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DERECHO

ADMINISTRATIVO.
COMPENDIO DE
JURISPRUDENCIA.

RESPONSABILIDAD DEL ESTADO


EVOLUCIÓN HISTÓRICA
ACTIVIDAD ILEGÍTIMA
ACTIVIDAD LEGÍTIMA
ACTIVIDAD JUDICIAL

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TABLA DE CONTENIDOS

EVOLUCIÓN HISTÓRICA.
1. CSJN “Tomás Devoto y Cía. Sociedad Anónima”.

2. CSJN “Ferrocarriles Oeste de Buenos Aires v. Provincia de Buenos Aires”.

3. CSJN “Vadell, Jorge Fernando v. Provincia de Buenos Aires”.

CASOS ESPECIALES.
4. CSJN “Cossio , Susana Inés c/Policía Federal y otro”: el Estado es
responsable por un disparo efectuado por un policía con el arma
reglamentaria.

5. CSJN “Motor Once S.A.C.l. v. Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires”:


el Estado es responsable por la revocación de un acto administrativo que deja
sin efecto una autorización para que funcione un comercio.

6. CSJN “Gatica, Susana Mercedes c/ Buenos Aires, Provincia de”: el Estado


es responsable por la muerte de una persona alojada en el Servicio
penitenciario que recibió heridas por una pelea entre internos.

7. CSJN “Cohen, Eliazar c/ Río Negro, Provincia de y otros”: el Estado no un


asegurador anónimo de indemnidad.

8. CSJN “Mosca, Hugo Arnaldo c/ Buenos Aires, Provincia de”: los alcances
de la responsabilidad del Estado por sus omisiones.

9. CSJN “Mezzadra, Jorge Oscar c/ EN Mo Justicia y DDHH s/ daños y


perjuicios”: los alcances de la responsabilidad del Estado por su actividad
judicial.

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Voces:
DAÑOS Y PERJUICIOS ~ RESPONSABILIDAD DEL ESTADO ~ RESPONSABILIDAD POR EL HECHO
DEL DEPENDIENTE
Tribunal: Corte Suprema de Justicia de la Nación(CS)
Fecha: 22/09/1933
Partes: Tomás Devoto y Cía. Ltda. S.A. c. La Nación
Publicado en: Colección de Análisis Jurisprudencial Elems. de Derecho Administrativo - Julio Rodolfo
Comadira, 1135
Cita Online: AR/JUR/4/1933
Hechos:
A raíz de un incendio ocurrido en un campamento por causa de las chispas desprendidas de un brasero
deficiente que utilizaban empleados de la Nación se demandó por los daños y perjuicios ocasionados al Estado
nacional. La Corte hizo lugar al reclamo responsabilizando al Estado por los perjuicios generados.

Sumarios:
1 . Para definir la responsabilidad del Estado por el desempeño de sus empleados -en el caso, incendio
producido por empleados nacionales en un campamento a causa de chispas desprendidas de un brasero
deficiente- en nada influye que aquellos no hayan procedido intencionalmente o que la causa generadora del
daño sea casual, desde que la casualidad sólo puede equiparase al caso fortuito en cuanto en ambas
circunstancias ocurren sucesos que no han podido preverse ni evitarse (art. 514, Cód. Civil).
Texto Completo:
Buenos Aires, setiembre 22 de 1933.
Considerando: Que el recurso de apelación entablado por el Ministerio Fiscal en la notificación de fs. 296
vta., es el ordinario de apelación a que se refiere el art. 3 de la ley 4035, como lo ha entendido la Cámara al
concederlo.
Que esta Corte ha resuelto que el recurso ordinario es procedente, aun cuando el Fisco o la Nación no sea la
parte actora (Fallos: 162:80).
1. Que, en cuanto al fondo de la causa, debe de entenderse que el apelante comprende en sus agravios no
sólo el monto de la indemnización fijado, sino también el derecho de exigirla y la obligación de reparar los
daños y perjuicios por parte de la Nación.
2. Que, la cuestión de hecho, a saber si el incendio producido lo fue por culpa o imprudencia de los
empleados nacionales, ha quedado resuelta afirmativamente, pues así lo revela la prueba de autos, estableciendo
que el siniestro se originó en el campamento de aquéllos a causa de chispas desprendidas de un brasero
deficiente que se usaba, en terreno cubierto de pasto seco y sin las precauciones suficientes.
3. Que, en nada influye para definir la responsabilidad del Estado por el desempeño negligente de sus
empleados, que aquéllos, en el caso de autos, no hayan procedido intencionalmente, o que la causa generadora
del incendio sea casual, desde que la casualidad sólo puede equipararse al caso fortuito, en cuanto en ambas
circunstancias ocurren sucesos que no han podido preverse ni evitarse (art. 514 del Código Civil). Pero el
estrago de autos ha podido ser previsto y evitado desde que él ha ocurrido por falta de atención de los agentes
del Gobierno y en tanto éstos ejecutaban trabajos bajo su dependencia (reparación de una línea telegráfica
nacional). Esta Corte ha dicho en casos análogos, que el incendio como acto reprobado por la ley, impone al que
lo ocasiona por culpa o negligencia, la obligación de reparar los daños ocasionados a terceros, extendiéndose
esa responsabilidad, a la persona bajo cuya dependencia se encuentra el autor del daño o por las cosas de que se
sirve o que tiene a su cuidado (arts. 1109 y 1113 del Código Civil; t. 129, p. 306; t. 130, p. 143; t. 146, p. 249).
4. Que, demostrada la existencia de perjuicios reales de daño emergente y posible lucro cesante, por la
prueba pericial, de testigos e instrumental que ha invocado la cámara "a quo", pero no habiendo sido aquéllos
demostrados en su extensión precisa, es procedente la vía del juramento estimatorio para su fijación (art. 220 del
Código de Procedimientos).
5. Que, respecto a la cantidad señalada, no puede ser ella aumentada aun cuando el aumento fuera de
justicia, toda vez que la parte actora ha consentido el fallo, apelado sólo por la contraria.
6. Que, tampoco sería justo reducir dicha cantidad, dentro de las constancias que se han tenido en cuenta
para determinarla, ni los agravios expresados por el ministerio fiscal en esta instancia se refieren a este punto de

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modo particular.
Por estos fundamentos y los concordantes de la sentencia apelada, se confirma ésta, sin costas, atento el
resultado de la causa. - Repetto. - Guido Lavalle. - Sagarna. - Linares.

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Voces:
DAÑOS Y PERJUICIOS ~ REGISTRO DE LA PROPIEDAD INMUEBLE ~ RESPONSABILIDAD DEL
ESTADO
Tribunal: Corte Suprema de Justicia de la Nación(CS)
Fecha: 03/10/1938
Partes: Ferrocarril Oeste c. Provincia de Bs. Aires
Publicado en: LA LEY12, 122 - Colección de Análisis Jurisprudencial Elems. de Derecho Administrativo -
Julio Rodolfo Comadira, 1136
Cita Online: AR/JUR/7/1938
Hechos:
La empresa ferrocarriles argentinos accionó contra la Provincia de Buenos Aires por los daños y perjuicios
ocasionados por el Registro de la Propiedad de la Plata al expedir un certificado en el que constaba que el
terreno que la empresa adquirió estaba libre de gravamen. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, en
instancia originaria, acogió la pretensión.

Sumarios:
1 . La DOCTRINA, en lo que se refiere al Estado en su doble personalidad de derecho público y privado, se ha
orientado cada vez más en el sentido de reconocer su responsabilidad extracontractual, por actos de sus
funcionarios o empleados, realizados en el ejercicio de su función, cuando la entidad ejerce un monopolio o una
industria, y tan sólo diverge cuando se trata de actos "jure imperii" en que principalmente se ejercitan los
atributos de la soberanía.
2 . La disposición del art. 1112 del cód. civil correlacionada con la del art. 1113 del mismo, significa la
aceptación del principio de la responsabilidad del Estado, por actos de sus funcionarios o empleados, realizados
en el ejercicio de su función cuando la entidad ejerce un monopolio, un servicio público o una industria.
3 . La obligación de munirse del certificado del Registro, impuesta por el Estado provincial para escriturar toda
transmisión de inmuebles, cobrando un derecho especial de sellado, presupone, lógicamente la obligación de su
parte de prestar un servicio regular que responda a la garantías que se ha querido asegurar; y cuando de tal
manera procede no obra como persona del derecho privado o como persona jurdica, sino como entidad del
derecho público que ha tomado a su cargo una función y la monopoliza. Siendo así, la invocación del art. 43 del
cód. civil no es pertinente.
4 . La regla según la cual quien contrae la obligación de prestar un servicio lo debe realizar en condiciones
adecuadas para llenar el fin para que ha sido establecido, siendo responsable de los perjuicios que causare su
incumplimiento o su irregular ejecución, es aplicable también a las relaciones entre el Estado y sus gobernados
regidas por el derecho público mientras no haya una previsión legal que lo impida.
5 . En la expedición de un falso certificado del Registro, en virtud del cual se realizó la operación de
compraventa, habría por lo menos una conducta culpable en el personal, que en el desempeño de sus funciones
y obrando bajo la dependencia del Estado ha causado un daño al comprador al haber prosperado una acción
reivindicatoria contra él intentada por el verdadero propietario del inmueble, lo que hace de aplicación al caso lo
dispuesto por los arts. 1112 y 1113 del cód. civil (1).
Texto Completo:
Opinión del procurador general de la Nación.
-- La jurisdicción originaria de V. E. resulta acreditada en este caso por tratarse de demanda interpuesta
contra una provincia por un vecino de la Capital Federal. En cuanto al fondo del asunto, encuentro que el actor
no ha demostrado la procedencia de su acción, dados los antecedentes que obran en autos.
Don José Gómez Pardal, propietario de un lote de terreno en Haedo, lo vendió primero a don Alejandro
Casir (julio 29 de 1910), quedando durante algún tiempo como acreedor hipotecario; y luego, percibido
totalmente el precio, levantó la hipoteca, y volvió a vender el mismo bien al Ferrocarril Oeste (abril 28 de
1914). Posteriormente, los sucesores en título de Casir, demandaron al F. C. Oeste por reivindicación de dicho
predio; y aunque el Ferrocarril sostuvo haber sido el primero en tomar la posesión, la cámara de apelaciones
consideró probada una posesión anterior, del primer comprador. Hizo, por lo tanto, lugar a la demanda; y un
recurso intentado ante la Suprema corte provincial, no tuvo éxito. Para evitar los efectos del fallo, ambas partes
llegaron a un acuerdo, y el Ferrocarril adquirió de la parte vencedora lo mismo que antes había comprado a
Gómez Pardal.
Ahora bien: en vez de dirigir el Ferrocarril su acción de reintegro contra Gómez Pardal --a quien ni siquiera
citó de evicción-- entabla demanda contra la Provincia de Buenos Aires, sosteniendo que todo lo ocurrido tuvo

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por origen una certificación errónea del Registro de la Propiedad provincial, acerca de estar inscripto el dominio
del bien a nombre de Gómez Pardal, en 1914, cuando ya lo estaba a nombre de los sucesores de Casir. Ese es el
pleito, que tiene por objeto conseguir se condene a la expresada provincia al pago de los $ 3.163,49, pagados
por el Ferrocarril en su segunda compra, más las costas del juicio de reivindicación.
La Provincia, al oponerse a la demanda, aduce dos argumentos: a), obligación del actor de probar la
existencia del hecho invocado como causa generadora de los perjuicios; b), irresponsabilidad legal del Estado,
por los errores o delitos que cometan sus funcionarios en el desempeño de las tareas oficiales.
Respecto del primer punto, aunque el actor ofreció desde el primer escrito la prueba de haberse expedido el
informe inexacto atribuido al Registro de la Propiedad y base de la acción, tal elemento de criterio no aparece en
autos, ni fue presentado en el juicio de reivindicación, ni resulta haber influido en el fallo de este último, ya que
las partes se limitaron allí a discutir cuál de los dos compradores había sido primero puesto en posesión. No
resulta, entonces, que el pleito se perdiera como consecuencia de dicho informe, respecto del cual ni aún se sabe
qué firma y fecha llevaba al pie. La única noticia que aparece acerca de su existencia es la mención de que el
escribano otorgante de la segunda venta dijo haberlo tenido a la vista; pero la escritura que se dice contener tal
aserto, fue retirada del expediente anexo antes de iniciarse la actual demanda, y el Ferrocarril Oeste no ha vuelto
a presentarla. Por otra parte, en la sentencia de segunda instancia que dio fin al referido juicio de reivindicación,
la Cámara hace notar que la secunda venta no se hizo con un duplicado del título original sino con éste mismo,
de cuyas anotaciones marginales se desprendía no ser ya Gómez Pardal propietario del bien. Cabe preguntarse,
entonces, si realmente hubo un certificado inexacto del Registro de la Propiedad, o si se trata más bien de una
inexactitud cometida, por el escribano que dijo haberlo tenido a la vista. En cualquier caso, falta la prueba del
hecho, presunto generador de los perjuicios.
Esta circunstancia hace innecesario, a mi juicio, entrar al estudio de la segunda cuestión planteada, esto es,
responsabilidad de la Provincia por actos ilegítimos de sus empleados. Trátase, por lo demás, de un punto acerca
del cual la jurisprudencia no es todavía uniforme, habiéndose orientado más bien hacia la solución afirmativa,
en los últimos tiempos (124, 38; 169, 120; 171, 142). Aparte de ello, surge todavía la duda de si puede exigirse
perjuicios derivados de un acto ilícito, antes de que exista sentencia alguna que declare la responsabilidad del
empleado público cuya conducta se conceptúa incorrecta, o criminal.
A mérito de lo expuesto, considero que corresponde el rechazo de la acción. -- Buenos Aires, mayo 17 de
1937. -- Juan Alvarez.
Buenos Aires, octubre 3 de 1938. -- Que, a fs. 3, se presentó don Anselmo F. López, en representación de la
Empresa, entablando demanda y exponiendo lo siguiente: Que el 28 de abril de 1914 la Empresa había
comprado a don José Gómez Pardal, un lote de terreno situado en el Partido de Morón, Pueblo Haedo, provincia
de Buenos Aires, en la calle Suipacha entre las de Rivadavia y Esmeralda, designado con el núm. 13 de la
manzana B. del plano especial que sirvió para la venta, cuya superficie era de 316.35 metros. Que para hacer la
operación, el escribano don Federico Isla, solicitó el certificado respectivo del Registro de la Propiedad de La
Plata, el que se le expidió con fecha 23 de abril de 1914, bajo el número 24.827 y en el cual se hizo constar que
el terreno estaba inscripto en mayor área, a nombre del vendedor, que éste no tenía inhibición ni el terreno
gravamen alguno. Que la operación se llevó adelante y el título se inscribió en el Registro con fecha 7 de mayo
de 1914. La Empresa tomó después, la posesión del terreno e hizo edificar en él una casita para un empleado.
Que pasó el tiempo, y en 1928 se presentó a la Empresa una persona en nombre de doña Inés Vioni de
Parmigiani, diciendo que ella era dueña del terreno y reclamando su entrega. Que como la Empresa no
accediera, la expresada señora la demandó ante la justicia civil de La Plata por reivindicación, aduciendo que
Pardal vendió a don Alejandro Castro, dicho lote el 29 de julio de 1910, registrándose el título en 17 de agosto
del mismo año, bajo el núm. 56.467, Serie C. Que Casir vendió a don Antonio Canale esa misma propiedad, el 4
de octubre de 1911 y a la muerte de éste se la adjudicó a su esposa supérstite, doña Inés Vioni de Canale, entre
otros bienes.
Que tramitado el juicio reivindicatorio, se rechazó la demanda en 1ª instancia, pero la Cámara de La Plata
revocó la sentencia, haciendo lugar a la acción, con devolución de los frutos que hubiera percibido o dejado de
percibir por negligencia desde la notificación de la demanda, y además las costas en ambas instancias.
Que la Empresa, para evitar mayores perjuicios, volvió a comprar el inmueble por $ 3.163.49, además de
pagar a la actora por concepto de costas, $ 812.50 moneda nacional.
Que todo lo sucedido tiene su origen en un certificado falso expedido por el Registro de la Propiedad, el 23
de abril de 1914, núm. 24.827, según el cual la propiedad era de Pardal en esa fecha, cuando en realidad, en

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1910, había pasado ya al dominio de Casir. Que aquel certificado está inscripto en la escritura de adquisición del
inmueble, la cual fue agregada al juicio de reivindicación a que se ha hecho referencia.
Que el perjuicio causado a su representada asciende a $ 3.976.09 m|n. y la Provincia de Buenos Aires debe
responder de ellos de acuerdo a los arts. 1112 y 1113 del cód. civil y la doctrina que sirvió de fuente al
Codificador.
Que, bajo otro punto de vista, la jurisdicción del tribunal para entender en esta causa surge de los arts. 100 y
101 de la Constitución y del art. 1°, inc. 1° de la ley núm. 48, por tratarse de una causa civil entre un vecino de
la Capital Federal, cual debe reputarse la Empresa, y un estado provincial.
Termina pidiendo que se condene a la Provincia a pagar la suma reclamada y los intereses. Además, las
costas del juicio.
Corrido traslado de la demanda, es contestada por el doctor Pedro R. Quiroga, quien dice, que suponiendo
exactos los hechos alegados, lo que deberá probar el actor, la demanda debe rechazarse; con costas.
Se funda en que las providencias no son responsables de los actos ilícitos cometidos por sus funcionarios,
según el art. 43 del cód. civil.
Cita en su apoyo los fallos de esta Corte, de los ts. 124, p. 16, causa 146; 78, p. 371, causa 57; 96, p. 278,
causa 108; t. 105, p. 254, causa 37; 99, p. 139.
Cita, asimismo, la doctrina de Bielsa, en su obra Derecho Administrativo, t. I, ed. 2ª, p. 215.
Considerando: Que puede darse por cierto que el Registro de Propiedad de La Plata expidió el certificado
núm. 24.827, cuyo texto se halla transcripto en la escritura de adquisición que hizo la Empresa del terreno en
cuestión, la cual se agregó a la demanda iniciada por ella contra doña Inés Vioni de Parmigiani, traída "ad
effectum videndi". Por ese certificado del 23 de abril de 1914, se hacía constar que la propiedad formaba parte
de un lote mayor perteneciente a don José Gómez Pardal y que estaba libre de gravamen. El escribano
autorizante da fe de la existencia y contenido de ese documento público (arts. 979, inc. 2° y 994 del cód. civil).
Que, igualmente, resulta cierto que el mismo lote de terreno había sido enajenado por Gómez Pardal a don
Alejandro Casir, en 1910 y registrada la operación el 17 de agosto del mismo, lo que dio lugar al juicio de
reivindicación que después se siguiera con éxito contra la Empresa del Oeste.
Que no es dudoso que el certificado expedido el 23 de abril de 1914 hizo incurrir a la Empresa en el error de
adquirir la propiedad de quien no era dueño ya. Y que vencida ésta en el juicio reivindicatorio, tuvo que pagar la
suma que se cobra en la demanda para recuperar la propiedad.
Que el Estado provincial impone la obligación de munirse del certificado del Registro para escriturar toda
operación que versare sobre transmisión de inmuebles, cobrando un derecho especial del sellado, lo que,
lógicamente, presupone la obligación de prestar un servicio regular que responda a las garantías que se ha
querido asegurar. Que, cuando de tal manera procede, no obra como persona del derecho privado, o como
persona jurídica, sino como entidad del derecho público que ha tomado a su cargo una función y que la
monopoliza, como puede ser la de Correos y Telégrafos o cualquier otra de esta naturaleza, y, siendo así, la
invocación del art. 43 del cód. civil no es pertinente.
Que, en principio, quien contrae la obligación de prestar un servicio lo debe realizar en condiciones
adecuadas para llenar el fin para que ha sido establecido, siendo responsable de los perjuicios que causare su
incumplimiento o su irregular ejecución (doctrina de los arts. 625 y 630 del cód. civil). Y si bien las relaciones
entre el Estado y sus gobernados se rigen por el derecho público, la regla enunciada, fundada en razones de
justicia y de equidad, debe tener también su aplicación a este género de relaciones, mientras no haya una
previsión legal que la impida. Que, haciendo abstracción del dolo con que el falso certificado pudo haberse
expedido, habría por lo menos una conducta culpable en el personal, que, en desempeño de sus funciones y
obrando bajo la dependencia del Estado, ha causado el daño de que se trata, siendo así de aplicación al caso los
arts. 1112 y 1113 del cód. civil.
Que estas disposiciones no son sino el corolario lógico del principio general según el cual todos los que
emplean a otras personas para el manejo de un negocio o para determinada función, llevan la responsabilidad de
su elección y son pasibles de los perjuicios que éstas ocasionaren a terceros en el desempeño de su función,
dado que nadie puede por sí o por intermedio de otro ejercer sus derechos en forma tal que lesione el derecho de
un tercero.
Que esto es así tanto cuando se trata de personas como de entidades jurídicas. Al respecto, dice Bibiloni:
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"No hay dos clases de propiedad regidas por dos reglas diversas en cuanto a sus facultades y restricciones,
según sean sus titulares hombres o instituciones. No hay dos derechos distintos para regular las actividades.
Todos deben cuidar de usar de las facultades legales de modo de no causar daño indebido a terceros. Si,
voluntaria o necesariamente, se obra por medio de representantes, éstos deben observar las mismas
precauciones". Y después agrega: "La ley no establece excepción. Basta que haya encargado o comisión. ¿Por
qué se establecería la irresponsabilidad de las personas jurídicas? ¿Y de qué manera es más grave la situación de
un particular por los actos de sus empleados que la de aquélla? Nadie, ciertamente, verá razón para exonerar a
unas personas de las consecuencias que la ley impondrá a otras. Hasta se podría decir que, justamente, para que
las jurídicas no puedan usar de sus derechos, sino por el medio necesario de su representante, los actos de éste,
deben ajustarse a las mayores condiciones de vigilancia, y que al ejercer sus funciones en actos de éste, deben
ajustarse a las mayores condiciones de vigilancia, y que al ejercer sus funciones en actos del resorte de los
institutos, son éstos mismos los que obran ante los ojos de los terceros". Agrega, después, que la misma regla
prescripta por el Código de Napoleón, art. 1384, ha sido aplicada con igual amplitud en Francia y Bélgica. Que
idéntica doctrina prevalece en Italia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, y ha sido incorporada a los códigos
más modernos, por lo general. (Anteproyecto de Reformas al Código Civil, ps. 67 y sigts.).
Que en lo que particularmente se refiere al Estado, considerado en su doble personalidad de derecho público
y privado, la doctrina se ha orientado cada vez más en el sentido de reconocer su responsabilidad
extracontractual por actos de sus funcionarios o empleados, realizados en el ejercicio de su función, cuando la
entidad ejerce un monopolio, un servicio público o una industria, y tan sólo diverge cuando se trata de actos de
"jure imperii", en que principalmente se ejercitan los atributos de la soberanía.
Que la disposición del art. 1112 del cód. civil correlacionada con la que le sigue del art. 1113, significa la
aceptación del principio de la responsabilidad del Estado, cuando concurren las condiciones anteriormente
indicadas, tanto por lo que se desprende de su texto mismo cuando porque, interpretada así, concuerda con la
doctrina expuesta por Aubry y Rau, citado por el Codificador en su nota al art. 1112 (Aubry y Rau, t. 4, p. 799,
párrafo 447; Laurent, t. 20, párrafos 593, 594 y 595). Y así se ha aplicado por esta Corte Suprema en un caso de
incendio producido por culpa de obreros del Estado, al hacerse la limpieza de una línea telegráfica, en el cual,
por haber ellos obrado en desempeño de sus tareas y bajo la dependencia del Gobierno, fue éste declarado
responsable del daño causado a un tercero (t. 169, p. 120. Concuerda con los de los ts. 124, p. 22; 145, p. 89, y
171, p. 142).
En su mérito y oído el procurador general, se dispone que la Provincia de Buenos Aires reintegre a la
Empresa del Ferrocarril Oeste la suma de $ 3.976.09 m|n., en el término de veinte días que dicha empresa pagó
a la reivindicante del terreno para recuperar la propiedad, con más los intereses legales desde la notificación de
la demanda. Las costas en el orden causado, atenta la naturaleza de las cuestiones de orden jurídico debatidas. --
Roberto Repetto. -- Antonio Sagarna. -- Luis Linares. -- Benito A. Nazar Anchorena.

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Voces:
DAÑOS Y PERJUICIOS ~ DEBERES DEL ESCRIBANO ~ DOMINIO ~ EMPLEO PUBLICO ~
ESCRIBANO ~ ESCRITURA PUBLICA ~ FACULTAD FEDATARIA ~ FALTA DE SERVICIO ~ FE
PUBLICA ~ FUNCION DEL ESCRIBANO ~ FUNCIONARIO PUBLICO ~ INMUEBLE ~ PERSONA
JURIDICA ~ REGISTRO DE LA PROPIEDAD INMUEBLE ~ RESPONSABILIDAD DEL ESCRIBANO ~
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO ~ RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL ~
RESPONSABILIDAD OBJETIVA ~ SUPERINTENDENCIA
Tribunal: Corte Suprema de Justicia de la Nación(CS)
Fecha: 18/12/1984
Partes: Vadell, Jorge F. c. Provincia de Buenos Aires
Publicado en: LA LEY1985-B, 3 - , Elementos de Derecho Administrativo - Director: Tomás Hutchinson -
Editorial LA LEY 2003 , 634 , con nota de Nicolás Eliaschev; DJ1985-2, 161 - Colección de Análisis
Jurisprudencial Elems. de Derecho Administrativo - Julio Rodolfo Comadira, 1139
Cita Online: AR/JUR/1824/1984
Hechos:
Se promovió acción de daños y perjuicios contra la Provincia de Buenos Aires, imputándole las
consecuencias dañosas del error cometido al informar sobre el estado de dominio de una finca. El Tribunal, en
instancia originaria, acogió parcialmente la demanda dictando condena contra el Estado local requerido.

Sumarios:
1 . Corresponde hacer lugar a la acción de daños deducida contra la provincia de Buenos Aires, en razón de que
por omisiones en que incurrió el Registro de la Propiedad, se atribuyó el dominio de un inmueble a quien en
realidad no le correspondía, otorgándose escrituras en perjuicio del actor. (La Corte considera que la
responsabilidad de la Provincia debe fijarse en un 70% de los daños pues además de las citadas omisiones del
Registro Inmobiliario, también concurrió a originarlo la irregular actuación de un escribano).
2 . El escribano, si bien como fedatario cumple una función por la investidura con la que el Estado lo somete a
su superintendencia (arts. 17, 35 y sigts. ley 12.990 -Adla, VII-302-), es evidente que no se presentan las notas
características de la relación de empleo público que permitan llegar a establecer la responsabilidad estatal por
las consecuencias de su desempeño.
3 . Al sancionarse el Código Civil no existía la separación entre la fe pública notarial y la judicial, que sólo se
opera con la vigencia de las leyes 1144 y 1893 (Adla, 1881-1888, 26; 200), que siguen la orientación
innovadora de la ley orgánica del notariado español de 1862.
4 . El art. 10 de la ley 12.990 (Adla, VII, 302), ha reconocido formalmente a los escribanos el carácter de
funcionarios públicos, como ocurría con las anteriores leyes 1144 y 1893 (Adla, 1881-1888, 26; 200), y se les
puede definir como profesionales del derecho afectados a una actividad privada, pero con atributos que en parte
lo equiparan a la gestión pública, cuyos actos, vinculados al comercio jurídico privado, dan fe de esas relaciones
privadas y no expresan la voluntad del Estado como éste normalmente la exterioriza, a través de sus órganos, sin
que altere lo expuesto la referencia contenida en la nota al art. 1112 del Cód. Civil que incorpora entre los
agentes públicos a los escribanos, procuradores y todos los empleados en la administración del Estado, toda vez
que no cabe afirmar que contenga una inequívoca mención de los escribanos de registro.
5 . Quien contrae la obligación de prestar un servicio lo debe realizar en condiciones adecuadas para llenar el fin
para el que ha sido establecido, siendo responsable de los perjuicios que causare su incumplimiento o su
irregular ejecución, principio que encuentra fundamento en la aplicación por vía subsidiaria del art. 1112 del
Cód. Civil y pone en juego la responsabilidad extracontractual del Estado en el ámbito del derecho público que
no requiere, como fundamento de derecho positivo, recurrir al art. 1113 del Cód. Civil (ADLA, XXVIII-B,
1799), al que han remitido desde antiguo, exclusiva o concurrentemente, sentencias anteriores de la Corte
Suprema en doctrina que sus actuales integrantes no comparten.
Texto Completo:
Buenos Aires, diciembre 18 de 1984.
Resulta: I - A fs. 40/45 la parte actora demanda a la Provincia de Buenos Aires para que se la condene a
pagar las sumas que se vea obligada a resarcir en favor de Miguel García Gómez en un juicio que éste le sigue,
originado en los hechos que pasa a relatar.
Dice que por escritura del 22 de junio de 1949 vendió al mencionado García Gómez el inmueble constituido
por la mitad N.O. de la manzana F, ubicado en la Ciudad de Necochea, chacra N° 164, y que había adquirido a
Elías Stly. Esas compraventas -sostiene- fueron efectuadas sobre la base de antecedentes de dominio nulos que

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comprometen la responsabilidad de la provincia.


Tales antecedentes dominiales demuestran que mediante escritura del 27 de diciembre de 1906 Gervasio
Abásolo compró la totalidad de la chacra 164 de la que comprendía numerosas manzanas, entre ellas, las
identificadas con las letras "E" y "F". Posteriormente, Abásolo vendió la mitad S.O. de la manzana "F" a J. N.
Méndez y Cía., la mitad restante N.E. a Juan Ayrolo y la mitad S. E. de la manzana "E" a José Koblitz. De tal
suerte, sólo quedó en su patrimonio la mitad N.O. de esta última.
El 17 de junio de 1914, Abásolo transfirió a su hermano Emiliano el remanente de la totalidad de la chacra
164. Al confeccionar la escritura pertinente, el escribano José Exertier excluyó de la operación la mitad S.O. de
la manzana "E" que atribuyó a Méndez sin advertir que lo adquirido por éste correspondía a la manzana "F" y
no consideró las ventas a Koblitz y Ayrolo, las que quedaron comprendidas en la transmisión.
Fallecido Emiliano Abásolo se enajenó por sus sucesores y en subasta, lo que se denomina la mitad N.O. de
la manzana "F" produciéndose nuevas irregularidades. En efecto, aquél no era propietario de esa fracción,
totalmente vendida por su antecesor Gervasio, pese a lo cual el Registro de la Propiedad informó adjudicándole
la plena titularidad del dominio.
No obstante estas circunstancias, el registro inmobiliario anotó el título de Emiliano Abásolo pese a mediar
las defectuosas menciones consignadas por el escribano Exertier y expidió luego un certificado de dominio en el
que informó que no tenía restricciones ni exclusiones para anotar luego su venta a Bilbao y Jaca. A partir de
estos errores se produjeron transmisiones paralelas superpuestas sobre una misma fracción lo que determinó una
serie de litigios entre los que menciona el seguido en su contra.
Por estos hechos responsabiliza a la demandada, ya sea por los errores registrales como por la conducta de
los escribanos intervinientes, a los que califica de funcionarios públicos dependientes del estado provincial.
II - A fs. 54/60 contesta la Provincia de Buenos Aires. Opone la excepción de falta de legitimación para
obrar y pide subsidiariamente el rechazo de la demanda.
Tras reseñar los antecedentes registrales descarta su responsabilidad, la que, en todo caso, sostiene que se
originaría en las menciones de las escrituras que crearon la superposición de inscripciones denunciadas.
Tampoco la reconoce en lo atinente a la actuación de los escribanos, a quienes niega el carácter de funcionarios
públicos recordando las diferentes doctrinas elaboradas acerca de la naturaleza de sus funciones. Pide, por
ultimo, la citación de los escribanos Exertier y Landó.
III - A fs. 69 se desestima la excepción planteada y a fs. 96 se rechaza la citación de terceros.
IV - A fs. 135/36 la actora hace saber que la sentencia dictada en el litigio seguido por García Gómez ha
sido favorable al actor lo que deja expedita esta acción aun cuando no exista monto líquido del resarcimiento a
que se lo condenó.
Considerando: 1° - Que el presente juicio es de la competencia originaria de esta Corte Suprema (arts. 100 y
101, Constitución).
2° - Que a los efectos de precisar los antecedentes dominiales que dan origen al pleito, es conveniente su
relación circunstanciada, la que, por lo demás, resulta suficientemente esclarecida en el dictamen pericial del
escribano Rubio. En el año 1906, Gervasio Abásolo adquirió la totalidad de la chacra 164, compuesta entre otras
de las manzanas "E" y "F" sobre las que se suscitarán las sucesivas controversias, y años después, entre 1910 y
1911, vendió las fracciones S. O. y N. E. en que se dividía la "F" a Méndez y Cía. y Ayrolo, y la S.E. -de las dos
que conformaban la "E"- a José Koblitz. Sólo quedó en su patrimonio, entonces, la individualizada como N.O.
de la manzana "E".
En 1914 Abásolo vendió a su hermano Emiliano lo que se indica como remanente de la chacra 164. Para
realizar esta operación el escribano José Exertier requirió del registro inmobiliario de la provincia el certificado
3869 que, según lo afirma el perito, informó que la totalidad de la chacra pertenecía al vendedor lo que
obviamente no correspondía a la realidad dominial toda vez que se habían producido las ventas ya reseñadas,
todas ellas inscriptas en el registro (ver posiciones de fs. 153/55, respuestas 1ª a 3ª; fs. 236/37, escritura a fs.
43/46 de los autos: "Verga de Cherbet c. García Gómez", agregados por cuerda). Por su parte el escribano
Exertier, cuyo conocimiento de esas transacciones se desprende de la escritura, excluyó de la venta la fracción
S. O. de la manzana "E" -inexistente, por lo demás- confundiéndola con la así denominada de la "F" que había
comprado Méndez. De tal manera mediante inscripción N° 94.545, serie B, del 28 de diciembre de 1914,
Emiliano Abásolo se convirtió en "dueño" de la paste S.O. de la manzana "F" ya vendida, sin observaciones de
parte del registro.
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3° - Que en 1924, la sucesión de Emiliano Abásolo enajenó, en subasta, a la firma Bilbao y Jaca lo que en la
escritura se identifica como sector N.O. de la manzana "F", lo que constituía una denominación incierta. Este
nuevo error notarial, esta vez del escribano Landó, originó la superposición de dominio sobre el ángulo oeste de
esa manzana (dividida como se sabe en fracciones S.O. y N.E.). Tal estructuración fue precedida de sucesivos
pedidos de certificación de dominio que gravitaron decisivamente en la suerte de los bienes. En efecto, el 12 de
julio de 1923 y mediante oficio que figura a fs. 207 de los autos sucesorios de Emiliano Abásolo, se indica que
"en cuanto a lo deslindado por la inscripción 94.545 B 14" (corresponde a la venta entre los Abásolo) "consta
con deducción de la quinta 6 chacra 136 por haber sido enajenado".
4° - Que esa respuesta evidencia que el registro, pese a contar con medios para informar sobre anteriores
transferencias -así lo prueban la mención antedicha del estado de la chacra 136 y las constancias que reconoce
en la absolución de posiciones-, ponían en cabeza de Emiliano Abásolo la titularidad de un bien que nunca le
había pertenecido totalmente. Este se reitera, según el perito, en otras piezas provenientes de esa repartición que
obran en el protocolo respectivo (certificado 39.676, del 31 de julio de 1924, y su ampliación bajo N° 48.632
del 22 de septiembre de ese año). Allí se comunica, por el primero, que la chacra 164 consta en su integridad a
nombre de Emiliano y por el segundo, emitido meses después, que ese dominio no se había modificado en sus
condiciones. De lo expuesto, surge la evidencia de que el registro ignoró la primitiva venta de Gervasio Abásolo
a Méndez que involucró el terreno que suscita el litigio y las posteriores de Emiliano atribuyéndole a éste la
plenitud de un dominio del que no fue titular. Cabe señalar también que la venta de Bilbao y Jaca se anotó sin
reservas pese a las incongruencias ya expuestas.
5° - Que las consideraciones precedentes demuestran la responsabilidad de la provincia toda vez que el
Registro de la Propiedad, al incurrir en las omisiones señaladas, cumplió de manera defectuosa las funciones
que le son propias y que atienden, sustancialmente, a otorgar un conocimiento cabal de las condiciones de
dominio de los inmuebles. En este sentido cabe recordar lo expresado en Fallos, t. 182; p. 5 (Rev. La Ley, t. 12,
p. 123, con nota de Alberto G. Spota), donde el tribunal sostuvo que "quien contrae la obligación de prestar un
servicio lo debe realizar en condiciones adecuadas para llenar el fin para el que ha sido establecido, siendo
responsable de los perjuicios que causare su incumplimiento o su irregular ejecución".
Esa idea objetiva de la falta de servicio encuentra fundamento en la aplicación por vía subsidiaria del art.
1112 del Cód. Civil que establece un régimen de responsabilidad "por los hechos y las omisiones de los
funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones, por no cumplir sino de una manera irregular las
obligaciones legales que les están impuestas".
6° - Que ello pone en juego la responsabilidad extracontractual del Estado en el ámbito del derecho público
que no requiere, como fundamento de derecho positivo, recurrir al art. 1113 del Cód. Civil al que han remitido
desde antiguo, exclusive o concurrentemente, sentencias anteriores de esta Corte en doctrina que sus actuales
integrantes no comparten (ver Fallos, t. 259, p. 261; t. 270, p. 404; t. 278,p. 224; t. 288, p. 362; t. 290, p. 71; t.
300, p. 867 -Rev. La Ley, t. 117, p. 842, fallo 11.664-S, t. 131, p. 518; t. 143, p. 576, fallo 26.678-S; Rep. La
Ley, t. XXXV, p. 237, sum. 141; t. XLI, A-I, p. 926, sum. 306-). En efecto no se trata de una responsabilidad
indirecta la que en el caso se compromete, toda vez que la actividad de los órganos o funcionarios del Estado
realizada para el desenvolvimiento de los fines de las entidades de las que dependen, ha de ser considerada
propia de éstas, que deben responder de modo principal y directo por sus consecuencias dañosas.
7° - Que no obstante, y a mérito de lo expuesto acerca de las actuaciones de los escribanos Exertier y Landó
debe establecerse si ambas fueron causa eficiente de los daños por las fallas en que incurrieron en la confección
de las respectivas escrituras al denominar equivocadamente las fracciones vendidas. Así parece respecto de
Exertier quien, conocedor de las ventas anteriores -ignoradas, como se dijo en los informes del registro- y del
plano de subdivisión tal como se desprende de fs. 686/90 de los autos sucesorios de Emiliano Abásolo, debió
excluir del denominado "remanente" la fracción S.O. de la manzana "F" que a raíz de su intervención fue
vendida dos veces originándose la superposición del dominio, pero no en lo que atañe a Landó. En efecto, éste,
que se guió por los antecedentes del registro y en particular por la situación registral respecto de aquella
fracción, cometió el error de autorizar el acto referente a la paste S.O. (inexistente) de la manzana "F", error
que, en la práctica y en lo que interesa, significó reducir la superposición ya existente aunque afectando la
propiedad de un tercero, lo que, aunque eventualmente podría comprometer su responsabilidad, no tiene
repercusión para la suerte de este litigio.
8° - Que la cuestión suscitada conduce a la necesidad de indagar si la actividad del escribano de registro
constituye una modalidad dentro de la categoría de los funcionarios públicos, con las consecuencias legales que
de ello derivan y que son las que cabe considerar o, por el contrario, el ejercicio de una profesión, bien que
dotada del atributo de la fe pública y sometida a una particular relación con el Estado que se manifiesta a través
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del acto de la investidura, el control y las facultades disciplinarias, pero que no participa "stricto sensu" de aquel
carácter.
9º - Que dificultan la solución del tema algunas disposiciones del Código Civil, como los arts. 979 incs. 1° y
2°, 997 y 1004 que contienen menciones no suficientemente explícitas acerca de quienes denomina escribanos o
funcionarios públicos, y también la referencia que hace el codificador en su nota al art. 1112, en la cual ubica a
aquéllos en esa última clasificación. No debe perderse de vista, por otra parte, que el art. 10 de la ley 12.990 ha
reconocido formalmente ere carácter siguiendo sus antecedentes, las leyes 1144 y 1893.
10 - Que, no obstante, la sujeción literal a la norma no basta para explicar la condición en examen, por lo
que resulta necesaria una exégesis sistemática del estatuto jurídico del notariado. En ere sentido, si bien no
caben dudas de que como fedatario cumple una función pública por la investidura con la que el Estado lo
somete a su superintendencia (arts. 17, 35 y sigtes., ley 12.990), es evidente que no se presentan las notas
características de la relación de empleo público que permitan responsabilizarlo por las consecuencias de su
desempeño. En efecto, no existe dependencia orgánica respecto de los poderes estatales cuyas plantas
funcionales no integra, no está sometido al régimen de jerarquía que le es propio ni se dan a su respecto otras
características de un vínculo permanente con la administración como puede serlo, en su medida, la
remuneración.
11 - Que en tales condiciones, se lo puede definir como un profesional del derecho afectado a una actividad
privada, pero con atributos que en parte lo equiparan a la gestión pública, cuyos actos, vinculados al comercio
jurídico privado, dan fe de esas relaciones privadas y no expresan la voluntad del Estado como éste
normalmente la exterioriza a través de sus órganos.
12 - Que la referencia contenida en la nota al art. 1112 del Cód. Civil que incorpora entre los agentes
públicos a "los escribanos, procuradores y todos los empleados en la administración del Estado" no altera lo
expuesto toda vez que no cabe afirmar que contenga una inequívoca mención de los escribanos de registro.
Contribuye a esta convicción la circunstancia de que al sancionarse el Código Civil, no existía la separación
entre la fe pública notarial y la judicial, que sólo se opera con la vigencia de las leyes 1144 y 1893, que siguen
la orientación innovadora de la ley orgánica del notariado español de 1862. De tal manera, la expresión -ubicada
en su preciso contexto temporal- no es suficientemente indicativa si se toma en cuenta que, aun en aquellas
normas, los escribanos de registro tenían su regulación junto a los escribanos secretarios -éstos sí
incuestionablemente funcionarios estatales- en el marco de las leyes destinadas a ordenar la organización de los
tribunales bajo la genérica definición de escribanos públicos (ley 1893, título XII, caps. I, II y III).
13 - Que por otra parte y aún de admitir que la función fedataria sea la más trascendente de las que realiza el
notario, no puede ignorarse que concurre con otras que no ostentan ese carácter y que son propias de su
condición de profesional independiente. Parece absurdo, entonces, que semejante dualidad se presente en quien
se pretende definir como funcionario público, como igualmente inaceptable que, necesariamente sometido como
tal a una típica subordinación disciplinaria, esta facultad del Estado pueda coexistir con el ejercicio de una
superintendencia a cargo de organismos corporativos como los que contempla la ley 12.990 (arts. 43 y
siguientes).
14 - Que, por último, cabe recordar que la Corte definió el particular status del escribano de registro
señalando que "la reglamentación a que puede someterse el ejercicio de las profesiones liberales, ofrece aspecto
esencial tratándose de los escribanos, porque la facultad que se les atribuye de dar fe a los actos y contratos que
celebren conforme a las leyes constituye una concesión del Estado acordada por la calidad de 'funcionario' o de
'oficial público' que corresponde a los escribanos de Registro" (Fallos, t. 235, p. 445, Rev. La Ley, t. 85, p. 605).
De estas conclusiones surge, reafirmada, la naturaleza atribuida a la actividad notarial sin que obste a ello la
caracterización de su vínculo con el Estado dentro de un régimen de concesión toda vez que éste no importa
adjudicar a sus beneficiarios el rango de funcionarios públicos que tampoco aparece nítidamente perfilado en el
párrafo transcripto a través, tan sólo, de las expresiones encomilladas que contiene.
15 - Que de acuerdo a lo expuesto corresponde ahora decidir sobre la participación que cupo a la provincia
demandada en la producción de los daños, que esta Corte estima en un 70 % ya que la trascendencia de la
conducta irregular del registro inmobiliario como causa de aquellos debe entenderse superior a la del escribano
Exertier. El reclamo del actor, que consiste en el reintegro de lo que se le condene a pagar en el juicio que le
siguió García Gómez, no se traduce aún en suma líquida toda vez que no se ha cumplido con la etapa de
ejecución de aquella sentencia y no media liquidación practicada. Deberá, entonces, diferirse la estimación
económica del perjuicio para su oportunidad.
Por ello, y lo dispuesto en los arts. 1112 y concs. del Cód. Civil, se decide: Hacer lugar parcialmente a la
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demanda seguida por Jorge F. Vadell contra la Provincia de Buenos Aires. Estése a lo establecido en el consid.
15 sobre la fijación del resarcimiento. Las costas se imponen en un 70% a cargo del estado provincial y un 30%
a la parte actora en atención al resultado del pleito (art. 71, Cód. Procesal). - Genaro R. Carrió. - José S.
Caballero. - Carlos S. Fayt. - Augusto C. Belluscio. - Enrique S. Petracchi.

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Voces:
Daños y perjuicios ~ Responsabilidad del Estado
Tribunal: Corte Suprema de Justicia de la NaciónCorte Sup.
Fecha: 24/11/2004
Partes: Cossio, Susana I. v. Policía Federal Argentina y otro
Cita Online: 35001233

Sumarios:
1 . Corresponde atribuir responsabilidad al Estado Nacional por la acción de uno de sus agentes mientras se
encontraba franco de servicio y sin desempeñar tarea específica vinculada con la función policial, mediante el
uso del arma entregada por la repartición.
Texto Completo:
DICTAMEN DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACIÓN.- Considerando: I. A fs. 179/184 (del
expediente principal, a los que me referiré en adelante, salvo cuando se indiquen otras actuaciones) la Cámara
Federal de Apelaciones de La Plata (sala 3ª), al revocar el pronunciamiento de la anterior instancia, desestimó la
demanda deducida por Susana I. Cossio de Garrido, por sí y en representación de su hijo menor Miguel N.
Garrido, contra el Estado Nacional, a fin de obtener la indemnización de los daños y perjuicios causados por el
disparo de un arma de fuego que realizó un agente de la Policía Federal Argentina, a raíz del cual su cónyuge
-Miguel Á. Garrido- y padre del menor perdió la vida.

