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Los Trastornos de La Conducta Alimentaria PDF
Los Trastornos de La Conducta Alimentaria PDF
Marga Serra
Director de la colección: Lluís Pastor
Diseño de la colección: Editorial UOC
Diseño del libro y de la cubierta: Natàlia Serrano
Primera edición en formato digital: octubre 2015
© Marga Serra, del texto
© Editorial UOC (Oberta UOC Publishing, SL), de esta edición
Rambla del Poblenou, 156, 08018 Barcelona
http://www.editorialuoc.com
Realización editorial: Oberta UOC Publishing, SL
ISBN: 978-84-9064-951-0
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño general y la cubierta, puede ser copiada, reproducida, almacenada o transmitida de
ninguna forma, ni por ningún medio, sea éste eléctrico, químico, mecánico, óptico, grabación, fotocopia, o cualquier otro, sin la previa
autorización escrita de los titulares del copyright.
Autora
Marga Serra
Doctora por la Universidad de las Palmas de Gran Canaria y licenciada en Ciencias Biológicas
por la Universidad de Barcelona. Postgrado en Dietética y Nutrición por la Universitat
Autònoma de Barcelona (UAB) y Máster en Nutrición humana y calidad de los alimentos por la
Universitat de les Illes Balears (UIB). Es miembro de la Sociedad Española de Nutrición
Comunitaria (SENC). Su actividad docente e investigadora está relacionada principalmente con la
Educación Nutricional y los Trastornos del comportamiento alimentario. Forma parte del equipo
docente del Máster Universitario, Nutrición y Salud, de la Universitat Oberta de Catalunya
(UOC). Autora del libro Júlia, aprenc a estimar-me.
QUÉ QUIERO SABER
Lectora, lector, este libro le interesará si usted quiere saber:
BIBLIOGRAFÍA
Capítulo I
PRINCIPALES TCA
1. Anorexia nerviosa
El trastorno del comportamiento alimentario más común es la anorexia nerviosa. Se
manifiesta con diferentes síntomas, entre ellos destaca la pérdida de peso, generalmente pueden
llegar a pesar un 15 % menos de lo que les corresponde. Otro síntoma muy evidente es el miedo
irracional a engordar, y a la vez, un deseo obsesivo por adelgazar, todo ello acompañado con
dietas severas o ayunos autoimpuestos. Además, existe una distorsión de la imagen corporal, se
«ven» gordos a pesar de estar por debajo del peso normal. A veces, esta distorsión es solamente
parcial, creen que una parte de su cuerpo es demasiado amplia, o grande.
Todo ello va acompañado por una preocupación desmesurada por el peso y la figura, una
práctica de ejercicio físico excesiva con la única finalidad de perder peso.
En algunos pacientes se observa que no tienen la menstruación durante varios ciclos
consecutivos. Les cambia el carácter, se vuelven más irritables, se aíslan de sus amigos y familiares.
Durante las comidas, prefieren comer solos y empiezan a restringir algunos alimentos, como
por ejemplo los hidratos de carbono, a veces los cárnicos.
Pueden llegar a poner en peligro su vida, tal como veremos más adelante.
2. Bulimia nerviosa
Igual que en la anorexia, se caracteriza por que los pacientes tienen una preocupación extrema
por el peso y la figura y también distorsión de la imagen corporal. Se manifiesta principalmente
por ciclos de atracones repetitivos, seguidos de conductas compensatorias, con la intención de
compensar los atracones. Estas conductas pueden ser vómitos, abusos de laxantes, diuréticos o
realización de dietas muy estrictas, también en algunos casos estos atracones se alternan con la
práctica de un ejercicio físico intenso.
Estos atracones se realizan a escondidas, en un corto espacio de tiempo y frecuentemente por
la tarde o noche. Durante el atracón, las personas tienen una sensación de pérdida de control, es
decir, de no poder parar de comer. Después, sienten un gran remordimiento y un sentimiento de
culpa.
El aspecto físico es aparentemente saludable, suelen tener un peso normal, en algunos casos
sobrepeso, debido a esto se hace difícil la detección precoz.
4. TCANE
Por último, el TCANE es una denominación que se da a una serie de trastornos del
comportamiento alimentario que no cumplen los criterios diagnósticos de la anorexia y bulimia
nerviosas.
Capítulo III
1. Anorexia nerviosa
La palabra anorexia viene del griego clásico orexia, «falta de apetito», y del latín nervus,
«nervioso». Según su definición, se trata de un trastorno de inapetencia de origen nervioso, lo que
no es exacto, puesto que el enfermo de anorexia sí tiene hambre, lo que le ocurre es que su
percepción desfigurada y su pánico por la comida lo lleva a no alimentarse.
La anorexia nerviosa es un trastorno en el que hay una incapacidad voluntaria severa y
prolongada para comer, con una pérdida de peso marcada y un cuadro de síntomas asociados
muy particular.
«La anorexia nerviosa es un trastorno del comportamiento alimentario caracterizado por una pérdida significativa
del peso corporal (superior al 15 %), habitualmente fruto de la decisión voluntaria de adelgazar. El adelgazamiento
se consigue suprimiendo o reduciendo el consumo de alimentos, especialmente “los que engordan”, y con cierta
frecuencia mediante vómitos autoinducidos, uso indebido de laxantes, ejercicio físico desmesurado, consumo de
anorexígenos y diuréticos, etc.».
El término «rechazo» es eliminado por su imposibilidad de «demostrarlo» y por sus connotaciones negativas en
muchos casos al implicar «intención». Con el nuevo texto se enfatizan las conductas más allá de las intenciones.
La expresión «temor o miedo a ganar peso» se matiza. En el nuevo texto aparece: intenso temor a ganar peso o
convertirse en obeso, o conducta persistente que interfiere con la ganancia de peso, incluso estando con un peso
significativamente bajo.
Muchos pacientes niegan ese temor (incluso afirman su deseo de «ganar» peso). De nuevo se hace más hincapié en
las conductas que en discursos e intenciones.
Con relación a la imagen corporal se indica: alteración en el modo en que uno experimenta su peso o forma
corporal, inadecuada influencia de dicho peso o forma en la autoevaluación o persistente falta de reconocimiento
de la gravedad del actual bajo peso.
Otro cambio sustancial es el hecho de que la amenorrea deja de ser un criterio de diagnóstico. Se trataba de un
criterio no válido para prepúberes, mujeres posmenopáusicas, mujeres que toman ACO y varones. Es preciso
recordar que con independencia de dicho «antiguo» criterio, pacientes con dicho síntoma presentan una peor salud
ósea que quienes no lo cumplen. Por último, aunque en muchos casos resulta difícil reconocer claros subtipos
(restrictiva-purgativa), se aconseja que se haga para el episodio actual teniendo en cuenta lo acontecido en los
últimos tres meses.
Según el CIE-10, los criterios diagnósticos son: pérdida significativa de peso (índice de masa
corporal de menos de 17,5); la pérdida de peso está originada por el propio enfermo (evitación de
consumo de «alimentos que engordan») y uno o más de uno de los síntomas siguientes: vómitos
autoprovocados, purgas intestinales autoprovocadas, ejercicio excesivo, consumo de fármacos
anorexígenos o diuréticos; distorsión de la imagen corporal que consiste en una psicopatología
específica caracterizada por la persistencia con el carácter de idea sobrevalorada intrusa, de pavor
ante la gordura o la flacidez de las formas corporales, de modo que el enfermo se impone a sí
mismo permanecer por debajo de un límite máximo de peso corporal; trastorno endocrino
generalizado que afecta al eje hipotalámico-hipofisario-gonadal manifestándose en la mujer como
amenorrea y en el varón como una pérdida del interés y de la potencia sexual (una excepción
aparente la constituye la persistencia de sangrado vaginal en mujeres anoréxicas que siguen una
terapia hormonal de sustitución, por lo general con píldoras contraceptivas). También pueden
presentarse concentraciones altas de la hormona del crecimiento cortisol, alteraciones del
metabolismo periférico de la hormona tiroidea y anomalías en la secreción de insulina.
