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Textos sobre discernimiento

Sumario:
Descifrando los signos del Espíritu
DOS BANDERAS Y DISCERNIMIENTO
Por Ivan Restrepo, S.J.
LOS DOS MODOS DEL TERCER TIEMPO
Por Alvaro Gutiérrez, S.J.
LOS TRES BINARIOS DE HOMBRES [149-157]
Por: K. RAHNER
MEDITACIÓN DE TRES BINARIOS
Por: Roberto Triviño, S.J.
EL DISCERNIMIENTO DE LOS EJERCICIOS A LA LUZ DE LA AUTOBIOGRAFIA
Por: Darío Restrepo, S.J.
PROYECTO PERSONAL
LOS ESCRÚPULOS (A la luz de los Ejercicios Espirituales, [345 - 351])
Santiago Arzubialde, sj
DECISIONES PARA HACER ELECCIÓN
MEDITACIÓN DE DOS BANDERAS [136-147] anti-neoliberal
José L. Serra - LA ELECCIÓN

Descifrando los signos del Espíritu

Los signos de Dios son difíciles de captar y de descifrar.


Existe una técnica de acercamiento a los signos de Dios.
El Espíritu sopla donde quiere. Es preciso prudencia
humana y espiritual para escuchar la voz de Dios.

Para escuchar a Dios es preciso tener en cuenta tres condiciones previas para la lectura del signo de
Dios que lleve a una decisión auténticamente espiritual: 1. Tener autoridad o responsabilidad para
tomar la decisión, 2. Participar con la oración para que Dios nos ilumine y 3. Estar interiormente libre de
toda preferencia o pasión personal (egoísta).

Decisión en el Espíritu:
Fases.

Información: tomar conocimiento lo más completo posible de la historia del asunto aclarado
suficientemente con personas competentes.

La deliberación para detectar las ventajas o inconvenientes del proyecto.

La consulta a Dios en la oración esforzándose por percibir en completa pureza interior y desinterés
personal, hacia dónde nos guía el Espíritu de Dios.

Tomar la decisión y sopesarla delante de Dios y ante su conciencia.


Ofrecer a Dios la decisión, para que en la oración se susciten mociones interiores que confirmen la
opción a través de la paz interna que produce por haber buscado del mejor modo posible la
voluntad de Dios.

Una decisión así tomada se convierte en la voluntad de Dios, salvo evidente indicación de lo contrario.
Luego de este proceso la opción es llevada a cabo cueste lo que cueste, con tenacidad y fidelidad a sí
mismo por haber sido inspirada bajo la influencia del Espíritu de Dios, es preciso aportar todos los
recursos de la personalidad humana y espiritual para ejecutar esta opción que no niega la libertad
porque puede estar sujeta a nuevas interpelaciones del Espíritu.(Cfr. A. Ravier, “Ars Gubernandi” en
Ignacio de Loyola, c.12, Merced a Dios).
DOS BANDERAS Y DISCERNIMIENTO

Por Ivan Restrepo, S.J.

Las meditaciones que irrumpen en la serie de contemplaciones sobre la vida de Cristo, y en particular
esta de Dos Banderas (2B), cumple la misma función del sermón del monte en Mateo, de confrontar al
cristiano (al ejercitante) con la radicalidad que encierra la vida de Cristo, para llevarlo a convertirse, por
la gracia de Dios, en otro Cristo. Si Mateo «el catequista» lo hace por medio del más hermoso sermón
de su evangelio (al que los Ejercicios recurrirán en su momento , Ignacio «el pedagogo», echa mano
como es su costumbre, de esa facultad maravillosa con que todos contamos, la imaginación, que no es
solo memoria, inteligencia, deseos, sino todo eso junto, para develar engaños muy profundamente
anclados y suscitar una adhesión lúcida a la enseñanza de Jesús .

En el preciso momento en que al ejercitante se le pide que comience a investigar y a demandar en qué
vida o estado de él se quiere su divina majestad , se lo emboca por el sendero azaroso demandado
por esta meditación, que va como sobre una arista. El trazado imaginativo del sendero es pedagógico,
los azares del camino son reales! Lo más normal al proyectar un viaje es que nos lo representemos en
imágenes y en situaciones por las que nos sentimos atenidos o en las que nunca quisiéramos
encontramos. Aunque las imágenes sugeridas por esta meditación pudieran parecer a primera vista
alejadas de la situación del ejercitante , la realidad es que éste se encuentra llamado a descubrirme, no
solo como el actor, sino también como el lugar donde se libra el combate allí descrito. La imaginación
aporta su contribución valiosísima, ¡mas no por eso debe pensarse que se trata de un combate y de un
lugar imaginarios! Jerusalén y Babilonia hacen parte de la historia de la meditación , como dato de fe
procedente de la memoria de la Iglesia, traído ahora a la memoria del ejercitante para su
contemplación.

En toda la humanidad pervive una imagen arquetípica de confrontación entre dos campos, desarrollada
por autores espirituales y profanos, y muy presente en la tradición de la Iglesia, desde donde le llega a
Iglesia, desde donde le llega a Ignacio y él, a quien le gusta presentar las cosas por contraste y
confrontación, como una eficaz ayuda para ver más claro, la emplea a fondo en esta meditación. Por
eso, estas imágenes no son neutras, sino que son portadoras de un tema esencial de la tradición
cristiana sobre la confrontación con el espíritu del mal que aparece desde muy temprano en la
Escritura , y resurge ya en los primeros capítulos de los sinópticos , para seguir vigente en el transcurso
de toda la historia, y por tanto también en este ejercitante concreto.

Los dos jefes son tipificados opuestamente como el mercenario y el buen pastor , pero lo más álgido
del contraste se da en la actividad proselitista que ambos despliegan , para conferir a sus plataformas
una extensión ilimitada . Las dimensiones, pues, de esta confrontación abarcan el mundo entero y toda
la historia, ninguna persona queda excluida, mucho menos el ejercitante, que precisamente viene de
ponderar las circunstancias y consecuencias de su lucha concreta en la Primera Semana. Los puntos
van en presente y están precedidos por un cómo que subraya la actualidad y universalidad de la
confrontación en la que, él ejercitante toma parte por estar comprometido en el seguimiento de Cristo, y
en medio de la cual tendrá que definirse. Sin embargo, de las formas que tomará y de su complejidad,
él está todavía lejos de ser plenamente consciente.

1. Realidades en disputa

La petición enuncia una clara oposición, entre engaños y vida verdadera, entre el mal caudillo y el
sumo capitán de los buenos , Y se implora la gracia del discernimiento.

No para escoger, claro está, entre Jesús, y, el diablo, pues el ejercitante, ya se ha ofrecido con todo el
entusiasmo de su corazón a seguir a Cristo el Señor , yendo inclusive contra su propia sensualidad y
contra su amor carnal y mundano . El ya escogió campo. Pero le quedan todavía muchos engaños y
trampas tendidas, que será preciso detectar y desmontar, en ese camino emprendido en seguimiento
de Cristo. Su elección de campo debe madurar mediante el conocimiento de la verdadera vida que le
muestra el sumo y verdadero capitán. A su vez el enemigo, como en los juegos de «nintendo», ataca al
momento y de la forma menos pensada, y habrá que estar siempre alerta, para ver por dónde va a salir
y con qué armas conviene luchar contra sus engaños.

En los preámbulos Cristo aparece primero, como dueño del terreno, mas en los puntos se invierte este
orden, como si fuera Lucifer quien atacara primero. Solamente aquí se lo llama por este nombre, que
significa paradójicamente «el que lleva luz» o la «estrella matutina» . En otros lugares es el mortal
enemigo de la natura humana, el enemigo de nuestro progreso y de nuestra salud eterna. ¡Y qué
importante es identificar al enemigo y no equivocarse de enemigo!

Agazapado, espera para poner zancadilla en el camino. ¿Cómo? Por el engaño, el ardid, la treta, la
celada, el disimulo, la farsa, el fraude, el timo, la trampa, el truco, Tentación bajo apariencia de bien,
que induce, embauca, camela, tima, seduce, engatusa, enreda, estafa, alucina . Sugiere pensamientos
buenos y hace valer falsos pretextos. Con lo cual nos encontramos ya en el contexto cotidiano, con
todas las ambigüedades, presentes en los proyectos humanos y en las representaciones que los
sustentan. Es la nueva situación espiritual del ejercitante, quien previamente había conocido otro tipo
de combate, donde era tentado grosera y abiertamente . Ahora deberá prepararse para ataques más
sutiles y maneras encubiertas, fingidas, enmascaradas y en celada. Embocado por la vía del
seguimiento de Cristo, puede muy bien perder el camino. Hay en él una ambigüedad y contradicción
que debe aprender a clarificar y a desmontar. Y este ejercicio de Dos Banderas, por las imágenes que
emplea, le prestará invaluable ayuda en esta tarea.

2. Imágenes contrapuestas

El ejercicio está constituido por dos series de tres puntos claramente contrapuestos. Vamos a tomarlos
por parejas de contrarios, resaltando el lenguaje figurativo utilizado, que ayuda a develar intenciones y
efectos, para poder sacar las consecuencias del caso.

(140) Amenazado-atraído (144)

De un lado encontramos imágenes que producen sobresalto, pavor, turbación, en figura horrible y
espantosa, por, las que uno se siente «amenazado»; del otro algo atrayente y apacible, hermoso y
gracioso, por lo que uno es «atraído».

140: El enemigo «sienta cátedra», pero brumosa, ambigua y llena de humo. El fuego alumbra pero
también enceguece. Va a tentar por razones falaces, de orden mental, con argumentos alambicados
con apariencia de verdad .

144: La atracción de Cristo, por él contrario, no es engañosa sino muy propia para suscitar confianza e
invitar a fiarse de quien viene sin engaños ni tapujos. Cristo está ahí sin imponerse, en un cuadro
pacificador y en un lugar humilde, afirmado en la tierra (humilis), en tono de paz, tranquilidad, quietud .

Pero más todavía que los personajes mismos, son opuestos sus comportamientos: falsas verdades,
discursos velados, actitudes arrogantes, mímicas que desfiguran (como en los actuales sistemas de
propaganda) se contraponen al mundo de la simplicidad, la verdad que se ofrece con modestia, gracia
y belleza. Hay, comportamientos y lugares infernales como los hay de gracia. Esto es lo que se lee en
estas imágenes.

(141) Amenaza-atracción (145)

141: El discurso de Lucifer es de tono impersonal, ... hace llamamiento de innumerables demonios, y
cómo los esparce por todas partes; la insistencia es geográfica con tono de incursión, de acometida
insistente, precisa pero anónima: «amenazante».
145: El Señor de todo el mundo, más adelante llamado nuestro Señor, escoge personas, apóstoles,
discípulos y los envía. Todo tiene allí una resonancia evangélica, para crear relaciones interpersonales,
atrayentes, que inspiran confianza.

(142) entrampado-ayudado (146)

Este tercer punto, el sermón que hace cada jefe a sus seguidores, acentúa la oposición en las tácticas,
intenciones y resultados . Resumamos las características respectivas en el siguiente cuadro.

Lucifer Elementos Cristo Nuestro Señor

Imaginar Labor del ejercitante Considerar

Babilonia Lugar Jerusalén


Como cátedra de fuego y En lugar humilde
humo
Como si se asentase Actitud de los jefes Se pone (se sienta)

En figura horrible y Expresión de los jefes Hermoso y gracioso


espantosa
Hace llamamiento de A quienes reclutan Escoge tantas personas,
innumerables demonios apóstoles, discípulos
A m o n e s t a Acción del jefe Encomienda a sus siervos y
(anonimamente) amigos (lenguaje personal y de
confianza).
Tentar, echar redes y Maneras de hacerlo A los que quieran ayudar en
cadenas traerlos a...
Impedir avanzar, hacer Finalidades Hacer avanzar invitar a caminar.
que uno se sienta
maniatado

Gracias a este juego de imágenes contrarias, el ejercitante es alertado para que reconozca y discierna
las artes y trampas del enemigo y para que aprenda a defenderse y resguardarse de ellas; además,
para que intuya las ayudas y apoyos que siempre recibe de Cristo y aprenda a fiarse de él.

Este terreno es engañoso y peligroso, precisamente porque se trata de las riquezas, que son algo
bueno en sí, necesario y muy conveniente para hacer muchas cosas buenas. Por eso el enemigo
seduce por allí, primero en cosas leves (redes) y con apariencia muy razonable, porque de allí puede
pasar fácilmente a que la persona se aficione, se apegue, codicie las riquezas y sus prerrogativas,
como las describen magníficamente los Proverbios y el Eclesiástico en el antiguo testamento y la
primera carta a Timoteo en el nuevo, que van pintando las consecuencias de ese apego (cadenas), por
donde suele iniciarse el traspaso furtivo al bando enemigo y al abandono de Cristo. Y es que el dinero
es el equivalente universal. El rico tiene en la tierra todo cuanto puede querer y desear. Tiene riquezas,
honores, poder; tiene influjo y valimiento entre los grandes y poderosos; tiene numerosos amigos que le
aplauden y lisonjean; tiene bajo sus pies y a su servicio a los hombres rendidos y sujetos a su arbitrio y
voluntad; tiene en sus manos un medio poderosísimo y eficacísimo para hacer cuanto quiera,
procurarse los bienes, oprimir a los pobres, inclinar la justicia, satisfacer sus apetitos. Ese es el peligro
de las riquezas. Por allí llegan las nubes de incienso, las lisonjas y por allí se entra en crecida soberbia.
Se va creyendo autónomo y desligado de Dios. Las riquezas se vuelven el castillo de su fortaleza. En
cambio el pobre en espíritu se considera peregrino en esta tierra y busca la ciudad cuyo artífice es
Dios. No pone en los bienes su confianza ni su corazón .

Pero hace falta todavía llegar hasta el extremo a donde conducen las imágenes, donde el grado de
contrariedad es máximo. Allí te espera al ejercitante una gran sorpresa, pues al reparar detenidamente
en cada uno de estos dos discursos, no resulta evidente que vayan en la misma dirección de las
imágenes hasta entonces utilizadas. Y es que este tercer punto marca la entrada al núcleo mismo del
deseo, lugar donde se originan todas las ambigüedades que están en el fondo del corazón humano. En
los discursos que hacen los jefes se revela en todo su contraste esta contradicción interior.

