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Por supuesto, el niño lo único que quería era ser reconocido en su comunicación comprensible, mientras
el padre perdió tiempo preocupándose por el punto de vista gramatical, lo cual a la vista del niño era
totalmente irrelevante, ante el factor de que él temía que nadie lo amaba.
Un incidente similar ocurrió en una clase de primer año, cuando la maestra pidió a sus alumnos que
escribieran algunas oraciones en una hoja. Uno de los niños, al no comprender muy bien las indicaciones
dijo: “Maestra, yo no sabo qué escribir.”
La maestra perturbada por el mal uso del castellano, comenzó una barricada de correcciones para el
niño: “yo no sé; tú no sabes; él no sabe; nosotros no sabemos; ellos no saben”.
Cuando la maestra por fin terminó su monólogo de patrones, el niño muy confundido y preocupado
preguntó: “¿Nadie sabe nada?”
1
A2L: Aprendiendo una segunda lengua según el modelo de Jesús, Capítulo 11, p. 129-137
Este niño pudo estar hablando lo que él percibía como un dialecto de español completamente
aceptable. En tal caso no había, para él, ningún “error”, razón de más para que él ignorara por completo
los esfuerzos de la maestra por llamar su atención hacia los patrones del lenguaje. La lección aquí es
que, normalmente nosotros, como adultos, hacemos bien en corregir a los niños en su manera de hablar
únicamente si hay falta de significado en su expresión. En tal caso, debe hacerse de una manera
indirecta. La mayoría de los errores se corrigen solos —subconscientemente— al pasar el tiempo.
El lenguaje y el pensamiento
En un experimentoii más bien fascinante, a algunos individuos se les entregó una candela, una caja de
tachuelas y dos o tres fósforos. El trabajo consistía en sujetar la candela a una pared en posición vertical,
de manera que no goteara. Al primer equipo no se le dio ninguna etiqueta; al segundo equipo se les
dieron cuatro etiquetas, marcadas así: candela, caja, tachuelas y fósforos. El segundo equipo realizó la
tarea quince veces más rápido que el primer grupo. Esto se debía a que el primer grupo no se percató de
que la caja en sí podría servir como instrumento en la solución del problema, en cambio sólo observaba
la caja como el contenedor de tachuelas. Lo que las etiquetas hacían era enfocar la atención en cuatro
elementos separados, lo que dirigía la percepción hacia la caja como un elemento que podía ser
utilizado como la base de la candela. El lenguaje influenciaba el pensamiento.
No se analice demasiado
Aprender una lengua extranjera es como aprender tenis (o cualquier otro deporte): si se piensa mucho
al respecto, no funcionará. Como otros jugadores de tenis, yo frecuentemente solía analizar cada
aspecto de mis partidos. Me decía a mí mismo que observara la pelota, que siguiera de cerca mis
movimientos o cambiara mi alcance por detrás. Antes de darme cuenta, me estaba analizando tanto a
mí mismo, que casi no podía jugar bien el partido. Estaba monitoreando mis acciones exageradamente
de manera que mi auto-observación era demasiado aguda. Al fin me di cuenta que era mejor estar
fuera, simplemente relajándome sin pensar en mi juego de tenis. Me funcionó mejor enfocarme en mi
oponente o en ganar el partido —cualquier cosa menos en mí mismo.
De alguna forma los niños se relajan en el “juego” de aprender un idioma, sea la materna o una
segunda. Ellos no piensan en las reglas que están usando y modificando subconscientemente día a día.
En cambio, ellos se enfocan en el objetivo del lenguaje: comunicarse con los demás con propósitos
específicos. Para los niños el aprender un segundo idioma es como aprender el primer idioma: es un
esfuerzo subconsciente y espontáneo. Y no se observan a sí mismos en la manera cómo lo hacen los
adultos.
Sin embargo, esto no significa que los niños no tengan que luchar en absorber el idioma. Ellos trabajan
con gran diligencia, pasando horas y horas diariamente adquiriendo el conocimiento del idioma. Sus
recursos mentales a menudo se consumen en el proceso; a su propia manera subconsciente los niños se
involucran con determinación en entender el significado del idioma de los demás y en transmitir
mensajes con buen significado. En las edades más pequeñas, esto sólo abarca el escuchar y hablar, y no
el leer y escribir, los cuales entran en juego en la edad escolar.
La mayoría de los casos exitosos de aprendizaje de un segundo idioma en un adulto se ha dado sin tutor.
Esto lo logran las personas que se han sumergido en un ambiente donde se habla ese segundo idioma y
se ven forzados a comunicarse para sobrevivir. En estos casos las personas tienden a enfocarse en el
propósito del idioma, en vez de reflexionar mucho en las formas lingüísticas o la “pureza” de su
expresión. Pero en la sala académica es difícil crear un ambiente con la urgencia de comunicarse; esto
viene mano a mano con el vivir en la cultura extranjera.
