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ZELIZER
EL SIGNIFICADO SOCIAL
DEL DINERO
Nell: Nunca fuiste justo con mamã con respecto al dinero. ;Lo tuviste todo,
tus partidas de póquer, tus cigarros y tus viajes para irte a pescar!... Y es por
eso que te pido que le pagues un salario fijo en vez de hacerla venir como un
mendigo a pedirte cada centavo que necesita.
Huchie: La mayor parte de Ias mujeres tienen que pedirles el dinero a sus
maridos, y no me parece que lo hagan tartamudeando.
Nell: No existe una sola mujer en el mundo que no quisiera tener menos
dinero para gastar si sólo supiera que es de ella y que puede disponer de el a
su antojo sin estar contestando esas eternas preguntas: "iPara qué lo quie-
res?" y "iQué hiciste con lo ultimo que te di?".
(in la obra de teatro Chicken Feed. Wages fo r Wives [Migajas para las gallinas.
Salarios para las esposas], que se estrenó en 1923 en Chicago, la joven Nell
liailey, de 22 anos, descubre la manana de su boda que su padre invirtió en
secreto el dinero de su seguro en peligrosos bonos de la compania de tran-
vías, pero, no obstante, acusa enojado a la madre de Nell por gastar parte
de la prima en la boda de su hija. Nell insiste en que no se casará hasta que
su padre acepte darle a su madre la mi tad de sus ganancias como su salario
legítim am ente ganado, y le explica a su novio, que está cada vez más
preocupado:
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1 Guy Bolton, Chicken Feed. Wages for Wives, en The Best Plays o f 1923-24, ed. dc Burns
Mantle, Boston, Small, Maynard and Company, 1924, pp. 240, 241,243 y 260.
2 Clarence Budington Kclland, "Wives are Either Tightwads or Spendthrifts'', en American
Magazine, 106,1928, p. 12.
3 Vtiase Elaine Tyler May, Great Expectations, Chicago, University of Chicago Press, 1928,
p. 137; Robert S, Lynd y Helen Merrell Lynd, Middletown, Nueva York, Harcourt Brace jova-
novich, 1956, p. 126.
LA PRODUCCIÓN DOMÉSTICA DE DINEROS 57
4 Christine Stansell, City o f Women, Nueva York, Knopf, 1986, p. 29 y comentarios perso
nales; Catherine E. Beecher, A Treatise on Domestic Economy, Boston, Marsh, Capen, Lyon and
Webb, 1841, p. 176; Mary P. Ryan, Cradle of the Middle Class, Nueva York, Cambridge Univer
sity Press, 1984, p. 33. Véase también Mary Beth Norton, "Eighteenth-Century American
Women in Peace and War", en A Heritage o f Her Oivn, ed. de Nancy F. Cott y Elizabeth Fleck,
Nueva York, Simon & Schuster, 1979, p. 145; Ruth S. Cowan, More Work for Mother, Nueva
York, Basic Books, 1983, pp. 81 y 82; Jeanne Boydston, Home and Work, Nueva York, Oxford
University Press, 1990, p_ 103. Acerca del "culto a la domesticidad", véase Barbara Welterm,
"The Cult of True Womanhood: 1820-1860", en American Quarterly, 1966, 18, pp. 151-174;
Nancy E. Cott, The Bonds o f Womanhood, New Haven (ct), Yale University Press, 1977.
58 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
importa tanto cuántos dólares haya en el sobre con la paga como lo que esos
dólares de hecho le garanticen y le proporcionen al trabajador".5
Dentro de sus hogares, las famílias sc esforzaban afanosamente por mar
car su dinero. Compraban los libros de contabilidad y los libres para hacer
presupuestos recomendados por los expertos para registrar con prolijidad sus
gastos o, si no, inventaban toda cl ase de estratégias para diferenciar los multi
ples dineros dei hogar. Consideremos, por ejemplo, el sistema de la senora M.
tal como ella misma lo refiere en Woman's Home Companion a principios de la
dccada de 1920: "M c hice de ocho pequenas latas, todas del mismo tamano, y
les pegué las siguientes palabras, con letras grandes: comestibles, transporte,
gas, lavanderia, alquiler, diezmo, ahorros, miscelânea... Ahora hablamos de
esas latas como la lata de los comestibles, la lata del transporte, y asi sucesiva-
mente". Algunas famílias usaban frascos, jarros de porcelana, sobres o cajas
para distinguir fisicamente el dinero, mientras que otras lo escondian en me
dias o bajo el colchón o debajo de las tablas del piso. Las prácticas de marcado
eran a menudo bastante ingeniosas, como por ejemplo la del padre que desti-
naba cada moneda de 25 centavos que llevaba la fecha del nacimiento de su
hijo para su educación, o la de aquel que compraba artículos en oferta y reu
nia sus ahorros apartando la diferencia entre el precio normal dei artículo y el
de la oferta. De una manera semejante, los inmigrantes marcaban religiosa
mente una porción de sus salarios ganados con esfuerzo para enviársela a los
parientes en sus pueblos de origen.6
5 Benjamin R. Andrews, Economics of the Household, Nueva York, Macmillan, 1924, p. 34.
Acerca del movimiento de la economia doméstica, véase Hazel T. Craig, The History o f Home
Economics, Nueva York, Practical Home Economics, 1945; Emma Seifrit Weigley, "It Might
Have Benin Euthenics. The Lake Placid Conferences and the Home Economics Movement",
on American Quarterly, 26, marzo de 1974, pp. 79-96; Susan Strasser, Never Done. A History of
Americaji Hoitseivork, Nueva York, Pantheon, 1982, cap. 11, y "The Business of Housekeeping.
The Ideology of the Household at the Turn of the Twentieth Century", en The insurgent Socio
logist, 8, otono de 1978, pp. 147-163; Glenna Matthews, "just A Housewife”. The Rise ami Fall of
Domesticity in America, Nueva York, Oxford University Press, 1987, cap. 6.
6 Alice Bradley, Fifty Family Budgets, Nueva York, Woman's Home Companion, 1923, p. 7;
T. D. MacGregor, The Book o f Thrift, Nueva York, Funk & Wagnalls, 1915, pp. 145 y 151, Las
amas de casa judias también tenían una cantidad de “tsedokeh pushkes” o cajas de caridad,
donde cilas y sus hijos guardaban pequenas sumas de dinero marcadas para distintas obras
de beneficência; véase Ewa Morawsla, "Small Town, Slow Pace. Transformations of the Reli
gious life in the Jewish Community of Johnstown, Pennsylvania (1920-1940)", en Comparative
Social Research, 13,1991, p. 147. Acerca del significado económico de las remesas de los inmi
grantes, véase Dino Cinel, The National Integration o f Italian Return Migration, 1870-1929, Nue
va York, Cambridge University Press, 1991.
LA PRODUCCIÓN DOMÉSTICA DE DINEROS 59
7 Sobre la base de las pruebas reunidas en Inglaterra, Paul Johnson Ilega a la condusión
de que es más probable que los ahorros de la clase obrera sean usados a corto plazo y desti
nados para un fin específico, a diferencia de los dc la clase media; véase Saving and Spending,
Oxford, Clarendon Press, 1985, p. 99. '
a Mary Alden Hopkins, "Understanding Money", en The Woman Citizen, 8,12 dc enero de
1924, p. 17.
60 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
exista siempre una division prudente y justa dei ingreso familiar y ningún
miembro disponga, sin que nos demos cuenta, de más de lo que necesita".9
Pero el dinero dei ama de casa fue el que se volvió más paradójico, con
trovertido e incierto. A medida que aumentaron las tareas relacionadas con
las compras para las necesidades dei hogar, las mujeres se hicieron cargo de
ellas. Recayó sobre ellas la obligación de transformar el salario de sus mari
dos en dinero para el hogar y se les recordaba reiteradamente que un salario
es "sói o dinero cuando llega a tus manos, inútil para guardar, vestir, dar calor,
o [...] mejorar la vida de la familia, Tú eres la que debe convertirlo en comida y
en ropa, en un progreso para la familia". Es más, se les decía a las mujeres:
"Entre todos los deberes de una buena mujer no hay ninguno más sagrado
que este, el deber dc la Compra Inteligente". La rueca, observaba Harper's Ba
zar, había sido reemplazada por un libro de contabilidad.10 Se esperaba que la
versión del siglo XX del custodio moral del siglo xix funcionase como un
agente de compras y un experto en presupuestos domésticos. Sin duda, la sa-
biduría financiera de las esposas había sido también una preocupación en el
siglo xviii. Pero la expansion de la economia del consumo hizo de la adecuada
habilidad para gastar una medida dominante y visible de competência do
méstica. La "buena ama de casa" era responsable "dei cuidado dei dinero de
su marido, que debe gastar con inteligência". Después de todo, como lo expli-
caba un ama de casa ejemplar, "un hombre no entiende de la administración
de una casa y de sus gastos".11
Pero había un problema fundamental con el creciente papel de financista
de "Dona Consumo", y fue que llcgó sin un salario e incluso a menudo sin un
ingreso fijo y confiable. Por cierto, las esposas, a finales del siglo, incluso las
casadas con hombres ricos, a menudos se encontraban sin un dólar propio.
