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INSTITUTO DE EDUCACION

SUPERIOR TECNOLOGICO
PUBLICO MAÑAZO
CARRERA PROFESIONAL DE
ADMINISTRACION DE EMPRESAS

TRABAJO ENCARGADO:
RESUMEN DE LA CORRUPCION EN EL PERú

PRESENTADO POR:

TICONA GARNICA VERONICA FANCY

DOCENTE:
Lic. Yohanna Yeserli Vega Tristan
SEMESTRE: II

2020

LA CORRUPCION EN EL PERU
La corrupción es un problema que aqueja a muchos países, y el Perú no escapa
de esta realidad, donde los gobiernos que se sucedieron desde 1824 hasta la
fecha no han tenido la voluntad de forjar una nación unitaria, diversa ni
descentralizada. Al contrario, todo el poder político se concentra en Lima, desde
donde aún se gobierna. 
El crecimiento económico del país, también durante los últimos 25 años, ha sido
acompañado por la presencia de altos índices de corrupción. Esta lacra que resta
puntos al crecimiento de la economía y que perjudica más a la población de bajos
ingresos no ha amainado. Por lo contrario, ha ido en aumento. Inevitablemente,
los ejecutivos responsables por la conducción de las diversas unidades de la
empresa están expuestos a ella. Ellos conocen los costos o beneficios que la
corrupción genera, ellos reconocen sus formas y los mecanismos que la
sustentan, y ellos determinan su funcionalidad o disfuncionalidad con respecto a
las metas concretas de negocios que se trazan. La corrupción es un problema que
afecta a países ricos y pobres y que desde la segunda mitad del siglo pasado ha
generado estudios por parte de investigadores de diversas disciplinas. Porque sus
estudiosos provienen principalmente de centros académicos y de investigación en
países desarrollados, y porque los costos que acarrea golpean más fuertemente a
los países pobres, los estudios sobre la corrupción se concentran más en estos
últimos.

CICLOS DE CORRUPCIÓN REPUBLICANOS. (EL GUANO)


Durante la era republicana se han presentado tres grandes casos de corrupción.
Estos son el ciclo de guano, el período de Leguía y el gobierno de Fujimori. El
guano era propiedad pública y produjo una renta fabulosa equivalente a 80 años
de un presupuesto que se evaporó en diversas obras públicas, en primer lugar los
ferrocarriles, que costaron una inmensidad y por los cuales se pagaron sobornos
monumentales. Todo el proceso ha quedado registrado en las cuentas de Henry
Meiggs, quien fue el empresario principal de los ferrocarriles.
CICLOS DE CORRUPCIÓN REPUBLICANOS. (LEGUÍA)
El gobierno de Leguía igualmente dispuso de cuantiosos fondos y emprendió un
ambicioso programa de obras públicas que fue ocasión para el pago de cuantiosos
sobornos al entorno presidencial empezando por algunos miembros de la familia
del gobernante. En ese período se cimentó una costumbre altamente negativa que
no proviene de la colonia sino que es creación puramente republicana. Esto es, el
hábito de cobrar coimas por obra pública, habiéndose establecido incluso tasas
que fluctuaban entre el 10 y el 20% de cada contrato. Asimismo, en época de
Leguía cobró forma definitiva la vinculación de la familia del gobernante con la
obra del Estado para cobrar comisiones ilegales por facilitar trámites y montar
empresas de fachada que contraten con el gobierno.

CICLOS DE CORRUPCIÓN REPUBLICANOS. (FUJIMORI)