3. Imágenes que cambian de sentido

Al reparar en el discurso de Cristo, no resulta evidente escuchar la verdadera vida manifestada en


términos de pobreza, humillaciones, humildad. ¿No puede esto suscitar contrariedad, inspirar temor,
inquietud y turbación, que era todo lo que las reglas de discernimiento atribuían al mal espíritu? . El
ejercitante se siente lejos de lo que se le propone. Advierte la paradoja entre la imagen del Señor que lo
atrae, y su programa que le repele. ¿No está Cristo tendiéndole la trampa de un programa de desprecio
de sí, imposible y contradictorio? ¿No habría que decir entonces que la cátedra de Cristo es también de
fuego y humo? ¿Acaso no dijo también él: Yo he venido a prender fuego en el mundo y cómo quisiera
que estuviera ardiendo? . De fascinante, se hace amenazante, con un poder anónimo e invasor,
atrapando al hombre en sus redes. ¿Sería esa la razón por la que envió a sus apóstoles como
pescadores de hombres? .

Del lado del enemigo las imágenes también cambian de sentido: se hace modesto y atrayente, se
insinúa sin imponerse, sugiere cosas que dan ánimo (entra con el ánima devota) . Hasta su nombre,
que entendemos como falso ángel de luz, puede significar también “lucero de la mañana”, lo mismo que
se designa a Cristo en el a 2Pe 1,19, o en el pregón pascual.

4. La conversión del deseo.

Esta posible inversión de las imágenes delata la ambigüedad de todo el mundo de la imaginación, que
puede encubrir tanto la mentira como la verdad. Y en esto se revela la ambigüedad que dormita en el
corazón del hombre. Esto significa que la meditación de Dos Banderas, más que a imaginar las cosas
fuera de sí, a lo que de verdad llama es a afrontar el mundo de nuestras representaciones, para
aprender a ver en él todas las trampas, las inversiones y las manipulaciones de las cuales es juguete
el propio deseo. Por eso habrá que pasar por el cedazo todas estas representaciones y pensamientos
a los cuales están ligadas, para conseguir el discernimiento del deseo. La verdadera vida mana de una
conversión del deseo, y el seguimiento de Cristo y la decisión de vida del ejercitante, va a tener mucho
que ver con su deseo de tener, valer y poder. Desde allí, en su raíz, nos asaltan, tanto las trampas y
engaños del enemigo, como el llamado de la verdadera vida. tanto las trampas como el llamado, tienen
que ver con todo lo que simboliza la riqueza y lo que se le opone, la pobreza, con el honor mundano y
su opuesto, las humillaciones, para desembocar en el orgullo y su opuesto, la humildad .

De partida y por principio, el ser humano está ya atraído por la codicia, siempre apta para convertirse
en la trampa montada por el “mentirosos y padre de la mentira” . Hay que caer bien en cuenta y
comprender que esta allí tendida. Y adentrarse en este esclarecimiento espiritual comporta también
tener muy claro, que la amenaza que uno experimenta al oír cuales son las armas de Cristo pobre y
humilde, solo es amenaza para lo que en el hombre está ya minado, y que es necesario liberar en él la
verdadera vida para que se abra al camino de la nueva atracción. Es este el chorro de luz que Ignacio
brinda, basado en el evangelio, para conseguir demostrar el engaño más profundo sobre el cual se
montan los afectos desordenados. Es lo que hace Jesús cuando le revira a Pedro con fuerza y lo
amenaza al percibir cómo se cierra el anuncio de sus humillaciones. Reacciona violentamente, no
contra Pedro sino contra lo que en Pedro es pensamiento del adversario .

Al hacer camino en compañía de Cristo y con su gracia, el ejercitante es llamado a comprender de qué
y cómo debe ser liberado por él. Las trampas están tendidas en el deseo de tener, valer y poder a toda
costa, y desde allí contrarían la verdadera vida; este deseo es a su vez contradicho por la pobreza, las
humillaciones y la humildad que muestra la vida de Cristo. Pero para llegar a esta verdad, el ejercitante
debe atravesar la nube del miedo de echarse a perder y de perderse a sí mismo. Debe rehusarse a
creer que perder la vida es mortal, como el enemigo le insinúa. Resistirse a ceder a esta pánico,
significa vencer el temor y escapar a las garras del miedo que exudan tales representaciones. ¿Y con
qué fuerza cuenta para hacerlo? Con la fuerza que se origina y mana de la confianza puesta en aquel
que ha vencido al «padre de la mentira». Por eso no hay que desconfiar tanto del enemigo como de
sus trampas. Se pide guardarse, no tanto de él, que no puede nada, como de -sus engaños que, esos
sí, son muy insidiosos . Hay que remitirse y abandonarse confiadamente, con toda pobreza y humildad,
a la palabra del que dijo: El que pierda su vida por mí la encontrará .

5. El Coloquio de los Ejercicios

¿Qué resulta de todo esto? ¿Cuáles el único camino para llegar a esta sabiduría? Una petición humilde
y orante, instante. Pasar de las imágenes a la oración como lo indica el coloquio con que termina esta
meditación, que es EL COLOQUIO de los Ejercicios . Ya no son dos banderas, sino una sola; el
estandarte del la cruz de Cristo, bajo el cual el ejercitante pide la gracia de ser recibido. Nada que
imaginar. En la cruz, la imagen misma de Dios se hizo trizas, para que se revelara la "verdadera vida y
su fuente, que descubrió el centurión romano: verdaderamente este hombre era Hijo de Dios .

Las imágenes han hecho su juego, prestaron su servicio de ayudar a descubrir al ejercitante donde
estaba la apuesta de su búsqueda: las trampas que lo amenazan, la distancia que todavía lo separa de
Cristo, las ambigüedades de, su deseo y su total para seguirlo de cerca, tú no puedes seguirme ahora,
me seguirás más tarde . Las imágenes dejan el campo ahora a la expresión del deseo hecho oración
humilde y pobre, para ser recibido (en pasiva), o al menos, para concebir «deseos de tener deseos» .

Oración hecha, primero a nuestra Señora porque me alcance gracia de su Hijo . segundo al Hijo (la
vulgata dice: a Cristo hombre, Cristo llevando la cruz), para que me alcance del Padre y tercero, al
Padre para que él me lo conceda. La intención de esta plegaria es, pues, remitirse al único capaz de
convertir el deseo, sin buscar imaginarse nada en concreto, ni pobrezas, ni humillaciones, que no hay
que pedirlas en sí mismas y que raramente son las que uno se imagina, sino las que habrá que ir
asumiendo en la vida con el Espíritu del Señor.

La lucha de Dos Banderas es una batalla «cuerpo a cuerpo», en la cual lo decisivo es llegar a ser
capaz de identificar a los suyos. Porque el discípulo padece ataques disimulados, en forma de atracción
mentirosa que lo arrastra por caminos ilusorios, o de amenaza mentirosa que le hace ver a Cristo como
el enemigo. El discernimiento espiritual es para hacer ver dónde está la - verdadera amenaza y dónde,
la verdadera atracción; es vigilancia para no dejarse engañar y para dejarse desengañar; supone que a
lo largo del camino hay, que mantener el deseo orientado en la dirección de Cristo pobre y humilde.

El crecimiento en el conocimiento de la verdadera vida hace más sensible para descubrir lo que se le
opone y para desactivar las trampas ya tendidas al acercarse la decisión. La paradoja es que, al llegar
ese momento, esas trampas se aumentarán y se harán más sutiles, pero serán puro humo. Tentaciones
de segunda semana.
LOS DOS MODOS DEL TERCER TIEMPO
Por Alvaro Gutiérrez, S.J.

0. Introducción.

Este tiempo se da cuando no se hacen presentes los hechos internos que se han estudiado en los dos
tiempos anteriores. Entonces tienen aplicación las palabras del Directorio ignaciano: ¡Cuando por el
segundo modo (sic) tercer modo del discurso intelectivo por los seis puntos. Últimamente se tomará el
modo que tras este se pone de cuatro puntos, como el último que puede tomarse” (MI s.II p.78).

Lo característico de estos modos del tercer tiempo... y por lo que éste difiere esencialmente de los dos
anteriores, está en que no se busca ya una señal directa próxima o remota, de la voluntad divina, sino
que se acude al ejercicio de las propias potencias naturales, para ver en cada caso lo más conducente
al último fin, y aquello se toma como voluntad de Dios.

Para ello es menester que el alma se halle en “tiempo tranquilo” (EE 177). En este tiempo el ejercitante
puede ayudarse de las consolaciones, cuando estas le son concedidas, pero no son necesarias.

1. El primer modo

La parte principal y como el cuerpo del primer modo lo constituyen lso puntos 4º. 5º. La investigación
de los pros y de los contras de una u otra cosa para a alabanza de Dios nuestro Señor y la salud de la
propia alma, (es decir: dos momentos, cada uno de ellos con dos partes) y la ponderación de las
razones habidas por ambas partes para sacar en claro a dónde más la razón se inclina. Ambas cosas
tienen serias dificultades en la práctica, y no es raro el caso de no llegarse a una resolución final que
pueda aquietar plenamente el espíritu.

Con todo, se pueden activar disposiciones interiores de no temor determinación alguna por motivos
naturales y humanos, sino con la mira única de la mayor gloria de Dios y mayor provecho espiritual de
la propia alma, lo cual se significa por las palabras del titulo de los Ejercicios: “ordenar su propia vida
sin determinarse por afección alguna que por desordenada sea” (EE 21). También se insiste e las
disposiciones señaladas en el preámbulo (EE 169) y el 2º. Punto (EE 179) sobre la indiferencia en la
que se debe situar el que se dispone para la elección.

2. El segundo modo

Este difiere del primero en cuanto al trabajo de investigación, que no desciende a mirar en particular los
¡pros, y los contras, y sólo atiende a otras consideraciones para asegurarse de la rectitud de la
elección; y en cuanto a la disposición subjetiva, que supone en quien hace la elección inclinación y
afección a una de las partes, la cual puede convertirse en un principio: de recta elección, si llega a
constar que desciende de arriba, del amor de Dios (EE 184). De esto quiere San Ignacio que se
asegure ante todo el que elige, y le da por criterio el que vea, hasta sentirlo en sí, si aquel amor máis o
menos que tiene a la cosa, y que le mueve y le hace elegirla, es o no, sólo por su Creador y Señor (EE
184). Y para acabar de asegurarse valen las tres reglas siguientes, del consejo a otra persona, de lo
que sentiré a la hora de la muerte y de cómo me
hallaré en el día del juicio (EE 185-187).

Una cosa interesa mucho en estos modos del tercer tiempo, a saber, quedar en todo caso bien
satisfechos interiormente de nuestra rectitud en la elección; y para tener de ello la posible seguridad, es
menester mantener en toda elección, como principio también fundamental, el firme propósito (le no
tomar la resolución definitiva antes (le estar bien seguros, sintiéndolo en nosotros mismos, de que nos
mueve solo el deseo de poder servir a Dios nuestro Señor.
Estos dos modos del tercer tiempo nos dan una seguridad moral, de que es más conforme al servicio
divino lo que resolvemos. Con todo somos conscientes del peligro de alucinación , nacido de la acción
secreta que sobre nuestro juicio ejerce el interés de cualquier afección oculta en el espíritu. Con todo, si
la conciencia no puede remordernos en esta parte, nos cabrá la satisfacción de que Dios en el
ofrecimiento final (183, 188) bendecirá nuestra sinceridad, aun en el caso de que no hubiéramos
acertado objetivamente con la voluntad divina.

Estas notas han sido sacadas del artículo de JOSÉ CALVERAS, S.J., «Buscar y hallar la voluntad
divina por los tiempos de elección de los Ejercicios de San Ignacio» Manresa 56 (1943) 252-270.

3. APÉNDICE:
Importancia de nuestras decisiones .

Cada una de nuestras decisiones es una pascua, es decir que se da bajo la forma de muerte y de
resurrección.

Comprendemos así lo importante que son en nuestras vidas las decisiones. Mi vida real, o mejor, lo que
ha, de humano en mi vida de hombre o de mujer, es un tejido de y decisiones.

Se dan las pequeñas y las grandes decisiones... Entre las pequeñas y las grandes se da toda la gama,
pero, repetimos, lo que en la vida no es decisión, no es nada. Las decisiones nos van construyendo, día
a día, minuto a minuto... decisión tras decisión.

¿Por qué es esto así? Simplemente porque el Señor resucitado está en el corazón de las decisiones
que tomamos.

4. Cristo está presente en nuestras decisiones

¿Crees qué Cristo resucitó? Como cristianos respondemos: desde luego. (Cfr. 1 Cor. 15,14). Si Cristo
resucitó, está vivo.

Si está vivo, está presente. ¿En dónde quieres que esté? No lo está en el espacio. Si resucitó no tiene
lugar en el espacio. Está presente en nuestra libertad, puesto que es por la libertad por lo que somos
verdaderamente hombres. Por ella hemos emergido de la naturaleza.

Si está presente, es activo. Hace algo, puesto que una presencia inactiva, no es una presencia real.
Cristo no está en otro lugar del que estamos, ni tampoco en nuestro estómago o nuestro pie: ÉL ESTA
EN NUESTRA LIBERTAD. No tanto en nuestra libertad cuando dormimos, sino más bien en nuestra
libertad cuando, despiertos, tomamos decisiones.

Si es activo, es transfigurante. ¿Qué quieres que haga, si no es transfigurar? Él es Amor, y el amor


transfigura todo lo que toca. (Tal persona, ¿no se transfiguró con la presencia del amado?).

Si transfigurante, es divinizador. Si es Dios el que está presente en nuestra libertad, para Él


trasfigurarnos es divinizarnos, hacernos devenir lo que Él es.
LOS TRES BINARIOS DE HOMBRES [149-157]
Por: K. RAHNER
c.21. Meditaciones sobre los EE, Herder, 1971,179-187

Como ulterior meditación de elección, propone san Ignacio la «de tres binarios de hombres». La
consideración de este tema pretende ayudar al ejercitante a incrementar su actitud de elección. Tras la
oración preparatoria, el ejercitante debe abordar tres preámbulos:

1. «El primer preámbulo es la historia, la cual es de tres binarios de hombres y cada uno de ellos ha
adquirido diez mil ducados, no pura o debidamente por amor de Dios; y quieren todos salvarse y hallar
en paz a Dios nuestro Señor, quitando de sí la gravedad e impedimento que tienen para ello -en la
afección de la cosa acquisita.»

2. «El segundo, composición, viendo el lugar. Será aquí ver a mí mismo, cómo estoy delante de Dios
nuestro Señor y de todos sus sanctos, para desear y conocer lo que sea más grato a la su divina
bondad».

3. «El tercero, demandar lo que quiero. Aquí será, pedir gracia para elegir lo que más a gloria de su
divina majestad y salud de mi ánima sea».

Seguidamente pasa san Ignacio a describir las tres clases de hombres sobre los que hay que meditar.

1. «El primer binario querría quitar el afecto que a la cosa acquisita tiene, para dejar en paz a Dios
nuestro Señor y salvar, y no pone los medios hasta la hora de la muerte».

