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HIDROPONÍA

Recopilación: Mc. Juan Pedro Corona Salazar


jpcorona@cucba.udg.mx

Hidroponía. La palabra se derivó de dos palabras griegas, hidro, significando el agua y


ponos que significa labor; literalmente “trabajo en agua.” Su trabajo es considerado la
base para todas las formas de cultivo hidropónico, aunque se limitó principalmente a la
cultura de agua sin el uso de medio de arraigado.
Hidroponía se define ahora como la ciencia de cultivo de plantas sin el uso de tierra,
pero con uso de un medio inerte, como arena gruesa, turba, cascarilla de arroz, grava,
aserrín, entre otros, al que se agrega una solución nutriente que contiene todos los
elementos esenciales requeridos por la planta para su crecimiento normal y desarrollo.
Puesto que muchos métodos hidropónicos emplean algún tipo de medio que contiene
material orgánico como turba o aserrín, son a menudo llamados "cultivos sin suelo",
mientras que aquellos con la cultura del agua serían los verdaderamente hidropónicos.
Hoy, la hidroponía es el término que describe las distintas formas en las que pueden
cultivarse plantas sin tierra. Estos métodos, generalmente conocidos como cultivos sin
suelo, incluyen el cultivo de plantas en recipientes llenos de agua y cualquier otro medio
distintos a la tierra. Incluso la arena gruesa, vermiculita y otros medios más exóticos,
como piedras aplastadas o ladrillos, fragmentos de bloques de carbonilla, entre otros. Hay
varias excelentes razones para reemplazar la tierra por un medio estéril, se eliminan
pestes y enfermedades contenidas en la tierra, inmediatamente. La labor que involucra el
cuidado de las plantas se ve notablemente reducida.
Unas características importantes al cultivar plantas en un medio sin tierra es que
permite tener más plantas en una cantidad limitada de espacio, las cosechas madurarán
más rápidamente y producirán rendimientos mayores, se conservan el agua y los
fertilizantes, ya que pueden reciclarse, además, la hidroponía permite ejercer un mayor
control sobre las plantas, con resultados más uniformes y seguros.
Todos esto se hace posible por la relación entre la planta y sus elementos nutrientes.
No es tierra lo que la planta necesita; son las reservas de nutrientes y humedad
contenidos en la tierra, así como el apoyo que la tierra da a la planta. Cualquier medio de
crecimiento dará un apoyo adecuado, y al suministrar nutrientes a un medio estéril donde
no hay reserva de estos, es posible que la planta consiga la cantidad precisa de agua y
nutrientes que necesita. La tierra tiende a menudo a llevar agua y nutrientes lejos de las
plantas lo cual vuelve la aplicación de cantidades correctas de fertilizante un trabajo muy
difícil. En hidroponía, los nutrientes necesarios se disuelven en agua, y esta solución se
aplica a las plantas en dosis exactas en los intervalos prescritos.
Varios autores coinciden en que la hidroponía, considerada como un sistema de
producción agrícola que tiene gran importancia dentro de los contextos ecológico,
económico y social.  Consideran que dicha importancia se basa en la gran flexibilidad del
sistema, es decir, por la posibilidad de aplicarlo con éxito, bajo muy distintas condiciones y
para diversos usos.
El proceso hidropónico que causa el crecimiento de plantas en nuestros océanos data
aproximadamente desde el tiempo que la tierra fue creada. El cultivo hidropónico es
anterior al cultivo en tierra pero, como herramienta de cultivo, muchos creen que empezó
en la antigua Babilonia, en los famosos Jardines Colgantes que se listan como una de las
Siete Maravillas del Mundo Antiguo, en lo que probablemente fuera uno de los primeros
intentos exitosos de cultivar plantas hidropónicamente.
Los aztecas de Centroamérica, una tribu nómada forzada a ubicarse hacia la orilla
pantanosa del Lago Tenochtitlán, localizado en el gran valle central de lo que es ahora
México, y tratados bruscamente por sus vecinos más poderosos que les negaron cualquier
tierra cultivable, sobrevivieron desarrollando notables cualidades de invención. Como
consecuencia de la falta de tierra, decidieron hacerlo con los materiales que tenían a
mano; en lo que debe haber sido un largo proceso de ensayo y error, ellos aprendieron a
construir balsas de caña, dragaban la tierra del fondo poco profundo del lago y la
amontonaban en las balsas. Debido a que la tierra venía del fondo del lago, era rica en
una variedad de restos orgánicos y material descompuesto que aportaba grandes
cantidades de nutrientes. Estas balsas, llamadas Chinampas, permitían cosechas
abundantes de verduras, flores e incluso árboles eran plantados en ellas. Las raíces de
estas plantas presionaban hacia abajo y traspasaban el suelo de la balsa hasta el agua. En
oportunidades se unían algunas de estas balsas que nunca se hundieron para formar islas
flotantes de hasta sesenta metros de largo.
Con su fuerza armada, los aztecas derrotaron y conquistaron a quienes una vez los
habían oprimido. A pesar del gran tamaño de su imperio, ellos nunca abandonaron el sitio
en el lago; el que alguna vez fuera un pueblo primitivo se convirtió en la enorme y
magnífica ciudad de México.
Al llegar al Nuevo Mundo en busca de oro, la vista de estas islas asombró a los
españoles, el espectáculo de un bosquecillo entero de árboles aparentemente suspendidos
en el agua debe haberlos dejado perplejos, incluso asustados en esos días del siglo 16 de
la conquista española.
William Prescott, el historiador que escribió crónicas de la destrucción del imperio
azteca por los españoles, describió el Chinampas como “Asombrosas Islas de Verduras,
que se mueven como las balsas sobre el agua”. Las Chinampas continuaron siendo usadas
en el lago hasta el siglo XIX, aunque en números grandemente disminuidos. Así que, se
puede apreciar, la hidroponía no es un concepto nuevo.
Muchos escritores han sugerido que los Jardines Colgantes de Babilonia eran un
sistema hidropónico, ya que el agua fresca es rica en oxígeno y se suministraban
nutrientes regularmente.
El arroz ha sido cultivado de esta manera desde tiempos inmemoriales. Los Jardines
Flotantes de China son otro ejemplo de "Cultivo Hidropónico".
Archivos jeroglíficos egipcios antiguos de varios cientos de años A.C. describen el
crecimiento de plantas en agua a lo largo del Nilo.
Antes del tiempo de Aristóteles, Teofasto (327-287 A.C.) emprendió varios
experimentos en nutrición de plantas. Los estudios botánicos de Dioscorides son
anteriores al primer siglo D.C.
El intento científico documentado más antiguo para descubrir los nutrientes de las
plantas fue en 1600 cuando el belga Jan Van Helmont mostró en su experimento clásico
que las plantas obtienen sustancias del agua. Él plantó un retoño de sauce de 3
kilogramos en un tubo que contenía 100 kilogramos de tierra seca la cual fue cubierta
para mantenerla aislada del polvo, después de 5 años de riego regular con agua de lluvia
él encontró el retoño del sauce aumentado en peso a 80 kilogramos, mientras la tierra
perdió menos de 2 onzas. Su conclusión, que las plantas obtienen sustancias para
crecimiento del agua, fue correcta, sin embargo él no comprendió que también requieren
dióxido de carbono y oxígeno del aire.
En 1699, John Woodward, un miembro de la Sociedad Real de Inglaterra, cultivó
plantas en agua que contenía varios tipos de tierra, la primera solución de nutrientes
hidropónica artificial, y encontró que el mayor crecimiento ocurrió en agua con la mayor
cantidad de tierra. Puesto que ellos sabían poco de química por esos días, él no pudo
identificar los elementos específicos que causaban el crecimiento. Concluyó, por tanto, que
el crecimiento de la planta era un resultado de ciertas substancias y minerales en el agua,
contenidos en el “agua enriquecida”, en lugar que simplemente del agua.
Por las décadas que siguieron a la investigación de Woodwards los fisiólogos de
plantas europeos establecieron muchas cosas. Ellos demostraron que el agua era
absorbida por las raíces de la planta, que atraviesa su sistema capilar y que escapa en el
aire a través de los poros en las hojas. Descubrieron que la planta toma minerales tanto
del suelo como del agua y que las hojas expulsan dióxido de carbono al aire. Demostraron
también que las raíces de la planta toman oxígeno. Otros progresos fueron lentos hasta
que otras técnicas de investigación más sofisticadas se desarrollaron.
La teoría de la química moderna, logró grandes adelantos durante los siglos XVII y
XVIII revolucionando la investigación científica. Cuando las plantas fueron analizadas se
determinó que están compuestas por elementos derivados del agua, tierra y aire.
Experimentalmente, Sir Humphrey Davy, inventor de la Lámpara de Seguridad,
desarrolló un método para realizar la descomposición química por medio de una corriente
eléctrica. Algunos de los elementos que constituyen la materia fueron descubiertos, y, era
ahora posible para los químicos dividir un compuesto en sus partes constitutivas.
En 1792 el científico inglés Joseph Priestley inteligentemente descubrió que al colocar
una planta en una cámara con un alto nivel de “Aire Fijo” (Dióxido de Carbono) ésta
absorberá gradualmente el dióxido de carbono y emitirá oxígeno. Jean Ingen-Housz, unos
dos años después, llevó el trabajo de Priestley un paso más allá y demostró que una
planta encerrada en una cámara llena de dióxido de carbono podría reemplazar el gas con
oxígeno en varias horas si la cámara se expone a la luz solar. Ya que la luz del sol no tenía
efecto sobre el recipiente con dióxido de carbono, era cierto que la planta era la
responsable de esta transformación notable. Ingen-Housz estableció que este proceso
trabaja más rápidamente en condiciones de luz intensa, y que sólo las partes verdes de la
planta estaban involucradas.
En 1804, Nicolás De Saussure publicó los resultados de sus investigaciones, indicando
que las plantas están compuestas de minerales y elementos químicos obtenidos del agua,
tierra y aire. En 1842 se publicó una lista de nueve elementos considerados esenciales
para el crecimiento de las plantas.
Estas proposiciones fueron verificadas después por Jean Baptiste Boussingault (1851),
un científico francés que empezó como mineralogista empleado por una compañía minera,
y cambió su área de estudio a la química agrícola a principios de la década de 1850. En
sus experimentos con medios de crecimiento inertes, alimentó plantas con soluciones en
agua usando varias combinaciones de elementos puros obtenidos de la tierra, arena,
cuarzo y carbón de leña (un medio inerte no presente en la tierra) a los cuales agregó
soluciones de composición química conocida. Él concluyó que el agua era esencial para
crecimiento de la planta proporcionando hidrógeno y que la materia seca de la planta
consiste en hidrógeno más el carbono y oxígeno que provienen del aire. Él también
estableció que las plantas contienen nitrógeno y otros elementos minerales, y obtienen
todos los nutrientes requeridos de los elementos de la tierra que usó; pudo entonces
identificar los elementos minerales y las proporciones necesarias para perfeccionar el
crecimiento de la planta lo que fue un descubrimiento aún mayor.
En 1856 Salm-Horsmar desarrolló técnicas para el uso de arena y otros sustratos
inertes, varios investigadores habían demostrado por ese tiempo que pueden crecer
plantas en un medio inerte humedecido con una solución de agua que contiene los
minerales requeridos por las plantas. El próximo paso era eliminar completamente el
medio y cultivar las plantas en una solución de agua que contuviera estos minerales.
De los descubrimientos y avances en los años 1859 a 1865 la técnica fue
perfeccionada por dos científicos alemanes, Julius Von Sachs (1860), profesor de Botánica
en la Universidad de Wurzburg (1832-1897), y W. Knop (1861), químico agrícola; Knop ha
sido llamado “El Padre de la Cultura del Agua.”
En ese mismo año (1860), el profesor Julius Von Sachs publicó la primera fórmula
estándar para una solución de nutrientes que podría disolverse en agua y en la que
podrían crecer plantas con éxito. Esto marcó el fin de la larga búsqueda del origen de los
nutrientes vitales para las plantas, dando origen a la "Nutricultura". Técnicas similares se
usan actualmente en estudios de laboratorio sobre fisiología y nutrición de plantas. Las
primeras investigaciones en nutrición de plantas demostraron que el crecimiento normal
de estas puede ser logrado sumergiendo sus raíces en una solución de agua que contenga
sales de nitrógeno (N), fósforo (P), azufre (S), potasio (K), calcio (Ca), y magnesio (Mg),
que se define actualmente como macro elementos o macro nutrientes (los elementos
requeridos en cantidades relativamente grandes). Con refinamientos extensos en técnicas
de laboratorio y química, científicos descubrieron siete elementos requeridos por las
plantas en cantidades relativamente pequeñas – los micro elementos o elementos
residuales. Éstos incluyen: hierro (Fe), cloro (Cl), manganeso (Mn), boro (B), zinc (Zn),
cobre (Cu), y molibdeno (Mo).
Se estableció entonces la adición de químicos al agua para producir una solución
nutriente que apoyaría la vida de la planta. En 1920 la preparación del laboratorio de
“cultura de agua” fue regularizada y se establecieron los métodos para su correcto uso.
En años siguientes, investigadores desarrollaron muchas fórmulas básicas diversas
para el estudio de la nutrición de las plantas. Algunos de los que trabajaron en esto fueron
Tollens (1882), Tottingham (1914), Shive (1915), Hoagland (1919), Deutschmann (1932),
Trelease (1933), Arnon (1938) y Robbins (1946). Muchas de sus fórmulas todavía se usan
en investigaciones de laboratorio sobre nutrición y fisiología de las plantas.
El interés en la aplicación práctica de esta “Nutricultura” no se desarrolló hasta
aproximadamente 1925 cuando la industria del invernadero expresó interés en su uso. Las
tierras del invernadero tuvieron que ser  reemplazadas frecuentemente para superar
problemas de estructura, fertilidad y pestes. Como resultado, los investigadores se dieron
cuenta del uso potencial de la nutricultura para reemplazar la tierra convencional por los
métodos culturales.
Antes de 1930, la mayoría del trabajo hecho sobre cultivos sin suelo se orientó al
laboratorio para fines experimentales. Nutricultura, quimicultura, y acuicultura eran otros
términos usados durante los años veinte para describir la cultura del cultivo sin suelo.
Entre 1925 y 1935 tuvo lugar un desarrollo extenso modificando las técnicas de
laboratorio de nutricultura a la producción de cosechas a gran escala.
Al final de la década de 1920 e inicio de los años treinta el Dr. William F. Gericke de la
Universidad de California extendió sus experimentos de laboratorio y trabajos en nutrición
de plantas a cosechas prácticas en aplicaciones comerciales a gran escala. A estos
sistemas de nutricultura los llamó “hidroponía”.
Hasta el año 1936, el cultivo de plantas en agua y la solución de nutriente era una
práctica restringida a los laboratorios, donde fueron usados para facilitar el estudio del
crecimiento de las plantas y sobre el desarrollo de la raíz.
El Dr. Gericke cultivó hidropónicamente verduras, incluso cosechas de raíz,
remolachas, rábanos, zanahorias, patatas, y el cereal siega, frutas ornamentales y flores.
Usando la cultura de agua en tanques grandes en su laboratorio en la Universidad de
California tuvo éxito en tomates logrando plantas de hasta 7 metros de altura. Las
fotografías del profesor de pie en una escalera recogiendo su cosecha aparecían en
periódicos a lo largo del país. Aunque espectacular, su sistema era un poco prematuro
para aplicaciones comerciales. Era demasiado delicado y requería supervisión técnica
constante.
Fueron muchos los problemas que encontraron los “cultivadores hidropónicos” con el
sistema de Gericke ya que exigía mucho conocimiento técnico e ingeniosidad. El sistema
de Gericke consistía en una serie de comederos o cubetas sobre los cuales colocó en
forma estirada una fina malla de alambre, esto envolvía a su vez una cubierta de paja u
otro material; las plantas se pusieron en esta malla con las raíces hacia abajo en una
solución de agua con nutrientes dentro de la cubeta.
Una de las dificultades principales con este método estaba asociada al suministro
suficiente de oxígeno en la solución nutriente. Las plantas agotarían el oxígeno
rápidamente, absorbiéndolo a través de las raíces, y por esta razón era indispensable que
un suministro continuo de oxígeno fresco fuese introducido en la solución a través de
algún método de aireación. Otro problema era apoyar las plantas para que las puntas de
las raíces se mantuvieran en la solución.
La Prensa americana hizo sus demandas irracionales usuales, llamándolo el
descubrimiento del siglo de la manera más escandalosa. Después de un periodo incierto
en el que promotores poco escrupulosos intentaron cobrar por la idea vendiendo de
puerta en puerta equipo inútil y materiales, una investigación más práctica fue hecha y
pronto se estableció la hidroponía como base científica legítima para la horticultura, con el
consecuente reconocimiento de sus dos ventajas principales: cosechas de alto rendimiento
y de utilidad especial en regiones no cultivables del mundo.
En 1936, W. F. Gericke y J. R. Travernetti de la Universidad de California publicaron el
registro del cultivo exitoso de tomates en agua y solución nutriente. Desde entonces
varios entes comerciales empezaron a experimentar con las técnicas e investigadores, y,
agrónomos de varias universidades agrícolas empezaron el trabajo de simplificar y
perfeccionar los procedimientos. Se han construido numerosas unidades hidropónicas a
gran escala, en México, Puerto Rico, Hawaii, Israel, Japón, India, y Europa. En los Estados
Unidos, sin mucho conocimiento del público, la hidroponía se ha convertido en un gran
negocio; más de 500 invernaderos hidropónicos han sido construidos y desarrollados.
Una aplicación de la técnica del Dr. Gericke pronto se demostró supliendo comida a las
tropas ubicadas en islas no cultivables en el Pacífico al inicio de la década de 1940.
El primer triunfo ocurrió cuando Pan American Airways decidió establecer un centro de
cultivos hidropónicos en la distante Isla Wake en medio del Océano Pacífico para
proporcionar suministros regulares de verduras frescas a los pasajeros y tripulaciones de
la aerolínea. Entonces el Ministerio Británico de Agricultura empezó a mostrar un interés
activo por la hidroponía, especialmente desde que su importancia potencial en la Campaña
“Cultivar-Más-Comida” (Grow-More-Food) durante la guerra (1939-1945) fue comprendida
totalmente.
Al final de los años cuarenta, Robert B. y Alice P. Withrow trabajaban en la Universidad
de Purdue y desarrollaron un método hidropónico más práctico. Ellos usaron arena gruesa
inerte como medio de arraigado, inundando y drenando alternativamente la arena en un
recipiente, dieron a las plantas el máximo tanto de solución nutriente, como de aire a las
raíces. Este método se conoció después como el método de la arena gruesa o grava para
hidroponía, a veces también llamado Nutricultura.
En tiempo de guerra el envío de verduras frescas a las bases en el extranjero no era
práctico, y una isla de coral no es un lugar para cultivarlas; con la hidroponía resolvieron
el problema.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la hidroponía, usando el método de la arena
gruesa, dio su primera prueba real como fuente viable para la obtención de verduras
frescas para el ejército de los Estados Unidos.
En 1945 la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, resolvió el problema de proporcionar
verduras frescas al personal, implementando la hidroponía a gran escala lo cual dio un
nuevo ímpetu a esta cultura.
La primera de varias grandes granjas hidropónicas se construyó en la Isla de Ascensión
en el Atlántico Sur. La base se usó como un lugar de descanso y suministro de
combustible para la fuerza aérea de Estados Unidos, la isla era completamente estéril,
entonces como era necesario albergar una fuerza grande allí para reparar aviones, toda la
comida tuvo que ser traída por aire, había una necesidad crítica por las verduras frescas, y
por esta razón se construyó la primera de muchas instalaciones hidropónicas establecidas
por las fuerzas armadas de EE.UU. allí. Las plantas eran cultivadas en un medio de arena
gruesa con la solución bombeada en un ciclo prefijado. Las técnicas desarrolladas en
Ascensión se usaron más tarde en varias instalaciones en las islas del Pacífico como Iwo
Jima y Okinawa.
En la Isla de la Estela, un atolón en el oeste de Océano Pacífico de Hawaii,
normalmente incapaz de producir cosechas debido a la naturaleza estéril del terreno,
impedía cualquier cultivo convencional. La fuerza aérea de EE.UU. construyó allí pequeñas
“camas de crecimiento” lo cual proporcionó 30 metros cuadrados de área cultivable. Sin
embargo, una vez puesto en funcionamiento el sistema, el rendimiento semanal
proporcionado era de 15 kilogramos de tomates, 10 kilogramos de judías verdes, 20
kilogramos de maíz dulce y 20 cabezas de lechuga. El Ejército de EE.UU. también
estableció camas de crecimiento hidropónico en la isla de Iwo Jima en donde empleó
piedra volcánica aplastada como sustrato, con rendimientos similares.
Durante este mismo periodo (1945), el Ministerio Aéreo de Londres tomó pasos para
comenzar cultivos sin suelo en la base del desierto de Habbaniya en Irak, y en la isla de
Bahrein en el Golfo Pérsico, donde se sitúan campos petroleros importantes. En el caso del
Habbaniya, un eslabón vital en comunicaciones aliadas, todas las verduras tenían que ser
traídas a través de aire de Palestina para alimentar a las tropas estacionadas allí, lo cual
resultaba muy costoso.
Tanto el Ejército Norteamericano como la Real Fuerza Aérea abrieron unidades
hidropónicas en sus bases militares. Millones de verduras, producidas sin la tierra, fueron
comidas por soldados aliados y aviadores durante los años de la guerra. Después de la
Segunda Guerra Mundial los militares continuaron usando hidroponía. Por ejemplo, El
Ejército de los Estados Unidos tiene una sección especial de hidroponía que produjo más
de 4,500,000 kilogramos de productos fresco durante 1952.
También establecieron una de las instalaciones hidropónicas más grandes del mundo,
un proyecto de 22 hectáreas en Chofu, Japón. Durante muchos años, la práctica empleada
era utilizar la llamada “Tierra Nocturna”, la cual contenía excremento humano como
fertilizante. La tierra estaba muy contaminada con varios tipos de bacterias y amebas; y,
aunque el japonés era inmune a estos organismos, las tropas americanas no lo eran.
Una instalación de 55 acres, fue diseñada para producir verduras para fuerzas
americanas de ocupación. Permaneció en funcionamiento durante más de 15 años. Las
instalaciones hidropónicas más grandes en ese tiempo se construyeron en Japón usando
el método cultural de la arena gruesa. Algunas de las instalaciones más exitosas han sido
aquellas en bases aisladas en Guyana, Iwo Jima y la Isla de Ascensión.
Después del Segunda Guerra Mundial, se construyeron varias instalaciones comerciales
en los Estados Unidos, la mayoría de éstas se localizaron en Florida y estaba a la
intemperie, sujetas a los rigores del tiempo. Pobres técnicas de construcción y operación
causaron que muchas de ellas fueran infructuosas y de producción incoherente. Sin
embargo, el uso comercial de la hidroponía, creció y se extendió a lo largo del mundo en
los años cincuenta a países como Italia, España, Francia, Inglaterra, Alemania, Suecia, la
U.R.S.S. e Israel.
Uno de los muchos problemas encontrados por los pioneros de la hidroponía fue
causado por el concreto usado para las camas de crecimiento. La cal y otros elementos
afectaron la solución nutriente, además, la estructura de metal también fue afectada por
los elementos en la solución. En muchos de estos primeros viveros se usó tubería
galvanizada y depósitos metálicos, no sólo se vieron corroídos muy rápidamente sino que
elementos tóxicos para las plantas se añadían a la solución nutriente.
A pesar de estos problemas el interés en la cultura hidropónica continuaba por varias
razones: Primero no se necesitaba tierra, y una gran cantidad de plantas se podían
cultivar en una área muy pequeña. Segundo al alimentar las plantas apropiadamente se
lograba una producción óptima. Con la mayoría de las verduras se aceleró el crecimiento
y, como regla, la calidad era mejor que la obtenida en verduras cultivadas en tierra. Los
productos hidropónicos tenían vida de estante mayor, así como mayor calidad de
almacenaje.
Muchas compañías petroleras y mineras construyeron grandes viveros en algunas de
sus instalaciones en diferentes partes del mundo donde los métodos convencionales de
cultivo no eran factibles. Algunas estaban en áreas desérticas con poca o ninguna lluvia, y
otras estaban en islas, como en el Caribe, con poca o ninguna tierra apropiada para la
producción de vegetales.
En el Lejano Oriente empresas norteamericanas tienen más de 80 hectáreas dedicadas
a la producción de vegetales, para alimentar al personal de perforación en el desierto de
varias compañías petroleras en la India Oriental, el Medio Este, las zonas arenosas de la
Península árabe y el Desierto del Sahara; en áreas estériles, fuera de la costa venezolana,
en Aruba y Curazao, y en Kuwait los métodos sin suelo han encontrado inestimable valor
para asegurar a los trabajadores alimento limpio, fresco y saludable.
En los Estados Unidos, existen cultivos hidropónicos comerciales extensos que
producen grandes cantidades de alimentos, especialmente en Illinois, Ohio, California,
Arizona, Indiana, Missouri y Florida, y se ha desarrollado notablemente esta cultura en
México y las áreas vecinas de Centroamérica.
Además de los sistemas comerciales grandes construidos entre 1945 y los años
sesenta, se hizo mucho trabajo en unidades pequeñas para los apartamentos, casas, y
patios traseros, para cultivar flores y verduras, muchos de éstos no eran un éxito
completo debido a factores como sustratos inadecuados, uso de materiales impropios,
técnicas inadecuadas y poco o ningún control medioambiental.
Incluso por la falta de éxito en muchos de estos intentos muchos productores a escala
mundial se convencieron de que sus problemas podrían resolverse. Existía también la
convicción creciente que la perfección de este método de producción de alimentos era
completamente esencial por la baja producción de los suelos y el aumento constante de la
población mundial.
Estudios recientes han indicado que hay más de un millón de unidades hidropónicas
caseras que operan exclusivamente en los Estados Unidos para la producción de
alimentos. Rusia, Francia, Canadá, Sudáfrica, Holanda, Japón, Australia y Alemania están
entre otros países donde la hidroponía está recibiendo la atención que merece.
Adicionalmente al trabajo realizado para desarrollar sistemas hidropónicos para la
producción de verduras, entre 1930 y 1960 un trabajo similar se había dirigido a
desarrollar un sistema para producir alimento para ganado y aves. Los investigadores
determinaron que los granos de cereal podrían cultivarse muy rápidamente de esta
manera. Usando granos como cebada, ellos demostraron que 2 kilogramos de semilla
pueden convertirse en 17 kilogramos de alimento verde en 7 días. Cuando se utilizó como
suplemento a las raciones normales, este alimento verde era extremadamente beneficioso
para todos tipo de animales y pájaros. En animales productores de leche, aumentó el flujo
de ella. En las porciones de alimento, la conversión fue mejor y se lograron ganancias a
menos costo por kilogramo de grano. La potencia de machos para engendrado y la
concepción en hembras aumentó rápidamente. La avicultura también se benefició de
muchas maneras, la producción de huevos aumentó mientras el canibalismo, un problema
constante para el avicultor, cesó.
El sistema desarrollado hasta este punto era capaz de producir de forma consistente;
sin embargo, varios problemas se presentaron. Los primeros sistemas tenían poco o
ningún control medioambiental, y sin el control de temperatura o humedad había una
fluctuación constante en la proporción de crecimiento. Moho y hongos en los céspedes
eran un problema constante. Se encontró que el uso de semilla desinfectada con un
porcentaje de germinación alto era absolutamente esencial para lograr una buena
cosecha.
No obstante, ante éstos y otros obstáculos, investigadores especializados continuaron
trabajando para perfeccionar un sistema que podría producir alimentos continuamente.
Con el desarrollo de nuevas técnicas, equipos, y materiales, llegaron a estar disponibles
unidades virtualmente libres de estos problemas. Muchos de éstos están en uso hoy en día
en ranchos, granjas, y parques zoológicos por el mundo.
La hidroponía no llegó a la India hasta 1946. En el verano de ese año las primeras
investigaciones se iniciaron en la Granja Experimental de Kalimpong en el Distrito de
Darjeeling (Gobierno de Bengala). Al principio varios problemas propios de este sub-
continente tuvieron que ser enfrentados. Incluso un estudio superficial de los distintos
métodos que estaban siendo utilizados en Gran Bretaña y en América los reveló como
inapropiados para su utilización por la comunidad de la India. Varias razones fisiológicas y
prácticas, en particular el aparataje caro y complicado requerido, fueron suficiente para
prohibirla. Un nuevo sistema en el que la practicidad y simplicidad deberían ser las notas
predominantes tendría que ser presentado si la hidroponía iba a tener éxito en Bengala o
esa parte de Asia. 
Del esfuerzo empleado en la resolución cuidadosa de los problemas encontrados
durante 1946-1947 se produjo el desarrollo del Sistema Bengalí de hidroponía que
representó el fruto del trabajo realizado para cubrir los requerimientos indios. Un objetivo
guió todos los experimentos llevados a cabo: despojar a la hidroponía de dispositivos
complicados y poder presentarlo al pueblo de India y el mundo entero como una manera
barata y fácil de cultivar vegetales sin tierra. Actualmente en la India miles de familias
cultivan sus vegetales esenciales en unidades hidropónicas simples en azoteas o en patios
traseros. El Sistema de Bengalí hizo mucho más que probarse a sí mismo: demostró ser
útil en las condiciones más adversas.