Si el inicio es anterior a la pubertad, se retrasa la secuencia de sus manifestaciones, o incluso
esta se detiene (cesa el crecimiento, en las mujeres no se desarrollan las mamas y hay amenorrea
primaria; en los varones persisten los genitales infantiles). Si se produce una recuperación, la
pubertad suele completarse, pero la menarquía es tardía.
Además, en la clasificación de la CIE-10 se utiliza el término anorexia nerviosa atípica para ser
aplicado en aquellos casos que presentan un cuadro clínico característico pero en los que no se
detecta uno o más de los criterios diagnósticos de anorexia nerviosa, como amenorrea o pérdida
significativa de peso. También se pueden incluir aquí, como señala la OMS, los enfermos que
tengan todos los síntomas pero en estado leve.
2. Bulimia nerviosa
El término bulimia nerviosa se utilizó a finales del siglo XIX y fue recuperado por Russell en
1979 para describirlo como un cuadro clínico individualizado, aunque lo consideró una variante
de la anorexia nerviosa.
Sus características diagnósticas básicas consisten en atracones y métodos compensatorios
inadecuados para evitar la ganancia de peso, que se producen al menos un promedio de dos veces
a la semana durante un período de 3 meses; y en una autoevaluación excesivamente influida por el
peso y la silueta corporal.
Según el DSM-IV-R los criterios diagnósticos son: presencia de atracones recurrentes;
conductas compensatorias inapropiadas, de manera repetida, con el fin de no ganar peso, como
provocación del vómito, uso excesivo de laxantes, diuréticos, enemas u otros fármacos, ayuno y
ejercicio excesivo; los atracones y las conductas compensatorias inapropiadas tienen lugar, como
promedio, al menos dos veces a la semana durante un período de 3 meses; la autoevaluación está
exageradamente influida por el peso y la silueta corporales; la alteración no aparece
exclusivamente en el transcurso de la anorexia nerviosa.
Un atracón se caracteriza por: a) ingesta de alimento en un corto espacio de tiempo (por ejemplo, en un período de 2 horas) en
cantidad superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en un período de tiempo similar y en las mismas circunstancias;
b) sensación de pérdida de control sobre la ingesta del alimento (por ejemplo, sensación de no poder parar de comer o no
poder controlar el tipo o la cantidad de comida que se está ingiriendo).
Existe dos tipos: purgativo (durante el episodio de bulimia nerviosa, el individuo se provoca
regularmente el vómito o usa laxantes, diuréticos o enemas en exceso) y no purgativo (durante el
episodio de bulimia nerviosa, el individuo emplea otras conductas compensatorias inapropiadas,
como el ayuno o el ejercicio intenso, pero no recurre regularmente a provocarse el vómito ni usa
laxantes, diuréticos o enemas en exceso). Se han eliminado los subtipos.
El cambio más relevante se centra en la frecuencia de episodios bulímicos para su
categorización. El DSM-IV exigía «dos a la semana en los últimos tres meses», pero las
características clínicas de quienes tienen menor frecuencia (por ejemplo, «un episodio semanal»)
son similares. Por ello se reduce dicha frecuencia a «un episodio a la semana en los pasados tres
meses».
Según la CIE-10, las pautas diagnósticas para la bulimia nerviosa son: preocupación continua
por la comida, con deseos irresistibles de comer, de modo que el enfermo termina por sucumbir
a ellos, presentándose episodios de polifagia durante los cuales consume grandes cantidades de
comida en períodos cortos de tiempo; el enfermo intenta contrarrestar el aumento de peso así
producido mediante uno o más de uno de los siguientes métodos: vómitos autoprovocados,
abuso de laxantes, períodos intervalares de ayuno, consumo de fármacos tales como supresores
del apetito, extractos tiroideos o diuréticos. Cuando la bulimia se presenta en un enfermo
diabético, este puede abandonar su tratamiento con insulina.
La psicopatología consiste en un miedo morboso a engordar, y el enfermo se fija de forma
estricta un dintel de peso muy inferior al que tenía antes de la enfermedad, o al peso óptimo o
sano. Con frecuencia, pero no siempre, existen antecedentes previos de anorexia nerviosa con un
intervalo entre ambos trastornos de varios meses o años. Este episodio precoz puede manifestarse
de una forma florida o por el contrario adoptar una forma menor o larvada, con una moderada
pérdida de peso o una fase transitoria de amenorrea.
Como en la anorexia, la CIE-10 fija también el diagnóstico de bulimia nerviosa atípica.
La mortalidad de enfermas de bulimia es de un 0,38 %. Tras unos 10 años de evolución, la
recuperación total se constata en el 50 % de los casos. Alrededor de un 11-20 % siguen
cumpliendo criterios diagnósticos de bulimia nerviosa (Keel et al., 1999; Toro, 2000).
Una vez superado el trastorno recaen alrededor del 30 %, este riesgo de recaída declina
progresivamente trascurridos los 4 primeros años tras la aparición del trastorno (Toro, 2000).
En un estudio realizado por Abraham (1982) en Sydney, en el que el número de pacientes era
32, se hallaron 12 desencadenantes de la práctica de atracones: 91 % ansiedad, 84 % el hecho de
comer algo que puede engordarlos, 78 % estar solos, 78 % ansia de determinadas comidas, 75 %
pensar en comidas, 72 % volver a casa (al volver de clase o trabajo o tras estar fuera), 59 %
sentirse aburrido y solo, 44 % sentirse hambriento, 44 % tomar alcohol, 25 % salir con alguien del
sexo opuesto, 22 % comer fuera, 2 % ir a una fiesta.
Los criterios diagnósticos de los TCANE se reservaron para grupos heterogéneos con TCA
que no cumplían estrictamente los criterios diagnósticos ni de anorexia nerviosa ni de bulimia
nerviosa, pero no por ello puede ser malinterpretado como trastorno alimentario de menor
significancia clínica. También es importante resaltar que el cuadro clínico de los pacientes con
TCANE puede ser también grave y necesitar un ingreso hospitalario.
Se podrían dividir en dos grandes grupos: los que tienen similitudes con la anorexia nerviosa
o la bulimia nerviosa pero que no cumplen todos los criterios diagnósticos, y los que presentan
un cuadro clínico muy diferente.
Referente al primer grupo, tienen síntomas muy similares al trastorno antes descrito, pero no
cumplen todas las características diagnósticas esenciales: se podrían definir como trastornos por
debajo del umbral. Entre estos casos podríamos encontrar anorexias que no presentan infrapeso o
bulimias cuya frecuencia de atracones no es suficientemente elevada.
Raich y otros investigadores de TCA coinciden en que en todas las clasificaciones diagnósticas
se hallan las siguientes conductas alimentarias: dietas extremas o ayuno, episodios de sobreingesta
o bien una combinación de ambos. En casi todas las descripciones aparece una preocupación por
el peso y la figura, percepción alterada del peso y de la imagen corporal, y en todos los trastornos
en que predominan los atracones aparece un sentimiento de falta de control sobre la ingesta.
Veamos a continuación algunos ejemplos de TCANE; en mujeres se cumplen todos los
criterios diagnósticos para la anorexia nerviosa, pero las menstruaciones son regulares; se
cumplen todos los criterios diagnósticos para la anorexia nerviosa, excepto que, a pesar de existir
una pérdida de peso significativa, el peso del individuo se encuentra dentro de los límites de la
normalidad; se cumplen todos los criterios diagnósticos para la bulimia nerviosa, con la
excepción de que los atracones y las conductas compensatorias inapropiadas aparecen menos de 2
veces por semana o durante menos de 3 meses; empleo regular de conductas compensatorias
inapropiadas.
Cabe advertir que en el nuevo DSM-V trastornos como pica y rumiación, incluidos antes
como «trastornos de la infancia y adolescencia», se proponen ahora en el capítulo de los TCA.