Para así decidir entendieron sus integrantes que la cuestión radica en determinar si cabe atribuir
responsabilidad al Estado Nacional por la acción de uno de sus agentes mientras se encontraba franco de
servicio y sin desempeñar tarea específica vinculada con la función policial, mediante el uso del arma entregada
por la repartición.

Así planteado el caso, consideraron que no cabe atribuir responsabilidad alguna al Estado, toda vez que el
homicidio obedeció a razones subjetivas del autor y fuera del ejercicio del cargo. En tal sentido, sostuvieron que
no se encuentra configurado el presupuesto de imputación de responsabilidad al Estado a causa del hecho
dañoso del dependiente suyo, sino un antecedente fáctico atribuible al proceder propio del causante del daño,
pues el autor del ilícito, aunque gozaba de estado policial (art. 3 Ver Texto ley 21965 [1]), cometió el hecho al
margen del ejercicio de sus funciones (arts. 43 Ver Texto y 1112 Ver Texto CCiv.).

Puntualizaron que el Estado resulta, de ese modo, ajeno a toda responsabilidad derivada del hecho criminal
por falta del nexo causal adecuado entre el ilícito y las funciones o tareas del dependiente. Además, dijeron, el
hecho de que el Estado entregue el arma y la obligación del agente de portarla en forma permanente no lo hacen
responsable por el actuar de su dependiente, toda vez que las circunstancias que rodearon el hecho y la
precedieron no configuran de suyo una traslación, expansión o desenvolvimiento de actividades del principal,
máxime cuando dicho uso se desliga de los fines de entrega y custodia del arma reglamentaria, que son los de su
empleo en actos de servicio. Es decir, que el Estado entrega las armas a los agentes de seguridad para ser
utilizados como elementos disuasorios o defensivos en ocasión de la prevención y lucha contra el delito, mas no
para facilitar o dar ocasión a que sus agentes cometan delitos al margen de esas situaciones.

Resaltaron que la portación y el uso del arma de fuego si bien es un "derecho" del personal en actividad que
se infiere del "estado policial" (art. 10 Ver Texto inc. c ley 21965), no es una "obligación" que implique llevarla
consigo en todo momento. Expresan que ello es así, porque la portación "permanente" del arma reglamentaria
no surge expresamente de la ley 21965 Ver Texto ni del decreto 1866/1983 Ver Texto . En efecto, aclararon que si
bien ambos regímenes tienen disposiciones que aluden a la "permanencia", en rigor, se refieren a la orden de
servicio que no puede alterarse ("se cumple en todo tiempo y lugar", arts. 6 Ver Texto in fine ley 21965 y 207 Ver
Texto decreto 1866/1983), al personal en actividad ("el cuadro permanente", art. 4 Ver Texto in fine ley 21965) o
al modo de ejercer la función ("atender con carácter exclusivo y permanente", art. 9 Ver Texto inc. h ley 21965).

Agregaron que, aun sin menoscabo de lo expuesto, si bien la "portación permanente" está incluida en el
"uso" que la ley y la reglamentación establecen (art. 11 Ver Texto inc. h ley 21965), tal permanencia de uso tiene
sentido únicamente en oportunidad de la función; de otra forma no encuentra justificativo que se califique como
falta grave al "uso indebido de armamento" (art. 535 Ver Texto inc. t decreto 1866/1983) o, con sentido similar, a
la pauta amplia de falta grave que establece el art. 536 Ver Texto .

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II. Disconforme con tal pronunciamiento, la defensora pública oficial, en representación del menor Miguel
N. Garrido, interpuso el recurso extraordinario de fs. 187/191 que, denegado, da origen a la queja que corre a fs.
34/41 (del cuadernillo de queja). A fs. 48/53 (del mismo cuadernillo) el defensor público oficial ante la Cámara
Nacional de Casación Penal, subrogante ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, asume la
representación promiscua del menor y se adhiere al recurso de la defensora.

Sostienen que la decisión es arbitraria y que existe cuestión federal, toda vez que se ha apartado de los
hechos de la causa y del derecho aplicable al sub lite.

Alegan que el a quo, sobre la base de una mera afirmación dogmática -la de que el autor del ilícito no
cumplía funciones policiales en el momento del hecho- omitió valorar extremos conducentes que habrían
incidido en el resultado final del pleito, en tanto prescindió de que el daño fue provocado por el empleo del
arma reglamentaria que proveyó el Estado, la cual, según las disposiciones de la ley 21965 Ver Texto y del
decreto 1866/1983 Ver Texto , los funcionarios policiales deben portar en forma permanente, aun cuando no estén
en servicio. Aducen también que de no haber existido la entrega del arma, por su carácter de policía, no se
hubiese producido la muerte del padre del menor.

Por otra parte, consideran que se ha omitido valorar la personalidad del funcionario policial, el cual carecía
del temperamento necesario para portar un arma, pues, como surge de las constancias de la causa, quedó
acreditado que no existió motivo alguno para que disparara contra las personas que se hallaban en el lugar, a
raíz de que el Estado le dio su guarda y la posibilidad de emplearla.

III. A mi modo de ver, el recurso es formalmente admisible pues, pese a que los apelantes sostienen la
arbitrariedad de aquel pronunciamiento, en rigor, cuestionan la inteligencia asignada por el a quo a normas de
carácter federal -como las contenidas en la ley 21965 Ver Texto y en el decreto 1866/1983 Ver Texto - y lo decidido
por el superior tribunal de la causa fue adverso al derecho que la parte sustentó en ellas (inc. 3 del art. 14 Ver
Texto ley 48 [2]) (Fallos 319:1060 Ver Texto [3] y 3040 Ver Texto [4]).

Al respecto es preciso destacar que en la tarea de esclarecer la inteligencia de normas de carácter federal la
Corte no está limitada por las posiciones de la Cámara ni de las partes, sino que le incumbe realizar una
declaratoria sobre el punto disputado, según la interpretación que rectamente le otorgue (Fallos 307:1457 Ver
Texto [5]; 317:779 Ver Texto [6]; 323:3160 y 3229, entre otros).

IV. La circunstancia de que al momento de cometer el hecho el agente no estuviera en cumplimiento de


funciones, extremo en que el a quo sustenta su sentencia, a mi juicio, no resulta suficiente para excluir la
responsabilidad del Estado. En efecto, V.E. ha sostenido en numerosos casos análogos al sub lite que "si bien el
acto imputado no fue realizado dentro de los límites específicos de las función propia del cargo, no hay duda
que encontró fundamento en aquélla, toda vez que sólo fue posible en la medida en que derivó de sus
exigencias". Es preciso reconocer, se dijo, que "la función guardó conexidad con el hecho producido al que
contribuyó, asimismo, la irreflexiva actitud del codemandado que debe valorarse, con relación a la aquí tratada
responsabilidad del Estado, con fundamento en la doctrina del tribunal en Fallos 190:312 Ver Texto" (Fallos
317:728 Ver Texto [7], con cita de Fallos 300:639 Ver Texto ). En suma, basta con que la función desempeñada
haya dado la ocasión para cometer el acto dañoso para que surja la responsabilidad del Estado, pues es obvio
que el hecho no se habría producido de no haberse suministrado al agente el arma en cuestión.

En tal sentido, estimo que las conclusiones del a quo prescinden de la racional comprensión del ejercicio de
la policía de seguridad y de las propias normas que cita, pues su armónica inteligencia me lleva al
convencimiento de que el Estado es responsable por el hecho dañoso aun cuando el autor se encontrara en
franco de servicio, toda vez que aquél fue consecuencia directa del uso del arma que el primero provee a sus
agentes, quienes, legalmente, están obligados a portar.

Estimo que ello es así, porque el art. 8 Ver Texto ley 21965 para el personal de la Policía Federal Argentina
establece que el estado policial "supone los siguientes deberes comunes al personal en actividad o retiro: a)
adecuar su conducta pública y privada a normas éticas, acordes con el estado policial; c) defender, conservar y
acrecentar el honor y el prestigio de la Policía Federal; d) defender contra las vías de hecho, la vida, la libertad y
la propiedad de las personas, aun a riesgo de su vida e integridad personal"; el art. 9 Ver Texto inc. a agrega que
tal estado impone como obligación esencial del personal en actividad "mantener el orden público, preservar la
seguridad pública, prevenir y reprimir toda infracción legal de su competencia, aun en forma coercitiva y con
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riesgo de vida" (Fallos 321:1776 Ver Texto ); y el inc. h, "atender con carácter exclusivo y permanente el ejercicio
de la función policial". Para el ejercicio del estado policial -que implica el cumplimiento, entre otros, de los
deberes y de las obligaciones antes transcriptas- el art. 10 Ver Texto asigna al personal en actividad el derecho al
"uso de armas propias del grado" (conf. inc. c).

Cabe recordar que V.E. ha sentado criterios rectores sobre la interpretación de las leyes, a cuyo fin ha dicho
que la primera fuente de inteligencia de la ley es su letra, aunque "la misión judicial no se agota con ello, ya que
los jueces, en cuanto servidores del derecho para la realización de la justicia, no pueden prescindir de la
intención del legislador y del espíritu de la norma; todo esto, a su vez, de manera que las conclusiones
armonicen con el ordenamiento jurídico restante y con los principios y garantías de la Constitución Nacional"
(Fallos 312:2382). Para tal tarea también tiene dicho la Corte que la exposición de motivos de las normas
constituye un valioso criterio interpretativo acerca de la intención de sus autores (conf. Fallos 318:1894 Ver Texto
[8] y sus citas).

En tal sentido, la exposición de motivos de la ley citada, al analizar el título I -"Estado policial"-, aclara que
se distinguen "...los deberes y la obligaciones, entendiendo que aquéllos son indivisibles respecto de la
personalidad del policía, penetrando en el ámbito de su moral como irrenunciables e indelegables. Son comunes
para el personal en actividad o retiro. Las obligaciones, por el contrario hacen más a la prestación del servicio
como cumplimiento de una prescripción reglamentaria preestablecida, en el orden práctico y no son comunes
para el personal en actividad o en retiro, existiendo en consecuencia limitaciones o extensiones que las
diferencian. En lo concerniente a los deberes, en el art. 8 Ver Texto se establecen mandamientos para la profesión
policial, en cuanto a su relación con la defensa de la sociedad, la institución y el honor policial" (ver nota al
Poder Ejecutivo acompañando el proyecto de ley 21965 Ver Texto en "Anales de legislación argentina", t.
XXXIX-B, en especial, p. 1164).

De lo expuesto surge, en mi concepto, que el estado policial implica el deber de velar adecuadamente por la
integridad física de los miembros de la sociedad y la preservación de sus bienes y que dicho deber es -como lo
indica la exposición de motivos- indivisible respecto de la personalidad del policía. Como consecuencia natural
de ello, la ley autoriza a los funcionarios a usar el arma reglamentaria para prevenir el delito. Sobre tales bases,
cabe concluir que el personal policial, quien por imperativo legal debe defender, aun cuando vistiera de civil y
se encontrara franco de servicio, las personas y los bienes de los integrantes de la sociedad, está obligado a
portar el arma en todo tiempo y lugar, pues tal conclusión está fundada en el estado policial permanente dado
por su condición de policía de seguridad. En ese orden de ideas, V.E. ha entendido que si los agentes están
obligados a actuar en cualquier momento a fin de prevenir la comisión de delitos que pongan en peligro la
seguridad de la población y, en su consecuencia, a portar el arma -más allá, agrego, de que tal "portación" haya
sido regulada como un "derecho" o una "obligación"-, resulta lógico admitir que los perjuicios que de ello
deriven sean soportados por la colectividad en general y no sólo por los damnificados. Si la protección pública
genera riesgos, lo más justo es que esos riesgos sean soportados por quienes se benefician con ella (Fallos
317:1006 Ver Texto [9]).

Lo antedicho, a mi juicio, hace aplicable la doctrina de la Corte expuesta, entre otros, en Fallos 322:2002 Ver
Texto , en el sentido de que "el ejercicio del poder de policía de seguridad estatal impone a sus agentes la
preparación técnica y psíquica adecuada para preservar racionalmente la integridad física de los miembros de la
sociedad y sus bienes (arts. 512 Ver Texto y 902 Ver Texto CCiv.)", con cita de Fallos 315:2330 Ver Texto (10) y
318:1715 Ver Texto (11). Ello es así, pues ningún deber es más primario y sustancial para el Estado que el de
cuidar de la vida y de la seguridad de los gobernados; y si para llenar esas funciones se ha valido de agentes o
elementos que resultan de una peligrosidad o ineptitud manifiestas, las consecuencias de la mala elección, sea o
no excusable, deben recaer sobre la entidad pública que la ha realizado (Fallos 190:312 Ver Texto; 317:728 Ver
Texto y 318:1715 Ver Texto ).

Un comportamiento como el aquí evidenciado pone en crisis ese deber primario de los agentes policiales,
pues desampara a los ciudadanos frente al abuso de poder que, a mi juicio, omitió considerar la sentencia
apelada. En efecto, el a quo sostiene que la responsabilidad sólo es atribuible a título personal al autor del daño
y no es imputable al Estado, pues éste entrega las armas a los agentes de seguridad para ser utilizadas como
elementos disuasorios o defensivos en ocasión de la prevención y lucha contra el delito, mas no para facilitar o
dar ocasión a que sus agentes cometan delitos al margen de esas situaciones.

En mi opinión, no sólo tal aserto desatiende la racional comprensión del estado policial, sino que además

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resulta írrita la limitación de responsabilidad del Estado por aplicación de un criterio de imputación que no se
ajusta a los principios generales sobre la materia desarrollados en la jurisprudencia del tribunal a partir de 1984
in re "Vadell, Jorge F. v. Provincia de Buenos Aires" (Fallos 306:2030 Ver Texto [12]), donde se adoptó el
criterio orgánico de imputación de conductas del Estado, a la vez que se dejaron de lado, expresamente, los
fundamentos civilistas de su responsabilidad extracontractual.

Al respecto no es ocioso recordar mi dictamen en la causa D.583, L.XXVIII, "Dresdner Foraitierungs


Aktiengesellschaft v. Provincia de San Luis s/cobro de sumas de dinero", del 6/10/1999, donde me referí a los
mecanismos de imputación -al Estado- de los actos, hechos u omisiones de sus funcionarios a efectos de atribuir
la responsabilidad por los daños que de ellos deriven a los administrados, tema cuyo tratamiento ha sufrido una
evolución en la doctrina y en la jurisprudencia.

Allí expuse que el Estado, al igual que todas las personas jurídicas, necesita de la actuación de personas
físicas que tienen la función de hacer querer y actuar al ente ideal. De ahí que el primer problema a resolver es
el modo en que dicha actuación se imputa al Estado. El Derecho ha dado diferentes respuestas a la cuestión,
desde las primeras, basadas en principios propios del derecho civil, como la teoría del mandato y de la
representación legal, en la que se equiparaba a las personas jurídicas con los incapaces absolutos de hecho.

Hoy se ha consagrado el tipo de imputación "orgánica", que ha desplazado a la anterior noción de


"representación legal". El paso de una figura a otra se debió, por una parte, a la elaboración -por la doctrina
alemana- de la teoría del órgano, como instrumento que habilita de capacidad de obrar a la persona jurídica; y
por otra, a la necesidad de dotar de mayor seguridad jurídica a los terceros que se relacionan con el sujeto
inmaterial.

Giannini enseña que la imputación al Estado de su responsabilidad extracontractual proviene de la noción de


órgano, la cual "...fue introducida en sustitución de la noción de `representante legal', que era la que se utilizaba
precedentemente; ello sucedió por dos razones: la primera derivó de una exigencia práctica, y fue la más
importante, se constataba que, atribuyendo a la persona física titular del oficio de la persona jurídica la calidad
de representante, el que entraba en relación jurídica con la persona jurídica podía encontrarse en situación de
menor tutela de su propia situación subjetiva: del error, de la negligencia grave, del `exceso del mandato' podía
derivarse que el ente no respondiera y, entonces, el particular quedaba sin resarcimiento. Se quiere, por tanto, a
través del concepto de órgano, obtener el resultado consistente en atribuir a la persona jurídica todo tipo de
comportamiento del oficio, de modo que el ente respondiese en todo caso frente al particular (...) el derecho
positivo, por razones de seguridad de las relaciones intersubjetivas, casi siempre le atribuye a la persona jurídica
el riesgo derivado del comportamiento del propio funcionario infiel y, por tanto, se crea una carga de
responsabilidad o corresponsabilidad; se trata, sin embargo, siempre de institutos positivos que deben ser
analizados caso por caso" (Giannini, Massimo S., "Derecho Administrativo", vol. I, 1991, Ed. Ministerio para
las Administraciones Públicas, Madrid, ps. 159 y 162, trad. de Ortega, Luis).

Sobre la base de tales principios, estimo que mal puede pretenderse diferenciar la persona física de la del
ente estatal e interpretar de ese modo que el perjuicio ocasionado a los particulares quede indemne. Lo dicho,
claro está, no empece a que la Administración adopte las medidas correctivas internas y judiciales contra el
deficiente actuar de sus agentes.

V. Por las razones expuestas, opino que corresponde hacer lugar a los recursos de queja deducidos por los
defensores oficiales y revocar la sentencia de fs. 179/184 en cuanto fueron materia de recurso extraordinario.-
Nicolás E. Becerra.

Buenos Aires, noviembre 24 de 2004.- Considerando: Que esta Corte comparte y hace suyos los
fundamentos del dictamen del procurador general obrante a fs. 55/58 del expediente C.1477.XXXVI, a los que
cabe remitirse en razón de brevedad.

Por ello, se hace lugar a las quejas, se declaran procedentes los recursos extraordinarios y se deja sin efecto
la sentencia. Con costas. Vuelvan los autos al tribunal de origen a fin de que, por quien corresponda, se dicte un
nuevo pronunciamiento con arreglo al presente. Notifíquese, agréguense las quejas al principal y remítanse.-
Enrique S. Petracchi.- Augusto C. Belluscio.- Eugenio R. Zaffaroni.- Mario O. Boldu.- Gabriel B. Chausovsky.
En disidencia: Carlos S. Fayt.- Antonio Boggiano.- Juan C. Maqueda.- Elena I. Highton de Nolasco.

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DISIDENCIA DE LOS DRES. FAYT, BOGGIANO, MAQUEDA Y HIGHTON DE NOLASCO.-


Considerando: Que los recursos extraordinarios cuya denegación dio origen a las quejas en examen son
inadmisibles (art. 280 Ver Texto CPCCN. [13]).

Por ello, se desestiman las quejas. Notifíquese y, previa devolución de los autos principales, archívense.

NOTAS:

(1) LA 1979-A-42 - (2) ALJA 1853-1958-1-14 - (3) JA 2000-I, síntesis Ver Texto - (4) LA 1997-IV-329 - (5)
JA 1986-III-101 Ver Texto - (6) JA 1994-IV-47 Ver Texto - (7) JA 1997-II, síntesis Ver Texto - (8) JA
1995-IV-251 Ver Texto - (9) JA 1997-III, síntesis Ver Texto - (10) JA 1992-IV-630 Ver Texto - (11) JA 1997-II,
síntesis Ver Texto - (12) JA 1986-I-213 Ver Texto - (13) t.o. 1981, LA 1981-B-1472.

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Voces:
Poder de policía ~ En particular ~ Comercial y de abastecimiento
Tribunal: Corte Suprema de Justicia de la NaciónCorte Sup.
Fecha: 14/05/1987
Partes: Motor Once S.A.C.I. v. Municipalidad de Buenos Aires.
Publicado en: JA 1987-IV-532;
Cita Online: 04_310v1t144

Sumarios:
1 . Ref.: Municipalidad de Buenos Aires. Poder de policía. Constitución Nacional. Código de Edificación de la
Municipalidad de Buenos Aires. Nafta. Procede el recurso extraordinario, si el apelante tacha de
inconstitucionales la prevención C - 9 del art. 4.12.2.0 del Código de Edificación de la Municipalidad de
Buenos Aires y el acto que fundado en esa norma determinó la clausura de la venta de nafta en su comercio, por
resultar lesivos de las garantías consagradas en los arts. 14 , 16 , 17, 18, 28 , 31 y 33 de la Constitución
Nacional, y la resolución ha sido en favor de la validez de las normas locales.
2 . Ref.: Poder de policía. Razonabilidad. Nafta. Es razonable que, en salvaguarda de la seguridad e integridad
de los habitantes de la comuna, la autoridad municipal haya dispuesto la aplicación de la prevención C - 9, que
no permite destinar a vivienda locales situados en los pisos altos de las estaciones de servicio, por el riesgo de
deflagración permanente que genera la existencia de grandes cantidades de productos inflamables, además de
las consiguientes molestias, pues ello es lo que mejor consulta el interés general, cuya satisfacción es el objetivo
primordial de la labor de los gobernantes.
3 . Ref.: Reglamentación de los derechos. Municipalidad de Buenos Aires. Poder de policía. Nafta. Libertad de
comercio. La prevención C - 9 de la Municipalidad de Buenos Aires, que no permite destinar a viviendas locales
situados en los pisos altos de las estaciones de servicio, no viola la garantía consagrada en el art. 14 de la
Constitución Nacional, que establece el derecho a ejercer toda industria lícita, porque no existen derechos
absolutos y la limitación reglamentaria de estos surge como una necesidad de la convivencia social, encontrando
su límite en el art. 28 de la Constitución Nacional .
4 . Ref.: Igualdad. Municipalidad de Buenos Aires. Poder de policía. Nafta. La aplicación a una estación de
servicio, de la prevención C - 9 de la Municipalidad de Buenos Aires, que no permite destinar a vivienda locales
situados en los pisos altos, no vulnera la garantía de la igualdad por el hecho de existir otras estaciones de
servicio en funcionamiento, pues si se trata de establecimientos alcanzados por dicha prevención, ello implica
que se encuentran en infracción, y la ilegalidad en que se hallan no puede justificar el apartamiento de la norma
en el caso del demandante, ya que el agravio se configura si la desigualdad emana del texto mismo de la
disposición legal y no de la interpretación que le haya dado la autoridad encargada de hacerla cumplir.
5 . Ref.: Igualdad. El principio de igualdad no obsta a que el legislador contemple en forma distinta situaciones
que considera diferentes, con tal de que la discriminación no sea arbitraria ni importe ilegítima persecución o
indebido privilegio de personas o grupo de ellas, aunque su fundamento sea opinable.
6 . Ref.: Constitución Nacional. Derecho de propiedad. Actos administrativos. Si la autorización para construir
una estación de servicio y la habilitación para explotarla, constituyó una autorización propiamente dicha, es
decir, una decisión administrativa que acredita el cumplimiento de determinadas exigencias reglamentarias y
posibilita el ejercicio del derecho cuyo goce preexiste, a partir de ese momento el autorizado se convirtió en
titular de un derecho subjetivo público que se incorporó a su patrimonio y que no pudo ser suprimido por una
norma posterior sin agravio al derecho de propiedad consagrado en el art. 17 de la Constitución Nacional.
7 . Ref.: Constitución Nacional. Derecho de propiedad. Actos administrativos. Municipalidad de Buenos Aires.
Autorización administrativa. Nafta. Media un supuesto de responsabilidad por acto lícito del Estado, del cual
deriva la obligación de reparar, si la aplicación de la prevención C - 9 de la Municipalidad de Buenos Aires, que
no permite destinar a vivienda locales situados en los pisos altos de las estaciones de servicio, privó de un
derecho subjetivo público incorporado a su patrimonio a quien se encontraba autorizado para construir una
estación de servicio y habilitado para explotarla.
Texto Completo:
DICTAMEN DEL PROCURADOR GENERAL
Suprema Corte:
La actora, Motor Once S.A. inició demanda contra la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires por
nulidad del acto que había dispuesto el cese de expendio de combustible en el negocio que explotaba,
impugnando la norma en que se sustentaba, vale decir, la prevención C-9 contenida en el Código de la
Edificación, por la que se prohíbe el funcionamiento de estaciones de servicio, en lo que hace a la venta de
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combustibles, si están instaladas en inmuebles en cuyos pisos superiores existen unidades de vivienda.
Rechazada la demanda en primera instancia, apeló el pronunciamiento, lo cual dio motivo a la sentencia de
la Cámara de Apelaciones en lo Civil, Sala D, obrante a fs. 778/779 de los autos principales agregados por
cuerda, por la que se confirmó el pronunciamiento del inferior. En lo sustancial, el fundamento de la resolución
del a quo reside en que la actora no ha demostrado la imposibilidad de que la empresa adapte las instalaciones a
los requisitos solicitados por la Municipalidad, o que éstos fueren tan gravosos que impidan continuar con la
explotación del negocio; agregando que de la pericia rendida en autos por el experto en combustibles se
desprende que existen riesgos normales debido al expendio de nafta y combustibles, circunstancia que es clave
para desechar el planteo de nulidad de lo actuado en sede administrativa, por cuanto dicho riesgo es causa
suficiente para motivar la oportunidad y legalidad de la norma que prohíbe la venta de los carburantes en las
condiciones reseñadas; dado que el fundamento de la prohibición reside "en la seguridad a la que tienen derecho
todos los porteños con prioridad a toda ganancia o rédito del concesionario" (fs. 778 vta.).
Contra este pronunciamiento se alzó la perdidosa entablando recurso extraordinario a fs. 782/793, el que
denegado por la segunda instancia, motivó la presente queja.
Sostiene la apelante que el fallo es arbitrario por cuanto, fundamentalmente, las razones de seguridad que
aduce la Comuna para fundar la prohibición fueron impugnadas por su parte por irrazonables e ilegítimas, sin
que exista prueba que las avalen y, por el contrario, la pericia rendida en autos a fs. 551/553 es lapidaria en
cuanto a la demostración de la irrazonabilidad de la prevención C-9, en su aplicación al caso de autos. Añade
asimismo la recurrente, que el fallo resulta descalificable por cuanto ha omitido toda consideración sobre la
indemnización patrimonial que reclamó originariamente en la demanda y fue motivo de agravios en segunda
instancia.
Por otro lado, plantea también en autos la inconstitucionalidad de la norma que establece la citada
prevención C-9, con argumentos similares a los ya expuestos, pues basa su pretensión en la inexistencia de las
mentadas razones de seguridad y en la irrazonabilidad de la prohibición del expendio de combustibles, habida
cuenta que las instalaciones de que dispone la actora no arrojan ningún riesgo para los habitantes de los pisos
superiores, en el supuesto que se produzcan explosiones en la estación de servicio.
Pienso que, al contrario de lo que se afirma en la presentación en análisis, la resolución impugnada cuenta al
respecto con suficiente sustento en las circunstancias de hecho y prueba de las que hace mérito, lo que la coloca
a resguardo de la imputación de arbitrariedad que formula la parte actora. En efecto, reiteradamente se ha
establecido que la doctrina de la arbitrariedad no tiene por objeto convertir a la Corte en un tribunal de tercera
instancia ordinaria ni corregir fallos equivocados o que se reputen tales, sino que atiende a cubrir casos de
carácter excepcional en los que, deficiencias lógicas del razonamiento o una total ausencia de fundamento
normativo, impidan considerar el pronunciamiento de los jueces ordinarios como la "sentencia fundada en ley" a
que hacen referencia los arts. 17 Ver Texto y 18 de la Constitución Nacional (conf. causa: "Delgado Báez A.
c/S.I.P.A. y otro", fallada el 26-3-85, entre muchas otras).
La actora, que planteó la nulidad de la medida de policía que la afectó, basada en la irrazonabilidad de la
norma que sirvió de sustento al acto, no sólo por el principio de distribución de las cargas probatorias en materia
procesal sino también, básicamente, debido a la presunción de legalidad de que están investidos los actos
administrativos (Art. 12 Ver Texto de la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos 19549, aplicable en el
ámbito municipal según ley 20261 Ver Texto ), estaba obligada a demostrar acabadamente la falta de
razonabilidad y, por ende, inconstitucionalidad de la ordenanza que había impugnado. Estimo que tal carga no
aparece satisfecha en los autos. Ello así, por cuanto la pericia del ingeniero industrial que obra a fs. 549/552 no
pone de resalto irrefragablemente, como era menester, la ausencia de razones de seguridad que llevan a prohibir
el expendio de combustible en la estación de servicio que explotaba la demandante. Así, cuando la actora
propone al perito que explique las causas por las cuales la deflagración de la onda expansiva se realiza por
propagación horizontal y hacia el exterior y no en forma vertical, éste contesta que las ondas expansivas se
propagan en todo sentido, siendo éstas influenciadas por el recipiente en el cual se encuentra la mezcla
explosiva, no descartando por ende que hubiera una propagación de modo vertical. Del mismo modo, al
solicitarle que se expida acerca de las características de construcción de la estación de servicio indicando que en
el supuesto de una explosión no existiría riesgo para las personas y objetos que se encontraren en el ámbito
donde se expenden naftas y combustibles, respondió que en el caso de una explosión tendría que considerar qué
es lo que explota; añadiendo que toda explosión implica un riesgo para las personas que están en las cercanías,
sin explicitar si ese concepto debe interpretarse en su dimensión horizontal y no vertical. Asimismo, al
expedirse acerca del grado de riesgo que arroja la ubicación en que se encuentran instalados los tanques de
combustible, sostuvo que en el caso de autos los tanques están enterrados, desconociendo antecedentes de
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explosiones de este tipo. No obstante, en el oficio de informes contestado por la Secretaría de Energía del
Ministerio de Obras Públicas de la Nación, que obra a fs. 553/554, se hace mención a siniestros ocurridos en
estaciones de servicio, los cuales dieron origen a un exhaustivo estudio por parte del órgano, juntamente con
otras autoridades nacionales y municipales, con el objeto de implementar medidas de seguridad en estaciones de
servicio y demás bocas de expendio de combustibles, trabajos que culminaron con el dictado del decreto
2407/83; del que cabe destacar, a los efectos que vengo sosteniendo, el art. 28.1 de la reglamentación aprobada
por el mismo (ver fs. 547) según la cual "queda prohibido la construcción de viviendas u oficinas por encima del
entrepiso sobre el nivel de planta baja en estaciones de servicio y demás bocas de expendio". En consecuencia,
frente a las probanzas arrimadas a estos autos y desde la perspectiva que arrojan los fallos de este Tribunal
referidos a la doctrina de la arbitrariedad, entiendo que el pronunciamiento atacado no es pasible de tal tacha
pues, aunque escuetos, sirven para sustentarlo los razonamientos del a quo en torno a las razones de seguridad
que ameritan la prevención C-9 relativa a las estaciones de servicio, contenida en Código de la Edificación, y
que ha sido materia de ataque de la accionante.
En lo que respecta al planteo de inconstitucionalidad de la norma en cuestión, no suficientemente
desarrollado a mi juicio en el recurso, cabe remitirse a las mismas reflexiones que ya expusiera ut supra, dado
que los fundamentos de la apelante por los que considera írrita la regla frente a las prescripciones de la
Constitución Nacional, fincan en la ausencia de razones de seguridad que lleven a la prohibición del expendio
de combustibles en la estación de servicio.
Por otra parte, tampoco estimo que se encuentre vulnerada la garantía de la igualdad, por el hecho de existir
otras estaciones de servicio en funcionamiento, pues si se trata de establecimientos alcanzados por la prevención
C-9 ello implica que se encuentran en infracción y la ilegalidad en que éstos se encuentran no puede justificar el
apartamiento de la norma en el caso de la demandante, pues el agravio se configura si la desigualdad emana del
texto mismo de la norma y no de la interpretación que le haya dado la autoridad encargada de hacerla cumplir
(Fallos: 297:480 Ver Texto ; 300:65; 302:315).
Por otro lado, si los demás establecimientos que expenden combustibles no encuadran en los supuestos de
hecho que prescribe la regla, dado que los pisos superiores se utilizan con un destino distinto al de vivienda, ello
no justifica el agravio de la apelante, aunque alegue que se suscitan riesgos similares, puesto que se trata de
situaciones disímiles y el principio de igualdad no obsta a que el legislador contemple en forma distinta
situaciones que considera diferentes, con tal que la discriminación no sea arbitraria ni importe ilegítima
persecución o indebido privilegio de personas o grupos de ellas -casos que no se observan en autos-, aunque su
fundamento sea opinable (Fallos: 299:146, 181; 300:1049, 1087; 301:1185; 302:192 Ver Texto , 457).
Con lo que llevo expuesto, la ausencia de tratamiento por parte del fallo impugnado de las indemnizaciones
requeridas por la actora, carece de trascendencia como para determinar la descalificación del pronunciamiento,
toda vez que no acreditada la nulidad de la prohibición de vender combustibles, resulta carente de virtualidad la
referencia a toda reparación, puesto que la acción no ha sido entablada en demanda de un resarcimiento por acto
lícito de la administración municipal.
Por las razones expuestas, estimo que corresponde desestimar la presente queja. Buenos Aires, 23 de febrero
de 1987. Juan Octavio Gauna.
FALLO DE LA CORTE SUPREMA
Buenos Aires, 14 de mayo de 1987.
Vistos los autos: "Recurso de hecho deducido por la actora en la causa Motor Once S.A.C. e I.
c/Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires", para decidir sobre su procedencia.
Considerando:
1º) Que contra la sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil (fs. 778 de los autos
principales), confirmatoria de la dictada en primera instancia, que rechazó la demanda interpuesta por la actora
tendiente a que se declarara la nulidad del acto por el cual se dispuso el cese de expendio de combustible en el
negocio que explota, aquélla dedujo el recurso extraordinario (fs. 782) cuya denegación dio origen a la presente
queja.
2º) Que el recurso extraordinario resulta procedente toda vez que la apelante tacha de inconstitucionales la
prevención C-9 del art. 4.1.2.1.2 y 4.12.2.0 del Código de Edificación de la Municipalidad de la Ciudad de
Buenos Aires y el acto que fundado en esa norma determinó la clausura de la venta de nafta en su comercio, por
resultar lesivos de las garantías consagradas en los arts. 14 Ver Texto , 16 Ver Texto , 17, 18, 28 Ver Texto , 31 Ver

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Textoy 33 Ver Texto de la Constitución Nacional y la resolución del a quo ha sido en favor de la validez de las
normas locales (Fallos: 287:124; 302:1192 Ver Texto y sentencia del 8 de julio de 1986 in re: "Dana Viajes y
Turismo S.R.L. c/M.C.B.A." en expte. D. 330-XIX).
3º) Que antes de resolver las cuestiones planteadas corresponde hacer una breve síntesis de los antecedentes
que dieron origen a la presente demanda con el fin de obtener una adecuada comprensión del caso.
El propietario del inmueble sito en la calle Tucumán 3001/21, esquina ex Quirno Costa hoy Jean Jaurés, de
esta Capital, solicitó autorización municipal para construir un edificio en torre en propiedad horizontal y
estación de servicio en el referido predio, la cual le fue concedida mediante decreto 1231/60 del intendente
metropolitano de fecha 25 de enero de 1960 (fs. 13 del expte. Nº 110.969/59 agregado). En virtud de ello, el
peticionante constituyó la sociedad actora, a la que transmitió el dominio de aquel bien y la que comenzó a
realizar ventas de combustibles a partir del año 1961 mediante los surtidores de nafta allí instalados.
Obtuvo el certificado de inspección final de servicios contra incendio el 5 de febrero de 1971 (fs. 116 del
expte. 110.969/59) y el de final de obra el 11 de mayo de 1971 (fs. 173 del expediente citado).
El 15 de febrero de 1973 se dictó la ordenanza nº 27455, con vigencia a partir del 27 de agosto de 1973, que
modificó el cuadro correspondiente al art. 4.12.1.2 "Cuadro de las prevenciones contra incendio" del Código de
Edificación entonces vigente, incorporando a las prescripciones contra incendio existentes para el rubro
"Estaciones de Servicio" la condición C-9 (fs. 97 de los autos principales), que establecía "no se permite
destinar a vivienda, locales situados en los pisos altos y solamente puede haber ambientes para oficinas o trabajo
como dependencia del piso inferior constituyendo una misma unidad de uso".
Dicha prevención se hizo efectiva a partir de la aparición del Digesto Municipal de la Ciudad de Buenos
Aires en el año 1979 (fs. 23 del expte. 003329), lo que determinó que por resolución de la Subsecretaría de
Inspección General de la Comuna de fecha 22 de octubre de 1979 recaída en nota nº 305.619-SSIG-979 se
intimara a la actora para que en el plazo de tres días procediera al vaciado de los tanques de combustibles y a su
posterior llenado con sustancias neutralizantes que anulen la acción de los gases y el retiro de los surtidores para
expendio de nafta de la estación de servicio de su propiedad por contravenir la prevención C-9 del art. 4.12.1.2
y 4.12.2.0 del Código de Edificación.
Firme la intimación practicada, se dictó la resolución nº 5264-SSIG-80 que dispuso la clausura de la
actividad de expendio de combustible y se intimó nuevamente al vaciado de tanques (fs. 43 del expte. 003329) y
por resolución 3375-SSIG-81 se levantó la clausura del local al verificarse el retiro de los surtidores.
4º) Que no discute la recurrente las facultades del órgano municipal para reglamentar dentro del territorio
capitalino el ejercicio de los distintos derechos mediante restricciones de policía que reconocen como fuente
motivos de salubridad, moralidad y seguridad, sino que lo que sostiene es que la aplicación de la citada
prevención a las estaciones de servicio es irrazonable e ilegítima por carecer de fundamento válido.
5º) Que la razón que determinó la exigencia del cumplimiento de la prevención C-9 en actividades como la
antes referidas fue el riesgo de deflagración permanente que genera la existencia de grandes cantidades de
productos inflamables, además de la consiguiente molestia que causa la emanación de los gases del carburante a
los habitantes de la vivienda que existe en la parte superior del local destinado a esa explotación comercial (fs.
23 del expte. 003329). A ello deben sumarse los siniestros ocurridos por esa época en distintas estaciones de
servicio ubicadas en diferentes lugares de la capital, con la secuela de daños producidos y la intranquilidad que
generaron esos hechos a los vecinos habitantes de edificios como el de autos, de la cual es una muestra la carta
enviada por el administrador del consorcio de la calle Tucumán 3021 al señor Intendente Municipal el 2 de
noviembre de 1979 (fs. 54 del expte. 003329).
6º) Que los fundamentos vertidos por la Municipalidad al adoptar la citada medida se ven corroborados por
las manifestaciones del perito especializado en combustibles, quien en su informe (fs. 551 vta. de los autos
principales), al contestar la pregunta formulada por la actora acerca de si los efectos de la deflagración de las
ondas expansivas son por propagación horizontal y hacia el exterior y no en forma vertical, respondió que
aquéllas se propagan en todo sentido y reciben la influencia del recipiente en el cual se encuentra la mezcla, a lo
que agregó el experto que "toda explosión implica un riesgo para las personas que están en las cercanías".
7º) Que sobre esa base es razonable que, en salvaguarda de la seguridad e integridad de los habitantes de la
Comuna, la autoridad municipal haya dispuesto la aplicación de la prevención C-9 a las estaciones de servicio,
pues ello es lo que mejor consulta el interés general, cuya satisfacción es el objetivo primordial de la labor de
los gobernantes.

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8º) Que a lo expuesto no obsta la garantía consagrada en el art. 14 Ver Texto de la Constitución Nacional que
establece el derecho a ejercer toda industria lícita porque, como lo ha sostenido reiteradamente esta Corte, no
existen derechos absolutos y la limitación reglamentaria de éstos surge como una necesidad derivada de la
convivencia social encontrando su límite en el art. 28 Ver Texto de la Constitución Nacional (Fallos: 136:161;
171:349; 172:21; 254:56 Ver Texto; entre muchos otros).
9º) Que tampoco se vulnera la garantía de igualdad por el hecho de existir otras estaciones de servicio en
funcionamiento pues, como lo señala el Procurador General, si se trata de establecimientos alcanzados por la
prevención C-9 ello implica que se encuentran en infracción y la ilegalidad en que se hallan no puede justificar
el apartamiento de la norma en el caso de la demandante, ya que el agravio se configura si la desigualdad emana
del texto mismo de la disposición legal y no de la interpretación que le haya dado la autoridad encargada de
hacerla cumplir (Fallos: 297:480 Ver Texto ; 300:65; 302:315).
10) Que, como se señala en el referido dictamen, la existencia de establecimientos que expenden
combustibles cuyos pisos superiores se utilizan con un destino distinto al de vivienda, no justifica el agravio de
la apelante, aunque alegue que se suscitan riesgos similares, puesto que se trata de situaciones disímiles y el
principio de igualdad no obsta a que el legislador contemple en forma distinta situaciones que considera
diferentes, con tal de que la discriminación no sea arbitraria ni importe ilegítima persecución o indebido
privilegio de personas o grupos de ellas aunque su fundamento sea opinable (Fallos: 299:146; 300:1049 y 1087;
301:1185; 302:192 y 457).
11) Que en la medida en que se concluye que es constitucional la aplicación de la prevención C-9 a las
estaciones de servicio que expendan combustible, debe admitirse la legitimidad del acto que la hace efectiva,
por haberse atacado éste por las mismas razones que aquélla. Pero, frente a las pretensiones del recurrente, cabe
examinar si media en el caso un supuesto de responsabilidad por acto lícito del Estado del cual derive la
obligación de reparar.
12) Que para admitir la procedencia de tal pedido debe determinarse si asiste a la actora derecho para
efectuar ese reclamo, para lo que resulta necesario establecer la situación jurídica en que se encontró después de
habérsele concedido la autorización para construir la estación de servicio y la habilitación para explotarla.
13) Que, en el caso, se trata de una autorización propiamente dicha, es decir, de una decisión administrativa
que acredita el cumplimiento de determinadas exigencias reglamentarias y posibilita, una vez expedida, el
ejercicio del derecho cuyo goce preexiste. A partir de ese momento el autorizado se convierte en titular de un
derecho subjetivo público que se incorpora a su patrimonio y que no puede ser suprimido por una norma
posterior sin agravio al derecho de propiedad consagrado en el art. 17 Ver Texto de la Constitución Nacional
(confr. doct. Fallos: 296:719 Ver Texto y 723), lo que descarta, en consecuencia, toda idea de precariedad o
inestabilidad del título en que se funda la pretensión resarcitoria.
14) Que, en esas condiciones, habiéndose declarado la legitimidad del obrar administrativo, la lesión
inferida a la actora en el ejercicio de su derecho de propiedad encuentra su tutela en la indemnización
reclamada, en la cual se resuelve la garantía superior del art. 17 Ver Texto de nuestra ley fundamental (Fallos:
293:617; 301:403; entre otros), tal como ha quedado consagrado en el art. 18 Ver Texto de la ley 19549 de
aplicación en el ámbito municipal.
15) Que en cuanto a la procedencia y alcance de los distintos rubros incluidos en el reclamo de daños y
perjuicios formulado por la actora, al no haber mediado pronunciamiento del a quo sobre tales aspectos
corresponde devolver la presente al tribunal de origen para que dicte pronunciamiento sobre el punto.
Por ello, oído el señor Procurador General, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso
extraordinario interpuesto a fs. 782 y se confirma parcialmente la sentencia dictada a fs. 778 en cuanto no hace
lugar al pedido de nulidad impetrado. A los efectos establecidos en el considerando 15 de la presente, vuelvan
los autos al tribunal de origen para que, por quien corresponda, dicte un nuevo pronunciamiento.
JOSÉ SEVERO CABALLERO - AUGUSTO CÉSAR BELLUSCIO - CARLOS S. FAYT - ENRIQUE
SANTIAGO PETRACCHI - JORGE ANTONIO BACQUÉ.

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Voces:
ACTO ADMINISTRATIVO ~ DAÑOS Y PERJUICIOS ~ DERECHO PUBLICO ~ EXPROPIACION ~
INDEMNIZACION ~ LUCRO CESANTE ~ PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO ~ REPARACION
INTEGRAL ~ RESPONSABILIDAD DEL ESTADO ~ RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
Tribunal: Corte Suprema de Justicia de la Nación(CS)
Fecha: 09/05/1989
Partes: Motor Once, S.A. c. Municipalidad de Buenos Aires
Publicado en: LA LEY 1989-D , 25, con nota de Macarel; LLC1989, 955 - DJ1989-2, 748 - Colección de
Análisis Jurisprudencial Elems. de Derecho Administrativo - Julio Rodolfo Comadira, 698 - Colección de
Análisis Jurisprudencial Elementos de Derecho Administrativo - Director: - Editorial LA LEY 2003 , 653, con
nota de Tomás Hutchinson;
Cita Online: AR/JUR/1911/1989
Hechos:
La Cámara confirmó parcialmente la sentencia de primer grado en cuanto declaró improcedente el
resarcimiento de diversos daños reclamados por la actora, generados por la prohibición de continuar con el
expendio de combustible dispuesta por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, e hizo lugar al lucro
cesante, aunque al considerar que su monto no estaba acreditado, ordenó la sustanciación de un proceso
sumarísimo. Para arribar a esa conclusión, tuvo en cuenta la sentencia de la Corte Suprema recaída en la causa
en la que no hizo lugar al pedido de nulidad, y devolvió las actuaciones para que se dictara nuevo
pronunciamiento en torno a la procedencia y alcance de los distintos rubros incluidos en el reclamo.
Interpuestos sendos recursos extraordinarios, su denegación motivó la queja. El Tribunal hizo lugar a la queja,
dejando sin efecto el reconocimiento del lucro cesante.

