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Título de la edición original: PRESENTACIÓN

Le luxe éternel
Editions Gallimard
París, 2003

El libro que nos disponemos a descubrir se compone de

i
dos ensayos escritos por autores cuya problemática y objetos
Diseño de la colección: de estudio no son exactamente similares. Un solo libro, dos
Julio Vivas
Ilustración: foto © Barry Lategan enfoques distintos. Uno quiere ser una interpretación so-
ciohistórica, el otro una aproximación mercadológica y se-
miótica al lujo; el primero adopta el punto de vista del muy
prolongado devenir histórico, el segundo se concentra en la
identidad de las marcas y su gestión en el tiempo. Tanto el
uno como el otro de los ensayos presentados aquí conservan
su propio «espíritu», más o menos ligado a una tradición teó-
rica o a una disciplina. No nos hemos esforzado por ofrecer
un mensaje común, cada uno de nosotros ha llevado su ini-
ciativa tan lejos como se lo permitían su campo y su proble-
matización específica. Los puntos de confluencia existen: co-
rresponde al lector reparar en ellos y juzgarlos.

O EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2004


Pedró de la Creu, 58 Tomemos un poco de perspectiva histórica. Como es sa-
08034 Barcelona bido, en sus primeras expresiones, la idea del lujo se constru-
ISBN: 84-339-6213-2 yó y desarrolló en función de objetivos éticos y moralizado-
Depósito Legal: B. 41651-2004 res. Para la mayoría de las escuelas filosóficas griegas y hasta
Printed in Spain el siglo de las luces, el lujo, por ser sinónimo de artificios, de
excesos y de vanidades, no puede sino precipitar la inquietud
Liberduplex, S. L., Constitució, 19, 08014 Barcelona
del alma y alejarnos de las alegrías de la sencillez, la indepen-

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dencia, la fuerza interior. Al hacer desdichados a los hombres verso de los bienes preciosos. En un momento de creciente
por una carrera sin fin en pos de los falsos placeres, al debili- popularidad del lujo de marketing, conviene más que nunca
tar el cuerpo y la mente, el lujo es, por añadidura, responsa- escrutar, en paralelo o conjuntamente con las metamorfosis
ble de la corrupción de las costumbres y del hundimiento de de la demanda, las estrategias de la oferta en lo que tienen de
las ciudades. Al ser incompatible con la felicidad y entrañar
la decadencia de los pueblos, fue la crítica moral la que rigió
el análisis del lujo hasta el siglo XVIII, momento en que sur-
1 específico: de ahí la lectura mercadológica del fenómeno que
el lector encontrará en la presente obra.

gen las primeras apologías modernas de lo superfluo y de la


riqueza.
Tal como aparece en su conjunto, este libro presenta sin
Con la emergencia de la sociología y de la etnología, ve la menor duda numerosas imperfecciones e insuficiencias.
la luz un paradigma por completo diferente, que sustituye el Unos lo juzgarán demasiado «estratosférico», por considerar
proyecto filosófico-moral por la ambición científica de con- que la ambición globalizante que aquí se afirma resulta im-
ceptualizar las lógicas sociales que organizan los consumos posible de llevar a cabo en los estrechos límites de un ensayo.
ruinosos y prestigiosos. Pasan a primer plano las reglas colec- Otros deplorarán el excesivo espacio concedido a lo ultra-
tivas que prescriben el gasto ostensible, así como los proce- contemporáneo del mercado y de las estrategias de marcas.
sos de pretensión, de imitación y de distinción social que Tal vez el lector se vea sorprendido por la discordancia de
subyacen en su funcionamiento. Las teorías del lujo se cen- ópticas, por la yuxtaposición de reflexiones antropológicas y
tran entonces en los mecanismos de la demanda y en las lu- de interpretaciones mercadológicas, de lo más remoto y de
chas simbólicas que las clases sociales libran entre sí. Desde lo más próximo, de lo estructural y de lo efímero, de lo teó-
muchos puntos de vista, seguimos ahí, el pensamiento do- rico y de lo empírico. Sin embargo, no cabe afirmar con se-
minante acerca del lujo ha permanecido «inmutable» a pesar guridad que lo que se ha perdido en homogeneidad no se
de las cruciales conmociones que se han producido en el or- haya ganado en inteligibilidad. Tal es la apuesta de este libro.
den de la realidad histórica. Esta clave de lectura toca mani- Las mutaciones en curso son tan profundas que el cruce de
fiestamente a su fin. Los cambios acontecidos son tales que las perspectivas y las temporalidades nos ha parecido un
se ha vuelto imperativo proceder a un descentramiento teó- buen «método» para volver a dar oxígeno a este objeto de es-
rico, a una amplia rectificación de los modelos interpretati- tudio, con el fin de poner mejor de relieve los nuevos dispo-
vos que hacen de la lógica distintiva el alfa y el omega del fe- sitivos del lujo, esa esfera donde cohabitan en la actualidad
nómeno. pasiones «aristocráticas» y pasiones democráticas, tradición e
innovación, tiempo largo del mito y tiempo breve de la
moda, esa esfera paradójica donde, como decía Baudelaire
Pero hay más. La nueva cultura que se está imponiendo en Le Peintre de la vie moderne, lo eterno deriva de lo transi-
corre parejas con una nueva economía del lujo. En ese con- torio.
texto, las marcas, su concepción-comunicación-distribución,
han adquirido una superficie y una significación nuevas, que
importa descifrar con la mayor exactitud si queremos com-
prender qué elementos inéditos se hallan en juego en el uni-
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No tengo ninguna inclinación particular por el lujo.


Simplemente la de pensarlo.
En esto, ciertamente, no hay nada de original, por
cuanto la cuestión ha dado lugar a una larga y venerable
tradición de pensamiento que se abre con la filosofía griega,
encuentra su apoteosis en el siglo XVIII, con la famosa «dis-
puta de lo suntuario», y se prolonga hasta el siglo siguiente
con las problematizaciones sociológicas. De Platón a Poli-

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bio, de Epicuro a Epicteto, de San Agustín a Rousseau, de
Lutero a Calvino, de Mandeville a Voltaire, de Veblen a
Mauss, por espacio de veinticinco siglos, lo superfluo, el
aparentar, la disipación de las riquezas jamás han cesado de
suscitar el pensamiento de nuestros maestros.

Si me ha parecido necesario reabrir el expediente y aña-


dir una modesta piedra a un edificio que sigue siendo, ¡y en
qué medida!, fuente de reflexión, se debe a los cambios cru-
ciales acontecidos en las últimas dos décadas en el escenario
del lujo. En lo sucesivo, éste, si bien, ciertamente, no es del
todo otro, ha dejado de ser por completo el mismo. Las
transformaciones en curso son de tal amplitud que se impo-
ne la exigencia de un nuevo examen del fenómeno.
Lo nuevo se lee ante todo en el peso económico de las

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I

industrias del lujo. La época reciente ha sido testigo de una hora de la financiarización del sector, sin que por ello desa-
fuerte expansión del mercado del lujo, que en el año 2000 se párezcan los imperativos específicos de creatividad y de exce-
estimaba, a escala mundial, en unos 90 millardos de euros lencia de los productos. Así, el mundo del lujo que empieza
(estudio Eurostaf). Incluso esas cifras distan de revelar el es- a tomar forma aparece como una síntesis inédita y antinómi-
tado del mercado considerado en su totalidad, puesto que ca de lógica financiera y de lógica estética, de obligaciones
no integran las relativas al sector del automóvil de gama alta.
Señalemos únicamente a ese respecto que en 2001 Merce- de productividad y de savoir faire tradicional, de innovación y
des, BMW, Audi y Porsche tuvieron una facturación que de conservación de la herencia. Otras tantas tensiones es-
ascendía, respectivamente, a 47,7, 33,5, 22 y 4,4 millardos tructurales que aseguran su éxito y su desarrollo.
de euros. A despecho de ciertas dificultades coyunturales, Antaño reservados a los círculos de la burguesía de alto
numerosos estudios prospectivos prometen un bonito futuro copete, los productos de lujo han «bajado» progresivamente a
al lujo; la emergencia de nuevas clases acaudaladas, la globa- la calle. En un momento en que los grandes grupos recu-
lización y la apertura de la lista de los países a los que con- rren a directivos salidos de la gran distribución y formados
cierne el consumo de lujo constituyen tendencias generado- en el espíritu de la mercadología, lo imperativo es abrir el
ras de un fuerte potencial de desarrollo del sector: Japón es lujo a la mayoría de la gente, hacer «accesible lo inaccesible».
en la actualidad el primer mercado del mundo para las mar- En nuestros días, el sector se construye sistemáticamente
cas de lujo, por sí solo lleva a cabo una tercera parte de la como un mercado jerarquizado, diferenciado, diversificado,
facturación del sector. el lujo de excepción coexiste con un lujo intermedio y acce-
sible. Esfera en adelante plural, el lujo ha «estallado», ya no
cabe hablar de un lujo, sino de lujos, a varios niveles, para
públicos diversos. De ahí que, al menos ocasionalmente, el
Pero hay mucho más que una nueva superficie económi- lujo aparezca como un bien al alcance de casi todos los bolsi-
ca. Desde hace más de una década, el sector del lujo conoce llos: según un estudio del instituto Risc, más de uno de cada
una verdadera mutación organizacional, las pequeñas empre- dos europeos ha adquirido una marca de lujo en el curso de
sas independientes y semiartesanales de antaño han cedido el los últimos doce meses. Por una parte se reproduce, de con-
paso a los conglomerados de talla internacional, a los grupos formidad con el pasado, un mercado extremadamente elitis-
multimarcas que aplican, aunque no exclusivamente, méto- ta; por otra, el lujo se ha adentrado por la vía inédita de la
dos y estrategias que han sido probados en los mercados de democratización de masas.
masas. LVMH, primer grupo mundial de marcas de lujo,
tuvo una facturación de 12,2 millardos de euros en 2001
apoyándose en 51 marcas presentes en 65 países. Ese mismo
Al mismo tiempo, la visibilidad social del lujo se ha
año, el volumen de negocio del grupo Estée Lauder se eleva-
acrecentado fuertemente. En primer lugar, por el efecto
ba a 4,6 millardos de dólares, y el de Pinault-Printemps-
«mecánico» producido por el aumento del número de mar-
Redoute (lujo) a 2,5 millardos de euros. Una nueva época
cas de lujo presentes en el mercado: en todo el mundo se
del lujo se anuncia, marcada por la aceleración de los movi-
enumeraban 412 a mediados de los años noventa. En segun-
mientos de concentración, por las fusiones, adquisiciones y
do lugar, por la intensificación de la inversión publicitaria y,
cesiones de marcas en un mercado globalizado. Ha llegado la
más ampliamente, de la mediatización de las marcas de lujo.
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En definitiva, asistimos a la extensión de las redes de distri- Al antiguo universo afelpado suceden la hipermediatización
bución, como atestiguan a un tiempo la apertura acelerada de las grandes casas, la elevación al estrellato de los chefs y
de las tiendas exclusivas, los corners reservados a las grandes de los designers de renombre, la proliferación de publicacio-
marcas en los grandes almacenes selectivos, los nuevos me nes sobre los creadores, sobre los productos finos y sobre la
gastores (1.500 m2) dedicados al perfume y a la belleza, las historia de los más «bellos objetos». Al tiempo que los nom-
cadenas de perfumería selectiva: en 2001, la enseña Sephora bres de las marcas más prestigiosas se despliegan por los mu-
contaba con ;85 tiendas en Europa y 70 en Estados Uni- ros de la ciudad, el lujo y la moda invierten en los programas
dos. Por una parte, muy clásicamente, la distribución sigue de televisión y en Internet. Allí donde se imponía una dis-
siendo selectiva; por otra, se desarrollan fórmulas de venta y creción un tanto solemne, se multiplican ahora las campañas
conceptos de tiendas (de comercio electrónico, parafarmacia, publicitarias marcadas por un espíritu humorístico o «trans-
tiendas duty free, grandes superficies especializadas) que se gresor». A los ojos de la generación precedente, el lujo «hacía
acercan a las técnicas de la gran distribución (libre servicio, de viejo», y en cambio hoy parece «absolutamente moderno»
surtido sobreabundante). Coexisten dos tendencias: una ba- en la estela de la rehabilitación de lo antiguo, del «retorno de
naliza el acceso al lujo y lo desmitifica, la otra reproduce su los verdaderos valores», de las antigüedades auténticas o si-
poder de ensueño y de atracción mediante las políticas de muladas, de la inflación de lo memorial y de lo «auténtico».
precios y de imagen. Por un lado se intensifica la sed de novedades, por otro se
encuentran plebiscitadas las grandes añadas, la herencia, las
Por añadidura, las expectativas y los comportamientos grandes marcas históricas. Todo lo que ayer se consideraba
relativos a los bienes costosos «ya no son lo que eran». Nues- conformismo apolillado —los cruceros, los rituales de la no-
tra época ve desplegarse el «derecho» a las cosas superfluas bleza, los grandes bailes y los artesonados dorados— goza de
para todos, el gusto generalizado por las grandes marcas, el una valorización nueva. La época ha dado un giro de ciento
auge de consumos ocasionales entre sectores más amplios de ochenta grados: henos aquí presos de la pasión por lo patri-
población, una relación menos institucionalizada, más per- monial y lo que no pasa de moda. Se celebran por doquier
sonalizada, más afectiva con los signos prestigiosos: el nuevo las tradiciones, la continuidad, los «lugares de la memoria».
sistema celebra las nupcias entre el lujo y el individualismo Acompañan a la consagración contemporánea del lujo una
liberal. Son otras tantas mutaciones que invitan a reconside- nueva relación con la herencia, una valorización inédita del
rar el sentido social e individual de los consumos dispendio- pasado histórico, un deseo posmoderno de reconciliar crea-
sos, así como el papel tradicionalmente estructurante de las ción y permanencia, moda e intemporalidad.
estrategias diferenciadoras y de los enfrentamientos simbóli-
cos entre los grupos sociales.
A la luz de todos estos fenómenos, resulta difícil despren-
Lo que está creciendo ante nuestros ojos es, indiscutible- derse de la idea de que asistimos a un verdadero cambio de
mente, una nueva cultura del lujo. Era privativa de un mun- época: una nueva era del lujo ha comenzado, que constituye
do cerrado y hoy vemos cómo se desarrolla el culto de masas su segunda modernidad. El texto que el lector se dispone a
a las marcas, la difusión de las copias, la expansión de la fal- leer querría arrojar alguna luz sobre los mecanismos y los re-
sificación, que se estima en un 5 % del comercio mundial. sortes que subyacen en la economía general de esta mutación.
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tención que anima globalmente la iniciativa. No se trata de
Pensar el dispositivo históricamente inédito del lujo: una historia empírica, sino de una historia de las lógicas del
esto podía enfocarse de dos maneras diferentes. O bien per- lujo.
maneciendo lo más cerca posible de los fenómenos, o bien, De ahí el carácter inevitablemente incompleto, acaso de-
por el contrario, tomando distancia a fin de ofrecer una vi- sequilibrado, del resultado final, el cual unas veces propor-
sión más panorámica que microscópica de lo que ha cambia- ciona un cuadro «abstracto» pintado a gran altitud y otras
do. Me he decantado per esta segunda opción, al considerar veces descripciones de microfenómenos sacados de lo con-
que la inmersión en el devenir histórico era lo que mejor temporáneo extremo. «Quien mucho abarca poco aprieta»:
permitía conferir todo su sentido al presente. ¿De qué modo
¿quién no conoce los peligros inherentes a las interpretacio-
el lujo que se anuncia se relaciona con el pasado reciente y el
remoto? ¿En qué sentido rompe con una inmemorial tradi- nes «demasiado» amplias, siempre abusivamente simplifica-
ción? ¿Cuáles son los grandes momentos y las grandes es- doras con respecto a la riqueza de lo concreto? Me pareció,
tructuras que han marcado el curso milenario del lujo? Lo no obstante, que valía la pena jugar fuerte, que era preciso
que aquí se propone es un esbozo de la historia del lujo, des- asumir tales riesgos si quería aportar un principio de inteli-
de el paleolítico hasta nuestros días, una crónica estructural gibilidad de conjunto al fenómeno de la aventura humana
que adopta la perspectiva del prolongado curso de la histo- del lujo.
ria, la única, a mi modo de ver, susceptible de arrojar plena
luz sobre el problema.
Permítaseme todavía entregarme a algunas reflexiones
más subjetivas antes de abordar el meollo del asunto. Desde
hace mucho tiempo, las mejores mentes han subrayado el
Sin duda en esta vía distamos mucho de hallarnos faltos carácter universal, antropológico del lujo. «¡El último de los
de recursos, pues numerosos estudios históricos y antropo- mendigos siempre posee una bagatela superflua! Reducid la
lógicos de primer plano ofrecen enseñanzas tan preciosas naturaleza a las necesidades naturales y el hombre no será
como profundas sobre los símbolos, las mentalidades y las sino un animal», escribía ya Shakespeare. Ahora bien, si a
actitudes vinculados al lujo en las civilizaciones del pasado. través del lujo se expresa adecuadamente la humanidad del
Sin embargo, no disponemos, que yo sepa, de esquema algu- hombre, de lo que se trata es de la totalidad del hombre, del
no que resitúe lo nuevo en la historia universal del lujo, de hombre en lo que tiene de grande y de insignificante, de no-
ningún modelo que presente los grandes rasgos de su deve- ble y de irrisorio. El lujo es el ensueño, lo que embellece el
nir, sus etapas más significativas, sus discontinuidades y sus decorado de la vida, la perfección hecha objeto por obra del
lógicas estructurales consideradas desde la óptica del prolon- genio humano. Sin lujo «público», las ciudades carecen de
gado decurso. Paliar esa «carencia» constituye el objetivo del arte, rebosan fealdad y monotonía: ¿acaso no pone ante
presente ensayo. Componer una historia del presente, esta- nuestros ojos las más magníficas realizaciones humanas,
blecer una periodización o, más exactamente, un esbozo de aquellas que, tras resistir el paso del tiempo, no dejan de ma-
periodización que haga resaltar los grandes ciclos, las bifur- ravillarnos? En cuanto al lujo privado, ¿no es promesa de
caciones y reorientaciones capitales de la crónica del lujo a lo voluptuosidad, refinamiento de los placeres y las formas, in-
largo de toda la historia: de ese modo podría resumirse la in- vitación a los más hermosos viajes? Lujo, memoria y volup-

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tuosidad: sería preciso tener un alma muy sombría para em- I. LO SAGRADO, EL ESTADO Y EL LUJO
prender una cruzada contra lo que constituye expresión y
amor de la belleza, ligereza, momento de dicha.

Con todo, es asimismo cierto que la relación con el lujo


no siempre presenta al hombre bajo su aspecto más elevado
y más generoso. Si bien las A j as del lujo resultan admira-
bles, cabe mostrarse más reservado acerca de lo que motiva
la locura de algunos dispendios. Además, el amor que se
profesa a las cosas más bellas no siempre significa hacer
objeto de una atención igual de delicada a los hombres y
a la cara menos magnífica de lo real. ¿Salir en defensa del
lujo? Ya no lo necesita, pues carece de verdaderos Al principio fue «el espíritu». Podrá sorprender que
adversarios. Y son los publicitarios quienes se encargan de eso inauguremos con semejante propuesta «espiritualista» una
mejor que nadie. ¿Estigmatizar el lujo? Pero ¿por qué reflexión cuyo objeto se asocia, por lo general, a un mayor
oponerse al espíritu de goce? No provoca ni la decadencia materialismo. Con todo, la historia primitiva del lujo invita
de las ciudades, ni la corrupción de las costumbres, ni la a una conclusión de ese cariz. En efecto, es preciso revisar
desgracia de los hombres. La apología, al igual que el esa concepción errónea que imagina a los hombres de antes
anatema, pertenecen a otra era, de manera que sólo nos resta del neolítico como seres condenados a una condición mise-
comprenderlo. Placeres de los dioses, almas simplemente rable, atormentados por el miedo a morir de hambre y de
humanas: esfera maravillosa pero que no siempre escapa a frío, y que dedicaban la totalidad de su tiempo a la
la insolencia, espejo en el que se descifran lo sublime y la búsqueda de un alimento escaso. La antropología ha
comedia de las vanidades, el amor a la vida y las aportado un mentís mordaz a esa idea de economía
rivalidades mundanas, la grandeza y la miseria del hombre; primitiva basada en la penuria. Nos asiste el derecho a pensar
resulta vano querer moralizar el lujo, así como escandaloso que el lujo, o más exactamente, cierta forma de lujo, existió
pretender beatificarlo. Segad la buena mies junto con la cizaña, sin duda antes de la domesticación de las plantas y de los
y Dios reconocerá a los suyos. animales, antes de la adquisición de las «artes de la
civilización» (textil, alfarería, metalurgia), antes de las
grandes monarquías rodeadas de oro y de esplendores. La
humanidad no pasó de la indigencia de todos a la riqueza
aplastante de unos pocos; de hecho, el ornato y la fiesta, la
esplendidez y el despilfarro eran fenómenos universalmente
presentes en la vida de las sociedades humanas, aunque se
tratase de las menos desarrolladas tecnológicamente. El lujo
nació antes de que empezara

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lo que, propiamente hablando, constituye la historia del El lujo no empezó con la fabricación de bienes de eleva-
lujo. do coste, sino con el espíritu de gasto: éste precedió a la acu-
mulación de objetos raros. Antes de ser una marca de la civi-
lización material, el lujo supuso un fenómeno de cultura,
una actitud mental susceptible de ser considerada como una
ARQUEOLOGÍA DEL LUJO característica de lo humano-social que afirma su poder de
trascendencia, su no animalidad.

Nadie pone en duda que los pequeños grupos de cazadores-


recolectores del paleolítico tuvieron un nivel de vida En las sociedades primitivas más opulentas, allí donde
objetivamente bajo. Tanto sus viviendas como su vestimenta los bienes preciosos no utilitarios existen y son ya muy codi-
son rústicas, y sus utensilios poco numerosos. Con todo, ciados, éstos son igualmente redistribuidos sin cesar. El fenó-
aun cuando no fabrican bienes de gran valor, eso no les im- meno de la kula en Melanesia ilustra clásicamente este poder
pide, con ocasión de las fiestas, engalanarse y admirar la be- del intercambio-dádiva ceremonial en las formaciones socia-
lleza de sus ornamentos. Por añadidura, y sobre todo, les les primitivas.' Los indígenas de las islas Trobriand empren-
permite vivir en una especie de abundancia material, correr- den grandes expediciones a fin de ofrecer objetos de valor
se una juerga durante los festejos, gozar de tiempo libre y de (collares y brazaletes suntuosos y de prestigio) a los
una alimentación suficiente conseguida sin gran esfuerzo. habitantes de islas lejanas: Malinowski compara estos bienes
Adoptando una actitud de despreocupación deliberada con con las joyas de familia europeas, o con las joyas de la
respecto al mañana, festejan y consumen de una sola vez corona. Este tipo de intercambio se caracteriza ante todo
todo cuanto tienen a mano, antes que hacer acopio de reser- porque se efectúa en forma de dádiva y no de
vas alimentarias. Nada de esplendores materiales, sino la au- operaciones comerciales. Dádivas que reclaman, tras
sencia de previsión, una mentalidad de dilapidación que cierto período de tiempo, presentes recíprocos de igual
prescribe consumir sin que sobre nada, compartir objetos y valor. Tales prestaciones y contraprestaciones obedecen a
alimentos con los miembros de la comunidad local. Incluso códigos precisos, obligatorios, ceremoniales, se rodean de
en situación alimentaria difícil, reinan la prodigalidad y los ritos mágicos y no deben en ningún caso acompañarse de
despliegues de generosidad, el lujo de ignorar la «racionali- trueque o de regateo. El intercambio económico de las
dad» económica viviendo al día, sin hacer cálculos.' Una éti- mercancías útiles se distingue claramente del intercambio
ca del lujo sin objeto fastuoso: tal es la lógica del lujo paleo- noble que implica los bienes preciosos y prestigiosos. En el
lítico. marco de la kula, resulta esencial mostrarse pródigo como un
gran señor, es preciso obsequiar con esplendidez, de forma
aparentemente desinteresada, sin la menor preocupación
por una ganancia material. La regla del honor prescribe la
1. En relación con todos estos puntos, véase el análisis clásico de magnificencia, una emulación empecina-
Marshall Sahlins A ge de Pierre, dge d'abondance, París, Gallimard, 1976, 1. Bronislaw Malinowski, Les A rgonautes du Pacifique occidental,
pp. 37-81. París, Gallimard, 1989.

1
da en la liberalidad. Lo que caracteriza la forma primitiva del prolonga una «economía» cósmica o biológica cuya caracte
lujo es la dádiva en el intercambio ceremonial, el espíritu de rística sería el derroche de una energía siempre en exceso.'
munificencia, y no la acumulación de bienes de gran valor. A decir verdad, no existe continuidad alguna entre el
Nada hay más deshonroso que mostrarse ciPatero, no pretendido lujo de la naturaleza y el de los hombres:
hacer acto de generosidad. Todos los acontecimientos im- incluso presentada en forma metafórica, tal relación resulta
portantes de la vida social se acompañan de ofrendas cere- inaceptable. El gasto suntuario primitivo no deriva de
moniales, de intercambios de presentes, de distribución de ningún movimiento natural, es un hecho o una regla
bienes, de gastos ostentosos. La estima social y los rangos sociológica, una obligación colectiva siempre impregnada de
prestigiosos se ganan a golpe de obsequios, con frecuencia significaciones mitológicas y mágicas. Ningún movimiento
ofrecidos en una rivalidad exasperada. Nobleza obliga: los je- espontáneo condujo a los hombres a los duelos agonísticos
fes deben hacer regalos sin descanso, patrocinar fiestas, cele- de riqueza. Muy al contrario, debemos ver en el lujo-dádiva
brar grandes banquetes para conservar su estatus o realzar su el elemento que arrancó al hombre de sus inclinaciones
prestigio. En las tribus donde se practica el potlatch, los jefes naturales a la posesión o a la conservación de lo que le es
ganan títulos y honores rivalizando en magnificencia, en inmediatamente útil.
ocasiones desafiando a otros jefes por medio de la destruc-
ción suntuaria de valores considerables. A fin de mostrarse
grande, de poder más que los rivales, se trata de incurrir en Por medio del intercambio simbólico y suntuario se ins-
gastos sin cuento, quemar o arrojar al mar lo que se conside- tituyó la primacía de lo social sobre la naturaleza, de lo co-
ra más precioso.' Sobre este punto, Georges Bataille no se lectivo sobre las voluntades particulares. El ciclo de las dádi-
equivocó al reconocer en el potlatch «la manifestación espe- vas y contradádivas constituye uno de los caminos tomados
cífica, la forma significativa del lujo».2 En la sociedad primi- por la sociedad primitiva para construir un orden colectivo
tiva no es la posesión de cosas de valor lo que importa, sino en el que los individuos no se consideran aparte, no se perte-
el elemento social y espiritual que comporta el intercambio- necen a sí mismos. La regla recibida de los antepasados, in-
dádiva, la adquisición del prestigio que confieren la circula- tangible, establece imperativamente el marco de los compor-
ción o el consumo de riquezas. tamientos que hay que adoptar hacia los demás y hacia las
riquezas. Dar y recibir generosamente supone la manera de
subordinar el elemento individual al conjunto global, de de-
Al igual que es cierto que la dádiva y la prodigalidad son terminar por anticipado las maneras de comportarse con
fenómenos observables en todas las sociedades primitivas, respecto a los demás, asegurando la predominancia de las
del mismo modo debemos tildar de falsedad las tesis que in- relaciones entre los hombres sobre las relaciones de los
terpretan el lujo como una necesidad de tal naturaleza que hombres con las cosas.' Modo asimismo de contrarrestar los
deseos dees la problemática desarrollada por G. Bataille, ibid., pp. 57-83.
1. Tal
1. Marcel Mauss, Essai sur le don [1924], en Sociologic et anthropologic, 2. Reconocemos aquí la definición de la sociedad tradicional según
París, P.U.F., 1960, pp. 197-202. Louis Dumont, Horno aequalis, París, Gallimard, 1977; igualmente, Clau-
2. Georges Bataille, L a Part maudite [1967], París, Éd. du Seuil, de Lévi-Strauss, Les Structures élémentaires de la parenté [19671, París y
col. «Points», p. 123. La Haya, Mouton, reed. 1981, pp. 49-79.

1
posesión y la acumulación de riquezas en las manos de unos destruidos.' Los bienes de lujo se hallan en el origen no sólo
pocos. En la sociedad primitiva, la magnificencia se halla al de los objetos de prestigio, sino también de las diversas ma-
servicio de la indivisión de la sociedad, un medio de conju- neras de contactar con los espíritus y los dioses, de los talis-
rar la aparición de un órgano separado del poder, así como luz manes, de los seres espirituales, de las ofrendas y de los obje-
división entre ricos y pobres. La dádiva asegura el prestigio tos de culto considerados benéficos tanto para los vivos
del jefe, pero lo pone al mismo tiempo en situación de obli- como para los moribundos.
gado para con la sociedad.' Durante la mayor parte de la
historia humana, el lujo es lo que ha obrado con éxito con-
tra la concentración de las riquezas, e igualmente contra la
La obligación de la dádiva entre los hombres corre parejas
dominación política.
con la obligación de donar a los espíritus y a los muertos, de
realizar ofrendas y libaciones para que se muestren propicios y
generosos, conforme a la regla de reciprocidad. Con ocasión
Entre los indígenas, la dádiva suntuaria no sólo tiene de ciertas fiestas religiosas, hay que consumir en exceso,
por objeto predeterminar el vínculo entre los hombres y ob- gastar con prodigalidad, a fin de que el tiempo primordial y el
tener honores, sino que posee asimismo funciones religiosas, universo sean restaurados. El consumo festivo aparece como
cósmicas y mágicas. En la humanidad primitiva, el lujo, le- recreación del caos primitivo y fuente de vida: «El intercam-
jos de aparecer como una realidad separada, no se distingue bio de regalos produce la abundancia de riquezas», subraya
de los demás fenómenos sociales y religiosos, se imbrica o Mauss.2 Si los hombres están obligados a dar y a disipar sus ri-
«se encastra» en un orden global y simbólico donde se enma- quezas en las fiestas, es para que el orden del mundo, tal como
rañan aspectos económicos y sexuales, metafísicos y mágicos.2 fue creado en el origen, se regenere,' y es también con el fin
Toda la kula se basaba en concepciones míticas y mágicas, de asegurar una relación de alianza entre los vivos y los muer-
observa Malinowski; los bienes más preciosos nunca son tos, los hombres y los dioses, en culturas donde lo sobrenatu-
considerados como bienes de intercambio económico, llevan ral se halla extendido por todo el mundo sensible, donde las
un nombre, se los reconoce como de naturaleza sagrada y fuerzas ocultas están presentes en las realidades de este mun-
dotados de virtudes mágicas. Entre los kwakiutl, todo objeto do. El lujo no nació mecánicamente del excedente de riquezas
de gran valor posee igualmente un nombre, una individuali- y de progresos tecnológicos en la fabricación de los objetos,
dad viviente, un poder de origen espiritual. Dotados de ca- requirió un modo de pensamiento de tipo religioso, un cos-
pacidad protectora, testimonios de riqueza, principios reli- mos metafísico y mágico. Procedimiento para atraer sobre los
giosos de abundancia, de suerte y de rango, los cobres de los hombres la protección y la benevolencia de las fuerzas espiri-
indios del noroeste americano vuelven invencibles a los jefes
que los poseen, tienen vida propia y exigen ser entregados y 1. M. Mauss, Essai sur le don, op. cit., pp. 214-227 y 164-169; sobre
el sentido sagrado del potlatch entre los kwakiutl, véase Marshall
Sahlins, «Les cosmologies du capitalisme», Le Débat, n.° 118, enero-fe-
1. Pierre Clastres, La Société contre l'tat, París, Éd. de Minuit, 1974.
brero de 2002, pp. 182-186.
2. Karl Polanyi, La Grande Transformation, París, Gallimard, 1983,.
2. M. Mauss, Essai sur le don, op. cit., p. 165.
pp. 71-86; igualmente, K. Polanyi, C. M. Arensberg y H. W. Pearson, Les
3. Roger Caillois, L 'Hom m e et le S acré, París, Gallimard, col.
Systèmes économiques dans l'histoire et dans la théorie, París, Larousse, 1975.
«Idées», pp. 123-162.

26 27
tuales, la prodigalidad arcaica se explica en mayor medida por a través de los ciclos de intercambio de obsequios, a instaurar
la concepción religiosa de los espíritus que por el estado de las un vínculo social y relaciones de alianza entre grupos extranje-
fuerzas productivas. Fue necesaria la división de las realidades ros. Por medio de la liberalidad ostentatoria y los presentes y
visibles y de los poderes invisibles, así como los sistemas de contrapresentes ricamente distribuidos, la sociedad primitiva se
pensamiento mágico, para que fueran institucionalizados los esfuerza por estrechar la red de las relaciones y por ultimar
intercambios ruinosos, al igual que los bienes preciosos des- tratados de paz. En lugar de pelearse, se invitan a banquetes e
provistos de utilidad práctica. Lujo salvaje: no «parte maldita», intercambian regalos sin cuento. Si bien el desatino suntuario
sino parte prometida en el intercambio recíproco entre los funciona como instrumento de alianza y para acallar las
hombres y las potencias extrahumanas. La liberalidad primiti- armas, todo autoriza a asimilarlo, como nos invita a hacer
va traduce más un sistema de creencias espirituales que un es- Marcel Mauss, a un pacífico «ardid de la razón».' «Matar la
tado de riquezas. Hay que situar la religión como una de las propiedad» para ganar la paz, distribuir en la fiesta para no
condiciones para la emergencia del lujo primigenio. masacrarse, sacrificar las cosas con el fin de crear la alianza,
de alimentar el vínculo social y la concordia: tal es la lección de
La literatura etnológica ha subrayado desde hace tiempo la sabiduría que nos dan los excesos suntuarios primitivos.
dimensión de antagonismo, de rivalidad y de desafío que com-
portaban las dádivas recíprocas de bienes. Respecto del pot-
latch, los tlingit'hablan de «danza de guerra», y otros indios del
noroeste americano, de «guerra de propiedad». En cualquier
caso, guerra simbólica, que tiene como característica el permitir ESPLENDORES Y JERARQUÍA
procurar la paz a aquellos que proceden a los intercambios de
dádivas. Distribuirlo todo en exceso, dar fiestas y regalos des-
medidos, ofrecer generosamente la hospitalidad supone trans-
formar al extranjero en amigo, sustituir la hostilidad por la A la escala del prolongado devenir histórico, nadie pone
alianza, el recurso a las armas por la reciprocidad. Las prestacio- en duda que la aparición del Estado y de las sociedades divi-
nes suntuarias agonísticas no son ni de orden económico ni de didas en clases constituye una de las rupturas fundamentales
orden moral: apuntan a instituir un «reconocimiento recíproco»' de la historia del lujo. Cuando se impuso la separación entre
amos y súbditos, nobles y villanos, ricos y humildes, el lujo
ya no coincidió exclusivamente con los fenómenos de circu-
1. Marcel Henaff, Le Prix de la vérité: le don, l'argent, la philosophie, lación-distribución-des-atesoramiento de las riquezas, sino
París, Éd. du Seuil, 2002, pp. 145-207. El autor subraya con razón que el también con nuevas lógicas de acumulación, de centraliza-
intercambio de bienes preciosos supone relación, acto de alianza entre los
copartícipes. Sin embargo, sus análisis no tienen en cuenta los fundamen-
1. M. Mauss, Essai sur le don, op. cit., pp. 277-279; M. Sahlins, A ge
tos mágico-religiosos del fenómeno. Inseparables de los sistemas de pen-
de pierre, âge d'abondance, op. cit, pp. 221-236; Lévi-Strauss escribe
samiento mítico, las distribuciones suntuarias no se reducen a procesos de
igualmente: «Los intercambios son guerras pacíficamente resueltas, las
reconocimiento interhumano, tienen asimismo como finalidad asegurar
guerras son el resultado de transacciones desafortunadas», Les Structures
los ciclos de reencarnación, la incorporación de poderes cósmicos y sagra-
élémentaires de la parenté, op. cit., p. 78.
dos, cf. M. Sahlins, «Les cosmologies du capitalisme» , artículo citado.

1 29
1
ción y de jerarquización. Este nuevo momento histórico es miento de la dominación política, de las jerarquías
el que ve surgir los ricos mobiliarios funerarios,' las arquitec- improvisadas y de la nueva relación con lo sagrado que
turas y esculturas grandiosas, los palacios y los patios, los es- constituye su fundamento, se ha pasado una página: el
pléndidos decorados y otras suntuosidades que tienen a su lujo se impone como el lugar de las obras inmortales de la
cargo traducir con grandilocuencia el poder superior de las más elevada espiritualidad, en vez de la extrema futilidad.
soberanías, ya sean celestiales o terrenales. Símbolo resplan- Conceder una importancia primordial al nacimiento del
deciente del cosmos jerárquico, el esplendor se relaciona con Estado no equivale a negar el papel desempeñado por las
los principios de desigualdad, mas asimismo con las ideas de técnicas y las infraestructuras económicas, sino que implica
inalterabilidad y de permanencia, con el deseo de eternidad. marcar los límites de las interpretaciones materialistas de la
La arqueología del lujo toca a su fin: la majestad de los edifi- historia del lujo. Para justificar esta posición, me limitaré a
cios imperecederos ha tomado el relevo respecto de los recordar dos fenómenos significativos. Allí donde la revolu-
excesos de dilapidación. ción neolítica no vino acompañada de una instancia política
superior, las manifestaciones del lujo han permanecido do-
En las sociedades jerarquizadas, la vida entera se estruc-
minadas por las lógicas primitivas de des-atesoramiento. Asi-
tura en torno a la escisión ostensible entre bienes opulentos
mismo, dominar la industria de los metales no fue suficiente
y bienes ordinarios. Esplendor de unos, indigencia de la ma-
para destronar la primacía del lujo-dádiva: a título de prueba
yoría, por doquier las sociedades estatales-jerárquicas conlle-
cabe citar a los indios de Alaska, que funden y baten el cobre
van la desigualdad de las riquezas, la división social entre las
pero continúan intercambiando los bienes de valor en el sis-
maneras de poseer y de gastar, de alojarse y de vestir, de ali-
tema agonístico del potlatch. Con respecto a la historia del
mentarse y de divertirse, de vivir y de morir. División, igual-
lujo, no podemos por menos de reconocer que lo que resultó
mente, en el seno mismo del mundo que ocupa la cúspide
decisivo fueron las conmociones religiosas y políticas. No
de la jerarquía, como pone de manifiesto la escisión entre
procede en estas páginas tratar de analizar con detalle
lujo sagrado y lujo profano, entre lujo público y lujo
semejantes fenómenos altamente complejos y diversos:
privado, entre lujo eclesiástico y lujo cortesano. Con el
ello rebasaría con mucho el marco de este estudio. Me
adveni-
limitaré a atenerme a algunos puntos esenciales para el
tema que nos ocupa.

1. En las sepulturas del paleolítico superior aparecen ya objetos de


adorno y afeites funerarios. A principios del neolítico, los santuarios (Ça-
tal Hüyük, entre 6500 y 5600 a.C.) están ornamentados con un rico
decorado mural y adornados con estatuillas de piedra o de barro que tie- Lujo sagrado, lujo profano
nen una finalidad religiosa. Existen desigualdades en el mobiliario, pero
no hay constancia de si se trata de marcas de «clases» sociales, de autori-
dades religiosas o bien de distinciones prestigiosas adquiridas a lo largo En el universo paleolítico, la relación de los hombres
de la vida. Sólo a partir del cuarto milenio las sepulturas aparecen siste- con lo sobrenatural viene estructurada por las lógicas de
máticamente diferenciadas: por una parte, tumbas pobres desprovistas alianza y de reciprocidad. Los espíritus se hallan presentes en
—o casi— de toda ofrenda y, por otra, sepulturas principescas dotadas de todas las cosas, y los ritos apuntan a asegurarse su colabora-
cerámicas finas, joyas preciosas, armamentos de prestigio.
1
ción: la relación de los hombres con lo invisible se caracteri- con lo sagrado se moldeó en concordancia con la relación
za en mayor medida por el intercambio y la reciprocidad que que los hombres mantenían con los soberanos terrenales, al
por la dominación. Con la aparición de las primeras divini- tiempo que la instancia política se imponía como un orden
dades de rostro humano, seres supremos cuyas figuras se re- de esencia divina. La nueva era del lujo será el eco de ese
montan al décimo milenio antes de Cristo, se pone en mar- cosmos teológico-político y jerárquico.
cha un imaginario religioso marcado por una relación de Así, en Mesopotamia, los dioses son asimilados a «due-
subordinación completamente nueva entre este mundo y el ños y señores» que intervienen en los asuntos del mundo
más allá. La lógica de la alianza es sustituida por un orden como los monarcas en su reino. Al igual que los súbditos es-
del mundo más jerarquizado, más vertical que horizontal, tán en la tierra para servir a su rey, del mismo modo deben
por divinidades «elevadas», trascendentes y omnipotentes, ofrecer a las potencias celestiales bebida y comida, habita-
más «altas» que el hombre.' Cuando, más tarde, se impone ción y ornato, todos los bienes deseables, una vida opulenta
el dispositivo estatal, las creencias religiosas celebran a dioses y fastuosa acorde con su majestad. Honrar a los dioses supo-
calificados de todopoderosos, de muy altos, de sublimes, de ne garantizarles una vida lujosa, prepararles ágapes festivos,
insuperables, según un modelo tomado de la organización manjares servidos en vajilla de oro y de plata, ofrendarles jo-
política. Los textos y la iconografía del antiguo Egipto reve- yas preciosas y vestiduras de gala.' El reino magnificente de
lan que no todas las divinidades son reconocidas como de los reyes sirve de modelo al culto suntuario de los dioses.
igual rango: existen dioses «grandes» y dioses «pequeños»; los
primeros están instalados en un trono, y llevan en las manos
los atributos de la vida y del poder. En el tercer milenio apa-
rece el título de «rey de los dioses» para designar al dios más En la emergencia del orden estatal subyace una nueva
elevado: la forma de la realeza terrenal ha sido proyectada en relación entre esfera terrenal y esfera celestial. Con las prime-
el más allá celestial.2 Del mismo modo, en Mesopotamia, la ras grandes formaciones despóticas aparecen los reyes-dioses,
multitud de las divinidades se encuentra clasificada y orde- los soberanos que se ofrecen como encarnaciones divinas,
nada, debidamente jerarquizada; el conjunto compone un como mediadores entre el universo visible y las potencias del
sistema escalonado, una «pirámide de poderes» a imagen del más allá. Dotado de poderes extrahumanos, el monarca de
orden político.' Con el advenimiento del Estado, la relación naturaleza divina, o que representa a la autoridad celestial
suprema en la tierra, se presenta como el garante del orden y
de la prosperidad terrenales. El advenimiento de la esfera es-
tatal y su correlato, la introducción de la dimensión sagrada
1. Jacques Cauvin, Naissance des divinités, naissance de l'agriculture,
en el universo humano, crearon las condiciones para una
París, Flammarion, col. «Champs», 1997, pp. 102-104; igualmente, del nueva inscripción social de la suntuosidad. Ésta se concreta-
mismo autor, «L'apparition des premières divinités», La Recherche, n.° rá sin duda en los palacios reales, pero más todavía en la edi-
194, 1987, pp. 1472-1480. ficación de las «casas de los dioses», santuarios de estilo mo-
2. Erik Hornung, L es Dieux de l'gy pte, París, Flammarion, col. numental, construidos en piedra y que utilizan materiales
«Champs», 1992, pp. 210-211. ricos y nobles (oro, bronce, piedras semipreciosas) con obje-
3. Jean Bottéro, La plus vieille religion, París, Gallimard, 1997, pp. 113-
115. 1. Ibid., pp. 229-266.

