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Apocalipsis Capítulo 11

El Templo y los Dos Testigos


Todos los que entendieran el significado de estas cosas, lean el capítulo once de Revela-
ción. Lean cada versículo, y aprendan aquello que se habrá de realizar en las ciudades.
Lean también tocante a las escenas descritas en el capítulo dieciocho del mismo libro.
LDE:95. (15ML:18, 10 de Mayo de 1906).

Versículo 1. “Me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: "Le-
vántate, mide el Santuario de Dios, el altar y a los que adoran en él.”

7CBA:983. El gran juicio se ha estado llevando a cabo, y desde hace algún tiempo.
Ahora el Señor dice: Mide el templo y a los que adoran en él. Mientras recorréis
las calles haciendo vuestros negocios, recordad que Dios os está midiendo; mientras
desempeñáis vuestros deberes en el hogar, mientras conversáis, Dios os está mi-
diendo. Recordad que vuestras palabras y acciones están siendo fotografiadas en los li-
bros del cielo, así como el artista reproduce el rostro en la placa pulida...
Esta es la obra que se lleva a cabo: medir el templo y a los que adoran en él para
ver quiénes permanecen firmes en el último día. Los que permanezcan firmes ten-
drán una cómoda entrada en el reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, Cuando ha-
gamos nuestra obra recordemos que hay Uno que está observando el espíritu con que la
estamos haciendo. ¿No haremos que el Señor nos acompañe en nuestra vida cotidiana,
en nuestra obra secular y en nuestros deberes domésticos? Entonces debemos abandonar
en el nombre de Dios todo lo que no es necesario, todas las murmuraciones [y] visitas
inútiles, y presentarnos como siervos del Dios viviente (MS 4, 1888).

7T:219. Todos los que ocupan posiciones en nuestras instituciones serán probados. Si
hacen de Cristo su modelo, él les dará sabiduría, conocimiento, y entendimiento; crece-
rán en gracia y aptitud en el camino de Cristo; sus caracteres serán moldeados tras la si-
militud divina. Si dejan de guardar el camino del Señor, otro espíritu controlará la mente
y el juicio, y harán planes sin el Señor y tomarán su propio curso y abandonarán las po-
siciones que han ocupado. La luz les ha sido dada; si la desprecian, que nadie les ofrezca
cohecho para inducirlos a permanecer. Ellos serán un tropiezo y una trampa. El tiempo
ha llegado cuando todo lo que pueda ser sacudido, será sacudido; para que perma-
nezca todo aquello que no pueda ser zarandeado. Cada caso está pasando revisión
delante de Dios; él está midiendo el templo y los adoradores del mismo.

TM:13-14. El Señor ha provisto a su iglesia de capacidades y bendiciones para que pre-


sente ante el mundo una imagen de su propia suficiencia, y para que su iglesia sea com-
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pleta en él, una constante representación de otro mundo, el mundo eterno, regido por le-
yes superiores a las terrenas. Su iglesia ha de ser un templo erigido a la semejanza
divina, y el arquitecto angelical ha traído su áurea vara de medir del cielo, y cada
piedra debe ser labrada y escuadrada según la medida divina y pulida para brillar
como emblema del cielo, irradiando en todas direcciones los rayos brillantes y cla-
ros del Sol de justicia. La iglesia ha de ser alimentada del maná celestial, y mantenida
bajo la única guardia de su gracia. Revestida con la armadura completa de luz y justicia,
entra en su final conflicto. La escoria, el material Inútil, será consumido, y la influencia
de la verdad testifica ante el mundo de su carácter santificador y ennoblecer. . . .

TM:210-211. El Señor debe ser creído y servido como el gran "YO SOY" y debemos
confiar implícitamente en él. No prescriban los hombres leyes para tomar el lugar de la
ley de Dios. Nunca enseñéis a los hombres a mirar a los hombres, a confiar en los hom-
bres; porque la sabiduría humana no es suficiente para decidir si tienen derecho a ocu-
parse en la obra del Señor. Cuando Dios confía una obra a individuos, los hombres no
han de rechazar su sanción. Dios no ha de ser estorbado en la realización de sus planes
por la interferencia del hombre, y sin embargo esto se ha hecho una y otra vez.
Si la iglesia en la tierra ha de asemejarse a un templo, edifíquesela según el modelo
mostrado en el cielo, y no según el genio del hombre. La invención del hombre a
menudo actúa en contra del desarrollo de los planes divinos. La vara áurea de me-
dir no ha sido colocada en las manos de ningún hombre finito o de alguna clase de
hombres, cualquiera sea su posición o vocación, sino que está en las manos del Ar-
quitecto celestial. Si los hombres no se entremeten en los planes de Dios, y le permiten
actuar sobre la mente y el carácter, edificándolos de acuerdo con el plan divino, se reali-
zará una obra que soportará las pruebas más severas.

4SP:261. Aquellos que estaban buscando la verdad encontraron indiscutible prueba de la


existencia de un santuario en el cielo. Moisés construyó el santuario celestial tras el mo-
delo que le fue mostrado. Pablo declara que el modelo era el verdadero santuario que se
encuentra en el cielo. Juan testifica que lo vio en el cielo.

YI, 25 de Agosto de 1886. ¿Queridos jóvenes, tenéis vuestras lámparas despabiladas


y encendidas? La obra actualmente se está realizando en la corte celestial. En vi-
sión sobre la isla de Patmos, Juan dijo: “Y me dada una vara

Versículo 2. “"Pero deja sin medir el patio exterior del Santuario, porque es dado a los
gentiles, que pisotearán la ciudad santa durante 42 meses.”

6T:366-367.

HAp:488. Se habla de Cristo como caminando en medio de los candeleros de oro. Así
se simboliza su relación con la iglesia. Está en constante comunicación con su pueblo.
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Conoce su real condición. Observa su orden, su piedad, su devoción. Aunque es el
sumo sacerdote y mediador en el santuario celestial, se le representa como cami-
nando de aquí para allá en medio de sus iglesias en la tierra. Con incansable desvelo
y constante vigilancia, observa para ver si la luz de alguno de sus centinelas arde débil-
mente o si se apaga. Si el candelero fuera dejado al mero cuidado humano, la vacilante
llama languidecería y moriría; pero él es el verdadero centinela en la casa del Señor,
el fiel guardián de los atrios del templo. Su cuidado constante y su gracia sostene-
dora son la fuente de la vida y la luz.

CS:58-59. En el siglo sexto el papado concluyó por afirmarse. El asiento de su poder


quedó definitivamente fijado en la ciudad imperial, cuyo obispo fue proclamado cabeza
de toda la iglesia. El paganismo había dejado el lugar al papado. El dragón dio a la bes-
tia "su poder y su trono, y grande autoridad." (Apocalipsis 13: 2, V.M.; véase el Apéndi-
ce.) Entonces empezaron a correr los 1260 años de la opresión papal predicha en
las profecías de Daniel y en el Apocalipsis. (Daniel 7:25; Apocalipsis 13:5-7.) Los
cristianos se vieron obligados a optar entre sacrificar su integridad y aceptar el cul-
to y las ceremonias papales, o pasar la vida encerrados en los calabozos o morir en
el tormento, en la hoguera o bajo el hacha del verdugo. Entonces se cumplieron las
palabras de Jesús: "Seréis entregados aun de vuestros padres, y hermanos, y parientes, y
amigos; y matarán a algunos de vosotros. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi
nombre." (Luc. 21:16-17). La persecución se desencadenó sobre los fieles con furia ja-
más conocida hasta entonces, y el mundo vino a ser un vasto campo de batalla. Por cen-
tenares de años la iglesia de Cristo no halló más refugio que en la reclusión y en la oscu-
ridad. Así lo dice el profeta: "Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar aparejado de
Dios, para que allí la mantengan mil doscientos y sesenta días." (Apoc. 12:6).

CS:309-310. Los "cuarenta y dos meses" y los "mil doscientos sesenta días" desig-
nan el mismo plazo, o sea el tiempo durante el cual la iglesia de Cristo iba a sufrir
bajo la opresión de Roma. Los 1260 años del dominio temporal del papa comenza-
ron en el año 538 d.C. y debían terminar en 1798 (Véase el Apéndice). En dicha fe-
cha, entró en Roma un ejército francés que tomó preso al papa, el cual murió en el des-
tierro. A pesar de haberse elegido un nuevo papa al poco tiempo, la jerarquía pontificia
no volvió a alcanzar el esplendor y poderío que antes tuviera.
La persecución contra la iglesia no continuó durante todos los 1260 años. Dios, usando
de misericordia con su pueblo, acortó el tiempo de tan horribles pruebas. Al predecir la
"gran tribulación" que había de venir sobre la iglesia, el Salvador había dicho: "Si aque-
llos días no fuesen acortados, ninguna carne sería salva; mas por causa de los escogidos,
aquellos días serán acortados". (Mat. 24:22). Debido a la influencia de los acontecimien-
tos relacionados con la Reforma, las persecuciones cesaron antes del año 1798.

CS:351. Veinticinco años después apareció la segunda señal mencionada en la profecía:


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el obscurecimiento del sol y de la luna. Lo que hacía esto aun más sorprendente, era la
circunstancia de que el tiempo de su cumplimiento había sido indicado de un modo pre-
ciso. En su conversación con los discípulos en el Monte de los Olivos, después de des-
cribir el largo período de prueba por el que debía pasar la iglesia, es decir, los mil dos-
cientos sesenta años de la persecución papal, acerca de los cuales había prometido
que la tribulación sería acortada, el Salvador mencionó en las siguientes palabras
ciertos acontecimientos que debían preceder su venida y fijó además el tiempo en
que se realizaría el primero de éstos: "En aquellos días, después de aquella aflicción,
el sol se obscurecerá, y la luna no dará su resplandor." (S. Marcos 13: 24.) Los 1260
días, o años, terminaron en 1798. La persecución había concluido casi por completo
desde hacía casi un cuarto de siglo. Después de esta persecución, según las palabras de
Cristo, el sol debía obscurecerse. Pues bien, el 19 de Mayo de 1780 se cumplió esta pro-
fecía.

CS:405. El apóstol Pablo advirtió a la iglesia que no debía esperar la venida de Cristo en
tiempo de él. "Ese día -dijo- no puede venir, sin que" haya venido "primero la aposta-
sía," y sin que haya sido "revelado el hombre de pecado." (2 Tes. 2:3, V.M.) Sólo des-
pués que se haya producido la gran apostasía y se haya cumplido el largo período del
reino del "hombre de pecado," podemos esperar el advenimiento de nuestro Señor. El
"hombre de pecado," que también es llamado "misterio de iniquidad", "hijo de
perdición" y "el inicuo," representa al papado, el cual, como está predicho en las
profecías, conservaría su supremacía durante 1260 años. Este período terminó en
1798. La venida del Señor no podía verificarse antes de dicha fecha. San Pablo abarca
con su aviso toda la dispensación cristiana hasta el año 1798. Sólo después de esta fecha
debía ser proclamado el mensaje de la segunda venida de Cristo.

8T:67.

Versículo 3. “"Y daré poder a mis dos testigos, que profetizarán vestidos de saco durante
1.260 días".

4SP:188.

CS:310. "Los cuales profetizarán mil doscientos sesenta días, vestidos de sacos." Du-
rante la mayor parte de dicho período los testigos de Dios permanecieron en oscu-
ridad. El poder papal procuró ocultarle al pueblo la Palabra de verdad y poner an-
te él testigos falsos que contradijeran su testimonio. (Véase el Apéndice.) Cuando la
Biblia fue prohibida por las autoridades civiles y religiosas, cuando su testimonio fue
pervertido y se hizo cuanto pudieron inventar los hombres y los demonios para desviar
de ella la atención de la gente, y cuando los que osaban proclamar sus verdades sagradas
fueron perseguidos, entregados, atormentados, confinados en las mazmorras, martiriza-
dos por su fe u obligados a refugiarse en las fortalezas de los montes y en las cuevas de
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la tierra, fue entonces cuando los fieles testigos profetizaron vestidos de sacos. No obs-
tante, siguieron dando su testimonio durante todo el período de 1260 años. Aun en los
tiempos más sombríos hubo hombres fieles que amaron la Palabra de Dios y se manifes-
taron celosos por defender su honor. A estos fieles siervos de Dios les fueron dados po-
der, sabiduría y autoridad para que divulgasen la verdad durante todo este período.

4SP:188.

CS:311-312. Con el pretexto de reverenciar las Escrituras, Roma las había mantenido
aprisionadas en una lengua desconocida, y las había ocultado al pueblo. Durante la
época de su dominio los testigos profetizaron "vestidos de sacos;" pero, otro poder
-la bestia que sube del abismo- iba a levantarse a combatir abiertamente contra la
Palabra de Dios.

Versículo 4. “Estos son los dos olivos, y los dos candeleros que están ante el Dios de la
tierra”.

