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PRIMERA PARTE DE COMO ENSEÑAR COMUNICACIÓN ASERTIVA A

LOS NIÑOS PARA ENFRENTAR LA VIOLENCIA Y EL ABUSO SEXUAL.

¿AHORA QUE YA ERES ADULTO, CUANTOS DE NOSOTROS NOS QUEDAMOS EN NUESTRA


INFANCIA CON GANAS DE SER ESCUCHADOS POR ALGUIEN?

¿CUÁNTAS VECES FUISTE RECHAZADO SIN PODER COMUNICAR AL MENOS ALGO DE LO


QUE TENÍAS QUE DECIR?

¿CUANTAS VECES FUISTE AMENAZADO POR PERSONAS QUE EJERCÍAN CIERTO PODER
POR SER ADULTOS?

O ¿TAL VEZ RECUERDAS AQUELLOS GOLPES QUE RECIBÍAS SIN COMPRENDER EL


PORQUE DE TANTA VIOLENCIA?

O ¿ALGUIEN A QUIEN TU CONOCÍAS TOCABA TU CUERPO DE UNA FORMA EN QUE TE


INCOMODABA O LASTIMABA Y NO ALCANZABAS VISUALIZAR EL POR QUÉ?

Estas son unas de las preguntas que formulé en un congreso sobre violencia intrafamiliar.
Las personas que habían asistido, en aquella ocasión guardaron silencio, cuantas de ellas en sus
recuerdos tal vez obligados a guardarse en lo más profundo, de repente vieron a esos niños que
fueron: llorando, sintiendo impotencia ante la tiranía existente en los adultos que les rodeaban, se
vieron buscando esas respuestas que nunca llegaron, se vieron angustiados por el estremecimiento
que causa dolor.

Cuando se tocan esas fibras tan sensibles llamadas “vivencias olvidadas” en personas
adultas, es mucho más fácil encontrar el medio, para ayudar a los niños de nuestra actualidad y de
generaciones venideras, a comunicar asertivamente lo que les angustia, lo que no comprenden
porque, no tienen respuestas, les puedes ayudar a ejercer un autorrespeto en sus decisiones, de las
cuales florecerá un adulto con esa madurez para tomar sus propios caminos al éxito.

Te voy a dar ciertas técnicas o dinámicas para que logres tus objetivos como profesor de
grupo, psicólogo educativo, o como lo que ejerces dentro de la educación, te voy a redactar algunos
casos, los cuales son tomados de experiencias que lleve a cabo dentro de mi trabajo de campo como
profesora, como psicóloga en diferentes ramas de la educación y como simple escucha de
profesores, directores, e inspectores que tenían algo que decir en talleres y conferencias de
desarrollo humano en la educación.

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EL DESARROLLO EMOCIONAL

EL NIÑO SOCIAL.

“La capacidad de fiarse de los sentimientos y de reflexionar sobre ellos se establece en los
primeros años de vida”

Son emociones básicas en todas las culturas: la felicidad, la ira, la sorpresa, la tristeza y, se
expresan de modo similar gestualmente. Reconocer emociones ajenas es, el primer paso de
interacción emocional entre las personas. El control de los sentimientos, expresión u ocultación,
sentimientos destructivos, excesivo reconocimiento de los propios sentimientos. Yo cognitivo, yo
emocional se complementan para organizar el comportamiento.

“En efecto, ser responsable y sensible implica a aprender a expresar el yo emocional con
eficacia, eligiendo los sentimientos que se desea compartir y con quien hacerlo, y reconciliando los
propios sentimientos con los ajenos”

Infancia: relación amorosa entre el hijo y los padres, para descubrir y controlar su yo
emocional.
Recién nacido: caos de sensaciones, emocionales arraigadas en sensaciones corporales
básicas. Adquieren significado, por la experiencia física y la respuesta de los padres. La conducta se
hace intencional y predecible, estabilidad, los padres aprenden a interpretar al bebé, refuerzan el
significado que el bebé atribuye a sus sensaciones, validan sus emociones al prestarles atención.

“La personalidad comprende todas la habilidades, hábitos y preferencias que se han


desarrollado a través de la experiencia y el aprendizaje, y que distinguen a una persona de las
demás”

Temperamento: modo típico de responder emocional y conductualmente al entorno que tiene


cada bebé. Base genética en su mayor parte, rasgos de personalidad heredados. Reacción a una
nueva situación, excitabilidad del sistema nervioso central.