32 33
to dr asegurarse la gracia de la divinidad. Por el hecho de de- «parte maldita», de despilfarro: ¿son éstas realmente per-
se n►pcñar las funciones religiosas más elevadas, el rey está tinentes, cuando el lujo se ha hecho invisible a los vivos
obligado a levantar templos magníficos, a decorarlos y em- y cuando su misión consiste en garantizar la resurrección
bellecerlos fastuosamente: el lujo de la arquitectura monu-
eterna?
mental se dirige ante todo a las fuerzas divinas. Erigir mora-
das sagradas de alta verticalidad, con pilones y columnas, Al desempeñar en la tierra el papel de un dios, el faraón
obeliscos y estatuas, que pongan de manifiesto la superiori- «ilumina» Egipto con los monumentos que erige, recreando
dad ontológica de los poderdantes sobrenaturales y permitan lo que el dios creador hizo en épocas primigenias, transfor-
acercar el cielo a la tierra, devienen obligaciones y privilegios mando el caos en orden, ofreciendo una «imagen festiva» al
reales. En esas épocas teocráticas, la suntuosidad revela el mundo gracias a los colores resplandecientes de los bajorre-
vínculo íntimo existente entre el culto real y el culto divino. lieves de los templos, la piedra noble de las estatuas, el oro
que recubre algunas partes de los santuarios. Ha llegado la
hora de los reyes divinos, gran arquitecta de la magnificencia
sagrada. Del intercambio simbólico regulado por un código
Los faraones del antiguo Egipto cuentan entre sus más impersonal e inmutable se ha pasado a un fasto sometido, de
elevadas funciones la de construir arquitecturas funerarias un modo u otro, a los decretos y voluntades de los reyes-dio-
destinadas a asegurar su eternidad en el más allá. En las pirá- ses. Por un lado se perpetúa la autoridad de la tradición del
mides, la cámara funeraria suntuosamente adornada, guar- pasado, por otro se introduce un elemento de iniciativa y de
necida de tesoros, se convierte en el sitio mismo donde tie- cambio en las decisiones de emplazamiento, en las construc-
nen lugar los procesos de regeneración del faraón en entidad ciones y extensiones de lo que existe. El faraón no se conten-
divina, con el fin de que pueda prodigar sus favores a los vi- ta con conservar, engrandece la herencia recibida; cada nue-
vos. Arte mágico, el lujo de las eras despóticas constituye el vo rey ambiciona añadir algo a la obra de sus predecesores y
acompañamiento necesario de las potencias jerárquicas dis- sobrepasarlos, como ponen de manifiesto el aumento de las
pensadoras de vida y de prosperidad. A las dilapidaciones ofrendas materiales, la evolución de los emplazamientos fu-
salvajes suceden el estilo monumental, las construcciones de nerarios, la extensión de los lugares de culto, la riqueza de
dimensiones heroicas, las «moradas de eternidad». Mediador los motivos decorativos) En nombre de la grandeza superla-
entre el hombre y la inmortalidad, el lujo se encarna en mo- tiva de los dioses y en respuesta al deseo de eternidad, los
numentos de piedra creados «para toda la eternidad», en signos de esplendor dieron un giro de ciento ochenta grados,
estatuas, frescos, mobiliarios funerarios, como otros tantos siquiera fuese en la lentitud de los siglos, en el ciclo de la
sortilegios necesarios para la supervivencia venturosa del historia, del cambio, de la superación de lo que precede.2
difunto real. El esplendor no es un objeto o una imagen para
contemplar, sino el instrumento mágico que facilita el acceso
a la vida eterna. Al implicar toda una metafísica del tiempo y
1. Erik Hornung, L'Esprit du temps des pharaons, París, Hachette-
de la muerte, expresa la esperanza de un tiempo que no ten-
Pluriel, 1996, pp. 79-92.
ga fin, una búsqueda de eternidad. En tales condiciones, nos
2. Sobre la teorización general del papel del Estado en relación con
asiste el derecho de interrogarnos acerca de si resulta legíti-
la dinámica histórica, véase Marcel Gauchet, L e Désenchantement du
mo o no utilizar aquí las categorías de consumación, de
monde, París, Gallimard, 1985, pp. 26-46.
34
34
Pese a tal estado de cosas, no podemos por menos de economía: el código del gasto improductivo resulta funda-
constatar que la irrupción del Estado y de las sociedades de mental. Ser noble implica vivir a lo grande, derrochar, mal-
clases no abolió en modo alguno la forma primigenia del lujo- gastar las riquezas; no mostrarse sumamente espléndido su-
dádiva. De hecho, éste perduró durante largos milenios. pone verse condenado al fracaso.
Prolongando la inmemorial obligación de generosidad, el
evergetismo grecorromano forzó a los notables a rivalizar en
liberalidad, a financiar edificios públicos, banquetes y otras
festividades de la ciudad. Al hacer donaciones a la colectivi- En todas partes y en cualquier época, los soberanos tie-
dad, ya fuese a título gratuito o a título simbólico (evergesias nen el deber de poseer y exhibir cuanto de más bello existe,
ob honorem ), el evergeta recibía honores y distinciones de ostentar los emblemas resplandecientes de la majestad, vivir
toda índole.' El derroche suntuario domina todavía el ethos rodeados de maravillas, de pompa y de oro como otras tan-
de los señores feudales adoptando formas que en ocasiones tas expresiones de su superioridad desmesurada. En los in-
recuerdan el potlatch agonístico de los indios de América del mensos palacios que ordenan edificar, la vida de corte se tra-
Norte. Marc Bloch cita algunos ejemplos de esa índole: un duce en el teatro del fasto y de la ostentación de las riquezas.
señor ordena sembrar con monedas de plata un campo la- En Mesopotamia y en China, los palacios disponen de hare-
brado; otro utiliza costosos cirios para la cocción de los ali- nes en los que las mujeres están clasificadas por categorías je-
mentos; un tercero, por ostentación, ordena quemar vivos a rárquicas. Fiestas, cacerías y espectáculos constituyen la oca-
treinta de sus caballos.2 Reyes y señores se esfuerzan por des- sión para galas suntuosas. Ese opulento tren de vida que se
lumbrar derrochando botines y rentas sin cuento, viviendo caracteriza por los gastos suntuarios no sólo está reservado al
rodeados de la mayor pompa, exhibiendo atuendos suntuo- rey. Los duques y los altos dignatarios, así como las familias
sos. Tienen la obligación de celebrar fiestas fastuosas y fre- acaudaladas, rivalizan en boato y en prodigalidad en sus ha-
cuentes, de prodigar favores en presencia del mayor número bitaciones, sus quintas de recreo, su indumentaria, sus ador-
posible de beneficiarios, ya que el lujo no se concibe si la di- nos. En las grandes casas, tanto las bodas como los entierros
lapidación no se ofrece como espectáculo, si no hacen acto dan lugar a un despliegue inaudito de lujo: carruajes, escla-
de presencia la mirada y la admiración del otro. Gracias a la vos a caballo, sirvientes de todas clases, banquetes, maderas
prodigalidad los grandes adquieren gloria y honores, mani- preciosas para los ataúdes, la cuestión es ver quién dilapida
fiestan su poder y su superioridad fuera de lo común. Y si los más. No existe sociedad alguna estatal-jerárquica que no lle-
caballeros saquean y-roban, es con el fin de poder mostrarse ve aparejadas la escalada de los signos fastuosos que subrayan
munificentes, no para atesorar o favorecer la expansión de la la desigualdad social, las sobrepujanzas ruinosas y las rivali-
dades en prestigio por medio de consumos improductivos.
Max Weber y Norbert Elias han hecho gran hincapié en ello:
en las sociedades aristocráticas, el lujo no constituye algo su-
perfluo, es una necesidad absoluta de representación que se
1. Paul Veyne, Le Pain et le Cirque. Sociologie historique d'un plura- deriva del orden social desigualitario. Mientras dominaron
lisme politique, París, Éd. du Seuil, col. «Points», 1976. las sociedades donde las relaciones entre los hombres eran
2. Marc Bloch, La Société f éodale, París, Albin Michel, 1939, más valorizadas que las relaciones entre los hombres y las co-
pp. 432-433.
sas, los gastos de prestigio funcionaron como una obligación
36 37
34
y un ideal de clase, un instrumento imperativo de diferen- lución de la igualdad moderna. La era democrática no hará
ciación y de autoafirmación social. sino ampliar un proceso que viene arrastrándose desde unos
A partir de finales de la Edad Media y del Renacimien- cinco siglos atrás.
to, la ascensión del poder monárquico, el «desarme» de la
nobleza, el nuevo lugar ocupado por la burguesía, todo ello
condujo no a reducir los consumos ostentosos, sino a inten- A rte, antigüedades y frivolidades
sificar los gastos de prestigio al tiempo que a ampliar las
clases de lujo. Desposeída de sus antiguas prerrogativas
Si bien la voluntad de aparentar y de ser valorado por
militares por la eficacia de los soldados de infantería y
los demás a través de bienes costosos sin duda ha existido
de los arqueros a pie, mantenida en vasallaje por el poder real
siempre, no por ello es menos cierto que el lujo, desde el Re-
y encerrada en el círculo de la corte, la nobleza se
nacimiento, se concretó en dispositivos inéditos. En lo suce-
transforma en clase de representación y de juegos.'
sivo, príncipes y reyes tratan de erigirse en protectores de ar-
Promoción del aparentar que ilustrará la vida del
tistas, a los que colman de honores y de regalos, les hacen
cortesano, pero también estilos de lujo más decorativos, más
encargos, los atraen a su corte... Mientras que el arte y el ar-
lúdicos, impregnados de superfluidad. En ese marco, los gastos
tista adquieren el sentido que les damos en la actualidad, el
suntuarios en materia de vestimenta, de joyas, de carruajes,
lujo se adentra por la vía de la cultura. Comienza un ciclo
de palacetes, de domesticidad, se imponen con tanta
moderno en el que las obras de elevado coste se firman y sus
mayor fuerza para sostener el rango cuanto que la nobleza
creadores pasan a ser personajes de primer plano, devienen
tradicional se encuentra con la competencia, en el plano de
célebres, rebosan ideas de gloria inmortal: el lujo va a conju-
los signos de riqueza, de los grandes burgueses
garse con la obra personal y la creación de belleza.
ennoblecidos. Con la dinámica del enriquecimiento por parte
de los comerciantes y de los banqueros, el lujo deja de ser
el privilegio exclusivo de una condición basada en el
nacimiento y pasa a adquirir un estatus autónomo, al También los nobles y los ricos burgueses ambicionan ro-
haberse emancipado del vínculo con lo sagrado y del dearse de obras de arte. El mecenazgo, las colecciones, la po-
orden jerárquico hereditario. En plena era de desigualdad sesión de creaciones se han convertido en instrumentos de
aristocrática, el lujo se ha convertido en una esfera abierta prestigio en el mundo de la élite social. Sin duda el nexo en-
a las fortunas adquiridas mediante el trabajo, el talento y tre arte y lujo no es novedoso. Sin embargo, desde milenios
el mérito, una esfera abierta a la movilidad social. Fue así atrás, las grandes obras eran las que celebraban las potencias
como la extensión social del lujo precedió a la revo- del más allá, las cuales supuestamente permitían ganar la
eternidad celestial. Esa importancia de la relación con el
tiempo se prolonga, con la única diferencia de que aquello a
lo que apuntarán los «modernos» ya no será la eternidad en
la otra vida, sino la supervivencia profana, la inmortalidad
1. Norbert Elias, La Société de cour, París, Calmann-Lévy, 1974. en la historia, la gloria duradera del propio individuo, de
Para una visión sintética y reactualizada de la máquina curial, véase
Jacques Revel, «La Cour», en L es L ieux de mémoire (bajo la dirección una familia, de un nombre en la memoria de los hombres.
de Pierre Nora), París, Gallimard, col. «Quarto», 1997,. vol. III, pp. La dimensión de eternidad del lujo se ha laicizado.
31413197.
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A una creación artística que se desprende del anonimato estatus, no por ello los bienes de lujo expresan en menor
responde una demanda que por sí misma deja un lugar más grado la nueva intensidad que caracteriza la relación del
marcado a la subjetividad. Ya en el siglo xiv, los mecenas y hombre con las cosas, la pasión por todo lo hermoso, la lla-
donantes piden a los artistas que presten a su efigie, en las mada de los placeres estéticos, una atención más subjetiva,
tumbas o en los muros de la catedral, un aspecto individual, más sensible, a las cosas en su singularidad.
un rostro que se les asemeje. El arte del retrato de los co- A Thorstein Veblen y, después de él, a las sociologías de
manditarios está a punto de imponerse. A partir de 1500, la distinción les pasó por alto esta dimensión erótica del
los retratos en miniatura se multiplican: orlados de gemas y lujo. Al no estar motivados los comportamientos de consu-
colgados alrededor del cuello, y sin llevar nombre, atestiguan mo costoso, en esas problemáticas, sino por la vanidad y las
una búsqueda de secreto, de intimidad, en especial con estrategias de clasificación social, las cosas sólo valen en ra-
aquel o aquella que se encuentra ausente.' Cabe evocar asi- zón de su valor-signo u honorífico, nunca por sí mismas. No
mismo la expansión de los coleccionistas y aficionados al obstante, dicha dimensión sensual del lujo existe, gozó de
arte, fenómeno que implica, en las compras efectuadas, pre- gran popularidad a partir de los siglos xiv y xv, con la pro-
ferencias estéticas, elecciones singulares, pasiones y gustos moción social de los valores profanos y en la estela de una
particulares. Más allá del objetivo de mera celebridad ha sensibilidad prendada de estilización, de estetización de las
aparecido una relación de índole más personal y estética con formas de vida. Apego estético y apasionado a las cosas
los bienes costosos, una aspiración, caracterizada por una bellas, erótica de los bienes raros: el proceso de
mayor subjetividad, a una vida más hermosa y más refinada, desclericalización de las obras' abrió las vías modernas de la
un vínculo sensual entre el hombre y los objetos preciosos. individualización y la sensualización del lujo, el cual entró en
En adelante, subraya con fuerza Philippe Ariès, las cosas se su momento estético.
representan y aman por sí mismas como seres queridos, y ya
no sólo como símbolos de estatus y de poder. La atracción
de la belleza, la delectación con las cosas hermosas, ha ad-
quirido una consistencia propia, como ponen de relieve las La época bisagra es la que Huizinga denomina «el otoño
primeras naturalezas muertas. La función prestigiosa que de la Edad Media». En ella, nuevas figuras del lujo hacen su
ejercen las obras no declina en modo alguno, pero, para uti- aparición. En efecto, a partir del siglo xiv, la civilización oc-
lizar las palabras de Werner Sombart, el lujo aparece simul- cidental ve surgir dos series de fenómenos llamados a ocupar
táneamente como una «expresión de erotismo», una respues- un lugar determinante en el lujo moderno: las antigüedades,
ta al deseo de disfrutar del mundo. Signos inequívocos de por una parte, y la moda por otra. Si bien tales fenómenos
ponen de manifiesto, sin la menor duda, una misma tenden-
cia a la estetización de los gustos en los medios acaudalados,
no por ello expresan en menor grado dos orientaciones tem-
porales divergentes, pues el primero se halla centrado en el
1. Orest Ranum, «Les refuges de l'intimité», en Histoire de la vie pasado y el segundo en el presente. A partir de ese momento
privée, t. III, París, Éd. du Seuil, col. «Points», 1985, pp. 246-248.
2. Philippe Aries, L 'hom m e dev ant la m ort, París, Éd. du Seuil, 1. Georges Duby, Le Temps des cathédrales, París, Gallimard, 1976,
1977, pp. 133-138. pp. 221-327.

40 41
el universo del lujo llevará aparejado todo un conjunto de ción social resulta aquí menos significativo que la emergen-
gustos, de comportamientos, de «productos» que se reparti- cia de nuevas actitudes estéticas con respecto al pasado y a
rán según esos dos ejes temporales. Culto a lo antiguo, culto las obras, de una mentalidad moderna y libre que separa es-
al presente fugaz: las nuevas temporalidades del lujo coinci- tas últimas de su contexto y las colecciona «por amor», lejos
den con el advenimiento de la cultura moderna humanista. de toda imposición colectiva y religiosa.
Cuando aparece el entusiasmo por lo antiguo, surge al
mismo tiempo la fiebre del presente, la moda en sentido es-
En la segunda mitad del siglo xiv aparecen nuevos com- tricto y su culto a lo efímero. Si el lujo hunde sus raíces en la
portamientos con respecto al pasado y, en particular, a la noche de los tiempos, la moda, con sus variaciones perpe-
Antigüedad. Los duques y otros grandes mecenas encargan tuas, su estetización del vestir, su trabajo sobre las formas del
copiar y traducir los textos latinos, se convierten en bibliófi- cuerpo, constituye una ruptura, una invención social históri-
los, en comanditarios de bellos manuscritos. Se buscan los ca de Occidente. Data de mediados del siglo xiv. Una nueva
manuscritos de los Antiguos, pero también se desentierran manifestación social del derroche ostentoso se abre paso bajo
las obras de arte del pasado: los vestigios de la Antigüedad el signo de la antitradición, de la inconstancia, de la frivoli-
que, hasta el momento, carecían de valor o de significado se dad. Hasta entonces los cambios vestimentarios eran poco
transforman en bienes preciosos y en semióforos. Primero en frecuentes, si no excepcionales. El traje tradicional largo y
Italia y después en toda Europa, se propaga la moda de co- amplio ocultaba el cuerpo, lo envolvía como un todo, dando a
leccionar antigüedades. En los siglos xvi y xvii, los coleccio- la silueta un aspecto inmóvil, grave, solemne, en corres-
nistas se cuentan por millares, hasta el punto de que se orga- pondencia con un orden jerárquico estable. En ese plano,
niza un mercado de obras de arte y de antigüedades por todo cambia en Europa con la aparición del traje corto, ajus-
medio de subastas públicas que dan lugar a competiciones tado, atado con lazos, que deja ver un cuerpo discontinuo y
agonísticas mundanas. La élite rica emplea inmensas fortu- fragmentado.' De hecho, si bien la moda espectaculariza el
nas en la adquisición de rarezas antiguas: estatuas, medallas, rango social, pone asimismo en escena el cuerpo de manera
monedas, inscripciones, vasijas, etc. El universo del lujo se enfática, jugando con sus formas, reduciéndolas o amplifi-
ha enriquecido con nuevos tesoros, que suscitan pasiones cándolas a veces hasta la extravagancia. En adelante, el lujo
ruinosas: las antigüedades.' Orientación de los gustos lujosos vestimentario se alía con el capricho estético, la búsqueda
hacia el pasado que no reconduce en modo alguno el espíri- del efecto, el hiperbolismo lúdico.
tu inmemorial de tradición y el respeto a los Antiguos. Se
trata, muy al contrario, de una marca del espíritu moderno,
por cuanto a través de ella se expresan el gusto por el descu- De ritual o de habitual como venía siendo, el vestir se
brimiento, el culto esteta o erudito del pasado, una mirada impone ahora como una especie de mascarada, de disfraz lú-
distanciada que metamorfosea las obras antiguas en objetos dico, perfectamente compatible, por lo demás, con la etique-
de pura contemplación. Aunque real, el objetivo de distin- ta y la seriedad de la vida mundana. La aparición de la moda

1. Krzysztof Pomian, Collectionneurs, amateurs et curieux. Paris, V e- 1. Odile Blanc, Parades et parures. L'invention du corps de mode à la
nise: xvr`-xvlilesiècle, París, Gallimard, 1987. fin du Moyen A ge, París, Gallimard, 1997, pp. 21-36.

1 43
supone la lógica del juego y de la fiesta (exceso, derroche), la técnica de los negocios. Gusto por la novación que preci-
que anexiona por primera vez la arquitectura del ornato. Ya samente orquesta la moda. Ésta sólo ha podido ver la luz
no se trata de la ofrenda a los dioses y de los rituales tradi- gracias a una actitud mental inédita, subyacente en ella, que
cionales, sino del juego integral de las apariencias, el entu- valoriza lo nuevo y concede mayor importancia a la renova-
siasmo por las pequeñas «naderías», la fiebre de las noveda- ción que a la continuidad ancestral. La moda no surgió di-
des sin futuro. Ya no cabe hablar de monumentos levantados rectamente de las rivalidades de clases, sino que supuso una
con miras a la eternidad, sino de la pasión por la inconstan- conmoción cultural no reductible a los acontecimientos eco-
cia, de la obsesión con el presente puro. Con la moda se ins- nómicos y sociales, la promoción de valores dinámicos y no-
taura la primera gran figura de un lujo absolutamente mo- vadores, los únicos capaces de volver obsoleta la apariencia
derno, superficial y gratuito, móvil, liberado de las potencias tradicionalista y de consagrar un sistema cuyo principio es
del pasado y de lo invisible. «muy nuevo, muy bello».

Sin duda las vueltas y revueltas de la moda no pueden


ser separadas del inmemorial ethos del despilfarro demostra-
tivo y de las luchas simbólicas que acompañaron la expan- En segundo lugar, una nueva relación con la individuali-
sión de los nuevos focos de riqueza. Sin embargo, esos fenó- dad. Como afirmaba Simmel, la moda conjuga siempre el
menos no pueden explicar mecánicamente la manera en que gusto por la imitación y el gusto por el cambio, conformis-
el cambio vestimentario vino a sustituir a la invariancia, el mo e individualismo, aspiración a fundirse en el grupo social
capricho a la costumbre. Para que adviniese semejante lógica y deseo de diferenciarse de él, siquiera sea en pequeños deta-
sistemática de desvalorización de la permanencia, fue necesa- lles. Si la moda no ha existido siempre es porque exigía
ria la convergencia de todo un conjunto de factores cultura- como condición para hacer acto de presencia cierta libera-
les. Sólo dos de ellos serán subrayados aquí.' ción de la individualidad, la depreciación del anonimato,
la preocupación por la personalidad, el reconocimiento del
En primer lugar, una cultura más abierta al cambio. Si «derecho» a ponerse de relieve, a hacerse notar, a singulari-
bien es cierto que los nuevos tiempos se afirmaron bajo el zarse. A finales de la Baja Edad Media, precisamente, salen a
signo del retorno a los Antiguos, no lo es menos que el fin la luz un conjunto de fenómenos que ilustran esta afirma-
de la Edad Media aparece como una cultura que valoriza el ción de la individualidad en las clases superiores. Recorde-
cambio, como una época consciente de estar abriendo vías mos únicamente la aparición de la autobiografía, el retrato y
nuevas. Dan testimonio de ello novedosas formas artísticas, el autorretrato, la pasión por la gloria, los testamentos y se-
un movimiento de laicización de la cultura, la pasión por lo pulturas personalizados. La moda constituye una manifesta-
raro y lo singular entre los aficionados al arte, el gusto por ción más de esa preocupación por la particularidad del in-
los grandes viajes, las innovaciones en el ámbito bancario y dividuo, cualesquiera que sean los movimientos miméticos
que se hagan patentes. Nuevo gran dispositivo del lujo, la
moda deriva no tanto del consumo ostentatorio y de los
1. Para un análisis más detallado, me permito remitir a mi obra
cambios económicos como de las transformaciones del ima-
L'Empire de l'ephémère. La mode et son destin dans les sociétés moderases, ginario cultural.
París, Gallimard, 1987, pp. 55-79.
1 1 43
II. LUJOS MODERNOS, LUJOS POSMODERNOS creación de modelos frecuentemente renovados y fabricados
a la medida de cada cliente.' La ruptura con el pasado es cla-
ra. Dado que los modelos son creados al margen de toda de-
manda particular, el gran modisto aparece como un creador
libre e independiente. Estaba a las órdenes de otros, pero
ahora impone de manera soberana sus modelos y sus gustos
a las dientas, metamorfoseadas en consumidoras a las que se
ha arrebatado el derecho real de fiscalización. La era moder-
na del lujo ve triunfar al modisto liberado de su antigua su-
bordinación a la dienta, y que afirma su nuevo poder para
dirigir la moda. La edad de oro del modisto demiurgo ha lle-
gado, y durará cien años.
Hasta mediados del siglo xix, el universo del lujo funcio-
na según un modelo de tipo aristocrático y artesanal. Si bien El modisto era un artesano oscuro, y helo ahora recono-
desde el Renacimiento los artistas han ganado la gloria, en cido como un artista sublime, un creador que goza de noto-
cambio, la mayoría de los artesanos son desconocidos, carecen riedad, de un renombre excepcional que resplandece en todo
de prestigio. El cliente es quien manda, y el artesano ejecuta el planeta. Dignificación y consagración democrática del
en la sombra. En un período en que el valor del trabajo parece gran modisto que prolonga una dinámica inaugurada en el
reducido en comparación con el del material utilizado, la ini- siglo XV111, en el momento en que a los grandes peluqueros y a
ciativa corresponde al señor o al gran burgués que hace el en- los «mercaderes de moda» se los considera artistas y empiezan
cargo. Fabricación de piezas únicas, primacía de la demanda a adquirir sus títulos de gloria. Así, a partir de mediados del
del cliente, situación subalterna y anónima del artesano, tal es siglo )IX, toda una sección del universo del lujo se en-
el sistema que prevalece en los tiempos predemocráticos. cuentra asociada a un nombre, a una individualidad excep-
cional, a una casa comercial de notable prestigio. Algunos de
esos nombres, tanto en la esfera de la moda como en otros
sectores, han conservado un lugar muy de primer plano has-
ta nuestros días.' El producto de lujo se ha personalizado, en
LUJO Y MODERNIDAD
1. Sobre Worth y la alta costura, véase Diana de Manly, W orth,
Father of Haute Couture, Londres, Elm Tree Books, 1980; del mismo
autor, The History of Couture, 1850-1950, Londres, Batsford, 1980; igual-
Esta situación emprende un brusco viraje con la llegada mente, G. Lipovetsky, L'Empire de l'ephémère, op. cit., 1.' parte, cap. II.
de la modernidad. Nada ilustra mejor la nueva lógica que se 2. Daum se fundó en 1875 y Lalique en 1910, Boucheron en
impone que la irrupción de la alta costura. En la segunda 1858, S.T. Dupont en 1872, Hermès en 1837, Louis Vuitton en 1854,
mitad del siglo xix, Charles Frédéric Worth pone los cimien- Guerlain en 1828, Jeanne Lanvin en 1889. Boucheron se instaló en la
tos de la misma al crear una industria de lujo consagrada a la plaza Vendôme en 1893, y Cartier en 1899.

1
adelante lleva el nombre del modisto o de una gran casa, y de 1929, con el fin de hacer frente al aumento de las tarifas
ya no el de un alto jerarca o un lugar geográfico. Ya no es aduaneras, se desarrolló la venta de las telas y los patrones de
sólo la riqueza del material lo que constituye el lujo, sino el papel a los confeccionistas extranjeros con el derecho de re-
aura del nombre y la celebridad de las grandes casas, el pres- producirlos en serie en sus países respectivos. Hasta 1960,
tigio de la firma, la magia de la marca. En ese contexto, las tales ventas constituían aproximadamente el 20 % de la fac-
competiciones por el prestigio ya no sólo se ejercerán en el turación de la alta costura. Otros tantos elementos que reve-
campo de las clases superiores, sino también en el de los pro- lan el nuevo anclaje industrial del lujo. En resumidas cuen-
ductores de bienes de lujo. tas, el primer momento moderno del lujo pasa por una
especie de formación de compromiso, un compromiso entre
Con la alta costura, el lujo se convierte por primera vez artesanía e industria, entre arte y serie.
en una industria de creación. Sin duda el funcionamiento de
las grandes casas sigue siendo artesanal –prendas hechas a
mano, a la medida, la calidad antes que la cantidad, la des-
treza de las costureras–, pero en el mismo se pone de mani- Lujo y semilujo
fiesto igualmente el principio moderno de la serie,' aunque
sea corta, pues los modelos pueden ser reproducidos en unos
cientos o miles de ejemplares. La alta costura promovió la se-
rie limitada un poco antes de que se propagaran –a partir de Mientras que la alta costura consagra la unión de la arte-
1880– las nuevas técnicas de fabricación industrial del lujo: sanía de arte y de la industria, los progresos de la mecaniza-
1.200 obreras trabajaban en 1873 para Worth, 4.000 para ción, en el mismo período, permitirán la aparición de un
Chanel en 1935, 1.200 para Dior en 1956. A mediados de «semilujo», de un «falso lujo» a menor precio, destinado a las
los años treinta Chanel fabricaba unas 28.000 piezas al año; clases medias. La edad moderna es contemporánea del desfa-
la alta costura parisina producía, en 1953, 90.000 piezas.2 se entre lo auténtico, lo fuera de serie, lo prohibitivo, por
una parte, y por otra, la imitación degradada, estandarizada,
A lo cual viene a sumarse la venta a los compradores ex- democratizada de los modelos. La época asiste a la afluencia
tranjeros, en especial americanos, de modelos de los cuales se de un sinfín de productos «símil» –joyas, accesorios de toca-
encargan varios ejemplares de cada uno y en diferentes tallas. dor, bibelots, estatuas, alfombras, muebles, cristalerías, pape-
En 1925, las ventas de la alta costura representaban por sí les pintados, etc.– puestos al alcance de una clientela más
solas el 15 % de las exportaciones francesas globales y ocu- amplia, realizados con materiales menos ricos a imitación de
paban el segundo rango en el comercio exterior. A partir originales prestigiosos.' La primera forma de democratiza-
ción del lujo coincide no con la difusión social de los pro-
ductos prohibitivos, sino con la propagación de la copia y
1. El maridaje de la alta costura con la industria moderna se traduce del sucedáneo, de lo neoantiguo y de artículos que compen-
igualmente en sus vínculos con el perfume. A partir de principios del
siglo xx, los modistos lanzarán perfumes o se asociarán con ellos: Poiret
san su impersonalidad con la redundancia, las ornamenta-
en 1914 con «Fruit défendu» (para la casa Rosine), Chanel en 1921 con
«N.° 5». 1. Philippe Perrot, Le Luxe. Une richesse entre faste et confort, xvurxIx`
siècle, París, Ed. du Seuil, 1995, pp. 125-156.
2. Didier Grumbach, Histoires de la mode, París, Ed. du Seuil, 1993.
1 49
1
ciones sobrecargadas, la proliferación de añadidos, las sobre- tencia comercial que dispensa, por añadidura, espectáculos y
pujanzas expresivas: se despliega bajo los auspicios del kitsch bellezas, abundancia y riquezas. Con la salvedad de que el
como estilo y arte de vivir burgués. antiguo espectáculo agonístico se ha metamorfoseado en
universo comercial sin reto ni reciprocidad. El ansia irresisti-
ble de comprar y las «gangas» han sustituido al intercambio
ceremonial recíproco. A la época sagrada y ritual de las fies-
Los grandes almacenes ofrecen una ilustración a gran es-
tas sucede el tiempo acumulativo y permanente del consu-
cala de ese semilujo democrático. En la segunda mitad del
mo. De la magia de los ritos y de las palabras sagradas ya
siglo xlx, surgen almacenes basados en nuevos métodos co-
sólo subsiste la de los precios y las cosas, nueva promesa de
merciales (precios bajos y fijos, entrada libre, diversidad de la
felicidad para las clases medias. En los tiempos democráti-
gama de productos, publicidad) y que apuntan a estimular
cos, el lujo se combina con lo «barato», el exceso con el cálcu-
el consumo de las clases medias. Al bajar los precios, los
lo económico, el derroche con lo indispensable, el vértigo
grandes almacenes consiguieron «democratizar el lujo», más
con la excitación y las distracciones cotidianas que implica ir
exactamente, transformar ciertos tipos de bienes antaño re-
de compras. Ya no se trata del culto noble al gasto suntuario,
servados a las élites acaudaladas en artículos de consumo
sino del culto al nivel de vida, a la comodidad, a la felicidad
corriente, promover el acto de compra de objetos no es-
privada de las señoras y los caballeros.
trictamente necesarios. Pero hay más, pues es cierto que los
grandes almacenes están concebidos para aparecer como
extraordinarios espectáculos, palacios de luz y de color, ma-
ravillas que resplandecen con mil fulgores. Las fachadas re- No obstante, el kitsch del semilujo dista mucho de agotar
matadas por cúpulas, las estatuas, el estilo ornamental, los la cuestión, por cuanto cabe afirmar que se ha desplegado, al
domos dorados transforman los grandes almacenes en un mismo tiempo, la estética nueva de la discreción. Por un lado
mundo centelleante, en un espectáculo mágico monumental la acumulación y las gratuidades ornamentales, por otro la re-
y comercial, en «palacio de cuento de hadas».' Profusión de volución del understatement moderno. Desde tiempo inmemo-
mercancías, escaparates, exhibición suntuosa de los artículos, rial, el lujo, por hallarse al servicio de la grandeza del mundo
conciertos, alfombras y colgaduras de Oriente, todo está he- celestial, la de los reyes y la de los aristócratas, es inseparable
cho para sublimar el objetivo utilitario del gran comercio, del exceso de los signos visibles, de cierta teatralidad ostenta-
trascender su dimensión materialista apareciendo como un toria. Todo cambia con los tiempos democráticos. En las so-
espectáculo deslumbrante de fiesta, de exceso y de esplendor. ciedades donde el otro es reconocido como un semejante,
A lo cual se añaden los precios atractivos, las rebajas, ventas existe la tendencia a reducir las marcas que proclaman la alte-
especiales, artículos de reclamo que crean una especie de ridad humana y el poder. El terno negro masculino del xix y,
universo mágico y alimentan la imagen de la dádiva y de la posteriormente y con «retraso», la revolución de los años vein-
prodigalidad. Los grandes almacenes se erigen como una po- te en la moda femenina concretan el proceso democrático de
descalificación de aquello que «aplasta» al otro, de lo que pone
1. Michael B. Miller, A u B on M arché, 1869-1920, París, Armand
Colin, 1987, p. 181. Sobre los grandes almacenes en Estados Unidos,
trabas al reconocimiento recíproco. Ya no cabe hablar de ver-
véase William Leach, Land of Desire, Nueva York, Vintage, 1993. dadera elegancia si ésta no es discreta y eufemizada: ha nacido
lo que Balzac denomina el «lujo de simplicidad».
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1
Rechazo del énfasis decorativo que volveremos a encon- en una voluminosa cartera de marcas prestigiosas. El univer-
trar, a partir de principios del siglo xx, en el mundo de la so económico y empresarial del lujo ha cambiado de escala:
arquitectura y de los objetos, por el impulso de numerosas las tradicionales luchas de competencia por alcanzar el pres-
corrientes de vanguardia artística. Por doquier el espíritu tigio son suplantadas por las «guerras del lujo», las operacio-
modernista se ha rebelado contra el kitsch, contra la tradi- nes de fusión y de adquisición, los movimientos de concen-
ción ornamental y contra la estética redundante, en benefi- tración y de reestructuración con vistas a constituir imperios
cio del rigorismo abstracto, de la depuración figurativa, del industriales internacionales. El lujo se ha puesto en sintonía
estilo angular y geométrico. Lujo, qué duda cabe, siempre con las megaentidades, con la globalización, con las stock-
distintivo, pero cuyo origen no es posible atribuir exclusi- options, con las estrategias de grupo. Las campanas doblan ya
vamente a los enfrentamientos simbólicos en vigor entre por las pequeñas casas independientes al mismo tiempo que
las clases superiores. La estética modernista de la vivienda y por los creadores-artistas soberanos. Si bien es cierto que el
de los objetos ha materializado las investigaciones plásti- lujo constituye un sector a un tiempo económico y no eco-
cas de los artistas, nuevas representaciones del espacio y del nómico,' no podemos por menos de observar que en ese
tiempo, una relación inédita con el mundo y con los demás, complejo híbrido el polo económico y financiero es el que
con la higiene y con la luz, con la comodidad y la intimidad. domina cada vez más, imponiendo su ley al desarrollo de los
Incluso el lujo ha tomado nota de los ideales democráticos, productos, a las compras y ventas de marcas, a los lanza-
de las nuevas aspiraciones del hombre moderno al bienestar mientos en bolsa con las miras puestas en obtener niveles de
material, a la libertad, al rechazo del pasado y de la tradición margen de dos cifras. A la era sublime-artística del lujo le
que acompañan inexorablemente al fin del universo aristo- sucede su momento hiperrealista y financiero, en el que
crático. creación y búsqueda de alta rentabilidad se han vuelto inse-
parables.

El modelo anterior había logrado la combinación de una


HACIA UN LUJO DE MARKETING lógica industrial y una lógica artesanal. En esta alianza, no
obstante, la dimensión artesanal prevalecía, pues la repro-
ducción de los modelos era limitada y se ejecutaba a medida.
En este plano, asistimos a una inversión de tendencia: en lo
t Y dónde nos encontramos en la actualidad? Desde hace
sucesivo, la lógica industrial de la serie es la que aparece
una o dos décadas todo lleva a pensar que hemos entrado en
como soberana. Da cuenta de ello de manera ejemplar el
una nueva era del lujo, en su momento posmoderno o hi-
hundimiento del polo de confección a medida de la alta cos-
permoderno, globalizado, financiarizado. Hasta entonces el
tura en provecho de los perfumes y los accesorios, del prêt-à-
sector del lujo se apoyaba en sociedades familiares y en fun-
dadores-creadores independientes. Ese ciclo ha concluido, y
1. Elyette Roux y Jean-Marie Floch, «Gérer l'ingérable: la contra-
cede el paso a gigantes mundiales, a grandes grupos con un
diction interne de toute maison de luxe», Décisions Marketing, n.° 9,
volumen de negocios colosal, que cotizan en bolsa y se basan
septiembre-diciembre de 1996.

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1
porter y de los productos vendidos con licencia. Ya no es so- del savoir-faire de la empresa. Así, vemos cómo se multipli-
bre la oposición del modelo y de la serie como se construye can los modelos de lujo que no sólo crean margen sino que,
el lujo; de hecho, la prenda exclusiva ya no representa sino al mismo tiempo, enriquecen la reputación del grupo. Del
un sector marginal. Baste recordar que de los perfumes se mismo modo que los grandes fabricantes de automóviles de
producen cientos de miles de unidades, y de las series del prêt- masas invierten en el segmento del lujo, las marcas de presti-
à-porter de lujo, varios miles de piezas. Ni siquiera el lujo gio, como es de rigor, empujan cada vez más hacia arriba.
de gama superior escapa ya a la ley de la producción Mercedes, que proponía ya su lujosa Clase S, anuncia la sali-
industrial en serie. En 2001, BMW y Audi vendieron, res- da de una «megalimusina», la Mayback, de seis metros de
pectivamente, 900.000 y 720.000 vehículos. Mercedes, que largo, vendida a 300.000 euros. La hegemonía democrática e
lanzó dos años después el Vision GST, mezcla de monovolu- industrial de la lógica de la serie lo significa todo, salvo el
men y de 4 x 4 gran lujo, prevé producir 100.000 unidades declinar de los excesos ruinosos y la nivelación del lujo.
al año. La copia en gran número ya no corresponde al semi-
lujo. En su época heroica, la alta costura tenía al frente a
un artista creador que imponía de modo soberano sus gustos
a una clientela rica. Esa época llegó a su fin, pues las colec-
ciones de prêt-à-porter de las grandes marcas eran mucho
Mientras que las grandes marcas de lujo lanzan cada vez menos caprichosas, mucho menos versátiles, más receptivas
más artículos asequibles (perfumes, accesorios...), los grupos a las expectativas y los gustos más o menos formulados de
industriales de gran consumo anuncian su voluntad de in- los clientes. Los dictados de los modistos, las grandes revolu-
vertir en los segmentos superiores del mercado. El fenómeno ciones estilísticas de la moda han perdido actualidad o ya no
de «subida de gama» resulta especialmente significativo en el ejercen un impacto muy visible: Tom Ford ha sustituido a
sector del automóvil. Renault muestra en la actualidad su Yves Saint Laurent. Después de cien años de un ciclo de lujo
ambición de penetrar en la gama alta comercializando el artístico dominado por los estudios de la oferta, ha llegado la
Avantime y el Vel Satis. Al tiempo que «Renault creador de hora del lujo de marketing centrado en la demanda y en la
automóviles» sustituye a «los coches para vivir», la gama alta lógica del mercado.
debería representar, según los objetivos del fabricante, el
12 % de su facturación europea en 2003, frente al 8 % en Llevado por una demanda en fuerte expansión' y marca-
1999. Tras haber adquirido Audi, Bentley, Bugatti y Lam- do por una competencia feroz, el universo del lujo tiende a
borghini, Volkswagen efectúa su entrada en el segmento del lanzarse a unas prácticas análogas a las observables en los
lujo con su limusina Phaeton. El lujo sigue siendo elemento mercados de masas: explosión de los costes de lanzamiento y
de diferenciación social, pero funciona igualmente, y cada de publicidad, comunicación «choque» o transgresiva, infla-
vez más, como herramienta de gestión de las marcas gran
público, pues el prestigio de la gama muy alta repercute so-
bre el conjunto de los modelos. Debido a que las prestacio-
1. Según un estudio de la banca Merrill Lynch, en el año 2000 se
nes y la fiabilidad de los diversos modelos de automóvil se contaban en el mundo 7,2 millones de personas que poseían más de un
nivelan, el atractivo de un coche se ve reforzado por la pre- millón de dólares en ahorros. En la actualidad, 57.000 personas poseen
sencia en la gama de unos modelos superiores, arquetipos un patrimonio financiero superior a 30 millones de dólares.
1
1
ción de lanzamiento de nuevos productos,' acortamiento de mos (monarcas, príncipes, magnates industriales y financie-
la duración de vida de los productos, escalada de las ofertas ros) se perpetúe la tradicional función social de los gastos
promocionales en el mercado de los perfumes y de los cos- suntuarios ostentatorios. Exhibir el nivel de riqueza, gastar
méticos, exigencia de resultados económicos a corto plazo. sin provecho alguno, mostrarse espléndido y mecenas, nada
Es cierto que todas estas nuevas estrategias no son ineludi- de todo ello ha desaparecido, sino que sigue funcionando,
bles ni están consagradas a una huida hacia delante ilimita- en muchos aspectos, como norma social obligada. Incluso a
da, por cuanto pueden tener efectos perversos a muy largo niveles inferiores, el consumo de las nuevas capas acaudala-
plazo. No por ello traducen en menor grado la entrada das que componen los traders y otros golden boy s parece
triunfal de las industrias del lujo en la era del marketing. siempre deberse al efecto Veblen. Desde los años ochenta, las
nuevas élites del mundo económico exhiben sin complejos
su gusto por los productos de lujo y los símbolos de estatus
social. En Estados Unidos, más que en Europa, las clases pu-
dientes se enorgullecen de exhibir su fortuna en cuanto sig-
EL LUJO EMOCIONAL nos de valor y de éxito individual, como validación de un
proyecto económico y social.' De todas formas, tanto al otro
lado del Atlántico como en el Viejo Continente, los idea-
Si conviene hablar de una nueva era del lujo, ello no se les de la frugalidad puritana, al igual que los contestatarios,
debe únicamente a las transformaciones observables en la es- se han agotado, el lujo y sus marcas de prestigio han sido re-
fera de la oferta, sino también a las metamorfosis que echan habilitados, suscitan cada vez menos controversia, están de
raíces en la demanda, en las aspiraciones y las motivaciones, nuevo en boga.' La época contemporánea obliga a retroceder
en las relaciones que mantienen los individuos con las nor- a los dictados de la moda, pero al mismo tiempo contempla
mas sociales y con los demás, con el consumo y los bienes el triunfo del culto a las marcas y a los bienes preciosos. El
preciosos. Individualización, emocionalización, democratiza- esnobismo, el deseo de parecer rico, el gusto de brillar, la
ción, tales son los procesos que reordenan la cultura contem- búsqueda de la distinción social a través de los signos de-
poránea del lujo. mostrativos, todo ello dista de haber sido enterrado por los
supremos desarrollos de la cultura democrática y mercantil.
Reconozcamos que, a primera vista, el fenómeno del
consumo de lujo parece más bien marcado por una conti-
nuidad sociohistórica que por la discontinuidad. Casi no es Así pues, ¿nada nuevo en la relación de los hombres con
posible dudar, en efecto, de que en diversos medios riquísi- los demás y con los consumos costosos? La realidad es, por el
contrario, más compleja. Una importante observación de
1. El fenómeno rebasa los sectores de la moda y del perfume:
BMW prevé comercializar veinte novedades en el curso de los seis próxi- 1. Bruno Rémaury, «Luxe et identité culturelle américaine», Revue
mos años. française du marketing, n.° 187, 2002, pp. 49-60.
2. Elyette Roux, «Le luxe: entre prestige et marché de masse», Dé- 2. Danielle Allérès, Luxe... Stratégies-Marketing, París, Economica,
cisions Marketing, n.° 1, enero-abril de 1994. 1997, pp. 5-6.

