Está en la página 1de 10

Universidad Estatal a Distancia

Escuela de Ciencias de la Educación


Cátedra de Investigación Educativa
II Cuatrimestre, 2020

02036 Epistemología de la Tecnología


Profesor: Eduardo González Murillo

ENSAYO FINAL

Estudiante: Luis Eduardo Chacón Rojas


Carné: 304610782

Carrera: Licenciatura en Docencia


Centro Universitario 03 Cartago

Fecha de Presentación: 8 de Setiembre de 2020


Hacia la nueva normalidad educativa post pandemia: retos para el sistema
educativo costarricense desde la perspectiva de la virtualidad y la tecnología
educativa.

“Vivimos en un mundo en el que las tecnociencias se han convertido en una


forma dominante de creación de conocimiento, con amplias consecuencias
materiales y conceptuales” (traducido de Felt, Fouché, Miller y Smith-Doerr, 2017).
Estas palabras expresan en un sentido amplio una realidad a la que ya no somos
ajenos como sociedad. La tecnología, en especial con el auge de las TICs en los
últimos veinte años, ha cambiado una vez más el contexto en el que vivimos, en
muchos casos transformando nuestros procesos cotidianos o al menos la forma de
comprenderlos. La educación, como proceso social, no escapa definitivamente a
esta influencia. Y bajo este supuesto, emergen dos conceptos que aunque se han
transformado a lo largo de los años, están presentes en la discusión académica y
social acerca de la educación: tecnología educativa y virtualidad. La realidad a la
que nos enfrentamos se ve influenciada también por cambios emergentes producto
de las relaciones humanas con su entorno. Actualmente el mundo vive una
pandemia que ha obligado a adaptar procesos y conductas bajo nuevas
condiciones. Se habla entonces, en el discurso de análisis a priori, de que, resultado
de la pandemia, nos enfrentaremos a una nueva normalidad. Y si se considera que
la sociedad en general se enfrentará a este cambio, se puede presumir válido
afirmar que en el campo educativo, también podríamos hablar de una nueva
normalidad educativa. Este escrito pretende, sin abordar a saciedad todas las
aristas del tema, una visión personal de retos a los cuales se enfrentará el sistema
educativo público costarricense, desde los conceptos de virtualidad y tecnología
educativa.

En primer lugar, es importante considerar el concepto de virtualidad desde


una perspectiva educativa. Nieto (2012) plantea que etimológicamente, el concepto
de lo virtual hace referencia a lo aparente o lo esperado, algo que tiene el potencial
de producir un efecto, aún si no se tiene certeza de que esto ocurra. Esa
incertidumbre genera otra concepción de lo virtual como lo opuesto a lo real, y desde
el positivismo se prefiere lo segundo. Con el surgimiento de las tecnologías

2
informáticas, se habla muchas veces del mundo virtual como aquel que sin existir,
permite que viajen las ideas de formas distintas a lo que hacemos en el mundo real.
Todo esto permite construir una noción de lo que significa verdaderamente la
virtualidad desde la educación. Carrera (2017) ofrece de este modo una definición
que se adapta muy bien a lo que aquí se desea expresar:

La virtualidad es un espacio que suscita el encuentro entre los diversos


agentes del aprendizaje, al superar las categorías tradicionales de la
educación (espacio físico, tiempo, transmisión del mensaje), a partir
de la utilización de nuevos entornos y herramientas relacionadas de
manera directa con las nuevas tecnologías de comunicación. (p.210)
Se puede comprender de esta forma cómo la virtualidad no se refiere
únicamente al entorno en el que se desarrolla el proceso educativo, sino que se
trata más bien de un proceso complejo de diálogo entre los actores y las
metodologías, que tiene un carácter transformador, aprovechando el potencial que
ofrecen las TICs. Precisamente al respecto Rojas (2016) habla de que hay tres
etapas o concepciones acerca del uso de las TICs en la educación: 1) “como
conjunto de habilidades o competencias”, 2) “como conjunto de herramientas o
medios para hacer lo mismo de siempre, pero de un modo más eficiente” y 3) “como
agente de cambio con impacto revolucionario” (p.176). Es en esta última etapa
donde se puede hablar verdaderamente de virtualidad. Este concepto está
considerado en las políticas curriculares del MEP, aunque su instrumentalización se
ha quedado corta, debido a que todavía el sistema educativo se encuentra anclado
en la segunda fase. Mora (2019), en un documento oficial del MEP que habla sobre
la formación virtual de los docentes en Costa Rica, refleja este rezago, al establecer
desde su justificación que “el modelo virtual se caracteriza por brindar los recursos
educativos a los docentes y estudiantes, por medios electrónicos y mediante el uso
de las tecnologías de la información y la comunicación” (p.6). No digo que esto no
forme parte del proceso de virtualidad. Sin embargo, quedarse solo en esa noción
deja de lado la verdadera naturaleza de la virtualidad en la educación. Como
mencionan Galvis, Rodríguez, Ibarra y Ospina (2015), una sociedad de la
información requiere procesos de alfabetización digital que genere nuevos
elementos que transforman el quehacer educativo. Para esto, el primer reto que

3
tiene la educación costarricense es una adecuada formación docente en virtualidad.
Expresan Rodríguez (2015), Carrera (2017) y Bulla (2020) que para lograr que los
docentes lleven a cabo procesos de educación de calidad, bajo la concepción de la
virtualidad, se requiere que adquieran habilidades y aptitudes acordes a las
exigencias de los nuevos escenarios sociales. Esto implica, entre otras cosas, que
se debe superar muchas ideas anquilosadas acerca de cómo aprenden nuestros
estudiantes, acerca de las finalidades reales de la educación y sobre todo, del papel
del docente en los procesos educativos. Como se puede ver, educar en virtualidad
no solamente exige conocimientos en el uso de las herramientas tecnológicas que
tenemos a disposición, sino que demanda adecuados procesos de formación para
que los docentes, que han sido formados profesionalmente bajo concepciones
tradicionales, sean capaces de desarrollar habilidades de pensamiento crítico,
lectura de la realidad e innovación pedagógica. Este reto es importantísimo para el
MEP, como se mencionará más adelante.

El otro concepto fundamental para reflexionar en torno a los retos del sistema
educativo ante la nueva normalidad es el de tecnología educativa. Si partimos de
que el concepto de virtualidad exige no solo ver la tecnología como un medio para
hacer lo mismo, tenemos que considerar entonces la tecnología, al servicio de la
educación, más allá de su carácter instrumental: la tecnología educativa “se refiere
al estudio y la práctica ética de facilitar el aprendizaje y mejorar el desempeño,
creando, usando y administrando procesos y recursos tecnológicos apropiados”
(Fallas y Trejos, 2017, p.53). Nótese que esa definición incluye varios elementos
que, aunque no me referiré en detalle a cada uno, permiten obtener una noción muy
cercana al concepto de verdadera virtualidad al que hice referencia previamente. La
tecnología educativa, más que recursos, implica un proceso, una práctica que se
ejerce de manera responsable, sistematizada, orientada hacia resultados
determinados, bajo una concepción axiológica adecuada que permite tomar las
mejores decisiones, a nivel de política curricular y metodología pedagógica.
Sumado a esto, la tecnología educativa tiene un carácter amplio, que no está
supeditado a una asignatura curricular o a una modalidad de enseñanza específica.
Lamentablemente, haciendo una lectura preliminar de los antecedentes de