El capítulo de TCANE (EDNOS en su abreviatura inglesa) se propone cambiarlo por
FEEDING AND EATING CONDITIONS NOT ELSEWHERE CLASSIFIED, con las
siguientes propuestas: anorexia nerviosa atípica: aun con significativa pérdida de peso, este se
mantiene normal o incluso por encima de la normalidad; bulimia nerviosa subumbral (de baja
frecuencia o limitada duración): episodios bulímicos con frecuencia inferior a una vez a la semana
y/o 3 meses; Binge Eating Disorder (BED) subumbral: episodios de atracón con frecuencia inferior
a una vez a la semana y/o 3 meses; trastorno purgativo: conductas purgativas recurrentes para
influir en el peso o la forma corporal (vómitos provocados, diuréticos, otros fármacos, laxantes,
todo ello sin atracones), el autoconcepto está indebidamente influido por la forma corporal o el
peso o hay un intenso temor a ganar peso o estar obeso; síndrome de ingesta nocturna (Night
Eating Syndrome): episodios recurrentes de ingesta nocturna, en forma de ingesta tras despertarse
de noche, o excesivo consumo de alimentos tras la cena. Hay conciencia y recuerdo de la ingesta.
Se trata de un trastorno no explicado mejor por alteraciones vigilia/sueño o por normas sociales.
Suele asociarse a malestar y afectación en el funcionamiento del paciente. Tampoco se enmarca en
el BED, otros trastornos mentales o abuso/dependencia de sustancias, ni en otras enfermedades
médicas o efectos de medicamentos.
6. Pica
La pica es otro TCA, que se caracteriza por la ingesta de sustancias no consideradas como
alimentos. Las sustancias ingeridas pueden variar, entre ellas las más frecuentes son papel, tiza,
jabón, pinturas, plantas, algodón, etc.
Se considera una conducta inapropiada para el nivel de desarrollo el hecho de llevarse estos
productos a la boca a partir de los 18-24 meses. Antes de esta edad, se experimentan estos
comportamientos de manera habitual como un modo de exploración, desarrollo madurativo
adecuado para conocer el mundo que les rodea.
Se desconoce su prevalencia y se presenta igual en ambos sexos. Cuando el trastorno se
desarrolla en la adultez, suele asociarse a algún déficit intelectual.
Suele verse asociado con enfermedades del espectro autista, el TOC (trastorno obsesivo-
compulsivo) o el trastorno por evitación/restricción.
La intervención en esta patología debe hacerse rápida y tempranamente para poder remitir el
problema lo antes posible. Es evidente que la salud del paciente puede quedar muy dañada
debido a las intoxicaciones, infecciones parasitarias, atragantamientos, perforaciones estomacales y
obstrucciones intestinales.
A continuación se exponen otras patologías que no están todavía incluidas entre los TCA.
7. Ortorexia
La ortorexia es un espectro sindrómico poco definido e insuficientemente estudiado que
consiste en la preocupación extrema por los alimentos pretendidamente saludables y exentos de
contaminantes. Esta entidad puede relacionarse con las preocupaciones obsesivas por la salud,
con los temores hipocondríacos a las enfermedades y, en cierto modo, con actitudes culturales
ligadas a la dieta y a los alimentos. Es cierto que pueden presentar anomalías restrictivas de la
dieta y pérdidas ponderales, pero no se pueden considerar casos atípicos o incompletos de la
anorexia nerviosa.
8. Vigorexia
Esta entidad se caracteriza por la preocupación excesiva por buscar la perfección corporal a
través de ejercicios específicos, lo que supone una gran insatisfacción ante la propia imagen
corporal, la práctica de un ejercicio exagerado, las dietas especiales ricas en proteínas y los
alimentos especiales, hasta el grado de generar dependencia, así como el consumo de sustancias
dopantes, que pueden perjudicar la salud. Se trata de una entidad por el momento poco definida y
emparentada con la obsesividad, el perfeccionismo y la dismorfofobia.
9. Síndrome de ingesta nocturna (comedores nocturnos)
Los afectados interrumpen el sueño y en esa situación o estado presentan sobreingestas. No
está definido si estos cuadros son debidos a un TCA o si se trata de personas afectadas de
anomalías primarias del sueño.
Capítulo IV
Los cambios psicológicos que se producen en la adolescencia están íntimamente ligados a los
procesos biológicos que se inician en la pubertad.
La adolescencia es a nivel fisiológico el cambio más violento e intenso que produce el ser
humano a lo largo de su vida. Estos cambios, tal como hemos comentado, repercuten a nivel
físico y a nivel psicológico.
A continuación se presentan las condiciones biológicas a las que los adolescentes se ven
sometidos.
Del cerebro (desde el hipotálamo a la hipófisis) parte una señal hormonal que estimula los
ovarios y los testículos, que comienzan a segregar sus respectivas hormonas —estrógenos y
progesterona en la mujer y andrógenos en el varón—, lo que a su vez provoca las caracteres
sexuales primarios: agrandamiento del pene en el varón y del útero y la vagina en la mujer.
Se inicia así el desarrollo sexual que afecta al cuerpo del niño y de la niña, apareciendo los
caracteres sexuales secundarios.
En el chico: aparece el vello pubiano y axilar; crece la barba; cambia la voz; hay una ligera
ginecomastia temporal; comienza a activarse el aparato reproductor; aparece el deseo sexual.
En las chicas: hay un desarrollo progresivo de las mamas; aumenta el depósito de grasa en
diferentes partes del cuerpo; crece el vello pubiano y axilar; aparecen las menstruaciones y la
ovulación; aparece el deseo sexual.
También se han de destacar otras diferencias particulares entre los dos sexos: en el varón se
desarrolla más la masa muscular y la cintura escapular, en la mujer se desarrolla la pelvis y
aumentan los depósitos de grasa en las caderas. Ante este último cambio será muy importante
insistir en los aspectos de prevención primaria, que desarrollaremos más adelante.
Además de este cambio físico, hemos de tener en cuenta los cambios emocionales a que se ven
sometidos.
Arminda Aberastury (1980) lo define como la normal anormalidad del adolescente. Efectivamente,
esta conmoción emocional está íntimamente ligada al cambio hormonal que se inicia en los
púberes. También se van añadiendo las modificaciones que se generan en el ámbito familiar y
social.
«Las contradicciones, la confusión, la ambivalencia, el sufrimiento y las fricciones con el entorno, así como el
entusiasmo, el idealismo, las alegrías y los descubrimientos más sorprendentes, serán por todo esto postas casi
ineludibles que determinarán la hoja de ruta del adolescente en este viaje hacia la “creación de sí mismo” con un
“cuerpo nuevo” al que todavía debe adaptarse» (Guelar y Crispo, 2000).
Otro aspecto que debe destacarse es que en los adolescentes, además de todos los cambios
mencionados: físicos, psicológicos, sexuales, se produce un alejamiento de la dependencia familiar
y en contrapartida aumentan las relaciones extrafamiliares, que se van forjando marcadas por la
inestabilidad y las fluctuaciones. En el entorno social los amigos pasan a ser desde este momento
su entorno más deseado. En esta edad se forman nuevos grupos, nuevos ideales y cambios
rápidos que rompen en algunos casos drásticamente con la niñez. Los jóvenes ya no se identifican
con la familia y sí con el grupo de amigos, y es más, necesitan continuamente su aprobación. Se
dejan llevar de los gustos, deseos y maneras de actuar y vestir de los amigos, incluyendo por
supuesto una influencia notable en la manera de comportarse. Hay una tendencia a la
comparación entre ellos, y el aspecto físico, el peso, la talla de ropa, son elementos básicos de
comparación. Estas comparaciones en el aspecto físico pueden ser factores desencadenantes de un
TCA. Se trata de datos observados durante la investigación de mi tesis, leyendo muchas de sus
agendas-diario, tan características en estas edades.