CW:113-114.

CS:310. Y acerca de los dos testigos, el profeta declara más adelante: "Estos son los dos
olivos y los dos candelabros, que están delante de la presencia del Señor de toda la tie-
rra". "Lámpara es a mis pies tu palabra -dijo el salmista,- y luz a mi camino." (Apoc.
11:4; Salmo 119:105, V.M.) Estos dos testigos representan las Escrituras del Anti-
guo Testamento y del Nuevo. Ambos son testimonios importantes del origen y del
carácter perpetuo de la ley de Dios. Ambos testifican también acerca del plan de
salvación. Los símbolos, los sacrificios y las profecías del Antiguo Testamento se refie-
ren a un Salvador que había de venir. Y los Evangelios y las epístolas del Nuevo Testa-
mento hablan de un Salvador que vino tal como fuera predicho por los símbolos y la
profecía.

PVGM:337. Procedente de las dos olivas, corría el áureo aceite por los tubos hacia
el recipiente del candelero, y luego hacia las lámparas de oro que iluminaban el
santuario. Así también de los seres santos que están en la presencia de Dios, su Espíritu
es impartido a los instrumentos humanos que están consagrados a su servicio. La mi-
sión de los dos ungidos es comunicar al pueblo de Dios que sólo la gracia celestial
puede hacer de su Palabra una lámpara para los pies y una luz para el sendero.
"No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos".

TM:345. La palabra del predicador de la luz, como el aceite áureo que fluye de la
oliva celestial al vaso, hace que la lámpara de la vida brille con claridad y poder
para que todos puedan discernir. Los que tienen el privilegio de sentarse para apren-
der de un ministerio tal, si sus corazones son susceptibles a la influencia del Espíritu
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Santo, sentirán una vida interna. El fuego del amor de Dios será encendido dentro de
ellos.

Versículo 5. “ Si alguno trata de dañarlos, fuego sale de la boca de ellos, y devora a sus
enemigos. Así morirá el que quiera dañarlos.”

CS:311. "Y si alguno procura dañarlos, fuego procede de sus bocas, y devora a sus
enemigos; y si alguno procurare dañarlos, es menester que de esta manera sea muerto."
(Apoc. 11:5, V.M.) Los hombres no pueden pisotear impunemente la Palabra de
Dios. El significado de tan terrible sentencia resalta en el último capítulo del Apo-
calipsis: "Yo protesto a cualquiera que oye las palabras de la profecía de este libro: Si
alguno añadiere a estas cosas, Dios pondrá sobre él las plagas que están escritas en este
libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte
del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de las cosas que están escritas en este libro."
(Apoc. 22:18-19).
Tales son los avisos que ha dado Dios para que los hombres se abstengan de alterar lo
revelado o mandado por él. Estas solemnes denuncias se refieren a todos los que con
su influencia hacen que otros consideren con menosprecio la ley de Dios. Deben ha-
cer temblar y temer a los que declaran con liviandad que poco importa que obedez-
camos o no obedezcamos a la ley de Dios. Todos los que alteran el significado preciso
de las Sagradas Escrituras sobreponiéndoles sus opiniones particulares, y los que tuercen
los preceptos de la Palabra divina ajustándolos a sus propias conveniencias, o a las del
mundo, se arrogan terrible responsabilidad. La Palabra escrita, la ley de Dios, medirá el
carácter de cada individuo y condenará a todo el que fuere hallado falto por esta prueba
infalible.

Versículo 6. “Estos tienen poder de cerrar el cielo, para que no llueva en los días en que
profeticen. Y tienen poder de convertir el agua en sangre, y de herir la tierra con toda
plaga, cuantas veces quieran.”

DTG:382. Pedro había expresado la verdad que es el fundamento de la fe de la iglesia, y


Jesús le honró como representante de todo el cuerpo de los creyentes. Dijo: "A ti daré las
llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra será ligado en los cielos; y
todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos."
"Las llaves del reino de los cielos" son las palabras de Cristo. Todas las palabras de
la Santa Escritura son suyas y están incluidas en esa frase. Esas palabras tienen
poder para abrir y cerrar el cielo. Declaran las condiciones bajo las cuales los hom-
bres son recibidos o rechazados. Así la obra de aquellos que predican la Palabra de Dios
tiene sabor de vida para vida o de muerte para muerte. La suya es una misión cargada de
resultados eternos.

Versículo 7. “Y cuando haya acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo los
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combatirá, los vencerá, y los matará.”
CS:311. "Y cuando hayan acabado [estén acabando] de dar su testimonio.' El pe-
ríodo en que los dos testigos iban a testificar "vestidos de sacos" terminó en 1798.
Cuando estuviesen por concluir su obra en la oscuridad, les haría la guerra el poder re-
presentado por "la bestia que sube del abismo". En muchas de las naciones de Europa
los poderes que gobernaban la iglesia y el estado habían permanecido bajo el dominio de
Satanás por medio del papado. Mas aquí se deja ver una nueva manifestación del poder
satánico.

4CBA:1174. A medida que se aproxima el fin, los testimonios de los siervos de Dios
se harán más decididos y más poderosos; proyectarán la luz de la verdad sobre los
sistemas de error y de opresión que por tanto tiempo han tenido la supremacía. El
Señor nos ha enviado mensajes para este tiempo a fin de establecer el cristianismo sobre
una base eterna, y todos los que creen la verdad presente no deben apoyarse en su propia
sabiduría, sino en la de Dios; y deben levantar los cimientos de generación y generación.
Ellos serán registrados en los libros del cielo como reparadores de portillos, restaurado-
res de calzadas para habitar. Debemos sostener la verdad porque es la verdad, haciendo
frente a la más intensa oposición. Dios está influyendo en las mentes humanas; el hom-
bre no actúa solo. El gran poder iluminador procede de Cristo; el brillo de su ejemplo ha
de mantenerse delante de la gente en cada conversación (Carta 1 f, 1890).

CS:316-317. "La bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y prevalecerá
contra ellos y los matará." El poder ateo que gobernó a Francia durante la Revolu-
ción y el reinado del terror, hizo a Dios y a la Biblia una guerra como nunca la pre-
senciara el mundo. El culto de la Deidad fue abolido por la asamblea nacional. Se re-
cogían Biblias para quemarlas en las calles haciendo cuanta burla de ellas se podía. La
ley de Dios fue pisoteada; las instituciones de la Biblia abolidas; el día del descanso se-
manal fue abandonado y en su lugar se consagraba un día de cada diez a la orgía y a la
blasfemia. El bautismo y la comunión quedaron prohibidos. Y en los sitios más a la vista
en los cementerios se fijaron avisos en que se declaraba que la muerte era un sueño
eterno.

Versículo 8. “Sus cadáveres quedarán en la plaza de la gran ciudad, que simbólicamente


se llama Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado.”

CS:312. La "gran ciudad" en cuyas calles son asesinados los testigos y donde yacen
sus cuerpos muertos, "se llama simbólicamente Egipto." De todas las naciones
mencionadas en la historia de la Biblia, fue Egipto la que con más osadía negó la
existencia del Dios vivo y se opuso a sus mandamientos. Ningún monarca resistió
con tanto descaro a la autoridad del cielo, como el rey de Egipto. Cuando se presentó
Moisés ante él para comunicarle el mensaje del Señor, el faraón contestó con arrogancia:
"¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová,
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ni tampoco dejaré ir a Israel." (Éxo. 5:2). Esto es ateísmo; y la nación representada por
Egipto iba a oponerse de un modo parecido a la voluntad del Dios vivo, y a dar pruebas
del mismo espíritu de incredulidad y desconfianza. La "gran ciudad" es también compa-
rada "simbólicamente" con Sodoma. La corrupción de Sodoma al quebrantar la ley de
Dios fue puesta de manifiesto especialmente en la vida disoluta. Y este pecado iba a ser
también rasgo característico de la nación que cumpliría lo que estaba predicho en este
pasaje.
En conformidad con lo que dice el profeta, se iba a ver en aquel tiempo, poco antes del
año 1798, que un poder de origen y carácter satánicos se levantaría para hacer guerra a
la Biblia. Y en la tierra en que de aquella manera iban a verse obligados a callar los dos
testigos de Dios, se manifestarían el ateísmo del faraón y la disolución de Sodoma.

CS:314-316. "En donde también el Señor de ellos fue crucificado." En Francia se


cumplió también este rasgo de la profecía. En ningún otro país se había desarrolla-
do tanto el espíritu de enemistad contra Cristo. En ninguno había hallado la ver-
dad tan acerba y cruel oposición. En la persecución con que Francia afligió a los que
profesaban el Evangelio, crucificó también a Cristo en la persona de sus discípulos.
Siglo tras siglo la sangre de los santos había sido derramada. Mientras los valdenses su-
cumbían en las montañas del Piamonte "a causa de la Palabra de Dios y del testimonio
de Jesús," sus hermanos, los albigenses de Francia, testificaban de la misma manera por
la verdad. En los días de la Reforma los discípulos de ésta habían sucumbido en medio
de horribles tormentos. Reyes y nobles, mujeres de elevada alcurnia, delicadas donce-
llas, la flor y nata de la nación, se habían recreado viendo las agonías de los mártires de
Jesús. Los valientes hugonotes, en su lucha por los derechos más sagrados al corazón
humano, habían derramado su sangre en muchos y rudos combates. Los protestantes
eran considerados como fuera de la ley; sus cabezas eran puestas a precio y se les cazaba
como a fieras.
La "iglesia del desierto," es decir, los pocos descendientes de los antiguos cristianos que
aún quedaban en Francia en el siglo XVIII, escondidos en las montañas del sur, seguían
apegados a la fe de sus padres. Cuando se arriesgaban a congregarse en las faldas de los
montes o en los páramos solitarios, eran cazados por los soldados y arrastrados a las ga-
leras donde llevaban una vida de esclavos hasta su muerte. A los habitantes más mora-
les, más refinados e inteligentes de Francia se les encadenaba y torturaba horriblemente
entre ladrones y asesinos. (Wylie, lib. 22, cap. 6.) Otros, tratados con más misericordia,
eran muertos a sangre fría y a balazos, mientras que indefensos oraban de rodillas. Cen-
tenares de ancianos, de mujeres indefensas y de niños inocentes, eran dejados muertos
en el mismo lugar donde se habían reunido para celebrar su culto. Al recorrer la falda
del monte o el bosque para acudir al punto en donde solían reunirse, no era raro hallar "a
cada trecho, cadáveres que maculaban la hierba o que colgaban de los árboles." Su país,
asolado por la espada, el hacha y la hoguera, "se había convertido en vasto y sombrío
yermo." "Estas atrocidades no se cometieron en la Edad Media, sino en el siglo brillante
de Luis XIV, en que se cultivaba la ciencia y florecían las letras; cuando los teólogos de
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la corte y de la capital eran hombres instruidos y elocuentes y que afectaban poseer las
gracias de la mansedumbre y del amor". Id., cap. 7.
Pero lo más inicuo que se registra en el lóbrego catálogo de los crímenes, el más horrible
de los actos diabólicos de aquella sucesión de siglos espantosos, fue la "matanza de San
Bartolomé." Todavía se estremece horrorizado el mundo al recordar las escenas de aque-
lla carnicería, la más vil y alevosa que se registra. El rey de Francia instado por los sa-
cerdotes y prelados de Roma sancionó tan espantoso crimen. El tañido de una campana,
resonando a medianoche, dio la señal del degüello. Millares de protestantes que dormían
tranquilamente en sus casas, confiando en la palabra que les había dado el rey, asegu-
rándoles protección, fueron arrastrados a la calle sin previo aviso y asesinados a sangre
fría.
Así como Cristo era el jefe invisible de su pueblo cuando salió de la esclavitud de Egip-
to, así lo fue Satanás de sus súbditos cuando acometieron la horrenda tarea de multipli-
car el número de los mártires. La matanza continuó en París por siete días, con una furia
indescriptible durante los tres primeros. Y no se limitó a la ciudad, sino que por decreto
especial del rey se hizo extensiva a todas las provincias y pueblos donde había protestan-
tes. No se respetaba edad ni sexo. No escapaba el inocente niño ni el anciano de canas.
Nobles y campesinos, viejos y jóvenes, madres y niños, sucumbían juntos. La matanza
siguió en Francia por espacio de dos meses. Perecieron en ella setenta mil personas de la
flor y nata de la nación.
"Cuando la noticia de la matanza llegó a Roma, el regocijo del clero no tuvo límites. El
cardenal de Lorena premió al mensajero con mil duros; el cañón de San Angelo tronó en
alegres salvas; se oyeron las campanas de todas las torres; innumerables fogatas convir-
tieron la noche en día; y Gregorio XIII acompañado de los cardenales y otros dignatarios
eclesiásticos, se encaminó en larga procesión hacia la iglesia de San Luis, donde el car-
denal de Lorena cantó el Te Deum.... Se acuñó una medalla para conmemorar la matan-
za, y aun pueden verse en el Vaticano tres frescos de Vasari, representando la agresión
contra el almirante, al rey en el concilio maquinando la matanza, y la matanza misma.
Gregorio envió a Carlos la Rosa de Oro; y a los cuatro meses de la matanza, . . . escuchó
complacido el sermón de un sacerdote francés, . . . que habló de 'ese día tan lleno de di-
cha y alegría, cuando el santísimo padre recibió la noticia y se encaminó hacia San Luis
en solemne comitiva para dar gracias a Dios.' " -H. White, The Massacre of Saint
Bartholomew, cap. 14.
El mismo espíritu maestro que impulsó la matanza de San Bartolomé fue también el que
dirigió las escenas de la Revolución. Jesucristo fue declarado impostor, y el grito de
unión de los incrédulos franceses era: "Aplastad al infame," lo cual decían refiriéndose a
Cristo. Las blasfemias contra el cielo y las iniquidades más abominables se daban la
mano, y eran exaltados a los mejores puestos los hombres más degradados y los más en-
tregados al vicio y a la crueldad. En todo esto no se hacía más que tributar homenaje su-
premo a Satanás, mientras que se crucificaba a Cristo en sus rasgos característicos de
verdad, pureza y amor abnegado.
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Versículo 9-10. ---“Durante tres días y medio, la gente de los pueblos y tribus, lenguas
y naciones, verán sus cadáveres, y no permitirán que sean sepultados. Los habitantes de
la tierra se regocijarán y se alegrarán por causa de ellos, y se enviarán regalos unos a
otros, porque estos dos profetas habían atormentado a los habitantes de la tierra.”

