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La Santísima Trinidad y la misión

Padre Federico, el 1.06.19 a las 3:20 PM

Las Misiones Católicas tienen “un carácter


esencialmente trinitario” (cf. CM 1). En efecto, si
bien todas las obras trinitarias “ad extra” son obras
de las Tres Divinas Personas, hay obras que los
téologos las atribuyen a alguna Persona
determinada. Por tanto, como se enseña en el
documento Cooperatio Misionalis, el Espíritu Santo
congrega a la Iglesia en toda la tierra, la ilumina y
le da fuerza para anunciar a Cristo y al Padre –
revelado por Cristo (cf. CM 1)[1].
Dios Padre y la Misión
¿De dónde nace el designio misionero? El designio
misionero, como enseña el Concilio Vaticano II°
(cf. AG 2), dimana de Dios Padre, dimana de Su
“amor fontal” o caridad paternal. En efecto, la
Iglesia toma su origen de la Misión del Hijo y del
Espíritu Santo, la cual tiene lugar según el designio
de Dios Padre (cf. AG 2)[2].
Pero, ¿cuál es el designio del Padre? Dios Padre
para establecer la caridad –en su doble dimensión,
horizontal y vertical-, “decretó entrar en la historia
de la Humanidad de un modo nuevo y definitivo
enviando a su Hijo en nuestra carne para arrancar
por su medio a los hombres del poder de las
tinieblas y de Satanás (Cf. Col., 1,13; Act., 10,38),
y en El reconciliar consigo al mundo (Cfg. 2 Cor.,
5,19)” (AG 3) constituyéndolo a Su Hijo, por quien
hizo el mundo, “heredero de todo a fin de instaurarlo todo en El (Cf. Ef., 1,10)” (AG 3)[3].
Dios Hijo y la Misión
Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el máximo Misionero. Como decía S.S.
Pablo VI, “Jesús mismo, Evangelio de Dios, ha sido el primero y el más grande evangelizador. Lo ha sido
hasta el final, hasta la perfección, hasta el sacrificio de su existencia terrena” (EN7).
Las Misiones Católicas, las cuales cooperan con la misma Misión de Cristo, desde sus orígenes hasta la
Parusía, se basan “en el poder del Resucitado”, no en las capacidades humanas (RM 23)[4].
Dios Espíritu Santo y la Misión
El Espíritu Santo, enviado por Cristo “de parte del Padre”, impulsa “a la Iglesia hacia su propia dilatación”
(AG4)[5]. El envío misionero “es envío en el Espíritu  (…): Cristo envía a los suyos al mundo, al igual que
el Padre le ha enviado a él y por esto les da el Espíritu” (RM22)[6].
Si bien todas las obras trinitarias “ad extra” son obra de las Tres Personas, los téologos atribuyen al
Espíritu Santo el ser “el Protagonista de la Misión”. En efecto, como enseña San Juan Pablo II Magno, “el
Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misión eclesial” (RM21). Este protagonismo se ve
claro al pensar que “solamente después de la venida del Espíritu Santo, el día de Pentecostés, los
Apóstoles salen hacia todas las partes del mundo para comenzar la gran obra de evangelización de la
Iglesia (…) Pedro explica el acontecimiento como la realización de la profecía de Joel: «Yo derramaré mi
Espíritu» (112)” (EN75)[7]. Enseña el Concilio Vaticano II° que “el Espíritu Santo, que llama a todos los
hombres a Cristo, por la siembra de la palabra y proclamación del Evangelio, y suscita el homenaje de la
fe en los corazones, cuando engendra para una nueva vida en el seno de la fuente bautismal a los que
creen en Cristo, los congrega en el único Pueblo de Dios que es “linaje escogido, sacerdocio real, nación
santa, pueblo de adquisición” (AG15).
La obra del Espíritu Santo “resplandece de modo eminente en la misión ad gentes, como se ve en la
Iglesia primitiva por la conversión de Cornelio (cf. Act  10), por las decisiones sobre los problemas que
surgían (cf. Act  15),por la elección de los territorios y de los pueblos (cf. Act 16, 6 ss)” (RM21).
El Espíritu Santo actúa en los Misioneros. La acción del Espíritu Santo es muy concreta. En efecto, “El es
quien, hoy igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y
conducir por El, y pone en los labios las palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también
el alma del que escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del reino anunciado”
(EN75).
Pero, el Espíritu Santo no solo actua en los Misioneros sino que también actua en los Misionados, de un
modo especial disponiéndolos a la conversión. Así lo expresaba San Juan Pablo II: “El Espíritu actúa por
medio de los Apóstoles, pero al mismo tiempo actúa también en los oyentes: « Mediante su acción, la
Buena Nueva toma cuerpo en las conciencias y en los corazones humanos y se difunde en la historia. En
todo está el Espíritu Santo que da la vida »” (RM21). Es el Espíritu Santo Quien dispone a las almas a la
conversión ya que Él es “quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de
salvación” (EN75).
Por lo dicho, S.S. Pablo VI exhortaba a “a todos y cada uno de los evangelizadores a invocar
constantemente con fe y fervor al Espíritu Santo y a dejarse guiar prudentemente por El como
inspirador decisivo de sus programas, de sus iniciativas, de su actividad evangelizadora” (EN75)[8].
P. Federico Highton, S.E.