Sumarios:
1 . Se aparta de la aplicación de normas de derecho público, con olvido de la naturaleza de la responsabilidad
estatal, que debía ser juzgada en el caso, la decisión que sostiene que el lucro cesante, entendido como la
ganancia o utilidad de la que se vio privado el damnificado, se presenta como el perjuicio característico
provocado por el acto municipal, fundando la procedencia de su indemnización en las disposiciones del Código
Civil, relacionadas con los distintos tipos de responsabilidad.
2 . El examen de las normas que fijan pautas indemnizatorias y que guardan mayor analogía con la situación
discutida en autos (autorización municipal para construir un edificio en torre y una estación de servicios con
venta de combustible en el predio, luego revocada), conduce irremediablemente a encontrar la solución en la ley
nacional de expropiaciones 21.499 (Adla, XXXVII-A, 84), es decir, en la norma legal típica que autoriza
intromisiones del Estado en la propiedad de los administrados, cada vez que el interés público las exija ; pues
sin esas intromisiones, el Estado no es capaz de cumplir sus funciones. Ello así, por cuanto la responsabilidad
extracontractual del Estado por actividad lícita no puede disciplinarse por normas de derecho privado, porque
ante el Estado actuando, conforme a derecho, fallan todos los preceptos sobre actos ilícitos. La solución sólo
puede deducirse de los principios del derecho público.
3 . El art. 18 de la ley 19.549 (Adla, XXXVII-A, 84), aunque no aclara cuáles son los alcances de la
"indemnización de perjuicios", funda la concesión del lucro cesante antes que su prohibición, porque el
principio jurídico que rige toda indemnización es el de la integralidad (Del voto del doctor Petracchi).
4 . Tanto la expropiación, como el régimen de la responsabilidad estatal por actividad legítima, se desenvuelven
dentro del mismo ámbito mencionado de las "intromisiones estatales autorizadas" ; tienden a proteger la misma
garantía constitucional y, sobre todo, persiguen una finalidad típica de interés público, que se encuentra ausente
en las normas regulatorias de la responsabilidad de derecho común, que persiguen la composición equitativa de
conflictos en los que se involucran intereses privados.
5 . La indemnización en materia de responsabilidad por actividad lícita de la Administración debe ceñirse al
modo de responder establecido en las disposiciones que contiene la ley de expropiaciones 21.499 (Adla,
XXXVII-A, 84).
Texto Completo:
Opinión de la Procuradora Fiscal de la Nación
I. La sentencia de V. E., de fecha 14 de mayo de 1987, agregada a fs. 916/920 de los autos principales
(foliatura a la que me referiré en lo sucesivo), reseñó los antecedentes que dieron origen a la presente causa. Se
destacó que el propietario del inmueble sito en esta Capital, calle Tucumán 3001/21, esquina Jean Jaures,
solicitó autorización del municipio para construir un edificio en torre, de propiedad horizontal, y una estación de
servicio en el predio, siéndole concedida mediante dec. 1231/60 de la intendencia metropolitana. En virtud de

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ello, el interesado constituyó la sociedad, aquí actora, a la que transmitió el dominio del bien, comenzando a
realizar ventas de combustibles a partir del año 1961, mediante los surtidores de nafta allí instalados.
El 5 de febrero de 1971 le fue otorgado el certificado de inspección final de servicios contra incendio y el 11
de mayo del mismo año, el certificado final de obra.
Por otra parte, se puso de manifiesto que la ordenanza 27.455, dictada el 15 de febrero de 1973, con
vigencia a partir del 27 de agosto del mismo año, modificó el "Cuadro de las prevenciones contra incendio",
correspondiente al art. 4.12.1.2 del Código de Edificación, entonces vigente, incorporando a las prescripciones
contra incendio, destinadas al rubro "Estaciones de servicio", la condición C-9, que resolvió "no se permite
destinar a vivienda, locales situados en los pisos altos y solamente puede haber ambientes para oficinas o trabajo
como dependencia del piso inferior constituyendo una misma unidad de uso".
Sostuvo el tribunal, que dicha prevención se hizo efectiva a partir de la aparición del Digesto Municipal de
la Ciudad de Buenos Aires, en el año 1979, lo que determinó que por resolución de la Subsecretaría de
Inspección General de la Municipalidad, de fecha 22 de octubre de 1979, se intimara a la actora para que, en el
plazo de 3 días, procediera al vaciado de los tanques de combustible y a su posterior llenado con sustancias
neutralizantes, que anulen la acción de los gases, y el retiro de los surtidores para expendio de nafta de la
estación de servicio de su propiedad, por contravenir la norma ya citada del Código de Edificación.
Una vez firme la intimación practicada, se dictó la resolución 5264/80, del mencionado órgano municipal,
disponiendo la clausura de la actividad de expendio de combustible e intimando nuevamente el vaciado de
tanques. Verificado el retiro de los surtidores, se levantó la clausura del local, mediante resolución
3375-SSIG-81.
Como consecuencia de esta situación, Motor Once S. A. inició demanda contra la Municipalidad de la
Ciudad de Buenos Aires por nulidad del acto que había dispuesto el cese del expendio de combustible en el
negocio que explotaba, impugnando la legitimidad de la norma que le dio sustento a la decisión, vale decir, la ya
transcripta prevención C-9. La sentencia de primera instancia rechazó la demanda y, apelada, fue confirmado el
pronunciamiento por la sala D de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil. Contra esta última decisión, la
actora planteó recurso extraordinario y, denegado por el "a quo", acudió en queja ante esta instancia
excepcional.
V. E., en la sentencia que ya he recordado, en lo sustancial desestimó los agravios que, fundados en la
arbitrariedad del fallo, pretendían la declaración de nulidad del acto, considerando que resultaba razonable la
exigencia del cumplimiento de la prevención C-9, en actividades como la explotación de estaciones de servicio,
debido al riesgo de deflagración permanente que genera la existencia de grandes cantidades de productos
Inflamables, además de la consiguiente molestia que causa, la emanación de los gases del carburante, a los
habitantes de la vivienda que existe en la parte superior del local destinado a esa explotación comercial.
Rechazó, asimismo, la tacha de inconstitucionalidad ensayada contra la norma de policía, entendiendo que, en la
especie, no se encontraban vulnerados los derechos a ejercer toda industria lícita y a la igualdad, contenidos en
la Constitución Nacional.
Como conclusión, en este aspecto, declaró la legitimidad del acto que aplicó la mentada norma del Código
de Edificación, toda vez que había sido atacado por las mismas razones que sostenían la Inconstitucionalidad de
la prevención C-9, desestimada por el tribunal. No obstante, agregó "frente a las pretensiones del recurrente,
cabe examinar si media en el caso un supuesto de responsabilidad por acto lícito del Estado del cual derive la
obligación de reparar".
A renglón seguido, pasó a delinear la situación jurídica en que se encontró la demandante después de
habérsele concedido la autorización para construir la estación de servicio y la habilitación para explotarla.
Entendió que se trata de una autorización "Strictu sensu", vale decir, una decisión administrativa que acredita el
cumplimiento de determinadas exigencias reglamentarias y posibilita, una vez expedida, el ejercicio del derecho
cuyo goce preexiste. De allí dedujo que, a partir de ese momento, el autorizado se convierte en titular de un
derecho subjetivo público que se incorpora a su patrimonio y que no puede ser suprimido por una norma
posterior, sin agravio al derecho de propiedad consagrado en el art. 17 de la Constitución Nacional, lo que
descarta toda idea de precariedad o inestabilidad del título en que se funda la pretensión resarcitoria. Concluyó,
por tanto, que habiéndose declarado la legitimidad del obrar administrativo, la lesión inferida a la actora en el
ejercicio de su derecho de propiedad encuentra su tutela en la indemnización reclamada, en la cual se resuelve la
garantía superior del art. 17 de nuestra Ley Fundamental, tal como ha quedado consagrado en el art. 18 de la ley
19.549, de aplicación en el ámbito municipal.

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En definitiva, confirmó parcialmente la sentencia apelada, en cuanto no hizo lugar al pedido de nulidad, y
devolvió las actuaciones para que se dictara nuevo pronunciamiento en torno a la procedencia y alcance de los
distintos rubros incluidos en el reclamo de daños y perjuicios, como consecuencia del accionar legítimo de la
municipalidad, en el caso.
II. Vueltos los autos a la segunda instancia, se pronunció a fs. 927/930 la sala B de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil. En la sentencia se comenzó por analizar los reclamos de la actora referidos al valor del
terreno -respecto del cual se solicitó la aplicación de las pautas establecidas para el caso de expropiación-, a la
indemnización por el valor del edificio en la parte correspondiente a la estación de servicio y la reparación por
el valor de las instalaciones y maquinarias, de acuerdo a los inventarios. Con relación a estos rubros, se
desestimó la petición, coincidiendo con la solución del juez de primera instancia, por no haber cesado la
propiedad de la actora sobre ellos, a pesar del cese de la venta de combustibles dispuesto por la autoridad
municipal. La Cámara tampoco consideró la pretensión orientada a que se admita la disminución del valor de
esos objetos, por ser un rubro que no fue oportunamente propuesto a la decisión del tribunal inferior.
Además, el a quo desechó el reclamo de daños y perjuicios relativos al "valor llave" del negocio y al "valor
de empresa en marcha", fundado en que la actora no quedaría privada de ambos, toda vez que la medida de
policía no la desapoderó de la propiedad del fondo de comercio. Otros rubros integrantes del reclamo
indemnizatorio, como son los costos de despido y suspensión de personal, gastos de traslado, mudanza y nueva
instalación, no utilización de la playa de estacionamiento, sueldos de personal no despedido y diferencias en
fletes y costos de productos, tampoco recibieron acogida por la Cámara. para ello, se tuvo en cuenta que el juez
degrado había establecido que no guardaban relación de causalidad adecuada con el hecho generador del
perjuicio y, por tanto, no se trataba de consecuencias directas e inmediatas; sin que tal conclusión hubiera
merecido, a juicio de la alzada, una crítica concreta y razonada del apelante -requerida por las normas rituales
para su consideración en segunda instancia-, todo lo cual llevó a concluir que debía tenerse por firme la
sentencia de primera instancia en esos aspectos.
Por último, se abordó el agravio relativo a la indemnización del lucro cesante, generado por la prohibición
de continuar con la comercialización de combustibles. Al respecto, el camarista que votó en primer término
estableció que "el lucro cesante cuya indemnización impone el Cód. Civ. en los distintos tipos de
responsabilidad (art. s. 519 y 1069), entendido como la ganancia o utilidad de la que se vio privado el
damnificado, se presenta en estos actuados acaso como el perjuicio característico de un acto como el realizado
por el Municipio". Concluyó, en consecuencia, decidiendo su admisibilidad, aun cuando no se había acreditado
su monto, ya que el daño se encontraba legalmente comprobado y nada obstaba a que su cuantía fuera
determinada en un proceso sumarísimo de ejecución; señalando que "deberá calcularse durante el lapso
transcurrido entre la efectivización del Impedimento para comercialización de combustibles y hasta el momento
del pronunciamiento definitivo al afecto, sin que quepa analizar la posibilidad de extenderlo por un período más
extenso en tanto ese aspecto no formó parte de la "litis".
III. Contra el pronunciamiento así reseñado, entabló la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires recurso
extraordinario, que denegado por el a quo, provocó la queja en examen. En la apelación federal, la demandada
dirigió la mayor parte de sus agravios contra el reconocimiento de la indemnización por lucro cesante. Sostuvo
que este perjuicio, dado que el tribunal de alzada admitió que no estaba acreditado en su monto, debe entenderse
que no fue probado. Por otro lado, adujo que el acto administrativo legítimo no produce daño jurídico alguno,
por lo que no hay que indemnizar; insistiendo también en la precariedad que llevaba ínsita la habilitación que la
comuna otorgó a la parte actora para la venta de combustibles.
Entre los argumentos de la recurrente, aparece reiterada la afirmación, según la cual la actividad lícita del
Estado excluye del resarcimiento el rubro lucro cesante. Dijo que es un principio que puede establecerse cuando
nace, pero no cuando finaliza, toda vez que la prohibición de comerciar que le da pie sigue aun vigente.
Recordó, por otra parte, las razones de interés público en que se fundó la medida del municipio, advirtiendo que
el patrimonio de la Administración no se vio incrementado con su aplicación, por lo que no procede indemnizar
por un "enriquecimiento sin causa" que no se dio, en el caso.
Finalmente, la demandada cuestionó el encuadramiento legal por reputarlo totalmente erróneo, al haberse
basado la sentencia en las normas civiles de responsabilidad (arts. 519 y 1069). La apelante sostuvo la
arbitrariedad del pronunciamiento, toda vez que el tema debatido en autos se vincula con la extinción de un
derecho de origen y naturaleza administrativos, operada por medio de una revocación. Por tanto, ante la
ausencia de normas específicas, consideró que el pleito, debe ser resuelto mediante la aplicación de
disposiciones análogas contenidas en la legislación expropiatoria.

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Por último, se agravió de la forma en que fueron distribuidas las costas, sosteniendo que la Comuna no debía
soportarlas íntegramente, pues el resultado final del juicio le fue mucho más beneficioso que a su contraria. Ello
así, pues la pretensión de la actora de que se declarara la nulidad del acto que estableció la interdicción de venta
del combustible fue rechazada, como así también fueron desestimados la mayoría de los daños alegados,
haciéndose lugar sólo al lucro cesante.
IV. De los antecedentes reseñados se desprende que la cuestión debatida en autos se relaciona directamente
con el alcance del resarcimiento que corresponde otorgar, en virtud de la responsabilidad de la administración
municipal, derivada de la aplicación de una norma general de policía -a través de actos individuales de
ejecución-, que estableció la prohibición de seguir ejerciendo, determinada actividad, en el establecimiento
comercial que explotaba la parte actora.
A partir de esta comprensión del tema a decidir, creo conveniente destacar, en primer término, las
diferencias que median entre la situación de autos y la resuelta por V. E. en Fallos, t. 306, p. 1409, de modo que
lo allí establecido no resulta aplicable a este pleito. En la causa "Eduardo Sánchez Granel" se fijó la
indemnización que un ente estatal debía abonar, con motivo de la extinción por este legítimamente dispuesta, en
forma unilateral, de un contrato de obra pública, por lo que la cuestión jurídica a resolver tenía un marco legal
definido -ley de obras públicas y previsiones conexas-, dentro del cual debía ser construida la solución.
En ese caso, se trató de un sacrificio patrimonial que la Administración decidió, en el curso de una relación
especial de origen convencional, autorizada por el plexo normativo del contrato, según relaciones jurídicas
singulares anteriormente constituidas y que se liquidan en el seno de las mismas. En cambio, el que aquí
examino consiste en un acto imperativo, que se produce en el ámbito de una relación de supremacía general,
justificado por el poder de policía de seguridad que la autoridad comunal tiene reservado respecto de las
actividades que se desarrollan dentro del ejido urbano.
Esta distinción la juzgo relevante, toda vez que, en el "sub discussio", la ausencia de normas expresas que
establezcan los rubros a indemnizar conduce a seguir el proceso hermenéutico que propondré a renglón seguido.
En efecto, el art. 18 de la ley 19.549, vigente en el orden municipal por imperio de la ley 20.261 y que V. E.
reputó aplicable al "sub lite" en el considerando 14 de la sentencia de fs. 916/920, se limita a establecer que la
revocación de un acto administrativo regular -como lo era la habilitación para el expendio de combustibles-
resulta legítima "indemnizando los perjuicios que causare a los administrados", sin precisar los alcances del
resarcimiento debido.
En consecuencia, ante la ausencia de una solución normativa singularizada para este tipo de responsabilidad
estatal, resulta menester -a mi juicio- recurrir a los principios de leyes análogas, toda vez que la regla de
interpretación prevista en el art. 16 del Cód. Civil excede los límites del ámbito del derecho privado, puesto que
los trasciende y se proyecta como un principio general, vigente en todo el orden jurídico interno.
El examen de las normas que fijan pautas indemnizatorias y que guardan mayor analogía con la situación
discutida en autos, conduce irremediablemente a encontrar la solución en la ley nacional de expropiaciones
21.499, es decir, en la norma legal típica que autoriza intromisiones del Estado en la propiedad de los
administrados, cada vez que el interés público las exija; pues sin esas intromisiones, el Estado no es capaz de
cumplir sus funciones. Ello así, por cuanto la responsabilidad extracontractual del Estado por actividad lícita no
puede disciplinarse por normas de derecho privado, porque ante el Estado actuando conforme a derecho, fallan
todos los preceptos sobre actos ilícitos. La solución sólo puede deducirse de los principios del derecho público
(cf. Fritz Fleiner, "Instituciones de derecho administrativo", p. 233 y sigtes., traduc. 8 ed. alemana, Ed. Labor,
1933).
En principio "ius publicista" es aquel que encuentra su fundamento en los arts. 14 y 17 de la Ley
Fundamental. Precisamente la segunda de dichas cláusulas, luego de afirmar el principio de la inviolabilidad de
la propiedad, establece las limitaciones que, en aras al interés público, pueden efectuarse mediante el instituto
expropiatorio, razón por la cual parece prudente que, ante la analogía de las situaciones contempladas, se recurra
a las reglas previstas por la reglamentación legal del mencionado instituto.
La solución propiciada se justifica, a mi entender, porque tanto la expropiación, como el régimen de la
responsabilidad estatal por actividad legítima, se desenvuelven dentro del mismo ámbito mencionado de las
"intromisiones estatales autorizadas"; tienden a proteger la misma garantía constitucional y, sobre todo,
persiguen una finalidad típica de interés público, que se encuentra ausente en las normas regulatorias de la
responsabilidad de derecho común, que persiguen la composición equitativa de conflictos en los que se
involucran intereses privados (conf. Fallos, t. 301, p. 403).

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Por otra parte, el arbitrio propuesto para salvar la ausencia de una normativa legal específica que regule la
responsabilidad estatal por conducta lícita, encuentra antecedentes en el derecho comparado. Así, la ley de
expropiación forzosa de España, de 1954, incluye en el art. 121 una cláusula general, según la cual corresponde
indemnizar toda lesión que los particulares sufran en los bienes y derecho a que se refiere la ley (la
reglamentación aclaró que son los susceptibles de ser evaluados económicamente -art. 133-), siempre que sea
consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos, o de la adopción de medidas de
carácter discrecional no fiscalizables en vía contenciosa (García de Enterría, Eduardo y Fernández, Tomás R.
"Curso de derecho administrativo", t. II, p. 318, Madrid; 1977). De este modo, la cláusula general de
responsabilidad patrimonial, introducida por la ley dentro de la regulación del instituto expropiatorio, abarca
tanto los daños ilegítimos, como los producidos por una actividad perfectamente lícita (íd. cit., p. 320).
Y, para robustecer la pertinencia del antecedente, corresponde agregar que la reglamentación del texto
citado (art. 134-3) señala que, para el cálculo de la indemnización, se deberán tener en cuenta, en lo posible, los
criterios de valoración previstos en materia de expropiación forzosa (Leguina Villa, Jesús, "La responsabilidad
del Estado y de las entidades públicas regionales o locales por los daños causados por sus agentes o por sus
servicios administrativos" en Revista de Administración Pública, núm. 92, p. 34).
En resumen, por aplicación de los criterios ya expuestos, cabe concluir que la indemnización en materia de
responsabilidad por actividad lícita de la Administración, debe ceñirse al modo de responder establecido en las
disposiciones que contiene la ley de expropiaciones 21.499; las que, en lo que al caso interesa, vedan el
reconocimiento del rubro bajo examen. En efecto, prescribe el art. 10 que "no se pagará lucro cesante",
reiterando igual disposición contenida en la norma anteriormente vigente (ley 13.264, art. 11). V. E.
reiteradamente se manifestó, durante la vigencia de la ley 13.264, en el sentido de que la voluntad del legislador
ha sido la de limitar la indemnización proveniente de la expropiación, circunscribiéndola al valor objetivo de la
cosa y al daño emergente, agregando que "una cosa son los valores de que se apropia el Estado por la
expropiación, y que debe indemnizar, y otra distinta la ganancia que, sin expropiación por el Estado,
simplemente se frustra para el propietario o para terceros como consecuencia de la expropiación" (Fallos, t. 241,
p. 267 -Rev. La Ley, t. 93, p. 435-).
Abona aún más, la solución que propicio, la circunstancia de que, en la expropiación, hay una transferencia
de valores patrimoniales del sujeto expropiado al expropiante: el bien expropiado, por principio, se incorpora al
patrimonio del Estado, razón por la cual éste debe indemnizar esos valores.
En cambio, en el supuesto de autos -daños causados por la actividad lícita del Estado- no se ha producido un
acrecimiento patrimonial para el municipio accionado, no ha habido una transferencia de un bien de un
patrimonio a otro, el "pasaje de valores" del enriquecimiento sin causa, sino una legítima afectación de los
derechos de un particular, sacrificados por razones de interés público. Ese sacrificio especial debe ser
compensado, a través de la indemnización propia del instituto análogo de la expropiación, para que se produzca
la "generalización" del sacrificio especial que ha pasado en pugna con la equidad. Esa compensación, sin
embargo, del interés privado que ha debido subordinarse a las razones de seguridad colectiva que impusieron su
gravamen, no puede exceder -a mi modo de ver- de aquella que corresponde al desapoderamiento de un bien
expropiado por razones de utilidad pública.
V. De acuerdo con las conclusiones a que he llegado, estimo que el recurso en examen resulta procedente,
habida cuenta que el pronunciamiento impugnado, no obstante resolver cuestiones de derecho público local,
prescinde de normas aplicables al caso y adecuadas para la solución del litigio (conf. doctrina de causas
"Sibedinsky, Jorge, S. A. y C. c. Municipalidad de Buenos Aires" y "Compañía Financiera Munro, S. A.",
resueltas el 12 de marzo de 1987 y el 15 de octubre de 1987, respectivamente).
En efecto, el tribunal a quo sostuvo que, el lucro cesante, entendido como la ganancia o utilidad de la que se
vio privado el damnificado, se presenta como el perjuicio característico provocado por el acto municipal,
fundando la procedencia de su indemnización en las disposiciones del Código Civil, relacionadas con los
distintos tipos de responsabilidad (arts. 519 y 1069). De este modo, se apartó totalmente de la aplicación de las
normas de derecho público, a que hice mención, con olvido de la naturaleza de la responsabilidad estatal que
debía ser juzgada en el "sub discussio"; máxime cuando las prescripciones de la ley 21.499, a las que se debe
acudir para determinar el daño resarcible, son de aplicación en el ámbito municipal, como surge del art. 2º.
Por las razones expuestas, opino que corresponde hacer lugar al recurso extraordinario, anular la sentencia
en lo que ha sido materia de agravio y disponer que se dicte nuevo pronunciamiento, por quien corresponda, con
arreglo a lo establecido. - Octubre 4 de 1988. - María G. Reiriz.
Buenos Aires, mayo 9 de 1989.
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Considerando: Que esta Corte comparte lo dictaminado precedentemente por la Procuradora Fiscal a cuyos
términos, por razones de brevedad, se remite. A ello cabe agregar que si bien los temas resueltos conducen al
examen de cuestiones ajenas, en principio, a la vía del art. 14 de la ley 48, en el caso cabe hacer excepción a
dicha regla general pues lo decidido adolece de insuficiente fundamentación. En efecto, el "a quo" no ha
aportado los argumentos necesarios para apoyar la extensión del resarcimiento que admite, toda vez que el
supuesto de responsabilidad del Estado por acto lícito emitido en ejercicio de facultades de policía de seguridad,
no se encuentra previsto en el Código Civil. Ello toma descalificable lo decidido con arreglo a la doctrina de
esta Corte sobre arbitrariedad.
Por ello, y lo dictaminado en sentido concordante por la Procuradora Fiscal, se hace lugar a la queja, se
declara procedente el recurso extraordinario interpuesto a fs. 939 y se deja sin efecto el reconocimiento del lucro
cesante dispuesto en el pronunciamiento impugnado. Vuelvan los autos al tribunal de origen para que, por quien
corresponda, se dicte uno nuevo (art. 16, 1ª par., ley 48). - Augusto C. Belluscio. - Carlos S. Fayt. - Enrique S.
Petracchi (según su voto). - Jorge A. Bacqué.
Voto del doctor Petracchi.
1) Que la sala C de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil confirmó parcialmente la sentencia de
primer grado en cuanto declaró improcedente el resarcimiento de diversos daños reclamados por la actora,
generados por la prohibición de continuar con el expendio de combustible dispuesta por la Municipalidad de la
Ciudad de Buenos Aires, e hizo lugar al lucro cesante, aunque al considero que su monto no estaba acreditado,
ordenó la sustanciación de un proceso sumarísimo con fundamento en el art. 165 del Cód. Procesal.
Para arribar a esa conclusión, tuvo en cuenta que a fs. 916/920 de los autos principales, esta Corte se expidió
acerca de la legitimidad del obrar administrativo y de la procedencia de la reparación de la lesión inferida a la
actora por la actividad lícita del Estado, pero difirió la procedencia y alcance de los distintos rubros incluidos en
la demanda, al pronunciamiento a dictarse por el a quo (considerandos 14 y 15 del fallo mencionado).
2) Que, en cuanto a los reclamos por el terreno, edificio, instalaciones y maquinarias, el "a quo" entendió
que dada la forma en que habían sido pedidos en el escrito inicial, esto es, a valores actuales, "mal podrían
reconocerse" "pues no se controvierte la propiedad sobre ellos de la actora" y aun cuando en su memorial ésta
pretendió que, a todo evento, se admitiera la disminución del valor, la alternativa no podía ser considerada en
atención a lo dispuesto por el art. 277 del Cód. Procesal.
En lo relacionado a los rubros "valor llave" y "valor empresa en marcha" tuvo en cuenta idénticas razones, a
las que agregó que aquéllos resultaban incompatibles con el tipo de reparación perseguida aunque pudieran ser
pertinentes en la indemnización expropiatoria. Acerca de los ítems "despidos y suspensiones" y "sueldo de
personal"; "gastos de traslado y/o mudanza"; 'no utilización de la playa de estacionamiento y diferencias en
fletes y costos de productos', entendió que obstaba a su procedencia la circunstancia de no ser consecuencia
directa e inmediata de la prohibición dispuesta por la municipalidad.
Al entender por lucro cesante la ganancia o utilidad de la que se vio privado el damnificado, lo consideró
como el perjuicio característico de un acto como el realizado por el municipio, aunque su determinación se
supeditara a una etapa posterior a la sentencia.
3) Que contra dicho pronunciamiento ambas partes interpusieron sendos recursos extraordinarios que, al ser
denegados, dieron origen a las quejas en examen. Por rayones de economía procesal y mejor comprensión de las
cuestiones debatidas, los agravios serán tratados sucesivamente en una sentencia única, debiendo acumularse los
expedientes respectivos.
4) Que la actora considera que la sentencia es arbitraria en cuanto no acogió las indemnizaciones
correspondientes a: 1) terreno, edificio, instalaciones y maquinarias; 2) valor llave y valor empresa en marcha y
3) despidos y suspensiones de personal y no utilización de la playa de estacionamiento.
5) Que este tribunal juzga que asiste razón a la apelante en relación al reclamo de los valores comprendidos
en el punto 1, toda vez que los motivos alegados por la Cámara para desestimar este rubro indemnizatorio
trasuntan un excesivo rigor formal que no se concilia con un adecuado servicio de justicia. En efecto, si bien en
la demanda se reclamó el valor íntegro de esos bienes, al ser desechada la pretensión en primera instancia, nada
obstaba a que la actora limitara su reclamo a la disminución de esos valores en el momento de expresar
agravios, pues ello no importa violentar el principio de congruencia habida cuenta de que se había especificado
el acto generador del perjuicio, las consecuencias patrimoniales que ocasionó e identificado los rubros de la
explotación sobre los que recayeron las consecuencias dañosas. Consecuentemente, aunque no corresponde
indemnizar totalmente el valor de esos bienes pues la actora no se ha visto desposeída de ellos, resulta innegable
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que sí debe serlo la disminución del valor del establecimiento comercial (confr. fs. 484, 485, 525) considerado
como un todo y no mediante sus elementos constituyentes, los que individualmente no han salido del patrimonio
de la demandante.
6) Que, en cambio, no resultan atendibles los restantes agravios de Motor Once S. A. Ello es así, pues las
afirmaciones dogmáticas vertidas a fs. 937/938 no alcanzan a conmover los fundamentos de la sentencia en
recurso, especialmente si se tiene en cuenta que -como quedara dicho en el considerando anterior- la actora no
ha sido despojada de la propiedad de la empresa ni totalmente cercenada su actividad ya que puede continuar
con la explotación comercial; ni, contrariamente a lo que sostiene, ha acreditado la relación de causalidad entre
el daño que alega y el hecho generador.
7) Que la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires dirige sus agravios contra el reconocimiento de la
indemnización por lucro cesante y contra la condena en costas dispuestos por el "a quo".
Los argumentos atinentes a la exclusión del mencionado resarcimiento en los supuestos de actividad lícita
del Estado, encuentran adecuada respuesta en el caso de Fallos, t. 306, p. 1409, doctrina ratificada recientemente
"in re" "Cadesa, S. A. c. Estado Nacional (A. N. A.) s/daños y perjuicios", C.44.XXII., sentencia del 21 de
marzo de 1989, en especial consid. 6º.
En efecto, este tribunal ha admitido el principio de la responsabilidad del Estado por sus actos lícitos que
originen perjuicios a particulares (Fallos, t. 286, p. 333 y t. 297, p. 252), el que se traduce en el derecho a una
indemnización plena que no se refiere a la mera posibilidad de ganancias no obtenidas ni constituye
enriquecimiento sin causa para el acreedor o una sanción para el responsable, aunque pudiera encontrar
obstáculo en razones de fuerza mayor, en un contrato o en una ley específica que dispusiera lo contrario para
algún caso singular; excepciones éstas que no están presentes en el "sub examine". En efecto, ha quedado claro
en el precedente de Fallos, t. 306, p. 1409, que el art. 18 de la ley 19.549 (aplicable en la especie según lo
decidido a fs. 919 vta., consid. 14, sentencia de esta Corte) aunque no aclara cuáles son los alcances de la
"indemnización de perjuicios", funda la concesión del lucro cesante antes que su prohibición, porque el
principio jurídico que rige toda indemnización es el de la integridad. Tampoco cabe, admitir las
argumentaciones relativas a la extensión analógica de la ley de expropiaciones, fundamentalmente porque la
expropiación supone una restricción constitucional del derecho de propiedad mediante una ley del Congreso
valorativa de la utilidad pública del bien sujeto a desapropio, supuesto ajeno a la especie (confr. consid. 7º, "in
fine" y 8º, causa "Sánchez Granel").
8) Que si bien estos precedentes señalan la orientación de la jurisprudencia del tribunal en lo atinente a los
principios generales que rigen el tema bajo examen, de ello no se sigue sin más que la demandada deba hacerse
cargo del reclamo por lucro cesante. En efecto, el a quo ha admitido que no se ha acreditado su monto, aunque
lo tiene por existente al atribuirlo a la "propia naturaleza del daño", en expresión dogmática que no se
compadece con las constancias de la causa ni con las pautas reseñadas precedentemente. Ello es así, pues a fin
de admitir la procedencia del rubro en discusión, debió examinar previamente si concurrían en la especie sus
requisitos ineludibles, esto es, que se tratara de la imposibilidad de explotar económicamente el bien y de tal
modo se privara al acreedor de ventajas económicas esperadas de acuerdo a probabilidades objetivas, debida y
estrictamente comprobadas, (confr. Fallos, t. 297, p. 280; t. 307, p. 933; t. 306, p. 1409 y T.149. XXI. Tecniyes,
S. A. c. Balcon, S. A.", sentencia del 14 de marzo de 1989) máxime cuando en la materia, los jueces deben
actuar con suma prudencia verificando si efectivamente se han producido los daños alegados, a fin de evitar que
la solución a la que arriben no resulte manifiestamente irrazonable (confr. Fallos, t. 308, p. 1049 y 2612 -Rev.
La Ley, t. 1986-E, p. 1335; t. 1987-13, p. 149-, conceptos aplicables en la especie). A lo dicho cabe acotar que
la escasa actividad probatoria de la actora ni aun autoriza la aplicación de lo dispuesto por el art. 165 del Cód.
Procesal (conf. fs. 564/569, 576).
9) Que, en atención al resultado a que se arriba, deviene insustancial el tratamiento de los agravios de la
demandada relacionados a la imposición de costas.
Por ello, habiendo dictaminado la Procuradora Fiscal, se resuelve: 1) acumular los recursos de hecho
deducidos por las partes; 2) hacer lugar a la queja y al recurso extraordinario interpuestos por la actora y por la
demandada, con arreglo a lo establecido en los considerandos 5) y 8), respectivamente; 3) dejar sin efecto la
sentencia con el alcance indicado precedentemente. Vuelvan los autos al tribunal de origen para que, por quien
corresponda, se dicte un nuevo fallo. - Enrique S. Petracchi.

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Voces:
CARCEL ~ COMPETENCIA ~ COMPETENCIA ORIGINARIA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
DE LA NACION ~ CONDICIONES DE DETENCION ~ CONSTITUCION NACIONAL ~ DAÑO
MATERIAL ~ DAÑOS Y PERJUICIOS ~ DEBER DE CUSTODIA ~ DEBIDO PROCESO ~ DEFENSA EN
JUICIO ~ DILACION DEL PROCESO ~ DOCTRINA DE LA CORTE SUPREMA ~ ESTADO NACIONAL
~ FALTA DE SERVICIO ~ GARANTIAS CONSTITUCIONALES ~ INDEMNIZACION ~
INDEMNIZACION DE LAS CONSECUENCIAS NO PATRIMONIALES ~ MUERTE DEL HIJO ~
OBLIGACION DE SEGURIDAD ~ PENADO ~ PRESUNCION IURIS TANTUM ~ PROVINCIA ~
PRUEBA ~ RESPONSABILIDAD DEL ESTADO ~ RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL ~
RESPONSABILIDAD OBJETIVA ~ SENTENCIA DEFINITIVA ~ SERVICIO PENITENCIARIO
Tribunal: Corte Suprema de Justicia de la Nación(CS)
Fecha: 22/12/2009
Partes: Gatica, Susana Mercedes c. Buenos Aires, Provincia de
Publicado en: Sup. Adm.2010 (marzo), 46 - LA LEY2010-B, 327 - RCyS2010-VI, 128 - DJ 15/09/2010 , 2500,
con nota de Nora Lloveras; Sebastián Monjo; Romina Scocozza; Supl. Penal 2010 (diciembre) , 28, con nota de
Stabile, Agustina; LA LEY 2010-F , 564, con nota de Stabile, Agustina;
Cita Online: AR/JUR/49759/2009
Hechos:
La madre de un interno que se encontraba alojado en una penitenciaría de la Provincia de Buenos Aires
inició demanda de daños y perjuicios contra ese estado local, derivados de la muerte de aquél con posterioridad
a una riña carcelaria. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, tras determinar su competencia originaria para
entender en la causa, hizo lugar parcialmente a la acción incoada.

Sumarios:
1 . Resulta comprometida la responsabilidad de la provincia de Buenos Aires, por los daños y perjuicios
derivados de la muerte de un interno alojado en una cárcel de su jurisdicción, a raíz de las heridas perpetradas a
éste dentro del establecimiento carcelario con armas blancas de fabricación casera, si se acreditó que el servicio
penitenciario provincial incumplió con sus deberes primarios de seguridad y custodia de las personas que se
encuentran privados de su libertad en sus establecimientos, pues este último tiene la obligación de evitar que los
internos tengan a su alcance elementos punzantes de evidente peligrosidad —tales como los secuestrados luego
de la riña—, susceptibles de producir daños en la salud física de aquéllos y de terceros.
2 . Toda vez que en relación a la madre del causante, no rige la presunción iuris tantum contenida en los
artículos 1084 y 1085 del Cód. Civil, pues está restringida al caso del cónyuge superviviente y sus hijos
menores e incapaces con las salvedades contenidas en la última parte de la norma citada en segundo término, no
puede ser admitida respecto de la actora la reparación del daño material por la muerte del hijo —en el caso,
como consecuencia de las heridas recibidas en una riña acontecida en la cárcel donde residía—, si ésta no ha
aportado ningún elemento de prueba que permita concluir que era destinataria de parte de los bienes que su hijo
fallecido producía.
Jurisprudencia Relacionada(*)
Corte Suprema
en"Badín, Rubén y otros" —19/10/1995, LA LEY 1996-C, 585, con nota de Jorge Bustamante Alsina, DJ 1996-2, 262—
sostuvo que respecto de las demandas iniciadas, en el caso, por el padre y madre de las víctimas de
un incendio en un establecimiento penitenciario, debe tenerse en cuenta que no rige la presunción
"iuris tantum" contenida en los arts. 1084 y 1085 del Cód. Civil, la cual está restringida al caso del
cónyuge sobreviviente y sus hijos menores o incapaces.
(*) Información a la época del fallo
3 . Corresponde admitir la indemnización por daño moral respecto de la madre del interno fallecido como
consecuencia de las heridas recibidas en una riña acontecida en la cárcel donde residía, en razón de la
interpretación amplia que se ha acordado al art. 1078 del Cód. Civil, pues la lesión a los sentimientos afectivos
que lo justifica se intensifica, en el caso, si se repara en la entidad y duración de los padecimientos que
precedieron a la muerte del hijo, cuando se encontraba confiado al servicio de custodia del sistema
penitenciario, y la dolorosa repercusión que importa la pérdida de un hijo, la mayor causa de aflicción espiritual.
4 . El postulado que emana del art. 18 de la Constitución Nacional tiene un contenido operativo que impone al
Estado, por intermedio de los servicios penitenciarios respectivos, la obligación y responsabilidad de dar a
quienes están cumpliendo una condena o una detención preventiva la adecuada custodia, obligación que se
cimienta en el respeto a su vida, salud e integridad física y moral.

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5 . Dado el prolongado trámite al que ha dado lugar la substanciación del proceso tendiente a obtener una
indemnización por parte de la provincia de Buenos Aires por los daños y perjuicios derivados de la muerte de
un interno a raíz de las heridas sufridas y la posterior mala praxis en la que se habría incurrido, y la significativa
extensión del tiempo transcurrido desde el llamamiento de autos para sentencia evidentes razones de economía
procesal, así como la adecuada preservación de las garantías constitucionales de la defensa en juicio y del
debido proceso que asisten a las partes, en cuanto comprenden la necesidad de obtener una rápida y eficaz
decisión judicial que ponga fin a la controversia, corresponde dejar de lado, en el caso, el nuevo contorno del
concepto de causa civil definido por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en "Barreto", 21/03/2006 —LA
LEY 2006-C 172— y, en consecuencia, mantener la competencia originaria del Tribunal a los fines del dictado
de una sentencia definitiva.
Jurisprudencia Relacionada(*)
Corte Suprema
en"Barreto" -21/03/2006, LA LEY 2006-C 172, con nota de Silvia B. Palacio de Caeiro, DJ 2006/04/12 956, con nota de
Marcela I. Basterra, RCyS 2006 789, LA LEY, 2006-B 598 2006, con nota de Augusto M. Morello, LA LEY, 2006-B 391,
con nota de Calogero Pizzolo, LA LEY, 2006-E 266, con nota de Alejandro Pérez Hualde; Ernesto N. Bustelo, JA 2006-II 92-
sostuvo que era incompetente para entender en forma originaria en la demanda interpuesta contra
una provincia por un vecino domiciliado en otra, a fin de reclamar una indemnización por los daños
y perjuicios derivados del accionar irregular imputado a un dependiente de la provincia demandada
—en el caso, un policía baleó al hijo de los actores mientras perseguía a un delincuente—, pues el
litigio no reviste el carácter de "causa civil" en los términos del art. 24 inc. 1 del decreto-ley 1285/58
dado que, se encuentran excluidos de tal concepto los supuestos en los que, a pesar de reclamarse
indemnizaciones de naturaleza civil, se requiere para su solución la aplicación de normas de derecho
público provincial o el examen de actos administrativos, legislativos o judiciales de las provincias.
(*) Información a la época del fallo
6 . Es responsable la provincia de Buenos Aires a raíz de la muerte de un interno alojado en una dependencia
penitenciaria derivados de una riña en la cual recibió heridas con armas blancas de fabricación casera, toda vez
que los hechos referidos y las omisiones en las que incurrió Servicio Penitenciario Provincial, al no esclarecer
los acontecimientos ni secuestrar en forma preventiva los elementos punzantes que provocaron las heridas
graves en la víctima, determinan que éste incumplió con las funciones que le son propias y que atienden a la
observancia de los deberes primarios, dentro de sus tareas específicas, como son la guarda, seguridad y
preservación física de los internos —art. 2 y 3, inc. a, del decreto-ley provincial 9079/78—, y ello constituye
una irregular prestación del servicio a su cargo que lejos está de justificar la pretensión eximente que la
demandada funda en el art. 514 del Cód. Civil. (Del voto del doctor Zaffaroni)
7 . La responsabilidad extracontractual del Estado, en el ámbito del derecho público, no requiere, como
fundamento de derecho positivo recurrir al art. 1113 del Cód. Civil, pues no se trata de una responsabilidad
indirecta la que en el caso se compromete, toda vez que la actividad de los órganos o funcionarios del Estado
realizada para el desenvolvimiento de los fines de las entidades de las que dependen, ha de ser considerada
propia de éstas, que deben responder de modo principal y directo por sus consecuencias dañosas. (Del voto del
doctor Zaffaroni)
Jurisprudencia Relacionada(*)
Corte Suprema
en"Vadell, Jorge", 18/12/1984, LA LEY, 1985-B, Análisis Jurisprudencial Elementos de Derecho Administrativo - Director:
Tomás Hutchinson - Editorial LA LEY, 2003, 634, con nota de Nicolás Eliaschev, DJ 1985-2, 161, ED 114, 217, Colección
de Análisis Jurisprudencial Elems. de Derecho Administrativo - Julio Rodolfo Comadira , sostuvo la misma regla.
(*) Información a la época del fallo

Texto Completo:
Buenos Aires, diciembre 22 de 2009.
Resulta:
I) A fs. 6/11 se presenta por medio de apoderada la señora Susana Mercedes Gatica, quien lo hace en su
carácter de madre de Nicolás Ignacio Sansalone, el que acredita con la documentación adjunta, e inicia demanda
contra la provincia de Buenos Aires por la suma de $ 516.000 más sus intereses en concepto de daños y
perjuicios derivados de la muerte de su hijo.
Dice que su hijo, de 20 años de edad, cumplía una condena en la Unidad N° 30 General Alvear, dependiente
del Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires, próximo a recuperar su libertad y dispuesto a
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rehacer su vida con apoyo de su familia y de sus amigos. Agrega, que la valoración interna en el penal era de
"concepto bueno - conducta ejemplar calificación nueve sobre diez", según escrito agregado a la causa número
127, del Tribunal Oral Criminal N° 6 de San Martín, provincia de Buenos Aires.
Expresa que el 27 de abril de 2003 se produjo un problema entre los internos Ariel González Guerra, Juan
Blanco y Nicolás Ignacio Sansalone, por motivos desconocidos, que concluyó provocando graves heridas de
arma blanca a este último, lo que tiempo después le ocasionó la muerte.
Afirma que su familia no pudo conocer la realidad de lo que ocurrió, aun cuando existían cámaras de video
funcionando en la citada unidad, siendo infructuosos los requerimientos realizados por la hermana del referido
interno para que se aporten a la causa dichos elementos fílmicos.
Sigue relatando que Sansalone fue atendido en el hospital del mismo penal que no cuenta con complejidad
alguna y posteriormente fue trasladado al Hospital Posadas, de la localidad de Saladillo, provincia de Buenos
Aires, nosocomio donde comenzó el terrible calvario que terminó con su vida.
Aduce que la hermana del interno realizó distintos trámites para lograr que lo atendieran como corresponde
en el mismo penal, incluso presentó un recurso de hábeas corpus y efectuó gestiones ante el tribunal
interviniente y la Procuración de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, sin resultado
alguno.
Agrega que cuando se trasladó a Sansalone al Hospital Posadas, fue operado de urgencia, porque las
puñaladas le habían interesado el páncreas, y permaneció muchos días en terapia intensiva, oportunidad en la
cual se comprueba una perforación de intestino, aun cuando no sabe si la lesión fue ocasionada al practicarse la
cirugía o como consecuencia de las puñaladas recibidas.
Expone que a raíz de esa afección se procedió a la colocación de una malla a modo de sutura, que al ser mal
realizada produjo una deficiencia intestinal que agravó el estado de salud y derivó en una desnutrición, casi sin
atención médica. Invoca, a continuación, que el 20 de agosto Sansalone es dado de alta y se lo traslada
nuevamente a la unidad 22 destaca que según el cuerpo médico no quedaba nada por hacer, circunstancia que
motivó la presentación de un recurso de hábeas corpus denunciando el abandono de persona, al que se hizo
lugar y, como consecuencia, se lo trasladó a la unidad 30 en un camión en lugar de la ambulancia que
supuestamente estaba pedida y que era indispensable, dependencia donde persiste la falta de atención.
Asevera que, como consecuencia de los pedidos por escrito formulados ante la procuración, sucesivamente
se lo trasladó a sendas unidades penitenciarias donde tampoco fue atendido por personal médico alguno y, sólo
ante los pedidos y súplicas, fue derivado al Hospital San Martín de La Plata produciéndose allí, al día siguiente,
el desenlace fatal.
Invoca que, sin aventurar conclusiones ni atribuir culpas respecto de la generación de los acontecimientos, el
Estado provincial es responsable por la seguridad de las personas cuya guarda se ha arrogado como
consecuencia de las leyes represivas, responsabilidad que extiende a la desatención médica y abandono de
persona posterior a las lesiones sufridas en la dependencia penitenciaria. Destaca que la responsabilidad es
doble, por hacer posible que ocurra una pelea a puñaladas y por no haber prestado la atención médica adecuada,
en hospitales dependientes de aquél; en tanto considera que no resulta necesario discurrir acerca del modo en
que se originaron los hechos más allá del deseo de la familia de conocerlos, pues lo concreto es que "ningún
interno debió estar en posesión de arma blanca ni de ningún otro instrumento que permita ser usado como tal".
II) A fs. 27/30 contesta la provincia de Buenos Aires. Realiza una negativa de carácter general respecto de lo
expresado en la demanda y afirma la inexistencia de una falta de servicio o de una prestación irregular del
mismo, por parte de la dependencia penitenciaria. A todo evento, sostiene que "de haber existido alguna
omisión antijurídica, esta no guarda relación adecuada de causalidad con el daño". Destaca que no se encuentran
acreditados, en autos, los extremos que hacen a la mala praxis alegada por la actora, pues las heridas sufridas
por Sansalone fueron atendidas adecuadamente de acuerdo a la patología que presentaba. Dice asimismo que se
trataba de un paciente de alto riesgo, que recibió los cuidados requeridos, y que la muerte fue el resultado de
complicaciones post-quirúrgicas.
En cuanto a los acontecimientos que derivaron en las lesiones producidas a Sansalone, aduce que de acuerdo
a las diversas constancias del expediente administrativo que cita y adjunta, la intervención de los funcionarios
dependientes del Servicio Penitenciario fue diligente y de acuerdo a las reglas que rigen su proceder. La rapidez
de los hechos, según expone, determinó la imposibilidad de impedir la producción de los daños, aun cuando los
oficiales de guardia intervinieron con celeridad adecuando su proceder a la normativa vigente.