2. Factores genéticos
El estudio de una posible transmisión genética de cualquier característica personal se lleva a
cabo mediante diferentes procedimientos: determinación de tasas de prevalencia en árboles
genealógicos de probandos y controles.
La investigación de los factores biológicos se ha centrado principalmente en los factores
genéticos y las alteraciones neurobiológicas.
Los estudios realizados en familias muestran una mayor frecuencia de TCA entre los
familiares de personas con TCA que entre los controles, con lo cual concluyen que debe haber
una vulnerabilidad familiar para estos trastornos.
En la Guía de Práctica Clínica sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria se explica que los
estudios de casos y controles mediante la genética molecular han obtenido asociación positiva
entre la presencia de determinados polimorfismos y una mayor vulnerabilidad a padecer anorexia
nerviosa. Los más estudiados son el sistema serotoninérgico (5-HT; regula el apetito, la respuesta
al estrés, la conducta sexual, la sintomatología obsesiva, el humor, etc.), dopaminérgico y
neurotrofinas (especialmente BDNF, NTRK2 y NTRK3). Igualmente positivos han sido los
hallazgos en los cromosomas 1, 2 y 13. Sin embargo, estos resultados hasta el momento no son
concluyentes. La genética parece explicar entre el 60 y el 70 % de la vulnerabilidad en el caso de la
anorexia nerviosa. En el caso de la bulimia nerviosa, la presencia de la susceptibilidad se
encuentra en el cromosoma 10.
A pesar de las dificultades metodológicas que conlleva realizar estos estudios, la conclusión
general es que en las familias de las pacientes anoréxicas aparecen casos de TCA, incluyendo
anorexia nerviosa, con significativamente mayor frecuencia que en las familias de controles.
Los estudios de pedigríes dan pistas acerca la existencia de factores genéticos en la causalidad
de un trastorno, pero por si solos nada prueban. La mayor prevalencia de TCA en familias de
pacientes anoréxicos puede ser debida a la trasmisión tanto genética como ambiental familiar. Son
los estudios de gemelos y de adoptados los que deben aclarar el enigma (Toro, 2004).
3. Obesidad
Podemos considerar que actualmente la obesidad está aumentando. Según la Organización
Mundial de la Salud (OMS), la obesidad y el sobrepeso han alcanzado caracteres de epidemia a
nivel mundial. Más de 1.000 millones de personas adultas tienen sobrepeso y, de ellas, al menos
300 millones son obesas.
El Estudio enKid (Serra et al., 2003) en la población infantil y juvenil (2-24 años) sitúa la
obesidad en el 13,9 % y el sobrepeso en el 26,3 %. En este grupo de edad la prevalencia de
obesidad es superior en varones (15,6 %) que en mujeres (12 %).
Las mayores cifras se detectan en la prepubertad y, en concreto, en el grupo de edad de 6 a 12
años, con una prevalencia del 16,1 %.
Estudios más recientes, como por ejemplo Aladino (2014), realizado por el Ministerio de
Sanidad, revela un aumento de la obesidad infantil en los últimos años. Esto es preocupante, por
una parte, porque si no se pone remedio, los niños obesos se convierten en adultos obesos y ya
sabemos que la obesidad conlleva muchos problemas de salud. Por otra parte, la obesidad infantil
provoca insatisfacción corporal en la niñez y en la adolescencia, y consecuentemente, se pueden
desarrollar algunos TCA. Así pues, se debería potenciar ya a temprana edad un estilo de vida
saludable, con una alimentación equilibrada y la práctica de ejercicio físico.
Previamente, en el estudio realizado por Sánchez-Carracedo et al. (1996) se observó una
prevalencia de obesidad en adolescentes de ambos sexos con edades comprendidas entre 15-17
años de un 15 %. Se observó una correlación positiva significativa entre el incremento del IMC
(índice de masa corporal) y riesgo de TCA.
Algunos investigadores han demostrado en sus trabajos que un porcentaje de mujeres adultas
con bulimia nerviosa y mujeres con crisis de sobreingesta ha padecido sobrepeso durante su
infancia y adolescencia.
Una presión social excesiva sobre el sobrepeso aumenta el riesgo de adopción de regímenes
perjudiciales e incluso de desórdenes alimentarios graves. El peso, la dieta y la actividad física
están íntimamente relacionados.
Muchas preadolescentes y adolescentes se consideran obesas o con sobrepeso y tienen un IMC
bajo o normal. Esto lo demuestran algunos estudios realizado por la comunidad científica. Lo
más preocupante es que esta autopercepción falsa se está detectando en escolares de enseñanza
primaria. Muchos estudios coinciden en que hasta un 45 % de los niños de primaria desean ser
más delgados.
Esta percepción falsa de obesidad o sobrepeso de niñas y preadolescentes es preocupante.
Realmente los modelos estéticos actuales son muy dominantes en todos los rangos de edades y en
todas las clases sociales. En países subdesarrollados está más vinculada a las clases sociales más
altas. A pesar de ello, el prototipo de belleza actual, de extrema delgadez, se extiende por los
medios de comunicación y por internet, y estas imágenes llegan a casi todas las partes del mundo.
4. Factores familiares
La dinámica familiar ha estado implicada no solo en la perpetuación de los trastornos de la
conducta alimentaria sino también en su desarrollo.
Según los investigadores en este campo existen tres modelos de ambientes diferentes que
pueden ser una de las causas de desarrollo de un TCA.
Ambiente familiar desestructurado: las familias en las que no existe una estructura estable y
segura tienen mayor riesgo de desarrollar un TCA en alguno de los miembros, sobre todo en
aquellos que de manera individual tienen más riesgo, como las chicas adolescentes.
Ambiente familiar sobreprotector: aquellas familias en las que la comunicación y la dinámica
familiar es excesivamente rígida, controladora y exigente pueden influir en el desarrollo de un
TCA, sobre todo en aquellos miembros con mayor vulnerabilidad individual, como las chicas
adolescentes.
Experiencias vitales estresantes: cambios traumáticos en la estructura familiar como, por
ejemplo, la muerte de uno de los miembros, la separación traumática de los padres, la
inmigración, pueden aumentar la probabilidad de TCA.
A veces incluso pueden sumarse diferentes comportamientos familiares. Minuchin, un
investigador de TCA, proporcionó aportaciones importantes sobre este tema: el modelo familiar
que con frecuencia se encuentra en el entorno de muchas anoréxicas se caracterizaría por la
sobreprotección, el alto nivel de aspiraciones, la rigidez, la frecuencia de los conflictos, la
tendencia a involucrar al niño en los conflictos parentales y en general un estilo de relación en el
que, al no reconocer los límites individuales, los miembros de la familia no pueden desarrollar un
sentimiento de autonomía.
Ingelmo, en sus publicaciones, nos plantea otro modelo familiar preocupante. El grupo
familiar gira en torno a la figura materna y el padre es «inexistente», en todos los aspectos. Como
consecuencia, suele delegar en la madre la totalidad de las tareas familiares, centrándose en su
trabajo. Para los hijos la figura paterna no es significativa, y todo ello puede desencadenar
conductas problemáticas, entre ellas un TCA.
Otros estudios, realizados por diferentes investigadores, coinciden en que las familias de
pacientes con bulimia nerviosa, en comparación con las de sujetos control, son más conflictivas,
desorganizadas, críticas, menos cohesionadas y con menor capacidad para establecer relaciones de
confianza y de ayuda entre sus miembros.
Otro tipo de influencias son que en el seno familiar se vivan conductas obsesivas relacionadas
con las dietas, la apariencia física, etc.
