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I.

            UNA MUJER QUE SUPO APROVECHAR LA


OPORTUNIDAD.
“Josué hijo de Nun envió desde Sitim dos espías secretamente, diciéndoles: Andad, reconoced la tierra, y a
Jericó. Y ellos fueron, y entraron en casa de una ramera que se llamaba Rahab, y posaron allí”.
Josué 2:1

Para este momento Israel estaba a punto de pasar el Jordán, y se preparaba para invadir y pelear por
la tierra que Dios les había prometido, ya Moisés había muerto y Josué se encontraba al mando por lo que
decidió enviar secretamente a dos espías a reconocer la ciudad de Jericó la cual era la primera que tenían que
conquistar. Jericó era una ciudad que se encontraba resguardada tras enormes murallas cuyo acceso se hacía
imposible, sin embargo, Josué sabía que Dios se las había entregado y por eso envió dos hombres con el
propósito de espiar. Fue aquí cuando esto dos hombres entraron a la casa de una ramera llamada Rahab y esta
fue una mujer que supo aprovechar la oportunidad que Dios le ofreció para salvarse.

II.            LA FE DE RAHAB.
                             

Rahab es una mujer cuyo nombre es seguido por su oficio, el de ramera, una posición muy poco
honrosa, pero que al mismo tiempo nos representa a cada uno de nosotros como pecadores necesitados de
Dios. En la Biblia se nos habla de como por la fe esta mujer logro grandes cosas. Por ejemplo, Hebreos nos
dice que por su fe logro ser salva de la destrucción: “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con
los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz”, (Hebreos 11:31). Santiago nos dice que por la fe
Rahab realizo obras que agradaron a Dios y fue justificada: “Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue
justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?”, (Santiago 2:25). Fue
esta mujer a la cual la Biblia llama Rahab la ramera que logro por su fe ser salva no solo de la destrucción que
les avecinaba a todos los habitantes de Jericó, sino también fue justificada. Veamos como en estos pasajes del
libro de Jueces se expresa la fe de Rahab.

1.      Una fe que reconoce el poder de Dios.


“fue dado aviso al rey de Jericó, diciendo: He aquí que hombres de los hijos de Israel han venido aquí esta
noche para espiar la tierra. Entonces el rey de Jericó envió a decir a Rahab: Saca a los hombres que han
venido a ti, y han entrado a tu casa; porque han venido para espiar toda la tierra. Pero la mujer había
tomado a los dos hombres y los había escondido; y dijo: Es verdad que unos hombres vinieron a mí, pero no
supe de dónde eran. Y cuando se iba a cerrar la puerta, siendo ya oscuro, esos hombres se salieron, y no sé a
dónde han ido; seguidlos aprisa, y los alcanzaréis. Más ella los había hecho subir al terrado, y los había
escondido entre los manojos de lino que tenía puestos en el terrado. Y los hombres fueron tras ellos por el
camino del Jordán, hasta los vados; y la puerta fue cerrada después que salieron los perseguidores”.
Josué 2:2-7

En primer lugar, vemos en Rahab una fe que reconoce el gran poder de Dios. Cuando el rey de Jericó
se enteró que unos espías andaban merodeando la ciudad envió hombres a capturarlos pero Rahab decidió
esconderlos. Pero ¿por qué los escondió? ¿Acaso no sabía que eran los enemigos que querían destruir su
ciudad? ¿Por qué no los entrego a los soldados con el fin de ayudar a salvar la ciudad? Bueno la razón por la
cual hizo de esta forma fue porque sabía que ningún ejército ni fortaleza, ni muros por muy altos y fuertes que
estos fuesen eran suficientes para detener a Dios. Ella sabía que el fin había llegado y que lo mejor era
acercarse al Señor Todopoderoso.

