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COPYRIGHT 1955
4
)
ALCOHOLICOS ANONIMOS
VERSION EN ESPAÑOL
Novena Edición
6.000 Ejemplares
VI DE 1980
> PREFACIO
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Será de sumo interés recibir noticias de Las personas que deriven buenos
resultados de este libro, especialmente de los que comiencen a laborar con
otros alcohólicos. Mucho nos agradaría coadyuvar con ellos para el éxito de
su empresa en tales casos.
Muy Cordialmente,
ALCOHOLICOS ANONIMOS
l
LA OPINION DEL MEDICO
Los que per:tenecemos a Alcohólicos Anónimos creemos que
interesará al lector saber lo que opina el médico sobre el plan de
recuperación expuesto en ·e ste libro. Ciertamente no podría haber
testimonio más convincente que el del hombre de ciencia que ha
tenido la experiencia de atender en sus padecimientos a muchos de
los alcohólicos de nuestra Asociación y les ha visto recóbrar su
salud. He aquí lo que dice el médico director de un gran hospital
norteamericano especializado en el tratamiento de adictos al alco-
hol y a las drogas, en carta escrita expresamente para los Alcohóli-
cos Anónimos.
" A QUIEN PUEDA INTERESAR"
"Por muchos años ha sido mi especialidad el tratamiento del
alcoholismo.
A fines de 1934 atendí a un paciente que no obstante haber
sido un hábil hombre de negocios, con mucha aptitud para ganar
dinero, era un alcohólico del tipo que yo consideraba que no tenía
remedio. En el curso de su tercer tratamiento a este hombre se le
ocurrieron ciertas ideas sobre la posibilidad de poner en práctica
un raro método de recuperación. Como parte inicial de su progra-
ma de rehabilitación comenzó a exponer sus conceptos a otros
alcohólicos, pidiendo a éstos que a su vez hicieran lo mismo con
otros. Esto ha venido a ser la base de una hermandad que va
creciendo rápidamente, entre estos seres y sus familiares. De igual
modo que este hombre, centenares de alcohólicos han logrado su
recuperación.
Conozco personalmente infinidad de casos de este tipo, respec-
to de los cuales otros médicos fracasaron completamente.
Estos hechos resultan de una gran importancia médica. Dadas
) las extraordinarias posibilidades de rápido crecimiento de esta
agrupación, tal vez estemos asistiendo al momento precursor de
una nueva era en los anales del alcoholismo, ya que puede ser que
estos hombres cuenten con el remedio adecuado para millares de-
casos de seres semejantes.
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Yo tengo absoluta confianza en cualquier manifestación de los
Alcohólicos Anónimos sobre ellos mismos".
Muy atentamente,
(Fdo.) William D. Silkworth
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Durante largo tiempo los médicos nos hemos dado cuenta de
que cierta forma de sicología moral es de necesidad vital para los
alcohólicos, pero su aplicación presentaba cortapisas que iban más
allá de nuestras concepciones sobre la materia, aparte de que nues-
tras normas ultramodernas y nuestro usual acercamiento científico
a todas las cosas, tal vez no nos coloquen en posición hábil para
) aplicar aquellas fuerzas del bien que están fuera de nuestro conoci-
miento sintético.
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Quien crea que para siquiatras dirigentes de un hospital para
alcohólicos estamos resultando algo sentimentales, que venga con
nosotros por breves instantes a la zona de combate para que vea las
tragedias que rodean la vida de estos seres: esposas desesperadas,
niños atribulados, e imagine que la solución de estos problemas
fuera parte de su vida diaria y aún · motivo de preocupación al
retirarse al lecho, para que se convenza de-que hasta el más cínico
dejará de asombrarse de que hayamos acatado y estimulado esta
Asociación. Tras largos años de experiencia, entendemos que no
hemos hallado nada que contribuya tanto a la rehabilitación de
estos hombres como el movimiento fraternal que entre ellos mis-
mos se desarrolla.
Los hombres y las mujeres beben esencialmente porque les
gusta el efecto producido por el alcohol. La sensación es tan enga-
ñosa que a pesar de que reconocen que es nocivo, siguen usándolo
y con el tiempo llega. el momento en que no pueden diferenciar lo
que es real de lo ficticio. Entonces la vida alcohólica pasa a ser
para ellos la única vida normal·. Están siempre impacientes, irrita-
bles y descontentos, a menos que vuelvan a experimentar la sensa-
ción feliz y confortable que logran en seguida de tomar sólo varios
tragos, tragos que ven ellos apurar a otros, en igual medida, sin que
surta tal efecto. Después que han sucumbido una y otra vez a ese
deseo, como les suc·ede a muchos, y se desarrolle el fenómeno de la
desesperante ansiedad por la bebida, pasan por las bien conocidas
fases del período borrascoso, del cual emergen arrepentidos, con la
firme resolución de no volver a tomar otra copa. Esto se repite
sucesivamente, y a menos que la persona pueda experimentar u;i
cambio síquico completo, tiene muy poca esperanza de recupera-
ción.
En ·sentido contrario, y a pesar de que esto pudiera parecer-
raro para .las personas que no comprenden estas cosas, una vez ha
ocurrido un cambio síquico, el mismo sujeto que parecía naufra-
gar, que tenía tantos problemas con los cuales se desesperaba sin
poderlos resolver, súbitamente se le hace fácil controlar la ansiedad
de licor sin más esfuerzo que seguir varias reglas simples.
Hay hombres que en su desesperación han venido donde mí
para decirme con toda sinceridad: Doctor, no puedo seguir más de
esta manera. Tengo cuanto puede anhelar un ser humano para
vivir. ¡Debo dejar este vicio, pero no puedo! ¡Usted tiene que
ayudarme! .6 ....
Un médico honrado consigo mismo, al encontrarse con un caso
como éste, se da cuenta de su propia inoperancia. Hace en efecto
todo cuanto está a su alcance por curar al enfermo, pero casi
nunca lo consigue, y es entonces cuando comprende que algo más
~
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que un poder humano se necesita para producir el cambio síquico
indispensable. Si bien es de alguna consideración el número de
personas que se recuperan como resultado de los esfuerzos siquiá-
tricos, nosotros los médicos debemos reconocer que ha sido muy
pequeña la mella que hemos dejado en el cuadro del problema
global alcohólico. •
Muchos sujetos no responden al acercamiento sicológico ordi-
l nario.
No comparto la creencia de los que opinan que el alcoholismo
es un problema de control mental nada más. Por ejemplo, he teni-
do casos de muchos hombres que tuvieron que encarar algún asun-
to de negocios o de otra índole por un período de meses, esperan-
do que llegara el momento favorable en que debiera llevarse a
cabo. Un día o dos antes de llegar esa fecha, luego de tomarse un
trago, vino el fenómeno de la desesperación por el licor y éste pasó
a ser para ellos algo primordial a cualquier otro asunto, con la
resultante de que a la postre no acudieron a · 1a· importante cita.
Estos hombres no estaban bebiendo por vía de escape, bebían para
saciar la ansiedad desesperante de alcohol que rebasaba su control
mental.
Existen muchas situaciones que surgen de este fenómeno de la
desesperación alcohólica, que hace qué los hombres hagan el sacri-
ficio supremo de sus vidas antes que continuar en la lucha.
La clasificación de los alcohólicos resulta muy difícil y en
muchos aspectos está fuera del radio de acción de este libro. Desde
luego, existen los sicópatas que son seres emocionalmente inesta-
bles. Todos estamos familiarizados con este tipo. Es el que siempre
nos dice que no volverá a tomarse un trago y encubre su arrepenti-
miento haciendo infinidad d e resoluciones, pero nunca toma una
determinación.
Tenemos el tipo de hombre que no está dispuesto a admitir
que no puede tomar ni una copa, y que planea distintos. modos de
beber: cambia de marca y muda de ambiente. Existe el tipo que
siempre cree que después de permanecer sin beber licor por cierto
período de tiempo, puede tomarse algunas copas sin peligro. Y
existe el tipo maniático-depresivo que es tal vez al que menos
comprenden los amigos y del cual pudiéramos escribir todo un
capítulo.
Luego concurren tipos enteramente normales en todos los ór-
J denes, excepto en cuanto al ef,tcto que el alcohol ptoduce en ellos.
Muchas veces se trata de personas aptas, inteligentes y amigables.
Todos estos tipos, y muchos ··o~ros, tienen un síntoma en co-
mún: no pueden comenzar a beber sTh,,que se desarrolle en ellos el
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fenómeno de la desesperación por el ansia desenfrenada de más
licor. Como hemos sugerido, este fenómeno puede ser la manifes-
tación de una alergia que diferencia a estas criaturas y las separa
del común de los hombres. Tal condición nunca se ha hecho desa-
parecer permanentemente mediante tratamiento alguno del cual
tengamos conocimiento. El único remedio que podemos sugerir es
la abstención total.
¿Cuál es la solución? Tal vez como mejor pueda contestar es
relatando una de mis experiencias.
Cerca de un año antes de que aconteciera el episodio objeto de
este relato, nos trajeron a un sujeto para que lo tratásemos como
un caso de alcoholismo crónico. Este hombre se había recuperado
sólo parcialmente de una hemorragia gástrica y parecía presentar
un caso de deterioro mental patológico. Había perdido todo lo que
para él tenía valor en la vida y pudiéramos decir que vivía exclusi-
vamente para beber. Admitía francamente qu() para él ya no había
esperanza. Tras de lograr la eliminación del alcohol, pudimos de-
terminar que no tenía menoscabo cerebral permanente. Después
ese hombre aceptó el plan delineado en este libro. Un año más
tarde vino a visitarme y tuve la sorpresa más extraordinaria que
pudiera concebirse. Conocí al individuo por su nombre y acaso
ligeramente logré reconocer sus facciones. Ahí terminó toda seme-
janza. ¡De un despojo humano tembloroso y desesperado, surgía
un hombre rebosante de alegría y pleno de confianza en sí mis-
mo! Hablé con él un buen rato, mas no pude acertar a convencer-
me a mí mismo de que yo había conocido antes a ese hombre. No
era aquel; era otro hombre; un personaje extraño que vino a visi-
tarme y se marchó. Ha pasado mucho tiempo desde entonces sin
que ese caballero haya vuelto a beber.
Cada vez que necesito elevación mental pienso en otro caso
qu~ nos trajera un . médico prominente de la ciudad de New York.
El paciente había hecho ya su propio diagnóstico, y al decir que su
situación no admitía el menor rayo de esperanza fue a ocultarse en
un granero desierto donde se disponía a morir. En esa condición
crítica y desesperante le halló un grupo que salió a rescatarle.
Después de su rehabilitación física sostuvo una conversación con-
migo en la cual me dijo con franqueza que él creía que el trata-
miento era esfuerzo vano. a menos que yo pudiera asegurarle algo
que nadie se ha atrevido a asegurar: que en lo sucesivo él tendría
"la fuerza de voluntad" necesaria para resistir el impulso de beber.
Su problema alcohólico era tan complejo y su depresión tan
grande que juzgamos que su única esperanza estaba en lo que
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entonces llamábamos "sicología moral" y aún dudábamos que pa-
ra él surtiera efecto.
Sin embargo, ese alcohólico se convirtió en un convencido de
las ideas contenidas en este libro y no ha apurado ni una sola gota
de licor por muchos años. De vez en cuando lo veo y puedo decir
que es el más fino paradigma de caballero que uno pudiera cono-
")
cer.
Aconsejo con toda vehemencia a todos los alcohólicos que lean
bien este libro, porque aunque sólo penetren en sus páginas para
curiosear, tal vez hallen campo muy fértil para quedarse largamen-
te meditando y hasta para elevar una oración".
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CAPITULO I
LA HISTORIA DE BILL
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colocaría al frente de grandes empresas que yo sabría manejar con
el mayor aplomo . .J
Tomé un curso nocturno de leyes y conseguí empleo como
investigador en una compañía de seguros. La lucha por el triunfo
había comenzado para mí. Iba a probar al mundo que yo era un
personaje importante. La naturaleza de mi trabajo me traía a me-
nudo por Wall Street y poco a poco me fuí interesando en los
asuntos de la Bolsa Notaba que mucha gente perdía dinero, pero
otros se enriquecían. Entonces, ¿por qué no enriquecerme yo?
Además de leyes estudié economía y comercio. No es de extrañar,
pues, que siendo un alcohólico potencial, poco me faltara para
fracasar en mis estudios de abogacía. En uno de los exámenes
finales me hallaba demasiado borracho, para pensar y escribir con
aplomo. A pesar de que mis borracheras no eran continuas, mi
esposa se sintió preocupada. Tuvimos largas pláticas en el curso de
las cuales solía apaciguar sus temores diciéndole que los hombres
) geniales concebían sus proyectos cumbres cuando se hallaban bo-
rrachos; que así lo comprobaban las creaciones magistrales de los
filósofos, concebidas en tales momentos.
Bien sabía para la época en que terminé mis estudios, que la
abogacía no se· había hecho para mí. El remolino seductor de Wall
Street me atraía con fuerza centrípeta. Los mitos del licor y la
especulación comenzaban a forjar el arma que en su día volvería su
curso contra mí como bumerang, para hacerme trizas. Dada la vida
modesta que llevábamos mi esposa y yo pudimos ahorrar mil dóla-
res, que invertimos en ciertos valores que para entonces se cotiza-
ban baratos y que gozaban de poca popularidad. Tenía mis razones
para suponer que algún día esos valores serían objeto de una gran
alza En vista de que no logré persuadir a los acreedores amigos a
que me costeasen un recorrido por el país para visitar las fábricas y
relacionarme con sus jefes, decidimos hacerlo nosotros de cual-
quier manera por nuestra cuenta. Sostenía la teoría de que la
mayoría de la gente perdía dinero en acciones por desconocimien-
to de los mercados. Más tarde averigüé que concurrían muchas
otras razones.~
Poniendo nuestro plan en ejercicio, renunciamos a nuestros
empleos y salimos a campo traviesa en u na motocicleta, remolcan-
do en el cochecillo lateral una casa de campaña, algunas mudas de
ropa y tres grandes volúmenes de una obra de consultas en materia
de finanzas. Tal vez con razón nuestros amigos pensaron que el
caso era como para que se designara una comisión de peritos que
dictaminasen si estábamos locos. Tuve algún éxito en mis especula-
~iones, de suerte que ahorramos un poco d e dinero; n o obstante,
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en cierta ocasión preferimos trabajar en una finca durante un mes
antes de tocar nuestro pequeño caudal. Ese fue el último trabajo
manual honrado que realizara por largo tiempo. Recorrimos todos
los Estados del Este de Estados Unidos en un año. Al cabo, gracias
a los informes que suministraba a Wall Street, logré conseguir allí
una colocación con derecho a disfrutar .de una partida muy liberal
•)ara gastos. El uso de esa prerrogativa me proporcionó mayores
1.1gresos, por lo que cerramos ese año con una ganancia de varios
miles de dólares.
Durante varios años consecutivos, la fortuna sonreía a mi paso
prodigándome dinero y elogios. Había llegado a la meta. Al com-
pás de la alegre tonada del papel moneda que circulaba a millones,
mucha gente se dejaba llevar por mis juicios e ideas. Todo hervía y
se inflaba durante aquella gran zafra de la tercera década del siglo.
La bebida formaba una parte importante y festiva de mi vida. En
los salones de jazz tronaba la voz de la petulancia. Todos gastaban
miles y hablaban de millones. ¡Podían muy bien mofarse los sensa-
tos, pero al diablo con ellos! En ese torbellino, naturalmente, tuve
oportunidad de hacerme a :ina pléyade de amigos ocasionales.
Mis parrandas asumían cada vez más serias proporciones, pro-
longándose mis borracheras de día en día y casi todas las noches.
Hacía caso omiso de las súplicas y consejos de mis amigos a quie-
nes evadía y terminé convirtiéndome en un lobo solitario. Hubo
muchas tristes escenas en mi suntuoso apartamento. No existió
realmente problema de infidelidad porque además de mi natural
lealtad para con mi esposa, mis extremas borracheras contribuye-
ron a mantenerme inmune a esa clase de tentaciones. J
En 1929 contraje la fiebre del golf. Me dí prisa en salir para el
campo con mi esposa, que me aplaudiría mientras yo desafiaba a
Walter Hagen y me lo ganaba. Pero el licor se las entendió conmigo
y me dio alcance antes de que yo me las entendiera con el cam-
peón o pudiera siquiera ponerme a la zaga de Walter. Comencé a
sentirme nervioso y desesperado por las mañanas. El golf daba
ocasión para beber todos los días y todas las noches. Era divertido
darse a vagar por el campo de juego que tanto admiraba de mucha-
cho, luciendo la impecable tez tostada que suelen tener los caballe-
ros acomodados. Hecho todo un deportista, el banquero local me
veía llegar a su ventanilla remoliendo cheques hacia dentro y dine-
ro hacia afuera con divertido escepticismo.
Sorpresivamente, en octubre del mil novecientos veintinueve,
el infierno sentó plaza en la Bolsa de Nueva York. Meditabundo y
cabizbajo, tras uno de esos días infernales, me dirigí desde el bar
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de un hotel a la oficina de un corredor de bolsa. Eran las ocho de
la noche, cinco horas después de haberse cerrado el mercado. La
cintilla de valores repicaba todavía. Atónito quedé contemplando
una pulgada de ella con la inscripción XYZ-32. Esos valores esta-
ban a 52 por la mañana. Me había arruinado y conmigo se arruina-
ban también mis amigos. Los periódicos anunciaban que algunos
individuos se habían lanzado a la muerte desde las torres de Wall
1
Street. Eso me pareció de mal gusto. Yo no me lanzaría. Regresé al
bar. Mis amigos habían perdido varios millones pero, ¿y qué?
Mañana sería otro día. Mientras apuraba una copa volvió a apode-
rarse de mí aquella vieja y fuerte determinación de vencer.
Al día siguiente telefoneé a un amigo en Montreal. Le .quedaba
bastante dinero y pensó que lo mejor era que yo fuese al Canadá
Para la primavera siguiente ya vivíamos con el bienestar acostum-
brado. Me sentía como Napoleón a su regreso de Elba. ¡No!
Santa Elena no se había hecho para mí. ¡Ah, pero volví a entregar-
me a la bebida y_ mi generoso amigo tuvo que dejarme partir! Esta
vez nos queda-ll:los arruinados.
Nos fuimos a vivir con los padres de mi esposa. Conseguí una
colocación y la.perdí como consecuencia de un altercado con un
chofer de taxi. Misericordiosamente nadie había de sospechar que
estaría sin empleo por cinco años y que apenas sí permanecía un
instante sobrio. Mi esposa comenzó a trabajar en una tienda de
donde llegaba exhausta al hogar para encontrarme borracho. Me
convertí en un frecuentador poco grato de las oficinas de los corre-
dores.
El licor dejó de ser un lujo para convertirse en una necesidad.
· Como cosa rutinaria me bebía dos y hasta tres botellas diarias de
ginebra barata Algunas veces uno que otro pequeño negocio me
proporcionaba algunos cientos de dólares y pagaba mis deudas en
las cantinas y mesones. Esto siguió su curso sin parar y comencé a
levantarme muy temprano por las mañanas, temblando de una
manera violenta. Para poder desayunar necesitaba tomar primero
todo un vaso de ginebra seguido de media docena de botellas de
cerveza. No obstante este estado de cosas, todavía creía que po-
dría controlar la situación y tuve períodos de abstención durante
los cuales se renovaban las esperanzas de mi esposa.
_ Gradualmente, sin embargo, las cosas fueron de mal en peor.
La casa fue rematada por el acreedor hipotecario; vino la muerte
de mi suegra, y mi esposa y su padre enfermaron.
Para entonces se me presentó la oportunidad de emprender un
negocio muy prometedor. Las acciones estaban sufriendo la curva
baja en 1932 y así pude averiguármelas en forma que logré intere-
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sar a cierto grupo de personas en su compra, habiendo yo de
participar con largueza en las ganancias. Pero luego me dí una
pródiga parranda y la oportunidad se esfumó.
Vino el despertar. Comprendí que todo eso tenía que parar,
que no podía tomar ni siquiera una copa de licor. Mi derrota era
completa. Antes de esto había hecho .infinidad de hermosas pro-
mesas vanas, pero con gran alegría mi esposa pudo observar que
esta vez hablaba muy en serio y de una manera muy formal. Y esa
era la verdad.
Poco después de eso vine a la casa borracho. No había mediado
ninguna discordia ¿Qué se había hecho mi gran resolución? Sen-
cillamente no lo sabía. Ni siquiera se me había pasado por la
mente. Me tropecé con alguien que me pasó una copa y apuré el
trago. ¿Estaba yo loco? Comencé a sospecharlo, pues tan espan-
tosa ausencia de sentido común no parecía indicar otra cosa.
Una vez más tomé la resolución, esforzándome en esta ocasión
por ponerla en práctica. Transcurrió algún tiempo y mi confianza
comenzó a trocarse en una seguridad descomunal. Ya podía reírme
de las cantinas y los mesones. Ahora tenía lo que se necesitaba.
Cierto día fui a una cantina para hacer una llamada telefónica, y
sin pérdida de tiempo a los pocos instantes estaba golpeando sobre
el mostrador sin explicarme lo que había acontecido. A medida
que el whisky se me iba a la cabeza, me decía que la próxima vez
lo haría mejor, pero que bien podía disfrutar ese momento y
emborracharme. Y así lo hice.
El arrepentimiento, el horror y el desaliento del día siguiente
no pueden olvidárseme. Me faltaba valor para la lucha. Mi cerebro
marchaba desenfrenado y tenía una terrible sensación de las cala-
midades que me aguardaban. Casi ni me atrevía a cruzar la calle
por temor de que me proviniera un colapso o me arrollara con su
vehículo algún camionero madrugador, ya que apenas si apuntaba
el día. En una de esas tabernas que abren sus puertas por toda la
noche, pude beberme una docena de vasos de cerveza. Mis descon-
trolados nervios por fin se apaciguaron. Por un periódico de la
mañana me enteré de que el mercado otra vez había ido a parar al
infierno. Bueno, y yo también. El mercado podía recuperarse,
pero yo no. Ese pensamiento se fue intensificando. ¿Debería suici-
darme? No, ahora no. Una niebla mental me envolvía. La ginebra
disiparía eso. De manera que dos botellas más y a la nada, al vacío
del olvido. ;J
No cabe duda de que la mente y el cuerpo son mecanismos
prodigiosos, pues por dos años mi mente y mi cuerpo sobrevivie-
ron- esa agonía. Cuando el terror y la alucinación se apoderaban de
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mí a la hora de levantarme por las mañanas, a veces hurtaba a mi
esposa el poco dinero que tenía en su bolso. Otras veces temblaba
de vértigo frente a una ventana abierta, o ante el gabinete de
medicina si había allí algún veneno, maldiciendo mi flaqueza. En
busca de escape, mi mujer y yo hicimos repetidos viajes de la
ciudad al carnpo y del campo a la ciudad.
Luego llegó una noche en que ya mi tortura física y mental era
tan demoníaca que en mi desesperación temí lanzarme por la ven-
tana con cortinajes y todo. Para evitar tal impulso, como pude,
llevé el colchón al piso de abajo para no saltar al vacío. Más tarde
vino un médico y me administró un calmante. Al día siguiente, de
más está decirlo, me hallaba tomando licor y sedantes que pronto
me hicieron dar contra las rocas. La gente temía que fuera a faltar-
me el uso de la razón. Así también lo temía yo. Me hallaba tan
inapetente que o no comía, o comía tan poco cuando bebía, que
rebajé cuarenta libras.
Gracias a la bondadosa intervención de un cuñado médico y de
mi madre, fui recluído en un hospital de fama nacional para la
rehabilitación mental y física de los alcohólicos. La hidroterapia y
los ejercicios ligeros también resultaron de gran provecho para mí.
Tuve sobre todo la buena suerte de conocer a un médico que me
explicó que a unque ciertamente yo era un egoísta y un tonto, no
era menos cierto que había estado seriamente enfermo tanto física
como mentalmente.
Me alentó un poco saber que la voluntad de los alcohólicos se
debilita de manera sorprendente cuando se trata de combatir el
licor, aunque con frecuencia se mantiene firme en otros aspectos.
Esto explica mi increíble conducta en pugna con mi desesperado
anhelo de dejar de beber. Conociéndome ahora mejor a mí mismo,
dí albergue a una gran esperanza. "Por tres o cuatro meses el ganso
se regodeaba sin acercarse a la charca". Iba al pueblo con regulai-i-
dad y hasta llegué a ganar un poco de dinero. Seguramente que esa
era la solución: conocerse a sí mismo.
Pero no lo era. Una vez más llegó el día tan temido en que
volví a beber. La curva descendente que se produjo en mi decai-
miento moral y en mi salud física fue tan repentina como la que
traza el esquiador en su tremendo salto al caer sobre la nieve. Se le
dijo a mi desconsolada esposa que ese sería mi fin, que el corazón
me fallaría durante un deli.rium tremens, o que me provendría un
reblandecimiento cerebral acaso dentro de un año. De modo que
ella muy pronto tendría que entregai· mis restos a la casa mortuo-
ria o depositarlos en un asilo de locos.
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En cuanto a mí, nada tenían que decirme. Lo sabía todo y casi
me alegraba de la idea. Fue un golpe rudo que destrozó mi orgullo.
Yo que tan buen concepto tenía de mi persona, de mis habilidades
y de mi capacidad para vencer obstáculos, al fin me sentía arrinco-
nado. Ahora sería menester que me internara en las sombras unido
a la interminable caravana de beodos que me habían precedido.
Pensé en mi pobre esposa. Después de todo habíamos sido bastan-
te felices. ¡Cuánto no daría por enmendar las cosas! ¡Ah, pero
eso ya pertenecía al pasado!
No habría palabras con las que pudiera describir mi desolación
y desespero en medio de la cruenta ciénaga de compasión propia
que con sus arenales movedizos me circundaba. Me había batido
con el enemigo mortal y me había vencido. El alcohol era mi amo.
Salí del hospital convertido en una tremenda ruina humana.. .
El miedo me mantuvo abstemio por un corto tiempo. Luego vino
la insidiosa locura por el primer trago, y el Día del Armisticio de
1934 incurrí en un nuevo desliz. Todos se resignaron entonces a la
certidumbre de que tendría que ser confinado en algún sitio o
seguir de traspiés en traspiés hasta el fin de mi mísera jornada.
¡Qué obscuro es todo antes de que amanezca! En realidad ese fue
el comienzo de mi última calaverada Muy pronto habría de sumer-
girme en lo que me complazco en llamar la cuarta dimensión de la
existencia.. Había de conocer la felicidad, la paz, y el goce de ser
útil, acogiéndome a un modo de vida que, a medida que pasa el
tiempo, resulta más y más maravilloso.
Hacia fines de aquel mei¡ de noviembre me hallaba sentado en
la cocina de mi casa pensando, con cierta satisfacción, en que tenía
suficiente bebida escondida por toda la casa como para que me
durara para seguir bebiendo aquella noche y el día siguiente. Mi
esposa estaba en su trabajo. Pensaba si me atrevería a esconder una
botella cerca de la cabecera de la cama La iba a necesitar antes de
que rayara el alba.
Un timbrazo del teléfono sacóme de esa cavilación. Reconocí
en seguida la jubilosa voz de un viejo compañero de aulas que me
preguntaba si podía venir a verme. ¡Estaba abstemio! Según bien
podía recordarlo, hacía años que no venía a Nueva York en ese
estado. Quedé asombrado. Circulaban rumores de que había sido
internado en un hospital para dementes alcohólicos. Anhelaba sa-
ber cómo había podido salir de ese trance. Desde luego que él
vendría a cenar con nosotros y entonces yo podría beber con mi
amigo a mis anchas sin ningún disimulo. Olvidando su bienestar
sólo pensé en reconquistar el espíritu festivo de otros días. Recor-
daba que una vez fletamos un aeroplano para completar una juer-
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ga. Su llegada era para mí como un oasis en medio del pesaroso
desierto de futilidad en que me hallaba. Eso mismo y no más . ..
¡un oasis! ¡Lo que son los borrachos!
Momentos después abrióse la puerta y allí estaba él, con su
semblante fresco y la mirada rebosante de vida. Había una rara
expresión en sus ojos. Sin que pudiera explicármelo tenía ante mí
r un ser completamente distinto. ¿Qué había sucedido?
Puse sobre la mesa una copa y se la brindé. La rehusó.
Decepcionado, pero curioso, quise averiguar lo que se le había
metido en la mollera al amigo. Indudablemente no era el mismo.
"Vamos, vamos" le dije, "dime de qué se trata".
Me miró fijamente y con sencillez, sonriente me dijo: "Tengo
religión".
Me quedé con la boca abierta. De manera que eso era lo que le
había sucedido. El verano pasado se había chiflado con el alcohol
y ahora, sospechaba yo, se hallaba un poco chiflado con la reli-
gión. Lo revelaba su mirada centelleante. Sí, no cabía duda, mi
viejo compañero de aulas estaba alucinado. Compadecido me dije
que lo dejaría disparatar cuanto quisiera. Además, calculé que en
su desvarío mi ginebra duraría más que su prédica.
Pero no hubo tal desvarío. En ordenada exposición de hechos
me relató cómo dos individuos habían comparecido a la Corte para
persuadir al juez a que suspendiese la ejecución del auto de confi-
namiento en su caso. Le hablaron de una sencilla idea religiosa y
de un programa práctico de acción. Eso había tenido lugar hacía
dos meses y el resultado era evidente. Esta idea y ese programa
surtían su propósito.
Había venido a traerme el beneficio de su experiencia, siempre
que estuviese dispuesto a aprovecharla. Aquello me produjo un
gran sacudimiento, pero me ihteresó. Desde luego que me quedé
impresionado. Tenía que estarlo pues me hallaba sin ninguna espe-
ranza. .J
Habló por horas. Los recuerdos de la niñez desfilaban por mi
mente. Me parecía escuchar el acento de la voz del predicador en
medio de la paz dominical mientras me hallaba sentado allá en la
cima de una colina cercana. En aquellos parajes dejé atrás la anun-
ciada promesa de temperancia que nunca cumpliera. Recordaba el
menosprecio tolerante de mi bondadoso abuelo hacia alguno de los
miembros de la congregación por su comportamiento, y la tenaz
insistencia con que sostenía que había música en las esferas celes-
tes; recordaba también la manera vehemente en que disentía del
parecer del predicador en cuanto a su modo de adorar a Dios y el
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arrojo con que hablaba de esas cosas, libre de todo temor, poco
antes de morir. Todos estos recuerdos surgían ante mí del fondo
del pasado, dejando un sabor amargo y una gran sequía en mi boca.
El día en que estuve en la vieja Catedral de Winchester durante
la pasada guerra acudió otra vez a mi memoria.
Siempre había creído en un Poder Superior a mí mismo. Con
frecuencia me ponía a reflexionar sobre estas cosas. Yo no era
ateo. Realmente pocas personas lo son! puesto que ello entraña
una fe ciega en la extraña proposición de que el universo tuvo su
origen en .una cifra y que se va moviendo de prisa, al garete, sin
ningún objetivo. Intelectuales dignos de mi mayor admiración, co-
mo los químicos, los astrónomos, y aún los evolucionistas, me su-
gerían vastas leyes y fuerzas en acción. A pesar de las indicaciones
en sentido contrario, tenía muy _poca duda de que tras todo esto
dejara de haber un designio y que todo tuviera su ritmo . .. ¿Cómo
era dable concebir una ley tan vasta e inmutable sin una inteli-
gencia que 1~ plasmase? Sencillamente tenía que creer en un Es-
píritu del Universo que no conocía tiempo ni límite. Pero hasta
ahí, nada más, había podido llegar.
En ese punto me hallaba despidiéndome de todos los ministros
y las religiones del mundo. Cuando me hablaban de Dios personüi-
cado a mi semejanza, todo amor y superhumano en su fortaleza y
mandato, me tornaba irascible y de golpe se cerraba mi mente para
contrarrestar esa teoría.
Admitía la existencia de Cristo como un gran hombre que no
era seguido de manera fiel por los que lo aclamaban. Sabía que
eran excelentes sus enseñanzas morales, pero había adoptado para
mí aquellas partes de su Evangelio que me parecían convenientes y
poco difíciles de practicar. Del resto hice caso omiso.
Me repugnaban de un modo abrumador las guerras, los incen-
dios y los embrollos que las disputas religiosas habían facilitado.
Honradamente dudaba si puestas en la balanza, las religiones ha-
bían traído consigo algún bien. A juzgar por lo que había visto en
Europa y lo que veía, el poder de Dios en los asuntos humanos era
insignificante y la hermandad de los hombres una grotesca bufona-
da. De existir el demonio; aparentemente era el amo del universo y
ciertamente me tenía bien agarrado.
Empero el amigo que tenía sentado frente a mí, me hacía la
declaración contundente de que Dios había hecho por él lo que él
no había podido hacer por sí mismo. La voluntad humana le había
fallado. Los médicos lo habían desahuciado. La sociedad estaba a
punto de confinarlo. Como yo, había admitido una derrota com-
pleta. Luego en efecto, había sido levantado de entre los muertos,
24
sacado de repente de un montón de escombros humanos y elevado
a un nivel de vida que nunca había conocido.
¿Ese poder se había originado en él? Era obvio que no. No
había existido ni más ni menos poder en su persona que el que
había en mí en ese instante, y en mí no existía poder alguno.
Aquello derrumbaba mi audacia. Comenzaba a parecerme que
1
la gente religiosa después de todo tenía razón. Estaba presenciando
un corazón en acción, un corazón humano que había logrado lo
imposible. Hice un drástico repaso de las ideas que tenía forjadas
sobre los milagros. Nada importaba el lúgubre pasado. Sentado a
mi mesa tenía frente a mí un milagro que gritaba: ¡albricias!
Ví que mi amigo estaba más que reajustado intrínsecamente.
Pisaba sobre un nuevo terreno donde se agarraba fuertemente su
raigambre.
A pesar del vívido ejemplo de mi amigo, todavía quedaban en
)
mi ser los vestigios de mis viejos prejuicios. El vocablo Dios aún me
causab,,a cierta antipatía y este pensamiento se intensificaba cuan-
do se hablaba de que podía haber un Diós y que para mí fuese
personal. No me gustó nada la sugestión. Yo podía aceptar concep-
ciones tales como la de una Inteligencia Creadora, una Mente Uni-
versal, o un Espíritu de la Naturaleza; pero me resistía a dar un
paso hacia la idea de que existiese un Zar de los Cielos, indepen-
dientemente de cuán bondadoso pudiera ser en su grandioso im-
perio. He departido con veintenas de personas que han sustentado
igual manera de pensar.
Mi amigo sugirió entonce; lo que me pareció una idea original,
al interrogarme: "¿Por qué no optas por tener tu propio concepto
de Dios?"
Esa manifestación cayó en mí como el estampido de un rayo
que penetra muy adentro. Derribó la montaña de hielo intelectual
a la sombra de la cual había vivido tiritando durante muchos años.
Al fin miraba cara al sol. J
Era sólo asunto de disponerme a creer en un Poder Superior a
mí. Nada más tenía que optar para el comienzo. Vi que partiendo
de ese punto podría creer, y sobre una base de buena voluntad,
edificar aquello que contemplaba latente en mi caro amigo. ¿Al-
canzaría yo ese logro? ¡Desde luego que sí!
De manera que así fue como me convencí de que Dios se
ocupa de nosotros los humanos cuando verdaderamente lo necesi-
tamos. En mi larga carrera, por fin veía, sentía y creía. La venda
del orgullo y de los prejuicios cayó de mis ojos. Un nuevo mundo
estuvo ante mi vista.
25
El verdadero significado de la sensación que experimenté en la
Catedral se hacía patente repentinamente. Por breves momentos
había necesitado a Dios e implorado su ayuda. Había sentido el
humilde anhelo de tenerlo conmigo y El había venido a mí. Pero
pronto se esfumó esa sensación de Su presencia con el clamor de
las cosas mundanas, especialmente ias que bullían dentro de mí.
¡Conque todo había sido siempre así ¡Cuán ciego había estado yo!
Llevado al hospital quedé alejado del alcohol por última vez.
Creyóse prudente someterme a tratamiento, pues tenía los sírito-
mas del delirium tremens.
Allí me encomendé humildemente a Dios tal como entonces lo
concebía, pidiéndole que hiciera de mí lo que mejor le pareciera.
Sin reserva alguna me puse bajo su custodia y dirección. Por prime-
ra vez admití que no era nadie por mí mismo, que sin El estaba
perdido. Sin compadecerme confronté mis pecados y puse el ma-
yor esfuerzo en cooperar para que el nuevo Amigo · que acudía en
mi auxilio, se los llevara con raíces y ramas. Desde entonces no he
tomado ni una sola copa de licor.
Mi -amigo de colegio me visitó y le conté todos mis problemas
y debilidades. Hicimos una lista de las personas a quienes yo había
ofendido o contra quienes tuviera resentimientos. Expresé el más
ardiente deseo de acercarme a esas personas para reconocer mis
yerros. Nunca habría de culparlos a ellos por na:da de lo que había
acontecido. Era menester que corrigiera esos entuertos en la forma
más hábil posible.
Tenía que poner a prueba mi modo de pensar con el conoci-
miento intrínseco que ahora tenía de Dic;,.s. El sentido común pasa-
ría a ser sentido poco común. Cuando me asaltase alguna duda,
debía ajustarme a pedir fortaleza y orientación para confrontar
mis problemas en la forma que El lo quisiese. Nunca debería orar
por mí, a menos que se tratase de pedir ayuda para auxiliar a mi
vez a otras personas. Ese era el único don que esperaba para mí, y
Dios había de conceder mis peticiones en gran medida.
Mi amigo me aseguró que una vez hiciera estas cosas entraría
en una nueva relación con mi Creador; que ese modo de vida me
proporcionaría los elementos con que resolvería mis problemas. La
firme creencia, en el poder de Dios, una gran dosis de buena volun-
tad, honradez .Y humildad, eran los requisitos esenciales para el
mantenimiento de mi nuevo orden de vida.
Sencillo, pero nada fácil. Había que pagar un precio. Significa-
ba la destrucción total del egoísmo propio. Debería entregarlo
todo al Padre que hizo la luz y que preside sobre todos nosotros.
26
Estas proposiciones eran revolucionarias y drásticas, pero en el
mismo momento que las acepté, produjeron en mí un efecto elec-
trificante. Experimenté una extraordinaria sensación de triunfo,
seguido por una aureola de -paz y serenidad que jamás había soña-
do. Tenía absoluta confianza. Me sentía elevado como si el viento
refrescante y puro de la cumbre de una montaña se filtrase por mis
poros a través de todo mi ser. Dios se acerca a la mayoría de los
hombres insuflando gradualmente sus efluvios. Mas el impacto de
su soplo divino fue repentino y profundo para mí.
Confieso que en aquel momento me sentí alarmado y llamé a
mi amigo médico para que me dijera si me hallaba cuerdo. Escuchó
maravillado cuanto le dije.
Sacudió por fin la cabeza y comentó: "Algo ha pasado por
usted que no puedo explicarme. De todos modos, lo mejor es que
se agarre bien a lo que le haya puesto en ese estado de ánimo.
)
Cualquier cosa es mejor que verlo en el estado en que usted se
hallaba". Ese buen doctor ha visto ya a otros muchos que como yo
han experimentado lo mismo, y él sabe que esta clase de sensácio-
nes son reales.
Mientras permanecía tendido en el lecho del hospital desfila-
ron por mi mente los miles de alcohólicos desesperados que de fijo
se sentirían dichosos con lo que tan gratuitamente se me había
brindado. Vislumbré que tal vez podría ayudar a algunos de esos
seres y ellos a su vez podrían auxiliar a otros.
Mi amigo había dado gran énfasis a la absoluta necesidad de
poner en evidencia estos principios en todos mis actos. Sobre todo
era indispensable que me entregase a la tarea de procurar la recupe-
ración de otros de igual manera que él se había propuesto lograr la
mía.
"La fe sin obras es cosa muerta", me dijo. Esa es una aterrado-
ra verdad en el caso del alcohólico, pues si éste deja de perfeccio-
nar y engrandecer su vida espiritual por medio del trabajo y sacrifi-
cio propio que realice en beneficio de los demás, np podrá vencer
las pruebas y los momentos de flaqueza que de seguro le aguardan.
La falta de obras mataría la fe. Sin duda volvería a beber y si
volviera a beber no es menos cierto que provocaría mi muerte.
Para nosotros no hay otra disyuntiva.
Mi esposa y yo nos entregamos con entusiasmo a la idea de
ayudar a los otros alcohólicos a solucionar sus problemas. Por
fortuna mis viejos colegas de negocios permanecieron escépticos
por un año y medio; de modo que durante ese período se me
presentó muy poco trabajo. Tampoco me hallaba en buen estado
de salud en esa época, pues todavía los resentimientos y las ráfagas
27
de compasión propia azotaban mi ánimo. Mas pronto pude perca-
tarme de que cada vez que me fallaban las demás medidas, podría
salvar el día consagrándolo al trabajo de auxiliar a otros alcohóli-
cos. En medio de la desesperación muchas veces iba de visita a mi
viejo hospital y al hablar con alguno de los alcohólicos que se
hallaban allí sent(a de inmediato un levantamiento de espíritu y
volvía firme sobre mis pies. Es una noble misión humana que nos
saca del paso sin peligro cuando marchamos por escabroso sendero.
Así comenzaba a hacer amigos con rapidez, habiéndose desa-
rrollado entre nosotros una hermandad admirable, de la cual estoy
encantado de formar parte. Sentimos la alegría del vivir aun en los
momentos de apuros o dificultades. He visto centenares de familias
ponerse en marcha por la senda que realmente conduce al éxito.
He visto reajustadas las más tirantes relaciones domésticas y desa-
parecer feudos y rencores de todas clases. He visto hombres que
han salido de los asilos para volver a ocupar puestos de importan-
cia vital en el seno de la familia y de la comunidad. Diversos
hombres de negocios y profesionales han recobrado igualmente su
posición. Apenas si hay una congoja o miseria humana a la cual no
hayamos tenido que sobreponernos. En una de las ciudades del
Este y sus cercanías, hay millares de hombres que pertenecen a
nuestra Asociación y que viven felices con sus familias. Acostum-
bramos reunirnos con bastante frecuenciea, de manera que los
recién llegados puedan hallar en todo momento el ambiente frater-
nal que buscan. En nuestras reuniones informales pueden contarse
a menudo de cincuenta a doscientas personas, y cada día vamos
creciendo en número y potencia.
Una persona alcohólica con varias copas no es en modo alguno
amable. Nuestras bregas con ellos resultan unas veces extremas,
otras cómicas y alguhas veces trágicas. Hubo un pobre muchacho
que se suicidó en mi casa. No pudo o no quiso ver nuestro modo
de vida.
Ocurren, sin embargo, buenos ratos de diversión y complacen-
cia en todo esto. Supongo que algunos se sobresaltarán ante nues-
tra aparente debilidad humana pero precisamente debajo de esto
está nuestra implacable serenidad y buena fe. Esta fe tiene que
estar en acción durante VEINTICUATRO HORAS, es decir, desde
que émpieza hasta que acaba el día, o de lo contrario sucumbimos.
La mayoría de nosotros sabe que no tiene que buscar más la
utópica solución. Ahora mismo la tenemos con nosotros. Y cada
día la conversación sencilla de mi amigo en la cocina de nuestra
casa se va multiplicando y expandiéndose en un vasto círculo de
paz en la tierra y buena voluntad para los hombres.
28
CAPITULO 11
29
con el alcohólico que tiene la tendencia de aniquilar todo cuanto
para él es más querido y preciado en la vida, haciendo copartícipe
de sus sufrimientos y vicisitudes a los seres cuyas existencias con-
vergen con la suya. Ser adicto al licor trae desavenencias, resenti-
mientos fieros, inseguridad económica, discordias eón amigos, dis-
gustos en el trabajo, tribulaciones para niños inocentes, una exis-
tencia borrascosa para padres y cónyuges y muchás calamidades
más que el lector puede fácilmente sumar a este somero inventario.
Nos consta que son muchas las personas que padecen o pueden
llegar a ser víctimas de esta enfermedad, y abrigamos la esperanza
de que mediante la difusión de este libro podamos llevarles un gran
lenitivo.
Prominentes siquiatras que han tenido que intervenir en mu-
chos de nuestros casos, han llegado en muchas ocasiones a la con-
clusión de que es imposible persuadir al alcohólico a que explique
y discuta con él, sin reservas, la situación que confronta, y aunque
parezca extraño, las propias esposas, los familiares y amigos ínti-
mos del alcohólico, generalmente tropiezan con que éste es toda-
vía más inabordable para ellos que para los siquiatras o cualquiera
otro médico.
Por contraste, el exbebedor que tuvo que resolver su propio
problema, que pudo hallar una solución adecuada al asunto y que
consiguientemente va a hablax cori la autoridad de los hechos con-
cernientes a su propia vida, puede pOi" lo general ganar la completa
confianza de otro alcohólico en muy pocas horas. Hasta que no se
llegue a ese mutuo entendimiento, muy poco o nada puede lograr-
se en beneficio del enfexmo.
El hecho de que el hombxe que se le acerca tuvo las mismas
dificultades y es obvio que sabe lo que está haciendo; que con su
conducta propia demuestra al alcohólico que tiene delante que es
la persona que le trae la verdadera clave y que no pretende ser más
santo que él sino que viene a visitarle movido del más ardoroso
deseo de ayudarle atrayéndole a una agrupación en la cual nada
tendrá que pagar por ser miembro, ni gastos que costear, ni sermo-
nes que escuchar, son los atributos que hemos hallado más efecti-
vos para lograr la confianza del alcohólico, habiéndose comproba-
do que después de llegar a un mutuo entendimiento, muchos en-
fermos se acuestan para levantarse como Lázaro y volver a andar.
Ninguno de nosotros hace entera vocación de este trabajo ni cree-
mos, por otra parte, que se ganaría mucho en efectividad si lo
hiciéramos. Para nosotros el proceso de eliminación del alcohol es
tan solo el comienzo. El punto más importante en la eficacia de
nuestros principios es el comportamiento en nuestros respectivos
30
hogares, en nuestros empleos y en el manejo de nuestros asuntos
personales. Es cierto que todos dedicamos gran parte del tiempo
libre a la clase de esfuerzos que más adelante reseñamos, pero muy
pocos tenemos la suerte de estar en situación que nos permita con-
sagrar todo el tiempo a este trabajo.
Aunque apenas tocaremos superficialmente el problema en su
1 aspecto general, no cabe duda de los buenos resultados obtenibles
si seguimos la trayectoria que nos hemos trazado. Los que vivimos
en las grandes ciudades nos sobrecogemos ante la reflexión de que
hay centenares de alcohólicos diseminados por todo el mundo
relegados al olvido. Estamos seguros que muchos se podrían
recuperar si tuvieran la misma oportunidad que a nosotros se nos
deparó, y por ello quisiéramos poder pasarles la fórmula que tan
espontánea y gratuitamente se nos brindara.
A tal fin hemos decidido publicar este libro anónimo, expo-
niendo el problema tal como lo vemos nosotros. En esta obra
daremos a conocer nuestras experiencias y el conocimiento que
tenemos sobre la materia. Confiamos en que nuestra exposición
habrá de sugerir un programa útil para cualquier persona preocupa-
da con el problema de la bebida.
Por necesidad tendremos que dar algunas opiniones sobre as-
pectos siquiátricos, sociales y religiosos, dándonos cuenta desde
luego, que por su propia naturaleza, éstas se prestan a controver-
sias. Nada, ·pues, nos agradaría tanto como escribir un libro exento
de posibles discusiones y argumentos. Haremos cuanto esté a nues-
tro alcance por lograrlo.
En nuestra opinión lo que nos hace más útiles que otras perso-
nas para el alcohólico, es la tolerancia con que acogemos sus preo-
cupaciones y cuitas, y el respeto que nos merecen sus puntos de
vista, sus confickmcias, sus conceptos y actitudes. Esto se debe a
que nuestras propias vidas como exbebedores que ayer estuvimos
frente a idéntico problema, dependen de que siempre mantengam·os
nuestros pensamientos en los casos de los demás alcohólicos y pon-
gamos el mayor empeño en coadyuvar con ellos a solucionarlos.
Sin duda alguna el alcohólico que nos lea se habrá preguntado
a sí mismo por qué la bebida nos afecta tanto. Le acuciará, ade-
más, la curiosidad por saber de qué modo, ante la opinión en
contrario de los médicos y clérigos, hemos logrado recuperarnos de
·una condición física y mental que ellos consideraban irremediable.
Con toda seguridad que si es usted un alcohólico que tiene interés
en salir de ese estado, ya se estará preguntando: ¿Qué es lo que
tengo que hacer?
31
Precisamente a· eso vamos en este libro: a contestar esa pregun-
ta de una manera específica. Vamos a decirle lo que hemos hecho,
pero antes de entrar en menudas consideraciones, creemos conve-
niente resumir ciertos comentarios que a cada momento hace la
• gente.
Cuántas veces hemos oído decir a distintas personas: "Yo
puedo beber si me da la gana, si no, no bebo". Y luego agregan:
"No sé por qué Fulano no puede hacer lo mismo".
Otros comentan: "Mira a ese hombre, no sabe comportarse
después que se torha una copa. Si no sabe beber como la gente,
¿por qué no deja la bebida?". _Aún hay otros que apuntan: "Si
usted no puede resistir la bebida fuerte, ¿por qué no ensaya con
cerveza o vino?". "Ese hombre no tiene ninguna fuerza de voluh-
tad". "Fulano podría· dejar de beber si quisiera, tiene una esposa
excelente, aunque fuera por ella debería dejar de emborracharse".
" ¡Mira a ese tipo! El médico le dijo que se iba a morir si seguía
bebiendo y ahí lo tienes otra vez borracho" . Así sucesivamente
hace la gente infinidad de comentarios que acusan una crasa igno-
rancia del problema, siendo de notar que provienen de personas
que reaccionan al licor de una manera muy distinta a la nuestra.
Sabido es que cuesta muy poco esfuerzo al bebedor moderado
abstenerse del licor en absoluto, si tiene una buena razón para
hacerlo. Si quiere puede apurar el trago; si no, tranquilamente lo
pasa por alto.
Tenemos luego el tipo de bebedor fuerte. Este puede haber
contraído el hábito en forma lo bastante acentuada para que vaya
gradualmente deteriorándose física y mentalmente, y ·a menudo el
licor puede ser la causa de su muerte prematura. Si interfiere a
tiempo una razón bastante poderosa como la mala salud, un gran
amor, un cambio de situación, o la amonestación oportuna de
algún médico, el individuo en cuestión puede dejar de beber de un
todo, o moderarse aunque le resulte arduo. En ciertos casos puede
que se haga menester someterlo previamente a tratamiento médico
de desintoxicación.
Empero, ¿cuál es la suerte del verdadero alcohólico? Al co-
mienzo acaso beba con cierta moderación, y más adelante _puede
llegar o tal vez nunca llegue a beber en demasía. No obstante, en
alguna que otra etapa de su carrera de bebedor comenzará a perder
toda clase de dominio sobre el licor que ingiere, un~ vez toma la
primera copa Pasa a ser un caso que a todos intriga, especialmente
en cuanto concierne a la falta de control. Hace cosas absurdas,
increíbles y trágicas mientras se halla bajo el efecto enervante del
licor. En su persona concurre el dualismo del hombre-bestia, Dr.
32
Jekyll y Mr. Hyde. Pocas veces lo hallamos medianamente intoxi-
cado ya que siempre está más o menos lunáticamente ebrio. Su
conducta mientras bebe se asemeja muy poco a la de su estado
normal. Puede que sea una de las personas mejores del mundo, y
sin embargo, basta que beba durante un día para que se convierta
en el más imprudente y peligroso de los hombres con su comporta-
miento anfisocial. Tiene el ingenio positivo para sucumbir al trago
precisamente en los momentos más inoportunos, particularmente a
la hora en que tiene que tomar alguna decisión importante o algu-
na cita formal a que acudir. Es digno de observar el perfecto
sentido de apreciación que tiene de todos los problemas menos el
del licor, respecto del cual es por demás increíblemente deshones-
to y egoísta. A menudo se trata de personas con dones y aptitudes
sobresalientes y de gran porvenir, que con frecuencia elaboran
planes extraord"inarios para procurar el mayor bienestar para sí y
para sus familiares; pero luego lo echan a perder todo tras una serie
de borracheras. Es el individuo que se acuesta tan borracho que
debería dormir largas horas hasta que se le pase la embriaguez; sin
embargo, temprano por la mañana ya está buscando la botella
como un loco, sin que pueda recordar dónde la puso la noche
anterior. Por eso, como medida de precaución, si tiene con qué
comp~·arlo, procura tener licor guardado por toda la casa para
asegurarse de que nadie podrá botarlo todo de una vez, dejándolo
sin el trago cuando más lo ansía. A medida que va empeorando en
su forma de beber, llega un momento en que junto con el licor
comienza a usar calmantes cada vez más fuertes, para poder con-
trolar los nervios e ir a su trabajo. Al cabo llega el día en que
sencillamente no puede valerse y después de levantarse por la ma-
ñana sigue bebiendo hasta emborrachars~ nuevamente. Durante ese
período tal vez acuda donde un médico para que le administre
morfina o le dé algún sedante. que lo serene. De ahí en adelante
comienza a hacer acto de presencia en los hospitales y sanatorios.
Este no es en modo alguno un cuadro completo del verdadero
alcohólico, pero dará al lector una descripción a grandes rasgos que
servirá para ~dentificarlo. Cabe ahora preguntar por qué se compor-
ta de tal manera el alcohólico. Si centenares de veces la experiencia
le ha demostrado que una sola copa significa para él la catástrofe,
con su secuela de sufrimientos, humillaciones y torturas mentales,
¿por qué se obstina en tomarse el primer trago? ·¿Por qué no
puede dejar de seguir empinando el codo? ¿Dónde está su sentido
)
común y su fuerza de voluntad que casi nunca le fallan cuando se
trata de resolver otros problemas?
33
r
por qué de que el alcohólico reaccione de una manera tan distinta
a la gente normal. No sabemos por qué motivo, después de llegar a
cierto extremo en la bebida, muy poco o nada puede hacerse en su
bien. No nos es posible contestar el enigma.
Si sabemos, por otra parte, que mientras el alcohólico se man-
tiene alejado de la bebida, -cosa que puede hacer por meses o
años- reacciona más o menos igual que cualquier otro hombre.
Tenemos igualmente la certeza de que una vez ingiere licor en
cualquier dosis que sea, algo sucede en su organismo, tanto en lo
físico como en lo mental, que virtualmente no le permite dejar de
beber en los momentos en que debiera hacerlo, sino que lo mueve
a seguir bebiendo. La experiencia de cualquier alcohólico corrobo-
rará esta aseveración en todo su alcance.
Resultarían superfluas y académicas estas observaciones si nues-
tro amigo no tomara nunca el primer trago, que es el que pone en
movimiento el terrible círculo vicioso. De manera que el problema
primordial del alcohólico radica en su mente más bien que en su
cuerpo. Si le preguntáramos por qué inició su última parranda, con
toda seguridad que podrá darnos cualquiera de miles excusas. A
veces estos pretextos parecen más o menos lógicos, pero en reali-
dad todos carecerán de sentido común ante el tremendo estrago
producido por una prolongada borrachera. Son pretextos semejan-
tes a la filosofía del hombre que tiene dolor de cabeza y se la
golpea con un martillo para quitárselo. Mas si se presenta tan
absurdo razonamiento a un alcohólico, tal vez se ría a mandíbula
batiente o se muestre ofendido y nos vire la cara.
Es posible que alguna que otra vez el alcohólico diga la verdad,
y por lo general, por extraño que parezca, la verdad es que él
ignora tanto como nosotros por qué toma la primera copa Algu-
nos tienen excusas o pretextos que para ellos aparentemente son
bastante satisfactorios, pero en el fondo del corazón en realidad no
saben por qué lo hacen. Una vez el mal se ha arraigado hondamen-
te, el alcohólico se encuentra enteramente desorientado. Sólo le
alienta la obsesión de que algún buen día, de manera providencial,
saldrá airoso en la partida. Lo cierto es, sin embargo, que no se da
cuenta de que como el púgil agotado, se halla indefenso en la lona,
donde ha caído para la cuenta fatídica.
Pocas personas comprenden cuánto hay de verdad en lo que
decimos. De una manera vaga los familiares y amigos de los alcohó-
licos intuyen que se trata de tomadores anormales, pero todos
abrigan la esperanza de que llegue el día en que salgan de su
letargo y se sobreponga su fuerza de voluntad.
La.trágica realidad es que para el verdadero alcohólico ese día
feliz difícilmente llega. Perdido todo control, en determinado pe-
34
ríodo hasta el más vehemente anhelo de dejar de beber resulta para
él absolutamente impracticable. Esta situación calamitosa tiene lu-
gar en casi todos los casos antes de que uno siquiera pueda sos-
pecharlo.
Es un hecho positivo que la mayoría de los alcohólicos, por
razones enigmáticas, pierden toda clase de facultades para tomar
> una determinación eficaz en cuanto a la bebida. Prácticamente
llegan a carecer de lo que llamamos fuerza de voluntad.
En ciertos momentos ni siquiera pueden hacer discernimiento
concienzudo de los contratiempos y vejámenes de que fueron obje-
to apenas una semana o un mes antes. Una y otra vez los vemos
completamente indefensos frente a la primera copa.
Las consecuencias casi inevitables que se suceden después de
tomar, aunque sólo sea un vaso de cerveza, no acuden a nuestra
mente para detenernos, y cuando se nos ocurren los funestos resul-
tados, en seguida los suplantamos, de manera optimista, acogién-
donos a la ingenua idea de que otra vez sabremos comportarnos
como las demás personas. De más está decir que esta defensa es tan
antigua e inadec\¡ada como la del que se quema las manos y se
obstina en probar si puede salir ileso volviéndolas a poner en la
candela.
Así también piensa ingenuamente el alcohólico: esta vez no me
quemaré y voy a probarlo. Acaso ni siquiera haga la conjetura,
pero cuántas veces algunos de nosotros no comenzamos a beber
siguiendo esa infantil t~oría y luego de tomar la tercera o cuarta
copa, golpeamos el mostrador diciéndonos en son de reproche:
"¡Bendito sea Dios, ya estoy de nuevo en fas mismas! ". Y lo
curioso es que al cabo de un rato vamos todavía un poco más lejos
y suplantamos la proposición perjurando que no tomaremos nada
más que hasta la sexta o séptima copa, para terminar finalmente
diciéndonos: "¿De qué vale que me a1Tepienta ahora? ".
Cuando semejantes pensamientos penetran en la mente de un
individuo con tendencias alcohólicas, probablemente se ha coloca-
do ya fuera del alcance de toda clase de ayuda humana y a menos
que lo hospitalicen, puede morir de un momento a otro o volverse
loco para el resto de sus días. Estas amargas y crueles verdades
están confirmadas por legiones de alcohólicos a través de la histo-
ria. Miles de casos entre nosotros hubieran seguido el mismo curso
a no haber mediado la gracia de Dios para evitarlo. ¡Cuántos más
como nosotros quisieran dejar de beber y no pueden lograrlo!
HAY UNA SOLUCION. A casi ninguno de nosotros le agradó
la idea de hacer un examen de conciencia, sumisión de orgullo y
completa confesión de sus deslices, que es todo lo que se requiere
35
para que el proceso surta éxito completo; pero reparamos que eso
era precisamente lo que había dado buen resultado a otros y natu-
ralmente, comparamos ese sorprendente resultado con el triste cua-
dro de nuestra vida inútil, sin esperanzas, y el lógico futuro que
nos aguardaba. Por esa razón al acercársenos esas personas que ya
habían resuelto su propio problema, no pudimos menos que re-
coger el sencillo fardo de utensilios espirituales que ponían en
nuestras manos para nuestra renovación. Con ello hemos alcan-
za¡:io un gran trozo de cielo y hemos entrado en los e~uberantes
predios de una existencia que jamás hubiéramos soñado. Sin que
exageremos un ápice, la gran realidad es la siguiente: Hemos sido
objeto de experiencias espirituales profundas y verídicas, las cuales
han revolucionado nuestra actitud hacia la vida, hacia nuestros
semejantes y hacia todas las cosas de este mundo de Dios. Hoy el
factor primordial de nuestras existencias es la absoluta seguridad
que tenemos de que los efluvios del Todopoderoso han penetrado
en nuestros corazones y han renovado nuestras vidas de una mane-
ra verdaderamente milagrosa, colmándonos de dones que nunca
hubiéramos podido alcanzar por nosotros mismos.
Si el lector se halla en una situación tan seria como aquella en
que nosotros nos vimos, entendemos que para él no hay términos
medios. Nosotros llegamos a un punto de nuestra jornada en la
vida en que ésta resultaba una carga imposible de sobrellevar o
íbamos acercándonos a la región de donde no puede uno ya volver,
mediante ayuda humana, al mundo de los cuerdos. Sólo teníamos
esta alternativa: seguir adelante en nuestra mísera existencia, tra-
tando de borrar de la conciencia el cuadro de esa intolerable situa-
ción como mejor pudiéramos, o aceptar ayuda espiritual. Esto
último fue lo que hicimos porque, honradamente, pusimos el ma-
yor deseo y empeño en pedirla y alcanzarla.
Cierto hombre de negocios norteamericano de gran habilidad,
buen sentido común e íntegro carácter, estuvo por años y años
pasando de sanatorio en sanatorio. Había consultado a los mejores
siquiatras de Estados Unidos. Luego fue a Europa donde se puso al
cuidado de un célebre galeno que lo sometió a un tratamiento
excepcional. A pesar de que ya las esperiencias con otros médicos
le habían tornado escéptico, terminó su tratamiento sintiéndose
enterami;nte confiado. Su condición física y mental eran extraor-
dinarias; sobre todo creyó que había adquirido un conocimiento
profundo de sus intrincadas circunvoluciones cerebrales y de sus
recursos potenciales ocultos, por lo que pensó que nunca más
tendría un colapso. Sin embargo, al poco tiempo estaba otra vez
borrac}:io. Para mayor perplejidad ni siquiera podía explicarse de
manera satisfactoria cuál había sido la causa de su flaqueza.
36
Ante tal estado de cosas volvió a consultar al médico que tanto
admiraba, pidiéndole que le dijera sin ambages ni equívocos, por
qué no le era dable recuperarse definitivamente. Este hombre que-
ría retener a todo trance su dominio propio tanto más cuanto que
parecía poseer perfecto raciocinio y equilibrio mental para todo
menos para controlar su alergia alcohólica.
l Rogóle, pues, al médico que le dijera la verdad escueta y éste
entonces con foda franqueza se la dijo: A su juicio su caso no
tenía remedio. No podría volver jamás a la posición que solía
ocupar en la sociedad que frecuentaba y tendría que disponerse a
encierro bajo cerrojo o buscar un guardia que lo acompañase si
quería vivir largo tiempo. Esa fue la opinión del gran galeno.
Empero, ese alcohólico todavía está vivo y es un hombre libre.
No necesita guardián .n i ha tenido que ser confinado. Puede ir a
cualquier parte del mundo donde los demás vayan, sin correr peli-
gro, siempre que siga ateniéndose a ciertas reglas sencillas de con-
ducta.
Es posible que muchos de nuestros lectores alcohólicos piensen
que podrán vale1:se sin ayuda espiritual. Por ello es bueno que
escuchen el resto de la conversación de nuestro amigo con su
eminente médico.
Con la mayor franqueza prosiguió el galeno leyéndole la sen-
tencia a nuestro amigo: "Usted tiene la mente de un alcohólico
crónico. No conozco ningún caso de estos que demuestre que la
persona se haya recuperado cuando ha existido un estado mental
como el que concurre en el caso de usted" . De más está decir que
nuestro amigo se sintió como si frente a él se hubieran cerrado
estrepitosamente las puertas del infierno dejándolo adentro.
Con natural emoción, por supuesto, preguntóle al médico:
"¿Pero no ha habido ninguna excepción".
"Sí", dijo el galeno. "Excepciones al caso suyo han tenido
lugar frecuentemente desde hace varios años. Aquí y acullá de vez
en cuando hay alcohólicos que han sido objeto de lo que llamamos
experiencias espirituales. Para mí tales experiencias constituyen un
fenómeno. En su naturaleza parecen obedecer a grandes desplazas
mientos y reajustes emocionales. Ideas, emociones, actitudes que
una vez fueron las fuerzas que regían las vidas de estos hombres
súbitamente se echaron a un lado para dar paso a una serie comple-
tamente nueva de c<¡mcepciones y motivaciones predominantes".
Luego prosiguió: " Yo he estado tratando de producir en usted
algún reajuste emocional intrínseco semejante. Los métodos que
empleo han tenido éxito con muchos individuos, pero nunca he
logrado igual acierto con un alcohólico crónico de su índole".
37
Al escuchar esto, nuestro amigo sintióse algo reconfortado,
pues reflexionó al instante que, después de todo, él era un hombre
bastante religioso, que acudía con frecuencia a los servicios de su
culto. Esta esperanza, sin embargo, hubo de desvanecerse al decirle
el médico que si bien sus devociones religiosas eran encomiables, en
su caso no significaba que traerían consigo la vital experiencia
espiritual indispensable.
Tal fue el terrible dilema en que se hallaba nuestro amigo·
cuando al fin tuvo esa vital experiencia que, como decíamos antes,
fue la que le .t ransformó en un hombre libre.
Nosdtros por nuestra parte buscamos el mismo escape con la
gran desesperación del náufrago. Lo que parecía a primera vista
una frágil rama, ha demostrado ser la bondadosa y poderosa mano
de Dios. Hemos cobrado una nueva vida, o si se prefiere, otro
designio en la existencia que es realmente eficaz.
El distinguido sicólogo norteamericano, William J ames, en·s u
libro intitulado " Variedades de la Experiencia Religiosa" ex plica ·
un sinnúmero de medios en virtud de los cuales los hombres han
descubierto a Dios. No tenemos por nuestra parte el propósito de
convencer a nadie de que sólo existe un medio para adquirir la fe.
Si lo que hemos aprendido, lo que hemos podido palpar y \Tér,
significa algo, entraña con claridad meridiana, que todos, sin im-
portar raza, credo, o color, somos hijos de un Creador omnipresen-
te con quien podemos comunicarnos en términos sencillos y com-
prensibles tan pronto como tengamos ese anhelo y honradamente
tratemos de hacerlo. Los que tengan filiaciones religiosas no halla-
rán en esta obra nada que sea incompatible con sus creencias y
ceremonias. La realidad es que no existe la mínima fricción entre
nosotros alrededor de credos ni dogmas.
Consideramos que no es de nuestra incumbencia saber con qué
entidades religiosas están individualmente identificados nuestros
miembros. Esto ya es un asunto enteramente personal que cada
uno debe decidir por sí mismo, a la luz de sus pasadas asociaciones
o de su determinación actual. No todos pertenecemos a doctrinas
religiosas, péro la mayoría vemos con simpatía tales vinculaciones.
38
CAPITULO 111
39
,igual a otros hombres. En vano hemos probado toda clase de recur-
sos imaginables para lograrlo. En algunos casos ha habido una
efímera recuperación, pero con ella ha venido una reincidencia
mucho peor. Los médicos familiarizados con el alcoholismo están
de acuerdo en que no puede darse tal cosa como hacer de un
alcohólico un bebedor normal. Acaso llegue el día en que la cien-
cia pueda lograrlo, mas es evidente que no ha tenido tal acierto
todavía.
Sabemos que a pesar de cuanto podamos aducir para conven-
cerles, muchos verdaderos alcohólicos no van a creer que caen
dentro de esta clasificación. Mediante toda clase de falacias y expe-
rimentos que sólo servirán para engañarse a sí mismos, tratarán de
demostrar que son excepciones a la regla y que, consiguientei;nen-
te, no son alcohólicos. Si cualquiera persona que haya venido dan-
do pruebas de ineptitud para controlar la bebida, consiguiera cam-
biar las cartas y se le hiciese dable beber como corresponde al
bebedor normal, nosotros seríamos los primeros en descubrirnos
para felicitarle. ¡Sólo Dios sabe cuánto tiémpo estuvimos claman-
do por el don de beber de una manera atemperada!
He aquí algunos de los métodos que infructuosamente hemos
ensayado: Beber nada más que cerveza; reducir el número de co-
pas; no beber solos; abstenernos de beber por las mañanas; concre-
tarnos a beber en el hogar; no tener licor en la casa; prometer no
beoer durante las horas laborales; beber únicamente cuando acudi-
mos a jaranas y fiestas; sustituír el whisky por el brandy; no beber
nada más que vinos naturales; disponernos a renunciar si nos vol-
vían a sorprender borrachos en el trabajo; viajar o no viajar; jurar
con solemnidad o sencillamente tomar la determinación de que no
volveríamos a beber; hacer ejercicios físicos, buscar estímulo e
inspiración en lecturas constructivas; irnos de temporada al campo
o a un sanatorio; internarnos voluntariamente en algún asilo, y así
sucesivamente podríamos seguir con la lista hasta nunca acabar.
No nos agrada tomarnos la libertad de dictaminar que tal o
cual persona es alcohólica. La misma persona debe hacer su diag-
nóstico. Bastará con que entre en la taberna más cercana y se
someta a prueba para ver hasta dónde llega su control. E.s decir,
que comience a beber y luego trate de detenerse repentinamente.
Si lo ensaya varias veces y es honrado consigo mismo, no tardará
mucho en decidir la cuestiión. Naturalmente, podrá costarle una
angustia intensa, pero puede descansar en la certeza de que va a
tener un perfecto conocimiento de su verdadera condición.
Aunque no habría modo de comprobarlo, tenemos motivos
para suponer que en los comienzos de nuestra carrera de bebedo-
res, la mayoría de nosotros pudo haber dejado de beber si se lo
40
hubiera propuesto. La dificultad estriba en que son pocos los alco-
hólicos que tengan suficiente empeño en suprimir la bebida cuan-
do todavía es tiempo. Sin embargo, hemos sabido de algunas per-
sonas que presentaban síntomas definidos de alcoholismo y que se
sobrepusieron a la copa por un prolongado período de tiempo
gracias a un gran propósito de abstención. Daremos a conocer uno
de esos casos excepcionales.
Este alcohólico , era un hombre de unos 30 años de edad que
vivía entregándose a una serie de bonacheras, después de las cuales
se levantaba del lecho al otro día en estado sumamente nervioso,
por lo que para serenarse recurría otra vez al licor. Sin etnbargo,
este señor tenía grandes ambiciones de éxito en sus negocios y
pronto se convenció de que no iba a llegar a ninguna parte si
seguía bebiendo, aunque se sirviera de un cuentagotas, porque una
vez probada la p rimera dosis carecía de control en absoluto. Afe-
rróse, pues, a la idea di;! que no tocaría otra gota de licor hasta
tanto hubiese llegado a triunfar y estuviese en posición de retirarse
de los negocios. Este hombre excepcional permaneció seco hasta
los huesos durante 25 años, retirándose a la vida privada cuando
frisaba en los 55, y poniendo punto final a una carrera comercial
próspera y feliz. Para su propia desgracia pasó entonces a ser vícti-
ma de la creencia que tienen casi todos los alcohólicos, de que un
largo período de sobriedad y disciplina moral les capacita para
beber como personas normales. Movido por esa errónea concep-
ción, nuestro amigo se puso sus pantuflas predilectas, acomodán-
dose bien en su sillón de descanso, y cogió otra vez la botella por
su cuenta Al cabo de dos meses se encontraba contrito y atribula-
do en un hospital. Más adelante trató de regular la bebida y mien-
tras realizaba el experimento, seguía haciendo frecuentes visitas al
hospital. Finalmente, reuniendo todas sus fuerzas trató de dejar de
béber de un todo,.mas comprendió que esta vez no podía poner en
práctica su tenaz determinación de años anteriorrs. Tenía a su
alcance todos cuantos medios y remedios el dinero pudiera com-
prar para resolver su problema, y todos le fallaron. El que todavía
era un hombre ·robusto y saludable cuando se retirara de la vida de
los negocios, en poco tiempo de reincidencia alcohólica, s,e había
convertido en un escombro humano y al cabo de cuatro años de
mísera existencia exhalaba su último suspiro. ·.
Este relato enciena una gran moraleja que debe servir para
aleccionarnos en todo momento. Casi todos hemos creído que de
permanecer abstemios por un prolongado espacio de tiempo, en lo
sucesivo podríamos beber con normalidad. Aquí tenemos, sin em-
bargo, a un individuo que a los cincuenta y cinco años se da
perfecta cuenta de que se encuentra en el mismo punto de partida
41
en que se hallaba cuando contaba treinta abriles. Así una· y otra
vez hemos visto demostrada la dura realidad de que aquél que es
una vez alcohólico siempre será alcohólico. Solo así se concibe que
después del transcurso de un prolongado período de abstinencia, al
comenzar a beber de nuevo, nos hallemos en breve tiempo en tan
desastroso estado como antes. De suerte que si en verdad vamos a
ponernos en plan de dejar de beber no debemos hacerlo con ningu-
na clase de reserva mental, ni tampoco cabe que demos albergue a
la descabellada noción de que algún día llegaremos a ser inmunes
al alcohol.
Para la juventud puede muy bien servir de estímulo el hombre
de nuestro relato en su determinación de dejar de beber a tempra-
na edad y por su propia voluntad. No obstante, nos parece que no
son muchos los jóvenes que pueden hacer lo mismo porque de fijo
ninguna persona en plena juventud querrá sinceramente renunciar
a la bebida y por otra parte, dada su peculiar actitud mental ya
adquirida, difícilmente habría siquiera uno que saliese avante en la
lucha. Hay algunos alcohólicos en nuestra Asociación que todavía
no han traspuesto las fronteras de los treinta años y que aunque
sólo se dieron a la bebida por pocos años, llegaron a verse en
condiciones tan abatidas y desesperadas como aquellos de nosotros
que estuvimos bebiendo durante veinte años.
Para llegar a un estado grave de alcoholismo uno no tiene
necesariamente que haber bebido por largo tiempo ni tampoco es
menester haber tomado licor en cantidad tan excesiva como mu-
chos solíamos ingerir a través de nuestra carrera alcohólica. Esto se
aplica en particular a las personas alcohólicas del sexo bello. Muje-
res alcohólicas potenciales, a menudo vuelven a la realidad de las
cosas, alejándose del ambiente báquico por años y años, de tal
modo que sus compañeros de orgías y fiestas llegan a olvidarse de
ellas. Hay ciertos bebedores que se sentirían sumamente ofendidos
si los llamásemos alcohólicos; no obstante, ellos mismos se asom-
bran al darse cuenta de su ineptitud para dejar de beber. Por estar
tan familiarizados con los síntomas, sabemos que estamos trope-
zando a cada paso con alcohólicos potenciales por doquiera, espe-
cialmente entre la gente joven. Pero otra cosa es conseguir que
ellos lo reconozcan.
Mirando retrospectivamente vemos ahora que durante nuestro
ayer alcohólico estuvimos bebiendo más allá del punto en que
hubiéramos podido detenernos por voluntad propia. Si alguien
quiere determinar si ya ha llegado a esa etapa peligrosa de la bebi-
da, que trate de mantenerse sin tomar una copa, por un año. Si la
persona que va a someterse a esa prueba ofrece un caso de alcoho-
lismo bastante avanzado, hay pocas esperanzas de éxito. Durante
42
las primeras etapas de nuestra vida de bebedores, de vez en cuando
permanecíamos abstemios por un año o más, hasta que llegamos a
ser bebedores habituales y fuimos reduciendo los períodos de abs-
tención. Empero, el hecho de que uno pueda prescindir de la
bebida por un período de tiempo considerable, no significa necesa-
riamente que uno deje de ser un alcohólico potencial. Creemos que
pocas de las personas que por caer dentro de nuestra clasificación
estén interesadas en este libro, podrán permanecer abstemias por
un año, a pesar de la buena voluntad con que se propusiesen
hacerlo. Huelga decir que algunas ya estarían borrachas al día
siguiente de haber tomado la resolución, y la mayoría de las otras
a las pocas semanas.
Para los que no saben beber moderadamente el asunto se cir-
cunscribe a cómo abstenerse del todo. Suponemos desde luego,
que el lector interesado desee dejar de beber. En cuanto a si puede
hacerlo o no, partiendo de una base que no sea espiritual, todo
depende d el extremo hasta donde haya perdido la facultad de
optar entre beber o no beber. En este estado muchos de nosotros
creíamos tener suficiente entereza de carácter. Sin embargo, a pe-
sar de la urgente necesidad que teníamos de suprimir la bebida
para siempre, se nos hacía imposible lograrlo. Por experiencia pro-
pia sabemos que el punto neurálgico del problema alcohólico es la
absoluta ineptitud del individuo para detenerse, independiente-
mente de cuán grande sea la necesidad y el deseo que tenga de
realizarlo.
¿Cómo entonces nos ha sido concedido el don de frenar eficaz-
mente el impulso a la bebida y ·de poder ayudar a nuestros lectores
a determinar a satisfacción propia si son o no alcohólicos como
nosotros? Sin duda, resultará beneficioso el experimento de man-
tenerse abstemio por relativo período de tiempo. Creemos, sin
embargo, que podemos prestar todavía un servicio mucho mayor a
las personas que sufren de alcoholismo, y por añadidura, a la pro-
fesión médica, trocando ese período relativo en un período perdu-
rable. Con miras· a ese objetivo, describiremos algunos de los esta-
dos mentales que preceden a las recaídas alcohólicas, pties es obvio
que aquí es donde enclava la cruz del problema.
¿Qué clase de pensamientos dominan al alcohólico que reta
una y otra vez al diablillo del primer trago? Amigos que con él
han razonado después de una "turca" que lo ha llevado al borde de
la bancarrota, quedan completamente desconcertados cuando lo
ven de nuevo marchar directamente hacia la taberna. ¿Por qué lo
hace? ¿En qué estará pensando?
El primer ejemplo que citaremos para describir el estado men-
tal del alcohólico es el del amigo anónimo que llamaremos Jaime.
43
Hombre afortunado que cuenta con una esposa amantísima y una
familia encantadora. Heredero de una próspera agencia de automó-
viles y veterano de la guerra con una hoja envidiable de servicios;
por ende, es un hábil y simpático vendedor. Cautiva con su amis-
tad a todo el que le rodea y es un hombre inteligente, normal hasta
donde podemos observar, excepto en su posición nerviosa. Cuando
contaba 35 años todavía no había comenzado a usar bebidas espi-
rituosas, pero a los pocos años de iniciarse en su uso se fue tornan-
do tan violento cada vez que se hallaba en estado de embriaguez,
que se hizo indispensable confinarlo. Al salir del sanatorio se puso
en contacto con nosotros.
Le expusimos a nuestro amigo lo que sabíamos del alcoholis-
mo y le dimos a conocer la solución que habíamos hallado al
problema Comenzó a dar los primeros pasos por el camino que le
trazamos, sin que tardara en volver a reunirse con su familia y
empezara a trabajar como vendedor de la misma empresa que ha-
bía perdido por sus borracheras. Durante algún tiempo todo pare-
cía marchar viento en popa. Sin embargo, Jaime no se estaba
ocupando en engrandecer su vida espiritual y de la noche a la
mañana, con gran consternación de su parte, se vio borracho de
nuevo y volvió a estarlo media docena d e veces sucesivas. Después
de la tormenta que había capeado, cuando vino la calma, repasa-
mos con él cuidadosamente lo que había acontecido. Convino en
que era un' verdadero alcohólico y que su condición era seria.
Sabía que de seguir bebiendo tendría que volver al sanatorio. Mu-
cho más todavía: le constaba que de persistir reincidiendo, no
tardaría en tener que separarse de su familia, a la cual profesaba
acendrado cariño.
Todo esto sabía y volvió a emborracharse. Le pedimos que nos
dijera con precisión cómo había tenido lugar esta recaída y he
aquí su explicación:
"El martes por la mañana cuando fui a trabajar, recuerdo que
me sentí molesto al ver que tenía que ganarme el sustento como
vendedor de una empresa de la cual una vez era dueño. Tuve una
ligera discusión con el jefe, pero sin importancia. Entonces decidí
irme al campo, en busca de un posible cliente para la compra de un
automóvil. En el camino sentí hambre. Me detuve en una posada
donde se ofréce al viajero no sólo servicio de merienda sino tam-
bién de cantina. Desde luego, no tenía la más remota intención de
beber. Mi objeto al entrar allí no era otro que comer un empareda-
do, aunque también es cierto que tenía la corazonada de que en
esa posada podría dar con el cliente que buscaba para el auto, por
tratarse de un sitio muy concurrido y familiar que venía frecuen-
tando desde hacía muchos años. Precisamente durante los meses
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de abstención había comido allí con frecuencia. Me senté, pues, a
la mesa y ordené un emparedado y un vaso de leche. Todavía no
tenía la más mínima idea de beber, de manera que después de esa
ración, y al cabo de un rato, pedí otro emparedado acompañado
de otro vaso de leche.
"De pronto cruzó por mi mente el pensamiento de que no
podía causarme ningún daño diluír una onza de whisky en el vaso
de leche, pues tenía el estómago lleno; así fue como al instante
ordené el whisky y lo eché en la leche. De una manera muy vaga
tuve la sensación de que después de todo no era yo tan listo como
me creía. Pero recobré en seguida la serenidad al recordar que iba a
tomarme esa pequeña dosis con un estómago bien _servido. El expe-
rimento resultó tan bien que ordené otro whisky y lo mezclé con
leche, sin que tampoco me hiciera ningún mal efecto. En vista de
eso ordené otro y otro, y otro más".
Así comenzó una nueva peregrinación al sanatorio para Jaime.
Como sabemos, en esta ocasió11 estaba amenazado de reclusión
indefinida, segregación de la familia y de su colocación, amén de la
intensa depresión física y mental que siempre le causaban· estos
jolgorios. Es bueno observar que Jaime tenía un conocimiento
profundo de sí mismo como alcohólico; no obstante, todas las
poderosas razones que concurrían p;rra que dejara de beber las
relegaba al olvido, echándolas a un lado para darle paso al desatino
de que podría tomarse un whisky sin hacerle daño siempre y cuan-
do lo bebiese mezclado con leche.
No nos importa la definición exacta que el caso merezca, para
nosotros eso se llama sencillamente un disparate. ¿ Cómo podemos
llamar de otra manera a esa falta de sentido de proporción, a ese
modo peculiar de pensar sin mesura?
Los lectores pudieran creer que este es un caso extraño , pero
para nosotros no van tan lejos toda vez que esta clase de pensa-
miento es característico en cada uno de nosotros. Puede que algu-
nos hayamos reflexionado un poco más que Jaime sobre las conse-
cuencias. Ello no importa para que siempre interviniese el curioso
fenómeno mental, que corriendo parejo con nuestro razonamiento
sensato, inevitablemente habría de dar paso a alguna excusa trivial
y disparatada para apurar la primera copa. De manera que también
en nosotros fracasó la sensatez cuando tratamos de ponernos en
guardia y se impuso la idea descabellada. Al otro día no~ preguntá-
bamos con la mayor ansiedad, llenos de asombro y tortura, cómo
diablos nos pudo ocurrir tal cosa.
En determinadas circunstancias hemos salido deliberadamente
a emborracharnos, pensando que tenemos justificación, ya sea por
45
la nerviosidad, la ira, las preocupaciones, alguna pena honda que
nos agobia, recelos, despecho , o alguna circunstancia semejante.
Pero aún en esos casos estamos obligados a confesar que el móvil
con que tratábamos de cubrir la borrachera, no era suficiente para
el caso, a la luz de lo que siempre nos estaba aconteciendo. Ahora
vemos que cuando en lugar de beber por mera casualidad, comen-
zábamos a beber deliberadamente, hubo muy poco discernimiento
de nuestra parte y muy poca seriedad en nuestro modo de razonar
durante el período de premeditación en cuanto a las terribles con-
secuencias que nos aguardaban.
Nuestra conducta es tan absurda e incomprensible con respec-
to a la primera copa, como la del trotacalles que tiene la manía de
cruzar precipitadamente de un lado a otro sin importarle un bledo
el peligro que le circunda. Es para él una gran diversión cruzar la
calle de cuatro saltos, en medio del presuroso vaivén de vehículos.
A pesar de las advertencias de sus- buenos y afectuosos amigos, que
quieren evitar que un automóvil le rompa la crisma, nuestro incau-
to viandante sigue divirtiéndose hasta más no poder, año tras año,
con su manía pedestre. Hasta este punto pudiéramos tildarle de
muchacho díscolo y tonto, con raras ideas de lo que significa
divertirse. Mas no le comparemos con el chicuelo travieso que a
regañadientes podemos convencer de que se deje de corretear por
la calle, porque nuestro hombre trotador es distinto; persevera en
su obstinaci'ón, y llega el día en que el hado le abandona, estro-
peándose levemente por primera, segunda y tercera vez. Claro está
que si fuera una persona normal, bastaría con estos percances para
que dejase de cruzar la calle tan precipitada y negligentemente.
Pero a pesar de esos reveses llega el momento en que vuelven a
estropearlo, sufriendo en esta ocasión la fractura del cráneo. A la
semana siguiente, en el preciso día que sale del hospital con un
solemne vendaje en la cabeza, que bien hubiera podido servirle de
detente, se lanza a cruzar la calle a toda prisa, sin ninguna clase de
precaución, y choca contra un tranvía que viene a toda velocidad y
le rompe una mano. Jura entonces nuestro saltimbanqui que no
volverá a cruzar la calle de prisa y que se fijará bien en el tránsito
de vehículos antes de disponerse a pasar. Vana promesa porque a
las pocas semanas el pobre diablo es víctima de otro accidente en
el que sufre la fractura de ambas piernas.
No obstante sus propósitos de enmienda, en los años que si-
guen este hombre persiste en su inexplicable conducta por las
calles y finalmente llega a verse en un estado físico tan lamentable
que no puede ni siquiera ir a trabajar. Su esposa se divorcia y todos
llegan a considerarlo un hombre ridículo. Tratando de valerse de
todos los medios a su alcance para corregir su comportamiento
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andariego, se interna en un sanatorio con la esperanza de enmen-
darse. Pero la misma tarde serena en que sale del sanatorio, cruza
la calle y viene un carro de bomberos vertiginoso, pidiendo vía
libre, que le arrolla y le rompe la columna vertebral. Preguntamos
ahora si no hay sobrados motivos para suponer que ese individuo
esté loco.
J' El lector pudiera pensar que resulta exagerada nuestra ilustra-
ción pero si se detiene un momento a establecer un parangón, verá
que no lo es. Nosotros, los que hemos pasado por el crisol, tene-
mos que admitfr que si sustituímos el ansia alcohólica por la manía
del trotacalles, la ilustración encaja perfectamente. Por inteligentes
y cfrcunspectos que hayamos sido en otros aspectos, en lo que
concierne a la bebida hemos actuado sencillamente como locos.
Duro es reconocerlo, pero ¿qué ganamos con ocultar la verdad?
Algunos ya estarán pensando: "Comprendemos que lo que ustedes
dicen es cierto; sin embargo, no se aplica del todo a nuestro caso.
Si bien reconocemos que tenemos algunos de esos síntomas, no
hemos llegado todavía, posiblemente no lleguemos, a los extremos
a que ustedes desgraciadamente llegaron. Después de lo que uste-
des nos han explicado, sabremos conocernos tan bien a nosotros
mismos que no será dable que nos sucedan semejantes cosas. ¡No,
amigos, todavía no estamos tan desahuciados que lo hayamos per-
dido todo en la vida por la bebida, y ciertamente no tenemos la
intención de perderlo! ¡Gracias por el consejo! ".
Eso puede estar muy bien en el caso de ciertas personas que no
son al<;:ohólicas y que aunque hoy por hoy están bebiendo exagera-
damente, pudieran dejar de beber, o mejorarse, si lo quisieran,
pues sus cerebros y cuerpos no han sufrido todavía tanto desgaste
como los nuestros. Pero el verdadero alcohólico potencial, casi sin
excepción alguna, no podrá dejar de beber a base del conocimiento
que tenga de sí mismo. Ese es un punto al cual queremos dar cada
vez más y más énfasis, a fin de abrir los ojos a la realidad a los
lectores alcohólicos, de la misma manera que por experiencia pro-
pia se abrieron; los nuestros. Pasemos ahora a otra ilustración.
Uno de los socios de una conocida firma de peritos mercanti-
les, Federico, cuenta con una buena entrada anual, se halla feliz-
mente casado y tiene constituído un hogar envidiable. Es padre
amantísimo de varios niños saludables, obedientes y de brillante
disposición escolar. Federico tiene una gran personalidad y un don
sihgular para agradar a la gente. Si alguna vez ha habido un hombre
triunfador en la vida comercial, ese personaje es Federico. A juzgar
por todas las apariencias, tiene perseverancia y perfecto equilibrio
emocional. Sin embargo, es alcohólico. Le conocimos hace cerca
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de un año, en un hospital donde había ingresado para reponerse de
un fuerte ataque de nerviosidad alcohólica. Era su primera expe-
riencia de esta índole y se sentía sumamente abochornado. Lejos
de admitir que era alcohólico, entendía que había venido al hospi-
tal para calmar sus nervios. El médico, no obstante, le subrayó la
insinuación de que el caso podría ser peor de lo que él suponía.
Federico se sintió tan abatido por varios días al ver el triste estado
en que se encontraba, que tomó la determinación de dejar de
beber de un todo. No se le ocurrió pensar que tal vez no podría
llevar a cabo su resolución, a pesar de su entereza de carácter e
integridad. El no podía creer que fuese un alcohólico ni mucho
menos admitir que hubiera una solución espiritual para su proble-
ma. Cuando le explicamos lo que sobre el alcoholismo sabíamos,
se mostró interesado y a:unque convino en que tenía algunos sínto-
mas de la enfermedad, estuvo muy lejos de admitir que no pudiera
hacer nada por sí mismo para remedüuse. Creía firmemente que
con el vejamen que había sufrido y por el conocimiento adquirido
de nosotros, podría mantenerse sobrio por todo el resto de su vida.
El conocimiento propio, según él, bastaría para solucionar el pro-
blema.
Por algún tiempo dejamos de ver a nuestro amigo sin que nada
supiéramos de su paradero ni de su suerte. Mas cierto día nos
enteramos de que se hallaba de nuevo en el hospital. Esta vez se
encontraba mucho más amilanado. Tan pronto tuvo oportunidad
para ello, hizo saber que tenía ardientes deseos de vernos. El histo-
rial que nos hizo es verdaderamente instructivo, porque presenta a
un hombre joven absolutamente convencido de que tiene que dejar
de beber; que acusa sano juicio y extraordinaria determinación en
todos sus demás asuntos, y que, sin embargo, el problema de la
bebida lo tiene varado de espaldas en el lecho de un hospital.
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cada mi confianza propia y opinaba que todo se reduciría a ejerci-
tar la fuerza de voluntad y estar en guardia.
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en vez de cocteles. Ahora recordaba lo que me habían dicho mis
amigos alcohólicos en el sentido de que si tenía una mente alcohó-
lica nunca faltaría la ocasión y el sitio para que volviese a beber.
Recordaba asimismo que me vaticinaron que aunque opusiese una
defensa por medio de una adecuada actitud mental para repeler la
primera copa, ésta algún día se derrumbaría para dar paso a cual-
quier razón baladí que me impulsase a tomarla. Eso precisamente
fue lo que me aconteció, y algo más todavía, ya que nada de lo
que había aprendido sobre alcoholismo se me había ocurrido en el
momento del peligro. Desde entonces reconocí que tenía una men-
te alcohólica. Comprendí que la fuerza de voluntad y el conoci-
miento propio de nada me valdrían en esos trances de turbación
mental. Jamás podía entender a aquellas personas que me conta-
ban que un problema les tenía abatidos sin hallar solución para
sobreponérsele. Entonces supe lo que era esa derrota. Fue un golpe
rudo, pues logré ese conocimiento por experiencia propia.
Dos miembros de Alcohólicos Anónimos que vinieron a visitar-
me, me saludaron con jovial y picaresca sonrisa, que les devolví no
de muy buen agrado. Preguntáronme si esta vez creía que era
alcohólico y si me consideraba o no realmente derrotado. Tuve
que contestar afirmativamente a ambas preguntas. Luego les hice
mi relato, el cual escucharon con sumo interés. A su vez ellos
pasaron a relatarme hechos que demostraban concluyentemente
que una mente alcohólica como la que yo h abía exhibido en
Washington, era de una condición irremediable. Me citaron casos
por docenas que conocían por experiencia propia. Ese proceso de
corroboración le quitó el último aleteo a la idea que tenía de que
podía realizar la obra por mí mismo.
Después me expusieron la solución espiritual y el programa de
acción que centenares de sus miembros han seguido con tanto
éxito. A pesar de que solamente fui religioso de nombre, pude
darme cuenta de que sus proposiciones, intelectualmente hablan-
do, no eran tan difíciles de digerir. El programa de acción, aunque
estaba muy bien concebido, lo consideré bastante drástico. Signifi-
caba que tendría que despojarme de las varias concepciones que
había venido sustentando por toda la vida, y eso no era tan fácil.
Mas, desde el momento mismo en que hice la determinación de
seguir adelante con el plan, tuve el sentimiento curioso de que mi
condición alcohólica se había aliviado, como en realidad aconteció.
Igual importancia tuvo para mí el descubrimiento de que por
medio de principios espirituales, resolvería mis problemas. Desde
ese momento estoy viviendo bajo el influjo de una norma de con-
dición sumamente benéfica. Estoy infinitamente más satisfecho y
considero mucho más útil esta vida que la que había llevado antes.
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Aquella no era mala, pero no cambiaría sus mejores ratos por los
peores de mi vida actual. En otras palabras, aunque pudiese no
volvería otra vez a reanudar aquella báquica existencia".
El historial de Federico es explícito. La primera vez que lo
vimos no había sentido todavía nada más que la leve rozadura del
primer amago de flagelación del amo. Esta vez había sentido la
quemadura del latigazo . Mas casi todos los alcohólicos tienen que
esperar hasta que han recibido un castigo tan severo que se con-
vierten en una ruina física para poder decidirse a resolver su pro-
blema.
Muchos médicos y siquiatras coinciden con nuestras conclusio-
nes. Uno de estos, miembro de un hospital de fama mundial, nos
hizo recientemente esta manifestación:
"Es cierto lo que ustedes dicen sobre la condición desesperan-
zada del alcohólico en el lastimoso estado en que solemos hallarlo.
En cuanto a dos de ustedes, cuyas historias he escuchado, no hubo
la menor duda en mi mente de que para ustedes no había ni el más
leve rayo de esperanza, a menos que mediase la intervención Divi-
na. Créanme que si se hubiesen presentado como pacientes de este
hospital, no los hubiera admitido, de serme posible evitarlo, por-
que es algo que me desgarra el alma contemplar a seres humanos
en el estado en que ustedes se encontraban. A pesar de que no soy
religioso, siento profundo respeto por la ayuda que pueda brindar-
se al enfermo por la vía espiritual. En la mayoría de los casos de
los alcohólicos virtualmente no hay otra solución".
Repetimos que el alcohólico no tiene ninguna defensa mental
efectiva para resguardarse en determinados momentos de la prime-
ra copa. Excepto en rarísimos casos, ni él ni nihgún otro ser huma-
no podrá aliviarlo de reincidencias. Su única defensa efectiva ha de
provenir de un Poder Superior.
51
CAPITULO IV
52
Si hubiera bastado con regirse por un código de princ1p1os
morales o acogerse a una mejor filosofía de vida para contrarrestar
el alcoholismo, haría largo tiempo que muchos de nosotros hubié-
ramos logrado nuestra recuperación. Nos dimos perfecta cuenta,
sin embargo, de que por más que nos esforzáramos, ninguna índole
de ética o filosofía, ningún código moral, habría de salvarnos. De
nada valía nuestro gran empeño de confortación moral y filosófi-
ca; era infructuoso que siguiésemos ensayando con esas cosas, pue$
no nos otorgaban el poder recuperador que buscábamos. De mane-
ra que todos los recursos humanos al servicio de la voluntad, care-
cían de suficiente poder y de ahí que resultasen vanas todas nues-
tras tentativas.
Indiscutiblemente no era otro el dilema que el de la falta del
poder indispensable. Era preciso, pues, hallar ese poder salvador
mediante el cual nos fuese dado seguir viviendo. Evidentemente,
ese poder tenía que otorgárnoslo una Fuerza Superior a nosotros
mismos. Pero ¿dónde y cómo habíamos de hallarla?
Eso es precisamente de lo que trata este libro, cuyo objetivo
primordial es ayudar al lector alcohólico a encontrar un Poder
Superior a sí mismo, al amparo del cual pueda resolver su proble-
ma. Por consiguiente, se desprende que hemos escrito un libro que
a nuestro juicio es tanto espiritual como moral, y además, que
vamos a hablar de Dios. Como es natural, aquí surge cierta dificul-
tad en cuanto a los agnósticos y ateos. Verbigracia, al hablar con
algunos recién llegados a nuestros grupos, podemos notar en su
fisonomía cómo va creciendo su esperanza a medida que discuti-
mos con ellos sus problemas alcohólicos y les explicamos las bon-
dades de nuestra fraternidad; pero de vez en cuando vemos cómo
cambia en algunos la expresión de la faz y se conturba su ánimo
cuando abordamos tópicos espfrituales, especialmente cuando
mencionamos el nombre de Dios, ya que estamos desenterrando
una proposición extemporánea que ellos creían haber evadido con
la más fina argucia o relegado totalmente al olvido.
De sobra sabemos cuál es la manera de pensar y sentir de esos
amigos. En los d fas de ayer participamos con igual sinceridad de
esos prejuicios y dudas. Algunos éramos completamente antirreli-
giosos. Para otros la palabra " Dios" era una idea particular que
alguien nos inculcó allá por los remotos días de la niñez. Tal vez
rechazamos esa idea de Dios que grabaron en nuestra mente en los
azules días de inocencia, porque la juzgamos inadecuada. Natural-
mente, con el rechazo de la idea imaginamos que habíamos elimi-
nado de un todo el concepto de un Ser Todopoderoso. Nos fasti-
diaba el pensamiento de la fe y sumisión a un poder ubicado fuera
53
de nosotros. Veíamos en ello una debilidad rayana en la cobardía.
Con gran escepticismo contemplábamos el pavoroso cuadro que
ofrece nuestro planeta; sistemas teológicos en desavenencias, en-
gendrando resentimientos y odios entre los seres humanos; pueblos
y hermanos en continua guerra, y por doquier los cuatro jinetes
del Apocalipsis cabalgando estrepitosamente en sus potros sin fre-
nos. De ahí que mirásemos con tanto recelo y desdén a las perso-
na$ que se complacían en hablarnos de sus experiencias espirituales
o religiosas. ¿Cómo podía un Espíritu Supremo tener algo que ver
con esas cosas? Y como quiera que fuese, ¿quién podía compren-
der a ese Ser Supremo? Ah, pero ¿cuántas veces en medio del
vasto silencio de la noche tachonada de estrellas y luceros, en
raptos de éxtasis no iniciamos un breve soliloquio interrogante,
inquiriendo quién hizo todo esto? Atónitos tratábamos de buscar
la respuesta en el blando susurro de la brisa, mientras nos diluía-
mos en la inmensa comba del espacio experimentando un extraño
temor a lo desconocido. Pero esos instantes fueron fugaces. Ape-
nas sí dejaron huella en nuestra conciencia del rictus de impoten-
cia con que formulamos la interrogación.
54
concebíamos, para entrar en el proceso del desi,trrollo espiritual.
Más adelante pasamos a aceptar muchas cosas que antes nos pare-
cían estar fuera de nuestro alcance. Determinaba la esperanza en
nuestros corazones, pero para verla crecer teníamos que tener un
punto de partida y usamos nuestra propia concepción sin impor-
tarnos sus limitaciones.
l Basta para el caso con hacernos esta lacónica pregunta: ¿Creo
ahora, o estoy dispuesto a creer 4ue ex_iste un poder más grande
que yo? Una vez el alcohólico pueda responder categóricamente
que cree o está dispuesto a creer que existe ese Poder Superior, no
cabe la menor duda d·e que está en camino del éxito. Una y otra
vez hemos comprobado que esa fue la piedra angular que sirvió
para que cada uno de nosotros erigiese una maravillosa y sólida
estructura espiritual.
Tal logro constituyó una gran novedad para nosotros, pues
habíamos venido suponiendo que no podríamos hacer uso de los
principios espirituales a menos que nos inspirásemos en la fe y
acatáramos muchas cosas que nos parecían duras de roer. Cuando
. alguien se acercaba a nosotros trayéndonos algún mensaje espiri-
tual, solíamos decir con frecuencia: "Desearíamos alcanzar lo que
ha conseguido este hombre. Estamos seguros de que nos surtiría el
mismo efecto si pudiéramos creer con el mismo fervor que le
alienta, mas no podemos acatar ese cúmulo de Artículos de Fe que
para él resultan tan sencillos". De modo que fue reconfortante
para nosotros saber de lo que podíamos ser capaces si nos colocá-
bamos sobre una base más simple.
Aparte de nuestra falta de disposición para aceptar muchas
cosas de fe, teníamos el impedimento de los prejuicios infundados,
la obstinación y la sensibilidad. Muchos éramos tan susceptibles
que bastaba la más casual y iigera alusión a los asuntos espirituales
para que se nos erizaran los cabellos. Por fortuna, aunque en algu-
nos casos hubo cierta resistencia, en general no tuvimos gran difi-
cultad en ir despojándonos de esos sentimientos hostiles. Al en-
frentarnos con la ruina alcohólica que nos amenazaba, muy pronto
comenzamos a ver las cosas espirituales con la misma.buena volun-
tad y sereno juicio con que solíamos enfocar otros asuntos. En
este respecto, es natural que el alcohol venía a ser una razón
persuasiva para que asumiéramos esa nueva actitud. Al cabo nos
doblegaba hasta dejarnos completamente abatidos, pero en estado
de prudente raciocinio. En algunos casos el proceso resultó labo-
rioso. Abrigamos la esperanza de que otros alcohólicos no se sien-
tan tan llenos de prejuicios ni permanezcan en tal estado por tanto
tiempo como algunos de nosotros.
55
Todavía pudiera inquirir el lector por qué debe uno creer en
un Poder Superior. Francamente entendemos que median muy
buenas razones. Daremos un vistazo a algunas de ellas:
El individuo práctico de nuestros días es un decidido partida-
rio de considerarlo todo a base de hechos y resultados. No obstan-
te, el siglo XX admite teorías de todas clases sin ningún preámbulo,
siempre que estén firmemente sostenidas por los hechos. Tenemos,
por ejemplo, numerosas teorías sobre la electricidad que todos
acatan sin la más leve duda, porque vemos la electricidad en ac-
ción. Sin embargo, sólo la conocemos por teoría. ¿Por qué este
espontáneo acatamiento? Sencillamente porque es imposible ex-
plicar todo lo que vemos, sentimos, du-igimos y usamos en la vida,
a menos que apelemos a una hipótesis razonable para sustanciarlo.
Hoy en día, todo el mundo admite infinidad de suposiciones
en robustecimiento de las cuales hay prueba clara y satisfactoria
pero no prueba inequívoca de carácter visual. ¡Pero si es que hasta
la misma ciencia ha demostrado que la evidencia más endeble es
precisamente la prueba visual! A medida que la humanidad es-
tudia el mundo material, día tras día se nos ha revelado cómo las
apariencias exteriores no son en modo alguno la realidad intrínse-
ca. Pasemos a ilustrarlo:
La prosaica viga de acero es una masa de electrones que giran
mutuamente alrededor de sí mismos con una rapidez vertiginosa
increíble. Estos pequeños cuerpos están gobernados por leyes pre-
cisas reconocidas a través de todo el mundo material. Así lo dice la
ciencia y no tenemos razón alguna para dudarlo. Sin embargo,
cuando se nos adelanta la hipótesis, perfectamente lógica de que
tras el mundo material y de la vida, tal como la contemplamos,
hay una inteligencia dirigente, todopoderosa y creadora, ahí mis-
mo sale a relucir a la superficie nuestro pícaro ingenio y ponemos
toda clase de barreras y empeños para convencernos de que no es
así. Nos imbuímos en la lectura de autores eruditos y participamos
en turbulentas polémicas sustentando la creencia de que para ex-
plicarnos lo que es este mundo no necesitamos de ningún concepto
de Dios. De ser ciertas nuestras conclusiones, tendríamos como
resultado que la vida se originó de la nada, no significa nada, y va
derecho a la nada.
En vez de detenernos a observar que nuestra propia inteligen-
cia nos convierte en agentes y punteros preclaros de Dios en la
marcha evolutiva de la creación, los agnósticos y los ateos preferi-
mos creer que nuestra inteligencia humana era la última palabra, el
alfa y la ·omega, el principio y el fin de todas las cosas. ¡Y en
verdad que fuimos sumamente vanidosos!
56
Los que ya caminamos por esa tortuosa senda de incertidum-
bres y dudas rogamos a todos nuestros lectores que se despojen de
toda clase de prejuicios, aun los que vayan dirigidos contra cual-
quiera de las religiones organizadas. Hemos aprendido que cuales-
quiera sean las imperfecciones humanas de que adolezcan los va-
rios credos, ellos han dado objetivo y orientación a millones de
seres humanos. La realidad es que en el último análisis nosotros no
teníamos ningún concepto y sin embargo, nos divertíamos ridiculi-
zando cínicamente las creencias y las prácticas espirituales de la
humanidad, en vez de detenernos a observar que muchas personas
de convicciones espirituales de las distintas razas, matices y credos
religiosos, nos estaban demostrando que tenían un grado de estabi-
lidad, felicidad y utilidad individual que muy bien podíamos haber
procurado para nosotros mismos.
