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Sobre

su piel desnuda
Cuentos eróticos

Autor
José T. Elizalde Galindo

Contenido



Cuentos 1
Sobre su piel desnuda 2
Expectativa 8
Fuera de la cama 15
Grita 22








Cuentos


Sobre su piel desnuda

Deseaba esta noche como ninguna otra.



Es la primera que estaríamos mi novia y yo solos, fuera de casa. Así
que el deseo se sentía en el espacio que nos separaba al pedir el
cuarto de hotel.
– ¿Una habitación para dos personas?
– Sí.
– Tome. Firme aquí y acá.
Firmé y entregué el papel.
– Listo – Pasen buena noche dijo y mientras yo volteaba a ver a mi
amada, alcancé a ver una sonrisa discreta en sus labios. Sonreí en mis
adentros, estábamos listos para pasar juntos la noche.
Subimos al cuarto, 202, decía la tarjeta.

Una cama grande, como esperábamos.

Y para besarnos ya no esperamos más. Sentir su cuerpo pegado al
mío llena mis sentidos de emociones que me hacen querer desnudarla
inmediatamente. El jugueteo no se hace esperar y antes de pensarlo
ya estamos quitándonos la ropa uno al otro, más deprisa que lento.
Las prendas caen sobre el sofá al lado de la cama, algunas, otras no
alcanzan su destino y quedan por la alfombra.
Siento sus pechos desnudos pegados a mi piel, y su roce me excita y
llena de deseo. Los acaricio suavemente, uno a la vez, y escucho los
gemidos que salen de su boca mientras su cuerpo se estremece al
contacto con mis manos. La beso en la boca primero, desciendo por su
cuello hasta sus hombros, los beso con calma y regreso en mi camino
hacia sus pechos desnudos. Tomo con mis labios sus pezones
excitados y paso mi lengua sobre ellos mientras los succiono,
buscando escuchar sus gemidos, saboreando su textura.

Interrumpimos el jugueteo para quitarnos el resto de la ropa, mis
pantalones salen solos, pero a ella le ayudo. Me fascina posar mi
mirada sobre su piel y sus curvas a medida que su cuerpo va saliendo
de sus pantalones. Su piel tersa, delicada. Y sus muslos, perfectos
para mis manos. Los recorro con la mirada mientras baja el pantalón a
las rodillas, y sigue descendiendo por sus piernas hasta que sus pies
quedan desnudos. Besándolos me digo que son unos pies hermosos,
en perfecta harmonía con el resto de ella.

Desnudos ya, inicio el recorrido de regreso a su boca.

Beso sus tobillos, sus piernas y muslos sintiendo su suave piel. Intento
pasar rápidamente por su vientre, porque su boca me espera. Pero no
lo logro, me quedo en su vagina, deleitado por su aroma, me atrapan
su textura y su sabor. Poso mis labios sobre los suyos, los de su
vagina, y mi lengua no espera a ser invitada, toma posesión del lugar,
la oprimo contra la abertura de sus labios exteriores para sentir el calor
y la humedad de su vagina. Y lo que le sigue es un jugueteo donde mi
lengua oprime y roza sus labios y su clítoris en busca de la reacción de
su cuerpo al toque. No se hace esperar, sus gemidos llenan mis oídos.
Y continúo lamiéndola, dándole placer, con mis manos recorriendo el
camino entre sus nalgas y pechos, en los cuales se detienen para
tomar sus pezones excitados y oprimirlos entre mis dedos, buscando
aumentar el volumen de su placer. Y lo logro. Sus gemidos son más
intensos, y un primer orgasmo no espera más y llena su cuerpo de
placer, tensándose hasta que, desde el mío, lo siento y disfruto junto
con ella. Volteo mis ojos a su rostro, veo su sonrisa y su mirada me
dice que puedo continuar mi viaje de regreso a su boca para seguirnos
besando.

Y avanzo, coloco mi lengua para sentir su ombligo, y rápidamente
continúo hasta sus pechos y mientras mis labios recorren su piel, mis
manos van explorándola libremente.

Me excita sentir sus nalgas recargadas sobre las sábanas.

