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Colonización y guerra de imágenes

en el México colonial y moderno

Serge Gruzinski

La colonización se ha estudiado sobre todo Un mundo fragmentado


desde los puntos de vista económico, político
y religioso. Se ha prestado menos atención, en La colonización de lo imaginario y, en particu-
cambio, a procesos y agresiones, relacionados lar, la ofensiva de la imagen europea, constitu-
con los modos de comunicación y de represen- yeron una de las respuestas a las oleadas de
tación, de que ha quedado poca constancia en disturbios provocadas por la conquista espa-
los archivos y que han sido tal vez tan perni- ñola. L a invasión engendró en el Caribe y en
ciosos y a veces m á s «eficaces» que los prime- México, y luego en los Andes, sociedades frag-
ros. La colonización de lo imaginario -es de- mentadas, esto es, medios sociales nuevos y
cir, la inculcación de maneras de ver, de sentir caóticos en los que las relaciones sociales y las
y de concebir la realidad- funciones culturales estu-
es una manifestación fun- vieron expuestas a todo
Historiador especializado en el México
damental de la occidentali- colonial, Serge Gruzinski es co-director tipo de cortocircuitos y a
zación del Nuevo M u n d o del Centro de Investigaciones sobre turbulencias incesantes: in-
y de México en particu- México, America Central y los Andes, subordinación, desorden
del Centro Nacional de Investigaciones
lar1. Es preciso, empero, Científicas, Ecole des Hautes Etudes en administrativo, conflictos
observar el f e n ó m e n o Sciences Sociales, 54 Boulevard Ras- abiertos o latentes, semi-
a largo plazo para deter- pail, 75006 París, Francia. Es autor de guerras civiles, etc.3. Los
múltiples obras, entre ellas La colonisa-
minar el lugar que ocupa tion de l'imaginaire ( 1988) o De l'idolâ- cronistas de la época ex-
en la gestación social y trie (1988) y actualmente está prepa- presan la extrema inestabi-
cultural del país conside- rando una Historia del Nuevo Mundo lidad de los vínculos socia-
rado. en seis volúmenes. El primer volumen,
De la découverte à la conquête, 1492- les entre los españoles m e -
E x a m i n a r e m o s aquí 1550: une expérience européenne se pu- diante una serie de térmi-
con particular detenimien- blicó en 1991. nos -behetría, parcialidad,
to los programas y las polí- bandería, b a n d o . . . - q u e
ticas de la imagen en el evocan el choque y la dis-
México colonial, la serie de intervenciones persión de las facciones y al m i s m o tiempo se
múltiples a que dio lugar o que prefiguró y las refieren al carácter precario, a la intermitencia
funciones que asumió en una sociedad pluriét- de las solidaridades y a la inversión de las
nica. También veremos que esta antigua civili- alianzas entre los grupos y los individuos.
zación de la imagen no es probablemente del Embrionaria e inédita, improvisada e in-
todo ajena al importante lugar que ocupa M é - cierta de su porvenir, esta formación fragmen-
xico hoy día en el ámbito de la imagen electró- tada surge de la yuxtaposición brutal de dos
nica de masa, o sea la televisión. En resumen, sociedades fraccionadas: los invasores, grupo
abordaremos en estas páginas la imagen c o m o predominantemente europeo, inestable, sumi-
agente de una política de dominación religiosa do cotidianamente en lo desconocido y lo i m -
y de mestizaje cultural, pero también c o m o previsible; y los vencidos, que sobrevivían en
respuesta a esta política2. conjuntos mutilados, diezmados por la guerra

