la historia en corte antiguo, como estaba
de moda a fines del siglo pasado y hasta comienzos de!
siglo presente. Moreno no tiene idea del materialismo his­
tórico ni de las comprobaciones modernas, pese a que en
la fecha en que vivió eran ya populares en los medios in­
telectuales del mundo. Es verdad también que la interpre­
tación económica de la sociedad comienza a hacerse des­
pués de 1917, particularmente en Suramérica.
He aquí lo que dice el escritor Jaime Mendoza sobre
el carácter de Moreno en dos entrevistas que tuvo en San­
tiago de Chile el año 1907:
“Un día, al ir hablando sobre Bolivia, Arze Lacaze
me preguntó:
— ¿Conoce usted a don Gabriel René Moreno, que vi­
ve acá, en Santiago?
— No lo conozco — respondí.
— ¿ N o ?... Pero eso no puede ser... Es necesario
que usted lo conozca. Iremos juntos a visitarlo.
Yo asentí a la invitación de don Luis; él prosiguió:
—Habrá leído usted, por lo menos, alguna o algunas
obras de Moreno; ¿no es verdad?
Yo, entonces, avergonzado, confesé que no había leí­
do ninguna. Porque, en efecto, hasta ese momento, mis
ojos no habían visto ni una letra del autor de “Ultimos
días coloniales”.
Fui pues a ver a Moreno solo. Llegué a la casa; una
casa de modesta apariencia. Llamé. Salió a abrir una mu­
jer. Inquirí por Moreno. Ella preguntóme quién era yo.
Le entregué mi tarjeta. Invitóme a pasar a un pequeño

— 86 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

salón y desapareció. Esperé por unos momentos emocio­


nado, casi podría decir asustado. A poco se dibujó en la
puerta la figura de un señor de edad ya avanzada, de
luengos bigotes grises y de faz casi macilenta, con no sé
qué dureza en la mirada.
Comprendí que estaba ante Moreno, y saludé con res­
peto. El me correspondió cortésmente, mirándome con ai­
re de curiosidad. Yo, para explicarle mi presencia, me
apresuré a decirle que era de Sucre, que estaba ocasional­
mente en Santiago y que conociéndole a él por sus escri­
tos había considerado una obligación de mi parte ir a pre­
sentarle mis respetos. Agradecióme. Luego, cambiadas las
ineludibles frases de cortesía, díjome con una sonrisa que
me pareció irónica:
—¿De manera que usted me ha leído? Pues debe ser
usted uno de los poquísimos bolivianos que ha tenido la
paciencia...
Me sentí cohibido. Miré a Moreno; él, de su lado, me
miraba también, con unos ojos que parecían leer en el
fondo de mi alma. En realidad, yo acababa de mentir di-
ciéndole que había leído “sus escritos”, pues hasta la no­
che anterior, en que unos cuantos párrafos suyos me im­
presionaron tan hondamente no había visto nada de él.
Me repugnó esta suerte de simulación, y le dije:
—Yo no he leído, en verdad de usted, sino rnuy po­
co, poquísimo; pero eso que he leído me ha causado una
impresión que no puedo expresarle. .. Por eso, soy su ad­
mirador y deseo también ser su amigo.
Momentos después, no había ya en los ojos de More­
no la dureza que yo advirtiera en los primeros momentos.
Ei iba y venía a pasos mesurados y hablaba casi sin dis­
continuidad, deteniéndose a momentos frente a mí, que
permanecía sentado, para mirarme. Yo callaba.
Aquella charla era sobre Bolivia; mas, pronto, acabó
por ser exclusivamente sobre Sucre. Y —cosa del todcJ
inesperada para mí— Moreno, al ir hablando con cierta
amable volubilidad, cambió de pronto el tono y endilgó an­
te mis oídos una tremenda filípica contra esta ciudad. Yo
me quedé atónito. Recordaba mi lectura de la noche an­
terior y no podía creer lo que iba oyendo. Notaba en las
palabras de Moreno, a propósito de Sucre y sus gentes,
acritud, mofa y aun encono. Hubo un momento en que
estuve a punto de protestar y retirarme. Pero don Gabriel
no me daba tiempo. Hablaba sin interrupción. Por fin al
cabo de una sangrienta tirada de frases mordaces, otra
vez se detuvo ante mí, y luego de una breve pausa en que

— 87 —
T R I S T A N M A R O F

yo no acababa de descubrir la ironía o la ingenuidad, dí-


jome:
— Supongo que usted no se ofenderá por lo que di­
go. Digo la verdad...
—Yo observé:
—Hay mucho de cierto en lo que usted dice, pero...
—Pero usted cree que hablo con pasión. Bien. Es us­
ted joven y no tiene la experiencia necesaria para juzgar
debidamente estas cosas.
Aquel día me fui al Hotel Oado en un estado de áni­
mo realmente curioso. Cuando conté a Arze lo ocurrido,
él me dijo:
— No es raro. Don Gabriel está neurasténico...
Concluye Jaime Mendoza de esta manera, cuyo ai-
tículo lo reproducimos en síntesis:
Más tarde, en 1911, conociendo en París a Alcides
Arguedas, vi que tampoco él había leído ninguna obra de
Moreno hasta entonces. Traté de interesarlo en tan insig­
ne escritor. Después, Arguedas se ha hecho uno de sus
mayores admiradores.
Cumplo cierto ofrecimiento, aunque sólo fuese de ca­
rácter familiar, acerca del malhumorado Moreno, quien
allá en Santiago, hace luengos años, no me trató muy bien
que digamos en mi entrevista de aquella mañana; y, sobre
todo, no trató muy bien a Sucre, la ciudad a la que sin
embargo, supo consagrar en sus escritos, páginas de un
profundo sabor evocativo que ningún otro autor ha sabi­
do superar”.
(Del Boletín de la Sociedad Geográfica. — Sucre, febrero de 1937).

— IV —

Don Gabriel René Moreno es racista en el curso de su


obra; enemigo de las razas inferiores y como tal, menos­
precia a los mestizos que son la realidad viviente del país
y de América toda. He aquí los términos en que se expresa:
Las convicciones de René Moreno de absoluto acuer­
do con las de Nicómedes Antelo, son de que en Bolivia,
“el cerebro indígena y cerebro mestizo son celularmente
incapaces de concebir la libertad republicana con su altivez
deliberativa y sus prestaciones de civismo. Término medio,
esos cerebros pesan entre cinco, siete y diez onzas menos
que el cerebro de un blanco de pura raza. En la evolución
de la especie humana tal masa encefálica corresponde, fi­

— 88 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

siológicamente, a un período psíquico de dicha especie hoy


ya decrépita a un organismo mental raquítico de suyo pa­
ra resistir al frotamiento y choque de las fuerzas intelec­
tuales, económicas y políticas con que la civilización mo­
derna actúa dentro de la democracia. Esa raza de cobre ha
rendido ya sus pruebas secularmente. Su poder y su civi­
lización no resistieron en el imperio peruano al primer con­
tacto del poder y civilización de un grupo de blancos aven­
tureros. Su herencia es para nosotros nada. Ningún nuevo
factor, ni uno solo, ha aportado esa raza a la cultura ni al
concurso de la actividad moderna. El indio incásico no sir­
ve para nada. Pero, eso sí —y aquí la funesta deformidad—
representa en Bolivia una fuerza viviente, una masa de re­
sistencia pasiva, una induración concreta en las visceras del
organismo social. Los mestizos, casta híbrida y estéril para
la presente labor etnológica como el mulo para el transfor­
mismo de las especies asnal o caballar, los mestizos con su
tórax levantado por los apetitos y su espíritu uncido por
instinto al proselitismo del caudillaje, representan en la es­
pecie humana una variedad subalterna, que corresponde a
una degeneración confusa de la impetuosidad española y del
apocamiento indigenal. El cholo o mestizo no desempeña
en la economía sociológica boliviana los oficios de ningún
elemento renovador del organismo; y es visto en fisiología
que el organismo, por causas de su funcionamiento, expe­
rimenta una pérdida en la substancia donde manifestó su
vitalidad, pérdida que es urgente reparar. El cholo, es cé­
lula morosa por insuficiencia ingénita, o es célula perver­
tida juntamente por insuficiencia y por dolencia. Aun sa­
lido de su esfera por la educación y bajo influencias bené­
ficas, el cholo, a la menor solicitud de su interés o de sus
pasiones, descubre siempre que es cholo y cholo más per­
nicioso que el común ignorante. ¿Cabe alimaña más dañina
en la sociedad que el cholo abogado, ni gato montea más
rapaz y bravio que el cholo mandón? La propensión de la
casta tiende como es notorio al ocio, a la reyerta, al servi­
lismo y la intriga, gérmenes del bochinche y del caudillaje;
bien así como, de otro lado, la estupidez y amilanamiento
del indio incásico se amoldan a punto para perpetuar en la
sociedad el despotismo. Según esto, si por alguna manera
han de intervenir la indiada y la cholada en la evolución
progresiva de la sociabilidad boliviana, ha de ser necesa­
riamente por la vía pasiva de una desintegración más o
menos rápida, como productos secretorios vertidos en las
cavidades orgánicas del cuerpo social, como residuos arro­
jados en lo profundo de la economía, a fin de que se fran­
queen por ahí el depuramiento completo y la unificación

— 89 —
T R I S T A N M A R O F

caucásea de la raza nacional. En la concurrencia vital con


el europeo, o con el criollo de pura sangre, o con el que ya
logró salir del mestizaje por herencia derivada de felices se­
lecciones, aquella raza y esta casta tendrán que sucumbir
en la lucha por lo existencia, como están sucumbiendo hoy
y se extinguen a nuestra vista en Australia, hombres, plan­
tas y animales, precisamente porque las especies importa­
das y las especies nuevas ya aclimatadas poseen mejores
condiciones para la lucha”.
A renglón seguido se lee en el folleto “Sociología Bo­
liviana” de René Gabriel Moreno, Editorial “Cultura Boli­
viana”, Av. Roque Saenz Peña 760, Buenos Aires, 1936.—
Nicómedes Antelo afirmaba que entre indio neto de los lla­
nos y mestizo altoperuano, prefería al camba puro, dife­
renciándose en esto de Moreno, quien con más lógica y ri­
gor científico sostenía que en igualdad de circunstancias,
“el pernicioso atavismo es tan pertinaz en uno como en
otro caso. René Moreno, con todo su odio al mestizo, no
quería perder ese porcentaje de sangre blanca que tiene el
cholo, y que por tanto está ya en camino de enderezarse a
un blancamier.io progresivo. El cholo altoperuano, moral­
mente hablando podrá ser peor que el camba puro de los
llanos, pero en todo caso ya lleva dentr o de sí glóbulos de
la otra raza superior, de las cuales carece el camba y fo­
mentando el cruzamiento puede llegar a obtenerse una de­
finitiva unidad caucásea. Moreno, dentro de su lógica cien­
tífica, no vacilaba en virtud de lo expuesto, en preferir el
mestizo de la montana al camba ingenuo de los llanos, de
mejores cualidades y condiciones morales, pero inferior ét­
nicamente hablando”.
Estas más o menos son las ideas del escritor Moreno
sobre razas, que las transcribo in extenso del folleto citado
anteriormente bajo la firma del historiador Humberto Vás-
quez Machicado. Ahora bien: nada tan engañoso como eso
de hablar de razas puras e impuras. No las hay en Euro­
pa, menos en América. España era un mosaico de razas an­
tes de la conquista. Existen tipos de razas mezcladas hasta
lo infinito, como los frijoles, de distintos colores y matices
que conservan a duras penas algunos de sus caracteres so­
máticos, pero que siguen entremezclándose y produciendo
sujetos extraordinarios y variados, según la ley de Mendel
y los descubrimientos de las mutaciones bruscas de Bries,
sobre todo en América. ¿Entonces a qué hablar de razas
puras ? Esas razas sólo existen en la imaginación de los ra­
cistas, y Gabriel René Moreno como Nicómedes Antelo ha­
bían leído con pasión, posiblemente los escritos de Spencer,
de Darwin y de Gobineau. Ellos creían a pie firme que na­

— 90 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

da bueno tenían el mestizo y el indio y que la política bo­


liviana, y naturalmente su sociedad, estaban infiltrados de
mestizaje y que por esta causa se producían tremendas ca­
tástrofes. Pero si estos escritores hubieran tenido la pa­
ciencia de analizar la historia de los países europeos y asiá­
ticos en su evolución y cultura de siglos, habrían descu­
bierto las mismas taras que se les atribuye a los “mestizos
altoperuanos”. ¿Sin ir muy lejos conocieron la evolución del
pueblo estadounidense y la vida argentina antes de la pre­
sidencia de Roca? Lo que pasó por alto don Gabriel y su
amigo Antelo fue el desconocimiento de la pobreza y eco­
nomía de su propio país, atribuyéndoles a los bolivianos los
mismos defectos y vicios que señala el historiador Argue­
das muchos años después. No hay pueblos virtuosos ni si­
quiera honestos si son pobres. La cuestión de razas puras
e impuras cae por su base. Tal vez influya el color de la
piel como un grano de sal en el condimento.
El mestizo boliviano podía haber sido un gran elemen­
to si desde el comienzo de la República se presenta en la di­
rección de ella una élite, es decir una clase conductora, au­
daz, que luego del triunfo sobre los españoles coloniales
crea su propia industria y su comercio, sin distinción de pri­
vilegios. ¿ Pero quién entendía de economía en esos momen­
tos? El aspecto de la sociedad dirigente es pobrísimo al ex­
tremo de que el mariscal Sucre en cartas a Bolívar se queja
de que no puede llenar los cargos administrativos por falta
de personal competente. No hay directores ni conductores,
ni siquiera una centena de ciudadanos con instrucción supe­
rior, pese a que Bolivia en ese tiempo hereda las luces de
la famosa Universidad de Chuquisaca y se encuentra en me­
jor posición que sus vecinos, por su cultura y su saber.
Pero unos cuantos ciudadanos por más ilustres que sean
no constituyen una clase. Lo evidente es que no habían los
materiales humanos para esa clase. Esto tampoco es posi­
ble porque la dominación colonial se había opuesto tenaz­
mente al desarrollo de ciertas industrias que las considera­
ban madres y tenían su asiento en la metrópoli. Debe recor­
darse que aun ciertos productos como las almendras, los
olivos y las telas, tenían que importarse forzosamente de
España. La famosa Universidad de San Francisco Xavier
como las otras de Córdoba, de Lima o de México enseñaban
latinajos y se consideraban hombres cultos entonces, gra­
cias a su erudición aristotélica — el tribium y el cuadri-
bium— y a sus divagaciones teológicas que en realidad no
servían para nada.
América no había emergido del oscuro artesanado en
la industria, y eso con menosprecio social para los que lo

— 91 —
T R I S T A N M A R O F

ejercían, porque la regla era no hacer nada, vivir del seño­


río de la renta y del latín.
Ahora comprenderá el lector por qué no se formó una
clase industrial y comercial, recayendo naturalmente el tra.
bajo rudo y la manutención de la clase selecta sobre las es­
paldas sumisas de los indios, los cuales hacían producir la
tierra con métodos primitivos.

— V —

Gabriel René Moreno se distingue en el panorama na­


cional de las letras por su trabajo paciente, laborioso, in­
teligente y la preocupación que tiene por su tierra, aunque
ella sea in grata con él y lo olvide. Es uno de los pocos hom­
bres que se dedica al estudio desinteresadamente, sin logro
y sin provecho personal. Los demás conterráneos suyos so­
bresalen como politiquillos rapaces, vendedores de arroz,
de msíz, de papas o viles mercaderes al menudeo sin otra
preocupación que la fiesta y el santo. También los que ne­
gocian con los gobiernos. Los hay rojos, blancos o amari­
llos, según cambien los tiempos y el poder, con el exclusi­
va .objeto de hacer rápida fortuna y robar. La politiquería
es la fuente de donde han brotado la mayor parte de las
fortunas grandes y pequeñas en Bolivia. Aunque los de pri­
mera generación aparecen como ladrones y se les califique
de tales en todo sitio, al andar del tiempo, en una o dos
generaciones los habitantes se olvidan del delito puesto que
no hay sanción y la impunidad es una garantía. Entonces
aparecen los hacendados' y los nuevos rii.os con grandes ín­
fulas de que su fortuna la han hecho debido “a sus ahorros
y al trabajo honrado”. Concurren a. los ¡salones estas “gen­
tes honradas” acompañadas de sus birlochas convertidas
ya en damas de sociedad, distribuyendo mercedes y presen­
tes, aparentan costumbres caballerosas y gestos de caba­
llero, adelantándose en el pago y el saludo, muy dispuestos
a las genuflexiones que es la única manera de triunfar en
un medio chato. ¡He aquí la historia en síntesis de la buena
sociedad! a la que se ha llamado impropiamente burguesía.
Pero Gabriel René Moreno no se impacienta tanto por
estas gentes como por los desdichados mestizos, y el blanco
es igual al mestizo, si es pobre.

— 02 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

— VI —

Gabriel René Moreno, con perdón de los historiadores


cruceños, es una lámpara de biblioteca y de archivos; nada
lo deja olvidado; todo lo lee. Su pasión es la lectura de ho­
jas amarillentas que el tiempo ha borrado; folletos aue es­
criben políticos de uno u otro bando; porque el que cae,
es de lógica que escriba diatribas en ese lenguaje grotesco
americano; y el que sube, laudatorias al régimen que le
nutre y al cual succiona en forma vil. Unos y otros escri­
ben en términos usuales del paniaguado, invirtiendo toda
relación de verdad, a su sabor y gusto, según la pasión que
les domina. Así al mariscal Santa Cruz en la gloria del po­
der se le llamaba “protector”, y cuando cae, “insigne trai­
dor”. Al general Ballivián le tildan los amigos de Belzu de
incestuoso, déspota y “Napoleón de tocino”. En la embria­
guez del mando le adularon escribiendo que era la primera
espada de América.
En realidad la historia de Bolivia es la de unapueblo
pequeño, mediterráneo, perdido en las profundidades' de los
Andes, al cual los historiadores Moreno y Arguedas le han
compuesto el marco de un drama. Y no hay tal drama: se
trata de la evolución natural de una sociedad con escasa
cultura, que al independizarse de España juega el papel
de República sin estar madura ni tener e! temple para ello.
Moreno y Arguedas quieren o pretenden encontrar en los
caudillos bolivianos virtudes de los Gracos, tropezando con
gentecillas que ni siquiera tienen la sangre de bandidos de
calidad. Los dos padecen del equívoco de que un siglo o dos
son suficientes par?, formar y equipar una república; menos1
dejándola al azar, sin caminos, sin máquinas y s*^ alfabe­
to, y sin tiempo para crear una élite, lo que en el día se
llama clase dirigente.
Pero este no es solo mal de Bolivia; es el mal de Amé­
rica integra. Apenas si hoy se dan cuenta algunas nacio­
nes de la condición de atraso por el siglo perdido en diva­
gaciones lamentables, porque el dilema actual seríg, encon­
trarse a sí mismas: ser naciones.

— VII —
Gabriel René Moreno tiene sin embargo en el curso de
su obra grandes atisbos de estadista cuando dice: Si los
bolivianos o los que se llaman así se hubiesen dedicado a
la plantación de olivos tendrían ahora una fortuna mayor

— 93 —
T E I S T A N M A R O F

que la que dan la plata y el oro, porque esta riqueza es


permanente y aumenta con el tiempo. Moreno se irrita con
frecuencia de la política altoperuana como si un presidente
o diez fuesen dinastías; se encoleriza cuando encuentra la
doblez, la traición y la perfidia, atribuyéndolas a la raza
despreciable — engendro del diablo que puebla el altipla­
no— en lugar de anotarlo a su escaso desarrollo, a su falta
de organización y a su pobreza. Y las mismas cosas o peo­
res sucedieron en todos los pueblos y en todas las latitudes
con razas purísimas. Sucedió en España, y suficiente leer
el libro interesantísimo de Américo Castro: “La Realidad
Histórica de España y Origen, Ser y Existir de los Espa­
ñoles”, para darse cuenta que el escenario en pequeño es
el mismo. Miguel Enguindanos, escritor español exilado, po­
ne un ejemplo: En las cartillas españolas se leen estas fra­
ses retóricas: “Mi Patria es España. Yo soy español. Es­
paña es una nación de glorioso pasado a quien aguarda un
porvenir no menos glorioso”. Y Enguindanos, agrega: “Al
pensar que esta es la primera lección de españolidad que
reciben los niños en la escuela regentada por unos españo­
les que, según dicen en ¡Su propaganda, son los españoles
más españoles que ha habido nunca, no puedo evitar vol­
ver la vista atrás y recordar lo que un vilipendiado espa­
ñol de la anti-España, José Ortega y Gasset, creía que era
la patria: “Patria, ¡Divino nombre, que cada cual aplica a
bu manera! Por la mañana, cuando nos levantamos, repa­
samos brevemente la serie de ocupaciones más elevadas en
que vamos a emplear el día. Pues bien: para mí eso es pa­
tria; lo que por la mañana pensamos que tenemos que ha­
cer por la tarde”.
Hoy en día el mundo aparece pequeño y se conoce la
historia de la mayoría de los pueblos del planeta, que fue
casi igual, con variantes, guardando las justas proporcio­
nes. El escritor Moreno, famoso historiador boliviano, pa­
saba por alto la experiencia de otros países. Posiblemente
no ignoraba cómo de un pequeño grupo de ruricks a prin­
cipios del siglo X III se forma Moscú, llegando en pocos si­
glos a extenderse éstos a través de los territorios de Eu­
ropa y Asia, en busca de pieles y de sustento, huyendo de
las persecuciones del Zar. Cómo esos mismos rusos que
constituyen un conglomerado de razas, desde el caucásico
hasta el mongol, tan atrasados y torpes, soportando los go­
biernos más despóticos han logrado superarse hasta culmi­
nar y dominar las ideas occidentales y fabricar la bomba
atómica.
¿Qué sucede en cambio en estas tierras de América?
Soportan la conquista española y en tres siglos de servi­

— 94 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

dumbre va creándose una raza mestiza acostumbrada a to­


dos los ultrajes y las licencias como compensación de su
vida miserable, que era esta la única manera de comer. Más
tarde la República no la liberta sino en teoría y sobreviene
el escándalo de los alzamientos y motines que explicados
groseramente son una bendición, tanto para soldados como
para los desdichados habitantes que dormían en pieles de
oveja y se cubrían de harapos republicanos durante el día.
Esta no era la manera adecuada para que brotase espon­
táneamente la moralidad y la virtud en los pueblos.
En otros lugares de América los mestizos soportan
el hierro y la humillación de dictaduras de treinta años
como la de Porfirio Díaz en México; en el Paraguay la
de José Gaspar de Francia; en el Ecuador la de García
Moreno y Veintemillas; y en todas partes es lo mismo.
Pero el mexicano de la colonia o de la República es pa­
rejo al indio boliviano o peruano en su mentalidad: sumi­
so y paciente, trabaja durante el día, reza el rosario, se
encomienda a la virgen y obedece por igual al cura, al
militar y al abogado. Pero hay una diferencia fundamen­
tal en esta historia de los pueblos de América que silen­
cian los historiadores y los sociólogos no le dan impor­
tancia cabal, explotando apenas el sentido anecdótico o su
colorido: las dos sublevaciones que insurgen en el Alto
Perú son de pura raza autóctona cuando los blancos ren­
dían pleitesía al español y estaban de rodillas: las de los
Tupac Amaru y Catari, los cuales acaudillan masas indí­
genas y pretenden la corona, en un tiempo en que Amé­
rica no había soñado aun con su independencia.
Se nos dirá luego, que el mestizo en las luchas anda
pegado al blanco y combate al indio; muy natural, porque
el mestizo es producto de la ciudad y de la bastardía, sin
tener parte ni culpa en ello. Pero cuando entra en juego
más tarde su propio devenir, ya no es el mestizo humilde
y rendido sino el atrabiliario, que exige derechos sin ha­
ber logrado sazonada madurez. He aquí el quid de la cues­
tión. Ni Moreno ni Arguedas supieron interpretarlo, car­
gando en cambio la tinta en el análisis del racismo que
nada tiene que ver en el asunto principal.
Así el uno aparece castizo y brillante para la clase
acomodada, dueña de los destinos del país, y el otro re­
sentido, escritor sin profundidad, aunque eficaz en sus
diatribas y en sus juicios que aparentemente le dan la
razón, porque no hay nada tan vulnerable como hacer
crítica del mestizaje mal logrado.
Y finalmente si examinamos quiénes han sido los di­
rectores de opinión y presidentes de la República tene­

— 95 —
T R I S T A N M A R O F

mos eternamente a los blancos. Detrás del feroz Melga­


rejo está su secretario, el abogado Muñoz. Hoy día mis­
mo los obreros tienen como jefes al doctor Paz Estensso-
ro y al señor Lechín. No hay mestizos brillantes en la his­
toria nacional a no ser que se los tome como a tales al
mariscal Santa Cruz, al propio Belzu, a Saavedra o a Mon­
tes, y por encima de todos al protomártir Murillo. Y es­
to no porque se trate de raza sino de grados de cultura
y de calidades en la lucha social. A esta observación se
suma el hecho de que la mayoría de los presidentes de Bo­
livia han sido blancos de cepa. Ejemplos: Ballivián, Ve-
lasco, Linares, Achá, Frías, Campero, Baptista, Daza, Pa­
checo, Arce, Alonso, Pando, Gutiérrez Guerra, Siles, Toro,
Busch y los que siguen.

— VIH —

Hablar de razas es un absurdo que salta a la vista.


Blancos y mestizos son miserables en la escala zoológica
del altiplano y de la selva, apenas sobreviven y mal, con
menos de dos mil calorías en el cuerpo, supliendo con al­
cohol el déficit orgánico. Lo lamentable e inicuo es la cla­
se social minoritaria, en este u otro gobierno, que se apo­
dera de las riendas de mando disfrazándose muchas ve­
ces de “revolucionaria”, para usufructuar de las granje­
rias del poder.
No obstante todo lo que se diga de Gabriel René Mo­
reno, volvemos a repetir es un escritor rarísimo en el me­
dio, un investigador social para el cual las ideas valen
más que los quilates y las preeminencias de fortuna, en
pugna con los politiquillos de su tiempo, vacíos y sober­
bios que la historia los confina al silencio y al paraíso de
iniquidad donde actuaron.

— IX —

Tal vez como moralistas podíase elogiar a los histo­


riadores Moreno y Arguedas, pero es preciso recordar la
frase de Helvecio: “la gritería de los moralistas no cam­
biará ciertamente el universo moral”. Ambos responden al
tiempo donde les tocó actuar y se indignan de las tras-
gresiones muy frecuentes en la política criolla que, si co­

— 96 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

mienza brillante con Santa Cruz luego ingresa al período


de anarquía. Don Gabriel René Moreno atribuye esto a la
inmoralidad y al lastre de la raza mestiza pero debemos
saber que los que dirigen ia política son en su mayor
parte blancos, muchos de estirpe española y con muchos
títulos.
No sería mejor analizar un poco y llegar a esta con­
clusión: falta de cultura, porque no hay libros ni contac­
tos espirituales, Bolivia está separada del mar por un
desierto, y sólo la vida indígena es posible en medio de
lunares blancos. Y la realidad nos dice que después de
tres siglos de coloniaje en la nueva república las costum­
bres del Incanato están intactas. Y este otro fenómeno,
que ni los españoles ni los republicanos supieron aprove­
charlas.
La masa indígena permanece inerte, espera supera­
ción y órdenes. Pero el mestizo, por fin, libre de las tra­
bas españolas, se le antoja echar su carta a espadas, gro­
seramente; no obstante las leyes en esa época y las que
se proyectan, no son efectivas para la mayoría nacional
sino para la minoría ínfima que regodea en las ciudades
y sigue española hasta la médula. No tiene otro ejemplo ni
otro marco. Al mismo mariscal Sucre, criollo español le
gusta comer en bandejas de plata, y no digamos de Bo­
lívar que eclipsa con su personalidad a todos los pueblos
donde pone los pies, se hace servir por doncellas que arras­
tran su carro triunfal, y los políticos se quitan el privi­
legio de aplaudirle de hinojos, dejando a un lado los es­
critos de Voltaire y los manuales de Rousseau.
No hay en verdad interés colectivo y menos idea de
nación. Ella ha surgido de un hallazgo de la guerra y es
un presente de los generales que intervienen en la lucha.
No hay otra solución: el militarismo y una sociedad ren­
dida. Por eso Olañeta a pesar de su enorme talento que­
da rezagado y se convierte de creador de la república en
conspirador permanente. Será juzgado más tarde como
hombre intrigante, acomodaticio y desleal, y este juicio
es muy relativo. Olañeta tiene que luchar contra la ad­
versidad de su estrella porque no es militar sino togado;
él no sabe de armas ni tiene regimientos a sus órdenes;
posee en cambio su versatilidad y la palabra elocuente.
Y los pueblos sumisos y acostumbrados al mando quieren
una mano firme que debe brotar del cuartel.

— 97 —
T R I S T A N M A R O F

— X —

Rogamos al lector atendemos en una breve reminis­


cencia del pasado.
Los Incas habían ligado el interés del individuo con
el interés del Imperio. Los conquistadores tenían intere­
ses personales por encima de todas las cosas. Aquellos
que establecieron la República siguieron sus normas y
costumbres de tal manera que la clase inferior quedó
subordinada a otra parasitaria que vivía de ella. Esto es
lo que no se han atrevido a analizar ninguno de nuestros
historiadores que es preciso recalcar cuando uno se re­
fiere a la labor de la “inteligentzia” del país.
Lo que no dice Moreno es una verdad simple: el ré­
gimen republicano cambia de faz pero no de economía; a!
contrario esa economía se restringe e imprime su influen­
cia en las instituciones y en la sociedad. En lugar de la
economía colonial se inaugura el comercio de los ingleses
que producen artículos manufacturados que no elabora­
ba España ni Francia, trastornando totalmente el pano­
rama de América. La misma caída de Napoleón y ese odio
que sentía al inglés, se debe al bloqueo que establece el
emperador de Francia en Europa, tan estricto que se que­
man mercaderías inglesas en los puertos franceses. Y la
verdad es que la patria de Napoleón con todo su poderío
era incapaz de fabricarlas porque carecía de desarrollo in­
dustrial al igual de Inglaterra.
La independencia de América del Sur es obra de los
británicos en gran parte. Regimientos enteros de soldados
ingleses luchan en los campos americanos comandados
por oficiales de Albión en idioma de su país a las órdenes
de Bolívar y San Martín.
La economía de la colonia española simple y de es­
tructura feudalista, suficiente para abastecer las necesi­
dades de los pueblos indoamericanos, sin tener los ador­
nos del confort y lujo, pero estricta para una vida digna
y honesta, provinciana y sin complicaciones, que consis­
tía en levantarse temprano, comer y divagar, hacer dis­
cursos, oír misa y asistir a las procesiones y libar en las
fiestas religiosas y patrias, es interrumpida por los tam­
bores de la guerra de la independencia y los gritos liber­
tarios que logran la victoria después de una guerra enco­
nada y difícil.
Pero los pueblos libertados cuando comienzan a an­
dar en el escenario de la república se ven sin economía

— 98 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

que reemplace a la vieja, la cual los vinculaba de un con­


fín a otro, sin cultura tradicional y sin clase dirigente y
capaz, que ésta es producto de varias generaciones.
Ahora se explica fácilmente nuestras luchas intesti­
nas y el mal humor de los historiadores moralistas al ex­
plicar los fenómenos sociales, atribuyéndolos a la inferio­
ridad de los mestizos que, en realidad, son tan simples
como los habitantes blancos y con la misma ignorancia.
Todavía Bolivia, sepultada en los Andes, no se ha
libertado de los brazos feudales, aunque se diga que vive
en la “revolución”. Su economía sigue rampante y depen­
de de lo que le compre el extranjero, pues sólo posee un
producto exportable. No dispone de industria; su clase
dirigente es escasa, incapaz de realizar negocios al ritmo
mundial; le faltan capitales, y lo más grave, parece can­
cerada por el microbio de la politiquería menuda que le
hace perder el hilo de su destino y su estabilidad como
nación.
¿Qué es hoy Bolivia? Nación oscura y sin fortaleza
interior, aunque posea todos los recursos para vivir. Su
potencialidad de riqueza no le ha servido para desarro­
llarse. Sus productos los ha ido perdiendo a medida que
ellos se han cotizado en el mercado mundial, unas veces
en guerras internacionales y otras por la estulticia de los
gobernantes.
Es preciso pues tener el espíritu sereno para analizar
los males bolivianos a la luz de la razón, sin dejarse lle­
var por la pasión o el pesimismo a la manera de don Ga­
briel René Moreno y de Arguedas.
Queríamos estudiar a.1 escritor cruceño en su calidad
literaria pero es imposible abstraerse de incidir en las cau­
sas que generaron su crítica.