2. «El segundo quiere quitar el afecto, mas ansí le quiere quitar, que quede con la cosa acquisita, de
manera que allí venga Dios donde él quiere, y no determina de dejarla, para ir a Dios, aunque fuese el
mejor estado para él».

3. «El tercero quiere quitar el afecto, mas ansí le quiere quitar, que también no le tiene afección a tener
la cosa acquisita o no la tener, sino que quiere solamente quererla o no. quererla, según que Dios
nuestro Señor le pondrá en voluntad, y a la tal persona le parecerá mejor para servicio y alabanza de
su divina majestad; y -entre tanto quiere hacer cuenta que todo lo deja en afecto, poniendo fuerza de no
querer aquello ni otra cosa ninguna, si no lo moviere sólo el servicio de Dios nuestro Señor, de manera
que el deseo de mejor poder servir a Dios nuestro Señor le mueva a tomar la cosa o dejarla».

«Hacer los mismos tres coloquios, que se, hicieron en la contemplación precedente de las dos
banderas.

Es de notar, que cuando nosotros sentimos afectos o, repugnancia contra la pobreza actual, cuando,
no: somos indiferentes a pobreza o riqueza, mucho aprovechará para extinguir el tal afecto
desordenado, pedir en los coloquios (aunque sea contra la carne) que el Señor le elija en pobreza
actual, y que 61 quiere, pide y suplica, solo que sea servicio y alabanza de, la su divina bondad».

En la meditación del Principio y Fundamento tomó ya consistencia temática para el ejercitante la


necesaria disponibilidad al «más» del medio objetivamente mejor. Si Dios nos impone el empleo de los
medios objetivamente mejores, está clara la necesidad de esforzarnos por dar con ellos. Y así, -el
ejercitante, haciéndose indiferente a las cosas con que trata, debe distanciarse de ellas y procurar
valorarlas con objetividad.

Al tratar del esfuerzo por adquirir la indiferencia, en el comienzo de los ejercicios, se presupone que la
voluntad de Dios puede conocerse por el valor de las cosas, que es mensurable y deducible del orden
de la creación; de suerte que, superando, las predecisiones e inclinaciones derivadas del pecado
original, el hombre logra un concepto objetivo de las cosas y de sus conexiones, y así se pondrá en
condiciones de elegir aquellos medios que «más conducen al fin». Por ejemplo: quien, por virtud de la
simple disposición al «más» -que aquí significa: tomar los medios objetivamente mejores- quisiera
examinar si debe hacerse sacerdote o no, debería declararse dispuesto a ello, siempre que encuentre
en sí los presupuestos de dicha vocación.

A continuación, el ejercitante tiene que meditar en su pecaminosidad. Reconoce así que está en manos
de Dios,, en un sentido aún más radical. Como pecador, puede comprender a Dios mucho menos que
como simple creatura. En el momento en que experimenta el fracaso culpable de su existencia, y se
precipita, por así decir, en el abismo, el hombre halla a Dios, no, tanto como fundamento de normas
universales objetivas -cosa que corresponde más al Principio y Fundamento -, sino como, el Señor
doblemente inescrutable, que es el amor mismo misericordioso de que el hombre, en su
pecaminosidad, debe hacerse objeto, aunque no, pueda hallar en sí el más mínimo motivo para ello. El
pecador - y todo hombre lo es - no acierta a comprender que él pueda presentarse, por la gracia de
Dios, ante el Crucificado, que vino a nuestra tenebrosa impotencia, a nuestra miseria sin salida, como
en busca de nuestro amor.

En la meditación del reino de Cristo y en las dos banderas nos ha salido al encuentro el amable Rey de
nuestros corazones, que nos amó hasta la muerte en cruz. A este Rey queremos corresponder sin
reservas -más allá de toda justificación objetiva-. Ignoramos el modo cómo Dios dispone de cada
individuo, pero nos hemos ofrecido a este Señor que compartió nuestra suerte, nuestro trabajoso y
pobre vivir y morir, tomando sobre sí, con extrema radicalidad, toda fatiga, pobreza y abnegación de sí
mismo. Queremos, con tal que sea del agrado de su divina Majestad, imitarle en una mayor pobreza
espiritual y, si 61 así lo quiere, también en la pobreza real.

La meditación de los tres binarios de hombres presupone esta disposición, pero la supera en una
entrega libre y total al amor siempre más grande de Dios. En cierto, modo, va más allá de la misma
cruz de Cristo. No es, que la cruz pierda aquí valor, sino que logra toda su prestancia en el marco más
grande, más vasto y total del amor absolutamente libre de Dios, de la disposición enteramente original
de su santa voluntad con respecto a mí y sólo a mí. A partir de la experiencia de la llamada, única y
personalísima de Dios, debo estar dispuesto al mayor y definitivo, «más». Pero de este modo. , la
objetividad sobrenaturalmente racional del Principio y Fundamento, y de la voluntad incondicional de
imitar a Cristo - fruto de la meditación del reino de Cristo -viene superada -en el sentido de un
abandono a la voluntad pura y, por así decir, todavía en suspenso, de Dios. Por supuesto, esta decisión
de amor incondicional a Dios debe mantenerse escondida en la inaparente sobriedad de mis días y
noches, de mi vida -en las rutas del mundo. Particularmente en los ejercicios, es preciso aplicar este
amor a las cuestiones concretas que se nos plantean como problemas de elección. Tengo que amar a
Dios de modo que su disposición acerca de la forma concreta de mi imitación de Cristo, quede
totalmente -en él como auténtico Uno, el primero y postrero, que no está subordinado, a ninguna
instancia superior, En la meditación de los tres binarios de hombres, san Ignacio nos brinda un ejemplo
de tal actitud electiva.

Cada uno de los hombres que aquí presenta san Ignacio ha ganado 10000 ducados. En lugar del
dinero, podemos muy bien aplicar la parábola a otros valores. Imaginar, por ejemplo, una serie de
sacerdotes, cada uno de los cuales ha obtenido un cargo, eclesiástico que se le acomoda, para el que
es capaz, que le gusta, y en el que realmente puede aportar grandes cosas para el reino de Dios. Al
igual que hace san Ignacio con los dueños de los 10 000 ducados, debemos presuponer que cada uno
de estos sacerdotes ha entrado legítimamente en posesión de su cargo, y que lo desempeña dentro de
un estilo de vida espiritual. Ninguno de ellos ha usurpado ese puesto pecaminosamente - en sentido
teológicomoral-. Conforme a los principios éticos, le es lícito retenerlo sin más. Todo parece estar en
regla. ¿Qué más se puede pedir?

Es perfectamente concebible que un sacerdote ejerza con entera rectitud su cargo, incluso por motivos
muy naturales. Una ética objetiva no puede menos de justificar tal conducta. Vista humanamente, la
cosa es razonable. Ahora, cada uno de los sacerdotes de estos tres binarios de hombres tiene que
decirse a sí mismo: yo no he obtenido este puesto con un amor de Dios total, incondicionalmente puro;
de suyo, es posible que lo integre en un tal amor, pero no lo he pretendido ni aceptado, como parte de
mi vida, tal como me ha sido trazado exclusivamente por Dios. En este sentido, y sólo en este sentido,
cada uno experimenta su cargo como un cuerpo extraño, no asimilado en su propia existencia cristiana.
Evidentemente, todos hallamos innumerables cosas de este tipo en nuestra vida. Cada uno de nosotros
tiene que partir de «las cosas del mundo», y se encuentra con «cargos» y con múltiples clases de
«10000 ducados», antes de plantearse la cuestión de las relaciones que median entre esta situación
previa y el cumplimiento del íntimo amor a Dios, que no puede ser sino una respuesta a su amor bien
definido, único, que me alcanza soberanamente a mí. Puesto que no nos es posible dar un inicio
absoluto. a nuestra existencia ni construirla a partir de la nada, ni estamos, en condiciones de
conformarla desde el núcleo incandescente de nuestro amor, de suerte que todo lo demás quede
asimilado lentamente, pieza a pieza, ya conformado por el amor divino, no, tenemos más remedio que
ocuparnos de nuestros «10000 ducados». Tal posesión, legitima bajo el aspecto. teológicomoral, puede
trocarse en obstáculo para que el puro amor de Dios conforme las realidades de nuestra vida. Y éste es
precisamente el caso de los sacerdotes cuya realización vital estamos considerando en esta
meditación. No saben si ocupan su cargo de manera que su ejercicio alcance a ser un puro,
cumplimiento, del amor y de una desinteresada fidelidad a Dios.

Cierto que el desempeño de este cargo no se opone a prior¡ a una existencia cristiana; pero tampoco
puede decirse que una cosa, que en sí misma y objetivamente juzgada es conciliable con el amor de
Dios, pueda esta persona concreta integrarla en él.

Los hombres de la parábola que meditamos no quieren salvar su alma únicamente conforme a una
norma general. Tal intento sería legítimo, pero no es el problema que nos plantea la imagen de la
parábola. Todos desean hallar a Dios de manera absolutamente incondicional y, por tanto, «en todas las
cosas». Precisamente por esto, sienten angustia por su salvación, aun cuando nada malo hayan hecho
respecto de las normas objetivas. En su angustia, se preguntan cuál sea su relación con las cosas que
surgen en su vida. Éstas podrán ser honestas, conformes a las normas éticas. Pero ¿cabe contentarse
con esto? La meditación de las dos banderas nos ha mostrado que las «cosas» no integradas en la
dinámica del amor, aun cuando en sí pudieran integrarse, son como cuerpos extraños en el conjunto de
la vida cristiana y constituyen residuos de aquella riqueza que tiende a su absolutización y que puede
dar ocasión al verdadero, pecado.. El cargo de los sacerdotes de nuestra meditación es
manifiestamente uno de estos cuerpos extraños. No lo han adquirido por aquel amor de Dios que debe
brotar con toda fuerza de lo más íntimo del corazón humano. Todo cuanto acontece en una vida tiene
que estar siempre y constantemente vinculado a este amor, de: suerte que todo se haga visibilidad,
corporeidad internamente redimida y santificada del único amor de Dios, que todo lo alcanza y abraza.
Mientras existan «cosas» en la esfera vital de un hombre que aún no se hayan fundido, del todo en ese
amor, no podrá hallar a Dios «en todas las cosas».

Todos los hombres de la parábola quisieran alcanzar esta forma elevada de existencia cristiana. Y así
son de parecer que es preciso poner a un lado el obstáculo concreto, el apego, turbador, el elemento
que de hecho no acierta a integrarse en una vida dispuesta a entregarse enteramente a Dios. Pero
queda todavía por aclarar cómo hay que superar este impedimento.

Hay que eliminar la afección desordenada. La meditación sobre los tres binarios de hombres debe
servir para evitar dos formas equivocadas de desprendimiento y distanciamiento. Por una parte, estos
hombres podrían simplemente dejar el cargo; por otra, podrían intentar reformar su actitud frente al
cargo, reconquistarlo, por así decir, de nuevo, ejercitarlo con interioridad y por puro amor de Dios. Pero
estas dos cosas no se plantean todavía en esta meditación. No se trata aquí ni de la renuncia radical a
la «cosa» ni de su fusión en aquella dinámica del ser que mira a Dios y únicamente a él; pues en
ambos casos se habría llegado, ya a la elección. Y aquí no se trata aún de la elección concreta, sino
exclusivamente de la actitud religiosamente certera que debe precederla. Es la actitud do una entrega
incondicionalmente abierta a la voluntad soberana de Dios. A él corresponde disponer lo que yo tengo
que elegir. Él solo debe, determinar mi relación con lo que en concreto me impide ir hacia Dios con
corazón indiviso. En esta actitud queda superada la indiferencia que mide con sobriedad y realismo.
Más allá de las condiciones objetivas, incluso más allá de la cruz de Cristo, es decir, del cargar con lo
más duro, decide la inapelable voluntad del Dios siempre más grande. La elección debe realizarse,
durante los ejercicios, en una entrega a esta voluntad. Esto lo saben los hombres de las tres clases
propuestos en la meditación. Y sin embargo, actúan diversamente.

El hombre del primer grupo quisiera ciertamente este amor puro. Está ante él, ante el inmedible e
irrevocable amor de Dios, a quien el hombre debe hallar en todo; también, pues, aquí en el cargo, o en
los otros «10000 ducados». Pero, en esta problemática situación, el hombre llamado por Dios se
detiene, no hace nada, no acierta a dar el salto, no se decide por la acción, por aquel amor
incondicional, pronto a recibir exclusivamente de Dios, ya sea la renuncia a los ducados, ya su
integración en la realización de su vida. ¿Por qué no hace nada? Porque siente miedo ante esta
inmensidad del amor de Dios que puede decidir la vida o la muerte. No ama de todo corazón al Dios
siempre más grande. Se aferra a sí mismo. En el fondo, no quiere renunciar a nada. En este estado
persevera hasta la muerte, con lo que la cuestión concreta de su vida religiosa queda irresuelta. Este tal
quiere servir a Dios y obtener su salvación, pero, lo quiere con una reserva extrema ante el amor
invitante y exigente de Dios.

En definitiva, no aman al Dios siempre mayor, sino que se fijan en sí mismos, aunque con una leal y
auténtica preocupación por salvarse. Perseveran inmóviles en su estado. hasta la muerte y dejan así
irresuelta la problematicidad de la naturaleza humana que concretamente les afecta. Quieren servir a
Dios, pertenecerle y salvarse, pero de tal forma que, en la zona crítica de su existencia, oponen una
última reserva al amor de Dios.

También los hombres del segundo grupo quieren amar a Dios y dejarle a él la disposición de sí mismos.
Pero su voluntad es, en el fondo, una renovada decisión autónoma en cuanto a cómo quieren realizar
su amor a Dios. Declaran que desean amar a Dios de todo corazón; pero lo quieren precisamente
conservando su cargo, sus «ducados», empleándolos a mayor gloria de Dios. Aun antes de preguntar a
Dios cómo quiere ser amado por ellos, ya han decidido la modalidad de su amor. En realidad, no,
quieren hallar a Dios en todas las cosas, sino en unas cuantas determinadas. No quieren admitir que en
la renuncia -por ejemplo, de su cargo -, en el dejar, puede haber una posibilidad auténtica de amor de
Dios, que la locura y el vacío de una vida así querida por Dios puede ser una manifestación real del
inmensurable amor a la cruz. Los hombres de esta clase no, ven la renuncia a algo desde el punto de
vista de Dios y de su amor, ante el cual él «dejar» y el «retener» vienen a ser indiferentes, de modo que
ambos constituyen verdaderas posibilidades, de las que hay que dejar que disponga únicamente Dios.
En comparación con los hombres del primer binario, no puede decirse que sean mejores, sino que
están igualmente distantes de la actitud del tercer binario.