Llego a sus labios, y uniéndolos con los míos, nos enfrascamos en un
beso delicioso, donde labios, lengua y dientes luchan por participar,
por ser los protagonistas. Nuestras lenguas se entrelazan, mientras
recorren nuestras bocas. Sus dientes aprisionan mis labios con fuerza.
Duele. Pero no quiero que se detenga, no importa si sangran. Lo
disfruto. Me gusta que me muerda. Le correspondo de la misma
manera, sin lastimarla.

Después de unos minutos besándonos, me separo un poco para tomar
de la mochila un frasco con cajeta, y tomo una cucharada y la unto
sobre su pecho, veo cierta sorpresa en sus ojos, hermosos y
expresivos como ningunos, pero me deja continuar, me dispongo a
retirar la cajeta con mis labios y lengua. Es delicioso el sabor de sobre
su piel. Toma un nuevo nivel en mi memoria. Paso mi lengua sobre sus
pechos, sus pezones excitados, duros, exquisito manjar para mi boca.
Los lengüeteo y succiono con ansia hasta que no queda el mínimo
rastro de cajeta en ellos.

Veo en su cara que quiere continuar el juego.

Y tomando la cuchara en sus manos, me dice – Yo quiero nieve de
vainilla –. Me enciende.
Y se ríe mientras toma el teléfono y pide una copa de nieve a la
recepción.
– Ya la traen – Me dice. Y se acomoda frente a mí, abriendo sus
piernas para que me deleite con la imagen.
– Me pondré pantalones para abrir la puerta – Le respondo en tono de
reproche.
– Ni lo pienses. Hasta que toquen la puerta no te mueves de aquí – Es
su respuesta mientras me toma de la mano y me jala, hasta tener mi
cabeza entre sus piernas. Y no me hago del rogar, poso mi boca en
sus labios y dejo que mi lengua se entregue a darle placer.
Pasan rápido los minutos. Sus gemidos son cada vez más intensos
cuando escucho los golpes en la puerta, y me sujeta con fuerza por la
cabeza mientras me dice ​– Que esperen – y sigo lamiéndola hasta
que, ahogando un grito, se desploma en las almohadas, en un
orgasmo que me deja sentir con sus uñas en mis hombros.
Me levanto y corro a la puerta con una almohada tapándome. Recibo
la copa de nieve y la llevo a la mesita al lado de la cama.
Me siento a observar como se recupera. Es hermosa. No cabe duda.
Me mira y me pide que cambiemos lugares. Me acuesto y ella se
sienta sobre el borde de la cama mientras toma la copa con la nieve, y
mirándome con un brillo intenso en sus ojos me dice
– ¿Dónde la pongo?
– Donde tú quieras comerla – Es mi respuesta inmediata.

Se perfectamente donde querrá comerla. Y me excita verla llenar la
cuchara con el helado ya derretido.
– ¿Estará frío aún? – Me pregunto a mí mismo.
No tardo en averiguarlo.
Con una sonrisa que altera mis sentidos vierte el contenido de la
cuchara sobre mi pene.
Me mira a los ojos, por un instante, y los lleva rápidamente al lugar
donde está el helado.
No me hace esperar, pasa su lengua sobre mi sexo y demás lugares
cercanos. Me vuelve loco con sus labios y lengua sobre mi cuerpo.
Sentir como roza mi piel me hace estremecer. Que me coma no tiene
igual. Sus dientes se sienten, no puede evitar apretarlos. Que delicia.
Su cara cambia, su expresión se vuelve deseo y placer complacidos.
Verla poseerme de esa manera hace que me encienda el apetito de su
ser. No se detiene hasta que la nieve ha dejado de estar sobre mi piel
y un orgasmo llena mi cuerpo mientras mi semen llena su boca. Y ella,
me mira con el gusto de beberme expresado en sus ojos.

La observo.

Su cara me dice todo lo que disfruta al tenerme así.

Me excita.

Y tomando la cuchara de sus manos, mientras me pongo de rodillas
sobre la cama, le digo – Ahora voy yo – y le cambio de lugar, tomo el
pocito con la nieve y empiezo a imaginar donde derramaré el
contenido mientras levanto la cuchara llena de nieve de vainilla sobre
su piel desnuda.

