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I

LA LE Y DE LA D I V I N A
COM PENSACIÓN
LA LEY DE LA DIVINA
COMPENSACIÓN

Y cómo actúa en el trabajo,


el dinero y los milagros

M a r ia n n e W il l ia m s o n

£ ¡.Jia la
ediciones
Primera edición: abril de 2015
Primera reimpresión: enero de 2018

Título original: The Law of Divine Compensation

Traducción: Iñaki Moraza

Diseño de cubierta: Rafael Soria

© 2012, Marianne Williamson

Publicado por acuerdo con HarperOne, una división de Harper-


Collins Publishers.

De la presente edición en castellano:


© Gaia Ediciones, 2013
Alquimia, 6 - 28933 Móstoles (Madrid) - España
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Querido Dios:

Te entrego a Ti lo que soy,


lo que poseo y lo que hago.

Que mi vida y mis talentos sean utilizados


en todo aquello que mejor Te sirva.

Te entrego a Ti mis errores


y el resto del dolor que todavía
habita en mi corazón.

Te entrego a Ti mis éxitos


y hasta la última esperanza
que ellos albergan.

Que la Luz de Tu Amor


brille profundamente dentro de mi corazón
y su poder se extienda a través de mí
para bendecir al mundo.

Amén.
Marianne Williamson,
La Ley de la Divina Compensación
La decisión más importante que debemos tomar
es si vivimos en un universo amistoso o en un universo
hostil
A lbert E instein

Uv'CC'V ,
IN D IC E

Prólogo................................................................... 13
1 La Ley de la Divina Compensación .......... 23
2 El poder de la fe .......................................... 33
3 Hacer que el amor sea lo fundamental..... 43
4 Transformar la percepción negativa
del ser ............................................................ 49
5 Liberar la ira ................................................. 59
6 Transcender la culpa ................................... 69
7 Afrontar nuestro prejuicio ......................... 79
8 La entrega espiritual ................................... 93
9 Transcender el m ied o.................................. 103
10 La positividad .............................................. 111
11 El trabajo y la vocación verdadera............. 129
12 Adoptar la abundancia................................ 139

11
1

^ L a L ey de la D ivina C o m p e n s a c ió n

13 La meditación.............................................. 153
14 La oración..................................................... 163
15 Crear riqueza con la pureza de corazón .... 171
16 Obrar milagros ............................................. 183
Agradecimientos ................................................... 187

12

j
PRÓ LO GO

pensamiento o de nuestras
P
OCAS ÁREAS DE n u e s t r o
circunstancias pueden producidos más estrés que el
trabajo y el dinero. Se atribuye a la actriz Sophie Tucker
la frase: «He sido rica y he sido pobre; y creedme, es me­
jor ser rico». La mayoría de la gente estaría de acuerdo.
En una época en la que los procesos institucionales
con los que normalmente contábamos para sustentar
nuestro bienestar financiero han dejado de funcionar
—si no se han derrumbado completamente—, mucha
gente está buscando rutas alternativas para lograr la se­
guridad económica. Queremos trabajar, pero no encon­
tramos trabajo. Queremos invertir, pero no nos parece
que podamos hacerlo con cierta seguridad. Queremos
tener suficiente dinero en el banco, y nos aterroriza la
idea de que podríamos no tenerlo.
En el momento en que nuestra manera de hacer las
cosas ya no funciona, abrimos la mente hacia algo nue­
vo. Las finanzas son solo una de las muchas áreas en las

13
^ L a L ey de la D ivina C o m p e n s a c ió n

que una visión del mundo materialista cada vez más


obsoleta resulta inadecuada para los desafíos de los
tiempos que vivimos, y cada día son más las personas
que están encontrando una sabiduría práctica en el
entendimiento espiritual. Los dogmas y las doctrinas
—tanto religiosos como económicos— se van abando­
nando, en tanto que una comprensión más profunda
del poder de la consciencia y su primacía en la creación
de los asuntos humanos se convierte en el camino hacia
una vida feliz.
La verdad espiritual se expresa de muchas maneras,
religiosas y seglares. Durante treinta y cinco años he
estado estudiando una serie de libros titulada Un curso
de milagros —un programa de autoestudio de psicotera­
pia basado en temas espirituales universales—, y como
profesora de los principios del Curso, he tenido la
oportunidad de presenciar y experimentar su aplica­
ción práctica. El punto crucial de ese texto, que no es
una religión y no tiene ningún dogma o doctrina,
es renunciar al miedo y aceptar el amor en nuestros
corazones. He comprobado que suceden transforma­
ciones milagrosas cuando cambiamos la naturaleza de
nuestro pensamiento del miedo y la limitación a la fe
y el amor.
Desde una perspectiva metafísica, toda experien­
cia comienza con un pensamiento, y nuestra experiencia
cambia cuando cambiamos el pensamiento. Si tenemos
un problema en cualquier área —ya sean las relaciones,

14
Pról ogo ^

la salud, el dinero o cualquier otra cosa— el primer lugar


en el que tenemos que buscar una solución es en la na­
turaleza de nuestro pensamiento. Esto es tan válido para
el dinero como para cualquier otra cuestión.
Este libro es una guía de los principios espirituales
que abren el camino a la abundancia material, y dichos
principios se basan en mi entendimiento de Un curso
de milagros. La teoría por sí sola no cambia nuestra vida,
pero la teoría activada por cambios mentales que se lle­
van a la práctica se convierte en una ayuda milagrosa
incluso en los momentos más difíciles.

E l principio fundamental de Un curso de milagros y la


clave para alcanzar la paz de Dios es: «Nada real puede
verse amenazado. Nada irreal existe». El amor es la
realidad de Dios que lo abarca todo y, por lo tanto, no
puede tener nada en contra. La ausencia de amor, que
es el miedo, es una mera ilusión. El amor es la única ver­
dad eterna, mientras que el miedo es una alucinación
de la mente mortal. En este libro, a la mente basada en
el miedo la llamaremos ego.
Todo pensamiento es una causa que produce un
efecto. Según Un curso de milagros, cada pensamiento
que tenemos toma forma en algún nivel. Si tu mente
está en un espacio amoroso —si tus pensamientos tie­
nen una vibración alta, divina— tu experiencia lo refle­
jará. Si tu mente está en un espacio temeroso —si tus

15
*

L a L ey de la D ivina C o m p e n s a c ió n

pensamientos tienen una vibración baja, densa— tu ex­


periencia lo reflejará. La manera de cambiar la natura­
leza de tu experiencia es cambiar la naturaleza de tus
pensamientos.
Tratar de resolver un problema solo a nivel del efecto
no es una verdadera solución, sino simplemente un arre­
glo temporal. Solo cuando abordamos el nivel de la cau­
sa —los pensamientos que causaron la desviación ori­
ginal del amor— producimos resultados milagrosos y
fundamentales. Al recordar lo que es real en presencia
de lo irreal, transformamos milagrosamente un proble­
ma a nivel de su causa. Un milagro es un cambio de per­
cepción, del miedo al amor: de la creencia en lo que no
es real a la fe en lo que sí lo es. Ese cambio de percep­
ción lo modifica todo.
En nuestra habilidad para pensar en algo de manera
diferente radica el poder de modificarlo. El pensamiento
milagroso no representa un estado de negación, al me­
nos no en el sentido tradicional. No representa el pen­
samiento mágico de simplemente apartar la mirada de
algo horrible y pretender que no existe. En realidad, es
un estado de negación positivo: mirar algo sabiendo que,
como solo el amor es real en última instancia, nada más
tiene un efecto final. Un obrador de milagros no aparta
la mirada de las ilusiones del mundo de los mortales,
sino que más bien ve a través de ellas, invocando así un
mundo que está más allá. Este libro no trata de negar
nuestros problemas económicos; de lo que trata es de

16
Pró lo go ^

transcenderlos. Hemos de darnos cuenta de que esas ilu­


siones —no importa lo arraigadas que puedan estar en
el mundo tridimensional— no se sostienen en presencia
del amor.
A través de la autoridad del pensamiento amoroso,
recibimos la capacidad de modificar cualquier situación
que no es amor para que vuelva a ser amor, empezando
por pensar en ella de otra forma. Hacemos esto identi­
ficando nuestra falta de amor y estando dispuestos a
que desaparezca. Pensar de esta manera —lo que a veces
resulta fácil, y a veces no— es el hábito mental del «pen­
sador milagroso».
Dios ha puesto en nuestra mente un Maestro Inte­
rior autorizado para ayudarnos a cruzar el puente del
miedo al amor cuando nos resulta difícil hacerlo solos.
El Maestro Interior recibe diversos nombres: Consuelo,
Jesús o Espíritu Santo. Usemos el nombre que usemos,
no lo podemos llamar en vano. Los milagros son una in­
tercesión divina desde un sistema de pensamiento más
allá del nuestro, que trae luz interior a un mundo en­
sombrecido.
Y a los milagros se los invoca con la convicción. La
convicción puede ser considerada como un músculo de
la actitud que nos proporciona fortaleza para ver más
allá de las apariencias e invocar las posibilidades que
hay ahí. Con la ayuda de Dios, nuestro propio velo
mundano de ilusión particular —ya se manifieste como
bancarrota, recesión o cualquier otra forma de miedo—

17
1

^ L a L ey de la D ivi na C o mp e n s a c i ó n

se levanta, y podemos ver lo que hay detrás de él. No


importa cuál sea nuestro problema, su forma o magni­
tud; un campo infinito de posibilidades milagrosas es­
pera nuestra amplitud de miras y nuestro amor. «Los
milagros ocurren de manera natural como expresiones
del amor», según Un curso de milagros. Este libro trata
del dinero, los milagros y el amor.

A lgunas personas podrían leer este libro y decir: «Ah,


¿sí? ¿Y qué me dices de los niños que mueren de ham­
bre en África? ¿Son pobres porque su consciencia no
está alineada con el amor?». Me gustaría usar esta opor­
tunidad para responder a eso.
Los niños que mueren de hambre en África no son
pobres porque su consciencia no esté alineada con el
amor, son pobres porque nuestra consciencia no lo está.
Mil millones de personas de este planeta viven en «ex­
trema pobreza», es decir, con menos de un dólar y vein­
ticinco centavos al día. Otros mil millones viven con
menos de dos dólares al día. Sin embargo, esto no es una
«excepción» a la regla de que el amor elimina el miedo.
Muy por el contrario, la carencia colectiva de amor por
parte de las naciones desarrolladas del mundo es lo que
nos permite aceptar la realidad de la pobreza extrema
y desviar así una solución milagrosa. Cuando colectiva­
mente consigamos que el amor sea lo fundamental para
nosotros —haciendo que los valores humanitarios, en

18

A
Pr ó l o g o ^

vez de las economías a corto plazo, constituyan el prin­


cipio organizador de la civilización humana—, la situa­
ción cambiará de manera milagrosa. Según el economis­
ta Jeffrey Sachs, cien mil millones de dólares (una
séptima parte del presupuesto anual de defensa militar
de los Estados Unidos) podrían erradicar la pobreza ex­
trema en menos de diez años.
Si estás interesado en crear la voluntad política para
acabar con los peores estragos del hambre y la pobreza,
visita www.results.org. Que el amor prevalezca entre
todos nosotros.

19
La Ley de la Divina
Compensación
C A P ÍT U L O 1

La Ley de la Divina Compensación

en una habitación y pa­


A
lgunas personas entran
rece que llevan la palabra «triunfador» escrita en
la frente. No sabes cuál es su secreto, pero desearías te­
nerlo. ¿Fue la manera en que las programaron en la in­
fancia? ¿Las conexiones de su familia? ¿Algún talento
asombroso?
Hay tantas razones para el éxito como personas de
éxito existen en el mundo. Pero un tipo de abundancia
material procede de un carisma casi etéreo, de una sen­
sación de magia que algunas personas llevan consigo
como un aura de destino. Puede ser que hayan vivido
experiencias que se asocian normalmente con el éxito;
pero su éxito parece ser el resultado de otra cosa.
Este libro trata de esa «otra cosa» y el poder que nos
confiere. Trata de una zona espiritual que no tiene nada
que ver con dónde hemos estado, qué estudios hemos
cursado o si hasta ahora nos ha ido bien o hemos fraca­
sado estrepitosamente. Trata del éxito y la perfección

23
> L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

supremos de Dios, que potencialmente está en todos


nosotros, se manifieste o no; que siempre está disponible
para expresarse plenamente. Cada uno de nosotros está
impregnado de la manifestación de esa perfección, por­
que eso es lo que somos.

Al alinearte con
pensamientos de amor
infinito hacia ti y los demás
llegarás a dominar
los pensamientos inferiores
del mundo.

Este camino no es un sustituto de cualquiera de


los caminos mundanos para alcanzar el éxito. Se trata
de un camino interno que afecta a todos los demás.
Es una senda hacia la abundancia material por medio
de medios inmateriales, así como una serie de claves
espirituales para alcanzar el poder mundano. Los ca­
minos del espíritu no son los caminos del sacrificio,
sino más bien una manera de abrirte plenamente a las
glorias infinitas del universo.
La ley de la d i vi na c o m p e n s a c i ó n ^

Las glorias están ahí. Simplemente esperan que las


aceptes. Lo que sigue es una explicación de lo que son,
cómo funcionan y cómo puedes conectar con ellas.

E l UNIVERSO ESTÁ configurado para funcionar en tu be­


neficio. El mundo no es una gigante expresión aleatoria
e indiferente de procesos biológicos, sino un reflejo vivo
y latiente de amor por todas las cosas vivas. El universo
mismo es milagroso.
No tienes que creerlo, por supuesto. Puede que no
te parezca así. Pero a las leyes espirituales no se las lla­
ma «la buena nueva» por casualidad. La verdad espi­
ritual siempre está funcionando, más allá de lo que ven
los ojos. Describe «otro mundo» invisible que existe
en un ámbito más allá de nuestras circunstancias mor­
tales.
Nuestra interacción con el mundo espiritual la go­
biernan nuestros pensamientos. Cuando conocemos
esta verdad y alineamos conscientemente nuestros
pensamientos con ella —a veces incluso a pesar de
cómo nos sentimos— activamos su poder espiritual. Al
alinear lo que pensamos sobre nuestras circunstancias
mortales con un mundo que está más allá, las trans­
formamos.
Si piensas que eres el efecto de un universo aleatorio
al que no le importas, entonces experimentarás tu vida
de esa manera. Si piensas que eres el efecto de un

25
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

universo amoroso al que sí le importas, entonces expe­


rimentarás tu vida de esamanera.
No importa lo que esté sucediendo en nuestra vida,
nosotros elegimos cómo queremos pensar en ello. Y, a
menudo, el mayor regalo que nos damos a nosotros mis­
mos es nuestra disposición a cambiar nuestra manera
de pensar. A pesar de lo que podría parecer la situación
más triste y difícil, tenemos el poder de creer que otra
cosa es posible, que las cosas pueden cambiar, que puede
suceder un milagro.
Este simple cambio en nuestra forma de pensar puede
marcar la diferencia. Nuestra manera de pensar libera un
número infinito de posibilidades que no podrían haber
ocurrido si no hubiéramos creído que eran posibles. Así es
el poder de nuestros pensamientos para atraer o alejar
avances milagrosos.
Ser libre significa que puedes pensar lo que quieras.
Sin embargo, no puedes hacer que sea falso lo que es
verdadero o verdadero lo que es falso. Al universo sí le
importas. El universo está configurado para funcionar
en tu beneficio. Y el universo es capaz de producir una
transformación milagrosa en cualquier situación de
quebrantamiento o carencia. Independientemente
de lo que haya sucedido en tu vida, el universo puede
y está preparado para ofrecerte consuelo y reparación.
Eres amado y tu propósito es amar. Una mente llena
de amor infinito tiene el poder de crear posibilidades
infinitas. Tenemos el poder de pensar de maneras que

26
La ley de la di vi na c o m p e n s a c i ó n ^

reflejen y atraigan todo el amor del mundo. Este modo


de pensar se llama iluminación. La iluminación no es
un proceso hacia el que trabajamos, sino una elección
de la que disponemos a cada instante.
La iluminación es la respuesta a todo problema. En
cualquier situación en la que parezcas estar a merced
de fuerzas que no puedes controlar, recuerda que Dios
reside dentro de tu mente y que no hay ninguna fuerza
que Él no controle. Por tanto, a través de Su poder
dentro de ti, no existe ninguna circunstancia mortal
ante la que estés impotente. Cuando tu bien se ve
oscurecido por las apariencias de un mundo no amo­
roso, el universo está programado para elevarte más
allá de esa circunstancia y devolverte a un estado de
abundancia.
Como expresión de la perfección divina, el universo
se organiza y se corrige a sí mismo. En la medida en que
tu mente esté alineada con el amor, recibirás compen­
sación divina por cualquier carencia en tu existencia
material. De la sustancia espiritual vendrá la manifes­
tación material. Esto no es solo una teoría, es un hecho.
Es una ley por la que se rige el universo. La llamo la Ley
de la Divina Compensación.
Así como existen leyes objetivas y discernibles de
fenómenos externos, también hay leyes objetivas y dis­
cernibles de fenómenos internos. La ley de la gravedad,
por ejemplo, no es solo una «creencia». Es verdadera,
creas en ella o no. Las leyes espirituales tampoco son

27
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

simples creencias, son descripciones de cómo opera la


consciencia.
Una vez que conocemos esta ley —que el universo
tiene la tendencia natural a mejorarlo todo— nos incli­
namos de manera natural a los brazos de Dios y le per­
mitimos que nos levante. Le entregamos nuestros pen­
samientos, Él los eleva, y nuestra experiencia cambia.
La cuestión práctica es si elegimos pensamientos que
activan o desactivan la Ley de la Divina Compensación.
La activamos con cada pensamiento amoroso y la desac­
tivamos cuando damos más crédito a la realidad y el poder
del mundo material que a la realidad y el poder del amor.
Si nuestras circunstancias nos tientan a tener pen­
samientos como «Puede que yo no sea lo suficiente­
mente bueno para eso», «Nunca tendré otra oportuni­
dad», «Se necesitará una eternidad para que se arregle
esto» u «Odio a quien sea responsable de esto», entonces
los milagros, aunque están programados en la naturaleza
del universo, no pueden llegar a nuestra consciencia.
Con cada pensamiento, invocamos o bloqueamos un
milagro.
No son las circunstancias, sino nuestros pensamien­
tos acerca de nuestras circunstancias lo que determina
nuestro poder para transformarlas.
La Ley de la Divina Compensación se aplica por
igual a todas las situaciones, pero en este libro nos cen­
traremos en su aplicación al dinero y la falta del mismo.
En una época de incertidumbre económica —cuando

28
La ley de la d i v i na c o m p e n s a c i ó n ^

las circunstancias hacen que resulte especialmente ten­


tador creer más en la escasez del plano material que en
la abundancia del espiritual—, nuestra capacidad para
pensar de manera diferente es el valor diferencial del
obrador de milagros.
Las facturas te miran de frente. La ejecución de la
hipoteca surge de forma amenazante. El crédito nau­
fraga. No hay trabajo. Y con todo ello surge el caos en
muchos frentes. Así, ¿quién no necesita un milagro?
Si te identificas solamente con tu cuerpo y su reali­
dad, en vez de con tu espíritu y realidad, te sentirás
tentado a pensar que la disminución de los bienes ma­
teriales reduce, de alguna manera, lo que tú eres. Pero
no eres meramente un ser del mundo material; eres un
ser de espíritu ilimitado. Y en el espíritu no hay carencia.
A ti no te falta nada simplemente porque las circuns­
tancias sean deficitarias.
Si tu creencia central es «Me falta», y te apegas a ella,
entonces subconscientemente perpetúas o creas las cir­
cunstancias que reflejan esa creencia. Pero tus circuns­
tancias son completamente maleables: simplemente re­
flejan los dictados de tu mente.
No importa qué límites existan en tu mundo mate­
rial; tu verdad inmutable es que eres un ser espiritual
ilimitado. Al recordar esto, invocas la Ley de la Divina
Compensación.
Eres una idea amorosa en la Mente de Dios. Las
circunstancias no deberían y no necesitan tentarte a

29
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

creer otra cosa. El universo te cubre de amor, no por


lo que has hecho o dejado de hacer, sino por quien
eres. Considera el universo mismo como una nota de
amor personal que Dios te envía. Dios es amor y cuan­
do compartes Su amor, compartes Su poder. Al
alinearte con pensamientos de amor infinito hacia ti
y los demás llegarás a dominar los pensamientos infe­
riores del mundo.
En un sentido material, tu situación podría ser real­
mente desoladora. Puede que hayas recibido un trato
injusto, puede incluso que otros te hayan traicionado, o
que tú mismo hayas cometido un enorme error. No obs­
tante, lo que importa es lo que piensas ahora: ¿estás dán­
dole vueltas al pasado o estás permitiendo un milagro
en el presente?
¿Te estás echando la culpa a ti o a otros, o colmándo­
te de bendiciones a ti y a los demás? ¿Te estás aferrando
a tu fe en la realidad del desastre o estás abriendo tu
mente a la posibilidad de un milagro? Vuelve a alinear
tus pensamientos con los pensamientos de Dios, porque
en todo momento el universo está listo para comenzar
de nuevo. Las leyes del tiempo y el espacio son más ma­
leables de lo que pensamos.
Los errores y los giros equivocados no tienen por
qué despistarnos. La capacidad de corregirse está inte­
grada en el universo, igual que en el funcionamiento de
un GPS. Si has programado una dirección en tu GPS,
pero luego tomas un camino diferente del que te reco-

30
La ley de la d i v i na c o m p e n s a c i ó n ^

mendaba, el GPS crea una nueva ruta automáticamente.


El universo hace lo mismo.
Quizá pensaste que llegarías adonde querías estar
económicamente consiguiendo una acreditación, reali­
zando un trabajo concreto o haciendo una determinada
inversión. Pero luego sucedió algo: la economía empeo­
ró, cometiste un error u otra persona lo hizo. La Ley de
la Divina Compensación nos asegura que el universo
simplemente creará una nueva ruta. Lo que escasea, se
volverá abundante; lo que está herido, sanará. Como
«caídos del cielo» —o de la conciencia de los milagros—
los milagros fluirán de manera natural. ¿Por qué? Porque
la perfección es tu hogar eterno, al que el universo está
programado para volver a llevarte cada vez que te des­
víes, por cualquier razón, de los pensamientos que te
llevan y te mantienen allí.
Así de amado eres.

31
C A P ÍT U L O 2

El poder de la fe

en los inicios de mi carrera como con­


H
ACE A ñ o s ,
ferenciante, tuve lo que consideré una gran idea
para una sesión de espiritualidad y actuaciones musi­
cales. Realmente erauna gran idea, pero tuve otra id
que no fue tan buena: en vez de decirle a la gente lo
estupenda que iba a ser la velada, decidí que les sor­
prendería cuando estuvieran allí. Sí, ya sé, una genio
del marketing...
Así que, naturalmente, no vino mucha gente.
Después de todo, lo había promocionado proponiendo
que se fiaran de mí y de que merecería la pena.
Alquilé un teatro enorme y precioso, teníamos mú­
sicos fabulosos y fue realmente una velada magnífica y
de primera clase. Un comentario muy común entre los
que síhabían venido fue: «[Si hubiera sabido lo estu­
pendo que iba a ser esto, habría traído a diez amigos!».
Si lo hubieran sabido...

33
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

La fe no es solo un principio
teológico; es un músculo
mental y emocional.

Mis padres habían volado de Houston a Los Angeles


para la ocasión y, al final del evento, vinieron a los ca­
merinos para felicitarme. Cuando mi padre me abrazó,
me eché a llorar.
«[Oh, papá!», sollocé. «Menudo exitazo, ¿eh?».
«Pero, ¿qué estás diciendo?», exclamó. «[Ha estado
estupendo!».
«Sí, pero no ha venido suficiente gente», me quejé.
«Papá, [he perdido diezmil dólares!».
«[Qué diablos, cariño!», me dijo. «Lo primero de
todo, estoy orgulloso de ti y de que hayas ganado diez
mil dólares para poder perderlos, y más me enorgullece
que te hayas arriesgado a perderlos en algo tan estupen­
do. Si alguien se mete contigo por ello, simplemente dile
que puedes absorber la pérdida».
Al día siguiente, y durante varios días después, una
amiga mía que había sido una de las cantantes de la ve­
lada seguía inquieta por el dinero que había perdido.
Pero en vez de sumarme a su compasivo punto de vista,

34
El p o d e r de la fe ^

seguí el consejo de mi padre y le repetí: «Toni, puedo


absorber esa pérdida». Lo dije tan a menudo que em­
pecé a convencerme a mí misma, y creo que también
la convencí a ella. Ya no tenía ningún control sobre lo
que había sucedido en el pasado, pero tenía el control
sobre cómo lo afrontaba ahora. Había cometido un
error, sí, pero el universo no me ataba a ello. El camino
para acercarme a la recuperación financiera o alejarme
de ella radicaba en qué opción tomaba al pensar en lo
que había sucedido: como una prueba del fracaso y la
ruina completos o bien como una oportunidad para per­
donarme a mí misma y atraer un milagro.
En este momento, lo que más necesitaba era fe en
que podría seguir adelante y, a la postre, recuperar mis
pérdidas.

* *

La fe no es solo un principio teológico; es un músculo


mental y emocional. Es un aspecto de la consciencia,
una función de la mente. Con cualquier actitud demos­
tramos fe: en lo que puede ir mal o en lo que puede ir
bien. Nuestro problema es que tendemos a depositar
una gran fe en el poder de nuestros desastres y dema­
siada poca en el poder de los milagros.
Nuestra fe misma es una fuerza poderosa: aumen­
tamos el poder de una cosa al aumentar nuestra creencia
en su poder.

35
& L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

Como cualquier músculo, la fe se fortalece cuando la


usamos y se debilita cuando no la utilizamos. Cuando
la fe en el amor y en su milagrosa autoridad se con­
vierte en la guía de nuestros pensamientos, se trans­
forma en un poder extraordinario que modifica nues­
tra vida. No es suficiente que el poder espiritual
exista; necesitamos tener feen que e
en nuestro beneficio. La fe afecta nuestro estado psi­
cológico y emocional, que a su vez influye poderosa­
mente en cómo experimentamos lo que está suce­
diendo.
Cuando estás sentado ante un montón de facturas
que no sabes cómo pagar, o te acosan los acreedores, o
temes que vas a perder tu hogar al contemplar a diario
imágenes de penumbra económica, recesión y penurias,
es fácil tener miedo y creer que tu estado financiero
solo puede empeorar. Parece más fácil tener en el po­
der de las pérdidas económicas que tener fe en la posi­
bilidad de la recuperación económica.
Pero la fe no es ciega, es visionaria. Tener fe en un
resultado positivo no significa negar un problema o ig­
norar los obstáculos, simplemente significa que estás
afirmando una solución.
Si crees que el desastre económico es la realidad fun­
damental de tu existencia, porque tus sentidos físicos y
las circunstancias mortales están prácticamente gritando
que es así, entonces esa creencia será una fuerza poderosa.
Tu creencia está siendo usada literalmente contra ti.