En vez de hacerlo así, sólo estuvimos pendientes de los defec-
tos de esas personas y usamos muchas veces algunas de sus faltas
para condenarlas en conjunto. Hablábamos de intolerancia al refe-
rirnos a esos seres, sin reparar en que nosotros mismos éramos
unos intolerantes. No supimos captar la realidad y la belleza de la
selva pdrque nos recreamos desdeñando la fealdad de algunos arbo-
litos aislados. Nunca dimos consideración bien razonada al aspecto
espiritual de la existencia.
Hay gran variedad en cuanto a la forma en qúe cada individuo
trata de entender y entiende el Poder Superior a sí mismo, según
veréis por nuestros historiales. Poco importa que estéis o no de
acuerdo con determinada exposición o concepción en particular.
La experiencia nos ha demostrado que estos son asuntos sobre los
cuales no tenemos que preocuparnos los alcohólicos para nuestros
fines. Son cosas que cada persona debe dilucidar por sí misma.
Ello no importa para que haya un punto sobre el cual tanto los
hombres como las mujeres de Alcohólicos Anónimos estemos de
común acuerdo de manera sorprendente. Cada cual ha logrado
hallar y creer en un Poder Superior. En cada caso ese Poder ha
llevado a cabo lo milagroso, lo que se consideraba humanamente
imposible, y como bien dice un célebre estadista americano: "lo
que importa es la elocuencia de los hechos".
Los hechos nunca hablaron con mayor elocuencia. Aquí tene-
mos a miles de hombres y mujeres del mundo que nos declaran
categóricamente que desde que comenzaron a creer en un Poder
Superior, desde que adoptaron determinada actitud hacia ese Po-
der y se ajustaron a ciertas normas sencillas de vida, ha habido un
cambio sustancial en su manera de vivir y pensar. En los momentos
en que confrontaban el colapso y la desesperación, en los momen-
57
tos en que contemplaban el fracaso de todos los recursos humanos,
surgía para ellos un nuevo poder que los dejaba maravillados, tra-
yéndoles la felicidad y la orientación definitiva. Desde luego, esto
les sucedió después de haber puesto todo su corazón en el cumpli-
miento de ciertas formalidades. Los que una vez se hallaban confu-
sos y abatidos ante la aparente futilidad de su existencia, os expli-
carán por qué arrastraban el pesado fardo que llevaban sobre los
hombros. Prescindiendo del aspecto de la bebida, os dirán por qué
la vida les era poco grata y placentera. Os explicarán cómo provino
su cambio, y cuando centenares de alcohólicos del mismo tipo
puedan decir hoy por hoy que el factor más importante de sus
vidas es la conciencia de la presencia de Dios, ciertamente que
concurre razón poderosa para que tengamos fe.
Nuestro mundo ha hecho más progreso material en el último
siglo que durante todos los milenios del pasado. Casi todos sabe-
mos cuál es la razón. Los que se dedican al estudio de la historia
antigua nos dicen que el intelecto del hombre en aquellos tiempos
era igual al mejor intelecto del hombre de hoy. Sin embargo, en los
tiempos antiguos el progreso material marchaba a pasos muy len-
tos. El espíritu que anima la investigación y la invención modernas
es algo que antes se desconocía. En el reinQ de lo material las
mentes de los hombres estaban plagadas de supersticiones y de
toda clase de tradiciones y cábalas. Los contemporáneos de Colón
creían que era ridículo pensar que el mundo fuera redondo. Hom-
bres que razonaban de igual manera fueron los que condenaron a
muerte a Galileo por sus herejías astronómicas.
Ahora vamos a preguntar lo siguiente: ¿No es cierto que algu-
nos de nosotros somos tan poco razonables y tan recalcitrantes en
lo que se refiere al reino espiritual como eran los antiguos en lo
que respecta al reino de lo material? Aún en el siglo actual los
periódicos norteamericanos no se atrevían a publicar la noticia del
triunfo alcanzado por los hermanos Wright en su primer vuelo en
Kittihawk. ¿No habían fallado hasta entonces todos los esfuerzos
y todas las tentativas del hombre por volar? ¿No había ido a
estrellarse en el fondo del Potomac la máquina absurda de volar
del Profesor Larigley? ¿Era o no cierto que los más connotados
matemáticos habían probado, a base de cálculo, que jamás el hom-
bre lograría volar? ¿No decía todo el mundo que Dios le tenía
reservado ese fino privilegio a los pájaros? Y pensar que sólo
treinta años después la conquista del aire por el hombre pasaría a
ser una antigua historia y las excursiones en aeroplano una de las
formas preferidas de viaje y comunicación.
Por otra parte, en la mayoría de los campos nuestra generación
ha sido testigo de una completa liberación del razonamiento. Ense-
58
ñémosles a cualquier trabajador de muelles un sumplemento domi-
nical describiendo el proyecto de explorar La Luna por medio de un
cohete y nos dirá en seguida: "Apuesto cualquier cosa a que lo ha-
cen y no ha de tardar mucho el que alguien lo intente". ¿No se ca-
racteriza nuestra era por la facilidad con que descartamos las
viejas ideas por otras nuevas, la presteza con que echamos a un
lado la teoría o fórmula que no surte su fin por aquella nueva idea
que nos da resultado?
Era lógico que nos preguntásemos por qué no habíamos de
aplicar a nuestros problemas humanos igual disposición para cam-
biar nuestros puntos de vista Estábamos confrontando serias difi-
cultades en nuestras relaciones sociales, no podíamos controlar
nuestra naturaleza emocional; éramos presa del infortunio y la
depresión, apenas sí podíamos trabajar para ganarnos el sustento y
teníamos una terrible sensación de inutilidad. En fin, éramos per-
sonas completamente infelices, sobrecogidas de temor, incapaces
de prestar ayuda efectiva a ningún semejante. ¿No era, pues, el
descubrimiento de una solución básica para todos nuestros ·males
más ·importante que si nos hubiera tocado ver en el noticiero gráfi-
co de la pantalla la gran hazaña del vuelo del hombre a Venus?
Desde luego que lo era.
Cuando vimos que otros resolvían sus pro.blemas descansando
sencillamente en el Espíritu del Universo, tuvimos que dejar de
seguir dudando del Poder de Dios. Necesariamente hubimos de
llegar a la conclusión de que nuestras ideas eran ineficaces. La idea
de Dios, en cambio, surtía benéfico efecto.
La fe casi infantil de los hermanos Wright de que llegarían a
construir una máquina que volase fue la llave maestra de su porten-
toso logro. Sin esa fe no h'..lbieran nunca realizado la maravilla de
ver volar al hombre por las alturas celestes. Los ateos y agnósticos
nos aferrábamos a la idea de que nos bastábamos para resolver
nuestros propios conflictos. Cuando otras personas nos demostra-
ron que la fuente de gracia de Dios derramó en ellos sus benéficos
efluvios y , efectivamente, los veíamos escalar las alturas de una nue-
va vida, comenzamos a sentirnos como aquellos que habían insistido
en que los hermanos Wright nunca escalarían el firmamento.
La lógica es una gran cosa. ¡Cuánto nos. agrada y nos sigue
agradando ese ejercicio mental! No fue al azar como se nos dotó
con el don del raciocinio, de examinai· la evidencia de los sentidos
y hacer nuestras propias conclusiones. Se trata de uno de los más
extraordinarios atributos del hombre. Considerándolo así, los alco-
hólicos de inclinaciones agnósticas no podíamos estar satisfechos
con una proposición que nos fuese dable desentrañar. En conse-
59
cuencia, nos cuesta mucho trabajo decir por qué creemos que
nuestra fe actual es razonable, y por qué entendemos que es más
sano y lógico creer que no creer, por qué entendemos que nuestros
pensamientos eran débiles y sofísticos cuando sumidos en el abis-
mo de la duda nos poníamos las manos sobre la cabeza, repitiendo
con Huxley: " no sé nada... no sé nada. . . no sé nada. .. ".
Cuando nos convertimos en alcohólicos, abatidos por una crisis
que nosotros mismos provocamos y que no pudimos evadir, sacan-
do fuerza de la flaqueza, sin miedo, tuvimos que encarar la propo-
sición de que Dios lo es todo o no es nada. ¿Es o no es? ¿Por cuál
nos decidíamos?
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cierto que después de todo, eran estos sentimientos los que deter-
minan el curso de nuestra existencia? Se hacía, pues, imposible
decir que no éramos capaces de tener fe, sentir amor o veneración,
toda vez que de una manera o de otra, a la luz de la fe y nada más
que de la fe, habíamos estado viviendo.
Sin fe no cabe imaginar la existencia. Si sólo contáramos con la
razón pura, carecería de aliento nuestro existir y dejaría de ser
vida. ¿Pero nosotros creíamos en ella? Desde luego que sí. No
podíamos probar lo que es la vida en el sentido en que se puede
probar la verdad de que una línea recta es la más corta entre dos
puntos, pero ahí la teníamos. ¿Podíamos decir acaso que no era
más que una masa de electrones, creada de la nada, que nada
significaba y que iba dando vueltas hacia su fin, que era la nada?
Desde luego que no. Los mismos electrones nos parecían más inte-
ligentes que eso. Por lo menos así lo aseguran los químicos.
En consecuencia comprendimos que la razón no lo es todo. Ni
es la razón tal como la mayoría de nosotros la usamos enteramente
dependiente de nuestras mentalidades mejores, aunque emana de
las mismas. Y en materia de razonamiento, ¿qué diremos de la
gente que probó que el hombre nunca podría volar?
Nosotros, sin embargo, habíamos estado contemplando otra
clase de ascensión: la de la liberación espiritual del hombre que se
elevaba sobre el mundanal ruido y se sobreponía a los problemas
que confrontaba. Muchos nos decían que Dios hada posible esas
cosas, y nosotros sonreíamos. Habíamos visto su ascensión espiri-
tual, pero nos complacíamos en decirnos que no era cierto.
En realidad estábamos engañándonos a nosotros mismos por-
que dentro de cada hombre, mujer y niño yace oculta la idea
fundamental de Dios. Esta idea podrá permanecer ensombrecida
por la pompa, las calamidades o la veneración a otras cosas, pero
en una forma u, otra está ahí dentro. La fe en un Poder Superior y
las demostraciones prodigiosas de ese Poder en nuestras vidas, son
hechos tan viejos como el mismo hombre.
Al cabo pudimos ver que cualquier fe que nos inspirase ia idea
que tuviésemos forjada de Dios, era parte de nuestro modo de ser,
de igual modo que el sentimiento que profesamos a un amigo. A
veces fue menester que buscásemos en lo recóndito de nuestro yo,
pero allí estaba El, y esa Gran Realidad era tan patente como la
existencia de nosotros mismos. En el último análisis tan sólo allí
podemos hallarlo. Allí lo descubrimos nosotros.
Quisiéramos poder coadyuvar a preparar el terreno para otros.
Si nuestro testimonio os estimula a barrer los prejuicios y a pensar
detenida y honradamente buscando con vuestra propia linterna
61
dentro de vosotros mismos, entonces, si es de vuestro agrado,
podéis venir para juntarnos todos en la Gran Avenida. En tal acti-
tud no hay fracaso posible, pues no tardaréis en ser conscientes de
vuestra propia creencia.
En este libro damos a conocer la historia de un hombre que
creía que era ateo. Su relato es tan interesante que bien vale la
pena un pequeño anticipo. El cambio que se operó en este indivi-
duo fue dramático, convincente y emocionante.
Nuestro amigo era hijo de un ministro protestante. Solía asistir
asiduamente a la escuela dominical y poco a poco se fue tornando
irascible y rebelde porque pensaba. que le estaban administrando
una exagerada dosis de enseñanza religiosa. Durante los años subsi-
guientes se halló rodeado de obstáculos y frustraciones. Causábale
pavor el cuadro de las calamidades de su familia . Sólo tenía ante sí
la bancarrota, la locura, el suicidio. Luego las desilusiones que para
él trajo consigo la postguerra, su condición alcohólica cada vez más
seria y su colapso inminente tanfo mental como físico, le llevaron
al punto de pensar en atentar contra su propia vida.
Una noche, mientras se hallaba confinado en un hospital, se
acercó a él un alcohólico que había tenido una experiencia espiri-
tual. Sintiéndose harto de aquello, gritó amargamente: " ¡Si hay
un Dios, ciertamente no ha hecho nada por mí! " Pero más tarde
cuando se hallaba solo en su alcoba, se hizo esta pregunta a sí
mismo: "¿Es posible que toda li,i gente _religiosa que yo he conoci-
do esté equivocada? " En tanto que reflexionaba sobre la respues-
ta, sintióse tan calenturiento como si estuviese tendido junto a las
pailas del infierno. Entonces rápido como un rayo, le vino este
pensamiento que le sacó de quicio en sus reflexiones:
62
do. Su problema alcohólico desvanecióse esa misma noche. El pen-
samiento de la bebida no ha vuelto a cruzar por su mente, salvo en
uno que otro momento de tentación, en el cual ha experimentado
verdadera repulsión por la copa. Es de suponer que este hombre no
podría beber ni aunque qui~iera. Dios le ha devuelto la cordura.
¿No es este un milagro de recuperación? Sin embargo, sus
elementos son simples. Las circunstancias pusieron a nuestro com-
pañero en disposición de creer y él humildemente se entregó a su
Hacedor. ¡Entonces aprendió a conocerlo!
Así también Dios nos ha devuelto el sano juicio. Para el hom-
bre de nuestro relato, la revelación fue repentina. Para otros la
revelación tiene lugar con más lentitud. ¡Pero El viene siempre a
todos los que lo buscan de corazón y les revela su omnipresencia!
"Nosotros nos acercamos a El y El se nos reveló".
63
CAPITULO V
64
Los términos medios no nos sirvieron de nada. Nos hallábamos
en el tramo decisivo de nuestra jornada. Fue entonces cuando con
entero desprendimiento pedimos a ese Poder Superior ayuda y
protección para resolver nuestro problema.
He aquí los pasos que dimos y que sugerimos a todos los
alcohólicos interesados, como Programa de Recuperación:
l l. Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nues-
tras vidas se habían vuelto ingobernables.
2. Llegamos al convencimiento de que sólo un Poder Superior a
nosotros mismos podría devolvemos el sano juicio.
3. Decidimos poner nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado
de Dios, tal como nosotros Lo concebimos.
4. Sin ningún temor hicimos un inventario moral de nosotros
mismos.
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser
humano la naturaleza exacta de nuestras faltas.
6. Estuvimos dispuestos a dejar que Dios eliminase todos estos
defectos de c.arácter.
7. Humildemente Le pedimos a El que nos librase de nuestros
defectos.
8. Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes había-
mos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que
les causamos.
9. Reparamos directamente a cuantos nos fue posible el daño
que les habíamos causado, salvo en aquellos casos en que el
hacerlo perjudicaría a ellos mismos o a otros.
10. Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando
nos equivocábamos lo admitíamos inmediatamente.
11. Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nues-
tro contacto consciente con Dios tal como Lo concebimos,
pidiéndole solamente que nos dejase conocer Su voluntad pa-
ra con nosotros y nos diese la fortaleza para aceptarla.
12. Habiendo experimentado un despertar espiritual como resul-
tado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los al-
cohólicos y de practicar estos principios en todos nuest ros
actos.
j Al contemplar este programa de acción, muchos nos resistía-
mos a creer que pudiésemos cumplir al pie de la letra con los
mandatos de tan solemne cartilla. Ignorábamos, naturalmente, que
a pesar del éxito alcanzado con ·el mismo, nadie ha observado
65
íntegramente estos principios. Consiguientemente, el alcohólico
que quiera beneficiarse del programa en general para su recupera-
ción, debe despojarse de ese ingenuo temor. No somos santos para
conseguir la renovación. Lo que importa es que uno procure en-
grandecer su vida marchando por rutas espirituales. Los principios
que hemos sentado constituyen la brújula que nos orientará hacia
ese progreso. Propiamente dicho, lo que pretendemos es el adelan-
tamiento constante, y no la perfección espiritual.
La descripción del alcohólico, el capítulo sobre los agnósticos
y nuestras propias aventuras antes y después de compenetrarnos
del programa, hacen resaltar de manera manifiesta tres inevitables
conclusiones:
a) - Que éramos alcohólicos y no podíamos manejar nuestras
propias vidas.
b) - Que probablemente ningún poder humano hubiera podi-
do remediar la condición alcohólica en que nos hallábamos, y
c) - Que Dios podía remediarla y la remediaría de manera
eficaz si lo buscábamos.
Comprendimos, por consiguiente, que estábamos en el Tercer
Paso, y nos dispusimos a poner nuestra voluntad y nuestra vida al
arbitrio de Dios tal como lo concebíamos. Ahora vamos a ver
prl;)cisamente qué es lo que queremos decir con esto y qué es lo
que hay que hacer.
Como primer requisito esencial, hubimos de llegar al convenci-
miento de que quien rige su vida al arbitrio de su imperiosa volun-
tad, difícilmente alcanza el éxito apetecido. Todo aquel que parte
de esa base casi siempre está chocando con algo o con alguien, aun
cuando vaya movido de los mejores propósitos. Sin embargo, la
mayoría de la gente trata de hacerlo todo en la vida por su propio
impulso. Se dijera que cada persona es como un actor que siempre
quiere ser la figura sobresaliente del espectáculo. Es por eso por lo
que a cada momento está tratando de acomodar a su gusto y
capricho las luces, el baile, la escenografía y el papel de los demás
actores y actrices. ¡Ah, si le dejasen hacer todos los arreglos que se
le ocurren, si la gente le permitiera hacer todas las cosas a su
antojo, el espectáculo resultaría colosal! No tiene la menor duda
de que todo el mundo, hasta él mismo, quedaría satisfecho. La
vida de esta manera le resultaría magnífica. El actor que gusta de
hacer todos estos arreglos pudiera sér un hombre bondadoso, vir-
tuoso, considerado, paciente, generoso, -hasta modesto y abnega-
do- o pudiera ser un individuo cruel o mal intencionado, egoísta y
poco honrado. Mas como sucede con la mayoría de los seres huma-
66
nos, lo más seguro es que reúna indistintamente esas peculiaridades
o características.
Lo que frecuentemente acontece es que el espectáculo no le
sale tan bien. Entonces comienza a lamentarse de su suerte, pen-
sando que la vida no le trata como él se merece. Decide, pues,
esmerarse todo cuanto más pueda para corregir el espectáculo,
Pasa a ser más exigente o solícito, según sea el caso: pero, muy a
su pesar, todavía el conjunto no acaba de agradarle. Aunque reco-
nozca que tiene parte de la culpa, está seguro de que otros tienen
mucha más que él, de manera que se enfmece y en medio de la
indignación y desesperación termina compadeciéndose a sí mismo.
Preguntarnos ahora, ¿cuál es la verda.d era dificultad de este perso-
naje? ¿No es él mismo quien se está amargando la existencia aun
en los casos en que trata de ser bondadoso con los demás? ¿No es
cierto que es víctima de la falsa ilusión de que puede arrancar al
mundo caudales de alegría y de júbilo si logra portarse como un
gran director? ¿No es obvio para todo el resto de los artistas que
eso es lo que él quiere, y no es verdad que nuestro personaje con
sus actuaciones obliga a aquellos a que traten de tomar desquite
arrebatándole todo cuanto pueden al espectáculo? ¿No es cierto
que aun en sus mejores ratos ese individuo es más bien un produc-
tor de confusión que de ~monía?
Natmalmente, se desprende que nuestro actor lo concentra
todo en sí mismo, es decir, es un egocéntrico, como lo llamarían
en nuestros días. Es a manera del ricacho retirado de la vida de los
negocios, que durante el invierno y mientras se regodea dándose
baños de sol en la Florida, se queja amargamente del estado lamen-
table del erario público. Es a modo del ministro de una religión
que suspira al hablarnos de los pecados del siglo XX, o como el
político-reformista que está seguro de que todo sería una utopía si
el resto del mundo supiera comportarse; o como el ladrón de cajas
de caudales que cree que la sociedad tiene con él una deuda con-
traída, y en fin, como el alcohólico que lo ha perdido todo y se
subleva contra el mundo porque lo ha confinado. No importa
cuáles sean nuestras protestas, lo cierto es que en lo que casi todos
estamos interesados es en lo que concierne a nosotros mismos, a
nuestros resentimientos, y a nuestra compasión propia.
Egotismo -egocentrismo, llámesele como quiera-. Ahí cree-
mos que está la raíz de nuestras dificultades. Impelidos por tantísi-
mas formas de miedo, desilusión, desesperación y compasión pro-
pia, pisarnos la punta de los pies de nuestros semejantes, y como al
que más y al que menos le lastimamos algún callo, casi todos
repelieron_el pisotón de alguna u otra manera. Por ello fue, pues,
67
que una y otra vez ciertas personas nos ofendieron, aparentemente
!iin que mediara ninguna provocación, y pudimos entonces invaria-
blemente ir dándonos cuenta de que en el pasado, al tomar algunas
de nuestras determinaciones basadas en el amor propio, nos fuimos
colocando en situaciones que a la larga necesariamente traerían
consigo la hora en que fuésemos maltratados.
Entendamos, por lo tanto, que nosotros mismos nos creamos
nuestras dificultades. Como vemos, ellas emanan de nuestros pro-
pios actos y determinaciones. Aunque no queramos creerlo, el
alcohólico es un ejemplo extremado de egoísmo desenfrenado, y
precisamente, somos los alcohólicos los que más necesidad tene-
mos de despojarnos de ese egoísmo propio. O lo hacemos así o nos
aniquila. Dios hace posible que nos libremos de esa calamidad, de
la cual, dicho sea de paso, no hay modo de despojarse sin su
ayuda. Cierto que muchos teníamos infinidad de convicciones mo-
rales y filosóficas, pero no pudimos acomodar a ellas nuestras
vidas, a pesar del empeño que pusimos en conseguirlo. Ni tampoco
pudimos aminorar gran cosa nuestro egocentrismo mediante el
vehemente deseo de contrarrestarlo con toda la fuerza de voluntad
a nuestro alcance. Indiscutiblemente era necesaria la ayuda de Dios
para tal logro.
Este es el quid del asunto. De ahí que ante todo, tuviésemos
nosotros que dejar de jugar a la idea de Dios. Ese pasatiempo de
engañabobos no nos daba resultado. Tuvimos, pues, que decir que
en adelante, en el gran drama de la vida, Dios iba a ser nuestro
Director. Es decir, El sería el principal, y nosotros sus agentes. El
es el Padre, nosotros los hijos. La mayoría de las grandes ideas son
así sumament.e sencillas, y ese simple concepto fue la piedra, funda-
mental del arco del triunfo a través del cual pasamos jubilosamente
hacia la liberación.
Tan pronto asumimos esa actitud con sinceridad, cosas extra-
ordinarias acon·tecieron en nuestras vidas. Estábamos al servicio de
un nuevo patrón. Eramos sus alegres obreros. Siendo El todopode-
roso, sabía proveernos de cuanto necesitábamos para mantenernos
cerca de El y desempeñar satisfactoriamente nuestro cometido. Al
colocarnos sobre ese fértil terreno, nos fuimos volviendo c¡1da vez
más desprendidos y menos aferrados a nuestros pequeños planes y
propósitos, y nos fuimos interesando cada día más y más en la
contribución que pudiésemos aportar a la vida. En tanto se fortale-
cían nuestros corazones, y disfrutábamos de tranquilidad de espíri-
tu, abriéndonos paso triunfal en la vida; a medida que nos hacía-
mos conscientes de la presencia de Dios en nuestra senda, comen-
zamos a perder el miedo que nos infundía el hoy, el mañana y lo
futuro: En breves palabras, operóse en nosotros un renacimiento.
68
Mientras dábamos el tercer paso, muchos de nosotros nos diri-
gimos a nuestro Hacedor, más o menos en la siguiente forma:
"Dios Todopoderoso, ofrézcome a Ti para que obres en mí y hagas
en mí Tu voluntad. Relévame de la servidumbre del egoísmo y
permite que haga todas las cosas conforme a Tu deseo. Líbrame de
mis dificultades y que al vencer todos mis obstáculos el triunfo
sitva de testimonio fehaciente de Tu gran poder, de Tu inmenso
amor y de tus normas de vida a aquellos a quienes quisiera ayudar.
Permíteme que logre todo esto y que en mí se haga siempre Tu
voluntad". Antes de dar este paso, reflexionamos bien para asegu-
rarnos de que estábamos preparados para ejecutarlo.
Comprendimos que este paso espiritual era muy importante y
que tal vez era deseable que lo diésemos con ayuda de alguna
persona comprensiva como nuestra esposa, nuestro mejor amigo o
nuestro consejero espiritual. Por otra parte, es inucho mejor hallar
a Dios a solas que acompañado de alguien que no lo comprenda
Debemos aclarar que no importan las palabras que utilicemos para
dirigirnos a Dios en la forma que antes sugerimos. Lo importante,
lo primordial, es que expresemos nuestra sincera idea y que la
formulemos sin reservas de ninguna clase. Ese, desde luego, es el
comienzo, aunque si procedemos con honradez y humildad, acto
seguido sentiremos el efecto benéfico de nuestra imploración, que
muchas· veces es extraordinariamente prodigioso.
Más adelante es menester ejercitarnos en un plan de vigorosa
acción, el cual requiere como primera providencia, la limpieza de
nuestra propia casa, algo que muchos de nosotros nunca habíamos
ni remotamente intentado. Si bien la decisión que tomamos sobre
nuestra condición alcohólica constituía un paso vital, éste podía
tener un efecto poco duradero y favorable a menos que fuese
seguido de un gran esfuerzo por confrontar y despojarnos de las
cosas personales que nos habían estado sirviendo de cortapisas. El
licor no era sino un síntoma. De modo que teníamos que escudri-
ñar las causas y circunstancias circundantes.
Por lo tanto, comenzamos a tomar un inventario personal. Este
era el cuarto paso. Sabido es que el comerciante que deja de reali-
zar un inventario con regularidad, por regla general va a parar a la
bancarrota. Tomar un inventario mercantil entraña el proceso de
hallar y confrontar los hechos determinativos de la verdadera.situa-
ción en que se encuentra una casa de negocios. Mediante este
esfuerzo se averigua la verdad escueta respecto de las mercaderías
1 disponibles en el almacén. Uno de los objetivos es saber cuál es la
mercancía sana y cuál la que ha sufrido daño o es invendible, para
salir de ella prontamente sin tener que lamentarse. Si el dueño del
negocio quiere triunfar, no se dejará engañar por sus propios valo-
res o existencias.
69
Exactamente igual hicimos nosotros con nuestras vidas. Toma-
mos nota, con toda honradez, de cuanto teníamos en el almacén.
En primer lugar, buscamos los defectos de carácter que general-
mente ocasionaban nuestro fracaso. Estando convencidos de que el
ego, manifestándose de distintas maneras, era lo que nos había
derrotado, pasamos a considerar detenidamente sus manifestacio-
nes más comunes.
Vimos que el resentimiento es el agresor número uno. Destru-
ye más alcohólicos que ninguna otra cosa en el mundo. De él
surgen todas las formas de padecimientos espirituales, inclusive los
que a nosotros nos han agobiado, pues hemos podido comprender
que no hemos estado tan solo mental y físicamente enfermos, sino
también espiritualmente quebrantados. Cuando nos sobreponemos
al mal espiritual, logramos rehabilitarnos tanto mental como física-
mente. Al abordar el asunto de los rencores, los vamos anotando
en papel y tinta. Escribimos el nombre de las personas, institucio-
nes ó principios hacia los cuales sentíamos aversión. Nos pregunta-
mos luego de dónde prevenía nuestro rencor. En muchos casos
hemos podido darnos cuenta de que en una u otra forma alguien
había tocado o amenazado el buen concepto que teníamos de
nuestra persona, nuestro peculio personal, nuestras ambiciones, o
nuestras relaciones personales, incluyendo las sexuales. ¡Por eso
era por lo que realmente nos sentíamos resentidos y nos sublevába-
mos!
En nuestra lista de resentimientos ponemos al lado opuesto de
cada uno de éstos la causa y la forma en que nos afecta. Vemos si
se vieron contrariados o ho, bien el amor propio, la seguridad
. personal, nuestras ambiciones, o las relaciones personales o sexua-
les, etc. Por lo general fuimos tan precisos en nuestro escrutinio
como puede verse por el siguiente ejemplo:
70
La Sra. Pérez Es una grosera, me Relaciones persona-
maltrató de palabra. l es. Amor propio.
Confinó a su esposo (Miedo).
por la bebida. El es
mi amigo. Ella es
una chismosa.
Mi patrón Es irrazonable, in- Amor propio. Segu-
justo e insoportable. ridad. (Miedo).
Amenaza con despe-
dirme por la bebida
y por exagerar mi
partida de gastos.
Mi esposa No me comprende. Orgullo. Relaciones
Está siempre discu- personales y sexua-
tiendo. Le gusta el les. (Miedo) .
Sr. Pérez. Quiere
que ponga la casa en
su nombre.
Tuvimos que repasar bien nuestras vidas, pues para preparar
este inventario completo, eran indispensables la precisión y la hon-
radez. Cuando concluímos nos detuvimos a reconsiderarlo todo
cuidadosamente. Lo primero que de él se desprendía era que el
mundo y el prójimo suelen andar muy descarriados. Casi todos
llegamos a la conclusión de que los que generalmente están llenos
de defectos son otras personas y no nosotros. Por lo general el
resultado fue que la gente continuó maltratándonos y continua-
mos rencoros'os. Algunas veces vino el arrepentimiento; pero en-
tonces permanecimos enfadados con nosotros mismos. De manera
que mientras más reñíamos y · tratábamos de hacer las cosas a
nuestro modo, más mal se nos iban poniendo éstas. Nos sucedió lo
mismo que acontece en la guerra -a la larga el que canta victoria
es el ganador . De ahí que disfrutásemos de tan efímeros momen-
tos de aparente triunfo.
Es claro que la vida. del hombre que tiene hondos resentimien-
tos. va camino de la derrota y la infelicidad. Hasta el µlismo grado
en que demos albergue en nuestros corazones a los resentimientos
y al odio, estaremos desperdiciando las horas que les dediquemos y
que muy bien pudiéramos consagrar a algo constructivo. En el caso
del alcohólico cuya esperanza estriba en el mantenimiento y desa-
rrollo de un despertar espiritual, el asunto es mucho más grave.
Hemos podido darnos cuenta de sus fatales consecuencias, pues
cuando se albergan esos lúgubres sentimientos en nuestras almas,
en realidad estamos cerrando nuestro ser a los efluvios espirituales.
71
Retorna la locura del alcohol impulsándonos a tomar la primera
copa, y huelga repetir que para nosotros beber, y vivir muriendo,
es la misma cosa.
De suerte que si queremos vivir, tenemos que librárnos de la
cólera. El coraje, la exasperación, los arrebatos de súbita pendencia
se habrán hecho para otros, pero no para nosotros. Esos raros
atributos podrán ser el lujo de ciertos hombres normales, pero en
los alcohólicos vienen a ser ni más ni menos que la cicuta.
Volvimos a revisar la lista, pues ésta encerraba la clave del
futuro. Estábamos preparados para examinarla desde otro punto
de vista. Comenzamos a comprender que el mundo y la gente que
en él pulula realmente se imponían sobre nosotros. En ese estado
de cosas, el mal proceder de otros, imaginario o real, tenía fuerza
suficiente para destruírnos. ¿Cómo, pues, podíamos escapar? In-
cuestionablemente, teníamos que dominar esos temores, pero no
sabíamos en qué forma íbamos a librarnos de esos fantasmas que.
de fijo queríamos ver tan lejos de nosotros como el licor.
He aquí el método que seguimos para eliminarlos: No cabía
duda de que la gente que nos había hecho daño estaba espiritual-
mente enferma. Aunque no nos agradaban los síntomas y manifes-
taciones de su padecimiento respecto del modo que con ellos nos
perturbaban, comprendimos que, como nosotros, esas personas pa-
decían de una enfermedad. Por eso pedimos a Dios que nos diera
fuerzas para brindarles la misma tolerancia, compasión y paciencia
que otorgaríamos espontáneamente a un amigo enfermo. De suerte
que en nuestro trato con cada individuo que nos hubiera prodiga-
do alguna ofensa, nos decíamos: " Es un enfermo y hay que soco-
rrerlo. Dios me guarde de iricomodarme y hágase Su Voluntad".
Evitamos, pues, el altercado y la represalia. No íbamos a tratar
a un enfermo aplicándole la ley del talión. De optar por el "ojo
por ojo y diente por diente", desperdiciábamos una oportunidad
propicia de ser útiles. Desde luego, no pretendemos ser serviciales
con todo el mundo, pero por lo menos Dios nos ha enseñado a
asumir una actitud condescendiente y bondadosa con todas y cada
una de las personas con quienes nos codeamos. .
Examinando nuevamente la lista y olvidándonos del daño que
otros nos causaron, escrutamos con valor nuestros entuertos, para
ver hasta qué punto habíamos sido egoístas, deshonestos, engreí-
dos y cobardes. Tratábamos de hacer caso omiso de la persona
responsable de tal o cual estado de cosas, sin importarnos si la
situación fue o no creada por nosotros. Empero, teníamos que
determinar en qué aspectos nos cabía alguna culpa porque después
de todo, el inventario era el nuestro, no el de la otra persona
complicada en el asunto. A medida que íbamos desentrañando
72
ciertas faltas, las anotábamos y les dábamos nuestra más detenida
consideración, sin tratar de amenguarlas en lo más mínimo. Admi-
timos entonces con toda honradez, cada uno de nuestros defectos
y nos dispusimos a corregirlos y enderezar nuestros asuntos.
Notará el lector que la palabra "miedo" aparece entre parénte-
sis inmediatamente después que anotamos las dificultades con el
Sr. López, con la Sra. Pérez, con el patrono y con la esposa. Esta
breve palabra "miedo" toca de alguna manera todos los aspectos
de nuestras vidas. Era el miedo una madeja maligna y pútrida que
atravesaba· de lado a lado el telar de nuestra existencia. El miedo
ponía en movimiento el tren de las circunstancias que nos traía
una pesada carga de infortunios que juzgábamos inmerecida. Pero
¿no fuimos nosotros los que echamos a rodar la máquina? Algu-
nas veces pensamos que el miedo debería clasificarse junto con el
robo. Parece causar tantas o más dificultades.
Repasamos cuidadosamente nuestros temores. Los pusimos en
papel y tinta aun cuando no mediase ningún resentimiento especí-
fico en cuanto a ellos. Entonces nos preguntamos por qué abrigába-
mos esos temores.
¿No era cierto que habíamos perdido.la serenidad? Hasta cier-
to punto la serenidad nos había acompañado, pero no en medida
suficiente. Además, algunos de nosotros alguna vez tuvimos mucha
confianza propia, pero no nos resolvió satisfactoriamente el pro-
blema del miedo, ni ningún otro problema. Cuando la confianza
propia llegó a la jactancia, el asunto del miedo todavía se hizo
peor.
Sin duda existe otro modo mejor de proceder, claro que sí.
Podemos obrar sobre una base completamente distinta, confiando
y descansando en el poder de Dios. Es decir, en vez de confiar en
nuestro infinito poder, debemos confiar en el infinito poder de
Dios. Así lo hicimos nosotros, reconociendo que estamos en el
mundo para desempeñar el papel que El nos ha asignado. Sabemos
que siempre y cuando hagamo's todas las cosas tal como El vería
con agrado que las hiciéramos y humildemente confi~mos en El,
Dios nos permitirá hermanar la calamidad con la calma.
Nunca hemos dado explicaciones a nadie sobre la fe que tene-
mos en el Creador. Podemos reírnos de aquellos ~ue creen que la
espiritualidad es el camino de la flaqueza; paradojicamente es el
camino de la fortaleza.
Ese es el veredicto de los sabios en el transcurso de las edades.
J Para ellos la fe es símbolo de estoicismo. Así se explica que todos
los hombres de fe sean seres valientes, fortalecidos por su creencia
en Dios. Tampoco hemos de salir a la defensa de Dios. En su lugar
dejamos que El a través de nosotros haga patentes todas las gran-
des cosas que puede hacer. En el momento mismo en que le pedí-
73
mos que nos libre del miedo y dirija nuestra atención hacia lo que
El quiere que hagamos, comenzamos a vencer temores.
Pasaremos ahora al aspecto sexual. Muchos de nosotros necesi-
tábamos un reajuste de cuentas sobre el asunto. Pero sobre todo,
tratamos de ser razonables al confrontar el problema. Es muy fácil
descarrilarse, pues concurren un cúmulo de opiniones extremadas,
algunas absurdas y exageradas. De una parte un coro de voces
proclama que el sexo es un impulso lascivo de nuestra naturaleza
baja, la base burda de la procreación para perpetuar la especie.
Otro coro de voces eleva su clamor demandando sexo y más
sexo, condenando la institución del matrimonio y diciendo que la
mayoría de las aflicciones y calamidades humanas pueden atribuír-
se a causas sexuales. Entienden éstos que no están disfrutando del
sexo lo bastante, o que no es adecuado. Le dan significación en
todas las cosas. De manera que una escuela quiere que no demos
razón ·alguna a la comida, mientras la otra pretende sujetarnos a
una dieta de puro condimento. Queremos alejarnos de esa contro-
versia. No queremos ser árbitros de la conducta sexual de ninguna
persona. Todos tenemos problemas sexuales. Dejaríamos de ser
humanos si no los tuviéramos. Explicaremos, no obstante, la forma
en que procedimos en el asunto.
Revisamos nuestra conducta sexual durante los años pasados,
notando que en ocasiones fuimos egoístas, deshonestos y desconsi-
derados. Reflexionamos bien para ver a quién habíamos hecho
daño con nuestros celos, sospechas o enconos. ¿Hasta qué punto
estuvimos equivocados y cómo debimos haber actuado? Después
de anotado todo en papel, nos dimos a considerar detenidamente
la forma en que habíamos obrado.
De esta manera tratamos de moldear una pauta sana y juiciosa
para nuestra futura vida sexual. Sometimos cada relación sexual a
esta prueba: ¿Fui egoísta o no lo fui? Le pedimos a Dios que nos
inspirase en nobles ideales y nos ayudase a vivir a tono con los
mismos. Siempre tuvimos presente que Dios nos dio nuestros atri-
butos sexuales; luego tenía que ser para bien, siempre que no los
usáramos con fines egoístas y libidinosos que conduzcan a la baje-
za.
Cualquiera que sea nuestro ideal en este sentido, debemos estar
dispuestos a tomarlo como divisa para nuestro mejoramiento. No
debemos vacilar en hacer la correspondiente reparación si hemos
hecho cualquier daño, siempre que no causemos un nuevo daño al
hacerlo. En otras palabras, tratemos el sexo como si fuese cual-
quier otro problema. A la hora de la meditación pidamos a Dios lo
mismo que le pediríamos sobre cualquier otro asunto. La respuesta
apropiada vendrá si verdaderamente la ansiamos.
74
Sólo Dios puede juzgar nuestra conducta sexual. Buscar conse-
jo en otras personas es a veces prudente, pero nosotros dejamos
que Dios sea el juez de última instancia. Comprendemos que hay
ciertas personas tan estrictas en materia sexual como son otras de
libertinas y disolutas. Nosotros, por nuestra parte, evitamos los
malos pensamientos y prescindimos de los consejos.
Supongamos que no logremos nuestro ideal en todo su alcance
y nos sintiésemos tambalear. ¿ Quiere decir esto que vamos a em-
borracharnos? Algunas personas creen que sí. Pero eso está un
poco lejos de la verdad. Todo depende de nosotros y de nuestros
móviles. Si nos sentimos apesadumbrados por lo que hemos hecho
y tenemos sincero anhelo de que Dios nos permita proceder de
modo mejor, creemos que hemos de ser perdonados y que nos
aprovechará la lección. Si todavía no estuviésemos escarmentados
y nuestra conducta continuase causando daño a otras personas, no
cabe duda de que volveremos a beber de un momento a otro. No
estamos teorizando, estos son hechos que nos constan por expe-
riencia.
75
mos la esperanza de que el lector inteligente haya llegado con
nosotros al convencimiento de que Dios puede remover todos
aquellos obstáculos que nuestra imperiosa voluntad fue oponiendo
entre El y nosotros. Si tras de haber tomado vuestra determinación
habeis preparado el inventario de vuestros más caros errores, ha-
breis tenido un buen comienzo, en otras palabras, habréis apurado
ya varias cucharadas de la fórmula recuperativa que os ayudará a
digerir algunas amargas verdades sobre vosotros mismos.
76
CAPITULO VI
EN ACCION
Veamos lo que hay que hacer después de preparar el inventario
personal. Cuando damos ese paso tratamos de colocarnos en un·a
nueva actitud, es decir, en una nueva relación con nuestro Hacedor
y nos fijamos bien en los obstáculos que han venido obstruyendo
nuestros pasos. Al admitir sin rodeos nuestros. defectos, pudimos
encontrar de dónde surgían esos escollos. Colocamos nuestro índi-
ce sobre lo~ puntos débiles del inventario y nos pusimos en plan de
eliminarlos. Esto requiere una acción efectiva. Conlleva la admi-
sión ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano de la
naturaleza exacta de nuestras flaq1.tezas de carácter. Ello nos trae al
Quinto Paso del programa de recuperación que dejamos reseñado
en el capítulo anterior.
77
za de su propia casa. Tomaron muy bien su inventario, pero se
obstinaron en conservar algunas de las mercaderías más ruinosas
que tenían en existencia. Suponían que se habían despojado del
egoísmo y del miedo y que habían sido bastante humildes. Lo
cierto es que no aprendieron bien lo que significa la palabra humil-
dad, y que les faltó el valor y la honradez, en el sentido que
nosotros los juzgamos necesarios, hasta que contaron a otra perso-
na la historia de su vida. ·
Más que en la mayoría de la gente, en el alcohólico es fácil
notar que lleva una doble vida. Tiene mucho de actor cada vez que
sale a la calle, presentándose al mundo exterior en su papel de
escena.
Esa es la pose en que le gusta que lo vean sus semejantes, pues
quiere disfrutar de una reputación que sabe que es ficticia y que
no merece.
La inconsistencia se hace peor cada día por los actos que reali-
za durante sus embriagueces. Al volver a sus cabales, se rebela ante
algunos episodios de los cuales sólo le quedan leves recuerdos que
son para él como una pesadilla. Tiembla al pensar que tal o cual
conocido lo haya visto ponerse en ridículo. De la mejor manera
posible trata de sepultar esos recuerdos en lo recóndito de su ser,
abrigando la esperanza de que nada. los saque a la luz. Vive en
medio de la inquietud y del pánico, que lo impelen a seguir be-
biendo.
Los sicólogos se inclinan a convenir con nosotros en estas apre-
ciaciones. Hemos gastado mucho dinero en consultas facultativas.
Sabemos de muy pocos casos en que hayamos dado la debida
oportunidad al médico para el éxito del tratamiento prescrito.
Pocas veces hemos dicho toda la verdad al galeno, y por lo general,
ni siquiera hemos seguido sus consejos. No quisimos ser honrados
con estos buenos señores ni con nadie más que se interesase en
nuestro problema. No es de extrañar por consiguiente, que haya
infinidad de médicos que tengan tan desalentadora opinión de los
alcohólicos y sus posibilidades de recuperación.
Es necesario que seamos completamente sinceros con alguien si
anhelamos vivir largo tiempo de una manera feliz. Es natural que
reflexionemos bien antes de escoger la persona o personas a quie-
nes nos proponemos confiar el relato de nuestras íntimas cuitas
inherentes a este Paso. Los que pertenezcamos a una religión en la
que se requiera la confesión, podemos ir a la autoridad competente
para que reciba nuestra confesión. Aunque careciéramos de filia-
ción religiosa, no estaría de más que hablásemos con algún repre-
78
sentante de una religión establecida. A veces hallamos que esa
persona está en disposición franca, lista a escuchar nuestro relato y
a ayudamos en nuestro problema. Desde luego, en ocasiones nos
hallamos con seres que no comprenden al alcohólico y naturalmen-
te nada pueden hacer en su bien.
Cuando no podamos seguir el procedimiento señalado, bien
porque nos desagrade o porque prefiramos otra pauta, sin duda
hallaremos entre nuestros amigos alguno que sea muy discreto y
comprensivo. Tal vez nuestro médico, o un buen sicólogo, sea la
persona indicada o acaso podamos hallarla dentro del círculo de
nuestra propia familia, mas no debemos relatar a nuestra esposa o
a nuestros padres ningún suceso que pueda hacerles sufrir despia-
dadamente. No tenemos derecho a salvar nuestro propio pellejo a
expensas del de otra persona. Esas partes de nuestra historia debe-
mos relatárselas a alguien que comprenda las-debilidades humanas
y que al mismo tiempo no resulte afectado por el relato . La regla
es que debemos ser inflexibles con nosotros mismos, pero siempre
considerados con los demás.
A pesar de la gran necesidad que tenemos de exponer nuestro
caso a otro ser humano, pudiera suceder que no hallemos la perso-
na adecuada. Si esto es así, cabe posponer el Paso, siempre mante-
niéndonos en completa disposición de darlo en la primera oportu-
nidad que se nos presente. Decimos esto porque sobre todo debe-
mos anhelar encontrar la persona apropiada. Es importante que la
misma sea capaz de guardar una confidencia; que sea comprensiva
y esté bien compenetrada de nuestra finalidad. Dicha persona no
debe tratar de cambiar nuestros planes. Por otra parte, no debemos
usar nuestra libre determinación como una mera excusa para pos-
poner este importante Paso indefinidamente.
Cuando hayamos decidido quién es la persona que va a escu-
char nuestra historia, no debemos perder un momento en poner
manos a la obra. Al ir a verla, ya tendremos listo el inventario y
estaremos preparados para una larga conversación. Explicaremos a
nuestro confidente lo que estamos a punto de hacer, y por qué
necesitamos realizarlo. Debemos hacer ver a nuestro confidente
que estamos enfrascados en una misión que es para nosotros de
vida o muerte. Muchas personas a quienes se les ha presentado el
asunto de esta manera, han estado listas a ayudarnos con la mayor
espontaneidad y ·benevolencia, sintiéndose en realidad honrada con
la confianza que en ella depositamos.
Si doblegamos el orgullo y sin temor alguno escrutamos todas
nuestras flaquezas de carácter y cada oscura grieta de nuestro pasa-
do, veremos que después de ejecutar ese Paso sin encubrimiento de
79
ninguna clase, sentiremos un gran alivio y desahogo. Podremos
mirar entonces el mundo cara a cara. Podremos estar solos y dis-
frutar de paz y alegría. Se desvanecerán todos nuestros temores y
comenzaremos a sentir que nos aGercamos a Dios. Aunque muchos
teníamos ciertas creencias espirituales antes de dar este Paso, lo
cierto es que no fue sino entonces cuando empezamos a disfrutar
de un verdadero despertar espiritual. Muchos han experimentado
la reconfortante sensación de que se ha desvanecido para ellos el
torturante problema de la bebida y que caminan por la Ancha
Avenida, asidos de la mano salvadora del Espíritu del Universo.
Al regresar a nuestros hogares sentimos como si entrásemos a
un templo donde podíamos disfrutar siquiera de una hora de paz,
revisando cuidadosamente lo que habíamos hecho. Dimos gracias a
Dios desde el fondo de nuestros corazones porque le conocíamos
mejor. Tomamos este libro y lo abrimos en la página donde están
los Doce Pasos. Releímos cuidad.osamente las cinco primeras pro-
posiciones, cerciorándonos de que no se nos había olvidado ninguna,
pues estábamos edificando el arco al través del cual habríamos de
pasar por fin como hombres libres. De ahí que necesitásemos saber
si había solidez en nuestra obra, si todas las piedras estaban bien
colocadas, si fuimos mezquinos al poner el cemento en los ladrillos
que usamos para los soportes, o si tratamos de preparar la mezcla
sin suficiente cal o arena.
Una vez estemos satisfechos de quE! todo está en orden, pode-
mos mirar confiados el Sexto Paso. Hemos dado énfasis al hecho
de que es indispensable una buena disposición de ánimo. ¿Esta-
mos, pues, dispuestos a permitir que Dios remueva de nosotros
todas las cosas que juzgamos condenables? ¿Podrá El llevarse de
una vez y para siempre todas y cada una de ellas? Si notásemos
que hay algo todavía a lo que quisiéramos seguir apegados, debe-
mos pedir fuerzas a Dios para que nos ayude a despojarnos de lo
que sea.
A ese fin nos dirigimos a nuestro Creador más o menos en los
siguientes términos: "Dios mío, quiero entregar a Tí todo cuanto
tengo de bueno y de malo. Te imploro que corrijas las flaquezas de
carácter que sirven de obstáculo en mi camino y me impiden ser
útil a Tí y a mis se~jantes. Concédeme la fortaleza necesaria para
( hacer Tu Voluntad en todo m,..,mento. Amén" . Al hacer esto ha-
bremos completado el Séptimo Paso.
En tales momentos necesitamos más acci_ón, pues debemos dar-
nos cuenta de que la fe sin obras perece. Miremos el Octavo y
Noveno Paso. Teniendo la lista de todas las personas a quienes
hemos perjudicado, estaremos dispuestos a reparar el daño causa-
80
do. Por lo menos así nos propusimos hacerlo cuando hicimos nues-
tro inventario. Entonces nos sometimos a un estricto enjuiciamien-
to de nosotros mismos, y ahora debemos disponernos a visitar a
nuestros semejantes y reparar el mal que hicimos a éstos en el
pasado. En otras palabras, vamos a barrer las ruinas que se fueron
acumulando como resultado del empeño que pusimos en vivir ci-
ñéndonos a nuestros caprichos y dirigiendo por nuestra cuenta el
espectáculo de la vida. Si no tuviésemos suficiente fuerza de volun-
tad para hacerlo, la imploramos hasta que la consigamos. Es preci-
so recordar que en el comienzo decidimos no vacilar en uaTernos áe
todo cuanto estuviese a nuestro alcance para sobreponernos al
alcohol.
Es probable que todavía desconfiemos de nosotros mismos. A.l
mirar la lista de amigos y conocidos a quienes hemos ofendido,
pudiéramos sentir bochorno de ir a verlos sobre una base espiri-
tual. Vamos a desvanecer esos temores. Con algunas personas no
necesitamos, y probablemente no debemos, hacer hincapié en el
aspecto espiritual al visitarlos. Tal cosa pudiera estar en pugna con
su ideología. De momento lo que estamos tratando es de poner en
orden nuestras vidas. Pero esto no es una finalidad en sí. Nuestro
verdadero objetivo es ponernos en condiciones hábiles de poder
servir al máximo a Dios y a la gente que nos rodea. Rara vez es
aconsejable acercarse a un individuo que todavía se halla muy
ofendido por la injusticia que con él cometimos, anunciándole que
nos hemos tomado religiosos. En el cuadrilátero boxístico eso
equivaldría a, poner nuestra mandíbula al alcance del puño de
nuestro contrincante. ¿A qué arriesgarnos a que nos califiquen de
fanáticos o religiosos majaderos? Con ello podemos destruír una
futura oportunidad de llevar un mensaje b.eneficioso a esa persona.
Pero nuestro hombre seguramente quedará bien impresionado si
nos limitamos a exponerle nuestro sincero deseo de remediar el
mal que le hemos causado, pues no cabe duda de que le interesará
más nuestra buena voluntad que cuanto podarr.os decirle de nues-
tros descubrimientos espirituales.
No vaya a creerse que señalamos ese modo de proceder porque
sintamos vergüenza de hablar sobre la influencia benéfica de Dios
en nuestras vidas. Cada vez que entendemos que ha de surtir algún
buen propósito, estamos dispuestos a dar a conocer nuestras con-
vicciones cqn buen tacto y sentido común. Naturalmente, surgirá
la cuestión de cómo hemos de acercarnos al hombre con quien
estamos disgustados. Pudiera ser, además, que él nos haya hecho
más daño a nosotros que el que le hemos infligido, y de ahí que no
obstante nuestros buenos propósitos, todavía nos sintamos reacios
a reconocer nuestra falta. No obstante, por mucho que nos desa-
81
grade esa persona, debemos vencer ese desagrado y cobrar fuerzas
para realizar lo que nos proponemos. Es más difícil ir donde un
enemigo que donde un amigo, pero la experiencia nos demuestra
que es más beneficioso para nosotros. Vayamos donde él con espí-
ritu indulgente, confesando nuestra flaqueza y expresando nuestro
sincero sentimiento.
Bajo ningún concepto debemos criticar a esa persona ni entrar
en argumentos. Sencillamente le diremos que jamás podríamos
sobreponemos a la bebida sin hacer un titánico esfuerzo por ende-
rezar nuestro pasado; que estamos allí para barrer nuestro lado de
la calle, dándonos cuenta de que no podremos alcanzar nada que
valga la pena, hasta tanto hayamos realizado esa limpieza. Le expli-
caremos todo eso sin que se nos vaya a ocurrir decirle a él lo que
tiene que hacer. No estamos considerando ninguna de sus culpas y
debemos concentrarnos a ventilar las nuestras. Siempre que nues-
tra compostura sea sosegada, sincera y espontánea, habremos de
sentirnos muy satisfechos de los resultados.
En nueve de diez casos sucede lo inesperado. A veces el hom-
bre a quien hemos ido a visitar hace admisión de sus propias faltas,
y de esta suerte, en el espacio de una hora, han quedado limados
enconos que venían prolongándose por años. Es raro que la visita
d eje de tener resultados satisfactorios. Por lo general los que hasta
entonces eran nuestros enemigos encomian nuestro proceder y nos
desean buena suerte. A menudo se ofrecen para ayudarnos en caso
de que pudiéramos necesitar algo de ellos. No os amilanéis, sin
embargo, si alguien no estuviese dispuesto a recibiros o si os pidie-
se que marchaseis de su casa u oficina. Lo importante es que
demos ese paso indispensable, aportando así la parte de buena
voluntad que nos corresponde para intentar la reconciliación. Lo
demás es agua insalubre que se sale de la represa.
La mayoría de los alcohólicos tenemos que hacer frente al
problema de las deudas. Nuestra práctica es la de no evadir los
acreedores. Lo mejor es ir a verlos y decirles lo que estamos tratan-
do de hacer, sin ocultar cuál era el cuadro de nuestra vida alcohóli-
ca, que dicho sea de paso, generalmente ellos conocen, aunque
creamos lo contrario. Tampoco debemos temer que ellos sepan
que somos enfermos alcohólicos, en la creencia de que tal revela-
ción pueda traernos perjuicios pecuniarios. Si exponemos nuestro
caso en debida forma, hasta el acreedor más metalizado y cruel a
menudo se muestra interesado en nuestro esfuerzo de saneamien-
to. De manera que entonces podemos llegar con él a un arreglo
amistoso, explicándole cuánto sentimos que la bebida nos haya
colocado en posición de tener que pagarle con morosidad. Es me-
nester que perdamos el miedo a los acreedores, sin importru.· cuán
82
lejos tengamos que ir para verlos, pues de otro modo corremos el
riesgo de volver a beber en cualquier momento.
Es posible que hayamos cometido algún delito que nos pudiera
dar reclusión penal si las autoridades se enterasen. Tal vez estuvié-
semos desfalcados en la cuenta de caja y no estemos en condicio-
nes de reponer el dinero. Ya hemos confiado nuestra flaqueza a
otra persona, pero no cabe la menor duda de que seríamos proce-
sados o perderíamos el empleo si el jefe o las autoridades se entera-
sen del asunto. Acaso pudiera tratarse de un delito leve como el de
inflar la cuenta de gastos de viaje. Muchos de nosotros incurrimos
en esa falla. Tal vez nos divorciamos y volvimos a casarnos, pero
no estamos pasando la cuota alimenticia a la primer esposa, que
naturalmente se halla indignada y ha hecho que se expida una
orden para nuestro arresto. A menudo estos suelen ser unos de los
problemas que preocupan al alcohólico.
A pesar de que las reparaciones que tenemos que hacer son de
muy diversas formas, hay algunos principios generales que pueden
servirnos de orientación. Siempre teniendo presente que hemos
decidido hacer el esfuerzo máximo para lograr un despertar espiri-
tual, pidamos a Dios que nos dé la fortaleza y dirección necesaria
para proceder correctamente, sin importar cuáles sean las conse-
cuencias. Pudiera ser que nos cueste la colocación, que pongamos
en tela de juicio nuestra reputación, o que tengamos que ir a la
cárcel, pero debemos estar dispuestos a soportar todo lo que ven-
ga. Tenemos que estarlo. Nada debe amilanarnos.
Sin embargo, por lo general, hay otras personas envueltas en
nuestros asuntos. Consiguientemente no seamos como precipitados
y tontos mártires dis·puestos a sacrificar inmisericordemente a
otros para salvarnos de caer en el abismo del ~coholismo. Sabemos
de un hombre que se casó dos veces y que por sus resentimientos y
borracheras había dejado de pagar la cuota alimenticia a su esposa,
y naturalmente, ésta se hallaba furiosa. Este amigo ya comenzaba a
orientarse en nuestra forma de vida, había conseguido un buen
empleo y se encontraba en proceso de franca rehabilitación.
Desde luego hubiera sido un gesto de inútil hombría de su
parte ir donde el juez y decirle: "Aquí me tiene usted, dispuesto a
acatar su providencia" . Entendemos nosotros que cabe proceder
en esa forma únicamente cuando es inevitable, toda vez que estan-
do el individuo en la cárcel no podría proveer alimentos para la
familia de la primera ni de la segunda esposa.
En el caso de que nos estamos ocupando, sugerimos a nuestro
amigo que escribiese a su primera esposa, admitiendo sus flaquezas
y pidiéndole que lo perdonase. Así lo hizo, enviándole al propio
tiempo una pequeña cantidad de dinero, y explicándole, además,
83
lo que se proponía hacer en adelante. Le indicó que estaba dis-
puesto a ir a la cárcel si ella insistía en procesarlo. Es natural ·que
ella desistiera de tal enjuiciamiento y que llegaran a un acuerdo
satisfactorio, quedando arreglada la situación desde hace mucho
tiempo.
Esto trae a nuestra mente la historia de un buen amigo. Duran-
te una de sus borracheras vino donde él uno de los competidores
más fuertes de su ramo de negocios, a quien odiaba acérrimamen-
te, y le pidió que le guardase una fuerte suma de dinero, sin
exigirle recibo. Más adelante, cuando el interesado vino en busca
de su dinero, nuestro amigo negó rotundamente haberlo recibido y
hasta aprovechó el incidente para usarlo como argumento con qué
desprestigiar a aquel competidor. De manera que tergiversando los
hechos, con su propio delito pulverizó a su rival.
Entendía nuestro amigo que había hecho un mal que nunca
podría remediar, a pesar de que de buena gana abriría el libro de
su vida en la oscura página de ese entuerto, para enmendar su
conducta Sin embargo, temía destruír la reputación de su socio, y
tanto más aún, perjudicar a su propia familia privándola de los
medios de subsistencia. ¿Qué derecho tenía de involucrar a su
socio y hacer sufrir a las personas que dependían de él? ¿Cómo
podr ía hacer público reconocimiento de su falta y exonerar a su
antiguo rival del oprobio que le causara con sus calumnias?
Luego de consultar a su esposa y a su socio, llegó a la conclu-
sión de que lo _m ejor era arriesgarse a cualquier peligro, pues no
q uería permanecer ante su Creador con el estigma de tan ruin
difamación. Comprendió que tendría que d ejar las consecuencias a
la voluntad de Dios; de lo contrario volvería a darse a la bebida y a
internarse en el camino de la perdición. Por vez primera en muchos
años, acudió a la iglesia. Su proceder mereció la aprobación de
todos y hoy nuestro amigo disfruta de paz y felicidad. Desde hace
tres años es uno de los conciudadanos más considerados y distin-
guidos de la comunidad en que convive.
Es muy posible que tengamos dificultades en el hogar. Tal vez
h ayamos sostenido relaciones clandestinas con. mujeres de dudosa
calaña y no queremos que n adie en la familia se entere de ellas. No
creemos que los alcohólicos sean peores que otros hombres en lo
que respecta a esta clase d e enredos. No obstante, la bebida com-
plica las relaciones sexuales en el hogar. Después de vivir algunos
años con un alcohólico, la mujer se agota, se resiente y se torna
incomunicativa. No es de esperar otra cosa. Como resultado, el
esposo alcohólico comienza a sentirse solo y aburrido, terminando
por compadecerse a sí mismo. Entonces comienza a frecuentar los
salones de baile y otros centros de diversión donde campea el sexo
84
bello, en busca de algo que no es licor. Posiblemente se entregue a
alguna aventura secreta y emocionante con "la muchacha que lo
entiende". En rigor de verdad, podemos decir que tal vez sea cierto
que se trate de la amante comprensiva. Estas cosas hay que mirarlas
según las circunstancias. Empero, no es menos cierto que el hombre
que se da a esas aventuras pasionales, experimenta frecuentes re-
mordimientos, especialmente si está casado con la mujer leal y lu-
chadora, cuya vida él haya convertido en un infierno con sus conti-
nuas borracheras.
Cualquiera que sea la situación, siempre que podamos, debe-
mos hacer algo para corregir el asunto. Si estamos seguros de que
nuestra esposa ignora tal episodio, consideremos la conveniencia
· de decírselo o callarlo. No siempre conviene hacer la revelación. Si
ella supiese más o menos lo que ha venido aconteciendo, induda-
blemente que debemos franquearnos y admitir nuestra deslealtad.
Acaso ella insista en que le contemos todos los pormenores y le
digamos el nombre y la dirección de la otra mujer. En ese caso de-
bemos explicarle que no tenemos derecho a envolver a la otra per-
sona, pero que deploramos lo sucedido y que con la ayuda de Dios
nada semejante volverá a ocurrir. No podemos ir más allá, pues no
tenemos derecho a divulgar santo ni seña. A pesar de que no pre-
tendemos establecer una regla fija, y de que pudiera haber excep-
ciones que justifican otro proceder, la experiencia nos ha demos-
trado que este es el mejor camino.
Es natural que en el campo de la vjda no siempre hayamos
seguido la línea recta. No es menos cierto que todo cuanto haga-
mos al tratar de buscar orientación recta a los fines de nuestra
recuperación, redundará tanto en beneficio de nosotros como de
nuestras esposas. Si nosotros somos capaces de olvidar todo lo
pasado, ellas también podrán hacerlo. Creemos prudente, sin em-
bargo, evitar traer a colación innecesariamente el nombre de ningu-
na dama inocente que pueda causarle celos.
Hay ciertos casos en que pueden concurrir circunstancias que
aconsejan proceder con la mayor sinceridad y franqueza. Ninguna
persona particular puede juzgar esa índole de situación íntima. Tal
vez el buen sentido común. y la benevolencia mutua de los cónyu-
ges les mueva a echar tierra al asunto sepultándolo en el olvido.
Cada consorte puede hacer sus propias oraciones por la ' tranquili-
dad y la paz del otro. Recordemos que los celos engendran más
discordias y desdichas que ningún otro sentimiento humano. La
buena compostura y la delicadeza pueden ayudarnos a resolver el
problema de los celos, atacándolo por el flanco en vez de arriesgar-
nos a acometerlo de frente.
En los casos en que no concurre tal complicación, hay muchas
cosas que debe procurar hacer el alcohólico para labrar la paz y la
85
felicidad del hogar. En ocasiones oímos decir al enfermo que lo
único que tiene que hacer es mantenerse abstemio. Cierto que sí,
que el requisito primordial es la abstención alcohólica, pues dejaría
de existir un verdadero hogar si no lo hiciese. Pero con la absten-
ción por sí sola todavía está lejos de la medida de comprensión
que debe a la esposa, a los padres e hijbs, por los años tormentosos
que les ha hecho pasar. Nada hay comparable con la resignación y
la tolerancia de las madres y esposas de los alcohólicos. Si ellas no
hubiesen sido tan abnegadas y buenas, muchos de nosotros estuvié-
semos hoy sin hogar o hu.biésemos ido a parar a una casa de orates,
o a la anónima fosa común.
El alcoholismo es a manera de un temporal que se desata ru-
giendo por la vida de otros seres, destrozando corazones, tronchan-
do las más caras amistades y arrancando de raíz el césped de los
afectos. El egoísmo y el mal proceder han mantenido nuestra casa
en un continuo remolino de discordias. Creemos que el alcohólico
no piensa bien en lo que dice cuando expresa que con la absten-
ción lo tiene todo. Esa actitud nos recuerda al labrador que sale de
su escondite después de la tormenta y al contemplar el hogar en
ruinas, le dice a la espm;a: " Aquí no ha pasado nada. ¡Qué bueno
que el viento ha dejado de soplar! ".
Efectivamente, tenemos por delante un largo período de re-
construcción. Con balbucear nuestro arrepentimiento no llenamos
el expediente. Es menester poner manos a la obra confiadamente.
Debemos sentamos alrededor de la mesa coh la familia y analizar
con franqueza nuestro p¡isado, tal como lo vemos retrospectiva-
mente, teniendo rmcho cuidado de no criticarlos. Sus defectos tal
vez salten a la vista, pero a buen seguro que, con nuestras propias
acciones, fuimos en gran parte responsables de muchas de las cosas
que acontecieron. De modo que cuando hagamos la limpieza de la
casa con la familia, todas las mañanas a la hora de la meditación,
imploremos a Dios' que nos señale el camino de la tolerancia, del
amor y la benevolencia.
Para nosotros la vida espiritual no es mera teoría. Tenemos que
vivirla. A menos que nuestros familiares quieran amoldar su vida a
principios espirituales, no pretendemos forzarles a que lo hagan
arengándoles constantemente sobre estos principios. Con el discu-
rrir del tiempo ellos cambiarán. Nuestro propio comportamiento
les convencerá más que las palabras. Debemos recordar que nues-
tro modo de proceder a través de diez o veinte años de borrachera,
puede trocar en escéptica y desconfiada aun a la persona más
razonabl~.
Es posible que haya ciertos entuertos que no nos sea dable
endereza!" conforme a nuestro deseo. No debemos preocuparnos
86
por tal estado de cosas si nos consta que honradamente corregiría-
mos esas faltas si las circunstancias lo permitiesen. Hay personas
que están fuera de nuestro alcance por haber cambiado su domici-
lio a lugares lejanos. En tales casos podemos escribir una carta
sincera a la persona agraviada, salvo que concurra alguna razón
poderosa para que pospongamos la misiva. Mas no releguemos ese
acto .c uando no exista obstáculo que impida su ejecución. En todo
momento debemos ser corteses, considerados y humildes con la
persona ofendida, sin pecar de serviles o melodramáticos. Como
buenos hijos de Dios permaneceremos firmes sobre nuestros pies,
sin que sea menester que nos arrodillemos ante nadie.
Si nos ocupamos bien de esta fase de nuestro desarrollo queda-
remos sorprendidos de los resultados favorables apenas cuando
todavía estemos en el término medio de nuestro adelantamiento.
Vamos a tener una nueva visión de la libertad y la felicidad. No
tendremos por qué lamentarnos del pasado ni cenarle cobarde-
mente las puertas. Comprenderemos lo que significa la palabra
serenidad y disfrutaremos de verdadera paz.
Mientras más cuei:¡ta abajo hubiéramos ido en nuestra borrasco-
sa carrera alcohólica del ayer, más beneficiaremos con nuestra ex-
periencia a otras personas, desapareciendo como por encanto la
sensación de inutilidad y compasión propia que antes se encerraba
·en nuestro fuero interno. Ya no queremos ser egoístas en nuestras
relaciones humanas y cobraremos un gran interés en las tribulacio-
nes de nuestros semejantes. No tendremos que buscar brújula que
oriente nuestra trayectoria. Nuestra actitud y perspectiva en la
vida serán muy distintas. Dejaremos de tener miedo a la gente que
nos rodea y no nos desesperaremps ante la inseguridad económica.
Intuitivamente sabremos hacernos cargo de situaciones precarias
que antes solían abrumarnos. Muy pronto comprenderemos que
Dios está haciendo por nosotros lo que no pudimos hacer por
nosotros mismos.
¿Estamos acaso prometiendo algo extravagante? Sinceramente
creemos que no. Son realidades que palpamos entre nosotros, las
cuales unas veces tienen lugar rápida, y otras veces lentamente.
Pero son dones que siempre se realizan si perseveramos en laborar
por ellos.
Este pensamiento nos trae al Décimo Paso. En él se sugiere que
continuemos haciendo el inventario personal y que subsanemos los
errores cometidos en nuestra marcha hacia adelante. Con la limpie-
za inicial de nuestro pasado comenzamos el programa de manera
vigorosa. Entramos entonces en el mundo del espíritu. Nuestra
nueva función es crecer en entendimiento y efectividad , y esta no
87
es una obra que podamos realizar de la noche a la mañana. Tene-
mos que cuidamos constantemente de las cortapisas, de los resenti-
Ipientos, de la deslealtad y el miedo. Cuando esos males germinen
en nosotros, pidámosle a Dios en seguida que los extermine. Tan-
tas veces como lo juzguemos conveniente, cambiemos impresiones
sobre nuestros· asuntos con alguna persona de nuestra confianza y
subsanemos prontamente cualquier daño que hayamos causado a
alguien. Volvamos luego con determinación nuestro pensamiento a
algún compañero enfermo que podamos auxiliar. El amor y la
tolerancia hacia todos nuestros semejantes debe ser siempre nues-
tro código.
Téngase siempre presente, además, que hemos cesado de pelear
con nada ni con nadie, aun con el alcohol, ya que para esta épocá
habremos recobrado totalmente nuestro sano juicio y muy raras
veces nos acordamos de la bebida. Si la copa nos tentase, retroce-
damos en el acto como lo haríamos ante una llamarada para poner-
nos a salvo. Si reaccionamos juiciosa y normalmente, nos daremos
cuenta de que el proceder que sirvió para nuestro resguardo ha
tenido lugar automáticamente. Veremos que nuestra nueva actitud
hacia el licor la hemos captado, sin premeditación ni esfuerzo. Es
algo completamente espontáneo. ¡He aquí el milagro! No esta-
mos combatiendo ni forzándonos en evitar la tentación.
Nos sentimos como si se nos hubiera colocado en una posición
neutral -seguros y protegidos- . ¡Ni siquiera hemos hecho un jura-
mento de abstención alcohólica! Empero, el problema de la bebi-
da ha sido removido de nuestras vidas. Sencillamente ha dejado de
existir para nosotros. Ni nos "e"nvalentonamos" ni sentimos miedo.
Tal es nuestra experiencia, así reaccionamos mientras nos mante-
nemos en adecuada condición espiritual.
Es fácil descuidar el programa espiritual de acción y echarse a
dormir sobre los laureles. Si lo hacemos así estaremos buscándonos
serias dificultades. Recordemos que el diabli1lo del primer trago es
una idea pérfida y sutil. No estamos curados del alcoholismo; de lo
que ciertamente disfrutamos es de una liberación diaria que depen-
de del mantenimiento constante de nuestra condición espiritual.
En ordenada sucesión, cada día debemos llevar la visión de la
voluntad de Dios en todos nuestros actos, implorando cómo po-
dremos servir mejor: Hágase Su Voluntad (no la nuestra). Este
modo de pensar y. de actuar debe ser nuestra norma constante.
Sobre esa base podemos ejercitar nuestra fuerza de voluntad cuan-
do queramos. Esa es la forma debida de usarla.
Mucho. hemos dicho ya sobre la fortaleza, inspiración y orien-
tación que podemos alcanzar del Ser que todo lo sabe y lo puede.
Si hemos seguido cuidadosamente las indicaciones, habremos co-
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menzado a sentir el soplo de Su Divino Espíritu en nosotros. Hasta
cierto grado hemos venido a ser conscientes de Dios. Hemos co-
menzado a desarrollar este sexto sentido tan vital. Pero debemos ir
más lejos todavía y poner todas nuestras reservas en acción.
El Paso Undécimo sugiere la oración y la meditación. No debe
nadie abochornarse de la práctica de la oración. Infinidad de hom-
bres intelectualmente superiores a nosotros, la usan constantemen-
te. Ella surte efecto si asumimos la debida actitud y perseveramos
en nuestras imploraciones. Sería fácil tocar el asunto de una mane-
ra vaga; sin embargo, creemos que podemos hacer algunas valiosas
y precisas sugerencias.
Cuando nos retiramos al lecho por las noches, repasamos cons-
tructivamente nuestro proceder durante el día. ¿Fuimos acaso ren-
corosos, egoístas, desleales o temerosos? ¿Debemos a alguien una
excusa o disculpa? ¿Hemos ocultado algo que debimos decir o
consultar a otra persona? ¿Fuimos bondadosos y considerados
con los demás? ¿Cómo hubiéramos podido actuar mejor? ¿Pensa-
mos eri ,nosotros mismos la mayor parte del tiempo o estuvimos
considerando lo que podíamos hacer por otros, es decir, lo que
podíamos aportar en la corriente de la vida? No obstante, debe-
mos tener cuidado de no imbuírnos en preocupaciones, remordi-
mientos o mórbidas reflexiones, pues eso disminuirá nuestra utili-
dad a otras personas. Después de hacer esa revisión diaria, pedire-
mos a Dios que nos perdone y que nos ilumine las medidas que
debemos tomar para nuestro mejoramiento.
Cuando despertamos por la mañana, reflexionamos detenida-
mente sobre las veinticuatro horas que tenemos por delante. Consi-
deramos nuestros planes para el día. Antes de comenzar, pidamos
a Dios que encauce nuestro pensamiento, rogándole especialmente
que lo desligue de compasión propia, deslealtad o miras egoístas.
En esas condiciones podemos emplear facultades mentales con ma-
yor tino y seguridad ya que después de todo Dios nos dio el
cerebro para usarlo. El yo pensante quedará sobre un plano mucho
más elevado cuando nuestra mente esté libre de errónea causa
emotiva.
Es posible que al pensar en lo que tenemos que hacer durante
el día nos sintamos indecisos y que no nos sea dable determinar
qué curso seguir. En ese momento debemos pedir inspiráción a
Dios, a fin de intuir buenos pensamientos y tomar la determina-
ción que proceda. Luego debemos tranquilizarnos y confrontar
todas las cosas del día con calma. Demos todos nuestros pasos sin
esforzarnos ni fatigamos demasiado. Muchas veces nos sorprenderá
ver que hallemos siempre una solución para cada uno de nuestros
89
asuntos después que actuemos en esa forma por algún tiempo. Lo
que al principio creíamos que era una corazonada, o una inspira-
ción del momento, gradualmente pasa a ser una parte de la función
de nuestra mente. Teniendo poca experiencia todavía por estar en
el comienzo de nuestro contacto con Dios, no es probable que
logremos la debida inspiración en todas las ocasiones. Acaso sufra-
mos las consecuencias de- tal presunción al notar que se nos ocu-
rren toda clase de ideas y acciones absurdas. Ello no impide que
nos demos cuenta de que nuestro yo pensante, a medida que discu-
rre el tiempo, se halla en un plano de inspiración cada vez mayor,
y llegará el momento en que nos atendremos a él.
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energías como lo hacíamos cuando tratábamos de acomodar la
vida a nuestro antojo.
Esta nueva actitud frente a la vida surte en realidad su efecto.
91
CAPITULO VII
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Cuando nos enteremos de que hay alguien que necesita la ayu-
da de Alcohólicos Anónimos, averigüemos todo cuanto podamos
sobre la persona. Si ésta no quiere dejar de beber, no perdamos el
tiempo tratando de persuadirla; con ello pudiéramos echar a per-
der una buena oportunidad posterior. Hay que ser pacientes y
recordar que estamos tratando con una persona enferma.
93
De ordinario la familia no debe contar la historia. En lo posi-
ble, evitemos conocer a un individuo alcohólico por conducto de
sus familiares. Da mejores resultados hacer el acercamiento a través
de un médico o de una institución. Si el individuo requiere hospi-
talización, debe procmársela, mas no contra su voluntad, a menos
que se trate de una persona violenta. Consigamos qué su médico le
diga que tiene algo para él que es a manera de una solución para el
problema.
Cuando el hombre se sienta mejor, el doctor puede sugerir que
uno lo visite. A pesru· de que hayamos hablado con la familia, no la
mencionemos en la primera entrevista Dentro de esas condiciones,
el candidato verá que no está bajo coacción. Pensará que puede
entendérselas con nosotros sin verse acosado por la familia. Volva-
mos a visitarle mientras se halla todavía tembloroso y desesperado.
Es posible que esté en mejor disposición de recibirnos cuando se
encuentre deprimido.
Abordemos al sujeto a solas, siempre que sea posible. Al co-
mienzo entremos en una conversación general. Al cabo de un rato,
llevemos la charla hacia alguna de las fases de la bebida. Contémos-
le bastantes cosas de nuestras costumbres como bebedores, de los
síntomas y experiencias que tuvimos, estimulándolo de este modo
a que hable de su persona. Si desea conversar, dejémoslo que ha-
ble. De esta manera podremos formru·nos una idea de cómo debe-
mos proceder en nuestro razonamiento. Si la persona no es comu-
nicativá, hagámosle un breve relato de nuestra carrera de bebedo-
res hasta el momento en que dejamos de beber. Mas, por lo pron-
to, no digamos nada de cómo lo conseguimos. Si el amigo se
muestra serio e interesado, recalquemos las dificultades que el licor
nos causó, teniendo buen cuidado de no discutir en forma catedrá-
tica o moralizadora. Si se muestra alegre contémosle algunas histo-
rietas humorísticas de nuestras francachelas. Invitémosle a que nos
relate alguna de las suyas.
Cuando él vea que uno conoce todas las agudezas y peripecias
del juego de la bebida, pasemos a presentarnos como un individuo
alcohólico. Digámosle cuán perplejos quedamos cuando finalmente
nos enteramos de que estábamos enfermos. Hagamos una relación
de nuestros esfuerzos por dejar de beber e indiquémosle la desvia-
ción mental que nos lleva a apurar el primer trago que conduce a la
borrachera. Sugerimos que esto se exponga en la forma que reseña-
mos en el capítulo sobre alcoholismo. Si el sujeto es alcohólico,
nos comprenderá al instante y comparará nuestras inconsistencias
mentales con algunas de las suyas.
Si estamos seguros de que es un verdadero alcohólico, comen-
cemos a abundar en los aspectos irremediables de la enfermedad.
94
Demostrémosle, a base de nuestra propia experiencia, cómo la rara
desviación mental que impele al alcohólico a tomar la primera
copa, evita el funcionamiento normal de la fuerza de voluntad. Al
llegar a este punto no hagamos alusión a este libro, a menos que el
individuo lo haya leído y quiera discutirlo con nosotros. Tengamos
mucha precaución en no tildarlo de alcohólico. Dejemos que él
mismo llegue a esa conclusión. Si se obstina en que todavía puede
controlar la bebida digámosle que es posible que lo consiga si el
alcoholismo no lo ha afectado mucho todavía. Pero insistamos en
que si está severamente atacado por la enfermedad, hay muy pocas
probabilidades de que se pueda recuperar por sí mismo.
95
Nuestro candidato pudiera pertenecer a una religión determi-
nada. Tal vez su educación religiosa y preparación académica sean
superiores a las nuestras. En tal caso hará conjeturas sobre cómo
podemos agregar algo a lo que él ya sabe.
Empero, se sentirá curioso de saber por qué sus propias convic-
ciones le han fallado y las nuestras parecen dar tan buen resultado.
El puede ser un ejemplo de que la fe por sí sola es insuficiente.
Para que sea vital la fe debe ir acompañada del sacrificio propio y
de la acción constructiva y desinteresada. Hagámosle ver que no
estamos allí para enseñarle religión y admitamos que probablemen-
te él sepa más de ese asunto q\le nosotros; pero hagamos fijar su
atención en el hecho de que, por arraigada que sea su fe y amplios
sus conocimientos no pudo aplicarlos a su problema, pues de haber
sido posible ponerlos en acción, no bebería. Tal vez nuestra histo-
ria le ayude a ver en qué punto está dejando de aplicar y practicar
los propios principios que conoce tan bien. Nosotros no represen-
tamos ninguna religión o fe· en particular. Tratamos únicamente
sobre principios generales comunes a casi todas las denominaciones
religiosas.
Pasemos luego a delinear el programa de acción, explicándole
la forma en que hicimos un avalúo personal, cómo procedimos
para enderezar nuestro pasado y por qué estamos tratando ahora
de servirle de ayuda. Es importante que se dé cuenta de que nues-
tro anhelo de que acoja esta resolución juega un papel importante
en nuestra propia recuperación, qÚe entienda que en realidad él
nos está ayudando a nosotros tanto o más de lo que estamos
haciendo por él. Aclarémosle bien que no está bajo ninguna obliga-
ción para con nosotros y que sólo deseamos que más adelante él a
su vez trate de ayudar a otros alcohólicos cuando salga de sus
propias dificultades.
Sugirámosle la importancia de colocar el bienestar de otros por
encima del suyo. Aclaremos bien, además, que no estamos presio-
nándole y que no tiene que vernos nuevamente si no lo desea. No
debemos ofendernos si el candidato quiere dar la entrevista por
terminada, pues él nos ha ayudado más que nosotros a él. Si nues-
tra charla ha sido cuerda, reposada y demuestra nuestra buena
voluntad y comprensión humana, tal vez hayamos labrado una
amistad. Acaso le hayamos mortificado algo con el asunto del
alcoholismo; pero esto redundará en su bien. Mientras más abatida
y desesperanzada se sienta la persona, mucho mejor. Existen así
mayores posibilidades de que siga nuest~·as sugerencias.
Puede ser que el candidato formule ciertas razones por las
cuales entienda que no necesita acogerse al programa. Acaso se
96
rebele al pensar en la limpieza drástica de su propia casa; es un
paso que requiere cambiar impresiones con otra persona. No con-
tradigamos sus puntos de vista sobre el particular, y expliquémosle
que nosotros también tuvimos el mismo modo de pensar y sentir,
pero que dudamos mucho de que hubiéramos ganado bastante
terreno en nuestra renovación si no hubiésemos dado ese paso. En
nuestra primera visita hablémosle de Alcohólicos Anónimos. Si se
muestra interesado, prestémosle nuestro ejemplar de este libro.
A menos que nuestro amigo quiera proseguir hablando sobre sí
mismo, no malgastemos una "bienvenida". Démosle la oportuni-
dad de que lo piense bien. Si nos quedamos más tiempo junto a él,
dejemos que dé a la conversación el giro que le plazca. Algunas
veces el candidato está ansioso de poner manos a la obra inmedia-
tamente, y pudiéramos estar tentados a dejar que lo haga. Esto a
veces constituye una equivocación. Si más adelante se tropieza con
dificultades es posible que diga que nosotros lo precipitamos. Al-
canzaremos mayor éxito con los alcohólicos si evitamos expresar
cualquier pasión por redimir o reformar a otros. Nunca le hable-
mos a un alcohólico desde ninguna altura moral o espiritual --sim-
plemente abramos a su vista el pequeño fardo de utensilios espiri-
tuales para su inspección-. Demostrémosle cómo surtieron sus
efectos en nosotros y ofrezcámosle nuestra amistad y camaradería.
Digámosle que si quiere ponerse bien haremos cualquier cosa que
esté a nuestro alcance por ayudarlo.
Si no está interesado en la solución que le brindamos, si cree
que vamos a servirle de banqueros para allanar sus dificultades
económicas, o que vamos a constituírnos en enfermeros para ali-
viar su desesperación· y quebrantos después de sus borracheras,
conviene que lo releguemos hasta tanto haya cambiado de modo
de pensar. Tal cosa puede suceder cuando su tormento se haga
insoportable. ·
Por otra. parte, si la persona está sinceramente interesad&. y
quiere que vayamos a verla nuevamente, pidámosle que lea este
libro mientras tanto. Después que lo haya leído, a ella corresponde
decidir si quiere seguir adelante. No debe ser acosada ni impulsada
por nosotros, por su esposa, ni por sus amigos. Si es que ha de
encontrar a Dios, el deseo de hallarlo debe salir de su propio
corazón.
En caso de que el individuo crea que puede realizar la obra de
algún otro modo, o prefiere alguna otra vía espiritual, alentémosle
a seguir el dictado de su propia conciencia. Nosotros no tenemos
ningún monopolio del concepto de Dios; meramente utilizamos un
camino para llegar a El, por cuyo sendero nosotros hemos podido
encontrarlo. Mas indiquémosle que los alcohólicos somos afines en
97
muchas cosas y de una u otra manera desearíamos ser siempre sus
amigos. Dejemos el asunto ahí.
No nos desalentamos si nuestro candidato no responde en se-
guida a nuestro reclamo. Pasemos a buscar otro alcohólico y trate-
mos nuevamente. A buen seguro que habremos de hallar alguno
que esté bastante desesperado para aceptar con fervor el mensaje
que vamos a llevarle. Consideramos una pérdida de tiempo estar
acechando a un hombre que no puede o no quiere colaborar con
nosotros. Si dejamos a esa persona quieta, ella tal vez se dé cuenta
pronto de que no puede recuperarse por sí sola. Consumir mucho
tiempo en cualquier caso determinado significa quitarle la oportu-
nidad a otro alcohólico de reconstruír su vida y ser feliz. Uno de
nuestros miembros fracasó totalmente en su labor acerca de la
primera media docena de candidatos. A menudo nos dice que de
haber continuado laborando tras de ellos, posiblemente hubiera
privado a muchos otros que se h an recuperado, la oportunidad de
tal logro.
Supongamos ahora que estamos haciendo nuestra segunda visi-
ta a un sujeto dado, que él ha leído este libro y nos dice que está
listo para iniciarse en los Doce Pasos del programa de recupera-
ción. Toda vez que nosotros ya hemos ensayado esos Pasos, esta-
mos en condiciones hábiles de darle valiosos consejos prácticos.
Hagámosle saber que estamos a su disposición en caso de que desee
tomar, o haya tomado la determinación de hacer su historial; pero
no insistamos en el asunto. Si prefiere consultar a otra persona,
dejemos que lo haga.
Pudiera suceder que la persona se halla sin dinero y sin alber-
gue. En tal caso, podemos tratar de ayudarle a conseguir un em-
pleo o proveerle alguna ayuda pecuniaria. Pero uno no debe privar
a sus familiares o acreedores del dinero que legítimamente les
corresponde. Tal vez decidamos albergar la persona en nuestro
hogar por algunos días, pero debemos ser muy prudentes y estar
seguros de que será bien acogida por nuestra familia. Además,
debemos asegurarnos de que no está tratando de burlarse de noso-
tros y de que lo único que quiera sea aprovecharse de nuestro
dinero, nuestras amistades y de nuestro alojamiento. Permitir eso
será perjudicarla; no le estaremos haciendo ningún favor. Por el
contrario, estaremos dando margen para que no sea sincera y con-
tribuiremos a su destrucción más bien que a su recuperación.
Uno no debe eludir tales responsabilidades, pero debe cercio-
rarse de que está procediendo correctamente si las asume.
Laborar por el bien de otros constituye la base medular de
nuestra propia recuperación. No basta con realizar una buena obra
98
de vez en cuando. Tenemos que actuar como el buen samaritano,
día tras día, si fuere menester. Se requiere muchos bríos para este.
trabajo: Significa la pérdida de las horas de sueño, sacrificar las
horas de diversiones y recreo; interrupciones en nuestros quehace-
res y negocios; compartir nuestro dinero y nuestra morada, aconse-
jar a esposas y familiares atribulados, e innumerables visitas a las
comisarías, sanatorios, hospitales y cárceles. Nuestro teléfono po-
drá sonar a cualquier hora del día o de la noche; nuestras esposas
muchas veces se quejarán de que nos estamos despreocupando de
ellas. Pudiera ser que algún borracho haga trizas nuestros muebles
o queme el colchón de la cama donde lo recostamos; es posible
que tengamos que forcejear con él si se trata de un hombre exalta-
do. Otras veces se hará menester buscar a un médico para que le
prescriba algún calmante, y alguna otra vez tendremos necesidad
de llamar una ambulancia o a la policía.
Muy pocas veces permitimos a un alcohólico que viva en nues-
tro hogar por un largo período de tiempo. La experiencia nos ha
demostrado que no es conveniente para él ni para nosotros, pues a
menudo trae consigo serias complicaciones en la familia.
Por el hecho de que un alcohólico no reaccione favorablemen-
te no hay razón alguna para que nos despreocupemos de su fami-
lia. Debemos contti.nuar brindándole nuestra amistad y nuestro mo-
do de vida. Si aceptan y practican los principios espirituales, habrá
muchas posibilidades de que el jefe de la familia se recupere, y aun
cuando prosiga bebiendo, la familia estará en mejores condiciones
para sobrellevar la vida.
El alcohólico que verdaderamente desea recuperarse, no re-
quiere que se le hagan muchas obras de caridad, en el sentido
estricto de la palabra. Los que piden dinero .Y albergue antes de
sobreponerse a la bebida, se hallan en una falsa línea de partida.
Sin embargo, hacemos todo lo que está a nuestro alcance por
proveer estas cosas cuando el caso es meritorio .. Esto pudiera pare-
cer contradictorio, pero no lo es.
No es lo que vamos a dar lo que estamos considerando, sino
cuándo debemos darlo. Eso implica a veces la diferencia entre el
fracaso y el éxito. En el preciso momento en que colocamos nues-
tra labor sobre un plano caritativo, el alcohólico empieza a contar
con nuestra ayuda y no con la ayuda de Dios. Nos pide que le
proporcionemos tal o cual cosa, alegando. que no puede dominar
su flaqueza por el licor hasta tanto no haya atendido esa necesidad
material. Mentira. Muchos de nosotros recibimos muy crueles de-
cepciones antes de darnos cuenta de la gran verdad de que, emplea-
dos o desempleados, con esposa o sin ella, no dejaremos de beber
99
mientras estemos dependiendo de otra persona en vez de depender
de Dios y sólo de El.
Inculquemos la idea en la conciencia de cada individuo, de que
puede recuperarse a pesar de lo que digan los demás, y que la única
condición esencial es que confíe en Dios y en la sinceridad de su
propósito.
Pasemos ahora al problema doméstico. Pudieran mediar distin-
tas circunstancias: divorcio, separación o tan sólo relaciones tiran-
tes entre marido y mujer. Una vez el alcohólico haya reajustado
sus asuntos familiares y explicado debidamente a todos los suyos
los nuevos principios de la vida que le alientan, debe proceder a
poner estos principios en práctica en el hogar, ésto es, si tiene la
suerte de tenerlo todavía. El hecho de que la familia sea culpable de
diversos trastornos hogareñós, no debe preocuparle. Debe sí con-
centrarse en su propia actitud espiritual, huyendo como de la lepra
de los altercados y de las discordias, absteniéndose de censurar y
recriminar a los que con él conviven por sus faltas y debilidades.
En ciertos casos esto es algo difícil de evitar, pero debemos hacerlo
si esperamos derivar buenos resultados de nuestro programa de
acción. Perseverando en la debida actitud por varios meses, los
efectos provechosos en la familia del alcohólico serán muy nota-
bles. Hasta las personas de caracteres e ideologías muy incompati-
bles, descubren que hay una base sobre la cual pueden entenderse.
Poco a poco la familia irá reconociendo sus defectos y tratará de
corregirlo& cambiando impresiones sobre los mismos dentro de un
ambiente fraternal y constructivo.
Una vez .la familia haya visto de manera tangible los resultados
provechosos, indiscutiblemente que querrá continuar COQ.viviendo
en esa forma. Las cosas irán tomando su curso normal siempre que
el alcohólico continúe demostrando que puede mantenerse sobrio
y ser bondadoso y servicial, sin importarle lo que otros digan o
ejecuten. Desde luego, en ocasiones todos dejamos de ceñirnos
estrictamente a esta pauta. En esos casos debemos tratar de hacer las
paces y reparar cualquier daño que inflijamos a algún familiar, si no
queremos correr el riesgo de sucumbir nuevamente a la bebida.
Si mediara divorcio o separación no debe tenerse prisa en que
los cónyuges se reconcilien. El individuo debe asegurarse de su
recuperación. La esposa debe tratar de comprender su nueva forma
de vida, y si van a reanudar sus pasadas relaciones deben hacerlo
sobre una base más eficaz y sólida puesto que la anterior fracasó.
~sto si~n~fica que ambos deben asumir una nueva actitud y presen-
~1a de ammo constructivo. A veces resulta beneficioso que la pare-
Jª permanezca distanciada. Es obvio que no puede seguirse una
100
regla fija; sin embargo, lo esencial es dejar que el alcohólico conti-
núe su programa día tras día. Cuando llegue la hora propicia para
la reconciliación y la reunión de los cónyuges, el acto de su consu-
mación será espontáneo para ambas partes.
Que no diga ningún alcohólico que no puede recuperarse a
) menos que la familia vuelva a su lado. Esto sencillamente no es así.
Por una u otra razón en muchos casos la esposa nunca retornará.
Recuérdese al sujeto que su recuperación no depende de nadie sino
de su relación con Dios. Hemos visto ponerse bien a infinidad de
personas cuyos familiares nunca volvieron a convivir con ellas, y
también hemos visto a otras recaer cuando los familiares se les
reunieron demasiado pronto.
Tanto nosotros como los nuevos compañeros debemos mar-
char día tras día por la senda del progreso espiritual. El resultado
de los acontecimientos será maravilloso, y cuando nos detengamos
a mirar atrás para hacer un recuento de los dones recibidos, vere-
mos complacidos que las cosas que nos han sucedid·o desde que
nos pusimos a la merced de la voluntad de Dios, han sido mucho
mejor de lo que anticipábamos. Sigamos los dictados de un Poder
Superior y veremos cómo comenzaremos a vivir en un nuevo mun-
do prodigioso, a pesar de la naturaleza de las circunstancias que
nos rodean.
Al trabajar con un sujeto y su familia, debemos procurar no
inmiscuírnos en sus disputas. De hacerlo podríamos destruír la
oportunidad de serles útiles. Insistamos, sin embargo, tanto con la
familia como con el candidato, en que se trata de una persona que
ha estado enferma y debe tratársele como tal. Debemos advertirle
que no conviene engendrar en ella resentimientos o celos. Es bue-
no hacerle& saber que sus defectos de carácter no van a desaparecer
de la noche a la mañana. Hagámosle ver que el individuo ha entra-
do en un período de desarrollo. Pidámosles que recuerden siempre
el bendito don de su sobriedad y que no se impacienten.
Si hemos tenido éxito en la solución de nuestros problemas
domésticos, expliquemos a la familia de nuestro amigo, cómo lo
conseguimos. De esta manera podemos encarrilarla stn que le de-
mos la impresión de que la estamos criticando. El relato de.la for-
ma en que actuamos para arreglar los asuntos entre nuestras espo-
sas y nosotros conviene, por el contrario, que lo hagamos objeto
de la mayor crítica constructiva.
Partiendo de la base de que estamos espiritualmente prepara-
dos, podemos hacer infinidad de cosas que se supone que los alco-
hólicos no están dispuestos a realizar.• Dice la gente que no debe-
mos frecuentar sitios donde se expenda licor; que no debemos
101
guardar bebidas alcohólicas en nuestros hogares; que debemos ale-
jarnos de los amigos que empinan el codo ; que no conviene que
veamos películas cinematográficas en las cuales aparezcan escenas
báquicas; que no debemos ir a tabernas o cantinas; que nuestros
amigos deben esconder las botellas cuando llegamos a sus casas a
visitarles, y en pocas palabras, que no debemos pensar en el licor ni
debe nadie recordárnoslo. Nuestra experiencia demuestra que esto
no es necesariamente así.
Tenemos que afrontar esas situaciones a diario. El alcohólico
que no pueda hacerles frente tiene todavía una mente alcohólica;
existe alguna falla en su estado espiritual. La probabilidad que
tiene de mantenerse sobrio sería internarse en los remotos páramos
de Groenlandia, y aun allí algún esquimal pudiera aparecérsele con
una botella de whisky y echarlo todo a perder. Consultemos sobre
el particular a cualquier esposa que haya enviado a su marido a
lejanos parajes acogiéndose a la teoría de que allí escaparía del
problema del alcohol y veremos cuán decepcionante es su historia.
Es nuestra creencia que cualquier régimen para combatir el
alcoholismo que disponga que se proteja al enfermo alejándolo de
la tentación, está llamado a fracasar.
Si el a1cohólico trata de parapetarse podrá tener éxito por algún
tiempo; pero generalmente termina su abstención en una súbita ex -
plosión mayor que nunca. Nosotros hemos tratado esos métodos.
Las tentativas de hacer lo imposible siempre han fracasado .
De manera que nuestra regla no es la de eludir los sitios donde
se bebe, si tenemos una razón legítima para concurrir allí. Esto
incluye tabernas, cantinas, mesones, salones de baile, recepciones,
bodas y fiestas corrientes. Para una persona que haya tenido expe-
riencia con un alcohólico, esto pudiera parecer como estar tentan-
do a la Providencia, pero no es así.
Notaréis que hemos hecho una importante salvedad. Consi-
guientemente, preguntémonos en cada ocasión: ¿Tengo alguna
buena razón social, personal, profesional o de negocios, para ir a
este sitio? ¿O estoy tratando de congraciarme por algunas horas
con la atmósfera enervante y sugestiva de esos recintos? Si contes-
tamos estas preguntas satisfactoriamente, no hay por qué tener
ninguna aprensión. Vamos o no vamos, haremos lo que juzguemos
mejor. Pero si vamos, estemos seguros de que pisamos en terreno
espiritual sólido y que nuéstro motivo es enteramente sano. No
pensemos en lo que vamos a sacar de esos lugares. Pensemos en lo
que podemos aportar en ellos. Mas, si vacilamos, es preferible que
nos detengamos y nos demos a trabajar con otro alcohólico.
102
¿A qué sentarnos con la cara de un mártir en sitios donde se
está bebiendo y ponernos a suspirar pensando en los buenos días
festivos del ayer? Si la ocasión es alegre, procuremos aumentar el
júbilo de los que están presentes. Si se trata de un asunto de
negocios, atendámoslo entusiásticamente. Si nos hallamos con al-
guna persona que quiere que le acompañemos a cenar en una
cantina, aceptemos la invitación por todos los conceptos. Hagá-
mosle saber que no tiene que alterar sus hábitos por causa nuestra.
En su debido sitio y oportunidad expliquemos a cada uno de
nuestros amigos por qué el alcohol es incompatible con nosotros.
Si hacemos esto una y otra vez muy pocas personas nos invitarán a
beber. Cuando bebíamos nos íbamos retirando de la vida poco a
poco. Ahora estamos volviendo a internarnos en la vida social y no
vamos a retirarnos nuevamente tan sólo porque nuestros amigos
beban licor.
Nuestra misión ahora es estar en el lugar donde podamos ser de
ayuda máxima a otros alcohólicos, de manera que nunca vacilemos
para decidir si debemos ir a un sitio donde se nos solicite ésta. No
debemos titubear aunque sea preciso acudir al más sórdido rincón
del mundo para llevar nuestro mensaje. Nos mantenemos en la
línea de fuego de la vida en nuestro propósito y Dios siempre nos
conservará sin daño.
Muchos de nosotros tenemos licor en nuestros hogares. A me-
nudo lo necesitamos para aplacar los severos temblores de algún
nuevo candidato después de una gran borrachera. A veces lo con-
servamos para obsequiar a las amistades que no son alcohólicas y
que gustan -de amenizar sus charlas con alguna que otra copa. Hay
algunos de nosotros, sin embargo, que opinan que no debemos
servir licor a nadie. Se trata de un asunto que nunca es objeto de
discusión entre nosotros. Creemos que cada familia, a la luz de las
circunstancias que le rodean, es la que debe decidir por sí misma.
Nos cuidamos bien, por otra parte, como institución, de no
demostrar nunca hostilidad por la bebida. La experiencia demues-
tra que esa actitud no beneficia a nadie. Los nuevos candidatos de
ordinario creen que ese es el espíritu que verán reinar entre noso-
tros y experimentan gran complacencia cuando se. dan cuenta de
que no somos tan puritanos. De albergar ese espíritu de intoleran-
cia, no cabe duda que con él estaríamos repeliendo la entrada en
nuestras filas de millares de alcohólicos cuyas vidas pueden salvarse
en nuestro seno, siempre que prescindamos de tal disparate. Ni
siquiera estaríamos haciendo un bien a la causa de los prohibicio-
nistas si nos convirtiésemos en puritanos de este tenor, pues de
hecho ni uno de cada mil alcohólicos tolera que una persona que
detesta la bebida venga a hablarle de ella.
103
Abrigamos la esperanza de que en no lejano día Alcohólicos
Anónimos ayudará al público a tener una mejor comprensión de la
gravedad del problema alcohólico. Mas la obra a realizar sería muy
pequeña si asumiésemos una actitud de aversión y odio hacia la
bebida. Los bebedores no la tolerarían.
Después de todo, nuestros problemas los creamos nosotros
mismos. Las botellas sólo fueron símbolos. Además, hemos dejado
de pelear con la gente. Tenemos que hacerlo así. Estamos en plan
de ayudru; sin enojar a nadie.
104
CAPITULO VIII
A LAS ESPOSAS
105
nuestros pensamientos! Algunas hemos tenido que abandonar
nuestros hogares en medio de la tribulación y el espanto.
Nuestros hogares fueron campos de batalla durante muchas
noches tormentosas. A la mañana siguiente, cuando vino la calma,
besamos a nuestros queridos esposos y transigimos. Muchos amigos
nos aconsejaban y daban palmadas cariñosas a nuestros esposos,
dándoles ánimo en su lucha contra la bebida. Movidas de los mejo-
res deseos nosotras los acunábamos y aconsejábamos maternalmen-
te, para verlos regresar a sus andanzas mientras seguíamos resigna-
das por la senda de la amargura, siempre asidas a una última espe-
ranza. De vez en cuando nuestros hombres hacían solemnes jura-
mentos de no volver a beber más nunca y nosotras les creíamos
ingenuamente de todo corazón, cuando ya nadie quería creerles,
para contemplarlos en breves días en medio de un nuevo desastre.
Pocas veces osábamos invitar a nuestras amistades a visitarnos
porque no sabíamos cómo ni cuándo se presentaría el hombre a la
casa. Pudiera decirse que vivíamos en la desolación y el abatimien-
to. Cuando alguna familia amiga nos invitaba a su casa con motivo
de alguna fiesta, nuestros esposos eran siempre la nota discordante
de la reunión, echando mano a hurtadillas a cuantos vasos de licor
hallaran a su alcance. Por el contrario, cuando faltaba el licor,
bostezaban por su ausencia; su inconsolable .aburrimiento cercena-
ba la amenidad reinante.
Nunca hubo seguridad en nuestra pequeña hacienda hogareña;
los empleos estuvieron siempre en riesgo inminente. Ni con carro
blindado y una ametralladora hubiéramos podido conseguir que el
sobre del salario llegara a la casa. Las cuentas del banco se merma-
ban como si sus cajas tuviesen agujeros.
A veces entraron en escena otras mujeres para acabar de desga-
rrarnos el alma. ¡Qué cruel oírlas decir que comprendían a nues-
tros esposos mejor que nosotras!
En ocasiones nuestros maridos se presentaban en el hogar
acompañados dE) cobradores, alguaciles, choferes de taxi, policías,
amigos andrajosos, y hasta con alguna dama nocherniega. Si no nos
mostrábamos expresivas, decían graciosamente que éramos muy
poco hospitalarias con sus amistades, tildándonos de _aguafiestas de
la alegría, regañonas y melindrosas. Al otro día, cuando volvían en
sí, les perdonábamos y tratábamos de olvidar.
Hicimos todo cuanto estuvo a nuestro alcance por preservar el
cariño de nuestros hijos hacia sus padres. Muchas veces les hacía-
mos cuentos de engañabobos para que imaginasen que su papá se
encontraba enfermo, algo que dicho sea de paso, se acercaba más a
106
la verdad de lo que suponíamos. Entre tanto nuestros esposbs
regañaban y castigaban a los niños, destrozaban muebles, rompían
la loza, tiraban las puertas y daban contra las teclas del piano. Tras
esa batahola a menudo se lanzaban a la calle amenazándonos con
· irse para siempre con la otra mujer. En nuestro desespero llegamos
hasta tomar licor para provocar la borrachera que acabara con
todas las borracheras. El asombroso resultado fue que la idea pare-
ció agradar a nuestros esposos.
Al llegar a este punto algunas optamos por separarnos y llevar
los niños a vivir con nuestros padres. Entonces los suegros nos
criticaban acerbamente por haber desertado de su hijo. Por lo ge-
neral sin embargo, nunca les abandonamos. La mayoría nos man-
tuv~os en la brecha. Finalmente, cuando la miseria tendió sus
tentáculos sobre nuestros desdichados hogares, buscamos un em-
pleo para remediar la situación.