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Durante los años noventa, el gobierno de Fujimori práctico una forma de
corrupción más integral. Por primera vez, el aparato del Estado fue completamente
sometido por una mafia cuyo propósito era maximizar ganancias ilegales para
permanecer indefinidamente en el poder.  Durante este período se contó también
con ingresos extraordinarios, en este caso provenientes fundamentalmente de la
privatización de las empresas públicas. Ello confirma una regla de la corrupción
peruana. Esta es, que en cada ocasión cuando se ha formado un sustantivo tesoro
público, un ingreso sustancialmente superior al habitual, en el aparato del Estado
se ha formado un grupo que emplea el poder y sus resortes para robar en
provecho propio.
El gobierno de Fujimori sufrió una corrupción integral que rebalsó largamente la
dimensión de la coima por obra pública que venía del pasado. Esa forma de
soborno no desapareció, pero se vio empequeñecida por otras modalidades más
sofisticadas. Entre ellas se cuenta el mismo proceso de privatización, donde en
algunos casos se halla escandalosas subvaluaciones, como en Sol Gas, en otras
operaciones de entrega total que permitieron al nuevo operador esquilmar a la
empresa privatizada y encima quebrarla e irse como acreedores, como fue el caso
de Aeroperú. A ello debe sumarse compromisos de inversión incumplidos que han
paralizado a empresas históricas como es el caso de Sider o las tienen casi en
ruinas como en Marcona. Las compras inútiles y objeto de grandes sobornos han
estado encabezadas por las compras militares que llegaron a costar mil
ochocientos millones de dólares. Pero, lamentablemente, no es el único caso
porque otro plato grande fue empleado por Víctor Joy Way, quien cobró 22
millones de US$ como soborno por más de 350 millones de compras a la
República Popular China.
LA CORRUPCION EN LA ACTUALIDAD
Ante la corrupción que anegó América Latina en la última década uno se pregunta:
¿dónde están quienes dijeron no a la corrupción? Cada uno podrá buscar a este
imprescindible individuo en su propio país, pero en el Perú resulta difícil
distinguirlo. Lava Jato y Odebrecht han dejado la diáfana impresión de que
nuestros líderes fueron incapaces de negarse al dinero fácil.
Y se podía esperar que lo rechazaran. Si no por convicción, al menos por miedo.
Durante los noventa, el país padeció uno de los gobiernos más corruptos de su
historia. Doscientos funcionarios cercanos a la gestión Fujimori fueron
sentenciados por algún delito de corrupción.
Es decir, sorprendentemente, a la sempiterna corrupción siguió la rara sanción.
Esto debería haber constituido un disuasivo a nuevas trapacerías durante la
recuperada democracia de los 2000. No lo fue. En el año 2004, según
investigaciones fiscales y periodísticas, el expresidente Alejandro Toledo negoció
un soborno de 30 millones de dólares con Odebrecht a cambio de otorgarle la
construcción de la carretera interoceánica que conectaría Perú y Brasil.
Finalmente, solo habría recibido veinte millones, ya que Odebrecht no consiguió el
tercer tramo de la vía. Toledo vive en Estados Unidos, prófugo de la justicia.
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Entre 2006 y 2011 Odebrecht vivió su lustro dorado. Alan García era presidente y
miles de millones fueron otorgados a proyectos realizados por esta empresa. Seis
funcionarios de dicho gobierno, incluyendo un viceministro, han sido encarcelados
por coimas de más de 8 millones de dólares. García tiene una investigación
abierta por tráfico de influencias. Más allá de lo que establezcan los tribunales, los
limeños ven a diario la prueba última de la estrecha relación entre García y
Odebrecht, pues la bahía de Lima es dominada por un Cristo enorme que la
empresa ofrendó al expresidente. Si el de Río de Janeiro es el Cristo del
Corcovado, los limeños bautizaron al suyo como el Cristo de lo Robado.
Odebrecht no solo corrompió políticos y funcionarios. Como documentó Malú
Gaspar en un reportaje notable en la revista Piauí, para hacerse de las grandes
obras de infraestructura, debió coludirse con empresas y empresarios nacionales.
Según funcionarios de Odebrecht, sus socios locales estaban al tanto de los
sobornos y aportaban a dichos "gastos".
Hoy el expresidente Ollanta Humala está preso preventivamente porque habría
