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Índice
Ser espiritualista
• Por qué escribo sobre esto?
• Religión y religiosidad
• Espiritualismo filosófico
• Humanismo y Espiritualismo
• Humanismo espiritualista
A modo de resumen
Ser espiritualista
Habiendo recibido la religión decidida por mis padres, fui una ferviente practicante de la Religión
Católica Apostólica y Romana, hasta que en la edad de la adolescencia y con el ingreso de la Filosofía
en mi vida mientras cursaba la escuela secundaria, comencé a cuestionarlo todo. En la juventud pude
desplegar el fuego que me consumía interiormente con todos sus interrogantes y me acerqué a lo
Paranormal (“eso” que llamamos “desconocido”). Luego llegaría el Esoterismo, las disciplinas y
técnicas de conexión con el mundo interno y externo (entiéndase Tarot, Magia, Astrología, Grafología,
Numerología, Registros Akáshicos, Reiki por citar algunos ejemplos) para luego quedarme quieta
viendo pasar el desfile con todos sus ornamentos de lo propuesto por la Nueva Era (New Age).
No es para emitir juicio alguno ni criticar a quien haya quedado en una o cada etapa de las
nombradas convirtiéndose en un especialista del tema. Existen grandes conocedores de tales técnicas y
que prestan su ayuda desinteresadamente a personas desorientadas o con grandes dudas en su interior,
aportando favorablemente a su propia vida y a la del prójimo. Sin embargo, bajo ningún aspecto, ha
sido ese mi caso y sentí la imperiosa necesidad de continuar ampliando en tales saberes. Me superó el
deseo de saber, de investigar, de profundizar, de establecer líneas de relaciones y a partir de trozos de
conocimiento, ser capaz de armar un todo coherente y aceptable al entendimiento humano. Para qué?
Pues nada más ni nada menos, que para vivir mejor. Una técnica aplicada viene a ser algo así como un
apósito en la herida del alma. Un procedimiento que se repite una y otra vez como letanía en Semana
Santa es tan frágil como una figura de cristal, sin vibración, resonancia ni alcance; y una pila de
conocimiento no se convierte en saber hasta que no se aplica en una situación concreta. El saber, si no
es útil a la práctica de la mejor vida posible a nuestro alcance en el momento presente, se convierte en
puro enciclopedismo; y cuando aparece el dogma, retrocede la espiritualidad, frena el avance de la
investigación y pone límites a la experiencia.
Nunca pude verme reflejada plenamente en ninguna corriente religiosa, espiritual, filosófica ni
nada alineado a ello. Durante muchos años, me reconocía como una libre-pensadora, sin adherencia a
ninguna línea de pensamiento específico y, muchos menos, a un grupo que llevara adelante estudios y/
o prácticas relacionadas con temas de mi interés. El hecho de no poseer un círculo social específico y
acorde a mis intereses me resultó sumamente complicado de resolver a nivel social. Elegí el silencio.
Muchos años después, entendería y comprendería que así es el camino del buscador, silencioso, y la
mayor parte de su recorrido solitario pero no por ello menos pleno y fructífero, ya que el primer paso a
dar para transitarlo es el conocimiento del si mismo como una individualidad, y en ese proceso se
incluyen los aspectos de ser amiga, compañera, adulta de la niña, padre-madre, tutora, guía, espejo y
reflejo de ese complejo de unidad y multiplicidad que somos al mismo tiempo.
Hoy desde este presente, comienzo a darme cuenta de las diferencias que van poniendo cada cosa
en el lugar apropiado, por la sencilla razón que no es mi intento cambiar etiquetas, sino de ampliar el
contenido, de recuperar lo realizado por otros y, lo que es más importante, reitero, poner un poco de
orden en este, mi propio caos. Por tal motivo, creo que es importante para continuar, establecer claras
distinciones entre las palabras y conceptos que se usan habitualmente. El término “Espiritualista”
suele ser mal empleado y confundido con espiritualidad, “ser espiritual”, y en otras relaciones, con
religión y religiosidad. Tomaré el camino más simple y comenzaré por lo más sencillo, lo que cae por
su propio peso.
Religión y religiosidad
Cabe aclarar antes de continuar, que cualquier creencia o conocimiento puede solidificarse como
“dogma”. Esta no es una palabra exclusiva para las actividades espirituales. Hay quienes rechazan
abiertamente todo lo relacionado con la religión y hacen de la ciencia su propio dogma como cuerpo
de saber que no puede ser discutido ni puesto en duda, ya que se ha comprobado científicamente el
hecho, la hipótesis ha sido demostrada y eso asegura la perdurabilidad inmutable en el tiempo. Esto es
más a nivel de seguidores, puesto que el científico, movido por su curiosidad, es probable que sea un
poco más abierto mentalmente que estos adeptos a la ciencia y esté dispuesto a aceptar o asumir que
existen asuntos que poco se puedan entender todavía.