El tercer grupo aspira a crecer en un amor de Dios que le permita aceptar, con libre flexibilidad, el modo
cómo Dios quiere ser hallado. Los hombres de esta clase son realmente libres para dejar o retener los
«ducados». Indudablemente, esta forma de amor de Dios es dificultosa y hay que ejercitarla
repetidamente. El mismo amor a Dios resulta aquí a un tiempo exaltado, y humillado por esta apertura a
Dios y a su amor, callada, absoluta, como sin fisonomía propia, a Dios, a quien el hombre deja disponer
enteramente en un sentido u otro.

En su empeño, el hombre de este tercer binario, en la línea de las meditaciones del reino de Cristo y de
las dos banderas, combate primero el apego interior e inmediato a las cosas, y pide luego a Dios que,
eventualmente, se las quite de hecho, a fin de poder dejar de veras la disposición de sí mismo
exclusivamente a Dios y su amor. Con esta visual, la posibilidad de dejar las cosas -que frenaba a los
hombres de la primera y segunda clase - ya no causa temor. Sólo Dios dispone. El reino de: Dios está
verdaderamente cercano, está presente en el dejar y en el retener, en vida y en muerte. Entonces el
hombre se ha hecho realmente niño, que no se asusta ante una u otra de las maneras cómo Dios
puede presentársele. En este grupo, el amor de Dios al hombre y el amor del hombre a Dios pueden
encontrarse bajo cualquier forma, Cuál deba ser ésta, lo determina sólo Dios. Estando en tal
disposición, Dios

puede comunicarnos efectivamente su particular voluntad sobre cada tino de nosotros.

Al término de esta meditación, el ejercitante debe hacer los mismos tres coloquios de la
meditación de dos banderas: uno con María, la que dijo «hágase en mí según tu palabra»; otro
con Jesús, que por nosotros tomó nuestro vivir y morir; y un tercero con el Padre, que es el
amor sin principio del cual irrumpe, como suprema beatitud, la Encarnación del Hijo en la
muerte; el amor que nada en el mundo, puede superar; el amor -norma única que, en su
inconmensurabilidad, no admite otro. fundamento y medida. El ejercitante debe dejar la
disposición de sí mismo,, en la gracia que la Madre de, la divina gracia, al aceptar la llamada de
Dios, le ha comunicado y le comunicará eternamente. Debe abrir su corazón, y con él su vida
toda, a la dimensión de la realidad que Jesús ha alumbrado con su muerte y resurrección, a la
libre disposición de Dios. Debe, por fin, dejar que decida de él, en el modo y manera que quiera,
el Padre, dador de nuestro amor hacia él. Cuando esto se hace realidad, entonces ha llegado, a
nosotros el reino de Dios, entonces somos hombres en quien es la voluntad de Dios ocupa su
puesto en el centro de nuestros corazones y en su más profunda libertad. No otra tiene que ser
la existencia cristiana y, sobre todo, sacerdotal.
MEDITACIÓN DE TRES BINARIOS
Por: Roberto Triviño, S.J.

Dentro de la dinámica de los Ejercicios está muy presente el «quitar de sí las afecciones
desordenadas», para que una vez quitadas se pueda buscar y hallar la voluntad divina en la disposición
de la vida para salud del alma (EE l).

A eso tienden, de manera especial, las meditaciones de «Dos banderas», «Tres Binarios» y las
consideraciones di? «Tres maneras de humildad». Son como un triple examen que debe realizar el
ejercitante antes de elegir o considerar estado de vida.

La meditación de Tres Binarios se hace al final del cuarto día, después de los cuatro ejercicios de Dos
Banderas y en lugar del traer los sentidos propuesto para el fin del día. En realidad es una meditación
nueva, aunque también puede considerarse como una aplicación práctica de las Banderas.

Es el segundo test de verificación de nuestras condiciones para emprender el discernimiento y


culminarlo con la elección. Pero, como en las Banderas, no es solo un test No basta con verificar la
situación en que nos encontramos. Es un ejercicio destinado a descubrir nuestra falta de libertad y a
conquistarla con la acción de la gracia.

A mi parecer, la meditación de los Tres Binarios contiene una verdadera intuición de antropología,
puesto que el hombre se rige mucho en su actuar por los afectos. Lo que en último término lo lleva a
uno a obrar es una motivación cargada de afectividad.

Aquí examinamos nuestra sinceridad frente a la elección y el grado de libertad y de coherencia en que
nos encontramos. La meditación busca descubrir afectos y apegos desordenados y repugnancias, para
ayudamos a alcanzar la libertad o indiferencia para elegir, solamente movidos «por el amor que
desciende de arriba» (EE 184).

Por eso es tan importante que, antes de avanzar en la elección, se mire si verdaderamente la persona
del ejercitante está completamente en libertad, o si por el contrario tiene todavía -apegos y
repugnancias que van a entorpecer sus decisiones y por lo tanto su determinación estará viciada por
afectos desordenados.

La pregunta que surge indiscutiblemente es la' siguiente: ¿Somos realmente libres para elegir con los
criterios evangélicos logrados en la meditación de las Banderas? ¿0 hay en nosotros afectos
desordenados de cualquier naturaleza que nos impiden hallar en paz a Dios nuestro Señor?

La lógica general de los, Ejercicios es una lógica de la libertad, lógica de la voluntad o de la libertad
cristianas, la lógica del Reino. Tres momentos podemos considerar en esta lógica:

Libertad «de»: corresponde a la primera semana. Se trata, como dice San Ignacio en la primera
anotación, de hacer Ejercicios para liberarse de las afecciones desordenadas. En el fondo es liberarse
del pecado, (vía purgativa).

Libertad «para»: esa libertad «de» no es una noción completa de la libertad. La libertad para que sea
verdadera, debe ser «libertad para». San Ignacio trata de orientar el para qué de la libertad y por eso
dice en la primera anotación que se deben quitar las afecciones desordenadas para, después de
quitadas, buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida (EE l), (vía iluminativa).

Libertad «con»: esta tercera dimensión no está muy explícita en los Ejercicios. La libertad es también
una «libertad con»; es decir, es una corresponsabilidad con otros, en la cual entra toda la eclesialidad
del Evangelio, (vía unitiva). Todas nuestras opciones deben ser corresponsablemente asumidas junto
con otros. Es una corresponsabilidad
situada en una sociedad e Iglesia concreta.

Resumiendo: esa liberación de «afecciones desordenadas» tiene una finalidad muy concreta. Es un
liberarse de... para... 0 sea, liberarse, de todo aquello que no está dentro del proyecto de Dios con el fin
de encontrar la v voluntad de Dios Con mayor claridad.

La meditación de los Binarios está, dirigida a la voluntad. El punto central de la meditación es la


«afección desordenada». El problema no es la «cosa acquisita» como tal, sino la inclinación
desordenada hacia ella («el amor que tiene a la cosa»). La tarea no es matar la afección, sino
cambiarla, sustituirla, haciendo cambiar la motivación de: «no pura o debidamente por amor de
Dios» (EE 150) a: «por solo el servicio de Dios nuestro
Señor» (EE 155). Se trata de ordenar el amor. No se trata de que no amemos, sino que amemos bien.

Muy propio de la metodología de San Ignacio es recurrir a la experiencia de terceros, es decir, nos
invita a mirar en los otros lo que les ha sucedido para que no vengamos a caer en lo mismo.

La meditación caracteriza la triple posición respecto a la «afección desordenada» en «tres binarios de


hombres» o en tres actitudes de respuesta:

Comenta el P. Ignacio Iglesias lo siguiente a propósito del título: «Tres Binarios: tres disposiciones tipo.
No se trata de cuadricular a las personas. Frecuentemente decimos: «Estamos siempre en segundo
binario». Pero tal vez sería más exacto decir que estamos simultáneamente en primero, segundo y
tercer binario. Porque se trata de momentos de nuestra vida, o fases, o zonas de nuestra vida, algunas
de las cuales están conquistadas por el Señor, pero otras necesitan todavía ser conquistadas, porque
son zonas intocadas, no movidas por el Espíritu, o camufladas bajo innumerables formas de
racionalizaciones, y han de pasar todas a ser zonas integradas al Señor» .

La primera actitud (primer binario) es la del que no hace nada, rehusa poner los medios. Esta pereza
interior retrasa nuestro compromiso con Dios. Difiere o posterga indefinidamente un proceso de
elección o discernimiento. La persona siente que hay algo que no está integrado en su camino de
seguimiento de Jesús y servicio del Reino. Querría quitar el afecto desordenado, pero «no pone los
medios hasta la hora de la muerte» (EE 153).

La segunda actitud (segundo binario) representa a los que se engañan. Quieren poner unos medios,
pero no se trata de medios eficaces; no son los medios que quiere Dios, sino los que yo quiero. «De
manera que allí venga Dios donde él quiere» (EE 154). En concreto, este binario significa que no se
está dispuesto a dejar efectivamente las cosas, sino que se quiere a toda costa desprender el corazón
sin que las cosas se abandonen. He aquí el error: creernos que estamos dispuestos a dejar las cosas,
pero no estamos interiormente desprendidos, de ellas. Respecto al discernimiento podemos decir que
éste se desvirtúa porque se convierte en una búsqueda de razones para «justificar» la posesión de la
cosa adquisita, dándonos una falsa paz en Dios nuestro Señor.

La tercera actitud (tercer binario) es la única solución, puesto que debemos tener el corazón
desprendido y sin ello no hacemos nada. Es preciso que tengamos disposición efectiva de dejar las
cosas exteriormente para lograr un desprendimiento interior. Es evidente que solamente quien tiene la
libertad del tercer binario «de manera que el deseo de mejor poder servir. a Dios nuestro Señor le
mueva a tomar la cosa o a dejarla» (EE 155), -puede emprender un discernimiento válido y llegar así a
hacer una sana y buena elección.

Los coloquios EE 156)

Son los mismos que se hicieron en la meditación de las Banderas. Primeramente se trata de una gracia
por, alcanzar y no fruto del voluntarismo. «Un coloquio a nuestra Señora, porque me alcance gracia de
su hijo y Señor ... » (EE 147). Después, se trata de la súplica propia de este período ¡le elección, o sea,
ser recibido debajo de su bandera, ser puesto con su Hijo. Es la oración del pobre que necesita ser
movido únicamente por Dios y no por otros motivos.

La nota final (EE 157)


Está en estrecha consonancia con la anotación 16. Se trata de purificar la intención, el motivo. «Que la
causa de desear o tener una cosa u otra sea sólo el servicio, honra y gloria de su divina majestad» (EE
16). Posteriormente propondrá San Ignacio «muy conveniente es moverse, poniendo todas sus fuerzas,
para venir al contrario de lo que está mal afectada»; aquí en la nota señalará: «mucho aprovecha para
extinguir el tal afecto desordenado, pedir en los coloquios (aunque sea contra la carne) que el Señor le
elija en pobreza actual; y si él quiere, pide y suplica, sólo que sea servicio y alabanza de la su divina
bondad».

Observaciones

Quiero hacer notar cómo ciertas constantes de los Ejercicios aparecen en esta meditación de los
Binarios.

La primera sería el terna de la «Indiferencia», cuando en la nota que pone para esta meditación dice:
«... cuando no -somos - indiferentes a pobreza o riqueza, mucho aprovecha... pedir en los coloquios
(aunque sea contra la carne) que el Señor le elija en pobreza actual ... » (EE 157).

Explícitamente se habla del «afecto desordenado», que es otra de las constantes de los Ejercicios
(157).

El fin último que es la salvación aparece varias veces y también términos del Principio y Fundamento:
«... quieren todos salvarse y hallar en paz a Dios nuestro Señor» (EE 150); «aquí será pedir gracia para
elegir lo que más a gloria de su divina majestad y salud de mi ánima sea» (EE 152); «... sino quiere
solamente quererla o no quererla, según que Dios nuestro Señor le pondrá en voluntad, y a la tal
persona le parecerá mejor para el servicio y alabanza de su divina majestad» (EE 1155); «y que él
quiere, pide y suplica, sólo que sea servicio y alabanza de la su divina bondad» (EE 157).

La relación «medios-fin»: con mucha frecuencia nuestra tendencia es convertir el medio en fin y el fin,
en medio. Y esto acontece de una manera casi imperceptible, poco a poco. Luego, nuestro esfuerzo es
«justificar» esos medios mediante infinitas modalidades de racionalización.

En el acompañamiento

Siguiendo el espíritu de la anotación 15, se pueden sacar algunas sugerencias para el acompañante,
en cuanto toca a esta meditación de los Binarios:

Al que da los Ejercicios no le toca quitar los obstáculos. A lo más, ayudar a descubrirlos y
desenmascararlos. Es el Espíritu el que tiene que mover al ejercitante a ordenar esos afectos.

El que da los Ejercicios no se debe inclinar a una parte ni a otra, para así no inclinar al que los recibe a
seguir una moción, que es obra puramente del Espíritu.

Al acompañante le toca sencillamente ayudar a iluminar con objetividad los motivos y poner al
ejercitante en condiciones para que el Espíritu le haga surgir tal luz y amor, que se sienta libremente
conducido por su acción divina.
EL DISCERNIMIENTO DE LOS EJERCICIOS
A LA LUZ DE LA AUTOBIOGRAFIA
Por: Darío Restrepo, S.J.
Introducción

Un auténtico cristiano es el que, consecuente con su experiencia de fe, va adquiriendo una convicción
sentida de hacer que toda su vida y su acción transcurran según las normas del Evangelio y la guía del
Espíritu Santo. Orienta toda su existencia según las mociones del buen espíritu, es decir, lleva una vida
en y según el discernimiento espiritual. Este será también el camino de un auténtico ejercitante.

No podemos negar la dificultad sentida de conocer y seguir al Espíritu Santo. Jesús nos dijo: El Espíritu
es como el viento, no sabes de dónde viene ni a dónde va pero oyes su voz (cf. Jn 3, 8;). Si no
podemos conocerlo directamente, sí lo podemos conocer indirectamente por sus efectos: por sus
dones, por sus carismas, por sus frutos en nosotros y especialmente por sus mociones interiores.
Escuchar la voz del Espíritu es saber leer, en discernimiento espiritual, las mociones del Espíritu Santo.

La originalidad de las reglas de discernimiento de espíritus de los Ejercicios consiste en que ellas nos
suministran una clave de interpretación de las mociones. espirituales a través de las virtudes teologales
y de los sentimientos intelectivo-afectivos que los acompañan o de sus opuestos, según que el espíritu
sea bueno o malo.