Como lo explicaba en 1909 Lucy M. Salmon, una profesora de historia dei
Vassar College: "En la mayor parte de los casos todavia son los hombres quie-
lies reciben sus salarios en dinero contante y sonante, quienes tienen una
ciienta en el banco y llevan un libreta de gastos, y quienes, por lo tanto, consi-
deran que tienen el derecho a decidir con respecto a la forma en que se gastará
rl dinero que ganan".1213
Peor aún, las mujeres habían perdido casi todos sus derechos a los recur
sos económicos de la familia. Mientras que en la época de la colonia se recono-
dan las contribuciones laborales de las esposas, la domesticidad de las amas
de casa en el siglo xix colocó a las mujeres casadas fuera de la economia de la
producción. No importaba cuán duramente trabajaran o cuánto dependieran
sus famílias de sus tareas, el trabajo doméstico de las mujeres se definia y se
valuaba como una tarea de importância afectiva, pero escasamente material,
lintonces, lo importante al considerar el bicnestar económico del hogar era el
trabajo del marido que se traduda en un salario, no el trabajo doméstico de la
mujer. El dinero del hombre se convertia en el dinero de la mujer sólo como
un regalo, no como la parte que le correspondia, ganada con su trabajo. De
una manera reveladora, el dinero de la mujer incluso tenia un léxico especial
que lo separaba del efectivo ordinário: asignación, pin money, egg money, bütter
money,* dinero para gastos personales, dinero de bolsillo, o dole**u Las muje
res quedaban atrapadas en la curiosa situación de ser administradoras de di
nero sin dinero, y se esperaba que gastaran de la manera adecuada mientras
se les negaba el control del dinero. El êxito del movimiento de economia do
méstica que incitaba a las mujeres a administrar su casa como un negocio in
tensifico aún más esta contradicción en la vida económica femenina.
Las estratagemas de Ias mujeres para extraer algo de efectivo de sus poco
solícitos maridos constituían el tema de muchas bromas y un ingrediente bá
sico de los números de vodevil dei siglo xix, Pero el problema monetário do
méstico se volvió serio, y obligó a una ardua y controvertida revaluación dei
dinero doméstico de la mujer como también del ingreso ganado por ella
misma. Para saber lo que estaba en juego, debemos distinguir entre tres for
mas posibles de organizar las transferencias dei dinero doméstico: como un
pago (intercâmbio directo), como un legítimo derecho (derecho a una partici-
pación) o como un regalo (concesión voluntária de una persona a otra). El di-
nero como pago implicaba una cierta distancia, una contingência, negociacio-
nes y responsabilidad de las partes. El dinero como un legítimo derecho
implicaba una fuerte exigencia de poder doméstico y de autonomia. Y el di-
nero como regalo implicaba subordinadón y arbitrariedad. Durante largo
tiempo, las mujeres y los defensores de los derechos de las mujeres se debatie-
ron para definir cuál debía ser la justa participación de la mujer en el ingreso
familiar. Este capítulo se ocupa de esa lucha, investiga la transformación dei
dinero de la mujer casada entre la década de 1870 y de 1930, y muestra que
tanto el género como la clase social marcaron en profundidad el significado,
los usos y la distribución de Ias monedas domésticas.
DE LAS MUJERES
familia no pueden ser ricos mientras otros son pobres".14 El período entre
1870 y 1930 nos brinda algunas vislumbres de este mundo tradicionalmente
secreto dei dinero familiar; a finales dei siglo, a medida que las finanzas hoga-
renas se transformaron en una cuestión polémica, la renegociación de la eco
nomia doméstica salió de las puertas habitualmente cerradas de cada hogar
para entrar en el discurso público.
^Cómo se marcaba el dinero de la esposa y se lo separaba de otros dineros
domésticos? Las mujeres estadounidenses, incluso aquellas cuyos maridos po-
dían permitírselo, nunca tuvieron un derecho legal a una porción dei dinero
doméstico. Mientras los esposos vivieran juntos, explicaba el autor de un ar
tículo de Lato Review en 1935, "el derecho de la esposa a recibir un apoyo eco
nómico no es el derecho a algo definido o a una suma definida [...]. Si la mujer
recibe mucho o poco no es cuestión de un derecho legal, sino que es una cues
tión sobre la que decide el marido".15 El concepto de salario familiar, un salario
que debía mantener al varón que lo ganaba y a toda la familia que dependia de
él, aumento todavia más la dependencia de las mujeres de los sueldos de sus
maridos. En consecuencia, la asignación dei dinero doméstico se basó en regias
extraoficiales y en negociaciones informales. Hacia finales dei siglo, las muje
res casadas, la mayoría de las cuales dependían de la paga o el ingreso de sus
maridos, obtenían su efectivo a través de una variedad de transferencias.
Las mujeres de clase alta y media recibían una ayuda irregular o, más ra
ramente, una asignación regular de sus maridos para los gastos de manteni-
miento dei hogar, que incluía artículos para la casa y ropa. A veces las mujeres
dependían casi por completo de dólares "invisibles", ya que pagaban a crédito
y rara vez manejaban efectivo. Por su parte, las esposas de la clase obrera reci
bían los cheques de la paga de sus maridos y se esperaba que administraran y
distribuyeran el dinero de la familia. Este dinero oficial, sin embargo, era pro-
piedad dei marido, incluso en el caso de las mujeres de clase obrera, y en úl
tima instancia estaba supervisado y controlado por él. A veces los maridos se
14 Amartya Sen, "Economics and the Family", en Asian Development Revierv, 1,1983, pp.
14-26; Michael Young, "Distribution of Income within the Family", en British Journal of Socio
logy, 3,1952, p. 305. Veasc tambien Heidi Hartmann, "The Family as the Locus of Gender,
Class, and Political Struggle. The Example of Housework", en Signs, 6, 1981, pp. 366-394;
Diana Wong, "The Limits of Using the Household as a Unit of Analysis", en Households and
the World-Economy, ed. de Joan Smith, Immanuel Wallerstein y Hans-Dieter Evers, Beverly
Hills (ca), Sage, 1984, pp. 56-63; Christine Delphy y Diana Leonard, "Class Analysis, Gender
Analysis and the Family", en Gender and Stratification, ed. de Rosemary Crompton y Michael
Mann, Oxford, Polity, 1986, pp. 57-73.
15 Blanche Crozier, "Marital Support", en Boston University Law Review, 15,1935, p. 33.
64 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
El verano pasado supe que no podría soportar otro ano de total sufrimiento en
cuestiones de dinero El Junes por la noche, después de la mejor cena que
pucdo preparar, le dije a mi marido [...] que a menos que me diera 175 dólares
por mes nunca más lo dejaría ni siquiera besarme [...]. Por la tarde saqué toda
mi ropa [...] de nuestra hnbitación y la llevé a otra dei otro lado dei vestíbulo.
lfl Margaret E. Sangster, "Shall Wives Earn Money", cn Woman's Home Companion, 32,
abril de 1905, p. 32.
17 The New York Times, 16 de dicicmbre de 1914, p. 22.
"The Family Pocketbook", cn Good Housekeeping, 51,1910, p. 15.
19 Cartas al editor, Good Housekeeping, 51, febrero de 1910, p. 246.
LA PRODUCCIÓN DOMÉSTICA DE DINEROS 65
consiguen que los sombrereros les envíen una factura por 40 dólares en vez
de 30, que es el precio real, para poder quedarse con 10 [...] [otras] abusan de
sus ojos fatigados y de sus cuerpos exhaustos haciendo trabajos de costura sin
que sus maridos se enteren y [...] las esposas de los granjeros llevan de
contrabando manzanas y huevos al pueblo.
20 Alice Ives, "The Domestic Purse Strings", en Forum, 10,1890, pp. 106 y 111; Elsa G. Herz
feld, Family Monographs, Nueva York, James Kempster Printing Co., 1905, p. 50. Acerca de
las mujeres inmigrantes, vease "If It's Only a Page, It's Five Cents", en Grandma Never Lived
in America. The New Journalism of Abrahan Cahan, ed. de Moses Rischin, Bloomington (in ),
1985, p. 308.
66 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
tendada a cuatro meses en una prisión dei condado por robar 10 dólares dei
bolsillo de Frank Marabella, su marido, un obrero de Belíport, Nueva York.
Había gastado el dinero en un viaje a la dudad de Nueva York.21
Fero los dólares no eran "robados" sólo por las esposas de hombres po
bres. De hecho, un comentarista estaba persuadido de que "los trapos sucios
en cuestiones de dinero de algunas mujeres nominalmente ricas deben ser tan
desagradables como los de las mujeres nominalmente pobres". Mientras que
las mujeres pobres revisaban los pantalones de sus maridos en busca de un
poco de cambio, las mujeres acomodadas pero sin efectivo utilizaban toda
una gama de estratagemas. Se describió a la senora Gray, una abuela casada
durante 20 anos pero sin un centavo "que pudiera llamar propio", como al-
guien capaz de
De'este modo, este "fiel miembro de la iglesia" que nunca dijo una falsedad
paradójicamente "engana y estafa" al hombre a quien "ha solemnemente ju
rado amar y obedecer".22
Había otras formas de "burlar al dueho de la billetera". Las mujeres nego-
ciaban con las modistas, los sombrereros y los comerciantes para agregar ar
tículos extras a sus facturas de manera que, cuando se pagaba la factura, "la
esposa dei hombre rico se quedaba con una buena tajada y se hacía dc unos
pocos dólares". Una modista parisina en Nueva York se quejaba de que las
damas estadounidenses encargaban "vestidos que usan una sola noche y
luego devuelven [...] se hacen de 50 o 100 dólares en efectivo y piden que se los
acrediten como un vestido o como un sombrero en la factura para enganar a
sus maridos". Para procurarse efectivo, algunas mujeres incluso recurrían a la
servidumbre, vendiéndoles sus muebles viejos. Una visitante japonesa en Es-
21 Bench and Bar, 1905, p. 6; The Nexo York Times, 14 de julio de 1921. La condena de la sefto-
ra Marabella fue revocada y quedó libre. The New York Times informo que se había reconcilia
do con su marido.