2.      Una fe que reconoce que solo Dios puede salvar.


“Antes que ellos se durmiesen, ella subió al terrado, y les dijo: Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque
el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de
vosotros.  Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando
salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del
Jordán, a Sehón y a Og, a los cuales habéis destruido. Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha
quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en
los cielos y abajo en la tierra. Os ruego pues, ahora, que me juréis por Jehová, que como he hecho
misericordia con vosotros, así la haréis vosotros con la casa de mi padre, de lo cual me daréis una señal
segura;  y que salvaréis la vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y a todo lo que es
suyo; y que libraréis nuestras vidas de la muerte. Ellos le respondieron: Nuestra vida responderá por la
vuestra, si no denunciareis este asunto nuestro; y cuando Jehová nos haya dado la tierra, nosotros haremos
contigo misericordia y verdad”.
Josué 2:8-14

Vemos aquí un aspecto interesante de la fe de esta mujer y es el hecho de creer que solamente Dios
podía salvarla de la destrucción que venía. Ella había escuchado las grandes proezas de Dios: Porque hemos
oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que
habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a los
cuales habéis destruido. Todos sabían que Dios estaba con Israel y por eso sus corazones desmayaban y esta
mujer cuando vio la oportunidad de ayudar a estos dos espías los escondió para después rogarles misericordia.
Todos debemos estar conscientes que sin Dios todos estamos perdidos, nadie puede salvarse por sus propios
medios, por ello como esta mujer debemos creer en Dios el único que puede salvarnos.

3.      Una fe que obedece.


“He aquí, cuando nosotros entremos en la tierra, tú atarás este cordón de grana a la ventana por la cual nos
descolgaste; y reunirás en tu casa a tu padre y a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre.
Cualquiera que saliere fuera de las puertas de tu casa, su sangre será sobre su cabeza, y nosotros sin culpa.
Más cualquiera que se estuviere en casa contigo, su sangre será sobre nuestra cabeza, si mano le tocare. Y si
tú denunciares este nuestro asunto, nosotros quedaremos libres de este tu juramento con que nos has
juramentado. Ella respondió: Sea así como habéis dicho. Luego los despidió, y se fueron; y ella ató el cordón
de grana a la ventana”.
Josué 2:18-21

En tercer lugar, vemos en Rahab una fe que conduce a la obediencia. Como consecuencia de su
suplica por misericordia, aquellos hombres le mandaron a que atase un cordón de grana en la ventana de su
casa con el fin de que cuando llegase el ejército israelita, su vida fuese perdonada junto con todos aquellos
que estuviesen en la casa con ella, ninguno tenía que salir de la casa porque de lo contrario morirían. Ahora
bien, esta mujer no espero ni un día para colgar el cordón de grana sino en el mismo momento lo hizo
mostrándonos su gran fe. Así debe ser la fe que expresemos, un fe que nos haga obediente a su palabra porque
solamente así seremos salvos. La Biblia es clara al enseñarnos que el único camino al Padre es Jesús, y que no
hay otra forma de ser salvos, solo aquellos que obedecen y se entregan a Cristo alcanzan la misericordia de
Dios. La grana tiene un color rojizo característico y el solo ver ese cordón de grana rojizo colgado en la
ventana de Rahab nos recuerda aquel acto de fe que también Israel hizo al pintar con la sangre de los corderos
los dinteles de las ventanas y las puertas el día que Dios envió su última plaga en Egipto: la muerte de los
primogénitos, y en ambos casos es un símbolo de la sangre de Cristo que iba a ser derramada en la cruz del
Calvario para perdón de nuestros pecados. Nuestra fe tiene que verse reflejada en la obediencia a Cristo, en
creer que gracias a su sacrificio hoy podemos ser salvos.