Expectativa

Me despido de ti en la puerta de casa, después de una noche


teniéndote en mis brazos, dándote el calor de mi cuerpo y sintiendo tu
suave piel desnuda unida a la mía. Te doy un beso lento, sintiendo tus
labios perfectamente delineados por su hermoso color,
humedeciéndolos con la punta de mi lengua. Recorro suavemente el
camino a tu oreja, y con toda la intensión de que te quedes deseosa de
cómo me acercaré a ti cuando regrese a casa, te susurro unas
palabras en un todo sugerente − Esta tarde que regresemos, te
abrazaré llevando mis manos desde tu dulce espalda hasta tus
exquisitas nalgas, pasando suavemente mis dedos debajo de tu
pantalón, directo sobre tu piel, terminando con un beso que lleve mi
lengua por cada rincón de tu boca, en un recorrido que te haga gemir
mientras te humedeces completamente − Me alejo, y sin dejar que
digas una palabra, me doy la vuelta para comenzar a caminar.
Fugazmente, alcanzo a ver el brillo de tus ojos y el suave arqueo de
tus cejas indicando que te quedas a la expectativa de nuestro saludo
vespertino.

El recorrido a mi trabajo lo hago sin prisa, recordando tu última mirada
y pensando en cómo te tomaré en mis brazos para cumplir la
expectativa que se quedó en ti.

A las diez con treinta te mando un emoticon por el celular, un beso con
un corazón. Tu respuesta no se hace esperar con otra figura con
corazones en lugar de ojos. Esto de los mensajes cortos durante el día
es nuestra forma de recordarnos que estamos el uno para el otro. El
día en el trabajo se va lento, asuntos con mayor o menor importancia
me mantienen ocupado el resto de las horas. Como de costumbre a
las cinco en punto me mandas un mensaje diciendo que ya sales de
trabajar y que nos vemos en casa en cuanto yo termine. Te mando un
beso digital en respuesta, y agrego que ya deseo verte.

Salgo del trabajo alrededor de las seis de la tarde, y me voy directo a
casa, pensando en tu mirada enamorada y en tus besos, esos besos
tiernos que tanto te gustan. Pero, esta vez no me quedaré solo con un
beso así, ahora quiero comerte, quiero tus labios siendo míos, llenos
de pasión y deseo por ser poseída por mí. Prendo el radio y escucho
música mientras manejo.
Llego a casa, y mientras me estaciono te mando un mensaje
diciéndote que ya llegué. No me respondes, apago el coche y me bajo,
ansioso de tenerte en mis brazos.

Oprimo el botón del timbre. Aunque estamos casados desde hace
años, me gusta esperar hasta que abres la puerta.
− Ya voy amor. Escucho decir tu voz del otro lado de la puerta.
Abres, y como siempre, tu belleza deslumbra mis sentidos.

Trampa. Traes vestido. Te gusta jugar conmigo. No importa.