36
El p o d e r de la fe ^

Pero si ves tus dificultades económicas actuales


como lo que realmente son —una desviación temporal
de la perfección del amor, que tiene lugar en el ámbito
mortal, no la realidad suprema, porque solo el amor es
real— entonces, tu visión produce un milagro: libera tu
energía, tus pensamientos y emociones, abriendo
tu mente a nuevas posibilidades.
Eso es lo que representa un milagro: un cambio en
el pensamiento, que transforma tu experiencia. Este
cambio de percepción —tu disposición a mirar más allá
de las apariencias—, te permite invocar una serie dife­
rente de posibilidades. Te permite ver más allá de lo que
está sucediendo, percibir lo que podría estar sucediendo,
creando así el espacio para algo nuevo.
La fe es poder: cambia tu vida transformándote a
ti. Te sitúa en un terreno diferente de ser dentro de ti.
Te da una confianza basada en algo que está en ti, pero
no es tuyo; puede hacer por ti lo que tú no puedes ha­
cer por ti mismo. Te ayuda a no hundirte en la cons­
ciencia de ser una víctima —una actitud que atrae más
victimización— y te eleva a la positividad, que atrae
más resultados positivos. El lugar en el que ponemos
nuestra fe influye literal y directamente en lo que
sucede a continuación.
El proverbio de la Biblia «Bienaventurados los que
tienen fe aunque no puedan ver» significa «Capacitados
están aquellos que recuerdan quiénes son incluso cuan­
do las circunstancias les tientan a creer en otra cosa».

37
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

Resulta fácil tener fe en la abundancia infinita de


Dios cuando tienes millones de dólares en tu cuenta
bancaria, pero lo que es importante recordar es que
todo lo visible comienza en un lugar que primero es
invisible.
Cuando un piloto no puede ver el horizonte por la
reducida visibilidad, no supone que el horizonte haya
desaparecido. En momentos de poca visibilidad, el pi­
loto vuela con instrumentos que realmente pueden eva­
luar la situación mejor que él. La fe es como volar con
esos instrumentos: actuar considerando que el hecho de
que tú no puedas ver una posibilidad en ese momento
no significa que no exista.
Y la fe no es simplemente saber que el amor siem­
pre está presente: la fe es también saber que lo que no
es amor [no existe realmente! Sí, por supuesto que sí
existe en nuestra realidad mortal tridimensional —las
facturas, la ejecución de la hipoteca, la notificación de
despido, la recesión— pero esa realidad no es la realidad
suprema. Tu poder para invocar la verdad suprema ra­
dica en tu claridad respecto a lo que es verdad y lo que
es ilusión. Con cada pensamiento, mostramos fe en el
amor o fe en el miedo.
Fe en el amor: «No tengo trabajo tal como lo define
el mundo, pero mi función divina está establecida por
Dios. Estoy aquí para amar y ser amado, y eso es lo que
determina mi valor. Ningún rechazo mundano deter­
mina mi valor en el universo, y ninguna carencia mate-

38
El p o d e r de la fe

rial disminuye mi plenitud en Dios. Enmiendo mis erro­


res y perdono a los demás por los suyos. Pongo esta si­
tuación de carencia aparente en Sus manos y descanso
en la fe absoluta de que está cambiando milagrosamente
mientras estoy diciendo esta palabra».
Fe en el miedo: «Soy un completo fracaso. Soy de­
masiado viejo para encontrar otro trabajo, solo están
contratando a gente joven. Todos los trabajos están ocu­
pados. El sistema está amañado. Lo he echado todo a
perder. Me ha fastidiado fulano o mengano. Nunca po­
dré pagar estas facturas. Probablemente perderé mi
casa. Me rindo. No tiene sentido. Es demasiado tarde.
Lo he fastidiado. Malditos demócratas. Malditos repu­
blicanos. Malditas empresas. Malditos sindicatos. Mal­
ditos ricos. Malditos pobres».
Los pensamientos puestos al servicio del miedo
desactivan la Ley de la Divina Compensación. ¿Por qué?
Porque no están llenos de amor. Son pensamientos de
ataque, y los milagros solo fluyen con los auspicios del
pensamiento amoroso. Es el amor, y solo el amor, lo que
nos da el poder de transcender los pensamientos inte­
riores y las apariencias del mundo de los mortales. Solo
el amor a nosotros mismos y a los demás nos da la au­
toridad divina para reajustar las trayectorias por las que
se desarrolla nuestra vida.
Los milagros del amor se están creando a cada mo­
mento, sin ser obstaculizados por nada del pasado. Así
es como opera el universo. Tu fe en el amor no determina

39
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

el poder del amor, pero determina que experimentes o


no ese poder. No puedes apagar la luz, pero puedes ta­
parte los ojos con las manos y quejarte de que la habi­
tación está a oscuras. El universo está infinita y eterna­
mente iluminado con la luz del amor y la nueva
posibilidad. Puedes tener fe en eso y experimentar mi­
lagros; o puedes tener fe en las ilusiones del mundo de
los mortales, y vivir carencias y estrecheces sin fin.

* *

R ecuperé los diez mil dólares que perdí hace tantos


años en Los Ángeles y, aunque desde luego no puedo
decir que nunca volví a cometer otro error financiero,
nunca olvidé la lección que mi padre me enseñó aque­
lla noche: podía absorber la pérdida. En los casos en
los que he cometido errores, u otra persona ha come­
tido errores que me han afectado, he aprendido que
los productos del miedo no son permanentes. Cada
uno de nosotros elige cómo pensar en lo que sucede
en nuestra vida, y considerar una situación con fe en
los milagros es mirar a través de los ojos y con el poder
de Dios.
Si recuerdas que eres un ser espiritual, que solo
Dios es la fuente de tu poder y que el universo está
diseñado inherentemente para atender tus necesidades,
entonces estás pensando de una manera que favorecerá
el milagro. Estás ejercitando el domino sobre el plano

40
El p o d e r de la fe ^

mortal al recordar que no le perteneces. Simplemente


«sucederá» que estarás sentado junto a alguien que
quiere contratar a una persona que tenga tus aptitudes.
Simplemente «sucederá» que idearás algún nuevo pro­
yecto fabuloso y lograrás fondos sin esfuerzo. Simple­
mente «sucederá» que recibirás por correo un cheque
de alguien que te debía dinero desde hace años y no
te lo había devuelto hasta ahora.
¿Por qué? Porque hay un ámbito de creatividad in­
finita que existe másallá de la mente mortal, dentro
la Mente de Dios. Esto no es una fantasía, sino la reali­
dad espiritual del universo. Si decides no creerlo, esa es
tu elección; si decides creerlo, ese es tu milagro.
El universo está programado para manifestar, a través
de ti, las posibilidades más elevadas de creatividad y ale­
gría. Y eso no cambia nunca. En la Mente de Dios nunca
eres demasiado viejo; en la Mente de Dios nunca eres
inadecuado; en la Mente de Dios no eres tu currículum
o tus fracasos. En la Mente de Dios no existe ningún
error que no tengas la oportunidad de corregir, ni nada
que nadie te haya hecho que no pueda ser compensado
cuando perdonas y sigues adelante.
No hay nada en tus circunstancias materiales que
tenga el poder de detener el motor de la intención cós­
mica con la que has sido bendecido. Y estás bendecido
«eternamente», en todo momento. En cualquier instante,
no importa lo que haya sucedido en el pasado, el uni­
verso ha dispuesto, y continúa disponiendo, infinitas po-

41
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

sibilidades para que prosperes. Si no puedes ver eso aho­


ra —si la desesperación y la ansiedad cuelgan como un
velo delante de tus ojos, impidiéndote tener fe en
Dios—, apóyate en la fe que yo tengo. Una mente unida
a otra, independientemente de su posición en el tiempo
o el espacio, pueden eliminar cualquier cadena que nos
ate y llevarnos a ese ámbito tan dulce en el que se cierra
el círculo y siempre existe la posibilidad de empezar de
nuevo.

42
C A P ÍT U L O 3

Hacer que el amor sea lo fundamental

UERER AMOR; o creer en el poder del amor.. todo


eso es maravilloso. Pero la teoría se pone a prueba
cuando decidimos actuar basándonos o no en el amor.
Un área en la que no siempre es fácil poner el amor
por encima de todo es la del dinero. Esto no se debe a
que el tema sea más complicado que cualquier otra área
de la vida; se debe a la creencia arraigada en el mundo de
que las ganancias, no el amor, son lo fundamental. En
un mundo dominado por la escasez, ese pensamiento
tiene sentido; en un mundo en el que la escasez ni si­
quiera existe, no tiene ningún sentido.
Poner el amor por encima de todo no significa una
vida de «sacrificio», como se les ha enseñado a muchos.
En realidad, es justo lo contrario. Anteponer el amor a
todo significa saber quién eres y que tienes derecho
a milagros. Poner el amor por encima de todo significa
saber que el universo te apoya para crear lo bueno, lo

43
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

santo y lo bello. Significa saber que estás en la tierra con


un propósito, y que el mismo propósito creará oportu­
nidades para su cumplimiento.

Anteponer el amor a todo lo


demás significa saber que el
universo te apoya para crear
lo bueno, lo santo y lo bello.
Significa saber que estás en
la tierra con un propósito,
y que el mismo propósito
creará oportunidades para
su cumplimiento.

Hacer que el amor sea lo fundamental no hace que


«pierdas»; al final, es la manera de ganar inevitablemen­
te. Recibirás por lo que des; y lo que niegues, te será ne­
gado. Como me dijo una vez un amigo mío: el universo
lleva una contabilidad perfecta.
Hacer que el amor sea lo fundamental no significa
que tengas que regalarlo todo o que nunca cobres por

44
H ace r que el a mo r sea lo f u n d a m e n t a l ^

tus servicios. El principio del intercambio justo da amor


a ambas partes: al que da y al que recibe.
Hacer que el amor sea lo fundamental no significa
que estés obligado a hacer todo lo que cualquiera te
pida. El amor siempre da la respuesta amorosa, pero a
veces la respuesta amorosa es «no».
Conseguir que el amor sea lo fundamental significa
que nos tomamos en serio la idea de que estamos en la
tierra para hacer lo que el amor querría que hiciéramos,
y usar nuestros recursos solo para lo que internamente
estamos guiados a hacer. Sé por experiencia personal
que cuando he hecho eso, he ganado, entre otros aspec­
tos, en el ámbito económico. Y cuando no lo he hecho,
he perdido.
El camino del amor podría no llevar inmediatamente
y a corto plazo a un fajo de billetes. Pero seguir el ca­
mino del amor nos lleva a confiar, a tener relaciones más
profundas y, por tanto, a una mayor probabilidad de
conseguir un bien mayor. Nuestra abundancia interna
es, en última instancia, la fuente de nuestra abundancia
externa. Lo que crea dinero es quienes somos, no solo
los servicios que ofrecemos.
Las personas que son positivas y están cargadas de
energía..., ¿son o no son las que más posibilidades tie­
nen de obtener un ascenso? Las personas que son ama­
bles y serviciales cuando entras en su tienda..., ¿tienen
o no tienen un negocio al que hay más posibilidades
de que vuelvas? Las personas que inspiran auténtica

45
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

confianza y fe en la excelencia de su trabajo..., ¿son o


no son las que tienen más posibilidades de que las con­
trates para tu próximo proyecto? ¿Conoces ese dicho
de que las personas agradables acaban siendo las últi­
mas? Es una mentira.
Sin embargo, a veces tememos que, si nos entrega­
mos al amor, de alguna manera nos convertiremos en
criaturas débiles, que el amor nos volverá vulnerables a
ser heridos o hará que seamos menos eficaces en el
mundo. Pensamos que está bien entregar a Dios nuestra
vida espiritual, [pero mejor que no le entreguemos nues­
tra economía! Una mujer me dijo una vez: «No me im­
porta darle a Dios mi dinero, pero si es más de doscien­
tos mil dólares, creo que es mejor que me ocupe yo
misma». Y la razón por la que ese es un mal chiste es
que, a menudo, [es justamente el área de nuestra eco­
nomía la que más necesita los milagros!
El amor es nuestra cordura. No nos lleva a conductas
imprudentes. No nos lleva a regalar nuestro dinero cuan­
do hay que ahorrarlo para mantener a nuestra familia.
No nos lleva a ignorar los principios de la gestión del di­
nero o las leyes pertinentes del comercio. No nos lleva a
comportamientos poco razonables o inmoderados. El
amor no arruina las cosas; el amor lo arregla todo
alineando los sucesos mortales con los patrones naturales
de un universo intencional y creativo.
El amor hace que nos despertemos por la mañana con
propósitos y un flujo de ideas creativas. El amor inunda

46
H ace r que el a mo r sea lo f un d a m e n t a l ^

nuestro sistema nervioso de energía positiva, haciéndo­


nos mucho más atractivos ante empleadores o clientes
potenciales y socios creativos. El amor nos llena de un
carisma poderoso, habilitándonos para producir nuevas
ideas y proyectos, incluso en circunstancias que parecen
limitadas. El amor nos lleva a corregir nuestros errores
y aclarar la situación en la que hemos cometido equi­
vocaciones. El amor nos lleva a actuar con impecabili­
dad, integridad y excelencia. El amor nos lleva a servir,
a perdonar y a tener esperanza. Estas cosas se oponen a
la consciencia de pobreza; son el material de la creación
de riqueza espiritual.
En 1992 publiqué un libro titulado Volver al amor.
En esa época era un poco ingenua: nunca se me había
ocurrido pensar en cosas como los contratos de publi­
cación, los bestsellers o los derechos de autor. Me sentía
feliz de poder vivir de las donaciones que obtenía en
mis conferencias sobre Un curso de milagros. Mientras
estaba escribiendo el libro creo que ni siquiera pensé en
si se vendería bien. Recuerdo que esperaba que se ven­
dieran suficientes ejemplares [para no pasar vergüenza!
En realidad, debido en gran medida al entusiasmo de
Oprah Winfrey, fue el quinto libro mejor vendido en
Estados Unidos aquel año.
Por aquel entonces tenía la fuerte sensación de que
el dinero no había venido realmente del libro: de que
había llegado a través de él, pero no realmente de él.
Sentía que el dinero era el pago divino por algo más que

47
^ L a L ey de la D ivi na C o mp e n s a c i ó n

el libro, especialmente por las actividades benéficas que


había hecho años atrás sin recibir nada de dinero a cam­
bio. Era un pago por cómo había estado tratando de vivir
mi vida, limpiando cualquier desorden de mi pasado e
intentando servir a los demás. El buscador espiritual no
está tratando de «conseguir dinero», sino de intercam­
biar energía. Y cuando la energía que lanzamos al mun­
do está llena de la consciencia del amor, la energía que
fluye de vuelta a nosotros nos llega de la forma que me­
jor pueda servirnos. Entendí que si vivía una vida buena
y trabajaba duro, de alguna manera, mis necesidades se
verían cubiertas.
Había un cierto grado de ingenuidad en mi vida an­
tes de que se publicara el libro. Nunca había hecho la
transición a los principios más sofisticados según los que
supuestamente se crea la riqueza y, en consecuencia, era
dichosamente inconsciente de ellos. Mis actividades du­
rante esos años de ninguna manera podían considerarse
buenas para los negocios, [porque no había ningún ne­
gocio! Pero, a mi manera, me estaba ocupando «de los
asuntos de mi Padre». Y entonces, cuando se publicó el
libro vi que lo que había hecho por amor se me devolvía
multiplicado por mil y más.
Así funciona la Ley.

48
C A P ÍT U L O 4

Transformar la percepción negativa del ser

a L ey de la D ivina C ompensación representa el


funcionamiento natural del universo, pero depende
de cada uno de nosotros liberar de nuestra mente los pen­
samientos que la bloquean. Los pensamientos no amo­
rosos desactivan la Ley. Sabotean la dinámica mediante
la que el universo está programado para sustentarnos.
Cuando pensamos o decimos algo negativo, incluso
si creemos que no lo decimos en serio, el pensamiento
transmite energía creativa. Cada pensamiento es una
causa que crea un efecto; una mente indisciplinada, que
está fácilmente tentada a tener pensamientos sin fe y
sin amor, es un gran impedimento al éxito.
Los pensamientos negativos que desactivan la Ley
de la Divina Compensación tienden a caer en tres ca­
tegorías principales: (1) percepción negativa del ser, (2)
ira y (3) culpa. Veremos estas categorías en este y los
dos siguientes capítulos. Empezaremos con la percep­
ción negativa del ser.

49
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

El crecimiento espiritual
conlleva abandonar
las historias de tu pasado
para que el universo pueda
escribir una nueva.

Liberar ideas negativas de uno mismo no solo es im­


portante porque te hacen daño; es importante porque no
son verdad. El viaje espiritual es un camino que nos lleva
a renunciar a nuestros pensamientos basados en el miedo
y permitir que sean sustituidos por los de Dios. La razón
de adoptar una imagen positiva de uno mismo es que esa
imagen te describe tal como Dios te considera.
Sin embargo, a los pensamientos de Dios se oponen
las numerosas imágenes negativas de nosotros mismos
que dejamos vagar libremente por nuestra mente:

«No soy lo suficientemente bueno».


«Me sale todo mal».
«No doy la talla».
«Mi padre (o madre, o profesor, etc.) tenía razón:
nunca llegaré a nada».

50
T ransformar la p e r c e p c i ó n ne gat i va d e l ser ^

«Soy tonto».
«He fracasado».
«No tengo suficiente talento».
«Soy demasiado viejo».
«Nadie me quiere».
«Nadie me aprecia».
«No tengo futuro».
«Los buenos trabajos están en el extranjero».
«No hay ningún trabajo para mí».
«Ni merece la pena intentarlo».
«Me han estafado».
«El sistema se ha ido a la mierda».

Estos pensamientos dolorosos surgen de una iden­


tificación excesiva con el plano material. Identificarte
con tu ser material, en vez de con tu ser espiritual,
siempre te hace vulnerable a las proyecciones de odio
a ti mismo, porque no eres ese ser mortal. El plano mor­
tal es, como mucho, una sucesión siempre cambiante
de percepciones individuales que carecen de un tema
consistente. A veces te considerarás digno de autoesti­
ma y a veces no, dependiendo de lo que haya en tu
cuenta corriente, de lo que otros piensen de ti, y así su­
cesivamente. No es una base muy buena para el éxito
profesional...
En el plano mortal, ninguno de nosotros es siempre
perfecto; pero en el plano espiritual, todos somos per­
fectos siempre. Quienes realmente somos —creaciones

51
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

perfectas de Dios, inmutables e ilimitadas, ninguno de


nosotros más o menos brillante que cualquier otro—
es el concepto más positivo que podemos tener de
nosotros mismos. La iluminación consiste en identifi­
carte con tu realidad espiritual en vez de con la ma­
terial. Desde esta perspectiva, ves que eres la luz. Nin­
gún pensamiento o estado de oscuridad —es decir, la
ausencia de amor en tu propia mente o en la de cual­
quier otra persona— incide en modo alguno en la ver­
dad de quién eres o lo que el universo ha planeado
para ti. Tu pasado, tus errores, las opiniones que otros
tienen sobre ti, incluso tus fracasos no limitan de
ninguna manera quién eres o lo que ahora para ti es
posible.

UNA de LAS ideas negativas más comunes sobre no­


sotros mismos —y que sirve de base a muchos otros
sentimientos equivocados— es que no somos lo sufi­
cientemente buenos, que hay algo deficiente en no­
sotros.
Puede resultar tentador creer que «algunas perso­
nas lo tienen, y otras no»: algunos tienen talento, y
otros no; algunos son brillantes, y otros no lo son; al­
gunos nacen para triunfar, y otros no. Y a menudo nos
vemos a nosotros mismos en la segunda parte de esas
comparaciones.
Mientras pensemos que estamos separados del resto

52
T ransformar la p e rc e p c i ó n negati va del ser

del universo, estamos abocados a compararnos con los


demás.
Un curso de milagros nos enseña que todos somos es­
peciales y que ninguno es especial. Todos nosotros lle­
vamos la marca de Dios, pero llevamos esa marca como
un solo ser. Nadie tiene más o menos capacidad que
otro para usarla como un conducto para la genialidad
que emana constantemente de la Mente de Dios. Esta
genialidad entra en nosotros como un solo ser, pero la
aceptamos separadamente. La grandeza de Dios es un
don que se nos ofrece a todos nosotros, pero somos nos­
otros quienes elegimos si la recibimos o no.
Nos falta fe en lo que existe dentro de nosotros, por­
que nos falta fe en Quién está dentro de nosotros.
Cada uno de nosotros tiene un papel único que
desempeñar en la sanación del mundo. A cada uno,
Dios nos ha asignado una función que solo nosotros
podemos cumplir. En nuestra función divina, ninguno
de nosotros está en competición con los demás, ya que
el universo tiene un número infinito de trozos de pas­
tel. Mi trozo no le resta valor al tuyo, y el tuyo no le
resta valor al mío. Hay espacio para que florezcan los
dones de todos. Hay suficiente espacio para todos no­
sotros.
Cuando le preguntaron a Buckminster Fuller, el ge­
nio futurista y universalmente reconocido, cuál era su
definición de un genio, respondió: «Alguien que tuvo
la madre adecuada». Supongo que quería decir, alguien

53
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

que durante su infancia había tenido la programación


más positiva, alguien a quien le dijeron cuando era jo­
ven que erabrillante y que triunfaría. Si nos dicen
cuando somos niños que vamos a triunfar, tenderemos
a ello. Si nos dicen cuando somos niños que estamos
abocados al fracaso, tenderemos a fracasar en vez de a
triunfar.
Pero incluso si tu madre o tu padre no te dijeron
cuando eras niño que eras maravilloso, tu Padre/Madre
divino/a te lo dice ahora. El entendimiento espiritual es
un antídoto para cualquier programación errónea que
hayas podido recibir de niño. En vez de analizar inter­
minablemente una «cinta» de la infancia, puedes borrar­
la grabando una nueva. Una historia, no importa lo ve­
rídica que sea, sigue siendo solo una historia. El
crecimiento espiritual conlleva abandonar las historias
de tu pasado para que el universo pueda escribir una
nueva. No estás negando tu infancia; simplemente estás
trascendiendo sus aspectos negativos.
Eres un hijo de Dios y llevas la marca eterna de tu
Origen perfecto. Tienes un derecho natural a los mila­
gros porque eres amor. Esto no es una valoración arro­
gante del ego, sino una aceptación humilde de la verdad
de Dios. Simplemente sucede que tienes dentro de ti el
poder eterno del universo.
Como eres un hijo de Dios, hecho de amor, solo el
amor tiene poder sobre ti. Tu ser mortal puede estar da­
ñado, pero tu ser espiritual no puede estarlo. No tienes
T ransformar la p e r c e p c i ó n ne gati va del ser

que identificarte con los quebrantos del mundo, porque


los efectos de los quebrantos son temporales. Todas las
cosas amorosas que te han sucedido son verdaderas y todo
lo demás era una ilusión. Esas ilusiones no afectan a tu
futuro, excepto que las traigas contigo al presente. De­
pende enteramente de cada uno de nosotros si nos con­
sideramos «productos dañados».
Puede ser que las cosas hayan ido mal en el pasado,
por supuesto, pero el pasado terminó y no puede afec­
tarte a menos que te aferres a él. Ahora mismo, en este
momento, el universo no está respondiendo a tu pasado,
sino a la verdad de quién eres, siempre fuiste y siempre
serás.
Todos tenemos «lo que hay que tener» porque todos
nosotros albergamos a Dios; Su voz, y no la que se basa
en el miedo del ego, es la voz que podemos escuchar y
aprender a seguir. Cada uno de nosotros está destinado
a canalizar las realidades espirituales del talento, la crea­
tividad y la inteligencia. Esto no es nada de lo que atri­
buirnos el mérito personal, pero tampoco nada de lo
que tengamos que disculparnos. Como hijo de Dios,
simplemente sucede que eres el recipiente de poder y
posibilidades infinitos. Lo hayas sabido siempre o no, lo
hayas practicado o no, en este preciso momento tienes
la habilidad latente para crear y lograr tus sueños más
osados.
Y esto nunca cambia. Ninguna circunstancia mortal
disminuye el poder de Dios. No importa cómo sea tu cu­

55
^ L a L ey de la D ivi na C o mp e n s a c i ó n

rrículum o cuántos diplomas tengas. No importa qué erro­


res hayas cometido o cómo vaya la economía. Solo im­
porta el lugar donde ahora pongas tu consciencia. Si sabes
quién eres y Quién vive dentro de ti, mover montañas te
parecerá poco comparado con lo que puedes hacer.

E ste reconocimiento del poder infinito de Dios y Su


amor infinito por nosotros es importante en relación
con otra idea negativa sobre nosotros mismos, que afecta
profundamente a muchas personas: el pensamiento de
que eres demasiado viejo para visibilizar un trabajo o
dinero.
Una vez más se nos presenta el desafío de pensar
como piensa Dios. El cuerpo envejece, pero el espíritu,
no. Nunca, en ningún momento, nos abandona el univer­
so, ni considera que no damos la talla o que ya no tene­
mos futuro. Pero si tú crees eso de ti mismo, puedes blo­
quear el flujo de milagros cuando llega a tu puerta.
Especialmente las mujeres nos sentimos tentadas a
creer que nuestro valor disminuye con nuestra belleza fí­
sica. Sin embargo, a veces, cuando nuestra belleza extema
comienza a desvanecerse, es cuando nuestra belleza in­
terna brilla con más fuerza. En palabras de Ralph Waldo
Emerson: «Cuando envejecemos, la belleza se escabulle
hacia dentro». Para el universo, nunca somos invisibles.
Es verdad que en la juventud tenemos algunas cosas
maravillosas que perdemos al ir haciéndonos mayores,

56
T r a n s f o rm a r la p e rc e p c i ó n ne gat i va del ser

pero también es verdad que cuando somos mayores te­


nemos algunas cosas maravillosas que no teníamos cuan­
do éramos jóvenes. Los dones de la edad no son tan
tangibles como los dones de la juventud, pero no son
menos reales. Cuando los afirmamos —apreciando por
completo el don inmaterial de la sabiduría que llega con
las experiencias vitales acumuladas— el universo sigue
nuestro ejemplo, reflejando el valor que nos hemos
concedido a nosotros mismos. Como escribió Emily
Dickinson: «No nos hacemos más viejos con los años,
sino más nuevos cada día».
Sí, si eres mayor, puede que haya gente que no quie­
ra contratarte por eso, pero al universo milagroso no le
importa eso. El universo es flexible y, si estamos abiertos
a infinitas posibilidades, las posibilidades aparecerán.
Según Un curso de milagros: «Los milagros son naturales.
Cuando no ocurren, algo ha ido mal». [Actualmente hay
muchos ejemplos en el mundo de octogenarios que es­
tán de candente actualidad! En Estados Unidos, si Betty
White puede ser la mujer más solicitada de Cleveland,
está claro que todo es posible. No creo que nadie creyera
que ella pudiera encontrar trabajo*.
La pregunta es, ¿cómo abandonamos el monólogo
interno negativo, la repetición crónica de pensamientos
y sentimientos que nos llevan emocionalmente a una
espiral descendente? No siempre es tan fácil como decir:

* Alusión a una actriz que protagoniza una serie de éxito. (N. del T.)