A medida que las borracheras del esposo se iban haciendo más
y más frecuentes, comenzamos a pedir consejos médicos, aterrori-
zadas y llorosas ante los síntomas físicos y mentales alarmantes
que presentaban, y el hondo remordimiento, la depresión y sensa-
ción de inferioridad que circundaba a nuestros seres queridos. Co-
mo bestias asidas a un molino de ruedas, hemos forcejeado penosa
y resignadamente, cayendo exhaustas tras cada inútil esfuerzo por
hallar asidero en tierra firme. Muchas llegamos a la etapa final de
esa carrera alcohólica: estadías en el campo; reclusiones en sanato-
rios, hospitales y cárceles. En algunos casos vino el delirium tre-
mens, con sus quejidos lacerantes y gritos ensordecedores; en otros
provino el desgaste de las células neuróticas, que trajo consigo la
demencia, y un brumoso día, anegadas en llanto, hubimos de ver a
nuestro amantísimo esposo entrar, como un bagazo humano, por
la dantesca puerta del manicomio, la lóbrega morada de los orates,
el tétrico recinto de las almas ausentes. La muerte con su aleteo
agorero estuvo a veces muy cerca de él y de nosotras.
Dentro de tales circunstancias, es natural que incurriésemos en
muchas equivocaciones. Algunas de éstas obedecieron a la ignoran-
cia en que nos hallábamos sobre el problema del alcoholismo, a
pesar de que teníamos una vaga sensación de que estábamos bre-
gando con seres enfermos. De haber entendido como entendemos
hoy la naturaleza de la enfermedad alcohólica, nos hubiésemos
comportado de manera muy distinta.
No podíamos imaginar que hombres que amasen a sus esposas
y a sus hijos, fuesen tan incomprensivos, desconsiderados y crue-
les. Suponíamos que no había verdadero amor en los corazones de
estas criaturas. Empero, cada vez que dábamos por segura su natu-
107
raleza cruel y su falta de cariño, quedábamos sorprendidas al ver
que otra vez nacían en ellos resoluciones de enmienda y nuevas
demostraciones de afecto. Por algunos días volvían a ser los espo-
sos amorosos que una vez fueron, tan sólo para destruír más ade-
lante la nueva aureola de su cariño. Al preguntarles por qué vol-
vían a beber, respondían •~on alguna excusa tonta o con el silencio.
Era algo verdaderamente desconcertante y descorazonador. ¿ Có-
mo podíamos estar tan equivocadas con los hombres que elegimos
para esposos? Cuando bebían eran seres extraños, haciéndose a
veces tan inaccesibles que parecía que una enorme muralla los
separaba de nosotras.
Mas, aun cuando no quisieran a su familia, ¿cómo podían estar
ellos tan ciegos respecto de sí mismos? ¿Qué se había hecho su
sentido común, su voluntad, su sensatez? ¿Por qué no se daban
cuenta de que la bebida significaba su ruina? ¿Por qué cuando se
les señalaban estas cosas, sobre las cuales estaban de acuerdo, vol-
vían a las mismas, emborrachándose otra vez torpemente?
Tales son las preguntas que cruzan por la mente de la esposa
del bebedor-problema. Tenemos la esperanza de que este libro
haya contestado algunas de ellas. Tal vez su esposo haya estado
viviendo en ese mundo ficticio del alcoholismo donde todo se
tergiversa y exagera. Sin duda se darán cuenta de que en realidad él
os quiere con toda el alma. Desde luego,_existe lo que llamamos
incompatibilidad de caracteres, pero en casi todos los casos, como
consecuencia de la bebida, el alcohólico se muestra desafectuoso y
d_e sconsiderado. Ello generalmente se debe a su enfermedad y des-
carrío. De ahí las cosas que dice y que ejecuta. Hoy en día la
mayoría de nuestros hombres son mejores esposos y padres que
muchos individuos no alcohólicos.
No traten de culpar a su esposo alcohólico por lo que diga, sea
lo que fuere. El no es sino una persona enferma, y desde luego,
poco razonable. Trátenlo en tanto puedan como si tuviera neumo-
nía. Cuando les haga incomodar, recuerden que está muy enfermo .
Hay una excepción importante a lo que dejamos dicho. Nos
damos cuenta de que hay hombres que son sumamente intransi-
gentes y mal intencionados, y por grande que sea la dosis de pa-
ciencia, por grandes que sean las buenas intenciones y cuidados,
siempre quedarán inconformes y exigirán más y más. A un alcohó-
lico de esta calaña puede ocurrírsele en un momento dado tirarles
con el libro en la cara. No permitan que abusen de sus bondades.
Si tienen la seguridad de que están dando con un caso semejante,
pudiera ser que convenga abandonarlo, pues no estaría bien que lo
dejasen arruinar sus vidas y las de sus hijos, especialmente cuando
tiene a su alcance el medio de dejar la bebida si realmente quiere
pagar su precio, pero no aprovecha la solución que se le ofrece.
108
El problema con que se lucha cabe sin duda dentro de una de
las cuatro categorías siguientes:
la. - Tal vez el esposo no sea más que un bebedor exagerado.
Acaso beba de manera consuetudinaria o tal vez tan sólo en deter-
minadas ocasiones, pero con exageración. Tal vez derroche mucho
dinero en licor. Pudiera ser que la bebida lo está afectando de
manera paulatina tanto mental como físicamente, pero él no se da
cuenta de ello. Su comportamiento a veces pudiera ser motivo de
bochorno para usted y para sus amistades. Sin embargo, él está
seguro de que sabe hasta dónde puede llegar en la bebida. Opina
que el licor no le hace daño, y que, además, es una necesidad para
el éxito de sus negocios. Este mundo está lleno de personas que
piensan como él. Algunos se moderan o dejan de beber de un todo
y otros no. De los que persisten en la bebida, un gran número se
convierte en verdaderos alcohólicos en el transcurso del tiempo.
109
sonas, pero no se da cuenta del por qué. Se aferra a la idea de que
todavía habrá de hallar la manera de conseguirlo. Acaso haya llega-
do al punto en que esté desesperado por dejar de beber de una vez
sin que pueda poner manos a la obra. Usted debe alimentar mu-
chas esperanzas si está haciendo frente a una situación como esta.
4a. - Es posible que se encuentre en el caso de la mujer que ha
perdido totalmente la esperanza en la recuperación del esposo, ya
que él ha sido recluído en una y otra institución sin resultado
favorable. Es uno de esos alcohólicos violentos o se muestra defini-
tivamente loco cuando se emborracha. Usted cree que su caso no
tiene esperanza pues hasta ha vuelto a beber en el preciso momen-
to de salir del hospital para regresar a su casa. Tal vez su esposo
esté sufriendo del delirium tremens ·y los médicos muevan la cabe-
za recomendando que lo confine; tal vez ya haya tenido que hacer-
lo, a pesar de sus mejores deseos de retenerlo en el hogar. Este
cuadro acaso no sea tan oscuro como parece. Muchos de nuestros
esposos llegaron a ese estado y sin embargo, se han restablecido.
Volvamos hacia atrás, al esposo número uno. Por extraño que
parezca, lo cierto es que las más de las veces se hace muy difícil
bregar con él. Le encanta beber. El alcohol aviva su imaginación.
Las personas se muestran más francas y amistosas con él mientras
apuran algunas copas. Es posible que le agrade beber con él cuando
lo hace moderadamente y que hayan pasado juntos algunas noches
gratas platicando y apurando algunas copas al calor del hogar.
También es 'posible qüe a ambos les gu_ste ir a fiestas que resulta-
rían monótonas sin el aliciente del licor. También nosotras hemos
disfrutado de esas noches buenas y sabemos todo cuanto puede
ofrecer el alcohol como lubricante social. Algunas, aunque no to-
das, creemos que ofrece sus ventajas cuando se usa moderadamente.
El primer requisito para el éxito con la persona alcohólica es
evitar enfadarse. Mantenga siempre su serenidad. Aunque los espo-
sos se hagan insoportables y sea preciso abandonarlos temporal-
mente, deben alejarse, siempre que sea posible, sin incomodarse, y
sin guardar resentimientos. La paciencia y el buen estado de ánimo
son indispensables.
Nuestro próximo pensamiento es que no debe decir a su espo-
so lo que tiene que hacer sobre la bebida. Si se da a la idea de que
usted es una regañona o una engorrosa desavenida, serán vanas las
probabilidades de hacer algo de provecho para él. Más bien usará
ese pretexto como una excusa para beber en mayor escala. Esto
pudiera traer como secuela noches tristes y solitarias para usted.
Pudiera ser que se le ocurra buscar a alguien que lo consuele y no
siempre se tratará de otro hombre.
110
Tome la determinación firme de que la bebida no habrá de
destruír las relaciones con sus hijos y amigos. Los primeros necesi-
tan de su compañía y su cuidado, y la familia toda necesita de la
vida de relación. Es posible vivir una vida abundante y útil aunque
el esposo continúe entregado a la bebida. No consagre su corazón
y sus energías a la tarea de reformar al esposo. A pesar de lo
titánico de sus esfuerzos puede que no lo consiga.
Nos consta que estas indicaciones se hacen a veces difíciles de
seguir; pero se pueden evitar muchos dolores de cabeza si logran
observarlas. Tal vez su esposo caiga en cuenta de su inconformidad
y paciencia. Esto pudiera servir de base para una plática fraternal
sobre el problema alcohólico. Deje que sea él quien saque a relucir
el tema y guárdese de criticarle durante su charla. Por el contrario,
trate de colocarse en su lugar y hacerle comprender que sólo quie-
re ayudarle.
Cuando tenga lugar ese cambio de impresiones, cabe sugerirle
que lea este libro o por lo menos el capítulo sobre alcoholismo.
Dígale que .ha estado muy preocupada, aunque acaso sin ninguna
necesidad, pues sin duda él conoce mejor el asunto, ya que todo
bebedor debe estar al tanto de los riesgos que corre al beber en
exceso. Demuéstrele que tiene confianza en que él tiene fuerzas en
reserva para suprimir el alcohol o moderarse. Dígale que no quiere
ser una cataplasma para él sino su colaboradora y que sobre todas
las cosas anhela que él cuide bien su salud. De esta manera es
posible que logre interesarlo en el tópico del alcoholismo.
Probablemente su esposo cuente con algunos alcohólicos entre
sus amigos. Puede sugerirle la idea de que juntos hagan algo en
bien de esas personas. A los que beben les agrada ayudar a otros
bebedores y a su marido tal vez le parezca buena la idea de hablar
con alguno de ellos sobre el asunto.
Si esta clase de acercamiento no da en el blanco y no despierta
el interés anhelado en su esposo, lo mejor es dejar de hablarle del
asunto; mas después de esa charla amistosa muchas veces suele
suceder que él mismo suscita de nuevo el tópico más adelante.
Esto puede ser objeto de paciente espera, pero vale la pena tener
calma Mientras tanto puede tratar de ayudar a la esposa de otro
bebedor exagerado que se halle en dificultades. Si actúa de acuer-
do a los principios sugeridos hay muchas probabilidades de que su
esposo se abstenga de beber o se modere.
Supongamos, sin embargo, que su esposo caiga dentro de la
descripción número dos. Los mismos principios que se aplican al
esposo número uno deben ponerse en práctica, pero después de su
111
próxima borrachera, pregúntele si realmente le gustaría renunciar a
la bebida definitivamente. No le pida que lo haga por usted o por
ninguna otra persona sino por él y en su propio bien. Sencillamen-
te pregúntele que si le agrada la idea.
Casi todas las probabilidades son de que él quiera dejar de
beber. Enséñele su ejemplar de este libro y dígale lo que ha averi-
guado con respecto al alcoholismo. Explíquele que los que escri-
bieron este libro son ex-bebedores alcohólicos que conocen lama-
teria por experiencia propia. Cuéntele alguna de las interesantes
historias que ha leído. Si cree que se abochorna de tener que
valerse de un medio espiritual pídale que lea el capítulo sobre
alcoholismo. Tal vez entonces se interese lo suficiente para conti-
nuar esforzándose por sobreponerse a la bebida.
Si se entusiasma en el asunto su cooperación servirá de mucho.
Si se muestra indiferente o cree que no es un alcohólico, sugerimos
que no lo moleste. Evite forzarlo a que siga el programa. La semilla
ya ha quedado sembrada en stt mente y le consta que centenares
de hombres que se hallaban en un estado lamentable se recupera-
ron de ti;tl condición. Pero no le recuerde nada de eso inmediata-
mente después de haber estado bebiendo porque puede enfadarse.
Tarde o temprano habrá de sorprenderlo leyendo este libro otra
vez. Espere hasta que las sucesivas embriagueces le convenzan de
que debe actuar sin más pérdida de tiempo. La hora de poner
manos. a la obra llegará, no lo apremie. Mientras más lo apresure
más tardará su recuperación.
Si su esposo encaja en la descripción número tres, es tal vez
una mujer afortunada. Teniendo la certidumbre de que su hombre
quiere dejar de beber, puede ir donde él con este libro con tanta
alegría como si hubiese dado con un filón de oro. Tal vez él no
comparta su entusiasmo, pero es casi seguro que lea el libro y entre
de lleno en el programa. Si no lo hiciera así, no se amilane, pues es
posible que sea corta la espera. En este caso tampoco debe apresu-
rarse. Deje que- él decida y tome la determinación por sí mismo.
Muéstrese cariñosa y solícita después de cada subsiguiente borra-
chera. Háblele de su condición o de este libro solamente cuando él
comente el asunto. En algunos casos es mejor dejar que la entrega
del libro sea hecha por una persona particular, ya que ésta puede
hacerlo comprender con más facilidad la urgencia de que se ponga
en acción y captar su confianza sin despertar ninguna clase de
resquemor o suspicacia. Si en todos los demás órdenes su esposo es
un hombre normal, hay buenas razones para augurarle éx ito a estas
alturas.
Podríamos suponer que los hombres de la cuarta clasificación
no tienen remedio, pero ello no es así. Muchos alcohólicos anóni-
112
mos estuvieron en este mismo estado. Todo el mundo los daba por
desahuciados. La derrota parecía inevitable y no obstante la mayo-
ría de esos hombres lograron recuperarse de una manera espectacu-
lar y vigorosa.
Hay sus excepciones. Algunos hombres se han deteriorado tan-
to por el abuso del alcohol que han agotado ya todos sus recursos
de defensa. A veces se dan casos en que el alcoholismo está compli-
cado con otros desórdenes. Un buen médico o siquiatra puede
decir si estas complicaciones son serias. De cualquier modo, procu-
re que su esposo lea este libro. La reacción pudiera ser entusiasta.
Si el esposo ya ha sido confinado en alguna institución, pero puede
convencer al médico y a ustedes de que está decidido, dénle la
oportunidad de que ensaye nuestro método, a menos que el doctor
opine que su condición mental es muy anormal y peligrosa. Hace-
mos esta recomendación con alguna confianza. Por vru:ios años
hemos estado laborando en pro de alcohólicos recluídos en distin-
tas instituciones. Durante 1939 dos hospitales del Estado de New
Jersey dieron de alta a 17 alcohólicos. Once de éstos ne, han tenido
recaída de ninguna índole y ninguno de ellos ha retornado al
sanatorio. ¡El poder de Dios penetra muy adentro del corazón
humano y realiza prodigios!
Pudiera ser que la situación que confronte sea todo lo contra-
rio de la que dejamos bosquejada. Acaso tenga un esposo que goza
de libertad, pero que debe ser confinado. Hay hombres que no
pueden o no quieren sobreponerse a la enfermedad alcohólica y
cuando éstos llegan a tornarse peligrosos, creemos que la obra de
bien es confinarlos, aunque siempre debe consultarse a un buen
médico previamente. Las esposas y los hijos de estos hombres
sufren horriblemente al tener que. dar este paso que tanto habrá de
lastimar al ser querido. Mas alguna vez hay que comenzar una
nueva vida. Sabemos de mujeres que se han visto obligadas a adop-
tar esta penosa medida. Si las esposas que se hallan en igual posi-
ción se acogen a un modo de vida espiritual harán su tribulación
mucho más llevadera y les será más fácil hacer frente a los proble-
mas de la vida.
Por ser su esposo un hombre bebedor, probablemepte se preo-
cupe de lo que piensa la gente y le desagrade estar en contacto con
sus amistades. Se encierra más y más en usted misma y se imagina
que todas las personas comentan lo que sucede en su hogar.
Evade el asunto de la bebida aun al codearse con sus propios
parientes. No sabe qué explicación dar a sus hijos. Cuando su
esposo se halla en estado de embriaguez, usted se convierte en una
prisionera asustadiza y reniega hasta de la invención del teléfono.
113
Entendemos que la mayor parte de ese desasosiego es innecesa-
ria. Aungue no es preciso que comente el caso de su esposo exten-
samente, con la mayor tranquilidad puede hablar del asunto y
permitir que sus amistades sepan la naturaleza de su enfermedad
procurando en todo momento no abochornar o perjudicar a su
esposo con sus comentarios.
Una vez haya explicado cuidadosamente a todas sus .amistades
que se trata de un enfermo, habrá creado una nueva atmósfera. Las
barreras que había levantado entre usted y sus amigos y amigas
desaparecerán con la comprensión y la simpatía. Ya no habrá de
sentir soledad o ensimismamiento, ni verá la necesidad de excusar
a su esposo como si fuera un hombre de carácter débil o un malva-
do. El podrá tener otras faltas, pero no éstas. Su valor, buen estado
de ánimo y desaprensión, traerán maravillosos resultados en su vi-
da de relación.
El mismo principio se aplica al tratar con sus hijos. A menos
que ellos estén realmente necesitados de protección debido al pro-
ceder amenazante del padre, es mejor no inmiscuírse en las porfías
entre padres e hijos mientras aquél se halla ebrio. Ponga todos sus
empeños por conseguir un mutuo entendimiento entre ellos. Así se
aminorará la terrible tensión que se apodera del hogar de todo
bebedor porfiado.
Con frecuencia se habrá visto en la necesidad de decir al patro-
no o jefe de su esposo y a sus amistades, que él sé encuentra
enfermo cuando en realidad está borracho. Evite contestar encues-
tas de esta índole en tanto pueda. Cada vez que sea posible deje
que su esposo mismo se encargue de dar la explicación que le
parezca mejor. El deseo de ayudarle no debe forzarla a mentir a la
gente, especialmente cuando se trata de personas que tienen dere-
cho a que se les diga dónde está él y qué le sucede. Cambie impre-
siones con su esposo sobre este aspecto cuando se encuentre sobrio
y ·e n buen estado de ánimo. Preg6ntele lo que debe hacer si se
volviese a colocar en la misma posición; pero tenga cuidado de no
mostrarse resentida, recordándole lo que sucedió la última vez que
la puso en tal aprieto.
Hay otro pensamiento que es motivo de desconcertante temor.
Puede ser que tenga miedo de que su esposo pierda el empleo y
por anticipado esté pensando en la vergüenza que le causará y los
malos tiempos que vendrán tanto para usted como para sus hijos.
Tal vez le toque pasar por esta amarga experiencia si es que ya no
ha pasado esa prueba una o más veces. Si acaeciera otra vez, acoja
la situación de un modo sosegado. Tal vez constituya una bendi-
ción y sirva para convencer a su esposo de que debe dejar la bebida
114
para siempre. Y bien sabe él que puede dejarla si realmente quiere
hacerlo. Una y otra vez tal aparente calamidad ha resultado una
bendición para nosotras, pues ha señalado la senda que conduce a
Dios.
Anteriormente hemos recalcado lo extraordinariamente bien
que se vive sobre un plano espiritual. Si Dios puede descifrar el
viejo enigma del alcoholismo, también puede resolver nuestros pro-
blemas del diario vivir. Muchas esposas nos hemos percatado de
eso. Como tantas otras personas, nos veíamos agobiadas por el
orgullo, la vanidad, el desconsuelo y todo lo que arrastra al egocen-
trismo y en ocasiones ~ la infidelidad. A medida que nuestros
esposos fueron aplicando a su vida los principios espirituales, nos
fuimos dando cuenta exacta de la conveniencia de aplicarlos tam-
hién a nuestras vidas.
Al comienzo algunas de nosotras creíamos que no necesitába-
mos de esa ayuda. Nos imaginábamos que éramos mujeres más o
menos buenas, capaces de ser todavía un poco mejores si nuestros
esposos suprimían la bebida, pero para nosotras era una idea necia
creer que para seguir siendo buenas fuera necesario la ayuda de
Dios. Sin embargo, tratamos de poner en práctica los principios
espirituales en todos nuestros actos y a medida que lo herrios
venido haciendo notamos que se van resolviendo satisfactoriamen-
te todos nuestros problemas. Es grandioso ver cómo se alejan las
preocupaciones, el miedo y los resentimientos mediante esta prác-
tica sencilla. Les encarecemos que prueben nuestro programa, pues
nada ayudará tanto a su esposo como el cambio radical de actitud
hacia él, que con la ayuda de Dios, se puede adoptar. Les aconseja-
mos, además, que se mantengan al lado de su esposo siempre que
las circunstancias lo permitan.
115
Algunos de los escollos con que habrán de luchar serán los
resentimientos, Algunas veces sus esposos se mostrarán poco razo-
nables y querrán cen&urarlos. De un minúsculo punto en el hori-
zonte doméstico podrán surgir grandes nubarrones y los truenos
ensordecedores de la porfía. Estas desavenencias conyugales son
sumamente peligrosas, especialmente para su esposo. A menudo le
tocará ceder para evitarlas, coadyuvando así a que él mantenga su
control. No olvide que el resentimiento es una amenaza fatídica
para el alcohólico. No queremos decir con esto que tendrá que
estar de acuerdo con él cada vez que exista cualquier sincera dis-
crepancia de opinión, sino que debe tener buen cuidado de no
contradecirle en forma censuradora y rencorosa.
116
mentos se olvidan de que el alcoholismo es una enfermedad sobre
la cual no cabe duda de que nosotras no podíamos haber ejercido
ningún poder. Su esposo será el primero en reconocer que fue su
abnegación y su cuidado lo que lo trajo al punto en que pudo te•
ner un despertar espiritual. Sin usted hace tiempo que él se hubiera
hecho trizas. Cuando acudan sentimientos rencorosos a sus corazo-
nes trate de serenarse y contar sus bendiciones. Después de todo,
su familia está unida, el alcohol no sigue siendo un problema, y us-
tedes y sus esposos, en armonioso consorcio, están labrando un
porvenir nunca soñado.
Otra dificultad que debo mencionar es que a veces pudiera
sentir celos por las atenciones que d,ispense el esposo a otras perso-
nas, especialmente a los alcohólicos. Usted ha estado huérfana de
su compañía por mucho tiempo, y sin embargo, él ahora dedica
largas horas a ayudar a otros hombres y a sus familiares. Piensa que
él debiera pertenecerle por entero. El hecho es que él debe laborar
por esa gente para poder conservar su propia sobriedad. En algunas
ocasiones estará tan interesado en el asunto que realmente se des-
preocupará de usted. Su hogar se llenará de personas extrañas.
Pudiera ser que no simpatice con algunas de éstas, y sin embargo,
tenga que verlo· a él preocupándose de las dificultades y apuros de
esos seres en vez de estarse preocupando por usted. De nada valdrá
que le aclare el punto y le exija más atenciones. Consideramos un
verdadero error contrarrestar su entusiasmo en su trabajo con
otros alcohólicos. Debe cooperar todo lo más posible en tales es-
fuerzos. Sugerimos que enfoque algunos de sus pensamientos hacia
las esposas de sus nuevos compañeros. Estas necesitan el consejo y
cariño de una mujer que haya pasado por el viacrucis suyo.
117
que realmente él quiere sobreponerse a la bebida, no tiene que
alarmarse. Aunque es preferible que no tenga ninguna recaída,
como en efecto no la han tenido muchos de nuestros hombres, en
algunos casos, ello no tiene nada de particular. Su esposo verá en
seguida que debe redoblar sus actividades espirituales si anhela
sobrevivir. No debe llamarle la atención sobre su deficiencia espiri-
tual -él se dará perfecta cuenta de ella-. Trate de animarlo y
pregúntele en qué forma puede todavía serle de más ayuda.
La más mínima señal de miedo o intolerancia de su parte
puede hacer que disminuyan las probabilidades de recuperación de
su marido. En un momento de debilidad él pudiera valerse de esa
antipatía ha~ia sus amigos de parranda como una de esas descabe-
lladas excusas triviales para beber.
Nosotras nunca tratamos de coordinar la vida de nuestros espo-
sqs de manera que les resguardemos de tentación. Sin duda él se
disgustará por la más insignificante insinuación que hagan para
reglamentar su conducta, arreglando sus citas y e·ncauzando sus
asuntos de modo que no ponga en riesgo su sobriedad. Procure que
él se sienta libre de venir y salir a su antojo.
Esto es importante. Si se emborracha no le eche la culpa. O
Dios ha removido de él el problema de la bebida o no lo ha removi-
do. Lo mejor es saberlo cuanto antes. Si no lo ha removido, con tal
conocimiento ambos pueden ir a lo fundamental. Para evitar rein-
cidencias lo mejor es poner el problema con todo lo que le sea
inherente en las manos de Dios.
Nos damos cuenta de que hemos estado apuntando infinidad
de instrucciones y consejos, y hasta tememos que hayamos podido
pecar de catedráticas. Si ello fuere así, lo sentiríamos en el alma,
pues a nosotras mismas no siempre nos agradan las personas que se
complacen en prodigar arengas. No obstante, lo que hemos relata-
do ·está basado en gran medida sobre nuestra experiencia dolorosa.
La realidad es que tuvimos que aprender estas cosas al rigor de una
vida lastimera y es por eso por lo que estamos tan ansiosas de que
nos comprendan, dé suerte que puedan evitar dificultades y com-
plicaciones innecesarias.
En fin, queridas lectoras, y especialmente a ustedes, esposas de
futuros hombres alcohólicos, para cerrar este capítulo, bastará con
decirles: " ¡Hasta luego~ ¡Buena suerte y que Dios las bendiga! "
118
CAPITULO IX
LA FAMILIA DESPUES
Las damas de nuestros hogares sugieren en el capítulo anterior
determinadas actitudes que vale la pena que asuma la esposa en su
trato hogareño con el marido que se halla en proceso de recupera-
ción. Es posible que hayan dado la impresión de que debe forrarse
al esposo de algodón y colocarlo luego sobre un pedestal. El reajus-
te feliz significa todo lo contrario. Todos en la familia deben pro-
ceder de mutuo acuerdo, a base de tolerancia, comprensión y cari-
ño. Esto envuelve un proceso de condescendencia. Tal vez el alco-
hólico, la esposa, lo·s hijos y los parientes políticos tengan sus ideas
fijas respecto de la actitud de la familia hacia cada uno de ellos.
Generalmente cada cual tiene interés en que se respeten sus gustos
y caprichos. Notamos que mientras más exige un miembro de la
familia que los otros accedan a sus pretensiones, más resentido se·
muestra, y naturalmente, esto trae consigo discordias y desdichas.
Todo esto obedece a que cada persona quiere desempeñar el
papel principal en la casa. El uno y el otro pretende ser el que
ajuste a su capricho el modus vivendi del bogar, siendo de notar,
además, que inconscientemente trata de ver lo que puede derivar
de la familia y no lo que puede aportar a ella.
El dejar' de beber no es más que el primer paso en el restableci-
miento de una condición muy tensa y anormal. Hemos oído decir
a cierto médico que luego de convivir con un alcohólico es casi
seguro que la esposa e hijos se conviertan en seres neuróticos.
Hasta cierto punto toda la familia llega a ese estado. Les hacemos
ver cuando comienza la nueva trayectoria, que no siempre habrá
de estar el cielo despejado, que hallarán escollos en el camino y a
su turno cada miembro irá sintiendo los pies adoloridos y pugnará
por seguir adelante. Habrá desvíos y trechos tentadores por los
cuales pudieran internarse y perder la verdadera senda.
¿Qué les parece si resumimos algunos de los obstáculos con
que ha de t ropezarse la familia y sugerimos la forma en que pue-
den éstos vencerse, trocándose en puntales de apoyo provechosos
119
para ustedes? La familia del alcohólico sueña constantemente con
el retorno de la dicha y la seguridad. Rememora los gratos días
cuando el padre era un hombre cariñoso, considerado y pródigo.
Mide su vida de hoy, comparándola con la existencia muelle de
años idos, y al ver el marcado contraste se siente acongojada.
La confianza de la esposa y de los hijos en el padre va aumen-
tando cada día. Piensan que los buenos tiempos muy pronto volve-
rán. A veces quieren que el padre los trueque en realidad tangible
al instante. Imaginan que desde hace tiempo Dios les ha debido
conceder esa gracia pa-r:a compensar las zozobras y vicisitudes por-
que han atravesado. Mas el jefe de la casa ha pasado muchos años
echando a rodar por el suelo todo cuanto había edificado: la es-
tructura de los negocios, el honor, la amistad, la salud, las cosas
que ahora están en ruinas o dañadas, le tornaron al padre largo
tiempo en despejar la confusión. Aunque las viejas estructuras
eventualmente serán reemplazadas por otras mejores, la erección
de las nuevas requerirá años de esfuerzos.
120
I
o menos parecidos los que tuvimos. Creemos que los que se hán
aliviado deben procurar llevar el lenitivo a otros seres que todavía
no lo han tenido. Cuando se presente la ocasión, cada miembro de
la familia debe estar presto a sacar a la superficie los errores come-
tidos, sin importarle cuán serios fueren, a fin de demostrar a los
que sufren, la forma en que fuimos auxiliados. Esto es precisamen-
te lo que hace que nuestra vida resulte tan llevadera. Conffo en el
pensamiento de que su oscuro pasado puesto en las manos de Dios,
es la posesión más valiosa que tiene, ya que constituye la llave de
la vida y la felicidad para muchos otros seres. Con ella se puede
detener la miseria, el martirio y la muerte, alejándolos de esos
hogares.
Puede suceder que desenterremos éiertas malas acciones que
resultan una mancha. Por ejemplo , sabemos de situaciones en las
que el alcohólico o su esposa cometieron adulterio. En el primer
brote de esperanza espiritual los cónyuges se estrecharon amorosa-
,1 mente y el adulterio fue perdonado. El milagro de la reconciliación
cristalizóse. Luego con motivo de cualquier inesperada provoca-
ción, el agraviado, o la agraviada, sacó a la. superficie aquel cruel
episodio del pasado, revolviendo con rabia &US cenizas. Algunos de
nosotros hemos tenido estos cruelísimos incidentes. Los cónyuges
se han visto obligados, en algunas ocasiones, a separarse por algún
tiempo hasta que una nueva victoria sobre el orgullo herido pudie-
ra lograrse. En la mayoría de los casos el alcohólico supo sobrepo-
nerse a tal estado de cosas sin recaer, pero no siempre. De modo
que si queremos que tales sucesos del pasado sirvan de algún pro-
pósito noble y útil, lo mejor es no discutirlos.
Las distintas familias que militan en Alcohólicos Anónimos
guardan algunos esqueletos bien ocultos en el fondo de sus baúles.
Todos conocemos las intimidades de los demás. En la vida ordina-
ria tal circunstancia causaría tormentos indecibles; es de suponer
que traería consigo escandalosas murmuraciones y mofas así como
la tendencia de tomar ventaja, en cualquier momento dado, de las
íntimas confidencias. Mas entre nosotros es muy raro que eso
suceda. Ciei;to es que hablamos sobre unos y otros, pero la conver-
sación casi invariablemente está inspirada en el afecto y la tole-
rancia.
121
reacción completamente contraria cuando se ve criticado y ridicu-
lizado por otra persona. Todos en la familia deben cuidar bien de
estos asuntos, pues nos consta que una observación desatinada ha
causado muchas veces trastornos infernales. Recuerden que los
alcohólicos somos personas sumamente sensibles y que a muchos
nos toma tiempo para ponernos en condiciones de sobreponernos
a esa flaqueza.
Entre nosotros, los alcohólicos, hay muchas personas entusias-
tas. Algunos llegamos hasta los extremos. Al comienzo de su recu-
peración, el alcohólico, por lo general, sigue una de estas direccio-
nes: o se lanza con frenético etnpeño a la obra de cimentar su
negocio, o se siente tan feliz en su nueva vida que no habla ni
piensa otra cosa. En cualquiera de estos dos casos surgirán proble-
mas domésticos, alrededor de los cuales hemos tenido una gran
experiencia.
Entendemos que es peligroso que el alcohólico se entregue
impetuosamente al reajuste de· su problema económico. La familia
también será objeto de reacción, mostrándose jubilosa al principio,
creyendo que va a resolver en un santiamén sus dificultades de
dinero, para luego irse desanimando a medida que piensa que el
jefe del hogar la está relegando. Acaso éste demuestre poco interés
en sus hijos y desahogue su enojo cada vez que se le recrimine por
su comportamiento. En vez de enf~darse, es posible que se muestre
indiferente o majadero, y no alegre y afectuoso como a la familia
le gustaría que actu.ase.
Tal vez la mujer se queje de poca consideración. Tan pronto
comienzan a surgir esas quejas, empieza a crearse una barrera, que
será cada vez más grande, ya que él no habrá de cambiar su acti-
tud, pues está poniendo en juego todas sus energías para ganar el
tiempo perdido. Está tratando de recobrar su fortuna y su reputa-
ción; de manera que estima que está procediendo y desenvol-
viéndose bien.
Algunas veces la madre y los hijos no lo entienden así. Por
haberlos relegado y maltratado en el pasado, creen que el padre de
la casa tiene una deuda contraída que debe pagar. Pretenden que él
dé una importancia exagerada al asunto. Esperan que les propor-
cione los buenos tiempos que solían disfrutar antes de que se diera
del todo a la bebida, y que se muestre contrito por lo mucho que
les hizo sufrir. Pero el papá no se entrega por completo a la familia,
y en consecuencia, crece el resentimiento. Por ende se muestrá
menos comunicativo. A veces se encoleriza por una bagatela. La
familia quéda desconcertada y lo censura llamándole acerbamente
la atención por la forma en que está descuidando su programa
espiritual.
122
Todo esto puede evitarse. Tanto el padre como la familia est~n
equivocados, a pesar de que asista a cada una de las partes cierta
justificación. De poco vale lá porfía pues con ella sólo se consigue
empeorar el in1pase; La familia debe comprender que aunque el
padre haya mejorado notablemente, todavía se encuentra en esta-
do convaleciente. Deben dar gracias a Dios porque esté sobrio y
forme parte del mundo otra vez. Déjenlo que se regodee en su
mejoría. Recuerden que la bebida le causó toda clase de daños que
tardarán en repararse. Si todos se percatan bien de estas cosas, no
darán tanta importancia a sus arrebatos de cólera, a su abatimiento
y apatía, que irán desapareciendo con la tolerancia, el amor y el
conocimiento espiritual.
El jefe de la casa debe recordar que és el culpable de lo que ha
acontecido en su hogar. Apenas sí podrá cuadrar sus cuentas en lo
que le resta de vida. No obstante, debe ver el peligro .de concen-
trarse demasiado en el éxito económico. Si bien es cierto que para
algunos de nosotros ia restauración económica se está haciendo
tangible, no es menos verídico que en todo momento nos hemos
dado cuenta de que no podemos colocar el dinero en primer térmi-
no. Para nosotros, el bienestar material va después y nunca antes
del progreso espiritual.
Toda vez que el hogar ha sufrido más menoscabo. que ninguna
otra cosa, es bueno que el hombre ponga gran empeño en atender-
lo lo mejor que pueda. No es de esperar que vaya muy lejos en tal
sentido si deja de tratar con desprendimiento y ternura a las perso-
nas que le rodean bajo su propio techo. Sabemos que existen
esposas y familiares que con su proceder hacen difícil la conviven-
cia, pero el hombre que se está recuperando de la enfermedad
alcohólica debe recordar que él tiene mucha culpa de que ellos
actúen en tal forma.
A medida qüe un miembro de una familia resentida comienza a
ver sus debilidades y a admitirlas ante los otros, está sentando la
base para una provechosa discusión. Las conversaciones familiares
resultarán c,onstructivas si pueden llevarse a cabo en una atmósfera
de paz, es decir, sin argumentos calurosos, justificaciones super-
fluas, compasión propia o crítica rencorosa. Poco a poco, la madre
y los hijos se darán cuenta de que estaban exigiendo demasiado y
el padre reconocerá que a su vez estaba aportando muy poco al
hogar. Dar en lugar de quitar pasará a ser en adelante el lema de la
casa
Supongamos por otra parte que en el comienzo el padre es
objeto de un despertar espiritual. De la noche a la mañana surge un
hombre diferente, que se convierte en un devoto religioso y que no
123
puede enfocar su atención en otra cosa. Tan pronto como su so-
briedad pasa a considerarse como. cosa natural, la familia pudiera
contemplar al nuevo papá con cierta aprensión y mal humor. Pu-
diera ser que día y noche el padre se dé a arengarlos sobre asuntos
espirituales y que insista en que todos en la familia deben buscar a
la carrera el camino de Dios; o bien puede acontecer que el padre
demuestre una indiferencia glacial hacia ellos, y a cada observación
que se le haga diga que está por sobre murmuraciones mundanas.
Hasta es posible que diga a la esposa, que acaso haya sido una
mujer religiosa toda la vida, que ella no sabe nada de esas cosas y
que lo mejor que podría hacer es acogerse a su marca de fábrica
espiritual mientras le queda tiempo para salvarse.
Cuando un padre se porta de esta manera, la familia puede
reaccionar desfavorablemente y tal vez sentirse celosa de un Dios
que le roba el afecto de ese ser querido. A pesar del consuelo y la
gratitud que experimentan porque no bebe más, acaso no les agra-
de la idea de que Dios realice ei milagro de su sobriedad y que ellos
en cambio fracasen en tal empeño. Muchas veces olvidan que su
padre estaba fuera de toda ayuda humana. Acaso no sepan por qué
motivo su amor y devoción fallaron en el anhelo de rehabilitarlo.
Piensan que después de todo papá no es un hombre tan espiritual y
comentan que si él quiere enmendar sus pasados errores ¿a qué
preocuparse tanto de todo el mundo menos de su familia? Y ¿qué
diremos de su teoría de que Dios cuidará de ellos? ¡Ah, casi
comienzan a sospechar que su padre éstá "chiflado"!
El no está tan desequilibrado como ellos creen. Muchos de
nosotros hemos experimentado la misma exaltación que este pa-
dre. Hemos sentido la embriaguez espiritual. Así como el raquítico
explorador de minas que con el cinturón apretado sobre el último
bocado de comida, da por fin con el pico en la veta de oro, nuestro
júbilo al liberarnos de una vida de frustraciones no tiene límites. El
padre cree que él ha descubierto algo más preciado que el oro .
Acaso no se haya fijado todavía en que apenas ha tocado un filón
inagotable que pagará dividendos únicamente si sigue trabajando
por el resto de su vida y si persevera en dar el producto de sus
esfuerzos a sus semejantes.
Si la familia coopera, el padre pronto se dará cuenta de que
está haciendo una equivocada apreciación de valores. Se percatará
de que su desarrollo espiritual, acusa desnivel y que para el hombre
promedio como él, una vida espiritual que no incluya las obligacio-
nes para con la familia no puede ser tan perfecta como suponía.
En el seno de una familia comprensiva y afectuosa, esta clase de
desliz, proveniente de la infancia espiritual del padre, muy pronto
desaparecerá.
124
Todo lo contrario puede suceder si la familia lo condena o
critica. El padre puede darse a creer que por años la bebida lo ha
situado al lado equivocado de todo argumento: pero ahora se ha
colocado en otro terreno, se ha convertido en una persona supe-
rior, con Dios de su parte. Si la familia persiste en la censura, este
sofisma puede arraigarse más y más en el padre, y en lugar de
tratar a la familia como debiera, pudiera irse reconcentrando cada
vez más en sí mismo y creer que tiene justificación espiritual para
hacerlo.
Aunque la familia no esté totalmente d e acuerdo con las activi-
dades espirituales del padre, debe dejar que éste use su propio
discernimiento. A pesar de que se comporte con cierto grado de
dejadez e irresponsabilidad para con los suyos conviene dejar que
labore todo cuanto quiera, ayudando a otros alcohólicos. Durante
sus primeros días de convalecencia esto asegurará su sobriedad más
que ninguna otra cosa. Aun cuando algunas de sus manifestaciones
sean alarmantes o desagradables, creemos que este padre de familia
pisa sobre terreno más firme que aquél que coloca el éxito de su
negocio o profesión por encima de su desarrollo espiritual. El
primero tiene menos probabilidades de volver a beber y cualquier
cosa es preferible a eso.
Aquellos de nosotros que hemos dedicado mucho tiempo al
mundo de la fantasía espiritual, eventualmente llegamos a vislum-
brarlo como un mundo infantil. Ese mundo del ensueño ha sido
hoy reemplazado por un gran propósito sensato, acompañado por
el conocimiento interior cada vez más creciente del poder de Dios
en nuestras vidas. Hemos llegado a creer que El quiere que conser-
vemos nuestras cabezas junto a El en las altas nubes y que, no
obstante, nuestros pies queden bien plantados en la tierra. Ahí es
donde están nuestros compañeros de viaje y en donde debe reali-
zarse nuestro trabajo. Esas son realidades para nosotros. De mane-
ra que no hemos hallado nada incompatible entre una poderosa
experiencia espiritual y una vida útil, sana y feliz.
Otra sugerencia adicional: tenga la familia o no convicciones
espirituales, haría bien en examinar los principios a virtud de los
cuales el padre alcohólico está tratando de vivir. Difícilmente deja-
rán de agradarle esos sencillos preceptos, aunque el padre del hogar
todavía esté fallando algo en la práctica de los mismos. Nada ayu-
dará tanto a estimular a un ser que está en la tangente éspiritual
como la esposa que adopta un programa espiritual sano y hace
mejor uso práctico del mismo.
Habrá otros cambios profundos en los asuntos domésticos. El
licor incapacitó al padre por tantos años que la madre pasó a ser el
125
jefe del hogar. De la manera más valerosa se hizo cargo de las
responsabilidades consiguientes; las circunstancias la forzaron a
tratar a su esposo como a un enfermo o a un hijo descarriado. Aun
cuando él a veces quería reafirmarse en su puesto, no podía hacer-
lo porque. la bebida constante hacía que no tuviera razón. De
manera que la madre se veía obligada a hacer todos los planes y
dirigir la familia. Cuando se hallaba sobrio, el padre generalmente
lo acataba todo. De modo que la madre, sin culpa alguna, fue
acostumbrándose a llevar el timón y los pantalones de la casa.
Ahora que el padre vuelve otra vez a la vida, a menudo trata de
reconquistar su puesto. Esto significa que pueden surgir discordias,
a menos que la familia vigile en uno y otro la tendencia al mando y
lleguen a un fraternal entendimiento.
La bebida aísla de la vida de relación a la mayoría de las
familias de los seres alcohólicos. El padre puede haberse desligado
por años de sus actividades normales -clubes, deberes cívicos,
deportes, etc.-. Cuando reanude su interés en esas iniciativas, pu-
dieran surgir recelos. La familia puede creer que tiene una hipoteca
sobre el papá y que su derecho de propiedad es tan grande que no
puede venir a cancelarla nadie de afuera. En vez de abrir nuevas
brechas de actividades para ellos, la madre y lo~ hijos tal vez exijan
al padre que se quede en la casa y llene el vacío que dejara en ella.
Desde el mismo comienzo la pareja debe hacerle frente al he-
cho de que cada uno tendrá que ceder alguna que otra vez, si la
familia quiere desempeñar un papel efectivo en la nueva vida. El
padre necesariamente habrá de dedicar mucho tiempo a otros alco-
hólicos, pero esta actividad debe balancearla. Sin duda hará nuevas
amistades con personas que nada saben de alcoholismo y tendrá
que dar adecuada atención a sus encuestas y averiguaciones. Los
asuntos de la comunidad pudieran ser también objeto de su aten-
ción. Aun cuando la familia no tenga filiación religiosa, él tal vez
desea hacer esa clase de contacto y ser miembro de alguna religión
-determinada.
A los alcohólicos que se han burlado de la gente religiosa les
conviene hacer tales contactos. Al ser objeto de una experiencia
espiritual, el alcohólico hallará que tiene muchas cosas en común
con dichas personas, aunque pudiera diferir en muchos otros asun-
tos. Si no se enfrascan en discusiones sectarias harán nuevos ami-
gos y con toda seguridad hallarán nuevas sendas de utilidad y
provecho. El y su familia a su vez pueden llevar un poco de luz a
esas congregaciones, sirviendo de ejemplo con su labor alcohólica a
muchos sacerdotes, ministros y rabíes que sólo se dan a predicar
en este enmarañado mundo de Dios. Decimos lo que antecede a
126
modo de sugerencia. En lo que concierne a nosotros no existe nada
compulsorio. Como agrupación sin carácter religioso, no es nuestra
misión decir a otros lo que deben hacer. Cada individuo debe con-
sultar su propia conciencia.
Hemos estado hablando a los lectores de cosas serias, algunas
veces trágicas; hemos tratado sobre el alcohol en sus peores aspec-
tos. Pero no constituímos un grupo austero. Si los recién llegados a
nuesti·as filas no vieran la amenidad y la alegría que reina en nues-
tros salones, se resistirían a seguir con nosotros. Insistimos en el
disfrute de una vida. No tratamos de imbuírnos en consideraciones
cínicas sobre los acontecimientos mundiales ni nos echamos sobre
los hombros los magnos problemas de las naciones. Cuando vemos
a un hombre sumido en el cenagal del alcoholismo, le damos la
mano y le prestamos la primera ayuda, poniendo a su alcance todo
cuanto tenemos para su recuperación. Para su bien, repasamos
nuestro pasado y con ello también aligeramos la carga de horrores
que llevamos a rastras. Pero nos veremos sobrepujados en la tarea
si tratamos de ~charnos encima el enorme fardo de tribulaciones y
dificultades de los demás.
De manera que creemos que el júbilo y la alegría son de gran
utilidad. Los curiosos que vienen a visitarnos quedan a veces per-
plejos cuando ven cómo se desatan la risa y la alegría entre noso-
tros al comentar cualquier experiencia aparentemente trágica del
pasado. ¿Y por qué no hemos de reír? Nos hemos recuperado y se
nos ha dado el poder de ayudar a otros: he aquí lo importante.
Todos sabemos que los que están quebrantados de salud, y los
que rara vez se divierten, no ríen mucho. De manera que debemos
dejar que cada familia se divierta junta o separadamente tanto
como lo permitan las circunstancias. Estamos seguros de que Dios
quiere que nos sintamos felices, alegres y libres. No podemos estar
de acuerdo con los que creen que la vida es un valle de lágrimas,
aunque entendemos que una vez lo fue para muchos de nosotros.
Mas resulta evidente que nosotros labramos nuestra propia miseria.
0
127
hemos recuperado de la bebida consuetudinaria somos milagros de
salud mental. Pero también hemos visto transformaciones notables
en nuestros cuerpos. Difícilmente hay uno en nuestra multitud
que muestre las huellas de su vida disipada.
Esto no implica que hagamos caso omiso de las medidas huma-
nas para la preservación de la salud. Dios ha dado al mundo exce-
lentes médicos, sicólogos y especialistas en varios ramos de la me-
dicina. No vacilen en consultar los asuntos de su salud con esas
personas. Hay muchas de ellas que dedican todo su tiempo a la
misión de ver que sus semejantes disfruten de cuerpos y mentes
sanos. Tratemos de recordar que aunque Dios ha operado milagros
en nosotros no debemos nunca empequeñecer la sabiduría del mé-
dico o siquiatra. Sus servicios a veces son indispensables en el
tratamiento de algún nuevo amigo y en la atención subsiguiente de
su caso.
Uno de los muchos médicos que tuvo oportunidad de leer el
manuscrito de este libro, nos dijo que los dulces eran a veces de
ayuda para nosotros, dependiendo desde luego del consejo médico.
El cree que todos los alcohólicos deben tener dulces de chocolate a
la mano por la energía que proporcionan en momentos de fatiga.
Agregó que ocasionalmente durante la noche, experimentamos una
vaga ansiedad que puede satisfacerse con dulces. Muchos de noso-
tros hemos notado la tendencia a comer dulces y hemos hallado
esta práctica satisfactoria.
Algunas palabras sobre relaciones sexuales. El alcohol es un
estimulante sexual tan fuerte para algunos hombres, que éstos han
abusado en ese sentido. Hay matrimonios que han quedado asom-
brados al ver que cuando se eliminó la bebida el hombre tiende a la
impotencia. A menos que comprenda la razón que concurre, eso
puede causar un trastorno emocional. Algunos de nosotros tuvi-
mos tal experiencia, solo para sentirnos después muy regocijados,
ya que a los pocos meses nos vimos en mejor aptitud para la
relación íntima conyugal. No debería tenerse prisa en c.o nsultar a
un médico o sicólogo si la condición persiste, pues no sabemos de
ningún caso en que tal dificultad se prolongue demasiado.
Al alcohólico puede hacérsele difícil reanudar sus relaciones
paternales con los hijos. Sus mentes jóvenes quedaron mal impre-
sionadas al vernos bajo el influjo de la bebida. Sin decirlo pueden
odiarnos cordialmente por lo que les hicimos sufrir y por el trato
que dimos a sus madres. Los muchachos a veces se ven dominados
por una terquedad y un cinismo patéticos. Parece como que no
pudieran perdonar y olvidar. Su actitud pudiera persistir durante
meses y meses, aun después que la madre haya aceptado la nueva
vida 'J,, el nuevo modo de pensar del padre.
"
128
A su debido tiempo se convencerán de que su papá es un
nuevo hombre y a su manera se lo demostrarán. Cuando esto
acontezca, puede invitársele a que se una a 1~ meditación de la
mañana y a participar luego en las di~cus~ones del día sin rencores
ni suspicacias. De ahí en adelante, el progresó será rápido. Con
frecuencia esas reuniones traen resultados espléndidos.
Proceda o no la familia sobre una base espititual, el alcohólico
debe actuar sobre esa base si se quiere recuperar. Los otros miem-
bros de la familia deben convencerse de su nuevo estado, sin que
les quede la menor duda. Ver es creer para la mayoría de las
familias que han convivido por muchos años con un bebedor.
He aquí un caso que encaja muy bien: uno de nuestros amigos
es un gran fumador y bebedor de café. No cabe duda de que usa
ambas cosas en exceso. Dándose ¡:uenta de ello su esposa, quiso
hacerle un bien insistiendo en que dejara de fumar y de beber café,
amonestándolo continuamente sobre el asunto. El admitió que
estaba usando excesivr1mente ambas cosas, pero confesó que fran-
camente no estaba en aptitud para eliminadas. La esposa es una de
esas personas que realmente creen que hay algo pecaminoso en
estas prácticas superflua~; de manera que siguió regañándolo hasta
que su intolerancia provocó en el esposo un arrebato de cólera, y
se emborrachó.
. Desde luego, nuestro amigo actuó mal -completamente mal-.
Con gran pena hubo de admitirlo, viéndose precisado a reforzar su
cercado espiritual. Es hoy uno de los miembros má.s diligentes de
Alcohólicos Anónimos, pero fuma y toma café. Ni su esposa ni
nadie se inmiscuyen en sus juicios. Ella reconoce que estµvo¡'e qui-
vocada al provócar una discusión acalorada sobre un asunto de esta
naturaleza, précisamente cuando su esposo estaba recuperánqose
de otros padecimientos más serios·.
Tenemos tres breves axiomas que vienen a propósito: "LO
PRIMERO, PRIMERO" , " VIVA Y DEJE VIVIR" Y "POCO A
POCO SE VA LEJOS".
-
129
.,
CAPITULO X
AL JEFE DE EMPLEADOS
Uno de nuestros amigos, cuya espeluznante historia leerán, ha
dedicado la mayor parte de su vida al mundo de los grandes nego-
cios. Ha tenido que colocar y despedir centenares de hombres y
conoce al trabajador alcohólico, desde el punto de vista de la
persona que le tiene bajo sus órdenes. Sus comentarios deben ser,
pues, de excepcional provecho para los hombres que sean jefes de
empleados en los diversos negocios en todas partes.
Vamos a dejar que él hable:
Una vez fui subgerente de la división de una corporación que
daba empleo a seis mil ¡¡eiscientos hombres. Un día mi secretaria
me avisó que el señor X insistía en hablar conmigo por teléfono.
Le pedí le dijera que no me interesaba hablar con él, pues ya le
había advertido varias veces a este individuo que le daba la última
oportunidad para enmendarse, y poco después me había llamado
por teléfono dos días consecutivos tan borracho que casi no podía
hablar. Le dije que habíamos terminado con él de una vez y para
siempre.
Mi secretaria volvió donde mí para decirme que no era precisa-
mente el señor X quien aguardaba en el teléfono sino su hermano
y que sólo quería darme un recado. Todavía esperaba que se trata-
se d.e pedir clemencia cuando salieron estas patéticas palabras por
el auricular: "Solamente quería decirle que mi hermano se tiró por
la ventana de un hotel y que dejó una nota diciendo que usted fue
el mejor patrón que tuvo y que no debía culpársele de nada".
En otra ocasión, mientras abría una carta que hallé sobre el
escritorio, rodó un recorte de periódico al suelo. Contenía la noti-
cia de la defunción de uno de los mejores vendedores que había
trabajado bajo mis órdenes. Después de dos semanas de borrache-
ras, había terminado sus días poniendo sus pies en el gatillo de una
escopeta cargada, luego de haber colocado el cañón de la misma
dentro de su boca. Podrán fácilmente imaginar cuál sería en esos
momentos mi estado de ánimo si tienen en cuenta que yo lo había
despedido seis semanas antes por la bebida.
130
Pasemos ahora_ a otra desgarradora experiencia: La voz de una
mujer atribulada se percibía débilmente, pues hablaba por teléfono
a larga distancia, desde Virginia. Quería saber si la póliza de seguro
de su esposo estaba todavía vigente, pues hacía cuatro días que él
se había ahorcado echándose al cuello un lazo y guindándose ma-
cabramente en la leñera. Yo le había tenido que despedir por la
bebida, a pesar dé que era un empleado alerta, brillante y uno de
los mejores organizadores que conocía.
He aquí tres hombres excepcionales que perdió el mundo por-
que yo carecía del adecuado conocimiento sobre el alcoholismo
que tengo hoy. ¡Y qué ironía, pensar que yo también con el
tiempo habría de convertirme en un alcohólico! Tanto más aún: a
no ser por la oportuna intervención de un ser comprensivo, yo
hubiera seguido el mismo derrotero del suicidio. Mi caída costó a
la empresa comercial en que trabajaba incalculables miles de dóla-
res, pues se requería bastante dinero para adiestrar a un hombre en
un puesto ejecutivo. Esta clase de experiencias se van acumulando
hasta nunca acabar. Creemos que el manejo de una empresa se ve
de golpe acometido por una situación crítica que muy bien puede
remediarse con un buen entendimiento.
Casi todos los jefes de personal modernos, sienten una gran
responsabilidad por el bienestar de sus ayudantes y tratan de asu-
mirla. Que no lo hayan hecho siempre así con el trabajador alcohó-
lico puede fácilmente comprenderse. Para aquél, el alcohólico por
lo general ha sido un tonto de primera magnitud. Debido a la
habilidad especial de tal empleado o al apego personal del jefe
hacia el mismo, algunas veces lo ha retenido más allá de un perío-
do razonable. Algunos han buscado toda clase de remedios posi-
bles. En muy pocos casos han dejado de ser hasta cierto extremo
pacientes y tolerantes. Muchos de nosotros, los que abusamos de la
bondad de nuestros mejores jefes de trabajo, difícilmente podría-
mos quejarnos de su condescendencia.
Daremos un ejemplo típico de lo que dejamos dicho : Un fun-
cionario de una de las instituciones bancarias más grandes de Norte
América supo que yo había dejado de beber. Cierto día me habló
sobre uno de los empleados ejecutivos del Banco que por su des-
cripción era sin duda un alcohólico. Me pareció que éra esa una
buena oportunidad de ser útil, de manera que estuve dos veces
hablando, de acuerdo con mi mejor saber y entender, sobre la
enfermedad del alcoholismo y describiendo sus síntomas y conse-
cuencias. El comentario de mi amigo fue el siguiente: " Muy intere-
sante, pero estoy seguro de que este hombre ya dejó la bebida. El
acaba de regresar después de disfrutar de unas vacaciones de tres
131
meses. Luce muy bien y para remachar el asunto la junta de direc-
tores le hiio saber que esta era su última oportunidad".
Mi única respuesta fue que si el hombre seguía su manera de
ser habitual habría de dar una embestida más tremenda que nunca.
Juzgué que eso era inevitable y me pregunté si el Banco no estaría
cometiendo una injusticia con ese individuo; ¿por qué no ponerlo
en contacto con alguna persona de nuestra agrupación? Tal vez así
le diera al hombre una oportunidad mucho mejor. Indiqué a mi
amigo que yo había estado tres años sin beber una gota de licor, a
pesar de haber tenido que vérmelas con dificultades que hubieran
hecho que nueve o diez hombres se pusieran como cubas. ¿Por qué
no darle a su compañero por lo menos la oportunidad de que
escuchara mi historia? "Oh no, no", dijo mi amigo, "este mucha-
cho o deja la bebida o se queda sin empleo. Si tiene la fuerza de
voluntad y el temple suyo, triunfará".
Mi disgusto fue tal que estuve a punto de poner la mano en
alto y gritar para exteriorizarlo, toda vez que veía que no había
logrado que mi amigo comprendiera el asunto. El sencillamente no
podía creer que su compañero ejecutivo padecía de una seria enfer-
medad y no qtiedaba más remedio que esperar los acontecimientos.
\
En efecto, io que sucedió fue que el hombre tuvo una recaída
y lo despidieron. Después nosotros fuimos a verle. Sin gran dificul-
tad aceptó los principios y procedimientos que han servido para
ayudarnos. Para mí este incidente ilustra la falta de conocimiento
de la naturaleza de la enfermedad que aflige al alcohólico y de lo
que pudieran hacer los que lo emplean en la salvación de la perso-
na afectada con este mal.
Si el jefe que tiene a alguno de estos individuos bajo sus órde-
nes quiere realmente ayudarlo, sería bueno que olvidase su manera
de haber o de no beber. No importa que se trate de un bebedor
fuerte , moderado, o de un abstemio, sin duda habrá de tener opi-
niones personalísimas muy arraigadas y tal vez muchos prejuicios.
AqueUos· que beben con moderación a menudo sienten más repul-
sión por un alcohólico que aquellos que son abstemios. Por beber de
vez en cuando y conocer sus propias reacciones, es posible hallar je-
fes que estén seguros de saber muchas cosas que, en lo que respecta
al alcohólico, no siempre se aplican. Como bebedores moderados
ellos pueden beber una copa o dejarla. Cuando les parece pueden
controlar su bebida. En cualquier noche que les venga en gana pue-
den darse a una pequeña borrachera, levantarse al otro día, sacu-
dirse la cabeza y marchar tranquilamente a atender su negocio. Pa-
ra ellos la bebida no presenta ninguna clase de problema real, ni
pueden v.er por qué haya de ofrecerlo a ningún otro individuo a me-
nos que se trate de un hombre sin sesos o de un estúpido.
132
Al vérselas con un alcohólico el jefe puede sentir disgusto natu-
ral al preguntarse cómo es posible que haya una persona tan débil,
tan estúpida e irresponsable. Aún con conocimiento del problema
hay quienes experimentan cierto desagrado.
Resulta verdaderaménte interesante tender la vista alrededor
del empleado alcohólico que trabaja en una organización. Por lo
general es un ser perspicaz, brillante, imaginativo y grato. Cuando
está sobrio trabaja hasta más no poder y tiene de suyo un prurito
extraordinario por el fiel cumplimiento de su cometido. ¿No es
cierto que con esas cualidades, si este hombre no bebiera valdría la
pena retenerlo en su trabajo? ¿Merece que le salvemos? Si su
determinación es la afirmativa, ya sea por razón humanitaria, por
conveniencia del negocio, o por ambas razones, las siguientes suge-
rencias habrán de resultar muy útiles.
En primer lugar conviene despojarse de la creencia de que está
tratando tan solo con un problema de hábito, terquedad o falta de
voluntad. Si esto se le hiciese difícil, valdría la pena releer los
capítulos II y III en los cuales consideramos ampliamente la enfer-
medad alcohólica. Sin duda, como hombres de negocios, habrán de
estar interesadós en conocer las necesidades antes de entrar en la
consideración del resultado. Si se da por sentado que el empleado
está enfermo, ¿podrán perdonar lo que ha hecho en el pasado?
¿Podrán echar al olvido todas las cosas absurdas que realizó y
convenir en que ha sido víctima de pensamientos torcidos causa-
dos directamente por la acción del alcohol en su cerebro?
Bien recuerdo el sobresalto de que fui objeto cuando un médi-
co prominente de Chicago me habló de ciertos casos en que la
presión del líquido cefalorraquídeo había llegado a quebrar el ce-
rebro de un individuo. No es pues, de asombrarse que un alcohóli-
co sea tan extrañamente irracional. ¿Quién no habría de serlo con
un cerebro tan calenturiento? A los bebedores normales no les
afecta la bebida en esa forma, ni pueden ellos comprender las
aberraciones del alcohólico.
Su hombre pr obablemente ha estado tratando de ocultar cier-
tos enredos, tal vez algunos que son para él bastante complicados y
mortificantes. No acertarán a explicarse cómo una persona aparen-
temente tan circunspecta, puede verse en tales aprietos. Mas tales
aprietos, sin importar cuán escandalosos sean, generalmente pue-
den atribuírse a la acción anormal del licor en la mente del alcohó-
lico. Al beber o al salir de un jolgorio, algunas veces el bebedor
alcohólico, que es modelo de caballerosidad cuando se halla en
estado normal, hará cosas verdaderamente increíbles. Después, al
reaccionar y recapacitar, su arrepentimiento será terrible. Casi
133
siempre esas actuaciones grotescas y ridículas no acusan nada más
que condiciones transitorias.
Con esto no queremos decir que todos los alcohólicos sean
personas honestas y caballerosas cuando no beben. Desde luego
que hay ciertas personas alcohólicas que abusan de la bondad del
jefe. Al darse cuenta de que están tratando de comprenderles y
ayudarles, tratan de tomar ventaja de esta noble disposición. Si
están en la certeza de que su empleado no quiere dejar de beber
muy bien pueden despedirle, y cuanto antes mejor. No le estarán
haciendo ningún favor reteniéndolo en su puesto y la cesantía
pudiera resultarle una bendición. Tal vez sea la sacudida que nece-
sita. Sé que en el ca;•) específico del que escribe estas líneas, nada
de lo que hubiera podido hacer la empresa por mí me hubiera
alejado de la bebida, pues mientras pudiese retener mi puesto no
habría de darme cuenta exacta de lo seria que era mi condición. Si
me hubiera despedido y luego me hubiese ocupado de ver que se
me brindase la solución contenida en este libro, hubiera podido
regresar donde ellos seis meses después hecho un hombre útil y
bueno.
Empero, hay muchos individuos que quieren abstenerse de be-
ber y con éstos se puede ir lejos. El conocimiento del trato que
corresponde en tales casos pagará muy buenos dividendos.
Acaso tenga un sujeto de este tenor en mente. El quiere mante-
nerse abstemio y 1.~sted quiere ayudarle aunque sea tan solo por el
bien de la empresa. Se da cuenta de que está mental y físicamente
enfermo y están dispuestos a hacer caso omiso de su comporta-
miento en el pasado. Supongamos que se acercan a él más o menos ·
en esta forma: Le dicen que están enterados de su afición a la
bebida y que se hace menester que cese en el hábito. Pueden
explicarle que reconocen su competencia y habilidad, y que les
gustaría retenerlo en su empleo; pero que de persistir bebiendo no
podrán hacerlo. Una firme actitud en cuanto a este punto nos ha
ayudado a muchos a ponemos en plan de acción.
Luego pueden asegurarle que no es la intención predicarle para
moralizarlo o condenarlo; que si antes lo hicieron así fue porque
no tenían la debida comprensión del asunto; si les parece bien
díganle que no guardan ningún sentimiento hostil hacia él. Al
llegar a este punto, convendría que le explicasen su concepción del
alcoholismo como enfermedad. Díganle que creen que él está pa-
deciendo de un grave mal, y a mayor abundamiento, pregúntenle si
encontrándose fatalmente enfermo, le gustaría ponerse bien inme-
diatamente. Agreguen que le .hablan así porque hay muchos alco-
hólicos intoxicados y descarriados que no quieren detenerse. Y él,
¿qué se propone hacer? ¿Estaría dispuesto a dar los pasos necesa-
134
rios, acogiéndose a cualquier fórmula indispensable para dejar de
beber para siempre?
Si dice que sí, pregúntenle si realmente siente lo que expresa,
pues pudiera ser que en su fuero interno crea que se está burlando
de usted y que después del descanso necesario y del tratamiento
médico adecuado, podrá tomarse algunas copas de vez en cuando
sin correr riesgo. Creemos que el hombre debe ser sometido a una
prueba rigurosa en cuanto a este aspecto. Deben asegurarse de que
no los engañará ni se está engañando él.
Dejamos a su mejor discreción la conveniencia de hacer men-
ción de este libro. Si él no está de acuerdo con esa opinión y
todavía cree que puede volver a beber aunque sólo se trate de
cerveza, puede muy bien despedirle después de la próxima borra-
chera, que no tardará si es un individuo alcohólico. Esto debe
quedar categóricamente sobreentendido. O está tratando con un
hombre que puede y quiere ponerse bien, o no está tratando con
ese individuo. En caso negativo, para qué perder el tiempo con él.
Esto pudiera parecer severo, pero generalmente es el mejor camino
a seguir.
Después que esté convencido de que el hombre quiere recupe-
rarse y que hará cualquier sacrificio por conseguirlo, puede sugerir-
le el plan de acción definitivo. A la mayoría de los alcohólicos que
están bebiendo o acaban de pasar una juerga, es conveniente y a
veces indispensable someterlos a tratamiento físico por determina-
do período de tiempo. Este servicio, desde luego, se puede confiar
a su propio médico. Cualquiera que sea el médico que prescriba, el
objeto es limpiar la mente y el cuerpo de los efectos del alcohol.
Poniendo el caso en manos competentes muy pocas veces se re-
quiere gran tiempo para tal fin y el tratamiento no es muy costoso.
Su empleado reaccionará mucho mejor si se pone en condición
física que le permita pensar bien, y cesará su ansiedad por la
bebida. Si le propone tal procedimiento, pudiera ser que tenga que
anticiparle el costo del tratamiento; pero creemos que debe hacér-
sele saber que cualquier gasto en que se incurra le será deducido
después de su sueldo. Conviene que el individuo tenga sentido de
responsabilidad.
Si el alcohólico acepta este ofrecimiento debe indicarle que el
tratamiento médico no es sino una pequeña parte del plan de
recuperación. Aunque le esté proporcionando la mejor atención
médica posible, él debe entender bien que es preciso que se opere
un cambio en su ser, es decir, que para que pueda sobreponerse a
la bebida es menester que haya una transformación de sentimien-
tos y actitudes. Todas las personas alcohólicas tienen que poner su
recuperación por sobre todas las cosas, pues de lo contrario, inevi-
tablemente perderán el hogar y el empleo en no lejano día.
135
¿Puede usted sentir absoluta confianza en la actitud de su
empleado para recuperarse? En lo tocante al aspecto de confianza,
podría adoptar la actitud de que en cuanto le concierne, el asunto
de su enfermedad será de índole estrictamente personal, que su
debilidad por la bebida y el tratamiento a que va a ser sometido,
nunca·será objeto de comentario con otras personas sin su consen-
timiento. Convendría tener una larga plática con él a su retorno.
Volviendo a la materia objeto de este libro, la. obra contiene,
amplias sugerencias en virtud de las cuales el empleado puede re-
solver su problema. Para usted, algunas de las ideas expuestas resul-
tarán algo excéntricas; tal vez no le agrade el acercamiento que
sugerimos. En modo alguno lo ofrecemos como la última palabra
- -s-oore el part1cWar, pero en cuanto ·n os concierne podemos asegu-
rar que ha surtido efecto eficaz. Después de todo, ¿no está buscan-
. do resultados prácticos y no métodos? Gústele o no a su emplea-
do, aprenderá la inflexible verdad sobre el alcoholismo. No se le
causará ningún d~ño con tal conocimiento aun cuando le desagra-
de el r.emedio que le brindamos.
Sugerimos que llame la atención del médico a quien confíe el
enfermo, sobre este libro. Si se le da a leer al paciente tan pronto
pueda hacerlo y mientras se encuentre en estado deprimente, po-
drá darse cuenta de su condición.
No dudamos que el médico le dirá también al paciente el esta-
do en que se halla, cualquiera que sea éste. Cuando se le presente
el libro al empleado alcohólico, es mucho mejor que no se le diga
que tiene que ceñirse a las indicaciones que contiene. El hombre
debe decidir por sí mismo.
Está usted, desde luego, apostando a que su cambio de actitud
hacia el empleado y el textb de este libro, sortearán las cartas
echando la suerte de conformidad con sus deseos. En algunos casos
acontece -así, en otros no. Por otra parte, si persevera, las probabili-
dades de éxito son muy alentadoras. A medida que sea mayor el
número de miembros de Alcohólicos Anónimos y aumente esta
labor en pro de los alcohólicos enfermos, esperamos que puedan
poner a sus empleados que padezcan de este mal en con-tacto con
nosotros. Mientras tanto, estamos seguros de que puede hacerse
:mucho bien tan solo i:nediante la lectura de este libro.
Cuando retome al empleo la persona alcohólica, cambie impre-
siones con ella. Pregúntele si cree que ha hallado la solución. Si
está en actitud de cambiar impresiones sobre su problema con
usted, si está seguro de que le comprenden y no se siente cohibido
de eKpresar libremente sus puntos de vista, con toda probabilidad
está en aptitud de recuperarse rápidamente.
136
¿En tal sentido cree que podría permanecer impasible si él le
contase cosas verdaderamente desconcertantes? El podría, por
ejemplo, confesar que ha estado inflando la partida de gastos, o
que ha planeado seducir y conquistar los mejores clientes de la
casa. De hecho, pudiera revelarse cualquier secreto que tuviese
guardado, algo que para revelar, como bien comprenderá, requiere
la más rigurosa honradez. ¿Podría echarle tierra al asunto, cual si
se tratase de una cuenta mala, y comenzar de nuevo su relación
con él? Si le adeuda dinero cabe llegar a un arreglo sobre la forma
de pago.
Si habla de la situación que confronta la familia, sin duda
podrá apuntar algunas sugerencias que pueden ayudarlo a reme-
diarla. Déjelo que hable con toda franqueza, siempre que no venga
con cuentos y chismes de la empresa o censure a sus asociados.
Con respecto a esta clase de empleados esa actitud redunda en una
lealtad imperecedera de su parte.
Los más grandes enemigos de nosotros los alcohólicos son los
resentimientos, los celos, la envidia, la frustración y el miedo.
Cuando cierto número de hombres tienen que estar juntos todos
los días en una casa de negc;>cios, surgen rivalidades y de éstas
emana cierto grado de "politiquería". Algunas veces a los alcohóli-
cos se nos ocurre la idea de que la gente está tratando de postergar-
nos. Frecuentemente esta creencia no tiene ninguna clase de fun-
damento: no obstante hay ciertas personas que se valen a menudo
de nuestra debilidad por la bebida para tratar de arrinconarnos.
Viene ahora a nuestra mente el caso de un individuo malicioso
que gustaba de hacer chistes en la oficina acerca de las peripecias
de borracho de un compañero alcohólico. De manera astuta y
ladina, entretejía cuentecillos detractores que iban pasando de oí-
do en oído. En otro caso en que fue menester recluír a un alcohó-
lico en un hospital, para someterlo a tratamiento, en breve tiempo
el asunto era de conocimiento general entre todo el personal de la
empresa. Naturalmente, tales habladurías aminoraban las probabi-
lidades de recuperación del enfermo. En muchas ocasiones el jefe
puede proteger a la víctima de esta clase de murmuraciones. Es
cierto que no conviene establecer favoritismos, pero siempre es
posible defender al hombre de la innecesaria provocación e injusta
censura.
Los alcohólicos pertenecen al tipo de personas enérgicas. Se
dan con ardor al trabajo y a los deportes. Basta con picar su amor
propio para que cobren bríos y se den con entusiasmo a su faena.
Toda vez que este hombre está algo débil a través de un reajuste
físico y mental a una vida que le veda el alcohol, es natural que
137
pueda estar realizando un esfuerzo muy extremo y convenga que
se tenga que refrenar su deseo de trabajar 16 horas al día. Acaso
tengan que alentarlo a que dedique de vez en cuando algún tiempo
a los recreos y deportes. Tal vez él también desee hacer muchas
cosas en bien de otros alcohólicos y pudiera ser que durante las
horas de oficina tenga que atender algún asunto de esta índole.
Será de provecho para él que se tenga alguna condescendencia a
este respecto. Esta labor es imprescindible para el mantenimiento
de su propia sobriedad.
Después que el empleado se haya conservado sobrio por varios
meses, puede utilizarlo para ayudar a resolver el problema de otros
empleados que le estén causando trastorno por la bebida, siempre
que éstos estén dispuestos a permitir que una tercera persona apa-
rezca en escena. No hay ningún óbice que impida que el alcohólico
que se ha recuperado, pero que desempeña un puesto de relativa
menor importancia, hable sobre el alcoholismo con un hombre que
tenga un puesto de superior jerarquía. Este último nunca tomará
ventaja de su posición y de que viva en un ambiente radicalmente
distinto .
Se puede confiar en este hombre. Por la vieja experiencia que
se tiene de las excusas que solía presentar el alcohólico, es natural
que quede todavía cierta suspicacia Cuando la esposa llame por
teléfono la próxima vez diciendo que el empleado se encuentra
enfermo, de inmedil:fto pudiéramos suponer que ha estado bebien-
do nuevamente. Si fuere así, y todavía está él tratando de recupe-
rarse, no quepa duda de que él mismo dirá la verdad de lo aconteci-
do, aunque signifique la pérdida de su empleo, ya que sabe que de-
be ser sincero si quiere seguir viviendo en paz. Será del agrado y
provecho para él saber que no se están preocupando de su caso en
lo más mínimo, que no se tiene sospecha, ni se está tratando de re-
glamentar su vida para resguardarlo de la tentación de la bebida. Si
está siguiendo concienzudamente el Programa de Recuperación, él
puede ir a cualquier sitio que se le mande en asuntos de negocios.
En caso de que haya dado un mal paso, aunque fuese nada más
que una vez, se tiene que decidir si debe o no dejarlo marchar. Si
se abriga la certeza de que no tiene verdadero empeño en recupe-
rarse, no cabe duda de que se debe despedir. Si por el contrario se
está seguro de que el individuo está haciendo el máximo esfuerzo,
sin duda estará dispuesto a darle una nueva oportunidad, sin que se
asuma, desde luego, ninguna obligación de retenerlo indefinida-
mente en el trabajo, pues ya se ha puesto a contribución todo
cuanto podía aportar de su parte.
Hay algo más que puede hacer si cree que vale la pena. Si su
organización es bastante grande, puede suministrar este libro a sus
138
asistentes ejecutivos, haciéndoles saber que no tiene ninguna pre-
disposición contra los empleados alcohólicos de la organización.
Estos asistentes se ven frecuentemente en difíciles situaciones. In-
dividuos que están bajo sus órdenes con frecuencia son muy bue-
nos amigos suyos; de manera que por una razón u otra ellos tratan
de encubrir sus defectos, con la esperanza de que todo salga bien.
Hay casos en que hasta llegan a poner en peligro su propio empleo
tratando de ayudar a algún compañero que bebe en exceso y a
quien han debido despedir desde hace tiempo o darle la oportuni-
dad de renovarse.
Luego de leer este libro, el asistente ejecutivo puede hablar con
la persona de que se trate y decirle más o menos lo siguiente:
"Atiende amigo X, quiero que me digas con toda franqueza y
sinceridad si deseas o no dejar de beber·. Me estás poniendo en
aprietos cada vez que te emborrachas. Eso no· me conviene a mí ni
le conviene a la casa. He estudiado debidamente la enfermedad del
alcoholismo. De ser un alcohólico, según acusa tu proceder, eres
un hombre muy enfermo. La empresa desea ayudarte a que .salgas
de ese problema, y si estás interesado, te brindaremos el modo de
solucionarlo. Si estás conforme, olvidaremos el pasado y nadie
habrá de mencionar el hecho de que te sometas a un tratamiento .
Si piensas de otro modo y prefieres seguir bebiendo, creo que
deberías renunciar".
Su asistente tal vez no esté de acuerdo con los puntos de vista
que enunciamos en esta obra. No tiene necesidad de estarlo, y en
muchos casos no tiene ni siquiera que enseñar .el libro al amigo
alcohólico. Como quiera que sea, después que el asistente ejecutivo
haya leído nuestras indicaciones, por lo menos tendrá un buen
conocimiento del problema y no se dejará engañar más con vanas
promesas. Podtá ~ntonces colocarse en una posición imparcial y
justa con respecto al empleado alcohólico, sin necesidad de estarlo
encubriendo.
Todo se reduce a esto: ningún hombre debe ser despedido tan
sólo por ei hecho de que es alcohólico. Si quiere contener su
enfermedad, debe dársele una franca oportunidad de que lo haga.
Si no puede o no quiere hacerlo, debe ser despedido. Las excepcio-
nes de esta índole son pocas.
Creemos que con este método de acercamiento se consiguen
varios fines. Se logra la rehabilitación de hombres bueno·s . Al pro-
pio tiempo no se sentirá lástima al tener que deshacerse de aque-
llos que no pueden o no quieren dejar de beber. El alcoholismo
puede estar causando considerable daño a una organización, res-
139
pecto de la pérdida de tiempo, de personal y de reputación. Tene-
mos la esperanza de que nuestras sugerencias los ayudarán a atajar
tan severa corriente de desperdicio. Creemos que procedemos con
buen juicio al estimularlo a evitar pérdidas de esta .naturaleza y a
que le den una oportunidad franca al hombre que la merezca.
El otro día nos acercamos al vicepresidente de uha gran empre-
sa industrial y al abordar este tópico nos dijo lo siguiente: "Me
alegro mucho de que ustedes se hayan podido sobreponer a la
bebida, mas la norma de esta Compañía es la de no interferir en los
hábitos de sus empleados. Si un hombre se da a beber tanto que
llega a afectar su trabajo, lo despedimos. No veo cómo pueden
sernos ustedes de ayuda alguna pues como se desprende de lo que
les digo, no tenemos ningún problema alcohólico". Esta misma
Compañía invierte millones de dólares en trabajos de investigación.
Su costo de producción está calculado hasta el último punto deci-
mal. Cuenta con facilidades recreativas y póliza gratuita de seguro
para todos sus empleados. Tiene vivo interés, tanto humanitario
como comercial, en el bienestar de todas las personas que colabo-
ran con la empresa. Pero sencillamente no cree que tengan ningún
problema alcohólico.
Tal vez esta sea una actitud típica. Nosotros que colectivamen-
te hemos visto bastante el espectáculo de la vida de los negocios,
por lo menos desde el punto de vista alcohólico, tuvimos que
sonreír al escuchar la opinión de este caballero. Francamente, di-
cho señor quedaría perplejo si supiera cuánto le está costando el
alcoholismo a su organización cada año. Su compañía puede colo-
car muchos individuos que ya son casos alcohólicos potenciales.
Creemos que los gerentes de las grandes empresas a menudo tienen
una ínfima idea del extremo hasta donde prevalece el problema.
Aunque crean que su organización no confronta ningún problema
alcohólico, puede resultar provechoso que tiendan la vista deteni-
damente sobre todo el personal. Pudiera ser que hicieran muy
interesantes descubrimientos.
Desde luego, este capítulo se refiere a los alcohólicos que se
encuentran confusos y enfermos. Lo que nuestro amigo vicepresi-
dente tenía en mente, era el bebedor habitual o catador festivo . En
cuanto a ellos, la suya es sin duda una norma prudente; pero él no
distingue entre esas personas y el alcohólico.
No pretendemos que se le dedique al empleado alcohólico de-
masiado tiempo y atención. No debe convertírsele en favorito. El
tipo de hombre correcto, el que se recupera, tampoco querrá serlo.
No abusará de la bondad; lejos de eso, trabajará honestamente y
les guardará agradecimiento eterno.
140
Hoy soy propietario de una pequeña empresa comercial. Cuen-
to con dos empleados alcohólicos que producen tanto como cinco
vendedores normales. ¿Cuál es el secreto? Ninguno. Sencillamente
tienen una nueva actitud en la existencia. ¡Han sido redimidos!
Resucitó su alma que estaba muerta, aletargada por el alcohol. Yo
he gozado cada momento que he dedicado ayudándoles en su
recuperación.
141
CAPITULO XI
142
mismo. En tu fuero interno, en esos momentos de sobriedad, an-
sías media docena de copas que apurarías al instante si supieras
que podrías hacerlo impune y airosamente. En otras palabras, no
sabes cómo planear tu vida recurriendo o sin recurrir al alcohol, y
de ahí que a la postre siempre vuelvas a tus viejas mañas y jugarre-
tas, toda vez que tu ficticia sobriedad no te hace un hombre fe-
liz. Después caes en los toscos brazos de la soledad que te oprime
inmisericorde como nadie fuera estrujado. Perdido en el enmaraña-
do bosque de la desesperación, has clamado por la muerte, como el
leñador de la fábula, tan sólo para pedirle que te quite tu pesada
carga de los hombros y proseguir al escape desorientado y despavo-
rido. Pensarás·: " Estoy dispuesto a detenerme; pero ¿ voy a estar
condenado a una vida que me tornará torpe, majadero y displicen-
te como tantas personas que suelo ver a cada paso? Sé que debo
resignarme a s~guir viviendo sin consorcio con el alcohol, pero
¿cómo he de lograrlo? ¿ Tienen un substituto? "
Sí, hay un substituto satisfactorio, y algo más que eso. Es la
Fraternidad de Alcohólicos Anónimos. En ella encontrarás alivio a
tus peQ.as, a tu hastío, y a tus tribulaciones. Tu imaginación co-
brará nueva lumbre. La vida, al fin, significará algo grato y placen-
tero para tí. Los mejores años de tu existencia están aún por
delante. Nosotros hallamos esa hermandad y tú también puedes
encontrarla.
"¿ Y cómo sucede eso? " - preguntarás- "¿dónde he de hallar
a esa gente? ".
Vas a encontrar a esos nuevos amigos en tu propia comunidad.
Son tus compañeros. Cerca de tí se tambalean muchos alcohólicos
sin esperanza, a manera de barcos que naufragan en piélagos bo-
rrascosos. Si vives en una ciudad grande, son muchos los que ~u-
cumben en su maremágnum; grandes y chicos, ricos y pobres. Ellos
son tus futuros compañeros de Alcohólicos Anónimos. Entre ellos
habrás de hallar amigos de toda la vida, quedando vinculado a ellos
por nuevos y maravillosos lazos de amistad sin par, pues al escapar
juntos del peligro, comenzarás a marchar hombro a hombro en
feliz comunidad por la senda lúcida de la verdadera sobriedad
renovadora. Sólo entonces sabrás lo que significa el placer de dar
de nuestro ser para que otros vivan y engrandezcan su existencia.
Sólo entonces habrás de comprender la elocuente ~ignificación de
las palabras: AMARAS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO.
Pudiera parecerte increíble que hombres de esa calaña puedan
llegar otra vez a ser felices, respetables y útiles. Te dirás: " ¿Cómo
podrán levantarse? ¿Cómo han de salir de la postradón, de la
miseria, el oprobio y la desesperación en que se hallan? " La res-
143
puesta más práctica que podemos darte es que de igual manera que
se realizó tal acontecimiento en nuestras vidas, también en la tuya
y en la de esos hombres puede realizarse. Si lo deseas sobre todas
fas cosas, si estás dispuesto a hacer uso de nuestra experiencia,
estamos seguros de que tu anhelo se trocará pronto en realidad.
Todavía estamos en la era de los milagros, nuestra propia renova-
ción es la prueba más convincente.
Abrigamos la esperanza de que cuando sea lanzado este libro
sobre la mundanal marea del alcoholismo, los alcohólicos abatidos
se aferren a él y lo tomen como brújula. Estamos seguros de que
servirá a muchos de tabla de salvación para levantarse en firme y
marchar adelante llevando a otros seres enfermos nuestro mensaje
y que la fraternidad de Alcohólicos Anónimos habrá de surgir
triunf(l-1 en todas las ciudades y aldeas para ofrecer puerto seguro a
todos los alcohólicos desesperados que buscan el camino de su
liberación.
En el capítulo "TRABAJANDO CON OTROS" te dimos una
idea de cómo nos acercamos a ayudar a otros a recobrar la salud.
Supongamos ahora que por tu acercamiento varias familias hayan
adoptado esta forma de vida. Querrás saber algo más sobre la
forma en que debes proceder en adelante. Tal vez la mejor manera
de que vislumbres tu futura orientación es descubrir el desarrollo
de la hermandad entre nosotros. He aquí una breve exposición:
Cerca de cinco años atrás, uno de nuestros miembros hizo un
viaje a cierta ciudad del oeste de Estados Unidos. Desde el punto
de vista del negocio que allí le llevaba, el viaje fue desastroso. De
haber tenido éxito en su empresa hubiera vuelto a afianzarse eco-
nómicamente, y en aquella época eso era algo que le parecía de
vital importancia. Mas su gestión trajo consigo un pleito contencio-
so plagado de complicaciones. El procedimiento se caracterizó por
la mala fe y el odio de la parte contraria en toda la controversia.
Amargamente decepcionado, nuestro compañero hallóse en lu-
gar extraño, desacreditado y casi arruinado . Físicamente débil to-
davía, y abstemio únicamente por algunos meses, diose perfecta
cuenta de que se hallaba en situación peligrosa. Anhelaba tanto
, hablar con alguien, pero ¿con quién?
Una lóbrega tarde se paseaba cabizbajo por el pasillo delantero
del hotel, cavilando sobre la manera en que pagaría la cuenta del
hospedaje. Al final de la habitación contigua se veía el directorio
de las iglesias locales. Más allá se abría una puerta que daba acceso
a una seductora cantina. Desde donde estaba parado podía ver los
alegres contertulios. Pensó que tal vez entre aquella gente hallaría
compañía y alivio a sus preocupaciones; pero al recapacitarlo se
144
dio cuenta de que a menos que tomase algunas copas no tendría
valor para entablar amistad con nadie. El fin de semana, pues,
habría de ser para él muy aburrido.
Desde luego no podía beber, pero ¿por qué no sentarse jovial-
mente junto a alguna mesa y pedir una botella de soda? Y después
de todo ¿no había estado abstemio ya por seis meses? ¡Tal vez
podría apurar dos o tres copas, no más! El miedo se apoderó de él
ante este pensamiento. Sintió frío. Otra vez lo sobrecogió el insi-
dioso desatino de la primera copa. Presa de un extraño escalofrío,
volvió la espalda e internóse por el pasillo para ver el directorio
eclesiástico. La música y la charla festiva, perifoneadas desde la
cantina, flotaban en el ambiente.
¿Era posible que se olvidase de sus responsabilidades para con
la familia y de la misión que se había impuesto de ayudar a otros
alcohólicos que en esos mismos momentos morían viviendo por-
que no sabían cómo reconstruír sus vidas? Sí, aparentemente los
estaba relegando. Pensó entonces que sin duda en ese mismo pue-
blo habría algún alcohólico, a quien debiera acercarse para auxi-
liarlo. Se resolvió, pues, a llamar al párroco para averiguar el para-
dero de alguno de esos hombres.
El clérigo le dio la dirección de cierto vecino del pueblo que
una vez era un individuo de recursos, muy respetado por todos en
la comunidad, pero que con el tiempo había llegado al final de la
desesperación alcohólica. Era el cuadro de costumbre: hogar zozo-
brante, esposa enferma, hijos desatendidos, cuentas sin pagar y
toda una serie de daños y perjuicios causados por la bebida. Tenía
un enorme deseo de dejar de beber, pero no hallaba medio hábil a
pesar de que había tratado seriamente de seguir distintas vías de
escape. Con pesar se percataba de que era un ser en cierto modo
anormal. No obstante, el hombre no se daba cuenta exacta de lo
que significaba ser alcohólico.*
Cuando nuestro amigo le relató su experiencia, ei hombre con-
vino en que por mucha fuerza de voluntad de que pudiera valerse,
no podría dejar la bebida por mucho tiempo. Admitió que un
despertar espiritual era absolutamente necesario; pero el precio le
pareció muy elevado sobre la base sugerida. Explicó cuán preocu-
pado vivía pensando que otras personas se enterasen de su estado
de alcoholismo. Tenía, desde luego, la común obsesión· alcohólica
de que muy pocas personas sabían que él bebía en esa forma.
¿Para qué debía perder lo que restaba de su negocio y traer más
* Esto se refiere al pri111er encuentro entre Bill y el Doctor Bob. Luego fueron ca-fun-
dadores rle A. A.
145
sufrimientos a su familia admitiendo totalmente su condición ante
gente de quien derivaba su sustento? Dijo que lo haría todo,
menos eso.
Sintióse intrigado, sin embargo, e invitó a nuestro amigo a su
casa. Algún tiempo después, y precisamente cuando creía nuestro
amigo del relato que el sujeto estaba adquiriendo dominio para
abstenerse de la bebida, cogió la turca más sonada. Para él esa fue
la que acabó con todas sus borracheras. Diose cuenta exacta de
que tenía que hacer frente al problema y pedir a Dios que le diera
la maestría que necesitaba para solucionarlo.
Una diáfana mañana, haciendo fuerzas de su flaqueza, se deci-
dió a visitar a aquellos que tanto temía para decirles cuál había
sido su dificultad. Asombróse al ver el buen recibimiento de que
fuera objeto y de saber que muchos de ellos estaban hacía tiempo
enterados de lo mucho que él bebía. Montóse en su automóvil y
fue a hacer un recorrido por todo el pueblo para hablar con las
personas a quienes había ofendido. Temblaba a medida que se_iba
acercando a los distintos domicilios, particularmente cuando le
tocaba hablar con alguna persona dedicada a su mismo ramo de
negocios.
Llegó a su casa a media noche, exhausto, pero contento. Desde
entonces no ha bebido ni una copa. Como veremos más adelante,
ese hombre es hoy una figura de prestancia en la comunidad. La
mayor parte de lo que destruyó durante sus treinta años de carrera
alcohólica, lo ha reconstruído cuatro veces.
Pero la vida no fue fácil para los dos compañeros. Hallaron
muchas dificultades a su pa_so. Ambos se dieron cuenta de que
tenían que mantenerse en actividad espiritual. Cierto día llamaron
a la enfermera encargada de un hospital local. Explicáronle su
objetivo e inquirieron si contaba con algún candidato alcohólico
de primer orden. Respondióles que sí, que tenía el indicado. Aca-
baba tal individuo de dar una zurra a dos de sus enfermeras pues se
iba de quicio cuando se emborrachaba. Pero agregó que se trataba
de un gran muchacho cuando se hallaba sobrio, a pesar de que
habían tenido que recluírlo allí media docena de veces durante los
últimos cuatro meses. Les hizo saber, además que era un abogado
muy conocido, hombre inteligente y culto, pero que en ese mo-
mento lo tenían sujeto con camisa de fuerza.
Efectivamente, se tratába de un candidato singular pero por la
descripción no ofrecía mucha esperanza. En tales casos los princi-
pios espirituales no tenían antes la comprensión que tienen en la
actualidad. Empero, uno de los dos amigos pidió que llevasen al
enfermo -a un cuarto privado que ellos irían a verle.
146
Dos días después, un futuro miembro de Alcohólicos Anóni-
mos dejó rodar su vítrea mirada sobre los dos extraños que tenía
junto a su cama. "¿ Quiénes son ustedes, amigos, y por qué estoy
en este cuarto privado? Antes me recluían siempre en una sala
general".
Uno de los visitantes le dijo: "Somos tus amigos y venimos a
darte un tratamiento para el alcoholismo".
La esperanza se dibujó en toda la fisonomía del hombre al
respondernos: " ¡Oh, pero van a perder el tiempo! Nada habrá de
arreglarme. Soy un fracasado. Las últimas tres veces me emborra-
ché al salir de este hospital, en el camino hacia la casa. Tengo
miedo de salir por esa puerta. No puedo explicar lo que me pasa".
Por espacio de una hora los dos amigos híciéronle el relato de
su carrera y experiencia alcohólica. Una y otra vez repetía el enfer-
mo:" ¡Ese mismo soy yo! ¡Ese soy yo! Yo bebo así".
Acostado en el lecho, seguía escuchando con interés a los dos
amigos que le explicaban la aguda intoxicación que padecía y
cómo ésta deteriora el cuerpo y desequilibra la mente del alcohóli-
co. Hablaron !ergo rato sobre el estado mental que precede a la
primera copa.
"Sí, ese soy yo", repetía el enfermo, "es mi propia imagen.
Ustedes mis buenos amigos, conocen este asunto al dedillo, como
nadie, pero no sé qué bien pueden traerme. Ustedes son personas
que valen algo. Yo también una vez tuve ciertos quilates, pero hoy
yo soy sencillamente un Don Nadie. Por lo que me han dicho sé más
que nunca que no podré detener mi carrera". Al decir esto se
echaron a reír los visitantes, comentando· el futuro miembro de
Alcohólicos Anónimos: "¡Demontre! ¡Ni pizca de gracia que veo
para reír de eso! ".
Los dos amigos sonrieron esta vez, hablaron de su experiencia
espiritual y le explicaron el curso de acción que habían tomado.
El enfermo los interrumpió diciendo: "Yo era un asiduo con-
currente a la iglesia, pero la religión no va a arreglarme. Por las
mañanas, después de mis borracheras he elevado muchas veces mi
plegaria a Dios y he jurado que nunca volveré a probar otra gota de
licor, tan solo para estar hecho una cuba a las nueve de la maña-
na".
Al día siguiente hallamos a nuestro candidato en mucha mejor
disposición para recibirnos. Había estado pensando el asunto. " Pue-
)
de ser que ustedes tengan razón" nos dijo. "Dios debería hacer algo
por mí". Luego agregó: "Ciertamente que hizo muy poco cuando
traté de arreglármelas solo contra el demonio de la bebida".
147
Al tercer día el abogado puso su vida al cuidado y dirección
del Creador y nos dijo que estaba dispuesto a hacer todo lo que
fuera necesario para recuperarse. Vino su esposa, apenas sin atre-
verse a alimentar la más leve esperanza; pero intuyó que algo se
estaba operando en su esposo. En realidad, ya comenzaba a mani-
festarse en él una experiencia espiritual.
Esa tarde se vistió y salió del hospital hecho todo un hombre
libre. Participó después en una campaña política pronunciando
discursos, frecuentando asambleas y mítines. Perdió la batalla en
los campos electorales por muy escaso margen,. pero había encon-
trado a Dios y al hallarlo .s e había encontrado a sí mismo.
Eso acaeció en junio de 1935. Jamás volvió a beber. El tam-
bién ha pasado a ser un miembro respetable y útil de la comuni-
dad, ha ayudado a otros enfermos a recuperarse y es una e.alumna
en la iglesia de la cual estuviera largo tiempo ausente.
Podemos ver, pues, que había tres alcohólicos en ese pueblo
que sentían, como sienten todavía, la necesidad de dar a otros lo
que ellos alcanzaron porque si no, tarde o temprano, habrían de
sucumbir.
Después de algunos vanos esfuerzos por encontrar a otros can-
didatos, por fin presentóse un cuarto sujeto. Lo conocimos a tra-
vés de un amigo que se había enterado de la grata nueva de la
recuperación de los otros. Este nuevo candidato, según los infor-
mes que nos dieron, era un diablillo de muchacho cuyos padres no
sabían a punto fijo si quería o no quería dejar de beber. Tratábase
de una familia sumamente religiosa, que se asombraba,de que su
hijo no quisiera tener nada que ver con la iglesia Sufría horrible-
mente después de sus borracheras, pero parecía que nada pudiera
hacerse en su bien. Consistió; sin embargo, en ir al hospital, donde
ocupó precisamente la pieza que dejara vacante nuestro amigo
abogado.
Este nuevo candidato tuvo tres visitantes. Al cabo de un rato
de charla, nos dijo: "La manera en que exponen ustedes el asunto
espiritual tiene buen sentido. Estoy dispuesto a poner manos a la
obra. Tal parece que mis mayores tenían razón después de todo".
De manera que así sumamos otro alcohólico más a nuestra frater-
nidad.
Nuestro amigo, el del incidente del hotel donde se hospedaba,
permaneció en esa ciudad durante tres meses. Después hubo de
alejarse para retornar a su hogar, dejando tras sí al primer miem-
bro; hombres de negocios, al abogado y al joven exdiablillo enca-
rrilados: Estos hombres han hallado algo completamente nuevo en
148
sus vidas. A pesar de que les constaba que tenían que ayudar a
otros alcohólicos para mantenerse abstemios, eso pasó a ser motivo
secundario, compensado por la felicidad que hallaban al dar su vida
a la salvación de otros. Compartieron sus hogares, sus escasos re-
cursos, y con alegría dedicaron todas sus horas libres a los compa-
ñeros enfermos. Estaban prestos de día o de noche, a llevai· un
nuevo sujeto al hospital y después ir a visitarlo. Crecieron en nú-
mero. Tuvieron algunos fracasos lamentables, pero en tales casos
hicieron un esfuerzo por conseguir que la familia entrase en una
norma de vida espiritual, aliviando así muchas de sus preocupacio-
nes y sufrimientos.
Dieciocho meses después, estos tres individuos habían tenido
éxito con siete más. Debido a que con frecuencia se veían unos y
otros, casi no pasaba noche en que no celebrasen una reunión de
hombres y damas, regocijados por su liberación, y anhelosos de
explicar su descubrimiento a algún recién llegado. Aparte de esas
frecuentes reuniones, acostumbraban sacar una noche cada semana
para celebrar una reunión a la que podían concurrir todas aquellas
personas que estuviesen interesadas en una forma de vida espiri-
tual. Además de la fraternidad y sociabilidad, el objeto primordial
era habilitar un local donde muchas familias interesadas pudieran
venir a someter sus problemas.
Muchas personas no alcohólicas se interesaron. Bubo un matri-
monio que puso su espacioso hogar a disposición del grupo hetero-
géneo. Despertó tal entusiasmo en esa pareja que ha dedicado su
hogar a esta clase de trabajo. Muchas desconsoladas esposas han
ido alli a buscar un poco de comprensión y cariño entre las damas
capaces de darse cuenta de sus problemas, escuchando en las reu-
niones, de labios de hombres como sus esposos, el relato de lo que
les aconteció y el modo en que el marido enfermo podría ser
hospitalizado y auxiliado en su próxima caída.
Muchos hombres todavía ofuscados por la experiencia derivada
durante la hospitalización, pusieron sus pies en el umbral de esa
casa para entrar en el campo de su liberación. Docenas de alcohóli-
cos que allí concurrieron en busca de ayuda, salieron de la casa
con la clave de su problema, rindiéndose de todo corazón ante
aquel alegre grupo de amigos que reían de sus propios infortunios
y supieron comprender los suyos. Atraídos por aquellos que les
visitaron durante su permanencia en el hospital, capitularon ente-
ramente cuando al entrar en la sala de aquella mansión hospitalaria
oyeron la historia de algún hombre alcohólico cuyas experiencias
corrían parejas con las suyas. La expresión en el rostro de las
damas, la indefinible mirada de satisfacción de los caballeros y la
149
atmósfera estimulante y vivificadora de aquel recinto, conspiraban
para hacerles saber que existía la gloria.
La manera práctica y franca en que se consideraban las cosas
de la vida en las tertulias de esa casa, libre de simulaciones y
formulismos sociales; la genuina camaradería y democracia que
campea en el ambiente, despojado de crítica austera, es algo verda-
deramente sorprendente para todos los que acuden por primera
vez a esas reuniones. Ambos consortes experimentaron desde el
comienzo íntimo regocijo ante tan espontánea confraternidad y
cada vez han ido sintiendo más alegría al pensar en todo el bien
0
150
Con ligera diferencia lo mismo está aconteciendo en distintas
ciudades del Este de Estados Unidos. En una de ellas hay un
hospital muy conocido para el tratamiento de adictos al alcohol y
las drogas. Seis años atrás uno de nuestros miembros se hallaba
recluído en ese hospital. Muchos de nosotros sentimos por primera
vez la presencia y el poder de Dios en medio de sus tristes paredes.
Guardamos imperecedero agradecimiento al médico encargado de
la institución pues a pesar de la distinta índole de los tratamientos
que emplea, no ha titubeado en confesar que cree en el buen
resultado de nuestra labor.
Este bondadoso doctor sugiere que, entre días, nos acerque-
mos a algunos de sus pacientes. Comprendiendo bien nuestro tra-
bajo, él puede hacer esto fijando la vista en aquellos enfermos que
anhelan y están en condiciones hábiles de recuperarse sobre una
base espiritual. Muchos de nosotros que fuimos pacientes de ese
hospital vamos hoy allí a auxiliar a otros. Además, en esa ciudad
del Este a que nos referimos, se celebran reuniones informales
como las que describimos anteriormente, donde pueden verse infi-
nidad de miembros de la Asociación. Existen en sus asambleas los
mismos lazos de amistad, el mismo espíritu de ayuda mutua que
alienta a los miembros de las ciudades del Oeste. Se viaja mucho de
uno a otro sector, por lo que vislumbramos que este provechoso
intercambio traiga consigo un gran robustecimiento de la Agrupa-
ción. No dudamos q_ue en día no lejano cualquier alcohólico que
salga de viaje hallará por lo menos un grupo de A.A. en cualquier
lugar de su itinerario. Hasta cierto punto ya ello es así. Muchos de
nosotros solemos viajar frecuentemente, ya que nuestro empleo o
negocio nos lleva, donde menos lo pensamos nos hallamos con
pequeños núcleos de Alcohólicos Anónimos, de dos, tres, cuatro o
cinco miembros. Tales grupos han surgido después de que alguna
de esas personas se puso en contacto con los grupos mayores. Los
que viajan continuamente, pueden visitar esos pequeños grupos
tantas veces como sea posible. Esta práctica permite que tendamos
la mano a esos compañeros, evitando al mismo tiempo ciertas
distracciones peligrosas del camino, las cuales cualquier a:,iduo via-
jero puede describir con lujo de detalles.
Así es como crecemos. Así puedes crecer tú aunque sólo· sea
con este libro de brújula. Creemos y esperamos que él contenga
todo cuanto te hace falta para comenzar tu obra.
Sabemos lo que pudiera ocurrírsete. Tal vez digas: "Estoy muy
deprimido y nervioso, solo no podría hacer esto". Pues sí que
puedes. Te olvidas que has hallado un Poder mucho más grande
que tú. Con ese respaldo, duplicar lo que ya hemos realizado es
asunto que únicamente requiere buena disposición, paciencia y
trabajo.
151
Conocimos a un alcohólico que fue a vivir a una populosa
ciudad. A los pocos días de residir allí, estaba al tanto de que en
aquel lugar había más alcohólicos por milla cuadrada que en ningu-
na otra ciudad y de que las autoridades estaban alarmadas, por lo
que habían resuelto tomar cartas en el asunto. Nuestro amigo
alcohólico se comunicó con un prominente siquiatra que había
asumido ciertas responsabilidades con la comunidad en el problema.
El doctor demostraba tener capacidad y buenos deseos de
adoptar cualquier método eficaz para remediar la situación; de
manera que preguntó a nuestro amigo qué era lo que tenía en
mente.
Nuestro compañero le explicó la idea y causó tan buen efecto
en el galeno que éste convino en hacer una prueba con algunos de
sus pacientes y con otros alcohólicos de una clínica que él atend-ía.
También se hicieron los arreglos necesarios con el director del
departamento de siquiatría de un hospital público de gran capaci-
dad, para seleccionar algunos ot ros entre la multitud de seres abati-
dos que afluían a dicha institución.
De mod o que nuestro diligente compañero pronto contará con
amigos a granel. Muchos caerán tal vez para nunca levantarse, pero
si juzgamos por nuestra experiencia, más de la mitad de aquéllos a
quienes llevamos el mensaje de Alcohólicos Anónimos, pasarán a
ser hombres y mujeres felices dentro de nuestra democrática Aso-
ciación. Cuando un buen número de los alcohólicos de esta metró-
poli vuelven en sí y experimentan la alegría de ayudar a otros
semejantes a hacer frente a la vida, no habrá tregua hasta tanto
todos los alcohólicos que naufragan en la gran urbe, hayan tenido
su oportunidad de recuperarse, siempre que quieran y estén pres-
tos a lograrlo.
Acaso pudiera haber algún lector alcohólico que diga: " Pero
yo no tendré la oportunidad de conocer personalmente al que
escribió este libro" . ¡Quién sabe! Dios lo dirá. De manera que
debes recordar que es en El en quien debemos confiar. El te ense-
ñaTá cómo proceder para coadyuvar a la formación de la Gran
Fraternidad anhelada.
El fin de este libro tiene el carácter de sugerencia. Comprende-
mos que no es mucho lo que sabemos. Dios nos iluminará a todos
más aún cada día. Pregúntate cada mafiana durante la meditación
qué puedes hacer por el hombre que aún se halla enfermo. Si
tienes tus asuntos en orden, las respuestas vendrán. Mas es obvio
que no podrías trasmitir algo que no tienes. De modo que procura
siempre que tu relación con Dios sea verdadera y grandes cosas
152
acontecerán para tí y para tus semejantes. Esta es la Gran Realidad
que nosotros hemos palpado.
Entrega tu alma a Dios tal como lo concibes. Admite tus fla-
quezas ante El y tus amigos. Limpia los escombros de tu pasado.
Da sin vacilar de cuanto te sea concedido y ven con nosotros.
Estaremos contigo en la Fraternidad del Espíritu. A buen seguro
chocarás palmas con muchos de nosotros a medida que orientes
tus pasos por el camino del Destino Feliz.
