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El rezo de Shabát a la mañana – Guía paso

a paso

Un momento destacado en la semana para la inspiración y reunión comunitaria.

Cuando la gente está unida y comparte una causa común, hay una energía y un
poder maravilloso. Es el sentimiento de que se puede lograr lo que sea. Ocurre en
la escuela, en los deportes, en todo. Es un sentimiento asombroso, y compartirlo
con quienes te rodean – que sienten exactamente lo mismo que tú – es
sumamente excitante y nos une más que nada.

Sin embargo, cuando la actividad termina, o se gana el juego, el sentimiento de


unidad y hermandad casi desaparece.

Pero con el pueblo judío es diferente, porque lo que nos une es algo tan poderoso
y eterno que hace que sintamos una conexión inexplicable con los demás.

El Talmud dice que cuando el pueblo judío se paró al pie del Monte Sinaí, éramos
una sola persona con un solo objetivo: recibir la Torá de Dios. Esto demuestra que
cuando la gente se une, esa unidad causa que ocurran cosas aún más grandes.

Cuando nos reunimos en el shul (sinagoga) cada semana, estamos declarando que:


estos son mis hermanos y hermanas, estos rezos son mi reunión familiar semanal.
Cuando le hablamos a Dios es bueno que estemos todos juntos, que seamos una
sola entidad. Al estar dentro de un grupo de judíos, es más fácil alcanzar esa
completitud, porque el poder de lo que compartimos es impresionante.

Shul y Rezo
A algunas personas les resulta difícil relacionarse con el concepto de rezar en la
sinagoga. Quizás te pasó en el shul que estabas parado mientras todos estaban
sentados, o sentado mientras todos estaban de pie. Incluso si estabas en sintonía
con los que estaban a tu alrededor, ¿por qué se estaban sentando y parando de
esa forma?

La estructura, los movimientos, los rituales… pueden ser bastante confusos. Y en


muchas sinagogas, el rezo se ha convertido en una especie de “espectáculo”, en
donde hay una audiencia con personas mirando “el show”. También el lenguaje
crea una barrera: mucha gente sabe tanto de hebreo como de chino.

Recuerda, vamos al shul para hablar con Dios. Estar con otros judíos, cantar las
canciones, escuchar la lectura de la Torá, etc. – todo esto ayuda a que logremos el
objetivo de tener una relación activa con nuestro Creador.

La verdad es que puedes hablarle a Dios en cualquier momento. Siempre está ahí,
listo para escucharte. Para muchos, el shul es el lugar ideal para hablar con Dios.
Para otros no.

Sin embargo, un buen shul debería ayudarte a establecer esta conexión con Dios.

Busca el shul correcto, quizás aún no has encontrado el adecuado para ti. También
recuerda que ir al shul es una buena forma de conectarte con la comunidad, lo cual
es muy importante para un judío. Y por último, pero no menos importante, tienes
que aprender a desarrollar una relación con Dios. Ya sea que estés en un shul o en
el patio de tu casa, tómate el tiempo para hablarle a Dios, siempre en un tono
audible.

Reconócelo, agradécele por todo lo que te da, y pídele todo lo que deseas.

Y si el pararte, sentarte, el hebreo, y las partes en las que tienes que responder te
tienen desanimando, encuentra a alguien o a algún lugar que te enseñe lo básico
sobre estar en el shul. A veces es cuestión de un minuto y un nuevo mundo se
puede abrir delante de ti.
Guía paso a paso
Puedes investigar en un libro lo que ocurre en el shul, o también puedes reunirte
con un rabino por un rato para que te explique.

Pero para tener una idea rápida, aquí hay un itinerario de un rezo típico de Shabat
a la mañana (estipulamos el comienzo del rezo a las 8 AM, adaptar al horario de
cada shul):

8:00 a 8:30 AM – Bendiciones matutinas y Pesukei Dezimra. Hay bendiciones


individuales para agradecerle a Dios por nuestra habilidad para pensar, nuestros
pies, nuestra ropa, nuestra vista, nuestra habilidad para sentarnos y caminar, e
incluso por nuestro sistema digestivo.

8:30 a 8:45 AM – Barju, las bendiciones del Shemá, el Shemá Israel y las


bendiciones después del Shemá. El Shemá es la declaración de la fe judía,
proclamando la unidad de Dios y nuestra aceptación de los mandamientos de la
Torá.