Un primer estudio liderado por Leung demostró la existencia de un modelo familiar que
relacionaba las relaciones familiares disfuncionales, preocupaciones personales por el peso y la
apariencia física y problemas personales por el cuerpo y la autoestima, por un lado, y el desarrollo
de síntomas alimentarios y psiquiátricos, por el otro. Intervinieron 918 mujeres con edades
comprendidas entre 12 y 17 años. Se debe tener en cuenta que estas adolescentes eran de
población no clínica y que las evaluaciones de las características familiares se realizaron a través
de las propias adolescentes. Los resultados demuestran que un modelo familiar determinado
puede potenciar ciertas vulnerabilidades tanto a sufrir TCA como otros trastornos psiquiátricos a
través de dos vías relacionadas entre sí. Una de las vías nos indica que la preocupación familiar
por el peso y la apariencia física contribuiría a la insatisfacción corporal de las hijas. Esta
insatisfacción daría lugar a síntomas de TCA. Otra de las vías que demuestra este estudio es que
una familia disfuncional contribuiría directamente a provocar una autoestima negativa, e
indirectamente, esta podría provocar el desarrollo de síntomas de TCA.
De todas formas, Steiger y Toro advierten que:
«[...] nuestros hallazgos sugieren que debemos ser cuidadosos en inferir cualquier papel causal directo de las
influencias familiares en el desarrollo de los TCA, basado en observaciones que constatan correspondencias padres-
hija en actitudes alimentarias o en rasgos psicopatológicos. Según estos resultados, tal correspondencia existe, pero
resulta inadecuada para explicar un desarrollo de un TCA clínico».
La familia también actúa como un factor de mantenimiento. Es muy observable en la familia
de las pacientes que sufren un TCA la aparición de preocupación excesiva, ansiedad que conlleva
una situación colectiva de estrés, que se va agravando a medida que la enfermedad avanza. El
clima que se genera es altamente negativo para la enferma ya que se siente observada, reñida,
amenazada, compadecida, sobre todo en la hora de las comidas.
8. Dietas de adelgazamiento
Es el régimen de alimentación formado por reglas estrictas que establecen lo que se debe
comer, en qué cantidad y durante cuánto tiempo.
Hay dos elementos importantes a tener en cuenta en esta definición: por una parte, las reglas
estrictas; y por otra parte, la duración.
Referente a las reglas estrictas, suelen producir estados de privación que acaban por provocar
el abandono del régimen. Tras romperlas, la persona se siente liberada y come de manera
desaforada hasta que vuelve a adoptarlas. Por otra parte, la dieta siempre se realiza en un corto
período de tiempo, y esto no es saludable. Sería más interesante realizar una educación de los
hábitos alimentarios y enmarcarlos en un estilo de vida saludable.
Las dietas sin control y por razones estéticas son peligrosas, deben estar recomendadas por
profesionales y siempre dentro del ámbito de la salud. En los últimos años se observa que
diferentes sectores de la población se obsesionan por realizar «dietas milagrosas», monótonas,
proteinadas, disociadas; muchas de ellas, a la larga, pueden provocar problemas graves de salud.
Muchas adolescentes viven en familias dónde más de un miembro está a dieta sin control
médico, viviéndose un ambiente enfermizo de culto al cuerpo, donde todos los productos
alimentarios que se compran son lights, «sin», «cero», «bajo en». Estos entornos son muy negativos
para las jóvenes y tienen más riesgo de sufrir un TCA. Los especialistas recomiendan a los padres
y madres de adolescentes que eviten estos comportamientos delante de sus hijos.
9. La imagen corporal
Algunos autores como Baile y sus colaboradores. concluyeron en sus trabajos publicados en el
año 2002 que la concepción negativa de la imagen corporal, incluyendo las actitudes, los
sentimientos y las percepciones acerca del propio peso y figura, es el factor de riesgo modificable
más importante para el desarrollo de un TCA, debido a que es una de las consecuencias de la
búsqueda de un cuerpo perfecto, condicionada por los modelos estéticos de delgadez.
Posteriormente, esta percepción negativa del propio peso corporal fue analizada por Gandarillas
et al. en el año 2005, y encontraron que el 36,9 % de las chicas y un 16,7 % de los chicos se
perciben con sobrepeso u obesidad, lo que indica que la preocupación por el peso o la figura
corporal es muy frecuente en esta población.
La imagen corporal es la representación de la imagen que cada cual tiene de sí mismo y
también el modo en que uno cree que lo ven los demás. Muchas veces en la adolescencia y mucho
más acentuado en algunas personas que sufren un TCA, se equivocan constantemente en la
valoración de las dimensiones del cuerpo, la figura se sobredimensiona y algunas adolescentes son
incapaces de reconocer su propia delgadez, tal como se ha comentado anteriormente.
Existe una reacción negativa hacia su propio cuerpo, distorsionando la imagen, sometiendo al
cuerpo a comparaciones imposibles de las que siempre salen perdiendo, falta concordancia entre
el peso que marca la báscula y el aspecto percibido, y por último se puede llegar a exagerar
defectos de la apariencia totalmente imperceptible por los demás.
En otro orden de cosas, relacionado con esta falsa percepción se podría también añadir las
distorsiones de la información que el cuerpo nos da sobre el organismo. Por ejemplo, la alteración
de la sensación del hambre o la sensación de plenitud, no saber si se come por nervios o
aburrimiento o cansancio, etc. O también nunca tener hambre, o todo lo contrario, siempre
sentirse lleno.
En los trastornos del comportamiento alimentario, la preocupación por la apariencia física
ocupa la mayor parte del tiempo de las enfermas, y les causa un malestar enorme. Se podrían
relacionar más con características afectivo-cognitivas, por ejemplo: muchas partes del cuerpo se
someten a comparaciones imposibles, con una amiga considerada como delgada, una compañera
de clase, una modelo o artista. Siempre se saldrá perdiendo en esta comparación, ya que los
deseos de obtener los muslos de la amiga o la cintura de la modelo nunca se cumplen.
También se producen reacciones negativas hacia el cuerpo, aborrecimiento, insatisfacción, odio
a ciertas partes del cuerpo, en muchas ocasiones se observa que las enfermas esconden o
disimulan ciertas partes del cuerpo con prendas o ropas mucho más grandes.
En algunos casos, en mayor o menor grado, la propia autoestima depende del peso. Es decir,
imaginemos una adolescente que gana peso; automáticamente, esta adolescente se sentirá
avergonzada, con un gran sentido de culpabilidad y muy frustrada. Contrariamente, si pierde
peso, a pesar de los problemas que esto puede causar a su salud, se sentirá mejor siguiendo la falsa
creencia que el hecho de estar delgada aumenta su autoestima y su integración en la sociedad.
Existe en muchos casos una falta de correlación entre la imagen que tenemos y la sensación de
autoestima que padecemos, se puede dar el caso, como ocurre en los enfermos de TCA, que su
enfermedad se haya producido por falta de autoestima, en cambio son personas agraciadas y
envidiadas por sus amigos.
Para poder entender este problema profundizaremos sobre cómo se forma la imagen corporal.
Existen dos tipos de influencias en la formación: influencias del pasado e influencias cercanas.
Todas las personas tenemos la capacidad de ser conscientes de nosotros mismos y podemos
hacernos una representación de nuestra imagen corporal, además podemos tomar conciencia de
ella, a diferencia de los animales. Nos individualiza como personas únicas que somos.
La sociedad, la familia, en general todo nuestro entorno, nos enseñan a que nos comparemos
con algo «ideal». Desde pequeños, este aprendizaje es continuo, nos enseñan cómo debería ser
uno. Por ejemplo, cuando valoramos si nos gusta un jarrón, lo compararemos con el ideal de
jarrón que hemos construido durante nuestro aprendizaje. Sin darnos cuenta, también lo
aplicamos al peso, a la altura, al color de la piel, incluso al estilo que marca la moda, como por
ejemplo las zapatillas para el deporte o la marca del detergente que lava mejor.
Estamos muy manipulados por los medios de comunicación, es un bombardeo constante de
imágenes, frases, situaciones donde nos inculcan que el cuerpo extremadamente delgado es el
ideal de belleza para todas las mujeres, donde las curvas y redondeces no están valoradas como
una imagen corporal positiva. Justamente en una sociedad donde la forma del cuerpo que
predomina en las mujeres es el de curvas y grandes constituciones, típicamente mediterráneas.