Así que nosotros, los adultos, debemos enfocarnos menos en aspectos acerca del idioma y más en los
objetivos que nuestro segundo idioma puede alcanzar. Pero, ¿deberíamos abstenernos por completo de
estudiar la fonética, la gramática, el vocabulario o las expresiones? Por supuesto que no. En la misma
manera que un partido de tenis puede mejorar con un análisis no muy exagerado (se debe analizar
solamente lo necesario como para darse cuenta del problema, encontrar una solución rápida y luego
reincorporarse en el partido), así puede mejorarse el juego del idioma. Nosotros como adultos
realmente tenemos una ventaja sobre los niños en este punto. Podemos usar un enfoque óptimo para
nuestro propio bien. A nosotros no nos limita lo que es un proceso consumidor de tiempo, es decir,
tener que aprender algo subconscientemente por medio del descubrimiento. De manera que no es tan
ridículo llegar a la conclusión de que los adultos somos potencialmente superiores a los niños en el
aprendizaje de un idioma extranjero, si tan sólo agudizáramos esa habilidad. Investigaciones sobre
aprendices adultos exitosos atribuyen una porción significativa del éxito al aprendizaje consciente
óptimo: encontrando buenas estrategias de auto-aprendizaje y sabiendo qué es lo que deben buscar.
El fracaso en los adultos aprendices frecuentemente se debe al mal hábito de dejarnos abrumar por la
cantidad enorme de trabajo que se extiende frente a nosotros: todos los sonidos, palabras, reglas y
convencionalismos que tendremos que aprender. En vez de agarrar un poquito del idioma y estar
satisfechos con los pequeños avances, simplemente nos aplastamos bajo la presión. Una manera de
sobrellevar esta hipersensibilidad es adoptar estrategias de aprendizaje que nos ayudarán a aprender el
idioma poco a poco.
«El proceso de aprendizaje de un segundo
idioma es tan complicado y tan difícil
que la confianza en sí mismo será
importante —y quizá clave— para su éxito.»
Resumiendo, trate de no pensar demasiado en el proceso del aprendizaje, pero esté listo para la ocasión
donde deberá analizar rápidamente lo que está haciendo. Si logra balancear los dos principios de
enfocar de cerca y al mismo tiempo tener una perspectiva panorámica, usted estará bien encaminado al
éxito.
• Establecen relaciones sociales a la manera que sea —verbal o no verbal—que esté a su alcance.
• Luego se enfocan en la comunicación, desarrollando canales lingüísticos que puedan transmitir
sentimientos, deseos, necesidades, ideas y hechos.
• Finalmente, ya en un estado bastante avanzado, se preocupan por la gramática correcta, o sea,
en las formas lingüísticas correctas en sí mismas.
En parte debido a las influencias de la enseñanza formal de un idioma, los adultos tienden a darle vuelta
a este patrón hasta dejarlo de cabeza, colocando los aspectos del aprendizaje en el siguiente orden:
Castigo
El psicólogo B. F. Skinneriii demostró en sus experimentos con animales que el castigo, en contraste con
las recompensas, tenía un efecto a corto plazo. Un leve castigo sirve a menudo más como un refuerzo
que como un extinguidor del comportamiento y provoca que los animales se den cuenta del
comportamiento para luego repetirlo. Los padres deberían saber que este principio se da con frecuencia
en la crianza de los hijos. ¿Cuántas veces los niños persisten en tirar la espinaca al piso o en usar una
mala expresión o en dejar sus cuartos desordenados —simplemente por la atención que reciben de sus
padres cuando se les regaña? Skinner descubrió que la mejor manera de extinguir un comportamiento
no deseado es ignorándolo: sin recompensa ni castigo.
Amistades
Comunicación
Gramática
En el aprendizaje de un segundo idioma, de la misma manera, es mejor acentuar lo positivo que
castigarse a sí mismo por sus errores. Aún cuando usted realmente no quiere ignorar por completo sus
errores, no necesita castigarse por eso. En vez de eso, busque las recompensas de lo que sí está
haciendo correctamente, dese cuenta que está aprendiendo nuevas palabras cada día, note la sonrisa
en la cara de la otra persona cuando dice algo correctamente. Felicítese por haber completado la lección
del día.
La automotivación
Skinner también demostró que los estímulos externos no son muy efectivos en promover el aprendizaje
a largo plazo. El descubrió que las respuestas emitidas, esto es, respuestas que vienen desde adentro del
aprendiz, son las más fáciles de recordar. Por ejemplo, un ratón en un laberinto aprenderá la mejor ruta
del recorrido si se le deja hacer sus propios cruces (aquellos que son correctos y que serán
recompensados) que si se le incita, o se le dan pequeños golpes, o se le puya o se le estimula de alguna
manera externa para que haga el cruce correcto.
Mientras aprende use este principio para evaluarse a sí mismo: ¿está dependiendo demasiado en dejar
que alguien o algo más lo impulse: un libro, un programa de cassette, un maestro? La motivación
externa puede ser de ayuda, pero aún en las primeras etapas usted debe experimentar algunos
momentos en los cuales usted emita su propia respuesta interna y no sólo se deje llevar de la mano por
alguien más.