KN TORNO A UN ARTICULO SOBRE


CAHRIEL RENE MORENO

Con motivo de la publicación de unas notas sobre el


«wcrit.or Gabriel René Moreno en el diario “Progreso” de
Cruz, las mismas que aparecen ampliadas en este
volumen se produjo una discusión, no polémica, entre el
d o c to r Hernando Sanabria Fernández y el autor de “EN­
SAYOS” Tristán Marof. Para que el público lector dé su
ju ic io definitivo sobre este asunto insertamos tanto los ar­
tículos de Sanabria Fernández como los documentos anexos
que ho dieron a luz en esa oportunidad.

— 99 —
T R I S T A N M A R O F

Es interesante saber que en la opinión de los intelec­


tuales cruceños y del mismo rector de la Universidad don
Walter Suárez Landívar y los estudiantes, el nombre de
Moreno es intocable y así lo dijo el doctor Sanabria Fer­
nández, agregando: “Ni a San Lorenzo, patrono de 1a. ciu­
dad, ni a Gabriel René Moreno, se los puede tocar”. Y na­
da hay tan vulnerable que la obra de los escritores y si
son discutidos, mejor; quiere decir que aún después de
muertos se les aprecia y sus opiniones todavía tienen in­
terés. Momificarlos y convertirlos en mitos en nombre del
terruño es rendirles un homenaje demasiado pobre, y aún
con la admiración que se les profese, es práctica intelec­
tual en todas partes del mundo discutir sus ideas, que esa
y no otra es la labor de la cultura y de los pueblos.
No queremos cerrar estas líneas sin hacer la observa­
ción curiosa de que los intentos del doctor Hernando Sa­
nabria Fernández, del Rector de la Universidad don Wal­
ter Suárez Landívar y de los estudiantes cruceños lejos
de provocar simpatía en las clases populares de Santa
Cruz, incitándolas a la reprobación material por las notas
sobre Gabriel René Moreno, provocaron hasta cierto pun­
to el efecto contrario, pues en todos los círculos intelec­
tuales independientes se produjo más bien simpatía y de­
seo de conocer la obra del señor Moreno, invitándose al
autor de las notas a que dictase una conferencia. Sabido
es que la obra de Gabriel René Moreno no es popular y
muy raras personas, entre las intelectuales, la lian leído
en su integridad.
Es sumamente grato que el pueblo cruceño en sus
clases revolucionarias haya aplaudido la campaña de es­
clarecimiento sobre Moreno y que mujeres de gran espí­
ritu e inteligencia como Martha Urquidi hayan salido en
defensa de la libertad de pensamiento y en defensa del
autor Marof; lo mismo se puede decir del doctor Paz Jus-
tiniano y de tantos otros.
Finalmente, es obligación moral dar una muestra de
agradecimiento al director del diario cruceño “Crónica”,
profesor Oscar Céspedes, por su elevado criterio y el equi­
librio mental que demostró en todo el curso de la discu­
sión, abriendo las columnas de dicho diario a ambos con­
tendientes con absoluta independencia.

Santa Cruz, 3 de Marzo, 1961.

— 100 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

DOS CARTAS DIRIGIDAS


AL DIARIO “PROGRESO"
Dos cartas dirigidas a la Dirección de este vocero, re­
lativas a un artículo publicado en nuestra edición de gala
en homenaje al Cuarto Centenario de la Fundación de
nuestra ciudad acerca de la personalidad de don Gabriel
René Moreno. En la primera, suscrita por el Rector de la
Universidad doctor Walter Suárez Landívar, luego de fe­
licitársenos por la edición de aquel día, se nos pide cor-
tésmente enmendar conceptos de este artículo que se juz­
gan ofensivos al prestigio del ilustre escritor. En la segun­
da, proveniente de la Federación de Estudiantes de Secun­
daria, escrita en tono de exaltado civismo, se reitera el
pedido del Rector. Correspondiendo a estas solicitudes la
Dirección de “Progreso” deja establecido ante la opinión
pública lo siguiente:
PRIMERO.— El diario “Progreso”, ciñéndose a sus
principios de absoluta independencia informativa y críti­
ca, da cabida a todas las opiniones y en tal respecto cuen­
ta con colaboradores de reconocido prestigio intelectual.
Por tanto, los conceptos por ellos vertidos pueden ser per­
fectamente debatidos públicamente en nuestras páginas
que están abiertas a todos, sin exclusión alguna.
SEGUNDO.— El diario “Progreso” considera que la
personalidad y la obra de su autor de renombre pertene­
cen a la Cultura y que, por consiguiente, están sometidas
a un permanente debate esclarecedor de su importancia.
Lo contrario significaría encasillar el pensamiento intelec­
tual y desfigurar, justamente, uno de los sagrados objeti­
vos de la prensa democrática' la libre expresión de las
ideas.
TERCERO.— El diario “Progreso” lamenta que un
ensayo de carácter puramente literario no sea respondido
por enjuiciamientos de igual carácter y que se tenga que
recurrir a pronunciamientos que si bien trasuntan un as-
cendrado fervor cívico, no son precisamente la respuesta
adecuada contra una opinión particular. Considera opor­
tuno recordar que fue, cabalmente, el mismo Gabriel René
Moreno uno de los campeones continentales de la libertad
ile crítica en Suramérica y en nuestra patria.
CUARTO.— El diario “Progreso” declara, en home-
nnjc a nuestra Casa Superior de Estudios, que respeta pro­
fundamente la memoria del insigne escritor Gabriel René
Moreno, justamente calificado PRINCIPE DE LAS LE-

— 101 —
T R I S T A N M A R O F

TRAS BOLIVIANAS, y anuncia que como una prueba de


su admiración por este autor transcribirá en sus edicio­
nes dominicales, a partir de esta semana, párrafos escogi­
dos de su obra literaria.
QUINTO.— El diario “Progreso” establece, finalmen­
te, ante una afirmación de los directivos de la Federación
de Estudiantes de Secundaria, que nos previene de faltar
a la hospitalidad que nos brinda esta tierra, que es una em­
presa editora de carácter nacional que cuenta en su plan­
tel de talleres y de redacción con trabajadores de todos los
confines de la patria y que se encuentran en Santa Cruz,
no gozando de una hospitalidad adecuada para extranje­
ros o turistas en tránsito, sino gozando de todos los privi­
legios que nuestra Carta Magna otorga por igual para to­
dos los bolivianos.
Conviene tal vez informar a estos noveles dirigentes
que nuestro personal de Redacción se halla formado casi
en su integridad por jóvenes intelectuales crúcenos que
honran al periodismo nacional.

IMPORTANTE ACLARACION

Santa Cruz, 3 de marzo de 1961.


Señor Dn.
Raúl Villamil, Director de “Progreso”.
Ciudad.
Señor Director:
Declaro que el autor del artículo, aparecido en el dia­
rio de su dirección, el día 26 de febrero próximo pasado,
sobre el escritor don Gabriel René Moreno, soy yo, habién­
dose omitido mi nombre. Al ocuparme del famoso escrito/1
Moreno, al cual admiro y leído desde mi juventud, lo he
hecho con un sentido profundamente humano y en el pla­
no intelectual.
No creo que haya incurrido en ninguna irreverencia
ni usado adjetivo alguno que pudiera dañar su personali­
dad consagrada por la Historia.
Creo, por otra parte, que historiadores como Morena,
Arguedas y otros, deben ser estudiados a la luz de la vida
desde todos los puntos de vista. Lo contrario sería rendir­
les homenaje burocrático, del cual estoy ausente.
Saludo a Ud. con toda atención.
Tristán Marof.
— 102 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

CARTAS DEL RECTOR DE LA UNIVERSIDAD


GABRIEL RENE MORENO Y DE LA FEDERACION
DE ESTUDIANTES DE SECUNDARIA DE
SANTA CRUZ

Al señor Director de “Progreso”.


Presente.
Señor Director:
La edición especial del diario de su digna dirección,
hecha con motivo del cuarto centenario de la fundación
de esta ciudad, ha resultado magnífica, tanto por su am­
plitud como por lo variado del material literario y gráfico.
Me permito felicitarlo por ello.
Lamentablemente, en dicha edición se ha registrado
un artículo sobre la personalidad del insigne polígrafo,
maestro epónimo de la Universidad e ilustre hijo de esta
tierra, Gabriel René Moreno, en el que se vierten concep­
tos que menoscaban aquella egregia personalidad. Tales
conceptos son tanto más extraños y hasta ofensivos cuan­
to se considera que aparecen en un órgano de prensa de la
propia tierna natal del procer y en ocasión que en ella se
conmemora un acontecimiento como el antes aludido. Por
mucho que se quiera en el artículo cohonestar la mala in­
tención, en él se revela una actitud que no puede menos
de suscitar naturales reacciones.
Con la serenidad y la seriedad que cabe a sus altas
funciones, la Universidad que me honro en dirigir hace
notar a Ud. su extrañeza por la publicación aludida y se
permite rogarle quiera procurar la enmienda de! lamen­
table hecho producido.
Aunque ingrata \ a ocasión, valga ella para manifes­
tarle que cuenta siempre con la simpatía de esta casa de
estudios y la personal estimación del Rector que suscribe
y presenta el testimonio de su atención distinguida.
Dr. Wálter Suárez Landívar
Rector.

Santa Cruz, 2 de marzo de 1961.


Señor Director del diario “Progreso”.
Presente.
Con verdadero asombro hemos leído en el diario de
hu dirección de fecha 26 de febrero ppdo., un infortunado

— 103 —
T R I S T A N M A R O F

artículo que lleva por título: “Gabriel René Moreno, escri­


tor polifacético”. Como estamos seguros que el contenido
de dicho artículo no es el sentimiento de “Progreso”, si no
el producto de resentimientos atávicos de alguien que no
pudiendo llegar a la altura del Príncipe de las Letras Bo­
livianas, trata de enlodar su figura, en vez de superarle co­
mo lo haría quien tenga espíritu noble.
Es más extraña la actitud del articulista si conside­
ramos que su blasfemia ha sido lanzada contra una de las
glorias cruceñas, precisamente en la conmemoración del
Cuarto Centenario de nuestra ciudad, por lo que pedimos
a Ud. una aclaración al respecto, pues queremos suponer
que ese órgano periodístico no querrá complicarse con los
dislates del articulista y mucho menos faltar a la hospita­
lidad que les brinda esta tierra.
Con este motivo saludamos a Ud. atentamente.
Pedro Hurtado Montalván, Secretario de Gobierno
FES.; Luis del Río Chávez, Secretario Relaciones.

RENUNCIA DE NUESTRO DIRECTOR


RAUL VILLAMIL LANZA
Luego de haber organizado la empresa periodística
“Progreso”, creyendo contribuir con un aporte industrial
que beneficiaría a la intelectualidad cruceña que al con­
tar con un instrumento democrático de expresión de sus
ideas y difusión de sus inquietudes personales y colecti­
vas, elevaría el nivel de cultura de este jirón de la patria,
me veo en el duro trance de tener que dejar la Dirección,
porque acontecimientos derivados de nuestra posición in­
dependiente en la más amplia acepción de la palabra, tra­
tan de coartar la conquista más preciada de la prensa que
es la de manifestar libremente el pensamiento.
Debo declarar, sin embargo, que asumo esta actitud
no al impacto de pasiones políticas o sectarias, sino sensi­
blemente por la reacción que ha suscitado un Ensayo Li­
terario publicado en “Progreso” referente a la personali­
dad del escritor Gabriel René Moreno.
No habría cedido un solo palmo de terreno ni renun­
ciado a la Dirección de este periódico si los motivos que
han determinado mi actitud hubiesen provenido, repito, de

— 104 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

una reacción de orden material; por el contrario, habría


respondido enérgicamente a una presión de esta natura­
leza. Pero cuando se pretende coartar a la prensa desde el
alto tribunal que es una Universidad que por su propia
naturaleza debiera ser un centro permanente de renova­
ción ideológica, no se puede menos que protestar pública­
mente saliendo en defensa de la cultura cuyo cimiento de
superación se basa en el ejercicio de la libertad. Mi renun­
cia es pues, una protesta contra los que quieren acallar
el pensamiento. Y esta actitud mía coincide con mi espí­
ritu libre y sin trabas, sin prejuicios, tolerante con las ideas
ajenas y amplísimo en el mundo real en que vivimos y
luchamos.
Cúmpleme declarar en esta oportunidad que, estando
constituida esta empresa periodística con el aporte de otros
accionistas, no puedo comprometer con mi posición la suer­
te de ellos, porque personalmente no estoy dispuesto a
transigir con presiones de ninguna naturaleza, por lo cual
he transferido de mutuo acuerdo mi activo a mis socios,
los que quedan en plena libertad para darle a la empresa
el rumba que más les convenga.
Eaú! Villamil L.

FRENTE A UN VOTO RESOLUTIVO


DE LA F.U.L.
Un voto resolutivo de la FUL de esta ciudad, publica­
do en “Progreso”, en su edición del domingo pasado en
señal de protesta por un artículo insertado sobre la per­
sonalidad de Gabriel René Moreno, en el número de gala
del mismo diario del 26 de febrero, nos llama a hacer al­
gunas reflexiones por los conceptos impropios vertidos en
él, acerca del autor declarado del artículo en cuestión, Tris­
tán Marof.
Desde luego es lamentable que elementos universita­
rios que ocupan puestos directivos en una Casa de Cultu­
ra no tengan a mano sino el insulto fácil y la procacidad
para pronunciarse en este asunto y brille por su ausencia
en su nota un enfoque de carácter netamente intelectual.
Tristán Marof no es un escritorzuelo improvisado ni un
crítico de última fila para ser tratado en esos términos.
Tristán Marof es un escritor de muy bien ganado prestigio

— 105 —
T R I S T A N M A R O F

continental, con una trayectoria de más de 40 años al ser­


vicio de la cultura y la redención, social de su pueblo. Sus
obras han tenido decisiva influencia dentro del pensamien­
to filosófico y social boliviano.
Sus múltiples obras, novelas, ensayos sociológicos y
políticos, en los que hace agudo análisis de nuestro me­
dio, de sus taras y de sus virtudes, alguna vez serán orgu­
llo del pensamiento boliviano. Pocos son los escritores bo­
livianos conocidos en el exterior y entre ellos se halla pre­
cisamente Marof. Todo esto le otorga suficiente autoridad
moral e intelectual para ocuparse de la personalidad de
otro gran hombre de Bolivia: Gabriel René Moreno.
Si de algo pudiera tildarse el ensayo que ha suscitado
tantos resquemores, no es precisamente de lo que arguyen
sus críticos, sino de ser un ensayo fragmentario, apenas
algunas breves notas sobre el insigne Moreno, esto se ex­
plica por tratarse simplemente de una parte integrante de
una obra que prepara Marof sobre Gabriel René Moreno.
Es preciso recordar que Bolivia ha sufrido un enorme
atraso en materia intelectual, debido en gran parte a la
falta de críticos de ideas renovadas y amplia cultura, que
estén al tanto de las escuelas literarias universales. Todas
las corrientes literarias han llegado, por esta y otras ra­
zones, con varias décadas de atraso a Bolivia.
Es curioso anotar por ejemplo, que mientras en Eu­
ropa se sucedían varias corrientes literarias, en Bolivia se
siguió cultivando el romanticismo en la poesía y la nove­
la, durante 50 años.
Ha habido una lamentable ausencia de verdaderos
críticos literarios en Bolivia. El resultado no se ha deja­
do esperar, la mayoría de nuestros escritores se han de­
tenido en viejos moldes, por falta de una crítica saludable,
no han superado sus fallas y pronto la crítica continental
por poco ha eliminado a Bolivia del mundo de las letras,
lo cual es fácil comprobar hojeando a las antologías lati­
noamericanas y también universales, donde no figuran por
lo general, los escritores bolivianos.
A veces uno o dos se salvan, de este olvido, y en oca­
siones los hacen aparecer con distinta nacionalidad, como
suele ocurrir con Ricardo Jaimes Freyre y Ricardo Mujía.
Los buenos escritores bolivianos han sido siempre gran­
des solitarios. Sin crítica realmente valedera para apre­
ciar su producción, en un ambiente ajeno y hasta hostil
a toda manifestación cultural. Gabriel René Moreno, tam­
bién fue uno de éstos, razón por la que, probablemente,
decidió exilarse en Chile por largos años.

— 106 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

Todo enjuiciamiento crítico de nuestras glorias litera­


rias debe ser bien recibido sobre todo si viene de una men­
te capacitada para ello. Un enfoque sobre la vida íntima
de un escritor no puede considerarse como una “blasfe­
mia”. Es precisamente lo que por un momento nos devuel­
ve el toque humano de un escritor desaparecido, lo que le
acerca a! lector y capta su simpatía.
¿Qué gloria le ha restado el articulista de “Progreso”
a Gabriel René Moreno al anotar que éste era malhumo­
rado y no se casó nunca?
No es posible que los universitarios de la FUL se con­
viertan en nuevos inquisidores y quieran condenar al vie­
jo maestro Marof, que “con amor e ironía” estudia las fa­
cetas de Gabriel René Moreno.
No es propio de universitarios ni de jóvenes.

Martha Urquidi de Suáre*

EN TORNO A LA FIGURA DE
GABRIEL RENE MORENO

(De el diario “Crónica” de Santa Cruz)

(Desde hoy damos a publicidad comentarios explicativos


de los puntos de vista, desde donde puede ser enfocada la
figura epónima de Dn. Gabriel René Moreno).
GABRIEL RENE MORENO Y UNA EXPLICACION
DEBIDA
Escribe: Hernando Sanabria Fernández

Como es de dominio público, en días pasados el dia­


rio local “Progreso” dio a publicidad un artículo sin firma,
en el que se vertían conceptos que fueron reputados por
lesivos a la personalidad y la obra del gran polígrafo bo­
liviano, honra y prez de la tierra donde nació, D. Gabriel
René Moreno. Dicho artículo hubo de suscitar disgustos y
contrariedades en el seno de la Universidad, muy explica­
bles por cierto de parte de una institución que tiene a Mo­
reno como su maestro epónimo.
Con la hidalguía y la rectitud moral que cumplen al
cuerpo de redacción de un órgano periodístico de la cali­
dad de “Progreso”, en las columnas de éste apareció ha

— 107 —
T R I S T A N M A R O F

poco una nota donde se declaraba que la dirección y redac­


ción no eran partícipes de los juicios del articulista. Para
confirmarlo, éste se dió a conocer, asumiendo responsabi­
lidades, bajo el nombre de Tristán Marof.
Tanto en la nota de redacción como en la de identi­
ficación del articulista, tras de manifestar no haberse da­
ñado en lo más mínimo la personalidad de Moreno, ni dicho
cosa alguna que menoscabe su obra, haciendo hincapié en
la libertad de expresión y otros asertos de igual naturale­
za, agregábase que, en este orden de cosas, no había lu­
gar a rectificación alguna y si, más bien, al debate doctri­
nal con su consiguiente aporte de argumentaciones en pro
y en contra. Esto último, dicho en otras palabras, equiva­
lía a manifestar que, dentro de las incidencias del debate
doctrinal o lo que quiera llamársele y en bien de la liber­
tad de expresión, las columnas del diario podrían dar ca­
bida a versiones sobre la personalidad de Moreno como las
ya vertidas por el articulista que por propia voluntad re­
velaba su identidad.
Quien esto escribe no puede menos de dar por incues­
tionable, y hasta sagrado, aquello de la libertad de expre­
sión, con sus nobles concomitantes la tolerancia y el res­
peto por las ideas y las personas que las emiten. Lo ha sus­
tentado y practicado así en todos los actos de su vida, y
máxime en los que le cupo actuar como periodista, y de
ello se precia y envanece.
Pero aquí la situación personal del que suscribe: Por
una parte, redactor con funciones de alguna jerarquía en
el diario “Progreso”, y por otra, catedrático y director del
Departamento de Extensión Cultural de la Universidad.
Ello implicaba pertenecer a dos entidades que por razones
que recíprocamente les asisten, habían de sostener posicio­
nes opuestas, o por lo menos no afines. Continuar en am­
bas habría significado una dualidad poco decorosa y equí­
voca para un hombre. Y lamentándolo de veras, vime for­
zado a dejar de pertenecer a un cuerpo de redacción don­
de sólo había encontrado ambiente cultural y cordial de
categoría, trato recíproco de simpatía y amabilidad y gra­
tas experiencias llamadas a perdurar por el lado de los
afectos y los reconocimientos.
Desligado de aquellas funciones, por fuerza de 'as cir­
cunstancias anotadas, es llegado el caso de formular mia
puntos de vista con respecto a los conceptos vertidos en
el artículo que es materia de disconformidad en el seno de
nuestra casa superior de estudios.
Reiterando plenamente mis respetos por las ideas aje­
nas, debo manifestar que hallo por lo menos erróneas las

— 108 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

apreciaciones sobre la personalidad de Moreno vertidas


por el señor Marof, escritor de prestigio en quien reco­
nozco méritos que no es dado menoscabar. A tales apre­
ciaciones van las referencias que se apuntan a continua­
ción, empezando por transcribir a la letra, los términos en
que aquéllas están contenidas.
1’— Dice el señor Marof: “Sus obras son interesan­
tes porque descubren muchas cosas “vedadas” e incógni­
tas que el “pudor” las tiene recogidas”.
Hasta donde lógica y discretamente es dable interpre­
tar lo transcrito, resulta que Moreno, so capa de historiar,
aventó secretos íntimos de personas, ya que no puede ima­
ginárselos de otra naturaleza, con transgresión de las re­
glas humanas que rigen la probidad y el pudor. De allí a
calificarle de infidente e impúdico sólo dista un paso.
Quienquiera que lea la múltiple obra de Moreno, por
prevenido que esté en su contra, no hallará página algu­
na en la que se haya ido contra las secretas intimidades,
Bun de sus más enconados enemigos, y menos revelado
cosas que el pudor tiene vedadas.
2”— Continúa el señor Marof: ‘‘Gabriel René Moreno
se distingue como escritor castizo, purista y estilista AL
DECIR QUE TODOS LOS BOLIVIANOS QUE POR LO
GENERAL Y POR LA MEZCLA DE RAZAS AUTOCTO­
NAS NO MANEJAN EL LENGUAJE CON PULCRITUD.
De lo expresado se deduce con la mayor naturalidad
que sólo los bolivianos, por razón de ser impuleros en el
lenguaje, somos los únicos que consideramos a Moreno co­
mo escritor castizo, purista y estilista. Otros individuos
de otros países, no. Entiéndase bien.
Glosando a las derechas, aunque en lenguaje impul­
cro, como buen boliviano que es quien esto escribe, sólo
a quien habla mal el castellano puede ocurrírsele el desa­
tino de que Moreno sea escritor castizo, etc. Trasladado a
términos corrientes y para estar al conocido aforismo, “en
tierra de ciegos el tuerto es rey”. En el caso, Moreno sería
el tuerto y nosotros, bolivianos, los ciegos.
Desaprensiva o deliberadamente, el señor Marof ol­
vida que la fama de Moreno como escritor castizo, purista
y estilista (son términos suyos), no es exclusiva de noso­
tros los bolivianos, ni siquiera le nació en su patria de na­
cimiento y hondas afectividades. Fama tal nos llegó de
nfuera, cuando ya había trascendido desde Chile, donde
vivió y trabajó, y extendídose por América hasta llegar a
España. Sobre su corrección, pureza y elegancia en el ma­
nejo del idioma ya se ocuparon, antes que boliviano algu­

— 109 —
T R I S T A N M A R O F

no lo hiciera, escritores y críticos de tanta nombradía y


fama como Barros Arana, Ricardo Palma, Rafael M. Ba-
ralt y, en España, Menéndez Pelayo, a quien colaboró en
la compilación de la ANTOLOGIA DE POETAS HISPA­
NO AMERICANOS.
Por sí el caso llega, dispuestos estamos a probar lo
declarado con la cita bibliográfica fehaciente y precisa.
3°— Agrega el señor Marof: “Puede que esto sea ver­
dad” (se refiere al purismo, casticidad y elegancia de los
escritos de Moreno). La corta frase equivale a decir en
buen romance que no está cerca de admitir lo de la debati­
da cualidad insigne del escritor.
Dejando otra vez constancia del respeto que nos mere­
ce la opinión ajena, libre o no de admitir especies como la
observada, pasamos a transcribir lo que a renglón seguido
apunta el señor Marof: “ .. .nada hay tan revolucionario co­
mo el lenguaje, y NADA TAN PESADO QUE AQUEL ES­
CRITOR QUE SE CIÑE A LAS REGLAS GRAMATICA­
LES ESTRICTAMENTE, SIN MATIZ Y CON LA ALE­
GRIA DE TRANSGREDIRLO”.
Concedemos una y mil veces al señor Marof de que sea
alegre transgredir las reglas gramaticales. Pero ha de ser
a condición de que él, por su parte, nos conceda también de
que no es defecto en nadie escribir con alguna corrección
gramatical y de que ello no se impute a Moreno como un
defecto.
Seguidamente entra en una serie de consideraciones,
que se apartan no poco de lo principal, sólo para afirmar
que escribir en buen castellano implica una tacha. Ello lle­
va a deducir que la intención fue restar a Moreno ese gran
mérito suyo, uno entre muchos.
Discurriendo por el campo de la crítica al purismo y
buen decir, hace excepción de aquella a escritores que se­
guramente son de su predilección. Pero quieren los buenos
hados que los honrosamente excluidos por el señor Marof
de su varapalo, han sido y son modelos de corrección en el
lenguaje y pureza en la dicción. Y hace la casualidad que
uno de ellos, Salvador de Madariaga, se haya referido a
Moreno con elogiosos términos en las notas bibliográficas
de su CUADRO'HISTORICO DE LAS INDIAS.
4'1— Cierra el señor Marof el primer aparte de su ar­
tículo con estas expresiones: “No es el purismo del lengua­
je lo que hace la fama, ni la gloria de un escritor”.
La alusión es clara y directa a Moreno, y en tomo a
ella no cabe más comentario.
5 »— “Don Gabriel René Moreno fue un autor COLO­
NIALISTA ... Puede figurar al lado de los grandes escri­

— 11 0 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

tores americanos como Bello, Cuervo, Montalvo, aunque en


grado menor, porque su obra se redujo EXCLUSIVAMEN­
TE a los asuntos de su país”.
Pasando por alto la velada intención del epíteto “colo­
nialista” y atribuyendo a éste nada más que la calidad de
abstruso, conviene referirse a la última afirmación, injus­
ta, errónea y punto menos que maliciosa.
A la entrada se advierte que es un demérito en Moreno
haberse ocupado sólo de los asuntos de su patria. Bien pue­
de leerse entre líneas que esta restricción es atribuible a
la capacidad, limitada de su intelecto. Tal lo induce a calar
la comparación hecha con los ingenios americanos que se
nombra y la frase comparativa de "en grado menor”.
Vistas las cosas de modo recto y sin esguinces de mal
propósito, el que Moreno sólo se haya ocupado de los asun­
tos de su Patria, no constituye, no puede constituir, detri­
mento alguno de su obra. Por el contrario, ello realza su fi­
gura en cuanto es señal de patriotismo y abona su trabajo,
dedicado sólo a aquello que le era conocido y sobre lo cual
tenía autoridad para juzgar.
Pero eso no es todo, o mejor, no es lo capital de la cues­
tión. Como no lo ignora el señor Marof, la vitalidad y mag­
nificencia de una obra literaria y, por ende, su trascenden­
cia y celebridad, no están en relación ni determinadas por
la dimensión de nacionalidades. Una obra, sí es grande en
sí, aunque su temática esté contenida dentro de los restric­
tos ámbitos de un país, rebasa las fronteras, tarde o tem­
prano, se adentra en las mentalidades y se apodera de las
sensibilidades, hasta constituirse en obra de universalidad.
No es el tema nacional, ni mucho menos la nación misma,
lo que da la medida de la grandeza y dispone la valía de
una obra. Esto lo da el genio que inspira, la fuerza creadora
que realiza y la luminosa disposición de los elementos con
que se labora.
El señor Marof menciona en su artículo a escritores
españoles cuya obra ejemplariza el aserto anterior. Valga la
ocasión para tomarlos por paradigmas de lo aseverado. Cer­
vantes compuso una obra españolísima en el terna, la expre­
sión y la animación del elemento humano: el Quijote. Ello
no impidió que ganara notoriedad y adquiriese luego las di­
mensiones de lo universal. Angel Ganivet y Joaquín Costa,
en el pasado siglo, sólo escribieron sobre cosas de Esraña,
pero sus escritos gozan aún hasta hoy de renombre y pres­
tigio y siguen teniendo lectores en ambos continentes.
Tal nuestro Moreno, guardando las naturales distancias.
Pero yerra quien dice de él haberse reducido a “asun­
tos de su país y muy poco al resto del mundo”. Del centenar

— 111 —
T E I S T A S M A R O F

de escritos, entre libros completos, monografías, ensayos,


notas bibliográficas y artículos varios que dió a publicidad
en su larga vida literaria, la tercera parte, por lo menos,
versan sobre temas no atinentes a Bolivia. Los hay en ma­
teria histórica, sociológica, política internacional, crítica li­
teraria, etc.
Vayan estas muestras, tomadas al azar y con sendas
referencias a aquellas disciplinas de saber humano: LA
PREVARICACION DE RIVADAVIA, LA UNION AMERI­
CANA, LETRAS ARGENTINAS, EL CACIQUISMO EN
LA AMERICA LATINA y los doctos cuanto menos estu­
dios sobre el teatro francés del siglo X IX en la interpreta­
ción de Sara Bernhardt, sobre Arcesio Escobar y la poesía
colombiana y sobre Francisco de Rioja y la lírica española
del siglo XVT. Fuera de muchos más, son los primeros que
se nos vienen a la memoria, y con ello queda demostrada la
inexactitud de lo afirmado por el señor Marof.
6 "— Comenta el mismo señor: "A pesar de que gran
parte de su vida la pasó en Chile, apenas le recuerdan los
bibliófilos”.
Maliciosa negación! Con ella quiere dar a entender que
nadie en aquel país le toma en cuenta, si se exceptúa a los
anticuarios del libro, lo cual no puede ser sino por conse­
cuencia del ningún mérito de la obra de Moreno. Si algún
mérito tuviera —tal es el aserto en su sentido derecho— le
recordarían allí y tendrían en estima.
Esta otra afirmación del señor Marof carece de funda­
mento, y es lo menos que puede decirse. Chile guarda de
Moreno recuerdos respetuosos y perdurables. Una escuela
y, si no estamos mal informados, una calle de Santiago lle­
van su nombre. En lo que fue el Instituto Nacional, su me­
moria es venerada. Los escritores, y no sólo los bibliófilos,
le conocen y le mencionan cuando el caso es llegado. Le leen
los investigadores, los estudiantes y los amantes de la bue­
na lectura. Su LITERATURA PRECEPTIVA es todavía li­
bro de texto.
Lo afirmamos así con el testimonio de dos notables es­
critores chilenos de los presentes días: El poeta Víctor Do­
mingo Silva y el historiador y sociólogo Ricardo Latcham.
Ultimamente, dos jóvenes universitarios, los señores Ariel
Peralta y Pedro Godoy, en jira por América, vinieron has­
ta Santa Cruz, hace apenas un mes, sólo por conocer el pue­
blo donde nació el escritor boliviano que tantas y tan lumi­
nosas huellas dejó en el país donde hizo su carrera lite­
raria (*).
(*) Estos señores viajaron a Santa Cruz a una conferencia de
ideas comunistas. Engañaron al Sr. Sanabria.