57
1
Veblen aporta el sentido del cambio que se está producien- mismo para sí, de sentirse privilegiado, distinto a los demás.
do. Al exhibir nuestra riqueza, subraya, «no sólo hacemos Los sentimientos elitistas, la exigencia de compararse venta-
sentir nuestra importancia a los demás, no sólo agudizamos
y mantenemos despierto el sentimiento que tienen de dicha
j osamente con los demás no tienen nada de inédito, pero en
la actualidad se recomponen a partir de la lógica misma del
importancia, sino que también, y esto resulta apenas menos neoindividualismo, más para uno mismo que con las miras
útil, afirmamos y preservamos todas las razones para sentir-
puestas en la estima del otro.
nos satisfechos de nosotros mismos».' La pasión por el lujo
no se alimenta exclusivamente del deseo de ser admirado, Incluso la tradicional lógica de distinción social lleva la
suscitar envidia y ser reconocido por el otro, sino que en ella huella de la dinámica individualista. El universo del lujo ya
subyace igualmente el deseo de admirarse a uno mismo, de no funciona exclusivamente según la oposición clásica de los
«disfrutar de sí mismo» y de una imagen elitista. Es esta di- más ricos y los menos ricos, los dominantes y los domina-
mensión de tipo narcisista la que ha devenido dominante. dos, los herederos y los advenedizos. Para toda una categoría
La reducción del peso atribuido al juicio del otro que acom- de consumidores de productos de gran lujo (estrellas, ídolos,
paña al neonarcisismo contemporáneo no lleva aparejada etc.) se trata no tanto de estar afiliado a un grupo o de dar
idéntica reducción en la importancia otorgada a la relación testimonio de un estado de riqueza como de expresar una
de uno mismo con los demás. En una época de individualis- personalidad singular, una originalidad, un gusto personal li-
mo galopante, se afirma la necesidad de destacarse de la berado de las formas y decorados convencionales. En nues-
masa, de no ser como los demás, de sentirse un ser excepcio- tros días, el lujo está más al servicio de la promoción de una
nal. Ciertamente, las motivaciones elitistas permanecen, imagen personal que de una imagen de clase.
pero están basadas no tanto en los objetivos de honorabili-
dad y de ostentación social como en el sentimiento de la dis-
tancia, el goce de la diferencia que procuran los consumos Los cambios de fondo no terminan ahí. Desde la noche
poco frecuentes y del abismo que abren con respecto a los de los tiempos, los gastos suntuarios se estructuraron en fun-
usos de la mayoría.2 Si una pendiente de la dinámica posmo- ción de reglas sociales obligatorias, unas veces sagradas y
derna del individualismo conduce a «vivir para sí», a ser me- otras profanas, pero en cualquier caso sinónimas de un en-
nos tributario de la opinión ajena, a privilegiar las emocio- cuadramiento rígido de las conductas individuales por parte
nes íntimas, otra pendiente empuja a compararse con los del orden colectivo. Sobre este punto, nuestra sociedad regis-
demás con el fin de sentirse existir «más», de marcar la pro- tra una conmoción profunda, por cuanto es un hecho que
pia particularidad, de construir una imagen positiva de uno funcionan menos bajo el signo de la obligación social que
bajo el del arbitraje individual. Al esplendor y al tren de vida
socialmente impuestos entre las clases superiores sucedió
un lujo libre, no conformista, «sin obligación ni sanción».
Emerge así un consumo costoso liberado de las prescripcio-
1. Thorstein Veblen, Théorie de la classe de loisir [1899], traducido nes sociales, que transcribe el incremento de las aspiraciones
del inglés por L. Évrard, París, Gallimard, col. «Tel», 1970, p. 27. y las motivaciones individualistas. Gastos ruinosos aquí, com-
2. Desde una perspectiva aristocrática, Nietzsche subraya el «placer de pras «económicas» allá, el consumo de lujo está en vías de
saberse diferente», Par-delà le Bien et le Mal, § 260. desinstitucionalización, paralelamente a lo que acontece en
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las esferas de la familia, la sexualidad, la religión, la moda, que ver con el régimen de las emociones y las sensaciones
la política. En todas partes la cultura neoindividualista se personales que con estrategias distintivas para la clasificación
acompaña de la emancipación de los sujetos con respecto a social. A través de los dispendios costosos, hombres y muje-
las antiguas obligaciones de pertenencia y a la erosión corre- res se esfuerzan no tanto por ser socialmente conformes
lativa de la autoridad de las normas colectivas. Diversifica- como por experimentar emociones estéticas o sensitivas, no
ción de los modelos de vida, debilitamiento de la potencia tanto por hacer exhibición de riqueza como por vivir mo-
reguladora de las instituciones sociales y de los controles de mentos de voluptuosidad. Invitación al viaje, invitación a las
grupo, lo que caracteriza al momento llamado posmoderno delicias de los cinco sentidos, el lujo se identifica tendencial-
es un individualismo desregulado, opcional. Este aumento mente con una fiesta privada, con una fiesta de los sentidos.
de la autonomía de los individuos no ha dejado de afectar al La búsqueda de los goces privados ha ganado por la mano a
consumo en general y al consumo de lujo en particular, la exigencia de ostentación y de reconocimiento social: la
el cual se despliega tendencialmente según una lógica de- época contemporánea ve afirmarse un lujo de tipo inédito,
sunificada, descoordinada, de geometría variable. Lo que en un lujo emocional, experiencial, psicologizado, que sustituye
nuestros días se conoce como los «burgueses bohemios» no la primacía de la teatralidad social por la de las sensaciones
constituye sino una de las últimas maneras de ilustrar la pro- íntimas.
moción de una cultura posconvencionalista, despareja y
ecléctica, en la que subyace el principio de libre disposición
de sí. El consumidor de lujo ideal-típico es en lo sucesivo
multifacético, toma prestados sus modelos de diversos gru- Durante mucho tiempo el lujo se confundió con el alar-
pos, mezcla distintas categorías de objetos de diferentes pre- de, el decorado, el espectáculo ostentatorio de la riqueza: el
cios y de diferentes estilos. La movilidad, la hibridación y el artificio, el ornato, los signos visibles destinados a la mirada
disparate han tomado el relevo del lujo afectado «comme il del otro constituían las manifestaciones predominantes. No
es que eso desaparezca, pero han hecho acto de presencia
faut». nuevas orientaciones que ponen de manifiesto el retroceso
de los símbolos honoríficos en provecho de expectativas cen-
tradas en las vivencias inmediatas, la salud, el cuerpo, el ma-
Desinstitucionalización, individualización, eso significa yor bienestar subjetivo. De aquí en adelante, los productos
al mismo tiempo emergencia de una relación más afectiva, de tratamiento se clasifican en primera fila de las ventas de
más sensible con los bienes de lujo. Por supuesto, esta di- productos cosméticos, bastante por delante de los productos
mensión dista de ser nueva, pues se manifiesta de manera de maquillaje. Las talasoterapias, los centros de tratamiento
evidente al menos desde el Renacimiento. Ahora bien, en el y de puesta en forma, las clínicas y residencias de salud se
conjunto, el lujo estaba asociado a obligaciones más o menos hallan en pleno auge. La cirugía estética registra un boom
ceremoniales que ponían de manifiesto la prioridad de las sin precedentes. Todos los hoteles de gran lujo disponen en
imposiciones colectivas sobre los gustos subjetivos. A este la actualidad de centros de fitness o restablecimiento en
respecto, el cambio al que asistimos merece ser subrayado. donde ofrecen tratamientos adaptados a las expectativas de
Debido al impulso del neoindividualismo, salen a la luz nue- forma física, belleza, relajación, distensión, adelgazamiento,
vas formas de consumo dispendioso, que tienen mucho más armonización energética. Los balnearios de lujo se multipli-
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can. Por un lado, la lógica del aparentar sigue siendo igual criterios impersonales del precio. Todo ocurre como si el in-
de imperiosa, como evidencia la espiral de los tratamientos dividuo contemporáneo, y sus aspiraciones a la realización
de belleza, pero el desplazamiento en curso no resulta menos íntima, se hubiera vuelto refractario a una definición restric-
significativo: lo importante ya no es deslumbrar con la tiva del lujo susceptible de prohibirle el acceso a lo que está
fortuna, sino parecer joven y realzar la belleza. Por otro lado, asociado al ensueño, a las voluptuosidades y a las bellezas su-
las prácticas de lujo se adentran por vías menos sometidas a la perlativas. Al tiempo que los productos raros y caros no ce-
primacía de la mirada, dado que se centran en la búsqueda san de reinscribir barreras objetivas y de división social, la
de la salud y de lo experiencial, de lo sensitivo y del bienes- cultura posmoderna abraza el perspectivismo o el subjetivis-
tar emocional. Teatro de las apariencias, el lujo tiende a mo como expresión de la exigencia democrática del derecho
ponerse al servicio del individuo privado y de sus sensaciones a la felicidad y al lujo.
subjetivas. Un lujo para sí.
¿El lujo para quién? No está tan lejos la época en que el
consumo y los estilos de vida eran orquestados por la oposi-
ción entre los «gustos de lujo» en vigor entre las clases ricas y
los «gustos de necesidad» característicos de las clases popula-
El derecho al lujo
res. Para las primeras, el refinamiento y la distancia con res-
pecto a los simples placeres de los sentidos, los emblemas
electivos, lo ligero y la preocupación por las formas; para las
El proceso de subjetivización del lujo no se limita a las otras, prácticas que excluyen las gratuidades y los «remilgos»,
prácticas de consumo, se expresa hasta en las maneras de que transfiguran las obligaciones objetivas en preferencias y
hablar de él y de definirlo. Las conversaciones corrientes que llevan a elegir sistemáticamente lo práctico, lo simple, lo
resultan a este respecto muy instructivas, pues en nuestros necesario.' Este acceso vedado al universo de los posibles se
días todos se autorizan a dar su propia definición o concretaba generalmente, entre las personas de pocos posi-
interpretación del «verdadero» lujo: el individuo se ha bles, con la idea: el lujo «no es para nosotros». Pero ¿qué
convertido en la medida del lujo. Así, éste puede ser queda de ese ethos en la actualidad?
identificado con fenómenos tan diferentes como el
tiempo libre, la calidad de vida, el amor, la armonía
interior, la responsabilidad, la libertad, la paz, la acción Uno de los efectos fundamentales de la cultura consumista-
humanitaria, el saber, la naturaleza.' El empuje del individualista es que ha trastornado profundamente la relación
individualismo ha conducido a la voluntad de reapropiarse, de de los individuos con las «cosas» y con lo «necesario». En
una manera ideológica y subjetivista, una esfera nuestros días, las exigencias de calidad de los productos y
inaccesible, definida por criterios materiales. Una última del entorno, así como de protección y de información de
fortaleza jerárquica cae —ideológicamente hablando, se los consumidores, se afirman masivamente. El fenómeno
entiende— por efecto de los golpes del imaginario democráti- del incremento de la «gama alta» resulta manifies-
co, celebrando un lujo plural, a la carta, emancipado de los
1. Por ejemplo, Saphia Richou y Michel Lombard, L e L ux e dans 1. Pierre Bourdieu, L a Distinction, París, Ed. de Minuit, 1979,
tous ses états, París, Economica, 1999, cap. VIII. pp. 198-230.

1
to: todos los observadores del consumo señalan el declive del Esta tendencia no es sólo ideológica, se concreta en el
consumo de los productos «populares», los que responden al auge, a partir de los años setenta, de un consumo «ocasio-
«gusto de necesidad», en beneficio del mercado de la calidad nal» de productos de lujo denominados «intermedios» o «ac-
y de los productos «especiales». La preocupación por la ali- cesibles», que son llevados por categorías sociales medias, en
mentación sana y dietética es general, lo «ligero» no deja de ocasiones incluso modestas. Incremento del «derecho» a los
ganar terreno en detrimento de lo «pesado». Igualmente, los emblemas electivos, difusión ampliada de artículos de presti-
viajes y el ocio, el ideal del mayor bienestar y del óptimo as- gio comprados como regalos, impulsos repentinos, pasiones
pecto han dejado de ser normas elitistas. Ciertamente, no estéticas..., la era posmoderna es el teatro de una democrati-
cabe hablar de homogeneización generalizada de las prácti- zación de los deseos y de las compras de lujo. Por supuesto,
cas y los gustos, sino de una cultura más fluida, marcada por el ansia de ostentación, el esnobismo, el «me has visto?» si-
la descompartimentación social de las conductas, una reduc- guen tomando parte en ello, pero eso no debe ocultar lo que
ción muy significativa de los confinamientos y las estanqui- ha cambiado en el orden de las motivaciones. En mucha ma-
dades de clase, en vigor hasta hace muy poco. En nuestra so- yor medida regalo que uno se obsequia a sí mismo o a sus
ciedad, ya nadie —o casi nadie— vive teniendo como objetivo allegados que pretensión de clase, tales gastos ocasionales
la adquisición de lo estrictamente «necesario»: con el auge con frecuencia se parecen a un viaje de ensueño, a una «lo-
del consumo, del ocio y del bienestar, lo «superfluo» se ha cura» que permite romper la trivialidad de los días. En lo su-
ganado sus títulos de nobleza democrática, se ha convertido cesivo, se trata no tanto de «deslumbrar a la galería» como
en una aspiración de masas legítima. de vivir «experiencias» inéditas, darse un gusto, acceder a
momentos privilegiados. Numerosas veces, esos consumido-
res ocasionales no tienen en modo alguno como objetivo ex-
Al mismo tiempo se intensifican las actitudes preventivas y hibir una imagen de standing superior, sino que juegan a ser
correctoras (salud, deportes, dietas, cirugía estética). En todos ricos, sólo se divierten, por un tiempo limitado, cambiando
los grupos, las personas luchan contra las señales de enve- de «rol», vistiendo nuevas ropas. A las competiciones de esta-
tus sucede un consumo distanciado, lúdico, sin desafío ni
j ecimiento y el exceso de peso. En lugar de las tradicionales ac- real apuesta simbólica. No subsiste sino una participación en
titudes de resignación, de aceptación del «destino» y de las segundo grado en un universo que, sin ser de «nuestro mun-
condiciones sociales, se imponen por doquier la exigencia del do», ya no nos es por completo ajeno. La mimicry ha destro-
progreso indefinido del nivel de vida, el gusto por las noveda- nado al agôn.'
des y las marcas de prestigio, el derecho a la calidad, a la belleza,
al ocio. La época posmoderna es contemporánea de la libera-
ción de los antiguos tabúes de clase, de la erosión de las inhibi- Precisemos de nuevo: no cabe hablar en modo alguno de
ciones populares relativas a los consumos costosos. Cualquier desaparición de las pasiones distintivas. Simplemente, lo que
joven encuentra normal en la actualidad acceder a las marcas
estaba en el meollo de los consumos ruinosos ya no es sino
que están «de moda»; la fascinación por el consumo, por las
marcas y por el «cada vez más» se ha liberado de las fronteras de
clase. Al antiguo calificativo de «prohibido» vinculado al lujo 1. Acerca de estas denominaciones, véase Roger Caillois, Les Jeux et
ha sucedido esta idea: «El lujo, ¿por qué no para mí?» les Hommes, París, Gallimard, 1967.
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un elemento en un conjunto motivacional de focos múl- tancias sociales disminuyen. Dichas exigencias vienen senci-
tiples. En ese ámbito, las luchas simbólicas han perdido llamente a rematar el consumismo, la consagración de los
parte de su antigua centralidad. Al igual que, por lo que res- goces privados, el derecho democrático a la felicidad. Es la
pecta a la moda, las mujeres ya no llevan sino lo que les cultura de masas materialista y psicológica la que ha consti-
gusta, lo que les «va», del mismo modo todo un conjunto tuido el gran vector de la democratización sufrida por la re-
de bienes de lujo son adquiridos en cuanto promesas de feli- lación con el lujo.
cidad, oasis de placer, de belleza, de mayor bienestar. Por
mucho que puedan subsistir las lógicas de pretensión y de
distinción de clase, ya no constituyen la columna vertebral
de los consumos de lujo, en adelante ampliamente reestruc-
turados por una dinámica subjetiva y afectual. Es en otra LUJO Y DESAFÍO
parte donde se libra lo esencial de las luchas por el reconoci-
miento social.
Desde la noche de los tiempos, las conductas suntuarias
estuvieron vinculadas con el reto interhumano, la sobrepu-
janza y la competición agonística de los signos. En el pot-
Subjetivización, democratización de la relación con el latch practicado por los tlingit o los kwakiutl, los jefes se en-
lujo: otras tantas conmociones que cabe relacionar con la era frentaban rivalizando en generosidad; los mecenas griegos y
del consumo y de la comunicación de masas. Al difundir a romanos se esforzaban por superar a todos sus predecesores
gran escala la norma de la felicidad privada, al consagrar los mediante el esplendor de sus regalos al pueblo. El lujo fue
referentes del bienestar, del placer y del ocio, el universo de hasta tal punto orquestado por los consumos ruinosos que,
las cosas y de los medios de comunicación ha minado las en Europa, los poderes reales no cesaron de promulgar, entre
morales de la resignación, del sacrificio y del ahorro. Simul- los siglos ix y xvIiI, todo un conjunto de edictos suntuarios
táneamente, el culto al cuerpo y el psicologismo han santifi- destinados a atajar el despilfarro de los materiales preciosos y
cado la vida en el presente, todo cuanto contribuye a la ex- el desdibujamiento de las distinciones sociales.
presión y al crecimiento personal. A medida que el bienestar
y el amor a uno mismo se imponen como finalidades legíti-
mas de masas, todos pueden aspirar a cuanto de mejor y más A partir del siglo xix, como hemos visto, apareció por
hermoso existe, todos quieren poder disfrutar sin límites a primera vez una dinámica en cierto modo adversa que se es-
priori del presente y de las maravillas del mundo. ¿Por qué forzaba por celebrar un lujo «democrático», menos domina-
no aprovechar cuanto de mejor hay en esta tierra? ¿Por qué pri- dor, menos «vistoso». El momento posmoderno o hipermo-
varse? ¿En nombre de qué? Las nuevas exigencias democráti- demo prolonga esta vía, no sólo a través de la estética de la
cas de lujo no tienen sus raíces en el juego de los enfrenta- discreción, sino también promoviendo un lujo más defensi-
mientos simbólicos de clases. Como tampoco resultan en vo que agresivo. En una época percibida como amenazadora,
mayor grado de una pretendida escalada de la envidia, de las proliferan los dispositivos de protección máxima, las residen-
frustraciones e insatisfacciones que se apoderarían de los in- cias de lujo segurizadas y vigiladas las veinticuatro horas, los
dividuos a medida que la prosperidad se acrecienta y las dis- chalets provistos de vallas, de puesto de guardia, de sistemas
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1
de alarma y de videovigilancia.' A la escalada de la pompa también seguridad «activa», incorporada para permitir al
y de la etiqueta suceden la proliferación de los equipa- conductor evitar un accidente (regulador de frenada, limita-
mientos de control y de vigilancia, la obsesión seguritaria y dor de aceleración, copilotaje electrónico). A lo que se suma,
sanitaria. Ya antes de Michael Jackson, el multimillonario es- en otro orden de cosas, el cierre automático de las puertas
tadounidense Howard Hugues vivía aterrorizado por los mi- que impide abrir el vehículo desde el exterior, los cristales
crobios y los virus, aislado del mundo, con el que ya no se laminados en las ventanillas laterales, las instalaciones de sis-
comunicaba sino a través de intermediarios. Cada vez más, temas antiagresión. Un fabricante de equipamiento para
el alto nivel de seguridad se convierte en un argumento fun- automóviles propone en la actualidad un sistema de identifi-
damental de la oferta de lujo. Los analistas afirman que la cación de las huellas digitales que prohibe a las personas no
motivación de los compradores de fincas de lujo está fuerte- autorizadas abrir las puertas y volver a arrancar el motor una
mente dominada por la exigencia de seguridad de los bienes vez detenido. En una época obsesionada por el ansia de se-
y de las personas. «Por supuesto, el abecedario del lujo se de- guridad, el lujo en la protección prima sobre el énfasis de
letrea en mármoles y maderas preciosas omnipresentes, pisci- los signos suntuarios y sus retos simbólicos, importa menos
na y jardines obligatorios. Sin olvidar la baza número uno, la prevalecer sobre el otro que gozar del más alto nivel de segu-
seguridad. Una caja fuerte disimulada en un armario, en un ridad.
piso vigilado por una cámara vinculada a un puesto de guar-
dia, conectado a su vez directamente con la policía monegas-
ca, sin duda la más eficaz del mundo, ése es el colmo del
lujo»: al lujo agonístico le sucede el lujo paranoico. Por mucho hincapié que se haga en ella, esta obsesión
por la seguridad no significa en modo alguno que la esfera
del lujo se haya desprendido de sus antiguos vínculos con la
También el sector del automóvil ilustra esta nueva com- lógica del desafío y del prestigio. En primer lugar, todo
binación de lujo y seguridad. Desde 1965, con la Clase S de un conjunto de comportamientos suntuarios —adquisición
Mercedes, apodada «caja fuerte rodante», la búsqueda de la de obras clásicas, subastas, mecenazgo— perpetúa la tradi-
seguridad óptima aparece en primer plano de la argumenta- ción de las competiciones agonísticas de tipo aristocrático.
ción de la marca alemana. La temática seguritaria se ha vuel- En segundo lugar, vemos cómo se desarrollan una serie de
to omnipresente en la promoción de todos los vehículos de dispendios astronómicos destinados a financiar actividades
lujo: seguridad «pasiva», concebida para disminuir o elimi- «gratuitas» pero fuertemente marcadas por el reto, la com-
nar las lesiones en caso de accidente (habitáculo de seguri- petición, la carrera por la celebridad y por la imagen: la
dad, airbags frontales y laterales, cortinas hinchables, pero competición deportiva automovilística constituye una ilus-
tración ejemplar. Recordemos la colosal magnitud de los
presupuestos de las escuderías de Fórmula 1, que por lo ge-
neral superan los cien millones de euros, para alcanzar cua-
1. Robert Reich da cuenta de que la seguridad privada constituye
tro veces esa suma en el caso de Ferrari. Nadie ignora que
uno de los sectores de actividad de crecimiento más rápido en Estados
Unidos: «En 1990 los vigilantes privados componían el 2,6 % de la po-
no se incurre en tales gastos sin compensación alguna, sino
blación activa total, una proporción dos veces mayor que en 1970» (L É- con miras a la notoriedad de las marcas y de los espónsores.
conomie mondialisée, París, Dunod, 1993). Lo cual no es óbice para afirmar que es en espectáculos o
1
1
hazañas basadas en el reto, la competición y el riesgo donde sino «extraterrestre», en busca de viaje sideral y de sensacio-
se concretan. nes desconocidas. El principio del desafío permanece, con la
En la actualidad, los espónsores en vez de apadrinar los salvedad de que ya no es lanzado a los demás hombres sino a
proyectos artísticos prefieren ayudar a realizar hazañas y per- la gravedad, al espacio, a la percepción, a nuestra morada te-
formances deportivas espectaculares y de riesgo. Desde los rrestre. Ya no se trata de deslumbrar al Otro, sino de ser des-
años ochenta asistimos al auge de la financiación de activida- lumbrado por el arrancamiento del planeta Tierra, por el es-
des peligrosas y «gratuitas», al sponsoring de las carreras en plendor del cosmos y el «silencio eterno de los espacios
solitario, rallies, trekking en el desierto, expediciones al Gran infinitos».
Norte, saltos en parapente desde la cima del Everest. Resulta En la actualidad, la publicidad y la comunicación de las
legítimo hablar a ese respecto de prácticas de lujo, no sólo marcas de lujo se esfuerzan a su vez por recuperar la dimen-
porque muchas de ellas cuestan mucho dinero y exigen un sión de desafío explotando el filón de la transgresión. Ostenta-
padrinazgo, sino también porque en ellas se despliegan un ción fetichista en los desfiles de alta costura de Dior o Gi-
espectáculo «por nada», una carrera de récords, la voluntad venchy, imágenes sexuales en Gucci, guiños a la orgía en
ostensible de «lograr una primicia» desafiando el tiempo, el Versace, al lesbianismo, a la masturbación o a la androginia en
espacio, la edad, el cuerpo. El lazo que unía el lujo con el otros creadores. Un reciente anuncio de Dior pregona: A ddict.
principio de sobrepujanza y de exceso no ha sido deshecho, Con el «porno chic» —por lo demás ya pasado de moda—, el
la única diferencia es que ahora da lugar a la práctica de re- mundo del lujo ha trocado su imagen de respetabilidad por la
tos más hiperrealistas y emocionalistas que simbólicos. A la de la provocación, el antitabú, el sensacionalismo.
escena agonística de los signos suntuarios suceden activida-
des «extremas», que van acompañadas de agotamiento, de
hambre, de sed, de accidentes y de riesgos.' Ya no es la tea-
Un desafío puramente lúdico, sin riesgo ni apuesta, cabe
tralidad de la riqueza lo que importa, sino los estremeci-
añadir, en el sentido de que el orden sexual en las sociedades
mientos subjetivos de la aventura, el sentimiento de auto-
liberales se ha emancipado ampliamente de los criterios mo-
afirmación victoriosa, la intensidad de las sensaciones íntimas
rales: las marcas juegan a la provocación en un momento en
provocadas por experiencias límite en las que entran el riesgo
que el sexo ya no ofusca a demasiada gente. Eso no quita
y la relación con la muerte.
para que ya no sean los símbolos de la riqueza los que apare-
cen en primer plano, sino signos «osados», destinados esen-
cialmente a rejuvenecer la imagen de marca de las casas de
Nadie puede decir cómo se ilustrará en el futuro el lujo lujo. En nuestros días, el desafío ya no tiene finalidad de es-
emocional. Sin embargo, ya Denis Tito, primer turista espa- tatus, funciona como lifting comunicacional. Cuando la
cial de la historia, gastó más de veintidós millones de euros moda ha dejado de ser el teatro de grandes rupturas estilísti-
por una semana a bordo de la estación espacial internacio- cas, cuando el vestir ya no constituye un signo honorífico y
nal. Hace su aparición un lujo que ya no es interhumano ya no lo animan las competiciones por el prestigio, el lujo se
dedica a recrear, de otra manera, un espectáculo de exceso,
1. David Le Breton, Passions du risque, París, Métailié, 1991, un nuevo «derroche» de signos. La sobrepujanza que ya no
pp. 130-161. existe, ni en la oferta ni en la demanda, reaparece en el plano

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de la «comunicación» mercadológica. Ya no sobrepasar a los III. LA FEMINIZACIÓN DEL LUJO
demás por medio de la suntuosidad ostensible, sino conse-
guir que hablen de uno exhibiendo una diferencia provoca-
dora de «libertad». Cuando la moda se desliga de las ruptu-
ras vanguardistas y de las rivalidades agonísticas, queda el
desafío como simulacro y show mediático.

Si bien el lujo es un fenómeno de clase, no se limita a


constituir una manifestación de clase. En él se expresa al
mismo tiempo una lógica social que demasiados análisis su-
bestiman: la de los roles y los lugares atribuidos a los dos se-
xos. A través del lujo se leen no sólo estrategias de distinción
social, sino asimismo la manera como se construye y piensa
la diferencia sexual. Reinterpretar la cuestión del lujo impli-
ca en la actualidad la reevaluación del rol y de la importancia
de la división social de los géneros.

En nuestra sociedad, el lujo aparece como una esfera


más en connivencia con lo femenino que con lo masculi-
no, más asociada al universo de los gustos femeninos que al
de los hombres. Existen, qué duda cabe, diferentes bienes de
lujo (automóviles, jets privados, yates, alcohol, habanos)
fuertemente marcados por la dimensión masculina, pero en
conjunto, éstos pertenecen más al mundo de las mujeres que
al de los hombres. No se trata de precios ni de volumen de
negocios realizados en el mercado, sino de imaginario y de
«superficie» social. Joyas, moda, accesorios, pieles, lencería,
perfumes, productos de belleza y de tratamiento, marroqui-
nería, decoración de la casa, servicio de mesa, otros tantos
sectores que ponen de manifiesto el lugar predominante de

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la mujer en el ámbito del consumo de lujo. Con todo, con- se confunde no tanto con la «parte maldita» del hombre
viene señalar que esa primacía femenina, lejos de constituir como con su parte honorífica.
una invariante histórica, se impone como un fenómeno rela- Semejante supremacía masculina resulta asimismo mani-
tivamente reciente y excepcional en la historia. No es, en fiesta en el mundo grecorromano. Para los Antiguos, todo
efecto, sino en los albores de la modernidad, en los siglos lujo del que se beneficia la Ciudad es digno; como contra-
XVIII y xix, cuando se desencadena el proceso de feminiza- partida, lo que aparece como lujo personal, testimonio de
ción del lujo, y eso a contracorriente de la tradicional supre- inutilidad cívica, es objeto de censura. Como escribe Cice-
macía viril. Con esta inversión de tendencia, las sociedades rón: «El pueblo romano detesta el lujo privado y gusta de
modernas introdujeron una ruptura fundamental en la his- que la magnificencia sea pública.» 1 Erigir un templo es un
toria del lujo de la que seguimos siendo herederos. hecho noble; hacerse construir un palacio suntuoso para uno
mismo despierta la hostilidad en cuanto actitud motivada
por el orgullo, el desdén, la voluntad de mostrarse superior a
De ahí la inevitable pregunta: ¿por cuánto tiempo toda-
los demás ciudadanos. Ahora bien, existe asimismo otro lujo
vía? ¿Cómo no interrogarse con respecto al futuro de se-
privado que suscita la reprobación, y es el de las mujeres que
mejante dispositivo disimétrico, desde el momento en que
se preocupan por su atuendo, que se adornan con joyas y se
nuestra sociedad se basa en el ideal de igualdad entre los gé-
embadurnan de afeites. El lujo femenino de los artificios
neros? Feminización del lujo: ¿lógica de una época anterior
para «acicalarse» es en todas partes objeto de denigración,
llamada a desmoronarse o bien dispositivo regenerado por la
condenado en cuanto «arte de engaño» y de disimulo.'
dinámica misma del individualismo?

Algo muy distinto ocurre con la liberalidad del everge-


EL LUJO, PRIVATIVO DE LOS HOMBRES tismo, que se acompaña de honores y de gloria. No obstan-
te, mostrarse pródigo en provecho de la Ciudad es asunto
masculino, por cuanto el evergetismo se desarrolló en torno
a las funciones públicas, municipales y senatoriales, militares
Durante la mayor parte de su historia, el lujo se constru-
e imperiales, todas ellas reservadas a los hombres. Confina-
yó bajo el signo de la primacía masculina. Así, en las socie-
das a la vida privada, las mujeres no desempeñaban ningún
dades primitivas, son los jefes, exclusivamente masculinos,
papel en la vida política. Sin duda existieron magistraturas
quienes intervienen en las justas de generosidad con miras al
femeninas y mujeres benefactoras,' pero éstas fueron excep-
reconocimiento prestigioso. Inferior al hombre y no pudien-
cionales. Las sobrepujanzas en generosidad y los honores pú-
do acceder al rango de líder, la mujer es excluida, en cuanto
blicos que resultan de ellas son prerrogativas del hombre.
actor, de los sistemas de prestaciones y contraprestaciones
honoríficas. Los comportamientos nobles de liberalidad son
1. Citado por P. Veyne, Le Pain et le Cirque, op. cit., p. 462.
privilegio de los hombres. Por la misma razón que la guerra,
la prodigalidad constituyó uno de los grandes vectores de la 2. Bernard Grillet, Les Femmes et les fards dans l'A ntiquité grecque,
institucionalización del poder masculino. El lujo primitivo Lyon, C.N.R.S., 1975.
3. P. Veyne, Le Pain et le Cirque, op. cit., p. 750, nota 261.

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1
Preeminencia masculina que no impidió a los predica-
A finales de la Edad Media, en una civilización donde
dores y a los autores moralistas lanzar sus flechas principal-
todo se sacrifica a la apariencia, donde todo es pretexto para
mente contra las mujeres que se maquillan y cuyas galas se
espectáculos, para el esplendor de los adornos, los atuendos y
perciben como artimaña, lujuria, instrumento de seducción.
los decorados, los hombres están en primera fila de los dis-
Hecha a la imagen de Eva, tentadora, inconstante, la mujer
pendios ruinosos y las competiciones provocadoras. Ostenta-
va íntimamente ligada a la apariencia y a la moda. En el Re-
dores del poder, son los personajes más visibles en los excesos
nacimiento, Cesare Vecellio observa la imposibilidad que
de la suntuosidad, la renovación de los adornos, los cambios
existe a la hora de enumerar los trajes femeninos, «pues están
espectaculares de la moda. La revolución vestimentaria del
más sujetos a los cambios y son más variables que las formas
siglo xiv se acompaña, en efecto, de la supremacía de los
de la luna».' A principios del siglo xvii, Grenaille declara
hombres en el orden del vestir. Al tiempo que la constancia
que la moda es «diosa» y no dios en el sentido de que «es
del vestido femenino contrasta con la más amplia diversidad
una enfermedad de mujer, mientras que no pasa de ser una
de los ornatos masculinos, éstos presentan las audacias más
simple pasión en los hombres». 2 La mujer está por esencia
innovadoras. El nacimiento de la moda en Occidente coinci-
del lado del lucimiento y de la vanidad: «A las mujeres sólo
dió con la promoción de lo masculino como «estándar de la
les gustan los rubíes», reza un antiguo proverbio.' Si bien el
apariencia»: ` El inventario de los guardarropas en la Roma
lujo vestimentario fue un espectáculo más masculino que fe-
del Renacimiento revela el lugar preponderante de los hom-
menino, sus denuncias más virulentas apuntaron muy clási-
bres en los caprichos de la moda.2 Esto seguirá siendo cierto
camente a las mujeres y su marrullería.
en el siglo xvii, cuando la indumentaria femenina es mucho
más sobria que la de los hombres y sufre menos transforma-
ciones que el traje masculino. ¿Es necesario recordar que los
edictos suntuarios que prohibían los excesos lujosos en el
vestir apuntaban indistintamente a los dos sexos? En las so-
ciedades jerarquizadas, los hombres y las mujeres de las capas LA GRAN INVERSIÓN
superiores están sujetos a la misma regla de exhibición enfáti-
ca de la distancia social: los hombres nobles y ricos se «arrui-
nan» en dispendios vestimentarios iguales, si no superiores, a No es sino en el siglo XVIII cuando se opera el vuel-
los de las mujeres. Todavía en vísperas de la Revolución, los co histórico constitutivo de la feminización del lujo. A partir
hombres y las mujeres de la aristocracia de Versalles van codo de dicha época, los caprichos, las extravagancias, los refina-
con codo en lo que concierne al valor de su guardarropa.3 mientos de la moda se vuelven más característicos de la mu-

1. Citado por D. Owen Hughes, «Les modes», artículo citado,


p. 153.
1. O. Blanc, Parades etparures, op. cit, (véase supra, p. 43, n. 1), p. 216. 2. Citado por Louise Godard de Donville, Signification de la mode
2. Diane Owen Hughes, «Les modes», en Histoire des femmes, Pa- sous Louis X III, Aix-en-Provence, Edisud, 1978, p. 144.
rís, Plon, t. II, 1991, p. 150. 3. Citado por Jean Delumeau, La Peur en Occident, París, Fayard,
3. Daniel Roche, L a Culture des apparences, París, Ed. du Seuil, 1978, p. 442.
col. »Points», 1989, pp. 113-114.

1 77

1
jer que del hombre. Tiene lugar entonces el triunfo de las exorbitantes; para los hombres, el terno negro y austero,
vendedoras de moda, esas «artistas» en ornamentación del
vestido cuyas facturas exorbitantes se dirigen a una rica
clientela femenina.' Al tiempo que se desarrolla un
r símbolo de los nuevos valores de igualdad y de ahorro, de ra-
cionalidad y de disciplina, de mesura y de rigor. La era mo-
derna democrática naciente va acompañada de una despose-
periodismo de modas que apunta ante todo a un público sión masculina de los signos de la apariencia dispendiosa y,
femenino, las normas de consumo de los dos sexos en materia simultáneamente, de una consagración sin igual de los em-
de indumentaria se desfasan nítidamente. Alrededor de blemas resplandecientes de lo femenino. «Escaparate» del
1700, tanto en la nobleza de espada como en la nobleza de hombre, la mujer, por mediación del vestir, se encarga de ex-
toga, el valor de los guardarropas femeninos alcanza ya el hibir la potencia pecuniaria y el estatus social del hombre.
doble del de los vestuarios masculinos. A finales del
Antiguo Régimen, las mujeres procedentes de las capas ¿La mujer como escaparate de la fortuna del padre, del
burguesas y populares gastan al menos dos veces más en marido o del amante? Eso es innegable, mas a condición, no
su indumentaria que su marido.2 Con la excepción quizás de obstante, de no atenerse únicamente a la mera función de
la alta aristocracia, las superfluidades de la moda, los consumo vicario que asimila el papel representativo de la
dispendios y pasiones indumentarios se han convertido en algo mujer al de los criados y otros empleados domésticos que
más femenino que masculino. llevan librea.' Otros factores externos al código del derroche
ostentatorio por procuración desempeñaron un papel pri-
mordial. Tales factores tienen sus raíces en los sistemas de va-
El siglo xix sistematizó e institucionalizó esta preemi- lores y de representaciones relativas a la diferencia sexual, en
nencia femenina en el ámbito de la apariencia, de la moda y los roles y atributos asignados a los hombres y a las mujeres.
del lujo. La alta costura constituye la clave de bóveda. Con
ella hace su aparición una industria de gran lujo destinada
exclusivamente a las mujeres; en adelante, sólo la moda fe- Invocando la naturaleza, la razón y la felicidad, los mo-
menina brilla con todo su fulgor, afirmándose como faro de dernos se esforzaron por sistematizar, por disciplinar la dis-
la apariencia, pieza maestra de lo efímero y del gasto suntua- tribución de los roles sexuales, de la misma manera que nor-
rio. La distribución de las apariencias costosas ya no obedece malizaron y cuadricularon al detalle las operaciones del
únicamente a la división de las clases, sino también a la de cuerpo. La exigencia de racionalización social y la voluntad
los géneros. Para las mujeres, las galas fastuosas de precios de reafirmar la jerarquía masculina tradicional se conjugaron
para asociar de manera sistemática a las mujeres con el espa-
cio privado y con lo decorativo, y a los hombres con el es-
1. Un traje de corte proporcionado por la señora Éloffe se factu- pacio público, con la dominación política y económica. Para
ró, en 1787, a 2.049 libras, es decir, el valor de más de 2.000 jornadas
las mujeres, la seducción de las apariencias; para los hom-
laborales. Sólo en el año 1785, la reina debía a Rose Bertin cerca de
bres, el ascetismo indumentario, expresión de la nueva ética
90.000 libras: véase D. Roche, La Culture des apparences, op. cit., pp.
309-310. A título de comparación, en las capas populares y burguesas, el
de la igualdad y del trabajo. Admirada en cuanto madre y es-
guardarropa femenino valía, como término medio, respectivamente 92 y posa, celebrada como «religión de pureza, de dulzura, de
200 libras.
60. T. Veblen, Théorie de la classe de loisir, op. cit., pp. 119-120.
2. D. Roche, La Culture des apparences, op. cit., pp. 110-117.
79

1
poesía..., de bondad, de civilización»,' venerada por sus en- poco de su tradicional diabolización. Los encantos femeni-
cantos y sus gracias, en todos los casos, la mujer es asimilada nos eran «el arma de Satán», y helos ahora convertidos en
al género que no se pertenece a sí mismo, incapaz de acceder objetos de alabanzas ditirámbicas y considerados como la
a la plena soberanía de sí. Destinada «por naturaleza» a ocu- imagen de la divinidad, la «obra maestra de Dios».' Fue ne-
parse de los hijos y a agradar, se supone que la mujer sólo se cesaria esa dignificación de la estética femenina para que se
realiza existiendo para el otro, con la mira puesta en el deseo operase la inversión moderna del lujo en beneficio del se-
y la felicidad del otro: «La mujer no vive sin el hombre», es- gundo sexo. Al personificar la belleza, la mujer «merece» los
cribe Michelet. Así, del mismo modo que las mujeres sólo emblemas materiales superlativos que subrayan el esplendor
pueden acceder a la felicidad a través del amor y la devoción y el valor de la misma: ya nada es lo bastante bonito ni lo
familiar, igualmente tienen la obligación de mostrarse como bastante caro para significar y realzar al bello sexo. La femi-
el más bello ornamento del hombre, «flor», decorado, ídolo nización moderna del lujo no sólo es exhibición distintiva
adornado para el deseo masculino. Hecha para seducir y ser por poderes, sino también teatralización del precio atribuido
el encanto de la vida social, la mujer está condenada a la ar- a la belleza femenina. En la continuidad con el pasado, el
tificialidad del lucimiento. A través de la distribución mo- lujo corona siempre la diferencia jerárquica, con la salvedad
derna de las apariencias se expresó la negativa a reconocer a de que ésta ya no es únicamente social sino sexual-estética.
la mujer como ser autónomo que se pertenece a sí mismo. Exponente del valor otorgado a la belleza femenina, la pree-
En la feminización del lujo hay algo más que una estrategia minencia del lujo femenino expresa la asignación de la mu-
distintiva de las clases acaudaladas:2 se trata asimismo de un jer al deber de agradar, de estar hermosa a cualquier precio.
instrumento de reproducción de la «mujer menor de edad»,
de la dependencia femenina con respecto al hombre, de un
Una última categoría de fenómenos contribuyó de ma-
medio destinado a magnificar en el esplendor de los signos a
nera decisiva al proceso de feminización del lujo: se trata de
la mujer como decoración y atractivo de la vida, como un
la celebración de la mujer en el hogar y de su correlato, la
existir-para-la-mirada del hombre.
mujer consumidora. Con los modernos apareció el modelo
del «ama de casa», de la mujer asignada exclusivamente a las
tareas de esposa, de madre y de «gobierno del interior». Por
De ahí el papel primordial desempeñado por el culto a
el hecho de tener a su cargo la vida privada, la educación
la belleza femenina. No cabe hablar de primacía del lujo fe-
de los hijos, la administración de la casa, la mujer se afirma
menino sin la continuidad secular de una cultura que cele-
como el actor principal del consumo y el blanco primero de
bra en himnos maravillados la superioridad estética del se-
la oferta mercantilista. La edad moderna permitió la simbio-
gundo sexo. A partir del Renacimiento, pintores y literatos
sis inédita de la mujer y del consumo: a partir del siglo xix,
llevaron al pináculo la belleza femenina, que se libera poco a
es ella quien dirige el consumo, se pierde en las delicias de
las compras, pasa horas mirando escaparates, se informa de
1. Michelet, La Femme [1859], París, Flammarion, col. «Champs»,
1981, p. 279.
2. A partir del siglo XVIII se despliega en todas las clases sociales la 1. Sobre la idolatría del «bello sexo» a partir del Renacimiento, véa-
primacía de la apariencia femenina. se mi obra La Troisiéme Femme, París, Gallimard, 1997, pp. 113-128.