4
implementación de tecnología educativa en Costa Rica, nos podemos encontrar con
otra situación. A nivel institucional, el MEP ha desarrollado, con importantes
esfuerzos, varios programas relacionados con tecnología educativa que no pueden
descartarse. Con el surgimiento de la Fundación Omar Dengo en 1987, y el
Programa Nacional de Informática Educativa (PRONIE MEP-FOD), se ha logrado
llevar equipo y programas de informática y robótica a un 85% de población educativa
en primaria y 80% en tercer ciclo (Estado de la Educación, 2019). Ciertamente esto
ha permitido dotar de recursos para que los estudiantes adquieran habilidades
informáticas que son sumamente importantes en el mundo actual. Sin embargo,
estas habilidades esperadas, se ven limitadas por rígidos programas curriculares
reducidos a una asignatura, por lo que, con algunas excepciones, los conocimientos
adquiridos son los básicos para defenderse en el mundo digital tal cual fue
concebido en los años noventa, pero no para las exigencias de la segunda década
del Siglo XXI. Además, a pesar de la implementación de iniciativas como los MOVI-
LABS, o los convenios con el ICE y el IMAS para los programas de Hogares
Conectados, la existencia de laboratorios de informática en las instituciones no
soluciona aún una serie de problemas estructurales que el sexto informe del Estado
de la Educación (2017) menciona: brecha digital amplia entre zona urbana y rural,
debilidades en competencias digitales de docentes de otras áreas académicas,
poco aprovechamiento de los recursos tecnológicos para el logro de experiencias
de aprendizaje significativas, infraestructura en rezago y con problemas de
mantenimiento. A esto se suma una realidad que el mismo informe menciona, y es
que un importante porcentaje de docentes se han resistido por varios años a la
implementación de nuevas metodologías, más participativas, que en un sistema que
sigue estancado en formas tradicionales y conservadoras de concebir la educación,
crean un muro en el que la innovación y el progreso casi no tienen éxito.

La pandemia actual ha desnudado precisamente estas carencias en el


intento por crear experiencias de mediación educativa a distancia, ante el
confinamiento forzado. Las posibilidades de un avance medianamente exitoso de
los programas de estudio quedan reservadas solamente para los estudiantes que
tienen acceso a herramientas y conectividad para asistir a clases virtuales. Las

5
guías de aprendizaje autónomo surgen entonces como una alternativa para que los
docentes lleguen a los estudiantes que no tienen tecnologías o conectividad en sus
hogares. Pero ignora un elemento clave: si los estudiantes no han desarrollado
habilidades de pensamiento crítico, análisis, reflexión, mediación del propio
aprendizaje, entre otros, que se pueden adquirir con una adecuada educación
mediada por la virtualidad bajo condiciones idóneas, y al mismo tiempo los padres
de familia no tienen estas habilidades, es muy difícil que dichas guías puedan ser
bien desarrolladas. Autores como Murillo y Duk (2020) y Ruka (2020) han analizado
las consecuencias de esa brecha digital que ha crecido, no solo en Costa Rica, sino
en muchas partes del mundo, donde los estudiantes más afectados son los de
zonas rurales y los que tienen necesidades educativas especiales. Al mismo tiempo,
si un docente no está capacitado para procesos de educación a distancia, trata de
generar materiales para trasladar sus prácticas usuales de aula, al contexto del
confinamiento, lo cual no es solo difícil de conseguir, sino que metodológicamente
es inadecuado. Aún más, en las últimas semanas el MEP se ha enfrentado con los
docentes a un tema muy delicado: la evaluación. Ante procesos inadecuados e
improvisados de mediación pedagógica, los subsecuentes procesos de evaluación
se han visto entorpecidos. Un reto importante que surge de esta realidad es el de
capacitar a los docentes en la mediación de procesos educativos en los que la
importancia central se encuentre en el proceso y no en los resultados. Esto permite
no solo transformar las prácticas de aula, brindando habilidades y capacidades para
que los estudiantes autogestionen su aprendizaje, sino que además permite
transformar el modelo evaluativo, superando el enfoque sumativo que no refleja
realmente las nociones humanistas que están en los planteamientos teóricos de los
planes y políticas educativas que el mismo MEP propone.