— 112 —
K N S A Y O S Y C R I T I C A

¿Qué significa todo ello? ¿Que en Chile sólo le recuer­


dan ios bibliófilos?
7 »— “En Bolivia se le considera el Príncipe de las Le­
tras Bolivianas”.
Esta es otra afirmación tan errónea como malinten­
cionada,. Se repite en ella la tendenciosa propensión, ya ad­
vertida anteriormente, de atribuir sólo a Bolivia y a los bo­
livianos la glorificación de Moreno, siendo así que, más allá
<>'; nuestras fronteras, “apenas le conocen los bibliófilos”,
vale decir que es un don Nadie, o un poquitín más a lo
sumo.
Pero es menester recordar que el titulo de “Príncipe
•le las I/etras Bolivianas” no le fue dado en Bolivia, o para
decirlo con más propiedad, no tiene origen boliviano. Quien
le usó m r primera vea. &i«d?endo a su prócera firrura y a
su ;<tilda da obra, fue el celebrado escritor chileno D. Gon­
zalo Bu’nes. en artículo necro’ógico publicado en “El Mer­
curio” de Valparaíso, en el mes ríe mayo de 1008. Otro es­
critor extranjero que le aludió c-on el nrsmo elefante trono,
antes eme boliviano alnrrm lo hrbiera hecho, fue el colon-i.
b>nno Max Grillo, al rrologar ’a repd’c’ón de AYACTtctjO
EN BUENOS AJRF!S, hecha er Madrid por la Editorial
A.niérica, e! año 1917.
De lo anotado resalta con claridad roerían», trie no
rtó’n en Bolivia se “considera” a Moreno como dueño, v muv
dueño, de fique’ honroso tifcr’o La afirma.c'ón en contrario
i*o se explica sino por prevenida intención de apocar la fi.
gura del Maestro.
’ 8°— “Nace y mwe»e escribiendo.
Esta frase, o implica una bnr1?., anenas disimulada. o
c.8 resultado de itna ligereza. Juzgado el caso con ecuánime
criterio, éste no puede ríenos de inclinarse ñor lo seenmdo,
¡mes Moreno t o 1 rodí?. ¡mfw venido al mundo con la pluma
• n la mano y llenado cuartillas.
Prosigue: “ .. .no ejerciendo jamás otro oficio”.
La afirmación última denota otro yerro, si no intención
de porfiar en el desmedro de la egregia personalidad pues-
f-i. tú corte de la tnera de1 señor Marof.
Moreno ejerció en Ch’le varias funciones que compe­
tían a su calidad de escritor, muy honrosas ñor cierto y
lanío más si se cons'dera que fueron otorgadas a un ex­
tranjero que jamás quiso nacionalizarse en el país donde
vivía.
Conviene señalar cuáles fueron esas funciones:
Profesor en el Colegio San Luis d» Santiago.
Catedrático de Literatura en el Instituto Nacional, ear-
f't> cu el que fue a reemplazar al ilustre Miguel de Amuná-
Ú-RUi.
- 11 3
T R I S T A N M A R O ?

Director de la Biblioteca del Instituto Nacional.


Encargado de dirigir la edición de las Obras Comple­
tas de Andrés Bello.
Presidente, por muchos años, de la “Academia Litera­
ria”, oue sirvió de base para formar la Academia Chilena
de la Lengua, correspondiente de la Real Española.
Secretario de la Legación de Bolivia.
Comisionado del Gobierno Chilero para la redacción de
los programas oficiales de enseñanza secundaria, etc.
Basta con lo mencionado para demostrar la inexactitud
de lo arriba transcrito.
9 'i— "Es un libro de cierta belleza”, graciosa pero es.
rnirriada concesión que hace a ULTIMOS DIAS COLONIA­
LES EN EL ALTO PERU, como quien, por fuerza de las
circunstancias, balbuce un requiebro a regañadientes.
Respetando cuanto más es posible el criterio y la sen­
sibilidad del señor Marof para apreciar el libro que se nom­
bra, conviene señalar que éste ha sido el UNICO de AU­
TOR boliviano que el conseio superior de la Unesco ha in­
cluido en su programa de obras por traducir a lenguas ex­
tranjeras..
Si tal notoriedad ha alcanzado, no debe ser porque po­
see, simplemente, CIERTA belleza.
10°— “ .. .ausentándose a Chile donde ocupa un cargo
en la Bib'ioteca de Santiago”.
Así. llana, displicente y despectivamente, “un cargo”,
como dejando a ciuien lee en el suspenso adecuado para su­
poner que éste fue el de amanuense o de trajinante, o qui­
zás cosilla de mayor sustancia.
Debe relevarse aquí con la naturalidad conveniente,
que Moreno ejerció las funciones de Director de la Bibliote­
ca del Instituto Nacional de Chile, desde su entrada a esa
institución, por 1865 en reemplazo del conocido escritor Ra­
món Sotomavor Valdez, a quien su gobierno había destina­
do para jefe de una misión diplomática. Antes que él y
después de él han ocupado esa honrosa función escritores y
bibliógrafos de nombradla americana, como el ilustre D.
José Toribio Medina.
Conviene, además, hacer resaltar que al tiempo que
Moreno ejercía aquellas funciones, eran colesras suyos en
la dirección de las bibliotecas nacionales de sus respecti­
vos países, y amigos con quienes mantenía nutrida corres­
pondencia, escritores y hombres de letras con )ars;a fama
en e> continente. Tales, Ricardo Palma en Lima, Mitre en
Buenos Aires, e! eminente lexicógrafo Rufino J. Cuervo en
Bogotá, el ilustre militar e historiador Vicente Riva Pala-

— 114 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

<:¡o en Mé?dco, y el egregio polígrafo Menéndez Pelayo en


K¡'4 >aña.
i l ?— “Pero tampoco es un amante completo en este
sentido (quiere decir el de la historia), porque loa papeles
<|uc prefiere en su mayor parte se refieren a hechos so-
r-írJcs v ooliticcs, rara ves a CONFRONTACIONES ECO­
NOMICAS”.
Nueva vez el articulista peca por error u omisión o por
dejarse llevar del reparo prejuicioso.
Moreno, reconstructor del pasado con la fidelidad y la
integridad que cumplen a todo historiador de alto vuelo,
r.i rs que en este aspecto de su múltiple obra quiere to­
mársele, no compulsó únicamente papeles “que se refieren
a hechos sociales y políticos”, excluyendo o prestando aten­
ción muy rara a los de orden económico.
Para probar la inexactitud de lo aseverado en las fra­
ses transcritas y poner en evidencia que también hacía
“•comprobaciones económicas”, para estar al dicho del ar.
(¡enlista, vayan a continuación unas pocas referencias, es­
cogidas entre muchas, sobre la materia extrañada.
La monografía intitulada LA MITA DE POTOSI EN
1795, reimpresa en 1959 por el Instituto de Investigaciones
Históricas de la Universidad “Tomás Frías”, con un inte­
resante prólogo del vicerrector de aquella universidad, D.
Guillermo Ovando Sauz. En ella, fuera de la exposición eru­
dita, se compulsa y glosa hasta una veintena de documen­
tos de sustancia puramente económica.
El estudio crítico sobre Alvaro Alonso Barba y su obra
EL ARTE DE LOS METALES, inserto en la BIBLIOTECA
BOLIVIANA, donde se analiza los rendimientos de las mi­
nas de Potosí desde haberse aplicado en ellas los métodos
sugeridos por el químico y mineralogista autor de la obra
unctada.
Los comentarios a las Memorias presentadas a la Jun­
ta 'Directiva de la Empresa Minera de Caracoles, por e' ad­
ministrador o gerente de ésta, entre los añ°s 1872 y 1878.
<¡oül/cner; apuntes curiosos e interesantes y traen esneci-
fiericiones numéricas que demuestran cómo al comentaris­
ta no le eran desconocidas estas materias y daba a e'las
atención de primer orden. Se hal'an entre las páginas 58j
a 5G0 de la BIBLIOTECA BOLIVIANA.
La nota bibliográfica correspondiente al reglamento
de! Banco Nacional de Bolivia, establecido en 1870, en el que
apunta ideas personales acerca de las entidades emisoras y
l.i forma en que cabe a los gobiernos fiscalizar las opera­
ciones de emisión.

— 115 —
T R I S T A N M A K O F

El juicio sobre la alteración de la moneda en tiempos


de la administración del mariscal Santa Cruz y consiguien­
te exposición acerca del modo cómo la moneda feble puede
ser retirada de la circulación. Este juicio se halla incluido
dentro del estudio dedicado a los primeros tiempos de la
República, que sólo parcialmente dió a publicidad en la “Re­
vista Chilena” correspondiente al año 1875.
Otros estudios de Moreno sobre temas económicos, que
naturalmente debieron de ser hechos con el auxilio de do­
cumentos de la especie, amplia y estrictamente analizados,
há'lanse incluidos en obras de otra índole, pero merecen
también la mención, sólo con el objeto de probar por otro
lado que Moreno no excluía de su obra el tema que el arti­
culista señala en contrario. Son los siguientes.
En ULTIMOS DIAS COLONIALES EN El, ALTO
PERU, los capítulos VI y VITI de la 1’ parte, donde se ana­
liza la economía de los pueblos sometidos a la jurisdicción
del virreinato de Buenos Aires al tiercroo de los primeros
disturbios antipeninsulares; el capitulo IX, que señala las
condiciones en que fueron realizadas en el Alto Perú las
colectas recogidas uara subvencionar los gastos que deman­
daba la defensa de Buenos Aires frente a las invasiones
inglesas: el capítulo VTTI de la 2-’ rarte, donde se hace ver
el estado de la producción v el comercio de la capital rio-
platcnse cuando las disputas ent^e el alcalde A’zaea v el
general Elío: de la n!sna Parte, el canítul° XV, que se ocu­
pa de los TO’smos hechos v la situación creada con motivo
de lan disnosiciones que tomó el virrey Liniers para favo­
recer las reportaciones. etc.
En MOTOS Y CHIQUITOS las notas re1ativas a la
producción de las rris’ow's iesuíticas: les ismales oue se re­
fieren al inventario de los bienes de aquéllas al tiempo de
enfriárselas a 3* administración laica r las oue estudian la
forrvi de producción comuna! oue regia en las misiones y
las diligencias ene eran Reanudas para colocar los nroduc-
tos en los mercados del .Alto Perú: las referentes al sistema
Rnowiflo por el gobernador Lázaro de Rivera para dotar a
los indígenas misionarios del numerario o dinero efectivo
con qué hacer frente a las operaciones de transacción .
En BOLIVIA Y PERU. NOTAS BIOGRAFICAS Y BI­
BLIOGRAFICAS. el ensavo que lleva por título DE LA­
PAS AL PACIFICO EN VAPOR. En éste se hace un aná­
lisis de las condiciones en aiv» podrían realizarse las opera.,
clores de Intercambio comercial entre la más importante
ciudad de Bolivia. y la porción meridional del territorio pe­
ruano, con conexiones a la inmediata costa del Pacífico, a

— 11# —
E N S A V OS V C R I T I C A

través de la navegación del Titicaca y los ferrocarriles pe­


ruanos.
En NUEVAS NOTAS HISTORICAS Y BIBLIOGRA­
FICAS, la parte final del estudio intitulado ¡QUE PORTE­
ÑOS AQUELLOS! Allí se estudia 1a problemática geo-eco-
nómica que determinó la separación del Uruguay de la con­
federación rioplatense, con un análisis de sus causas políti­
cas nacidas de un antecedente económico.
Sobre este particular, bien vale traer a colación un
hecho de orden académico que constituye una prueba más
de lo que se asegura. Trátase de la tesis universitaria pa­
ra nivelar estudios en la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de esta Universidad, con el título de “Lo Económi­
co en René Moreno”, donde se hace un análisis poco menos
que exhaustivo acerca de cuanto el polígrafo boliviano apun­
ta de la materia en su vasta obra. La escribió y presentó,
en. 1951, el señor Roberto Jordán Pando, a la sazón licen­
ciado en ciencias económicas y postulante a la licenciatura
en Derecho, y hoy ministro de estado en el despacho de
Asuntos Campesinos.
12"— “Interpreta la historia EN corte antiguo como
estaba de moda a fines del siglo pasado y hasta comienzos
del siglo presente1.
Es razonable y lógico que la hubiera interpretado así,
oon el pensamiento de su época, sobre el canon de las co­
rrientes doctrinarias que por aquel tiempo constituían lo
más señalado en la materia. Ilógico y fuera de medida se­
ría reparar en contrario. Extrañar, por ejemplo, que su
exégesis histórica no fuera la del materialismo marxista
(que es objeto de análisis en el punto siguiente), o la del
eclecticismo de Benedetto Croce, o la del concepto de la an­
gustia, de Toynbee.
Y, sin embargo, a ello se inclina el articulista, como
puede advertirse sin esfuerzo alguno de la imaginación.
1 3 »— “Moreno no tiene idea del materialismo históri­
co ni de las comprobaciones modernas
El término “no tiene idea”, sobre ser despectivo para
cualquiera a quien va dirigido, implica tal rotundidad en
la afirmación, que hace pensar al lector en que el articu­
lista conocía la mentalidad y el bagaje cultural de Moreno
como conoce un profesor la de su alumno o un individuo
cualquiera la de su amigo íntimo. No de otro modo puede
aplicarse el término con justeza de expresión.
Para ir con orden, cabe formular una interrogante.
¿Tanta es la versación del articulista sobre la cultura per­
sonal de Moreno, no sólo a través de su copiosa obra, sino

— 117 —
IK ISIA N ti * » ü r
también en el acervo de sus más leves conocimientos ad­
quiridos ?
Nadie puede decir de nadie que “110 tiene idea” sobre
esto o aquello si no está plenamente seguro, por vía de la
experiencia o el trato íntimo, o bien de ía prueba de sufi­
ciencia que rinde un alumno ante tribunal examinador.
¿Quién puede asegurar, en estas condiciones, si el ilus­
tre polígrafo tenía algún conocimiento o no lo tenía ninguno
acerca del punto que se observa? Que no se haya ocupado
de él en sus escritos, sólo es argumento de presunción y
nunca de evidencia que capacite ¿«ira su afirmación tan
concluyente.
Quede constancia de que se ha dado algún relieve y
referído.se con alguna insistencia a!, punto anterior, con el
fin de deslindar posiciones frente a una apreciación aprio-
ristica en que suele incurrirse cuando se toca dicho punto.
Para ciertos intelectuales y ciertos círculos de opinión, a
quien no conoce ni profesa el materialismo histórico, e¡
dia'éctico, el mecanicista u otros del mismo título que for­
man parte de la doctrina de Marx, lo menos que se le ca­
lifica es de anticuado y reaccionario, cuando no de igno­
rante.
Lo de las “comprobaciones modernas” se replica con
los razonamientos del punto 1 2 ". puesto que no es sino una
repetición de lo que en éste se analiza.
¿Habría Moreno de verificar esas “comprobaciones
modernas” dicho en otras palabras, operar en el método his­
tórico con análisis que no eran conocidos en su tiempo, só­
lo para que en 1961 no se le tilde de atrasado en la ma­
teria?
14"— Prosigue a renglón seguido, “ .. .pese a que en la
FECHA (sic) EN QUE VIVIO eran ya populares en los
MEDIOS intelectuales”. (Se refiere al “materialismo his­
tórico y las comprobaciones modernas”).
Pasemos por alto esto de que Moreno “vivió en una
fecha” y refirámonos a la afirmación de que hacia la EPO­
CA (con más propiedad) en que Moreno vivía eran ya po­
pulares en los medios intelectuales las nociones del mate­
rialismo histórico, etc.
El señor Marof, muy versado en doctrina marxista, así
como en otras disciplinas del saber humano, sabe muy bien
que dicha doctrina no alcanzó, hasta bien entrado el pre­
sente siglo, la difusión amplia que es menester para darle
el calificativo de “popular” aun en los “medios intelectua­
les”. EL CAPITAL, obra principal y suma de las tesis ma­
terialistas del gran revolucionario, no apareció completa
sino hasta 1894, año en que fue dado a publicidad el último

— 118 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

volumen. Esta obra y la3 que anteriormente aparecieron,


en vida de su autor, no pudieron alcanzar de pronto la po-
polaridad por ia sencilla razón de que en aquéllos años no
habían sido aún traducidas de su original alemán. Sólo a
partir de la versión francesa de Sorel y la italiana de La-
briola, había de empezar su difusión continua en la Europa
occidental. Tales versiones fueron hechas entre los úlúmo3
años del siglo X IX y primeros del XX.
La difusión de dichas obras en los países de habla cas­
tellana fue más tardía aún. Hasta 1910 no se conocía en
España, y menos en América, otra expresión del pensa­
miento marxista, incluyendo el materialismo histórico, que
la apretada síntesis de EL CAPITAL, hecha por Gabriel
Deville a fines del siglo XIX. El benemérito socialista es­
pañol Pablo Iglesias así lo declaraba y deploraba en dis­
curso pronunciado con ocasión de ce'ebrarse en Madrid un
“meeting” de gente de su partido. Análoga declaración ha­
bía hecho, años antes, el célebre Francisco Ferrer Guardia,
en carta dirigida a su amigo el periodista José Nákens, ase­
gurándolo que tenía en mente traducir, por primera vez al
castellano, la obra íntegra de Marx, sobre la versión fran­
cesa, de Sorel. El dato está contenido en el libro de A. Orts-
Ramos (Es Orts y no Ortíz) y F. Caravaca, “Francisco
Ferrer Guardia, Apóstol de la Razón”.
Todo buen marxista de habla castel'ana, y aún el sim­
ple lector por curiosidad, sabe que la primera versión com­
pleta en nuestra lengua de EL CAPITAL, hecha por M.
Pedroso, fue dada a la estampa en 1931, y la segunda, rea­
lizada por W, Roces, tres años después.
Razón tenía, pues, Antonio Zamora al decir, en el pró­
logo a ia serie intitulada “Manuales de Cultura Marxista”
de 1a editorial Claridad de Buenos Aires, que las doctrinas
de Marx, antes de 1S20, no habían tenido en América la di­
fusión que merecían, y apenas si eran conocidas de unos
pocos.
De todo lo anteriormente expuesto fluye con naturali­
dad que por el tiempo de Moreno la doctrina del materia­
lismo histórico y las otras, no eran en modo alguno popu­
lares, no podían serlo en nuestra América, ni aún en los
“medios intelectuales”, para estar al dicho del señor Marof.
Por consiguiente, tildar al historiógrafo boliviano por no
conocerlas, es ponerse al lado de la sinrazón.
Aquí terminan las observaciones al artículo del señor
Marof sobra la personalidad de Gabriel René Moreno. Ha
sido necesario extenderse en ellas para demostrar que los
¡reparos, las alusiones de intención y las significativas re­
ticencias de dicho artículo carecen de todo fundamento. Se

— 119 —
T R I $ T A N M ,\ K O 1'

ha usado de razones y de argumentos con referencia clara


y cutricta, con serenidad, dignidad y altura, evitando en lo
absoluto cuanto vaya a originar la más ligera suspicacia.
Es principio fundamental de que las ideas se objetan con
ideas y 110 con expresiones de otra naturaleza.
Quedó dicho a los comienzos de este artículo que res­
peto como el que más las opiniones ajenas y a la persona
que las emite. Tal declaración reitero en los finales, en la
convicción de que he de merecer la recíproca de parte de
quienes no comparten con las opiniones mías.
Lejos de mí la intención de polemizar. Ya al hilvanar
estos apuntes he estado prevenido contra esa tendencia po­
co prudente de ir a los tejemanejes del enredo verboso.
Demasiado sé, por experiencias personales, cómo ea con­
ducida y en qué viene a parar toda polémica. Creo, además,
que en la especie no queda ya tela qué cortar.
Estas razones me llevan a declarar que, en cuanto a
mí respecta, queda aquí puesto el punto final.

EN TORNO A LA FIGURA DE GABRIEL RENE


MORENO

Continuando con la publicidad de exposición de puntos


de vista sobre la figura epónima de don Gabriel René Mo­
reno, y después de registrar en nuestras columnas el articu­
lo del Dr. Hernando Sanabria Fernández, damos paso a
una carta abierta del Dr. Gustavo Navarro (Tristán Ma­
rof), dirigida a aquél, aclarando que los criterios aquí ver­
tidos, por unos y otros, son de responsabilidad exclusiva
de sus autores y no de esta Redacción.
He aquí su texto:
“Señor don Hernando de Sanabria y Fernández:
Los cinco largos y minuciosos artículos que V. U. ha
escrito en respuesta a mías breves notas mías sobre el ad­
mirado escritor don Gabriel René Moreno, los conservaré
como reliquias en un cofre cerrado para que el tiempo las
madure como producto de su ingenio. No sé si son reliquias
u homilías, pero en ellas hay de todo, hasta inexactitudes
que sería difícil acotar una por una, primero porque al pú-
b'ico lector le importa un rábano y segundo, porque son in­
significantes. Muchas veces V. U. hace citas incompletas.

_ 120 —
fi N S A Y O tí Y C R I T I C A

aprovechándose de la parte q»¡e ie conviene, dejando el res­


to olvidado. Por ejemplo, cuando yo escribí textuairaente:
“No es el purismo dsl ¡bagafije io que hace ia farr.a, ni la
gloria de un escritor, Eí> 3U IfiSEJ JCIA, LA LEALTAD
QUE PONE PARA DíSFENDSR LA JUSTICIA SOCIAL
V EL PROGRESO U B I, MUNDO, LA GRACIA EN SUS
E30RITG* Y LA SINCERIDAD DE LA IDEOLOGIA QUE
PROFESA, AUNQUE MUCHAS VECES DESAFIE LA
DESGRACIA Y LA POBREZA LE SIRVA DE ALMO­
HADA'-.
Todo el subrayado io ha suprimido deliberadamente
usted señor don Hernando de Sanabria y BVaiández. Esto
es un poco deshonesto y es eo.no no devolver el vuelto cuan­
do yno compra una mercancía.
V. U. se extiende largamente sobre el purismo y cree
manejar eí lenguaje perfectamente y nada tan engañoso.
Lea y relea, el diccionario y verá que "purismo” es afecta­
ción y hasta viciosa manera de escribir. ¿Qué resulta de
esta afectación? Una prosa parroquial pobre, entilo sin gra­
cia como andar en un carretón y no saber donde va a ter­
minal' la jomada. Rubén Darío ¿n el siglo pasado decía en
su lenguaje vernacular: "prosa municipal y espesa”.
El purismo en literatura está mandado a guardar y só­
lo les elegantes de provmeia lucen todavía chalecos blancos,
melenas bohemias y bastón para darse pequeños tintes de
importancia.
Hay que admirar a los hombres por sus altas cualida­
des morales, por su valentía y el servicio social que prestan
a aru pueblo, por su devoción como escritores y la verdad
de sus escritos. Y tal el caso de Gabriel René Moreno, ciu­
dadano que se enfrenta a la adversidad y sufre en el ex­
tranjero. Hacerlo sociable y amable, es disminuirlo. ..
Para escribir con sencillez y con gracia V. U. se nece­
sitan muchos años de práctica y solamente afinando y rec­
tificando el idioma como han hecho los escritores france­
ses se puede llegar a cierta precisión y belleza.
Tampoco comprende V. U. el simbolismo en literatu­
ra cuando se indigna de que yo diga que Moreno descubrió
el velo impúdico de la historia. Me he referido al valor que
tuvo el escritor ai desgarrar ese velo y acusar a la tiranía
y el desorden de su tiempo sin contemplaciones, porque la
historia no es colección de nombres, acopio de fechas y da­
tos insignificantes, noticias pueriles que distraen a los va­
cíos de espíritu, sin noyedad ni gracia. Historia, me permi­
tirá V. U. que le diga, es una cosa más seria: es afirmación
y negación y el historiador debe mostrar el proceso de esa
historia, escalando cada vez planos más altos. Pero hacer

— 121 —
TaVSTAN MAKOK
aiston a como le agrada a Ud. es simplemente quedarse e»
la infancia de ia historia, convertirse en cronista o memo­
rialista, que también puede ser útil para los a’umnoíJ de pri­
maria o para repartición de premios escolares.
Ai escribir unas nota3 sobre el escritor más celebrado
de Bolivia al cual no le disminuyo sus méritos y lo exalto,
lo he hecho honradamente y sin ninguna mala intención.
He querido interpretar el lado humano, su interior, que lu­
cha con su tiempo, con las gentes y con su propio país. Le
he rendido mi homenaje.
Desgraciadamente V. U. no me ha entendido y no me
entenderá jamás. Ni siquiera me entiende cuando digo, “Mo.
teño nace y muere escribiendo, es el primer escritor pro­
fesional que ha habido en Bolivia”. Usted toma literalmente
la frase. ¿Falta de imaginación?
V. U. habita otro mundo de misterios y fantasmas; yo
vivo con mis pies en la tierra sufriendo y vagando a tra­
vés de todos los países y de infinidad de ambientes. En to­
dos tuve inconvenientes y en todos luché por la verdad y
!a justicia sin temor. Recuerdo la polémica que sostuve
con el celebrado y conocido escritor argentino Aníbal Pon-
ce sobre un tema social, pero Ponce era de mi época y de
mi mentalidad y aunque fue agria la discusión concluimos
como amigos. Con Vasconcelos, al que Ud. admira y dijo
que iba a citar lo que se refiere a mí, en sus memorias, y
no lo ha hecho por modestia, también me tocó discutir.
Siempre fuimos buenos amigos y adversarios. He escrito
demasiado para que venga a enturbiar su pacífica tranqui­
lidad y su vivir casero, sin mayores inquietudes. Yo no vi­
vo de puestos ni de rentas ni cuido prerrogativa alguna. Mi
prosa no puede ser pues burocrática. Si algo defiendo en
todas partes es mi libertad de escribir. Mi pensamiento.
Pero de todas maneras le agradezco señor Sanabria y
Fernández que no me haya hecho quemar Ud. en la hogue­
ra con leña verde por haber “blasfemado”, como le ocurrió
a Servet y como les ocurrió a miles y miles de hombrea
unos célebres y otros anónimos que defendieron simple­
mente su calidad de hombres.
Por lo demás, le pido respetuosamente, que guarde su
pluma hasta que salga el “Ensayo” íntegro sobre don Ga­
briel René Moreno que lo tengo ya escrito y no ignoro to­
das sus cualidades, sus virtudes y sus errores. Es increí­
ble que a un autor tan celebrado no se lo haya leído como
debía serlo. Ni interpretado en toda su calidad humana.
No obstante me asalta un temor y le ruego perdone mi
franqueza. Si a unas notas mías que no valen la pena les
ha dedicado V. U. cinco largos artículos inquisitoriales exa-

— 122 —
E N S A Y O S Y C K I T 1 C A

minando mi pensamiento, lo que quiero decir, io que preten­


día, lo que debía haber dicho"y lo que no he dicho, posición
que ¡o pinta a Ud. totalitaria mente, supongo que ai “En­
sayo” le dedicará un tomo do 500 págir¡aa en tetra ceñida
y de capilla. Felizmente Ud. goza de ex celente salud y de
frescura.
Su antiguo cofrade.
Tristán Marof,

Nota adicional: Si el señor Sanabria. quisiera leer li­


bros de historia verdadera de nuestra América le recomen­
daría los libros de Carlos Vicuña Fuentes y de Francisco
Encina, libros que se agotan por miles en los que los au­
tores no tienen ninguna contemplación con el pasado ni con
los personajes chilenos, inclusive los más respetados por el
pueblo. Chile es un país maduro. Aquí nos INDIGNAMOS
y no estudiamos.
Para que haya una disensión provechosa sobre la per­
sonalidad de D. Gabriel René Moreno es preciso plantear con
claridad los siguientes puntos: Moreno estilista, no purista.
Moreno racista, equivocado, porque no hay razas puras en
ninguna parte del mundo a la luz de la ciencia sino tipos
de raza. Moreno investigador de la historia, situándolo en
stj tiempo y en los lugares donde le tocó actuar. Este es el
mejo' .lomenaje que se le puede rendir sin llegar a los ex­
tremos. Pero para eso hay que hacer interpretación histó­
rica y no cronología”.