Rasgo de inhibición en los bebés: evita lo desconocido, vacila, renuncia ante la dificultad,
llanto fácil menor actividad, menor curiosidad.

Estabilidad de los rasgos temperamentales a lo largo de la infancia. Mas el temperamento


inicial no predice la personalidad. Distintas respuestas de los padres a un mismo patrón de
comportamiento dan la experiencia que transforma la personalidad. Los padres aportan su
personalidad y sus creencias a la crianza de sus hijos, el patrón de cuidados refuerza o mitiga las
tendencias temperamentales del bebé.

El entorno social más amplio también influye, valores culturales. En unas sociedades la
independencia se fomenta como un rasgo deseable, en otras causa alarma. El temperamento del

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niño se modifica constantemente como consecuencia de la interacción con los padres y las
experiencias del niño.

Bondad de ajuste: a medida que el temperamento del bebé se corresponde con exigencias,
más las necesidades de los padres y la cultura. Sonrisa del bebé, respuesta social, los padres
responden sonriendo, la interacción social constante le llevan a vincularse emocionalmente con los
adultos.

El bebé aprende a conocer a sus padres, que interpretan su mundo, dando significado a sus
sentimientos y emociones. No sólo hay emociones positivas entre el bebé y los padres, hay
frustración, tristeza, enfado. La primera vinculación afectiva entre el bebé y los padres, es la base
para el aprendizaje de las emociones y del cómo manejarlas.

En patrones cotidianos ya conocidos sobre los que el bebé se crea expectativas, si se le


cambia una rutina puede sentirse inseguro. Lo desconocido puede asustarle, es capaz de afrontar
una situación de las experiencias que ya conoce, lo nuevo le abruma (diferencias temperamentales
de unos a otros en cuanto a la tolerancia a estímulos novedosos) en el primer año aprende a
interpretar las expresiones faciales, la respuesta emocional de los padres, a lo que hacen le anima o
desanima a jugar, y son guías emocionales para sus propias emociones. Crea su primer vínculo de
afecto, sobre el diálogo emocional (expresividad, receptividad, sentimientos compartidos).

Del segundo y tercer año. El equilibrio emocional es delicado, explora mucho más, curiosidad,
comienzos de la empatía, diferencia los sentimientos ajenos de los suyos. Provoca reacciones en los
adultos para ver que pasa, aprende de la experiencia qué está bien y que está mal, necesita de
muchas repeticiones de la misma norma para cumplirla. Sus capacidades comunicativas son muy
incompletas, no reflexiona antes de actuar, sus sentimientos son muy cambiantes. Comprende su
independencia y sus preferencias. Quiere ser mayor pero se siente muy vulnerable, cambia de humor
muy bruscamente.

A los tres años comienza el juego imaginativo, en el que comunica sus deseos y creencias, es
capaz de recordar algo que no está presente, imagina situaciones ficticias sin confundirlas con la
realidad. Comprende emociones ajenas imaginándolas, qué pasaría si lograse esto, y si no lo
lograse. Los sentimientos pueden ser muy reales, por lo que los padres deben de estar atentos para
ayudarle a comprender esos sentimientos. Aprenden la diferencia entre la emoción fingida y la
emoción real. Pueden ocultar algunas emociones, por ejemplo cuando se sienten decepcionados. Lo
hacen para ajustarse a las normas. No saben engañar a propósito, e interpretan hábilmente el
lenguaje corporal, descubre si sus padres están preocupados aunque le digan que no pasa nada.
Estas contradicciones le confunden, no comprende por qué se niegan los sentimientos. Se puede
responder con franqueza a un niño sin explicarle los problemas que no pueda comprender.

El niño en edad escolar. Se puede razonar con los niños en esta edad, tiene más memoria y
habilidad lingüística, puede contar una historia, relacionar situaciones, pensar en el pasado y en el
futuro. Comprende que sus pensamientos le pertenecen. Cuanto más madura más utiliza el lenguaje
para comprender sus sentimientos. Su yo cognitivo adquiere influencia sobre su yo emocional, su
mundo interior, lo que le proporciona eficacia y seguridad. Puede comprender la visión del mundo de
otras personas, no sólo proyecta sus propias visiones en los demás. Empieza a distinguir entre las
acciones que los adultos aprueban y las que no, desea su aprobación, quiere ser como ellos, ser útil.

