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VELÁZQUEZ BUENDÍA, Roberto (2001).

Una aproximación a las teorías de la génesis del deporte. Askesis, nº 1, 10, pp. 1-25.

Una aproximación a las teorías de la génesis del deporte

Tratar de acercarse al conocimiento de lo que pudo ser el origen del deporte, las causas que influyeron en su génesis, y
su evolución como práctica socio-cultural desde una perspectiva histórica, constituyen no sólo una compleja tarea, sino
que además las hipótesis, teorías, planteamientos, perspectivas, conclusiones… que se utilizan deberán ser consideradas
siempre con precaución, dada la propia naturaleza y características del objeto de estudio.

En efecto, aunque se dispone de una considerada cantidad de documentos históricos y de restos arqueológicos que
ponen de manifiesto la existencia continua de actividades físicas y competitivas desde épocas prehistóricas hasta la
actual- y aún es previsible que esta cantidad se vaya incrementando mediante nuevas investigaciones y
descubrimientos-, no basta con la constatación de los hechos que de tales vestigios históricos se derivan, sino que
además es necesario interpretar el significado, las funciones y las finalidades que se atribuían a tales hechos en su
propio contexto socio-cultural. En otras palabras, aunque se dispone de evidencias que demuestran la existencia de, por
ejemplo, juegos de pelota, carreras de velocidad y resistencia, natación, lucha…, en muchos pueblos y culturas de los
distintos continentes desde varios siglos antes de nuestra era, otra cosa bastante más difícil es como acertadamente
apunta Mandell (1986:13), determinar con precisión quién y por qué participaba en tales actividades, quién y por qué
observaba el desarrollo de las mismas, y qué significado atribuía el público y los protagonistas a lo que observaban y a
lo que hacían respectivamente.

En este sentido, las respuestas a tales cuestiones serán bien diferentes en función de las posiciones ideológicas
adoptadas y de las perspectivas disciplinares de las que se parta. En efecto, de acuerdo con Ueberhorst (1959:10),
será muy diferente la interpretación sobre el origen y la evolución del deporte que dé un historiador afín al
materialismo histórico, para el cual todos los fenómenos culturales se explican como producto de la relaciones
económicas y de la mejora de la producción, que la que aporte un historiador cuya base filosófica se sitúa en torno a la
libertad del espíritu como fuente creadora de civilización y de cultura, en oposición al trabajo como medio de
satisfacer las necesidades naturales. De la misma manera, también será distinta la explicación que ofrezca un etólogo
o un psicólogo que se interese por las bases primigenias de la actividad físico-deportiva , y que, en consecuencia, dirija
su atención a aspectos tales como, por ejemplo, el comportamiento instintivo de origen filogenético, los estímulos
fisiológicos de movimiento y crecimiento, o los mecanismos de adaptación y defensa (catarsis, sublimación…), que la
proporcionada por su sociólogo, más interesado por el significado y funciones de los fenómenos culturales que
caracterizan a cada sociedad a lo largo de su evolución.

Si, por otra parte, centramos la atención en el concepto que alude a las actividades socioculturales sobre las que
pretendemos indagar acerca de su génesis y evolución, nos encontramos con que la escasa precisión que ya de por sí
posee el término “deporte”- como concepto integrador de la gran cantidad y diversidad de significados y realidades que
dicho término evoca en la actualidad- aumenta cuando tal expresión se utiliza para aludir a actividades que tuvieron
lugar muchos siglos antes de que apareciese tal expresión en nuestro vocabulario y para las que, como indica Elias (en
Elias y Dunning, 1992:53), carecemos de conceptos adecuados.
Siguiendo esta misma línea, puede decirse que son muchas y profundas las diferencias que se han encontrado entre el
significado, finalidad y funciones de las “actividades físico-deportivas”- por denominarlas de algún modo- que tuvieron
lugar en la antigüedad respecto a las actividades que hoy se conocen como “deporte”. Así, por ejemplo, Guttman (1978,
en García Fernando, 1990:39 y SS.) encuentra siete características distintivas del deporte moderno respecto las
actividades deportivas de las épocas anteriores: secularización; igualdad de oportunidades para competir y
democratización; especialización de roles; racionalización; organización burocrática; cuantificación; y búsqueda del
récord. Estas características diferenciadoras presentadas por Guttman son ampliadas por Acuña Delgado (1994:317 y
ss.) con otras cuatro más: el esquema piramidal de funcionamiento, la jerarquía paralela, el desligamiento de la
naturaleza, instrumento ideológico del poder.

También desde otra perspectiva orientada hacia el análisis del significado y funciones sociales de la actividad
deportiva, Bordieu (1993:60) se cuestiona la validez de muchos estudios, caracterizados por un anacronismo esencial,
que pretenden establecer analogías entre los juegos de las sociedades precapitalistas europeas o de otros continentes-
en ocasiones tratados erróneamente como prácticas predeportivas, según este autor- y los deportes modernos , los
cueles, para Bordieu, constituyen una práctica social específica que surge en un contexto socio-histórico, económico y
político determinado, y que es imposible reducir aun mero juego ritual o divertimento festivo. Igualmente, otro
sautores citados por Mandell (Rigauer, 1969; Eichberg, 1973; y Guttman, 1978) y que el propio Mandell (1986:X!!!,3)
ponen en entredicho la idea de que las actividades físico-deportivas que tuvieron lugar en la antigüedad puedan ser
caracterizadas de la misma manera que hoy se entiende la práctica deportiva en cualquiera de sus dimensiones,
atribuyendo a ésta orígenes relativamente recientes.

Por el contrario, otros autores sostienen de forma explícita la idea de que ha existido un deporte primitivo
homologable al actual. En este sentido, por ejemplo, para los antropólogos Blanchard y Cheska (1986:64) situar el
deporte como un descendiente directo del rito es ante todo una idea especulativa, pues, según estos autores, las
pequeñas bandas de cazadores-recolectores del paleolítico disponían del suficiente tiempo libre para dedicarlo a fines
recreativas. Por ello mismo, en palabras de dichos autores, “Es lícito, entonces, suponer que para el hombre primitivo
las actividades deportivas entraban en su realidad cotidiana ofreciéndole alternativas recreativas dentro de una
existencia marcada por el ocio, además de propiciar el ejercicio físico y la destreza en las técnicas de caza (velocidad,
puntería, esquiva) y de servir de mecanismos de socialización y refuerzo de las normas y valores culturales”,
configurándose así la posibilidad real de un deporte prehistórico.

Así pues, de lo anteriormente expuesto se desprende, en términos generales, que entre las diferentes teorías o
hipótesis que tratan de explicar el origen del deporte y las causas que influyeron en su génesis cabe distinguir la
adopción de dos presupuestos ontológicos diferentes entre sí. En efecto, entre los autores que se han ocupado del
tema, una parte de ellos (Ortega y Gasset, 1924; Ueberhorst, 1959; Neuendorff, 1959; Gillet, 1971; Blanchard y
Cheska, 1986, Acuña delgado, 1994…)asumen la idea de que el deporte constituye una forma de actividad individual y de
práctica socio-cultural que, en esencia, ha existido desde el comienzo de la humanidad y que, como tal deporte o forma
de práctica, sus características y significados han ido evolucionando de acuerdo con los cambios sociales, políticos y
culturales del contexto en el que han tenido lugar, lo que implica que el estudio de la génesis del deporte ha de
remontarse a épocas prehistóricas.

Otros autores , en cambio, consideran que lo que se ha entendido y se entiende hoy por deporte es algo muy diferente
en funciones, significado y características, en relación con las actividades y competiciones físicas propias de épocas
pasadas, por lo que el origen y la génesis del deporte, tal y como se le concibe en la actualidad, debe establecerse y
estudiarse a partir de S XVIII, en Inglaterra, vinculando su desarrollo-durante el S XIX (especialmente en su segunda
mitad) y el S XX- a la revolución industrial y a los procesos sociopolíticos de la época. Desde el punto de vista del
estudio de la génesis y evolución del deporte, este planteamiento supone, en esencia, una distinción conceptual entre
las actividades físicas de carácter competitivo que tuvieron lugar en el pasado lejano y las que han tenido lugar a lo
largo de la época contemporánea hasta la actualidad, bajo la forma y la idea de deporte.

Entre los autores que adoptan este planteamiento cabe distinguir, a su vez, dos posiciones teóricas distintas. Una parte
de ellos basan su obra en la idea implícita-algunos la sostienen de forma explícita-de que el concepto de deporte alude
en exclusiva a una forma de prácticas físicas cuya génesis tienen lugar durante el S XIX en Inglaterra, siendo algo
esencialmente diferente a las prácticas físicas y competitivas que tuvieron lugar en épocas pasadas (Guttman, 1978;
Thomas, Haumont y Levet, 1988; García Ferrando, 1990; Elias y Dunning, 1992; Bordieu, 1993; Brohm, 1993…). Otros
autores, si, por un lado, consideran en su obra la prehistoria, la Grecia clásica, u otras culturas antiguas como punto de
partida para explicar el origen y evolución del deporte, asumiendo con ello la existencia real de una cierta universalidad
temporal y cultural en las prácticas físico-deportivas, por el otro lado reconocen, de forma más o menos explícita, la
existencia de una importante diferencia cualitativa entre la idea de deporte contemporáneo y las prácticas físicas
propias de otras épocas, llegando algunos de ellos a reconocer también el forzamiento semántico que se hace sobre el
término “deporte” al utilizarlo para conceptuar tales prácticas y los riesgos que de ello se derivan (Huizinga, 1954;
Diem 1967; Gillet, 1974; Mandell, 1986…).