RICS 134/Diciembre 1992


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y las epidemias. La diversidad de los c o m p o - ticular (los obstáculos que representaban las
nentes étnicos y religiosos, el profundo desa- lenguas indígenas, la ausencia de diccionarios,
rraigo, la influencia reducida o nula de la auto- de intérpretes, las dificultades de la traduc-
ridad central -delegada o demasiado lejana, ya ción, etc.).
que el emperador Carlos V residía de preferen- . Hasta los años 1560, las órdenes mendi-
cia en Bruselas- la vastedad de océanos y con- cantes dominaron la evangelización de los in-
tinentes, el predominio de la improvisación, dios de México. Los religiosos, en particular
todo ello desató fenómenos y situaciones cuyo los franciscanos, que pertenecían al movi-
carácter caótico, o mejor dicho fragmentado4, miento de la prerreforma y del humanismo,
es manifiesto. fueron quienes introdujeron la imagen cristia-
La experiencia de fragmentación (1521- na en México. Este episodio fundador se inau-
1530) que precedió a la cristalización de la guró con la destrucción de los ídolos, o sea con
sociedad colonial ejerció una influencia dura- la aniquilación de las imágenes del adversario,
dera en las culturas y las sociedades del Méxi- c o m o si la imagen occidental no pudiese de
co español, por cuanto dejó su impronta en la ningún m o d o tolerar la existencia de una re-
comunicación social y cultural. Ello consagró presentación competidora. La idoloclastia fue
el predominio de una «recepción fragmenta- a todas luces una manera de proseguir y consu-
da», ya que la invasión provocó en ambos mar la conquista por otros medios. Este gesto
bandos, y por m u c h o tiempo, la pérdida y aun demostraba una aguda conciencia de la impor-
la desaparición de los puntos de referencia tancia de la imagen en una estrategia de con-
originales -africanos, mediterráneos, amerin- quista y de colonización, e iba acompañado de
dios- y la creación caótica de nuevas marcas. un conocimiento exacto de las capacidades
Esta dinámica de la pérdida y de la reconstitu- generales de la imagen: ésta podía ser, según
ción se manifestó en todos los planos en forma los casos, una herramienta de la memoria, un
de una recepción intermitente y fragmentada instrumento de dominio, un sustituto afectivo
de las culturas presentes. Obligó a los indivi- o un señuelo engañoso.
duos y a los grupos a establecer, entre los Esta fase agresiva y destructora trajo inme-
fragmentos y los pedazos que podían recoger, diatamente consigo la imposición de la imagen
analogías m á s o menos profundas o superficia- cristiana. La operación correspondió a la difu-
les. Este m o d o de recepción y de comunica- sión del mensaje cristiano: dogma, historia sa-
ción, que multiplicaba los malentendidos y las grada, simbolismo e iconografía. Los religiosos
imprecisiones, confirió al m i s m o tiempo a losutilizaron la imagen para evangelizar a las m a -
supervivientes una receptividad particular, sas indígenas. Se suelen asociar a esta técnica
una destreza de la práctica cultural, una movi- de enseñanza nombres c o m o los de Jacobo de
lidad de la mirada y de la percepción, una Testera y Diego Valadés: «gracias al medio de
aptitud para combinar los fragmentos m á s dis- las imágenes», el conocimiento de las Escritu-
persos de los que el arte indígena del México ras debía fijarse en la mente de esta gente
colonial nos ofrece admirables testimonios5. «carente de letras, de memoria, ávida de nove-
En medio de esta atomización de los rasgos y dad y de pintura»6. Los franciscanos utiliza-
de los puntos de referencia y de este estado de ban lienzos pintados en que aparecían, «de un
fragmentación, la Iglesia sentó paulatinamente m o d o y en un orden harto ingenioso», el Sím-
las bases de una colonización de lo imaginario. bolo de los Apóstoles, el Decálogo, los Siete
Pecados Capitales y las Siete Obras de Miseri-
cordia.
La imagen cristiana c o m o Sin embargo, y esto es m á s significativo
instrumento de occidentalización aún, la difusión de la imagen cristiana se ase-
mejó a la inculcación de un orden visual y de
En esta empresa, la imagen desempeñó un un imaginario: no se trató únicamente de reve-
papel decisivo pues aportaba una respuesta a lar un repertorio iconográfico inédito (caracte-
la situación fragmentada que acabamos de ex- rizado por la preponderancia del antropomor-
poner, pero también porque se inscribía en un fismo) sino de inculcar lo que el Occidente de
contexto espiritual (los imperativos y las ur- los clérigos entendía por persona, divinidad,
gencias de la evangelización) y lingüístico par- cuerpo y naturaleza, causalidad, espacio e his-
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toria, ilusión y autenticidad, etc. La imagen ció ser la M a d r e de Nuestro Señor y que Ella
cristiana expresaba un pensamiento figurativo es la gran Mediadora del cielo»8. N o existe
tanto m á s desconcertante cuanto que los m i - m á s clara defensa de la dicotomía entre el
sioneros no lo explicaban sino m u y parcial- significante y el significado, entre la imagen y
mente. En los frescos, los lienzos pintados o el la «cosa representada». La imagen aspiraba a
escenario de las representaciones dramáticas, ser la semblanza de un original, la copia de un
los religiosos comunicaron un universo de ges- modelo celeste. Dicho con otras palabras, so-
tos pero también una concepción del aconteci- bre la imagen renaciente pesaba -tanto c o m o
miento, un sentido de la concatenación de las sobre la nuestra- el modelo fonético de la
actitudes y de los comportamientos que remi- lengua y del signo. Henos aquí una vez m á s en
tía a esquemas occidentales tan disímiles el centro de un proceso radical de occidentali-
c o m o la representación de las emociones, la zación de las poblaciones vencidas9.
noción aristotélica de causalidad o aun la del Así pues, la imagen franciscana era ante
determinismo y el libre albedrío. Bajo los es- todo una imagen didáctica, puesta al servicio
quemas estilísticos y perceptuales operaban de una política de tabla rasa: esto es, que
otros esquemas que organizaban inconsciente- rechazaba todo compromiso con el m u n d o in-
mente todas las categorías de la relación rena- dígena. Imagen-espejo, imagen-memoria, ima-
ciente con la realidad. C o n la difusión de la gen-espectáculo10, vehículo de la occidentali-
imagen cristiana, los religiosos aplicaron una zación, la imagen franciscana se dirigía exclu-
política m á s de occidentalización que de his- sivamente a los indígenas que se deseaba
panización. Esta se inscribía perfectamente en proteger de las influencias y las contaminacio-
el proyecto humanista y cristiano de crear un nes deletéreas de los conquistadores y los colo-
«hombre nuevo», aun si las órdenes mendi- nos. El hombre nuevo que pretendían forjar
cantes no podían percibir cabalmente el alcan- los misioneros debía romper con su pasado
ce y las consecuencias del instrumento que pagano. Dotado de un «ojo moral», el indio
manejaban 7 . debía, gracias al libre albedrío y a la fe, adqui-
En tales condiciones, resulta evidente que rir el dominio de la imagen verdadera para
el comentario de los religiosos no podía agotar librarse de los «engaños del dominio» y de las
la sustancia de la imagen cristiana: la abun- trampas de la idolatría.
dancia de las referencias culturales y teológi-
cas, y la profundidad de la memoria que hacía
intervenir y que presuponía, la convertían en Hacia una política barroca
una fuente de informaciones por descifrar, un de la imagen
instrumento de aprendizaje y, de forma m u y
accesoria, un foco de ilusión y de fascinación. Ahora bien, a mediados del siglo xvi, en un
Pero la imagen de los frescos franciscanos México que ya no era el de la Conquista, la
no era únicamente una imagen exigente y difí- Iglesia modificó su estrategia. E n la segunda
cil, sino además un objeto sometido a control. parte del siglo se fueron reuniendo paulatina-
Los misioneros temían que las imágenes cris- mente las condiciones para la aparición de una
tianas se convirtiesen en objeto de un culto nueva política de la imagen. Frente al m u n d o
idólatra. Este temor dictó a veces en la prácti- indígena del campo, todavía poderosamente
ca actitudes radicales c o m o el rechazo apenas controlado por los religiosos pero diezmado
disimulado del culto de las imágenes. Por in- por las epidemias, se esbozó una sociedad nue-
fluencia de la prerreforma y del erasmismo, va, urbana, a un tiempo pluriétnica e hispani-
los evangelizadores manifestaron a este res- zada, que se enfrentaba cotidianamente a la
pecto una prudencia e incluso una reticencia experiencia sin precedentes de los mestizajes.
extremadas. L a imagen cristiana se concebía En el m i s m o m o m e n t o , la Iglesia secular y
c o m o un instrumento destinado exclusiva- la jerarquía desplazaron del primer plano a las
mente a alimentar la devoción por lo que re- órdenes religiosas y, en particular, a los fran-
presentaba, y que se hallaba supuestamente en ciscanos. Esta evolución se tradujo en un
el cielo. La imagen refrescaba la memoria: «la abandono de la política de tabla rasa. E n vez
imagen de Santa María se pinta solamente de promover la ruptura con el pasado prehis-
para que recordemos que fue Ella quien mere- pánico, la Iglesia secular persiguió un doble
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objetivo: establecer las condiciones de una convencional y estereotipada: docilidad y con-


transición gradual del pasado autóctono al formismo fueron la regla general.
presente colonial y propiciar los intercambios Así se instauró una nueva política de la
entre las distintas poblaciones de la colonia imagen, posibilitada por el éxito de una estra-
(españoles, negros, mestizos, indios), a las que tegia eclesiástica, elflorecimientode un medio
instó a adoptar las mismas creencias y las de artistas y el crecimiento de la población
mismas prácticas. Visión social, proyecto polí- criolla y mestiza. Entre 1550 y 1650 se expan-
tico y ambición religiosa compusieron la polí- dió, por fases sucesivas, la imagen barroca
tica que siguió el segundo arzobispo de Méxi- colonial. Esto no resulta, sin embargo, de la
co, el granadino Alonso de Montufar. E n aplicación pura y simple de un programa teóri-
consonancia con el Concilio de Trento, la Igle- co, sino m á s bien de itinerarios múltiples que
sia mexicana apoyó un cristianismo m á s abier- suelen aparecer en las fuentes de manera espo-
to a las formas tradicionales, que dio preferen- rádica y parcial.
cia al culto de la Virgen y de los santos y
promovió la difusión de las formas de la devo-
ción ibérica, consagrada por el uso. Al espacio La Virgen de Guadalupe
antiguo mesoamericano, saturado de ídolos,
sucedía un nuevo espacio poblado de santos y El desarrollo del culto a la Virgen de Guadalu-
de sus imágenes, traídos por un clero que ex- pe permite seguir durante todo un periodo
plotaba resueltamente el milagro y el prodigio histórico la expansión de la imagen barroca a
para cristianizar a las masas. En este contexto partir de un caso concreto y, en muchos aspec-
se esbozó una política de la imagen que supo tos, ejemplar14. Recordemos brevemente los
aprovechar todas las posibilidades y todos los hechos: c o m o punto de partida, una ermita
atractivos de este instrumento de dominio. edificada a principios de los años 1530 por los
El primer concilio mexicano, el virrey y la primeros evangelizadores en la colina del T e -
corporación de pintores establecieron las con- peyac, en el emplazamiento de un santuario
diciones de la producción y venta de las imá- prehispánico, al norte de la ciudad de México;
genes. A partir de 1571, la Inquisición se en- se trataba, pues, de una capilla a la que acu-
cargó de vigilar esta actividad persiguiendo los dían los indios perpetuando una tradición pre-
abusos y las infracciones a las normas. En ese hispánica. M á s tarde, en los años 1550, flore-
m i s m o periodo se puso coto a la circulación de ció una devoción española a una imagen m u y
los documentos escritos en el m u n d o indígena: reciente. L a sociedad criolla aún en gestación
se confiscaron, pro ejemplo, las versiones es- acudía en peregrinación al santuario para ado-
critas e impresas de las Sagradas Escrituras. La rar a una Virgen pintada, Nuestra Señora de
Iglesia tridentina prefería la imagen confeccio- Guadalupe (que era el nombre de una famosa
nada bajo su férula al texto, sobre el que siem- Virgen de España). En esta misma época, el 8
pre recaía la sospecha de desviación herética". de septiembre de 1556, un franciscano denun-
Paralelamente, se echaron los cimientos ciaba en el púlpito el nuevo culto, en un ser-
técnicos y materiales de esta política. La ima- m ó n que tuvo gran resonancia. Según el ser-
gen franciscana era producida principalmente m ó n , y la consiguiente investigación, al pare-
por los indígenas, mientras que la nueva ima- cer se había introducido en el santuario una
gen debía ser obra de m a n o s europeas. Los efigie nueva. Eso es lo que indican también las
pintores llegados de Europa ya eran suficiente- crónicas indígenas, que mencionan por esa
mente numerosos en 1557 para organizarse y época la aparición de una Virgen, sin especifi-
someter al virrey unas ordenanzas que regla- car si se trataba de una imagen o de la propia
mentaban su oficio12. Los pintores se multipli- divinidad. Según parece, el arzobispo de Méxi-
caron y la producción aumentó m u c h o , aun- co Montufar pidió a un pintor indígena, M a r -
que se siguió caracterizando principalmente cos, una obra inspirada en un modelo europeo
por una temática casi exclusivamente religios'a y pintada en un material indígena, que m a n d ó
que, a diferencia de la España de Murillo y de colocar discretamente en la ermita. Esta insta-
Zurbarán, ignoraba de m o d o deliberado «la lación subrepticia confirió a la imagen la au-
realidad campesina y populare l3 . La imagen reola del misterio y aun del milagro15.
manierista (y luego barroca) en México fue La Iglesia de Montufar no era en absoluto
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indiferente a la función de la imagen en la pictográficos en poder de los caciques locales y