CS:317-319. "Y los que habitan sobre la tierra se regocijan sobre ellos, y hacen fiesta; y
se envían regalos los unos a los otros; porque estos dos profetas atormentaron a los que
habitan sobre la tierra." La Francia incrédula había acallado las voces de reprensión
de los testigos de Dios. La Palabra de verdad yacía muerta en sus calles y los que
odiaban las restricciones y los preceptos de la ley de Dios se llenaron de júbilo. Los
hombres desafiaban públicamente al Rey de los cielos, y gritaban como los pecadores de
la antigüedad: "¿Cómo sabe Dios? ¿Y hay conocimiento en lo alto?" (Salmo 73: 11.)
Uno de los sacerdotes del nuevo orden, profiriendo terribles blasfemias, dijo: "¡Dios! si
es cierto que existes, toma venganza de las injurias que se hacen a tu nombre. ¡Yo te
desafío! Guardas silencio; no te atreves a descargar tus truenos. Entonces ¿quién va a
creer que existes?" M. Ch. Lacretelle, Histoire de France pendant le dixhuitième siècle,
tomo 2, pág. 309. ¡Qué eco tan fiel de la pregunta de Faraón: "¿Quién es Jehová, para
que yo oiga su voz?" "No conozco a Jehová"!
"Dijo el necio en su corazón: No hay Dios." (Salmo 14: 1.) Y el Señor declara respecto
de los que pervierten la verdad que "se hará manifiesta a todos su necedad." (2 Tim. 3:9,
V.M.) Después que hubo renunciado al culto del Dios vivo, "el Alto y el Excelso que
habita la eternidad," cayó Francia al poco tiempo en una idolatría degradante rindiendo
culto a la diosa de la razón en la persona de una mujer libertina. ¡Y esto en la cámara re-
presentativa de la nación y por medio de las más altas autoridades civiles y legislativas!
Dice el historiador: "Una de las ceremonias de aquel tiempo de locura no tiene igual por
lo absurdo combinado con lo impío. Las puertas de la convención se abrieron de par en
par para dar entrada a los músicos de la banda que precedía a los miembros del cuerpo
municipal que entraron en solemne procesión, cantando un himno a la libertad y escol-
tando como objeto de su futura adoración a una mujer cubierta con un velo y a la cual
llamaban la diosa de la razón. Cuando llegó ésta al lugar que le estaba reservado, le fue
quitado el velo con gran ceremonial, y se le dio asiento a la derecha del presidente, reco-
nociendo todos ellos en ella a una bailarina de la ópera.... A esta mujer rindió público
homenaje la convención nacional de Francia, considerándola como la representación
más perfecta de la razón que ellos veneraban.
"Esta momería sacrílega y ridícula estuvo de moda; y la instalación de la diosa de la ra-
zón fue imitada en algunas poblaciones del país que deseaban demostrar que se hallaban
a la altura de la Revolución". Scott, tomo 1, cap. 17.
El orador que introdujo el culto de la razón, se expresó en estos términos: "¡Legislado-
res! El fanatismo ha cedido su puesto a la razón; sus turbios ojos no han podido resistir
el brillo de la luz. Un pueblo inmenso se ha trasladado hoy a esas bóvedas góticas, en las
que por vez primera han repercutido los ecos de la verdad. Allí han celebrado los france-
ses el único culto verdadero: el de la libertad, el de la razón. Allí hemos hecho votos por
Pág. 11
la prosperidad de las armas de la República; allí hemos abandonado inanimados ídolos
para seguir a la razón, a esta imagen animada, la obra más sublime de la naturaleza." -M.
A. Thiers, Historia de la Revolución Francesa, cap. 29.
Al ser presentada la diosa ante la convención, la tomó el orador de la mano y dirigiéndo-
se a toda la asamblea, dijo: "Mortales, cesad de temblar ante los truenos impotentes de
un Dios que vuestros temores crearon. No reconozcáis de hoy en adelante otra divinidad
que la razón. Yo os presento su imagen más noble y pura; y, si habéis de tener ídolos,
ofreced sacrificios solamente a los que sean como éste.... ¡Caiga ante el augusto senado
de la libertad, el velo de la razón!. . .
"La diosa, después de haber sido abrazada por el presidente, tomó asiento en una magní-
fica carroza que condujeron por entre el inmenso gentío hasta la catedral de Notre Da-
me, para reemplazar a la Deidad. La elevaron sobre el altar mayor y recibió la adoración
de todos los que estaban presentes". Alison, tomo 1, cap. 10.
Poco después de esto procedieron a quemar públicamente la Biblia. En cierta ocasión "la
Sociedad Popular del Museo" entró en el salón municipal gritando: ¡Vive la Raison! y
llevando en la punta de un palo los fragmentos de varios libros que habían sacado de las
llamas, quemados en parte; entre otros, breviarios, misales, y el Antiguo y Nuevo Tes-
tamentos que "expiaron en un gran fuego -dijo el presidente- todas las locuras en que por
causa de ellos había incurrido la raza humana". Journal de París, 14 de Noviembre de
1793 (No. 318, pág. 1279).

Ed:46. A fin de contrarrestar este creciente mal, Dios proveyó otros instrumentos que
ayudaran a los padres en la obra de la educación. Desde los tiempos más remotos se
había considerado a los profetas como maestros divinamente designados. El profe-
ta era, en el sentido más elevado, una persona que hablaba por inspiración directa,
y comunicaba al pueblo los mensajes que recibía de Dios. Pero también se daba este
nombre a los que, aunque no era tan directamente inspirados, eran divinamente
llamados a instruir al pueblo en las obras y los caminos de Dios. Para preparar esa
clase de maestros, Samuel fundó, de acuerdo con la instrucción del Señor, las escuelas
de los profetas.

Versículo 11. “Pero después de los tres días y medio, entró en ellos un espíritu de vida
enviado por Dios. Se levantaron sobre sus pies, y cayó un gran temor sobre quienes los
veían”.

CS:330-331. No iban a permanecer mucho tiempo en silencio los fieles testigos de Dios
que habían sucumbido bajo el poder blasfemo "que sube del abismo". "Después de los
tres días y medio, el espíritu de vida, venido de Dios, entró en ellos, y se levantaron so-
bre sus pies: y cayó gran temor sobre los que lo vieron." (Apoc. 11:11, V.M.) En 1793
había promulgado la Asamblea francesa los decretos que abolían la religión cristiana y
desechaban la Biblia. Tres años y medio después, este mismo cuerpo legislativo adoptó
una resolución que rescindía esos decretos y concedía tolerancia a las Sagradas Escritu-
Pág. 12
ras. El mundo contemplaba estupefacto los terribles resultados que se había obtenido al
despreciar los Oráculos Sagrados y los hombres reconocían que la fe en Dios y en su Pa-
labra son la base de la virtud y de la moralidad. Dice el Señor: "¿A quién injuriaste y a
quién blasfemaste? ¿Contra quién has alzado tu voz, y levantado tus ojos en alto? Contra
el Santo de Israel". "Por tanto, he aquí, les enseñaré de esta vez, enseñarles he mi mano
y mi fortaleza, y sabrán que mi nombre es Jehová." (Isaías 37: 23; Jeremías 16: 21.)

Versículo 12. “Entonces oyeron una gran voz del cielo, que les dijo: ‘¡Subid acá!’ Y
subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos.”

CS:331-332. Hablando de los dos testigos, el profeta dice además: "Y oyeron una grande
voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos
los vieron." (Apoc. 11:12). Desde que Francia les declarara la guerra, estos dos testigos
de Dios han recibido mayor honra que nunca antes. En el año 1804 se organizó la Socie-
dad Bíblica Británica y Extranjera. Este hecho fue seguido de otros semejantes en otras
partes de Europa donde se organizaron sociedades similares con numerosas ramas es-
parcidas por muchas partes del continente. En 1816 se fundó la Sociedad Bíblica Ameri-
cana. Cuando se creó la Sociedad Británica, la Biblia circulaba en cincuenta idiomas.
Desde entonces ha sido traducida en muchos centenares de idiomas y dialectos. (Véase
el Apéndice).
Durante los cincuenta años que precedieron a 1792, se daba muy escasa importan-
cia a la obra de las misiones en el extranjero. No se fundaron sociedades nuevas, y
eran muy pocas las iglesias que se esforzaban por extender el Evangelio en los paí-
ses paganos. Pero en las postrimerías del siglo XVIII se vio un cambio notable. Los
hombres comenzaron a sentirse descontentos con los resultados del racionalismo y
comprendieron la gran necesidad que tenían de la revelación divina y de la expe-
riencia religiosa. Desde entonces la obra de las misiones en el extranjero se extendió
rápidamente. (Véase el Apéndice.)
Los adelantos de la imprenta dieron notable impulso a la circulación de la Biblia. El in-
cremento de los medios de comunicación entre los diferentes países, la supresión de las
barreras del prejuicio y del exclusivismo nacional, y la pérdida del dominio temporal del
pontífice de Roma, han ido abriéndole paso a la Palabra de Dios. Hace ya muchos años
que la Biblia se vende en las calles de Roma sin que haya quien lo impida, y en el día de
hoy ha sido llevada a todas las partes del mundo habitado.
El incrédulo Voltaire dijo con arrogancia en cierta ocasión: "Estoy cansado de oír de
continuo que doce hombres establecieron la religión cristiana. Yo he de probar que un
solo hombre basta para destruirla." Han transcurrido varias generaciones desde que Vol-
taire murió y millones de hombres han secundado su obra de propaganda contra la Bi-
blia. Pero lejos de agotarse la circulación del precioso libro, allí donde había cien ejem-
plares en tiempo de Voltaire hay diez mil hoy día, por no decir cien mil. Como dijo uno
de los primitivos reformadores hablando de la iglesia cristiana: "La Biblia es un yunque
sobre el cual se han gastado muchos martillos." Ya había dicho el Señor: "Ninguna arma
Pág. 13
forjada contra ti tendrá éxito; y a toda lengua que en juicio se levantare contra ti, conde-
narás". (Isa. 54:17, V.M.)
"La Palabra de nuestro Dios permanece para siempre." "Seguros son todos sus precep-
tos; establecidos para siempre jamás, hechos en verdad y en rectitud." (Isa. 40:8; Salmo
111:7-8, V.M.) Lo que fuere edificado sobre la autoridad de los hombres será derribado;
mas lo que lo fuere sobre la roca inamovible de la Palabra de Dios, permanecerá para
siempre.

Versículo 13. “En aquella hora hubo un gran terremoto. Y la décima parte de la ciudad
se derrumbó. Murieron por el terremoto 7.000 hombres, y los demás se espantaron y
glorificaron al Dios del cielo”.