En los siguientes apartados trataremos de efectuar un breve acercamiento a distintas teorías sobre el origen y génesis
del deporte desde perspectivas de análisis que adoptan como punto de partida presupuestos filosóficos y antológicos
radicalmente diferentes sobre la concepción del deporte-entendido en su sentido más amplio-y sobre las causas de su
aparición y desarrollo, que pueden ser consideradas como algunas de las aportaciones más relevantes de los estudios
realizados en este sentido. De acuerdo con lo expuesto en los párrafos anteriores, en primer lugar haremos referencia
a teorías cuyos autores sitúan y tratan de explicar el origen del deporte como un proceso que se inicia desde los
albores de la humanidad; posteriormente presentaremos los rasgos básicos de otras teorías que intentan esclarecer la
génesis del deporte, entendido éste como un fenómeno sociocultural propio de nuestra época.

Teorías basadas en la idea de un origen transhistórico del deporte.


Las diferentes concepciones que sobre el origen transhistórico del deporte han presentado los autores que se han
dedicado a su estudio se pueden situar en torno a tres formas radicalmente diferentes de concebir su naturaleza.
Para unos autores, el origen del deporte debe establecerse y fundamentarse a partir de impulsos instintivos propios de
la naturaleza animal del hombre, los cuales, bajo la forma de juego, se dirigen a conseguir la adaptación al medio y la
supervivencia en el mismo, como puede observarse en el comportamiento de los animales durante su primera etapa de
desarrollo; posteriormente las actividades derivadas de tales impulsos evolucionan hacia formas culturales (perspectiva
humanista). Por último, un tercer grupo de autores sostiene que el deporte es, sobre todo, una construcción social
histórica cuyo análisis debe establecerse en el contexto de las relaciones humanas de dominación y de producción
económica (perspectiva crítica). A continuación se exponen algunos de los principales planteamientos sobre el origen del
deporte desde cada una de dichas perspectivas.

a) Perspectiva Naturalista.

Como señala Horst Ueberhorts (1959:11), a quien seguiremos básicamente en esta parte de la exposición, muchos
autores tratan de situar y explicar la génesis y evolución del deporte a partir de la existencia de un substrato biológico
en el individuo que determina la aparición de estímulos fisiológicos o impulsos instintivos causantes de una serie de
conductas de supervivencia y adaptación al medio, las cuales dieron pie a toda una serie de ejercicios físicos en busca
de una mayor fortaleza corporal. Desde esta perspectiva se considera que existe en la raíz de los ejercicios físicos un
ámbito vital elemental común al hombre y al animal, y que dicha vida instintiva constituye el origen de lo que hoy se
conoce como ejercicios físicos, actividades corporales o deporte.

Así, por ejemplo, en su estudio sobre el origen del deporte Eppensteiner (en Ueberhorst, 1959:35 y ss.) distingue
entre lo que denomina, por un lado, “El deorte originario”, que da lugar a una concepción del deporte “…como actividad
natural del hombre para el cultivo de su cuerpo”, con un gran componente instintivo; y, por otro, “deporte cultural”,
donde considera al deporte “…como fenómeno cultural de la historia de los pueblos”, otorgando a este ámbito del
deporte un gran componente social.

La tendencia natural a realizar prácticas deportivas se encuentra, según este autor, entre los distintos instintos
dirigidos a la búsqueda del placer, entre los que se encuentra el placer por el movimiento, y en un nivel inmediatamente
superior, los instintos de juego y lucha. Estos dos últimos se encuentran fuertemente unidos y dan lugar a “…un impulso
específico y singular”, que Eppensteiner denomina instinto deportivo por contener de manera intrínseca lo lúcido y lo
competitivo, como se puede apreciar en el comportmiento espontáneo de muchos niños cuando juegan. Así el deporte
es, según este autor y utilizando sus propias palabras, un “atributo originario del ser humano”.

Para Eppensteiner el instinto deportivo se expresa de manera diferente a través de las edades: durante los primeros
diez años de vida se superponen los instintos de lucha y de juego; a lo largo del segundo decenio se consuma la unión
entre ambos instintos originando el interés por las competiciones deportivas; en el tercer decenio el interés lo
acaparan los juegos competitivos de balón. Con la formación y madurez total del cuerpo se calma el instinto deportivo,
que desaparece del deporte del adulto, transformándose el “deporte originario” en “deporte cultural”. Este último
obedece a razones de tipo intelectual, y en él desempeñan un papel fundamental los aspectos sociales, materiales,
culturales que se expresan y caracterizan la peculiar configuración del grupo social.

En este marco del “deporte cutural” es indispensable la difusión y consolidación de formas organizativas de deporte, de
rango local y supra-local, las cuales constituyen, con independencia del espacio y del tiempo, lo que Eppensteiner
denomina “culturas deportivas”. Cuando esas organizaciones deportivas se caracterizan por formas de movimiento que
reflejan el talante o espíritu del grupo y que expresan la peculiar configuración social del mismo estamos, según este
autor, ante lo que él llama “deporte cultural”. Entre las causas del surgir de este deporte cultural Eppensteiner señala
las necesidades sociales como testimoniadas por la historia y la etnología.

Para Edmund Neuendorff (1959:59), entre los motivos por los que se puede afirmar que los hombres primitivos hicieron
ejercicios físicos cabe señalar, por un lado, el hecho de que los animales hacen ejercicios físicos, y dado que los
primeros hombres vivían en unas condiciones de vida similares a las de los animales, es lícito concluir que también ellos
practicaban tales ejercicios. Por otro lado, el hecho de que los niños en todos los lugares y épocas de las que se tiene
conocimiento histórico han practicado juegos similares a los que realizan en la actualidad; dado que según señala una ley
científica-citada por el propio autor-, cada ser repite en forma abreviada el desarrollo de su especie, cabe suponer que
los niños llevan acabo el mismo tipo de actividades que, de alguna forma, practicó la especie humana desde sus
comienzos, aunque haya variado su finalidad original. Por último, la conclusión obtenida por Kart Weule en sus esudios,
según la cual, “Las actividades físicas realizadas con la intención expresa de educar el cuerpo se remontan hasta los
orígenes primeros de nuestra especie”.

Respecto al origen del deporte, Neuendorff apunta la idea de que éste está fundamentado en tipos de impulsos que se
encuentran por igual en hombres y animales. Uno de supervivencia basado en la necesidad de una preparación para la
lucha por la existencia (1959:60), y otro motivado por “el simple placer de movimiento, sin ningún tipo de utilidad
externa o material, consciente o inconsciente”(1959:72).

Con relación a la lucha para la existencia , Neuendorff (1959:60) indica además que si bien la realización de ejercicios y
activdades físicas puede considerarse como una manera de entrenamiento para la caza, el instinto de cazar no obedece
únicamente a la necesidad de procurar el sustento existencial, si no también a un placer natural e innato que según él se
puede detectar en algunas conductas de los niños, lo que según este autor constituye un vestigio inconsciente de
actividades primitivas realizadas durante milenios con un carácter utilitario.

De manera consecuente con su planteamiento, Neuendorff (1959:61) considera que las primeras capacidades físicas que
tuvo que aprender y desarrollar el hombre primitivo para la caza fueron la carrera, el salto y la trepa, aptitudes
comunes al hombre y al animal, y practicadas seguramente en todas las épocas. Posteriormente fueron surgiendo y
desarrollándose otras capacidades de manera paralela al desarrollo de la especie, como, por ejemplo, los lanzamientos
planificados e intencionados de piedras, jabalinas, hachas…, y el tiro con arco y flecha, que constituyen una cualidad
pura y exclusivamente humana, y que permitieron al hombre emprender actividades de caza mayores y más peligrosas.
Por otra parte, según este autor, la carrera, el salto y los lanzamientos eran importantes también como entrenamiento
para la lucha, la cuál también era practicada como ejercicio en distintas modalidades, con y sin armas, atendiéndose a
reglas fijas dictadas por la tradición y la constumbre.