1 81
pregunta: ¿puede el lujo seguir siendo prioritariamente aso-
las novedades del comercio, se encuentra atrapada por la ne-
ciado al consumo femenino, desde el momento en que la di-
cesidad incontenible de consumir en los grandes almacenes.'
El acto de consumir se convirtió en una diversión femenina, similitud de los roles sexuales va perdiendo cada vez más su
una ocupación-compensación, un sustitutivo de las diversas antigua legitimidad?
frustraciones de la vida social y afectiva. Al confinarla a la es- Tanto más cuanto que los cambios afectan igualmente al
fera privada, la modernidad burguesa creó a la mujer consu- universo de los hombres. Éstos ya no consideran indignos de
midora: señalemos que, en los años veinte, entre el 70 y el ellos el participar en las tareas domésticas, ocuparse de los
80 % de las compras al por menor eran efectuadas por las niños, hacer la compra. Vemos que manifiestan una mayor
mujeres.2 Huelga decir que en los matrimonios burgueses, el preocupación por la moda y por la apariencia estética; los
hombre sujeta la bolsa y entrega cada semana o cada mes a la productos cosméticos masculinos se afirman como un mer-
esposa el dinero necesario. Las «grandes» compras son deci- cado tendencial o potencialmente expansivo. De ahí la idea
didas por el marido, no obstante, el consumo se lleva a cabo que a veces se apunta de que las sociedades democráticas
bajo el signo de lo femenino. Secciones enteras del consumo contemporáneas habrían logrado poner fin a la dicotomía de
de lujo –alimentación, servicio de mesa, equipamiento y de- los géneros privilegiando una relación de similitud entre los
coración de la casa– se convertirán en territorios reservados hombres y las mujeres, instituyendo la intercambiabilidad de
prioritariamente al segundo sexo. los roles de sexo. Si prestamos atención a tales análisis, el
lujo debería dejar de estar dominado por el consumo feme-
nino a más o menos largo plazo.

Por decirlo todo, pongo radicalmente en duda la validez


de esta interpretación de la posmodernidad. Si bien es inne-
EL FUTURO FEMENINO DEL LUJO
gable que ha tenido lugar una revolución de lo femenino,
ésta no coincide en modo alguno con la confluencia de los
géneros y la aniquilación de los códigos diferenciales mascu-
Si la modernidad propulsó la feminización del lujo, tla lino/femenino. Visto desde la panorámica general, es verdad
posmodernidad o la hipermodernidad le pondrán fin? Desde que hay indivisión de los roles sexuales; ahora bien, si mira-
hace unas tres décadas, somos testigos de trastornos funda- mos de cerca, ésta brilla por su ausencia.
mentales en el orden de la división social de los roles sexua-
les, de los lugares y de las atribuciones del segundo sexo en Tomemos, para empezar, la relación de los hombres y de
particular. El ideal de la mujer en el hogar ha sufrido una las mujeres con la esfera profesional y doméstica. Pese a los
erosión tan rápida como profunda; los diplomas y el trabajo profundos cambios acontecidos, no podemos por menos de
profesional femenino se imponen como valores; la mujer constatar que la consideración del trabajo femenino sigue
«objeto decorativo» se ha batido en retirada. Cómo evitar la siendo inferior a la del masculino. Y si bien la mujer ha con-
quistado el derecho al trabajo exterior, no por ello continúa
1. M. B. Miller, A u Bon Marché, op. cit., pp. 179-191. estando menos dedicada a las funciones domésticas. Todas
2. Geoffrey Gorer, Les A méricains, París, Calmann-Lévy, 1949, p. 61. las encuestas de que se dispone muestran que son las mujeres
1 81
las que siguen asumiendo la mayor parte de la responsabili- moda sigue estando de actualidad. Aun cuando los jóvenes
dad en la educación de los hijos y en las tareas domésticas. muestren su preferencia por determinadas firmas y aunque,
Aunque los hombres hacen la compra y ayudan más a las de forma más general, el hombre esté «volviendo» a la moda,
mujeres, la carga mental ligada al funcionamiento de la casa las pasiones e intereses hacia ésta siguen siendo más emble-
continúa correspondiendo a éstas. A pesar de su nuevo com- máticas de la población femenina que de la masculina. Basta
promiso profesional, la mujer sigue siendo el polo central de observar el contenido y las imágenes de las revistas femeni-
la vida familiar. Posición persistente que no se explica única- nas para convencerse de ello. Las colecciones para la mujer
mente en razón de lastres culturales, sino asimismo en razón son más comentadas, exhibidas y valorizadas que las de los
de las dimensiones de sentido, de identidad, de autoorgani- hombres; los anuncios publicitarios de prendas femeninas,
zación que acompañan en particular a las funciones mater- más numerosos y más estéticos que los relativos a los hom-
nas. Las tareas femeninas no sólo significan «un palizón» co- bres; las top models gozan de una notoriedad muy superior a
tidiano, sino también construcción de un territorio propio, la de los modelos masculinos; la fantasía y la diversidad en-
inclinación afectiva y estética por el interior, poder de in- cuentran siempre su lugar de predilección en la moda
fluencia sobre el niño. El «peso» de la historia no lo explica femenina. El desfase entre los géneros se ha reducido,
todo: en las sociedades posmodernas, las normas culturales pero las mujeres siguen siendo más consumidoras de ropa
que constituyen un obstáculo redhibitorio al gobierno de que los hombres.' En la actualidad tienen
uno mismo (mujer en el hogar, ideal de virginidad) pierden responsabilidades profesionales, son tituladas y se muestran
su influencia; en cambio, las que, a semejanza de las respon- menos sometidas a los dictados de la moda, menos
sabilidades familiares, permiten la disposición de un univer- «obsesionadas» por el aspecto indumentario, pero, en
so personalizado, la constitución de un mundo íntimo y cualquier caso, su interés por el vestir no es análogo al de
emocional, se prolongan. El futuro no ve perfilarse la an- los hombres. La moda no se parece en absoluto a una esfera
droginia y la confluencia de las normas de sexo, sino la donde todos los signos se intercambian sin límite; muy al
reconducción de todo un conjunto de roles y funciones contrario, prolongando la dinámica instaurada en el siglo
«tradicionales» reciclados por los ideales individualistas. La xviil, sigue siendo una esfera dominada por lo femenino.
conjugación de bloques de tradición con el principio del
libre gobierno de uno mismo constituye nuestro nuevo hori-
zonte.' Como consecuencia de lo cual la mujer debería man- Lo que vale para la moda, vale asimismo para la relación
tenerse, durante mucho tiempo todavía, en posición domi- con la belleza. ¿Queremos pruebas de ello? Son innumera-
nante en el universo del consumo, en las compras corrientes bles. Los concursos de belleza se perpetúan declinados exclu-
o de alta gama relativas a la alimentación, al servicio de sivamente en femenino; las publicaciones femeninas rebosan
mesa, a la decoración del home.

1. En 1997 la parte correspondiente a las mujeres representaba el


52 % de las compras totales de ropa, frente a un 32 % para los hombres
Por añadidura, la relación privilegiada de la mujer con la y un 16 % para los niños. El presupuesto indumentario masculino de-
crece fuertemente a partir de los treinta años. Cf. Gérard Mermet, Fran-
1. Véase G. Lipovetsky, La Troisiéme Femme, op. cit.
coscopie, París, Larousse, 1998, p. 63.

1 85
de consejos estéticos; el culto a la delgadez es más obsesivo ello se debe a que lo esbelto y lo firme poseen valor de auto-
en la mujer que en el hombre; ocho o nueve de cada diez in- gobierno, de voluntad, de poder sobre uno mismo.' Si, por
tervenciones de cirugía estética en Francia se practican en un lado, los dictados de la belleza «oprimen» a las mujeres,
mujeres. Es cierto que los hombres se han vuelto consumi- por otro corresponden a una cultura individualista basada en
dores de productos cosméticos; no obstante, esta progresión la empresa de dominio ilimitado y el rechazo del «laissez fai-
dista de ser exponencial: desde hace unos quince años, la re, laissez aller».
parte correspondiente al consumo masculino en relación con
A lo cual se incorporan nuevas exigencias identitarias.
el mercado global de la cosmética sigue siendo limitada y
¿Qué es lo que vemos, en una época en que las mujeres acce-
apenas varía, estableciéndose en torno al 10 % del conjunto. ¿
den a los títulos y a los puestos de responsabilidad? Asisti-
Es necesario recordar, por añadidura, que los productos de
mos, paradójicamente, a un renovado interés por la lencería
maquillaje siguen constituyendo una prohibición casi abso-
íntima seductora –representa el 20 % de los gastos en indu-
luta para los hombres? Es inevitable constatar que el movi-
mentaria femenina–, al triunfo de las top models sexy, al «re-
miento de rehabilitación de la belleza masculina desencade-
greso» de las formas femeninas, al éxito del Wonderbra, las
nado a partir de los años sesenta no significa en modo
faldas cortas, el maquillaje entre las jóvenes. Presenciamos
alguno la desaparición de la disimetría de los roles y de las
una refeminización de la mujer y una no-uniformización se-
expectativas estéticas de los dos sexos.
xual de las apariencias. Las mujeres reivindican la igualdad
con los hombres, mas no por eso quieren parecerse a ellos.
Desde el momento en que la fiebre contestataria remitió y
No asimilemos este fenómeno a la supervivencia de otra que todas las actividades son accesibles a los dos sexos, las
era: en lo más profundo, hay que vincularlo a mecanismos y mujeres ya no entablan una guerra contra los emblemas esté-
aspiraciones típicos de nuestra sociedad mercantilista e indi- ticos de la diferencia sexual, antes bien los reivindican como
vidualista. Por supuesto, es imposible dejar de relacionar la signos identitarios. Cuanto menos se asigna a las mujeres a
«tiranía de la belleza» con las estrategias del marketing, con locus sociales «pesados», mayor legitimidad vuelve a adquirir
los intereses de las industrias cosméticas, con la invasión de la disimilitud de los signos «leves» o estéticos. Otros tantos
las imágenes sublimes del cuerpo femenino, con el impacto fenómenos que deberían contribuir a perpetuar la feminiza-
de la prensa femenina. Ahora bien, las políticas mercantilis- ción del lujo.
tas, por potentes que sean, no dan razón del conjunto del fe-
nómeno, en particular de la relación de las mujeres con el
cuerpo y con la delgadez. En el origen de la alergia de las A principios del siglo xx hubo quien pensaba que traba-
mujeres a las formas rellenitas se encuentra su voluntad de jo y belleza femenina estaban en franca contradicción. Sin
ser juzgadas menos como cuerpo que como sujeto dueño de embargo, los acontecimientos se han encargado de desmen-
sí mismo. La pasión por la delgadez traduce, en el plano es- tirlo, pues, muy al contrario, constatamos que los cuidados
tético, el rechazo de la identificación del cuerpo femenino dedicados a la apariencia se intensifican a medida que las
con la maternidad, así como una exigencia de control sobre mujeres ejercen una actividad profesional. Hoy en día, los
sí, sobre lo que se ha recibido de manos de la naturaleza. Si 1. G. Lipovetsky, La Troisiéme Femme, op. cit., pp. 140-144.
en la actualidad la celulitis es tan rechazada por las mujeres,
1 85
i

estudios y la vida profesional funcionan como factores que ción? Estamos lejos de poder afirmarlo con seguridad, si es
animan a las mujeres a invertir tiempo, esfuerzo y dinero cierto que semejante disimilaridad encuentra su origen y su
con miras a una mejor presentación de sí mismas. El auge de sentido profundo en el código mismo del amor-pasión. Des-
la cultura individualista y meritocrática, así como los títulos de la Edad Media, incumbe al hombre la obligación de ado-
y el trabajo femenino, no han hecho retroceder la pasión de rar a la dama, de supervalorarla, de colmarla de atenciones,
la mujer por la belleza, sino que la han democratizado. Bajo de celebrarla poéticamente: «Quiero que sea reina», escribe
los ropajes de lo antiguo, aflora lo nuevo: somos testigos de Lluard. El regalo suntuoso participa de esta tradición galante
la reconciliación entre el código tradicional de la belleza fe- que prescribe el refinamiento, la atención, la delicadeza con
menina y la norma posmoderna del trabajo, entre el narcisis- respecto a la amada; de hecho, el precio del objeto no hace
mo estético y la actividad productiva, entre el ideal estético sino simbolizar la intensidad del sentimiento amoroso. La
de lo femenino y el ideal de autonomía intelectual y profe- mujer se entrega; el hombre entrega signos hiperbólicos
sional. Si, como es probable, la supremacía de la mujer en la de su amor al prodigar tiempo, atención, palabras, regalos:
moda y la belleza se prolonga, resulta ilusorio creer que lo «Cuando se ama no se hacen cálculos.» Si el amor no excluye
femenino pueda dejar de ser, dentro de poco, el polo domi- el cálculo, se acompaña también de derroche, de un «gasto
nante en el lujo. El empuje de la igualdad entre los géneros abierto, hasta el infinito», de un «lujo intolerable».' Con
no pondrá fin mecánicamente a la feminización del lujo. todo, esta economía del exceso no escapa por completo a la
distribución desigualitaria de los roles sexuales, pues hom-
bres y mujeres expresan sus sentimientos según códigos más
Todas estas continuidades históricas no excluyen nota-
o menos diferenciados. Tendencialmente, se asigna a las mu-
bles transformaciones. El proceso de feminización del lujo
jeres al rol «expresivo», y a los hombres al rol «instrumental» (
ha corrido parejas con el principio del hombre proveedor: si
Talcott Parsons). A despecho de todos los cambios aconteci-
bien la mujer ocupaba el primer plano en el escenario del
dos en el ámbito amoroso, ese dispositivo disimétrico se pro-
consumo, el hombre ostentaba el poder de financiación.
longa al menos parcialmente, por cuanto, sin duda, sigue
Esto va cambiando a medida que las mujeres trabajan, son
siendo gratificante para ambos géneros. El hombre se benefi-
autónomas y, especialmente, pueden regalarse a sí mismas
cia de la dicha de procurar felicidad a la amada; la mujer
artículos de lujo. Con lo cual se ha dejado atrás una nueva
puede gozar de la ventura que conlleva leer en el objeto de
etapa en la feminización del lujo, que se caracterizará en lo
valor obsequiado la intensidad de los sentimientos que inspi-
sucesivo por el fin de la «mujer insignia» del hombre, por la
ra. Gracias a lo cual la relación desigualitaria de los hombres
independencia económica de la mujer en las decisiones de
y de las mujeres con el regalo de lujo tiene mayores probabi-
compra.
lidades de perdurar que de eclipsarse.

No tenemos la certeza, no obstante, de que esta con-


quista de la autonomía femenina desemboque en una simili-
tud de los roles masculinos y femeninos, por cuanto el rega-
lo lujoso sigue pareciendo más legítimo, más «evidente», más 1. Roland Barthes, Fragm ents d'un discours am oureux , París, Ed. du
frecuente cuando está destinado a una mujer que cuando se Seuil, 1977, pp. 100-101.
dirige a un hombre. ¿Simple arcaísmo en vías de desapari-
1 89
1
IV. EL LUJO Y EL SEXTO SENTIDO una confrontación con lo invisible sobrenatural y la angustia
de la muerte. Desde la perspectiva del devenir histórico, el
lujo se construyó lo mismo como una relación con el tiempo
que como una relación con los hombres, igual como una
guerra contra los límites temporales que como una batalla
por la clasificación social.

Tomemos, por ejemplo, la fiesta primitiva. En el marco


de la misma, aniquilar las riquezas significaba luchar contra
la degeneración del universo, preparar su renovación, rege-
nerar el Tiempo. El dispendio festivo implicaba una marcada
Desde los análisis clásicos que Veblen, Mauss, Bataille y relación con el tiempo, pues el consumo excesivo tenía a su
Elias dedicaron al lujo, nada hay más habitual que interpre- cargo, en los sistemas simbólicos primitivos, reactualizar el
tar éste como un fenómeno estructurado por las competicio- tiempo primordial y repetir el paso del caos al cosmos: con
nes de estatus, el antagonismo y la rivalidad social. Mauss ello se aseguraban un nuevo ciclo de la vida, el rejuveneci-
subraya que el potlatch está destinado a establecer jerarquías miento y la recreación del mundo. Los sacrificios y los bie-
de títulos y de honores. Veblen y Elias han insistido en el pa- nes preciosos ofrecidos a los dioses siempre se han acompa-
pel preeminente que desempeñan las luchas por el rango y el ñado de plegarias relativas a la fecundidad y a la longevidad:
prestigio. En el fondo de las actitudes suntuarias se hay que agasajar generosamente a las potencias del más allá
encuentran la competición social por el reconocimiento y para ganar larga vida y recibir el céntuplo en la otra vida.
el deseo de tomar ventaja sobre los demás. Es siempre el Los ricos mobiliarios funerarios estaban destinados a asegu-
desafío agonístico y la guerra de las conciencias lo que subyace rar el mejor tránsito posible de los muertos a la vida sobre-
en el fenómeno. natural. Tanto en la Edad Media como en la Antigüedad clá-
sica, cuando la muerte estaba próxima, los privilegiados
hacían donación por testamento de sus riquezas a la Iglesia a
Si bien es innegable que las conductas relacionadas con fin de preparar su salvación eterna. Incluso cuando el gusto
el lujo son indisociables de los enfrentamientos simbólicos por los honores está en primer plano, como en el caso del
entre los hombres, resulta muy simplista reducirlas a esa úni- evergetismo, el mismo implica una relación con el tiempo y
ca dimensión. De hecho, la suntuosidad siempre ha estado con la eternidad; los ricos daban con liberalidad para que,
vinculada a otros objetivos y otras creencias, entre las que fi- por medio de las estatuas, las estelas y los epígrafes, su nom-
guran, en particular, las relativas a la muerte, a lo sagrado y bre permaneciese presente por siempre jamás en la memoria
al más allá. El hombre implicado en la génesis del lujo fue de los hombres. Al tiempo que lucha simbólica intrahuma-
en primer lugar Horno religiosus, que daba respuestas social- na, el lujo supuso una manera de garantizar los ciclos de la
mente instituidas a las cuestiones de la muerte y de la otra reencarnación, un combate mágico contra el tiempo y lo pe-
vida: en todas partes, a la confrontación con el otro se sumó recedero. Lo que subyace en los comportamientos suntuarios

1
Í
no es tanto un proceso de negación de las cosas y de someti- los capitales invertidos. Sabemos, por añadidura, que una
miento de la naturaleza, mediante el cual el hombre afirma marca de lujo debe esforzarse por conciliar imperativos con-
su subjetividad,' como un proceso de apropiación de las tradictorios: perpetuar una tradición e innovar, ser fiel a una
fuerzas del más allá con la mira puesta en el renacimiento, herencia sin dejar de ser moderna. No por ello es menos
un proceso de captación de poderes para combatir la finitud cierto que, en ese campo, el énfasis se pone cada vez más en
de las duraciones terrenales. la necesidad de una gestión dinámica de las marcas, en la
exigencia prioritaria de renovación y de creatividad, a fin de
No cabe ninguna duda de que esos comportamientos y evitar el peligro de momificación de la marca y a fin de dis-
esas mentalidades pertenecen ahora al pasado. Desde media- poner de los medios para conquistar nuevos espacios y nue-
dos del siglo XVIII, las donaciones a la Iglesia que permitían vas parcelas de mercado. Numerosos consultores y profesio-
«comprar» la vida eterna no han cesado de declinar, y ya na- nales del marketing de lujo anuncian el declive inevitable de
die sueña con bajar a la tumba cargado de oro y de riquezas. las antiguas estrategias basadas en la «renta de la tradición»:
Las fiestas ya no tienen significación regeneradora del cos- domina la idea de que si el lujo quiere escapar a la fosiliza-
mos y ya no se construyen «moradas de eternidad». La tem- ción, debe no tanto reconducir las fórmulas del pasado
poralidad que domina la organización del lujo en las socie- como revisitarlas, declinarlas, actualizarlas. En lo sucesivo, el
dades contemporáneas es en adelante el presente social e nervio del oficio y la condición para el desarrollo de las mar-
individual, la innovación prevalece por doquier sobre la per- cas residen en las políticas de creación y de imagen, dicho de
manencia, los goces privados del aquí y ahora, sobre las acti- otro modo, en la asimilación de los principios constitutivos
tudes y los valores tradicionales. Las técnicas mágicas de la forma-moda: el cambio, la seducción-comunicación, la
orientadas hacia la conquista de la eternidad se han eclipsado diversificación de la oferta.' En esta formación compuesta de
en provecho del mero consumo de las obras inmortales del tradición y de innovación, de lógica «pasadoísta» y de lógica
pasado, del turismo cultural que funciona como nueva «presenteísta» que es el lujo, el polo creativo desempeña cada
distracción de masas para «ocupar» el tiempo. vez más el papel clave, por cuanto aparece como aquello so-
bre lo que descansa el futuro. Ni tradición ni moda, el lujo
en la actualidad es hibridación de la tradición y de la moda,
Las estrategias de las grandes casas de lujo expresan en reestructuración del tiempo de la tradición por el de la
igual medida ese viraje de la lógica temporal hacia el presen- moda, reinvención y reinterpretación del pasado por la lógica-
te. Durante milenios, el lujo se desplegó bajo la autoridad de moda del presente.
las normas del pasado. A partir del siglo XIX, a través de las
innovaciones de la alta costura, se operó una inversión en
beneficio de los imperativos del presente-futuro. Es esta
Si bien es en torno al eje temporal del presente como se
orientación temporal la que tiende ahora a convertirse en
reorganiza el lujo posmoderno, ello no es óbice para que éste
prevaleciente en las industrias del lujo, como atestiguan, en
continúe manteniendo vínculos íntimos con la duración y la
particular, las nuevas obligaciones de rentabilidad elevada de

1. Claude Lefort, «L'échange et la lurte des hommes», en L es For- 1. Sobre este punto, véase la segunda parte de mi obra L'Empire de l'
mes de l'histoire, París, Gallimard, 1978. eohémére, op. cit.
93
1
«guerra contra el tiempo». Lugar de creación, una casa de Por el hecho de su relación con la continuidad y con el
lujo se afirma igualmente como «lugar de memoria». Por «fuera del tiempo», el lujo de hoy no deja de presentar ana-
una parte, debido a la perpetuación de técnicas tradiciona- logías con el pensamiento mítico inmemorial. Si tal acerca-
les, de pericias artesanales en la fabricación de los productos. miento resulta legítimo, es en el sentido de que tanto uno
Y en segundo lugar, por un trabajo de promoción, de puesta como otro hacen referencia a acontecimientos pasados fun-
en escena, de valorización de la propia historia. Culto al fun- dadores, y lo que es más, que exigen ser actualizados por ri-
dador y a los creadores que se inspiran en él, glorificación tos ceremoniales. En ambos casos se proclaman «héroes», ac-
del «espíritu de marca» y de la fidelidad a un estilo o a un tos creadores, y lo que Éliade denomina «el prestigio de los
código de reconocimiento, celebración de acontecimientos comienzos», una eternidad siempre actual, un «eterno pre-
significativos, la construcción de una marca de lujo resulta sente» que es preciso venerar y de donde procede el orden de
inseparable de la gestión simbólica de sus raíces, del trabajo las cosas.' Es así como uno de los principios que fundamen-
de edificación de un mito. Es a través de referencias a un pa- tan la consagración del lujo moderno –el origen prestigioso–
sado mitificado, de leyendas de los orígenes como toman es precisamente el mismo que alimentaba los sistemas de
forma las grandes marcas. El lujo no es plenamente él mis- creencias salvajes. Considerado bajo esa luz, el lujo aparece
mo –incluyendo el sector automovilístico– sino cuando con- como lo que perpetúa una forma de pensamiento mítico en
sigue elevarse al rango de leyenda, cuando logra constituir en el corazón mismo de las culturas comerciales desacralizadas.
mito «intemporal» los objetos perecederos del consumo.

Esta parte «sagrada» se encuentra hasta en las mismas


Así, la gestión del lujo no se limita a promover produc- prácticas de consumo, pues el lujo mantiene vínculos estre-
tos raros y caros, por cuanto está obligada a orquestar el fac- chos con diversos rituales y con todo un conjunto de gestos
tor tiempo. Por una parte, es preciso innovar, crear, especta- ceremoniales. Así, ofrecemos los más ricos regalos con oca-
cularizar, rejuvenecer la imagen de marca: es el tiempo corto, sión de las fiestas y de las fechas simbólicas. Los productos
el de la moda, el que se convoca. Pero, por otra parte, es ne- más costosos son con frecuencia consumidos según un códi-
cesario dar tiempo al tiempo, perpetuar una memoria, crear go de reglas ceremoniales. Degustar un excelente vino va
un halo de intemporalidad, una imagen de «eternidad» de la acompañado de gestos rituales: el entendido inclina la copa
marca:' las estrategias que intervienen son entonces de capi- para examinar el color del néctar, hace girar ligeramente el
talización y de sedimentación del tiempo. Ora un tiempo de vino en la copa, olfatea la intensidad del bouquet. La opinión
actualidad, el tiempo rápido y versátil de la moda, ora lo in- común considera que es «sacrílego» saborear un gran caldo
móvil, lo que no pasa de moda, la temporalidad larga de la con precipitación o en un vaso de plástico. Desde el siglo
memoria: una marca de lujo no puede construirse sin ese xix, el gran restaurante es una especie de templo donde se
trabajo paradójico que moviliza exigencias temporales de na- desarrolla toda una liturgia: el chef desempeña la función de
turaleza opuesta. sacerdote, de maestro de ceremonias.' Incluso en una época

1. Bernard Arnault, «The Perfect Paradox of Star Brands», Harvard r 1. Mircea Éliade, A spects du mythe, París, Gallimard, 1963.
Business Review, octubre de 2001, vol. 79. 2. Jean-Paul Aron, Le Mangeur du xD(siécle, París, Robert Laffont, 1973.

95

1
II. Tiempo de lujo, tiempo de marcas
por Elyette Roux
I. EL LUJO ENTRE PRESTIGIO Y MERCADO
DE MASAS

El consumo de productos de lujo conoció un crecimien-


to internacional extraordinario en los años ochenta, y el lujo
fue reconocido como sector económico e industrial de pleno
derecho desde finales de esa década, con la constitución y el
posterior desarrollo de grandes grupos en torno a una cartera
diversificada de marcas de lujo. Así, se planteó de manera
natural la cuestión del perímetro correspondiente a esta nue-
va industria y, a título de respuesta, se financiaron cierto nú-
mero de estudios, como los de McKinsey en 1990 en primer
lugar,' a continuación los de Eurostaf, 2 o incluso el del Mi-
nisterio de Industria. 3 Por último, el canal comercial «lujo»
fue analizado por la sección de actividades productivas del
Consejo Económico y Social.' El objeto de estas diferentes

1. McKinsey, «Douze propositions pour étendre le leadership des


marques francaises», McKinsey-comité Colbert, 1990.
2. Eurostaf, «L'industrie mondiale du luxe: l'impératif de la créa-
tion face á la banalisation des marchés», 1992; id., «L'industrie mondiale
du luxe: perspectives stratégiques et financiéres», 1995.
3. P. N. Giraud, O. Bomsel y E. Fieffé-Prévost, «L'industrie du
luxe dans l'économie francaise», Cerna et Ministére de lIndustrie-comité
Colbert, 1995.
4. R. Burnel, «La filiére luxe. Rapport du Conseil économique et
social», Journal ofciel de la Republique, n.° 4, 13 de febrero de 1996.

1
contribuciones era definir las fronteras del nuevo «sector», particularismos, de ahí la finalidad de los capítulos que si-
subrayar sus particularidades, identificar a los actores y las guen.
apuestas estratégicas fundamentales. Estos necesarios enfo- Ahora bien, desde la fundación de las grandes casas en el
ques sectoriales remiten, no obstante, todos ellos, previa- siglo pasado, pero sobre todo estos diez últimos años, el sec-
mente y para elevar el debate, a una reflexión sobre qué es el tor del lujo ha experimentado una verdadera mutación. En
lujo y qué es lo que define su esencia misma. Ahora bien, el espacio de una década ha pasado de una lógica artesanal
frente a esta doble problemática, no podemos por menos de y familiar a una lógica industrial y financiera. A título de
constatar que las «historias del lujo» empiezan y/o terminan, ejemplo, Louis Vuitton Malletier, a la sazón todavía PYME
paradójicamente, en el siglo xlx. familiar, con un volumen de negocios de 210 millones de
francos (32 millones de euros), se convierte en 1997, con
Así, una de las más antiguas, la de Baudrillart,' refiere la 8,8 millardos de francos (1,3 millardos de euros), en la filial
historia del lujo desde la Antigüedad, mientras que la más más provechosa del líder mundial de los productos de lujo:
reciente2 no llega a abordar siquiera el siglo xx. La teoría de el grupo LVMH (Louis Vuitton-Moet Hennessy), en cuya
Thorstein Veblen sobre el consumo ostentatorio se remonta marca clave se ha convertido. Este mismo grupo, tras menos
a 1899,3 y el ensayo de Sekora4 insiste, de forma manifiesta, de quince años de existencia, facturaba a finales de 2001
más sobre el pasado que sobre la época contemporánea. La más de 12,2 millardos de euros y producía más de 1,56 mi-
contribución más reciente de Berry 5 propone, ciertamente, llardos de resultado de explotación. Por su parte, en 1995, el
una taxonomía de los diferentes consumos «de lujo», pero Ministerio de Industria evaluaba en más de 105 millardos de
no permite captar su evolución ni contribuir a arrojar luz so- francos (16 millardos de euros) la facturación realizada en
bre el sentido que el lujo adquiere en la actualidad ni sobre Francia por las marcas de lujo, cualquiera que fuese su na-
el que adquirirá mañana. cionalidad.' Por último, en 1998 Eurostaf estimaba el mer-
cado mundial del lujo para el año 2000 en 590 millardos de
Por otro lado, las obras sobre el management de las mar- francos, o sea, 90 millardos de euros.
cas sólo abordan de manera periférica u oportunista la pro-
blemática de las marcas de lujo, sin poner de manifiesto sus
1. H. Baudrillart, Histoire du luxe privé et public de l'A ntiquité jusqu Así pues, en adelante el lujo posee la estructura de una
k nos jours, París, Hachette, 4 volúmenes, 1878-1880. verdadera industria concentrada, donde se codean, por una par-
2. P. Perrot, Le Luxe: une richesse entre faste et confort, xviii -xix'sié te, poderosos grupos financieros de importantes recursos y,
cle, París, Éd. du Seuil, 1995. por otra, pequeñas empresas cuyos capitales siguen siendo
3. T. Veblen, Théorie de la classe de loisir [1899], París, Gallimard, familiares. Esta confrontación, asociada al aumento de los
traducido del inglés por L. Évrard, 1970.
costes de las barreras arancelarias a la entrada internacional,
4. J. Sekora, Luxury: the Concept in W estern Thought. Eden to
Smollet, Johns Hopkins University Press, 1977.
5. C. Berry, The Idea of Luxury: a conceptual and historical investi- 1. P. N. Giraud, O. Bomsel y E. Fieffé-Prévost, «L'industrie du
gation, Cambridge University Press, 1994. luxe dans l'économie francaise», op. cit., p. 7. Para una discusión de estas
6. Véase, por ejemplo, J.-N. Kapferer, Les Marques Capital del en- cifras, el lector puede remitirse asimismo a S. Richou y M. Lombard,
treprise, París, Editions d'Organisation, 1995. Le Luxe dans tous ses états, París, Economica, 1999.

1
ha llevado desde entonces a numerosas empresas a abando- y Mercier. Por otra parte, el grupo acaba de ceder reciente-
nar, de forma deliberada u obligada, su independencia, para mente la marca Pommery. El año 1999 fue testigo asimismo
alistarse en las filas de esos grupos o para ser sencillamente de la creación de un nuevo polo de relojes y joyería, con la
absorbidas por ellos. Por otro lado, Clarins anunciaba, a fi- compra de Tag Heuer, estimada en 747 millones de dólares,
nales de 2002, su intención de cerrar la casa Thierry Mugler y luego de Ebel y de Chaumet.' Por su parte, en 1998
Couture. Los grandes grupos con cotización en Bolsa, entre el grupo Swatch compraba la marca Bréguet al grupo
los que se encuentran los poderosos LVMH, P.P.R., Riche- Investcorp por 130 millones de dólares. P.P.R., que había
mont, pero también Louvre-Taitinger y Hermes, represen- invertido en Gucci e Yves Saint Laurent unos 3,5 millar-
tan en la actualidad más del 65 % del volumen de negocios dos de euros, se constituyó en comprador del joyero Bou-
del sector,' con más de sesenta marcas de lujo de notoriedad cheron por un importe de 300 millones de euros. En 1999,
internacional en su activo. Por su parte, los grupos priva- de nuevo P.P.R. habría ofrecido 740 millones de dólares a la
dos, como Chanel, representan a su vez entre un 9 y un marca italiana Fendi, que finalmente se llevó el grupo
10 %. Clarins, líder europeo en el campo de los productos LVMH. Ese mismo año, Prada se constituye en grupo con
de tratamiento, evoluciona hacia un grupo diversificado en la compra, entre otros, de Jil Sanders, por 110 millones de
el lujo tras la adquisición de marcas de perfumes, como Az- dólares, y de Church por 175,5 millones. Los precios pro-
zaro y Montana, 2 y más tarde del conjunto de las activida- puestos pueden muy a menudo representar un PER (price-
earnings ratio) de más de veinte veces los beneficios brutos
des de Thierry Mugler, perfumes y costura. Así, en 1996, de
las setenta y cinco casas del comité Colbert, treinta y cinco de la marca. Por su parte, Hermes, que posee por ejemplo
seguían siendo de índole familiar, pero menos de una quin- John Lobb, las cristalerías Saint-Louis y Puyforcat o incluso
cena han conservado en sus manos la totalidad del capital.' Leica, se quedó con el 35 % de participaciones del modisto
La concentración debería reforzarse todavía más, como Jean-Paul Gaultier, a fin de asegurar su desarrollo interna-
pone de manifiesto la escalada de los costes de adquisición cional.
de las marcas por cuya conquista se enfrentan esos grandes
grupos. Así, se estima que en 1999 LVMH adquirió, por
La inflación del precio de las marcas y su valorización en
152 millones de euros, los champanes Krug, considerados
el caso de cesiones y de adquisiciones sustentan por lo demás
como el Rolls de los champanes, los cuales vinieron a com-
la actividad de gabinetes de estudios, que se han especiali-
pletar su gama, que contaba ya con Mat et Chandon,
zado en la estimación del capital que esas marcas repre-
Dom Pérignon, Veuve Clicquot, Canard Duchéne, Ruinart
sentan, así como la publicación de boletines de información
comercial y de agencias de rating ampliamente difundidos.

1. Estimación para el año 2000 según McKinsey. 1. Se estima que el montante de la compra de las dos marcas es li-
2. La marca Montana, adquirida en 1995, fue cedida por Clarins geramente inferior al de Tag Heuer (747 millones de dólares), mientras
en 2000. que Chaumet había sido vendido por su anterior propietario a Invest-
3. C. Blanckaert, Les Chemins du Luxe, París, Grasset, 1996, corp por 6 millones de dólares en 1987. El grupo LVMH poseía ya las
p. 28. marcas Fred de joyas y Zénith de relojes.

1 105
En 2001, Interbrand' evalúa, por ejemplo, el capital de la
sey–,' la competencia internacional se ha intensificado mu-
marca Vuitton en 7 millardos (billones) de dólares, el de
cho. Así, hemos pasado de una lógica centrada en la oferta,
Chanel en 4,27 millardos y el de Rolex en 3,7.
la creación y el creador, a una lógica que integra la demanda,
Potente exportador-creador de valor, de empleos y de la competencia, las necesidades del mercado y las de los con-
ganancias, el lujo, en particular el francés, reinó largo tiem- sumidores.
po como amo y señor, y constituía la referencia en el mundo
entero. Su éxito reconocido y, por consiguiente, codiciado Los sectores más tradicionales, como el del coñac, no es-
atrajo a nuevos entrantes extranjeros, en particular italianos capan a este nuevo dato. Así, partiendo de la observación de
y americanos. Grandes grupos de productos de consumo co- que la demanda de coñac había descendido de forma siste-
rriente, seducidos por las ganancias que generan las marcas mática entre 1990 y 1998, el grupo LVMH manifestó una
de lujo, han invertido asimismo en ese sector. Así, los perfu- auténtica voluntad de crear y poner en marcha un departa-
mes y cosméticos, entre ellos los de lujo, están ampliamente mento de marketing con dedicación exclusiva con el fin de
dominados por grandes grupos, en el primer rango de los invertir dicha tendencia. Según sus propios términos, la mi-
cuales se encuentran L'Oréal, Procter & Gamble, Unilever, sión confiada al presidente de Hennessy fue «trascender la
pero también Shisheido y Lauder. A este respecto, es impor- imagen del Coñac»2 y conservar un posicionamiento de alta
tante subrayar que la división que tiene a su cargo las marcas gama alejándose al mismo tiempo de los estereotipos de con-
selectivas para el grupo L'Oréal, denominada «Perfumes y sumo tradicionales: el de un cincuentón fumando un puro y
Belleza», fue rebautizada, de forma sintomática, en 2001 tomando un coñac a guisa de licor digestivo, sentado en una
como «División de productos de lujo», subrayando clara- butaca de cuero junto al fuego.
mente las ambiciones del líder mundial en higiene y belleza
de gran consumo, peluquería y farmacia, en la difusión se- La observación de las cifras del mercado americano y del
lectiva de perfumes y cosméticos de lujo. perfil de los consumidores mostraba un potencial de creci-
miento de la demanda de espirituosos en el grupo de los jóve-
nes solteros afroamericanos de veinticinco a treinta y cuatro
Aun cuando el liderazgo mundial seguía siendo fran- años residentes en zonas urbanas. El objetivo fue, por consi-
cés en 1990 –el 47 % del mercado mundial según McKin- guiente, lograr que esos jóvenes pasasen de una percepción del
coñac como licor digestivo tradicional a nuevos modos de
consumo, en particular en forma de cócteles, especialmente
1. Las estimaciones se publican, por ejemplo, en B usiness W eek , arraigados en la cultura americana. Así pues, Hennessy fue
«The 100 Top Brands», Interbrand, 6 de agosto de 2001, pp. 60-64.
Para el lector interesado, el valor calculado por Interbrand tiene en cuen-
ta los criterios siguientes: la posición de liderazgo de la marca en su mer- 1. McKinsey, «Douze propositions pour étendre...», op. cit.
cado, su estabilidad, la evolución de ese mercado, su dimensión interna-
2. Conferencia de Christophe Navarre, a la sazón presidente de
cional, las inversiones en continuidad y defensa de la marca. La «fuerza»
Hennessy, «Los talleres del lujo. Nuevos comportamientos de consumo y
de ésta se evalúa en función de sus resultados con respecto a cada uno de
paradojas del marketing», Asociación Nacional para la Evaluación In-
estos criterios, ponderados por su importancia. Los analistas de Inter-
terdisciplinaria de la Investigación en Ciencias Humanas y Sociales de
brand aplican acto seguido a ese parámetro un «multiplicador» calculado
cara a las Empresas, París, 20 de junio de 2000, cuya presidencia cientí-
en función del PER, a fin de determinar el valor de la marca.
fica tuve el honor de ejercer.
106
1 105
puesto en escena en los bares de moda, frecuentados por una sociedad llamada «presenteísta», es decir, orientada ha-
«beautiful black people» que se reunían en torno a cócteles cia el presente. La renta discrecional de una nueva élite
«appropriately complex». Apuntar a un objetivo deliberada- financiera procedente de países de moneda fuerte, de
mente black estaba en franca oposición con las normas y los «yuppies», golden boys o dinkies (double income no kids,
usos de la profesión; y no obstante, fue eso lo que, asociado parejas sin hijos con dos sueldos), se destinaba a la
a otras innovaciones de producto, permitió al mercado y a la adquisición y el consumo ostentoso de nuevas riquezas.
marca redesplegarse, gracias a un marketing innovador. Accesión al placer de poseer, voluntad de expresar la
diferencia, de consumir cosas superfluas, significantes
El lujo, en particular el francés, tuvo que conciliar la sociales, o bien búsqueda de una satisfacción hedonista
afirmación de una «ética de empresa» con la «administración emocional, cualesquiera que sean los móviles, no hay duda
rigurosa de sus marcas» para sostener su éxito a nivel mun- que tales comportamientos de alarde de riqueza han
dial. Al no dirigirse ya únicamente a su clientela adinerada llegado a la saturación, incluso se han invertido. La
tradicional, el sector del lujo encontró los medios para su implosión de las «burbujas financieras» ha modificado los
crecimiento entre las clases medias y, por consiguiente, comportamientos de compra y ha venido a ralentizar el flujo
según el término consagrado, se «democratizó». De clásico de esta clientela hacia los productos de lujo. Los
acuerdo con el primer estudio lanzado en 1992 por la reveses de fortuna de los traders, los de los empresarios de la
profesión sobre los consumidores franceses y extranjeros,' ya «nueva economía», las incertidumbres profesionales que
no está tan destinado a la mera clientela de «élite» como a la afectan en lo sucesivo a las poblaciones de ejecutivos, las
parte «elitista de cada uno» de los consumidores que deseen inquietudes sobre la financiación de las jubilaciones, pero
acceder a él. En lo sucesivo, toda marca de lujo debe, pues, asimismo la angustia de la incertidumbre y un contexto
encontrar y gestionar el justo equilibrio entre la difusión y la geopolítico mundial tenso, han devuelto a la normalidad el
trivialización, la extensión de su nombre y el respeto a su frenesí eufórico que alimentaba la demanda de las marcas
identidad y de su estilo, ir al encuentro de nuevos de lujo. En pocos años hemos pasado de una generación de la
consumidores más ocasionales2 sin dejar de mantener su apariencia, de la identificación con un grupo por vía de un
selectividad, vector de deseabilidad y de refuerzo del valor de la lenguaje de códigos visibles, a una generación del ser, de la
marca. búsqueda de sentido, de autenticidad y de emociones.