Te recorro con mis ojos, con descaro total. Paso de ver tu dulce cara a
tus hombros en un instante, y continúo bajando la mirada hasta tus
pechos, que en el vestido que llevas se ven a la medida justa para
desear llevarlos a mis labios. Mis ojos no se detienen mucho en ellos,
sigo bajando la mirada, recorriendo la silueta de tu hermosa figura,
hasta tus caderas, buscando entrever el color de tus calzones entre el
color de tu vestido, lo intento, a veces si lo logro, esta vez no. El
vestido no te queda tan apretado para que se transparente la tela.
Continúo, hasta tus piernas desnudas, y termino observando tus pies,
que siempre me han gustado para besarlos. Regreso mi mirada a tus
ojos, y me ilumina tu sonrisa.
− Hola mi amor − Me dices desde dentro de la casa.
− Hola mi cielo − Te respondo.
− ¿Y mi abrazo? − Preguntas mientras me miras fijamente, con esa
mirada que me devora. Que me hace sentir que te metes en lo más
profundo de mi ser y me derrites.
− Aquí lo traigo − Te respondo mientras avanzo dentro de la casa y
cierro la puerta detrás de mí.
Me acerco a ti y te tomo por la cintura, fuertemente, pegando tu cuerpo
al mío, sintiendo las líneas de tu cuerpo a través de la ropa.
Beso tus labios, suavemente, mientras mis manos suben a la mitad de
la altura de tu espalda, apretando tu cuerpo al mío. Las yemas de mis
dedos recorren la curva de tu espalda de regreso hasta tu cintura. Ahí,
mi mano completa se posa en ti, y mientras rozo tus labios con los
míos, llevo mis manos con fuerza hasta tus nalgas. Y las sujeto con
fuerza, hundiendo mis dedos en tu carne, llenando mis manos con ella.
Llenando mi sentido del tacto por completo. Entonces, cambio la
fuerza con que mis labios se posan en los tuyos, y te arrebato en un
beso que lejos queda de ser suave, te beso con toda la fuerza de mis
labios. Mi lengua toma su propio camino en el interior de tu boca, se
entrelaza en una lucha de roces con la tuya. Respondes succionando
mi lengua en el interior de tu boca, la sensación de que la sangre se
agolpa en ella es intensa, haciendo que me llene de excitación,
deseando sentir tu piel desnuda en mis manos. Saco mi lengua y
cubro tus labios con los míos, y los fricciono con fuerza, mezclando
nuestra saliva, y los muerdo, suavemente primero, y luego con fuerza.
Y siento como tu cuerpo se estremece en mis manos, y dejo que
muerdas los míos. Y entonces quien se estremece soy yo. Y nos
enfrascamos en un beso intenso, mordiéndonos un poco uno al otro.

Apretando fuertemente tus nalgas, separo mis labios de los tuyos.
Recorro lentamente la piel entre tu boca y tu cuello. Estiro mis brazos y
paso mis manos debajo de tu vestido, y tomándolo en ellas lo subo con
cierta prisa, mientras siento tus muslos desnudos en mis palmas. No
me detengo hasta que mis manos están de nuevo sobre tus nalgas,
ignorando tus calzones, directo sobre tu piel. Deliciosa.
Y regreso a tus labios, te beso de nuevo con ansiedad, con necesidad
de sentirlos sellados a los míos. Y mis manos ya no se quedan
quietas, mientras una se mete en medio de tus nalgas, la otra sube
hasta tu pecho. Ahí, te sujeto fuertemente, aunque cuidando de no
lastimarte. Luego, paso mis dedos por debajo de tu sostén y te toco,
suavemente primero, y después tomo con fuerza tu pezón entre mis
dedos, acariciándolo con la intensión de que duela un poco, justo en el
punto donde el dolor y el placer no se distinguen. Y paso mi mano que
estaba en tus nalgas, siguiendo con suavidad la tela de tus calzones
hasta tu vientre y meto mis dedos entre tus labios. Gimes con fuerza.
Mis dedos se llenan de la humedad que te inunda y los hundo en ti,
sintiendo tu clítoris, inflamado, excitado, como el resto de ti, ansiosa
por tenerme.

Y para que esperar. Me llevas a la sala.

Te sigo, deseándote. En tres pasos llegamos al sillón. Te dejas caer
sobre él, mientras abres las piernas, dejándome observar la humedad
en tus diminutos calzones. Los que hago a un lado con la ansiedad de
alguien que necesita alimentarse del más delicioso de los frutos.
Mi lengua se posa sobre tus labios, y los lamo, los beso, y con un
deseo contenido todo el día, la poso con fuerza sobre tu clítoris y
saboreo su suavidad, su humedad; y comienzo a lamerlo, con ritmo
lento, sin apretarme en exceso sobre él. Mientras subo mis manos por
debajo de tu vestido hasta tus pechos alcanzando tus pezones, que
oprimo con mis dedos, buscando tocarlos al ritmo con que mi lengua
pasa sobre tu clítoris. Tus gemidos no se hacen esperar, mientras te
hago mía satisfaciendo mi necesidad saborearte, sintiendo como el
roce de mi lengua te llena de placer, llevando tu vientre a contraerse
con fuerza. Entierras tus uñas en mi cráneo, hundiéndome entre tus
piernas, escucho un grito intenso que acompaña un orgasmo
explosivo, de esos que cuando dejas de gritar te dejan sin fuerza. Me
quedo pegado a ti, saboreándote.