Asimismo, además de los juegos, entre los ejercicios físicos que se practicaban unicamente por el placer del
movimiento, Neuendorff destaca la aparición de la danza desde los orígenes de la humanidad, señalando que en todas
las épocas los pueblos han danzado “…tanto en ocasiones de especial tristeza como de especial alegría, en los entierros
o en las bodas, para celebrar una victoria o para llorar una derrota, danzan cuando parten para la guerra o cuando
quieren hacer una celebración religiosa. Y danzan representando, mediante movimientos rítmicos fenómenos de la vida
humana o animal o también acontecimientos cósmicos”, aunque también se da la danza que no obedece a ninguna
motivación externa, que encuentra su justificación en la satisfación que produce su libre y espontáneo desarrollo
(1959:75). El origen primero de la danza lo sitúa este autor en el plano de todos los ejercicios físicos animales: “una
energía que se libera, la eclosión placentera, mediante unos movimientos físicos, de la energía almacenada en el cuerpo”
(1959:77); lo específico de tales movimientos para Neuendorff, en lo que se refiere a la danza, es su realización
rítmica y que cada movimiento conduce automáticamente al siguiente sin que tengan que esforzarse la mente o la
voluntad, ”…ello provoca una obnubilación permanente de la consciencia, el hombre se sale de sí mismo y se produce eso
que se llama éxtasis. La danza es éxtasis: se danza para caer en el éxtasis” (1959:78). La necesidad del éxtasis es;
según Neuendorff, común a toda la humanidad, y constituía para el hombre primitivo una forma de liberarse del miedo y
del sufrimiento, de liberarse de las penalidades de la vida cotidiana y de vincularse a las “eternas potencias cósmicas”,
lo que explica la íntima relación que tuvo, en épocas pasadas, la danza con la religión y lo sacro. Tal y como señala
Ueberhorst (1959:44), Neuendorff parte de una cosmovisión místico-naturalista donde la felicidad del individuo se
sitúa en la identificación con las fuerzas de la naturaleza, lo que sólo se puede conseguir en un estado de éxtasis,
siendo la danza una actividad muy apropiada para ello.

b) Perspectiva humanista.

Desde esta perspectiva, también se sostiene la idea de que el deporte, desde sus orígenes, se encuentra íntimamente
vinculado a la historia del hombre, constituyendo una de sus principales manifestaciones culturales, si bien por causas
diferentes a las apuntadas en el punto anterior. No obstante, dentro de esta misma perspectiva, existen diversos
enfoques que conducen a diferentes formas de plantear y explicar la génesis y desarrollo del deporte como fenómeno
socio-cultural.

Algunos autores parten de la idea de que la libertad del espíritu humano, desligada de las necesidades de la existencia,
constituye una fuerza creadora de civilización y cultura. En consecuencia, desde este punto de vista, el deporte surge,
se consolida como práctica socio-cultural, y evoluciona en cada grupo social como fruto de esta capacidad creadora del
espíritu, formando parte de la cultura humana desde sus orígenes. En este sentido, el deporte puede considerarse, por
tanto, como algo esencialmente transhistórico, fuente de desarrollo de la cultura y civilización humana desde sus
comienzos, y que ha adoptado diferentes significados, modos y funciones sociales en el transcurso de la historia.
Asimismo, desde esta posición teórica se asume frecuentemente la idea de que el deporte, como expresión de la
libertad humana, es portador de valores morales y de virtudes educativas en sí mismo, por lo que ha sido denominada
como idealista por algunos autores como, por ejemplo, Ueberhorts (1959:11) y Barbero (1992:43 y ss.)

Otros autores parten también de la idea de que el origen del deporte se debe situar más allá de las actividades
dedicadas a la lucha por la existencia, como resultado de la libertad creadora del espíritu. No obstante, tales autores
consideran que su génesis debe establecerse más bien a partir de la orientación espiritual de las actividades físicas,
vinculada originalmente al culto a los dioses y a ritos, celebraciones y ceremonias de carácter sagrado. Asimismo,
algunos de los autores que se sitúan en ésta línea de orientación cultural sostienen la idea de que la práctica de
actividades físicas contribuía, además, a otros fines sociales, como, por ejemplo, la socialización de los individuos más
jóvenes.

A continuación expondremos las ideas de algunos de los más importantes autores sobre el origen y génesis del deporte,
tanto en lo que respecta al primer planteamiento (Huizinga; Ortega) como0 al segundo (Diem; Popplow; Van Dalen,
Mitchell y Bennett).

A lo largo de una de sus obras más importantes, Johan Huizinga (1996:8) sostiene la idea de que “…la cultura humana
brota del juego- como juego- y en él se desarrolla”, lo que supone considerar al juego como anterior a cualquier forma
de cultura, o, dicho de otra forma, “que la cultura, al principio, se juega” (1996:63). Por ello, para este autor, la génesis
y evolución del deporte, así como otras formas de expresión de la cultura tales como la filosofía, el derecho, la
literatura… deben de ser consideradas a partir de la capacidad lúdica que posee el ser humano. Si bien la obra de este
autor no se centra de manera exclusiva en el estudio del deporte, sus planteamientos, análisis y puntos de vista sobre
diferentes aspectos de la génesis de la cultura humana en general, juntos con los relativismo al deporte en particular,
no pueden ser ignorados en ningún caso como marco teórico para el estudio y la comprensión del origen y evolución del
deporte como actividad sociocultural.

Para Huizinga (1996:11), el juego es algo que transciende los límites de una ocupación meramente biológica o física, cuya
esencia o propicio activo rebasa el instinto inmediato de conservación, situándose en un plano inferior a lo que podría
llamarse “espíritu”, pero superior a lo que podría ser “instinto”. Por ello el juego, para este autor (1996:19), aparece
como una función del ser vivo que no es posible determinar por completo ni lógica ni biológicamente, y en la
determinación de su forma primitiva surge inmediatamente”…la cualidad inderivable de lo lúdico, que, a nuestro
entender, se resiste a todo análisis”.

Después de señalar las características principales del juego (1996:29-26), Hizinga acaba sintetizando las
características del mismo en su aspecto formal, diciendo que: “… es una acción libre ejecutada <<como sí >> y sentida
como si situada fuera de la vida corriente, pero que, a pesar de todo, puede absorber por completo al jugador, sin que
haya en ella ningún interés material ni se obtenga en ella provecho alguno, que se ejecuta dentro de un determinado
tiempo y un determinado espacio, que se desarrolla en un orden sometido a reglas y que da origen a asociaciones que
propenden a rodearse de misterio o a disfrazarse para destacarse del mundo habitual”.

Según este autor, la vida social de las comunidades recibe su dotación de formas suprabiológicas que le dan un valor
superior bajo el aspecto de juego, y a través del juego la comunidad expresa su forma de interpretar la vida y el
mundo, dando lugar a la aparición de formas de cultura. En otras palabras (1969:63), las manifestaciones culturales en
sus frases primitivas tienen algo de lúdicas, es decir, se desarrollan en las formas y con el ánimo de un juego. Según se
va desarrollando una cultura, la relación básica entre “juego” y “no juego” no permanece invariable, sino que el
componente lúdico de la misma se va difuminando lentamente quedando en el trasfondo de lo que denominamos como
fenómenos culturales.

Respecto a la relación entre la competición y el juego, después de realizar un estudio fisiológico sobre el juego en
diferentes culturas primitivas y modernas, Huizinga (1996:58) llega a la conclusión que no hay motivo alguno para
separar la competición y el juego como esferas conceptuales distintas. En efecto, para dicho autor la competición y la
exhibición no constituyen aspectos que surgen de la cultura en forma de diversión, sino que, más bien la preceden
(1969:54). Cuando el juego se convierte en un bello espectáculo adquiere inmediatamente un valor cultural, y lo mismo
sucede cuando se manifiestan en el juego cualidades físicas, intelectuales, morales o espirituales, cuya expresión
tiende a elevar el juego al plano de la cultura: “El espectáculo sagrado y la fiesta agonal son las dos formas universales
en las que la cultura surge dentro del juego y como juego”(1996:66). A medida que la cultura y las formas organizativas
de la sociedad y de la vida individual se van haciendo más complejas y firmes, se va depositando sobre el suelo primario
de la cultura una capa de ideas, sistemas, conceptos, doctrinas, normas, conocimientos y costumbres cuyo crecimiento
progresivo hace que la cultura pierda todo contacto con el juego, que se vaya haciendo cada vez más seria relegando el
componente lúdico a u papel secundario (1996:95).

Asimismo, Huizinga dirige sus investigaciones, análisis y reflexiones hacia cuestiones tales como el significado social de
ganar en el juego obteniendo con ello prestigio y honor para sí mismo y para el grupo, los efectos en el uso de engaños y
trampas en relación con el respeto alas reglas de juego, la conexión de lo sagrado con el transcurso y el resultado de la
competición o porfía… (1996:68, 70, 74). Sus estudios le llevan a considerar que (1996:95):”… a todo lo ancho de la
tierra, la vida social primitiva está dominada por un complejo de representaciones y prácticas, totalmente homogéneas,
de carácter agonal. Sin duda alguna, estas formas agonales de juego se originan con independencia de las
representaciones religiosas particulares a cada uno de los pueblos en cuestión. La explicación más inmediata de esta
homogeneidad la encontramos en la misma naturaleza humana, que siempre se esfuerza por lo superior, ya sea honor y
excelencia terrenales o la victoria sobre lo terrenal.
Ahora bien, la función congénita por la que el hombre actualiza este impulso no es otra que el juego”.

La concepción sobre el origen del deporte que sostiene José Ortega y Gasset se fundamenta en un sentido similar al
que adopta Huizinga cuando distingue “el juego” y “lo serio” como formas básicas de actividad humana. En efecto, según
este autor (1924:63), a lo largo de la existencia del hombre se pueden encontrar dos grandes formas de actividad: una
espontánea y desinteresada, originaria, creadora y vital por excelencia; y la otra de carácter utilitario, que aprovecha y
mecaniza lo que fue creado por la otra forma de actividad. Este planteamiento, en el que el autor identifica a la
primera forma de actividad con el deporte y a la segunda con el trabajo (1966:64), le conduce a “considerar la
actividad deportiva como la primaria y creadora, como la más elevada, seria e importante en la vida, y la actividad
laboriosa como derivada de aquella, como su mera decantación y precipitado. Es más, vida propiamente hablando es sólo
la de cariz deportivo, lo otro es relativamente mecanización y mero funcionamiento”.