Pero no todo es un panorama oscuro. La experiencia de la pandemia ha


permitido a los profesionales y estudiosos del campo de la educación, aprender
valiosas lecciones bajo circunstancias complicadas. Una de ellas, quizá la más
importante desde mi punto de vista, es que la interacción y la socialización son
fundamentales en los procesos de educación. Lo expresa muy bien Garbanzo
(2020) cuando menciona que no es posible separar del proceso educativo lo

6
referente a las emociones, las experiencias, la empatía, los valores, la relación con
el otro, porque es la naturaleza humana. Son muchos los autores, expertos en
Teoría de la Educación, que han expuesto la importancia de generar espacios
educativos que privilegien las experiencias sobre la mera transmisión de
conocimientos. Y esas experiencias incluyen la relación no solo con el entorno, sino
con los otros sujetos que hacen de ese entorno una casa común. Esto implica que,
si la presencialidad no se puede sustituir en su totalidad, al menos cuando nos
referimos a los procesos de educación general básica, debemos reflexionar en lo
siguiente: ¿es necesaria la virtualidad?. A partir de lo que he expresado
anteriormente, considero que la respuesta es que sí. No se busca sustituir una
modalidad de mediación con otra, sino mejorarla, que se vuelvan complementarias.
Aquí entra en escena otro aprendizaje importante de esta pandemia: tanto docentes
como estudiantes son extremadamente creativos y tienen un potencial increíble
para adaptarse a las necesidades y realidades. Ferrante (2020) menciona al
respecto que cuando regresemos a la nueva normalidad, no podemos, como
docentes, olvidar las nuevas habilidades, metodologías, escenarios con que hemos
trabajado, sino, por el contrario, usarlos para transformar nuestro trabajo en el aula.
Por lo tanto, es tarea de las autoridades educativas proveer los recursos y
escenarios para explotar ese potencial al máximo. Leyendo y compartiendo
discusiones en redes sociales me he encontrado con una frase muy interesante: “si
la educación es gratuita y obligatoria, el acceso a internet también debe serlo”. No
es del todo descabellado pensar en que la conectividad para el 100% de la
población educativa deba ser una prioridad para el Estado, en alianza con empresas
y entidades públicas y privadas para dotar de herramientas y condiciones para que
tanto docentes como estudiantes puedan enfrentarse a nuevos escenarios
pedagógicos sin limitación.

Para recapitular, quiero hacer eco de una frase que Chavarría (2020) propone
para su reflexión: “Tenemos alumnos del siglo XXI, con profesores del siglo XX
enseñando con metodologías del siglo XIX”. La realidad de la pandemia nos ha
obligado, en el sector educativo, a reflexionar sobre la manera en la que propiciamos
el proceso de enseñanza-aprendizaje para nuestros niños y jóvenes. Y aunque

7
efectivamente hay brechas importantes por superar, esa reflexión nos puede llevar
a replantear el modelo que queremos para nuestro sistema educativo. Los retos son
muchos, pero rescato en particular los mencionados a lo largo de este texto. En
primer lugar, la necesidad de reinventar el papel del docente, no solo para que se
ponga al día con las habilidades y capacidades que exige el mundo actual y los
estudiantes del siglo XXI, sino para considerar que nuestra tarea no es la de
transmitir conocimientos, sino propiciar los espacios para que los mismos
estudiantes sean los que construyan su conocimiento. Esto nos lleva al segundo
reto, que es transformar las políticas curriculares para que sean más flexibles y
permitan la implementación de metodologías que privilegien las experiencias y la
interacción con herramientas y recursos tecnológicos, para preparar ciudadanos
que puedan enfrentarse al mundo, al mismo tiempo que permitan transformar la
visión de evaluación hacia una de procesos y formativa. Finalmente, a nivel
estructural se crea un reto para las autoridades educativas, que implica de una vez
por todas dar un salto de calidad en la inversión y asignación de presupuestos para
educación, en alianza con entes de la sociedad civil, para proveer de recursos de
calidad y conectividad, que se puedan aprovecharse sin importar si vivo en la capital
o en la frontera, y que sean usados para transformar las experiencias educativas
más allá de una asignatura específica. El panorama es complejo, pero no por esto
debe ser complicado. Las condiciones están dadas, como dice el refrán, cuando
más oscuro se pone es cuando va a amanecer; es en las crisis cuando más
oportunidades y puertas se abren para reflexionar, repensar y transformar.