CS:329-330. Cuando Francia desechó a Dios y descartó la Biblia públicamente, hubo


impíos y espíritus de las tinieblas que se llenaron de júbilo por haber logrado al fin el
objeto que por tanto tiempo se habían propuesto: un reino libre de las restricciones de la
ley de Dios. Y porque la maldad no era pronto castigada, el corazón de los hijos de los
hombres estaba "plenamente resuelto a hacer el mal." Empero la transgresión de una ley
justa y recta debía traer inevitablemente como consecuencia la miseria y el desastre. Si
bien es verdad que no vino el juicio inmediatamente sobre los culpables, estaban éstos
labrando su ruina segura. Siglos de apostasía y de crimen iban acumulando la ira para el
día de la retribución; y cuando llegaron al colmo de la iniquidad comprendieron los me-
nospreciadores de Dios cuán terrible es agotar la paciencia divina. Fue retirado en gran
medida el poder restrictivo del Espíritu de Dios que hubiera sido el único capaz de tener
en jaque al poder cruel de Satanás y se le permitió al que se deleita en los sufrimientos
de la humanidad que hiciese su voluntad. Los que habían preferido servir a la rebelión
cosecharon los frutos de ella hasta que la tierra se llenó de crímenes tan horribles que la
pluma se resiste a describirlos. De las provincias asoladas y de las ciudades arruina-
das, levantábase un clamor terrible de desesperación, de angustia indescriptible.
Francia se estremecía como sacudida por un terremoto. La religión, la ley, la socie-
dad, el orden; la familia, el estado y la iglesia, todo lo abatía la mano impía que se
levantara contra la ley de Dios. Bien dijo el sabio: "Por su misma maldad caerá el
hombre malo." "Pero aunque el pecador haga mal cien veces, y con todo se le prolon-
guen los días, sin embargo yo ciertamente sé que les irá bien a los que temen a Dios, por
lo mismo que temen delante de él. Al hombre malo empero no le irá bien." "Por cuanto
aborrecieron la ciencia, y no escogieron el temor de Jehová; . . . por tanto comerán del
fruto de su mismo camino, y se hartarán de sus propios consejos." (Prov. 11:5; Ecle.
8:12-13; Prov. 1:29, 31, V.M.)

Versículo 14. “El segundo ay ya pasó. El tercer ay vendrá pronto.”

RH, 11 de Marzo de 1915.


Pág. 14
2T:552.
4SG:59-60.

[SPTA01] 37-38.

WB, 9 de Septiembre de 1902.

Versículo 15. “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo fuertes voces en el cielo, que
dijeron: "El reino del mundo ha venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y reinará
para siempre jamás"

CM:399. Las señales de la venida de Cristo se están cumpliendo rápidamente. Satanás


ve que tiene tan sólo un corto tiempo en que trabajar, y pone sus agentes a la obra para
incitar los elementos del mundo, a fin de que los hombres puedan ser engañados, sedu-
cidos y mantenidos ocupados y hechizados hasta que termine el día de gracia y la puerta
de misericordia se cierre para siempre.
Los reinos de este mundo no han llegado a ser todavía los reinos de nuestro Señor y
de su Cristo. No os engañéis; estad despiertos y obrad rápidamente; porque viene
la noche, en la cual nadie puede obrar. No estimuléis a los alumnos que vienen a vo-
sotros preocupados por la obra de salvar a sus semejantes, a pasar de un curso de estu-
dios a otro. No alarguéis a muchos años el tiempo que necesitan para educarse. Al ha-
cerlo, les dais la impresión de que hay bastante tiempo, y este mismo plan resulta en una
trampa para sus almas.

CS:346. En torno de su venida se agrupan las glorias de "la restauración de todas las co-
sas, de la cual habló Dios por boca de sus santos profetas, que ha habido desde la anti-
güedad". Entonces será quebrantado el poder del mal que tanto tiempo duró; "¡el
reino del mundo" vendrá "a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo; y él
reinará para siempre jamás!" "¡Será manifestada la gloria de Jehová, y la verá toda
carne juntamente!" "Jehová hará crecer justicia y alabanza en presencia de todas las na-
ciones." El "será corona de gloria y diadema de hermosura para el resto de su pueblo."
(Hechos 3:21; Apoc. 11:15; Isa. 40:5; 61:11; 28:5, V.M.)

PVGM:54-55. El germen que se halla en la semilla crece en virtud del desarrollo del
principio de vida que Dios ha implantado en él. Su desarrollo no depende del poder
humano. Tal ocurre con el reino de Cristo. Es una nueva creación. Sus principios de
desarrollo son opuestos a los que rigen los reinos de este mundo. Los gobiernos terre-
nales prevalecen por la fuerza física; mantienen su dominio por la guerra; pero el
Fundador del nuevo reino es el Príncipe de Paz. El Espíritu Santo representa a los
reinos del mundo bajo el símbolo de bestias fieras de rapiña; pero Cristo es el
"Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". En su plan de gobierno no hay
empleo de fuerza bruta para forzar la conciencia. Los judíos esperaban que el reino de
Pág. 15
Dios se estableciese de la misma forma que los reinos del mundo. Para promover la jus-
ticia ellos recurrieron a las medidas externas. Trazaron métodos y planes. Pero Cristo
implanta un principio. Inculcando la verdad y la justicia, contrarresta el error y el peca-
do.

Versículos 16-18. “Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados ante Dios en sus
tronos, se postraron sobre su rostro y adoraron a Dios, diciendo: "Te damos gracias, Se-
ñor Todopoderoso, que eres y que eras, porque has asumido tu inmenso poder, y has
empezado a reinar. Se han airado las naciones, y ha llegado tu ira: el tiempo de juzgar a
los muertos, de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos y a los que veneran
tu Nombre, pequeños y grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra".

PE:36. Al principiar el santo sábado 5 de Enero de 1849, nos dedicamos a la oración con
la familia del Hno. Belden en Rocky Hill, Connecticut, y el Espíritu Santo descendió so-
bre nosotros. Fui arrebatada en visión al lugar santísimo, donde vi a Jesús intercediendo
todavía por Israel. En la parte inferior de su ropaje, llevaba una campanilla y una gra-
nada. Entonces vi que Jesús no dejaría el lugar santísimo antes que estuviesen decididos
todos los casos, ya para salvación, ya para destrucción, y que la ira de Dios no podía
manifestarse mientras Jesús no hubiese concluido su obra en el lugar santísimo y dejado
sus vestiduras sacerdotales, para revestirse de ropaje de venganza. Entonces Jesús saldrá
de entre el Padre y los hombres, y Dios ya no callará, sino que derramará su ira sobre los
que rechazaron su verdad. Vi que la cólera de las naciones, la ira de Dios y el tiempo de
juzgar a los muertos, eran cosas separadas y distintas, que se seguían, una a otra. Tam-
bién vi que Miguel no se había levantado aún, y que el tiempo de angustia, cual no lo
hubo nunca, no había comenzado todavía. Las naciones se están airando ahora, pero
cuando nuestro Sumo Sacerdote termine su obra en el santuario, se levantará, se pondrá
las vestiduras de venganza, y entonces se derramarán las siete postreras plagas.

PE:85-86. APRECIADOS AMIGOS CRISTIANOS: Como he expuesto un breve esbozo


de mi experiencia y visiones, que se publicó en 1851, me parece que tengo el deber de
repasar algunos puntos de aquella obrita, y presentar algunas visiones más recientes.
1. En la página 33 se lee lo siguiente: "Vi que el santo sábado es, y será, el muro separa-
dor entre el verdadero Israel de Dios y los incrédulos, así como la institución más ade-
cuada para unir los corazones de los queridos y esperanzados santos de Dios. Vi que
Dios tenía hijos que no reconocen ni guardan el sábado. No han rechazado la luz refe-
rente a él. Y al empezar el tiempo de angustia, fuimos henchidos del Espíritu Santo
cuando salimos a proclamar más plenamente el sábado."
Esta visión fue dada en 1847 cuando eran muy pocos los hermanos adventistas que ob-
servaban el sábado, y de éstos eran aun menos los que suponían que su observancia era
de suficiente importancia para trazar una separación entre el pueblo de Dios y los incré-
dulos. Ahora se comienza a ver el cumplimiento de esa visión. El comienzo "del tiem-
po de angustia" mencionado entonces no se refiere al tiempo cuando comenzarán a ser
Pág. 16
derramadas las plagas, sino a un corto período precisamente antes que caigan, mientras
Cristo está en el santuario. En ese tiempo, cuando se esté terminando la obra de la
salvación, vendrá aflicción sobre la tierra, y las naciones se airarán, aunque serán
mantenidas en jaque para que no impidan la realización de la obra del tercer ángel.
En ese tiempo, descenderá la "lluvia tardía" o refrigerio de la presencia del Señor para
dar poder a la voz fuerte del tercer ángel, y preparar a los santos para que puedan subsis-
tir durante el plazo cuando las siete postreras plagas serán derramadas.

1MS:259-260. Se me indicó que se presentaría entre nosotros otra vez, en los días fina-
les del mensaje, un fanatismo similar al que tuvimos que afrontar después de que pasó el
tiempo en 1844, y que debemos hacer frente a este mal tan decididamente ahora como lo
hicimos antaño.
Estamos en el umbral de grandes y solemnes acontecimientos. Las profecías se están
cumpliendo. Se está registrando en los libros del cielo una historia extraña y significati-
va; acontecimientos que, como se declaró, sucederían poco antes del gran día de Dios.
Todo en el mundo está alterado. Las naciones se han airado y se realizan grandes
preparativos para la guerra. Una nación conspira contra otra y un reino contra
otro. El gran día de Dios se apresura rápidamente. Pero aunque las naciones alistan
sus fuerzas para la guerra y el derramamiento de sangre, todavía está en vigencia la or-
den dada a los ángeles de que retengan los cuatro vientos hasta que los siervos de Dios
sean sellados en sus frentes.

6T:14. Estamos en el umbral de grandes y solemnes acontecimientos. Las profecías se


están cumpliendo. La historia, extraña y llena de sucesos, está registrándose en los libros
del cielo. Todo en nuestro mundo está en agitación. Hay guerras y rumores de
guerras. Las naciones están airadas, y ha llegado el tiempo en que deben ser juz-
gados los muertos. Los acontecimientos están cambiando para traer el día de Dios,
que se apresura grandemente. Queda, por así decirlo, solamente un momento de
tiempo. Pero aunque ya se levanta nación contra nación, y reino contra reino, no hay
todavía conflagración general. Todavía los cuatro vientos son retenidos hasta que los
siervos de Dios sean sellados en sus frentes. Entonces las potencias de la tierra ordena-
rán sus fuerzas para la última gran batalla.

9T:26-27. Mi corazón está oprimido porque un número tan grande de los que podrían
trabajar no hacen nada. Son juguetes de las tentaciones de Satanás. Cada miembro de la
iglesia debe trabajar mientras dura el día; porque viene la noche cuando nadie puede tra-
bajar. Muy pronto sabremos lo que es la noche. El Espíritu de Dios, contristado, se reti-
ra de la tierra. Las naciones están airadas unas contra otras. Se hacen inmensos
preparativos para la guerra. La noche se acerca. Levántese la iglesia para cumplir
la tarea que le ha sido asignada. Todo creyente, cualquiera que sea el grado de su
instrucción, puede llevar el mensaje.
La eternidad se extiende ante nosotros. El telón está por levantarse. ¿ Qué estamos pen-
Pág. 17
sando al aferrarnos egoístamente a nuestra comodidad mientras que en derredor nuestro
hay almas que perecen? Están nuestros corazones completamente endurecidos? ¿No po-
demos ver y comprender que nos incumbe hacer una obra en favor de nuestros semejan-
tes? Hermanos y hermanas, ¿sois de aquellos que teniendo ojos no ven y teniendo oídos
no oyen? ¿Será en vano que Dios os haya revelado su voluntad? ¿Será en vano que os
haya dirigido amonestación tras amonestación con respecto a la proximidad del fin?
¿Creéis las declaraciones de su Palabra tocante a las cosas que han de sobrevenir al
mundo? ¿Creéis que los juicios de Dios están suspendidos sobre los habitantes de la tie-
rra? En caso afirmativo, ¿cómo podéis quedar tranquilos, ociosos e indiferentes?

1T:304.

TM:181-182. El mundo pronto ha de ser abandonado por el ángel de la misericor-


dia, y las últimas siete plagas han de ser derramadas. El pecado, la vergüenza, el do-
lor y las tinieblas están por todas partes; pero el Señor continúa asegurando a las almas
de los hombres el precioso privilegio de cambiar las tinieblas por la luz, el error por la
verdad, el pecado por la justicia. Sin embargo, la paciencia y la misericordia divinas no
esperarán para siempre. No piense ninguna alma que puede esconderse de la ira de Dios
detrás de una mentira, porque Dios despojará al alma del refugio de la mentira. Los
dardos de la ira de Dios pronto han de caer, y cuando él comience a castigar a los
transgresores, no habrá ningún período de respiro hasta el fin. La tormenta de la
ira de Dios se está preparando, y quedarán en pie sólo aquellos que están santifica-
dos por medio de la verdad en el amor de Dios. Ellos serán escondidos con Cristo en
Dios hasta que la desolación haya pasado. Él saldrá para castigar a los habitantes del
mundo por su iniquidad, y "la tierra descubrirá sus sangres, y no más encubrirá sus
muertos". Sea el lenguaje del alma:
Sálvame, Señor Jesús de las olas del turbión, hasta el puerto de salud guía tú mi embar-
cación. Ningún otro asilo hay, indefenso acudo a ti, mi necesidad me trae, porque mi
peligro vi.