¡ Que Dios te bendiga y te conserve hasta llegar a la meta!
153
LA PESADILLA DEL DOCTOR BOB
154
gunas veces- a las oraciones de los miércoles por la noche. Esto
dio por resultado decidir, que cuando estuviera libre de la tutela de
mis padres, nunca volvería a pisar la puerta de una Iglesia. Cumplí
con constancia esta resolución durante cuarenta años, excepto
cuando las circunstancias parecían indicar que sería imprudente no
presentarme.
Después de la escuela secundaria estudié dos años en una de las
mejores universidades del país, en la que beber parecía ser una
principal actividad al margen del plan de estudios. Parecía que casi
todos participaban en ella; yo lo hice más y más, y me divertí
mucho sin sufrir ni física- ni económicamente. Parecía que yo reac-·
cionaba a la mañana siguiente mejor que la mayoría de mis compa-
ñeros en la bebida, los cuales tenían la maldición -o tal vez la
bendición- de las náuseas al día siguiente. Nunca en la vida he
tenido un dolor de cabeza, hecho que me hace creer que fui alco-
hólico casi desde el principio. Toda mi vida parecía estar concen-
trada alrededor de hacer lo que yo quería hacer, sin tener en
cuenta los derechos, deseos o prerrogativas de nadie más; un esta-
do de ánimo que llegó a ser más y más predominante con el
transcmso de los años.
Me gradué con los máximos honores ante la fraternidad de los
bebedores, pero no ante el decano de la Universidad.
Los siguientes tres años los pasé en Bastan y Montreal como
empleado de una importante compañía manufacturera, vendiendo
repuestos para ferrocarriles, máquinas de gas de todas clases y
muchos otros artículos de ferretería pesada. Durante esos años
bebí todo lo que mi bolsillo me permitía, todavía sin pagar mucho
por las consecuencias, a pesar de que a veces empezaba a estar
tembloroso por las . mañanas. Durante estos tres años sólo perdí
medio día de trabajo.
Mi paso siguiente consistió en emprender el estudio de la medi-
cina, ingresando a una de las Universidades más grandes del país.
Allí me dediqué a la bebida con mayor empeño del que hasta
entonces había demostrado. Debido a mi enorme capacidad para
beber cerveza, fui elegido como· miembro de una de las sociedades
de bebedores y pronto llegué a ser uno de los principales. Muchas
mañanas me encaminaba a las clases y aunque iba completamente
bien preparado, regresaba a la casa de la fraternidad porque, debi-
do a los temblores que tenía, no me atrevía a entrar al aula, por
miedo a hacer una escena si se me pedía que diese la lección .
Esto fue de mal en peor hasta que en una primavera de mi
segundo año de estudios, después de un largo tiempo de estar
155
bebiendo, decidí que no podía terminar el curso; hice mi maleta y
me fui al sur a pasar un mes en una gran hacienda de un amigo
mío. Cuando se me despejó la mente, decidí que sería una gran
tontería dejar la escuela y que era mejor regresar y continuar mis
estudios. Cuando llegué a la escuela descubrí que el profesorado
tenía otra idea sobre el particular. Después de -mucha discusión me
permitieron regresar y presentar mis exámenes, todos los cuales
pasé honrosamente. Pero estaban muy disgustados y me dijeron
que tratarían de pasarla sin mí. Después de muchas discusiones
penosas, me dieron al fin mis créditos y me marché a otra de las
principales universidades del país, entrando ~n ella ese otoño como
estudiante del penú!timo año.
Allí empeoró mi manera de beber tanto, que los muchachos de
la casa de la fraternidad donde vivía se vieron obligados a llamar a
mi padre, el cual hizo un largo viaje con el inútil propósito de
corregirme. Poco efecto surtió esto pues seguí bebiendo -y más
licor fuerte que en años anteriores-.
Al llegar a los exámenes finales, tuve ~a borrachera bastante
grande. Cuando traté de escribir mih pruebas, me temblaban tanto
las manos que no podía sostener el lápiz. Cuando menos, entregué
tres libretas completamente en blanco. Desde luego, se me llamó a
cuentas en seguida y el resultado fue que tuviera que repetir dos
trimestres y que me abstuviera completamente de beber para po-
der recibirme. Lo hice y tuve la aprobación del profesorado, tanto
en conducta como en estudios.
Me porté tan honorablemente que pude conseguir un codiciado
internado en una ciudad del oeste, en la que estuve dos años. Du-
rante esos dos años me tuvieron tan ocupado que casi no salía del
hospital para nada. Por lo tanto, no podía meterme en dificultades.
Al cabo de esos dos años puse un consultorio en el centro de la
ciudad. Tenía algún dinero, disponía de tiempo y padecía bastante
del estómago. Pronto descubrí que un par de copas me aliviaban
mis dolores gástricos (por lo menos por unas horas) y por lo tanto
no me fue difícil volver a mis antiguos excesos.
Para entonces, estaba empezando a pagar muy caro físicamente
y, con la esperanza de encontrar alivio, mé encerré voluntariamen-
te en uno de los sanatorios locales lo menos una docena de veces.
156
donde trataron de ayudarme; pero yo hacía que algún amigo me
llevara licor a escondidas, o me robaba el alcohol; en tal forma,
empeoré rápidamente.
Por fin; mi padre tuvo que mandar del pueblo a un médico que
se las arregló para llevarme allá, y estuve dos meses en cama antes
de poder salir a la calle. Permanecí por allí unos dos meses y
regresé a reanudar la práctica de mi profesión. Creo que debí haber
estado verdaderamente asustado de lo que había pasado, o del
médico, o probablemente de las dos cosas, y por lo tanto no bebía
una copa cuando se decretó el "estado seco" en el país.
Con la promulgación de la ley "seca" me sentí bastante seguro.
Sabía que todos comprarían botellas o cajas de licor, según sus
posibilidades, y que pronto se gastarían. Por lo tanto, no importaba
mucho que yo bebiera algo. Entoncés no me daba cuenta del abas-
tecimiento casi ilimitado que se nos permitían a los médicos del
' gobierno, ni tenía ninguna idea del contrabandista de licor que
pronto apareció en escena. Al principio bebía con moderación,
pero tardé relativamente poco tiempo en volver a esos mismos
hábitos que tan desastrosos resultados me habían dado antes.
En el transcurso de unos cuantos años más, se desarrollaron en
mí dos aversiones mórbidas distintas: Una era el miedo a no dor-
mir y la otra, miedo a quedarme sin licor. No siendo un hombre de
medios, sabía que si no estaba lo suficientemente sobrio para ganar
dinero, se :t;ne acabaría el licor. Por eso no me tomaba ese trago
que tanto ansiaba P.Or la mañana, pero en vez de eso tomaba
grandes dosis de sedativos para aplacar los temblores que tanto me
angustiaban.
De vez en cuando me rendía al trago de la mañana, pero si lo
hacía, a las pocas horas ya no estaba e·n condiciones ele trabajar.
Esto disminuía las probabilidades que tendría de meter a escondi-
das a la casa algo por la noche, lo que a la vez significaría una
noche de dar vueltas .e n fa cama en vano, seguida por una mañana
de insoportables temblores. Durante los siguientes quince años tu-
ve el suficiente sentido común para no ir nunca al hospital ni
recibir pacientes si había estado bebiendo. Por entonces adopté la
costumbre de irme a uno de los clubes a que pertenecía, y a veces,
acostumbraba alojarme en algún hotel inscribiéndome con un
nombre ficticio; pero generalmente me encontraban mis amigos y
me iba a mi casa, si me prometían no regañarme.
Si mi esposa decidía salir por la tarde, compraba yo una buena
provisión de licor, la entraba a hurtadillas a la casa y la escondía en
la carbonera, entre la ropa sucia, sobre los batientes de las puertas,
157
en los resqmc10s del sótano; también me servían los baúles y co-
fres, el recipiente para las latas viejas y hasta el que servía para la
ceniza. Nunca usé el depósito de agua sobre el excusado porque me
parecía muy fácil. Después descubrí que mi esposa lo ínspeccio-
naba frecuentemente. Cuando los días de invierno eran suficiente-
mente oscuros, metía botellas chicas d~ alcohol en un guante y las
tiraba al porche de atrás. El contrabandista de licor que me surtía
lo escondía en la escalera de at rás para que lo tuviera yo a mano.
Solía esconderlo en los paquetes, pero me los registraban y esto se
volvió muy arriesgado. También solía meterme botellas chicas en
los calcetines; esto dio muy buen resultado hasta que mi esposa y
yo fuimos al cine a ver una película en la que descubrió mi truco.
No voy a ocupar lugar para relatar mis experiencias en hospita-
les y sanatorios. Durante todo este tiempo nuestros amigos nos
condenaron más o menos al ostracismo. No podían invitarnos por-
que era seguro que me emborrachaba y mi esposa no se atrevía a
invitar a nadie por la misma razón. Mi fobia por el insomnio impo-
nía que me emborrachara cada noche, pero para poder conseguir
licor para la siguiente tenía que estar sobrio por la mañana y
abstenerme de beber hasta las cua~ro de la tarde por lo menos.
Esta rutina prosiguió durante diecisiete años con pocas interrup-
ciones. En realidad era una pesadilla horrible ese ganar dinero,
conseguir licor, meterlo a escondidas a la casa, emborracharme,
temblar por la mañana, tomar grandes dosis de sedativos para po-
der ganar más dinero y así ... "ad nauseam". Les prometía que no
volvería a beber a mi esposa, a mis hijos y a mis amigos, promesas
que raramente me mantenían sobrio Ün día, ni a pesar de haber si-
do muy sincero al hacerlas.
Para beneficio de aquellos inclinados a las experimentaciones,
debo mencionar el llamado experimento de la cerveza. Poco tiem-
po después de suspender la prohibición de vender cerveza, creí que
estaba a salvo. Con el consentimiento de mi buena esposa llené de
cerveza el sótano hasta los topes. Al poco tiempo se estaba consu-
miendo cuando menos una caja y media de botellas por día. Subí
de peso treinta libras en dos meses, parecía un cerdo y me sentía
incómodo por falta de respiración. Entonces se me ocurrió que,
cuando todo uno olía a cerveza, nadie podía decir lo que había
bebido, así que empecé a reforzar mi cerveza con puro alcohol.
Desde luego que el resultado fue muy malo, y esto puso fin al
experimento de la cerveza.
Más o menos en la época de este experimento fui a dar a un
grupo de personas que me atraían por su aparente equilibrio, bue-
na salud y felicidad. Hablaban sin ninguna turbación, cosa que
158
nunca podía yo hacer; se les veía muy reposados en cualquier
ocasión y parecían muy saludables. Por encima de estos atributos,
parecían felices; yo estaba consciente de mí mismo y turbado la
mayor parte del tiempo, mi salud era precaria y me sentía comple-
tamente infeliz. Tuve la sensación de que ellos tenían algo que yo
no tenía y que podría aprovechar de buena gana. Supe que se
trataba de algo de índole espiritual, lo cual no me atraía mucho
pero pensé que no podría hacerme ningún daño. Le dediqué mu-
cho tiempo y estudié el asunto durante dos años y medio, pero a
pesar de eso me emborrachaba todas las noches. Leí todo lo que
pude encontrar y hablé con todo el que creía que supiera algo
acerca de ello.
Mi esposa se interesó mucho y fue su interés el que sostuvo el
mío a pesar de que entonces no veía que pudiera ser una solución
para mi problema con el licor. Nunca sabré cómo conservó mi
esposa su fe y su valor durante todos estos años, pero lo hizo. Si
no hubiera sido así, sé que desde hace mucho estaría muerto.
Quién sabe por qué, nosotros los alcohólicos parece que tenemos
el don de escoger a las mujeres más excelentes del mundo. Por qué
han de ser sometidas a las torturas que les infligimos, es algo que
no puedo explicar.
Por ese tiempo una señora llamó a mi esposa un sábado por la
tarde para decirle que quería que yo fuese a su casa esa noche, a
conocer a un amigo de ella que podría ayudarme. Era la víspera
del Día de la Madre y había llegado a la casa bien borracho llevan-
do una planta en una enorme maceta, que puse en la mesa; acto
continuo subí a mi cuarto y perdí el conocimiento. Al día siguien-
te volvió a llamar aquella señora; queriendo ser cortés aunque me
sentía muy mal, dije: "Vamos a hacerle la visita" e hice a mi
esposa prometerme que no nos quedaríamos más de quince minu-
tos.
Llegamos a la casa a las cinco y eran las once y cuarto cuando
salimos. Tuve posteriormente dos conversaciones más breves con
ese hombre y dejé de beber repentinamente. Este período seco
duró como tres semanas; entonces fui a Atlantic City para asistir a
una reunión de una sociedad nacional de la que era miembro y que
duró algunos días. Me bebí todo el whisky que traían en el tren y
compré varias botellas en camino al hotel. Esto sucedió un domin-
go; me emborraché esa noche, estuve sin beber el lunes hasta des-
pués de la comida y procedí a embriagarme otra vez. Bebí todo lo
que me atreví a beber en la cantina y me fui a mi cuarto a terminar
la borrachera. El martes empecé por la mañana y para la tarde ya
estaba bien arreglado. No quise quedar mal y por lo tanto pagué
159
mi cuenta y me salí del hotel. En el camino a la estación del
ferrocarril compré licor. Tuve que esperar algún tiempo la salida
del tren. A partir de entonces no recuerdo nada sino hasta que
desperté en la casa de un amigo, que estaba cerca de la· mía. Esas
buenas personas le avisaron a mi esposa y ella mandó a mi nuevo
amigo para que me llevara a mi casa. Llegó, me llevó, me acostó,
me dio unas copas esa noche y una botella de cerveza al día
siguiente.
Esto sucedió el 10 de junio de 1935, y fue mi última copa. Al
escribir esto han pasado seis años. La pregunta que podría venírse-
le a la mente sería: "¿ Qué fue lo que dijo o hizo ese hombre que
fue tan diferente de lo que otros habían dicho o hecho"? Debe
recordarse que yo había leído mucho y hablado con todo aquel
que sabía, o creía saber, algo acerca del alcoholismo. Pero este era
un hombre que había pasado por años de beber espantosamente,
que había tenido la mayoría de las experiencias de borracho que
conoce el hombre, pero que se había recuperado por los mismos
medios que había yo estado tratando de emplear, o sea: el enfoque
espiritual. Me dio información sobre el tema del alcoholismo que
indudablemente era de gran ayuda. Sumamente más importante
fue el hecho de que fuera él el primer ser humano con quien
hablara yo que supiera por experiencia real, de lo que estaba ha-
blando cuando se refería al alcoholismo. En otras palabras, hablaba
mi propio idioma. Sabía todas las respuestas y ciertamente, no
porque las hubiese sacado de sus lecturas.
Es una maravillosa bendición estar liberado de la terrible mal-
dición que pesaba sobre mí. Mi salud es buena y he re{!obrado el
respeto de mí mismo y el de mis colegas. Mi vida hogareña es ideal
y mis negocios todo lo bueno que pueda esperarse en estos tiem-
pos inseguros.
Dedico mucho tiempo a pasarle a otros, que lo desean y necesi-
tan con urgencia, lo que he aprendido. Lo hago por cuatro razones:
l. Sentido del deber.
2. Es un placer.
3 . Porque al hacerlo estoy pagando mi deuda al hombre que se
tomó el tiempo para pasármela a mí.
4. Porque cada vez que lo hago me aseguro un poco más con-
tra un posible resbalón.
A diferencia de la mayoría de los de nuestra asociación, no me
sobrepuse totalmente al ansia del licor durante los primeros dos
años y medio. Casi siempre la sentía, pero nunca estuve ni siquiera
160
próximo a ceder a ella. Me inquietaba terriblemente ver a mis
amigos beber, sabiendo que yo no podía, pero me discipliné a
creer que, aunque una vez tuve ese mismo privilegio, abusé de él
tan espantosamente que me había sido retirado. Así que no me
corresponde protestar porque, después de todo, nadie tuvo nunca
que tirarme al suelo para echarme el licor por el gaznate.
Si usted cree que es un ateo, un agnóstico, un escéptico, o
tiene cualquier otra forma de orgullo intelectual que le impida
aceptar lo que hay en este libro, lo siento por usted. Si cree usted
que todavía tiene fuerza suficiente para ganar solo la partida, es
cuestión suya. Pero si real y verdaderamente quiere dejar de beber
licor de una vez y por todas para siempre y sinceramente siente
que necesita ayuda, sabemos que tenemos una solución para usted.
Nunca falla, si se dedica a ello con la mitad del ahínco que ha
tenido la costumbre de demostrar cuando estaba consiguiéndose la
otra copa.
¡Su Padre Celestial nunca lo abandonará"!
161
APENDICE
EXPERIENCIA ESPIRITUAL
162
cierre su mente a todos los conceptos espirituales. Solamente pue-
de ser derrotado por una actitud de intolerancia o de negación
beligerante.
Encontramos que nadie tiene por qué tener dificultades con la
espiritualidad del programa. Buena voluntad, honradez y una men-
)
te abierta, son los elementos para la recuperación. Y son indispen-
sables.
"Hay un principio que es una barrera para toda información,
que es una refutación de cualquier argumento y que no puede
fallar para mantener a un hombre en una perpetua ignorancia: el
principio consiste en despreciar antes de investigar".
Herbert Spencer
163
LAS DOCE TRADICIONES DE A.A.
164
8. A.A. nunca tendrá carácter profesional, pero nuestros centros
de servicios pueden emplear trabajadores especiales.
9. A.A. como tal, nunca debe ser organizada; pero podemos
crear juntas de servicios o comités que sean directamente
responsables ante aquellos a quienes sirven.
10. A.A. no tiene opinión acerca de asuntos ajenos a sus activida-
des; por consiguiente su nombre nunca debe mezclarse en
polémicas públicas.
11. Nuestra política de relaciones públicas se basa más bien en la
atracción que en la promoción; debemos mantener siempre
nuestro anonimato personal ante la prensa, la radio, la tele-
visión y el cine.
12. El anonimato es la base espiritual de todas nuestras Tradicio-
nes, recordándonos siempre que debemos anteponer los prin-
cipios a las personas.
165
PUBLICACIONES DE A.A.
Libros
ALCOHOLICOS ANONIMOS
ALCOHOLICOS ANONIMOS LLEGA A SÜ MAYOR EDAD
EL SENDERO DE V IDA (Como lo ve Bill)
VIVIR EN SOBRIEDAD
Folletos
Pág.
Prefacio 7
La opinión del médico 9
La historia de Bill 16
Hay una solución . . . 29
Algo más sobre el alcoholismo . 39
Nosotros los agnósticos 52
Como trabaja el programa 64
En acción . . . . . . 77
Trabajando con otros 92
A las es'posas . 105
La familia después . 119
Al jefe de empleados . 130
Una visión para ti . 142
La pesadilla del Dr. Bob . 154
Experiencia espiritual . 162
Las Doce Tradiciones de A.A. . 164
Preámbulo . . ... . 165
Literatura disponible . 166
167
A.A.
)
ACERCA DE A.A.
Copyright 1954
Alcoholics Anoilymous Publishing lnc.
(Ahora conocido como Alcoholics Anonymous World Services lnc.)
Impreso y Distribuído por:
Oficina de Servicios Generales para Colombia y Suramérica
Teléfono: 45 43 09 - Apartado Aéreo 3070 Medellín - Colombia
Con el permiso de A.A. World Serv_ices lnc., P.O. Box 459
Grand Central Station, New York 10017
A.A.
OESA.
THIS IS A.A.
"Alcohólicos Anónimos es una comunidad de hombres y mu-
jeres que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza
para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse
del alcoholismo.
El único r equisito para ser miembro de A.A. es el deseo de
dejar la bebida. Para ser miembro de A.A. no se pagan honorarios
ni cuotas; nos mantenemos con nuestras propias contribuciones.
A.A. no está afiliada a ninguna secta religiosa, partido político,
organización o institución alguna; no desea intervenir en contro-
versias, no respalda ni se opone a ninguna causa. Nuestro objetivo
primordial es mantenemos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a
alcanzar el estado de sobriedad".
QUIENES SOMOS
3
propio respeto. Habían vivido como vagos en muchas ciudades, siendo
hospitalizados y encarcelados un número incontable de veces. Habían
cometido muchos y graves delitos contra la sociedad, sus familias, sus
patrones y contra ellos mismos.
Muchos entre nosotros nunca han sido puestos presos ni hospitali-
zados. Ni siquiera perdieron sus empleos debido a la bebida. Pero aun
así estos hombres y mujeres finalmente llegaron a la conclusión de que
el alcohol les estaba dificultando el vivir normalmente. Cuando descu-
brieron que aparentemente no podían vivir sin el alcohol, ellos también
buscaron la ayuda de A.A. antes de continuar con su irresponsable
modalidad de beber.
Todas las grandes religiones están representadas en nuestra Asocia-
ción y muchos líderes religiosos han apoyado nuestra acción. Hay tam-
bién una minoría entre nosotros que se llaman a sí mismos ateos o
agnósticos. El creer o pertenecer a un credo particular no es condición
indispensable para ser miembro de Alcohólicos Anónimos;
Estamos unidos por nuestro problema común: el alcoholismo. El
reunirnos y conversar y ayudar a otros alcohólicos, todos juntos nos
permite mantenemos sobrios y nos ayuda a dominar completamente la
compulsión por beber, que en otros tiempos era una fuerza poderosa en
nuestras vidas.
No creemos que seamos los únicos que tengamos la respuesta al
problema del beber anormal. Sabemos que el programa de A.A. nos da
resultados y hemos comprobado que también resulta a casi todos los
que lo aplican sinceramente, y que honestamente quieran dejar de
beber.
A través de A.A. hemos aprendido muchas cosas sobre el alcoholis-
mo ·y sobre nosotros mismos. Tratamos de mantener estos hechos bien
presentes en nuestras mentes en todo momento, pues parece ser la llave
de nuestra sobriedad. Para nosotros, la sobriedad debe ser siempre nues-
tra primera preocupación.
4
decir, sabemos que hemos tenido un deseo físico definido de beber
alcohol por encima de nuestra capacidad para controlarlo, y en pugna
con todas las reglas del sentido común. No sólo hemos tenido un deseo
1 anormal por el alcohol sino que frecuentemente hemos sucumbido a
este deseo en los momentos más inoportunos. No sabemos cuándo (o
cómo) dejar de beber. Frecuentemente no parecíamos tener el suficien-
te sentido común como para saber cuándo no empezar a beber.
Como alcohólicos hemos aprendido la dura lección de que la fuerza
de volunta(i solamente, aunque fuerte para otras cosas, no ha bastado
para mantenernos sobrios. Hemos tratado de no beber por períodos de
tiempo determinados. Hemos hecho solemnes promesas, cambiado de
marcas y de bebidas. Hemos tratado de beber solamente a ciertas horas.
Pero ninguno de nuestros planes dio resultado. Hemos concluído, tarde
o temprano, por embriagarnos cuando no deseábamos hacerlo y cuando
teníamos poderosas razones e incentivos para no beber. Hemos pasado
por períodos de negra desesperación cuando estábamos seguros de que
había algo anormal en nosotros mentalmente. Hemos llegado a despre-
ciarnos a nosotros mismos, por no valorarse nuestra inteligencia y opor-
tunidades y por el dolor y dificultades que ocasionamos a nuestros
familiares y otras personas. Frecuentemente nos dejamos dominar por
la lástima a nosotros mismos, y aseguramos que no había nada que
pudiera ayudarnos jamás. Podemos sonreir ante esos recuerdos, pero en
ese tiempo eran terribles y trágicas experiencias.
Hoy estamos dispuestos a aceptar la realidad, y por lo que a noso-
tros se refiere el alcoholismo es una enfermedad, una enfermedad pro-
gresiva que nunca puede curarse, pero que como otras enfermedades
puede ser "detenida". Estamos conformes en que no haya nada de
vergonzoso por el hecho de estar enfermos siempre que encaremos el
problema honestamente y estemos dispuestos a hacer algo p.aa solucio-
narlo. Estamos dispuestos a admitir que somos alérgicos al alcohol, y
que es de buen sentido común el mantenernos alejados de la fuente de
nuestra alergia.
Comprendemos ahora que una vez que una persona ha cruzado la
línea invisible que separa al bebedor excesivo del bebedor alcohólico
compulsivo, siempre seguirá siendo un alcohólico. Por lo que sabemos,
nunca habrá una vuelta al beber normal o social. Una vez que se llega a
ser alcohólico se sigue siéndolo siempre, y es éste uri hecho con el cual
tenemos que acostumbrarnos a vivir. Hemos aprendido también que hay
muy pocas alternativas para el alcohólico. Si continúa bebiendo, su
problema se volverá progresivamente peor, llegará con seguridad a ser lo
que se llama "un perdido", irá a parar a hospitales, cárceles u otras
instituciones, o bien a una temprana muerte. La única alternativa es el
dejar de beber por completo. Abstenerse aun de la más pequeña canti-
dad de alcohol en cualquier forma que sea. Si está dispuesto a seguir
este camino y a aprovechar la ay uda que se le ofrece, una vida entera-
mente nueva se abre al alcohólico.
5
Hubo una época en nuestras "carreras" alcohólicas en que estába-
mos enteramente convencidos de que todo lo que teníamos que hacer
para controlarn.o s era dejar de beber después de la segunda copa o de la
quinta o cualquiera otra. Pero gradualmente llegamos á comprender que
rio era la quinta copa ni la décima ni la vigésima la que nos vencía, sino
la primera. La primera copa era la que nos iniciaba en el interminable
"círculo vicioso". Era la primera copa la que desataba en nosotros la
primera reacción en cadena de pensamientos alcohólicos, que culminaba
en nuestro descontrolado beber hasta llegar a la embriaguez.
Otra cosa que aprendimos durante nuestra experiencia de bebedores
es que la sobriedad forzada no es una experiencia muy agradable. Al-
gunos de nosotros logramos mantenernos abstemios, a veces por un
período de días, semanas y aún años. Pero no disfrutamos de nuestra
sobriedad. Nos sentíamos como mártires. Nos pusimos irritables y se
nos hacía difícil vivir y trabajar con otras personas. Persistimos en
anticipar el momento en que podríamos volver a beber.
Ahora que estamos en A.A. tenemos un nuevo punto de vista sobre
la sobriedad. Disfrutamos de un sentimiento de liberación, una concien-
cia de estar libres del deseo de beber. Puesto que no podemos esperar
poder beber normalmente en ninguna época futura, nos concentramos
en vivir nuestras vidas en forma plena y sin alcohol hoy. No hay absolu-
tamente nada que podamos hacer respecto al ayer. Mañana no llega
nunca. HOY es el único día por el cual tenemos que preocuparnos. Y
sabemos por experiencia que aun el "peor de los borrachos" puede
pasar 24 horas sin beber. Cuando oímos hablar por primera vez de A.A.
nos pareció un milagro que alguien que hubiese sido realmente un bebe-
dor incontrolado pudiera lograr y mantener la clase de sobriedad sobre
la cual los antiguos miembros de A.A. siempre hablan. Algunos de
nosotros nos inclinamos a pensar que nuestra modalidad de beber era
algo especial, que nuestras experiencias eran "diferentes", y que A.A.
podría dar resultados para otros, pero nunca para nosotros mismos.
Otros de nuestros miembros que aún no habían llegado al fondo y que
ni siquiera habían sido seriamente afectados por la bebida, razonaban
de que A. A. podría ser magnífico para los "perdidos", pero que ellos
podrían resolver el problema por sí mismos.
Nuestra exp·e riencia en A.A. nos ha enseñado dos cosas importantes:
Primera: Que los problemas básicos que afectan al alcohólico son
los mismos ya sea para el enfermo que tenga dinero apenas para una
cerveza, como para el alto empleado con un cargo ejecutivo en una
importante compañía.
Segunda: Podemos ahora apreciar que el programa de A.A. da resul-
tados a casi todos los alcohólicos que honradamente quieran aplicarlo,
no importa cuáles hayan sido sus antecedentes o modalidad particular
de beber.
6
TOMAMOS UNA DECISION
Los que estamos actualmente en A.A. tuvimos que tomar una deci-
sión capital antes de sentirnos seguros en el nuevo programa de vida sin·
alcohol. Hemos tenido que afrontar los hechos sobre nosotros mismos y
nuestra modalidad de beber en forma realista y honesta. Tuvimos que
admitir que éramos impotentes ante el alcohol. Para algunos de noso-
tros ésta fue la decisión más dura que debimos enfrentar. No sabíamos
gran cosa sobre alcoholismo. Teníamos nuestras ideas preconcebidas
sobre la palabra "alcohólico" a la que asociábamos principalmente con
los "borrachos perdidos". O pensamos que significaba degradación en
alguna otra form a. Algunos de nosotros nos resistimos a la idea de admi-
tir que éramos alcohólicos. Otros nos aferramos a ciertas reservas menta-
les.
Sin embargo, sentimos alivio cuando se nos explicó que el alcoholis-
mo es una enfermedad. Comprendimos que era cuestión de sentido
común el hacer algo contra una enfermedad que amenazaba destruír-
nos. Dejamos de tratar de engañar a otros y a nosotros mismos al pensar
que podíamos controlar el alcohol cuando toda la evidencia indicaba lo
contrario.
Se nos dijo bien claro desde el principio, que sólo nosotros mismos
podíamos determinar si éramos o no alcohólicos. La admisión debe ser
sincera y basada en nuestro propio juicio y no en la opinión de un
médico, el esposo, o la esposa, o el director espiritual. Nuestros amigos
podrán ayudarnos a interpretar la naturaleza de nuestros problemas,
pero nosotros somos los únicos que podemos determinar si el alcohol se
ha convertido en algo incontrolable en nuestro caso.
Francamente preguntamos: ¿cómo podemos saber si somos real-
mente alcohólicos? Se nos dijo que no existían reglas fijas y rígidas
para diagnosticar el alcoholismo. Aprendimos, sin embargo, que habían
ciertos síntomas reveladores. Por ejemplo: si nos emborrachábamos
cuando teníamos motivos poderosos para mantenernos sobrios; si nues-
tra modalidad de beber había empeorado progresivamente; si no disfru-
tábamos tanto como antes de la bebida. Estos, aprendimos, eran gene-
ralmente síntomas de la enfermedad que llamamos alcoholismo. Revi-
sando nuestras experiencias de alcohólicos y sus consecuencias, la ma-
yoría de nosotros llegamos a descubrir evidencia adicional sobre nuestro
alcoholismo. · .
Naturalmente, la posibilidad de vivir sin alcohol parecía ser aburri-
dora y desagradable. Temimos que nuestros nuevos amigos de A.A.
fueran fastidiosos y tontos; o peor aún, exuberantes evangelistas. Descu -
brimos, sin embargo, que eran seres humanos como nosotros, con la
virtud especial de entender nuestros problemas en vez de condenarnos,
como otros no alcohólicos lo habían hecho en el pasado. Empezamos a
preguntar qué tendríamos que hacer para mantenernos sobrios, cuánto
nos "costar ía" ser miembros de A.A. y quién "dirigía" la sociedad,
local e internacionalmente.
7
Pronto descubrimos que en A.A. no hay ningún "tienes que hacer
esto", que a nadie se le pide que siga ningún rito formal o sistema de
vida. También aprendimos que A.A. no cobra cuotas ni honorarios de
ninguna clase. Los gastos para el mantenimiento del Grupo, literatura,
alquiler, refrescos, etc. son pagados con el dinero que se recolecta en las
reuniones, pero aún esta forma de contribución no es obligatoria, ni
condición esencial para pertenecer a A.A. Pronto se hizo aparente que
A.A. no tiene una organización formal y que no hay "Jefes" que gobier-
nan. Los arreglos sobre reuniones y otros trabajos que son esenciales
para mantener a los Grupos activos, son hechos por comités de personas
que se turnan en forma rotativa y que actúan como servidores del
Grupo y no como Jefes.
¿cómo, entonces, podemos mantenernos sobrios en una sociedad
tan sencilla y desorganizada?
La respuesta es que una vez obtenida nuestra sobriedad, tratamos de
preservarla observando e imitando las triunfantes experiencias de aque-
llos que nos han precedido en A.A. Dichas experiencias nos proporcio-
nan armas u orientaciones que somos libres de aceptar o rechazar, según
nos parezca. Porque nuestra sobriedad es lo más importante en nuestras
vidas hoy en día, creemos que lo mejor es tratar de seguir adelante, de
acuerdo con las experiencias de los que ya han demostrado que el
programa de A.A. da realmente resultados.
Por ejemplo: No hacemos promesas. No decimos que nos abstendre-
mos del alcohol para siempre. En vez de eso tratamos de seguir lo que
llamamos el programa de las 24 horas. Nos concentramos en tratar de
mantenernos sobrios únicamente durante las 24 horas presentes. Trata-
mos simplemente de vivir "un día a la vez sin beber". Si sentimos el
deseo de beber no cedemos ni luchamos contra este deseo. Simplemente
decidimos dejar ese trago "para mañana". Tratamos de mantener nues-
tra manera de pensar honesta y realista en lo que se refiere al alcohol. Si
nos sentimos tentados de beber, y la tentación generalmente desaparece
después del primer período de transición en A.A., nos preguntamos a
nosotros mismos si ese trago que estamos pensando tomar vale realmen-
te la pena, teniendo presente todas las consec4encias que hemos expe-
rimentado en el pasado debido a la bebida. Tenemos siempre presente
que estamos en absoluta libertad de emborracharnos si deseamos hacer-
lo; que la elección entre beber y no beber es exclusivamente nuestra. Y
lo más importante de todo, tratamos de aceptar el hecho de que no
importa cuánto tiempo nos hayamos mantenido sobrios, siempre sere-
mos alcohólicos, y los alcohólicos, por lo que sabemos, no pueden
beber normal o socialmente. Seguimos la experiencia de los "viejos"
que han tenido éxito, en el sentido de asistir regularmente a las reunio-
nes de nuestro Grupo de A.A. No hay ninguna regla que haga obliga-
toria dicha asistencia. Ni tampoco podemos explicarnos por qué nos
8
sentimos animados al oir las historias personales y las interpretaciones
de otros miembros. Casi todos nosotros, sin embargo, sentimos que la
asistencia a las reuniones y otros contactos sociales con los compañeros
de A.A. son factores importantes en el mantenimiento de nuestra pro-
pia sobriedad.
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser hu-.
mano la naturaleza exacta de nuestras faltas.
9
Apenas nos incorporamos a los A.A. oímos hablar de los "Doce
Pasos Sugeridos" para recuperarse del alcoholismo. Aprendimos que
estos Pasos representan una tentativa de parte de los primeros miembros
de A.A. para dejar constancia de su propio progreso desde el beber
incontrolada hasta su propia sobriedad. Descubrimos que el factor prin-
cipal de este progreso parecía ser la humildad, juntamente con la
confianza en un Poder más grande que el alcohólico mismo. Mientras
que algunos prefieren llamar a este Poder "Dios", se nos dijo que éste es
simplemente un asunto de interpretación personal, es decir, que pode-
mos imaginarnos a este Poder de la manera que nos parezca más raz-ona-
ble. Puesto que el alcohol había sido indudablemente un Poder Superior
a nosotros durante nuestra época de bebedores no tuvimos inconvenien-
te en admitir que quizas no podíamos manejarnos solos sin alcohol, y
nos parecía lógico buscar ayuda. A medida que hemos pr ogresado en
A.A. nuestro concepto del Poder Superior se ha madurado. Pero siem-
pre ha sido nuestro propio concepto personal. Nadie nos lo ha impues-
to. Finalmente notamos que de los "Doce Pasos Sugeridos " y de la
experiencia de miembros más antiguos se desprendía que el trabajo con
otros alcohólicos que se volvían hacia A.A. en busca de ayuda era un
medio efectivo de fortalecer nuestra fübriedad. Siempre que nos fue
posible tratamos de hacer nuestra parte, teniendo presente en todo
momento que la otra persona era la única que podía determinar en
forma segura si él (o ella) era alcohólica.
Nos dejamos también guiar por la experiencia de los miembros de
A. A. que han dado un nuevo significado a tres viejos refranes: " Haz
primero lo primero" es uno de estos refranes que nos recuerda que a
pesar de nuestros ardientes deseos no podemos hacer todo a la vez, y
que debemos recordar siempre que si hemos de rehacer nuestras vidas,
lo más importante es la sobriedad para poder lograrlo.
" Poco a poco se va lejos" es otro viejo refrán con un nuevo signifi-
cado para los alcohólicos que frecuentemente se sienten tentados de
hacer más de lo que su capacidad les permite hacer, aun cuando van
detrás de objetivos dignos.
"Vivir y dejar vivir" es un tercer r efrán llave de la filosofía de A.A.,
una constante recordación de que el alcohólico, no importa cuánto
tiempo se haya mantenido sobrio, no puede permitirse el lujo de dejarse
encolerizar-por cosas sin importancia.
La literatura de A.A. es también de gran ayuda para la mayoría de
nosotros en nuestros esfuerzos para conservar la sobriedad. Poco des-
pués de ingresar en A.A. casi todos tuvimos la oportunidad de leer
"Alcohólicos Anónimos", el libro -básico de nuestra sociedad, en el cual
los primeros miembros escribieron sus historias y los principios que a su
juicio les habían ayudado a recuperarse. Muchos miembros que han
estado sobrios por años continúan consultando este libro y también un
10
segundo libro: "Los Doce Pasos y las Doce Tradiciones", en busca de
comprensión e inspiración. La sociedad también publica una revista
internacional, "Toe A.A. Grapevine", y folletos especiales que tratan
fases particulares del alcoholismo y de A.A., y que han sido aprobadas
por las Agencias de Servicios de la Sociedad.
11
UNA NUEVA DIMENSION
12
LAS DOCE TRADICIONES
13
PUBLICACIONES DE A .A.
14
.,
J
TRES CHARLAS
ASOCIEDADES MEDICAS
POR BILL W., CO-FUNDADOR
DE ALCOHOLICOS ANONIMOS
ThreeTalks
To Medica! Societies
By Bill W., CoFounder
Of Alcoholics Anonymous
Las t res conferencias que aquí se resumen •incluyen los dos p rimeros
informes detallados relativos al programa de A. A. que fueron presenta-
dos ante asamb leas de sociedades méd icas de p rest igio, as( como un
resumen más reciente sobre el progreso de la Asociación. Estos tres
documentos son piedras angu lares en el crecimiento del entendimiento de
A.A. por parte de uno de sus mejores aliados - la Medicina. Las tres
presentaciones fueron hechas por Bill W., co-fundador de A.A.
3
ALCOHOLICOS A NON IMOS
INICIACION Y DESARROLLO
Por Bill W.
4
Muy pocas personas saben que las primeras rai'ces de A .A . comenza-
ron a germinar hace unos 30 años, en el consultorio de un médico. El Dr.
Carl Jung, aquel 11an pionero de la psiqu iatría, conversaba con un pacien-
te alcohólico. Ocurrió lo que relato a continuación.
5
impotenc ia personal, y que se entregue a cualquier Dios que usted c rea
que exista. El rayo de la exper ie nc ia transformadora podría entonces
golpearlo. Debe ensayarlo, es la única salida que le queda". En esta forma
hablaba un grande y hum ild e médico .
Para el A.A. en c iernes, este golpe fue diez veces fuerte . La cienc ia se
hab ía pronunc iado sobre el Sr. R. como un caso perdido. Las palabras
d el Dr. Jung le penetraron profund amente, produciendo- una e n orme
deflación de su ego. La deflación pro fund a es hoy la piedra angula r ent re
los de A.A. Al lí por prime ra vez, e n el co nsu ltorio del Dr. Jung, flle
utilizada en beneficio nuestro.
6
Llegó una vez a mí casa en Noviembre de 1.934, y se sentó al otro la·
do de la mesa de la cocina contraria a aquel donde yo bebía. No gracias,
dijo, no quiero licor . Muy sorprendido le pregunté qué le había pasado.
- ----M ~l'.ándome-d,i.r.ec.ta.meAt.e,ma-d~j-O-que-l~ haeú1- aA-tr-ad-0- l-a-r-eHgi6n~
Esto era realmente apabullante. una afrenta a mi educación científica.
Con la mayor cortesía que pude juntar, le pregunté que tipo de religión
habia adoptado.
7
da identificación conmigo y poniendo al alcance de mis manos los
principios de recuperación.
8
alta: "Ahora estoy preparado para cualquier cosa - cualquier cosa con
tal de recib ir lo que m i amigo ha obten id o". Sin esperar nada hice este
desesperado ped ido: "S i hay un D ios, por qué no se muestra!". El resu l-
tado fué instantáneo, eléctrico, indescriptib le. La hab itación se iluminó
con una enceguecedora luz bl anca. Ca í en éxtasis /y me parec ió estar en
una montaña . U n gran viento sop laba envo lviéndome y atravesándome .
Pa ra mí, no era de aire, sino de Esp íritu. Como un rayo me llegó el tre-
mendo pensamiento "Eres un hombre libre", luego el éxtasis se d isipó.
Aún en la cama, me encontraba en otro mundo consciente, ilum inado
por una Presenc ia. Sintiéndome unido al un iverso, una gran paz me inva-
dió. Pensé , "De modo que éste es el Dios de los pred icadores, ésta es la
Gran Realidad''. Pero pronto empecé a razonar, m i educación moderna se
impuso. Pensé que hab ía enloquecido, y un gran terror se apoderó de m í.
"La buena suerte me perseguía. Ebby me trajo un lil:;>ro t itu lado "Va·
riédades de la Experienc ia Religiosa", el cual devoré. Escrito por Wil liam
James, el psicológo, el libro ind ica que la experiencia de convesión pue-
d e contener u na realidad objetiva. La conversión altera la motivación, y
por consigu iente en forma sem i-automática capacita a la persona para ser
y hacer lo que antes le era imposib le . Era muy signi ficativo que las expe-
rie ncias de conversión más marcadas ocurrían principalmente a ind ivi·
duos que habrían sufr ido una derrota completa en una área importante
de sus v idas. El libro era en verdad muy var iado. Pero aparte de si las
conversaciones descritas resultaban brill antes y opacas, catacl ísmicas, de
orden teológico o intelectua l, todas eHasten ían su denom inador común
- obraban en personas tota lmente derrotadas . Así lo declaraba Wil liam
James, padre de la ps icología moderna. El zapato me sentaba, y he quer i·
do llevarlo puesto desde entonces.
Para los borrachos, la so lución obv ia era la deflación total, Y más aún .
Esto era cristali namente claro, fuí educado como ingeniero y por lo tan-
to los puntos de vista de tan autorizado psicólogo significaba todo para
mí. Este eminente hombre de ciencia hab1a confirmado todo lo que ha·
b ía d ocumentado exactamente lo que decía. Por lo tanto William James
9
afirmó los fundamentos sobre los cuales yo, y muchos otros hemos esta-
do sostenidos todos estos años. No me he tomado un t rago de alcohol
desde 1.934.
10
El énfasis fué cambiando de "pecado" a enfermedad - la enfermedad
fata l. - alcoholismo.
Pocos meses más tarde fuí presentado al Dr. Robert S., un cirujano de
Akron. Se trataba de un alcohólico en pésirnas condiciones. Esta vez no
hubo sermón de m i parte. Le conté mis experienc ias y le hablé de mis
conocimientos sobre el alcoholismo. Como nos entendíamos y nos necesi-
tábamos, hallamos por primera vez un terreno de genuina mutualidad.
Esto marcó el fin de mi actitud se rmoneadora. Esta idea de necesidad
mut ua añadió el ingred iente final a la síntesis de la experiencia médica re-
li giosa y alcohólica, que hoy llamamos Alcohólicos Anónimos.
"El Dr., Bob ", quien era un caso muy desesperado , adqu irió la
sobriedad casi inmed iatamente y no volvió a probar licor hasta su muerte,
acaecida en 1.950. El y yo comenzamos a trabajar con numerosos alcohó-
licos que encontramos en el Hospital Municipal de Akrnn . Muy pronto
hubo una recuperación y lue·go otra . Se había formado así el primer grupo
A.A. Regrese a Nueva York en el otoño de 1.935, esta vez con todos los
elementos de recuperac ión, y rápidamente se formó otro grupo en esta
ciudad.
H
estar más seguros de nosotros mismos. Vimos que poseíamos una fórmula
que, transmitida de un alcoholice al sigu iente; 1 podría eventualmente pro·
du_cir, como una cadena, un elevado número de recuperaciones. Vino
entonces le pregunte: "Que podemos hacer para extender nuestro alcance,
para llevar nuestro mensaje a los millones de alcohólicos de América y del
Mundo entero"?. Una respuesta bás ica pareció estar en la literatura que
detallarse nuestros métodos. Otra necesidad básica era una amplia publi·
cidad que atrajese un gran número de casos hacia nosotros:·
12
grarla. La mayoría de quienes aún viven, ha permanecido sabría por un
lapso de veinte años como promedio.
Las razones son éstas: no podemos tratar con alcohólicos que son muy
sicópatas o que ya tienen el cerebro muy deteriorado; a muchos alcohó·
licos no les gustannuestros métodos y buscan una manera diferente o
más fácil; millo nes de el los se aferran todavía a la c reencia de que la
causa de su problema radica e n las c ircunstanc ias externas y por lo
tanto la cu lpa es de algu ien disti nto de ellos mismos . Es tarea muy
13
difi'cil la d e log1 ar que e l alcohó lico 1eal o potencial admita que es
victima de un a enfermedad progres iva y frecue ntemente fata l Es éste e l
problema que afrontamos todos - · médicos, sacerdotes, familia1es o
amigos. Con todo, hay grandes razones para la esperanza . Una de tales
1azones es lo L!Ue ustedes, los méd icos, están haciendo al respecto, y lo
que pued en h acer. Ta lvez a lgunos de ustedes se estén pregu ntando .
" Cómo podemos ayudar aún más efe ctivamente ?".
Es muy satis facto rio saber que e n la actua lidad , el a lcohól ismo es d ic-
tado como mater ia académica en nuestras facu ltades de med ic ina. De
todas mane ras, ya- es fácil obte ner información acerca del a lcohólismo.
Hay organizaciones como e l Co nsejo Nacional de Alcoholi·m o , la Escue-
la el e Estudios Alcohó licos d e Y ale ( llamada desde 1.9 62, Escuela de Es-
tudios A lcohólicos d e Rutgers), las c ual es, añadidas a innume rables inicia-
tivas ofic iales para c línicas y cerftros de rehabilitación, constituyen fuen -
tes apreciab les de conocim iento y ayuda. Con tales herramientas, e l mé-
dico general puede, como decimos en A.A . "ablandar" a l paciente de
14
manera que manifieste su deseo de darle una mirada a nuestra comuni·
dad. En caso de que no lo desee, puede dirigirlo .entonces a una clínica,
un siqu iatra o un sacerdote· comprensivo . En¡ ·esta etapa, lo princ ipal es
lograr que reconozca su enfermedad y que empiece a hacer algo al res•
pecto.
15
comunidad llegue al lugar prim~rdial que hoy ocupa, y continúan cola-
borando con nosotros para que ali f permanezca.
También nos damos cuenta ~e las vastas impl icaciones que tienen
para nosotros los alcohólicos, los descubrimientos de la siquiatr(a y la
bioquímica. En rea lidad, estos descubrimientos son en la actualid~d
mucho más que meras implicac iones. E l presidente y algunos médicos de
su sociedad y d e fuera de ella han logrado estupendos resultados desde
hace algún tiempo, habiendo obten ido la recuperación de muchos de sus
pacientes sin apl icarles ninguna terapia A.A. Debemos anotar aquí 4ue
algunos de los métodos de recuperación utilizados fuera de A.A. , se
encuentran en ab ierta contradicción con nue stros principios y prácticas.
Sin embargo, los A.A. debemos aplaud ir el hecho de que algunos de
estos es,fuerzos van adqu iriendo cada vez mayores éx itas.
Es tan amen azante el crecimiento espectro del alco hól ismo , que nada
d istinto al tota l de los recu rsos de 1~ sociedad puede esperar elim inar o
dism inuir la fuerza de tan poderoso adversar io. La suti leza y poder de la
enfermedad alcohól ica están impresas en cada una de las páginas de la
historia de la humanidad, pero nunca con más potenc ialidad y destruc-
c ión como en este siglo.
16
Cuando una acción benigna y cooperativa de tales características se
encuentre totalmente dispuesta, se habrá abierto, seguramente, un ma-
ñana más prometedor para aquella mu ltitud de ·alcohólicos que sufren de
la enfermedad y padecen sus oscuras y terribles consecuencias.
********
Cuerpo de delegados,
Asociación Médica Norteamericana 1.9 71.
17
LES EL ALCOHOLISMO REALMEN TE UNA
EN FERM EDAD?
18
Extwctos de 1111<1 chm la !>ob, e
rn
que sea nuevo. Solamente hemos canalizado viejos y probados principios
de la ps iqu iatría y la religión en ta l forma que el alcohólico pueda acep•
tarlos. Y luego, hemos creado una asociación de alcohó licos donde entu-
siastamente podemos poner en práctica estos principios, en nuestro pro-
pio beneficio y en el de otras personas que sufren de alcoholismo.
20
bajo él una hoguera aún más ardiente, logrando en esta forma b loquear
todas las otras sal idas que tenía cuidadosamente estudiadas para escapar
de l d il ema. E l autor recuerda setenta y cinco fracasos durante los prime-
ros tres años de A.A. -gente a la que consideramos completamente sin
esperanza. En los últimos siete años sesenta y dos de estos casos han
vuelto a nosotros y la mayoría se encuent ra perfectamente bien. Y ellos
mismos nos han confesado que volvieron porque comprendieron que
si no lo hacían morirían o perder/en la razón. Habiendo intentado todo
lo demás q~ntro de sus medios, habiendo agotado todos sus argumentos
y excus-as favoritos, volvieron y aceptaron su medicina. Por ésto es por
lo que nunca necesitamos evangelizar a los alcohólicos. S i aú n conservan
la razón siempre vuelven cuando han estado alguna vez bien expuestos
a la influencia de A.A.
1. Nuestra fac il idad, como ex-bebedores, para ganarnos la conf ianza del
candidato -para "crear una línea de transmisión a lo íntimo del
enfermo" .
Por lo que a nosotros en A.A. se ref iere, estos princip ios que ahora
usarnos todos los días, demuestran una sim ilitud que resu lta sorpren-
dente. Permítasenos comparar brevemente lo que en un modo general
la medicina y la religión le dicen al alcohó lico: ·
21
4. El alcohólico neurótico se retira de 4. El problema básico del alcohól ico
la vide, es el retrato de la ansiedad y es la preocupación por sí mismo.
la anormal autopreocupación: se Llano de terror y egoísmo, ha olvi-
aleja del "rebafio humano". dado el concepto de hermandad
entre los hombres.
Evident emente, el objetivo del méd ico es hacer que el alcohól ico
pueda bast arse a sí mismo, si no com pletamente por lo menos en pa rte.
22
prueban este método simple, cuando lo hacen con una mente libre de
prejuicio~. y mientras ta1110 conservan su sobriedad. Sin embargo, si el
co ntenido espi1 itual de nuestros Doce Pasos se desprecio totalmente,
pocas veces el enfermo logra conservar su sobriedad por mucho tiempo.
Esta es nuestra experiencia en A.A. en todas partes. 1nsistimos en lo espi-
ritual simplemente porque miles de nosotros hemos descubierto que no
podemos pasarnos sin esta parte de l programa.
23
Con el A.A. término medio, muchos meses pueden transcurrir antes
de que sienta la fé en el sentido espiritual. Sin embargo, casi ninguno de
los _que tiene un año o más de antigüedad sigue creyendo que su transfor-
mación se debe exclusivamente a un fenómeno psicológico, basado única-
mente en sus propios recursos humanos. Muchos de nuestros miembros
dicen que si bien no están de acuerdo con el concepto de D ios sustentado
por los ministros religiosos, han llegado a formarse su propio concepto,
del cual pueden depender positivamente -algo que t rabaja para su bien.
A nosotros los A .A. nos es indiferente lo que la gente· pueda pensar
de esta experiencia espiritual nuestra. Pero a muchos nos ha resultado
algo as í como una conversión; precisamente lo q ue la mayoría de los
alcohólicos habían jurado que nunca podrían exprimentar. De hecho,
estoy comenzando a creer que es así como debemos llamarla, ya que sé
que nuestro buen amigo el Dr. Harry Tiebout * está sentado aquí e ntre
nosotros. Como deben saberlo, se trata del siquiatra quien recientemente
contó a su propia sociedad profesional, la Asociación Americana de
Siquiatría, que lo que los A.A. obtenemos es la conversión -de seguro y
sin ánimo de chanza! Y si el espíritu de aquel gran sicólogo, William
James, se pudiese consultar, estamos seguros que nos mandaría leer su
famoso libro "Variedades de la Exper iencia Religiosa", en el cual el
cambio de personalidad a través de "la variedad educacional de la expe-
riencia o conversión espiritual" es tan hábilmente explorado. Cualquiera
que sea este misterioso proceso, ciertamente ha dado buenos resu ltados,
y para nosotros que estábamos en el cam ino que conduce al man icomio o
al cementerio, cualquier cosa que dé buenos resultados nos parece d igna
de ser tenida en cuenta. ·
Y me alegro mucho poder decir que numerosos y distinguido.<:.miem-
bros de vuestra profesión han d ecla_rado que nuest ro" ~ e Pasos son una
excelente medicina. Los sacerdotes de tod<1"> 1,as denomin aciones afirman-
que son buena religión, y por SUJ)J.'.lBsto, a nosotros los A.A. rros agradan
porque nos dan resu ltado~, ~,éivorables. Deseamos sinceramente que todos
los médicos aquí, -;.iresentes hoy éstén de acuerdo con estas op iniones. En
los prir:,:i~•:üs tiempos de A.A. nos parecía, a nosotros los alcohól icos,
que nos encontrábamos vagando por una especie de "tierra de nadie",
que aparentemente dividía la ciencia de la religión. Pero todo eso ha cam-
biado desde que Alcohólicos Anónimos se ha convertido en el lazo
común de los dos conceptos.
Si', indudablemente, Alc:ohólicvs Anónimos es un movimiento de
coopera ción. Todos los casos que necesitan tratamiento físico, son orien-
24
tados por nosotros hacia ustedes, los médicos. Frecuentemente trabaja-
mos con siquiatras, y a menudo descubrimos que ellos pueden decir y
hacer por el paciente cosas cosas- que nosotros no podemos. Los siquia-
tras aprovechan muchas veces el hecho de que nosotros como ex-bebe-
dores podemos aventurarnos en terrenos que ellos vacilan en explorar. En
muchos lugares del mundo estamos en contacto diario con sanatorios y
hospitales públicos y privados. El apoyo entusiasta que nos han dado
muchas de vuestras instituciones es algo que agradecemos profundamen-
te. La oportunidad de trabajar con alcohólicos significa todo para naso·
tros, y para la m ayor ía significa la vida misma. Sin la oportunidad de
olvidar nuestros propios problemas ayudando a otros a solucionar los
suyos, muchos de nosotros con seguridad pereceríamos. Esto es el cora-
zón de Alcohólicos Anónimos -es la sangre que nos da la vida.
25
si6n del alcohólico de que podrá recuperarse por sus propios medios, o
de que algún día podrá beber como un caballero, más éxito tendremos.
En estas cond iciones, el aceptar las implicaciones espirit uales del pro-
grama de A.A. no presenta dificu ltades ni aún para los más descarriados.
Apróximadamente la mitad de los miembros de A.A. fueron a I principio
agnósticos o ateos. Esto sirve para desment ir la creencia\ de que solamen-
te podemos tener éxito con los religiosamente incl inados.
Estos son algunos de los factores básicos que quizá puedan explicar
el éxito que hemos tenido. Qu isiera disponer de tiempo para darles una
idea íntima de nuestra vida juntos, nuestras reuniones, de esas firmes y
sinceras am istades que nunca conocimos antes, de la participación de mi-
les de nuestros miembros en la última guerra, cuando muchos descubrie-
ron en los campos de batalla que estaban en cond iciones de hace r frente
a la realidad - aún lejos de la influencia de los grupos de A.A. Hemos
descubierto que se puede tener confianza en Dios en cualquiera parte
del mundo, q ue la-fuerza puede surgir de la debilidad , y que talvez sola-
mente aq uellos que han probado los triunfos de la confianza en un Poder
Superior puedan comprender el verdadero signif icado de la libertad perso-
nal, la libertad del/espír itu humano.
Seguramente 'ustedes, señores méd icos, reun idos aqu í hoy, comprend e-
rán lo mucho que nosotros los A.A. les debemos, lo mucho que hemos
26
tomado prestado de ustedes, y lo mucho que aún dependemos de uste-
des. Pues han sido ustedes los que nos han proporcionado las municiones
que hemos ut ilizado, como sus asistentes.no profesiónales. Hemos sido la
gu{a de vuest ra arti ller(a. He puesto a la d isposición la versión de los fac-
tores que han resu ltado en los cambios de personalidad experimentados
por nosotros, nuestro método de anál isis, catarsis y rehabilitación. He
tratado de most rarles un poco nuestro nuevo y dom inante interés en la
vida - esta Asociaciaón donde hombres y mujeres nos entendemos los
unos a los otros, donde los clamores del ego1smo quedan ahogados ante
nuestro gran objetivo común, d onde podemos apre nder a tener sufi-
ciente paciencia, tolerancia, honestidad, hum ildad y deseos de ser úti les,
para llegar a dominar a nuestros antiguos amos: la inseguridad, el resen-
timiento y los insat isfechos sueños de poder.
' Comen/ario de
FOSTER t<ENNEDY, M . D.
La f'é religiosa ha sido descrita por Mal thew A rn old como un creencia
fi"rme en un poder mál' grande que r1osotros mismos . que ,ws limpulsa a las
l actitudes honestas, pudiendo adquirirse este sentimienro y la ayuda a Ira-
27
vés de cierta conversión espiritual. que puede muy bien llamarse una va·
riedad de experiencia religiosa.
La asociación del enfermo con los que han estado enfermos o se están
mejorando, es una sugerencia terapeútica de curación y /le hacen olvidar
el sentimiento de que es, socialmente, un paria, y el aprovechamiento por
él de estas p rofundas fuerzas intimas que da demostrado _por el creci-
miento de este viguroso y benéfico movimiento. Además, este mo11imien-
to proporciona un objetivo de gran poder emocional, al confiar a cada
alcohólico recuperado la misión de ser un misionero entre los enfermos.
Fal lecido.
28
"Tengo el más profundo respeto por el trabajo que A.A. está desem-
peñando, por su espíritu, por su filosofía esencial de ayuda mutua. No
pierdo oportunidad de apoyarla pública y privadamente cuando veo que
merece la pena hacerlo" .
La Sociedad de
ALCOHOLICOS ANONIMOS
• Por Bit/ W.
Asociación Americana de Siquiatría
Presentado en la
29
El 01 ado, describe aqu, su experienc,a personal pa, a logra, su sobriedad, sus
tracasos ,n1c1ales con otros alcohollcos. v su encuentro eventual en Ak , on. Oh 10,
en Mayo de 1935, con el Dr Bob S quien se convirtió en ce-fundador de Alco-
hólicos Anónimos
30
todas las consultas. Los nuevos miembros trabajaban con los aún más
nuevos. Dos años más tarde Cleveland tenía, debido a esta reacción en
cadena, cientos de miembros. El número término medio de los que
ven ían a nosotros y se quedaban fue muy elevado. Esto fue nuestra
pr ime ra experiencia de que podríamos digerir un elevado número de alco-
hó licos rápidamente.
31
recuperarse. De modo que solamente instru{mos al nuevo miembro.
Nosotros nunca evangelizamos; el alcohol se encargará de ello. Los sacer-
dotes declaran que hemos capital izado al Demonio. Pero el caso es que
quienes vuelven son muchos, y los conservamos. Creemos que el término
medio de los que se recuperaran será mucho más elevado de lo que ori-
ginalmente calculamos.
32
para vivir felices, todo ésto, junto con el amor a Dios y a nuestros seme-
jantes, nos han mantenido en una sorprendente unión. Cuanto más sean
los semejantes que nos rodean y tienen nuestro mismo problema, más
seguridad obtendremos. De la misma manera como bastantes bolsas de
arena amortiguan el estampido d e cualquier cantidad de dinamita. Cree-
mos que somos una fami lia bastante segura y feliz. Los invitamos a que
asistan a cualqu ier reunión de A.A. para comprobarlo.
Muchos alcohólicos son e1111iados hoy en dt'a a A.A. por sus propios
psiquiatras. Libres de la bebida vuelven a sus médicos con mejores pro-
babi lidades de ser tratados. Casi todas las esposas de alcohólicos se han
convertido en cierto grado, en sus madres posesivas. Casi todas las muje-
res alcohólicas, si aún conservan sus maridos, viven con un padre descon-
certado. Esto a lgunas veces significa que habrá muchos disgustos. Dema-
siado bien lo sabemos nosotros los A.A.I
Dios concéde nos la serenidad para aceptar las cosas que no podemos
cambiar, valor para cambiar aquellas que podemos, y sabiduría para
reconocer la diferencia.
***
33
LOS DOCE PASOS SUGERIDOS DE A.A.
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano
la naturaleza exacta de nuestras fa ltas.
6 . E,st uvimos d ispuestos a de jar que Dios elim inase todos estos defectos
de carácter.
9. Reparamos directame nte a cuantos nos fue posible el daño que les
habíamos causado, salvo en aquello casos en que el hacerlo perjudi -
caría a ell os mismos o a otros.
34·
1,I
Este sello aparece en Literatura
aprobada por la Conferencia.
YO SOY RESPONSABLE.
Cuando cualquiera dondequiera,
extienda su mano pidiendo ayuda,
quiero que la mano de A.A. esté siempre ali¡'
y por esto . ..
YO SOY RESPONSABLE.
~EDANTES,
ESTIMULANTES
V EL ALCOHOLICO
'e. ,E·I único requ isito para ser miembro de A.A. es el deseo de dejar la
bebida, Para ser miembro de A.A. no se pagan honora rios ni cuotas; nos
manteñenws con nuestras propias contribuciones.
1
• A.A. no está afiliada .l,l ·ninguna secta religiosa, partido pol1tico, organi-
zación o instiÍu'éión al_gu'iiá; no desea interven ir en controversias; no respal-
da ni se opone a ningui:,a·causa.
1
. :/-.·
"Sedantes,
Estimulantes
y el
Alcohólico"
UN INFORME DE UN GRUPO DE
MEDICOS MIEMBROS DE A. A.
-3-
LOS DOCE PASOS DE A.A.
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser hu-
mano la naturaleza exacta de nuestras faltas.
- 4-
EL INFORME
- 5-
Esas drogas se recetan generalmente por un tiempo corto, para
acelerar la recuperación de variados desórdenes nerviosos, siendo segu-
ras para la mayoría de Ta gente cuando se toman de acuerdo a la re-
ceta médica, exceptuando los casos en que se presente una alergia.
Pero los pacientes con personalidad predispuesta a ser adictos (en es-
pecial los alcohólicos) tienen la tendencia a usar de esas drogas sin res-
ponsabilidad, siendo frecuente que los barbitúricos, anfetaminas y tran-
quizantes desarrolTen en aquellos dependencia tanto sicológica como fí-
sica.
No somos autores del siguente aparte de un artículo del "Journal
Of The American Mcdical Association", pero estamos en pleno acuer-
do con su contenido. Nuestra gratitud al Dr. Robert W. Mayo, Direc-
tor Ejecutivo del A.M. A. Journal por su permiso para publicarlo.
-6-
Es muy posible que el paciente se acarree una reacción aún más
seria al combinar pastillas y alcohol. No sólo puede enfermar muy
seriamente, sino que --como sucede con demasiada frecuencia- pue-
de hasta causarse la muerte con el doble uso de drogas y alcohor.
Con frecuencia se echa la culpa al médico que dió la receta, sin
parar mientes en que casi siempre el galeno es víctima de no habér-
sele dicho la verdad, consistente en que el paciente es akohólico y
por ello propenso de por sí a ser adicto a las drogas . Como bien lo
saben los miembros de A. A., el alcohólico ACTIVO trata desespera-
damente de "encubrir" o "tapar" y es notoriamente mentiroso acerca
de su presente modo de beber y de sus excesos, hasta con el mismo
médico a quien recurre para que le ayude.
A menudo un al'cohólico consigue recetas de varios médicos pa-
ra sus pastillas, y naturalmente ninguno sabe que ha acudido donde
otros. De allí pasará fácilmente a valerse de otras fuentes ilegales de
abastecimiento, cuando se presenten casos de angustia o desespera-
ción producidos por la falta de la droga.
No causa sorpresa a los médicos et saber que en A. A. hay per-
sona~ que han sido liberadas del alcohol, para luego volverse depen-
dientes de las drogas, pues ellos conocen muy bien que el alcohol es
un veneno para er sistema nervioso y el alcoholismo una enfermedad
compleja, resultado de factores físicos, mentales y emocionales. En-
tienden además los galenos que la personalidad compulsiva del alco-
hólico puede con facilidad dar ocasión a que er paciente se engañe a
sí mismo, al creer que puede arriesgarse a usar drogas para aliviar
las tensiones y angustias que anteriormente "manejaba" con el alco-
hol.
SEDANTES Y TRANQUILIZANTES
El alcohol es un sedante, y como tar, produce efectos un tanto
extraños en ALGUNAS personas; en tanto que otros sedantes pro-
ducen reacciones similares en DETERMINADAS personas, que pue-
den no ser las mismas en quienes el alcohol produce los efectos ano-
tados. Es decir, que algunas personas pueden ser alérgicas al alcohol
pero pueden tolerar otros tipos de sedantes, y viceversa. Resulta, sin
embargo, que la misma gente que no puede controlar el alcohol. es
incapaz de controlar el uso de ros sedantes. El alcohólico se cree ser
la EXCEPCION, está jugando a perder.
El hecho de poder ser susceptible a todos los sedantes, es razón
suficiente para que el alcohólico anónimo le explique claramente a
su médico antes de tomar pastill'a alguna, siéndole énteramente fran-
co acerca de su alcoholismo y revelándoli: todo lo necesario de su
caso personal, en forma de permitir al médico juzgar con acierto si
debe o no recetar pastillas al paciente.
-7-
Se die@ que las Iramadas drogas sico-trópicas, tranquilizante!
actúan en una parte específica del sistema nervioso central, sin cau
sar somnolencia. Sin embargo, el efecto de ellas varía según el indi-
viduo, aunque la dosis sea cuidadosamente controlada, como ocurre
con todos los remedios. Muy útiles son esta, drogas cuando se con-
trolan adecuadamente y siempre que se so.metan a la conveniente su-
presión médica: pero los tranquilizantes son peligrosos para los alco-
hólicos.
Hoy en día, la gran mayoría de los médicos reconoce el peligro
de recetar cierta clase de drogas a personas que acusan tendencia de
ser adictos. El miembro de A.A. que toma su recuperación en se-
rio, deberá aceptar la posibiíidad de tener esta tendencia, y así lo pon-
drá en conocimiento de su .médico con entera franqueza. Y si el mé-
dico no le pone mayor importancia al asunto, debe el miembro de
A. A. considerar seriamente la posibilidad de cambiarlo, pues, aun-
que la primera opinión pudo haber sido correcta, es mejor para el al-
cohólico estar seguro que correr el riesgo de que en un futuro pue-
da pesarre.
Como regla general, a los alcohólicos les va mejor sin drogas;
pero, como a veces se presentan en ellos otras enfermedades, deben
entonces ser tratados médica.mente para éstas como cualquiera otra
persona, con las drogas indicadas y necesarias. Entonces, los médi-
cos deberán manejar cada ca,o teniendo en consideración las alergias
de cada individuo, ya sea ar alcohol o a otras sustancias . Por lo
tanto, es muy importante para el alcohólico ser sincero con su médi-
co, así como acatar estrictamente sus órdenes, cuando aquél decide
usar drogas, avisándole inmediatamente en caso de sentir reacciones
extrañas.
-8 -
La semejanza entre la intoxicación por akohol y la intoxicación
por barbitúricoe, ha sido constatada por el Dr. Harris Isbell del Hos-
pital de Salud Pública de ros Estados Unidos, en Lexington, Kentuc-
ky. Dijo él:
"LA INTOXICACION CRONICA CON BARBITURICOS
es una situación peligrosa y no deseable, muy similar al alcoJ:io-
lismo crónico. El comportamiento de las personas q_ue se intoxi-
can crónicamente con barbitúricos es similar ar de los alcohóli-
cos crónicos, y parece que se llega hasta los mismos extremos,
teniendo en cuenta desde luego el modo de ser, la personalidad,
y el estado de ánimo que acompañe al sujeto en un momento
dado" .
Con respecto al potencial de las personas adictas a ros tranqui-
lizantes, el Dr. Car! F. Essig, también del mismo hospital en Lexing,-
ton, dice:
"Un número acrecentado de sedantes nuevos, tipo hipnótico, han
sido introducidos a la práctica de la medicina. Algunas de esas dro-
gas no barbitúricas se llaman "tranquifizantes", "relajantes" y "sico-
trópicas". A pesar del uso de terminología distinto a los sedantes hip-
nóticos, y a pesar de su estructura química que no contiene barbitú-
ricos, estas drogas nuevas son deprimentes y pueden causar estados
de intoxicación y/ o dependencia física, que es, clínicamente hablan-
do, muy similar a ll! producida por los barbitúricos".
-9-
cializada del tratamiento, ya que el individuo con personal'idad de a-
dicto se habitúa fácilmente a las anfetaminas . La intoxicación que
resurta es muy semejante a la del alcohólico crónico, siendo también
necesario tratarla en forma similar . Los efectos de la supresión de
las anfetaminas, cuya duración es muy prolongada ya que pueden a-
vanzar hasta ocho semanas, se manifiestan con frecuencia en una
.marcada debilitación del paciente .
-10-
AYUDA DE UN PODER SUPERIOR
-11-
del alcohol o de las drogas. El alcohólico doniinado por el hábito de
las drogas, tarde o temprano tendrá que enfrentarse a los dos proble-
mas en forma sincera y decidida, si es que pretende afgún éxito en
su abstención.
Un estado de cosas muy peligroso es el de algunos alcohólicos
que, no bien han logrado alguna sobriedad en su alcoholismo, cuan-
do se encuentran con un problema más agudo como es el consisten-
te en dejar las pastillas, para cuya solución la gente de A . A. sugie-
re con ahínco a dichos alcohólicos el buscar ayuda adicional en las
fuentes profesionales de la medicina, la psiquiatría y la religión.
Rara vez sufren- recaídas en su viejo "problema de Tas pastillas"
los miembros de A. A . ya liberados que se mantienen en guardia
contra los peligros que conlleva el abuso de las drogas, ya que ellos
entienden y aceptan que los mismos rasgos que parecen caracterizar
la personafidad del alcohólico, se insinúan con frecuencia en la del
adicto a las drogas . Esos miembros, al practicar el programa de A. A.
se ponen a cubierto del autoengaño consistente en pensar que el uso
descontrolado de las drogas podría serles útil para mantener la . abs-
tención en lo que toca con el afcohol.
Se repite, la sinceridad rigurosa desde un principio es vital pa-
ra poder alcanzar el éxito deseado. Así, cuando se llama a un médi,.
co para que trate a un alcohólico y no se le explica completa y since-
ramente fa situación y el problema que aquél tiene con las pastillas,
el ,médico se encontrará frente a un gran obstáculo. En efecto, como
se anotó antes, los síntomas de la intoxicación con alcohol son simi-
lares a los de la intoxicación con drogas, por lo cual no s.iempre po-
drá el médico determinar con el simpí'e examen del paciente la exis-
tencia de un problema de pastillas . Además, cada caso requiere tra-
tamiento distinto y atención médica especial, y de allí que el alcohó-
lic-0 verdaderamente interesado en una vida nueva y conocedor de las
expresadas circunstancias, deba, en lugar de cotejar o encubrir su
probrema de pastillas, contar al médico la verdad completa sobre su
caso.
- 12 -
presentan para su sobriedad, a que compartan sus expe-
riencias con otros en el grupo.
3a. Animar a los miembros para que lean !'a literatura de A. A.
en la cual se trata el problema de las drogas a la luz de
la experiencia de A. A.
Como ya se dej6 expresado, ningún miembro de A. A. debe
presentarse o actuar como terapeuta profesional; aunque sí puede re-
comendar o sugerir su experiencia como miembro de A. A. , según
la cual, si queremos conservarnos seguros y contentos en nuestra l'i-
beraci6n de una de las drogas más antiguas, como lo es el alcohol,
debemos evitar el uso de cualquier droga que pueda constituír una
amenaza para nuestra sobriedad, adquirida a tan alto costo. Todos
en A. A. nos alejamos del primer trago por un solo día, siendo tan
importante eTio para muchos de nosotros como alejarnos de esa pri-
mera pastilla por el solo presente sucesivo.
-13-
LAS DOCE TRADICIONES DE A. A .
-14-
PUBLICACIONES DE A.A.
Ap robadas por la Conferencia
A . A , EN PRISIONES ; .
LAS DOCE TRADlCIONES
' , : .: ·.ILUSTRADAS
.,
COOPERACION SI, AFILIACION NO
HABLANDO EN REUNIONES DE No · 'ALCOHOLICOS
YO SOY RESPONSABLE
Cuando cualquiera dondequiera,
YO SOY RESPONSABLE
1,>reguntas y
Respuestas sobre
PATROCINIO
Título en inglés:
Copyright 197 6
2
mente se aproxima a un miembro más experimentado que parece compatible
con él, y le pide a ese miembro que se convierta en su padrino. La mayoría de
los miembros de A.A. se sienten felices y agradecidos al recibir tal petición.
Un antiguo proverbio de A.A. sugiere, "Manténgase con los ganadores".
Es tazonable buscar compartir la experiencia con un miembro que parece
estar utilizando exitosamente el programa de A.A. en su vida diaria. No
existen reglas específicas, pero el buen padrino probablemente deberá tener
un año o más de continua abstención, y debiera parecer que goza de su
sobriedad.
¿Debieran ser el padrino y el recién llegado tan afines como sea posible?
Frecuentemente, el recién llegado se siente más a gusto con un padrino
que tenga similares intereses y experiencias - otro médico, otro creyente,
otra ama de casa, otro agnóstico, otro irlandés, u otro negro. Pero muchos
miembros de A.A. dicen que recibieron una gran ayuda de padrinos que eran
totalmente disímiles. Tal vez esto se deba al hecho de que su atención fue
enfocada hacia las cosas •más importantes que los padrinos y los recién llega-
dos tienen en común: el alcoholismo y la recuperación dentro de A.A.
La experiencia de A.A. parece sugerir que es mejor que los hombres
patrocinen a los hombres, y las mujeres patrocinen a las mujeres. Esta costum-
bre usualmente promueve un rápido entendimiento y reduce la aparición de
distracciones emocionales que podrían alejar la mente del recién llegado del
propósito fundamental de A.A.
lQué debiera esperar el recién llegado de su padrino?
El padrino A.A. no suministra ninguno de los servicios que ofrecen los
trabajadores sociales, los médicos, las enfermeras, y los consejeros matrimo- '
niales. El padrino es simplemente un alcohólico sobrio que ayuda al recién
llegado a resolver un solo problema: cómo permanecer sobrio.
No es el entrenamiento profesional lo que capacita al padrino para dar
este tipo de ayuda, solo es la experiencia y la observación personales. En
alguna época este padrino, también; fue un recién llegado y ha tratado de
utilizar el programa de A.A. para manejar los problemas similares a aquellos
que el recién llegado está enfrentando ahora.
¿Debiera el recién llegado estar de acuerdo con todo lo que dice el padrino?
Si las ideas del padrino parecen extrañas o confusas, lo mejor que puede
hacer el recién llegado es hablar y hacer preguntas. Se supone que debiera
existir una relación franca y abierta, en la cual ambas partes puedan conversar
libre y honestamente de sí mismos.
El programa de A.A. es simple, pero no nos pareció así a la mayoría de
nosotros al principio. Frecuentemente, nuestro aprendizaje se debió a que
hicimos preguntas en reuniones cerradas o, muy e5pecialmente, a conversacio-
nes privadas con nuestros padrinos.
3
lQué pasa cuando el padrino no se encuentra disponible cuando lo necesitamos?
Lo que mantiene la sobriedad del recién llegado no es el padrino, sino.el
programa de A.A. El patrocinio no es más que la mejor manera que conoce-
mos para presentarle ese programa al recién llegado.
Por eso tenemos muchos recursos cuando no podemos hacer contacto con
nuestros padrincs. Podemos llamar por teléfono a otros miembros; ir a una
reunión de A.A.; telefonear o visitar la oficina más cercana de A.A.; leer libros
o folletos o nuestras revistas, el Grapevine o el Mensaje, y así encontraremos
las respuestas para casi cualquier problema que nos esté molestando o pertur-
bando en ese momento.
4
¿ruede llegar el momento en que sea demasiado tarde para conseguir un
padrino?
5
llevamos sobrios, continuamos siendo humanos, y sometidos por lo tanto a las
emociones que podrían desviarnos de "nuestro propósito fundamental".
6
• Hace todo lo posible porque el recién llegado participe en las activida-
des de grupo tan pronto como sea factible.
7
lExiste algún enfoque especial para los recién llegados que se están presentan-
do hoy en día?
Los programas de alcoholismo de l gobierno, la industria, y otras agencias,
cada vez más numerosas, están enviando muchos alcohólicos a A.A. Estos
recién llegados generalmente se nos presentan en una condición fís ica de
abstención, y en un estado de recuperación más elevado que el que presenta-
ban los recién llegados hace algunos años. El padrino actual puede tender a
creer innecesaria la acción de sentarse toda la noche con un alcohólico para
poderle suministrar una botella final de cerveza (así como hizo Bill con el Dr.
Bob), o llevar en el bolsillo un puñado de confites para ofrecerle.
Pero los grupos de A.A. que han dado la bienvenida a un gran número de
enviados por las fuentes profesionales creen generalmente que tales recién
llegados debieran obtener la ayuda de un padrino tan pronto como sea posi-
ble. Lo único distinto es que el trabajo de l padrino empezará en una etapa
más avanzada. (De esta experiencia emerge una palabra de precaución: El
enfoque del padrino debe ser positivo, presentar atractivamente el programa
de A.A., en vez de criticar el tratamiento que este recién llegado ha recibido,
y de l cual puede sentirse muy agradecido).
Tal como se anotó previamente, en la página No. 4, el recién llegado puede
haber adquirido algún conocimiento de los hechos acerca del alcoholismo y
de A.A., aunque no tenga la experiencia en utilizar el programa de A.A. para
el manteni miento de su sobriedad continua. En cambio el padrino si ha utili-
zado este programa, y las formas de compartir su experiencia permanecen
invariables, o tan variadas como antes, dependiendo de los individ uos implica-
dos.
lCómo puede el padrino explicar el programa de A.A.? .
El padrino deseará explicar el programa de A.A. en la manera que le sea
más natural y más factib le de que el recién llegado la entienda.
La experiencia muestra que el recién llegado generalmente no puede tra-
gar de un golpe todo el programa de A.A. en los primeros meses. Ciertamente,
aqu ( es muy aconsejable el suministrar pequeñas dosis en cada ocasión.
Muchos padrinos se aseguran de decirle al recién llegado que A.A. solo
tiene un propósito fundamental: ayudarles a mantenerse alejados de la
primera copa. Recuerdan permanentemente que el Primer Paso, o sea el reco-
nocimiento de que se tiene un problema, es una parte fundamental de la
recuperación.
Estos padrinos le recuerdan al recién llegado que A,A. ofrece un programa
práctico y que ya ha sido útil para cientos de millares de hombres y mujeres.
Le sugieren la necesidad de mantener una mentalidad abierta para enfrentar el
alcoholismo como un problema personal, y subrayan el hecho de que solo el
recién llegado podrá decidir si es o no alcohólico y si necesita o desea la ay uda
de A.A.
Casi todos los miembros que trabajan con los recién llegados hablan de l
programa de A.A. en los términos de su propia experiencia. Le dicen a la
persona nueva que nadie puede hablar en nombre de A.A. y por consiguiente
8
cada miembro tiene la completa libertad de llegar a una comprensión indivi-
dual y particular del programa.
Algunos padrinos hablan acerca del programa en una forma más espiritual
que otros. Pero casi todos llaman la atención hacia la fuente de fortaleza que
puede encontrarse en "un Poder Superior a nosotros mismos". Nuevamente,
el padrino puntualiza que solo el recién llegado puede determinar qué quiere
decir para él esta frase de A.A. Expresa una idea que las personas de muchas
religiones distintas, o de ninguna religión, pueden aceptar y la aceptan en
completa armonía.
9
cionar un buen patrocinio. No es una buena dosis de A.A. el pasarle la carga a
otras personas porque no tenemos suficiente tiempo, o porque el alcohólico
es problemático y preguntón. La mayoría de nosotros recuerda con gratitud
la paciencia y la amabilidad que los miembros antiguos nos dispensaron cuan-
do nosotros estábamos empezando nuestra recuperación".
¿cómo puede el padrino trabajar con la familia de un alcohólico?
El padrino puede explicarle e l programa de A.A. a una esposa, marido o
pariente, e indicarle que la mayoría de los miembros han encontrado que es
más fácil hacer el cambio hacia una vida sin alcohol cuando los parientes se
interesan por A.A., se familiarizan con la literatura de A.A., y asisten a las
reuniones abiertas de un grupo local.
A la familia se le puede indicar que e l alcohólico necesita simpatía y
comprensión, especialmente durante los primeros días de abstención, pero
esto no da derecho para que se le mime o consienta simplemente por estar
viviendo en una forma normal tal vez por primera vez en su vida de adu lto.
En general, el padrino puede animar a la familia del alcohólico a olvidar
cualquiera de los fracasos que la pueda haber frustrado en el pasado, para
darle a l recién llegado toda oportunidad de salir bien en A.A. El padrino
puede recomendar a la familia evitar los extremos de esperar mucho, demasia-
do pronto, del alcohólico que se está recuperando, o de tratar al nuevo miem-
bro de· A.A. como un héroe por haber tomado la decisión de dejar de beber.
En algunos casos, las relaciones conyugales y otras relaciones familiares se
han deteriorado seriamente como resultado del comportamiento del alcohó li-
co mientras estuvo bebiendo. El padrino no debe pretender ser un consejero
profesional en asuntos conyugales en tales situaciones. Sin embargo, muchos
problemas serios de esta clase han sido solucionados satisfactoriamente una
vez que el problema principal del alcoholismo ha sido puesto bajo control, y
el padrino puede indicar esto.
El padrino también deseará que la familia conozca acerca de los Grupos
Familiares AI-Anon y Ala-teen, conformados por parientes y amigos de los
alcohólicos - de alcohólicos que pueden estar o no en A.A.
El programa del AI-Anon es paralelo al de A.A., pero AI-Anon es una
comunidad enteramente aparte. Le ayuda a los familiares del bebedor proble-
ma a comprender la enfermedad y sus consecuencias en la vida familiar. En
los grupos de Ala-teen - una parte de AI-Anon - los jóvenes cuyos parientes
son alcohólicos comparten sus propias experiencias. Los grupos locales de
AI-Anon y Ala-teen se reúnen regularmente en algunas comunidades, y sus
direcciones aparecen frecuentemente en e l directorio telefónico.
Literatura y cualquier información acerca de los Grupos Familiares AI-
Anon pueden obtenerse escribiendo a la siguiente dirección: P. O. Box 182,
Madison Square Station, Nueva York, N.Y. 10010.
¿Puede un padrino prestar dinero a un alcohólico?
Esto es, por supuesto, un asunto de juicio y decisión individual. En esto
está involucrado el hecho básico de que A.A. tiene un solo y exclusivo propó-
10
sito: ayudar a los alcohó li cos en su problema con la bebida. A.A. no es una
sociedad filantrópica, ni una agencia de empleos.
El dinero, o la falta de é l, no ha sido nunca un factor determ inante e n la
capacidad de un ind ividuo para consegu ir la sobriedad en A.A.
El padrino que presta d inero a un recién llegado lo hace a su propio riesgo
y puede inclusive estar retardando e l progreso hacia la sobriedad del nuevo
miembro. Esto no qu iere decir que e l padrino no pueda hacer vo luntariamen-
te un pequeño regalo al recién llegado si tal regalo puede ayudar a su sobrie-
dad. (Si el regalo se corresponde algún día, tanto mejor, puesto que el padrino
no lo co nsideró como un préstamo en primer lugar). Esto sign ifica que el
recién llegado que recurre a A.A. por d inero, vestidos, o para asegurarse un
e mpleo se ha equivocado de lugar y de fi nali dad. A.A. t iene algo mu cho más
im portante que ofrecer: la sobriedad.
Las agencias profesionales pueden su ministrar otro t ipo de ay uda cuando
esto sea necesario. Pero muchos alcohó li cos cuando dejan la be bida pueden
resolve r sus proble mas do mésticos, ocasio nales, o legales.
11
firme enfatiza esto y generalmente trabaja bien para convencer al recién ini-
ciado. La mayoría de los miembros reconocen, sin embargo, que un exceso de
firmeza puede perturbar al recién llegado. Esta debiera ser moderada por la
simpatía y la comprensión.
Algunos padrinos prefieren adoptar una actitud casual hacia los nuevos
miembros con quienes les toca trabajar. Por ejemplo, están completamente
dispuestos a emplear su tiempo con el nuevo miembro si él lo solicita, pero
muy rara vez se toman el trabajo de llamarlo entre reuniones o de ayudarlo a
asistir a ellas, Pero puede haber algún peligro en este acercamiento: un recién
llegado tímido y reservado puede pensar que el grupo y el padrino en particu-
lar no están interesados en ayudarlo.
Muchos miembros actuales manifiestan que ellos no tomaron la firme
decisión de adoptar el programa de A.A. sino meses o años después de su
primer contacto con A.A., simplemente porque_se les permitió irse a la deriva.
Un número creciente de grupos tratan de evitar esta posibilidad estableciendo
procedimientos definitivos para seguir a los recién llegados durante un perío-
do de semanas o meses después de su primer contacto con e l grupo. (Ver
pág. No. 8) .
¿Qué puede hacer el padrino con el recién llegado que rechaza la ayuda?
En tales casos, es poco lo que el padrino puede hacer excepto asegurarle al
recién llegado que tiene la buena voluntad de ayudarlo, cuando y si lo necesi-
ta. Ocasionalmente, puede ser útil presentar al recién ll egado a un miembro de
A.A. que tenga más intereses en común con él. El patrocinio es una labor muy
flexible, y los buenos padrinos son flexibles ellos mismos al trabajar con la
gente nueva. Es un error tan grande forzar a un recién llegado a que acepte
nuestra ayuda como rehusar ayudarlo.
12
Cuando el recién llegado rechaza el lado espiritual del programa, ¿qué puede
hacer el padrino?
Primero que todo, él puede detenerse y recordar que el patrociniq no
significa imposición al recién llegado de ninguna interpretación específica de
A.A. La mayoría de los hombres y mujeres que han estado en A.A. por más
de unos pocos meses reconocen que su programa se basa en principios espiri-
tuales. Al mismo tiempo, estiman que muchos alcohólicos han sido capaces de
lograr y mantener :a sobriedad sin ninguna creencia en un Poder Superior.
Tal vez el padrino desee señalar la distinción que ex iste entre las palabras
"espiritual" y "religiosa". Tal como dice nuestro Preámbulo, A.A. no está
afiliada a ninguna secta o denominación, y por consiguiente no se requiere
ninguna creencia religiosa especial para la afiliación - solamente "el deseo de
dejar de beber". Por otra parte, la ayuda ofrecida por nuestro programa no es
ni material ni física; nosotros no ofrecemos dinero ni medicina - solo ideas y
el amor de A.A. que un alcohólico pueda tener por otro. En este sentido,
todo el programa, antes que solo una parte de él, puede llamarse "espiritual",
y casi todos los recién llegados pueden apreciar y agradecer este concepto tan
ampliamente definido.
13
Si se observa en forma realista, la recaída puede convertirse en una expe-
riencia muy vali osa de aprend izaje para el padrino y e l patrocinado. Para el
padrino, puede ser un llamado hacia la humildad, un recordatorio de que una
persona no puede por s í misma mantener sobria a otra persona y que e l
Duodécimo Paso dice," . . .tratamos de ll evar el mensaje . .. " .
La mayoría de los buenos padrinos hacen énfasis en el hecho de qu e las
personas que han recaído siguen siendo bienvenidas en A.A. La actividad de
patrocinio exitoso depende en mucho grado de la comprensión y el cari ño
que el individuo y e l grupo le ofrecen al recién llegado que puede tener una o
varias re~caídas a pesar de sus sinceros esfue rzos por tomar adecuadamente el
programa.
14
han tratado un enfoque directo, hablando directamente el problema con el
recién llegado. Y si aún esto no consigue el efecto buscado, la mejor solución
para el padrino puede ser decirle, firme pero cordialmente, que no podrá con-
tar con é l en lo sucesivo para todas las llamadas que quiera hacerle - pero que
está a su disposición para una visita, o una charla ocasional.
El problema se de ja ahora al recién llegado. Un paso a seguir es buscar
otro padrino. O el recién llegado puede haber alcanzado la suficiente fortaleza
interna sin haberse dado cuenta de e llo, y puede proceder al paso siguiente,
sustituyendo el patrocinio por otros tipos de la amistad en A.A., empezar a
trabajar e l programa a su propia manera, y tomar la responsabi li dad personal
en todos sus aspectos cuotidianos.
15
Un formato típico de patrocinio planeado dentro de un grupo local po-
dr(a incluir los siguientes puntos:
16
apresta para recibir a esta persona. Si esto es posible, un miembro del
grupo puede hacerse presente cuando la persona salga de la institución.
¿cómo pueden los grupos "de afuera" ayudar a los grupos y miembros en las
instituciones?
RESUMEN
17
LOS DOCE PASOS DE ALCOHOLICOS ANONIMOS
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano la
naturaleza exacta de nuestras faltas.
18
LAS DOCE TRADICIONES DE ALCOHOLICOS ANONIMOS
4. Todo grupo debe ser autónomo, excepto en asuntos que afecten otros
grupos o a A.A., considerada como un todo.
9. A.A., como tal, nunca debe ser organizada; pero podemos crear juntas o
comités de servicio que sean directamente responsables ante aquellos a
quienes sirven.
10. Alcohólicos Anón imos no tiene opinión acerca de asuntos ajenos a sus
actividades; por consiguiente el nombre de A.A. nunca debe mezclarse
en polémicas públicas.
19
Alcohólicos Anónimos
y el
Empleado Alcohólico
Título en Inglés:
A.A. ANO THE ALCOHOLIC EMPLÓYEE
Copyright 1.962
Alcohol ics Anonymous World Services, lnc. - Estados Unidos
de América
468 Park Avenue South
New York, N. Y. 10016
Mail Address: Box 459
Grand Central Station
New York, N. Y. 10017
l. QUE ES EL ALCOHOLISMO?
Existe una aceptación más amplia todos los días sobre el concepto
de que el alcoholismo es una enfermedad que nunca puede ser curada
pero si contenida, s, el bebedor problema se abstiene totalmente de
ingerir alcohol en cualquier forma . Este es el concepto que sirve de
fundamento al programa de rea.iperación de A A.
- 3 -
Los m iembros de AA. establecen diferencia entre un bebedor fue r-
te o excesivo y un alcohólico. Mientras que e l primero puede sobre-
pasarse ocasionalmente, no permite que el alcohol interfiera su trabajo
o su vida familiar, como tampoco permite que intervenga en sus planes
fu t uros
Los datos más recientes de que se dispone indican que los alcohóli-
cos constituyen al menos el 30/o de l total de los t rabajadores en la
industria norteamericana. El alcoholismo abarca todos los nive les
humanos, tanto a los d irectivos como a los empleados de oficina; a
los pr otesionales como a los trabajadores especial izados y a los obreros
en general. El costo del alcoholismo dentro de los negocios y la indus-
tria en Norteamérica se estima en más de m il millones de tjólares
anualmente. Se cree que proporcionalmente, ocurren pérdidas simila-
res en otros países.
Los alcohólicos reciben pagos por enfermedad tres veces más que
otros trabajadores.
- 5 -
VI. SIGUEN LOS PROGRAMAS DE LAS COMPAfJIAS UN
PATRON DEFINIDO?
El Alcohólico
- Admite que necesita ayuda para resolver sus problemas con la bebi-
da;
acepta el hecho, de que como alcohólico, no puede ingerir alcohol
en ningun a forma;
-6-
- se asocia con otros alcohólicos recuperados, compartiendo ws ex-
periencias con éllos;
- transfiere su confianza en el alcohol (una fuerza destructiva para él)
a un Poder superior (que puede ser Dios, el grupo de A_A_ o cual-
quier concepto que él pueda definir en sus propios términos);
- trata de seguir de la mejor manera posible, un sistema de vida de li-
neado en los "Doce Pasos" sugeridos de A.A.
-8-
los directivos no tendrán otro camino que tomar las medidas d iscip li-
narias que estimen convenientes. La pérdida del empleo puede propor -
cionarle al alcohólico la sacudida que él necesita para apreciar la serie-
dad de su problema, y la necesidad de haeer algo para remediarlo.
- 9 -
XV. PUEDE A .A. PROPORCIONAR O RECOMENDAR
"CONSEJEROS" PARA EL PROGRAMA DE UNA
COMPAÑIA?
- 10 -
desempeñando su trabajo cuando él no está capacitado pa ra hacerlo.
En los puestos más altos, las secretarias protectoras y la lealtad de los
subordinados aumentan las dificultades para descubrirlos. Y aun cuan•
do sea descubierto, el alcohólico es muy hábi l en fabricar excusas con-
vincentes. (Muchos ejecutivos han encontrado que las enfermeras in-
<lJstriales en departamentos médicos, son particularmente de gran ayu·
da para descubrir a los bebedores con problemas).
Uno o más de los siguientes hechos pueden ser los s(ntomas del
alcoholismo de un empleado:
- Bebe sin control visiblemente en reuniones públicas o de la compa·
ñía.
- Aumento de faltas a l trabajo, especialmente después de los fines de
semana.
Desigual o rebaja progresiva de la eficiencia del trabajo.
Frecuentes accidentes de trabajo.
Intoxicación durante las horas de trabajo.
Debe recordarse que e l mucho beber no es necesariamente smón t·
mo de alcoholismo y que no se debe juzgar e l comportamiento de un
empleado prematuramente.
Este es el Cuestionario:
SI NO
1. Ha perdido usted tiempo en su trabajo debido a la
bebida?
2. Ha hecho la bebida infeliz su vida de hogar?
3. Bebe usted porque es Hmido?
4. Ha afectado la bebida su reputación?
5. Se ha visto envuelto en dificultades financieras
debido a la bebida?
6. Cuando bebe usted busca sitios y compañías de
más baja posición a la suya?
7. Hace la bebida que usted se despreocupe del
- 11 -
bienestar de su familia? ( ) (
8 Ha dismmuído la bebida su ambición? ( ) (
9 Desea usted un trago al día siguiente~ ( ) (
10 Le causa la bebida dificultades para dormir? ( ) (
11. Ha disminu ído su eficiencia desde que bebe? ( ) (
12. Ha hecho peligrar la bebida su trabajo o su
negocio?
13 Bebe usted para escapar a los problemas o preo-
cupaciones?
14. Bebe usted solo?
15 Ha tenido usted "lagunas" como resultado de la
bebida?
16 Le ha tratado su médico a consecuencia de la
bebida?
17 . Bebe usted para tener más confianza en si
mismo?
18. Ha estado usted en alguna institución u hospital
debido a la bebida?
19. Ha sentido usted remordimiento alguna vez des·
pués de haber bebido?
20. Toma usted un trago a determinada hora del
día?
Cuando se disponga a contestar el cuestionario, debe recordársele
que únicamente él puede determinar si es o nó un alcohólico . Sinem-
bargo, si el empleado contesta "si" a sólo tres preguntas, él puede ra-
zonablemente estar seguro de que el alcohol ha llegado o está llegando
a ser un problema para él
- 12 -
realidad resistiéndose a ser ayudado.
Un ejecutivo que ha utilizado el programa de A.A. para efectos de
la rehabilitación de más de 1.200 alcohólicos, escribe lo siguiente:
"Hacemos que el hombre se enfrente a s( mismo; le hacemos com-
prender que debe afrontar las consecuencias de su continuo beber, lo
cual no es una amenaza. Simplemente le hacemos ver ésto de la misma
manera que usted prevendría a un peatón de que si continúa cruzando
la calle por la mitad de la cuadra, le va a atropellar un auto
"Cuando al hombre se le hace entender la naturaleza exacta de su
situación, le ofrecemos una salida. Aún entonces le insistimos que la
decisión debe ser suya y que nosotros no podemos obligarle a aceptar
a A.A. Si é l dice "No", nosotros no le insistimos en ese momento.
Tampoco adoptamos medidas de castigo porque se niegue. Unicamen-
te dejamos que la naturaleza siga su curso. Y tarde o temprano nos
acercamos de nuevo a él, cuando esté más tratable ... y sin empleo".
-13 -
que ellos necesitan, después que esa necesidad haya sido manifiesta a
la fam ilia, a sus amigos y asociados.
El próspero ejecutivo deberla e ntender que cuando é l ingrese a
A A encontrará alcohólicos de t odos los niveles económicos y so-
ciale~ A los ojos de los m iembros de A.A., el ejecutivo es simplemen-
te ·otro ser humano que sufre la misma enfermedad que ellos una vez
exper imentaron; una persona que ha tenido el sentido común de ha-
cer algo para resolver su problema.
Como muc hos ejecut ivos ya en A.A. han desa.1bierto, a nadie en
la sociedad realmente le importa la posición social, económica o cul-
tu ral . La parte importante es si un nuevo socio realmente desea dejar
de beber o no
Al ejecutivo que insiste en negarse a ingresar a A.A. para que le
ayuden, puede ayudársele a conseguir su sobriedad de otras maneras.
S, persiste en no buscar ayuda para su problema, puede ser desacon-
sejable tanto para é l, como para la compañia, tenerlo como empleado.
- 14 -
una parte esencial para triunfar en los negocios. Una vez que consi-
!J.!ieron la sobriedad y pudieron afrontar los hechos honestamente,
admitieron que su forma im,spou•ble de beber no sólo los había per-
judicado a ellos personalmante, lino también a sus patronos.
Estos empleados y sus patronos, han descubierto que pueden ser
más productivos y eficientes que cuando bebían. Reconocen ahora
~ la mayoría de sus socios, clientes y probables compradores -in-
duyendo muchos que son bebedores fuertes- prefieren negociar con
gente que puede controlar el alcohol, y que han adoptado una forma
de vida que les permite mantenerse alejados completamente de él.
RESUMEN
Durante el pasado cuarto de siglo se ha notado un gran cambio con
respecto a la actitud de las directivas hacia el alcoholismo en la indus-
tria.
) La creencia de que el problema no estaba propagado, ha sido disi-
pada por un número de estudios cuidadosos que indican que de cada
100 empleados, 3 pueden ser alcohólicos.
La creencia de que el alcohólico crónico debería ser despedido
porque era imposible rehabilitarlo, ha quedado desvirtuada con el testi-
monio evidente de cientos de miles de hombres y mujeres que han
aprendido a vivir sin alcohol, después de haber sido considerados bebe·
dores irremediables.
Actualmente los directivos de las empresas no solamente están
alarmados del alto costo del alcoholismo en la industria, sino que están
I• llegando a apreciar los beneficios de procedimientos planeados para
hacer frente at problema de empleados alcohólicos, en las fábricas
y oficinas.
Los miembros de la sociedad de Alcohólicos Anónimos, cuyo sin·
!JJlar programa para la rewperación del alcoholismo ha sido utiliza-
do en muchos programas de compañías para acercarse al empleado
alcohólico, reconocen que todavía falta mucho por hacer al respecto.
También reconocen que muchas otras organizaciones, tanto públicas
como privadas, están contribuyendo en la vieja lucha contra uno de
los más graves problemas de Salud Pública.que padece la humanidad.
Los resultados obtenidos de los programas que han desarrollado
algunas compañías, demuestran lo mucho que puede hacerse en el fu-
turo. Nadie puede ser más sensible a este gran reto que los miembros
de A.A., ruya experiencia colectiva como alcohólicos recuperados
está re latada en las páginas precedentes.
Nosotros conservamos y mejoramos nuestra sobriedad, únicamente
oompartiéndola. Y, para nosotros, mantener la sobriedad es la clave
de nuestra vida misma.
-15-
Este sello aparece en la literatura
aprobada por la Conferencia
YO SOY RESPONSABLE
Antiguamente
Cooperaci6n sí, Afiliación no
Título en Inglés:
HOW A.A . MEMBERS COOPERATE WITH OT HER
COMMUNITY EFFORTS TO HELP ALCOHOLICS
Copyright 1,974
Alcoholics Anonymous World Services, lnc. - Estados Unidos
de América
468 Park Avenue South
New York, N.Y. 10016
Mail Address: Box 459
Grand Central Station
New York, N. Y. 10017
- 3-
"El único requisito para ser miembro de A.A. 11s el deseo de dejar la
bebida. No existen cuotas ni contribuciones para ser miembro de A .A.; nos
mantenemos con nuestras propias contribuciones. A.A. no e~tá afiliada a
ninguna secta, denominación, partido político, organización-o institución
alguna; no desea intervenir en controversias, ni resp?lda ni se opone a
ninguna causa. Nuestro objetivo prlrnordial es mantenernos sobrios y
ayudar a otros alcoh9licos a alcanzar el estado de sobriedad''.
Los miembros de A.A. sólo tenemos una única calificación para poder
ayudar a los bebedores problema, y es, por· supuesto, nuestra propia
experiencia personal. Hemos estado en esa condición. Pero adicionalmente
a nuestra función específica tJe compartir nuestra · experiencia, también
podemos cooperar con otros que tratan el alcoholismo siempre y cuando
mantengamos present~s nuestras Doce Tradiciones.
Las Tradiciones acerca de la autofinanciación, de ser no profesional,
de evitar la controversia, de no afiliación tambifrí sugieren que los miem•
bros de A.A. no critican, obstruyen, o inutilizan otros esfuerzos diferentes
para ayudar a los alcohólicos. A la larga, el actuar en esta forma no va a
producir ningún beneficio de A.A. Por el contrario, ayuda a promover la
desatención, y aún el antagonismo hacia A.A, Y el perdedor principal es el
alcohólico que aún sufre,
Nosotros los miembros de AA. podemos ayudar mejor, no con
nuestros juicios y opiniones, sino compartiendo nuestra propia experiencia
personal. Si realmente tenemos la responsabilidad de llevar el mensaje de
A.A., será una tarea suficiente que no nos dará tiempo para preocuparnos
acerca de rivalidades con personas o entidades distintas!
3. Los profesionales y las entidades distintas de A.A. no tienen ob liga-
ción de someterse a las Tradiciones de A.A. Estas Tradiciones son estricta•
mente para orientar a A.A.
Cuando han meditado suficientemente acerca de esto, la mayoría de
los miembros de A.A. se sienten aliviados por el hecho de que las entidades
no A.A. no tienen obligación de seguir nuestras Tradiciones. Porque de
hacerlo asi, no podrían muchas de ellas llevar a cabo sus propias funciones
vitales.
4. Los miembros de A.A. empleados en el campo del alcoholismo necesi-
tan dejar siempre bien en claro en cuál función están actuando o hablando
· y deben hacer esto en todos los casos.
A.A. tiene entre sus miembros hombres y mujeres que son siquiatras,
médicos, clérigos, juristas, trabajadores· sociales, sicólogos, administradores
de personal, funcionarios de centros de corrección, enfermeras, educado-
res, consejeros, organizadores de la comunidad, ejecutivos, administrado-
res, consultores laborales, etc.
Muchos de estos miembros de A.A. -aparte de su propia afiliación
personal en A.A., trabajan en programas distintos que tienen que ver con
los problemas de alcoholismo. Su práctica y servicios profesionales u
ocupacionales no forman parte de su afilié,ción en A .A. Reciben sueldo por
su trabajo o labor profesionaj, pero no por permanecer sobrios en A.A.
-4-
Esto no es comprendido en todos los casos por los miembros de A.A., o
por sus colegas no A.A.
Por eso es tan importante que estas personas siempre clarifiquen la
diferencia entre su empleo y lo que hacen como miembros de A.A.
Los "Guidelines" de A.A. para los Miembros Empleados en el Campo
del Alcoholismo y la sección sobre la Octava Tradición del libro "Doce Pa-
sos y Doce Tradiciones'' ayudan tanto a estos miembros como al resto de
nosotros a pensar en las diferencias que existen entre los papeles de profe-
sional y de simple miembro de A.A. La Conferencia de Servicios Generales
de 1974 recomendó que sobre este tema se hiciera mayor discusión y se
lograra un mejor entendimiento.
5. Los miembros de A .A. pueden ser buenos voluntarios en programas no
A .A. - siempre y cuando esté claro que no actúan en nombre o representa-
ción de A .A .
Muchos miembros de A.A. - legos o profesionales- ayudan a los
alcohólicos en formas muy diversas como voluntaríos en actividades no
A.A. en el campo del alcoholismo. Pero lo hacemos como ciudadanos
privados preocupados por el problema de salud que representa el alcoholis-
mo, no como miembros de A.A. y no como representantes de ningún
organismo de A.A. o de A.A. como un todo.