8:45 a 9:00 AM – La Amidá silenciosa, donde reconocemos a Dios como quien


protege y salva. Le agradecemos por el regalo de Shabat, y rezamos por la paz
mundial. La gente se pone de pie (y tal vez se balanceen un poco), orando
introspectivamente. A continuación viene la repetición de la Amidá, en voz alta esta
vez, recitada por el que lidera del rezo.

9:00 a 9:45 AM – Se saca la Torá del Arón Hakodesh (arca) y se lee la porción


semanal, en voz alta y en hebreo (La Torá está dividida en 54 porciones, y durante
el curso del año es leída entera). Se devuelve la Torá al arca y se lee la  Haftará, la
porción de los profetas.

9:45 a 10:00 AM – Habla el rabino (en algunas comunidades la costumbre es que
el rabino habla al final del servicio).

10:00 a 10:15 AM – Musaf, la Amidá silenciosa “adicional”, que pone un gran


énfasis en la naturaleza única del Shabat. También es repetida en voz alta por el
líder.

10:15 AM – Aleinu, las canciones de cierre y los anuncios del shul.

10:30 AM – Kidush y parte social.


Reflexiones
Crecí sin ir al shul, pero sólo porque mi familia no pertenecía a ninguno. Sabía que
existía la sinagoga, y cuando tenía cerca de 10 años tuve deseos de ir a una. No me
pregunten por qué…

Después, en la universidad, conocí a una mujer en una de mis clases que venía de
un entorno similar, pero que se había vuelto observante. Nos caímos bien y me
invitó para Shabat.

Para los rezos fuimos a una minián en el mismo campus universitario. Todo me


resultaba raro, no sabía hebreo, y parecía que había todo un protocolo nuevo para
aprender. Después de varias visitas, mi amiga me enseñó hebreo, y empecé a
aprender qué hacer y qué no hacer durante el rezo.

El shul me empezó a parecer un lugar agradable. Todos estaban juntos, cantaban


canciones… Había una maravillosa atmósfera comunitaria, con un poder especial
porque todos estaban haciendo lo mismo.

El Templo al que íbamos en las Altas Fiestas dependía mucho de la música de un


órgano y del canto de un coro. Me sentía como en una iglesia. No me molestaba
tener que ir, pero no había ningún significado, sólo ruido y ornamentos. Las partes
de interacción entre el líder y la congregación eran muy repetitivas.

Creía en Dios, pero no sentía que ese Templo me estuviera acercando a Él.

Cuando crecí un poco más, intenté en una sinagoga más tradicional, pero estaba
perdido porque no entendía hebreo. Después descubrí un centro de educación
judía que seguía las prácticas tradicionales, pero tenía muchas explicaciones en mi
idioma para los “novatos” (la mayoría de los asistentes eran novatos).

Con esto el judaísmo se hizo más accesible para mí. Siempre había tiempo para
decir todo a mi ritmo, y el shul inspiró en mí un sentido de pertenencia. Como era
pequeño y genuino, no me sentía para nada intimidado, ni por la atmósfera ni por
el ritual.

En Rosh HaShaná y Iom Kipur, me di cuenta que rezaba por horas, ¡y me parecía
que había pasado sólo un ratito!
Ahora, cada vez que necesito, le hablo a Dios y listo. Le agradezco y le pido que me
ayude a entender las cosas. Siento que lo más importante es tener una relación
permanente con Dios.

Después de terminar mi maestría me tomé un tiempo para viajar, y fui a parar a


Israel.

Alguien me invitó a almorzar en una de las escuelas rabínicas y, como estaba


hambriento, fui. Después empezaron a rezar Minjá, el rezo de la tarde. ¡Oh, no!,
esto me recordó mi infancia, cuando me obligaban a ir al Templo a la vuelta de mi
casa, me levanté rápido y me fui.

Cuando yo era pequeño, estaba el temido minián para niños. Mi mamá me vestía
con un traje y me hacía ir. ¡Ni mi familia iba!

A los 10 años tuve una idea: comencé a vestir mis ropas de gimnasia debajo de mi
traje, e iba a jugar básquetbol en el patio de la escuela cercana, siempre atento
para ver cuando los rezos terminaban. Después me vestía rápidamente e iba a casa,
nadie sabía nada.

