Está en la página 1de 50

DOCE PASOS DE OA NUEVOS

LOS DOCE PASOS DE OA

INTRODUCCIÓN A LOS DOCE PASOS

Los que somos miembros de Comedores Compulsivos Anónimos hemos encontrado


en esta fraternidad una manera de recuperarnos de la enfermedad de comer
compulsivamente. Tras años de culpa por los repetidos fracasos en nuestros intentos de
controlar nuestra comida y nuestro peso, ahora tenemos una solución que funciona. Nuestra
solución es un programa de recuperación—un programa de doce sencillos pasos—.
Siguiendo estos pasos, miles de comedores compulsivos han dejado de comer
compulsivamente.
En OA no hay dietas ni ejercicios, no hay pesas, tampoco hay píldoras mágicas. Lo
que ofrecemos es mucho mejor que todas esas cosas—una fraternidad en la que
encontramos y compartimos el poder curativo del amor—. Son dos los elementos que nos
unen: la enfermedad de comer en exceso que todos nosotros padecemos, y la solución que
todos nosotros encontramos al vivir los principios de estos pasos. Como nuestro programa
está basado en los doce pasos, queremos ofreceros una explicación de estos pasos,
mostrando la forma en la que los hemos trabajado para recuperarnos de la compulsión por la
comida. Esperamos de esta manera poder ayudar a los que todavía sufren nuestra
enfermedad. La segunda parte de este libro contiene un estudio de las doce tradiciones de
Comedores Compulsivos, y muestra como nuestros grupos, y OA en su conjunto, resuelven
los problemas, y continúan llevando el mensaje de recuperación a los comedores
compulsivos.
Si crees que eres comedor compulsivo, date la oportunidad de recuperarte trabajando
el programa de OA. Nuestra manera de vivir basada en los doce pasos y las doce tradiciones
nos ha proporcionado una curación física, emocional y espiritual que no dudamos en
calificar de milagrosa. Lo que a nosotros tanto nos ayuda, también a ti te puede ayudar.

Pág.- 1 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

PASO PRIMERO. Admitimos que éramos impotentes ante la comida, que nuestras
vidas se habían vuelto ingobernables.

En O.A. comenzamos el programa de recuperación al admitir que somos impotentes ante


la comida. A algunos esto nos resulta difícil debido a nuestra larga experiencia en intentar
controlarla. En algún momento determinado, o periódicamente, la mayoría fuimos capaces
de conseguirlo. Nos empeñábamos en convencernos que la falta de control era un
contratiempo momentáneo, pero que pronto llegaría el día en el que dispondríamos de la
suficiente fuerza de voluntad para poner un límite a nuestros excesos, y que entonces ya
seríamos capaces de mantenerlos bajo nuestro control. Para todos nosotros, sin embargo, los
días en los que parecía que podíamos controlar la comida fueron disminuyendo, hasta que
finalmente vinimos a O.A. en busca de una nueva solución.
En O.A. nos enseñaron que no es la falta de fuerza de voluntad lo que hace de nosotros
comedores compulsivos. De hecho, los comedores compulsivos poseemos una fuerza de
voluntad increíble. Pero la compulsión por la comida es una enfermedad que no se puede
vencer a base de fuerza de voluntad. Ninguno de nosotros decidimos contraer esta
enfermedad voluntariamente, de la misma forma que no nos habíamos propuesto contraer
otras enfermedades. Al fin podemos dejar de echarnos las culpas a nosotros mismos o de
responsabilizar a los demás de nuestra compulsión hacia la comida.
Esta enfermedad se manifiesta en tres planos: en el físico, en el emocional y en el
espiritual. La compulsión por la comida no procede de malos hábitos adquiridos en la
infancia, ni de problemas de adaptación, ni siquiera del gusto por la comida, aunque estos
tres factores puedan haber contribuido a su desarrollo. Puede ser que muchos de nosotros
hayamos nacido con una predisposición física y emocional hacia la compulsión por la
comida. Sea cual sea la causa, hoy en día no somos gentes normales en lo que a la misma se
refiere.
Los comedores normales, al igual que los comedores compulsivos, en ocasiones
encuentran placer y se evaden de los problemas de la vida abusando de la comida. Los
comedores compulsivos, sin embargo, reaccionamos de forma diferente cuando comemos de
más; no sabemos parar. Un comedor normal se llena e inmediatamente pierde el interés por
la comida. Nosotros, por el contrario, queremos más. Algunos de nosotros incluso tenemos
una reacción extraña ante determinados tipos de alimentos: mientras que los demás pueden
tomar trozos o cantidades normales sin que esto les ocasione ningún problema, nosotros nos
vemos obligados a repetir, sirviéndonos un segundo plato... después un tercero...etcétera.
Aunque no todos los comedores compulsivos son capaces de señalar cuáles son los
alimentos concretos que les causan problemas, muchos los podemos identificar sin ninguna
dificultad. Todos nosotros tenemos algo en común: nuestra mente y nuestro cuerpo nos
transmiten señales totalmente diferentes a las que recibe el comedor normal. La experiencia
nos enseña que, por mucho tiempo que haya pasado desde que comenzamos a abstenernos
de comer compulsivamente, y que por muy bien que hayamos aprendido a resolver los
problemas de nuestro vivir cotidiano, siempre tendremos estas tendencias anormales. Los
que volvimos a nuestros hábitos previos de comer compulsivamente, incluso aunque
tuviéramos varios años de abstinencia a nuestras espaldas, pudimos comprobar que parar de
nuevo nos resultaba más difícil que nunca.
Es evidente que si queremos vivir libres de la esclavitud a la compulsión por la comida
hemos de abstenernos de todas clases de comida y comportamientos que nos causan
problemas. Si no comemos lo que no debemos, no desencadenaremos el proceso que nos
lleva a comer más. Pero la experiencia nos enseña que esto no lo podemos hacer utilizando
exclusivamente la fuerza de voluntad. Antes de conocer O.A., a cada régimen o período de
control le seguía otro de atracones. La razón es que nuestra enfermedad no es sólo de

Pág.- 2 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

naturaleza física, también es de naturaleza emocional y espiritual. Estábamos obsesionados


con la comida y no había grado de autocontrol o pérdida de kilos que pudieran curarnos. A
causa de esta obsesión, siempre llegaba el día en el que la perspectiva de un atracón se
presentaba tan apetecible que no podíamos resistirla, y nos olvidábamos de todas las
promesas que nos habíamos hecho a nosotros mismos. Tarde o temprano volvíamos a comer
compulsivamente y, fuera gradual o rápidamente, nuestra ingestión empeoraba hasta que al
fin perdíamos el control.
No podíamos liberarnos de esta obsesión mental utilizando la voluntad humana y sin
ayuda exterior. Teníamos que encontrar otro poder, más fuerte que nosotros mismos, que
fuera capaz de liberarnos, si queríamos de verdad dejar de comer compulsivamente.
La mayoría nos habíamos negado a reconocer que teníamos esta enfermedad. En O.A. nos
recomiendan que examinemos nuestra forma de comer, la obesidad y los actos
autodestructivos a los que hemos venido recurriendo para no engordar, tales como las dietas,
el pasar hambre, el ejercicio excesivo, los vómitos, etc. Tras un análisis serio de nuestro
pasado, no podemos seguir negando lo que es evidente: nuestra forma de comer y las
actitudes que tenemos hacia la comida no son normales, estamos enfermos.
La segunda parte del primer paso, admitir que "nuestra vida se había vuelto ingobernable",
ha resultado bastante difícil para muchos de nosotros. Creíamos que a pesar de los
problemas que teníamos con la comida y con el peso, todo iba bien. Muchos de nosotros
teníamos trabajos dignos y nuestros hogares funcionaban de una forma aceptable. Teníamos
amigos que nos apreciaban y muchos estábamos casados y éramos bastante felices en
nuestro matrimonio. Que todo esto no nos hiciera felices lo atribuíamos a nuestra gordura,
real o imaginaria. Si adelgazáramos hasta conseguir el peso adecuado, nuestra vida sería
perfecta. Sin duda, era una exageración afirmar que no éramos capaces de gobernar nuestras
vidas. Necesitábamos alguna ayuda en lo que se refiere al comer compulsivamente, pero en
el resto de nuestra vida las cosas nos iban bien.
Aquí de nuevo, un examen sincero de nuestras vidas nos ayudó a dar el primer paso.
¿Hacíamos las cosas lo mejor que podíamos en nuestro trabajo o nos contentábamos con ir
pasando? ¿Eran nuestros hogares lugares de convivencia agradable o había una atmósfera
permanente de depresión y de enfados? ¿Había afectado a nuestras vidas la insatisfacción
crónica que sentíamos a causa de nuestra obsesión por la comida? ¿Identificábamos nuestros
sentimientos o habíamos enterrado la ira y el miedo bajo capas de falsa alegría?
A veces reconocíamos la existencia de problemas vitales, pero creíamos que si
conseguíamos dejar de comer compulsivamente nuestra vida sería gobernable. Sin embargo,
cuando parábamos nos resultaba absolutamente imposible vivir sin abusar de la comida.
Incluso el alcanzar el peso ideal no eliminaba nuestra infelicidad.
Muchos creíamos que nuestras vidas serían gobernables si los demás hicieran lo que
nosotros queríamos. Todo iría bien si nuestros jefes reconocieran nuestra valía, si nuestros
cónyuges nos prestaran el grado de atención que necesitábamos, si nuestros hijos se portaran
bien, si nuestros padres nos dejaran tranquilos. Pero nuestras vidas se volvían ingobernables
en el momento en el que el coche no arrancaba, cuando el ordenador se estropeaba o cuando
la cuenta del banco presentaba un saldo negativo. Sufríamos las consecuencias del desorden
ajeno o teníamos mala suerte. ¿Qué alternativas teníamos? Comíamos para ahogar los
miedos, las ansiedades, los enfados y las desilusiones. Comíamos para escapar de la presión
generada por nuestros problemas o del aburrimiento de la vida cotidiana. Dejábamos lo que
teníamos que hacer para más tarde, nos escondíamos y comíamos.
Antes de conocer O.A., y de comentar con sinceridad nuestras experiencias con otros
comedores compulsivos, no éramos conscientes del tremendo daño que nos habíamos
causado tanto a nosotros mismos, como a otras personas, al intentar controlar cada detalle de
nuestras vidas. Solamente una vez que habíamos comenzado el proceso de recuperación nos

Pág.- 3 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

dimos cuenta del egocentrismo infantil que dirigía nuestras acciones. Al tratar de controlar a
los demás a través de la manipulación y la fuerza, habíamos causado dolor a nuestros seres
queridos. Cuando tratábamos de controlarnos a nosotros mismos acabábamos
desmoralizados. Incluso cuando el éxito nos acompañaba tampoco éramos capaces de
conseguir la felicidad a la que aspirábamos. Huíamos del dolor con la comida y por este
motivo no éramos capaces de aprender de nuestros errores; así nunca conseguíamos crecer.
Algunos opusimos resistencia al primer paso porque considerábamos que estaba influido
por pensamientos negativos. Si aceptábamos que carecíamos de poder frente a la comida,
pensábamos, entonces nos programaríamos para continuar comiendo compulsivamente.
Mas tarde descubrimos que lejos de ser un escollo, la admisión de impotencia ante la
comida nos abría la puerta a una fuente de poder insospechada. Por primera vez en la vida,
reconocíamos y aceptábamos la verdad sobre nosotros mismos. Somos comedores
compulsivos. Tenemos una enfermedad que es incurable. Los diabéticos que necesitan un
tratamiento de insulina corren el riesgo de volverse ciegos e incluso de morir, a menos que
reconozcan la realidad de su condición, la acepten y tomen la medicación que el médico les
recete. Eso mismo nos sucede a nosotros, los comedores compulsivos. Mientras nos
neguemos a reconocer que tenemos esta enfermedad, extenuante, y en última instancia fatal,
no estaremos dispuestos a seguir el tratamiento diario para la misma, tratamiento que
conduce a la recuperación. Negar la verdad lleva a la destrucción. Sólo la admisión sincera
de la realidad de nuestra condición nos puede salvar de nuestro comer destructivo.
Lo mismo es válido en lo que se refiere a la ingobernabilidad de nuestra vida. Mientras
sigamos creyendo que sabemos qué es lo mejor para nosotros, continuaremos con nuestra
forma habitual de pensar y actuar, a pesar de que ésta nos llevó a la enfermiza e infeliz
condición en la que nos encontrábamos al conocer O.A... En el primer paso reconocemos
esta realidad: nuestra conducta habitual nos ha llevado al fracaso y necesitamos encontrar
una nueva forma de ver la vida. Sólo después de asumir esta verdad nos encontraremos en
condiciones de cambiar y aprender.
Una vez que estamos dispuestos a aprender con humildad, podemos renunciar a los viejos
patrones de pensamiento y de conducta que no nos han servido en el pasado, empezando por
nuestros intentos por controlar la comida y el peso. Un análisis sincero de nuestra
experiencia nos ha convencido de que no podemos funcionar en la vida utilizando
exclusivamente la fuerza de voluntad. Al principio entendemos esto intelectualmente, más
tarde lo comprendemos con el corazón. Cuando esto sucede ya hemos dado el primer paso y
estamos en condiciones de avanzar en el programa de recuperación.

Pág.- 4 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

SEGUNDO PASO. Llegamos al convencimiento de que sólo un Poder Superior a


nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio.

Muchos comedores compulsivos exclamamos al ojear este párrafo: "¿Devolvernos el sano


juicio? Mi caso es distinto. Estoy pero que muy cuerdo. El único problema que tengo es el
de la comida." ¿Pero estamos cuerdos de verdad?
Cuando examinamos nuestras vidas con sinceridad vemos que en lo que a la comida se
refiere hemos de calificar nuestra conducta de extremadamente irracional y autodestructiva.
Presas de la compulsión por la comida, hemos hecho cosas que a ninguna persona sana se le
hubieran ocurrido. Hemos recorrido miles de kilómetros a altas horas de la noche para
satisfacer un antojo. Hemos comido alimentos congelados, quemados, pasados, e incluso
deteriorados y peligrosos. Hemos cogido comida de los platos de otras personas, del suelo,
de la tierra. Hemos sacado comida del cubo de la basura y nos la hemos comido.
Con frecuencia hemos mentido sobre lo que habíamos comido, mentido a otros porque no
queríamos enfrentarnos a la verdad. Hemos hurtado comida a nuestros amigos, familiares y
empleados, incluso en las tiendas de ultramarinos. Hemos robado también dinero para
comprar comida. A pesar de tener el estómago repleto hemos continuado comiendo, a veces
incluso a pesar de sentirnos indispuestos de tanto comer. Continuamos abusando de la
comida, aunque sabíamos que estábamos desfigurando y lisiando nuestros cuerpos. Nos
hemos aislado para comer, poniendo así en peligro nuestras relaciones con los demás y
privándonos de vida social. A causa de nuestra compulsión por la comida nos hemos vuelto
objetos de ridículo y hemos destrozado nuestra salud.
Más tarde, asustados por lo que nos estábamos haciendo, nos obsesionábamos con las
dietas. Gastábamos cantidades enormes de dinero en diferentes planes para perder peso,
comprábamos toda clase de pastillas para reducir el apetito, nos hacíamos miembros de
clubes de dietas y de balnearios, hacíamos que nos hipnotizaran y analizaran, que nos
operaran el sistema digestivo y nos introdujeran agujas en las orejas y en las mandíbulas. No
tuvimos inconveniente en pasar por todo esto y aún más, con la esperanza de que un día
pudiéramos estar a la vez "en misa y repicando", o sea, darnos atracones y no engordar.
Algunos fuimos de médico en médico en busca de una cura. Los médicos nos pusieron a
régimen, pero tampoco tuvimos en esta ocasión más suerte que con las anteriores dietas. Nos
mandaron inyecciones y pastillas. Durante una época nos dieron buen resultado, pero con el
paso del tiempo volvimos a perder el control y a comer, recuperando el peso que tanto
esfuerzo nos había costado en perder.
Muchos intentamos el método del ayuno, bajo la supervisión o no de un médico. Por regla
general conseguíamos perder peso, pero en el momento en el que volvíamos a comer, el
comportamiento compulsivo se apoderaba de nosotros y recuperábamos los kilos perdidos.
Algunos optamos por perder peso vomitando, utilizando laxativos o reventando con
ejercicios. Nos llenábamos la boca de comida hasta que no nos cabía más en ella y
sentíamos dolor, acto seguido nuestro estómago nos liberaba de esta molestia. Nos
destrozamos el sistema digestivo y la dentadura al privar a nuestros cuerpos de elementos
necesarios para la vida.
Los que pesábamos de más, seguíamos a pie juntillas los consejos de otros sobre como
alcanzar nuestro peso ideal, pero nada resolvía este problema de forma permanente.
Hiciéramos lo que hiciéramos para aliviar este caos, la compulsión por la comida siempre
volvía. A la larga nuestro peso aumentaba y nuestra autoestima disminuía. Con el paso del
tiempo nos cansábamos de todo este juego y nos desanimábamos. A pesar de ello éramos
incapaces de reconocer que éramos impotentes ante la comida. Contemplando la perspectiva
de permanecer gordos, enfermos y sin ningún control para el resto de la vida, llegamos a la

Pág.- 5 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

conclusión que no merecía la pena vivir. Muchos pensamos en suicidarnos. Algunos incluso
llegamos a intentarlo.
La mayoría, sin embargo, no llegamos a ese extremo de desesperación. Nos consolábamos
considerando la idea de que mientras hubiera suficiente comida todo iría bien. El único
problema era que a medida que progresaba nuestra compulsión nos resultaba cada vez más
difícil conseguir suficiente cantidad. En vez del esperado alivio, el comer compulsivamente
provocaba el efecto opuesto. Cuanto más comíamos más sufríamos, pero a pesar de todo
seguimos abusando de la comida. La falta de sentido común era evidente como lo
demostraba el hecho de que seguíamos intentando encontrar alivio en el abuso de la comida,
mucho después de que comenzara a hacernos sufrir.
Una vez que fuimos capaces de examinar nuestra vida con sinceridad, nos resultó fácil
admitir que en lo que se refiere al peso y a la comida habíamos actuado de forma irracional.
Muchos, sin embargo, éramos capaces de restringir nuestras conductas compulsivas a las
horas en las que nos encontrábamos solos y llevar una vida más o menos normal. Nos
excedíamos con el trabajo durante el día y nos excedíamos con la comida durante la noche.
No teníamos ninguna duda de que en la mayoría de los aspectos estábamos sanos.
Al examinarnos más a nosotros mismos descubrimos otros aspectos de nuestra vida
caracterizados por la falta de equilibrio. Nos vimos obligados a admitir que no habíamos
demostrado mucha cordura al responder al clamor de atención de nuestros hijos con
chillidos, o cuando la envidia nos empujaba a comportarnos posesivamente con nuestra
pareja. La mayor parte del tiempo habíamos vivido presas del miedo y de la ansiedad. Como
nos sentíamos más cómodos rodeados de comida que rodeados de gente, a menudo
evitábamos la compañía de los demás. Corríamos las cortinas, desconectábamos el teléfono
y nos encerrábamos en nuestra casa.
Cuando estábamos con otras personas, sonreíamos y decíamos que sí, cuando en realidad
lo que queríamos decir era que no. A algunos nos resultaba imposible defender nuestros
derechos en el seno de relaciones de pareja abusivas, y creíamos que merecíamos ese tipo de
trato. O nos centrábamos en los defectos y errores de los demás y dedicábamos horas enteras
a pensar qué era lo que debían de hacer para resolver sus problemas, cuando los nuestros no
recibían ninguna atención y estaban todavía sin solucionar.
Los comedores compulsivos somos personas de extremos. Reaccionábamos violentamente
ante provocaciones insignificantes, y a la vez éramos capaces de ignorar los problemas
verdaderamente importantes. Unas veces estábamos obsesivamente atareados, mientras otras
nos encontrábamos tan cansados que no éramos capaces ni de movernos. Pasábamos de la
excitación desmedida a la depresión más profunda. Veíamos el mundo en blanco y negro. Si
no podíamos conseguir todo, no queríamos nada; si no podíamos ser los mejores, nos
negábamos a participar en el juego.
Poco a poco nos fuimos dando cuenta de lo mucho que esta forma de actuar nos había
perjudicado. Paulatinamente llegamos al convencimiento de que teníamos que cambiar. Nos
mostrábamos irracionales, desequilibrados y enfermos en todos los aspectos de nuestra vida
y no sólo con la comida. Pero si nuestra fuerza de voluntad y nuestra determinación no
podían cambiar nuestro desastroso modo de vivir, ¿qué podría cambiarlo? Estaba claro que
teníamos que encontrar un Poder superior a nosotros si queríamos recuperar el sano juicio.
Llegado a este punto del segundo paso la mayoría nos encontramos con diversos
problemas por una u otra razón. Algunos no creíamos en Dios. Descartábamos la posibilidad
de encontrar una solución para nuestros problemas si para ello teníamos que "encontrar a
Dios". Algunos decidimos marcharnos antes de que terminara nuestra primera reunión
cuando oímos pronunciar la palabra Dios y no volvimos hasta que más años de comer
compulsivamente nos llevaron a la desesperación. Los que continuamos descubrimos algo
maravilloso. O.A. no afirma que tengamos que creer en Dios, nos dice tan sólo que un Poder