Para obtener mejores resultados en la cooperación con los esfuerzos de
la comunidad no A.A., necesitamos dejar de vincular estructural o formal-
mente a A.A. con cualquier otro programa o entidad, no importa lo valioso
que éste sea.
6. No podemos hacer ninguna discriminación contra ninguna persona
que desee o pueda ser un miembro de A .A., aunque llegue a nosotros bajo
la presión de un juzgado, un empleador o cualquiera otra agencia.
Aunque la fortaleza de nuestro programa radica en la naturaleza vo-
luntaria de la afiliación en A.A., muchos de nosotros llegamos a nuestra
primera reunión porque nos vimos forzados a hacerlo, ya fuese por alguien
más o por nuestra propia situación personal . Pero al habernos visto some-
tidos a una continua exposición al programa de A.A., aprendimos acerca
de la verdadera naturaleza de nuestra enfermedad y, por consiguiente,
desarrollamos el deseo de obtener una vida sobria y feliz sim ilar a la de los
miembros que conocimos, y empezamos a asistir a las reuniones volunta-
riamente y con gratitud.
Por eso no tenemos ningún derecho para negar el mensaje de A.A. a
alguien, sin importarnos quién envió esa persona a nosotros, o cuáles son
sus actitudes al principio. A A.A. no le importa ni le interesa quién envió
al recién llegado. Quien nos importa es el recién llegado en sí.
Haciendo a un lado nuestra opinión personal de cualquier recién lle-
gado, no podemos predecir quién logrará la recuperación, ni podemos te-
ner la autoridad para decidir la forma en que el alcohólico debe buscar su
recuperación. Algunos de nosotros hemos necesitado distintas clases de
ayuda, que bien puede provenir de fuentes distint as a A.A ., tal como se
describe en los libros " Alcohólicos Anónimos" y "Doce Pasos y Doce
Tradiciones" .
- 5-
7. A medida que vamos madurando en A.A , generalmente nos volvemos
menos temerosos y ngidos
Aquellos de nosotros que hemos tenido la bendición de la recupera-
ción en A.A. necesitamos recordar que la modestia nos ganará muchos más
am igos para A.A, que la arrogancia o la actitud de saberlo todo. El decir
que "tenemos la unica forma de recuperación" es un lujo egoísta que no
nos podemos permitir, as í como tampoco nos podemos permitir los resen-
timientos.
Poco después de haber llegado a AA. y empezado a recuperarnos. he•
mos sentido un gran alivio. Nos vemos alabados; dentro de A.A., empeza-
mos a constru ir una sólida reputación, que gradualmente va reemplazando
la vergüenza de nuestros d ías de alcohol ismo activo.
Esto puede fácilmente convertirse en una inmensa gratitud y lealtad
hacia A.A. Por eso, antes de darnos cuent a, podemos encontrarnos actuan-
do en forma posesiva y sensitiva acerca de A.A , como si fuera una sociedad
exclusiva con el monopolio de la verdad. Algunos de nuestros pronuncia-
mientos pueden aparecer antagonistas hacia el mundo no A.A.
Para esta época, muchos de nosotros somos demasiado celosos del tra-
bajo del Paso Doce.
Esta puede ser tambien una de ias fases mas val iosas de nuestra vida de
recuperación, ya que nos da un tremendo impulso hacia la sarud. Nos ayu -
da a aglutinarnos con nuestra Comunidad
-6-
Tal vez podamos convertirnos en ejemplo más "atractivos" de lo que
A.A. puede hacer, teniendo presente nuestra Undécima Tradición . Y al
hacerlo podemos llegar a ser unos voluntarios más valiosos para colaborar
con otros esfuerzos en el alcoholismo, si así lo deseamos.
Pero esa es una decisión que cada uno de los miembros de A.A. toma
por sí mismo.
1. P. Tier,e A.A. una posición definida claramente en relación con los de-
más en el campo del alcoholismo?
R. Sí. El siguiente pronunciamiento ha sido reafirmado continuamen-
te por la Conferencia de Servicios Generales de A.A.:
- 7-
A.A. se preocupa únicamente por la recuperación personal y la sobrie -
dad continua de los individuos alcohólicos que piden ayuda a la Comuni-
dad. El movimiento no interviene en los campos de la investigación o el
tratamiento médico o siquiátrico del alcoholismo, y no apoya o combate
otras causas, si bien los miembros de A.A., actuando en forma individual,
pueden participar en tales actividades.
El movimiento ha adoptado una política de "cooperación pero no
afiliación" con otras organizaciones preocupadas con el problema del
alcoholismo.
Alcohólicos Anónimos se sostiene a través de las contribuciones de
sus propios grupos y miembros y rechaza las contribuciones económicas
de fuentes ajenas. Los miembros de A.A. preservan su anonimato personal
a nivel de la prensa, radio, cine y televisión.
2. P. Cuáles son las Tradiciones de A.A. que los miembros utilizan para
cooperar exitosamente con otros esfuerzos de la comunidad para ayu-
dar a los alcohólicos?
R. Todas ellas, realmente. Pero las siguientes son especialmente per-
tinentes:
-8-
a. El miembro de A.A. en forma individual - actuando como ciudadano
privado, y no como miembro de A.A.
b. El grupo de A.A. Para una descripción clara de la estructura y funcio-
nes de la principal unidad operativa de A.A. (el grupo local o del ve-
cindario) véase el folleto "El Grupo de A.A."
c. La oficina intergrupal o central de A.A. La mayoría de las áreas me-
tropolitanas tienen oficina de intergrupos de A.A. (cuyo teléfono se
encuentra en el directorio de cada ciudad) las cuales son mantenidas por
los grupos locales. Estas oficinas reciben frecuentemente las llamadas de
los alcohólicos que piden ayuda y distribuyen esas llamadas entre los gru-
pos.
La oficina intergrupal de su comunidad probablemente conoce los es•
fuerzas de personas no A.A. en el campo del alcoholismo, y pueden ofre-
cerle información acerca de la posibilidad de ayudar a los alcohólicos de
muchas maneras distintas y adicionales a la transmisión del mensaje de
A.A.
d. Los comités de información pública, cooperación con la comunidad
profesional e instituciones. Los miembros de estos comités (que se
establecen ya sea por los intergrupos o por el comité de servicios generales
del área, y en ocasiones por ambas unidades operativas) son miembros de
A.A. que tienen la responsabilidad específica de mantener adecuadamen-
te informado al público acerca de A.A. Hacen esfuerzos especiales para
asegurarse de que los profesionales y agencias locales que trabajan con los
alcohólicos conocen lo suficiente acerca de A.A. y saben cómo enviar los
bebedores problema a nosotros.
e. El comité de servicios generales del área. Este comité (generalmente
inclu ído en el directorio de A.A.) tiene la responsabilidad primordial
de cooperar a nivel local con todos los servicios mundiales de A.A., a tra-
vés de la Conferencia anual de Servicios Generales y de la Oficina de Ser-
vicios Generales de Nueva York. (Para el caso de Colombia, esta ofícina
se encuentra localizada en la ciudad de Medellín).
Sinembargo, donde los servicios locales de A.A. no se consiguen, el
comité de servicios generales ayuda a conseguir el local, los servicios indi-
viduales de A.A., y puede tener también un comité de instituciones u otro
tipo de comité.
E I delegado a la Conferencia de Servicios Generales del área recibe
cada año de la O.S .G. la lista de los afiliados al Consejo Nacional sobre
Alcoholismo, así como los programas y agencias de tipo gubernamental
que pertenecen a la Asociación de Problemas de Alcohol y Drogas de
Norteamérica.
Los representantes de servicios generales (R .S.G.) de su grupo o los
miembros de comité de distrito pueden informarle acerca de los esfuer-
zos no A.A. existentes en su área, que reciben y necesitan la ayuda de los
miembros de A.A. que actúen como c iudadanos privados.
- 9-
f. La Junta de Servicios Generales de A.A. y la O.S.G. La junta de cus-
todios tiene comités de instituciones, de información pública y de
cooperación con la comunidad profesional. Los funcionarios de la O.S.G.
tienen también tareas específicas en estos campos.
La junta y la O.S.G. tienen un estrecho contacto a nivel nacional con
las publicaciones y las cadenas de noticias, así como con las organizacio-
nes nacionales e internacionales en el campo del alcoholismo.
En los congresos y convenciones científicas a escala nacional se mues-
tra siempre una información sobre A.A. Además la O.S .G. publica un bole-
tín llamado Acerca de A.A. que se envía gratuitamente a los profesionales
del campo del alcoholismo que lo solicitan, y también distribuye una lista
de todas las oficinas intergrupales de A.A. a todas aquellas personas que
deseen enviar pacientes alcohólicos a A.A.
Adicionalmente, en la reunión anual de la Conferencia de Servicios
Generales hay comités de instituciones, de información pública, y de coo-
peración con la comunidad profesional. Estos comités de la Conferencia
se componen de delegados de área que representan a los grupos. La Con -
ferencia en pleno revisa las tareas que cumple la O .S.G. en el campo de
la cooperación y le hace las sugerencias que considere pertinentes.
4. P. Cuáles otros esfuerzos en el campo del alcoholismo reciben la coo-
peración de miembros de A.A.?
R. Además del Consejo Nacional de Alcoholismo, la Asociación de
Problemas de Alcohol y ·orogas de Norteamérica, y sus afiliadas, existen
muchos programas sobre el alcoholismo que operan en los Estados Uni-
dos, de los cuales la mayoría podrían definirse bajo una de las siguientes
el asificaci ones:
a. Programas y agencias en elcoholismo federales, provinciales, estatales
y municipales. Generalmente, estos esfuerzos de tipo gubernamental
tratan ( 1) de ayudar a los hombres y mujeres que tienen problemas de be-
bida, y (2) suministrar educación para conseguir una mayor compren-
sión de, y una mejor actitud hacia, los alcohólicos.
Estos esfuerzos no A.A . tienen la responsabilidad de clínicas, hospita -
les, unidades de des intoxicación, y casas de tratamiento temporal. Tam -
bién fundan y dirigen programas policiales, judiciales, y de otra clase, as(
como agencias de bienestar social y de empleo. También pueden promo -
ver seminarios y reuniones c ientíficas acerca de la enfermedad para pro-
fesion ales interesados; conducen o subsidian la investigación sobre los
problemas con el alcohol; ofrecen asesor{a profesional a las organizaciones
comerciales, religiosas y gubernamentales; suministran programas educacio-
nales acerca del alcohol y la bebida; y proporcionan películas y material
impreso acerca del mismo tema.
A.A . por supuesto , no lleva a cabo ninguna de estas tareas. Ya sea en
persona o por escrito, los miembros de A.A. -actuando como tales- sim-
plemente se limitan a llevar la experiencia personal del mensaje de A.A.
Veánse los Guidelines de A .A. acerca de la cooperación, que ha publi-
cado la G.S.O.
-10-
b. Agencias privadas de salubridad. Muchos comités patrocinados en for-
ma privada o voluntaria se encuentran ahora dedicados al campo del
alcoholismo. Algunos de ellos suministran ayuda y asesoría al individuo
alcohólico a través de centros de información. Trabajan con el fin de des-
pertar la opinión pública y movilizar la acción de la comunidad. Muchas de
ellas trabajan directamente con los Iíderes legislativos, médicos y educati-
vos en áreas que se encuentran más allá del alcance de A.A.
Muchos alcohólicos han sabido acerca de la existencia de A.A. a través
de este tipo de agencias.
c. Grupos privados de estudio y agencias afiliadas a las universidades. La
investigación y la experimentación ayudan a descubrir y a revelar co-
nocimientos acerca de los aspectos bioqu(micos, sicológicos, sociológicos
y demás facetas del alcoholismo. Adicionalmente a la investigaci'ón (pura y
aplicada), generalmente se involucran terapias cHnicas, encuentros, consul-
tas, y otros servicios.
J A.A. no es, por supuesto, una organización de investigación, puesto
que nuestro propósito es demostrarle al individuo alcohólico que aún su-
fre cómo puede recuperarse, y no el explorar científicamente la naturale·
za del alcoholismo. La mayoría de los miembros de A.A., sinemba,go, se
sienten muy agradecidos por el hecho de que tantos científicos calificados
estén buscando la verdad que algún día pueda ayudar a muchas personas
que padecen nuestra enfermedad.
d. Agencias legales, judiciales y correccionales. Grupos de A.A. se reú-
nen ahora en más de 1.000 instituciones correccionales. Muchas otras
agencias legales y judiciales están desarrollando programas para ayudar a
los bebedores problema, en vez de arrojarlos sistemáticamente a la cárcel,
con el antiguo sistema de reincidencia.
e. Hospitales, casas de reposo, casas de tratamiento temporal y centros
de rehabilitación. Esta clasificación incluye los hospitales voluntarios
y generales, así como los estatales y municipales . Desde la original colabo-
ración entre Bill W. y el Dr. Silkworth en el Hospital Towns de Nueva
York , y la del Dr. Bob y la Hermana lgnacia en el Hospital Santo Tomás
de Akron, los miembros de A.A. han estado trabajando estrechamente con
los hospitales para cerciorarse de que los alcohólicos reciben un buen cu i-
dado médico.
El programa de A.A. es la base de la terapia en muchos centros de
rehabilitación para alcohólicos. Por eso, en 1967, la Conferencia de Ser·
vicios Generales de A.A. adoptó una "posición públ ica acerca de los cen·
tros de rehabilitación para alcohólicos". Esta posición señala que tales
lugares aceptan financiación proveniente de personas no A.A. Pueden
sugerir este programa para los pacientes, inclusive llegar a sostener reu·
niones en sus establecimientos, pero no son "servicios suministrados
por A.A." en ningún sentido.
Por consiguiente, se pide a estos lugares que establezcan claramente
que no tienen af iliación con A.A., aun cuando el programa de A.A. sea
- 11-
parte del tratamiento que ofrecen. En esta forma, tienen la completa
libertad para aceptar dinero de cualquier fuente que provenga.
También se solicita a tales instituciones que no utilicen ningún nom-
bre identificado con A.A., como la Casa del Paso Doce o Casa Alanón.
Todos los grupos de A.A. que se reúnen en estas instituciones debieran
usar un nombre diferente de aquel que tiene la institución.
f. Trabajo e industria. Muchos empleadores y sindicatos lian desarro-
llado programas para ayudar a los alcohólicos. Entre los primeros en
solicitar la cooperación permanente de A.A. estuvieron los Astilleros
Kaiser, y las compañías Du Pont, y Eastman Kodak .
g. Organizaciones cuyo objetivo principal no está en el campo del alco-
holismo. Cada año, se reciben más y más solicitudes de literatura, o
de miembros de A.A. para que hablen ante grupos religiosos o sociales,
clubes cívicos, colegios y otras organizaciones. Tradicionalmente, A.A.
se ha sentido muy agradecida por este interés y siempre ha demostrado
muy buena voluntad para llevar el mensaje en esa forma.
-12-
8. P. Hay miembros de A.A. que trabajan con agencias no A.A. en el
campo del alcoholismo?
R. Sí, si lo desean y tienen las calificaciones suficientes, siempre y
cuando que establezcan claramente que lo hacen a título de ciudadanos
privados, y no a título de miembros de A.A. o representantesde A.A.
- 13-
Da al cliente una falsa impresión de A.A., puesto que ve a A.A. como una
parte de la agencia de bienestar social. Esto traiciona la naturaleza no pro-
fesional de A.A. y confunde el papel del trabajador social con el de un pa-
drino o patrocinador de A.A.
Se ha demostrado claramente en muchas ocasiones que es mejor que el
trabajador social refiera directamente al paciente hacia A.A. Esto hace
posible que el trabajo del Paso Doce se efectué por medio de alguna otra
persona de A.A., quien será entonces la encargada de transmitir el mensaje.
11. P. Hay ocasiones en que los grupos de A .A., los intergrupos, o los co-
mités de servicio envíen a los alcohólicos o sus familiares a otras enti-
dades distintas de A.A.?
Por supuesto, que esto no pretende que los oradores de A.A. se inhi-
ban de transmitir el mensaje por tener que aparecer en los mismos progra-
mas con otras personas no A .A., siempre y cuando se explique definitiva-
mente que A.A. es una entidad separada, que coopera pero no se afilia,
que cada uno de los miembros de A.A habla únicamente en su propio
nombre, y que no existen personas individuales que representen ningún
grupo, comite, oficina de A.A. o a la Comunidad como un todo.
- 15-
14. P. Las actividades distintas de A.A. obtienen publicidad a través de
los anuncios en las reuniones de grupos, los boletines locales de A.A.,
los noticiarios, o correspondencia especial de A.A.?
15. P. Pueden los grupos de A.A. aceptar ayuda económica de otras fuen-
tes, por medio de servicios gratuitos tales como literatura, arriendos,
edición de folletos, etc.; ya sea de una persona no afiliada al programa,
o de una comisión gubernamental en asuntos de alcoholismo, o de
cualquiera otra entidad diferente de A.A.?
-16-
17. P. Pueden los grupos de A.A. reunirse en forma regular en hospitales;
c;entros de 1rehabilitación, granjas de reposo, casas de desintoxicación
q clínicas para· alcohólicos internos o externos, sin que ello implique
afiliación? 1 •
R. Primero que todo, A.A. acepta a ese alcohólico. Es verdad que A.A.
es un programa voluntario, pero muchos de nosotros recordamos la tenaz
resistencia que ofrecíamos al principio. También sabemos que muchos de
nosotros finalmente llegamos a embarcarnos en el programa porque así lo
deseábamos, después de haber permanecido durante algún tiempo a su alre-
dedor . Por eso es una buena idea explicar esto al oficial o funcionario que
remite sus alcohólicos a A .A . También es conveniente aclarar que si bien
los miembros de A .A. pueden tratar de ayudar, no pueden garantizar la so-
briedad o la conducta futura de nadie (ni siquiera la propia!), ni aceptar
una responsabilidad distinta de "compartir la experiencia de A.A." con la
persona recién llegada.
Es muy útil, también, que los miembros de A.A . recuerden que, en
última instancia, el funcionario tiene la responsabilidad de sus propias
decisiones, decisiones que no son responsabilidad de A .A .
20. P. Cuál es la relación de A .A. con los retiros espirituales y otros tipos
de reuniones para alcohólicos que pueden estar o no relacionados o
bajo los auspicios de determinadas denominaciones religiosas?
21. P. Proporciona algún bien real cooperar con otros en el campo del al-
coholismo?
El 39% de las personas que asistían a las reuniones en las cuales se hi-
zo la encuesta habían sido enviadas a A .A . por otra persona, entidad o so-
ciedad profesional diferente de A.A., con las cuales A .A. había cooperado.
- 18 -
PUBLICACIONES DE A.A.
Libros
ALCOHOLICOS ANONIMOS
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• A.A. no está afiliada a ninguna secta religiosa, partido poi ítico, organi-
zación o institución alguna; no desea intervenir en controversias; no respal-
da ni se opone a ninguna causa.
Usted podrá tener cualquier edad; podrá ser una co!P.giala, una
joven madre, una profesional admirada, la esposa del' hombre más im-
por!ante de su comunidad, o una digna abuela. Puede que sea una
extrovertida y animadora de las reuniones sociales a que a~iste, o
una persona asustada, con complejos de inferioridad que tiene que
buscar el coraje en la botefla antes de intentar hacer cualquier co-
sa, por simple que sea para otra gente.
-3 -
tenido éxito. Puede ser que nadie sepa. todavía, que usted acostum-
bra beber. Porque usted no se atreve a beber un · solo "co:;ktail" ea
público, sabiendo que la primera copa es el principio de una larga
serie, durante la cual inevitablemente, perderá el control. Puede ser
que sea una bebedora de "dormitorio" y tal vez en este momento
esté usted en su cuarto con la intendón ·de buscar la botella que tie-
ne escondida entre sus ropas o en alguna caja de sombreros. Puede
ser que su familia aún no sospeche nada de sus frecuentes "doiores
de cabeza".
Por otra parte, puede que sea usted una de esas sombras que vi-
yen sus vidas en los bares y confiterías. Puede ser que sea usted el
problema del vecindario o el escándalo de ·su pueblo. Su famil"ia pue-
de haberse cansado de ocultar su · modalidad de beber; puede que
aún sus mismos hijos ni siquiera se preocupen ya en buscar excusas
para justificarla. O puede que haya usted perdido a su familia debi-
do a su impotencia para .
controlarse
.
con la bebida.
6·
siado bien que ese cuerpo derrotado y suicida que está tratando para
que vuelva a ra normalidad física, en un plazo de pocos meses regre-
sará a él exactamente en las mismas o en peores condiciones.
La primera cosa buena que tuvo su vida fue el amor que erta y
su marido se tenían. Poco después d.e casarse Nora comprendió que
era una alcohólica. Antes de su matrimonio creía que bebía porque
era d ~sd ichada, y ahora que había alca nzado la felicidad descubrió
que no podía dejar de beber. Hizo todo lo posible para ocurtar a su
marido la verdad sobre sí misma. Pero su compulsión alcohólica lle-
gó a ser tan intolerable, que apenas salía él por la mañana se toma-
ba vari as copas de golpe, (los alcohól'icos beben _más rápidamente que
o!ra· gente). Permanecía e n la cama casi todo el día odifodose a sí
misma. Cuando le parecía que la cab::za se le partía se coro:.:aba un a
bolsa de hielo, y al llegar su marido se corría ra bolsa b asta las me-
jillas di::iendo que le dorían las muelas.
-8 -
prometió con entusiasmo. Pero en cuanto se encontró sola fue impo-
tente para resistir. Su esposo obtuvo ayuda médica para ella, pero
no dió ningún resultado. Estuvo internada muchas veces en sanato-
rios, pero este recurso también falló.
Esta vida miserabfe ,continuó por varios años, sin un rayo de es-
peranza. Después, un día Tuvo un accidente manejando su automóvil.
Los médicos le dijeron a su marido que era imposible que viviera.
Milagrosamente se recuperó, y esto le pareció una nueva prueba de
su mala suerte, pues estaba cansada de la vida.
-9 .
nunca había probado antes, y no podía dejar de beber. Tanto es así,
que antes de terminar la fiesta, la dueña de casa la convidó con va-
rias copas, pues resultaba gracioso ver a esta pequeña y digna seño-
ra tan entusia~,mada por la bebida. Cuando negó su marido J im a bus-
carla, Jane se encuentraba haciéndose papelones muy alegremente. Jim
la llevó a casa, la puso en la cama, donde se durmió inmediatamente.
Pero en eT momento de dormirse dijo: "Jim, nos hemos perdido lo
mejor de la vida. Mañana te prepararé unos ricos cocktails".
- 10 -
Muchos A.A. .me han dicho que se sintieron cómodos por primo-
ra vez en su vida cuando asistieron a una de estas reuniones. Estos
se entienden, pues allí nadie · critica, ni acusa, ni se escandaliza por
nada. Allí se encuentra completa comprensión, pues todas las perso-
nas presentes han pasado por er mismo purgatorio. Hay aquí también
personas a las que no se puede engañar con las coartadas, excusas y
mentiras que todos los alcohólicos tienen siempre a mano. Hay aquí
gente que conoce todas las tretas, y se lo dicen alegremente. """Es un
arivio encontrarse entre tales personas, después de haber vivido años
entre mentiras y subterfugios. Es tan excitante como si una hubiese
descubierto una nueva raza, sin egoísmos ni falso orgullo. Es tan có-
modo · como si se encontrara uno en una habitación llena de gente,
donde todos son uno mismo, bajo diferentes aspectos. Uno llega a
comprender que puede confiar en que elfos nos verán t.a n buenos y
tan malos como realmente somos, sin cll_!par_nos ni avergonzarnos.
- 12 -
PUBLICACIONES DE A.A.
Aprobadas por la Conferencia
LIBRO ALCOHOLICOS ANONIMOS
LIBRO EMPASTADO _
LIBRO A . A. LLEGA A SU MAYOR EDAD
LIBRO VIVIR EN SOBR IEDAD
LIBRO EL SENDERO DE VIDA
LIBRO MANUAL DE SERVICIOS DE A. A .
ESTO ES A. A.
44 PREGUNTAS Y RESPUESTAS
ES A. A. PARA USTED?
EL MARIDO ALCOHOLICO
SEDANTES, ESTIMULANTES Y EL ALCOHOLICO
A. A . POR JACK ALEXANDER
CARTA A UNA MUJER ALCOHOLICA
PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE PATROCINIO
LO QUE LE SUCEDIO A JOSE
LOS DOCE PASOS
LAS DOCE TRADICIONES
A. A. EN SU COMUNIDAD
LA AGRUPACION DE A. A.
COMO COMIENZA A. A., COMO CRECE
A. A. Y LA PROFESION MED ICA
EL EMPLEADO ALCOHOLICO
A. A. EL GRUPO
LA Ml:JOR DE BILL
LA TRADICION DE A. A. COMO SE DESARROLLO
EL MINISTRO RELIGIOSO PREGUNTA ACERCA DE A.A.
DIRECTORIO NACIONAL DE A.A.
A . A. EN PRISIONES
A . A. EN HOSPITALES
COMO COOPERAN LOS MIEMBROS DE A. A.
CON OTROS ESFUERZOS DE LA COMUNIDAD
COM(l TRABAJA EL PROGRAMA
TRES c;~ARLAS A SOCIEDADES MEDICAS
HABLAN[>,'"> EN REUNIONES DE NO ALCOHOLICOS
LAS TRADl<.:ONES ILUSTRADAS
REVISTA A. A . EL MENSAJE
BOLETIN SERVIC!O E _INFORMACION
- 13 -
] Marido Alcohólico
Un mensaje a las Esposas
"Alcohólicos Anónimos es una comunidad
de hombres y mujeres que comparten su mutua
experiencia, fortaleza y esperanza para resolver su
problema común y ayudar a otros a recuperarse
del alcoholismo.
3
COMPRENDIENDO SU PROBLEMA
4
honradez desea dejar de beber. Sólo una mujer que haya sufrido esta
dura prueba, puede apreciar cabalmente lo desconcertante que este
problema puede parecer a otra esposa. Existen actualmente muchas
mujeres como ésta, que han visto a sus maridos arrastrados y precipita-
dos al abismo del alcohol, pero que al fin encontraron una salida por
medio del programa de recuperación que brinda A.A.
5
los factores, antecedentes, o medio ambiente que contribuyeron para
hacerle sensible a esta enfermedad, no afecta su recuperación. Una vez
que el hombre ha cruzado aquella línea invisible entre beber social•
mente y beber "alcohólicamente" no puede retroceder. La mejor
opinión médica hoy en d ía confirma la creencia de que el alcohólico
tiene que vivir con su enfermedad por el resto de su vida.
6
PRIMERO. El puede ser aparentemente un fuerte bebedor. Sus
acciones de beber pueden ser constantes o fuertes sólo en ciertas oca•
siones. Es obvio que gasta demasiado en licor. Este licor talvez le está
retardando mental o ffsicamente aunque él nunca lo crea. En ocasiones
él la pone en apuros y le causa vergüenza delante de su familia o amigas.
El talvez continúa aseverando que puede manejar su licor, que la acción
de beber es necesaria para la buena marcha de su negocio. Probable•
mente hasta insultaría si alguien osara infamarle llamándole alcohólico.
Probablemente se está aproximando a la frontera que separa al bebedor
normal del bebedor alcohól ico. El tal vez pueda dejar de beber a tiempo.
Talvez pueda cruzar la "frontera" y progresivamente perder su capacl·
dad de controlar su licor y volverse un alcohólico.
7
· cu:AR 'TO .' Puede ·tener' un m11rido de quien h·a perdido comple·
tamente la ·es peran.ta. Ha estado internado en una institu ción tras
otra. Es viole ntó o aparece definitivamente loco cuando está borracho.
Puede beber apenas sale del hospital o c uand o lo sue ltan de la cárcel.
Ta lvez ha ' sufrido de liriu m tremens. Los méd icos posiblemente cabe-
cean: y le ·aconsejan que lo ' mahde a e nce rrar -en e l manicomio. Ta lvez
haya tenido q ue h'a'i:ei' eso: Desde muchos puntos d e vista este hombre
aparecerá como un borracho•sin es¡:l'eranza; pe~o la experiencia de A. A.
ha dem'ostfad·o que muy pócos b ébedores , por,mucho que hayan baja-
do e n '1§ 1~staíé(ll del atc'óholismo, son· casos "sih esperanza".
8
COMP REN DI EN DO A.A.
9
es sencillamente una sociedad de hombres y mujeres que han descu-
bierto que, compartiendo su problema común (alcoholismo) y dedi-
cándose al bienestar de otros alcohólicos que todavía están en las garras
del alcohol, logran abstenerse completamente de é l en cualquier forma.
El único requisito para ser mi1;mbro es albergar en su corazón un deseo
honesto y ardiente de dejar de beber, cueste lo que cueste. No tienen
_que pagar cuotas ni honorarios en A.A. y ésta no está aliada con ningu-
na secta, denominación poi itica, organización ni institución.
11
Muchas "Esposas de A.A." han adoptado la costumbre de asistir
a cuantas reuniones les sea posible. Ellas consideran que éstas les han
ayudado por dos razones distintas: han tenido la oportun idad de com-
partir con sus maridos el regreso -emocionante pero a veces difi'cil-
del marido extraviado a una vida normal y llena de una fe li cidad jamás
imaginada. Además se ha dado la oportunidad de aprender cómo otras
esposas hacían frente a los problemas que se presentan de vez en cuan-
do, cuando se es casada con un alcohólico que de repente ya no bebe.
SU MARIDO Y A.A.
13
Su marido, después de un corto tiempo de abstención, puede in-
el inarse a la melancolía o empezar a sufrir por insultos imaginados o
puede volverse intolerante por las molestias pequeñas que abundan en la
vida· cotidiana. Estos modos pueden encolerizarla o darle ganas de ven·
garse. Tales incidentes necesitan la cooperación delicada de ambas par-
tes. Si su marido es sincero en su deseo de crear un plan constructivo
de vivir, él no instigará con intención pleitos insignificantes. Ud., cuan-
'do sea necesario, podrá con-tribuir a la solidez de su nueva vida, man-
teniéndose siempre alerta para no caer en la trampa de discusiones ne·
cías.
Durante sus épocas de bebedores algunos alcohólicos solían au-
mentar sus problemas y tomaban una mezcla de licor y sedativos. Es
posible que todavía persistan en el hábito de tomar píldoras sedantes
aún después de haberse vuelto abstemios teóricamente. Impropiamen-
te usadas las pildoras, resultan invariablemente una amenaza a la ver•
dadera abstención. Ud. debe hacer todo lo posible para grabar en la
mente de su marido este peligro si sigue confiándose a estos calman·
tes como barbitúricos u otras drogas.
Esto para Ud. podrá ser una experiencia dolorosa, Sentirá que
ahora s( todo se ha perdido de verdad y que la fe que tuvo en A.A.
y en su marido ha sido mat colocada. Pero si Ud. está de acuerdo con
,u sobriedad si fielmente concurren a ellas. Talvez ustedes dos c.onside•
ran de más importancia en la vida los valores materiales y desprecian
los valores espirituales propuestos en los Doce Pasos del programa de
A.A. Posiblemente ustedes han descartado de su mente la importancia
fundamental de los tres lemas de A.A.:
"Tómelo con calma", "Lo primero ~rimero'_', "Vlva·y .deje vivir".
14
Es posible que ustedes hayan pretendido vivir su vida en bocados
indigestibles arrepentidos de los años mal gdstados o demasiado preocu-
pados por el futuro en lugar de vivir las veinticuatro horu de hoy.
• A.A. no está afiliada a ninguna secta religiosa, partido poi 1"tico, organi -
zación o institución alguna; no desea in te'rvenir en controvers ias; no respal-
da ni se opone a ninguna causa.
COPYRIHT 1.955
Qui zás no sea coincide ncia que este creciente interés de la profesión médi-
ca guarde paralelo con el crecimiento y desarrollo de la confraternidad
informal de alcohólicos, conocida por "Alcohólicos Anónimos".
AII í, fue donde por primera vez los médicos fueron informados de la te ra-
pia de A.A. , que desde un pr incipio, parecía ser excepcionalmente efectiva .
3
sión y visión de doctores en muchos ramos de la medicina que reconocieron
el valor potencial de A.A.
Sería ilusorio sugerir qué el programa de A.A., de por sí, sea la única
solución para el hombre o la mujer que luchen con el problema de la bebida,
o el único recurso al que los médicos puedan recurrir para obtener ayuda en
casos individuales. La experiencia de años recientes demuestra que la espe -
ranza para la recuperación del alcohólico tiene más probabilidades de reali -
zarse cuando hay presentes tres elementos. El programa de A.A. representado
por el alcohólico regenerado, con la singular actitud que posee de identificarse
con otros bebedores deshauciados, pudiera considerarse como un elemento.
La medicina con sus técnicas cada vez más eficaces para sanar tanto el cuerpo
como la mente, sería el segundo. Y el tercer elemento podría describirse
como el poder especial y discernimiento concedidos a aquellos que reconocen
la importancia de los valores espirituales en la vida diaria.
Esperamos que este breve folleto pueda ser igualmente útil al alcohólico
interesado en saber qué concepto tiene la medicina acerca de A.A. y al médi-
co general o al especialista que no esté completamente informado acerca del
programa de A.A. y de su utilidad potencial en cuanto a hacer frente a un
problema inagotable.
4
era un hombre incansable de cabellos blancos y corta estatura llamado Wi-
lliarn Silkworth, "El mediquito que amaba a los borrachos".
Parte del concepto del Dr. Silkworth acerca de A.A. estaba concebido en
forma de un mensaje, titulado "A quien pudiera interesar":
Fue quizás significativo que tan entusiasta tributo del Doctor Silkworth
careciese de firma. El punto de vista de A.A. aún considerado original en
1939, contradecía en muchos sentidos la experiencia y la teoría médica.
Hasta cierto punto el Dr. Silkworth y los demás médicos que exploraron el
camino, trabajando con A.A. arriesgaron su reputación profesional respaldan-
do la nueva cofraternidad. Parecía existir una razón lógica, en esos primeros
días para justificar que los médicos ejerciesen cautela en cuanto a apoyar la
nueva terapia para el alcoholismo.
5
Esa condición ha desaparecido ya. Desde hace muchos años, los miembros
de va, ias ramas de la profesión médica se han declarado púb licame nte en
favor del pape l que A.A. puede desempeñar en la rehabilitación del bebedor
desahuciado que busca "un a solución". El continuo interés y el apoyo de
esos hombres de ciencia han sido factores importantes en la aceptación y
dese11vo lvim iento de la cofratern idad .
"La duda que pudiera naturalmente surgir en vuestra mente sería: "lOué
fue lo que ese hombre hizo o d ijo que fuera distinto a lo que otros hab ían
hecho o dicho?". Debe tenerse presente que yo hab ía le ído mucho y
había hablado con todos aquellos que sabían, o que creían saber, a lgo
acerca de l alcohol ismo. Este'hombre fue uno que había atravesado muchos
años de espa ntosas borrache ras, que había pasado por casi todas las expe-
riencias del borracho, conocidas del hombre, pero que se había li brado
de su obsesió n por el mismo medio que yo había estado tratando de
emplear, es decir, e l método esp iritual. Me dio info rmación sobre e l
tema del alcoholismo que fue indudableme nte va liosa.
6
Desde 1935 hasta su muerte quince años más tarde, El Dr. Bob asistió a
miles de alcohólicos en el Hospital de Sto. Tomás en Akron, el primer hos-
pital en el mundo en el que se empleaba una combinación de terapéutica
médica y A.A. en el tratamiento del alcoholismo.
1. La facu ltad que tie nen los miembros, como bebedores que han sido, de
captarse la confianza del recién -llegado que busca auxilio, "de contruír
una I ínea de transm isión a su interior".
7
Durante generaciones, la medicina y la religión han depositado confianza
en ciertos principios o procedimienws básicos en su trato con el bebedor
desahuciado. Existen similaridades interesantes y fundamentales en los dos
terrenos. Por ejemplo:
8
sobrios. S in embargo, si el contenido espiritual del programa es negado total-
mente, el recién llegado rara vez puede abstenerse de tomar. Esta es la expe-
riencia de A.A., en todas partes. Hacemos énfasis en lo espiritual simplemente
debido a que miles de nosotros hemos encontrado que no podemos prescindir
de ello".
El concepto del alcohol ismo como una enfermedad, descrita por el Dr.
Silkworth como "una obsesión de la mente, además de una alergia del cuer-
po", y ampliamente aceptado por los miembros de A.A., es significativo
tanto para los médicos como para los pacientes. Por haber tenid o éxito en un
porcentaje relativamente alto de casos, el programa A.A., ha estimulado la
esperanza en el médico, en vez del pesimismo, en el tratamiento de bebedores
desahuciados.
LA MEDICINA Y EL ALCOHOLICO
9
treinta y siete esfuerzos por parte de otros investigadores quienes habían
tratado de determinar qué factores de personalidad, si es que existían, pudie-
ran ser generalmente asociados con el alcoholismo. El resultado de este estu-
dio fue totalmente inconcluyente. El Dr. Sutherland y sus colegas sólo pudie-
ron informa r que cualquier tipo de· personalidad -feliz, triste, introvertida,
extrovertida-, puede convertirse en un ~lcohólico.
- 10
La desorgan ización y disgregación de la persona lidad en los bebedores
desahuciados, t ie ne características igualmente d istintas, d ijo el doctor. El
a lcohó lico se hace irresponsable e ind igno de confianza. Obra con fa lta de
madu rez. Se vuelve extremadamente sensit ivo e irritable. En muchos casos
procede con absoluta fa lsedad en su trato con la fam ilia, sus amigos, patronos
y aún con los médicos.
" Hay personas q ue todavía cons ideran el alcoholismo como una forma de
degenerac ión mental , y tratan de dividir la fi losofía méd ica o cient ífica del
11
alcoholismo y la de ciertos grupos laicos o religiosos en dos fracc iones
opuestas. Esto es indefensible y despi erta actitudes intolerantes que sólo
pueden servir para retardar el progreso de la verdad. Los mejores intereses
del alcohólico enfermo solamente pueden ser servidos medi ante un a
cooperación completa entre todos los grupos, religiosos, laicos y méd icos,
que estén sinceramente dedicados a extender nuestro entendimiento y
tra tamiento del bebedor desahuciado".
"Se acordó que el alcohól ico grave debiera tratarse como una emergencia
médica crítica; que los hospitales generales debían recibir esta clase de
pacientes y que después de haber pasado la fase grave de la enfermedad,
debía iniciarse la verdadera terapia".
El aporte especial que A.A., puede hacer hacia este "esfuerzo cooperati-
vo", ha sido expresado de manera muy efectiva por otro médico, el Dr.
Marvin A. Block, de Buffalo, N.Y., Subprofesor Clínico de Medicina de la
Universidad de Medicina de Buffalo y Presidente de la Junta Directiva de l
Sub-Comite sobre Alcoholismo de la American Medica! Association:
12
da, y su benévo la asistencia en momentos cr íticos es de gran va lor tera-
péutico. En cooperación con e l médico, A.A., constituye un ayudante
ind ispensable en e l tratamiento de los alcohólicos y . . . y ayudan al
paciente a tener fe en sí mismo y en su prójimo, prop iedad de que a
menudo carece e l a lcohól ico".
El Dr. Karl Menn inger, de. la mundialmente famosa F undación Menni nger,
de Topeka, Kansas, ha expresado su op in ión acerca de A lcohólicos Anón imos
en estos térm inos: ·
" T engo e l mayor respeto por la obra que A.A., está real izando, por su
espíritu, por su f ilosofía esenc ial de ayuda mutua. No pierdo oportunidaa
alguna de expresar m i aprobación, ta;1to pública como privada, c uando
pueda ser de provecho" .
"Alcohólicos Anón imos no forma n cruzadas ni son u na soc iedad ded icada
a la sobriedad. E ll os saben q ue jamás deberán beber. Ayudan a los demás
con prob lemas similares . . . Dan comprens ió n, conf ianza, compañía y
ayuda al a lcohól ico. En esta atmósfera el a lcohó lico se sobrepone a la
excesiva concentración sobre s í mismo . Aprend iendo a depender de un
poder más a lto y a preocuparse en su traba jo con otros alcohólicos, perma-
nece sobrio d ías tras día. "Los días se convierten en semanas, las sema nas,
en meses, y en a ños".
Hoy, más de 1.500.000 hombres y mujeres que antes bebían con exceso,
llevan vidas sobr ias y constructivas sin a lcohol dentro de la confraternidad
de A.A ., en los Estados Unidos de América, el Canadá y más de otros cien
pa íses. Muchos fueron primeramente introducidos a los A.A., por miembros
de la profesión méd ica . Constituyen una prueba fehac iente de la c reciente
comprensión de la índole del alcohol ismo y de los bri ll antes resultados q ue
pueden obtenerse cuando la med icina y A.A., cada una en su propia esfera
t rabajan m utuamente de acu erdo.
13
A Y UDANDO AL ALCOHOLICO
Estas palabras son las de un jove n médico, que ha tenido sus éx itos y sus
fracasos en e l tratamiento del alcoholi smo. Cuando el paciente es honrado y
sincero al pedir que lo ayuden, este médico, que trabaja íntimamente con
A.A., en su comunidad, estima q ue en su profesión son pocos los éx itos q ue
puedan compararse con la oportunidad de poder ayudar a un hombre o a
una mujer a repo nerse del alcoho lism o. Cuando, por otro lado, el paciente no
es completamente honrado, cuando rehusa a los A.A., una oportunidad para
ayudarlo, el m édico lamenta amargamente el tiempo que se le ha hecho des-
perdiciar. Considera que el tiem po que ha dedicado al alcohólico que no
coopera. pudo haber sido empleado más productivamente asistiendo a otros
que necesitan su ayuda.
Al igua l que muchos otros médicos que han tenido q ue ver con a lcohóli-
cos, este hombre sabe por ex peri encia que el factor más importante en ayudar
al alcohólico a reponerse, es el deseo del alcohó lico mismo de ser ayudado.
El alcohólico que solo busca alivio a sus periódicas jaquecas, o q ue ti ene
arraigada la idea de que puede tomar a pesar d e su enfermedad, ha sido siem-
pre la desesperació.n de la profesió n médica. Los médicos en la actualidad
reconocen que aunque pueden brindar ayuda temporal en ta les casos, no
están llega ndo al fondo del problema.
14
2. Describir la terapia de A.A., sometiendo al paciente a la temprana influen-
cia de otros alcohólicos.
7 Hospital iza r los casos graves de alcohólicos, siempre que sea posible, o
proporcionar un duplicado de la terapia usua l observada en el hospital,
en la casa de l p aciente. ·
15
pués no podrá recordar sus acciones. Es durante esa fase cuando beber secre-
tamente, estar pensando acerca del alcohol la mayor parte del tiempo y
sentir un remordimie nto de haber beb ido , generalmente ocurren.
El hábito de beber del ind ividuo, puede no ser muy conspicuo en esta
etapa, aunque puede comenzar a afectar su salud física y mental. Aunque
el bebedor puede ser aún capaz de comprender que está comenzando a
tener u n problema con el alcoho l, esta etapa represe nta un punto crit ico en
el cua l el médico puede ser especia lmente val ioso. Su conocim iento de la
i ndole progresiva de la enfermedad, un ida a la comprensión del paciente,
ace rca de su problema cada vez mayor, puede ser aplicado para imped ir una
transición a la próx ima etapa.
La etapa "decisiva" o "aguda" del alcohol ismo se in ic ia, según los estudios
del Dr. Jell inek, cuando e l indiv iduo empieza a perde r su control sobre el
alcohol. Cua lqu ier trago puede iniciar "una reacción encadenada que es
experimentada por el bebedor como una demanda Hsica de tomar". En
esta tase el bebedo r puede todavia abstenerse periódicament e de tomar y
dominar el deseo por períodos limitados. A veces es dificil tratarlo, sin
embargo, porque todavia no ha confesado que tiene un problema con el
a lc ohol. Todavía cree que su costumbre de beber puede ser dom inada y
puesta bajo contro l en alguna época en un futuro indef inido. Empieza a
concebir racionalmente acerca de su costumbre d e tomar y a cu lpar a otros
por sus excesos. Su vida comi enza a centralizarse en el alcohol y a desorga-
n izarse cada vez más . Puede recurrir a toma r con regularidad por la mañana.
Hasta ahora el alcohó lico ha estado luchand o con su pérd ida de control
sobre el a lcohol. Ha t ratado de "aparentar un frente" y de retener ciert a
apariencia de posición social.
Pero a medida que entra en la c uarta y ú ltima fase del a lcoholi smo, el in-
dividuo ya no se ocupa de mantener las apa ri enc ias. E l a lcoho l ya ha llegado
a ejercer dominio sobre él. Se rin de comp letamente porque, hasta cierto pun-
to, tiene que hacerlo. Necesita literalmente del a lcohol para poder seguir vi-
viendo. Deja que toda la estructura de su vida se derrumbe. Puede que tenga
sueños vagos e imprácticos para el futuro, pero ya no tie ne el deseo o la capa-
c idad de comenzar a retroceder el cam ino sin la ayuda de algu ien .
"Anteriormente se creía que esta etapa de la derrota ten ía que ser alcan-
zada antes de que el alcohó lico pudi era ser tratado . La expe rie ncia e l inica
du ra nte los últimos diez años, sin emba rgo, ha demost rado que esto no es
cierto. El curso del mal de la bebida puede ser contenido en cua lquier
16 _
punto si el médico logra inducir una "derrota" artificial en el individuo.
A medida que el conocimiento del proceso de la enfermedad del alcoho-
lismo se extiende, más y más adictos incipientes se presentan voluntaria-
mente para ser tratados. Toda vez que los presuntos adictos pueden ser
entresacados de otros tipos de personas que beben con exceso mediante
un examen minucioso de· sus síntomas, Jellinek cree que puede aún haber
posibilidad de llegar a manejarse el problema de la adquisición de la enfer-
medad en el nivel preventivo".
iEI "lapso" es una recaída! Es una recaída que ocurre después que el
alcohólico ha dejado de tomar y ha comenzado a seguir el programa de
recuperación de A.A., los "lapsos" generalmente ocurren en las primeras
etapas de la indoctrinación del alcohólico en A.A., antes de haber tenido
tiempo de adquirir un conocimiento suficiente de la técnica y de la filoso-
fía de A.A., para darle una base firme. Pero los " lapsos" también pueden
ocurrir después que un alcohólico ha sido miembro de A.A., durante
muchos meses, o aún después de varios años, y es en esta categor/a sobre-
todo, cuando uno encuentra marcada similaridad entre la conducta del
alcohólico y las víctimas "normales" de otras enfermedades.
17
"Nadie se ala rma por el hecho de que las recaídas no sean poco comunes
e ntre pacientes t ubercu losos c uya e nfermedad haya sido conten ida . Pero
he aqu í un hecho sorprendente, la causa es a veces igual a la que determ ina
los " lapsos" en los alcohólicos .. . La m isma traged ia puede observarse en
casos ca rd íacos . . . " .
"Tanto en los casos card íacos como e n los de tubercu losis, los actos que
determi naron las recaídas fueron precedidos por un pensar erróneo. El
paciente en cada caso se rescató a sí m ismo, por un proceso de razona-
m iento, de un concepto de su propia pe ligrosa realidad. Se apartó del ibera-
damente de este conocimiento del hecho de que hab ía sido víctima de una
grave enfermedad . Adquirió un exceso de confianza. Decidió que no ten ía
que seg1:1ir instrucciones".
"Pues bien, ésto es precisamente lo que sucede con el alcohóli co - el
alcohólico mejorado o el alcohólico en A.A.- que h a experimentado un
"lapso". Evidentemen te, decide otra vez tomar un trago algún día, antes
de tomarlo en rea lidad. Empieza a pensar erróneamente antes de empren-
der la senda que conduce a un " lapso" .
"No hay más justificación para atribuír el "lapso" a causas alcohó licas que
el que ex ihe para atribui r una recaída a causas tuberculosas o un segundo
ataque del corazón a causas cardíacas. El " lapso" alcohólico no es un
síntoma de una cond ición psicopática . . . El paciente simplemente no
siguió las instrucciones".
RENDICION Y RESTABLECIMIENTO
Muchos ps iquiatras han comentado sobre la ayud a que han recibi do como
consecuencia d e haber observado el programa de A .A., y su contact o con
18
miembros de Alcohólicos Anónimos. A su vez, muchos que hoy son miem-
bros de A.A., deben su continua sobriedad, en gran parte, a los trabajadores
en el campo de la psiquiatría que los presentaron a Alcohólicos Anónimos.
Pocos médicos han hecho un estudi o más largo y más intenso de la tera-
péutica en acción que el Dr. Harry M. Tiebout, de Greenwich, Connecticut.
Su escrito sobre el "Mecanismo Terapéutico de Alcohólicos Anónimos",
originalmente preparado para la asamblea de 1943 de la Asociación Psiquiá-
trica Americana, marcó una etapa en la creciente comprensión médica de
A.A., y ha sido distribu ído por todas las partes de l mundo. Los escritos
posteriores del Dr. Tiebout han contribuído consistentemente a una mayor
apreciación del papel que la medicina, la religión y A.A., pueden desempeñar
en la rehabil itación del alcohólico.
19
"Un alcohólico a la terminación de una larga y penosa borrachera, decide
que ya ha terminado con la bebida. Esta dicisión es anunciada en tonos
fuertes y vehementes a todos los que le escuchen. Su sinceridad no puede
ser puesta en duda . El lo dice con entera sinceridad. Sin embargo, él sabe
y también lo saben cuantos le oyen, que está cantando otra tonada antes
de que hayan transcurrido muchas semanas. Por el momento, parece haber
aceptado su alcoholismo pero su aceptación no es más que superficial. No
cabe duda que habrá de recurrir a la bebida. Lo que aquí vemos es cumpli-
miento en acción. Durante e l tiempo en que su recuerdo d e sufrimiento
causado por una borrachera es agudo, lo acepta sin reservas. Pero al lá en lo
profundo, en su inconsciente, lo único que puede hacer es cumplir, lo que
quiere decir que, cuando la realidad de su problema de beber es innegable,
deja de disputar hechos incontrovert ibles. Queda exhausto, sin fuerzas para
luchar. A medida que el tiempo transcurre y se va desvaneciendo el recuer-
do de sus sufrimientos, la necesidad de obedecer disminuye. A medida que
la necesidad dism inuye, la mitad del obedecimiento, que nunca en rea -
lidad aceptó, comienza a agitarse una vez más y pronto resume su imperio.
La .necesidad de aceptar la enfermedad del alcoholismo es ignorada,
porque, después de todo, allá en lo profundo, no fue sincero en realidad.
Por supuésto, conscientemente, la víctima de todo ésto queda completa-
mente a :oscuras. Lo que recibe son mensajes de abajo que l~ntamenta-
mente traen consigo un cambio en su actitud consciente. Durante un rato,
el trago era anatema, pero ahoril empieza a acariciar la idea de una copa y
así sucesivamente, hasta que, finalmente, 1a medida que el elemento no
cooperativo vuelve a imponerse, tomarse el primer trago.¡ La otra mitad
de l obedimiento ha salido airosa, el alcohólico es ya la víctima, sin saberlo,
de sus inclinaciones inconsci'ente".
20
dad. Y el hecho significativo es que bajo este nuevo estado mental el
individuo ya no se siente literalmente "impulsado a tomar".
"El énfasis de hoy está radicado sobre el anál isis, que confía en la mente
para descubrir las causas determinantes del fracaso en lograr un estado de
síntesis, que es en realidad una condición emocional de sentirse libre de
conflicto y tensión. Es de presumirse que a medida que las emociones
obstructoras salen a la luz y se libran por medio del análisis, reaparecerán
otras sintéticas en su lugar. Sin embargo, es igualmente lógico, cambiar
las emociones usando las emociones, y entonces, después de haberse
rea lizado el cambio, recurrir a la mente y al intelecto para anclar la nueva
serie de emociones dentro de la estructura de la personalidad. Hasta
cierto punto, es lo que ocurre en Alcohólicos Anónimos.
"El valor terapéutico del enfoque de Alcohól icos Anónimos proviene del
uso que hace de fuerzas espirituales para atacar el narcisismo del alcohóli·
co . . . En otras palabras, A.A., cuenta con una fuerza emocional, la
religión, para lograr un resultado emocional, a saber, el derrocam iento del
conjunto de emociones negativas y hostiles, reemplazándolas con un
conjunto de emociones positivas, en las cuales el individuo ya no necesita
mantener su arrogantes individualidad, sino que, por el contrario, puede
vivir en paz y armonía con y en su mundo, compartiendo y participando
libremente".
"No importa cual sea su concepto final de ese Poder; a menos que el
individuo adquiera en el transcurso del tiempo un sentido de la realidad y
proximidad de un Gran Poder, su naturaleza egocéntrica se reafirmará con
intensidad no disminu ída y el cuadro de la bebida reaparecerá. Muchos de
los individuos que fina lmente logran el estado espiritual necesario, lo
hacen puramente siguiendo el programa de Alcohólicos Anónimos, y si n
jamás observar conscientemente ningún acceso súbito de sentimiento
espiritual. Cada vez, van adelantando lenta pero seguramente hasta lograr
un estado mental que, después de haber estado presente durante algún
tiempo, pueden súbitamente reconocer que es enormemente distinto al
que habían tenido anteriormente. Descubren con gran sorpresa que su
21
punto de vista y perspectiva han adquirido un colorido espi ritua l muy
real".
"Aunque no hay duda que tenemos que ver con problemas emocionales,
nosotros, como pertenecientes a un grupo, que tiende a ser intelectua l,
desconfiamos demasiado de las emociones. Estamos conscientes de noso•
tros mismos y nos avergonzamos un poco, cuando nos vemos forzados a
usarlos, y siempre nos disculpamos con nuestros colegas, si sospechamos
que tienen motivo para creer que nuestros métodos son demasiado emo•
cionales. Mientras tanto, otros menos atados por la tradición, siguen
adelant_e y obtienen resultados que no son negados. Es sumamente impar·
tante para nosotros, como hombres de ciencias imparciales que presumí·
blemente somos, contemplar larga y sabiamente los esfuerzos de otros
en nuestra esfera de acción. Muy posiblemente tengamos los ojos más
vendados de lo que pensábamos".
"A.A., invoca dos de las fuentes de poder más grandes conocidas por el
hombre , la religión y ese instinto de asociación con el prójimo, que Trotter
ha llamado "el instinto de l rebaño".
"Yo estimo que nuestra profesión debe tener una comprensión más per•
fecta de esta gran arma terapéutica. Si no lo hacemos, seremos considera·
dos culpables de esterilidad emocional y de haber perdido la fe que mueve
montañas, sin la cual la medicina nada puede hacer.
EL PROBLEMA ACTUAL
22
reseña los adelantos que se estan rea lizando para hacer frente al bebedo, en
el come,cio y la industria .
23
en distintos distritos, frecuentemente en asociación con centros directores.
En los programas escolares, el tema despierta cada vez mayor interés.
Fi nalmente, hay grupos locales de A.A. que existen en casi todas las ciuda-
des y poblaciones de los EE.UU. de América y el Canadá, o cerca de ellas.
Los miembros de estos Grupos son hombres y mujeres q ue aprendieron acerca
del alcoholismo por el cam ino duro por haberse recuperado de la enfermedad
ellos mismos y están dispuestos a compárti r sus conocimientos y experiencias
·con cualquier persona que esté preocupada con un problema de alcoholismo,
ya sea personal, de un miembro de su familia, de un am igo, o de un paciente
en el caso de un médico.
24
PUBLICACIONES DE A.A.
Aprobadas por la Conferencia
25
,f
Este sello aparece en Literatura
aprobada por la Conferencia.
YO SOY RESPONSABLE.
Cuando cualquiera dondequiera,
extienda su mano pidiendo ayuda,
quiero que la mano de A.A. esté siempre al! (
y por esto ...
YO SOY RESPONSABLE.
COMO SE DESARROLLO
LA TRADICION DE A. A.
POR BILL W
A. A. THADITION
HOW IT DEVEL□PED
UN RECORRIDO A TRAVES DE
LOS HECHOS HISTORICOS QUE
NOS LLEVARON A NUESTRAS
UNICAS DOCE TRADICIONES
"Alcohólicos Anónimos es una comunidad de hombres y mujeres que
comparten su mutua experiencia, fortaleza y ezperanza para resolver su
problema común y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo.
COPYRIGHT 1955
Alcoholics Anonymous World Services, lnc.
Mail Address: Box 459
Grand Central Post Office
New York, N. Y. 10017
Introducción
Por Bi/1 W.
- 1.955 -
Originalmente publicado en The A.A. Grapevine.
-3- /
tamente declinamos las alianzas de tipo político, sectario o de cual-
quier clase, evitaremos la división interna y la notoriedad pública;
si, como una Asociación, mantenemos una entidad espiritual preo-
cupada sólo por llevar nuestro Mensaje a los que sufren sin espe-
rar recompensa u honorarios, sólo entonces podremos llevar a cabo
en la forma más efectiva nuestra misión .
Así, los que somos más antiguos en A. A., rogamos a los nuevos
que ponderen cuidadosamente la experiencia que hemos logrado al
tratar de trabajar y vivir juntos.
-4-
Ojalá nunca olvidemos que sin unidad permanente será muy po-
co el alivio que podremos ofrecer a aquellos miles d e personas que
han de unirse a nosotros en su búsqueda de libertad.
Nadie inventó a Alcólicos Anónimos, creció, simplemente.
Los ensayos sucesivos han producido una rica experiencia.
Poco a poco hemos ido adoptando las lecciones de aquella expe-
riencia, primero como política general, y luego como Tradición. Este
proceso continúa y esperamos que nunca termine. Si nos momifica·
mos demasiado, la letra puede matar al espíritu. Podríamos tira11i-
zarnos nosotros mismos con normas y prohibiciones; podríamos ima-
ginarnos que hemos dicho la última palabra. Podríamos aún exigirle
a los alcohólicos que aceptaran nuestras rígidas ideas o permanecie-
ran por fuera. P ueda ser que nunca sofoquemos aquella clase de
progreso! Todavía las lecciones de. nuestra experiencia tienen un gran
valor. Hemos tenido años de familiaridad con el problema de vivir
y trabajar unidos. Si tenemos éxito en este cometido (y seguimos te-·
niéndolo) entone~, y sólo entonces, tendremos asegurado nuestro
futuro.
Puesto que la calamidad personal ya no nos mantiene atados, el
futuro de Alcohólicos Anónimos se ha convertido en nuestra
preocupación más importante: cómo conservar entre nosotros los A.A.
una unidad tan poderosa que ni la debilidad de las personas ni el
esfuerzo y la lucha de estos tiempos confusos, puedan amenazar nues-
tra causa común. Sabemos que Alcohólicos A nónimos debe continuar
viviendo. De otra manera, salvo contadas excepciones, nosotros y
nuestros hermanos alcohólicos de todo el mundo seguramente retor-
naríamos al oscuro camino del olvido.
Casi cualquier A.A., puede decirnos cuáles son nuestros pro-
blemas de grupos. Fundamentalmente, se refieren a las relaciones
interpersonales de los miembros del grupo y de éstos con el mundo
exterior. Envuelven las relaciones del A. A. con su grupo, la rela-
ción de su grupo con Alcohólicos Anónimos como un todo, y el lu-
gar que ocupa Alcohólicos Anónimos en ese mar proceloso llama.
do Sociedad Moderna, donde toda la humanidad o encuentra puer-
to seguro, o naufraga. A este respecto es muy importante hacer no-
tar el problema de nuestra estructura básica y nuestra actitud hacia
aquellos temas siempre inquietantes de liderazgo, dinero y autoridad.
El futuro puede muy bien depender de cómo sentimos y actuamos
ahora respecto a hechos controvertibles, y cómo manejamos nuestras
relaciones públicas. Nuestro destino final casi seguramente será el
11esultado de lo que hoy decidamos sobre aquellos asw1tos tan llenos
de peligro.
Hemos llegado a la parte crucial de nuestra exposición y es esta:
Hemos adquirido ya suficiente experiencia como para fijar una poli-
-5-
tica a seguir al tratar estos importantes problemas? Podemos en este
momento declarar principio¡: generales que lleguen a convertirse en
tradiciones vitales. Tradiciones arraigadas en el corazón de cada A.A.
por su íntima y profunda convicción y por la solidaridad de sus com-
pañeros? Este es el problema. Si bien es cierto que nuestras perple-
jidades nunca tendrán una respuesta total, estoy seguro de que he-
mos llegado a un punto vertiginoso desde donde vislumbramos las
guías generales de un cuerpo de tradición, el cual, Dios mediante,
puede proporcionarnos una guardia. efectiva contra todas las peripe-
cias del tiempo y la circunstancia.
Actuando bajo la urgente persistencia de antiguos amigos A.A.
y con la convicción de que ahora es posible un entendimiento y
acuerdo general entre nuestros miembros me atreveré a colocar en
palabras estas sugerencias para "Una Tradición de Relaciones de Al-
cohólicos Anónimos", o "Doce Puntos para asegurar nuestro futuro".
-6-
4. Con respecto a sus propios asuntos, cada grupo A. A. sólo de-
be ser responsable ante la .autoridad de su propia conciencia.
Pero cuando sus planes tienen relación con otros grupos ve-
cinos, estos grupos deberán ser consultados y ningún grupo,
comité regional o individuo podrá tomar cualquier acción que
pueda afectar a los A.A. considerados como un todo sin con-
sultar con· los custodios de la Fundación Alcohólica (Ahora co-
nocidos como la Junta de Servicios Generales de A.A. (n. del t.) .
En tales asuntos nuestro bienestar común es primordial.
(CADA GRUPO DEBE SER AUTÓNOMO, EXCEPTO EN
ASUNTOS QUE AFECTEN A OTROS GRUPOS O A LOS A.A.
CONSIDERADOS COMO UN TODO).
-7-
7. Los grupos de A. A . deben sostenerse totalmente a si mismos
por las contribuciones voluntarias de sus propios miembros .
Creemos que cada grupo debe alcanzar rápidamente este ideal;
que solicitar fondos públicamente usando el nombre de Al-
cohólicos Anónimos es sumamente peligroso, bien sea por
grupos, clubes, hospitales o agencias extrañas; que es desa-
consejable aceptar grandes sumas de cualquier fuente que
provengan, o contribuciones que conlleven cualquier tipo de
obligación. Vemos también con gran preocupación aquellos
tesoreros de A.A. que continúan, más allá de la reserva pru-
dente, acumulando fondos sin ningún propósito determinado
en beneficio de A.A. La experiencia nos ha advertido mu-
chas veces que nada puede destruir tan seguramente nuestra
herencia espiritual como las fútiles controversias acerca de la
propiedad, el dinero o el prestigio.
(TODO GRUPO DE A .A. DEBE MANTENERSE A SI MISMO,
NEGANDOSE A RECIBIR CONTRIBUCIONES DE AFUERA) .
-8 -
deres de A.A. no son más que fieles y cxperimentG.dos servi-
dores de los demás. No derivan autoridad real de su título;
no gobiernan. El respeto universal es la cl::.ve para su utilidad.
(A.A. COMO TAL, NUNCA DEBE SER ORGANIZADA; PERO
PODEMOS CREAR JUNTAS DE SERVICIOS O COMITES QUE
SEAN DIRECTAMENTE RESPONSABLES ANTE AQUELLOS
A QUIENES SIRV.E N).
-9 -
Por qué A. A. es Anónimo
(1955)
- lO -
la pomposa mentalidad tuvieron que desaparecer. Tuvimos que echar
por la ventana la justificación propia, la compasión propia y la ira.
Tuvimos que retirarnos de la desatinada competencia por el presti-
gio personal y los enormes saldos bancarios. Tuvimos que asumir la
responsabilidad por nuestro lamentable estado y dejar de culpar a
otros por ello.
Fueron aquellos realmente sacrificios? Sí, lo fueron; para obte-
ner la humildad y el respeto propio, suficientes siquiera para per-
manecer vivos, tuvimos que desechar aquello que había sido nuestra
más cara posesión: nuestras ambiciones y nuestro ilegítimo orgullo.
Pero aún esto no fue bastante. El sacrificio tendría qtie ir mu-
cho más lejos. Otra gente habría de beneficiarse también. De mane-
ra que empezamos el trabajo del Duodécimo Paso; empezamos a lle-
var el Mensaje de A . A. Sacrificamos tiempo, energía y aún nuestro
dinero para hacerlo. No podíamos conservar lo que teníamos si no lo
entregábamos completamente.
Pedimos a los recién iniciados que nos dieran algo? Les pedimos
que nos dieran poder sobre sus vidas o fama por nuestro buen tra-
bajo, o algo de su dinero? No, no lo hicimos. Encontramos que si
pedíamos alguna de aquellas cosas nuestro trabajo perdía su efica-
cia. Así, aquellos deseos naturales tuvieron que ser sacrificados; de
otra manera, nuestros iniciados recibían muy poca o ninguna sobrie-
dad, y nosotros tampoco la obteníamos.
Así aprendimos que el sacrificio debería tener un doble bene-
ficio o ninguno en absoluto. Empezamos a conocer la clase de entre-
ga de nosotros mismos que no tenía consigo un rótulo de precio.
Cuando el primer grupo de A.A . tomó forma, aprendimos rápi-
damente una mayor cantidad de hechos. Encontramos que cada uno
de nosotros tenía que hacer sacrificios por el bienestar común. El
grupo, a su turno, encontró que debia declinar muchos de sus pro-
pios derechos para garantizar la protección y el bienestar de cada
miembro y de A. A. como un todo . Estos sacrificios tenían que ha-
cerse o de lo contrario A.A. dejaría de existir.
De estos hallazgos y experiencias empezaron a derivar su forma
y sustancia las Doce Tradiciones de A. A. Gradualmente fuimos
viendo que la unidad, la efectividad y aún la supervivencia de
A. A. dependerían siempre de nuestra continuada buena voluntad de
sacrificar nuestros deseos y ambiciones personales en pro de la se-
guridad y bienestar comunes . Así como el sacrificio significa la su-
pervivencia del individuo, así también el sacriCicio significa la uni-
dad y la supervivencia del grupo y de la Comunidad entera de A.A.
- 11 -
Viéndolas en esta forma, las Doce Tradiciones de A. A. no son
más que una lista de sacrificios, los cuales, nuestra experiencia de
veinte años, nos ha enseñado que debemos hacer individual y colec-
tivamente, si queremos que A . A . continúe existiendo y creci endo .
En nuestras Doce Tradiciones hemos hecho frente a casi todas las
tendencias del mundo exterior.
- 12-
tación, me dí cuenta que podía estar en las primeras . paginas de los
periódicos, así como el beisbolista. Además, éste no podía sostener el
ritmo de su publicidad, pero yo si podía con el mío . Para mí sólo era
necesario mantenerme viajando y hablando. Los grupos locales de
A. A. y los periódicos hacían el resto. Recientemente me espanté ho-
jeando aquellas viejas crónicas. Durante dos o tres años creo que
fui el quebrantador del anonimato número uno de A. A. Por este mo-
tivo no puedo culpar al A.A. que a partir de entonces ha tratado de
ser abanderado. Yo mismo dí el ejemplo hace años.
En esa época nos pareció que era lo que había que hacer. Jus-
tificándonos as!, yo me resolví. Qué gusto me dió ver aquellos titu-
lares de dos columnas hablando de ''Bill el Corredor de Bolsa" con
mi nombre completo y fotografía, el hombre que estaba salvando los
borrachos por millares.
-13 -
El siguiente paso en la ruptura del anonimato parecía aún más
lisonjero. Una intima amiga mía pensó en dedicarse a la educación
alcohólica. Un departamento de una gran universidad, interesado en
el alcoholismo, le pidió a ella que saliera y hablara al público en
general que los alcohólicos eran gente enferma y que podrían hacer-
se muchas cosas a este respecto. Mi amiga era magnüica como ora-
dora y como escritora. Podría decirle al público que ella pertenecía
a A.A.? Por qué no? Usando el nombre de Aclohólicos Anónimos
obtendría la mejor publicidad posible no sólo para su programa edu-
cativo sino para A.A. También creía que era una idea excelente y le
impartiría mi aprobación.
-14-
El problema estriba en que nuestro amigo A.A. tendría que
romper su anonimato; cada aviso publicitario y artículo educativo
debería llevar su nombre completo como miembro de A. A. Esto
naturalmente, podría servir para crear en el público la impresión
definida de que A.A. favorecía la "educación" al estilo propuesto por
los comerciantes en licores.
- 15 -
Significaba esto que en Jo sucesivo cualquier miembro despbtn-
do podría poner en peligro nuestra sociedad a cualquier hora y e11
cualquier lugar con el solo hecho de romper su anonimato y empe-
zar a decir cuánto bien nos estaba haciendo con ello? Alcanzamos a
imaginarnos a todos los miembros de A.A. que negociaban en pro-
paganda, buscando un patrocinador comercial para vender, usando
el nombre de A.A., cualquier cosa, desde galletas hasta jugos de
frutas.
-16-
Aquel antecedente puso en movimiento toda clase de solicitudes
públicas de miembros de A. A. para obtener dinero, con fines tales
como fincas de reposo para alcohólicos en tratamiento, programas
del Duodécimo Paso, casas de alojamiento para miembros de A.A.
clubes, etc. Y todo ello fortalecido grandemente por rupturas deli-
beradas del anonimato.
Ellas nos dicen que los alcohólicos somos los más grandes racio-
nalistas del mundo; que fortificados con la excusa de que estamos
haciendo grandes cosas por el bien de A.A. podemos, al romper nues-
tro anonimato, continuar en nuestra antigua y desastrosa búsqueda
-17-
de poder, pre~tigio personal, honores públicos y dinero, las mismas
ambiciones implacables que cuando vimos frustradas una vez, nos
condujeron a la bebida; las mismas fuerzas que hoy rompen la uni-
dad en el mundo. Más aún nos hacen comprender que un número
suficiente de espectaculares pérdidas del anonimato, podrán algún
día arrastrar a nuestra Comunidad en forma total hacia el ruinoso
punto final.
- 18 -
escucharla; que haremos todos los sacrificios necesarios. Verdadera-
mente hemos escuchado esa voz; hoy en día sólo queda un puñado
de personas que rompen su anonimato.
Digo todo esto con la mayor vehemencia que puedo; lo digo por-
que sé lo que es la tentación de la fama y el dinero. Además, por-
que yo mismo rompí mi anonimato una vez. Gracias a Dios que ha-
ce años la voz de la experiencia y los amables consejos de sabios
amigos me sacaron de la senda peligrosa por la que estaba condu-
ciendo a nuestra Sociedad. Así aprendí que lo temporal y aparente-
mente bueno es a menudo el mortal enemigo de lo permanente Y
mejor. Cuando se trata de la supervivencia de A.A. sólo sirve que de-
mos sin reticencias lo mejor · de nosotros.
- 19 -
han proporcionado, y simultáneamente, aquellos alcohólicos ya no se
nos unirán porque nuestra buena fama irá siendo menor y peor cada
vez . Por consiguiente, nuestro rumbo está claramente marcado. Puesto
que la mayoría de nosotros puede verlo y el resto pronto lo verá,
t_engo la plena confianza en que no permitiremos que llegue a nuestra
Sociedad el día que estamos advirtiendo.
Desde hace mucho tiempo, tanto el Dr . Bob como yo h emos he-
cho cuanto ha estado a nuestro alcance para mantener la Tradición
de anonimato. Poco antes de morir el Dr. Bob, algunos de sus ami-
¡os sugirieron la erección de un monumento o mausoleo en su ho-
nor y el de su esposa ANNE, algo digno del FUNDADOR. El Dr.
Bob agradeció este homenaje pero no lo aceptó. Hablando posterior-
mente sobre este tema, me dijo sonriente: "Por amor de Dios, Bill,
por qué no pueden enterrarnos a ti y a mí como a cualquier otro
tipo"?
El verano pasado visité el cementerio de Akron donde yacen
BOB y ANNE, Hay una simple lápida que no menciona ni una pa-
labra acerca d e Alcohólicos Anónimos. Esto me hizo tan feliz que
lloré. Llevó esta maravillosa pareja tan demasiado l ejos su anonima-
to personal que no permitió que las palabras "Alcohólicos Anónimos"
figuraran siquiera en su propia tumba?
No lo creo así. Considero que este grande y postrer ejem¡>lo de
humildad es de un valor para A.A. más alto y permanente que cual-
quier notoriedad espectacular o costoso mausoleo.
No necesitamos ir a Akron Ohio, para ver el monumento al Dr.
Bob. El monumento real se ve a todo lo l argo y ancho de Alcohóli-
cos Anónimos. Veamos de nuevo su verdadera inscripción. Es una
sola palabra, escrita por nosotros los A. A. esta palabra es SACRI-
FICIO.
- 20-
Quien es miembro de A. A.
(1946)
- 21 -
con ellos. Aquellos que tienen dificultades mentales, sufren depre-
siones o caen en enajenaciones paranóicas y las transmiten a su:;
compañeros; los chismosos murmuran e inquisidoramente empieza11
a denunciar los lobos y caperucitas rojas que haya en el grupo. Los
recién llegados arguyen que no son alcohólicos, pero continúan asis-
tiendo a las reuniones. Los "recaídos" hacen uso del buen nombre d e
A. A. para conseguir empleos. Otros rehusan aceptar todos los Doce
Pasos del programa de recuperación. Otros van más allá alegando que
esas "tonterías" acerca de Dios son inocuas e innec·e sarias. Bajo todas
estas presiones aquellos miembro~ que tratan de llevar su programa
se sienten resentidos, y creen que deben controlarse aquellas condi-
ciones desfavorables, o de otra manera A. A . iría a la r uina. Y supo-
nen que su alarma se justifica por el bien de la Asociación.
En este punto el grupo entra a la fase de legislar . Se dictan
reglamentos, leyes y reglas para afiliación, se confiere a utor idad
a los comités para filtrar los indeseables y disciplinar a los r ebel -
des . Entonces los ''Antiguos Miembros ", investidos ahora de a u -
toridad, empiezan a mantenerse ocupados . L os recalcitrant es em-
piezan a ser arrojados a las tinieblas ext eriores, y los respetables
arrojan pied ras a los pecadores. E n cuanto a los llamados peca-
dor es insisten en acudir a las reuniones, o forma n un nuevo grupo .
O puede que se unan a un grupo más comprensivo y menos intole-
rante de la vecindad. Es cuando los "antiguos" descubr en q ue las
n ormas y regulaciones no est án dando r esultados. Al inten tar obligar
a alguien se generan t ant os motivos de disensión e intolerancia en el
gruµo, que h oy es generalment e aceptado que est a condición es peor
para la vid a del gr u po, que la peor de las condiciones imaginables.
Después d e un tiempo el miedo y la intolerancia se desvanecen .
El grupo sobrevive ileso . Cada uno ha aprendido mu chas cosas. En
esta forma muy pocos de nosotros siguen preo cupándose de lo que
algún recién llegado puede hacer por la reputación o efectividad d e
los A .A. Aquellos que recaen, aquellos que escandalizan, aquellos
con mentes torcidas, aquellos que se r ebelan contra el programa,
aquellos que comercian con la reputación de A.A., son personas que
rara vez ocasionan un daño permanente al grupo de A.A. Alguno::i
de aquellos han llegado a ser nuestros miembros más amados y res-
petados. Algunos otros han permanecido para que ensayemos nuestra
paciencia con ellos, pero siguen sobrios. Otros se han alejado del to-
do. Y hemos empezado a mirarlos no como amenazas sino como nues-
tros maestros. Nos obligan a cultivar la paciencia, la toleranda y la
humildad. Y finalmente vemos que ellos no son sino gente más en-
ferma que el resto de nosotros, que aquellos que los condenan son
los Fariseos cuya falsa virtud oc,<Siona a nuestro grupo el daño es-
piritual más profundo.
- 22-
Cada miembro antiguo de A. A. se c:;lrcmcce cuando recuerda
los nombres que condenó alguna v~z; gente acerca de la cual predijo
solemnemente que nunca conseguiría sobriedad; personas de las cua-
les estaba S!:!guro que había qu,e expulsar de A. A. por el bien de la
Asociación . Ahora que algunas de esas mismas personas han estado
sobrias durante años, y que se han contado entre :;us mejores ami-
gos, el antiguo reflexiona: "Qué ta). si todos hubieran juzgado a esa
gente como yo -lo hice una vez? Qué tal si A.A. hubiera cerrado la
ptierta en sus naric~? Dónde estarían ellos ahora?
Por este motivo el recién llegado va siendo cada vez menos juz-
gado. Si el alcohol es un problema incontrolable para él y él desea
hacer algo acerca de ello, eso es suficiente para nosotros. No nos
preocupa si su caso es grave o ligero, ·-si su moral es buena o mala,
si tiene otras complicaciones o no .. Nuestra puerta de A. A. permane-
ce ampliamente abierta, y si entra por ella y corrii!:!nza a hacer algo
por remediar su problema, consideramos que es un miembro de A.A.
Es probable que él no dé nada o. entender, que con nada esté de
acuerdo, que no prometa nada. Pero nosotros tampoco le pedimos
nada. Se une a nosotros en la forma que él quiera. Actualmente, en
la mayoría de los grupos ni siquiera tiene que admitir que es un al-
cohólico. Puede unirse a A. A. aún con una leve sospecha de que
puede serlo, o porque cree que ha experimentado ya los síntomas fa-
tales de nuestra enfermedad.
Por supuesto lo anterior no se aplica uni\·ersalmente a todos los
Alcohó_licos Anónimos. Aún existen algunas reglas para afiliación.
Si algún miembro persiste en venir borracho a las reuniones, debe-
mos dejarlo por fuera y pedirle a alguien que se lo lleve. Pero en
la mayoría de los grupos ese individuo puede volver al día siguien-
te, si está sobrio. Aunque se le está rechazando de un grupo, nadie
piensa que se le está expulsando de A. A . El sigue siendo miem-
bro mientras diga que lo es . Aunque este amplio concepto no es to-
davía unánime, representa la corriente mayoritaria del pensamiento de
A.A. de hoy. No queremos negarle a nadie la oportunidad de recu-
perarse del alcoholismo. Deseamos ser tan inclusivos como podamos,
nunca exclusivos.
Tal vez esta tendencia signifique algo mucho más profundo que
un mero cambio de actitud con respecto al ser miembro de la So--
ciedad. Tal vez significa que estamos perdiendo el temor a aquellas
violentas tormentas emocionales que a veces cruzan por nuestro mun-
do alcohólico. Tal vez le dicen a nuestra confianza que cada tormen-
ta será seguida por la calma; una calma más comprensiva, más com-
pasiva y más tolerante que cualquiera de las que conocimos ante-
riormente.
·- 23 -
Anonimato
(1946)
- 24 -
New York. Por una estrecha mayoría el veredicto se inclinó por el
nombre de "La Salida". Pero poco antes de la impresión del libró,
alguien sugirió que podría haber otros con el mismo título. Uno de
nuestros primeros miembros solitarios ( nuestro querido Fitz M., quien
para ese entonces vivía en Washington) fue a la Biblioteca del Con-
greso a investigar. Encontró exactamente doce libros titulados "The
Way Out". Cuando nos llegó esta información, nos estremecimos an-
te la posibilidad de ser nosotros la "Décima Tercera Salida". ~ esta
forro~ no quedaba más alternativa y el libro se llamó ''Aclohólicoii
Anónimos•·.
Así ' adquirimos un . nombre para nuestro, libro de experiencias,
bautizamos nuestra Sociedad, y, según empezamos a verlo ahora, ob-
tuvimos una tradición de la mayor importancia espiritual. Los cami-
nos· que Dios toma para ejecutar sus maravillas, so,n misteriosos!
En el libro "Alcohólicos Anónimos" hay solamente tres referen-
cias al principio del anonimato. El Prefacio de nuestra primera edi-
ción establece: "Por ser hombres profesionales y de negocios en la
gran mayoría, muchos no podríamos conservar nuestros trabajos si
nos diéramos a conocer", luego: "Encarecidamente recomendamos a
cada uno de nuestros compañeros que cuando escriban o hablen pa-.
ra el público sobre el alcohólismo, omitan su nombre y apellido dC:-
signándose simplemente como "Un miembro de Alcohólicos Anóni-
mos"; y más adelante: ''solicitamos también encarecidamente de los
señores de la Prensa que observen esta regla, pues de otro modo po-
dríamos vernos seriamente perjudicados".
Desde la publicación del libro en 1939, se han formado cientos
de grupos de A.A. Cada uno de ellos hace las siguientes preguntas:
"Qúé tan anónimos se supone que seamos?·", y "viéndolo bien, para
qué sirve el principio del anonimato?". En gran medida cada uno de
los· grupos ha dado su propia interpretación. Naturalmente se en-
cuentran amplias diferencias de opinión. Cuál es el significado de
nuestro anonimato y hasta dónde debemos llevarlo, son preguntas
que no han sido resueltas todavía.
Aunque ya no nos asusta el estigma del alcoholismo como antes,
aún encontramos individuos extremadamente sensibles con respecto
a su conexión con nosotros. Algunos vienen con nombres supuestos .
Otros nos hacen jurar que guardaremos su secreto. Temen que su
conexión con Alcohólicos Anónimos pueda arruinar sus negocios o su
posición social. Al otro lado de la escala de opiniones encontramos al
individuo que declara que el anonimato es alg_9- -infantil y ridículo.
Cree u:n deber gritar a los cuatro vientos que es miembro de nuestra
Sociedad. Señala que nuestra Asociación alberga gente de renom-
bre y algunos de importancia nacional. Pregunta; "Por qué no ca-
- 25 --
pitalizamos ese prestigio personal como lo haría cualquier otra or-
·ganización?".
En medio de estos extremos hay incontables matices de opinión .
Algunos g~upos, especialmente los más nuevos, se conducen como si
fueran sociedades secretas. No desean ·q ue sus actividades las conoz-
cap. ni siquiera los amigos. No aceptan que a sus reuniones asistan
clérigos, médicos o aún sus mismas ·e sposas. En cuanto a invitar re-
porteros o periodistas, ni pe.nsarlo! Otros grupos creen que sus co-
'm unidades debieran saber todo lo concerniente a nuestra Asociación
aunque no dejan imprimir sus nombres, si aprovechan cualquier opor-
tunidad para hacer propaganda ~ las actividades del grupo. Tienen
ocasionalmente reuniones públicas o semi, públicas donde los orado-
Fes se identüican por su nombre completo. También invitan frecuen-
temente para hablar en tales ITeuniones, a médicos, religiosos, o fun-
cionarios públicos. Eventualmente unos pocos miembros han que-
brantado su anonimato por completo. Sus nombres, fotografías y ac-
tividades personales han aparecido en los periódjcos, o han firmado
como miembros de A. A. en artículos acerca de nuestra Asociación.
Puede observarse que aunque es muy evidente que la may01::ía
de nosotros cree en el anonimato, nuestra práctica del principio va-
ria enormemente. Y debemos darnos cuenta que en el futuro la se-
guridad y efectividad de A. A . puede depender de su preservación .
La cuestión vital es: Dónde debemos fijar el punto en que aca-
ban las personas y empieza el anonimato .
Es un hecho que pocos de nosotros somos realmente anónimos
al. nivel de nuestra vida diaria. Hemos roto el anonimato a este ni-
vel porque pensamos que nuestros amigos y allegados deben saber
algo acerca de A. A. y de lo que esta entidad ha hecho por nosotros .
Deseamos tam9ién perder el miedo. de admitir nuestra enfermedad .
Aunque rogamos encarecidamente a los reporteros no revelar nuestra
identidad, frecuentemente hablamos en reuniones semi-públicas usan-
do nuestros verdaderos nombres. Deseamos demostrar al auditorio
que nuestro alcoholis~o es una enfermedad que ya no nos dá miedo
mencionar. Hasta aqu~ todo está bien . Pero si avanzamos más allá
de este límite, perderemos para siempre el principio del anonimato.
Si cada miembro se sintiera libre de publicar su nombre, fotografía
e historial, pronto nos veríamos lanzados a una vasta orgía de pu-
·blicidad personal que obviamente ya no podríamos detener. No es
en este punto donde, según nuestra mejor tradición, debemos tra-
zar la línea?
1. Cada miembro de nuestra Asociación debe t ener el privilegio
de encubrirse a sí mismo en la medida que prefiera . Sus com-
pañeros deben respetar sus deseos y ayudarle a guardar el ano-
nimato en el nivel que quiera asumir.
- 26-
2. Recíprocamente, el miembro debe respetar los sentimientos de
su grupo con respecto al &nonimato. Si los miembros de su
grupo desean ser menos recatados en su localidad, el individuo
debe acatar esta decisión, a menos que el grupo cambie de pa-
recer.
3. Debe ser una política general que ningún miembro de Alcohó-
licos Anónimos se sienta con la libertad de publicar su nom-
bre o fotografía en asuntos relacionados con las actividades de
A.A. Esto no restringe sin embargo, el uso de su nombre Y
apellido en otras actividades públicas, siempre y cuando no
revele su condición de miembro de nuestra Sociedad.
En caso de que estas sugerencias, o variaciones de ellas, se adop-
ten como _política general, cada miembro deseará saber algo más
acerca de nuestra experiencia. Seguramente estará interesado en co-
nocer lo que piensan los miembros más antiguos. Queremos en este
artículo explicar nuestras ideas actuales basadas en nuestra expe-
riencia colectiva.
En primer lugar, c'r eo que la mayoría de nosotros estará de acuer-
do en que la idea del anonimato ·es sólida, porque anima a los alco-
hólicos y sus familias a acudir a nosotros en busca de ayuda. En-
contrándose aún temerosos de ser estigmatizados, miran nuestro
anonimato como una seguridad de que sus problemas serán maneja-
dos en forma confidencial, que la tragedia alcohólica se quedará "en
familia" y no saldrá a la luz pública.
En segundo lugar, la política del anonimato es una protección
para nuestra causa. Evita que los llamados fundadores o líderes ad-
quieran demasiada notoriedad, con el peligro de emborracharse eJl
el momento menos esperado, ocasionando así un gran per:iu1c10 a
nuestra Asociación. Y nadie puede decir que eso mo podría suce-
dernos, porque es muy factible.
En tercer lugar, casi todos los reporteros periodísticos encargados
de entrevistarnos, se lamentan al principio de la dificultad de escri-
bir sus artículos al no poder utilizar nombres propios. Pero rápida-
mente olvidan su dificultad cuando se dan cuenta que están tratan-
do con un grupo de personas que no tienen afán publicitario . Pro-
bablemente es la primera vez en su vida periodística que esto les
sucede. Y por más sarcásticos que sean, nuestra sinceridad instantá-
neamente los transforma en amigos nuestros. Por este motivo, sus
artículos son humanos, nunca trabajos de rutina. Y escriben entu-
siastamente, porque ellos mismos están convencidos de lo que dicen.
La gente pregunta frecuentemente cómo hemos hecho para asegurar-
nos tan increíble cantidad de excelente propaganda. La respuesta
parece ser que prácticamente todos los que escriben acerca de A.A.
- 27-
se vuelven nuestros partidarios, y a veces fanáticos. No es nuestra
política dt· anonimato la causa primordial de este fenómeno?
En cuarto lugar, por qué el público nos mira tan favorablemen-
te? Simplemente porque estamos trayendo la recuperación a tanto,;
alcohólicos? No, no es solamente por eso. Aunque Jo impresionen
nuestras recuperaciones, el público está mucho más interesado en
nuestra manera de vivir. Cansado como está de los avisos comercia-
les, las promociones espectaculares y los vocüerantes personajes pu-
blicos, se siente sosegado al ver nuestra quietud, modestia y anoni-
mato. Puede mu_y bien suceder que sienta que se está generando un
gran poder espiritual dentro de sí, que algo nuevo ha entrado en su
vida.
Si el anonimato ha hecho todas estas cosas por nosotros, debe -
mos lógicamente continuarlo como política general. Siendo ahora tan
valioso para nosotros, en el futuro podrá constituír una garantía in-
calculable. En un sentido espiritual, el anonimato asciende a la re-
nunciación del prestigio como un instrumento de política general.
Tengo la plena confianza en que haremos todo cuanto esté a nues-
tro alcance para preservar este poderoso principio .
Cómo podemos aplicarlo? Puesto que predicamos el anonimato a
'Cada: recién llegado, debemos por nuestra parte preservar el anoni-
mato de esa persona en la forma y en la medida que él mismo in-
dique. Una razón para ello es que cuando él leyó nuestro anuncio y
vino a nosotros, le estábamos prometiendo que haríamos eso exacta-
mente. Y si quiere llegar con un nombre supuesto, debemos asegu-
rarle que puede hacerlo. Si no desea discutir su caso personal con
nadie, ni siquiera con otro A. A., está en su pleno derecho y debemos
respetar su decisión. Aunque hay muchas personas a quienes no les
importa que se conozca su afiliación, hay también otras muy suscep-
tibles a este respecto, y es nuestro deber guardar su secreto hasta
cuando lo quieran revelar.
Luego viene el problema del recién llegado que quiere romper
su anonimato prematuramente. Vuela donde todos sus amigos a con-
tarles que ha ingresado a A. A.; si su grupo no lo retiene, él co-
rre a los periódicos o a las emisoras con el ánimo de que todo e l
mundo sepa lo que ha hecho. Quiere contarle a todos, los más ínti-
mos detalles de su vida privada para luego encontrar que ha obte-
nido demasiada publicidad. Debemos sugerirle que tome las cosas
con calma, que se asiente bien primero antes de hablar de A.A.;
que a nadie se le ocurre hacerle publicidad a A. A. sin consultar
primero con su grupo .
Tratemos ahora el problema del anonimato del grupo. En forma
similar al individuo, el grupo debe llevar cautelosamente su vida
- 28 -
mientras adquiere fuerza y experiencia. No debiera haber mucha pri-
sa para invitar oradores o para luicer reuniones públicas. Sin embar-
go, este conservatismo puede ser exagerado. Algunos grupos siguen,
año tras año esquivando la publi.:idad y toda clase de reuniones, sal-
vo las cerradas para alcohólicos únicamente. Tales grupos crecen
muy lentamente. Permanecen estancados porque no reciben sangre
nueva. En su ansiedad por mantenerse escondidos olvidan la obliga-
ción que tienen de transmitir d mensaje a otros alcohólicos de la
localidad. Pero esta exagerada cautela no dura mucho tiempo. Poco
a poco se va invitando a clérigos y médicos a las reuniones, y fi-
nalmente el grupo acaba anunciándose en los periódicos.
- 29-
Oi n e r o
(1946)
- 30 -
derribe la base espiritual de la que depende completamente la vida de
cada uno de los miembros de A . A,? Ese es nuestro problema actual.
Examinaremos juntos las fases principales de nuestra situación finan-
ciera, tratando de descubrir qué es esencial y qué no lo es, qué es le-
gítimo y perjudicial a la vez, qué puede ser peligroso o innecesario.
Empecemos tratando acerca de las contribuciones voluntarias.
Cada uno de los A.A. introduce su mano al "sombrero·• para pagar
ei arriendo del local de reuniones, o un club, o el mantenimiento de
ia oficina local o nacional. Aunque no todos creemos en los clubes,
y hay ·aj.gu~os que po ven la necesidad de que existan oficinas ge-
nerales, locales o nacionales, puede decirse a grosso modo· que la
gran mayoría de nosotros cree que tales servicios son básicos Y ne-
cesarios.
Siempre y cuando los medios 'd e servicio sean dirigidos eficiente-
mente y los fondos correctamente manejados, nos alegramos de pro-
porcionarles nuestra ayuda regular, con el pleno conocimiento, por
supuesto, de que nuestras contribuciones no son en ninguna forma
una condición para pertenecer a la Sociedad de A. A. Las destinacio-
nes particulares que hemos mencionado son ya generalmente acepta-
das, y no debemos preocuparnos por consecuencias lamentables de
largo alcance.
- 31 -
De acuerdo con el principio de "tomar nuestras dependencias o
dejarlas solas", existe la saludable tendencia de formar corporaciones
de esas funciones especiales cuando ya implican grandes cantidades
de dinero, propiedades o administración. Los grupos de A. A. se van
dando más y más cuenta de que son entidades espirituales y no or-
ganizaciones financieras. Lógicamente los· grupos y clubes más pe-
queños no forman sociedades porque su aspecto financiero es sólo
nominal. Pero a medida que van creciendo, parece aconsejable for-
mar la corporación y establecer él club _aparte de ·1os grúpos vecinos.
)l:NTONCES EL MANTENIMIENTO DEL CLUB SE VUE LVE UN
PROBLEMA DE LOS INDIVIDUOS ANTES QUE DEL"GRUPO. Pero
si el Club provee también una oficina de secretaría central que pres-
te servicio a toda el área, parece equitativo que los gastos de la ofi-
cina se distribuyan entre los fondos de todos los grupos de dicha
área, puesto que la secretaría les sirve a todos, aunque el club mis-
mo no lo haga. Nuestra evolución en los grandes c~tros de A.A. em-
pieza a indicarnos más claramente que si bien es función propia de
un conglomerado de grupos o .de su comité central el mantener una
secretaría pagada (intergrupal), no es función de los grupos o del
comité el dar apoyo financiero a_ los clubes. No a todos los A.A.
les importan los clubes. De manera que el mantenimiento de . un
club ha de provenir principalmente de aquellos miembros que lo
necesitan o lo deseen, los cuales a propósito, son mayoría. Pero tal
mayoría no debe tratar de coaccionar a la minoría para que pres-
te apoyo a clubes que no necesite ni desee.
Es claro que los clubes reciben también alguna ayuda por las
reuniones que se hacen en ellos. Donde un club sirve de asiento cen-
· tral a las reuniones de los grupos de un área, se acostumbra dividir
el dinero recolectado entre el club y el Comité Central del área, tra-
tando de dar mayor participación al club, ya que éste proporciona
el lugar para las reuniones. Puede hacerse un arreglo igual o simi~
lar entre el club y cualquier grupo particular que desee hacer uso
del club; ya sea para reuniones o con destinación social. Hablando
en forma general, la junta directiva de un club debe velar por la fi-
nanciación y la vida social del lugar. Pero las materias estrictamen-
te de A.A. deben ser de la competencia exclusiva de los grupos. Sin
embargo, esta diferenciación en las actividades no es una regla ~
seguir en todas partes; se ofrece sólo como una sugerencia, muy de
acuerdo, por otra parte, con la tendencia general actual.
- 32 -
iral se vuelve Jo suficientemente grande como para requerir traba-
jadores pagados, se enciende una acalorada polémica. Acerca de este
tema hemos hecho todos una enorme confusión. Y yo soy uno de los
primeros en declararme culpable de este cargo.
La razón de tal con-fusión es la de siempre: miedo. Para cada
uno de nosotros el ideal de A. A .. no importa qué t únto hayamos lo-
grado de él personalmente, es algo lleno de belleza y perfección. Es
un Poder superior a nosotros mismos que nos ha rescatado de las
arenas movedizas y nos ha dejado sanos y salvos en la playa. El
más leve indicio de desviación de nuestro ideal, o de estarlo trafi-
cando por dinero, es para nosotros algo que ni siquiera podemos
pensar. De esta manera permanecemos constantemente alertas con-
tra el surgimiento dentro de A. A., de una clase pagada de practican-
tes o misioneros. En A.A., donde j::ada uno es un misionero y practi-
cante por derecho propio, no hay necesidad de pagarle a nadie por
una tarea eminentemente espiritual como es el Duodécimo Paso. Aun-
que reconozco que el temor de eualquier clase que sea es deplora-
ble, me siento muy satisfecho de oue se ejercite tan gran vigilancia
en asuntos tan delicados.
Pero hay un principio con el cual yo creo que podemos hones-
temente resolver este problema. Es el siguiente: un consejero puede
limpiar el piso, un cocinero puec1.e preparar una chuleta, un mesero
puede sacar del club a un borracho problemático, u n secretario pue-
de manejar una oficina, un editor puede publicar un periódico, y to-
dos, estoy seguro, pueden hacer sus oficios sin profesionalizar a A.A.
Si no ejecutáramos estos trabajos nosotros mismos, tendríamos que
contratar a otras personas no alcohólicas para llevar los a cabo. No po-
dríamos pedirle a un no alcohólico que trabajara para nosotros de
tiempo completo sin pagarle. Entonces, por qué algunos de nosot ros,
que ganamos buenos sueldos en el mundo exterior, esperamos que
otros A.A. sean meseros, cocineros o secretarios para nosotros, de
tiempo completo y gratis? Por qué debieran aquellos A.A. trabajar
por nada en labores que el resto de nosotros no podría o no intenta-
ría desempeñar? O por qué razón deben ser ellos los que reciben la
peor paga por un trabajo que otra persona cobraría más alto? Y cual
sería la diferencia, si en el curso de sus deberes, aprovechan para
hacer adicionalmente trabajos del Duodécimo Paso?
Claramente el principio parece ser que debemos pagar bien los
servicios especiales, pero nunca el trabajo del Duodécimo Paso.
- 33-
AN"ONIMOS. HONORARIOS: $ 100 POR HORA" . Aquellu sería tra-
tamiento alcohólico pagado. Y yo segu ramentc estaría comerciando
con el nombre de A . A., una organización puramente voluntaria, pa-
ra aumentar mi práctica profesional. Eso SERIA profesionalizar a
A.A., y en qué forma! Seria probablemen~e muy legal, pero dudo
que fuera ético .
Quiere esto decir que debemos cri.ticar a toda clase de terapistas,
aún a los A.A., que han preferido trabajar en ese campo? Por su-
puesto que no. El punto es qué nadie debe hacerse anunciar como
terapista de A.A. No puede haber tal cosa, ya que nosotros somos
estrictamente no profesionales. Sería una distorsión de los hechos
que ninguno de nosotros puede darse el lujo de intentar.
Así como el tenista tiene que dejar su condición de aficionado al
convertirse en profesional, así debieran los A. A. que se vuelven te-
rapistas dejar de publicar su conexión con Alcohólicos Anónimos.
Aunque personalmente dudamos que muchos de nuestros miembros
se dediquen al campo de la terapéutica alcohólica, nadie debe sen-
tirse excluído, especialmente si se trata de trabajadores sociales, si-
cólogos y siquiatras. Pero ellos nunca deberán usar su conexión con
A.A. públicamente o en una forma que haga creer a la gente que
A. A. tiene una clase especial de ter a pistas. en su organización. En
ese punto debemos fijar todos nosotros el limite.
- 34 -
e) Que hemos encontrado que es generalmente aconsejable fo r mar
una corporación con aquellos servicios espec:iales que requieren
demasiado dinero r, admin istrac ión: que un grupo de A . A. es una
entidad espiritual y no un a junta de negocios.
- 35-
nemos en A.A. algunos miembros que son cantineros. A pesar de
que atender un bar, por obdas razones, no es u.."'la ocupación espe-
cialmente recomendada, nunca he oído a nadie acusar a aquellos
miembros de estar profesionalizando a A. A. basados en su conoci-
miento tan especial de las cantinas'
- 36 -
Que nuestro generoso público dedique sus fondos ::1 la investi-
gación alcohólica, a la hospitalización o a la educación. Esos campos
realmente necesitan dinero. Pero nosotros no. Ya no somos pobres.
Podemos y debemos sostenernos a nosotros mismos.
- 37
Con la más profunda gratitud y satisfacción puedo ahora hablar
de una reciente resolución aprobada por nuestro comité global de
servicios o sean los Custodios de la Fundación Alcohólica, quienes
son los depositarios de los fondos nacionales de A. A. Han sentado la
política general al acordar que no recibirán regalos que impliquen la
más leve obligación implícita o expresa. Además, la Fundación Al-
cohólica tampoco aceptará las ganancias que puedan obtener por me-
dios comerciales. Como muchos de nuestros lectores saben, última-
mente hemos recibido ofertas de casas filmadoras para la producción
de una película basada en A.A. Naturalmente, se ha hablado acerca
del dinero. Pero nuestros Custodios, muy cordialmente, creo, han
adoptado la posición de que A.A. no tiene nada qué vender; que
todos nosotros deseamos evitar aún la sugerencia de comercializa-
ción, y que de todas maneras, hablando generalmente, A. A . se man-
tiene a sí mismo por completo.
- 38 - -
Hospitales y Alcohólicos Anónimos
Comentarios de Bill W, "Hospitalización conveniente''
Artículo publicado en el Grapev ine en 1947. . . con el
tema relacionado con la 6~ Tradición.
- 39 -
prudentes se dan cuenta de que las aventuras económicas y las so-
licitudes públicas de fondos a nombre de A. A. son extremadamente
peligrosas para todos nosotros. Si esta práctica llegara a generalizar-
se estríamos perdidos. Los promotores ya sean A. A. o no, harían
su agosto con nosotros.
-40-
Deben subsistir los clubes en A. A.?
(1947)
- 41-
rar 5Us cualidades y disminuir .,u¡; defectos, y cómo asegurarnos de
que en el futuro los defecbs no sobrepasarán a las cualidades.
De los cuatro centros mayores de A. A., dos tienen menta 1 idad
de club y dos se oponen a ellos. Yo vivo en uno dte los centros que
los apoyan. El primer club A.A. se fundó en Nueva York. Aunque
nuestra experiencia puede no ser la mejor, es la única que conozco.
Entonces, para ilustrar los principios y problemas que vamos a tratar,
la usaré como un ejemplo lípico de la evolución del club, antes que
como un caso modelo.
Cuando A.A . era muy nuevo, nos reuníamos en nuestros hoga-
res. La gente llegaba desde lejos, no sólo por la reunión en sí m isma,
sino para estarse horas enteras después de ella en torno a una taza
de café y un trozo de torta, departiendo en íntimas y animadas char-
las. Los alcohólicos y sus familias habían estado demasi::.do tiempo
solitarios .
Luego las casas particulares empezaron a resultar d emasiado pe-
queñas. Como no era aconsejable dividirnos en varios grupitos, tu-
vimos que buscar un lugar más grande. Primero nos instalamos en
el taller de una sastrería, y luego alquilamos un local en St einway
Hall. En él permanecíamos durante la hora de reunión p ara dirigir-
nos después a una cafetería cercana. Pero añorábamos el ambiente
familiar que los restaurantes no podían suministrar . "Formemos un
club", dijo alguien.
Y lo formamos. Tomamos un lugar muy interesante, el antiguo
Club de Artistas y Dibujantes en West 24th Street . Qué entusiasmo!
Dos miembros antiguos firmaron el contrato; entre todos nosotros
limpiamos y pintamos el local. Por fin teníamos un hogar. Siempre
tendremos recuerdos maravillosos de los días y noches pasadas en
aquel lugar.
Pero debemos admitir que no todo fue un lecho de rosas. El cre-
cimiento nos dió muchos dolor es de cabeza; dolores del desarrollo,
como ahora los llamaI;lOS. Cómo nos p¡,_recieron de graves entonces!
Los "dictadores" se volvieron frenéticos ; los borrachos se tiraban al
suelo o molestahan en las reuniones, los "comités de orientación" tra-
taban de que sus amigos los sucedieran para encontrar muy a su pe-
sar que los borrachos sobrios no se dejaban "orientar"; en ocasiones
apenas lográbamos reunir el valor del arriendo; los jugadores de car-
tas no atendían nuestras peticion~ de que hablaran con los nuevos
miembros. (Hoy en día no se permite jugar a las cart as en la mayo-
ría de los clubes); las secretarias levantaban chismes, etc., etc. Se
formó una Corporación para haC'erse cargo del cont rato del club; y
elegimos "funcionarios". Quién debería manejar el club: estos fun-
cionarios, o el C'omité rotatorio de A. A.?
Tales eran nuestros problemas. Hallamos que el uso del dinero,
la necesidad de dotar al club de una organización, y la misma pro-
miscuidad creabun s iluaciones imprevistas por nosotros. Es verdad
que la vida de club era placontcra: pero llevaba consigo grandes ries-
gos. Valía la pena afruntar t &ntus riesgos y problemas? La respues-
ta fue "sí", ya que el Club ele la calle 24 siguió su marcha y hoy lo
ocupan los marinos A. A.
Hay tres clubes más en esta área, y se está contemplando la
creación del cuarto.
Nuestro primer club se conoció con el nombre de "Club A. A. ".
La corporación a cargo del contrato se llamó "Alcohólicos Anónimos
de Nueva York, Inc.". Ultimamente nos dimos cuenta que habíamos
agrupado todo el estado de Nueva York, y rectificamos ese error re-
cientemente. Es cl~ro que nuestra corporación ha debido cubrir úni-
camente a la "Calle 24" . En todo el país se han iniciado clubes de
manera similar a la nuestra. Primero los miramos como instituciones
centrales de A.A ., pero la experiencia posterior ha traído un cambio'
en su condición; un cambio muy deseable, según lo vemos ahora.
Por ejemplo, el Club A.A de Manhattan tuvo inicialmente miem-
bros de t odas las secciones del área metropolitana, incluyendo a Nue-
va Jersey. Después de un corlo tiempo, fueron formándose docenas
de grupos en los barrios suburbanos. Encontraron lugares más ade-
cuados para su funcionamiento. Nuestros amigos de Nueva Jersey
formaron un grupo para ellos solos.
Así los grupos que inicialmente pertenecieron al Club de Man-
hattan, fueron adquiriendo cientos de miembros que no estaban li-
gados a Manhattan ya sea por conveniencia, o por inclinación o por
motivos puramente sentimentales. Tenían sus propios amigos de la
localidad, y lugares propios de reunión; no tenían por qué estar in-
teresados en el club de Manhattan.