Ventajas
 No se requiere esfuerzo físico.
 Es una técnica adaptable a tus conocimientos, espacios y recursos.
 Puede participar toda la familia dedicando cada quien su tiempo libre.
 Pueden participar personas discapacitadas.
 Reducción de costos de producción en forma considerable.
 No se depende de los fenómenos meteorológicos.
 Permite producir cosechas fuera de estación (temporada).
 Se puede cultivar en ciudades.
 Se requiere mucho menor espacio y capital para una mayor
producción.
 Ahorro de agua. Se recicla.
 Ahorro de fertilizantes e insecticidas.
 No se usa maquinaria agrícola.
 Mayor limpieza e higiene en el manejo del cultivo, desde la siembra
hasta la cosecha.
 Cultivos libres de parásitos, bacterias, hongos y contaminación.
 Rápida recuperación de la inversión.
 Mayor precocidad de los cultivos.
 Posibilidad de automatización casi completa.
 Ayuda a eliminar parte de la contaminación.
 No provoca los riesgos de erosión que se presentan en la tierra.
 Soluciona el problema de producción en zonas áridas o frías.
 Se obtiene uniformidad en los cultivos.
 Permite ofrecer mejores precios en el mercado.
 Nos faculta para contribuir a la solución del problema de la
conservación de los recursos.
 No se abona con materia orgánica.
 Se utilizan nutrientes naturales y limpios.
 Se puede cultivar en aquellos lugares donde la agricultura normal es
difícil o casi imposible.

TIPOS DE SISTEMAS HIDROPONICOS

Static Aerated Technique - SAT

Las plantas se crecen en


una profundidad de la
solución nutriente estática
que es aireada bombeando
el aire en la solución
nutriente desde el tanque.
Esto se refiere como
"técnica pasiva"
 Ebb and Flow Technique - EFT Las plantas crecen como en
SAT, pero la solución
nutriente se elimina 3-4 veces
al día de permitir que las
raíces respiren. Esta técnica
se llama técnica de la
"inundación y del dren".
Bueno para los jardines de
casa y almácigos.