devoción popular y la devoción seglar. L o de- tal vez escrita, pues un jesuíta alude vagamen-
mostró difundiendo el culto de Nuestra Seño- te a unos anales... El hecho es que esas infor-
ra del Tepeyac, elevado al rango de «ejemplo» maciones y esos relatos -reunidos, unificados
que debía suscitar la adhesión de los indios: y transcritos en un determinado m o m e n t o -
¿no se esperaba acaso que invocasen la inter- confluyeron en un manuscrito con el título de
cesión de la Virgen a semejanza de los españo- Nican Mopohua, cuyo compilador, o autor, es
les, la «ciudad» y las «señoras principales y quizás el cronista mestizo Fernando de Alva
m u y regaladas»? Las raíces indígenas del culto Ixtlilxóchitl. Este historiador, amante de códi-
a la Virgen de Guadalupe se prestaban a esta ces y de manuscritos, frecuentaba la intelec-
operación. La colina del Tepeyac atraía desde tualidad de la capital y es fácil que comunicara
hacía tiempo a los indígenas: allí se había eri- el documento a clérigos ávidos de fuentes.
gido antes de la Conquista u n santuario consa- También se puede suponer que el culto de la
grado a la madre de los dioses, Toci, en el que Virgen de Guadalupe fue exclusividad de algu-
la deidad telúrica recibía ofrendas y sacrifi- nas familias aristocráticas indígenas, entre
cios. Los indios siguieron frecuentando el lu- ellas los Ixtlilxóchitl, que hallaron con ello el
gar, adorando a la Virgen cristiana pero apli- medio de realzar su prestigio, del m i s m o m o d o
cándole el nombre con que designaban a la que en épocas prehispánicas las familias no-
antigua diosa madre, Tonantzin, «Nuestra bles conservaban preciosamente ídolos y ense-
Madre». T o d o parece indicar que el arzobispo res sagrados que se transmitían de una genera-
Montufar había previsto la yuxtaposición y la ción a otra. Es m u y probable que la memoria y
superposición de los cultos. Cuidémonos, e m - lo imaginario indígenas se hayan alimentado
pero, de atribuirle la intención más o menos - y acaso m á s que eso- de testimonios visuales,
deliberada de recuperar ciertas manifestacio- de exvotos y de frescos c o m o el que adornaba
nes del paganismo indígena. El objetivo del todavía el 1666 el dormitorio del convento de
prelado no fue acercar las culturas, sino favo- Cuautitlán. A d e m á s , desde los primeros años
recer la homogeneización de las poblaciones del siglo xvii hay indicios de que entre los
del virreinato en torno a intercesores designa- españoles existían tradiciones orales relativas
dos por la Iglesia, abriendo a los indígenas las al origen milagroso de la imagen. Pero estas
grandes liturgias europeas en las nuevas cate- tradiciones -españolas o n o - sólo salieron a
drales y los templos parroquiales16. plena luz y alcanzaron la notoriedad con la
Sin embargo, el conjunto de las condicio- publicación del libro de Sánchez en 1648. L a
nes religiosas, técnicas y sociales que justifican pluma de un sacerdote secular, el bachiller
la aparición de la imagen barroca y el estable- Miguel Sánchez, magnificó la imagen.
cimiento de una nueva poiítica de la imagen C o n el canónigo Sánchez asistimos a una
no basta para explicar el destino excepcional segunda promoción de la imagen. Hasta en-
de la Virgen de Guadalupe. C o m o tampoco lo tonces, ésta había sido objeto de una devoción
explica la iniciativa de Montufar, que suscitó local inspirada en los relatos y las interpreta-
la oposición escandalizada de los franciscanos. ciones, sin la intervención de la Iglesia. A par-
Entre 1556 y 1648, la Virgen de Guadalupe tir de 1648, se impuso nuevamente en el ámbi-
volvió, si no al anonimato, cuando menos a to eclesiástico. Resulta paradójico que, lejos
una existencia discreta sobre la cual las fuentes de haber sido el remate y la sanción ideológica
son poco prolijas. T o d o parece indicar que, de una práctica religiosa bien arraigada, la
durante casi un siglo, la imagen escapó a sus empresa hagiográfica de Sánchez y de sus cole-
creadores eclesiásticos. gas Lasso de la Vega y Becerra Tanco se haya
Según parece, en el valle de México circula- edificado sobre una devoción declinante y una
ron relatos indígenas sobre la aparición, sobre memoria oral en retroceso17. V e a m o s , en tér-
un fondo persistente de devoción criolla y minos sucintos, en qué consistía la leyenda
mestiza alimentada por numerosos milagros. oficial tal c o m o la fijó Sánchez, y c o m o la
Se trató probablemente de una información a sigue aceptando en la actualidad la Iglesia m e -
la vez oral, pintada y escrita: oral en forma de xicana.
cantos que celebraban el milagro o los mila- E n 1531 la Virgen se apareció tres veces a
gros de la imagen, pintada en forma de códices un indio llamado Juan Diego. Al ir a informar
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del suceso al «arzobispo» Zumárraga - q u e en solamente en 1531; también está vinculada a