En otro orden, hay quienes siguiendo a un líder político, interpretan sus palabras como únicas y
libres del escrutinio del juicio. Seguir una ideología política a ciegas, por el solo hecho de que el
partido determina que tal o cual situación, dirección y camino es la correcta y apropiada, es establecer
una postura dogmática en el ámbito socio-político.
Dicho esto, sigo adelante describiendo esa particular formación social dentro del ámbito de la
espiritualidad que no puede ni deber ser confundida con espiritualismo.
El dogma es el corazón y la sangre que nutre a todo el cuerpo de la religión. Lo recorre bajo la
forma de oraciones, rituales, preceptos morales, razonamientos específicos a efecto de explicar otras
creencias y establecer en base a ello, normas de comportamiento aceptables dentro del grupo. Es su
sostén y otorga el sentido y razón de existencia, por eso no puede ser puesto en duda, criticado ni
cuestionado dentro del mismo sistema que lo generó. Esto es de suma importancia. Es interesante
observar cómo los feligreses resuelven su relación y respuesta ante el dogma.
Frente al dogma (inamovible, inmutable, inmodificable, resistente al paso del tiempo y del
pensamiento) existen dos únicos caminos para el adepto: se acepta o no se acepta, sin incluir en ello la
cuestión relacionada con la fe que es un asunto exclusivamente de elección y expresión en el ámbito
personal. Según esto, se pueden realizar algunas combinaciones entre el individuo, el dogma y su
respuesta de fe, interesantes para analizar y sacar algunas conclusiones:
a) Puede la persona aceptar el dogma y tener fe en ello, como el ferviente seguidor, fanático, y
hasta fundamentalista.
Por ejemplo, alguien que pertenece a cualquier religión y sigue al pie de la letra todos sus
principios, participa de las prácticas organizadas en rituales, tanto en soledad como de manera
comunitaria. Construye su mundo personal en base a las reglas que su religión le dicta. El practicante
ve y juzga el mundo físico que le rodea y a las personas que integran su realidad social según estos
principios.
La vida espiritual no necesita de una doctrina impuesta por otro u otros. Tampoco necesita de
rituales anclados en un tiempo pasado muy lejano y ajeno al individuo practicante en su momento
presente. Cada cual posee el derecho de buscar, encontrar y comunicarse con la divinidad sobre
cualquier concepción, forma o modo que se tenga sobre ella. La relación que cada uno establezca con
lo divino bajo las formas de monoteísmo o panteísmo, puede derivar -y es natural que así sea- en
religiosidad, en una particular manera de estar conectado a un mundo que nos trasciende, con o sin
religión de por medio.
Espiritualismo filosófico
El espiritualismo dentro del marco de la Filosofía, tiene sus orígenes a mediados del Siglo XIX.
Nace como una corriente de pensamiento en oposición al materialismo, defendiendo la esencia
espiritual y la inmortalidad del alma, rompiendo con la tendencia positivista de querer reducir lo real a
lo físico y la filosofía a una ciencia natural, despreciando los ideales morales y los valores
trascendentales. Reconoce al hombre como espíritu finito, a diferencia de un dios al que concibe como
espíritu absoluto. El hombre es en esencia espíritu en cuanto agente y actividad intencionalmente
causante de la realidad.
Si bien esta definición es clara con respecto a los parámetros por los que se rige la filosofía
espiritualista, ha sido utilizada como justificación y fundamento para sostener otras formas de
entendimiento de la realidad, poniendo distancia sobre cuestiones muy básicas inherentes al espíritu
humano y su curiosidad, como por ejemplo, el respeto por la libertad de pensamiento y el derecho a la
propia exploración de la realidad circundante como también el respeto por las propias conclusiones a
las que arribe el individuo. Así, puede verse comprometida la filosofía espiritualista con la religión y el
espiritismo filosófico de Allan Kardec.
Humanismo y Espiritualismo
Antes que nada, el humanismo es un hecho histórico. Surge en el Renacimiento durante la Edad
Media como una actitud consciente del espíritu más que como una corriente filosófica determinada. Es
un concepto muy amplio que posee más de un significado, aunque en términos generales se aplica a la
valoración del estudio de los clásicos greco-latinos, las letras y, a partir de estas, al estudio de la
evolución histórica del pensamiento social y cultural. Como tradición cultural, ha estado presente en
la historia de la cultura occidental.
Textual de la Wikipedia: “El término Humanismo fue acuñado en 1808 por el teólogo alemán
Friedrich Immanuel Niethammer para referirse a las enseñanzas medias, centradas en el estudio de
los clásicos griegos y latinos. (…) En su origen, pues, el humanismo no era un sistema filosófico sino
un programa educativo y literario, pero al dar nueva vida a los sistemas filosóficos clásicos griegos y
latinos incorporaba importantes nociones filosóficas de orden diverso y más bien ecléctico,
coincidentes únicamente en dar valor al hombre y al estudio de las humanidades.