Pág.- 6 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

superior a nosotros puede devolvernos el sano juicio. Sugiere que definamos a ese Poder
como queramos y que nos relacionemos con él de la forma que más nos convenga. O.A.
recomienda exclusivamente que no nos cerremos al crecimiento espiritual y que mostremos
tolerancia con los demás evitando criticar o hacer propaganda de doctrinas religiosas
concretas en las reuniones de OA.
Nuestro programa es espiritual, no religioso. Carecemos de credos y de doctrinas, lo único
que poseemos es nuestras propias experiencias de recuperación. Los ateos y los agnósticos
tienen cabida en O.A. y muchos de ellos se han recuperado.
¿Cómo pudimos los que no creíamos en Dios llegar a creer en un Poder Superior?.
Todo empezó el día en que nos sentamos en una reunión de O.A. y tuvimos la oportunidad
de experimentar el ambiente de compañerismo que allí reinaba. Había personas que nos
comprendían y que mostraban interés por nosotros. Podíamos hablar sin temor alguno de
nosotros mismos y a pesar de ello, nos aceptaban incondicionalmente. Esta aceptación acabó
transformándose en cariño, y nos transmitía una energía que permanecía con nosotros aún
después de la reunión. No era un salto de fe exagerado considerar este afecto compartido un
poder superior a nosotros, capaz de devolvernos el sano juicio. El amor del grupo, como
consecuencia, se convirtió en nuestro Poder Superior.
Al poco tiempo preguntamos a otros miembros si deseaban ser nuestros padrinos o
madrinas. La mayoría elegíamos a alguien con el que teníamos un lazo de unión especial o
al que admirábamos por la calidad de su recuperación. A medida que se estrechaban las
relaciones personales con nuestros padrinos, comenzamos a percibir el amor del grupo de
una manera más profunda. Ellos contestaban a nuestras preguntas, escuchaban nuestros
problemas, compartían nuestras alegrías y tristezas y nos orientaban en el proceso de
recuperación mientras que nos ayudaban a aplicar los principios de O.A. en nuestras vidas.
Por primera vez en nuestra existencia sentimos el alivio de no tener que enfrentarnos solos a
nuestros problemas. Este tipo de relación era un Poder Superior en el que nosotros podíamos
creer.
Sin embargo, los miembros de O.A. son humanos. A veces, cuando los grupos o el
padrino en alguna medida nos decepcionan, nos sentimos marginados y privados de esa
fuente de apoyo que ha llegado a significar tanto para nosotros y parece como si nuestra
recién estrenada salud estuviera en peligro. Necesitábamos ahora una manera más sólida de
relacionarnos con un Poder Superior. Llegado a este punto, nos dijeron que podíamos actuar
"como si". Esto en ningún modo significa que vamos a aparentar una devoción que no
tenemos o simular ante los demás que creemos en Dios cuando en realidad no es así.
Significa que podemos dejar de lado las argumentaciones teológicas y examinar la idea de
un poder espiritual a la luz de la desesperada necesidad de ayuda que tenemos.
Algunos comenzamos por preguntarnos: "¿Para qué necesito un Poder Superior? ¿Cómo
me gustaría que fuera ese Poder y como desearía que actuara en mi vida?". Una vez que
definimos ese Poder nosotros mismos, comprobamos que nos encontrábamos cómodos con
él. Más tarde comenzamos a actuar como si ese poder existiera y vimos que como resultado
de esto nos comenzaban a ocurrir muchas cosas positivas. Poco a poco, a medida que
experimentábamos cambios positivos en nuestras vidas, llegamos al convencimiento de que
un poder superior a nosotros nos podía devolver el sano juicio.
Los que ya teníamos creencias religiosas al llegar a O.A., al echar un vistazo a este paso
nos dijimos: "No tengo ningún problema. Este paso no me afecta porque yo ya creo en
Dios." Más tarde, para sorpresa nuestra, algunos descubrimos que nos resultaba más difícil
que a los ateos o a los agnósticos. A veces los que teníamos creencias religiosas teníamos
problemas, ya que aunque creíamos en la existencia de Dios, no creíamos de verdad que
Dios pudiera y quisiera ayudarnos a vencer la compulsión por la comida. Quizás creíamos
que la compulsión por la comida no es un problema espiritual, o pensábamos que a Dios le

Pág.- 7 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

interesaban tan sólo asuntos de más importancia y que esperaba que fuésemos nosotros los
que resolviéramos ese asunto tan insignificante. No éramos capaces de entender que Dios
nos quiere en nuestra totalidad y que esta dispuesto y puede ayudarnos en cuanto hagamos,
que Él nos va a ayudar en cada decisión que tomemos, incluso si se trata de elegir tipos y
cantidades de comida.
Éramos muchos los que le habíamos pedido a Dios que nos ayudara con nuestro peso, pero
las oraciones no habían producido resultado alguno. Más tarde comprendimos por qué
nuestras peticiones de ayuda habían caído en saco roto. Lo que en realidad le habíamos
estado pidiendo a Dios era que eliminara nuestra gordura y que nos permitiera a la vez
seguir comiendo lo que quisiéramos cuando quisiéramos. La mayoría también
necesitábamos aprender a pedir ayuda a otras personas y permitir que Dios nos hablara a
través de nuestros semejantes. En O.A. el poder curativo de Dios nos llega a través de la
comunidad y del cariño de los comedores compulsivos. Antes de pertenecer a O.A. las
peticiones de ayuda podían haber dejado de ser respondidas quizá porque nunca fue el
propósito divino que nos enfrentáramos aislados a esta enfermedad. Era que nos abriéramos
a los demás para poder aprender a amarlos de verdad.
Fuera cual fuera nuestro caso, tras años de buenos propósitos y oraciones, pero también de
abuso de la comida, perdimos la fe en que Dios nos pudiera devolver el sano juicio en lo que
a la comida se refiere. Creíamos a nivel intelectual que Dios era capaz de hacer cualquier
cosa, pero en nuestro fuero interno "sabíamos" que Dios no nos ayudaría en esta faceta de
nuestras vidas. Si queríamos recuperarnos teníamos que cambiar el concepto negativo que
teníamos sobre Dios. ¿Qué podíamos hacer? Estar dispuestos a empezar de cero con nuestro
Poder Superior. La concepción que teníamos de Dios no nos servía, por tanto era necesario
que la cambiáramos. Podíamos empezar por plantearnos, tal como lo habían hecho los ateos
y los agnósticos, qué era lo que necesitábamos y qué queríamos que Dios fuera e hiciera por
nosotros. A continuación actuamos como si Dios fuera exactamente lo que queríamos y
necesitábamos que nuestro Poder Superior fuera. Llegamos a la conclusión de que teníamos
que deshacernos de cualquier concepción de Dios que no nos ayudara a recuperarnos de
nuestra enfermedad. Teníamos que sustituir nuestras viejas ideas sobre Él por una fe que nos
sirviera. Esto, a la vez que requería una gran humildad nos causaba un enorme miedo, pero
en el momento en que estuvimos dispuestos a hacerlo comenzaron a sucedernos cosas
sorprendentes.
Para todos nosotros, fuéramos ateos, agnósticos o personas con filiación religiosa, la fe es
algo que fue surgiendo a medida que hacíamos aquello que había resultado útil a los demás.
No nos importó si creíamos o dejábamos de creer en lo que estábamos haciendo. Seguimos,
a pesar de todo, los consejos que nos dieron y nuestra vida comenzó a cambiar.
Esta disposición a actuar guiados por la fe constituyó la clave del segundo paso. Era el
comienzo de un proceso curativo que nos liberaría de la compulsión por la comida y que
proporcionaría equilibrio a nuestras vidas, tan necesitadas de él. A medida que
respondíamos con acciones al amor que nos habían dado en O.A., el resultado era una nueva
fe en nosotros mismos, en los demás y en el poder de ese amor. Habíamos comenzado a
establecer una relación nueva con un Poder superior a nosotros y estábamos preparados para
avanzar en nuestro programa de recuperación.

Pág.- 8 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

TERCER PASO.- Decidimos poner nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de


Dios tal como nosotros lo concebimos.

Se dice a menudo que los tres primeros pasos del programa de O.A. pueden resumirse en
esta frase: "Yo no puedo, Dios puede, se lo dejo a Dios."
En el primer paso nos persuadimos de que no éramos capaces de solucionar los problemas
que tenemos con la comida, ni en otras áreas de la vida, si recurríamos sólo a nuestra fuerza
de voluntad. En el segundo paso añadimos a esta aceptación de impotencia absoluta, una fe
recién descubierta en la existencia de un Poder más grande que nosotros, el cual nos puede
liberar de la obsesión con la comida y devolvernos la salud en todas las áreas de la vida.
Es imposible dar el tercer paso sin haber dado los dos primeros. Sin embargo, una vez que
hemos admitido enteramente nuestra impotencia funesta y que hemos llegado a
convencernos de que existe una solución, este tercer paso es sencillo. Si queremos vivir
libres de la enfermedad destructiva de la compulsión por la comida, aceptamos sin reservas
la ayuda de un Poder superior a nosotros. Aceptamos este Poder y nos proponemos, de ahora
en adelante, seguir la senda espiritual a la hora de tomar decisiones.
Fíjate que hemos afirmado que este paso es simple: no hemos dicho que fuera fácil. No lo
es, porque para cada uno de nosotros, esta decisión implica la adopción de un modo de
pensar y actuar en la vida totalmente nuevo y desconocido. De ahora en adelante
prescindimos de ideas preconcebidas sobre lo que es conveniente para nosotros. A la hora de
elegir, pedimos consejo de corazón a nuestro Poder Superior, y cuando nos responde,
seguimos dicho consejo.
Esta forma de vida nueva comienza por el deseo de adoptar una actitud completamente
diferente en lo que se refiere al control del peso, a la imagen corporal y a la comida. Nuestro
programa de doce pasos constituye la principal diferencia con los planes de dietas y de
adelgazamiento que intentamos en el pasado. Estos sistemas nos facilitaban dietas que
podíamos seguir pero nos responsabilizaban a nosotros de su éxito o fracaso. O.A. no nos
proporciona dietas. Perder peso no es nuestro único objetivo y admitimos que incluso tener
un cuerpo perfecto (si tal cosa existiera) no nos haría felices. Nuestro propósito primordial
es abstenernos de comer compulsivamente, y sabemos que necesitamos ayuda para
conseguirlo.
En alguna ocasión, desde que nos hicimos miembros de O.A., la mayoría hemos disfrutado
de un período de libertad total de la obsesión con la comida y del afán por comer. A muchos,
esta libertad nos llegó cuando dimos el paso tercero y pusimos este problema en manos de
nuestro Poder Superior. De repente, ya no pensábamos tanto en la comida y en comer. A la
hora de comer, lo hacíamos con moderación, nos sentíamos satisfechos y parábamos sin
dificultad. Era como si un milagro nos hubiera concedido una actitud sana hacia el comer y
la comida.
Para la mayoría, sin embargo, esta tregua no duró eternamente. Poco a poco, la comida
recuperó el dominio que ejercía sobre nuestros pensamientos. Finalmente, llegó el día en el
que volvieron a apetecernos alimentos innecesarios y nos costaba mucho más no caer en el
comer compulsivo. ¿Quería esto decir que no habíamos dado el tercer paso? En algunos
casos era cierto, pero normalmente indicaba que la luna de miel había terminado. Lo que
ahora necesitábamos era encontrar un método que nos permitiera mantenernos abstinentes
durante largos períodos de tiempo y que nos enseñara a vivir de forma sana tanto en épocas
buenas como en malas.
A menudo éramos nosotros los causantes de nuestras dificultades al no ser conscientes de
que a la vez que había ciertas clases de comidas que no nos causaban problemas, existían
otras que por el contrario sí que nos los causaban. Muchos en OA pudimos identificar ciertas
conductas o alimentos que nos llevaban a comer compulsivamente. La aceptación de estas

Pág.- 9 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

realidades personales nos llena de esperanza, ya que sabemos que si eliminamos dichas
formas de comer y dichos alimentos, disminuirán las luchas que mantenemos con nuestra
enfermedad. En O.A., sin embargo, no existen listas de alimentos, pesos o conductas que
definan la abstinencia. Somos personas con necesidades alimenticias diferentes, y
encontramos que lo que lo que es sano para una persona, puede ser mortal para otra. La
confusión se apodera de ciertas personas que nos visitan cuando comprueban que no
tenemos dietas o reglas. "Si en O.A. no hay reglas, preguntan, ¿cómo vamos a ser capaces
de parar de comer compulsivamente?". La resolución que hemos adoptado en el paso tercero
es la mejor respuesta a esta importantísima pregunta. Sabemos por experiencia que cuando
renunciamos a nuestra voluntad respecto a la comida y ponemos nuestras vidas en manos de
nuestro Poder Superior, recibimos cuanta ayuda necesitamos.
Por ejemplo, tras muchos años de lucha con la enfermedad, algunos somos capaces de
examinar nuestras experiencias pasadas y de identificar tipos concretos de alimentos que nos
causan problemas. A otros, profesionales competentes nos habían ordenado restringir ciertos
alimentos a causa de nuestros problemas o necesidades físicas especiales. Muchos de
nosotros tenemos conocimientos sobrados acerca de cual es la alimentación adecuada, pero
nunca fuimos capaces de ponerlos en práctica ya que nos lo impedía nuestra obsesión con la
comida. Debido a que estamos trabajando los pasos, ahora sí que tenemos poder para elegir.
El sentido común nos dice que debemos de evitar lo que nos puede causar problemas y que
debemos seguir directrices alimenticias sanas.
En los momentos de confusión, cuando no veíamos claro qué era la abstinencia, nos
resultó útil y provechoso comentar nuestros problemas con nuestro padrino. Desde luego, la
responsabilidad final de lo que comemos y de lo que dejamos de comer, reside en nosotros;
pero los padrinos pueden darnos recomendaciones que nos ayuden a encontrar la solución.
Toda esta experiencia, conocimiento y ayuda la aumenta una fuente de sabiduría interior,
que se hace más poderosa a medida que nos recuperamos de esta enfermedad y
consolidamos nuestra relación con un Poder superior, a través de la oración y de la
meditación. Este recurso interior es nuestra intuición. Cuando ponemos nuestra voluntad y
nuestras vidas al cuidado de Dios en el paso tercero, a Él le entregamos también nuestra
intuición. Dios se comunica a través de ella con nuestras mentes y con nuestros corazones,
pero nuestros problemas y testarudez siempre habían dificultado este contacto. A medida
que trabajamos los pasos, la interferencia disminuye y la intuición comienza a funcionar
correctamente, ayudándonos a concentrarnos en la voluntad divina, tanto en lo que se refiere
a la comida como en la forma de vivir nuestra vida.
Es importante que tengamos siempre presente que el conocimiento acerca de nosotros
mismos y de nuestras necesidades alimenticias es totalmente inútil sin la ayuda que
recibimos en O.A., ya que carecemos del poder necesario para emplearlo. Muchos tratamos
durante años de encontrar la forma perfecta de comer y de atenernos a ella. Para no romper
la abstinencia necesitamos un Poder superior a nosotros que opere a diario en nuestras vidas.
Este estará en todo momento a nuestra disposición siempre que continuemos trabajando los
pasos y poniendo en práctica nuestra decisión de confiar en la providencia divina en todo lo
que hacemos. A medida que vamos conociendo cuales han de ser nuestras pautas
alimenticias, le pedimos a Dios que nos conceda el resolución y la capacidad de cumplirlas
cada día. Pedimos y recibimos, primero el deseo, luego la capacidad. Podemos estar
absolutamente seguros de ello.
A medida que transcurre el tiempo de abstinencia, nos damos cuenta que podemos confiar
en que Dios elimine nuestra ansia de comer lo que nos perjudica. La mayor parte del tiempo,
ya no sentimos deseos de comer aquello que nos resulta nocivo y preferimos los alimentos
que nos convienen. Este milagro en lo que a nuestra salud se refiere es una realidad
cotidiana para miles de comedores compulsivos en recuperación. Ahora, rara vez nos

Pág.- 10 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

obsesionan el comer y los alimentos, por lo tanto podemos continuar comiendo comidas
alimenticias, de forma moderada, de veinticuatro en veinticuatro horas, día tras día, mes tras
mes, año tras año.
¿Llegamos a alcanzar la libertad permanente de la obsesión por la comida?. Sí y no. Los
veteranos disfrutan de esta libertad la mayor parte del tiempo, pero de vez en cuando la
obsesión se apodera de ellos. ¿Cómo podemos sobrellevar estos períodos difíciles sin comer
compulsivamente?. No nos sobresaltamos. En vez de asustarnos nos reafirmamos en
nuestras pautas personales y le pedimos a nuestro Poder Superior que nos ayude a seguirlas.
A continuación apartamos nuestra vista de la comida y centramos nuestra atención en la
comunidad de miembros de O.A. y en los doce pasos. A medida que trabajamos los pasos y
utilizamos los instrumentos del programa (la abstinencia, el plan de comidas, la lectura de
las publicaciones, escribir, las reuniones, usar el teléfono, el apadrinamiento, el anonimato y
el servicio) hallamos la ayuda que necesitamos. Nuestros amigos de O.A. nos recuerdan
cariñosamente que "esto pasará". Esto pasa y la obsesión desaparece. La forma de vida
propia de la abstinencia se prolonga día tras día si continuamos encomendando nuestras
vidas a nuestro Poder Superior y de esta forma, renovamos a diario el compromiso que
adquirimos al dar el tercer paso.
La inexperiencia nuestra en este tipo de vida nos ha llevado a preguntarnos: ¿Cómo pongo
mi vida y mi voluntad al cuidado de un Poder Superior? ¿Qué es lo que tengo que hacer
exactamente?. Nos conviene comprender que una vez que hayamos tomado esta decisión,
nuestro planteamiento ante las opciones que se nos presenten cotidianamente, será semejante
al que tenemos con la comida. Dejaremos de hacer lo que nos apetece o lo que queremos
(cuando creemos que podemos salirnos con la nuestra). Por el contrario, procuraremos con
ahínco saber cual es la voluntad de Dios para con nosotros y actuaremos en consecuencia.
Renunciaremos al miedo y a la indecisión, a sabiendas de que si somos sinceros, nuestro
Poder Superior nos mostrará qué camino debemos recorrer en la vida, y nos proporcionará la
voluntad y la capacidad necesarias para recorrerlo, incluso cuando parece difícil e
incómodo.
Para conocer la voluntad divina, podemos recurrir a nuestra experiencia, conocimiento,
sentido común, intuición y a la sabiduría de nuestros consejeros espirituales. Si algo nos ha
dado resultado a nosotros o a otros en una situación semejante, podemos suponer que
también dará buenos resultados en nuestra situación actual, beneficiándonos a nosotros o a
otros, lo que constituye la voluntad divina. Por ejemplo, a través de la experiencia podemos
descubrir que cuando nos sentimos inestables, acudir a reuniones de O.A. por regla general
nos ayuda a recuperar el sano juicio. En consecuencia, podemos presumir que es voluntad
divina el que sigamos asistiendo a las reuniones con regularidad, incluso cuando no nos
apetece. O, cuando estamos con un grupo de gente y critican a alguien que nos cae mal,
puede que nos apetezca añadir unos cuantos comentarios. Pero la experiencia nos dice que el
cotilleo nos perjudica, por tanto podemos concluir que Dios no desea que participemos en
esa conversación negativa. No necesitamos que arda un arbusto o que una voz celestial nos
diga a diario qué es lo que Dios quiere, cada vez que se nos presenta una opción. La
honradez, el sentido común y un deseo sincero de recorrer la senda espiritual nos bastan para
distinguir nuestro camino.
En los momentos de indecisión, podemos recordar las palabras del libro azul de
Alcohólicos Anónimos: "En este caso le pedimos a Dios inspiración, una idea intuitiva o una
decisión. Procuramos estar tranquilos y tomamos las cosas con calma. No luchamos. Con
frecuencia nos quedamos sorprendidos al ver cómo vienen las respuestas adecuadas después