ese entonces era sólo obispo-, Juan Diego la visión de Patmos: en realidad, la Virgen de
abrió su capa ante los ojos del prelado: en Guadalupe es supuestamente la réplica de la
lugar de las rosas que envolvía, el indio descu- Mujer del Apocalipsis aparecida al apóstol San
brió una imagen de la Virgen impresa milagro- Juan en aquella isla griega. La imagen guada-
samente «que hoy día se conserva, se guarda y lupana proyectada así en el año de 1531 ilumi-
se venera en su santuario de Guadalupe». na la nueva era con una luz tan brillante que se
La intervención de Sánchez -la «recupera- pierde de vista la primera iniciativa - m u y
ción» de la imagen del Tepeyac- se presta a oportuna en su tiempo, sin embargo- tomada
varios análisis. La promoción del culto a la por el arzobispo Montufar. Confundida con la
Virgen de Guadalupe es obra de un medio sombra que proyecta el relato del Apocalipsis,
criollo y universitario estrechamente vincula- reaparece sólidamente vinculada a la tradición
do al arzobispado de México. El objetivo ini- de la Iglesia. Así, se cristaliza la temporalidad
cial de la operación era reforzar la posición del de lo imaginario que difunde la versión de
arzobispado frente al consejo municipal de Sánchez. Convertida en un notable instrumen-
México. E n vista de que este consejo se había to de creación de referencias y de perspectiva
puesto bajo el amparo de la Virgen de los cronológica, la imagen del Tepeyac sujeta fir-
Remedios, el capítulo de la catedral necesitaba memente a América al tiempo de la cristian-
la protección de una Virgen igualmente pode- dad. Destaquemos sobre todo que, en estas
rosa y m á s milagrosa aún: ésta sería la Señora postrimerías del siglo xx, aquella cronología
del Tepeyac, la Virgen de Guadalupe. Pero el barroca (y la temporalidadficticiaque en ella
culto contenía también, en potencia, los gér- descansa) sigue siendo, para muchos mexica-
menes de un «patriotismo mexicano», una es- nos y para la Iglesia, una referencia irrefutable
pecie de «protonacionalismo»18 basado en el del pasado...
misterio incomparable que rodeaba la imagen
mariana: non fecit taliter omni nationi. Este
patriotismo se desarrolló paulatinamente, a Territorialidad y consenso
medida que, de patrona del capítulo de la
catedral, la Virgen pasó a ser patrona de la La imagen milagrosa no sólo ejerció sus efec-
ciudad y luego, durante el siglo x v m , de todo tos en el tiempo, alterando la cronología. Ade-
el país. más, y esto es válido para los centenares de
Pero atengámonos a la imagen. La inter- efigies milagrosas de la era barroca mexicana,
vención de Sánchez revistió varios grados, participó en los procesos de inculcación de la
c o m o creador de informaciones, propagandis- imaginario barroco en el ámbito americano.
ta y teórico de la imagen. Sánchez era plena- La inserción de la imagen en un entorno físico
mente consciente de que estaba haciendo obra reviste siempre una importancia considerable.
de divulgador, elaborando una «historia públi- La imagen de la Virgen de Guadalupe aparece
ca» para «avivar la devoción de los tibios y vinculada a la colina del Tepeyac, «monte ás-
reengendrarla en quienes viven en la ignoran- pero, pedregoso e inculto», donde exigió que
cia del origen misterioso de ese retrato celes- se le erigiera un santuario. La aparición maria-
te». Lo que se sabe menos es que su proyecto na, y después la imagen, concretaron la ocupa-
originó una sorprendente reflexión sobre la ción propiamente física de un espacio pagano
imagen. El proyecto central de Sánchez es la consagrado poco antes a los cultos idólatras.
definición de una imagen perfecta en su copia, En el caso de la Virgen de Guadalupe, la terri-
en su belleza, en la presencia que instaura. L a torialización fue de una amplitud insospecha-
sofisticación y la exaltación del exégeta alcan- da: para los predicadores barrocos, no se trata-
zan tan grandes proporciones que éste atribu- ba ya de que arraigaran en América las répli-
ye a la imagen propiedades que hoy día se cas de los cultos europeos, sino de que se
asocian a las proezas técnicas de la fotografía, estableciera la superioridad irrebatible del
la imagen de síntesis y el holograma.
Pero la imagen sirve también para vehicu-
lar, producir y corroborar una temporalidad Interior de la principal iglesia de Taxco, México: una
singular. La leyenda de la aparición no se sitúa asombrosa imaginería barroca, G . Gcrsicr/Rapho.
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540 Serge Gruzinski

N u e v o M u n d o frente al Viejo y, en particular, consagraciones, beatificaciones y canonizacio-


de México frente al Cielo que la Virgen había nes, coronaciones y traslados de imágenes, au-
abandonado por la colina del Tepeyac: «se tos de fe, brindaban la ocasión reiterada de
llevó consigo todo el cielo para nacer con él en inmensas congregaciones que renovaban una y
México» 19 . otra vez en torno a la imagen los actos especta-
Se podría pensar que las imágenes, por su culares del juramento de fidelidad en que se
función de cristalización de lo sagrado, supo- sustentaba la sociedad colonial. U n a sociedad,
nían una transacción entre el monoteísmo recordémoslo, en que el poder, a falta de ejér-
cristiano y las «idolatrías» indígenas. N o es cito y de enemigo que combatir en la frontera
sencillo pronunciarse sobre esta cuestión. Si disponía de pocos medios de movilización y
bien es cierto que, a través de su poder multi- de intervención. La circulación por todo el
plicador, las imágenes difundieron lo divino virreinato defielesque pedían para su Virgen
por todas partes, con arreglo a la concepción el óbolo de los transeúntes, estrechaba aún
del catolicismo romano, también lo encerra- m á s los lazos de la devoción colectiva. Así
ron, en aras de una ortodoxia intangible, en un pues, la imagen milagrosa barroca ejercía una
marco uniforme -antropomórfico- y normali- función social, cultural y política unificadora
zado. A pesar de su proliferación de carácter en un m u n d o cada vez m á s mestizado, que
politeísta, o m á s bien debido precisamente a introducía en las procesiones y otras manifes-
esa proliferación impulsada por la Iglesia, las taciones oficiales la g a m a inagotable de sus
imágenes barrocas constituyeron una gigantes- festejos, desde las danzas indígenas hasta las
ca empresa de demarcación y encierro de lo «danzas de monstruos y de máscaras con dis-
sagrado. D e este m o d o , se prestaban a una tintos trajes, c o m o se suele hacer en España».
operación sistemática de delimitación y de cla-
sificación de lo real de donde debían surgir
frente a lo divino -concentrado en la imagen- Imágenes e imaginativas barrocas
reliquia, la aparición o la visión edificante-
Ios horizontes lúgubres y pobres, aberrantes y El dispositivo barroco con sus ejércitos de pin-
desprovistos de carácter sagrado de lo profano tores, escultores, teólogos e inquisidores no se
y de la superstición. E n este sentido participa- proponía ya la imposición de un orden visual
ban plenamente en el proceso de occidentali- exótico -por europeo- c o m o pretendía la ima-
zación de México y reforzaban la hegemonía gen franciscana. Postulando que esa etapa ya
de la Iglesia. se había superado, intentaba explorar otras
La imagen barroca fue, sin embargo, algo posibilidades. Se insistía ante todo en lo que,
m á s que un agente de cristalización de lo sa- del prototipo, encerraba supuestamente la
grado. Desempeñó el papel de denominador imagen pintada o esculpida: la presencia divi-
c o m ú n con respecto a los grupos y a los m e - na o la presencia mariana. También se había
dios que componían la sociedad colonial, uni- modificado el objetivo. La imagen barroca se
verso, recalquémoslo, básicamente pluriétnico dirigía a todos. La «guerra de las imágenes»
y pluricultural. La imagen atenuaba la hetero- que los religiosos habían librado contra los
geneidad de un m u n d o extremadamente fragi- indios en el siglo xvi, se había desplazado.
lizado y fragmentado por las disparidades ét- Ahora se libraba en el seno m i s m o de la socie-
nicas, lingüísticas, culturales y sociales. Poco dad colonial, siguiendo las divisiones que opo-
importaba que el prodigio se produjera en el nían los medios dirigentes peninsulares, crio-
medio indígena: el rumor pronto lo difundía • llos o indígenas (la antigua nobleza) a la
en el m u n d o mestizo y español. E n todas las inmensa mayoría de una población de oríge-
categorías de la sociedad colonial había laicos nes mezclados. Después de ser evangelizadora,
y eclesiásticos de a m b o s sexos,fielesy peregri- la imagen se hizo integradora.
nos, personas que habían sido agraciadas por Esta facultad que actuaba polarizando en el
un milagro. El unanimismo caracterizaba esos objeto las creencias y las expectativas de los
cultos: las m á s altas autoridades, empezando fieles nos remite a la aparición de un imagina-
por los virreyes, frecuentaban los santuarios, rio barroco, o sea una vivencia colectiva que
adoraban las imágenes y rivalizaban en gene- ponía de manifiesto una visión coherente de la
rosidad. Lasfiestasreligiosas, dedicatorias y sociedad colonial. U n imaginario mantuvo
Colonización y guerra de imágenes en el México colonial y moderno 541