57
^ L a L ey de la D ivina C o m p e n s a c i ó n

«No volveré a pensar así». Las formas de pensamiento


arraigadas son como una acumulación de sarro en nues­
tra consciencia. Pero no se nos pide que seamos nosotros
los que nos transformemos; solo se nos pide que entre­
guemos los pensamientos y sentimientos que necesitan
transformación.
Según Un curso de milagros: «Mediante la oración
se recibe amor, y mediante los milagros se expresa el
amor».

Querido Dios:
Siento que estoy cayendo en el agujero de la lástima
de mí mismo, la obsesión y la negatividad.
Sé que no debería pensar de esta manera, pero tengo
miedo y no puedo dejar de hacerlo. Por favor, sustituye
mis pensamientos por los Tuyos, querido Dios.
Estoy dispuesto a verme a mí mismo y ver todas las
cosas de manera diferente. Por favor, envíame el
milagro de tener ojos y oídos nuevos, para que
pueda conocer mi bien mayor.
Amén.

58
C A P IT U L O 5

Liberar la ira

categoría de pensamientos
L
A ir a ES UNA SEGUNDA
que desactiva el poder de la Ley de la Divina Com­
pensación. La ira es una impureza emocional que en­
durece el corazón y cierra la mente.
No estoy negando que haya muchas razones com­
prensibles por las que nos enfadamos. Quizá te encuen­
tres endeudado, sin trabajo o en un puesto que no esté
a la altura de tu formación sin que tú tengas la culpa.
Puede que alguien te haya despedido injustamente, le
haya dicho mentiras sobre ti a un superior, te haya
robado dinero o te haya explotado para obtener un be­
neficio económico. A pesar de tratar de ser lo más res­
ponsable posible, simplemente fuiste dejado de lado por
circunstancias que escapan a tu control.
Estas cosas suceden. Y es natural que nos sintamos
enfadados cuando ocurren.
Sin embargo, incluso en este momento, la respuesta
es el amor. Sin amor, el universo no puede programarse

59
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

para compensar lo que hayamos perdido. Si no nos des­


hacemos de nuestra ira, esta puede bloquear el universo
milagroso, dar fuerza a la idea de que somos víctimas y
luego recrear el escenario en el que lo somos.

Así pues, perdonamos por interés


propio. Te perdono porque quiero
salir de mi dolor. Te perdono para
poder liberarme de lo que hiciste.
Veo, más allá de tu error, el amor
que hay en ti para poder ver más
allá de tu propio error y ver el
amor que hay en mí..., porque
solo entonces puedo disfrutar
de un milagro.

No fuimos creados para ser el producto de la falta


de amor en nosotros mismo o en otros. Como se dice
en Un curso de milagros: «El Cristo que hay en ti no
puede ser crucificado». El ser material puede estar

60
L iberar la ira

equivocado, pero el ser espiritual no. Percibe tus sen­


timientos, sí, pero ten la suficiente consciencia de ti
mismo para saber la diferencia entre procesar y echar
fuera. Ser consciente de tus sentimientos es sano; afe­
rrarte a ellos más tiempo del necesario es autoindul-
gente. Expresa tu ira en un entorno seguro, y luego
siente cuándo ha llegado el momento de dejar de ver-
balizar tu dolor.
No importa si alguien te dice que «tienes derecho»
a estar enfadado: ¿por supuesto que tienes derecho a sen­
tir lo que quieras sentir! Pero la única manera de ex­
perimentar los milagros es pensar en situaciones que
dejen una puerta abierta a ellos. Aferrarte a tu ira solo
te hiere a ti mismo. Como se dice en Un curso de mila­
gros: «¿Prefieres tener razón o ser feliz?». ¿Es tu objetivo
ir llamando a más gente para que se queje contigo y se
una a ti en la idea de que has sido victimizado? ¿O pre­
ferirías compañeros espirituales que se unieran a ti en
el conocimiento de que un hijo de Dios no puede ser
victimizado?
El universo sabe si has sido herido, y ya se está ocu­
pando de arreglar lo malo que haya ocurrido. Tu ira, si
persiste, interfiere en el funcionamiento del universo
milagroso.
Digamos que alguien, o unas fuerzas que no puedes
controlar, han bloqueado tu bienestar económico. No
fuiste necesariamente la causa de lo que te sucedió, pero
sí eres responsable de cómo lo contextualizas. Lo que

61
L a L ey de la D ivi na C o mp e n s a c i ó n

ha sucedido, ya ha pasado; pero lo que suceda ahora


depende de ti. Puedes responder desde el ego, asegu­
rando el dolor; o puedes responder desde el espíritu,
asegurando un milagro.
Sentirse herido entra en el nivel de la ilusión. Al
identificarnos con ese nivel, experimentamos los efec­
tos allí mismo. Algo tiene el poder de herirnos en la
medida en que creamos en su poder. Si creemos en
la realidad de una herida, entonces nos sentiremos real­
mente heridos. La curación radica en tener presente lo
que es real.
La falta de amor no es real en última instancia. Existe
en una realidad tridimensional, pero tú eres mucho más
que meramente un ser del plano mortal. Al recordar
esto, te elevas por encima del sufrimiento crónico que
asedia este mundo. Te elevas a los ámbitos inmortales,
en los que todo lo que no es amor se desprende de ti
de manera natural, y ya no sufres.
¿Llevará su tiempo expresarlo? Sí, quizá. Pero cuanto
antes cambie tu pensamiento, antes cambiarán tus cir­
cunstancias mortales.
Esto no significa que estemos negando tontamente
que algo malo ha sucedido; solo estamos negando su
poder, para que no nos afecte. La ira, si existe, debe
ser reconocida; pero actuar de manera disfuncional
debido a ella es, en el mejor de los casos, precario y,
en el peor, destructivo. Deberíamos sentir nuestra ira,
aceptar que existe y entregársela al Espíritu Santo para

62
L iberar la ira ^

que la transforme. Entonces, en vez de emplear nues­


tra energía en atacar lo que hay, seremos capaces de
afirmar y crear lo que podría haber. Algo milagroso
sucede cuando decimos: «Estoy enfadado, pero estoy
dispuesto a no estarlo. Querido Dios, ayúdame a ver
esta situación de una manera diferente. Amén».
A veces estamos enfadados con personas que ni
siquiera conocemos. Muchos se sienten comprensible­
mente enfadados con los bancos, los políticos, la bolsa y
todos aquellos que se han enriquecido —o han servido
solo a los ricos— a costa de los demás. Existe una indig­
nación moral legítima con respecto al ambiente eco­
nómico actual. Pero la indignación moral no tiene que
incluir la ira personal.
A Martin Luther King Jr. le indignaba la segrega­
ción legalizada, pero su temperamento no violento lo
elevó por encima de su ira personal. A Mahatma Gandhi
le indignaba la colonización británica de India, pero su
temperamento no violento lo elevó por encima de
su ira personal. Observa cómo, en ambos casos, el he­
cho de que estos hombres se elevaran por encima de
la energía baja de la ira los potenció para ser aún más
eficaces en la erradicación de las restricciones que los
indignaban. La no violencia no les llevó a desviar la
mirada del problema, sino a examinarlo hasta descubrir
un ámbito de posibilidades que iba más allá de las cir­
cunstancias que los indignaban. Esa habilidad —la auto­
ridad espiritual del obrador de milagros, por así de­

63
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

cirio— les dio el poder de invocar el mundo que de­


seaban ver.
Al aferrarme a mi ira, me adhiero al ámbito en el que
me puedo enfadar. Estoy viendo a alguien fuera de mí
como el origen de mi pérdida, condenándome a mí mis­
ma a experimentar la pérdida. Es como si, de una manera
perversa, estuviera idolatrando a la persona que me hirió.
Porque si pienso que puede arrebatarme mi bienestar,
ientonces debo estar pensando que era el origen de
mi bienestar! Debo estar pensando que es más poderosa
que Dios, ya que creo que puede apartarme permanen­
temente de lo que Dios quiere que tenga.

MÁS ALLÁ d e nuestra ira está nuestra capacidad de per­


donar. El perdón es mirar a la gente con el conocimiento
espiritual de su inocencia en vez de con la percepción
mortal de su culpa.
El perdón es verdaderamente una manera diferente
de pensar, ya que abandona el aspecto mismo de la men­
te que, a nuestro entender, nos protege de volver a ser
heridos. Pero, en el mejor de los casos, la «protección»
del ego es precaria. No me «protejo» a mí misma cuando
tengo una explosión de ira. El perdón es un acto radical,
realmente no es debilidad. Al perdonar, no concedemos
la victoria a quienes nos agraviaron, sino que abando­
namos el aspecto de la mente que está bloqueando la
corrección divina. Así pues, no perdonar es conceder

64
L iberar la ira ^

la victoria a quienes nos agraviaron, ya que les permiti­


mos que moldeen nuestra realidad. La ira, la actitud de­
fensiva, el martirio, etcétera, no atraen los milagros. La
compasión y la clemencia, sí.
Poner un problema en manos de Dios es orar para
que cambie nuestro pensamiento en relación con el pro­
blema. Si solo el amor es real, y solo el amor tiene do­
mino sobre nosotros, nuestros errores y los errores de
los demás solo pueden afectarnos si decidimos aferrar­
nos a ellos.
Así pues, perdonamos por interés propio. Te perdo­
no porque quiero salir de mi dolor. Te perdono para po­
der liberarme de lo que hiciste. Veo más allá de tu error
el amor que hay en ti para poder mirar más allá de tu
propio error y ver el amor que hay en m í..., porque
solo entonces puedo disfrutar de un milagro. El universo
se reprogramará inmediatamente para enviarnos mila­
gros cuando retiremos las barreras a nuestra voluntad
de amar. El amor es la clave más poderosa para los nue­
vos comienzos.
Nada de esto es fácil. Es duro que treinta años de
agotador trabajo sean ignorados en una fría y calculada
decisión de negocios, tomada por alguien mucho más
joven que tú. Es doloroso cuando alguien en quien
confiabas te roba dinero, dice mentiras sobre ti o te
clava una puñalada trapera. Pero la ira y la condena tan
solo retrasarán la curación. A pesar de lo difícil que
pueda ser a veces encontrar la voluntad de amar, Un

65
L a L ey de la D ivi na C o mp e n s a c i ó n

curso de milagros dice que nuestra «pequeña voluntad


lo es todo». Cuando estamos dispuestos a ver la ino­
cencia en la otra persona, incluso aunque se haya com­
portado con nosotros sin amor, activamos la Ley de la
Divina Compensación.
Entonces, el flujo de milagros comienza automáti­
camente. El flujo llegará en la forma que mejor com­
pense el error original, incluyendo —si eso es lo que
mejor te servirá— mucho más dinero que el que per­
diste originalmente.
¿Deberías buscar una reparación por vía judicial por
cualquier daño que te hayan causado, si fuera realmente
el caso? Quizá, si a eso te sientes guiado internamente.
Pero al menos que también quieras perdonar, ninguna
cantidad de dinero aliviará tu dolor. No importa lo mu­
cho que la justicia mundana se ponga de tu lado, tú se­
guirás sintiendo una herida en el corazón. La justicia
externa no nos hará bien si permanecemos victimizados
internamente.
De hecho, quizá lo más amoroso que podamos hacer
sea remediar un mal que se haya hecho a nuestra costa
o a la de otra persona. Comprometernos a un camino
de amor no significa ignorar la importancia de la justicia.
Debemos actuar siempre en pro de la justicia, porque
la justicia es de Dios. Pero debemos soltar la tensión in­
terna que bloquea el flujo del amor.
Suele decirse que podemos amargarnos o ser mejo­
res. Si persistimos en la ira y en culpar a otros, nos amar­

66
L iberar la ira ^

garemos inevitablemente. La amargura no es precisa­


mente un rasgo de personalidad que impulse a la gente
a contratarte; asociarse contigo; darte un ascenso o in­
vertir en ti. Puede que aferrarnos a nuestras viejas heri­
das inspire simpatías durante un tiempo; o incluso apoyo
temporal; pero no inspirará invitaciones a comenzar de
nuevo; ni tampoco por parte de otras personas ni tam­
poco del universo.

Querido Dios:
Porfavor, ayúdame a perdonar mis errores del pasado.
Por favor, ayúdame a perdonar a quienes me negaron
mi bien.
Por favor, muéstrame la inocencia que hay en todos.
Estoy dispuesto a ver que solo el amor es real.
Pero el dolor de las circunstancias se adhiere a mi
corazón.
Por favor, colma mi mente de percepción divina para
que pueda ver más allá del velo de la ilusión, y me
sienta libre para comenzar de nuevo.
Gracias, Dios.
Amén.

67
C A P ÍT U L O 6

Trascender la culpa

de pensamientos que
O
TRA CATEGORÍA p r in c ip a l

desactivan la Ley de la Divina Compensación es


la culpa.
A veces no nos cuesta mucho perdonar a los demás,
pero nos resulta difícil perdonarnos a nosotros mismos.
Pensamos: «Vale, puedo creer que el universo estaba
programado para darme lo que me haría feliz, pero en­
tonces yo lo eché todo a perder. Y no puedo perdonár­
melo».
Muchos tenemos recuerdos desagradables e incluso
dolorosos asociados al dinero, y una gran parte de ellos
entra en la categoría de «ha sido todo por mi maldita
culpa».
Dada la gran repercusión que los errores financieros
pueden tener en nuestra vida y en la de nuestra familia,
los sentimientos de culpa pueden ser terribles. Si uno
de nuestros hijos no puede ir a clases de danza este
año debido a un error que hemos cometido, o no puede

69
?s> L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

ir a la universidad o tener la boda que soñaba —y a ve­


ces las consecuencias son mucho peores— entonces la
sensación de fracaso puede ser intensa.

Puede que hayamos cometido


errores en el pasado, pero no
estamos atados a esas
equivocaciones en el presente.
Tenemos que estar dispuestos a
pensar ahora como no pensamos
entonces, a actuar ahora como no
actuamos entonces, a arreglar en el
presente lo que necesitamos arreglar
del pasado y a ser ahora lo que no
fuimos antes.

El ego es lo que te predispone para obrar equivoca­


damente y luego te castiga con crueldad por haberlo
hecho. ¡Te tienta para que hagas alguna estupidez, y lue­
go intenta convencerte de que eres el ser humano más

70
T rascender la culpa

tonto e irresponsable del mundo por haber cometido


semejante error! [Ahora te dice que todo es horrible y
solo podrá empeorar!
Pero el ego miente. Mintió cuando te convenció para
que hicieras alguna estupidez, y también miente cuando
te dice que eres una persona terrible a la que no le que­
da ninguna esperanza ahora que has hecho algo tan
espantoso.
La culpabilidad es salvaje y nunca te suelta. Te lleva
a la obsesión, a odiarte y castigarte a ti mismo y a una
autoimagen maltrecha.
No obstante, siempre debemos recordar que la culpa
es falsa, que fuiste creado como hijo inocente de Dios
y que Su realidad es inmutable. Es inherente a la natu­
raleza del universo que puedas compensar los errores
pasados y comenzar de nuevo.

A VECES, CUANDO nos hemos equivocado, algunas per­


sonas bien intencionadas tratarán de consolarnos di­
ciendo cosas como: «Sucedió por alguna razón», cuando
sabemos en nuestro corazón que: «Sí, sucedió por una
razón, y te la voy a decir: / coun error estúp
veces tenemos que afrontar la cruda realidad de haber
cometido un error y considerar este hecho con los ojos
abiertos.
Esta cita del I Ching aborda de una manera pode­
rosa la necesidad de ser brutalmente honestos con

71
L a L ey de la D ivi na C o mp e n s a c i ó n

nosotros mismos cuando hemos cometido errores.


«Solo cuando tenemos el valor de afrontar las cosas
tal como son, sin ningún autoengaño o ilusión, surgirá
una luz que nos permitirá reconocer el camino hacia
el éxito».
Puede que necesitemos sentir la vergüenza de saber
que hemos hecho una estupidez y pasar por el fuego de
ese dolor, pero al salir al otro lado, seremos una persona
más humilde, con más integridad y los pies en la tierra.
Un fracaso sigue siendo un fracaso solo si nos negamos
a aprender de él. Cualquier situación que nos dé una
lección de humildad, sobriedad, sabiduría sobre nosotros
mismos y los demás, responsabilidad, perdón, profun­
didad de reflexión y capacidad de tomar mejores decisio­
nes —enseñándonos lo que de verdad es importante
no es en última instancia un fracaso. A veces lo que con­
sideramos un fracaso sirve en realidad para favorecer un
cambio en nosotros que nos llevará a un éxito mayor
más adelante.
Las grandes personas no son las que nunca se han
caído. Las grandes personas son las que cuando se caen,
buscan y encuentran en su interior la fortaleza para
volver a levantarse. A veces, esa noche oscura del alma
nos enseña cosas muy importantes sobre nosotros mis­
mos: sobre quiénes hemos sido y quiénes elegimos ser
ahora; sobre dónde hemos acertado y dónde nos hemos
equivocado. Las personas sanas espiritualmente son las
que asumen la responsabilidad de sus errores, hacen

72
T rascender la culpa ^

lo que pueden para arreglar las cosas y dejan que el


perdón y la compasión las limpien.
Si eres como todos nosotros, por supuesto que ha­
brás metido la pata hasta el fondo alguna vez. Pero no
te sirve de nada, ni a ti ni a nadie, castigarte conti­
nuamente. ¿Tener remordimientos apropiados? Sí.
¿Aprender de tus errores y arreglar las cosas lo mejor
que puedas? Sí. Pero ¿permanecer estancado en el fan­
go del odio hacia uno mismo? De ninguna manera.
Puede que hayamos cometido errores en el pasado,
pero no estamos atados a esas equivocaciones en el
presente. Tenemos que estar dispuestos a pensar ahora
como no pensamos entonces, a actuar ahora como no
actuamos entonces, a arreglar en el presente lo que
necesitamos arreglar del pasado y a ser ahora lo que no
fuimos antes.

* * *

responsabilidad de las oca­


C u a n d o ASUMIMOS LA p l e n a
siones en las que sabemos de corazón que no hemos ac­
tuado bien, o que lo hemos hecho sin integridad, o que
no hemos respetado las oportunidades y la abundancia
que una vez fueron nuestras, experimentamos el mila­
gro de la Expiación. La Expiación es un proceso mental
a través del cual corregimos nuestras percepciones, cam­
biando así la trayectoria de probabilidades que se
despliegan como resultado.

73
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

La Expiación es como un «botón de reinicio» espiri­


tual. Es un regalo de Dios que nos ofrece la oportunidad
de despejar el karma de los errores pasados al recono­
cerlos, asumiendo la responsabilidad por ellos, admi­
tiéndolos, reparándolos y haciendo todo lo posible para
cambiar los patrones de conducta que crearon la situa­
ción que ahora nos produce vergüenza.
Reconocemos los errores pasados y oramos: «Estoy
dispuesto a cambiar. Por favor, muéstrame cómo». En­
tonces, el universo corrige todas las limitaciones causa­
das por nuestro pensamiento equivocado. La culpa se
disuelve de nuestra mente cuando la sustituyen los pen­
samientos de compasión y amor.
Buda describió de esta manera la Ley del Karma o
de la causa y efecto: por cada acción hay una reacción.
Por lo tanto, si hemos actuado sin sabiduría, cabe esperar
el sufrimiento. Jesús, unos quinientos años después,
reveló la alquimia de la misericordia de Dios, que esta­
blece que en un momento de gracia se quema todo el
karma y todas las deudas quedan saldadas y olvidadas.
Desde los católicos en la confesión hasta los judíos en
el Día de la Expiación, para las personas que hacen su
inventario moral en una asamblea de «doce pasos», el
concepto de la Expiación forma parte de las enseñanzas
sabias de todas las grandes religiones y los sistemas es­
pirituales del mundo.
La Expiación puede traer consigo un profundo ni­
vel de humildad mientras estamos ante montones de

74
T rascender la culpa ^

facturas de la tarjeta de crédito y afrontamos el hecho


incómodo de que deberíamos haber sido más respon­
sables; o pensamos en lo que hizo que nos despidieran,
y sabemos en nuestro corazón que fuimos nosotros
quienes creamos el problema. Quizá nos metimos en la
vorágine de la embriaguez financiera que caracterizó las
últimas décadas en nuestra sociedad. Quizá compramos
demasiadas cosas, ahorramos demasiado poco, fuimos
presuntuosos en relación con el dinero o frívolos en la
manera de manejarlo. La Expiación nos da la fuerza para
perdonarnos a nosotros mismos; nos devuelve nuestra
autoestima. Hemos hecho lo que hemos podido para
reparar nuestros errores, y la ternura de un universo mi­
sericordioso se abre para nosotros de maneras que nunca
habríamos podido imaginar.
No hay ningún error que hayas cometido que no
pueda ser corregido divinamente, siempre que reconoz­
cas los pensamientos equivocados que te condujeron al
error y se los entregues a Dios.
En Un curso de milagros se nos dice que volvamos al
momento en que ocurrió el error, admitamos que no
dejamos que el espíritu de Dios guiara nuestra decisión
en aquella ocasión, y recordemos que podemos volver
a elegir ahora. Y eso es lo que hacemos: ponemos ese
momento en las manos de Dios y sabemos que no ne­
cesitamos sentirnos culpables, porque «Él deshará todas
las consecuencias de nuestra decisión errónea si Se lo
permitimos».

75
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

Los milagros trascienden las leyes del tiempo y el es­


pacio. En el presente milagroso, los errores del pasado
se deshacen.
El tiempo que se requiere para que el mundo ma­
terial refleje nuestro cambio del pensamiento basado
en el miedo al milagroso, se simboliza en el Antiguo
Testamento con los cuarenta años que tardaron los is­
raelitas, tras huir de su esclavitud, en llegar a la Tierra
Prometida. En el Nuevo Testamento, se expresa con
los tres días después de la crucifixión antes de que
Jesús resucitara. En las historias bíblicas de Moisés y
de Jesús, la mente de alguien cercano a Dios se con­
virtió en un conducto para la reconstrucción del mun­
do de los mortales. Nosotros también podemos cam­
biar radicalmente nuestra experiencia del mundo
mediante el poder de nuestro pensamiento.
Dios nos ama igual cuando actuamos sabiamente
que cuando cometemos errores. Su amor por nosotros
no se basa en nuestra conducta, sino en lo que somos;
y Él sabe quiénes somos —inocentes en nuestro inte­
rior— porque Él nos hizo de esa manera. Cuando co­
metemos un error, es porque en el momento en que lo
cometemos olvidamos quiénes somos, y Su respuesta
no es castigarnos, sino corregirnos.
Esto no significa que nosotros no tengamos que ha­
cer nada para arreglar las cosas; de hecho, cualquier
lección que no hayas aprendido antes, la tendrás que
aprender ahora. La misericordia del universo radica en

76
T rascender la culpa ^

el hecho de que se te ofrece la oportunidad de hacerlo.


Puede que no obtengas un sueldo más alto inmediata­
mente; puede que tengas que mostrarte humilde y apa­
ñártelas con menos durante un tiempo. Tal vez no seas
el Sr. o la Sra. Mandamás en un nuevo puesto; quizá
tengas que bajar el listón antes de poder dar tu siguiente
gran paso hacia arriba. Pero verás la letra de Dios en todo
ello si participas —en vez de resistirte— en el equilibrio
de la balanza espiritual. Sabrás en tu corazón que eso es
bueno, y estarás contento de poder ganarte tu regreso al
ámbito de la abundancia. Una vez que ha hayas recupe­
rado tu prosperidad interna, el universo comenzará el
proceso para recuperarla externamente.
Estás programado en tu interior para alcanzar tu po­
sibilidad creativa más elevada. Nada de lo que hagas
puede eliminar el anhelo que hay en tu alma por con­
seguirla, ni el anhelo del universo por dártela. Ninguna
desviación del amor —por tu parte o por la de cualquier
otra persona— puede alejar al universo de su intención
de que tu vida tenga plenitud y alegría.
Según Un curso de milagros, cualquier milagro que
pudieras haber desviado se «mantiene custodiado para
ti hasta que estés listo para recibirlo». El universo tiene
una póliza de seguros. Lo que pierdas, está programado
para volver; quizá, con otra forma, en otra situación, en
otro sitio o con otras personas, pero mediante el poder
de la expiación, volverá.

77
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

Querido Dios:
Siento que he fracasado.
Siento que todos mis esfuerzos han quedado en nada.
Siento vergüenza por la manera en la que ha
cambiado mi vida. No sé qué hacer o adonde ir.
Por favor, querido Dios, repara mi corazón,
sana mi mente y cambia mi vida.
Prepárame un camino para que salga de la oscuridad
a la luz. Expío mis errores y rezo pidiendo perdón.
Por favor, haz por mí lo que yo no puedo hacer.
Gracias, Dios.
Amén.

78
C A P ÍT U L O 7

Afrontar nuestro prejuicio

la riqueza es a través de
O
TRA MANERA DE DESVIAR
la creencia no reconocida de que no está bien tener
dinero. Del mismo modo que algunas personas tienen
prejuicios contra los pobres, otras tienen prejuicios con­
tra los ricos.
Yo apoyo el movimiento «Ocupa Wall Street», por­
que en las últimas décadas se ha producido un des-
mantelamiento sistemático de las garantías de justicia
económica en los Estados Unidos. No obstante, me
doy cuenta de que entre unos pocos de los okupas que
conocí, su pasión parecía mostrar menos entusiasmo
por los derechos de todas las personas a participar en
el motor de la prosperidad económica y más por hacer
una crítica irreflexiva a todos los que participan en
ese motor. Esto deja el movimiento abierto a todo tipo
de críticas erróneas: que los que apoyan a «Ocupa...»
están en contra de los ricos, etc. No se trata de eso. El
mensaje no es que la gente no debería ser capaz de

79
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

hacerse rica en América, sino que las reglas del juego


deberían ser tan equitativas que, trabajando duramen­
te, [cualquiera pudiera hacerse rico! Y el dinero podría
comprar muchas cosas en América, pero no debería
poder comprar nuestro gobierno.