Esto nos molestó un poco a los neoyorquinos. Puesto que los ha-
bíamos iniciado, por qué no se interesaban por nosotros? Nos intri-
gaba su negativa a considerar nuestra casa de Manhattan como el
lugar central del área metropolitana. No estaba el club haciendo
reuniones centrales con oradores de otros grupos? No manteníamos
una secretaria pagada para que recibiera las llamadas telefónicas y
arreglara las visitas a los hospitales, para todos los grupos locales?
Creíamos apenas justo que los grupos vecinos ayudaran al sosteni-
miento de nuestro club; los hijos agradecidos siempre se hacen cargo
de sus padres. Pero nuestras "paternales" peticiones no hallaron aco-
gida . Aunque muchos de los miembros de los grupos vecinos nos
ayudaban individualmente, sus respectivos grupos no quisieron en-
viarnos ni un centavo.
- 43 -
Luego adoptamos otra táctica. Si los grupos vecinos no iban a
sostenernos, entonces que nos ayudaran a paga.r la secretaria, ya que
ella estaba trabajando realmente para toda la ''región". Creímos ra-
zonable esta demanda, pero tampoco tuvo efecto porque los grupos
no aceptaban desglosar mentalmente la "secretria regional", del
club de Manhattan. En esta forma logramos convertir en un enredo
financiero y sicológico que duró mucho tiempo, todas nuestras in-
quietudes con respecto a las necesidades de área, nuestro problema
común de A .A. y el manejo de nuestro club.
Esta confusión empezó a clarificarse tan pronto nos fuimos dan-
do cuenta de que los clubes solo debían interesar a aquellas perso-
nas que los deseatan especialmente y estuvieran dispuestos a soste-
nerlos económicamente. Comenzamos a ver que el manejo de un
club debe hacerse únicamente a través de una empresa constituída
por aparte y con nombre distinto, como por ejemplo, "Alanón" ; que
los directivos de tal empresa deben encargarse exclusivamente del
manejo del club; que un grupo de A.A . como tal, nunca debe com-
prometerse en los asuntos administrativos de u:1 negocio. La turbulen-
ta experiencia nos ha enseñado que si un comité rotatorio de A. A.
trata de mandar en la corporación del club, o la corporación trata
de intervenir en la organización de los grupos que se reunen en el
club, las dificultades se presentan inmediatamente. La única forma
en que esto puede resolverse es SEPARANDO LO ESPIRITUAL DE
LO MATERIAL. Si un grupo desea usar un club determinado, debe
pagar un arriend? o dividir el producido del sombrero con el club.
Para un grupo que apenas esté iniciándose, esto puede pa recer
tanto ya que los miembros del grupo son los mismos miembros del
club. Sin embargo, s~parando oportunamente la dirección del club se
pueden evitar los problemas que se presentan a medida que el gru-
po va creciendo o se forman nuevos grupos en la región .
Frecuentemente se hacen estas preguntas: ''quién dirige a los di-
rectores administrativos de un club? Hay alguna diferencia entré
pertenecer a un club y pertenecer a los A . A.? Cómo se financian y
se sostienen los clubes"? Como las prácticas varían tanto, no pode-
mos responder categóricamente. Las sugerencias más razonables pa-
recen ser éstas: Cualqurer miembro de A.A. debe sentirse en libertad
para hacer uso de los servicios del club, bien sea que contribuya re-
gularmente a su mantenimiento o no; si contribuye voluntaria y re-
gularment e, debe estar facultado para tomar parte en la elección de
los directivos de la administración del club. En esta forma los clubes
estarían abiertos a todos los A. A., per o la responsabilidad de su di-
rección se limitaría a los miembros interesados en contribuír a su
mantenimiento. A este respecto debemos recordar que en A.A. no
-44-
tenemos cuotas ni contribuciones obligatorias. Pero hay que añ.adir.
por supuesto, que por tratarse de empresas diferentes a nuestra aso-
dación, pueden manejarse en la forma que los miembros deseen en
forma privada. La aceptación de grandes sumas de dinera de CUAL-
QUIER FUENTE que provengan para comprar, construír o financiar
clubes, casi invariablemente nos conduce a posteriores dificultades.
Las colectas públicas son supremamente peligrosas. La tendencia ge-
neral actual es la de que los clubes y todo lo que tenga que ver con
A. A. se sostengan a sí mismos por completo .
La evolución de los clubes también nos ha enseñado que única-
mente en ciudades pequeñas pueden los clubes servir como centros
de la actividad de A. A. Habiendo sido al principio el centro de la
actividad de A. A. muchos clubes se trasladan a locales más espacio-
sos confiando que los grupos del área sigan efectuando sus reunio-
nes en los nuevos locales; pero las circunstancias se encargan de de-
mostrar lo contrario.
La circunstancia NQ 1 es que el crecimiento de A.A. bien pron-
to vuelve insuficiente cualquier recinto. Tarde o temprano la reu-
nión central o principal tiene que efectuarse en un auditorio más
grande, que el club no está en condiciones de suministrar. Este he-
cho debe ser meditado sobriamente antes de comprar o construír la
sede para un club. La segunda circunstancia hace que la mayor par-
te de los clubes tiendan a quedar "descentrados", especialmente en
las grandes ciudades; esto se debe a nuestra idea actual de reunir
en comités intergrupales o centrales todo el manejo de los proble-
mas comunes de A.A. en las áreas metropolitanas. Cada área va dán-
dose cuenta con el tiempo de que los asuntos tales como reuniones
intergrupales, arreglos hospitalarios, relaciones públicas locales, la
oficina central para entrevistas e información, etc., interesan a todos
los miembros de A.A. independientemente de su afición a los clubes.
Siendo aquellos asuntos estrictament-e A. A., deben ser atendidos por
un comité central o intergrupal especialmente elegido y financiado.
Los grupos de un área generalmente sostienen con sus fondos estas
actividades centrales, quedando el club en una posición totalmente
aparte, que es, en opinión de muchos, donde siempre debiera estar.
Sostenidos y financiados activamente por aquellos que lo deseen, los
clubes quedan sujetos a ser "tomados o dejados".
- 45 -
aspectos del problema alcohólico. Podemos satisfacer esta deuda con
la sociedad, en forma tal que no involucremos a A. A. como un
todo?
- 48-
Llegará A. A. a tener un gobierno personal?
(Ul47)
'
alcohólico por la bebida, su tendencia a conformar todas las cosas
de acuerdo con sus propios deseos. En innumerables ocasiones las
familias, los amigos, los patrones, los médicos, los clérigos y hasta
los jueces han tratado, cada cual a su manera, de disciplinar a los
alcohólicos. Y casi sin excepción al intentar la coacción, el fracaso
ha sido completo. Sin embargo, los alcohólicos sí pueden ser orienta-
dos e inspirados. Entrando a A.A. podemos (y gustosamente lo ha-
cemos) rendirnos a la voluntad de Dios. No es de extrañar entonces
que la única autoridad reconocida por A.A. sea un Principio Espiri-
tual. Nunca es una autoridad personal.
Nuestro irrazonable individualismo (egocentrism~, si se quiere)
fue, por supuesto la razón primordial por la cual fracasamos en la
vida y nos entregamos al alcohol. Cuando no podíamos obligar a los
demás a que se comportaran de acuerdo e0n nuestros planes y de-
seos, entonces bebíamos . Cuando los demás trataban de coaccionar•
nos, bebíamos también. Aunque ahora estamos sobrios, todavía nos
quedan tremendas secuelas de aquellos rasgos de carácter que nos ha-
cían resistir a cualquier autoridad. Allí probablemente pueda encon-
trarse el motivo de la ausencia de gobierno personal en A. A. : no hay
cuotas no hay contribuciones, no hay normas ni regulaciones, no
pedimos a los alcohólicos anónimos que obren de conformidad con
los principios de A. A. , nadie puede ejercer autoridad sobre los de-
más. Aunque no es una virtud capital, nuestra aversión a la obe-
diencia nos garantiza perfectamente la libertad de cualquier tipo de
dominación personal.
Aún más, es un hecho que la mayoría de nosotros seguimos en
nuestras vidas privadas los "Doce Pasos" SUGERIDOS para la Re-
cuperación. Pero lo hacemos con entera libertad de elección. Hemos
preferido la recuperación a la muerte. Entonces, poco a poco, vamos
-49 -
percibiendo que la base espiritual .de la vida es lo mejor para noso-
tros. Nos amoldamos porque queremos hacerlo.
En la misma forma, la mayor parte de los grupos A. A. sigue
gustosamente los "Doce Puntos de Tradición para asegurar nuestro
futuro" (Doce Tradiciones, N. del T.). Los grupos desean evitar las
polémicas en asuntos ajenos a su objetivo como son la política, el
reformismo o la religión; se aferran a su única finalidad de ayudar
a la recuperación de los alcohólicos; van incrementando su confian-
za en el auto-mantenimiento antes que en la caridad ajena. Insisten
cada vez más en la modestia y el anonimato para sus relaciones pú-
blicas. Los grupos siguen estos principios tradicionales por la misma
razón que el individuo aplica los ''Doce Pasos". Porque saben que se
desintegrarían si no los siguen, y ven que la finalidad a nuestra
Tradición y experiencia, es la base para una vida de grupo más feliz
y efectiva.
Por ninguna parte de A.A. puede verse constituída una autori-
dad humana que pueda obligar a los grupos a ejecutar algo. Algu-
nos grupos de A. A., por ejemplo, eligen sus propios líderes. Pero al
ser nombrado, cada líder pronto descubre que aunque puede guiar a
los demás con el ejemplo y la persuación, nunca debe mandar, por-
que lo destituyen en la próxima elección.
La mayoría de los grupos A. A. ni siquiera escogen líderes. Pre-
fieren que sus asuntos sean manejados por comités rotatorios. Estos
comités son invariablemente vistos como servidores, ·ya que no están
autorizados sino para servir, nunca para mandar. Cada Comité lleva
a cabo lo que cree que pueda ser la volu.ntad del grupo. Y no más.
Aunque inicialmente los comités A .A. · trataron de disciplinar a los
miembros rebeldes, aunque en ocasiones han compuesto severas nor-
mas y regulaciones y a veces han · tratado de juzgar la moral de las
otras personas, no sé de ningún caso en que estos esfuerzos hayan
ocasionado un efecto permanente excepto, tal vez, la elección de un
nuevo comité .
Seguramente yo· puedo hacer estas afirmaciones con la mayor
confianza. Porque en algunas ocasiones yo mismo he tratado de go-
bernar a A. A. Y cuantas veces Jo he intentado he s~do estruen-
dosamente derrotado.
Después de haber luchado durante años por dirigir el movimien-
to de A.A. tuve que rendirme; simplemente no me fue posible. Las
tentativas de imponer a mano fuerte mi autoridad personal siempre
originaron confusión y resistencia. Si tomaba partido en una contro-
versia, era citado alegremente por algunos, mientras los otros mur-
muraban: "y quién se está creyendo este dictador?". Si criticaba al-
guna decisión, recibía inmediatamente el doble de crítica en mi con-
-50-
tra, El poder personal · siempre falló. Pueqo ver sonreír a mis v1e¡o:,
amigos de A.A. Ellos recuerdan aquellos tiempos en que se sintieron
llamados tarr{bién a "salvar el movimiento" ·de algo o de 'alguien .
Pero ya se acabaron aquellos días de Fariseísmo. Por tal motivo las
máximas "Tómelo con calma" y "Viva y deje vivir", han adquirido
su profundo significado para ellos y para mí . De esta manera cada
uno de nosotros aprende que en A.A. io máximo que se puede aspi-
rar es a servirle a los demás.
Aquí en la Oficina General sabemos muy bien que solamente
podemos suministrar ciertos servicios indispensables; Podemos dar
información y -repartir literatura; podemos decir lo que piensa la
mayoría de los A . A. respecto a nuestros problemas comunes; pode-
mos ayudar a los grupos que se inician, aconsejándolos si nos lo so-
licitan podemos vigilar las relaciones públicas gen erales de A.A. y
a veces ayudar a solucionar las dificultades qÍle se presenten. Simi-
larmente, los editores de nuestra publicación mensual "The A. A. Gra-
pevine" se consideran a sí mismos como el reflejo de la vida y el
pensamiento corrientes de A.A. Sirviendo solamente como tales, nun-
ca pueden gobernar o hacer pr0paganda. En la misma forma, los
Custodios de la Fundación Alcohólica· (nuestra Junta de Servicios
Generales) saben que no son sino simples custodios que garantizan
la efectividad de la Oficina de Servicios Generales, "The A. A. Grape-
vine'.', y que son los depositarios de nuestros fondos comunes y nues-
tras Tradiciones, es decir, simples guardianes.
Puede verse claramente que aún aquí en el mismo centro de
A. A. solo puede existir un Centro de servidores ( custodios, editores,
secretarios, etc. ) cada uno con funciones · especiales muy importan-
tes, pero ninguno con autoridad para gobernar a Alcohólicos Anó-
nimos.
No tengo la menor duda de que los centros de servicio interna-
cionales, nacionales, de área metropolitana y locales, serán suficien-
tes para el futuro. Mientras podamos evitar una amenazadora acumu-
lación de riqueza o la formación de algún gobier no personal en ta-
les centros, iremos por buen camir.o. Aunque la riqueza y la auto-
ridad constituyen la base de muchas y muy nobles instituciones, no-
sotros los A.A. sabemos perfectamente que esas cosas no son para
nosotros. Nuestra propia experiencia nos ha enseñado que lo que es
alimento para unos puede ser un trágico veneno para otros.
No fuera mejor para nosotros si continuáramos apegados a los
ideales de fraternidad de los primeros Franciscanos? Tratemos todos
en A. A., custodios, editores, secretarios, conserjes, cocineros o sim-
ples miembros de recordar siempre la escasa importancia que tienen
el dinero y la autoridad comparados con la gr an importancia de
nuestra hermandad, el amor y el servicio.
- 51 -
La posición de A. A. en el campo del
Alcoholismo
(Esta declaración de la política de A.A. en relación con el pú-
blico y con otras organizaciones ha sido afirmada y reafirmada
por la Conferencia de Servicios Generales. Aparece también en
un boletín titulado "Cooperación sí, afiliación no", el cual es
muy útil en la aplicación de nuestras Tradiciones en la vida de
Alcohólicos Anónimos) .
- - !i2 -
DOCE TRADICIONES
DE ALCOHOLICOS ANONIMOS
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser hu-
mano la naturaleza exacta de nuestras faltas.
YO SOY RESPONSABLE
DECLARACION DE LA UNIDAD
El objeto de este folleto, que reproduce las preguntas que sobre A.A. con
frecuencia se le hacen a los Ministros Religiosos, tiene dos propósitos. El
primero es el que la Asociación desea poner de manifiesto su agradecí miento a
muchos de los miembros del clero que han sido y que continúan siendo tan
comprensivos y tan serviciales. El segundo consiste en la esperanza de que el
material contenido en las sigu·ientes páginas proporcione una información útil
de Alcohólicos Anónimos para aquellos Ministros Religiosos que todavía no
hayan tenido la oportunidad de familiarizarse con la Asociación.
Por último, se espera que este folleto pueda ser de ayuda a miembros de A.A,
facilitándoles explicar a los miembros del clero que estén interesados, la ri-
queza tan extraordinaria de experiencias personales en la recuperación de
alcohólicos por medio del programa.
NOTA HISTORICA
Un hecho más importante aun es el que los dos hombres descubrieron que su
propia sobriedad se fortalecía cuando la compartían con otros, relatando su
experiencia práctica como alcohólicos recuperados. En el otoño de 1935 un
pequeño grupo de alcohólicos sobrios celebraba reuniones con regularidad en
Akron.
Bill regresó al este, donde pronto se fundaron otros grupos. El Dr. Bob
permaneció en Akron, donde continuó .siendo un baluarte del nuevo movi-
miento hasta su muerte ocurrida en 1950.
La nueva Sociedad permaneció sin nombre hasta 1939, cuando el libro "Alco-
hólicos Anónimos" registró la historia de la recuperación de aproximada-
mente 100 miembros, la mayoría de ellos de Akron, Cleveland, Nueva York y
Philadelphia. Siguió un rápido crecimiento a partir de 1940, cuando el p·ro:
grama de recuperación atrajo ampliamente la atención en los Estados Unidos
y Canadá, y en algunos países en el extranjero. Se estableció una oficina de
servicio internacional en la Ciudad de Nueva York durante este período, para
manejar el creciente volumen de consultas respecto al programa de recupe-
ración, y para ayudar a los nuevos grupos que se estaban formando diaria-
mente.
Tal vez la mejor descripción breve de A.A. está contenida en la definición que
se lee en muchas reuniones celebradas por los grupos:
A.A puede ayudar sólo en una forma: informando al Ministro Religioso sobre
la experiencia práctica de los alcohólicos que han aprendido a vivir sin el
consumo del alcohol. Generalmente, A.A no puede ayudar en los casos en
que el alcohólico no desee ayuda o sienta que puede dejar de beber sin ella.
Lo mejor que puede hacer un Ministro Religioso en tales casos es hacer saber
al alcohólico que puede obtener ayuda cuando esté listo para admitir que la
necesita y la desea.
Muchos Ministros Religiosos piden a los miembros de A.A que se reúnan con
alcohólicos para describirles el programa de recuperación de A.A
Los siguientes son los Pasos por medio de los cuales aproximadamente
675.000 hombres y mujeres han logrado la sobriedad en Alcohólicos Anó-
nimos:
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano la
naturaleza exacta de nuestras faltas.
Con el tiempo resultaron dos tipos básicos de reuniones: "abiertas" para los
alcohólicos y (en algunas partes) para cualqu ier persona interesada en el pro-
blema del alcoholismo, y reuniones "cerradas" para alcohólicos únicamente.
Un programa típico de reun ión abierta tendrá a alguien que presida y dos o t res
oradores que cuentan sus experiencias de alco hólicos activos y que en general
describen lo que la sobriedad, por medio de A.A., ha significado para el los.
Refrescos senci llos y café se sirven después de la parte programada de la
reunión y la mayoría de los miembros se quedan un rato para char lar.
Las personas no alcohól icas que asisten por primera vez a una reunión de
A.A., se sorprenden al notar la alegría y ligereza con la cual los alcohólicos
describen sus experiencias con la bebida. A lgunos cuentan sus historiales de
manera sencilla y puede haber un tono marcadamente no religioso en uno que
ot ro recuento. Otros pueden tomar un carácter de expresiones espir ituales
impresionantes que reflejan sus creencias religiosas personales.
Casi todos los miembros creen que la asistencia regular a las reuniones es
esencial para la conservación de la sobriedad. A los nuevos se les insta a asistir
a todas las reuniones que puedan.
Las reuniones cerradas, únicamente para alcohól icos, les dá a los miembros la
oportunidad de compartir sus experiencias con mayor intimidad, y ta l vez
proporcionen una ayuda y estímulo especiales a los miembros que tengan
dif icultades para ajustarse a una vida sin alcohol.
Los Ministros Religiosos pueden asistir y son bienvenidos a las reun iones
públicas de A.A., y en algunas localidades a las abiertas. Cada grupo tendrá
mucho gusto de avisarle, como es su costumbre. Las reuniones "cerradas" son
tradicionalmente sólo para alcohólicos.
No. A los miembros de A.A. no se les pide que acepten ningún credo formal,
ni que expresen alguna creencia que no sea la admisión de que tienen un
problema con la bebida y desean recibir ayuda. Los m iembros tienen la liber-
tad de interpretar el programa de recuperación de A.A., tal como se expresa
en los Doce Pasos sugeridos, en la forma en que mejor les parezca.
2. "Los Doce Pasos y Las Doce Tradiciones" por Bill W., uno de los
cofundadp.res de la Asociación, consiste en una interpretación de los
Doce Pasos para la recuperación personal, y de las Tradiciones reco-
mendadas para asegurar la supervivencia de los grupos de A.A.
3. "Alcohólicos Anónimos llega a su Mayor Edad" por Bill W., es
una historia informal sobre las dos primeras décadas de A.A.
Hay también otros fo lletos que describen las diversas fases del programa de
A.A.
Por consiguiente. los primeros miembros les dijerosn a estos nuevos compañe-
ros : "Hemos aprendido por experiencia que necesitamos de la ayud~-de un
.........J
Poder Superior a nosotros mismos, si hemos de permanecer sobrios. Creemos
que todos los hombres, si son sinceros, reconocerán su falta de poder para
resolver ciertos problemas por s( mismos. Sabemos. por ejemplo, que cuando
estábamos bebiendo, habíamos llegado a ser impotentes contra el alcohol, y
que dependíamos de él para reso lver nuestros problemas. Les sugeri mos que
encuentren ustedes un sustituto para este poder destructivo, el alcohol, y
recurran a un Poder Superior, sin importar el nombre con el que identifiquen
a ese Poder. Les sugerimos que entreguen su voluntad y sus vidas a Dios, tal
como lo comprendan".
Otros encuentran que la sobriedad se logra más fáci lmente y se conserva con
mayor serenidad si reorientan espiritualmente sus vidas desde el principio, con
especial énfasis en las "disciplinas" espirituales sugeridas en los Doce Pasos.
Estos últimos miembros creen que la llamada "parte espiritual" del programa
es el factor más útil para su rehabilitación.
En casi todos los grupos de A.A. se invita a todos los asistentes a cerrar la
reunión rezando el "Padre Nuestro". La participación es, desde luego, volun-
taria.
Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
valor para cambiar aquellas que puedo y sabiduría para reconocer la dife-
rencia".
Algunos alcohól icos dicen ser agnósticos o ateos cuando llegan a A.A. Aunque
no se ha hecho una averiguación formal sobre el asunto, algunas cartas e
informes que han llegado a la Oficina de Servicios Generales, parecen sugerir
que muchos de estos miembros eventualmente se unen a alguna religión esta-
blecida.
No. En algunos lugares ciertos individuos, que son miembros de A.A., pueden
hacer arreglos para real izar ret iros para alcohólicos que deseen discutir o
meditar sobre problemas espirituales. Sin embargo, es incorrecto identificar o
divulgar estos actos u otros similares como cuestiones de A.A.
Como una Asociación, A.A. recibe alcohólicos de todos los credos, y a los que
no profesan ninguno. Localmente, desde luego, cada grupo de A.A. es autó-
nomo en todas las cuestiones que no afecten el bienestar de la Asociación
como un todo.
Los grupos locales generalmente seleccionan comités para manejar las activi-
dades y servicios esenciales del grupo. Los representantes.del grupo participan
en el trabajo de los comités locales que atienden los problemas de interés para
un número de grupos. En los Estados Unidos se reunen anualmente delegados
de aproximadamente 85 territorios de A.A para estudiar las actividades y
problemas del Servicio Mundial. Se están celebrando reuniones similares en
otros países.
A.A. se mantiene por sus propios medios. Existe una Tradición, que no acepta
fondos que provengan de otras fuentes bajo ninguna circunstancia.
Por consiguiente, aunque sí coopera con muchas agencias que tratan el pro-
blema del alcoholismo, A.A. tradicionalmente ha evitado involucrarse en
otros programas dentro del mismo campo. A.A. no lleva a cabo ninguna
investigación formal, pero pone a la disposición de quien lo busque, la infor-
mación respecto a su propio programa de recuperación. A.A. no patrocina
programas educativos, pero contesta muchas consultas sobre A.A. hechas por
los educadores.
Los miembros individuales son libres, desde luego, de hacer uso de su expe-
riencia personal como alcohólicos recuperados donde quiera que pueda ser
útil. Hay un número creciente de miembros que actúan en programas patroci-
nados por agencias que no son A.A. Pero se hace énfasis en el hecho de que
participan en estos programas como individuos, y no como miembros o repre-
sentantes de Alcohólicos Anónimos.
26. lHAY MINISTROS RELIGIOSOS ENTRE LOS MIEMBROS DE
A.A.?
Sí. El alcoholismo no respeta personas, cualquiera que sea su posición, profe-
sión o vocación en la vida. Un número de Ministros Religiosos representantes
de varios credos han logrado la sobriedad en A.A., y participan activamente en
el programa de la Asociación. Hay algunos grupos que se componen exclusiva-
mante de Ministros Religiosos.
Primero: hay que tratar de hacer ver al alcohólico que tal vez A.A. puede
ayudarlo solamente si su deseo es dejar de beber. El ir a A.A. sólo para
complacer a su consejero espiritual, a su esposa o a su patrón no es una
motivación adecuada que lo posibilite con mayor efectividad para lograr la
sobriedad.
Cuarto: recordar al alcohólico que los miembros de A.A. abarcan una sección
heterogénea de la sociedad. El nuevo conocerá a todo tipo de personas en
A.A., con toda clase de antecedentes. Cualesquiera que sean las diferencias, ya
sea que el nuevo se sienta atraído a todos o no, hay que hacerle recordar que
todos comparten su problema, el alcoholismo, y que están haciendo algo
constructivo para resolver ese problema.
No sería realista pretender que todos los miembros de A.A. están espiritual-
mente alentados. Muchos de ellos no pertenecen a ningún cuerpo religioso.
Pero todos los miembros de A.A. -incluyendo a los que no ¡pertenf!cen a: un
erecto- son, testigos personales del poder de transformaéión de la fe hasta la
posibilidad ilimitada de redimir la condición humana, no importa que tan bajo
haya caído, por medio del amor humano, el cariño fraternal, y el Poder
Espiritual que está por encima de lo humano.
9. A.A. como tal , nunca debe ser organizada; pero podemos crear
juntas de servic ios o com ités que sean directamente responsa-
bles ante aquellos a quienes sirven.
YO SOY RESPONSABLE
Cuando cualquiera, dondequiera
extienda su mano pidiendo a}'\Jda, ·yo quiero
que la mano de A. A. esté siempre allí.
Y por esto: Yo soy responsable.
Alcohólicos
Anónimos
ALCOHOLICS ANONYMOUS
-3-
El hombre de la cama era un mecánico. Sus visitantes habían
sido educados en Princeton, Yale y Pensylvania y eran respectiva-
mente un vendedor, un abogado y un agente de publicidad. Hacía
menos de un año que uno de elfos había estado con chaleco de fuerza
en la misma sala de este hospital . Otro de sus compañeros había si-
do lo que se llama entre alcohólic-0s un "abonado a sanatorios", ya
que había pasado de un sanatorio a otro, haciendo la vida imposible
al personal de los más importantes centros del paíi para el ~rata.
miento del alcoholismo . El tercero había pasado veinte años de su
yida. sin ser nunca internado, pero perturbando su vida, la 4e sus
familiares y empleadores, como también las de algunos varios parien-
tes bien intencionados que h abían tenido ra 't emeridad de intervenir.
El ambiente de la sala e~taba espeso con el aroma de para!dehído,
un desagradable "cocktail que huele como una mezcla de alcoh.or y
éter, y que los hopitales a veces usan p ara tranquilizar al bebedor
parafizado, y calmar sus nervios destrozados . Los visitantes parecían
no darse cuenta de esto, y ·no importarles tampoco la atmósfera depre-
siva que es típica de las .mejores salas para sicópatas .
Estuvieron fumando y hablando con el paciente más o menos por
espacio de veinte minutos; luego dejaron sus t arjetas personales y se
martharon. Si el hombre de la cama deseaba vofver a ver a alguno
de ellos - le dijerou- no teuía má!> que llamar por teléfono. Hicie-
ron comprender bjen claramente al enfermo que si verda<leramente
deseaba dejar de beber, estaban dispuestos a dejar su trabajo o Te-•
vantarse de la cama a cualquier hora de la noche para ir a visitarlo
dondequiera que se encontrara. Si el hombre no deseaba üamarlos
no volvería a verlos. Los miembros de AkohóUcos Anónimos. no
persiguen ni "miman" al candidato, y conocen todas las tretas del al-
cohólko que finge reformarse, y que es un mae:,tro en el arte del
en¡año .
En esto reside gran parte de la fuerza única <le esta A~ociación
que en fos últimos seis años ha traído la rcc11pe.r aci6n de aproxima-•
damente 2. 000 hombres y .mu jeres, un elevado porcentaje de los cua-
les habían sido desahuciados por los médicos. Los médicos y los sa-
cerdotes, trabajando separadnmente o juntos, siempre han conseguido
sacar a flote unos pocos casos . En ocasiones excepcionales algunos
bebedores han encontrado por sí solos el camino hacia fa sobriedad.
Pero las incursiones en el campo del alcoholismo han sido práctica-
mente nulas, y éste sigue siendo uno de los grandes enigmas · de la
safud pública. ·
Siendo por naturaleza sensible y desconfiado,· al alcohólico le
agrada que lo dejen solo pm·a tratar de solucionar el misterioso maT
que lo aqueja, y general.mente no parece importarle l::i tragedia que
.mientras tanto carga sobre los hombros de los que lo rodean. Se
aferra desesperadamente a la convicción de que, a pesar de que no
puede controlarse con la bebida, llegará el día en que podrá bel?er
-4-
normalmente. El alcohólico es uno de los ejemplares más raros que
existen desde el pw1to de vista de ra medicina, y con mucha frecuen-
cia son personas de inteligencia sumamente aguda.
Discuten con profesionales y parientes que tratan de ayudarlos, y
experimentan una perversa satisfacción en hacerles notar las fallas
en ros argumentos que emplean al discutir con ellos.
No hay excusa -por elaborada que sea- para justificar el beber,
que los "técnicos" de Alcohólicos Anóni.mos no hayan oído mencio-
nar o utilizado ellos mismos. Cuando uno de los candidatos les da
una razón para eml;,orracharse, ellos le cuentan una media docena
de fos justificativos que empleaban en sus épocas de bebedores. Es.-
to perturba un poco al candidato y lo pone a la defensiva. No pue-
de menos de observar el aspecto prolijo de sus nuevos amigos, y los
acusa de ser "niños bien" que no saben lo que es la lucha con la be-
bida. Ellos le contestan relatándole su propias historias. Los whis-
k:ies y los coñacs dobles antes del desayuno, el vago sentimiento de
ansiedad que precede a una "farra", el despertar de una borrachera
sin poder dar razón de sus actos durante varios días, y el temor cons-
tante de que posiblemente haya .matado a alguien con su automóvil.
Le cuentan acerca de las botellas de ginebra o de 8 onzas escondidas
detrás de los cuadros y en diferentes lugares desde el sótano, hasta
el desván, de haber pasado días enteros en cinematógrafos para elu-
dir la tentación de beber, de haber escapado del trabajo durante el
día para tomarse algunos tragos rápidos. Refatan cómo perdieron sus
empleos y robaron el dinero a sus esposas, cómo llegaron a poner pi-
mienta en el whisky para darle un sabor más fuerte, cómo recurrie-
ron a los sedantes, cómo bebieron afcohol puro o tónico para el ca-
bello, y cómo adquirieron la costumbre de estar en la puerta de la
taberna del barrio diez mi untos antes de que abrieran. Describen sus
manos temblorosas que no podían nevar una copa a los labios sin vol-
car el contenido; cómo bebían sus copas en vasos grandes porque Ci-
tos pueden ser mantenidos firmes utilizando las dos manos, aun a
riesgo de romperse los dientes; de cómo llegaron a alar una serville-
ta a los vasos y arrastrados suavemente con ella para acercarlos a la
boca . Contaron, en fin, qui! sus manos en ocasiones temblaban en tal
forma que parecían que se les desprenderían y volarían al espacio, y
hablaron también de las horas que permanecieron sentados sobre ellas
para evitarlo.
Esto y otros secretos del alcoholismo, generatmente sirven para
convencer al alcohólico que está hablando con hermanos de sangre:
Queda automóticameute tendido un puente de confianza, cubriendo el
abismo que ha desconcertado a los médicos, los pastores, los sacerdo-
tes y a ros desventurados parientes. Tratando estos temas, los "téc-
ni::os" van dejando caer poco a poco sobre el enfermo los detalles de
un programa para vivir sin alcohol en forma feliz, que les ha dado
buenos resu!'tados, y que están seguros que así puede resultar a ctial-
- 5-
quier otro alcohólico. Reconocen · que están fuera de su órbita con
aquellos que no son sic~patas o que ya están sufriendo del mal físico
conocido como "cerebro húmedo". Al mjsmo tie.mpo, se preocupan
de que estos casos obtengan la atención médica que sea necesaria.
Muchos médicos y empfeados de sanatorios a través del país,
(EE. UU.) sugieren ahora a sus pacientes que se dirijan a Alcohó-
licos Anónimos. En algunos pueblos los jueces y las autoridades po-
liciales cooperan con los Gnipos locales. Así mismo, en algunas ciu--
dades las divisiones sicopáticas de hospitales y sanatorios conceden
a los miembros de Alcohólicos Anónimos que trabajan en el Paso
Doce, los mismos privitegios para visitar enfermos que al personal de
dichas Instituciones. El Hospital General de F iladelfia es uno de ellos.
El doctor John F. Stouffer, Jefe de Siquiatras, dice: "Er alcohólico
que llega aquí es generalmente aquel que no puede pagarse un trata-
miento, y facilitar el contacto con A. A. es lo mejor que podemos ha-
cer por elfos . Entre los que se incorporan a A. A. hay algunos pocos
que a veces vuelven al hospitaT por haber recaído, pero aún entre
éstos puede observarse un cambio de personalidad tan profundo que
prácticamente no parecen ser los mismos" .
La Revista Médica de Illinois en un artículo de fondo pubCicado
en diciembre último, va aún más lejos que el doctor Stouffer al de-
cir: "Es cierta.mente un milagro que una persona que por años ha es-
tado siempre más o menos constantemente bajo la influencia deT al-
cohol y en quien sus amigos han perdido toda la confianza, sea capaz
de pasarse toda una noche con un "borracho" y que a intervalos regu-
lares, según las indicaciones del médico, dé al enfermo pequeñas do-
sis de alcohoT, sin tomar él mismo ni un solo trago".
Hay situaciones que parecen sacadas de uu cuento de "Las mil
y una noches", en que se ven envueltos a veces los trabajadores del
Paso Doce de Alcohólicos Anónimos. Frecuentemente tienen que
acompafiar a una persona, y aún seutársele encima, pues la idea de
arrojarse por la ventana fes parece atractiva a muchos alcohólicos
desesperados . Solamente un alcohólico puede estar horas "arrodilla-
do" sobre el pecho de otro. y saber combinar el grado adecuado de
disciplina y comprensión.
Durante un viaje que hice recientemente por el Este y Medio
Oeste conocí y habl'é con muchos A. A., como se llaman a sí mismos,
y generalmente comprobé que se trataba de personas calmadas y to-
lerantes . Hasta parecen ser gentes más "completas" que ef término
medio de individuos no alcohólicos. Su transformación de personas
que luchaban con los ag1mtes de policía, bebedores de "fuego enva-
sado" y a veces castigadores de esposas, era sorprendente. En uno
de los diarios más influyentes de este país (EE. UU.) descubrí que
el jefe y el subjefe de redacción, como también uoo de los periodis-
tas más conocidos del país, eran A . A. y gozaban en forma absoluta
de la confianza de sus empleadores.
-6-
En otra ciudad 118isti al espectáculo de un juez poniendo en liber-
tad a un hombre acusado de manejar su automóvil en estado de
ebriedad, bajo la responsabilidad de un miembro de Alcohólicos Anó-
nimos el cual en sus tiempos de bebedor había destrozado varios au-
tomóviles y perdido su licencia de conductor por su desordenada con-
ducta. El juez lo conocía bien y se al'egraba de poder tener confian-
za en él.
Un brillante ejecutivo de una firma publicitaria me contó que
dos años ante:1 había mendigado en las calles. y dormido en les por-
tales de las casas y edificios en construcción. Tenía un portal favori-
to que compartía con otros vagos, y de vez en cuando va por allí a
visitarlo, nada más que para asegurarse de que no está soñando.
En Akron, como en otros centros industriares, los grupos inclu-
yen un elevado porcentaje de trabajadores manuales. En el Club Atlé-
tico de CJeveland almorcé con cinco abogados, un contador, un inge-
niero, un agente de seguros, t.'res vendedores profesionales, un agente
de compras, un barman, un gerente de una cadena de tiendas, un
gerente de una tienda individual y un representante de fábricas. Eran
.miembros de un Comité Central que coordinaba el trabajo de nueve
Grupos de la ciudad.
Cleveland con más de 450 miembros, es el mayor de los centros
de A.A. Le siguen en i.mportancia, Chicago, Akron, Filadelfia. Los
Angeles, Washington y Nueva York . En total hay grupos en apro-
ximadamente 50 ciudades y pueblos. (N. del T. Recordar que esto
era en marzo de 1941).
Al comentar sobre su actividad, los A . A. hablan de su trabajo
como de un ·'seguro" para elios mismos. La experiencia de los gru-
pos demuestra, dicen, que una vez que un afcohólico pierde el en-
tusiasmo por trabajar en A.A.. genera1mente vuelve a beber.
Nos aseguran que no existen ex-alcohólicos. Si uno es alcohó-
lico, es decir, una persona que no puede beber normalmente, sigue
siendo siempre alcohólico hast:i. la muerte, exactamente como un dia-
. bético sigue si~ndo siempre diabético. Lo más que puede esperar
es Tograr que su enfermedad quede "detenida". Y el ayudar a
otrns es su insulina. Esta es la opinión de los A. A .. la cual gene-
ralmente es apoyada por opiniones médicas. Casi todos los A. A.,
con pocas excepciones, dicen que han perdido por completo el deseo
de beber alcohol. La mayoría sirven Ticores en sus hogares a los
amigos que los visitan, o acompañan a éstos a los bares cuando los
amigos van a tomarse una copa. Los A. A. se limitan a bebidas sin
alcohol o café.
Uno de ellos, un gerente de ventas, hace las veces de barman
en ra fiesta anual de su Compañía, en Atlantíc City, y se pasa la
noche acostando a los que se embriagan. Sólo unos pocos de las que
se recuperan dejan de perder el temor de que una copa tomada sin
-7-
pensar pueda perderlos de nuevo. Un A. A., empleado en una tien-
da del Este no ha tomado un trago en tres años y medio, pero dice
que aún tiene que apresurar el paso al enfrentar los bares para po-
der vencer eT viejo impulso: sin embargo, este caso es una excep-
ción . La única consecuencia de sus días de bebedores que perturba
a veces a los A. A. son pesadillas que se repiten frecuentemente .
En el sueño se ve a sí mismo nuevamente ebrio y tntando deses-
peradamente de ocultar a to.dos su estado, pero aun este síntoma
desaparece completamente al poco tiempo en la mayoría de los ca-
sos. Aunque parezca sorprendente, el término medio de ros que tra-
bajan entre los A. A. - que anteriormente fueran despedidos de em-
pleo tras empleo a causa de la bebida- alcanza al 90%.
Los trabajadores de Alcohólicos Anónimos aseguran que su pro-
grama es efectivo en el 100% de ros casos para aquellos que real-
mente desean dejar de beber, pero no resulta para los que solamen-
te "desean llegar a tener el sincero deseo", o que quieren dejar de
beber por temor a perder sus famlias o sus empleos . El deseo efec-
tivo debe estar basado en un inteligente interés propio: el candida-
to debe desear alejarse de la bebida por su propio bien, para evitar
la cárcel, 1a indignidad o la muerte prematura. Debe estar harto de
la terrible soledad social que envuelve al bebedor sin control, y de-
be desear poner orden en su vida desorganizada.
Como es imposible descalificar a los que están sobre la fronte-
ra que separa al hombre comple!'.amente normal del sicópata, ¡eT
porcentaje de recuperaciones está por debajo del 100% . De acuerdo
con los cálculos de A . A., el 50% de los aTcohólicos que ingresan a
la sociedad se recuperan casi inmediatamente; un 25% después de
haber sufrido una o dos recaídas, el resto permanece dudoso. Este
término medio de éxitos es excepcionalmente elevado . No existen
estadísticas sobre resultados de curas, médicos o regiliosas, pero se
calcula que no son más que el 2% ó el 13.% efectivas, en el caso de
alcoholismo avanzado.
A pesar de que es demasiado pronto para afirmar que Alcohóli-
cos Anónimos es la solución definitiva del problem·a del alcoholismo,
su corta trayectoria de éxitos (menos de seis años) es impresionante,
y está recibendo un apoyo que hace esperar que sigan los éxitoS;. John
D. Rockefeller (Jr.) ayudó a cubrir los gastos de iniciación de la Aso-
ciación y se preocupó muy seriamente para interesar a otros hombres
prominentes .
El regalo de Rockefeller fue pequeño, accediendo al deseo de los
organizadores de la Asocia<.:ión, que deseaban mantener a la misma
en una base voluntaria y no pagada.
No hay en A. A. organizadores a sueldo, ni cuotas, ni jefes, ni
control central. Lógicamente los gastos de alquiler en locales grandes
son cubiertos por colectas en ta, reuniones. En los pueblos pequeños
-8-
donde los Grupos se reunen en casas particulares, no se hacen colec-
tas. Una pequeña oficina en Nueva York actúa como centro de in-
formación, no teniendo chapa en Ja puerta, y recibiendo la correspon-
dencia en forma anónima por intermedio de la casilla de correos 459,
Grand Central Annex. El único ingreso. que es dinero recibido por
la venta del libro descriptivo de la sociedad, es manejado por la Fun-
dación Alcohólica (Hoy General Service Board of Alcoholics Ano-
nymous Inc.), un cuerpo compuesto poi tres alcohólicos y cuatro
no alcohólicos.
En Chicago veinticinco médicos trabajan en cooperación con A.A.
contribuyendo con sus servicios y enviando sus pacientes al grupo
que ahora é:uenta con aproximadamente 200 personas. La misma coo-
peración existe en Cleveland, y en menor grado en otros centros .
Un médico, el doctor W. D. Silkworth, de Nueva York, dió a la Aso-
ci6n el primer apoyo . Sin embargo, muchos médicos permanecen es-
cépticos . El doctor Foster Kennedy, un eminente neurólogo de Nue-
va York, probablemente tuvo esto en cuenta cuando dijo en una reu-
nión hace un año: "ET fin que persiguen los que están empeñados en
este esfuerzo contra el alcoholismo es muy elevado, su éxito ha sido
considerable, y creo que todos los médicos de buena voluntad debie-
ran ayudar.
La ayuda activa de dos médicos de buena vofuntad, los doctores
A. Wiese Ha.mmer y C. D udley Saul, ha contribuído enormemente
a hacer de la célula de Filadelfia, una de las más efectivas de los
Grupos nuevos. La Asociación se inició alTí en 1940 por casualidad,
cuando un hombre de negocios, miemdro de A . A. , fue trasladado de
Nueva Yo:·k a Filadelfia. Temeroso de recaer por falta de "contac-
tos", el A.A. entabló amistad con tres "moscardones de bar" y em-
pezó a trabajar con ellos. Logró que dejaran de beber y eT cuarteto
siguió trabajando con otros casos. Para el 15 de diciembre último,
99 atcoh6Jicos se habían unido a este Grupo. De éstos, 86 están aho-
ra totalmente abstenios, 39 de ellos Irevan de 1 a 3 meses, 17 de 3
a 6 meses, y 25 de 6 a 10 m eses . Cinco más se unieron al GrulJO
después de haber pertenecido a A. A . en otras cuidades, y han estado
sin beber de uno a tres años.
En el otro extremo de la escala del tiempo, Akron, cuna de la
Asociación, tiene récord por abstención constante. De acuerdo con
una reciente estadística, dos miembros se han estado manteniendo so-
brios en A . A. por cinco años y medio, uno por cinco años, tres i,or
cuatro años y medio, uno por el mismo período con una recaída, tre!
por tres años y medio, siete por tres años con una rec.:a1da cada uno,
uno por dos años y medio y tres por dos años. Con anterioridad a
A. A. casi todos Tos akronianos y los de Filadelfia, no habfon podido
mantenerse sobrios por más de unas pocas semanas .
En el Medio Oeste el trabajo se ha realizado casi exclusivamente
entre personas que no habían llegado aún a la etapa de necesitar hos-
-9-
pitalización. El Grupo de Nueva York, que. tiene muchos en estast con-
diciones se especializó también en casos de personas hospitarv.:adas,
y ha obtenido resultados sorprendentes. En el verano de 1939 el gru-
po comenzó a trabajar con los alcohólicos internados en el Rock.land
State HospitaY, en Orangeburg, un enorme sanatorio mental que reci-
be a los alcohólicos considerados sin esperanza, rezagos de ros cen
tros populosos. Con el apoyo del doctor R. E. Blaisdell, er superin-
tendente médico, se inició un núcleo dentro del sanatorio y se' efec-
tuaron reuniones en el salón de actos . Los A.A . de Nueva York fue-
ron a Orangeburg para dar charras, y los domingos por la tarde los
pacientes eran llevados en autobuses de propiedad del Estado de Nue-
va York a un club de A. A. que el grupo de Manhattan alquila en
el West Side .
En julio último, once meses más tarde, Tas estadísticas llevadas
en el hospital demostraron que de cincuenta y cuatro pacientes que
fueron dados de alta por intermedio de Alcohólicos Anónimos, die-
ciseis no han tenido ninguna recaída y catorce sólo una. Del resto,
nueve han vuelto a ra bebida en sus comunidades locales, doce han
vuelto al hospital y dos han desaparecido sin dejar rastros.
El doctor Blaisdell ha ·escrito favorable.mente acerca del trabajo
de A.A. al Departamento de Higiene Mental del Estado de Nueva
York, y ponderó este trabajo oficialmente en su último informe
anual.
Se obtuvieron aún mejores resultados en dos Instituciones pú-
blicas de Nueva Jersey, Greystone Park y Overbrook que atraen a
pacientes de mejor situación económica y social que Rockland, debi-
do a su proximidad a prósperos puebTos suburbanos. De siete pacien-
tes dados de alta de Greystone Park en dos años, cinco se han abste-
nido de beber por períodos de 1 a 2 años, de acuerdo con estadísti-
cas de A. A. De diez dados de alta de Overbrook, ocho se han abste-
nido por más o menos el mismo período de tiempo. Los otros han
tenido de una a varias recaídas.
Por qué algunas personas se convierten en alcohólicos es algo so-
bre lo cual ros entendidos no están de acuerdo . Pocos son los que
opinan que hay alcohólicos de "nacimiento". Una persona puede na-
cer, dicen, con una predisposición hereditaria al alcoholismo, como
hay personas que nacen vulnerables a Ta tuberculosis. El resto pare-
ce depender del medio ambiente, aunque hay una teoría que dice que
algunas personas son alérgicas al alcohol, como otras son alérgicas a
otras cosas. Solamen te un detalle se ha encontrado que es común a
todos los alcohólicos, falta de madurez emocional. En relación a este
hecho se ha observado que un número muy eTevado de alcohólicos se
han iniciado en la vida como hijos únicos, como el hijo menor, como
el único varón en una familia de mujeres, o como la única mujer en
una familia de varones. Muchos tienen antecedentes de precocidad
infantil, y de ro que se llama "niños mimados".
-10-
Frecuentemente la situación se complica por una atmósfera ines-
table en el hogar, en el cuar uno de los padres es innecesariamente
cruel y el otro demasiado indulgente . Cualquier combinaciós de es-
tos factores, más un divorcio o dos tienden a producir criaturas neu-
róticas que están pobremente equipadas emocionalmente para afron-
tar las realidades ordinarias de la vida adurta.
Al buscar escape unos se inclinan a su trabajo, haciendo de doce
a quince horas diarias, o en deportes en alguna actividad artística.
Otros encuentran lo que consideran una agradable escapatoria en la
botella. Les !iyuda a tener confianza en sí mismos y temporaTmente
a borrar cualquier sentimiento de inferioridad social que puedan te-
ner. Se empieza bebiendo de a poco, y luego se pasa a ser un fuerte
bebedor. Los amigos y familiares se alejan y los empleadores se dis-
gustan. El bebedor arde en resentimientos y se ITena de lástima de
sí .mismo. Se permite razonamientos infantiles para justificar por qué
bebe: ha estado trabajando demasiado fuerte y merece poder tran-
quilizar sus nervios con un trago; le duele la garganta debido a una
vieja operación y un trago le calma; fe duele la cabeza, su esposa no
lo comprende. sus nervios están irritados todo ef mundo está contra
él, y así por el estilo. Inconscient:emente se convierte en un inventor
de excusas para justificar su propio comportamiento. Mientras bebe se
dice a sí mismo y a todos aquellos que intentan intervenir, que pue-
de beber moderadamente en cuanto quiera hacerlo. Para de.mostrar
su fuerza de voluntad, se pasa semanas sin tomar una gota.
Incluso se pr~ocupa de concurrir a su bar favorito todos Tos días
a una determinada hora, y se exhibe lomando leche o alguna bebida
sin alcohol, sin comprender que está simplemente procediendo como
un niño. Con una confianza falsa comienza con la rutina de una cer-
veza por día, y eso .es una vez más el prin_cipio del fin. La cerveza
diaria Heva in~vitablemente a más cerveza, y luego a licores fuertes,
los que a su vez lo conducen a una "farra'' de pr~mera categoría. Cu-
riosamente el motivo que sirve para la explosión puede ser un nego-
cio afortunado o una racha de mala suerte. Un alcohólico no puede
soportar ni la prosperidad ni la adversidad.
La víctima está intrigada al safir de la niebla alcohólica. Sin
que él se dé cuenta, el hábito se ha convertido gradualmente en ob-
sesión . Después de un tiempo ya no necesita excusas para justificar
el primer trago fatal. Todo lo que sabe es que se siente inundado de
inconformida_d. o de júbilo, y antes de comprender lo que pasa está
defante del mostrador de un bar, con un vaso vacío de whisky ante
él y una sensación estimulante en la garganta.
Por un peculiar juego de ideas, ha logrado tender una densa cor-
tina sobre el recuerdo del intenso dolor y los remordimientos causa-
dos por "farras" anteriores. Después de .muchas experiencias de esta
naturaleza, el afcohólico comienza a comprender que ·no se entiende
a sí mismo y se pregunta si su fuerza de voluntad, fuerte en otras co-
- 11 -
sas, no está indefensa en lo que se refiere aJ al¡;ohol. Puede ser que
continúe tratando de vencer su obsesión y que termine en un sanato-
rio. Puede ser que dé la lucha por perdida y trate de suicidarse. O
puede ser también que busque ayuda ex.terior. -
Si se dirige a Alcohólicos Anónimos, se le invita a admitir que eT
alcohol lo ha derrotado, y que su vida es ingobernable. Habiendo lle-
gado a este estado de humildad. intelectual, se re da una buena dosis
de religión, en el sentido más amplio de la palabra. Se Je pide que
crea en un Poder Superior a sí mismo, o que por Jo menos considere
el asunto sin prejuicios, .mientras trata de practicar el resto deT pro-
grama. Cualquier concepto del Poder Superior es aceptable . Un es-
céptico o agnóstico puede elegir su Ser Interior, el milagro del cre-
cimiento, un árbol, la maravilla del hombre an te el universo físico,
la estructura del átomo, o simplemente matemáticas infinitas. CuaT
quiera que sea la fórmula que utilice, se Je enseña al neófito que de-
be tener confianza en el la y en sí mismo, y pedir a su Poder Supe-
rior que Je dé fuerzas.
Luego hace un inventario moral en privado con Ta ayuda de
ol ra persona, que puede ser su "padrino" de A. A., un sacerdote, un
paslor, un siquiatra o cualquiera otro que se le ocurra. Puede po-
nerse de pies en una reunión y contar sus experiencias si esto le pro-
duce alivio, pero no se le exige que lo haga. Devuelve lo que pueda
haber robado .mientras estuvo ebrio, y se arregla para pagar viejas
cuentas y levantar cheques sin fondos. Efectúa reparaciones ante
ras personas· que ha ofendido, y en general limpia su pasado de la
mejor manera posible. En algunas ocasiones, sus padrinos hasta pue-
<.len prestarle dinero para ayudarlo en la primera etapa . Esta catarsis
se considera importante, debido a la compulsión que un sentimiento
de culpa ejerce sobre la obsesión alcohólica.
Como no hay nada que tienda más a empujar a un alcohólico
hacia la botella que los resentimientos personales, el recién Jregado
hace también una lista de sus rencores, y resuelve 110 dejarse pertur-
bar por elfos. E n este punto ya está listo para empezar a trabajar
con otros alcohólicos act ivos. Por el proceso de extroversión que es-
te trn bajo implica, está en condiciones de pensar menos en sus pro-
pias dificultades. Cuantos más bebedores pueda hacer ingresar en AT-
c.:ohólicos Anónimos, mayor será su r~sponsabilidad para el Grupo. No
puede embriagarse sin perjudicar a la gente que le ha d emostrado
que son sus mejores amigos. Está comenzando a crecer emocional-
11;ente, y dejando de buscar en qué apoyarse. Si pertenece a una Igle-
sia orlodoxa, generalmente, pero no siempre, vuelve a ra práctica re-
gular de su religión.
Simultáneamente con la rehabilitación del alcohólico, tiene rugar
el proceso de ajustar su familia al nuevo método de vida. La esoosa
(o esposo) de una persona alcohóíiea, y también los hijos, frecu~nte-
mente se vuelven neuróticos por haber estado expuestos a excesos de
-12-
bebida por un período de muchos años. La reeducación de la familia
es una parte esenciaT del programa posterior que se emplea.
Alcohólicos Anónimos, que es una sfntesis de viejas ideas más
bien que un nuevo descubrimjento, debe su existencia a ta colabora-
ción de un hombre de negocios de Nueva York y a un cirujano de
Akron. Ambos, alcohólicos, se conocieron por primera vez hace poco
menos de seis años. En treinta y cinco años de beber periódicamente,
el doctor Armstrong -para dar al médico un nombre ficticio- había
perdido a casi toda su clientela. Armstrong había probado todos los
medíos para dejar de beber, incluso ~1 Grupo Oxford, y no había me-
jorado. En el Día de la Madre de 1935, llegó a su casa tambaleándose
en típico e&til'o de ebrio, llevando una costosa planta en una vasija,
que depositó en la falda de su esposa . Luego se dirigió a su dormi-
torio, y prácticamente perdió el conocimiento.
En ese .momento, paseándose nerviosamente por el "hall" de un
hotel de Akron, se encontraba un corredor de Bolsa de Nueva York,
a quien arbitrariamente llamaremos Griffith . El señor Griffith esta-
ba en un apuro. E n una tentativa'. para obtener el control de una Com-
pañía y rehacer su situación financiera, había negado a Akron y en-
tablado una lucha para ser nombrado apoderado de la Compañía, ha-
biendo sido derrotado. Su cuenta del hotel estaba sin pagar, y él casi
sin dinero . Griffith tenía ganas de tomarse un trago .
Durante su carrera en Wa!I Street, Griffith hizo buenos negocios
y prosperó, pero a través de sus desarreglos alcohólicos perdió Ta ma-
yoría de sus posibilidades. Cinco meses antes de venir a Akron, había
dejado de beber con la ayuda del Grupo Oxford de Nueva York. Fas-
cinado por el problema del alcoholismo voTvió muchas veces como vi-
sitante a un hospital de Central Park West donde fue como paciente
para desintoxicarse, y hablaba con los internados. No consiguió que
nadie dejara de beber, pero descubrió que el trabajar con otros aTco-
hólicos le permitía luchar victoriosamente contra su compulsión por
la bebida .
Como era forastero en Akron, Griffith no conocía a ningún alco-
hólico al que pudiera visitar. Una guía de Iglesias coTgada en la pared
del hall del hotel le dió una idea. Llamó por teiéfono a uno de los
clérigos anotados en la guía, y por intermedio del mismo se puso en
contacto con un miembro deT Grupo Oxford local. Esta persona, qu~
era amiga del doctor Armstrong, pudo presentar al médico y al co-
rredor de Bolsa en una cena. De esta manera, el doctor Armstrong
se convirtió en el primer discípulo real de Griffith.
Era un discípulo muy tembloroso al principio. Después de varias
semanas de abslención viajó al Este, a una Convención médica y
cuando regresó estaba nuevamente bebiendo. Griffith, que se habíá
quedado en Akron para arreglar ciertos asuntos legales resultantes
ele Ta batalla por el poder, consiguió hacerlo volver a la sobriedad.
-13-
Esto fue el 10 de junio de 1935. Los tragos que el médico tomó de
una botella que Griffith le brindó cae dfa, fueron loa últimos que
bebió.
El pleito de Griffith se prolongó, reteniéndolo en Alcron por seis
.meses. Trasladó su equipaje a la casa de Armstrong, y juntos comen-
zaron a luchar para ayudar a otros alcohólico:.. Antes de que Grif-
fith regresara a Nueva York, se habían obtenido dos nuevos candida-
tos en Alcron. Mientras tanto, Griffith y el doctor Armstrong se ha-
bían retirado del Grupo Oxford, pues consideraron que su evangelis--
mo agresivo y algunos de sus otros métodos eran obstáculo para tra-
bajar con alcohólicos. Pusieron su técnica en una base de "lo toma o
lo '4eja", y no se apartaron de ella.
El progreso fue rento. Después que G riffith volvió al Este el doc-
tor Armstrong y su esposa, ella graduada en Wellesley, convirtieron
su casa en un refugio gratuito para alcohólicos, y en un laboratorio
experimental para el estudio del comporta.miento de sus huéspedes.
Uno de los huéspedes, el cual sin saberlo sus anfitriones padecía
de manía depresiva, aparte de ser un alcohólico, perdió el control
una noche con un cuchino de cocina, pero fue reducido antes de que
pudiera herir a nadie. Después de un año y medio, un total de 1O
personas habían respondido al programa y se estaban manteniendo
abstemias . Lo que había quedado de los ahorros de la familia fue
invertido en este trabajo. La nueva sobriedad del médico trajo como
resultado que recuperara a gran número de su clientela, pero no lo
suficiente como para compensar er gasto extra. Los Armstrong, sin
embargo, siguieron adelante con dinero prestado. Griffith, que tam-
bién tenía una esposa espartana, convirtió su caca de Brook.Iyn en
duplicado de la de Akron. La señora Griffith que pertenece a una
vieja familia de Brooklyn, se empleó en una tienda, y en horas libres
hacía de enfermera de ebrios . Los Griffith también pidieron presta-
do, y él consiguió ganar algún dinero con las firmas de corredores de
bolsa. Para la primavera de 1939 los Armstrong y los Griffith habían
logrado llevar la sobriedad a aprox::imadamente 100 akohóricos.
En un libro que publicaron en esa época los bebedores recupera-
dos describieron el programa de recuperación y rebtaron sus histo-
rias. El títuTo del libro era "Alcohólicos Anónimos", y fue adoptado
como nombre para la Asociación, que hasta entonces no tenía ningu-
no. Cuando el lipro entró en circulación, la Asociación se extendió
rápidamente.
Actualmente el doctor Armstrong todavía está luchando para re-
cuperar su clientela. Su vida es dura y llena de sacrificios. Está car-
gado de deudas debido a sus contribuciones a la. Asociación y el tiem-
po gratuito que dedica a los alcohólicos. Siendo el homre-eje del
Grupo, le es imposible rechazar ros pedidos de ayuda que inundan su
consultorio .
-14-
Griffith está aún más hundido en el pantano. Durante los últimos
dos años él y su esposa no hnn tenido un hogar, en el verdndcro sen-
tido de la palabra. En una manera que recuerda a los antlguns cristia-
nos, se han mudado de un fugar a otro, encontrando refugio en, los ho-
gares de sus colegas de A. A, , y muchas veces incluso vistiendo ropas
prestadas.
Habiendo empezado algo, ombos, los iniciadores de la A~ociación,
desean dedicar ahora un poco más de su tiempo a recupernrnc finan-
cieramente .
Piensan que en la forma en que la Asociación trabajn está vir-
tualmente asegurado el éxito y la multiplicación de la mls111n. Como
no existen "jefes" ni un dogtn a formal para practicar, no ti enen eT
temor de que Akohólicos Anónimos pueda degenerar en 11 n culto .
La manera espontánea en que se inician nuevos G rupoH está do-
cumentada por cartas a los archivos de la oficina de Nuevu York.
Muchas personas escriben diciendo que lograron dejar de beber tan
pronto como leyeron el libro, e hicieron de s11s hogares lugures de
reunión para pe4.ueños núcTcos locales. Incluso un G rt1p(1 hnstante
numeroso el Litle Rock se inició de esa manera. Un ingeniero civil
de Akron y su e~osa, llenos de gratitud por su recupcrnci1fo 4 iiños
antes, han estndo dando alojamiento a alcohólicos en su hogar, sin
cargo alguno, con el resultado de que de treinta y cinco de cnos se
han recuperado t rcinta y uno.
Veinte peregrinos de Clcveland conocieron a A.A. en Akron Y
volvieron a su ..:irnlad para empezar un Grupo propio. Desde Cleve-
land, por varios medios, la Asm:iación se ha. extendido a C'hic.:ngo, De-
troit, SI'. Louis, Los Angeles, Indianápolis, AtTanta, San Pr:i ncisco,
Evansville y otras ciudades. U n periodista alcohólico de (.'lcveland,
operado de un pulmón, se dirigió a Houston, por razones <le salud.
Consiguió un empico en un diario de Houston y con una '!cric de ar-
tícuros que escribió para ese dia rio, inició ud G rupo de A.A. 4ue tie-
ne hoy 35 miembros. Un A. A. de Houston se trasladó 11 Miami, Y
ahora trabaja para ayudar a algunos de los más eminentes bebedores
de la colonia invernal . Un viajante de Cleveland es responsable de ha-
ber iniciado varios núcleos en diferentes partes del país. Menos de la
mitad de los miembros de A . A. tuvieron oportunidad de conocer a
Griffith y al doctor Armstrong.
Para uno de afuera, que se queda completamente dc~orientaclo
como Jo esta mos In .mayoría de nosotros debido a las rareza~ de nues-
tros amigos bebedo res, el resuHado es sorprendente. Esto e~ especial-
mente cierto en los casos más avanzados, algunos de res cu11lcs resu-
mimos en este folleto, bajo nombres que no son los propios.
Sarah Martín era un producto de la era de F. Scolt Fitzgeral.
Nacida de padres pudientes en una ciudad del Oes.te, fue a w legios
del Este y terminó sus estudios en Francia. Después de su <lcbut en
-15-
sociedad contrajo matrimonio. Sarah pasaba aus noches bebiendo y
baifando hasta la madrugada, y era conocida como una chica que te-
nía gran capacidad para beber. Su marido tenía un estómago débil,
y disgu~tada por esto se divorció de I!! sin pérdida de tiempo . Des-
pués que la fortuna de su padre se esfumó en 1929, Sarah obtuvo un
empleo en Nueva York, y se mantuvo a sí misma. En 1932,. buscando
aventuras se fue a vivir a París, e inició un negocio por su cuenta ,
que tuvo éxito. Continuaba bebiendo ,mucho y permanecfa ebria más
tiempo que de costumbre. Después de una "farra" en 1.913, le infor-
maron que había intentado arrojarse por una ventana. En otro mo-
mento de ebriedad Iregó a arrojarse, o se cayó desde una ventana de
un primer piso, aterrizando en la acera con toda la cara. A conse-
cuencia de esto estuvo internada seis meses, para reparaciones de hue-
sos fracturad.os, arreglos dentares y cirugía plástica.
Eu 1936 Sarah Martin decidió que si cambiaba de ambiente y re-
gresaba a EE.UU. podría beber normalmente. Esta fé infantil en cam-
bios geográficos es una ilusión clásica de los alcohólicos, y muchos la
experimentaron alguna vez. Estuvo ebria durante todo er viaje de re-
greso en barco, y Nuea York la asustó, bebiendo para ahogar su mie-
do. Se quedó sin dinero y pidió prestado a sus amigos. Cuando final-
mente los amigos se alejaron de ella, empezó a frecuentar los bares
de la Tercera Avenida, mendigando copas de extraños. Hasta ese
momento habíase diagnosticado a sí misma su mal como un quebran-
tamiento nervioso, y sól'o después de haber estado internada en va-
rios sanatorios, llegó a comprender, a través de lecturas, que era una
alcohólica.
Siguiendo el consejo de un médico de un sanatorio, se puso en
contacto con un Grupo de Alcohólicos Anónim~s. Hoy tiene un exce-
lente puesto y pasa muchas de sus noches acompañando a mujeres
histéricas para evitar que se arrojen por la ventana. Ya cerca de los
40 años es una atractiva mujer, llena de serenidad. Los cirujanos de
París hicieron un magnífico trabajo con ella.
Watkins es un empleado en: la sección embarques de una fábrica~
Lastimado en un accidente con el ascensor, en 1927, fue jubilado por
Ta Compañía, que estaba agradecida de que no hubiese iniciado de-
manda por daños y perjuicios . No teniendo nada que hacer durante
una larga convalecencia, Watkins haraganeaba en los "speak-easies'í
(N. del T. Bares clandestinos que surgieron en los EE. UU. durante
la Ley Seca). Habiendo sido antes un bebedor moderado, empezó a
embriagarse, y en algunos casos sus borracheras duraban varios me-
ses.
Sus muebles se esfumaron para pagar deudas, y sul esposa lo aban-
donó l'levándose a sus tres hijos. En once años Watkins fue arrestado
doce veces y pagó ocho sentencias por embriaguez. Una vez, durante
un ataque de delirium treme~s, hizo circular el rumor entre sus com-
pañeros de prisión de que las autoridades de la misma estaban en-
-16-
venenando la comida, a fin de reducir el número de presos y ahorrar
en los gastos, consiguiendo con eso armar un tremendo escándalo en
el comedor de la prisión. En otro ataque de delirium tremens, duran-
te el cual creia que ef hombre que tenía la celda encima de la suya-
estaba derrnmando plomo hirvien1e sobre él, Watkins se cort9 las
venas y el cuello con una hoja de afeitar. Mientras se recuperaba en
un hospital fuera de la prisión, con 86 puntadas, juró no vofver a
beber. Sin embargo, antes de que le sacaran la última venda ya es-
taba nuevamente ebrio . Hace dos afios que un ex-compañero ~ co-
pas lo llevó a Alcohólicos Anónimos, y no ha tomado un trago desde
entonces. Su esposa e hijos han regresado, y su casa tiene nuevos
mueb!es. Watkins ha vuelto a trabajar y ya pagó la mayor parte de
sus deudas, y tiene ahora el propósito de cumprarse un automóvil
nuevo.
A la edad de 22 años, Tracy, hijo precoz de padres ricos, era Ge-
rente de Créditos de una firma inversora y bancaria, cu yo nombre se
convirtió en un símbolo de los años lo..:os por el dinero, que fueron
los ne la década de 1920. Después de la ruina de esta firma cuando
er desastre de nl Bolsa, se dedicó a propaganda y llegó a ocupar un
puesto que le producía 23.000 dólares al año. El día que nació su hi-
jo, Tracy fue despedido de su empieo. En vez de ir a Boslon para ce•
rrar un impmtaute contrato de publicidad, apareció en Cbicago, per-
J ieudo por ~ste motivo el contrato. Sie.mpre bebiendo enormemente,
Tracy se abandon6 por completo y Hegó a ser u11 vago. Bebió de todo,
im.:luso tónico para el cabello, y pedía limo~na. a los agentes de poli-
cía que son siempre buenos candidatos pora algunas ¡,ocas monedas.
En una m.1che de belada, Tracy vendió sus zapa:t,os para poder beber,
usando en cambio un par de zapatos de goma. para füwia que había
encontrado en una puerta, a los que rellenó d.e papel de diario para
combatir cl frío .
Comenzó a internar::;e en sanatorios, más por librarse del frío que
por olra razón, y en una de estas l □stituciones 1111 medico lo interesó
por el progranL<.\ de A.A. Como parle def prozr:i.ma, Tracy. que es ca-
tólico, hizo una confesión general y volvió a su iglesia, que hacía mu-
cho había abandonado. Tuvo algunas recaíd,1s, pero despuJs de una,
en febrero de 1939, Tracy no ha vuelto a bebe-r. Se ha dedicado 111..e-
vamente al negocio de pubticidad y ha ascendido hasta un puesto l1ue
le p1 oduce 18. 000 dólares al ¡1ño.
Víctor H ugo se hubiera deleitado con D:t:ewsler. Este hombre fue
peón de aserradero, vaquero. y aviador de la guerra. Durante el pe-
ríodo de postguerra comenzó a lrevar uua bolella encima y pronto ha-
cía frecuentes visitas a los sanatorios. En uno de ellos, después de ha-
ber oído hablar de curas por shocks, sobornó con ..:igarillos al ero-
ple:ido negro encargado de la morgue, para que le permitiera entrar
toda~ las tardes a meditar sobre un cadáver. El plan resultó bien bas-
ta que un día se encontró frente a un muerto, que debdo a una con-
torsión facial tenia en su rostro lo que parecía una sonrisa .
-17-
Brewster se unió a A. A. en diciembre de 1938 y después de lo-
grar la abstención encontró un empleo como vendedor, en el cual
tenía mucho que caminar. Mientras tanto, se le habían formado cata-
ratas en ambos ojos. Una de estas le fue operada permitiéndole ver
de lejos con la ayuda de un lente de fuerte aumento. Usaba el otro
ojo para ver de cerca, manteniéndolo dilatado con golas especiales,
a fin de evitar el ser atropellado por los vehículos en la calle, Lue-
go se le declaró una hinchazón en una pierna. Con todos estos incon-
venientes, Brewster siguió caminando por las calles durante seis me-
ses, hasta poder ponerse al día y pagar sus deudag. Hoy, a la edad de
50 años y aún dificultado por sus defectos físicos, continúa visitando
sus clientes y ganando aproximadamente 400 dólares por mes .
Para los Brcwster, los Martín, los Watkins, los Tracy y otros ar-
cohólicos recuperados, hay ahora agradable compañía dondequiera
que se encuentren. En las grandes ciudades los A. A. se encuentran
unos a otros diaria.mente, para comer en sus restaurantes favoritos..
Los G rupos de Clevelaod dan grandes fiestas para Año Nuevo y otras
festividades, donde se consumen garoocs de café y bebidas sin alco-
hol. Chicago tiene casa abierta los viernes, sábados y domingos alter-
nando los barrios Norte, Oeste y Sur de modo que ningún A.A. ten-
ga necesidad de beber durante el fin de semana por falta de compa-
ñía. Algunos juegan a los naipes y al "bridge", contribuyendo los ga-
nadores ar fondo común para gastos de comestibles, etcétera.
Los otros escuchan la radio, bailan, comen o simplemente conver-
san. A todos los alcohólicos, ebrios o sobrios les gusta conversar. Son
la gente más sociable del mundo, ro que puede servir para explicar
una de las razones que quizá los llevó originalmente a ser alcoh6lico9.
-18-
Este sello aparnce en Literatura
aprobado por la Conferencia.
YO SOY RESPONSABLE
Cuando c ualquiera dondequiera,
YO SOY RESPONSABLE
A.A.
A.A. EN PRISIONE~
A.A. IN
PRISONS
CONTENIDO
COMO EMPIEZAN
LOS GRUPOS 1
COMO FUNCIONAN
LOS GRUPOS s
ALGUNOS DATOS IMPOR-
TANTES PARA LOS FUN-
CIONARIOS DE LA PRISION 14
Copyright 1964
Alcoholics Anonymous World Services, lnc.
468 Park Avenue South
New York, N.Y. 10016
Mail Addres: Box 459
New York, N.Y. 10017
Cualquier grupo de A.A., dentro de una institución penal com ienza con el
permiso y la colaboración de las directivas de dicha institución. Una vez
logrados, habrá necesidad de cump lir varias etapas para la organización del
grupo. Los pasos que aquí se mencionan , se r\lf ieren a penitenciarías y otras
insti tuc iones par-a largas condenas. Los grupos en cárceles s-on un poco d ife-
rentes, y ser án considerados más adelante por separado.
REUNION DE PLANEACION
Hay tres formas par a co nstituir el grupo: la primera y más usual, es la respues·
ta voluntaria al anuncio de la formación del grupo; la segunda, un recluta-
miento informal entre los reclusos, efectuado por el Capellán o algún otro
funcionario de la prisIon; la tercera, por la escogencia arbitraria entre las
"hojas de vida" y la consulta con el departamento médico de la institución.
Se sugiere que no se incluya entre los miembros del nuevo grupo a personas
no alcohólicas con adiciones a distintas drogas; pero si el grupo así lo dispone,
tales personas podrán asistir a reuniones especiales.
EL PROPOSITO PRIMORDIAL
Puede ser igualmente importante el comprender, por parte de todas las perso-
nas interesadas, la medida de lo que A.A., puede y no puede hacer para
ayudar en la rehabil itación de los alcohólicos de la prisión, tanto durante su
condena como después de que hayan sido liberados.
PADRINOS DE GRUPO
2
ellos forma parte del personal directivo de la institución (un capellán, el
trabajador social, el consejero, etc.). El otro padrino es un miembro de A.A.
de fuera.
Si se resuelve optar por buscar la afiliación voluntaria, será entonces con-
veniente anunciar previamente la formac ión del grupo y la invitación extensi-
va a todo el que desee asistir. Será labor de los dos padrinos el preparar este
prospecto y velar para que llegue a todos los reclusos. Existen varias formas:
por medio del periódico del penal, donde este funcione; por el sistema de
anunciar públicamente (usualmente durante la hora de las comidas); por me-
dio de avisos murales, o pidiendo que se "corra la voz".
REUNION PREPARATORIA
También puede explicar cómo funcionan los grupos, a través de las reuniones
y la terapia colectiva. En esta forma tratará de convecer a los presentes que,
aparte de las obvias restricciones, el nuevo grupo no es diferente de los que
funcionan afuera.
El padrino explicará la cooperación que pueden brindar los grupos A.A., del
área, y mostrará la forma en que el nuevo grupo está relacionado con toda la
organización de Alcohólicos Anónimos por medio del Gran Libro, la literatu-
ra aprobada por la Conferencia, el Box 4-5-9, la correspondencia con la Of i-
cina de Servicios Generales, las grabaciones de reun iones y "charlas", la revis-
ta de A.A. "Grapevine", y las publicaciones hechas en otras instituciones de
reclusión.
EL PROPOSITO PRIMORDIAL
Un punto que requiere explicación es por qué los prisioneros, que no t ienen
acceso al alcohol, pueden necesitar el programa de A.A., mientras están en la
prisión. La respuesta es, claramente, que el programa de A.A., es mucho más
que la simple abstención. A.A., se ha descrito como una "for ma de vida" y el
éxito que ha obtenido en los grupos institucionales demuestra que este pro-
grama puede ayudar al prisionero alcohólico a prepararse para una vida sobria
y alegre después de la libertad.
Esto no significa que A.A., "predique" o establezca leyes para "vivir". Vale la
pena repetir aquí que A.A. , t iene un solo propósito primordial : LA SOBR I E-
DAD. Dentro o fuera de la prisión, A.A., es para aquellos que deseen seria-
mente adquirir la sobriedad. También sería muy deseable dar énfa.sis, al iniciar
un grupo carcelario, que A.A., no ofrece favores del exterior ni ventajas en el
interior de la prisión. A.A., es únicamente para alcanzar la sobriedad, y éste es
el único ofrecimiento.
Una vez que el grupo esté funcionando y sus miembros conozcan mejor el
programa de A.A., y a sus compañeros, pueden elegirse servidores "permanen-
tes", y añadir los servidores y comités que se consideren necesarios por parte
de los miembros y los padrinos. Se ha colocado entre comillas la palabra
4
"permanente" por una buena razón: A.A., no tiene servidores "permanentes"
en ninguna parte.
Todo el trabajo deberá entonces ser reali zado por miembros de A.A., "de
afuera" pero siempre teniendo en cuenta la misma clase de cooperación por
parte de los funcionarios de la cárcel. Los grupos cercanos, los miembros
individuales (y, en grandes ciudades, los comités institucionales), siempre se
hallarán dispuestos a suministrar reuniones regulares y a tener contacto con
las personas que van siendo liberadas.
En todo lo demás, los pasos previos que deben darse para llevar el programa
de A.A., a las cárceles, son muy similares a los pasos ya descritos para las
prisiones : reuniones preliminares con los Alcaides y func ionarios municipales
o provinciales; comprensión mutua de las regulaciones de la cárcel respectiva,
sus restricciones y normas. Y para evitar confusiones y duplicaciones de es-
fuerzos, una del im itación clara y precisa de las responsabi lidades de cada una
de las partes involucradas en el programa.
Una vez que el grupo ha escogido sus primeros servidores y comités, se en-
cuentra listo para empezar la "mecánica" de su funcionamiento, para iniciar
su propia autonomía y para desarrollar fuertes lazos de unión y comprensión
mutua con toda la comunidad de A.A.
El hecho de que los miembros dirijan sus propios asuntos de grupo y que los
servidores sean rotados periódicamente, ha sido señalado aquí con marcado
énfasis, ya que siempre ha sido tradicional en A.A. Pero en los grupos carcela-
rios e institucionales puede ser aún más importante.
Por ello los padrinos debieran hacer todo el esfuerzo necesario para que el
grupo pueda actuar por sí mismo tan completamente como sea posible. Y
asimismo, traer de "afuera" tanto A.A., como se pueda. Naturalmente los
primeros contactos con el "exterior" serán con los grupos y miembros de las
vecindades. Su_ cooperación "viva" será el factor más importante para relacio-
nar el nuevo grupo con los A.A., como un todo. Pero hay limitaciones en
cuanto al número de visitantes y la frecuencia de las visitas. Por tal motivo los
padrinos sensatos buscarán la manera de introducir el programa en otras
formas.
El Box 4-5-9 llegará al secretario del grupo tan pronto como sean registrados
su nombre y el del grupo en la Oficina de Servicios Generales. Este Boletín
bimestral mantiene informados a todos acerca de lo que está suced iendo en el
6
mundo de A.A. Tres veces al año, el Boletín de Instituciones, que comparte
noticias de A.A., sobre actividades en instituciones, se envía al secretario de
grupos en instituciones. También la correspondencia con la Oficina de Servi-
cios Generales acerca de las preguntas que el grupo desee formular ayuda a
producir la sensación de "pertenecer", así como lo hace la correspondencia
directa con otros grupos.
REUNIONES
Al principio, puede ser conveniente que los padrinos asistan a las reuniones
cerradas acompañados de uno o dos miembros de "afuera", para proporcionar
las respuestas que sean necesarias y ayudar a que la reunión se anime y
continúe en caso de estancamiento. Sin embargo, una vez que los miembros
han conocido un poco más acerca de A.A., no es necesario que asistan "miem·
7
bros de afuera" y los padrinos podrán permanecer más tiempo sin intervenir
en la reunión, a menos que les pidan opiniones específicas. Esto es convenien-
te, ya que A.A., no tiene "expertos", y la idea general es que los miembros
tengan la mayor part icipación posible.
REUNION DE OR A DORES
Otros no habrán pisado nunca las puertas de una of icina de pol icía. A lgunos
habrán llegado a ser parte de la escoria humana; otros quizás no hayan perdido
nunca un día de trabajo.
Pero todos estos oradores visitantes darán a los nuevos miembros una amplia
idea acerca de la enfermedad del alcoholismo, de lo que es el programa de
A.A., y de lo que puede lograr en toda clase de personas. Y por supuesto,
darán un mejor contacto "visual" con A.A., y sus miembros. Todo ello es
muy importante.
Posteri ormente los padrinos podrán sugerir que el grupo suministre sus propios
oradores, o al menos algunos de ellos. Ocasionalmente los visitantes vendrán a
escuchar las intervenciones de miembros del mismo grupo, o compartirán con
el los la programación de la reunión.
8
REUNIONES ESPEC IA LES
Tal vez el papel más importante del secretario sea el de las comunicaciones.
Los contactos del grupo con A.A., en el exterior son de importancia vital para
mantener la moral del grupo y de sus miembros. Los visitantes A.A., son la
prueba patente de que los miembros reclusos no están solos y de que alguien
se está preocupando real mente acerca de lo que les sucede.
Los contactos más inmediatos serán con los grupos y miembros de A.A., de la
q
región . Será fácil establecerlos ya que, generalmente, el padrino A.A., del
grupo es miembro de uno de los grupos del área vecina, y conoce bastantes
grupos y miembros de la misma.
Esta será la fuente de la mayor parte de los contactos visuales del grupo con
A.A. Porque serán los miembros de los grupos vecinos quienes aparecerán con
mayor frecuencia para intervenir como oradores o para participar en las reu-
niones. El secretario del grupo de la prisión tendrá así la oportunidad de
relacionarse y entablar buenas relaciones de trabajo con los secretarios de los
grupos vecinos. Y si la prisión respectiva se encuentra en un área metropolita-
na, dichas relaciones podrán establecerse con el Com ité Institucional.
COMITES
Cuando se llegue a esa necesidad, se optará por una de las siguientes alternati -
vas: o bien se disuelve el Com ité de Planeación para crear varios comités
nuevos con tareas específicas, o se mantiene el comité original, formando
varios sub-comités según los diversos propósitos y necesidades del grupo.
10
de la prisión acerca de las personas invitadas, nombre, procedencia y fecha de
la visi t a. El president e de este comit é efectuará las invitaciones a todos los
visit antes "de afuera" y los acompañará a todas partes dentro de la prisión.
Este comité también podría encargarse de d isponer y programar los nombra-
mientos de las personas encargadas de la coordinación de las reuniones de
mesa redonda, con base en las sugerencias de rotación semanal. Por último,
este comité, en cooperación con los padrinos y el secretario, arreglaría lo
per t inent e a las reu niones de "ocasiones especiales" .
Las funciones de un "com ité de refrescos" ser ía las de suminist rar café (y/o
té) para t odos los asist ent es, y si los fo ndos del gr upo lo permiten, galletas,
gaseosas, et c. A propósito, la "charla de café" después de las reuniones no es
solamente una costumbre, sino q ue forma part e importante de la terapia de
A.A. La conversación informal y el interca mbio de opiniones que t ienen lugar
durante esta char la son ·generalment e t an valiosas para el prog ra ma como la
misma r eunión.
También, cada año t iene lugar la Conf erencia de Servicios Generales. Los
delegados se reunen para verificar que A.A., está haciendo lo posib le para
ayudar a los al cohólicos en todas partes, y para que A.A., no se envuelva en
actividades que se salgan del propósito primordial.
Pero ninguna de estas personas est á at ada de por vida a su trabajo . Cada una
sirve durant e un corto per íodo y se retira para darle campo a su sucesor. Cada
cual cumple con su tarea, y la labor se reparte entre t odos. En esta forma se
trata de evitar dentro de A.A., los efect os de las d isputas electorales y las
ambiciones personales.
11
Por estas ra¿ones el principio de una rotación frecuente de todos los cargos y
trabajos de A.A., se aplica como costumbre en todos los niveles de servicio y
en todos los grupos. Aunque no existe una norma definirja, en la mayoría de
los grupos (incluyendo los grupos en prisiones e instituciones) el período para
servicio es de seis meses.
LITERATURA
Naturalmente que toda esta l iterat ura está disponible para los grupos en pri-
siones. Sinembargo, existen en algunas ocasiones problemas de dinero. Para
ayudar en este aspecto la Of icina de Servicios Generales ha resuelto suminis-
trar, con un descuento especial sobre el precio de venta nor mal , una serie
completa de dicha I iteratura aprobada por la Conferencia, a los grupos de
A.A., en hospitales y prisiones únicamente. También tenemos disponible un
paquete en castellano para grupos en prisiones y hospitales con el mismo
descuento aprox imadamente. Toda est a literatura, incluyendo los libros que
son más costosos, se venden a través de la G.S.O. con cargo a los grupos. Pero,
como mencionó ant eriormente, los grupos en prisiones no disponen general-
mente de fondos para este objeto. Por consiguiente deben ingeniarse otros
sistemas para la obt ención de la I iteratura. En varios com ités inst itucionales
de áreas metropol itanas se han formado fondos especiales para éste y sim ilares
propósitos. Asim ismo algunos miembros cont ribuyen en forma personal para
un fondo central, constitu ído para ayudar en aquel los casos donde la falta de
dinero puede ser un problema.
12
A causa de su conf inamiento, muy pocos grupos de prisiones eligen RSG.
Pero se mantienen bien informados a través de sus padri nos y los RSG. de
otros gru pos cercanos.
En est e p unt o los padrinos del grupo pueden hacer mucho: obt ener el permi-
so del m iem bro, antes de su liberación, para avisar al grupo de la localidad
adonde piense rad icarse, y buscar alguna manera de que los m iembros de ese
grupo tomen la iniciativa para dar la bienvenida al candidat o a su arribo a
dicha local idad e invitar le a que asist a al grupo local.
Este paso final puede ser el más importante de todos, porque la experienci a
enseña que las pri meras horas de libertad son las más críti cas. Cuando se logra
que una persona recién liberada concurra directamente al grupo de su locali-
dad, exist en muchas menos probabilidades de que t enga una recaída, y por
consigu iente, de que tenga q ue regresar a una prisión.
11
ALGU NOS DATOS IMPORTANTES PARA
LOS FUNCIONARIOS DE LA PRISION
Los grupos de AA est án funcionando en la actualidad en el interior de unos
mil establecimientos correccionales en los Estados Unidos y el Canadá. Cad a
uno de estos grupos se ha formado mediante arreglos puramente locales entre
los adm inistradores de la prisión, cárcel o granja de trabajo respectiva, y los
grupos de AA en las localidades vecinas.
Tal ret icencia es muy natural. Por ello es muy importante que las auto ridades
penales que puedan t ener un interés profesional en el potencial de rehabil i-
tación que ofrece el programa de AA, se tomen el tie mpo necesario para
entender dicho movimiento . Porque en muchos aspectos AA es muy diferente
a cua lqu ier otra institución con la cual hayan tratado.
Las prisiones que f iguran en la encuesta cuentan por lo menos con un grupo
de AA. El número promedio de grupos por institución es de 1. 25, y en una
prisión se contaron 1O grupos de AA.
14
Noventa y seis por ciento de quienes contestaron son de opin ión que la
oportunidad de que un recluso tenga éxito una vez queda I ibre, es mayor para
aquellos que parti cipan en el programa de AA, y el 900/0 consideran que el
programa de AA contribuye a los objetivos de la institución.
Parece, por lo tanto, que mucha de la información obtenida puede ser de gran
ayuda para introducir las reuniones de AA donde éstas no existen todavía.
Puede considerarse además como un desafío para los comités de instituciones
de AA en norteamérica el hecho de que solamente un 10o/o de los reclusos
detenidos por cr ímenes relacionados con el alcohol, atiendan a las reun iones
de AA.
Por esta misma razón AA no t iene más trabajadores a sueldo que los est ricta-
mente necesarios para el trabajo de servicios. No hay "organizadores" envia-
dos a ayudar a la creación de nuevos grupos, en prisiones o en cualquier otra
parte y por ello m ismo los grupos que estén más a mano, por pequeños que
sean, toman a su cargo la tarea de "transmitir el mensaje" en forma efectiva.
15
COM ITES I NSTIT UCIONA L ES
Hemos usado este término, o aludido a él, varias veces en este documento. En
seguida damos una explicació n acerca de qué son y qué hacen.
Frecuentement e estos com ités incluyen entre sus m iembros a personas que
fueron recluídas y que se unieron a AA mientras est aban en la cárcel o en el
hospital. Y siempre hay uno o dos miembros AA de larga experiencia en este
tipo de esfuerzos, que probablemente han colaborado en la organización de
var ios grupos en instituciones y t rabajado estrechamente con los d irectivos de
tales establecimientos. Est os AA, lógicamente, verifican que los grupos " inter-
nos" reciban toda la cooperación que necesitan de los AA. de "af uera".
A causa de que los resultados han sido muy efectivos, estos comités institucio-
nales prestan general mente servicio a áreas muy extensas, que llegan inclusive
a sobrepasar los l ím ites normales del dist rito metropoli tano. Así los grupos
más apartados podrán contar con un co mité d isponible simplemente averi-
guando en la ciudad más cercana. La d ist ancia no es obstáculo para los miem-
bros de estos com ités, particular mente al ayudar a la iniciación de un nuevo
grupo institucional. Generalmente tienen la buena voluntad c;le viajar muchos
kilómetros si creen que pueden ser út iles, y generalmente lo son.
16
con AA en la ciudad o localidad donde él piense vivir. Entre los padrinos AA,
y los directores de la prisión con la ayuda del Directorio AA, se puede casi
siempre asegurar un rec ibi miento cordial a dicha persona, no como un ex-pri-
sionero sino como· un miembro de AA. Es aconsejable que el padrino, antes
de la fecha de sal ida, se com1111ique con -el secretario del grupo más cercano al
hogar del prisionero.
En muchas ocasiones una persona que ha sido miembro activo del grupo en la
prisión, se muestra reticente para dejar conocer su afiliación a los miembros
de un grupo extraño para él. Puede ser timidez o verdadera duda. En cual-
quier caso, la gente de AA comprende estos sentimientos y sabe que los
primeros días de libertad son los más cr ít icos y que la l ibertad del hombre,
muchas veces su vida, están en juego. Por consigu iente si son informados con
antir.ipación de la liberación, los miembros harán lo posible por ir a encontrar-
lo y darl e una bienvenida que lo haga sentir en casa.
El hecho de que el recluso miembro de AA que vaya a ser liberado tenga una
familia y un hogar, tendrá un gran papel en su rehabilitación permanente. La
comprensión y el ánimo que pueda brinda,· una esposa, un hijo, una madre, a
menudo pueden constituir la diferencia entre un éxito o un fracaso en la
lucha del alcohólico por alcanzar una sobriedad sólida y feliz.
En los casos en que ésto sea posible, A l-Anón puede intervenir antes de que el
recluso recupere su libertad. En esta forma la familia, en el exterior, empelará
a practicar los mismos lineamientos que tendrá el miembro de AA en el
interior. Así cuando finalmente llega la li bertad el alcohólico se incorpora a
una atmósfera de positiva comprensión y ayuda, muy distinta de la usual de
duda, sospecha y negativismo.
COOPERACION DISCIPLINADA
Las r estricciones, regulac iones y condiciones bajo las cuales podrá funcionar
un grupo institucional son establecidas por la Oficina del Director, e inviola-
bles para los visitantes AA y los prisioneros mismos. Los nuevos grupos em-
piezan general mente con bastantes restricciones; posteriormente, la severidad
de estas condiciones pueden mermar a medida que se vaya viendo la necesidad
o la conveniencia.
En algunas prisiones se permite que los grupos AA efectúen sus reuniones sin
supervisión de ninguna clase y sin que haya guardias armados dentro del
17
salón. Hasta donde se conoce nunca ha habido quebrantamientos graves de la
disciplina debido a la actividad de los grupos o los miembros de AA. Al
contrario, muchos funcionarios informan que nunca han tenido problemas.
"De casi tanta importancia para nosotros desde el punto de vista d irectivo, es
el mejoramiento de la actitud de aquellos reclusos que se incorporan a AA
durante su condena. Parece existir algo en el programa que ayuda al recluso a
aceptar la incómoda circunstancia que proviene de su encarcelamiento. El
recluso parece adquirir mayor tranquilidad después de que se ha unido a los
AA y ha llevado activamente su programa. Un resultado significativo es que
muy pocos de los miembros AA son mencionados en los informes d iscip lina-
rios. Un gran porcentaje se adh iere a los programas educativos e instituciona-
les y se convierte en I íder de los demás reclusos ...
"No sólo en esta institución, sino en la mayoría de las otras instituciones que
tienen el programa de AA no ha habido nunca participación de miembros de
AA en motines o actividades reprensibles".
J.T. Willingham
Director Institución Correc.cior,al Federal
La Tuna, Texas.
18
"Efecto rehabilitativo muy definido"
H.C. Mcleod
Director Penitenciería Estatal de Oklah9ma
McAlester, Oklahoma.
E.V. Nash
Director Penitenciaría Estatal de Missouri
Jefferson City, Missouri.
"Hay un tercer valor d ifícil de definir. Nos parece que las reuniones t ienen un
efecto reductor de la tensión. Suponemos que esto proviene, al menos en
parte, del alivio que con lleva la comunicación de los propios problemas en
una atmósfera comprensiva. Nos sentimos incl inados a creer también que
parte de la reducción de la tensión se obtiene por la seguridad de que hay una
esperanza para el futuro.
10
los no alcohólicos. Los miembros de AA parecen tener un efecto deseable en
otras muchas personas de nuestra población carcelaria"_-
D.M. Byington
Director, Penitenciaría de los Estados Unidos
T erre Haute, Indiana.
"Extremadamente valioso"
"Un grupo AA ... forma parte importante de nuestro programa de tratam ien-
to a los reclusos. Ten iendo presente los principios de AA, la asistencia a las
reuniones es puramente voluntaria y espontánea, y a pesar de que el grupo
tiene un padr ino de nuestro personal directivo, es ampliamente autónomo en
su operación intra-institucional. Hemos tenido la cooperación activa de gru-
pos exteriores del área de los Angeles y consideramos que el trabajo del grupo
ha sido extremadamente valioso no sólo como ter¡ipia institucional, sino co-
mo fuente de interés y asistencia conti nuada por nuestros reclusos después de
su liberación".
Raymond W. May
Director, Institución Correccional Federal
Terminal lsland, San Pedro, California.
"No tenemos cifras recientes acerca del éxito obtenido por los hombres que
hicieron su primer contacto con Alcohólicos Anónimos dentro de la prisión.
Pero creo que estoy del lado de la seguridad al afirmar que aproximadamente
el 600/0 de ellos permanecen sobrios y continúan en I ibetrad después de haber
sido dados de al ta".
20
" Las reunio nes se efect úan dos veces por semana, siendo la del miérco les por
la tarde coord inada por un grupo de af uera. Este grupo ha sido un valioso
i nstru mento en la prestac.i ón de apoyo moral y ayuda posterior a los miem-
bros liberados.
C. E. DesRosiers
Director, Institución Joyceville
Kingston, Ontar io.
" La contribución de A lcoh ól icos Anónimos se considera muy signifi cat iva, no
só lo dentro de las i nst ituciones, donde ayuda al ind ividuo para que ést e
desarrol le alternat ivas a su comporta miento anterior, si no también fuera, don-
de provee apoyo en for ma cont inua para su exi toso ajuste a la comunidad
libre".
Leo L. Meyer
Superintendente de la División Adultos
Departamento de Corrección .
Estado de lllinois.
21
LOS DOCE PASOS DE A.A.
1. Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nues-
tras vidas se hab ían vuelto ingobernables.
5. Adm itimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser
humano la naturaleza exacta de nuestras faltas.
22
LAS DOCE TRADICIONES DE A.A.
9. A.A. como tal, nunca debe ser organizada; pero podemos crear
juntas de servicios o comités que sean directamente responsa-
bles ante aquellos a quienes sirven.
23
LISTA DE PUBLICACIONES DE A.A.
24
YO SOY RESPONSABL E ...
Cuando cualquiera dondequiera,
extienda su mano pidiendo ayuda,
quiero que la mano de A.A. esté siempre allí
y por esto . ..
YO SO Y RESPONSABLE
8
l\ll'Nt \1 \ 111 l'\III \\II \ 1 \1
111 \\ 11111,111\
A.A.
A.A. EN LOS
HOSPITALES
A.A. IN
HOSPITALS
"Alcohólicos Anónimos es una comunidad de hombres
y mujeres que comparten su mutua experiencia, fortaleza
y esperanza para resolver su problema común y ayudar a
otros a recuperarse del alcoholismo.
El único requisito para ser miembro de A . A. es el de-
seo de dejar la bebida. Para ser miembro de A.A . no se
pagan honorarios ni cuotas; nos mantenemos con nuestras
propias contribuciones A.A. no está afiliada a ninguna sec-
ta religiosa, partido político, organización o institución al-
guna; no desea intervenh' en controversias, no respalda ni
se opone a ninguna causa. Nuestro objetivo primordial es
mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcan-
zar el estado de sobriedad" .
Copyright 1965
Alcoholics Anonymous World Services, Inc.
Mail Address: Box 459
Grand Central Post Office
New York, N . Y. 10017
-3-
DOCE PASOS
DE ALCOHOLICOS ANONIMOS
- 4-
A. A. Y LOS HOSPITALES
-5-
COMO COOPERA A. A.
CON LOS HOSPITALES
-6-
ciones, compuesto (por lo general) de voluntarios de A. A. que tie-
nen un interés particular por este tipo de trabajo de A.A. De he-
cho, con frecuencia, una mayoría de estos voluntarios del comité ha-
brán de ser hombres y mujeres que se convirtieron en miembros de
A. A., debido a un contacto hecho por primera vez cuando ellos mis-
mos fueron pacientes en lai, salas para alcohólicos d e los hospitales.
No es así ...
En tanto que los grupos de A. A. en tales zonas pueden solo te-
ner un puñado de miembros (y quizá ninguno con experiencia an-
terior en el trabajo de hospitales), esto no es necesariamente un im-
pedimento - ni para el hospital ni para los miembros aislados de
A. A. Están disponibles el asesoramiento y la dirección . Y, con mu-
cha frecuencia, debido a que todos están apenas empezando juntos,
estos arreglos resultan muy agradables y absolutamente satisfacto-
rios para todos los interesados.
De hecho, en muchos casos, un solo miembro de A . A. ha sido
todo lo que se ha necesitado para emprender la labor. Cuando se
ha dedicado a su trabajo, un miembro solitario de A.A. ha descu-
bierto que ha podido lograr maravillas. Ahora, con la ayuda de es-
- 7-
te folleto y la asistencia que de inmediato puede proporcionar la
Oficina de Servicios Generales de Nueva York. un miembro de A.A.
debiera estar capacitado para acopiar todo el conocimiento y pericia
que necesite - por lo menos para iniciar un grupo de hospital.
-8-
COMO EMPIEZA
· Una vez hechos los debidos contactos, y una vez que exista un
convenio• sobre la conveniencia de establecer un nuevo grupo de hos-
pital, · el primer paso a seguir es el de celebrar una reunión prelimi-
nar sobre "las políticas" a seguir entre el personal del hospital y
'a queÜos miembros de A: A. que tengan la intención de asumir la
responsabilidad de trabajar con el_ riuevo grupo.
-9-
En el primer caso, el grupo de A. A. del hospital nunca ten-
drá miembros duraderos, y todas las reuniones deberán ser condu-
cidas por miembros de A.A. de fuera. En el segundo caso, los pa-
cientes de permanencias más largas pueden y deben dirigir sus pro-
pios grupos dP. A. A. incluyendo sus reuniones, al igual que cual-
quier otro grupo de A.A.
Algunas Precauciones.
En las primeras etapas de formación de un nuevo grupo de
hospiial, es conveniente, tanto para los administradores del hospital
como para los miembros de A.A., recordar lo que A.A. puede ha-
cer e, igualmente importante, lo que no puede hacer. Porque no to-
do el mundo se percata de que A. A. no tiene una organización for-
mal. Es -hay que enfatizarlo- estrictamente una comunidad de
alcohólicos, no profesionales, cuyo trabajo es efectuado por sus pro-
pios miembros voluntarios.
Por otra parte, casi no hay límite para la cooperac1on que los
miembros individuales de A.A. generalmente están dispuestos a dar
. a otros que también se dedican a rehabilitar alcohólicos. Y, al tra-
bajar con los hospitales o cualesquiera otras instituciones o servicios
para los alcohólicos, la Comunidad de A.A. solo pide que se cumpla
con sus Tradiciones.
-· 10 -
Responsabilidades.
Generalmente, el director del hospital nombra a uno o más in-
dividuos -un médico del hospital y/o una enfermera- para que se
hagan responsables del nuevo grupo de A.A. Con la autorización
del director, ellos determinan las condiciones bajo las cuales habrá
de funcionar el grupo, incluyendo todas las restricciones necesarias.
Ellos habrán de decidir cuándo y dónde se deberán celebrar las reu-
niones, incluyendo las precauciones que determinen acerca de cómo
y · cuándo los miembros de A.A. de fuera deban ser admitidos para
participar en las actividades del grupo.
- 11 -
pero, en todos los casos parece ser conveniente coordina1; comités
activos, cuyos miembros se percaten plenamente tanto de las necési-
dades como de las oportunidades. involucradas en el trabajo efectua-
do en este ramo. ·· ·
SESION DE PLANEACION
Una vez que todos los asuntos preliminares han quedado esta-
blecidos y que se han for¡nulado y comprendido · todas las "reglas
fundam.entales", solo resta desarrollar el plan exacto que parezca
ser el _más aµecuado para las necesidades de cada hospital en lo par-
ticular y sus pacientes, y que el grupo o grupos locales puedan pro-
porcionar.
-12-
Sin embargo, algunas pautas pueden ser útiles. La experien-
cia ha demostrado que la mejor forma de ayudar a un nuevo grupo
en un hospital para que desarrolle su propio destino es la de expo-
ner los métodos efectivos utilizados por los grupos existentes den-
tro de los hospitales de todos tipo y tamaños. Al utilizar estos pa-
trones, generalmente es fácil para el nuevo grupo tomar un poco de
aquí y un poco d e allá, y finalmente desarrollar su propia conser-
vación, en forma adecuada.
EJEMPLOS
-13 -
EJEMPLO No. 1
-14-
EJEMPLO No. 2
-15 -
Nuestra experiencia ha demostrado que este procedimiento lo-
gra varias cosas: Mantiene a la reunión despejada de los curiosos;
elimina a los pacientes que están enfermos a tal grado que podrían
molestar a los demás; y tiene la ventaja de introducir a los alcohóli-
cos a un tipo más normal de reunión de A. A.
EJEMPLO No. 3
-16-
EJEMPLO No. 4
Los pacientes dentro del centro trabajan con los alcohólicos re-
cién ingresados. Se permite la entrada a los visitantes de A. A. en-
- 17 -
tre las 10:00 a.m. y las 8:00 p.m. A los parientes y otros visitantes
se les permite entrar al centro durante las horas regulares de visita
del hospital. Ocasionalmente van de visita pacientes que con ante-
rioridad estuvieron internados allí.
EJEMPLO No. 5
-18-
EJEMPLO No. 6
- 19 --
La informalidad es el principio fundamental de toda actividad
en el rancho, incluyendo el patrocinio . El único requisito es la pron-
titud en la asistencia a las comidas. A los miembros se les insta a
que asistan a un breve servicio matinal en la capilla; ésta, desde
luego, no tiene denominación alguna, Se recomienda también la
simplicidad en el vestir.
EJEMPLO No. 7
-20-
El · método de contacto con los pacientes puede ser sencillo. El
doctor, al entrevistar a los pacientes al ser admitidos, determina s+
el paciente tiene o no problemas con la bebida. Si los tiene, se le
!pregunta al paciente si desea entrar en contacto con A . A. De se~
~í, su nombre es fijado én · el puesto de enfermería. Ningún pacien~
te es entrevistado por, lqs miembros de A.A., a menos que haya ex-J
~resado un deseo de ·que así sea.
¡
Cuando el paciente es dado de alta, las tarjetas son r .e visadad
¡POr el presidente (coordinador) de .esa noche. Si el paciente ha ex~
presado un deseo de ir a las reuniones celebradas fuera d'el hospita11
se hace un volante de remisión para la oficina intergrupal central¡
~ fin de que allí sigan el caso.
'i
-21-
UNA LISTA TIPICA O.E LO
QUE DEBE Y NO DEBE HACERSE
-22 -
EL GRUPO DE HOSPITAL
SEMI PERMANENTE
- 23 -
EVALUACION DE ·A. A. SEGUN LOS
ADMINISTRADORES DE LOS HOSPITALES
-24-
"Los Voluntarios de A . A., Rec01·sos Valiosos".
". . . En los muchos años que A. A. ha venido siguiendo un
programa activo aquí en este hospital, me ha impresionado la bon-
dad de este programa para el enfermo alcohólico. Al principio, la
mayoría de los pacientes alcohólicos tienen problemas que requie-
ren la atención médica . Sin embargo, las necesidades de su rehabi-
litación social están enlazadas con la comunidad de fuera.
- 25 -
"A ceptac1on
. , d e A . A . como Soc10
. p·Ieno" .
"A . A . T rata.miento
. U nico,
. . Espec1"fico" .
Comp1ementano
-27-
"La Unidad de A .A. Un Exito Sobresaliente".
Superintendente, sanatorio.
". . . Durante un tiempo que llega ahora a los dos años, hemos
tenido una reunión semanal del grupo de Alcohólicos Anónimos
dentro del hospital, y ciertamente hemos encontrado que éstas han
sido sumamente útiles en el tratamiento de los pacientes admitidos
por causa de esta enfermedad .
-28-
DOCE TRADICIONES
DE ALCOHOLICOS ANONIMOS
l. Nuestro bienestar común d,e bc tener la preferencia; el restable-
cimiento personal depende de la unidad de A. A .
2. Para el propósito de nuestro grupo solo existe una autoridad
fundamental: un Dios bondadoso que se manifiesta en la con-
ciencia de nuestro grupo. Nuestros líderes no son más que fie-
les servidores; no gobiernan .
3. El único requisito para ser miembro de A.A. es el querer dejar
de beber.
4. Todo grupo debe ser autónomo, excepto en asuntos que afecten
otros grupos o a A.A., considerada como un todo.
5. Cada grupo tiene un solo objetivo: llevarle el mensaje al alco-
hólico que aún está sufriendo.
I}. Un grupo de A. A. nunca debe respaldar, financiar o prestar el
nombre de A.A. a ninguna entidad allegada o empresa ajena
para evitar que problemas de dinero, propiedad y prestigio nos
desvíen de nuestro objetivo primordial.
7. Todo grupo de A. A. debe mantenerse a sí mismo, negándose a
recibir contribuciones de afuera.
8. A.A. nunca tendrá carácter profesional, pero nuestros centros
de servicios pueden emplear trabajadores especiales.
9. A. A . como tal, nunca debe ser organizada; pero podemos crear
juntas de servicios o comités que sean directamente responsables
ante aquellos a quienes sirven.
10. A.A. no tiene opinión acerca de asuntos ajenos a sus activida-
des; por consiguiente su nombre nunca debe mezclarse en polé-
micas públicas.