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Invoca que la víctima "provocó la riña y que tuvo una participación activa en la misma utilizando una faca
para herir a otro interno" de acuerdo a las constancias de la causa penal que refiere y, en consecuencia, tuvo
entidad suficiente para cortar el nexo causal.
Por último, cuestiona el reclamo pecuniario desconociendo los rubros reclamados e impugnándolos por
excesivamente elevados.
Considerando:
1°) Que frente al prolongado trámite al que ha dado lugar la substanciación de este proceso y la significativa
extensión del tiempo transcurrido desde el llamamiento de autos para sentencia de fs. 192 de estas actuaciones,
evidentes razones de economía procesal como las señaladas por el Tribunal en los pronunciamientos dictados en
las causas "Punte, Roberto Antonio c/ Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Provincia de"
(Fallos: 329:809); C.1563.XXXVI. "Cohen, Eliazar c/ Río Negro, Provincia de y otros s/ daños y perjuicios" y
B.853.XXXVI "Bustos, Ramón Roberto c/ La Pampa, Provincia de y otro s/ daños y perjuicios", sentencias del
30 de mayo y 11 de julio de 2006, respectivamente, así como la adecuada preservación de las garantías
constitucionales de la defensa en juicio y del debido proceso que asisten a las partes, en cuanto comprenden la
necesidad de obtener una rápida y eficaz decisión judicial que ponga fin a la controversia (Fallos: 319:2151 y
sus citas), llevan a dejar de lado en el sub lite el nuevo contorno del concepto de causa civil definido por esta
Corte el 21 de marzo de 2006 en la causa "Barreto" (Fallos: 329:759), y el 11 de julio de 2006 en la causa
L.171.XLI. "Ledesma, Luís c/ Santiago del Estero, Provincia de s/ daños y perjuicios", y, en consecuencia, a
mantener su competencia originaria para dictar sentencia definitiva en esta causa.
2°) Que a fin de determinar la existencia de responsabilidad de la demandada es conveniente precisar que,
según se desprende de los términos en que fue planteada la demanda, la actora sustentó su reclamo en sendos
factores de atribución. Por un lado, en el incumplimiento de los deberes de seguridad respecto de las personas
que se encuentran privadas de la libertad, en razón de hallarse cumpliendo una condena impuesta por la justicia;
y, a su vez, en la falta de la debida atención médica de acuerdo al deficiente estado de salud que presentaba el
interno.
3°) Que en ese orden cabe señalar que la secuencia fáctica que concluyó con la muerte de Sansalone tuvo
inicio el 27 de abril de 2003, mientras cumplía una pena privativa de la libertad en la Unidad Penitenciaria N°
30, General Alvear, de la provincia de Buenos Aires. En esa fecha, como consecuencia de una reyerta entre
varios internos (fs. 1 de las actuaciones administrativas circunstanciadas, expte. 333.978/03), sufrió lesiones
graves producidas con elemento punzo cortante en el dorso del hemitórax derecho, en la base del hemitórax
izquierdo y en la región inguinal derecha (fs. 5 expte. cit.). Al día siguiente fue sometido a una intervención
quirúrgica en el Hospital Posadas de la ciudad de Saladillo, por presentar un neumotórax derecho y una
perforación gástrica (informe de fs. 32 del referido expediente), quedando internado en la unidad de cuidados
intensivos de dicho nosocomio.
4°) Que a partir de tal evento, no obstante la realización de variados estudios y tratamientos, con suministro
de la medicación que fue indicada por los médicos intervinientes, aquél padeció sucesivas complicaciones que
determinaron la práctica de otras intervenciones quirúrgicas, como lo reflejan los informes obrantes a fs. 36/92 y
97/156 de las actuaciones administrativas mencionadas. En ese contexto, tomando en cuenta el fatal desenlace
mortal acaecido tiempo después, salvo esporádicos cuadros que podrían inducir a vislumbrar leves mejorías,
parece claro que Sansalone no logró superar el delicado estado de salud derivado de las lesiones recibidas véase
en particular las condiciones de ingreso en la Unidad Penitenciaria N° 30 el 3/9/2003 (fs. 160 del expte.
administrativo indicado), en oportunidad del traslado efectuado desde la unidad N° 22, en la cual había
ingresado el 20/8/03 al disponerse el alta por los facultativos del hospital donde había sido tratado (fs. 159).
5°) Que, en tal sentido, resulta clarificador el informe de la perito médica C. (obrante a fs. 350 de la causa
N° 127, proveniente del Tribunal en lo Criminal N° 6, del Departamento Judicial de San Martín, provincia de
Buenos Aires), pues si bien destaca que: "después de once días de internación en la Unidad 22, habiendo sido
asistido por especialista en cirugía, se ha considerado que se encuentra en condiciones de alta nosocomial";
seguidamente expresa que: "no obstante ello, dada la compleja cirugía a la cual fue sometido el interno y atento
que la misma presentó comorbilidades de suma importancia, como son una fístula enterocutánea y una sepsis,
considerando el mal estado de nutrición que surge al momento del presente reconocimiento médico, es opinión
de este Perito Oficial que el Sr. Sansalone, de ser trasladado a otra Unidad del SPB, deberá permanecer bajo la
custodia de personal médico con estricta dieta hiperproteica hasta su recuperación definitiva".
Es decir, a la fecha de ese informe pericial (1/9/03), Sansalone no sólo no se había recuperado de las
secuelas correspondientes a las intervenciones quirúrgicas que se le practicaron, a raíz de las serias lesiones
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producidas en el hecho acontecido el 27 de abril del año 2003; sino que la gravedad del caso revestía una alta
probabilidad de mortalidad, pues de conformidad con el dictamen brindado al día siguiente por la misma
experta (fs. 351 de la citada causa) "La atención y prescripciones médicas obrantes en la historia clínica
mentada, serían acordes a la patología con la que ingresara el Sr. Sansalone, conforme a su estado de salud
actual. Su repercusión general futura no es evaluable a corto plazo, dado que un paciente que sufre una herida
abdominal que genera la necesidad de una esplenopancreatectomía parcial corporocaudal con sepsis secundaria
y fístula enterocutánea, incluso en Centros de máxima Complejidad Quirúrgica, tiene una altísima tasa de
morbimortalidad no previsible por ningún método científico, no resultando posible en consecuencia, efectuar
disquisiciones evolutivas sobre el resultado y la instauración de las medidas terapéuticas aplicadas...". En efecto,
tales elementos de convicción permiten afirmar que las heridas ocasionadas en la reyerta acaecida en la Unidad
Penitenciaria guardan un nexo etiológico material con la muerte, producida poco tiempo después de los citados
informes periciales, de acuerdo a la regularidad del curso de los hechos prevenida por el artículo 901 del Código
Civil. Esta consideración no se apoya exclusivamente en el parámetro de proximidad temporal entre la
realización de los informes (1° y 2 de septiembre de 2003) y la fecha del deceso (7 de octubre de 2003), pues el
fallecimiento obedeció al "paro cardio respiratorio no traumático" cuya causa fue la "obstrucción intestinal" y
una "sepsis generalizada" (conf. fotocopia del certificado de defunción agregado a fs. 392 de la causa penal
citada), extremo que no permite apreciar en el contexto de las pruebas producidas en autos el concurso de otra
afección susceptible de ocasionar la muerte de Sansalone, sino como consecuencia de la patología que padecía
de acuerdo a las expresiones de la perito médica.
Esta valoración resulta reforzada por otro informe pericial el que obra a fs. 439 de esa causa, bien que
efectuado con posterioridad al deceso, donde el Médico Forense Departamental L. expuso: "El caso que nos
ocupa fue una cirugía de urgencia con perforación de víscera hueca y el consecuente derrame del contenido
gástrico y sangre en cavidades abdominal. Ello trae aparejado dificultades inherentes a la presencia atípica de
dichas sustancias desde el punto de vista quirúrgico lo cual puede hacer pasar desapercibido a dicho momento
una de las consecuencias de la herida por arma blanca como fue la lesión del cuerpo de Páncreas. El líquido
pancreático, con carácter netamente digestivo trajo posteriormente complicaciones que obligaron a una 20
operación por abdomen agudo, que obligó a realizarle al paciente la ablación del cuerpo y cola de Páncreas
conjuntamente con el Bazo, acto éste necesario por la posición anatómica de arterias y venas de este último
órgano". También, con similares connotaciones, se expidieron los Peritos Médicos Forenses B. y S., al concluir
el informe en el sentido de que el óbito "fue consecuencia de las complicaciones de las heridas sufridas el día 27
de abril..." (fs. 227/228 de la causa "González Guerra, Ariel Martín s/ homicidio en riña").
6°) Que resulta menester recordar, a los fines de este decisorio, que tal como lo ha señalado esta Corte en
Fallos: 318:2002, el postulado que emana del artículo 18 de nuestra Constitución Nacional tiene un contenido
operativo que impone al Estado, por intermedio de los servicios penitenciarios respectivos, la obligación y
responsabilidad de dar a quienes están cumpliendo una condena o una detención preventiva la adecuada
custodia, obligación que se cimienta en el respeto a su vida, salud e integridad física y moral.
La seguridad, como deber primario del Estado, no sólo importa resguardar los derechos de los ciudadanos
frente a la delincuencia sino también, como se desprende del citado artículo 18, los propios de los penados, cuya
readaptación social se constituye en un objetivo superior del sistema.
7°) Que esta Corte ha decidido reiteradamente que quien contrae la obligación de prestar un servicio en el
caso los mencionados precedentemente lo debe hacer en condiciones adecuadas para llenar el fin para el que ha
sido establecido y es responsable de los perjuicios que causare su incumplimiento o ejecución irregular (Fallos:
315:1902, considerando 3°), en los términos del artículo 1112 del Código Civil (Fallos: 321:1776 y sus citas, y
325:1277). Corresponde, pues, examinar si en el sub judice se ha demostrado que el Estado Provincial ha
incurrido en negligencia o incumplimiento irregular de su función en la realización de las obligaciones que le
habían sido impuestas.
8°) Que la Corte Interamericana de Derechos Humanos señaló que "quien sea detenido tiene derecho a vivir
en condiciones de detención compatibles con su dignidad personal y el Estado debe garantizarle el derecho a la
vida y a la integridad personal, y que es el Estado el que se encuentra en una posición especial de garante, toda
vez que las autoridades penitenciarias ejercen un fuerte control o dominio sobre las personas que se encuentran
sujetas a su custodia. De este modo, se produce una relación e interacción especial de sujeción entre la persona
privada de libertad y el Estado, caracterizada por la particular intensidad con que el Estado puede regular sus
derechos y obligaciones y por las circunstancias propias del encierro, en donde al recluso se le impide satisfacer
por cuenta propia una serie de necesidades básicas, que son esenciales para el desarrollo de una vida digna".
En particular, en cuanto al derecho a la integridad personal, ese tribunal señaló que "es de tal importancia
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que la Convención Americana lo protege particularmente al establecer, inter alia, la prohibición de la tortura, los
tratos crueles, inhumanos y degradantes y la imposibilidad de suspenderlo durante estados de emergencia.
Agregó que el derecho a la integridad personal no sólo implica que el Estado debe respetarlo (obligación
negativa), sino que, además, requiere que el Estado adopte todas las medidas apropiadas para garantizarlo
(obligación positiva), en cumplimiento de su deber general establecido en el artículo 1.1 de la Convención
Americana" (considerandos 44 y 45 de la causa "Verbitsky, Horacio s/ habeas corpus", Fallos: 328:1146).
9) Que, en consecuencia, la demandada tiene a su cargo, entre otros, el deber de garantizar la seguridad de
los internos. En ese mismo sentido, el artículo 21 del decreto-ley provincial 9079/78 dispone que "será misión
del Servicio Penitenciario Bonaerense la custodia y guardia de los procesados";y el artículo 31 inciso a,
establece que entre las funciones de ese Servicio se encuentra la de "velar por la seguridad y custodia de las
personas que se encuentren en establecimientos de su dependencia, sometidas a procesos o cumpliendo penas
privativas de libertad, procurando que el régimen carcelario contribuya a preservar y/o mejorar sus condiciones
morales, educación y salud".
Por ello, y para cumplir con ese objetivo, el Servicio Penitenciario tiene la obligación de evitar que los
internos tengan a su alcance elementos de evidente peligrosidad, tales como los secuestrados en este caso,
susceptibles de producir daños en la salud física de aquéllos y de terceros. Al respecto, el artículo 45 punto 1 de
la ley 12.256 de la provincia de Buenos Aires establece la prohibición a los internos de "tener armas o
elementos que puedan ser usados como tales, a excepción de los autorizados expresamente y por razones
específicas de trabajo".
10) Que con respecto a la ejecución irregular del servicio, como uno de los presupuestos ineludibles para la
procedencia de la responsabilidad del Estado por su actividad ilícita, este Tribunal ha expresado que quien
contrae la obligación de prestar un servicio lo debe realizar en condiciones adecuadas para llenar el fin para el
que ha sido establecido y debe afrontar las consecuencias de su incumplimiento o ejecución irregular (Fallos:
306:2030; 312:1656; 315: 1892, 1902; 316:2136; 320:266; 325:1277; 328:4175; 329:3065; 331:1690).
11) Que, sobre la base de lo expuesto, en este caso resulta comprometida la responsabilidad de la provincia
de Buenos Aires. Ello es así, pues en la causa se acreditó que el Servicio Penitenciario Provincial incumplió con
sus deberes primarios, lo que constituye una irregular prestación del servicio a cargo de la autoridad
penitenciaria.
En efecto, de acuerdo a las constancias que obran en el expediente: "González Guerra, Ariel Martín s/
homicidio en riña" remitido por el Tribunal Oral n1 1 del Departamento Judicial Azul, de la provincia de
Buenos Aires, en los fundamentos del veredicto (fs. 589 vta.), se tuvo por acreditado que el 27 de abril de 2003,
"en el interior del pabellón N° 8, correspondiente al Sector N° 1 de la Unidad N° 30 del S.P.P., con asiento en la
localidad de Gral. Alvear, Nicolás Sansalone Gatica y Juan Pablo Blanco se enfrentaron con elementos del tipo
armas blancas de fabricación casera, sufriendo el primero de ellos heridas punzo-cortante en el dorso de
hemitórax derecho y base de hemitórax izquierdo, en región inguinal derecha; hematoma en mano izquierda;
neumotórax derecho grado II y fractura en el tercer metacarpiano de mano izquierda, lesiones las descriptas que
con el transcurso del tiempo le produjeron obstrucción intestinal y septicemia generalizada, a raíz de lo cual
fallece el siete de octubre del mismo año, por paro cardiorrespiratorio no traumático".
El veredicto, de carácter absolutorio en relación a Ariel Martín González Guerra (fs. 584), determinó la
inexistencia del hecho materia de acusación respecto de este último y, en la forma transcripta en el párrafo
anterior, lo acotó a las personas allí mencionadas. No obstante que en los fundamentos referidos no existe una
descripción detallada del hecho, con relación a los dos involucrados, y que no pudo avanzarse en tal sentido, ya
que Blanco falleció con anterioridad (ver. punto g de fs. 591 vta.), más allá de las dudas que atienden a la
celeridad con la que actuó el personal de la penitenciaría en el particular existen distintas versiones, al
confrontar las declaraciones de fs. 16, 18, 49, 50 y 58, por un lado, y las de fs. 240/241 y 404/405, por el otro; lo
cierto es que varios internos tenían a su alcance elementos punzantes, susceptibles de ser utilizados con peligro
evidente para la integridad física.
Este hecho no sólo resulta de las circunstancias del enfrentamiento mencionado, sino que aparece en forma
indubitable en las actas de fs. 27, 29, 31, 33 y 255, en oportunidad de secuestrarse el referido material. Tales
instrumentos dan cuenta del secuestro de ese tipo de elementos, con longitudes entre los 13 y 26 centímetros.
Asimismo, no resulta un dato menor el que surge de la declaración prestada por G. G. (fs. 405 in fine), donde el
deponente expresó que "siempre tuvo faca por lo que es la cárcel".
12) Que, por otra parte, corresponde desestimar la pretensión eximente que, con fundamento en el artículo
514 del Código Civil, invoca la demandada. Ello es así pues aun admitida la participación de la víctima en el
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hecho se trataba de una eventualidad previsible en el régimen del penal, que pudo evitarse si la autoridad
penitenciaria hubiera cumplido adecuadamente sus funciones (considerando 41, Fallos: 318:2002).
En efecto, de la declaración de fs. 405 vta. de la causa penal citada resulta que para obtener las armas
utilizadas en la reyerta los internos utilizaban las varillas del ocho de la mesa de la celda, y que en otras
oportunidades había ocurrido lo mismo. A su vez, de la declaración del empleado del Servicio Penitenciario
citada en el decisorio de fs. 589/594, surge que las púas secuestradas "son comunes a las que habitualmente
fabrican los internos con los hierros que tienen las mesadas de material de las celdas". Más aún, de las
constancias de fs. 28, 30 y 32 del mismo expediente, resulta que varios internos incluidos algunos de los
involucrados en el incidente habían sido sancionados en reiteradas oportunidades por posesión de elementos
punzantes y por haber roto la mesa de cemento del interior de su celda.
13) Que, sin perjuicio de lo expuesto, toda vez que la pretensión también fue promovida con sustento en la
falta de servicio respecto de la atención médica que el caso requería, cabe precisar que ante la inexistencia de
prueba desarrollada con el objeto de acreditar tal extremo, debe estarse a lo que se desprende de los informes
periciales referidos en el considerando 51. De acuerdo a lo que emana de dichos elementos de convicción, no
resulta dable la determinación de responsabilidad alguna originada en una falta de asistencia a la salud del
interno o que la actividad se hubiese desarrollado en condiciones inadecuadas para cumplir regularmente con el
servicio hospitalario pertinente, en consonancia con los padecimientos que presentaba aquél. En consecuencia,
dado que la actora no ha aportado prueba que demuestre la mediación de las faltas que invoca en relación al
servicio asistencial, no corresponde atribuir responsabilidad alguna al Estado sobre la base de este argumento.
14) Que dilucidada la responsabilidad del demandado, debe establecerse la procedencia de los reclamos de
indemnización de daño material y el moral efectuados por la madre del causante cuyo vínculo se acredita con la
fotocopia certificada de la partida de nacimiento de fs. 4, ellos con fundamento en los artículos 1068 al 1078 del
Código Civil.
Al respecto debe tenerse en cuenta que en relación a la madre del causante, no rige la presunción iuris
tantum contenida en los artículos 1084 y 1085 del Código Civil, pues tal como se resolvió en la causa "Badín,
Rubén y otros c/ Buenos Aires, Provincia de" (Fallos: 318:2002), está restringida al caso del cónyuge
superviviente y sus hijos menores e incapaces con las salvedades contenidas en la última parte de la norma
citada en segundo término. Por consiguiente, y si bien por la aplicación del principio general del artículo 1079
todo perjudicado por la muerte de una persona tiene derecho a obtener la reparación del daño sufrido, la
reclamante debió acreditar la procedencia de la reparación pretendida.
La actora no ha aportado ningún elemento de prueba que permita concluir que era destinataria de parte de
los bienes que su hijo fallecido producía, razón por la cual no puede ser admitida la reparación del daño
material, máxime cuando tampoco ha sido acreditado que en orden a las particulares condiciones socio
económicas de la familia existiese una probabilidad de asistencia a su progenitora una vez obtenida la libertad,
aspecto sobre el cual nada aportan las limitadas declaraciones de fs. 58/60.
En consecuencia, cabe concluir que la desaparición de Sansalone no le ha ocasionado a su madre un
perjuicio patrimonial que torne procedente el resarcimiento pretendido. Al respecto, cabe recordar que este
Tribunal ha decidido "la vida humana no tiene valor económico per se, sino en consideración a los que produce
o puede producir. No es dable evitar una honda turbación espiritual cuando se habla de tasar económicamente
una vida humana, reducirla a valores crematísticos, hacer la imposible conmutación de lo inconmutable. Pero la
supresión de una vida, aparte del desgarramiento del mundo afectivo en que se produce, ocasiona indudables
efectos de orden patrimonial como proyección secundaria de aquel hecho trascendental, y lo que se mide en
signos económicos no es la vida misma que ha cesado, sino las consecuencias que sobre otros patrimonios
acarrea la brusca interrupción de una actividad creadora, productora de bienes. En ese orden de ideas, lo que se
llama elípticamente la valoración de una vida humana no es otra cosa que la medición de la cuantía del perjuicio
que sufren aquellos que eran destinatarios de todos o parte de los bienes económicos que el extinto producía,
desde el instante en que esta fuente de ingresos se extingue" (confr. Fallos: 316:912; 317:1006 y 1921 y
325:1277).
15) Que, en cambio, corresponde admitir la indemnización por daño moral, en razón de la interpretación
amplia que se ha acordado al artículo 1078 del Código Civil, pues la lesión a los sentimientos afectivos que lo
justifica se intensifica en el presente caso si se repara en la entidad y duración de los padecimientos que
precedieron a la muerte de Sansalone, cuando se encontraba confiado al servicio de custodia del sistema
penitenciario, y la dolorosa repercusión que importa la pérdida de un hijo, la mayor causa de aflicción espiritual.
Por lo tanto, y habida cuenta de que su indemnización no debe necesariamente guardar relación con el daño

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material (Fallos: 326:2774), se la fija en la suma de $ 70.000.


Por ello y lo dispuesto por los artículos 1068, 1078, 1079, 1084, 1085, 1112 y concs. del Código Civil, se
decide: Hacer lugar a la demanda iniciada por Susana Mercedes Gatica contra la provincia de Buenos Aires,
condenándola a pagar, dentro del plazo de treinta días la suma de setenta mil pesos ($ 70.000). Los intereses se
calcularán desde el día 7 de octubre de 2003, hasta el efectivo pago, a la tasa que corresponda según la
legislación que resulte aplicable. Las costas serán soportadas por la provincia de Buenos Aires (artículo 68,
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación). — Ricardo Luís Lorenzetti. — Elena I. Highton de Nolasco.
— Carlos S. Fayt. — Enrique Santiago Petracchi. — Juan Carlos Maqueda. —E. Raúl Zaffaroni. — Carmen M.
Argibay.
Voto del señor ministro doctor don E. Raúl Zaffaroni:
Considerando:
1°) Que frente al prolongado trámite al que ha dado lugar la substanciación de este proceso y la significativa
extensión del tiempo transcurrido desde el llamamiento de autos para sentencia de fs. 192 de estas actuaciones,
evidentes razones de economía procesal como las señaladas por el Tribunal en los pronunciamientos dictados en
las causas "Punte, Roberto Antonio c/ Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Provincia de"
(Fallos: 329:809); C.1563.XXXVI. "Cohen, Eliazar c/ Río Negro, Provincia de y otros s/ daños y perjuicios" y
B.853.XXXVI "Bustos, Ramón Roberto c/ La Pampa, Provincia de y otro s/ daños y perjuicios", sentencias del
30 de mayo y 11 de julio de 2006, respectivamente, así como la adecuada preservación de las garantías
constitucionales de la defensa en juicio y del debido proceso que asisten a las partes, en cuanto comprenden la
necesidad de obtener una rápida y eficaz decisión judicial que ponga fin a la controversia (Fallos: 319:2151 y
sus citas), llevan a dejar de lado en el sub lite el nuevo contorno del concepto de causa civil definido por esta
Corte el 21 de marzo de 2006 en la causa "Barreto" (Fallos: 329:759), y el 11 de julio de 2006 en la causa
L.171.XLI. "Ledesma, Luís c/ Santiago del Estero, Provincia de s/ daños y perjuicios", y, en consecuencia, a
mantener su competencia originaria para dictar sentencia definitiva en esta causa.
2°) Que a fin de determinar la existencia de responsabilidad de la demandada es conveniente precisar que,
según se desprende de los términos en que fue planteada la demanda, la actora sustentó su reclamo en sendos
factores de atribución. Por un lado, en el incumplimiento de los deberes de seguridad respecto de las personas
que se encuentran privadas de la libertad, en razón de hallarse cumpliendo una condena impuesta por la justicia;
y, a su vez, en la falta de la debida atención médica de acuerdo al deficiente estado de salud que presentaba el
interno.
3°) Que en ese orden cabe señalar que la secuencia fáctica que concluyó con la muerte de Sansalone tuvo
inicio el 27 de abril de 2003, mientras cumplía una pena privativa de la libertad en la Unidad Penitenciaria N°
30, General Alvear, de la provincia de Buenos Aires. En esa fecha, como consecuencia de una reyerta entre
varios internos (fs. 1 de las actuaciones administrativas circunstanciadas, expte. 333.978/03), sufrió lesiones
graves producidas con elemento punzo cortante en el dorso del hemitórax derecho, en la base del hemitórax
izquierdo y en la región inguinal derecha (fs. 5 expte. cit.). Al día siguiente fue sometido a una intervención
quirúrgica en el Hospital Posadas de la ciudad de Saladillo, por presentar un neumotórax derecho y una
perforación gástrica (informe de fs. 32 del referido expediente), quedando internado en la unidad de cuidados
intensivos de dicho nosocomio.
4°) Que a partir de tal evento, no obstante la realización de variados estudios y tratamientos, con suministro
de la medicación que fue indicada por los médicos intervinientes, aquél padeció sucesivas complicaciones que
determinaron la práctica de otras intervenciones quirúrgicas, como lo reflejan los informes obrantes a fs. 36/92 y
97/156 de las actuaciones administrativas mencionadas. En ese contexto, tomando en cuenta el fatal desenlace
mortal acaecido tiempo después, salvo esporádicos cuadros que podrían inducir a vislumbrar leves mejorías,
parece claro que Sansalone no logró superar el delicado estado de salud derivado de las lesiones recibidas véase
en particular las condiciones de ingreso en la Unidad Penitenciaria N° 30 el 3/9/2003 (fs. 160 del expte.
administrativo indicado), en oportunidad del traslado efectuado desde la unidad N° 22, en la cual había
ingresado el 20/8/03 al disponerse el alta por los facultativos del hospital donde había sido tratado (fs. 159)C.
5°) Que, en tal sentido, resulta clarificador el informe de la perito médica C. (obrante a fs. 350 de la causa
N° 127, proveniente del Tribunal en lo Criminal N° 6, del Departamento Judicial de San Martín, provincia de
Buenos Aires), pues si bien destaca que: "después de once días de internación en la Unidad 22, habiendo sido
asistido por especialista en cirugía, se ha considerado que se encuentra en condiciones de alta nosocomial";
seguidamente expresa que: "no obstante ello, dada la compleja cirugía a la cual fue sometido el interno y atento
que la misma presentó comorbilidades de suma importancia, como son una fístula enterocutánea y una sepsis,
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considerando el mal estado de nutrición que surge al momento del presente reconocimiento médico, es opinión
de este Perito Oficial que el Sr. Sansalone, de ser trasladado a otra Unidad del SPB, deberá permanecer bajo la
custodia de personal médico con estricta dieta hiperproteica hasta su recuperación definitiva".
Es decir, a la fecha de ese informe pericial (1/9/03), Sansalone no sólo no se había recuperado de las
secuelas correspondientes a las intervenciones quirúrgicas que se le practicaron, a raíz de las serias lesiones
producidas en el hecho acontecido el 27 de abril del año 2003; sino que la gravedad del caso revestía una alta
probabilidad de mortalidad, pues de conformidad con el dictamen brindado al día siguiente por la misma
experta (fs. 351 de la citada causa) "La atención y prescripciones médicas obrantes en la historia clínica
mentada, serían acordes a la patología con la que ingresara el Sr. Sansalone, conforme a su estado de salud
actual. Su repercusión general futura no es evaluable a corto plazo, dado que un paciente que sufre una herida
abdominal que genera la necesidad de una esplenopancreatectomía parcial corporocaudal con sepsis secundaria
y fístula enterocutánea, incluso en Centros de máxima Complejidad Quirúrgica, tiene una altísima tasa de
morbimortalidad no previsible por ningún método científico, no resultando posible en consecuencia, efectuar
disquisiciones evolutivas sobre el resultado y la instauración de las medidas terapéuticas aplicadas...". En efecto,
tales elementos de convicción permiten afirmar que las heridas ocasionadas en la reyerta acaecida en la Unidad
Penitenciaria guardan un nexo etiológico material con la muerte, producida poco tiempo después de los citados
informes periciales, de acuerdo a la regularidad del curso de los hechos prevenida por el artículo 901 del Código
Civil. Esta consideración no se apoya exclusivamente en el parámetro de proximidad temporal entre la
realización de los informes (1° y 2 de septiembre de 2003) y la fecha del deceso (7 de octubre de 2003), pues el
fallecimiento obedeció al "paro cardio respiratorio no traumático" cuya causa fue la "obstrucción intestinal" y
una "sepsis generalizada" (conf. fotocopia del certificado de defunción agregado a fs. 392 de la causa penal
citada), extremo que no permite apreciar en el contexto de las pruebas producidas en autos el concurso de otra
afección susceptible de ocasionar la muerte de Sansalone, sino como consecuencia de la patología que padecía
de acuerdo a las expresiones de la perito médica.
Esta valoración resulta reforzada por otro informe pericial el que obra a fs. 439 de esa causa, bien que
efectuado con posterioridad al deceso, donde el Médico Forense Departamental L. expuso: "El caso que nos
ocupa fue una cirugía de urgencia con perforación de víscera hueca y el consecuente derrame del contenido
gástrico y sangre en cavidades abdominal. Ello trae aparejado dificultades inherentes a la presencia atípica de
dichas sustancias desde el punto de vista quirúrgico lo cual puede hacer pasar desapercibido a dicho momento
una de las consecuencias de la herida por arma blanca como fue la lesión del cuerpo de Páncreas. El líquido
pancreático, con carácter netamente digestivo trajo posteriormente complicaciones que obligaron a una 20
operación por abdomen agudo, que obligó a realizarle al paciente la ablación del cuerpo y cola de Páncreas
conjuntamente con el Bazo, acto éste necesario por la posición anatómica de arterias y venas de este último
órgano". También, con similares connotaciones, se expidieron los Peritos Médicos Forenses B. y S., al concluir
el informe en el sentido de que el óbito "fue consecuencia de las complicaciones de las heridas sufridas el día 27
de abril..." (fs. 227/228 de la causa "González Guerra, Ariel Martín s/ homicidio en riña").
6°) Que resulta menester recordar, a los fines de este decisorio, que tal como lo ha señalado esta Corte en
Fallos: 318:2002, el postulado que emana del artículo 18 de nuestra Constitución Nacional tiene un contenido
operativo que impone al Estado, por intermedio de los servicios penitenciarios respectivos, la obligación y
responsabilidad de dar a quienes están cumpliendo una condena o una detención preventiva la adecuada
custodia, obligación que se cimienta en el respeto a su vida, salud e integridad física y moral.
La seguridad, como deber primario del Estado, no sólo importa resguardar los derechos de los ciudadanos
frente a la delincuencia sino también, como se desprende del citado artículo 18, los propios de los penados, cuya
readaptación social se constituye en un objetivo superior del sistema.
7°) Que esta Corte ha decidido reiteradamente que quien contrae la obligación de prestar un servicio en el
caso los mencionados precedentemente lo debe hacer en condiciones adecuadas para llenar el fin para el que ha
sido establecido y es responsable de los perjuicios que causare su incumplimiento o ejecución irregular (Fallos:
315:1902, considerando 3°), en los términos del artículo 1112 del Código Civil (Fallos: 321:1776 y sus citas, y
325:1277). Corresponde, pues, examinar si en el sub judice se ha demostrado que el Estado Provincial ha
incurrido en negligencia o incumplimiento irregular de su función en la realización de las obligaciones que le
habían sido impuestas.
8°) Que de acuerdo a las constancias que obran en la causa: "González Guerra, Ariel Martín s/ homicidio en
riña" —remitida por el Tribunal Oral en lo Criminal N° 1, del Departamento Judicial Azul, de la provincia de
Buenos Aires—, en los fundamentos del veredicto (fs. 589 vta.), se tuvo por acreditado que el 27 de abril de
2003, "en el interior del pabellón N° 8, correspondiente al Sector N° 1 de la Unidad N° 30 del S.P.P., con
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asiento en la localidad de Gral. Alvear, Nicolás Sansalone Gatica y Juan Pablo Blanco se enfrentaron con
elementos del tipo armas blancas de fabricación casera, sufriendo el primero de ellos heridas punzo-cortante en
el dorso de hemitórax derecho y base de hemitórax izquierdo, en región inguinal derecha; hematoma en mano
izquierda; neumotórax derecho grado II y fractura en el tercer metacarpiano de mano izquierda, lesiones las
descriptas que con el transcurso del tiempo le produjeron obstrucción intestinal y septicemia generalizada, a raíz
de lo cual fallece el siete de octubre del mismo año, por paro cardiorespiratorio no traumático".
El veredicto, de carácter absolutorio en relación a Ariel Martín González Guerra (fs. 584), determinó la
inexistencia del hecho materia de acusación respecto de este último y, en la forma transcripta en el párrafo
anterior, lo acotó a las personas allí mencionadas. No obstante que en los fundamentos referidos no existe una
descripción detallada del hecho, en relación a los dos involucrados, y que no pudo avanzarse en tal sentido, ya
que Blanco falleció con anterioridad (ver. punto g de fs. 591 vta.), más allá de las dudas que atienden a la
celeridad con la que actuó el personal de penitenciería en el particular existen distintas versiones, al confrontar
las declaraciones de fs. 16, 18, 49, 50 y 58, por un lado, y las de fs. 240/241, 404/405; lo cierto es que varios
internos tenían a su alcance elementos punzantes, susceptibles de ser utilizados con peligro evidente para la
integridad física.
Este hecho no sólo resulta de las circunstancias del enfrentamiento mencionado, sino que aparece en forma
indubitable en las actas de fs. 27, 29, 31, 33 y 255, en oportunidad de secuestrarse el referido material. Tales
instrumentos dan cuenta del secuestro de ese tipo de elementos, con longitudes entre los 13 cm. y 26 cm.
Asimismo, no resulta un dato menor el que surge de la declaración prestada por G. G. (fs. 405 in fine), donde el
deponente expresó que "siempre tuvo faca por lo que es la cárcel".
9°) Que no puede admitirse que los internos tengan a su alcance elementos susceptibles de infringir daños,
de la envergadura que traducen los antecedentes de autos, y de evidente peligrosidad para la preservación de la
salud física de aquéllos e incluso de terceros, pues las circunstancias referidas exteriorizan una clara desatención
del deber de prevención, en tanto importan el incumplimiento de lo establecido en el artículo 45, punto 1, de la
ley 12.256 de la provincia de Buenos Aires.
En efecto, sin perjuicio de la participación que tuvo en el hecho Sansalone, las circunstancias del caso no
fueron debidamente aclaradas, como hubiese correspondido (cfr. artículo 163, inciso 5° del Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación), frente a la gravedad de los hechos. En este sentido, resulta significativo que si
el servicio penitenciario contaba con cámaras de filmación en los pabellones, no procedió a la guarda y
consecuente aporte del material obtenido con el objeto de esclarecer los acontecimientos, tanto en relación a los
incidentes de la reyerta, como así, en ese contexto, respecto del proceder del personal penitenciario (ver en los
fundamentos del veredicto, punto c de fs. 590 vta. de la causa: "González Guerra, Ariel Martín s/ homicidio en
riña"). Asimismo, la sola inexistencia de pedido por la Policía o la Fiscalía no parece razón suficiente para
inutilizarlo, tomando en cuenta los deberes e investiduras que, en el ámbito de la cárcel provincial, le atribuye el
artículo 3, inciso k del decreto-ley provincial 9079/78. Es más, de las pruebas que han sido agregadas y
valoradas, puede establecerse que sólo con posterioridad a los hechos que motivan el presente juicio, se
realizaron diligencias para formalizar el secuestro de los elementos peligrosos (actas de fs. 27, 29, 31 y 33),
evento que pone en tela de juicio el debido cumplimiento de las funciones tendientes a garantizar la seguridad
de los internos (artículo 45, punto 1°, de la ley 12.256 de la provincia de Buenos Aires); pues nada ha sido
acreditado en cuanto a la actividad desarrollada con anterioridad, para evitar que los reclusos puedan acceder o
tengan en su poder ese tipo de material, extremo de carácter relevante a tenor de lo que surge de la declaración
de G. G. (fs. 405 in fine), en cuanto a que "siempre tuvo faca por lo que es la cárcel".
10) Que la Corte Interamericana de Derechos Humanos señaló que "quien sea detenido tiene derecho a vivir
en condiciones de detención compatibles con su dignidad personal y el Estado debe garantizarle el derecho a la
vida y a la integridad personal, y que es el Estado el que se encuentra en una posición especial de garante, toda
vez que las autoridades penitenciarias ejercen un fuerte control o dominio sobre las personas que se encuentran
sujetas a su custodia. De este modo, se produce una relación e interacción especial de sujeción entre la persona
privada de libertad y el Estado, caracterizada por la particular intensidad con que el Estado puede regular sus
derechos y obligaciones y por las circunstancias propias del encierro, en donde al recluso se le impide satisfacer
por cuenta propia una serie de necesidades básicas que son esenciales para el desarrollo de una vida digna"
(confr. considerando 44 de la causa "Verbitsky, Horacio s/ habeas corpus" Fallos: 328:1146) (LA LEY, 2005-C,
276).
11) Que, en cuanto al derecho a la integridad personal, dicho tribunal señaló que "es de tal importancia que
la Convención Americana lo protege particularmente al establecer, inter alia, la prohibición de la tortura, los
tratos crueles, inhumanos y degradantes y la imposibilidad de suspenderlo durante estados de emergencia.
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Agregó que el derecho a la integridad personal no sólo implica que el Estado debe respetarlo (obligación
negativa), sino que, además, requiere que el Estado adopte todas las medidas apropiadas para garantizarlo
(obligación positiva), en cumplimiento de su deber general establecido en el art. 1.1. de la Convención
Americana" (confr. considerando 45 de la causa "Verbitsky, Horacio s/ habeas corpus" Fallos: 328:1146).
12) Que, en esas condiciones, resulta comprometida la responsabilidad de la provincia, toda vez que los
hechos y omisiones señaladas determinan que el Servicio Penitenciario Provincial incumplió con las funciones
que le son propias y que atienden a la observancia de los deberes primarios, dentro de sus tareas específicas,
como son la guarda, seguridad y preservación física de los internos (artículos 2° y 3°, inciso a, del decreto-ley
provincial 9079/78), y constituye una irregular prestación del servicio a cargo de aquél que lejos está de
justificar la pretensión eximente que la demandada funda en el artículo 514 del Código Civil. El idóneo
cumplimiento de esas funciones, aun admitida la participación que le cupo en el hecho a Sansalone, hubiese
evitado la producción de daños físicos con este penoso desenlace, atendiendo a que resulta previsible el
acaecimiento de estos hechos en el régimen penal, como lo exteriorizan los dichos transcriptos a fs. 405 vta. de
la causa penal citada en el considerando anterior Cal presuponer que los elementos punzantes provenían de las
varillas del ocho de la mesa de la celda, como en "otras oportunidades que ha ocurrido lo mismo". A su vez, de
las declaraciones que la demandada cita en apoyo de tal defensa, surge que el personal penitenciario no
intervino sino "hasta pasados unos minutos" (fs. 241 vta.), y el deponente de fs. 251, si bien no fue preguntado
al respecto en ese interrogatorio, con posterioridad (fs. 405 vta.) expresó que "Entre tanto todo el personal
penitenciario miraba detrás de la reja sin reprimir. Que todo esto duró entre diez y quince minutos y el personal
no paraba el problema".
En este sentido, si el Estado no puede garantizar la vida de los internos ni evitar que éstos, recurrentemente,
se munan de elementos susceptibles de producir daños de carácter irreparable, de nada sirven las políticas
preventivas del delito ni menos aún las que persiguen la reinserción social de los detenidos. Además, indican
una degradación funcional de sus obligaciones primarias que se constituye en el camino más seguro para su
desintegración y para la malversación de los valores institucionales que dan soporte a una sociedad justa (Fallos:
318:2002, considerando 4°). En este sentido, la idea objetiva de la falta de servicio encuentra fundamento en la
aplicación por vía subsidiaria del artículo 1112 del Código Civil, que establece un régimen de responsabilidad
"por los hechos y las omisiones de los funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones, por no cumplir
sino de una manera irregular las obligaciones legales que les están impuestas".
13) Que ello pone en juego la responsabilidad extracontractual del Estado en el ámbito del derecho público
que no requiere, como fundamento de derecho positivo, recurrir al artículo 1113 del Código Civil. En efecto, no
se trata de una responsabilidad indirecta la que en el caso se compromete, toda vez que la actividad de los
órganos o funcionarios del Estado realizada para el desenvolvimiento de los fines de las entidades de las que
dependen, ha de ser considerada propia de éstas, que deben responder de modo principal y directo por sus
consecuencias dañosas (Fallos: 306:2030, considerando 6°).
14) Que no obstante los términos en que procede responsabilizar a la provincia de acuerdo a lo expresado
precedentemente, siendo que la pretensión también fue promovida con sustento en la falta de servicio respecto
de la atención médica que el caso requería, cabe precisar que ante la inexistencia de prueba desarrollada con el
objeto de acreditar tal extremo, debe estarse a lo que se desprende de los informes periciales referidos en el
considerando 5°.De acuerdo a lo que emana de dichos elementos de convicción, no resulta dable la
determinación de responsabilidad alguna originada en una falta de asistencia a la salud del interno o que la
actividad se hubiese desarrollado en condiciones inadecuadas para cumplir regularmente con el servicio
hospitalario pertinente, en consonancia con los padecimientos que presentaba aquél. En consecuencia, siendo
que la actora no ha aportado prueba que demostrara la mediación de las faltas que invoca en relación al servicio
asistencial, no corresponde atribuir responsabilidad alguna al Estado con fundamento en este tópico.
15) Que dilucidada la responsabilidad del demandado, debe establecerse la procedencia de los reclamos de
indemnización de daño material y el moral efectuados por la madre del causante cuyo vínculo se acredita con la
fotocopia certificada de la partida de nacimiento de fs. 4, ellos con fundamento en los artículos 1068 al 1078 del
Código Civil.
Al respecto debe tenerse en cuenta que en relación a la madre del causante, no rige la presunción iuris
tantum contenida en los artículos 1084 y 1085 del Código Civil, pues tal como se resolvió en la causa "Badín,
Rubén y otros c/ Buenos Aires, Provincia de s/ daños y perjuicios" (Fallos: 318:2002), está restringida al caso
del cónyuge superviviente y sus hijos menores e incapaces con las salvedades contenidas en la última parte de la
norma citada en segundo término. Por consiguiente, y si bien por la aplicación del principio general del artículo
1079 todo perjudicado por la muerte de una persona tiene derecho a obtener la reparación del daño sufrido, la
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reclamante debió acreditar la procedencia de la reparación pretendida.


La actora no ha aportado ningún elemento de prueba que permita concluir que era destinataria de parte de
los bienes que su hijo fallecido producía, razón por la cual no puede ser admitida la reparación del daño
material, máxime cuando tampoco ha sido acreditado que en orden a las particulares condiciones socio
económicas de la familia existiese una probabilidad de asistencia a su progenitora una vez obtenida la libertad,
aspecto sobre el cual nada aportan las limitadas declaraciones de fs. 58/60.
En consecuencia, cabe concluir que la desaparición de Sansalone no le ha ocasionado a su madre un
perjuicio patrimonial que torne procedente el resarcimiento pretendido. Al respecto, cabe recordar que este
Tribunal ha decidido "la vida humana no tiene valor económico per se, sino en consideración a los que produce
o puede producir. No es dable evitar una honda turbación espiritual cuando se habla de tasar económicamente
una vida humana, reducirla a valores crematísticos, hacer la imposible conmutación de lo inconmutable. Pero la
supresión de una vida, aparte del desgarramiento del mundo afectivo en que se produce, ocasiona indudables
efectos de orden patrimonial como proyección secundaria de aquel hecho trascendental, y lo que se mide en
signos económicos no es la vida misma que ha cesado, sino las consecuencias que sobre otros patrimonios
acarrea la brusca interrupción de una actividad creadora, productora de bienes. En ese orden de ideas, lo que se
llama elípticamente la valoración de una vida humana no es otra cosa que la medición de la cuantía del perjuicio
que sufren aquellos que eran destinatarios de todos o parte de los bienes económicos que el extinto producía,
desde el instante en que esta fuente de ingresos se extingue" (confr. Fallos: 316:912; 317:1006 y 1921; y
325:1277).
16) Que, en cambio, corresponde admitir la indemnización por daño moral, en razón de la interpretación
amplia que se ha acordado al artículo 1078 del Código Civil, pues la lesión a los sentimientos afectivos que lo
justifica se intensifica en el presente caso si se repara en la entidad y duración de los padecimientos que
precedieron a la muerte de Sansalone, cuando se encontraba confiado al servicio de custodia del sistema
penitenciario, y la dolorosa repercusión que importa la pérdida de un hijo, la mayor causa de aflicción espiritual.
Por lo tanto, y habida cuenta de que su indemnización no debe necesariamente guardar relación con el daño
material (Fallos: 326:2774), se la fija en la suma de $ 70.000.
Por ello y lo dispuesto por los artículos 1068, 1078, 1079, 1084, 1085 y 1112 y concs. del Código Civil, se
decide: Hacer lugar a la demanda iniciada por Susana Mercedes Gatica contra la provincia de Buenos Aires,
condenándola a pagar, dentro del plazo de treinta días la suma de setenta mil pesos ($ 70.000). Los intereses se
calcularán desde el día 7 de octubre de 2003, hasta el efectivo pago, con la tasa pasiva promedio que publica
mensualmente el Banco Central de la República Argentina. Las costas serán soportadas por la provincia de
Buenos Aires (artículo 68, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación). Notifíquese. —E. Raúl Zaffaroni.