Mientras ganemos dinero


de una manera honesta,
no solo estamos recibiendo
una bendición, sino que
también se la estamos
haciendo llegar a otros.

Por mucho que nos esforcemos en lograr la abun­


dancia económica, nos resultará difícil alcanzarla si re­
chazamos a quienes ya la tienen. Si estamos diciendo
una cosa pero pensamos otra, acabaremos siempre con
resultados confusos. Muchas personas se predisponen a
sí mismas para el fracaso; trabajan duro, pero envían
un mensaje ambivalente al universo sobre si quieren
realmente ganar dinero o no.

80
A frontar n u e s t r o p r e j ui c i o ^

Pensamientos como: «Quiero dinero, pero debe­


ría quererlo, así que supongo que no, que no lo quiero
realmente; pero en realidad sí lo quiero, pero no quiero
admitir que lo quiero» indican ambivalencia. Esta mez­
cla confusa de pensamientos lleva inevitablemente a una
mezcla confusa de experiencias. Muchas personas no lo­
gran visibilizar el dinero porque, en alguna medida, no
creen que deberían hacerlo.
Como les han enseñado que la pobreza es sagrada,
quizá piensan que, las personas ricas no pueden ser san­
tas. Como les han enseñado que la riqueza es un recurso
finito, algunos piensan que visibilizar dinero para sí mis­
mos es, por definición, quitarle el dinero a otro. Sea cual
sea la razón, muchas personas piensan que no está bien
desear dinero. Y si repudias tu deseo, literalmente repu­
dias el dinero.

E st e no solo de cómo atraemos los mila­


libr o tra ta

gros, sino también de cómo los desviamos. El prejuicio


es una de las mayores barreras que ponemos a nuestros
propios avances milagrosos. Si juzgamos a otra persona
por tener riqueza, subconscientemente sabotearemos
nuestra propia riqueza. Si tenemos la idea de que, de
alguna manera, es más puro ser pobre, lo más probable
es que manifestemos eso.
Una vez recibí una carta de una mujer llamada
Judy que era la dueña del Café Joy. Me dijo que estaba

81
L a L ey de la D ivina C o m p e n s a c i ó n

desanimada porque su cafetería estaba a punto de ce­


rrar. Le debía dinero a su casero y, además, un negocio
cercano estaba intentado conseguir su local de una ma­
nera injusta. Me escribió:

Hemos estado trabajando duro durante cuatro años


para mantener este lugar. Se trata de un sitio espe­
cial, y me sentiría desolada si lo perdiera. No solo
servimos comida sana, sino que hemos creado lo que
mucha gente considera un espacio precioso y apa­
cible. También hemos formado una comunidad y he­
mos apoyado y reunido a artistas, así como a vecinos
y colegas, [... ] lo que convirtió la cafetería en un lu­
gar muy especial e importante para las personas de
nuestro vecindario. Nuestra motivación nunca fue
el dinero —lo importante fue siempre la camarade­
ría y la buena salud—, así qué me siento triste y no
entiendo por qué nos lo están quitando [...]. Me dis­
gusta, sobre todo, que este espacio lo coja gente que,
simplemente, puede pagar más.

Cuando hablamos Judy y yo, me encantó su pasión


y la visión que tenía de la cafetería, pero también noté
ciertas actitudes interesantes con respecto al dinero, los
negocios y el capitalismo en general. Como dueña de
un negocio, necesitaba tener ganancias para mantenerse
a flote; sin embargo, decía cosas que dejaban claro que
no respetaba el esfuerzo por tenerlas. Hablaba de las ga­

82
A frontar n u e s t r o p r e j ui c i o ^

nancias con un sutil desdén. Lo quisiera admitir o no,


como jefa de un pequeño negocio ella era una capita­
lista; no obstante, también parecía proyectar sobre todas
las empresas capitalistas la idea de que están robando
con poca ética [al 99 por 1001
Judy estaba enviando mensajes contradictorios al
universo, ya que su mente consciente decía una cosa y
su subconsciente oía otra. Hablando con ella, descubrí
que se había licenciado como trabajadora social y había
colaborado en entidades sin ánimo de lucro. También
tenía excelentes habilidades para los negocios. Bien in­
tegradas, sus experiencias pasadas podrían haber sido
una maravillosa combinación de valores y aptitud ma­
terial. Pero todas estas cosas chocaban dentro de ella, y
Judy estaba funcionando en conflicto consigo misma:
era la dueña de un negocio, sí, pero casi parecía que si
se avergonzara de ello. Era como si no quisiera admitir
que el negocio tenía que ganar dinero para sobrevivir,
porque de alguna manera, eso hacía que la empresa fue­
ra pecaminosa o impura.
El reto de Judy era hacer las paces con el hecho de
que su cafetería necesitaba tener ganancias. Y solo podía
hacerlo examinando con más profundidad la razón por
la que había pensado que no debería tenerlas.
«Nunca he querido tener más que los demás», me
dijo, como si el hecho de que tuviera más que otros
hiciera que quedara menos abundancia para ellos. Esta
imagen del mundo financiero en la que suponemos

83
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

que solo hay un número determinado de trozos de pas­


tel, y que si yo cojo un trozo, quedará menos para ti,
se llama juego de suma cero. ¡Si siento que te estoy ti­
mando por pedirte que me pagues, por supuesto que
voy a sentirme culpable al cobrarte dinerol Esto cau­
sará confusión en la programación universal y desviará
mi abundancia.
Pero si siento que estoy ofreciendo un servicio ho­
norable, pidiendo a cambio un pago equitativo y justo,
entonces puedo sentirme bien con respecto a ese inter­
cambio porque estoy incrementando la abundancia para
los dos. El intercambio justo es un principio espiritual,
no solo económico. Mientras ganemos dinero de una
manera honesta, no solo estaremos recibiendo una ben­
dición, sino que también la estaremos haciendo llegar
a otros.
El universo espiritual no funciona como un juego de
suma cero. En el ámbito del espíritu hay abundancia in­
finita y mi creatividad no le quita nada a la tuya; de hecho,
le añade algo . Yo proporciono energía mediante un ser­
vicio o producto, y tú provees energía mediante el di­
nero que pagas por ello. Con un intercambio equitativo,
las dos partes se benefician.
Judy me dijo que había rezado para liberarse de
cualquier resistencia a ganar dinero que pudiera tener,
y durante nuestra conversación examinó a fondo de
dónde venía dicha resistencia. Las creencias profunda­
mente arraigadas, cuando causan un problema, no de­

84
A f ront ar n u e s t r o p r e j ui c i o ^

saparecen mágicamente de nosotros cuando rezamos


para que se resuelva el problema. Esas creencias se ha­
cen conscientes cuando oramos; nuestra responsabilidad
es renunciar a ellas y pedir que sean eliminadas. El
Espíritu Santo sólo retirará de nosotros lo que estemos
dispuestos a soltar.
Judy mencionó que tenía la costumbre de decirles a
sus clientes —■ / inclusolo había escrito en el menú1
.— las
palabras «Gracias por vuestro apoyo». Incliné la cabeza
cuando oí esto y le pregunté: «¿Por qué no quisiste decir
“Gracias por preferirnos”?».
Empezó a reconocer que su resistencia era concre­
tamente su creencia no reconocida de que había algo
malo o injusto en ganar dinero. Por una parte, necesi­
taba el dinero para que el negocio saliera adelante, y
era muy consciente de que ella y sus empleados traba­
jaban muy duro y ofrecían un excelente servicio a la
comunidad; por otra parte, tenía sentimientos ambiva­
lentes sobre recibir dinero. Había una guerra en su inte­
rior y también en su cafetería.
Una vez más, todo lo que experimentamos en el
mundo es un reflejo de nuestros pensamientos. Si te
sientes avergonzado al aplaudir el dinero, no esperes que
el dinero te aplauda a ti. Si el hecho de ganar dinero lo
ves como un robo a otros, una explotación o una manera
injusta de meter las manos en el bolsillo de terceros, en­
tonces, como persona honesta, no te sentirás, ni deberías
sentirte bien con ello.

85
& L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

La cafetería de Judy representa lo que el capitalismo


de libre mercado debería ser. No hay nada de lo que
avergonzarse. (Muchas personas no se dan cuenta de que
el capitalismo tiene diferentes fases en diferentes socie­
dades industrializadas. Una crítica de las prácticas poco
éticas de los negocios no es una crítica inherente al ca­
pitalismo mismo.)
Le pregunté a Judy por qué sentía la necesidad de
tener a su clientela en una consideración tan lastimosa,
como si fueran huérfanos en Oliver Twist en vez de adul­
tos con recursos. ¿Les servía de algo a ellos que casi los
infantilizara en nombre de la equidad económica?
Como asistente social, Judy había estado en contacto
con muchas personas que estaban arruinadas y necesi­
taban ayuda; quizá había trasladado a su trabajo como
dueña de una cafetería la energía de la que se había
apropiado como trabajadora social, creando así una si­
tuación inadecuada. Sus clientes no acudían a ella en
busca de ayuda; [venían a tomarse un café1.
La Ley de la Divina Compensación produciría todos
los milagros que Judy necesitaba: la forma de llegar a
un acuerdo justo con su casero, y también el modo de
volver a abrir el Café Joy. Lo que más necesitaba esta
mujer era alinear su pensamiento con los patrones na­
turales del universo, y por ello rezamos. Adoptó una ac­
titud diferente y se abrió a nuevos comienzos.
He oído decir que la oración no cambia la situación,
sino que cambia tu actitud ante la situación. Cambia

86
A f rontar n u e s t r o p r e j ui c i o ^

los efectos en tu vida, porque te cambia a ti a nivel de


la causa. El Principio de Incertidumbre de Heisenberg
afirma que cuando el que percibe cambia, también cam­
bia lo que es percibido. El hecho de que Judy consiguie­
ra una nueva actitud significaría — literalmente, no solo
figuradamente— que ahora aparecerían las oportunida­
des que de otra forma no habría experimentado.
Si se hubiera quedado en «Qué horrible es esto»,
«Odio a mi casero», «Maldito el dueño del negocio de
al lado» y «Ya no hay esperanza», añadiendo simplemen­
te el caso a su «currículum de víctima», el universo se
lo habría confirmado. Si nos convencemos de que no
hay esperanza, nuestra mente subconsciente suprime
del panorama cualquier evidencia que pudiera demos­
trar lo contrario.
La desesperanza y la negatividad podrían haber lle­
vado a Judy a muchas cosas diferentes, ninguna de ellas
milagrosa: depresión, ansiedad, amargura, resentimiento,
rabia, actitud de víctima y muchas otras formas de sufri­
miento. Después de todo, el casero se había portado como
un imbécil, el vecino había sido poco ético y los clientes
de su vieja cafetería se habían aprovechado de ella. Había
muchos puntos en los que podría haberse estancado, si
hubiera querido; el miedo tiene muchas moradas.
Pero Judy quería un milagro y estaba preparada
para recibirlo. En Un curso de milagros se dice que po­
demos tener una queja o podemos tener un milagro;
no podemos tener las dos cosas. El trabajo de Judy con­

87
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

sistía en sanar su mente de creencias falsas, rabia y re­


sentimiento por difícil que fuera la tarea; y hay que re­
cordar, como se dice en Uncurso de m
hay niveles de dificultad en los milagros». Hizo estas co­
sas asiduamente. Analizó los errores que había cometido
en el pasado, estaba abierta a corregirlos y se preparó
para avanzar desde un estado mental más elevado.
Otra cosa que se le pedía a Judy era que abandonase
su apego a la forma. Siempre había estado apegada al
vecindario concreto y al espacio físico específico de su vie­
ja cafetería. Pero el universo nunca apoya nuestro apego
a la forma. A menudo, decimos: «Quiero que me lleguen
las cosas buenas de esta manera específica»: este dinero,
ese trabajo, este lugar para vivir, esa persona, y así suce­
sivamente. Pero el amor no es forma, es contenido. La
promesa de Dios no es que conseguiremos siempre lo
que queramos. Es que, en última instancia, el amor pre­
valecerá en todas las cosas.
Como reflejo de la Mente de Dios, el universo se pro­
pone que realices tu potencial lo que a veces significa
no conseguir lo que quieres para que te des cuenta de
que estás bien sin ello. Entonces, contra lo que cabría
esperar, esto prepara el camino para que atraigas lo
deseabas; [o algo mejor!
Para el universo no se trataba de la cafetería de Judy,
sino de la iluminación de Judy. La autorrealización im­
plica desapego, no apego a la forma; reconoce que la forma
es limitada, pero el espíritu, no. Y por eso dejamos de afe-

88
A f rontar n u e s t r o p r e j ui c i o ^

irarnos a las cosas: soltamos nuestro apego a la forma para


que la sustancia universal pueda reorganizarla. Oramos:
«Querido Dios, me entrego. He intentado controlar esta
situación —he trabajado todo lo que he podido— y ahora
todo se ha venido abajo. Lo único que me queda es rezar
para que se produzca un milagro. Por favor, guía mi pen­
samiento hacia un espacio más elevado. Amén». Espiri­
tualmente, eso no es el final, sino el principio.
Es casi gracioso cuando los médicos dicen: «Hemos
hecho todo lo posible. Lo único que nos queda ahora
es rezar», como si Dios fuera simplemente nuestro úl­
timo recurso, al que acudimos cuando han fallado todas
las cosas realmente poderosas. Después de todo, ¿qué es
el poder infinito del universo comparado con nuestra
ciencia, tecnología, etcétera?
Activamos nuestro poder espiritual orando desde el
primer momento en que se presenta una idea:

Querido Dios:
Que esta idea para un negocio sirva
para el bien de todos.
Si no es el mejor uso de mi talento, por favor,
sácala de mi mente.
Si es el mejor uso de mi talento, por favor,
prepara el camino para que tenga éxito.
Guía todos mis pensamientos y mis actos.
Amén.

89
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

Reza todos los días para que tu trabajo sirva para la


curación del mundo:

Querido Dios:
Que este negocio sea una bendición para todos
los que trabajan aquí y para todos a los que sirve.
Que traiga y atraiga prosperidad y amor.
Amén.

Recuerda: no estás pidiendo que una fuerza fuera de ti


cambie mágicamente las circunstancias externas; estás pi­
diendo que una Guía Divina dentro de ti cambie la natura­
leza de tus pensamientos. ¿Y cuando algo en tu negocio vaya
mal? Di esto:

Querido Dios:
Sé que Tú eres más grande que el problema
de mi negocio, pero yo solo no puedo arreglar esto.
Por favor, guía mi pensamiento, abre mi corazón
y envíame un milagro.
Amén.

Ese día; antes de que Judy se fuera de mi apartamen­


to; salimos al balcón y contemplamos la vista de la ciu­
dad. Mirando a lo lejos; pudimos ver dónde estaba su
cafetería; pero también vimos otras calles y otros vecin-

90
A frontar n u e s t r o p r e j ui c i o ^

danos. La conclusión era obvia: Dios no está atado a la


forma.
Empezaron a producirse cambios a medida que las
modificaciones en su pensamiento empezaron a dar fru­
to. No pasó mucho tiempo hasta que Judy encontró la
perfecta nueva ubicación para su cafetería. Pudo llegar
a una acuerdo satisfactorio con su casero; un pariente,
impresionado por su duro trabajo y su actitud positiva,
le ofreció financiación para mudarse al nuevo sitio; y
otras formas de apoyo surgieron «como caídas del cielo».
Todo esto le devolvió mucha energía a su personalidad,
una sonrisa a su rostro y una forma concreta a su pre­
ciada idea de tener una cafetería que sirviera a su co­
munidad. La abundancia interna de Judy —su voluntad
de trabajar duro, su integridad, el amor a su misión, su
fe y la vigilancia de su propio pensamiento— invocó la
Ley de la Divina Compensación. Lo que antes parecía
una carencia en su vida se convirtió en un bien mayor.
Nuestras circunstancias pueden cambiar y, a menu­
do, cambian, pero el amor de Dios es fijo e inalterable.
La respuesta compensatoria del amor a la carencia, o la
limitación de cualquier tipo, es inherente a los patrones
del universo. No importa cuál sea nuestro problema: el
universo se está ocupando de él. Judy absorbió su pér­
dida, o más concretamente, el Espíritu Santo la absorbió
por ella.

91
C A P ÍT U L O 8

La entrega espiritual

preocuparse por el dinero. A nadie


A
n a d ie le g u st a

le gusta quedarse sin trabajo. Nadie quiere verse


ante la posibilidad de arruinarse. Pero estas cosas suce­
den. Y, cuando suceden, no son accidentes fortuitos.
La ley de causa y efecto es el elemento esencial del
universo. Todo efecto tiene una causa. Y el nivel origi­
nal, primario, de la causa es el pensamiento. En otras
palabras, el pensamiento es la causa inicial de todo lo
que sucede; y el pensamiento es la causa inicial de
cualquier esfuerzo para cambiarlo. Se puede leer en el
libro del Génesis que el mundo comenzó cuando «Dios
habló». Sus pensamientos crearon el universo, y lo re­
crean continuamente.
Los pensamientos de amor son la causa con C ma­
yúscula; los pensamientos de miedo son la causa con c
minúscula. Los pensamientos C tienen dominio sobre
los pensamientos c, porque el amor es real y el miedo
no lo es. El amor viene de Dios; el miedo, no. Cualquier

93
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

apariencia producida por pensamientos que se basan en


el miedo está sucediendo solamente en la ilusión mun­
dana, y las ilusiones no pueden mantenerse en presencia
del amor.

Experimentamos quiénes
somos realmente y lo que
estamos destinados a hacer
en el momento en que
vertemos nuestro amor
en el universo.

Tu estado natural es la prosperidad externa, porque


tu estado interno es espiritualmente próspero. Con
«prosperidad externa» no me refiero necesariamente a
una gran riqueza tal como la define el mundo, sino a un
nivel de sustento material que no incluye la carencia o
el miedo.
Más allá del velo de ilusión que representa nuestro
marco de percepción, hay un universo de milagros. Ese
universo no es un mundo de ensueño sino nuestro hogar
espiritual, al que estamos destinados a volver; no en una

94
La e n t r e g a es p i ri t ual ^

fecha posterior, después de morir o de muchas vidas lle­


nas de esfuerzos, sino en cada instante de nuestra vida.
Nuestro corazón es la brújula que nos conduce allí. El
universo de los milagros es donde verdaderamente vive
nuestra alma, incluso cuando lo olvidamos en nuestra
experiencia mortal. No es una metáfora, sino una di­
mensión real de consciencia. Es el santo grial de la bús­
queda espiritual.
El milagro es un cambio en nuestra manera de pen­
sar, el paso del miedo al amor. Un milagro no es un su­
ceso sobrenatural. Es metafísico. («Meta» significa más
allá: de modo que la realidad metafísica se refiere a una
realidad que está más allá de lo físico.) No hay nada so­
brenatural en el amor o sus efectos; de hecho, el amor
es nuestro estado natural. La manera de pensar del mun­
do está simplemente invertida; a veces parece que la na­
turalidad del amor casi no es natural y que la innaturalidad
del miedo es lo natural. Lo más poderoso y liberador
que podemos hacer es apartarnos del pensamiento ba­
sado en el miedo que domina el mundo, es decir, renun­
ciar a la disposición mental que nos ha enseñado el
mundo y aceptar una nueva disposición.

* *

H u b o MOMENTOS en los que aquello que considerába­


mos nuestra mejor manera de pensar, nos llevó directa­
mente a un hoyo. A veces, aunque jugamos con las que

95
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

considerábamos nuestras mejores cartas, nos hundimos.


Hicimos lo que pesábamos que debíamos hacer y, aun
así, lo perdimos todo. Hicimos lo que pudimos y, a pesar
de todo, acabamos ante la amenaza del desastre.
Ahí es cuando estamos dispuestos a hacer algo que
nos aterrorizaba: admitir que nos hemos quedado sin
ideas, que necesitamos la ayuda que nosotros mismos no
podemos ofrecemos. Entonces descubrimos —más o me­
nos cuando nuestras rodillas tocan el suelo— que este no
es el momento en que todo se ; es el momento en
que todo comienza. ¿Qué comienza? Nuestra conciencia
de quiénes somos realmente, Quién camina con nosotros
y por qué estamos aquí.
Experimentamos quiénes somos realmente y lo que
estamos destinados a hacer en el momento en que ver­
temos nuestro amor en el universo. Ese es el instante en
que por fin «llegamos», cultivando una actitud en la que
vemos que estamos aquí para cumplir un plan mayor
que el nuestro propio, como recipientes en los que el
amor, que es el núcleo de todas las cosas, fluye a través
de nosotros para bendecir al mundo. Obviamente, esto
no es algo que tengamos que anunciar a todos las per­
sonas con las que nos encontremos, sino algo en lo que
cualquiera de nosotros puede pensar, y en consecuencia
actuar.
Abrirnos completamente al amor es muy diferente
a la «mentalidad del éxito» que dicta el mundo. No es
agarrar el toro por los cuernos, ni tratar de apartar a

96
La e n t r e g a es p i ri t ual «é

otros a codazos para poder ser el número uno, ni luchar


desesperadamente para llegar a lo más alto. Como hijos
de Dios, cualquiera de nosotros ya está en lo más alto.
La única cima verdadera es el amor, y el amor es lo que
somos.
Al reconocer que estás aquí solo para amar, te das
cuenta de que, mientras lo hagas, ya tienes éxito. Y el
amor no tiene que ser algo grandioso. Como dijo la
Madre Teresa: «No hay grandes actos; son tan solos ac­
tos pequeños hechos con mucho amor». Puede ser un
saludo más amable a la cajera del supermercado, una
disculpa cuando hemos herido los sentimientos de al­
guien o una simple expresión de bondad, compasión o
perdón.
La cuestión no es qué das cuando amas, sino también
qué abres tú mismo cuando recibes. Si emites amor, el
universo te devolverá amor. Es simplemente la ley de
causa y efecto.

* *

como canales de la infinita energía


C u a n d o NOS v e m o s
creativa del universo, tenemos pensamientos más ele­
vados que «¿Cómo voy a conseguir trabajo?». Alcanza­
mos un ámbito de consciencia en el que preguntas
como «¿De qué manera puedo servir mejor al mundo?»
tienen precedencia sobre «¿Qué puedo conseguir con
esto?». En ese ámbito, sí conseguimos trabajo de manera

97
L a L ey de la D ivi na C o mp e n s a c i ó n

natural, sícreamos dinero de manera natural y sí pro­


ducimos de manera natural una prosperidad externa
que refleja la prosperidad de nuestros corazones. Esto
no significa que no tengamos que hacer nuestro trabajo,
pero lo hacemos guiados por una sabiduría que quizá
ni siquiera sabíamos que teníamos.
No lo hacemos solo para ganar dinero o para conse­
guir un empleo; lo hacemos para vivir en el flujo de una
vida llena de sentido y alegría. De una manera muy real,
el dinero es lo de menos. Estamos aquí para hacer un
trabajo que existe en un plano más elevado que el sim­
ple dinero. Eso no significa que no haya que respetar el
dinero, o que no haya que tratar con él de un modo
apropiado, responsable y con moderación. Hay que ha­
cerlo, y sufriremos consecuentemente si lo olvidamos.
Pero el dinero en sí mismo no es ni bueno ni malo. Es
una cosa material que, como todas las cosas materiales,
está infundida de bendición si se crea de una manera ho­
nesta y se usa con buenos propósitos.
El camino a la abundancia es entregar nuestras ha­
bilidades y talentos, pidiendo que sean usados por Dios
para ayudar a sanar al mundo. Demasiadas personas
sienten que tienen talento, pero sencillamente no saben
en qué emplearlo. No hemos sido educados en una so­
ciedad que pregunta: «¿Cuáles son tus dones, y cómo
pueden hacer que el mundo sea un lugar más hermoso?».
Normalmente, se nos preguntan cosas como: «¿Qué vas
a hacer para ganarte la vida?». Esto nos lanza fuera de

98
La e n t r e g a es pi ri tual

nuestro ritmo natural, porque el alma simplemente no


piensa de esa manera. No hay ninguna tendencia más
natural que servir al amor. Algo muy profundo sucede
cuando oramos: «Querido Dios, por favor, úsame». Cuan­
do nos ponemos a disposición del universo para sus pro­
pósitos amorosos, nuestro ofrecimiento se atiende in­
mediatamente.
Cuando cualquier cosa —incluido el dinero— está
separada de nuestras tendencias naturales, el universo
milagroso es desviado de su curso. Mientras el amor sea
lo más importante para nosotros, nuestra vida prospe­
rará de manera natural. A veces lo que más adelante nos
hará ganar una fortuna llega primero como un impulso
creativo que nadie consideraría necesariamente rentable
en esos momentos. Haz algo, no porque pienses que po­
drías ganar dinero; hazlo porque hace cantar a tu cora­
zón. El mandato bíblico «Buscad primero el reino de los
cielos, y todo lo demás os será dado por añadidura» sig­
nifica «Acoge el entendimiento de tu unidad con todas
las cosas, y todo lo que podría contribuir a tu bien sur­
girá del poder de ese pensamiento».
Puede que un día te sientas atraído por una tarea
que no produzca nada de dinero. Pero si contribuye
a tu crecimiento como ser humano, a tu carácter e in­
tegridad, si te enseña cosas sobre ti mismo y el mun­
do, si te ofrece una oportunidad para estar presente
en la vida..., entonces es una actividad próspera. Otro
día, puede que te encuentres en un empleo que real-

99
& L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

mente no te guste y, sin embargo, si eres honesto con­


tigo mismo, te darás cuenta de que te está enseñando
disciplina, humildad o responsabilidad. Estas leccio­
nes son necesarias para atraer y manejar el dinero
correctamente.
El dinero llega del universo, y llegará cuando sea
creado, no solo por una causa material, sino por la ener­
gía de la rectitud. Rectitud significa «uso correcto» de
la mente, y el único uso correcto de la mente es el amor.
El universo sabe cuáles son nuestras necesidades y
está programado para satisfacerlas. Cuando empieces a
preguntarte «¿He satisfecho las necesidades del amor?»
con más frecuencia que «¿Ha satisfecho el amor mis
necesidades?», los milagros que ocurren de manera na­
tural en presencia del amor caerán a tus pies y en tus
manos.
Para la mente del ego: entregarse significa rendirse.
Para la mente espiritual: entregarse significa ceder y re­
cibir. Una vez que estamos ahí, en el espacio santo en
el que todo es riqueza interna, el oro externo de la pros­
peridad mundana aparece de forma milagrosa. Llega in­
vitándonos a usar nuestra abundancia responsablemente
y a compartirla generosamente, como el universo la ha
compartido con nosotros.