Así pues, para Ortega y Gasset, el deporte no sólo es una forma de expresión de la cultura humana sino que también, y
sobre todo, contiene en su seno, representa y origina, a su vez, a partir de una energía (deportiva) de sentido superfluo
y libérrimo, la cual constituye un factor primario de todo proceso vital y cultural. Por tanto, es a partir de este
derroche en principio innecesario- no utilitario-de energía desde donde ha de considerarse el principio originario,
creativo, de toda forma de cultura (política, filosófica, derecho, poesía…) incluyendo al propio deporte.

Desde el punto de vista de Carl Dim (1966:7), autor que se ha ocupado del tema con profundidad, en la génesis del
deporte se puede encontrar una doble naturaleza o raíz. Por un lado, el deporte pertenece al dominio del juego, aunque
de una manera especial que lo sitúa entre el juego y la seriedad de la vida, y su origen inmediato está vinculado al
impulso instintivo animal del movimiento, es decir, al impulso de las fuerzas vitales que actúan en cada generación
procurando el desarrollo del individuo y de la especie a través de la consecución de un mayor rendimiento. Así pues, en
la raíz del deprte se ha de situar el impulso de rendir, generalmente de naturaleza biológica, el cuál se da sobre todo
en la edad juvenil.

Por otro lado, según este autor (1966:8), el deporte adquiere, a partir de cierta edad, un contenido espiritual que
otorga al deporte un valor cultural y que contribuye al desarrollo espiritual y humano. Desde esta perspectiva, la raíz
espiritual del deporte hay que buscarla en la necesidad del hombre primitivo de comunicarse e influir en los dioses para
conseguir su protección y su beneficio, lo que se llevaba a cabo mediante ejercicios corporales, idea que diem trata de
justificar en su obra a través de una enorme cantidad de ejemplos extraídos de muchos pueblos y culturas de todas las
épocas, en las que han existido juegos, representaciones y competiciones vinculadas a actos de culto y fiestas
religiosas. Por tanto, y de acuerdo con este planteamiento, Diem considera que todo ejercicio físico tuvo, en un
principio, origen cultural, constituyendo todavía actos de culto en los pueblos primitivos de la actualidad, y existiendo
costumbres y valoraciones en los pueblos civilizados que recuerdan esa antigua cualidad. Así, para este autor (1966:15),
“el respeto inconsciente y la alta valoración o incluso supervaloración de que disfrutan las proezas corporales son
herencia de los tiempos en que éstas se asociaban al culto”.

Diem (1966:15) considera que tanto la magnitud de los elementos desencadenados por la naturaleza (truenos, rayos,
inundaciones, …) como la dependencia de los mismos a la que se veía sometido el hombre primitivo, le hizo intuir la
existencia de fuerzas sobrenaturales capaces de gobernar tales elmentos y también su destino, por lo que dedica todo
su esfuerzo físico a obtener el favor de las fuerzas mágicas o sobrenaturales y su benéfica influencia en los azares de
su vida cotidiana. Lo que en un principio debieron ser gestos sencillos de ruego, sumisión o reverencia dan paso a
movimientos más amplios en torno a fetiches para transformarse más adelante en sencillas danzas rituales. Así es como
Diem cree que surge la danza, a partir del culto, como acto de comunicación espiritual y corporal, como expresión
espontánea de lo festivo y como forma de invocar a los poderes mágicos para elegir a los enemigos o evitar
enfermedades.

Asimismo, para Diem (1996:17), la representación que en la antigüedad tendían a hacerse los hombres de sus dioses
como seres juveniles, fuertes y aficionados al ejercicio corporal, dio lugar a que en los cultos, bajo la forma de
celebraciones, ritos o fiestas, se fueran incluyendo, paulatinamente, juegos y competiciones-de velocidad, resistencia,
fuerza y habilidad (1996:26)-, por creer que tales actividades serían agradables a los ojos de los dioses. Además, la
excitación interior que produce el movimiento corporal en forma de danza o de competición constituye para Diem
(1996:18) otro motivo que origina la fe en la fuerza mágica de tales actividades.

El culto a los muertos también supone para este autor (1996:37 y ss.) un tipo de celebraciones culturales en cuyo
ámbito surgió-como se aprecia en la gran cantidad de ejemplos que expone en su obra-toda una serie de juegos y
competiciones con diversas finalidades, tales como homenajear al fallecido, recordarle y hacerlo partícipe, de manera
simbólica, de los actos del funeral…Estos ritos funerarios e carácter deportivo constituyen, según Diem (1996:48),
actos de exaltación de la vida, expresión de la voluntad de vivir, estando dedicados a la idea de la juventud eterna. Así,
entre los que participaban en las competiciones estaba presente el deseo de heredar la fortaleza del fallecido, su
valor, su espíritu victorioso, y convertirse e portador de sus cualidades del futuro.

Otro autor que se aleja expresamente de las teorías que pretenden establecer, de manera exclusiva, el origen de la
actividad físico-deportiva a partir de las actividades dirigidas a la lucha por la existencia es Popplow (en Ueberhorst,
1959:12 y ss). Este autor distingue entre lo que son “juegos” (no tiene su fin fuera de sí mismos y constituyen como un
subsuelo que sirve de soporte a todo movimiento humano debido al placer y al gusto), “ejercicios corporales” (ejercicios
de adiestramiento con fines meramente utilitarios como la caza o la guerra), y “ejercicios físicos (formas de
movimiento que no tienen fines utilitarios sino que obedecen a la libertad creadora del espíritu), siendo estos últimos
los precursores de la actividad deportiva.

Para Popplow (en Ibíd.:13), el origen de lo que llama “ejercicios físicos” debe situarse en el paleolítico inferior,
vinculados a la aparición de la danza cultural, que tiene lugar cuando comienza a manifestarse la capacidad creativa del
espíritu del hombre. Los “ejercicios corporales”- tales como los primeros lanzamientos de piedra y de jabalina-, los
“juegos” y, posteriormente, los movimientos rítmicos inconscientes que preceden a la danza constituyen un estadio
previo a los ejercicios físicos. Según este autor (en Ibíd.:15), la repentina y simultánea aparición de artes plásticas,
danza y música que se da al comienzo del paleolítico medio constituye una prueba de que en tal periodo el homo sapiens
utiliza su cuerpo por vez primera para realizar movimientos cuya forma y sentido no responden a necesidades
utilitarias, sino que proviene de la libertad creadora del espíritu. Estas formas de movimiento- unidas al culto, a la
religión y a la música –representan para el hombre la gran vivencia de la libertad, y constituyen los “ejercicios físicos”
precursores de la actividad deportiva.

A diferencia de los autores europeos que hemos citado, los historiadores americanos Van Dalen, Mitchell y Bennett (en
Ueberhorst, 1959:46 y ss.) consideran que fueron varias las causas que dieron lugar a los ejercicios físicos o
corporales. Estos autores defienden la idea de que en las comunidades primitivas existía una forma de Educación Física
cuyo objetivo era no sólo conseguir una buena forma corporal para la supervivencia del individuo o de la familia, sino
también desarrollar una conciencia de grupo (socialización) y proporcionar momentos de recreación. Desde esta
perspectiva, Van Dalen, Michell y Bennet (en Ibíd..47) piensan que la práctica de ritos y de ceremonias religiosas no
sólo procuraban conseguir la benevolencia y los favores de los dioses para la seguridad del grupo, sino que también era
una forma de socialización en la que se realizaban diversos tipos de juegos y danzas, marcados por lo placentero, que
favorecía la creación de un clima emocional favorable para el adoctrinamiento de la juventud.

b) Perspectiva crítica

Como se indico anteriormente, algunos autores han adoptado lo que Thomas, Haumont y Levet (1988:46) denominan un
punto de vista crítico para tratar de explicar el origen y evolución del deporte. Desde esta perspectiva- en la que, en
términos generales, el deporte se concibe como una construcción social específica de nuestra especie donde subyacen
significados, sentidos y finalidades socio-políticas, económicas e ideológicas-, tales autores vinculan, ya desde sus
orígenes, a las actividades físico-deportivas con el mundo del trabajo, y más concretamente, con los medios de
producción.
Así, Lukas y Eichel (en Ueberhorts, 1959:18 y ss.) en sus planteamientos sobre el origen de las actividades físicas,
además de alejarse de los planteamientos fisiológicos que no establecen una divisoria clara entre el hombre y el animal,
y de considerar que sólo el hombre es capaz de realizar ejercicios, parten de la idea de que el trabajo constituye la
primera base para toda la vida humana. Para Eichel no sólo no existe una distinción importante entre el trabajo y los
ejercicios corporales- pues ambos están al servicio de un fin y utilizan instrumentos o medios para conseguirlo- sino
que, además, el origen de los ejercicios tuvo lugar en el mundo del trabajo, y éstos tienen su función propia dentro del
proceso productivo (sirven para aumentar el rendimiento). Si bien Lukas comparte en buena medida esta opinión, no
llega a negar tales ejercicios tengan también causas puramente fisiológicas y psicológicas.