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Voces:
COMPETENCIA (En general) ~ Federal ~ Originaria de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
Tribunal: Corte Suprema de Justicia de la NaciónCorte Sup.
Fecha: 30/05/2006
Partes: Cohen, Eliazar v. Provincia de Río Negro y otros
Publicado en: SJA 29/11/2006; JA 2006-IV-43;
Cita Online: 35003635

Sumarios:
1 . El prolongado trámite de un proceso y la significativa extensión de tiempo transcurrido desde el llamamiento
de autos para sentencia permiten dejar de lado el concepto de causa civil definido por esta Corte en la causa
"Barreto, Alberto D. y otra v. Provincia de Buenos Aires", pues razones de economía procesal así como la
adecuada preservación de las garantías de defensa en juicio y debido proceso, justifican mantener la
competencia originaria del tribunal para dictar sentencia definitiva.
2 . Los intereses de la indemnización reconocida a la víctima de un accidente ocurrido al plegarse las alas de un
parapente deben calcularse a la tasa pasiva promedio que publica mensualmente el Banco Central de la
República Argentina.
3 . Los intereses de la indemnización reconocida a la víctima de un accidente ocurrido al plegarse las alas de un
parapente deben calcularse a la tasa que percibe el Banco de la Nación Argentina -Del voto en disidencia parcial
de los Dres. Petracchi y Lorenzetti-.
4 . No existe un rol activo de la víctima que permita atribuirle culpa en el accidente ocurrido al plegarse las alas
del parapente como consecuencia de una súbita corriente de aire, máxime que al publicitarse la actividad se
admitía la práctica por pasajeros inexpertos.
5 . El sobreseimiento penal del encausado sólo descarta la imputación del ilícito civil a título de culpa, mas no
enerva la responsabilidad civil cuando la obligación de resarcir tiene fundamento legal en un factor objetivo de
atribución como es el deber de seguridad del transportador -Del voto del Dr. Zaffaroni-.
6 . Quien alega responsabilidad del Estado por falta de servicio debe individualizar de modo claro y concreto
cuál es la actividad de los órganos estatales que reputa irregular.
7 . La circunstancia de que las actividades privadas se hallen sujetas a regulación estatal por razones de interés
general o dependan de un permiso previo no releva de responsabilidad personal a quien las desarrolla ni hace a
los Estados provincial ni municipal corresponsables de los incumplimientos reglamentarios.
8 . No cabe responsabilizar a la provincia por omisión de supervisar la actividad del guía que decidió llevar a
cabo el salto en parapente con el turista a pesar de los fuertes vientos si por la velocidad con que se produjo el
accidente al plegarse las alas del artefacto no se advierte cómo la supervisión y control habrían podido evitar el
daño.
9 . No cabe responsabilizar a la provincia por la demora en proveer un helicóptero inmediatamente después de
ocurrido el accidente al plegarse las alas del parapente en razón de los fuertes vientos si no se acredita que las
lesiones sufridas por la víctima no fueron consecuencia directa e instantánea de la caída.
10 . La empresa organizadora de los vuelos es civilmente responsable por las lesiones sufridas por el turista al
plegarse las alas del parapente como consecuencia de una corriente súbita de aire si el guía que aquélla contrató
decidió llevar a cabo el salto a pesar de los fuertes vientos.
11 . No existe un rol activo de la víctima que permita atribuirle culpa en el accidente ocurrido al plegarse las
alas del parapente como consecuencia de una súbita corriente de aire, máxime que al publicitarse la actividad se
admitía la práctica por pasajeros inexpertos.
Texto Completo:
Buenos Aires, mayo 30 de 2006.- Resulta: I) A fs. 79/84 se presenta Eliazar Cohen e inicia demanda contra
la Provincia de Río Negro, la Municipalidad de San Carlos de Bariloche, Parapente Bariloche S.R.L. y Máximo
Daulte.

Dice que en el mes de febrero de 1999 viajó a la ciudad de Bariloche acompañado por su núcleo familiar
directo y su hermano Teófilo, que lo hizo también con su mujer e hijos.

Expone que uno de los propósitos de su viaje fue tener una visión aérea y panorámica del paisaje merced al
vuelo en parapente por lo que, a poco de llegar, contrató los servicios de Parapente Bariloche S.R.L., escuela de
vuelo con cuyos instructores realizó el primer salto. Afirma que durante las charlas previas esos instructores le
ofrecieron saltar con sus hijos menores.

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El 10 de febrero uno de los integrantes de la empresa citada le informó telefónicamente que se presentaban
condiciones favorables para otro vuelo por lo que se dirigió al cerro Otto desde el cual y sobre un costado se
hace el despegue. El instructor a cargo del vuelo sería el Sr. Máximo Daulte.

Con el equipo colocado -continúa- aguardaron las condiciones más favorables a juicio de los guías y
despegaron hacia arriba ya que el viento era muy fuerte. En vuelo y prácticamente de inmediato, se cerró una de
las alas por lo que pese a las maniobras del instructor el parapente cayó en tirabuzón. Daulte con todo su peso y
equipo se precipitó sobre el actor.

Sólo una hora y media después arribó una ambulancia que lo trasladó por un camino de montaña lo que
agudizaba los dolores intensos que sufría. Destaca que en el lugar no había equipo de auxilio ni helicóptero
sanitario ni de pasajeros. En el suelo -prosigue- quedó inmovilizado, casi desvanecido y sin control de su cuerpo
y en especial de sus piernas. Su respiración era dificultosa y tenía sensación de baja presión. Debió ser
trasladado a pulso padeciendo los inconvenientes derivados de lo escabroso del terreno. Agrega que no se pudo
utilizar una aerosilla y que esas condiciones, unidas a sus lesiones, empeoraron su situación determinando su
parálisis definitiva. Dice que después de cinco horas se le realizó una operación de descomprensión
empeorándose su situación por un coágulo. Expone que a raíz del hecho se abrió una causa penal en la que el
juez interviniente determinó el sobreseimiento definitivo de Daulte.

Pasa luego a describir las secuelas del accidente que lo obligan a desplazarse en silla de ruedas, víctima de
una dolencia incurable que se manifiesta en una paraplejía fláccida anefléxica hipotónica con compromiso
génito esfinteriano. Presenta, asimismo, un nivel sensitivo analgésico a partir de D12-L1 (vértebra dorsal 12 y
lumbar y dolores y descargas reflejas sin sensibilidad). Todo ello producto del estallido con luxación y
aplastamiento de la cola de caballo.

Señala la repercusión del accidente en el plano psicológico toda vez que se ve impedido de desempeñarse en
su actividad comercial que desarrollaba en forma personal, lo que le ocasiona una seria depresión y repercute en
la esfera de lo moral ya que a los 35 años se ve frustrado de desarrollar una vida plena.

Funda por último la responsabilidad que atribuye a los demandados. En lo que respecta al instructor Daulte
y la empresa Parapente Bariloche S.R.L. la funda en su carácter de guardián o propietario de una cosa riesgosa
como lo es el parapente; y en cuanto a la Provincia de Río Negro y a la Municipalidad de Bariloche en la
omisión de adoptar las medidas de control que les imponía el deber de vigilancia y asistencia. Destaca en ese
sentido que la provincia auspicia los vuelos en parapente que presenta, según los folletos publicitarios que
acompaña, como carentes de todo riesgo. También reprocha la tardía asistencia sanitaria prestada.

Finalmente, expone los ítem de su reclamo que discrimina en lucro cesante ($ 1.440.000), daño psicológico
($ 24.000) y daño moral ($ 720.000) todo lo cual suma $ 2.184.000.

II) A fs. 108/112 se presenta por medio de apoderado la Municipalidad de San Carlos de Bariloche.

En primer lugar realiza una negativa de carácter general de los hechos expuestos en la demanda y de las
consecuencias que se les atribuye. Hace luego consideraciones sobre la responsabilidad extracontractual del
Estado y, en relación concreta con la cuestión litigiosa, afirma que no ha mediado omisión antijurídica en su
comportamiento señalando que la empresa Parapente Bariloche S.R.L. no es una empresa comercial sino
deportiva dedicada a la actividad de parapente regulada por resolución 176/1997 Ver Texto de la Secretaría
Provincial de Turismo.

Sostiene que de la causa penal se desprende que el actor efectuó un "vuelo de cortesía" con el eventual
instructor (Daulte) que no era empleado o socio de la firma mencionada, que se dedica a una actividad deportiva
y no comercial como se pretende. Entiende que no es razonable atribuir al municipio el deber de controlar a
quienes utilizan los servicios de cualquier persona para efectuar un vuelo en parapente. Destaca, por último, que
en el hipotético caso de que Parapente Bariloche S.R.L. efectuara una actividad comercial, tampoco sería
responsable ya que Daulte no era empleado de esa empresa.

III) A fs. 133/135 contesta la demanda Parapente Bariloche S.R.L.

Tras una negativa general dice que la realidad de los hechos es distinta de la expresada por el actor. Lo
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cierto es -dice- que el 10/2/1999 se llevaba a cabo normalmente la actividad de parapentismo, realizándose
vuelos desde el sector de despegue este del cerro Otto. Ese mismo día, se presentó el piloto Máximo Daulte,
instructor que no pertenece a la sociedad, con el fin de realizar un vuelo biplaza de cortesía con el Sr. Cohen en
un artefacto de su propiedad.

Dice que aproximadamente unos treinta segundos después de despegar y debido a una fuerte térmica, el
parapente realizó una serie de plegadas y balanceos que le hicieron perder altura obligando al piloto a efectuar
una maniobra de recuperación. Al lograr estabilizar la vela, como se encontraba a poca altura, debió efectuar un
aterrizaje de emergencia.

Sostiene que no es responsable de los daños porque no es propietario de la cosa riesgosa, tal como lo
reconoció en la causa penal Daulte. Ese carácter que se le atribuye -afirma- no está acreditado por lo que opone
la falta de legitimación pasiva, defensa que, cabe señalar, fue declarada extemporánea a fs. 160.

IV) A fs. 139/141 se presenta Máximo Daulte por derecho propio. Niega la descripción de los hechos que
realiza el actor y expone su propia versión de lo acontecido.

Dice que el 10/2/1999 se trasladó al cerro Otto, como lo hace habitualmente con el fin de dictar clases de
parapente, y que el día era apropiado para la actividad. En esa jornada, se presentó el Sr. Cohen exigiendo de
manera más que insistente la reiteración del vuelo que había llevado a cabo el día anterior y del cual había
resultado disconforme por su corta duración. Expresa que accedió a ello ofreciéndole un vuelo de cortesía para
lo cual preparó su equipo y el de su acompañante. Cuando las condiciones fueron las más favorables -continúa-
despegaron pero aproximadamente 40 segundos después una fuerte e inevitable térmica le hizo perder altura
obligándolo a realizar maniobras de recuperación. Cuando logró estabilizar la vela se encontraban ya a baja
altura por lo que carecía de sentido abrir el paracaídas, lo que lo decidió a hacer un aterrizaje de emergencia,
para el cual instruyó al actor.

Expone que no realiza ninguna actividad comercial y que el parapentismo supone ciertos riesgos que son
asumidos por quien practica el deporte, y destaca el carácter benévolo del vuelo. Dice que Cohen asumió esos
riesgos e incurrió en una conducta imprudente que lo exime de responsabilidad.

V) A fs. 166/181 contesta la Provincia de Río Negro. Niega los hechos invocados en la demanda y plantea la
falta de legitimación pasiva a su respecto. Sostiene que no se individualiza ningún funcionario u organismo
autor de la acción u omisión que se denuncia y que el accidente sufrido por el actor provino de una circunstancia
extraña a cualquier actividad del Estado. Agrega que en el estudio de la relación de causa a efecto sólo se puede
admitir como causante del hecho la rotura del parapente en sí, lo que no implica responsabilidad del Estado por
no ser el instructor su empleado, agente, o funcionario, ni la cosa propiedad de la provincia. No ha mediado
falta de servicio que le sea imputable. La promoción que efectúa de la actividad turística y deportiva -agrega- es
insuficiente para responsabilizarla.

VI) A fs. 826/831 la actora agrega documentos nuevos, consistentes en la reglamentación de la actividad por
parte de la Secretaría de Turismo de la Provincia de Río Negro y un folleto que la auspicia.

Considerando: 1) Que frente al prolongado trámite al que ha dado lugar la sustanciación de este proceso y la
significativa extensión del tiempo transcurrido desde el llamamiento de autos para sentencia de fs. 966 vta.,
evidentes razones de economía procesal como las señaladas por el tribunal en el reciente pronunciamiento
dictado en la causa P.238 XXVIII, "Punte, Roberto A. v. Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur
s/cumplimiento de contrato" Ver Texto , sent. del 21/3/2006, así como la adecuada preservación de las garantías
constitucionales de la defensa en juicio y del debido proceso que asisten a las partes, en cuanto comprenden la
necesidad de obtener una rápida y eficaz decisión judicial que ponga fin a la controversia (Fallos 319:2151 Ver
Texto y sus citas), llevan a dejar de lado en el sub lite el nuevo contorno del concepto de causa civil definido por
esta Corte el pasado 21 de marzo en la causa B.2303 XL, "Barreto, Alberto D. y otra v. Provincia de Buenos
Aires s/daños y perjuicios" y, en consecuencia, a mantener su competencia originaria para dictar sentencia
definitiva en este asunto.

El juez Fayt considera que el caso corresponde a la competencia originaria reglada por los arts. 116 Ver Texto
y 117 Ver Texto CN.

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2) Que como surge del expediente penal agregado caratulado: "Cohen, Teófilo s/denuncia lesiones",
tramitado ante el Juzgado de Instrucción n. 2 de San Carlos de Bariloche, el codemandado Máximo E. Daulte,
fue sobreseído totalmente en la causa (fs. 105/106) por no comprobarse culpa de su parte en el accidente que
provocó las graves lesiones sufridas por el actor. Sabido es que la absolución del demandado en sede penal no
impide que se analice la responsabilidad civil del imputado y, eventualmente, se lo condene a pagar la
correspondiente indemnización ante la existencia de un cuasidelito. No obsta a esta solución lo dispuesto en el
art. 1103 Ver Texto CCiv., pues sólo cuando el pronunciamiento absolutorio se funda en la inexistencia del hecho
que se enrostra al acusado o en la ausencia de autoría, esa decisión no puede ser revisada en sede civil.

3) Que no es motivo de controversia el hecho denunciado por el actor en su demanda en el sentido de que en
ocasión de efectuar un vuelo en parapente biplaza sufrió el accidente cuyas consecuencias describe. En cambio,
se cuestiona la responsabilidad del piloto que tripulaba el artefacto y la de la empresa dedicada a esos vuelos.
Esto es, si los daños físicos sufridos pueden atribuirse al incumplimiento de la convención preestablecida.

4) Que la creciente difusión de las prácticas deportivas de riesgo, entre las que se inscribe fácilmente el
vuelo en parapente, ha comenzado a generar respuestas en el campo jurídico, tanto de la opinión doctrinal como
de los fallos de los tribunales. Esa actividad, que importa muchas veces la realización de cursos de aprendizaje
con la intervención de escuelas de instrucción, compromete a las entidades organizadores de los eventos como a
los instructores, pilotos y participantes en los denominados vuelos de "bautismo" y ha sido particularmente
atendida en los países en los que ha alcanzado gran difusión (ver por ejemplo Rebollo González, Juan C.,
"Responsabilidad civil en la práctica deportiva de riesgo: análisis de la respuesta legal y jurisprudencia", en
Anuario de Derecho Civil (Ministerio de Justicia, Madrid, 2002).

5) Que en un caso de singular analogía con el presente, los tribunales franceses han emitido opinión respecto
de la responsabilidad de los organizadores de vuelos en parapente biplaza y de los instructores que los realizan
en casos en los que son acompañados por personas que generalmente cuentan con escasa o ninguna experiencia.
En ese sentido el Recueil Dalloz n. 21 Hebdomadaire 4/7/1998, publica una sentencia de la Corte de Casación 1ª
sala civil, del 21/10/1997, en la que se consideran los daños sufridos por un pasajero durante un vuelo en un
parapente de esas características piloteado por un instructor de una escuela. Allí, al revocar el pronunciamiento
del fallo de la instancia anterior, el tribunal asimiló la situación del usuario a la de un pasajero transportado y
sostuvo que el organizador y el instructor (moniteur) tienen una obligación de resultado en lo relativo a la
seguridad de sus clientes durante el vuelo en el caso de que éstos no hayan asumido, con su participación, un rol
activo (rôle actif) en la producción del perjuicio. Esa asimilación con el contrato de transporte, obviamente, sólo
funciona en los casos de vuelos con un acompañante ligado ya sea por un contrato oneroso o benévolo.

6) Que, por haberse tratado en el caso de un contrato oneroso, la relación contractual se encuentra regida
analógicamente por el art. 184 Ver Texto CCom. -que regula el contrato de transporte ferroviario- del que deriva
la responsabilidad objetiva del porteador. Esta responsabilidad tiene su razón de ser en el deber de seguridad
que el contrato impone al transportador, en virtud del cual debe trasladar o conducir a la persona transportada
sana y salva al lugar convenido.

Bajo este encuadre normativo, el prestador del servicio está obligado a preservar la integridad del pasajero y
al "pleno resarcimiento de los daños y perjuicios" que éste experimente como consecuencia del transporte, a
menos que pruebe que el accidente provino de caso fortuito o fuerza mayor, o sucedió por culpa de la víctima o
de un tercero por quien la empresa no sea civilmente responsable.

7) Que en el presente caso no está demostrado que Cohen haya asumido lo que el tribunal francés llama
algún rol activo, esto es, que haya mediado una intervención culposa de su parte en la producción del siniestro.
Asimismo, deben ponderarse otras circunstancias. En primer lugar que, como se dice en la demanda (fs. 80) y lo
admite Daulte (fs. 140 vta.), soplaba un fuerte viento al momento del despegue, lo que exigía el necesario grado
de prudencia del piloto (de quien se pondera su experiencia, ver declaración de fs. 45 del expediente penal), el
que no es dable pretender del actor y, por otro lado, que dicho demandado se encuentra registrado sólo en la
categoría de "piloto monoplaza A" ante la Secretaría de Turismo provincial (fs. 831) y asumió el rol de
instructor para el que no estaba habilitado.

8) Que en su contestación de fs. 139/141 Daulte invoca la aceptación del riesgo por parte de Cohen, con lo
que pretende excluir su responsabilidad. Tal argumento no es atendible, toda vez que la aceptación del riesgo no
es por sí misma una causa de exoneración si no se demuestra una falta de la víctima, que no se ha acreditado en
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el caso según lo expuesto en el considerando precedente.

Por otra parte tampoco se configuró un supuesto caso fortuito, desde que no se demostró que la "fuerte
térmica" invocada por el piloto revistiera la condición de imprevisible e inevitable que requiere esa causal
exoneratoria, ni se invocó finalmente la concurrencia causal de un tercero en la producción del accidente.

9) Que en cuanto a la empresa Parapente Bariloche S.R.L., cuyos servicios Cohen dice haber contratado en
su condición de escuela de vuelo (en igual sentido, ver la declaración de su hermano Teófilo a fs. 2 del
expediente penal), su responsabilidad como organizadora aparece apoyada en fuertes presunciones que debilitan
su alegada ajenidad respecto del accidente. En ese sentido, debe atenderse a lo dicho por Daulte en su ya
recordada declaración de fs. 3 de esa causa, en la que afirmó "que se encuentra realizando vuelos en parapentes
a modo de vuelos de bautismo en biplaza, para la Empresa Parapente Bariloche S.R.L. sito en Av. Pioneros km
5, de esta ciudad". Ello se ve corroborado por las manifestaciones vertidas en el video del programa de T.V.
Quality denominado "En el aire" exhibido en Secretaría el 7/8/2002 en presencia del Dr. Carlos A. Vismara,
apoderado de la empresa, que tiene por objeto promocionar los vuelos destacándose la colaboración de
Parapente Bariloche (no es otra que Parapente Bariloche S.R.L.), cuyos integrantes y socios Héctor Rey y
Ernesto Gutiérrez (ver contrato social de fs. 123/127), ambos en su calidad de instructores, y Máximo Daulte,
quien se presenta como piloto, exaltan las bondades del deporte. En esa oportunidad el citado Rey destacó que
la actividad fundamental de la empresa está constituida por "los vuelos biplaza, es decir para aquellas personas
que nunca han volado (que) se pueden acercar y realizar un vuelo acompañados por un instructor".

En ese mismo material de propaganda, Daulte afirma que en los vuelos biplaza la actitud del pasajero "no
deja de ser un acto de entrega importante". La persona que va a volar -dice allí- no necesariamente "sabe algo de
aire o algo de parapente, entonces se sube con un montón de incógnitas, de miedos, a ver qué va a ser eso". Esas
afirmaciones reafirman la condición pasiva que observa el pasajero inexperto.

Por lo demás, aunque Parapente Bariloche S.R.L. ha discutido el vínculo con Daulte, su respuesta de fs. 38
del expediente penal no deja de ser ambigua: sólo expresa que Daulte no pertenecía "formalmente" a la firma.
Por lo expuesto, resulta suficientemente acreditada la condición de organizadora de los vuelos de Parapente
Bariloche S.R.L. y el vínculo con Daulte.

10) Que respecto de la responsabilidad extracontractual de la provincia demandada cabe señalar que, en
ejercicio de su poder de policía, ésta reglamentó la práctica del deporte de que se trata mediante la resolución
176/1997 Ver Texto, dictada por Secretaría de Turismo provincial (conf. copia agregada a fs. 826/830). Dicha
reglamentación requiere la previa obtención de la correspondiente licencia de piloto, la utilización de cascos y
paracaídas auxiliares, comunicación por radio durante el vuelo y, en particular, la contratación de un seguro de
responsabilidad civil contra terceros y para los pasajeros transportados. Sin embargo la mera existencia de ese
reglamento es insuficiente para responsabilizar al Estado provincial por el accidente.

En efecto, la circunstancia de que las actividades privadas se hallen sujetas a regulación estatal por razones
de interés general o que inclusive dependan del previo otorgamiento de un permiso, licencia o habilitación,
significa que están sometidas a condiciones y estándares mínimos para que los particulares puedan
desarrollarlas lícitamente, pero no releva de responsabilidad personal a quien las desarrolla ni torna al Estado en
corresponsable de los daños que pudieran resultar del incumplimiento de los reglamentos dictados a tal efecto.

Es que, quien alega responsabilidad del Estado por falta de servicio, debe individualizar del modo más claro
y concreto posible cuál es la actividad de los órganos estatales que reputa como irregular, vale decir, tanto la
falta de legitimidad de la conducta estatal como la idoneidad de ésta para producir los perjuicios cuyo
resarcimiento se reclama (Fallos 317:1233 Ver Texto ). En la especie el demandante sostiene que la provincia
omitió supervisar la actividad del instructor y de la empresa demandada, así como proveerle auxilio mediante un
helicóptero sanitario inmediatamente después de ocurrido el accidente. Sin embargo, el deber de obrar en tal
sentido (controlar y prestar auxilio inmediato) no resulta de la reglamentación aludida y tampoco se advierte que
tales conductas fueran las exigibles en concreto, esto es, en las particulares circunstancias del caso, a la
provincia demandada. Cuando la administración regula las actividades privadas, imponiéndoles a las personas
que las llevan a cabo determinados deberes, la extensión hasta la cual ella supervisa y controla el cumplimiento
de estos últimos depende, salvo disposición en contrario, de una variedad de circunstancias tales como lo son el
grado de control practicable, la previsibilidad o regularidad del suceso que se trata de prevenir, el número de
agentes y fondos presupuestarios, y las prioridades fijas de manera reglada o discrecional para la asignación de
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los medios disponibles. El deber genérico de proveer al bienestar y a la seguridad general no se traduce
automáticamente en la existencia de una obligación positiva de obrar de un modo tal que evite cualquier
resultado dañoso, ni la circunstancia de que éste haya tenido lugar autoriza per se a presumir que ha mediado
una omisión culposa en materializar el deber indicado. Sostener lo contrario significaría tanto como instituir al
Estado en un asegurador anónimo de indemnidad frente a cualquier perjuicio ocasionado por la conducta ilícita
de terceros, por quienes no está obligado a responder (conf. Fallos 323:318 Ver Texto y 3599 Ver Texto ).

Por otra parte, en el caso tampoco se advierte cómo la supervisión y control hubieran podido evitar el daño,
toda vez que el accidente se produjo una veintena de segundos después del despegue desde la ladera del cerro,
debido a una corriente súbita de aire que plegó las alas del artefacto, y forzó a efectuar un aterrizaje de
emergencia sobre la vegetación existente en la zona, sin que hubiera sido posible abrir el paracaídas auxiliar
debido a la cercanía del suelo (conf. fs. 139/140, 880, posición g y fs. 1, 45 y 105/106 de la causa penal
agregada). No es imaginable cómo la provincia podría materialmente controlar a todos los conductores o pilotos
que exceden los términos de sus respectivas licencias ni, concretamente, qué medidas de seguridad hubiera
podido adoptar en la especie para conducir al pasajero sano y salvo a destino; resultado al que la provincia
demandada no se había comprometido (conf. Fallos 321:1462 Ver Texto ). En tales condiciones, falta el necesario
nexo causal entre la conducta estatal y el daño acaecido (Fallos 324:1243 Ver Texto y 3699 Ver Texto , entre otros).

Similares consideraciones cabe formular respecto de la omisión de proveer un helicóptero sanitario


inmediatamente después de ocurrido el infortunio pues, además de que la reglamentación ya referida no
contempla lo atinente al tiempo, modo, y lugar de la supervisión y auxilio frente a los accidentes de las
características señaladas, lo sostenido en la demanda en cuanto a que la disponibilidad inmediata de ese medio
de transporte hubiera evitado o disminuido las gravísimas lesiones sufridas por el actor es conjetural, ya que
tales lesiones se debieron a la fractura de la columna vertebral, la sección de la médula ósea que le produjo la
paraplejía y demás secuelas de que dan cuenta los informes médicos; sin que tampoco se haya acreditado que
tales consecuencias no hubieran sido resultado directo e instantáneo de la caída (ver fs. 270, 602, 618 y 726/
728). Por lo demás, la circunstancia de que la provincia hubiere publicitado ampliamente ese y otro tipo de
actividades recreativas y deportivas, más o menos riesgosas, en la zona de San Carlos de Bariloche carece
manifiestamente de relación de causalidad con las lesiones resultantes del accidente.

Tampoco se advierte la participación de la Municipalidad de San Carlos de Bariloche en el evento por lo que
la demanda a su respecto debe ser rechazada.

11) Que corresponde fijar el monto de la indemnización pretendida.

El informe del Cuerpo Médico Forense que obra a fs. 727/728 da cuenta de las severísimas lesiones sufridas
por el actor, que han comprometido su integridad física y su estabilidad psíquica, proyectándose no sólo en su
personalidad sino en su vida de relación familiar y social.

A fs. 727 se describen las secuelas que ha dejado el accidente, que en cuanto al aparato locomotor se
proyectan sobre la columna vertebral sin que se pueda evaluar la movilidad y que repercuten sobre los reflejos,
que se encuentran abolidos. En lo que se refiere a los miembros inferiores, se comprueba movilidad pasiva
conservada, la inexistencia de sensibilidad a nivel de ingle, parálisis bilateral de la cintura pelviana. En muslo y
pierna, atrofia bilateral y cicatrices por tutores externos.

El paciente -continúa el informe- presenta paraplejía espástica con incontinencia urinaria y fecal, habiéndose
operado la columna en dos oportunidades y colocado tutores externos. Su estado no excluye tratamientos
futuros, los que dependerán de la evolución del caso, entre los cuales se menciona el kinésico. Los daños han
causado impotencia sexual, impidiéndole procrear y mantener relaciones de esa naturaleza. Asimismo, el
informe señala que en "las lesiones medulares como las del actor la vejiga no tiene ningún control reflejo o
voluntario. La pared vesical está fláccida y la capacidad aumenta muchísimo. Se llena hasta su capacidad y
rebasa, lo que produce un goteo continuo. La vejiga puede así vaciarse en parte por compresión manual de la
parte inferior del abdomen, pero la infección urinaria y los efectos de la presión retrógrada sobre uréteres y
riñones son inevitables. Asimismo, el paciente no tiene conciencia de la distensión rectal por lo que el resultado
es la constipación e impacto fecal. El tratamiento es vaciar el recto con enemas bisemanales y uso de
supositorios. Dado el tiempo transcurrido se estimó que es permanente".

Sobre tales bases, se estima una incapacidad del 90%.

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12) Que entre otros renglones que integran su reclamo, el actor persigue el resarcimiento por la incapacidad
que sobrevino al accidente y que le impidió continuar con sus tareas en la firma "Imperial Trade" que calificó
como lucro cesante y estimó hasta el cese de su vida útil laboral. En el caso, esa incapacidad provocó un daño a
su integridad física que se proyecta a más de la actividad económica, a diversos aspectos de la personalidad que
hacen al ámbito doméstico, cultural o social con la consiguiente frustración del desarrollo pleno de la vida
(Fallos 315:2834 Ver Texto ; 326:1673), cuya afectación, denunciada en la demanda, resulta más que evidente.

Tal definición va más allá del concepto que es propio del lucro cesante pues éste atiende a las consecuencias
de las secuelas transitorias del accidente que repercuten temporalmente sobre el patrimonio de la víctima,
situación que no se configura en autos. Pero esta observación no impide el resarcimiento del daño toda vez que
los jueces, en su deber de aplicar el derecho, pueden asignar a las pretensiones deducidas por las partes la
calificación jurídica que resulte correcta sin hacer valer en ello un hecho o una defensa no invocadas. En el caso,
el reclamo de Cohen, objetivamente considerado, persigue el reconocimiento del agravio que supone en su
integridad física la incapacidad parcial y permanente estimada por los expertos.

El actor según narra, formaba parte de la firma "Imperial Trade", empresa familiar dedicada a la importación
y venta de artículos de bazar, juguetería, herramientas y artículos varios. A la fecha del accidente contaba con
35 años, estaba casado y es padre de cinco hijos que en la actualidad tienen 17, 14, 11, 6 y 5 años. Al mismo
tiempo desarrollaba una importante actividad en la comunidad israelí de Buenos Aires. La magnitud de sus
ingresos se describe en los cuadros que integran la prueba pericial contable de fs. 754/757 y es de señalar que su
actividad comercial estaba orientada al ramo de importación de productos menores que comercializaba en un
contexto económico favorable condicionado fuertemente por las condiciones de una plaza sensible -en esos
años- a ese tipo de actividad.

Este conjunto de circunstancias unido al grado de incapacidad invalidante que sufrió el actor, apreciado a la
luz del criterio jurisprudencial señalado, hace apropiado fijar la suma de $ 400.000.

Las consecuencias psicológicas del accidente son consideradas por ese mismo cuerpo a fs. 718/722. Allí se
afirma que la "configuración patológica de su psiquismo, que se instala desde el hecho de autos en más, da
origen a, no sólo un estado de ánimo negativo sino que, trastoca y cambia toda su cosmovisión, afectando todas
las áreas de expresión conductal" por lo que se proyecta en su vida de relación íntima y familiar. Ello hace
aconsejable un tratamiento psicoterapéutico de un mínimo de dos sesiones semanales durante un año con
continuación a dos cuyo costo se estima en $ 60 por sesión. Como las consecuencias psíquicas tienden a afectar
toda la vida de relación del actor y especialmente en el ámbito familiar, el informe señala la necesidad de un
tratamiento de un año para el grupo conviviente a un costo de $ 100 por sesión. Frente a ello, y al hecho de que
las conclusiones de la peritación no han sido impugnadas por el interesado, se establece el costo de la terapia
personal en la suma de $ 11.524 (correspondiente al máximo de dos años) y la familiar en $ 4800, lo que hace
un total de $ 16.324.

13) Que, por último, corresponde resarcir el daño moral, sobre cuya entidad parece ocioso entrar en mayores
consideraciones. La aflicción espiritual ocasionada a raíz de las secuelas del accidente, cuyas consecuencias, en
lo que asumen de irreversibles y definitivas, afectan todas las esferas de la personalidad del actor repercutiendo
en el ámbito social y familiar. Fíjase, en atención a estas razones, la suma de $ 400.000.

14) Que, en consecuencia, el monto total de la indemnización asciende a la suma de $ 816.324. Los intereses
se deberán calcular con relación al daño reconocido en concepto de "incapacidad" y "daño moral" a partir del
10/2/1999 hasta su efectivo pago, a la tasa pasiva promedio que publica mensualmente el Banco Central de la
República Argentina (Fallos 317:1921 Ver Texto , votos en disidencia parcial de los jueces Nazareno, Fayt,
Levene [h] y Boggiano; 326:1299 Ver Texto , voto en disidencia parcial de los jueces Nazareno, Fayt y Maqueda,
y causa S.457 XXXIV, "Serenar S.A. v. Provincia de Buenos Aires, s/daños y perjuicios" Ver Texto , sent. del
19/8/2004).

Por ello, se decide: I. Hacer lugar a la demanda seguida por Eliazar Cohen contra Parapente Bariloche
S.R.L. y Máximo Daulte, condenándolos a pagar, dentro del plazo de treinta días, la suma de $ 816.324, con
más los intereses que se liquidarán en la forma indicada en el considerando precedente. Con costas (art. 68 Ver
Texto CPCCN.); II. Rechazar la demanda respecto de la Provincia de Río Negro, con costas por su orden en
atención a lo novedoso de la cuestión planteada (art. 68 Ver Texto párr. 2º CPCCN.) y III. Rechazar la demanda
interpuesta contra la Municipalidad de Bariloche. Con costas (art. 68 Ver Texto CPCCN.). Notifíquese y,
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oportunamente, archívese. - Elena I. Highton de Nolasco.- Carlos S. Fayt.- Juan C. Maqueda.- Carmen M.
Argibay. Según su voto: E. Raúl Zaffaroni. En disidencia parcial: Ricardo L. Lorenzetti.- Enrique S. Petracchi.

VOTO DEL DR. ZAFFARONI.- Considerando: 1) Coincido con el voto de la mayoría, con exclusión del
consid. 2, que expreso en los siguientes términos:

2) Que como surge de la causa penal agregada caratulada: "Cohen, Teófilo s/denuncia lesiones", tramitada
ante el Juzgado de Instrucción n. 2, de San Carlos de Bariloche, provincia de Río Negro, el codemandado
Máximo E. Daulte fue sobreseído totalmente por no comprobarse culpa de su parte en el accidente que provocó
las graves lesiones sufridas por el actor. Los alcances de tal decisión sólo descartan la imputación de que el
acusado procedió con culpa capaz de fundar su condenación penal, mas no permite enervar su responsabilidad
en materia civil, toda vez que no resulta operativa la hipótesis prevista en el art. 1103 Ver Texto CCiv. cuando, en
el caso, la obligación de resarcir los daños y perjuicios tiene fundamento legal en un factor de atribución de
distinta naturaleza, que concierne al deber objetivo de seguridad que recae sobre el transportador.

Por ello, se decide: I. Hacer lugar a la demanda seguida por Eliazar Cohen contra Parpente Bariloche S.R.L.
y Máximo Daulte, condenándolos a pagar, dentro del plazo de treinta días, la suma de $ 816.324, con más los
intereses que se liquidarán en la forma indicada en el consid. 14. Con costas (art. 68 Ver Texto CPCCN.); II.
Rechazar la demanda respecto de la Provincia de Río Negro, con costas por su orden en atención a lo novedoso
de la cuestión planteada (art. 68 Ver Texto párr. 2º CPCCN.) y III. Rechazar la demanda interpuesta contra la
Municipalidad de Bariloche. Con costas (art. 68 Ver Texto CPCCN.). Notifíquese y, oportunamente, archívese.

DISIDENCIA PARCIAL DE LOS DRES. PETRACCHI Y LORENZETTI.- Considerando: Que los


infrascriptos coinciden con los consids. 1 al 13 del voto de la mayoría.

14) Que, en consecuencia, el monto total de la indemnización asciende a la suma de $ 816.324. Los intereses
se deberán calcular con relación al daño reconocido en concepto de "incapacidad" y "daño moral" a partir del
10/2/1999 hasta su efectivo pago, a la tasa que percibe el Banco de la Nación Argentina (Fallos 317:1921 Ver
Texto y 326:1299 Ver Texto y causa S.457 XXXIV, "Serenar S.A. v. Provincia de Buenos Aires s/daños y
perjuicios" Ver Texto , sent. del 19/8/2004, disidencia de los jueces Petracchi, Belluscio y Vázquez).

Por ello, se decide: I. Hacer lugar a la demanda seguida por Eliazar Cohen contra Parapente Bariloche
S.R.L. y Máximo Daulte, condenándolos a pagar, dentro del plazo de treinta días, la suma de $ 816.324, con
más los intereses que se liquidarán en la forma indicada en el considerando precedente. Con costas (art. 68 Ver
Texto CPCCN.); II. Rechazar la demanda respecto de la Provincia de Río Negro, con costas por su orden en
atención a lo novedoso de la cuestión planteada (art. 68 Ver Texto párr. 2º CPCCN.) y III. Rechazar la demanda
interpuesta contra la Municipalidad de Bariloche. Con costas (art. 68 Ver Texto CPCCN.). Notifíquese y,
oportunamente, archívese.

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Voces:
ESPECTÁCULOS ~ Relaciones jurídicas y efectos
Tribunal: Corte Suprema de Justicia de la NaciónCorte Sup.
Fecha: 06/03/2007
Partes: Mosca, Hugo A. v. Provincia de Buenos Aires y otros
Publicado en: SJA 30/5/2007; JA 2007-II-483; SJA 17/10/2007; JA 2007-IV-483;
Cita Online: 35010557

Sumarios:
1 . No se advierte una falta imputable capaz de comprometer la responsabilidad de la provincia de Buenos
Aires, si la Policía actuó conforme a un estándar de previsibilidad de lo que normalmente acontece toda vez que
los árbitros y los jugadores se pudieron retirar del estadio sin que sufrieran daños físicos; del procedimiento
quedaron detenidos varios espectadores y, conforme a las declaraciones de uno de los testigos, la víctima fue
socorrida por uno de los policías que se encontraban dentro de un patrullero a unos metros de distancia, quienes
lo trasladaron a una clínica de la zona. (Con nota de Edgardo López Herrera).
2 . Debe rechazarse la demanda seguida contra el club deportivo y la Asociación de Fútbol Argentino si el
lesionado no ha probado quién fue el autor del daño ni de dónde provino la agresión recibida, por lo que no se
ha acreditado la existencia de una relación de causalidad jurídicamente relevante entre la conducta atribuida a
los demandados y el perjuicio cuya reparación pretende que le fue ocasionado fuera de las instalaciones del club
donde se celebró el espectáculo deportivo -Del voto en disidencia de la Dra. Argibay-. (Con nota de Edgardo
López Herrera).
3 . La Asociación de Fútbol Argentino no resulta responsable de las lesiones padecidas por la víctima de la
lluvia de objetos debido a que la ley 23184 , al fijar el régimen de responsabilidad civil, se refiere a las
entidades o asociaciones participantes de un espectáculo deportivo, condición que no cabe adjudicar a la
mencionada asociación, la que no organiza ni participa del espectáculo ni ejerce control directo sobre los
espectadores, y menos aún en relación con personas que se encuentran en la vía pública -Del voto en disidencia
de los Dres. Fayt y Petracchi-. (Con nota de Edgardo López Herrera).
4 . Si el damnificado no ha cumplido con la caraga de probar que el objeto que lo lesionó provino del interior
del club y no ha acreditado la culpa del establecimiento deportivo por el hecho acaecido fuera de sus
instalaciones no puede endilgarse responsabilidad al club organizador ya que la conducta atribuida no tiene
suficiente nexo causal con el daño invocado -Del voto en disidencia de los Dres. Fayt y Petracchi-. (Con nota de
Edgardo López Herrera).
5 . La responsabilidad derivada de daños producidos en espectáculos públicos encuadra en la perspectiva
extracontractual desde que no media vínculo previo entre el lesionado y el establecimiento deportivo, y el daño
fue causado directamente por la actividad desarrollada en el estadio de fútbol -Del voto de la Dra. Highton de
Nolasco-. (Con nota de Edgardo López Herrera).
6 . Debe extenderse la responsabilidad por riesgo de la cosa prevista en el art. 1113 CCiv., al riesgo de la
actividad desarrollada -intervenga una cosa o no- en estadios deportivos -Del voto de la Dra. Highton de
Nolasco-. (Con nota de Edgardo López Herrera).
7 . La Asociación de Fútbol Argentino debe responder solidariamente con el club organizador del espectáculo
por las consecuencias dañosas sufridas por el accidentado, dado que el ciudadano que accede a un espectáculo
deportivo tiene una confianza fundada en que el organizador se ha ocupado razonablemente de su seguridad;
ello es así porque la prestación de servicios masivos presenta un grado de complejidad y anonimato que resultan
abrumadores para los ciudadanos que los reciben, por eso el funcionamiento regular de la actividad, el respaldo
que brinda la asociación es lo que genera una apariencia jurídica que simplifica su funcionamiento y lo hacen
posible. (Con nota de Edgardo López Herrera).
8 . La idea de que los organizadores se ocupan sólo del deporte y sus ganancias, mientras que la seguridad es un
asunto del Estado, es insostenible en términos constitucionales ya que la seguridad es un derecho que tienen los
consumidores y usuarios (art. 42 CN.) que está a cargo de quienes desarrollan la prestación o la organizan bajo
su control, porque no es razonable participar de los beneficios trasladando las pérdidas. (Con nota de Edgardo
López Herrera).
9 . No cabe duda de que la asociación rectora del fútbol argentino fue también organizadora (participante) y
beneficiaria del espectáculo deportivo que originó la lesión del actor, surgiendo tal condición de su propio
reglamento, en cuanto le corresponde organizar y hacer disputar el torneo de primera división como así también
la programación de los partidos, teniendo facultades de contralor, en cuanto establece las condiciones que deben
reunir los estadios, su control de ventas de entradas por representantes, designación de árbitros, verificación de
medidas de seguridad. (Con nota de Edgardo López Herrera).
10 . Cabe admitir la responsabilidad del club organizador del espectáculo al no haber adoptado las medidas
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razonables para evitar daños a las personas que estaban en las inmediaciones del estadio, por acciones
provenientes de quienes asistían al mismo. (Con nota de Edgardo López Herrera).
11 . La seguridad entendida como el simple derecho de asistir a un espectáculo público sin sufrir daño alguno es
un propósito que debe constituir la máxima preocupación por parte de quienes los organizan, cuando éstos
importan algún riesgo para los asistentes, así como de las autoridades públicas encargadas de la fiscalización.
(Con nota de Edgardo López Herrera).
12 . Los daños causados a la víctima que se encontraba en las inmediaciones del estadio han sido,
indudablemente, con ocasión del evento, toda vez que si este último no se hubiera celebrado aquéllos no habrían
tenido lugar, pudiéndose afirmar entonces que el espectáculo organizado por el club de fútbol fue la ocasión
para que se lanzaran los objetos que dañaron al damnificado. (Con nota de Edgardo López Herrera).
13 . No cabe duda alguna de que el incumplimiento de las estrictas medidas que cabe exigir al organizador de
un espectáculo deportivo, han sido violadas, toda vez que el accionar de un grupo de espectadores escapó a todo
control produciendo una lluvia de objetos, uno de los cuales impactó en una persona que se encontraba fuera del
estadio, causándole la disminución de la visión. (Con nota de Edgardo López Herrera).
14 . El club organizador del espectáculo deportivo, tiene el deber de tomar todas las medidas necesarias para
que el evento se desarrolle normalmente, sin peligro para el público ni los participantes, para ello debe impedir
el ingreso de inadaptados y exigir a los concurrentes el cumplimiento de las leyes y los reglamentos,
extremando las medidas de seguridad a la entrada de los estadios -por ejemplo, revisando bolsos, paquetes,
portación de armas-. (Con nota de Edgardo López Herrera).
15 . Todo organizador de un espectáculo deportivo tiene una obligación de seguridad respecto de los asistentes,
con fundamento general en el art. 1198 CCiv., y en especial en la ley 23184 , el cual es expresivo de la idea de
que quienes asisten a un espectáculo lo hacen en la confianza de que el organizador ha dispuesto las medidas
necesarias para cuidar de ellos. (Con nota de Edgardo López Herrera).
16 . No se advierte una falta imputable capaz de comprometer la responsabilidad de la provincia de Buenos
Aires, si la Policía actuó conforme a un estándar de previsibilidad de lo que normalmente acontece toda vez que
los árbitros y los jugadores se pudieron retirar del estadio sin que sufrieran daños físicos; del procedimiento
quedaron detenidos varios espectadores y, conforme a las declaraciones de uno de los testigos, la víctima fue
socorrida por uno de los policías que se encontraban dentro de un patrullero a unos metros de distancia, quienes
lo trasladaron a una clínica de la zona. (Con nota de Edgardo López Herrera).
17 . Para evaluar el monto del resarcimiento por la disminución de las aptitudes físicas y psíquicas no es
necesario recurrir a criterios matemáticos ni tampoco son aplicables los porcentajes fijados en la Ley de
Accidentes de Trabajo , aunque puedan ser útiles como pauta genérica de referencia sino que deben tenerse en
cuenta las circunstancias personales del damnificado, la gravedad de las secuelas, los efectos que éstas puedan
tener en el ámbito de la vida laboral de la víctima y en su vida de relación. (Con nota de Edgardo López
Herrera).
18 . Cuando la víctima resulta disminuida en sus aptitudes físicas o psíquicas en forma permanente, esta
incapacidad debe ser objeto de reparación, al margen de lo que pueda corresponder por el menoscabo de la
actividad productiva y por el daño moral, pues la integridad física tiene por sí misma un valor indemnizable y su
lesión comprende, a más de aquella actividad económica, diversos aspectos de la personalidad que hacen al
ámbito doméstico, cultural o social con la consiguiente frustración del desarrollo pleno de la vida. (Con nota de
Edgardo López Herrera).
19 . No se advierte una falta imputable capaz de comprometer la responsabilidad de la provincia de Buenos
Aires, si la Policía actuó conforme a un estándar de previsibilidad de lo que normalmente acontece toda vez que
los árbitros y los jugadores se pudieron retirar del estadio sin que sufrieran daños físicos; del procedimiento
quedaron detenidos varios espectadores y, conforme a las declaraciones de uno de los testigos, la víctima fue
socorrida por uno de los policías que se encontraban dentro de un patrullero a unos metros de distancia, quienes
lo trasladaron a una clínica de la zona. (Con nota de Juan C. Boragina y Jorge A. Meza).
20 . Si el damnificado no ha cumplido con la carga de probar que el objeto que lo lesionó provino del interior
del club y no ha acreditado la culpa del establecimiento deportivo por el hecho acaecido fuera de sus
instalaciones no puede endilgarse responsabilidad al club organizador ya que la conducta atribuida no tiene
suficiente nexo causal con el daño invocado -Del voto en disidencia de los Dres. Fayt y Petracchi-. (Con nota de
Juan C. Boragina y Jorge A. Meza).
21 . Los daños causados a la víctima que se encontraba en las inmediaciones del estadio han sido,
indudablemente, con ocasión del evento, toda vez que si este último no se hubiera celebrado aquéllos no habrían
tenido lugar, pudiéndose afirmar entonces que el espectáculo organizado por el club de fútbol fue la ocasión
para que se lanzaran los objetos que dañaron al daminificado. (Con nota de Juan C. Boragina y Jorge A. Meza).
22 . No cabe duda alguna de que el incumplimiento de las estrictas medidas que cabe exigir al organizador de
un espectáculo deportivo, han sido violadas, toda vez que el accionar de un grupo de espectadores escapó a todo

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control produciendo una lluvia de objetos, uno de los cuales impactó en una persona que se encontraba fuera del
estadio, causándole la disminución de la visión. (Con nota de Juan C. Boragina y Jorge A. Meza).
23 . Si el damnificado no ha cumplido con la caraga de probar que el objeto que lo lesionó provino del interior
del club y no ha acreditado la culpa del establecimiento deportivo por el hecho acaecido fuera de sus
instalaciones no puede endilgarse responsabilidad al club organizador ya que la conducta atribuida no tiene
suficiente nexo causal con el daño invocado -Del voto en disidencia de los Dres. Fayt y Petracchi-.
Texto Completo:
Buenos Aires, marzo 6 de 2007.- Resulta: I) A fs. 7/11 se presenta Hugo A. Mosca, por medio de
apoderado, e inicia demanda contra la Asociación del Fútbol Argentino, el Club Atlético Lanús y la Provincia
de Buenos Aires por la suma de $ 164.600 o lo que en más o en menos resulte de la prueba, más su
actualización monetaria e intereses.
Manifiesta que trabajaba como chofer, motivo por el cual el 30/11/1996 trasladó a fotógrafos del diario
"Clarín" hasta la sede del Club Atlético Lanús, debido a que se disputaría un partido de fútbol entre el equipo
local e Independiente por el "Torneo Apertura".
Expresa que el partido estaba empatado, pero finalizando el segundo tiempo, Independiente hizo otro gol, lo
que motivó no sólo un gran altercado sino que los simpatizantes de Lanús comenzaran a arrojar todo tipo de
objetos hacia el campo de juego, como así también contra la hinchada del equipo visitante que intentaba
abandonar precipitadamente el estadio.
En esas circunstancias, aproximadamente a las 23:30 hs., según manifiesta el actor, fue alcanzado por un
elemento contundente en el rostro a la altura del ojo izquierdo, lo que le provocó una importante herida que le
ocasionó una progresiva disminución de su visión, la que se fue agravando posteriormente.
Funda la responsabilidad de la Asociación del Fútbol Argentino en su calidad de organizadora del
campeonato y en los beneficios económicos que tales torneos le reportan. Respecto del Club Atlético Lanús
considera que no ejerció un debido control en el ingreso de los espectadores, lo que les permitió entrar con
elementos que podían producir daños. Asimismo, sostiene que hubo falta de previsión dada la importancia del
partido, lo cual hacía presumir la posibilidad de desmanes, sobre todo teniendo en cuenta el horario nocturno en
que se efectuó el juego.
Advierte que, por su parte, la policía bonaerense no cumplió con el deber de resguardar el orden público y
garantizar la vida e integridad física de la comunidad y que debió "hacerse presente no sólo dentro sino también
fuera del estadio" (sic). Por ello considera que su intervención fracasó, y, en consecuencia, genera una
responsabilidad culposa por impericia y negligencia.
Por último, practica liquidación de los rubros que considera le deben ser indemnizados, ofrece prueba y pide
que se haga lugar a la demanda, con costas.
II) A fs. 18/19 el actor amplía el monto de la indemnización pretendida en $ 90.000 más y la prueba
oportunamente ofrecida.
III) A fs. 32/41 se presenta la Asociación del Fútbol Argentino, por medio de apoderado. Niega los hechos y
el derecho invocados por el actor e impugna la liquidación practicada.
Expresa que se trata de una asociación civil, con personalidad jurídica, cuyo objeto es fomentar la difusión
del fútbol y asociar a las distintas entidades para coordinar su práctica de acuerdo con las reglas del juego
determinadas por la Federación Internacional de Fútbol, a la que, a su vez, está afiliada.
Sostiene que la Asociación del Fútbol Argentino y los clubes determinan los campeonatos que se disputarán
durante cada temporada y que aquélla se limita sólo a organizarlos, a adjudicar las calidades deportivas de local
y visitante a los oponentes de cada partido, y a juzgar las eventuales inconductas de los protagonistas del evento.
Dice que el día del hecho lo único que hizo la entidad fue programar el partido, estableciendo el lugar, día y
hora; por lo tanto, cumplida esa función, las consecuencias del juego corrían por cuenta exclusiva de los clubes
que iban a rivalizar.
Señala que el club local organiza, controla y es responsable de su realización, correspondiéndole, entre otras
tareas, la designación de las personas que deben controlar el ingreso y el egreso del público, la protección de los
concurrentes al partido y a las dependencias del estadio, la contratación directa del personal de policía para
prevenir y asegurar el mantenimiento del orden y reprimir toda inconducta posible, como así también la
contratación de los seguros del caso.

