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Serge Gruzinski
y las epidemias. La diversidad de los c o m p o - ticular (los obstáculos que representaban las
nentes étnicos y religiosos, el profundo desa- lenguas indígenas, la ausencia de diccionarios,
rraigo, la influencia reducida o nula de la auto- de intérpretes, las dificultades de la traduc-
ridad central -delegada o demasiado lejana, ya ción, etc.).
que el emperador Carlos V residía de preferen- . Hasta los años 1560, las órdenes mendi-
cia en Bruselas- la vastedad de océanos y con- cantes dominaron la evangelización de los in-
tinentes, el predominio de la improvisación, dios de México. Los religiosos, en particular
todo ello desató fenómenos y situaciones cuyo los franciscanos, que pertenecían al movi-
carácter caótico, o mejor dicho fragmentado4, miento de la prerreforma y del humanismo,
es manifiesto. fueron quienes introdujeron la imagen cristia-
La experiencia de fragmentación (1521- na en México. Este episodio fundador se inau-
1530) que precedió a la cristalización de la guró con la destrucción de los ídolos, o sea con
sociedad colonial ejerció una influencia dura- la aniquilación de las imágenes del adversario,
dera en las culturas y las sociedades del Méxi- c o m o si la imagen occidental no pudiese de
co español, por cuanto dejó su impronta en la ningún m o d o tolerar la existencia de una re-
comunicación social y cultural. Ello consagró presentación competidora. La idoloclastia fue
el predominio de una «recepción fragmenta- a todas luces una manera de proseguir y consu-
da», ya que la invasión provocó en ambos mar la conquista por otros medios. Este gesto
bandos, y por m u c h o tiempo, la pérdida y aun demostraba una aguda conciencia de la impor-
la desaparición de los puntos de referencia tancia de la imagen en una estrategia de con-
originales -africanos, mediterráneos, amerin- quista y de colonización, e iba acompañado de
dios- y la creación caótica de nuevas marcas. un conocimiento exacto de las capacidades
Esta dinámica de la pérdida y de la reconstitu- generales de la imagen: ésta podía ser, según
ción se manifestó en todos los planos en forma los casos, una herramienta de la memoria, un
de una recepción intermitente y fragmentada instrumento de dominio, un sustituto afectivo
de las culturas presentes. Obligó a los indivi- o un señuelo engañoso.
duos y a los grupos a establecer, entre los Esta fase agresiva y destructora trajo inme-
fragmentos y los pedazos que podían recoger, diatamente consigo la imposición de la imagen
analogías m á s o menos profundas o superficia- cristiana. La operación correspondió a la difu-
les. Este m o d o de recepción y de comunica- sión del mensaje cristiano: dogma, historia sa-
ción, que multiplicaba los malentendidos y las grada, simbolismo e iconografía. Los religiosos
imprecisiones, confirió al m i s m o tiempo a losutilizaron la imagen para evangelizar a las m a -
supervivientes una receptividad particular, sas indígenas. Se suelen asociar a esta técnica
una destreza de la práctica cultural, una movi- de enseñanza nombres c o m o los de Jacobo de
lidad de la mirada y de la percepción, una Testera y Diego Valadés: «gracias al medio de
aptitud para combinar los fragmentos m á s dis- las imágenes», el conocimiento de las Escritu-
persos de los que el arte indígena del México ras debía fijarse en la mente de esta gente
colonial nos ofrece admirables testimonios5. «carente de letras, de memoria, ávida de nove-
En medio de esta atomización de los rasgos y dad y de pintura»6. Los franciscanos utiliza-
de los puntos de referencia y de este estado de ban lienzos pintados en que aparecían, «de un
fragmentación, la Iglesia sentó paulatinamente m o d o y en un orden harto ingenioso», el Sím-
las bases de una colonización de lo imaginario. bolo de los Apóstoles, el Decálogo, los Siete
Pecados Capitales y las Siete Obras de Miseri-
cordia.