22 Lucy M. Salmon, "The Economics of Spending", op. cit., p. 889; Alice Ives, "The Domes
tic Purse Strings", op. cit., p. 110.
LA PRODUCCIÓN DOMÉSTICA DE DINEROS 67
23 Lucy M. Salmon, "The Economics of Spending", op. cif., p, 889; Elia W. Peattie, "Your
Wife's Pocketbook", en The Delineator, 77, junio de 1911, p. 466; "Story of a French
Dressmaker", en The Life Stories o f [Undistinguished) Americans 11906], ed. de Hamilton Holt,
Nueva York, Routledge, 1990, p. 75; Etsu Inagaki Sugimoto, A Daughter o f the Samurai, Nueva
York, Doubleday, 1936, p. 176. Sugimoto quedó intrigada por esta "extrafía" costumbre esta-
dounidense que se apartaba de una manera tan radical de las convenciones japonesas, según
las cuales, sin tener en cuenta la clase social, las mujeres controlaban el dinero. Le agradezco
a Sarane Boocock esta informadón. La falta de acceso al dinero en efectivo puede haber inci
tado a algunas mujeres al hurto en las tiendas, según Elaine S. Abelson, When Ladies Go
A-Thieving, Nueva York, Oxford University Press, 1989, p. 167.
24 Cochran Wilson, "Women and Wage-Spending", en Outlook, 84,13 de octubre de 1906,
p. 374; Edward Bok, "The Wife and Her Money", en Ladies' Home Journal, marzo de 1901, p. 16.
Acerca de las estratégias de venta que apuntaban a una clientela casi por completo de clase
media, entre 1890 y 1940, véase Susan Porter Benson, Counter Cultures, Champaign, Univer
sity of Illinois Press, 1986. Véase también William R. Leach, "Transformations in a Culture of
Consumption. Women and Department Stores, 1890-1925", en Journal of American History, 71,
septiembre de 1984, pp. 319-342. Acerca de la comercialización de la industria de la belleza a
comienzos del siglo xx, véase Lois W. Banner, American Beauty, Chicago, University of Chica
go Press, 1983, pp. 202-225.
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26 Edward Bok, "The Wife and Her Money", op. dl., p. 16; "The Money Question Between
Husband and Wife as it Has Been Worked Out in Several Homes", en Ladies' Home Journal,
26, abril de 1909, p. 24.
27 Margaret E. Sangster, "Shall W’ives Earn Money?", op. cit., p, 32. Marion Harland, una
prolífica novelista y autora de libros de autoayuda, depioraba la capacidad de las ninas de
convertir "su belleza en un cheque pagadero a la vista" con el "bolsillo de papá" como banco;
véase Eve's Daughters, or Common Sense for Maid, Wife, and Mother [1882], Nueva York, Dabor
Social Science Publications, 1978, p. 73. Joan Jacobs Bfumberg me dio a conocer este dato.
23 Dorothy Dix, "Woman and Her Money", en Good Housekeeping, 58, marzo de 1914, pp.
408 y 409; Lucy M. Salmon, "The Economics of Spending", op. cit., p. 889; Hugh Black,
"Money and Marriage", en Delineator, 98, junio de 1921, p. 58.
70 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
Una canción infantil de princípios dei siglo xx resume muy bien los recuerdos
de Dorr: "Bate palmas, bate palmas / hasta que llegue papá, / papá tiene el
dinero, / no tiene nada mamá".30* Hacía falta un sistema mejor para asegurar-
les a las mujeres, como plantea un comentarista, "el derecho divino [...] al so
bre con la paga". Los expertos en sociologia se sumaron a las críticas, advir-
tiendo que al convertirse en el "tesorero" dei hogar, "dando una suma a su
antojo y conveniência", el esposo controlaba "no sólo la vida económica sino
también la vida anímica de su mujer". Incluso los tribunales de vez en cuando
estaban de acuerdo con este punto de vista, al rehusarse a considerar el hurto
doméstico como un verdadero robo. En 1908, en el caso de una mujer acusada
de robarle a su marido un poco de cambio, el juez Furlong de un tribunal de
Brooklyn apoyó a la "ladrona", declarando que "una mujer tiene total derecho
23 Vcase Lenore J. Weitzman, The Marnage Contract, Nueva York, Free Press, 1981;
Marylynn Salmon, Women and the Law o f Property, Chapel Hill, University of North Carolina
Press, 1986; Homer H. Clark (h,), The Law o f Domestic Relations in the United States, St, Paul
(mn), West, 1968. Acerca de la preocupación por las mujeres "dispendiosas", véase Ryan vs.
Wanamaker, 116 Mise. 91; 190 N.Y.5. 250,1921; Soirs et al, v. Huddleston, 36 F. (2d) 537,1929; y
W.A.S., "Charge It to My Husband", en Law Notes, 26,1922, pp. 26-28.
30 Rheta Childe Dorr, A Woman o f Fifty, Nueva York, Funk and Wagnalls, 1924, p. 13. Le
agradezco a Michael Schudson el aporte de este detalle, La canción infantil está citada por
Mary W. Abel, Successful Family Life in Moderate Income, Filadélfia, J. B. Lippincott Co.,
1921, p. 60.
* "Clap hands, clap hands till father comes home, for father has the money but mother
has none".
LA PRODUCCIÓN DOMÉSTICA DE DINEROS 71
31 "The Family Pocketbook", op. cit., p. 15; Charles Zueblin, "The Effect on Woman of
Economic Dependence", en American journal o f Sociology, 14, marzo de 1909, p. 609; "Domes
tic Relations and Small Change", 15, Bench and Bar, octubre de 1908, p. 10.
32 C. S. Messinger et a l, "Shall Our Daughters Have Dowries?", en North American Review,
151, diciembre de 1890, pp. 746-769; "The Family Pocketbook", op. cit., pp. 9-15; "Adventures
in Economic Independence", en Harper's Weekly, 61, 25 de diciembre de 1915, p. 610.
33 Maude Parker Child, "Her Weight in Gold", en Saturday Evening Post, 198, enero de
1926, p. 125; The New York Times, 11 de octubre de 1926; Mary W. Abel, Succesful Family Life,
op. cit., p. 69.
72 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
34 The N m York Times, 29 y 30 de enero de 1923; Emily Post, "Kelland Doesn't Know What
He Is Talking About'', en American Magazine, 106,1928, p. 110.
35 G. V. Hamilton y Kenneth MacGowan, "Marriage and Money", en Harper’s Monthiy,
157, septiembre de 1928, pp. 434 y 444. Tal como lo describe Harper's, esta encuesta sobre los
acuerdos matrimoniales en relación con el dinero fue parte de un estúdio más abarcador
sobre diferentes aspectos de la vida matrimonial, realizado con el auspicio del Bureau of
Social Hygiene. Sc utilizó un conjunto de preguntas prevíamente establecidas para entrevis
tar a 200 personas quo fucron interrogadas de forma individual a lo largo de un período de
dos aftos.
36 Dorothy Dix, "Woman and Her Money", en Good Housekeeping, 58, marzo de 1914, p.
409; Henry F, Pringle, "What Do the Women of America Think About Money?", en Ladies'
Home journal, 55,1938, p. 102.
LA PRODUCCIÓN DOMÉSTICA DE DINEROS 73
intrigado por los pedidos de dinero de su mujer: "No veo ninguna justifica-
l ión para que tenga dinero. Yo pago todas las facturas en la medida en que ella
se ordene de un modo razonable y económico". Quienes criticaban una asig-
nación sin condicionamientos invocaban regularmente la supuesta incompe
tência de la mujer para las cuestiones financieras. Tomemos, por ejemplo, los
lamentos dei polémico "A Mere Man" [Sólo un hombre], autor de The Domestic
blunders o f Women [Los disparates domésticos de las mujeres], quien afirmaba
que es a "personas que no pueden sumar dos más dos, que no pueden conser
var el dinero, que no saben cómo gastar el dinero, que no llevan un registro de
k> que reciben y que no saben lo que las cosas deberian costar o lo que han
costado, a quienes les debemos confiar las cuestiones financieras de nuestros
hogares".37
La asignación creaba una especie de confusion adicional. iQ ué clase de
dinero era ese? Si la asignación ya no era ni una ayuda ni un regalo, tampoco
podia convertirse en un pago por servidos. De hecho, "pagarle" a una esposa
era ilegal desde el momento en que la transformaba en "una empleada do
méstica o en una sirvienta en el hogar donde ella deberia cumplir con sus
obligaciones maritales con devotos y amantes cuidados". En 1926, cuando
una "conturbada ama de casa" le escribió al gobernador de Minesota queján-
dose de que "la empleada de mi vecina cuenta con un salario de 60 dólares al
mes, con comida y alojamiento incluidos [...1 Pero yo, como ama de casa, no
obtengo un centavo para mis propias necesidades", la respuesta que le llegó
de la oficina del fiscal fue que no habia ninguna ley "que obligara al marido a
pagarle un salario a su mujer".38 Mientras que algunos comentaristas ocasio-
nales sugerían que, desde el momento en que "cierta cantidad de dinero debe
pasar [...] de la cabeza del hogar a los demás miembros", la transferencia po
dia considerarse un contrato comercial, la mayoria de los que apoyaban la
asignación tenían mucho cuidado en distinguiria de un salario. "A un hombre
que afirma 'No le puedo pagar a mi mujer como a una sirvienta'", aconsejaba
un escritor en el Forum, "se le debe decir T o r cierto que no'. Ella es tu soda y,
por lo tanto, tiene el derecho de compartir los dividendos". Por cierto, algu
nos defensores de la asignación argumentaban que una equilibrada moneda
doméstica les evitaba a las mujeres la necesidad de ganar un sueldo traba-
37 Cartas al editor, en Good Housekeeping, 51, febrero de 1910, p. 517; A Mere Man, The
Domestic Blunders of Women, Nueva York, Funk and Wagnalls, 1900, p. 33.