Además de esta grave manipulación, nos hacen creer que esta imagen corporal que se
promueve es la mejor en todos los sentidos, nos proporciona éxito social, profesional, incluso
familiar.
El aspecto físico es el tema más común de las «bromas» y, en un grado más acentuado, del
mobbing que pueden sufrir muchos escolares en el colegio. Etiquetas como «barriga cervecera»,
«foca», «dumbo», etc. O en el ámbito familiar «gordi», «vaya pandero», etc.
Al llegar a la pubertad, el cuerpo experimenta muchas transformaciones físicas, psicológicas,
sociales, el cuerpo del niño o de la niña entra en una serie de cambios para convertirse en adulto.
Esta adolescente no entiende lo que le sucede, es más vulnerable a las emociones: llora, ríe, le
cambia el humor constantemente y aparecen múltiples inseguridades en todos los aspectos. Y
cómo no, en su cuerpo, recién estrenado, en el que se siente insegura, le preocupa.
La forma en que se perciba y viva este nuevo aspecto será crucial en la formación de la imagen
corporal. Al igual que en la infancia, el adolescente se compara con lo que se considera «modelo
estético» incluso con mayor exigencia.
Muchas personas dan gran importancia al aspecto físico, incluso llegan a pensar que su valor
como persona depende de sus características físicas. Los niños y adolescentes, que han ido
desarrollando un sentido positivo de sí mismos, son menos vulnerables a lo que «debe ser bello»
o a los modelos estéticos impuestos por la moda o las inseguridades que nos pueden provocar los
otros.
Es importante, pues, que ante determinado aspecto físico construyamos una imagen corporal
positiva, con pensamientos positivos hacia nuestro propio cuerpo. Contrariamente, si
continuamente estamos preocupados con nuestro aspecto físico, lo único que vamos a crear es
insatisfacción, y se creará una imagen corporal negativa. Por lo tanto, la imagen corporal que
tenemos de nuestro cuerpo es solamente una representación mental del mismo.
Existen múltiples factores que influyen en la insatisfacción corporal pero los más importantes
son tres, que son los que actúan desde épocas muy tempranas de la vida: familia, amigas y medios
de comunicación. Los tres promueven en la inmediatez del individuo el cuerpo ideal representado
socialmente (Toro, 2004).
Otra de las conclusiones más importantes de este estudio fue que controlando factores
individuales, físicos y psicológicos, la percepción que una muchacha tiene de las opiniones y
conductas de sus amigas relativas a la imagen corporal y a practicar dietas junto con la intensidad
con que compara su cuerpo con el de otras chicas, son factores que contribuyen
significativamente a predecir su grado de preocupación por la imagen corporal, la restricción
alimentaria y las conductas para perder peso de alto riesgo.
Para acabar este apartado sobre la imagen corporal citaremos un resumen muy interesante de
Pruzinsky y Cash, clave para entender las características de la imagen corporal. En esta
intervienen: percepciones, cogniciones, emociones, está determinada socialmente, está
continuamente cambiando, influye en la conducta, es una experiencia totalmente subjetiva, ocurre
en distintos estados de conciencia.
13.2. Belleza
Los ideales estéticos están determinados culturalmente. Podemos observar una variedad de
significados de la belleza en las diferentes culturas del mundo. Por ejemplo, aquí la calvicie es un
atributo desfavorable, sin embargo, en algunas tribus africanas poseer la cabeza rapada es un
signo de nobleza.
Referente a las formas corporales, en ciertas culturas de África, en que la comida escasea, el
exceso de peso en la mujer es un atributo deseado ya que se asocia a su capacidad reproductora.
Según Perpiñá et al. (2000):
«las personas con trastornos alimentarios y aquellas que están preocupadas con su figura, más que tener problemas
con su cuerpo, lo que tienen son problemas en cómo representan, evalúan, sienten y viven su cuerpo. El cuerpo se
ha convertido en el valor más importante que tienen como personas. Están atrapadas por su pasión, por ese
excesivo apego emocional a un propósito, a una idea, o lo que en términos psicopatológicos se denomina idea
sobrevalorada de adelgazar».
Cada cultura nos impone los cánones que debemos seguir. Los valores sociales que dictaminan
lo que es bello suelen definir también lo que es bueno.
Los cánones de belleza se convierten en unas normas muy estrictas que el niño cuando crece y
recibe todos los inputs ya las interioriza y, a partir de ahí, ya podrá establecer comparaciones y
estigmatizará o ensalzará a los demás y a uno mismo. Estos valores son patrón de referencia y
mediatizan la percepción que el individuo tiene de su cuerpo, construyendo su representación en
función del estándar de belleza imperante que, en nuestro caso, es la delgadez.
Es importante constatar en nuestra cultura y en nuestra época el establecimiento de la
delgadez como ideal de belleza femenina y una marcada asociación con ser atractivo y éxito
social. En un estudio llevado a cabo por Garner y Garfinkel (1980), se realizó un análisis
comparativo de las modelos que aparecían en las portadas de la revista Playboy desde finales de los
años cincuenta. Con su estudio llegaron a la conclusión que las medidas de pecho, cadera y
muslos habían disminuido, y todo ello en un período de tan solo 20 años.
Stager y Buker (1982) demostraron con varios estudios que desde la infancia ser grueso u
obeso es peyorativo, y que en edades infantojuveniles las personas gruesas son consideradas como
personas sucias, perezosas, deshonestas, glotonas, En cambio, la persona delgada está considerada
como eficaz, madura y controlada (Perpiñá, 1989).
Esta estigmatización del sobrepeso y de la obesidad provoca que muchas adolescentes
empiecen a hacer dietas incontroladas y que luchen con su propia constitución corporal.
Una larga tradición de la cultura occidental hace que la mujer esté sometida a cierta pasividad
y sea sumisa, es decir, busque gustar, seducir por la apariencia, ser elegida, contentar, satisfacer, en
oposición al hombre al que se le inculcan otros valores sobre todo los de conquista y
autoafirmación.
Por otra parte, el concepto de mujer actual que sale en los medios de comunicación, impulsa
un ideal femenino que corresponde a un IMC bajo, jóvenes, hiperactivas, que compaginan sus
logros profesionales y académicos con la práctica deportiva y la seducción social y sexual.
Estudios transculturales revelan que los TCA en países en vías de desarrollo están en aumento
relacionándolos con la expansión de los medios de comunicación en estos países. A pesar de ello
otros constatan que esta interpretación es simplista y consideran que se debe más bien al cambio
acelerado de la identidad y del papel de la mujer que provocaría en estas sociedades el fenómeno
de la globalización (Nasser, 2003).
En México, Raich et al. (2001) realizaron un estudio transcultural entre estudiantes españolas y
mexicanas, las puntuaciones del EAT fueron más elevadas en la muestra española pero la
diferencia no llegó a ser significativa. La insatisfacción corporal fue mayor en las españolas a pesar
de que su IMC era inferior al de las mexicanas.
En un estudio realizado por Eddy y Hennessey (2003) en 200 mujeres de Tanzania no
pudieron diagnosticar ningún TCA, es más, alrededor de la mitad querían ganar peso, superior al
actual. Sin embargo, una pequeña muestra presentaba síntomas de TCA, con alteraciones de la
imagen corporal y miedo a incrementar su peso, se asoció a que esta pequeña muestra tenía más
acceso a los medios de comunicación.
Capítulo V
¿Tiene la sensación de estar enferma porque siente el estomago tan lleno que le resulta
incómodo?
¿Está preocupada porque siente que tiene que controlar cuanto come?
¿Ha perdido recientemente más de 6 kg en un período de 3 meses?
¿Cree que está gorda aunque otros digan que está demasiado delgada?
¿Diría que la comida domina su vida?
Existe también un tratamiento en los casos de TCA crónicos, así como la atención de los TCA
ante situaciones especiales como el embarazo y el parto.