Pág.- 11 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

de ensayar esto durante algún tiempo. Lo que antes era una mera "corazonada" o una
inspiración ocasional poco a poco se convierte en parte activa de la mente"1.
Al tomar decisiones importantes, por supuesto, no podemos caer en el error de pensar que
cada pensamiento que viene a nuestra mente sea una inspiración divina. Si estamos
considerando la posibilidad de hacer algo que se separa de lo corriente, nos conviene
hablarlo con nuestro padrino o nuestro consejero espiritual. Pero la función de esta persona
no es la de decidir por nosotros; ningún ser humano puede hacerlo. Pero una persona que no
esté bajo la influencia de nuestra situación inmediata y que tenga experiencia en esta forma
de vida, puede ayudarnos a aplicar principios espirituales apropiados a la hora de averiguar
cual es la voluntad de nuestro Poder Superior para con nosotros.
Ésta, en consecuencia, será nuestra forma de actuar después de haber tomado la decisión a
la que alude el paso tercero. Nadie es capaz de observar esta forma de vida a la perfección,
pero hemos comprobado que nuestro éxito en la recuperación y nuestra liberación de la
obsesión con la comida se hallan en relación proporcional a la sinceridad con la que
tratemos vivir de este modo.
Para trabajar el paso tercero es necesario que estemos dispuestos de verdad a vivir de
acuerdo con la voluntad divina, día a día. Una vez que lo estamos, no permitimos que la
perplejidad o las dudas que todavía nos quedan nos paralicen. Nos concentramos en la idea
que tengamos de Dios y en voz alta, con nuestras propias palabras, decimos que entregamos
nuestra voluntad y nuestra vida a nuestro Poder Superior, sin reservas de ningún tipo.
Cuando pronunciemos esta oración de corazón, entonces habremos tomado la decisión
trascendente y clave que nos conducirá a la recuperación. Habremos dado el tercer paso. A
partir de ahora reaccionamos de forma diferente cada vez que nos enfrentamos a un
problema o a una decisión, tenga relación con la comida, con la vida, o con nuestras
emociones desbocadas. En vez de actuar irreflexivamente, nos paramos el tiempo que sea
necesario para poder conocer la voluntad de Dios. Después, en vez de recurrir a la fuerza de
voluntad, nos relajamos y extendemos la mano para recibir la ayuda de nuestro Poder
Superior. Lo único que tenemos que decir es: "Dios, por favor, ayúdame a cumplir tu
voluntad".
Una vez que nosotros, comedores compulsivos, damos de verdad el paso tercero, la
victoria está asegurada. A medida que vivimos esta decisión día a día, nuestro Poder
Superior nos conduce a través de los nueve pasos siguientes. Cuando perdemos el equilibro,
se nos recuerda el compromiso que hemos adquirido de vivir sólo de acuerdo con la
voluntad de Dios, y confiamos que el deseo y la fuerza nos vendrán si los pedimos. Cuando
nos descarriamos, nuestro Poder Superior nos conduce de nuevo al redil, siempre que
tratemos sinceramente de averiguar cual es su voluntad y cumplirla. Podemos enfrentarnos a
cualquier situación que la vida nos presente, porque ya no estamos solos. Disponemos de lo
que necesitamos en el momento en el que estamos dispuestos a renunciar a nuestra
obstinación y a pedir ayuda con humildad.

1
De Alcohólicos Anónimos (Nueva York: Alcoholics Anonymous World Services, Inc., 1990), Pág. 81. Con
permiso del editor.

Pág.- 12 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

PASO CUARTO.- Sin ningún temor hicimos un minucioso inventario moral de


nosotros mismos.

El paso cuarto es una invitación a examinar nuestras vidas hasta el momento


presente, tomando nota de todas las acciones y hechos de naturaleza moral y ética, de los
sentimientos que de ellos se desprenden, y de los elementos de nuestra personalidad que
desencadenaron estas acciones. La redacción de este inventario es un proceso importante
que pone a prueba nuestro compromiso con el programa de los doce pasos. ¿Cómo nos
podemos enfrentar a este desafío sin temor, tal como nos lo dice este paso?
Los que hemos finalizado el paso cuarto hemos comprobado que redactar este
inventario, con minuciosidad y sin temor, es una de las mejores cosas que jamás hayamos
podido hacer por nosotros mismos. A medida que examinábamos con sinceridad el pasado,
quiénes habíamos sido y qué era lo que habíamos hecho, comenzábamos a comprendernos
mejor. Esa comprensión fue el comienzo de la curación emocional. Muchos de nosotros
habíamos vivido nuestras vidas hasta ese momento con un sentimiento oculto de vergüenza.
En el interior de nuestros corazones se escondía la convicción de que no valíamos nada, de
que éramos insignificantes. A menudo este sentimiento se derivaba de la culpa, nunca
superada, producida por errores que habíamos preferido ignorar. Nunca nos habíamos
enfrentado a nuestras faltas con sinceridad y jamás las habíamos reconocido, y por tanto,
seguíamos sintiéndonos avergonzados. Escribir nuestro inventario del cuarto paso nos
permitió deshacernos del caos del pasado dándonos así la posibilidad de comenzar de nuevo
nuestra vida.
El análisis de nosotros mismos al que nos sometemos en el paso cuarto es
indispensable para poder recuperarnos de la compulsión por la comida. Este paso es la
continuación de un proceso de transformación que comenzó en el primer paso, cuando
admitimos que éramos impotentes ante la comida, un proceso de cada vez mayor sinceridad
con nosotros mismos y de una cada vez mayor conciencia de quienes somos que nos liberará
gradualmente de la servidumbre del ego. Los problemas de nuestro pasado han estado
gobernando nuestras acciones y sentimientos durante años, a menudo de forma inconsciente.
A medida que nos enfrentamos a estos problemas, pierden el poder de abrumarnos y de
controlarnos. Las cadenas de la obsesión con nosotros mismos van cayendo una tras otra, y
somos capaces de conocer y cumplir la voluntad de nuestro Poder Superior con mucha más
facilidad, sin necesidad de comer compulsivamente para huir de sentimientos desagradables.
Comprobamos que nos resulta mejor acercarnos al inventario con las palabras "sin
temor" y "minucioso" presentes en nuestra mente. Muchos nos habíamos convertido en
expertos en el arte del autoengaño tras años de mentirnos a nosotros mismos acerca de lo
que comíamos y de los problemas que el comer compulsivamente nos estaba causando
física, emocional y espiritualmente. También nos habíamos engañado respecto a otros
problemas, negando nuestras faltas, los errores que habíamos cometido, y la necesidad que
teníamos de cambiar. Si queremos recuperarnos, tenemos que cambiar. El cambio comienza
con la sinceridad. A medida que trabajamos el paso cuarto, se desarrolla una capacidad
nueva para identificar nuestra falta de sinceridad y una mayor disposición a vivir en la
verdad.
Es importante no posponer la redacción del inventario. Escribir es una forma de
poner en práctica la decisión que hemos tomado en el paso tercero. Retrasar el cuarto paso
hasta que creamos que lo podemos hacer "a la perfección" es una forma de demorar nuestra
recuperación. Algunos nos pasamos meses pidiendo consejos a nuestros padrinos, a nuestros
amigos y los miembros en las reuniones, estudiando todo tipo de publicaciones relacionadas
con el tema, buscando la forma “correcta” de hacer el cuarto paso. Cuando nuestros padrinos
nos decían que lo importante era precisamente hacerlo, no lo entendíamos. Hasta que

Pág.- 13 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

empezamos este paso no nos dimos cuenta que el perfeccionismo es uno de esos molestos
defectos de los que nos tenemos que liberar.
Muchos retrasamos el comienzo del paso cuarto por la sencilla razón de que no
queríamos hacerlo. Alegábamos que todavía no sentíamos ganas, pero cuando llegábamos al
fondo de la cuestión, nos dábamos cuenta que tener ganas de hacer el inventario y quererlo
hacer eran dos cosas diferentes. A veces comenzábamos el programa con entusiasmo, pero
recaíamos en la enfermedad, mientras esperábamos que el deseo de dar el paso cuarto nos
viniera. Hemos comprobado que una simple oración pidiendo el deseo nos ayuda a continuar
el inventario, especialmente cuando la oración va acompañada de acción. Cualquier acción,
no importa lo pequeña que sea, nos ayudará a superar nuestra peligrosa tendencia a dejar las
cosas para más adelante. También nos ayuda el comprometernos a trabajar este paso
regularmente y con perseverancia hasta terminarlo.
Vimos que era necesario escribir nuestro inventario. El que haya hecho un inventario
de una tienda, o de otro tipo de negocio, puede dar fe de lo difícil que resulta estar al tanto
de lo que tenemos almacenado, a menos que lo anotemos por escrito. El proceso de
escribirlo nos ayudó a examinar los sentimientos que acompañaban a nuestras acciones.
Comenzamos a ver con claridad cómo algunas de nuestras formas de reaccionar nos habían
beneficiado, mientras que otras nos habían desequilibrado emocionalmente, estableciendo
patrones de pensamientos negativos y de comportamientos autodestructivos.
A veces comenzamos el paso cuarto sin tener claro por qué era necesario, haciéndolo
simplemente porque se nos había dicho que nos ayudaría a recuperarnos de la compulsión
por la comida. Lo probamos y funcionaba. Esto es un ejemplo de lo que queremos decir
cuando afirmamos que en OA aprendemos a poner las cosas en práctica en vez de
analizarlas. Los que tratamos de analizar el paso y de averiguar por qué funcionaba,
comprobamos que estábamos perdiendo el tiempo. Tampoco nos ayudó el analizarnos a
nosotros mismos antes de hacer el paso. Nos iba mucho mejor cuando nos zambullíamos en
él y nos poníamos a escribir.
¿Qué forma debiera adoptar el inventario? La que sea, ya que escribimos para
nosotros y nunca se nos va a exigir que se lo enseñemos a nadie. De hecho, el cómo
hagamos el inventario del cuarto paso poco importa. Lo que cuenta es que lo hagamos.
Nuestros padrinos pueden ayudarnos sugiriéndonos formas de hacer nuestro inventario, y
también sirven de caja de resonancia valiosísima durante el proceso de redacción del mismo.
Muchos seguimos las directrices del Libro Grande de Alcohólicos Anónimos, páginas 59-
661, y hemos podido constatar que éste es un modo excelente de hacerlo.
Comenzamos anotando los nombres de la gente, de las instituciones y de los
principios con los que estamos resentidos, o que nos producen miedo u otros sentimientos
desagradables. Después, al lado de cada nombre escribimos los hechos que han
desencadenado esos sentimientos. Finalmente, al lado de cada hecho tomamos nota de los
instintos primarios afectados en el incidente y cualquier defecto nuestro que pueda habernos
puesto en una situación que pudiera perjudicarnos.
A la mayoría nos resulta más fácil llevar a cabo el paso cuarto si nos esforzamos en
reconocer nuestros puntos positivos además de nuestros defectos. Por muchos problemas
que tengamos, todos nosotros tenemos características positivas y es importante que en algún
momento del proceso de redacción del inventario las reconozcamos. Hay diferentes formas
de hacerlo. Algunos miembros de OA encuentran útil elaborar una lista de nuestros puntos
positivos y logros personales al comienzo del inventario. Algunos trazamos una línea
vertical en el centro de cada página, y a continuación redactamos una lista de nuestras
características positivas, con explicaciones y ejemplos a un lado, y una lista de nuestras
características negativas, con explicaciones y ejemplos al otro. Otros dedican un párrafo a
1
Alcohólicos Anónimos (Nueva York: Alcoholics Anonymous World Services, Inc., 1990)

Pág.- 14 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

cada punto positivo, seguido de otro párrafo al defecto correspondiente. Algunos hemos
hecho nuestros inventarios de forma cronológica, elaborando listas de hechos, de emociones,
y de características positivas y negativas distribuyéndolas en diferentes períodos de tiempo.
Esa visión equilibrada de nosotros mismos contribuye a que seamos más objetivos, y nos
ayuda a buscar persistentemente y sin temor nuestros defectos.
Una forma bastante buena de realizar el inventario, es formularnos preguntas sobre
aspectos específicos de nuestro carácter. Después examinamos, por escrito, la forma en que
dichas características se han manifestado en nuestras vidas.
Por ejemplo, podíamos preguntarnos si habíamos sido orgullosos. ¿Ha caracterizado
la soberbia y el falso orgullo nuestro comportamiento? Si es así, lo escribimos en el
inventario. Después ilustramos la característica del orgullo con ejemplos de cómo hizo que
nos portáramos.

¿Tenemos ansia de poder? ¿Disfrutamos gobernando a los demás? ¿Por qué medios hemos
tratado de controlar a nuestros cónyuges, padres, hermanos o hermanas, hijos, amigos,
empleados, compañeros, profesores y otros? ¿Manipulamos a la gente? ¿La intimidamos?

¿Hemos sido celosamente posesivos de un compañero o amigo?

¿Cómo reaccionamos cuando no nos salimos con la nuestra?

¿Cómo reaccionamos cuando la gente no está de acuerdo con nosotros?

¿Toleramos las diferencias?

¿Tratamos de limar asperezas o provocamos tensiones?

¿Hemos tratado de ser el centro de atención? ¿Hemos adoptado actitudes agresivas para
llamar la atención? ¿Nos da miedo no ser considerados, respetados o amados? ¿Nos da
miedo no conseguir lo que nos corresponde o tememos que no nos van a querer escuchar?
¿Nos ponemos los primeros a la cola a base de empujones? ¿Cómo nos ha llevado a
comportarnos el egocentrismo y el orgullo?

¿Es la búsqueda de una posición social una obsesión para nosotros? ¿Cuánto dinero,
tiempo y energía hemos empleado tratando de impresionar a los demás o en aparentar que
éramos mejores?

¿Somos presumidos? ¿Prestamos más atención a la gente “importante” que a la


“sencilla”?

¿Hemos tratado de humillar a la gente o de “ponerla en su lugar”?

¿Hemos menospreciado repetidamente a alguien?

¿Hemos jugado una mala pasada a alguien alguna vez?

¿Hemos juzgado y criticado a otros por cosas de las que también nosotros somos
culpables? ¿Somos hipócritas, incluso mientras denunciamos la hipocresía de los demás?

¿Hemos calumniado deliberadamente a alguien?

Pág.- 15 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

¿Hablamos mal de los demás o escuchamos y disfrutamos cuando otros lo hacen?

¿Somos hipersensibles y nos ofendemos con facilidad cuando la gente nos dice algo? ¿O
tomamos todo a broma tratando de aparentar que nada nos molesta?

¿Somos egoístas y permitimos que nuestros deseos nos dominen mientras ignoramos las
necesidades del prójimo? ¿Hemos gastado dinero que nuestra familia necesitaba en la
práctica de nuestra enfermedad o en la gratificación de otros deseos? ¿Hemos hecho oídos
sordos a nuestros hijos o a nuestra pareja cuando nos necesitaban?

¿O permitimos que las necesidades de otros nos gobiernen mientras ignoramos las
nuestras? ¿Asumimos responsabilidades que son de otros y hacemos lo que ellos tienen la
obligación de hacer por sí mismos?

¿Estoy dispuesto a asumir la responsabilidad por los problemas que he causado, o he


tratado de echarle la culpa a los demás? ¿He buscado disculpas que justifiquen mi
comportamiento?

¿Tenemos prejuicios? ¿Hemos tratado alguna vez mal a alguien a causa de su raza,
religión, filiación política, sexo, o impedimentos? ¿Contamos chistes en los que
ridiculizamos etnias, razas o al sexo opuesto? Si no lo hacemos, ¿nos da miedo decir
claramente que ese tipo de "humor" no nos hace gracia?

¿Somos capaces de admitir nuestros errores y reconocer que otros pueden tener a veces
razón? ¿Estamos dispuestos a escuchar a los demás y a aprender de ellos o creemos que lo
sabemos todo?

¿Reconocemos nuestros errores y los del prójimo como algo natural, o criticamos,
condenamos y nos quejamos?

¿Nos dedicamos a agradar a la gente para quedar bien? ¿Nos empeñamos en gustarle a
todo el mundo, llegando incluso al extremo de averiguar qué es lo que la gente quiere para
dárselo, sin importarnos el precio que tengamos que pagar? ¿Nos da miedo decir que no a
los demás?

¿Tenemos una actitud de desafío, sea manifiesta u oculta? ¿Cuál es nuestra actitud hacia
las leyes, las reglas y la gente que ejerce una autoridad legítima sobre nosotros?

Al hacer el inventario tomamos nota también de los miedos. El miedo, las


preocupaciones y la ansiedad han jugado un papel determinante en las vidas de muchos de
nosotros, arrebatándonos la alegría e impidiendo que realizáramos nuestros sueños. Sólo al
redactar el inventario en el paso cuarto, comenzamos a darnos cuenta de que no tenemos por
qué vivir con miedo. En primer lugar hacemos la lista de la gente, los lugares y las cosas que
nos han causado miedo. A continuación examinamos de qué otra manera el miedo nos ha
afectado.

¿Nos produce ansiedad el futuro? ¿Nos hacen perder mucho el tiempo las preocupaciones?

Pág.- 16 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

¿Nos da miedo la gente? ¿Nos aislamos de nuestros amigos o de la sociedad? ¿Nos da


miedo tratar con gente nueva? ¿Nos mantenemos a distancia de los demás, esperando a que
sean ellos los que se acerquen a nosotros?

¿Tenemos tendencia a relacionarnos con el tipo de gente que nos maltrata mental y
físicamente?

¿Nos da miedo romper las relaciones destructivas o poco sanas que todavía mantenemos?

¿Hemos retrasado la búsqueda de nuevos trabajos o carreras, paralizados por las


preocupaciones o por el miedo? ¿Nos asusta tanto la posibilidad de cambio que nos
quedamos estancados en situaciones que son malas para nosotros?

¿Nos da miedo expresarnos, decirles a otros lo que pensamos y cómo nos sentimos?

¿Nos asusta tanto la posibilidad de conflicto que preferimos que nos maltraten antes que
hacer valer nuestros derechos?