— 123 -
GLOSANDO EL LIBRO’ “NACIONALISMO Y
COLONIAJE” DE CARLOS MONTENEGRO

Montenegro sostiene que el “sentir antibolivianista es:


en suma, expresión fragranté del coloniaje”. Agrega: “Sal­
ta a la vista que el género historiográfico al cual replica
este libro, es en esencia y en substancia un producto de la
Colonia, para provecho de colonizadores y mengua de colo­
nizados’1.
El libro de Montenegro sale a la luz en un momento de
desbarajuste institucional y de subversión de los que se ti­
tulan “nacionalistas”, quienes se aprovechan largamente de
las teorías nazifican'ces por un lado y de los militares boli­
vianos que habían perdido ia guerra del Chaco por otro, y
que, por esta misma razón y al regresar de los campos don­
de estaban prisioneros, necesitaban de una teoría que les
aliviase su conciencia. Montenegro que figuraba en ios circu­
ios de ellos, sobre todo después de que el general Toro tomó
el poder, se constituyó en el teórico y en el conspirador, yen­
do de un lado a otro., adulando las ambiciones pequeñas
tanto de Toro como de Busch, hasta lograr crear una es­
pecie de nacionalismo por su cuenta, amalgama de milita­
res y civiles que más tarde aparecen gobernando el país.
Pero, quién ha conocido de cerca al autor y ha pene­
trado sus claroscuros, más oscuros que claros, puede afir­
mar que fue un aprovechados- de la política criolla, de una
etapa que se parece mucho a la de Belzu, y que jamás es­
cribió con desinterés, es decir que nunca puso su pluma
al servicio de una causa noble si no es pensando en la dá­
diva inmediata y en su interés particular, toda su vida has­
ta su muerte.
Aunque sus frases pudieran interpretarse generosas,
110 lo son, como se probará en el curso de este estudio.
Empieza escribiendo: “Los bolivianos no podemos per­
manecer indiferentes por mayor tiempo a la acción que, en
sentido adverso a loa destinos y los intereses de la comu­

— 125 —
T R I S T A N M A R O F

nidad boliviana, proyecta por sí la historíografa a que este


libro contesta. Sabemos con exactitud en qué medida sirve
ésta a las finalidades de la antipatria. Nuestra reacción es,
así, un hecho más que lina ideología, un heclio que asume
carácter beligerante”.
He aquí la esencia del libro en resumen. No contiene
ideología. Montenegro es el trasraisor de la palabra antipa­
tria que se la puede aplicar tan lo mismo a los derechistas
que en este caso son los colonizadores, y a los izquierdistas
los cuales no lo habían admitido en sus filas por su versa­
tilidad frecuente y su conducta, que en ese tiempo cons­
tituían el socialismo naciente en esta parte de América.
Montenegro quería abrirse camino a pesar de todo y lo lo­
gró, adhiriéndose a la tendencia nazi, exaltando un nacio­
nalismo rabioso a la moda de la Alemania de Hítler.
La frase antipatiza, por otro lado fue invención de los
falangistas españoles y de los franquistas, traduciendo a
su vez los slogan nazis. Todo aquel que está en posición
material o espiritual contra ellos es tildado de. antipafriota,
un negador de la. tribu, de la raza. Ortega y Gasset, por
ejemplo, en España, es un antipatriota porque piensa y
no se arrebaña. Lo mismo sucede can todos ¡00 emigrados
españoles después de la guerra civil: ¡son la antipatria!
Montenegro se ve en 1a. necesidad de utilizar cuanto
argumento le sea necesario para sus fines, tratando de po­
ner en pie el nacionalismo, adulando a las clases bajas y
descubriendo que existe un sentido vital en ellas, con tal
que las mismas le ayuden en !a captura del poder...
Asi refiriéndose a los últimos días de la colonia dá im­
portancia extraordinaria a la publicidad caligráfica,, a los
pasquines y libelos que circulaban y se pegaban en las pa­
redes en prosa grosera e insultante contra las autoridades
abusivas a falta de periódicos y libertad de expresión, al
propio tiempo que se daba rienda, suelta a venganzas y odios.
Éste procedimiento es universal y so lo emplea hasta hoy.
borroneando Jas paredes con carbón cuando el pueblo está
coartado por estados de sitio permanentes y también los
grandes diarios sometidos a la censura oficia! o a la cen­
sura de sus intereses propios. Fue empleado el método en
España durante 3a rebe’ión de los comuneros en letrillas
sabrosas, y el mismo Quevedo en sn tiempo, uno de los es­
píritus más alacres y el más cáustico, le gu&taba burlarse
tanto de los follones como de los reyes. Los pasquines ame­
ricanos son ingenuos y revelan, aunque con grosería, un a­
tisbo de libertad.
Lo curioso es que el autor Montenegro se ha servido
de este género de publicidad, teniendo a mano los diarios

— 126 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

de su agrado, pero parece que sentía fruición personal en­


viando anónimos, tejiendo intrigas epistolares y remitien­
do mensajes diversos a personajes para que se enredasen
entre sí. El mismo presidente Busch que fue amigo suyo
y protector no escapó de las intrigas de Montenegro. Colé­
rico un día mandó hacer una investigación al diplomático
Finot que se encontraba en Buenos Aires, quien comprobó
su conducta equívoca.
En “Nacionalismo y Coloniaje”, página 3, escribe estas
frases que delatan el subconsciente: “debe agregarse —di­
ce— que estos pasquines fueron la manifestación escrita
de un estado revolucionario, circunstancia con la cual se
confirma su naturaleza periodística. Respondiendo con leal
exactitud a los dictadores del ánimo y las necesidades popu­
lares constituyen realmente un modelo intachable de Ja
función que el periodismo debiera ejercer en servicio de la
colectividad”.
En otro lugar habla de esta clase de periodismo pas-
qninista como pedagógico. Lineas después se lee: “El pen­
samiento revolucionario se abrió especulativamente paso
por sí solo en ciertos cerebros de la ciudad letrada”, escri­
bo René Moreno, como puntualizando que alude únicamen­
te a “ciertos cerebros”. Conviene tomar nota de este con­
cepto. La ideación revolucionaria no obedece a estímulos de
libros extranjeros, como se sigue creyendo hasta, hoy. Me­
nos aún a los de la cultura absolutista suministrada en los
institutos coloniales”. (Págs. 15 y 16).
Pera e! autor Montenegro las cosas se producen por
adivinación, por milagro y no por un proceso consciente e
histórico a través de tres siglos de coloniaje. Debe advertir­
se para la información de los lectores que en Europa se
habían producido acontecimientos importantes como las lu­
chas, religiosas de la Reforma que no llegaron s. España
y fueron contrarrestadas por la Inquisición: eí humanismo:
las noticias y ios escritos de los enciclopedistas filtrados con
1??, mercancías inglesas y que Jas recibían con iñbilo los
pocos intelectuales inquietos entre los que se contaban Mo­
reno, Montee,gudo, el cura Medina, Jaime de Zudáñez y otros.
En la misma colonia se conocían las ideas de Suárez y del
padre Vitoria. Es preciso anotar que va se produjo la revo­
lución americana y la francesa, y que estos acontecimientos
no nodíai?. ser ignorados por los criollos del sur. Finalmen­
te Napoleón invade España y depone al rey. El “pensa­
miento revolucionario no se abrió especulativamente por sí
solo”. Por otra parte existía un proceso largo de servidum­
bre que tenía que buscar su cauce pese a todas las corta­
pisas y censuras administrativas de la colonia. Marx y

— 127 —
T í IS T A X M A K O F

todos los que se han ocupado de estas cuestiones nos ilus­


tran que en un instante dado de la historia 1& parte más;
despierta de la sociedad, se vuelve revolucionaria, aun con­
tra sus propios intereses. Lo más interesante es que en el
curso de su libro el autor Montenegro se autotitula parti­
dario del materialismo histórico y hace clasificaciones ab­
surdas enredando tésis y antítesis para sus fines privadas.
Tnsiste nuevamente': “Los hechos hablan con elocuen­
cia probatoria., demostrando que Ja fuerte capacidad eje­
cutiva del alzamiento ae debió por entero a aquel periodis­
mo. (Se refiere a los pasquines). Y añade: “Los parapetos
en que la autoridad colonial se mantuvo invulnerada e in­
tangible hasta el 25 de mavo, fueron efectivamente destrui­
dos por la libelación”.
Vuelve a descubrirse ei subconsciente del anonimista.
Montenegro tuvo predilección por el anónimo, el pasquín y
la intriga cusido podía ejercitarse sin responsabilidad.
En otro lugar se atreve a escribir. Fág. 19. lo siguien­
te: “Es un hecho que la revuelta no tuvo por cansas de­
terminantes. ni las condiciones de la producción —cus sien­
do todo lo grávidas que se quiera no actuaron revolucio­
naria.mente en el curso de tros siglos— : m el acicate de la
lucha de clases, pues los explotados y los explotadores
uniéronse entonces para derrocar la autoridad. La sola luz
do la teoría materialista histórica parece ñor lo mismo in ­
suficiente para esclarecer el contenido de la revolución
cbuquisaque&a. así como el de lo:; otros levantamientos po­
pulares del Alto Perú, Las doctrinas democráticas de Gre­
cia y las inspiradoros liberales de la Revolución Francesa
tuvieron en tales hechos una participación todavía mAs re­
ducid». que la da lor, factores económicos y clasista. No hay
huella concreta ninguna de’ pensamiento dereo-revolucio-
nario euroneo en los; documentos de la éooea. La filosofía
poMt.ie<i anglo'frur.ee'íü de aquellos tiempos no influyó mu­
cho ni poco en esa etapa de- nuestra historia”.
¡La revolución se produce como resultado de los pas­
quines y libelos ove pegan 1er; desocupados en las paredes!
No hay indicio del uensamiento europeo en la "Academia
Carolina” de Chuquisaca ni discusiones furiosas es las au­
las. Pero se conoce la tesis de Moreno al gradearas de doc­
tor y el célebre diálogo de Monteagudo al hacer hablar al
Inca” * tahuallpa con el Bey de España. Los escritos de Vol-
taire regocijan tanto a canónigos corno a intelectuales.
Montenegro parte de! error de que las masas iletradas
hacen la revolución y forjan el pensamiento revolucionario.
Este error se repite a través de todo el libro de 239 pági­
nas. Montenegro crse y lo br.ee interesadamente de que la

— 128 —
E N S A Y O S Y C H I T I C A

masa ignorante es sapiente y algo más, omniciente, sin cul­


tura y en tremendas condiciones de vida.
Pero en la página 24 encontramos estas frases que con.
tradicen el pensamiento anterior: “La clase culta de La Paz
era casi toda adversaria del régimen. Sus peculiares inte­
reses lo eran también. No debe olvidarse que durante la
colonia, La Paz, fuera ele la coca, producía la sal de Caquin-
gora; sus berenguelas suplían la industria del vidrio; sus
bayetas surtían a cuanto mitayo acudía a Potosí. La Paz,
verdadera república conforme a las enseñanzas clásicas,
gozaba de todo género de independencia. Sisas y alcabalas
que nutrían la codicia de la autoridad estaban prendidas
como sanguijuelas voraces a las venas de esta economía
creada por el mestizo, el criollo y el indio paceños, a los
cuales no se compensaba, siquiera con la ficción de’ favor
cultural o administrativo de que era objeto Charcas”.
Este lenguaje es de complacencia y de obsecuencia ha­
cia el pueblo de La Paz. Lo que pretendía Montenegro era
abrirse paso mediante la lisonja y no reparaba en los me­
dios. Su objetivo aparece claro: incita hacia el nacionai’sno,
insuflando valor a las clases más combativas, los mestizos,
para que derrumben Ja “oligarquía” a la que no ha pod'do
introducirse el autor Montenegro ni aun alegando que es
pariente de! millonario Patiño y enseñándole fotografías
familiares. Patiño rehusó el parentesco. Entonces el señor
Montenegro no tuvo inconveniente de enseñarle otras en
las que aparecía el millonario vestido de indio.
Montenegro que debutó como socialista y no tuvo éxi­
to por sus condiciones inequívocas de duplicidad, se torna al
final como un abanderado del nacionalismo. Arranca de
los cabellos la figura del protomártir Murillo y la exalta sa­
biendo que tendrá singular éxito entre los habitantes de
La Paz. Emplea el mismo método al escribir sobre el ma­
riscal Santa Cruz y el general Ballivián, titulando el capí­
tulo que se ocupa de estos personajes “Epopeya”. Santa
Cruz es el “indio jetón” para los colonizadores y los ar­
gentinos resistas, jero es un mestizo que puede servir de
paradigma a! nacionalismo boliviano. Ballivián en cambio es
el “bello adolescente” que por amor a su terruño lucha y
acompaña a las huestes del caudi'lo Lanza en las serranías
de los Yungas contra los españoles. Detesta y ridiculiza a
los políticos Olañoía y Urcuilo, los más inteligentes en los
primeros días republicanos y los presenta como ejemplos
de duplicidad y engaño, igual que todos los que se cuelan
a la República triunfante. Pero lo evidente es que la ma­
yoría de la alta clase social altoperuana sirvió al Rey es­
pañol e hizo sus primeras armas en las filas monárquicas.

— 129 —
T R I S T A N M A R O F

Ya hemos dicho que los que estudian estas cuestiones


asignan a los elementos más capaces el rol directivo de los
acontecimientos revolucionarios, no encontrándose las otras
clases preparadas para ello. Y en ese tiempo no se podía
hablar lógicamente de clases ricas, apenas si eran acomo­
dadas dentro de la pobreza ambiente. Montenegro sitúa
también a las clases por el color de la piel para darse el
gusto de exaltar al mestizo contra el blanco, pecando de
demagogia ridicula.
El autor no disimula el odio que siente por Casimiro
Olañeta, el creador de la República, con sus artes y la se­
ducción de su indiscutible talento, muy superior a sus con­
terráneos de esa época. Así, en términos mestizos, copia
una carta de Sucre a Bolívar en la que hace decir al maris­
cal de Ayacucho: “Este don Olañeta que es tan patriota
y que parece que tiene talento”. Es muy posible que eso
de “don Olañeta —modo de expresarse del pueblo— perte­
nezca al autor. “Su habla cautelosa y sonora, su mental ubi­
cuidad política y su despejo ilimitado para la simulación,
fueron aptitudes que aprovechó el mariscal con creces en
tal emergencia”. He aquí convertido el mariscal Sucre en
aprovechador de Olañeta y la historia nos dice que Sucre
no gastaba de hipocresías ni jugaba el papel de político do­
ble para hacer semejante papel. Al contrario admiró con
franqueza las positivas dotes de que estaba adornado Ola­
ñeta que siendo sobrino del general realista del mismo nom­
bre, el más fuerte enemigo que quedaba en el Alto Perú y
el más tenaz a favor del Rey, se hubiera volcado a la causa
de la República.
Si es verdad, como señala el. autor, copiando a Mitre y
a Pedro Blomberg, argentinos, “que la guerra de las repu-
bliquetas es la historia de las insurrecciones del Alto Perú,
una de las guerras más extraordinarias por r>u genialidad,
la irás trágica por sus sangrientas represalias y la raás
heroica por sus sacrificios oscuros y deliberados”; (Mitre)
"epopeya que duró quince años, allá en las breñas y valles
de Bolivia, sin que un solo día se dejase de matar o morir.
Ciento dos candi1los tomaron parte en ella: nueve tan sólo
sobrevivieron, sucumbiendo los noventa y tres restantes en
los patíbulos o en los campos de batalla”. (Blomberg). Tam­
bién es verdad que estos luchadores, entre los que habían
gentes de todas las clases, (volvemos a repetir que el tér­
mino de clases es muy vago), blancos, mestizos y muchos
españoles luchaban contra el dominio de la metrópoli por
b i ; s abusos y la idea que tenían en su corazón de libertad,
pero nunca precisaron un esbozo de programa político y
social; querían simplemente ser libres y en la idea de liber-

— 13 0 —
r. x s a y n s y c r i i i C A

lad estaba todo el contenido. Aun hoy mismo ss lucha por


libertad en todo el mundo y so ha luchado a través de loa
siglos por obtener la de los faraones, de los reyes, de los
señores medievales, de la Iglesia, del capitalismo, de la opre­
sión y tiranía en cualquier forma, porque el hombre, cria­
tura divina, no las puede soportar indefinidamente si no se
convierte en el ser más despreciable de la escala animal.
Si hubiera tenido el Alto Perú un solo caudillo que ela­
borase o idease un programa sencillo de república adminis­
trativa y liberal, y que ese caudillo fuese acatado en todo
el territorio inmenso donde se libraban las guerrillas, Boli­
via habría surgido por su propia cuenta sin necesidad de
los ejército" auxiliares argentinos ni de los libertadores co­
lombianos. No hubo ese caudillo sino caudillejos localistas
y tremendamente encaprichados en sus propios fines: el do.
minio de su localidad y región como amos, sin perspectiva
histórica y sin visión continental. (Hasta ahora padece Bo-
üvia ese complejo y esa, es su ruina). La sangre se derra­
ma innecesariamente y la tragedia es su marco. Tampoco
se podía pedir más, pues en ese tiempo no habían comuni­
caciones; no habían escuelas; no había criterio formal y
todo el mundo se desarrollaba dentro de una economía muy
poore: casera, al estilo de los anacoretas; lo suficiente para
no morirse de hambre. En ese cuadro, los pocos talentos
que existían en el Alto Peni, muy superiores a los del resto
del continente son desestimados. Ninguno puede hacer nido
en la república íntegra: su voz no es escuchada; su verbo
es combatido por la envidia; su talento se pierde en la in­
triga ds Ja f osa reqneña y la oscuridad de* bien que posi­
blemente elaboró para todos. El analfabetismo era total y
las gentes obedecían a s’>s impulsos emocionales. Hasta aho­
ra. ;.A qué hablar de clases y de ubicuidad de los hombres
y desconocer sus méritos, cuando las pocas luces de la inte­
ligencia no se las cotizaba? Bolivia en 1809 era una cosa
informe; la única claridad que la salvaba, con todos srs de­
fectos, su latín y su incultura general brotnba de Chwciui-
saca con el esesso número de gentes que leían y pensaban
a su manera..
Por tanto QJafíeta y Urcullo, denostados a C'en años
y más de la creación de la república, ñor el autor Monte­
negro, con fines de prcselítis’no a lo Belzu, eran necesarios
en su tiempo. Fueron Jos únicos capaces en el piélago de
medianías, al lado de los libertadores, los únicos que tuvie­
ron concepciones más amplias y que después quedaron frus­
tradas.
No sucedía lo mismo en Argentina, país de costa y
que, aunque no poseía unidad en esa época, sus dirigentes

— 131 -
T R I S T A N M A R O F

obraron con sentido práctico, organizando expediciones de


auxilio hacia las provincias del norte. Por otra parte Argen­
tina tenía mayores medios y estaba enterada de los acon­
tecimientos mundiales con regularidad. El Alto Perú era
un desierto sin conexión tan dilatado e inhóspito que el solo
recorrido por su territorio causaba pavor. Los caudillos no
tenían idea de la geografía en toda si! extensión y sus
exabruptos frecuentes estaban al nive> de su propia perso­
nalidad. Sólo les alentaba el odio a! opresor y la íntima con­
vicción de que procedían como hombres.
Por eso cuando vienen las expediciones libertadoras
argentinas a la tierra alta tropiezan con dificultades men­
tales que inmediatamente se produce el cisma. Los porteños
como se les llama, no pueden comnrendsr a los altiplámcos,
y éstos reacios a entender más allá do su estricta localidad
geográfica y asimilarse, ven al argentino como extranjero,
tanto o peor que los españoles, porque depreda su territo*
rio en nombre de la guerra y pretende ejercer tutela sobre
gentes que combaten sin plan, sin ejércitos organizados y,
finalmente porque se cometen errores graves como el de
Castel'i, comisario de guerra, que quiere llevarse la plata de
Potosí para mantener sus tropas. Castelli procedía como
hombre de guerra, sin miramientos, con energía y decisión,
pe^o eso no lo entendieron los potosino3 que se sublevan
irritados de ciue alguien metiera Ia3 manos en los bolsillos
de su heredad, lo que prueba de que la idea de una patria
más grande no era comprendida y que cada cual luchaba
por su distrito, su territorio limitado, su querencia en re­
sumen.
He aquí cómo establece Montenegro el esquema de los
primeros días republicanos: la masa india sujeta a servi­
dumbre económica y personal como en la colonia: la dase
popular mestiza en plano superior en las poblaciones ur­
banas: en la cúspide de la sociedad “una aristocracia de
descendientes de los conquistadores, de nobles y de gran­
des hacendados”.
A. renglón seguido como escribe Mario André, y luego
Montenegro, “a la cual se sumaron, por causa de la revo­
lución, tanto la plutocracia minera y comercial cuanto la
clase letrada rea.’ista y los exfuncionarios de la corona”.
Asigna a esas clases Montenegro papel moderno cuan­
do habla de plutocracia, de clase letrada, minera v comer­
cial. Lo cierto es que no había bursruesía y si hubiera ha­
bido la revolución estaba salvada. Montenegro ve las cosas
con lentes de aumento y su miopía es interesada; en cam­
bio abre los ojos cuando se trata de sus propias conve­
niencias.

— 132 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

Existia bí se le lee a Gabriel René Moreno una socie­


dad informe que apenas cristalizaba, pobre de estructura,
ttin experiencia comercia1, con industria casera y reducida
a la necesidad ambiente. No habían en realidad grandes
ricos o potentados, de ahí su convivencia pacífica y hasta
patriarcal.
Refuta Montenegro a Mario André cuando expresa es­
te autor: “que dicha aristocracia es la iniciadora de la re­
volución “realista en sus comienzos y antiespañola; revo­
lución que habría pretendido sustituir con sus propios in­
dividuos a virreyes, capitanes generales y presidentes de
Audiencia enviados de España”. Montenegro empleando su
método reemplaza el término con la clase media, porque en
el Alto Perú no había aristocracia. Sobre esto se extiende
en varias páginas y es innecesario. La revolución brotó por
un sentimiento de libertad que hacía mucho tiempo estaba
incubado en todos los ciudadanos desde el más humilde has­
ta el pudiente, sin diferenciación de castas, porque se sen­
tían inferiores ante el español, y aún los mismos españoles
liberales tomaron parte. Pero lo que desea Montenegro es
dar papel prepondeiante a los mestizos o sea a la clase me­
dia de entonces que seguía a la cola de los más esclare­
cidos o inquietos.
Este planteamiento es también interesado. En 1944,
fecha en que se edita el libro, encuéntrase en el poder una
ciase media desestimada, o más bien una subclase media
de militares de baja graduación y de políticos sin antece­
dentes a los cuales el autor quiere insuflarles alma y el es­
queleto de tuna teoría, y es por eso que busca similitudes
históricas.
Pero en las páginas 54 y 55 encontramos estas acota­
ciones importantes que revelan la versatilidad de su pen­
samiento: “La adopción de ’a estructura social, económica
y aún política del coloniaje después de haberse conquistado
¡a independencia, produjo algo como un ataque de paráli­
sis en el cuerpo de la República. Para la sensibilidad de las
masas que habían respirado quince años la atmósfera ar­
diente de los combates, las asonadas urbanas, los comicios
y los cabildos libertarios, el acceso a la zona constitucional
en que aparecía congelado el opresivo régimen de otros dias,
tuvo la misma repercusión paralizante. Las masas queda­
ron como varadas de frío por este descenso repentino de
la temperatura revolucionaria”. Es decir que la revolución
sólo se halla triunfante en el bullicio, en la algarada, en el
desorden y en el caos, en los saqueos. Rehúsa el estatuto
constitucional y jurídico. ¿Qué clase de revolución es en­
tonces aquella que vive en este estado?

- 133 —
J K 1 .i 1 A i\ ,'1 A R ii f-

Un poco u¿ás a ti-as el autor escribe estas fi'ases que


confiesan 3U fragilidad histórica, a,pareciendo en su lugar
el parafraseado? de ia historia nada serio: “La reseña usual
de nuestra existencia republicana, por io mismo carece to­
davía de expresividad filosófica. Su versión corriente posee
apenas un carácter de xelato de aventuras folletinescas y
morbosas truculencias. No tiene el profundo y continuo si­
llo creador, dialécticamente determinado, de un proceso his­
tórico. Sus hechos así desprovistos de antecedentes y de
consecuencias, parecen más bien, las creaciones dislocadas,
bruscas, arbitrarias y truncas de uv;a extraña demencia. De
una demencia que se reitera en todos los episodios, pose­
yendo a todos los personajes. A juzgar por los valores prag­
máticos y generales que trasunta esa historia, diríase que
el acontecer boliviano responde a los caprichos de un sino
absurdo”.
El historiador Arguedas no se habría excusado' de po­
ner su firma al final del párrafo que comentamos.
Todo lo que ha elucubrado Montenegro sobre la impor­
tancia de las masas y de la clase media en el papel que jue­
ga en la revolución queda en el vacío. No había clase me­
dia, no había masas, no existían dirigentes. Y los pocos
hombres esclarecidos y los pocos talentos que brotan del
caos y que pretenden darle sentido a la revolución tampo­
co merecen fe; son colonialistas y contrarrevolucionarios...
El defecto de Montenegro como intérprete histórico es
redundar sobre el mismo tema hasta el cansancio, abusan­
do de la frase retórica, de la minucia y del detalle inocuo,
a veces incursionando en 3a poética y la fantasía, en la creen­
cia muy acentuada de que hace prosa artística para deleite
de intelectuales atrasados y conterráneos de café.
El objeto de Montenegro al publicar su libro “Nacio­
nalismo y Coloniaje” es el siguiente: comprobar que a tra­
vés de la historia republicana de Bolivia han estado en pug­
na dos tendencias: la colonialista y la nacionalista; es de­
cir, los que nunca han abandonado los prejuicios hispáni­
cos, y los que han insurgido como nacionalistas, amantes
de su suelo, de sus costumbres, de su clima, de sus vicios
y de sus ancestrales taras. En resumen llama el autor “na­
cionalistas” a los conservadores terrígenas que odian cual­
quier innovación, enemigos de los patrones extraños y en-
qrústados en su propia concha. . .
Estos nacionalistas coma tales, deben conservar el po­
der toda la vida porque de otra manera no son bolivianos.
Los innovadores, llámense socialistas o de otra tendencia,
constituyen la “antipatria” . ..

— 134 —
PEDAGOGÍA, Ei\:aA'i'O LA
KEFOrtMA EDÍJ CACHONAiL üN ¡SOLIVIA

Superación y dominio del medio físico: eso es pedago­


gía en estos instantes.
Aunque la acepción real quiere decir educación del ni­
ño, nosotros pretendemos darle un significado más amplio,
enraizándolo con la política.
Si la pedagogía tiene como función específica educar
a los que crecen y se desarrollan, no cumple en Bolivia
tarea humana desde el punto de vista social y práctico, re­
duciéndola a la superestructura, disfrazándose de ropajes
modernos y especiosas teorías, dejando al niño —más bien
al hombre— inerte y atado de brazos ante la vida, con la
parálisis de su inutilidad frente a sus necesidades, tardo
para comprender sus problemas, y lo que es peor en la
misma posición de sus antecesores holgazanes que, siempre
dieron oídos a la retórica, al mal canto y al discurso del
ignorante demagógico, el cual le condenó a una vida de
miseria y de espantosa ineptitud.
Este estudio no tiene otro objeto que probar hasta qué
punto —cien años y más de república— no bastaron para
conocer el medio, entre el holgorio y la fiesta, el motín y
el echar de dados de la politiquería criolla —que pone a
unos abajo y a otros arriba— en posiciones ridiculas ambos.
En realidad el drama acusa a unos y otros de falta
de personalidad y la convicción firme de un destino.

— I —

La única pedagogía realista que gozó la altipampa y


sus valles fue la del Inca, dueño y señor del Tahuantinsu-
yo, psicológo perspicaz y paciente para comprender a sus
millones de súbditos que, aunque mal comidos y alimen­
tados sólo de tubérculos, rara vez de carne de llama, tra­

- 135 —
T R I S T A N M A R O F

bajaban despacio, subían y bajaban las alturas, cargados


de piedras, aunque no tuviesen nada que llevar, construían
caminos, sembraban ,!a tierra y se educaban desde niños
como hombres, siendo para ellos la mentira y la pereza
gravísimos delitos.
Este trabajo a la manera egipcia, era recompensado
con grandes fiestas, muy frecuentes en el Incanato, en las
que se honraba a los más diestros y ágiles, poniéndolos
como ejemplo ante la colectividad, ni más ni menos que lo
que hacen hoy los soviets, con los “stajavonistas”, pero
con la diferencia de que e:i el régimen incaico no había
coerción ni fusilamientos.

— n —

Descubierta América y conquistada por los españoles,


Cieza de León y otros cronistas nos relatan que la moral
decayó y que “caballeros que habían realizado tan tremen­
das hazañas no podían descender a desempeñar oficios ple­
beyos y viles”. La solución íue encontrada de inmediato:
encargarles a los siervos los mismos oficios, bajo la vigi­
lancia del encomendero, para su provecho, contando con
miles de indígenas gratuitos. Había otra razón para la he­
gemonía de los caballeros. El Rey castellano estando en
guerra con los moros y necesitando los servicios de los pe­
queños hidalgos, los armó caballeros, convirtiéndose la es­
pada en instrumento de trabajo en lugar del martillo y la
azada.
En esos tiempos el español tenía tanta soberbia de su
persona que aún el mendigo rechazaba la limosna si no se
le ponía en las manos un ducado, insultando de paso a
los que le daban.
Cervantes al describirnos al Señor Don Quijote, pin­
tura acabada de la época, nos presenta un hidalgo teme­
rario y soñador, al cual sólo le están permitidas las accio­
nes de armas, dejando los negocios viles y el servicio do­
méstico a su escudero, hombre del pueblo, pilar necesario
y con la excusa irremediable de que las manos de tan noble
señor no pueden mancillarse con sucios menesteres.
Mientras los emigrantes y pobladores del norte de
América, apenas llegados al nuevo suelo trabajan con las
manos, construyen casas, siembran los campos y se abas­
tecen a sí mismos luchando con la naturaleza y el desier­
to, los hidalgos españoles en el sur, tiemblan a la idea de
ocuparse personalmente en tareas de cultivo 5’ sustento, y
resultan ridículos y de tan poco sentido práctico que pa­

— 136 —
E N S A Y O S Y C K I T I C a

sean sus galas y sedas) en jüena selva, dejante de !as ba­


rracas de loa colonos corno el gobernador Pedradas en Pa­
nana. Y todavía cornete acción villana mandando decapi­
tar a Balboa, envidiándole su don de mando y de organiza­
ción, no obstante que, por motivos políticos, está despo­
sado con su hija. Jamás le perdonará el haber descubierto
antes que él el mar Pacifico con escasos medios y contan­
do con su audacia.

— m —

Al crearse la república de Bolivia en 1825, con esca­


sísimos habitantes para un territorio enorme, la única he­
rencia de cultura que recibía era lo que quedaba de la Au­
diencia de Charcas y lo que ésta había acumulado en me­
dio de latinajos en la célebre Universidad de San Fran­
cisco Xavier. En ese centro se estudiaba filosofía escolás­
tica, se discutía y, tanto oidores como bachilleres y hasta
el grueso público tenia atisbos de lo que pasaba en ia me­
trópoli española y en ei resto de Europa.
Su vieja sociedad conservadora y puntillosa —en su
pequenez provinciana— imitaba ios vestidos de la Corte,
el habla y el yantar, dándose buena vida, buena mesa, aca­
llando una que otra vez la turbulencia de los mestizos.
La subsistencia de esta sociedad quedaba a cargo de
los indios, encomendándoles las tareas más duras.
Organizada de e.sta manera la. sociedad, los caballeros
repetían latinajos, hacían sentencias, hojeaban expedientes,
consultaban archivos y se festejaban unos a otros, entre
el incienso de las procesiones de santos, la inquietud de una
politiquería menuda a ras del suelo, sin alas, motín tras
motín y proclamas contra el tirano.
Consumada la independencia nada cambió. Los gene­
rales triunfantes, el pecho adornado de medallas, tan re­
tóricos como los realistas españoles, al paladear el triunfo
usaron las mismas bandejas de plata de los virreyes, im­
portándoles muy poco lo que tenían entre manos: la tierra
y el pueblo, despreciados en sí, porque no había cabeza
para pensar en problemas inmediatos y menos futuros, se
desconocía el territorio heredado aún en su mínima exten­
sión.
Los doctores universitarios, mantenidos en la política
y a la sombra de los gobiernos militares, ideaban de vez
en cuando reformas, pero ellas quedaban escritas, sin va­
lor práctico alguno. Padecían estos doctores de la manía in-
telectualista, de la verborrea crónica y la mayor parte da

- 137 —
'i' K I S T A N M A t; o i*

las veces disfiazaban su hipocresía cubriéndola de ropajes.