38 Coleman vs. Burr, 93 N.Y., 45 Am. Rep. 160,1883; The New York Times, 7 y 8 de noviembre
de 1926.
74 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
jando fuera dei hogar para obtener "un poco de dinero extra" sin tener que
pedírselo a sus maridos.39
Si la asignaeión no era fácil de definir, también era difícil de pautar. Desde
el momento en que no era una retribución, la cantidad de dinero involucrada
podia no depender de que la esposa cumpliera con sus obligadones. Mientras
que, por lo general, se esperaba que fuera "proporcional a las ganancias dei
marido", en la práctica, como lo senala un editorial de The New York Times, se
guia siendo una "cuestión delicada", que creaba a menudo "agudas diferen
cias de opinión en cuanto a [su] cantidad".40 Los usos a los que estaba desti
nada la asignaeión tampoco eran dei todo claros. «jEra exclusivamente para la
administración doméstica? iQuién era el "dueno" de lo que sobraba, si so-
braba algo? ^Debía cubrir también las necesidades personales de la mujer?
39 “Business Contracts in Family Life", en Living Age, 264,1° de enero de 1910, p. 54; Alice Ives,
"The Domestic Purse Strings", op. cit., p. 113; Edward Bok, "The Wife and Her Money", op. cit.
40 The Nezo York Times, 30 de enero de 1923.
41 The New York Times, 2 y 3 de marzo de 1925.
LA PRODUCCIÓN DOMÉSTICA DE DINEROS 75
El nuevo dinero doméstico parecia haber mejorado pues debía ser com
partido y estaba destinado a disminuír las diferencias de género y las desi
gualdades de edad, Se les pedia a las famílias que "se reunieran a menudo al-
rededor de una mesa, para discutir de una manera franca y cordial los médios
y la forma para determinar cómo y con cuánto cada miembro podia contribuir
en trabajo, o en dinero, o en cooperación a [...] esta empresa dei manteni-
miento dei hogar". El padre y la madre actuarían como una junta directiva fa
miliar, distribuyendo el dinero según las distintas necesidades. El nuevo sis
tema financiero incluía también una suma específica para los gastos personales
de cada miembro de la familia, que debía considerarse un legítimo derecho
presupuestario y no un regalo. Los "fondos personales" no serían más un pri
vilegio exclusivo dei hombre: como lo explicaba la Ladies' Home journal, "sea
en los pocos peniques de la infancia o en los [...] muchos dólares de la madu
rez, [el dinero personal] parece ser una posesión sagrada [...] No hay libertad
sín una suma de dinero que nos pertenezca a nosotros y no a un presupuesto".
A los maridos se les recordaba que representaba una "deshonestidad" afir
mar: "Me quedaré con tanto y el resto es para la casa". Si los "fondos familia
res" debían convertirse en un verdadero "fondo colectivo" de acuerdo con el
nuevo orden financiero, entonces "todo le pertenece a la casa y la parte dei
hombre para sus gastos personales no puede [...] tener precedencia sobre las
partes de los otros miembros de la familia".44
Pero icuántas parejas adoptaron el nuevo dólar doméstico? Un estúdio de
Harper's de 1928, "Matrimonio y dinero", revelo que de 200 encuestados, sólo
54 tenían lo que la revista denominaba un arreglo financiero más "feminista":
una cuenta conjunta en el banco o fondos en común. En 1929, en Middletown,
los Lynd informaban que la mayor parte de las parejas dependian de acuerdos
financieros "más o menos provisorios y que ocasionaban disputas". Y unas dos
décadas m ás tarde, Crestwood Heights, un estúdio de la vida suburbana, descu-
bría que a pesar de las normas democráticas que ordenaban un gasto conjunto
del ingreso del hombre, "la mujer no sabe, ni siquiera de manera aproximada,
cuánto gana su marido". Las mujeres tenían que "manipular sus asignaciones
domésticas" para poder obtener fondos personales que pudieran conservar al
margen dei conocimiento de sus maridos. Resulta revelador que los artistas dc
vodevil de la década de 1920 continuaban haciendo reír con sus bromas acerca
44 Alice Ames Winter, "The Family Purse”, en Ladies' Home journal, 42, mayo de 1925, p.
185; Mata R. Friend, Earning and Spending Family Income, Nueva York, Appleton, 1930, p. 112;
Benjamin R. Andrews, Economics of the Household, op. cit., p. 554.
LA PRODUCCIÓN DOMÉSTICA DE DINEROS 77
45 G. V. Hamilton y Kenneth MacGowan, "Marriage and Money", op. cib, p. 440; Robert S.
Lynd y Helen Merrell Lynd, Middletown, Nueva York, Harcourt Brace Jovanovich, 1956, p.
127, n. 24; John R. Seeley, R. Alexander Sim y Elizabeth W. Loosley, Crestivood Heights, Nueva
York, Wiley, 1956, pp. 184 y 185; W. M. McNally, "A New Monologue on Marriage", en
McNally's Bulicfin. Periodical of Sketches and Jokes, núm. 8,1922, p. 4.
* El settlement movement fue un movimiento social reformista que alcanzó su máximo
desarrollo en la década de 1920 en Estados Unidos y en Inglaterra, Sus orígenes están asocia-
dos a los nombres de Toynbee (el tio dei conocido historiador) y de Samuel A. Barnett. En Ia
década de 1880, Toynbee, que era profesor de la Universidad de Oxford, alquiló una pieza
para vivir en medio de los obreros y en condiciones similares. La idea central dei movimien
to consistia en que los ricos y los pobres dcbían vivir más cerca unos de otros en comunida
des interdependientes. El pastor anglicano Samuel A. Barnett, inspirado por la acción de
Toynbee, organizo en su parroquia en Londres un centro vecinal o settlement house en 1884,
que denomino Toynbee Hall, y que todavia funciona. La actividad fundamental consistia en
que los trabajadorcs, junto con estueiiantes y profesionales, en relación amistosa, organizaran
tareas concretas en el campo de la ayuda médica, la educación, la organización y el funciona-
miento de clubes de ninos y de jóvenes, etcétera. Mary K. Simkhovitch fundó una settlement
house en Greenwich Village, Nueva York, en 1902. (N. de la T.]
78 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
46 Mary W. Abel, Successful Family Life on Moderate income, op. cit., p. 5; Mary K. Simkho-
vitch, The City Worker's World in America, Nueva York, Macmillan Co., 1917; Margaret E.
Dyington, Homestead, Nueva York, Charities Publication Committee, 1910, p. 10. Las pruebas
con las que contamos nos indican que existia una administración financiers doméstica simi
lar en distintos grupos étnicos. Véase, por ejemplo, Ruth S. True, The Neglected Girl, Nueva
York, Survey, 1914; Micacla di Leonardo, The Varieties of Ethnic Experience, Ithaca (ny), Cornell
University Press, 1984; John Bodnar, The. Transplanted, Bloomington, Indiana University
Press, 1987; material de investigadon de Ewa Morawska, 1985, informadón personal. Sin
embargo, Louise Lamphere ("From Working Daughters to Working Mothers. Production
and Reproduction in an Industrial Community", cn American Ethnologist, 13,1986, pp. 118-
130) sugiere posiblcs variaciones según el grupo étnico. En relación con las familias judias,
véase Andrew R. Heinze, Adapting to Abundance, Nueva York, Columbia University Press,
199U, cap. 6. Deberia proseguirse con las investigaciones para iluminar lá influencia de las
etnias y de las razas en los diferentes manejos dei dinero doméstico.
47 Louise Bolard More, Wage-Earner's Budgets, Nueva York, Henry Holt and Company,
1907; Ruth S. True, The Neglected Girl, op. cit., p. 48; Leslie W. Tentler, Wage-Earning Women,
Nueva York, Oxford University Press, 1982, p. 177; The Nezv York Times, 30 de enero de 1923.
LA PRODUCCIÓN DOMÉSTICA DE DINEROS 79
48 Véase Daniel Horowitz, The Morality o f Spending, Baltimore, Johns Hopkins University
Press, 1985, p. 60. Estimar el impacto de un determinado convênio financiero doméstico en
las relaciones de poder entre los miembros de la familia es una tarea difícil. No sólo se puede
medir el poder de distintas formas, sino que cada dimensión del poder pecuniário dentro de
Ia familia -sea éste el de consumir, ahorrar, invertir o administrar- tiene un significado muy
especial que se construye cultural y sorialmente. Es necesario seguir investigando para defi
nir y entender el relativo grado de poder de la mujer "cajera" de la clase obrera.