En este sentido, por ejemplo, la aparición del lanzamiento de jabalina supone para Eichel (ibídem:23) el inicio del
ejercicio corporal, debido ala necesidad de practicar para adquirir la habilidad necesaria para su manejo, con vistas a
un mayor rendimiento en la caza. Esta tesis no es compartida por Lukas, en tanto que, según este autor, otros
ejercicios corporales más básicos y naturales, como la carrera, el salto, la tarea o la natación, debieron también servir
ala producción, aunque ésta se diera de manera muy rudimentaria.

Asimismo, Eichel (Ibíd.:25) considera que los primeros datos documentados sobre los ejercicios corporales (pinturas)
son las danzas relacionadas con la hechicería relativa a la caza, siendo su fin principal aumentar el botín de la cacería.
El siguiente nivel evolutivo de los ejercicios corporales estaría determinado por la aparición del arco y las flechas a
finales del último período glacial. Una vez descubiertas las armas de fuego, la jabalina y el arco se utilizaban cada vez
más como instrumentos y menos como armas, y dada la mayor contribución a la formación y desarrollo físico del
lanzamiento de jabalina, se explica que éste fuera desbancando al arco y la flecha.

La fusión de familias, clanes y tribus, y la realización de asambleas tribales en las que se realizaban juegos y danzas,
tiene para Eichel (Ibíd.:26) una importancia decisiva en la historia evolutiva de los ejercicios corporales.
Con esta integración social tuvo lugar la aparición del carácter competitivo de diferentes juegos, especialmente de
pelota y palos, con apuestas en el resultado final. Junto con las danzas rituales, en las que, a partir de hechizos y
conjuros se pretendía obtener una mejora del proceso productivo (agricultura), se dan también las danzas guerreras, lo
que es considerado por este autor como la segunda función en importancia de todos los ejercicios corporales, la militar.

Teorías basadas en la idea del origen moderno del deporte.

Casi todos los autores aceptan la idea de que lo que hoy se conoce como deporte- en cualquiera de los múltiples
sentidos o significados que puede adoptar dicho término en la actualidad-tuvo su origen en Inglaterra, desde el siglo
XVIII, a partir de un proceso de transformación de juegos y pasatiempos tradicionales iniciados por las elites sociales,
y en el que tuvieron un papel clave las “publics schools” y los “clubs” ingleses. No obstante, no sucede lo mismo en
relación con los motivos, circunstancias y causas que propiciaron su aparición y que podrían explicar su gran crecimiento
y difusión internacional a partir del último cuarto del siglo XIX y principios del siglo XX, existiendo, en este sentido,
diversas teorías, hipótesis y enfoques que abordan este tema, también en muchos casos, desde diferentes
perspectivas. A continuación expondremos los planteamientos de algunos autores que se han ocupado de este tema a
partir de distintos enfoques.

a) Perspectiva socio-cultural

Para Carl Diem (1966:71 y ss.), autor a quién ya nos hemos referido anteriormente, los motivos que explican la aparición
del deporte moderno en Inglaterra deben vincularse a las características peculiares de sus habitantes. En efecto, este
autor, a lo largo de su estudio sobre el tema, va señalando o dejando entrever algunas de las características del pueblo
inglés, que, desde su punto de vista, han influido directamente en el surgir del deporte moderno, como, por ejemplo, su
carácter emprendedor, el gusto por las apuestas, el aprecio e importancia otorgada a la fuerza física y a su
demostración…Desde esta perspectiva, Diem (1966:92 y ss.) dedica una especial atención a lo que denomina “el espíritu
del deporte inglés”, entendiendo por tal forma de concebir y practicar la competición deportiva basada en una gran
corrección ética que surge de un “impulso interior”. Este espíritu deportivo viene a ser para Diem el motor que ha
impulsado la génesis y el desarrollo del deporte moderno al dar lugar a la necesidad y a la creación de unas reglas que
han sido aceptadas universalmente sin apenas modificaciones; a la organización del deporte, donde se ha distinguido
desde el principio entre las categorías de “profesional” y de “amateur”; al establecimiento de reglas de entrenamiento;
y sobre todo, a una forma de entender la práctica y el espectáculo deportivo que requiere un aprendizajemoral y que va
más allá de las cuestiones meramente técnicas, normativas o de organización.

Aunque Richard D. Mandell (1986:142 y ss.) también reconoce la originalidad inglesa respecto a aspectos como la
creación por escrito de reglas de juego fijas para distintos deportes, la formulación del concepto de “deporte
amateur” y de la noción de récord deportivo, el desarrollo del trabajo en equipo y de la planificación del
entrenamiento…, descarta expresamente la idea de la génesis y la relevancia que ha adquirido el deporte inglés pueda
atribuirse a las características idiosincrásicas de los ingleses. Para este autor la explicación de tales hechos debe
situarse, sobre todo, en torno a las características geo-políticas de Inglaterra, las cuales determinaron unas
condiciones sociales y económicas especiales respecto al resto de los pueblos de Europa.

En opinión de Mandell, la situación de aislamiento insular y la invasión normanda que tuvo lugar a principios del S XI
determinó la imposición de una autoridad central completa que dio lugar, a lo largo de los siglos posteriores, a la
existencia de situaciones tales como ciudades abiertas, clases aristocráticas, profesionales y comerciales con un
sentido nacionalista antes que localista, unas rupturas políticas menos severas que en Francia o Alemania, una mayor
movilidad social-ascendente y descendente-que en el continente, etc. Precisamente, señala Mandell, es posible que las
mejores condiciones de vida que en general disfrutaban tanto los grandes terratenientes como los obreros y
jornaleros, respecto a sus homólogos europeos, dieran lugar a una “…explotación más lujuriosa del ocio y a una más libre
experimentación de las formas de espectáculo y juego existentes en Europa”.

Asimismo, este autor también apunta la idea de que las posibilidades de movilidad social, y el dinamismo comercial y
financiero, fueron aspectos que también contribuyeron de manera importante en relación con la forma en que se fue
desarrollando el deporte en Inglaterra. Desde esta perspectiva, Mandell (1986:154) considera que algunas cuestiones
como la capacidad de intuir las posibilidades de éxito en operaciones especulativas, o la tendencia a sopesar las
distintas posibilidades de apostar y obtener beneficios a partir del conocimiento de los mercados comerciales,
constituyen manifestaciones de la aparición progresiva de una nueva actitud mental a lo largo del siglo XVIII, que más
tarde sería característica de la era industrial. Según señala este autor (1986:147 y ss.), dicha actitud tuvo reflejo en
aspectos tales como la aparición de la idea de récord deportivo como nítida apreciación del logro cuantificable, la
búsqueda de formas determinadas de supremacía deportiva y de preparación metódica para conseguirla como inersión
en trabajo y tiempo para producir más y mejor, la realización de apuestas deportivas bajo criterios objetivos,
racionales o “científicos”, donde se sopesaban las posibilidades de éxito y de beneficio…

En opinión de Mandell (1986:159), a medida que la sociedad inglesa iba asumiendo e integrando en su vida y en su
cultura conceptos y aspectos tales como la racionalización, la precisión de las mediciones…, surgidos a lo largo del
proceso de industrialización. Tales atributos iban impregnando la práctica deportiva, orientándola hacia la consecución
de una eficacia demostrable estadísticamente y con éxitos, como sucedía con la manufactura y el comercio. En palabras
de este autor, “el deporte inglés evolucionó tan espontánea y armoniosamente con los tiempos, que apenas fue percibido
como algo extraordinario por los críticos sociales de entonces ni por los historiadores después”.

Asimismo, la tendencia hacia la codificación y racionalización de las leyes y del gobierno tenía su reflejo en reglamentos
deportivos cada vez más elaborados y aplicados estrictamente por medio de árbitros o jueces. Por otra parte, según
este mismo autor, (1086:161), a pesar de que la orientación de los nuevos deportes giraba en torno a una
reglamentación cada vez más precisa de la práctica y a un mayor control de la misma, tendencia que obstaculizaba, al
menos en teoría, su carácter lúdico y recreativo, a pesar del carácter social selectivo que inicialmente tuvieron los
nuevos deportes, y a pesar de que la clase obrera se veía privada de dicha posibilidad por sus largas jornadas laborales-
doce horas diarias, durante seis días semanales-, los nuevos deportes terminaban finalmente siendo abrazados
prácticamente por todas las esferas y capas sociales, buscando en ellos dinero, fama y placer como participantes y
diversión como espectadores.

En definitiva, para Mandell (1987:161), la génesis y evolución del deporte no sólo reflejó y facilitó la adaptación mental
de todas sociedad inglesa a las nuevas demandas del musno moerno, sino que además supuso un estímulo para la dopción
de dicha mentalidad. Alo largo del siglo XIX, deportistas, admiradores, directivos y empresarios no se limitaron
únicamente a “desprovincializar” y a reglamentar los antiguos juegos populares y recreativos, también impulsaron la
difusión de las nuevas prácticas deportivas orientadas hacia la competición y hacia la consecución del éxito.