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Representa papeles sociales, para comprenderlos, sentir y controlar sus experiencias. Procesa
emocionalmente su experiencia y lo que observa a su alrededor mediante el juego y el lenguaje.

En la escuela el niño entra en un nivel de relaciones sociales que excede el de la familia, no


sólo comprende las reacciones individuales, empieza a observar las interacciones, y sus
consecuencias. Aprende a controlar la expresión de las emociones, lo que le llevará algunos años
poder lograr. Aprenden a los cuatro años a reducir la intensidad de los sentimientos, a cambiar su
estado de ánimo, puede pedir ayuda, hablar de lo que siente, inventarse historias.

A los cuatro años empezar a aprender reglas sociales sobre las emociones. Diferencia entre
sentimientos públicos y privados, descubre que tiene un mundo emocional íntimo, y sus
posibilidades. La introspección le permite tener más de una perspectiva de sí mismo, elegir la que
prefiere. Puede equivocar a los demás, cada familia y cultura tiene unas normas sobre qué
emociones se pueden mostrar, además empieza a ser consciente de la responsabilidad, comprende
emociones como la vergüenza, el orgullo y la culpa. Desarrolla sus propias normas sobre éstas
emociones que no dependen tanto de los demás, aunque las denominará de otro modo: asustarse,
estar contento, sentirse mal. Entre los seis y siete años sus emociones morales dependen de que
alguien observe lo que hace, a los ocho años él mismo se observa: esto se denominará
“interiorización” el niño es incorporado a su mundo mental y las respuestas de sus padres y otros
adultos son importantes.

En su responsabilidad personal, alcanzar lo que pretende depende en cierta medida de sí


mismo. Sabe que es importante reconocer los criterios de las normas familiares y sociales. Aplica las
normas y las pone a prueba. Es el principio de la conciencia moral, que desarrollará más tarde a
partir de sus experiencias.

* Aquí a grandes rasgos te explico el desarrollo del niño, si los comprendieran


los padres de familia o los profesores, siento que por primera vez pondrían más
atención al niño cuando está sufriendo o pasando por experiencias no propias de su
edad.

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EL DESARROLLO EMOCIONAL DEL NIÑO

COMO AYUDAR AL NIÑO A AFRONTAR EL MIEDO,


LA PREOCUPACIÓN Y LA IRA.

Sentimientos intensos y persistentes, que llevan a la acción, y que se vuelven aún más
dolorosos cuando no se sabe cómo actuar cuando surgen. A los dos años es normal que un niño se
pelee con otro. Los padres enseñan a controlar los sentimientos difíciles: reconocerlos, dejarlos al
margen hasta que sea el momento adecuado de actuar sin violencia. Son sentimientos impredecibles
y difíciles de controlar.

Miedo y ansiedad: el miedo es una emocion protectora. Ansiedad; emocion normal e inevitable
que surge ante los problemas. Los niños tienen poco control de su seguridad. Miedos infantiles, no
son como los de los adultos. Forma parte de la biología humana, el miedo activa la alerta. Cada niño
tiene un umbral en los circuitos protectores del miedo, algunos niños lo tienen muy bajo y enseguida
se asustan. La experiencia influye, los padres ansiosos suelen tener hijos ansiosos, en parte por la
herencia genética, en parte por la experiencia de una familia en tensión. El miedo y la ansiedad se
experimentan porque hay ya en la infancia una necesidad básica de seguridad y de sentirse cuidado.
A los dos y tres años de edad estos sentimientos son frecuentes ya que su mundo esta ampliándose
rápidamente

La ansiedad de separación en el bebé. Los bebes se atemorizan por ruidos, caídas,


brusquedades y lloran. El padre o la madre le tranquilizan con facilidad, pero cuando las tensiones
tienen un motivo menos concreto, como la mala relación entre los padres, el bebé puede sentir
miedos e inquietudes más difíciles de calmar, puede llorar inconsolablemente o enfadarse, alterar
sus ritmos de sueño/vigilia, sus comidas, o su estado de ánimo. En esos casos hay que reflexionar
sobre los problemas que afronta la familia.

