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Literatura de habla francesa – 2019

ALOY, Rocío Salomé


39420796
Licenciatura en Letras Modernas
rocio.aloy@mi.unc.edu.ar

Para este trabajo final, se ha seleccionado el corpus A propuesto por la cátedra, que se
compone de las siguientes obras: El río sin descanso, de Gabrielle Roy; “Yâdikône o el segundo
nacimiento”, de Mariama Ndoye y Diario del afuera, de Annie Ernaux. A ese corpus se agrega la
obra Cosmética del enemigo, de Amélie Nothomb. En primer lugar, se dará una breve explicación
sobre la pertenencia de cada una de estas obras a la literatura francófona, y en segundo lugar, se
expondrá el análisis del corpus seleccionado.

A pesar de haber sido escritas en diferentes lugares, lo que estas obras tienen en común es que
están escritas por mujeres y en francés, ya sea porque es la lengua materna de la escritora o por haber
sido impuesta en su espacio geocultural por otras comunidades, lo cual llevó a esta lengua a ocupar
el lugar de la “lengua de poder”. En el caso de Cosmética del enemigo, es una obra escrita en
Bélgica, en parte del territorio que fue la antigua Galia donde se implementó el francés que se
desarrolló sobre todo en la burguesía y que se ha utilizado en ciertas producciones literarias como
legitimación y pertenencia a la cultura que rodea París. Por otro lado, El río sin descanso es una obra
canadiense de Quebec que trata sobre las relaciones entre las culturas originaria, francesa e inglesa
que comparten el mismo territorio y pujan por construir una identidad nacional propia, quebequesa,
que toma como base las raíces francesas y en especial su lengua, pero manteniendo una “identidad
cultural múltiple” (López Morales, 1996, p. 205). “Yâdikône o el segundo nacimiento” se inscribe
dentro de la literatura de la África negra escrita en Francés, que “recurre a la lengua del antiguo
colonizador” (López Morales, 1997, p. 13) como estrategia de denuncia y crítica al poder, mediante
unos personajes que representan a los sectores marginados y más perjudicados por el sistema
colonial. Por último, Diario del afuera, a pesar de ser escrita por una autora francesa, puede incluirse
dentro de la literatura francófona al pertenecer a un sector periférico de Francia, marginado y
originado "de la nada" con el objetivo de la reconstrucción del país tras la II Guerra Mundial, por lo
cual no tiene historia, tradiciones ni población propia, sino que se constituye por un conjunto de
inmigrantes y repatriados.
Puesto que el nombre de la asignatura es "Literatura de habla francesa", habilita a la inclusión
tanto de la literatura escrita en Francia (francesa) como de la escrita en francés pero fuera del país
(francófona) o del centro del mismo. Es por esto que se abre la posibilidad de un análisis más
abarcador de lo que es esta literatura y de las razones por las cuales se produce en francés, las cuales
varían según los lugares, sus historias, las comunidades que los habitan y las relaciones que estas
tienen con la lengua.

Se plantea para este análisis, como hipótesis de sentido que atraviesa dichas obras, la
interdependencia de las construcciones de identidad y otredad. En relación a los términos utilizados,
se tomarán las conceptualizaciones de la Dra. en Psicología Mabel Inés Falcón. En cuanto al
concepto de identidad, este es entendido como la respuesta a tres necesidades: a) la necesidad del
sujeto de percibirse como una totalidad, b) la continuidad en el tiempo de esa totalidad, y c) el
reconocimiento de esa unidad por el contexto social, que se denomina mismidad (2008, p. 2). Por
otro lado, el concepto de otredad plantea la figura del Otro como el diferente que hace tambalear la
construcción “precaria” que es la identidad (2008, p. 2). La conceptualización de este último término
se ampliará a lo largo del análisis con otros autores.