1. San Ignacio y el discernimiento espiritual

Los Ejercicios de San Ignacio de Loyola son obra de su experiencia, personal y ajena, espiritual y
psicológica. Están basados en el primer hallazgo espiritual del aprendiz de santo en Loyola y Manresa:
el discernimiento espiritual .

Ignacio fue el primer ejercitante con sus rudimentarios Ejercicios Espirituales que contenían la quinta
esencia del método: Este fue el primero discurso que hizo en las cosas de Dios; y después cuando hizo
los ejercicios, de aquí comenzó a tomar lumbre para lo de la diversidad de espíritus .

Estas reglas tuvieron su origen en su convalecencia en Loyola; fueron practicadas y anotadas la


primera vez en Manresa; llegaron a su maduración y redacción definitiva en París y Roma. Loyola fue,
pues, el escenario donde Ignacio descubrió el discernimiento espiritual que ya existía en la Iglesia y que
nadie se lo había enseñado. Es un autodidacta en la materia, guiado siempre por la ayuda de Dios.

Fue un descubrimiento fenomenal el de este recién convertido, puesto como un niño en la escuela del
Divino Maestro . El discernimiento como hilo conductor, como clave de lectura de todos los Ejercicios,
unido a la elección de estado y substrato de todos los exámenes y ejercicios de cada semana, es el
aporte más original y novedoso de San Ignacio a la espiritualidad cristiana.

Ignacio se explica por Ignacio. La Autobiografía, conversación de Ignacio con su confidente Goncalves
da Cámara sobre su vida y conversión, ilumina extraordinariamente el diálogo entre el que da los
Ejercicios (acompañante) y el que los hace (acompañado); es como un principio hermenéutico
fundamental. Si la Autobiografía es clave para entender la espiritualidad ignaciana y en particular los
Ejercicios, el discernimiento es lo primero que debe interpretarse con ayuda de este «relato del
peregrino» principalmente en los nn. 6 a 10. En estos números están los puntos esenciales del
discernimiento ignaciano: nn. 6-7: sentir lo que los pensamientos desencadenan: las mociones; n. 8:
percibir la diferencia entre unos y otros, es decir, discernir, n. 9: habla del decidir (o lo que debe hacer);
n. 10: finalmente, viene el confirmar (del discernimiento hecho). En varios de los números siguientes
podremos encontrar algunas experiencias que subyacen a las reglas del método.
2. Analicemos rápidamente cada número de la Autobiografía .

n.6: Dos pensamientos encontrados, originados el («Vita Christi» y la «Vida de los santos»), y el
segundo por los recuerdos mundanos del pasado (la «dama de sus pensamientos») marcan el punto
de arranque: el sentir. Estos pensamientos son sometidos a un meditar, reflexionar y a un «reflectir en
sí mismo» lo leído. A esto, por el gran poder de introspección de Ignacio, se añadirán luego los
«exámenes», todos bajo la luz del discernimiento. En este primer tiempo del discernir, él siente, sin
saberlo reflejamente, diferentes movimientos en su interior («mociones» EE 313). Empieza lo que él
llamará luego la «agitación de espíritus». Es el punto de partida -muy importante- del método, y por lo
tanto, del diálogo del acompañamiento: hacer caer en cuenta al acompañado, primero, que siente algo
interiormente (consciencia espiritual), (cfr. EE 6).

Se trata de formar la «consciencia (o consciente) espiritual» del ejercitante (distinta de la conciencia


moral y de la psicológica). Se le enseña a tener un «conocimiento interno» de lo que pasa en su interior
espiritual. Según San Ignacio, se dan tres clases de pensamientos interiores.: uno propio mío y otros
dos venidos de fuera: del buen espíritu y del mal espíritu (EE 32). El pensamiento personal
generalmente se presenta aliado o con el buen espíritu o con el malo, así que quedan prácticamente
solo dos espíritus para discernir.

n.7: Continuando con el sentir (las varias mociones que en el alma se causan), encontramos aquí, en el
desarrollo de las dos clases de pensamientos, varias piezas importantes del mecanismo del
discernimiento que es, en sí mismo, relacional: el 'tiempo' (proceso), la “sucesión” (u orden evolutivo); el
antes, durante (duración) y el `después', la 'diversidad' (diferencia de pensamientos), más aún, la
contraposición y oposición entre ellos. (Varias reglas de discernimiento se refieren a estas modalidades:
EE 318, 327, 330, 336, 333).

El discernimiento, es un proceso que requiere tiempo suficiente y no un acto puntual. En este proceso
se da una sucesión diferenciada que hay que saber reconocer. En este tiempo y en este proceso hay
que calificar los pensamientos en relación con unos parámetros determinados (reglas de 1ª. y 2ª.
Semanas). En el proceso es igualmente importante analizar el inicio, el medio (desarrollo) y el fin al que
tienden los pensamientos (EE 333).

n.8: Es el número más importante en el que Ignacio, guiado por Dios, descubre «la diferencia» (EE 314,
315) que le da la clave del discernimiento. Primer descubrimiento: unos pensamientos y otros no son
iguales (EE 314, 315). Segundo: el efecto de cada uno cambia según se mire el `durante' y el `después
de' (EE 333). Tercero: unos pensamientos dan consolación (alegría y contentamiento) (EE 316) y otros
desolación (sequedad, descontentamiento, tristeza) (EE 317)., Cuarto: el origen es opuesto; unos
vienen de Dios y otros del demonio.

El se «abrieron un poco sus ojos» fue definitivo, como lo fue para los dos discípulos de Emaús : así
aprendió la ciencia y recibió la gracia del saber cómo habla Dios. Hay que examinarlo todo pues se
presentan múltiples 'apariencias' que parecen ser del buen espíritu pero que no pasan de ser ilusiones
espirituales que hay que saber discernir para no dejarse engañar.

Precisamente en este punto es donde el acompañante debe tener la suficiente experiencia y la ciencia
para poder prestar una ayuda válida al ejercitante. Es imposible dar (acompañar) y hacer Ejercicios
Espirituales ignacianos sin la gracia del discernimiento como carisma o sin saber manejar las reglas
propuestas por el método.

El n.8 precisa el discernimiento con dos referencias capitales: el origen de donde vienen las mociones y
los efectos que producen; y da dos explicaciones que van a constituir la materia de las reglas: la
consolación y la desolación.

n.9: Con la luz recibida por Dios en el conocer la diversidad y el origen de los espíritus, Ignacio ya
puede pasar a tomar sus decisiones: hacer y poner por obra sus propósitos de hacer penitencia y la
peregrinación a Jerusalén (Cf. la 'elección': EE 169-189).

n.10: Es la confirmación (EE 183) de sus primeros discernimientos. Aquí en concreto recibe la gracia
de la castidad por medio de una visión interior producida por una imagen de nuestra Señora con el niño
Jesús. Y la confirmación se hace por el efecto que produce: «por este efecto se puede juzgar haber
sido la cosa de Dios». La gracia de la castidad es una de las manifestaciones de su conversión total a
Dios. El hecho concreto sucedió en Loyola donde su conversión interior empezó a manifestarse
también al exterior, de modo que su hermano y los demás de la casa «fueron conociendo por lo
exterior la mudanza que se había hecho en su ánima interiormente» . El cambio de conducta
manifestado al exterior (lo notan los otros), es señal de confirmación de una auténtica conversión en el
interior de la persona. ( El amor -conversión- se tiene que manifestar Más en obras que en palabras EE
230).

Encontramos, además, en la Autobiografía de Ignacio, otros números que sirven de base y tipifican
diversas reglas del discernimiento.

n.11: Al mirar el cielo y las estrellas experimentaba gran consolación: se sentía más esforzado para
servir a nuestro Señor. La consolación anima y sostiene en la vía del divino servicio.

n.14: Presenta un “magis indiscreto” que quedará corregido en los Ejercicios. Se trata sólo de un
mimetismo ciego en la imitación de los santos (hacer tanto como ellos)9 sino de hacer más, con
grandes obras exteriores. Son los resultados de una generosidad natural carente de todo
discernimiento. Como fruto de esta experiencia equivocada, en las reglas para sentir en la Iglesia (EE
364), dirá que no debemos compararnos con los santos.

nn.15-16. Podríamos llamarlo un discernimiento irracional. Es la mula la que decide si el peregrino debe
perseguir al moro blasfemo para castigarlo o si debe dejarlo con vida. Ignacio no sabe todavía nada de
cosas de interiores del espíritu. Y en la duda de lo que deberá hacer se encuentra perplejo. El camino
bifurcado que se abre ante él es como la imagen del discernimiento que deberá afrontar durante todo el
resto de su vida. Señala la necesidad sentida de pasar de lo exterior a lo interior.

nn.19-31. Experiencia de falsa consolación (una serpiente muy hermosa y como con muchos ojos) y la
gracia de llegar a descubrir esta “ilusión espiritual” (bien aparente, mal real) conociendo que era el
demonio. Este ser visto por muchos ojos parece hacer alusión a su tentación de vanidad (cf. Prólogo de
Concalves da C, n. 1, la última regla para entender escrúpulos (EE 351) habla de la vanagloria y del
modo de vencerla). Cuando se le volvía a representar esta tentación, la rechazaba aún físicamente con
el bordón. ¿Recuerda la norma (EE 325) de que el enemigo no solo hay que resistirle sino
contraatacarlo, haciendo el "oppósito per diametrum”?

n.21: Agitación de espíritus: sucesión rápida de consolaciones y desolaciones. Ignacio que, en este
momento, “no tenía conocimiento de cosas espirituales”, conversa con personas experimentadas en la
vía del Espíritu. La presencia de una mujer muy espiritual (mencionada dos veces, cf. n.37) en este
tiempo de variación espiritual sugiere la necesidad de un acompañante espiritual.

nn.22-25. tiempo de escrúpulos: se confiesa una y otra vez y no queda tranquilo. Cada vez se le
“adelgazaban” más las cosas. Se siente inccapaz de salir por sí mismo de esta nociva enfermedad
espiritual. Algunas prescrpciones de sus confesores que le dejan a él parte de la decisión no le sirven
para remediar estos escrúpulos. Fruto de esta penosa experiencia sons sus “notas para sentir y
entender escrúpulos y suasiones de nuestro enemigo” (EE 345-351).

Su situación se agrava hasta la tentación de suicidio (n. 24). El remedio lo anota él mismo: «conociendo
que era pecado matarse, tornaba a gritar: -Señor, no haré cosa que te ofenda»- repitiendo estas
palabras muchas veces. Esta súplica que lo libró de tan grave situación quedó compendiada en el
primer grado de humildad (EE 165): en todo obedezca la ley de Dios «de tal suerte que, aunque me
hiciesen señor de todas las cosas..., ni por la propia vida temporal, no sea en deliberar de quebrantar
un mandamiento, quier divino, quier humano, que me obligue a pecado mortal

n.25. La experiencia le enseña a examinar los medios con que aquel espíritu era venido. Así resolvió no
volver a confesar lo ya pasado lo que lo liberó de esos escrúpulos. En los Ejercicios se prescribirá el
examinar el principio, el medio por donde van y los fines a donde tienden las diversas mociones (cfr. EE
333).

nn.26 y 55. Consolaciones indiscretas,: no basta que la cosa sea buena en sí misma sino que lo
importante es saber si Dios la quiere, si en ese momento, en esa forma, etc. Cuando Ignacio, movido
por Dios, decide dedicar un tiempo señalado para el estudio, para el sueño, etc. le vienen ciertas
consolaciones que no lo dejan estudiar o dormir. Examinando este hecho, duda que sean del buen
espíritu, las rechaza como tentación y queda así tranquilo.

n.27. Alucinaciones, En larga abstinencia de carne, sufre de alucinaciones y representaciones que le


presentan carne para comer como si la estuviera viendo, sin ningún deseo precedente y con gran
asentimiento de la voluntad para comerla. Se decide a hacerlo y se le quitan todas las dudas al
respecto (por lo que cree que este hecho fue una tentación).

n.32. En los Ejercicios, Ignacio recomienda usar el «oppósito per diametrum» como una táctica eficaz
contra la tentación (Cf. EE 325). Esta es la situación que el vivió cuando, en peligro de muerte y
sintiéndose justo, pide a unas señoras que lo visitaban que le griten «pecador» y que recuerde las
ofensas cometidas.
n.33. Consolación espiritual. El pensamiento de la muerte suscita en él varios contrastes en su estado
espiritual, como lo acabamos de ver en el número anterior. Pero Ignacio va madurando y el pensar que
debe morir le hace experimentar una gran consolación. Existencialmente él ha comprendido, como lo
enseña en el Principio y Fundamento (EE 23) que, debemos estar indiferentes a todo, de modo que de
nuestra parte no queramos «más salud que enfermedad... vida larga que corta».

Estas breves reflexiones bastan para hacernos comprender la importancia de la Autobiografía con
respecto a la comprensión del discernimiento espiritual en los Ejercicios. Todas las reglas y avisos
sobre el discernimiento son fruto de la experiencia espiritual de Ignacio. Entre las «Anotaciones» (fruto
de esta experiencia), 8 de las 20, se refieren al discernimiento espiritual. 12: la agitación de espíritus
que causan, el acompañante y el tratamiento de la desolación, la enseñanza oportuna y dosificada de
las reglas de discernimiento de la primera y segunda Semana, el modo de, comportarse en la
desolación y en la consolación y, finalmente, información al acompañante sobre las mociones como
condición para poder dar los puntos e instrucciones necesarios a cada uno.

Las reglas de discernimiento de los Ejercicios son para sentir y para conocer (o discernir) las distintas
mociones que tiene el ejercitante en su interior. Son reglas operativas, para acoger o rechazar esas
mociones que se originan fuera («se causan»). Las primeras son más propias (no exclusivas) de la 1ª.
Semana donde el ataque y la moción del mal espíritu es más abierta, patente y atrevida. Se emplean
más con los principiantes en la vida espiritual. Las reglas de la 2ª. Semana (más propias para este
período pero no exclusivas) ayudan a desenmascarar el mal espíritu que en este período de los
Ejercicios se presenta camuflado, oculto y con apariencias de bueno («ángel de luz»). Son reglas para
una «mayor discreción». Solo hay dos series de reglas (para la 1ª. y la 2ª. Semanas) porque el ángel
malo ataca generalmente de dos maneras: abiertamente, (de frente), o sutilmente (disfrazado).

En la anotación 8ª. el autor de los Ejercicios advierte que la presentación de estas reglas al ejercitante
no se haga indiscriminadamente o todas de una vez. Cada persona es distinta y lleva un ritmo personal
y propio en esta experiencia espiritual. Por eso anota sabiamente que se den según la necesidad que
sintiere (el acompañante) en el que los rescibe. Esta dosificación indica que aquí también hay que
aplicar la regla de oro de todo el método: tanto cuanto.