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Agrega que la Asociación del Fútbol Argentino carece de poder de policía, por lo que no puede revisar ni
controlar a los espectadores. Finalmente, manifiesta que Mosca no concurrió como espectador, sino que en el
momento de producirse el accidente estaba trabajando para terceros, y que el incidente ocurrió en la vía pública,
por lo que la responsabilidad es exclusiva de la policía de seguridad.
Subsidiariamente, plantea la inconstitucionalidad del art. 33 Ver Texto ley 23184 y de su concordante art. 51
Ver Texto ley24192, por ser violatorios de los arts. 16 Ver Texto , 17 Ver Texto , 18 Ver Texto , 28 Ver Texto y 33 Ver
Texto CN.

Pide la citación en garantía de la compañía "El Centinela Cooperativa de Seguros Limitada", empresa con la
que tiene contratado, por sí y en representación de sus clubes afiliados, un seguro de responsabilidad civil y por
accidentes personales de los espectadores. Ofrece prueba y solicita que se rechace la demanda, con costas.
IV) A fs. 55/70 contesta el Club Atlético Lanús, por medio de apoderado. Niega, también, los hechos y el
derecho invocados por el actor.
Señala que ningún partido de fútbol correspondiente a torneos de primera división que organiza la
Asociación del Fútbol Argentino se lleva a cabo sin su aval expreso o tácito y que ella es la encargada de
calificarlos como de alto o bajo riesgo; además, antes de cada competencia establece la cantidad de puertas,
pasadizos y boleterías que el club debe habilitar.
Expresa que debido a su ubicación, la Policía de la Provincia de Buenos Aires es a quien le corresponde fijar
el número del personal de seguridad necesario para el evento, que el día del accidente actuaron quinientos
efectivos de la policía, por los que la entidad abonó la suma de $ 6880.
Sostiene que tanto el operativo externo como el interno es monopolio de la fuerza policial y que, además,
recientemente, por decreto presidencial se creó la figura del delegado de seguridad, que debe encomendarse
obligatoriamente al personal activo o retirado de las fuerzas armadas o de seguridad.
Afirma que el club, entre otras cosas, pone al servicio del encuentro y la seguridad aproximadamente sesenta
personas que actúan como controladores de los accesos al estadio, y un servicio médico de emergencia con tres
ambulancias.
Dice que el actor no precisa en qué lugar se encontraba en el momento de recibir la agresión que denuncia,
aunque parecería que estaba fuera del estadio esperando en su auto, pues con la prueba documental no
acompañó el ticket de estacionamiento del vehículo en las instalaciones del club.
Aclara que el art. 33 Ver Texto ley 23184 limita su responsabilidad a los hechos cometidos dentro del estadio,
toda vez que la facultad de supervisión y control de los actos de los concurrentes fuera de aquél está a cargo del
Estado, tal como lo establece el art. 32 Ver Texto .
Impugna los rubros y el monto reclamado por considerar que existe una pluspetitio inexcusable. Ofrece
prueba y pide que se rechace la demanda, con costas.
V) A fs. 83/93 contesta la Provincia de Buenos Aires, por medio de apoderado. Opone las excepciones de
incompetencia, defecto legal y falta de legitimación pasiva por haberse dirigido la demanda contra la policía de
ese Estado local.
Niega los hechos y el derecho invocados, expresa que la actora no le imputa a la policía conducta alguna que
configure causa adecuada del daño reclamado y aclara, sin perjuicio de ello, que el espectáculo deportivo se
encontraba controlado por más de quinientos efectivos de la policía, doce móviles, un microómnibus y un
celular.
Considera que en el sub lite sólo serían responsables quienes causaron el daño y, en el supuesto de que no se
los pudiera individualizar, el organizador del espectáculo.
Aclara también que la policía sólo lo sería en el caso de probarse la existencia de responsabilidad subjetiva
por el obrar de sus dependientes.
Impugna los rubros y el monto de la indemnización solicitada, ofrece prueba y pide que se rechace la
demanda, con costas.
VI) A fs. 101 se tiene por dirigida la demanda contra la Provincia de Buenos Aires.
VII) A fs. 139 la liquidadora judicial de la compañía "El Centinela Cooperativa de Seguros Limitada"
contesta la citación en garantía solicitada por la Asociación del Fútbol Argentino. Manifiesta que una vez

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finalizado el proceso la comisión liquidadora emitirá opinión sobre la procedencia, alcance y privilegio que
pueda corresponder al crédito pretendido.
Considerando: 1) Que frente al prolongado trámite al que ha dado lugar la sustanciación de este proceso y la
significativa extensión del tiempo transcurrido desde el llamamiento de autos para sentencia de fs. 825 vta.,
evidentes razones de economía procesal como las señaladas por el tribunal en el pronunciamiento dictado en la
causa P.238 XXVIII, "Punte, Roberto A. v. Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur s/cumplimiento
de contrato" Ver Texto, sent. del 21/3/2006, así como la adecuada preservación de las garantías constitucionales
de la defensa en juicio y del debido proceso que asisten a las partes, en cuanto comprenden la necesidad de
obtener una rápida y eficaz decisión judicial que ponga fin a la controversia (Fallos 319:2151 Ver Texto y sus
citas), llevan a dejar de lado en el sub lite el nuevo contorno del concepto de causa civil definido por esta Corte
(conf. causa "Cohen, Eliazar v. Provincia de Río Negro y otros s/daños y perjuicios" Ver Texto , pronunciamiento
del 30/5/2006, consid. 1), y, en consecuencia, a mantener la competencia originaria para dictar sentencia
definitiva en este asunto.
2) Que Hugo A. Mosca reclama a la Provincia de Buenos Aires, al Club Atlético Lanús, y a la Asociación
del Fútbol Argentino la indemnización de los daños que sufrió como consecuencia del accidente ocurrido el
20/11/1996.
3) Que, en primer término, corresponde describir los hechos relevantes invocados y probados en la causa,
que constituyen la plataforma fáctica del fallo.
En autos han quedado probado los siguientes hechos: a) que el 30/11/1996 el actor condujo a un grupo de
periodistas y fotógrafos hasta la cancha del Club Atlético Lanús, donde se llevó a cabo un encuentro de fútbol
entre el equipo local y el equipo del Club Atlético Independiente; b) que no asistió al evento como espectador ni
entró al estadio, sino que permaneció en las inmediaciones; c) que faltando dos minutos para finalizar el
encuentro, un grupo de simpatizantes de Lanús se introdujo en el sector de plateas bajas y comenzó a destrozar
parte del piso, sillas y mampostería, arrojándolos a la cancha (fs. 3, 4, 5, 6, 13 y 14 del expte. 58595, de los
autos caratulados "Resistencia a la autoridad y lesiones, Sosa, Hugo R. y Rodríguez, Miguel Á.", tramitado ante
el Juzgado en lo Criminal y Correccional n. 12 de Lomas de Zamora, venido ad effectum videndi y agregado
por cuerda); d) que el actor, que se encontraba en la vía pública, fue alcanzado por un elemento contundente en
el rostro a la altura del ojo izquierdo, por lo que tuvo que ser hospitalizado (fs. 258, 264, 279 y 290); e) que no
ha sido posible identificar a una persona o a un grupo de ellas que haya arrojado las piedras que dañaron al
actor.
Que delimitada la base fáctica, corresponde fijar con precisión el ámbito de la responsabilidad para precisar
los alcances subjetivos y objetivos de la controversia.
4) Que, ante todo, cabe señalar que el actor peticionó y obtuvo el pago de la indemnización con base en la
Ley de Riesgos del Trabajo Ver Texto . Este elemento, no mencionado en la demanda, planteado por uno de los
codemandados (fs. 38 vta.), probado en la causa (fs. 604) y reconocido por el demandante en su alegato (fs.
817), resulta decisivo para calificar el primer ámbito de la responsabilidad, que es laboral. En este sentido, el
demandante se sometió al procedimiento administrativo que determinó una incapacidad suya del 25,98% de la
total obrera, sin que fuera impugnada. Asimismo, percibió la indemnización derivada del accidente de trabajo,
abonada por la aseguradora "La Caja ART.".
Que habiendo sido resarcido el hecho dañoso mediante el régimen laboral especial, la presente acción
presenta un carácter complementario. En efecto, en tanto la empleadora del actor, por intermedio de la
aseguradora de riesgo del trabajo, procedió a resarcir el daño causado dentro de los límites del régimen laboral
especial, se trata ahora de determinar si hay otros responsables a los que se pueda imputar daños diferentes, o
una mayor cuantía si es que hubo una indemnización insuficiente.
5) Que, en cuanto a la legitimación pasiva, esta acción se caracteriza porque no hay evidencia sobre la
identidad de los autores individuales o grupales que causaron el daño al arrojar los elementos que lesionaron al
actor. En consecuencia, corresponde examinar si existe un factor de atribución de responsabilidad suficiente
para una acción conectada causalmente con el daño, atribuible a otros sujetos que no fueron los causantes
materiales del daño.
6) Que se ha demandado a la Provincia de Buenos Aires, imputándosele negligencia por la actuación del
personal de la dependencia policial. Se afirma en la demanda que dicho Estado provincial habría incurrido en
negligencia e impericia por no "resguardar el orden público y garantizar la vida y la integridad física de la
comunidad dentro del estadio y fuera de él (especialmente en las adyacencias)".

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La responsabilidad extracontractual del Estado por el hecho de sus agentes, no es indirecta ni basada en la
culpabilidad. Por el contrario, cuando se trata de un servicio público que el Estado presta a la comunidad, aquél
responde directamente por la falta de una regular prestación. Y es que, aunque la falta sea derivada del hecho de
los agentes, existe una imputación directa al titular del servicio. Es decir, la actividad de los órganos,
funcionarios o agentes del Estado, realizada para el desenvolvimiento de los fines de las entidades de las que
dependen, ha de ser considerada propia de éste, el que debe responder de modo principal y directo por sus
consecuencias dañosas (Fallos 321:1124 Ver Texto ).
Esa responsabilidad directa basada en la falta de servicio y definida por esta Corte como una violación o
anormalidad frente a las obligaciones del servicio regular, entraña una apreciación en concreto que toma en
cuenta la naturaleza de la actividad, los medios de que dispone el servicio, el lazo que une a la víctima con el
servicio y el grado de previsibilidad del daño (Fallos 321:1124 Ver Texto ). Dicho con otras palabras, no se trata
de un juicio sobre la conducta de los agentes sino sobre la prestación del servicio y, por ello, la responsabilidad
involucrada no es subjetiva, sino objetiva.
Que el factor de atribución genérico debe ser aplicado en función de los mencionados elementos de
concretización de la regla general.
En primer lugar, corresponde examinar la naturaleza de la actividad.
Al respecto, esta Corte ha dicho que la mera existencia de un poder de policía que corresponde al Estado
Nacional o provincial, no resulta suficiente para atribuirle responsabilidad en un evento en el cual ninguno de
sus órganos o dependencias tuvo participación, toda vez que no parece razonable pretender que su
responsabilidad general en orden a la prevención de los delitos pueda llegar a involucrarlo a tal extremo en las
consecuencias dañosas que ellos produzcan con motivo de hechos extraños a su intervención directa (Fallos
312:2138 Ver Texto ; 313:1636; 323:3599 Ver Texto ; 325:1265 Ver Texto y 3023 Ver Texto ; 326:608 Ver Texto , 1530
y 2706 Ver Texto ).
En este aspecto resulta relevante diferenciar las acciones de las omisiones, ya que si bien esta Corte ha
admitido con frecuencia la responsabilidad derivada de las primeras, no ha ocurrido lo mismo con las segundas.
Respecto del último supuesto corresponde distinguir entre los casos de omisiones a mandatos expresos y
determinados en una regla de derecho, en los que puede identificarse una clara falta del servicio, de aquellos
otros casos en los que el Estado está obligado a cumplir una serie de objetivos fijados por la ley sólo de un
modo general e indeterminado, como propósitos a lograr en la mejor medida posible.
La determinación de la responsabilidad civil del Estado por omisión de mandatos jurídicos indeterminados
debe ser motivo de un juicio estricto y basado en la ponderación de los bienes jurídicos protegidos y las
consecuencias generalizables de la decisión a tomar.
En este sentido, el servicio de seguridad no está legalmente definido de modo expreso y determinado, y
mucho menos se identifica con una garantía absoluta de que los ciudadanos no sufran perjuicio alguno derivado
de la acción de terceros. Consagrar una regla de este tipo es una decisión que el legislador no ha tomado, y que
no registra antecedentes en el derecho comparado. Por lo demás, sería irrazonable que el Estado sea obligado a
que ningún habitante sufra daños de ningún tipo, porque ello requeriría una previsión extrema que sería no sólo
insoportablemente costosa para la comunidad, sino que haría que se lesionaran severamente las libertades de los
mismos ciudadanos a proteger. Como conclusión, no puede afirmarse, como lo pretende el actor, que exista un
deber de evitar todo daño, sino en la medida de una protección compatible con la tutela de las libertades y la
disposición de medios razonables.
En segundo lugar, se debe apreciar si se dispusieron tales medios razonables para el cumplimiento del
servicio.
En el presente caso, la policía destinó efectivos para la custodia de las adyacencias y de determinados
lugares dentro del estadio. Así, del informe expedido por la Superintendencia de Investigaciones de la Capital
Federal obrante a fs. 773/779, con el que se acompaña el expte. adm. 21100-630696/01 del Ministerio de
Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, surge que la policía asignó una custodia de cuatrocientos noventa y
nueve efectivos policiales, complementados con doce patrulleros, un ómnibus y un celular. Consta también que
se dispuso la presencia de policía adicional (efectivos de infantería, de caballería, guías con canes, brigada de
investigaciones, brigada de explosivos, de inteligencia -dos de ellos con filmadoras para captar las imágenes del
ingreso y egreso del público-) y que el personal del comando de patrullas era el encargado de hacer "constantes"
recorridas por las adyacencias del estadio. Corroboran lo expuesto los artículos periodísticos publicados en los
diarios Olé (fs. 5) y Clarín, (fs. 6), de cuya autenticidad da cuenta el informe de fs. 211, y las declaraciones de
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los testigos Laguna, Garello, Traverso y Cerolini quienes manifiestan que no sólo había custodia dentro del club
sino también fuera del estadio (fs. 259, 264/265, 279, 290/291).
En tercer lugar, se debe atender al lazo que une a la víctima con el servicio.
En este caso no existe un deber jurídico determinado basado en una obligación preexistente, como ocurriría
si hubiera existido una relación con el Estado contratado para brindar el servicio en forma específica. Se trata en
cambio, de un deber jurídico indeterminado para la generalidad de los ciudadanos quienes, en consecuencia, no
tienen un derecho subjetivo, sino un interés legítimo subjetivamente indiferenciado a la seguridad.
En cuarto lugar, corresponde estar al grado de previsibilidad del daño, conforme a la capacidad razonable de
prever el curso normal y ordinario de las cosas.
Sobre el particular, surge del expediente administrativo citado que finalizado el partido y como
consecuencia de una medida tomada por el árbitro, los simpatizantes locales que se encontraban en las plateas
reaccionaron "arrojando trozos de mampostería hacia el campo de juego -al cual intentaron ingresar- tratando de
impactar en los jugadores, árbitros y personal policial".
Pero los efectivos policiales lo impidieron, de manera tal que los árbitros y los jugadores visitantes se
pudieron retirar del estadio sin "que sufrieran daños físicos" (fs. 777). Como consecuencia del procedimiento
quedaron detenidos treinta y ocho espectadores, cuya identidad fue determinada (fs. 778/779). Por otra parte, el
testigo Laguna declara que en el momento del accidente el actor fue socorrido por unos policías que se
encontraban dentro de un patrullero estacionado a unos dos metros de distancia, quienes lo trasladaron hasta una
clínica de la zona (fs. 258/259). Es decir, de lo expuesto puede concluirse que la policía actuó conforme con un
estándar de previsibilidad de lo que normalmente acontece, lo cual no genera responsabilidad según el Código
Civil (arts. 901 Ver Texto a 906 Ver Texto ).
En función de todo lo expuesto, habiéndose delimitado la extensión del servicio, no se advierte una falta
imputable capaz de comprometer la responsabilidad de la Provincia de Buenos Aires.
7) Que también se demanda al Club Atlético Lanús con fundamento en que habría incumplido con los
controles de seguridad que son impuestos a los organizadores de acontecimientos deportivos, al permitir el
acceso de "inadaptados sociales" munidos de elementos (hierros y piedras) para causar daños. Advierte el
accionante que, aun en el supuesto de que esos elementos se hubiesen encontrado dentro de las instalaciones de
la entidad, ello no obsta a su responsabilidad. Asimismo, responsabiliza a la entidad por su omisión de plantear
ante la Asociación del Fútbol Argentino (AFA.) la inconveniencia de disputar el partido en un horario nocturno
(fs. 8 vta.).
En este caso, el examen de la responsabilidad requiere determinar, en primer lugar, los elementos de
causalidad a nivel de autoría, es decir, si hay algún elemento que permita establecer una conexión entre el daño
y el presunto autor.
Al respecto, si bien puede haber una cierta imprecisión sobre el lugar exacto donde ocurrieron los hechos,
no hay duda alguna de que los mismos ocurrieron en las inmediaciones del estadio, durante el partido, y de que
el actor estuvo en el momento en que ocurrieron los desmanes. Ello revela una relación temporal y espacial que
genera una fuerte presunción de que los hechos estuvieron vinculados. Por otra parte, además de la conexión
positiva, el método de la supresión mental hipotética genera los mismos resultados, ya que no se advierte qué
otra causa podría haber provocado ese daño. No hay un testigo directo que haya observado la secuencia
completa de los hechos, es decir, quién lanzó la piedra, cómo ella pasó por encima de la pared, y cómo fue a dar
en la persona del actor. Pero verdaderamente esa prueba es no sólo difícil, sino casi imposible. Por otra parte,
nuestro régimen causal exige la prueba del curso normal y ordinario de las cosas (arts. 901 Ver Texto a 906 Ver
Texto CCiv.) y, por lo tanto, la regla es que, demostradas varias posibilidades, hay que estar a la más probable, si
se ha demostrado claramente esa probabilidad.
Tal "curso normal y ordinario" está suficientemente demostrado.
En efecto, el origen de los daños fue una lluvia de objetos que provino desde el Club Atlético Lanús. Así,
según el testigo Laguna (fs. 259), los proyectiles partían del interior de las instalaciones (a la 7ª), precisando que
desde el estacionamiento empezaron a tirar cosas hacia la calle, con motivo del enfrentamiento de grupos rivales
(a la 6ª). El testigo Garello (fs. 264/267) dice que las hinchadas de los clubes se arrojaban piedras y pedazos de
mampostería, y que los proyectiles provenían de tribuna en tribuna dentro de la cancha, y desde dentro del club
hacia afuera (a la 16ª). Sobre este punto, el testigo Traverso (fs. 278/282) expresa que los que empezaron a tirar
cosas eran los de la hinchada local (a la 3ª), que se arrojaban piedras, palos, radios portátiles, encendedores, y

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que, respecto de la situación del actor, los proyectiles provenían también del sector de plateas, sector que da al
estacionamiento de la cancha lo cual reduce notablemente el metraje hacia la calle Arias (a la 11ª).
La mencionada lluvia de objetos es la que daña al actor que estaba ubicado en las inmediaciones del club. A
fs. 260/261 el testigo Laguna declara que "él estaba en la esquina del estadio del estacionamiento, en la calle
Guidi, en la entrada principal y que el actor estaba en una Trafic unos treinta o cuarenta metros detrás de él
estacionado, y que luego Mosca se acerca caminando hasta su auto para esperar que salgan los periodistas y
fotógrafos" (respuesta 2ª). En la respuesta 29ª, el mismo testigo responde que "mientras duró el partido y hasta
la agresión, Mosca estuvo frente al portón de acceso principal al club que es por la calle Guidi, que es la vereda
contraria a la de las instalaciones del Club Atlético Lanús". A fs. 281, el testigo Traverso, dijo que "el vehículo
que conducía el actor se encontraba en la vía pública a unos quince metros de la barrera de seguridad del club",
manifestación que ratifica a fs. 289 el testigo Cerolini, quien admite que "Mosca los esperó frente al
estacionamiento del club que es en la vía pública".
Como conclusión, puede darse por demostrado, con suficiente evidencia, que el origen del daño provino de
objetos lanzados por personas desde el club y dañaron al actor que estaba en las inmediaciones. Tal hecho
fáctico debidamente probado permite indagar si hay una regla de responsabilidad y, para ello, resulta irrelevante
determinar si el actor estaba un metro más cerca o más lejos del club, ya que es suficiente con que se establezca
una relación de inmediatez (consecuencia inmediata) para que se pueda aplicar la regla.
Que establecida la conexión causal, es necesario indagar si hay algún factor de atribución aplicable.
Sobre el particular, en primer lugar corresponde señalar que todo organizador de un espectáculo deportivo
tiene una obligación de seguridad respecto de los asistentes, con fundamento general en el art. 1198 Ver Texto
CCiv. y especial en la ley 23184 Ver Texto . Ese deber de seguridad es expresivo de la idea de que quienes asisten
a un espectáculo lo hacen en la confianza de que el organizador ha dispuesto las medidas necesarias para cuidar
de ellos.
Esta Corte ha señalado, asimismo, que las relaciones de complacencia ante los integrantes de la hinchada
revelan una manifiesta negligencia en el cumplimiento de las medidas de seguridad y que el club organizador
del espectáculo deportivo, tiene el deber de tomar todas las medidas necesarias para que el evento se desarrolle
normalmente, sin peligro para el público y los participantes (Fallos 321:1124 Ver Texto , consid. 11), para ello
debe impedir el ingreso de inadaptados, y exigir a los concurrentes el cumplimiento de las leyes y reglamentos,
extremando las medidas de seguridad a la entrada de los estadios -por ejemplo, revisando bolsos, paquetes,
portación de armas, etc.- (fallo citado, consid. 14).
En el presente caso, y como se ha hecho referencia al examinar la causalidad a nivel de autoría, no cabe
duda alguna de que el incumplimiento de las estrictas medidas de seguridad que cabe exigir al organizador de
un espectáculo deportivo, han sido violadas, toda vez que el accionar de un grupo de espectadores escapó a todo
control y causó daños a terceros.
Sentado lo anterior, cabe examinar seguidamente si el caso puede ser encuadrado dentro de los supuestos de
aplicación del referido débito de seguridad genérico (art. 1198 Ver Texto CCiv.) y específico (ley 23184 Ver Texto
).
Como primera aproximación, corresponde advertir que los hechos dañosos tuvieron su causa en el accionar
de espectadores que no son terceros por los cuales el organizador no deba responder y ocurrieron durante el
espectáculo y en la secuencia temporal inmediatamente posterior.
La cuestión decisiva, en su caso, es la determinación del campo de aplicación de la norma, debido a la
circunstancia de que la víctima no era espectador ni estaba dentro del estadio, sino en las inmediaciones.
En tal sentido, la ley 23184 Ver Texto ha dispuesto que su régimen penal se aplique a los hechos que se
comentan "con motivo o en ocasión de un espectáculo deportivo en estadios de concurrencia pública o
inmediatamente o después de él" (art. 1 Ver Texto ), mientras que al establecer la responsabilidad civil, alude a
daños sufridos por los espectadores, en los estadios y durante su desarrollo (art. 51 Ver Texto ).
Ahora bien, la responsabilidad civil está regulada en el Código Civil, que establece la regla general del
sistema. Por su parte, la ley 23184 Ver Texto es una ley de especificación, que no deroga ni excluye al Código
Civil, lo cual la diferencia de otras disposiciones que crean un subsistema autónomo, con efectos derogatorios o
excluyentes de la norma general, como ocurre en el caso de los accidentes de trabajo. Esta calificación de la
norma es relevante para interpretarla.
En efecto, en primer lugar, el deber de seguridad está contemplado en el Código Civil, del cual es aplicación
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específica la ley 23184 Ver Texto . Esta responsabilidad se basa, causalmente, en la imputación basada en los
hechos que ocurren "por causa" o "con ocasión".
Pues bien, los daños ocurridos en el presente han sido, indudablemente, "con ocasión" del evento, toda vez
que si este último no se hubiera celebrado, aquéllos no habrían tenido lugar. De esta manera, se cumple
acabadamente con el requisito de causalidad previsto en la norma, y puede afirmarse que el espectáculo
organizado por el Club Atlético Lanús fue la ocasión para que se lanzaran los objetos que dañaron al actor.
En este punto, es necesario observar que la ley 23184 Ver Texto ha considerado razonable limitar la cantidad
de afectados que podrían reclamar, ciñiendo el grupo legitimado a los espectadores que sufran daños "en los
estadios".
Es claro, empero, que el término "estadio" no puede ser interpretado de manera que se excluya a quienes
están en las inmediaciones. Ello es así porque se trata de un vocablo de textura abierta que debe ser interpretado
mediante una analogía sustancial (Herbert Hart, "El concepto de Derecho", Genaro Carrió [trad.], 1968, Ed.
Abeledo-Perrot), a fin de encuadrar o no en su connotación un catálogo de situaciones dudosas que incluyen,
por ejemplo, al espectador que está pagando su entrada pero todavía no traspuso la puerta; el que ya la pagó y
está en la vereda; el que no la pagó pero está enfrente, etc., y sin lo cual se generaría una extensa cantidad de
equívocos hermenéuticos.
En el especial caso sub examine, la interpretación correcta de este vocablo debe ajustarse a dos criterios.
En primer lugar, cabe tener presente la costumbre, que muestra claramente que en el momento en que se
realiza un partido de fútbol, todas las inmediaciones del estadio están bajo control directo o indirecto del
organizador, que se ocupa de orientar el ingreso de la gente por distintas calles de acceso, razón por la cual no
cabe entender que el término examinado sólo abarca a quienes están ubicados dentro del lugar y mirando el
espectáculo.
En segundo lugar, corresponde estar a la finalidad del legislador, que ha sido la tutela específica de los
asistentes, y que también está prevista en el Código Civil con un criterio de previsibilidad en cuanto a la
extensión de las consecuencias. Una persona razonable y cuidadosa que organiza un espectáculo debe ponderar
los riesgos que existen en el acceso al mismo o sus inmediaciones, y adoptar las diligencias necesarias para
evitarlos. El organizador debe proteger al espectador ubicado dentro del estadio, cuando accede al mismo para
ver el espectáculo y, cuando está a unos metros de la entrada.
Es irrazonable pensar que una persona accede a su riesgo antes de la puerta y, por el contrario, está
asegurada por el organizador cuando traspasa ese umbral, siendo que la fuente de riesgo es la misma: la
organización de un espectáculo sobre la base de la tolerancia excesiva y negligente de las hinchadas.
Que esta regla no resulta excesiva si se la delimita correctamente.
En tal sentido, el organizador responde objetivamente por hechos vinculados inmediatamente a su accionar
y previsibles al momento de organizar el espectáculo. Tal estándar evita que la responsabilidad alcance a hechos
mediatamente conectados, como son los daños sufridos por personas que están lejos y que son dañados por otros
participantes o asistentes al espectáculo fuera del área de control del organizador.
Cabe considerar también el derecho a la seguridad previsto en el art. 42 Ver Texto CN., que se refiere a la
relación de consumo, que abarca no sólo a los contratos, sino a los actos unilaterales como la oferta a sujetos
indeterminados, que es precisamente el caso que se presenta en autos. De tal modo, la seguridad debe ser
garantizada en el período precontractual y en las situaciones de riesgo creadas por los comportamientos
unilaterales, respecto de sujetos no contratantes. Cada norma debe ser interpretada conforme a su época, y en
este sentido, cuando ocurre un evento dañoso en un espectáculo masivo, en un aeropuerto, o en un
supermercado, será difícil discriminar entre quiénes compraron y quiénes no lo hicieron, o entre quiénes estaban
adentro del lugar, en la entrada, o en los pasos previos. Por esta razón es que el deber de indemnidad abarca toda
la relación de consumo, incluyendo hechos jurídicos, actos unilaterales, o bilaterales.
Que no cabe interpretar que la protección de la seguridad -prevista en el art. 4 Ver Texto - tenga un propósito
meramente declarativo, sino que, por el contrario, es correcta la hermenéutica orientada hacia el goce directo y
efectivo por parte de sus titulares. La seguridad -que en este caso debe ser entendida, como el simple derecho de
asistir a un espectáculo público sin sufrir daño alguno- es un propósito que debe constituir la máxima
preocupación por parte de quienes los organizan cuando éstos importan algún riesgo para los asistentes, así
como de las autoridades públicas encargadas de la fiscalización.
Por lo expuesto, cabe admitir la responsabilidad del club organizador del espectáculo al no haber adoptado
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las medidas razonables para evitar daños a las personas que estaban en las inmediaciones del estadio, por
acciones provenientes de quienes asistían al mismo.
8) Que según ha expresado esta Corte, "el incremento del riesgo derivado de la peligrosidad que han
asumido en los últimos tiempos las justas deportivas -especialmente las de concurrencia masiva con la
problemática anexa de la responsabilidad de los daños causados por fanáticos, `hinchas' y `barras bravas'- ha
merecido la atención específica del Congreso, que ha sancionado una ley para evitar la reiteración de hechos
que afectan a los concurrentes a los estadios y, a veces, a personas totalmente ajenas al desarrollo del
espectáculo mismo" (Fallos 317:226 Ver Texto , consid. 9).
La ocurrencia de daños en los encuentros deportivos -especialmente en los partidos de fútbol- es una
lamentable realidad que se registra cotidianamente en nuestra sociedad, "siendo su causa la violencia de las
hinchadas como también la inadecuación de los estadios y la falta de medidas tendientes a evitarlos" (Fallos
321:1124 Ver Texto , consid. 9). La respuesta del legislador fue sancionar un régimen de responsabilidad civil
"que se aplica a un tipo de actividad riesgosa consistente en la generación de espectáculos en estadios
deportivos. No se trata de cualquier espectáculo deportivo, sino de aquel que se realiza en un estadio, con todas
las conductas que implica traer una multitud para que se someta a una situación riesgosa: convivir dentro de un
estadio" (conf. diputado Cornaglia, "Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación", 29 y
30/5/1985, p. 719).
Que ante estas nuevas realidades que se erigen en complejas fuentes generadoras de daños cabe señalar que
un sector de la doctrina autoral y jurisprudencial, por vía de una interpretación dinámica de la norma, predica
-para los supuestos de responsabilidad del organizador del espectáculo deportivo en casos como el sub examine
donde el daño fue causado directamente por la actividad desarrollada en el estadio de fútbol-, la extensión de la
responsabilidad por riesgo de la cosa prevista en el art. 1113 Ver Texto párr. 2º ap. 2 CCiv., al riesgo de la
actividad desarrollada, intervenga o no una cosa.
Que en el caso, en que el actor sufrió graves heridas provocadas por el impacto de proyectiles provenientes
de las instalaciones deportivas, no puede excusarse la responsabilidad del club local, ya que, además del riesgo
de dañosidad que genera la convocatoria al encuentro futbolístico, el deber de responder en el caso se ve
abonado por añejos principios de nuestro Código Civil, que ya había consagrado al tiempo de su sanción
algunas hipótesis de responsabilidad objetiva, para -entre otros supuestos- el caso de daños causados a quienes
transitan las calles por cosas arrojadas desde los edificios, et effusis et deiectis (conf. art. 1119 Ver Texto párr. 3º
CCiv.), situación que por analogía se configura en la especie.
Que el club local, como entidad organizadora del espectáculo deportivo por el que obtiene un lucro
económico, y que a la vez genera riesgos para los asistentes y terceros, tiene el deber de tomar todas las medidas
necesarias para que el evento se desarrolle normalmente, sin peligro para el público y los participantes (conf.
doct. de Fallos 321:1124 Ver Texto , consid. 11), para ello debe impedir el ingreso de inadaptados, y exigir a los
concurrentes el cumplimiento de las leyes y reglamentos, extremando las medidas de seguridad a la entrada de
los estadios (por ejemplo, revisando bolsos, paquetes, portación de armas, etc.; fallo citado, consid. 14).
9) Que, corresponde, ahora, considerar la situación de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA.).
Dicha demandada planteó la inconstitucionalidad del art. 33 Ver Texto de la citada ley 23184 (art. 51 Ver Texto
, según el texto de ley 24192 Ver Texto ), en cuanto dispone que las asociaciones que participan en un espectáculo
deportivo son solidariamente responsables de los daños y perjuicios que se generen en los estadios.
Tal pretensión debe ser desestimada, de conformidad con lo resuelto en Fallos 317:226 Ver Texto , a cuyos
fundamentos cabe remitir en razón de brevedad.
Determinado lo anterior, corresponde examinar la responsabilidad de la Asociación del Fútbol Argentino
tomando en cuenta la regla general y las excepciones en el derecho vigente.
La regla general es que una entidad que agrupa a otras entidades no es responsable por los daños
extracontractuales que estas últimas causen a terceros. Las asociaciones de segundo grado, pueden ejercer cierto
poder de vigilancia sobre aspectos generales, pero normalmente, no tienen facultades de control sobre las
prestaciones que sus asociados dan a los terceros, ni participan de modo relevante en los beneficios. Por esta
razón, no son responsables extracontractualmente.
Pero en la medida en que la situación de hecho no se subsume en la regla general, pueden darse situaciones
de responsabilidad. Ello es así, porque hay un abanico de supuestos muy amplio y puede identificarse, en un
extremo, las asociaciones de primer grado autónomas con entidades de segundo grado que obran como

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representantes, y en otro extremo la situación contraria, en que podrían identificarse asociaciones que son
controladas totalmente por una entidad madre que las absorbe en su autonomía. En las situaciones intermedias
de este amplio marco, corresponde examinar con rigor si existe una verdadera entidad que sólo representa, o
bien una que "participa" (art. 33 Ver Texto ley 23184) en la actividad de sus controlados.
Los dos criterios jurídicos para analizar esta situación son: a) si el poder de vigilancia se traslada a la
prestación; y b) si se participa en los beneficios de modo relevante. Ambos criterios son expresión de una
antigua máxima de la responsabilidad civil que señala que "a mayor control mayor responsabilidad".
Pues bien, la AFA. es una entidad civil que tiene como miembros a los clubes y a las asociaciones de éstos
que sean admitidos en su seno como afiliados, cuyo objeto es fomentar el fútbol y coordinar la acción de todas
las entidades asociadas que lleven a cabo dicho deporte, en pro de su difusión y práctica disciplinada, para lo
cual -ajustándose a las disposiciones de la Federación Internacional del Fútbol Asociado- se establece un
estatuto y un reglamento general que dota a la entidad de amplia funcionalidad en su manejo (art. 2 de su
Estatuto, fs. 504). La mencionada institución organiza y diagrama -según sus normativas en vigencia- el fixture
y establece los días y horarios para los encuentros futbolísticos de primera división (informe de la Secretaría de
Deporte y Recreación, fs. 397).
En función de lo anterior, no cabe duda de que esa asociación rectora del fútbol argentino fue también
organizadora (participante) y beneficiaria del espectáculo deportivo que originó la lesión del actor. En efecto, su
condición de organizadora surge de su propio reglamento, en cuanto le corresponde organizar y hacer disputar el
torneo de primera división como así también la programación de los partidos (arts. 101 y ss. Reglamento
General de la Asociación del Fútbol Argentino). También tiene facultades de contralor, en cuanto establece las
condiciones que deben reunir los estadios, su control de ventas de entradas por representantes, designación de
árbitros, verificación de medidas de seguridad, etc. (arts. 45, 54, 74, 128 y ss., 157 y concs., reglamento citado),
y las consiguientes potestades disciplinarias (art. 69 del Estatuto). En cuanto a su calidad de beneficiaria, si bien
se trata de una asociación civil sin fines de lucro, lo cierto es que obtiene un provecho económico del
espectáculo al percibir un porcentaje sobre la recaudación bruta de los partidos oficiales de torneos organizados
por la AFA., como así también sobre el producido de la televisación de esos encuentros (art. 61 inc. a aps. 1 y 3
del Estatuto; art. 142 y concs. del reglamento citado).
En suma, la Asociación del Fútbol Argentino es una entidad muy especial con un importantísimo grado de
intervención en lo que hacen los clubes asociados que, como se dijo, alcanza a la fijación de fechas, horarios,
contratos de transmisión televisiva y muchos otros aspectos, además de obtener una ganancia directa derivada
de dichos eventos, todo lo cual permite calificarla como partícipe.
La Asociación del Fútbol Argentino tiene el deber de preocuparse en grado extremo por la seguridad de las
personas que asisten al espectáculo del fútbol. Los numerosos acontecimientos de violencia, los daños sufridos
por las personas, la zozobra por la inseguridad, y la conmoción social que existe por estos sucesos, no puede
pasar desapercibida para un dirigente razonable y prudente.
Por esta razón no es excesivo señalar que deberían haber destinado una parte de sus medios organizativos
para prevenir y resolver situaciones como la que originó la presente demanda.
10) Que la regla que establece la responsabilidad civil de la Asociación del Fútbol Argentino derivada del
control que ella ejerce sobre la organización, la prestación y los beneficios de un espectáculo que produce
riesgos para quienes asisten al mismo, es razonable si se juzgan sus consecuencias (Fallos 302:1284 Ver Texto ).
La idea de que los organizadores se ocupan sólo del deporte y sus ganancias, mientras que la seguridad es un
asunto del Estado, es insostenible en términos constitucionales. La seguridad es un derecho que tienen los
consumidores y usuarios (art. 42 Ver Texto CN.) que está a cargo de quienes desarrollan la prestación o la
organizan bajo su control, porque no es razonable participar en los beneficios trasladando las pérdidas. Esta
antigua regla jurídica que nace en el derecho romano, es consistente en términos de racionalidad económica,
porque este tipo de externalidades negativas deben ser soportadas por quien las genera y no por el resto de la
sociedad.
En el presente caso, se trata de la seguridad, entendida como un valor que debe guiar la conducta del Estado
así como a los organizadores de actividades que, directa o indirectamente se vinculen con la vida o la salud de
las personas. La incorporación de este vocablo en el art. 42 Ver Texto CN., es una decisión valorativa que obliga a
la sociedad toda a desempeñar conductas encaminadas al cuidado de lo más valioso que existe en ella: la vida y
la salud de sus habitantes, ricos o pobres, poderosos o débiles, ancianos o adolescentes, expertos o profanos.
El ciudadano que accede a un espectáculo deportivo tiene una confianza fundada en que el organizador se ha
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ocupado razonablemente de su seguridad. Ello es así porque la prestación de servicios masivos presenta un
grado de complejidad y anonimato que resultan abrumadores para los ciudadanos que los reciben. El
funcionamiento regular de la actividad, el respaldo que brinda la asociación, es lo que genera una apariencia
jurídica que simplifica su funcionamiento y lo hacen posible.
Las consecuencias económicas que podrían derivarse de juicios de responsabilidad civil de los asistentes a
espectáculos deportivos están en manos de los propios organizadores. En la medida en que sean rigurosos con la
seguridad, sancionen a quienes la ponen en riesgo, tendrán menos reclamos, lo cual constituye un poderoso
incentivo económico para el cumplimiento efectivo de sus obligaciones.
Por todo ello, y en función del factor de atribución antes mencionado, debe responder solidariamente por las
consecuencias dañosas sufridas por el demandante.
11) Que en orden a decidir el reclamo indemnizatorio, debe destacarse aun cuando en el escrito de inicio se
define el rubro reclamado como "daño físico" (fs. 9 vta., pto. VIII), cabe interpretar esa expresión por oposición
al siguiente rubro "daño moral", y no como concepto excluyente del daño psicológico, ya que en la demanda se
hizo alusión expresa no sólo a la sensible disminución de la visión en el ojo izquierdo, sino también al
padecimiento psíquico derivado de no poder aceptar dicha minusvalía (fs. 7 vta.).
Respecto de estas consecuencias dañosas, esta Corte ha considerado que cuando la víctima resulta
disminuida en sus aptitudes físicas o psíquicas en forma permanente, esta incapacidad debe ser objeto de
reparación, al margen de lo que pueda corresponder por el menoscabo de la actividad productiva y por el daño
moral, pues la integridad física tiene por sí misma un valor indemnizable y su lesión comprende, a más de
aquella actividad económica, diversos aspectos de la personalidad que hacen al ámbito doméstico, cultural o
social con la consiguiente frustración del desarrollo pleno de la vida (Fallos 312:752 Ver Texto , 2412 Ver Texto ;
315:2834 Ver Texto ; 316:2774 Ver Texto ; 318:1715 Ver Texto ; 320:1361 Ver Texto ; 321:1124 Ver Texto ; 322:1792
Ver Texto , 2002 Ver Texto y 2658 Ver Texto ; 325:1156 Ver Texto ; 326:847 Ver Texto ).

También, a criterio del tribunal, para evaluar el monto del resarcimiento por la disminución de las aptitudes
físicas y psíquicas no es necesario recurrir a criterios matemáticos ni tampoco son aplicables los porcentajes
fijados en la ley de accidentes de trabajo, aunque puedan ser útiles como pauta genérica de referencia, sino que
deben tenerse en cuenta las circunstancias personales del damnificado, la gravedad de las secuelas, los efectos
que éstas puedan tener en el ámbito de la vida laboral de la víctima y en su vida de relación (Fallos 320:1361 Ver
Texto y 325:1156 Ver Texto ).

