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"El niño es como un barro suave donde puedes grabar lo que quieras...
Pero esas marcas se quedan en la piel...
Esas cicatrices se marcan en el corazón...
Y no se borran nunca".
Zenaida Bacardi de Argamasilla (Escritora).
Formación de la autoestima.
Si cuando el bebé llora porque está molesto, mojado o tiene hambre, llega su
mamá (u otro adulto) y lo toma en brazos, lo acaricia, le habla suavemente y
elimina su molestia, el bebé se tranquiliza.
Cuando juegan con él, se siente feliz y aprende a confiar en la gente que lo
rodea.
Por otro lado, si sus necesidades no son atendidas o la persona que lo cuida es
brusca y fría, el bebé se siente incomodo, tenso e inseguro.
Por eso los padres deben de comunicarles a sus hijos ese amor, de todas las
maneras posibles:
Con caricias, tonos de voz cariñosos y suaves, jugando con él y diciéndoselo
constantemente.
Y esto es, a cualquier edad.
Es importante que las palabras y los gestos, tono de voz y actitud en general,
manden el mismo mensaje.
Decirle al niño, te quiero mucho, mientras estamos viendo televisión o
enojados, sólo lo confunde y le causa angustia.
Por eso tenemos que tener cuidado con lo que le decimos, sobre todo cuando
estamos tensos o enojados.
Si le decimos:
"Eres un tonto", "Quítate, no sabes hacer hacerlo bien", "Ya no te aguanto",
etc., el niño se cree esas etiquetas y las hace propias.
Cuando el niño se considera malo, tonto, desobediente, etc., porque así fue
calificado por sus padres, se va a comportar de esta manera.
Y muy probablemente, va a seguir recibiendo las mismas calificaciones y
juicios, que lo han alimentado durante esos primeros años.
Las bases que sus padres establecieron siguen siendo las más importantes,
pero se van agregando nuevos mensajes de gente importante para él:
maestros, amigos, familia, etc.
Pero cuando somos adultos, tenemos que reconocer que el tipo de autoestima
que queremos, depende de nosotros.
No importa cómo se formó o quienes son los "culpables".