PE:280. Al salir Jesús del lugar santísimo, oí el tintineo de las campanillas de su túnica.
Una tenebrosa nube cubrió entonces a los habitantes de la tierra. Ya no había mediador
entre el hombre culpable y un Dios ofendido. Mientras Jesús estuvo interpuesto entre
Dios y el pecador, tuvo la gente un freno; pero cuando dejó de estar entre el hombre y el
Padre, desapareció el freno y Satanás tuvo completo dominio sobre los finalmente impe-
nitentes. Era imposible que fuesen derramadas las plagas mientras Jesús oficiase
en el santuario; pero al terminar su obra allí y cesar su intercesión, nada detiene ya
la ira de Dios que cae furiosamente sobre la desamparada cabeza del culpable pe-
cador que descuidó la salvación y aborreció las reprensiones. En aquel terrible mo-
mento, después de cesar la mediación de Jesús, a los santos les toca vivir sin intercesor
en presencia del Dios santo. Había sido decidido todo caso y numerada cada joya. De-
túvose un momento Jesús en el departamento exterior del santuario celestial, y los peca-
Pág. 18
dos confesados mientras él estuvo en el lugar santísimo fueron asignados a Satanás, ori-
ginador del pecado, quien debía sufrir su castigo.

CS:540. En el tiempo señalado para el juicio -al fin de los 2.300 días, en 1844- empezó
la obra de investigación y el acto de borrar los pecados. Todos los que hayan profesado
el nombre de Cristo deben pasar por ese riguroso examen. Tanto los vivos como los
muertos deben ser juzgados "de acuerdo con las cosas escritas en los libros, según
sus obras".

Versículo 19. “Entonces fue abierto el Santuario de Dios que está en el cielo, y quedó a
la vista el Arca de su Pacto en su Santuario. Y hubo relámpagos, voces y truenos, y un
terremoto y una fuerte granizada.”

BCL:57.

1CBA:1121. El arca del santuario terrenal era el modelo de la verdadera arca del cielo.
Allí, junto al arca celestial, hay ángeles vivientes, cada uno con un ala protegiendo el
propiciatorio y extendiéndola hacia lo alto, al paso que las otras alas están plegadas so-
bre ellos como señal de reverencia y humildad (ST, 21-03-1911).

1CBA:1123. Os amonesto: no coloquéis vuestra influencia contra los mandamientos de


Dios. Esa ley es tal como Jehová la escribió en el templo del cielo. . Jesús está allí El
hombre puede hollar su copia terrenal, pero el original se conserva en el arca de
Dios en el cielo; y sobre la cubierta de esa arca, precisamente encima de esa ley está
el propiciatorio mismo, delante de esa arca, para mediar por el hombre (MS 6a,
1886).

"Y dio [Cristo] a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas
del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios". Nada escrito sobre esas
tablas podía ser raído. El precioso registro de la ley fue colocado en el arca del tes-
tamento y está todavía allí, oculto y a salvo de la familia humana. Pero en el tiempo
señalado por Dios, él sacará esas tablas de piedra para que sean un testimonio ante todo
el mundo contra la desobediencia de sus mandamientos y contra el culto idolátrico de un
día de reposo falsificado (MS 122, 1901).
Hay abundantes evidencias de la inmutabilidad de la ley de Dios. Fue escrita con el de-
do de Dios, para no ser nunca borrada, para no ser nunca destruida. Las tablas de pie-
dra están ocultas por Dios para ser presentadas en el gran día del juicio, tal como él
las escribió (RH, 26-03-1908).

4CBA:1161. La visión que le fue dada a Isaías representa la condición del pueblo de
Dios en los últimos días. Este tiene el privilegio de ver por fe la obra que se está reali-
zando en el santuario celestial: "Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca
Pág. 19
de su pacto se veía en el templo". Mientras el pueblo de Dios mira por fe dentro
del lugar santísimo, y ve la obra de Cristo en el santuario celestial, percibe que es
un pueblo de labios inmundos; y pueblo cuyos labios con frecuencia han hablado
vanidad, y cuyos talentos no han sido santificados y usados para la gloria de Dios.
Bien podría desesperarse al contrastar su propia debilidad e indignidad con la pureza y el
encanto del glorioso carácter de Cristo. Pero si lo desea, recibirá como Isaías la impre-
sión que el Señor quiere hacer en el corazón. Hay esperanza para él si quiere humillar
su alma ante Dios. El arco de la promesa está por encima del trono, y la obra hecha para
Isaías se hará para el pueblo de Dios. Dios responderá a las peticiones que se eleven de
los corazones contritos (RH, 22-12-1896).

4CBA:1173-1174. ¿Dónde encontramos a la gente a la cual aquí se alude? ¿Quién es el


que edificará las ruinas antiguas y levantará los cimientos de generación y generación?
¿Dónde está el pueblo que ha recibido la luz del cielo para ver que se ha abierto una bre-
cha en la ley de Dios?
Juan dice en el Apocalipsis: "El templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su
pacto se veía en el templo' (Apoc. 11:19). Juan vio en visión al pueblo del Señor que es-
peraba su venida y que buscaba la verdad. Cuando el templo de Dios fue abierto para
su pueblo, brilló la luz de la ley de Dios que estaba en el arca. En la proclamación
del mensaje del tercer ángel aparecen en escena los que reciben esta luz.
Se ve a ese ángel que vuela por en medio del cielo "diciendo a gran voz: Si alguno adora
a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá
del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormen-
tado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero... Aquí está la pa-
ciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús".

7CBA:983. Cuando se abra el templo de Dios en el cielo, ¡qué ocasión de triunfo se-
rá para los fieles y leales! En el templo se verá el arca del pacto en la cual fueron
puestas las dos tablas de piedra sobre las cuales está escrita la ley de Dios. Esas ta-
blas de piedra serán sacadas de su escondedero, y en ellas se verán los Diez Mandamien-
tos esculpidos por el dedo de Dios. Esas tablas de piedra que ahora están en el arca del
pacto serán un testimonio convincente de la verdad y de la vigencia de la ley de Dios
(Carta 47, 1902).
Mentes y corazones sacrílegos pensaron que tenían poder suficiente para cambiar los
tiempos y la ley de Jehová; pero en los archivos del cielo, en el arca de Dios, están a sal-
vo los mandamientos originales, escritos sobre dos tablas de piedra. Ningún potentado
de la tierra tiene poder para sacar aquellas tablas de su sagrado escondedero debajo del
propiciatorio (ST, 28-02-1878).

CE:175-176. ¿Cuántos han leído cuidadosamente Patriarcas y Profetas, El Conflicto de


los Siglos y El Deseado de Todas las Gentes? Quiero que todos entiendan que mí con-
fianza en la luz que Dios ha dado permanece firme, porque yo sé que el poder del Espíri-
Pág. 20
tu Santo magnífico la verdad y la hizo honorable al decir: "Este es el camino, andad por
él". En mis libros se presenta la verdad robustecida por un "Así dice el Señor". El Espí-
ritu Santo grabó estas verdades en mi corazón y mi mente en forma tan indeleble como
la ley fue grabada por el dedo de Dios en las tablas de piedra que están ahora en el arca,
para ser puestas de manifiesto en el gran día cuando se pronuncie sentencia contra toda
ciencia mala y seductora producida por el padre de la mentira (Carta 90, 1906).

CW:30-31.

PE:32-33. En él vi un arca, cuya cubierta y lados estaban recubiertos de oro purísimo.


En cada extremo del arca había un hermoso querubín con las alas extendidas sobre el ar-
ca. Sus rostros estaban frente a frente uno de otro, pero miraban hacia abajo. Entre los
dos ángeles había un incensario de oro, y sobre el arca, donde estaban los ángeles, una
gloria en extremo esplendorosa que semejaba un trono en que moraba Dios. Junto al ar-
ca estaba Jesús, y cuando las oraciones de los santos llegaban a él, humeaba el incienso
del incensario, y Jesús ofrecía a su Padre aquellas oraciones con el humo del incienso.
Dentro del arca estaba el vaso de oro con el maná, la florida vara de Aarón y las
tablas de piedra, que se plegaban la una sobre la otra como las hojas de un libro.
Abriólas Jesús, y vi en ellas los diez mandamientos escritos por el dedo de Dios. En
una tabla había cuatro, en la otra seis. Los cuatro de la primera brillaban más que los
otros seis. Pero el cuarto, el mandamiento del sábado, brillaba más que todos, porque el
sábado fue puesto aparte para que se lo guardase en honor del santo nombre de Dios. El
santo sábado resplandecía, rodeado de un nimbo de gloria. Vi que el mandamiento del
sábado no estaba clavado en la cruz, pues de haberlo estado, también lo hubieran estado
los otros nueve, y tendríamos libertad para violarlos todos así como el cuarto. Vi que por
ser Dios inmutable, no había cambiado el día de descanso; pero el papa lo había transfe-
rido del séptimo al primer día de la semana, pues iba a cambiar los tiempos y la ley.

PE:42. El sábado 24 de Marzo de 1849 tuvimos con los hermanos de Topsham, Maine,
una reunión muy agradable e interesante. El Espíritu Santo fue derramado sobre noso-
tros y fui arrebatada en Espíritu a la ciudad del Dios viviente. Luego se me mostró que
los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesucristo acerca de la puerta cerrada
no pueden separarse, y que el tiempo en que los mandamientos de Dios habían de
resplandecer en toda su importancia y cuando el pueblo de Dios había de ser pro-
bado acerca de la verdad del sábado era cuando se abriese la puerta en el lugar
santísimo del santuario celestial, donde está el arca que contiene los diez manda-
mientos. Esta puerta no se abrió hasta que hubo terminado la mediación de Jesús en el
lugar santo del santuario en 1844. Entonces Jesús se levantó, cerró la puerta del lugar
santo, abrió la que da al santísimo y pasó detrás del segundo velo, donde está ahora al
lado del arca y adonde llega la fe de Israel ahora.
Vi que Jesús había cerrado la puerta del lugar santo, y nadie podía abrirla; y que había
abierto la puerta que da acceso al lugar santísimo, y nadie puede cerrarla. (Apoc 3: 7, 8)
Pág. 21
1; y que desde que Jesús abrió la puerta que da al lugar santísimo, que contiene el arca,
los mandamientos han estado brillando hacia los hijos de Dios, y éstos son probados
acerca de la cuestión del sábado.

PE:250-251. Se me mostró lo que había ocurrido en el cielo al terminar en 1844 los pe-
ríodos proféticos. Cuando Jesús concluyó su ministerio en el lugar santo y cerró la puer-
ta de ese departamento, densas tinieblas envolvieron a quienes habían oído y rechazado
el mensaje de su advenimiento y lo habían perdido de vista a él. Jesús se revistió enton-
ces de preciosas vestiduras. Alrededor de la orla inferior de su manto ostentaba en alter-
nada sucesión una campanilla y una granada. De sus hombros colgaba un pectoral de
curiosa labor. Cuando él andaba, el pectoral refulgía como diamantes y se ampliaban
unas letras que parecían nombres escritos o grabados en el pectoral. En la cabeza lleva-
ba algo que parecía una corona. Una vez que estuvo completamente ataviado, le rodea-
ron los ángeles y en un flamígero carro penetró tras el segundo velo.
Se me ordenó entonces que observara los dos departamentos del santuario celestial. La
cortina o puerta, estaba abierta y se me permitió entrar. En el primer departamento vi el
candelabro de siete lámparas, la mesa de los panes de la proposición, el altar del incien-
so, y el incensario. Todos los enseres de este departamento parecían de oro purísimo y
reflejaban la imagen de quien allí entraba. La cortina que separaba los dos departamen-
tos era de diferentes materiales y colores, con una hermosa orla en la que había figuras
de oro labrado que representaban ángeles. El velo estaba levantado y miré el interior
del segundo departamento, donde vi un arca al parecer de oro finísimo. El borde
que rodeaba la parte superior del arca era una hermosa labor en figura de coronas.
En el arca estaban las tablas de piedra con los diez mandamientos.