¿Cuándo nos impidió el miedo tomar medidas que debiéramos de haber tomado? ¿Nos
mantuvimos al margen y permitimos que otra persona saliera perjudicada cuando
podríamos haber hecho algo para evitarlo? ¿Hemos dejado que a otro le echaran la culpa
o le castigaran por algo que habíamos hecho nosotros?

¿Hemos abandonado en alguna ocasión a alguien a quién teníamos la responsabilidad de


ayudar?

La ira y el resentimiento son manifestaciones propias de nuestra enfermedad. De


hecho, la mayoría comíamos compulsivamente debido a enfados o a resentimientos. A
medida que continuamos escribiendo el inventario, es importante que hagamos la lista de las
personas y de las instituciones a las que guardamos rencor.

¿Nos aferramos a un resentimiento porque en alguna ocasión alguien amenazó o dañó


nuestra autoestima, nuestra seguridad, nuestras ambiciones o nuestras relaciones? ¿Hemos
intentado vengarnos de las personas que nos hicieron daño? ¿Ponemos un especial empeño
en jamás olvidar el daño recibido?

¿Sentimos rencor hacia alguien por celos? ¿Sentimos envidia de la apariencia, la riqueza,
la vida sexual, la popularidad, las posesiones o de la posición social de otras personas? Si
es así, incluimos todo ello en el inventario.

¿Sentimos rencor hacia nosotros mismos por cosas que hayamos hecho o dejado de hacer,
o por ser comedores compulsivos? En caso afirmativo, nos incluimos en la lista de
resentimientos.

Al examinar la ira nos planteamos si tenemos tendencia a ser severos, vengativos y a


sentirnos superiores a los demás.

¿Encauzamos mal nuestros enfados? ¿Atacamos despiadadamente a los más próximos a


nosotros, en vez de decirle a la persona con la que realmente estamos enfadados por qué lo
estamos?

Pág.- 17 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

¿Hemos maltratado a otros verbal o físicamente? Anotaremos cada incidente que


recordemos en el cual hayamos agredido o atacado a alguien.

¿Hemos maltratado animales alguna vez?

¿Le hemos quitado la vida a alguien a causa de nuestra ira, de nuestro miedo, por un
descuido nuestro, o por cualquier otro motivo?

¿Cómo influye la avaricia en nuestras vidas? ¿Somos generosos o egoístas? ¿Estamos


conformes cuando nuestras necesidades están satisfechas o siempre queremos más, rara vez
contentos con lo que tenemos?

¿Nos obsesiona el dinero? ¿Creemos que si dispusiéramos de más dinero todos nuestros
problema estarían resueltos? ¿Gastamos el dinero a más velocidad de lo que tardamos en
ganarlo? ¿Somos administradores responsables del dinero que tenemos? ¿Pagamos las
cuentas?

¿De qué forma se manifiesta en nosotros la vagancia y la pereza? ¿Dejamos las cosas para
más tarde? Si es así, lo escribimos junto con ejemplos de episodios en los que hayamos
actuado de este modo. ¿Somos perfeccionistas? Posponemos el comienzo de cosas que
creemos que no podemos hacer a la perfección?

¿O por el contrario nos lanzamos precipitadamente a hacer las cosas sin pensar? ¿Somos
impacientes?

¿Hacemos la parte del trabajo que nos corresponde en los grupos a los que pertenecemos,
o esperamos cómodamente a que alguien se ofrezca voluntario?

¿Dependemos mucho de los demás? ¿Esperamos que nos protejan de los resultados de
nuestras acciones, que nos hagan sentirnos a gusto y que se ocupen de las cosas que
debiéramos hacer nosotros solos?

¿Y la lujuria? ¿Qué problemas nos ha causado el sexo?

¿Hemos buscado el sexo en formas que dañaron nuestra autoestima? ¿Hemos sido
promiscuos?

¿Nos hemos pasado horas sumergidos en fantasías sexuales cuando podíamos habernos
dedicado a mejorar nuestras relaciones personales?

¿Hemos buscado la satisfacción de nuestros impulsos sexuales a costa de otros?

¿Hemos tenido relaciones sexuales con el cónyuge o la pareja de otra persona? ¿Hemos
sido infieles a nuestro propio cónyuge o pareja?

¿Hemos forzado o manipulado a alguien para que tuviera contacto sexual con nosotros?

¿Hemos abusado sexualmente alguna vez de alguien? ¿Hemos tenido alguna vez contactos
sexuales con un niño o con alguien que no estaba en condiciones de defenderse?

Pág.- 18 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

¿Nos hemos aprovechado de una posición de confianza para obtener "favores" sexuales de
alguien que buscaba nuestra ayuda?

¿Hemos intimidado a alguien para que mantuviera con nosotros relaciones sexuales? ¿Nos
hemos aprovechado de alguna situación de poder?¿Hemos amenazado a alguien o nos
hemos vengado de alguien porque no había accedido a nuestras pretensiones sexuales?

¿Hemos utilizado el sexo o el embarazo para cazar a alguien?

¿Hemos dejado embarazada a alguna mujer y nos hemos inhibido de nuestras


responsabilidades?

¿Hemos transmitido alguna enfermedad a sabiendas de que estábamos infectados?

¿De qué otra forma hemos empleado mal nuestros impulsos sexuales? La compulsión por la
comida ha hecho que muchos de nosotros perdiéramos el interés por el sexo. ¿Hemos sido
injustos con nuestra pareja o con nosotros mismos, prefiriendo el aislamiento y la comida
antes que el riesgo de la intimidad física?

¿Confiamos en la gente o no tenemos confianza en nadie, nosotros mismos incluidos?

Quizás no confiábamos en los demás porque nosotros mismos no éramos dignos de


confianza. El deseo de ser sincero es esencial para la recuperación en OA ¿Decimos la
verdad con frecuencia? ¿Mentimos mucho? ¿A quién hemos engañado y en qué
circunstancias? ¿Acerca de qué mentimos?

¿Hemos sido manipuladores o nos hemos dedicado a engañar a la gente? ¿Nos hemos
aprovechado de la ignorancia de alguien en vez de decir la verdad?

¿Nos hemos quedado con dinero u objetos que encontramos en vez de devolvérselos a sus
legítimos propietarios?

¿Hemos robado en alguna ocasión?

Necesitamos anotar los casos que recordemos en los que nos hayamos apropiado de
dinero, comida o de otras cosas que no nos pertenecían.

¿Hemos ocasionado alguna vez daños en objetos pertenecientes a otros y no los hemos
reparado o no hemos pagado por el perjuicio ocasionado?

¿Hemos recurrido al engaño para apropiarnos del dinero o de las posesiones ajenas? ¿En
qué casos no hemos devuelto objetos que nos habían prestado?

¿Hemos traicionado alguna vez la confianza de alguien?

¿Hemos copiado en los exámenes alguna vez o hemos hecho trampa en juegos o concursos?
¿Tenemos el hábito de hacer trampas?

Pág.- 19 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

¿Nos engañamos y nos mentimos a nosotros mismos? ¿Hemos vivido negándonos a ver la
realidad de nuestras relaciones con la comida, de nuestros defectos y la necesidad que
tenemos de cambiar?

Los pensamientos negativos son otra forma de autoengaño que atormenta a muchos
comedores compulsivos. ¿Tendemos a recrearnos en la parte más tenebrosa de las cosas?

¿Estamos agradecidos por lo que tenemos o ignoramos nuestras bendiciones y nos


centramos en aquello de lo que carecemos?

¿Somos optimistas o pesimistas? ¿Nos esforzamos por mejorar nuestra situación o


pensamos obsesivamente en las cosas malas que nos pueden ocurrir?

¿ Ha amargado nuestro negativismo la vida de los que viven o trabajan con nosotros?
¿Hemos caído en el cinismo o en la crítica?

¿Nos hemos sumido en la autocompasión? ¿Nos hemos hecho las víctimas?

Los pensamientos negativos, al igual que el miedo, son un hábito al que muchos de
nosotros tuvimos que renunciar a medida que nos recuperábamos.
Después de redactar el inventario, lo repasamos. ¿Hemos escrito todo lo que somos
capaces de recordar sobre nosotros, tanto lo positivo como lo negativo? Necesitamos tomar
nota de todas nuestras características, nuestras tendencias, nuestros sentimientos, nuestros
prejuicios y las acciones que hayamos llevado a cabo como resultado. Nos producirá dolor
recordar algunas de nuestras acciones, pero pese a ello, las anotamos. Cuando nos
enfrentamos a la culpa que con razón nos dice: "cometiste un error", nos liberamos de la
vergüenza que engañosamente afirma: "eres un error".
Una vez que hayamos finalizado, examinado y repasado el inventario, le pedimos a
Dios ayuda para recordar algo más que tenga que figurar en dicho inventario. Pasamos algún
tiempo meditando con tranquilidad, concentrándonos en nuestra disposición total a aceptar
cualquier verdad que Dios nos quiera mostrar. Si nos damos cuenta de que nos hemos
olvidado algún punto importante, lo añadimos. A medida que avanzamos en nuestra
recuperación, identificamos más defectos, y también más características positivas. Sin
embargo, ahora mismo tan solo necesitamos escribir aquello de lo que somos conscientes en
este momento. Tras haberlo hecho con la máxima sinceridad posible, confiamos en que
hemos escrito sin miedo un minucioso inventario moral de nosotros mismos. Hemos
terminado el cuarto paso.
Al releer lo que hemos escrito, no debe cundir el desánimo si lo negativo sobrepasa
lo positivo. Después de todo, si no hubiéramos encontrado nada malo, no necesitaríamos un
programa de recuperación. De hecho, hemos descubierto que cuantos más defectos
encontramos, más pueden mejorar nuestras vidas, siempre que continuemos trabajando los
doce pasos.
Todos los que en OA hemos terminado un inventario del cuarto paso, consideramos
que dicho inventario ha sido esencial para nuestra recuperación y un factor primordial en la
transformación de nuestras vidas. Cuando llegamos al final del cuarto paso, descubrimos
que una promesa que contenía "La invitación que te hacemos" de Comedores Compulsivos
Anónimos ha comenzado a cumplirse. "Pasamos de la comida y del caos emocional a una
experiencia vital más satisfactoria"2.

2
Overeaters Anonymous (Overeaters Anonymous, Inc. 1980), pág.3

Pág.- 20 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

Pág.- 21 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

PASO QUINTO.- Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano,
la naturaleza exacta de nuestras faltas.
En el transcurso de nuestra vida muchos de nosotros nos hemos sentido aislados del
resto de la gente. Nos sentíamos como si fuéramos seres extraños y lo reflejábamos de
diversos modos, unos con timidez, otros con soberbia y beligerancia, y otros haciendo el
payaso. No importa como nos comportáramos, sin embargo, por dentro nos sentíamos solos
y alejados de los que nos rodeaban. Ahora al dar el quinto paso, veremos lo que podemos
hacer—las actitudes positivas que podemos adoptar—para acabar con nuestro aislamiento.
En el momento en que llegamos a este punto en nuestro programa de OA, la mayoría
de nosotros ya nos sentíamos menos solos. Desde que vinimos a OA hemos aprendido a
aceptar la cariñosa acogida que recibimos y a sentirnos parte integrante de una fraternidad.
Hemos hablado con otros por teléfono, hemos comentado nuestras experiencias en reuniones
y hablado de nuestras vidas a fondo con nuestros padrinos. Hemos comenzado a tener
verdaderos amigos en OA, amigos con los cuales podemos hablar sinceramente. Quizá
también nos resulte más fácil hablar del modo en que nos portábamos cuando comíamos
compulsivamente. Sin embargo, a un nivel más profundo, lo más probable es que nos demos
cuenta de que hay mucho de nosotros que no se lo hemos revelado todavía a nadie. Es
natural, muy pocos habíamos hecho un inventario moral antes de pertenecer a OA, y el
inventario de nuestro cuarto paso nos ha ayudado a comprendernos y a conocernos mejor a
nosotros mismos.
Al finalizar el cuarto paso, la mayoría de nosotros estamos listos para dar el quinto
paso. Queremos sentirnos libres de los resentimientos, la culpa y la vergüenza que proceden
de nuestro pasado, y nos damos cuenta de que hablar de los pormenores del mismo con otra
persona es un paso muy importante hacia la libertad. Una vez que hemos dado este paso, ya
no tendremos nada que ocultar. Éste es el principio del fin de nuestro aislamiento.
El quinto paso comienza con nuestro Poder Superior. La mayoría de nosotros
encuentra que sin la ayuda de un poder más grande que nosotros, somos incapaces de una
sinceridad completa sobre las faltas que hemos cometido. Es humano aferrarse a la ilusión
de que no hemos hecho nada malo; en los largos años de comer compulsivamente, nos
hemos hecho expertos en auto justificarnos. Ahora, con la ayuda de Dios, abandonamos la
justificaciones y comenzamos a actuar con integridad. Hacemos frente a la realidad de
nuestras faltas. Vemos la parte que nosotros mismos hemos desempeñado en la creación de
nuestros propios infortunios, y nos damos cuenta que es inútil continuar culpando a los
demás de nuestra forma de comer compulsivamente y de que nuestras vidas se hayan vuelto
ingobernables.
En el quinto paso adquirimos un modo de vida nuevo. Desde ahora, estaremos
dispuestos a reconocer nuestras faltas en lugar de procurar ocultárnoslas a nosotros mismos
y a los demás. Admitir con humildad nuestras faltas a Dios, es nuestro primer paso en esta
nueva dirección. De buena gana abrimos nuestros corazones, para que un poder que cambie
nuestras vidas pueda venir a nuestro interior y curarnos. Volvemos al inventario de nuestro
cuarto paso, reconociendo cada verdad sobre nuestra conducta en el pasado, sin importarnos
lo dolorosa o vergonzosa que pueda ser. Al reconocer estas faltas ante Dios, podemos al fin
reconocérnoslas también a nosotros mismos. Nos reconocemos a nosotros mismos qué
somos y lo que hemos hecho. Al hacerlo, surge una nueva esperanza. Comenzamos a sentir
que podemos ser perdonados e iniciar una nueva vida haciendo borrón y cuenta nueva.
Una vez que le hemos admitido nuestras faltas a Dios y a nosotros mismos, podemos
pensar que hemos terminado y que podemos archivar para siempre nuestro pasado. ¿Qué
necesidad hay, podemos preguntarnos, de mostrar nuestros “trapos sucios” a otra persona?,
¿acaso revelar quiénes somos a otra persona no nos llevará a humillarnos y a disminuir aún
más nuestra ya de por sí escasa autoestima?

Pág.- 22 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

En la práctica, el quinto paso produce el efecto contrario. Cuando hacemos nuestro


quinto paso con otra persona, descubrimos que podemos ser humildes sin ser humillados.
Muchos de nosotros siempre hemos creído que teníamos que ser mejores que nadie, o que de
lo contrario no éramos buenos en absoluto. En el transcurso del quinto paso empezamos a
ver las cosas con realismo. Toda nuestra lucha para conseguir los primeros puestos había
resultado inútil. No estamos ni por encima ni por debajo del resto de la raza humana,
formamos parte de ella y estamos hechos con las mismas necesidades y deseos básicos de
todos nuestros compañeros. Los que nos habíamos menospreciado a nosotros mismos o
habíamos creído que éramos peores que los demás, también adquirimos una perspectiva
nueva. Al hablar sinceramente con otra persona acerca de nosotros mismos, empezamos a
experimentar una sensación de alivio. Alguien sabe todo acerca de nosotros y no obstante
nos acepta incondicionalmente. Comenzamos a perdonarnos a nosotros mismos y a vernos
capaces, fuertes y sinceros. Y lo somos: al hacer el quinto paso nos demostramos a nosotros
mismos que somos capaces de realizar una tarea difícil, y lo suficientemente fuertes como
para ser totalmente sinceros con otra persona.
Además, admitir la naturaleza exacta de nuestras faltas ante otro ser humano, ha sido
una experiencia terrible para la mayoría de nosotros, porque antes nunca nos habíamos
atrevido a abrirnos, de una manera tan completa, a otra persona. No obstante, nos damos
cuenta de que nunca nos habíamos admitido de verdad a nosotros mismos nuestras faltas
hasta que hablamos de ellas con alguien. Sólo en el transcurso del proceso de hablar de
nuestros defectos en voz alta con una persona comprensiva, hemos podido por fin empezar a
conocernos y aceptarnos a nosotros mismos. Nada en nosotros puede cambiar si no lo
aceptamos primero. El quinto paso, al ayudarnos a conocernos y aceptarnos a nosotros
mismos, hace posible que podamos cambiar y recuperarnos.
Para dar el quinto paso es importante que elijamos una persona digna de confianza y
que sea comprensiva. Para algunos de nosotros esa persona es el “padrino” que nos ayudó a
dar los cuatro primeros pasos del programa. Otros vemos que nos resulta más fácil hacer
nuestras confidencias a una persona distinta a nuestro “padrino”. Cualquier opción es
“correcta” con tal de que nos ayude. Entendemos que la elección de una persona distinta a
nuestro “padrino” no significa que lo rechacemos.
Para escuchar nuestro quinto paso, podemos optar por cualquier persona que se esté
recuperando en un programa de doce pasos y que haya terminado su quinto paso, sea
hombre o mujer. Dicha persona entenderá fácilmente qué es lo que pretendemos al hacer el
quinto paso. Sin embargo, no hay norma ninguna que nos prohíba hacer el quinto paso con
alguien ajeno al programa—un psicoterapeuta por ejemplo, o un director espiritual—.
Pedimos a Dios que nos guíe, meditamos bien el asunto y pasamos a la acción.
No se trata de buscar a alguien que nos diga cómo tenemos que solucionar nuestros
problemas. Lo que necesitamos es un testigo afectuoso, alguien que guarde las confidencias
que le hagamos y nos escuche sin juzgarnos ni tratar de cambiarnos. También necesitamos
confiarnos a alguien que pueda ser lo suficientemente objetivo como para decirnos si hemos
omitido algo importante, y que pueda guiarnos a lo largo de este proceso si ello fuera
necesario. El quinto paso es normalmente nuestro primer intento de abrir por completo
nuestro corazón a otro ser humano. La mayoría de nosotros necesita un guía afectuoso para
adquirir esta destreza.
Cuando trabajamos este paso hacemos mucho más que un simple relato de
acontecimientos del pasado que consideramos negativos. Necesitamos abordar la
“naturaleza exacta” de nuestras faltas. Esto significa que necesitamos hablar de por qué
hicimos las cosas que hicimos. ¿Qué pensamientos y sentimientos motivaron nuestros actos
y qué pensamos y sentimos después? Necesitamos ver el precio que pagamos. Por ejemplo,
no es suficiente reconocer que hemos sentido rencor hacia Fulanito; también necesitamos

Pág.- 23 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

decir qué es lo que hay en nuestra naturaleza que nos hacer reaccionar de ese modo. ¿Somos
celosos? ¿Está este resentimiento provocado por un deseo frustrado de controlar a otra
persona? Luego decimos cómo estos sentimientos y actos negativos nos han afectado
material, emocional y espiritualmente.
A veces el conocer nuestras motivaciones nos ayuda a perdonarnos a nosotros
mismos. Otras veces vemos que, en cierta medida, luchábamos por sobrevivir cuando
hicimos lo que hicimos. La mayoría de nosotros comprobamos que el miedo está en la raíz
de muchos de los actos y de las emociones que nos hacen daño. A medida que incorporamos
la forma de vida de los doce pasos, podemos observar que nuestros miedos generalmente
proceden de nuestra incapacidad de confiar en que nuestras necesidades básicas vayan a ser
satisfechas. Quizá tengamos muchas y poderosas razones que justifiquen nuestra
desconfianza; quizá la gente nos haya fallado, poniéndonos en situaciones a las que no
estábamos emocionalmente preparados para enfrentarnos. Pero hemos de superar nuestras
dudas. Si queremos recuperarnos, tendremos que aprender a confiar en otras personas, y a
poner nuestras vidas en manos de un Poder superior a nosotros mismos.
Para todos nosotros, aprender a confiar de esta forma ha sido un proceso gradual, que
nos ha llevado bastante tiempo. Nuestro quinto paso supone un gran avance en dicho
proceso. Al mostrar nuestra vida pasada a otro ser humano y al hacer partícipe a este testigo
de nuestros más profundos secretos, mostramos nuestras debilidades como no lo habíamos
hecho desde nuestra niñez.
¿Podemos confiar en que esa persona no se aprovechará de nuestras confidencias
para hacernos daño? Como estamos decididos a mejorar, estamos dispuestos a correr el
riesgo. Cuando lo hacemos, sucede el milagro. Otro ser humano nos conoce de verdad y a
fondo, y pese a todo, nos acepta. La confianza surge en nosotros, y pensamos que si otra
persona puede aceptarnos incondicionalmente, quizá también nosotros podamos llegar a
aceptarnos incondicionalmente.
Algunas veces el proceso de dar el cuarto y quinto paso nos lleva a descubrir otras
cosas además de nuestros defectos. Desenterramos viejos traumas: experiencias de
abandono, malos tratos, abusos sexuales o violaciones, experiencias que son mucho más
comunes de lo que nadie pueda suponer. Estos u otros recuerdos nos produjeron un dolor tan
grande a aquellos que los hemos sufrido, que nos hemos pasado nuestras vidas huyendo de
ellos, e intentando taparlos con la comida. Hasta que empezamos a enfrentarnos a ellos,
algunos de nosotros vimos que nuestra abstinencia era precaria, o que seguíamos
sintiéndonos infelices, incluso aunque lleváramos bien nuestra abstinencia y trabajáramos
bien en los pasos. En estos casos, algunos de nosotros han tenido que reforzar su programa
de OA con terapia de profesionales cualificados y grupos especialmente preparados para
ayudarnos a solucionar estos problemas. Al mismo tiempo, muchos de nosotros vemos que
la terapia por sí misma no resuelve permanentemente nuestros problemas con la comida.
Necesitamos un continuo compromiso con los doce pasos y OA para mantenernos
abstinentes y en recuperación.
Al completar el quinto paso podemos sentir muchas clases de emociones, como la
humildad, el júbilo o el alivio. Con frecuencia nos sentimos más cerca que nunca de nuestro
Poder Superior, y más amables y confiados con la gente. Tanto si experimentamos estas
emociones como si no, podemos tranquilizarnos seguros de que estamos más cerca de Dios,
y somos más capaces de confiar en los demás. Los frutos de haber hecho un buen quinto
paso pueden aparecer inmediatamente o gradualmente, pero aparecerán. Después de haber
dado el quinto paso, por fin nos sentimos libres. Nos hemos liberado de la pesada carga de
nuestras faltas. Descubrimos que podemos enfrentarnos a cada nuevo amanecer y a cada reto
que se nos presente.