8
Referencias Bibliográficas

Bulla, A. (2020). Virtualidad en contextos. Conferencia presentada en Ciclo de


conferencias en Educación Matemática de Gemad (8 de mayo de 2020).
Bogotá. Recuperado de http://funes.uniandes.edu.co/17910/
Carrera, R. (2017). Teoría de la educación. Innovaciones en un mundo cambiante.
San José, Costa Rica: EUNED.
Chavarría, L. (2020, Abr 16). Virtualidad en la enseñanza en tiempos del COVID 19.
Actualidad Educativa. Recuperado de:
https://actualidadeducativa.com/virtualidad-en-la-ensenanza-en-tiempos-
del-covid-19/
Fallas, I. y Trejos, I. (2017). Educación en la sociedad de la información y el
conocimiento. San José, Costa Rica: EUNED.
Felt, U.; Fouché, R.; Miller, C. y Smith-Doerr, L. [Eds] (2017). The Handbook of
Science and Technology Studies (4a Ed). Massachusetts, Estados Unidos:
MIT Press. Recuperado de: https://sgp1.digitaloceanspaces.com/proletarian-
library/books/4fc690b39f5346915644e82f7a881dd4.pdf
Ferrante, P. (2020, Abr 30). La educación virtual, más allá de la pandemia.
(Opinión). Radio Perfil. Recuperado de
https://www.perfil.com/noticias/opinion/coronavirus-educacion-virtual-mas-
alla-pandemia-covid19.phtml
Galvis, G.; Rodríguez, M.; Ibarra, M. y Ospina, J. (2015). Tendencias educativas
emergentes y su incidencia en las prácticas pedagógicas mediadas por la
virtualidad. Una perspectiva para la educación del siglo XXI: Informe Final de
Investigación. Recuperado de http://hdl.handle.net/11634/14012
Garbanzo, G. (2020, May 4). Voz experta: la educación presencial no es sustituible.
Recuperado de https://www.ucr.ac.cr/noticias/2020/05/04/voz-experta-la-
educacion-presencial-no-es-sustituible.html
Mora, S. (2019). Tendencias del modelo de formación virtual a docentes en Costa
Rica. San José, Costa Rica: Ministerio de Educación Pública. Instituto de
Desarrollo Profesional Uladislao Gámez Solano. Recuperado de
https://idp.mep.go.cr/sites/all/files/idp_mep_go_cr/publicaciones/tendencias
_formacion_virtual_0.pdf
Murillo, F.J. y Duk, C.. (2020). El Covid-19 y las Brechas Educativas. Revista
latinoamericana de educación inclusiva, 14(1), 11-
13. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-73782020000100011

9
Nieto, R. (2012). Educación virtual o virtualidad de la educación. Revista historia de
la educación latinoamericana, 14(19), 137-150. doi:
http://dx.doi.org/10.9757/Rhela.19.06

Programa Estado de la Nación. (2017). Estado de la Educación Costarricense


(Sexto Informe). Recuperado de
https://estadonacion.or.cr/educacion2017/assets/ee6-informe-completo.pdf
Programa Estado de la Nación. (2019). Estado de la Educación Costarricense
(Sétimo Informe). Recuperado de
https://estadonacion.or.cr/informe/?id=b13f505f-172f-42f4-b18b-
f0e53d2a58d3
Rodríguez, N. (2015). Alfabetización académica en la era digital: diplomado para
docentes universitarios en el desarrollo de contenidos educativos para la
virtualidad. (Tesis de Maestría). Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
Recuperado de https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/57140
Rojas, A. (2016). Planeamiento del proceso de enseñanza-aprendizaje. San José,
Costa Rica: EUNED.
Ruka, D. (2020, May 4). Educación virtual, ¿el desafío es solo tecnológico?.
Recuperado de https://www.javeriana.edu.co/pesquisa/educacion-virtual-el-
desafio-es-solo-tecnologico/

10

También podría gustarte