100
La e n t r e g a es pi ri tual ^

Querido Dios:
Te entrego lo que soy, lo que tengo y lo que hago.
Que mi vida y mis talentos se puedan usar de la
manera que mejor Te sirva. Te entrego mis fracasos
y cualquier dolor que aún esté en mi corazón.
Te entrego mis éxitos y las esperanzas que contienen.
Que la Luz de tu Amor brille en lo hondo de mi
corazón y se extienda a través de mí para bendecir
al mundo.
Amén.

101
C A P ÍT U L O 9

Trascender el miedo

este asunto de «ama y todo irá bien»


N
ADA d e t o d o
le suena atractivo, o sensato, a la mente del ego.
Sin embargo, nuestra tarea espiritual en la vida es
superar el ego. El ego es la mente del miedo. Es nuestro
propio poder mental que se vuelve contra nosotros mis­
mos. Es la parte de nosotros que piensa que tenemos
que luchar para salir adelante, que debemos competir
con todos los demás, que solo hay una cantidad limitada
de éxito en el mundo.
Pero la mente del ego no es lo que realmente somos,
y lo que dice no es verdad. Es nuestro propio odio a
nosotros mismos haciéndose pasar por amor propio. El
ego pretende ayudarnos cuando, en realidad, nos está
haciendo caer en el infierno ansioso de los pensamientos
confusos y que confunden.
El ego se compone de —y perpetúa— los patrones
crónicos y autodestructivos con los que nos saboteamos
a nosotros mismos, desaprovechamos las oportunidades,

103
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

destrozamos las relaciones y echamos piedras sobre


nuestro propio tejado de innumerables maneras. Sin em­
bargo, estos patrones contraproducentes no se presentan
como tales. El ego es muy seductor. Llega con la apa­
riencia de consideraciones responsables, diciéndonos
que algo es razonable, y solo después nos damos cuenta
de que no era en absoluto razonable; simplemente, por
alguna loca razón, parecía una buena idea en aquellos
momentos.

El ego, o mente del miedo,


es la creencia falsa de que
estamos separados de Dios.

El pensamiento egoísta, basado en el miedo, del


mundo (que se aparta 180 grados del pensamiento de
Dios) es como un velo que se planta ante nuestros ojos
para ocultar lo que es real. Así que, ¿cómo trascender
el ego y retirar el velo? Este velo de ilusión se retira au­
tomáticamente cuando recordamos quiénes somos y
por qué estamos aquí. La clave del poder en cualquier
situación es tener claras dos cosas: ¿Quién soy realmen­
te? y ¿Por qué estoy aquí? Estas dos preguntas, si se res­

10 4
T rascender el mi ed o ^

ponden correctamente, aportan poder para que se pro­


duzcan milagros.
Tu mente es sagrada porque es una creación de Dios
y fue creada con el propósito de extender Su amor en el
mundo. Tu trabajo se orienta al éxito en la medida en que
está dedicado a los propósitos del amor. Recuerda esto, y
tu mente se llenará de un poder impenetrable.
Hasta que no nos alineamos con la verdad espiritual,
somos vulnerables a los pensamientos del ego. Según Un
curso de milagros, con cada pensamiento acogemos a Dios
o, por el contrario, nos convertimos en rehenes del ego.
Recuerdo que hace años me dije a mí misma que no
tenía que preocuparme por el diablo. Me había dado
cuenta de que no había ninguna fuerza maligna ace­
chando el planeta en busca de almas humanas, que esa
idea estaba solo en mi cabeza. Pero entonces reparé en
de que ese es el peor de los sitios en el que podía estar.
No es bueno que el único lugar en el que exista la os­
curidad sea la mente.
El ego es una tentación constante, siempre dentro
de nosotros, que nos incita a percibir sin amor. Crea una
limitación y luego quiere que creamos que la limitación
es insuperable. Elabora un problema y luego quiere con­
vencernos de que el problema es imposible de solucio­
nar. El hecho de que el ego esté dentro de tu mente no
significa en absoluto que sea tu amigo. Por otra parte,
el hecho de que esté en tu cabeza sí significa que jtú
mismo puedes cambiarlol

105
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

Un hom bre ME DIJO una vez en una de mis conferencias


que había tenido una vida feliz como profesor de piano,
pero como la recesión había afectado a tanta gente, ya
no tenía suficientes estudiantes para ganarse la vida. Dan
dijo que rezaba para se produjera un milagro.
Hasta aquí, todo bien. Poco después recibió una no­
tificación sobre un puesto de trabajo que había quedado
vacante en un centro de enseñanza cerca de donde vivía,
un empleo que parecía encajar con sus aptitudes. Tenía
buenas cartas de recomendación para el puesto, y se sen­
tía seguro de tener posibilidades de conseguirlo.
Muy bien. Todo seguía su curso. La Ley de la Divina
Compensación parecía estar en marcha. Pero entonces
el ego se puso en acción.
Así es como Dan describió su proceso de pensamien­
to: el problema, se dijo a sí mismo, era que los empleos
como ese están demasiado politizados, demasiado pla­
gados de institucionalismo, y él tendría que aceptar las
reglas del juego para competir por el puesto. Después
de pensárselo mucho, decidió no presentar su solicitud.
Observa cómo el ego consiguió deslizarse en su pen­
samiento: Sí,he orado para que se produzca un milagro,
pero he decidido que lo que apareció en mi camino no era
lo suficientemente bueno. Si fuera realmente un milagro,
seria exactamente como yo lo había imaginado. Se afianzó
el juicio y el milagro quedó bloqueado.
Observa cómo se presenta el astuto ego, desviando
la oportunidad en nombre de los valores. Hizo que pen­

106
T rascender el mi edo ^

sara que su decisión, basada en el miedo, era de alguna


manera éticamente superior.
¿Cómo sería, por el contrario, un proceso orientado
al milagro? En primer lugar, una vez que rezas para
que se produzca un milagro, considéralo hecho. En se­
gundo lugar, permanece alerta para que el universo te
muestre una oportunidad, incluso si no se parece a lo
que esperabas. El hecho de que una posible solución
a tu problema se presente de una forma que tu ego
no había planeado, suele ser una señal de que procede
de Dios.
Le pregunté a Dan cómo podía estar seguro de que
habría politiqueo. El rumor que circulaba de que la si­
tuación era «política» se basaba en situaciones pasadas
que ni siquiera le atañían. No era necesariamente verdad
e incluso si lo hubiera sido, no tenía por qué afectarle
en el presente.
¿Cómo podía estar seguro de cuál sería la situación
antes de abrirse siquiera a la experiencia? Era como si
alguien que oía que llamaban al timbre, supusiera que
sabía quién llamaba, qué ropa llevaba esa persona y lo
que quería, y decidiera, [no abrirle la puerta!
No basta con que los milagros siempre estén vinien­
do a nosotros; debemos estar receptivos, «listos para el
milagro». Para recibirlos tenemos que tener la mente
abierta, además del corazón. El ego cerraría ambos.
Estar abierto a los milagros es una disciplina y un
arte. Deberíamos cuidarnos de pensar que sabremos

10 7
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

cómo será el milagro, qué forma tomará o de qué ma­


nera se presentará; de hecho, la naturaleza misma de los
milagros es representar la interrupción de un patrón, la
suspensión del statu quo. La Ley de la Divina Compen­
sación forja una nueva trayectoria que no se basa en el
pasado, sino solo en el amor de Dios por ti. Dios no co­
noce límites, ni se inclina ante los dictados del ego sobre
la escasez y la carencia. No comparte el concepto mez­
quino que el ego tiene de ti, y tú tampoco deberías com­
partirlo.
¿Cómo nos libramos de nuestro intruso mental? El
ego no es algo de lo que tengamos que librarnos, porque
en realidad no existe. Es simplemente una alucinación
de los mortales en la que todos hemos creído. Es la au­
sencia de amor, de la misma manera que la oscuridad
es la ausencia de luz. Cuando encendemos la luz, la os­
curidad desaparece; y cuando «encendemos» el amor, el
ego desaparece. Lo que dediquemos a la verdad, podrá
resistir las mentiras.

S eg ú n pensamos que tenemos


u n c u r s o d e m il a g r o s ,

muchos problemas diferentes, pero, en realidad, solo te­


nemos uno: nuestra separación de Dios.
Hace varios años, después de una de mis charlas, un
hombre se me acercó y me dijo: «Todo esto de “apoyarse
en Dios” no es para mí». Le dije que en mi propia vida,
cuando no me había apoyado en Dios, ¡había acabado

108
T rascender el mi edo ^

apoyándome en algo o en alguien en quien habría sido


mejor no apoyarme!
No es una debilidad apoyarse en el poder del uni­
verso que reside dentro de nosotros. Es un mito que po­
damos ser héroes solitarios que no dependen de nada
ni de nadie. El alma se apoya. Eso forma parte de su na­
turaleza.
La idolatría sucede cuando nos apoyamos en algo o
en alguien que, en realidad, no es la fuente de nuestro
bien supremo, pero por alguna loca razón, pensamos que
lo es. Esto es una tentación casi inevitable en la que el
plano material se considera la única realidad verdadera.
Este pensamiento erróneo —que el mundo material
es nuestra salvación— es la locura que subyace en el nú­
cleo de todos los errores. Es la ilusión central del ego.
En nuestra vida laboral, esta ilusión puede conducir a
varios errores: miedo que se hace pasar por humildad;
conducta irresponsable que se hace pasar por riesgo ra­
zonable; gastos excesivos que se hacen pasar por una
actitud de abundancia; publicidad poco ética que se
hace pasar por «no es importante»; jueguecitos finan­
cieros que se hacen pasar meramente por «así es como
se hacen las cosas».
Nuestra conexión con el plano espiritual es el antí­
doto a la locura del ego. Nos da un sentido de la sabi­
duría, de la escala y de la rectitud. Nos da confianza y
poder. Es la oración para que Dios use nuestro trabajo
y pueda hacer que el mundo sea un lugar mejor.

109
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

Bob Dylan capturó esta verdad en su canción «Gotta


Serve Somedody» ( Tienes quservir a a
que sea al diablo o puede que sea al Señor / pero vas a
tener que servir a alguien». No servir a alguien o a algo
no es una opción. Reza para servir al universo, y el uni­
verso te servirá a ti.
Lo que se pone proactivamente en servicio del amor,
está protegido de las acometidas del miedo. Lo que se
pone proactivamente en servicio de la cordura profunda,
está protegido de las acometidas de la neurosis. Lo que se
pone proactivamente en servicio de lo que es bueno, santo
y bello, está protegido de las fuerzas de la destrucción.
Tómate en serio a ti mismo, tu trabajo y el Dios que
hay dentro de ti —dedícate a diario, cada hora, incluso
momento a momento, a los propósitos del amor— y el
ego no tendrá ninguna oportunidad. El ego reconoce
una mente sagrada cuando la ve.

Querido Dios:
Te dedico mis talentos yhabilidade
para que se usen de manera que sirvan a Tus propósitos.
Te entrego mis negocios y finanzas,
para que mi trabajo sea elevado a su más alta
posibilidad, como una bendición para todo el mundo.
Amén.

110
C A P ÍT U L O 10

La positividad

se dan cuenta de los


L
a m a y o ría d e l a s p e r s o n a s

efectos perjudiciales de la negatividad en el trabajo;


los lloriqueos, las quejas, los enfados y la actitud general
de oposición crean claras barreras a los logros. Ya se tra­
te de un individuo que se queja de que el sistema «no
me dejará triunfar», o alguien que afirma con insistencia
que una idea creativa «simplemente no puede realizarse,
así que ni siquiera hablemos de ello», las actitudes ne­
gativas detienen el paso de los milagros.
Aunque el poder de la negatividad es evidente para
casi todos, al poder de la positividad vigorosa se le da
poca importancia en comparación. La positividad es más
que la ausencia de negatividad; es la presencia —a través
del pensamiento, la palabra y la acción— de lo positivo.
En otras palabras, no basta con no ser negativo. Si esta­
mos interesados en crear milagros, en invocar la mani­
festación creativa más poderosa, debemos ser positivos
proactivamente. Hay tres tipos de actitudes positivas

111
^ L a L ey de la D ivi na C o mp e n s a c i ó n

que marcan la diferencia: la positividad sobre otras per­


sonas, la positividad sobre las posibilidades y la positi­
vidad sobre nosotros mismos.

C o m encem o s la positividad sobre otras


c o n s id e r a n d o

personas. En definitiva, pocos de nosotros logramos algo


solos. Un conjunto de empresarios, empleados, colegas,
asociados, clientes y un largo etcétera forman una matriz
de relaciones que está en el centro de cualquier éxito
mundano.

No consideres tu vida
laboral como algo separado
de tu vida espiritual, sino
como algo fundamental para
tu vida espiritual. Sea cual
sea tu ocupación, es tu
sacerdocio.

112
La p os i t i vi d a d ^

Toda relación nos da energía o nos quita energía,


según lo que le demos o le neguemos. Y no es solamen­
te nuestra conducta con los demás, sino nuestros pro­
pios pensamientos sobre ellos, lo que crea o destruye
las relaciones. Como todas las mentes están unidas,
todo el mundo lo sabe todo de forma subconsciente.
Pensar positivamente acerca de las personas con las que
trabajamos (o con las que nos gustaría trabajar) tiene
un poder milagroso. Cuando pensamos en alguien con
amor, estamos estableciendo un contacto de almas, in­
vocando así la expresión del ser más elevado de esa
persona. A su vez, eso aumenta la posibilidad de que
esa persona se una a nosotros en el nivel de nuestro
propio ser más elevado, aumentando las probabilidades
de que surja creatividad y sinergia de alto nivel entre
nosotros.
Pensar en alguien con amor es una medida mucho
más sofisticada que simplemente visualizar un resultado
positivo de una relación de negocios. De hecho, eso ni
siquiera es necesariamente positivo, al menos que nues­
tra intención principal sea servir al otro. Pensar positi­
vamente sobre alguien significa bendecir espiritualmen­
te a esa persona, y rezar por su felicidad y para que
podamos ser un instrumento para el bien mayor en la
vida él o ella.
Al margen de cuál sea la situación que reúne a las
personas, en el plano espiritual toda relación es una asig­
nación. El universo intencional nos ha reunido tan solo

113
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

por una razón: la iluminación de todos los involucrados.


Ya sea nuestra conexión laboral o familiar, un encuentro
casual o un compromiso de por vida, el propósito de
toda relación es la curación del mundo.
El ego tiende a separar nuestros pensamientos sobre
el trabajo de nuestros pensamientos sobre lo sagrado,
postulando que el trabajo es material y Dios es espiri­
tual y, por lo tanto, no coinciden. Sin embargo, como
el mundo mismo es meramente una proyección de
nuestros pensamientos, no existe ninguna separación
fundamental entre nuestro espíritu, es decir, el pensa­
miento amoroso, y todo lo que hacemos. Así pues, se­
parar nuestros pensamientos sobre el trabajo de nues­
tros pensamientos sobre la devoción espiritual nos
resta poder a nivel personal, porque nos saca de la
mente del espíritu y nos lleva al miedo. En el miedo,
olvidamos quiénes somos realmente. Al olvidar quiénes
somos, olvidamos Quién vive dentro de nosotros. Y al
olvidar Quién vive dentro de nosotros, perdemos la
conexión consciente con nuestro poder. Al recordar
Quién vive dentro de nosotros, y al dedicarnos a Sus
propósitos, logramos resultados milagrosos.
Por tanto, no consideres tu vida laboral como algo
separado de tu vida espiritual, sino como algo fundamen­
tal para tu vida espiritual. Sea cual sea tu ocupación,
es tu sacerdocio. Toda relación, toda actividad, toda cir­
cunstancia forma parte de tu sacerdocio en la medida
en que lo consideres de esa manera. Una devoción así

114
La p os i t i vi d a d ^

eleva la vibración de tus pensamientos, y mejora la ex­


periencia que los demás tienen de ti, y que tú tienes
de ellos.
A través de nuestros ojos físicos, un grupo de perso­
nas trabajando juntas se ven como entidades diferentes
y separadas, relacionadas tan solo por la pura coinciden­
cia de que todas ellas están trabajando al mismo tiempo
en el mismo lugar. Ciertamente, si este fuera un universo
casual, esto sería así.
Pero no es un universo casual, y todos estamos don­
de estamos por asignación divina. Esa asignación no
significa necesariamente que la situación deba conti­
nuar como es: a veces la lección del amor es aprender
a decir que no. Pero, de una manera u otra, hay un sen­
tido en todo lo que sucede. Las lecciones llegan de mu­
chas formas diferentes, y en cada situación y para cada
persona la lección es distinta. Hay quienes necesitan
aprender a contribuir más, o a ser más bondadosos; en
otros casos la lección consiste en escuchar más, o en
expresarse mejor. Incluso, para mucha gente, el apren­
dizaje radica en marcharse. Sin embargo, no importa
cuál sea la circunstancia, trabajar juntos es una opor­
tunidad para el crecimiento de todos los involucrados.
Y todo crecimiento es un conducto de milagros.
Una vez asistí a una reunión de negocios con un gru­
po de personas para poner en marcha un nuevo proyec­
to. La conversación se centró en el dinero: ¿dónde iban
a conseguirlo? ¿Cómo podrían recaudar fondos para fi­

115
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

nanciar el proyecto? ¿Cómo podrían encontrar personas


que invirtieran?
Sentada con el grupo, no dejé de pensar en cuánto
oro oculto había allí mismo en la mesa de negociaciones.
El oro simplemente no se estaba extrayendo; de hecho,
nadie parecía darse cuenta de que estaba ahí. Cada per­
sona de la mesa llevaba dentro de sí valiosos tesoros en
forma de ideas y creatividad. ¿Cómo lo sé? Porque,
como hijos de Dios, todos los llevamos.
La civilización moderna no ha visto la posibilidad
de liberar verdaderamente el potencial humano, por­
que una visión del mundo excesivamente seglar no re­
conoce el potencial humano más profundo. En conse­
cuencia, continuamos proyectando en los recursos
externos —el dinero y lo que puede comprar— la idea
idólatra de que necesitamos esos recursos para crear
el éxito. En realidad, es a la inversa. Cuando abrimos
las puertas al verdadero éxito —compartiendo nuestra
pasión y nuestras ideas en servicio de un bien más ele­
vado, invitando a cada persona a expresar su contribu­
ción única al conjunto— el universo autoorganizado
aportará milagrosamente cualquier medio necesario
para sustentar el trabajo. Una vez que la energía sea lo
suficientemente potente, el acuerdo comercial llegará
por sí mismo.
La energía puede crear riqueza, pero la riqueza por
sí misma no puede crear energía. Ninguna cantidad de
dinero, tecnología o estrategias puede igualar el valor

116
La p os i t i vi d a d ^

de la pasión de quienes aportan ideas sobre nuevas po­


sibilidades. La riqueza material surge de la fuente in­
material de la imaginación y la pasión humanas; de la
pasión por una idea, un propósito, una posibilidad de
algo hasta ahora desconocido. Una pasión así no se pue­
de comprar, solo se puede inspirar. Un salario por sí solo
no genera entusiasmo humano, o por lo menos no du­
rante mucho tiempo. El entusiasmo humano no se
por dinero, sino que crea dinero.
Sin embargo, en la mesa de negociaciones no había
ningún receptáculo en el que las personas pudieran
expresar su corazón, y mucho menos sus ideas. Nadie
les preguntaba nada sobre sí mismas o sus visiones crea­
tivas más profundas. Irónicamente, lo que faltaba era algo
que no cuesta nada de dinero: la consciencia del interés
genuino. Ese interés es la esencia del verdadero liderazgo.
Un líder auténtico no es el mandamás que meramente
emite a gritos sus órdenes. Un líder es alguien que man­
tiene el espacio para que brillen los demás.
Hace muchos años, un joven que trabajaba para mí
se refirió a su trabajo de esta manera: «Estamos ahí, al
otro lado de la calle, haciendo cintas de audio, y nadie
viene nunca a preguntarnos qué tal estamos; ni siquiera
os dais cuenta de que existimos». Me quedé anonadada.
Un elefante había estado sentado junto a mí, y yo ni ha­
bía notado que estaba en la habitación.
¿En que había estado pensado yo, exactamente? Si
alguien de mi equipo podía sentirse tan infeliz, tan

117
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

desatendido, ¿cómo podía pensar yo que esta empresa


iba a producirde verdad algo en el mundo? Como dijo
Mahatma Gandhi: «El fin es inherente a los medios».
Ninguna compañía u organización llena de personas que
no son felices llegará a alcanzar su potencial más alto.
Todos somos selectivos en nuestra aplicación de los
principios espirituales hasta que dejamos de serlo. Y
durante años, no vi el aspecto del sacerdocio en el pro­
pio lugar de trabajo. Tenía un interés profundo en mi
audiencia y sus necesidades, pero tenía también una
visión distorsionada de lo que le debía o no le debía a
la gente que estaba ahí para ayudarme a servir a esa
audiencia.
Nuestro lugar de trabajo puede ser la guarida del ego
o el santuario del espíritu. Puede ser fácilmente la mo­
rada de actitudes de menosprecio, acaparación, arrogan­
cia, desidia, explotación, deslealtad y avaricia. Pero el
lugar de trabajo puede ser también una bella morada
para las energías más positivas, si optamos proactiva­
mente por expresarlas. Nuestro ego está más pendiente
de controlar los pecados de los otros que de identificar
los nuestros; nos apresuramos a señalar dónde pensamos
que los demás están cometiendo errores, y a veces nos
cuesta mucho ver los nuestros. Al empresario le resulta
más fácil echarle la culpa al empleado; al empleado le
resulta más fácil echarle la culpa al empresario. El bus­
cador, por el contrario, no busca culpas en ninguna par­
te, sino simplemente quiere comprender y transformar.

118
La p os i t i vi d a d ^

En cuanto al joven que me dijo que parecía que a


mí no me importaba si él existía o no, su comentario
abrió una compuerta de conciencia en mí. Le había fa­
llado como jefa, y ahora me daba cuenta de ello. Tardé
años en comprender que todo lugar de trabajo debería
ser un equipo de positividad. Todos los empleados tienen
derecho a sentirse apreciados por sus dones; y todos los
jefes tienen derecho a esperar los estándares más altos
de excelencia.
¿Cómo podría el líder de la reunión de negocios que
hemos mencionado haber extraído el oro de sus emplea­
dos? Antes de acudir a la reunión, podría haber dicho
una oración por todas las personas que iban a estar allí
presentes, o saludarlas internamente de una manera ver­
dadera para él. Durante la reunión, podría haberlas mi­
rado a todas de una en una y haber pensado: «El amor
que hay en mí saluda al amor que hay en ti». (Obvia­
mente, [no habría sido apropiado decir eso en voz alta]).
Nadie habría sabido, a nivel consciente, que había su­
cedido algo. Pero en un nivel invisible, milagroso, todos
los presentes se habrían elevado hasta alcanzar una ar­
monización psicológica y emocional superior. Al haber
sido saludados internamente, los miembros del grupo
se habrían sentido invitados a compartir sus dones.
Si estás interesado en crear un equipo de positividad,
empecemos ahora: escribe en una hoja de papel el nom­
bre de todas las personas con las que has trabajado en
el pasado: jefes, empleados, colegas, agentes, clientes y

11 9
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

así sucesivamente. Con los ojos cerrados, deja que apa­


rezcan en tu imaginación como una fila de personas que
hacen cola en un cine. Porque eso es exactamente lo
que eran, excepto que no estaban haciendo cola para
veruna película, sino que estaban esperando para estar
en una película: ¡la película de tu !
Al pensar en esos individuos de tu pasado, recuerda
que toda relación es una asignación en la que las perso­
nas se reúnen porque representan una oportunidad mu­
tua y máxima para el crecimiento del alma. Que te ca­
yeran bien o mal algunos individuos, es irrelevante. Lo
importante es que veas ahora qué lección quizá no
aprendiste, para no tener que volver a repetirla.
En el espacio interno de tu mente, inclínate ante
cada persona que hay en la fila. En tu corazón, bendice,
discúlpate y perdona cuando sea necesario. Si quieres
atraer y producir milagros, es necesario el perdón com­
pleto. Agradece a cada persona la bendición que te dio,
incluso si esa bendición se produjo en forma de una lec­
ción que tuviste que aprender.
Pregúntate en cada caso: ¿lo hice lo mejor que pude?
¿Podría haberlo hecho mejor? ¿Podría haber actuado de
manera diferente? Y luego, pon cada relación en manos
de Dios.
Ahora observa otra fila de personas, en las que apa­
recen algunas que ya estaban en la fila anterior: con to­
das ellas estás trabajando o podrías estar trabajando
ahora. Internamente, inclínate ante el espíritu de cada

120
La p os i t i vi d a d ^

una; reconoce sus dones y agradécele lo que ha hecho


por ti. Llena tu corazón de una actitud de aprecio. Reza
para ser el receptáculo de amor que invoca su plenitud
y alegría.
Ahora imagina a las personas con las que o para las
que te gustaría trabajar. Comprende que tal vez no sean
las que están destinadas a aparecer en el camino de tu
vida; puede que simplemente representen una imagen
del tipo de personas que están haciendo la clase de pro­
yectos de los que anhelas formar parte. No importa lo
que veas: honra esa visión y entrégasela a Dios. Reza
para que tu energía se expanda hasta un punto en el
que sería natural que estuvieras reunido en una habita­
ción con esas personas, trabajando y creando con ellas.
Las únicas barreras que existen son las barreras que hay
en tu mente. Trata de retirar aquellas que se interponen
al amor, y los milagros las reemplazarán. Las barreras
desaparecerán en la nada de la que vinieron.
Quizá puedas rezar con tu equipo de trabajo, pero pue­
de que eso no sea apropiado. En cualquier caso, tú
puedes rezar todos los días por la felicidad y la ple­
nitud de todas las personas que trabajan contigo o con
las que deseas trabajar. Al hacer eso, habrás hecho tu
parte. Los milagros llegarán.