\jü verdad escueta: la República vivía en forma primitiva,
itóvntaudo su» pies sobre ias espaldas de la elaso indígena
embrutecida, ni más ni menos que durante la colonia.
Otra de las preocupaciones de la República —en rea­
lidad ln constituía una minoría-— era de copiar a la istia
e) pensamiento occidental e imponerlo. De ahi la infinidad
de leyes decretadas sin discriminación psicológica, y, es pa­
ra nosotros un horror y una monstruosidad la implanta­
ción del Código Civil, calcado 3obre el modelo francés pa­
ra gentes que no se habían desprendido del “Aylia” y cu­
ya mentalidad bajísima estaba cerca dei brujo, del diablo
y de los encantamientos...
En este medio feudal, estático y conservador, donde el
hombre nada vale, aunque posea dotes inteligentes, si no
está de parte de la clase dominante, cualquier esfuerzo re­
sulta vano, y esto es lo que sucedió a un reformador que
viene al Alto Perú en el séquito de Bolívar. Se le nombra
por rara casualidad director general de educación y él va
tan lejos que infunde terror a la sociedad de entonces. Los
vecinos le odian; las viejas ie hacen cruces, comparándolo
con el demonio. Los sabios locales le ridiculizan; los polí­
ticos le creen ineficaz, porque Rodríguez va derecho ai fon­
do del problema y no ae cuida de las inedias palabras. Sor­
prende al enunciar principios pedagógicos simples que es­
tán reñidos con la molicie y ios prejuicios castellanos. Bo­
livia —expresa él— tiene que educarse; pero educarse quie­
re decir trabajar, dominar el medio físico, vivir del medio,
y en consecuencia nadie puede eludir el trabajo. Señala en­
tra los oficios algunos como el de la herrería, la carpinte­
ría, inclusive el de alarife —porque ias casas son incón.o ■
das, feas y de mal gusto—. Indica que las escuelas deben
sostenerse por su propia cuenta y, tanto profesores como
alumnos, cultivar la tierra. ¡Pretende transformar la socie­
dad en diez años por medio de la escuela! Las risas de los
políticos y de los sabios corean al viejo profesor...
No obstante el reformador se da a la tarea, en medio
de las risas. Fracasa, y aún el general Sucre, tan parco y
señorial como era, escandalizado de sus enseñanzas y escu­
chando las quejas de los caballeros y de las damas, escri­
be al Libertador Bolívar que su maestro Rodríguez ha sem­
brado el desconcierto y se hace necesario alejarlo para que
no provoque mayores disturbios en un medio conservador
y religioso.
Pero de todas maneras Rodríguez, tipo de socialista
utópico, romántico, muy adelantado para su época, deja
sentado un programa realista y urgente.

-~ 13 8 —
i; n s a v o s y c u i t i t: a
¿Qué era lo que necesitaba Bolivia en ese tiempo?
Desarrollar sus condiciones de pueblo agrícola y minero.
Sustentar su propia economía, y salir de la miseria por sus
propias manos, teniendo todos los recursos, aunque fuese
en forma primitiva. Hasta 1856 no hay gobierno civil en
ei país y su presupuesto es misérrimo. Las luchas son, sin
embargo feroces y no hay ninguna fracción que plantee con
claridad un programa económico.
Más tarde, Rodríguez, escribe su famoso libro —raro
en cualquier biblioteca— en el cual analiza su fracaso. Iró­
nico, desaprensivo, amargo, cree que el mal es más hondo
y que estos pueblos americanos padecerán muchos decenios
de años antes de encontrarse. Finalmente Rodríguez se ins­
tala en un villorrio del Perú y allí lo encuentra e.1 viajero
francés Paul Mareoy, dueño de una pequeña fábrica de ve­
las. ¡Le dice que la única manera de alumbrar América
es con velas! . ..

— IV —

En los primeros tiempos de la República el elemento


intelectual era pobrísimo; casi no existía en el país. Hasta
ei año 1857 escribe el historiador Enrique Finot no se ha­
bía producido un ensayo; todo estaba en balbuceos.
El mismo general Sucre en cartas a Bolívar se queja
de ¡a falta de elementos capaces para el desempeño de la
administración. Un contador-tesorero en esos tiempos tie­
ne la curiosa costumbre de dedicar ocho días seguidos a la
juerga y durante su ausencia se paraliza ia administración.
¿Se imagina uno cómo serian las poblaciones más renom­
bradas a mitad de! siglo pasado? Los habitantes viv?n po­
bremente, sin confort; sus casas son de adobe, los pisos
de ladrillo, paredes pintadas a la cal, tumbadillos de lien­
zo por techo y una que otra pataca de cuero como guar­
darropa, sillones de canónigo de amplio espaldar y unos pe­
llejos de oveja para descansar los pies. Del techo colgaban
candelabros de crista’, en las casas acomodadas, y en las
pobres se alumbraba con vela de sebo o mecheros. Las ca­
lles eran angostas, empedradas con cantos; los artesanos
vivían en tiendas redondas y defecaban en los suburbios
a la vista del público. Construir una casa era un problema
y empresa difícil sólo al alcance de los más pudientes. Las
gentes en su gran mayoría llevaban vida humilde, primi­
tiva, sin exigencias, alimentadas de lo que sembraban los
indios. La preocupación máxima constituía la política y el
motín sin que variase el aspecto, pues subían unos y otros

— 13 9 —
X ' a i S T A N M A R O F

y el resultado era el mismo. Los que tenían alguna prepa­


ración acompañaban a los caudillos sin otra finalidad que
el consabido puesto público que, en verdad no era trabajo
al servicio del país, sino regalada canongía, permitiendo
al usufructuario ocultar decorosa pobreza e ineptitud. Loa
mestizos bebían en toda ocasión festejando las farsas de­
mocráticas o los nombres de sus santo devotos. Los sier­
vos en el campo ignoraban lo que pasaba en las ciudades,
entre las nieblas y la superstición más grosera.
Si el amo era prácticamente un infeliz, ¿cómo sería el
sieivo ? Y esta etapa rudimentaria no ha sido superada
aún hoy en día, aunque propagandistas oficiales nos hagan
creer lo contrario. Ya analizaremos más adelante. Algunos
matices disimulan el cuadro general, pero el observador
prudente puede distinguir 'a inmensa variedad de clases y
subclases, desde el pobre de los países del Oriente asiático
hasta el miserable y el subliombre que ignora por qué
existe.
En medio de esta colección de necesitados e indigentes,
no podía brotar ninguna cultura y el cerebro lúcido es par­
te de un proceso feliz. Además si brota, su estrella es inme­
diatamente opacada por la mediocracia feroz y vengativa
que no admitía que nadie brillase con luz propia. Linares,
el dictador, es un romántico equivocado, fuera de lugar,
que no conoce su destino. Quiere moralizar a gente nece­
sitada y con estómago vacío de golpe y porrazo; 110 pene­
tra en ,ia trama nacional y la psicología de sus partidarios
y servidores. Por eso fracasa. Sus continuadores los “ro­
jos” como se llamaban Frías, Calvo y finalmente Mariano
Baptista, son honrados idealistas, prineipistas que 110 des­
cubren el telón de fondo del drama nacional donde actúan,
resultando históricamente ineficaces. No aparece por nin­
gún lado el realista, el hombre de las breñas, paciente y se
mejante a los viejos conductores del pasado que acaricie
el rebaño, le azote y le haga trabajar, imponiéndose sobre
todos con claridad y pasión de demiurgo. Tal vez el presi­
dente Arce habría sido la fortuna da Bolivia si llega al po­
der joven, con menos prejuicios conservadores y más dúc­
til en el trato con los hombrea

— V —

Durante más de una centena de años se ha confundi­


do instrucción con educación y se ha pretendido que el
“instruido” es inteligente. Este error nos ha hecho padecer
y ea parto de muchas frustraciones.

— 140 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

La misma confusión existe respecto del hombre de nú­


meros. Se adjudica al “contador vulgar” papel de "econo­
mista” .
Encuentro por casualidad unas frases de Luis Bon-
fields, autor de un libro “Out of the Earth” (Fuera de la
Tierra) que nos sirve para esta ocasión, “Una de las fallas
de nuestra filosofía —dice— es lo que nos lleva a confun­
dir la instrucción con la inteligencia, de igual modo que
confundimos el confort con la cultura. Un adarme de inteli­
gencia pesa más que una libra de instrucción, y los resul­
tados pueden ser aterradores y rebalsar los límites de Ir
estupidez analfabeta”.
En los viejo3 tiempos los maestros bolivianos no eran
normalistas, abrazaban la profesión con cariño, autodidac­
tos muchos de ellos, educaban en miseras condiciones y con
estipendios irsny magros. Enseñaban a su leal saber y en­
tender, pero lo que sabían lo trasmitían sin regateos, y
bien. No eran muchos los que podían rajarse un maestro;
de ahí que una escasa minoría era alfabeto. Pero de lo que
me quiero ocupar en este estudio y recalco, es que los maes­
tros no se concretaban a enseñar: formaban el carácter de
sus discípulos y los querían de verdad. Sus métodos eran
nidos; se imponían por el temor, pero todo era rudo en el
país fosde sus montabas hasta ios hombres. Los viejos
¡maestros coincidían con las necesidades del ambiente. No
se jactaban de grandes conocimientos y tal vez ignoraban
métodos psicológicos, pero acertaban: sus consejos se oían
v km roano dura caí?. sobre todos, por igual. Los maestros
de ese entonces aunque ignorantes v bastos, se distinguían
por su honrarte*, por la simplicidad de su vida y cuando lle­
gaban a la p.r.cñmelad derruís de haber educado varias
generaciones, rarí?->ma vez poseían fortuna, pero sí, el res­
peto de todos. En esa época, y» remota no se conocía la ju­
bilación y el sacrificio de la enseñanza podía compararse
al servicio de las armas: el maestro moría en su ley. Su
cartilla pedagóp’icp —eí así nodemos llamarla— se reducía
a muy poco: carácter., cariño por la tierra, honradez, vene­
ración a la familia y el aprendizaje de materias elemen-
ta’es, suficientes y necesarias para, desarbolarse en el medio.
Sin embargo este programa restringido y escaso formó
ciudadanos animosos. Si ha subsistido la nación se debe a
esos hombres.
Es verdad que jamás se rensó en conquistar Bolivia,
en descubrirla en toda su extensión, dominarla v afianzar­
la, para que vivieran con los recursos de su pródiga tierra.
La miseria aldeana no fue vencida jamás pero eato no es

— 14 1 —
T R l S T A X M A R O F

culpa de los maestros sino de los directores de opinión y


de los que guiaron la política.
Es igualmente cierto que la patria ciudadana concluía
al cerrarse el camino de herradura lindante con la selva.
Para dominarla no se precisaba de un individuo ai de mu­
chos sino de todos, siguiendo un plan continuo y esforzado
durante muchos gobiernos.
La sociedad boliviana vivía en la pobreza, aún dispo­
niendo de los recursos más variados para subsistir y enri­
quecerse. Se cultivaba la tierra con arado de palo, del tiem­
po egipcio y la artesanía rudimentaria constituía la peque­
ña industria. Lo peor de todo es que se tenía un círiterio
individual, restricto y suicida. Los Incas habían enseñado
a trabajar en grandes equipos; solamente así rendía la
tierra.
Lo único interesante de este período es que aparece
la industria minera y está lejos de considerarse como un
bien colectivo, tampoco es aprovechada. Las grandes rique­
zas de! subsuelo, la fortuna en esta forma sólo premia a
los muy audaces, que al final se convierten en amos.
Si en la clase dirigente de! siglo pasado hubo un Arce,
un Pacheco, un Vaca Diez, un Suárez y algucos otros, el
resto vive en la molicie aldeana, sin vuelo y sin ambición.
En esa época no se ha salida de ia aldea para explo­
rar la patria. Los gran des señores de sombrero de copí»,
de chaquet francés y de bastón imitan a Europa en su mo­
do externo. No hay superación intelectual, “dominio de ner
más”, de sobrepasar el circulo, de formar una clase indus­
trial y mercantil, de arriesgarse en empresas, de transfor­
marse en “pionera”, de explorar 'as tierra?, ignotas que es­
tán dentro de! país, de crear capital con el propio esfuerzo.
Falta todo, falta capitel, pero lo que más falta es “cabeza”.
Pero el capital no es producto del azar: es creación y or­
ganización; se precisan ideas audaces y brazos robustos.
Es así cómo se ha hecho e! capital y no de otra ma­
nera.
Los grandes señores viven felices en raedso de sur. mi­
les de siervos indígenas que les dan sustento, redactan pro­
clamas políticas y trna que otra vez se inquietan por Ja lec­
tura, envidiando de paso a ¡os mineros con fortuna, y a Jos
cuales terminan por servirlos en grado menor.
Tan evidente es esto y tan luctuoso para el país que
grandes territorios se pierden como la costa del Pacífico,
el Acre y Mattogrosso, porque la clase dirigente no tenía
noción cabal de las riquezas salitreras y gumíferas.
Todavía hay algo más. Se alegan títulos y se pueblan
los alejados territorios con burócratas en lugar de poblar­

— 14 2 —
i: j\ S A V O S Y C K 1 T I C A

los con hombres. Estos míseros burócratas sin mando y


sin prestigio, a los que de nada sirve el cargo ni el título
de propiedad patriótica que ostentan, débiles para impo­
ne el más elemental derecho de respeto a la soberanía bo­
liviana, cuando se ven atacados por aventureros como Gal-
vez y Castro —al servicio del Brasil— piden auxilio a la
Cancillería brasileña, ejemplo triste y de lo más indecoroso,
solicitado por el diplomático Salinas Vega, "porque no con­
taba con fuerza suficiente” ... ¡Es decir que este bolivia-
no~aJtiplánico, pedía ayuda a los mismos que usurpaban su
territorio!. . .
¡De esta clase de tipos estaba compuesta la clase di­
rigente !

— VI —

¿Qué clase de pedagogía se debe emplear en el país


boliviano?El doctor Sánchez Bustamante. posiblemente tor­
turado por la falta de instrucción - -entiéndaseme bien—
cavó en la seducción y contrató «na partida de pedagogos
belgas, muy competentes y pedantes que Llegaron a Boli­
via y vivieron en ella dando sus luces y lo que sabían, co­
mí se se tratara del Congo Belga. Para nada valió la estir­
pe ancestral, el colowiaje y la epopeya de Ja independencia.
No entendieron, y de. hecho implantaron métodos euro­
peos —mezcla de liberalismo. ele positivismo y de educa­
ción enciclopédica— rompiendo de golpe con fe. tradición,
los jugos coíonia’cs, la buena raí? española y el pasado in­
dígena. Si nosotros hs!biérssnos sido americanos de! norte,
la enseñanza habrí.r prendido... Perc éramos arte todo
americanos y los más indios de América. Pus suficiente
un período para rebelarnos. Nos disgustó la “manera prác­
tica” de actuar, de vivir y de proceder. El amos románticos
y honrados. Líos belgas, aunque muy sapientes, querían
convertimos en negadones de las costumbres y ateos.
(Ateos a la moda de entonces).
Inmediatamente brotó el normalismo que sobrevive
hastr. hoy, y «0. decir esto interpreto el acomodo a la polí­
tica, el buen sueldo y la jactancia, el libro por encima de
la práctica, el adocenamiento del preceptor, el culto a la
letra muerta de lo pedagogía, Ja insensibilidad, el docto-
rismo del maestro, burócratas en lugar de maestros.
Y esta es la obra de don Daniel Sánchez Br.stamante'
Estamos esperando todavía la labor de la “Escuela
Nacional”. No la vemos por ninguna parte.

— 14 3 —
t r i s t a n m a r o f
Se ha hablado de reforma educacional y el escritor
Femando Diez de Medina ha caído en el engaño, ofrecién­
donos reglamentos y copiosos manuales escritos. ¿Dónde
está esa reforma? Para la mente boliviana la educación
consistirá en que se le aclare de una sala vez cuál es su país
y qué es su país. Primer punto. Segundo, que se eduque
al ciudadano boliviano cómo es. Tercero, que se le diga que
toda Bolivia es una sola entidad, familia, intereses, tierra,
aire, montañas: que nadie puede ser mísero en una tierra
de promisión, como no ia hay otra en América.
Bolivia posee todo.
¿Qué falta pues? Talento y la pasión extraordinaria
de hacer del país uní», de las naeiones más felices de la
tierra.

NOTA: No se pudo publicar este trabajo en su debida opor.


tunidad, como muchos; porque no había prensa
libre ni periódicos ni revistas que lo acogieran. To­
davía me parece oportuno. No sá...

— 144 —
MONTES Y SAAVEDRA
CAUDILLOS ALTIPL AÑICOS

Gobernar un país es entenderlo, sentirlo, dominarlo y


poseer la sangre fría de los líderes que están empeñados
en grandes empresas. La política para los griegos era el
arte más difícil de contentar, y en la hora actual la política
es un arte y una ciencia que no la captan sino muy pocos
elegidos.
Esto parecerá extraño en un pueblo mediterráneo don­
de todos son “políticos” y donde la ocupación corriente es
discurrir sobre los temas más abstractos, poniendo como
es de práctica de lado la ciencia y el arte y ostentando, en
cambio, una ignorancia astronómica y una audacia increí­
bles.
Pero lo cierto es que sólo dominan a los pueblos y a
las gentes más dispares los que llevan en el pecho y el ce­
rebro la misión política; sólo animan a las muchedumbres
los que ofrecen algo: teoría, esperanzas, honor, aunque en
el fondo no les ofrezcan nada; sólo organizan a los pue­
blos los que les iluminan y les señalan un destino, si es in­
mediato, mejor. Sólo se imponen al común de los ciudada­
nos los hombres de vigorosa personalidad que hacen el
“bien y el mal”, aplaudidos o aborrecidos, sin que esa mo­
ral corriente les impida coronar su obra. Ya muertos, la
historia se encarga de disculpar sus errores, los ignora y
aún la mano dura que castigó y oprimió es venerada. Mon­
tes y Saavedra, caudillos sin disputa, tuvieron esa pasta
humana. Desaparecidos del escenario político de su país,
en los instantes de crisis, cuando las almas flaquean y los
ánimos se muestran indecisos y vacilantes, comidos por su
mediocridad se les recuerda, y en el ambiente cívico se les
enaltece, lamentando de que no exista el continuador.
Estos dos hombres son la representación legítima del
conductor boliviano. Al lado del gran presidente Aniceto

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T R Í S T A N M A R O F

Arce que supo dominar, construir, mandar y hacerse res­


petar, encarnan una magnífica trilogía. Arce quiso crear
la burguesía boliviana, (una clase que entendiera de nego­
cios y despertara de su sueño provinciano) y fracasó en
su intento porque su gobierno tuvo que hacer frente a cin­
cuenta motines. Después de Arce viene la “debacle”, el
desastre, el tanteo, la debilidad. El partido conservador se
entierro. Resurge con Montes, que se titula liberal, pero
que en el fondo es de esencia conservadora. Montes crea
el montismo y arroja por la borda todas las teorías libera­
les sin escrúpulo. Es un realista y entiende que el gobier­
no tiene que hacer frente a un pueblo primitivo y a un pre­
supuesto misérrimo. No abriga ilusiones y maneja a los po­
líticos de su tierra con las dos manos: la dura y k blan­
da, hablándoles su propio idioma, juzgando los hechos con
esa claridad que le da cu arrojo y su coraje. Conoco al al-
tiplánico, le sabe capaz de tremendas audacias y tampoco
ignora las pasiones pequeñas que le corroen: la pereza, la
falta de iniciativa, 1a. vanidad provinciana, el desorden, el
motín inoculado en sus venas, el odio a todo lo que vale y
a todo lo nuevo. El país en la época de Montes es aperas
una sombra; sin mar, sin caminos, sin escuelas, sin ejér­
cito y sin dinero. Montes es un animador de las fuerzas
productivas a su manera, un creador de élites, un refor­
mador audaz y sin escrúpulos de cuanto le parece y Je con­
viene a su política personal y caudillismo. Y en todos sus
actos pone pasión, coraje y una tenacidad admirable. Y
aunque es censurado con extrema dureza por la oposición,
jamás retrocede. Parece que los ataques que recibe h dan
nuevos bríos y retempla su alma. Es que se trata de un
verdadero conductor que sabe dar a sus palabras y a sus
actos el sello de Ja autoridad y de la austeridad aunque
tenga que recurrir a gestos teatrales con frecuencia.
Derrocado el partido liberal por uso y abuso del poder,
cuando Montes ya no gobernaba aparece otro caudillo que
brota de la misma entraña que Montes. Es apasionado, te­
naz, ilustrado y de poderosa inteligencia: se llama Bautis­
ta Saavedra. Y todavía su nombre es símbolo de muche­
dumbre exaltada y combativa. Saavedra no ha muerto;
perviva en el mitin, en el discurso y en las calles.
Saavedra gobierna a Bolivia también con las dos ma­
nos: la blanda para sus amigos y partidarios; la dura para
los que no creen en él porque les ha despojado de sus pri­
vilegios. Es realista desde el punto de que conoce a ios hom­
bres que tejen la politiquería criolla y a los adversarios in­
teresados. Es hombre íntegro porque no tiembla al ejecutar
una orden e imponer su autoridad de gobernante. Es limpio

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E N S A Y O S Y C R I T I C A

porque en sus actos de presidente no pone otra cosa que su


intenso amor a su país y su enorme patriotismo. Es direc­
tor de la política porque se impone a su partido e impone
sus ideas que las considera justas, exactas en un medio
atrasado y pobre de economía y de gentes. Y es tenaz y
entero como Arce, el petiso más grande de la historia de
Bolivia en cuanto a carácter y sentido práctico, porque Saa.
vedra quiere imprimir a su política un sello de energía, de
acción y de progreso. Saavedra no es comprendido en su
tiempo ni por los intelectuales ni por la clase dirigente: es
odiado y combatido. Igual que Arce tiene que hacer fren­
te a una docena de motines y asonadas en nombre de la
“libertad”. Y su gobierno que podía ser eminente, cons­
tructivo y favorable a los intereses del país, si se le entien­
de en sus reformas y en su trayectoria, se diluye y se gasta
en defender el orden público. Saavedra insurge a la arena
política llevando como bandera los ideales de la clase media.
No obstante estos dos gobernantes tan parecidos,
Montes y Saavedra, separan y dividen al pueblo boliviano.
Saavedristas y liberales montistas se odian como se odian
los caudillos entre sí.
Es un signo de hombría ser opositor y desafiar a los
£ olidas, y es un estigma ingenuo — que se perpetúa hasta
hoy— , formar en las filas del gobierno.
Con todo, Montes y Saavedra, imprimen a la política
boliviana un ritmo peculiar por más de cuarenta años. Do­
minan el escenario patrio sin 'a ilusión de la de?nocracia
formalista y la ficción de la legalidad. Entienden lo que
deben hacer y aciertan, porque en el subconsciente de este
pueblo altiplánico, por mucho que se cultive y progrese,
siempre estará latente la tradición del monarca indio, pa­
ternal y enérgico, grande en la adversidad y grande tam­
bién en las horas decisivas de dar a cada cual lo que le co­
rresponde y es justo.

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LOS ULTIMOS DIAS DE
ENRIQUE FINOT

El escritor y el diplomático que habían en Enrique


Finot acaban de morir. No puede interesarme sino en la
medida y significación que tiene el hombre de letras y cuya
labor ha quedado en esta tierra de contrastes y paradojas,
donde el que escribe es una especie de oasis frente a la lla­
nura gris, y lo que es peor rodeado de grajos que manejan
la pluma, o piojillos literarios tolerados y admitidos en los
diarios a condición de colaboración gratuita y escandalosa,
aunque la estupidez y el cretinismo chorrean por sus escri­
tos como grasa derretida.
¡Qué vamos a hacer! Estamos en la infancia de la li­
teratura boliviana y los raros ejemplares ponderados se
cuentan con los dedos. Esto mismo debía pensar don Ga­
briel René Moreno que en vida fue acusado de las peores
infamias por sus conterráneos y que muerto todavía no se
le ha puesto en bronce para que perpetúe su genio y su
profundo saber.
Enrique Finot fue discípulo de Moreno y lo exaltó co­
mo el que más; le recordó con cariño y le escribió bellas
páginas. Como Moreno el escritor fallecido, nació en Santa
Cruz, rodó mundos y sintió en las venas el amargo pesar
de dedicar su vida íntegra a las letras. Escritor serio,
agudo, puso su talento al servicio de Bolivia y le dio lus­
tre. Sabía su valor y por eso la envidiosa mediocridad le
tildó de soberbio. Periodista, literato, político y diplomá­
tico, siempre se destacó en primera línea, y aún en sus úl­
timos días, cuando la enfermedad le tenía postrado y casi
privado del habla demostró entereza y valor de hombre.
Ha dejado en la escasa historia del país —que rara vez
edita libros que puedan leerse y venderse— diversos tra­
bajos que revelan su condición y estirpe de escritor de raza

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T R I S T A N M A R O F

como “Nueva Interpretación de la Historia de Bolivia”,


“Literatura Boliviana”, “Tierra Adentro” y otros estudios
sociales en los cuales el observador y el psicólogo se lucen
con maestría. Escritor dotado de condiciones sobresalien­
tes, muere relativamente joven, llegado al límite de !a ma­
durez en la edad que su talento concebía magníficos planes
para continuar la obra literaria a la que estuvo consagra­
do desde su tierna juventud. No obstante ella será recor­
dada por los estudiosos desde cualquier ángulo que se la
juzgue, entre los que ennoblecieron las letras nacionales.

Los últimos días

Apenas llegado a Santa Cruz, tierra admirable y rica


que vive olvidada en el trópico, fui a visitar al escritor en
su casa de la avenida Velarde que él mismo la había cons­
truido para concluir sus días en el dolor y la angustia de
su cuerpo inválido. Le encontré poco menos que terminado.
Sin embargo conservaba señoría en los modales y cordia­
lidad a pesar de su media palabra, y los ojos miraban con
cierta melancolía la vida que se desprendía del alma pau­
sadamente como el hilo de la madeja de un poema que tejió
con ternura y amor. Sentado en la silla, el rostro magní­
fico, aparecía el personaje que recorrió mundos, todavía con
la cabeza erguida, luchando tenazmente entre el ser y el
no ser. Al lado suyo estaban los seres que le amaban y a
quienes amó: su esposa de ojos grandes y tristes, en la re­
signación, profundamente cariñosa, le tendía, e interpreta­
ba lo que el enfermo quería decir. Chilena de origen, le
acompañó muchísimos años y fue nodriza, madre y amiga
leal de este hombre atormentado que desde muy joven pu­
so la pluma al servicio de las letras, estudiando su medio,
analizándolo y realizando estudios de verdadero interés so­
cial y político. Estaban también la hermana de Finot y sus
sobrinas a las cuales el escritor trasmitió la sed de apren­
der y el amor por los libros. Le rodeaban en sus últimos
días, haciéndole la vida grata, leyéndole noticias y obras
que le entretenían. A pesar de las dificultades que tenía que
vencer y de su invalidez me invitó a comer y ’as veces, que
le visitaba departíamos cordialmente; no deseaba que cor­
tase la visita y me preguntaba cuándo sería la próxima.
Hasta parecía mejorarse y al conocer novedades literarias
de otros países. Recordábamos momentos gratos y oía los
comentarios de la charla, sonriendo, una mezcla de ironía a
veces, pero su sonrisa era triste. A instantes le brotaban
de los ojos lágrimas que se desvanecían en el tremendo
abismo, el dolor de no poder alternar, de responder al se­

— 150 —
E N S A Y O S Y C & I T I C A

gando, luciendo los matices de que estaba dotado. No obs­


tante se alegraba en toda ocasión que los pocos amigos le
visitaban y compartían con él, brindando por su salud y
felicitándole por los trabajos literarios. Tenía goce íntimo
entonces y parecía mejorarse, vencer a la enfermedad en
un esfuerzo supremo; su mente recobraba cierta lucidez y
el entusiasmo fulgía en los ojos. Luego volvía a caer en el
silencio y la noche, concluyéndose, encerrado en el mutis­
mo y la pena como si la nota de violín que había en su alma
le dijese adiós.
Yo le conocí en Sucre de estudiante de la Escuela Nor­
mal. Le vi actuar en la arena de la política, gastando sus
bríos, batirse, triunfar y llegar a la madurez. Le perdí de
vista en los años de destierro cuando tuve que andar más
de once años por tierras extrañas. En Lima leí su “Nueva
Interpretación de la Historia de Bolivia” y me gustó. Era
una manera de estudiar los acontecimientos del país y dar­
les una interpretación mental más inteligente y lógica.
En un medio inhóspito para la3 letras, de incógnitas y
de hielos monolíticos, los trabajos de Finot tenían el claror
y la alegre frescura del trópico. No se parecían a Ies de
Arguedas, minucioso historiador de recortes de periódicos,
vacío de conceptos económicos, brutal con los hechos y con
la historia misma hasta la diatriba y la confusión. Finot
daba otro cauce a la interpretación, revisaba y ahondaba
causas, sin ir muy lejos, pero de todas maneras situábase
como intérprete de la ideología liberal reformista, ambicio­
so de encontrar la fórmula social y el descubrimiento de la
ruta que perturbó la historia de Bolivia, nublándola a tra­
vés de sus luchas. Quiso ser el estudioso de la causa anu­
lando el efecto. Otros se servirán de sus observaciones y
alumbrarán su camino con mejores luces para ingresar de
lleno al drama mismo, pero de todas maneras tendrán en
las manos los escritos de Finot.
Concluye su vida en el solar natal después de penosa
agonía, con la ilusión de la amistad y el recuerdo de la in­
fancia. Ya su sombra anticipó el vaticinio de todo hombre
de letras condenado a la fatalidad de su suerte.

El legado
En Boüvia todavía la inmadurez de las gentes ve pa­
sar a estos locos que escriben y tejen su historia con los
mejores oros de su cerebro, con la indiferencia de la piedra
y la vastedad de la arena, ambos sin calor y sin emoción,
tremendos en su dureza, si no es para los politiquillos y
los escarabajos que se arrastran por el suelo, regateando

— 151 —
T R I S T A N M A R O F

méritos, condenando al silencio al que no adula o tañe su


lira falsa.
Finot fue un escritor de verdad; por eso se encerró en
la soberbia. No abrazó a nadie que no valía. Puede ser cri­
ticado desde muchos puntos, pero tiene que admitirse tam­
bién que se expresó con sinceridad y le puso a la vida el
ceño del que la conoce, sin darse a los hombres que medran
vilmente a sus contornos.
Sus trabajos históricos poseen el brillo y la significa­
ción novedosa del que les ha dado forma más comprensi­
va e inteligente. No han sido superados. Lo serán en el
futuro, no cabe duda. Finot estudió y aclaró la ruta: he
aquí su mérito. Sus novelas costumbristas, con el colorido
de la realidad y llenas de matiz, tienen un sitio en la lite­
ratura americana.