Entre seis y doce meses hay dos miedos que sufren en el proceso evolutivo: ansiedad ante
desconocidos y ansiedad por la separación. Le trastornan las personas a las que no ve todos los días
o los cambios de apariencia de las personas, tiene un apego creciente a sus padres, comprende que
cuidan de él y le protegen y no quiere que nadie más le cuide. Cuando ven a alguien desconocido
buscan en la expresión de los padres claves para reaccionar emocionalmente. Cuando el bebé deja
de ver a su cuidador se altera, se pone nervioso, protesta, llora. Al volver al cuidador puede estar
retraído y enfadado un breve tiempo. Comienza a los seis meses de edad, disminuye desde los doce
meses. Está adquiriendo la noción, de “permanencia de objeto”, los padres siguen estando en un
sitio aunque no los vea, y esto le tranquiliza pero también, al evocar la imagen, duda de si volverán y
esto le angustia y asusta, esto demuestra que el bebé conoce a los padres y está vinculado con
ellos.

Niños de dos a tres años: miedos más evidentes, es normal la timidez, a veces se siente
angustiado aunque muestre también más seguridad. Su curiosidad se amplia, el mundo es atrayente
y peligroso. No siempre puede juzgar el peligro, se cae, se hace daño. Es temeroso, precavido,
necesita un equilibrio entre la exploración y la seguridad. Vuelve a los padres siempre que siente un
peligro. Adquiere seguridad y competencia, gana en confianza. En un desarrollo sano el niño

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experimenta miedo e inquietud porque sabe que cuenta con sus padres, para encontrar consuelo y
tranquilidad. Los niños desatendidos y maltratados no atienden al peligro, no reconocen los
sentimientos de miedo o inquietud como señales protectoras.

Con esta edad comprende muy limitadamente el mundo, los miedos a la hora de dormir son
muy comunes. La constancia y las rutinas les dan mucha seguridad, necesita un entorno
constantemente predecible. Su imaginación le causa más temor que la realidad, las pesadillas son
intensas, la línea entro lo real y los sueños es muy fina. Creen que si piensan en algo que les da
miedo, sucederá. Por ejemplo sienten ira y creen que por sentirla están ya dañando a los demás. Se
sienten en el centro del mundo, pero también insignificantes. Hacen muchas preguntas que es bueno
contestar, para aliviar sus inquietudes interiores, la claridad favorece su curiosidad, porque le enseña
a encontrar respuestas.

Niños en edad preescolar y mayores. Los miedos se asocian a situaciones fantásticas, a


pesar de lo cual les parecen reales. Adquieren la capacidad de fantasear sobre lo que les rodea y no
comprenden. Cuando los niños de esta edad sienten miedo, se vuelven más activos e
incontrolables, no hacen caso a los adultos realmente se les pierde el control. Las inquietudes o
miedos excesivos pueden interferir en su vida, y deberse a algún cambio que no han podido asimilar.
El juego imaginativo es una de las formas por medio de las cuales solucionan sus inquietudes.

En la edad escolar comienza a enfocar el miedo a cosas reales, suspender, no ser admitido
entre sus amistades. Le preocupan sus capacidades y la relación con sus iguales, su familia. Son
miedos muy comprensibles para los adultos. Si la ansiedad le impide un funcionamiento normal ya
debemos considerarlo un problema. La conducta agresiva puede ser un modo de ocultar sus
problemas.

Agresividad, ira. A los padres les preocupan. La agresividad no siempre es una emoción
destructiva, es esencial en la asertividad adaptativa. Raíces de la conducta agresiva en la primer
infancia: tolerancia o frustración (influencia genética), aprendizaje en sus experiencias con los
profesores y padres. Modelado. La conducta agresiva expresa necesidades y sentimientos, la
frustración puede deberse a no saber como expresarse, se puede enseñar a los niños a expresarse
de forma positiva y sin hacer daño.

Los bebés pueden utilizar la conducta agresiva por una necesidad insatisfecha y saben que al
hacerlo perturban a los padres. Desde ese momento ya pueden aprender a usar otra conducta para
lograr lo que quieren, los padres pueden ayudarles con palabras. Más adelante la conducta agresiva
es un modo de expresar el deseo de defender su espacio y su lugar, son conductas positivas, son
conductas positivas por ejemplo cuando dice: “esto es mío” o “déjame a mi”. Las rabietas en el
segundo año forman parte de la misma afirmación de un deseo de control.