Notas el pie:
[1]“la Iglesia es congregada en la unidad, en toda la tierra, por el Espíritu Santo, protagonista de la misión,
del que recibe luz y energía para anunciar la verdad sobre Cristo y sobre el Padre, por él revelado. La
misión de la Iglesia posee, pues, un carácter esencialmente «trinitario»” (CM 1).
[2] “La Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del
Hijo y del Espíritu Santo, segûn el designio de Dios Padre. pero este designio dimana del “amor fontal” o
de la caridad de Dios Padre” (AG 2).
[3] ““Dios, para establecer la paz o comunión con El y armonizar la sociedad fraterna entre los hombres,
pecadores, decretó entrar en la historia de la hUmanidad de un modo nuevo y definitivo enviando a su
Hijo en nuestra carne para arrancar por su medio a los hombres del poder de las tinieblas y de Satanás
(Cf. Col., 1,13; Act., 10,38), y en El reconciliar consigo al mundo (Cfg. 2 Cor., 5,19). A El, por quien hizo el
mundo, lo constituyó heredero de todo a fin de instaurarlo todo en El (Cf. Ef., 1,10)” (AG3).
[4]“La misión de los discípulos es colaboración con la de Cristo: « Sabed que yo estoy con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo » (Mt 28, 20) La misión, por consiguiente , no se basa en las capacidades
humanas, sino en el poder del Resucitado” (RM23).
[5] “Y para conseguir esto envió Cristo al Espíritu Santo de parte del Padre, para que realizara
interiormente su obra salvífica e impulsara a la Iglesia hacia su propia dilatación” (AG 4).
[6] “Este envío es envío en el Espíritu, como aparece claramente en el texto de san Juan: Cristo envía a
los suyos al mundo, al igual que el Padre le ha enviado a él y por esto les da el Espíritu” (RM22)
[7] “En efecto, solamente después de la venida del Espíritu Santo, el día de Pentecostés, los Apóstoles
salen hacia todas las partes del mundo para comenzar la gran obra de evangelización de la Iglesia, y
Pedro explica el acontecimiento como la realización de la profecía de Joel: «Yo derramaré mi Espíritu»
(112)”(EN75). En pocas palabras,“«Gracias al apoyo del Espíritu Santo, la Iglesia crece» (117). El es el
alma de esta Iglesia” (EN75).
[8] “En efecto, solamente después de la venida del Espíritu Santo, el día de Pentecostés, los Apóstoles
salen hacia todas las partes del mundo para comenzar la gran obra de evangelización de la Iglesia, y
Pedro explica el acontecimiento como la realización de la profecía de Joel: «Yo derramaré mi Espíritu»
(112). Pedro, lleno del Espíritu Santo habla al pueblo acerca de Jesús Hijo de Dios (113). Pablo mismo
está lleno del Espíritu Santo (114) ante de entregarse a su ministerio apostólico, como lo está también
Esteban cuando es elegido diácono y más adelante, cuando da testimonio con su sangre (115). El
Espíritu que hace hablar a Pedro, a Pablo y a los Doce, inspirando las palabras que ellos deben
pronunciar, desciende también «sobre los que escuchan la Palabra» (116). «Gracias al apoyo del Espíritu
Santo, la Iglesia crece» (117). El es el alma de esta Iglesia. El es quien explica a los fieles el sentido
profundo de las enseñanzas de Jesús y su misterio. El es quien, hoy igual que en los comienzos de la
Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por El, y pone en los labios las
palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también el alma del que escucha para hacerla
abierta y acogedora de la Buena Nueva y del reino anunciado” (EN75). En el mismo texto, S.S. Pablo VI
enseñaba lo siguiente: “Ahora bien, si el Espíritu de Dios ocupa un puesto eminente en la vida de la
Iglesia, actúa todavía mucho más en su misión evangelizadora. No es una casualidad que el gran
comienzo de la evangelización tuviera lugar la mañana de Pentecostés, bajo el soplo del Espíritu.Puede
decirse que el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización: El es quien impulsa a cada uno a
anunciar el Evangelio y quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de
salvación (118). Pero se puede decir igualmente que El es el término de la evangelización: solamente El
suscita la nueva creación, la humanidad nueva a la que la evangelizació debe conducir, mediante la
unidad en la variedad que la misma evangelización querría provocar en la comunidad cristiana. A través
de El, la evangelización penetra en los corazones, ya que El es quien hace discernir los signos de los
tiempos -signos de Dios- que la evangelización descubre y valoriza en el interior de la historia.El Sínodo
de los Obispos de 1974, insistiendo mucho sobre el puesto que ocupa el Espíritu Santo en la
evangelización, expresó asimismo el deseo de que Pastores y teólogos -y añadiríamos también los fieles
marcados con el sello del Espíritu en el bautismo- estudien profundamente la naturaleza y la forma de la
acción del Espíritu Santo en la evangelización de hoy día. Este es también nuestro deseo, al mismo
tiempo que exhortamos a todos y cada uno de los evangelizadores a invocar constantemente con fe y
fervor al Espíritu Santo y a dejarse guiar prudentemente por El como inspirador decisivo de sus
programas, de sus iniciativas, de su actividad evangelizadora”.
EN: Evangelii Nuntiandi, S.S. Pablo VI
RM: Redemptoris Missio, San Juan Pablo II Magno
AG: Decreto Ad Gentes (Concilio Ecuménico Vaticano II)
CM: Cooperatio Missionalis

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