La profundidad de la
 Deep Flow Technque - DFT solución nutriente (varias
pulgadas de profunda) es
circulada alrededor de las
raíces por una bomba y
un dren utilizando la
gravedad. Este método
se refiere como "flotación
dinámica de la raíz" o
"técnica hidropónica de la
alcantarilla". Ideal para
los plantas frondosas.

 Aerated Flow Technique - AFT


 Una versión modificada de
DFT. Aquí, la solución
nurtiente es aireada
profusamente por los
mecanismos especiales. La
"técnica japonesa de Kyowa
Hyponicxa" es algo similar a
AFT. excelente para cultivar
cosechas frondosas y de la
fruta.

 Nutrient Film Technique - NFT  Una película fina de la


solución nutriente es
siempre adentro
contacto con las raíces.
Mientras que las
soluciones nutrientes
circularon, la superficie
de la raíz se expone al
aire. Esto ayuda a las
raíces para respirar.
Muy bueno para
producir cualquier tipo
de hortalizas.

 Plantas crecidas en
substratos inertes u
 Drip Irrigation Technique - DIT orgánicos. La solución
nutriente alimenta cerca
de las raíces, se riega 6 -
7 veces al día en gotas
Esta técnica se llama
"técnica de la irrigación
por goteo". Los desiertos
en el Oriente Medio están
exportando producto de
la cosecha debido a esta
técnica. También
conveniente para la
plantaciones comerciales.

Una niebla de la solución


 Root Mist Technique - RMT nurtient se rocía
constantemente sobre las
raíces de las plantas
suspendidas de un marco
en la tapa. Esta técnica
conocida como
"Aeroponica ". Es buena
para iniciar arraigar
esquejes cortes y para
extraer fitoquímicos de
las raíces para los
propósitos médicos.
 Fog Feed Technique - FFT
Esto es similar a RMT pero
el tamaño de la gotita es
tan muy específica ya que
la solución nutriente puede
apenas humedece su
mano. Esta técnica tiene
todavía ser perfeccionada.
Bueno para las plantas
como orquídeas,
anthuriums, etc.

Destruyendo mitos

Un jardín hidropónico de raíz flotante es fácil de construir y puede proveer una


cantidad enorme de vegetales nutritivos para usos en el hogar, y lo mejor de todo,
sistemas hidropónicos libre de pestes. Esta guía sencilla mostrará como construir tu propio
jardín hidropónico de raíz flotante utilizando materiales de fácil adquisición por menos de
50 dólares.
 
Materiales y Pasos para la Construcción:
 
- Tablas de madera nuevas o recicladas,
dependiendo de las posibilidades económicas (dos de
2 metros; dos de 1,20; 13 de 1,30; y seis de 0,32 de
largo)
- 110 clavos de 1 1/2 pulgada, martillo, serrucho,
engrampadora y cinta métrica
- 3,68 m2 (2,36 x 1,56) de plástico negro de calibre 0,10
1. Después de calcular y medir las dimensiones cortamos las tablas en forma muy
pareja, obteniendo las dos tablas de 2 m que conforman el largo y las dos de 1,20
m del ancho del contenedor.
2. Clavando estas cuatro tablas obtenemos el marco del contenedor. El ancho de 12
cm. de las tablas nos da la altura ideal. Estas son las dimensiones que tomaremos
como ejemplo.
3. Las tablas de 1,30 m se clavan atravesadas a lo ancho en la parte que irá hacia
abajo, colocando primero las de los dos extremos, que deben ir perfectamente
alineadas por todos los lados con las del marco. Las demás se clavan dejando una
separación de 3-4 cm. entre una y otra, con lo que queda terminada la caja, cuya
altura no debe ser superior a 12 cm. Al clavar las tablas, hay que tener la
precaución de que éstas queden bien emparejadas en las esquinas y bordes, para
que no haya salientes que pudieran romper el plástico, ya que esto afectaría la
impermeabilidad del contenedor, ocasionaría desperdicio de agua y nutrientes, y
disminuiría la duración.
4. Después de terminada la caja, clavamos las seis patas en los cuatro extremos y en
el centro de cada lado; deben colocarse en la parte externa del contenedor, nunca
en su parte interior, pues allí dificultan la colocación del plástico, disminuyen el área
útil y hacen más difícil las labores de manejo. La función de las patas es hacer que
la base de la cama quede separada del suelo, permitiendo una buena circulación de
aire. De este modo ayuda a que no se produzca humedecimiento del área próxima
al cultivo y se disminuye el riesgo de enfermedades y la aparición de algunos
insectos que se establecen debajo de ella sin ser detectados. Veinte (20)
centímetros de separación entre la base del contenedor y el suelo son suficientes,
pero desde punto de vista de la comodidad y de la prevención de daños por niños o
animales, la altura ideal de las patas es un metro, pero se debe considerar que esto
conlleva mayores gastos en madera.
5. Colocación del plástico (impermeabilización):
6. Para impermeabilizar el contenedor se necesita un plástico negro de calibre 0,10; su
función es evitar el humedecimiento y pudrición de la madera e impedir que se
pierdan los nutrientes rápidamente. El color negro es para evitar la formación de
algas y para dar mayor oscuridad a la zona de las raíces. El plástico nunca debe
colocarse sobre el piso, a menos que se hayan barrido de éste todas las asperezas
que pudieran perforarlo o que esté forrado con periódicos viejos. Siempre debería
medirse y cortarse sostenido en el aire.
7. El cálculo de las dimensiones para cortar el plástico se hace de la siguiente manera:
el largo total del contenedor deberá ser de más de tres (3) veces su altura.
Tomando como ejemplo las dimensiones que ya hemos dado, tenemos dos (2)
metros más 12 x 3 = 36 centímetros, lo que nos da un total de dos metros con
treinta y seis centímetros. Esto es lo que debemos cortar para el largo. Para el
ancho medimos la dimensión que tiene, que es de 1,20 metros más tres veces la
altura (12 cm.) lo que nos da un total de un metro con cincuenta y seis centímetros.
8. Ahora procedemos a colocarlo en el contenedor con mucho cuidado, para no
romperlo ni perforarlo con las astillas de la madera, clavos salientes o las uñas. En
las esquinas, el plástico debe quedar bien en contacto con el marco y con la base. El
plástico debe engramparse a los costados exteriores del marco del contenedor.
9. Sistema de raíz flotante:
 El método utiliza un medio líquido que contiene agua y sales nutritivas. Este sistema ha
sido denominado "cultivo de raíz flotante", ya que las raíces flotan dentro de la
solución nutritiva, pero las plantas están sostenidas sobre una lámina de anime
(poliuretano expandido) que se sostiene sobre la superficie del líquido.
10. Se debe cortar una lámina de anime de 2,5 centímetros (una pulgada) de espesor,
con un largo y ancho de dos centímetros menor que el largo y ancho del
contenedor. Marcamos las distancias a las que vamos a colocar las plantas,
señalando con puntos gruesos el lugar donde irá cada planta.
11. Rellenar el contenedor con 227 litros de agua para que la cara superior del anime
coincida con el borde superior del marco de madera.
12. Agregar fertilizante soluble en agua tal como el 20-20-20 con micro nutrientes a
razón de dos cucharaditas de fertilizante y una cucharadita de Sal de Epson, por
cada 4 litros de agua utilizada en el contenedor. Utilice un cuchara larga de
plástico o de vidrio para mezclar el agua con el fertilizante.
13. Para perforar los agujeros en la lámina se aplica en cada punto señalado un pedazo
de tubo redondo de una pulgada (dos y medio centímetros) de diámetro y 20 cm.
de largo, previamente calentado en uno de sus extremos, el cual sacará un bocado
del material dejando un orificio casi perfecto.
14. El tamaño del agujero en el anime deberá coincidir en su parte inferior con el
tamaño del envase a emplear. En el comercio hay disponible envases plásticos
pequeños para cultivos con agujeros en su parte inferior "net pots" o también se
podrá emplear copas de café en Styrofoam. Es muy importante que una vez que la
copa este en el agujero, este no se extienda mas abajo del borde inferior del anime.
Esto permitirá que las raíces absorban nutrientes y oxígeno.
15. La separación óptima para la mayoría de las plantas es la equivalente a formar 32
agujeros de plantación en el anime utilizado en el sistema de raíz flotante.
16. Haz un trasplante de plantas jóvenes que tengan un mínimo de dos hojas
directamente en las copas.
17. Después de hacer el trasplante no agregues nada alrededor de la planta, así
permitirás que las raíces permanezcan húmedas y se facilite la absorción del
oxígeno.
18. Agrega agua y la mezcla de fertilizante (solución nutritiva) en la proporción antes
mencionada, cuando baje el nivel del anime respecto a la altura del marco de
madera. Así se mantendrá el anime flotando en la posición apropiada.
Para mantener un nivel suficiente de oxigeno diluido en el contenedor podemos emplear
un compresor de aire de los utilizados en los acuarios o peceras. También podemos
hacer el mismo efecto si cuatro veces al día movemos las manos dentro del
contenedor con el fin de formar burbujas.
Las lechugas crecerán mejor en el jardín hidropónico de raíz flotante. Puedes
experimentar con otros cultivos, por ejemplo, albahaca, apio, hierbas aromáticas e
incluso flores.

Consideraciones Generales:
 Disponer de un mínimo de seis (6) horas de luz solar directa al día en el lugar
elegido.
 Que esté próximo a la fuente de suministro de agua.
 Que no esté expuesto a vientos fuertes.
 Que esté próximo al lugar donde preparamos y guardamos los nutrientes
hidropónicos.
 Que no sean lugares excesivamente sombreados por árboles o construcciones.
 Que permita ser protegido para evitar el acceso de animales domésticos.

SOLUCIÓN NUTRITIVA
CALCULO DE CONDUCTIVIDAD

Las plantas necesitan, para el desarrollo de su ciclo vital, de una serie de elementos
químicos que se denominan "elementos nutritivos". Todos estos elementos son igualmente
importantes pero, unos los necesita la planta en grandes cantidades y se les llama
macroelementos, mientras que otros los necesita en pequeñas cantidades y se les
denomina microelementos o oligoelementos.
Todos los elementos nutritivos esenciales para la planta son tomados o asimilados en
forma de iones. Estos iones pueden ser positivos (cationes) o negativos (aniones).
Las formas en que pueden expresarse o medirse las concentraciones de los iones en
las aguas de riego son:
 Mol
 Milimol
 Miliequivalente
 Partes por millón
Cálculo de la conductividad final de la solución nutritiva
Para calcular la conductividad de la solución nutritiva que se ha de preparar existen
varios métodos.
 Método de la aportación salina de los iones:
Consiste en expresar todas las concentraciones de los iones en ppm y multiplicarlas
por unos factores de corrección. Una vez obtenido el valor corregido para cada ión, se
suman todos los valores y el resultado de esta suma dará el valor de la conductividad de
la solución nutritiva expresado en microSiemens/cm.
Método de equivalentes:
En toda solución salina se cumple que la suma del número de miliequivalentes de
aniones es igual a la suma del número de miliequivalentes de cationes. Este método
consiste en dividir el número total de miliequivalentes de aniones o el número total de
miliequivalentes de cationes entre un factor que varía entre 10 y 12. El resultado viene
expresado en microSiemens/cm. Se debe elegir el factor 10 para conductividades bajas y
el 12 para conductividades altas.
Método gravimétrico:

Es parecido al primero. Se expresa la concentración total de sales de la solución


nutritiva en gramos por litro y se divide por un factor global y variable entre 0,7 y 0,9. El
resultado viene expresado en microSiemens/cm y se elige el valor 0,7 para
conductividades bajas y 0,9 para las altas.
La salinidad del agua
Los niveles de salinidad del agua son un factor determinante para todo tipo de
vegetación. Se entiende por salinidad a "la cantidad de sal disuelta en un litro de agua".
De la medida de la conductividad podemos pasar al contenido salino disuelto expresado
en gr/litro y viceversa. Las siguientes secciones expresan diferentes rangos de
conductividad y sus aplicaciones.
0 a 750 mS/cm. El agua con este rango de conductividad tiene un bajo contenido en
sal. Puede ser utilizada para cualquier cultivo y en cualquier terreno. Suelos con baja
permeabilidad, pueden requerir ocasionalmente irrigación para disolver las sales
depositadas.
750 a 2250 mS/cm. Agua de salinidad media. Puede ser utilizada para regar terrenos
suficientemente permeables y cultivos medianamente tolerables a la salinidad, sin cuidado
especial para el control de la salinidad.
2250 a 5000 mS/cm. Agua de salinidad elevada. Poco apta para el riego, pudiéndose
emplear solamente en terrenos bien drenados y para cultivos que toleren bien la salinidad.
En zonas de escasa lluvia, es necesario hacer un control regular del suelo y riegos para
evitar depósitos de sal.
Más de 5000 mS/cm. Este agua no es apta para el riego. Puede ser utilizada
ocasionalmente en terrenos con una estremada permeabilidad y si el cultyivo es muy
tolerante al alto contenido en sal. Este nivel de salinidad en agua de riego requiere
constante control de la salinidad en el suelo y adoptar prácticas de cultivo especiales.

NUTRICONCEPTOS GENERALES (pH)


El pH es un valor variable entre 0 y 14 que indica la acidez o la alcalinidad de una
solución. Las sustancias capaces de ceder grupos hidroxilo (H) son ácidas, y las capaces
de ceder grupos hidroxilo (OH) son básicas o alcalinas.
Importancia del pH en los cultivos
El pH de la solución nutriente puede afectar el crecimiento vegetal de dos formas
principalmente:
1. A la disponibilidad de los nutrientes, ya que, con los valores extremos de pH se
produce la precipitación de ciertos nutrientes permaneciendo en forma no disponible para
las plantas.
2. A la capacidad de absorción de nutrientes por parte de las raíces. Todas las
especies vegetales presentan unos rasgos característicos de pH en los que su absorción es
idónea, fuera de este rango, la absorción radicular se ve dificultada. Si la desviación es
extrema, puede verse deteriorado el sistema radicular o presentarse toxicidades.
El pH en la solución de fertirrigación

El pH en las soluciones de fertirrigación, tanto en cultivo en suelo como en hidroponía,


debe ser tal que permita estar disueltos a la totalidad de los nutrientes sin dañar las
raíces, evitando de este modo la formación de precipitados que pudieran causar
obturaciones en los sistemas de riego e indisponibilidad para la absorción radicular de
dichos nutrientes.
El rango ideal de pH está entre 5.0 - 6.5, ya que la práctica totalidad de los nutrientes
son asimilables por la planta. Por encima de pH 6.5 la formación de precipitados puede
causar importantes problemas. Por debajo de pH 5 puede verse deteriorado el sistema
radical, sobre todo en cultivos hidropónicos.