En el corpus analizado se evidencia la otredad tanto de manera externa (yo frente a otros) como
de manera interna (ser yo y, a la vez, otro; como es el caso de Cosmética del enemigo). Además, el
enemigo, el otro, puede ser tanto interno como externo (Eco, 2013, p. 14), lo que se relaciona con los
postulados de Todorov (2016) sobre el hombre y el ciudadano: el enemigo externo es el que no
pertenece a la identidad nacional, y el interno es el patriota que se opone al cosmopolita, el cual en
este corpus se presenta como el extranjero, el que tiene otro origen geocultural. Esta situación se
observa en El río sin descanso, ya que, desde la perspectiva de la familia de la protagonista, los otros
son los blancos, el enemigo externo; pero desde el punto de vista de Elsa, luego de tener a su hijo, los
otros son los de su propia comunidad (enemigo interno), de los cuales se aparta para construir una
identidad/identificación con los blancos. Sin embargo, esta situación se invertirá al querer retomar
sus raíces para inculcarle esa vida a Jimmy, por lo cual los blancos pasarán a ocupar el lugar de
otros. Elsa se encuentra en la disyuntiva entre dos culturas opuestas, lo cual la mantiene en constante
cambio por la búsqueda de una identidad que la incluya tanto a ella misma (de origen esquimal)
como a su hijo (de apariencia y ascendencia blanca) en una mismidad.
Otro ejemplo de enemigo interno se observa en Diario del afuera1, al definirse la narradora
como un otro dentro de una mismidad nacional (Francia) en la que se siente diferente por tener otras
memorias y costumbres. La protagonista del relato deberá construir desde cero una nueva identidad,
pero que será compartida por otros que se encuentran en la misma situación y que, en conjunto,
configuran y desarrollan la historia y las nuevas tradiciones de la “ciudad nueva”, una identidad
colectiva que comparte orígenes semejantes. En este caso, si bien todas las subjetividades

1 Aunque en esta obra la otredad no se configura como adversarios u oponentes, se mantiene el término “enemigo” por
ser el acuñado por el autor de la teoría en que se basa el análisis (Eco, 2013).
mencionadas en la obra se inscriben, según la teoría de Todorov, como ciudadanos por pertenecer a
la misma nación, los habitantes de esa ciudad nueva, privada de historia y memorias (Ernaux, 2015,
p. 13), representan a los “inmigrados extracomunitarios”, en palabras de Eco (2013, p. 17). Es decir,
que pertenecen a una misma nación política, pero a otra nación cultural (Todorov, 2016, p. 203)
originada en un nuevo espacio vacío de tradiciones. Gracias a lo que la narradora llama “etnotexto”,
le es posible identificarse en esa nación cultural que se reencuentra en otras personas y lugares, que
se reescribe y se rehabita en esa nueva mismidad cultural (Martínez de Arrieta, 2010, p. 300)
configurada por los habitantes de Cergy-Pontoise.
En la obra de Ernaux, las descripciones que se relatan comienzan siendo objetivas y desde un
afuera de la situación narrada, pero con el paso del tiempo y de las páginas se tornan más subjetivas
y llegan a incluir la participación de quien relata en los sucesos descriptos: “Nos saludamos”
(Ernaux, 2015; 68). Al mismo tiempo, esa inserción en las acciones y el usar con más frecuencia un
“nosotros” inclusivo, acrecienta el sentimiento de pertenencia, de reconocimiento del yo en los otros.
Finalmente, se llega a una sensación de mismidad que es provocada por la identificación en común
de ser otros en ese espacio: “En individuos anónimos que no sospechan que conservan una parte de
mi historia [...]. Acaso yo misma [...] llevo en mí la vida de los otros.” (Ernaux, 2015, p. 88). En
relación a esta obra se pueden resignificar los postulados de Todorov sobre nación “interior” y
“exterior” (2016, p. 207-208), a fin de entender que la primera se compone de la mismidad (igualdad,
en palabras del autor) del grupo de habitantes de la ciudad en la periferia de la capital, mientras que
la segunda abarca a todo el país como una nación desigual frente a otras.