PE:254. Cuando cesó el ministerio de Jesús en el lugar santo y pasó él al santísimo


para estar de pie delante del arca que contenía la ley de Dios, envió otro poderoso
ángel con un tercer mensaje para el mundo. Un pergamino fue puesto en la mano del
ángel, y mientras descendía a la tierra con poder y majestad, proclamaba una terrible
amonestación, acompañada de las más tremendas amenazas que jamás se dirigieron con-
tra el hombre. Tenía por objeto aquel mensaje poner en guardia a los hijos de Dios reve-
lándoles la hora de tentación y angustia que los aguardaba. Dijo el ángel: "Tendrán que
combatir tesoneramente contra la bestia y su imagen. Su única esperanza de vida eterna
consiste en permanecer firmes. Aunque se vean en peligro de muerte, deben sostener
firmemente la verdad." El tercer ángel concluye así su mensaje: "Aquí está la paciencia
de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús." Al repetir el
ángel estas palabras, señalaba al santuario celestial. La atención de cuantos aceptan este
mensaje se dirige hacia el lugar santísimo, donde Jesús está de pie delante del arca, rea-
lizando su intercesión final por todos aquellos para quienes hay todavía misericordia, y
por los que hayan violado ignorantemente la ley de Dios. Esta expiación es hecha tanto
para los justos muertos como para los justos vivos. Incluye a todos los que murieron
confiando en Cristo, aunque, por no haber recibido luz acerca de los mandamientos de
Pág. 22
Dios, hubiesen pecado ignorantemente al transgredir sus preceptos.
PE:279-280. Se me señaló la época en que terminaría el mensaje del tercer ángel. El
poder de Dios había asistido a sus hijos, quienes después de cumplir su obra estaban
preparados para sobrellevar la hora de prueba que les aguardaba. Habían recibido la llu-
via tardía o refrigerio de la presencia del Señor y se había reavivado el viviente testimo-
nio. Por todas partes había cundido la postrera gran amonestación, agitando y enfure-
ciendo a los moradores de la tierra que no habían querido recibir el mensaje.
Vi ángeles que iban y venían de uno a otro lado del cielo. Un ángel con tintero de escri-
bano en la cintura regresó de la tierra y comunicó a Jesús que había cumplido su encar-
go, quedando sellados y numerados los santos. Vi entonces que Jesús, quién había es-
tado oficiando ante el arca de los diez mandamientos, dejó caer el incensario, y al-
zando las manos exclamó en alta voz: "Consumado es." Y toda la hueste angélica se
quitó sus coronas cuando Jesús hizo esta solemne declaración: "El que es injusto, sea in-
justo todavía; 280 y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique
la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía."

CS:467-468. En el templo celestial, la morada de Dios, su trono está asentado en


juicio y en justicia. En el lugar santísimo está su ley, la gran regla de justicia por la
cual es probada toda la humanidad. El arca, que contiene las tablas de la ley, está
cubierta con el propiciatorio, ante el cual Cristo ofrece su sangre a favor del peca-
dor. Así se representa la unión de la justicia y de la misericordia en el plan de la reden-
ción humana. Sólo la sabiduría infinita podía idear semejante unión, y sólo el poder infi-
nito podía realizarla; es una unión que llena todo el cielo de admiración y adoración. Los
querubines del santuario terrenal que miraban reverentemente hacia el propiciatorio, re-
presentaban el interés con el cual las huestes celestiales contemplan la obra de reden-
ción. Es el misterio de misericordia que los ángeles desean contemplar, a saber: que
Dios puede ser justo al mismo tiempo que justifica al pecador arrepentido y reanuda sus
relaciones con la raza caída; que Cristo pudo humillarse para sacar a innumerables mul-
titudes del abismo de la perdición y revestirlas con las vestiduras inmaculadas de su pro-
pia justicia, a fin de unirlas con ángeles que no cayeron jamás y permitirles vivir para
siempre en la presencia de Dios.

CS:486-487. "Fue abierto el templo de Dios en el cielo, y fue vista en su templo el arca
de su pacto." (Apoc. 11:19, V.M.) El arca del pacto de Dios está en el lugar santísi-
mo, en el segundo departamento del santuario. En el servicio del tabernáculo terrenal,
que servía "de mera representación y sombra de las cosas celestiales," este departamento
sólo se abría en el gran día de las expiaciones para la purificación del santuario. Por
consiguiente, la proclamación de que el templo de Dios fue abierto en el cielo y fue
vista el arca de su pacto, indica que el lugar santísimo del santuario celestial fue
abierto en 1844, cuando Cristo entró en él para consumar la obra final de la expia-
ción. Los que por fe siguieron a su gran Sumo Sacerdote cuando dio principio a su mi-
nisterio en el lugar santísimo, contemplaron el arca de su pacto. Habiendo estudiado el
Pág. 23
asunto del santuario, llegaron a entender el cambio que se había realizado en el ministe-
rio del Salvador, y vieron que éste estaba entonces oficiando como intercesor ante el ar-
ca de Dios, y ofrecía su sangre en favor de los pecadores.
El arca que estaba en el tabernáculo terrenal contenía las dos tablas de piedra, en que es-
taban inscritos los preceptos de la ley de Dios. El arca era un mero receptáculo de las ta-
blas de la ley, y era esta ley divina la que le daba su valor y su carácter sagrado a aqué-
lla. Cuando fue abierto el templo de Dios en el cielo, se vio el arca de su pacto. En el
lugar santísimo, en el santuario celestial, es donde se encuentra inviolablemente en-
cerrada la ley divina -la ley promulgada por el mismo Dios entre los truenos del Si-
naí y escrita con su propio dedo en las tablas de piedra.
La ley de Dios que se encuentra en el santuario celestial es el gran original del que los
preceptos grabados en las tablas de piedra y consignados por Moisés en el Pentateuco
eran copia exacta. Los que llegaron a comprender este punto importante fueron induci-
dos a reconocer el carácter sagrado e invariable de la ley divina. Comprendieron mejor
que nunca la fuerza de las palabras del Salvador: "Hasta que pasen el cielo y la tierra, ni
siquiera una jota ni un tilde pasará de la ley." (S. Mateo 5: 18, V.M.) Como la ley de
Dios es una revelación de su voluntad, un trasunto de su carácter, debe permanecer para
siempre "como testigo fiel en el cielo." Ni un mandamiento ha sido anulado; ni un punto
ni un tilde han sido cambiados. Dice el salmista: "¡Hasta la eternidad, oh Jehová, tu pa-
labra permanece en el cielo!" "Seguros son todos sus preceptos; establecidos para siem-
pre jamás." (Salmo 119:89; 111:7-8, V.M.)

NB:103-104. Pero el Señor me dio una visión del santuario celestial. El templo de Dios
estaba abierto en el cielo, y se me mostró el arca de Dios cubierta con el propiciato-
rio. Había dos ángeles, uno a cada lado del arca, con las alas extendidas sobre el
propiciatorio y el rostro vuelto hacia él. Esto, según me dijo el ángel que me acom-
pañaba, era una representación de cómo todas las cohortes del cielo miran con re-
verente temor la ley divina que fue escrita por el dedo de Dios.
Jesús levantó la cubierta del arca y vi las tablas de piedra en que estaban escritos los diez
mandamientos. Me asombré al ver el cuarto mandamiento en el mismo centro de los
diez preceptos, con una aureola luminosa que lo circundaba. El ángel dijo: "Este es, en-
tre los Diez Mandamientos, el único que define al Dios vivo, que creó los cielos y la tie-
rra y todas las cosas que en ellos hay".

PP:360. Más allá del velo interior estaba el lugar santísimo que era el centro del servicio
de expiación e intercesión, y constituía el eslabón que unía el cielo y la tierra. En este
departamento estaba el arca, que era un cofre de madera de acacia, recubierto de
oro por dentro y por fuera, y que tenía una cornisa de oro encima. Era el reposito-
rio de las tablas de piedra, en las cuales Dios mismo había grabado los diez man-
damientos. Por consiguiente, se lo llamaba arca del testamento de Dios, o arca de
la alianza, puesto que los diez mandamientos eran la base de la alianza hecha entre
Dios e Israel.
Pág. 24
La cubierta del arca sagrada se llamaba "propiciatorio". Estaba hecha de una sola pieza
de oro, y encima tenía dos querubines de oro, uno en cada extremo. Un ala de cada án-
gel se extendía hacia arriba, mientras la otra permanecía plegada sobre el cuerpo (véase
Eze. 1: 11) en señal de reverencia y humildad. La posición de los querubines, con la ca-
ra vuelta el uno hacia el otro y mirando reverentemente hacia abajo sobre el arca, repre-
sentaba la reverencia con la cual la hueste celestial mira la ley de Dios y su interés en el
plan de redención.

PP:370. Cuando en visión se le mostró al apóstol Juan el templo de Dios que está en el
cielo, vio allí "siete lámparas de fuego... ardiendo delante del trono." Vio también a un
ángel "teniendo un incensario de oro; y le fue dado mucho incienso para que lo añadiese
a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono."
(Apoc. 4:5; 8:3). Se le permitió al profeta contemplar el lugar santo del santuario celes-
tial; y vio allí "siete lámparas de fuego ardiendo" y "el altar de oro," representados por el
candelero de oro y el altar del incienso o perfume en el santuario terrenal. Nuevamente
"el templo de Dios fue abierto en el cielo" (Apoc. 11:19), y vio el lugar santísimo de-
trás del velo interior. Allí contempló "el arca de su testamento," representada por
el arca sagrada construida por Moisés para guardar la ley de Dios.

NB:306. "Nuestra fe con referencia al mensaje del primero, el segundo y el tercer ángel
era correcta. Los grandes postes señaladores que hemos pasado son inconmovibles.
Aunque las huestes del infierno quieran derribarlos de su fundamento, y triunfar con el
pensamiento de que han tenido éxito, no lo lograrán. Estos pilares de la verdad se man-
tienen tan inconmovibles como las colinas eternas, y no pueden ser movidos ni por todos
los esfuerzos de los hombres combinados con los de Satanás y su hueste. Podemos
aprender mucho y debemos estar constantemente investigando las Escrituras para ver si
estas cosas son así. El pueblo de Dios debe tener ahora sus ojos fijos en el santuario ce-
lestial, donde se está realizando la ministración final de nuestro gran Sumo Sacerdote en
la obra del juicio: donde él está intercediendo por su pueblo".

1T:75-76.

2T:693. Las verdades especiales han sido adaptadas a las condiciones de las generacio-
nes a medida que existían. La verdad presente, que prueba a los de esta generación, no
era una prueba para los de las generaciones anteriores. Si la luz que ahora resplandece
sobre nosotros acerca del sábado del cuarto mandamiento hubiese sido dada a las gene-
raciones pasadas, Dios habría tenido a éstas por responsables de ella.
Cuando el templo de Dios fue abierto en el cielo, Juan vio en santa visión una clase
de personas cuya atención había sido atraída por el arca que contenía la ley de
Dios, a la cual miraban con reverencia. La prueba especial del cuarto mandamiento
no llegó hasta después que el templo de Dios fue abierto en el cielo.
Los que murieron antes que fuese dada la luz referente a la ley de Dios y los requeri-
Pág. 25
mientos del cuarto mandamiento, no fueron culpables del pecado de violar el sábado. Es
insondable la sabiduría y la misericordia de Dios al dispensar luz y conocimiento en el
momento oportuno, a medida que el pueblo la necesite. Antes de venir a juzgar el mun-
do con justicia, envía una amonestación para despertar a las personas y llamarles la
atención al descuido en que se tuvo el cuarto mandamiento, para que, estando instruidas,
puedan arrepentirse de la transgresión de su ley y demostrar fidelidad al gran Legislador.
Él ha provisto lo necesario para que todos puedan ser santos y felices si así lo desean.
Se le ha dado suficiente luz a esta generación para que podamos saber cuáles son nues-
tros deberes y privilegios y disfrutar de la sencillez y el poder de las preciosas y solem-
nes verdades.

18ML:187.

10ML:280.

FO:46. Cristo murió por ellos, para que pudieran tener vida. Abrió delante de ellos el
camino por el cual podrían, mediante los méritos de Jesús, guardar la ley de Dios. Dice
Cristo: "Yo conozco tus obras; he aquí he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual
nadie puede cerrar" (Apoc. 3: 8). Cuán arduamente tratan los hombres de cerrar esa
puerta; pero no pueden. El testimonio de Juan es: "Y el templo de Dios fue abierto
en el cielo, y el arca de su pacto de veía en su templo" (Apoc 11:19). Debajo del
propiciatorio, dentro del arca, estaban las dos tablas de piedra que contenían la
Ley de Jehová. Los fieles de Dios veían la luz que emanaba de la ley, para ser dada
al mundo. Y ahora la intensa actividad de Satanás tiene el propósito de cerrar esa
puerta de luz; pero Jesús dice que nadie puede cerrarla. Los hombres se apartarán
de la luz, la atacarán y despreciarán, pero aún resplandece con rayos claros y níti-
dos para animar y bendecir a todos los que la contemplan.

