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de la Contrarreforma
Estudios sobre la iconografía del final del siglo XVI
y de los siglos XVII y XVIII
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..... Copyr ghted matenal
Título original
Vart religieux apres le Concile de Trente
,;
Traducción
Ana M 1 Guasch
Revisión
Joan Sureda
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ÍNDICE
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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PREFACIO
Este libro difiere un poco de mis otros libros que. tratan sobre arte
religioso (L j.tn religieu.x du xn stecle en France; L ~rt religieux du XIIP
siecle en France; L ~rt reltgieux de la fin moyen age en France). No es
sólo una historia de la iconografía religiosa en Francia después del con-
cilio de Trento; es una historia de la iconografia religiosa en la mayor
parte de la Europa católica, en la época de la Contrarreforma y los dos
siglos que la siguieron. Francia dispone aquí de su lugar, pero ya no
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El arte religioso de la Contrarreforma
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Prefacio
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El arte religioso de la Contrarreforma.
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Prefacio
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El arte religioso de la Contrarreforma
Notas
1
El Diario romano da un total de 342 iglesias, 67 capillas, 27 oratorios. No
voy a citar en este libro todas las iglesias que he visto: los ejemplos eran tan
numerosos que se imponía una elección. Cito algunas Gufas útiles para el estu·
dio de obras de arte en las iglesias de Roma; Filippo Titi, Studto dt pftture... nelle
chíese di Roma, 1675; la misma obra, completada por Posterla, 1708; Nibby,
Roma nell'anno 1838~ Parte l Moderna; Diego Angeli, Le Cblese dt Roma, 1922;
C. Gradara, Le Chtese mtnorl dl Roma; vid. la colección de monogratias publi-
cadas bajo la dirección de M. Galassi Paluzzi.
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Capítulo primero
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El arte religioso de la Contrarreforma
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El arte y los artistas después del concilio de Trento
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El arte religioso de la Contrarreforma
nal Barberini, el futuro papa Urbano VIII, dijo sonriendo que con dos ver-
sos convertiría la obra en edificante, y escribió:
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El arte y los artistas después del concilio de Trento
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El arte re1igioso de la Contrarreforma
m
Había todavía otras formas de quebrantar las reglas del concilio de
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Trento. Sin introducir figuraciones inútiles que aparecerian ahora como
verdaderas faltas contras las normas del arte religioso, el artista podía no
dar la suficiente nobleza a los personajes evangélicos. En este sentido la
Iglesia se mostró extremadamente severa para el gran innovador que fue
Caravaggio; por tres veces le rechazó sus obras, que juzgaba vulgares,
poco propias para elevar el espíritu. No quería colocar en uno de los a)ta..
res de San Pedro su cuadro de la Virgen y el Niño aplastando a la ser-
piente17, puesto que la escena, sostiene Bellori, estaba representada de una
manera poco digna18• La Iglesia tampoco aceptó su. Muerte de la Vitgen,
destinada a Santa Maóa della Scala19 , juzgando que la imagen de la Vrrgen,
de la cual se decía -que no era más que una mujer muerta y ya hinchada~t,
no podía despertar ningún sentimiento de piedad. Finalmente, la Iglesia
obligó al artista a rehacer su san Mateo de San Luis de los Franceses. A
este san Mateo, sentado, que se parecía a un hombre del pueblo con las
piernas desnudas, se le repiOChaba •mostrar groseramente sus pies-. Había,
por tanto, en el violento Caravaggio algo que molestaba a la Iglesia. Más
profundamente que nadie, Caravaggio sentía que el cristianismo había
sido anunciado a los pobres por los pobres. Su dulce Vrrgen de
Sant'Agostino inclina la cabeza con bondad hacia un viejo campesino y
una pobre campesina de la campiña romana arrodillados ante ella.