Los niños pequeños saben que dependen de un mundo adulto mayor, más fuerte que ellos, y
sus fantasías recogen esta realidad, imagina que es más fuerte y agresivo, que atemoriza. Creen que
todo gira alrededor suyo y que lo pueden controlar, pero sabe que en realidad es muy dependiente
de los adultos. En la edad preescolar los niños muerden o pegan por frustración, porque no se
sienten queridos o atendidos, por cansancio o exceso de actividad, por un hecho novedoso, porque
otro niño se ha burlado de él, porque le han pegado etc. Hay muchos modos de comportamiento

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agresivo en esta edad, y con diferentes motivos. Si sabemos lo que quiere lograr, podemos
enseñarle a conseguirlo sin agredir.

La preocupación profunda del niño puede ser el origen de su conducta agresiva. Aunque les
fascinen las fantasías de fuerza, necesitan sentirse consolados y acompañados. El miedo a perder
es seguridad que puede aumentar cada vez estas conductas. Los niños pequeños no son todavía
conscientes de que sus pensamientos no son los mismos que su acción, y cuando en sus fantasías
imaginan cosas terribles, les asusta creer que sucederán, y además creen que sucederán, y además
creen que los demás saben todo lo que piensan, por lo que esperan que los adultos castiguen esos
pensamientos agresivos.

La conducta física aumenta entre los dos y los cuatro años, y disminuyen todas las conductas
agresivas entre los 5 y los 6 años, al empezar el colegio. A medida que crecen los niños se vuelven
menos agresivos, ya no tratan de defender su espacio. Sino que cuando agreden lo hacen para
producir un daño a otra persona, porque consideran que les ha agredido u ofendido con anterioridad.

Si el niño que tiene conductas agresivas recibe de los padres respuestas agresivas, aprende
que es la única forma de comunicarse y de expresar frustración y enfado. Hablar de los sentimientos
es una forma de evitar este aprendizaje. Al manejar los sentimientos de agresividad se aprende a
tolerar las emociones positivas y negativas. Aprende que la capacidad de amar no anula el odio, ni al
contrario, por lo que puede aceptar mejor a las personas que quiere, incluso con lo que le
decepciona de ellas, y a sí mismo. Esta es la base de todas las relaciones sociales, el marco para
desarrollar conciencia y convertirse en un ser moral.

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EL DESARROLLO EMOCIONAL DEL NIÑO

LOS NIÑOS Y LA VIOLENCIA

Hay niños que son victimas de la violencia, otros que la generan. Los niños están dispuestos
de manera directa o indirecta a la violencia. Las emociones terroríficas atraen a los adultos, y al ser
historias muy frecuentes en los medios de comunicación, los niños acaban conociéndolas. Los niños
pequeños no distinguen claramente la realidad de la ficción, y se ha comprobado que ver películas o
deporte violentos aumenta las tendencias agresivas a largo plazo.

“Toda exposición a la violencia se convierte en parte de la visión del mundo que tiene
nuestro hijo” la violencia que viven los niños en sus comunidades puede llegar a ser muy elevada. La
seguridad de los niños debe de preocupar seriamente a los padres y a los educadores.

Mientras que hay padres que no reconocen que sus hijos están expuestos a la violencia,
otros se preocupan en exceso, ambos deben de ocuparse en como ayudar a sus hijos a hacer frente
a la violencia de la que puede ser testigo o víctima, como ayudarle a afrentar sus propios
sentimientos agresivos naturales. Hablando con él, enseñándole a protegerse y a tratar a los niños
altamente agresivos y sabiendo de antemano como reaccionar ante la violencia escolar, intrafamiliar
o de extraños.

Hablar. Los niños se sienten protegidos cuando al menos uno de sus cuidadores comprende
sus preocupaciones y angustias, aumenta su capacidad de recuperación. Los niños se sientes
asustados por cosas que a los adultos no les parecen importantes, por lo que hay que ser capaz de
imaginar sus sentimientos y experiencias poniéndolos en su lugar de origen, pidiéndole al niño antes
que nada la calma para saber o entender hasta donde esta dañándole esto que esta viviendo o
sintiendo. Es necesario hablar de temas problemáticos, no se puede tener una imagen inmaculada
de los hijos, ni negar las evidencias cuando resultan desagradables. Hablar sobre el tema de
violencia probablemente le beneficie, en lugar de perjudicarle.

Cómo hablar de un modo eficaz:

 Dar tiempo y posibilidad de respuestas cuando se le plantea un tema.