11 . Nuestra política de relaciones públicas se basa más bien en la
atracción que en la promoción; debemos mantener siempre
nuestro anonimato personal ante la prensa, la radio, la televi-
sión y el cine.
12. El anonimato es la base espiritual de nuestras Tradiciones re-
cordándonos siempre que debemos anteponer los principios a las
personas.
- 29 -
PUBLICACIONES · DE A .A.
Aprobadas por la Conferencia
-30-
YO SOY RESPONSABLE.
Cuando cualquiera dondequiera,
extienda su mano pidiendo ayuda,
quiero que la mano de A.A. esté siempre allí
y por esto .. .
YO SOY RESPONSABLE.
COMO CRECE
lNTRODUCCION
Los Doce Pasos sugeridos por el Primer Legado son las entrañas
del programa de A. A.:
-5-
El programa de A. A . descrito en el texto básico, "Alcohólicos
Anónimos", es esencialmente un programa sencillo. Los Doce Pasos
son sencillos, raramente muy düíciles para el hombre o mujer que
honradamente desea dejar la bebida.
-6-
7. To.do grupo de A. A. debe mantenerse a sí mismo, negándose a
recibir contribuciones de afuera.
8. A. A. nunca tendrá carácter profesional, pero nuestros, centros de
servicios pueden emplear trabajadores especiales.
9. A. A. como tal, nunca debe ser organizada; pero podemos crear
juntas de servicios o comités que sean directamente responsables
ante aquellos a quienes sirven.
-7
EL GRUPO LOCAL
- 8-
el recién llegado es la certeza de que su identidad no será revelada,
Sin embargo, entre nosotros mismos pronlo perdemos el temor al es-
tigma - y al aplicar el Paso Noveno la mayoría da a conocer su re-
cuperaci6n a sus amigos y asociados.
A. A. nunca busca la publicidad para glorificar el programa, los
Grupos, o sus miembros. Sin embargo, si nuestra comunidad tiene
una buena idea acerca de A. A. y comprende cómo funciona, nues-
tro grupo puede atraer a muchos que necesitan -y desean- ayuda
para su problema de la bebida. Así que, una buena información pú-
blica * es importante para nuestro grupo y para nosotros cwno indi-
viduos. Por lo tanto, se puede dar información acerca de la disponi-
bilidad de A. A. en pequeños avisos pagados en el peródico local
-en la guía telefónica- y usando Reuniones Públicas ocasionalmen-
te.••
El sostenimiento de un nuevo grupo por grupos más antiguos de
áreas cercanas puede ser de gran ayuda . Muchos grupos nuevos se
esfuerzan particularmente en alentar visitas de otros grupos.
Oficialmente los Grupos nuevos tienen sus problemas. La así~
tencia a las reuniones decae. Se producen diferencias personales. Las
finanzas pueden ser un probfema. La mayoría de los Grupos sobre-
vive cuando vuelven a dedicar sus esfuerzos solamente al propósito
primordial del Grnpo A. A. el cual es, llevar el mensaje.
-9-
e) Se sirven refrescos .
f ) se presupuestan las finanzas .
g) se mantiene el contacto entre los grupos con los comités centrales
de servicio y con la Oficina de Servicios Generales .
Se necesitan personas para poder efectuar estas tareas. En A .A.
son ros "Servidores" de confianza del Grupo los que efectúan e~tos
trabajos, no los "gobernantes". Se eligen por simple mayorfa en reu-
niones sobre estos asuntos.
Los Grupos de A. A. individuales tienen muchas maneras de
manejar sus asuntos con un mínimum de organización . Por ejemplo,
un grupo típico puede tener los siguientes servidores de confianza:
Presidente del Grupo.
Tesorero.
Secretario.
Presidente de Programas.
Presidente del Comité de Refrescos.
Representante Intergrupal o del Comité Central (en áreas donde
aquellas oficinas de servicio existen) .
EL COMITE ORGANIZADOR
- 10 -
EL SECRETARIO DEL GRUPO
- 11 -
LAS FINANZAS DEL GRUPO
El Tesorero del Grupo
-12-
Rotación de Servicios
- 13
5. El coordinador hace un breve resumen de la reunión y concluye
invitando a todoS' a unirse en el rezo del Padre Nuestro. En algu-
¡unos lugares se prefiere concluír con la Oración de Ta Serenidad.
Casinos y Clubes
- 14 -
ponsabilidad. La distinción es importante. Alcohólicos Anónimos
existe como una Asociación solamente para que aquellos que lo bus-
can dispongan de un programa y una forma de vida que ha permitido
a muchos miles vivir sin alcohor. A. A. no es propiamene una orga-
nización social .
-15-
Además de los funcionarios necesarios, Presidente, Tesorero, Se-
cretario, etc., un Comité Directivo o Consejo generalmente incluye un
Presidente del Comité con responsabilidades especiales de servicio ta-
Tes como Información Pública e Institucional.
En la mayoría de las áreas, un grupo local se puede afiliar con
un lntergrupo u Oficina Central sólo con dar u entender su deseo de
ello y nombrando un Representante. La participación financiera es
voluntaria y no es una condición para ser miembro. Cada grupo tie-
ne sófo un voto en lai; reuniones trimestrales de los Intergrupos .
- 16 -
La Conferencia de Servicios Generales de Tos Estados Unidos y
Canadá está compuesta de Delegados de todos los Estados y Provin-
cias más todos los directores y personal de la Oficina de Servicios Ge-
nerales . En sus reuniones anuales decide sobre asuntos <Je política y
tiene el derecho de aprobación de los Custodios que forman la Junta
de Servicios Generales. La Conferencia es fa "Voz de A.A."; es el
medio práctico por el cual puede hablar la conciencia_de los Grupos
de A.A.
El A. A . Grapevine
EN CONCLUSION
- 17 -
PUBLICACIONES DE A.A.
Aprobadas por la Conferencia
YO SOY RESPONSABLE.
Cuando cualquiera dondequiera,
extienda su mano pidiendo ayuda,
quiero que la mano de A.A. esté siempre alli
y por esto ..
YO SOY RESPONSABLE
ESTO ES INTERGRUPOS
INTERGRUPOS Y LA EXPERIENCIA COMUN
3
2) La Oficina.- La Oficina Central deberá mantener una oficina con-
venientemente localizada en la cual trabajadores voluntarios, y/o
empleados bajo salario estén disponibles para ayudar a los alcohólicos que
así lo soliciten.
a) Hacer los necesarios arreglos para los oradores de A.A. que sean soli-
tados por grupos o entidades no-alcohólicas. (Un folleto, "hablando en
reuniones de no-alcohólicos", está disponible en la G. S. O. Es una infor-
mación recopilada para oradores de acuerdo con la experiencia de A.A.)
4
Un medio de desempeñar esta función consiste en asignarle esta res-
ponsabilidad de contactos para publicidad a un comité de información pú-
blica. Un grupo de folletos sobre este asunto está disponible en la G.S.0.
Nosotros tenemos registrados a todos los comités de información pública y
se les envía material referente a este tema.
5) A.A. en instituciones. La Oficina Central puede mantener contac-
' to con grupos locales en prisiones y hospitales ofreciendo literatu-
ra, apadrinamiento, y también preparando reuniones en instituciones don-
de se envíen oradores de A.A. Para este· propósito -puede haber un comité
institucional.
6) Listas de Reuniones. Con alguna regularidad, la Oficina ~entral
puede publicar y distribuír listas al día de las reuniones que gru.
pos celebran en el área, así como otras informaciones referentes a servicios
locales de A.A.
Un Buen Comienzo
Al igual que muchos otros proyectos en A.A., las oficinas centrales
pueden a veces fallar, cuando son empezadas impulsivamente y estableci-
das con excesiva prisa. Las tristes experiencias ocurridas en algunos casos
anteriores han sentado el precedente de que algunas preguntas deberán ser
formuladas antes de que la Oficina Central sea abierta.
Una pregunta, por ejemplo, concierne a la necesidad actual de tener
una Oficina Central en el área. Se tiene el suficiente número de grupos co-
mo para justificar la apertura de una Oficina Central? -Son estos grupos
capaces de costear o contribuír a los gastos de la Oficina?- Han sido con-
sultados estos grupos a fin de saber si están de acuerdo en que dicha ofi-
cina contribuirá a servir sus necesidades? Contribuirán estos grupos econó-
micamente, y cooperarán con las metas y propósitos de la oficina?
Otras preguntas que deberán hacerse conciernen a la localización de
la Oficina Central y al personal que se necesitará para atender la misma.
Algunas veces, en este período inicial resulta tentador acceder a los ofre-
.cimientos hechos . por entidades gubernamentales o privadas de proporcio-
nar un local módico o gratis. Muchas veces se considera que ayudaría a los
5
gastos iniciales, pero debe considerarse que si el aceptar este ofrecimien-
to indica que esta oficina pueda perder su absoluta independencia, o apa-
recer a la vista del público como si estuviera vinculada a otras entidades,
entonces es preferible no aprovechar esta ventaja.
Si los r ecursos lo permiten, una localización accesible y céntrica para
la oficina es preferible. En cuanto el espacio de la oficina, se recomienda
tener en cuenta que en un futuro es probable que la oficina necesite agran-
darse, y por consiguiente se necesitarán más habitaciones. Es por esto que
se debe tener en cuenta a la hora de alquilar un local, que en éste existan
habitaciones adicionales por si más adelante se decide tomarlas. Debe te-
nerse en cuenta el espacio que hace falta para el trabajo de mimeógrafo
y envíos por correo, el espacio necesario para celebrar las reuniones de
los miembros de comités, y espacio para atender a los recién llegados.
Comenzando el Trabajo
Una vez que estas cuestiones preliminares han sido atendidas propia-
mente, ya puede comenzarse el trabajo formal de organización. A conti-
nuación se sugiere un plan que ha dado resultado en muchas áreas.
Se le pedirá a cada grupo en el área que envíe un delegado y un de-
legado alterno a una reunión especial para formar un comité de la Ofici-
na Central. En áreas sumamente populosas se hace nec_esario a veces di-
vidir los grupos en zonas, con un solo delegado por cada zona que servi-
rá a ·varios gr-upos. Una vez formado, el comité asume la responsabilidad
del proyecto y presenta sus metas y propósitos a los grupos participantes
para su aprobación. Estos puntos son importantes:
6
6.-Asegurar que la Oficina Central operará de acuerdo con las Doce Tra-
diciones de A.A.
Aunque los prin cipios referentes a los empleados asalariados son bien '
conocidos ahora en A.A., es recomendable revisar la Tradición Octava de
A.A. cuando se va a inaugurar una nueva oficina. Como bien dice la men-
cionada Tradición Octava: "Alcohólicos Anónimos deberá permanecer pa-
ra siempr e no-profesional, pero nuestros Centros de Servicio pueden em-
plear trabajadores especializados". Nosotros podemos emplear alcohólicos,
pues ellos sienten más compasión· y comprensión hacia este tipo de t rabajo,
pero por el hecho de que sean alcohólicos no se les debe pagar un salario
más bajo que el que recibirían en otro empleo. Si se decide tomar un em-
pleado alcohólico para todo el día debe ofrecérsele un salario adecuado
-no como alcohólico- sino como un empleado de la Oficina Central.
Bill W. escribe acerca de los empleados bajo salario en "Doce Concep-
t os para Servicios Mundiales" lo siguiente: "Creemos que cada ejecutivo
!miembro del Staff o consultor deberá ser recompensado económicamente
en relación lógica al valor que sus servicios tengan en el mundo comercial''.
La rotación entre los trabajadores asalariados del Staff se discute tam-
bién en "los Doce Conceptos" y en el mismo se sugiere que cuando hay
más de un trabajador asalariado la rotación de servicios ofrece seguridad
y continuidad en una oficina. Es práctico que cada empleado sepa ejecu-
7
tar los distintos trabajos de la Oficina. En este caso ya no se le pagará un
salario por sus habilidades especiales y determinadas sino por el tiempo
que consume en la Oficina.
2) Reuniones del Comité Directivo. Deberán ser realizadas con frecu en-
cia, a fin de disponer de los problemas de más interés e importancia.
3) Después de las horas que cierra la Oficina un servicio telefónico de-
berá ser instalado -éste se debe escoger cuidadosamente con la finalidad
de que se ocupe de recibir las llamadas.
8
Afrontando Responsabilidades Económicas
Por su propia naturaleza, una oficina de servicio requiere ciertos com-
promisos económicos diferentes a aquellos inherentes a la operación de un
grupo de A.A. Por ejemplo, el local de la Oficina deberá ser alquilado, un
secreta1'io deberá ser contratado y empleado, con un salario, deberán com-
prarse efectos y material para la Oficina, y el teléfono tendrá que pagarse
regularmente. En fin, que todas las actividades y detalles son de carácter
más serio, lo mismo que si se estuviese dirigiendo una empresa de carác-
ter comercial, A fin de llevar a efecto estas responsabilidades con eficacia,
se ha observado que resulta muy ventajoso utilizar un sitio especial tal
como una oficina de servicio donde se ventilan las materias de dirección
·o dinero.
Puesto que las condiciones locales y las leyes estatales varían, se reco-
mienda que se consulte un abogado del país en lo que concierne a la for-
ma de llevar a cabo los pasos legales de la organización. Los siguientes
puntos deberán enfatizarse: si es posible, eliminen el nombre de "Alcohó-
licos Anónimos" del título de la organización. (Este nombre deberá ser la
exclusiva propiedad de A.A. como un conjunto). Limiten las actividades
de la' organización a una localidad solamente.
Los gastos crean una necesidad de responsabilidad económica que de-
be ser discutida y xeconocida en un principio; y si esta . responsabilidad
queda plenamente aceptada y reconocida desde un principio nunca llega-
rá a convertirse en fuente de problema.
A continuación se detallar án varios métodos de financiar .la Oficina
Central:
1) El Sistema de Compromiso o Garantía: Cada grupo en el área se com-
promete a contribuir con una determinada cantidad pagada periódica-
mente para el mantenimiento de la Oficina Central, Esto garantiza a la
Oficina Central la entrada periódica de fondos que asegure su manteni-
miento, y contribuye a que la Oficina planee la mejor forma de cumplir
sus obligaciones.
No obstante, hay grupos de A.A. que ocasionalmente rehusan ayudar
económicamente al mantenimiento de la Oficina. En . estos casos, el espíri-
tu de cooperación que prevalece en todo el mundo de A.A. deberá también
caracterizar la colecta de fondos para la Oficina Central. Si hay grupos que
no desean o que no pueden contribuír con su aporte monetario a los gas-
tos de la Oficina, ésta no deberá por ésto negar sus servicios a los mismos.
·2) Venta de Literatura. Muchas oficinas de servicio publican sus propias
listas d e reuniones de Grupos-o también producen algunos folletos en
los cuales se explica lo que es A.A. para beneficio de los alcohólicos de sus
áreas. Los mismos se pueden vender a un precio que permita una ligera
ganancia para ayudar a los gastos de la Oficina.
9
3) Colectas de Grupos: Los grupos de A.A. que contribuyen a los gastos
de mantenimiento de la Oficina pueden acordar que sus contribuciones
serán entregadas en forma regular o periódica.
4) Contribuciones Especiales: Algunos Grupos proveen unas cajas o al-
cancías que son colocadas en lugares convenientes durante las reu-
niones, a fin de invitar a los miembros a contribuír. Así mismo, los miem-
bros pueden, individualmente, comprometerse a enviar. directamente sus
contribuciones a la Oficina Central, teniendo siempre en cuenta, sin em-
bargo, que tales contribuciones deberán ser moderadas y de acuerdo con
los principios de A.A.
5) Promociones y Eventos: Algunas oficinas de Servicio hacen periódicas
promociones para recaudar fondos. Otras celebran banquetes anuales,
convenciones y eventos similares, utilizando las ganancias para mantener
la Oficina.
10
la G. S. O. en vez de tener a los lntergrupos u Oficinas Centrales como
intermediarios. Este contacto no es sustituto de los servicios prestados por
una Oficina Central de servicio local, pero ésto permite a la G. S. O. el
mantenerse en estrecho contacto con todos los Grupos.
Existen, sin embargo, algunas importantes áreas de interés en los cua-
les el contacto entre la G. S. O. y la Oficina Central no es tan solo desea-
ble, sino necesario. Algunas Oficinas Centrales desean recibir tarjetas de
registro a fin de inscribir en nuestra G. S. O. los nuevos grupos tan pron-
to estén formados. Estas tarjetas están disponibles y pueden solicitarlas.
Es también muy conveniente para la G. S. O. el recibir listas de las
direcciones de los Grupos del área periódicamente. En caso de que estas
listas no sean preparadas la Oficina Central puede contribuír al mejora-
miento de los servicios de A. A. al enviarnos todo cambio de dirección o
nombre de los Grupos de su área, así mismo como la creación de nuevos.
Nosotros siempre tratamos de recibir esta información directamente de los
Grupos, pero ésto nunca se consigue cabalmente. Por lo tanto, esta infor-
mación al dia proveniente de las Oficinas Centrales ayuda a la G. S. O.
a mantener contacto con los Grupos.
De igual forma la G. S. O. trata también de mantener las Oficinas Cen-
trales bien informadas. Se acostumbra enviar dos copias del Boletín "Ex-
change Bulletín" de la G. S. O. y otros envíos de material diverso, así co-
mo también, dos copias del Directorio Mundial a todas las Oficinas Cen-
trales, o más cantidad de copias si así lo desean, La G. S. O. mantiene un
récord de todas las Oficinas Centrales y trata de ayudarlas tanto como sea.
posible.
Buena Suerte
EspDramos que las sugerencias o indicaciones anteriormente expuestas
contribtrrán a hacer de su Oficina Central una provechosa adquisición pa-
ra las actividades de A.A. en su área. Como ya señalamos anteriormente,
éstas son solo sugerencias, ya que el espíritu de cooperación que respalde
a la Oficina Central es lo que realmente determinará su éxito.
Sería muy conveniente que nos enviaran más información acerca de
su Oficina Central una vez que esté formada. Esto nos permitirá compar-
tir sus experiencias con otros y nos ayudará a mejorar nuestros propios
conceptos acerca del más eficaz funcionamiento de nuestras oficinas de
servicios. Una tarjeta se le adjuntará con este fin. Esperamos les sea po-
sible llenarla y enviárnosla a vuelta de correo tan pronto su oficina esté
ya operando.
Entre tanto, nuestros mejores deseos para ustedes. Confiamos que su
Oficina Central se convertirá en un magnífico instrumento de la actividad
de A.A.
,
SUGERENCIAS PARA~ INICIAeION
Y FUNCIONAMIENTO DE LOS GIWJOI
Título en inglés:
THE A.A. GROUP
COPYRIGHT 1965
Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Estados Unidos de América
468 Park Avenue South
New York, N.Y. 10016
A medida que A.A. crece y es más requerida su ayuda por parte de los
alcohólicos, procuramos hacer todo lo necesario dentro de un mfnimo
de organización.
Este folleto trata de ayudar sin imponerle a nadie lo que tiene que ha-
cer. Pero ofrece a los recién /legados, a los nuevos servidores y a cualquier
A.A. interesado, los mejores medios aconsejados por la experiencia logra-
da en otros grupos para "mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohó-
licos a alcanzar el estado de sobriedad".
- 3-
En tonces, este folle to viene a ser una recop ilación de sugerencias en-
tresacadas de la ex periencia universal de A.A. , encaminado a mantener
bien informados a los miembros de los grupos.
-4 -
Como se hacen las cosas en A. A.
EN SU GRUPO
* Se programan éstas.
- 5 -
Son medios para "llevar el mensaje". Son formas del trabajo del XII
Paso que realiza un miembro de A.A. con el fin primordial de ayudarse
as/ mismo a su recuperación.
Los Grupos tienen muchos medios para asegurarse de que los servicios
necesarios, se están realizando con un mínimo de organización. Por ejem-
plo, un Grupo típico puede tener los siguientes trabajadores:
- 6 -
En algunos Grupos los Servidores (Coordinador, Secretario, Tesorero)
conforman automáticamente el Comité Directivo. Algunas veces los Ser-
vidores antiguos son buenos miembros de este Comité debido a su expe-
riencia.
Como otros Servidores del Grupo, deberá contar con algún tiempo de
abstención. Deberá haber tenido experiencias anteriores de servicio en el
Grupo, antes de desempeñar este cargo. Al menos, muchos Grupos se han
dado cuenta de que esto es lo más indicado.
-7 -
Mientras mejor informado esté un Presidente o cualquier otro Servi-
dor del Grupo acerca de A A., mejores serán los resultados de sus funcio-
nes como tal. Si mantiene en mente la Primera Tradición, y ayuda a que
el Grupo se mantenga alerta sobre la observancia de todas las Tradicio-
nes, probablemente se dará cuenta de que su propio bienestar prospera-
rá al mismo tiempo que el del Grupo al cual sirve.
-8 -
* Compartir con otros miembros del Grupo la correspondencia prove-
niente de la Oficina Central o de lntergrupos, a no ser que esta labor
sea realizada por el representante del lntergrupo.
* Proporcionarle la máxima seguridad a los archivos del Grupo.
* Asegurarse de que la Oficina Central o local o de lntergrupo, o la Ofi-
cina de Servicios Generales, estén enteradas de cualquier cambio en
las direcciones, lugar de reuniones, nuevos Servidores, etc. (El Repre-
sentante del lntergrupo o el de Servicios Generales pueden encargarse
de este trabajo, pero el Secretario deberá recordárselo).
* Hacer cualquier otro trabajo que sea necesario.
-9 -
Los fondos del Grupo se destinan usualmente para servicios como:
- 11 -
po acerca de las actividades locales de Servicios Generales, y representa
a su Grupo en las Asambleas de Servicios Generales, que se efectúen en el
respectivo departamento, estado o provincia. En estas Asambleas com-
parte las experiencias de los otros Representantes de Servicios Generales
y a ellos los hace partícipes de las suyas, y, además, ayuda a escoger al
Delegado que va a representar a la Provincia en la Conferencia Anual.
Con frecuencia se dará usted cuenta de que uno de ellos podrá decirle
cómo solucionó su Grupo un problema la semana pasada, que ahora se
presenta en el Grupo a que usted pertenece.
9. - Por qué son más populares algunos trabajos de A.A. qué otros?
- 12 -
Pararse frente a sus amigos, mes tras mes, parn recordarles las respon-
sabilidades del Grupo respecto a otros Grupos y a otros alcohólicos de
otras zonas, no es ni muy divertido ni constituye un camino fácil para al-
ca1uar la popularidad. Como puede corroborarlo cualquiera que haya de-
sempeñado estos trabajos, al tercer recordatorio de que "todavía no se ha
pagado el alquiler de la Oficina Central o Intergrupos" o de que "todavía
no tenemos suficientes oradores, para instituciones", o de que "todavía
no podemos ayudar a "llevar el mensaje" a aquellos que no lo conocen,
ayudando a sostener la Oficina de Servicios Generales", siempre se escu-
charán quejas. Aquellos que protestan porque Ud. trata de hacer su tra-
bajo, podrán ser los más bullosos. Pero Ud. podrá contar con la concien-
cia del Grupo la cual estará serenamente a su lado.
"Cada Grupo debe ser autónomo", dice nuestrai 4a. Tradición, "ex-
cepto en asuntos que afecten a otros Grupos o los A.A. considerados co-
mo un todo". Por lo tanto, un Grupo puede celebrar prácticamente cual-
quier tipo de reunión que desee. Los tipos de reunión más comunes son:
- 13 -
cómo dividir el Grupo en varias secciones cuando la concurrencia sea
muy numerosa; cómo darle a todos los asistentes oportunidades de parti-
cipar; cómo evitar alegatos; cómo pueden ser de gran ayuda las preguntas
escritas anónimas; cómo darle ánimos a las personas tímidas; cómo colo-
car los asientos de modo que los miembros se vean las caras, estimulando
así las discusiones, y muchas otras.
- 14 -
"DE NEGOCIOS": Varias veces al año algunos Grupos celebran reu-
niones especiales, y totalmente independientes de las demás, en las cuales
los Servidores del Grupo informan a éste acerca del progreso de su tra-
bajo y, (Véase la 2a. Tradición), reciben orientación del Grupo para el
futuro. Con frecuencia, los nuevos Servidores son elegidos en estas reu-
niones.
No existe ningún tipo, forma o ceremonia que sea "el mejor" para la
celebración de una reunión de A.A., pero algunos dan mejores resulta-
dos que otros. Generalmente nos acogemos a las costumbres de la región.
El Presidente del Grupo, usualmente, declara abierta la reunión con algu-
nas observaciones antes de presentar al Coordinador de la reunión, guar-
dando su anonimato por supuesto. Si algún orador de A.A. decide em-
plear su nombre completo es asunto suyo, pero nadie tiene derecho a re-
velar el nombre completo o la identidad de otro miembro, ni siquiera en
una reunión de A.A. Algunos Coordinadores leen el "Preámbulo" que
aparece en la contracarátula de este folleto y del Grapevine. Otros piden
un minuto de silencio o recitan la Oración de la Serenidad. ¡\lgunos leen
parte del Capítulo III ("Algo más sobre el alcoholismo") o <lel Capítulo
V, del libro "Alcohólicos Anónimos" ("Cómo trabaja el programa"). En
otros lugares se leen los Doce Pasos y las Doce Tradiciones. Si estas lec-
turas son hechas por distintas personas en tiempos diferentes, los asis-
tentes sentirán que están haciendo parte de la vida del Grupo.
- 15 -
Grupos les gusta exhibir películas y diapositivas, y los Representantes
de lntergrupo, Instituciones, o Conferencia de Servicios Generales, etc.
pueden celebrar reuniones basadas en esos respectivos Servicios de A.A.
Los miembros de A.A. generalmente agradecen el hecho de que se les
mantenga bien informados.
El mejor medio para evitar dilaciones y situaciones embarazosas (no
utilizar los nombres completos de los miembros, por supuesto) es el de
programar por escrito la respectiva reunión. Las llamadas y las notas ten-
dientes a confirmar compromisos o a agradecer a los oradores invitados,
tienen un carácter de simple fórmula de cortesía.
- 16 -
Es justo que dichas labores sean intercambiadas entre todos los miem-
bros del grupo, con el fin de que nin.guno llegue a creer que se están apro-
vechando de él, o de que queda "completamente a cargo" de la respectiva
labor.
Los Grupos que mayores éxitos han tenido dentro de las diferentes
Instituciones generalmente han seguido en lo posible los procedimientos
de los Grupos "externos", adaptándolos en cuanto fuera necesario, pero
tratando siempre de usar los mismos principios.
Como quiera que los miembros de A.A. se han preguntado "De qué
manera podríamos servirles?" -tanto a los alcohólicos institucionalizados
como al personal de trabajadores de esas instituciones- , los A.A. han po-
dido ayudar a muchos alcohólicos recluídos .en cárceles, prisiones, clíni-
cas, hospitales, sanatorios y casas de reposo.
Pero si los A.A. adoptan una actitud de "nosotros somos los exper-
tos", puede suceder que el personal de las Instituciones no sientan nin-
guna amistad hacia A.A., y esto puede privar a muchos alcohólicos de su
oportunidad para ingresar al programa de recuperación de A.A.
- 17 -
2) Suministrando literatura de A A. a los alcohólicos de las instituciones
(especialmente folletos de A.A . suscripciones de "The Grapevine".
del Boletín de A.A, etc.).
Los servidores del Grupo son elegidos generalmente por los miembros
de aquél para períodos limitados de servicios (-un mes, seis meses, un
- 18
año, etc.-). En algunos Grupos un Comité de Rotación o Directivo, o
Consejo del Grupo, nombra periódicamente a los _jefes de los diversos
trabajos. En otros Grupos, se celebran elecciones regulares. Un comité de
nominación (tal vez el Comité Directivo) o el Consejo del Grupo puede
sugerir cuáles miembros podrían ser buenos Servidores, y una simple ma-
yoría define la elección. Para una votación no prefabricada o política,
el Grupo puede utilizar el procedimiento sugerido en la página (46) del
Manual del Tercer Legado.
- 19-
bién puede ser verdaderamente un paso hacia adelante - un paso hacia
la humidad, que, para muchas personas, constituye la esencia espiritual
del anonimato.
- 20 -
La mayoría de los Grupos saben ya que los alcohólicos no podrán lle-
gar hasta ellos a solicitar ayuda a menos de que sepan donde queda A.A.
Los Grupos emplean muchas técnicas para este propósito.
Algunas veces un pequeño aviso que diga: "Reunión de A.A. esta no-
che", colocado en la puerta del lugar de reuniones, puede indicar el ca-
mino. Desde los primeros días de A.A. se han empleado efectivamente
pequeños avisos en los periódicos o cuñas radiales. La inclusión de A.A.
en el directorio telefónico también ha demostrado ser un medio excelen-
te. Las reuniones públicas también sirven para llevar el mensaje -espe-
cialmente cuando un Grupo está interesado en atraer nuevos miembros;
en decirle "Gracias" a los viejos amigos de la comunidad; y en ayudarle a
todos los alcohólicos que sufren, bien sea que pertenezcan, o no, a A.A.
- 21 -
Grupos se imprime con la dirección de la Oficina Central o lntergrupos
y s11 número de teléfono.
Con frecuencia, los problemas de un grupo no son otra cosa que sim-
ples malentendidos que se presentan fácilmente en las discusiones. O que
algunos mienbros tratan de cambiar las opiniones o el comportamiento
de otros.
Puede ser que dos personas quieren decir algo diferente con las mis-
mas palabras. O, también, que los miembros están de acuerdo respecto a
un objetivo pero simplemente tienen opiniones diferentes con relación
a la manera de alcanzarlo. En algunas ocasiones los problemas de Grupos
o de las Oficinas Centrales o lntergrnpos se refieren a un honesto desa-
-- 23 -
cuerdo, entre dos miembros sinceros y bien intencionados. Ellos de todo
corazón, están deseando lo mejor para su Grupo, pero pueden diferir
en cuanto a quienes pueden desempeñar mejor un trabajo de servicios en
A.A. o cuál método se debe emplear, o qué individuo tiene la fortaleza
"recta" para desempeñar un puesto.
- 24-
Llevar continuamente el mensaje de A.A. a otros alcohólicos que
quieren y necesitan ayuda, es el principal medio para fortalecer nuestra
propia sobriedad. Mientras más fuertes y mejores portadores del mensa-
je sean los Grupos, y mientras más Grupos existan, mejor será la ayuda
que prestemos a los demás ... y a nosotros mismos.
- 25 -
El hecho de entregarle a estas personas los libros de A.A., algunos de
los folletos y la revista "Grapevine" o el Boletín de A.A. puede producir
maravillosos efectos. Lo mismo pueden lograr unas cuantas palabras ama-
bles. Y no solamente con esas personas, sino que también es muy útil ha-
cerlo con los directores de los periódicos y de las emisoras locales de ra-
dio y T.V. Eso sí, no deben pedírseles favores, y desde el principio debe
establecerse la importancia del principio de A.A. respecto al anonimato
público.
- 26 -
23. Cuando estoy "rompiendo mi anonimato" NO f'~ una violación
de Anonimato?
No, generalmente.
Por esta razón, a los que tienen problemas con su manera de beber,
a los que se sienten avergonzados y culpables de ella, a los que tienen
miedo de que la demás gente se dé cuenta, les decimos: "Ingresen. En-
tendemos su situación porque nosotros también la hemos atravesado.
Trataremos de ayudarles, y les prometemos el privado refugio del anoni-
mato".
- 27 -
Nunca colocamos "A.A." en los sobres enviados por correo. Omiti-
mos los apellidos y otros títulos identificadores en el material que ha
de ser colocado en las carteleras de A.A., o en los programas impresos
que pueden ser conocidos por el público. Los programas de televisión
y las fotografías noticiosas no muestran las caras de los miembros de
A.A. En los historiales que van a ser publicados nos identificamos con
el nombre y la inicial del apellido solamente.
Ocasionalmente alguien dice algo como ésto: "No creen que los que-
brantamientos espectaculares del anonimato ayudan a "llevar el mensa-
je' y que animan a la gente para que ingrese a A.A."?
- 28 -
parn permitir que interfieran el temor al estigma o a ser descubiertos. Si
Bill y el Dr. Bob hubieran dicho: "L!I gente no comprenderá" y no hubie-
ran transmitido el mensaje, dónde estaríamos todos nosotros?
Esta es la razón por la cual el Dr. Bob desalentando los planes que
contemplaban la erección de un mausoleo para A.A .. diio: "Simplemente
quiero ser enterrado como cualquiera ot'ra persona" Esa fue la razón por
la cual Bill rechazó el sueño de su vida, un grado Honoris Causa de una de
las más importantes universidades del mundo. Estos dos hombres consti-
tuyen un ejemplo para todos nosotros.
- 29 -
Por otra parte los "Grupos" continúan existiendo aún cuando no se
esté realizando una reunión. Están compuestos por las personas que asis-
ten con regularidad a las reuniones, y que actúan leal y responsablemente
para con el Grupo. Algunos asisten en simple calidad de oyentes; otros
participan y ayudan a la ejecución de las labores.
- 30-
Cada Grupo decide por sí mismo lo que hará, como también la mejor
manera para hacerlo. Existen muchas formas para poner en vigor la Tra-
dición que dice que el fin primordial de cada Grupo es "llevar el mensaje
al alcohólico que aún sufre". Y no se olvide: que ahora que A.A. se hace
· más y más vieja "el alcohólico que aún sufre" puede ser un antiguo
miembro de A.A. abstemio pero infeliz, o un bebedor recién llegado. Si
los recién llegados son la "sangre vital de A.A.", los miembros antiguos
son muchas veces su espina dorsal. A ninguno de ellos debemos dejar por
fuera, en neustra tarea de compartir.
Para los Grupos que quieran hacer el trabajo del Paso Diez-presenta-
mos esta versión reciente.
- 31 ""
8. Se ha hecho todo lo que sea posible para tener un lugar de reuniones
atractivo?
9. Se han hecho los esfuerzos suficientes para explicarle a todos los
miembros el valor y la necesidad de los servicios de cocina y de ase1,
y mantenimiento, lo mismo que de otros servicios del Grupo?
10. Se da oportunidad adecuada a todos los miembros para que hablen
y participen en otras actividades del Grupo?
11. Los Servidores del Grupo son elegidos cuidadosamente y en base de
que su servicio es una gran responsabilidad y una oportunidad para
realizar trabajos del Paso Doce?
12. El Grupo colabora debidamente con el Intergrupos? Con la revista
·'Grapevine·• o con el Boletín? Con la Oficina de Servicios Genera-
les? Con los Grupos que desarrollan actividades Institucionales?
13. Se le da oportunidad a todos los miembros de mantenerse informa-
dos acerca de A A. en su totalidad: Recuperación, Unidad y Servi-
cio?
También existe una manera para que su Grupo pueda compartir ex-
periencias de los miles de otros Gmpos a través del mundo. Esta historia
empieza más adelante bajo el título "Así se hacen las cosas en A.A.".
(A partir del punto 31, y hasta el 35, se presenta una historia que
puede ilustrar la manera en que un Grupo puede compartir las experien-
cias de millares de Grupos diseminados por todo el mundo).
-32 -
Así se hacen las cosas en A. A.
Estas oficinas de servicios locales, que pueden tener uno o más tra-
bajadores a sueldo y varios trabajadores voluntarios, frecuentemente se
- 33 -
encargan de las siguientes responsabilidades locales y regionales:
- 34-
samente controlado , para recibir llamadas del Paso Doce. La Oficina de
Servicios Generales puede poner a Ud. al tanto de los sistemas que operan
actualmente en las Oficinas Centrales o de Intergrupos. (Es conveniente
anotar que un servicio local de este tipo puede funcionar mejor si está en-
teramente separado del Comité Local de la Conferencia de Servicios Ge-
nerales para el Area. Como se observó en páginas anteriores, los trabaja-
dores de Servicios Generales se mantienen colmados de otras labores).
-35 -
32. - Ouén es el Jefe?
La Junta es responsable ante los grupos de A.A. a través de la Confe-
rencia de Servicios Generales. Cada año los Grupos envían Delegados es-
tatales y provinciales a la reunión de la Conferencia de Servicios Genera-
les que se realiza en Nueva Y orle; y en las ciudades donde ya se ha estruc-
turado la Asociación de A.A. a escuchar los informes de los Comités de
la Junta y los infonnes de la Oficina de Servicios Generales, lo mismo que
a 11consejar a los miembros de la Junta, de la Oficina de Servicios Genera-
les y del "Grapevine".
2. Realiza los trabajos del Paso Doce a escala mundial para alcohólicos
de ultramar, "Loners, lntemationalist ', fuerzas Armadas, y con los
alcohólicos que se encuentran en cárceles y hospitales.
3. Realiza otro trabajo del Paso Doce: responde cerca de 6.000 cartas
anuales en que se solicita ayuda para alcohólicos (algunas veces estos
son dirigidos a Grupos locales).
- 36 -
Publica mensualmente "The Grapevine", una revista a la que algunas
veces se hace referencia como a " una reunión de A.A. en forma im-
presa". (La Junta de "The Grapevine" es responsable an te la Junta
de Servicios Generales de A A.).
34. - Cómo puede Ud. ayudar a la Oficina de Servicios Generales O.S. G.?
Es sencillo: DANDO.
Cualquier miembro que esté sobrio actualmente puede considerarse
un socio antiguo de la empresa conjunta que es A.A. Usted tiene derecho
a beneficiarse tanto, o tan poco, como desee. Hay suficientes formas pa-
ra compartir los servicios para todos, y todos pueden compartir, si todos
dan de su corazón, tiempo y voluntad. Así comienza A. A. y así crece.
- 37-
PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE ALGUNAS
COSTUMBRES DE A.A.
1. - Qué son los "Tres Legados" de A A.?
Los servicios médicos y sociales no son del programa de A.A. Sin em-
bargo, los miembros de A.A., pueden ser empleados valiosos en las fin-
cas de reposo, hospitales y centros de rehabilitación. Pero r~petimos que,
técnicamente, no existen "Fincas de reposo de A.A." ni "hospitales de
A.A.". Véase también la respuesta a la pregunta número 2.
Los miembros que prestan ayuda por estos medios lo hacen en su
condición de ciudadanos particulares, -nunca en calidad de miembrns
de A.A.- y se espera de ellos que no utilicen d nombre de A.A. al bau-
tizar la re.spectiva institución o en su literatura de promoción como tam-
- 38-
poco otro nombre que pueda sugerir el respaldo de A.A. erróneamente
("Casa del Paso Doce", por ejemplo).
Mientras el nombre de A.A. no se vea envuelto, dichos centros tie-
nen toda la libertad para solicitar fondos píiblicos, algo que A.A. nunca
hace.
Alateen Headquarters
P. O. Box 182
Madison Square Station
-39-
POSICIONES DE A A. EN EL CAMPO DEL ALCOHOLISMO
-40 -
LAS DOCE TRADICIONES DE A.A.
9. A.A. como tal, nunca debe ser organizada, pero podemos crear jun-
tas <le servicios o comités que sean directamente resposables ante a-
quellos a quienes sirven.
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser huma-
no la naturaleza exacta de nuestras faltas.
YO SOY RESPONSABLE.
Cuando cualquiera dondequiera,
extienda su mano pidiendo ayuda,
quiero que la mano de A.A. esté siempre all (
y por esto ...
YO SOY RESPONSABLE.
LAS
DOCE
TRADICIONES
TWELVE TRADITIONS
Publicado por A.A. WORLD SERV ICE líllC. única agencia de publica-
ciones de Alcohólicos Anónimos. Arpobado por la Conferencia de
Servicios Generales de A.A. - Derechos reservados.
COPYRIGHT 1952/53
Medellin - Colombia
Con la autorización de A .A. World Services, lnc. Box 459, Grand
Central Station, New York 10017
TRADICION PRIMERA
-3-
pende de su obediencia a princ1p10s espirituales. Si se desvía mucho,
el castigo es rápido y seguro; se enferma y muere. Al principio sigue
porque tiene que seguir, pero más tarde descubre una manera de vi-
vir que en realidad le agrada. Además, descubre que no puede conser-
var tan preciada dádiva a menos que esté dispuesto a desprenderse
de ella. Ni él ni ningún otro pueden sobrevivir a menos que lleven
adelante el mensaje de A.A . Pronto comprende que no es sino
una pequeña parte de un gran todo; que ningún sacrificio personal
es demasiado grande ante la preservadón de la comunidad. Descubre
que el clamor de sus deseos y sus ambiciones internas deben silen- ·
ciarse si es que han de causarle algún daño al grupo. En el .momento
en que ese trabajo . de Duodécimo Paso forme un grupo, se hace otro
descubrimiento, que la mayoría de los individuos no pueden resta-
blecerse a menos que haya un grupo. Se ve claramente que si no so-
brevive el grupo, tampoco sobrevive el individuo.
- 5 -
El fundador y sus amigos conducen- espiritualmente a los A . A.
arriendan salones, hacen arreglos con los hospitales y ruegan a
sus esposas que preparen grandes cantidades de café. Siendo, hu-
manos, el fundador y sus amigos se siente1J. algo ufanos por la tarea
que desempeñan. Se dicen unos a otros: "Tal vez sería una buena idea
que siguiésemos ejerciendo nuestra autoridad sóbre los A. A. de esta
población. Después de todo; ya tenemos experiencia. Además, cuánto
bien no les hemos hecho a esos beodos . ¡Debieran estar agrade-
cidos!". Es verdad que los fundadores y sus amigos son a veces más
sabios y más humidles de como los hemos descrito, pero no. siempre
Jo son a esta altura de los acontecimientos.
- 7-
la espiritualidad, me pareció que ésas eran ideas de locos, pero he
cambiado de parecer. Llegará el día en que tu manada de exborra-
chos llenará el Madison Square Garden, y .me parece que mientras
tanto no debes perecer de hambre. Lo que te propongo no es con-
trario a la ética. Puedes volverte un terapeuta sin diploma, y tener
más éxito que los que están en la profesión".
- 8 -
temente buena. Esto es una cuestión de vida o muerte, y sólo lo rr.e-
jor puede servirnos!". Mis amigos me lanzaban miradas desafiado-
ras a medida que el orador continuaba" Bill, no nos has dicho tú mis-
mo a menudo en estas reuniones, que fo bueno es enemigo de lo
mejor? Pues bien, éste es sencillamente un caso de lo mismo. No
puedes hacernos tal cosa!".
"Así habló la conciencia del grupo. El grupo tenía razón y yo
estaba equivocado; la voz que sentí en el tranvía no era la voz de
Dios. Aquí estaba la verdadera voz, emanandQ de mis amigos. La es-
cuché, y -gracias a Dios- obedecí" .
TRADICION TERCERA
- 9 -
biera podido ser miembro de A.A. A tal extremo llegaban nuestra
ansiedad y nuestro miedo".
"Habíamos resuelto. que no admitiríamos como miembro de
A. A. sino a una clase hipotética de individuos a quienes llamába-
mos "alcohólicos puros" . Exceptuando el hecho de que bebieran,
y los desastrosos resultados que de ello obtenían, no podían tener
más complicaciones. Así era que, los pordioseros, vagabundos, asila-
dos, presidiarios excéntricos, locos y mujeres públicas quedaban defi-
nitivamente por fuera. Si señor, no nos mezclábamos sino con los al-
cohólicos puros y respetablse! Cualesqµiera otros nos destrnirían, sin
la menor duda. Además, si recibiésemos a gente tan extraña, la gente
decente no tendría nada que ver con nosotros. Tendimos una tupida
cerca de protección alrededor de A . A. " .
"Tal vez eso suene ahora cómico. Puede que se piense que los
antiguos miembros éramos más que intolerantes. Pero puedo asegu-
rar que en ese entonces la situación no se nos hacía nada jocosa .
Eramos inflexibles porque creíamos que nuestras vidas y nuestros ho-
gares estaban amenazados, y eso no tenía nada de risible. ¿Intole-
rantes, dice usted? Más bien diría que estábamos asustados. Claro
está que comenzamos a obrar como cualquier persona que está asus~
tada. Después de todo, ¿no es el miedo la verdadera base de la in:
tolerancia? Sí señor, éramos intolerantes" .
¿Cómo íbamos a saber que tales temores carecían de fundamen-
to? ¿Cómo íbamos a saber que millares de esas personas tan ate-
rradoras se curarían en forma tan sorprendente y se habrían de con-
vertir en nuestros mejores trabajadores y más íntimos amigos? ¿Po-
dría haberse creído en ese tiempo que los A.A. iban a tener un por-
centaje de divorcios muy inferior al promedio? ¿Podría haber-
se creído que personas tan molestas se iban a convertir en nues-
tros mejores fuaestros de paciencia y tolerancia? ¿Quién hubiera
podido imaginarse que una sociedad compuesta por todos los carac-
teres concebibles, fuera capaz de salvar todos los obstáculos de raza,
credo, filiación política e idioma, sin el menor trabajo?
¿A qué se debió que finalmente A . A. anulase todos los re-
glamentos sobre admisión de miembros? ¿Por qué dejamos que
cada cual decida si es o no alcohólico y si desea o no ser uno de
los nuestros1 ¿Por qué dejamos que se diga, contrario a la experien-
cia de la sociedad y de los gobiernos de todo el mundo, que ni casti-
garíamos ni privaríamos de sus derechos como socio a ninguno de
los A. A.? ¿Que jamás debemos obligar a ninguno a que pague cuo-
:as, a que crea en algo o esté de acuerdo con algo?
La respuesta, que ahora vemos en la Tradición Tercera, era de lo
nás sencillo que pueda imaginarse. Finalmente la experiencia nos en-
eñó que quitarle a un alcohólico su total oportunidad equivale a
-10-
veces a pronunciarle su sentencia de muerte, y a menudo a condena,-
lo a inacabable sufrimiento. ¿Quién se atreve a ser juez, jurado y ver-
dugo de su propio hermano enfermo?
A medida que los _grupos fueron viendo esas posibilidades fue-
ron abandonando todas las reglRs que tenían para los miembros. Las
experiencias dramáticas ci,ue se fueron sucediendo unas a otras ter-
minaron por afianzar esa resolución hasta volverla nuestra tradición
universal. He aquí dos ejemplos:
Corlía el año dos del calendario de A . A. En ese entonces
existían apenas dos grupos, sin nombre, de alcohólicos que luchaban
por sostener honradamente su cometido.
En uno de aquellos grupos apareció un recién llegado, llamó a
la puerta y pidió que lo dejasen ingresar. Habló francamente con el
más antiguo miembro del grupo. Pronto demostró que el suyo era un
caso desesperado, y que solo ansiaba recuperarse "Pero -preguntó-
" ¿me dejarán ustedes folmar parte de su grupo, siendo así que soy
también víctima de un vicio aún más despreciado que el alcoholis-
mo? Puede ser que ustedes no me quieran en su grupo. No es así?".
Se presentó el dilema. ¿Qué debía hacer el grupo? El miembro
más antiguo llamó a otros dos, y en reserva los informó sobre tan
peliaguda situación. "¿Qué hacemos", - "les dijo"- Si lo dejamos ir,
no tardará en perecer. Si lo admitimos, sólo Dios sabe la multitud de
disgustos que podrá causarnos. ¿Qué debemos contestarle, sí o no?".
Al principio los antiguos sólo repararon en las objeciones. "Te-
nemos que ver, -dijeron- únicamente con los alcohólicos. N o será
mejor que sacrifiquemos a este individuo por bien de los demás?".
En esa forma continuó la discusión mientras la suerte del recién lle-
gado colgaba de un hilo. Entonces uno de los tres miembros habló
en otro tono. "A qué te.memos, en fin de fines? A nuestra re-
putación. Te.memos mucho lo que el público pueda decir de noso-
tros, más bien que a los d isgustos que este akohólico extraño pue-
da traernos. Mientras hablábamos, cinco palabras se me han venido
repetidas veces a la imaginación: "¿Qué hubiera hecho el Todopode-
roso?". Ahí terminó la discusión. ¿Qué más hubiera podido decirse?
Regocijado el recién llegado. se dedicó entusiasmado a desem-
peñar tareas del Duodécimo Paso. Sin cansarse nunca, llevó el men-
saje de A . A. a veintenas de personas. Puesto que ese grupo fue uno
de los primeros que se fundaron, esas veintenas de personas se .mul-
tiplicaron en millares. Nunca molestó a nadie a causa de su otra
dificultad. A . A. había dado su primer paso hacia la formación de
la Tradición Tercera.
Poco tiempo después de habérsenos presentado ese individuo do-
blemente estigmatizado, pidió admisión en otro de los grupos un ven-
- 11 -
dedor a quien llamaremos Ed. Era un hombre de gran dinamismo.
Atrevido como los más, y a quien cada minuto se le ocurría alguna
nueva idea para mejorar a A. A . Presentaba cada idea a sus com-
pañeros con el mismo entusiasmo con que distribuía pomada para
lustrar automóviles. Pero tenía una idea que no. era tan fácil de ven-
cer. Ed, era ateo. Su principal obsesión era la de que A . A . pros-
peraría más sin tantas "necedades sobre Dios". Intimidaba a todos
los miembros, y todos esperaban que muy pronto habría de emborra-
charse, pues en ese entonces, los A.A. se inclinaban al lado. de la pie-
dad. Tiene que sufrir un fuerte castigo. una persona que blasfema de
esa manera, se pensaba. Pero, bien desconsoladoramente, Ed no toma-
ba ni gota de licor.
Finalmente llegó la hora para que Ed hablara en una de las reu-
niones. Todos temblábamos, porque sabíamos la que se nos esperaba.
Comenzó por elogiar nuestro compañerismo, nos contó cómo su fa-
milia se había vuelto a unir. Ensalzó la virtud de la honradez, y re-
cordó el placer de las tareas del Duodécimo Paso, y luego soltó una
andanada: ¡No puedo aguantar más esas necedades acerca de Dios!
¡Son sólo simplezas para los débiles ¡Este grupo no las necesita! ¡No.
me las seguiré aguantando! ¡Al diablo con ellas!".
Una oleada de resentimiento cundió por el auditorio. y movió a
todos los miembros a tomar una resolución: "¡Tenemos que salir
de él!".
Los miembros más antiguos lo llamaron aparte y le dijeron con
firmeza: "Aquí no se puede hablar de ese modo. O se deja de esas
cosas, o se larga". Muy sarcásticamente, Ed les respondió: "¡No me
vengan con esas!" . Estir6 el brazo y tomó del eSl!ante un manojo de
papeles. ·Encima de ellos estaba el prólogo del libro Alcoh6!icos Anó-
nimos, que en ese entonces se estaba preparando para su publica-
ción. Luego leyó en alta voz: "El único requisito para ser miembro
de A. A. es querer dejar de beber". I,mplacablemente. continuó:
"Cuando ustedes escribieron esa frase, ¿estaban o no, de acuerdo
con ella? .
Desalentados, los antiguos se miraron unos a otros, porque com-
prendieron que Ed tenía toda la razón. Y Ed continuó siendo miembro.
No solo siguió asistiendo a las reuniones, también continuó abs,.
temio, mes tras mes. Mientras más tiempo pasaba sin tomar licor,
con mayor vehemencia se expresaba contra Dios. Los del grupo ya
estaban tan desesperados que hasta dejaron la caridad a un lado.
"¿Cuándo, cuándo, -se decían uno a otros-- volverá -a emborrachar-
se ese hombre?".
Algún tiempo después, Ed se empleó como vendedor y se ausentó
de la ciudad. Al cabo de unos días tuvimos noticias de él. Envió un
telegrama pidiendo dinero, y todos los miembros sabían muy bien
lo :que eso quería decir. Luego comenzó a llamar por_ teléfono. En
-12-
aquellos tiempos, nosotros íbamo:s a cualquier parte cuando se trat:~-
ba de tareas del Duodécimo Paso, sin tener en cuenta lo poco prome-
tedor que pareciese el caso. Pero aquella vez nadie se movió. "¡ De-
jémoslo solo! ¡Que se las entienda solo y aprenda su lección!" . .
Al cabo de do& semanas, Ed llegó una noche a casa de uno de los
miembros y, sin que nadie lo sospechase, &e acostó. Al día siguiente,
cuando el jefe de la familia y uno de sus amigos se estaban desayu-
nando, sintieron ruido en el eguido piso. Para colmo. de su conster-
nación, se les presentó Ed. Con una sonrisa burlona, les dijo: "¿Ya
ustedes dijeron sus oraciones matinales?". -Pronto se dieron cuenta
de que hablaba en serio. Poco a poco les fue relatando su historia.
De paso por uno de los estados vecinos, Ed se había alojado en
un hotel barato. Cuando. le hubieron fallado todas las súplicas de ayu-
da, pasaron por su afiebrada mente estas palabras: "Me han abando-
nado. Me han abandonado. los míos. Llegó el fin . .. todo ha termina-
do para mí". Moviéndose de un lado a otro. en la cama, su mano tro-
pezó con una; cómoda, y tocó un libro. Era la Biblia. Ed no contó más
de lo que vio o sintió en ese cuarto de hotel. Era entonces el año, de
1938. Desde entonces no ha vuelto a beber .
En nuestros días, cuando se reúnen los antiguos mie.mbros que
conocieron a Ed, siempre exclaman: "Qué hubiera sucedido. si hubié-
ramos expulsado a Ed por blasfemo?. ¿Qué hubiera sido de él y de
todos aquellos a quienes él más tarde ayudó?".
Así fue como la mano de Dios nos dejó entrever desde el co-
mienzo. que cualquier alcohólico puede ser miembro de nuestra so-
( iedad cuando él diga que lo es.
TRADICION CUARTA
- 15 -
TRADICION QUINTA
- 16 - -
alta m1S1on que cumplir: llevar el mensaje de A. A. a todos quien<:>s
aún ignoran que tienen salvación.
Para hacer resaltar la sabiduría del objeto único de A. A. uno
de los miembros cuenta la siguiente historia:
"Cierto día en que me sentía muy inquieto, pensé que era mejor
llevar a cabo alguna tarea de D uodécimo Paso. Era mejor asegural-
me de no ir a dar un resbalón. Pero primero era necesario que en-
contrase a un borracho para ayudarle" .
"Tomé el tranvía hasta el hospital de la población, y allí me di-
rigí al Dr. Silkworth y le pregunté si había algún posible cliente: "Na-
da que valga la pena, -me dijo--. Solo hay un individuo en el ter-
cer piso, que tal vez sea una posibilidad. Pero es un irlandés bastante
rudo. En mi vida había visto hombre tan terco. D ice a gritos que si
su socio Jo tratase mejor, y que si su esposa lo dejase solo pronto
resolvería él mismo su problema de alcohólico. Ha tenido un ataque
bastante grave de delirium tremens, está bien atontado y desconfía
de todos cuantos se le acercan. No creo que fea un caso muy hala
gador. Qué le parece? Pero si luc-har con él ha de servirle a usted
de algo, ¿por qué no hace el ensayo?".
-17 -
religiosa. ¿De dónde saca eso de que no va a sacar nada? Yo soy
miembro de una gran religión que lo es todo para mí. Usted es bien
atrevido en venir a hablarme de religión!".
Gracias a Dios que encontré la respuesta apropiada. Fundada
cabalmente en eT objeto único de A. A. "Usted tiene fe, -le dije-.
Tal vez más profunda que la que yo tengo. Quizá sab~ más de reli-
gión que yo. Por eso no puedo hablar con usted de religión. Ni si-
quiera quiero intentarlo. También estoy seguro de que usted puede
definirme la humildad a la perfección. Pero juzgando por lo que me
ha dicho de sí mismo y de cómo piensa resolver sus problemas, creo
que sé dónde se equivo.cu". "Muy bien -dijo-, dígame la verdad".
"Pues bien, -continué:- usted no es .más que un irlandés presun-
tuoso que se cree capaz de dirigirlo todo".
Eso sí que To conmovió. Pero a medida que se iba calmando co-
menzó a escucharme lo que le decía acerca de que la humildad es
la clave que conduce a la sobriedad. Al fin de cuentas se conven-
ció de que yo no estaba tratando de cambiarle su refigión y de que
sólo trataba de ayudarle a encontrar algo en su propia religión que
pudiese servirle para recuperarse. De ahí en adelante todo marchó
muy bien.
"Ahora, -terminó diciendo el miembro antiguo- , supongamos
que yo hubiera tenido que hablarle a ese hombre de reiigión. Supon-
gamos que le hubiera dicho qué A. A . nece~itaba mucho dinero;
que A. A. se dedicaba a la educación, a los hospitales, a la reha-
bilitación de los individuos. Supongamos que le hubiera propuesto
ayudarle en sus asuntos domésticos. ¿A dónde hubiera ido a parar?
Claro está que nada habría podido lograr".
Años después. el rudo irlandés solía decir con gran placer: "Mi
padrino me vendió una idea, y esa idea fue la sobriedad. En aquelfos
tiempos, eso. era lo único que yo estaba capacitado para comprar".
TRADICION SEXTA
- 19 -
sa educativa? ¿Se dedicaban a cosas espirituaies, o a asuntos de
medicina? ¿Formaban parte de una empresa de .reformadores? Lle-
nos de consternación, nos vimo~ ligados a toda clase de e,mpresas,
unas buenas y otras regulares. Viendo que los alcohóTicos iban a
parar en masa a los asilos, comenzámos a gritar: "Debiera haber
una ley. Los A.A. comenzaron a presentarse en las reuniones de co-
mités legislativos y a abogar por la reforma judicial. Esas eran .bue-
nas noticias para la prensa, pero de ahí no pasaban. Comprendimos
que no tardaríamos en mezclarnos en la política. Y basta en el seno
de nuestra sociedad vimos que era forzoso quitar el nombre de A.A.
a los clubes y casas de Duodéci'mo Paso.
Esas aventuras arraigaron en nosotros la profunda convicción
de que en ningún caso debemos de apoyar empresas nfines a la
nuestra, por buenas que éstas sean. Nosotros, los Alcohólicos Anóni-
mos, no podemos ser eI todo para todos, ni débemos tratar de serlo.
Hace algunos años, ese principio de "no apoyo" fue sometida .a
la prueba vital. Algunas de las grandes empresas destiladoras de al-
cohol trataron de dedicarse a la educación en cu'es,tiones alcohóli-
cas. Sería una gran cosa, pensaban, . que las empresas dedicadas a
fabricar licores le demostrasen al público que tenían el sentido de
Ja responsabilidad. Deseaban decir que el alcohol debiera gozarse
pero sin abusar de él; los grandes bebedores debieran beber menos,
y los que se babia,n convertido en problema -los alcohólicos- de-
bían dejar de beber.
En una de sus asociaciones comerciales se pfanteó la pregunta de
cómo debía manejarse la campaña. Naturalmente, se valdrían de la
radio, la prensa y er cine para probar sus opiniones. Pero, ¿a quién
nombrarían como director de la campaña? Inmediatamente pens.a-
ron en íos Alcohólicos Anónimos. Si· lograban encontrar en nuestras·
filas un experto en relaciones con el público, ¿por qué no habría de
ser él la persona ideal? Claro está que estaría bien empap1do del pro-
blema. Sus conexiones con A.A. serían valiosas, porque nuestra co-
munidad era muy bien vista por el público y no tenían ni un ene-
migo en todo el mundo.
No tardaron en descubrir a su hombre, un A.A. con la experien-
cia necesaria•. lnmediatamen compareció a la jefatura de A.A. en
Nueva York, a preguntar: ¿Existe en nuestra tradición algo que
sugiera que no debo aceptar esta clase de puesto Esa erase de edu-
cación me parece muy buens y no tiene nada de polémica. ¿Les
parece a ustedes que pueda_tener algo de uialo?
A simple vista, parecía ser algo bueno. Luego vinieron las _du-
das. La asociación deseaba emplear el nombre de nuestro miembro en
todos sus anuncios; se le iba a describir éomo director de publicidad
de esa campaña, y· como miembro de Alcohólicos Anónim<>&. Claro·
-20- -
está que no podría existir objeción a qu·e una asociación. de esa natu-
raleza emplease a un miembro de A.A. meramente por su talento y
por sus conocimientos sobre el alcoholismo. Pero eso no era todo,
pues en este caso no sófo era necesario que el miembro dejase a un
lado su anonimato, sino que también conectase el nombre de Al-
cohólicos Anónimos a ese proyecto educativo en parti::ular, y que
esa fuese sabido por millones de persona~. Aparecia enton::es que
A.A. estaba dando su respaldo a una empresa educativa, al estilo
de una asociación de comerciantes en licores.
En cuanto nos dimos cuenta de ese hecho comprometedor, le
preguntamos al presunto director de publicidad cuál era su opinión
al respecto. "¡Caramba! -exclamó-, claro que no puedo acep!ar el
puesto. Tan pronto se publique el primer anuncio, pondrán el gri:o
en el cielo todos los ab:;temios. Inmediatamente se. dtdkarán a bus-
car a un A.A. honrado para que le haga la propaganda a sus ideas
sobre educación. Los miembros de nuestra sodedad tomarán lado en
una pofémica entre abstemios y no ab~lemios. La mi•ad de la g'!nte
creerá que estamos de parte de los unos y la otra mitad pensará que
estamos de parte de los otros. ¡Qué barbaridad!".
"A pesar de todo. -le dijimos-, usted tiene todo el derecha
de aceptar el puesto".
"Ya lo sé. -nos contestó-, pero no se tra1a de rue~tiones de
derecho. Alcohólicos Anónimos me salvó la . vida, y los prefiero.
No seré yo quien venga a causarles un gran maJ, y eso sí que
se lo causaría!" . ·
En la concerniente a respaldos, nuestro amigo lo había dicho
todo. Vimos. como nunca lo habíamos · visto hasta entonces, que el
nombre de A. A. no puede aso::iarse con ninguna otra causa que no
sea Ta nuestra.
TRADICION SEPTIMA
- 22-
dulo y de ahí nació la Tradición Séptima, tal como hoy en día la
conocemos.
A ese respecto, Bill goza mucho contando fa siguiente historia,
que tiene su moraleja: Cuando se pub!i::ó en el "Saturday Evening
Post" el artículo de Jack Alexander, en 1.941, millares d~ cartas
frené;icas, de akohóli': os desesperados y de ms familias, llegaron rn•
mo avalancha a la casifla de correos de la Fundación en Nueva York.
''Nuestro personal de la oficina, - dice Bill- consistía en dos per-
sonas; un fiel secretario y yo. ¿Cómo íbamos a atender n esa ava-
Ianc ha de solicitudes de ayuda? Se hacía imperaiivo conseguir em-
pleados fijos. Así fue como pedimos a los grupos de A. A. que envia-
sen contribuciones voluntarias. ¿Podría cada mi~mbro enviarnos un
dólar cada año? De otra manera esa conmovedora corréspoml~ncia
no podría contestarse.
"Me sorprendió ver que los grupos reaccionaban muy lentamen!e.
Me paseaba por la oficina vociferando que los miembros eran una
manada de avaros. De repente asomó por la puerta la de<greñada y
doliente cabeza de un antiguo conocido. Ef tipo perfecto del A. A.
caído de nuevo en garras del alcohol. En su cara se reflejaban los
efectos de los tragos ingeridos el día anterior. Recordando algunas
de mis borracheras, sentí que mi corazón rebosaba de comp¡jsión .
Le hice parnr adel'ante y le di un billete de cinco dólares. Como mi
ingrern semanal era de apenas treinta dólares, la contribu:ión fue bas-
tante fuzrte. Mi esposa Lois d que necesitaba dinero para la ca~a,
pero ern no me detuvo. El profundo alivio que SP. pin'Ó en el rostro
de .mi amigo me lfenó de placer. Me sentí especialmente magnánimo
al pensar en todos los exborrachos que no nos enviaban ni siquiera
un dólar cada uno, y ahí estaba yo dando con el mayor gusto una
contribución de cinco dólares para aliviarle las penas a un borracho.
"La reunión de esa noche se Tievó a cabo en la casa del Club, en
la calle 24. Durante el intermedio, el tesorero nos contó tímidamente
que el club estaba en la bancarrota. (Eso era en la épo~a en que no
se podía mezcfar dinero con A . A.). Pero finalmente el tesorero
dijo: "Si no pagamos, el casero nos va a echar a la calle. De modo
que, tengan la bondad de dar bastante esta noche".
"Todo lo oía yo muy claramente, porque estaba tratando de con-
vencer a un recién llegado que se había fentado a mi rado. Cuando
el sombrero de contribuciones pasó cerca de mí, y micn•ras segu(a
hablándole a mi vecino, saqué de mi bolsillo una mon~da d.! cin-
cuenta centavos. No sé por qué se me hizo tan grande. Apresurada-
mente la vofví a guardar y deposité una de diez centavos. En esos
tiempos los billetes nunca se daban como contribución.
"Luego desperté a la realidad. Yo, que hacía alarde de mi gene-
rosidad esa mañana, le daba ahora a mi propio club menos que lo
que daban los alcohólicos que habían olvidado enviarle sus dólares
-23-
a la Fundación. Comprendí que mi regalo de cinco dólares no había
sido sino una manera de exaltar .mi egoísmo, lo cual era malo para
mí mismo y malo para el borracho a quien se los dí . Había en
A. A. uu lugar donde la espiritualidad y el dinero se mezclaban,
y ese lugar era el sombrero en que se depositaban las contribuciones
voluntarias".
Hay otra historia que se refiere al dinero. U na noche de 1948,
los Custodios de la Fundación celebraban su reunión trimestral. Se
discutía un asunto muy importante . Cierta dama había dejado en su
testa.mento un regalo de diez mil dólares para Alcohólicos Anóni-
mos. Se discutía si debiéramos, o no recibir el regalo .
Tuvimos un debate bastante acalorado . La F undación sí que ne-
cesitaba el dinero; los grupos no estaban enviando lo sufi:iente para
mantener la oficina, habíamos estado echando mano de todas nuestras
entradas, pero eso no bastaba, y las reservas se esfumaban como la
nieve en la primavera. Necesitábamos los diez mil dólares . "Puede
ser, -agregaban algunos-, que los grupos nu nca serán capaces de
sostener la oficina . No podemos permitir que se cierre, porque se
trata de algo vital. Sí, recibamos el dinero. De ahora en adelao~e
debemos recibir cuanto se nos dé, porque vamos a necesitarlo".
En seguida habló la oposición. Dijo que la junta directiva tenía
conocimiento de que entre las personas que aún no habían muerto
pero que nos habían incluído en sus testamentos, se contaban algu-
nas cuyas contribuciones sumadas nos darían más de medio millón
de dólares. Sólo Dios sabía cuanto más dinero se nos habría legado
y del que nosotros aún no teníamos la menor noti-::ia. Si no r~busá-
bamos recibir dinero de fuera de nuestro grupo, pronto La Funda-
ción sería inmensamente rica. En comparación con lo que esperába-
mos recibir algún día, los diez mil dólares no eran gran cosa, pero,
como pasa con el primer trago que ingiere un alcohólico, vendrían a
causar, si los recibíamos, una desastrosa. reacción en cadena. ¿A
dónde íbamos a parar? Quien paga los músicos, generalmente esco-
ge la mú~ica, y si la F undación iba a recibir dine ro de extraños, los
Custodios podrían sentirse autorizados a disponer n uestro asuntos ~in
consultar con A.A . Privados de toda responsabilidad, todos y
cada uno de los Alcohólicos Anónimos se despreocuparían, diciendo:
"La Fundación tiene mucho dinero, ¿Por qué preocuparnos?". La pre-
sión de tanto dinero en caja, haría que los Custodios inventasen toda
clase de maneras de hacer el bien y apartarían a A . A. de sus
propósitos fundamentales. Cuando eso sucediese, se habría extinguido
nuestra comunidad. Los Custodios quedarían aislados y expuestos a
ruda crítica por parte de los A.A. y del público en general. Esas eran
las posibilidades en pro y en contra que era necesario tener en cuenta.
Así fue como nuestros Custodios escribieron una pági na brillan-
te en la historia de A .A . Declararon que A.A. debe permane-
- 24 -
cer siempre pobre. Apenas lo necesario para subsistir, y una reserva
prudencial, sería la futura política financiera de la Fundación. La
decisión fue bien difícil, pero los custodios no aceptaron los diez mil
dólares, y además adoptaron formalmente la irrevocable resolución de
no aceptar en lo futuro ningún regalo. En ese momento, estamos se-
guros de ello, se encajó en las tradiciones de A.A. el principio de
la pobreza de nuestra asociación como un todo.
TRADICION OCTAVA
- 25 -
dente, que sólo muy pocos miembros de A. A. han trabajado alguna
vez a sueldo en tareas del Duodécimo Paso.
Pic:se a tal certeza, es una gran verdad que pocos temas han sido
causa de mayor discusión entre nosotros que el asunto del profesio-
nalismo.. Cuidanderos encargados de barrer pisos, cocineros dedicados
a preparar pasteles de carne, secretarios de las oficinas, autores ocu-
pados en escribir libros; todos ellos han sido acremente atacados por
críticos que alegaban que "estaban haciendo, dinero a costa de
A. A. " . Sin tener en cuenta que tales tareas nada tenían que ver
con el trabajo del Duodécimo Paso, los críticos alegaban que esos in-
dividuos eran A. A. profesionales, pese a que hacían para nosotros
unos trabajos harto desagradables y que nadie .más estaba dispuesto
a hacer. Aun mayor furor pudo verse cuando algunos miembros de
A. A. comenzaron a administrar casas de reposo y granjas para al-
cohólicos, cuando otros se emplearon en algunas empresas como ex-
pertos para ayudar a resolver el problema del alcoholismo en la in
dustria, cuando otros se volvieron enfermeros en las salas del hos-
pital dedicadas a vícti,mas del alcoholismo, cuando otros se dedica-
ron a tareas educativas sobre el alcoholismo. En todos esos casos, y
en muchos otros, se alegó que la experiencia y los conocimientos de
A. A. se estaban vendiendo por dinero y que, por consiguiente
esos individuos también eran profesionales.
Finalmente, sin embargo, pudo verse con claridad la línea di-
visoria entre el profesionalismo y el no profesionalismo. Cuando se
hubo convenido en que el trabajo del Duodécimo Paso no podría ven-
derse por dinero, obramos sabiamente. Pero cuando declaramos que
nuestra sociedad no podría servirse de empleados para desempeñar
ciertos servicios, y que no estaba bien que llevásemos nuestros cono-
cimientos a otros campos, estábamos siendo aconsejados por el te-
mor, temor que hoy en día se ha disipado casi por completo ante la
luz de la experiencia.
Tomemos, por ejemplo, el caso del cuidandero y cocinero del
club. Si un club ha de funcionar, es necesario que sea un lugar habi-
table y hospitalario. Ensayamos con voluntarios, que bien pronto se
aburrieron de barrer pisos y preparar café siete días a la semana.
Pronto dejaron de ir. Y, algo aun más importante, LID club deshabi-
tado no tiene quién conteste las llamadas telefónicas, pero sí es una
invitación para cualquier borracho que tenga llave de la puerta. De
modo que se hacía necesario el que alguien estuviese en el club a toda
hora. En caso de que empleásemos a un alcohólico, solo recibiría lo
que le pagásemos a un no alcohólicos por desempeñar el mismo ofi-
cio. Ese trabajo no puede calificarse como tarea del Duodécimo Paso,·
su objeto es tan .solo el de hacer posible el trabajo del Duodécimo
Paso. Es cuestión de servicio, lisa y llanamente.
Tampoco podía A. A. funcionar por sí solo sin empl::ados de
tiempo completo. En las oficinas de la Fundación y de lntergrupos,
- 26 -
no nos era posible emplear como secretarios a los no alcohólicos; era
necesario tener gente bien enterada de A . A. Pero en el momento
en que los empleamos, los ultraconservadores y los timoratos aulla-
ron "Profesionalismo!". En una ocasión, la situación de esos fieles
servidores se hizo casi insoportable. No se les pedía que hablasen du-
rante las reuniones porque "estaban sacando provecho de A. A.".
Hasta hubo casos en que los demás so: ios los despreciaron. Hasta
los más caritativos los calificaban de "un mal necesario". Los comi-
tés se valieron de esa actitud para rebajarles los sueldos. Podrían re-
cuperar parte de su virtud, se pensaba, si trabajaban para A.A. a
muy bajo costo. Durante varios años persistió ese modo de pensar.
P ero luego vimos que un secretario muy trabajador contestaba el te-
léfono docenas de veces en el curso del día, escuchaba las quejas de
unas veinte esposas quejumbrosas, se entendía con la hospitalización
y el respaldo de diez recién llegados, y uc,aba todos sus dones de di-
plomático para aplacar a un borracho recalcitrante que se quejaba
del trabajo que hacía y de lo .mucho que se le pagaba, es claro que
pasaba de injusto calificar a tal empleado como profesional. No es-
taba profesionalizando el trabajo del Duodé::i.mo. Paso sino, simplemen-
te haciéndolo posible. Estaba ayudando a darles a quienes llegaban a
la puerta la oportunidad que se merecían. Los voluntarios y sus ayu-
dantes podían ayudar en gran manera, pero era injusto csp::rar que
día tras día se encargasen de desempeñar tan duras tareas.
-28 -
nada se pierde. Bien es cierto que algunas de las empresas a las que
los A. A . se han afiliado han resultado mal concebidas, pero eso no
tiene nada que ver con el principio de que se trata.
} Esa es pues la cadena de circunstancias que vino finalmente a
amoldar la tradición de no profesionalizar a A.A. Nuestro trabajo
del Duodécimo Paso nunca debe recibir compensación en dinero. pe-
ro quienes nos prestan süs servicios profesionales merecen que se les
pague por su trabajo.
TRADICION NOVENA
A.A . como tal, nunca debe ser organizada; pero podemos crear juntas
de servicios o comités que sean directamente responsables
ante aquellos a quienes sirven.
En esta coyuntura nos parece oír que alguien muy religioso dice:
"Están convirtiendo la desobediencia en virtud" . Lo secunda un
siquiatra que agrega: "Chiquillos desobedientes! Nunca llegarán a
conformarse con las reglas de la sociedad". E l hombre de la calle
dice: "No los comprendo, deben de ser todos unos locos". Pero
todos esos observadores no han descubierto que hay algo que es
peculiar a los Alcohólicos Anónimos . A menos que cada uno de los
miembros de A. A. siga como mejor pueda los Doce Pasos hacia el
restablecimiento, es .muy seguro. que está firmando su sentencia de
muerte. Su embriaguez y sus fracasos no son castigos impuestos por
ninguna autoridad; son el resultado de su desobedienda personal a
los principios espirituales.
TRADICION DECIMA
- 31 -
Como guiados por un profundo instinto, nosotros, los A.A.
comprendimos desde muy temprano en nuestra historia que nunca de-
b~mos, por .más que se nos provoque, terciar en ninguna discusión,
aunque nos parezca digna de encomio . La historia nos da infi-
nidad de ejemplos de naciones esforzadas y de grupos que acabaron
por ser destruídos porque se les indujo o se les tentó hasta hacer
que tomasen parte en alguna controversia . Otros fueron destruídos
porque la creencia en sus propias virtudes los llevó a tratar de im-
poner sobre el resto de la humanidad su propio modo de pensar u
obrar. En nuestros tiempos hemos visto morir a millones de perso-
nas, víctimas de las guerras políticas o económicas, a menudo im-
pulsados por diferencias de raza o de religión. Vivimos contemplando
la inminente posibilidad de un nuevo holocausto para determinar có-
mo deben gobernarse los hombres y cómo deben repartirse los pro-
ductos de la naturaleza y del esfuerzo humano. E~e .es el clima espi-
ritual en que nació la sociedad de los Alcohólicos Anónmos y, gra-
cias a Dios, ha seguido progresando.
- 32 -
nistración de un grupo, la mitad de sus miembros se retiraban airados
para formar un nuevo grupo más de acuerdo con sus deseos. Algu-
nos antiguos miembros, repentinamente convertidos en fariseos, han
lanzado acusaciones. Se han dirigido enconados ataques contra perso-
nas que se sospechaba capaces de malas intenciones. Pero a pesar
de todo ese ruido, nuestras insignificantes desavenencias nunca le
hicieron a A . A . el .menor daño. También debemos dejar constan-
cia de que sólo estábamos aprendiendo a vivir _juntos y de que to-
das nuesrrar discusiones réñíart que ver siempre· éon~ la manera de
hacer más eficaz nuestra sociedad y poder servir mejor a un mayor
número de alcohólicos.
"La Washington Society" una asociación de alcohólicos de ha-
ce un siglo, estuvo a punto de descubrir la solución del alcoholismo.
En un principio se componía sólo de alcohólicos que trataban de
ayudarse unos a otros. Los primeros socios sentían que era nece-
sario dedicarse exclusivamente a ese fin. En muchos aspectos, los
Washingtonianos se parecían a los Alcohólicos Anónimos de ahora.
El número de socios llegó a pasar de cien mil. Si los hubieran de-
jado solos y si ellos hubieran perseverado en perseguir el fin que
se proponían, hubieran hallado la solución. · Pero no fué así. Muy al
contrario, los Washingtonianos permitieron que los políticos y los
reformadores, ·t anto alcohólicos como antialcohólicos, se valiesen
de la sociedad para sus propios fines. La abolición de la escla-
vitud por ejemplo, era un enconado. punto de la política de aque-
llos tiempos. No tardaron los Washingtonianos en terciar de uno o de
otro lado de la contienda. Tal vez la sociedad hubiera podido sobre-
vivir la controversia de la abolición de la esclavitud, pero estaba
perdida desde el momento en que resolvió reformar las costumbres
del país con respecto a la bebida. Cuando los Washingtonianos se
convirtieron en cruzados de la temperancia, tardaron pocos años en
perder por completo su eficacia como aliviadores de los alcohólicos.
Alcohólicos Anónimos no ha echado en saco roto la lección
aprendida de los Washingtonianos. Estudiando las ruinas de esa so-
ciedad, los A. A. originales decidieron man.tener siempre a Alcohó-
licos Anónimos lejos de toda clase de controversias_. Y así se colocó
la primera piedra de los cimientos para la Tradición Décima: "Alco-
hólicos Anónimos nó. tiene opinión acerca de asuntos ajenos a sus
actividades; por consiguiente, su nombre nunca: debe mezclarse en
polémicas públicas" .
- 33 ~
TRADICION UNDECIMA
- 34-
casi exclusivamente de promotores nos atemorizaba. Considerando ese
factor tan explosivo, sabíamos que era necesario dominarnos a no-
.sotros mismos.
Maravillosa ha sido la forma en que esa restricción de nues-
tras ambiciones ha venido a beneficiarnos. Nos ha traído publicidad
más favorable que la que . hubiésemos podido. obtener por todas las
artes y habilidades del mejor de los propagandistas. No hay duda de
que A.A. necesitaba publicidad en alguna forma, y por eso nos
valimos de la idea de que era mucho mejor para nosotros que nues-
tros amigos nos la dieran. Y eso precisamente fue lo que sucedió,
basta un extremo casi increíble. Los veteranos de la prensa, acostum-
brados a dudarlo todo, han hecho todo cuanto han podido para dise-
minar el mensaje de Alcohólicos Anónimos. Para ellos, nosotros
somos algo más que una mina de buenas crónicas. En casi todas par-
tes, los periodistas, hombres y mujeres, han venido a unírsenos co-
mo amigos.
En un principio, la prensa na podía comprender nuestros moti-
vos para rechazar toda publicidad personal. Se mostraban sincera-
mente maravillados ante nuestra insistencia por conservar el anoni-
mato. Pero al fin vieron la luz. Se encontraron con algo inusitado
en este mundo: una sociedad que alegaba querer darle publicidad
a sw1 principios y a sus obras, pero no a sus miembros individuaJes.
Esa actiiud nuestra los llenó de placer. Desde entonces, esos amigos
han es: rito crónicas sobre A. A. con un entusiasmo. de que no se-
ría capaz el más fogoso de nuestros miembros.
Hubo, eso s.í, una épo.ca en que la prensa de los Estados Unidos
era más partidaria de que nuestra identidad personal permaneciese
anónima, que lo que lo eran algunos de nuestros miembros. En una
o:asión, como un centenar de nuestros socios optó por hacerse cono,-
cer del público. Con muy buenas intenciones, declararon que eso deil
anonimato era cosa muy anticuada, digna sólo de los primeros tiem-
pos de Alcohólicos Anónimos. Tenían la seguridad de que nuestra co-
munidad progresaría más rápidamente y avanzaría más si empleaba los
modernos métodos de publicidad.. Los A. A., decían, incluían a mu-
chas personas de fama lo.cal, nacional e internacional. Si todos está-
bamos dispuestos, y muchos estaban, ¿por qué no hacer públicas las
listas de los miembros y en esa forma darle aliento a otros par:a que
se nos uniesen? Los argumentos sonaban bien, pero afortunadamente
nuestros periodistas amigos no eran de la misma opinión.
La Fundación dirigió cartas a casi todos los periódicos de los
Estados Unidos, explicando nuestra política en cuanto a relaciones
públicas fundadas en la atracción más bien que en la promoción,
y haciendo hincapié en que el anonimato de los A.A. era su mejor
protección. Desde ese entonces, los redactores eliminan- constante-
mente nombre y fotos en los · artículos que escriben sobre A.A.;
-35-
con .frecuencia han tenido que recordarles a algunos individuos ambi•
ciosos que la sociedad de A. A. tiene la política de no revelar los
nombres de sus asociados. Por ese motivo han sacrificado muchas
buenas crónicas. La fuerza de su cooperación nos ha ayudado mucho.
Sólo quedan unos pocos miembros· que. deliberadamente ponen sus
nombres en conocimiento del público.
Esa, e nresumen, es la manera como se desarrolló la Tradición
Undécima de Alcohólicos Anónimos. Para nosotros, sin embargo,
representa algo más que una sana política de relaciones con el pú-
blico. Es algo más que la negación del envanecimiento personal.
Esa Tradición nos recuerda en forma práctica y constante que las
ambiciones personales no tienen lugar en A. A. Mediante esa tradi-
ción, cada miembro es guardián de nuestra sociedad .
TRADICION DUODECIMA
El anonimato es la base espiritual de todas nuestras Tradiciones,
recordándonos siempre que debemos anteponer
los principios a las personas.
La sustancia espiritual del anonimato es el sacrificio. Como
quiera que las Doce Tradiciones de A.A . repetidamente nos exi-
gen que dejemos a un lado los deseos personales en pro del bien
C!)mún, comprendemos que el espíritu del sacrificio, cuyo símbolo
más apropiado es el Pnonimato, viene a ser la base de todas ellas.
La comprobada voluntad de los A. A. para someterse a esos sacri-
ficios, es lo que da a todas las personas una gran fe en nuestro por-
venir.
Pero en un principio, el anonimato no ,tuvo su origen en nues-
tra fe; sino que era hijo de nuestros tempranos temores. Nuestros
primeros grupos de alcohólicos eran sociedades secretas . Los nuevos
interesados nos descubrían por intermedio de unos cuantos amigos de
confianza . La sola insinuación de la publicidad, por más que sólo
se tratase de nuestro trabajo, nos causaba sobresaltos. A pesar de
que éramos exbebedores todavía pensábamos que era necesario ocul-
tarnos de la desconfianza y el desprecio del púbico .
Cuando apareció el gran libro, en 1939, lo llamamos "Alcohóli-
cos Anónimo~". En el prólogo hicimos esta reveladora declaración.:
"Es muy importante que seamos anónimos porque somos muy pocos,
por el momento, para atender al irresistible número de peticiones
personales que pueden resultar de esta publicación. Como somos co-
merciantes o profesionales no podríamos muy bien atender a nues-
tras ocupaciones en ese caso". Entre líneas se advierte fácil.mente nues-
tro temor de que el acceso de un gran número de personas pusiese
en peligro nuestro anonimato.
A medida que li;,s grupos se multipiicaban, también surgían pro-
blemas relacionados con el anonimato. Entusiasmados con la recu-
-36-
pe.radón de algún hermano alcohólico, en ocasiones discutíamos
abiertamente los detalles más íntimos y conmovedores del caso, de-
talles que únicamente el padrino ha debido conocer. La ofendida
víctima procedía entonces a acusarnos de haber violado su secreto.
Cuando esos cuentos comenzaron a circlllar fuera del círculo de Al-
coholico Anónimos, se hizo sentir con fuerza la pérdida de fe en
nuestra promesa de secreto. Con frecuencia fúe causa de que se re
tirasen algunos posibles nuevos socios. Claro está que el nombre de
cada miembro, y su historia tenían que mantenerse en reserva si esos
eran sus deesos. Esa fue nuestra primera lección sobre la aplicación
práctica del anonimato.
Con característica intemperancia, sin embargo, algunos de los re-
cién llegados no se preocupaban por que guardásemos su secreto .
Deseaban contar a gritos que eran miembros de A.A., y así lo hacían.
Los alcohólicos recién recuperados acudían a contarle a quienquiera
que los escuchase los detalles de sus carns part'iculares . Otros vola•
ban a hablar ante los micrófonos y a hacerse retratar. A veces se
emborrachaban y desencantaban a los miembros de sus grupos. Ha-
bían pasado del papel de miembros de A. A. al de simples vanidosos.
El fenómeno de estos contrastes nos puso realmente a pensar. Te-
níamos ante nosotros -la pregunta: "¿Qué tan anónimos deben ser
los miembros de Alcohólicos Anónimm?". Nuestro desarrollo nos
mostraba que no podríamos seguir siendo una sociedad secreta, pero
también comprendíamos que no podríamos convertirnos en un circo.
La escogencia de una vía intermedia entre esos dos extremos nos to-
mó .mucho tiempo.
Por regla general, casi todos los recién llegados deseaban que
sus familias se enterasen inmediatamente de Jo que estaban tratando
de hacer. También querían decírselo a quienes habían tratado de
ayudarlos -a sus médicos, consejeros espirituales y amigos ínti-
mos-. A medida que iban adquiriendo confianza en sí mismos, se
sentían con el derecho de explicarles la nueva vida a sus jefes y a
sus relacionados comerciales. Cuando se presentaba la oportunidad
de ayudar, les resultaba fácil hablarle a todo el mundo acerca de
A. A. Esas tranquilas exposiciones les ayudaban a perderle el mie-
do al estigma del alcohólico y además ayudaban a que toda la comu-
nidad se enterase de la existencia del grupo de A. A. A ellas de-
bemos el que muchos nuevos hombres y mujeres se presenten a
A.A. Pese a que esa no era una f011ma muy er,ricta de mantener el
secreto cabía muy bien dentro del espíritu de la asociación.
Pero pronto se vió que ese método de comunicación oral era
demasiado limitado. Nuestro trabajo como tal necesitaba publicidad.
Los grupos de A. A. debieran ser accesibles a tan!os alcohólicos
desesperados como fuese posible. Por consiguiente, muchos de los
grup-0s comenzaron a tener reuniones a las que podían concurrir tos
amigos interesados y el público, de modo que los ciudadanos pudie-
- 37-
sen dal'Bo cuenta pora( miamos de lo que era A. A. LJl reacci6n de
esas reuniones fue ampliamente satisfactoria. Pronto los grupos co-
menzaron a recibir solicitudes para que· lo oradores de Alcohólicos
Anónimos pronunciaran discursos ante_ organizaciones· cívica, socie•
dades médica, etc. Siempre y cuando que no se diyulgase el nom-
bre de los oradores y que se advirtiese a los periodistas que no pu-
blicaen nombres ni retratos, todo resultaba muy bien.
Vinieron luego nuestras primeras incursiones- en el campo de la
publicidad en grande, que resultaron sorprenderse. Un periódico im-
portante, el "Cleveand Plain Dealer" publicó artícuos que hicieron
subir el número de nuestros socios, de unos pocos a varios centena-
res, de la noche a la mañana: La·s noticias acerca de la cena que
el Sr. Rockefeller ofreció a los Alcohólicos Anónimos, ayudaron a
duplicar el número total de miembros en el curso de un año. El fa-
moso artículo que Jack Alexander publicó en el Sa-turday Evening
Post convirtió a A . A. en una institución nacional. En esa forma
fueron siendo cada día mayores las oportunidades de reconocimiento
de los méritos de A . A. Las empresas de cine querían nuestros re-
tratos. La radio y finalmente la televisión nos asediaron con solici-
tudes de que nos presentásemos. ¿Qué era lo mejor que podíamos
hacer?
A medida que crecía la marea de aprobación pública, caímos en
la cuenta que podría hacernos muchísimo bien o muchísimo mal.
toda estaba en que supiésemos cómo orientarla . Sencillamente no
podíamos exponernos a que algunos miembros se presentasen como
los Mesías de A . A . ante el público. El instinto de propagandistas
podría ser nuestra propia perdición. Bastaría con que uno se embo-
rrachase en público o emplease nuestro nombre para ventaja propia,
y se nos habría causado daño irreparable. A nivel público (prensa, ra-
dio, televisión y cine) se imponía el ciento por ciento del anonimato.
Era el caso en que los principios debían anteponerse a las persona-
lidades, sin excepción ninguna.
Esas experiencias rios enseñaron que el anonimato es la verda-
dera humildad militante. Es la cualidad espiritual que hoy en día
sirve de pauta a la vida de A. A. en todas parles. Gracias al es-
píritu del anonimato, tratamos de dejar a un lado nuestros deseos
de distinción personal como miembros de A. A., tanto ante los de-
más miembros como ante el público .e n general. Y al dejar a un lado
esas aspiraciones, creemos que cada uno de nosotros teje un manto
protector de nuestra sociedad, bajo el cual podremos trabajar y pro-
gresar unidos.
Estamos convencidos de que la humildad, por medio del anoni-
mato, es la mayor protección que siempre podrá tener Alcohólicos
Anónimos.
"LOS DOCE PASOS DE A.A."
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano
la naturaleza exacta de nuestras faltas.
YO SOY RESPONSABLE .
Cuando cualquiera dondequiera ,
extienda su mano p idiendo ayuda,
quiero que la mano de A.A. esté siempre allí
y por esto .. .
YO SOY RESPONSABLE.
Título en Inglés :
Alcohollcs Anonymous
World Servlces, lnc
COI\ITENIDO
Primer Paso
"Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol - que nuestras
vidas se habían vuelto ingobernables''.
Segundo Paso
"Llegamos al convencimiento de que sólo un Poder superior a noso-
tros mismos podría devolvernos el sano juicio".
Cuarto Paso
"Sin ningún temor hicimos un inventario moral de nosotros mismos".
3
inventario moral mal orientado puede producir culpa, grandiosidad,
o el inculpar a otros. Las ven t ajas pueden c ompararse con las desven-
tajas. La autojustificación es peligrosa. La buena voluntad de hacer el
inventario produce luz y confianza. El Cuarto Paso es el comienzo de
una práctica para toda la vida. Los síntomas comunes de la insegu-
ridad emocional son la ansiedad, la ira, la autocompasión y la
depresión. El inventario revisa las relaciones personales. La impor-
tancia de la acuciosidad.
Quinto Paso
"Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser huma-
no la naturaleza exacta de nuestras faltas'~.
Los Doce Pasos desinflan el ego. El Quinto Paso es difícil pero indis·
pensable para la sobriedad y 1~ paz de la mente. La confesión es una·
disciplina antigua. Sin una admisión valerosa de los defectos, pocos
podrían permanecer sobrios. Qué recibimos del Quinto Paso? El co-
mienzo de un verdadero parentesco con el hombre y con Dios. Se
pierde el sentido de aislamiento; ·se recibe y se concede perdón; se
aprende -humildad; se gana honestidad y realismo acerca de nosotros
mismos. La necesidad de una completa honradez. El peligro de la
racionalización. Cómo conseguir la persona en quien debemos
confiar. los resultados son la tranquilidad y el sentido de la presen-
cia de Dios. La unidad con Dios y el hombre nos preparan para los
siguientes pasos.
Sexto Paso
"Estuvimos dispuestos a dejar que Dios eliminase todos estos defec-
tos de carácter':
Séptimo Paso .
"Humildemente le pedimos a El que nos librase de nuestros defec-
tos':
4
debilidad. El dolor es el precio de entrada a una nueva vida. El temer
concentrado en uno mismo es el principal activador de los defectos.
El Séptimo Paso es un cambio de actitud que nos permite salir de
nosotros mismos y encaminarnos hacia Dios.
Octavo Paso
"Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos
ofendido, v estuvimos dispuestos a reparar el daño que les cau-
samos''.
Este y los dos próximos pasos se refieren a las relaciones personales.
Aprender a vivir con otros es una aventura fascinante. Obstáculos:
renuencia a perdonar; no admitir que le hemos causado daño a
otros; olvidos deliberados. Necesipad de un reconocimiento exhaus-
tivo del pasado. Profundizar en e l discernimiento que resulta de la
escrupulosidad. Clases de daños que se hacen a otros. Como evitar
juicios extremos. Mirar objetivamente. El Octavo Paso es el principio
del fin del aislamiento.
Noveno Paso
"Reparamos directamente a cuantos nos fue posible el daño que les
habíamos causado, salvo en aquellos casos en que el hacerlo perju-
dicaría a ellos mismos va otros''.
Una mente tranquila es el primer requ1s1to para el buen juicio . La
escogencia del tiempo oportuno para hacer reparaciones. Qué es el
valor? Prudencia significa tomar riesgos calculados. Las reparacio-
nes comienza n cuando ingresamos a AA. La paz mental no puede
) comprarse a expensas de otros. Necesidad de la discreción. El estar
dispuesto a aceptar las consecuencias de nuestro pasado y de asumir
la responsabilidad por el bienestar de otros constituye el espíritu
del Noveno Paso.
Décimo Paso
"Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos
equivocábamos lo admitíamos inmediatamente''.
Podemos mantenernos sobrios y guardar un balance emocional bajo
todas Ias condiciones? El autoexamen se convierte en un hábito
soste nido. Admitir, aceptar, y pacientemente corregir defectos.
Resaca emocional. Cuando hemos .hecho la paz con el pasado, los
retos del presente se pueden encarar. Variedades del inventario. 1ra,
resentimiento, celos, envidia, autocompasión, orgullo herido, todo
esto lleva a la botella. El autocontrol primer objetivo. Seguro contra
la "grandiosidad". Miremos tanto los fac t ores positivos como los
negativos. Examen de motivos.
5
Undécimo Paso
"Buscamos a través de la orac,on v la meditación mejorar nuestro
contacto consciente con Dios como nosotros los entendemos, pidién-
dole solamente que nos dejase conocer Su voluntad para con
nosotros v nos diese la fortaleza para cumplirla':
La meditación y la oración son los conductos principales haci a el
Poder superior. El autoexamen y sus conexiones con la oración y la
meditación. Un fundamento indestructible para la vida. Cómo debe-
mos meditar? La meditación no tiene fronteras. Una aventura indi-
vidual. El primer resultado es el equilibrio emocional. Acerca de la
oración. Petición diaria <:Jel conocimiento de la voluntad de Dios para
con nosotros y la gracia para cumplirla. Los resultados reales de la
oración son incuestionables. Las recompensas de la oración y la
meditación.
Duodécimo Paso
"Habiendo experimentado un despertar espiritual como resultado de
estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a l;s, alcohólicos v de
practicar estos principios en todos nuestros actos':
6
PRIMER PASO
7
frenético deseo que nos condenaba a seguir bebiendo, y lu ego con una
alergia del organismo que despiadadamente nos hacía destruir a nosotros
mismos en el proceso. Han sido muy contados, en verdad, quienes han
podido ganar este combate desigual. Es un hecho comprobado estadís-
ticamente que los alcohólicos casi nunca se recuperan con sus propios
recursos. Y esto ha sido cierto, aparentemente, desde cuando el hombre
aprendió a fabricar el vino.
Es muy satisfactorio poder anotar que ese cuadro cambió en los años
siguientes. Personas alcohólicas que todavía tenían salud, familia, trabajo
y bienes materiales empezaron a reconocer su alcoholismo. A medida
que fue creciendo esa tendencia, se vieron acompañados por personas
más jóvenes que casi podían considerarse alcohólicos en potencia. Todos
ellos pudieron evitar los últimos diez o quince años de vida infernal que
había soportado el resto de nosotros. Puesto que el Primer Paso requ ie-
re la admisión de que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables,
cómo podría esta clase de personas dar este paso?
8
realmente como nosotros. El mismo alcohól se habrá encargado de ser
nuestro mejor abogado.
Por qué esta insistencia de que es necesario para cualquier AA haber toca-
do pr imero el fondo? La respuesta es que muy pocas personas tratarán
sinceramente de practicar el programa de AA si no han llegado a ese
fondo personal. Porque la práctica de los once pasos subsiguientes impli-
ca la adopc ión de acciones y actitudes que casi n in gún alcohólico que
aún esté bebiendo puede soñar siquiera en aceptar. Quién desea ser rigu-
rosamente honesto y tolerante? Quién quiere confesar sus defectos a otra
persona, o reparar todos los daños que ha ocasionado? A quién le interesa
someterse a un Poder supe rior, y mucho menos pensar en la oración y la
meditación? Quién desea sacrificar su tiempo y energía para tratar de
llevar el mensaje de AA a ot ra persona que esté sufriendo? No, al alco-
hó lico común y corriente, egocéntrico en extremo, no le interesa esta
perspectiva, a menos que se vea obligado a ell a para salvar su vida.
SEGUNDO PASO
Veamos primero el caso de quien dice que no desea creer en Dios, o sea
el tipo beligerante. Se encuentra en un estado mental que sólo puede
describirse como salvaje. Toda su concepción de la vida, de la que se
siente complacido, se halla amenazada. Ya es suficientemente malo tener
que admitir que el alcohol Io ha vencido. Pero ahora, reponiéndose del
9
dolor de tal admisión, se encara con algo total mente imposi ble. Siempre
ha sostenido la idea de que el hombre, levantado majestuosa mente d esd e
una célula del limo primogenio, es la punta de lanza de la evolución, y
es por consiguiente el único Dios que reina sobre el universo. Deberá
renunciar a toda esta idea para salvarse?
En esta coyuntura, su padrino en AA se ríe. Con esto se colma la medida
para el recién llegado. Es el principio del fin . Efectivamente, es el principio
del fin de la antigua vida, y el comienzo de su asomo a la nueva vida.
Su padrino le dirá probablemente: "Tómalo con calma. El salto que vas a
tener que dar es mucho más amplio de lo que pensabas. Así nos ha
pasado : a nosotros. Así le pasó a un amigo mío quien fue en cierta
ocasión Vicepresidente de la Sociedad Americana de Ateísmo, pero que
aceptó este nuevo enfoque con un amplio margen". A lo cual el recién
llegado responderá: "Bien . Yo sé que me estás diciendo la ve rdad. Sin
duda es un hecho que AA está lleno de personas que pensaban como yo
pienso. Pero, en qué forma, bajo las circunstancias actuales, puedo
"tomarlo con calma?" Esto es lo que deseo saber".
"Esa es una magnífica pregunta", conviene el padrino. " Creo que puedo
decirte cómo tranquilizarte. Por lo demás, t ampoco será necesario que
trabajes muy duro en esto. Escucha, si lo deseas, estas tres afirma-
ciones: Primera, que Alcohólicos Anónimos no te ex ig e que creas en
nada. Todos sus Doce Pasos no son más que sugerencias. Segunda, que
para adquirir y mantener la sobriedad, no es necesario que te tragu es
inmediatamente el Segundo Paso. Ahora que lo recuerdo, yo mismo
tuve que tomarlo en pequeñas dosis. Tercera, que lo único q ue se necesi·
ta es una mente abierta y dispuesta a escuchar. No sigas debatiendo y
deja de preocuparte con cuestiones tan profundas, como el tratar de
averiguar si fue primero el huevo o la gallina . Nuevamente te repito, lo ·
único que se necesita es una mente abierta".
El padrino continúa: ' "Mira, por ejemplo, mi propio caso. Yo tuve una
educación académica. Naturalmente, respetaba, veneraba y casi que ado-
raba la ciencia. La verdad sea dicha, todavía lo hago, except o que ya no
le rindo adoración. Una y otra vez, mis maestros me insistieron en el
principio básico del progreso científico, que es investigar e investigar,
para volver a investigar, siempre con la mente abierta. Cuando me asomé
por primera vez a AA, mi reacción fue idéntica a la tu ya. Pensé que
este asunto de AA no ·10 podría tragar entero. Me pareció totalmente
anticientlfico. No me cabía en mente entrar a considerar semejante canti-
dad de tonter/as.
10
ese punto, el Segundo Paso empezó gradual y suavemente a infiltrarse en ~ ,
mi vida. No sabría decirte en qué día o en qué momento empecé a creer
en un Poder superior a mí mismo, pero puedo afirmarte que ahora s(
tengo esa creencia. Lo único que tuve que hacer para adquirirla, fue
dejar de pelear y tratar de practicar el resto del programa con el mayor
entusiasmo que pude.
11
quedó. Se cree perdido y no tiene siquiera e l alivio de una convicción. No
alcanza a lograr, as( sea en grado m/nimo, la seguridad que tiene el
creyente, el agnóstico, o el ateo. Es el único perplejo.
"A medida que el éxito material basado en estos escasos atributos empe-
zó a llegarnos, creímos estar ganando la batalla de la vida. Aquello fue
emocionante y nos hizo sentir muy felices. Para qué molestarnos con
abstracciones teológicas y deberes religiosos, o el estado de nuestras
almas en esta vida o en la otra? El aqu/ y ahora eran suficientemente
buenos para nosotros. Con el deseo de ganar podríamos seguir adelante.
Pero el alcohol empezó a jugar su partida en contra nuestra. Finalmente,
cuando empezamos a ver "ceros" en nuestra puntuación, y nos dimos
cuenta que con un golpe más quedaríamos definitivamente fuera del
juego, tuvimos que empezar a buscar la fe que habíamos perdido. Fue
en AA donde vinimos a encontrarla y así puedes hacerlo tú".
Veamos ahora otra clase de problema: el ho_m bre o la mujer con inte-
lectualidad autosuficiente. A estos, muchos de nosotros podemos
decirles: "Sí, nosotros fuimos como ustedes, demasiado listos, y de esto
no derivamos ningún bien. Nos encantaba que la gente nos considerase
precoces. Utilizamos nuestra educación para inflarnos como orgullosos
balones, pero haciendo lo posible para que los demás no lo notaran.
Secretamente pensábamos que podíamos flotar sobre el prójimo, debido
a nuestra capacidad cerebral. El progreso científico nos enseñó que no
había nada que el hombre no pudiera hacer. El conocimiento era todopo-
derosc1. El intelecto podía conquistar la naturaleza. Puesto que éramos
mucho más inteligentes que las demas personas (o por lo menos, así lo
creíamos), nos correspondía el botín de la victoria, ya que poseíamos el
pensamiento. El dios del intelecto desplazó al Dios de nuestros padres.
Pero aquí también el alcohol tenía otras ideas. Nosotros, que todo lo
hablamos ganado en serie, nos convertimos en perdedores de tiempo
completo. Vimos que teníamos que reconsiderar nuestras ideas porque
de no hacerlo moriríamos. En AA encontramos muchas personas que
hablan llegado a pensar como nosotros. Nos ayudaron a reducir nuestra
grandiosidad hasta su tamaño normal. Nos mostraron con su ejemplo
q'ue el intelecto y la humildad podían ser compatibles, siempre y cuando·
la . humildad se colocara en primer lugar. Cuando empezamos a hacerlo,
12
recibimos el don de la fe, una fe que obra. Esta fe está d isponible para
ustedes, también".
13
para con nosotros ; por el contrar io, habíamos estado dicié ndole cont i-
nuamente lo que debía hacer. Vimos que nadie podía creer en Dios al
mismo tiempo que lo desafiaba. La fe significa confia nza, no desafío. En
AA conocimos los frutos de esa confianza, rep resentada en muchos
hombres y mujeres que se había escapado de la cat ást rofe final. Los
vir,:ios reunirse y superar sus penas y tribulaciones. Los v irnos aceptar t ran-
quilamente situaciones .difíciles, sin necesidad de esconderse o hacerse
recriminaciones. Esto no era sólo fe, sino fe actuante, fe efica z bajo toda
clase de circunstancias. Tuvimos que concluir que, cualquiera que fuera
el precio que delHamos pagar en humildad, tendríamos que pagarlo".
Analicemos ahora el caso del hombre lleno de fe, pero que no puede
sobreponerse al alcohol. Cree que es devoto, y observa escrupulosamente
su religión. Está seguro de que todavía cree en Dios, pero tiene la vaga
sospecha de que Dios ya no cree en él. Hace promesas y más promesas.
Pero después de hacerlas, no solamente vuelve a beber, sino que cada vez
lo hace con peores consecuencias. Trata valientemente de luchar contra
el alcohol, implorando la ayuda de Dios, pero esa ayuda no le llega. Qué
ser~ lo que pasa con esta persona?
El alcohólico que tiene buenas intenciones pero no obtiene buenos resul-
tados es un caso desalentador para los sacerdotes, médicos, amigos y fami-
liares. -No piensan lo mismo los miembros de AA. Muchos de nosotros
hemos sido como él y hemos podido encontrar la respuesta a tan compl i-
cada situación. Esta respuesta se refiere a la calidad de la fe, no a su canti-
dal Aquí radicaba nuestro punto débiÍ. Suponí~mos que teníamos
humildad y eso no era cierto. Suponíamos que practicábamos seriamente
nuestra religión, pero al analizarnos honradamente, vimos que sólo la
llevábamos superficialmente. O, yendo al otro extremo, nos habíamos
dejado llevar por el sentim.entalismo, confundiéndolo con el verdadero
sentido religioso. En ambos casos, estábamos dando nada a cambio de lo
que queríamos. La verdad era que no habíamos limpiado debidamente
nuestra casa para que la gracia de Dios pudiera entrar en nosotros y
expulsar la obsesión de beber. Nunca habíamos hecho un examen
concienzudo, en un sentido profundo y significativo, de nuestra realidad.