3. Visión de conjunto

3.1. Reglas de 1ª. Semana:

Se refieren a la voluntad. El objetivo es la purificación del sentimiento (contra todo sentimentalismo). La


virtud más necesaria en este tiempo es la fortaleza (el ánimo). El obstáculo mayor que hay que superar
es la inconstancia (el desánimo).

3.2. Reglas de la 2ª. Semana:

Presentan una materia más sutil y elevada que se debe proponer sólo a los preparados para ello,
especialmente al hacer la “elección”.

Se refieren al entendimiento. El objetivo es la iluminación del entendimiento: discernir la cualidad de los


pensamientos (y las mociones que provocan). La virtud más necesaria es la claridad de inteligencia
(obediencia en la fe). El obstáculo mayor es el error, la ilusión espiritual.

“ilusión espiritual”: es la maniobra engañosa del demonio para: a) atraer a la persona al mal “real” bajo
apariencia de bien, b) o para apartarla del bien “real”, bajo “apariencia” de mal. (Cf. Autobiografía,
19.31; Constituciones S.J. n.260).

3.3. Normas generales:

Se conoce la acción de los espíritus por sus efectos (o frutos): Mt 7,16 y EE 329.

La consolación es el efecto propio pero, no exclusivo, del buen espíritu. Una consolación pasajera,
momentánea, puede ser obra del mar espíritu (para engañar) y por lo tanto hay que discernirla
siempre. En cambio, una consolación permanente, estable, es exclusiva del buen espíritu (Cf, 2 Co
6,8-11).

La desolación es el efecto propio del mal espíritu. Dios puede retirar la consolación y permitir una
tristeza pasajera que conduce al bien (Cf. 2Co 7,8-11) y que hay que discernir. Pero una tristeza
permanente, estable, es exclusiva del mal espíritu.

4. Signos para reconocer al buen espíritu:

4.1. Criterio teológico (el primero y más importante): aumento de e, esperanza y caridad (EE 316).

4.2. Criterio intelectivo-afectivo (complementario, acompañante del anterior y es más notorio): frutos del
buen espíritu según Pablo en sus cartas, principalmente en Gal 5,22ss: “el fruto del Espíritu es amor,
alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí” (Cf. 1Cor 13,4-7; Ef.
5,8; Co 6,4-71; Tm 4,12; y San Pedro: 1Pd 1,5-8). San Ignacio habla de lágrimas e inspiraciones,
quietud, imflamarse en amor (EE 315,316).

5. Signos para reconocer al mal espíritu


(son todo lo contrario a los anteriores):

5.1. Criterio teológico (el primero y más importante): “infidencia” (infidelidad), sin esperanza
(desesperanza y desesperación), sin amor (egoísmo) (EE 317).

5.2. Criterio intelectivo-alictivo (complementario, acomparía al anterior y es más notorio). Frutos del mal
espíritu: oscuridad, turbación, tendencia a las cosas bajas, pereza, tibieza, tristeza (EE 317). San Pablo
anota, en Gal 5,19: « ... las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría,
odios, discordia, rencillas, divisiones, disensiones, envidias ... »; (Cf. Rm 1, 29-32; Mc 4,20-23).

6. Conclusión

Reglas de la 1ª. Semana: El ejercitante, desconcertado primero por las altemancias de la consolación y
la desolación («agitación de espíritus»), se da cuenta de ellas y luego las interpreta o discierne. Se trata
de lograr una plena purificación de todo su ser. Aprende a utilizar su sensibilidad y su voluntad y a
sobrepasarlas. Dios, que se le revela también en el sentimiento, está más allá de él, en la fe.

Reglas de la 2ª. Semana: No se trata ya de «purificar los ojos» (1ª. Semana) sino de «ver» y ver muy
claro (2ª. Semana). Por lo tanto este ejercicio de discernimiento es un ejercicio de la inteligencia,
iluminada por la fe para conocer y comprender todo según Cristo, bajo la guía del Espíritu Santo.
Cuando la persona estaba todavía sujeta a sus «impresiones», el mal espíritu la conmovía o
conmocionaba. Ahora, cuando el ejercitante gobierna su sensibilidad y sus impresiones, el demonio
trata de engañarlo y engatusarlo, de «ilusionarlo» atacando su entendimiento con un juego de
«apariencias» y «realidad» que hay que saber discernir muy bien («no todo lo que brilla es oro»).

Para la 3a y 4a Semanas, San Ignacio no pone ninguna regla de discernimiento espiritual especial. Ya
no se trata de discernir cosas nuevas sino más bien de «confirmar» el discernimiento, y la elección
hechas. Esta confirmación, para que sea signo del buen espíritu, debe hacerse en la paz, gozo y
alegría espiritual (no necesariamente sensibles), que aumenten la fe, esperanza y caridad.

Sin embargo, como la elección no se termina en la 21 Semana, San Ignacio continúa dando ayudas
para esta elección durante la 3ª. y 4ª. Semanas. En esta forma, además de las reglas de
discernimiento espiritual propias de la 1ª. y 2ª. Semanas, podemos encontrar otras reglas que las
complementan o que impl¡can este discernimiento a determinados casos prácticos: reglas para «hacer
penitencia» (EE 82-90); «para ordenarse en el comer» (EE 1.10-217); «para distribuir, limosnas» (EE
337-344); «para entender escrúpulos», (EE 345-351); «para el sentido verdadero que en la Iglesia
militante debemos tener» (EE 352-370).
PROYECTO PERSONAL
1. Por qué y para qué
El Proyecto de Vida es como una nueva mediación para el crecimiento. Se trata
de tomar en serio la propia vida: la voluntad de vivir la propia identidad desde mi
voluntad
Para ello se necesitan motivaciones, no puede ser impuesto. Implica la voluntad
de llegar a conocerse y a aceptarse tal cual soy y a discernir los fondos del propio
corazón (ver mi verdad)
Es preciso que nazca de las experiencias vividas, de la propia voluntad de verdad
El proyecto de vida pretende una vida de discernimiento de modo que la propia
identidad se fundamente en la única Roca firme de libertad abierta amorosamente a la
voluntad de Dios.
El Proyecto personal nace de la convicción de que el Reino debe comenzar por
uno mismo. Ver Canto del pájaro 82 p. 195
El proyecto personal busca en definitiva comprometer la propia voluntad en :
“Señor, ¿qué quieres que haga?”. Por eso necesita evaluación (“mírame si mi camino
se desvía” salmo 139), caminar en discernimiento.

Qué es y qué no es el proyecto personal?


Es tomarse en serio la aventura de la vida, es autoconocimiento y es
discernimiento en el espíritu. Son condiciones básicas para ello:
- Autonomía: capacidad de tomar la vida en las propias manos
- Autenticidad: capacidad de adentrarse serenamente en sí mismo
- conocerse en mis cualidades y limitaciones y en lo más profundo (quién soy y
cómo soy)
- conocerse: no defenderme ni ocultarme
- aceptarse: quererme como soy
- Discernimiento: apertura al Espíritu

3. Son necesarias mediaciones


Son necesarias algunas mediaciones pero estas han de ser discernidas ya que
tienen un valor temporal. Estar alertas en discernimiento y creatividad para buscar en
cada momento las mediaciones más adecuadas.
Para que las mediaciones liberen la libertad deben seguir un proceso
personalizador que consta de cuatro pasos:
Descubrimiento de los valores: concientización: ej los pobres, justicia, Dios
Nos afecta el sentimiento: corazón. Es preciso que ese valor nos alcance al
sentimiento de modo que tenga poder de meternos por dentro suscitando
actitud.
Nos mueve la voluntad hacia el compromiso: “
Mi libertad se compromete con esos valores incorporando mediaciones
adecuadas (determinados, prácticas: ejercicios que facilitan mi descentramiento
hacia ese valor)
4. Para quiénes puede ser útil (para adultos)
. Para clarificar la propia vocación (formación inicial)
. Para alcanzar mayor autoconocimiento
. Para afrontar crisis de autoimagen o de realismo (en edad adulta)
. Para defender a los fondos del propio corazón
. Para vivirse como dueño de su vida
. Para el que nota que con los años algo se va removiendo por dentro
. Para el que se ve desbordado por la actividad
. En crisis de identidad
. Para vivir en proceso de renovación
No es recomendable para los que tienden a angustiarse.

5. Cuando empezar
A partir de la primera juventud
Basta con tener un par de cosas claras. Basta usar el esquema VER, JUZGAR,
ACTUAR (desde el corazón)
Lo importante es tener voluntad decidida de entrar en la propia vida y querer
caminar
Se aprende practicando
El momento más rico es el de elaboración. Tiempo ideal es en EE.EE.

6. Proyecto personal y acompañante


Una de las mediaciones más eficientes para el autoconocimiento es un confidente
o acompañante.
Para los que comienzan es decisivo. Para entrar en lo profundo (inconsciente) se
requiere competencia.
LOS ESCRÚPULOS
(A la luz de los Ejercicios Espirituales, [345 - 351])
Santiago Arzubialde, sj

1. INTRODUCCIÓN

“Las notas para sentir y entender escrúpulos”, de san Ignacio de Loyola,


tienen que ver con la discreción de espíritus, pero en relación a la conciencia de
pecado y a la experiencia de la justicia de Dios. Ayudan a que toda persona se
abandone en la gratuidad de la justicia misericordiosa de Dios. Impiden que el hombre
pecador se juzgue a sí mismo. Buscan alcanzar la madurez moral del amor, fruto de
quien se siente perdonado y aceptado en su condición de pecador (fruto de la 1ª
semana).
Los escrúpulos no son síntomas de una enfermedad psicológica (como es el
caso de los que viven juzgándose y condenándose a sí mismos cuando hacen cosas
que califican moralmente como “malas”; a esto se refiere la “culpa malsana”). Se trata,
más bien, de una experiencia religiosa: de la conciencia de la propia fragilidad
humana que se abre al misterio de la misericordia de Dios y que goza del perdón de
Dios (en este caso, es Dios quien hace Su justicia, y no el hombre).
La persona que avanza en el camino de la conversión es fácil que tropiece con
procesos en los que deje de poner su confianza en Dios y entre en dinámicas en las
que se trastorne su conciencia moral y predomine su propio juicio personal sobre su
actuación cotidiana. Unas veces puede revestir los matices de la conciencia aguda de
pecado (“cuando yo libremente –sin ninguna sugerencia externa- juzgo que es
pecado lo que no es pecado” [EE, 346]); otras veces puede venir el hastío de la
propia voluntad que se rinde ante el callejón sin salida del puritanismo enfermizo y
excesivo. También puede suceder que se presente como la autosuficiencia y
confianza narcisista en el propio poder de parte de aquel que busca la “absoluta
pureza moral” en sí misma, la propia perfección, o la seguridad de la ley. Y, finalmente,
puede tener el rostro de una laxa degradación (entendida como una conciencia
ancha).
En estas circunstancias, los escrúpulos pueden llegar a ser un problema serio
en la psicología del individuo y su emotividad, un enredo con fuertes cargas
emocionales, que se asientan de modo permanente en la conciencia de algunas
personas.

2. HACIA LA COMPRENSIÓN DEL VERDADERO ESCRÚPULO

“En las personas que van intensamente purgando sus pecados, y de bien en
mejor subiendo en el servicio de Dios nuestro Señor” [EE, 315], les pueden venir a su
conciencia, recién arrancada ésta de una situación de pecado, una serie de
escrúpulos: que impiden distinguir exactamente entre el pecado, el error común, y el
verdadero escrúpulo por el impacto de la conversión. No se tiene estabilidad moral
para distinguir entre la delicadeza de conciencia y el verdadero pecado.
El juicio erróneo o el “llamado vulgarmente escrúpulo” [346].

El juicio erróneo nace de dentro de la persona, lo crea el propio juicio y


libertad (“yo juzgo que es pecado donde no lo es”). Es una deformación del criterio
moral.
Esta deformación puede darse por la influencia de toda una población, que crea
pecados, crea toda una moral ritual de pecados que no lo son, para “afirmarse” como
colectivo y para “defenderse” de las malas influencias de la sociedad en general
(aunque suplanten la moralidad verdadera, la de la justicia y el amor: las reales
exigencias de Dios). Esos “convencionalismos” se convierten en ley sagrada. En otras
ocasiones se constituyen criterios deformados de estrechez (el puritanismo, el
rigorismo moral, el tradicionalismo religioso que no se abre a “los aires nuevos” de la
Buena Noticia del Evangelio). Ahora bien, tales posiciones se caracterizan siempre por
la firmeza y seguridad con que se imponen en la conciencia moral de los individuos.
Este juicio erróneo es mucho de aborrecer. Genera muchos remordimientos por
pecados que no lo son; e impide reconocer y sentir aquellos que verdaderamente lo
son. Se distorsiona de este modo –individual y colectivamente- la moral, creando
normas equivocadas, y se olvida así el verdadero progreso del amor. Este tal no es
escrúpulo, sino error.

El verdadero escrúpulo [347].

Aparece siempre que el hombre, movido por el Espíritu, da un salto en la


fidelidad al amor recibido y tiene que superar la inercia que lo tiene amarrado a las
impresiones afectivas del pasado. Es decir, viene en las personas que tienden a
regresar al pasado, dado que éste seguirá siendo atractivo (como “regresar a los ajos
y cebollas de Egipto”). También llega cuando entra en crisis la propia justicia que se
esfuerza inútilmente en darse a sí misma la salvación.
Es un influjo psicológico, venido “de fuera” (“después que he pensado o dicho o
hecho alguna otra cosa, me viene un pensamiento de fuera: ‘he pecado’;”), que afecta
la responsabilidad de la conciencia moral. Sucede después de una acción. Genera la
duda y ésta a su vez la turbación (“y por otra parte me parece que no he pecado; no
obstante, siento en esto turbación, es a saber, en cuanto dudo y en cuanto no dudo; el
así descrito es escrúpulo propiamente dicho y tentación que pone el enemigo”). Afecta
al campo ideológico (la oscilación entre la duda y la certeza). La duda engendra la
turbación y angustia, y ambas bloquean la conciencia. Encierra a la persona en el
circuito de su yo, la paraliza y no la deja avanzar. Por su fuerte carga emocional
(preocupaciones obsesivas, sentimientos de temor y ansiedad, fobias, aprehensiones,
inquietudes y falsos juicios...), tiene el peligro de instalarse en la conciencia de modo
permanente, centrando a la persona en sí misma y bloqueándola del amor gratuito y
misericordioso de Dios.
Induce a “dar extremos”: al desequilibrio, a la angustia escrupulosa, a la
estrechez, el voluntarismo, el hastío, el abandono, la turbación angustiosa, la laxitud,
la falta de esperanza. Es siempre desconfianza de la misericordia y del poder de Dios,
e incapacidad para dejarse perdonar y amar.
Por ello, estas notas llevan a un equilibrio (“solidarse en el medio”). No caer en
extremos, avanzar y poner la seguridad únicamente en Dios. Sólo Dios es capaz de
perdonar y salvar.
El verdadero escrúpulo es una prueba religiosa de purificación del pasado.
Purifica la conciencia moral (porque hay que cuidarse mucho en el camino del
servicio, de acuerdo a aquella máxima de s. Gregorio: “es propio de personas
delicadas ver culpa donde en realidad no existe culpa alguna”). Superarlo, conduce al
alma hacia un nivel muy profundo: al deseo de agradar a Dios, a la fidelidad guiada no
ya por la ley, la conciencia manchada o los propios méritos, sino movida por el amor
de quien tanto le ama.
Bien es verdad que también existen escrúpulos larvados, como el de la no
aceptación personal proyectada en Dios, o el de aquel que no acaba de fiarse de la
gracia. Pero su sedimento es siempre la tristeza. Mientras que el escrúpulo del que
aquí habla Ignacio es el de aquel hombre que, no fiándose en absoluto de sí, lo
espera todo de la misericordia de Dios , y le preocupa la posibilidad de perder su
amistad. Quien un día lo perdió todo, y gustó como consecuencia de ello la muerte,
sería capaz de cualquier cosa antes de volver de nuevo a aquella situación. Y esto
engendra no la tristeza, sino el desvelo (el santo temor y cuidado) propio del amor. Y
su sedimento son las lágrimas y el consuelo del perdón.
El verdadero escrúpulo libera al hombre de su parálisis, que anida el amor
propio, y lo abre al Padre, de quien le viene la salvación.