Si, como acabamos de ver muy brevemente, Mandell desarrolla su explicación sobre la génesis y el desarrollo del
deporte moderno a partir de una perspectiva socio-económica, Norbert Elias (1992:31 y ss) lo hace desde un punto de
vista socio-político, ubicando el surgir del deporte moderno en el proceso civilizador de la sociedad inglesa, más
concretamente, considerando la vinculación entre el desarrollo de la estructura de poder en la Inglaterra del siglo
XVIII y la evolución del modo en que se realizaban los pasatiempos tradicionales hacia las características del deporte
moderno.

Básicamente, el planteamiento, que expone y desarrolla Elias gira en torno a la idea de que la génesis y el desarrollo del
deporte en Inglaterra durante el siglo XVIII fue parte integrante de la pacificación de las clases altas del país. Para
este autor (1992:42 y ss.), a grandes rasgos, las gandes y graves tensiones sociopolñiticas del siglo XVII, con sus
estallidos de violencia y sus secuelas de odio y miedo, provocadas por las luchas por el poder entre la nobleza y las
clases altas terratenientes, con sus catastróficas consecuencias para ambas partes, fueron propiciando a alo largo del
siglo XVIII, la aparición de un marco político en el que pudieran dirimir sus diferencias de manera pacífica y en el que
pudiera tener lugar la alternancia en el poder sin hostigamientos, amenazas ni venganzas con los predecesores. Durante
dicho proceso, que dio lugar ala aparición del parlamento- en el sentido moderno del término- y del gobierno
parlamentario, fue necesario que las clases enfrentadas asumieran recíprocamente un código ético de sentimientos y
conductas que hicieran posibles los enfrentamientos sin violencia en ele parlamento. Según señala Elías (1992:48), a
mediada que la confianza mutua fue aumentando, siendo acda vez más escaso el recurso a la violencia, las habilidades
militares fueron dando paso a otro tipo de habilidades pacíficas como la persuasión, la oratoria, la negociación y el
pacto, lo que a su vez provocó el desarrollo de una mayor capacidad de autocontención y un aumento de la sensibilidad
respecto al uso de la violencia. Este cambio civilizador en la conducta polñitica se extendió también a la conducta social
en los pasatiempos tradicionales practicados en Inglaterra, por lo que, en palabras de Elias (1992:48) “la
<<parlamentarización>> de las clases hacendadazas de Inglaterra tuvo su equivalente en la << deportivización >> de sus
pasatiempos”.

En este marco, según Elias (1992:64), la génesis del deporte moderno estuvo muy vinculada a causas sociogenéticas que
convirtieron al mismo en una representación mimética de combates o batallas físicas autocontroladas, codificadas y
reguladas por una serie de reglas que limitaban el uso de la violencia y prescribían el daño físico intencionado entre los
contendientes. Asimismo, la escenografía deportiva propiciaba que su práctica o su contemplación despertara
miméticamente emociones y tensiones asociadas a la excitación en otras situaciones de la vida más peligrosas o
arriesgadas, lo que, según este autor. Hizo del deporte una actividad con efectos catárticos y liberadores que
contribuyó al proceso civilizador de la sociedad inglesa.

Según señala este autor (1992:52), durante el periodo en el que las clases terratenientes tuvieron una hegemonía
absoluta respecto a la configuración y desarrollo de la nueva orientación de los pasatiempos tradicionales
transformados en deportes-en los que la persecución del éxito o de la victoria, el autocontrol emocional y la aceptación
y respeto a las reglas de juego constituían aspectos fundamentales-, tal configuración y desarrollo se llevó a cabo de
acuerdo con sus modos sociales de vida. No obstante, cuando muchas de las prácticas deportivas se extendieron y
pasaron a manos de las clases industriales urbanas, se mantuvo la orientación que las élites sociales habían dado a tales
prácticas.

En relación con la organización y difusión de los nuevos deportes, Elias señala la importancia que tuvieron los “Clubs”,
instituciones que constituían una expresión del derecho de los caballeros a reunirse libremente. A través de los clubs,
asociaciones libres formadas por individuos de las clases altas interesados en la actividad deportiva, bien como
espectadores o como participantes, tuvo lugar la organización de competiciones y la unificaciónde los reglamentos a
nivel supra-local y también la creación de organismos y comités de supervisión encargados de verificar el cumplimiento
de las reglas y de proporcionar árbitros o jueces cuando era necesario.

b) Perspectiva socio-crítica.

Al igual que sucedía en el caso de las teorías basadas en la idea transhistórica del deporte, la génesis y evolución del
deporte moderno también ha sido contemplada desde posiciones sociocríticas vinculadas a perspectivas de análisis
neomarxistas. En este sentido por ejemplo, Jean-Marie Brohm no sólo rechaza rotundamente la idea de que el deporte
tenga algo que ver con los ejercicios físicos de carácter lúdico, competitivo, ritual, utilitario o militar que se hayan
podido practicar en la antigüedad, sino que el deporte como tal, es producto de una ruptura histórica que comienza en
Inglaterra con el modo capitalista de producción industrial y responde a las necesidades de dicho modo de producción.
Asimismo, este autor considera que es falsa la pretensión de que el deporte constituya una parte de la herencia
histírica del hombre, pues dicha pretensión parte de una concepción mística del deporte que le convierte en una
“entidad transcendente que sobrevuela las distintas épocas y los diferentes modos de producción”.

Más concretamente, Brohm sostiene la idea de que como deporte ha de entenderse exclusivamente el deporte
moderno, constituido inicialmente como una “práctica de clase” cuyos orígenes deben situarse en Inglaterra, en el
marco de la revolución industrial, y cuyo desarrollo debe vincularse al modo de producción capitalista. Siendo
consecuencia del incremento de las fuerzas productivas capitalistas, de la disminución de la jornada laboral, del
crecimiento de las grandes urbes y de la modernización y extensión de los medios de transporte, el deporte se ha
configurado en el contexto de las relaciones de producción burguesa, constituyendo una institución con diferentes
significados según la clase social desde la que se considere, en la que se da una reproducción ideológica de los modos,
valores y estatus que se dan en dichas relaciones de producción y en el orden social dominante, bajo la supervisión del
aparato del Estado (1993:48). En coherencia con este planteamiento, Brohm considera que los clubs y las federaciones
deportivas se asemejan a entidades comerciales que compiten entre sí, que tienden a mercantilizar la figura del
deportista, y que contribuyen a la promoción del espectáculo deportivo de masas, con la complicidad del aparato del
Estado, con la finalidad de obtener beneficios económicos y políticos.

Desde unas posiciones de partida similares, Pierre Bordieu se aproxima al análisis de la génesis y del desarrollo del
deporte a partir de las necesidades educativas de las clases sociales dominantes y del significado con que se concibió la
práctica deportiva entre las mismas. Para Bordieu (1993:61 y ss.), la transición de los pasatiempos populares a deportes
tuvo lugar en el seno de las Publics Schools inglesas, instituciones educativas ,masculinas propias de la aristocracia y de
la alta burguesía. Según este autor, la re-creación que se da en dichas instituciones de la práctica de actividades
físicas incorpora aspectos propios de las instituciones y de los valores y modos sociales de las clases dominantes que
acogían para su formación, alejándose todavía más del significado que tales actividades tenían entre las capas bajas de
la población (como por ejemplo, las fiestas agrarias o los juegos rituales). Así, la propensión de las elites hacia
actividades son propósito utilitario alguno y su, al menos aparente; desinterés y distanciamiento emocional de los
intereses materiales se refleja en lo que se conoce como <<fair play>>, que, como expresa el propio Bordieu (1993:63),
“… es la forma de jugar propia de aquellos que no se dejan llevar por el juego hasta que el punto de olvidar que es un
juego”. Asimismo, el deporte se convierte en las Publics Schools en una forma de entrenar el coraje, de desarrollar el
carácter y de inculcar la voluntad de ganar, siempre dentro del mayor respeto a las reglas, como disposición
aristocrática opuesta a al búsqueda plebeya de la obtención de la victoria a toda costa.

Así pues, según bordieu (1993:71) , la evolución que se da desde el deporte, como práctica elitista concebida y
reservada para los <<amateurs>>, al deporte como práctica popularizada entre la clase trabajadora y como espectáculo
producido por profesionales para el consumo de las masas, se deriva de las propias funciones que fundamentaron
inicialmente su “invención” en las Publics Schools inglesas: la movilización, ocupación y control de los estudiantes. En
opinión de este autor, para comprender la popularización del deporte y el enorme crecimiento de las asociaciones
deportivas- organizadas en primer término de manera privada y voluntaria, y posteriormente reconocidas, apoyadas y
ayudadas (económicamente en muchos casos) por las autoridades públicas- hay que percatarse de su predisposición
inicial para el cumplimiento de las funciones señaladas anteriormente y de sus enormes posibilidades de convertirse en
un instrumento de control social extremadamente económico, lo que convierte al deporte en un objetivo de enorme
valor instrumental para todas las organizaciones e instituciones organizadas, en mayor o menor medida, para la
movilización y conquista simbólica de la juventud y de las clases trabajadoras, con diversos fines más o menos
explícitos.