La imagen cristiana c o m o Sin embargo, y esto es m á s significativo
instrumento de occidentalización aún, la difusión de la imagen cristiana se ase-
mejó a la inculcación de un orden visual y de
En esta empresa, la imagen desempeñó un un imaginario: no se trató únicamente de reve-
papel decisivo pues aportaba una respuesta a lar un repertorio iconográfico inédito (caracte-
la situación fragmentada que acabamos de ex- rizado por la preponderancia del antropomor-
poner, pero también porque se inscribía en un fismo) sino de inculcar lo que el Occidente de
contexto espiritual (los imperativos y las ur- los clérigos entendía por persona, divinidad,
gencias de la evangelización) y lingüístico par- cuerpo y naturaleza, causalidad, espacio e his-
Colonización y guerra de imágenes en el México colonial y moderno 535
toria, ilusión y autenticidad, etc. La imagen ció ser la M a d r e de Nuestro Señor y que Ella
cristiana expresaba un pensamiento figurativo es la gran Mediadora del cielo»8. N o existe
tanto m á s desconcertante cuanto que los m i - m á s clara defensa de la dicotomía entre el
sioneros no lo explicaban sino m u y parcial- significante y el significado, entre la imagen y
mente. En los frescos, los lienzos pintados o el la «cosa representada». La imagen aspiraba a
escenario de las representaciones dramáticas, ser la semblanza de un original, la copia de un
los religiosos comunicaron un universo de ges- modelo celeste. Dicho con otras palabras, so-
tos pero también una concepción del aconteci- bre la imagen renaciente pesaba -tanto c o m o
miento, un sentido de la concatenación de las sobre la nuestra- el modelo fonético de la
actitudes y de los comportamientos que remi- lengua y del signo. Henos aquí una vez m á s en
tía a esquemas occidentales tan disímiles el centro de un proceso radical de occidentali-
c o m o la representación de las emociones, la zación de las poblaciones vencidas9.
noción aristotélica de causalidad o aun la del Así pues, la imagen franciscana era ante
determinismo y el libre albedrío. Bajo los es- todo una imagen didáctica, puesta al servicio
quemas estilísticos y perceptuales operaban de una política de tabla rasa: esto es, que
otros esquemas que organizaban inconsciente- rechazaba todo compromiso con el m u n d o in-
mente todas las categorías de la relación rena- dígena. Imagen-espejo, imagen-memoria, ima-
ciente con la realidad. C o n la difusión de la gen-espectáculo10, vehículo de la occidentali-
imagen cristiana, los religiosos aplicaron una zación, la imagen franciscana se dirigía exclu-
política m á s de occidentalización que de his- sivamente a los indígenas que se deseaba
panización. Esta se inscribía perfectamente en proteger de las influencias y las contaminacio-
el proyecto humanista y cristiano de crear un nes deletéreas de los conquistadores y los colo-
«hombre nuevo», aun si las órdenes mendi- nos. El hombre nuevo que pretendían forjar
cantes no podían percibir cabalmente el alcan- los misioneros debía romper con su pasado
ce y las consecuencias del instrumento que pagano. Dotado de un «ojo moral», el indio
manejaban 7 . debía, gracias al libre albedrío y a la fe, adqui-
En tales condiciones, resulta evidente que rir el dominio de la imagen verdadera para
el comentario de los religiosos no podía agotar librarse de los «engaños del dominio» y de las
la sustancia de la imagen cristiana: la abun- trampas de la idolatría.
dancia de las referencias culturales y teológi-
cas, y la profundidad de la memoria que hacía
intervenir y que presuponía, la convertían en Hacia una política barroca
una fuente de informaciones por descifrar, un de la imagen
instrumento de aprendizaje y, de forma m u y
accesoria, un foco de ilusión y de fascinación. Ahora bien, a mediados del siglo xvi, en un
Pero la imagen de los frescos franciscanos México que ya no era el de la Conquista, la
no era únicamente una imagen exigente y difí- Iglesia modificó su estrategia. E n la segunda
cil, sino además un objeto sometido a control. parte del siglo se fueron reuniendo paulatina-
Los misioneros temían que las imágenes cris- mente las condiciones para la aparición de una
tianas se convirtiesen en objeto de un culto nueva política de la imagen. Frente al m u n d o
idólatra. Este temor dictó a veces en la prácti- indígena del campo, todavía poderosamente
ca actitudes radicales c o m o el rechazo apenas controlado por los religiosos pero diezmado
disimulado del culto de las imágenes. Por in- por las epidemias, se esbozó una sociedad nue-
fluencia de la prerreforma y del erasmismo, va, urbana, a un tiempo pluriétnica e hispani-
los evangelizadores manifestaron a este res- zada, que se enfrentaba cotidianamente a la
pecto una prudencia e incluso una reticencia experiencia sin precedentes de los mestizajes.