Pág.- 24 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

A medida que íbamos leyendo nuestro inventario, nos volvimos más sinceros con
nosotros mismos y con los demás, como nunca lo habíamos sido antes. La sinceridad es un
factor clave para podernos recuperar de la compulsión por la comida, por lo tanto nos
interesa mucho desarrollar este rasgo de nuestro carácter. La mejor manera de hacerlo es
seguir trabajando los doce pasos. De esta forma podremos aprender a abordar todos esos
aspectos problemáticos de nosotros mismos que hemos descubierto al dar los pasos cuarto y
quinto. Pero averiguar lo que está mal en nuestro interior no es suficiente. Los pasos que van
del sexto al duodécimo nos indican acciones que contribuirán a producir los cambios que
nuestra vida necesita. A partir de este momento, empezamos a superar los defectos que
tantos problemas nos habían causado en el pasado.

Pág.- 25 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

PASO SEXTO.- Estuvimos dispuestos a dejar que Dios eliminase nuestros defectos de
carácter.
A primera vista el sexto paso parece fácil. Después de todo, ¿quién de nosotros no
querría que sus problemas desapareciesen milagrosamente una vez identificados?. Queremos
llegar a ser perfectos lo antes posible. Muchos de nosotros sentimos tentaciones de pasar
rápidamente por el sexto paso sin dedicarle la reflexión que requiere.
"¡Dios mío, adelante!", decimos. "¡Estoy completamente dispuesto!". Renegamos de
los viejos comportamientos destructivos, pero, al poco tiempo, nos encontramos de nuevo
bajo sus garras. "!Yo ya debería portarme mejor!" nos decimos en tono de reproche.
Nuestros defectos parecen adherirse a nosotros como con pegamento cuando intentamos,
una y otra vez, ponerlos en las manos de Dios.
En la práctica, el sexto paso es uno de los más difíciles de los doce, porque decir que
estamos totalmente dispuestos es una cosa y estarlo de verdad es otra. A lo que en realidad
estamos dispuestos es a que Dios nos elimine el sufrimiento que nuestros defectos nos
causan, mientras que, por otra parte, seguimos aferrándonos a ellos.
¿Por qué nos resulta tan difícil estar totalmente dispuestos a liberarnos de nuestros
defectos? Para la mayoría de nosotros la principal razón es el miedo. Nos sentimos cómodos
con nuestra vieja forma de pensar y de actuar, incluso siendo conscientes del daño que nos
hace. No tenemos ni idea de cómo comportarnos sin ellos, porque nunca hemos sabido
enfrentarnos a la vida de otra manera. A veces hemos pensado que seríamos menos
interesantes, como seres humanos, sin algunos de nuestros defectos. Mientras que no nos
hace gracia el sufrimiento que nos suelen causar, están tan enraizados en nosotros, que nos
aterroriza la mera idea de que desaparezcan y nos abandonen. Quizá nuestros resentimientos
han dominado durante tanto tiempo nuestra mente, que no sabemos pensar en otra cosa. O
quizá nos asusta la idea de que si Dios eliminara nuestro cinismo, nuestras mentiras y
nuestros "cotilleos", no nos quedaría nada interesante de qué hablar. Admitimos que
nuestros viejos métodos de relacionarnos con los demás nos han hecho sufrir y queremos
liberarnos de ellos. Pero ¿cómo debemos actuar? Cuando nos enfrentamos con sinceridad al
sexto paso, descubrimos que tenemos miedo a que nuestros defectos estén tan enraizados en
nuestro propio ser, que si Dios nos liberara de ellos terminaríamos por desintegrarnos.
A menudo nos encontramos con un obstáculo más difícil. Algunos de nuestros
defectos, no sólo nos resultan familiares y cómodos, sino que incluso nos producen placer.
Se apodera de nosotros una intensa emoción cuando decimos una mentira y nos creen, y
luego nos convencemos de que nuestras falsedades, después de todo, no son más que
inofensivas mentiras "piadosas". Como nuestras fantasías nos hacen sentirnos importantes,
pasamos por alto cómo estamos desperdiciando un tiempo que podríamos utilizar en
enfrentarnos a nuestra vida real. Como disfrutamos como si fueran golosinas deliciosas de
los "cotilleos" y los propagamos, nos justificamos diciendo que la gente de la que hablamos
mal se lo tiene merecido, o que nunca se enterarán. Algunos de nosotros nos “colocamos”
con una pelea o con una rabieta y la sensación de control sobre los demás que estos
estallidos nos proporcionan. Digamos lo que digamos acerca de estar “completamente
dispuestos”, de una manera general, a que Dios elimine nuestros defectos, en cuanto
descendemos a los casos concretos, nos seguimos aferrando a nuestros defectos favoritos.
Por estas razones nos tienta la idea de deformar el significado del sexto paso. Y nos
decimos: “Después de todo, nadie espera que seamos perfectos”. “Nos esforzamos por
mejorar, no por alcanzar la perfección”. Tales razonamientos lo único que hacen es retrasar
nuestra recuperación. El sexto paso nos pide que estemos totalmente dispuestos a que Dios
elimine todos nuestros defectos. Aquellos de nosotros que demos este paso con el
compromiso total necesario para que rinda sus frutos, tendremos que proponernos como
meta mejorar nuestro carácter lo máximo posible.

Pág.- 26 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

Incluso cuando nos enfrentamos al sexto paso con una actitud irreprochable, surge a
menudo otro problema. Algunos de nosotros malinterpretamos este paso, y actuamos como
si dependiera de nosotros el poder eliminar nuestros defectos. Por ejemplo, al intentar
liberarnos de nuestra falta de sinceridad, podemos intentar cambiar y tratar de ser sinceros.
O bien reconocemos que somos egoístas, y tratamos de ser generosos. Si la ira es uno de
nuestros problemas, intentamos no enfadarnos nunca. O si hemos oído que el miedo es
incompatible con la fe, intentamos no sentir ningún miedo.
Las buenas intenciones son evidentes, pero a menudo no son suficientes. Cuanto más
intentamos liberarnos de nuestros defectos, más nos controlan. El haber interpretado mal el
significado del paso sexto nos lleva al fracaso cada vez que lo intentamos trabajar. Entonces
aprendemos una verdad esencial sobre nosotros mismos y sobre el programa de los doce
pasos. Al igual que somos impotentes ante la comida, también somos impotentes ante cada
uno de nuestros defectos. Es un Poder superior a nosotros mismos el que nos tendrá que
liberar de ellos; nosotros solos no podemos.
¿Quiere esto decir que no deberíamos intentar modificar nuestro comportamiento
hasta que un Poder Superior nos haya cambiado? ¿Tenemos que continuar siendo
mentirosos, intolerantes y todo lo demás? Desde luego que no. Estar “completamente
dispuestos” significa que damos la espalda de verdad a nuestros viejos comportamientos
autodestructivos, y hacemos todo lo posible para actuar y vivir según los principios de los
doce pasos. Pero no nos desanimemos si vemos que los cambios no son tan rápidos como
nos gustarían. No podemos liberarnos de nuestros defectos de la noche a la mañana. Lo que
se nos pide en el sexto paso es que estemos totalmente dispuestos a que se produzca en
nosotros ese milagro y esa liberación, sin importarnos lo que nos vaya a costar, ni los
cambios que puedan producir en nuestras vidas.
Cuando trabajamos el sexto paso, disfrutamos de una vida de crecimiento y de
cambio. Estar completamente dispuestos significa que queremos reconocer nuestros
patrones de comportamiento negativo, liberarnos de los mismos, y que trataremos de
permitirle a Dios que nos cambie según su voluntad. Nosotros no podemos fijar ni el horario
ni el método de estos cambios. La forma y el momento en que nuestros defectos
desaparezcan depende sólo de Dios. Nuestro tarea consiste en hacer lo que podamos para
estar dispuestos, buscando la recuperación y adoptando la actitud mental adecuada para
recibir la ayuda de Dios.
Podríamos empezar por someter cada uno de nuestros defectos a un minucioso
examen. En el cuarto y quinto paso observamos en profundidad y con seriedad todos y cada
uno de nuestros defectos, y reconocimos que eran parte integrante de nuestra vida. Ahora
nos preguntamos tanto qué hacen por nosotros como qué nos hacen a nosotros. Buscamos
las razones que hacen que sigamos aferrándonos a los mismos. Una de las causas quizá haya
sido que nos proporcionan placer de una forma inmediata, mientras que otra que han
añadido emoción a nuestras vidas, y una tercera que nos han servido para compensar nuestra
falta de autoestima. Todos los defectos que tenemos hoy, nos han resultado útiles en algún
momento de nuestra vida, y necesitamos reconocer este hecho.
A continuación, necesitamos reconocer que todos estos viejos instrumentos que
usábamos para enfrentarnos a la vida ya no nos resultan útiles. Y vemos el daño que nos
produce el aferrarnos a todas esas maneras de pensar y actuar. De la misma manera que
tuvimos que “tocar fondo” en lo que a nuestro comportamiento con la comida se refiere,
ahora necesitamos tocar fondo con cada uno de estos defectos. Sólo cuando estemos de
verdad convencidos de que los costos son muy superiores a los beneficios, es cuando
llegaremos a estar completamente dispuestos a liberarnos de los mismos.
Trabajar el sexto paso es muy semejante a aplicar los tres primeros a cada uno de
nuestros defectos. Nos recordamos a nosotros mismos: “Soy impotente ante este defecto, no

Pág.- 27 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

tengo fuerzas para liberarme de él. Yo no puedo, pero Dios sí puede; dejaré que Dios lo
haga”.
El estar dispuesto a cambiar es la esencia del sexto paso. Los cambios siempre dan
miedo, incluso aunque se trate de cambios necesarios para nuestra mejora y los hayamos
postergado. A muchos de nosotros nuestros esfuerzos por evitar el cambio nos han costado
muchos años perdidos y un indecible sufrimiento. Al enfrentarnos al sexto paso,
reconocemos y admitimos nuestro temor, tan humano, al cambio. Entonces, porque estamos
dispuestos a llegar hasta el final para recuperarnos de comer compulsivamente, seguimos
adelante con este paso cueste lo que cueste. Ya nunca vamos a permitir que el miedo nos
impida hacer lo que sea más conveniente para nosotros. Al fin y al cabo nos hemos
enfrentado a los cinco primeros pasos, y los hemos dado a pesar de nuestro miedo, y hemos
vivido para contarlo. Cuando llegamos al sexto paso, ya estamos casi acostumbrados a
hacer todas las cosas que más miedo nos daban.
Como en los primeros cinco pasos, las recompensas que obtenemos al dar el sexto
paso son muy grandes. Aunque no nos demos cuenta al principio, nuestro compromiso de
realizar los cambios necesarios en nosotros mismos, nos ha dado un extraordinario poder
para aceptar los retos de la vida. Ya no vamos por la vida arrastrando el peso de nuestro
pasado, resistiéndonos a cambiar. De ahora en adelante continuaremos haciendo lo posible
por estar dispuestos a aceptar cualquier transformación que nuestro Poder Superior quiera
realizar en nosotros. Con esta actitud no es posible el fracaso. Llegaremos a ser personas
más sensatas, más equilibradas y más eficientes, al mismo tiempo que nos recuperamos de la
enfermedad de comer compulsivamente. Comprobaremos que podemos enfrentarnos tanto a
los buenos tiempos como a los malos, aprendiendo y creciendo espiritualmente con cada
experiencia, tal como nuestro Poder Superior siempre hubiera querido que hiciésemos.

Pág.- 28 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

PASO SÉPTIMO.- Le pedimos humildemente a Dios que nos liberase de nuestros


defectos.

Una vez que estamos dispuestos a que Dios elimine nuestros defectos en el sexto
paso, el séptimo es muy sencillo; lo único que tenemos que hacer es rezar una oración
pidiéndole a Dios que nos elimine nuestros defectos. Con una salvedad. El séptimo paso nos
exige que al rezar la oración adoptemos una actitud de humildad.
Muchos de nosotros, al principio, no entendíamos bien el concepto de humildad; lo
confundíamos con el de humillación o el de escasa autoestima. Pensábamos que ya
habíamos sufrido durante toda nuestra vida bastantes humillaciones, y nos resistíamos
cuando nuestros compañeros de OA nos sugerían que todavía necesitábamos ser más
humildes. Creíamos que no era exactamente más humildad lo que nosotros necesitábamos,
¡precisamente nuestra poca autoestima era el mayor de nuestros problemas! En OA
aprendimos que la humildad no significa en absoluto escasa autoestima. De hecho, una
imagen pobre de nosotros mismos nos hace esclavos de nuestro ego y nos impide encontrar
la verdadera humildad.
Al comienzo de nuestra recuperación en OA, pudimos ver como nuestra manera de
comer compulsivamente nos había llevado a la obsesión con nosotros mismos y con nuestro
“status”. Humillados por nuestra incapacidad de controlar la cantidad de comida que
ingeríamos, y las destructivas consecuencias de nuestra manera de comer, luchábamos con
todas nuestras fuerzas por elevar nuestra autoestima. A medida que nuestra enfermedad
progresaba y nuestra manera compulsiva de comer empeoraba, nuestra autoestima disminuía
cada vez más y luchábamos más denodadamente para reafirmarnos en todos los aspectos y
poder superar a los demás. Víctimas de nuestra propia obsesión con nosotros mismos nos
convertimos de una u otra manera en simples “trepadores”. Preocupados únicamente por
alcanzar nuestros objetivos y adquirir el prestigio que tanto ansiábamos, intentábamos
colocarnos por encima de los demás, secreta o abiertamente, para así poder tapar nuestro
sentimiento de inferioridad.
En OA descubrimos que la humildad consiste en reconocer quienes somos hoy y en
estar dispuestos a llegar a ser lo que nuestra capacidad nos permita. La verdadera humildad
nos conduce precisamente a superar nuestros sentimientos de inferioridad, de obsesión con
nosotros mismos y de búsqueda de status. La humildad tal como empezamos a conocerla en
OA, no nos coloca ni por encima ni por debajo de nadie en una imaginaria escala de valores.
Nos coloca exactamente donde debemos estar, en un plano de igualdad con el resto de los
seres humanos y en armonía con Dios.
Si hemos trabajado seriamente los seis primeros pasos del programa, ya hemos
recorrido un largo camino hacia esta nueva actitud que es la humildad. Hemos admitido que
necesitamos ayuda para vivir nuestra vida, hemos renunciado a nuestra autosuficiencia,
estamos dispuestos a conocernos verdaderamente a nosotros mismos—defectos incluidos—
y estamos dispuestos a que nuestras actitudes autodestructivas y defectos desaparezcan. Sin
embargo, antes de que estemos en condiciones de pedir estos cambios con verdadera
humildad, hay varios conceptos que debemos tener claros y que nos resultarán muy útiles.
Primero: no le pedimos a Dios que elimine nuestros defectos para ser mejores que los
demás. Esa actitud arrogante sería un paso atrás en nuestro proceso de recuperación. La
autosuficiencia es la responsable de que nos sorprendamos a nosotros mismos mirando con
desprecio a otras personas que no están trabajando los doce pasos, tanto si son personas que
no pertenecen a OA, como si son recién llegados a nuestra fraternidad. Al dar el séptimo
paso, nuestra meta no es alcanzar ninguna supuesta superioridad moral sobre los demás. Se
trata simplemente de acercarnos lo más posible a ser lo que Dios quiere que seamos. Oramos