Por otra parte, el tránsito del deporte desde las escuelas de elite a las asociaciones deportivas de masas ha ido
acompañando, según Bordieu (1993:73), de u cambio en las funciones y significado que los organizadores y los propios
deportistas asignan a la práctica deportiva, y de una transformación en la lógica de dicha práctica, coherente con la
transformación de las expectativas y demandas del público y de los practicantes. El propio Bordieu ilustra esta
cuestión aludiendo al hecho de que la exaltación del espíritu de lucha o de equipo tenía y tiene diferente significado
para un adolescente perteneciente ala burguesía o a la aristocracia de las Publics Schools inglesas- el cual
prácticamente no contempla la posibilidad de una carrera profesional deportiva-que para el hijo de un obrero o de un
miembro de la clase media baja, para que el deporte constituye una de las pocas vías de movilidad social. Para este
autor, todo parece indicar que la posibilidad de promoción y de prestigio social que ofrece el deporte a las clases
trabajadoras las lleva a introducir en la práctica deportiva unos valores e intereses acordes con las demandas de
profesionalización- o de aparente “amateurismo”-y de racionalización y sistematización de los entrenamientos para la
práctica deportiva, con vistas a ala obtención de una eficiencia específica máxima que permita la consecución de
récords, victorias o títulos. En concomitancia con lo anterior, esta posibilidad de promoción social que ofrece la
competición deportiva se convierte en uno de los factores más importantes que favorecen la creación y desarrollo de
una necesidad social de práctica deportiva, con vistas a al obtención de una eficiencia específica máxima que permita la
consecución de récords, victorias o títulos. En concomitancia con lo anterior, esta posibilidad de promoción social que
ofrece la competición deportiva se convierte en uno de los factores más importantes que favorecen la creación y
desarrollo de una necesidad social de práctica deportiva y de todos los medios y recursos necesarios para ello
(equipamientos, personal, servicios…). La satisfacción de tal necesidad-“ socialmente constituida”, en palabras de
Bordieu- por otra parte de la burguesía o pequeña burguesía local permite alcanzar, acumular o mantener un capital
político de honorabilidad, de liderazgo y de servicio social que siempre es potencialmente transformable en poder
político.

Hecha esta breve revisión en torno a alas diversas posiciones teóricas desde las que se ha abordado ele Studio del
origen y la génesis del deporte, y de las causas que propiciaron su aaprición y desarrollo, expondremos algunas
consideraciones en torno a la disyuntiva que se ha planteado en torno a la idea del deporte como práctica sociocultural
transhistórica o como práctica sociocultural moderna.

Deporte, ¿práctica sociocultural transhistórica o moderna?: hacia una respuesta terminológica.

¿Cuál es el origen del deporte?, ¿por qué se origina y cómo se desarrolla y configura hasta convertirse en lo que es en
la actualidad?, ¿qué causas han sido propicias para ellos?... Como se puede apreciar a partir de lo expuesto en los
apartados anteriores, para poder responder de manera precisa y satisfactoria a estos interrogantes u otros similares,
de manera que dicha respuesta pudiera ser asumida únicamente por los autores que se han ocupado del tema – o al
menos por una importante mayoría -, sería preciso disponer de una teoría unificada al respecto de la que hoy carecemos
y de la que, seguramente, nunca podamos disponer por muchos motivos, algunos de los cuales ya se han presentado al
inicio de este trabajo. No obstante, ante la diversidad y hasta la disparidad de hipótesis, planteamiento y teorías
establecidas en torno a la génesis del deporte y a las causas que propiciaron su desarrollo, sí parece posible y merece la
pena intentar establecer algunas proposiciones o ideas básicas cuya plausabilidad pueda conducir a un cierto consenso
en relación con algunos aspectos de la filiación histórica del fenómeno sociocultural que denominamos deporte.

En principio, y de acuerdo con lo expuesto hasta ahora, a la vista de las evidencias documentales y arqueológicas parece
posible establecer y asumir que en todos los pueblos y culturas de la humanidad han existido y existen diferentes tipos
de prácticas físicas o corporales de carácter más o menos lúdico, competitivo, simbólico y ritual, que son similares al
menos en lo que se refiere a su aspecto formal o fisonómico. Otra situación bien diferente se da en lo relativo a la
cuestión del sentido, función, finalidad o significado que ha tenido y tienen tales prácticas físicas o corporales.

En efecto, si nos centramos en los diferentes enfoques desde los que se ha abordado el estudio de los orígenes del
deportes, entendiendo éste como un conjunto de prácticas físicas (juegos, ejercicios, competiciones…) de carácter
transhistórico, podemos comprobar que la mayor parte de los autores que han tratado el tema relacionan de manera
más o menos directa el origen de las actividades, juegos, ejercicios y competiciones físicas con las áreas de lo sagrado
y de lo mágico, asignando a la danza un papel importante en este proceso. A este respecto, tal y como, entre otros,
apunta Mandell (1986:5), se ha de tener presente que dado que tales juegos, ejercicios, y competiciones físicas
practicadas por la mayor parte de las sociedades anteriores a la nuestra, junto con la danza y el teatro, constituían una
parte integral o eran anexos de creencias y manifestaciones religiosas, tratar de estudiar su génesis al margen de
tales aspectos supone una separación artificial de unos componentes culturales que tuvieron lugar de manera
interrelacionada. En este sentido, de acuerdo con este mismo autor (1986:10), es necesario un esfuerzo por
comprender las prácticas culturales de poblaciones anteriores que veían e interpretaban el universo y su propia
existencia desde una perspectiva vital totalmente diferente a la nuestra, en la que el favor de los dioses, las fuerzas
de la naturaleza o la posición social condicionaban totalmente la existencia individual y colectiva. Así, a pesar de las
similitudes formales que se puedan encontrar entre, por ejemplo, algunos juegos de pelota, festivales o pruebas
atléticas realizadas en la antigüedad y las que tienen lugar actualmente, no puede ignorarse que el significado atribuido
por los actores y los espectadores de tales prácticas y la función social que dichos juegos y pruebas atléticas
desempeñaban es totalmente diferente en uno y otro caso. Valga como ejemplo la interpretación oracular del resultado
del algunos juegos de pelota y competiciones que, como señala Mandell (1986:11), podía significar para el o los
vencedores grandes muestras de consideración y para los perdedores castigos e incluso su sacrificio a los dioses que no
les habían sido propicios.

En relación con lo apuntado puede decirse que si comparamos aspectos tales como el sentido, las funciones y el
significado de las actividades físicas, juegos y competiciones que tuvieron lugar en otras épocas y culturas, con el
sentido, funciones y significado que tiene lo que entendemos hoy día por deporte, la importancia e índole de las
diferencias existentes hacen pensar que se trata de dos prácticas socioculturales esencialmente diferentes, idea que
sostienen muchos de los autores que hemos venido citando. Por otra parte, en lo que se refiere a la expresión
“deporte”, cabe señalar que el contenido semántico de tal expresión – que en su acepción moderna tiene poco más de
siglo y medio de existencia, que a lo largo de ese tiempo ha experimentado importantes variaciones semánticas, y que
en la actualidad adolece de una importante falta de precisión conceptual – tiene muy poco que ver con el significado de
las actividades físicas y competiciones realizadas en otras culturas que tuvieron lugar muchos siglos atrás, y para las
que conceptualmente habría que acuñar un nuevo término. Ambos hechos constituyen las causas principales que han
dado lugar a la dualidad que se aprecia en el corpus bibliográfico existente en relación con las teorías sobre el origen y
la génesis del deporte, y a la que nos hemos referido al comienzo de este trabajo.
Por lo que a nosotros respecta, la realización de actividades físicas o prácticas corporales, ya sea bajo la forma de
competición, de juego o de ejercicio, y pertenezca o no al campo de lo que se considera deporte hoy en día, puede
considerarse un elemento de la cultura humana qe ha estado presente en todas las épocas y lugares de alguna
manera. Por ellos mismo, su estudio ontológico, teleológico y evolutivo no puede llevarse al margen de las
circunstancias, azares, avatares...que han condicionado y caracterizado la génesis y el desarrollo de nuestra
especie.

En lo que se refiere al deporte, como idea y como práctica, ni surge como evolución lógica y natural de las
actividades físicas que existían anteriormente, ni emerge espontáneamente como algo totalmente desvinculado de
ellas a modo de mutación, sino que se va configurando como tal a partir de un proceso de transformación radical de
unas prácticas físicas determinadas (pasatiempos tradicionales). Si bien puede decirse que dicho proceso ha tenido
lugar bajo influencia de unas condiciones socio- culturales, políticas y económicas dadas en un lugar y en una época
concreta, su desarrollo, de acuerdo con Barbero González(19093:13), ha de considerarse integrado por su sub-
procesos a veces paralelos, a veces superpuestos, y a veces contradictorios, que no responden a una lógica lineal,
con el predominio de unos u otros factores de influencia en función del momento y del contexto particular.

En cualquier caso, no se puede negar que el deporte supuso un importante cambio cualitativo con una gran carga
innovadora en funciones, significado y sentido, respecto a las prácticas corporales anteriores, equivalente a la que
cabe atribuir a al revolución industrial, la cual, a su vez, constituye uno de los principales factores explicativos y
configuradores del proceso que ha hecho del deporte el fenómeno socio-cultural que es en la actualidad.