En Cosmética del enemigo la configuración de la otredad se produce por todo lo que el yo no


es, tanto en nacionalidad como en apariencia y carácter. Tal como afirma Umberto Eco, construir un
enemigo es necesario para reconocernos a nosotros mismos como lo opuesto a ese otro y así mostrar
nuestro valor (Eco, 2013, 14-15). También se observa lo que el autor llama “autosugestión” (2013, p.
28), ya que en este caso la identidad es proporcionada por un otro ilusorio, creado por la subjetividad
del protagonista. Jérôme atraviesa un proceso de descubrimiento por medio de ese otro que concluye
con la unión de ambos en mismidad, y, aunque no llega a admitirlo, se convence de lo que Textor lo
culpa y le afirma “ha destrozado mi vida” (Nothomb, 2003, p. 94). Este descubrimiento produce en
el protagonista la incapacidad de unificar esas identidades opuestas en una sola, lo que lo hace
pensarse a sí mismo como un otro al que no reconoce. En relación a los postulados de Martínez de
Arrieta, y entendiendo la imagen como una “representación de lo sensible” (2010, p. 293) es posible
identificar en esta obra la creación de dos imágenes: la del otro (Textor) y la de la propia identidad
(Jérôme); ambas son imágenes mentirosas que conducen a la esclavitud del protagonista (2010, p.
301) al evidenciarle la imagen real, verdadera, que ha estado ignorando: la de sí mismo como
victimario y culpable de su propio malestar.

“Yâdikône o el segundo nacimiento” configura a la mujer protagonista, narradora de su propia


historia, como parte de lo otro en una sociedad que demoniza, margina y destina a la delincuencia a
las subjetividades negras y, sobre todo, femeninas. En esta obra también se observa, por un lado, una
imagen de la propia identidad que oculta la historia de la protagonista (el encarcelamiento, el primer
embarazo, etc.), y por el otro, la autosugestión de la otredad que los demás ven en ella. Se identifica
a sí misma junto con su primer hijo, no como una mismidad, sino como una misma identidad (sin
padre) que vaticina para él el mismo destino que ella tuvo. Además, al morir su primer hijo, Yakhara
deja de ser ella misma y comienza un proceso de reconstrucción desde su identidad original hasta
convertirse en la señora Fofana. “Ya no tenía alma. Ya no era yo” (Ndoye, 2002; 89); esa falta
momentánea de identidad la hace decidirse por un exotismo que “favorece [...] aquello que no
pertenece al país donde se ha nacido” (Todorov, 2016, p. 208), y que la lleva a cruzar el océano y
arribar “a costas nuevas que solo tenían en común con las anteriores el color de la piel de sus
habitantes” (Ndoye, 1990, p. 89). La nueva identidad que construye le permite darle una nueva vida a
su hijo Yâdikône, esta vez con un padre que representa la barrera que no dejará que se convierta en
otro. Por lo tanto, la identidad de la protagonista en todo momento depende de los otros, tanto de lo
que estos enuncian como de lo que significan para ella y las posibilidades (y límites) que le otorgan.

En El río sin descanso se presentan personajes que “se hallan atrapados entre dos mundos sin
pertenecer enteramente a ninguno de ellos” (Roy, 2016; 16), y que se ven separados por la frontera
que es representada por el río. Para la comunidad esquimal, la llegada de los blancos se traduce en
nuevas ideas, sentimientos y tradiciones antes desconocidas, pero que no son capaces de
apropiárselas completamente. Una de esas novedades es el miedo que conlleva también el nuevo
peligro que representa el otro, y que en la protagonista no llega a cumplir su fin, ya que no entiende
la violación como tal. El hecho de ser esquimal y ser mujer, posiciona a la protagonista en el lugar de
otro para la sociedad blanca y patriarcal y, por otro lado, el hecho de tener un hijo blanco la acerca a
ese sector social, pero la aleja de su comunidad de origen al querer sentirse parte de aquel, lo que
también la posiciona como otro desde este punto.
Jimmy constituye para Elsa un otro que al mismo tiempo es propio (aunque no siente que se lo
merezca) y al cual quiere, en un principio, dar la vida que le es posible tener por ser diferente a ella.
Esto la lleva a ingresar en su casa y en su familia lo otro que supone la modernidad, con la
consecuencia del cambio en la relación con los demás integrantes que comienzan a verla como otra
Elsa con la cual no comparten las ideas de progreso. En un segundo momento, en el que ella
comienza a parecerse más a las mujeres blancas en cuanto a la vida ajetreada y el cansancio que
conlleva, y ve en su hijo una aproximación a sus costumbres tradicionales que dejó de lado, decide
llevarlo al otro lado del río y retomar sus orígenes, eso otro de lo que renegaba.

