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Josué envió espías para que reconocieran la tierra, pero esto no sirvió en
absoluto de ayuda para la promesa de Dios. Su Palabra es cierta tanto si
la vemos como si no. Por fe andamos, no por vista.
I. Oyó. «Hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo
delante de vosotros», etc. (v. 10). Las nuevas de la gran salvación de
Dios habían llegado a sus oídos. ¿Cómo creerán en Aquel de quien no
han oído? Contad sus maravillosas obras en medio del pueblo. La
apertura del Mar Rojo, y la apertura del camino nuevo y vivo por medio
de la sangre expiatoria de Cristo: estas cosas no fueron hechas en un
rincón.
III. Creyó. «Sé que Jehová os ha dado esta tierra» (v. 9). El terror del
Señor había caído sobre todos los moradores de la tierra, pero solo
Rahab creyó. La suya fue una fe producida por el temor, pero una fe así
salvará tan bien como la fe que obra por medio del amor. El temor de
Jehová es el principio de la sabiduría. Así, conociendo el terror del
Señor persuadimos a los hombres.
IV. Oró. «Os ruego, pues, ahora, que me juréis por Jehová», etc. (v.12).
Habiendo creído ruega ahora que se le conceda un lugar en esta gran
liberación que Jehová estaba llevando a cabo por su pueblo. Era una
gran petición por parte de una ramera bajo sentencia, pero su fe la hizo
osada. «Por la fe», dice el apóstol, «Rahab la ramera no
pereció» (Hebreos 11:31).
Su petición no fue solo para ella misma, sino también por «la casa de mi
padre», e incluso esto no fue todo. Ella rogó pidiendo una prenda
aseguradora de que su ruego le sería concedido, porque añadió: «de lo
cual me daréis señal segura».
Sus obras justificaron la fe de ella a la vista de los hombres con las que
estaba tratando, y también la justificaron con toda nobleza y
perfectamente. Muéstrame tu fe sin obras (imposible), y yo te mostraré
mi fe por mis obras.
El marino cree en el viento, y por ello extiende sus velas. Rahab honró a
su padre y a su madre al buscar anhelantemente la salvación de ellos así
como la suya propia. Ponlo todo en regla en la casa de tu corazón, y
refúgiate bajo el cordón de grana de la preciosa sangre de Cristo que
siempre habla en nuestro favor.