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Conviene que, en efecto, el hombre se dé cuenta de lo que le dicen las ideas (Platón,
Fedro 249b).
Mariposas caligo
La ficción literaria no se explica desde una epistemología, porque esta última no
explica la realidad, sino la idea que de la realidad tiene el sujeto, un sujeto no
menos ideal, que se acerca a la realidad como si él no hubiera intervenido en su
construcción. Aquí se plantea una demolición de la idea aristotélica y
epistemológica de ficción literaria. Se hará un recorrido que, partiendo de la
epistemología aristotélica de la ficción, desemboca en una gnoseología materialista
de la realidad.
Desde la Poética de Aristóteles, el concepto de ficción ha estado en la base de toda
interpretación literaria. Sin embargo, la idea de ficción que elabora Aristóteles se
sitúa en una posición epistemológica (Sujeto / Objeto), no gnoseológica (Materia /
Forma). ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que Aristóteles organiza las
posibilidades del conocimiento humano para que la Idea de Ficción se interprete
por relación a una determinada Idea de Realidad, desde el punto de vista de la
relación epistemológica entre el Sujeto y el Objeto, y no desde el punto de vista de
la relación gnoseológica entre la Materia y la Forma. La realidad será, pues, la
naturaleza imitada en la obra de arte mediante palabras utilizadas por el poeta, y,
en consecuencia, la obra de arte será siempre una reproducción o imitación, más o
menos verosímil, de la naturaleza o realidad. La teoría de la literatura, desde
Aristóteles hasta hoy, sigue ubicada en la perspectiva epistemológica del autor de la
Poética a la hora de concebir y explicar la ficción de la literatura frente a la
concepción de la realidad. Y hace todo esto con dos agravantes de categoría. El
primero consiste en sostener una idea de realidad que, o bien es aristotélica (como
hicieron los preceptistas del clasicismo renacentista e ilustrado), y por tanto
imposible de articular y aceptar científicamente en nuestros días, o bien es una idea
de realidad que queda indefinida, con lo cual toda idea de ficción literaria que
pretenda explicarse por relación verosímil —o de adecuacionismo— con el mundo
real resulta hipostasiada, sustancializada o teologizada, es decir, se convierte en un
idealismo metafísico. El segundo agravante consiste en presentar una idea de
ficción definida de forma confusa, contradictoria o inconsecuente, a partir de
conceptos incompatibles entre sí, procedentes de diferentes ámbitos y ciencias
categoriales, desde la Historia y la Filología hasta la Física y la Metafísica (que ni es
una ciencia ni un saber crítico), conceptos que el teórico de la literatura acaba por
organizar de forma retórica, filológica o doxográfica, de modo que su resultado no
será otra cosa que una dilatada metáfora, es decir, un discurso tropológico o
fenomenológico —ensayístico de prosa poética—, pero no gnoseológico ni
científico.