El pH en el suelo
La inmensa mayoría de las aguas de riego que manejamos muestran un pH superior al
óptimo, la cantidad de ácido a aportar depende principalmente de la concentración del ión
bicarbonato presente en el agua de riego, ya que éste actúa como tampón contra los
cambios de pH en el agua de riego y a concentraciones elevadas es necesario mayor
cantidad de ácido para su neutralización y ajuste de pH.
Ajuste del pH
El caso más generalizado es que las aguas para riego tengan el pH superior a 5.8 y
normalmente la presencia de los iones bicarbonato, y algo menos los iones cabonato, son
lo sresponsables de ello. La forma de bajar el pH de estas aguas de riego consiste en
eliminar estos iones, y ello se consigue con la adición de algún ácido. La reacción de
neutralización es la siguiente:
Bicarbonato:
H30+ + HCO3-     --->      H2CO3 + H2O
H2CO3         --->       H2O + CO2
_________________________________
H3O + HCO3     --->      2H20 + CO2
Carbonato:
   H30+ + C03=      --->     HCO3- + H20
  H30+ + HCO3-      --->     H2CO3 + H20
          H2CO3      --->     H20 + CO2
  ____________________________________
2H3O+ + CO3=      --->     3H2O+CO2
Los ácidos más utilizados en soluciones nutritivas para cultivos sin suelo, son el ácido
nítrico y el ácido fosfórico. Estos ácidos tienen la ventaja de que además de servir para
hacer el ajuste de pH, aportan elementos nutritivos necesarios para la planta.
SISTEMAS DE CULTIVO EN SUSTRATO: A SOLUCIÓN PERDIDA Y CON
RECIRCULACIÓN DEL LIXIVIADO
1. INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas la horticultura intensiva, fundamentalmente de los países
desarrollados, ha sufrido grandes cambios, de manera que la necesidad de incrementar las
producciones para satisfacer la demanda de los mercados y para mantener la rentabilidad
de estos sistemas productivos, ha llevado hacia un mayor control ambiental con el fin de
poder optimizar el desarrollo de los cultivos. En este sentido el control de la nutrición
vegetal ha sido posible gracias a los sistemas de cultivo sin suelo, con los que se ha
podido eliminar el efecto amortiguador ejercido por el suelo y así someter la plantación a
las condiciones deseadas de fertirrigación.
Para que un sistema de cultivo sin suelo pueda ser empleado a nivel comercial, es
necesario que permita el desarrollo de la raíz en perfectas condiciones, de manera que
debe aportar de forma óptima los siguientes elementos (3):
 Aireación: la raíz obtiene la energía que necesita por medio de la respiración
quemando carbohidratos, y requiere por tanto disponer del oxígeno necesario para
ello. Después de cada riego, y una vez establecido el equilibrio hídrico, deberá
quedar en el medio suficiente aire para asegurar el suministro de oxígeno. Las
necesidades dependerán de la intensidad respiratoria, que es función de la
temperatura, la fase de desarrollo, etc, pero en cualquier caso se requiere que un
mínimo de un 20-30 % del espacio útil quede ocupado por aire en sistemas que
utilizan sustrato.
 Agua: deberá estar continuamente disponible para la planta en unas condiciones
de extracción muy favorables. El volumen y la configuración de espacios
condicionará la frecuencia y dosis de riego.
 Solutos: entre los elementos químicos disueltos deberán encontrarse todos los
necesarios para la nutrición de la planta en cantidades suficientes para prevenir las
carencias, pero no excesivas para evitar niveles altos de presión osmótica a vencer
por la raíz.
 Temperatura: deberá ser la apropiada para asegurar una óptima actividad
biológica en la raíz. Si es excesivamente baja, ésta se ralentizará y, si es
demasiado alta, el exceso de actividad acarreará un despilfarro de energía. E
incluso, si se sobrepasan ciertos valores extremos, la raíz muere.
 Cualquier sistema de cultivo sin suelo adoptado funcionará tanto mejor cuanto más
óptimamente proporcione los elementos antes mencionados. Así, los sistemas con
sustrato dependerán muy directamente del manejo del riego para conseguir un
adecuado equilibrio aire/agua, mientras que en los hidropónicos es la aireación el
principal problema, al contrario de lo que sucede en los aeropónicos, en los que la
dificultad estriba en mantener humedecida toda la raíz. 
3. COMPONENTES DE UN SISTEMA DE CULTIVO SIN SUELO
Cualquier sistema de cultivo sin suelo que se desarrolle, va a estar definido por tres
componentes básicos, que son (3):
 Las unidades elementales de cultivo (sacos, macetas, canalones, etc).
 El equipamiento adecuado (automatismos, equipo de riego, etc).
 La tecnología necesaria para su correcto manejo.
Para conseguir un resultado satisfactorio del cultivo, será necesario conjuntar
adecuadamente estos elementos.
Se puede definir la unidad elemental de cultivo como el módulo básico que comprende
un espacio de cultivo común, de características determinadas, y que es utilizado como
rizosfera por una o más plantas que tienen sus raíces en contacto, empleando
conjuntamente dicho espacio (tabla de lana de roca, saco de perlita, canalón de cultivo
hidropónico, etc). Estas unidades elementales pueden estar interconectadas a través de la
solución nutritiva (sistemas cerrados) o bien pueden estar completamente aisladas y sin
riesgo de transmisión de patógenos radiculares de unas a otras a través de dicha solución
(sistemas abiertos).
Cada módulo unitario consta de dos elementos: por un lado el contenido o sustrato
que es el medio donde va a desarrollarse la raíz del cultivo, y por otro el contenedor o
recipiente que se encarga de aislar, dar forma y condicionar en gran medida las
propiedades del contenido. Sin embargo, no siempre aparecen estos dos componentes, ya
que a veces se prescinde del sustrato de cultivo, como ocurre en los hidropónicos puros,
en los que la raíz se encuentra inmersa directamente en la solución nutritiva. Asimismo,
existen sustratos rígidos en los que el contenedor (generalmente una lámina de
polietileno) tiene como única función impedir la penetración de la luz hasta el medio
radicular y evitar una excesiva desecación de éste.
Veamos por separado cada uno de los componentes de la unidad elemental de cultivo.
a) Contenedores: están compuestos por materiales de diversa naturaleza y su finalidad
es la de delimitar el espacio radicular, proporcionándole aislamiento térmico y
preservándolo de la luz, los agentes contaminantes, la pérdida de agua por evaporación,
etc.
Cuando en el sistema de cultivo se utilizan sustratos amorfos, el contenedor con sus
características propias influye directamente en el comportamiento del sustrato,
condicionando sus propiedades físicas al adquirir la forma determinada por el contenedor.
Cuando los sustratos son rígidos (lana de roca, foam, etc) o no existen (hidropónicos,
aeropónicos, etc), esto no sucede pero aún así condiciona enormemente las características
de la rizosfera (pendiente, altura de agua, aislamiento, etc), por lo que su importancia es
muy grande en el comportamiento final del sistema. Un ejemplo de la influencia del
contenedor sobre las propiedades del sustrato lo encontramos en la inercia térmica, la
cual está más condicionada por el volumen, material y forma del contenedor, que por la
naturaleza del sustrato contenido pues, al estar éste completamente humedecido, su
coeficiente de transmisión calorífica varía muy poco de uno a otro, estando siempre muy
próximo al del agua (2).
En un principio los contenedores se construían de materiales pesados y duraderos
(hormigón, hierro, cerámica, asfalto, etc), constituyendo así las primitivas bancadas de
cultivo. Actualmente se utilizan materiales mucho más ligeros, impermeables e inertes,
generalmente plásticos (polietileno, polipropileno, etc), rígidos, semirrígidos o flexibles, de
precio asequible y fácil manejo y reposición.
b) Sustratos: como se ha comentado con anterioridad, el sustrato no siempre es
necesario en los sistemas de cultivo sin suelo. Sin embargo, actualmente casi la totalidad
de los sistemas empleados a nivel comercial utilizan algún tipo de sustrato.
Cualquier sustrato potencial tiene unas características y propiedades intrínsecas que
debemos conocer y estudiar para diseñar el contenedor más apropiado, de forma que el
módulo de cultivo resultante, sometido a un correcto manejo, proporcione a la raíz el
medio favorable que veíamos con anterioridad. Dentro de estas propiedades tenemos
tanto físicas (porosidad, retención de agua, densidad, estructura, granulometría), como
químicas (capacidad de intercambio catiónico, poder tampón, solubilidad) y biológicas.

3. CLASIFICACIÓN DE LOS SISTEMAS DE CULTIVO SIN SUELO


Los sistemas de cultivo sin suelo se pueden clasificar en tres grandes grupos
dependiendo del medio en el que se desarrollen las raíces: cultivos en sustrato, cultivos en
agua o hidropónicos y cultivos en aire o aeropónicos. Aquí nos centraremos
exclusivamente en los primeros.
Dentro de los cultivos en sustrato podemos distinguir a su vez tres tipos en función de
su manejo. En primer lugar tenemos aquellos sistemas que funcionan por inundación
periódica del sustrato mediante subirrigación y en los que posteriormente se realiza la
recogida de los sobrantes, como es el caso de las bancadas de grava. En segundo lugar se
encuentran aquellos sistemas que utilizan un sustrato con una baja capacidad de
retención de agua y una elevada aireación (grava, perlita, etc), de forma que requieren un
aporte muy frecuente de solución nutritiva a nivel superficial para asegurar un suministro
adecuado de agua y nutrientes al cultivo. Por último están los sistemas convencionales
que emplean algún sustrato con una capacidad de retención de agua importante (lana de
roca, perlita, fibra de coco, arena, etc), de forma que requieren el aporte de riegos
puntuales en función de las necesidades hídricas del cultivo, con el fin de lograr una
adecuada relación agua/aire en el mismo.
Los dos primeros son sistemas cerrados ya que la solución ha de recircularse con el fin
de evitar el despilfarro de agua y nutrientes. En cuanto al tercero, puede ser
indistintamente abierto o cerrado dependiendo del manejo que se realice de la solución.
3.1. CULTIVO EN GRAVA CON SUBIRRIGACIÓN
Este sistema de cultivo sin suelo consiste en una serie de bancadas construidas in situ
a base de cemento o bien prefabricadas, pudiendo ser también éstas últimas de asbesto-
cemento o incluso de materiales plásticos. Dichas bancadas suelen presentar una longitud
de 20-35 m, una anchura de 0,8-1,2 m y una profundidad de 0,20-0,30 m, debiendo tener
una pendiente del 0,1 al 0,5 % para facilitar la salida del lixiviado. Además resulta
conveniente recoger éste mediante una conducción porosa situada en el centro de la
bancada, que debe cubrirse con un agregado grueso para evitar que el sustrato tapone el
drenaje (8).
Las bancadas se rellenan de un agregado inerte, generalmente grava, con un tamaño
superior a los 3 mm de diámetro para facilitar la circulación de la solución. Dichas
bancadas se inundan periódicamente con la solución nutritiva y posteriormente se dejan
drenar, recogiéndose la solución sobrante en un depósito. Dependiendo de cómo se haga
circular dicha solución, se pueden distinguir diferentes sistemas de cultivo por
subirrigación. En la figura 1 se representa un sistema de alimentación directa, en el que la
solución se bombea desde el depósito de recogida a través del sistema de drenaje hasta
alcanzar el nivel adecuado, momento en el cual la bomba se desconecta y la solución
drena de nuevo al depósito (8).

Figura 1. Cultivo en grava subirrigado con alimentación directa (8).


Cuando la bancada es muy larga, se puede utilizar un sistema de alimentación por
gravedad como el que se representa en la figura 2 , en el que la solución se bombea
desde el depósito de recogida del lixiviado hasta otro situado en cabeza en el extremo
opuesto. Desde aquí vuelve a las bancadas por gravedad (8).

Figura 2. Cultivo en grava subirrigado con alimentación por gravedad (8).

Un inconveniente importante del sistema de cultivo por subirrigación es el elevado coste


de las bancadas. Además implica la presencia de estructuras permanentes en el
invernadero en el caso de que se fabriquen in situ.
3.2. CULTIVO EN SUSTRATOS DE BAJA CAPACIDAD DE RETENCIÓN DE AGUA
CON APORTE EN SUPERFICIE DE LA SOLUCIÓN NUTRITIVA
Consiste en el empleo de un sustrato de granulometría gruesa, tal como grava, perlita
A-13, etc, de forma que el gran tamaño de sus poros suponga una baja relación
superficie/volumen y que el equilibrio tensión superficial/fuerzas gravitacionales se
establezca cuando dichos poros contengan un bajo volumen de agua, formando una
película de espesor fino.
Este bajo poder de retención implica la necesidad de establecer una alta frecuencia de
riegos para evitar la desecación excesiva del sustrato y el déficit hídrico del cultivo. Con el
fin de facilitar el manejo del sistema y simplificar la instalación, resulta útil dar riegos
cíclicos, dejando cortos periodos de pausa entre ellos para favorecer la aireación de la
rizosfera. Esto puede conseguirse manteniendo arrancada de forma continua la bomba de
riego y dividiendo la zona de cultivo en dos sectores gobernados por sendas
electroválvulas que abren y cierran alternativamente, de forma que, cuando uno de ellos
está regando, el otro se encuentra parado y viceversa; de esta forma evitamos que la
bomba tenga que arrancar un número elevado de veces a lo largo del día, lo cual
incrementa su desgaste y el consumo de energía.
El gran volumen de solución nutritiva aportada con respecto a las necesidades de
absorción del cultivo, conlleva la existencia de un alto porcentaje de lixiviación, de tal
forma que el sistema puede ser manejado desde el punto de vista de la fertirrigación
como un sistema hidropónico puro y el cabezal de riego puede ser el mismo.
El sustrato puede disponerse en contenedores de distinto tipo, como por ejemplo
canalones o macetas. En cualquier caso hay que asegurar una adecuada evacuación del
lixiviado con el fin de evitar problemas de encharcamiento, impidiendo que se acumule la
solución en la parte inferior del sustrato. Si se emplean canalones impermeables de gran
longitud, será necesario colocar una tubería de drenaje en el fondo para conseguir ese
objetivo. Igualmente resulta imprescindible llevar a cabo la recogida de la solución
sobrante mediante el propio canalón de cultivo u otro auxiliar con el fin de proceder a su
recirculación ya que, de lo contrario, el gasto de agua y nutrientes sería excesivamente
elevado.

3.3. CULTIVO EN SISTEMAS CONVENCIONALES CON SUSTRATO


Son los más extendidos desde un punto de vista comercial, por lo que nos centraremos
en ellos de ahora en adelante. El tipo de sustrato empleado puede ser muy variado, pero
en general se busca que presente una alta capacidad de retención de agua, sin que ello
limite la aireación de la raíz, con el fin de poder reducir el número de riegos y facilitar así
el manejo del sistema. Del mismo modo resulta importante que presente una estructura
estable y una baja velocidad de descomposición para que su vida útil sea la mayor posible.
Inicialmente se empezaron a utilizar bancadas rellenas de arena. Después se ha
tendido hacia el empleo de materiales más estandarizados como la lana de roca y la
perlita, dispuestos en sacos de plástico, los cuales resultan más económicos y fáciles de
manejar. 

3.3.1. Cultivo en bancadas de arena


Estas bancadas se suelen construir in situ a base de cemento recubierto con pintura
epóxica para protegerlo de la solución nutritiva ácida, aunque también se puede emplear
fibra de vidrio, láminas de asbesto u otros materiales. Asimismo se utilizan láminas de
polietileno o PVC para disminuir los costes, fijadas en los lados con bloques de cemento o
madera, e incluso se llegan a excavar zanjas en el suelo que se recubren con plástico y se
rellenan de sustrato. Esto último resulta barato pero tiene el inconveniente de que es
difícil localizar y reparar las roturas y existe el riesgo de que las enfermedades del suelo se
extiendan por todo el medio (8). Otra posibilidad es el empleo de canalones de
polipropileno u otro material similar rellenos de sustrato.
Tradicionalmente se ha empleado en este sistema la arena como sustrato, la cual debe
presentar una granulometría comprendida entre 1 y 3 mm para conseguir una adecuada
relación agua/aire que permita un óptimo desarrollo de las raíces del cultivo. Es
importante evitar la presencia en ella de materiales finos tales como limos y arcillas, los
cuales tienden a acumularse en el fondo de las bancadas, provocando el encharcamiento y
la falta de aireación de las raíces. Aparte de la arena también resulta factible emplear
otros materiales, como por ejemplo perlita, turba, fibra de coco, etc, aunque su vida útil
es inferior.

Figura 3. Sistema de bancadas de arena con drenaje lateral (8). 

En las figuras 3 y 4 se representan distintos tipos de bancadas para cultivo en arena. En


general se construyen con una ligera pendiente hacia uno de los extremos que oscila entre
el 0,4 y el 0,8 %, debiendo ser mayor cuanto más ancha sea la bancada. En cuanto a la
profundidad ésta varía en función del tipo de sustrato empleado, pero se considera un
mínimo de 25 a 35 cm

Figura 4. Sistema de bancadas de arena con drenaje central (8).