E l SEGUNDO TIPO de positividad tiene que ver con la ma­


nera en que vemos las posibilidades. Un hombre llamado

121
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

Jonathon vino a verme un día muy deprimido por pro­


blemas económicos. Se las arreglaba para ir solamente
subsistiendo, me dijo, y no estaba haciendo con su vida lo
que realmente le gustaría hacer. Trabajaba de carpintero,
pero deseaba ser músico. Siempre estaba tapando agujeros
económicos —de hecho, ahora hacía frente a una factura
de impuestos más elevada de lo que podía pagar— y no
creía que pudiera llegar a vivir de la música.
En nuestras conversaciones me dijo muchas veces:
«No acabo de ver que la vida me esté cuidando. Nunca
pienso que habrá suficiente». Se me nublan los ojos
siempre que oigo ese tipo de explicaciones; en primer
lugar, porque son profecías que al final acaban por cum­
plirse; y en segundo lugar, porque el milagro nunca está
en el pasado, sino en el presente. En el universo de Dios,
siempre hay suficiente.
Cuanto más me preguntaba sobre las circunstancias
de Jonathon, más descubría que no solo era carpintero,
sino que se le consideraba un carpintero excelente; sin
embargo, rechazaba la mayoría de los trabajos que le
ofrecían. Me dijo que lo hacía porque lo que quería de
verdad era ser músico, y no quería enviar el mensaje
erróneo al universo. Pensaba que si trabajaba demasiado
como carpintero, sus posibilidades de tener una carre­
ra como músico se agotarían.
Le señalé que, según lo que me contaba, no había
ninguna oportunidad musical en esos momentos, [sino
una factura de sus impuestos! Metafísicamente, no tenía

122
La positividad ^

sentido argumentar que, si trabajaba para ganar dinero


y pagar sus facturas, el universo le recompensaría ce­
rrándole puertas. Todo lo contrario: cada vez que de­
mostramos integridad e impecabilidad en la vida, se
abren puertas.
La parte de la historia que más me llamaba la aten­
ción era el hecho de que, mientras Jonathon había es­
tado rezando para conseguir dinero, [había rechazado
encargos! Era como la vieja historia del hombre que, va­
rado en medio de una inundación, empezó a rezar para
ser rescatado pero aún así rechazó la oferta de un coche
que pasaba, luego la de una barca y, finalmente, incluso
la de un helicóptero, diciendo: «Dios se encargará de
ayudarme». Poco después se ahogó y fue al cielo. Al en­
contrarse con Dios, le reprendió, y se quejó de que, cuan­
do lo había necesitado, Él no le había ayudado. A lo que
Dios le respondió: «[¿Cómo que no te he ayudado?! [En­
vié un coche, envié una barca, envié un helicóptero...!».
Me pareció que Jonathon tenía un extraño concepto
de «cuidar de él». La vida sí cuida de nosotros, pero,
como dice el refrán, «A Dios rogando y con el mazo
dando», es decir, «Dios ayuda al que se ayuda a sí mis­
mo». Es un cliché porque se dice muy a menudo, pero
se dice tan a menudo porque es verdad.
Los indios nativos americanos sabían que siempre
que aparecía un veneno en un bosque, se podía encon­
trar cerca el antídoto a ese veneno. Generalmente, lo
que buscamos está, de alguna forma, enfrente de noso­

123
55> L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

tros. El universo está organizado para darnos lo que ne­


cesitamos; pero para experimentar sus dones, tenemos
que presentarnos a la experiencia de la vida con una ac­
titud positiva. He conocido a personas que parecían
pensar que despertarse por la mañana, ir a trabajar y
acudir a su oficina sería suficiente. No lo es. Nuestra ac­
titud —la disposición de poner todos nuestros recursos
emocionales, psicológicos, materiales e intelectuales en
un trabajo— marca la diferencia. No se trata solo de lo
que nos aporta un trabajo, sino de lo que nosotros le
aportamos a él. «Haré todo lo posible» —y sí, incluso a
veces: «Estoy dispuesto a limpiar las ventanas»— es la
actitud de un triunfador, no la de un fracasado.
Jonathon consideraba la carpintería como algo infe­
rior a él, sin reconocer lo que a mí me parecía un don
obvio con el que había sido dotado. Su éxito como car­
pintero no limitaría sus posibilidades como músico; la
carpintería era una manera de ganar dinero, pagar sus
deudas y tener algo de capital para poder mantenerse
mientras trataba de hacer realidad los sueños que había
en su corazón. Al menospreciar su propio trabajo, estaba
limitando las posibilidades que se le ofrecían. Ese cam­
bio de percepción sería su milagro.
No importa si estamos contribuyendo al universo
como carpinteros o músicos, profesores o artistas, con­
serjes o cuidadores, padres o vendedores. Lo que impor­
ta es nuestra consciencia mientras lo estamos haciendo:
nuestra voluntad de servir en la forma que se presente,

124
La p os i t i vi d a d ^

sin considerar que nada está por encima o por debajo


de nosotros, sino que simplemente es importante por­
que es lo está ante nosotros.
Nunca deberíamos decir sí o no a nada sin reflexión
ni consideración. El propósito superior de una situa­
ción no siempre es obvio, pero siempre está presente.
En un universo en el que la mano de Dios está en todas
partes, nunca tiene que preocuparnos que la vida nos
aleje de nuestro bien mayor. Siempre nos conducirá a
nuestro bien mayor cuando nosotros, positiva y pro­
activamente, le aportemos nuestra totalidad.

E l t e r c e r tipo de positividad tiene que ver con cómo


nos consideramos a nosotros mismos. Un curso de mila­
gros nos dice que todos los hijos de Dios son especiales
y que ninguno de los hijos de Dios es especial. Todos es­
tamos imbuidos de la misma brillantez potencial, porque
todos estamos imbuidos del espíritu de Dios. Pensar
que tu talento o tus habilidades te hacen especial pro­
vocará miedo, porque un pensamiento así plantea una
separación entre tú y los demás. Una separación entre
tú y los demás significa una separación entre tú y Dios,
y la separación de Dios no produce poder, sino más bien
una histeria oculta. «Soy mejor que todos los demás» no
es realmente una forma de pensamiento orientada al
éxito; es mejor: «Personalmente no soy gran cosa, pero
estoy aquí, así que supongo que soy a quien le corres­

125
$©■ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

ponde canalizar la genialidad de Dios en esta situación


particular». Darse cuenta de que la genialidad de Dios
reside dentro de ti no es arrogante, sino humilde. Sim­
plemente recuerda que esa genialidad no está más pre­
sente en ti que en cualquier otra persona.
Nuestro trabajo no es crear nuestra genialidad —ade­
más, no podríamos—, sino ponernos a disposición de la
de Dios. Tenemos que hacer nuestro trabajo, sí, esfor­
zarnos por mejorar nuestras habilidades y así sucesiva­
mente, ya que el espíritu solo puede canalizarse a través
de un receptáculo preparado. Pero una vez que hemos
hecho las preparaciones que teníamos que hacer, po­
demos entregarnos al desempeño último de una tarea
y permitir que el Espíritu Santo fluya a través de no­
sotros.
Nuestro poder como obradores de milagros en nues­
tro lugar de trabajo radica en rezar para ser de utilidad:
que nuestras manos, nuestros pies, nuestra mente y nues­
tra conducta estén al servicio de un bien mayor. Que se­
amos recipientes vacíos a través de los cuales Dios pueda
producir Sus extraordinarios portentos. Estamos aquí
simplemente para servir a un plan más elevado para la
iluminación del mundo, y ahí radica nuestra felicidad y
nuestro éxito.
Una amiga mía es una brillante escritora de guiones
televisivos. He leído sus guiones y siempre me parecen
impresionantes. Pero cuando habla de que tiene que
presentar uno de esos guiones a un directivo de una

126
La po s i t i vi d a d ^

cadena de televisión, suena como si le tuvieran que ha­


cer veinte empastes sin anestesia. Una cosa es trabajar
como la gran profesional que es cuando escribe, algo
que admiro enormemente. Pero su ansiedad y nervio­
sismo antes de esas reuniones de trabajo, es algo que
cuestiono. Porque El que le facilitó la escritura, tam­
bién se ocupará de la reunión, [si ella Le dejal En Un
curso de milagros leemos que deberíamos preocuparnos
menos por nuestra disposición y ser más conscientes
de la Suya.
Hay una historia en el Evangelio de Tomás en la que
Jesús les dice a sus discípulos que vayan al campo a «pre­
dicar el evangelio» (con lo que simplemente quería decir
«demostrar amor»). Como querían indicaciones más es­
pecíficas, le preguntaron qué debían decir, a lo que él
respondió: «Os lo diré cuando lleguéis allí».
Piensa en esa historia en relación con mi amiga la
guionista. Su mejor preparación para una reunión con
un directivo de la televisión sería, obviamente, escribir
el mejor guión posible. ¿Y después de eso? Dejar la reu­
nión en manos de Dios. Orar por quien vaya a estar allí.
Pedir que todo lo que suceda en la reunión sirva a la po­
sibilidad creativa más elevada de todos los involucrados.
Saber que ella no tiene que decidir de antemano cada
palabra que va a decir en la reunión, porque El Que
vive dentro de ella lo revelará todo con una cualidad
milagrosa que ella ni siquiera puede formular en su
mente racional.

12 7
5s> L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

El mayor poder de mi amiga radicaba en vaciar su


mente de todos los pensamientos —aspirar a tener la
«Mente del principiante» zen— y rezar para que dichos
pensamientos fueran sustituidos por los de Dios. Una
vez hecho su trabajo, y con toda la información que ne­
cesitaba en su mente consciente, su subconsciente po­
dría ocuparse de lo demás. Su mente podía formular
una presentación de su trabajo, pero solo su espíritu po­
día estar inspirado e inspirar a otros.
En resumen, hay cuatro reglas para la creación mi­
lagrosa de trabajo: Sé positivo. Emite amor. Diviértete.
Sé fabuloso.
Amén.

128
C A P ÍT U L O 11

El trabajo y la vocación verdadera

más positivas que puedes


U
NA DE LAS TRANSICIONES
experimentar es dejar de considerar tu trabajo
como un empleo para empezar a considerarlo una vo­
cación. Un empleo es un intercambio de energía en el
que tú haces una tarea material, y alguien te da dinero
a cambio. Sin embargo, una vocación es un campo orgá­
nico de energía que surge de los aspectos más profundos
de lo que eres. Es la plenitud de lo que Dios designó que
fueras e hicieras. Considerar tu trabajo como un empleo
en vez de considerarlo una vocación marca la diferencia
entre si vas a vivir en el universo milagroso o no.
Tienes una vocación simplemente porque estás vivo.
Tienes una vocación porque eres un hijo de Dios. Tienes
una vocación porque estás en esta tierra con un propó­
sito divino: elevarte al nivel de tu posibilidad creativa
más alta, expresando todo lo que eres a nivel intelectual,
emocional, psicológico y físico para hacer que el uni­
verso sea un lugar más bello.

12 9
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

Y cuando lo consigues, tu vida entera se convierte en


tu sacerdocio: una manera de servir a Dios y al mundo.

La mejor manera de invocar


tu verdadera vocación es
ponerte al servicio de Dios.

Si piensas en el dinero solamente como algo que


consigues a cambio de hacer un trabajo, nunca te li­
berarás de pensamientos limitados sobre el dinero. So­
mos herederos de las leyes que rigen el mundo con el
que nos identificamos. Si te identificas solo con el pla­
no material, te pones bajo los efectos de severas rea­
lidades económicas de escasez y carencia. Si te iden­
tificas con el plano espiritual, solo estarás bajo la ley
de Dios.
«Estoy buscando trabajo», «Estoy tratando de averi­
guar qué debería hacer» y «No sé cómo voy a llegar a
fin de mes» son frases que confunden al universo. Un
hijo de Dios no tiene que «buscar trabajo»; un hijo de
Dios no tiene que «averiguar qué hacer»; un hijo de Dios
no tiene que preocuparse por «llegar a fin de mes». Un

130
El t r a b a j o y la v o c a c i ó n v e r d a d e r a ^

hijo de Dios es simplemente un imán para todas las co­


sas buenas. El tú que piensa que la vida es una lucha, o
un lugar en el que estás solo, no es el verdadero tú. El
tú verdadero ya tiene la función que le ha otorgado
Dios, y el universo está configurado para apoyarla.
La mejor manera de invocar tu verdadera vocación es
ponerte al servicio de Dios. La siguiente oración diaria
es de Un curso de milagros: «¿Dónde quisieras que fuera?
¿Qué te gustaría que hiciera? ¿Qué te gustaría que di­
jera, y a quién?».
Mientras que un trabajo está separado del resto de
nuestra vida, una vocación es una culminación del resto
de nuestra vida. Al esforzarnos por ser lo mejor que
podemos ser, creamos el diseño interno mediante el
cual lo hacemos lo mejor que podemos. A nivel del alma,
queremos trabajar, queremos crear, queremos ser produc­
tivos y servir a los demás y compartir nuestros dones
con el mundo.
A menudo, lo que nos frena no son formas de obs­
trucción externas, sino internas. Y nada nos libera inter­
namente más que el deseo y la voluntad de servir.
El mundo puede darte un trabajo, y un trabajo se
puede perder. Pero una vocación verdadera te pone en
un «área profesional» que no se puede perder, ya que re­
fleja tu disposición de hacer lo que te sientes llamado a
hacer dentro de ti para ayudar a sanar al mundo. Es en­
tonces cuando el universo registra tu verdadera sustan­
cia, tu verdadera sinceridad y tu verdadero propósito.

131
p

^ L a L ev de la D ivina C o m p e n s a c i ó n

Algunas cosas que hagas producirán riqueza mun­


dana; otras cosas no producirán directamente ninguna
clase de riqueza, pero —si son las que tienes que ha-
cer_invocarán milagrosamente riqueza desde otras
fuentes.
Perder un trabajo no significa perder tu vocación,
porque como embajador personal de Dios, se te ha
asignado una tarea permanente. Estás aquí para repre­
sentar a Quien te ha enviado, y Él no cambia la idea
que tiene de ti. Dios nunca te deja sin trabajo. Y eso es
verdad no solo acerca de ti; es verdad acerca de todos
nosotros.
Cualquier cosa que parezca separarnos a unos de
otros, no es el nivel más profundo de nuestra identidad.
Todos tenemos diferentes trabajos, pero el mismo sa­
cerdocio. Algunos somos escritores y artistas, otros ma­
temáticos; algunos ni siquiera tenemos trabajo, tal como
el mundo define el trabajo.... Pero nuestro valor, indivi­
dualmente, no está determinado por lo que hacemos,
sino por la consciencia con la que lo hacemos.
Todos estamos aquí para ser canales disponibles para
el amor que todo lo cura. El trabajo toma una
pero nuestro sacerdocio es el contenido. Incluso si pier­
des tu empleo, sigues teniendo tu sacerdocio, porque
forma parte de la persona que eres. Tu vida no tiene me­
nos valor si «estás en paro», como lo define el mundo.
Si eres bondadoso con la gente, si eres compasivo, si po­
nes tu excelencia en lo que sea que estés haciendo, en-

132
El t r a b a j o y la v o c a c i ó n v e r d a d e r a «s í

tonces estás haciendo el trabajo para el que te envió


Dios. De eso surgirá la siguiente forma necesaria para
albergar las energías que estás produciendo.
¿Significa eso que no tienes que «buscar un trabajo»
como lo define el mundo?
[Por supuesto que tienes que buscarlo! Pero lo haces
con una consciencia diferente. No te presentas a una
entrevista de trabajo pensando: «¿Cómo puedo impre­
sionarlos? Necesito este trabajo de verdad». En vez de
eso, tu proceso se parece más a lo siguiente:

1. Pones en manos de Dios tu necesidad


de trabajar.

Entregarle una situación a Dios significa entregarle


tus pensamientos en relación con ella. Estás programan­
do tu mente para tener los pensamientos más creativos,
positivos, perspicaces y beneficiosos. No estás pasándole
tu responsabilidad o entregando tu poder sobre algo
externo; estás asumiendo la mayor responsabilidad so­
bre tus circunstancias, pidiéndole a Dios que haga de
tu mente una literal piedra de toque para los avances
milagrosos. Avanzas con la confianza que te proporcio­
na Dios.

133
^ L a L ey de la D ivi na C o mp e n s a c i ó n

2. Mientras permaneces alerta a cada


oportunidad que se presenta, pones
tu energía de manera entusiasta en idear
y crear nuevas posibilidades.

Recuerdas que el universo es infinitamente abun­


dante, como un huerto lleno de fruta para ti. Pero si
tienes hambre, [no puedes simplemente mirar el huer­
to desde el otro lado de la calle] El universo te trajo
el huerto; tú eres el que tiene que recoger la fruta. Es­
tás dispuesto a aprovechar la oportunidad con positi­
vidad y fe.

3. Rezas y meditas pidiendo una guía interna


sobre a quién llamar, qué hacer, etcétera.

Cuando meditas y rezas, emites ondas cerebrales di­


ferentes. Recibes impulsos de percepción y creatividad
que no fluyen fácilmente en una mente ansiosa. Entras
en el templo interno, la sala de máquinas desde la que
generas las probabilidades de éxito. «Estoy demasiado
ansioso para meditar» es una de las cosas más contra­
producentes que podemos decir. Cuando meditamos,
dej amos de estar ansiosos.

134
El t r a b a j o y la v o c a c i ó n v e r d a d e r a ^

4. Te das cuenta de que no puedes saber cuál


debería ser o dónde debería estar tu próximo
empleo.

Confías en que hay un plan perfecto para el desplie­


gue de tu bien más elevado, que tu mente racional no
puede formular. El plan de Dios funciona, y el tuyo,
no. No puedes saber cómo encaja mejor tu parte en un
plan mayor para la sanación del mundo, pero Dios sí lo
sabe. Tu trabajo consiste simplemente en abrir tu mente
y abrir tu corazón para que entonces una consciencia su­
perior pueda fluir a través de ti.

5. Antes de ir a la entrevista de trabajo, audición


o reunión, lanzas luz y amor a todas
las personas con las que vas a estar...
y a la situación misma.

Tu meta se convierte simplemente en dar y recibir


amor, lo que es otra manera de decir: «Hágase la voluntad
de Dios». Ves cada interacción como un encuentro sagrado.
Te propones que esta y todas las ocasiones sean situaciones
en las que expreses tu ser más verdadero, más brillante,
más amoroso...; y lo que suceda más allá de eso se lo dejas
a la inteligencia del universo. No vas a la entrevista para
tratar de conseguir un trabajo; [vas a hacer tu trabajo!
Estos cinco pasos pueden parecer cosas insignifican­
tes, difícilmente parecerían los principios de funciona­

135
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

miento que mueven el universo. Sin embargo, eso es


exactamente lo que son.

* * *

En EL PLANO espiritual, no tienes competidores. No hay


competencia para tu posición, ya que eres una expresión
única de la Mente de Dios. No solo tienes un lugar en el
universo: tienes una fundónesencial en el universo
tú puedes hacer el trabajo de ser tú, y el universo mismo
queda incompleto sin ti. Darse cuenta de esto no es arro­
gante sino humilde, ya que te pones al servicio de la mayor
obra que hay: la actualización de tu propio potencial.
Tu función más elevada es simplemente ser la per­
sona que eres capaz de ser, y de ese esfuerzo —el desa­
rrollo de tu bondad y positividad, tu vulnerabilidad y
disponibilidad a la vida— surgirá tu vocación.
Según te vas convirtiendo en quien estás destinado
a ser, lo que estás destinado a hacer se presentará ante
ti como un camino de pétalos de rosa. Puede que estés
pensando: «No sé cuál es mi vocación», pero Dios sí lo
sabe. Él sabe cómo pueden encajar de la mejor manera
tus talentos y habilidades en Su plan para la iluminación
y curación de todas las cosas. Los talentos que tengas,
Él los glorificará cuando los uses para glorificarle a Él.
Y los talentos que ni siquiera sabes que tienes, que yacen
latentes dentro de ti, surgirán cuando te entregues más
hondamente al amor.

136
El t r a b aj o y la v o c a c i ó n v e r d a d e r a ^

Tu vocación es lo que harías, te pagaran por ello o no.


Tu vocación es lo que te conecta con tu ser más pro­
fundo y la vida que te rodea. Si no tienes ni idea de lo
que podría ser eso, simplemente reza: «Querido Dios,
por favor, úsame», y la conciencia de tu vocación apa­
recerá milagrosamente.
Desde pequeñita, mi hija se sentía fascinada por los
relatos de reyes y reinas históricos. Me solía decir cons­
tantemente: «Mami, cuéntame una historia de una rei­
na». Incluso siendo muy pequeña, leía libros sobre el rey
Enrique VIII y sus esposas, y me seguía por toda la casa
para contarme algún incidente histórico. Ahora se está
doctorando en Historia. Aunque algunas personas me
han sugerido que puede que no le resulte fácil encontrar
trabajo como profesora de historia cuando acabe el doc­
torado, no me preocupa que no sea capaz de ganarse la
vida como historiadora, porque la historia no es solo un
trabajo para ella. La historia es su vocación. Le emociona
realmente. Ya prosiga su amor por la historia como pro­
fesora o escritora, o comparta su conocimiento de alguna
otra manera, indudablemente su pasión hará que sea útil
para el mundo. No tengo ninguna duda de que en el uni­
verso milagroso, ella será compensada apropiadamente
por el trabajo que hace.
Siempre me entristece oír a los padres que le dicen
a su hijo o hija: «¿Pero cómo vas a ganarte la vida ha­
ciendo eso?» cuando el o la joven siente una clara pasión
por algo. Al leer la biografía de Steve Jobs, cualquiera

13 7
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

puede ver que ese niño que amaba los ordenadores y


trabajaba sin parar en el garaje de sus padres no solo es­
taba pensando en cómo conseguir un empleo, estaba
respondiendo a una vocación más elevada —una voca­
ción que resultó ser para la posteridad— y nadie pone
en duda la abundancia que creó. No todos tenemos el
talento de un genio de los ordenadores, pero todos te­
nemos una llamada a la grandeza.
El verdadero tú, tu ser sagrado, está más allá de cual­
quier límite del mundo de los mortales. También lo es­
tán los talentos y la brillantez que hay dentro de ti.
Cuando vives con ese conocimiento, simplemente re­
conociendo y apreciando el espíritu divino que reside
en todos nosotros, alcanzas el carisma de una persona
que tiene confianza en sí misma.
Alguien que tiene confianza en Dios demuestra con­
fianza en el mundo; alguien que se considera un seguidor
de Dios da la impresión de ser un líder en el mundo.
Desarrollarás una especie de luz invisible, una certidum­
bre humilde, una grandeza que procede de más allá de
ti mismo. Tus habilidades, tu inteligencia, tus talentos, tu
personalidad, tus circunstancias y tus sueños confluirán
en un hermoso patrón. Y verás todo esto como tu voca­
ción: una llamada en las dos direcciones, en una canción
continua, de tu corazón al universo y del universo a ti.
En palabras de Confucio: «Elige un empleo que ames
y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida».

138
C A P ÍT U L O 12

Adoptar la abundancia

Dios, disfrutas de abundancia inter­


C
OMO HIJO DE
na. La abundancia externa es simplemente un re­
flejo de quién y qué eres.
Una economía espiritual es aquella en la que la
abundancia es un resultado natural de las personas que
actualizan los dones que les ha dado Dios. La verda­
dera prosperidad es la prosperidad de nuestro espíritu
al servicio del amor.
Eres una idea en la Mente de Dios, y una idea no
abandona su origen. Dios es infinito y Dios es amor; por
lo tanto, compartes esa infinitud y compartes ese amor.
Esto es sencillamente la verdad de quién eres.
El universo del que formas parte es un campo com­
pletamente amoroso de posibilidades milagrosas que
suceden no solo en cada instante sino que también se
mueven a través del tiempo. En términos físicos no eres
una partícula, eres una onda. No eres algo estático, sino
una emanación en continua evolución de la Mente de

139
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

Dios. El espíritu tiene grandes planes para ti, porque la


Mente de Dios es una fuente eterna de amor infinito.
Esta fuente nunca se queda sin ideas.

Sentimos que sería arrogante


considerarnos «el regalo de
Dios a la Humanidad»; sin
embargo, eso es exactamente
lo que somos cada uno de
nosotros.