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El arte y los artistas después del concilio de Trento
Caravaggio parece creer que la venida de Cristo es sólo para los que no
tienen nada en este mundo. El san Mateo que le fue rechazado y que en
la actualidad se halla en el museo de Berlín posee gran emotividad. Es un
humilde artesano, que apenas sabe escribir, pero cuya mano es guiada por
un ángel que desciende del cielo. ¿Quién, pues, ha hecho comprender
mejor que este rudo Caravaggio, que fue arusado de no tener alma, que
el Nuevo Testamento es un libro inspirado, y que cada palabra del
Evangelio parece escrita por un ángel? Ribera debe a Caravaggio no sólo
sus contrastes de luz y sombra, sino también su cristianismo popular, sus
apóstoles curtidos por el sol y por el viento del mar. Es probable que inclu-
so el propio Rembrandt sea en algún aspecto deudor de este extrafio
genio, anunciador de un arte nuevo. La Familia del catptntero es, con un
mayor grado de ternura humana y de sombras más transparentes, una
obra en su línea. La Iglesia fue severa con Caravaggio, puesto que se apar-
taba de la gran tradición cristiana amante de la nobleza y de la belleza; sus
obras tenían ese carácter ·insólito- que inquietaba al concilio de Trento.
IV
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El arte religioso de la Contrarreforma
illam lego, flentem non lego (leo en el Evangelio que ella está de pie,
pero no que haya llorado). Por este motivo, en Roma se mandaron qui-
tar muchos cuadros representando a la Virgen desvanecida en el
Calvario22• Poco más tarde, el censor del palacio sagrado no dio autori·
zación a Bloemaert para publicar el grabado que había hecho sobre la
Crucifooón de Annibale Carracci, puesto que la Virgen estaba represen-
tada extendida al pie de la Cruzl3.
Se tendrá que contar, por tanto, con no hallar en el arte del si-
glo XVII más que vírgenes de pie en el Calvario. En efecto, son muy
numerosas. Rubens, Van Dyck, Philippe de Champagne no la pintan de
otro modo, pero sorprende ver cómo, al mismo tiempo, Lanfranc en
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El arte y los artistas después del concilio de Trento
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senta es el martirio con todo su horror; si ocultaba la imagen de la muer-
te, en lo sucesivo se atreve a esculpir esqueletos en las tumbas. El arte
del siglo XVII parece retroceder y encontrarse, más allá del Rena-
cimiento, con eJ arte patético de los últimos siglos de la Edad Media. De
este modo, la Iglesia, sin violencia, dejando a un lado las viejas leyen-
das, transformó el arte cristiano. Esta Iglesia de la Contrarreforma, ardien-
te y apasionada, que conoció la angustia, la lucha y el martirio, esta
Iglesia de los grandes santos en éxtasis, hizo el arte a su imagen.
Si tuvo tanto éxito, fue por el hecho de que encontró artistas dóci-
les a sus enseñanzas y enteramente inmersos en el espui.tu religioso de
su tiempo.
En la actualidad, de los artistas del siglo XVII tenemos una idea muy
singular: uno imagina que, después del Renacimiento, se habían vuelto
un poco indiferentes al tema que tenían que representar, sin otra reli-
gión que la de la ünea y el color. En el hermoso libro Los Maestros de
antaño~, Fromentin ni una sola vez se pregunta si Rubens era cristiano.
Ahóra bien, sabemos que Rubens oía misa todas las mañanas antes de
•
ir al trabajo: tenemos, pues, el derecho de pensar que no sólo ponía su
talento al se_rvicio de sus cuadros religiosos, sino también su fe. Fingir
no dar ninguna importancia a esta fe de Rubens, como si Rubens fuera
Courbet, es no querer comprenderlo en toda su extensión. Rubens no
era por entonces una excepción. Cuando se leen las biografías de los
artistas del siglo XVII escritas por Baldinucci, Bellori, Pascoli, Malvasia,
Guillet de Saint-Georges, Péllbien, Descamps, ,P acheco, Ceán Bermúdez,
se descubre con sorpresa que todos los pintores y escultores no eran
solamente discretos cristianos, sino que alguno de ellos eran hombres
de una piedad ejemplar. Los visitantes de Roma, para los cuales Bernini
es ejemplo del artista puro, si leyesen a Baldinucd se extrañarían sin
duda al enterarse de que comulgaba dos veces por semana y que cada
año hacía un retiro, de acuerdo con el método de los Ejercicios espiri-
tuales de Ignacio de Loyola. El propio Bernini, que personificó la
Muerte en las tumbas, hablaba frecuentemente de la muerte con su
sobrino, el P. Marchesi, sacerdote del Oratorio, y se preparaba yendo a
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El arte religioso de la Contrarreforma
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El arte y los artistas después del concilio de Trento
• Inglaterra, a pesar de que fue llamado por el rey, porque creía no poder
llevar a cabo sus ejercicios de piedad en un país protestantel2• Francesco
Ferrari, el pintor de Ferrara, no comenzó nunca a pintar un santo sin
haberle dirigido antes una plegaria33, lo cual era también una costumbre
del Domenichino. ·Rezo a san Javier dice en una de sus cartas para
que .m e dé la gracia de pintar dignamente su capilla•~. Mattia Preti, el
Calabrés, al llegar a viejo dejó de trabajar para poder prepararse duran-
te algunos afios para la eternidad35 •
El pintor y grabador Ludovico Padovano había mandado hacer su fére-
tro y lo había colocado bajo su cama36• Sorprenderá, sin duda, saber que
el encantador Tiépolo, que no parecía haber nacido más que para disfru-
tar de los placeres de la vida, formaba parte de la O:>fradía del Carmelo" .