Me separo un poco de ti, y observo tu hermoso rosto lleno de
satisfacción mientras me preguntas − ¿y tú? −.
− Cuando estés lista −. Te respondo.
− Vamos, toma mis nalgas. Te quiero sentir así.
Te levantas y tomas mi pene entre tus manos para llevarlo a tu boca,
me estremezco al sentir tus labios sobre mí, al sentir como me
devoras. Me pones ansioso por poseerte. Me sueltas, y dándote
vuelta, te quitas los calzones y colocas tu hermoso trasero frente a mí.
− ¡Poséeme! −. Me dices con una mirada que termina de encenderme.
Y sin más, te tomo de las nalgas y te penetro, te empujo con fuerza,
con el deseo contenido durante todo el día.
− Así amor, así −. Me dices.
− Te he deseado todo el día, durante horas he imaginado hacerte mía
esta tarde.
Y te embisto con toda mi fuerza. Sintiendo como tus nalgas pegan en
mis muslos cuando se detiene el recorrido de mi sexo en tu vagina, es
delicioso como se abre cada vez que empujo para introducirme en ti. Y
en cada embestida mi cuerpo se llena de placer por tenerte. Te doy
una nalgada, firme, y en respuesta gimes con fuerza. Y me excitas aún
más. Me muevo con el ritmo que mi cuerpo me exige, pierdo el control
sobre mí y no dejo de embestir, sintiéndote, tomándote de la cintura
con fuerza, con el deseo de llenarte completa. No me detengo hasta
que un grito se escapa de mi garganta. Te lleno de mí, en un orgasmo
que me deja temblando las piernas.

Nos quedamos así por un rato, descanso sobre tu espalda,
humedecida por nuestro sudor. Mientras te beso los hombros,
disfrutando de tu deliciosa piel.
Finalmente, nos recostamos sobre el sillón. Te abrazo mientras
recargas tu cabeza sobre mi pecho, mirándome a los ojos.
− Te amo – Te digo.
− Te amo – Me respondes.
Y entonces, cerramos los ojos y nos quedamos disfrutando de las
sensaciones de estar juntos, en un abrazo que nos une, que nos
enlaza de la manera más hermosa que puedo imaginar.

Fuera de la cama

− Hace frío – dijiste mientras te arrimabas lentamente.



− Si, parece que el invierno se adelantó – respondí aceptando de
buena gana tu cercanía.
Sentir tu cuerpo tibio cerca de mí, me lleva a imaginar todas las cosas
que aún no hemos hecho, y obligadamente a recordar las que ya
hemos pasado juntos. Imposible olvidar todos los viajes, yendo
siempre uno al lado del otro. Recorriéndonos, profundamente en cada
ocasión. Llenando nuestros sentidos de sensaciones que se graban
hasta el hueso. Tal como cala el frío justo ahora. Enciendo la
calefacción.

El camino estaba mojado con la lluvia ligera que nos había
acompañado la última hora. El viaje hacia la montaña, a pasar el fin de
semana en una cabaña. − Con chimenea – pediste mientras me
mirabas con una sonrisa que me pone la mente a volar imaginando la
idea que hacía brillar tus ojos, de esa forma tan particular que lo hacen
cuando estas expectante ante la espera de nuestro tiempo a solas. No
pregunté lo que pasaba por tu mente. Preferí esperar hasta llegar a
nuestro destino y descubrirlo. Regreso mi atención a la carretera,
mientras pongo mi mano derecha sobre tu pierna, y suspiro al sentir la
ropa que cubre tus delgadas piernas. Perfectas para sentirlas en mis
manos mientras nuestros cuerpos se unen al latir de nuestros
corazones.

Pasamos un grupo de casas, ni idea del nombre del lugar, no puse
atención al letrero en la orilla de la carretera. Manejo siguiendo el
mapa en el tablero. Te recargaste en la puerta abrazando tu almohada,
esa que siempre te acompaña, hasta en la cama. Nuestra compañera
en muchas de las noches cuando hacemos el amor. Nos ayuda a
encontrar la altura ideal para nuestros cuerpos, haciendo que el placer
de tenernos sea sublime, perfecto. Me deleito de recordar tu cadera
recostada sobre la almohada mientras te tomo por la cintura y
lentamente me apodero de tu cuerpo. Llenándolo hasta quedarnos
fundidos en uno solo, mientras solo nuestra agitada respiración se
escucha al llegar al éxtasis como uno solo. Mi mano busca tu cintura
mientras sigo manejando.