Lo cierto es que, tras un crecimiento sin parangón, el


sector del lujo conoce una inhibición notoria, que algunos De manera paralela, nuevos actores extranjeros han pe-
califican de «crisis»; pero en realidad lo anómalo era el so- netrado en el mercado tradicionalmente ocupado por las
breconsumo de los años ochenta y noventa, por parte de marcas de origen francés, empleando estrategias comerciales
1. Cofremca, «Rapport sur le luxe et l'évolution des mentalités» , agresivas e instaurando unas «reglas del juego» diferentes.
Cofremca-comité Colbert, 1992. Dichos factores han conducido al sector del lujo francés, por
2. B. Dubois y G. Laurent, «The Functions of Luxury: a situational una parte, a interrogarse sobre las estrategias que conviene
approach to excursionism» , 24' Conference annuelle de l'European aplicar con el fin de mantener el liderazgo, a analizar la evo-
Marketing A cademy (16-19 de mayo de 1995), Essec, Cergy-Pontoise. lución de las expectativas y de los valores de los consumido-
1 109
res,' y a los gerentes de las diferentes marcas, por otra parte, trega a un razonamiento valor-precio («value for money»).
a entregarse a sus propias reflexiones. ¿Cuál es el valor añadido simbólico, de índole afectiva y
No cabe hablar de crisis, y las cifras del sector no tradu- emocional, que justifica la diferencia de precio practicada
cen el escenario catastrófico temido. Ahora bien, en la por las marcas de prestigio? ¿Cuál es el sentido, el contenido
actualidad es preciso integrar los nuevos comportamientos de de ese valor, en qué legitimidad se apoya? Otras tantas cues-
los consumidores, de los distribuidores y de los competidores tiones que el consumidor se plantea a fin de justificar las
en la gestión de las marcas. Por consiguiente, las marcas deben elecciones que hace.
permanecer alerta a la sensibilidad de los consumidores res- La pertenencia de una marca al universo del lujo puede,
pecto del precio, a la inflación de lanzamiento de los pro- qué duda cabe, ser definida por el precio. En su estudio,
ductos nuevos, a la duración de vida de los productos, a los McKinsey consideraba, por ejemplo, que un traje chaqueta
efectos perversos de la promoción, a los nuevos datos en ma- de coste superior a 6.000 francos en 1991 formaba parte de
teria de distribución y, en definitiva, a la calidad del servicio, ese universo. Si comparamos las políticas de precio de las
así como a la formación del personal de venta. marcas de lujo con las del mercado de masas, observamos
una relación de al menos uno a cuatro entre un champán
llamado «primer precio» en hipermercados y un «gran aña-
da» de marcas de prestigio como Veuve Clicquot o Mor t et
Chandon. Lo mismo cabe decir de los productos de belleza,
LA NUEVA SENSIBILIDAD DE LOS CONSUMIDORES donde cohabitan en las cadenas especializadas, como Sepho-
A LOS PRECIOS ra, marcas de masas y marcas de lujo; las de masas proponen
productos cuatro veces más baratos que las de lujo, como
Dior, Lancóme o Lauder.
La clientela de los años ochenta consumía marcas de
La estructura de los surtidos de la gran distribución, que
lujo «cueste lo que cueste», la de los años noventa ya no que-
hace coexistir en los mismos canales productos de masas y
ría comprar «a cualquier precio», la de la década de 2000 su-
productos de lujo, del mismo modo que la estructura de la
pedita sus afinidades e identificaciones afectivas a las marcas
cartera de marcas que forman el activo de los grupos líderes
que saben proyectar su identidad y reinterpretarla de manera
del sector higiene-belleza, reducen la distancia psicológica
creativa y coherente, ciñéndose a la época o en otro univer-
entre los dos segmentos «lujo» y «masas». Llevan al consumi-
so. Más que a los habituales arbitrajes calidad-precio, se en-
dor a interrogarse acerca de qué está obteniendo de más,
1. Eurostaf, L'Industrie mondiale du luxe: l'impératif de la création acerca de ese suplemento de «valor» que le procura una mar-
face á la banalisation des marchés, 1992; H. Joly, «Industrie du luxe: re- ca de lujo con respecto a una marca que no lo es.
bondir sur la crise. Leviers pour le succés dans les années 90», R ev ue
f rancaise du mark eting, n.° 132-133, pp. 97-109, según el informe Mc- En el ámbito del prét-a-porter, las marcas extranjeras, en
Kinsey, «Douze propositions pour étendre...» , op. cit.; véase asimismo el particular italianas y alemanas, de calidad percibida como
informe Cofremca ya citado sobre «el lujo y la evolución de las mentali- igual, vienen a hacer más difícil la justificación del precio de
dades». ciertas marcas francesas, situándose en un segmento de pre-
1 109
cios ligeramente inferior. Las marcas italianas, a un tiempo tranjeros, ciertas marcas de prét-á-porter de los modistos, en
creativas e integradoras de las expectativas del mercado, que período de repliegue, han bajado sistemáticamente todos sus
se benefician de la pericia productiva de distritos especializa- precios en un 20 %. Semejante actitud defensiva respecto
dos y de tipos de cambio favorables, se han desplegado en de la competencia no parece adaptada. En efecto,
extensiones verticales de su marca. Armani, valor seguro ita- paradójicamente contribuye a reforzar la sospecha del
liano, no tiene menos de siete líneas de ropa diferentes.' Sin consumidor en relación con el precio: si todos los precios bajan
embargo, las políticas de extensiones, que diferencian mal las un 20 %, es porque los precios iniciales traducían más los
diversas líneas, llevan a las consumidoras a remitirse a las márgenes de la empresa que el «valor» de la marca y de sus
líneas difusión, menos caras, y entonces cabe hablar de cani- productos. Deberían, pues, definirse segmentos de precio
balización. De ahí la necesidad de definir líneas bien dife- óptimos para los distintos productos, en el interior de las
renciadas, en el marco de un repertorio estilístico común, diversas gamas comercializadas por la marca, evitando las
identificable y único,2 que permita llegar a clientelas com- acciones sistemáticas y no diferenciadas sobre los precios, al
plementarias, con una política de creación, de producción y igual que una baja generalizada. La fijación de los precios
de precios controlada. Si ése no es el caso, los clientes aban- en el ámbito del lujo debería apoyarse en los métodos
donan la marca o no se adhieren a su «contrato», como, por clásicos del precio psicológico para el consumidor, en
ejemplo, las diferentes líneas de prét-á-porter femenino de reuniones de expertos o en métodos del tipo «análisis
Ralph Lauren, cuya segmentación poco legible apenas sedu- conjunto», que permite identificar, habida cuenta del
ce a las europeas, contrariamente a lo que ocurre con las «valor» ligado a la marca, la suma que el consumidor está
americanas. Dejando aparte las escasas marcas míticas, para dispuesto a pagar para gozar de tal o cual ventaja (o
las cuales el comprador no sería sensible al precio y que, por atributo determinante de la elección) en relación con otra
consiguiente, parecen todavía preservadas, los gerentes de marca.
otras marcas se muestran sensibles a ese fenómeno; y algunos
de ellos han definido zonas de precio óptimas,' identifican-
do las fluctuaciones de la demanda en unos cinco dólares.
La clientela del lujo se compone esencialmente de dos
segmentos: el segmento fiel de los clientes adinerados y el
segmento no tan fiel de los clientes en posición económica
Frente al asentamiento de sus ventas y a esa nueva sensi-
desahogada. Siempre ha habido y siempre habrá,
bilidad a los precios con la que juegan los competidores ex-
cualquiera que sea el país, individuos acaudalados, que
1. Giorgio Armani, Borgonuovo, G. Armani Le Collezioni, Mani, constituyen la clientela tradicional de las casas de prestigio.
Emporio Armani, Armani Jeans, A/X (Armani Exchange), sin contar la Esta clientela móvil pero fiel se desplaza, según los
moda para niño, para deporte o la lencería, o las otras extensiones de la períodos, a merced de las fluctuaciones geográficas de las
marca en los perfumes (a través del grupo L'Oréal), los relojes y acceso- grandes fortunas: Inglaterra, Estados Unidos, Oriente
rios, o incluso la decoración de interiores. Medio, Japón, etc. La nueva clientela del lujo goza de
2. Véase a ese respecto el capítulo III sobre la identidad de marca. buena posición y es cada vez más una clientela de clases
3. H. Simon, «Le prix optimal: un concept majeur», Décisions medias, más sensible al precio. Corresponde a un segmento
Marketing, 1993, n.° 0, pp. 35-45. poco fiel a la marca y su comportamiento resulta voluble; se
trata de un blanco informado y exigente con respecto a las
1 113
marcas. Esta exigencia es tanto
más fuerte por lo que respecta a los productos y los servicios halla a todas luces muy atestado, incluso saturado. Así, entre
cuanto que las compras de esta clientela serán de naturaleza 1991 y 1992 se pasó de 51 lanzamientos o relanzamientos
excepcional y, por consiguiente, sobreimplicados psicológi- de perfumes femeninos y 30 masculinos' a más de 120 refe-
camente. rencias en total, diez años más tarde en la red selectiva.
Por definición, el mundo del lujo es el de la excelencia y Hasta los años ochenta, una marca que tenía el estatus
la emoción. Como afirma uno de los principales dirigentes de gran clásico lanzaba por lo general un nuevo perfume
del sector, «en el ámbito del lujo, no hay que engañar ni so- cada siete años, esencialmente en el mercado femenino. El
bre el producto, ni sobre la creación y la innovación, ni ritmo de los lanzamientos es en la actualidad muy inferior a
sobre la calidad, ni sobre el precio, ni sobre la acogida». En tres años. Eso equivale a lanzar un nuevo perfume todos los
los años ochenta, algunas marcas se dejaron llevar y arrastrar años, si alternamos los femeninos y los masculinos, e inclu-
por la oleada de una demanda exponencial, olvidando ese so, cada vez más, a acumular las novedades en un mismo
principio básico. En los años noventa, tuvieron que reaccio- año. Por ejemplo, en el año 2000, Givenchy introducía a la
nar para comunicar un valor auténtico a su clientela, pues si vez Oblique y Hot Couture en el mercado de las fragancias
los clientes estaban convencidos de que el precio se hallaba femeninas, y Kenzo difundía L'Eau par Kenzo para hombre
justificado por valores únicos, entonces sólo pedían poder y el delicioso Flower para mujer. El tiempo de preparación
compartirlos y apropiárselos. Después, los ciclos de la eufo- de un lanzamiento era de dos años como término medio:
ria, seguidos de repliegues, completaron el paisaje, para ha- seis meses para definir el concepto, doce meses para elaborar,
cerlo todavía más complejo y condicional. seleccionar y probar la esencia, definir el frasco, encargar la

i
fabricación, probarlo y seis meses suplementarios para elabo-
rar el plan de comunicación y probar los audiovisuales pu-
blicitarios. Al haberse acortado todavía más los plazos en la
actualidad, cabe afirmar que nos encontramos en lanzamien-
to perpetuo. Así, Armani, a través del grupo L'Oréal, ponía
LA INFLACIÓN DE LANZAMIENTO DE NUEVOS
en el mercado en el año 2000 Mania, White for her y White
PRODUCTOS for him, es decir, ¡tres nuevos perfumes!

El número de nuevos perfumes introducidos en el mer- Los esfuerzos de inversiones publicitarias quedan dilui-
cado se ha más que duplicado estos últimos años. Así, de 34 44 dos y se provoca una saturación tanto para los consumidores
lanzamientos en 1987 se pasó a 84 en 1990, cifra que au- como para los distribuidores, por cuanto resulta obvio que
mentó a 120 entre 1991 y 1992 y a más de 150 en 1999.' las marcas pueden querer que un nuevo lanzamiento venga a
Los números prosiguen su vertiginoso ascenso, ¡para superar contrapesar el eventual fracaso del precedente. La distribu-
ción se siente hostigada, pues las novedades son asimismo le-
más de 300 novedades en el año 2001!
En este frenesí de lanzamientos, el mercado del lujo se
1. Septiembre de 1991-noviembre de 1992, y compilación según
1. Todos los mercados y sectores mezclados, incluido el de no-lujo. novedades 2000-2001, CosmétiqueMagazine, julio-agosto de 2001.
1 113
gión en el ámbito de los cosméticos y los productos de trata- o de estimulación cognitiva. Incluso en ocasiones el consumi-
miento. Los stocks se sobredimensionan y se vuelven muy dor ya no es capaz de procesar la masa de informaciones con
difíciles de gestionar. El espacio de presentación en su sec- que lo bombardean. Esta inflación de los lanzamientos se
ción se reduce, tanto más cuanto que los lanzamientos no acompaña, cada vez con mayor frecuencia, de una inflación
van necesariamente acompañados del abandono de produc- de los costes. En efecto, las estrategias de lanzamiento de las
tos antiguos. Las marcas poseen, pues, listas de referencias marcas son de dos tipos: estrategia de diferenciación, con
sobreabundantes que tienen muchas dificultades en reducir campaña de notoriedad masiva a nivel internacional, o por el
y gestionar. contrario, estrategia de especialización o de nicho.

Por lo general, una novedad expulsa a la otra, pues la La estrategia de lanzamiento masivo resulta muy costo-
vuelve obsoleta y pasada de moda. El conjunto del sector re- sa. Por ejemplo, en 1985 la marca Christian Dior hizo épo-
sulta aspirado en una estrategia deliberada de obsolescencia ca al gastar 40 millones de dólares para el lanzamiento de
que ya no concede tiempo al tiempo, ni proporciona los me- Poison, lanzamiento que constituyó un éxito mundial. Nu-
dios para consolidar sus posiciones, aun cuando quepa ha- merosas marcas la siguieron por esa vía. Los costes para un
blar de honrosas excepciones. Es el caso, por ejemplo, del lanzamiento de envergadura comparable eran del orden de
lanzamiento del perfume Angel' en 1992, que pasó a ser en 80 millones en 1995-1996 —y, por consiguiente, se habían
lo sucesivo líder del mercado francés, por delante del célebre doblado en diez años—, para girar en la actualidad en torno a
N.° 5 de Chanel, el cual data de 1921. Tampoco hay que ol- los 100 millones de dólares. Frente a tales inversiones, por
vidar que Guerlain, al lanzar el perfume Samsara en 1989, una parte, y a la presión de la distribución por otra, las
pudo potenciar las ventas de su clásico Shalimar, nacido en nuevas reglas del mercado imponen a la marca recuperar
1925, el cual, en 2002, seguía en el número 4 de las ventas en un año de facturación el equivalente a sus inversiones
por lo que respecta a Francia. 2 Por último, en el mercado mediáticas. Ese tipo de estrategia no carece de peligros,
americano, los lanzamientos de nuevos perfumes ¡no repre- como veremos más adelante al hablar de los efectos
sentaban más que el 8 % de las ventas' en 1999! perversos debidos a la promoción, y necesita que la marca
sea respaldada por grupos financieramente muy poderosos.
El ciclo infernal de los lanzamientos prosigue, aun cuando
perturbe al consumidor y contribuya a reforzar su infidelidad
y su volubilidad. En adelante, los productos de prestigio co- La segunda estrategia es la de la especialización y la estra-
rresponden para él no tanto a una satisfacción de necesidades tegia de nicho. La empresa practica entonces, apoyándose en
simbólicas como a una búsqueda de variedad, de experiencias la fuerza de su imagen de marca y de su concepto, una distri-
bución voluntariamente muy selectiva y reducida. Rechaza,
en consecuencia, el medio televisivo (por definición, de ma-
1. Analizaremos el caso de esta excepción en el capítulo sobre la sas) en provecho de los medios impresos y de actos no medid-
identidad de marca. ticos, es decir, las relaciones públicas y la creación de eventos.
2. Fuente: Cosmétique Magazine, julio-agosto de 2002, pp. 64-65. Es el caso de Boucheron o de Bulgari en el ámbito de la alta
3. Fuente: el fabricante, a partir de análisis de datos de paneles de joyería. De entrada, esas casas han buscado una sinergia con
ventas en valor, para 1999. su profesión de origen al lanzar sus nuevos perfumes. No se

1
han salido del «territorio de legitimidad de su marca». El fras- miento de un perfume a nivel internacional resultan
co del primer perfume de Boucheron –perfume lanzado en habituales. Así, para Gio, de Armani, LOréal invirtió 50
sólo tres puntos de venta, en París, en 1988– tiene la forma millones de dólares, sin que por ello lograra imponerse.
de un anillo de colores oro y zafiro, y la publicidad se basa en Las únicas inversiones mediáticas por lo que respecta al
la afirmación de dicha sinergia: «Más que un perfume, una mercado americano representaban 25 millones de dólares
joya», «Su nueva joya es un perfume». También Bulgari anda para un perfume de Lauder y 30 para un Calvin Klein en
el lanzamiento de sus nuevos perfumes en su universo de los años noventa. En la actualidad, Lancóme gasta en un
joyero, con sus joyas deliberadamente contemporáneas, año, sólo para el mercado francés, más de 22 millones de
pendientes, collares o pulseras, puestas en escena en sus euros. Dior y Chanel, más de 20.1 Por su parte, el presidente2
anuncios publicitarios. Es asimismo el caso de Mugler, en el de Lauder declara que la marca invierte sistemáticamente
que profundizaremos más adelante, de Lolita Lempicka o de un 25 a un 28 % de su volumen de negocios en
incluso del mencionado Flower de Kenzo, sin olvidar, comunicación, ¡cualquiera que sea la coyuntura! En el
desde luego, a Jean-Paul Gaultier, otros tantos perfumes ámbito del prét-aporter, Ralph Lauren y sus licenciatarios
de creadores de conceptos fuertes y creativos, anclados lo invierten en un año más de 180 millones de dólares en la
más cerca posible de la identidad de sus marcas respectivas y promoción de la marca a nivel mundial, y Calvin Klein más
declinados con un marketing-mix' coherente y riguroso que de 60 millones de dólares.3 Esas cantidades corresponden a
garantice su éxito. Estas estrategias no entrañan efectos las sumas que los grandes grupos, como Procter o Lever,
perversos similares a aquellos en los que puede desembocar asignan al mantenimiento de una marca mundial de gran
la primera estrategia, que conduce a prácticas de tipo consumo, o sea, ¡unos 150 millones de dólares para las
«mercado de masas». marcas más poderosas! La importancia de los costes de
lanzamiento se justifica por la búsqueda de visibilidad en el
mercado internacional. Habida cuenta de esos presupuestos
de vértigo, las marcas persiguen una compensación
mediante una inversión rápida y, por ende, una facturación
importante. Esta exigencia tiene como resultado animar
EL CÍRCULO VICIOSO DE LAS PROMOCIONES masivamente, en los puntos de venta, la iniciativa de los
productores. Por su parte, los distribuidores desean una elevada
rotación de los stocks, y para alcanzar ese objetivo, empujan a
En consecuencia, desde el lanzamiento de Poison, los las marcas a hacer promociones. El re-
presupuestos de 50 a 60 millones de dólares para el lanza-

1. Datos de fabricantes para 1997.


1. El marketing-mix abarca la combinación y la dosificación cohe-
2. P. Bousquet Chavanne, «How Recession Proof is The Luxury
rente de los diferentes medios de acción comercial (producto, precio, po-
tencial de venta, circuito de distribución, comunicación). En cuanto al mix- Industry? The first panel makers conference», Essec, Nueva York, 24 de
producto, o paleta de producto, corresponde a la interacción de las abril de 2002.
decisiones que hacen corresponder el concepto del producto, su posicio- 3. Sobre la base de datos de 1999, para la sección prét-a-porter de
namiento y su embalaje, igualmente denominado condicionamiento, CK y no para sus perfumes, que son concedidos a Unilever.
por ejemplo.

1
A

sultado es una reducción de los márgenes que corre el riesgo siones externas, que resultan de la competencia a que se
de mermar los beneficios globales de las marcas. entregan las marcas en mercados saturados y donde las
La práctica de las promociones en el mercado de los per- barreras de entrada han sido bajadas. Las prácticas del
fumes y los cosméticos se ha convertido en la regla dictada conjunto de un sector se ven entonces contaminadas.
por el mercado americano. El panel Sécodip-Intercor- Ahora bien, para los productos de masas, pero más todavía, y
Parfumerie hacía constar, a partir del último trimestre de sobre todo, para las marcas de lujo, la inflación promocional
1992, más de 600 ofertas promocionales sólo para el puede tener efectos devastadores a largo plazo. En efecto, las
mercado de los perfumes en circuito selectivo. Entre las promociones traen aparejados los efectos perversos siguientes:
marcas particularmente activas en este período se incluyen — Son fáciles de copiar por un competidor y de ese
Nina Ricci, Cacharen, Guy Laroche, Givenchy, Azzaro,
modo anulan el efecto favorable sobre las ventas y sobre las
Lancóme, Lacoste. Las prácticas trazan una amplia paleta:
estuche de varios productos u ofertas agrupadas, regalos secciones de mercado; incluso pueden, por esa misma razón,
condicionados a la adquisición de ciertos productos o a un disminuir las ganancias a largo plazo.
importe mínimo de compras, descuentos directos, etc. — Las promociones crean un hábito tanto en el distribuidor
Asistimos, pues, a una escalada de las ofertas promocionales como en el consumidor. Este último tenderá a esperar a que
similar a la que se observa en algunos mercados de masas. aparezcan las ofertas para comprar, con lo que sus ad-
Así, el apartado de los champús ya no es sino un vasto quisiciones se verán diferidas con objeto de tener en cuenta
mercado en continua oferta en el que las tradicionales ratios los ciclos promocionales o anticiparlos. Se trata del
publicidad/promoción, que eran del orden de 60/40, se círculo vicioso de las ofertas.
encuentran invertidas (40/60, incluso más allá). — Las promociones tienen asimismo como efecto incre-
Observamos efectos comparables en el ámbito de los mentar artificialmente el papel que desempeña el precio en
champanes. Las promociones constituyen medios de acción a el comportamiento de compra. Disminuyen el papel que
corto plazo; tienen un efecto inmediato y directamente ejerce la marca y contribuyen a quitarle «valor» como
mesurable sobre las ventas y la facturación.' Esta orientación criterio de elección. En efecto, más adelante el
promocional generalizada se deriva de una fuerte presión por consumidor recordaría que compró el producto o la
parte del management, que exige de la organización marca porque estaba de oferta, y no por sus cualidades
resultados económicos a corto plazo: objetivos de volumen intrínsecas.' Por consiguiente, las promociones son
de negocios, de tesorería, etcétera.' susceptibles de disminuir a largo plazo el capital de
deseabilidad de la marca.

Los jefes de marcas o de productos encuentran en la Aun cuando los productos de gran consumo, como
promoción una manera de satisfacer esos objetivos y de res- Colgate o Tylenol, no parecen verse afectados a corto
ponder a las presiones internas. A éstas se añaden otras pre- plazo en su imagen de marca por sus campañas promociona-
1. P. Desmet, Promotion des yentes, París, Nathan, 1992.
2. D. Aaker, Managing Brand Equity, Nueva York, The Free Press, 1. Dodson et al., «The Impact of Deals and Deal Retraction on
1991. Brand Switching», Journal of Marketing Research, 15, 1978, pp. 72-81.

120 121

I
les,' conviene no generalizar estos resultados al sector del tomados del marketing de masas en el sector de la
lujo. La compra de esos productos de consumo corriente co- higiene-belleza...
rresponde a procesos de decisión de débil implicación, La segunda estrategia consiste en entrar en una lógica
mientras que los de marcas de prestigio inducen a una de lucha competitiva frontal y en aplicar las técnicas del
implicación fuerte, tanto con respecto a los productos o a marketing de masas, golpeando más fuerte que la compe-
la marca como a la situación de compra. Además, la tencia. Este caso representativo se aplica a las marcas cuyo
comparación de las imágenes de las marcas compradas en
acrecentamiento de la sección de mercado no puede
oferta, como Tylenol o Colgate, está hecha a corto plazo (
tres meses) y no a largo plazo. obtenerse sino en detrimento de los competidores. Son
marcas fuertes, como Dior, tanto en notoriedad como en
– Por último, las promociones refuerzan la infidelidad posición competitiva, y que se benefician de medios financieros
del consumidor, cuando su objetivo consiste precisamente importantes. Sin embargo, aun en ese caso, para no
en animarle a probar la marca, procedimiento que debería exponerse a la trivialización (que en última instancia
aumentar la probabilidad de nueva compra de la misma, así conduciría a provocar el deslizamiento de la marca del
como la fidelización. circuito selectivo al de masas), conviene tomar cierto número
Habida cuenta de esos diferentes elementos, ¿qué es- de precauciones elementales:
trategia debería adoptar el responsable de una marca de – estudiar las ofertas promocionales de la competencia y sus
lujo? efectos comparados sobre las ventas, las secciones de
mercado y los beneficios con la ayuda de un análisis sufi-
La primera consiste en negarse a dejarse aspirar por la cientemente fino de los datos de paneles;
espiral de las promociones. Cabe hablar en este caso de una – identificar, por medio de estudios cualitativos, de planes
estrategia deliberada, orientada a la protección del estatus de de experiencia o de análisis conjunto, los tipos de pro-
la marca, a la afirmación de su prestigio y a la selectividad. mociones susceptibles de reforzar la nueva compra y la fide-
Boucheron, Chanel, Guerlain, Hermes, Mugler, en el lidad a la marca, así como aquellas que son valorizadas por el
ámbito de la perfumería-cosmética, constituyen sendos consumidor y no alteran ni la calidad percibida, ni el valor
ejemplos de esta estrategia, que, llevada con coherencia, de la marca, ni su estatus y, por consiguiente, su capital;
supone una condición para el éxito. En este caso, se
– determinar el origen de las ventas engendradas por las
privilegia la imagen a largo plazo, y los márgenes en
promociones. Puede tratarse de compradores regulares u
detrimento del volumen de negocios y de la facturación a corto
plazo. En ocasiones, esta estrategia resulta inevitable debido a ocasionales de la marca, de compras de sustitución y/o de
exigencias internas: estructura del capital, reducida desplazamientos en la gama, de ventas arrebatadas a los
magnitud de la sociedad, medios financieros limitados, falta competidores (competidores por identificar). Es preciso se-
de control de los métodos guir las cantidades desembolsadas por los compradores, así
1. S. Davis et al., «Promotion Has a Negative Effect on Brand Eva- como las «cestas promedio».
luation – or Does Not It? Additional disconfirming evidences», Journal En todos los casos, resulta imperativo analizar los por-
of Marketing Research, 21, 1, pp. 141-148.
centajes de nuevas compras y de fidelización.

I
EL CONTROL DE LOS PRECIOS Y DE LA DISTRIBUCIÓN pues, la consumidora americana realiza una compra «inteli-
gente», y la consumidora europea hace otro tanto. También
en este sentido existe competencia por sustituir la sensibili-
dad a la marca por la sensibilidad al precio. Lo cual
Las mutaciones que han tenido lugar en los productos
contribuye a hacer sospechosos, a los ojos de los
de gran distribución afectan en lo sucesivo al sector del
consumidores, los precios aplicados por las marcas, que ya no
lujo. En los años setenta, lo que denominamos «el gran co-
les parecen tan justificados por el valor de la creación, de la
mercio integrado», que se organiza en cadenas poderosas,
investigación, de la exclusividad en la composición de las
ejerció una presión considerable sobre los fabricantes en lo
fórmulas o incluso por los costes de las materias o de los
que concierne a los precios. Actualmente, en el ámbito de
componentes. El precio ya no traduce el «valor» de la
la perfumería-cosmética, ciertas concentraciones de la
marca, sino que se limita a poner de manifiesto el
propiedad de los puntos de venta y la creación de cadenas o de
cúmulo de márgenes que se van diferenciando en el canal
agrupaciones de perfumistas, como el inglés Boots o el ale-
de comercialización tradicional. Igualmente, el precio ya
mán Douglas en Europa, ejercen las mismas presiones so-
no garantiza la calidad percibida o la exclusividad, puesto
bre los fabricantes. Se estima que en 1998 el 45 % de las
que la consumidora puede procurarse el mismo producto
ventas de una marca de lujo pasaban, en lo referente a
en el mismo momento a un precio más bajo.
Francia, por esas agrupaciones y esas cadenas. En
Alemania, el 37 % de las ventas se efectuarían
únicamente a través de Douglas.' Tales agrupaciones
reflejan en los consumidores su posible impacto en En otros sectores, como el prét-a-porter, el efecto cadena
materia de compras. A partir de ese momento, a los y discount se ve asimismo reforzado por la exportación del
responsables de las marcas el control del precio se les concepto de «Usine Center» (Factory Outlet), procedente de
escapa poco a poco de las manos, salvo contadas Estados Unidos y que entre nosotros se ha convertido en
excepciones. Esta concentración a escala europea «venta directa de fábrica». Si la marca organiza ella misma y
interviene también en el ámbito doméstico, incluso en con su propio nombre la reducción de stocks de sus invendi-
provincias. dos, vuelve sospechosa su propia política de precios en su
circuito de distribución clásica. También en este caso empuja
En Estados Unidos, las marcas selectivas en perfumería al consumidor, en primer lugar, a dudar, luego a la compra
ven cómo sus precios bajan de un 25 a un 75 % en las dis- inteligente y a aplazar sus compras varios meses, habida
count stores con respecto a los de grandes almacenes. Sensibi- cuenta de los plazos de aprovisionamiento en los diferentes
lizada al precio, la consumidora americana no ve por qué ha- circuitos. Lo mismo cabe decir respecto del fenómeno de las
bría de pagar un elevado importe por el mismo perfume, y rebajas en el ámbito del prét-a-porter. La consumidora sagaz
las discounters van arrebatando poco a poco clientela a los planifica sus compras teniendo en cuenta tales ciclos. Y eso
grandes almacenes, acelerando de ese modo su crisis. Así tanto más cuanto que la mujer ha adquirido una indepen-
dencia relativa con respecto a la moda, convirtiendo en
igualmente aceptables modas múltiples y estilos variados,
que acomodará según la diversidad de las ocasiones y los es-
1. Fuente: el fabricante, noviembre de 1998.
124 125
tados de ánimo.' No es sólo la clientela ocasional del lujo la gencia gerencial, que tienen su correlato en la exigencia de la
que frecuenta esos circuitos paralelos, sino también la clientela), a fin de no crear confusión en la oferta de
clientela regular,` compuesta de mujeres con ingresos muy producto, ni nivelación en la oferta de servicios. Sin embargo,
elevados: el 83 % de ellas declaran frecuentar esos circuitos tales exigencias tienen evidentemente un coste muy
«no tradicionales» y, en particular, el 39 % los stocks de elevado: fábricas, aparato de producción, empleados y
fábrica, el 26 % las rebajas privadas, el 25 % artesanos, por una parte, y plataforma logística y tiendas
directamente de los mayoristas o los fabricantes y, por propias por otra. Ahora bien, los costes de explotación de
último, el 24 % en el circuito discount. Ya sean francesas, las tiendas propias no cesan de aumentar. Así, se estima
alemanas o italianas, no solamente frecuentan esos circuitos, que hay que desembolsar al menos 3 millones de dólares
sino que gastan en ellos y compran ropa y accesorios de de ventas para abrir una tienda en la avenida Madison de
marcas... Dior, Yves Saint Laurent, Kenzo, Nina Ricci, Nueva York, y 2 millones de euros por 100 metros
Escada, Sander, Joop, Armani, Prada, Ferré, entre otras. Estos cuadrados en la avenida Montaigne de París. Ahora bien, si
fenómenos de suspicacia con respecto a los precios se ven tenemos en cuenta que el tamaño de las tiendas aumenta
todavía acentuados por la existencia de exportaciones o con las concept stores hasta superar los 1.000 metros
reexportaciones paralelas. Algunos mercados, como Estados cuadrados,' vemos a qué niveles se sitúan los umbrales de
Unidos o Japón, ven llegar mercancías a bajo precio por rentabilidad... Por consiguiente, se comprende que a una
diferentes circuitos paralelos que esquivan el estadio de la marca de envergadura media no le sea posible invertir en
fabricación y de la distribución: fugas a nivel de la apertura de cinco a diez tiendas al año, en las calles
confeccionistas o subcontratistas, ya se trate de producciones adecuadas de las capitales adecuadas, habida cuenta de
externalizadas o de concesionarias y detallistas que, a causa que el listón de acceso está muy alto. Sólo las marcas respal-
de un control insuficiente o de sus propias obligaciones dadas por un gran grupo pueden aguantar ese ritmo y las in-
financieras o de tesorería, alimentarán en marcas de lujo esos versiones correspondientes.
circuitos paralelos.

Comprar una marca de prestigio en la red legítima equi-


Tales fenómenos subrayan la necesidad que tienen las vale a aceptar pagar el precio para beneficiarse de la falta de
marcas de llevar a cabo un control estricto ascendente y des- presión temporal (comprar lo que se quiere..., cuando
cendente, es decir, de su producción, en primer lugar, y de se quiere), de un surtido amplio que permite libertad de
su distribución en segundo lugar (los dos pilares de la exi- elección, de una puesta en escena de los productos en el
punto de venta y, por último, de la calidad del servicio a la
clientela. ¿Qué cabe decir del servicio en la red «legítima»?
1. Véase a ese respecto la obra de Gales Lipovetsky sobre la moda, L'
Empire de l'eohémére. La Mode et son destin dans les sociétés modernes,
París, Gallimard, 1987, y en particular la primera parte de dicha obra.
2. Según la síntesis del estudio «Les femmes leaders et les circuits
non traditionnels», de Régine Lemoine-Dartois, Euromap-Upper, efec- 1. A título comparativo, la tienda Gap de Champs-Élysées no ocu-
tuado del 15 de febrero al 15 de marzo de 1999, sobre una muestra de pa una superficie menor de 1.700 m 2 , por un alquiler de 2 millones de
300 mujeres europeas de ingresos muy elevados. euros al año. 127
1
LA CALIDAD DEL SERVICIO En una lógica de mercado donde la demanda fuese su-
perior a la oferta, la formación del personal de venta podría
no constituir una prioridad. Como contrapartida, cuando la
Una de las primeras enseñanzas que se sacan del marke- demanda disminuye con respecto a una oferta competitiva,
ting del servicio es que la calidad percibida del mismo varía el servicio y la calidad del personal en contacto y la forma-
en función de los segmentos de clientela y del nivel de sus ción del personal de venta se vuelven vitales. La formación
expectativas. Una calidad dada será percibida como menos respecto de los productos, de la acogida, de la atención pres-
elevada por los clientes cuyas expectativas son muy grandes tada al cliente, de la empatía, es decir, la capacidad de com-
que por aquellos cuyas expectativas son muy pequeñas. Aho- prender al otro, se revela más importante que la formación
ra bien, en el ámbito del lujo, las expectativas nunca son pe- en una argumentación de venta estandarizada, habida cuenta
queñas. de los productos vendidos y de la elevada exigencia de la
clientela.
Resulta, pues, fundamental estudiar la naturaleza de las
expectativas de la clientela final, así como sus criterios de La cultura de empresa en el sector del lujo, casi siempre
evaluación de la calidad del servicio. Conviene medir el re- centrada en la creación, no conduce con facilidad a integrar
sultado y la calidad percibida de las marcas en competencia, al cliente y, en consecuencia, a valorizar la función venta y el
al igual que la satisfacción de los clientes. Si bien en otros personal en contacto con el mismo. Si se reprocha con fre-
sectores existen instrumentos de medida de la calidad del cuencia al lujo francés su arrogancia, y a sus vendedoras su
servicio,' sería útil construir un barómetro de satisfacción es- frialdad distante o desdeñosa, ello se debe sin duda a un
pecíficamente adaptado a las marcas de lujo y afinar las me- efecto perverso de semejante cultura. La necesidad de valori-
didas en función de los segmentos de clientela: habitual ver- zar y de motivar al personal de venta es tanto mayor cuanto
sus ocasional, francesa v ersus extranjera y, en particular, que éste se ve confrontado a un universo de ensueño al que
americana y asiática, actuando de tal manera que se tienda su remuneración no le permite acceder en cuanto consumi-
hacia la excelencia con la precisión necesaria y se esté siem- dor, lo que puede entrañar una actitud ambivalente con res-
pre más allá de las expectativas. pecto a la clientela.

Una segunda enseñanza del marketing de los servicios El control de la red de distribución: tiendas propias,
consiste en que la calidad de la prestación es directamente shop in the shop, leased department, como es el caso de Cha-
dependiente del valor de las relaciones con el personal en nel o de Vuitton, por ejemplo, resulta ciertamente costoso,
contacto, o dicho de otro modo, el personal de venta.2 pero permite un control total sobre la contratación, la for-
1. A. Parasuraman et al., «Servqual: une échelle multi-items de me- mación, la remuneración y la promoción del personal de
sure des perceptions de la qualité de service par les consommateurs», Re- venta, así como de los responsables de tiendas a nivel mun-
cherche et applications en marketing, 5, 1, 1990, pp. 19-42. dial. Semejantes elecciones privilegian la motivación y reco-
2. Véase el artículo «fundador» de P. Eiglier, E. Langeard y C. Da- nocen la importancia del papel que desempeña el personal
geville, «La qualité de service», Revue frangaise du marketing, n.° 121, de venta en materia de calidad. Vuitton dirige en directo
1989, pp. 93-100. más de 284 tiendas y 5.000 vendedores en todo el mundo;
129
1
el proceso se inicia en la tienda reconstituida de los talleres Lo cual lleva a integrar las aportaciones del marketing a las
de Asnieres, donde se reúne y forma a los equipos de ventas ( culturas de empresas o de casas donde sólo se valorizaba la
vendedores y responsables de tiendas). La presentación de creación. Según las gamas de productos que la firma comer-
los nuevos productos, así como los métodos de plegado y cializa, ésta ha podido verse obligada a abandonar el proceso
de embalaje de cada uno de ellos en función de su forma, es artesanal tradicional y la proximidad al cliente, para pasar a
objeto de una atención especial. Un vídeo permite la industrialización; sea como fuere, lo cierto es que ya no
sensibilizar al personal acerca de la importancia de esta resulta posible ignorar las expectativas del mercado. Es preci-
etapa, así como sobre la manera de presentar la bolsa de so, por consiguiente, encontrar los medios para dirigir un
embalaje a la cliente de tal suerte que el plegado del mercado de masas de forma selectiva.
almacenamiento se encuentre de cara a la vendedora y no de
cara a la cliente. En el momento de confeccionar los
paquetes y de cortar la cinta de embalaje, la «L» y la «V» de
las siglas Louis Vuitton ¡jamás deben quedar separadas! Se
trata de otros tantos detalles a los que se presta una
atención extrema. Añadamos, por último, que una «biblia»
destinada al personal de venta viene a sumarse a la formación
y al vídeo, en la cual se hace hincapié en los aspectos
esenciales, entre los que se incluyen las diversas maneras de
anudar el fular que forma parte del uniforme de las
vendedoras, al igual que los diversos matices de medias o
de pantis que deben llevar a juego según las estaciones, a
fin de que la armonía sea perfecta y excluya toda falta de
gusto, que podría tener consecuencias redhibitorias.

Desde los años noventa, el sector del lujo francés ha em-


prendido una mutación. Debe administrar sus marcas de
manera rigurosa y coherente frente a una nueva
competencia y a una clientela dual, de expectativas
diferenciadas. Esta nueva clientela exige acceder al lujo,
reivindicando que «¡yo también tengo derecho!»; no accede
a él ni a través de los mismos productos, ni al mismo precio,
ni con la misma frecuencia. Es sin embargo esta nueva
clientela y sus aspiraciones «a mimarse», a «darse el gusto»,
incluso de manera excepcional, lo que ha permitido el
crecimiento sostenido de las empresas de lujo a nivel mundial 131
1 estos diez últimos años.
I I . D ESL I ZAMI ENTOS P ROGRESI VOS DE LA ETIMOLOGÍA A LAS DEFINICIONES
DE LAS SIGNIFICACIONES DEL LUJO CONTEMPORÁNEAS

Así pues, ¿qué nos enseña la etimología de la palabra


lujo? Podemos leer u oír aquí o allá que lujo sería un deriva-
do de lux , «luz».' Ciertamente, es bonito, y de inmediato
nos vienen a la mente las luminosas interpretaciones que
cabe aportar para justificar dicha filiación. Ahora bien, la eti-
mología real de lujo no es ésa. ¿Una pena? ¡Tal vez no! De
hecho, la lectura de cualquier diccionario etimológico que se
precie nos revela que lujo deriva del latín lux us (a la vez
nombre y adjetivo), procedente del vocabulario agrícola, que
Comprender los riesgos que corre en la actualidad la en un principio significó «el hecho de crecer de través», y
gestión de una marca de lujo exige examinar retrospectiva- más tarde, «crecer en exceso», para luego convertirse en «ex-
mente la historia, a fin de delimitar lo que la noción de lujo ceso en general» y, finalmente, pasar a significar «lujo» a par-
ha significado sucesivamente a lo largo del tiempo, para así tir del siglo xvii.2
poder situar qué quiere decir hoy y qué significará mañana.
Dicho examen supone una condición previa a los principios
que en adelante deben regir el marketing de las marcas de Esta definición nos parece mucho más interesante, pues
lujo. inscribe en el vocablo que el lujo implica situarse, por defini-
ción, fuera de los caminos trillados de la «tendencia», para
seguir el propio camino, imponiendo las propias reglas, has-
«Resulta razonable definir el lujo?», subraya el comité
ta culminar en el exceso del adagio «¡El que me quiera que
Colbert en uno de sus informes de actividad...' ¡Evidente-
me siga!».
mente que no! Y el motivo es que el lujo no tiene nada que
ver con la razón, sino con el exceso y con las emociones ex- Entre los derivados de luxus encontramos asimismo lu-
traordinarias e intensas, como subrayaremos a partir de un xuria, «exuberancia, profusión, lujo», así como «vida muelle
retorno necesario a lo que se halla inscrito en el sentido del y voluptuosa». Este derivado de la misma raíz dio origen, en
término.
1. R. Colonna d'Istria, LA rt du luxe, París, Hermé, 1991, p. 35, o
incluso J.-N. Kapferer, Les Marques Capital de l'entreprise, op. cit., p. 85,
y la ponencia de D. Rapoport «Le luxe: réponle á quels désirs, á quels
besoins», Rencontres internationales des métiers du luxe (Rime 98), París, 26-
27 de marzo de 1998.
2. J. Picoche, Dictionnaire étymologique du francais, París, Ed. Le
1. Comité Colbert, «Nouveaux regards sur le luxe. Rapport d'acti- Robert, 1986, p. 213, y A. Rey, Dictionnaire historique de la langue
viré», octubre de 1997, p. 5. franf aise, París, Ed. Le Robert, 1998, t. II, p. 2072.

1
el siglo x11, a la palabra lujuria. En consecuencia, dicha raíz que la marca «redistribuye simbólicamente» a sus clientes
común y sus derivados llevaron a algunos a afirmar que, des- con objeto de justificar un precio que de otro modo
de la Antigüedad, el lujo, en el sentido de luxus, por el exce- parecería excesivo. Semejantes cuestiones básicas tienen
so que representaba, debió de adquirir su valor positivo de paradójicamente por objeto lograr que el gerente de las
esplendor y de fasto, o de magnificencia, del lujo público, y marcas adquiera algo de altura o de retroceso respecto
entonces tal exceso sería puesto a disposición del cuerpo so- de una cuestión cotidiana.
cial o le sería redistribuido de manera real o simbólica.'
Sin caer en un seudoenciclopedismo, a fin de cuentas
Como contrapartida, el mismo término lujo, en sus excesos
soporífero, cabe no obstante detenerse un instante en las pri-
privados, tomaría el sentido negativo de luxuria y, en conse-
cuencia, de desenfreno portador de decadencia. Encontrába- meras definiciones de los diccionarios: «un modo de vida
mos ya esta oposición en Mandeville, en 1714, vuelta provo- que se concreta en grandes gastos, para dar muestra de
cativamente del revés en su célebre fábula de las abejas, cuyo elegancia y de refinamiento»' (1607). Para luego
subtítulo resulta sugestivo: los vicios privados forjan el bien compararlas con las de los diccionarios actuales: «Carácter
público. Mandeville reclamaba a la sazón una definición de lo que es costoso, refinado, suntuoso,
rigurosa de lo que es el lujo: «Debemos definir no los obje- – entorno constituido por objetos costosos, manera de vivir
tos de lujo, sino su esencia, aquello que debe ser estricta- costosa y refinada;
mente.»2 Vertida en términos de management de marca, esta
– placer relativamente costoso que uno se permite sin
definición sugiere interrogarse acerca de la naturaleza de lo
verdadera necesidad;
– lo que uno se permite de manera excepcional, o lo que
uno se permite decir, y además hacer, para darse gusto;
1. K. Polanyi, Primitive, A rchaic and Modern Economy, Boston, – gran abundancia de alguna cosa;
Beacon Press, 1968, e igualmente, La Grande Transformation, París, Galli- – de lujo: dícese de objetos, de productos o de servicios que
mard, 1983; véase también P. Veyne, Le Pain et le Cirque: sociologic his- corresponden a gustos rebuscados y costosos; dícese de
torique d'un pluralisme politique, París, 1d. du Seuil, 1976, p. 73. Cabe
ilustrar este punto por medio de los extractos siguientes: «Ahora bien,
actividades que comercian con esos productos o esos servi-
Cicerón lo dice: el pueblo romano detesta el lujo privado, pero aprueba cios..»2
el lujo del que el público puede beneficiarse. El lujo imperial no se redu- Estas definiciones remiten al precio, al placer, al deseo, a
cirá tan sólo a consumo egoísta, sino que será asimismo el de un evergeta la excepción, a la rareza, al refinamiento. Cabe extenderse
que ofrece espectáculos a su capital» (p. 637); del mismo modo, la li- acerca de las maneras como la marca sabrá crear emociones y
mosna se halla en el meollo de la moral cristiana: «Los cristianos perfec-
experiencias excepcionales y únicas, suspendiendo el curso
tos huyen del mundo de la carne, otros cristianos más numerosos com-
prarán su alma por la limosna y las donaciones a la Iglesia [...]. Dios
del tiempo, para lograr que el cliente experimente un placer
prescribió a los ricos que dieran» (p. 62).
2. B. Mandeville, La Fable des abeilles ou les vices privés font le bien 1. Citado por P. Perrot, Le Luxe: une richesse entre faste et confort, op.
public, París, Vrin (edición original. 1714), I, 1990, p. 108. Véase asi- cit., p. 34, por R. R. Burnel, «La filiére luxe», artículo citado, 1996, p. 8,
mismo P. Carrive, B ernard Mandev ille: passions, v ices, v ertus, París, y por A. Rey, Dictionnaire historique..., op. cit., p. 2072.
Vrin, 1980. 2. Grand Larousse en 5 vols., vol. 2, 1991, p. 1902.