Entonces, ¿qué pasó en Israel? Bueno, al día siguiente volví para una clase y salí
impresionado. Entonces me quedé y me empezó a gustar estudiar, pero todavía no
estaba conectado profundamente con el rezo. Siempre me parecía largo.

Hoy en día me siento mucho más conectado con Shabat y con Dios, sólo por la
atmósfera del shul.

De niño íbamos al shul en familia, y me encantaba – estar con todo el mundo, ver a
mi padre rezar todo el día en las Altas Fiestas… Tú sabes, ser judío.

Recuerdo estar sentado allí, pensando en Dios y sintiéndome cerca de Él. Era muy
significativo, y lo considero una de las partes más lindas de mi vida.

Hoy es mucho más profundo. Durante la Amidá silenciosa, me tomo el tiempo para


rezar en serio. Durante la repetición lloro, porque la voz del jazán me eleva aún
más.

Rezar me resulta mucho más real ahora, porque he madurado y estudiado más.
Ahora, Dios no sólo está para mí en el shul, sino que es parte de mi vida.
Como familia íbamos al shul sólo en las Altas Fiestas y para los bar-mitzvot. Pero
hubo un tiempo en el que iba solo, porque nuestros maestros de la escuela hebrea
nos daban calcomanías si lo hacíamos. Y yo quería esas calcomanías.

Hoy en día encontré un shul mucho más chico, que fue fundado con la premisa de
aprender y entender, por lo que buena parte del rezo es explicada, y lo más
importante: hizo que mi vida sea mucho más significativa.

Pero, a veces, todavía me cuesta mucho levantarme temprano e ir, supongo que es
pura pereza. Cuando voy, me gusta y estoy contento de estar allí. Pienso en los
judíos de todo el mundo que están haciendo exactamente lo mismo, y me uno a
miles de años de tradición ininterrumpida.

Cuando es un día agradable, adoro la lenta caminata de regreso a casa.

Para mí, el shul es comunidad, y mi rezo está directamente relacionado con las
personas que me rodean. Si me identifico con ellos, mi rezo es mucho más relajado
e íntimo.

Me llevó un tiempo encontrar una congregación que fuera “ideal” - que atrae a
personas como yo: prácticas, genuinas y abiertas al crecimiento personal a través
del judaísmo. Es un lugar pequeño, por lo que todos son amables, pero también es
un minián “serio”, nadie habla durante el rezo.

Pienso que es importante que la gente busque diferentes lugares hasta encontrar
el que se ajuste mejor a ellos. Es peligroso cuando el primer lugar que pruebas no
te sienta. Lo que falla no es el judaísmo, sino el lugar donde estás, ya sea por el
diseño del edificio, el rabino, la comunidad… lo que sea.

Adaptado de "Friday Night and Beyond"  por Lori Palatnik (Jason Aronson Pub).

El Shemá antes de ir a dormir


31/3/2019 | por Rabino de Aish
PREGUNTAS Y RESPUESTAS

¿Por qué hay que decir el Shemá antes de acostarse?

Pregunta
Yo sabía que un judío debe decir la plegaria del Shemá dos veces al día, por la
mañana y por la noche. Sin embargo, hace poco leí que debe decirla una tercera
vez: al acostarse. ¿En qué consiste esta práctica?

Respuesta del Rabino de Aish


"Kriat Shemá al ha-mitá" es la plegaria que decimos al acostarnos, e incluye el
primer párrafo del Shemá, así como la bendición de "HaMapil".

El Talmud dice que cuando dormimos por la noche, el alma sube al cielo para
rendir cuentas por el día. Esto deja al cuerpo “desprotegido” por así decir, por lo
que recitamos el Shemá y la bendición de HaMapil para contrarrestar esta
situación.

Otro objetivo del Shemá al acostarse es irse a dormir con palabras de Torá.

Este es el texto de la bendición de "HaMapil":

“Bendito eres Tú, Hashem, Dios nuestro, Rey del universo, que haces caer el peso del
sueño sobre mis ojos y la somnolencia sobre mis párpados. Que sea Tu voluntad,
Hashem, mi Dios y Dios de mis antepasados, que me acueste en paz y que me
levante en paz. Que mis ideas, sueños negativos y malos pensamientos no me
confundan, que mi descendencia sea perfecta ante Ti e ilumines mis ojos para que no
muera durante el sueño. Porque Tú eres quien ilumina la pupila del ojo. Bendito eres
Tú, Hashem, que ilumina al mundo entero con Su gloria”.

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