80 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
49 Katherine Anthony, Mothers Who Must Earn, Nueva York, Survey Associates, 1914, pp. 135
y 136; Louise C. Odencrantz, Italian Women in Industry, Nueva York, Russel Sage, 1919, p. 176;
Elsa Herzfeld, Family Monographs, Nueva York, James Kempster Printing Co., 1905, p. 50.
50 Leila Houghteling, Income and Standard o f living of Unskilled Laborers in Chicago, Chica
go, University of Chicago Press, 1927, p. 37.
51 David Nasaw, Children of the City, Nueva York, Anchor, 1985, pp. 131 y 132; Boyhood and
Lawlessness, Nueva York, Survey, 1914, p. 69; Ruth S. True, The Neglected Girl, op. fit., p. 49.
Vease también Viviana A. Zclizer, Pricmg the Priceless Child. The Changing Social Valve o f Chil
dren, Nueva York, Basic Books, 1987, pp. 97-112. Acerca de la creciente individualization del
dinero de los hijos, en especial después de la década de 1920, véase Judith E. Smith, Family
LA PRODUCCIÓN DOMÉSTICA DE DINEROS 81
Connections, Albany, State University of New York Press, 1985; Elizabeth Ewen, Immigrant
Women in the Land of Dollars, Nueva York, Monthly Review, 1985.
52 Kathy Peiss, Cheap Amusements, Filadélfia, Temple University Press, 1986, pp. 23 y 24;
Tamara K. Hareven y Randolph Langenbach, Amoskeag, Nueva York, Pantheon, 1978, p. 258.
53 "Industrial Home Work of Children", us Department of Labor, Children's Bureau Publi
cation, núm. 100, Washington dc, Government Printing Office, 1922, p. 22. Acerca de fuentes
alternativas de dinero para las mujeres, véase Kathryn M. Neckerman, "The Emergence of
'Underclass' Family Patterns, 1900-1940", cn The "Underclass" Debate, ed. de Michael B. Katz,
Princeton, Princeton University Press, 1993, pp. 202 y 203; Ellen Ross, '"Fierce Questions and
Taunts'- Married Life in Working-Class London, 1870-1914", en Feminist Studies, 8, otofio de
82 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
1982, p. 590; Melanie Tebbutt, Ma/cm# Ends Meet. Pawnbroking and Working-Class Credit, Nueva
York, St. Martin's, 1983; Pat Ayers y Jan Lambertz, "Marriage Relations, Money, and Domestic
Violence in Working-Class Liverpool, 1919-1939", en Labour & Love. Women's Experiences of
Home and Family, 1850-1940, ed. de Jane Lewis, Oxford, Blackwell, 1986, pp, 208 y 204.
54 John Dos Passos, The 42nd Parallel [1930], Nueva York, New American Library, 1979,
pp. 140 y 141 [trad, esp,: Paralclo 42, Barcelona, Edhasa, 2006].
55 Anzia Yezierska, Bread Givers [1925], Nueva York, Persea Books, 1975, pp. 89 y 90.
LA PRODUCCIÓN DOMÉSTICA DE DINEROS 83
asignaciones a las esposas para los gastos dei hogar. Como contamos con da-
tos limitados, resulta difícil determinar si sucedió lo mismo en Estados Uni
dos. En la década de 1920, cuando los Lynd hicieron sus investigaciones en
Muncie, Indiana, descubrieron que era raro que un marido le entregara su
paga a su mujer y le permitiera controlar la economia doméstica. Pero, al pa
recer, las diferencias se mantuvieron según la clase social; en 1938, según la
encuesta realizada por la revista Ladies' Home Journal acerca dei dinero, sólo el
38% de las mujeres en grupos con ingresos menores a 1.500 dólares recibían
una asignación; en cambio, ese porcentaje aumentaba al 62% en las famílias
cuyas ganancias superaban los 1.500 dólares.56
^Qué sucedia cuando el dinero de las mujeres no provenía dei sueldo de sus ma
ridos? Cuando las mujeres trabajaban para personas que no eran sus parientes,
tanto en su casa como por un salario, la frontera entre ese ingreso y el dinero "en
serio" todavia debía mantenerse, sólo que de formas diferentes. En la clase
obrera, por ejemplo, el ingreso de una mujer casada, ganado por lo general con
pensionistas, trabajos de costura o de lavanderia o, entre famílias de granjeros,
con la venta de manteca, huevos y aves, no tenía la misma visibilidad que el
sueldo de su marido.57 Ya que su trabajo formaba parte dei repertório tradicional
de las labores domésticas de la mujer, el dinero que ganaba se unia al flujo de los
fondos para el mantenimiento dei hogar y por lo general se gastaba en la casa y
en la família, para ropa o comida. Legalmente, de hecho, hasta las primeras dé
cadas dei siglo xx, esas ganancias domésticas le pertenecían al marido. Y los tri-
56 Robert S. Lynd y Helen Merrell Lynd, Middletown, op. cit., p. 127, n, 24. Henry F. Pringle,
"What Do the Women of America Think about Money?", en Ladies'Home Journal, 55, abril de
1938, p. 102. V£ase tambien Mata R. Friend, Earning and Spending Family Income, op. cit.,
p. 108. Acerca de las familias inglesas, vease Laura Oren, "The Welfare of Women in Labo
ring Families. England, 1860-1950", en Feminist Studies, 1, inviemo-primavera de 1973, p. 115;
Peter N. Steams, "Working-Class Women in Britain, 1890-1914", en Suffer and Be Still, ed. de
Martha Vicinus, Bloomington, Indiana University Press, 1972, p. 116; Jan Pahl, "Patterns of
Money Management Within Marriage", en Journal of Social Policy, 9,1980, pp. 332 y 333.
57 Joan M. Jensen, "Cloth, Butter, and Boarders. Women's Household Production for the
Market", en Review o f Radical Political Economics, 12,1980, pp. 14-24; Laurel Thatcher Ulrich,
Good Wives, Nueva York, Oxford University Press, 1983, pp. 45-47; Ewa Morawska, For Bread
with Butter, Nueva York, Cambridge University Press, 1985, pp. 134 y 135.
84 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
bunales se oponían con firmeza a permitir que el dinero de una esposa se convir-
tiera en su propiedad concreta. En una creciente cantidad de juicios por danos y
perjuicios, cuando la ley tenia que decidir si iba a ser el esposo o la esposa quien
cobraria por la incapacidad para trabajar de la mujer, como también en relación
con reclamos de acreedores, los tribunales insistían en hacer una distinción entre
el dólar doméstico y un salario. Si la mujer trabajaba en la casa, incluso si rcali-
zaba su trabajo para personas de afuera, ocupándose de un huésped o aten-
diendo a un vecino enfermo, ese dinero no representaba una verdadera ganancia
y, por lo tanto, le pertenecía al marido. De una manera paradójica, pero significa
tiva, en algunos estados las ganancias domésticas de la mujer podían convertirse
en su propiedad pero sólo como una donación de su marido.58
El dinero doméstico que ganaban las mujeres casadas, de un modo seme-
jante a la asignación, conservaba una identidad aparte como una donación, no
como verdadero dinero. El dinero que ganaban en el mercado laborai era es
pecial y diferente. Incluso tenía su propio nombre. El término pin money, que
en el siglo xvn había significado en Inglaterra un ingreso independiente y se
parado para el uso personal de las esposas -y se lo incluía en una cláusula
formal en los contratos matrimoniales de las clases altas-, perdió sus orígenes
elitistas britânicos y a princípios dei siglo pasado en Estados Unidos signifi-
caba el ingreso suplementario ganado por las esposas. Se lo consideraba toda
via una ganancia más frívola, menos seria que la del marido. En un artículo de
1903, Harper's Bazar serialó acertadamente: "Ningún hombre trabaja para ga
na r pin money. La sola idea nos hace sonreir".59
El limite entre el ingreso que ganaba la mujer y el salario dei marido tam-
bién estaba marcado por sus diferentes usos. El historiador John Model 1, por
ejemplo, sugiere que entre las familias estadounidenses nativas de finales del
siglo xix "no todos los dólares eran iguales" y el ingreso de las mujeres, como
(ambién el de los hijos, se gastaba de una manera diferente y con menos libertad
que el dei marido. Entre las familias de granjeros, el dinero de los huevos o de la
manteca de las mujeres se diferenciaba dei dinero dei trigo o dei maíz de los
maridos. La historiadora Joan Jensen sugiere que existia una doble economia:
las mujeres y los ninos aportaban para los gastos de subsistência, mientras que
los maridos pagaban Ias hipotecas y las nuevas máquinas. La mujer de un gran-
jero de Illinois, a quien le gustaba escribir y mantuvo una vasta correspondên
cia, explicaba que a pesar de las quejas de su marido acerca de los costos de los
materiales que necesitaba para escribir, "por supuesto que los pago yo misma
de mis propios escasos ingresos". Sus vecinos, sin embargo, criticaban su pasa-
tiempo improductivo, mientras se jactaban con orgullo de "cuántos [...] huevos
y gallinas viejas habían vendido". Para las mujeres de clase media urbana se
nceptaban formas discretas de ganar pin money en sus casas -hacer conservas,
encurtidos o tortas, tejer chalés o suéteres, criar aves o gatos de Angora-, pero,
también en este caso, sólo para cierto tipo de gastos, como las obras de caridad
o "las clases de música o de arte de una hija". Un "arroyuelo de píata fluirá ha-
cia su caja dei tesoro", senalaba un artículo en Woman's Home Companion, "y si
fuera necesario, podrá comprarse un sombrero nuevo o hacer un regalo para un
cumpleanos o subscribirse a una revista o sacar entradas para un concierto".60
Money", en Studies in Eighteenth-Century Culture, 14, ed. de O. M. Brack (h.), Madison, Universi
ty of Wisconsin Press, 1985, pp. 47-77. Véase también Catherine Gore, Pin-Money, Boston, Allen
and Ticknor, 1834, una popular "silver-fork novel" de princípios del siglo xix en Gran Bretana.