Tanto es así, que en el inicio de dicho proceso comienza a tener lugar la revitalización semántica del término
<<sport>>, destinado hasta entonces a pasatiempos tales como la caza o la pesca, en el sentido de aludir a la práctica
competitiva que hoy conocemos. Dicho término y su significado acaba siendo adoptado por muchos países- junto con
las nuevas formas de práctica corporal a que alude- bajo la forma de anglicismo léxico y semántico, al no disponer
en su propio vocabulario de una voz que represente al mismo concepto (Alemania, Italia, Noruega...);en otros países
el término <<sport>> desplaza a la expresión propia (como es el caso de Francia, en cuyo vocabulario se encontraba
<<deport>> y <<se deporter>>*); en nuestro país, el término propio “deporte” acaba incorporando el significado del
vocablo inglés, por lo que su significado actual constituye, en buena medida, un anglicismo semántico.

Volviendo a la cuestión que nos ocupa, los hechos que se han señalado sucintamente justifican la idea de muchos
autores según la cual el origen y la génesis del deporte deben de ser estudiada y explicada exclusivamente a partir
del proceso de transformación de los pasatiempos tradicionales que se inició en la Inglaterra del siglo XVIII. No
obstante, como señalamos anteriormente, también es cierto que no sólo pueden encontrarse ciertas similitudes
formales entre el deporte y las actividades físicas que se han realizado en otros tiempos y culturas, sino también
que hay rasgos esenciales en la naturaleza humana que han tenido que ver tanto con el hecho de la existencia de
prácticas físicas, a modo de ejercitación, juego o competición, en pueblos y culturas de todas las épocas anteriores,
como la aparición, difusión y consolidación del deporte entre los pueblos y culturas de la época contemporánea.

Así pues, si por un lado, compartimos los reparos u objeciones de distinto tipo que ponen los autores citados
anteriormente (Mandell, 1986:XV; Brohm, 1993:47; Bordieu, 1993:60...) respecto a la aplicación indiscriminada de la
expresión “deporte” para designar a juegos, actividades o prácticas físicas realizadas en distintas culturas, siglos
antes de que apareciera tal expresión como vocablo como concepto, por otro lado consideraremos que carecemos
de un término que exprese con propiedad el carácter de tales actividades del pasado remoto y que, como concepto,
remita a los lejanos antecedentes históricos de la práctica deportiva actual, lo que nos sitúa ante un dilema de
difícil solución. A tal efecto se presentan a continuación algunas reflexiones con la intención de explorar una
propuesta terminológica que proporciones una respuesta, al menos mínimamente satisfactoria, al problema
apuntado.

Consideremos la utilización de un epígrafe como “Teoría(s) sobre el origen y la génesis del deporte”, u otro similar,
bajo el que se presentan los resultados de uno o de varios estudios relativos al origen y a la génesis de las prácticas
físicas realizadas a lo largo de la historia de la humanidad, en diferentes pueblos y culturas, hasta desembocar en
el análisis de los hechos y causas que han propiciado la aparición y el desarrollo del deporte en la época
contemporánea.

Por su propio contenido semántico, dicho epígrafe induce directamente a pensar que el referente a partir del cual
se ha elaborado la teoría o teorías que se presentan se ha establecido necesariamente a partir de una idea actual
del deporte- sea esta la que sea, dado el carácter polisémico del término-, y es desde esa idea desde la que se
analizan, interpretan y valoran los juegos, actividades físicas y competiciones que tuvieron lugar en otras épocas y
culturas. Dicho con otras palabras, dicho epígrafe hace pensar que el planteamiento teórico que bajo él se presenta
se ha llevado a cabo tomando, de forma más o menos consciente, como objeto de referencia para el análisis, la
comparación, la interpretación y la contrastación histórica, el sentido moderno que se atribuye a la expresión
“deporte”.

Como se ha señalado anteriormente, de ser cierto lo anterior tal posición tórica de partida puede calificarse, como
mínimo, de dudosa desde un punto de vista metodológico, ya que supone asumir a priori una especie de
“deportecentrismo” que conduce a pasar por el tamiz de las ideas, creencias, valores, funciones.., que dan
significado y sentido a la idea moderna de deporte al conjunto de prácticas físicas, juegos y competiciones de otras
épocas y culturas, las cuales a su vez fueron configuradas por las ideas, creencias, valores, funciones.., que les
proporcionaban el significado y el sentido que tuvieron en sus respectivos contextos de origen. Obviando aquí las
posibles consecuencias de dicho problema metodológico, trataremos de ofrecer a continuación una alternativa que
permita resolver, al menos en parte, el problema terminológico que surge al aplicar de forma ilimitada la palabra
“deporte” para designar a las prácticas o actividades físicas que tuvieron lugar en todas las épocas y culturas.

Ante la inexistencia de un vocablo propio y dado el carácter hegemónico del término “deporte”, que desalienta ante
la idea de tratar de acuñar uno nuevo, no parece desacertada la posibilidad de referirse a las porácticas físicas,
juegos y competiciones anteriores a la aparición del deporte- en el caso de que surja la necesidad de conceptuar
tales prácticas- con una expresión que incorpore tal término, añadiendo prefijos o adjetivos que introduzcan un
factor distintivo, como por ejemplo, “deporte premoderno”, “seudodeporte”, “paradeporte”, “deporte antiguo”..(y
sus correspondientes derivados, “actividades deportivas premodernas”, “actividades pseudodeportivas”...). Desde
nuestro punto de vista, de entre las posibilidades presentadas nos parece más apropiada la de “seudodeporte” ya
que el contenido semántico de esta expresión refleja en sí mismo la idea de falsedad que existe en el hecho de
equiparar conceptualmente al deporte moderno con las prácticas físicas, juegos y competiciones de otras épocas.
Asimismo, tal expresión supone también en sí misma una llamada de alerta en relación con la existencia de
importantes diferencias esenciales en uno y otro caso que es preciso tener en cuenta.

Si bien somos conscientes de las limitaciones conceptuales de esta propuesta y de que no ofrece una solución
totalmente satisfactoria al problema apuntado, desde nuestro punto de vista parece bastante más adecuada que la
práctica tradicional, en la que se utiliza indistintamente el término “deporte” sin ninguna connotación, por cuanto
que, aunque sea de forma insuficiente o imprecisa, transmite de forma inmediata la idea de la existencia de
considerables disimilitudes entre las actividades físicas que se conocen hoy en día como deporte y las que tuvieron
lugar en la antigüedad, cuyo significado y funciones en cada periodo y cultura fueron lo suficientemente
importantes y diferentes como para reconocerlas entidad propia y para distinguirlas terminológicamente de alguna
manera.

Autor: Roberto Velázquez Buendía, Escuela Universitaria de Formación del Profesorado (Universidad Autónoma de
Madrid).

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

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[i]. Según se desprende de su caracterización, tanto Guttman como Acuña consideran únicamente en su
comparación lo que se conoce como “deporte oficial” (o con otros nombres, “deporte formal”, “deporte de
competición”, “deporte institucionalizado”...)

[ii]. No entramos aquí a discutir esta afirmación de Huizinga, nos limitaremos solamente a apuntar que puede
ponerse en cuestión a partir del hecho de que no todo juego lleva implícita en su esencia la competición.

[iii]. Se ha de tener en presente que tanto este autor, como los citados anteriormente (Huizinga, Ortega y
Gasset) no consideran en sus planteamientos una idea de deporte profesional o similar.

[iv]. Con este planteamiento Carl Diem se sitúa parcialmente en una línea similar a la expuesta en el punto
anterior, donde situábamos a los autores que adoptaban una perspectiva naturalista para explicar el origen del
deporte.

[v]. Aunque más adelante aludiremos al tema de la génesis del deporte en las Publics Schools, para más
información sobre este tema en particular ver, por ejemplo, las aportaciones al respecto de Mandell (1986: 162 y
ss. ) y de Barbero González (1993:11 y ss.)

[vi]. Para otros autores la importancia y exigencia de una conducta ética en la práctica deportiva que acompaña a
la génesis de deporte en Inglaterra no se atribuye a ningún “impulso interior” de naturaleza moral. Por el
contrario, tales autores vinculan dicha exigencia ética a la necesidad social de frenar los excesos del
comportamiento del pueblo inglés de finales del siglo XVII y principios del XVIII (Gillet, 1971; Elias y Dunning,
1986...). A modo ilustrativo pueden citarse las palabras de Max Leclerc (en Gillet, 1971:64), el cual, refiriéndose a
la Inglaterra de 1800, señala que “este pueblo era, al decir de todos los testimonios, fofo, bruto y entregado, de
arriba a abajo de la escala social a los excesos de la mesa y a las tabernas”.

[vii]. Aunque algunos autores como Barbero González (1993:14) comparten esta idea de que la génesis y evolución
del deporte tuvo lugar en las Publics Schools, otros explican dicha génesis y evolución incorporando otras causas,
contextos y realidades diferentes como se puede comprobar en la exposición que hemos venido realizando. No
obstante, la gran mayoría de autores comparten la idea de que las Publics Schools tuvieron un protagonismo
esencial al respecto. Más adelante, en el apartado dedicado a analizar el deporte en la institución escolar
volveremos sobre este tema.

[viii]. Paradójicamente, tales términos franceses fueron los precursores de la palabra <<sport>>, al ser exportados
por los normandos a Inglaterra hacia el siglo XIII bajo la forma <<desport>> o <<disport>>, y al ser adoptados
tales términos por los sajones (Piernavieja) 1971:3).

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