«un estado alucinatório crónico» y creó « m a - N o insistiremos en esta «colonización de lo


ravillosos efectos y mutaciones», para emplear cotidiano», pues preferimos detenernos en la
expresiones del siglo xvii, ya que la Iglesia manera en que reaccionaron los diferentes gru-
barroca supo explotar magistralmente las ex- pos de la sociedad colonial, adueñándose de la
periencias visionarias y oníricas - c o m o los imagen. El fenómeno complejo de semejante
«efectos especiales»- para inculcar el culto a captura se produjo por etapas y gradaciones
las imágenes y se dedicó incansablemente a tan ínfimas que el usuario no siempre se daba
hacer el recuento de los milagros. Sin embar- cuenta del «abuso» que cometía. Suele ser difí-
go, no se podría reducir lo imaginario barroco cil distinguir entre la copia burda o torpe y
a esos efectos sin reducir al m i s m o tiempo la una manipulación rayana en la estafa o las
cultura barroca a las dimensiones fugaces de manifestaciones incontroladas de una devo-
un sueño despierto. En efecto, este imaginario ción espontánea. Algunas imágenes eran obje-
ponía en juego y en acción, a través de las to de un culto que la Iglesia no reconocía.
expectativas, los esquemas intelectuales y los Iluminados y estafadores recorrían los cami-
puntos de referencia que la conformaban, a nos, con imágenes esculpidas o pintadas cuyos
individuos, grupos, sociedades e instituciones. milagros ensalzaban. Asimismo, florecían por
L o imaginario barroco o se expandía de doquier imágenes híbridas, heterodoxas y
manera autónoma, ritmada por una tempora- clandestinas. Desde el siglo x v n , por ejemplo,
lidad propia, dotada de sus propios mecanis- el culto a la santa Muerte, cuyas efigies maca-
m o s de regulación: fetichización, censura o bras llenaban los oratorios privados, tuvo un
incluso autocensura, delimitación de lo profa- éxito sorprendente20.
no y lo religioso; su origen último era una N o satisfecha con saturar el entorno, la
expectativa alimentada y acompañada de mi- imagen ocupó los cuerpos y se prestó a otros
lagros: la imagen constituyó el recursofinaly a modos de apropiación: el tatuaje y la pintura
m e n u d o único contra las enfermedades y las corporal. Quedaba abolida así toda distancia
catástrofes naturales que se ensañaban en las entre el cuerpo y la imagen en las pieles blan-
poblaciones de la colonia. Así pues, el estudio cas, morenas y negras de los habitantes de la
del dispositivo barroco -concepción y produc- Nueva España. El pecho de un indio se trans-
ción de las imágenes- sólo será un enfoque formaba en un verdadero retablo de carne en
parcial y. estático de lo imaginario si no se que aparecía el Cristo de Chalma encuadrado
tiene en cuenta la intervención del espectador entre San Miguel a la derecha y Nuestra Seño-
de la imagen. ra de los Siete Dolores a la izquierda.
Cualesquiera que fuesen las formas que
asumía, la imagen pasó a ser, en la plenitud de
Los consumidores de imágenes su mera presencia, un interlocutor, una perso-
na o, al menos, una potencia con la cual se
Colmando con creces las esperanzas de M o n - negociaba y se regateaba, sobre la que se ejer-
tufar, el México colonial se convirtió en una cían todas las presiones y todas las pasiones.
sociedad invadida y repleta de imágenes, y La expectativa que suscitaba la exhibición de
sobre todo de imágenes religiosas. Comple- la imaginativa se refería m á s a esa presencia
mentos innumerables de los santuarios y las que a lo que representaba. La imagen era obje-
capillas, las casas y las calles, las joyas y la to de coacciones y amenazas de malos tratos,
ropa estaban saturadas de ellas. Aquellos que c o m o si hubiese podido satisfacer las exigen-
supuestamente estaban m á s cerrados a la ima- cias de su posesor: romper las imágenes es un
gen cristiana, los indios, poseyeron m u y pron- acto característico de una sociedad que les
to una «gran cantidad de efigies de Cristo atribuye una función determinante. Toda ico-
nuestro Señor, de su santa Madre y de los noclastia es sentida por el grupo c o m o una
santos». El éxito de la Iglesia fue tan rotundo agresión colectiva, pues expresa algo más que
en este campo que le fue preciso moderar la el rechazo momentáneo o definitivo de una
omnipresencia de la imagen oponiendo cada representación. La iconoclastia barroca provo-
vez m á s firmemente los usos lícitos que reco- caba la interrupción, el cortocircuito, la puesta
mendaba a las utilizaciones profanas que de- en entredicho brutal de un imaginario a través
nunciaba. del abandono de una esperanza insatisfecha y
542 Serge Griizinski

la denuncia de una impotencia. Cualquiera entre la imagen y el original. La inmediatez de