— 152 —
GUSTAVO ADOLFO OTERO

Físicamente Otero era débil, esmirriado y de contex­


tura frágil. Nunca creyó vivir más de cuarenta años. Más
tarde engordó y pensó que alcanzaría los ochenta como
Voltaire comiendo poco y digiriendo libros con mezcla de
sátiras y amenas charlas. Otero fue escritor desde muy jo­
ven cuando comenzaba a borronear para ese diario llamado
“Fígaro” de enorme recuerdo que salía en La Paz por loa
años de 1918, donde escribían el novedoso y elocuente don
Franz Tamayo, el amable e inteligente don Lucho Espino-
za y Saravia, director de la publicación, don Felipe Guz-
mán, siempre risueño y de humor y tantos otros que el
tiempo ha borrado el recuerdo de sus andanzas y gracias
literarias. Otero tenía entonces veinte años, y en el arte de
escribir aplicó toda su paciencia y conciencia de hombre
Este raro afán le llevó a la altura en que el hombre de le­
tras ya no tiene otra novia que el pensamiento escrito y le
exige cada día superación, explorando campos cada vez
más extensos y extraños. Ese es el escritor, es decir el iti-
conforme que no se contenta con la parábola sino que la
ahonda, la utiliza y siempre queda en la duda...
A pesar del realismo de Otero y de los géneros que cul­
tivó, se nota en su temperamento un fondo idealista que
le hizo subsistir y conservar su ansia de escritor. Ironista
al comienzo de su carrera, con cierta ironía gruesa al gus­
to del público, por la que se hizo popular con el pseudóni­
mo de “Noloveaz” ; mucho tiempo después tomó a pecho
la tarea de interpretar la historia, convirtiéndose en ensa­
yista siempre novedoso y con la curiosidad del sociólogo
poniendo los ojos en las liagas de su país y tratando de
curarlas...
Sus libros, por eso tienen un estilo vario, algunas ve­
ces son de alegre frivolidad como “El Arte de Conocer a
los Hombres”, traduciendo las teorías de Kreschmer, de
Lazursky, de Pende y sus propias observaciones persona­
les; y otras veces se adentra en la “Vida Social del Colo­

— 153 —
T R I S T A N M A R O F

niaje”, obra que le cuesta muchos años de paciente labor


y de estudio. Finalmente escribe un delicioso libro “Diplo­
máticos en el Vaticano” con humor, con parca gravedad y
un gran conocimiento de la inutilidad de la “carrera” cuan­
do se la vive por dentro y a costa del Estado.
Otero practicaba el arte sutil de saber decir y de sa­
ber herir con alegre sonrisa. Una vez me dijo empleando
las frases de Huxley: “Las palabras como los rayos X atra­
viesan cualquier cosa, si uno las emplea bien”. Otero no
se jactaba de valiente pero tenía valentía civil. Amaba la
justicia a su manera, con escepticismo, pero creía que el
hombre cultivado es mejor y que los pueblos no son buenos
ni malos sino pasionales y emotivos. En largas discusio­
nes Otero solía entretenerse no con el objeto de conven­
cer a nadie sino ejercitar sus argumentos sutiles que tam­
poco le convencían a él porque cambiaba con frecuencia.
Era en realidad un hombre inteligente, refinado y lle­
no de humor. Charlando se le apreciaba más, porque re­
velaba las mil facetas de que estaba compuesto y los dar­
dos que adornaban su bagaje intelectual, de los que dis­
ponía a su antojo y placer. Otero no era pesado ni desa­
gradable y su satisfacción consistía en picar como el tá­
bano y alejarse apresuradamente sin producir heridas si­
no escozor. Hombre de gran erudición y de excelente me­
moria sus anécdotas eran picantes y se las recordaba en
los círculos intelectuales en los cuales tampoco pernocta­
ba sino unos instantes alejado por su mala salud. Le gus­
taba la soledad y el libro y su mayor placer, posiblemen­
te fue la lectura. Debido precisamente a su mala salud nos
ha dejado tantos y tan agradables libros que los iba hi­
lando en el silencio de su cuarto y sonriendo a instantes,
porque sentía dolor, tenía la valentía de callarlo, llenando
numerosas páginas blancas con su letra menuda y casi
ilegible.
Otero logró subir peldaño a peldaño los escalones de
las letras por mérito propio, debido a su talento y a sus
condiciones excelentes de escritor. La suerte le ayudó tam­
bién porque le reconocieron sus cualidades y pudo así re­
presentar a su país como uno de los mejores exponentes
de su cultura.
Bolivia no perdió, ganó mucho, porque el escritor
Otero la supo hacer brillar en tierras extrañas con un ta­
lento original y con un don que no es patrimonio sino de
poquísimos hombres: un humor discreto y una inteligencia
clara muy por encima de sus colegas diplomáticos.

— 154 —
JAVIER PAZ CAMPERO

Desde muy corta edad Javier Paz Campero fue ora­


dor; se hizo orador. Hablaba en los actos públicos con sol­
tura, con acusada gracia y maravillaba a sus profesores
y a las gentes que le oían. Tenía memoria y fogosa ima­
ginación. Algunos alumnos, los mejores del curso sólo lu­
cían memoria y por eso han sido pobre cosa en la vida.
Sin la imaginación que es creadora, la memoria de nada
sirve sino para recordar fechas y agravios... Yo le co­
nocí a Javier en la escuela y le estoy viendo como si fuera
ayer con la “dulzura del recuerdo y el pesar de la ausen­
cia” porque ya no existe. Otros amigos míos han dejado
el mísero planeta también, y entre ellos Federico Ostria
Reyes, al cual Javier Paz Campero quería entrañablemen­
te y le oía siempre por su originalidad, la precisión de sus
juicios no siempre agradables para muchos y lo acertado
de su repertorio social.
Javier era robusto y fornido, de cara amplia y los
Djos vivaces y cabellos castaños. Vestía a la moda de en­
tonces: chaquetilla española con cuello ancho bien almi­
donado que le caía sobre los hombros, pantalón corto, es­
carpines de color y botincillos de charol. Le gustaba, el
ejercicio físico y sabía pelear; era discutidor y alegre. Nin­
gún muchacho de ese tiempo excusaba el desafío, y aún
con los más grandes el entrevero era formal hasta que
el adversario se rendía, alzando la mano y pronunciando
la palabra: basta. Pero no había odio; después de la pelea
los muchachos se daban la mano, siguiendo la costumbre
vasca y luego el abrazo como amigos entrañables.
Nuestra niñez fue ruidosa y cándida en el hogar, en
la calle y en el campo. En la casa paternal se oían charlas
de los mayores sobre el honor y la moral. Nosotros las
escuchábamos religiosamente y teníamos siempre ardida
la sangre de pasión, soñando cuando fuésemos grandes re­

— 15 5 —
T R I S T A N M A R O F

presentar a la tierra nativa con brillo. Eso nos decían


nuestros padres en la sencillez y santuario íntimo, dejan­
do que la emoción nos turbase y alguna que otra lágrima
se filtrase quemante y salobre en las mejillas.
Más tarde nos separamos. La vida indica a cada cual
su camino, unos a la lucha áspera y sin fin; otros a pro­
curarse el sosiego, el empleo mediocre, la familia y la
contemplación.
Javier se recibió de abogado y fue hombre de carác­
ter decidido, jovial y agradable, todavía lo vi una vez más
antes que el destino nos alejase completamente. El man­
tenía la tradición, las glorias del lar, y yo me atreví a ir
más a llá ... por los límites del mundo. Pero en todo tiem­
po nos unió leal y sincera amistad. Nos queríamos a tra­
vés de todas las peripecias y de cualquier infortunio, por­
que nuestras almas buscaban el ideal de justicia por di­
ferentes caminos. No lo encontraríamos jamás, pero ha­
bía algo que nos hacía soñar y que nos daba fuerzas aun­
que las caídas eran frecuentes y la maldad nos acosaba
con su lengua fría. Fue Javier quien se dirigió al gobier­
no de entonces pidiendo mi ingreso al país después de
tantos años de exilio en lina carta conmovedora que la
conservo en mis archivos.
Eramos por sobre todas las cosas hombres y de ahí
nuestra estimación. Pero Javier tenía otros dones muy
escasos en la mayoría de los seres humanos. Era hidalgo,
sin jactancia, con humildad y valentía, porque su corazón
le impulsaba a la hidalguía. Y un hidalgo, por fuerza está
obligado según el código a ser consecuente y defender sus
creencias. En este aspecto Javier fue temerario, llegando
al sacrificio y a exponer la tranquilidad de su vida.
Buen ciudadano y excelente amigo se podía contar
con él por su carácter entero y su franca sonrisa que la
alumbraba con la luz de su inteligencia y su bondad casi
siempre.
Javier no ha dejado obra literaria pero ha dejado
obra humana. Le tocó defender a sus amigos y no eludió
jamás el peligro y hasta la impopularidad, sorteando los
casos más difíciles. Hombre de estado, estudioso y serio,
es uno de los que deben recordarse con respeto. Es posi­
ble que haya tenido errores y los tuvo pero su espíritu
conturbado vio con infinita piedad a su país y se convir­
tió en su abanderado en cualquier ocasión. De ahí su ac­
titud frente a la iniquidad sin contemplaciones, cuando
pudo y aun en sus últimos días, a pesar de que sabía de
que el país estaba herido de muerte.

— 156 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

Javier se distinguió en todos los terrenos donde ac­


tuó. Si se introdujo en la política fue por servir a su pue­
blo y no para hacerse rico. Ganó y perdió; peleó dura­
mente contra las calamidades públicas y nunca obtuvo lo
que quería. Inmaduro su pueblo, inmaduros los hombres,
las instituciones, las leyes, sólo tenían que representar
una ficción. No obstante en el páramo había que sembrar
y padecer aun con la derrota a cuestas, teniendo a la fa­
talidad por compañera y amiga, para que sobre los huesos
y la sangre de uno, alguna vez, tal vez nunca, pudiera
brotar la probidad y la justicia en la tierra amarga que
es la tierra donde nos ha tocado nacer.

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APUNTES SOBRE
FRANZ TAMAYO

Escribir sobre Franz Tamayo parece un asunto fácil y


es el más difícil. Se puede incurrir en el elogio desmesu­
rado y provocar su risa, desde su gloria, donde reposa; o
no saberlo juzgar con acierto al examinar los mil matices
de su fuerte personalidad. Muchos lo han convertido en
tabú. En los pueblos americanos hay costumbre de consi­
derar genios a los guerreros y a los políticos triunfadores
mientras les dura su estreila fugaz y sus estatuas ador­
nan las plazas provincianas. No sucede lo mismo con los
poetas y los filósofos. En vida son rudamente combatidos;
no se les reconoce méritos; se les maltrata cuando se pue­
de y hasta se les ridiculiza, especialmente si no poseen
fortuna personal. Don E’ranz Tamayo no padeció jamás de
pobreza y fue un señor. Un gran señor feudal, dueño de
haciendas y de indios, un excelente orador, un polemista
temible y un parlamentario de grandes vuelos a la par que
un poeta exquisito. Cultivó la mayoría de los géneros li­
terarios y en casi todos se destaca alumbrando su origi­
nalidad y genio. Si no fue presidente de la República, es­
tando ya investido y con el traje de ceremonia y sus ac­
titudes teatrales, se debe a los militares que derrocaron
al señor Daniel Salamanca en plena acción de la guerra
del Chaco, cercándolo en Villa Montes. ¡El ilustre poeta
Tamayo no pudo sentarse en la misma silla que otrora lo
hicieron los generales victoriosos para domar a los pue­
blos! ¡Y es una lástima! ¿Qué habría hecho don Franz en
la Presidencia? ¿Qué grandes proyectos nos tenía reser­
vados? ¿Habría sido su mano dura o blanda? Esta es la
incógnita de la historia y es muy posible que este hombre
de tanto relieve se hubiera cubierto de gloria o sus m a n o 3
teñido de sangre al imponemos sus ritos y su misma tra­
yectoria personal. ¡Tamayo en esa época era el Homero y
el Epaminondas de Bolivia!

— 159 —
T R I S T A N M A R O F

Pero desde cualquier ángulo que se le juzgue a don


Franz Tamayo es siempre interesante. Tamayo no se pa­
rece a nadie. Se puede decir sin contradicción que es el
boliviano más capaz y más original que ha producido el
país en lo que va de un siglo, muy superior a los intelec­
tuales de su tiempo y a los de este tiempo, entre los cuales
brilla como un astro.
No obstante fue un sujeto lleno de contradicciones, de
calidades humanas paradógicas, tan lo mismo luz y som­
bra, preocupado algunas veces de problemas minúsculos y
otras volando a tanta altura que daba miedo y pavor. Car­
los Medinaceli ha concretado la frase: “Tamayo tiene el
ímpetu de vuelo de un Icaro, pero lleva en las alas el peso
de una biblioteca”.
No sé si esta apreciación es feliz y justa, porque Ta­
mayo se perdía en las nubes y, aunque estaba en la tie­
rra, su pensamiento generalmente era sideral, caprichoso
y lleno de hallazgos. La única justificación en la tierra de
Tamayo eran sus propiedades agrícolas. Entonces apare­
cía el Catón boliviano, riguroso en sus procedimientos de
explotación y conservador del Incario, porque se había
elegido Inca por propia decisión y porque su talento le
otorgaba ese título.
Derrocado junto con Salamanca, se consideró solo y
amó la soledad. Murió en la soledad, atisbando desde su
balcón de la calle Loaiza el mundo vulgar que pasaba con
sus ojos de águila, negrísimos y con un poder hipnótico,
sin poder remediar la tragedia de su pueblo y su propia
tragedia.
Prisionero en su casa vetusta y colonial por espontá­
nea voluntad, nadie le visitaba y él huía de las visitas, del
coloquio amable y de la charla cordial. Muy rara vez al­
gún diplomático o algún turista curioso quiso oír su voz y
el viejo aimara, revestido de dignidad, ya anciano y con
los cabellos de nieve le premió al visitante con el caudal
de su sabiduría. Y otra vez volvió a encerrarse en su mu­
tismo, alejado de todos, sin otra alegría interior que las
notas de su piano y el aletear de sus versos que brotaban
de esa cabeza fría y de su corazón ardiente y se posaban
en páginas magníficas. Fue el poeta más grande de esta
tierra inhóspita y yerma y, sin embargo, el más enamo­
rado. Y cosa extraña, el poeta de la Grecia antigua y del
Collado, de exquisitos giros, dotado de poderosa imagina­
ción, un poeta muy mayor y mayor para América, al ex­
tremo que Tamayo puede codearse con Goethe y es clá­
sico y es moderno de tantas novedades que, el uruguayo
Herrera Reisig, aparece como su discípulo. “La lírica de

— 160 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

Tamayo exhala ásperos aromas montañeses: nostalgia in­


diana”, escribe Antonio Aborta Reyes, y añade: “El poe­
ta que logró a través de un aristado temperamento pro­
vocar esa aleación musical en dos categorías formales, la
impecabilidad parnasiana acuñada en gongorismo autént -
co, como pocas veces se obtuvo y quizá no se obtenga ya
en el español sorpresivo de indoamérica se habría apar­
tado, cegado por los espejeos de su cultura humanística,
y la brillantez de su numen, de los motivos milenarios que
le esperaban en su tierra morena: amplísimos “sunis” (o
altiplanos, en aimara) y cordilleras ceñidas por vegas lu­
juriantes y espléndidos “Yungas”.
Y Alborta Reyes con acertada intuición, dice: “La
Prometheida pudo ser una grandiosa tragedia aimara”.
Pero Tamayo era un hombre universal y se debía cul­
turalmente al mundo. Su educación es occidental y euro­
pea. Ha estado muchos años en el viejo continente y re­
gresa a su país pleno de euforia porque en su alma india
ha insurgido la revelación de su personalidad y la fe de
un destino. Pero él no es un resentido: es un batallador.
Se ha considerado igual a las mentalidades europeas y Ies
lleva ventaja tal vez por su imaginación y la novedad de
su milenario ancestro. Pero esto es tremendo en su tierra
nativa, acostumbrada a obedecer desde el Incario y des­
pués en la colonia. El caso de Franz Tamayo es apasio­
nante. Es un rebelde y sus mismas transgresiones litera­
rias y el invento de nuevos giros son de un sabor delicio­
so. Conoce el idioma y le da riqueza en imágenes, lo sua­
viza y lo hace dúctil, penetrante; le aligera y el vocablo
posee alas y armonía.
Nadie ha analizado al Tamayo íntimo, sensible y re­
belde en su juventud. Un Tamayo sin fortuna, es muy po­
sible que con la audacia que le daba su personalidad y su
talento iluminado siempre, hubiera sido el revolucionario
integro en esencia y con todo el vigor de su sangre ai­
mara.
Tamayo fue un burgués liberal; un gran burgués en
el sentido amplio de la palabra. Un señor de sombrero de
copa, un conservador de los privilegios de su casta y de
su país. Uno de los grandes poetas de América y el boli­
viano que demuestra cuánto puede dar una raza milenaria
y sabia. Y aun perdida en las tinieblas resucita y da.
Pero el genio tampoco brota de la roca si no está tra­
bajada y pulida. El genio atraviesa un proceso de precur­
sores y su nacimiento es alumbrado por terribles dolores
y contradicciones. No hay genio en un país de enanos. Y
Tamayo es el espíritu de siglos redivivo. Tamayo nace del

— 16 1 —
T R I S T A N M A R O F

sufrimiento de su raza y de la grandiosidad y la tristeza


de la pampa yerma y de la nieve. Su patria estaba desga­
rrada y agónica en el desorden y la catástrofe de la gue­
rra que nos arrebató el mar. Educado con toda la magni­
ficencia de la fortuna, se dio cuenta él que había una dua­
lidad en su persona: quería ser indio frente al europeo y
se jactaba de su estirpe como el mariscal Santa Cruz. Sa­
bía más que el europeo del curso y le vencía, sin embargo
era moreno, la cabeza grande, el pecho ancho y las pier­
nas cortas de aimara. Esa fue su rebeldía y se impuso.
De regreso a su país quiso ser el redentor como todos los
bolivianos despiertos, grandes de corazón y de talento. El
fracaso, después de éxitos ruidosos, le sirvió sus manja­
res desabridos y tristes. Entonces el aeda que había en él
y el esteta le encerraron en su torre de marfil y no se
ocupó de nadie y vivió su vida y su tragedia. El pueblo
jamás le comprendió ni tenía por qué comprenderle.

¿Por qué se vuelve solitario este hombre dotado de


tantas cualidades y extravertido socialmente? ¿Es orgu­
llo, despecho, menosprecio de las gentes? ¿Es misticismo
o actitud mística?
Yo fui amigo de don Franz en mi juventud y gocé de
la intimidad de sus charlas. En ese tiempo solía frecuen­
tar la redacción de “El Hombre Libre”, diario en el que
escribían algunos intelectuales entre los cuales me conta­
ba. Su director era don Felipe Guzmán, adversario de Ta­
mayo en una polémica ruidosa sobre pedagogía nacional
que el tiempo había amortiguado y los unió nuevamente
como enemigos del régimen liberal al cual combatían am­
bos. Don Felipe Guzmán era hombre de ingenio y de mu­
chas cualidades, sobre todo no le faltaba humor y se di­
vertía con Tamayo, pero sin faltarle el respeto. Don Franz
se distinguía en el pequeño círculo por sus juicios arbi­
trarios y la novedad que traía en esas discusiones que no
terminaban nunca. Llegaba a eso de las diez de la noche y
después de entregar su artículo nos invitaba a tomar café
y la fiesta de su tertulia se prolongaba hasta la mañana.
Don Franz anunciaba con gesto profético la próxima caída
del gobierno liberal debido a sus excesos y nosotros le es­
cuchábamos con ironía graciosa y le festejábamos sus fra­
ses en las que intervenían personajes históricos, sin ex­
ceptuar a los filósofos griegos. Gustavo Carlos Otero, Ga­
briel Lévy, Claudio Suazo, Cleto Cabrera García, Luis Es-
pinoza y Saravia, amigos entrañables y de enjundia que

— 162 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

compartían conmigo esas charlas admiraban a don Franz,


sobre todo por el tono teatral que asumía, como un consu­
mado actor y lo pintoresco de sus frases, y él para pre­
miarnos nos complacía endi'gándonos: "aguiluchos, pollue-
los de águila”. Nosotros le comprendíamos y le aplaudía­
mos a rabiar y el poeta que había en él y el filósofo nos
replicaba: “Bolivia ha sido siempre así, país de vastas so­
ledades y de soles”. Felipe Guzmán, más tarde presidente
de la República en el período de Saavedra discutía furio­
samente con Don Franz y le refutaba sus ideas y cuando
la discusión había llegado a un punto tal, nosotros que ha­
cíamos de público pedíamos unos pastelitos y unos buenos
bistecs a costa de los más afortunados: don Franz y don
Felipe.
Yo era muy joven entonces y posiblemente don Franz
Tamayo me apreciaba por mi devota amistad. También por
algún coraje que demostré en cierta ocasión y que fue pre­
miada con dos copitas de excelente singani que me invitó
el bardo en su casa de la calle Loayza, en cacharritos de
vaso a la usanza de los griegos... Más tarde le perdí de vis­
ta y me fui a correr mundo. Muchos años después, irreve­
rente y jactancioso lo encontré de nuevo en forma casual
en la plaza de San Pedro y tuvimos una agria discusión.
El seguía haciendo de magister y de profeta. Yo me había
rebelado contra la sociedad y contra don Franz, hacía
tiempo. Don Franz no pudo tolerarme y rompimos. Desde
entonces nunca oí su voz pero seguí leyendo sus libros, sus
versos y su prosa jamás igualada en Bolivia por la fuerza
y la intensidad de su cultura y de su estupenda dialéctica
para batir al adversario cuando se proponía. No fuimos a­
migos más. Cierta ocasión Claudio Suazo, el petiso de hu­
mor y de talento que conozco, y que fue director de “El
Hombre Libre” en sus horas de peligro, me contó que don
Franz al cual yo acusaba de insensible con sus viejos ami­
gos, le encontró una vez que penetró en su casa con lágri­
mas en los ojos, tocando en su viejo piano unas notas de
Chopin. ,
¿Qué ha sido Tamayo en Bolivia? Desde el punto de
vista de inteligencia es sin disputa el más grande boliviano
que ha producido. Como político un fracaso. Quiere decir
entonces que nuestros políticos tienen que ser bárbaros,
iletrados y autoritarios como los que han dominado a tra­
vés de toda su historia? ¿No hay posibilidad del hombre
culto, no hay clima ni tierra apropiada para que se cultiven
y florezcan las más preciadas inteligencias? No hay ese
clima, pero la tierra es pródiga. Los hombres que tienen
que imponerse por mucho tiempo deberán ser rudos y

— 16 3 —
T R I S T A N M A R O F

sin escrúpulos, por la fatalidad, p.uesto que el pueblo no ha


dejado de ser gleba y necesita el amo arbitrario, torpe y
brutal. Pero en la lucha diaria, cuando el pueblo boliviano
logre una cultura elemental, gobernará el más capaz y el
más inteligente, porque existe una tradición de vieja sabi­
duría en la familia más humilde y aun en el corrompido:
elegir un jefe que sea el reflejo de lo que ha sido este país
en sus pretéritos tiempos: ordenado, paciente y sensible pa­
ra el bien y enemigo de toda tiranía.
Se podría escribir sobre Franz Tamayo un libro; ya lo
han hecho muchos bolivianos. Estos apuntes desperdigados
solo reflejan parte de su lado humano. Dos libros tienen
que señalarse como importantes: los de Fernando Diez de Me
dina y Fausto Reynaga: “El Hechicero del Ande” y “Franz
Tamayo”. No hay porque indignarse, si los autores, hones­
tamente, vieron un Tamayo a ,1a altura de su sensibilidad.
Tamayo no es mito ni tabú: es hombre de carne y huesos,
con debilidades humanas y atisbos de cóndor de los Andes.
Osbome, crítico inglés lo vió entre los que han creado un
nuevo lenguaje poético en la lengua castellana, y nuestro
Roberto Prudencio, el más sensitivo de los bolivianos de la
hora actual, lo califica como el supremo artífice del verso
casteUano.
Tamayo al lado de poetas magníficos como Jaimes
Freyre; Reynolds, Eduardo Guerra y entre los de hoy Li­
ra Girón y Vizcarra Fabre es la voz, el canto de Bolivia, y
su más grande cumbre, como ese Illimani que hay que ve­
nir hasta esta hoyada para sentirse americano y lleno de luz.

— 164 —
DON JAIME MENDOZA, ESCRITOR

Comienzo por recordar unas frases de Goethe que re­


velan ,1a condición del escritor y que no admiten contro­
versia. “Goethe considera el arte como el fin principal
y único de la vida, como la expresión superior de la inte­
ligencia, en la cual se manifiesta mejor que por ningún
otro medio, la inteligencia del talento, que debe desempe­
ñar su misión docente, dirigiendo a las clases inferiores
con una autoridad indiscutible, que tiene por asiento la ver­
dad y la belleza”. Y agrega: “La soberanía del talento en
esta vida y la inmortalidad indudable del genio para la
sucesión; tales son los dogmas fundamentales que le sir­
ven de piedra angular para concebir la realidad”.
En los países atrasados en la técnica y con pasado es­
pañol estas frases tienen algún valor; en los países en .los
que domina la técnica y han hecho del hombre un “robot”
y seguirán haciéndolo, el escritor o el artista, se convier­
ten en funcionarios del Estado, y sus servicios son útiles
no en calidad de belleza o de arte, sino en cuanto rinden
utilidad a la sociedad, al grueso de la sociedad. Por esta
razón cada día es menor el número de hombres geniales
y la sociedad humana va tomando el tinte gris y aburrido,
cuyas únicas diversiones son el cine, la radio y los espec­
táculos de masa que satisfacen sus sentidos pero no su
inteligencia.
Pero todo esto es transitorio y convencional. La so­
ciedad quiere comer y sobrevivir; el arte lo reduce al mí­
nimo, su arte es primitivo. Ha habido una distorsión de
valores humanos y lo que en un tiempo fue elevación y
espiritualidad se halla rebajado en la .lucha social a cero.
Vale más la fuerza y la astudia. Lo importante es hacer
dinero, puesto que él da categoría y enseña un blasón. Con
el tiempo volverá a renacer y ya está renaciendo el valor
del hombre superior, el genio que está oculto en las ce­

— 165 —
T R I S T A N M A R O F

nizas de la sociedad contemporánea, el hombre o Jos hom­


bres que quieren establecer en el mundo de las vivencias
su calidad y con ellas la continuación divina de la idea
por encima de todo: ei pensamiento, la convicción de que
hay algo detrás de uno que le alienta a vivir y batallar;
de que el pan avaro no es todo, y que, vivir sólo para el
pan, es no vivir; retroceder a la esclavitud, entregarse a
la escoria por el simple hecho de haber vivido unas dece­
nas de años en la inútil abyección. La sociedad actual
le da al hombre muchas ventajas para disimular esta ho­
rrible tragedia: inventa todas las comodidades para la car­
ne pero ninguna para el espíritu. Y el hombre común
acepta todo con la alegría del huérfano que no posee na­
da, aliviando su padecimiento en el hartazgo, olvidándose
de su condición divina, volviendo a la bestia saciada, cre­
yendo que es el triunfador para siempre . . . olvidándose
que Epicuro hace más de dos mil años, expresó: “Ya sa­
bemos que el sabio no tiene necesidad sino de pan y agua
para ser feliz; desprecia los placeres del lujo, no induda­
blemente por ellos mismos, sino por los dolores que los
acompañan”. Y como si no fuera basta, el mismo Epicuro,
agrega: “Es una gran fortuna la pobreza regulada por las
leyes de la naturaleza. Con frecuencia, la adquisición de
riquezas, es un cambio de miserias y no es un término”.
¿Pero vaya usted a convencer a la gruesa humanidad de
que viva en la inteligencia y simplicidad? Lo condenan
a muerte. . . El que hoy día no tiene un coche de lujo y
no posee lavadoras eléctricas y “frigidaires”, es simple­
mente un atrasado y un tonto por añadidura. El refrán
de los individuos espesos y truhanes tiene un valor tremen­
do en amor y en la vida corriente: “dime cuánto tienes
y te diré cuánto vales” ... Lo que quiere decir que vale
más el espeso que el inteligente...

En una sociedad sencilla y primitiva como es la boli­


viana el caso de don Jaime Mendoza, escritor de nacimien­
to, desprendido de las cosas banales, dedicado a las letras
es una sorpresa y un acontecimiento. Pero no es un acon­
tecimiento. Antes que él los hombres inteligentes que ha
producido Bolivia han muerto en la indigencia. Villamil
de Rada, autor de la “Lengua de Adán”, científico, explo­
rador y hombre de ingenio muere a los setenta y más de
años fuera de su país, ejerciendo el oficio de mozo de cor­
del para ganarse la vida y, finalmente se suicida, ahogán­
dose en el mar. Jaime de Zudañez, autor de la primera

— 166 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

constitución uruguaya, talento brillante en Chile y uno de


los precursores de la libertad en América, muere abando­
nado en la miseria. Carlos Medinaceli, crítico literario que
ahora lo recuerdan con orgullo, murió en la extremada po­
breza y hasta el último día escribió páginas que honran
a su patria.
Otros escritores para sobrevivir tuvieron que acep­
tar puestos públicos o relajarse en la política baja, o ser­
vir a mandatarios criollos o casarse con mujeres feas y
ricas, que les sostengan en el difícil arte de escribir y per­
durar. Tal el caso de Alberto Gutiérrez, historiador de
grandes quilates y brillante en su estilo como en su ho­
nestidad. Los poetas no tuvieron la misma suerte. Ri­
cardo Jaimes Freyre, uno de los grandes poetas bolivia­
nos, creador del modernismo en América tuvo que nacio­
nalizarse argentino y ejercer la dura cátedra en la pro­
vincia de Tucumán, y sólo Bautista Saavedra, presidente
intelectual le recuperó su nacionalidad, convirtiéndolo en
diputado y luego en Ministro de Relaciones del país. No
se puede decir lo mismo de Alcides Arguedas y de Franz
Tamayo que fueron ricos y recibieron herencia para vi­
vir, excluidos de necesidades. Pero tenemos en la actua­
lidad a muchos intelectuales que mendigan el pan en el
extranjero y que en su patria se les negó o se les regateó:
Guillermo Vizcarra Fabre que hace de locutor en una ra­
dio de Montevideo, poeta de enorme imaginación y de vue­
lo en las alturas de los Andes y Lira Cirón, el más lírico
entre los poetas de Bolivia y de tantos matices y tan no­
vedoso y tan extraordinario a la par de los mejores de
América, vagabundo en las capitales del continente, a mer­
ced de la dádiva y de los amigos. Le sucede igual cosa
a Roberto Prudencio, crítico de calidad y de enjundia que
tiene que vivir de un puesto en el extranjero en condicio­
nes mínimas, pagando alto precio por su independencia
y su amor a la libertad. Juan Capriles tuvo que conver­
tirse en panadero y anular su lira poética, él que había si­
do el mejor sonetista de estas tierras y su máximo expo­
nente, igual que Eduardo Guerra. La lista es innumera­
ble y no hay porque extenderla, que este es el destino de
todos los que nacen con luz en el cerebro y la fatalidad
les ha dado ese cerebro.