Estos buenos cristianos no tenían, por lo demás, todas las virtudes; a
menudo eran violentos, apasionados, irritables; se defendían mal contra su
sensibilidad vital Las mujeres fueron el tormento del piadoso Sacchi, que
se arrodillaba delante de la Madonna para pedirle alguna gracia38• Guido
Reni, que, por su piedad, su vida pura, su caridad, era considerado como
el prototipo de hombre honesto, no podía resistirse a su pasión por el
juego'9. Pero el arrepentimiento seguía a la falta. Agostino Carracci, al que
sin duda se le podían hacer reproches, pasó sus últimos dias entre los capu-
chinos de Bolonia, con el fm de meditar, de orar y de pintar un san Pedro
llorando sus pecados«». Cristofano Allori, después de haber pintado su her-
mosa amante representando a}udith con la cabeza de Holofemes, entró en
la cofradía más austera de Florenda~1 •
Los artistas franceses del siglo XVII no se diferenciaban mucho de
los artistas de la Edad Media. La vida de }ean Boucber, el pintor de
Bourges"' se asemeja a la de los viejos maestros. Tenía su taller en una
de las torres de la catedral, y sólo trabajaba para iglesias y conventos a
los que en su testamento pedía plegarias para su alma. Él mismo se
representarla arrodillado con su madre a los pies de san Juan, su patró n,
con. esta inscripción:
Al igual que los artistas italianos, los franceses comenzaban el día asis-
tiendo a misa: ésta era la costumbre de Callot'3; también la de Michel Serre,
que tan valiente se mostró durante la peste de Marsella... Cuando alean-
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El arte religioso de la Contrarreforma
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zaban la fama a veces edificaban una capilla en una iglesia y allí prepara-
ban su tumba. Es lo que hicieron Claude Deruet en la casa de los carme-
litas de Nancy'5, Puget en la capilla de santa Magdalena, cerca de Marsella;
y Girardon en Saint-Lan<hy de París. El propio Girardon esculpió la tumba
de su esposa, que debía ser a su vez la suya, y la había coronado con un
Cristo de piedad, tendido en la tierra, cerca de la V.ugen puesta de pie
junto a la Cruz. Se podía leer esta inscripción: ·El tal Girardon, queriendo
consagrar a jesucristo todo lo que pudiese haber adquirido de inteligen-
cia y de luz en su arte, ha dado a la iglesia de Saint-Landry esta obra al
pie de la cual descansa•46• Tales eran los sentimientos del autor del Baño
de Apolo y de El Rapto de Proserpina. Le Brun tenía su capilla en Saint-
N.icolas du Chardonnet, y fue allí donde levantó para su madre esa admi-
rable tumba donde puso todo su amor filial y toda su fe. No la represen-
tó muerta, sino viva, como siempre la había querido. Se incorpora en su
tumba a la llamada del ángel, temblorosa ante la eternidad, pero con tal
dulce humildad y esperanza que desarmaba a su juez.