La solución nutritiva se aplica sobre la superficie del sustrato mediante tuberías con
emisores dispuestas a tal fin. En lo que se refiere a la evacuación del lixiviado, éste puede
realizarse lateralmente a través de orificios de drenaje regularmente distribuidos a lo largo
de la bancada, o bien mediante una tubería de plástico situada en el fondo y perforada a
intervalos para permitir la entrada de dicho lixiviado.
Un inconveniente importante de este sistema de cultivo, aparte del elevado coste de
ejecución de las bancadas tradicionales y su escasa maniobrabilidad, es la necesidad de
realizar desinfecciones periódicas de la arena (generalmente anuales) con formaldehído o
hipoclorito sódico, para evitar enfermedades de suelo y ataques de nematodos.
Una modificación especial del sistema de bancadas de arena es el cultivo en arena en
toda la superficie del invernadero, en el cual, una vez laboreado y nivelado el terreno con
un 0,2-0,3 % de pendiente, se coloca sobre él una doble capa de plástico para evitar que
las raíces se anclen en el suelo. Encima se disponen las tuberías de drenaje a favor de la
pendiente y a continuación se esparce arena no excesivamente fina por toda la superficie.
En zonas desérticas donde existen dunas de arena, se pueden aprovechar éstas para
llevar a cabo el cultivo. Si tienen más de 1 m de profundidad, se pueden emplear
directamente, pero en caso contrario habrá que realizar una preparación similar al caso
anterior a base de láminas de plástico y tuberías de drenaje para evitar la presencia de un
exceso de humedad en las raíces (8). Este sistema puede presentar el problema de
ataques importantes de nematodos, debido a su posible presencia en la arena utilizada
para el cultivo. 
3.3.2. Cultivo en sacos rellenos de sustrato
Debido a los inconvenientes que presentan los sistemas de cultivo en bancadas, en las
últimas décadas la tendencia más generalizada ha sido el empleo de sustratos embolsados
en sacos de plástico con un volumen y dimensiones variables en función del tipo de
material empleado para el desarrollo del cultivo. A veces dichos sacos se cuelgan
verticalmente, disponiéndose las plantas en agujeros laterales realizados en los mismos,
pero lo normal es que se coloquen horizontalmente sobre el suelo, especialmente en
cultivos hortícolas de porte alto. Dado que cada una de estas unidades se utiliza para unas
pocas plantas, resulta más sencillo controlar los ataques de enfermedades de raíz, y
asimismo es más fácil manejar y reponer el sustrato. Otra ventaja es que el contenedor, al
ser de material plástico, resulta barato y ligero, ofreciendo al mismo tiempo unas buenas
condiciones de opacidad. Por contra, la principal desventaja es que se requiere una mayor
uniformidad de riego al estar la raíz confinada en una unidad de cultivo de pequeño
volumen.
Los sustratos empleados en los cultivos en sacos los podemos dividir en tres grupos
según sean orgánicos, minerales o sintéticos. Dentro de los primeros tenemos materiales
tales como la turba, la fibra de coco, las cortezas de árboles, el serrín, etc, mientras que
dentro de los segundos hay que distinguir entre los de origen natural, como la arena o las
rocas volcánicas, y los de transformación industrial, como la lana de roca, la perlita, etc.
Finalmente en el tercer grupo existe algún ejemplo como el foam. En Almería los más
empleados actualmente son la perlita y la lana de roca, mientras que los orgánicos,
encabezados por la fibra de coco, se encuentran muy por detrás de los primeros. En
Murcia es la arena el que predomina, aunque se emplea en forma de largos sacos
denominados comúnmente “salchichas”. Tienen unos 25 m de longitud, 0,4 m de anchura
y 0,25 m de altura y se colocan sobre el suelo, por lo que se trata de un sistema
intermedio entre las bancadas y el cultivo en sacos. La granulometría que se suele
emplear es la misma que en los sistemas en bancadas.
Previo a la plantación, el sustrato contenido en los sacos de cultivo debe ser hidratado
adecuadamente con el fin de partir con un medio húmedo que no ofrezca problemas al
desarrollo inicial del cultivo, ya que posteriormente no podrá ser saturado. Esto resulta
especialmente importante en ciertos sustratos, como la lana de roca, en la que una mala
humectación inicial impide que el medio pueda alcanzar su máxima capacidad de
retención de agua debido a su escasa capilaridad, lo que puede originar problemas de
estrés hídrico durante el cultivo y un inadecuado desarrollo radicular. La saturación del
sustrato debe llevarse a cabo antes de abrir en los sacos los orificios de salida del
lixiviado. Previamente se habrán realizado en la parte superior los agujeros en los que se
situarán las plantas, los cuales también sirven para anclar los emisores de riego. Una vez
colocados éstos, se puede empezar a humectar el medio.
El riego se mantiene hasta llenar completamente los sacos con solución nutritiva y
posteriormente se deja el sustrato en saturación durante un par de días para que alcance
un buen nivel de humedad. Transcurrido ese tiempo se está en disposición de abrir el
agujero de salida del lixiviado. Puede ser conveniente no realizarlo inicialmente en la parte
más baja, con el fin de dejar una reserva de agua en el fondo que favorezca el
enraizamiento del cultivo. No obstante, una vez conseguido dicho enraizamiento es
aconsejable eliminar la reserva haciendo otro agujero más bajo para evitar problemas de
encharcamiento. A veces, cuando el tipo de sustrato lo permite, se puede llevar a cabo la
plantación antes incluso de realizar el orificio, con el propósito de ganar tiempo, si las
plantas del semillero se encuentran en un estado adecuado para el trasplante.
Aunque, como se comentó anteriormente, una de las ventajas que presentan los sacos
de cultivo es su facilidad de renovación, el agricultor suele conservarlos durante varios
años con el fin de reducir costes. En este caso resulta conveniente mantener el nivel de
humedad del sustrato durante la época en la que no hay cultivo, para evitar una excesiva
acumulación de sales y no tener que volverlo a saturar antes de la siguiente plantación.
Para ello es suficiente dar un par de riegos a la semana de unos 1,5 litros por saco de
cultivo durante la época de verano. Por otro lado, previo a la plantación se debe realizar
una desinfección del sustrato con el fin de evitar, o al menos reducir, los problemas de
patógenos radiculares durante el siguiente cultivo. Para ello se está utilizando, en muchos
casos, metam sodio a una dosis de 100 litros por hectárea, repartida en tres riegos de
unos 20-25 minutos que se dan en el mismo día. El tratamiento se debe realizar 25 días
antes de la plantación y tras él se debe dar un riego diario (de unos 1,5 litros por saco)
con el fin de evitar posibles fitotoxicidades. 
3.3.3. Otros sistemas de cultivo
Aunque resultan mucho menos frecuentes que los sacos de cultivo de polietileno,
existen otros tipos de contenedores diseñados para albergar diferentes clases de
sustratos. Uno de ellos es un contenedor troncopiramidal de poliestireno con un volumen
de 25 a 27 litros según modelos y una altura de 30 cm que está teniendo una cierta
aplicación en los cultivos sin suelo en Almería. Inicialmente fue diseñado para albergar dos
granulometrías de perlita estratificadas: una más fina (Æ < 1,5 mm) en la parte superior y
otra más gruesa (Æ 1,5-5 mm) en la inferior. Se trataba con ello de conseguir un perfil de
humedad lo más homogéneo posible, que fuera bien colonizado por las raíces del cultivo,
y sin problemas en cuanto a exceso de retención de agua. Junto a estas características, el
contenedor de poliestireno ofrece una mayor inercia térmica que el saco de polietileno, lo
que permite evitar cambios bruscos en la temperatura del sustrato. En la actualidad este
tipo de contenedor está siendo empleado conjuntamente con la fibra de coco como
sustrato debido a sus buenos resultados.
Otros tipos de contenedores que han sido utilizados en los cultivos sin suelo son las
macetas de polietileno u otro material plástico rellenas de turba, fibra de coco, etc, pero
han resultado más interesantes en cultivos de planta ornamental.
Finalmente un sistema que alcanzó bastante interés en Almería en los años 80 y que
fue desarrollado por la empresa Quash, S.A., es el denominado SHQ (Sistema Hidropónico
Quash). En éste las unidades de cultivo servían para el desarrollo de 2 a 4 plantas y
estaban formadas por una bandeja de plástico de 8 cm de altura y 16 litros de capacidad,
que actuaba como una reserva de solución nutritiva. En el interior se disponían dos
ladrillos cerámicos de 10 cm de altura y, sobre ellos y en contacto con la solución, un velo
higroscópico humedecido por ésta. Finalmente en la parte superior se colocaba un trozo
de lana de roca de 15 x 50 x 3 cm que servía para las primeras etapas de desarrollo de las
raíces del cultivo y para el sostén del taco de lana de roca procedente del semillero. El
conjunto se tapaba con un trozo de polietileno para evitar la incidencia de luz sobre las
raíces, las cuales colonizaban tanto la lana de roca como el velo húmedo. Se trataba de un
sistema abierto ya que el exceso de solución nutritiva se desbordaba de la bandeja hacia
el suelo en forma de lixiviado. En su momento de mayor auge se llegaron a cultivar más
de cien hectáreas con este sistema pero, tras el cierre de la empresa que lo desarrolló, se
dejó de utilizar.
3.3.4. Sistemas cerrados con reutilización del lixiviado
El cultivo convencional en sustratos, ya sea en bancadas, en sacos u otro tipo de
contenedor, fue concebido originalmente para un manejo a solución perdida, al contrario
que otros sistemas como los hidropónicos o los de subirrigación, que se diseñaron como
sistemas cerrados por sus características intrínsecas. Sin embargo, debido a la
preocupación cada vez mayor de la Sociedad por el deterioro del medioambiente y, como
consecuencia de ello, a la presión que se está ejerciendo sobre las distintas actividades
humanas contaminantes, entre ellas la agrícola, dichos sistemas abiertos están siendo
adaptados a las nuevas exigencias, permitiendo así la recogida y acumulación de los
lixiviados para emplearlos posteriormente en la formulación de nueva solución nutritiva. A
los sistemas cerrados así obtenidos se les suele llamar sistemas con reutilización del
lixiviado.
Los sistemas a solución perdida conllevan la eliminación al medio de importantes
volúmenes de lixiviados con un elevado poder contaminante, especialmente debido a la
presencia de nitratos. Dado que esto es evitado en gran medida mediante los sistemas de
cultivo sin suelo cerrados, su empleo permite obtener un ahorro notable de agua y aún
mayor de fertilizantes, lo que se une a una reducción casi total de la contaminación
ambiental. De hecho diversos resultados experimentales indican que mediante estos
sistemas es posible conseguir una disminución del gasto de agua de un 20 a un 30 % (7,
11, 14) y un ahorro de fertilizantes entre el 25 y el 45 % (6, 7, 9, 11, 12, 13).
Para poder reutilizar el lixiviado en un cultivo convencional en sustrato, es necesario
realizar una inversión adicional con el fin de incorporar canalones y tuberías de recogida
del drenaje, depósitos de acumulación y un sistema de mezcla del lixiviado con el agua
exterior. Todo ello puede ser compensado con el ahorro de agua y fertilizantes obtenido,
pero la necesidad adicional de incorporar un equipo de desinfección del drenaje para
evitar la expansión de algún posible patógeno radicular desde un foco inicial a todo el
cultivo a través de la solución nutritiva, encarece aún más dicha inversión e impide
rentabilizar el sistema (7). Por tanto el interés de esta técnica de reúso no es económico
sino ambiental.
En la figura 5 se muestra el esquema de una instalación para reutilizar el lixiviado en
un cultivo convencional en sustrato. La unidad de cultivo es la misma que la de un sistema
a solución perdida y la diferencia se encuentra en los elementos auxiliares extra de
recogida, desinfección, almacenamiento y mezcla del drenaje que, como se ha comentado
anteriormente, es necesario incorporar en el sistema cerrado.

Figura 5. Esquema de un sistema de cultivo sin suelo con reutilización del lixiviado.
A la salida del equipo de desinfección, el drenaje es conducido a un depósito de
acumulación final, donde se almacena hasta el momento de volver a ser empleado en
mezcla con agua de aporte exterior. Dado que la composición del drenaje varía a lo largo
del día, debido a la diferente evolución de la absorción de agua con respecto a la de
nutrientes llevada a cabo por la planta en ese periodo, resulta conveniente que el tanque
presente al menos un volumen suficiente como para almacenar el drenaje de un día, con
el fin de conseguir una composición media y amortiguar esas oscilaciones.
En lo que se refiere a la mezcla del drenaje para llevar a cabo su posterior reúso, ésta
puede realizarse directamente con agua exterior y añadir a continuación los fertilizantes
suplementarios, tal y como aparece en la figura 5, o bien preparando previamente
solución nutritiva, a base del agua y los fertilizantes, para mezclarla después con el
drenaje. En cualquier caso un sistema factible de llevar a cabo la mezcla es mediante una
válvula motorizada que permita regular el caudal de paso de drenaje para que, en
combinación con el agua exterior o la solución nutritiva, se alcance un determinado valor
de conductividad eléctrica, el cual se habrá establecido previamente en función del
porcentaje de lixiviado que se pretende reutilizar. Otra forma de realizar la mezcla puede
ser con un tanque al que se va vertiendo el drenaje y en el que se mantiene el nivel de
líquido mediante una boya que, al descender, incorpora agua o solución previamente
preparada. Este tanque puede ser el mismo que el empleado para la acumulación final del
drenaje.
La bomba de impulsión, el sistema de inyección de fertilizantes, la red de distribución,
los goteros y las unidades de cultivo no difieren de los empleados en un sistema abierto.
Sin embargo una importante línea de investigación en la que se está trabajando con
ahínco en la actualidad, trata de desarrollar sondas selectivas de medida en continuo de
las concentraciones de los iones que integran la solución nutritiva, con el fin de poder
integrarlas en los equipos de preparación de dicha solución. De este modo, al
automatismo de control se le introducirían como consignas las concentraciones deseadas
de cada uno de los elementos, y éste daría las correspondientes órdenes de inyección de
los distintos abonos a su disposición para alcanzar tales concentraciones. Con ello se
podría ajustar la solución con gran exactitud y no se produciría desviación de la misma por
desajuste en el aporte de fertilizantes con respecto a la absorción llevada a cabo por el
cultivo, que es uno de los riesgos que se corren con el empleo de los sistemas cerrados.
Asimismo, este desarrollo debe ir acompañado de una evolución en los fertilizantes, ya
que se debería tender hacia soluciones líquidas de calidad ya preparadas, cada una de las
cuales incorporaría un único elemento con el fin de conseguir así el ajuste deseado más
fácilmente. Todo esto es objeto de investigación en algunos países como Holanda, pero
aún tendrá que transcurrir cierto tiempo hasta llegar a ser una realidad disponible a nivel
comercial.
Para poder recoger el lixiviado producido tras el riego, es necesario que las unidades
de cultivo se dispongan sobre canales colectores adecuados para tal fin, aunque existen
casos en los que se pueden evitar ya que el mismo canalón de cultivo permite dicha
recogida, como ocurre en los cultivos en bancadas. No obstante, en el caso más frecuente
de cultivo en sacos resultará imprescindible. Para ello son ideales las bandejas metálicas,
ya que permiten conseguir una pendiente uniforme y son más resistentes, pero tienen el
inconveniente de que son excesivamente caras, por lo que resultan inviables desde un
punto de vista comercial y hay que acudir a otros tipos de materiales más asequibles
como el polipropileno, el poliestireno, etc.
Una vez recogido el drenaje, es necesario llevarlo hacia un depósito intermedio de
acumulación con el fin de almacenar una cantidad suficiente que pueda ser desinfectada.
Por tanto su volumen no tiene que ser necesariamente grande, pero convendrá
aumentarlo con el fin de poder instalar un equipo de desinfección de menor capacidad de
tratamiento y a su vez más barato. Hay que tener en cuenta que siempre resultará más
rentable invertir en volumen de almacenamiento para reducir el tamaño del equipo de
desinfección que viceversa
En lo que se refiere a la desinfección del drenaje, según diversos autores holandeses,
resulta necesaria para controlar posibles ataques al cultivo de patógenos radiculares. Sin
embargo, en los ensayos sobre reutilización realizados en nuestra zona en los que no se
ha desinfectado el drenaje, no ha aparecido ningún problema de este tipo. Evidentemente
esto no constituye prueba alguna que rebata las ideas holandesas, puesto que los
problemas pueden aparecer en cualquier momento y, hasta que no estén disponibles los
resultados de ensayos más específicos al respecto, habrá que considerar que la
desinfección es necesaria.
Existen diferentes sistemas de desinfección que podemos clasificar en dos grupos en
función de su espectro de acción, que son los de desinfección total y los de desinfección
parcial. Lógicamente los primeros, aunque resultan más costosos, permiten eliminar de
manera efectiva todos los patógenos existentes en la solución, incluidos los virus, mientras
que los segundos no, de forma que sólo eliminan algunos microorganismos, en general los
hongos. Dependiendo de cuáles sean los patógenos que pueden afectar al cultivo que se
haya establecido, así habrá que instalar uno u otro tipo de sistema.
Una vez desinfectado, el lixiviado es conducido otra vez al depósito de acumulación
final, desde donde se aprovechará en un nuevo ciclo de riego y recogida.