que fuese su alcance real, la agresión contra la lo sobrenatural que la iglesia barroca, aunque
figura divina se acompañaba de una desapari- generosa a este respecto, confinaba en las imá-
ción igualmente repentina de todos los c o m - genes, las experiencias y las tradiciones mila-
plementos sociales e institucionales de la ima- grosas que homologaba, se obtenía en cual-
gen: la Iglesia, la tradición local, la familia o la
quier parte por medio de la droga y de unos
comunidad. cuantos centavos entregados a un curandero.
Sin embargo, la iconoclastia nunca impli- La asombrosa supervivencia de los alucinóge-
caba la negación o la desaparición de la divini- nos bajo el dominio español se explica, tal vez,
dad. Por el contrario: siendo un gesto aislado y por la nueva función que asumía la visión
minoritario en la sociedad colonial, la icono- entre los indios: la de sustituir una mirada que
clastia reforzaba el carácter sagrado de la ima- ya no reconocía nada -los decorados y las
gen en vez de reducirla a una forma inerte y liturgias prehispánicas habían desaparecido-
obsoleta. Al definir negativamente la relación por una visión interior tanto m á s anhelada
ideal con la imagen, ello delimitaba espectacu- cuanto que permanecía invisible para los cen-
larmente lo imaginario que rodeaba la imagen. sores eclesiásticos.
Esta nueva conquista de la imagen barroca
resulta asombrosamente ambigua. Por un
Imágenes y visiones lado, condicionó e informó la experiencia oní-
rica de las poblaciones blancas, mestizas e in-
N o se puede disociar la imagen y lo imaginario cluso indias, cristianizando las visiones tradi-
barroco de una práctica m u y habitual en el cionales producidas por el consumo de hongos
México barroco: el consumo de alucinógenos, y cactos. Pero c o m o se llevaba a cabo al mar-
que se difundió desde finales del siglo xvi a gen de toda ortodoxia, este proceso escapaba a
partir de los sectores indígenas que lo practica- la Iglesia que lo condenaba. La sociedad mexi-
ban desde los tiempos prehispánicos. Motiva- cana parece, a este respecto, una sociedad m u -
da por necesidades tan triviales y cotidianas cho m á s profundamente alucinada que la Ita-
c o m o la curación de enfermedades, el anhelo lia barroca restituida por el historiador Piero
de mejor fortuna o el conocimiento del porve- Camporesi en I! pane selvaggio21. Pero en este
nir, el consumo de yerbas tenía lugar al pie de caso la alucinación era menos el resultado de
los altares domésticos, ante los ojos de la Vir- una alimentación pobre y averiada, c o m o en
gen, el Cristo y los santos que recibían el ho- Italia, que la suma de un sinnúmero de expe-
menaje de los participantes, mestizos, indios y riencias cotidianamente reiteradas bajo la di-
mulatos, pero también gente blanca humilde. rección de los curanderos y los «brujos». Para-
En este contexto, las imágenes cristianas eran lelamente al imperio irresistible de la imagen
algo m á s que presencias benévolas y eficaces: milagrosa, coexiste el universo apenas clandes-
se convertían en protagonistas directos de una tino de los miles de visionarios reunidos por
experiencia onírica en la que participaba el las sustancias alucinógenas en un consenso sin
consumidor. Al aparecerse al curandero o al duda tan fuerte c o m o el suscitado por la reli-
implorante, al animarse, al intervenir revesti- giosidad barroca. Estos fenómenos no pudie-
dos de los atributos con que figuraban en las ron dejar de ejercer una profunda influencia
estatuas o los cuadros, la Virgen y los santos en la manera en que las poblaciones coloniales
no hacían aparentemente m á s que repetir los recibieron la racionalidad occidental22.
prodigios que operaban por doquier las imáge-
nes barrocas. Pero en este caso, la abolición
voluntaria de la frontera entre lo cotidiano y lo
Los indios y la imagen
sobrenatural, la coincidencia entre la alucina-
ción y la vivencia, reforzaban entre la gente la
Ni los grupos indígenas ni ningún otro arros-
credibilidad y el poder de las representaciones.
traron pasivamente la ofensiva de la imagen y
Los delirios producidos por la absorción de los
de lo imaginario barroco. H e mostrado en otro
alucinógenos permitían, con la mayor facili-
trabajo c ó m o los indios se adueñaron de la
dad, ver a Dios y los santos o provocar su
imagen occidental, desde el siglo XVI, para
aparición, aboliendo a voluntad toda distancia
adaptarse a la dominación colonial y forjarse
Colonización y guerra de imágenes en el México colonial y moderno 543

nuevas identidades. En los códices y los mapas santos, las cruces que se alzaban por todas
indígenas la combinación de la escritura y del partes, evocando otras cruces prehispánicas, y
glifo, de los juegos del paisaje y de la simboli- m á s tarde el culto de las reliquias, propiciaron
zación revelan los itinerarios de un pensa- aproximaciones y falsas equivalencias que
miento figurativo indígena, sus hallazgos - v a - provocaron en los imaginarios indígenas fenó-
riantes del kitsch, abstracción, etc.- y sus menos incesantes de interferencia. La coexis-
estancamientos. Asimismo, el diálogo entabla- tencia y la proximidad física de los objetos
do entre los coloristas indígenas y la imagen cristianos y paganos en el universo indígena
monocroma del grabado europeo pone de m a - tuvieron las mismas repercusiones. Los imagi-
nifiesto un aprendizaje de la imagen y una narios indígenas parecen haber multiplicado,
adaptación23. entreverado y dispersado por doquier las fuer-
En realidad, las intervenciones sucesivas zas y las presencias «divinas». Las imágenes
del m u n d o indio en la iconografía y las repre- «idolizaron» lo amerindio y lo europeo, lo
sentaciones europeas abarcan la mayor parte antiguo y lo moderno, venerando o transfor-
de las modalidades de la relación con la ima- m a n d o en simple amuleto lo que podía here-
gen, desde la imposición brutal hasta la experi- darse de la tradición, transmitirse por la «cos-
mentación, desde la interpretación heterodoxa tumbre» o m á s simplemente adquirirse en u n
hasta la producción autónoma y aun la disi- mercado. El origen respectivo de los rasgos
dencia iconoclasta. L a imagen barroca fue presentes acababa por perder toda pertinencia
ante todo un instrumento importante de inte- a medida que se iba adentrando en la época
gración del m u n d o indígena en la sociedad colonial. Los espacios del ídolo y del santo se
colonial primero, y luego en el m u n d o mesti- cruzaban y se superponían constantemente, a
zo. Y a hemos señalado el éxito de las grandes pesar de las barreras infranqueables que pre-
devociones barrocas (las Vírgenes milagrosas, tendía erigir la Iglesia y de los abismos que
los santuarios, lasfiestas,las peregrinaciones) separaban originalmente las dos concepciones
y de las actitudes piadosas m á s individuales, la del m u n d o .
multiplicación de las imágenes, los nexos entre Las referencias se borraron tanto más efec-
la imaginería del culto y la imaginería visiona- tivamente cuanto que en la mente de los in-
ria. Añádase el papel clave de las cofradías dios, de los mestizos y de los españoles los
-oficiales y espontáneas- que florecieron en distintos universos de creencias no eran in-
torno al culto a las imágenes de los santos. E n compatibles, lo cual en la práctica cotidiana se
torno a los santos se formó, durante todo el traducía en innumerables arreglos. D e visiones
siglo xvii, un imaginario híbrido cuya inventi- en analogías, de confusiones en cotejos, lo
vidad y plasticidad contribuyeron a la crea- imaginario del ídolo fue contaminando lo ima-
ción de una nueva identidad indígena, fruto de ginario del santo sin que la Iglesia colonial
la confluencia de la herencia antigua, de las haya podido jamás eliminar las interferencias,
imposiciones de la sociedad colonial y de las e incluso sin advertir realmente, muchas ve-
influencias de un cristianismo mediterráneo. ces, lo que se urdía ante sus ojos. ¿Indiferencia
Insistimos en este doble movimiento: en el de un vencedor seguro del desenlace final o
m i s m o m o m e n t o en que se convertía en el incapacidad de captar la manera en que los
sostén y el bastión de una nueva identidad indios recuperaban y deformaban la imagen
vinculada al pueblo, al terruño y a los organis- cristiana? Sería excesivo pretender que la gran
m o s comunitarios, la imagen cristiana tendía marea barroca estuvo a punto de arrastrar a la
un puente entre los indios y los otros grupos de Iglesia que la había desatado. Es posible, ade-
la Nueva España por cuanto posibilitaba la más, que esas eflorescencias heterodoxas ha-
coexistencia de una pluralidad de interpreta- yan contribuido a largo plazo a que arraigara
ciones concurrentes y de imaginarios. el modelo barroco. Sin embargo, los torbelli-
Al estudiar las modalidades de reinterpre- nos y la agitación que se observan por todas
tación de la imagen cristiana por parte de las partes demuestran que nada es m á s frágil que
poblaciones indígenas, se pueden observar al- el dominio de la imagen; ello pone de mani-
gunos de los mecanismos culturales del mesti- fiesto procesos de aculturación y de contraa-
zaje. La sustitución sistemática de las estatuas culturación en que participan no sólo imáge-
paganas por las imágenes de la Virgen y de los nes materiales y m o d o s de representación,
544 Serge Gruzinski