En pleno siglo xvm muchos artistas se mantenían aún profundamente
cristianos. Bouchardon, después de la muerte de su esposa, esaibió a su
hijo: ·Habria sucumbido a la aflicdón si Dios, en el cual yo he tenido siem-
pre todas mis esperanzas, no me hubiese socorrido-47• En el siglo XVII hubo
en Francia muchos artistas protestantes, pero algunos de ellos se convirtie-
ron, como Le Gros, que abjuró en Roma•. Sébastien Bourdon pennanedó,
sin embargo, fiel al calvinismo, por lo que sus obras inspiraban algunos
recelos. Su obra La caida de Simón el Mago, pintada para la catedral de
Montpellier, fue juzgada con severidad: un critico creyó descubrir en ella
una cierta falta de respeto por los apóstole~. La fábrica de Saint-Getvais,
en París, preocupada por las intenciones que hab'ta denotado con relación
a los mártires Getvasio y Protasio, le retiró una parte de los cuadros que
debía pintar y los confió a Le Sueur y a Philippe de ChampagneSO. Sébastien
Bourdon era, a pesar de ello, un alma religiosa. Uno de sus amigos, com:
prometido en una unión ilegítima, le pidió que le hidese el retrato de la
mujer que amaba. Bourdon se negó. Obstinándose el amigo, acabó por
prometérselo, pero, en lugar del retrato esperado, le envió un Ecce bomo,
con las siguientes líneas: •Ved si este objeto es digno de vuestro corazón y
vuestro corazón de este objeto. Uníos a él, y rechazad cualquier otro pen-
samiento-51. Se adivina, pues, que Sébastien Bourdon no era un escéptico,
y que sus cuadros religiosos podían incluso mover a compasión.
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El arte religioso de la Contrarreforma
VI
Todos estos artistas, tanto los laicos como los clérigos, se habían for-
mado en la enseñanza de la Iglesia, en los sermones, en los retiros espi-
rituales, en los libros piadosos; estaban de tal manera en perfecta armo-
nía con el pensamiento religioso de su tiempo que, aun sin haber
recibido el rumbo preciso, fueron fieles intérpretes del catolicismo de la
Contrarreforma. Incluso, en muchos casos, actuaron de guías, y de vez
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El arte y los artistas después del concilio de Trento
lista que le fue remitida por el superior•59 • Esta gran obra, de la cual no
poseemos más que algunos bocetos, era una Biblia. de los pobres, una
serie de oposiciones simbólicas entre el Antiguo y el Nuevo Testamento
que no había podido ser concebida más que por un teólogo. Los jesui-
tas no eran hombres que dejasen sin dirección a los artistas que traba-
jaban en sus iglesias; en la iglesia del Gesu, Paglione nos asegura que
el pintor Gaspare Celio ejecutaba lo que el P. Valeriana había concebi-
do60. En Austria se ha conservado un programa preparado por los jesui-
tas para los artistas encargados de decorar su iglesia de Brünn61 : una
capilla estaba consagrada a la Cruz y en ella se debían ver los símbolos
que la anuncian en el Antiguo Testamento: el junquillo de Moisés, la
vara de donde colgaba el racimo maravilloso, la tau portando la ser-
piente de bronce. Las otras Órdenes no descuidaron tampoco la deco-
ración de sus iglesias, como lo demuestra el hecho de que los carmeli-
tas de Ferrara encargasen los frescos de su cúpula al pintor Ippolito
Secarsella, que se comprometió, por contrato, a pintar la subida al cielo
de Elías con las figuras ordenadas por el Padre prior•62 •
Las cosas no ocurrían de otro modo en Francia. La abadesa de Saint-
Pierre de Lyon propuso ella misma a los artistas los temas que debían
representar en el monasterio6}. El pintor Blanchet no pudo acometer los
episodios de la vida de san Pedro que le habían sido encomendados
hasta que los dibujos fueron aprobados por la abadesa. La propia aba-
desa encargó al escultor Simond Guillaume oponer una mujer fuerte del
Antiguo Testamento con una santa del Nuevo, y representar también
sutiles personificaciones de la Penitencia, el Silencio, la Castidad, cuya
actitud y atributos le fueron impuestos64•
Se podrían presentar, sin duda, muchos otros contratos del mismo
tipo65 • A menudo, cerca del artista descubrimos un hombre de iglesia
que le ayuda con sus consejos. Para concluir la decoración de la capi-
lla Paulina en el Vaticano, Vasari consultó al P. Borghini, de la Orden de
los Hermanos Predicadores66 ; el Domenichino, encargado de pintar las
pechinas de San Cario en Catinari y de Sant'Andrea della Valle, en
Roma, tuvo que recurrir a la ciencia teológica de Monseñor Agucchi,
consejero de los Carracci67•
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El arte y los artistas después del concilio de Trento
Notas
' Labbe, Sacrosancta Cons1lla, t. XX, p . 171. Ver Ch. Dejob, De l'Injluence
du Conclle de Trente, París 1884..
z Missirini, Memotre per servtre alla storla della romana Accademla di san
Luca, cap. XXVIII.