Regreso mi atención al camino, se vuelve sinuoso. Ya estamos a
menos de un centenar de kilómetros de nuestro destino. Dejo de
tocarte para guiar con las dos manos sobre el volante. Precaución.
Quiero un fin de semana sin sobresaltos. Uno donde solo seamos
nosotros entregados al amor, a la pasión, al jugueteo sexual que tanto
nos gusta y nos une. Un fin de semana con unas copas de vino frente
a la chimenea, hasta donde mi imaginación me lleva, y espero, con
gran interés, enterarme de a dónde nos lleve la tuya.

− Los kilómetros pasan rápido − te digo mientras te despierto para
entrar a la cabaña.
− Si amor − respondes con una sonrisa que me roba el aliento. Y
agregas – Será un fin de semana delicioso −. Sonrío. Siento un
espasmo en mi vientre mientras imagino lo que nos aguarda.
Abro la puerta del vehículo mientras te extiendo mi mano para que
desciendas. Te tomas de mí y te arrojas a mis brazos mientras me
devoras con un beso largo. Primero tierno. Y luego, con calma, lo vas
volviendo apasionado, lujurioso. Lleno de promesas de lo que
viviremos los siguientes dos días. Delicioso.

Tomamos la maleta y avanzamos a la puerta de la cabaña. Te detengo
mientras abro con la llave. Luego, arrojando la maleta al suelo, te tomo
en mis brazos y te cargo mientras entramos a la cabaña, jugando con
nuestra entrada de luna de miel a cualquier lugar al que vamos. Lo
disfrutamos. Es delicioso recordar que al pasar la puerta seremos un
par de enamorados haciéndose el amor como si fuera la primera
noche juntos. Jugando a descubrirnos una vez más, con suavidad al
principio, pero devorándonos con la pasión que sentimos uno por el
otro al final. Entramos a la cabaña y te bajo con cuidado para que tus
zapatos toquen el piso.

− Veamos la cabaña – me dices mientras te separas de mi lentamente.

El lugar es simple. Una sola habitación, con la chimenea de ladrillo en
el centro, abierta hacia la cama.
− Como si fuera a hacer falta calor − Me digo.
La cocina queda al frente de la cabaña, a un lado de la puerta frontal.
Una estufa pequeña y una cafetera sobre la barra. Debajo de la barra
está la leña, que nos mantendrá encendida la chimenea. Un
refrigerador. Las lámparas de madera con focos color amarillo. La
regadera del lado derecho, con paredes de cristal transparente. Eso es
excitante. Ya espero verte bañándote mientras te observo con detalle a
cada movimiento de tus manos sobre tu cuerpo desnudo al pasarte el
jabón. Que deleite. Mi vientre se contrae en un espasmo de placer al
imaginarte cubierta de humedad y espuma de jabón. El resto de la
cabaña no tiene gran importancia. Un buró al lado de la cabecera de la
cama. Un cuadro con una pintura de aves sobre un campo de trigo. Y
todas las paredes de madera.

Enciendo la chimenea, los trozos de madera arden con un sonido que
llena el espacio. Apagamos las luces, y solo algunas velas encendidas
agregan destellos de luz sobre nosotros. Tu rostro hermoso luce de
fantasía con las sombras que la luz de la chimenea dibuja sobre él. Te
observo enamorado, con un gusto que solo siento al contemplarte.

– Abre el vino – me dices mientras tomas una cobija y te envuelves en
ella. El calor del fuego tardará unos minutos en llenar el lugar. Sirvo un
par de copas con el vino tinto que tanto nos gusta. Y me siento junto a
ti. El colchón es suave, perfecto para recibir nuestros cuerpos
entrelazados.

- Por el amor y la alegría de estar juntos - Brindamos.

Nos quedamos absortos contemplando las llamas. El espectáculo de
luces y sombras que nos rodea es embriagador. De nuevo observo tu
rostro que se ilumina con las llamas, que hacen que las sombras lo
recorran, dando a tu sonrisa un brillo delicioso. Me miras con amor
mientras bebemos con calma, en silencio. Se que mis ojos declaran el
amor que te siento. Y tu mirada apacible me confirma que lo
distingues.