recibido dinero de Odebrecht para sus campañas. El mandatario Kuczynski dedica
su presidencia no a gobernar, sino a ver cómo disimula sus múltiples y ahora
públicas relaciones con Odebrecht; las cuales hasta hace poco negaba
categóricamente.
La acción de Odebrecht y otras constructoras brasileñas fue más sutil que la del
soborno descarado. Como ha declarado Marcelo Odebrecht y ha confirmado Jorge
Barata, su brazo ejecutor en Lima durante más de una década, la empresa apoyó
a casi todos los candidatos con oportunidades de ganar la presidencia en 2006 y
2011. Han brindado montos exactos. Siendo una empresa con una división entera
dedicada al pago de sobornos, no es difícil presumir que, aun si recibir dinero de
empresas para campañas no constituye delito, estas contribuciones fuesen una
suerte de sobornos diferidos y difusos entre potenciales gobernantes. Según
Barata, bebieron de esa misma agua envenenada los expresidentes Toledo,
García y Humala, el actual presidente Kuczynski, la ex alcaldesa de Lima Susana
Villarán y la dos veces candidata presidencial Keiko Fujimori. No hubo quien dijera
no.
¿Por qué nadie puede decir no? Pregunta dolorosa. La Constitución peruana
afirma que el presidente "personifica" a la nación. No podemos quitarle la nalga a
la jeringa, la pregunta nos involucra. Por lo pronto, sugiero leer La pasión de
Enrique Lynch de Richard Parra publicada en 2014. Esta novela corta es el
extraordinario relato sobre el siglo XIX peruano de la mano de un hombre de
negocios que es una suerte de ancestro carnal de Barata. Ingeniero
norteamericano llegado de Chile, hace fortuna realizando obras públicas que
consigue con sobornos e intimando con lo más fino de la sociedad limeña.
Promete modernización a través de obras y le pagan con el dinero del booming
commodity de la época: el guano. Parece calco. O sea, poseemos un par de siglos
de experiencia. ¿Qué pasa en nuestras élites políticas y económicas que desde
siempre han sido receptivas con los embajadores de la corrupción?
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Aunque la pregunta es enorme y caben infinidad de hipótesis, es indispensable
observar la relación de estos actores con las instituciones que los rigen. Nuestros
líderes políticos y económicos prosperan bajo las instituciones informales del
particularismo: dinero para mi campaña, tolerancia con la corrupción de mis
acólitos y recursos para aceitar a mi clientela. Sin embargo, según la ley formal,
ellos mismos deberían reforzar la institucionalidad del interés general. Oh,
paradoja, deben fomentar las instituciones formales que combatan las
instituciones informales del particularismo desde las cuales prosperan. No ocurre.
Los peruanos hemos sido testigos de esto una y otra vez. Con el congreso anterior
(2011-2016) el congresista Juan Pari realizó un excelente informe de investigación
sobre la actuación de las constructoras brasileñas en el Perú. Congresistas de
todos los partidos decidieron que se engavetara. Solo adquirió actualidad cuando
las justicias brasileña y estadounidense revelaron lo sucedido en el Perú. Algo
similar ha ocurrido cuando se quiso fortalecer la unidad de investigación de delitos
financieros del poder judicial o al fiscalizar las "donaciones" a las campañas. Y
recordemos que grupos empresariales hacían cabildeo para que en los procesos
por corrupción se sancionase al funcionario y no al privado.
Tras el canto solista de Jorge Barata, ingresa el coro podrido de la política
peruana. Obviamente, nuestros políticos ignoraban todo. La tragicomedia es
mayúscula. Renuncian a partidos, dibujan caras de sorpresa, hay quien ya tomó
un avión al extranjero y acusan de corruptos a otros políticos por actos casi
idénticos. El desprecio por la ciudadanía es indisimulado, nos tratan de idiotas en
nuestra cara.
Ante la crisis, la primera reacción es deshacernos de este elenco acostumbrado al
sí. Pero está probado que nuevos actores también pueden tener el sí fácil. Más
bien, la crisis abre oportunidad para hacer ciertas reformas institucionales que, al
menos, cierren la puerta al ingreso de dinero sucio en las campañas electorales.
Después de todo, si el individuo ejemplar que dice no preserva la dignidad de la
comunidad, son sus instituciones ejemplares las que permiten la prosperidad en el
largo plazo.

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