sino también experiencias oníricas y visiona- de conferir al m u n d o un carácter sagrado -el


rias y objetos. descenso de la Virgen a Tepeyac, los milena-
rismos sincréticos del m u n d o rural indígena-
y, por consiguiente, el «desencanto» era lo
Imaginarios barrocos único que podía constituir una amenaza para
su universo. En México, este desencanto cobró
Los imaginarios indígenas fueron múltiples, primero la forma insidiosa, pero aún controla-
tan numerosos y variados c o m o los usos de las ble, de las Luces y el despotismo ilustrado.
imágenes cristianas, c o m o las etnias y los m e -
dios en el territorio de la Nueva España. El
inventario podría continuar casi indefinida- Del México barroco a los tiempos
mente: de los indios a los negros, de los negros posmodernos
a los mestizos y de los mestizos a los blancos
humildes, de las solemnidades urbanas a los A manera de conclusión, quisiéramos tender
sincretismos de las montañas indígenas y de un puente entre este periodo barroco, que no
los desiertos del norte. E n todas partes, en se suele apreciar en su justo valor, y el México
torno a las imágenes, se cruzaban las iniciati- contemporáneo. La expansión reciente de los
vas, se mezclaban inextricablemente las expec- Estados Unidos, la leyenda negra que afecta al
tativas. Los imaginarios individuales y los m u n d o hispánico y el desprestigio del catoli-
imaginarios colectivos superponían sus tramas cismo tridentino llevan con frecuencia a su-
de imágenes y de interpretaciones al ritmo de bestimar la importancia del patrimonio de una
oscilaciones incesantes entre un consumo de «Primera América» (David A . Brading). N o es
masa y un sinnúmero de intervenciones perso- arbitraria nuestra insistencia en poner de m a -
nales y colectivas, entre formas sumamente nifiesto un imaginario barroco o el arraiga-
complejas (los arcos de triunfo de las grandes miento de una civilización de la imagen en la
ciudades) y manifestaciones inmediatamente trayectoria de México. E n nuestra opinión,
descifrables (las tramas mariofánicas). esos rasgos configuraron un patrimonio cultu-
En la confluencia de esas iniciativas múlti- ral particularmente denso que sigue influyen-
ples e incesantes y de las políticas seguidas por do, al menos en parte, en las realidades mexi-
la Iglesia, lo imaginario barroco dominante canas actuales. Si bien el México fragmentado
sacó provecho del poder federador de la ima- preparó el advenimiento del México barroco,
gen, de su polisemia que tolera lo híbrido, de éste no desembocó en la modernidad -en el
la vivencia compartida que suscitaba entre sus sentido europeo del término-, a pesar del in-
fieles y su público. U n imaginario en que aflo- jerto brutal practicado por los Borbones en la
raban sensibilidades comunes que trascendían segunda mitad del siglo x v m . Emprendida en
las barreras sociales y las culturas, en que cir- nombre del catolicismo y de la Virgen de G u a -
culaban las experiencias visuales m á s aparta- dalupe c o m o reacción contra el despotismo
das. U n imaginario por la que desfilaban imá- ilustrado, la Independencia (1821) fue en parte
genes prodigiosas, importadas de Europa o una vuelta a la tradición barroca, católica y
milagrosamente descubiertas, copiadas y rein- romana que, desde las devociones populares,
ventadas por los indios, fragmentadas por los rurales e indígenas hasta el kitsch pequeñobur-
unos y renovadas por los otros. El hecho de gués y urbano parece impregnar al país hasta
que en este imaginario participaran, en distin- el siglo X X . Bajo el barniz del liberalismo, del
tos grados, la mayoría de los grupos, por m á s positivismo y de la laicidad limitados a las
marginales que fuesen, explica que la sociedad estrechas esferas de las élites urbanas, los ima-
barroca lograra siempre absorber o amortiguar ginarios mexicanos perduraron, sin duda
la mayor parte de las disidencias: brujos, cha- orientados a nuevos mestizajes y otros colo-
manes sincréticos, iluminados de todo tipo, nialismos, pero siempre a iniciativa de un cle-
visionarios, milenaristas, inventores de cultos ro que nunca fue, al parecer, tan influyente
y de devociones que repetían por doquier la c o m o cuando se liberó de la tutela del Estado.
' trama guadalupana, sin tanto éxito y con m e - N o es fortuito que haya sido al final del siglo
nos medios pero con la m i s m a obstinación24. XIX cuando la coronación de la Virgen de
Lo imaginario barroco era ante todo un medio Guadalupe señala el apogeo del culto mariano.
Colonización y guerra de imágenes en el México colonial y moderno 545

Obligados a respetar la imagen, los liberales, tructuración y la restructuración de los lengua-


con Altamirano, tuvieron que aceptar la «ido- jes. L a confusión de las referencias y de los
latría nacional» en cuyo pilar se había conver- registros étnicos y culturales, la superposición
tido la Virgen. La imagen barroca pasó a ser lo de la vivencia y de la ficción -tantas veces
que nunca había sido en el México colonial: la manifestada por la imagen barroca milagro-
expresión indiscutida de la identidad nacio- sa-, la difusión de las drogas, la práctica del
nal. El movimiento popular de los Cristeros remix son otras tantas características que reú-
basta para demostrar el vigor, en el México nen -sin confundirlas, pues la historia no se
posrevolucionario y de la primera mitad del repite- los imaginarios de ayer y las imaginati-
siglo X X , del patrimonio barroco. vas de hoy. Todas surgieron indudablemente
La ausencia de revolución industrial, de de los universos fragmentados nacidos del
alfabetización y de democratización a la euro- contacto de los dos m u n d o s y que perpetúan
pea dejaron lagunas que los antiguos imagina- en toda América Latina las situaciones de
rios siguen ocupando antes de pasar el relevo, frontera. ¿ C ó m o interpretar si no, en las gran-
parcial y sucesivamente, a la imagen de los des tierras del barroco americano, México y
frescos de los muralistas, a la imagen cinema- Brasil, el tremendo auge de la imagen televisi-
tográfica de la edad de oro del cine mexicano y va que por primera vez permite a esos países,
luego a la imagen televisiva, con el monopolio invirtiendo la Conquista y las dependencias
casi absoluto de la compañía privada Televisa. tradicionales, lanzarse a su vez en una expan-
Es m u y posible que las sensibilidades ba- sión conquistadora?
rrocas, las formas de comunicación organiza- N o debemos pasar por alto esta nueva for-
das en torno a la imagen milagrosa, hayan m a de interpretar la historia de América Lati-
perdurado por no haber conocido México la na. Es m u y posible, además, que las trayecto-
larga gestación de la era industrial con sus rias latinoamericanas tengan m u c h o que ense-
padecimientos, sus metamorfosis y sus ruptu- ñarnos acerca del presente y el futuro de la
ras irremediables. Desde este punto de vista, Europa pluricultural y pluriétnica que se está
sería conveniente reevaluar el impacto de esos esbozando. En el Viejo M u n d o , las realidades
imaginarios antiguos en el acceso a sistemas o contemporáneas nos ponen cada vez m á s fren-
en la producción de sistemas culturales e ima- te a una mezcla y, m á s aún, a una interferencia
ginarios contemporáneos: por ejemplo, el in- de los seres, las formas y las prácticas. Por ello,
greso en una cultura de la imagen electrónica, es legítimo preguntarse si el México colonial,
las formas de consumo y de resistencia a esa híbrido y moderno, podría aportarnos las cla-
imagen, etc. Existen demasiados mecanismos ves que nos permitan comprender mejor «Peta
comunes, aunque el aspecto religioso se haya neobarocca [...] dell'instabilità, delia polidi-
borrado ya, evidentemente. Los imaginarios mensionalità, délie mutevolezza» (Omar Cala-
coloniales, c o m o los de hoy, practicaban la brese)25 en la que nos estamos adentrando en
descontextualización y el nuevo uso, la des- la actualidad.
546 Serge Gruzinski