3. ENTRE EL RIGORISMO Y EL LAXISMO [349-350].

Otro problema con el que se encuentra quien se dedica al servicio a Dios en


cuanto a madurar su conciencia moral es la cuestión de los extremos: el puritanismo y
el laxismo. La estrechez (el “ánima delgada”) y la laxitud (el “ánima gruesa”) dependen
de tres factores diferentes: 1) el propio carácter, 2) el influjo de la moral colectiva
(puritana o permisiva) de la época, y, 3) la dinámica en que se halla el individuo en la
actualidad (si va “de bien en mejor subiendo” o si va “de pecado mortal en pecado
mortal”).

El ánima gruesa o delgada.

Quien tiene conciencia estrecha (delgada) y quien cae en la tendencia


narcisista a dar culto a su propia perfección, piensa que hay pecado donde no lo hay,
y acaba por “rendirse” y apartarse del servicio (“por ejemplo, si ve que un alma no
admite en sí pecado mortal ni venial, ni cosa alguna que parezca a pecado deliberado,
entonces el enemigo, cuando no puede hacerla caer en cosa que parezca pecado,
procura hacerla pensar que hay pecado donde no lo hay, así como en una palabra o
pensamiento mínimo”). Y, a la inversa, el cínico, a quien todo le da lo mismo, y el
permisivo (dominado por el ambiente o la pasión), termina en el vicio de la extrema
laxitud (“y si antes hacía algún caso, que ahora haga mucho menos caso o ninguno”).
Ignacio llama “tentación del enemigo” a toda tendencia que conduce a la desviación
del camino.
La superación de la tentación consiste, en este caso, en proceder de modo
diametralmente opuesto (“de modo contrario”) a la inclinación de la tendencia
(“opositum per diametrum”: haciendo lo diametralmente opuesto, EE, 325).
El rigorismo perfeccionista desconoce el gozo del amor del Padre. Y el laxismo
permisivo proyecta en Dios la imagen de alguien a quien se puede manejar al antojo.
Qué importante es “consolidarse en el medio, para aquietarse en todo”. Se trata de la
experiencia espiritual de sentirse en verdad pecador y simultáneamente amado. Entre
esos extremos negativos está la anchura del corazón humilde, el abandono confiado y
filial. Así se llega a la salud psicológica.

4. OBRAR EL DEBIDO SERVICIO DENTRO DE LA IGLESIA [351].

“Cuando dicha alma buena quiere hablar u obrar alguna cosa dentro de lo
enseñado por la Iglesia”, es decir, cuando alguna persona quiere vivir de acuerdo al
deseo de Dios dentro de lo que propone la Iglesia, le pueden venir tentaciones
(“razones aparentes”) para no continuar en el divino servicio: considerarse indigno
(falsa humildad) o considerarse un gran pecador hacen que el hombre se mire a sí
mismo, impide que ponga su confianza en Dios y lo paralizan de tal modo que ya no
continua hacia adelante.
La madurez en el servicio apostólico habrá de quedar anclada no en uno
mismo, sino en la total confianza en su Criador y Señor. De esta manera, surge la
búsqueda desinteresada del bien, consciente de que la obra no depende de los
propios méritos, sino que es Dios quien lleva a término la obra del Reino.

Finalmente, y a manera de resumen, la purificación y maduración de la


conciencia moral en cuanto a la conciencia de pecado tiene que ver con: 1) el paso de
la propia justicia a la de Dios, para llegar al abandono de la gratuidad; 2) cuidar de
caminar en el justo medio, y no en los extremos de la rigidez o el laxismo; 3) en medio
de las dificultades no dejar de alzar el entendimiento al Padre misericordioso; 4) si aún
así el hombre no se consolida en el medio, debe purificar su experiencia de Dios
(limpiar la imagen de Dios).
DECISIONES PARA HACER ELECCIÓN
169. PARA DECIDIR

Para tomar una buena decisión, nuestra intención de fondo debe ser limpia, orientada
toda ella a Jesús y su causa, que es nuestro destino común; de manera que yo al
escoger cualquier tipo de vida me encamine únicamente a Jesús, y no al revés, que
quiera yo escoger mi manera de vivir y ver después cómo encaminarme en ella
hacia Jesús. Es decir: no se trata de ver cómo puedo acomodar a Jesús en mi modo
de vivir; sino cómo escoger mi manera de vivir, para acomodarme yo por completo
a Jesús.

170. ENTRE QUÉ SE PUEDE ESCOGER

171. 1. No cabe como algo que se pueda escoger nada que vaya contra el amor o el
respeto que cualquier hijo o hija de Dios me merecen.

172. 2,3. Hay caminos que ya escogí que soy consciente de que no debo dejar, por el
amor y respeto que a otros debo, aun suponiendo que no los haya escogido con
una intención completamente limpia. Si me pasa esto, debo reconocer
honestamente que no escogí; pero no debo cambiar el camino escogido, sino ver
cómo desde él escoger mejor de aquí en adelante.

173. 4. No debo cambiar tampoco lo que escogí bien, aunque se trate de algo que
pueda cambiarse; más bien debo ver cómo vivir mejor en la forma de vida que ya
escogí bien..

174. Nota: Si no escogí bien y se trata de algo que puede cambiarse, es claro que
habré de cambiarlo ahora y que será de mucho provecho que lo haga.

175. TRES MOMENTOS PARA ESCOGER

1°: Hay veces en que es por completo claro lo que Jesús y su causa me piden, en
forma que no pueda yo ni dudar de ello: así les pasó S. Pablo y a S. Mateo.
176.
2°: A veces eso mismo se me puede ir haciendo bastante claro poco a poco, a
través de lo que me va pasando y de lo que voy viviendo y sintiendo por dentro,
cuando todo ello va señalando un mismo camino para seguir a Jesús y trabajar
por su causa.

177.
3°: Otras veces puedo ir teniendo esa misma claridad a base de pensar y sopesar
en paz las cosas, buscando siempre lo primero: seguir a Jesús y trabajar por su
causa, que es el rumbo que quiero dar a mi vida.

178. Para escoger bien en este tercer momento, en que no hay movimientos
interiores, vienen ahora dos maneras de hacerlo:

PRIMERA MANERA DE ESCOGER

179. 1. Poner bien claro entre qué dos cosas voy a escoger; como por ejemplo
casarme o no casarme.

2. Querer de veras sólo lo único importante: el rumbo de mi vida, en la entrega a


Jesús y a su causa. Y por lo tanto, hacerme libre de verdad ante las dos cosas por
escoger, sin preferir ninguna de ellas, sino que las dos me den lo mismo, para así
poder escoger la que yo vea y sienta que va más por la línea de Jesús y su causa.

180. 3. Decidirme a no usar mi entendimiento en este ejercicio sino para buscar el


mejor camino por el que yo puedo seguir a Jesús y trabajar por su causa, y a no
querer usar mi libertad sino para escoger ese camino.

181. 4. Estando decidido a eso, ponerme a pensar en las ventajas y desventajas que
cada una de las dos cosas entre las que escojo tienen para lo que yo quiero en mi
vida, o sea, para entregarme por completo a Jesús y a su causa.

182. 5. Sopesar como en una balanza cuál de las dos cosas parece más razonable y
más de acuerdo con Jesús y su causa, pues para eso es para lo que quiero vivir mi
vida.

183. 6. Presentarle a Jesús o al Papá lo que sopesé y lo que escogí, como platicando u
ofreciendo, para preguntar, pedir y sentir, a ver si así está bien hecho y si él está de
acuerdo.

184. SEGUNDA MANERA

1. El querer escoger algo ha de brotar por completo del querer de fondo de mi vida:
de mi entrega amorosa a Papá, a Jesús y a su causa.

185. 2. Imaginarme una persona a la que deseo todo bien, que se halla en mi caso y
que me pregunta; y el consejo que yo le daría mirando sólo a la causa de Jesús,
aplicarlo a mi mismo.

186. 3. Imaginarme a mi mismo en el momento de mi muerte, y cómo veo desde allí


lo que ahora estoy viviendo; y ver eso mismo así desde ahora para así tomar mi
decisión.

187. 4. Verme ante la verdad total y ante el juicio definitivo de mi vida, y sin perderlos
de vista escoger con toda sinceridad y honestidad ( convivencia 27 ).

188. Nota: Habiendo hecho esto anterior, haré luego mi decisión, y la presentaré como
en el número 6 de la primera manera de escoger se dice, para estar seguro de ella
y afianzarla.

MEDITACIÓN DE DOS BANDERAS [136-147]


anti-neoliberal
Meditación de Dos Banderas, una de Cristo, sumo capitán y Señor nuestro, la otra de
Lucifer, mortal enemigo de nuestra humana naturaleza
Oración. La oración preparatoria acostumbrada.
Primer preámbulo. El primer preámbulo es la historia será aquí cómo Cristo llama y
quiere a todos bajo su bandera, y Lucifer, al contrario, bajo la suya en este mundo
actual en el que se quiere imponer la “economía de mercado” siendo inmisericorde con
el mundo real de los más necesitados.
Segundo preámbulo. Composición viendo el lugar. Será aquí ver el gran campo que
es la Iglesia en toda aquella región del Mundo subdesarrollado donde Cristo nuestro
Señor quiere reinar; ver, por otra parte, otro campamento en la región de frías y
lujosas oficinas donde los caudillos del Neoliberalismo actúan insensiblemente puesta
la mirada en su enriquecimiento.
Tercer preámbulo. Pedir lo que quiero; y será aquí pedir conocimiento de los
engaños de los malos caudillos del Neoliberalismo, y ayuda para guardarme de ellos, y
conocimiento de la vida verdadera que nos muestra el sumo y verdadero pastor
Jesucristo, y gracia para imitarle y predicarle.
Primer punto. El primer punto es imaginar como si el caudillo de todos los enemigos
tomase asiento en aquel gran Bloque de Edificios de la Nueva York Financiera con todo
su aparato de burocracia, en una especie de cátedra descomunal llena del ruido y de
la algarabía de la Bolsa de Valores Mundial.
Segundo punto. El segundo: considerar cómo los ocultos jefes del Neoliberalismo
hacen un llamamiento a innumerables agentes de Bolsa y Comercio, y cómo los
esparce a unos en una ciudad y a otros en otra, y así por todo el mundo, no dejando
provincias, lugares, estados ni personas algunas en particular.
Tercer punto. El tercero considerar las duras e inflexibles directivas que les dan:
cómo los exhortan a echar redes y cadenas que paralicen y aten; de manera que,
primero, deberán tentar a todos a codicia de riquezas -como lo han hecho siempre-,
para que más fácilmente lleguen a la ambición de poder en el mundo junto con una
búsqueda insaciable de honras y satisfacciones sensibles y así, como consecuencia,
después lograr una tremenda soberbia; de manera que el primer escalón sea de
riquezas, el segundo el honor junto con los placeres y el tercero de soberbia; y de
estos tres escalones induce a todos los otros vicios y al apartamiento del Reino del
Padre. Todo bajo “apariencia de bien” usando la Economía de Mercado como
instrumento de “libertad y democracia”, no importando la mentira, la corrupción, la
hipocresía, la iniquidad y la injusticia; actuando con dureza de corazón al excluir a
personas por no ser útiles al mercado. Ni menos importará eso de la “dignidad
humana”. El Mercado deberá ser el dios absoluto, el fin y la medida de todo
comportamiento humano inteligente y racional.

Así por el contrario, hay que imaginar al sumo y verdadero pastor que es Cristo Jesús
nuestro Señor.

Primer punto. Es considerar cómo Cristo nuestro Señor se encarna en el gran campo
de los millones de pobres que viven en la miseria, de los sin-tierra, de los pueblos
hundidos por la deuda externa… Él ahí humilde, misericordioso, atrayente y afable.
Segundo punto. Considerar cómo el Señor de todo el mundo llama y escoge a tantas
personas: apóstoles, obispos, sacerdotes, religiosos/as, evangelizadores, etc., y los
envía por todo el mundo a esparcir mediante el diálogo y el testimonio, su sagrada
doctrina por todos los estados y condiciones de personas, y por todas las culturas y
procesos del pueblo.
Tercer punto. Considerar el sermón que Cristo nuestro Señor dirige a todos sus
siervos y amigos que envía a esa tarea, encomendándoles que a todos quieran ayudar
para atraerlos, primero a la suma pobreza espiritual de la total disponibilidad de sí
mismos a la causa del Reino, y si su Padre los quisiere elegir, a vivir en pobreza actual;
segundo, al deseo de ser tan fieles a Él hasta el punto de aceptar persecuciones,
menosprecios y sufrimientos, porque de estas dos cosas se sigue la humildad; de
manera que sean tres escalones: el primero, pobreza frente a riqueza; el segundo
disponibilidad al sufrimiento y al desprecio frente al deseo del placer y del honor
mundano; el tercero, humildad frente a soberbia; y de estos tres escalones induzcan a
ir aceptando el Reinado del Padre. Sus instrumentos de actuación será el
discernimiento, el diálogo sincero, la participación, la solidaridad, la colaboración, el
anuncio claro y la denuncia directa del ídolo de la bandera del Neoliberalismo que es el
mercado, evangelizando las culturas. Enseñando que el hombre y la mujer -por su
propia dignidad- son irreductibles al mercado, al Estado o a cualquier otro poder o
institución que quiera imponerse como totalizante. Las Bienaventuranzas serán su guía
para tomar de actitudes y realizar conductas.