El calor de la chimenea llena el espacio.

Te quitas la cobija. Te beso.

Dejas la copa en la mesita de al lado. Te beso.

Te separas un poco. Te gruño. Detuviste mi intención de besarte.

– Quítame la ropa – Me dices en voz baja mientras te arrojas a mis
brazos. Sonrío.

Con cuidado te poso sobre la cama y comienzo a abrir los botones de
tu abrigo. Te beso el cuello en cuanto queda al descubierto. Me ayudas
a quitarte el abrigo. Lo arrojo al piso. Llevo mis labios sobre tu blusa
hasta tu pantalón, y no me detengo hasta que mis manos alcanzan tus
botas. Les corro el cierre y las arrojo. Seguidas de tus calcetines. Los
que te resistes a perder - Se me enfriarán los pies – dices. Finjo no
escucharte. Bajo mis labios a tus pies y los beso con calma. Regreso a
tu cintura. Desabotono tu pantalón. Y con un suspiro profundo sigo mis
dedos mientras corro el cierre dejando al descubierto la piel de tu
vientre y tus calzones. Te beso. Con calma tomo de la cintura tu
pantalón y lo llevo a recorrer la piel de tus muslos. Me despego un
poco de ti para observar la vista excitante que me presentas con los
pantalones en las rodillas, a medio camino a tus pies. Tus muslos
desnudos, y tus nalgas al descubierto me hacen desearte. Me excitas.
Regreso mis labios a tu piel, para que sigan la línea de tus calzones
mientras paso de tu vientre hasta tus muslos y sigo, con sincronizado
proceder, besando tu piel mientras llevo tu pantalón hasta liberarlo
fuera de tus piernas. Termina en el piso. Regreso a tus labios
recorriendo con mis dedos la piel desnuda de tus piernas y tu vientre.
Te beso. Y bajando mis labios de tu boca a tu cuello, dejo que mis
manos desabotonen tu blusa. Quedan tus pechos desnudos, los beso
despacio mientras quito, con tu ayuda, la blusa de tu piel. Y la arrojo
más allá del borde del colchón. Quiero despertar en la mañana y ver
nuestras ropas regadas fuera de la cama.

Mi ropa no espera a que tú la separes de mi cuerpo. Me la quito con
prisa. Arrojando todo lejos del colchón, acompañando cada prenda mía
a una tuya.

Desnudo, te beso mientras el sonido de la madera al arder cede su
dominio del silencio a nuestros gemidos y demás sonidos de placer.
Recorro tu cuello hasta llevar mis labios a tus pechos, que lamo con
placer. Los succiono despacio, buscando el vacío exacto que te hace
estremecer y retorcer tus caderas. Mi mano baja a tu vientre, con
calma, buscando tu humedad, tu calor. Te toco suavemente, siento
como tu placer te humedece y te inflama el clítoris, deseoso de que lo
llene de placer, de que el roce de mi piel lo encienda y te lleve a un
orgasmo intenso, que te deje sin fuerza. Trémula. Mientras tu llevas
tus manos buscando tomar mi pene, y lo guías lentamente entre tus
piernas. Deseosa de sentir como te penetro, como te lleno y recorro en
busca de ese placer que nos envuelve. Nos entregamos uno al otro
lentamente. Sin prisas. El mañana tardará en llegar, mi ser, deseoso
del tuyo estará olvidado del tiempo. Entregado solo al placer de
hacernos el amor, descubriendo tu deseo de mí y saciando el mío de ti.
La noche trascurre lenta. No sé cuándo llegará el sol, pero seguro nos
encontrará despiertos. Amándonos mutuamente.

Y el fin de semana apenas inicia.

Grita

Duermes profundamente, ya es de madrugada.



Yo voy llegando del trabajo, un problema de último minuto me retuvo
tiempo extra sin previo aviso.

Tú, tendida boca arriba con el cuerpo desnudo y los brazos extendidos
sobre la cabeza. Es la posición en que duermes después de
empujarme en la cama cuando hace calor.