Veamos un ejemplo en los objetivos en el tratamiento de la bulimia nerviosa, según R.
Sánchez Sanz:
Algunas veces se pueden recomendar libros de autoayuda para ayudar a los pacientes en sus
logros. Uno de ellos es Deseo de cambiar de Crisp, Joughin, Halek y Bowyer. A continuación se
propone un modelo (R. Sánchez Sanz) que incide sobre los aspectos más significativos para
mejorar: 25 pasos para alejar de tu vida este problema. Este texto sería interesante leerlo con el
terapeuta, puede servir para desbloquear la comunicación con el paciente.
25 pasos para alejar de tu vida este problema
Párate y piensa
1. Conócete mejor.
2. ¿Puedes aceptar que puedes cambiar?
3. Toma conciencia de empezar algo.
4. La bulimia te está ayudando a evitar otros problemas.
5. Eres un experto en bulimia, necesitas desarrollar otras actividades nuevas.
6. Sé sincero, cuidado con las excusas.
7. Necesitas tolerar tus temores y malos sentimientos.
8. Aprende a comunicarte mejor con tus padres; si aprendes de ellos puedes aprender de ti
mismo.
9. Sal con tus amigos, no tengas miedo a hacer cosas.
Aprende a no obsesionarte con el peso
10. Necesitas tu propia identidad. ¡Independízate!
11. Piensa en comer sin angustiarte.
12. Siente el control sobre la comida. Intenta realizar dietas con todos los nutrientes.
13. Aprende a conocer tu cuerpo, cómo se desarrolla, lo importante que es para él un peso
normal.
14. Debes comer varias veces al día con una ingesta de calorías acorde a la actividad física.
15. Plantéate una disminución de los atracones, debes perder la costumbre de vomitar y/o usar
laxantes, realiza un ejercicio físico adecuado.
16. Haz un diario o registro de tus sentimientos, logros, recursos.
Aprende a vivir
17. Retoma tu vida. Márcate una meta. Necesitas desarrollar tu propia competencia para
conseguir lo que quieres.
18. El camino para conseguir tu objetivo puede ser difícil pero muy satisfactorio, tu voluntad
ha triunfado.
19. Tu tiempo y espacio han «aumentado», ocúpalos con nuevas metas.
20. Si vives sin tensión y sin obsesiones tu cuerpo y tu mente te lo agradecerán.
21. La tentación está ahí, y a veces lo demás no es suficiente; expresa tus sentimientos y si es
necesario pide ayuda.
22. Negocia tus relaciones familiares, marca los límites, integra con normalidad el afecto y el
respeto.
23. La influencia de los demás no debe hacerte dudar de tus convicciones.
24. Necesitas amigos, la diversidad humana te rescata a ti mismo.
25. Permite que los demás te ayuden, tú mereces la pena.
4. Hospitales de día
La hospitalización parcial se llevará a cabo mediante los hospitales de día, que se refieren a un
modelo de tratamiento que provee de servicios terapéuticos y de hospedería durante 8 a 12 horas
al día, y durante 3 a 5 días a la semana.
Generalmente, los hospitales de día están incluidos en unidades específicas de tratamientos de
TCA o en servicios psiquiátricos de hospitalización completa. Los hospitales de día en TCA se
están utilizando cada vez más con la intención de reducir la duración de la hospitalización de
algunos pacientes, sobre todo para casos más leves.
Los hospitales de día son una herramienta muy útil para trabajar diferentes aspectos
terapéuticos grupales y para pacientes muy motivados para su curación.
Otro aspecto que cabe tener en cuenta es que los profesionales que tratan a los pacientes en
los hospitales de día forman en un equipo multidisciplinario. La naturaleza multicausal de esta
enfermedad obliga a que sea tratada teniendo en cuenta aspectos biológicos, psicológicos,
familiares y sociales.
Los criterios de inclusión son: recuperación del peso (pérdidas ponderales superiores al 15 %
sin complicación física severa; pérdidas de peso inferiores al 15 % con complicación física no
severa); riesgo medio-bajo de suicidio; control del riesgo de las conductas de purga de intensidad
y gravedad media; fracaso del tratamiento en el ámbito ambulatorio; atención a las crisis
familiares.
En la mayoría de hospitales existen varios programas.
En el Hospital de día de Bellvitge (Barcelona) se están realizando los programas siguientes:
Programa de monitorización de comidas: consiste en monitorizar las comidas tanto por lo que respecta al control de la
dieta como a la atención emocional y afectiva de los pacientes en el trance de comer.
Programa de reestructuración cognitiva: consiste en identificar los pensamientos distorsionados e irracionales, para
objetivarlos y poder modificarlos.
Programa de ergoterapia: se trata de que los pacientes expresen sus sentimientos y emociones mediante la expresión
artística. Entre ellos destacan talleres de actividad plástica.
Programa de habilidades sociales: en este programa se trata de trabajar técnicas de habilidades sociales dirigidas a la
adquisición de actitudes y conductas que permitan interacciones interpersonales satisfactorias.
Programa para el grupo temático: en estas actividades se abordan temas o situaciones comunes para los pacientes. Ellos
proponen los temas que se quieren tratar y se llevan a la práctica, identificándose el problema y buscando soluciones
mediante la reestructuración cognitiva.
Programa de relajación: se aplica la relajación de Jacobson.
Programa de imagen corporal: con diferentes técnicas de vídeo feedback, marcadores de silueta y terapias psicomotrices
de expresión corporal se pretende que los pacientes adquieran una experiencia corporal sana, y que acepten su imagen y
la de los demás.
Programa de control médico y psiquiátrico.
5. La hospitalización
La hospitalización de las pacientes con TCA atiende a dos grandes objetivos: el primero, que
es prioritario, es la recuperación somática y ponderal; el segundo sería intervenir en los aspectos
más psicológicos del trastorno.
Existe una serie de criterios clínicos para la hospitalización de los diferentes TCA. A
continuación, mencionaremos los que se tienen en cuenta para la anorexia nerviosa: pérdida de
peso rápida y severa; inestabilidad médica; deshidratación; disritmia cardíaca (incluyendo
alargamiento QT); trastornos electrolíticos; inestabilidad fisiológica (hipotensión, bradicardia,
hipotermia (menor de 36º), cambios ortostáticos); complicación médica aguda de la malnutrición
(síncope, convulsión, fallo cardíaco, pancreatitis); detención del crecimiento y desarrollo; negativa
absoluta a alimentarse; síntomas psiquiátricos comórbidos severos, depresión, ideas de suicidio;
atracones o conductas de purga imparables; ejercicio compulsivo; anorexia nerviosa de más de un
año de evolución; no mejora significativa o deterioro durante un tratamiento ambulatorio de 12 a
16 semanas; relaciones adversas destructivas.
A continuación se mencionan los diferentes problemas que pueden aparecer en los centros de
hospitalización de TCA y las posibles soluciones para resolverlos, según Treasure et al. (1995).
Problemas Soluciones
Consejo nutricional.
Ritual de desmenuzar el alimento
Si persiste, alimentación supervisada individualmente.
y contar las calorías.
Detención en progresión de privilegios.
6. Pisos terapéuticos
Los pisos terapéuticos son pisos tutelados por un equipo multidisciplinar tanto en el ámbito
social como en el sanitario. Tienen como objetivo consolidar una conducta y hábitos alimentarios
saludables y, al mismo tiempo, conseguir la autonomía personal y económica, prevenir las recaídas
y mejorar la calidad de vida. Algunas fundaciones y asociaciones ofrecen formación en el ámbito
sociolaboral e de inserción laboral.
9. Objetivos terapéuticos
Según el área psicológica de AETCA y ADANER, los objetivos terapéuticos del tratamiento
psicológico son:
1. La información. La información que se proporciona a los pacientes es, por una parte,
informarles de la sintomatología y características de la enfermedad para que «tomen
conciencia de la enfermedad» y de las consecuencias físicas y psicológicas de las dietas
drásticas, de los atracones, vómitos y otros tipos de conductas purgativas. El paciente deberá
tener información adecuada de los terribles riesgos que los TCA conllevan para su salud,
tanto física como mental.