Hugo A. Mosca tenía 65 años al momento del hecho y, a pesar de estar jubilado (ver informe de la ANSeS.,
fs. 41/42 y 55, incidente de beneficio de litigar sin gastos), a la fecha del accidente se desempeñaba como
chofer, actividad que debió abandonar a raíz de la secuela oftalmológica, y vive según prueba con su esposa
contando sólo con su haber previsional (declaraciones testificales, fs. 29 y 30, del beneficio de litigar sin
gastos).
Según se desprende del peritaje médico oftalmológico (fs. 335/337), el actor padeció un traumatismo
cortante de borde orbital izquierdo con traumatismo contuso del ojo izquierdo, hemorragia anterior (hipema) y
posterior (del vítreo), con luxación del cristalino y cataratas, más afección de la mácula (maculopatía), cuadro
que ocasiona una pérdida del 80% de la visión del ojo izquierdo, lo que se traduce en una incapacidad definitiva
del 20%. Por su lado, en el peritaje psicológico se afirma que el demandante sufrió una depresión moderada
vinculada a la pérdida de la visión y a la consecuente pérdida de la posibilidad de seguir trabajando como chofer
-circunstancia que lo afectó económica y psicológicamente-, y se advierte que está en un proceso de elaboración
de ese duelo, observándose una leve mejoría. Según la estimación de la experta, presenta actualmente una
incapacidad del 10%, correspondiente a una depresión leve, en proceso de recuperación.
Ulteriormente, se aclara que el actor puede continuar el proceso de recuperación por medio de un
tratamiento terapéutico, "elaborando mejor la pérdida, y disminuyendo la incapacidad a un 3 o 5% (siempre
teniendo en cuenta el carácter de aproximación que estas cuantificaciones revisten)", incapacidad que no
revertiría totalmente "dado que las limitaciones físicas sufridas son permanentes y han tenido un alto costo para
el sujeto" (contestación de explicaciones, fs. 323).
Debe tenerse en cuenta que el actor percibió de La Caja ART. la suma de $ 26.933,50, en concepto de
incapacidad laboral parcial y permanente (estimada en un 25,97%) por el accidente de trabajo suscitado a raíz
del mismo hecho que motiva estas actuaciones, ello en el marco de la ley 24557 Ver Texto (informe fs. 604 y
documentación adjunta).
Al respecto, corresponde tener presente que si bien el acogimiento a este régimen no impide al damnificado
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que reclame al tercero responsable la reparación de los daños y perjuicios que pudieren corresponderle de
acuerdo con las normas del Código Civil, en tal supuesto "se deducirá el valor de las prestaciones que haya
percibido o deba recibir de la ART." (art. 39 Ver Texto inc. 4 ley citada), ya que, a su vez, esta última podrá
repetir del responsable del daño causado el valor de las prestaciones que hubieran abonado (art. 39 Ver Texto inc.
5 ley citada).
Atendiendo a estas particularidades, cabe fijar por este concepto la suma de $ 15.000.
12) Que resulta procedente el reclamo de daño moral, detrimento que por su índole espiritual debe tenérselo
por configurado por la sola producción del evento dañoso, ya que se presume la lesión por la índole de la
agresión padecida, la inevitable lesión de los sentimientos del demandante. A los fines de la fijación del
quantum debe tenerse en cuenta el carácter resarcitorio de este rubro, la índole del hecho generador de la
responsabilidad y la entidad del sufrimiento causado, que no tiene necesariamente que guardar relación con el
daño material, pues no se trata de una daño accesorio a éste (Fallos 316:2894 Ver Texto ; 321:1117 Ver Texto ;
325:1156 Ver Texto ; 326:820 y 847 Ver Texto ). Se fija por ello la suma de $ 28.000.
13) Que los intereses se deberán calcular desde el 30/11/1996 hasta el efectivo pago.
Por ello, se decide: I. Hacer lugar a la demanda seguida por Hugo A. Mosca contra el Club Atlético Lanús y
la Asociación del Fútbol Argentino, a quienes se condena a pagarle, dentro del plazo de treinta días, la suma de
$ 43.000 con más los intereses que se liquidarán de acuerdo con lo dispuesto en el considerando precedente.
Con costas (art. 68 Ver Texto CPCCN.); II. Rechazar la demanda seguida por Hugo A. Mosca contra la Provincia
de Buenos Aires. Con costas por su orden en mérito a que el actor pudo considerarse con razón fundada para
demandarla (art. 68 Ver Texto párr. 2º CPCCN.; Fallos 321:1124 Ver Texto ). Notifíquese y, oportunamente,
archívese. Ricardo L. Lorenzetti.- Juan C. Maqueda.- E. Raúl Zaffaroni.- Con ampliación de fundamentos:
Elena I. Highton de Nolasco.- En disidencia: Carlos S. Fayt.- Enrique S. Petracchi.- Carmen M. Argibay.
AMPLIACIÓN DE FUNDAMENTOS DE LA DRA. HIGHTON DE NOLASCO.- Considerando: Que, sin
perjuicio de los fundamentos expresados en los consids. 7 y 8, la suscripta participa de la doctrina y la
jurisprudencia que propicia la extensión de la responsabilidad por riesgo de la cosa prevista en el art. 1113 Ver
Texto párr. 2º segundo supuesto CCiv., al riesgo de la actividad desarrollada -intervenga o no una cosa- en
estadios deportivos, conclusión que se ve ratificada por las citas del debate parlamentario efectuado ut supra. De
tal modo, cabe también encuadrar la responsabilidad del demandado en supuestos como el sub examine bajo
esta perspectiva extracontractual, desde que no media vínculo previo entre el demandante y el establecimiento
deportivo, y el daño fue causado directamente por la actividad desarrollada en el estadio de fútbol.
DISIDENCIA DE LOS DRES. FAYT Y PETRACCHI.- Considerando: 1) Que frente al prolongado trámite
al que ha dado lugar la sustanciación de este proceso y la significativa extensión del tiempo transcurrido desde
el llamamiento de autos para sentencia de fs. 825 vta., evidentes razones de economía procesal como las
señaladas por el tribunal en el pronunciamiento dictado en la causa P.238 XXVIII, "Punte, Roberto A. v. Tierra
del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur s/cumplimiento de contrato", sent. del 21/3/2006, así como la
adecuada preservación de las garantías constitucionales de la defensa en juicio y del debido proceso que asisten
a las partes, en cuanto comprenden la necesidad de obtener una rápida y eficaz decisión judicial que ponga fin a
la controversia (Fallos 319:2151 Ver Texto y sus citas), llevan a dejar de lado en el sub lite el nuevo contorno del
concepto de causa civil definido por esta Corte (conf. causa "Cohen, Eliazar v. Provincia de Río Negro y otros
s/daños y perjuicios" Ver Texto , pronunciamiento del 30/5/2006, consid. 1), y, en consecuencia, a mantener la
competencia originaria para dictar sentencia definitiva en este asunto.
El juez Fayt considera que el caso corresponde a la competencia originaria reglada por los arts. 116 Ver Texto
y 117 Ver Texto CN.
2) Que Hugo A. Mosca demanda a la Provincia de Buenos Aires, al Club Atlético Lanús, y a la Asociación
del Fútbol Argentino el pago de la indemnización de los daños y perjuicios que dice haber sufrido como
consecuencia del accidente ocurrido el 30/11/1996, a lo que los demandados consideran no estar obligados.
3) Que en primer término, y toda vez que los demandados niegan que el actor haya sufrido las lesiones a que
hace referencia y en las circunstancias que narra, corresponde dilucidar cómo ocurrió el hecho.
En autos ha quedado acreditado que el 30/11/1996 el actor condujo a un grupo de periodistas y fotógrafos
hasta la cancha del Club Atlético Lanús, donde se llevó a cabo un partido de fútbol entre el equipo local y el de
Independiente. Faltando dos minutos para finalizar el encuentro y tras la expulsión del arquero de Lanús,
Independiente se puso en ventaja y ganó el partido.

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Esto provocó la reacción de un grupo de simpatizantes de Lanús que se introdujo en el sector de plateas
bajas y comenzó a destrozar parte del piso, sillas y mampostería, arrojándolos a la cancha (fs. 3, 4, 5, 6, 13 y 14
del expte. 58595, de los autos "Resistencia a la autoridad y lesiones, Sosa, H. Ricardo y Rodríguez, Miguel Á.",
tramitado ante el Juzgado en lo Criminal y Correccional n. 12 de Lomas de Zamora, venido ad effectum videndi
y agregado por cuerda).
En esas circunstancias, el actor que se encontraba en la vía pública, fue alcanzado por un elemento
contundente en el rostro a la altura del ojo izquierdo, por lo que tuvo que ser hospitalizado (fs. 258, 264, 279 y
290).
4) Que, establecida la ocurrencia del hecho, corresponde -en primer término- examinar el comportamiento
de los efectivos policiales, y si se configuró la negligencia que se les atribuye.
En este sentido, resulta oportuno recordar que con relación a la responsabilidad extracontractual del Estado
y sus agentes, esta Corte ha resuelto en reiteradas oportunidades, que quien contrae la obligación de prestar un
servicio público, lo debe realizar en condiciones adecuadas para llenar el fin para el que ha sido establecido, y es
responsable de los perjuicios causados por su incumplimiento o ejecución irregular. Además se resolvió que no
se trata de una responsabilidad indirecta, dado que la actividad de los órganos, funcionarios o agentes del
Estado, realizada para el desenvolvimiento de los fines de las entidades de las que dependen, ha de ser
considerada propia de éste, el que debe responder de modo principal y directo por sus consecuencias dañosas
(Fallos 321:1124 Ver Texto ).
La falta de servicio es una violación o anormalidad frente a las obligaciones del servicio regular, lo cual
entraña una apreciación en concreto que toma en cuenta la naturaleza de la actividad, los medios de que dispone
el servicio, el lazo que une a la víctima con el servicio y el grado de previsibilidad del daño (Fallos 321:1124 Ver
Texto ).

En el sub lite, se trata del control de la seguridad pública encomendado a la policía provincial y el reproche
consiste en que se habría incurrido en negligencia e impericia por no "resguardar el orden público y garantizar la
vida y la integridad física de la comunidad dentro del estadio y fuera de él (especialmente en las adyacencias)".
5) Que consta en autos que la policía destinó efectivos para la custodia de las adyacencias y de determinados
lugares dentro del estadio.
Así, del informe expedido por la Superintendencia de Investigaciones de la Capital Federal obrante a fs.
773/ 779, con el que se acompaña el expte. adm. 21100-630696/01 del Ministerio de Seguridad de la Provincia
de Buenos Aires, surge que la policía asignó una custodia de cuatrocientos noventa y nueve efectivos policiales,
complementados con doce patrulleros, un ómnibus y un celular.
Consta también que se dispuso la presencia de policía adicional (efectivos de infantería, de caballería, guías
con canes, brigada de investigaciones, brigada de explosivos, de inteligencia -dos de ellos con filmadoras para
captar las imágenes del ingreso y egreso del público-) y que el personal del comando de patrullas era el
encargado de hacer "constantes" recorridas por las adyacencias del estadio.
Corroboran lo expuesto los artículos periodísticos publicados en los diarios Olé (fs. 5) y Clarín (fs. 6), de
cuya autenticidad da cuenta el informe de fs. 211, y las declaraciones de los testigos Laguna, Garello, Traverso
y Cerolini quienes manifiestan que no sólo había custodia dentro del club sino también fuera del estadio (fs.
259, 264/265, 279 y 290/291).
Asimismo, del expediente administrativo citado surge que finalizado el partido y como consecuencia de una
medida tomada por el árbitro, los simpatizantes locales que se encontraban en las plateas reaccionaron
"arrojando trozos de mampostería hacia el campo de juego -al cual intentaron ingresar- tratando de impactar en
los jugadores, árbitros y personal policial" (sic). Pero los efectivos policiales lo impidieron, de manera tal, que
los árbitros y los jugadores visitantes se pudieron retirar del estadio sin "que sufrieran daños físicos" (sic) (fs.
777).
Como consecuencia del procedimiento quedaron detenidos treinta y ocho espectadores, cuya identidad surge
de la lista que se acompaña (fs. 778/779).
Por otra parte, el testigo Laguna declara que en el momento del accidente el actor fue socorrido por unos
policías que se encontraban dentro de un patrullero estacionado a unos dos metros de distancia, quienes lo
trasladaron hasta una clínica de la zona (fs. 258/259).
En tales condiciones, y habida cuenta de que la obligación del servicio de policía de seguridad se satisface

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con haber aplicado la diligencia y la previsión adecuadas a las circunstancias de tiempo y de lugar, cabe concluir
que no se ha configurado falta alguna de servicio por parte de la policía local, capaz de comprometer la
responsabilidad de la Provincia de Buenos Aires.
6) Que, en consecuencia, debe examinarse la responsabilidad del Club Atlético Lanús como organizador del
evento deportivo.
A fs. 8 vta. el actor alega que aparece configurada una manifiesta negligencia del Club Atlético Lanús en el
cumplimiento de los controles de seguridad que son impuestos a los organizadores de acontecimientos
deportivos, al permitir el acceso de "inadaptados sociales" munidos de elementos (hierros y piedras) para causar
daños.
Advierte que aun en el supuesto de que esos elementos se hubiesen encontrado dentro de las instalaciones de
la entidad, ello no obsta a su responsabilidad.
Asimismo, responsabiliza a la entidad por su omisión de plantear ante la AFA. la inconveniencia de disputar
el partido en un horario nocturno.
7) En este sentido, cabe recordar que esta Corte ha destacado que el incremento del riesgo derivado de la
peligrosidad que han asumido en los últimos tiempos las justas deportivas -especialmente las de concurrencia
masiva- con la problemática anexa de la responsabilidad por los daños causados por fanáticos, "hinchas" y
"barras bravas" ha merecido la "atención merecida del Congreso, que ha sancionado una ley para evitar la
reiteración de hechos que afectan a los concurrentes a los estadios, y, a veces, a personas totalmente ajenas al
desarrollo del espectáculo mismo" (Fallos 317:226 Ver Texto ).
La ley 23184 Ver Texto , modificada luego por la ley 24192 Ver Texto , consagra una responsabilidad objetiva,
con fundamento en el riesgo creado, que prescinde de toda idea de culpa por parte del sujeto obligado a resarcir
frente al espectador que sufre un daño en estadios de concurrencia pública durante un espectáculo deportivo.
Entre el organizador del juego y el espectador se celebra un contrato innominado que ha sido llamado "de
espectáculo público", por el cual aquél se compromete implícitamente a que nadie sufra daño a causa de ese
hecho: es la cláusula de incolumidad -deber de seguridad- que se entiende incorporada tácitamente a todo
contrato en el que la suerte de la persona de uno de los contratantes, que satisface una prestación, queda
confiada a la otra parte.
Por ello, el empresario del espectáculo incurre en responsabilidad contractual si incumpliendo el
mencionado deber de seguridad permite que el espectador sufra un daño a causa del mismo espectáculo que él le
ha ofrecido (Fallos 321:1124 Ver Texto ).
8) Que un supuesto distinto se presenta cuando -como en el caso de Mosca- se trata de establecer la
responsabilidad del organizador del evento frente a una persona que se encontraba fuera del estadio, que no
tenía relación de dependencia con el club, ni era espectador del espectáculo deportivo.
En tal situación, sólo puede hacerse valer una responsabilidad extracontractual, con arreglo a los principios
generales, según las previsiones contenidas en el art. 1109 Ver Texto y ss. CCiv. En consecuencia, en relación al
Club Atlético Lanús, el actor debía acreditar los presupuestos contemplados en esas normas legales.
9) Que en el sub lite el acto ilícito se produjo fuera del estadio. En efecto, ha quedado debidamente
acreditado que Mosca se encontraba en la vía pública al momento de sufrir la lesión cuya indemnización
reclama.
A fs. 260/261 el testigo Laguna declara que "él estaba en la esquina del estadio del estacionamiento, en la
calle Guidi, en la entrada principal y que el actor estaba en una Trafic a unos treinta o cuarenta metros detrás de
él estacionado, y que luego Mosca se acerca caminando hasta su auto para esperar que salgan los periodistas y
fotógrafos" (sic, respuesta 2ª). En la respuesta 29ª, el mismo testigo responde que "mientras duró el partido y
hasta la agresión, Mosca estuvo frente al portón de acceso principal al club que es por la calle Guidi, que es la
vereda contraria a la de las instalaciones del Club Atlético Lanús" (sic).
A fs. 281, el testigo Traverso, dice que "el vehículo que conducía el actor se encontraba en la vía pública a
unos quince metros de la barrera de seguridad del club", manifestación que ratifica a fs. 289 el testigo Cerolini,
quien admite que "Mosca los esperó frente al estacionamiento del club que es en la vía pública".
10) Que no pueden dejarse a un lado las contradicciones en que ha incurrido el actor en las diversas
actuaciones procesales producidas en el expediente.

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Así, en su declaración de fs. 18 del ya referido expte. 58595 manifestó que "en circunstancias en que se
encontraba en una camioneta del diario Clarín, ubicada en la calle Guidi, fue alcanzado por una piedra que dio
en su frente, que fue arrojada por personas desconocidas", pero en la demanda expresa que "se encontraba en las
instalaciones de la cancha de fútbol del Club Atlético Lanús, a donde había concurrido en calidad de chofer" (fs.
7). Una primera contradicción se observa allí, pues o bien estaba en la camioneta estacionada en la vía pública,
o bien en las instalaciones del club demandado.
Esas contradicciones se acentúan en su negativa a casi todas las posiciones que le fueron puestas. Así, en la
absolución de fs. 393 niega haberse encontrado fuera de la cancha (posición 2ª) en su auto esperando a un
cronista (posición 3ª), afirmaciones contrarias a las vertidas en la causa penal; asimismo, niega haber sido
agredido cuando se encontraba en la vía pública (posición 7ª), que era lo aseverado en la causa penal (fs. 18, ya
citada). En la de fs. 498 niega haber transportado a fotógrafos del diario "Clarín" (posición 3ª), que es
precisamente lo que había afirmado en al demanda (fs. 7 pto. IV). Asimismo, niega no haber concurrido al
partido como espectador y encontrarse en la vía pública (posición 4ª y 5ª), lo que también difiere de lo afirmado
en el recién mencionado punto de la demanda.
11) Que, por lo demás, las constancias obrantes en la causa no aportan elementos de convicción que
permitan concluir que la piedra que lesionó a Mosca haya provenido del interior del estadio.
En este sentido, la declaración de Laguna de fs. 259/ 261 no es útil para llegar a la conclusión de que la
piedra que dañó al actor provino del estadio, dado que frente a la afirmación que se desprende de la contestación
de las preguntas 6ª y 7ª, el contexto de la declaración permite inferir que los desmanes se produjeron tanto
dentro como fuera del Club Atlético Lanús.
En efecto, así permite afirmarlo el contexto que surge de la respuesta a la pregunta 2ª de Laguna y el uso de
la palabra "también" que indica claramente la concomitancia de hechos de violencia en el estadio y fuera de él.
Tampoco es óbice a lo expuesto, lo declarado por el testigo Garello (fs. 264/267) que "cuando llegó a la
calle los hechos de violencia estaban dispersos, que había gente que corría y que los hechos de violencia los
percibió dentro del estacionamiento del club" (sic). En efecto, en la respuesta 8ª el testigo reconoce "que el
cronista del diario Clarín le dijo que había hechos de violencia dentro y fuera del estadio, que tomara todas las
fotografías que pudiera" y en la respuesta 28ª aclara "que no vio cuándo el actor sufrió la agresión porque estaba
saliendo del estadio".
Téngase presente que, conforme a lo señalado en los consids. 7 y 8, la prueba de que hubo incidentes dentro
de la cancha (ver consid. 3) y en el que resultaron heridos dos policías (ver fs. 5, 6, 7, 13, 14 del expte. 58595)
carece por sí sola de entidad para atribuir al organizador la culpa por el daño producido al actor fuera de las
instalaciones del club.
12) Que, sin perjuicio de ello, en el sub lite tampoco se identificó al autor del daño producido a Mosca.
A fs. 18 del expte. 58595, el actor reconoce que la piedra fue arrojada "por personas desconocidas que
supone eran simpatizantes de Lanús". En términos similares, el testigo Traverso declara desconocer al agresor
de Mosca (fs. 281), y el testigo Laguna, después de reconocer que no estuvo dentro del estadio, atribuye los
incidentes a que "posiblemente se hayan cruzado dos grupos rivales en el establecimiento pero no lo puede
asegurar por las corridas" (fs. 259).
A fs. 20 del expte. 58595, la comisaría de Lanús (seccional 2ª) informa que "las tareas investigativas
tendientes a esclarecer los hechos así como la presencia de testigos han arrojado resultado negativo" (sic).
13) Que por último, en relación al horario del evento, cabe señalar que a fs. 34 y 823 la Asociación del
Fútbol Argentino reconoce que es quien fija el día, hora y lugar del juego, y que el actor no ha acreditado que
los incidentes no hubieran sucedido de disputarse el partido en un horario distinto.
14) Que el damnificado no ha cumplido con la carga precedentemente indicada en el consid. 8 y no ha
acreditado la culpa del Club Atlético Lanús por el hecho ilícito acaecido fuera de sus instalaciones. En
consecuencia, la responsabilidad de dicha entidad no resulta comprometida, ya que la conducta atribuida al
demandado no tiene suficiente nexo causal con el daño invocado por el actor.
15) Que, corresponde, por último, considerar la situación de la Asociación del Fútbol Argentino, la que
planteó la inconstitucionalidad del art. 33 Ver Texto de la citada ley 23184, el que fue modificado por el art. 51
Ver Texto ley 24192, pretensión que, es dable recordar, esta Corte rechazó en la causa publicada en Fallos
317:226 Ver Texto .

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Esa norma, al fijar el régimen de responsabilidad civil, se refiere a "las entidades o asociaciones
participantes de un espectáculo deportivo", condición que no cabe adjudicar a la Asociación del Fútbol
Argentino, la que no organiza ni participa del espectáculo ni ejerce control directo sobre los espectadores, y
menos aún con relación a personas que se encuentran en la vía pública. En ese sentido, los fines de la institución
y sus atribuciones en materia de superintendencia como órgano rector del deporte, en particular en lo que hace a
las condiciones exigidas a los estadios de los clubes afiliados (ver al respecto art. 74 Reglamento General que se
encuentra reservado), parecen periféricos sobre el punto y no permiten una conclusión asertiva acerca de la
responsabilidad que se le pretende endilgar (ver fs. 8, escrito de demanda, Fallos 321:1124 Ver Texto ).
Por ello, se resuelve: Rechazar la demanda seguida por Hugo A. Mosca contra la Provincia de Buenos Aires,
el Club Atlético Lanús, y la Asociación del Fútbol Argentino.
Con costas (art. 68 Ver Texto CPCCN.). Notifíquese y, oportunamente, archívese.
DISIDENCIA DE LA DRA. ARGIBAY.- Considerando: 1) Que frente al prolongado trámite al que ha dado
lugar la sustanciación de este proceso y la significativa extensión del tiempo transcurrido desde el llamamiento
de autos para sentencia de fs. 825 vta., evidentes razones de economía procesal como las señaladas por el
tribunal en el pronunciamiento dictado en la causa P.238 XXVIII, "Punte, Roberto A. v. Tierra del Fuego,
Antártida e Islas del Atlántico Sur s/cumplimiento de contrato", sent. del 21/3/2006, así como la adecuada
preservación de las garantías constitucionales de la defensa en juicio y del debido proceso que asisten a las
partes, en cuanto comprenden la necesidad de obtener una rápida y eficaz decisión judicial que ponga fin a la
controversia (Fallos 319:2151 y sus citas), llevan a dejar de lado en el sub lite el nuevo contorno del concepto
de causa civil definido por esta Corte (conf. causa "Cohen, Eliazar v. Provincia de Río Negro s/daños y
perjuicios" Ver Texto , pronunciamiento del 30/5/2006, consid. 1), y, en consecuencia, a mantener la competencia
originaria para dictar sentencia definitiva en este asunto.
2) Hugo A. Mosca demanda a la Provincia de Buenos Aires, al Club Atlético Lanús, y a la Asociación del
Fútbol Argentino el pago de la indemnización de los daños y perjuicios que manifiesta haber sufrido como
consecuencia del accidente sufrido el 30/11/1996.
3) De las constancias de la causa surge que el día 30/11/1996 el actor condujo a un grupo de periodistas y
fotógrafos hasta la cancha del Club Atlético Lanús, donde se llevó a cabo un partido de fútbol entre el equipo
local y el de Independiente. Faltando dos minutos para finalizar el encuentro, un grupo de simpatizantes de
Lanús se introdujo en el sector de plateas bajas y comenzó a destrozar parte del piso, sillas y mampostería,
arrojándolos a la cancha (fs. 3, 4, 5, 6, 13 y 14 del expte. 58595, de los autos "Resistencia a la autoridad y
lesiones, Sosa, Hugo R. y Rodríguez, Miguel Á.", que tramitó ante el Juzgado en lo Criminal y Correccional n.
12, de Lomas de Zamora, agregado por cuerda ad effectum videndi).
En esas circunstancias, el actor fue alcanzado por un elemento contundente en el rostro a la altura del ojo
izquierdo, por lo que tuvo que ser hospitalizado (fs. 258, 264, 279 y 290).
4) Con relación al lugar donde se encontraba el actor en el momento de sufrir la lesión cuya indemnización
persigue, ha quedado debidamente acreditado que se hallaba en la vía pública, específicamente en las
adyacencias del estadio. En efecto, a fs. 260/261, el testigo Laguna declara que "él estaba en la esquina del
estadio del estacionamiento, en la calle Guidi, en la entrada principal, y que el actor estaba en una Trafic a unos
treinta o cuarenta metros detrás de él estacionado, y que luego Mosca se acerca caminando hasta su auto para
esperar que salgan los periodistas y fotógrafos" (respuesta 2ª). El mismo testigo responde que "mientras duró el
partido y hasta la agresión, Mosca estuvo frente al portón de acceso principal al club que es por la calle Guidi,
que es la vereda contraria a la de las instalaciones del Club Atlético Lanús" (respuesta 29ª).
A fs. 282, el testigo Traverso, dice que "el vehículo que conducía el actor se encontraba en la vía pública a
unos quince metros de la barrera de seguridad del club", manifestación que ratifica a fs. 289 el testigo Cerolini,
quien admite que "Mosca los esperó frente al estacionamiento del club que es en la vía pública".
Sobre este aspecto, no pueden ser obviadas las contradicciones en que ha incurrido el actor en las diversas
actuaciones procesales producidas en el expediente. Así, en su declaración de fs. 18 del ya referido expediente
58595 manifestó que "en circunstancias en que se encontraba en una camioneta del diario Clarín, ubicada en la
calle Guidi, fue alcanzado con una piedra que dio en su frente, que fue arrojada por personas desconocidas";
pero en la demanda expresa que "se encontraba en las instalaciones de la cancha de fútbol del Club Atlético
Lanús, adonde había concurrido en calidad de chofer" (fs. 7). Allí se observa un primer contrasentido, pues o
bien estaba en la camioneta estacionada en la vía pública, o bien en las instalaciones del club demandado.
Estas contradicciones se acentúan en su negativa a casi todas las posiciones que le fueron puestas. Así, en la
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absolución de fs. 393 niega haberse encontrado fuera de la cancha (posición 2ª) en su auto esperando a un
cronista (posición 3ª); afirmaciones contrarias a las vertidas en la causa penal. Asimismo, niega haber sido
agredido cuando se encontraba en la vía pública (posición 7ª) que era lo aseverado en la causa penal (fs. 18). En
fs. 498 niega haber transportado a fotógrafos del diario Clarín (posición 3ª), que es precisamente lo que había
afirmado en la demanda (fs. 7, pto. IV). En igual sentido, niega no haber concurrido al partido como espectador
y encontrarse en la vía pública (posición 4ª y 5ª), lo que también difiere de lo afirmado en la demanda.
Lo dicho y probado sobre este punto, lleva a concluir que el hecho ilícito se produjo fuera del estadio.
5) En otro orden de ideas, las constancias de la causa no aportan elementos de convicción que permitan
concluir de dónde provino la piedra o el elemento contundente que lesionó al actor.
En este sentido, la declaración del testigo Laguna (fs. 259/261) no es útil para llegar a la conclusión de que
la piedra que dañó al actor provino del estadio, dado que frente a la afirmación que se desprende de la
contestación a las preguntas 6ª y 7ª; el contexto de la declaración permite inferir que los desmanes se produjeron
tanto dentro como fuera del Club Atlético Lanús. Así permite sostenerlo la respuesta a la pregunta 2ª de Laguna
y el uso de la palabra "también", que indica claramente la concomitancia de hecho de violencia en el estadio y
fuera de él.
Por lo demás, no constituye un obstáculo a lo expuesto, lo declarado por el testigo Garello (fs. 264/267), que
"cuando llegó a la calle los hechos de violencia estaban dispersos, que había gente que corría y que los hechos
de violencia los percibió dentro del estacionamiento del club". En efecto, en la respuesta 8ª el testigo reconoce
"que el cronista del diario Clarín le dijo que había hechos de violencia dentro y fuera del estadio, que tomara
todas las fotografías que pudiera" y, en la respuesta 28ª aclara, "que no vio cuando el actor sufrió la agresión
porque estaba saliendo del estadio".
6) De igual manera, en la causa no se ha podido identificar al autor o autores del daño producido al actor.
A fs. 18 del expte. adm. 58595, el actor reconoce que la piedra fue arrojada "por personas desconocidas que
supone eran simpatizantes de Lanús". El testigo Traverso -en similares términos- declara desconocer al agresor
de Mosca (fs. 281), y el testigo Laguna, después de reconocer que no estuvo dentro del estadio, atribuye los
incidentes a que "posiblemente se hayan cruzado dos grupos rivales en el establecimiento pero no lo puede
asegurar por las corridas" (fs. 259). Finalmente, a fs. 20 de dicho expediente, la comisaría de Lanús (seccional
segunda) informa que "las tareas investigativas tendientes a esclarecer los hechos así como la presencia de
testigos han arrojado resultado negativo".
Una vez delimitadas las circunstancias fácticas de la causa se puede concluir, de conformidad con la prueba
existente, que el actor sufrió un daño mientras se encontraba en la vía pública, más precisamente en las
inmediaciones del estadio; que no fue posible identificar al autor o autores de las lesiones sufridas; que tampoco
pudo probarse de dónde provino (dentro o fuera del estadio) el elemento contundente que dañó su rostro a la
altura del ojo izquierdo.
7) En estas condiciones, y sobre la base de los hechos justificados ya referidos, corresponde examinar en
primer lugar la procedencia de la pretensión resarcitoria dirigida contra la Provincia de Buenos Aires por el
comportamiento de los efectivos policiales y si se configuró la negligencia que el actor les atribuye, con relación
a la responsabilidad extracontractual del Estado y sus agentes.
Con relación a este tema, la Corte Suprema ha admitido la responsabilidad patrimonial del Estado cuando se
ha demostrado la prestación irregular del servicio de seguridad por parte del personal policial. Se resolvió que
no se trata de una responsabilidad indirecta, dado que la actividad de los órganos, funcionarios o agentes del
Estado, realizada para el desenvolvimiento de los fines de las entidades de las que dependen, ha de ser
considerada propia de éste, el que debe responder de modo principal y directo por sus consecuencias dañosas
(Fallos 321:1124 Ver Texto ).
La falta de servicio es una violación o anormalidad frente a las obligaciones del servicio regular, lo cual
entraña una apreciación en concreto que toma en cuenta la naturaleza de la actividad, los medios de que dispone
el servicio, el lazo que une a la víctima con el servicio y el grado de previsibilidad del daño (Fallos 321:1124 Ver
Texto , ya citado).

En el caso, se trata del control de la seguridad pública encomendado a la policía provincial y el reproche
consiste en que se habría incurrido en negligencia e impericia por no "resguardar el orden público y garantizar la
vida e integridad física de la comunidad dentro del estadio y fuera de él (especialmente en sus adyacencias)".
De las constancias de la causa surge que la policía destinó efectivos para la custodia de las adyacencias y de
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determinados lugares dentro del estadio. Así, del informe expedido por la Superintendencia de Investigaciones
de la Capital Federal obrante a fs. 773/779, con el que se acompaña el expte. adm. 21100-630696/01 del
Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, surge que la policía asignó una custodia de
cuatrocientos noventa y nueve efectivos policiales, complementados con doce patrulleros, un ómnibus y un
celular.
Consta también que se dispuso la presencia de policía adicional (efectivos de infantería, de caballería, guías
con canes, brigada de investigaciones, brigada de explosivos, de inteligencia -dos de ellos con filmadoras para
captar las imágenes del ingreso y egreso del público-) y que el personal del comando de patrullas era el
encargado de hacer constantes recorridas en las adyacencias del estadio.
Corroboran lo expuesto, los artículos periodísticos publicados en los diarios Olé (fs. 5) y Clarín (fs. 6), de
cuya autenticidad da cuenta el informe de fs. 211, y de las declaraciones de los testigos Laguna, Garello,
Traverso y Cerolini, quienes manifiestan que no sólo había custodia dentro del club sino también fuera del
estadio (fs. 259, 264, 265, 279, 290/291).
Asimismo, del expediente administrativo ya citado surge que finalizado el partido y como consecuencia de
una medida tomada por el árbitro, los simpatizantes locales que se encontraban en las plateas reaccionaron
"arrojando trozos de mampostería hacia el campo de juego -al que intentaron ingresar- tratando de impactar en
los jugadores, árbitros y personal policial". Pero los efectivos policiales lo impidieron, de manera tal, que los
árbitros y los jugadores visitantes se pudieron retirar del estadio sin "que sufrieran daños físicos" (fs. 777).
Como consecuencia del procedimiento quedaron detenidos treinta y ocho espectadores, cuya identidad surge de
la lista que se acompaña (fs. 778/779).
Por otra parte, el testigo Laguna declara que en el momento del accidente el actor fue socorrido por unos
policías que se encontraban dentro de un patrullero estacionado a unos dos metros de distancia, quienes lo
trasladaron hasta una clínica de la zona (fs. 258/259).
Por lo demás, es sabido que el poder de policía de seguridad que corresponde al Estado (o, en su caso, a las
provincias), no resulta suficiente para atribuirle responsabilidad en un evento en el cual ninguno de sus órganos
o dependencias tuvo participación, toda vez que no parece razonable pretender que su responsabilidad general
en orden a la prevención de los delitos pueda llegar a involucrarlo a tal extremo en las consecuencias dañosas
que ellos produzcan con motivo de hechos extraños a su intervención directa (Fallos 312:2138 Ver Texto ;
313:1636; 323:3599 Ver Texto ; 325:1265 Ver Texto y 3023 Ver Texto ; 326:608 Ver Texto , 1530 y 2706 Ver Texto ).
Al ser ello así y habida cuenta de que la obligación del servicio de policía de seguridad se satisface con
haber aplicado la diligencia y la previsión adecuadas a las circunstancias de tiempo, modo y lugar, cabe concluir
que no se ha configurado la falta de servicio por parte de la policía local, capaz de comprometer la
responsabilidad de la Provincia de Buenos Aires.
8) En consecuencia, resta examinar la responsabilidad del Club Atlético Lanús y la AFA. Cabe señalar que
se trata de establecer, en este caso, la responsabilidad de los organizadores del evento deportivo frente a una
persona que se encontraba fuera del estadio por lo tanto no fue espectador del partido y no tenía relación de
dependencia alguna con el club. A ello cabe agregar que -como ya se dejó establecido- no se pudo constatar en
la causa desde dónde habría partido el elemento contundente que lesionó al actor.
En tal situación, sólo puede hacerse valer una responsabilidad extracontractual, con arreglo a los principios
contenidos en el art. 1109 Ver Texto y ss. CCiv. y, en consecuencia, el actor debía acreditar los presupuestos
contemplados en las normas legales. Ello es así, pues quien pretende ser acreedor a una reparación debe precisar
no sólo cuál es el daño sufrido e identificar el acto irregular o antijurídico, sino demostrar que entre uno y otro
hay una relación de causalidad, es decir, que puede señalarse de modo fundado al primero como consecuencia
del segundo (Fallos 312:1382 Ver Texto ; consid. 7, 320:867 Ver Texto ; 324:3699 Ver Texto ; y consid. 6 de la causa
A.901 XXXVI, "Andrada, Roberto H. y otros v. Provincia de Buenos Aires y otros s/daños y perjuicios", sent.
del 5/9/2006).
Sobre la base de este encuadre jurídico, el actor no ha demostrado que el club y la Asociación del Fútbol
Argentino hayan incurrido en responsabilidad extracontractual en los términos antes señalados, aplicables a las
particulares circunstancias de la causa.
El actor no ha probado quién fue el autor del daño ni de dónde provino la agresión recibida, por lo que no se
ha acreditado la existencia de una relación de causalidad jurídicamente relevante entre la conducta atribuida a
los demandados y el perjuicio cuya reparación pretende que, por lo demás, le fue ocasionado fuera de las
instalaciones del club donde se celebró el espectáculo deportivo.
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Por ello, se resuelve: Rechazar la demanda seguida por Hugo A. Mosca contra la Provincia de Buenos Aires,
el Club Atlético Lanús y la Asociación del Fútbol Argentino. Con costas (art. 68 Ver Texto CPCCN.). Notifíquese
y, oportunamente, archívese.

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Voces:
ACTIVIDAD ILICITA ~ DAÑOS Y PERJUICIOS ~ DEBIDO PROCESO ~ DENEGACION Y RETARDO
DE JUSTICIA ~ GARANTIAS CONSTITUCIONALES ~ INDEMNIZACION ~ INDEMNIZACION DE LAS
CONSECUENCIAS NO PATRIMONIALES ~ PLAZO RAZONABLE ~ PROCEDENCIA DE LA
INDEMNIZACION DE LAS CONSECUENCIAS NO PATRIMONIALES ~ PROCEDIMIENTO PENAL ~
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO ~ TUTELA JUDICIAL EFECTIVA
Tribunal: Corte Suprema de Justicia de la Nación(CS)
Fecha: 08/11/2011
Partes: Mezzadra, Jorge Oscar c. E.N. Mº Justicia y DD.HH. s/ daños y perjuicios
Publicado en: LA LEY 07/12/2011, 07/12/2011, 12 - DJ11/01/2012, 17 - LA LEY 08/05/2012 , 4, con nota de
Martín Mazzuco Cánepa; LA LEY 2012-C , 98, con nota de Martín Mazzuco Cánepa;
Cita Online: AR/JUR/66661/2011
Hechos:
El reclamante, actualmente fallecido, promovió demanda contra el Estado Nacional en concepto de
indemnización por los daños y perjuicios provocados por la privación de su libertad en virtud de la prisión
preventiva dispuesta en su contra, así como por la duración —más de 20 años— del juicio penal que se le siguió
en una causa por contrabando. La juez de grado hizo lugar parcialmente a la demanda. El tribunal de Alzada
confirmó esa decisión. Contra ese pronunciamiento el actor y la demandada interpusieron recursos ordinarios
de apelación. La Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la sentencia.
Sumarios:
1 . El Estado Nacional es responsable por incumplimiento o ejecución irregular del servicio de administración
de justicia a su cargo, cuyas consecuencias deben ser reparadas si los magistrados que intervinieron en la causa
penal seguida contra el reclamante —actualmente fallecido— incurrieron en una morosidad judicial manifiesta,
grave y fuera de los términos corrientes que establecen las normas procesales, pues la duración del proceso por
más de dos décadas viola ostensiblemente las garantías del plazo razonable y del derecho de defensa del
demandante.
2 . Si la pretensión indemnizatoria del reclamante se sustenta en la responsabilidad del Estado Nacional
derivada de la dilación indebida del proceso penal al que fue sometido y no se ha puesto en tela de juicio una
decisión jurisdiccional —a la cual se repute ilegítima—, sino que lo que se imputa a la demandada es un
funcionamiento anormal del servicio de justicia a su cargo, el planteo no debe encuadrarse en el marco de la
doctrina en materia de "error judicial", sino que deberá resolverse a la luz de los principios generales
establecidos para determinar la responsabilidad extracontractual del Estado por actividad ilícita.
3 . La garantía de no ser sometido a un desmedido proceso penal impone al Estado la obligación de impartir
justicia en forma tempestiva, de manera que existirá un obrar antijurídico que comprometa la responsabilidad
estatal cuando se verifique que el plazo empleado por el órgano judicial para poner un final al pleito resulte, de
acuerdo con las características particulares del proceso, excesivo o irrazonable.
4 . La decisión de resarcir el daño moral a quien por más de 20 años estuvo privado de su libertad debido al
procesamiento penal seguido en su contra, que concluyó en su sobreseimiento por falta de material probatorio,
no es pasible de tacha alguna, pues, en el caso, no caben dudas de que el sometimiento a un proceso de una
prolongada e inusitada duración le ha ocasionado al reclamante, cuando menos, un padecimiento de esa índole,
no ya por haber delinquido, sino para saber si ha delinquido o no.
5 . El derecho humano a un procedimiento judicial gobernado por el principio de celeridad, sin dilaciones
indebidas, está íntimamente vinculado con el concepto de denegación de justicia, que se configura no sólo
cuando a las personas se les impide acudir al órgano judicial para la tutela de sus derechos —derecho a la
jurisdicción—, sino también cuando la postergación del trámite del proceso se debe, esencialmente, a la
conducta irregular del órgano judicial en la conducción de la causa, que impide el dictado de la sentencia
definitiva en tiempo útil. (Del voto del Doctor Lorenzetti)
Texto Completo:
M. 1181. XLIV
R.O.
M., J. O. c. EN M° justicia t DDHH s/daños Y perjuicios.

Buenos Aires, noviembre 8 de 2011

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Vistos los autos: M., J. O. c. EN M° Justicia y DDHH s/daños Y perjuicios.


Considerando:
1º) Que la Sala V de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal
confirmó la sentencia de primera instancia que había hecho lugar, parcialmente, a la demanda promovida contra
el Estado Nacional por la reparación de los daños y perjuicios, condenándolo al pago de pesos cincuenta mil
($50.000); con costas a la actora.
2º) Que contra lo así resuelto, el actor y la demandada interpusieron sendos recursos ordinarios de apelación
(fs. 451 y 463, respectivamente), que fueron concedidos (fs. 492).
3º) Que el actor, Jorge Oscar M., fallecido en mayo de 2005 (confr. fs. 414 y 454 vta.), promovió demanda
por la suma de pesos siete millones quinientos cincuenta mil ($7.550.000) en concepto de indemnización por los
daños y perjuicios que le provocó la privación de su libertad en virtud de la prisión preventiva dispuesta en su
contra así como la duración irrazonable (más de 20 años) del juicio penal, que se le siguió en la causa "Braceras,
Luis Braulio y otros s/ contrabando", más intereses y costas. Los hechos investigados datan de enero de 1976,
denunciados por la Aduana, los que fueron subsumidos en el delito de ingreso de mercadería a plaza sin el
debido control aduanero. En dicha causa el actor fue sobreseído el 25 de marzo de 1999, resolución que fue
confirmada por la Cámara en lo Penal Económico el 29 de octubre de 1999.
4º) Que la jueza de primera instancia sostuvo que en la causa penal traída como prueba no se había
reconocido la arbitrariedad de la prisión preventiva dispuesta respecto del actor, tampoco éste había negado en
esa sede la participación en los hechos investigados y, además, no aportaba elemento alguno que permitiera
llegar a la convicción de que la medida adoptada hubiese sido arbitraria. Por otra parte, estimó que el plazo que
había durado la prisión preventiva —8 meses— no resultaba irrazonable en relación al delito investigado. Todas
estas circunstancias llevaron a la magistrada a descartar la existencia de un error judicial que pudiera
comprometer la responsabilidad del Estado. Sin embargo, consideró que pese a que en el caso no se configuraba
un supuesto de responsabilidad del Estado por error judicial, las contundentes sentencias dictadas en la causa
penal —en las que se destacaba, entre otros aspectos, que la irrazonabilidad de la duración del proceso
constituía una falta de respeto a la dignidad humana- ponían de manifiesto que no había existido por parte del
Poder Judicial una debida administración de justicia durante la tramitación del proceso, circunstancia que
obligaba a la demandada a reparar el daño producido como consecuencia de tal conducta estatal.
En cuanto al monto de la indemnización, sólo reconoció la procedencia del daño moral que, en atención a
las especiales características del proceso, su duración y la edad del actor, fijó en $50.000. Así, rechazó el daño
psíquico reclamado con base en el informe del Cuerpo Médico Forense (fs. 297/300), que sostuvo que no era
posible determinar la existencia misma de la incapacidad ni una relación causal entre los trastornos
evidenciados con la demora en la resolución de la causa. También descartó que correspondiera restituir las
erogaciones realizadas para la defensa de la causa penal, pues no habían sido suficientemente acreditadas. En
cuanto a los gastos de terapia y asistencia psiquiátrica, consideró que el reclamo era improcedente pues el
Cuerpo Médico Forense no había indicado la realización de tratamiento alguno. Tampoco estimó procedente el
lucro cesante, ya que los daños imputados al Estado Nacional en ese concepto requerían, para su admisión, la
existencia de un error judicial —sea en la promoción del juicio o en la detención ordenada—, lo que no había
ocurrido en la causa.
5º) Que, frente a la apelación de ambas partes, la cámara, por mayoría, confirmó el fallo e impuso las costas
de la segunda instancia a la actora. Sostuvo que resultaba correcta la diferenciación efectuada por la jueza de
primera instancia entre "error judicial" y "falta de servicio", encuadrando en esta última la responsabilidad del
Estado en el caso de autos (fs. 446 vta.). Así, precisó que la existencia de una falta de servicio de justicia
consistió en la irregular actuación que determinó el largo lapso de 23 años en que el proceso debió tramitar. En
su motivación transcribió lo referido por la Cámara Nacional en lo Penal Económico en la sentencia de fs.
3535/3537 de la causa penal, que reconocía que "Esto de manera alguna implica que considero ‘razonable’,
porque de hecho transcurrieron 15 años desde la iniciación de esta causa y casi 17 años desde que
primitivamente ocurrió el hecho que diera origen a la presente. Además, nadie podrá negar que soportar un
proceso por todo este tiempo ha sido una condena anticipada, la incertidumbre les ha acarreado, a los
procesados en esta causa, un perjuicio no solamente físico sino también psíquico y moral que entiendo ha sido
superior a la pena física —privación de la libertad— que les podría haber correspondido en caso de ser
condenados si se hubiera probado fehacientemente su participación de cualquier manera en este supuesto evento
delictivo. Este estado de incertidumbre y el correr de todos estos años son una falta de respeto a la dignidad
humana [...]".