Comentario Bíblico Adventista:

1.
Me fue dada.
La línea de pensamiento del cap. 10 continúa en el cap. 11.
Una caña.
Esta caña debía usarse como una vara de medir. Compárese con el simbolismo de Eze.
40:3, 6; Zac. 2:1-2.
Levántate.
Se le ordena a Juan que partícipe de la acción que se le muestra en la visión.
Mide.
El símbolo del hombre que medía a Jerusalén con un cordel, se interpretó como una ga-
rantía de que la ciudad sería reedificada (ver com. Zac. 2:1-2); por lo tanto, la medición
del templo y sus adoradores puede sugerir también una promesa de restauración y pre-
Pág. 26
servación.
En el paréntesis entre los sellos sexto y séptimo hay una garantía de que a pesar de los
terrores que acompañarán a la segunda venida de Cristo, Dios tiene un pueblo que per-
manecerá firme (Apoc. 7; cf. com. cap. 6:17). Este otro paréntesis entre la sexta y la sép-
tima trompeta también puede tener el propósito de confirmar que en medio de los horro-
res que acompañan el sonido de las trompetas, el templo de Dios -es decir, el plan de la
redención que en él se representa- y los verdaderos adoradores del Señor están a salvo.
Esta restauración y conservación del templo de Dios también parece tener una aplicación
especial para la comprensión más plena del significado del ministerio de Cristo en el
santuario celestial, conocimiento que ha ido en aumento desde 1844.
Templo.
Gr. naós (ver com. cap. 3:12; 7: 15; cf. cap. 11:19). Después del gran chasco del 22 de
Octubre de 1844, la atención de los creyentes adventistas fue dirigida hacia el santuario
celestial y la obra de Cristo como sumo sacerdote en ese santuario. Esta no es una refe-
rencia al templo literal de Jerusalén, porque cuando Juan recibió sus visiones ese templo
estaba en ruinas. Los judíos fueron rechazados por Dios como sus representantes esco-
gidos (ver com. Mat. 21:43; t. IV, PP:28-36), y por esta razón ese templo nunca será res-
taurado como centro de culto divinamente reconocido (ver com. Eze. 40:1). Por consi-
guiente, "los que adoran" no son judíos literales adorando en su templo literal, sino los
que dirigen su adoración hacia el templo celestial, donde Cristo ministra a favor de sus
hijos (Heb. 8:1-2). En un sentido especial y según el contexto de esta profecía, la medi-
ción ocurre en un período específico de la historia de la iglesia.
Los que adoran.
Es decir, el verdadero Israel espiritual, el pueblo de Dios, que contrasta con los "genti-
les" (verso 2). La medición de los adoradores sugiere una obra de juicio (ver EGW, Ma-
terial Suplementario sobre este versículo).
2
El patio.
En el templo de Herodes, que Juan había conocido muy bien, había un patio interior
compuesto por el patio de las mujeres, el patio o atrio de Israel y el atrio de los sacerdo-
tes. Más allá había un gran patio exterior, el patio o atrio de los gentiles. Una barrera -
una "pared intermedia de separación" (Efe. 2:14)- separaba el atrio interior del atrio ex-
terior, y no se permitía que ningún gentil traspasase esa barrera, y si lo hacía, era muerto
(ver t. V, PP:68-69). En vista de que el atrio que aquí se menciona es "dado a los genti-
les", parece que Juan tenía específicamente en cuenta ese gran patio exterior. El patio ha
sido considerado como símbolo de esta tierra, en contraste con "el templo de Dios" en el
cielo (verso 1).
No lo midas.
Juan no debe medir sino a los adoradores de Dios, los que tienen derecho de entrar más
allá de la barrera, donde sólo podían penetrar los israelitas. Los que trazasen ese límite
son los únicos que pueden esperar que serán librados de los castigos finales que caerán
sobre la tierra.
Pág. 27
Entregado a los gentiles.
Como sucedía con el atrio de los gentiles del templo de Jerusalén. Puede entenderse que
"gentiles" se aplica a los que no son verdaderos adoradores de Dios, los que no han de-
clarado que pertenecen al Israel de Dios.
Hollarán.
Este pasaje es paralelo con la descripción de Dan. 7:7, 23, donde se describe la acción de
la cuarta bestia que "hollaba con los pies" (ver com. Dan. 7:7-8, 25). Esa bestia actuaba
particularmente contra los "santos del Altísimo" (Dan. 7:25), por eso es lógico entender
que la "ciudad santa" representa al pueblo de Dios.
La ciudad santa Es decir, Jerusalén (Dan. 9:24; cf. Luc. 21:20). La entrega del atrio ex-
terior a los gentiles significa, por extensión, que la ciudad santa es hollada. En cuanto al
significado simbólico de Jerusalén, ver "hollarán".
Cuarenta y dos meses.
Este período es claramente idéntico con el "tiempo, y tiempos, y medio tiempo" de Dan.
7:25 (ver com. respectivo).
3
Mis dos testigos.
Se han propuesto varias interpretaciones para este símbolo. Las 817 alusiones de los ver-
sos 5-6 han llevado a algunos a identificarlos como Elías y Moisés (ver com. versos 5-
6); pero el significado de estos "dos testigos" es mucho más extenso. En el verso 4 se los
identifica como "dos olivos" y "dos candeleros, símbolos que se hallan en Zac. 4:1-6,
11-14, en donde se dice que representan a los "que están delante del Señor de toda la tie-
rra" (verso 14). Así como se dice que las ramas de los olivos dan aceite para las lámpa-
ras del santuario (versos 2, 12), también de estos santos que están delante del trono de
Dios, se imparte el Espíritu Santo a los hombres (ver com. Zac. 4:6, 14; PVGM:336-
337; cf. TM:338). La expresión más completa del Espíritu Santo para los hombres está
contenida en las Escrituras del AT y el NT, y por eso es que ambos testamentos deben
considerarse como los dos testigos (ver CS:310 cf. com. Juan 5:39). El salmista declara
de la Palabra de Dios: "Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino,... la
exposición de tus palabras alumbra" (Salmo 119:105, 130; cf. Prov. 6:23).
Que profeticen.
A pesar del predominio del mal durante el período de los 1260 días o años (ver com.
verso 2), el Espíritu de Dios, especialmente como se manifiesta en las Escrituras, lleva-
ría su testimonio a los hombres que lo recibieran.
Mil doscientos sesenta días.
El mismo período de los "cuarenta y dos meses" del verso 2 (ver el comentario respecti-
vo).
Vestidos de cilicio.
Vestirse de cilicio era una señal común de duelo (2 Sam. 3:31) y arrepentimiento (Jonás
3:6, 8). De este modo se describe a las Escrituras como si estuvieran de duelo en un
tiempo cuando las tradiciones humanas tendrían casi un total predominio (ver com.
Dan. 7:25).
Pág. 28
4
Los dos olivos.
Ver com. verso 3.
Los dos candeleros.
O "los dos portalámparas" (ver com. cap. 1:12). Ver com. cap. 11:3.
Están en pie delante del Dios de la tierra.
Ver com. Zac. 4:14; Apoc. 11:3.
5
Sale fuego.
Semejante al castigo que Elías hizo caer sobre los mensajeros de Ocozías (2 Reyes 1:10,
12). Los que persistan en rechazar el testimonio del Espíritu Santo, finalmente serán des-
truidos en el lago de fuego (Apoc. 20:15).
6
Poder.
Gr. exousía, "autoridad", se halla dos veces en este versículo.
Cerrar el cielo.
Como en el verso 5, parece ser también una alusión a Elías, quien predijo que no llovería
en Israel "en estos años, sino por mi palabra" (1 Reyes 17:1), o, como lo presenta Lucas,
el evangelista, "por tres años y seis meses" (Luc. 4:25; Cf. Sant. 5:17).
Las aguas... en sangre.
Las alusiones a los testigos recuerdan hasta ahora a Elías (ver lo anterior y com. verso
5); pero este versículo parece aludir a Moisés y la primera plaga sobre Egipto (Éxo.
7:19-21).
Toda plaga.
Los testigos no sólo tienen poder para herir a sus enemigos con la primera plaga que ca-
yó sobre Egipto, sino que tienen autoridad para herir la tierra con cualquiera de las pla-
gas.
7.
Cuando hayan acabado.
Es decir, al final de los 1260 días (cf. Apoc. 11:3; ver com. Dan. 7:25).
La bestia.
Gr. to th'ríon, "la fiera". Hasta ahora Juan no ha mencionado ninguna "bestia" (th'ríon;
los "cuatro seres vivientes" del cap. 4:6 no son realmente bestias; ver el comentario res-
pectivo). La expresión "la bestia" parece implicar que el lector entiende cuál bestia es.
Se han expuesto dos interpretaciones de este símbolo.
En primer lugar, la de los comentadores que sostienen que la expresión "la bestia" sugie-
re alguna identificación previa, y como ésta no se halla en el Apocalipsis la buscan en el
libro de Daniel, donde la bestia por excelencia es la cuarta bestia de Daniel 7. Además,
destacan que esta bestia surgió del mar, pero que la de Apocalipsis 11 "sube del abis-
mo", el cual tiene en el AT una evidente relación con el mar (ver com. Apoc. 9:l). Se-
gún este punto de vista, el poder simbolizado por la cuarta bestia de Daniel, y especial-
mente sus fases ulteriores, sería el poder que mata a los dos testigos.
Pág. 29
Otros comentadores identifican esta bestia como un poder que intentaría destruir las Es-
crituras (simbolizadas por los dos testigos) al final del período de los 1260 días, en 1798
d.C. (ver com. Dan. 7:25). Puesto que el ateísmo se propagó intensamente en Francia en
ese tiempo y el espíritu antirreligioso de esa época se dirigió directamente contra la
creencia en las Sagradas Escrituras, la Primera República Francesa ha sido identificada
como la bestia de este pasaje. Los adventistas del séptimo día han apoyado generalmente
este punto de vista.
Del Abismo.
Gr. abússos (ver com. cap. 9:1; cf. com. "la bestia"). El hecho de que la bestia 818 sale
del abismo se ha interpretado como que indica que esa nación o poder no tenía un firme
fundamento, que era un poder tal como lo fue Francia. Se manifestó entonces una nueva
forma de poder satánico (ver CS:312).
Los matará.
Es decir, intentará destruir la Palabra de Dios. En cuanto a la manera en que Francia hi-
zo guerra contra la religión, ver com. verso 9.
8
Cadáveres.
La evidencia textual establece el singular: "cadáver". Cada uno tiene un cadáver.
Estarán.
Dejar sin sepultar un cadáver siempre se ha considerado como una indignidad repug-
nante (cf. Salmo 79:2-3). Ver com. Apoc. 11:9.
La grande ciudad.
El hecho de que se diga que esta ciudad es aquélla "donde también nuestro Señor fue
crucificado", parecería identificarla con Jerusalén, la "ciudad santa" del verso 2; sin em-
bargo, muchos comentadores han entendido figuradamente la expresión "donde también
nuestro Señor fue crucificado", como sin duda también han de entenderse los nombres
Sodoma y Egipto. Por lo tanto, identifican "la gran ciudad" con Francia, nación que ma-
nifestó al final del período de 1260 años las características simbolizadas por estas expre-
siones. Los adventistas del séptimo día sostienen, en términos generales, este último
punto de vista.
En sentido espiritual.
Gr. pneumatik's, es decir, no literalmente sino en sentido espiritualmente figurado (cf.
Isa. 1:10).
Sodoma.
Sodoma es símbolo de degradación moral (Eze. 16:46-55). Esta fue la condición de
Francia durante la Revolución.
Egipto.
Este país fue conocido por su obstinada negación de la existencia del Dios verdadero y
por desafiar sus órdenes. Faraón dijo con altanería: "¿Quién es Jehová, para que yo oiga
su voz...? Yo no conozco a Jehová" (Éxo.5:2). Estas actitudes fueron características de
los dirigentes de la Revolución Francesa.
Crucificado.
Pág. 30
En la persona de sus seguidores, muchos de los cuales perecieron en las persecuciones
en Francia.
9.
Los pueblos... y naciones.
Otras naciones que observarían la guerra de Francia contra la Biblia.
Tres días y medio.
En armonía con el principio de interpretación profético que un día representa un año,
"tres días y medio" equivalen a tres años y medio. Los adventistas del séptimo día, que
entienden que la bestia del verso 7 representa a la Primera República Francesa (1789-
1801), especialmente en lo referente a sus tendencias antirreligiosas, sitúan el cumpli-
miento de esta profecía en el breve período de la historia de la Revolución Francesa,
cuando el ateísmo llegó a su apogeo. Este período puede calcularse a partir del 26 de
Noviembre de 1793, cuando se promulgó un decreto en París para abolir la religión, has-
ta el 17 de Junio de 1797 cuando, según se afirma, el gobierno francés quitó las restric-
ciones impuestas a la práctica de la religión.
Como ha sucedido con otros pasajes del Apocalipsis, el cómputo de estos "tres días y