134 135
intenso, que se permita agasajarse, agudizar los sentidos, po- dójicamente, fue a comienzos de la reproducción en serie
nerlos en resonancia o en correspondencia, y revivir en la cuando lo «hecho a mano», método de producción más cos-
edad adulta las maravillas de la infancia. toso, comunicó al objeto un nuevo valor estético. En efecto,
tal como subraya dicho autor: «Lo que es trivial se halla al
alcance pecuniario de la mayoría, por lo tanto no hay nin-
gún mérito en consumirlo. Sobre esta base se ha construido
DE LA OSTENTACIÓN A LA EMOCIÓN todo un código, digamos todo un baremo de conveniencias
estéticas, por una parte, y de abominaciones estéticas por
otra.»
El siglo xIx, con su desarrollo industrial y su mecaniza- En ese contexto, la artesanía a mano resulta socialmente
ción creciente, conseguirá que los productos puedan re- valorizante, y la reproducción en serie, desclasante.
producirse en serie, y en consecuencia, los hará accesibles a Es precisamente en esta época cuando nace la alta costu-
mayor número de público. Emerge en esta época «una su- ra, con el primer modisto Charles Frédéric Worth (1825-
perfluidad más material, más personal [...] y se instala un 1895), y luego Poiret (1874-1944), cuando se fundan casas
nuevo orden: lo superfluo en lo ordinario y el triunfo de la como Guerlain, artesano perfumista que abre su propia tien-
manera burguesa de consumir»,' que enarbola los signos ex- da, en 1828, en la calle Rivoli de París, como los grandes jo-
ternos de su riqueza. yeros Cartier (1847) y Boucheron (1858), o incluso los
guarnicioneros, como Hermes (1837), y los maleteros, como
La sociedad moderna y sus valores emergentes indivi-
Louis Vuitton (1854). En el ámbito del servicio de mesa, si
dualistas y hedonistas convirtieron entonces el lujo en nece-
bien ciertas manufacturas, como las cristalerías Saint-Louis
sario para el bienestar ordinario de una vida material más
(1767) o Baccarat (1764), son más antiguas, aparecen en el
práctica y más funcional. 2 El lujo deviene una marca distin-
siglo XIX casas como las Faienceries de Giens (1821), Bernar-
tiva, símbolo del acceso y de la posterior pertenencia a una
daud (1863) y Daum (1875). Del mismo modo, aun cuan-
nueva categoría social.
do algunas casas de champán, como Ruinart (1729) o Veuve
Es entonces cuando aparece la teoría de Veblen. 3 Por Clicquot (1772), existen desde finales del siglo xvlil, cabe
medio del «consumo ostentatorio» se hace alarde de la pro- subrayar que es en el siglo xix, y en concreto a partir de
pia riqueza, y se consume no tanto el objeto en sí como en 1882, cuando las más prestigiosas marcas de champán se
función del estatus social que confiere a su propietario. Para- agrupan en el «Sindicato de las grandes marcas de cham-
pán».' Habrá que esperar, no obstante, más de un siglo para
1. P. Perrot, «De l'apparence au bien-erre: les avatars d'un superflu
nécessaire», en J.-P. Goubert, Du lux e au conf ort, París, Belin, 1988,
p. 46.
2. G. Simmel, «L'individualisme moderne» [1917], en Philosophie de
la modernité, París, Payot, 1989, pp. 281-322. Véase asimismo en la 1. R. Burnel, «La filiere luxe», artículo citado, 1996, p. 68. El lec-
misma obra el capítulo sobre la moda. tor encontrará en el primer apéndice las fechas de creación de las casas
3. T. Veblen, Théorie de la classe de loisir, op. cit., pp. 105-106. pertenecientes al comité Colbert.

1
1
que las «casas» de lujo acepten, y eso tan sólo en 1995, defi- caron por dos, lo que prevalece es la lógica del ascenso so-
nirse como «marcas»» cial, y su corolario, el consumo. En ese marco, el consumo
Así pues, por una parte están presentes las condiciones de productos de lujo remite a sistemas significantes de dife-
económicas, sociales y culturales para la democratización del renciación' o de distinción,2 según un análisis conforme con
lujo, y por otra, las pericias artesanales y creativas que permi- el de Georg Simmel, quien ya en 1923 afirmaba que la
ten a las categorías sociales que adquieren un nuevo po- moda tenía una «doble función, la de reunir o vincular a un
der económico acceder a ellas. Vemos asimismo que si hasta grupo y la de separarlo o distinguirlo al mismo tiempo de
aquí hablábamos de «oficio», de «artesanía» y de «casa», al- los otros grupos sociales». 3 Distinguir supone clasificar los
gunos actores en el ámbito del champán se definen ya como objetos, los gustos, «los cuales, necesariamente, forman parte
«marcas». de una categoría socialmente admitida que fragmenta el uni-
verso de los valores según las oposiciones maniqueas de lo
vulgar y de lo lujoso» .4 Vemos, por lo tanto, que lo contrario
del lujo es lo vulgar o la vulgaridad, como afirma la defini-
El lujo de los años ochenta: ción atribuida a Coco Chanel.
significante absoluto de la identidad

El consumo francés de la segunda mitad del siglo xx Según la lógica «bourdieusiana», los gustos obedecerían,
puede dividirse en tres grandes períodos: la posguerra y, en en consecuencia, a una ley de Engel generalizada, que hace
particular, de los años cincuenta a los años 1968-1970, que que en cada nivel de distinción, «lo que es raro y constituye
ven cómo Francia pasa de la penuria a la abundancia; luego un lujo inaccesible o una fantasía absurda para los ocupantes
los años ochenta, durante los cuales se dispara un sobrecon- del estatus inferior devenga trivial y común y se vea relegado
sumo individualista y reivindicado de marcas de lujo, y por al orden de lo que se da por supuesto, gracias a la aparición
último, los años noventa y siguientes: años de de-consumo de nuevos consumos, más raros, más distintivos». 5 Nos ha-
selectivo y de búsqueda de «tranquilidad»,2 pero también de llamos, en suma, ante un sistema de lucha y de carrera-per-
placer intenso, inmediato, renovado y compartido con el secución por el monopolio de los emblemas de clase, donde
otro. la apropiación de bienes de lujo les confiere una rareza, al

Hasta los años ochenta, y bajo el impulso del fuerte in-


cremento de los ingresos, que entre 1950 y 1968 se multipli- 1. J. Baudrillard, Le Systéme des objets, París, Gallimard, 1968,. y La
Société de consommation, ses mythes, ses structures, París, Denoél, 1970;
1. Es, en efecto, en 1995, como desarrollaremos más adelante, reed. en Gallimard, col. «Folio Essais» .
cuando la industria del lujo se dota de una definición de su perímetro 2. P. Bourdieu, La Distinction. Critique sociale du jugement, París,
como el de un conjunto de marcas (véanse pp. 150 y ss.). Ed. de Minuit, 1979.
2. R. Rochefort, La Société des consommateurs, París, Odile Jacob, 3. G. Simmel, «La mode» [1923], en Philosophie de la modernité,
1995; véase asimismo Le Consommateur entrepreneur, París, Odile Jacob, op. cit., p. 169.
1997, y para un enfoque de historiador, F. Caron, Les Deux Révolutions 4. P. Bourdieu, La Distinction, op. cit., p. 275.
industrielles du xx` siécle, París, Albin Michel, 1997. 5. Ibid.

1 139
1
tiempo que una legitimidad, que los convierte en el símbolo superior a la oferta y que los consumidores, por su parte, no
por excelencia de «la excelencia».' acudían a buscar otra cosa que una panoplia o una etiqueta
Ya nos hallásemos en una lógica de identificación-dife- social para exhibir.
renciación con respecto a grupos o en una lógica de distin-
ción de clase, las marcas manipuladas y pregonadas como
emblemas debían ser visibles, y en consecuencia identifica- Los años noventa y después
bles, con el fin de responder a las necesidades de los compra-
dores que, por medio de tales códigos sociales, reivindicaban
su pertenencia social, ya fuese real o simbólica.' La marca se
convertía en el nuevo significante absoluto de la identidad, y Está admitido, para quien califica nuestra época de pos-
ganaba por la mano al producto. El producto no era sino un moderna, que las explicaciones en términos de lucha o de re-
medio de acceso a la marca y a su ostentación social. Verda- lación de clases no pueden ya dar cuenta, por sí solas, de la
dero distintivo social, bastaba, por lo tanto, con que el pro- complejidad de los fenómenos sociales en general, así como
ducto fuera «logoizado». Así pues, está claro que en esa épo- del consumo occidental y del de las marcas de lujo en parti-
ca no había ninguna necesidad de marketing de las marcas, cular. A la lógica de la distinción, de la identidad por dife-
desde el momento en que la demanda era hasta ese punto renciación de clase y, en consecuencia, de la autoafirmación
de un poder por la diferenciación, Maffesoli propone otra
hipótesis:' la de identificaciones sucesivas y efímeras con
«tribus»2 múltiples, sobre bases afectivas y emocionales, se-
1. Ibid., p. 317. gún una lógica de inmersión y de relación fusional que
2. Encontramos esta lógica llevada a su paroxismo en la novela de orienta las elecciones. Así, el desmoronamiento o la satura-
Bret Easton Ellis A merican Psycho (1990), que causó escándalo en la épo- ción de los grandes discursos dominantes' que enmarcaban
ca por su extrema violencia, al tiempo que se consideraba como una crí- los sistemas de valores individuales de la modernidad han
tica feroz del mandato Reagan y de la supremacía de las marcas. A título hecho desplazarse la creencia en el futuro y en el proyecto
de ejemplo, recuperaremos aquí una de las múltiples listas de marcas que hacia la idea de centrarnos en el presente, del mismo modo
puntúan la descripción de los personajes con ocasión de su entrada en que han provocado el deslizamiento desde valores como el
escena: «Hay cuatro mujeres en la mesa de enfrente [...] una de ellas lleva trabajo o la razón hacia el placer y las emociones.
un vestido camisero reversible de lana Calvin Klein, otra, un vestido de
punto con tirillas de faya de seda Geoffrey Beene, una tercera, una falda
1. M. Maffesoli, La Contemplation du monde, figures du style com-
simétrica de tul plisado con un bustier de terciopelo bordado Christian
munautaire, París, Grasset, 1993; véase igualmente del mismo autor Élo-
Lacroix, y zapatos de salón de tacón alto Sidonie Laizzi, y la última lleva
ge de la raison sensible, París, Grasset, 1996, así como la obra de
un vestido bustier con lentejuelas, bajo una americana entallada de crepé
referencia sobre el término más tarde muy en boga de «tribu»: L es
de lana Bill Blass» (A merican Psy cho, edición francesa, Salvy Points,
Temps des tribus, le déclin de l'individualisme dans les sociétés de masse,
1992, p. 58). Cabe asimismo leer respecto de esa novela en la historia de
París, Méridiens Klincksieck, 1988; reed. én Le Livre de poche, 1990.
la literatura norteamericana: «La atmósfera de la época queda perfecta-
2. Le Temps des tribus, op. cit. Es preciso destacar que en su obra
mente reflejada por las marcas (de calzado, de whiskies, de vídeo), todas
de lujo», en Pierre-Yves Pétillon, Histoire de la littérature américaine. No- Maffesoli utiliza la noción de tribu como una metáfora.
tre demi-siécle, París, Fayard, 1992, p. 664. 3. J.-F. Lyotard, La Condition postmodern, París, Ed. de Minuit, 1979.

1 141
1
La realidad posmoderna se traduciría también por el re- rezca rico sino hacer que parezca joven», subraya precisa-
surgimiento de fenómenos arcaicos, de recreación simbólica, mente Lipovetsky.'
incluso mágica, de vínculo social, sobre bases afectivas y
emocionales, donde el hecho de sentir juntos engendraría
sociedad. Desde el momento en que se tiene por válida o La ropa ya no materializa tanto los deseos de autoafir-
simplemente interesante esta metáfora tribal, al gerente de la mación social; conservarse, mantener el cuerpo en forma,
marca se le plantea la cuestión de los medios únicos que joven, es en lo sucesivo más importante que la apariencia in-
debe emplear para crear, suscitar, compartir y luego man- dumentaria. Resulta, por tanto, paradójico, en una época en
tener ese vínculo emocional intenso entre la marca y su que las sociedades están estructuradas por la lógica de la se-
clientela. ducción y de lo efímero, o incluso de la diferenciación
marginal, que el vestir pierda importancia en provecho de la
A la luz de tales desplazamientos, cabe analizar el viraje sacralización del cuerpo.' La disminución estructural de
de las actitudes y las expectativas con respecto a las marcas los gastos en el vestir á traduce, en los hechos, el rechazo
de lujo entre los paroxísticos años ochenta y los años noven- de los dictados de la moda, la cual diferenciaba a lo largo de
ta. En efecto, las expectativas respecto de las marcas en gene- las temporadas lo que estaba de moda de lo que había
ral, y de las marcas de lujo en particular, de hecho se han dejado de estarlo. La necesidad de expresarse a uno mismo, de
desplazado: expresión de uno mismo, emociones fuertes profundizar la propia identidad, o incluso el juego de las
compartidas, búsqueda de autenticidad y de sentido, adhe- identificaciones sucesivas posmodernas, hacen pasar del «to-
sión a una ética –es decir, a su visión del mundo– y a una es- tal look» al «bricolaje», en el sentido que da Lévi-Strauss a los
tética –exaltación del universo de lo sensible y forma única, estilos variados. Según una lógica posmoderna, en los años
para cada marca, de transmitir y de hacer compartir una noventa se juega a la yuxtaposición «de los contrarios, de lo
emoción–. 1 De hecho, ese carácter único constituye un ele- caro y de lo barato, de lo chic y de lo descuidado, de la ropa
mento clave. de diseño y de lo rebajado, de lo viejo y de lo nuevo, de la
técnica y de lo auténtico, de lo masculino y de lo femenino,
El sobreconsumo ostentoso de marcas, símbolo culmi- y sobre todo recuperar, desplazar, poner lo de abajo arriba, lo
nante de los años ochenta, se vio, pues, sustituido por un
período de de-consumo selectivo, seguido a su vez, en la pre- 1. G. Lipovetsky, La Troisiéme Femme. Permanence et révolution du
sente década, por un nuevo frenesí eufórico de consumo de féminin, París, Gallimard, 1997, p. 138.
lujo. Sin embargo, esos ciclos no equivalen a lo mismo, sino 2. G. Lipovetsky, L'Empire de l'ephémére, op. cit., y Le Crepuscule du
que expresan y revelan lo que la época contemporánea con- devoir. L éthique indolore des nouveaux temps démocratiques, París, Ga-
lleva de autoafirmación y de sensibilidad exacerbada. En el llimard, 1992; véanse asimismo los análisis del antropólogo D. Le Bre-
ámbito de la moda, «la palabra clave ya no es hacer que pa- ton, A nthropologie du corps et modernité, París, P.U.F., 2001 (2.a ed.), y
del sociólogo J.-F. Amadieu, Le Poids des apparences. Beauté, amour et
gloire, París, Odile Jacob, 2002.
3. La partida correspondiente a la ropa en los gastos de las familias
1. Desarrollaremos ampliamente este punto en la sección relativa a
francesas ha descendido a la mitad en cuarenta años, de un 11 % en
la especificidad de las marcas de lujo, así como en la que versará sobre la
identidad. 1960 a un 5,1 % en 2000 (fuente Insee).

1 143
1
de dentro fuera, las prendas de noche llevadas de día E...] en tar los resultados de ventas, que superaron todas las previsio-
provecho de un mensaje individual».' En resumen, se juega nes, de un gel antipiel de naranja y reductor de la celulitis
con la imagen, con gran teatralidad, en el juego de las apari- local lanzado por Dior con el nombre, tremendamente sig-
ciones y de las apariencias. nificativo, de Dior Svelt, y que conoció en 1993 un nivel de
Es asimismo la estructura del guardarropa lo que se mo- compras sin precedentes en Francia. Cabe mencionar igual-
difica: caída en desuso de las grandes piezas en provecho de mente el más reciente Body Light, «suero ultraesbeltez triple
las pequeñas, demanda de prendas libres que no entorpezcan acción», al igual que, en las otras marcas, la cohorte de efec-
el movimiento y, por consiguiente, la comodidad. Así pues, tos reafirmantes y de eliminadores de la celulitis como Lift-
las reivindicaciones han cambiado. Se comprende entonces minceur Anti-Capiton, lanzado por Clarins en 2001,
el desarrollo de la facturación de las líneas tejanas de los crea- asociado a su método de aplicación «automodelado con efecto
dores de modas y de los modistos, al igual que la importan- reafirmante».'
cia creciente del punto en las colecciones.
Se produce una trivialización de la cirugía estética, anta-
La sacralización y la cosmetización del cuerpo se vuelven ño tabú, con un aumento del número de intervenciones de
capitales, junto con sus corolarios, el antisobrepeso y el an- un 80 %, entre 1981 y 1989, en Estados Unidos. En
tienvejecimiento:2 «Si bien la moda indumentaria es cada vez Francia, el número de operaciones de cirugía estética
menos directiva y capta una parte cada vez menos importan- aumenta asimismo cada año, para superar en 1998 las 100.
te de los presupuestos, los criterios estéticos del cuerpo ejer- 000. 2 Son otras tantas maneras «de sustituir un cuerpo recibido
cen su soberanía con una potencia centuplicada. Cuanto por un cuerpo construido», en una época en que permanecer
menos homogénea es la moda, en mayor medida el cuerpo joven y esbelto constituye el nuevo imperativo individualista,
esbelto y firme se convierte en una norma consensual. Cuan- que traduce, mediante la sacralización de la belleza de un
ta menos teatralidad indumentaria existe, mayor es el núme- cuerpo joven y delgado, «la no aceptación de la fatalidad, el
ro de prácticas corporales que responden a objetivos estéti- aumento de poder de los valores conquistadores de apropiación
cos; cuanto más se afirman los ideales de personalidad y de del mundo y de sí». 3 Cuidados y cosmetización del cuerpo,
autenticidad, más técnica y voluntarista se vuelve la cultura así como cirugía estética, que ya no son confinados a la mera
del cuerpo.» 3 es-

Se disparan los gastos de productos cosméticos, los cua-


les pasan del mero maquillaje al cuidado del rostro, y luego 1. En la publicidad de la primavera de 1999 para Dior Body Light
al del cuerpo. Como testigos de este desplazamiento cabe ci- leemos: la delgadez alta definición resalta los tres beneficios siguientes:
1) despertar del sistema esbeltez; 2) ataque directo de las sobrecargas;
3) eficacia prolongada que destaca una «eficacia probada mediante prue-
1. B. Rémaury, «Une mode entre deux décennies», Repéres mode et
textile, Institut francais de la mode, 1996, p. 63. bas científicas rigurosamente controladas: el 93 % de las mujeres encues-
tadas han notado un efecto sobre la celulitis; el 96 % han notado un
2. M. Maffesoli, A u creux des apparences. Pour une éthique de l es-
efecto sobre la reafirmación» (publicidad de prensa para revistas femeni-
thétique, París, Plon, 1990.
nas, abril de 1999).
3. G. Lipovetsky, La Troisiéme Femme, op. cit., p. 135.
2. G. Mermet, Francoscopie, París, Larousse, 1998 y 2001.
3. G. Lipovetsky, La Troisiéme Femme, op. cit., pp. 142-143.
1 145
fera femenina, en un universo en que el «cuidado de uno pliado su distribución y su clientela desde 1998 a las tiendas
mismo» y la teatralidad del cuerpo son a la vez «causa y efec- Sephora, y abrió un segundo instituto en las galerías Prin-
to de comunicación».' Así, en Francia, por ejemplo, los temps de l'Homme en 1999. Desde su creación, esta marca,
hombres representan el 15 % de la clientela de la cirugía cuyos productos llevan nombres evocadores, «retro» y
estética; son esencialmente ejecutivos que recurren a los lúdicos, como Total Frime, Lendemain de fête, Belle
implantes capilares, al rejuvenecimiento de los párpados Gueule o incluso Poignées d'amour, ¡ha multiplicado por
o incluso a la liposucción. Del mismo modo, si bien la más de diez su facturación! Los piercings y otros marcadores
cosmetología masculina no representa más que el 10 % de identitarios encuentran su declinación de lujo en los joyeros de
los gastos de higiene y belleza, dicho mercado declara, en el la plaza Vendome, algunos de los cuales se han adaptado a
año 2000 y por lo que respecta a Francia, un volumen de las demandas de esta nueva puesta en escena del cuerpo.
negocios de 595 millones de euros. Estos dos últimos años, y
por primera vez, ha conocido un crecimiento mayor que el En la actualidad, los consumidores están más informa-
de los productos femeninos. Así pues, los hombres que man- dos, son más exigentes y al mismo tiempo más sensibles a los
tienen en forma su cuerpo son cada vez más numerosos: die- precios, y menos sensibles a la marca en cuanto tal. De ese
tas adelgazantes, gimnasia, institutos de belleza, de trata- modo dejamos atrás el lujo a cualquier precio de los años
miento y de talasoterapia.2 Las marcas acuden a la cita, y los ochenta, la justificación del precio por el valor de la
indicadores del mercado para hombres están en luz verde, creación, por el valor del universo imaginario o incluso
pues los jóvenes consumidores más hedonistas tienen menos por los valores compartidos con la marca. Para las compras de
bloqueos que sus mayores. Clarins, líder europeo en el trata- implicación fuerte como los productos de lujo, en lo
miento del rostro femenino en distribución selectiva, lanza sucesivo será la coherencia y la autenticidad de la oferta
su línea Clarins Men. El grupo L'Oréal, número uno francés ética y estética de la marca lo que podrá llevar al
de lo selectivo con Biotherm Homme, anuncia fuertes pro- consumidor a adherirse al contrato que ésta le propone, así
gresiones en todos los demás países donde la marca es distri- como a aceptar un diferencial de precio justificado..., precio
buida. El americano Lauder se halla asimismo presente con del sacrificio o del reaseguro.
su marca de tratamiento Clinique for Men. En París, el
instituto de belleza para hombres Nickel, abierto en 1996 en el
Marais, con posicionamiento deliberadamente gay, ha am- En efecto, en la década precedente, las expectativas res-
pecto de las marcas eran relativamente pequeñas, en la medi-
da en que se buscaba un código social que afirmase una
identificación de grupo o de clase. Desde el momento en
1. M. Maffesoli, Le Temps des tribus, op. cit., p. 135. que el cliente busca un placer excepcional y emociones in-
2. Testigo del cuidado de uno mismo, Mermet subraya que en
tensas, un reconocimiento de su identidad, las expectativas
Francia, por ejemplo, cerca de 200.000 personas han frecuentado un se desplazan de los meros productos hacia la calidad del ser-
centro de talasoterapia, es decir, el doble que hace diez años, al igual que vicio, para acabar englobando la coherencia de la oferta y del
se doblaron las frecuentaciones de estaciones termales entre 1958 discurso de la marca en todas sus manifestaciones, aunque se
(265.000 personas) y 1996 (600.000 personas) (Francoscopie, op. cit., trate del corazón de la marca y de todas sus extensiones.
p. 124). Toda incoherencia, todo incumplimiento o incluso toda in-
1 145
satisfacción del cliente en cuanto a la acogida, el consejo o vamente los resultados del estudio McKinsey, seguidos de los
hasta la puesta en escena de los productos, será sancionada correspondientes al estudio del Ministerio de Industria,' más
como una falta intolerable del respeto que reivindica en ade- recientes, y por último, el conducido por el Consejo Econó-
lante el cliente. Todo el placer del que se le priva y que no le mico y Socia1.2
permitirán experimentar llevará aparejada una sanción inme- El objetivo asignado a McKinsey por el comité Colbert
diata: no compra, boca a oído negativo, adhesión a otra era definir la industria del lujo, 3 ponderar su peso económi-
marca más «políticamente correcta», respetuosa de sus valo- co e identificar los retos que la industria francesa del lujo de-
res y de sus clientes... Vemos, pues, que en este contexto la bía afrontar, a fin de ofrecer a las empresas y a los poderes
gestión de las marcas se vuelve mucho más compleja y, oh, públicos pistas de reflexión y de acción. McKinsey se dotó
cuánto más interesante... de una definición operativa que le permitiera reconstituir el
perímetro de esta industria. Recurriendo a un método en
Hemos recapitulado la evolución de las significaciones dos etapas, el gabinete identificó, en un primer tiempo, los
del lujo y las implicaciones que conviene sacar de ello para la sectores de actividades (treinta y cinco en total) que respon-
gestión de sus marcas. Ahora vamos a asomarnos a las defini- dían a los dos criterios siguientes:
ciones que se dieron los profesionales de esos oficios a partir
de los años noventa, y luego a las que dan de ellos los clien- 1) la fabricación y/o comercialización de productos y
tes, por el procedimiento de discutir los resultados de cierto servicios destinados al consumidor final (eliminando, por lo
número de estudios. tanto, los consumos intermedios);
2) la incorporación de pericia relevante del arte aplica-
do, definida, en lo referente a la oferta, por una implicación
humana en la creación, y en lo tocante a la demanda, por
EL LUJO DEFINIDO POR LA PROFESIÓN productos o servicios que respondan a necesidades más allá
de lo funcional, de lo necesario, y que pongan en juego los
sentidos.
Los primeros estudios que tienen por objeto definir el En cada uno de los treinta y cinco sectores identificados
perímetro de ese nuevo sector industrial datan de los años se seleccionaron:
noventa, en el momento en que la profesión se interroga — las marcas situadas en la cúspide de la pirámide de
acerca de sí misma frente a lo que conviene denominar un precios, por categoría de productos, es decir, de precios sen-
cambio de paradigma. Estos primeros estudios se deben a la siblemente superiores a otros productos que presentan fun-
iniciativa del comité Colbert,' instancia de representación y cionalidades tangibles comparables;
de promoción del lujo francés. Vamos a presentar consecuti-
1. P. N. Giraud, O. Bomsel y E. Fieffé-Prévost, «L'industrie du
luxe dans l'économie francaise», artículo citado.
1. El comité Colbert fue creado en 1954 en torno a quince casas;
2. R. Burnel, «La filiére luxe», artículo citado.
en la actualidad reúne setenta y cinco, cuya lista se presenta en el apén-
3. McKinsey, «Deux propositions pour étendre...», op. cit.
dice.

1
– las marcas de notoriedad internacional y que tengan que hace que una marca pertenezca o no a ese universo, es la
más de cinco años de existencia. siguiente:
Así, a título ilustrativo, para un sector dado se seleccio- 1) «Un producto de lujo constituye un conjunto: un ob-
nó un producto representativo, por ejemplo, un traje cha- jeto (producto o servicio) más una serie de representaciones:
queta de lana para el prét-a-porter femenino, y luego, a par- imágenes, conceptos, sensaciones, que el consumidor asocia
tir de una lista de precios, el listón que establecía el nivel de con el objeto y que, en consecuencia, compra al mismo
pertenencia al lujo fue definido como la cúspide de dicha pi- tiempo que éste, y por las cuales está dispuesto a pagar un
rámide. Para seguir con el ejemplo del traje chaqueta, el lis- precio superior al que aceptaría pagar por un objeto o un
tón se situó, en 1991, en 6.000 francos, precio de venta al servicio de características funcionales equivalentes, pero sin
público. tales representaciones asociadas.»'
Así pues, para estimar la sección de mercado del lujo De hecho, nos hemos alejado poco de la definición ope-
francés, la definición retenida es una definición perceptual, rativa precedente, y conviene retener de esta definición que
es decir, las marcas percibidas como francesas, por ser de origen la unidad de análisis pertinente para definir la industria es la
francés, aunque la estructura del capital hubiese evoluciona- marca. Desde ese momento, el problema resulta desplazado
do desde entonces y aunque la marca, en la época del estu- y vuelve a definir lo que conforma la especificidad de una
dio, estuviese controlada por uno o varios accionistas extran- marca de lujo con respecto a una marca que no lo es. Aun
jeros. cuando la definición que dan los autores del estudio de lo
que constituye una representación puede parecer parcial,2
El ejemplo típico es el de Cartier, marca de origen fran-
cés creada en 1847 por su fundador, Louis Cartier, pero
cuyo capital actualmente es extranjero, y que forma parte del
grupo Richemont. La sección de mercado del lujo francés 1. P. N. Giraud, O. Bomsel y E. Fieffé-Prévost, «L'industrie du
estimada según este método era de un 47 % en 1991, lo cual luxe...», artículo citado, p. 3.
aseguraba a Francia el liderazgo mundial. Sin embargo, di- 2. El lector que quiera profundizar la noción de representación
puede consultar J.-C. Abric, «Les représentations sociales, aspects théori-
cha sección estaba, de hecho, sobreestimada con respecto a
ques», en Pratiques sociales et représentations, París, P.U.F., 1994. En los
la realidad, si tenemos en cuenta el criterio de control del ca- desarrollos actuales en el campo de la psicología social, una representa-
pital de esas empresas. ción se define como «una visión funcional del mundo, que permite al in-
dividuo o al grupo dar un sentido a sus comportamientos y comprender
Si el enfoque de McKinsey razonaba en términos de pe- la realidad a través de su propio sistema de referencia, y por lo tanto
rímetro del sector, el estudio del Ministerio de Industria fi- adaptarse a él, definirse un lugar en él» (ibid., p. 13), o también: «una
forma de conocimiento socialmente elaborada y compartida que tiene
nanciado por el comité Colbert en 1995 muestra la evolu-
un objetivo práctico y concurre a la construcción de una realidad común a
ción de la profesión en su totalidad, que se va orientando
un conjunto social» (D. Jodelet, «Représentations sociales, un domaine en
hacia la aceptación del concepto de marca. En efecto, en di- expansion», en D. Jodelet [éd.], Les Représentations sociales, París, P.U.
cho estudio la industria del lujo queda claramente definida F., 5." ed., p. 36). Se trata, pues, de un sistema (organizado) socio-
como «un conjunto de marcas». Por consiguiente, la hipóte- cognitivo que no sólo se reduce a «imágenes, conceptos, sensaciones»,
sis básica que guía la determinación del perímetro del lujo, y como sugieren los autores.

1
extraeremos de ella un segundo postulado interesante, y que EL LUJO Y SU CLIENTELA: DE LO CUALITATIVO
nosotros mismos hemos probado empíricamente de antema- A LO CUANTITATIVO
no sobre una muestra de consumidores de categorías sociales
acomodadas:'
2) «El consumidor, aun cuando no sepa decir por qué La definición del lujo por parte de los consumidores
con precisión y según criterios objetivos, sabe si una marca puede abordarse mediante métodos de estudio exploratorios
es de lujo o no.» o cualitativos, compuestos esencialmente de conversaciones
Este método aplicado a un conjunto de marcas permitió individuales, o mediante métodos descriptivos o cuantitati-
identificar el perímetro de la industria de entonces: 412 vos, que se apoyan en lo declarativo a partir de
marcas, de las cuales 148 eran extranjeras, lo que representa- cuestionarios.'
ba en total, por lo que respecta a Francia, un volumen de ne- Con el fin de ilustrar la definición del lujo que dan los
gocios estimado en 105,720 millardos de francos en 1995. consumidores, retendremos aquí dos estudios realizados a
La clasificación de una marca como francesa responde a la nivel internacional, uno cualitativo, efectuado por la
misma lógica que la de McKinsey, es decir, marcas de origen Cofremca para el comité Colbert en 1992,2 y otro
francés, independientemente de la estructura de su capital, o cuantitativo, puesto al día regularmente por la
que han irradiado a partir de Francia. consultoría Risc desde 1993. 3 Estos resultados serán
comentados a continuación a la luz de los numerosos
El área de actividad de esas marcas de lujo quedó repar- estudios que han podido llevar a cabo otros institutos de
tida entre las grandes funciones siguientes: cuidado y equi- estudio o incluso diversos investigadores y universitarios.
pamiento de la persona (56 %), la casa (5 %), el automóvil (
12 %), los usos festivos (27 %).
¿Por qué partir del estudio de la Cofremca? Sin ninguna
duda porque es el primer estudio de este tipo realizado por
Se observa, a partir de estos datos, una fuerte concentra-
la profesión sobre una muestra de consumidores y que ilus-
ción del volumen de negocios, ya que el 25 % de las marcas
tra por un doble concepto su encabezamiento: «Informe so-
contribuyen para constituir el 80 % del volumen de nego-
bre el lujo y la evolución de las mentalidades», evolución de
cios del sector. Este perímetro fue reevaluado en 2002 y que-
las mentalidades de los consumidores, subrayada precedente-
dó reducido a 381 marcas, pues algunas de ellas habían per-
mente, y evolución de las mentalidades de la profesión, que
dido su sustancia, se habían vaciado de contenido, ancladas
en un pasado obsoleto, o incluso, sencillamente, habían de- 1. Para más información concerniente a los objetivos de estos mé-
saparecido. Esta capacidad que tienen los consumidores para todos de investigación, el lector se remitirá a: Y. Evrard, B. Pras y
juzgar si una marca pertenece o no al universo del lujo lleva E. Roux, Market. Études et recherches en marketing, París, Dunod, 2000.
de manera natural a asomarse a las definiciones que éstos 2. Cofremca, «Rapport sur le luxe et l'évolution des mentalités»,
dan del lujo en cierto número de estudios recientes. op. cit.
3. Risc (Research Institute on Social Change), estudio Image, so-
1. E. Roux, «Comment se positionnent les marques de luxe», R e- bre las representaciones y los consumidores del lujo, octubre de 1993,
vue francaise du marketing, n.° 132-133, 1991, pp. 111-118. 1995, 2000 y 2001.

152 153
pasa, como hemos hecho notar asimismo con anterioridad, – El lujo se experimenta asimismo como la vitalidad en
de una lógica centrada en los productos, la creación y el estado bruto, la animalidad, la sensación de vida alrededor
creador a una lógica que integra al cliente y al consumidor. de uno, la amplitud del movimiento, del espacio, el poten-
Aparte de su interés intrínseco, estos estudios tienen la cial que liberamos.
ventaja de referirse a los mismos países extranjeros: Alema- – El lujo constituye entonces una estrategia de vida, una
nia, España, Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia y Japón. plenitud, un retorno del ser a las fuentes, una regeneración.
Permiten, por consiguiente, abrirse a una visión ampliada, – Se inscribe en una nueva relación de uno mismo con los
que supera la mera visión o excepción francesa y pone, más demás.
allá del tiempo, las definiciones en perspectiva en el espacio.
Tales constataciones conducen a la Cofremca a hacer
El estudio cualitativo mediante conversaciones en pro- una triple recomendación a las marcas de lujo, las cuales de-
fundidad se refiere a una muestra de clase igual, como es ben: 1) ponerse en escena y en sensación; 2) ponerse en vida
costumbre en este caso: diez consumidores por país, o sea, y en emoción; 3) ponerse en sentido y en significación.
sesenta en total; lo cual podría parecer poco, pero en el Las observaciones más recientes de la Cofremca ponen
marco de lo cualitativo, cuyo objetivo no es describir y de manifiesto los puntos siguientes:'
cuantificar, sino comprender en profundidad la – el lujo nace de un encuentro con uno mismo; así, «ya no
diversidad de los posibles, queda por completo dentro de cabe reducir el lujo al objeto. El lujo nace de un encuentro
las normas. Se aspira no a la representatividad estadística,
entre el objeto y la intimidad profunda de aquel que lo
sino a la exploración, la comprensión en profundidad del
universo del lujo, con el fin de penetrar lo que éste significa reconoce»;
en la mente de los consumidores, a fin de extraer de ello – el lujo debe ser profundamente desjerarquizado, pues,
pistas de reflexión, y luego de acción para las marcas. según este instituto, debe pasar de una lógica del nivel de
vida obsoleta a una lógica de expresión autónoma;
Cualesquiera que sean los países, la base del sistema del – el lujo debe suscitar imaginarios y resucitar artes de vivir;
lujo consiste en ser deseable, en mantener cierta distancia, – el lujo es placer para compartir que ya no se basa en una
en que debe ser merecido; se trata de un aura inmaterial que simple satisfacción narcisista y social, y debe saber desarrollar
tira de uno por encima de lo ordinario y por encima de la un valor de vínculo.2
simple calidad de la vida para convertirse en una forma de Las otras pistas se inspiran en corrientes derivadas de los
realización y de ofrenda que uno se hace a sí mismo y a los
demás.
1. P. Degrave, «Quelle conception du luxe pour s'adapter aux
La adhesión en adelante ambivalente al lujo implica un moeurs du troisiéme millénaire?», Comunicación en el Rime 98 (26-27
respeto al otro, que busca en el lujo una forma de satisfacer de marzo de 1998), Versalles. Patrick Degrave es director general de Co-
su dignidad. fremca Sociovision.
– Así, el lujo es vivido como el encuentro con la vitali- 2. Véanse a este respecto los desarrollos de mi colega Bernard
dad; es un placer de los sentidos que desemboca en una Coya, Au-delh du marché: quand le lien importe plus que le bien, París, L'
emoción, una sensación de comodidad, de armonía. Harmattan, 1995.

154
l

análisis posmodernos: énfasis en las emociones y la sensoria- nobles y raros, así como la noción de duración, del mismo
lidad, estetización de la vida cotidiana..., otros tantos rasgos modo que la apropiación, incluso incorporación, de la crea-
determinantes en las investigaciones sobre marketing de la tividad que guía la invención. Estamos, pues, bastante lejos
posmodernidad.' Los gabinetes de estudio y los universita- de lo que corresponde al orden de la tendencia efímera y de
rios se unen, pues, acerca de este punto, para influir median- la imitación ostentatoria. Incluso en Estados Unidos, actual-
te sus análisis en la gestión de las marcas. Desde ese momen- mente, se valorizará más un pequeño número de objetos de
to, ya no es posible escapar al término «emoción», que, de calidad que la superabundancia, encontrando en el lujo, en
hecho, constituye un comodín en el mundo de la publici- especial entre los más jóvenes, un valor añadido de innova-
dad. Sin embargo, no podemos por menos de subrayar que ción creativa.
una emoción se suscita, se siente, pero no se decreta..., por
cuanto es muy cierto que la conminación a sentir «emoción» El estudio Image (Risc) es uno de los primeros que, a
a la que se nos invita en los anuncios ¡no implica que en gran escala, dio cuenta de las dimensiones del lujo, ya se
efecto la experimentemos! Asistimos a idénticos excesos en trate de un producto o de una marca; este estudio permite
los casos de «experiencia»2 y «recuperación del sentido mági- una triple comparación: el producto de lujo versus la marca; las
co»,3 más vocablos en boga que, sacados de su contexto y sis- dimensiones invariantes, cualesquiera que sean los países;
tematizados, son esgrimidos como nuevos ábrete sésamo y las dimensiones variables por su anclaje cultural y geográfico
tartas de crema para consultantes ayunos de ideas. particular.
Por lo que respecta al producto de lujo, las tres dimen-
siones más marcadas son la excelente calidad, el precio muy
Los estudios cualitativos recientes sobre el lujo subrayan
elevado y el efecto prestigio de la marca. Asimismo, una
un recentrado sobre los valores «verdadero», «profundo» y
marca de lujo se define por la excelente calidad de sus pro-
«necesario», y ponen en evidencia lo auténtico, los materiales
ductos, el hecho de ser mundialmente (re)conocida, con
productos muy caros, de un estilo inimitable (en menor
1. Cabe remitirse a la muy pedagógica obra de mi otro colega Pa-
grado, no obstante, en lo tocante a Francia y Japón).
trick Hetzel sobre las aplicaciones posmodernas en marketing: Planéte
Conso, Marketing expérientiel et nouveaux univers de consommation, París,
Vemos que lo que hace pasar del «producto» a la «mar-
Editions d'Organisation, 2002.
ca» es, esencialmente, la dimensión y la notoriedad interna-
2. Recordemos simplemente que los modelos heurísticos en marke-
cionales. Así, para muchas «casas de lujo», en los años no-
ting fueron desarrollados a partir de los años ochenta con, en particular,
M. Holbrook y E. Hirschman, «The Experiential Aspects of Consump-
venta la problemática consistió en pasar del «nombre» de
tion: consumer fantaisies, feelings and fun», Journal of Consum er imagen prestigiosa y notoriedad limitada al país de origen a
R esearch, 9, 1982, pp. 132-140. Para una síntesis reciente de las una marca de notoriedad mundial. Las variaciones de
ciones en marketing sobre las «experiencias» de los consumidores, cabe porcentajes según los países permiten subrayar
referirse a M. Filser, «Le marketing de la production d'expérience: statut importantes efectos culturales, reforzando la noción
théorique et implications managériales», Décisions Marketing, 28, 2002, relativa del lujo discutida con anterioridad.
pp. 13-22.
3. En este caso, desgraciadamente, no se hace referencia alguna a los Así, por lo que se refiere a Europa, Alemania se distin-
análisis de Max Weber, ¡ni siquiera a los de Gauchet! gue por su definición muy ligada a lo excepcional (44
157
156
154
frente a un 17 a 37 % para los demás países). Gran Bretaña, dos: Europa, Estados Unidos y Japón. Estas cifras subrayan
más que los otros países, separa el lujo de las marcas y juega la verdadera explosión del mercado y una inversión de las ci-
mucho con la confianza (48 %), así como con la calidad in- fras entre los no clientes y los clientes. Según el estudio Risc
trínseca de los productos. Para Japón, la fabricación artesa- 2000,' en Europa, los clientes ocasionales —que han compra-
nal ocupa un lugar muy destacado (36 %), en resonancia do de una a tres marcas de lujo durante el año— representan
con una cultura del gesto (Kata) fundamental en ese país, el 42 % de los consumidores, mientras que la clientela regu-
del mismo modo que la larga historia de la marca (44 %), lar —que ha comprado cuatro marcas de lujo e incluso más—
que le ha permitido dominar un savoir-faire. Recordemos a representa el 18 %. Así pues, el total de los clientes del lujo
este respecto la importancia que tienen en Japón los tesoros se eleva en la actualidad a un 60 %,2 cuando en 1998 era de
nacionales vivientes, maestros en dominar un arte aplicado: un 52 % y en 1994 de un 40 %. El lujo resulta en adelante
laca, seda, etc. Por lo que respecta a Estados Unidos, el razo- accesible a más de la mayoría de los europeos, y son los
namiento resulta elemental, pragmático y funcional, muy clientes ocasionales los que más progresan.
coherente con los valores de esa sociedad, donde predomi-
nan la lógica comercial y la relación «value for money».
Tipo clientes
America Europa Japón
Si nos concentramos en Europa, que continúa siendo el
mercado tradicional del lujo, y seguimos la segmentación es- 1994 2000 1994 2000 1994 2000
tablecida por Risc entre «clientes regulares del lujo», «excur- Total clientes lujo 39 % 65 % 40 % 60 % 39 % 62 %
sionistas», es decir, los clientes ocasionales, y por último, los
«no clientes», bautizados como «excluidos», ya sea por recha- Ocasionales
(1-3 compras) 29 % 44 % 31 % 42 % 25 % 43
zo deliberado o bien por falta de medios económicos, obser-
vamos que las dimensiones del lujo varían en función de los Regulares
segmentos de clientela. Así, notamos que cuanto más regula- (4 compras y +) 10 % 21 % 9 % 18 % 14 % 19 %
res son los clientes y, por consiguiente, tienen un fuerte índi-
ce de consumo de marcas de lujo (los grandes consumidores, No clientes
(ninguna compra) 61 % 35 % 60 % 40 % 62 % 38
según el vocabulario mercadológico), más individual y per-
sonal es la representación del lujo: «placer para uno mismo,
guapo ante todo, no pasa de moda». Para los clientes ocasio- 1. La clientela del lujo: Europa, Estados Unidos, Japón. Compila-
nales, que tienen un índice de consumo más débil, el desfase ción según Risc (estudios de octubre de 1994 y 2000) sobre una muestra
social y la mirada de sus iguales siguen teniendo importan- de 12.500 personas en Europa (Alemania, España, Francia, Inglaterra,
cia, y marcan dimensiones más elitistas: «para excepciones, Italia) y de 3.000 personas en Estados Unidos y Japón. Se considera
para una minoría». clientes del lujo a los encuestados que han comprado al menos una mar-
ca de lujo en el curso de los dos últimos arios.
2. En lo que respecta a Europa, estas cifras se incrementan todavía
La segmentación hecha por Risc se establece a partir del en tres puntos en 2001, para pasar de un 60 % a un 63 %. Francia, en
número de marcas compradas y permite una estimación de octubre de 2001, contaba con un 64 % de personas que compraron al
la dimensión de cada segmento en los tres principales merca- menos una marca de lujo estos dos últimos años.