' De Htstor. sanct. lmag. et ptct., lib. D.
• D1scorso tntorno al/e tmaglnl sacre, Bolonia 1582. Sólo disponemos del
sumario de la parte que estaba consagrada al desnudo.
' 0 Rtposo, Florencia 1584, pp. 109 y ss.
6
Dialogo deglt er.,'Ort del ptltort, 1564. Aquí se encuentra una critica muy
acerba de los desnudos de Miguel Ángel y de sus libertades iconográficas.
7
Ver Ottonelli, SJ, Tratatto del/a putura, 1652.
1
Le P. de Barry, SJ, La Morte de Paultn et d'Alexts, p. 27.
9 Su carta ha sido publicada por Bottari, Lett. ptttor., ed. de Milin, 1822,
» Drexelius, SJ, De Cbrtsto mortente, pars 11, cap. XII, § v. Ver también sobre
este tema: Surius, De probatts sanctorum blstorlts, t. IV, p . 689; Arias, SJ, De
Imttat. Domtnae Nostrae, cap. xun, Amberes 1602; MaUonius, jesu Cbrtsti sttg-
mata, Venecia 16o6; Stengelius, Passtonts btstorta, 1622, p. 491; Confalonerio,
Vita beattss. Virgtnu, Palermo y Milán 1664, p . 30.
21
Rebellus, Rosario de la santtss. Vtrgen, Evora 1600, lib. 11, cap. XI, ad. 11;
Trombelli, Marlae sancttssimae vtta, t. IV, p. 289; Tillemont, Mém. pour servir a
l'btst. ecclis., t. 1, p. 67.
n Juan de Cartagena, Homeltae, t. 111, p . 441.
8
Baldinuccí, Nottzte de'Projessorl dt Dtsegno..., etc., t. XI, p. 455. Citamos a
Baldinucci, seg(Jn la colección de los Cl~sicos italianos, M.ilin 1812.
34
En la gran Crucifixión de la Cartuja de San Martino, en N~poles.
~ Cuadro grabado por el propio artista; Roma, Gabinete de Estampas, 48 H
20. Indicaremos en este libro las signaturas del Gabinete de Estampas de Roma
y del Gabinete de Estampas de Pañs.
36
Maselli, Sj, Vita della beata Vergtne, Venecia 1610, p . 654.
u Malvasia, op. cit., t. 11, p . 300.
11
Baruffaldi, VUe de'píttort jerraresl1 t. ll, p. 239 (ed. de 1846).
19 Bottari, Len. ptttor., Milán 1822, t. 111, pp. 445 y ss.
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El arte religioso de la Contrarreforma
.46 El diseño de la tumba fue dado por Millin, en sus Antlquttés nationales.
n Réunton des Soctétés des beaux-arts des départements, 1894, t. L p . 267
~ Guillet de Saint Georges, op. cit., t.1 p . 269.
j2 Folleto de Samuel Boissiere, ver Ph. de Chennevieres, op. cit., t . IV, p . 184.
.61 jabrbuch der Kunstbtst. Samml. des allerbocb. Kaisserbauses, t. XID, p. 211 .
.61 Baruffaldi, op. cit., t. II, p . 12.,
.63 Los contratos han sido publicados por L. Charvet, Réun. des Soc. de beau.x-
arts des dép., 1893, p. 165.
~ La abadesa tenía entre sus manos la Iconología de Ripa, que estudiaremos
en el capitulo IX.
~ Fue el abad Talont párroco de Saint-Gervais, el que, queriendo tener tapi-
ces consagrados a san Gervasio y a san Protasio, dio la lista de los temas a Le
Sueur. El artista se comprometió a facilitar los bocetos y a modificarlos, si fuere
necesario. Ver Bu/l. de la Soc. de I'Hist. de fArt .franf(Jis, 1933, pp. 56 y ss .
.66 Bottari, Lett. ptttor., t. !, p . 253.
~ Malvasiat op. cit., t. Ilt p . 239.
68
Paillon, Vle de M . Olter, t. lit p . 205 .
m Malvasia, op. cit., t. 11, pp . .260 y ss.t 307 y ss.
1D El diario de los encargos hechos a Isabel Sirani lo atestigua (Malvasía,
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