(Las "silver-fork novels" (novelas del tenedor de plata] se centraban en las costumbres de la alta
sociedad y tuvieron mucho êxito en Gran Bretana sobre todo entre 1820 y 1840. (N. de la T.)]
60 John Mod ell, "Patterns of Consumption, Acculturation, and Family Income. Strategies
in Late Nineteenth-Century America", en Family and Population in Late Ninetheenth Century
Atnerica, ed. de Tamara K. Hareven y Maris A. Vinovskis, Princeton, New Jersey, Princeton
University Press, 1978, p. 225; Joan M. Jensen, "Cloth, Butter, and Boarders. Women's House
hold Production for the Market", en Review of Radical Political Economics, 12,1980, pp. 14-24;
"Story of a Farmer's Wife", en The Life Stories, op. cit., p. 99; Margaret E. Sangster, "Shall Wives
Earn Money?", op. cit., p. 32. Véase también W. W. Thornton, "Personal Sendees Rendered by
Wife", op. cit., p. 188; Mary M. Atkeson, "Women in Farm Life and Rural Economy", en Annals
of the American Academy o f Political and Social Science, 143,1929, pp. 188-194; Ann Whitehead,
" ‘I'm Hungry, Mum'", en O f Marriage and the Market, ed. de Kate Young, Carol Wolkowitz y
Roslyn McCullagh, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1984, p. 112. Una ínvestigación del
Departamento de Agricultura de Estados Unidos informo acerca de un dilatado conflicto
86 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
El dinero doméstico es una clase muy especial de moneda. Seria difícil entender
sus significados cambiantes, su distribución y sus usos en Estados Unidos entre
1870 y 1930 sin tener en cuenta el nuevo "código" cultural y los câmbios sociales
entre las esposas de los granjeros y sus maridos acerca dol marcado dei dinero. "Economic
Needs of Farm Women", reporte núm. 106, Washington uc. Government Printing Office,
1915. Agradezco esta información a Kathleen R. Babbitt, cuya tesis doctoral trata este asunto
en mayor detallc ("Production and Consumption in the Countryside: Rural Women and Coo
perative Extension Home Economists in New York State, 1870-1940", Binghampton, State
University of New York, 1995). No queda clara la importância relativa del género versus la
fuente del ingreso para distinguir entre las dos clases de dinero. Por ejemplo, W. I. Thomas y
Florian Znaniecki en The Polish Peasant in Europe and America [1918-19201, Nueva York, Dover,
1958, p. 165, sugieren que la diferencia cualitativa entre el dinero que obtenía un campesino al
vender una vaca y el dinero que obtenía su mujer al vender huevos y leche no estaba marcada
por el género, sino por una "clase de valor diferente" representada por cada clase de dinero: la
vaca constituía una propiedad, mientras que la leche y los huevos conslituían una renta. Cada
tipo de dinero se ponía aparte para distintos tipos de gastos. Sin embargo, desde el momento
en que la propiedad, en la economia del campesinado, pertenecía a una "clase económica de un
nivel más alto" que la renta, es claro que el género sí intervenía en el marcado social de ambos
tipos de dinero y que a las mujeres se les asignaba el dinero de menor valor.
61 Helena Huntington Smith, "Husbands, Wives, and Pocketbooks", eh Outlook, 28 de
marzo de 1928, p. 500; Mary Bynon Ray, "It's Not Always the Woman Who Pays", en Satur
day Evening Post, 205, 3 de septiembre de 1932, p. 11.
LA PRODUCCIÓN DOMÉSTICA DE DINEROS 87
que lo acompanaron. Eli el caso de las mujeres casadas, su dinero se ponía auto-
máticamente aparte dei dinero "en serio" a causa de una compleja mezcla de
ideas acerca de la vida familiar, una estructura de poder que estaba cambiando
en la familia y según la clase social. Las expectativas convencionales acerca de la
familia como una esfera especial, no comercial, convertia toda forma de intrusión
abierta de lo mercantil en los asuntos domésticos no sólo en una cuestión de mal
gusto, sino también en una amenaza directa a la solidaridad familiar. De este
modo, sin considerar sus orígenes, una vez que el dinero entraba en el hogar, su
distribución, cálculos y usos quedaban sujetos a una serie de regias domésticas
diferentes a las regias dei mercado. El dinero de la familia no era fungible, las
barreras sociales impedían su conversión en salarios comunes y corrientes.
Pero la cultura de lo doméstico no afectaba a todos sus miembros por
igual. El género introduda otro tipo de distinciones no mercantiles en el flujo
doméstico de los fondos: el dinero de la esposa no era de la misma especie que
el dinero de su marido. Cuando una esposa no ganaba un salario, el género
daba lugar a una serie de consecuencias:
•ílfiler (pin) que todo lo sos tiene, el único medio de mantener unida a la familia
y llegar a fin de mes", las ganancias de la mujer quedaban sistemáticamente es
tigmatizadas como "dinero para chucherías y menudencías".63
De todos modos, la circulación dei dinero doméstico no estaba configu
rada sólo por el género. La clase social le agregaba un conjunto adicional de
restricciones a la liquidez dei dinero. El método de la clase media de adjudicar
el dinero doméstico se invertia en la clase obrera, en la cual Ias mujeres entre-
gaban las asignaciones en vez de recibirlas. EI poder administrativo de las es
posas de clase obrera era mayor, por lo tanto, que el de las de clase media,
aunque su poder discrecional puede no haber diferido de una manera signifi
cativa. La compleja "vida" social y cultural dei dinero doméstico nos muestra
los limites de un modelo de dinero de mercado puramente instrumental y ra
cionalizado, que oculta las diferencias cualitativas que existen entre otras cla-
ses de dinero en el mundo moderno.64 Los dineros domésticos consisten en
transferencias diferenciadas, no simplemente en un tipo de intercâmbio eco
nómico impersonal y esterilizado; son monedas significativas, construídas so
cialmente, formateadas por la esfera doméstica en la que circulan y por el gé
nero y la clase social de sus "usuários" domésticos.
Los hijos también manipulaban dinero doméstico. Entre 1870 y 1930 el
dinero de los hijos fue el tema de intensas controvérsias en las familias y entre
los expertos en educación. Los menores, como sus madres, estaban atrapados
en la situación de tener que ser consumistas sin tener un ingreso propio. Como
Ias leyes laborales para la infancia sacaron dei mercado laborai a la mayor
parte de los ninos, el debate alcanzaba a los menores de todas las clases socia-
Ies. Los especialistas en el tema coincidían en que no se les debía dar dinero a
los ninos de vez en cuando en pequenas cantidades: esos regalos de padres,
parientes y amigos convertían "al nino en un mendigo." Tampoco se conside-
raba adecuado un salario doméstico: esos pagos amenazaban con borrar las
fronteras entre el hogar y el mercado. La asignación, como la parte adecuada
63 Mary Anderson, United States Daily, 23 de septembre de 1929. Citado en el editorial dei
Journal o f Home Economics, 21, diciembre de 1929, p. 921. Véase también Alice Kessler-Harris,
Ont of Work, Nueva York, Oxford University Press, 1982, pp. 100 y 101.
64 Paradójicamentc, la familia de Max Weber ofrecía pruebas en contra de su concepciôn
racional dei dinero. Según Marianne Weber, en Max Weber. A Biography, Nueva York, Wiley,
1975, p. 141 [trad, esp.: Biografia de Max Weber, Mexico, Fondo de Cultura Económica, 1995],
el padre de Weber "era un marido típico de la época [la década de 1860] [...] que necesitaban
decidir por sí mismos cúmo sc iba a usar el ingreso familiar y dejaban a sus esposas e hijos a
oscuras en relación con el monto dei ingreso". Le agradezco a Cecilia Marta Gil-Swedberg
por esta información.