4.      Una fe que trasciende más allá de los tiempos.


“Más Josué dijo a los dos hombres que habían reconocido la tierra: Entrad en casa de la mujer ramera,  y
haced salir de allí a la mujer y a todo lo que fuere suyo,  como lo jurasteis. Y los espías entraron y sacaron a
Rahab,  a su padre,  a su madre,  a sus hermanos y todo lo que era suyo;  y también sacaron a toda su
parentela,  y los pusieron fuera del campamento de Israel”.
Josué 6:22-23
            Por su acto de fe esta mujer no solo salvo su vida sino la de toda su familia lo cual es un hermoso
ejemplo de los increíbles alcances de la fe, la cual no solo nos puede salvar sino también a todos aquellos que
nos rodean, tal y como Pablo le dijo al carcelero de Filipos: “y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo
hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”, (Hechos 16:30-
31). Ahora bien, lo hermoso de esta fe no solo es que Rahab sobrevivió, sino que con el tiempo se casó con un
israelita a tal punto que llego a engendrar a un hijo que fue descendiente directo de la genealogía de
Jesús: “Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí”, (Mateo 1:5).
Increíblemente esta mujer logro convertirse en parte del linaje del Mesías prometido transcendiendo así su fe
a tal punto que hoy en día se habla de Rahab la ramera.

CONCLUSIÓN
La fe es clave para nuestra salvación y la mujer que la Biblia llama como Rahab la ramera nos
enseña mucho acerca de ello. Al estudiar su vida podemos aprender al menos cuatro cosas de la fe:

1.       La fe reconoce el poder de Dios.


2.       La fe reconoce que solamente de Dios puede venir.
3.       La fe conduce a la obediencia.
4.       La fe hace que nuestras obras trasciendan más allá de lo que imaginamos.

(Jos. 2:2-5). ¡Qué sorpresa! Rahab era una mujer que vendía su
cuerpo, y quizá se hubiera ganado una buena recompensa por
entregar a los espías, pero por el contrario, Rahab los ocultó y
les salvó la vida, dando evidencia de su inesperada expresión de
fe.

La fe de Rahab dio frutos inmediatamente, como leemos


en Hebreos 11:31: “recibió a los espías en paz”.

 En Josué 2:11 leemos cómo Rahab hace una notable confesión


de fe: “El Señor, el Dios de ustedes, es Dios arriba en los cielos
y abajo en la tierra”.
Josué 6:25 nos dice que “ella ha habitado en medio de Israel
hasta hoy”.
Mateo en 1:5-6: “Salmón fue padre de Booz, cuya madre fue
Rahab; Booz fue padre de Obed, cuya madre fue Rut; y Obed
fue padre de Isaí; Isaí fue padre del rey David…”.
1. Su vida es una muestra de fe.

“Por la fe la ramera Rahab no pereció con los desobedientes, por


haber recibido los espías en paz”, Hebreos 11:31.

Con su hazaña, Rahab mostró su fe hacia ese Dios que ella


misma testificó como el Dios de los cielos y la tierra. Esto fue
antes de leer por sí misma las bondades del Antiguo Testamento,
y ¡mucho antes de la Cruz! Esta es una fe que confió en el
carácter de aquel Dios del que ella había escuchado.

2. Nuestro pasado no determina nuestro futuro.

“Ella ha habitado en medio de Israel hasta hoy, porque escondió


a los mensajeros a quienes Josué había enviado a reconocer a
Jericó”, Josué 6:25.

En la vida de Rahab vemos que su pasado no determinó su


futuro. Por su fe y la gracia de Dios sobre su vida ella pasó de
habitar con un pueblo destruído a un pueblo escogido por Dios.

3. La salvación es mayor que nuestro pecado.

No importa qué tan grande haya sido nuestro pecado, por la obra
de Cristo en la cruz podemos tener salvación. Rahab no fue
redimida por haber escondido los espías; no se ganó el favor de
Dios por eso. Aunque actuó con fe, ella nos enseña que Dios por
su gracia y misericordia puede redimir incluso al más pecador de
los pecadores. De hecho, aun esta misma fe de Rahab es solo
eso: fe, no una obra como tal. Y fue esa fe la que la salvó.
“Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe,
y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por
obras, para que nadie se gloríe”, Efesios 2: 8-9.

Rahab es un recordatorio de lo que nos dice el autor de Hebreos


en 11:6, “Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es
necesario que el que se acerca a Dios crea que El existe, y que es
remunerador de los que le buscan”. Ella creyó, y Él la remuneró,
al punto que tú y yo seguimos hablando y aprendiendo de su
ejemplo.

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