No h;ibíamos tratado de reparar los daños que habíamos causado. Nunca
habíamos dado algo a otra persona sin esperar recompensa. Ni siquiera
sabíamos orar correctamente. Siempre habíamos dicho "concédeme mis
deseos", en vez de '.' Hágase Tu Voluntad". No apreciábamos el amor,
humano o divino. Por eso permanecíamos engañados e incapaces de
recibir la gracia suficiente para restaurarnos el sano juicio.
Son muy pocos en realidad los alcohólicos activos 'qu e tienen una idea
siquiera aproximada de lo irracionales que son, o que, conociendo su
insensatez, se resuelvan a afrontarla. Algunos prefieren empezar a llamar-
se "bebedores problemáticos", pero no pueden soportar la idea de que
se encuentran enfermos mental mente. Se ven incitados a esta actitud por
un mundo que no distingue la diferencia entre el bebedor normal y el
14
alcohólico. El sano juicio se define como "solidez mental". Ningún
alcohólico, al analizar fríamente su conducta destructiva (y no importa
si los destrozos que ha ocasionado se muestran en los muebles de su casa
o en su estructura moral), puede alegar que posee la "solidez mental".
TERCER PASO
Practicar el Tercer Paso es como intentar abrir una puerta que aparente•
mente está cerrada y asegurada con cerrojo. Para ello lo único que se
necesita es una llave y la decisión de abrir la puerta. Para nuestro caso
sólo hay una llave, que se llama buena voluntad. Una vez que la ·buena
voluntad ha quitado el cerrojo, la puerta se abrirá casi por sí misma.
Cuando miramos a través de la puerta, podemos leer una inscripción:
"Esta es la vía hacia una fe que obra". En los dos primeros Pasos del
programa, hemos estado ocupados en reflexionar. Supimos que éramos
impotentes ante el a lcohol, pero también percibimos que la fe, de cual-
quier clase que sea, aún en el mismo grupo de AA, es posible para toda
persona. Tales conclusiones no requieren acción, sino simplemente
aceptación.
Al igual que todos los pasos restantes, el Tercero pide acción positiva;
porque solamente por medio de la acción podremos despojarnos de la
voluntad personal que ha impedido la entrada de Dios, o s i se prefiere,
de un Poder superior, a nuestras vidas. La fe es absolutamente necesaria,
pero ella sola no basta para nuestro propósito. Porque podemos tener fe
y--al mismo tiempo dejar a Dios por fuera de nuestras vidas. Por consi·
guienté, nuestro problema ahora consiste en saber cómo y por qué me·
dios espec íficos vamos a permitir qlle El entre. El Tercer Paso representa
nuestro primer intento para este objetivo. Toda la efectividad dei progra-
ma de AA, tendrá como base y será el resultado de la so lidez y el entu-
siasm o con que "decidimos poner nuestra voluntad y nuestras vidas
al cuidado de Dios, tal como nosotros lo concebimos".
Para cualquier persona mundana y práctica, este Paso puede parecer di-
fícil, si no imposible. Porque, está bien que se tenga un ferviente deseo,
pero cómo se hace para entregar la vida y la voluntad al Dios en quien
15
se cree? Afortunadamente, quienes lo hemos intentado, con las mismas
aprensiones, podemos certificar que todos, absolutamente todos,
podemos empezar a hacerlo. Además podemos añadir que sólo se necesita
empezar, aunque ese comienzo sea tímido. Una vez que se ha colocado·
la llave en el cerrojo y se logra abrir una mínima parte, quedará más fácil
ir abriendo poco a poco la puerta. Aunque puede suceder que nuestra
obstinación la vuelva a cerrar de un golpe, como efectivamente lo hace
con frecuencia; siempre nos será posible volverla a abrir si conservamos
la llave de la bueña voluntad.
Tal vez esto suene remoto y misterioso como si habláramos de la teoría
de la relatividad o de complicados problemas de física nuclear. Podemos
asegurar que no es así. Por el contrario, es sumamente práctico y sencillo.
Cada una de las personas, hombres y mujeres, que han ingresado a AA,
con el propósito de permanecer dentro de la comunidad, han empezado a
practicar el Tercer Paso sin haberse dado cuenta. En efecto, en todo lo
concerniente al alcÓhol, cada uno de ellos ha decidido entregar su vida
al cuidado, orientación y protección de Alcohólicos Anónimos. Se ha
operado ya un acto de buena voluntad para abandonar las antiguas
ideas y actitudes respecto al alcohol, y adoptar en lo sucesivo las suge-
ridas por AA. Cualquier recién llegado, con buena voluntad, reconoce
en AA una bahía segura para anclar el buque zozobrado de su propia
existencia. Si esto no es poner la volunt_a d y la vida al cuidado de una
providencia ajena, entonces qué es?
Pero supongamos que el instinto se subleva, como seguramente lo hará, y
empieza a clamar: "Bueno, acepto que con relación al alcohol yo tenga
que depender de AA, pero me reservo el derecho a mantener mi indepen-
dencia en todos mis otros asuntos. No tengo por qué anularme totalmen-
te. Si acabo por entregar mi vida·y mi voluntad a Algo o Alguien distinto
de mí, en qué me voy a convertir? Voy a acabar siendo el agujero 'de una
rosca? Este razonamiento es natural, porque el instinto y la lógica siem-
pre tratará" de incitar al egoísmo y frustrar así el desarrollo espiritual.
Lo malo está en que semejante raciocinio no toma eri cuenta lo hechos
reales, que parecen ser los siguientes: mientras mayor disposición mos-
tremos a depender de un Poder superior, mayor será nuestra indepen-
dencia real. Por tanto, la dependencia que se practica en AA es en real i-
d ad un medio de adquiri r la verdadera independencia del espíritu.
16
y seguridades. La energía fluye donde la necesitamos. La electricidad,
esa extraña fuerza que muy pocos comprenden, satisface silenciosa y
certeramente nuestras más simples necesidades. Pero también nos ofrece
alivio en grandes necesidades; para probarlo, sólo debemos preguntarle al
enfermo que depende de un pu lmón de acero, cuánta confianza tiene en
ese aparato eléctrico que sustenta el hilo de su vida.
17
· va riedades erróneas de depend encia. Hemos padecido en carne p ropia
muchas de ellas. La persona adul ta, por ejemplo, no debiera tener un a
fuerte dependencia emocional de sus padres. Hay una edad en que la
persona debe haberse zafado de tal dependencia, y si no lo ha hecho,
debe proceder cuanto antes. Esta forma de dependencia ha ocasionado
muchos desastres, y ha llevado a muchos alcohólicos a concluir que la
dependencia, de cualquier clase que sea, puede causar daños intolerables.
Pero quienes han dependido del grupo de AA o dé un Poder superior no
han experimentado resultados inconvenientes.
18
ración. La abstención conseguida por la admisión de la condición de alco-
hólico y la asistencia a unas cuantas reuniones son muy buenas en sí,
pero todav fa se está muy lejos de la sobriedad permanente y la vida útil
y feliz. Es aquí donde entran en acción los otros pasos del programa de
AA. Unicamente la acción continuada en estos pasos como forma de vida
traerá como consecuencia el resultado anhelado.
Luego se explicará que los demás pasos del programa de AA sólo pueden
ser practicados con éxito, cuando se ha hecho un intento sincero y
persistente con el Tercero. Esta afirmación tomará por sorpresa a los
recién llegados que no han hecho más que padecer el aniquilamiento del
ego y la creciente convicción de que la vol.untad humana no tiene ningún
valor. Han llegado a persuadirse correctamente, de que hay muchos pro-.
blemas, además del alcohol, que no podrán solucionarse por los esfuer-
zos aislados de una persona. Pero ahora resulta que sí hay ciertas cosas
que únicamente puede lograr la persona interesada. Sólo por si' mismo, y
a la luz de sus circunstancias, necesita desarrollar la cualidad de la buena
voluntad. Cuando adquiera esa cualidad, sólo él tendrá que resolver hasta
qué punto la habrá de ejercitar. El tratar de hacerlo es un acto de volun-
tad. Todos los Doce Pasos lo requieren, de manera continua y personal,
para asimilar sus _principios y adecuarse a cumplir la voluntad de Dios.
Una vez que hemos podido asimilar y estar de acuerdo con estas ideas,
nos resulta mucho más fácil empezar a practicar el Tercer Paso. En todas
las ocasiones en que nos vemos confusos, indecisos o perturbados eltlo·
cionalmente, podemos hacer una pausa, pedir un poco de tranquilidad
y decir simplemente: "Dios,concédeme la serenidad para aceptar las cosas
qu~ rio puedo cambiar... valor para cambiar aquellas que puedo y sabidu·
ria para reconocer la diferencia. Que se cumpla Tu voluntad, no la mfa'~
CUARTO PASO
19
ellos no seríamos seres humanos completos. Si los hombres y mujeres
no se esforza ran por lograr seguridad personal, n<;> se p reocuparan por
co_se_char los alimentos o construir su albergue, no podrían sobrevivir.
Si no cuidaran de reproducirse, la tierra no estaría poblada. Si no exis-
tiera el instinto social, si los hombres no se relacionaran entre sí, no
habría sociedad. Por eso, los deseos de relación sexual, ,de seguridad
material y emocional, de compañía, son perfectamente necesarios y
co~ ~ e R.[qyienen de Dios.
20
cuánta frecuencia vemos a un ser humano aterrorizado y dispuesto a
depender completamente de alguien más fuerte para su seguridad y
protección. Este ser débil, al fracasar en su intento de afrontar las respon·
sabilidades de la vida con sus propios recursos, nunca podrá crecer y
madurar. La desilusión y la impotencia son su dividendo. Con el tiempo,
sus protectores lo abandonan o mueren, y se ve una vez más solitario y
amedrentando.
Pero no es ese sólo el peligro. Cada vez que una persona impone de
manera irracional sus instintos sobre otras personas, aparece la infeli·
cidad. Si la consecución de riqueza tropieza con otras personas en el
camino, se levantarán la ira, los celos y la venganza. Cuando el sexo se
desboca, hay una conmoción similar. Las 'exigencias desmesuradas de
atención, protección y amor motivarán en las personas afectadas senti-
mientos de dominación o de rebelión, dos emociones tan malsanas
como las gxigencias que las provocaron. Cuando se vuelve incontrolable
el deseo de prestigio personal, ya sea en el círculo de amigos o en la mesa
de conferencias internacionales, hay siempre otras personas que sufren y
que a veces se rebelan. Este choque de instintos puede ll egar a producir
desde un desaire hostil hasta una incendiaria revolución. De esta manera
nos colocamos en situación de conflicto no sólo con nosotros mismos,
sino con otras personas que también tienen sus propios instintos.
21
jefinitivamente nos parecerá la única solución. Habremos perdido toda~-
perspectiva y, por supuesto, toda humildad. Porque esta act itud será
un orgullo magnificado. Asf no estaremos haciendo un inventario moral,
sino un proceso bien conocido por medio del cual la persona depresiva
ha sido anteriormente conducida a la botella y la extinción.
22
brecha por donde pueda brillar·la luz de la razón, a través de la muralla
que su ego ha constru ído.
En primer lugar, puede decírséles que la mayoría de los miembros de
AA han sufrido intensamente de auto justificación durante sus días de
bebedores. Para muchos de nosotros, esta justificación era la fuente de
toda clase de excusas no sólo para beber sino para toda clase de conduc-
ta alocada y perjudicial. Eramos unos artista~ para inventar disculpas.
Teníamos que beb_e r porque nos estaba yendo bien o nos estaba yendo
mal; ten (amos que beber porque éramos abrumados por el amor de
nuestros familiares, o porque no nos daban ningún afecto; teníamos
que beber porque estábamos adquiriendo gran éxito con nuestro trabajo,
o porque estábamos fracasando eón él; porque nuestra nación había
ganado una guerra o perdido la paz, y así ad-infinitum.
Con frecuencia nos tomó mucho tiempo el poder apreciar en qué forma
nos habían gobernado estas erráticas emociones. Pod(amos verlas muy
rápidamente en los demás, pero muy lentamente en nuestro caso perso-
nal. Primero que todo, tuvimos qué admitir que teníamos muchos de es-
tos defectos, aunque al reconocerlos sufrimos dolor y humillación. Tuvi-
mos que dejar de echar la culpa sobre otras personas. Esto requirió un gran
esfuerzo y mucha disposición .por nuestra parte. Pero cuando logramos
remontar los primeros dos o tres obstáculos de esta naturaleza, se nos
hizo mucho más ciará el panorama y la ruta por seguir nos pareció más
fácil. Porque habíamos empezado a ganar la perspectiva de nosotros mis-
mos, o dicho de otra manera, habíamos empezado a ganar verdadera
humildad.
23
poder son personalidades extremas, que abundan tanto en AA como en .
el munto exterior. Frecuentemente tales personalidades se encuentran
tal claramente definidas como en los ejemplos que hemos dado anterior-
mente. Pero con mayor frecuencia aún nuestras personalidades contienen
elementos de los dos tipos. Los seres humanos son siempre distintos, y
por eso cada uno de nosotros, al hacer su inventario personal, tendrá
necesidad de determinar cuáles son exactamente sus defectos de carácter.
Habiendo encontrado la horma de sus zapatos, tendrá que empezar a
caminar con ellos con la confianza de que se encuentra por el camino
indicado.
24
necesario, con el temor de no tener suficiente. Con tremenda alarma,
pjlrm.anecemos ociosos cuando debemos trabajar. Con apatía· vamos ·
dejando todo para hacerlo después, o cuándo mucho, trabajamos de mala
gana y a medias. Estos temores son como plagas que van royendo los·
ci,:nientos de la vida que tratamos de edificar.
·Por eso, cuando AA sugiere un exhaustivo inventario moral, puede ~re-
·'cer que se nos pide mucho más de lo que podemos dar. Tanto el orgullo
como el miedo impiden al recién llegado que trate de verse honestamente
como es. El orgullo le dice: "No necesitas pasar por este trance ... ", el
miedo 1~ previene: "No te atrevas a mirar...". Sin embargo, el testimonio
de los miembros de AA que han· intentado seriamente el inventario mo:
ral, afirman que el miedo y el orgullo en esta ocasión no son más que
espantajos. Cuando se tiene la mejor voluntad para intentar el inventario-
Y la disposición para llevarlo a cabo concienzudamente, una nueva luz
empieza a iluminar la neblina. A medida que persistimos, va naciendo. una
nueva confianza, hasta llegar finalmente a un estado indescriptible de
alivio cuando podemos por fin vernos tal como somos. Estos son los
primeros frutos d_el Cuarto Paso.
Hacia esta etapa el recién llegado debe haber sacado las siguientes conclu,
siones: que sus defectos de carácter, representativos de instintos descon-
trolados, han sido la causa primordial de su forma de beber y de su fraca-
so en la vida; que mientras no haga el mayor esfuerzo posible por elimi-
nar !os d·efectos más notori~s, Íe· será muy difícil aspirar a fa sobriedad y
la paz mental; que debe remover toda la cimentación defectuosa de su
vida, para reemplazarla por una nueva estructura sobre bases sólidas.
Deseoso de comentar la búsqueda de sus propios defectos, preguntará:
"Qué debo hace r? Cómo puedo hacer un inventario de mí mismo?"
25
ó sexuales? Cuándo se me rechazó, sentí deseos de venganza o tomé et 1
camino de la depresión? Traté de violentar a otras personas para que me
dieran to que yo creía merecer? Si encontré acogida fría o poco cariñosa
en mi cónyuge, tomé ese hecho como disculpa para la promiscuidad?
Para la mayoría de los alcohólicos son también muy importantes las pre-
guntas que se refieren a la conducta financiera y la seguridad emocional.
En estas áreas se presenta con demasiada frecuencia la acción del temor,
ta codicia, ta ambición y él orgullo. Al repasar su vida de trabajo y su tra-
yectoria económica, casi todos los alcohólicos llegarán a preguntas como
estas: Además de mi problema de bebida, a qué otras causas puedo atri-
buir m i inestabilidad económica? Tuve miedo o algún sentimiento de _
incapacidad para mi profesión, en forma tal que dejé perder la confianza
en mí mismo y me ví por ello envuelto en conflictos? Traté de ahogar ese
sentimiento de incapacidad por medio de la mentira, el engaño, o la
evasión de mis respónsabilidades? Llegué a pensar que los demás no reco-
nocían mis aptitudes excepcionales? Sobrevaloré mis condiciones perso-
nales tratando de ser un personaje? Traicioné a mis amigos o asociados
a causa de mi ambición? Fuí extravagante en mis gastos, al punto de pedir
dinero prestado sin preoc~parm·e-de si lo p~dría pagar después? O fuí
cicatero y me negué a atender debidamente las necesidades de mi familia?
Fuí totalmente honrado en mis operaciones comerciales? Hasta dónde
me dejé llevar por el halago del dinero "fácil" en negocios oscuros?
. . -
Muchas de las mujeres de negocios encontrarán naturalmente que estas
preguntas pueden muy bien aplicarse a su caso. Pero Ias amas de casa
alcohólicas también ocasionan inseguridad económica en la familia
inflando los costos de mercado, manipulando el presupuesto familiar,
jugando el dinero de las necesidades caseras, llevando a la ruina a su espo-
so por la irresponsabilidad, el derroche y la extravagancia.
En general, todos los alcohólicos que por causa de la bebida han perdido
su trabajo, su familia y sus amigos, necesitarán examinarse a sí mismos
en forma descarnada para establecer hasta dónde los defectos de perso-
nalidad han contribuido a deteriorar la propia seguridad.
26
condiciones a molestarme, por afectar directamente mi egoísmo, o por
no responder a mis demandas irracionales? O, en caso de que aparente·
mente mis problemas hayan sido causados por otras personas, por qué
carezco de la habilidad para aceptar condiciones que no puedo cambiar?
De esta clase serán las pre!:luntas fundamentales que pueden aclarar los
orígenes de mi insatisfacción y me indican si yo podré alterar mi propia
conducta para ajustarme serenámente a la autodisciplina.
27
Frecuentemente, nuestro primer inventario no nos parece muy malo,
pero hemos visto· posteriorment-e que hemos tenido ocultos defectos
muy importantes bajo una gruesa capa de auto justificación. Cualesquiera
que fuesen, esos defectos emboscados fueron los que nos llevaron al
alcoholismo y la miseria.
QUINT O PASO
Todos los Doce Pasos de AA nos piden actuar en forma contraria a nues-
tros deseos naturales.. . todos ellos desinflan nuestro ego. Cuando se trata
de desinflar el ego, pocos pasos son más difíciles de tomar que el Quinto.
Pero ningún otro paso es más necesario para la sobriedad y la paz mental
duraderas.
Es tan intensa, sin embargo, nuestra resistencia a hacer ésto, que al princi·
pio los AA tratamos de eludir el Quinto Paso. Buscamos una manera más
fácil de hacerlo, que usualmente consta de una admisión general poco
dolorosa de que cuando bebíamos éramos simplemente unos malos
actores. Entonces, para llenarnos de razón, añadimos dramáticas descrip· _
ciones de aquella parte de nuestra conducta de bebedores que nuestros
amigos probablemente ya conocen muy bien.
Pero no decimos nada de las cosas que realmente nos molestan y perju-
dican. Nos decimos a nosotros mismos que hay ciertos recuerdos humi-
28
llantes o penosos que no debernos compartir con los demás. Los guarda-
remos en secreto para que ninguna persona los conozca. Esperarnos que
se vayan a la tumba con nosotros.
Esta práctica de admitir los defectos personales ante otra persona es, por
supuesto, muy antigua. Cada siglo la ha revalidado, y caracteriza la vida
de todas las personas espiritualmente asentadas y verdaderamente reli-
giosas. Pero hoy en día no es la religión la única abogada de este prin-
.cipio salvador. Los siquiatras y los sicólogos enfatizan la profunda nece-
' sidad que tiene cada ser humano de mirarse a sí mismo a conocer sus pro-
pias características de personalidad, así como de discuti rlas con otra
persona comprensiva y confiable. En cuanto concierne a los alcohó-
licos, AA va aún más lejos. La mayoría de nosotros podríamos declarar
que sin una valerosa admisión de nuestros defectos ante otro ser huma-
no no nos sería posible permanecer sobrios. Parece obvio que la gracia de
Dios no podrá entrar para expulsar nuestras obsesiones destructivas,
mientras no estemos dispuestos a ensayar esta práctica. ·
Qué vamos a recibir del Quinto Paso? En primer lugar, podremos vernos
libres de aquella terrible sensación de aislamiento que siempre nos ha
acompañado. Casi sin excepción, los alcohólicos hemos sido tortu-
rados por la soledad. Aún antes de que nuestra bebida se empeorara y la
gente empezara a alejarse de nuestro lado, casi to-;:los nosotros sufrimos
la sensación de que no podíamos pertenecer. O bien éramos tímidos y
no nos atrevfamos a acercarnos a los demás, o incurríamos en la actitud
ruidosa de llamar la atención y pedir compañía, sin obtenerla, por lo
menos de acuerdo con nuestra manera de pensa~. Siempre existió una
misteriosa barrera que no podíamos derribar ni comprender. Era como
si fuésemos actores en un escenario, y nos diésemos cuenta de repente
que no sabíamos ni un simple renglón del papel que se nos había asigna-
do. Esa fue una de las razones por las cuales llegamos a amar tanto al
29
alcohol. Porque nos permitió actuar extemporáneamente. Pero aún el
alcohol se volvió contra nosotros; y nos vimos finalmente golpeados y
abandonados en una terrible soledad.
Este paso vital fue tampién el medio por el cual empezamos a obtener la
sensación de que podríamos ser perdonados, sin importar Io que había-
mos pensado o ejecutado. Frecuentemente, mientras trabajamos en este
paso con nuestros padrinos o consejeros espirituales, fue cuando por
primera vez nos sentimos capaces de perdonar verdaderamente a los
demás, sin importarnos la profundidad del daño que ere íamos nos habían
causado. Nuestro inventario moral nos había persuadido de que era
deseable un perdón general para todos, pero sólo cuando resueltamente
afrontamos el Quinto Paso vimos interiormente que podíamos disponer-
nos a recibir el perdón y a otorgarlo.
Otro gran dividendo que podemos esperar del hecho de confiar nuestros
defectos a otro ser humano es la humildad, una palabra frecuentemente
mal entendida. Para aquellos que han logrado progreso en AA, significa
un reconocimiento claro de qué y quiénes somos realmente, seguido de
un sincero intento de convertirnos en lo que debiéramos ser. Por consi-
guiente, nuestro primer movimiento hacia la humildad debe consistir en
reconocer nuestras deficiencias. No puede corregirse ningún defecto
mientras no veamos claramente cómo es. Pero debemos hacer más que
verlo. La mirada objetiva hacia nosotros mismos que logramos con el
· Cuarto Paso fue, ante todo, una mirada. Todos nosotros vimos, por ejem-
plo; que carecíamos de honradez y t~lerancia, que nos ve famas some-
tidos en ocasiones a los ataques de la conmiseración o las ilusiones de
grandeza personal. Y aunque esta fue una humillante experiencia, no
significó necesariamente que habíamos adquirido mucha humildad real.
Aunque reconocimos los defectos, estos todavía estaban allí. Teníamos
que hacer algo acerca de ellos.. Y muy pronto verificarnos que o no
queríamos o no deseábamos alejarlos por nuestra propia cuenta.
El gran provecho que podemos tener bajo la influencia del Quinto Paso
es la adquisición de un mayor realismo y por consiguiente una mayor -
30
honradez acerca de nosotros mismos. Cuando hacemos el inventario,
empezamos a sospechar el alcance del problema que nos había causado
el autoengaño. Esto nos trajo a una reflexión perturbadora. Si durante
todas nuestras vidas habíamos más o menos logrado engañarnos, cómo
podríamos estar seguros ahora de que no estábamos siendo afligidos por
el mismo espejismo? Cómo podríamos tener la seguridad de haber hecho
un verdadero catálogo de nuestros defectos y haberlos admitido real-
mente, aún en nuestro interior? Ya que todavía nos sentíamos atacados
por el temor, la conmiseración, y los sentimientos adoloridos, era proba-
ble que tal vez no pudiéramos apreciarnos realmente. La sensación de
culpa y el remordimiento exagerado podrían causarnos que llegáramos
a dramatizar y ver magnificados nuestros defect.os. O tal vez la ira y el
orgullos heridos se convertían en una cortina de humo tras de la cual
esconderíamos algunos de nuestros defectos a la vez que culpábamos a
los demás por ellos. Posiblemente, también, todavía nos ve iamos en
desventaja por muchas dificultades grandes y pequeñas que ni siquiera
sabíamos que existían.
Fue para nosotros una consecuencia casi evidente que la apreciación soli-
t&fia o íntima, y la admisión de nuestros defectos basada en dicha inti-
midad, tal vez no sería suficiente para nosotros. Necesitábamos contar
con una ayuda externa si queríamos tener la seguridad de conocer y
admitir la verdad acerca de nosotros mismos, I'ª ayuda de Dios y de otro
ser humano. Sólo dándonos a conocer completamente, sin guardar nada
oculto, solamente estando dispuestos a recibir consejo y orientación
podríamos poner el pie en el camino hacia un pensamiento correcto, una
honestidad sólida, y una humildad genuina.
31
La segunda dificultad es esta: cuando estamos solos lo que llega hasta
nosotros puede ser modificado p_o r nuestra propia manera ingenua o
distorsionada de pensar. El beneficio de hablar con otra persona es que
podemos obtener directamente los comentarios y consejos sobre nuestra
situación, y no existirá duda en nuestras mentes acerca de lo que consti-
tuye realmente ese consejo. Es muy peligroso seguir solos en la dirección
de los asuntos espirituales. Cuántas veces hemos escuchado personas muy
bien intencionadas pretender que tienen la orientación de Dios cuando
era demasiado evidente que estaban profundamente equivocadas. Al
carecer tanto de la práctica como de la humildad, se han engañado a sí
mismos al punto de poder justificar los mayores disparates con el funda-
mentó de que eran dictados por Dios. Vale la pena hacer notar que
muchas personas que han alcanzado un gran desarrollo espiritual casi
siempre insisten en revisar con amigos o consejeros espirituales la orien·
tación que creen haber recibido de Dios. Seguramente, . entonces, un
novicio no debiera permitirse a sí mismo la oportunidad de cometer
errores tontos, y tal vez trágicos, con esta manera de pensar. Es verdad
que el comentario o consejo q¡;e recibimos de otra persona no es infa-
lible, pero probablemente es mucho más específico que cualquier orienta-
ción directa que podamos recibir mientras estamos tan inexpertos en
establecer contacto con un Poder superior a nosotros mismos.
Tal vez, la relación que tengamos con él es de tal manera que sótó nos
permite revelarle una parte de nuestra historia. Si esta es la situación, de
todas maneras debemos hacerlo, porque es necesario iniciar tan pronto
como estemos listos. Puede suceder, sin embargo, que escojamos a
alguien más para tratar revelaciones más difíciles y profundas. Este indi-
viduo puede ser alguien completamente ajeno a AA, por ejemplo, nues-
tro médico, o nuestro confesor o ministro religioso. Para algunos de noso·
tros, la mejor elección ha recaído en alguien completamente extraño.
las verdaderas pruebas rlE- la situación son nuestra buena voluntad para
confiar nuestros secretos y la total confianza en la pe rsona que hemos
escogido para compartir esta primera revelación de toda nuestra historia.
Esta sensación de unidad con Dios y con el hombre, este renacer y surgir
del aislamiento a través de un compartir abierto y honrado de nuestra
terrible carga de culpabilidad, nos conduce a un lugar de descanso en el
cual nos podemos preparar para los sigu ientes pasos hacia una sobriedad
completa y llena de significado.
SEXTO PASO
"Este es el paso que separa a los hombres de los muchachos... " Así lo
declara un-sacerdote muy querido y gran am igo de AA. Explica que la
persona que tiene la suficiente buena voluntad y honradez para tratar
de aplicar una y otra vez el Sexto Paso a sus faltas, sin reservas de nin!}J-
na clase, ha avanzado mucho espiritualmente, y por consiguiente merece
que se diga de él que es una persona que está tratando sinceramente de
crecer a la imagen y semejanza de su propio Creador.
33
Desde luego, la pregunta frecuentemente discutida de si Dios puede, y
d·esea, bajo ciertas condiciones, remover defectos de carácter, tendrá
una respuesta afirmativa de parte de cualquier miembro de AA Para él,
esta proposición no s~rá una teoría; será tal vez el hecho más importa nte
de su vida. Generalmente se referirá a ello de la siguiente manera:
Sin dudá alguna, estaba vencido, absolutamente derrotado. Mi propia
fuerza de voluntad no me serv la de nada con el alcohol. Los cambios de
ambiente, los mejores esfuerzos de mi familia, amigos, médicos, y sacer-
dotes resultaron inútiles con mi alcoholismo. Sencillamente no pod1a
dejar de beber, y ningún ser humano pudo lograr que yo lo hiciera.
Pero cuando tuve la buena voluntad de organizar mi vida y luego le pedí
a un Poder superior, Dios como yo lo concebía, que me liberase, mi obse-
sión pcii' beber desapareció. Se disipó.
34
No se evidencia en ninguna parte, al menos en esta vida, que nuestro
Creador espera de nosotros que eJi_minemos totalmente nuestros impulsos
instintivos. Hasta donde sabemos, no existe constancia de que Dios haya
removido de ningún ser humano todos sus impulsos naturales.
Algunos de los que creen haberlo hecho bien tal vez refuten esto, así es
que tratemos de profundizar un poco más. Prácticamente todo mundo
desea librarse de sus ·impedimentos más notorios y destructivos. Nadie
quiere ser tan orgulloso, que se le tilde de.fanfarrón, ni tan ambicioso
35
que se le llame ladrón. Nadie quiere encolerizarse hasta el grado de matar,
ser lujurioso hasta llegar a la violación, o tan glotón que arruine su' salud.
Nadie quiere sufrir atrozmente por el malestar crónico que produce la
envidia o quedarse paralítico por la pereza. Desde luego, la mayoría de
los seres humanos no sufre de estos defectos en extremos tan exagerados.
36
variedad de la pereza. Casi todos podríamos presentar una buena lista de-
tales defectos, y pocos de nosotros pensarían seriamente en renunciar a
ellos, al menos mientras no nos ocasionen problemas excesivos.
Si utili zando este paso hemos de conseguir algún provecho real en pro-
blémas distintos al alcohol, necesitaremos aventurarnos de nuevo en la
generosidad. Necesitaremos levantar nuestros ojos hacia la perfección, y
estar listos a marchar en esa dirección. Rara vez tendrá importancia la
forma vacilante en que marchemos. La única pregunta puede ser,
" Estamos dispuestos?"
37
eión, pero desde luego no voy a apresurarme. Tal vez pueda posponer
indefinidamente el enfrentarme a algunos de mis problemas". Por supues-
to, esto no funciona. Esta variedad de autoengaño tendrá que seguir el
camino de muchas otras agradables racionalizaciones. Por lo menos,
tendremos que luchar a _brazo partido con nuestros peores
defectos de carácter y tomar acción para eliminarlos tan ráp_idamente
como podamos.
SEPTIMO PASO
38
los seres humanos podrán tener toda la seguridad y todas las satisfac-
ciones personales que deseen. La teoría parece ser que una vez satisfechos
los instintos primarios de cada ser humano, no quedará mucho de qué
pelearse. El mundo será feliz entonces, y quedará libre para concentrarse
en la cyltura y en la formación del carácter. Unicamente con la inteligen-
cia y el esfuerzo, los hombres habrán determinado su propio destino.
39
verdadero objetivo de nuestra vida, produjo otro mal resultado. Porque
mientras estuvimos convencidos de que podíamos vivir únicamente con
nuestra propia fuerza e inteligencia personales, era imposible tener una
fe operante en un Poder superior. Esto era verdad aun cuando creíamos
que existía Dios. Pudimos realmente tener creencias religiosas sinceras
que resultaron estériles porque todavía tratábamos nosotros mismos de
hacer el papel de Dios. Mientras _colocáramos. primero la confianza en
nosotros mismos, una genuina dependencia de un Poder superior era
completamente imposible. Ese ingrediente básico de tqda humildad, el
deseo de buscar y hacer la voluntad de Dios, había faltado.
40
De nuevo somos impulsados a seguir el camino por la conclusión inelu-
dible que extraemos de la experiencia de AA, la que sin duda debemos
poner a prueba con toda el alma, o de otro modo caemos en el camino.
En esta etapa de nuestro progreso estamos bajo una fuerte presión y
coacción para hacer las cosas como es debido. Estamos obligados a
escoger entre los sufrimientos por tratar de hacerlo o el castigo seguro
por no hacerlo. Estos pasos iniciales en el camino se dan a regañadientes,
pero los damos. Podemos todavía no tener un buen concepto de la humil-
dad como una virtud personal deseable, pero la reconocemos .como una
ayuda necesaria para nuestra supervivencia.
Pero cuando le hemos dado una mirada cabal a esos defectos, los hemos
discutido con otra persona, y hemos llegado a estar dispuestos para que .
sean eliminados, nuestro parecer acerca de la humildad empieza a tener
un significado más amplio. Para esta etapa, según toda probabilidad,
hemos alcanzado hasta cierto punto la liberación de nuestras desventajas
más arrolladoras. Disfrutamos de momentos en los cuales hay algo pare-
cido a la verdadera tranquilidad de espíritu. Para aquellos de nosotros
que hasta ahora sólo hemos conocido la excitación, depresión o ansiedad
(en otras palabras, todos nosotros). esta paz recién encontrada resulta un
don i'napreciable. Algo nuevo.ha sido adicionado. En donde antiguamente
la humildad había significado el amargo alimento para reconocer los
errores, empieza ahora a significar el ingrediente nutritivo que pueda
darnos la serenidad.
41
mos a superar la idea de que el Poder superior era una especie de susti:
tuto que solamente se invocaba en una emergencia. La idea de que podía-
mos vivir nuestras propias vidas, con una pequeña ayuda de Dios de vez
en cuando, empezó a evaporarse. . Muchos de nosotros que nos
habíamos considerado religiosos despertamos a la limitación de esta acti-
tud. Al no aceptar poner a Dios en primer lugar, nosotros mismos nos
hab ramos privado de su ayuda. Pero ahora las palabras, "Por m ( mismo
nada soy, el Padre hace las obras", empezaron a adquirir un significado
brillante y esperanzador.
42
tentes ante el alcohol y llegamos a creer que un Poder supérior a nosotros-,
mismos podía devolvernos el sano juicio. Si ese grado de humildad pudo
permitirnos encontrar la gracia por la cual esa mortal obsesión había de
ser desterrada, entonces debemos tener la esperanza del mismo resultado
respecto a cualquier otro problema que eventualmente tuviéramos.
OCTAVO PASO
Los Pasos Octavo y Noveno tienen que ver con las relaciones personales.
Primero, damos una mirada hacia atrás y tratamos de descubrir en dónde
hemos tenido la culpa; después hacemos un vigoroso intento para reparar
el daño que hemos hecho; y tercero, habiendo quitado de esa manera los
escombros del pasado, consideramos cómo, con el conocimiento recién
adquirido de nosotros mismos, podemos desarrollar las me_jores relaciones
con cada uno de Ios seres humanos que conozcamos.
Esta es una tarea muy larga. Una tarea que podemos llevar a cabo con
una habilidad creciente, pero que en realidad nunca termina. Aprender
cómo vivir en la más grande armonía, asociación y fraternidad con todos
los I hombres y mujeres, de cualquier clase, es una aventura fascinante y
conmovedora. Todo miembro de AA ha descubierto que puede progresar
poco en esta nueva aventura de vivir mientras no se vuelva atrás y haga
realmente un preciso y despiadado examen de los escombros humanos
que ha dejado en su trayectoria. Hasta cierto grado, él ya ha hecho esto
cuando hizo el inventario moral, pero ahora ha llegado el momento de
redoblar sus esfuerzos para ver a cuántas personas ha hecho daño, y en
qué forma. Volve·r a abrir heridas emocionales, algunas viejas, algunas tal
vez olvidadas, y algunas todavía dolo rosa mente enconadas, se parecerá al
principio a una inútil y desatinada operación de cirujía. Pero si ese traba-
jo se inicia de buena voluntad, se revelarán tan rápidamente las grandes
ventajas que se reducirá el dolor cuando un obstáculo tras otro se desva-
nezcan.
Estos obstáculos sin embargo, son muy reales. ET primero, y uno de los
más difíciles, tiene que ver con el perdón. En el momento que conside-
ramos una relación deteriorada y destrozada con otra persona, nuestras
emociones pasan a la defensiva. Para evitar mirar los agravios que le
hemos hecho a otro, fijamos resentidos la atención en la injuria que él
nos ha hecho a nosotros. Esto es particularmente cierto s•i él tiene, en
verdad, un mal comportamiento. Triunfalmente nos valemos de su mala
conducta como la excusa perfecta para minimizar u olvidar la nuestra.
En este punto preciso necesitamos parar abruptamente. No tiene mucho
43
sentido cuando un asno ll ama orejón a su compañero. Recordemos que
los alcohólicos no son los únicos molestados por emociones morbosas .
. Más aún, generalmente nuestra conducta de bebedores ha agravado los
defectos de los demás. Repetidamente hemos agotado la paciencia de
nuestros mejores amigos hasta el punto de hacerla estallar, y hemos saca-
do lo peor en aquellos que no esperaban mucho de nosotros. En muchos
casos estamos tratando en realidad con prójimos enfermos, personas
cuyós infortunios hemos incrementado. Si estamos ahora a punto de
pedir perdón para nosotros mismos, por qué no podemos ponernos en
camino perdonándolos, a todos sin excepción?
44
otr"as personas. En muchos casos descubriremos que aunque el daño
hecho a otros no ha sido grande, el daño emocional que nos hemos hecho
a nosotros mismos sí lo ha sido. Muy profundos, a veces comp\etamente
olyidados, persisten conflictos emocionales por debajo del nivel de la
conciencia. Cuando acontecieron, pudieron haber dado a nuestras emo-
ciones una deformación violenta que desde entonces ha desteñido
nuestras personalidades y alterado nuestras vidas hacia lo peor.
46
rezumando: por todos los poros, e imponiéndola sobre aquellos que nos
rodean? Ese grado de daño hecho a otros, la clase que hace que la vida
diaria con nosotros cuando somos alcohólicos activos sea imposible y
a menudo insoportable, podría extenderse casi indefinidamente. Cuando
llevamos tales características de personalidad al negocio, la oficina y la
sociedad de nuestros semejantes, pueden hacer el daño tan extenso como
el que hemos causado en el hogar.
NOVENO PASO
46
sobriedad. Estarán aquel los a quienes solamente podernos hacer una
-restitución parcial, por miedo a que u·na relación cornple-ta les ha-ga más .
mal que bien a ellos o a los demás. Habrá otros casos en donde la acción
debería ser aplazada, y aún otros casos en los cuales por la misma natu-
raleza de la situación nunca podremos hacer un contacto directo y perso·
nal.
47
obtener más de lo mismo. O podemos ser volcados en la otra d irección
cuando, en algunos casos, recibamos una recepción fría y escéptica.
Esto nos tentará a discutir, Ó a hacer h-incapié insistentemente en nuestro
punto de vista. O tal vez nos incitará a caer en el desaliento y el pesi -
mismo. Pero si de antemano nos hemos preparado bien, ta les reacciones
no nos harán desviar de nuestro propósito firme e imperturbable.
48
está involucrado este mismo princ1p10. Supongamos, por ejemplo, que·
nos hemos bebido una· buena cantidad de dinero de nuestra empresa, ya
sea tomándolo "prestado" o mintiendo en los "gastos de representa-
ción". Supongamos que esto puede seguir pasando desapercibido, si no
decimos nada. Confesamos inmediatamente nuestras irregularidades a la
empresa, con la certeza de que seremos despedidos y nos quedaremos sin
empleo? Vamos a ser tan estrictamente honrados al hacer las reparaciones
que ·no nos importe lo que le ·suceda a ia familia· y al hogar? O consul-
tamos primero a aquellos que están gravemente afectados? Ponemos el
asunto delante de nuestro padrino o consejero espiritual, pidiendo
sinceramente la ayuda y la dirección de Dios, mientras nos decidimos a
hacer .la cosa· como es debido cuando esta se aclare, cueste lo que cueste?
Por supuesto. no existe una contestación adecuada que pueda ajustarse a
todos estos dilemas. Pero todos ellos requieren la buena voluntad de
reparar los daños tan rápido y hasta donde pueda ser posible en una
determinada serie de condiciones. ·
DECIMO PASO
"Continuamos haciendo nuestro inventario personal
y cuando nos equivocábamos lo admitíamos inmediatamente"
Cuando un hombre tiene una terrible resaca porque ayer bebió en exceso.
49
no puede vivir bien el d fa de hoy. Pero existe otra c lase de r esaca_ q_ue
todos hemos experimentado, estemos bebiendo ~ -no. Es la resaca
emocional, el resultado directo del exceso de emociones negativas de ayer
y a veces de hoy (la ira, el miedo, los celos y sentimientos similares). Si
deseamos vivir serenamente hoy y mañana, necesitamos desde luego,
eliminar esas resacas. Es\o no significa que necesitemos vagar mórbida-
mente en el pasado. Se requiere la admisión y la corrección de los
defectos ahora. Nuestro inventario nos permite arreglar con el pasado.
Cuando hemos hecho esto, podemos realmente dejar! o detrás de
nosotros. Cuando tomamos cuidadosamente nuestro inventario, y logra-
mos quedar en paz con nosotros mismos, nos resulta la convicción de que
los desafíos del mañana se podrán afrontar cuando se vayan presentado.
50
importa cuál sea la causa, hay algo mal en nosotros. Si alguien nos lastima '
y- nos sentimos heridos, también estamos equivocados. Pero no existen
excepciones a esta regla? Qué pasa con'la ira "justificada"? Si alguien nos
engaña, no tenemos derecho a estar furiosos? No podemos estar comple·
tamente enojados con la gente hipócrita? Para nosotros los AA esas son
excepciones pel ígrosa·~. -Hemos descubierto que la ira justificada debería
dejarse a aquel! os mejor calificados para manejarla. ·
Pocas personas han sido más vapuleadas por Ios resentimientos que
nosotros los alcohólicos. Poco importaba sí nuestro resentimiento era
justificado o no. Un arranque de cólera podía echar a perder un día, y un
resentimiento bien fomentado podía hacernos miserablemente inefec-
tivos. No tuvimos nunca la . destreza para distinguir la ira justificada de .
la que no lo era. En nuestra opinión, nuestra ira siempre estaba justifí·
cada. La ira, ese lujo ocasional de personas equilibradas, podía mante-
nernos indefinidamente en una alteración emocional. Esas "juergas en
seco" a menudo nos conduc/an directamente a la botella. Otras pertur·
bacíones (los celos, la envidia, la autocompasíón, o el orgullo lastimado)
tenían el mismo efecto.
51
das por el orgullo y la venganza. Cuando nos tiente el señuelo, debiéramos
prepararnos para recapacitar y pensar. Porque no podemos ni pensar ni
actuar con buenos resultados mientras el hábito del autodominio no sea
automático en nosotros.
Este cambio radical de nuestro punto d e vista tomará tiempo, tal vez
mucho tiempo. No muchas personas pueden verazmente afirmar que
aman a todo el mundo. La mayoría de nosotros debemos admitir que
hemos amado sólo a unos pocos, que hemos sido completamente indife·
rentes con los muchos mientras ninguno de ellos nos creó problemas;
y en cuanto a los demás, bueno: realmente les hemos tenido antipatía o
los hemos odiado. Aunque estas actitudes son bastante comunes, los
AA vemos que necesitamos algo mucho mejor con el fin de conservar
nuestro equilibrio. No podemos mantenerlo si odiamos profunda·
mente. Debemos abandonar poco a poco la idea de que podemos amar
posesivamente a unos pocos, que podemos ignorar a muchos, y que
podemos continuar temiendo u odiando a alguien.
52
trado. Con aquellos que no nos gusten podemos empezar a practicar la
justicia y la cortesía, tal vez apartándonos de nuestro estilo para enten-
derlos y ayudarlos.
53
nuestro verdadero motivo era ganar una discusión inútil. O, al no estar
presente la persona implicada, creímos que estábamos ayudando a los
demás a comprenderla, cuando en realidad nuestro verdadero motivo
era rebajarla para sentirnos superiores. Algunas veces lastimamos a aque-
llos que amamos porque "necesitan que se les enseñe una lección",
cuando realmente lo que deseamos es castigarlos. Nos sentimos depri-
midos y nos lamentábamos por ello, cuando en verdad estábamos espe-
cialmente buscando simpatía y atención: Este extraño rasgo de la mente
y las emociones, este deseo perverso de ocultar un motivo malo por
debajo de uno bueno, penetra los_asuntos humanos desde la cumbre hasta
el fondo . Esta sutíl y elusiva clase de fariseismo puede ser el fundamento
del acto o el pensamiento más pequeño. Aprender ~iariamente a reco-
nocer, admitir y corregir esos defectos constituye la esencia de la edifi-
cación del carácter y del buen vivir. Un sincero arrepentimiento por los
daños hechos, una genuina gratitud por las bendiciones recibidas, y la
buena voluntad para intentar conseguir mejores cosas mañana, serán las
ventajas permanentes que buscaremos.
UNDECIMO PASO
54
Para algunos recién llegados y para .aquellos que habiendo sido agnós-
ticos, que todavía consideran el grupo de AA como "Poder Superior", el
poder de la oración, a pesar de toda la lógica y la experiencia en prueba
de ella, puede ser todavía poco convincente o completamente objetable.
Aquellos de nosotros que una vez pensamos en esa forma podemos desde
luego entender y comprender. Recordamos bien cómo algo muy profun-
do dentro de nosotros continuaba rebelándose contra la idea de incli-
narnos ante cualquier Dios. La lógica de muchos de nosotros podía
"probar" que Dios no existía. Por qué los accidentes, las enfermedades,
la crueldad, y la injusticia en el mundo? Cuál era la razón de todas aque-
llas vidas desgraciadas que fueron el resultado directo de un nacimiento
infortunado y de circunstancias incontrolables? Seguramente no podía.
haber justicia en esta combinación de cosas, y por lo tanto no existía
Dios.
55
mucho alivio y beneficio. Pero cuando están lógicamente relacionadas
y entrelazadas, el resultado es una base firme para la vida. De vez en
cuando se nos puede conceder una visión de esa realidad fundamental
que es el reino de Dios. Y seremos consolados y se nos garantizará que
nuestro propio destino estará seguro mientras tratemos, a pesar de nues-
tra vacilación, de encontrar y hacer la voluntad de nuestro propio
Creador.
56
como Tú nos perdonas; y muriendo en Tí, nazco para la vida eternal •
Amén.
Como principiantes en la meditación, podríamos ahora releer esta
oración varias veces muy lentamente, saboreando cada palabra y
tratando de abarcar el profundo significado de cada frase y de cada idea.
Será mejor si podemos abandonar toda resistencia a lo expresado ali í.
Porque en la meditación no hay lugar para la discusión. Descansamos
tranquilamente con los pensamientos de alguien que sabe, de suerte que
podamos experimentar y aprender.
Cuando por esos sencillos mecanismos, nos hemos puesto en una dispo-
sición de ánimo que nos permite concentrarnos en la imaginación
constructiva, podríamos proceder en esta forma:
Una vez más leemos nuestra oración, y de nuevo tratamos de ver lo que
constituye su íntima esencia. Pensaremos ahora en quién la rezó por
primera vez. Ante todo, deseaba llegar a ser un " instrumento". Luego
pidió la gracia para llevar amor, perdón, armonía, verdad, fe, esperanza,
luz y alegría a cada ser humano que conociera. En seguida vino la expre-
sión de una aspiración y una esperanza para él mismo. Esperaba, con la
ayuda de Dios, ser capaz de encontrar también algunos de esos tesoros.
57
Trataría de hacerlo por lo que él llamaba " el olvido de sí mismo". Qué
quiso decir con eso, y cómo se propuso real izarlo?
Le pareció mejor dar consuelo que recibirlo; comprender que ser com-
prendido; perdonar que ser perdonado.
Esto podría ser un fragmento de lo que se llama meditación, tal vez
nuestro verdadero primer intento, una somera incursión en el reino del
espíritu. Posteriormente, deberíamos observar nuestra situación actua l,
y pensar en lo que podría suceder en nu estras vidas, de ser capaces de
acercarnos más al ideal que hemos estado tratando de vislumbrar. La
meditación es algo que siempre puede perfeccionarse más. ·No t iene
fronteras, en amplitud o en profundidad. Ayudados por las· enseñanzas
y el ejemplo que podamos encontrar, la meditac ión es esencialmente una
aventura individual, algo que cada uno de nosotros va logrando a su
manera. Pero su obj_etivo siem~re es el mismo: mejorar nuestro co ntacto
consciente con Dios, con su gracia, sabiduría y amor. Y recordemos
siempre que la meditación es en realidad intensamente práctica. Uno de
sus primeros frutos es el equilibrio emocional. Con ella podemos ampliar
el conducto entre nosotros mismos y Dios como nosotros lo entendemos.
58
Al avan zar el día y verno s enfre ntado s a situac io nes y dec isio nes d ifí-
ciles, podemo s hacer u na pausa, y renovar la senci lla pet ición : "Hágase
Tu volunt ad, no la mía". S i en esos caso s nuestra pert u rbac ió n emo-
ciona l es grande, seguramente co nservaremos más nuestro equilibrio,
siempre que recordemos, y nos r epita mos a nosotros mismos, una orac ión
p redilecta o una frase que nos haya inter esado en nuestra lectura o medi-
tación. El repetirla a menudo una y otra vez no s permitirá despejar üñ
conducto obstruido con la ira, el mºiedo, la frustración, o la desavenencia,
y nos permite volver a la ayuda más segu ra en momentos de tensión,
(nuestra búsqueda de la voluntad de Dios, no d e la nuestra). En esos
momentos críticos, si nos recordamos a nosotros mismos que "es mejor
consolar que ser consolado, comprender que ser comprendido, amar que
ser amado", estaremos siguiendo el propósito del Undécimo Paso.
Esto se puede hacer, pero tiene sus r iesgos. Hemos visto a miembros de
AA pedir con mucho ardor y fe la dir ección ex plícita d e Dios en asuntos
que abarcan todos los aspectos, desde solucionar una tremenda crisis
financiera o doméstica, hasta corregir la más pequeña falta personal,
como la lentitud. Muy a menudo, sin embargo, los pensamientos que
parecen venir de Dios no -son respuestas. Demuestran ser racionali-
zaciones inconsc ientes aunque bien intencionadas. El miembro de AA,
o cualquier persona que trate de dirigir rigurosamente su vida por esta clase
de oración, por esta demanda egoísta de respuestas de Dios, es un indi·
viduo particularmente desconcertante. A cualquier pregunta o crít ica de
sus acciones ofrece instantáneamente su confianza en la ·oración para la
or ientación de todos los asuntos grandes y pequ eños. Puede haber olvi-
dado la eventua Iidad de que sus ansiosos pensamiento s y la tendencia
humana a racional izar, hayan desvirtuado lo que él llama orientación.
Con - las mejores intenciones; intenta imponer su voluntad en toda c lase
de situaciones y problemas con la confortable seguridad de que está
actuando bajo la dir ección específica de Dios. Bajo tal ilusión puede, por
supuesto, crear grandes estragos sin la menor intención de hacerlo.
59
paralelamente a una sincera oración puede haber una cierta cantidad de
presunción y vanidad en nosotros. La experiencia de AA nos indica que.
en tales casos, debiéramos orar para que se haga la voluntad de Dios,
cualquiera que sea, para los demás así com0 para nosotros.
Todas estas debieran ser noticias alentadoras para aquellos que rechazan
la oración porque no creen en ella, o porque se sienten separados de la
ayuda y la dirección de Dios. A todos nosotros, sin excepción, se nos
presentan ocasiones en que sólo podemos orar con el más grande esfuerzo
de la voluntad. Ocasionalmente vamos aún más lejos. Nos sobrecoge una
rebeldía tan deprimente que sencillamente no podemos orar. Cuando
esto acontece, no debiéramos pensar muy mal de nosotros mismos.
Debiéramos simplemente tratar de reanudar la oración tan pronto como
sea posible, haciendo lo que sabemos que es lo mejor para nosotros.
60
DUODECIMO PASO
Tal vez existan tantas definiciones del despertar espiritual como personas
que lo han experimentado. Pero desde luego cada despertar genuino tiene
algo en común con todos los demás. Y esas cosas que tiene en común no
son difíciles de entender. Cuando un hombre (o una mujer) tiene un
despertar espiritual·, el significado más importante es que él ahora ha
llegado a ser capaz de hacer, sentir y creer aquello que no podía hacer
antes con su sola fuerza y recursos individuales. Se le ha concedido un
don que alcanza un nuevo estado de la conciencia y del ser. Ha sido
puesto en un camino que le dice que realmente está yendo a alguna
parte, que la vida no es un callejón sin salida, ni algo que haya que
soportar o dominar. En un sentido muy real ha sido transformado,
porque se ha aferrado a una fuente de fortaleza de la que hasta ahora,
en una o en otra forma, se había privado a sí mismo. Se encuentra en
posesión de un grado de honestidad, tolerancia, desinterés, tranquilidad
espiritual y amor, grado del cual se había creído completamente inca-
paz. Lo que ha recibido es un don gratuito, y sin embargo generalmente,
al menos en alguna pequeña parte, él mismo se ha preparado para reci-
birlo.
61
El Primer Paso nos dejó ver una paradoja asombrosa: vimos q ue éramos
totalmente incapaces de liberarnos de la obsesión del alcohol mientras
no _admitiéramos nuestra impotencia ante él. En el Segundo Paso vimos
que, puesto que no pod famos nosotros mismos devolvernos el sa no
juicio, algún Poder superior tenía necesariamente que hacerlo si quería·
mos sobrevivir. Por consiguiente, en el Tercer Paso pusimos nuestra
voluntad y nuefüa vida al cuidado de Dios como nosotros lo conce·
bimos. De momento, quienes éramos ateos o agnóstieos descubrimos
qu,e nuestro propio grupo, o AA como un todo, sería suficiente
como 'Poder sÚperior. Al em~ezar con el Cuarto P~so·, comenzamos a
buscar· en nosotros mismos los motivos que nos habían llevado a una
bañcarrota física, moral y espiritual. Hicimos un minucioso e intrépido
inventario moral. Al considerar el Quinto Paso, decidimos que un inven·
tario, tomado a solas, no era suficiente. Comprendimos que teníamos
que dejar el mortal oficio de ·vivir solos con nuestros conflictos, y con
honradez confiárselos a Dios y a otro ser humano. En el Sexto Paso,
muchos de nosotros nos resistimos, por la razón práctica de que no deseá·
bamos que fueran eliminados todos nuestros defectos de carácter, porque
todavía amábamos algunos de ellos más de la cuenta. Sin embargo sa·
bíamos , que teníamos que llegar a un acuerdo con el pr incipio funda•
mental del Sexto Paso. Por eso decidimos que aunque tuviéramos to·
davfa algunos defectos de carácter a los cuales no podíamos renunciar,
deberíamos sin embargo abandonar nuestra obstinada y rebelde depen·
ciencia de ellos. Nos dijimos a nosotros mismos, " Tal vez esto no pu edo
hacerlo hoy, pero voy a dejar de pregonar 'No, nunca"'. Luego en el
Séptimo Paso, humildeme11te le pedimos a Dios que eliminara nuestros
defectos como El quisiera, de acuerdo con las circunstancias del momen·
to en que lo pidiéramos. En el Octavo Paso, continuamos nuestra limpie·
za interior, porque vimos que no solamente estábamos en co nflicto
con nosotr9s mismos, sino también con perso nas y situaciones en el mun·
do en que vivíamos. Tuvimos que empezar a lograr nuestra paz; para ello
hicimos una lista de las personas a quie nes habíamos p~judicado y estu·
vimos ~ispuestos a arreglar las cosas. Seguimos haciendo esto en e l Noveno
Paso al hacer reparaciones directas a los implicados, s·a lvo cuando al
hacerlo los perjudicaría a ellos o a otras personas. Ahora, en el Décimo
Paso, habíamos empezado a conseguir una base para la vida diaria, y con
mucha atención nos dimos cuenta que necesitábamos continuar haci en·
do nuestro inventario y que cuando estuviéramos equivocados debe·
riamos admitirlo prontamente. En el Undécimo Paso vimos que si un
Poder superior nos había devuelto el sano juicio y nos había permitido
vivir con alguna tranquilidad espiritual en un mundo profundamente
agitado, ese Poder superior merecía conocerse mejor, por un contacto
tan directo como fuera posible. Notamos que, el uso continuo de la medi·
tación y la oración, pudo abrir un conducto tal que en donde antes
había un hilillo, había ahora un río que nos conducíá hacia la fuerza segu-
ra y la prudente dirección de Dios, a medida que íbamos siendo má"s
competentes para entenderlo.
62
Así, practicando esos pasos, tuvimos un despertar espir itual que defi-
nitivamente no ofrecía la menor duda. Al m ira r a aquellos que estaban
solamente empezando y todav ía dudaban, el r·esto de nosotros estuvo
en capacidad d e ver cómo empezaba el cambio. Gracias a un gran n~me-
ro de tales experiencias, pudimos predecir qu e el incrédulo que todavía
afirmaba que no había "aspecto espiritual", y que todavía consideraba
como Poder superior a su querido grupo de AA, podría dentro de poco
amar a Dios y a llamarlo por Su nombre.
Ahora bien, nos falta considerar el resto del Duodécimo Paso: La mara-
villosa energía que orig_ina y la acción positiva por medio de la cual se
transmite nuestro mensaje .al alcohólico que aún sufre, y que finalmente
traduce los Doce Pasos en acción permanente sobre todos nuestros
asuntos, constituye el resultado, la magnífica realidad de A lcohólicos·
Anónimos.
63
que no podemos hacer el trabajo de Paso Doce de persona a ¡.,ersona.
Podemos encargarnos de tareas que no llaman la atención pero que son
importantes para hacer posible un buen trabajo de Paso Doce, tai' vez
poniendo en orden el café y los pasteles después de las reuniones, en
donde tantos recién llegados excépticos y suspicaces han encontrado la
confianza y el consuelo en la risa y la.conversación. Este es un trabajo de
Paso Doce en el mejor sentido de la palabra. "Lo que gratuitamente has
recibido, entrégalo en la misma forma ..." es la esencia de esta parte del
Duodécimo Paso.
Pero con toda evidencia a la larga nos damos cuenta que esos son sólo
los dolores del crecimiento, y que podemos sacar buen provecho de ellos
si nos volvemos más y más a todas los Doce Pasos para encontrar las
respuestas.
64
diariamente el espíritu de AA a nuestro trabajo? Podremos enfrentar
las responsabilidades recién reconocidas ante el mundo en general?
Podremos Ilevar nuevos propósitos y nueva devoción a la religión que
hemos escogido? Podremos encontrar una nueva alegría de vivir al tratar
de hacer algo acerca de todas estas cosas?
Entonces tal vez la vida, como suele hacerlo, nos depara de repente una
contingencia que no podemos empezar a tragar, y menos aún digerir.
Fallamos en conseguir una promoción en el trabajo. Perdemos ese buen
· empleo. Tal vez existan graves dificultades domésticas o sentimentales,
o tal vez ese chico que creíamos que Dios estaba cuidando llega¡ a ser
una víctima en la guerra.
65
Entonces qué pasa? Hemos conseguido los alcohólicos en AA, o podemos
conseguir, los recursos para enfrentar las calamidades que nos llegan?
Esos eran problemas de la vida que nunca podíamos enfrentar. Podemos,
ahora, con la ayuda de Dios como nosotros lo entendemos, manejarlos
tan adecuada y valientemente como lo hacen a menudo nuestros amigos
no alcohólicos? Podemos transformar esas calamidades en ventajas, en
recursos de crecimiento y confia nza para nosotros mismos y para
aquellos que nos rodean? Bueno, seg uramente tenemos una oportunidad
si pasamos del "paso-doble" a los "doce pasos", si tenemos la buena
voluntad para recibir esa _gracia de Dios que nos puede ma11tener y forta-
lecer en cualquier catástrofe.
66
Después de haber llegado a AA, si continuamos creciendo, comienzan
a cambiar profundamente nuestras actitudes y acciones hacia la seguridad
(seguridad emocional y seguridad económica). Nuestras exigencias de
seguridad emocional (a nuestra manera) nos habían impulsado constan-
temente a . relaciones imposibles con otras personas. Aunque a veces
estábamos completamente inconscientes de esto, el resultado siempre
había sido el mismo. O bien habíamos tratado de hacer el papel de Dios
y de dominar a aquellos que nos rodeaban, o habíamos insistido en
depender demasiado de ellos. Cuando la gente nos había permitido mane-
jar sus vidas temporalmente como si fueran todavía niños, nos habíamos
sentido muy felices y seguros de nosotros mismos. Pero cuando final-
mente se resistieron o huyeron nos sentimos amargamente heridos y
desengañados. Les echábamos la culpa, por ser completamente incapaces.
de ver que nuestras exigencias irrazonables habían sido la causa de ello.
67
·de Dios, no podíamos hacer muy bien el papel de Dios ante nuestros
semejantes ni sentiríamos el vivo deseo de depender completamente de la
protección y del cuidado humanos. Esas fueron las nuevas actitudes que
finalmente trajeron a muchos de nosotros la fortaleza interior y la paz,
que no podían ser sacudidas profundamente por los defectos d e los de-
más, ni por cualquier calamidad ajena a nuestra propia responsabilidad.
Aprendimos que este nuevo punto de vista era algo especialmente nece-
sario para nosotros los alcohólicos. Porque el alcoholi smo había sido un
problema de aislamiento, aunque hubiésemos estado rodeados de gente
que nos amaba. Pero cuando la obstinación había alejado a todo el
mundo y el aislamiento había ll egado a ser completo, nos ind ujo a h acer
el papel d e personajes en cantinas baratas y lu ego nos puso en camino de
depender, solos en la ca ll e, de la car idad de los transeú~tes. Estábamos
todavía tratando de encontrar segur idad emocional al dominar o d epen-
der de los demás. Aun cuando nuestras fortunas no : hubieran di smi -
nu ído tanto y no obstante encontrarnos solos en ei mundo, todavía
tratábamos inútilmente de estar seguros por alguna clase de dominación ·
o dependencia malsana. Para aquellos quienes fuimos así, AA tuvo un
significado muy especial. Gracias a él em pezamos a tener buenas relacio-
nes con la gente que nos comprende; ya no t enemos que estar so los.
68
Cuando el alcoholismo golpea, pueden producirse situ aciones muy anor-
males que obran contra la vida y la arman/a conyugales. Si el hombre
resulta afectado, la esposa debe convertirse en jefe del hogar, y frecuente·
mente en el sostén de la familia. Cuando los asuntos empeoran, el esposo
se convierte en un niño enfermo e irresponsable, a quien hay que pro-
teger y sacarlo de interminables apuros y atolladeros. En forma muy
gradual, y generalmente sin darse cuenta de la realidad, la esposa se ve
obligada a convertirse en la madre de un muchacho descarriado. Y si
temperamentalmente ella tiene un marcado instinto maternal, la situa-
ción se agrava. Resulta obvio que no puede marchar bien una sociedad
conyugal bajo esas condiciones. La esposa continúa generalmente hacien·
do lo mejor que puede, mi entras el alcohólico alternativamente ama
y aborrece su maternal cuidado. Se establece por eso una relación que
puede traer mucha ruina más tarde. No obstante bajo la influencia
de los Doce Pasos de AA, esas situaciones frecuentemente se arreglan.
La compatibi lidad puede estar, por supuesto, tan deteriorada que resulte
necesar io la separación. Pero esos casos son poco frecuentes. El alcohó·
lico al ~:larse cuenta de lo que su esposa ha soportado, y comprendiendo
ahora totalmente lo mucho que hizo para perjudicarla a ella y a los
niños, casi siempre acepta sus responsabilidades conyugales con la buena
voluntad de reparar lo que pueda y de aceptar lo que no pueda. En forma
· persistente ensaya todos los Doce Pasos de· AA en su hogar, generalmente
con buenos resultados. En este punto comienza firme pero amorosa·
mente a comportarse como un socio en luyar de hacerlo como un mal
muchacho. Y sobre todo está convencido finalmente de que las aventu -
ras amorosas no son una forma de vida para él.
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espirituales, dan un realce a tales uniones. Es solamente cuando "un mu -
chacho tropieza con una chica en el recinto de AA" y resulta el amor a
primera vista, cuando pueden produc irse las dificultades. Los dos compa-
ñeros y eventuales cónyuges necesitan ser miembros sólidos de AA, y cono-
cerse durante el tiempo suficiente para saber que su compatibilidad espi-
ritual, mental y emocional es una rea lidad y no una il usión pasajera.
Necesitan estar tan seguros como sea posible de q u e no hay desventajas
emocionales en cualquiera de los dos, que puedan presentarse bajo las
presiones posteriores para deteriorarlos. Estas consideraciones son igual -
mente válidas e importantes para los miembros de AA que se casen con
alguien "ajeno" a AA. Con una clara comprensión y actitudes adu ltas,
se obtienen resultados muy felices.
70
espectáculo de años de despilfarro nos llenó de pánico. No había tiempo,
pensábamos, para reconstruir nuestras deterioradas fortunas. Cómo
podríamos ocuparnos de aquellas enormes deudas , tener un hogar decen·
te, educar a los niños, y ahorrar algo para la vejez? La importancia
económica ya no era nuestro principal objetivo; ahora clamábamos
por la segurid ad material. Aun cuando estuvimos bien restablecidos en
nuestros negocios, esos temores continuaron atormentándonos. Eso nos
hizo muy avaros y tacaños otra vez. Debíamos te11er una
completa seguridad económica. Olvidamos que muchos alcohólicos en
AA tienen un potencial de ingresos considerablemente más alto qu.e el
promedio; olvidamos la enorme buena vol untad de nu~stros hermanos de
AA, deseosos de iacilitarnos mejores trabajos cuando los mereciéramos;
olvidamos la verdadera o posible inseguridad económica de todo ser
humano en el mundo. Y, lo peor de todo, nos olvidamos de Dios. En
asuntos de dinero sólo teníamos fe en nosotros mismos, y esta fe -no era
muy grande.
Todo esto quería decir, por supuesto, que estábamos todavía muy
desconcertados. Cuando el trabajo parecía un simple medio para cbnse·
guir dinero más bien que una oportunidad de servicio; cuando la adquisi·
ción d e dinero para la independencia económica parecía más importante
que la debida dependencia en Dios, éramos todavía las v íctimas de temo-
res irrazonables. Y ~sos temores hacían completamente imposible una
existencia serena y útil, a cualquier nivel económico.
Pero cuando pasó el ti empo vimos que con la ayuda de los D-0ce Pasos
de AA podíamos perder esos temores, sin importar nuestras perspectivas
materiales. Podíamos alegremente hacer un trabajo h~milde sin preocu·
parnos del mañana. Si nuestras circunstancias eran buenas, ya no temía·
mos un .cambio ,hacia lo peor, porque habíamos aprendido que es~s difi-
cultades pod /an ser transformadas en grandes valores. Nos importaba
tanto nuestra condición material, ·como nuestra condición espiritual.
El dinero gradualmente llegó a ser nuestro servidor y no nuestro -amo.
Se convirtió en un medio para intercambiar amor y servicio con aque-
llos que nos rodean. Cuando con la ayuda de Dios, aceptamos tranqui·
lamente nuestra suerte, vimos que podíamos viv ir en paz con nosotros
mismos y enseñar a quienes todavía sufrían los mismos temores, que
también ellos podr ían superarlos. Vimos que la liberaci ón del temor era
más importante que la Iiberación de la necesidad.
71
Casi todo muchacho en los Estados Un idos sueña con llegar a ser presi-
dente. Desea ser el p rimer hombre de su país. Cuando crece y ve la im po-
sibilida d d e és to, puede sonre ír amabl emente ante el sueño de su infan-
cia. En una edad más avanzada descubre que la verdadera felicidad
no se encuentra precisamente en tratar de ser el número uno, o siqu iera
el primer velocista e n la d esgarradora lucha por el dinero, los amoríos,
o la presunción. Aprende que puede estar satisfecho mientras juegue
· bien los n aipes que la vida [e reparta. Es todavía ambic ioso, pero n o en
forma absurda, porque puede a hora ver y aceptar la verdadera realidad.
Está dispuesto a permanecer conform e.
Pero no así con los alcohól icos. Cuando AA est ab a en la infancia, varios
eminentes psicólogos y doctores hici eron un estudio exhaustivo de un
numeroso grupo de los i"lamados bebedores problemát icos. Los doctores
no estaban tratando de e ncontrar lo diferentes que éramos el un o del
otro; buscaban encontrar, si existía, cualquier característica que este gru-
po d e alcohó iicos tuv iera en común. F inalmente llegaron a una conclu-
sión que produjo conmoción en ·l os miembros de AA de esa época.
Estos distinguidos hombres tuvieron el descaro de decir que la mayoría
de los alcohólicos ·bajo investigac.ión era n todav ía pu er iles; emoc ional-
mente susceptibles y ·pomposos.
Cómo nos resintió a los alcohólicos esa opi nión! No creíamos que
nuestros sueños adu ltos fueron a menudo realmente pueri les. Y ·conside-
ra ndo el trato du ro que n os había dado la vida, nos parecía perfecta-
mente n atural que fuéramos susceptibles. En lo que se refiere a nuestra
conduct~ grandiosa, insist íamos en que sólo hab íamos tenido una
grande y leg ítima ambición de ganar la batalla de la vida.
72
sentado a la orilla de la vida para beber hasta el olvido o que imprudente
o deliberadamente nos hubiésemos sumergido más allá de nuest ra capa-
cidad . El resultado fue el mismo, todos nosotros casi habíamos perecido
en un mar de alcohol.
t
Todavía más mar-avilloso es el sentimiento de que no tenemos que distin-
guirnos particularmente entre nuestros compañeros con el fin de ser
útiles y profundamente felices. No muchos -de nosotros podemos ser
l_íderes de importanc ia, ni deseamos serlo. El servicio prestado .gustosa-
mente, las obligaciones honradamente enfrentadas, -las dificultades bien
aceptadas y resu-eltas con la a·yuda de Dios, el conocimiento de .que
en el hogar o en el mundo exterror somos socios de un esfuerzo común,
la verdad bien entendida de que a los ojos de Dios todos los seres huma-
nos son importantes, la prueba de que el amor que se da ·sin reserva
trae seguramente una )usta recompensa, la certeza de que ya no e'Stamos
Estos pequeños estudios de los Once Pasos llegan ahora al final. Hemos
estado considerando tantos problemas que puede parecer que AA consta
pr incipalmente de dilemas y de una caza de dificultades. Hasta cierto
grado , esto es verdad. Hemos estado hablando de problemas porque
so mos personas problemáticas que hemos encontrado una solución y
d eseamos compartir nuestro conocimiento de esa solución con todos los
73
que puedan utilizarla. Porque solamente al aceptar y resolver nuestros
problemas, podemos empezar y ponernos bien con nosotros mismos, con
el mundo que nos rodea, y con El que preside sobre todos nosotros. La
comprensión es la clave de los principios y las actitudes correctas, y la
acción adecuada es la clave del buen vivir; por lo tanto, la alegría de vivir
correctamente es el tema d el Duodécimo Paso de AA.
Oue cada día que pase de nu estras vidas, pueda cada uno de nosotros
sentir más profundamente el significado oculto de la sencilla oración
de AA:
DIOS, concédeme la
SERENIDAD para aceptar las cosas 4ue no puedo cambiar...
VALOR para cambiar aquellas que puedo,
y SABIDURIA para reconocer la diferencia.
74
,
A. A.
Es muy raro ver fracasar a una persona que haya seguido en-
teramente nuestros Pasos. Los únicos que no se recuperan son los
individuos que no quieren o carecen de capacidad para darse del
todo al programa . No saben ser honrados consigo mismos . Lástima
que haya seres tan desdichados. Pero no hay que culparlos, nacie-
ron así. La verdad es que carecen de absoluta capacidad para cap-
tar y desarrollar un modo de vida que hace imperativa la más rigu-
rosa sinceridad. Huelga decir que tares personas tienen .muy pocas
probabilidades de éxito. Se dan casos también de personas que su-
fren graves trastornos emocionales y mentales, aunque muchas de
éstas logran su recuperación si cuentan' con capacidad suficiente
para ser honradas.
En términos generales nuestros historiales reflejan lo que era
antes nuestro modo de ser, lo que nos aconteció y lo que somos
hoy. Si en verdad el lector desea conseguir lo que nosotros hemos
alcanzado, y está dispuesto a poner a contribución el mayor empe-
ño para lograrlo, no cabe Ta menor duda de que estará en condi-
ciones hábiles para dar determinados pasos.
Debemos señalar que después de dar algunos de estos pasos,
nos detuvimos obstinadamente, pugnando por seguir adelante .
Creíamos que podríamos hallar un camino más fácil y cómodo, pe-
ro lo cierto es que no pudimos! encontrarlo. Es por ello que os pe-
dimos con la mayor vehemencia, que seaias estoicos e íntegros des-
de el comienzo. Algunos de nosotros tratamos de sujetarnos a nues-
trQs viejos moldes y el resultado fué enteramente nulo, hasta que
nos decidimos a orientar nuestros pasos por eT nuevo sendero.
Es preciso recordar en todo momento que estamos tratando
con el alcohol, que es: astuto. desconcertante y poderoso. Sin ayuda
resulta demasiado para nosotros. ¡Ah, pero podemos apelar a un
amigo que es más fuerte que él, un AMIGO TODOPODEROSO
-DIOS. Ojalá el _lector ya lo haya conocido.
Los términos medios no nos sirvieron de nada. Nos hartába-
mos en el tramo decisivo de nuestra jornada. Pué entonces cuan-
do con entero desprendimiento pedimos a ese Poder Superior ayuda
y protección para resolver nuestro problema.
He aquí los pasos que dimos y que sugerimos a todos 16 alco-
hólicos interesados como Programa de Recuperación.
1. Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nues-
tras vidas se habían vuelto ingobernables.
2. Lregamos al convencimiento de que sólo un Poder Superior
a nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio.
3. Decidimos poner nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado
de Dios; tal como nosotros Lo concebimos.
4. Sin ningún temor hicimos un inventario moral de nosotros
mismos.
5. Admitimos ante .Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser
humano la naturaleza exacta de nuestras faltas.
·6 . Estuvimos dispÚ~stos ··a dejar que. Dios eliminase todos estos
defectos de carácter. · · ·· · · ··
7. Humildemente le pedimos a EL que nos librase de nuestros de-
fectos.
8. Hicimos una Tista de todas aqueHas personas a quienes había-
mos ofendido y estuvimo dispuestos a reparar el daño que les
causamos.
9. Reparamos directamente a cuantos nos fué posible el daño
que les habíamos causado, salvo en aquellos casos en que el
hacerlo perjudicaría a ellos mismos o a otros.
10. Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos
equivocábamos lo ádmitíamos inmediatamente.
Copyright 1952
Alcoholics Anonymous World Services, Inc.
Mail Address: Box 459
Grand Central Post Office
New York, N. Y. 10017
ALCOHOLICOS ANONIMOS
Probablemente, varios millones de personas han oído hablar o han
leido acerca de Alcoholicos Anónimos, desde su iniciación en 1935.
Algunos conocen más o menos su programa de recuperación del alcoho-
1ismo, que ha ayudado a cientos de millares de bebedores problema.
Otros tienen solamente una vaga idea de que A.A. es una asociación que
de un modo u otro les ayuda a los borrachos a dejar de beber.
Después de leer este folleto, puede ser que usted tenga algunas pregun-
tas que no hayan sido contestadas completamente. Si en su localidad
hay un grupo de A.A. , sus miembros tendrán mucho gusto en darle
información ad icional. En caso de no existir un grupo de A.A. cercano
a su localidad no vacile en escribir directamente a: Alcoholics Anony-
mous, Post Office Box 459, Grand Central Station, Nueva York, o al
Apartado Aéreo No. 3070 Medell(n, con la seguridad de que no divulga-
remos su nombre.
-3-
EL ALCOHOLISMO Y LOS ALCOHOLICOS
- 4 -
Cómo Puedo Saber si Soy Verdaderamente un Alcohólico?
/
Sólo usted puede tomar esa decisión. A muchos de los actuales miem-
bros de A.A.les habían dicho q ue ell os no eran alcohó licos, que sólo necesi-
taban más fuerza de voluntad, un cambio de amb iente, más descanso o
algunas d istracciones nuevas para recuperarse. Finalmente se d irigieron
a A.A. porque sentían sinceramente que el alcoho l los había derrotado
y que estaban d ispuestos a ensayar cualqu ier cosa que los librara del
incontrolable deseo de beber.
A lgunos de esos hombres y mujeres sufrieon terrib les exper iencias a
causa del alcohol antes de estar dispuestos a adm it ir que el alcohol no les
conv.enía. Se volvieron negligentes, robaron, mintieron, estafaro n, y hasta
mataron en med io de sus borracheras. Abusaron de sus patrones y de
su·s propias fam ilias. Perdieron toda noció n de responsab il idad en cuanto
a sus relaciones sociales. Malgastaron su caudal mater ial, mental y esp i-
ritual.
Otros muchos que t uvieron experiencias menos trágicas también se
d irigieron a A.A. No estuv ieron nunca presos ni hospitalizados. Sus
excesos en la beb ida hab ían sido notados apenas por los miembros de
la fam ilia y por los am igos más cercanos, Pero sab ían lo suficiente acerca
de la beb ida para reconocer los síntomas del alcoholismo y entender
que se trataba de una enfermedad progresiva. No deseaban partic ipar en
esa clase de progreso.
Entre los A.A. se d ice que no ex isten personas que sean un poqu ito
alcohó licas, o alcohól icas a med ias. O se es alcohó lico o no se es. Y
so lo el ind ividuo mismo puede decir si para él el alcohol se ha convertido
en un problema incontrolab le.
Puede un Alcohólico Volver a Beber "Normalmente?" t"
- 5- .
tiempo apreciable. Eso deja abierto dos caminos: dejar que la enferme-
dad siga empeorándose progresivamente, con todas sus terribles conse-
cuencias, o abstenerse totalmente del alcohol y desarrollar una nueva
manera de vivir constructivamente.
Claro está, que muy pocos son los que pueden embrorracharse con
solo una o dos botellas de cerveza. El alcohólico lo sabe tan bien como
cualquiera. Puede hasta convencerse de que apenas va a tomarse dos o
tres cervezas y no más durante el día. En algunas ocasiones puede hasta
seguir ese programa durante varios días o semanas. Pero eventualmente
resuelve que ya que está bebiendo, más vale "hacer las cosas bien hechas"
y va aumentando la cantidad de vino o de cerveza, o se pasa a un licor
fuerte y, cuando menos lo piensa, vuelve a quedar donde había princi-
piado.
- 6 -
Este tipo de borracho, que pudiéramos calificar de "periódicos", sor-
prende no solo a quienes le rodean sino que se sorprende él mismo.
No puede comprender cómo es que interesándole tan poco el licor
durante largos períodos de tiempo, llega el momento en que basta con
que empiece a beber para que pierda todo el dominio de sí mismo.
El bebedor periódico puede o no ser alcohólico. Si om en, a a beber
de seguido y si los períodos de sobriedad entre una y otra borrachera
van volviéndose progresivamente más cortos, lo más probable es que
llegue el momento en que tenga que ver que se encuentra ante un pro-
blema verdadero, Si está listo a convenir en que es un alcohólico, ha
dado el primer paso hacia la sobriedad progresivamente constructiva
de que disfrutan miles y miles de A.A.
Otros Dicen que No Soy un Alcohólico. Pero Bebo Más y M ás Cada (
Día. Debería Ingresar a A .A .?
A muchos de los miembros actuales de A.A. les habían asegurado
sus médicos, amigos y parientes que no eran alcohólicos. El alcohó-
lico mismo generalmente complica su problema porque siente repugnan-
cia a encararlo seriamente. No siendo totalmente honrado consigo mis·
mo, el borracho consuetudinario le dificulta la tarea al médico que trata
de ayudarle, Lo sorprendente es que, en realidad, tantos médicos hayan
podido penetrar el engaño de los bebedores típicos y hayan podido
diagnosticar acertadamente el problema.
- 7 -
presente y sus esperanzas para el porven ir. Deja a un lado la sensación de
so ledad que quizás fué uno de los factores importantes que lo llevaron a
la bebida. /
Si Me Hago Miembro de A.A. no lo Sabrá Enseguida Todo el Mundo?
Eso quiere decir que los recién iniciados pueden tener la segur idad de
que sus nuevos am igos no divulgarán lo que sepan en relación con sus
problemas como bebedores. Los miembros antigüos del grupo compren-
den lo que sienten los recién llegados y recuerdan sus propias dudas y el
temor que sentían de ser ident ificados púb licamente con la aterradora
palabra de "alcohólicos".
Una vez que se ha hecho miembro de A.A., el recién llegado puede
pensar que en realidad era una simpleza asustarse de pensar que el públi-
co pudiera inform arse de que había dejado de beber. Cuando uno es
bebedor, las noticias de sus aventuras se saben rápidamente, y la mayoría
de los alcohólicos ya han adq uirido fama de borrachos incurables cuando
resuelven unirse a A .A. El hecho de que sean bebedores, con muy raras
excepciones, no es un secreto muy guardado y, en esas c ircunstanc ias
lo raro sería, que la buena noticia de q ue un borracho deje de tomar,
pasase inadvertida.
Cualquiera que sean las c ircunstancias, nadie más que el propio
interesado, o sea el recién afiliado a A.A. tiene el derecho de hacer
declaraciones al respecto, y sólo de modo que en ninguna forma vaya
a perjudicar a la Comunidad.
Cómo Puedo Hacer que Progresen mis negocios, Donde Tengo que
Hacer Muchos Amigos, si Me Abstengo de Beber?
E l beber en sociedad se acepta ahora como parte de las actividades
en que hay que tomar parte para hacer c iertos negoc ios. Muchas de
las reuniones con los clientes y posibles compradores se .hacen coinci-
dir con aq uellas ocasiones en que se acostumbra a tomar cocteles, o algu-
na otra clase de licores, bien sea durante el día o por la noche. Muchos de
los actuales miembros de A.A. ser ían los primeros en declarar que a
menudo llevaron a cabo importantes negociaciones en bares, cuartos de
hoteles y hasta en funciones sociales que tuvieron lugar en casas ()articu-
lares y durante las cuales se bebieron licores.
- 8 -
Es sorprendente, sin embargo, que en el mundo se hace mucho trabajo
sin necesidad del alcohol. También sorprende a muchos alcohólicos des-
cubrir que hay multitud de dirigentes de negocios e industrias, y muchos
distinguidos profesionales y destacados artistas que lograron triunfar sin
depender para nada del alcohol.
En realidad, muchos de los A.A., admiten que usaban los "contactos
de negocios" como una de las diversas excusas para beber. Ahora que
ya no beben, han descubierto que en realidad logran hacer más que cuan-
do bebían. El abstenerse del alcohol no les ha resultado un estorbo para
ganar nuevos amigos y convencer a la gente que puede contribuír a su
éxito en los negocios.
Lo anterior no significa que todos los A.A. deben repentinamente
evitar todo contacto con sus amigos sociales o comerciales que tomen
bebidas alcohólicas. Si un amigo desea tomarse un coctel o dos antes del
almuerzo, el A.A . generalmente se toma un refresco, un jugo de frutas o
una taza de café. Si un A.A. es invitado a una reunión social en que se
sirvan licores y a la que deba asistir por razón de sus negocios, general-
mente no vacila en ir. Sabe por experiencia aue la mayoría de los demás
invitados se preocupan más por sus propias bebidas que por las de él y que
probablemente no les importe especialmen\e saber lo que esté tomando.
- 9 -
ni por la cantidad de dinero que tenga en el banco. Lo único que cuenta
es que el recién llegado desee sinceramente dejar de beber. En ese caso, se
le dará la bienvenida. Lo más seguro es que se sorprenda cuando descubra
que muchos de los demás miembros de la sociedad hayan pasado por
experiencias aún peores que las suyas, cuando empiecen a contarle sus
historias y aventuras.
- 10 -
La segunda razón es que los A.A. desean vivamente ayudarles a los
bebedores problema porque así encuentran una oportunidad de pagar
la deuda que contrajeron con quienes les ayudaron a ellos. Esa es la única
forma práctica cómo un individuo puede pagar su deuda para con A.A.
Todos los miembros saben que la sobriedad no puede compararse y
que ellos mismos no pueden seguir siendo abstemios indefinidamente.
Saben, sin embargo, que el nuevo modo de vivir sin alcohol es suyo con
sólo desearlo, si honradamente lo quieren y si están dispuestos a compar-
tirlo con quienes quieran seguirlo.
- 11 -
LA COMUNIDAD DE ALCOHOLICOS ANONIMOS
- 12 -
En las áreas metropolitanas puede haber veintenas de grupos vecinos,
que se reunen para tener sus reuniones independientemente unos de
otros. Muchas de esas reuniones de A.A. son públicas; algunos grupos
tienen también sus "reuniones cerradas" en las que se incita a los miem-
bros a que discurran sobre problemas que tal vez no serían apreciados
en su totalidad por los no alcohólicos.
El grupo local, con sus reuniones locales que permite que los alcohó-
licos y sus familias se reunan en un ambiente de amistad y mutua ayuda,
es el núcleo de la Sociedad de A.A. Actualmente hay diseminados en
todo el mundo más de 2 0.000 grupos incluyendo algunos en hospita-
les, prisiones y otras instituciones.
- 13 -
t amiento interrumpe una reun ió n de A.A. tendrá que ausentarse de ell a;
la misma pe rsona, sin embargo, será bieven ida en cualquier momento
en q ue sus acc iones no causen molestias. En realidad, los demás m iem-
bros del grupo harán cuanto puedan por ayudarle si es que sinceramente
desea dejar de beber.
A.A. no t ienen gerentes, n i personal c;l irect ivo con poderes o autori-
dad sobre los demás miembros de la sociedad. En A.A.no hay " gob ierno".
Claro está, sin embargo, q ue hasta e n una organ izac ión de conf ianza hay
que hacer c ierta c lase de trabajo. En los grupos locales, por ejemplo,
algu ien t iene que atender a la consecució n de un lugar aprop iado para
las reuniones; es necesario planear las reuniones y sus programas; se
requiere proveer café y refrescos, que tanto contribuyen a hacer más
agradable el ambiente d urante las reuniones; muchos grupos tamb ién
consideran conveniente asignarle a alguno la responsab ilidad de mantener
e l contacto con el desarrollo nacional e internac ional de A.A.
Cuando un grupo local está recién organ izado, algunos de sus m iem-
bros asumen voluntariamente la responsab ilidad de actuar informal-
mente como serv idores del grupo. Tan pronto como se puede, sin embar-
go, esas respo nsabilidades van pasando, por elección, a otros miembros
- 14 -
del grupo y por períodos de t iempo limitado. Un grupo típico de A .A.
puede tener un secretario, un comité de programas, un comité de alimen-
tos, un tesorero y un representante de Servicios Genera les que representa
al grupo en las regionales. Los nuevos miembros que hayan pasado un
t iempo razonab le de sobriedad son instados a que asuman parte de las
responsabi lidades de l gupo.
- 15 -
El programa de recuperación de A.A. t iene indudablemente como
base la aceptación de c iertos valores esp irituales. Cada m iembro, como
individuo, puede libreme nte interpretaresosvalores como mejor le plazca,
o ni siquiera pensar en ellos, si as í lo desea.
- 16 -
La impresión general es que la mujer alcohó lica tiene problemas
especiales. Puesto que la sociedad tiende a colocar a la mujer en un
plano superior al de los hombres, algunas mujeres pueden sentir que el
ab uso del alcohol es más afrentoso para la mujer que para el hombre.
A.A. no hace distinciones de esa clase. Cualquiera que sea la edad,
posicion social, fortuna o educación de una mujer alcohólica, encontrará
que, al igual que a los hombres, los A,A , la comprenderán y la ayudarán.
Dentro de la organización de A.A. en sus grupos locales, las mujeres
desempeñan papeles cada d ía más importantes. Ayudan a atender a los
nuevos miembros y a planear y preparar las reuniones. Son parte inte-
grante de toda la comunidad.
- 17
Cómo hace una Persona para Unirse a A.A.?
Nadie "se une" a A.A. en el sentido usual de la expresión. No es
necesario llenar una solicitud. (En realidad, muchos de los grupos ni
siquiera tienen lista de los miembros) No hay que pagar cuota de matrí-
cula ni contribuciones de ninguna clase.
- 18 -
Siempre que se pueda, los programas generalmente tienen a una mujer
como oradora, y en la mayoría de las veces se procura presentar oradores
de las diversas capas sociales y de distintos antecedentes y modos de beber.
Cualqu iera que se interese por A.A. b ien sea m iembro o no, puede
asist ir a las reun iones abiertas o púb licas de A.A. A los recién llegados,
especialmente, se les inv ita a que lleven a sus esposas, maridos o amigos,
pues si ellos ent ienden el programa de recuperación pueden ayudarles
mejor a adquirir y a conservar la sobriedad. Muchos esposos y esposas
van siempre con su cónyuge y toman parte activa en las actividades
sociales de l grupo local.
(Se recordará que las reun iones "cerradas" son sólo para los alcohó·
licos).
Con que Frecuencia deben Asistir los Miembros de A.A. a las Reuniones?
- 19 -
con eso les basta para satisfacer su neces idad personal de contacto
con el programa por intermedio de su grupo local. Otros van a las reun io-
nes casi todas las noches, en las áreas donde es posib le hacerlo. Y otros
pueden pasar un t iempo re lat ivamente largo sin ir a una reun ión.
La amonestac ión amistosa, "Siga viniendo a las reu niones" que tan
a menudo oyen los rec ién llegados, se basa en la experiencia de la gran
mayoría de los A .A., quienes saben que la calidad de su sobriedad se
deteriora cuando dejan de ir a las reun iones por mucho t iempo. Muchos
saben, por su propia exper iencia, que si no van a las reuniones corren
peligro de emborracharse y que si as isten con regu laridad les es más
fáci l pe rmanecer sobrios.
Los recién llegados, especialmente, parecen beneficiarse asistiendo a
un gran número de reuniones (o teniendo otros contactos con A.A.)
durante sus pr imeras semanas o meses como miembros de un grupo.
Mu lt iplicando sus oportunidades de conocer y oír a otros A.A, cuyas
experiencias sean semejantes a las suyas, parece que fortalecen su com-
prensión del programa y de lo que pueden beneficiarse.
Casi todo alcohólico, en una u otra oportunidad, ha tratado de
permanecer sobrio "por su propia cuenta" Para muchos de ell os, la
experiencia no ha sido especialmente agradab le, ni eficaz. Mientras
que la concurrencia a las reuniones le ayude al alcohólico a conservar
la sobriedad y a d ivertirse al mismo t iempo, parece que es demostrar
muy buen sentido dejarse guiar por la experiencia de los que "siguen
asistiendo a las reuniones".
A la mayoría de los alcohól icos no les gusta que se les d iga que t ienen
que hacer alguna cosa por mucho t iempo. A primera vista, la idea de
tener que asistir a las reun iones por el resto de la vida, puede parecer
Verdaderamente desconsoladora.
La respuesta, otra vez, es que uno no está obligado a nada en A.A.
S iempre puede escoger entre hacer una cosa o dejar de hacerla; inclusive,
hasta puede hacer la elección dec isiva de buscar o no la sobriedad por
intermedio de A.A.
La princ ipal razón para que un alcohó lico vaya a las reun iones de su
grupo es para ayudarse a permanecer sobrio hoy -no mañana o la semana
entrante o dentro de diez años-. Hoy, el presente, es el ún ico período
de su vida acerca de l cual el A.A. puede hacer algo. No se preocupa
por e l mañana ni por "el resto de la vida". Lo que le importa es conservar
hoy su sobriedad. Ya se preocupará del provenir cuando éste llegue.
- 20 -
De modo q ue el A.A q ue desea hacer lo que pueda para asegurar
su sob riedad en el prese nte, probab leme nte cont inu ará as ist iendo a las
reunio nes. Pero su concurrenc ia siempre será con base a atender a su
sobr iedad inmediata. Mientras se acerque a A.A . sobre esa base, ninguna
de sus act ividades , inclus ive su concu rrenc ia a las reun io nes, pued e
p arecer le una ob ligac ió n a largo p lazo.
E l rec ién llegado a A.A. qu ien durante sus d ías de bebedor siempre
lograba restarle importanc ia al t iempo que gastaba ingiriendo alcohol, a
veces se desani ma al saber q ue la sobriedad consum irá tamb ién parte d e
su t iempo. S i se trata de u n alcohó lico t íp ico, desea recuperar pronto
" el t iempo perd ido ". Qu iere ded icarle a su trabajo todas sus energ ías,
gozar de las de lic ias de la vida hogareña q ue durante tanto t iempo dejó
en comp leto abandono. Hasta puede que esté de prisa para ded icarse a
la iglesia o a actividades de carácter cívico. Y si no es as í, ¿para qué
sirve la sobr iedad, si no es para vivir u na vida norm al, una vida ll en a
de satisfaccio nes?
A.A., sin emba rgo, no es algo que puede tomarse como u na p íldora.
Por eso A.A. sugiere que la experienc ia de qu ienes han tenido éxito en
el program a de recuperac ió n merece ser ten id a en cuenta. Casi sin excep-
c iones, los hombres y m ujeres que están más sat isfech os con su sobr iedad
son los que van a las reun io nes con regul aridad, que nunca vac il an s i hay
q ue trabajar con otros alcohó licos que b uscan ayuda, y que se interesan
realmente en otras actividades de sus grupos. So n los hombres y mujeres
q ue recuerdan vívidamente y con hon radez las horas sin rumbo que
gastaron en los bares, en los d ías d e t rabajo que perd ieron, la eficienc ia
disminuída y el remord im iento que venía con el malestar que sent ían al
día siguiente de u n a borrachera .
En cont raste con tales recuerdos, las pocas horas que se emp leen
apoyando y forta leciendo su prop ia sobriedad, no vienen a ser gran cosa.
- 21 -
La respuesta a esa pregunta es que cualquiera puede formar parte de
un grupo de A.A. donde qu iera que lo desee hacer. Naturalmente, es
mucho más cómodo pe rtenecer al grupo que quede más cercano. Tam-
b ién parece que ésta es la manera más franca de atacar el problema indiv i-
d ual. La persona que se d irige a A.A. en busca de ayuda, es generalmente,
pero no siempre, b ien conocida Como un borracho. 1ndudablemente,
la buena not icia de su sobriedad t iene que extenderse. Muy pocos patro-
nes o vecinos pueden considerar objetab le la fuente de la sobriedad de su
empleado o am igo, bien sea que se trate de un grupo local o de uno
situado a cincuenta mi llas de distancia.
- 22 -
EL PROGRAMA DE RECUPERACION
Los "Doce Pasos" son el núcleo del programa de A.A. para la recupe-
ración personal del a lcoholismo.Se presentan simplemente como sugeren-
cias basadas en la experiencia de ensayos y errores de los primeros
miembros de A.A. Describen actitudes y actividades que los miembros
originales creen fueron importantes para ayudarles a lograr la sobriedad.
La Aceptación de los "Doce Pasos" no es obligatoria de ninguna manera.
- 23 -
7. Humildemente le pedimos a El que nos librase de nuestros defectos.
8. Hicimos una lista de todas aquell as personas a qu ienes habíamos ofen-
dido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos.
9. Reparamos directamente a cuantos nos fue posible el daño que
le habíamos causado, salvo en aquellos casos en que el hacerlo perjud i-
cara a ellos mismos o a otros.
1O. Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos
equivocábamos lo admitíamos inmediatamente.
11. Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro
contacto consciente con Dios tal como Lo concebimos, p idiéndole
solamente que nos dejase conocer Su Voluntad para con nosotros
y nos d iese la forta leza para aceptarla.
12. Habiendo experimentado un despertar espiritual como resultado
de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los alcohólicos y
de practicar estos principios en todos nuestros actos.
Las Trad iciones son importantes tanto para los antigüos como para
los recién llegados, porque sirven a manera de advertencia de la verdadera
base de A.A. como una sociedad de hombres y mujeres cuya principal
preocupación es conservar su prop ia sobriedad y ayudarles a otros a
conseguir la suya:
- 24 -
7,. Todo grupo de A.A. debe mantenerse a sí mismo, negándose a recibir
contribuciones de afuera.
8. A.A. nunca tendrá carácter profesional, pero nuestros centros de
servicios pueden emplear trabajadores especiales.
9. A.A. como ta l, nunca debe ser organizada, pero podemos crear juntas
de servicios o comités que sean directamente responsables ante aque-
llos a quienes sirven.
10. A.A. no tiene opinión acerca de asuntos ajenos a sus actividades; por
consiguiente su nombre nunca debe mezclarse en polémicas públicas.
11. Nuestra polít ica de relac iones públicas se basa más bien en la atracción
que en la promoción, debemos mantener siempre nuestro anonimato
personal ante la prensa, la radio, la televisión y el cine.
12. El anonimato es la base espiritual de nuestras Trad iciones recordán-
donos siempre que debemos anteponer los principios a las personas.
Casi todos los A.A. que han tenido esa experiencia dicen que su
"recaída" se debe a causas específicas. Intencionalmente olvidaron
que habían adm itido ser alcohól icos, y fueron víctimas de un exceso
de confianza en cuanto a su capacidad para manejar el alcohol. O dejaron
de ir a las reuniones y de asociarse con otros A.A. O se preocuparon
demasiado por sus negocios o asuntos sociales y olvidaron lo importante
que para e ll os era conservar la sobriedad. O se dejaron apoderar del
cansancio y cayeron por h aber debilitado sus defensas menta les y emo-
cionales.
La comun idad t iene dos libros básicos que son generalmente acepta-
dos como "textos". El primero es "Alcohólicos Anónimos", también
conocido como e l "Gran Libro". que fué publicado originalmente
en 1939, reimpreso más de una docena de veces y luego reeditado y
revisado en 1955. El segundo es "Doce Pasos y Doce Tradiciones",
publicado en 1953. Es un análisis, hecho por el co•fundador de los
- 25 -
ciento tan co nvincente como el co ntacto personal con un individuo
o un grupo de A.A., cuyas personalidades, negocios y hogares se han
transformado del caos a las sanas realizaciones".
- 32 -
7,, Todo grupo de A.A. debe mantenerse a sí mismo, negándose a recibir
contribuciones de afuera.
8. A.A. nunca tendrá carácter profesional, pero nuestros centros de
servicios pueden emp lear trabajadores espec iales.
9. A.A. como ta l, nunca debe ser organizada, pero podemos crear juntas
de servicios o comités que sean directamente responsables ante aque-
llos a quienes sirven.
10. A.A. no tiene opin ió n acerca de asuntos ajenos a sus actividades; por
. consiguiente su nombre nunca debe mezclarse en polémicas públicas.
11. Nuestra polít ica de relaciones públicas se basa más bien en la atracción
que en la promoción, debemos mantener siempre nuestro anonimato
personal ante la prensa, la radio, la televisión y el cine.
12. El anonimato es la base espiritual de nuestras Trad iciones recordán -
donos siempre que debemos anteponer los principios a las personas.
Casi todos los A.A. que han ten ido esa experiencia d icen q ue su
"recaída" se debe a causas espec íficas. 1ntencionalmente olvidaron
q ue habían adm itido ser alcohól icos, y fueron víctimas de un exceso
de confianza en cuanto a su capacidad para manejar el alcohol. O dejaron
de ir a las reuniones y de asociarse con otros A.A. O se preocuparon
demasiado por sus negocios o asuntos sociales y o lvidaron lo importante
que para ellos era conservar la sobriedad. O se dejaron apoderar del
cansancio y cayeron por haber debil itado sus defensas mentales y emo-
cionales.
- 25 -
principios que hasta ahora han asegurado la continu a superv ivencia de
individuos y grupos dentro de A.A. Un tercer libro "Alcohólicos Anón i-
mos Llega a su Mayor Edad", publicado en 1957, es una breve historia
de las dos primeras décadas de la Comunidad.
- 26 -
Qué es "The A.A. Grapevine"?
Esta pregunta la hacen a veces algunas personas que han visto a algún
amigo o pariente "ensayar" el program a de A.A. y luego volver a beber.
- 27 -
. . .,...-, la esperanza de que A.A. pueda ayudarles e n alguna forma
abrigue -.L.JS compromisos de dinero más apremiantes.
a aliviar' -
e muy al principio en la expe riencia de A.A. como sociedad,
Descl br' ió que el dinero, o la falta de él, no tenía nada que ver con la
se des_c~d de un recién llegado para adquirir la sobriedad y resolver sus
capacid ,os problemas que se habían complicado aún más debido al
numero uso del alcoho l.
excesivO
¡nversa, la falta de dinero tampoco parecía ser obstáculo para
A la ó l ¡co, sin que importase la magnitud · de sus deudas, siempre
el aleo:;0 aue honrada y sinceramente quisiese hacer frente a las realida-
y cuan ~ vida sin valerse del alcohol. Una vez que el gran problema del
des de 'auedaba descartado, los demás problemas, incluyendo los relacio-
alcohol on asuntos de dinero, parecían resolverse solos. Algunos A.A.,
nados e: ehabilitado económicamente en forma sensacional y en t iempo
se h~n ,... ente breve. Para otros, el camino ha sido largo y escabroso. La
relativa~ básica de esta pregunta es que A.A. existe para un solo objetivo
respuest: ¡nguna forma está relacionado con la prosperidad material o con
que en ,-,cía- Nada prohibe que cualquier miembro de un grupo le brinde
su ausef1 ¡da a un recién llegado, le obsequie un traje o le haga un présta-
una corf1 es cuestión que queda a la discresión del individuo. No obstante,
mo; Eso óneo que algún alcohólico tuviese la idea de que A.A. es una
seria ~r ( ¡ón de caridad.
organizaC
...1ará A.A. a Enderezar mis Asuntos de Familia?
MeAyu.,.
cohol es un factor que frecuentemente complica la vida en
E_I. al empeorando los pequeños d isgustos, sacando a relucir los defec-
fam iha, rácter y trayendo problemas de dinero. Cuando buscan la ayuda
tos de c~uchas personas se encuentran ya en medio de la peor confusión
de A .A. a 5 u vida en fam ilia.
en cuant 0
05
recién llegados, repentinamente conscientes de su propia
A l~urición al caos, se dedican con fervoroso entusiasmo a corregir sus
contnbLJ y reasumir su vida normal de fami lia. Otros, con o sin razón
defectos continúan amargamente resentidos para con los miembros
para ell%ilias.
de sus ~a ·r, e,ccepción, los recién ' llegados que tratan con sinceridad
Casi 5 ~ 8 de A.A., tienen éxito en enmendar la confusión que reine
e l prograrr, ilias. Los lazos que unen ¡¡I alcohólico honrado con su fam ilia
en sus fa adquirir más consistencia que antes. En algunas ocasiones,
parecen r,te, el daño ha sido irreparable y las relaciones con la fami lia
naturaln'l~rriente distintas de lo que pudieran ser. Pero generalmente la
son tota ·ene un desenlace feliz.
historia t 1
. eriencia parece indicar que el alcohólico que se d irige a A.A.
, La e,<Pestar bien con la familia, no porque sinceramente desea dejar
solo para puede experimentar muchas dificultades antes de lograr la
de beber,
- 28 -
.sobriedad. Siempre debe venir primero el deseo sincero de dejar el alco-
hol. Una vez lograda la sobriedad, el alcohólico encontrará que muchos
de los problemas que más le acosan en su vida cotidiana pueden resolver-
se si se atacan teniendo en cuenta la realidad, pues así se tiene ganada la
mitad de la lucha.
Aún donde no hay un club, no es raro que los grupos locales hagan
arreglos para tener comidas de Año Nuevo, paseos, fiestas y reuniones
- 29 -:-
semejantes. En algunos de las grandes ciudades los A .A. se reunen regular-
mente para almorzar y tienen reuniones amistosas durante los fines de
semana.
- 30 -
"En mi carácter de médico que ha observado el desarrollo de·Alcohó-
licos Anónimos desde el día en que comenzó, puedo personalmente
certificar la recuperación de veintenas de alcohólicos de un tipo para el
que ot ros métodos médicos habían fallado por completo. Estos hechos
parecen ser de extremada importancia médica, porque deb ido a las
extraordinar ias posibilidades de rápido desarrollo inherentes de ese
grupo, con seguridad marcarán una nueva época en los oscuros anales del
alcoholismo".
Por eso, tal vez no sorprenda que A .A. - aunque brinda más b ien un
modo de vivir y no la senda de una religión- ha sido recibido tan estu-
siastamente por dirigentes de muchas denominaciones difrentes. He
aquí lo que algunos de ellos han dicho en el pasado al referirse a A.A.:
- 31 -
ciento tan convincente como el contacto personal con un individuo
o un grupo de A .A., cuyas personalidades, negocios y hogares se han
transformado del caos a las sanas realizaciones".
- 32 -
UNA NUEVA FORMA DE VIDA
.- 33
PUBLICACIONES DE A. A.
Aprobadas por la Conferencia
- 34 -
•