Pág.- 29 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

para que nuestro Poder Superior nos transforme, no para nuestra propia gratificación, sino
para ser instrumentos más útiles en sus manos.
Segundo, a menudo vemos que no podemos liberarnos inmediatamente de un
defecto, o incluso que vuelve a aparecer después de habernos vistos libres de él durante
cierto tiempo. Todos nosotros hemos experimentado luchas con algunos de nuestros
defectos, incluso después de haber rezado para que Dios los eliminase. La lucha en sí no es
una señal de que carezcamos de humildad. Pero, ¿qué actitud adoptamos durante estos
periodos difíciles? Si el hecho de ver nuestros defectos aparecer nos sorprende, nos deprime
o nos hace sentir descorazonados, entonces es que nos falta humildad. Si nos enfadamos con
Dios, con nosotros mismos o con otras personas a causa de uno de nuestros defectos, es
porque carecemos de humildad. La verdadera actitud de humildad ante nuestros defectos
consiste en su aceptación. Tenemos que aceptar, por muy doloroso que sea, que cada uno de
nuestros defectos forma parte de nosotros. Y con humildad y aceptación tenemos que decir
con tranquilidad a nuestro Poder Superior: “Así soy yo, y sólo con tu ayuda puedo cambiar”.
Y por otra parte, la humildad se ve en que no presumimos cuando Dios nos elimina
un defecto que había formado parte de nuestra vida; sino que por el contrario,
experimentamos una sensación de alivio. Lo aceptamos como un milagro y una muestra del
poder del amor curativo de Dios y nos sentimos sinceramente agradecidos. En vez de
dirigirnos con actitud de superioridad a aquellos que todavía sufren un problema semejante,
lo que haremos será transmitirles nuestra esperanza. Entonces puede que se digan a sí
mismos: “Si ella (o él) pudo cambiar, seguramente yo también podré”.
Obviamente, esta clase de humildad no es algo que sea fácil de alcanzar, el deseo de
ser humilde no es suficiente. La humildad es un regalo que recibimos, al igual que lo es la
recuperación de nuestra adicción a la comida, y los otros milagros de curación que vamos
experimentando al ir trabajando los doce pasos. Nuestra tarea consiste en renunciar a las
viejas actitudes que bloqueaban nuestra humildad, tales como nuestra pobre autoestima,
nuestros intentos de "trepar" y nuestro perfeccionismo.
Para iniciar nuestro séptimo paso, en consecuencia, podríamos empezar con una
oración pidiendo una verdadera humildad. Cuando la hayamos terminado, podremos seguir
con el resto del séptimo paso, confiando en que nuestro Poder Superior nos concederá el don
de la humildad en un grado mayor cada día, sólo estas veinticuatro horas, a medida que
vayamos renunciando a nuestros viejos valores y practicando los principios de los doce
pasos. No es necesario esperar a conseguir la perfecta humildad para continuar el séptimo
paso y los cinco restantes. (Quizá tendríamos que esperar demasiado tiempo). Pasamos a
nuestra oración del séptimo paso, sabiendo con seguridad que nosotros hemos hecho lo que
nos corresponde, y que Dios hará el resto.
¿Cuándo habremos completado el séptimo paso? Muy fácil, cogemos nuestro
inventario escrito o la lista de nuestros defectos. (A algunos de nosotros nos ha ayudado
mucho el adoptar una postura física de humildad mientras rezábamos). Con la lista delante
de nosotros, enumeramos individualmente cada uno de nuestros defectos y le pedimos a
Dios que nos los elimine, cuando quiera y como quiera. Le decimos que estamos dispuestos
a que nos libere de nuestros defectos. Le hablamos de nuestro deseo de servir y ayudar a los
demás con más eficacia, a medida que nuestros defectos se vayan transformando en
virtudes. Una vez que hemos finalizado esta oración, ya hemos dado el séptimo paso.
¿Nos vamos a convertir ahora milagrosamente en seres perfectos? Lo más probable
es que no. De hecho, a medida que continuamos trabajando los doce pasos, es casi seguro
que descubriremos nuevos defectos que no habíamos visto en la operación de "limpieza"
que hicimos al trabajar los pasos que van del cuarto al séptimo. La humildad significa que
no nos sentiremos ni sorprendidos ni asustados al darnos cuenta de que tenemos todavía
otros defectos. Partimos de la premisa de que puede haber muchas cosas en nosotros que

Pág.- 30 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

tendremos que cambiar, y que sólo algunas de ellas están a la vista cuando miramos. Cuando
Dios lo considere oportuno, cuando Dios decida que ya estamos preparados, entonces
veremos nuestros defectos con más claridad—esto es, si estamos trabajando el programa con
sinceridad—. Cuando esto sucede, aplicamos los principios del programa, incluidos los
pasos sexto y séptimo. Reconocemos y aceptamos que nuestros defectos son parte integrante
de nosotros. Luego examinamos nuestros motivos, y vemos los efectos que causan en
nuestra vida, hasta que estamos seguros de que estamos dispuestos a renunciar a los mismos.
Reconocemos nuestra impotencia para eliminar ese defecto con nuestras fuerzas, y pedimos
humildemente a Dios que nos libere del mismo; entonces nos levantamos y seguimos
viviendo nuestra vida pero con una nueva actitud, sabiendo que Dios nos eliminará dicho
defecto.
Ya inmersos en este proceso de liberación de nuestros defectos, con frecuencia
veremos claramente qué acciones tenemos que llevar a cabo. Por ejemplo, podemos
imaginarnos qué clase de personas seremos cuando ya no tengamos esos defectos
particulares. ¿Cómo pensaremos y actuaremos? Puede que nos sirva de ayuda ensayar lo que
hemos de decir o hacer cuando sintamos la tentación de obrar bajo el impulso de nuestras
viejas conductas autodestructivas. Algunas veces nos cogerán por sorpresa y volveremos a
caer en las mismas faltas, pero si continuamos imaginando y practicando otras formas
mejores de actuar—con la ayuda de nuestro Poder Superior—éstas pasarán a formar parte de
nosotros, serán nuestra segunda naturaleza. Cuando cometamos una falta, lo reconoceremos
sin pretender que nosotros somos esa falta. De ahora en adelante dejaremos de decirnos a
nosotros mismos que nunca seremos sinceros, o que siempre seremos egoístas,
desconsiderados, estúpidos, o malas personas. Por el contrario, nos repetiremos a nosotros
mismos la verdad: que estamos empezando a ser personas sinceras, amables, comprensivas,
sensatas y eficaces, a medida que vamos practicando día a día estas nuevas conductas.
Puede parecernos al principio que estas acciones exigen un trabajo muy duro, pero
hemos descubierto que una buena disposición para actuar es un factor muy importante en
nuestra curación. Es la prueba de nuestra sinceridad. ¿Estamos dispuestos a dedicar el
suficiente tiempo y energía a tratar de cambiar nuestras actitudes y nuestras conductas?
¿Qué estamos dispuestos a hacer para liberarnos de esos defectos? Nuestro esfuerzo nos
hará valorar más el milagro que se va a realizar en nosotros, en vez de darlo por hecho. A
pesar de todo, cuando el milagro se haya realizado, sabremos muy bien que no ha sido obra
nuestra. Hemos actuado bajo la guía de nuestro Poder Superior, y es Dios—a través de
nosotros—el que nos elimina nuestros defectos.
Para poder vivir de forma sana y desarrollarnos espiritualmente mientras
continuamos absteniéndonos de comer compulsivamente día a día, descubrimos que lo
mejor que podemos hacer es incorporar los principios que hemos aprendido en los pasos
sexto y séptimo a nuestra vida diaria. Procuramos que los miedos, resentimientos o
cualquier otro defecto sean eliminados a medida que los vamos descubriendo. Luego, como
parte de nuestra oración y meditación diarias, ponemos estos defectos a la luz del amor de
Dios y humildemente le pedimos que nos los elimine, y a su vez estamos dispuestos a
realizar cualquier acción que nuestro Poder Superior quiera que llevemos a cabo.
Si somos pacientes y perseverantes, aprenderemos mucho sobre nosotros mismos y
los motivos de nuestra forma de pensar y actuar. Quizá veamos que algunos de nuestros
defectos son sólo rasgos de personalidad mal encauzados. Cuando los aplicamos
correctamente y en el momento que corresponde, esos rasgos que tanto daño nos habían
hecho pueden convertirse en grandes virtudes. Por ejemplo, la terquedad es un defecto
cuando nos impide renunciar a nuestros comportamientos autodestructivos. Pero a la hora de
trabajar un programa de doce pasos puede ser una ventaja. Puede llegar a ser lo único que
nos haga volver a las reuniones, practicar los principios, y usar los instrumentos del

Pág.- 31 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

programa, incluso aunque veamos que los resultados se producen lentamente. Para
“eliminar” un defecto, como por ejemplo la terquedad, nuestro Poder Superior nos podría
ayudar a que lo viéramos como perseverancia y a utilizarlo correctamente.
Al practicar repetidamente el séptimo paso conseguimos formar una fructífera
relación con nuestro Poder Superior a través de la cual vamos liberándonos de los defectos
que habían bloqueado nuestra eficacia en este mundo. Según vamos progresando en
humildad y nos vemos más libres de nuestros defectos, el poder de Dios va fluyendo a través
de nosotros más profusamente y de manera más evidente, curándonos no sólo a nosotros
sino también a otras personas, y procurándonos esas cosas por las que tanto habíamos
luchado antes en vano: la autoestima, el sensación de que somos útiles, la alegría, la
fortaleza para sobreponernos a las dificultades, la amistad y el amor. Hasta la oración más
simple que pronunciemos, dicha humildemente, recibe respuesta de una manera maravillosa
cuando abrimos nuestra vida al poder transformador de Dios, y descubrimos que Dios hace
por nosotros lo que nunca hubiéramos podido hacer nosotros solos.

Pág.- 32 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

PASO OCTAVO.- Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos
ofendido y estuvimos dispuestos reparar el daño que les causamos.
En las épocas de falta de control con la comida, la mayoría de nosotros estábamos
tan obsesionados con la misma que apenas nos quedaba tiempo para desarrollar una relación
enriquecedora con otras personas. Cuando comíamos compulsivamente no éramos
conscientes de cómo nos aislábamos de los demás. Creíamos que cuando nuestro problema
con la comida se resolviera, nuestra vida sería perfecta. Sin embargo, cuando dejábamos de
comer compulsivamente, podíamos comprobar que nuestra manera de tratar a los demás
seguía siendo una inmensa fuente de dolor. En muchos casos este dolor era tan grande que
sentíamos la tentación de recurrir otra vez a la comida para no tenernos que enfrentar al
mismo. "¿De que me sirve la abstinencia si me siento tan mal?", nos preguntábamos. "¡Si
esto es la recuperación, no me interesa para nada!".
Está claro que si queremos mantenernos abstinentes y encontrar la serenidad,
tendremos que aprender una forma nueva de tratar a la gente, una forma que nos
proporcione alegría en vez de sufrimiento. El octavo paso está concebido para ayudarnos en
este proceso. En este paso examinaremos nuestras relaciones con los demás con el propósito
de descubrir los patrones de comportamiento que nos perjudican a nosotros y a los demás.
Hacemos frente a la culpa para liberarnos de ella. Descubrimos el poder curativo del perdón
a medida que vamos aprendiendo a perdonarnos a nosotros mismos y a los demás. Y lo que
es más importante, empezamos a estar dispuestos a reparar los dañoses decir, a hacer
cambiosen la manera de comportarnos con las personas con las que convivimos.
El octavo paso consta de dos partes, la primera es la elaboración por escrito de una
lista de todas aquellas personas a las que habíamos hecho daño. A la hora de decidir qué
nombres incluimos en la misma, es posible que nos resulte difícil entender qué significa
causar daño a otras personas. Curiosamente, es menos frecuente que este problema se repita
a la hora de identificar y recordar el daño que otros nos han hecho. ¡Sabemos muy bien qué
acciones de los demás nos han ofendido a nosotros! Una forma de resolver el problema sería
pensar de qué manera nos han ofendido, preguntándonos: “¿He tratado yo así a otras
personas alguna vez?” Cuando contestamos con sinceridad a esta pregunta, nos
sorprenderemos al darnos cuenta de cuántas veces nosotros hemos tratado a los demás de la
misma forma que nos molestaba tanto cuando nosotros éramos las víctimas de dicha
conducta.
El inventario moral que escribimos al dar el cuarto paso, nos resultará ahora de gran
ayuda en la elaboración de la lista de las personas a las que hemos ofendido. Si el inventario
del cuarto paso fue minucioso, probablemente dispondrá de suficiente información sobre
gran parte del daño que somos conscientes de haber causado a otras personas. A medida que
vamos trabajando el paso octavo, releemos lo que habíamos escrito en el cuarto paso y
extraemos una lista de nombres que ya estaban incluidos en el inventario, añadiendo a esta
lista otras personas a las que creamos que hemos ofendido. Si hemos perdido o roto el
inventario de nuestro cuarto paso, podemos utilizar las preguntas que recoge el capítulo
cuarto de este libro para hacer la lista del octavo paso. Repasamos estas preguntas con
mucha atención, especialmente las que se refieren a la forma en que nuestros defectos han
afectado a otras personas.
Muchos de nosotros nos hemos dado cuenta de que teníamos que incluir también
nuestro nombre al comienzo de la lista del octavo paso. Sí, hicimos daño a otras personas,
pero también nos hicimos daño a nosotros mismos con nuestros pensamientos, forma de
comer y conductas autodestructivas. Hemos descubierto que estar totalmente dispuestos a
reparar el daño que nos hicimos a nosotros mismos y a perdonarnos nuestras faltas pasadas
es esencial para nuestra recuperación.

Pág.- 33 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

Necesitaremos incluir los nombres de todas las personas a las hayamos hecho daño
que recordemos, incluso los de aquellas que a su vez nos hicieron daño primero. No importa
lo mal que algunas de ellas nos hayan tratado; ahora examinamos con sinceridad cuál es la
parte que nos corresponde en cada una de estas relaciones. Por muy pequeño que sea el daño
que les hayamos causado, lo incluimos en la lista y especificamos la naturaleza del mismo.
Nos puede ayudar mucho el recordar que nuestro propósito al trabajar el octavo paso no es
juzgar a los demás, sino adquirir actitudes nuevas de perdón y olvido.
Por otra parte, puede que cometamos el error de irnos al otro extremo poniendo en la
lista nombres que no tienen por qué estar en ella. Si alguien nos ha ofendido o nos ha tratado
desconsideradamente y estamos resentidos, debemos hacernos a nosotros mismos el favor de
perdonarle. Sin embargo, el nombre de esa persona no tiene por qué aparecer en nuestra lista
del paso octavo, a menos que nosotros también le hayamos causado algún daño. No
hacemos el octavo paso para que otras personas se sientan mejor, o para granjearnos su
simpatía, lo hacemos por nuestro bien, para dejar de comer compulsivamente y
recuperarnos. En los casos dudosos, nuestro padrino puede ayudarnos a distinguir cuando
hemos hecho daño y cuando no.
Cuando hayamos repasado nuestra vida, y estemos seguros de haber incluido los
nombres de todas las personas a las que hemos ofendido, estaremos en condiciones de pasar
a la segunda parte del octavo paso. Ahora nuestra tarea es mucho más difícil. Tenemos que
estar dispuestos a reparar el daño que hicimos a cada una de las personas de nuestra lista. En
muchos casos esta tarea nos parecerá aterradora y humillante. Sabemos que hemos obrado
mal y lo lamentamos, pero el ir a confesar que hemos obrado mal a las mismas personas a
quienes hicimos sufrir nos parece imposible. Después de llevar años huyendo de todo
malestar buscando refugio en la comida para no tener que sentir ni vergüenza ni dolor, se
nos pide ahora que admitamos nuestros fallos y asumamos todas las consecuencias. Y
además tenemos que hacerlo abstinentes, sin recurrir a la comida para anestesiar nuestros
sentimientos. ¿Cómo podemos llegar a estar dispuestos a llevar a cabo esta tarea?
Nuestros padrinos y otros miembros de OA que nos hayan precedido en este camino
pueden hacernos algunas sugerencias que nos ayudarán a adquirir la disposición necesaria
para realizar esta tarea. En esta fase del programa, más que en ninguna otra, vemos que no
es conveniente hacer las cosas por nuestra cuenta. Sería muy útil que mostráramos a nuestro
padrino la lista de las personas a quienes queremos reparar el daño causado y que
comentáramos con él los diferentes problemas que nos hemos encontrado. En primer lugar,
un miembro de OA con experiencia siempre podrá ayudarnos a distinguir cuando tenemos la
obligación de enmendar algo y cuando no. Además, nuestro padrino nos recomendará
formas de proceder que nos ayudarán adquirir una mejor disposición. A medida que vamos
hablando con franqueza de las acciones que vamos a llevar a cabo y de las palabras que
vamos a emplear, la tarea a la que nos vamos a enfrentar nos va pareciendo menos
aterradora. Por primera vez comenzamos a sentirnos verdaderamente capaces de hablar con
las personas a quienes hemos hecho daño.
Nuestro padrino nos animará, a medida que trabajemos el octavo paso, a pensar en el
perdón. Mientras no seamos capaces de perdonar el daño que nos hayan causado, nos
resultará imposible hacer enmiendas sinceras por la parte que nos corresponde. Incluso en
los casos en que hayamos logrado estar mejor dispuestos a hablar con ellos, es muy probable
que terminemos mencionando sus faltas e insultándoles, en vez de enmendar el daño que les
hicimos. Y aunque no saquemos a relucir directamente sus faltas, nuestro rencor hacia ellos,
si no les hemos perdonado, se dejará entrever de algún modo.
Como el perdón, obviamente, es esencial para la realización del octavo paso, es
conveniente que se toque el tema de cómo perdonar a otras personas. Muchos de nosotros

Pág.- 34 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

llevamos toda la vida oyendo que debemos perdonar a los que nos han ofendido, pero rara
vez se nos ha enseñado la forma de hacerlo.
Por muy extraño que parezca, lo primero que tendremos que hacer para perdonar a
alguien es poner por escrito las razones por las que estamos enfadados con dicha persona. El
proceso de escribir dichas razones puede ser un proceso muy curativo, puesto que nos pone
en contacto con nuestros verdaderos sentimientos más que ninguna otra herramienta de
nuestro programa. El acto de escribir clarifica las emociones que, confusas, habíamos
enterrado en nuestro interior, a veces durante muchos años. Además, al poner dichos
agravios por escrito delimitamos mejor el alcance y el poder de los mismos. Escribamos dos
párrafos o veinte páginas, nos lleve unos minutos o nos lleve horas, al final seremos capaces
de ver el daño que nos han hecho y que éste tiene un límite. Los agravios que hayamos
padecido podrán ser muy grandes, pero no más de lo que en realidad son. El daño tiene un
principio, pero también puede tener un fin.
Frecuentemente, después de escribir cómo nos sentimos, nos resultará muy útil
llevar a cabo algún tipo de acción al respecto. Quizá leérselo a nuestro padrino o a otra
persona que no esté implicada en el asunto. Quizá prefiramos guardarlo algún tiempo, una
semana o algo así, para después volver a leerlo de nuevo. Con frecuencia comprobamos que
cuando obramos así nos sentimos mejor, que ya no sentimos tanto dolor como cuando lo
escribimos. Al final, puede que queramos hacer un acto simbólico para liberarnos de nuestro
dolor, como por ejemplo quemar el escrito o romperlo y tirarlo.
Si todavía estamos enfadados con la persona que nos hizo daño, podemos probar otra
técnica, muy efectiva, para liberarnos de dichos resentimientos: la oración. Las personas que
llevan mucho tiempo viviendo los doce pasos, saben por experiencia propia que la oración
da fuerzas para perdonar incluso las cosas más graves. Si rezamos por las personas que nos
hicieron daño, diariamente, pidiéndole a Dios que les conceda cuantas cosas buenas
deseamos para nosotros mismos, seremos liberados de nuestros resentimientos y seremos
capaces de perdonar. La acción de orar por las personas a las que guardamos rencor dará sus
frutos incluso aunque al principio no sintamos lo que pedimos. Si persistimos en la oración,
tarde o temprano nuestros sentimientos irán cambiando. Cuando nuestros sentimientos
cambien, cuando nos demos cuenta de que estamos pidiendo a Dios con sinceridad que
bendiga a nuestros antiguos enemigos, entonces podremos ver que ya les hemos perdonado.
En cuanto hayamos perdonado el daño que nos hayan ocasionado, veremos que el
gran obstáculo con el que nos encontrábamos al intentar reparar los daños que nosotros
habíamos causado ha desaparecido. Esto no quiere decir que vayamos a sentir deseos de
iniciar inmediatamente este proceso de desinflamiento del ego. En muy pocos casos
tendremos unas ganas enormes de ver a las personas a las que habíamos ofendido y de tener
una conversación sincera con las mismas sobre nuestra conducta. Pero hemos de tener
presente que podemos estar dispuestos a hacer algo que no queremos hacer.
Por mucho que nos apetezca, no podemos saltarnos la enmienda de los daños
causados. La experiencia de otros miembros de OA que han trabajado los pasos antes que
nosotros nos enseña que la recuperación depende de que hagamos bien los pasos octavo y
noveno. Teniendo esto en mente, recurrimos a Dios una vez más, pidiéndole que nos
conceda la buena voluntad de hacer las cosas que tememos hacer, y de reparar los daños que
tengamos que reparar. Cuando digamos con sinceridad esta oración, tendremos esa buena
disposición que necesitábamos, y podremos pasar inmediatamente al noveno paso.