DESCRIPCIÓN GENERAL DE ALGUNOS SUSTRATOS USADOS EN HIDROPONIA

SUSTRATOS NATURALES.

Se denomina sustrato a un medio sólido inerte que cumple 2 funciones esenciales:


 Anclar y aferrar las raíces protegiéndolas de la luz y permitiéndoles respirar.
 Contener el agua y los nutrientes que las plantas necesitan.
Los gránulos componentes del sustrato deben permitir la circulación del aire y de la
solución nutritiva. Se consideran buenos aquellos que permiten la presencia entre 15% y
35% de aire y entre 20% y 60% de agua en relación con el volumen total.
Muchas veces es útil mezclar sustratos buscando que unos aporten lo que les falta a otros,
teniendo en cuenta los aspectos siguientes:
 Retención de humedad.
 Alto porcentaje de aireación.
 Físicamente estable.
 Químicamente inerte.
 Biológicamente inerte.
 Excelente drenaje.
 Poseer capilaridad.
 Liviano.
 De bajo costo.
 Alta disponibilidad.

            A) AGUA.
Es común su empleo como portador de nutrientes, aunque también se puede emplear
como sustrato.
B) GRAVAS.
Suelen utilizarse las que poseen un diámetro entre 5 y 15 mm. Destacan las gravas de
cuarzo, la piedra pómez y las que contienen menos de un 10% en carbonato cálcico. Su
densidad aparente es de 1.500-1.800 kg/m 3. Poseen una buena estabilidad estructural, su
capacidad de retención del agua es baja si bien su porosidad es elevada (más del 40% del
volumen). Su uso como sustrato puede durar varios años. Algunos tipos de gravas, como
las de piedra pómez o de arena de río, deben lavarse antes de utilizarse. Existen algunas
gravas sintéticas, como la herculita, obtenida por tratamiento térmico de pizarras.
            C) ARENAS.
Las que proporcionan los mejores resultados son las arenas de río. Su granulometría más
adecuada oscila entre 0,5 y 2 mm de diámetro. Su densidad aparente es similar a la
grava. Su capacidad de retención del agua es media (20 %  del peso y más del 35 % del
volumen); su capacidad de aireación disminuye con el tiempo a causa de la compactación;
su capacidad de intercambio catiónico es nula. Es relativamente frecuente que su
contenido en caliza alcance el 8-10 %. Algunos tipos de arena deben lavarse previamente.
Su pH varía entre 4 y 8. Su durabilidad es elevada. Es bastante frecuente su mezcla con
turba, como sustrato de enraizamiento y de cultivo en contenedores.
            D) TIERRA VOLCÁNICA.
Son materiales de origen volcánico que se utilizan sin someterlos a ningún tipo de
tratamiento, proceso o manipulación. Están compuestos de sílice, alúmina y óxidos de
hierro (tezontle). También contiene calcio, magnesio, fósforo y algunos oligoelementos.
Las granulometrías son muy variables al igual que sus propiedades físicas. El pH de las
tierras volcánicas es ligeramente ácido con tendencias a la neutralidad. La C.I.C. es tan
baja que debe considerarse como nulo. Destaca su buena aireación, la inercia química y la
estabilidad de su estructura. Tiene una baja capacidad de retención de agua, el material
es poco homogéneo y de difícil manejo.
            E) TURBAS.
Las turbas son materiales de origen vegetal, de propiedades físicas y químicas variables en
función de su origen. Se pueden clasificar en dos grupos: turbas rubias y negras. Las
turbas rubias tienen un mayor contenido en materia orgánica y están menos
descompuestas, las turbas negras están más mineralizadas teniendo un menor contenido
en materia orgánica.

Es más frecuente el uso de turbas rubias en cultivo sin suelo, debido a que las negras
tienen una aireación deficiente y unos contenidos elevados en sales solubles. Las turbias
rubias tiene un buen nivel de retención de agua y de aireación, pero muy variable en
cuanto a su composición ya que depende de su origen. La inestabilidad de su estructura y
su alta capacidad de intercambio catiónico interfiere en la nutrición vegetal, presentan un
pH que oscila entre 3,5 y 8,5. Se emplea en la producción ornamental y de plántulas
hortícolas en semilleros.
  
  
Propiedades de las turbas (Fernández et al. 1998)

Propiedades Turbas rubias Turbas negras

Densidad aparente
0,06 - 0,1 0,3 - 0,5
(gr/cm3)

Densidad real (gr/cm3) 1,35 1,65 - 1,85

Espacio poroso (%) 94 o más 80 - 84

Capacidad de absorción de
1.049 287
agua (gr/100 gr m.s.)

Aire (% volumen) 29 7,6

Agua fácilmente disponible


33,5 24
(% volumen)

Agua de reserva (%
6,5 4,7
volumen)

Agua difícilmente
25,3 47,7
disponible (% volumen)

C.I.C. (meq/100 gr) 110 - 130 250 o más

           
F) CORTEZA DE PINO.
Se pueden emplear cortezas de diversas especies vegetales, aunque la más empleada es
la de pino, que procede básicamente de la industria maderera. Al ser un material de
origen natural posee una gran variabilidad. las cortezas se emplean en estado fresco
(material crudo) o compostadas. Las cortezas crudas pueden provocar problemas de
deficiencia de nitrógeno y de fitotoxicidad. Las propiedades físicas dependen del tamaño
de sus partículas, y se recomienda que el 20-40% de dichas partículas sean con un
tamaño inferior a los 0,8 mm. es un sustrato ligero, con una densidad aparente de 0,1 a
0,45 g/cm3. La porosidad total es superior al 80-85%, la capacidad de retención de agua
es de baja a media, siendo su capacidad de aireación muy elevada. El pH varía de
medianamente ácido a neutro. La CIC es de 55 meq/100 g.

            G) FIBRA DE COCO.


Este producto se obtiene de fibras de coco. Tiene una capacidad de retención de agua de
hasta 3 o 4 veces su peso, un pH ligeramente ácido (6,3-6,5) y una densidad aparente de
200 kg/m3. Su porosidad es bastante buena y debe ser lavada antes de su uso debido al
alto contenido de sales que posee.

        SUSTRATOS ARTIFICIALES.

            A) LANA DE ROCA.


Es un material obtenido a partir de la fundición industrial a más de 1600 ºC de una mezcla
de rocas basálticas, calcáreas y carbón de coke. Finalmente al producto obtenido se le da
una estructura fibrosa, se prensa, endurece y se corta en la forma deseada. En su
composición química entran componentes como el sílice y óxidos de aluminio, calcio,
magnesio, hierro, etc.
Es considerado como un sustrato inerte, con una C.I.C. casi nula y un pH ligeramente
alcalino, fácil de controlar. Tiene una estructura homogénea, un buen equilibrio entre
agua y aire, pero presenta una degradación de su estructura, lo que condiciona que su
empleo no sobrepase los 3 años.
Es un material con una gran porosidad y que retiene mucha agua, pero muy débilmente,
lo que condiciona una disposición muy horizontal de las tablas para que el agua se
distribuya uniformemente por todo el sustrato.
   
   
Propiedades de la lana de roca (Fernández et
al. 1998)

Densidad aparente
0,09
(gr/cm3)

Espacio poroso (%) 96,7

Material sólido (%
3,3
volumen)

Aire (% volumen) 14,9

Agua fácilmente disponible 77,8


+ agua de reserva (%
volumen)

Agua difícilmente
4
disponible (% volumen)

           
B) PERLITA O ARGOLITA.
Material obtenido como consecuencia de un tratamiento térmico a unos 1.000-1.200 ºC de
una roca silícea volcánica del grupo de las riolitas. Se presenta en partículas blancas cuyas
dimensiones varían entre 1,5 y 6 mm, con una densidad baja, en general inferior a los 100
kg/m3. Posee una capacidad de retención de agua de hasta cinco veces su peso y una
elevada porosidad; su C.I.C. es prácticamente nula (1,5-2,5 meq/100 g); su durabilidad
está limitada al tipo de cultivo, pudiendo llegar a los 5-6 años. Su pH está cercano a la
neutralidad (7-7,5) y se utiliza a veces, mezclada con otros sustratos como turba, arena,
etc.
   

   
Propiedades de la perlita (Fernández et al. 1998) 

Tamaño de las partículas (mm de


diámetro)
Propiedades físicas 3-5
0-15 0-5
(Tipo A-
(Tipo B-6) (Tipo B-12)
13)

Densidad aparente
50-60 105-125 100-120
(Kg/m3)

Espacio poroso (%) 97,8 94 94,7

Material sólido (%
2,2 6 5,3
volumen)

Aire (% volumen) 24,4 37,2 65,7

Agua fácilmente disponible


37,6 24,6 6,9
(% volumen)

Agua de reserva (%
8,5 6,7 2,7
volumen)

Agua difícilmente
27,3 25,5 19,4
disponible (% volumen)
            C) VERMICULITA.
Se obtiene por la exfoliación de un tipo de micas sometido a temperaturas superiores a los
800 ºC. Su densidad aparente es de 90 a 140 kg/m3, presentándose en escamas de 5-10
mm. Puede retener 350 litros de agua por metro cúbico y posee buena capacidad de
aireación, aunque con el tiempo tiende a compactarse. Posee una elevada C.I.C. (80-120
meq/l). Puede contener hasta un 8% de potasio asimilable y hasta un 12% de magnesio
asimilable. Su pH es próximo a la neutralidad (7-7,2). 

            D) ARCILLA EXPANDIDA.


Se obtiene tras el tratamiento de de nódulos arcillosos a más de 100 ºC, formándose
como unas bolas de corteza dura y un diámetro, comprendido entre 2 y 10 mm. La
densidad aparente es de 400 kg/m3 y posee una baja capacidad de retención de agua y
una buena capacidad de aireación. Su C.I.C. es prácticamente nula (2-5 meq/l). Su pH
está comprendido entre 5 y 7. Con relativa frecuencia se mezcla con turba, para la
elaboración de sustratos.
Características deseables en las arcillas expandidas

Densidad aparente 300-600 g/1

Absorción de agua 80-150 g/1

Ascenso capilar 8-12 cm

pH (1:10) 5-7

Conductividad eléctrica (1:10) 0.4 µS cm-1

Tipo de superficie porosa

Contenido de sales solubles 0.55 g/100 g de arcilla

Ca 86 mg/100 g de arcilla

Na 11 mg/100 g de arcilla

Mg 15 mg/100 g de arcilla

Cl 10 mg/100 g de arcilla

F 1.2 mg/100 g de arcilla

        E) POLIESTIRENO EXPANDIDO.


Es un plástico troceado en flóculos de 4-12 mm, de color blanco. Su densidad es muy
baja, inferior a 50 Kg/m3. Posee poca capacidad de retención de agua y una buena
posibilidad de aireación. Su pH es ligeramente superior a 6. Suele utilizarse mezclado con
otros sustratos como la turba, para mejorar la capacidad de aireación.

    6. BIBLIOGRAFÍA.
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Instituto de Estudios Almerienses. Fundación para la Investigación Agraria en la Provincia
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producción de frutas y hortalizas en los cultivos protegidos del Sureste español. Ed.
Instituto de la Caja Rural de Almería. Almería.
FERNÁNDEZ, M.M.; AGUILAR, M.I.; CARRIQUE J.R.; TORTOSA, J.; GARCÍA, C.; LÓPEZ,
M.; PÉREZ, J.M. 1998. Suelo y medio ambiente en invernaderos. Consejería de Agricultura
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LLURBA, M. 1997. Parámetros a tener en cuenta en los sustratos. Revista Horticultura Nº
125 - Diciembre 1997.
MAROTO, J.V. 1990. Elementos de Horticultura General. Ed. Mundi-Prensa. Madrid.
MARTÍNEZ, E; GARCÍA, M. Cultivos sin suelo: hortalizas en clima mediterráneo. Ed
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cultivo. Revista Horticultura Nº 125 - Diciembre 1997.
URRESTARAZU, M. 1997. Manual De Cultivo Sin Suelo. Ed. Servicio de Publicaciones
Universidad de Almería. Almería
4. CONCEPTOS BÁSICOS PARA EL MANEJO DE LA FERTIRRIGACIÓN EN LOS
SISTEMAS CONVENCIONALES CON SUSTRATO
4.1. SISTEMAS A SOLUCIÓN PERDIDA
Ya se ha comentado con anterioridad que estos sistemas fueron desarrollados
originalmente a solución perdida, por lo que, con el fin de evitar un derroche de agua y
nutrientes, habrá que aportarlos de la forma más ajustada posible a los requerimientos del
cultivo. Esto significa tener que ofrecer riegos puntuales en función de esta demanda, la
cual resulta variable a largo del día, entre días y a lo largo del periodo de desarrollo del
cultivo. Tal filosofía difiere del manejo del riego llevado a cabo en otros sistemas de cultivo
sin suelo, como por ejemplo los hidropónicos, en los que el aporte de solución nutritiva ha
de ser continuo o intermitente de alta frecuencia al no existir una reserva de agua a nivel
de la rizosfera como ocurre en los sistemas convencionales con sustrato.
No obstante, por muy bien que tratemos de manejar el sistema y por buenas que
resulten las condiciones de cultivo (alta uniformidad de la instalación de riego, agua de
buena calidad, etc), será inevitable tener que aportar un volumen de solución superior al
absorbido por el cultivo, originándose de este modo un drenaje mínimo del 15-20 % que
el agricultor no suele bajar del 20-25 % para mayor seguridad. Esto es así porque siempre
van a aparecer ciertas diferencias en el caudal de los emisores de la instalación de riego y
porque dentro del cultivo no todas las plantas van a presentar los mismos requerimientos
hídricos. Además, resulta materialmente imposible ajustarse en cada momento a las
necesidades de agua y nutrientes del cultivo, por lo que será necesario dicho drenaje para
evitar desequilibrios de la solución existente en la rizosfera y la desecación progresiva del
sustrato.
Cuanto menos óptimas sean las condiciones de cultivo, mayor deberá ser el drenaje
desechado. Un ejemplo típico lo constituye el empleo de aguas salinas de baja calidad
agronómica que, en algunos casos, obliga a realizar descartes de más del 50 % del agua
aportada. Este porcentaje de drenaje se puede calcular en función de la acumulación
máxima de los iones más perjudiciales, generalmente cloro o sodio, que el cultivo puede
soportar con una merma asumible de producción, mediante la siguiente expresión:

 ; [1]
donde:
D es el drenaje mínimo necesario que pretendemos calcular en tanto por uno.
Cg es la concentración existente en el agua de riego del ión perjudicial considerado en
el cálculo.
Cm es la concentración máxima que se permite de ese ión en el sustrato.
Ca es el coeficiente de absorción de ese ión (cantidad consumida del mismo por unidad
de volumen de agua a su vez absorbida por la planta).
Lógicamente, si pretendemos que todas las plantas del cultivo estén sometidas como
mucho a la concentración máxima C m, será necesario incrementar este porcentaje
calculado debido a la incidencia de otros factores como la uniformidad de la instalación de
riego. En este caso habrá que dividir D por el coeficiente de uniformidad (CU) de dicha
instalación para obtener el porcentaje de drenaje final. En lo que se refiere a la incidencia
de otro factor de de uniformidad como es la aparición de diferencias en las necesidades
hídricas de distintas plantas dentro del cultivo, esto se solventa en cierta forma a nivel
práctico colocando un emisor más en aquellas unidades de cultivo que están en los bordes
de la parcela ya que reciben más radiación.
El control del drenaje se realiza mediante unas bandejas que se colocan a tal fin en un
lugar representativo de la explotación. Sobre cada una de ellas se suelen disponer dos
unidades de sustrato con sus correspondientes plantas, y se establece una ligera
pendiente hacia uno de los extremos para recoger el lixiviado y contabilizarlo, bien
manualmente o bien de forma automática por pulsos.
No sólo hay que intentar que el drenaje medio al final del día se ajuste al previamente
calculado, sino que además en cada uno de los riegos efectuados el drenaje obtenido se
debe aproximar lo máximo posible al deseado, objetivo que no es nada fácil de conseguir.
Por otro lado hay que tener en cuenta que la medida diaria del porcentaje de lixiviado
no es más que una forma mecánica y sencilla de controlar la acumulación de sales en la
rizosfera, de manera que conviene acompañarla de medidas más directas de las
condiciones de desarrollo del cultivo, como la conductividad eléctrica y el pH tanto del
drenaje como de la solución de aporte, con el fin de detectar posibles alteraciones
importantes que se puedan producir. Asimismo conviene realizar análisis periódicos de
ambas soluciones e incluso del agua de riego, si se sospecha que puede haber variado su
composición, con el fin de corregir a tiempo ciertas alteraciones no detectadas.
Actualmente en los cultivos a solución perdida de Almería se vienen realizando una media
de unos tres controles analíticos por campaña, dado el alto grado de experiencia que se
ha alcanzado con este tipo de sistemas en la zona.
Un aspecto muy importante a tener en cuenta en el manejo del riego es la decisión del
momento óptimo para llevarlo a cabo. Lógicamente, con el fin de facilitar dicho manejo,
nos interesa dar riegos lo más largos posibles para establecer así una baja frecuencia. Sin
embargo esto tiene un límite, y el momento más adecuado será aquél en que necesitamos
reponer en el sustrato el agua consumida por la planta desde el riego anterior cuando las
condiciones empiezan a no ser favorables para la raíz. Ahora bien, ¿cuándo aparecen esas
condiciones?. En un principio podría pensarse que sería en el momento en el que se
agotase el agua fácilmente disponible existente en el sustrato con el fin de evitar que la
planta tenga que hacer uso del agua de reserva, la cual está retenida a una mayor presión
matricial. Sin embargo esto no es así, pues además de las fuerzas de retención mátricas,
la planta debe vencer la presión osmótica de la solución y ésta irá aumentando conforme
el consumo del agua existente en el sustrato incremente la concentración salina, por lo
que el riego deberá darse antes que la conductividad eléctrica de la solución llegue a ser
excesiva. Pero a niveles prácticos existe otro factor más sensible para definir el momento
del riego que es la composición de la solución nutritiva, ya que en el entorno de la raíz
existe una solución con un equilibrio diferente a la que presenta la solución de aporte y, al
regar, los equilibrios resultantes serán la media ponderada entre ambos. Dado que lo que
se pretende es alterar lo menos posible el status establecido, nos interesa que el
porcentaje de solución entrante sea pequeño. De este modo se acepta que la reposición
se lleve a cabo cuando se haya consumido el 5 % o como mucho el 10 % del agua
retenida por el sustrato (4).
Según lo dicho anteriormente, el volumen de agua a aportar en cada riego quedará
definido por ese porcentaje de un 5 a un 10 % que se ha aceptado como admisible, y
habrá que calcularlo en cada caso concreto en función del volumen de sustrato y de su
contenido en agua. A continuación, dado que, generalmente, los agricultores establecen la
duración de los riegos por tiempo en vez de por volumen, que sería lo ideal, hay que
transformar el volumen en tiempo de riego conociendo el caudal arrojado por los
emisores. Ese tiempo así calculado se suele mantener invariable a lo largo del cultivo,
aunque puede haber situaciones que obliguen a su alteración, como por ejemplo una
desecación excesiva del sustrato debido a un manejo inadecuado, que induzca a acortar
los riegos con el fin de conseguir su rehidratación, o todo lo contrario, un encharcamiento
excesivo que aconseje alargar los riegos con el fin de distanciarlos y evitar problemas de
oxigenación.
Otro aspecto fundamental en el manejo de los cultivos sin suelo es el establecimiento
de la solución nutritiva de aporte ya que, a excepción del carbono y el oxígeno, que la
planta toma del aire, y del hidrógeno, que incorpora del agua, el resto de los nutrientes
minerales los obtiene disueltos en el agua que absorbe por la raíz. Los mecanismos de
absorción son diversos dependiendo del tipo de elemento del que se trate y el proceso
tiene lugar a unas determinadas concentraciones, que resultan diferentes para cada
nutriente y varían en función de la especie, variedad, fase vegetativa, condiciones
ambientales, etc. De este modo, a través de la fertirrigación vamos a intentar que los
iones se encuentren de forma disponible y en cantidad suficiente en el entorno de la raíz,
ya que de lo contrario se producirá la deficiencia de algún elemento y la alteración de los
coeficientes de absorción. En definitiva se trata de mantener el equilibrio y la
concentración de iones en la solución nutritiva del entorno radicular que permita la
absorción por la raíz de cada ion a su coeficiente particular.
Dado que los equilibrios de consumo de la planta no son exactamente iguales a los de
la solución de entorno, tampoco tienen que serlo los de la solución de aporte con la que
se pretende reponer los consumos de agua y nutrientes efectuados por la planta. Tan sólo
en el caso hipotético de que no se produjese lixiviado alguno, la solución entrante debería
coincidir plenamente con las concentraciones de absorción del cultivo, pero ya hemos visto
que en la práctica esto no va a suceder nunca. No obstante, aún así tampoco coincidirá
con la solución de entorno.
Para diseñar la solución nutritiva de aporte, habrá que tener en cuenta tanto la
solución de entorno que pretendemos mantener, como los coeficientes de absorción del
cultivo y el porcentaje de drenaje a establecer. De este modo para cada ion particular
podemos calcular matemáticamente la concentración de entrada necesaria mediante la
siguiente expresión:

[2]
donde:
Ce es la concentración del ión para el que realizamos el cálculo en la solución de
aporte.
Ca es el coeficiente de absorción para ese ión.
Cr es la concentración requerida en el entorno radicular.
D es el porcentaje de drenaje.
La concentración de un ion en la rizosfera será mayor o menor que en la solución de
aporte dependiendo de la facilidad con que lo absorba la planta. De este modo, en el caso
de iones de fácil absorción como el amonio, el fósforo o el potasio, podemos aportarlos a
una concentración inferior a su coeficiente de absorción, lo que va a reducir su nivel en la
raíz sin que se afecte el cultivo y disminuir las pérdidas por lixiviación. En cambio, en el
caso de aquellos iones que la planta absorbe de forma pasiva y con dificultad como el
calcio, tendremos que aportarlos a una concentración superior a su coeficiente de
absorción, para que se acumulen en la rizosfera y se “fuerce” la entrada en la planta,
alcanzándose así su máximo potencial de absorción. En el cuadro 1 se muestran las
relaciones que suelen encontrarse entre las concentraciones de diferentes iones en la
solución de aporte y en la del entorno de la raíz en un sustrato inerte.
Cuadro 1. Relaciones más usuales entre las concentraciones iónicas de la solución de
aporte y la de la rizosfera en un sustrato inerte (5).
ION Concentración en la solución Concentración en la solución
de aporte de la rizosfera
NO3- 100 % 75-125 %
NH4+ 100 % 0-50 %
H2PO4- 100 % 50-75 %
K+ 100 % 50-75%
Ca++ 100 % 125-200 %
Mg++ 100 % 200-300 %
SO4= 100 % 150-200 %
pH 100 % + 0,5 Ud
CE 100 % + 1-2 Ud
Teniendo en cuenta la relación: C r=R·Ce, podemos modificar la ecuación 2 de la
siguiente forma:

[3]
Una vez diseñada la solución nutritiva de aporte y, por tanto, definidas las
concentraciones de los diferentes iones presentes en ella, tan sólo queda llevar a cabo su
formulación, deduciendo de tales concentraciones las que aporta el agua de riego y
añadiendo la diferencia mediante abonos minerales.
Sin embargo, a pesar de la importancia que se ha concedido en los párrafos anteriores
al adecuado diseño de la solución de aporte con el fin de cubrir las absorciones del cultivo
y fijar a nivel radicular una solución óptima que no constituya un factor limitante para el
proceso de absorción, la experiencia práctica demuestra que, al menos en nuestras
condiciones de cultivo, no resultan determinantes para el desarrollo de la plantación
ligeras variaciones en la composición química de dicha solución debido a la capacidad de
adaptación del cultivo. Además, como en los sistemas abiertos no se reutiliza el lixiviado
obtenido, no existe el riesgo de que se desequilibre la solución con el tiempo debido a un
aporte desajustado de fertilizantes, tal y como ocurre en los sistemas cerrados. Por tanto
es posible llevar a cabo un cultivo de este tipo con muy pocos controles analíticos, tal y
como se comentó con anterioridad. 
4.2. SISTEMAS CON REUTILIZACIÓN DEL LIXIVIADO
Ya se vio previamente que estos sistemas, a pesar de ser cerrados, derivan de los
sistemas convencionales abiertos con sustrato, por lo que en su manejo habrá que tener
en cuenta muchas de las consideraciones apuntadas con anterioridad. No obstante es
necesario realizar una serie de anotaciones adicionales.
El volumen de riego se fija del mismo modo que en un sistema abierto pero, dado que
el drenaje es recogido y reutilizado, se pueden establecer porcentajes de lixiviación más
elevados sin que ello suponga un despilfarro de agua y nutrientes. Esto permite evitar en
momentos puntuales posibles déficits hídricos que pueden llegar a producirse si se realiza
un aporte muy ajustado de solución nutritiva. Además, al regarse con mayor frecuencia, el
contenido mínimo de agua en el sustrato será mayor y la solución estará sometida a una
menor presión matricial, con lo que el gasto energético llevado a cabo por parte de la
planta en el proceso de absorción disminuirá. Finalmente, si se trabaja a un porcentaje de
lixiviación muy elevado, resultará factible mantener concentraciones de nutrientes en la
rizosfera más bajas de las habituales sin que el cultivo se resienta ya que la reposición
frecuente de la solución a nivel radicular impedirá un déficit local de nutrientes. No
obstante, esto tiene un límite ya que, debido a la necesidad de desinfectar la solución
nutritiva para evitar la propagación de patógenos radiculares a través de ella, no es
posible mantener porcentajes de drenaje muy altos. Éstos repercutirían en unos elevados
costes de desinfección que harían inviable la técnica desde un punto de vista económico.
Por ello dicho porcentaje se suele mantener en un nivel de un 30-40 % para agua de
buena calidad, compatible con un cierto grado de seguridad y un coste moderado en
desinfección.
Por otro lado, debido a las razones antes apuntadas, un alto porcentaje de lixiviación
va a estimular la absorción de agua por parte del cultivo, de manera que en algunos
ensayos experimentales que comparan sistemas de reúso con otros a solución perdida (1,
6, 18), se ha llegado a obtener una mayor absorción en el primer sistema que en el
segundo, a pesar de la acumulación en el sistema cerrado de las sales aportadas en
exceso a través del agua de riego o los fertilizantes. Esto puede contrarrestar en parte el
efecto negativo de dicha acumulación (6) y puede ser una buena táctica de manejo en
sistemas de reúso, especialmente en primavera, cuando las necesidades de agua del
cultivo se disparan.
Ya vimos al hablar de las instalaciones suplementarias que se requieren para reutilizar
el lixiviado, que la preparación de la solución nutritiva puede llevarse a cabo bien
mezclando en primer lugar el drenaje con agua exterior y completando a continuación
dicha solución mediante la adición de los fertilizantes, o bien obteniendo una solución
previa a base del agua exterior y los fertilizantes ajustada a las necesidades de absorción
del cultivo (solución de entrada), a la que se añade el drenaje. De la primera forma nos
aseguramos una determinada conductividad eléctrica y podemos conseguir la solución
nutritiva final óptima deseada conociendo la composición del drenaje mediante análisis.
Sin embargo tiene el problema de que, si se produce la acumulación de algún nutriente
por aporte excesivo del mismo y teniendo en cuenta que se ha fijado el límite de salinidad
de la solución, se reducirá el aporte mediante fertilizantes del resto de nutrientes,
disminuyendo la concentración de los mismos progresivamente y pudiéndose alcanzar
límites críticos para el desarrollo normal del cultivo. Esto se solventa de la segunda forma
ya que con ella mantenemos constante un aporte definido de cada nutriente. Por supuesto
presenta el inconveniente de que no nos permite asegurar una determinada
conductividad, ya que ésta aumentará o disminuirá en el caso de que los nutrientes se
aporten en mayor o menor cantidad respectivamente que las necesidades del cultivo.
La primera técnica de preparación de la solución nutritiva se utiliza ampliamente en
Holanda, ya que los agricultores de allí cuentan con aguas de muy buena calidad
agronómica (incluso algunos riegan con agua de lluvia), lo que permite que apenas se
acumulen las sales nocivas. Sin embargo en la costa mediterránea la situación resulta
bastante diferente ya que se dispone de aguas con una calidad notablemente peor, por lo
que, al reutilizarlas, se suele producir la acumulación de iones como el sodio, los cloruros,
los sulfatos, etc, los cuales suelen aparecer en cantidades superiores a las necesidades del
cultivo. En este caso puede resultar más conveniente la segunda técnica ya que el
aumento de la salinidad puede controlarse fácilmente mediante medidas de conductividad
y se pueden fijar criterios prácticos en base a ésta que nos indiquen cuándo resulta
necesario descartar la solución nutritiva. Esto resultará menos costoso que la realización
de análisis frecuentes para evitar desequilibrios nutricionales.
En los sistemas con reúso el objetivo es conseguir una solución a nivel radicular óptima
para el desarrollo del cultivo y, por tanto, semejante a la mantenida en un sistema a
solución perdida. Tan sólo en el caso hipotético de mantener un porcentaje de lixiviación
muy elevado podría pensarse en reducir la concentración de los iones fácilmente
asimilables por el cultivo, como los fosfatos, el potasio, etc, tal y como se comentó con
anterioridad. De este modo, si tratamos de conseguir una situación estacionaria en la que
no se produzca la acumulación o disminución excesiva de ningún ion con el fin de poder
reutilizar el drenaje el mayor tiempo posible sin tener que tirarlo, será necesario que la
concentración de cada nutriente en el agua exterior incorporada al sistema, obtenida
como suma de la concentración del mismo ya existente en el agua de riego y de la
cantidad aportada mediante fertilizantes, sea igual a su coeficiente de absorción; en el
caso de que resulte mayor que éste, tal nutriente irá acumulándose progresivamente en el
drenaje conforme sea reutilizado, y al contrario si es menor. De esto se deduce que
resulta fundamental conocer los coeficientes de absorción del cultivo para poder manejar
los sistemas cerrados, cosa que no es estrictamente necesaria en los sistemas abiertos. El
problema es que, como ya se comentó, dichos coeficientes son bastante variables y
dependen de muchos factores. Con el ánimo de que puedan servir como referencia, en el
cuadro 2 se han incluido los rangos en los que han oscilado los coeficientes de absorción
calculados en la Estación Experimental Las Palmerillas de Caja Rural de Almería para un
cultivo de tomate tipo larga vida, cv. Daniela, con un ciclo comprendido entre septiembre
y mayo.
 