Te observo a la luz del farol frente a la casa, que entrando por las
persianas llena de sombras incitantes tus deliciosas curvas, el relieve
de tu cuerpo me atrae, me incita a recorrerlo con mis manos. A besar
cada centímetro de tu piel. Me desnudo apresurado, solo pensando en
tener tu piel en mis manos. Con cuidado entro en la cama y me
recuesto a tu lado. Sin despertarte, te beso el hombro derecho y llevo
mis labios hasta tu cuello, mientras mi mano izquierda se posa sobre
tu abdomen.

Te estremeces.

Y gimes. Con ese sonido que me incita a poseerte, a tomarte hasta
que tu cuerpo quede saciado del mío. Y en el trascurso, el mío sea
devorado por el tuyo, hasta dejarlo exhausto. Pero hoy no, hoy solo
quiero tu placer. Quiero contemplarte mientras te hago mía, no quiero
que mi placer opaque mi deleite del tuyo.

Arrastro mi mano sobre tu vientre hasta llegar a tus labios, y con una
calma que me cuesta un gran esfuerzo, la paso suavemente sobre
ellos en un movimiento lento, circular, que entreabre tu piel y me deja
sentir tu humedad y temperatura. Una mezcla deliciosa que llena de
goce mi mente. Alejo mi boca de tu dermis para observarte. Entre la
penumbra, veo que abres los ojos, y me sonríes de esa manera en que
alimentas mi apetito de ti.

Te beso, con pasión, con un deseo contenido por muchas horas. Lleno
tu boca con mi lengua. Muerdo tus labios. Siento la carne de tus labios
en mis dientes, mientras te dejo marcada la piel y me llega el sabor de
tu sangre.

Y gimes.

Con un sonido intenso, mientras tu cuerpo se arquea con fuerza.
Dejándome sentir tu placer.
Dejo que mi mano entre tus piernas separe tus labios, húmedos, y con
mis dedos toco tú clítoris. Con suavidad.

Y gimes.

Y en la penumbra, veo como la expresión de tu cara cambia, se llena
de placer, de deseo. Y continúo el roce de mis dedos en tu sexo,
moviéndolos con suavidad, jugueteando con tus labios, sintiendo la
humedad que te invade y los espasmos de tu cuerpo lleno de placer.
Dejo que uno de mis dedos entre en tu vagina mientras continúo el
roce. Y siento los espasmos en tu interior.

Y gimes.

Continúo con el juego, dándote placer.

Llevo mi mano derecha de tu espalda a tu cabello, y lo tomo con
firmeza mientras te ordeno – Grita.

Abres tu boca y dejas escapar un grito fuerte, sonoro – Aaaaah.

Llevo mi boca a tus pechos. Mis labios se apoderan de ellos,
besándolos, chupándolos. Y mi lengua no se queda fuera, la paso con
deleite por tus pezones erectos, duros. Te estremeces. Y continúas
gritando. Mientras sigo devorando tus pechos y sujetando tu cabello,
en tanto mi mano sigue masturbándote, llenándote de placer.
Tu cuerpo se agita y se arquea con fuerza, mi dedo en tu vagina es
aprisionado con espasmos apresurados, y mi dedo en tu clítoris
continúa masajeándolo al vaivén de tu cuerpo, mientras tu grito
continuo cada vez más sonoro me guía en mi búsqueda de tu
explosión de placer, y tus manos toman mi cabeza mientras entierras
tus uñas en mi espalda, y tu orgasmo llega acompañado de un grito
ensordecedor

– Yaaaaaaaa.

Y detengo mi movimiento sobre ti, mis manos quietas, mi dedo en tu
vagina, sintiéndote. Mis dedos sobre tu clítoris, tocándolo suavemente.
Mis labios en tu pecho y mi mano soltando lentamente tu cabello.

Siento como la fuerza de tu cuerpo se desvanece en mis manos, y
llevo mi boca a la tuya y te beso, con calma, sintiendo tu respiración
que poco a poco se normaliza.

Separo mi mano de tu sexo y veo tus ojos, que brillan en la penumbra,
y te sonrío mientras tus parpados los cubren, y me quedo
contemplándote mientras te quedas dormida. Satisfecho de disfrutar tu
placer y llenarme de tu grito.

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