2. Contrarrestar la presión social. Hay que liberar, en la medida de lo posible, a los
pacientes de los efectos perjudiciales de los medios de comunicación, y en particular, de la
publicidad engañosa y sesgada a que se ven sometidas.
3. La modificación conductual. Se dirigirá a los siguientes aspectos: identificación de los
factores precipitantes y de mantenimiento de las conductas problemáticas; establecer
estrategias incompatibles con las conductas problemáticas (por ejemplo, asignar ciertas
tareas a realizar en los momentos en que la paciente suele presentar conductas purgativas;
reorganización de los patrones alimentarios correctos; fijar metas adecuadas, las metas que
se acuerden con los pacientes deben ser concretas y realistas, en todo caso de dificultad
progresiva, lo que les proporcionará logros que aumenten su autoestima (Branden, 1995) y
seguridad; establecimiento de un sistema de refuerzos (los pacientes, en la medida en que
vayan consiguiendo metas sucesivas, recibirán gratificaciones que ayudarán a extinguir las
conductas relacionadas con su enfermedad); trabajar la intolerancia al cambio de la paciente
buscando moderar su rigidez mental.
4. La modificación cognitiva. Un primer objetivo es cambiar el pensamiento pasivo de estas
pacientes con la intención de que se hagan sujetos activos y asuman su responsabilidad en el
tratamiento. Modificar los pensamientos distorsionados relacionados con el comer, el peso y
los alimentos; al introducir pensamientos más adaptativos, se reducirá la ansiedad y el
malestar de los pacientes. Identificación y modificación de los pensamientos automáticos
irracionales; estos pensamientos, tan frecuentes, deterioran continuamente la autoestima de
las pacientes y obligatoriamente hay que sustituirlos por otros más realistas y positivos.
Modificación de las distorsiones perceptivas que originan una imagen negativa del cuerpo; la
paciente rechaza persistentemente su propio cuerpo, lo que repercute en sus conductas
alimentarias negativas y termina originando un auténtico círculo vicioso (Toro, 1996).
Modificación de los miedos: miedo a no destacar, a perder el cuerpo delgado, a no ser
aceptada por los demás, a engordar, etc.
5. Adquisición de estrategias y habilidades de afrontamiento. Se trata de corregir las
respuestas desadaptativas tanto respecto a la comida como a sus relaciones sociales y
entorno familiar, ambas muy deterioradas en estos pacientes. Para modificar los rituales y
obsesiones respecto a la comida (por ejemplo, ritual anoréxico: hacer múltiples pequeños
trozos con los alimentos, extenderlos en el plato, jugar con ellos, etc. Para recuperar las
relaciones sociales; en estos pacientes las relaciones sociales se han alterado notablemente
con la enfermedad, se han deteriorado. El aislamiento social es muy frecuente: los amigos
han desaparecido. Trabajar este aspecto es fundamental. Enseñarles a afrontar los problemas
cotidianos. Hay que evitar que la comida se convierta en el «refugio» de la frustración que le
ocasiona su incapacidad para afrontarlos. Hay que demostrar a la paciente que los problemas
se pueden resolver sin necesidad de adoptar actitudes que amenacen su salud. Mejorar el
nivel de expresión de los sentimientos y comunicación con el entorno familiar (Calvo, 2002).
Entrenamiento en técnicas de habilidades sociales y de autoestima que posibilitará la
recuperación de estas pacientes.
6. Prevención de recaídas. No podemos olvidar la enorme incidencia de recaídas en los
TCA. Hay que desdramatizar la posibilidad de las mismas, pero es imprescindible que
establezcamos estrategias adecuadas para su prevención (Cervera, 1996). Ello comporta:
determinar las posibles situaciones de riesgo mediante la identificación de los factores
cognitivos, ambientales, etc., que afectan a los pacientes; dotarles de habilidades específicas
para afrontar de manera adecuada cada una de las posibles situaciones de riesgo;
establecimiento de un programa de exposiciones controladas a las situaciones de riesgo (por
ejemplo, a una paciente en fase de bulimia, que está saliendo de su enfermedad, se la debe
llevar a merendar a una pastelería para que aprenda a controlar su ansiedad ante el estímulo
problema); analizar las recaídas para extraer posibles aspectos positivos de las mismas que
ayuden a prevenir las siguientes.
Las técnicas grupales están siendo consideradas en la actualidad como un componente clave
en muchos programas de tratamiento de los TCA.
Las ventajas observadas en diferentes programas son mayores que las desventajas, entre ellas
citaremos: la universalidad, los pacientes al tener la misma patología se sienten más cómodos y
entendidos; se observa también una superación más rápida de la resistencia al cambio y de la
negación de la enfermedad; es una etapa intermedia entre el ámbito hospitalario y la realidad
social, facilitando la adaptación social del paciente; es un tratamiento más económico.
A pesar de las ventajas existen también algunas desventajas, como por ejemplo establecer una
sistematización adecuada y un control de los componentes del programa de tratamiento y la
dificultad de formar grupos homogéneos. También el índice de abandono es elevado, del orden
del 20 al 30 % de los casos.
Existen diferentes tipos de psicología grupal: los grupos cognitivo-conductuales, terapia
interpersonal y los grupos psicodinámicos.
En los grupos cognitivo-conductuales, el psicoterapeuta tendrá un rol muy activo y dirigirá
todas las sesiones. El foco de atención está en los síntomas del trastorno. Se utilizan técnicas de
resolución de problemas y de reestructuración cognitiva para afrontar temas como la aceptación
de la imagen corporal, la conducta alimentaria, conductas impulsivas en el caso de la bulimia.
La terapia interpersonal trabaja de una forma semidirigida y es un espacio donde los pacientes
intercambian opiniones sobre sus problemas de fondo, para conseguir limitar las emociones
negativas que influyen en los síntomas de los TCA.
Por último, los grupos psicodinámicos son grupos no dirigidos que tienen como objetivo
principal conseguir cambios en la personalidad de los pacientes.
10.2.3. Autorrefuerzo
Según Albert Bandura, el autorrefuerzo es importante desde el punto de vista cognitivo del
aprendizaje, ya que se considera que las personas ejercen gran influencia en su entorno y por ende
en su propio aprendizaje.
Con esta técnica se pretende gratificar o penalizar a una persona para incrementar o disminuir
una conducta.
Existen dos tipos de autorrefuerzo: el refuerzo positivo y el refuerzo negativo. En el refuerzo
positivo, la persona se refuerza con algo que para ella es deseado, acompañado de la modificación
de la conducta. Por ejemplo, permitir que una persona se compre nueva ropa (con tallas más
pequeñas) porque logró la pérdida de peso. El refuerzo negativo implica la eliminación de un
factor en el ambiente seguido de la modificación de una conducta meta. Por ejemplo, personas
con obesidad pueden quitar la foto de alguien obeso que tenían pegada en el refrigerador, una vez
que alcancen la primera meta de pérdida de peso.
El fundamento teórico es que el paciente debe entender las dimensiones de la conducta
modificada antes de que el cambio se inicie.
El control del estímulo significa cambiar los antecedentes de la conducta meta. Por ejemplo, si
deseamos realizar intervenciones del control del estímulo en pacientes que intentan modificar sus
hábitos alimentarios podemos actuar de dos maneras: eliminar el estímulo que provoca la
conducta no deseada o establecer nuevos estímulos que recuerden a la persona que nuevas
respuestas van a ser reforzadas.
Por ejemplo, en el tratamiento de personas con sobrepeso sería interesante que el paciente se
deshiciera de los alimentos que no le son saludables como snacks, grasas, etc. O que el acto de
comer se realizara en un ambiente tranquilo, sin prisas, nunca delante del televisor. Por otra parte
también sería interesante buscar factores reforzadores como poner letreros.