Notas

1. Véase Serge Gruzinski, La México, 1992. Recordemos de la Nueva España. Su Obra,


colonisation de l'imaginaire. nuestra deuda con Pierre México, Jus, 1962, pág. 141.
Sociétés indigènes et Francastel (La figure et le lieu.
occidentalistion dans le Mexique L'ordre visuel du Quattrocento, 7. Sobre el lenguaje de los gestos,
espagnol, xvie-xvme siècle, Paris, París, Gallimard, 1967) que véase Michael Baxandall, Painting
Gallimard, 1988. N o s parece útil aportó una importante and Experience in Fifteenth
inaugurar la historia de los contribución recalcando hasta qué Century Italy, Oxford, Oxford
imaginarios nacidos en la punto la imagen es portadora de University Press, 1986; Serge
encrucijada de las expectativas y pensamiento y de lenguaje y Gruzinski, «Normas cristianas y
de las respuestas, en el punto de c ó m o su contenido es irreductible respuestas indígenas: apuntes para
encuentro de las sensibilidades y a la palabra. El pensamiento el estudio del proceso de
de las interpretaciones, de las figurativo ofrece así una materia occidentalización entre los indios
fascinaciones y de los apegos densa y específica que a veces de Nueva España», Historias, 15,
suscitados de la imagen. Al anticipa las elaboraciones del México, I N A H , 1986, págs. 31-41.
detenerse en lo imaginario en su pensamiento conceptual. Al
totalidad y su movilidad - q u e inspirarnos en los trabajos de 8. Véase el caso de Mathurin
también es la movilidad de la Pierre Francastel, Michael Gilbert, el apóstol de Michoacán
vivencia- se descarta una Baxandall (Painting and en Francisco Fernández del
descripción sistemática de la Experience in Fifteenth Century Castillo, Libros y libreros en el
imagen y de sus contextos, en Italy, Oxford, Oxford University siglo xvi, México, F C E , 1982,
provecho de una realidad que Press, 1986) y de Daniel Arasse págs. 1-37.
sólo existe en y por su (Les Primitifs italiens, Ginebra,
interacción. H o y día corresponde Framot, 1986), nos referimos a la 9. Hubert Damisch, Théorie du
a las ciencias sociales abandonar noción de orden visual que nuage, París, Seuil, 1982.
los caminos trillados del transmite e impone la imagen.
pensamiento dual 10. Sobre el teatro de
-significante/significado, 3. Para una vision sintética, evangelización, véase Fernando
forma/contenido, etc.- y Carmen Bernard y Serge Horcasitas, El teatro náhuatl.
compartimentado -lo económico, Gruzinski, Histoire du Nouveau Épocas novohispana y moderna,
lo social, lo religioso, lo político, Monde, T o m o I, De la Découverte México, U N A M , 1974 y Othón
lo estético, etc.- cuyas à la Conquête. Une expérience Arróniz, Teatro de evangelización
delimitaciones demasiado européenne, Paris, Fayard, 1991. en Nueva España, México,
cómodas acaban por encerrar en U N A M , 1979.
vez de explicar. U n a de las 4. Sobre el origen y el uso del
virtudes de la investigación término «fragmentado» (fractal, 11. Fernández del Castillo (1982),
histórica confrontada a las en francés) y sobre la caótica págs. 81-85 y ss.
realidades mexicanas y coloniales situación provocada por la
es, desde luego, que pone de Conquista, véase nuestra 12. Manuel Toussaint, La pintura
manifiesto hasta qué punto son contribución a Le continent colonial en México, México,
tributarias las categorías y las imprévu: rencontre avec les U N A M , 1982.
clasificaciones que aplicamos a la amérindiens, Paris, U N E S C O ,
imagen (y a los fenómenos en que se publicará próximamente 13. Jeannine Baticle, «L'âge
general) de una concepción con el título «Los indios de baroque en Espagne» en J. Baticle
erudita, procedente del México frente a la conquista y Alain Roy, L'âge baroque en
aristotelicismo y del española: del caos a los primeros Espagne et en Europe
Renacimiento, dominada por el mestizajes». septentrionale, Ginebra, Framot,
modelo fonético del lenguaje 1986, pág. 20.
verbal. Esto explica su
5. Véase sobre este tema nuestra
arraigamiento histórico y su 14. Sobre estas fuentes, véase
obra L'Amérique de la Conquête
extrema relatividad. Ernesto de la Torre Villar y
peinte par les Indiens du Mexique,
Ramiro Navarro de Anda,
Paris, F l a m m a r i o n - U N E S C O ,
2. Estas reflexiones retoman Testimonios históricos
1991.
varios capítulos de nuestro libro guadalupanos, México, F C E ,
La guerre des images de 1982; Francisco de la Maza, El
Christophe Colomb à Blade 6. Sobre Valadcs, véase Esteban guadalupanismo mexicano,
Runner (¡492-2019). París, J. Palomera, Fray Diego Valadés México, F C E , 1982; David A .
Fayard, 1990 ed española F . C . E . , OFM, evangelizador, humanista Brading, The First America. The
Colonización y guerra de imágenes en el México colonial y moderno 547

Spanish Monarchy, Creoles la cristianización de los indios del 22. Sobre un enfoque
Patriots and the Liberal State, Nuevo M u n d o . transcultural de la visión barroca,
1492-1867, Cambridge, véase Jean-Michel Sallmann edit.,
Cambridge University Press, 1991. 17. Véanse estos textos en de la Visions indiennes, visions
Torre Villar ( 1982), págs. 152-333. baroques: les métissages de
l'inconscient, Paris, P U F , 1992.
15. Seguimos la tesis de
18. David A . Brading, Prophecy 23. Gruzinski(1988) y
E d m u n d o O ' G o r m a n , Destierro de
sombras. Luz en el origen de la and Myth in Mexican History, L'Amérique de la Conquête peinte
imagen y culto de Nuestra Señora Cambridge, Centre of Latin par les indiens du Mexique, Paris,
de Guadalupe del Tepeyac, American Studies, s.f.; Los F l a m m a r i o n / U N E S C O , 1991.
México, U N A M , 1986. orígenes del nacionalismo
mexicano, México, Sepsetcntas, 24. Sobre un culto indígena
1973. inspirado en los cultos marianos
16. Montufar había nacido en de la época barroca, véase S.
Loja, en el reino de Granada, 19. D e la Maza (1981), pág. 162. Gruzinski, Man-Gods in the
donde fue calificador del Santo Mexican Highlands, Indian Power
Oficio. Es sabido que la ciudad and Colonial Society, 1520-1820,
de Granada, capital del último 20. En los archivos mexicanos de Stanford University Press, 1989,
reino musulmán de Europa la Inquisición abundan ejemplos págs. 105-172.
occidental, cayó en 1492 y que de estos comportamientos
sus habitantes se vieron obligados (México, Archivo General de la 25. N o s remitimos a los ensayos
a abrazar la fe cristiana. Nación). de sociología posmoderna de
Recordemos que España tuvo que O m a r Calabrese, L'età
ocuparse durante el siglo xvi de la neobarocca, Bari, Laterza, 1987 y
doble cuestión de la integración 21. P. Camporesi, / / pane Alberto Abruzzezc, / / corpo
de los moriscos -moros ibéricos selvaggio, Bolonia, II Mulino, elettronico, Florencia, La Nuova
en principio cristianizados- y de 1980. Italia, 1988.

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