Pág.- 35 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

PASO NOVENO.- Reparamos directamente a cuantos nos fue posible el daño que les
habíamos causado, salvo en aquellos casos en los que el hacerlo les perjudicara a ellos o
a otros.
Para muchos miembros de OA el noveno paso resulta ser el más sorprendente de los
doce. Antes de dar este paso, sólo el pensar que teníamos que dirigirnos a cada una de las
personas a las que habíamos ofendido, reconociendo sin reservas todas nuestras faltas, y
llevar a cabo acciones que remediaran el daño que les habíamos causado, o compensarles
económicamente por los gastos que les habíamos ocasionado, nos producía pavor. Sin
embargo, después de haber reparado los daños, los que más asustados estábamos de tener
que dar el noveno paso, somos precisamente los que ahora más elogiamos sus resultados.
Este paso nos ha liberado de las cadenas de nuestras antiguas conductas de una manera
milagrosa. Ha cambiado nuestras vidas, hemos recuperado antiguas amistades, y ha
desaparecido el rencor que durante tantos años había envenenado nuestros corazones.
Los que estén a punto de empezar el noveno paso es muy probable que hayan oído
hablar a los que ya lo hayan trabajado de los beneficios que se derivan de la enmienda de los
daños causados. De todos modos, el miedo puede que nos haga ir dejándolo para mañana.
Nos advertirán que si demoramos la enmienda de los daños causados, nos quedaremos
estancados y nuestra recuperación se verá en peligro. Tan pronto como nos encontremos
dispuestos a reparar los daños en el paso octavo, es necesario que aprovechemos la ocasión
para pasar inmediatamente a la acción.
Por otra parte, debemos usar nuestro sentido común durante todo este proceso. En el
paso noveno se nos advierte de forma específica del peligro que corremos de causar más mal
que bien al visitar a la gente y hablarle de situaciones dolorosas del pasado. Por esta razón,
muchos de nosotros hemos encontrado que es conveniente examinar con antelación lo que
vamos a hacer y decir con un padrino o cualquier otra persona que comprenda el estilo de
vida de los doce pasos. Probablemente ya habremos hablado de algunos de nuestros planes
durante el proceso por el que llegamos a estar dispuestos a reparar los daños causados.
Ahora es necesario resolver las cuestiones pendientes y las dudas que tengamos acerca de
cómo debemos proceder, evaluando los pros y los contras de las palabras que vamos a usar y
de las acciones que vamos a realizar, comentándolas con alguien que, por tener una mayor
experiencia que nosotros, pueda contemplar de modo objetivo e imparcial la situación que
nos ocupa.
Nuestros padrinos probablemente nos dirán que el propósito del noveno paso es
liberarnos de la culpabilidad y del rencor, para así poder mejorar las relaciones con las
personas con las que hemos tenido contacto. En la mayoría de los casos esto requerirá
mucho más que limitarnos a decir simplemente: "Lo siento". Para reparar los daños
causados, necesitaremos reconocer el daño específico que hemos causado, pedir perdón,
hacer la restitución correspondiente, y modificar nuestro comportamiento en el futuro con
dichas personas.
Antes de empezar a reparar los daños, debemos prescindir de las expectativas que
tengamos sobre cómo esas personas vayan a reaccionar. La mayoría de las veces nos
tratarán mucho mejor de lo que esperábamos. Algunas veces ni siquiera recordarán que
nosotros les habíamos causado daño alguno. Otros se negarán a aceptar que les hagamos
ninguna clase de restitución. Y en contadas ocasiones encontraremos personas que se
nieguen a aceptar nuestras disculpas. Si esto sucede, nos despedimos de ellos sin rencor. No
tenemos poder para controlar cómo otras personas van a recibir nuestro intento de reparar
los daños causados. Tienen derecho a guardarnos rencor toda la vida si así lo desean. No
tienen ninguna obligación de perdonarnos, y nosotros no necesitamos su perdón para
realizar el noveno paso y recuperarnos de nuestra compulsión por la comida. Nuestra misión
consiste en "limpiar" la parte que nos corresponda, haciendo todo lo que esté de nuestra

Pág.- 36 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

mano para enmendar los daños causados. Cuando lo hayamos hecho, ya no tendremos
motivos para sentir ni culpa ni ira.
"Hacer limpieza" de la parte nos corresponde exige de nosotros una sinceridad total a
la hora de dirigirnos a las personas a las que hemos ofendido. Nos sentiremos tentados a
ahorrarnos la vergüenza que podamos pasar haciendo vagas afirmaciones acerca de lo
mucho que nos pesa el haberles ocasionado el daño que les causamos. En algunos casos,
más bien pocos, ésta será la mejor manera de reparar los daños. Pero la mayoría de las veces
una simple frase pidiendo perdón no será suficiente para convencerles de nuestra sinceridad.
Tenemos que tener presente que debemos a las víctimas de nuestras conductas un claro y
sincero reconocimiento de nuestras faltas.
Al mismo tiempo, al disculparnos procuraremos no caer en explicaciones
innecesarias para así no remover hechos y detalles que pudieran volver a hacerles daño. Por
supuesto, no debemos mencionar lo que hayan podido hacer para provocarnos, incluso
aunque pensemos que su comportamiento ha sido mucho peor que el nuestro. Tras haber
perdonado a estas personas en el octavo paso, ahora nos limitamos a expresar con concisión
las cosas que nosotros hicimos para causarles daño a ellos, y expresarles nuestro sincero
arrepentimiento. Evitaremos excusas, exageraciones o detalles innecesarios de los hechos
relativos a nuestros actos.
Vamos a poner un ejemplo de lo que podríamos decir: "Señor Pérez, el verano
pasado, cuando trabajaba para usted, le robé varias veces dinero de su cajón. Quiero
expresarle mi arrepentimiento y pedirle perdón por haber traicionado su confianza." Otro
ejemplo: "Juan, me he dado cuenta que te he estado tratando con arrogancia, y quiero pedirte
perdón por mi comportamiento."
En la mayoría de los casos será conveniente explicar a las personas a las que
reparamos los daños causados qué clase de cambios o restituciones estamos haciendo,
dejando bien claro que estamos muy agradecidos por tener la oportunidad de deshacer
nuestros entuertos. Si hemos ocasionado daños físicos o materiales a alguien, o hemos
robado o causado daños en alguna propiedad, o si alguno de nuestros actos ha causado algún
perjuicio económico, deberemos compensarlo económicamente y hacer lo que sea necesario
para pagar el dinero que debemos. Si hemos dicho mentiras a alguien o hemos contado
mentiras sobre otra persona, la restitución consistirá en decir la verdad, procurando al
hacerlo no causar más daños todavía.
Las enmiendas implican algún tipo de cambio. Completamos las reparaciones de los
daños que hemos causado en el pasado modificando nuestro comportamiento en el futuro.
Esto tiene una especial importancia a la hora de reparar el daño que nos habíamos hecho a
nosotros mismos y a aquellas personas más cercanas a nosotros a quienes heríamos
repetidamente con nuestras actitudes y conductas. A estas personas debemos reparar con
acciones, y no sólo con palabras. Todavía más importante que las palabras que les digamos
será nuestro comportamiento con las mismas a partir de ahora. Aunque pidamos perdón, si
seguimos ofendiéndolas, nuestras palabras no tendrán ningún valor, y será muy difícil que
nuestras relaciones con dichas personas mejoren. Solamente un cambio permanente en
nuestras actitudes y acciones podrá compensar por los daños del pasado, tanto en lo que se
refiere a nosotros mismos como a las personas a las que amamos.
Estos son los actos que llevamos a cabo para reparar los daños de forma directa
cuando resulte posible. Sin embargo habrá algunas personas de nuestra lista de enmiendas a
las que no podamos localizar. Aunque a estas personas no sea posible hacerles las
reparaciones directamente, podemos empezar por hacérselas de forma indirecta. Por
ejemplo, podemos escribir las palabras que les diríamos si las tuviéramos delante de
nosotros. Podemos escribir que reconocemos el daño que les hicimos y podemos hacer un
esquema de qué acciones llevaríamos a cabo para repararles los daños causados. Mientras

Pág.- 37 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

seguimos trabajando el programa, continuaremos buscándolas, para así estar en condiciones


de hacerles las reparaciones directas el día que las encontremos. Muchas veces nos
sorprenderemos de la repentina reaparición en nuestra vida de personas de nuestra lista a las
que no habíamos visto durante años.
Algunas de las personas de nuestra lista del octavo paso quizá hayan muerto, y por lo
tanto no podremos hacerles reparaciones directas. Hemos comprobado que es bueno para
nosotros no pasarlas por alto y hacer dichas enmiendas de forma indirecta. Como ya hemos
mencionado, podríamos empezar por escribir las palabras que les diríamos si estuvieran
vivas. Podríamos después leerlas en voz alta en algún lugar que nos recordara a las mismas.
La restitución podría consistir en un donativo a una organización caritativa que gozara de
sus simpatías, en proporcionar ayuda a algún miembro de su familia, o de cualquier otra
forma que consideremos justa y adecuada.
El que la reparación sea justa y adecuada será el criterio que deberá guiarnos a la
hora de hacer nuestras enmiendas, sean estas de forma directa o de forma indirecta. Algunas
entrarán en la categoría de aquellas que al hacerlas directamente podemos causar aún más
daño. Por ejemplo, ir a ver al cónyuge de una persona con la que hemos tenido una relación
amorosa y confesárselo podría ser mucho más doloroso que callarnos y no decírselo, a no
ser que estemos muy seguros de que dicha persona ya está al tanto de la misma. También
nos resultará de gran ayuda recordar que estamos haciendo reparaciones por nuestros actos
(o por nuestras omisiones, cuando dejamos de hacer algo que estábamos obligados a hacer)
y no por nuestros sentimientos. Decirle a alguien: "Discúlpame por haberme caído mal
durante todos estos años", no solamente no es lo más indicado, sino que lo único que
conseguiremos será ofender. La única manera sensata de compensar cinco años de celos y
odio secretos es reemplazarlos con cinco años de aceptación, respeto y amor manifiestos.
Algunas reparaciones tendremos que hacerlas anónimamente para evitar que salgan
perjudicadas personas inocentes. Sin embargo, no debemos hacer reparaciones anónimas
para evitarnos la vergüenza que podamos pasar, ni debemos justificarnos, auto
engañándonos, diciéndonos que hacer estas reparaciones equivale a hacernos daño a
nosotros mismos en el aspecto financiero o que dañará nuestra autoestima. Siempre que
omitamos algunas de las reparaciones que debemos hacer, nos privaremos de la profunda
curación que solo se consigue trabajando el noveno paso a fondo, y en vez de ayudarnos a
nosotros mismos, seremos nosotros lo que saldremos perjudicados.
Si queremos que nuestras relaciones con los demás mejoren, tendremos que hacer
todo lo posible por solucionar los asuntos que tengamos pendientes con aquellos a quienes
hemos hecho daño. Muchas de las cosas que tendremos que hacer para reparar los daños no
nos resultarán nada fáciles, pero los que han trabajado de verdad el paso noveno dicen que el
esfuerzo les ha merecido la pena. Cuando hayamos acabado de hacer las enmiendas, la
mayoría de nosotros nos sentiremos más cercanos que nunca a nuestro Poder Superior. A
medida que hemos ido tratando con más amor a cada una de las personas que conocemos,
nuestro despertar espiritual se ha ido convirtiendo en una hermosa realidad. Hemos limpiado
los escombros de nuestro pasado lo mejor que hemos podido, y nos encontramos en paz con
el mundo.
Ahora que hemos hecho los primeros nueve pasos, estamos en condiciones de
afrontar el futuro con una confianza nueva. Ya no necesitamos la muleta de nuestros excesos
con la comida, porque hemos descubierto una manera de vivir que nos nutre física,
emocional y espiritualmente. Nuestra tarea, a parir de ahora, será continuar por este mismo
camino guiados por los últimos tres pasos de nuestro programa de doce pasos.

Pág.- 38 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

PASO DÉCIMO.- Continuamos haciendo nuestro inventario personal, y cuando nos


equivocábamos lo admitíamos inmediatamente.
Muchos de nosotros llegamos a OA después de haber intentado durante años
soluciones, que nos funcionaban tan sólo temporalmente, a nuestro eterno problema de la
compulsión con la comida. Uno de los aspectos más atractivos de este programa y que hace
que continuemos en OA es que nos promete una recuperación permanente de esta
incomprensible enfermedad. ¿Pero existe algo realmente permanente en este mundo? En la
página 204 del libro Solo hoy podemos leer "La repetición es la única forma que tiene la
naturaleza de conseguir la permanencia."1 Si queremos experimentar una recuperación
permanente de la compulsión por la comida, tendremos que repetir, día tras día, los actos
que nos han proporcionado ya tanta curación.
A través de los nueve primeros pasos de nuestro programa hemos comenzado una
manera de vivir absolutamente nueva, forma de vida que nos ha rescatado del lodo de la
compulsión por la comida y que nos ha conducido al terreno firme de una manera sana de
comer, y a una vida satisfactoria. Aunque su cometido principal era ayudarnos a limpiar los
escombros que arrastramos del pasado, nuestra actuación durante esos nueve pasos nos ha
ido proporcionando nuevos modelos de comportamiento que debemos poner en práctica en
el futuro—modelos que harán posible que mejoremos y maduremos espiritualmente, y que
seamos felices sin excesos con la comida—. El décimo paso nos exige que repitamos estos
actos diariamente, practicando los nuevos modelos de comportamiento, para que podamos
experimentar día a día la recuperación.
El décimo paso empieza con la palabra "continuamos", que es la primera indicación
que tenemos de que la perseverancia está a punto de convertirse en un aspecto clave de
nuestro programa de recuperación. En el pasado nos habíamos aferrado obstinadamente a
nuestra manera de comer autodestructiva y a otros comportamientos también perjudiciales.
Ahora debemos utilizar ese mismo tesón para trabajar el programa, incluso en momentos en
los que nos da la impresión de que no sirve para nada o que nuestra recuperación no va a la
velocidad que deseamos. La obstinación correctamente aplicada se convierte en
perseverancia a medida que continuamos—día a día—aplicando en nuestras vidas los
mismos conceptos que hemos ido aprendiendo en los pasos que van del cuarto al noveno.
En el cuarto paso, por ejemplo, aprendimos a hacer nuestro inventario moral, a mirar
cómo somos por dentro con sinceridad y sin miedo, y a reconocer nuestras virtudes y
nuestros defectos. El décimo paso nos exige que continuemos haciéndolo a diario. El
propósito del décimo paso es el de identificar y eliminar de nuestro camino los obstáculos
que encontramos hoy, todas aquellas manifestaciones de orgullo, miedo, ira, autocompasión,
avaricia y cualquier otra emoción que nos produzca dolor y que nos impida hoy madurar
espiritualmente. Hemos descubierto que todos nosotros indefectiblemente experimentamos
estos sentimientos, y que si lo negamos o los suprimimos, lo único que conseguiremos será
empeorar las cosas. El décimo paso nos permite identificar nuestras emociones y
experimentar el dolor que nos producen, pero para a continuación soltar las riendas y
ponerlas en manos de nuestro Poder Superior y así, de esta forma, poder recuperar nuestro
equilibrio emocional.
En los pasos que van desde el quinto al noveno nos hemos atrevido a salir de nuestro
aislamiento y a mostrarnos como somos por dentro a nuestro Poder Superior y a otras
personas. La mayoría de nosotros, antes de llegar a OA, nos habíamos pasado la vida
intentado hacerlo todo solos. A medida que vamos trabajando los doce pasos comprobamos
los efectos curativos y la ayuda que nos proporcionan esos contactos llenos de amor con un
Poder superior a nosotros y con las personas con quienes compartimos nuestra vida. Ahora

1
For Today (Overeaters Anonymous, Inc., 1982), pág. 204.

Pág.- 39 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

deseamos seguir estrechando esos contactos, y la mejor manera de hacerlo es trabajando el


décimo paso.
Existen muchas maneras de realizar los inventarios personales. Los más sencillos son
los que se hacen mentalmente, y algunos veteranos en la forma de vivir los principios de los
doce pasos están tan familiarizados con esta práctica, que el auto análisis ya forma parte
integrante de su naturaleza. Los inventarios “instantáneos”, los que hacemos en cualquier
ocasión en la que nos encontremos con dificultades, son algo que podemos aprender en unos
pocos minutos parándonos a reflexionar con tranquilidad siempre que surja la necesidad de
ello. Con la práctica llega a ser muy fácil reconocer la naturaleza exacta de nuestros
problemas, y saber qué acciones debemos llevar a cabo para recuperar nuestra serenidad,
acciones que conviene que realicemos "inmediatamente", tal como nos lo recomienda el
décimo paso. A veces puede suceder que nos hayamos olvidado de la decisión que tomamos
al dar el tercer paso y que estemos intentando controlar algún aspecto de nuestras vidas a
base de fuerza de voluntad. Quizá necesitemos hablar de dicho problema con nuestro
padrino o quizá necesitemos pedir a nuestro Poder Superior que elimine alguno de nuestros
defectos, o quizá nos hayamos portado mal con alguien y debamos reparar los daños
causados. Una vez que hemos comenzado la práctica de hacer un inventario y a llevar a cabo
acciones “sobre la marcha” cada vez que nos sentimos mal, se termina convirtiendo en un
hábito para nosotros, y descubriremos que hemos aprendido toda una nueva y asombrosa
gama de técnicas que nos permiten vivir felices.
Cuando es necesario algo más que un inventario “instantáneo”, muchos de nosotros
hemos encontrado muy útil poner por escrito nuestros inventarios del décimo paso. El
plasmar nuestros pensamientos y sentimientos en un papel, o el describir un incidente que
nos turba nos ayuda a comprender mejor nuestras acciones y reacciones de una manera que
normalmente no conseguiríamos si nos limitásemos a pensar o hablar sobre ello. Cuando
escribimos acerca de nuestros problemas, resulta mucho más fácil ver más claramente la
situación e incluso discernir más acertadamente los pasos que hemos de dar.
Algunos de nosotros hemos adquirido el hábito de hacer una revisión diaria de
nuestra conducta y de nuestras emociones al final del día. Siendo un análisis más lento y
más meticuloso que el inventario “sobre la marcha”, el inventario diario puede ser escrito o
mental. El propósito de este inventario es poner de manifiesto con mayor claridad en qué
áreas de nuestra vida diaria tenemos dificultades para así ver qué es lo que podemos hacer.
También nos sirve para recordar las cosas que nos van bien y de las que tenemos que estar
agradecidos. Hay muchas maneras de hacer el inventario diario. Algunos de nosotros
simplemente hacemos una revisión de los principales acontecimientos del día en orden
cronológico, tomando nota de nuestros sentimientos en cada caso y de como reaccionamos
ante los mismos. Otros hacemos una especie de hoja de balance poniendo los
acontecimientos y sensaciones negativas en un lado y los positivos en el otro. Otros lo
hacemos a partir de una lista de los defectos de carácter más comunes y de sus antónimos,
por ejemplo miedo/fe, resentimiento/aceptación, avaricia/generosidad, y así sucesivamente.
Con esta lista delante nos hacemos preguntas como esta: "¿Qué miedos he experimentado
hoy y cómo he reaccionado ante ellos?". A continuación redactamos una lista o recordamos
aquellos casos en los que nos dimos cuenta que nuestros antiguos defectos habían
desaparecido; cuándo hemos actuado con fe; cuándo hemos aceptado las cosas y hemos
perdonado, renunciando a antiguos resentimientos; cuándo actuamos sin egoísmo; o cuándo
se han manifestado otros rasgos positivos de carácter.
Al hacer nuestro inventario diario, lo que intentamos es ser cada vez más conscientes
de cuáles son nuestras verdaderas motivaciones y de identificar mejor nuestras emociones.
Examinamos nuestros actos para aprender de nuestros errores y seguir apoyándonos en
nuestros aciertos. Nuestro propósito no es el de regodearnos en nuestros sentimientos