90 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
dei ingreso familiar que le correspondia al hijo, parecia ser el método más
apropiado, Pero tenía un significado, método de adjudicadón y usos distintos
a la asignación de las mujeres de clase media o a la de los hombres de clase
obrera. Supervisada atentamente por los padres, la asignación se definia en
primer término como un dinero para su educaciôn, para desarroilar en los hi-
jos las adecuadas aptitudes relacionadas tanto con lo social y lo moral como
también con el consumo.65
Sin duda, Marx y Engeís tenían en parte razón cuando acusaban a la bur
guesia de reducir las relaciones familiares "a meras relaciones de dinero",
Como hemos visto, las preocupaciones monetárias invadían cada vez más los
hogares estadounidenses. De hecho, en la década de 1920 algunos comentaris
tas predecían irónicamente que el entusiasmo nacional por una administración
y un presupuesto domésticos racionalizados convertirían al "hogar, dulce ho-
gar" en un "hogar, solvente hogar" con "Ma y Pa como un par de cajas regis
tradoras, y los ninitos como máquinas de sumar".66 No obstante, esas visiones
de pesadilla de un mundo comercializado no lograron captar la complejidad y
la reciprocidad dei fenómeno de la monetización. El dinero llegó a los hogares
estadounidenses, pero en ese proceso se transformó y se convirtió en parte de
la estructura de las relaciones sociales y de los significados de la familia.
Al llegar a princípios dei siglo xxi, esta domesticación de la moneda de
curso legal todavia sigue siendo en cierto modo un mistério. A medida que los
hogares sufren una revolución por la alta tasa de divorcios, y las parejas que
se vuelven a casar crean nuevas redes de parentesco, mientras que las unida
des de padres solos se multiplican dramáticamente y parejas heterosexuales u
homosexuales que no se casan forman nuevas famílias, y hay cada vez más
mujeres con empleos pagos y reaparecen las oportunidades de trabajo cuya
base es el hogar, prácticamente ignoramos cómo estos câmbios configuran el
nuevo dinero doméstico.67
^ Elwüod Lloyd IV, How to Finance Home Life, Nueva York, 13. C. Forbes Publishing Co.,
1927, p. 82. Para un panorama más completo dei surgimiento de las asignaciones, véasc
Viviana A. Zelizer, Pricing the Priceless Child, op. cit.
66 Karl Marx y Friedrich Engels, The Communist Manifesto [1848], Nueva York, Internatio
nal, 1971, p. 11 [trad, esp.: Manifiesta comunista, Madrid, Alianza, 2010]; H, I. Phillips, "My
Adventures as a Bold, Bad Budgeter", op. cit., p. 15.
67 Existe, sin embargo, una nueva literatura interdisciplinaria y transnacional de sociólo
gos, historiadores, economistas y antropólogos que refutan los modelos unificados tradiciona
les de economia doméstica. Para la crítica sociológica, véase, por ejemplo, Philip Blumsteinly
Pepper Schwartz, American Couples, Nueva York, Pocket Books, 1885; David Cheal, "Strategies
of Resource Management in Household Economies. Moral Economy or Political Economy?",
LA PRODUCCIÓN DOMÉSTICA DE DINEROS 91
Aunque hay trabajos como los de la antropóloga cognitiva Jean Lave que
indican que el marcado doméstico se sigue practicando hoy en día, los investi
gadores se han interesado sobre todo en como las ganancias relativas de una
pa reja modifican la estructura del poder doméstico, en particular, el efecto dei
acrecentamiento de las ganancias de la mujer. Y descubren que el incremento
dei ingreso de la mujer casada por lo general aumenta su autonomia finan-
en The Household Economy. Reconsidering the Domestic Mode of Production,, ed. de Richard R.
Wilk, Boulder, Westview, 1989, pp. 11-22; Gender, Family, and Economy. The Triple Overlap, ed. de
Rae Lesser Blumberg, Newbury Park, Sage, 1991; Marcia Milman, Warm Hearts & Cold Cash.
The Intimate Dynamics of Families and Money, Nueva York, Free Press, 1991. Para conocer la
pasick'm de los economistas, véase Robert A. Poliak, "A Transaction Cost Approach to Families
and Households", en journal of Economic Literature, 23, junio de 1985, pp. 581-608; Nancy Fol-
bre, "The Black Four Hearts. Toward a New Paradigm of Household Economics", en A Home
Divided, Women and Incofne in the Third World, ed. de Daisy Dwyer y Judith Bruce, Stanford,
Stanford University Press, 1988, pp. 248-262; Edward P. Lazear y Robert T. Michael, Allocation
of Income Within the Household, Chicago, University of Chicago Press, 1988. Para estúdios antro
pológicos véase A Home Divided, op. cit.; Marilyn Strathem, "Self-Interest and the Social Good.
Some Implications of Hagen Gender Imagery", en Sexual Meanings. The Cultural Construction of
Gender and Sexuality, ed. de Sherry B. Ortner y Harriet Whitehead, Cambridge, Inglaterra,
Cambridge University Press, 1981, pp. 166-191; R. L. Stirrat, "Money, Men, and Women", y
Janet Carsten, "Cooking Money. Gender and the Symbolic Transformation of Means of
Exchange in a Malay Fishing Community", en Money & the Morality of Exchange, ed. de J. Parry
y M. Bloch, Cambridge, Inglaterra, Cambridge University Press, 1989, pp. 94-116 y 117-141;
Marion Benedict y Burton Benedict, Men, Women, and Money in the Seychelles, Berkeley, Univer
sity of California Press, 1982. Para estúdios contemporâneos transnacionales e históricos de los
sistemas de contabilidad intrafamiliares en los hogares ingleses, véase Ellen Ross, "Fierce
Questions and Taunts", op. cit.; Laura Oren, "The Welfare of Women in Laboring Families,
England, 1860-1950", en Feminist Sftníies, 1, 1973, pp. 107-123; Peter N. Stearns, "Working-
Class Women in Britain, 1890-1914", en Suffer and Be Still, op. cit., pp. 100-120; Elizabeth
Roberts, A Woman's Place, Nueva York, Basil Blackwell, 1984; Patricia Branca, Silent Sisterhood,
Londres, Croom Helm, 1975; Cochran Wilson, Money in the Family, op. cit.; Jan Pahl, Money &
Marriage, op. cit.; Ann Whitehead, "I'm Hungry, Mum", op. cit.; Pat Ayers y Jan Lambertz,
"Marriage Relations", op. cit. Para Francia, véase Evelyne Sullerot, "Les femmes et 1'argent",
en Janus, 10,1966, pp. 33-39; Marie-Françoise Hans, Les femmes et Targent, Paris, Grasset, 1988;
para los hogares de clase obrera franceses e ingleses, veáse Louise Tilly y Joan Scott, Women,
Work, and Family, Nueva York, Holt, Rinehart y Winston, 1978. Marianne Gullestad, en JCif-
chen-Table Society, Nueva York, Columbia University Press, 1984, nos ofrece datos maravillo-
sos acerca de las madres de clase obrera en la Noruega urbana, y Meg Luxton, More Than a
Labour of Love, Toronto, Women's Press, 1980. Para Canadá, véase David Cheal, "Family
Finances. Money Management in Breadwinner/Homemaker Families, Dual Earner Families,
and Dual Career Families", en Wi?mipeg Area Study Research Reports, núm. 38. Para Israel, véa
se Dafna N. Izraeli, "Money Matters. Spousal Incomes and Family/Work Relations Among
Physician Couples in Israel", en Sociological Quarterly, vol. 35, núm. 1. Y para la Argentina,
véase Clara Coria, El dinero en la pareja. Aíjunas desnudeces sobre el poder, Buenos Aires, Grupo
Editor Latinoamericano, 1989.
92 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
68 Philip Blumstein y Pepper Schwartz, American Couples, op. cit., p. 56; Victoria Felton-
Collins y Suzanne Blair Brown, Couples and Money, Nueva York, Bantam, 1990, p. 147. Véase
Jean Lave, Cogziztzhzz In Practice, Berkeley, University of California Press, 1988, pp. 131-141.
Acerca de la relación entre gênero, clase, dinero y la distribución del poder familiar, véase
también Robert O. Blood (h.) y Donald M. Wolfe, Husbands and Wives, Nueva York, Free
Press, 1965; Mirra Komarovsky, "Class Differences in Family Decision-Making on Expendi
tures", en Consumer Behavior, v o l 4: Household Decision-Making, ed. de Nelson N. Foote, Nue
va York, New York University Press, 1961, pp. 255-265; Mirra Komarovsky, Blue Collar
Marriage, Nueva York, Vintage, 1967; Constantina Safilios-Rothschild, "The Study of Family
Power Structure", en Journal o f Marriage and the Family, 32,1970, pp. 539-552; Lillian B. Rubin,
Worlds of Pain, Nueva York, Basic Books, 1976; Susan A. Ostrander, Women of the Upper Class,
Filadélfia, Temple University Press, 1984; Rosanna Hertz, More Equal Than Others, Berkeley,
University of California Press, 1986; John Mirowsky, "Depression and Marital Power. An
Equity Model", en American Journal of Sociology, 91,1985, pp. 557-592. Véase también Phyllis
Chesler y Emily Jane Goodman, Women, Money and Power, Nueva York, Morrow, 1976, para
un estúdio temprano acerca de los vínculos de Ia mujer con el dinero; para una investigación
mãs reciente de la socialización de la mujer en relación con el dinero, véase Jerome Rabow,
Michelle Charness, Arlene E. Aguilar y Jeanne Toomajian, "Women and Money, Cultural
Contrasts", en Sociological Studies of Child Development, jai Press, 1992, vol. 5, pp. 191-Í91.