extremadas. L a imagen cristiana se concebía En el m i s m o m o m e n t o , la Iglesia secular y
c o m o un instrumento destinado exclusiva- la jerarquía desplazaron del primer plano a las
mente a alimentar la devoción por lo que re- órdenes religiosas y, en particular, a los fran-
presentaba, y que se hallaba supuestamente en ciscanos. Esta evolución se tradujo en un
el cielo. La imagen refrescaba la memoria: «la abandono de la política de tabla rasa. E n vez
imagen de Santa María se pinta solamente de promover la ruptura con el pasado prehis-
para que recordemos que fue Ella quien mere- pánico, la Iglesia secular persiguió un doble
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nuevas identidades. En los códices y los mapas santos, las cruces que se alzaban por todas
indígenas la combinación de la escritura y del partes, evocando otras cruces prehispánicas, y
glifo, de los juegos del paisaje y de la simboli- m á s tarde el culto de las reliquias, propiciaron
zación revelan los itinerarios de un pensa- aproximaciones y falsas equivalencias que
miento figurativo indígena, sus hallazgos - v a - provocaron en los imaginarios indígenas fenó-
riantes del kitsch, abstracción, etc.- y sus menos incesantes de interferencia. La coexis-
estancamientos. Asimismo, el diálogo entabla- tencia y la proximidad física de los objetos
do entre los coloristas indígenas y la imagen cristianos y paganos en el universo indígena
monocroma del grabado europeo pone de m a - tuvieron las mismas repercusiones. Los imagi-
nifiesto un aprendizaje de la imagen y una narios indígenas parecen haber multiplicado,
adaptación23. entreverado y dispersado por doquier las fuer-
En realidad, las intervenciones sucesivas zas y las presencias «divinas». Las imágenes
del m u n d o indio en la iconografía y las repre- «idolizaron» lo amerindio y lo europeo, lo
sentaciones europeas abarcan la mayor parte antiguo y lo moderno, venerando o transfor-
de las modalidades de la relación con la ima- m a n d o en simple amuleto lo que podía here-
gen, desde la imposición brutal hasta la experi- darse de la tradición, transmitirse por la «cos-
mentación, desde la interpretación heterodoxa tumbre» o m á s simplemente adquirirse en u n
hasta la producción autónoma y aun la disi- mercado. El origen respectivo de los rasgos
dencia iconoclasta. L a imagen barroca fue presentes acababa por perder toda pertinencia
ante todo un instrumento importante de inte- a medida que se iba adentrando en la época
gración del m u n d o indígena en la sociedad colonial. Los espacios del ídolo y del santo se
colonial primero, y luego en el m u n d o mesti- cruzaban y se superponían constantemente, a
zo. Y a hemos señalado el éxito de las grandes pesar de las barreras infranqueables que pre-
devociones barrocas (las Vírgenes milagrosas, tendía erigir la Iglesia y de los abismos que
los santuarios, lasfiestas,las peregrinaciones) separaban originalmente las dos concepciones
y de las actitudes piadosas m á s individuales, la del m u n d o .