Don Jaime Mendoza, de profesión médico, se dedicó


a la tarea ingrata de escribir y fue un novelista de fama
en sus tiempos, realista y observador de las costumbres

— 167 —
T R I S T A N M A R O F

de sus coterráneos y de la vida en el yermo. Vivió en


las minas que entonces eran el tesoro de Bolivia, de don­
de surgían fortunas como en los cuentos de hadas y Ala-
dino se convirtió en don Simón Patiño. Pero Mendoza 110
hizo fortuna. Vivió pobre y la pobreza le acompañó has­
ta sus últimos días. Viajó por todos los rincones de este
país asombroso y en páginas ceñidas nos relató su drama
y su miseria, tanto de la altipampa como de la selva. No
hay que buscar en Jaime Mendosa el escritor alti'dado y
pulido que nunca pretendió ser sino el escritor veraz, el
documento que sale de su pluma, el comentador sin me­
dias tintas, el hombre que calla lo que siente o piensa
por acomodo o al trasluz de un bienestar. Jaime Men­
doza es más que todo un estudioso, un inconforme y en
lugar de catear minas de estaño escribía porque era su
pasión, y eso le producía un placer único y la fortuna de
ser escritor.
En los pueblos poco desarrollados el escritor es una
especie de fakir que lo sabe todo, y por saber demasiado
se muere de hambre. Mendoza no se moría de hambre
porque tenía al lado su ayuda de cámara, la profesión
de médico, que sirve en el mundo entero para aliviar a
las gentes y además es esotérica, igual que la magia en
los antiguos tiempos. Siempre el médico es socorrido, tan­
to por los pudientes como por los necesitados. Pero él
no explotó la medicina como se hace en los pueblos atra­
sados y lograse fortuna, con las preeminencias de villorrio:
buena casa, coche, buena mesa y alabanzas de curande­
ro, además de la fama de no fallar. Mendoza era un su­
jeto simple, un observador de su pueblo, un hombre
que en su mente íntima llevaba la tranquilidad, alguna
vez la medicina sin jactancia como la hacen los buenos mé­
dicos, sin ansias de curar sino de aliviar, porque todos se
mueren a pesar de los avances de la ciencia. Pero el ob­
servador que había en él anotaba el fenómeno, sacaba con­
secuencias, y al despedirse estaba delante el amigo no el
especulador.
Recuerdo a Jaime Mendoza, en Sucre, cuando yo era
considerado como un ser diabólico y nadie se podía aproxi­
mar a mí. Había llegado del destierro de once años y la
policía estableció una rigurosa guardia delante de la puer­
ta de la casa de mi hermana Delina, donde rae alojaba,
allí en Surapata. Sólo dos amigos vinieron a verme: Fe­
derico Ostria Reyes y Jaime Mendoza. Ambos pusieron
en el registro de policía el objeto de su visita. Jaime
Mendoza, agregó: “escritor socialista”. No lo era o lo
era en realidad porque su vida íntegra fue consagrada al

— 168 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

pueblo donde nació y sus escritos lo consagran como uno


de los precursores de la verdad social, un abanderado de
la justicia, aunque no hubiese teoría alguna en lo que de­
cía, y no por eso dejaba de acertar. Luchaba él por ,1a
justicia; sus observaciones revelaban su corazón genero­
so. Debemos reírnos muchas veces de los teóricos y debe­
mos detestar a esos hombres fríos que saben mucho de
teoría y carecen de corazón.
En su exterior físico don Jaime era un hombrecillo
esmirriado, muy parecido al escritor y médico Saint Loup,
un poco más vigoroso, muy ágil de andar y muy expresi­
vo. Usaba anteojos y aun a través de los lentes su mira­
da era firme y sin vacilación. Era hombre en el sentido
cabal de la palabra y se le oía con agrado. Era un boli­
viano que quería a Bolivia y sus frases tenían sabor y hu­
morismo. No se creía un abstemio y bebía alguna vez,
gustaba de la guitarra y de ,las mujeres. Chuquisaca le
había dado el calor de su inteligencia y esa sutilidad que
dan los siglos de cultura y de saber. Tampoco se le nota­
ba orgulloso ni se sentía un genio: muy agradable en su
charla y muy preocupado de las cosas magníficas: el arte,
la belleza, el futuro de ,1a nacionalidad, el sentido de ser
y entender lo que venía, esta sociedad que no entendía na­
da y se moría en la angustia como todos sus habitantes,
el cariño entrañable que sentía por Chuquisaca y sus va­
lores enterrados en la nostalgia y los que brotaban, por­
que Chuquisaca era tierra pródiga. Su gran amor por la
nacionalidad y sus devaneos geográficos, tratando de en­
contrar rutas precisas para la vinculación y el intercam­
bio. Bolivia, a pesar de todo era una nación y él se creía
su abanderado más firme, aunque la nación careciera de
costa y sus gobernantes fueran los peores. Pero habita­
ba el altiplano una raza recia, insensible a las catástrofes,
al viento y al mal; volvía a insurgir el altiplano y triunfa­
ba con todos sus errores y volvía la justicia a insuflar va­
lor a sus habitantes para continuar viviendo y ser los mis­
mos: eran de piedra y la piedra no moría, se transforma­
ba en paciencia y siglos; la sangre en diamante. Aun en
la peor agonía, brotaba la sangre y brotaban los hombres. ..
Don Jaime es un producto telúrico de esta tierra. Don
Jaime, escritor, es su esencia. Modesto y temerario, es el
habitante del yermo. Pero tiene en su haber algunas no­
tas artísticas que le ha dado Chuquisaca, solar español
y quichua, tradicionalmente culto desde la colonia, y si
damos crédito a los cronistas, muy antigua residencia
de gentes sagaces y con extraordinaria imaginación, como
que Calancha, primer escritor de esta tierra brota de su

— 169 —
T R I S T A N M A R O F

entraña, y son también los primeros suramericanos en


analizar el despotismo español por el brillo y el desdobla­
miento de su inteligencia.
Jaime Mendoza, autor de “En las Tierras de Potosí”,
novela social y sociológica, es producto de Chuquisaca,
porque había en ese medio feudal un proceso. El nove­
lista no brota espontáneamente, es un analista de la so­
ciedad donde vive; es un intelectual de verdad, sin com­
promisos.

— 170 —
CONFERENCIA SOBRE LA CONFEDERACION
PERU -BOLIVIANA

El terna que he elegido esta noche para desarrollar


la conferencia que me vais a escuchar es de lo más apasio­
nante. Es raro que algún boliviano después de leer los
documentos históricos sobre el gran Mariscal don Andrés
Santa Cruz no se apasione. Estudiando esta época que se
llama “CRUCISMO” se logra sin dificultad comprender
lo que fue Bolivia, lo que quiso ser y lo que es ahora. Nues­
tras desgracias nos vienen pues desde esa etapa. Por ha­
ber querido ser grandes y abatido ,las alas del Cóndor In­
dio; por no haber comprendido con cerebro la Confedera­
ción, como no la comprendieron los adversarios de Santa
Cruz. No es temerario decir que nuestra expiación como
bolivianos nace desde la batalla de Yungay. Es curioso
por otra parte que la mayoría de los bolivianos no cono­
cen su propia historia y no se reconcilian espiritualmente,
pensando que todas las cosas son transitorias y que los
pueblos siguen a sus caudillos y se encarnan en ellos. Mi
observación es fundamental. El caudillo encarna su tiem­
po, la nación entera, las costumbres y el ideal de vencer.
Nuestra república cuando ha tenido grandes jefes se ha
puesto a ritmo con ellos.
Agradezco a la directiva del Instituto Cultural Boli­
viano-Alemán por la gentil invitación que me ha hecho
y agradezco al público que me va a escuchar en el curso
de esta conferencia.
— 0O0-------
— ■

“Esa Nación, que en 119 años de existencia sólo ha


sabido de infortunios, fue durante una época fugaz la más
poderosa, organizada y temida del Continente Austral.
Sus ejércitos pasearon victoriosos desde el Ecuador hasta
— 171 —
T R I S T A N M A R O F

la Argentina, y suyas fueron las leyes más avanzadas de


América. Debió tal esplendor a la acción de uno de sus
hijos, vástago de Tina india: Andrés Santa Cruz”.
De esa manera comienza su interesante libro Alfonso
Crespo, escritor boliviano. En realidad el crucismo es la
única época en que el nuevo país creado en el corazón de
América tiene esplendor y brillo propio.
Y es tanto más importante el fenómeno si se conside­
ra que todas las Repúblicas que han nacido a la vida li­
bre se encuentran desorganizadas, en plena anarquía y a
merced de caudillos localistas. Desde México al sur, el
panorama político y social es el mismo: no hay estabilidad
y el fuego de las pasiones devora a los pueblos. Bolivia
es un lunar en medio de este caos y la República está go­
bernada por uno de sus preclaros estadistas, el mariscal
de Zepita, don Andrés Santa Cruz. Su gobierno dura cer­
ca de una década. Y es estable y rígido. No hay revolu­
ciones ni levantamientos armados. Exite una administra­
ción rigurosa dentro de lo posible; se pagan los sueldos
de los empleados al día y se les exige el cumplimiento
de sus deberes. No hay molicie y es gran pecado la fal­
ta de honradez y aun la incompetencia.
Dentro de la sencillez de las costumbres de esa época
y de la pequenez de los vecindarios los hombres que han
constituido la nueva nación que se llama Bolivia, sienten
el fuego interno de un ideal, de dar nacimiento a una pa­
tria que apenas comienza a moverse dentro de las institu­
ciones republicanas y con exiguo presupuesto. Pero esto
no importa: la hacienda es pobre y los habitantes pobres;
apenas sobresalen los pudientes, pero éstos tienen que con­
tribuir con sus peculios en mayor grado a las necesidades
del país en formación.
Mientras en México la guerra civil es desenfrenada
y hay gobiernos fastuosos como el del general Santa Ana,
que está embriagado con el Imperio y sus propios capri­
chos; en la Argentina impone su mano sanguinaria y dura
el tirano Rosas, estacionando su país en el gauchaje pri­
mitivo y rutinario de la pampa, sin perspectivas de eleva­
ción cultural y a ras de las costumbres del campo con una
tenacidad y astucia que dura más de veinte años, y en el
Paraguay olvidado en ,1a selva, ha aparecido el Supremo
Dictador don Gaspar Rodríguez de Francia que maneja su
querencia como una hacienda, sin que nadie pueda mover
un dedo ni casarse sin permiso suyo, ni realizar un nego­
cio ni elaborar una idea en la que no tenga participación el
Supremo Dictador; y en el Perú las facciones se despe­
dazan en la guerra civil, dividiendo su país en varios es­
— 172 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

tados con gobiernos sucesivos e inestables; y en la patria


del Libertador Bolívar sucede idéntica cosa. En la nueva
República creada en el corazón de América, en condicio­
nes curiosas y fortuitas, sin amplia costa de mar y cerca­
na que le garantice su progreso, vuelve a repetirse el mi­
lagro que realizaron los sabios Incas y que contradice el
determinismo geográfico: una nación dá ejemplo de esta­
bilidad en el caos americano de revueltas y de liberalismo
inmaduro.
Este fenómeno que es preciso estudiarlo con atención
e interpretación histórica lo realiza el Gran Mariscal don
Andrés de Santa Cruz, al cual hay que rendirle los méritos
que merece.
En este ensayo somero, se verá cuál es el ideal que
alienta al actor principal y su pueblo que le sigue; sus gran­
des triunfos como realizador de la unidad americana en es­
ta parte del Continente; sus debilidades en la empresa que
Be propuso hacer; sus ingenuidades en las relaciones con
los hombres que le tocó conocer, —si así podemos llamar
a un personaje que tenía doble fondo y era maestro en la
astucia y el cálculo— y que por abusar demasiado de esta
habilidad cae en sus mismas redes, perdonando a los chi­
lenos en Paucarpata y aún creyendo bondadosamente y con
“autoridad patriarcal” en las misivas que le dirige su ahi­
jado y compadre don José Ballivián. Falta también señalar
las lagunas de este hombre admirable, su confianza excesi­
va que le da su astucia, su mala fortuna como dirigente
de ejércitos y que él la suple confiando las operaciones
técnicas a los mejores generales que habían en ese tiempo
en América.
De todas maneras la historia que juzga a los hombres
y a los gobernantes con la alquimia de la justicia, nos hace
topar con un varón recto y de los más interesantes que pro­
duce este suelo, pleno de ambición y de dominio y que co­
noce la perspectiva del Continente: es un americano del
futuro y tenga pasiones o debilidades, no se encuentra en
la historia boliviana nadie que le haga su par. El Gran Ma­
riscal de Zepita es el boliviano más capaz de su tiempo y
de América por su saber y su enorme talento como esta­
dista.
Pero este fenómeno no es casual, no se produce por fa­
talidad histórica ni por un azar de la suerte. Santa Cruz
brota de una tierra madura en enseñanzas, vieja en siglos,
durante la colonia una de las más preclaras, con inquietud
espiritual más que ninguna, con un clima nervioso y una
tradición milenaria de grandes espíritus y administradores
sagaces, con la atmósfera de una patria nueva y también

- r. 1 7 3 —
T R I S T A N M A R O F

la más antigua del Continente que sabe dar ejemplos y que


tiene la filosofía en su propia vida de austeridad y de tra­
bajo paciente y rudo. Emerge de la entraña colla y tiene
en ,!a sangre el don de mando, la sagacidad y el disimulo,
la sapiencia y el orgullo, la conformidad en la desgracia y
esa paciencia para tejer en el hilar de lo que ha hecho su
raza y ha persistido siempre: la tenacidad.
Nace Santa Cruz el 5 de diciembre de 1792 y es bau­
tizado en la Catedral de La Paz por un canónigo de La
Merced con el nombre de José Andrés. Sus padres son don
Josef Santa Cruz Villavicencio y doña Juana Bacilia Ca-
laumana.
Su origen es pues resultado de ,1a mezcla del español
autoritario y realista, buen servidor del Rey, católico, pia­
doso, y del monarca Inca austero, realista y excelente ad­
ministrador desde remotas edades.
Santa Cruz en su juventud ha servido también al Rey
Español y es mucho más tarde que ingresa a las filas pa­
triotas, porque su sentido práctico lo lleva allí. No es una
juventud atropellada al estilo de Ballivián ni posee sus
ardores, ni cree en las aventuras románticas de los de su
tiempo. Es realista hasta los huesos y esta facultad lo lle­
va a analizar los acontecimientos de la vida con cautela,
sin arrebatos, dejándose convencer por los hechos. No obs­
tante es una juventud inteligente y de extremada seriedad,
cualidades que posiblemente captaron al Libertador Bolívar
en su hallazgo de capitanes para su empresa americana de
libertad. Al lado del fogoso Córdova, del inmaculado Sucre,
del indomable Paez, de Nariño y de tantos hombres de fue­
go y de titanes que le rodean, es indudable que la parsimo­
nia de este capitán moreno, serio en sus expresiones, de
reciedumbre espiritual y de gran capacidad, le sedujo, y
desde ese instante ya lo vio para darle puestos de confianza
en ,las nuevas repúblicas.
Pero, ¿ cómo se presenta el “crucismo” en la nueva Re­
pública creada por Sucre, contra los deseos del Libertador?
El mariscal de Ayacucho no podía gobernar el nuevo Es­
tado con la mano dura del altiplánico, porque cruzado de
la libertad y de la democracia naciente, creía como todos
los hombres de la época que la constitución dictada bajo
la espada y el genio de Bolívar era suficiente para trans­
formar a los ciudadanos y refrenar sus apetitos. Sabido es
que la revolución de la independencia no fue una trans­
posición económica de clases sino una revolución política
contra el dominio del español, o en otros términos la ascen­
sión al poder de los criollos nacidos en tierra americana,
acompañados en su empeño de libertad por los mestizos e

— 174 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

indios, los cuales después de la revolución siguen en la mí­


sera condición de ciudadanos, teniendo los “principios libe­
rales” que les sirven de alimento. Ya son libres, pueden vi­
vir y morir libres; no obstante mueren en la necesidad por­
que falta organización de trabajo, un sentido de disciplina
y un vasto planeamiento económico que garantice esa liber­
tad lírica que se repite diariamente en las proclamas de los
generales.
Eso, en parte, reclaman los pueblos, y eso no es adver­
tido por los que dirigen a los pueblos.
Santa Cruz, surge en medio de la pólvora y el caos y
tiene el cerebro frío del organizador. No es un gran militar
a la altura de los románticos capitanes que queman su san­
gre en las batallas y mueren con la gloria de la espada, pe­
ro es un gran administrador que nace en el yermo y sabe,
que sólo la organización de su pueblo puede darle la abun­
dancia y felicidad, como hace siglos hicieron los Incas, con­
tando los granos, las semillas y los rebaños bajo una seve­
ra y estricta contabilidad.
¿Qué es Bolivia, la nueva República, en ese tiempo?
Ha emergido en el páramo, tierra inhóspita, donde los collas
cultivan la papa, la quinua y otros vegetales; tierra pobre
y de varones recios; tierra a la altura de las nubes y donde
las ilusiones brotan en los músculos del que trabaja y del
que sabe ahorrar porque necesita ahorrar, y la vida es du­
ra y sin embargo tiene su epopeya: el sol que sale todas las
mañanas y la tierra que es avara, sólo se da al que la quie­
re. Los hombres del yermo agradecidos le han elegido pre­
sidente a su creador, el Libertador Bolívar, pero éste no
tiene tiempo para gobernar un país, y entenderse con las
tareas administrativas que resbalan de su espada gloriosa
que ha dado libertad a cinco pueblos americanos. El Sol no
Ba detiene en un país; es el astro de todo un continente y
todavía rebalsa su personalidad epónima. Encarga el gobier­
no a uno de sus capitanes el inmaculado mariscal Sucre,
que inmediatamente se siente rodeado de los doctores de la
famosa Universidad de Chuquisaca, entre los que se desta­
ca Casimiro Olañeta el más inteligente de los bolivianos.
Mentalidad única, estrella entre los Urcullo, los Zudáñez,
los Torrico, los Serrano, los Padilla y tantos otros que a su
vez son brillantes. Olañeta es sobrino del último defensor
del Rey Español y el más empecinado: el general Olañeta
que no se rinde jamás y sucumbe en su ley, defendiendo sus
principios monárquicos y absolutistas hasta ser abatido en
Tumusla después de la defección de uno de sus militares
de vanguardia, el coronel Medinaceli. Casimiro Olañeta, pa­
dre de la nacionalidad boliviana ha creado la República con

— 175 —
T R I S T A N M A R O F

la ilusión de que gobiernen los intelectuales, los doctores


que conocen la Ley y los principios republicanos en los que
ee asienta la nueva constitución enviada por Bolívar, y esa
constitución inmediatamente ha sido puesta al filo de la es­
pada de los vencedores de batallas. Y así sucederá siempre.
Y el gran romántico que fue Olañeta, el girondino Olañeta,
a poco andar de la República, viendo frustrados sus planes
Be convierte en conspirador permanente al lado de unos y
otros en actitud siempre subversiva. Esto puede ser una in-
terpertación en cuanto concierne a la actitud de Olañeta
y habría que profundizarla mejor porque este personaje es
clave en la misma interpretación que da comienzo a nues­
tra vida republicana.
Desaparecido el Mariscal Sucre después del motín ver­
gonzoso del 18 de abril en que se descubre la mano del ge­
neral peruano Gamarra que abomina a los libertadores y
censura acerbamente la permanencia de tropas colombianas
en el Alto Perú, porque él tiene proyectos de unir el viejo
virreynato de Lima y hacer la guerra a Colombia, ¿quién
podría gobernar en la nueva República? Sucre era un aris­
tócrata, comía en la misma vajilla del virrey depuesto por
la guerra americana, sensible y delicado le causaba horror
verter sangre de patriotas y no podía ser el hombre duro
que se necesitaba en semejante situación. Los doctores de
Chuquisaca teóricos y principistas quedaron relegados. Des­
pués del motín vergonzoso en que un soldado chileno rom­
pió el brazo del Mariscal Sucre, el general peruano Gamarra
insinuó al General Pedro Blanco, parcial suyo, para que
rigiese la Nación. Esto no se estipulaba en el tratado ver­
gonzoso de Piquiza que impuso Gamarra a Bolivia, pero fue
su consecuencia inmediata. El general Pedro Blanco es ase­
sinado a los dos días en el cuartel de la Recoleta de la ciu­
dad Sucre, que ya lleva ese nombre en homenaje a su crea­
dor. ¿ Quién podía gobernar un país que luego de proclamar­
se República hería a su creador y se sublevaba, asesinaba
al Presidente impuesto por el Perú y parecía ingresar en el
caos de la anarquía más tremenda? ¿País pobre que salía
de una guerra de guerrillas, con la hacienda deshecha, sin
principios de orden y sin embargo con una “constitución
brillante” redactada personalmente por el Libertador?
Los doctores de Chuquisaca no eran militares ni el
pueblo tenía una conciencia civil. Había necesidad de una
mano dura y un cerebro a la vez, un estadista en resumen,
y aparece Santa Cruz, el viejo capitán que ha hecho la gue­
rra al servicio de la causa de los patriotas y goza de la
estimación de los Libertadores por sus propios méritos. No
es un improvisado, no pide que lo elijan los pueblos; es el

— 176 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

mismo Libertador Bolívar que le cede el mando en el Perú:


es un hombre serio y probo que ha dado muestras de su
celo de gobernante. Más que todo, en buen administrador
que conoce los negocios de Estado. Ka nacido en Bolivia y
el país se fija en él y es llamado por Sucre, de acuerdo a
un precepto constitucional.
¿Tenía en los instantes que viene a Bolivia, ideales de
unir su país al Perú y formar la gran Confederación Perú-
Boliviana que surge años después? Parece que sí. Antes de
ingresar al territorio boliviano se detiene un tiempo en Are­
quipa y crea una logia que le servirá para sus planes fu­
turos.
¿Cómo eran en ese tiempo Bolivia y Perú, o si desea­
mos ser más claros, cuál era la geografía y cómo se enten­
dían económicamente en sus relaciones, siendo pueblos ve­
cinos? Bolivia y Perú habían existido y coexistido unidos
durante siglos unidos por vinculaciones no solamente eco­
nómicas sino familiares. E! sur del Perú estaba soldado po­
lítica y económicamente al altiplano andino de donde reci­
bía su fuerza espiritual y su comercio. Desde el mar de
Tacna y Arica hasta La Paz una caravana continua servi­
da por cinco mil muías, si damos crédito al escritor boli­
viano Gustavo Adolfo Otero, traía todos ,!os productos de
la costa y llevaba los del Altiplano. En Tacna había un ba­
rrio boliviano poblado por gentes de La Paz. Durante los si­
glos del Incanato fueron un todo y la vanguardia colla siem­
pre peleó en los ejércitos del Inca como la mejor y más
aguerrida. Durante la colonia no había diferencias de na­
cionalidad, ni de tinte de la piel, ni del idioma, ni siquiera
de las costumbres que fueron comunes.
El altiplano como unidad geográfica comprendía el sur
del Perú, lo que es Bolivia actualmente y el norte argen­
tino hasta Santiago del Estero y Tucumán. (Tucumán es
nombre aimara y creado por los Incas con su sistema de
mitimaes).
Bolivia al crearse nación tenía el prestigio de su virgi­
nidad Republicana; los “principios” valían al decir de los
doctores más que los hechos. Las mentes estaban embria­
gadas de libertad y en los altares de la Patria se le rendía
culto. Esa virginidad es rasgada, como hemos dicho, en el
vergonzoso motín del 18 de abril por designios de Gamarra,
militar que había estado bajo las órdenes de Santa Cruz
y desde entonces abrigaba, si no rencor contra él, una oculta
rivalidad. Gamarra quería reconquistar el Alto Perú y unir­
lo al poder de Lima. Pero era un trozo demasiado maduro
para su ambición y fracasó momentáneamente; no obstan­
te siempre estuvo alerta buscando otra ocasión. Aún se po­
— 177 —
T R I S T A N M A R O F

ne al servicio de Santa Cruz y le obedece, mordiendo los


dientes. Es, en estas circunstancias que aparece el Maris­
cal Santa Cruz, llamado por Sucre, el cual abandona el po­
der y se retira de Bolivia, dejando como única herencia su
testamento sin rencor ni odio, con un gran arnor a ,1a nación
que ha creado.
Santa Cruz en esa época se encontraba vigoroso y pleno
de fuerza espiritual. Mientras llega a Bolivia ejerce el man­
do el general Velasco y todos los ciudadanos más ilustres
se afilian al lado del nuevo gobierno, porque consideran a
Santa Cruz no sólo un militar de crédito sino un gobernan­
te que ha dado pruebas en el Perú de ser un gran orga­
nizador.
Toda la nación cree en Santa Cruz y el crucismo co­
mienza a constituir la espina dorsal de la República. Santa
Cruz es prudente y cauteloso. No cometerá exessos ni se le
ocurrirá la imprudencia de perseguir a los culpables del mo­
tín de abril. Les abre los brazos y tanto Ballivián como Ar-
maza le escriben cartas, poniéndose a sus órdenes. Balli­
vián le hace su padrino y compadre, ligándose al Presiden­
te con vínculos más estrechos que, en las costumbres del
país, tiene enorme importancia.
Y la obra del gobernante se deja sentir a través del
tiempo, estableciendo severa disciplina y jerarquía en la na­
ción. Y este ritmo no decae: el gobernante es exigente y
todos los ciudadanos deben cumplir sus obligaciones, pues­
to que los cargos 110 son canongías sino servicio público.
Y el viejo colla no tolera disculpas y su mano cae por igual
sobre los remisos.
En un pueblo acostumbrado a la revuelta por quince
años de guerrillas y da aventuras las exigencias del gober­
nante le parecen rigurosas, pero sabe que Santa Cruz es
severo y cumple la Ley. Poco a poco el país ha ingresado
a la normalidad y al trabajo. Por otra parte el gobernante
es respetado por su prudencia y su indudable prestigio, pues
tiene entre sus muchos méritos haber comandado el ala de­
recha en la batalla de Pichincha; ser elegido por los Liber­
tadores para gobernar pueblos y se le conoce su mano du­
ra. También el Presidente se ha rodeado de lo más repre­
sentativo que tiene el país en hombres capaces y sus cola­
boradores son los que han dado vida y creado Bolivia. Los
Calvo, los Serrano, los Olañeta, los Urcullo, los Torrico, los
Calvimontes, y tantos otros forman su plana mayor.
Los mejores militares de América, veteranos desde la
guerra de la independencia se han quedado en Bolivia al
lado del Mariscal de Zepita. Se llaman Burdet O'Connor, ir­
landés; Braun, alemán de origen y que ascendió desde sar­
— 178 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

gento en el campo de batalla al grado de Gran Mariscal;


el general Blas Cerdeña, el general Herrera, Trinidad Moran,
el general Anglada, Galindo, Velasco, Ballivián, Avilés,
Agreda, Urdininea y tantos hombres de guerra, muchos de
ellos extranjeros.
Todos ellos luchan en las batallas de la Confederación
y dan lustre al crucismo como en ninguna época de la his­
toria boliviana.

Muy difícil es poner orden en un país destruido por la


guerra de los quince años en que los hombres de brío están
acostumbrados al riesgo de la aventura y a vivir de la pre­
sa. Bolivia, la nueva República es pobre, y su presupuesto
ridículo, apenas para los gastos urgentes de la administra­
ción. No hay industrias y la mayoría vive del agro y de la
pequeña artesanía. Santa Cruz se pone a la tarea de esta­
blecer el orden y de apagar las ambiciones de los hombres
de brío, metiéndoles en cintura. Cuida la hacienda con me­
ticulosa paciencia y coloca a cada personaje en su lugar. El
ejército de donde brotaban las insurrecciones entra en cal­
ma porque obedece a jefes capaces y con enorme prestigio
de batallas. Se impone la disciplina y el rigor hasta donde
se puede, pero no es posih'e suprimir al “gremio” de las
rabonas que frecuentan el cuartel y acompañan a la solda­
desca en las campañas. Se abren colegios de varones y de
niñas; se llaman a los maestros más devotos en esta tarea
y e! objeto no es sólo enseñar lo que saben sino formar el
carácter, condición que debe estar ligada con la enseñanza.
Ya sabemos que la inteligencia sin el carácter no vale nada.
Pero el Mariscal quiere que la República se rija por un or­
denamiento jurídico y salga de las sombras como nación.
Ordena pues, el estudio de las leyes de otros raíses y adap­
tándolas al medio ambiente, aunque calcadas, brotan los Có­
digos Civil y Criminal, que perduran hasta hoy.
De todas maneras ya existe un cuerpo de leyes, cosa
que no tienen los otros pueblos de América. En adelante ya
no es el capricho o el privilegio que establecerán las rela­
ciones de los hombres: tendrán que ceñirse a procedimien­
tos legalistas, y eso significa un serio adelanto en un medio
despojado de ellos que se regía por las leyes de la monar­
quía española.
Se puede criticar a la administración crucista de ha­
ber tomado las leyes que se implantan en Bolivia del Código
Napoleón, y sobre todo, de imponerlas a los millones de in­
dígenas que constituyen el grueso de la nacionalidad, los

— 179 —
T R I S T A N M A R O F

cuales estaban acostumbrados a leyes sumarias y rígidas del


Inca, pero de todas maneras los Códigos ordenados por San­
ta Cruz en ese tiempo traducen el empeño de vivir al ritmo
de Ja civilización y del mundo. Además, esas leyes, son pa­
ra que las cumpla una minoría de blancos y mestizos sobre
los que el gobierno cineísta tiene intereses inmediatos.
Si consideramos lo que era la Argentina bajo el gobier­
no de Juan Manuel de Rosas, donde se fusilaba diariamente
a los adversarios unitarios y la descomposicióti del Perú
envuelto en la guerra civil, Bolivia era sin duda la Repú­
blica mejor organizada y con leyes a la altura de los mejo­
res países del mundo.
Otro fenómeno que debemos anotar es que el gobierno
del Mariscal Santa Cruz que dura diez años por su seriedad
y la élite que le acompaña, no tiene oposición. Se le tacha­
rá después de caído de que su mano fue dura y que no an­
daba en contemplaciones con los gobernados, pero nadie le
podrá acusar de que abusó de su poder y que en último ins­
tante siempre le acompañó la justicia y aun la bondad.
En estos pueblos no había otra manera de gobernar y
es la única la mano dura. La mano blanda y el respeto ín­
tegro a las leyes suponen cultura y un ejercicio de siglos.
La mayoría de los pueblos de la tierra para lograr esa cul­
tura ha necesitado de una mano que le acostumbre al some­
timiento de la Ley y los suavice en sus relaciones humanas.
Veamos someramente lo que eran los gobiernos veci­
nos. Volvemos a repetir: en Argentina domina Rosas con el
gauchaje primitivo y los negros. Las ejecuciones son suma­
rias y él mismo es un primitivo. Tomamos del libro del his­
toriador Manuel Galvez, panegirista de Rosas, éstas líneas:
“El número de graduados en medicina fue de 32 el último
año del primer gobierno de Rosas, se reduce esta cifra a
seis, y uno en los últimos tiempos”.
Por su parte el mismo Galvez, aunque trata de achi­
car la figura del Mariscal Santa Cruz comparándolo con
Rosas, escribe: “Andrés de Santa Cruz es uno de los hom­
bres más interesantes que ha producido América. Por su
padre proviene de los marqueses de Santa Cruz. Su madre,
cacica de Huarina, decíase descendiente de los emperadores
incásicos. Ha combatido junto al Libertador Simón Bolívar,
que lo estimaba y distinguía. Tiene extraordinarias condi­
ciones de gobernante. Y en genio político supera a todos
los hombres de América de ese tiempo, salvo a Rosas. En el
arte de la intriga pocos hombres en el mundo pueden com­
parársele. Y si a esto se agrega su talento organizador, el
haber creado la Confederación Perú-Boliviana y el mandar
un formidable ejército, se comprenderá la importancia que
le da Rosas”.
— 180 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

Es Bolivia una nación respetada y el Mariscal Santa


Cruz tiene un prestigio que rebalsa las fronteras. En Eu­
ropa la “Revista de Deux Mondes” escribe: “que el Maris­
cal es uno de los hombres más respetables y más inteligen­
tes". Aunque este elogio pudiera ser interesado porque Fran­
cia con su escuadra sitia el puerto de Buenos Aires y com­
bate al dictador Rosas en su intento de establecer su in­
fluencia, lo cierto es que en la corte de la Reina Victoria
y en la del Rey de Francia se considera a Santa Cruz co­
mo un hombre capaz y un amigo.
El Perú en ese tiempo se desangra en la guerra civil
en manos de caudillos locales. Gamarra al sur y Salaberry
al norte. Orbegoso domina Arequipa. El caudillo Gamarra
que ha servido a Santa Cruz durante su primer gobierno
en el Perú se pone a su disposición y le ayuda; más tarde
será su enemigo irreconciliable. El Presidente Orbegoso
es débil y no puede imponer su autoridad en territorio pe­
ruano. Solicita el apoyo del Mariscal, pero éste se hace el
sordo no queriendo inmiscuirse en los asuntas del país ve­
cino. No obstante estudia cautelosamente la situación con
esa paciencia que le es característica hasta que el Congre­
so autoriza al Presidente Orbegoso para solicitar la ayuda
de Bolivia para la pacificación del Perú. Santa Cruz du­
rante todo ese tiempo ha sostenido correspondencia secre­
ta con sus agentes que están desparramados en las logias
que ha creado con posterior fin. Está demostrando por los
acontecimientos históricos que el Mariscal tenía ardiente en
el corazón y en el cerebro la idea de unir a los pueblos her­
manos que se habían criado en la ubre incásica y que la
colonia también los i-eunió en el Virreynato de Lima. Pero
el proyecto de Santa Cruz era soldarlos en la fe democrá­
tica, con una sola ley y el impulso americano de Confedera­
ción, iniciando el progreso del Continente, abatido por cau­
dillos locales y arbitrarios. Son estos los que descomponen
su obra como también abaten las alas del Albatros del Li­
bertador Bolívar que no peleó contra España para formar
veinte repúblicas dispersas y débiles sino para constituir la
gran América del sur, liberal, y a ritmo del mundo, como
una entidad poderosa en el propio mundo de entonces. No
pudo, y murió con la tristeza en los ojos, en Santa Marta,
como mueren los precursores y los que se anticipan a los
deseos de los hombres y de los pueblos.
El Mariscal Santa Cruz ingresa al Perú con su ejército,
llamado por el Congreso peruano, y no como invasor; y es
mucho más tarde, después de vencer las resistencias de los
caudillos locales, que proclama la “Confederación Perú-Bo­

— 18 1 —
T E I S T A N M A R O F

liviana, haciéndose declarar Protector y con mando sobre


loa dos países que los divide en tres Estados.
No podemos hablar aquí de las batallas que libró Santa
Cruz en el Peni para imponer el orden en la nueva entidad
que crea y que obedece a imperativos históricos, pero es
preciso señalar que las armas de la Confederación donde
se baten lo hacen con brillo y el empuje que aniquila a sus
adversarios. Ya hemos dicho que Santa Cruz estaba rodea­
do de los mejores militares de América en esos tiempos.
Puede señalarse como un error el fusilamiento de Fe­
lipe Santiago Salaberry y Femandini, estimados en el ejér­
cito del norte del Perú como brillantes militares, pero la
mano del Protector es dura y la historia para el creador
está exenta de sentimentalismo, pues su obra y la consoli­
dación de ella cuentan en el balance estricto de los hechos.
Pudo perdonar a Felipe Santiago Salaberry y habría tenido
que vencerlo en otras batallas con pérdida de vidas y ano­
tarse un punto en la debilidad de su gobierno. Después de
Salaberry no había caudillos locales, excepto el general Ga­
marra que ya está unido a los insurgentes y que muere en
bu ley, en la ley de la guerra muchos años después en su
intento también de unir dos pueblos, pero por la fuerza de
la conquista y de las armas.