Los cursos de idiomas extranjeros que incluyen demasiada repetición a menudo fracasan en encontrar
estos ganchos. Esto ocurre porque el nuevo idioma se está aprendiendo a base de pura memorización,
sin ser integrado a todo el sistema de pensamiento. En vez de esto, el idioma memorizado ocupa un
pequeño espacio aparte, insignificante, e inútil. Y aun cuando usted alimente ese espacio con más
palabras y frases desordenadas y amontonadas, el material memorizado no será canalizado a su
memoria permanente.
Para que un idioma se convierta en algo significativo, debe ser utilizado en comunicaciones reales en
situaciones relativamente imprevistas. No encajone su aprendizaje en el contexto de rutinas y escenas
ensayadas. Ábralo y déjelo ser utilizado para lo que realmente es: comunicación.
Aprendizaje a la defensiva
Regrese un momento al pasado e imagínese a usted mismo en la primaria o secundaria. ¿Cuánto de su
aprendizaje fue el resultado de competir con sus propios compañeros de clase, intentando sacar
mejores calificaciones? ¿Cuánto fue el resultado de querer complacer a sus maestros al hacer lo que
ellos le decían que hiciese? Y ¿Cuánto fue el resultado de seguir las reglas, cumpliendo con los
requerimientos del sistema y pasando por exámenes estandardizados? Para muchos de nosotros la
mayor parte de nuestro aprendizaje en la escuela estuvo a la defensiva. Aprendimos a defendernos de la
competencia de otros estudiantes, del maestro y de la institución. Esto creó una situación en la que los
motivos para aprender estaban de cabeza. En vez de aprender por sus beneficios positivos, mantuvimos
el paso simplemente para evitar castigos.
Así que, ¿qué es exactamente lo que está sucediendo aquí? Obviamente el aprendizaje de un idioma es
una enorme sobrecarga. Un sistema de miles de palabras que pueden ser ordenadas en infinidades de
secuencias no es cualquiera cosita para la mente. La memoria tiene que cargar un peso muy grande, ya
que tenemos que retener este sistema de alguna manera ordenada a fin de que se pueda apropiar a
subsistemas que puedan recordarse en muchos contextos a los que nos enfrentamos día a día. El
concepto tradicional del CI es demasiado limitado para explicar o medir todo lo que está pasando.
Nuestro “coeficiente intelectual para aprender idiomas” aparenta ser un sistema muy complicado, que
no se confina a los dos factores tradicionales del CI.
1. Inteligencia lingüística
2. Inteligencia lógica y matemática
3. Inteligencia espacial (la habilidad de encontrar su camino en cualquier ambiente, de formar
imágenes mentales de la realidad y de transformarlas fácilmente)
4. Inteligencia musical (la habilidad de percibir y crear patrones de tono y ritmo)
5. Inteligencia kinestésica o corporal (movimientos motores, proezas atléticas)
6. Inteligencia interpersonal (la habilidad de comprender a otros, cómo se sienten, lo que los
motiva, cómo interactúan los unos con los otros)
7. Inteligencia intrapersonal (la habilidad de verse a sí mismo, poder desarrollar un sentido de
identidad personal)
Gardner mantiene que si sólo consideramos las primeras dos categorías eliminamos un gran número de
habilidades mentales. Además, demuestra que nuestras definiciones tradicionales de inteligencia están
ligadas a la cultura. El “sexto sentido” de un cazador en Nueva Guinea o las habilidades de navegación
de un marino en Micronesia no se pueden considerar ni medir con nuestras definiciones occidentales
del CI.
Al ampliarnos en definir inteligencia cómo lo ha hecho Gardner, podemos con mayor facilidad discernir
la relación entre la inteligencia y el aprendizaje de un segundo idioma. Entre sus siete factores hay
atributos mentales que son cruciales para el éxito. La inteligencia musical explica la facilidad relativa con
la que algunos aprendices perciben y producen tonos y ritmo que conllevan gran significado en todos los
idiomas. La inteligencia kinestésica o corporal contribuye a la habilidad de imitar la pronunciación de un
idioma y mejorar el acento. La inteligencia interpersonal —de la manera que percibimos y aceptamos a
otras personas— es de gran importancia en el proceso de comunicación. Los factores intrapersonales
son cruciales para el desarrollo de la autoestima y las estrategias para transacciones sociales, las cuales
son claves para prepararse competentemente en un idioma extranjero. Hasta se podría especular que
las otras categorías también contribuyen al aprendizaje de un idioma y especialmente la cultura.
No es nada difícil ver por qué los miembros de la Sociedad Mensa no son necesariamente los mejores
aprendices de idiomas: este proceso y desafío intelectual va mucho más allá de lo que el mundo
orientado hacia el CI nos permitiría creer. Esos cerebritos en las escuelas pueden estar utilizando tan
sólo 2/7 de sus cerebros.
i
Brown 1991.
ii
Reportado en Herbert H. Clark and Eve Clark, 1977, Psychology and Language: An Introduction to
Psycholinguistics, New York: Harcourt Brace-Jovanovich, Inc.
iii
B. F. Skinner, 1983, Behavior of Organisms: An Experimental Analysis, New York: Appleton-
Century-Crofts.
iv
Howard Gardner, 1983, Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences. New York: Basic
Books.