multiplicación de las imágenes, los nexos entre Las referencias se borraron tanto más efec-
la imaginería del culto y la imaginería visiona- tivamente cuanto que en la mente de los in-
ria. Añádase el papel clave de las cofradías dios, de los mestizos y de los españoles los
-oficiales y espontáneas- que florecieron en distintos universos de creencias no eran in-
torno al culto a las imágenes de los santos. E n compatibles, lo cual en la práctica cotidiana se
torno a los santos se formó, durante todo el traducía en innumerables arreglos. D e visiones
siglo xvii, un imaginario híbrido cuya inventi- en analogías, de confusiones en cotejos, lo
vidad y plasticidad contribuyeron a la crea- imaginario del ídolo fue contaminando lo ima-
ción de una nueva identidad indígena, fruto de ginario del santo sin que la Iglesia colonial
la confluencia de la herencia antigua, de las haya podido jamás eliminar las interferencias,
imposiciones de la sociedad colonial y de las e incluso sin advertir realmente, muchas ve-
influencias de un cristianismo mediterráneo. ces, lo que se urdía ante sus ojos. ¿Indiferencia
Insistimos en este doble movimiento: en el de un vencedor seguro del desenlace final o
m i s m o m o m e n t o en que se convertía en el incapacidad de captar la manera en que los
sostén y el bastión de una nueva identidad indios recuperaban y deformaban la imagen
vinculada al pueblo, al terruño y a los organis- cristiana? Sería excesivo pretender que la gran
m o s comunitarios, la imagen cristiana tendía marea barroca estuvo a punto de arrastrar a la
un puente entre los indios y los otros grupos de Iglesia que la había desatado. Es posible, ade-
la Nueva España por cuanto posibilitaba la más, que esas eflorescencias heterodoxas ha-
coexistencia de una pluralidad de interpreta- yan contribuido a largo plazo a que arraigara
ciones concurrentes y de imaginarios. el modelo barroco. Sin embargo, los torbelli-
Al estudiar las modalidades de reinterpre- nos y la agitación que se observan por todas
tación de la imagen cristiana por parte de las partes demuestran que nada es m á s frágil que
poblaciones indígenas, se pueden observar al- el dominio de la imagen; ello pone de mani-
gunos de los mecanismos culturales del mesti- fiesto procesos de aculturación y de contraa-
zaje. La sustitución sistemática de las estatuas culturación en que participan no sólo imáge-
paganas por las imágenes de la Virgen y de los nes materiales y m o d o s de representación,
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Notas
Spanish Monarchy, Creoles la cristianización de los indios del 22. Sobre un enfoque
Patriots and the Liberal State, Nuevo M u n d o . transcultural de la visión barroca,
1492-1867, Cambridge, véase Jean-Michel Sallmann edit.,
Cambridge University Press, 1991. 17. Véanse estos textos en de la Visions indiennes, visions
Torre Villar ( 1982), págs. 152-333. baroques: les métissages de
l'inconscient, Paris, P U F , 1992.
15. Seguimos la tesis de
18. David A . Brading, Prophecy 23. Gruzinski(1988) y
E d m u n d o O ' G o r m a n , Destierro de
sombras. Luz en el origen de la and Myth in Mexican History, L'Amérique de la Conquête peinte
imagen y culto de Nuestra Señora Cambridge, Centre of Latin par les indiens du Mexique, Paris,
de Guadalupe del Tepeyac, American Studies, s.f.; Los F l a m m a r i o n / U N E S C O , 1991.
México, U N A M , 1986. orígenes del nacionalismo
mexicano, México, Sepsetcntas, 24. Sobre un culto indígena
1973. inspirado en los cultos marianos
16. Montufar había nacido en de la época barroca, véase S.
Loja, en el reino de Granada, 19. D e la Maza (1981), pág. 162. Gruzinski, Man-Gods in the
donde fue calificador del Santo Mexican Highlands, Indian Power
Oficio. Es sabido que la ciudad and Colonial Society, 1520-1820,
de Granada, capital del último 20. En los archivos mexicanos de Stanford University Press, 1989,
reino musulmán de Europa la Inquisición abundan ejemplos págs. 105-172.
occidental, cayó en 1492 y que de estos comportamientos
sus habitantes se vieron obligados (México, Archivo General de la 25. N o s remitimos a los ensayos
a abrazar la fe cristiana. Nación). de sociología posmoderna de
Recordemos que España tuvo que O m a r Calabrese, L'età
ocuparse durante el siglo xvi de la neobarocca, Bari, Laterza, 1987 y
doble cuestión de la integración 21. P. Camporesi, / / pane Alberto Abruzzezc, / / corpo
de los moriscos -moros ibéricos selvaggio, Bolonia, II Mulino, elettronico, Florencia, La Nuova
en principio cristianizados- y de 1980. Italia, 1988.