La Confederación Perú-Boliviana se encuentra consoli­


dada y se desenvuelve con el mejor de los éxitos, no obs­
tante sus enemigos no sólo son internos, a los cuales es pre­
ciso vencer, si no también que provoca el recelo da sus ve­
cinos: Argentina y Chile, países que se encuentran muy por
debajo del orden, la disciplina y las leyes que gobiernan la
nueva entidad creada por Santa Cruz.
Juan Manuel de Rosas, caudillo rupestre argentino, ha
visto el peligro y escribe numerosas cartas a los goberna­
dores de las provincias para que combatan al gran Maris­
cal, que en esos instantes, significa la única civilidad en
América. Rosas es un gaucho astuto que quiere volver a
las costumbres de los tiempos de la colonia. Es dueño y se­
ñor del campo y ha adquirido un inmenso poder destruyen­
do físicamente a sus enemigos interiores. Para él el fusila­
miento es una costumbre diaria como c,l sacrificio de las
reses y aunque su panegirista. Manuel Galvez le adorne de
nacionalista y de defensor del suelo argentino, su gobierno
es de lo más rural y sin vuelo, ni siquiera doméstico. San­
ta Cruz, el gobernante civilizado, tiene que ser su natural
enemigo. Por otra parte, el gobernador de Buenos Aires
— 182 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

tiene proyectos amplios para extenderse a través de la pam­


pa y echar mano a las tierras altas que un tiempo formaron
parte del Virreynato de Buenos Aires y que un Congreso
liberal de los primeros albores de la Independencia las de­
claró libres. Habiendo sometido a todas las provincias ar­
gentinas a su mando también pretende introducrise a Bo­
livia con el pretexto de que Santa Cruz es “salvaje unita­
rio” y protege a los emigrados argentinos los cuales por
miles huyen de este “gobierno benévolo y sanguinario” .
Santa Cruz no le deja dormir a Rosas y ha ideado éste un
plan de invasión a las tierras altas. Desde luego Santa Cruz
para Rosas, es un Judas, y como es Judas, tiene que ser
quemado en efigie en la plaza pública. Oigamos las órdenes
que da el “benefactor de la Argentina” que recibe a sus
amigos algunas veces en calzoncillos y se sienta en cabezas
de vaca. ¡Este nacionalista que usa boleadoras y defiende
a su país del espíritu extranjero!
“Los Judas que han de quemarse en Semana Santa se­
rán ocho y cuatro de ellos representarán a Santa Cruz. In­
dica el lugar, el día y la hora para cada uno. Los trajes:
chapona celeste, calzón largo y celeste, zapatones grandes y
negros, gorra redonda y de cuero de mono, con cintillo ce­
leste. En la chapona divisa grande, del mismo color, con el
letrero: “Vivan los salvajes unitarios. Mueran los defenso­
res de la libertad americana”. Corbata igualmente celeste.
Sin bigotes, pero con una patilla angosta que bajará de las
orejas por la barba, la que quedará cerrada. En la mano
la bolsa de los dineros. El Judas que representa a Santa
Cruz dirá, por medio de una tablilla: “Soy el cabecilla sal­
vaje unitario Santa Cruz, desertor inmundo de la Santa Cau­
sa de la libertad del Continente Americano, enemigo de Dios
y de los hombres” .
Y el autor Galvez, agrega: “¿Podemos imaginar a un
jefe de Estado ocuparse de estas minucias? Pero para Ro­
sas nada es minucia. Sabe que todos estos pormenores sir­
ven a la propaganda de su causa. (Pág. 256. Librería Ate­
neo —Buenos Aires, Vida de Juan Manuel de Rosas).
El 19 de mayo de 1837 el dictador Rosas declara la
guerra a Bolivia, y los habitantes de Buenos Aires leen el
siguiente documento:
“¡Viva la Federación! El gobierno encargado de las
Relaciones Exteriores de la República en nombre y con su­
fragio de la Confederación Argentina:
“Considerando: Que el General don Andrés Santa Cruz,
titulado Protector de la Confederación Perú-Boliviana ha
promovido la anarquía en la Confederación Argentina, con­
— 183 —
T R I S T A N M A R O F

sintiendo y auxiliando las expediciones armadas en el te­


rritorio de Balivia que han invadido la República.
“Que ha violado la inmunidad del territorio de la Con­
federación permitiendo penetrar en él partidas de tropas
de Bolivia al mando de Jefes bolivianos, destinados a des­
pojar por la fuerza a ciudadanos argentinos de cantidades
de dinero como lo han ejecutado.
“Que a las reclamaciones por estos despojos no ha
contestado.
“Que, despreciando las interpelaciones del Gobierno en­
cargado de las Relaciones Exteriores de la C.A. ha mante­
nido en las fronteras de la República a los emigrados uni­
tarios dando lugar a que fraguasen repetidas conjuraciones
que han costado a la Confederación sacrificios de todo gé­
nero.
“Que fomentando disturbios continuos en la provincia
de Tucumán y Salta ha impedido el restablecimiento de la
confianza y buena inteligencia necesarias para obtener por
medio de la seducción la desmembración de otras provin­
cias de la misma Confederación, excitándolas a erigirse en
un nuevo Estado bajo su ominosa protección.
“Considerando que la ocupación del Perú por el ejér­
cito boliviano no se funda en otro derecho que el que le da
un tratado ilegal y nuio y atentatorio, estipulado y firmado
por un general peruano sin misión y sin facultad para en­
tregar su patria al extranjero.
“Que el general Santa Cruz con la fuerza de su man­
do ha despedazado el Perú alzándose con un poder absolu­
to sancionado por asambleas diminutas e impotentes.
“Que la intervención del general Santa Cruz para cam­
biar el orden político del Perú es un abuso criminal contra
la libertad e independencia de 'os Estados Americanos y
una infracción clásica del derecho de gentes.
“Que la concentración en su persona de una autoridad
vitalicia, despótica e ilimitada sobre el Perú y Bolivia, con
la facultad de nombrar sucesor conculca los derechos de
ambos Estados e instituye un feudo personal que solemne­
mente prescriben las actas de Independencia de una y otra
República.
“Que el ensanche de tal poder por el abuso de la fuer­
za, invierte el equilibrio conservador de la paz en las Repú­
blicas limítrofes de Bolivia y el Perú.
“Considerando: Que el acantonamiento de tropas del
ejército del general Santa Cruz sobre la frontera norte de
la Confederación, la expedición anárquica enviada a las cos­
tas de Chile desde los pue'rtos del Perú bajo la notoria pro­
tección a los agentes de aquel caudillo y sus simultáneos
— 18 4 —
E N S A Y O S Y C R I T Í C A

y pérfidos amaños para insurreccionar a la República Ar­


gentina, confirman la existencia de un plan político para
subordinar a los intereses del usurpador la independencia
y el honor de los Estados limítrofes al Perú y Bolivia.
“Que el estado permanente de inquietud y de incerti-
dumbre en que se halla la República Argentina por las ase­
chanzas del gobierno del general Santa Cruz causa todos
los males de la guerra y ninguna de sus ventajas.
Y últimamente:
“Que la doble y falaz política del genera! Santa Cruz
ha inutilizado toda garantía que depende del fiel cumpli­
miento de sus promesas.
“Declara:
" l 9.— Que en atención a los multiplicados actos de hos­
tilidad designados y comprobados, la Confederación Argen­
tina está en guerra con el gobierno del general Santa Cruz
y sus sostenedores.
“2".— Que la Confederación Argentina rehusará la
paz y toda transacción con el general Santa Cruz mientras
no quede bien garantizada de la ambición que ha desplega­
do y no evacúe la REPUBLICA PERUANA dejándola com­
pletamente libre para disponer su destino.
“Que la Confederación Argentina reconoce el derecho
de los pueblos peínanos para conservar su primitiva orga­
nización política o para sancionar en uso de su soberanía
su actual división de Estados cuando, libre de la fuerza ex­
tranjera, se ocupe sin coacción de su propia suerte.
“Que la Confederación Argentina, en la lid a que ha
sido provocada, no abriga pretensión alguna territorial fue­
ra de sus límites naturales y protesta en presencia del Uni­
verso y ante la posteridad que toma las armas para poner
a salvo la integridad, ía independencia y el honor de la Con­
federación Argentina.
(Fdo.) Juan Manuel de Kosas — Felipe Arana.
Inmediatamente el dictador Rosas alista sus huestes y
da instrucciones a sus generales Alejandro y Felipe Here-
dia, uno de ellos gobernador de Tucumán y considerado co­
mo uno de los más valientes militares para enfrentar las
tropas del general Santa Cruz.
En carta de 28 de diciembre de 1837 dirigida a Felipe
Heredia el dictador Rosas hace conocer sus verdaderas in­
tenciones :
“Entienda —le dice— que restituida Tarija, el río Sui-
pacha deberá dividir el territorio de ambas repúblicas: pero
— 185 —
T R I S T A N M A R O F

me parece que si podemos conseguir que la villa de Tupiza


y el pueblo de Santiago de Cotagaita queden dentro de nues­
tro territorio, será lo mejor y lo más importante para de­
jar asegurada para siempre la paz y comercio libre entre
ambos Estados, con todas las franquicias que llevo indica­
das. A trueque de conseguir este bien, creo que podríamos
condonarle los gastos hechos en la guerra de la Indepen­
dencia y también los aprovechamientos que ha sacado de
Tarija en todo el tiempo que ha tenido usurpada. Más, pa­
ra obtener todas estas cosas, será preciso penetrar hasta
la capital de Bolivia y tener por nuestro el Cerro de Potosí.
Tan importante adquisición debe ser obra nuestra con ex­
clusión de Salterios y Jujeños”. (Documento obtenido en
la Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, volu­
men VIL Rosas y su época, Segunda Sección, por Enrique
M. Barba, pág. 221).
Santa Cruz sereno como siempre no se preocupa ma­
yormente de los arrestos militares de Rosas y encarga la
defensa de la frontera al Mariscal Braun, a Burdett O’Con-
nor y al coronel Agreda. También forma parte del Estado
Mayor el valiente tarijeño Timoteo Raña.
No destina gran fuerza militar pero sabe que sus jefes
son inmejorables y que sus saldados saben pelear.
En los documentos rosistas no se califica con otro ape­
lativo al Gran Mariscal como el “colla Santa Cruz y el cho­
lo”. El gobernador de Tucumán Heredia, que es aficionado
a las letrillas y a las proclamas, lanza una a sus tropas, con­
cebida en estos términos: “Desde que la República Argen­
tina midió fuerzas con el Imperio del Brasil y obtuvo me­
jor resultado no teme agarrarse con el Estado que la pro­
voque”.
Ya en 1833 Facundo Quiroga dijo a sus soldados: “que
no estaría satisfecho sino cuando tendiese su poncho en la
plaza de Chuquisaca...
El gobierno boliviano por intermedio de su ministro
Mariano Enrique Calvo, responde a la declaratoria de gue­
rra de Rosas con someras palabras. Cree él “que las ver­
daderas causas no pueden encontrarse sino en las pasiones
que dominan a los jefes de la Confederación Argentina y
en los siniestros designios, al favor de la cooperación del
Gobierno de Chile”. Y agrega: “El gobierno boliviano ja­
más se arrepentirá de haber dado benéfico asilo a unos ame­
ricanos desgraciados, que víctimas de la discordia civil, se
acogieron a las leyes de la República, huyendo de la encar­
nizada persecución de sus hermanos”.
Lo evidente es que las provincias argentinas de Salta
y Jujuy deseaban integrarse a la Confederación por volun­

— 186 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

tad propia, puesto que en su país durante veinte años ja­


más hubo ley ni protección a la ciudadanía ni alguna ga­
rantía posible para desarrollarse en paz y vivir.
Rosas sigue escribiendo sus numerosas cartas a los go­
bernadores. En una de ellas al mismo Heredia, le dice: “Que
no se descuiden ni un momento y que se mantengan en una
continua preparación, porque si Santa Cruz no baja, acaso
tendremos nosotros que ir a visitarlo”.
El escritor Alfonso Crespo señala en su libro, que
“Juan Manuel de Rosas o más propiamente, los goberna­
dores de las provincias argentinas norteñas, logran reunir
un ejército considerable. El 1" de septiembre de ese año
llegan a Jujuy las fuerzas del coronel Felipe Heredia, com­
puestas por lo» siguientes regimientos: “Cristianos de la
Guardia”, “Coraceros de la Muerte’’, “Escuadrón Rifles”,
“Cazadores da la Libertad” y “Coraceros Argentinos”. Se
acoplan en Jujuy los regimientos “Restauradores a Caba­
llo”, “Defensores de las Leyes” y los batallones 1, 2 y 4.
Comanda toda esta fuerza el hermano de Felipe, general
Alejandro Heredia.
El ejército del mariscal Braun no llega a 2.400 hom­
bres, chicheños y tarijeños en sil mayoría compuesto de las
siguientes unidades: “Batallón 1" de la Guardia”, “5’ de Lí­
nea”, “6" Socabaya”, “8“ de Nacionales”, “Regimiento Guías
de la Guardia” y “Regimiento 2o de Nacionales”.
El 12 de septiembre de 1837, el Congreso de Bolivia
dirige una proclama al Ejército, sobria en su contenido y
emotiva en sus fines: “Soldados: No consideremos enemi­
gos a los ciudadanos de la Confederación Argentina; he­
mos formado con ellos una sola familia, hemos peleado jun­
tos por nuestra libertad e independencia; nuestra sangre,
mezclada con la suya, ha sido derramada a torrentes por
el enemigo común; los huesos de los bolivianos y argenti­
nos aún se conservan reunidos en los campos de Guaqui,
Vilcapujio y Viloma”.
Tres veces chocan los ejércitos de Rosas y los de Bo­
livia, y en las tres batallas son derrotados, dejando sus
banderas, cientos de muertos y prisioneros y armas. Estas
batallas se las recuerda con los nombres de Santa Bárbara,
Iruya y Montenegro. Los dos hermanos Heredia, oficiales
del rosismo, huyen a Tucumán abandonando el campo a los
vencedores.
Santa Cruz ha humillado al tirano Rosas que en ade­
lante no le nombrará sino con despectivos adjetivos...
Mucho más tarde cuando la Argentina se ha librado de
la anarquía y se lia. convertido en país poderoso merced a
sus riquezas y a que triunfó el orden y la Ley, se ignora

— 187 —
T R I S T A N M A R O F

o se pretende ignorar esta parte de la historia americana.


Aun se ha escrito un libro militar que intitula: “Una gue­
rra poco conocida”.
Dejemos a los militares argentinos la interpretación y
las causas de sus derrotas.
Santa Cruz podía perfectamente con el derecho y la
fuerza de su ejército ocupar militarmente todo el norte ar­
gentino, pero no lo hizo.

Hacia el sur de la Confederación Perú-Boliviana apa­


rece el adversario tenaz y formidable que le hace frente.
Se llama don Diego Portales. Es un hombre en la plenitud
de su fuerza y que ha tenido una vida agitada hasta que
logra el poder como primer ministro chileno en el gobierno
del Presidente Prieto.
Chile es una nación pobre y que para vivir tiene que
trabajar rudamente.
No posee las riquezas de los países vecinos pero las
ansia. La Confederación Perú-Boliviana tenía que herirle
en su entraña viva y relegarlo a un país austral. Si no hu­
biera seguido esa política de oposición jamás se levantaría
en el panorama de América, y si no se abre el canal de Pa­
namá quedaría tras mano, alejada de los puntos vitales de
comunicación sin otra ruta que el largo viaje por ,!os es­
trechos de Magallanes.
Diego Portales no es un político romántico ni le sus­
tentan los principios teóricos. Es un hombre realista y rea­
lizador. Ha sido comerciante en el Perú y aunque ha hecho
fortuna, se dice en esa república, no la estima. De regreso
a su patria se mezcla en la política, pero tampoco es polí­
tico y le interesan mucho más sus negocios particu’ares.
De todas maneras llega a participar en ella y se encuentra
con esta verdad: Chile jamás puede insurgir como dueño
del Pacífico si tiene al frente un poderoso Estado que for­
man dos países potenciaimente ricos y con enorme terri­
torio. Entonces el hombre realista se pone a socavar el pi­
so de la Confederación con una paciencia de hormiga y
una tenacidad admirables. Chile como nación está derrota­
da. Realista y sin escrúpulos busca la alianza con el dicta­
dor argentino Rosas que odia a Santa Cruz por los mismos
intereses que Chile. Pero el Protector de la Confederación
no se duerme. Tiende también sus tentáculos a Chile por
medio de sus logias y su papel es dramático y adquiere con­
tornos shakesperianos la lucha entre estos dos hombres que
deciden el futuro del Continente. Diego Portales más débil
— 188 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

que Santa Cruz, muy diligente y amigo de la intriga inter­


nacional; el otro, maestro en toda clase de cálculos, posee
una red extendida por todos los países y entre las clases in­
telectuales que piensan en una gran patria: el Continente
íntegro. El drama termina con el fusilamiento de Diego Por­
tales por el coronel Vidaurre, que según el historiador chi­
leno Francisco Encina, tiene algo que ver con los hilos de
Santa Cruz, pero no está probado. Muere el enemigo N1 ' 1
de Santa Cruz; el que alienta a la guerra contra la Confe­
deración, pero vive su espíritu, y es ese espíritu el que in­
duce al gobierno chileno a declarar la guerra al Mariscal y
derrotarlo más tarde en Yungay, batalla en la que inter­
vienen soldados peruanos, chilenos y todos los enemigos del
gran Mariscal de Zepita y la Confederación Perú-Boliviana,
primer intento de patria amp'ia y poderosa que abarca to­
da América, queda aventado por el viento...
Para comprender el espíritu de Diego Portales es pre­
ciso conocer una de las cartas más famosas que pone en
manos de Manuel Blanco Encalada, jefe de la primera ex­
pedición chilena que tiene por objetivo combatir al Protec­
tor Santa Cruz. Esta expedición, como se sabe, tuvo que
capitular en Paucarpata, ocasión que pudo aprovecharla
Santa Cruz y se mostró magnánimo y le tendió los brazos
a Blanco Encalada, le embarcó de regreso a Chile y hasta
le compró ,los caballos a un precio por encima de su valor
real.
(La carta)
“Santiago, 10 de septiembre de 1836.— Señor don MA­
NUEL BLANCO ENCALADA.
Apreciado amigo:— Es necesario que imponga a usted
con la mayor franqueza de la situación internacional de la
República, para que usted pueda pesar el carácter decisivo
de la empresa que el Gobierno va a confiar a usted dentro
de poco designándolo comandante en jefe de las fuerzas
navales y militares del Estado en la campaña contra la Con­
federación Perú-Bolivia. Va usted, en realidad, a conseguir
con el triunfo de sus armas, la segunda independencia de
Chile. Afortunadamente, el camino que debe recorrer no
le es desconocido: lo ha seguido en otra época en cumpli­
miento de su deber y de patriota, y de esas virtudes supo
extraer glorias y dignidades para la Patria.
La posición de Chile frente a la Confederación Perú-
Bolivia es insostenible. No puede ser tolerada ni por el pue­
blo ni por el Gobierno, porque ello equivaldría a un suici­
dio. No podemos mirar sin inquietud y la mayor alarma,
— 189 —
T R I S T A N M A R O F

la existencia de dos pueblos confederados, y que, a la lar­


ga, por la comunidad de origen, lengua, hábitos, religión,
ideas, costumbres, formarán, como es natural, un solo nú­
cleo. Unidos estos dos Estados, aun cuando no más sea que
momentáneamente, serán siempre más que Chile en todo
orden de cuestiones y circunstancias. En el supuesto que
prevaleciera la Confederación a su actual organizador, y
ella fuera dirigida por un hombre menos capaz que Santa
Cruz, la existencia de Chile ne vería comprometida. Si por
acaso, a la falta de una autoridad fuerte en la Confedera­
ción, se siguiera en ella un período de guerras intestinas
que fuese obra del caudillaje y no tuviese por fin la diso­
lución de la Confederación, todavía ésta, en plena anarquía,
sería más poderosa que la República. Santa Cruz está per­
suadido de esta verdad; conoce perfectamente que por aho­
ra, cuando no ha cimentado su poder, ofrece flancos suma­
mente débiles, y esos flancos con los puntos de Chile y el
Ecuador. Ve otro punto,- pero otro punto más lejano e
inaccesible que lo amenaza y es la Confederación de las Pro­
vincias Unidas del Río de La Plata. Por las regiones que
fueron el Alto Perú es difícil amagar a Lima y a la capital
boliviana en un sentido militar, pero el cierre de las fron­
teras platenses dejará de dañarle por una parte, y no le
permitirá concentrar su ejército en un punto, sino repar­
tirlo en dos o tres frentes: el que prepare Chile, en el que
oponga el Ecuador o en el que le presente Rosas.
El éxito de Santa Cruz, consiste en no dar ocasión a
una guerra antes que su poder se haya afirmado; entrará
en las más humillantes transacciones para evitar los efectos
de una campaña, porque sabe que ella despertará los sen­
timientos nacionalistas que ha dominado, haciéndolos per­
der en la opinión. Por todos los medios que están a su al­
cance ha prolongado una polémica diplomática que el Go­
bierno ha aceptado únicamente para ganar tiempo y para
armarnos, pero que no debemos prolongar ya por más tiem­
po, por que sirve igualmente a Santa Cruz para prepararse
a una guerra exterior. Está, pues, en nuestro interés, ter­
minar con esta ventaja que damos al enemigo.
La Confederación debe desaparecer para siempre ja­
más del escenario de América. Por su extensión geográfica;
por su mayor población blanca; por las riquezas conjuntas
del Perú y Bolivia. apenas explotadas ahora; por el domi­
nio que la nueva organización trataría de ejercer en el Pa­
cífico, arrebatándonoslo; por el mayor número también de
gente ilustrada de la raza blanca, muy vinculada a las fa­
milias de influjo de España que se encuentran en Lima;
por la mayor inteligencia de sus hombres públicos, si bien
— 190 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

de menos carácter que los chilenos; por todas estas razo­


nes, la Confederación ahogaría a Chile antes de muy poco.
Cree el Gobierno, y éste es un juicio también personal mío,
que Chile sería o una dependencia de la Confederación co­
mo lo es hoy el Perú, o bien la repulsa a la otra ideada con
tanta inteligencia por Santa Cruz, debe ser absoluta. La con­
quista de Chile por Santa Cruz no se hará por las armas
en caso de ser Chile vencido en la campaña que usted man­
dará. Todavía le conservará su independencia política. Pe­
ro intrigará en los partidos, avivando los odios de los par­
ciales de los O’Higgins y Freire, echándolos unos contra
otros; indisponiéndonos a nosotros con nuestro partido, ha­
ciéndonos víctimas de miles de odiosas intrigas. Cuando
la descomposición social haya llegado a su grado más cul­
minante, Santa Cruz se hará sentir. Seremos entonces su­
yos. Las cosas caminan a ese estado. Los chilenos que re­
siden en Lima están siendo víctimas de los influjos de San­
ta Cruz. Pocos caudillos en América pueden comparársele
a este en la virtud suprema de la intriga, en el arte de desa­
venir los ánimos, en la manera de insinuarse sin hacerse
sentir para ir al propósito que persigue. He debido armar­
me de una entereza y de una tranquilidad muy superior,
para no caer agotado en la lucha que he debido sostener
con este hombre verdaderamente superior, a fin de conse­
guir una victoria diplomática a medias, que las armas que
la República confía a su inteligencia, discreción y patrio­
tismo, deberá completar.
Las fuerzas navales deben operar antes que las mili­
tares dando golpes decisivos. Debemos dominar para siem­
pre en el Pacífico: ésta debe ser su máxima ahora, y oja­
lá fuera la de Chile para siempre. Las fuerzas militares chi­
lenas vencerán por su espíritu nacional, y si no vencen con­
tribuirán a formar la impresión que es difícil dominar a
los pueblos de carácter. Por de contado que ni siquiera ad­
mito la posibilidad de una operación que no tenga el carác­
ter determinante, porque es esto lo que...................... (1).
PORTALES

(1) Falta el resto de la carta. Está escrita de puño y


letra de Portales.
(Epistolario de don Diego de Portales. Tomo III, 1834-1837.
Recopilación y notas de Ernesto de la Cruz. Santiago de
Chile 1937. Pág. 152 a 154 inclusive).
— 19 1 —
T R I S T A N M A R O F

¿Estuvo equivocado Santa Cruz el maestro del cálcu­


lo? ¿Le falló su magnanimidad? La Historia, juez impar­
cial y severo, le condena por este rasgo de bondad hacia
el enemigo que venía a combatirlo y a destruirlo para siem­
pre.
¿Quería el mariscal de Zepita demostrar a la América
que era digno de su alto cargo el Protector, de esta Amé­
rica mestiza y turbulenta? La historia, lo admira en lo que
tiene sentido metafísico y con la amplitud de pensamiento.
Su patria, Bolivia, de ,1a cual él tampoco se creía, muy bo­
liviano, lo censura. En la guerra hay que destruir al ene­
migo y la bondad está descartada de los sentimientos no­
bles. Como también le censura el no haber aceptado dos ve­
ces la incorporación de Moquegua, de Arica y de Arequipa
que se sentían ligados a la patria altiplánica por vínculos
familiares, por comercio y por geografía. El sur del Perú
no tenía nada que ver con Ja política de Lima ni con su al­
tivo menosprecio a los serranos. . .
La batalla de Yungay tuvo repercusión americana. Ha­
bía sido vencido el Mariscal Santa Cruz en una batalla mal
planeada por él y en la que no estaban sus generales fa­
mosos. ¿ Cómo podía suceder esto en la Confederación ?
Podía ganar la batalla de Yungay el Mariscal Santa
Cruz y así lo prueban .los documentos históricos que están
a la vista. Cuando las tropas mandadas por el general chi­
leno Manuel Bulnes se embarcaban en el Callao y todavía
había tiempo de interrumpirlas para buscar otro sitio fa­
vorable, una voz despertó ai Mariscal de Zepita y era la
voz de su general Trinidad Moran, venezolano, que le de­
cía: Mariscal ataquemos. Y la respuesta en la tiniebla y la
desesperanza le respondió con esa voz que estaba trabajada
ya por la adversidad:
—Moran, mañana: ........
En esta palabra está encerrado el drama. Y el drama
se concluye en la batalla de Yungay. (Moran, mañana...) .
América vuelve a la patria chica y agoísta, los caudi­
llos locales gozan y se regocijan. Rosas festeja el triunfo
de Yungay con dos días de fiestas populares. Chile ha sa­
lido de la anonimidad y se impone en el Pacífico, ayudado
por las facciones de Gamarra y del general Ramón Castilla
y La Fuente que han ayudado a Bulnes a derrotar a San­
ta Cruz. De los breñas de Bolivia salen voces de felicita­
ción a Bulnes, general chileno, por su victoria. Una de ellas
es la del general Velasco que tiene tanta bajeza como in­
dignidad, y en el Congreso boliviano se le declara al Gene­
ral Santa Cruz “monstruo y tirano” por haber dado las pri­
— 192 —
E N S A Y O S Y C R I T I C A

meras leyes de la República y establecer un sentido jurídi­


co del que carecía la Nación.
Esto es frecuente en la historia de las naciones en for­
mación. El precursor siempre es aborrecido y combatido. Lo
más curioso es qus José Ballivián, jefe de Estado Mayor
de la Confederación, es el principal enemigo del Protector
Santa Cruz, al cual le ligan vínculos de ahijado y compa­
dre. Ballivián, general invicto y gran estratega, será el que
dirija los destinos de Bolivia después de Yungay, pero ya
en la patria chica que es Bolivia, y que quiso ser grande
oon la Confederación, extendiendo la mirada hacia Améri­
ca, coma en tiempo de los sabios Incas.
Agosto 1961.
INDICE

Página

UNAS L IN E A S S O B R E ESTOS E N SA Y O S .............................. 7

ENSAYO SOBRE LAS


R E V O LU C IO N ES B O L I V IA N A S ................... ... ........ 9

EN SA Y O S O B R E LA S
G U E R R A S IN T E R N A C IO N A I. e s .................................................... 37

A L C ID E S A R G U E D A S
V SU T IE M P O ................................................................................. 49

M E L G A R E JO
Y E l, M E L G A R E J IS M O ..................................................................... 73

K.NSAYO SOBRE
C A B IÍIE L REN E M O R E N O ............................................................... 81

(¡LO SA N D O EL L IB R O “N A C IO N A L IS M O Y
C O L O N IA JE ". DE C A R L O S M O N T E N E G R O .............................. 12S
PEDA G OG IA, ENSAYO SOBRE LA
R E FO RM A EDUCA CION AL EN B O L I V I A ................................. 135

MONTES Y SAAVEDRA,
CA U DILLOS ALT IPLANICOS . . ■ .............................................1 «

LOS ULTIM OS D IA S DE
EN RIQ UE F I N O T .............................................................................. 149

GUSTAVO AD O LFO O T E R O .........................................................153

JA V IE R PA Z C A M P E R O .................................................................155

APUNTES SOBRE
FRANZ TAMAYO.............................................................. 158

D O N JA IM E MENDOZA, E S C R IT O R ......................................... 165

CONFERENCIA SOBRE L A CONFEDERACION


PERU—B O L IV IA N A ......................................................................... 171
LA PRESENTE EDICION SE TERMINO DE
IM P R IM IR EL D IA SIETE DE DICIEM BRE
DE M IL NOVECIENTOS SESENTA Y UNO
EN L A CIU D A D D E LA PAZ, EN LOS TA­
LLERES DE EMPRESA INDU ST RIAL G R A ­
FICA E. B U RILLO — CALLE CISNEROS No.
1*5& — BO LIV IA

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