1
1
Siempre en Europa, la nueva clientela del lujo es cada ecuación llamada de «ensueño»' que traduce, en función de
vez más joven, y dotada de elevados ingresos. En efecto, el las respuestas de su muestra, el grado de deseabilidad de una
37 % de los clientes europeos ocasionales y el 46 % de los marca, habida cuenta de su puntuación en cuanto a notorie-
clientes regulares tienen actualmente menos de treinta y cin- dad y de las compras efectuadas. Así, Cartier, Christian
co años. Sus valores dominantes traducen una búsqueda di- Dior, Chanel y Rolex representaban, en 1994, y cualesquiera
versificada de placeres. Para las consumidoras, los estudios que fuesen los países, las referencias más universales del lujo.
subrayan la importancia creciente de la audacia, del creci- Hermes y Vuitton se benefician igualmente de una prima de
miento personal, de los placeres, de la movilidad, de la inte- ensueño muy elevada a nivel internacional.
ractividad y de la multiplicidad. Si tomamos como testigo el
mercado de la belleza en distribución selectiva en 2002, el
51 % de las mujeres europeas compraron un producto de Ahora bien, en la actualidad se constata cierto retroceso
maquillaje de una marca de lujo, el 58 % un producto de de las referencias del lujo clásico, histórico o de estatus, en
tratamiento y el 66 % un perfume» Es, pues, a través de este provecho de una marca como Armani, que en Europa se ha
último mercado como la gran mayoría de las mujeres acce- convertido en la marca más deseable, la cual, en 2001, so-
den al universo del lujo. brepasó a Chanel en el ranking de los «top cinco» .2 Para la
mayoría de las demás marcas, los resultados varían de un
mercado a otro. En Estados Unidos, las marcas que hacen
En el año 2000, los clientes regulares europeos del lujo
soñar más son, por orden, Rolex y Calvin Klein, Ralph Lau-
representan el 19 % en Francia, el 12 % en Alemania, el
ren, Gucci y Armani. En Japón, Rolex va asimismo en cabe-
20 % en Italia, el 13 % en España y el 27 % en el Reino
za, seguido de Louis Vuitton, en igualdad con Gucci, y lue-
Unido. En definitiva, signo de su verdadera democratización
go Chanel, Cartier y de nuevo Armani. En Europa, en fin, la
y de esta nueva tendencia mayoritaria, el lujo, nuevo icono
primera posición va a parar a Armani, que adelanta a Cha-
de la época, ocupa por derecho propio desde el año 2000
nel, luego viene Dior, clasificada en igualdad con Calvin
una sección de los datos de panel sobre el consumo, el ocio y
Klein, seguidas de Rolex y Cartier. Para cada una de las mar-
los modos de vida en Francia. 2 Una primera exploración de
los resultados revela que el 60 % de la muestra ha comprado
al menos una marca de perfume o de cosmético de lujo du- 1. Esta «ecuación» se establece comparando las respuestas a las pre-
rante el año, el 53,5 % una marca de ropa y el 45,8 % una guntas de notoriedad asistida de las marcas: «Aquí tiene cierto número
de vino o de champán. Risc ha establecido asimismo una de marcas de lujo... ¿Puede indicarme todas las que conoce al menos de
nombre?» y de ensueño: «Imagine que gana la posibilidad de elegir un
regalo muy bonito. Entre todas las marcas que conoce, ¿cuáles son las
cinco que le producirían mayor placer?»
2. Fuente Risc 2000, C. Paternault, «Le marché du luxe», según estudio
1. Fuente Risc 2002, para los perfumes, los productos de maquillaje o Risc Image 1994 y 2000, D. Weber y B. Dubois, «The Edge of
de tratamiento; los porcentajes corresponden a las consumidoras que han Dream: managing brand equity in the European luxury market», docu-
comprado una marca de lujo estos doce últimos meses. mento de investigación, H.E.C., 1995; por último, B. Dubois y C. Pa-
2. Estudio anual SIMM 2000 Interdeco, Taylor Nelson, Sofrés, ternault, «The Dream Formula», Journal of Advertising Research, agosto
Sécodip, sobre una muestra de 9.975 personas. de 1995, pp. 69-76.

1 161
1
cas europeas, la preferencia se dirige más a las originales del III. MARCA DE LUJO: LEGITIMIDAD E IDENTIDAD
país, las marcas francesas para Francia, las italianas para Ita-
lia, con la mejor puntuación siempre para Armani, las espa-
ñolas para España, con un apego muy marcado a la marca
local Loewe.

Las representaciones que los clientes tienen del universo


del lujo, de las marcas que forman parte de él y que les ha-
cen soñar más se organizan a partir de lógicas culturales dife-
rentes. Lógica ostentatoria en Asia y para los países donde
los clientes acceden a una nueva fortuna, lógica económica y
hedonista en Estados Unidos, donde «el valor del dinero» y El capítulo precedente lleva de forma natural a abordar lo
el sentido de lo que uno «obtiene a cambio de su dinero» que constituye la especificidad del marketing management de las
son particularmente sensibles, y por último, una lógica de marcas de lujo.' Toda especificidad se define por diferencia, y
autenticidad para los mercados europeos, o para las fortunas en el caso que nos ocupa, por diferencia con los productos y las
establecidas desde hace generaciones. En este último caso, marcas de gran consumo. Lo cual lleva a desarrollar la diferen-
los clientes se muestran particularmente atentos y críticos cia primordial, que se articula en torno a las nociones funda-
con respecto a la evolución de las marcas y de sus propues- mentales de legitimidad e identidad. Tales desarrollos conducen
tas, pues esperan que todo nuevo producto lanzado por la entonces a proponer una definición de lo que constituye una
marca se afiance lo más cerca posible de su personalidad y, marca de lujo a partir de sus dos dimensiones clave e indisocia-
por consiguiente, de su identidad. bles: las de la ética y la estética propias de las marcas de lujo.
Mientras que los productos de consumo corriente res-
ponden a beneficios de tipo funcional, las marcas de lujo re-
miten a beneficios simbólicos y, cada vez más, a beneficios
llamados «experienciales»,2 es decir, que implican en el clien-

1. En parte, los análisis aquí propuestos fueron desarrollados en cola-


boración con el semiólogo Jean-Marie Floch, por desgracia hoy
do, razón por la cual deseaba rendir homenaje a su memoria en esta obra.
2. C. Whan Park et al., «Strategic Brand-Concept Image Mana-
gement», Journal of M ark eting, 50, octubre de 1986, pp. 135-145, y
K. Keller, Strategic Brand Management, Prentice Hall, 1998. Para las pu-
blicaciones francesas recientes, cabe remitirse al número especial de la
revista Décisions Marketing sobre la extensión del ámbito de la
experiencia, n.° 28, 2002, y a P. Hetzel, Planéte Conso, op. cit.

1
te una búsqueda de experiencias y de emociones fuertes ex- y a las marcas francesas en particular, el origen de la
cepcionales. La imagen de una marca corresponde entonces legitimidad de esas marcas ha sido de dos clases: o bien
al conjunto de las asociaciones almacenadas en la memoria la tradición (legitimidad tradicional), o bien la creación
del consumidor. Para valorizar el capital de la marca, estas (legitimidad carismática). Estas dos condiciones
asociaciones deben satisfacer imperativamente los tres crite- históricas han sido, durante décadas, las condiciones
rios siguientes: ser favorables, ser fuertes y ser únicas. El necesarias y suficientes para asentar y hacer reconocer, a
marketing de una marca de lujo ha de contribuir a destacar nivel mundial, el poder y la supremacía de las marcas de lujo
seducción, emociones, placer, estética –en el sentido etimo- francesas.
lógico del término–, es decir, lograr que el cliente experi-
mente y sienta una emoción, hacer compartir valores comu- Las marcas de lujo de origen francés han establecido, en
nes, y no sólo hacer hincapié en la relación coste-utilidad efecto, su legitimidad en torno a la tradición, por una parte,
tangible, como tal vez sería suficiente en el caso de los pro- y en torno al talento creativo por otra.
ductos de consumo corriente. Las marcas de lujo deben asi- – La tradición y la pericia, asociadas al dominio de un
mismo justificar su valor añadido por su legitimidad y su «of icio» y a una calidad de ejecución únicas, con frecuen-
identidad. cia vinculadas, por lo demás, a un área de artesanía y/o a
una tradición manufacturera. «El lujo es una buena factu-
ra», acostumbra decir Jean-Louis Dumas, presidente de
Hermes. Este dominio de un oficio artesanal se traduce,
en el campo de los accesorios de moda, por ejemplo, en el
oficio de «guarnicionero» por lo que respecta a Hermes, el
DONDE SE TRATA DE LA LEGITIMIDAD
de «maletero» para Vuitton, el de «zapatero» para
Ferragamo o Berlutti, o también el de «joyero» para
Cartier, Boucheron o Chaumet, el de «perfumista»
para Guerlain y Caron, y podríamos, evidentemente,
Legitimidad: el concepto significa consagrado o admiti- multiplicar los ejemplos a placer. Así pues, la legitimidad se
do por la ley, conforme a la equidad, a la justicia, a la razón. establece por una tradición artesanal mantenida
La legitimidad es, pues, la calidad de lo que está basado deliberadamente en y por la duración.
en derecho, justicia, equidad. En consecuencia, legitimidad
remite a autoridad. Debemos a Max Weber' un esencial aná-
lisis del concepto de legitimidad y de sus fundamentos. We- – La creación, con el talento creativo original, exclusivo y
ber distingue tres tipos de legitimidades diferentes, sin cesar renovado del creador fundador de la marca, constitu-
apoyándose en fundamentos distintos de la dominación: el tipo ye el segundo factor de legitimidad. Es el caso del modelo de
racional-legal, el tipo tradicional y el tipo carismático. Trans- desarrollo francés en el ámbito de la moda, con los modistos
firiendo la tipología de Weber a las marcas de lujo en general Dior, Chanel y Saint Laurent, por ejemplo, y Kenzo, Gaul-
tier o Mugler como «creadores de moda».
1. M. Weber, Économ ie et société, t. 1, 1956, para la edición alema-
na, y Plon, «Agora Pocket», 1995.
Por su parte, las marcas italianas o americanas, cuya
competencia resulta temible para las marcas francesas, han
sabido imponerse con el prét-á-porter y desarrollarse en los
164 165
165
accesorios de moda. No obstante, son de creación más re- necesaria para sobrevivir a la brutal desaparición de su crea-
ciente y la mayoría de ellas todavía no tienen la duración ne- dor. Si hubiera que arriesgarse a hacer un pronóstico,
cesaria para que su longevidad pueda ser estimada; a lo sumo Arma-ni es sin duda «la» marca susceptible de doblar con
podemos formular hipótesis sobre las marcas que sabrán en- mayor facilidad el cabo de la longevidad.
contrar la fuerza creativa necesaria para sobrevivir a la desa- No obstante, si bien estos fundamentos históricos han
parición de sus creadores. constituido las condiciones para la afirmación de la legitimi-
En el ámbito de la moda y de la costura, en este estadio dad en las marcas de lujo, dichas condiciones antaño necesa-
de la historia sólo las marcas francesas se encuentran en ese rias ya no son, en el universo competitivo y para los consu-
caso representativo. Así, Dior es sin duda la marca que ha midores de hoy, condiciones suficientes. Es preciso añadir a
experimentado en mayor medida la gestión de dicha transi- ello la capacidad de la marca para comunicar un imaginario
ción creativa: Christian Dior, el fundador (1947-1957), lue- fuerte, coherente, reconocible y único. Dicho de otro modo,
go Yves Saint Laurent (1958-1959), Marc Bohan (1960- los factores clave del éxito de una marca de lujo suponen:
1988), Gianfranco Ferré (1989-1996) y en la actualidad una identidad clara y legible proyectada de manera creativa y
John Galliano. Pero, igualmente, Chanel con Mademoiselle coherente en el tiempo y en el espacio, uno o más productos
Chanel y, desde 1983, Karl Lagerfeld y más tarde, de creer faro (para evitar el término «bestseller»), fácilmente identifi-
los rumores de los medios parisinos de la moda, pronto..., cables y atribuibles a la marca, una cultura innovadora aso-
quizás, su sucesor. ciada a procesos de gestión rigurosos. Todo ello implica a un
tiempo una visión a largo plazo y un anclaje en la actuali-
Como acabamos de mencionar, las marcas italianas' o dad, el cliente y el mercado. Y eso tanto más cuanto que el
americanas, cuya competencia es ciertamente temible, son perímetro competitivo del lujo se ha modificado
de creación más reciente y aún no tienen la duración de vida fuertemente, para incluir marcas de gama alta, pero también
necesaria para que su longevidad pueda ser estimada. Con la marcas de gran consumo. Una dienta puede llevar una
excepción de Ferragamo, cuya marca ha continuado desarro- americana Dior con un pantalón Gap, ¡así como mezclar
llándose tras la muerte de su fundador, y de Versace, respec- Chanel con Zara! Por lo tanto, en lo sucesivo estas marcas
to de la cual el futuro dirá si la marca tiene la fuerza creativa están en competencia, pues la clientela las integra y las
mezcla al tomar sus opciones de consumo.

1. No hay que clasificar el renacimiento de la marca Gucci en esta


categoría, sino en la categoría precedente, pues aunque la marca comuni-
ca sobre la moda, su volumen de negocios se cumple ampliamente con
Para continuar diferenciándose del mercado de masas,
los accesorios, que corresponden a su oficio básico. El caso de Gucci tie- todo desarrollo del lujo sólo puede llevarse a cabo por la
ne que ver, pues, con la primera categoría, aun cuando el talento del di- parte superior de la pirámide. En la actualidad, saber y pe-
señador Tom Ford ha contribuido ampliamente a revitalizar la marca. ricia ya no constituyen ventajas competitivas suficientes, se
Es, en efecto, el conjunto de la gestión de la marca Gucci (creación y vuelve imperativo para las marcas saber instalarse en la du-
gama de productos, ciertamente, pero también, y sobre todo, distribu- ración y «saber hacer saber», con el fin de seguir siendo de-
ción, política de precios y de comunicación) lo que se ha revisado bajo el seables y llevar la adhesión de los clientes a su universo.
impulso de su presidente, el señor De Solté. «La belleza no es razonable», afirma Baccarat en su campa-
166 167
165
ña publicitaria, que presenta su nueva línea de joyas de sufre [...], pese a las transformaciones de sus modos de exis-
cristal. Esta extensión y esta comunicación responden al tencia o de los roles que asume».'
objetivo de conseguir dar el paso del estatus de manufactu- «Es a la escala de una vida entera donde el ser busca su
ra conocida y reconocida en el servicio de mesa al de una identidad», subraya en paralelo Paul Ricoeur. 2 Hacer re-
marca de lujo que extiende su universo al ámbito femeni- ferencia a Ricoeur lleva, no obstante, a considerar que la
no. Puesta a prueba, la campaña mostraba que el 87 % de identidad no se reduce a la sola dimensión de «mismidad (
las mujeres a las que apuntaba encontraban refinada la idem)». En efecto, la identidad es dual y consta de dos di-
marca, ¡y un 85 % la consideraban sensual! Estas joyas, mensiones: el «mismo idem», como ha quedado definido
lanzadas en 1993, tienen en el año 2000 una facturación
con anterioridad, y el sí, «del latín ipse», para que «sí mismo»
del 18 % y contribuyen a incrementar los beneficios de la
pueda existir.
empresa.
Si retomamos, según nuestra opinión, la lectura que
Lo cual nos lleva a definir la noción de identidad. hace Floch de la identidad narrativa propuesta por Ricoeur,
ello nos conduce a la descomposición siguiente de la iden-
tidad. La permanencia en el tiempo y la continuidad inin-
terrumpida son criterios que permiten identificar lo que
Ricoeur denomina el «carácter», dicho de otro modo, el con-
DONDE SE TRATA DE IDENTIDAD
junto «de las disposiciones distintivas duraderas por las que
se reconoce a una persona», lo cual corresponde al «mismo» (
idem). La variación de las acciones individuales, que traduce
La identidad constituye el carácter de aquello que es los cambios, la innovación, implica consecuentemente que
uno, de aquello que permanece idéntico a sí mismo; aplica- las maneras de ser fiel a los valores en los que una persona se
do a una persona, es el hecho de ser determinado individuo reconoce pueden tomar formas diversas (polisemia), a fin de
y de que lo reconozcan como tal, sin ninguna confusión po- asegurar «el mantenimiento de sí», «del sí» y, en consecuen-
sible, gracias a los elementos que lo singularizan. Por consi- cia, del ipse. Supone ser fiel a la palabra dada y mantenida,
guiente, la identidad comprende una primera dimensión de para recuperar los términos que utilizan Ricoeur y Floch.3
«mismidad», y esta dimensión supone la unicidad, la perma-
nencia, la continuidad, que sólo se define, como hemos vis-
to, en la diferencia. De donde resulta, en este análisis de la identidad, que
parecerse a uno mismo implica también no parecerse a nadie

Es lo que encontramos en la definición que Greimas da 1. A. Greimas y J. Courtés, Sémiotique: dictionnaire raisonné de la
de la identidad. Según él, el concepto «identidad» se opone a théorie du langage, París, Hachette, t. II, 1993, pp. 177-178.
2. P. Ricoeur, Soi-méme comme un autre, París, Ed. du Seuil, 1990,
«alteridad» como «mismo a otro»; «la identidad sirve para
pp. 137 y ss., en su estudio sobre la identidad personal y la identidad na-
designar el principio de permanencia que permite al indivi-
rrativa.
duo seguir siendo "el mismo", persistir en su "ser" a todo lo
3. J.-M. Floch, Identités visuelles, París, P.U.F., 1995, p. 40.
largo de su existencia, [...] pese a los cambios que provoca o

1
más, y que parecerse a uno mismo equivale a ser, bajo for- riaciones, la permanencia bajo las rupturas, los cambios, la
mas diversas, sin cesar renovadas (de ahí que quepa hablar innovación, con el fin de captar su sentido. La semiótica se
de innovación, incluso de rupturas), constantemente fiel a esfuerza en ello. Esta disciplina integra las nociones de ética
los propios valores y, por lo tanto, a uno mismo. Recupera- y de estética, que son las dos dimensiones que permiten arti-
remos igualmente aquí, para completar esta lectura de la cular una definición específica del lujo, que delimita su esen-
identidad, las metáforas particularmente luminosas de Mi-
cia y su diferencia.
chel Serres a propósito de la identidad, las del puente y el
pozo:
«El puente es un camino que conecta dos orillas o que
convierte en continua una discontinuidad, [...] que conecta UNA ÉTICA Y UNA ESTÉTICA INDISOCIABLES
lo desconectado [...]. La comunicación estaba cortada, el
puente la restablece.»
«El pozo es un agujero, un rasgón local en una variedad Antes de proponer dicha concepción de la identidad del
[...] pero puede conectar variedades apiladas.»' lujo, es necesario asomarse a las de ética y estética.
Si bien no haciendo referencia directamente a la identi-
dad, esta misma metáfora del puente había sido ya utilizada
por Simmel: «El puente se convierte en un valor estético no Ética estética
sólo cuando establece, en los hechos y para alcanzar sus ob-
jetivos prácticos, una unión entre dos términos disociados, La ética puede definirse, en primer lugar, en relación
sino en el sentido de que hace inmediatamente sensible di- con la moral. El término «ética» procede del griego, mientras
cha unión.» 2
que «moral» proviene del latín, y ambos remiten a la idea de
De ahí que la identidad constituya la permanencia fren- costumbres, nos recuerda Ricoeur, «por un lado lo que se es-
te a los cambios, las rupturas, la innovación, y por lo tanto, tima como bueno, por otro lo que se impone como obliga-
la invariancia frente a las variaciones. La identidad es, en de- torio».'
finitiva, lo que vuelve continua una discontinuidad, lo que
conecta lo desconectado. Así, Ricoeur reservará el término «"ética" para el objeti-
vo de una vida realizada», y el de «moral» para la articula-
Trabajar sobre la identidad de una marca en general y, ción de este objetivo a unas normas caracterizadas por la
más concretamente, sobre la identidad de una marca de lujo pretensión a la universalidad, así como por un efecto de
supone, pues, buscar las invariancias que subyacen en las va- obligación. Por lo tanto, la ética se define como la manera
de organizar la propia conducta tendiendo hacia la realiza-
1. M. Serres, «Discours et parcours», en C. Lévi-Strauss, L identité, ción de los valores por los que uno se rige. Mientras que la
París, P.U.F., 1977, p. 28. moral es exógena –del orden del deber–, la ética es endógena
2. G. Simmel, L a T ragédie de la culture [1909], París, Rivages,
1988, p. 163. 1. P. Ricoeur, Soi-méme comme un autre, op. cit., p. 200.

1
1
–del orden de la volición personal–. En consecuencia, la éti- Si transferimos este análisis de la identidad al lujo, ello
ca es un principio emblemático de la posmodernidad, del nos conduce a una definición del lujo como articulación de
mismo modo que la moral era el principio que enmarcaba la una ética –visión del mundo, rechazo del totalitarismo de lo
modernidad. económico– y de una estética –aquello por lo que el lujo es
En su libro Horno aestheticus, Ferry recuerda que la esté- reconocido como una forma única de comunicar una emo-
tica fue definida en 1750 por Baumgarten como «la ciencia ción a través de la coherencia de los sentidos.
del conocimiento sensible». Es la época en que se produce
una mutación radical en la representación de lo bello, que a
partir de entonces se piensa en términos de gusto: «En el Rechazo del totalitarismo de lo económico y coherencia
momento en que lo bello está tan íntimamente relacionado
de los sentidos
con la subjetividad humana que, en última instancia, se defi-
ne por el placer que procura, por las sensaciones o senti-
Las diferentes definiciones del lujo,' al igual que los aná-
mientos que suscita en nosotros.»' Un objeto ya no gusta
porque sea «intrínsecamente» bello, sino que lo llamamos lisis que hemos propuesto aquí, subrayan los deslizamientos
bello porque procura cierto tipo de placer; el lenguaje de la de las significaciones del lujo.
estética contemporánea será en adelante el de las experien- Hay que distinguir el lujo tanto del prestigio como de la
cias vividas. magnificencia. En efecto, el lujo es más una forma de ser
–una «manera de vivir»– que una forma de hacer o de hacer
Por consiguiente, la estética deviene una (la) manera ori- que hagan. Sobre todo, el lujo remite al placer, al refina-
ginal, inédita, propia, de organizar el mundo de lo sensible miento, a la perfección, así como a la rareza y a la aprecia-
de forma que comunique una emoción que traduzca la vi- ción, costosa, de aquello que existe sin necesidad. Esta ma-
sión del mundo del creador, es decir, su ética. En eso van li- nera de vivir que es el lujo debe ser definida como la
gadas ética y estética. articulación de una ética y de una estética.

Es asimismo en esta acepción, próxima a su sentido eti- En su dimensión ética, el lujo implica que consideremos
mológico, como Maffesoli emplea el término «estética» para como valores no sólo la ausencia de necesidad, sino también
calificar el estilo de la época posmoderna y como vincula, la ausencia de un completo control sobre el mundo: no todo
también él, ética (en cuanto manera de ser) con estética está inmediatamente disponible, nada viene dado con ante-
(sentir común). Así, afirma, «se elabora una manera de ser lación. El lujo supone la aceptación, incluso la reivindica-
(ethos), donde lo que se experimenta con otros resultará pri- ción, de un no-poder sobre el mundo: los materiales son ra-
mordial, eso mismo es lo que yo designaría con la expresión ros o delicados, no controlamos jamás por completo el
"ética de la estética"».2 tiempo que estimamos que deberemos dedicar a la produc-
ción de una obra o de un objeto. Estamos lejos del prestigio
1. L. Ferry, Horno aestheticus. L invention du goút á l'áge démocratique,
París, Grasset, 1990, p. 33. 1. E. Roux y J.-M. Floch, «Gérer l'ingérable: la contradiction in-
2. M. Maffesoli, A u creux des apparences, op. cit., p. 13. terne de toute maison de luxe», Décisions Marketing, 9, 1996, pp. 15-23.

1
que constituye una búsqueda de poder, es más, de poder so- como la coherencia de las diversas formas sensibles a través
bre los demás. de las cuales éste se manifiesta –la coherencia de su tacto, de
Dicho de otro modo, el lujo supone el rechazo –y ahí te- su peso, de su forma, de sus colores..., lo que se denomina
nemos una manifestación de su dimensión ética– de que en estética la «sinestesia»–, que todos esos rasgos son otros
todo sea controlable, calculable; supone, por consiguiente, tantos rasgos definitorios de cualquier universo de lujo y, por
un rechazo del «totalitarismo de lo económico». Que ese re- vía de consecuencia, de una marca de lujo.`
chazo sea posteriormente objeto de una comunicación a los Quedan por examinar las diferentes instancias de reali-
demás, que se haga «alarde» de esa ética, es otra cosa; y que zación de esta doble dimensión ética y estética del lujo. En
dicha comunicación sea por definición codificada y reglada ¡ efecto, la exaltación de una irreductible incontrolabilidad del
es otra distinta! Tal es la paradoja constitutiva de toda casa mundo, así como la búsqueda de una perfección sinestésica,
de lujo. Toda firma tiende a perdurar y a desarrollarse. Y exi-
reaparecen a todo lo largo del recorrido del producto de
ge para ello que la economía sea el principio mismo de su
gestión. Pero una firma... de lujo tiene la obligación de con- lujo, desde su producción hasta su consumo, pasando por su
ciliar ese principio, vital, de economía y el rechazo, ético, del distribución.
totalitarismo de lo económico, rechazo que es consustancial Por lo que respecta a la producción, el rechazo del totali-
a la idea misma de lujo. Esta concepción del lujo, con las tarismo de lo económico se manifestará en la aceptación, por
consecuencias que implica, requiere que examinemos en pa- parte de la marca, de tener que trabajar a partir de materias
ralelo la dimensión estética de semejante forma de vida, an- o de aprovisionamientos cuya cantidad y calidad no son ja-
tes de indicar de qué modo esas dos dimensiones pueden más totalmente previsibles o calculables: rareza de las mate-
manifestarse en las diferentes instancias de manifestación del rias primas o azares climáticos que pesan sobre una cosecha,
sector del lujo. o incluso parte dejada al trabajo artesanal y al «placer de eje-
cución» que procura, para recuperar la expresión de Lévi-
Esta estética se define como una aproximación al univer- Strauss.
so de lo sensible, es decir, de los sentidos, e implica una vi- En cuanto a la dimensión estética, se manifestará en la
sión del mundo y de la relación de uno mismo con el mun- concepción de productos «perfectos» y en la creación de un
do, susceptible de comunicar una emoción. universo de marca que representa un mundo sensible cohe-
rente, el cual no podría ser sustituido por unos cuantos sig-
La estética del lujo es la del refinamiento, la sutileza y la nos o elementos de identificación inmediata, por visibles o
búsqueda de perfección. De ella se deriva no sólo una valori-
reconocibles que fuesen...
zación de las diversas destrezas y de la cultura, sino también
Así, a título de ejemplo, Hermes sólo selecciona los be-
una identificación posible de los rasgos invariantes de todo
universo sensible que cabría considerar «de lujo». Eso no
quiere decir que en el lujo sólo exista una única visión estéti- 1. Esta referencia a la correspondencia de los cinco sentidos, tan
ca: por ejemplo, que el lujo sería siempre barroco o siempre cara a J.-M. Floch y que ambos hemos difundido ampliamente desde
clásico... Significa que el carácter consumado del trabajo, el 1991 en el marco de los seminarios de la cátedra LVMH y de numerosas
efecto de totalidad, incluso de autonomía del objeto, así conferencias, ha sido ampliamente retomada por otros desde entonces.

1
cerros exentos de toda cicatriz, y no utiliza para la del equipaje de Vuitton se reduce a las siglas «LV» que mar-
confección de sus famosos bolsos Kelly más que la parte can su línea llamada «monograma». Por último, la ética y la
central de la piel. Los artesanos de los talleres de Pantin estética del look Chanel no se reducen, como desarrollare-
siguen cosiendo a mano con el punto llamado «guarnicionero», mos más adelante,' al bolso acolchado de cadena dorada que
y no se requieren menos de diecisiete horas de trabajo constituye el bestseller de la marca, ni a los botones que lu-
manual para coser un bolso Kelly, y treinta y seis horas para cen las siglas de las «2 C», aun cuando, desde luego, esos ele-
una silla de montar a medida. Asimismo, las pieles de mentos de reconocimiento resultan indispensables para la
cocodrilo son pulidas de manera natural con una piedra de identificación de la marca.
ágata (piedra semipreciosa) durante largas horas para hacer
que aflore el barniz natural de la piel, mientras que otras También la distribución puede afirmar la doble dimen-
marcas (que no son de lujo) aplican una capa de barniz exterior sión ética y estética del lujo. El rechazo ético del totalitaris-
sobre esas pieles. También en Vuitton el acabado de los mo de lo económico se manifestará en la calidad del servicio
bolsos se hace a mano, al igual que los encargos especiales y la entera disponibilidad para la clientela, el tiempo que se
que realizan los artesanos de los talleres de Asnieres. le concede en el momento del acto de compra, o bien antes
o después. Hemos subrayado con anterioridad el extremo
En otro ámbito, el de los vinos y espirituosos, además de cuidado que ciertas marcas ponen en la formación de su per-
restringir la superficie de los viñedos y de buscar assemblages ( sonal, en la calidad del servicio y en la profusión de detalles
maridajes) perfectos, las botellas de champán son almacena- que se tienen en cuenta. Incluso en las sociedades de servi-
das por espacio de tres años, y las de coñac durante mucho cios de masas conocidas por la atención prestada a la calidad
más tiempo, antes de que las producciones salgan al merca- del servicio, semejante «lujo» de detalles no constituye su
do. En numerosas casas, el volteo de las botellas de champán ética. Por ejemplo, rizando el rizo a fin de ilustrar este pro-
durante este período de maduración en bodega sigue hacién- pósito, McDonald's no se preocupa ni del color de las
dose manualmente. Por no hablar de la alta costura, donde medias de su personal, ni del sentido de presentación de la
el trabajo a mano es la regla definitoria y donde cada cliente
bolsa que contiene las hamburguesas... Comprendemos, evi-
tiene un maniquí con sus propias medidas para las pruebas. dentemente, la ventaja y la importancia que supone una dis-
tribución selectiva o severamente controlada.
Por último, en el ámbito de los perfumes, casas como
Chanel o Guerlain se niegan a utilizar productos de síntesis,
menos costosos, en la composición de sus fragancias, en pro-
1. El análisis de la identidad de Chanel constituye el tema del capí-
vecho de esencias naturales, más raras y, huelga decirlo, mu-
tulo siguiente.
cho más onerosas. También en Guerlain, las bridas de hilos 2. Sobre el papel determinante del «detalle» y la problemática del
de seda que cierran los frascos de extractos de perfume si- detalle en pintura, el lector puede remitirse a D. Arasse, Le Détail. Pour
guen siendo peinadas a mano por las obreras. une histoire rapprochée de la peinture, París, Flammarion, col. «Champs»,
1996, o a la edición original publicada en 1992 en la colección «Idées et
El arte de vivir según Hermes no se resume, nada más recherches». En efecto, el detalle hasta el final es un rasgo consustancial
lejos de eso, a la tan reconocible caja naranja que embala sus al reconocimiento de la obra figurativa, al igual que a la ética y la estética
productos, ni a la cinta Hermes, como tampoco el mundo del lujo.

1
Chanel controla regularmente la calidad del servicio en orden de cosas, Estée Lauder, en una relación de trabajo
sus diferentes puntos de venta por medio de visitas conjunto con sus distribuidores, ha desarrollado a nivel
«misteriosas». El procedimiento es el siguiente: unas mundial todo un sistema de seguimiento de los aprovisiona-
compradoras, dientas de marcas de lujo, tienen la misión mientos y de los stocks en el punto de venta, con objeto de
de adquirir un producto de la marca definido a priori, en un satisfacer las necesidades de los clientes finales, así como de
punto de venta determinado; una de ellas comprará un bolso, los distribuidores.'
otra un fular, una tercera unos zapatos, etc. La adquisición del
producto será reembolsada contra el envío de un cuestionario En cuanto a la preocupación por la perfección sinestési-
muy detallado, cumplimentado por la compradora y que da ca (dimensión estética), la tienda es la que dará testimonio
cuenta de su evaluación de los diferentes elementos definidos de ello, por su «ambiente», hecho al mismo tiempo de soni-
por Chanel para medir la calidad del servicio, entre los que se dos, de perfumes y de colores. Olor a cuero, colores de do-
incluyen, por ejemplo, desde el tiempo de espera de la minante marrón (madera y latón), bolsos marrones que
dienta antes de ser atendida por una vendedora hasta la reproducen a la vista y al tacto «el cuir epi» en Vuitton. Per-
calidad de su prestación, pasando por el control de la fume Angel como ambientador en las tiendas Mugler, luz in-
presencia del perfume Chanel N.° 5 en los lavabos o incluso directa, color azul hielo y mobiliario negro y gris, que reen-
de la ausencia de toda huella de dedo en los estantes que contramos en todos los elementos de comunicación de la
presentan los productos. marca, todo en azul frío, negro y plata, hasta en los edificios
de la sede de la sociedad y sus moquetas.
Ferragamo guarda un registro de las medidas (largo y
ancho) de los zapatos de sus clientes, a fin de ofrecerles in- Como ejemplo de búsqueda deliberada de sinestesia,2
mediatamente, con ocasión de una futura compra, el núme- cabe citar la tienda Ralph Lauren de la plaza de la Madeleine
ro correspondiente a sus medidas. de París, que se desmarca de la tendencia por su
reproducción de un interior anglosajón tradicional, típico de
Por último, los hoteles Ritz-Carlton han puesto a punto Nueva Inglaterra. Estamos lejos del universo minimalista y
un sistema de información y una logística sofisticados: llevan sobrio de las marcas japonesas, de espacio lineal y luces frías y
un registro de los menores deseos formulados por cada uno de di-
sus clientes, a fin de asegurarles en el mundo entero prestacio- 1. V. Veraart, «Les enjeux de la fidélisation des clients: les systémes d'
nes extremadamente personalizadas, que permitan «ir más allá information au service de la satisfaction», V` Conférence annuelle pre-
de las expectativas de los clientes y satisfacer sus deseos y sus viamente citada. V. Veraart es vicepresidente de Systems and Logistics
necesidades sin que tengan siquiera que expresarlos».' En otro Estée Lauder International.
1. B. Speckhals, «Les enjeux de la fidélisation des clients: les systé- 2. P. Hetzel, «Systemising the Awareness of the Consumer's Five
mes d'information au service de la satisfaction», V` Conférence annuelle
Senses at the Point of Purchase: an essential challenge for marketing
des professionnels du luxe, Les Echos, en colaboración con Coopers &
theory and practice», A ctes de la 24e Conférence de l'European Marketing
Lybrand y el MBA Luxury Brand de l'Essec, París, 28 de abril de 1998.
A cademy, París, 1995, pp. 471-482; véase igualmente, del mismo autor,
B. Speckhals es vicepresidente de Information Systems Ritz-Carlton.
«La mice en scene de l'identité d'une marque de luxe sur son point de
A título informativo, la divisa de los hoteles Ritz-Carlton es: «Exceed cus-
vente: I'approche expérientielle des magasins Ralph Lauren», R ev ue
tomer's non expected expectations. »
francaise du marketing, n." 187, 2002, 2, pp. 61-72.

1
rectas, así como del diseño moderno de dominante negrogris- comprado en Chanel o en Vuitton; los ejemplos son legión.
blanco-crema de las marcas italianas. Por su parte, la dimensión sinestésica del consumo de lujo se
Encontramos la misma atmósfera, que reconstruye un manifestará en la realización, o la evocación, de un universo
interior anglosajón tradicional, en la sede de la sociedad sensible particular en el(los) momento(s) de disfrute de
Ralph Lauren, en Nueva York. Nada más salir del ascensor lo que ofrece el producto o el servicio.
del edificio neoyorquino, ya en el mismo rellano Piper-Heidsieck ha elegido el rojo para su nueva identi-
penetramos, por un efecto de esclusa y de corte con el dad visual, con una voluntad deliberadamente transgresora,
exterior, en el universo Ralph Lauren, que propone un respondiendo al objetivo de convertirse en «la» marca de la
cambio radical de luz y de decorado: bronces y cuadros noche y proclamando, por lo tanto, que «el rojo no es el
antiguos, caoba y palisandro, luces indirectas. La sala de espera color de la inocencia», a modo de eco del lanzamiento
de los visitantes reconstruye la atmósfera de un club inglés, de su cosecha especial vestida por Jean-Paul Gaultier con
con bibliotecas, libros, periódicos, cuadros y sus un traje de vinilo rojo. Y para extremar la metáfora del
iluminaciones antiguas, butacas y sofás de cuero Chesterfield vestido de costura, ¡hay que desnudar la botella, aflojando el
marrón rojizo, alfombras, popurrís y caramelos de menta, etc. corsé, para poder acceder al placer! La marca utiliza, por otra
Como vemos, el universo de la marca se halla presente en parte, los soportes de prensa mejor «conectados» para su
las tiendas y en la sede de la sociedad, en todo el mundo. comunicación, y se distribuye en los clubs más en boga de
la capital, a fin de afirmar su posicionamiento.
Por último, por lo que respecta al momento del consu-
mo, el rechazo del totalitarismo de lo económico se manifies- El reconocimiento de esta doble dimensión ética y esté-
ta en la sofisticación de los condicionamientos y en la «gra- tica del lujo conduce a dejar de considerar como una
tuidad» de las diversas pequeñas atenciones prestadas por la paradoja el hecho de que éste pueda ser todavía
marca, ya sea la primera vez que se sostiene en la mano el apreciado en nuestros días y ya no se lo asimile a un
producto, ya sea durante sus ulteriores utilizaciones. simple deseo o al afán de ostentación. En efecto, el lujo
Cabe citar asimismo los papeles de seda de diversos gro- es susceptible de responder a una «necesidad de sentido»
sores y diferentes colores del perfume Kenzo par Kenzo, en la medida en que, por una parte, representa valores
cuya publicidad reza así: «Kenzo huele bello», las tarjetas rechazados y otros asumidos, y en que, por otra parte,
destinadas a las compradoras del perfume Angel de Mugler, sugiere que las formas sensibles y los universos estéticos
insertas en pequeños sobres con los colores de la casa y del propuestos por los productos y las marcas no son cosa
perfume, y que refuerzan vínculos privilegiados entre la gratuita, sino que corresponden a tradiciones, a culturas o
dienta y la marca. El packaging del primer perfume de Bou- incluso a opciones de vida o visiones del mundo.
cheron, cuyo frasco tiene la forma de un anillo, se presenta
como un estuche para joyas. Por último, el hecho de que esta doble dimensión del
lujo deba ser asegurada no sólo en el estadio de la
Papel de seda y bolsas de tela individuales protegen producción, sino también en los de la distribución y el
el calzado en las cajas de zapatos Ferragamo. Tarjetas consumo, lleva asimismo a dar prueba de un rigor muy grande
personales de garantía atestiguan el número del modelo del y de extrema coherencia en la gestión de la marca. A partir de
bolso una
1 181
legitimidad surgida ya sea de una pericia y de una calidad de
ejecución únicas, ya sea del talento exclusivo y renovado de
l IV. LUJO Y TIEMPO DE MARCAS

un creador, el desarrollo y el mantenimiento de un


imaginario coherente, identificable y único implica que
todos los elementos de la cadena del valor –creación,
producción, paleta de producto, precio, distribución y
comunicación– traducen y refuerzan la ética y la estética
de la marca, tanto en el tiempo como en el espacio. En efecto,
dada la saturación competitiva actual, la lógica del consumidor
consistirá en lo sucesivo, más que antes, en ser fiel a la marca
si y sólo si ésta le demuestra que es fiel a sí misma.
LA GESTIÓN DE LA IDENTIDAD EN EL TIEMPO
En los tiempos venideros, las marcas se verán obligadas a
respetar un doble imperativo: por un lado, renovarse sin
cesar, asombrando una y otra vez al consumidor; por
Para demostrar que la definición de la identidad del lujo
otro, ofrecer creaciones, una imagen, valores, una visión del
como ética y estética indisociables puede y debe ser
mundo, imponiéndose al ojo y a la mente como una
aplicada al nivel particular de la marca, hemos elegido el
evidencia que hay que compartir.
caso de Chanel, por una parte, y de Mugler, por otra.'
Dicha elección se justifica por las razones siguientes:
– En primer lugar, Chanel forma parte, cualesquiera que
sean los países, de las referencias universales del lujo, ya se trate
de los últimos estudios cualitativos o de aquellos que
cuantifican la notoriedad de las marcas de lujo a nivel mundial
y miden su deseabilidad. En 2001, Chanel seguía figurando
entre los «top cinco» de las marcas de lujo, y se imponía como
una referencia incontestable en la mente de la clientela, ya sea
regular u ocasional.2

1. Este capítulo fue comenzado en colaboración con Jean-Marie


Floch, a partir de sus trabajos sobre la identidad de Chanel, algunos de
cuyos análisis son presentados en su obra sobre las identidades visuales
(op. cit.). La escritura común de este capítulo revisitado se vio desgracia-
damente interrumpida a causa de su prematura desaparición.
2. Segun el estudio Risc Image 2000, realizado, recordémoslo, con una
muestra de 12.500 personas en Europa (Alemania, España, Francia,
Inglaterra, Italia) y de 3.000 en Estados Unidos y en Japón.
1 181
– En segundo lugar, Chanel logró la transición creativa de trabajo. El total look Chanel como identidad visual ha
actualizando un estilo que, más allá de las evoluciones de sido objeto de un análisis semiótico impulsado por J.-M.
tendencias, convierte la marca en extremadamente Floch,' con el que hemos desarrollado nuestra definición
reconocible, hasta el punto de hacerla emblemática, por no del lujo.
decir mítica. Así, la revista Times del 8 de junio de 1998 Esto equivale a plantear la cuestión de las invariantes éti-
hace figurar a Coco Chanel entre los veinte artistas' y cas y estéticas que condujeron a las creaciones de Chanel y,
entertainers que han marcado el siglo. Citando una frase de en consecuencia, a analizar cuál ha sido, a través de sus crea-
Malraux, la revista titula: «Por lo que respecta al siglo xx ciones, su concepción de la moda y de la mujer (dimensión
en Francia, tres nombres permanecerán: De Gaulle, Picasso y ética) y cuál ha sido su manera única de organizar el
Chanel.» En el conjunto de las personalidades universo de lo sensible a través de una silueta particularmente
seleccionadas, es, junto con Le Corbusier y Picasso, la única reconocible (dimensión estética).
francesa, y la única creadora de moda. La revista añade: «Al
cambiar la moda, ha modificado la imagen que las Si el look es un estilo de conjunto, el look de Chanel
mujeres tenían de sí mismas.» El punto de vista americano que organiza la silueta femenina puede ser considerado
resulta a este respecto interesante, puesto que, en el capítulo como un todo de significación. De ese modo, resulta posible
sobre los estilos que han marcado el siglo, más allá de analizar el look de Chanel como un discurso indumentario
Chanel, figuran, para el «antes», Poiret, para el «durante», gracias a la metodología semiótica.
Dior, y para el «después», Mary Quant, madre de la
minifalda, Armani y... ¡Nike!
Las invariantes estéticas de Chanel
– Chanel se halla asimismo ligada a la historia contem-
Un análisis semejante permite comprender lo que, más
poránea americana y a sus iconos trágicos: Marilyn Monroe
y sus «unas gotas de Chanel N.° 5», y Jackie Kennedy, cuyo allá de la desaparición de la creadora, aseguró la
traje chaqueta Chanel de color rosa fue expuesto a las perennización de la marca gracias a una creación
miradas del mundo entero, manchado de la sangre del renovada que al mismo tiempo se hallaba anclada en
presidente asesinado. la identidad de la marca.
La primera dimensión figurativa del «look Chanel» con-
– Por último, la cuestión de la identidad estilística de
siste en identificar los motivos y figuras indumentarias
Chanel es planteada explícitamente por Karl Lagerfeld en
que lo constituyen, así como su significación en el contexto o
los diversos dibujos y planchas que fueron sus documentos
1. Los veinte artistas más destacados del siglo según Times son: Pa- «el sistema de la moda» de la época.
blo Picasso, Le Corbusier, Coco Chanel, James Joyce, T. S. Eliot, Char- Estos elementos de identificación invariantes son señala-
les Chaplin, Steven Spielberg, Marlon Brando, Igor Stravinsky, los Bea-
dos por Karl Lagerfeld en 1991 y reproducidos en el catálo-
tles, Bob Dylan, Aretha Franklin, Louis Armstrong, Frank Sinatra,
Rodgers y Hammerstein, Lucille Ball, Jim Henson, Oprah Winfrey,
Martha Graham, Bart Simpson (¡el héroe de los dibujos animados de los 1. «La liberté et le maintien: éthique et esthétique du total look de
años noventa!), vol. 151, n.° 23, p. 3. Chanel», en J.M. Floch, Identités visuelles, op. cit., pp. 108-144.