Coloquio. Un coloquio a Nuestra Señora porque me alcance gracia de su Hijo y Señor,


para que yo sea recibido bajo su bandera, y primero en suma pobreza espiritual, y si
su divina majestad fuere servido y me quisiere elegir y recibir, no menos en la pobreza
actual; segundo, en pasar oprobios e injurias por imitarle más en ellas, con tal de que
las pueda pasar sin pecado de ninguna persona y sin desagradar a su divina majestad;
después decir un Ave María.
Segundo coloquio. Pedir otro tanto al Hijo, para que me lo alcance del Padre, y
después decir el “Alma de Cristo”.
Tercer coloquio. Pedir otro tanto al Padre, para que él me lo conceda, y decir un
Padrenuestro.
José L. Serra
LA ELECCIÓN

“No hay momento más difícil en todos los Ejercicios o que requiera más
destreza y discreción espiritual que la elección, porque este tiempo está
expuesto a diversos movimientos del alma y muchas veces aun a errores, ya
que el hombre no sólo es vencido por el mal, sino también es engañado, la
mayor parte de las veces, por la apariencia de lo recto y de lo bueno”. [DO.
c. 22, n. 1]

Condiciones para la elección:


Indiferencia respecto a diversos extremos sobre los que versa la elección.
El ejercitante debe desear hacer la elección.
Aptitud en el sujeto.
Que el ejercitante trate de estar inclinado a lo más perfecto.
Recogimiento y oración.

ESTRUCTURA Y CONTENIDO
Fundamental aportación ignaciana: haber vinculado indisolublemente la “experiencia del
Espíritu” al reconocimiento, a través de Él, de su voluntad, la consolación con la
libertad.
El hombre accede a su plenitud cuando, libre de los condicionamientos de la pasión y
movido inmediatamente por Dios, elige espontáneamente aquello que siente que Dios
previamente le pone en el corazón.

Cinco apartados separables entre sí:


[169] Un preámbulo que describe la disposición correcta fundamental desde la que
elegir;
[170-174] un apartado que se refiere a la materia “inmutable” o “mudable” sobre la
que versa la elección;
[175-177] los tres tiempos propiamente dichos
para hacer sana y buena elección;
[178-183][184-188] desarrollo de los dos modos del tercer tiempo tranquilo;
[189] el complemento sobre la reforma de vida..

TRES TIEMPOS DE ELECCION

PRIMER TIEMPO:
La consolación es el primer principio para el reconocimiento de la voluntad divina. Pero
posee diversa intensidad, evidencia y finalidad.
Primero la vinculó necesariamente a un determinado propósito. Después lo suprimió y la
describe como una “moción inmediata” carente de toda causalidad previa, agente
externo, mediación “objetiva” y actividad de parte del individuo por la cual el hombre
es arrastrado al amor de su divina majestad.
Tipo de vivencia, el primer tiempo de elección, perteneciente al género de la consolación sin
causa, en que Dios “así mueve y atrae la voluntad” inmediatamente que provoca en ella
una evidencia tal de lo que desea el hombre que éste no puede poner en duda que
conoce su voluntad, incluso en el caso extremo de que durante algún tiempo la rechace
o la desoiga. Dios crea también un asentimiento interior.

EL SEGUNDO TIEMPO:
Se funda también en una experiencia consolatoria.
Puede ser provocada en el hombre por alguna mediación ajena a la pura inmediatez de
Dios.
Se halla sometida a diversos influjos venidos “de fuera” o “de dentro” que presionan
ulteriormente sobre la voluntad en un determinado sentido, sobreañadido o dirección,
que ya no proceden de Dios.
La tarea del hombre consiste en una referencia habitual del objeto concreto que tiene
presente y puede elegir, ya sea al sedimento afectivo que le ha dejado la consolación, ya
sea a la vida histórica de Jesús, para verificar por experiencia de consolaciones y
desolaciones, si aquello “concreto” se halla en sintonía o disuena de la vivencia que Dios
le ha dado a sentir.
Se opera un reconocimiento de la voluntad divina tanto por impresión afectiva y contraste,
como por la intensidad consolatoria en que Dios se deja sentir.
La persona debe mantenerse vigilante y atenta a los posibles elementos sobreaña-didos que
pudieran interferir.
Todo el proceso queda abierto a confirma-ción futura que se verificará así en el contacto
con la realidad: paz y gozo del Espíritu que unifica e integra al hombre.
La confirmación se opera en abierta confrontación del hombre con su devenir histórico, en
donde la vivencia se desvanece o gana credibilidad. La experiencia del Espíritu habrá
de pasar siempre e inexorablemente por el test del tiempo y de la realidad, que serán los
encargados d verificar la coherencia o discrepancia del espíritu humano con el de Dios,
que la respuesta del hombre habrá de poner de manifiesto.

TERCER TIEMPO:
Se le ha llamado “tiempo tranquilo” pues el individuo no es agitado de varios espíritus. Es
un tiempo subsidiario, cuando ya no sean posibles ni el primero ni el segundo y use
tranquila y libremente de sus potencias naturales. Los dos primeros en los que Dios se
comunica y “mueve” más inmediatamente son, sin duda, siempre preferibles ya que en
ellos se pone de manifiesto aquello que Dios desea, su voluntad.

Modos del tercer tiempo:


Primer modo:
A) Fase introductoria [178-179]
Se objetiva la materia mudable que se debe elegir.
Se establece el criterio referencial normativo que ha de guiar al hombre en su
modo habitual de elegir, que no es otro que el Principio y Fundamento con una
actitud de indiferencia propia del tercer binario.

B) El Desarrollo de la oración. La razón ante Dios [180-183]


1. Oración preparatoria de petición [180].
2. Y del tiempo propio de la razón en clima de oración [181-182].
3. Concluye con una “oración de ofrecimiento”[183] en que se pide la
confirmación. Este es el final del drama porque Dios no niega al hombre el
reconocimiento de si lo elegido le complace o agrada.

Segundo modo:

Consiste en probar poniéndose uno a sí mismo en situaciones reales o hipotéticas, si


el amor que le mueve y hace elegir una cosa determinada, dándole por resuelta la
deliberación, desciende realmente “de lo alto”. Se supone que el hombre puede
todavía no hallarse en estado de indiferencia actual

A) Consejo a un desconocido en mi propia situación.


B) Considerándome en el momento de la muerte.
C) Considerándome en el Juicio.

[189] Para Enmendar y Reformar la propia vida y estado

• Para quien ya ha hecho elección.


• Retomar [175 – 188]
• Revisar aspectos importantes de la vida
• “no queriendo ni buscando otra cosa alguna sino, en todo y por todo, mayor
alabanza y gloria de Dios Nuestro Señor”.

LAS MEDITACIONES IGNACIANAS

Etapa decisiva en la experiencia de percepción, profundización, interiorización e


identificación del misterio de salvación. Eje central de la vivencia de ese misterio y la
pieza más original en la estructura del libro de Ignacio de Loyola.

Situada dentro de la materia de la segunda semana que se divide en la siguiente


forma:
1. Contemplación de los misterios de Cristo, especialmente su infancia y vida oculta.
Le ha precedido la gran meditación del rey temporal.
2. Introducción a la elección que comprende:
Dos Banderas, Tres Binarios y Tres Maneras de Humildad.
3. Contemplación de la vida pública de Jesús en donde se incluye la elección o reforma
de vida.

Sus objetivos son muy concretos:


• Dos Banderas está dirigido a iluminar el entendimiento para hacer un
verdadero discernimiento.
• Tres Binarios va a verificar la realidad de la disposición de la voluntad.
• Tres Maneras de Humildad va a crear en el ejercitante un afecto grande a
Jesucristo.

DOS BANDERAS

• Ejercicio de meditación y no de contemplación como se ha hecho durante la


segunda semana.
• Se ofrece al ejercitante una síntesis de todo cuanto ha venido
meditando y considerando desde el PyF. De fondo, está la preocupación por
conocer la voluntad divina. Se toma en cuenta el pecado y se insiste en la
contraposición de acciones y estrategias de Dios y del demonio.
• Plena de contenidos que evocan el pasado y la formación de Iñigo López de
Loyola. Los símbolos están presentados en grupos de tres puntos en cada una de las
grandes partes, tres escalones en la presentación gradual de los dos proyectos de
acción; tres coloquios que levantan al ejercitante hacia Dios y cierran su reflexión. La
misma meditación es un tríptico semejante a los iconos de la época.
• El lenguaje ignaciano está lleno de imágenes y expresiones del mundo militar
del siglo XVI. Sirve de cauce para sensibilizar al ejercitante en su experiencia espiritual
De la misma forma en que Ignacio interiorizó su experiencia mística, traslada a los EE
la posibilidad de plantearse sinceramente si es consciente de lo que pide y quiere
lograr
• Nos facilita una definición: o se es leal con Jesucristo y, como Él, se está
dispuesto a sacrificarlo todo, incluso la vida, por el bien del hombre; o se es leal con
los poderes del mundo y con un sistema del que acabará siendo su cómplice
sacrificando al hombre.
• El programa de Jesús implica un compromiso total con Dios, y su acción de
salvación hacia los hombres.
• La bandera de Lucifer supone una negación de la libertad del hombre. Equivale
a abrazar, a vivir la absolutización de la ley, del poder... Para asegurarse contra Dios.
Seguir esta bandera equivale a optar por el prestigio, la demostración de la propia
valía, la seguridad, la autosuficiencia, la soberbia y el dinero. Lleva a desentendernos
de los hermanos obstaculizando la obra divina.

TRES BINARIOS

• Meditación dirigida a la voluntad. Presenta la oportunidad para que el


ejercitante valore su actitud de desprendimiento y libertad interior logradas hasta ese
momento de los EE y analice, si tiene todavía, afectos desor- denados. Se intenta
ahora purificar la voluntad y hacer una especie de test sobre la libertad
• Las preguntas que están en el fondo de la meditación son las siguientes:
• quien discierne, ¿es de verdad sincero?
• ¿quiere comprometerse con Cristo y su modo de ser?
• ¿se tiene la voluntad suficiente para seguir a Jesús -su persona y sus criterios-
lo más cerca, íntima y radicalmente posible en el compromiso con el Padre?
• Fortalecida la voluntad, se intenta afianzar la libertad para cuando llegue el
momento decisivo de la elección de la que los binarios forma parte decisiva.
• Estamos ante una revisión de vida donde se trata de descubrir apegos a
cualquier cosa personal -representada por el dinero- que quita la paz. Presenta,
además, el deseo espiritual acerca de la voluntad de Dios y resistencias o apegos de
la naturaleza.
• Nos ayuda a descubrir engaños de tipo personal que actúan como elementos
que se oponen a la verdadera claridad de elección.
• Nos advierte sobre la capacidad de autoengaño, desatada con astucia no
reconocida: quitar el afecto sin perder la cosa, hacer la voluntad de Dios de tal manera
que coincida con la propia. Se pretende que el ejercitante sea lúcido para segregar
justificaciones y para creérselas, sobre aquello que Freud llamaba buscar siempre otra
cosa de lo que se dice pretender.
• El punto central es la afección: “quitando de sí la gravedad e impedimento, que
tienen para ello en la afección de la cosa acquisita” [EE 150]; el impedimento de la
afección, es decir, aquél que hay en la afección que no sea ordenada. El problema
viene a ser la afección no la cosa aquisita. Se trata de la inclinación a una realidad
humana determinada.
• Contiene un doble “test”:
• Capacidad de libertad.
• Capacidad de coherencia.
• El texto:
• Se hace delante de Dios y de sus santos.
• Se pide la gracia de conocer y desear de tal forma que elija él mismo, a la
manera de Dios.
• Los personajes son tres disposiciones “tipo”
• Coloquios y nota final.

TRES MANERAS DE HUMILDAD

• No se propone como meditación o contem-plación sino como una consideración


para hacer a ratos durante todo el día, siempre antes de la elección. Tampoco se
propone con sentido obligatorio, aunque el mismo Ignacio advierte que “aprovecha
mucho” hacerla [EE. 164]. Han de asegurar la disposición esencial y dar un impulso
frente a la disposición ideal. Estamos ante un test sobre el afecto y el seguimiento
de Jesús.
• El término “humildad” no se considera aquí como sinónimo de modestia o
justa apreciación de sí mismo. Es un abajarse para obedecer en todo al amor de Dios.
Es disponibilidad absoluta en manos de Padre para acoger sus caminos. Es una
indiferencia que nos hace libres para apasionarnos de la voluntad de Dios; no siendo
otra cosa que la de semejarse en todo a su Hijo Jesucristo.
• Existe una íntima relación con el Principio y Fundamento:
1o. Encontramos la palabra más.
2o. Hay también correspondencia relacionada
al tanto cuanto con el primer grado
a la indiferencia con el segundo grado
al “magis” con el tercer grado
“solamente deseando y eligiendo lo que más” [EE. 23] y “por parecer más
actualmente” [EE. 167].

La Primera manera de humildad:


Vivencia de que Dios es nuestro Creador. Expresa una actitud fundamental de
amor, de obediencia a la ley de Dios. Nos remite al cumplimiento del primer
mandamiento: amar a Dios y al prójimo. Este modo de amar a Dios en fidelidad
y obediencia no será siempre fácil y evidente. Supone un corazón apegado al
Dios absoluto y en uso desinteresado de las cosas hasta el punto de regirse por
la norma del tanto cuanto.

Segunda manera de humildad.


Corresponde a la vivencia de que Dios es nuestro Padre. Hay confianza en la providencia de Dios.
Presenta un resumen de la actitud ignaciana de la indiferencia que viene a hacer las veces de contacto
entre este ejercicio y el Principio y Fundamento en donde se delineaba esta actitud como proyecto, que
era necesario alcanzar. Ahora deberá ser ya realidad, si se pretende continuar adelante en el ámbito de
la elección.

Tercera manera de humildad.


Vivencia de la verdad de que Dios se ha hecho hombre y, por lo tanto, es mi
hermano. Ante este hecho, brota el deseo de vivir lo que Él vivió, de amar lo
que Él amó.
Proyecta al ejercitante hacia la identificación con Cristo en “el más imitarle y
seguirle” y se expresa en el deseo y la preferencia de estar con Cristo pobre y
ultrajado. Concretiza las condiciones del seguimiento de Jesús de la meditación
del Reino.

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