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Distinguió entre lo que fue la excesiva duración del proceso penal y el hecho de haber estado el actor
detenido por el dictado de una prisión preventiva durante el transcurso de ese proceso. Respecto de esta última
cuestión, con respaldo en precedentes de este Tribunal, confirmó el rechazo de la pretensión al sostener que "no
se advierte de la lectura de la causa penal que la prisión preventiva dispuesta sobre el actor haya sido arbitraria o
infundada y sí queda claro que la misma obedeció al normal trámite de una causa penal que lo tenía como
imputado" (fs. 448) ("Rosa" Fallos: 322:2683 y "Balda" Fallos: 318:1990). Asimismo, entendió que la
circunstancia de haber estado detenido no resultó más gravosa respecto de los otros imputados, ya que "...la
situación de distintos procesados durante la tramitación de una causa penal no tiene que ser uniforme y las
medidas dictadas para uno no significa que deban ser decretadas para todos si la valoración de las circunstancias
de hecho y prueba así no lo requieran".
En cuanto al monto de la indemnización, estimó adecuado lo resuelto por la jueza de primera instancia sobre
el daño moral. Con respecto al daño psíquico, consideró que éste no surgía de la pericial realizada por el Cuerpo
Médico Forense, por lo que cabía confirmar lo decidido. En relación a los gastos para su defensa, terapia y
asistencia física aplicó los artículos 377 y 384 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación que disponen
que quien afirma la existencia de un hecho debe probarlo por los medios judiciales vigentes, lo que consideró no
había ocurrido en el caso. Acerca del lucro cesante y la pérdida de chance, concluyó en que no se había
demostrado suficientemente ni su existencia ni la relación de causalidad necesaria entre el obrar estatal y el
posible daño invocado.
Finalmente, confirmó la decisión en cuanto había impuesto las costas en el orden causado.
6º) Que, en lo referente a la procedencia formal de los recursos deducidos, es preciso señalar que si bien esta
Corte ha resuelto que el valor disputado en último término debe ponderarse en forma autónoma para cada
apelante, sin tener en cuenta la eventualidad del progreso del recurso ordinario de la otra parte (Fallos: 199:538;
210:434; 305:1874; 308:917 y 319:1688), también ha reconocido que, excepcionalmente, cuando se presentan
determinadas particularidades, aplicar con estrictez la regla general importaría un excesivo rigor formal
incompatible con el adecuado ejercicio del derecho de defensa en juicio (Fallos: 322:293 y 325:1096). Tal
situación excepcional se configura en el caso pues, si bien para el actor —que se agravia por considerar
reducido el quantum de la condena, y solicita su elevación— el valor económico discutido supera el límite legal,
para el demandado no lo supera, ya que el monto de condena asciende a la suma de $50.000. Pero en razón de la
relación inescindible que existe entre los recursos de ambas partes, se reabrirá íntegramente la controversia, por
lo que no resulta razonable examinar si el monto de condena es justo si no se evalúa a la vez si es justo que
exista condena.
En tales condiciones, corresponde considerar que, al apelar el actor con el fin de que se eleve el monto de la
condena, el agravio del Estado Nacional —que replantea la cuestión de fondo— se incrementa hasta la
pretensión de la contraria, que es el máximo perjuicio que podría sufrir como consecuencia del recurso. De ahí
que ambos recursos ordinarios de apelación resulten admisibles.
7º) Que, ello asentado, cabe ingresar en primer término en el examen del planteo de la demandada pues en el
supuesto de que se lo considere procedente resultará insustancial el estudio de la presentación del actor.
8º) Que a tales efectos es necesario señalar que la pretensión indemnizatoria del demandante se sustenta en
la responsabilidad del Estado Nacional derivada de la dilación indebida del proceso penal al que fue sometido.
No se ha puesto en tela de juicio una decisión jurisdiccional —a la cual se repute ilegítima— sino que lo que se
imputa a la demandada es un funcionamiento anormal del servicio de justicia a su cargo. En consecuencia, el
planteo no debe encuadrarse en el marco de la doctrina elaborada por esta Corte en materia de "error judicial"
sino que deberá resolverse a la luz de los principios generales establecidos para determinar la responsabilidad
extracontractual del Estado por actividad ilícita.
9º) Que este Tribunal ha resuelto en reiteradas oportunidades que no corresponde responsabilizar al Estado
Nacional por la actuación legítima de los órganos judiciales (confr. causa P.209.XXXII "Porreca, Héctor c/
Mendoza, Provincia de y otro s/ daños y perjuicios", del 19 de diciembre de 2000), pero consideró procedente el
resarcimiento cuando durante el trámite de un proceso la actuación irregular de la autoridad judicial había
determinado la prolongación indebida de la prisión preventiva efectiva del procesado, y ello le había producido
graves daños que guardaban relación de causalidad directa e inmediata con aquella falta de servicio (Fallos:
322:2683). De ahí que corresponde examinar si en el caso concreto de autos — prolongación irrazonable de la
causa penal— se ha producido un retardo judicial de tal magnitud que pueda ser asimilado a un supuesto de
denegación de justicia pues de ser así se configuraría la responsabilidad del Estado por falta de servicio del
órgano judicial. A tal fin debe examinarse la complejidad de la causa, el comportamiento de la defensa del

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procesado y de las autoridades judiciales ("Arisnabarreta, Rubén J. c/ E.N. (Min. de Educación y Justicia de la
Nación)", Fallos: 332:2159).
10) Que el vicio de denegación de justicia se configura, según lo ha resuelto reiteradamente esta Corte,
cuando a las personas se les impide acudir al órgano judicial para la tutela de sus derechos —derecho a la
jurisdicción— y cuando la dilación indebida del trámite del proceso se debe, esencialmente, a la conducta
negligente del órgano judicial en la conducción de la causa, que impide el dictado de la sentencia definitiva en
tiempo útil (Fallos: 244:34; 261:166; 264:192; 300:152; 305:504; 308:694; 314:1757; 315:1553 y 2173; 316:35
y 324:1944).
11) Que el artículo 75, inc. 22 de la Constitución Nacional que reconoce con jerarquía constitucional
diversos tratados de derechos humanos, obliga a tener en cuenta que el artículo 8 inc. 1 del Pacto de San José de
Costa Rica, referente a las garantías judiciales, prescribe no sólo el derecho a ser oído sino también el de ejercer
tal derecho con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable; y, a su vez, el artículo 25 al consagrar la
protección judicial, asegura la tutela judicial efectiva contra cualquier acto que viole derechos fundamentales
reconocidos por la Constitución Nacional, la ley o la Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
12) Que de modo coincidente con el criterio expuesto se ha expedido la Corte Europea de Derechos
Humanos en diversos precedentes en los que consideró que se había violado el artículo 6.1 del Convenio
Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, en cuanto establece
que "toda persona tiene derecho a que su causa sea oída, equitativamente, públicamente y dentro de un plazo
razonable por un Tribunal independiente e imparcial establecido por la ley...".
Para llegar a tal conclusión la Corte Europea evaluó el alcance del retraso judicial en razón de la
complejidad de la causa, la conducta del solicitante y de las autoridades competentes (casos: "Ferrari c. Italie"
de 28 de julio de 1999 —publicado en "Revue trimestrielle des droits de l'homme", año 2000, pág. 531— y
"Brochu c. France" del12 de junio del 2001 —publicada en "Dalloz", 2002, pág. 688—). En igual sentido pero
con respecto a la dilación indebida de la prisión preventiva —con prisión efectiva— se ha expedido la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, en el informe 2/97 de 11 de marzo de 1997 sobre diversos casos
presentados por ciudadanos argentinos contra la República Argentina (publicado en LA LEY, 1998-D, 679).
13) Que de lo hasta aquí expuesto se desprende que la garantía de no ser sometido a un desmedido proceso
penal impone al Estado la obligación de impartir justicia en forma tempestiva. De manera que existirá un obrar
antijurídico que comprometa la responsabilidad estatal cuando se verifique que el plazo empleado por el órgano
judicial para poner un final al pleito resulte, de acuerdo con las características particulares del proceso, excesivo
o irrazonable.
14) Que a los fines de valorar el obrar estatal en el presente caso no puede dejar de señalarse que el proceso
en el que resultó imputado el actor se inició el 3 de julio de 1978, que el 6 de abril de 1979 se dispuso su
procesamiento (fs. 610 del expte. penal) y que prestó declaración indagatoria el 25 de febrero de 1980 (fs. 1067
vta.). No obstante ello, recién el 7 de julio de 1992 se produjo el llamado de autos a sentencia (fs. 3380),
recayendo pronunciamiento del Juzgado en lo Penal Económico nº 3 el 13 de agosto de 1993. En ese fallo, se
declaró extinguida la acción por duración irrazonable del proceso y se sobreseyó parcial y definitivamente a
todos los procesados (fs. 3468/3475). Sin embargo, dicha sentencia fue anulada por la alzada el 24 de octubre de
1994 (fs. 3535/3537). Esto motivó un nuevo pronunciamiento, en este caso del Juzgado en lo Penal Económico
nº 4 que, el 25 de marzo de 1999, también declaró la prescripción de la acción penal y sobreseyó
definitivamente al señor M., decisión que fue confirmada por la alzada el 29 de octubre de 1999 (fs. 3758/3766).
15) Que lo reseñado en el considerando que antecede pone de manifiesto que el actor permaneció en carácter
de procesado durante más de veinte años hasta obtener un pronunciamiento definitivo sobre su situación. La
irrazonabilidad de los plazos que insumió la causa fue resaltada por los distintos jueces que intervinieron en ella.
En efecto, ya en 1989, los integrantes de la Sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal Económico
hicieron hincapié en la larga data del proceso al que se encontraban sometidos los actores (confr. fallo de fs.
3092/3095). Más contundente resultan las afirmaciones del Juzgado nº 3 en lo Penal Económico, que entre otros
aspectos de la causa, destaca que "...juzgar en 1993 hechos ocurridos en enero de 1976 y denunciados en julio
de 1978, en un proceso que no sufrió circunstancias extraordinarias, resulta reñido con un elemental sentido de
administración de Justicia..." (fs. 3473) y que "...la duración irrazonable de este proceso — repito— quince años
a la fecha de iniciación de la causa y 16 años y medio de ocurrido el hecho investigado, hace que el principio
del debido proceso se encuentre naturalmente transgredido..." (fs. 3473 vta.).
Igual tenor utilizó la Sala B de la Cámara en su sentencia de fs. 3535/3537, cuyas consideraciones fueron
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oportunamente transcriptas en la que aquí se impugna. Tampoco para el juez de primera instancia que
finalmente se pronunció en las actuaciones penales pasó desapercibida la extensa duración del pleito (confr.
fallo de fs. 3704/3714, en especial fs. 3712).
16) Que por lo demás, y en consonancia con estas afirmaciones —que eximirían al tribunal de cualquier otra
consideración respecto de la regularidad del obrar estatal— es posible apuntar algunas de las ineficiencias en la
dirección del proceso que colaboraron con el retardo. Así, cabe destacar que la declaración indagatoria de dos de
los imputados debió ser ampliada a solicitud del Fiscal Nacional en lo Penal Económico, por considerar que no
se les había preguntado sobre cuestiones fundamentales para dilucidar su responsabilidad en los hechos
investigados (fs. 1089/90). También, en el mismo sentido, puede mencionarse la deficiente confección de las
cartas rogatorias cursadas a los Estados Unidos de Norteamérica que motivó su devolución por parte de la
embajada de ese país (fs. 1490). Por lo demás, la propia cámara remarcó que ciertas actuaciones del fiscal y del
juez de primera instancia provocaron "...un innecesario desgaste jurisdiccional, que importa un dispendio de
esfuerzos que en modo alguno se han dirigido, como sería deseable, a profundizar la investigación..." (fs. 3094).
17) Que en su presentación, el Estado Nacional pretende relativizar las circunstancias reseñadas limitándose
a señalar, a partir de genéricas e imprecisas afirmaciones, que la demora habría respondido a la complejidad de
los acontecimientos analizados y a la conducta del propio actor. Sin embargo, no se observa que los hechos
investigados fueran extraordinariamente complejos o se hallaran sujetos a pruebas difíciles o de complicada,
costosa o tardía recaudación. Así también lo entendió el juez de primera instancia en lo penal económico al
sostener que se trató de "...un proceso que no sufrió circunstancias extraordinarias..." (fs. 3473). Tampoco se
aprecia que la existencia de varios imputados haya sido un factor que pueda justificar la prosecución del proceso
por más de dos décadas.
18) Que con relación a la actividad asumida por el procesado, la recurrente no identifica en forma suficiente
las razones por la que ella pueda ser calificada como dilatoria.
Además, sus afirmaciones también aparecen desvirtuadas por el juez penal económico, que destacó que "en
la actividad procesal de las partes no se observan tácticas ostensibles de demora fuera de las propias admitidas
por el Código de Procedimientos en Materia Penal..." (confr. fs. 3474 vta.).
19) Que todo lo expuesto permite afirmar sin lugar a dudas que los magistrados que intervinieron en la causa
penal incurrieron en una morosidad judicial manifiesta, grave y fuera de los términos corrientes que establecen
las normas procesales.
En efecto, la duración del proceso por más de dos décadas ha violado ostensiblemente las garantías del plazo
razonable y del derecho de defensa del señor M., lo que pone de manifiesto que la demandada ha incurrido en
un incumplimiento o ejecución irregular del servicio de administración de justicia a su cargo, cuyas
consecuencias deben ser reparadas.
20) Que en cuanto a los agravios relativos a la decisión del a quo de resarcir el daño moral, no caben dudas
de que el sometimiento a un proceso de una prolongada e inusitada duración le ha ocasionado al actor, cuanto
menos, un padecimiento de esa índole, no ya por haber delinquido sino para saber si ha delinquido o no. En este
punto la decisión de la jueza de primera instancia de fijar una indemnización en tal concepto no resulta pasible
de tacha alguna y no puede ser revisada en esta instancia pues este aspecto del pronunciamiento no fue materia
de agravio ante la cámara por parte del Estado Nacional.
21) Que en lo atinente al recurso ordinario deducido por la parte actora, es menester señalar que el memorial
de agravios ante esta Corte (fs. 501/513) presenta defectos de fundamentación pues no contiene —como es
imprescindible— una crítica concreta y razonada de los fundamentos desarrollados por el a quo, lo que se
traduce en ausencia de tratamiento de algunos de los argumentos expuestos en el fallo, sin que la mera reedición
de objeciones formuladas en instancias anteriores resulte suficiente para suplir las omisiones aludidas (Fallos:
289:329; 307:2216 y 325:3422).
22) Que, las alegaciones de la demandante orientadas a cuestionar el rechazo del rubro "daño psíquico" sólo
ponen en evidencia su desacuerdo con el alcance que, tanto la jueza de primera instancia como la cámara, dieron
a las pericias realizadas por el Cuerpo Médico Forense. El recurrente hace hincapié en ciertas afirmaciones del
informe psicológico que, en su criterio, demostrarían la existencia de un daño psíquico permanente en el señor
M., mas no se hace cargo de lo que constituyó el argumento central de las sentencias dictadas en autos, esto es
que, según lo señalado por la psicóloga forense, "...No se puede establecer desde este Estudio, un nexo causal
entre las afectaciones clínicas que dice padecer [el actor] y los sucesos que motivaron su presentación
judicial..." (confr. fs. 300). Por lo demás, se aduce una supuesta contradicción en dicho informe técnico —que

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obligaría al juez a indagar el contexto de los hechos—, sin embargo ese defecto de la pericia no fue objeto de
impugnación en el momento procesal oportuno.
23) Que tampoco aparecen suficientemente sustentadas las objeciones relativas al rechazo del lucro cesante
y la pérdida de chance ya que no se aportan elementos que permitan tener por demostrada, en forma clara e
indudable, que fue la excesiva duración del proceso penal seguido contra el actor el hecho generador del daño
cuya reparación se pretende. Por el contrario, la argumentación intentada por la recurrente relaciona este daño,
no con la extensión de la causa penal, sino con la imputación de un delito y el dictado de su prisión preventiva,
hechos respecto de los cuales no ha sido posible imputar responsabilidad al Estado Nacional (confr. fs. 509 vta.
y fs. 510 vta.).
24) Que en cuanto al agravio relacionado con la fundamentación de la determinación de la suma de $50.000
como reparación al daño moral, sus críticas resultan generales pues no individualizan concretamente cuales son
los elementos de convicción o antecedentes obrantes en autos que permitirían descalificar la cuantificación del
daño que efectuaron los magistrados de la causa.
25) Que, por último, corresponde hacer lugar a los agravios referentes a la imposición de las costas de la
segunda instancia, ya que los recursos de apelación de ambas partes fueron desestimados por la cámara por lo
que no parece posible sostener, como se lo hizo en el fallo, que hubiera existido una única parte vencida. Esta
circunstancia, sumada a las especiales características del pleito, lleva a revocar el fallo en este aspecto y
disponer que las costas se impongan en el orden causado (art. 68, segundo párrafo del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación).
Por todo lo expuesto, se rechaza el recurso ordinario interpuesto por la demandada y se declara desierto el
deducido por la actora, excepto en lo relativo a las costas de la segunda instancia, las que se imponen por su
orden. Las correspondientes a la presente instancia también se imponen en el orden causado, en atención a las
particularidades que presenta la causa (art. 68, segundo párrafo del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación). Notifíquese y, oportunamente, devuélvase. — Ricardo Luis Lorenzetti (según su voto). — Elena I.
Highton de Nolasco. —Carlos S. Fayt. — Enrique Santiago Petracchi. — Juan Carlos Maqueda. — E. Raúl
Zaffaroni. — Carmen M. Argibay.
Voto del Señor Presidente Doctor don Ricardo Luis Lorenzetti:
Considerando:
1º) Que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, por su Sala V, al
confirmar la sentencia de primera instancia, hizo lugar parcialmente a la demanda y, en consecuencia, condenó
al Estado Nacional a pagar a la parte actora la suma de $50.000 en concepto de resarcimiento del daño moral.
Contra ese pronunciamiento, ambas partes interpusieron sendos recursos ordinarios de apelación que fueron
concedidos.
2º) Que el actor, Jorge Oscar M., fallecido en mayo de 2005 (confr. fs. 414 y 454 vta.), promovió demanda
con el objeto de que se le indemnizaran los daños y perjuicios (estimados en la suma de $7.550.000)
"ocasionados [como consecuencia de] la actuación irregular y/o [deficiente] funcionamiento del servicio de
justicia que en cuanto concierne al caso sub lite, se tradujo en la privación de la libertad — primero— y el
ulterior estado de sometimiento a un proceso judicial [...] que se prolongó por [el inusitado período] de más de
veinte años" (fs. 2), en referencia a la causa penal "Braceras, Luis Braulio y otros s/ contrabando". Los hechos
investigados datan de enero de 1976, denunciados por la Aduana, los que fueron subsumidos en el delito de
ingreso de mercadería a plaza sin el debido control aduanero. En dicha causa el actor fue sobreseído el 25 de
marzo de 1999, resolución que fue confirmada por la Cámara en lo Penal Económico el 29 de octubre de 1999.
3º) Que la jueza de primera instancia sostuvo que en la causa penal remitida como prueba no se había
reconocido la arbitrariedad de la prisión preventiva dispuesta respecto del actor, que tampoco éste había negado
en esa sede la participación en los hechos investigados y, además, que no aportaba elemento alguno que
permitiera llegar a la convicción de que la medida adoptada hubiese sido arbitraria. Por otra parte, estimó que el
plazo que había durado la prisión preventiva —8 meses— no resultaba irrazonable en relación con el delito
investigado.
Todas esas circunstancias llevaron a la magistrada a descartar la existencia de un error judicial que pudiera
comprometer la responsabilidad del Estado. Sin embargo, consideró que pese a que en el caso no se configuraba
un supuesto de responsabilidad del Estado por error judicial, las contundentes sentencias dictadas en la causa
penal —en las que se destacaba, entre otros aspectos, que la irrazonabilidad de la duración del proceso

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constituía una falta de respeto a la dignidad humana— ponían de manifiesto que no había existido por parte del
Poder Judicial una debida administración de justicia durante la tramitación del proceso, circunstancia que
obligaba al demandado a reparar el daño producido como consecuencia de tal conducta.
En cuanto al monto de la indemnización, sólo reconoció la procedencia del daño moral que, en atención a
las especiales características del proceso, su duración y la edad del actor, fijó en $50.000. Así, rechazó el daño
psíquico reclamado con base en el informe del Cuerpo Médico Forense (fs. 297/300) que sostuvo que no era
posible determinar la existencia misma de la incapacidad ni una relación causal entre los trastornos
evidenciados con la demora en la resolución de la causa. También descartó que correspondiera restituir las
erogaciones realizadas para la defensa de la causa penal, pues no habían sido suficientemente acreditadas. En
cuanto a los gastos de terapia y asistencia psiquiátrica, consideró que el reclamo era improcedente pues el
Cuerpo Médico Forense no había indicado la realización de tratamiento alguno. Tampoco estimó procedente el
lucro cesante ya que los daños imputados al Estado Nacional en ese concepto sólo habrían podido ser admitidos
si se hubiera verificado la existencia de un error judicial —sea en la promoción del juicio o en la detención
ordenada—, lo que no había ocurrido en la causa.
4º) Que, frente a la apelación de ambas partes, la cámara, por mayoría, confirmó el fallo e impuso las costas
de la segunda instancia a la actora.
Sostuvo que resulta correcta la diferenciación que efectuó la jueza de primera instancia entre "error judicial"
y "falta de servicio", por lo que encuadró en esta última la responsabilidad del Estado en el caso de autos (fs.
446 vta.).
Así, precisó la existencia de una falta de servicio de justicia que consistió en la irregular actuación que
determinó el largo lapso de 23 años en el que el proceso debió tramitar. En su motivación transcribió lo referido
por la Cámara Nacional en lo Penal Económico en la sentencia de fs. 3535/3537 de la causa penal, que
reconocía que "Esto de manera alguna implica que considero ‘razonable’, porque de hecho transcurrieron 15
años desde la iniciación de esta causa y casi 17 años desde que primitivamente ocurrió el hecho que diera origen
a la presente.
Además, nadie podrá negar que soportar un proceso por todo este tiempo ha sido una condena anticipada, la
incertidumbre les ha acarreado, a los procesados en esta causa, un perjuicio no solamente físico sino también
psíquico y moral que entiendo ha sido superior a la pena física —privación de la libertad— que les podría haber
correspondido en caso de ser condenados si se hubiera probado fehacientemente su participación de cualquier
manera en este supuesto evento delictivo. Este estado de incertidumbre y el correr de todos estos años son una
falta de respeto a la dignidad humana [...]".
Distinguió entre lo que fue la excesiva duración del proceso penal y el hecho de haber estado el actor
detenido por el dictado de una prisión preventiva durante el transcurso de ese proceso. Respecto de esta última
cuestión, con respaldo en precedentes de este Tribunal confirmó el rechazo de la pretensión, al sostener que "no
se advierte de la lectura de la causa penal que la prisión preventiva dispuesta sobre el actor haya sido arbitraria o
infundada y sí queda claro que la misma obedeció al normal trámite de una causa penal que lo tenía como
imputado" (fs. 448) ("Rosa", Fallos: 322:2683 y "Balda", Fallos: 318:1990). Asimismo, entendió que la
circunstancia de haber estado detenido no resultó más gravosa respecto de los otros imputados, ya que "...la
situación de distintos procesados durante la tramitación de una causa penal no tiene que ser uniforme y las
medidas dictadas para uno no significa que deban ser decretadas para todos si la valoración de las circunstancias
de hecho y prueba así no lo requieran".
En cuanto al monto de la indemnización estimó adecuado lo resuelto por la jueza de primera instancia sobre
el daño moral. Con respecto al daño psíquico, consideró que éste no surgía de la pericia realizada por el Cuerpo
Médico Forense, por lo que cabía confirmar lo decidido. Acerca de los gastos para su defensa, terapia y
asistencia física aplicó los artículos 377 y 384 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación en cuanto
disponen que quien afirma la existencia de un hecho debe probarlo por los medios judiciales vigentes, lo que
consideró no había ocurrido en el caso. Acerca del lucro cesante y la pérdida de chance, concluyó en que no se
había demostrado suficientemente ni su existencia ni la relación de causalidad necesaria entre el obrar estatal y
el posible daño invocado. Finalmente, confirmó la decisión en cuanto había impuesto las costas en el orden
causado.
5º) Que en cuanto a la procedencia formal de los recursos deducidos, es preciso señalar que si bien esta
Corte ha resuelto que el valor disputado en último término debe ponderarse en forma autónoma para cada
apelante, sin tener en cuenta la eventualidad del progreso del recurso ordinario de la otra parte (Fallos: 199:538;
210:434; 305:1874; 308:917 y 319:1688), también ha reconocido que, excepcionalmente, cuando se presentan
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determinadas particularidades, aplicar con estrictez la regla general importaría un excesivo rigor formal
incompatible con el adecuado ejercicio del derecho de defensa en juicio (Fallos: 322:293 y 325:1096). Tal
situación excepcional se configura en el caso pues si bien para el actor —que únicamente se agravia por
considerar exiguo el quantum de la condena fijado por la cámara en concepto de daño moral y por no haberse
reconocido la procedencia de diversos ítems indemnizatorios— el valor económico discutido supera el límite
legal, para el demandado no lo supera, ya que el monto de condena asciende, como se vio, a la suma de
$50.000. Pero en razón de la relación inescindible que existe entre los recursos de ambas partes, se reabriría
íntegramente la controversia, por lo que no resulta razonable examinar si el monto de condena es justo si no se
evalúa a la vez si es justo que exista condena.
En tales condiciones, corresponde considerar que, al apelar el actor con el fin de que se eleve el monto de la
condena, el agravio del Estado Nacional —que controvierte la admisión de un supuesto de actuación irregular
de los órganos judiciales en el proceso penal y la consecuente condena a resarcir los daños y perjuicios— se
incrementa hasta la pretensión de la contraria, que es el máximo perjuicio que podría sufrir como consecuencia
del recurso. De ahí que ambos recursos ordinarios de apelación resulten admisibles.
6º) Que, ello asentado, cabe examinar en primer término los planteos del demandado ya que en el supuesto
de que se lo considere procedente resultará insustancial el estudio de la presentación del actor.
7º) Que a tales efectos es necesario señalar que la pretensión indemnizatoria del demandante se sustenta en
la responsabilidad del Estado Nacional derivada de la dilación indebida del proceso penal al que fue sometido.
No se ha puesto en tela de juicio una decisión jurisdiccional —a la cual se repute ilegítima— sino que lo que se
imputa al demandado es un funcionamiento anormal del servicio de justicia a su cargo. En consecuencia, el
planteo no debe encuadrarse en el marco de la doctrina elaborada por esta Corte en materia de "error judicial"
sino que deberá resolverse a la luz de los principios generales establecidos para determinar la responsabilidad
extracontractual del Estado por actividad ilícita.
8º) Que este Tribunal ha resuelto en reiteradas oportunidades que no corresponde responsabilizar al Estado
Nacional por la actuación legítima de los órganos judiciales (confr. causa: P.209.XXXII "Porreca, Héctor c/
Mendoza, Provincia de y otro s/daños y perjuicios", de 19 de diciembre de 2000), pero consideró procedente
condenarlo cuando durante el trámite de un proceso la actuación irregular de la autoridad judicial había
determinado la prolongación indebida de la prisión preventiva efectiva del procesado, y ello le había producido
graves daños que guardaban relación de causalidad directa e inmediata con aquella falta de servicio (Fallos:
322:2683, entre otros).
En el caso sub examine, sin embargo, se presenta, como se advierte, una situación distinta de la anterior.
9º) Que el estado de derecho exige no sólo que los ciudadanos tengan garantizado el derecho a la
jurisdicción y a la defensa en juicio, sino también que el acceso a tales garantías esté gobernado por el postulado
de la celeridad. En tal sentido, y en particular en materia penal, esta Corte ha decidido en reiteradas
oportunidades que la garantía del debido proceso (artículo 18 de la Constitución Nacional) incluye el derecho de
todo imputado a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga
término del modo más breve posible a la situación de incertidumbre y a las restricciones que comporta el
enjuiciamiento penal, aun sin prisión preventiva efectiva (Fallos: 272:188; 298:50; 300:226; 302:1333;
306:1688; 310:1476; 316:2063 y 323:982, entre otros).
Se resolvió, además, que si se tienen en cuenta los valores en juego en el juicio penal resulta imperativo
satisfacer el derecho de toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber
cometido un delito, mediante una sentencia que establezca, de una vez para siempre, su situación frente a la ley
penal (doctrina de Fallos: 318:665, causa "González, Heriberto s/ corrupción casación").
10) Que no es dudoso, pues, que nuestra Constitución Nacional —como derivación del derecho al debido
proceso— garantice también, de modo innominado, el derecho a que las personas vean definidos sus derechos
con arreglo a un proceso sin indebidas dilaciones, lo cual, ciertamente, es predicable respecto de cualquier tipo
de proceso, no sólo el penal, aunque este último caso pudiera representar notoriamente el supuesto más sensible.
En tal sentido, cabe observar que concordemente con lo anterior, la Convención Americana sobre Derechos
Humanos establece como garantía judicial contra cualquier acusación penal, o para la determinación de los
derechos y obligaciones de orden civil, fiscal, etc., el derecho de toda persona a ser oída por un juez o tribunal
competente "...dentro de un plazo razonable..." (artículo 8°, inc. 1°), lo cual comprende, desde luego, el derecho
de obtener una sentencia sobre el punto disputado.
11) Que el derecho humano a un procedimiento judicial gobernado por el principio de celeridad, sin
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dilaciones indebidas, está íntimamente vinculado con el concepto de denegación de justicia que, como lo ha
destacado esta Corte, se configura no sólo cuando a las personas se les impide acudir al órgano judicial para la
tutela de sus derechos —derecho a la jurisdicción— sino también cuando la postergación del trámite del proceso
se debe, esencialmente, a la conducta irregular del órgano judicial en la conducción de la causa, que impide el
dictado de la sentencia definitiva en tiempo útil (Fallos: 244:34; 261:166; 264:192; 300:152; 305:504; 308:694;
314:1757; 315:1553 y 2173; 316:35 y 324:1944).
Corresponde, pues, delimitar conceptualmente cuándo puede entenderse que existe dilación indebida en el
trámite de un proceso, que trasciende en un caso de denegación de justicia.
Ello como paso preliminar y necesario al examen de la eventual responsabilidad estatal por el actuar de sus
órganos de justicia.
12) Que, en ese orden de ideas, el Tribunal Europeo para los Derechos del Hombre, al establecer el alcance
del concepto de "plazo razonable" contenido en el artículo 6.1 del Convenio Europeo para la Protección de los
Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (norma que es similar al artículo 8°, inc. 1, de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos), señaló primeramente para los procesos penales (asuntos
"Neumeister" y "Ringeisen") y, posteriormente, para los procedimientos ante las jurisdicciones administrativas
(caso "König"), que el carácter razonable de la duración de un procedimiento debe apreciarse según las
circunstancias de cada caso y teniendo en cuenta fundamentalmente "...la complejidad del asunto, el
comportamiento del recurrente y la forma en que el asunto haya sido llevado por las autoridades administrativas
y judiciales..." (C.E.D.H., Affaire König, sentencia del 23 de abril de 1977, serie A, núm. 27, pág. 34; el mismo
tribunal europeo ha reiterado el criterio en los precedentes "Guzzardi", "Buchholz", "Foti y otros", "Corigliano"
—citados todos por el Tribunal Constitucional español en su sentencia n° 36 del 14 de marzo de 1984—;
"Ferrari c. Italie" de 28 de julio de 1999 —reg. en "Revue trimestrielle des droits de l' homme", año 2000, p.
531—; y "Brochu c. France", de 12 de junio de 2001 —"Dalloz", 2002, p. 688—).
Ciertamente, la pertinencia de acudir a elementos ponderativos como los indicados u otros posibles (vgr. el
margen de duración de procedimientos similares; las consecuencias que se siguen de las presuntas demoras;
etc.), viene dada de modo necesario porque el concepto de "plazo razonable", como igualmente el concepto de
"proceso sin dilaciones indebidas" que aparece, con idéntico sentido normativo, en el artículo 24, ap. 2, de la
Constitución española, es manifiestamente un concepto indeterminado o abierto que ha de ser dotado de
contenido concreto en cada caso atendiendo a criterios objetivos congruentes con su enunciado genérico, tal
como lo ha puesto de manifiesto el Tribunal Constitucional español en reiteradas ocasiones (conf. sentencia n°
36 de 14 de marzo de 1984; nº 160 de 4 de octubre de 2004; nº 177 de 18 de octubre de 2004; etc.).
13) Que, en este punto del análisis, corresponde traer a colación lo señalado por el Tribunal Constitucional
español (sentencia nº 177/2004), con pareja proyección para el derecho argentino, en cuanto a que:
a) El derecho a un proceso sin dilaciones indebidas requiere para su satisfacción un adecuado equilibrio
entre, de un lado, la realización de toda la actividad judicial indispensable para la resolución del caso del que se
conoce y para la garantía de los derechos de las partes y, de otro, el tiempo que dicha realización precisa, que
habrá de ser el más breve posible.
b) Junto con la autonomía del derecho fundamental en cuestión, proclamada en una reiterada y conocida
doctrina constitucional, se ha destacado también su doble faceta prestacional y reaccional. La primera consiste
en el derecho a que los órganos judiciales resuelvan y hagan ejecutar lo resuelto en un plazo razonable, y supone
que los jueces y tribunales deben cumplir su función jurisdiccional de garantizar la libertad, la justicia y la
seguridad con la rapidez que permita la duración normal de los procesos, evitando dilaciones indebidas que
quebranten la efectividad de la tutela. A su vez la faceta reaccional actúa en el marco estricto del proceso y se
traduce en el derecho a que se ordene la inmediata conclusión de los procesos en que se incurra en dilaciones
indebidas.
c) En cuanto al alcance objetivo del derecho de que se trata, resulta invocable en toda clase de procesos, si
bien en el penal, en el que las dilaciones indebidas pueden constituir una suerte de poena naturalis, debe
incrementarse el celo del juzgador a la hora de evitar su consumación y, asimismo, en las sucesivas fases e
instancias por las que discurre el proceso, incluida la ejecución de sentencias.
d) Por otra parte, es reiterada doctrina constitucional que el reconocimiento del derecho a un proceso sin
dilaciones indebidas no ha supuesto la constitucionalización del derecho a los plazos procesales establecidos por
las leyes. Antes bien, como se dijo, el carácter razonable de la duración de un proceso debe ser apreciado
mediante la aplicación a las circunstancias del caso concreto.

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e) Finalmente se requiere que quien reclama por vulneración del derecho a un proceso sin dilaciones
indebidas haya denunciado oportunamente la dilación ante el órgano jurisdiccional y, asimismo, que haya dado
a éste un tiempo que razonablemente le permita remediar la dilación. De ahí que sólo en los casos en los que,
tras la denuncia del interesado, los órganos judiciales no hayan adoptado las medidas pertinentes para poner fin
a la dilación en un plazo prudencial o razonable — entendiendo por tal aquel que le permita adoptar las medidas
necesarias para poner fin a la paralización denunciada— podrá entenderse que la vulneración constitucional
invocada no ha sido reparada en la vía judicial ordinaria. Por el contrario, en aquellos casos en los que los
órganos judiciales hayan atendido esta queja y, en consecuencia, hayan adoptado las medidas pertinentes para
hacer cesar las dilaciones denunciadas dentro de dicho plazo razonable o prudencial, deberá entenderse que la
vulneración del derecho a las dilaciones indebidas ha sido reparada en la vía judicial ordinaria sin que el retraso
en que haya podido incurrir la tramitación de este proceso tenga ya relevancia constitucional, pues, tal y como
se ha señalado, para que pueda apreciarse que dicho retraso es constitutivo de una dilación indebida con
relevancia constitucional no es suficiente sólo con que se haya dictado una resolución judicial en un plazo que
no sea razonable, sino que es requisito necesario que el recurrente haya dado al órgano judicial la posibilidad de
hacer cesar la dilación y que éste haya desatendido la queja, mediando un plazo prudencial entre la denuncia de
las dilaciones y la presentación de la demanda.
14) Que, por otra parte, el esquema interpretativo no podría cerrarse sin destacar que aunque los retrasos
experimentados en el procedimiento hubiesen sido consecuencia de deficiencias estructurales u organizativas de
los órganos judiciales o del abrumador trabajo que sobre ellos pesa, esta hipotética situación orgánica, si bien
pudiera excluir de responsabilidad a las personas intervinientes en el procedimiento, de ningún modo altera la
anterior conclusión del carácter injustificado del retraso (Tribunal Constitucional español, sentencia nº 7 de 10
de enero de 1995), pues el elevado número de asuntos en los que pudiera conocer el órgano jurisdiccional no
legitima el retraso en resolver, ya que "el hecho de que las situaciones de atasco de los asuntos se conviertan en
habituales no justifica la excesiva duración de un proceso" (Tribunal Constitucional español, sentencias nº 195,
de 11 de noviembre de 1997 y nº 160 de 4 de octubre de 2004; Tribunal Europeo de los Derechos del Hombre,
caso "Unión Alimentaria Sanders", sentencia de 7 de julio de 1989). Y ello, desde luego, sin que corresponda a
esta Corte entrar a valorar los evidentes problemas estructurales del funcionamiento de la administración de
justicia.
15) Que a la luz de la doctrina constitucional expuesta corresponde examinar el caso sub examine. El
proceso penal en el que el actor resultó imputado se inició el 3 de julio de 1978; el 6 de abril de 1979 se dispuso
su procesamiento (fs. 610 del expte. penal); y prestó declaración indagatoria el 25 de febrero de 1980 (fs. 1067
vta.). No obstante ello, sólo el 7 de julio de 1992 se produjo el llamado de autos a sentencia (fs. 3380) y recayó
pronunciamiento del titular del juzgado en lo Penal Económico nº 3 el 13 de agosto de 1993. En ese fallo, se
declaró extinguida la acción por duración irrazonable del proceso y se sobreseyó parcial y definitivamente a
todos los procesados (fs. 3468/3475). Sin embargo, la decisión fue anulada por la alzada el 24 de octubre de
1994 (fs. 3535/3537). Esto motivó un nuevo pronunciamiento, en este caso del titular del Juzgado en lo Penal
Económico nº 4 que, el 25 de marzo de 1999, también declaró la prescripción de la acción penal y sobreseyó
definitivamente al señor M., decisión que fue confirmada por la alzada el 29 de octubre de 1999 (fs. 3758/3766).
16) Que lo reseñado precedentemente pone de manifiesto que el actor permaneció en carácter de procesado
durante más de veinte años hasta obtener un pronunciamiento definitivo sobre su situación. La irrazonabilidad
de los plazos que insumió la causa fue resaltada por los distintos jueces que intervinieron en ella.
En efecto, ya en 1989, los integrantes de la Sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal
Económico hicieron hincapié en la larga data del proceso al que se encontraban sometidos los actores (confr.
fallo de fs. 3092/3095). Más contundente resultan las afirmaciones del titular del Juzgado nº 3 en lo Penal
Económico quien, entre otros aspectos de la causa, destaca que "...juzgar en 1993 hechos ocurridos en enero de
1976 y denunciados en julio de 1978, en un proceso que no sufrió circunstancias extraordinarias, resulta reñido
con un elemental sentido de administración de Justicia..." (fs. 3473) y que "...la duración irrazonable de este
proceso —repito— quince años a la fecha de iniciación de la causa y 16 años y medio de ocurrido el hecho
investigado, hace que el principio del debido proceso se encuentre naturalmente transgredido..." (fs. 3473 vta.).
Igual tenor utilizó la Sala B de la Cámara en su decisión de fs. 3535/3537, cuyas consideraciones fueron
oportunamente transcriptas en la sentencia que aquí se impugna.
Tampoco para el juez de primera instancia que finalmente se pronunció en las actuaciones penales pasó
desapercibida la extensa duración del pleito (confr. fallo de fs. 3704/3714, en especial fs. 3712).
17) Que por lo demás, y en consonancia con estas afirmaciones —que eximirían al tribunal de cualquier otra

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consideración respecto de la regularidad del obrar estatal— es posible apuntar algunas de las ineficiencias en la
dirección del proceso que colaboraron con el retardo. Así, cabe destacar que la declaración indagatoria de dos de
los imputados debió ser ampliada a solicitud del Fiscal Nacional en lo Penal Económico, por considerar que no
se les había preguntado sobre cuestiones fundamentales para dilucidar su responsabilidad en los hechos
investigados (fs. 1089/90). También, en el mismo sentido, puede mencionarse la deficiente confección de las
cartas rogatorias cursadas a los Estados Unidos de Norteamérica que motivó su devolución por parte de la
embajada de ese país (fs. 1490). Por lo demás, la propia cámara remarcó que ciertas actuaciones del fiscal y del
juez de primera instancia provocaron "...un innecesario desgaste jurisdiccional, que importa un dispendio de
esfuerzos que en modo alguno se han dirigido, como sería deseable, a profundizar la investigación..." (fs. 3094).
18) Que en su presentación, el Estado Nacional pretende relativizar las circunstancias reseñadas limitándose
a señalar, a partir de genéricas e imprecisas afirmaciones, que la demora habría respondido a la complejidad de
los acontecimientos analizados y a la conducta del propio actor. Sin embargo, no se observa que los hechos
investigados fueran extraordinariamente complejos o se hallaran sujetos a pruebas difíciles o de complicada,
costosa o tardía recaudación. Así también lo entendió el juez de primera instancia en lo penal económico al
sostener que se trató de "...un proceso que no sufrió circunstancias extraordinarias..." (fs. 3473). Tampoco se
aprecia que la existencia de varios imputados haya sido un factor que pueda justificar la prosecución del proceso
por más de dos décadas.
19) Que con relación a la actividad asumida por el procesado, la recurrente no identifica en forma suficiente
las razones por la que ella pueda ser calificada como dilatoria. Además, sus afirmaciones también aparecen
desvirtuadas por el juez penal económico, que destacó que "en la actividad procesal de las partes no se observan
tácticas ostensibles de demora fuera de las propias admitidas por el Código de Procedimientos en Materia
Penal..." (confr. fs. 3474 vta.).
20) Que todo lo expuesto permite afirmar sin lugar a dudas que los magistrados que intervinieron en la causa
penal incurrieron en una morosidad judicial manifiesta, grave y fuera de los términos corrientes que establecen
las normas procesales.
En efecto, la duración del proceso por más de dos décadas ha violado ostensiblemente las garantías del plazo
razonable y del derecho de defensa del señor M., lo que pone de manifiesto que la demandada ha incurrido en
un incumplimiento o ejecución irregular del servicio de administración de justicia a su cargo, cuyas
consecuencias deben ser reparadas.
21) Que la decisión de la jueza de primera instancia de condenar al resarcimiento del daño moral sufrido por
el actor no puede ser examinada en esta instancia ya que no fue materia de agravio ante la cámara por parte del
Estado Nacional.
22) Que en cuanto al recurso ordinario deducido por la parte actora, es menester señalar que el memorial de
agravios ante esta Corte (fs. 501/513) presenta defectos de fundamentación pues no contiene —como es
imprescindible— una crítica concreta y razonada de los fundamentos desarrollados por el a quo, lo que se
traduce en ausencia de tratamiento de algunos de los argumentos expuestos en el fallo, sin que la mera reedición
de objeciones formuladas en instancias anteriores resulte suficiente para suplir las omisiones aludidas (Fallos:
289:329; 307:2216 y 325:3422).
23) Que, las alegaciones de la demandante orientadas a cuestionar el rechazo del rubro "daño psíquico" sólo
ponen en evidencia su desacuerdo con el alcance que, tanto la jueza de primera instancia como la cámara, dieron
a las pericias realizadas por el Cuerpo Médico Forense. El recurrente hace hincapié en ciertas afirmaciones del
informe psicológico que, en su criterio, demostrarían la existencia de un daño psíquico permanente en el señor
M., mas no se hace cargo de lo que constituyó el argumento central de las sentencias dictadas en autos, esto es
que, según lo señalado por la psicóloga forense, "...No se puede establecer desde este Estudio, un nexo causal
entre las afectaciones clínicas que dice padecer [el actor] y los sucesos que motivaron su presentación
judicial..." (confr. fs. 300). Por lo demás, se aduce una supuesta contradicción en dicho informe técnico —que
obligaría al juez a indagar el contexto de los hechos—; sin embargo ese defecto de la pericia no fue objeto de
impugnación en el momento procesal oportuno.
24) Que tampoco aparecen suficientemente sustentadas las objeciones relativas al rechazo del lucro cesante
y la pérdida de chance ya que no se aportan elementos que permitan tener por demostrada, en forma clara e
indudable, que fue la excesiva duración del proceso penal seguido contra el actor el hecho generador del daño
cuya reparación se pretende. Por el contrario, la argumentación intentada por la recurrente relaciona este daño,
no con la extensión de la causa penal, sino con la imputación de un delito y el dictado de su prisión preventiva,
hechos respecto de los cuales no ha sido posible imputar responsabilidad al Estado Nacional (confr. fs. 509 vta.
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y fs. 510 vta.).


25) Que en cuanto al agravio relacionado con la fundamentación de la determinación de la suma de $50.000
como reparación al daño moral, sus críticas resultan generales pues no individualizan concretamente cuales son
los elementos de convicción o antecedentes obrantes en autos que permitirían descalificar la cuantificación del
daño que efectuaron los magistrados de la causa.
26) Que, por último, corresponde hacer lugar a los agravios referentes a la imposición de las costas de la
segunda instancia, ya que los recursos de apelación de ambas partes fueron desestimados por la cámara por lo
que no parece posible sostener, como se lo hizo en el fallo, que hubiera existido una única parte vencida. Esta
circunstancia, sumada a las especiales características del pleito, lleva a revocar el fallo en este aspecto y
disponer que las costas se impongan en el orden causado (art. 68, segundo párrafo del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación).
Por ello, se rechaza el recurso ordinario interpuesto por el Estado Nacional y se declara desierto el recurso
ordinario deducido por la parte actora, excepto en lo relativo a las costas de la segunda instancia, las que se
imponen por su orden.
Las correspondientes a la presente instancia también se imponen en el orden causado, en atención a las
particularidades que presenta la causa (art. 68, segundo párrafo del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación). Notifíquese y, oportunamente, devuélvase. — Ricardo Luis Lorenzetti.

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