185
1
go Chanel aparecido en 1993 en cinco láminas;' la primera Las invariantes éticas de Chanel
se titula: «Los elementos de identificación instantánea de
Chanel», con el añadido «el patrimonio de Chanel» a modo Heredero del patrimonio de identificación estilística de
de comentario. Distinguimos en ella ocho componentes cla- Chanel, como otras tantas invariantes estéticas distintivas, el
ramente diferenciados: 1) un zapato de salón beige de punte- modisto se pregunta, por consiguiente, cómo reconocer y
ra negra (1957), 2) el bolso de cuero acolchado con su cade- proyectar esas invariantes éticas específicas en el mundo con-
na dorada en bandolera (1957), 3) el vestido negro (1924), temporáneo. Es todo el sentido del how lo que recubre la
4) un broche multicolor en forma de cruz bizantina, 5) la otra faceta de la identidad estilística de Chanel, dicho de
americana con trencilla del «traje chaqueta Chanel» (1956), otro modo, su visión de la moda, de la mujer, la misma que
6) una cinta para recogerse el pelo, 7) la camelia (1939) y presidió sus creaciones. Es esta visión lo que el semiótico
8) el botón dorado marcado con la doble C. puede contribuir a sacar a la luz, gracias al análisis de todas
las manifestaciones o expresiones de la marca desde su crea-
En otras láminas, Lagerfeld estudia en forma de dibujos ción. Dichas invariantes éticas pertinentes son, por consi-
las evoluciones de las creaciones de Chanel, antes de llegar a guiente, aquellas que son únicas y que, por lo tanto, se apli-
la conclusión, en una lámina titulada «El triunfo de Coco», can a Chanel y sólo a Chanel. Esta iniciativa de búsqueda de
de que en los «años cincuenta la silueta pasa a ser la de una la identidad del «look chaneliano» confiada a J.-M. Floch es
mujer moderna [...] el bolso, las joyas, el calzado, la camelia, expuesta en sus ensayos consagrados a las identidades visua-
los botones, las cadenas... todo está ahí». Para terminar, en les. Recuperamos aquí los grandes rasgos, que hemos ex-
un dibujo de junio de 1991, el modisto se pone a sí mismo puesto ampliamente a nuestros estudiantes como modelo en
en escena, pensativo, con sus propias invariantes estéticas ( la materia, así como a directivos de empresas, en Francia o
gafas ahumadas, coleta atada con cinta, abanico, boquilla y en el extranjero, como soporte a su reflexión sobre la identi-
máquina de fotografiar), en medio de los elementos de iden- dad de las marcas que tienen a su cargo.
tificación de Chanel, que dan vueltas a su alrededor, y pre-
guntándose: «N ot w hat... but how nex t?», al tiempo que cita
la famosa frase de Goethe: «forjar un mejor futuro con los Si elaboramos una lista de las piezas indumentarias y de
elementos ampliados del pasado». 2 No es, pues, tanto el los accesorios que fueron inventados por Chanel o que ésta
«qué» lo que importa, sino más bien comprender el «cómo», a integró en su universo de creación, encontramos los elemen-
fin de poder proyectar ese «cómo único e invariante» en tos siguientes:
otra época y en otro universo. Lo cual nos conduce al cora- – la blusa de marinero (1913),
zón de las invariantes éticas de Chanel. – eljersey (1916),
– el cárdigan y los conjuntos de punto (1918),
– el pantalón (1920),
– el vestido negro (1924),
1. Estas láminas son asimismo reproducidas en las páginas 109 y
– el blazer de botones dorados (1926),
110, ibid., así como en F. Baudot, Chanel, París, Ed. Assouline, 1996,
– la gorra de marinero (1926),
memoria de la moda (sin número de página).
2. F. Baudot, Chanel, op. cit. (sin número de página). – eltweed (1928),
1
1
– la bisutería (1930), Por último, leemos más adelante: «He creado la moda a
– el traje chaqueta de tweed con trencilla y el cinturón lo largo de un cuarto de siglo. ¿Por qué? Porque he sabido
dorado (1956), expresar mi tiempo [...] llevaba una vida moderna, tenía las
– el zapato de salón beige de puntera negra y el bolso maneras, los gustos, las necesidades de aquellas a quienes
acolchado y pespunteado con su cadena dorada (1957), vestía; he hecho la moda precisamente porque salía, porque
yo era la primera en vivir la vida del siglo.»1
– la cinta para recogerse el pelo (1958).
Cada uno de estos elementos se inscribe en un rechazo Por eso Chanel se niega a aplicar bolsillos donde no pue-
de los signos característicos de la moda femenina de la épo- dan deslizarse las manos, botones puramente decorativos y sin
ca, dictada por el modisto Poiret, que convierte a la mujer verdaderos ojales. Vela por que las faldas permitan grandes
en un puro objeto decorativo, encerrada en una silueta am- zancadas, y que las sisas y la espalda de las prendas sean lo bas-
pulosa que entorpece sus movimientos. En contraste, obser- tante holgadas para facilitar los movimientos. Elige el punto y
vamos en Chanel la recurrencia de figuras tomadas de los el crepé por su flexibilidad. De ahí la primera dimensión se-
universos masculinos del deporte y del trabajo. Así, Chanel miótica del look de Chanel, que tiene como contenido narra-
rechaza en la moda femenina de la época todo aquello que tivo recurrente la conquista de una libertad individual, emble-
no corresponde a una verdadera función del vestido: aca- ma mismo de la modernidad declinada en femenino. Las
rrear, caminar, trabajar, correr, practicar deporte... Para ella, diferentes figuras del look de Chanel hablan, pues, de un
el vestido debe servir, ser práctico y confortable: «Trabajaba tema: la mujer moderna y su búsqueda de libertad.
para una sociedad nueva. Habían vestido a las mujeres inúti-
les, ociosas, mujeres a quienes su doncella debía meterles el Segunda dimensión: las piezas y las materias utilizadas
brazo por la manga. Yo tenía a la sazón una clientela de mu- sólo tienen sentido, en el universo de la época, en oposición a
jeres activas, y una mujer activa necesita sentirse cómoda en los de la moda femenina, es decir, más cerca del trabajo y la
su ropa. Debe poder arremangarse.»' indumentaria masculina. Así, los significantes del trabajo y
de la masculinidad (jersey, pantalón, chaleco, tweed, boina,
corbata, gorra, chaquetón, blusa de marinero, etc.) fueron
Leemos igualmente en el libro de P. Morand: «En 1914 elegidos para ser asociados a los significados contrarios: el
no había vestidos de sport [...] tenían el talle muy bajo, tra- lujo y lo femenino. Se da, pues, una inversión de los signifi-
bados en las caderas, en las piernas, por todas partes... Al in- cantes y de los significados de la identidad sexual socialmente
ventar el jersey, liberaba el cuerpo, abandonaba la cintura, definida por entonces. Gracias a esta inversión, Chanel se
representaba una silueta nueva; para conformarse a ella, a lo dotó de la identidad distintiva y singular que la caracteriza.
cual ayudó la guerra, todas mis dientas se volvieron delga-
das, "delgada como Coco"... Las mujeres venían a mi esta- Es la respuesta al «cómo» único lo que a partir de enton-
blecimiento a comprar esbeltez. <> 2
ces se formula como guía a la transición estilística; las creacio-
nes deberán responder al mismo «cómo» para significar aho-
1. Citado en J.-M. Floch, Identités visuelles, op, cit., p. 112, y asi- ra y siempre Chanel... Tomar lo que significa masculino y
mismo en C. Delay, Chanel solitaire, París, Gallimard, 1983, p. 117.
2. P. Morand, L'A llure de Chanel, París, Herman, 1976, pp. 45-46. 1. Ibid., p. 138.

189
1
trabajo, y transformarlo en su contrario, femenino y lujo,
reivindicando valores de libertad femenina. El talento reno-
vado del creador o del director artístico de la casa Chanel
– La linealidad: el privilegio se concede a la línea. Ésta se
traduce por la trencilla del traje chaqueta, el dibujo del cue-
puede de ese modo proponer re-interpretaciones personales llo, la delimitación de los bolsillos y por la presencia de un
de esta ética claramente identificada y proyectar ejecuciones cinturón, así como por la caída de la prenda, asegurada por
nuevas de este sistema de valores, en fase con la época... ¡Li- un «aplomado» de la americana gracias a una cadena dorada
bertad hoy más afirmada y reivindicada, más agresiva, o más cosida sobre el dobladillo. Este privilegio otorgado a la línea
lúdica y desfasada! Comprendemos entonces perfectamente
el guiño hecho en 1993 por Chanel al slip Kangourou, sím- asegura el recorte de la silueta y su situación en el espacio.
bolo por excelencia del trabajador corriente masculino, que, – La localización de las masas: allí donde se encuentran los
marcado con las «2 C», ¡se convierte en lujo para la mujer! accesorios, camelia, pulseras, collares, corchetes, colgantes,
cascadas de perlas, cadena, etc., otros tantos elementos
El look de Chanel no se analiza únicamente desde el perfectamente delimitados pero siempre abundantes.
punto de vista figurativo, a través de signos de identifica- – El cromatismo: el cromatismo de Chanel es especial;
ción, sino asimismo desde el punto de vista plástico, en la juega con la luz a través de los colores de las prendas y de los
organización y combinación de los elementos que compo- accesorios. Las prendas se declinan en los matices de beige,

i
nen la silueta como sistema de conjunto. Si comparamos la azul marino, blanco o negro. Los accesorios se basan en el
silueta «Chanel» con las referencias de la época, la de Poiret oro de los cinturones y de los corchetes, el gris de las perlas,
de los años veinte y la de Dior de los años cincuenta,' se ca- el destello de los diamantes montados en platino, el color
racteriza por cuatro elementos: 1) un efecto de acotamiento,
tornasolado de las pedrerías.
2) la predominancia de la linealidad, 3) la localización de las
masas circunscrita a los accesorios, y 4) el cromatismo.
Chanel: conjunción de lo clásico y de lo barroco
– El efecto de acotamiento: el look Chanel produce el
J.-M. Floch caracteriza la estética de Chanel como dual,
efecto de acotar la forma general. Este efecto se debe al ataque
«clásica» por lo que respecta al vestido y «barroca» en lo refe-
muy franco de la silueta gracias a la puntera negra de los zapa-
tos de salón. Suelo y silueta resultan disociados. Si bien el beige rente a los accesorios; recordaremos aquí brevemente lo que
del zapato alarga la pierna, el extremo negro subraya la estruc- denotan esos dos conceptos distintos.
tura cerrada del conjunto del look. La misma preocupación
Wñlfflin diferencia las dos visiones coherentes opuestas
por el acotamiento se traduce en la nitidez del dibujo de la ca-
que constituyen «lo clásico» y «lo barroco» a través de cinco
beza: cabello corto, cinta, canotier, gorra, boina.
criterios: 1) la manera de tratar el tema: lineal en planos dis-
tintos por lo que respecta a lo clásico, por oposición a la pri-
1. Sobre la silueta «Dior» y sobre el estilo de Christian Dior, cabe macía concedida a las masas y a los encadenamientos para lo
referirse a M.-F. Pochna, Christian Dior, París, Flammarion, 1994,. o a
barroco; 2) el tratamiento en planos separados típico de lo
la monografía que la autora también le dedicó, en Éditions Assouli-
clásico, mientras que lo barroco privilegia la profundidad y
ne (1996).
la imposibilidad de recortes en planos distintos; 3) el recurso
190 191
191
a las formas cerradas para lo clásico, mientras que lo barroco miento y de ganancias extendiendo su marca a los perfumes.
valoriza la abertura; 4) la pluralidad que se puede descompo- De ahí la importancia estratégica de un lanzamiento logrado.
ner en elementos autónomos en la visión clásica, en oposi- Un segundo caso, el de Mugler, responde a modo de eco
ción a la totalidad indivisible en la visión barroca, y, por últi- al de Chanel. Muestra hasta qué punto los factores clave
mo, 5) la forma de tratar la luz.' para el éxito en las extensiones de la marca dependen de la
Así pues, salta a la vista, según estos criterios, que Chanel paradójica conciliación de un marketing creativo, innovador,
reúne las características de un «clásico». El análisis de las inva- incluso transgresor respecto de los códigos y prácticas de la
riantes «chanelianas» muestra diversas constantes, así como competencia, con el mayor respeto por las raíces y la identi-
perseverancia; la estética clásica de Chanel remite a una ética dad de la marca.
de la compostura: gestualidad, porte de la cabeza, papel del Si aplicamos el análisis de identidad propuesto anterior-
cuello y de los hombros, caída y aplomado de las prendas... mente al caso específico de la extensión de la marca Thierry
La disposición de la silueta constituye la expresión de esta éti- Mugler a los perfumes, vemos que la paradoja se encuentra
ca clásica de la compostura, incluso de cierta rigidez. perfectamente reconciliada; por lo tanto, era posible, en la
En suma, el estilo de Chanel se caracteriza por la com- época, prever que ese perfume, lanzado fuera de los trillados
plementariedad de la libertad y de la compostura, de lo clási- caminos competitivos, sería un éxito. Vamos a presentar un
co y de lo barroco, y se declinará en la extensión de la marca rápido análisis de la identidad de Mugler, descompuesta en
a los perfumes, con perfumes clásicos, como el N.° 5 o Allu- invariantes éticas y estéticas, para mostrar, acto seguido, en
re, y perfumes barrocos, como Coco. En cada caso, nos ha- qué sentido el lanzamiento del primer perfume de la marca
llamos en fase con la identidad de la marca. se hallaba en total adecuación con su identidad, sin dejar de
estar al mismo tiempo en ruptura creativa con respecto a las
reglas del juego competitivo de la época.

Thierry Mugler: creatividad, innovación y respeto


a la identidad de la marca Si analizamos las diferentes colecciones y las manifesta-
ciones de la marca Mugler —de las creaciones a su comunica-
Desde Chanel y Dior, las marcas que tienen su legitimidad ción—, cabe extraer invariantes sistemáticas en su visión y su
en la costura han buscado tradicionalmente reservas de creci- representación de la mujer. La mujer Mugler es una mujer
con poderío, poderío sobre su propio cuerpo, que constriñe
1. H. Wólfflin, Principes fondamentaux de l'histoire de l'art [1916], a fin de afirmar su poder de seducción dominadora sobre los
última edición francesa, París, Gérard Montfort, 1992. Sobre la distin- hombres. Es una mujer fatal, de sexualidad reivindicada, y
ción «clásico versus barroco», véase asimismo H. Wólfflin, Renaissance et que «vive a fondo sus fantasmas»: diosa autoritaria, ama-mu-
baroque, París, Gérard Montfort, 1985, y V. Tapié, Baroque et classicis- jer encorsetada, altanera y equipada con accesorios (fustas,
me, París, Pluriel, Le Livre de poche, 1980. Para una síntesis rápida, cabe juncos, bastones, varas, etc.). «Creo prendas que las mujeres
referirse a J.-M. Floch, Sémiotique et marketing, sous les signes les straté- llevarán en aventuras imaginarias», dice más púdicamente el
gies, París, P.U.F., 1990, pp. 64-75, y del mismo, Identités v isuelles, creador, antes de añadir: «Adoro a las mujeres que son capa-
op. cit., pp. 120-138, para la aplicación clásico-barroco. ces de llegar muy lejos...»

191
Así pues, la visión de la moda Mugler puede calificarse moda en las ciudades donde se presentaba el perfume. Las
de puesta en escena del arquetipo de la heroína, que llega asesoras de las perfumerías —o dicho de otro modo, las ven-
hasta el final de sus fantasmas, mujeres seguras de su poder dedoras— fueron formadas por la marca haciendo hincapié
sobre su cuerpo, que constriñen para dominar mejor a los no en una argumentación de venta estandarizada, sino en
hombres. Esta visión se traduce en una estética particular que encontrasen sus propias palabras para comunicar lo que
que es invariante en Mugler, y que hace que sus creaciones el perfume les inspiraba. Este perfume, radicalmente dife-
sean reconocidas por su manera única de tratar la silueta. Su rente de la tendencia, ligera y transparente, de entonces, se
estilo se caracteriza por una silueta muy estructurada de apoya en un concepto fuerte y universal: la dualidad femeni-
atributos hipertrofiados: hombros de nadadora, cintura de na mitad ángel, mitad demonio, mujer fatal y niña a la vez...
avispa, caderas opulentas, piernas interminables, senos tur- Su esencia puede calificarse de «segmentante», es decir, que
gentes. Por último, la famosa estrella forma parte integrante «se adora o se detesta», como la moda de Mugler, por lo de-
de la identidad de Mugler: anillo estrella, pero sobre todo más. Del mismo modo que el universo del modisto, ese jugo
tatuaje en forma de estrella que marca el cuerpo del propio «azul» osa afirmar su diferencia. A un tiempo sensual en su
creador. La estrella está omnipresente en el logotipo de la nota oriental e inocente por su evocación de olores nostálgi-
marca: sobre los cierres automáticos que sustituyen a los bo- cos de la infancia (chocolate), el jugo mismo traduce perfec-
tones en las prendas, pero igualmente en el simbolismo del tamente la dualidad del concepto: perversión-sensualidad e
bailarín estrella, para quien posee, como es el caso del mo- inocencia-infancia.
disto, una formación de bailarín clásico. Concepción del
cuerpo probablemente inspirada en las exigencias que la
Por añadidura, la declinación de la identidad de Mugler
disciplina de la danza clásica impone al cuerpo con el fin de
se lleva a cabo sin el menor fallo, y resulta a la vez coherente
magnificarlo y sublimarlo, así como, por supuesto, en la
e innovadora: el nombre, Angel, comprendido en el mundo
fascinación provocada por las estrellas del cine americano
entero; la forma del frasco, estrella de cinco puntas; el jugo
de los años cincuenta, que hicieron soñar a los hombres de
azul; la comunicación de prensa, que afirma «¡desconfíe de
su generación.
los ángeles!». Angel supo, pues, afirmar su identidad en la
diferencia, y desde entonces abrió el camino a una nueva fa-
milia de fragancias, que no existía con anterioridad y que,
Ruptura creativa, incluso transgresora, en relación con por lo que respecta al mercado francés, logró destronar en
las prácticas de la competencia, el lanzamiento del perfume 1998 al mítico N.° 5 de Chanel de su puesto de líder de las
Angel, tal es su nombre, supo reinterpretar la esencia misma ventas.
de la profesión de perfumista. Mientras que la mayor parte
de los lanzamientos se apoyan en una publicidad masiva, los Fue asimismo el primer lanzamiento de perfume que in-
responsables de la marca Mugler eligieron una vía radical- trodujo en el sector selectivo los métodos del marketing rela-
mente diferente: la de los distribuidores. Situaron a la dienta cional, permitiendo crear vínculos especiales entre la marca y
y al perfumista-prescriptor en el centro de sus preocupacio- la dienta. Esta innovación respetaba absolutamente los códi-
nes y de la política de lanzamiento. Se organizó un verdade- gos de perfección del lujo y la identidad visual de Mugler. El
ro road show, con camiones al estilo americano y desfiles de color, el gramaje y la calidad del papel Conquéror eran otras
1
1
de las atenciones adaptadas a las exigencias y expectativas de clusión se impone contra viento y marea: los grandes clásicos
las consumidoras. Así pues, transgresión, innovación y respe- se inscriben siempre en la duración, más allá de las modas y
to corren aquí parejas, permitiendo tejer relaciones inéditas de los lanzamientos efímeros o «tendencias», para hacer
entre la dienta y la marca, garantizándole desde ese momen- compartir su universo único.
to un éxito sin precedentes, ¡donde finalmente el precio im-
porta poco! Los resultados de esta filosofía a un tiempo crea-
tiva y anclada lo más cerca posible de la identidad de la
marca resultan incontestables:
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES
– un comportamiento de prescripción educada por parte
de los perfumistas y de las vendedoras;
– un porcentaje de nueva compra elevado por el carácter Prolongando esta perspectiva, podemos distinguir cua-
rellenable del frasco en perfumería, el cual no habría podido tro grandes maneras que tienen las marcas de lujo de gestio-
ser rentabilizado de otro modo, habida cuenta de sus costes nar su relación con el tiempo. Puesto que lo que diferencia
de producción. Un frasco producido de forma semiartesanal, una marca de lujo de una marca de moda es su inscripción
y por consiguiente único, no se «tira», se guarda, uno se lo en la permanencia, más allá de los ciclos efímeros de la
apropia, hasta el punto de ir a llenarlo de nuevo a la fuente; moda, la relación con el tiempo figura en el principio mismo
de la gestión de la identidad estilística de las marcas. Dicha
– una gran fidelidad por parte de las dientas;
relación puede ser presentada esquemáticamente a partir de
– un conocimiento del perfil de las dientas, gracias a la las categorías de lo discontinuo y lo no-discontinuo, de lo
experiencia de Clarins y a la creación de un fichero docu- continuo y lo no-continuo.'
mentado;
– sugerencias de creación de nuevos productos, a través de la
página web de la marca; 1. Sobre la pertinencia de estas distinciones temporales como cate-
– un aumento de la notoriedad de la marca. gorías de un análisis semiótico estructural, cabe remitirse a las definiciones
En total, un refuerzo del capital de la marca ¡y más de de A. Greimas y de J. Courtés, Sémiotique: dictionnaire raisonné, op. cit. (
162 millones de euros de facturación para los perfumes Mu- edición de 1986), p. 68, y (edición de 1993), p. 67; véanse asimismo las
gler en 2001! Ejemplo tipo en el que numerosos competido- aplicaciones al espacio propuestas por J.-M. Floch, Sémiotique et marke-
res se inspiran desde entonces para sus propios lanzamientos. ting; op. cit., pp. 33 y ss., o a la diferenciación de 10 clásico y de lo barroco
en Identités visuelles, op. cit., pp. 127-131. Estas mismas categorías han
Este perfume de hornacina ha sabido auparse a la categoría
sido aplicadas igualmente al análisis de los discursos publicitarios corres-
de mito. En 2002, Angel seguía siendo número uno del mer- pondientes a las marcas de relojes de lujo: D. Bertrand, «Approche sémio-
cado francés, lo que de hecho, diez años después de su lanza- tique du luxe: entre esthétique et esthésie», Revue francaise du marketing,
miento, lo convirtió en una referencia y un nuevo clásico. n." 187, 2002, 2, pp. 73-82. La clasificación que proponemos aquí consti-
tuye una adaptación libre según B. Rémaury, «Imaginaire de mode» (con-
Este ejemplo, asociado al de Chanel, pone de manifiesto ferencia para la cátedra LVMH), Essec, 28 de febrero de 2001, y de S.
en qué sentido el análisis y la gestión creativa de la identidad Warnier, «Mode et temps: la légitimité des griffes créatives», Repéres mode
de marca constituyen una de las claves del éxito. Una con- et textile, Institut francais de la mode, 1996, pp. 94-105.

1
1
La primera estrategia observable es la que pone el énfasis las marcas apoyándose en una pericia manufacturera que es
en el tiempo discontinuo, es decir, en la ausencia de referen- preciso preservar, puede correr el riesgo de fosilizar una
cia al pasado de la marca o a su futuro. En el «creador», esto marca tanto en el origen como en la legitimidad creativa,
se traduce en una lógica de reto permanente que, con cada desde el momento en que la marca va a instaurarse en
colección, cual un campeón de boxeo, volverá a poner su tí- «institución», exponiéndose a no producir en lo sucesivo
tulo en juego, con una exposición a riesgos máxima, siste- más que copias de sí misma, cada vez más pálidas, y
mática, espectacular y recurrente. Cada temporada se trata repitiéndose sin capacidad para reinventarse, regenerarse o
de una historia diferente, contada de manera distinta en fun- incluso proyectarse en otra época distinta de la que asistió
ción de los arrebatos de un universo emocional y creativo a su nacimiento. No obstante, se trata asimismo de una
paroxístico. Tal es el caso en la actualidad, cualquiera que sea estrategia de marca que tiene la mira puesta en
el juicio que nos merezca su obra, de John Galliano, creador perennizarse, desde el momento en que el creador-fundador
de la moda femenina en Dior, que no se encuentra en una abandona la casa que ha creado y que un delfín le sucede,
lógica de «filiación», por cuanto no es el «delfín» de Chris- prolongando la identidad estilística original recibida en
tian Dior ni de la marca que lleva su nombre. Cuenta su herencia. Es el caso de una marca como Versace, que, más
propia historia o declina su visión personal de la moda, del allá de la desaparición de su creador-fundador, sigue
vestido, incluso del traje, con una lógica de desafío y de so- conservando la misma identidad estilística declinada a lo
brepujanza sistemáticas. La marca ya no se llama en la actua- invariante: el barroco decadente, con fuertes referencias a
lidad Christian Dior, sino Dior a secas, y el oro de D(i)or ha la mitología antigua (medusas, gorgonas, meandros) y a la
cedido el sitio a la plata. Algunos, mal intencionados, llegan ascensión social de «rubias» oxigenadas, sexy show-off ¡al
incluso a decir que el oro se transforma en plata (money) de borde del mal gusto!
las cajas registradoras...
Así pues, esta no-discontinuidad permite a la marca
La estrategia contraria es la de no-discontinuidad.' en este conservar su identidad y su clientela, atravesar a la vez un
caso, la marca se encuentra en una lógica de transmisión de período minimalista y un período ulterior, más resplande-
la herencia y de la tradición. En consecuencia, la regla con- ciente y «logoizado».
siste en respetar lo que siempre ha sido y «sobre todo no
cambiar nada». Es el caso de marcas llamadas patrimoniales, Un tercer tipo de cultura privilegia la continuidad. Pue-
donde lo que prima es el peso de la historia. Si bien esta filo- de tratarse, en un caso, de orquestar la emergencia, la afir-
sofía corresponde a las marcas de legitimidad tradicional, en mación y la posterior consolidación de la estética de la mar-
el sentido de Max Weber, y si bien la misma está adaptada a ca cuando es de creación bastante reciente, como Armani o
también Mugler. Puede tratarse, en otro caso, de la
regeneración de una marca más antigua, confrontada a
1. El término adaptado, según el vocabulario técnico semiótico y
una transición creativa, es decir, a un cambio de creador,
las aposiciones semánticas correspondientes, sería no «contraria» sino que debe saber proyectar la ética de la marca en una nueva
«contrariedad». Para la comprensión del lector preferimos mantener época, o en un nuevo universo por extensión, siendo al
«contraria». mismo tiempo creativo y fiel a sus raíces, a sus valores y, en
consecuencia, a su identidad. El mejor ejemplo es el de Chanel,
1
donde la éti-
1
ca y la estética de la fundadora han sido reinterpretadas al Si tomamos el ejemplo de Saint Laurent, que en enero
gusto de la época y de forma renovada por Lagerfeld, como de 2002 se despidió de la casa que sigue llevando su nombre,
hemos mostrado con anterioridad. Esta gestión de la identi- conviene recordar hasta qué punto el hombre y sus creacio-
dad ofrece la posibilidad de enriquecer y revitalizar la marca, nes pudieron ser al principio escandalosos, al afirmar una
al permitirle atravesar las épocas. Es lo que intenta posición iconoclasta, incluso transgresora, para la época:
actualmente Burberry. Dicha posición es sin duda la más aparecer desnudo con ocasión del lanzamiento de un perfu-
favorable, e ilustra una gestión lograda de la identidad de me (1971); hacer explícitamente referencia a la droga, al
una marca en el tiempo. bautizar Opium a un perfume, y orquestar la adicción avant
la lettre invitando a las mujeres a entregarse a YSL; poner en
Por último, la relación de la marca con el tiempo puede
escena, gracias al fotógrafo Helmut Newton como
ser no continua. Nos encontramos aquí ante una lógica deli-
intermediario, modelos de mujeres sáficas y travestidas de
berada de corte, de ruptura con el pasado y con el creador
hombres (1975). Sus creaciones eran por entonces objeto
fundador. La historia anterior queda interrumpida, y la ac-
de comentarios más que peyorativos: «moda para putas y
ción se inscribe en el registro de los «golpes de Estado» y de
mujeres de tres al cuarto»... En la actualidad, ese mismo
las «notables proezas»... Se «rompe todo» para mejor (?) re-
creador es celebrado como una «institución», el último
comenzar como de cero, haciendo tabla rasa del pasado. Se
guardián del templo «alta costura», incluso «el último de
beneficia, no obstante, del capital de notoriedad y de imagen
los modistos», leemos hoy con respecto a él.
de la marca. El ejemplo más reciente y más emblemático es
el de la toma de poder de Tom Ford en Saint Laurent. El
creador-fundador se marcha, otro ocupa su lugar. Impone su
visión y su universo, que ya había afirmado con éxito en Igualmente, el ciclo de vida de la marca Chanel puede
Gucci, la mayoría de cuyas invariantes estéticas fueron en- ser analizado según idéntico recorrido. En sus comienzos,
tonces abandonadas para no conservar más que el reconoci- Chanel rompió deliberadamente con los modistos dominan-
ble logo. Estrategia, oh cuán arriesgada, del tipo «pasa o tes y con las siluetas femeninas de la época: mujeres con to-
quiebra», y que requiere un director de orquesta o un mer- cado de plumas y envueltas en largos abrigos, que entorpe-
chandiser talentoso. Ha de ser capaz de gestionar la identidad cían sus movimientos y las confinaban al papel de mero
de la marca, la cual debe saber re-inventar, reconstruir y «re- objeto decorativo (no-continuidad). Chanel quiso imponer
wamp». su visión de la moda y de la mujer. Se erigió en revoluciona-
ria. Cocteau, su amigo, lo comprendió muy bien, bosque-
jando dos siluetas opuestas, la que crea Poiret y la que le
Este análisis en cuatro tiempos permite diferenciar lógi- opone Chanel, tal como ilustra con su consigna: «¡Poiret se
cas de marca en su relación con el tiempo. Sin embargo, el va, viene Chanel!»1 «Me pregunto por qué me lancé a esta
mismo puede igualmente tener en cuenta distintas etapas del profesión, por qué he hecho el papel de revolucionaria. No
desarrollo de una misma marca, desde la época de su funda- fue para crear lo que me gustaba, sino más bien para lograr
ción, a fin de ilustrar cómo ha tenido lugar su evolución
creativa. De ese modo, cabe posicionar las diversas fases de la 1. J. Cocteau, Litografía (1928), en Colección privada, setenta ilus-
vida de una marca, desde su creación hasta nuestros días. traciones de las sociedades del comité Colbert, 1929.

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que pasara de moda lo que me disgustaba.... Me serví de do, los valores distintivos de la marca o su ética, tal como la
mi talento como de un explosivo.»' Después de esta fase, hemos definido con anterioridad y que preside sus creacio-
la marca pasó a la «continuidad», para imponer poco a nes, producciones y manifestaciones. Citaremos aquí a Flau-
poco sus invariantes y que más tarde se la asociara única- bert: es «la continuidad [lo que] constituye el estilo», o de
mente con las burguesas conformistas de cierta edad que lu- nuevo a Chanel: «¡La moda pasa, el estilo permanece!»
cen un traje chaqueta Chanel (no-discontinuidad). Y ello
para reinventarse mejor con un nuevo creador que regenere
y revitalice la ética y la estética de la marca y contribuya a En la actualidad, el sector del lujo y sus actores están
convertirla en una de las más deseables y lucrativas a nivel presos en cierto número de apuestas que constituyen la con-
mundial. secuencia paradójica de su éxito: encontrar el justo equili-
brio entre la estructuración de las actividades que permiten
En definitiva, estas categorías «continuidad versus dis- poner en juego las sinergias, por una parte, y las economías
continuidad» permiten diferenciar las marcas que correspon- de escalas entre los negocios por otra, estimulando y desarro-
den a «un hecho de moda»: discontinuidad, no-continuidad, llando la innovación y la creatividad, en el respeto a la iden-
de aquellas que responden a un hecho de estilo: continuidad, no- tidad de cada una de las marcas o de las casas.
discontinuidad.
A partir del momento en que las grandes casas declinen
Una marca clasificada como hecho de moda se distingue,
la identidad de su(s) marca(s) de forma coherente, en los di-
según Floch, 2 por «aquello por lo que esta marca es recono-
ferentes sectores donde ejercen su actividad, las clientelas no
cida», es decir, sus invariantes estéticas identificables y legi-
se canibalizarán sino que, por el contrario, reforzarán el de-
bles en un momento dado. Exhibe ostensiblemente sus códi-
sarrollo y la deseabilidad de las marcas. Así, los perfumes, el
gos, los cuales van a ser adoptados porque se encuentran en
maquillaje, los accesorios de moda refuerzan la visibilidad, el
fase con una época dada, si bien inscriben en alguna parte
poder y los recursos de las marcas, permitiendo financiar la
esta marca en el ámbito de lo efímero. Por el contrario, el
creación en los otros ámbitos. Inversamente, la identidad y
hecho de estilo traduce la inscripción de la marca en la du-
la legitimidad de la marca establecida, por ejemplo, en la
rabilidad gracias a los valores o la ética que presiden sus
costura o la joyería, vienen a alimentar el universo y los nue-
creaciones, y cuya proyección en el tiempo de unidades reco-
vos conceptos en el campo de los perfumes o del maquillaje,
nocibles identificables (estética) no constituye sino la conse-
incluso de la barra de labios.
cuencia.

Estas mismas categorías permiten también distinguir las El marketing ha penetrado este nuevo sector al servicio
marcas que privilegian únicamente los signos, incluso los có- de la valorización de la creatividad de las marcas, pero será
digos, o la estética (aquello por lo que la marca es reconoci- necesario que el lujo continúe marcando distancias respecto
da de manera superficial), de aquellas que valorizan el send- de los productos y las marcas de consumo corriente. En par-
ticular en el sector de los cosméticos y de los productos de
1. P. Morand, L'A llure de Chanel, op. cit., p. 143. tratamiento, pues los grandes grupos mundiales, presentes
2. J.-M. Floch, Identités visuelles, op. cit., p. 137. en los dos sectores, contribuyen a reducir la distancia, al au-

1 203
mentar sin cesar la calidad de la oferta de los productos de cio de la valorización tanto de la creación renovada como del
gran consumo. cliente, pues, en definitiva, el lujo no consiste en «arrellanar-
Hace una década, el marketing no tenía cabida en las so- se en la tendencia», ¡sino en crearla! Igualmente, nos halla-
ciedades del lujo, las cuales por entonces rechazaban hasta el mos inmersos no en una lógica alternativa, como hace diez
término mismo de marca. Sólo la creación era valorizada, en años, que oponía marketing y creación, sino en una lógica
particular en las casas francesas. Debido a los efectos de la de conjunción: orientación al cliente, orientación creativa, y
competencia americana, pero también de la competencia ita- por lo tanto, marketingycreación, o creación y marketing.
liana, que es muy creativa y al mismo tiempo permanece
atenta a las expectativas del mercado, la necesidad de inte-
grar el rigor del razonamiento mercadológico se ha impuesto
como una nueva evidencia, a fin de orquestar la coherencia
de la oferta creativa de las marcas.

Huelga decir que el lugar del marketing y el papel que


éste desempeña varían en la actualidad según los sectores; es
claramente más fuerte y capital en el ámbito de los perfu-
mes, de los cosméticos, de los productos de tratamiento o
incluso en el de los vinos y espirituosos, de lo que lo es en el
mundo de la moda o de los accesorios. El papel del marke-
ting es ante todo un papel de estudio y de audit sobre la
identidad de la marca, sobre los comportamientos y las aspi-
raciones de consumidores y clientes, pero también sobre los
resultados de las ventas y de los competidores. Tiene asimis-
mo un papel de comunicación y de interfaz con los directo-
res artísticos y los creadores, para transmitirles, si es necesa-
rio, esos elementos de identidad y factuales, a fin de que los
interpreten según el repertorio o el universo creativo que les
es propio. Ejerce, por último, un papel de desarrollador de
nuevos conceptos y nuevos productos, cuyo lanzamiento y
cuyo éxito debe orquestar en el respeto a la identidad y a los
valores de la marca, sin dejar de crear en cada ocasión la sor-
presa y el asombro, promesa de placer, de emoción, de mara-
villa, así como de éxito.

Por consiguiente, el marketing conjuga a un tiempo


creatividad y rigor en los procedimientos de trabajo, al servi-
11 203
LISTA DE LAS CASAS PERTENECIENTES
AL COMITÉ COLBERT Y AÑO DE CREACIÓN

Baccarat Parfums D. Portault Guerlain Hotel Royal


1764 Chanel 1924 1828 Evian
1924 1909

Bernardaud Charles Daum Guy Laroche Jean Patou


1863 1908 1875 1957 1919

Bollinger Chateau Delisle Hédiard Parfums Jean


1829 Cheval Blanc 1895 1854 Patou
1832 1925

Boucheron Chateau Didier Aaron Hermes Jean-Louis


1858 Lafite- 1923 1837 Sherrer
Rothschild 1971
1855
Breguet Château Ercuis Parfums Jeanne Lanvin
1775 d'Yquem 1876 Hermes 1889
1786 1948

Bussiere Christian Flammarion Hotel Crillon John Lobb


1924 Dior 1875 1909 1899
1947

Caron Parfums C. Giens Hotel Krug


1904 Dior 1821 Georges-V 1843
1948 1928

Céline Christofle Givenchy Hotel Plaza- Lacoste


1946 1830 1951 Athénée 1933
1911

Chanel Courvoisier Parfums Hotel Ritz Lalique


1912 1835 Givenchy 1898 1910
1957
Lancóme Louis Nina Ricci Remy Martin Souleiado FECHA DE CREACIÓN DE LAS CASAS DE COSTURA
1935 Roederer 1932 1724 1780 Y DE PRÉ.T-A-PORTER
1776

Parfums Louis Vuitton Parfums Révillon ST Dupont


1900- 1921- 1941-1960 1961-1970 1971-1980 1981-
Lanvin 1845 Nina Ricci 1723 1872
1925 1945 1920 1940 1990

Francia Lanvin Balenciaga Balmain Courréges Castelbajac Alaia


Laurent Manuel Oustau de Robert Taillevent Chanel Cardin Lapidus J.-P. Gaultier Lacroix
Perrier Canovas Baumaniere Havilland 1946 Gres Carven Rabanne Montana Lagerfeld
1812 1963 1945 1924 Hermes* Céline Sonia Rykiel Mugler
Dior Scherrer Tarlazzi
Féraud YSL Chantal
Lenótre Maubussin Pierre Rochas Van Cleef Givenchy Torrente Thomas
1957 1827 Balmain 1925 &Arpels
Laroche Ungaro
1945 1906
Italia Fendi Krizia Valentino Armani Gucci*
Trussardi Gigli
Léonard Mellerio Pierre Frey Ruinart Parfums Versace
1943 llamado 1935 1729 Van Cleef &
Ferré
Mellier Arpels
1613 1976 Estados Geoffrey Benne
Unidos O. de la Renta
Legage Michel Puiforcat Saint Louis Veuve Ralph Lauren
1870 Guerard 1820 1767 Clicquot Calvin Klein
1965 1722

Fuente: McKinsey, «Douze propositions pour étendre le leadership des marques fran4ai-
ses», op. cit., pp. 5-2, e igualmente Hubert Joly (1991), »Industrie du luxe: rebondir sur la
Más tarde, en 1996-1997, Thierry Mugler se unió al comité Colbert. El grupo de cos- crise, leviers pour le succés des années 1990», Revue francaise du marketing, 132-133, p. 100.
méticos Clarins, que controla la sociedad, anunciaba a finales de 2002 el cese de las activi-
dades de Thierry Mugler en el sector de la costura. *Fecha de lanzamiento del prét-á-porter y no de la casa; Hermes fue fundada en 1937 y
Gucci en 1920, por ejemplo.
ÍNDICE

Presentación .................................................................................
7
I. LUJO ETERNO, LUJO EMOCIONAL,
por Gilles Lipovetsky
I. Lo sagrado, el Estado y el lujo .........................................
21
II. Lujos modernos, lujos posmodernos ......................... 46
III. La feminización del lujo..................................................
73
IV. El lujo y el sexto sentido ................................................
90
II. TIEMPO DE LUJO, TIEMPO DE MARCAS,
por Elyette Roux
I. El lujo entre prestigio y mercado de masas . 101
II. Deslizamientos progresivos
de las significaciones del lujo ............................... 132
III. Marca de lujo: legitimidad e identidad.................. 163
IV. Lujo y tiempo de marcas ....................................... 183
Apéndices: cuadros y datos destacables ................................ 207
I. Lujo eterno, lujo emocional
por Gules Lipovetsky
Gilles Lipovetsky
Elyette Roux

El lujo eterno
De la era de lo sagrado
al tiempo de las marcas

i,

ANAGRAMA
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