69 Arlie Hochschild, The Second Shift, Nueva York, Avon, 1990, p. 221.
l a p r o d u c c i C n d o m é s t ic a d e d in e r o s 93
para gastos especiales, como la educadón de los hijos, los pagos de la hipoteca,
las nineras, los gastos de limpieza de la casa o lujos. Los autores de American
Couples destacan el "interesante sistema de contabiUdad" por el cual et dinero
dei marido se define como dinero de la familia pero "la mujer puede pensar
que el dinero que ella gana queda afuera de la cuenta conjunta". Sin embargo,
es significativo que, a pesar de la suposición prevaleciente de que el dinero de
ella es para pequenas cosas personales mientras que el dinero de él es de pro-
piedad comunitária, en la práctica es más probable que el dinero extra de ella
se gaste en las necesidades familiares y no en sus necesidades personales. Un
importante estúdio britânico acerca dei dinero y el matrimonio nos ofrece más
evidencia de cómo funciona el uso diferencial dei dinero por parte de las muje-
res; parece que cuando Ias esposas controlan las finanzas dei hogar, una pro-
porción mayor dei ingreso colectivo se destina a la comida y a los gastos de la
vida cotidiana que cuando los maridos están a cargo dei asunto. Parece que los
maridos tienden a guardarse más dinero personal que las mujeres.70
Para intentar explicar las transferencias domésticas contemporâneas, los
investigadores han empezado a examinar más de cerca qué sucede con el in
greso cuando se íntegra al hogar. La mayor parte de los analistas han llegado
a la conclusión de que los significados, adjudicaciones y usos dei dinero do
méstico dependen en primera instancia de la relativa persistência de la ideolo
gia dei "varón proveedor". Mientras que las parejas adhieren a la noción de
que es el marido quien obtiene los mayores ingresos, en realidad no importa
demasiado cuánto gana la mujer; su ingreso será tratado como diferente, me
nos significativo y en último caso, prescindible. Para Arlie Hochschild, son las
creencias de la pareja acerca dei relativo poder de los hombres y de las muje
res lo que configura la "moral dei sistema de con tab ilida d" dei hogar; las mu
jeres que ganaban más que sus maridos de hecho "equilibraban" su mayor
poder realizando más tareas domésticas.71 Otros especialistas se centran en
70 Philip Blumstein y Pepper Schwartz, American Couples, op, cit., p. 101. Véase también
Jane Hood, Becoming a Two-Job Family, Nueva York, Praeger, 1983, pp. 6-71. Para Inglaterra,
véase Jan Pahl, Money & Marriage, op. cit., 1989, pp. 128-131; también Gail Wilson, Money in
the Family, Brookfield (vi), Gower, 1987. Para titras comparaciones trarvsculturales, véase Rae
Lesser Blumberg, "Income under Female versus Male Control. Hypotheses from a Theory of
Gender Stratification and Data from the Third World", en Rae Lesser Blumberg (ed.), Gender,
Family, and Economy. The Triple Overlap, op. cit., pp. 97-127.
71 Véase Philip Blumstein y Pepper Schwartz, American Couples, op. cit., p. 56; Arlic Hochs
child, The Second Shift, op. cit., p. 222. Blumstein y Schwartz también analizan cômo las varia-
ciones en la ideologia del varôn proveedor, como asimismo las relaciones sociales de las pare
jas de va rones gay o de lesbianas y de las parejas heterosexuales que cohabitan, modifican el
94 EL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DINERO
los efectos de los sistemas de contabilidad del hogar, y sugieren que los siste
mas de contabilidad separados para eî hombre y para la mujer dan como re
sultado asignaciones más equitativas y racionales del dinero doméstico, mien-
tras que los ingresos puestos en comûn originan situaciones de desigualdad.
Al fin y al cabo, como lo han planteado dos expertos en parejas contemporâ
neas, el efecto de los ingresos separados queda vinculado a la ideologia de
género: si las parejas rechazan el papel del varon proveedor, enfonces un sis
tema de contabilidad separado aumentará el poder doméstico de las mujeres;
pero en hogares tradicionales el ingreso separado de la mujer quedará margi
nado como pin money, y no la beneficiará con ningún poder adicional.72.
Una reciente investigation de la socióloga Kathleen Gerson va un paso más
alla de estos descubrimientos. Su observación de las variaciones en la participa
tion en la familia de los hombres en Estados Unidos muestra que las ganancias
de las mujeres ayudan a configurar la economia doméstica, aunque no de las
maneras esperadas. La parte de la mujer en la ganancia de ingresos no se tra-
duce directamente en un aumento de poder en el hogar, pero la combinación de
su ingreso y la perspectiva de una carrera de duración prolongada pueden rede
finir las relaciones sociales de algunas parejas com o también la identidad del
esposo, provocando un desplazamiento de su papel de "sostén" de la familia
tradicional hacia un acuerdo más igualitário que Gerson denomina "padres
comprometidos". Y mientras los esposos tradicionales continúan tratando el in
greso de sus esposas como (y estas son palabras de los encuestados) un poco
más de "salsa", las parejas más igualitarias, a pesar de que representan todavia
efecto del dinero en la estmctura de poder de la pareja; véase Philip Blumstein y Pepper
Schwartz, American Couples, op. cit., pp. 53-111. Acerca de algunas variaciones étnicas o racia
les en la relación entre trabajo asalariado y trabajo doméstico, véase Beth Anne Shelton y
Daphne John, "Ethnicity, Race, and Difference. A Comparison of White, Black, and Hispanic
Men's Household Labor Time" y Scott Coltrane y Elsa O. Valdez, "Reluctant Compliance.
Work-Family Role Allocation in Dual-Earner Chicago Families", en Men, Work, and Family,
ed. de Jane C. Hood, Newbury Park (ca ), Sage, 1993, pp. 131-150 y 151-175.
72 Véase Philip Blumstein y Pepper Schwartz, "Money and Ideology. Their Impact on
Power and the Division of Household Labor", en Geiider, Family aud Economy, op. cit., pp. 261-
288. Acerca del significado de los sistemas de contabilidad, véase Rosanna Hertz, More Equal
than Others, op. cit., pp. 84-115. Considerando un conjunto de casos nacionales, Judith Treas
llcgo a la conclusion de que la elección de sistemas de contabilidad domésticos depende en
primer lugar de consideradones acerca de la efidencia (a pesar de que sus datos indican que
la educación superior de la mujer promueve una segrcgacién de los fondos y que incluso en
parejas que tienen sus fondos en comûn es más probable que las esposas retengan parte de
sus ingresos): "Money in the Bank: Transaction Costs and the Economie Organization of
Marriage", en American Sociological Review, 58, uctubre de 1993, pp. 723-734.
LA PRODUCCIÕN DOMÉSTICA DH DINEROS 95
una minoria, ponen en común su dinero, tratando todo el dinero por igual.73
Desde cierta perspectiva, esta interpretación se corresponde estrechamente con
mis observaciones de los cambiantes sistemas de organización dei dinero en los
hogares en Estados Unidos. En oposición a la simple equiparación dei dinero
con el poder y la racionalidad, las cantidades dei ingreso no determinan por si
mismas sus usos o su control; la adjudicación dei dinero dei hogar depende
siempre de interpretaciones complejas y sutiles de las relaciones entre los miem-
bros de la família. Además hay que tener en cuenta que las explicaciones ideoló
gicas resultan bastante incompletas: en una situación tras otra hemos visto cómo
las ideologias cambian en su interacción con las prácticas y las relaciones socia-
les imperantes. Recordemos cómo las exigências de administrar un consumo
cada vez más comercializado socava la concepción de los fondos domésticos de
Ia mujer como un regalo de su marido. Seria sorprendente no encontrar hoy en
día una interacción similar entre ideologia, práctica y relaciones sodales.
Además los vínculos con terceros -con empleados, parientes, autoridades y,
por supuesto, con los ninos- afectan fuertemente las formas en que los miem-
bros dei hogar organizan su uso dei dinero; en el resto de este libro exploraremos
estas relaciones con mayor detalle. Parece probable que esa clase de vínculos
afecten las prácticas monetárias domésticas hoy en día. Por ejemplo, un estúdio
reciente documenta el acceso de los hijos al ingreso familiar, y estima que un
nino recibe como promedio alrededor dei 40% de la parte de un adulto de ese
ingreso. Es claro que de esta forma y de otras, la presencia de los ninos incide de
una manera significativa en la adjudicación dei ingreso familiar.74 Si la parte dei
ingreso doméstico que le corresponde a la esposa ya no se define como un regalo
de su marido, hasta cierto punto lo mismo vale para la parte de los hijos. No
obstante, esto no significa en absoluto que todas las transferencias en tanto rega
los -monetários o de otro tipo- estén desapareciendo a favor de una neutralidad
propia de las tendências dei mercado. Observaremos a continuación con mayor
detalle el mundo de los regalos de dinero en la vida estadounidense.
73 Kathleen Gerson, No Man's Land. Men's Changing Commitments to Family and Work, Nue-
va York, Basic Books, 1993, p. 192.
74 Edward P. Lazear y Robert T. Michael, Allocation o f Income Within the Household, op. cit.,
p. 147. Véase también Joanne Miller y Susan Yung, "The Role of Allowance in Adolescent
Socialization", en Young & Society, 22, diciembre de 1990, pp. 137-159, acerca de cömo los
adolescentes definen sus asignaciones como un derecho o un ingreso familiar ganado. Acer
ca del efecto de las redes de parentesco en las transferencias de dinero doméstico, véase
Carol Stack, Alt Our Kin, Nueva York, Harper and Row, 1975; Elizabeth Bott, Family and Social
Networks, Londres, Tavistock, 1975.