Tu conciencia de estas cosas ayuda a reparar el uni­


verso en tu nombre, elevándote por encima de los efec­
tos del sistema de pensamiento basado en el miedo que
domina este planeta. Tu mayor fuente de poder en este
mundo es el conocimiento de que no eres de este mundo.
En esta dimensión, ninguno de nosotros está verdadera­
mente en casa y —aunque parezca contradictorio—
vivimos más cómodamente en este mundo cuando sa­
bemos esto. Nuestro verdadero hogar está más allá del
velo de ilusión, y estamos aquí para traer la luz de nues­
tro verdadero hogar a todos los rincones oscurecidos del

140
A doptar la a b u n d a n c i a ^

mundo. Al comprender esto, liberamos el potencial ili­


mitado que reside dentro de cada uno de nosotros para
crear lo bueno, lo verdadero y lo bello.
Estos son los dones del espíritu que llevamos dentro.
Estamos programados para la abundancia porque
abundantes. La prosperidad económica es una de las
muchas maneras de recibir los dones del mundo, al en­
tregar al mundo los dones que traemos desde más allá
de él.
Piensa en lo diferente que es esta percepción de ti
mismo, de la opinión peyorativa que tiene el ego res­
pecto de quién eres. Para la mente del ego, basada en
el miedo, eres una masa de arcilla que tiene que com­
petir como puede por los recursos materiales con los
que sobrevivir. Sin embargo, para el corazón amoroso
eres una onda inmaterial de energía que está en la tie­
rra con una misión espiritual. Esta misión actúa como
un imán, haciendo que las fuerzas del mundo se or­
ganicen para apoyar su consecución. No importa lo que
hagas: tu abundancia radica en dedicar tu trabajo al
propósito de sanar el mundo. Esta es nuestra función
espiritual común, y solo podemos ser felices si la cum­
plimos.
No estamos deprimidos porque la economía está
en depresión; la economía está en depresión porque no­
sotros estamos deprimidos. Y estamos deprimidos por­
que hemos perdido el contacto consciente con la com­
prensión de por qué estamos aquí. Sentimos que sería

141
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

arrogante considerarnos «el regalo de Dios a la Humani­


dad»; sin embargo, eso es exactamente lo que somos cada
uno de nosotros. Resulta humilde, y no arrogante, darnos
cuenta de esta verdad; no nos estamos atribuyendo per­
sonalmente el crédito del poder divino que reside den­
tro de nosotros. Recordar que ese poder divino está ahí
—en nosotros, aunque no surge de nosotros— es esencial
para el funcionamiento adecuado de nuestra mente y
nuestro corazón. Cualquier pensamiento o acción que
nos separa del amor, nos separa de la conciencia de nues­
tro propósito, de nuestra creatividad y de nuestra alegría.
Fuiste creado para vivir una vida de abundancia, con
el apoyo del universo al realizar tus esfuerzos materiales.
La naturaleza misma muestra economía, pero no aus­
teridad. Sin embargo, a muchos de nosotros nos ense­
ñaron — [y nos lo enseñaron ciertas religiones, nada
menos!— a desconfiar de la abundancia, lo que nos lleva
inconscientemente a evitar o, al menos, a no desarrollar
los hábitos mentales y emocionales de una vida abun­
dante. Tenemos que hacer algo más que erradicar nues­
tros pensamientos de pobreza; necesitamos permitirnos
adoptar proactivamente, hasta el punto de encarnarlas,
todas las energías de la abundancia. Para el universo es
igual de fácil manifestar seis ceros que manifestar dos.
Como hijo de Dios, toda la abundancia del universo te
pertenece, porque tú eres la abundancia.
La idea de que debes luchar para experimentar la
abundancia —ya sea en las relaciones amorosas, el di­

14 2
A dopt ar la a b u n d a n c i a ^

ñero o cualquier otra cosa— obstaculiza en el magne­


tismo natural que de otra manera nos trae abundancia.
Hay una diferencia entre tener que trabajar y tener
que luchar. El trabajo es esfuerzo creativo, una ex­
tensión honesta de energía positiva que atrae abun­
dancia; la lucha es una perversión de la energía crea­
tiva basada en una interpretación errónea de tu
relación básica con el universo. La ansiedad y la lucha
no atraen tu bien.
Si piensas que tienes que luchar, te estás olvidando
de tu relación con el universo; [y el universo parecerá
olvidar su relación contigo! Tu tarea consiste simplemen­
te en ser, en expresar con alegría tu propio valor interno,
y el universo encontrará una manera de cuidar de ti. Pero
si piensas: «Tengo que luchar, porque de otro modo nada
ni nadie se ocupa de mi», tu creencia fundamental es
que nada ni nadie cuidará de ti... ¡y no lo harán!
El universo está programado para apoyar tu felici­
dad, y una de las maneras en que lo hace es organi­
zando cosas para que no tengas que preocuparte por
el dinero. ¿Por qué? [Porque tú tienes cosas más im­
portantes que hacer! Esa es la motivación correcta para
ganar dinero: de modo que no tienes que pensar en
ello, excepto como herramienta para la mejora de to­
das las cosas.
Es difícil abrirte a esta manera de pensar si no estás
abierto a la idea de tu propia magnificencia interna. El
reconocimiento de tu propia magnificencia no es ego, es

143
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

reconocer el espíritu que hay dentro de ti, lo que no te


hace más o menos valioso que otro. Todos nosotros so­
mos infinitamente valiosos para Dios.
Cuando éramos niños, a muchos de nosotros nos en­
señaron que no debíamos expresarnos demasiado, que
debíamos tener cuidado con lo que decíamos. Esos niños
a menudo se convierten en adultos que tienen el hábito
de acobardarse, como si tuvieran miedo de ocupar de­
masiado espacio. Entonces, nuestra mente entra en con­
flicto con el saber de nuestra alma. Como cada uno de
nosotros somos el centro del universo, estamos aquí
expresamos y, de alguna forma, lo sabemos.
No tienes por qué sentir que no deberías ocupar de­
masiado espacio en un universo que, de hecho, es total­
mente tuyo. Estás aquí para volar con todo el alcance de
tus alas, para la gloria de Quien te ha enviado. Ofreces tus
mayores dones cuando vuelas completa y libremente. Si
no lo haces, estás privando de algo al universo.
Si mamá o papá, un profesor o una profesora, una
amigo o un amigo o cualquier otra persona que hayas
podido conocer en tu vida te enseñó que, por cualquier
razón, tu tarea es mantener la cabeza gacha, entonces
bendícelos, pero ten claro que te informaron mal. Un
curso de milagros afirma que quienes más logros han
alcanzado en la vida solo han logrado una fracción de
lo que cada uno de nosotros somos capaces de conse­
guir. Y eso significa que tienes tanto potencial como
cualquier gran artista, científico o cualquier otra per­

14 4
A dopt ar la a b u n d a n c i a

sona que haya existido. Hay un potencial ilimitado


dentro de ti, esperando a ser activado por tu propia
respuesta afirmativa a la idea.
Cuando sabes esto, te conviertes en un imán para el
éxito mundano. Trabajas desde la alegría, y el universo
responde. Abres tu corazón al amor y el camino se des­
peja para ti.
El amor, cualquiera que sea la manera en que nos
sirva, está siempre viniendo hacia nosotros. Nuestro tra­
bajo no consiste en salir a buscarlo, sino en permitir que
nos encuentre. El dinero no es solo algo que «salimos a
ganar», sino también algo que tenemos que ser capaces
de «esperar sentados y recibir». El ego no quiere que
creas esto, pero lo único que tienes que hacer es abrir
el corazón, y toda la abundancia que necesites encon­
trará la manera de llegar a tu puerta.

U na MAÑANA me recogió un taxi para llevarme al


aeropuerto. Le pregunté al joven que lo conducía si era
nuevo en la empresa, ya que nunca lo había visto antes.
—Sí —me dijo—. Acabo de mudarme de Nueva
York a los Ángeles.
—A ver si lo adivino —le dije sonriendo—. ¿Eres
actor?
—Bueno —me dijo—. Escritor, pintor..., pero no sé.
Hago muchas cosas—. Le pregunté qué tipo de pintor
era, y qué tipo de escritor.

145
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

—Escribo dramas. Pero no sé... Creo que necesito


escribir otra cosa para conseguir vender algo—. Parecía
estar debatiéndose ante la dificultad de su situación.
—¿A qué te refieres? —le pregunté. —¿Escribes pe­
lículas de terror o algo así?
Él asintió con un gesto elocuente y puso los ojos en
blanco. Me pregunté cómo iba a poder atraer a alguien
que comprara su trabajo si escribía algo que ni siquiera
le gustaba escribir.
—Lo que necesito hacer es conectarme y entablar
relaciones —me dijo—. Viví aquí antes y conozco a mu­
cha gente— . Y soltó de un tirón algunos nombres de
productores y directores de éxito, que de haber podi­
do impresionar antes, ya le habrían permitido vivir en
Bel Air. Así que tenía los contactos, pero no sabía
cómo...—. Movió los brazos como para decir que no sa­
bía cómo jugar al juego de crear relaciones de negocios.
Parecía ver en esto la clave de su fracaso.
—Pero mi verdadero problema —continuó— es
que no sé escribir una escena dramática—. Yo no es­
taba segura de cómo habíamos llegado a ese punto.
—Tengo confianza en mi habilidad, pero no en ese
arte. Sé cómo escribir técnicamente, pero no sé cómo
escribir una gran escena dramática. Tengo que averi­
guar cómo hacerlo.
—Bueno —le dije—, no estoy segura de que puedas
«averiguar» cómo escribir una gran escena dramática,
porque, por definición, una gran escena dramática no

14 6
A dopt ar la a b u n d a n c i a ^

viene de la parte de la mente que puede averiguar cosas.


Por eso se llama «drama». No tiene tanto que ver con
una fórmula racional como con una ráfaga espontánea
de verdad emocional.
—Sí —dijo—. Supongo que sí....
—Así que para eso —continué— necesitarás apren­
der a acceder a tus propios sentimientos y tu autenti­
cidad. De otro modo, ¿cómo se los vas a trasmitir a los
demás? No sé cómo te vas a poner en contacto con tu
propia autenticidad si piensas que deberías ser distinto
de como eres; si quieres algo distinto de lo que real­
mente quieres, haciendo algo que no es lo que quieres
hacer.
—Sí, tienes razón —dijo suspirando—. Tengo que
averiguar cómo hacer todo eso.
—Mmm, parece que estás volviendo a lo mismo.
Quizá no haya nada que averiguar. Quizá solo se trate
de algo que puedes permitir que llegue a ti. Tu mente
subconsciente hará el resto. El subconsciente organiza
mejor que tu mente consciente.
Probablemente, en ese momento se estaba pregun­
tando quién era la loca que llevaba en el asiento trasero.
El capuchino que me había tomado me estaba empe­
zando a hacer efecto.
—El universo se sabe organizar. El embrión no ne­
cesita averiguar cómo convertirse en un bebé. Los brotes
no necesitan averiguar cómo convertirse en flores. La
naturaleza ya tiene claro su plan.

14 7
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

» 0 puedes verlo de esta manera —continué—. Pobre


hombre, yo estaba lanzada.
«Piensa en un montón de virutas de hierro. ¿Cuál es
la mejor manera de formar un patrón con las virutas:
con los dedos o con un imán?
»Tu ser interno es como un imán. Llámalo Cristo, tu
Luz Interna o lo que sea; hay un espíritu dentro de ti que
atrae de manera natural todos los patrones y detalles
que configurarían la vida más hermosa para ti. [Mira
lo que te ha configurado esta mañana!
Me reí mientras llegábamos al aeropuerto de Los
Ángeles y yo buscaba los carteles de Southwest Airlines.
—Sí, estaba pensando que... —dijo—.Y... ¿a qué di­
jiste que te dedicabas?
—Oh, a hablar mucho de estas cosas —sonreí mien­
tras me bajaba del coche.
El universo ciertamente se había autoorganizado esa
mañana. El joven recibió información que podría ayu­
darle en su trabajo si se abría a ella; y yo recibí una de­
mostración de la forma en que la gente se frena por no
recordar quién es, lo que me sugirió que debería incluir
el tema en este libro, [ayudándome así también con mi
trabajo!
Sin embargo, ninguno de los dos nos habríamos be­
neficiado tanto si no hubiéramos tenido el corazón y la
mente lo suficientemente abiertos como para entablar
un diálogo amistoso con la persona que teníamos en­
frente. Él se presentó; yo le pregunté sobre su vida. Estas

14 8
A dopt ar la a b u n d a n c i a ^

dos cosas —en apariencia, momentos de conexión hu­


mana carentes de sentido— abrieron la puerta por la
que el universo pudo ofrecernos sus dones.
Ninguno de los dos podía obtener su regalo a me­
nos que nos pusiéramos en disposición de recibirlo. Él
podría haber estado preocupado y no haber mostrado
interés en comunicarse con la dienta que llevaba en
el asiento trasero; y yo podría haber estado preocupa­
da y no haberme interesado en interactuar con él. Esas
son las formas en que se rechazan los milagros conti­
nuamente. No nos damos cuenta de que lo que nece­
sitamos está disponible para nosotros en todo momen­
to. La mayor parte del tiempo bloqueamos nuestra
recepción de un milagro creyendo que no será fácil.
Pero ¿no crecen las flores con facilidad? Pensamos que
sabemos lo que necesitamos y lo que tenemos que ha­
cer para que sucedan las cosas. Pero ¿lo sabemos real­
mente? Es como tratar de crear estrategias para pro­
ducir un milagro.
La gente no tiene ni idea de lo que se pierde en la
vida al menospreciar a otras personas y los dones que
traen consigo. En un universo en el que todo está dise­
ñado para ofrecernos lecciones perfectas a cada instante,
hay lecciones que nos esperan en los lugares más ines­
perados. Quizá hayas cometido el error de pensar que
alguien «no era importante», menospreciando a esa per­
sona de alguna manera, para luego descubrir que él o
ella era exactamente la persona que podría haberte ayu­

149
» L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

dado. A veces estamos tan preocupados por «tener éxi­


to» que olvidamos la importancia de tener éxito como
seres humanos, de escuchar atentamente a otras perso­
nas, de estar presentes espontáneamente para lo que la
vida nos ofrezca. Los que hemos cometido ese error he­
mos descubierto que, al final, eso no era positivo para
los negocios. Mi padre solía decir con frecuencia: «Los
días de orgullo pasan rápidamente».
No hay manera de formular racionalmente o de pre­
decir de dónde provendrá nuestro siguiente milagro.
Casi siempre, estamos en el lugar adecuado en el mo­
mento apropiado si estamos plenamente presentes en el
ahora.
Es asombroso lo mucho que nuestro ego querría se­
parar el trabajo del amor. Parece que pensamos que el
éxito depende de lo que hacemos, pero no necesaria­
mente de quiénes somos. Y nada podría estar más lejos
de la verdad. Cualquier cosa que frena el flujo del amor,
frena la llegada de nuestro éxito.
Una manera habitual en la que la gente niega el flujo
de los milagros es rechazando relaciones debido a que
«Estoy demasiado ocupado con mi carrera». No hay ca­
rrera mayor que la de ser un ser humano plenamente
vivo, plenamente presente y plenamente amoroso. Al­
guien a quien le estás volviendo la espalda porque la re­
lación «te ocuparía demasiado tiempo» podría ser la per­
sona que tal vez te aportaría las experiencias necesarias
para favorecer el terreno a los milagros que deseas. El

150
A dopt ar la a b u n d a n c i a ^

universo no distingue entre «amor» y «trabajo», porque


en realidad [todo es amor y todo es trabajo!
No pienses nunca que volverle la espalda al amor
es un acto inteligente o bueno para tu carrera. Cuando
detienes el flujo del amor que brota de tu corazón, de­
tienes el flujo del amor que llega a tu puerta. Eso se
puede aplicar tanto al flujo del dinero como al flujo
de todo lo demás. Deja que fluya de ti y fluirá a ti.
Siempre.

151
C A P ÍT U L O 13

La meditación

A ILUMINACIÓN comienza como un concepto abs­


tracto, y luego hace un viaje sin distancia entre la
cabeza y el corazón. La mayoría de nosotros es cons­
ciente de que la mera comprensión intelectual no basta
para cambiar nuestra vida.
Albert Einstein afirmó que los problemas del mun­
do no podían resolverse en el mismo nivel de pensa­
miento en el que estábamos al crearlos. El nivel de pen­
samiento diferente requiere una visión del mundo
diferente, y diferentes ondas cerebrales.
En nuestra consciencia normal, el cerebro humano
emite las llamadas ondas beta. Cuando nos ponemos a
meditar, el cerebro cambia y comienza a emitir ondas
alfa y, a veces incluso ondas delta, que son más profun­
das. Las ondas delta nos ayudan a acceder al inconscien­
te, reducir los niveles de una hormona llamada cortisol
(que se sabe que causa estrés y envejecimiento) y pro­
ducir un descanso similar al sueño profundo.

153
:*> L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

De la misma manera que


recurrimos a la comida para
nutrir e impulsar nuestro ser
físico, deberíamos recurrir a
la meditación y la oración
para nutrir e impulsar
nuestro ser espiritual.

La verdadera práctica de la meditación va más allá


de mirar fijamente una vela y respirar hondo, sentados
en silencio, serenando nuestra mente, etcétera. Es más
que una relajación profunda. La relajación profunda
es importante, pero no es meditación. Toda medita­
ción es relajación, pero no toda relajación es medi­
tación.
Una práctica de meditación real —como seguir el
manual de Un curso de milagros, hacer Meditación Trans­
cendental, meditación budista u otras formas de medi­
tación espiritual, religiosa o incluso laica— incluye una
técnica mediante la cual ciertas palabras o sonidos ins­
truyen a la mente para acceder a regiones más profun­

154
La meditación ^

das. Estas regiones son la clave, no solo para la reducción


del estrés, sino para muchísimas cosas más. Mayor per­
cepción, entendimiento más profundo, perspectiva más
amplia, mayor conocimiento holístico y paz, perdón
y amor más profundos: todo esto surge con más facili­
dad de la mente meditativa. La mente racional por sí
sola no puede hacer que sucedan estas cosas.
Para no solo conceptualizar nuestros avances sino
experimentarlos realmente, necesitamos encarnar los
principios espirituales que adoptamos. No solo que­
remos que se revitalice nuestra mente racional, sino
también nuestro espíritu. Queremos que nuestra psi­
que se reconfigure. Queremos experimentar cambios
milagrosos.
Cambios así nos conducen a nuestro ser verdadero.
De la misma manera que recurrimos a la comida para
nutrir e impulsar nuestro ser físico, deberíamos recurrir
a la meditación y la oración para nutrir e impulsar nues­
tro ser espiritual.
La meditación es como un ejercicio espiritual que
desarrolla músculos de actitud y los fortalece. Considérala
tu sesión diaria de gimnasia. Después de un cierto punto
en nuestra vida, ya sea en lo referente a los músculos fí­
sicos o a los de actitud, ¿la gravedad arrastra hacia abajo
lo que intentamos mantener arriba! Los músculos espi­
rituales flácidos son cosas como el cinismo, la negativi-
dad, la actitud de víctima, la ira, los juicios críticos y el
miedo. De la misma manera que hacemos bien en ejer­

155
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

citar nuestro cuerpo regularmente, también hacemos


bien en ejercitar nuestra mente. Como dice Un curso de
milagros, somos «demasiado tolerantes con la dispersión
de nuestra mente».
La meditación, como el ejercicio físico, no es algo que
nos podamos permitir dejar de practicar. Nunca podemos
llegar a mirarnos en el espejo y decir: «Ahora me gusta
mi cuerpo, así que puedo dejar de hacer ejercicio». Tam­
poco podemos decir: «Ahora me siento en paz, así que
puedo dejar de meditar». La gravedad, tanto física como
emocional, está activa todos los días. Y nosotros también
deberíamos estarlo para contrarrestarla.
De la misma manera que nos lavamos para eliminar
de nuestro cuerpo la suciedad de ayer, meditamos para
eliminar de nuestra mente el estrés de ayer. La práctica
de la meditación es uno de los impulsos más poderosos
para nuestro bienestar físico, así como para nuestra salud
mental y emocional. [Incluso nos ayuda económicamen­
te! Según un artículo publicado por la American Public
Health Association (Asociación Americana de Salud
Pública), las personas que practican Meditación Trans­
cendental gastan un 11 por ciento menos en asistencia
sanitaria que el resto de la población.
Observemos con más detalle la manera en que la me­
ditación influye en nuestra capacidad de trabajar y de
ganar dinero. Los entornos laborales actuales son habi­
tualmente estresantes. Entre el bombardeo incesante de
noticias mundiales, a menudos deprimentes, y la ansie­

156
La me d i t ac i ó n

dad económica que prolifera por todas partes, a muchas


personas les parece que están subsistiendo a duras penas.
Las respuestas disfuncionales, tales como comer dema­
siado, beber o tomar drogas en exceso y la automedica-
ción mediante el uso de drogas recreativas o farmacéu­
ticas se han convertido en respuestas habituales al estrés.
Las cosas van muy deprisa y, sencillamente, no fui­
mos creados para eso. Durante millones de años, nues­
tros antepasados realizaban duros trabajos corporales,
trabajaban la tierra y se sentaban en torno a fogatas por
la tarde para contar historias. No se pasaban el día de­
lante del ordenador. Nuestro desafío es compensar el
desgaste del asalto moderno a nuestro sistema nervioso.
La mayor velocidad trae consigo una mayor posibilidad
de que cometamos errores. No tenemos tiempo para
pensar adecuadamente sobre un asunto; dejamos que
sea el miedo el que tome una decisión, cavando un agu­
jero aún más profundo que aquel en el que ya estába­
mos; no conectamos a nivel profundo con las personas
y las situaciones que nos rodean, lo que nos lleva a todo
tipo de resultados negativos.
Pero hay entre nosotros una revolución de la conscien­
cia, y la meditación está a la vanguardia. Cada vez hay
más personas que están acudiendo a la nutrición, el yoga,
el ejercicio, la espiritualidad, etcétera, para contrarrestar
la disfunción y el estrés de los tiempos que vivimos.
Hace años, hice una sopa de guindillas. Cuando la
probé, estaba demasiado picante; era evidente que había

15 7
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

usado demasiada cayena. Cuando llamé a mi madre para


pedirle ayuda, me dijo que pusiera una patata cruda en
la sopa para absorber la pimienta. Tenía razón: [funcio­
nó! Nunca he olvidado esa imagen, porque me recuerda
a cómo me siento cuando medito. La meditación absor­
be mis pensamientos locos de la misma manera que
aquella patata cruda absorbió el picante.
Como estudiante de Un curso de milagros, leo cada
día una lección del manual de ejercicios —«Ofrezco mi
vida a Dios para que me guíe hoy», «Quisiera entrar en
su presencia ahora», «Estoy en casa. El miedo es un ex­
traño aquí», o lo que fuera—; y si bien no puedo decir
que la práctica me garantiza ser la mejor versión de mí
misma todo el día, evita que sea la versión de mí mis­
ma. Puede que tenga pensamientos o sentimientos ne­
gativos, pero se reducen drásticamente las posibilidades
de que actúe basándome en ellos. Y todos, si somos ho­
nestos con nosotros mismos, sabemos lo importante que
puede ser esa distinción.
Tan solo un instante de ausencia de control de un im­
pulso puede llevar a anular nuestro buen juicio. Decimos
algo de lo que nos arrepentimos; escribimos un correo
electrónico que luego deseamos no haber enviado; res­
pondemos a un mensaje de texto que en otro momento
habríamos simplemente ignorado. O simplemente no so­
mos la mejor versión de nosotros mismos, disminuyendo
la confianza que otros tienen en nosotros. Esos son los
momentos, no solo en nuestras relaciones personales, sino

158
1

La me di t a c i ó n ^

también en las profesionales, que pueden incluso echar


a perder los mejores planes de negocios y vías al éxito.
Los beneficios de la meditación van más allá de re­
lajar la mente; la meditación puede realmente expandir
la mente. Nos da visión interna e iluminación. Produce
sabiduría y compasión. Nos ayuda a ser la persona que
queremos ser.
A continuación verás una oración, seguida de varias
afirmaciones que ofrecen un enfoque meditativo del di­
nero y la carrera profesional. Lee cada afirmación len­
tamente y visualiza las imágenes que evoca, explorando
la idea o escena y pidiendo internamente un mayor en­
tendimiento. Puede que solo leas un párrafo, y sea sufi­
ciente. Lo que importa es que hagamos diariamente lo
que podamos para volver a alinear nuestros pensamien­
tos con la Mente de Dios.
Practica la siguiente meditación con suavidad y sin
estrés. Siéntate en silencio en una posición cómoda, cie­
rra los ojos y siéntete en presencia de lo sagrado. Co­
mienza con una oración como esta:

Querido Dios:
Te doy este tiempo de quietud.
Por favor, disuelve mis pensamientos de estrés y miedo
Y condúceme al lugar interno
En el que todo es paz y amor.
Amén.

15 9
^ L a L ey de la D ivi na C o mp e n s a c i ó n

Luego, manteniendo los ojos cerrados, deja que tu


mente cambie de marcha suavemente. Cuando sientas
que estás listo, observa con honestidad el panorama de
tu vida material. Con el poder de tu imaginación, emite
una luz sagrada sobre todo lo que veas. Pide que se te
muestre todo lo que necesites ver y saber, y tu espíritu
te guiará.
Cuando estés observando el tema de tu trabajo y tus
finanzas, considéralos desde la perspectiva de tu espíritu.
Reconoce tu trabajo como tu sacerdocio y encuentra
maneras de que lo sea aún más.
Visualiza a quién o qué has permitido que pase desa­
percibido, esté desatendido, no reciba aprecio o sea in­
fravalorado.
Saluda espiritualmente a quienes trabajan contigo
ahora, trabajaron antes o podrían trabajar en el futuro.
Dedica tu trabajo a propósitos sagrados. Observa
cómo cambian las imágenes cuando lo haces.
Confiésate humildemente y expía tus errores o irres­
ponsabilidades financieras del pasado. Pide perdón por
cualquier pensamiento impropio y reza para que se pro­
duzca un milagro.
Percibe los espacios en los que te defiendes de la ri­
queza —en los que te parece que no está bien o en los
que juzgan a quienes la tienen— y deja que se desmo­
rone este muro de pensamiento equivocado.
Ahora visualízate como una persona con riqueza,
expandiéndote en la energía de la abundancia. Imagí­

160
La meditación ^

nate asumiendo gustosamente las responsabilidades que


trae consigo. Comprométete en tu corazón a que usarás
la riqueza que llegue a tu vida como lo dirija el espíritu,
como un medio de bendición y nunca de daño.
Imagínate con el control de grandes cantidades de
dinero, si es lo que verdaderamente deseas. Considera
ese dinero como un intercambio de energía con el que
bendices al mundo.
Porque ser y tener son lo mismo en definitiva. Com­
prende que todo lo que puedes ser, lo puedes tener.
Imagínate transformándote en alguien cuya abun­
dancia interna se alinea con una espléndida abundancia
externa. Permítete habitar este espacio energéticamente
y mantén esa visión un mínimo de cinco minutos al día.
Permítete sentir los cambios sutiles de pensamiento,
energía, sentimiento, conducta y deseo que, de forma
natural, resulten de ello.
Dale gracias y alabanzas a Dios.
Amén.
C A P Í T U L O 14

La oración

OMO SE DICE EN Uncurso de milagros: «La oraci


es el vehículo de los milagros. Es un medio de co­
municación entre lo creado y el Creador».
La oración es una petición de que nuestros pensa­
mientos cambien mediante un poder mayor que el
nuestro. Este cambio, del pensamiento del ego al pen­
samiento del espíritu, es el milagro.
Una vida de oración seria es una orientación mental,
una sintonización con Dios a lo largo del día. La oración
encauza la mente a oír la voz de Dios por encima de la
voz del ego; a percibir los pensamientos iluminados que
surgen de manera natural de las regiones profundas de
nuestra consciencia.
Con la oración nos estamos preguntando qué pode­
mos aprender, qué entendimiento profundo quiere Dios
que recibamos, qué sabiduría querría Él poner en noso­
tros. El universo es como una casa con conexión eléc­
trica pero con demasiada frecuencia, nosotros somos

163
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

como lámparas desenchufadas. La oración es la forma


de enchufarnos a lo divino, de alinear nuestro pensa-
miento con el amor que lo imbuye todo.

El universo es como una casa con


conexión eléctrica pero, con
demasiada frecuencia, nosotros
somos como lámparas
desenchufadas. La oración es la
forma de enchufarnos a lo divino,
de alinear nuestro pensamiento
con el amor que lo imbuye todo.

La oración expande nuestra consciencia, amplian­


do de ese modo el conjunto de posibilidades que ex­
perimentamos. Como he explicado en un capítulo an­
terior, cuando nuestra actitud es negativa, surgen
pocas oportunidades. No se debe a que las oportuni­
dades no existan, sino a que nuestra actitud y energía
negativas nos ciegan a ellas. Puede que un día estés
comiendo junto a una mujer que podría ofrecerte una

164
La oración ^

excelente oportunidad de trabajo, pero como no dejas


de hablar de lo difícil que está todo y de lo duro que
te está resultando, puede que no se le ocurra entablar
una conversación profesional contigo. Para empezar,
le has mostrado lo eficaz —o ineficaz— que eres
afrontando los problemas en tu vida. Tu propia ener­
gía desvió cualquier milagro que pudiera haber ocu­
rrido.
Si te hubieras despertado ese día afirmando «Este
es el día que ha hecho el Señor» —un día de posibili­
dades infinitas porque Dios es un Dios de infinitas po­
sibilidades, un día en el que el universo está extendien­
do sus brazos para ofrecerte todas las oportunidades
para la alegría—, habrías tenido una actitud diferente
durante la comida. Esa mujer habría quedado im­
presionada.
Tu energía, tu actitud, tu positividad, tus palabras,
tu capacidad de escuchar a los demás y estar realmente
en el presente, todas esas cosas te convierten en una per­
sona con la que los demás quieren estar, trabajar y com­
partir sus ideas. Esa energía es la base espiritual para la
creación de riqueza.
Una vez conocí a una actriz que estaba buscando tra­
bajo. La invitaban a fiestas continuamente, pero ella re­
chazaba las invitaciones y decía: «No se consigue trabajo
yendo a fiestas». [Estaba muy equivocada! Nunca se sabe
a quién vas a conocer allí o qué tipo de oportunidad se
va a presentar. El obrador de milagros no se presenta solo

165
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

a las audiciones: el obrador de milagros se presenta a la


vida. Y la vida le corresponde.