medio" ha sido motivo de diversas opiniones por parte de los comentadores. Esto se de-
be no sólo a ciertos problemas del simbolismo en sí, sino también a la dificultad de fijar
algunas fechas exactas en la historia de ese turbulento período de la Revolución France-
sa; sin embargo, la ubicación exacta de este lapso afortunadamente no es vital para la
comprensión global de los grandes períodos poéticos de la Biblia o para una compren-
sión del tema central de la profecía de la cual forma parte.
10.
Los moradores de la tierra.
Ver com. cap. 3:10.
Se regocijarán.
Gr. eufráino, "regocijarse", "alegrarse", también se traduce "huélgate" en Luc. 12:19.
Aliviados ahora del tormento, es decir, del testimonio condenatorio de los dos testigos,
los impíos apaciguan su conciencia entregándose al regocijo.
Enviarán regalos.
Una señal de regocijo (cf. Ester 9:22).
Atormentado.
Por el poder condenatorio de la profecía de los dos testigos (verso 3). Hay pocas torturas
que superen la de una conciencia culpable. Cuando la verdad y la justicia se presentan
constantemente ante el pecador obstinado, a menudo llegan a serie intolerables.
11.
Después de tres días y medio.
O sea al final del período cuando los cuerpos de los testigos estuvieron insepultos y ex-
puestos a la contemplación pública (ver com. verso 9).
El espíritu de vida.
O un espíritu que es vida. La frase hebrea rúaj jayyim, equivalente a la que comenta-
mos, se traduce en el AT, 'soplo de vida" (Gén. 6:17; 7:15, LXX). Los hebreos virtual-
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mente identificaban el aliento con la vida. Por consiguiente, decir que el soplo de vida
entraba en una persona significaba que había recibido la vida (Gén. 2:7).
Por Dios.
Dios, el Dador de toda vida, levanta a sus fieles testigos.
Se levantaron sobre sus pies.
Cf. 2 Reyes 13:21; Eze. 37:10
Cayó gran temor.
Los impíos nuevamente tienen mala conciencia; la misma que los había atormentado
cuando los dos testigos habían profetizado (ver com. verso 10). Los que se habían rego-
cijado por la muerte de los testigos, están ahora pasmados al contemplar el milagro de su
resurrección.
12.
Una gran voz del cielo.
No se identifica al que habla, pero probablemente sea Dios.
Subid acá.
Los testigos no sólo son resucitados por Dios, sino que se les ordena entrar en el ciclo.
Mientras "sus enemigos" los contemplan, son completamente vindicados de los ultrajes
que habían sufrido, y es demostrada ante todos la veracidad de la profecía que habían
proclamado fielmente durante 1.260 días o años. La voz de Dios les da la bienvenida al
cielo en presencia de los que habían intentado destruirlos.
Este ensalzamiento de los dos testigos se ha entendido como un símbolo de la gran pro-
pagación de las Escrituras a partir del principio del siglo XIX. Poco después de la Revo-
lución Francesa fueron establecidas varias sociedades bíblicas nacionales. Las más no-
tables de todas han sido la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, fundada en 1804, y
la Sociedad Americana, organizada en 1816. Estas sociedades y otras más hacen circular
Escrituras (hasta 1989) en más de 1907 idiomas y dialectos. En algo más de un siglo y
medio, la Biblia, en vez de ser relegada al olvido como guía espiritual, ha llegado a go-
zar su más amplia circulación.
Subieron... en una nube.
Mientras Jesús se despedía de sus discípulos, "te recibió una nube que le ocultó de sus
ojos" (Hechos 1:9). Los dos testigos también son llevados al cielo en una nube. El len-
guaje describe de una manera muy adecuada el ensalzamiento de las Escrituras en el pe-
ríodo que siguió a su supresión Francia (ver com. Apoc, 11:9; cf. Dan. 4:22).
Sus enemigos los vieron.
Ver com. "subid acá".
13.
Aquella hora.
Es decir, casi inmediatamente después de la ascensión de los testigos.
Un gran terremoto.
El símbolo de un terremoto se usa repetidas veces en las Escritura describir la agitación
y perturbación que caracterizarán al mundo inmediatamente antes de la segunda venida
de Cristo (Mar. 13: 8; Apoc. 16:18). Cuando los comentadores aplican esta profecía a
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Francia, ven en el terremoto un cuadro de la agitación que sacudió a esa nación a fines
del siglo XVIII.
Décima parte.
No es el terremoto final, porque en esta ocasión (cf. cap. 16:18) sólo cae una fracción de
la ciudad (ver com. versos 2, 8). Este terremoto significa un castigo transitorio que ate-
moriza a algunos de los que se han gloriado por la muerte de los testigos. Algunos apli-
can la expresión "la décima parte de la ciudad" a toda la nación francesa; razonan que
Francia era uno de los "diez reyes" que surgirían a raíz de la caída del Imperio Romano
(Dan. 7:24). Otros identifican la ciudad con la Roma papal y a Francia como una de sus
diez divisiones.
Siete mil.
Un número comparativamente pequeño de personas, pero suficiente para que los sobre-
vivientes reconozcan la soberanía de Dios, cuyos testigos habían despreciado.
Hombres.
Gr. onómata anthropon, literalmente "nombres de hombres". Algunos creen que onóma-
ta, "nombres", corresponde a "personas" (ver com. Hechos 3:16). Otros lo aplican a los
títulos, categorías u órdenes que fueron abolidos durante la Revolución Francesa.
Al Dios del cielo.
Este título se usa frecuentemente en Daniel (Dan. 2:18-19, 37, 44; cf. Esdras 5:11-12;
6:9; 7:12).
14.
El segundo ay.
O sea los castigos correspondientes a la sexta trompeta, que terminó en 1840 (cap. 8:13;
cf. cap. 9:12; ver Nota Adicional com. cap. 9).
El tercer ay.
Los acontecimientos descritos durante la séptima trompeta (versos 15-19).
15.
El séptimo ángel.
O sea el principio del tercer ay (ver com. verso 14), que marca el fin del paréntesis entre
la sexta y la séptima trompetas (cap. 10:1 al 1 l:14; ver com. cap. 11:l). Los adventistas
del séptimo día creen que el comienzo de la séptima trompeta fue en 1844 (ver com.
verso 19).
Grandes voces.
Probablemente fueron las de las huestes celestiales (cf. cap. 5:11-12). En la séptima
plaga también se oye una gran voz que procede del templo del ciclo (cap. 16:17).
Reinos.
La evidencia textual establece (cf. p.10) el texto "reino" (BA, NC). Cristo recibirá el
reino poco tiempo antes de su regreso a la tierra (ver com. Dan. 7:14), y cuando venga
toda oposición terrenal será aplastada (ver com. Apoc. 17:14).
Su Cristo.
Es decir, su Ungido (cf. Sal. 2: 2). Las huestes celestiales que no han sido salvadas por
Cristo, se refieren a él como el Cristo de Dios o del Señor, probablemente porque el títu-
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lo "Cristo" se refiere de un modo particular a la segunda persona de la Deidad en su obra
como Aquel que fue ungido para la obra de la redención.
Reinará por los siglos de los siglos.
Cf. Dan. 2:44; 7:14, 27; Luc. 1:33.
16.
Los veinticuatro ancianos.
Ver com. cap. 4:4.
Se postraron sobre sus rostros.
Cf. cap. 4:10.
17.
Señor Dios Todopoderoso.
Ver com. cap. 1: 8. Un título particularmente adecuado para Dios como vencedor.
Que eres.
Ver com. cap. 1: 4.
Que eras.
Ver com. cap. 1: 4.
Que has de venir.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) la omisión de estas palabras. Las omiten la BJ,
BA, BC y NC. Según la BJ (nota) es una adición tomada de la Vulgata. Probablemente
no se incluyen como en el cap. 1:4, porque aquí el centro de la alabanza de los ancianos
es la posición pasada y presente de Dios, y no la futura.
Has tomado... has reinado.
Los dos verbos están en tiempos diferentes. Se traduciría mejor: "has tomado el reino" y
"comenzaste a reinar". El reinado triunfante comienza cuando Dios hace efectiva su om-
nipotencia. Dios siempre ha sido todopoderoso, y el reinado del pecado ha existido sólo
por la tolerancia divina con el propósito de que se revelara a los seres creados la verda-
dera naturaleza del mal. Cuando se cumpla este propósito, entonces tomará su "gran
poder" y una vez más reinará en forma soberana. Ver 1 Cor. 15:24-28.
18.
Se airaron las naciones.
Cf. Salmo 2:1. La ira será característica de las naciones antes de la venida de Cristo. Se
agruparán para oponerse a la obra de Cristo y a su pueblo (ver com. Apoc. 13:12; 14:8).
Ira.
La ira de Dios se sintetiza en las siete últimas plagas (cap. 15:1). La obra de oposición
contra Cristo es detenida por estas plagas.
Tiempo.
Gr. kairós, un tiempo particular con un propósito definido (ver com. cap. 1:3). Este es un
tiempo de juicio, tanto para recompensa como para destrucción.
De juzgar.
El que Juan hable de la recompensa y de la destrucción, significa que se refiere al juicio
final, que tendrá lugar después de los mil años (cap. 20:12-15).
El galardón a tus siervos.
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Cf. Mat. 5:12; 6: 1; 1Cor. 3:8; Apoc. 22:12. Puesto que los acontecimientos enumerados
son consecutivos (ver PE:36), esta recompensa es la heredad de la tierra nueva al final
de los mil años.
Profetas.
Los siervos especiales de Dios hablan por él. Llevaron pesadas responsabilidades y a
menudo sufrieron terriblemente por su Señor.
Santos.
O "seres santos". Los miembros del cuerpo de Cristo se caracterizan por la pureza de
sus vidas.
Los que temen.
Gr. hoi fobouménoi, frase que se usa los Hechos para referirse a los que adoraban al
verdadero Dios (ver com. Hechos 10:2), aunque no eran plenamente prosélitos de Israel.
Si se emplea aquí este mismo significado, puede entenderse que esta tercera clase que
recibirá una recompensa en el juicio, son los que no conocieron completamente a Cristo
y sus caminos, pero que vieron de acuerdo con toda la luz que les fue dada. Temieron el
nombre de Dios hasta donde les fue revelado, y por lo tanto reciben su recompensa (ver
DTG: 593). Pero la frase hoi fobóumenoi puede simplemente estar unida con la palabra
que se traduce "santos", y entonces diría: "los santos, es decir, los que temen tu nombre".
Pequeños y grandes.
Las jerarquías del mundo no tendrán ninguna importancia en el juicio final.
Destruir a los que destruyen.
La suerte de los impíos, de los que han destruido la tierra física y moralmente, es muy
adecuada: ellos mismos serán destruidos.
19.
El templo.
Ante Juan se presenta una visión el templo de Dios, con "el arca de su pacto" como cen-
tro de la visión. En el santuario terrenal, que era una "reproducción del verdadero"
(Heb. 9:24, BJ) que está en el cielo, el arca estaba en el lugar santísimo, que era el centro
del servicio del día de la expiación, día que simbolizaba el juicio. Durante el transcurso
de la séptima trompeta Juan ve el templo de Dios en el cielo, y específicamente "el arca
de su pacto", lo cual significa que ha comenzado la segunda y última parte del ministerio
celestial de Cristo, que corresponde con el simbólico día de la expiación. Otros pasajes
revelan que esta fase final de la obra de Cristo comenzó en 1844 (ver com. Dan. 8:14).
Por lo tanto, los adventistas del séptimo día colocan el comienzo de la séptima trompeta
en ese año.
El arca de su pacto.
Dentro del santuario terrenal estaban los Diez Mandamientos, la inmutable ley moral de
Dios para todos los hombres en todas las edades. Ningún creyente en Dios en el tiempo
de los judíos podía imaginarse el arca sin pensar inmediatamente en los Diez Manda-
mientos. La visión de Juan del arca celestial comprueba elocuentemente que en las úl-
timas horas de la tierra la gran ley moral de Dios será el centro del pensamiento y de la
vida de todos los que se esfuerzan por servir a Dios en espíritu y en verdad (ver com.
Pág. 35
cap. 12:17; 14:12; cf. CS:486).
Relámpagos, voces, truenos.
Como en la séptima plaga (cap. 16:18).
Un terremoto.
Como en la séptima plaga (cap. 16:18-19; cf. com. cap. 11:13).
Grande granizo.
Como en la séptima plaga (cap. 16:21).

COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE


1 7T:219; TM:17
2-11 CS:309
3-4 CS:310, 312
5, 7 CS:311
7 CS:316, 331
8 CS:312
10 CS:317
11-12 CS:331
15 CS:346
18 2JT:369; PE:36
19 CS:467, 486; CW:30; HR:395, 398; 1JT:284; 3JT:33; PE:32, 42, 251; PP:370; 1T:76

https://sites.google.com/site/eme1888 ; eme1888@gmail.com

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