 Interpretar correctamente sus respuestas para saber que añadir o qué decir.
 No hacer comentarios demasiado complejos.
 No incomodarle.
 Puede ser mejor en algunos casos sólo escuchar.
 Preguntarle por sus pensamientos y sentimientos.
 Los niños hablan de temas difíciles cuando creen que pueden hacerlo y que les van a
escuchar.
 Mostrarse abierto a que cuente lo que le preocupa
 Reflexionar sobre lo que nos cuenta antes de dar consejos.
 Darle nuestra perspectiva del problema.
 Sintonizar con sus intereses y lo que puede comprender.

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 Buscar siempre la claridad del tema
RECUERDA: la confianza es esencial y debe darse en los dos sentidos, de hijos a padres
y viceversa, o de educador al alumno o viceversa. Y esto lleva tiempo, y se logra
manteniendo las promesas y siendo fiable. Aprovecha su deseo de aprender y de ser
oído.

Enseñarle a protegerse:

 Enseñar a minimizar conflictos y resolverlos sin violencia.


 Ayudarles a pensar responsablemente
 Ayudarles a ser críticos e independientes
 Es natural que se sientan vulnerables
 Los niños tienen que ser conscientes de distinguir lo peligroso en su entorno.
 Darle opciones para responder a situaciones complicadas (secuestro, posible
violación, daños físicos, accidentes, temblores, inundaciones etc.)
 Interpretar correctamente las motivaciones ajenas tanto positivas como negativas.
 Generar y probar soluciones ya sean individuales o colectivas.

La experiencia de los padres debe servirle para expresar sus sentimientos, comprender las
situaciones y tener capacidad de respuesta. La mejor enseñanza es el ejemplo.

Las respuestas a la violencia como problema social no pueden venir solo de las familias, sino
que toda la comunidad debe generarlas. Prevenir la violencia en las escuelas y la violencia
doméstica son programas comunitarios.

Los matones: las consecuencias del acoso en la escuela son dramáticas, gravísimas, los
niños se deprimen profundamente cuando otro compañero abusa de ellos y pueden llegar al suicidio.
Los matones son niños con sentimientos agresivos y que no tienen sentido de la responsabilidad ni
remordimientos por lo que hacen.

Como enseñar a hacerles frente, mostrarle que tienen varias respuestas posibles, además
de ceder o pelearse.

Respuestas eficaces:

 Marcharse y ocultar sus reacciones inmediatas.


 Quedarse con otros niños o con el profesor.
 No pelearse.
 Desafiarle verbalmente o persuadirle.
 Llevarle a un terreno sin violencia.
 Pedir ayuda a un profesor o consejero escolar, Director.

Los niños tienden a no pedir ayuda a los adultos, porque pueden creer que son débiles si lo
hacen. Asegurarse de que el niño comprende que debe siempre informar de un maltrato, y buscar a

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otros testigos para que corroboren lo que dice. Ayudarle a mantener un concepto de sí mismo
positivo.

Señales de que un niño se enfrenta a la violencia:

 Se irritan con mayor facilidad (entre 2 y 6 años), no se consuelan. Si parece muy


distante o contrario y no es por otro motivo.
 Problemas de atención repentinos en la edad escolar.
 Conducta perturbadora.
 Exceso de sensibilidad y problemas con sus compañeros.
 Conductas agresivas.
 Preadolescentes y adolescentes, tienen problemas con las figuras de autoridad.
 Grupo de iguales agresivos.
 Ausencias no justificadas en la escuela.
 Bajo rendimiento escolar.
 Consumo de drogas o alcohol.

Consecuencias de la exposición a la violencia:

 Ansiedad.
 Depresión.
 Baja autoestima.
 Incapacidad de mantener la atención.
 Mayores tasas de agresión.
 Trastorno por estrés post-traumático en casos de violencia grave.

Si la violencia se produce en el hogar, esto amenaza a los pilares fundamentales de la vida


infantil.

Actuar ante la violencia si es testigo o victima (de inmediato):

 Evaluar la capacidad emocional del niño.


 Recuperar la seguridad familiar.
 Aprovechar todos los recursos disponibles para ayudar al niño.
 Ayudarle a comprender la experiencia.
 Preguntar abiertamente para que comparta sus sentimientos.

Matilde C. Ramos Rendón

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