Cuadro 2. Rangos de oscilación en mmol·L -1 de los coeficientes de
absorción obtenidos para un cultivo de tomate tipo larga vida cv.
Daniela de ciclo largo.
N H2PO4- SO4= K+ Ca++ Mg++
8-14 1,25-1,5 0,5-1,5 4-8 1,75-3 0,75-1,2
 
Los valores más altos en la absorción de nitrógeno se registran al inicio del cultivo,
cuando el crecimiento vegetativo es más acelerado, y se mantienen hasta que la planta
empieza a cargarse de fruto. Un momento crítico en la absorción de este elemento tiene
lugar poco antes del inicio de la recolección ya que su coeficiente cae a unos 10 mmol·L -1.
Posteriormente se recupera el ritmo de crecimiento, aunque no hasta los niveles previos, y
con ello ligeramente la absorción de nitrógeno, la cual vuelve a descender en primavera al
aumentar la tasa de transpiración del cultivo.
En lo que se refiere a los fosfatos, su absorción tiende a mantenerse mucho más
estable. En general se ha calculado un coeficiente entorno a 1,5 mmol·L -1, que descendió
a 1,25 en el periodo invernal debido a las dificultades que tiene la planta para absorber
este ión con bajas temperaturas. En primavera volvió a aumentar debido a la mayor
actividad de la planta y las mayores necesidades energéticas que se presentan con altas
temperaturas. No obstante los valores calculados resultan algo mayores que los obtenidos
por otros investigadores, quizás debido a que en todo momento el pH existente en el
drenaje ha sido superior a 7 y a veces próximo a 8, lo que ha podido provocar ciertas
precipitaciones de este ión.
Los sulfatos mostraron, en cambio, un amplio rango de oscilación a lo largo de la
campaña. Los valores más altos se registraron en los primeros meses de cultivo pero, tras
la entrada en producción, se inició un descenso paulatino de su absorción.
El potasio también sufre importantes oscilaciones. Su coeficiente inicial se estableció
en unos 6 mmol·L-1, aumentando posteriormente conforme se produjo el cuajado de los
frutos hasta llegar a un máximo de 8 al inicio de la recolección. Posteriormente tendió a
disminuir progresivamente, de forma que se alcanzó un mínimo de 4 mmol·L -1 en
primavera debido a la alta transpiración del cultivo en ese periodo.
El calcio tuvo su mayor absorción en los primeros meses de cultivo pero, tras la
recolección de los primeros frutos y coincidiendo con la bajada de la temperatura y el
aumento de la humedad relativa en invierno, lo cual dificulta su asimilación, se alcanzaron
coeficientes bastante bajos (tan sólo 1,75 mmol·L -1).Ya en primavera este índice volvió a
subir hasta un nivel aceptable de 2,5 mmol·L -1 gracias a la mayor temperatura y
transpiración en este periodo. Hay que tener en cuenta que el calcio se absorbe de forma
pasiva.
Finalmente el magnesio tuvo un comportamiento bastante estable y su coeficiente de
absorción se situó entorno a 0,9-1 mmol·L -1, valor que subió ligeramente al acumularse
este elemento en la solución y se redujo un poco cuando fue necesario renovar dicha
solución y de este modo descendió bruscamente su concentración.
Una vez conocidos los coeficientes de absorción que debemos aplicar en nuestro caso
concreto, resulta sencillo ajustar la solución nutritiva a utilizar en los sistemas con reúso.
Vamos a desarrollar como ejemplo el de un cultivo de tomate en su etapa de máximo
desarrollo vegetativo. Las cifras se expresan en mmol·L -1:
 
Nutrientes N H2PO4- SO4= K+ Ca++ Mg++ HCO3- CE
Agua de riego 0 0 0,21 0,08 0,64 1,19 3,26 0,4
Drenaje 11,8 0,7 5,94 6,39 7,73 3,29 5,3 3,1
Coef. Absorción 14 1,5 1,3 6 3 1    
Si estamos trabajando con un 30 % de lixiviación y al mismo porcentaje de reúso,
resultará aproximadamente la siguiente conductividad en la mezcla entre el agua de
aporte exterior y el drenaje:

CE mezcla: dS·m-1
Y la concentración de bicarbonatos de dicha mezcla será:

[HCO3-] : mmol·L-1
Como en la solución final hay que dejar 0,5 mmol·L -1 de bicarbonatos para ajustar el
pH a 5,5, la cantidad a neutralizar con ácido será: 3,87 - 0,5 = =3,37 mmol·L -1. Tal
concentración equivale en la solución de entrada a:

mmol·L-1
0,7 es el tanto por uno de agua de aporte exterior ya que se está reutilizando un 30 %
de lixiviado.
Ahora ajustamos el equilibrio en mmol·L -1 en base a los coeficientes de absorción
estimados:
 
Nutrientes N H2 SO K+ Ca Mg HC
PO 4
-
4
= ++ ++
O3-
Coeficientes absorción 14 1,5 1,3 6 3 1  
Agua de riego 0 0 0,21 0,08 0,64 1,19 3,26
Aporte de fertilizantes 14 1,5 1,09 5,92 2,36 0 -4,81
FERTILIZANTES mmol·  
L-1
Ácido fosfórico 1,5   1,5         -1,5
Ácido nítrico 3,31 3,31           -3,31
Nitrato cálcico 2,36 4,72       2,36    
Sulfato potásico 1,09     1,09 2,18      
Nitrato potásico 3,74 3,74     3,74      
Nitrato amónico 1,115 2,23            
TOTAL APORTES 14 1,5 1,09 5,92 2,36 0 -4,81
SOLUCIÓN ENTRADA 14 1,5 1,3 6 3 1,19 -1,55
 Los porcentajes que debemos introducir en el programador de riego los calcularemos
a partir de los mmol·L-1 fijados de cada fertilizante y teniendo en cuenta las
concentraciones a las que se van a preparar las soluciones madre, de la misma forma que
como se haría en un sistema a solución perdida.
En cuanto a la conductividad eléctrica de la solución final, ésta la obtendremos
sumando la componente correspondiente al aporte de fertilizantes y la correspondiente a
la mezcla de agua de aporte exterior y drenaje, que es de 1,2 dS·m -1. La primera
componente la calcularemos sumando el número de miliequivalentes de cada uno de los
fertilizantes aportados (sin incluir los ácidos ya que se compensan aproximadamente con
la destrucción de bicarbonatos que provocan), dividiendo por 10 y multiplicando
finalmente por el porcentaje de agua exterior que se incorpora al sistema. Así pues:

Nº de miliequivalentes: 4,72 + 2,18 + 3,74 + 1,115 = 11,755

Incremento CE por fertilizantes: dS·m-1

CE de la solución final: 1,2 + 0,8 = 2,0 dS·m-1


La composición iónica de la solución final que recibe el cultivo será la media ponderada
entre la del drenaje reutilizado y la de la solución de entrada al sistema, obtenida ésta
como suma del agua de aporte exterior y los fertilizantes incorporados:
 
Nutrientes N H2P SO4 K+ Ca+ Mg HC
O4 - = + ++
O3-
Solución 14 1,5 1,3 6 3 1,19 -1,55
entrada
Drenaje 11,8 0,7 5,94 6,39 7,73 3,29 5,3
Solución final 13,34 1,26 2,69 6,12 4,42 1,82 0,5
Un problema que a veces se presenta en el manejo de los sistemas cerrados es que no
es posible cuadrar los coeficientes de absorción del cultivo en un momento concreto de su
desarrollo con los fertilizantes normales que existen en el mercado, lo que obliga a un
desajuste en la solución nutritiva y a la acumulación de algún ion. Así por ejemplo, si
utilizamos la misma agua de riego que en el ejemplo anterior, con una concentración de
bicarbonatos en el drenaje de 2,26 mmol·L -1 y un porcentaje de recirculación del 40 %, y
las absorciones del cultivo en un momento dado son las que se muestran a continuación,
entonces:
  
Nutrientes N H2 SO K+ Ca Mg HC
PO 4
-
4
= ++ ++
O3-
Coeficientes absorción 10 1,5 1,1 7,5 2,25 1  
Agua de riego 0 0 0,21 0,08 0,64 1,19 3,26
Aporte de fertilizantes 10 1,5 0,89 7,42 1,61 0 -3,93
FERTILIZANTES mmol·L-  
1

Ácido fosfórico 1,5   1,5         -1,5


Ácido nítrico 2,43 2,43           -2,43
Nitrato cálcico 1,61 3,22       1,61    
Nitrato potásico 4,35 4,35     4,35      
Sulfato potásico 1,54     1,54 3,07      
TOTAL APORTES 10 1,5 1,54 7,42 1,61 0 -3,93
 
Se observa que no ha sido posible cerrar el ajuste y, si queremos añadir todo el
potasio, habrá que excederse en el aporte de nitratos, en forma de nitrato potásico, o de
sulfatos, en forma de sulfato potásico. En principio parece más adecuado esto último pues
el cultivo tolera aceptablemente concentraciones elevadas de sulfatos y además éstos
provocan un menor aumento de la conductividad que los nitratos a la misma
concentración en meq·L-1. Otra posibilidad es utilizar una fuente de calcio o potasio
quelatado o complejado con algún ácido orgánico, de manera que no incorpore nitratos ni
sulfatos. Aunque esto resulta costoso, puede ser una buena estrategia en momentos
puntuales, especialmente en la entrada en producción, ya que en ese instante se produce,
como hemos visto anteriormente, una reducción importante en la absorción de nitratos y
un aumento en la de potasio.
Si el agua de riego ya de por sí incorpora algún ion a una concentración superior a la
que es capaz de absorber el cultivo, resultará inevitable la acumulación progresiva de ese
ion en la solución. Éste es el caso del magnesio en los ejemplos anteriores, aunque lo más
típico es que se produzca con el sodio y el cloro, los cuales son tomados en muy bajas
concentraciones y frecuentemente aparecen en nuestras aguas a concentraciones
netamente superiores a sus coeficientes de absorción. En el cuadro 3 se indican los
valores obtenidos de dichos coeficientes para distintas especies a dos concentraciones
distintas de cloruro sódico a nivel radicular por Sonneveld y Van der Burg (15).
 
Cuadro 3. Concentraciones absorbidas de Na y Cl en mmol·L-1 para algunas
especies cultivadas a dos niveles diferentes de ambos iones en el ambiente radicular
(15).
Concentración en el ambiente radicular
< 5 mmol·L-1 10 mmol·L-1
ESPECIE Na+ Cl- Na+ Cl-
Tomate 0,4 0,6 0,8 1,0
Pimiento 0,2 0,3 0,3 0,7
Pepino 0,3 0,3 1,1 1,5
Berenjena 0,1 0,3 0,4 0,7
La forma de evitar una acumulación excesiva de tales iones que pueda resultar nociva
para el cultivo, es eliminando periódicamente el drenaje del sistema antes de que se
alcance una concentración demasiado alta, o tirando pequeñas cantidades de manera más
o menos continua para evitar fluctuaciones en las concentraciones de los distintos
elementos. De este modo, llamando:
X a la diferencia entre el porcentaje de agua drenada y recirculada (porcentaje de
agua eliminada del sistema).
Pa al porcentaje de agua que es absorbida por el cultivo
Cg a la concentración del ión limitante en el agua de aporte exterior
Ca al coeficiente de absorción del cultivo para ese ión
Cm a la concentración máxima que se permite para ese ión en el drenaje
se obtiene:

; [4]
expresión que permite calcular el porcentaje del agua total aplicada en el riego que es
necesario eliminar del sistema para evitar la acumulación del ion por encima de su
concentración máxima permitida. Sin embargo, para poder utilizar esta expresión, es
necesario definir, en primer lugar, cuál es la concentración máxima que podemos tolerar
en la solución de entorno del ion limitante, y ésta no es una cuestión fácil pues, además
de depender de la especie de la que se trate, también está influida por muchos otros
factores, como son las condiciones ambientales, los antecedentes del cultivo, etc. No
obstante en el cuadro 4 se indican las concentraciones de cloruro sódico a las cuales la
legislación holandesa permite eliminar el drenaje del sistema para evitar mermas
productivas en diferentes cultivos.
Cuadro 4. Contenido de sodio en el drenaje por encima
del cual está permitida en Holanda su emisión al agua
superficial (10).
CULTIVO Contenido de Na+
(mmol·L-1)
Tomate 8
Pimiento dulce 6
Pepino 6
Berenjena 6
Melón 6
Calabacín 6
Fresa 3
Rosa 4
Clavel 4
Gerbera 4
Anthurium 3
Cymbidium 1
Otros 5
Aunque es de suponer que estos límites incluyen un margen de seguridad de cara al
agricultor, parecen algo bajos para la zona de Almería pues la experiencia local indica que,
por ejemplo, el tomate puede soportar perfectamente en invierno concentraciones de
cloruro sódico de 20 mmol·L -1 si la conductividad de la solución de entorno no supera unos
5,5 dS·m-1. Lógicamente este límite hay que reducirlo considerablemente en primavera
pues el déficit de presión de vapor y la radiación son mayores y la tasa de transpiración
del cultivo más alta, de manera que la planta necesita una menor presión osmótica en la
rizosfera para poder absorber la gran cantidad de agua que pierde en esas condiciones.
A la vista de la afirmación anterior se desprende que es posible aumentar la tolerancia
a la salinidad del cultivo manipulando las condiciones ambientales del invernadero, para lo
cual resulta necesario disponer de los sistemas de control climático pertinentes, como
pueda ser un equipo adecuado de nebulización con el que poder aumentar la humedad
relativa y bajar la temperatura. Se trata, en definitiva, de reducir el déficit de presión de
vapor para que disminuya la transpiración del cultivo.
De hecho diversas experiencias llevadas a cabo al efecto (16, 17) demuestran como
cultivos que se encuentran a un bajo déficit de presión de vapor son capaces de soportar
muy aceptablemente altos niveles salinos, al contrario que aquellos sometidos a mayores
niveles. En definitiva, este tipo de estrategias van a permitir un aumento de la
concentración máxima admisible a nivel radicular de aquellos iones presentes en exceso
en el agua de riego, al tiempo que puede conseguirse un mayor coeficiente de absorción
de los mismos, con lo que se reducirá el porcentaje de solución que es necesario eliminar
del sistema para no sobrepasar tales límites y se obtendrá un aumento de la eficiencia en
el uso del agua. Es éste un amplio campo aún por investigar.
En el caso de que resulte necesario eliminar del sistema un cierto porcentaje de
lixiviado para evitar la acumulación excesiva de algún ion, hay que modificar ligeramente
las concentraciones de nutrientes a incorporar con el agua de aporte exterior, pues una
parte de dichos nutrientes se perderán con el descarte. La fórmula a emplear para calcular
dicha concentración de entrada será la siguiente:

[5]
donde:
Ce es la concentración necesaria del ión para el que realizamos el cálculo en la solución
de entrada al sistema.
Ca es el coeficiente de absorción para ese ión.
Cr es la concentración de ese ión en la solución de descarte (o en el drenaje).
Pa es el porcentaje de agua absorbida por el cultivo.
X es el porcentaje de agua eliminada del sistema.
5. BIBLIOGRAFÍA
1. Abou-Hadid, A.F.; El-Shinawi, M.Z.; El-Beltagi, A.S.; Burrage, S.W. (1993).
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