L a ORACIÓN RECTIFICA el universo que te rodea porque


rectifica tu mente:

Querido Dios:
Te entrego mi trabajo ymi deseo de traba
Te entrego mi miedo, te entrego mi dinero y te entrego
mis deudas. Te entrego mi sensación de fracaso
y te entrego mi vergüenza.
Te entrego mis sueños y mis perspectivas
y mis esperanzas.
Amén.

Lo que ponemos en manos de Dios se convierte en


pensamiento prudente. El altar de Dios está dentro de
nuestra mente, y lo que ponemos en el altar cambia.
No existe una fórmula mágica para orar; nadie está
controlando si lo «haces bien». Simplemente reza desde
tu corazón, con sentimientos como «Querido Dios: ele­
va todas estas cosas hacia Tus manos». Pedir que algo
sea «elevado al correcto orden divino» significa pedir
que sea elevado a la forma de pensamiento más alta po­
sible. Una forma de pensamiento inferior es algo como:

166
La o ra c i ó n ^

«Soy un fracaso; no lo hago bien; nunca tendré éxito».


Una forma de pensamiento más elevada se parece a:
«Soy un hijo de Dios. Sé que he cometido errores, pero
expío mis faltas. Estoy dispuesto a poner todos los me­
dios para ser la persona que Dios quiere que sea. Estoy
dispuesto a que se me muestre dónde necesito mejorar,
porque sé que Dios tiene un plan para mí. Me pongo al
servicio de la humanidad y le pido a Dios que me use
para ayudar a sanar al mundo».
Cuando meditamos y oramos, alineamos nuestra
mente con el poder de Dios. Nuestro sistema nervioso
se reviste de un manto de paz; nuestros pensamientos
ansiosos son sustituidos por pensamientos pacíficos.
Nuestro pensamiento insulso se vuelve radiante y bri­
llante. Y este antídoto no solo se aplica al dinero o al
empleo, se aplica a todo.
En cualquier momento, en todo instante sagrado, el
universo está listo para comenzar de nuevo. El único
momento en el que el tiempo de Dios se cruza con el
tiempo lineal es el momento presente; los milagros no
suceden en el pasado o en el futuro, sino ahora. En
momento, Dios está emanando Su amor por ti, con
oportunidades interminables para la renovación y el re­
nacimiento. En cada momento, Dios está diciendo;
«Aquí está la gloria del universo. ¿La quieres? Muéstrate
a ella, porque es tuya».
De modo que decimos para toda la eternidad, mo­
mento tras momento:

167
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

Padre nuestro, que estás en el cielo,


santificado sea Tu nombre.

Dios, que moras en el ámbito de la verdad, que tu


Palabra sea todopoderosa en mi mente.

Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la


tierra como en el cielo.

Que el mundo en el que vivo aquí en la tierra refleje


la realidad del amor. Que piense Tus pensamientos y
manifieste Tus pensamientos.

Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras


ofensas, como también nosotros perdonamos a los que
nos ofenden.

Que pueda recibir hoy lo que necesito. Que mi ca­


mino no esté bloqueado, de la misma manera que yo
desbloqueo mi corazón para los demás.

No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal;


porque Tuyo es el reino y el poder y la gloria para
siempre. Amén.

168
La oración ^

Y cuando sienta la tentación del miedo, que sea


guiado de vuelta al pensamiento amoroso: que el amor
pueda ser mi experiencia, que el amor pueda ser mi po­
der y que el amor pueda ser mi felicidad y mi paz, en
todos y cada uno de los momentos del día.

Amén.

Y así es.

169
C A P IT U L O 15

Crear riqueza con la pureza de corazón

NA VEZ Oí LA HISTORIA de un maestro espiritual in­


dio que les dijo a sus discípulos que su ashram ne­
cesitaba cierta cantidad de dinero. Cuando los discípulos
le preguntaron de dónde vendría el dinero, él respondió:
«[De donde esté ahora!»
La riqueza no viene de «alguna otra parte». No viene
de fuera de nosotros, sino que se manifiesta conforme
a nuestros pensamientos. El dinero creado correctamen­
te no viene de otras personas; viene a través de ellas.
Considerar a otras personas como la fuente de
nuestro dinero es una idea idólatra, porque ve a esas
personas como el origen de nuestro bien. También pue­
de llevarnos a conductas o pensamientos explotadores
o manipuladores. Cuando nos damos cuenta de que el
universo mismo es la fuente de nuestro bien, simple­
mente le permitimos que satisfaga nuestras necesida­
des de la manera que quiera. Y el universo nunca ex­
plota a nadie. Hacemos lo que sentimos que tenemos

171
$e> L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

que hacer y el universo nos paga de la manera que le


parece correcta.

La pureza de corazón es el
mayor motor de creación
de riqueza del obrador de
milagros.

Algunas cosas las haremos gratis porque sentimos


que es lo correcto. Por algunas cosas cobraremos dinero
porque —en diferentes circunstancias— sentimos que
pedir un intercambio de dinero justo es lo correcto. Pero
el dinero en sí no debería ser la razón por la que hace­
mos algo. El universo sabe lo que necesitamos y está
programado para traerlo. Sabe cómo transformar cual­
quier cosa en todo lo que es necesario.
Mientras le leía Cenicienta a mi hija cuando era
pequeña, me llamaba la atención la profunda sabiduría
que encierra esa historia. El hada madrina no pedía un
vestido de un catálogo, sino que transformaba los ha­
rapos de Cenicienta en un vestido de gala. El hada ma­
drina no pedía una limusina, sino que convertía una ca­

172
C rear ri quez a c o n la pureza de c o r a z ó n ^

labaza en una carroza y a los ratones en corceles. Todo


lo que Cenicienta necesitaba, el universo se encargaba
de proporcionárselo. La pureza de corazón de Ceni­
cienta hizo surgir al hada madrina —es decir, el espíritu
interno—, y el hada madrina hizo aparecer todo lo que
ella necesitaba.
¿La varita mágica del hada madrina? El pensamiento
verdadero, lleno de amor. ¿La luz que la varita mágica
emitía sobre las cosas? El entendimiento verdadero. ¿La
magia que hacía? Los milagros resultantes.
El hada madrina no tuvo que pedir un vestido o lla­
mar a un coche porque el universo transformó milagro­
samente el material existente. Así es como funciona el
universo: lo que ya existe es la plataforma para lo que
podría existir. Cenicienta, a pesar de sus circunstancias
como sirvienta, tenía la disposición mental de lo mila­
groso. Por eso, los milagros le llegaron.
En un vídeo de la historia, Cenicienta se siente dis­
gustada porque su madrastra y sus hermanastras se han
ido al baile. Está en la puerta llorando cuando, por fin,
aparece el hada madrina. Cenicienta exclama: «¿Oh,
hada madrina, pensé que nunca llegarías!», a lo que
esta responde: «Oh, eso no es verdad, si así fuera no
habría podido venir». [Qué metafísico es !
Nuestra alma es Cenicienta; el ego es la malvada ma­
drastra y el Espíritu Santo es nuestra hada madrina.
Cada uno de nosotros tiene una «malvada madrastra»,
es decir, la mente del ego, que trata de obstruir nuestro

173
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

bien. Y cada uno de nosotros tiene un «hada madrina»,


es decir, el Espíritu Santo, que obra milagros para satis­
facer el deseo de nuestro corazón cuando nuestra acti­
tud es pura.
Según Un curso de ,m s «Los milagros son un
ilagro
recho de todos, pero primero es necesaria la purifica­
ción». Solo hay una categoría de impureza que nos aleja
de los milagros: la falta de amor. El hada madrina no se
les apareció a la madrastra o a las feas hermanastras, ya
que los pensamientos de estas eran perversos. Tenían
muchos recursos materiales, pero no tenían amor en sus
corazones. De ese modo, todos sus planes se quedaron
en nada.

* * *

L a pureza de CORAZÓN es el mayor motor de creación


de riqueza del obrador de milagros. Hay tres pasos es­
pirituales involucrados en la transformación metafísica
de la carencia en abundancia: (1) estar agradecido por
lo que ya tienes, (2) aclarar lo que haya que aclarar y
(3] permitirte querer lo que quieres.

1. Estar agradecido por lo que ya tienes.

Puede que sea un tópico decir: «Agradece lo que


ya tienes», sin embargo, es sabiduría. Es uno de esos

174
C rear ri qu e z a c o n la pureza de c o r a z ó n

dichos a los que damos credibilidad, pero solo de un


modo casual. Casi todos nosotros nos sentimos agra­
decidos de muchas cosas, pero de una manera super­
ficial. Y los pensamientos superficiales solo tienen un
poder superficial.
Dado que mil millones de personas en este planeta
viven con menos de un dólar y veinticinco centavos al
día, la mayoría de nosotros vivimos una vida fabulosa­
mente abundante en comparación. Sin embargo, ¿cuán­
do fue la última vez que nos paramos a dar gracias por
el hecho de tener un sitio en el que vivir? ¿Cuándo fue
la última vez que nos fijamos en algo que hay en nuestra
vida y realmente, de verdad, dimos gracias por ello?
¿Cuándo fue la última vez que hicimos una lista mental
de nuestras bendiciones en vez de enumerar nuestras
quejas?
Dar gracias no es solo «algo bonito»: es un poder
metafísico o «la varita mágica». Al emitir la luz de la
gratitud sobre lo que tienes ahora, aumentas literal­
mente su valor en tu mente. Y el universo lo refleja con­
virtiendo tus harapos en un traje de gala y llevándote
al baile.
Si tu pensamiento es: «Solo tengo baratijas», enton­
ces te sentirás de esa manera. Si estás agradecido por lo
que tienes, y piensas: «[Tengo tanto!», entonces sentirás
la abundancia que te rodea. Y quienes te rodean res­
ponderán en consecuencia.
La carencia atrae carencia y la abundancia atrae

175
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

abundancia. Si tu creencia central es: «¡Tengo tanto1.»,


entonces se te dará más.
¿Puede ser así de sencillo? Sí. Porque ese es el poder
de cada pensamiento que tenemos.

2. Aclarar lo que haya que aclarar.

La mayoría de nosotros ha tenido al menos una expe­


riencia desagradable, o incluso dolorosa, asociada con el
dinero. Puede que alguien te haya robado o explotado
económicamente. Quizá echaste a perder una oportuni­
dad financiera que se te presentó en el pasado. Puede que
tengas facturas que no puedes pagar. Puede que no tengas
trabajo; quizá, ni siquiera alguna perspectiva de tenerlo.
¿Y qué hemos aprendido hasta ahora? Hemos apren­
dido que el dinero no viene del mundo material; es una
cosa material con un origen inmaterial. Por lo tanto,
cuando tenemos un problema de dinero, es un problema
material con una solución que no es material, y la solu­
ción no material está en la mente.
Sugiero que hagas una lista de todos los aspectos
en los que el dinero representa un problema para ti.
Escribe los problemas en la parte izquierda de la pá­
gina, y deja varias líneas en blanco debajo de cada uno
de ellos.
Ahora haz una introspección seria. Por cada proble­
ma de dinero que hayas anotado, escribe una valoración

176
C rear ri qu e z a c o n la pureza de c o r a z ó n ^

honesta de la situación en el espacio que has dejado en


blanco. Acomete esta tarea con una actitud de honesti­
dad total y un compromiso con la verdad. Asumir la res­
ponsabilidad de la parte que nos corresponde en nues­
tros desastres es crucial para transformarlos.

¿Cual fue mi parte en la creación del problema?


¿A quién necesito perdonar?
¿Qué es lo que queda por aclarar?

He observado en mi propia vida que este proceso


es muy revelador. Aunque algunos me han perjudicado
en el área del dinero a lo largo de los años, un examen
más a fondo de las situaciones me ha hecho tomar con­
ciencia de lo fácil que se lo puse para que lo hicieran.
Sí, ellos hicieron lo que hicieron, pero yo no fui una
víctima, sino una participante subconsciente en algu­
nos desagradables dramas.
Un agente me robó mis derechos de autor; pero, por
otra parte, durante ocho años no leí mis propias decla­
raciones de derechos de autor. Un abogado no protegió
mis intereses; pero, por otra parte, yo no había escucha­
do mi propio instinto, no me había responsabilizado de
mis propios asuntos ni había expresado claramente lo
que pensaba. Aprendí que mi propia falta de responsa­
bilidad y mi inconsciencia contribuyeron a crear mis de­
sastres financieros.

17 7
^ L a L ey de la D ivina C o m p e n s a c i ó n

Todo ello fue una lección para convertirme en una


adulta madura y responsable, y llegué a darme cuenta
de ello. Un curso de milagros dice que pagamos un precio
muy alto por no responsabilizarnos al 100 por 100 de
nuestra experiencia: el precio es pensar que no podemos
cambiarla. Sin embargo, resultaba difícil perdonar a
quienes me perjudicaron si no estaba dispuesta a per­
donarme a mí misma.
Para apoyar el proceso de ser responsable y perdonarte
a ti mismo, considera la posibilidad de escribir una carta a
Dios en relación con cada uno de los problemas que has
enumerado en tu lista. Sincérate sobre el error que come­
tiste, sobre los momentos en que no actuaste con integri­
dad, o provocaste respuestas basadas en el miedo con tus
propias acciones basadas en el miedo, etcétera. Deja que
tu mano siga escribiendo cuando Él responda.
Disponte a oírle y a enderezar la situación conforme
a tu guía interna siempre que puedas. Si debes una fac­
tura, establece un plan de pagos. Incluso si el plazo
mensual es de solo cinco dólares, recuerda que el uni­
verso responde a ese anticuado concepto de «hacer lo
correcto».
Cuando reconoces que la ley de causa y efecto es el
componente básico del universo, empiezas a actuar rec­
tamente por tu propio bien. Te das cuenta de que la in­
tegridad va en tu propio interés. Tratas de vivir una vida
más impecable, no solo porque sientes que , sino
porque quieres. Te das cuenta de que la oscuridad de tu

178
C rear r i qu e z a c o n la pureza de c o r a z ó n «e

vida estaba provocada por el miedo, y deseas liberarte


de tu miedo. En el momento en que empiezas a entrar
en la luz de tu realidad espiritual, te elevas por encima
de tu ego y la oscuridad desaparece.

3. Permitirte querer lo que quieres.

Muchas personas tienen grandes dificultades para


permitirse realmente querer lo que quieren. Piensan, al
menos subconscientemente, que pedir la felicidad com­
pleta es pedir demasiado. En consecuencia, no se mo­
lestan en escuchar de verdad los deseos de su corazón.
Pero cuando tu mente está armonizada mediante la
oración, la meditación y el perdón; cuando tu cuerpo
está armonizado mediante la nutrición y el ejercicio sa­
nos, y cuando tu conducta está armonizada a través de
un esfuerzo sincero para vivir de una manera sana, en­
tonces te has ganado el derecho a confiar en ti mismo.
Porque cuando estás alineado con la verdad, tus deseos
son dignos de confianza. Cuando rezas y meditas, no
quieres juzgar y atacar; cuando comes bien y haces
ejercicio, no quieres sentarte ante el televisor y comer
pasteles y helados todas las noches; y cuando tratas de
vivir con integridad, no quieres ganar dinero a costa de
los demás.
El deseo es justo cuando fluye por un receptáculo
justo. La manifestación justa del dinero implica la ma­

17 9
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

nifestación provocada por el uso apropiado de la mente.


El dinero ganado de una manera justa es un reflejo de
la abundancia que has originado ofreciendo tus dones
al universo. No es, de ningún modo, un aprovechamien­
to de los recursos del mundo o de los bolsillos de otras
personas. Es una expresión del Infinito introducida en
el mundo finito.
Al observar la naturaleza, podemos ver claramente
su abundancia. Desde el extraordinario diseño de una
flor a los asombrosos colores de las plumas de un pájaro;
de la magnificencia de una cordillera a la luz centelle­
ante de las estrellas por la noche, el universo es sencillo
en su función, pero no en su presentación. Así es como
deberíamos vivir nuestra vida: manteniendo la función
—sirviendo al propósito del amor— pero expresán­
donos con la sensibilidad estética o artística que nos da
alegría. La idea de que solo una sencilla tela de saco ex­
presa santidad no encaja con las expresiones naturales
de un universo vivo y amoroso. Nuestras circunstancias
externas no determinan la santidad de nuestros pen­
samientos.
Muchas personas equiparan el amor al dinero con la
avaricia, pero ningún grupo socioeconómico tiene el
monopolio del amor. El amor al dinero no es en sí mis­
mo avaricia, como tampoco el amor a otra cosa es ava­
ricia. Avaricia es tener un deseo que te ciega a lo que
otros necesitan o quieren. Mi amor al arte no me hace
avariciosa, no hace que maquine planes para robar obras

180
C rear r i qu e z a c o n la pureza de c o r a z ó n ^

de arte de las paredes de las casas ajenas. Mi amor a la


literatura no me hace avariciosa; si leo un libro de Tilo­
mas Hardy, no queda menos Thomas Hardy para ti. De
la misma manera, mi amor al dinero no me hace avari­
ciosa, a menos que considere mi dinero como algo que
te estoy quitando, en vez de estarlo creando contigo.
Si equiparo el amor al dinero con la avaricia, sub­
conscientemente estoy limitando mi capacidad de
atraerlo. Porque si lo atraigo, debo de ser avariciosa; por
lo tanto, soy mala; por lo tanto, debo sentirme culpable;
por lo tanto, debo mantenerme alejada del dinero para
evitar sentirme culpable.
¡Y luego nos preguntamos por qué no tenemos di­
nero! Imaginemos ahora una posibilidad completamen­
te diferente.
Realizas un esfuerzo honesto y recibes una recom­
pensa económica a cambio. Recordando que toda abun­
dancia viene de Dios, te das cuenta de que solo eres el
administrador de tu dinero. Te das cuenta de que aún
queda más que suficiente prosperidad, porque Dios es
un ámbito de abundancia infinita. Recibes lo que te está
destinado con receptividad gentil y agradecimiento, así
como con un sobrio sentido de la responsabilidad para
gestionar y usar bien tu dinero.
Como todo lo demás, el dinero es un reflejo del
amor. Es para usarlo como Dios manda, como una for­
ma de cuidar a todos los seres vivientes. Debemos usar
el dinero que llega a nosotros para cuidar de nosotros

181
^ L a L ey de la D i vi na C o m p e n s a c i ó n

mismos y de las personas cercanas, así como para caridad


y empresas justas y sin fines de lucro. Todas estas cosas,
cuando se hacen con amor, favorecen el trabajo de Dios
en el mundo.
El dinero es para mejorar, no solo a ti mismo, sino
también a otros. Inviertes de una manera que hace el
bien; trabajas de una manera que crea el bien; vives de
una manera que te hace sentir bien. Y debido a ello, per­
sonas que ni siquiera conoces notarán una mejora en su
vida que no habrían experimentado de otra forma. La
tienda de alguien tiene más posibilidades de prosperar
si tú compras ahí; el restaurante de alguien tiene más
posibilidades de expandirse si tú y tus amigos coméis
allí; la solicitud válida de ayuda financiera de alguien
tiene más posibilidades de ser atendida si tú tienes di­
nero para ser generoso.
Eres poderoso, no porque tengas dinero, sino porque
con ese dinero puedes ayudar a otros a ser poderosos.
No actúas con una mentalidad de “conseguir”; simple­
mente permites que el flujo de la energía universal pase
a través de ti y te use de una manera que sirva a un bien
mayor. Bendice cada moneda y entonces cada moneda
te bendecirá a ti.

182
C A P IT U L O 16

Obrar milagros

U NO DE MIS EJEMPLOS favoritos de la Ley de la Divi­


na Compensación es la vida del artista del siglo XX
Henri Matisse. Cuando era anciano, su artritis era tan
aguda que ya no podía ni sujetar un pincel. Esto podría
haber sido una gran tragedia para uno de los pintores
más geniales que hemos conocido. Sin embargo, descu­
brió que podía sujetar unas tijeras y usarlas para cortar
la cartulina con la que jugaban sus nietos. Esto le llevó
a lo que los historiadores de arte consideran, una de las
mejores fases de su trabajo: los recortables de Matisse.
Una vez más, vemos la diferencia entre forma y
contenido. El hecho de que en el plano material —el
ámbito de la forma— las manos de Matisse ya no pu­
dieran trabajar tan bien como antes no significaba que
tuviera menos talento. En el ámbito del contenido,
nada había disminuido. El espíritu creó una manera en
el ámbito de la forma para compensar la disminución
y la carencia.

183
L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

Dios hace su parte


cuando nosotros hacemos
la nuestra.

Cuando vemos la vida desde una perspectiva espi­


ritual, nos damos cuenta de que la pérdida de nuestro
trabajo no es la pérdida de nuestra vocación; y la pérdida
de dinero no es la pérdida de nuestra riqueza. En el nivel
más profundo, nuestra vocación y nuestra riqueza no
son del plano material y, por lo tanto, no nos pueden ser
arrebatadas. No dejes que la apariencia de la pérdida te
impida darte cuenta de que lo que te ha dado Dios, te lo
ha dado para siempre.

Dios te ha dado tu identidad, y eso no te puede ser


arrebatado.
Dios te ha imbuido de potencial infinito, y eso no te
puede ser arrebatado. Dios te ha ofrecido la oportu­
nidad de cambiar tu pensamiento en cualquier ins­
tante, y eso no te puede ser arrebatado.
Dios te ha dado la capacidad de amar, y eso no te
puede ser arrebatado.

184
O brar mi lagr os ^

Dios te ha encomendado el poder de vivir en la luz


de Su abundancia en todo momento, y eso no te
puede ser arrebatado.

Incluso si solo tenemos unas pocas monedas, pode­


mos alabar a Dios y sentirnos bendecidos por ello, aun­
que el valor de esas monedas sea ínfimo. Incluso aunque
tengamos un montón de facturas y una deuda acumu­
lada, podemos recordar que en Dios todo es posible y
que no hay grado de dificultad en los milagros. Podemos
hacer la labor tremendamente honesta de buscar en qué
hemos contribuido, si lo hemos hecho, para que la situa­
ción sea la que es. Y podemos enmendarnos, invocando
de ese modo el poder del universo para corregirla.
Solo una persona fuerte renuncia a lamentarse, se
levanta incluso cuando no tiene ninguna gana de hacer­
lo, lo pone todo de su parte y va a otra entrevista de tra­
bajo cuando ha sido rechazado en las cinco últimas ten­
tativas. Se requiere una persona con verdadera gentileza
para no echarle la culpa a su pareja, o no caer en el «Ya
te lo había dicho», o no quedarse sentada y culpar a
otros de las circunstancias difíciles. Y se requiere ser un
buscador espiritual para darse cuenta de que todo lo
que está sucediendo ahora puede ser una plataforma
para un milagro.
Dios hace su parte cuando nosotros hacemos la
nuestra. Incluso si solo tenemos un sombrero raído, po­

185
5s> L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

demos ponérnoslo y estar presentes en la vida. Podemos


rezar para que se produzca un milagro y pensar mila­
grosamente. La abundancia y la prosperidad estarán pre­
sentes cuando lo estemos nosotros.
La realidad de hoy es simplemente un espejo del
pensamiento de ayer. Ahora, en este momento, estando
en el campo de la posibilidad milagrosa, puedes librarte
de la influencia de las limitaciones de tu pasado. Nada
te ata, excepto tus pensamientos; nada te limita, excepto
tu miedo; y nada te controla, excepto tus creencias.
Piensa en Dios, piensa en Jesús, piensa en la Luz, piensa
en el Amor, piensa en cualquier forma de divinidad que
tenga sentido para ti. Y todo lo demás desaparecerá.

186
A G R A D E C IM IE N T O S

L OS LIBROS PUBLICADOS hacen de un proceso de co­


laboración en el que el autor está rodeado y apo­
yado por un equipo de «comadronas» literarias. El papel
de este equipo de apoyo que consigue materializar los
libros es esencial.
Agradezco a Mickey Maudlin de HarperCollins su
respuesta positiva a la idea de la Divina Compensación.
Su labor al organizar los manuscritos de mi teleclase
para sentar las bases del libro fue un regalo sin el cual
no habría podido escribirlo. Espero que nuestra cone­
xión continúe siendo productiva y divertida.
Agradezco a Ellis Levine sus excelentes y sabios
consejos. Estoy muy agradecida de saber que se ocupa
de mí.
Mi más profunda gratitud a Liana Gergely adorable,
brillante, joven y muy madura para su edad, que pasó
muchas horas ayundándome en la redacción de este li­
bro. Apareció «como caída del cielo» para realizar unas

187
^ L a L ey de la D ivi na C o m p e n s a c i ó n

prácticas de verano y resultó ser un milagro enviado


desde «un sistema de pensamiento más allá del nuestro».
Le he dicho esto muchas veces, y me alegra tener ahora
la oportunidad de decírselo al mundo. Es una de esas
personas jóvenes que te hacen tener fe en lo que puede
ser el futuro.
Mis más sincero agradecimiento a todo el equipo de
HarperCollins: al editor jefe Terri Leonard, a la coordi­
nadora de producción Liza Zuniga, a la editora Kathy
Reigstad, a Kathryn Renz y todos los que me ayudaron
a hacer de este libro, que esperamos se convierta en un
don para quien lo lea. También agradezco a Emilia Mo-
nell por su ayuda final con el manuscrito.
A mis amigos Richard Cooper, David Kessler, Francés
Fisher, Roger Wolfson y Victoria Pearman, mi agradeci­
miento por el apoyo emocional que solo los verdaderos
amigos pueden dar. Y gracias a Jennifer Ritchkoff por
querer compartir su historia.
A Tammy Vogsland, Wendy Zahler, Drea Dauer y
Jill Angelo, gracias por ayudarme a mantener los pies
en la tierra mientras mi cabeza de escritora estaba en
las nubes.
A mi hija, India: no hay palabras para expresar el
amor y gratitud que siento por quién eres y lo que eres
para mí. Como te he dicho desde que eras pequeña, es
un verdadero honor ser tu madre.
A mis lectores y mi público, especialmente en mis
conferencias de Los Ángeles, os agradezco que me man­

188
A gradecimientos

tengáis alerta. La profundidad de vuestra búsqueda y la


amabilidad que me mostráis son lo que ha inspirado
este libro.
Hay otras personas que han aportado mucha luz a
mi vida, y sabéis quienes sois.

Mi amor y agradecimiento a todos...

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