Eco afirma que “la construcción del enemigo induce a convertirse en tal también a quienes
aspirarían a un reconocimiento benévolo” (2013, p. 33), lo cual puede verse reflejado en esta obra.
Elsa, en ambos procesos de búsqueda de una identificación (con los blancos primero y con sus
orígenes después), pretende lograr una mismidad que no consigue y que la conduce a la soledad al
final de la obra. Por otro lado, Martínez de Arrieta responde quién es extranjero citando a Kristeva:
“El que no forma parte del grupo”, el que se separa del grupo dominante o de referencia (2010, p.
294). En cuanto a esto se observa que el personaje de Elsa se separa tanto del grupo familiar como
del de los blancos, configurando su grupo de referencia solo entre ella y Jimmy, lo que resultará en la
identificación de ambos como extranjeros de uno y otro lado del río.

Se puede establecer una relación entre las obras de Roy, Ndoye y Nothomb en cuanto a que en
estas la otredad justifica cierta “corrección, encarcelamiento y castigo”, como menciona Eco al citar
a Inocencio VIII (2013, p. 31), y que se vincula con la afirmación de Todorov sobre que “la justicia
no es más que aquello que conviene a una comunidad” (2016, p. 209). En la primera, el
mandamiento de que Jimmy vaya a la escuela es un intento de corrección o detención de la inserción
cultural que Elsa pretende lograr en él al inculcarle sus costumbres originarias. En la segunda, tanto
el encarcelamiento como la liberación de Yakhara, son intentos de castigo y corrección de los actos
de esta en el primer caso, y en el segundo de la falta de posibilidades y la mala suerte que tendría su
hijo si crecía sin libertad. En la última, la aparición e insistencia de Textor puede entenderse como el
castigo por el delito cometido por Jérôme, pero también como corrección de la culpa por sus
acciones: al crearse a sí mismo como otro (escisión en dos subjetividades opuestas que dio origen al
otro), también se justifica el asesinato de esa otredad (Textor), cuya muerte el protagonista entiende
como libertad para su identidad ideal. De esta manera, se puede plantear que en esta obra hay un
doble proceso: primero se realiza la construcción de un otro que permite la identificación ideal del
protagonista como víctima (viudo); luego, se procede a la deconstrucción de la otredad que da cuenta
de la identidad real de Jérôme como victimario.

En conclusión, es posible afirmar que la relación entre identidad y otredad se da de manera


interdependiente, ya que la construcción del otro depende de la identificación del yo y, a su vez, la
construcción del yo depende de la identificación del otro: lo que se es frente a lo que no se es. La
interrelación de ambas nociones entendidas como procesos posibilita el intercambio entre dichas
construcciones, como ejemplifica el caso de El río sin descanso. Además, esto da lugar también a la
confluencia de la otredad con la identidad, lo que concluye en una nueva identidad que surge de la
mismidad (en las obras de Ernaux, Nothomb y Ndoye). La constitución de esta nueva identidad-
mismidad requiere de la creación de un nuevo otro (que es siempre necesario) que, siguiendo a Eco,
permite reafirmarla en cuanto a sus valores y contrastarla en la comparación que determina sus
límites. El autor indica que la identidad se construye a partir de quiénes son nuestros enemigos, y
que estos se construyen a partir de lo que nosotros no somos, aunque pueden cambiar tantas veces
como sea necesario: “la construcción del enemigo debe ser intensiva y constante” (2013, p. 36). Lo
diferente configura lo otro, pero si no existe es preciso construir la diferencia para establecer la
identidad: “Son los otros [...] los que despiertan nuestra memoria y nos revelan a nosotros mismos”
(Ernaux, 2015, p. 16).

Bibliografía
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