Entendido así, el humanismo trata de exponer y difundir con mayor claridad el patrimonio
cultural. El individuo, correctamente instruido, permanece libre y plenamente responsable de sus
actos en la creencia de su capacidad de elección. Las nociones de libertad o de libre albedrío, de
tolerancia, de independencia, de apertura y de curiosidad son, efectivamente, indisociables de la
teoría humanista clásica.”
Humanismo espiritualista
Teniendo claro lo anterior, se puede agregar también que se denomina humanismo al “sistema de
creencias centrado en el principio de que las necesidades de la sensibilidad y de la inteligencia humana
pueden satisfacerse sin tener que aceptar la existencia de Dios y la predicación de las religiones”
(Wikipedia, Diccionario de la Real Academia Española), lo que se aproxima al laicismo o a posturas
secularistas.
Quedando de todo esto, por cierto, la consideración de que el hombre como ser racional, es un fin
en sí mismo y que su labor, entonces, consistirá en perfeccionarse a lo largo de toda su existencia
aplicando el esfuerzo, estudio y autodisciplina, expresada en los siguientes términos: “voluntad de
refrenarse”, “control interno” y “freno vital contra ímpetu vital”.
Para el humanismo espiritualista, los medios que intervienen en la formación del hombre son: la
herencia, el medio ambiente y el hombre mismo. Por medio de su inteligencia, el hombre debe trazarse
un plan de vida para llegar a realizar un ideal en la vida. Se observa la preponderancia e importancia
que tiene la educación en el logro de estos ideales. Es por ello, y como esbozo de un sistema educativo
acorde, que se sugiere al ser en formación durante los primeros años en que predomina la vida
sensitiva y emocional, se consagre al arte; mientras que los años de la madurez, cuando el poder de
abstracción está ya desarrollado, se dediquen a la ciencia y la filosofía.
Extraigo de un artículo encontrado en la web (robertexto.com), firmado por Ma. del Rayo Rebeca
Guzmán Centeno, algunos puntos relevantes en materia educativa.
• El amor a la verdad: esta es una exigencia que desea comprender y poseer la riqueza de lo
real a través de la inteligencia.
• El amor al bien y a la justicia: Tendencia sensible a todo lo bueno, noble y justo.
• La aceptación de la propia existencia: Maritain la describe como “la actitud de un ser que
existe de buena gana, que no se avergüenza de existir y se mantiene recto en su existencia, y
para quien ser y aceptar las naturales limitaciones de la existencia son objeto de un
asentimiento igualmente simple, franco e ingenuo.
• El sentido de la obra bien hecha: El educando desea realizar una obra por sí mismo, aún
cuando tenga que repetir una y otra vez hasta que le parezca perfecta. Una obra siempre
merece respeto, esté como esté y se debe estimular la responsabilidad de quien la realizó.
• El sentido de la cooperación: entender que el hombre necesita de la compañía de otros para
convivir armónicamente y fomentar su vida social. Se debe encaminar al educando al servicio
de sus semejantes, al compañerismo, a la cooperación para desterrar el espíritu de egoísmo
individualista, de pereza o de abstención.
El subconsciente
Maritain investiga el preconsciente racional o subconsciente espiritual, no el de los
psicoanalistas como Freud. Menciona que tiene múltiples aplicaciones prácticas, ayudando a llegar al
corazón de la comprensión intelectual. Por debajo de las palabras conscientes está la íntima vitalidad
del alma que es la verdadera fuente del conocimiento, del amor y verdaderos deseos humanos.
El inconsciente irracional y el racional o espiritual están entrelazados en las profundidades del
alma y pueden ser confundidos. La tarea de la vida es la de liberarlos para encontrar a través del
inconsciente espiritual la fuente de la vida, la libertad y la paz. Para esto, debe haber estrechas
relaciones entre el maestro y el alumno, y éste primero, tiene que desechar la memorización y poner
en práctica la espontaneidad del alumno.
La formación de la inteligencia
La comprensión es la base del aprendizaje efectivo. La formación de la inteligencia no se realiza
a base de la ejecución y adiestramiento. La mente se desarrolla en función de la comprensión de los
contenidos por aprender.”
A modo de resumen
El espiritualismo es, antes que nada, una postura filosófica frente a la vida; donde el dogma, como
conjunto de creencias que forman un cuerpo sólido y estable en el tiempo, es el resultado de la libre
elección sobre conclusiones a las que se haya arribado en base al propio conocimiento y experiencia.
En términos duales, no se trata de evitar, no adquirir o «ir en contra de» cualquier dogma; sino que,
una vez que elegimos determinados principios como directrices en nuestra vida, «saber», «tener en
cuenta» dos aspectos importantes: que «es» un dogma y que puede ser reemplazado cuando
consideremos que nos provoca más conflictos que traer soluciones.
En forma cotidiana, todo conocimiento teórico y/o práctico adquirido, debe aportar una mayor
coherencia en la expresión de nuestro pensar, hacer, sentir y decir. A tal punto de dejar la inconsciencia
que provoca el sentimiento de separación, y recobrar en nosotros mismos la consciencia de Unidad que
siempre fuimos y que nunca dejamos de ser.