Pág.- 40 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

negativos y nuestra culpabilidad, sino seguir avanzando por la senda de la mejora y la


maduración, y reconocer todos los aspectos en los que hemos experimentado progreso.
Después de haber terminado nuestro inventario diario podemos seguir adelante con
la segunda parte del décimo paso que dice: "cuando nos equivocábamos lo admitíamos
inmediatamente". Este sencillo párrafo nos da a entender que tenemos la oportunidad de
hacer algo más que limitarnos a observar nuestros defectos y virtudes. Podemos seguir el
mismo procedimiento que utilizamos en el cuarto paso con los defectos que descubrimos:
examinarlos con nuestro Poder Superior, o incluso con otra persona; renunciar a los mismos,
ponerlos en Sus manos y pedirle que nos los elimine; y también reparar los daños que
hayamos podido causar. Algunos miembros de OA hacemos una llamada telefónica diaria a
nuestro padrino en la que le leemos o comentamos el inventario del décimo paso. También
hablamos de nuestros problemas y éxitos con nuestro Poder Superior en la oración,
pidiéndole a diario que nos ayude a renunciar a nuestros defectos, y le expresamos nuestra
gratitud cuando comprobamos que ha eliminado alguno de los mismos o resuelto alguno de
nuestros problemas. Es inevitable que habrá ocasiones en las que cometamos errores y
hagamos daño a alguien. El décimo paso nos sugiere que reparemos los daños
inmediatamente, en el momento en el que nos demos cuenta de que hemos ofendido a
alguien. Si procedemos de esta manera nuestras relaciones con los demás serán cada vez
más sinceras. Comprobaremos que nos ahorraremos muchos días de resentimientos y
miedos si solucionamos los problemas en el momento en el que surgen, en vez de dejar que
las heridas se infecten.
El inventario del décimo paso puede ser incluso más exhaustivo, similar al que
hicimos en el cuarto paso, pero abordando problemas que no habíamos identificado
entonces. La necesidad de volver a hacer el inventario de algunos aspectos de nuestro
pasado no significa que no hayamos hecho bien el cuarto paso. Indica simplemente que
hemos madurado, que somos más conscientes, y que estamos mejor preparados para hacer
frente y resolver aspectos de nuestras vidas que no éramos capaces cuando hicimos nuestro
inventario por primera vez. Cada uno de nosotros tenemos necesidades individuales
distintas, por lo que ninguno avanza al mismo ritmo que otro, ni tampoco trabaja el
programa de forma exactamente igual.
Un inventario exhaustivo del décimo paso puede ayudarnos a concentrarnos en uno
de nuestros defectos específicos, en uno de nuestros patrones de conducta o en un aspecto
particular de nuestra vida. Probablemente decidamos escribir este nuevo inventario
recurriendo al mismo procedimiento que utilizamos al redactar el cuarto paso, y es
conveniente que vaya seguido de acción. Lo mejor es leérselo inmediatamente a otra
persona. A continuación continuamos con las acciones de los pasos sexto y séptimo,
pidiendo a nuestro Poder Superior que cure nuestras heridas, elimine los defectos que
hayamos descubierto en nuestro reciente examen, y que nos ayude a modificar nuestra
conducta. Completaremos nuestra singladura redactando la lista de los daños que tengamos
que reparar y haciendo las enmiendas que tengamos que hacer a la luz de lo que hayamos
descubierto en este nuevo inventario.
A partir de ahora un esfuerzo constante para liberarnos de nuestros defectos y
cambiar de conducta será crucial para nuestra recuperación. A medida que vamos
identificando nuestros defectos en este proceso, podemos llevar a cabo una serie de acciones
para liberarnos de los mismos. Una de ellas puede consistir en imaginarnos cómo nos
hubiéramos portado si no tuviéramos ese defecto específico. Podemos intentar vernos a
nosotros mismos en las mismas circunstancias en las que se manifestó dicho defecto, pero
reaccionando de forma distinta esta vez. Cualquier cosa que imaginemos la podemos hacer
con la ayuda de nuestro Poder Superior. Podemos incluso pronunciar esas nuevas palabras o
practicar esa nueva conducta aunque sea sólo a modo de ensayo. La repetición de este tipo

Pág.- 41 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

de conductas es una buena manera de decirnos a nosotros mismos a diario que queremos
cambiar y que en efecto—con la ayuda de Dios—lo estamos consiguiendo. Al principio
puede que volvamos a caer en nuestras viejas conductas, especialmente en momentos en los
que encontremos sometidos a mucha presión, pero no podemos permitir que esto nos
desanime. Nos hemos pasado toda una vida haciendo las cosas al viejo estilo, y esto es lo
que nos resulta más natural en un principio. Sin embargo, con el tiempo, Dios nos ayudará a
liberarnos de nuestros defectos y a sustituirlos por hábitos de pensamiento y conducta
positivos. Dios lo hará si seguimos haciendo todo lo que está en nuestra mano para cambiar.
Al igual que con el paso cuarto, el inventario del paso décimo puede poner al
descubierto aspectos de nuestro pasado para los que necesitemos la ayuda de profesionales.
Nuestros compañeros de OA pueden ser muy compresivos y cariñosos, pero muy pocos
estarán capacitados para identificar y curar problemas psicológicos profundamente
arraigados, y OA no es el lugar en el que hemos de buscar dicha ayuda.
Con la práctica repetida del paso décimo constatamos a partir de ahora la forma
sorprendente en la que los pasos siguen eliminando de nuestra vida la agitación y el dolor
innecesarios. Las nuevas actitudes de sinceridad respecto a nuestros problemas y de
ponerlos en manos de un Poder Superior ya se han convertido en parte integrante de
nosotros mismos, y son la base de las opciones que tomamos en nuestra vida diaria. El
examen de nuestros comportamientos recientes, el dejar que sea nuestro Poder Superior el
que dirija nuestras vidas, pidiéndole que nos guíe, y la admisión inmediata de nuestros
errores, se convierten en una forma sana y satisfactoria de vivir—mucho mejor que la de dar
rienda suelta a nuestros miedos o la de incrementar nuestros rencores y regodearnos en los
mismos—. Obligados en un principio a adoptar esta nueva actitud ante la vida para
recuperarnos de la compulsión por la comida, nos encontramos ahora satisfechos y
agradecidos por lo que el programa en sí nos ofrece. La práctica del programa nos ha
proporcionado tantos dones—dones que no cambiaríamos por las soluciones fáciles e
inmediatas que nuestra compulsión nos ofrecía y que muchos de nosotros buscábamos en
cada nueva dieta—. Y nos aguardan muchos más regalos que iremos recibiendo a medida
que vayamos trabajando el programa y experimentando el milagro de nuestra recuperación
continuada, día a día.

Pág.- 42 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

PASO UNDÉCIMO.- Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro


contacto consciente con Dios, tal como nosotros lo concebimos, pidiéndole solamente
que nos permitiese conocer su voluntad para con nosotros y nos diese fortaleza para
cumplirla.
A la mayoría de nosotros, cuando empezamos a asistir a las reuniones de OA, nos
atraía de una forma especial la incondicional aceptación que se nos prodigaba aquí, un amor
que ha seguido sosteniéndonos a medida que íbamos trabajando los pasos y nos íbamos
enfrentando a los cambios que hemos ido experimentando en nuestras vidas como resultado
de los mismos. Ahora, al llegar al undécimo paso, se nos anima a seguir buscando un
contacto más directo y consciente con la fuente última de ese amor transformador de vidas.
En OA compartimos la creencia de que cada uno de nosotros podemos recuperarnos
a través de una relación espiritual con un Poder superior a nosotros mismos. Aunque se basa
en esta creencia común, nuestro programa no toma postura sobre la naturaleza exacta de este
Poder ni se inclina a favor de ningún concepto particular del mismo. En las reuniones de OA
solemos oír llamar a esta fuente de poder: "Mi Poder Superior" o más sucintamente: "P.S.".
Esto puede resultar un poco chocante para los recién llegados, pero para los que llevamos el
tiempo suficiente como para haber trabajado los diez primeros pasos, el término "Poder
Superior" conlleva un significado de libertad que hemos llegado a valorar e incluso a
considerar como un verdadero tesoro—la libertad de encontrar esta fuerza curativa de forma
directa y de poder expresar nuestras creencias de la manera que nosotros decidamos—. Para
poder recuperarnos de nuestra compulsión por la comida necesitamos una relación viva,
continua y cada vez más profunda con este Poder Superior, y somos conscientes de que
disponer de una libertad completa en la búsqueda de esa relación es un aspecto vital de
nuestro programa.
Sin embargo, algo más que libertad espiritual es necesario para establecer y
consolidar esa relación con un poder superior a nosotros mismos. Hemos que pasar a la
acción. En el undécimo paso se nos anima a que intentemos de forma activa mejorar nuestra
relación con nuestro Poder Superior, de la misma manera que lo haríamos con cualquier otra
persona, dedicando un tiempo a tratar con nuestro "P.S." de forma regular. La mayoría de
nosotros hemos comprobado que necesitamos reservar un tiempo todos los días en el que
podamos estar a solas sin ser molestados. Durante este tiempo intentaremos cultivar la
consciencia de nuestra fuente de fortaleza a través de la oración y la meditación, con una
actitud de completa confianza, pidiendo únicamente que nos de a conocer el camino que
debemos tomar y nos dé fortaleza para seguirlo.
Al principio quizá nos resulte difícil orar todos los días de una manera regular. El
undécimo paso nos insta a practicar la oración, a que sigamos hablando con nuestro Poder
Superior, incluso aunque creamos que es un ejercicio que carece de sentido. Todos los que
hemos practicado el undécimo paso, dedicando con regularidad un poco de tiempo cada día
a la meditación y a la oración, nos hemos visto recompensados—e incluso algunas veces
asombrados—de los resultados. Para muchos de nosotros dedicar todos los días un espacio
de tiempo a la oración y la meditación es absolutamente esencial, es una parte de este
programa de la que no queremos prescindir, porque en él encontramos la inspiración, la guía
y la fortaleza que necesitamos para vivir el resto del día de una manera productiva. Muchos
de nosotros empezamos el día con la oración y la meditación, lo terminamos también orando
y meditando, y recurrimos a estas prácticas durante el transcurso del día cuando sentimos
necesidad de guía, fortaleza o serenidad.
Las sugerencias del undécimo paso no tienen por qué interferir ni reemplazar las
prácticas religiosas habituales de algunos de nosotros. Por el contrario, hemos comprobado
que dichas sugerencias fortalecen la práctica de la religión de cada uno. Por otra parte, ni el
paso undécimo ni ningún otro paso nos obliga a abrazar ninguna religión organizada.

Pág.- 43 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

Como en muchos otros aspectos de este programa, no existe una única manera
correcta de trabajar el undécimo paso. “No lo compliques, que es sencillo” sería un buen
lema para aplicar ahora. Teniendo presente que nuestro objetivo es mejorar nuestro contacto
consciente con Dios, orar consiste simplemente en hablar con nuestro Poder Superior, y la
meditación es simplemente la manera de apaciguar nuestra mente y de abrir nuestro espíritu
a la influencia divina.
¿Qué le podemos decir a Dios cuando hablamos con Él? Le podemos decir todo lo
que nos apetezca decirle. Algunos rezamos diciendo oraciones que hemos memorizado,
acaso oraciones que hemos leído en las publicaciones del programa o en otros libros, o que
hemos aprendido en las reuniones, u otras que recordemos de nuestra niñez. Existen muchas
y maravillosas oraciones que durante siglos han sido un verdadero alimento para aquellos
que buscaban el crecimiento espiritual. Al decir esas oraciones, día tras día, y al pensar en el
significado que para nosotros tienen en nuestras presentes circunstancias, estamos
practicando también la meditación, aunque no seamos conscientes de ello. Al fijar nuestra
atención en las verdades que contienen dichas oraciones, abrimos nuestro espíritu para que
nuestro Poder Superior nos dé entendimiento y nos guíe.
Además de repetir oraciones que sabemos de memoria, podemos dirigirnos a Dios
utilizando nuestras propias palabras, como si estuviéramos hablando con nuestro mejor
amigo. A algunos nos han enseñado que hay cosas que no debiéramos decir o sentimientos
que no debiéramos expresar a Dios. Sin embargo, ahora que estamos recuperándonos de
nuestra compulsión por la comida, necesitamos completa libertad para expresar
sinceramente nuestros sentimientos en cualquier situación, sin ningún miedo a decir algo
que temamos que pueda perjudicar o destruir nuestra relación con Dios. Esta libertad es un
factor esencial en nuestro proceso de curación, porque nuestra recuperación tiene como base
el ser sinceros con nosotros mismos y con nuestro Poder Superior. Necesitamos tener la
completa seguridad de que nada puede destruir nuestra relación con esta importantísima
fuente de curación y de fortaleza mientras estamos explorando con toda sinceridad lo más
profundo de nuestro ser.
El undécimo paso nos conduce a pedir a Dios únicamente que nos permita conocer
su voluntad para con nosotros, y que nos dé la fortaleza necesaria para cumplirla. Como
hemos puesto nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de este Poder Superior, no tiene
sentido que desperdiciemos el tiempo de oración dándole instrucciones a Dios. Pero
¿significa esto que cuando oremos, no debemos nunca examinar ni mencionar nuestras
necesidades y nuestros problemas, y que no debemos expresar nunca nuestros sentimientos,
miedos o deseos? Está claro que si queremos tener una relación viva con nuestro Poder
Superior tendremos que tocar en nuestras oraciones todo lo que nos preocupa. Rezaremos
sobre todas estas cosas, pero no para que se cumplan según nuestros deseos, sino para que
nuestra voluntad pueda acomodarse a la voluntad de Dios.
Todos los que intentamos consolidar nuestra relación con un Poder Superior por
medio de la oración, pasaremos por momentos en los que nos sentiremos enfadados con
Dios. Quizá en el pasado nuestra reacción ante este enfado haya sido la de hacer como si no
existiera, negando así nuestra ira hacia Dios y hacia nosotros mismos. O quizá nuestra
reacción consistió en abandonar por completo la oración. Pero ahora que intentamos
recuperarnos con la ayuda de Dios, ninguna de estas opciones nos va a servir de mucho. Así
que no nos detenemos y expresamos nuestra ira, pero seguimos hablando con Dios. Y
entonces la ira se va, las respuestas vienen, y comprobamos que estas experiencias nos han
acercado más a nuestro Poder Superior.
Muchos de nosotros hemos descubierto que escribir sobre nuestros sentimientos de
ira u otras preocupaciones en cartas dirigidas a Dios nos ha servido de gran ayuda. A medida
que vamos escribiendo se nos aclaran muchos asuntos, expresamos nuestros sentimientos

Pág.- 44 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

con sinceridad y nos comunicamos con nuestro Poder Superior de una manera que nos
resulta muy tangible. Sabemos que hay miembros de OA que han enviado a Dios cartas con
oraciones de todas las maneras imaginables. Las hemos enviado por correo a nuestros
padrinos, las hemos echado en una caja sobre la que habíamos puesto la etiqueta "la Caja de
Dios", las hemos quemado como ofrenda, las hemos colgado en la rama de un árbol, o las
hemos tirado al río. Esta clase de ritos privados normalmente nos parecían al principio una
tontería, pero luego nos hemos dado cuenta de que nos daban maravillosos resultados. La
clave está en que hemos dejado de preocuparnos, hemos pasado a la acción, y hemos dejado
nuestros problemas en manos de nuestro Poder Superior. Ya no malgastamos nuestras
energías con nuestros resentimientos y preocupaciones, y nos sentimos libres para seguir
avanzando, para cumplir la voluntad de Dios.
La meditación es nuestra manera de apaciguar nuestras mentes para así poder
conocer mejor a nuestro Poder Superior. Así como con la oración, no existe una única
manera correcta de practicar la meditación; de hecho, la mayoría de nosotros introducimos
cambios en nuestra manera de practicarla de vez en cuando. La única manera mala de
practicar la meditación es no practicarla. Nosotros somos personas compulsivas orientadas a
la acción. La meditación consiste en una serie de acciones que nos proporcionan una
práctica imprescindible en el arte de quedarnos quietos y abrir nuestros corazones para
recibir alimento espiritual. Muchos de nosotros hemos perdido muchísimo tiempo corriendo
de aquí para allá, unas veces corriendo hacia la comida, y otras veces huyendo de ella, y
muchos hemos abusado de la comida por su efecto sedante. Comer compulsivamente era
nuestra forma principal de relajarnos. La meditación nos ofrece un medio de dejar de correr
y de relajarnos sin tener que recurrir a la comida.
Cuando meditamos estamos tomando conscientemente la decisión de concentrar
nuestros pensamientos en algo diferente a nuestros deseos y preocupaciones diarias.
Podemos empezar por respirar profundamente y contar la respiración, por coger en las
manos un objeto especial y concentrarnos en el sentimiento que nos produce, por escuchar
música suave, repetir una palabra o una frase, concentrarnos en una imagen, contemplar
fijamente un objeto o figura, o de cualquier otra forma que veamos. Cuando las
preocupaciones y los importunios nos distraen, renunciaremos con delicadeza a estas
distracciones y centraremos nuestra atención en las verdades con las que deseamos que Dios
nos llene la mente. Nuestro propósito al meditar es bien simple: Queremos relajarnos y
experimentar un profundo contacto con nuestro verdadero ser y con nuestro Poder Superior
para así recibir nuestro alimento espiritual.
El undécimo paso nos dice que por medio de la oración y de la meditación
llegaremos a conocer la voluntad de Dios para con nosotros. Aquí nos surge una duda:
¿Cómo podremos saber con certeza cuales de nuestros pensamientos coinciden con lo que
Dios nos está diciendo, y cuales son producto de nuestras propias justificaciones? Puede que
al principio nos resulte difícil reconocer los mensajes que Dios nos envía, porque no nos
llegan a través de palabras que podamos oír. Puede que aparezcan en forma de una idea o un
concepto nuevos, o como un cambio en nuestras motivaciones o actitudes, o simplemente
como una sensación de que nuestra energía se ha renovado, o de que se nos ha pasado el mal
humor. Reconoceremos los mensajes de nuestro Poder Superior por el efecto que causan en
nosotros. Si el tiempo que hayamos dedicado a orar y a meditar nos hace tan solo un poquito
más sensatos o más amables, si nos da tan sólo un poquito más de valor y fortaleza,
podemos estar seguros de que Dios nos ha "hablado" y que nosotros le hemos "escuchado".
Nuestro padrino y otros miembros de OA que tengan experiencia en la oración y en
la meditación pueden ayudarnos también a reconocer lo que Dios quiere de nosotros.
Cuando creamos que hemos recibido una idea de nuestro Poder Superior, será muy
conveniente que hablemos del asunto con nuestro padrino o director espiritual antes de

Pág.- 45 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

llevar a cabo ninguna acción drástica. Habrá ocasiones en las cuales tengamos que tomar
una decisión importante y queramos conocer la voluntad de nuestro Poder Superior. Nuestro
padrino o un amigo de OA pueden sugerirnos que sigamos orando, pidiéndole a Dios que
aumente nuestro deseo de hacer lo que tengamos que hacer, o que calme nuestros deseos si
no debemos hacer algo. Después de rezar, en vez de tomar la decisión inmediatamente,
dejamos de preocuparnos y esperamos un día o más, manteniendo nuestros ojos, oídos y
mente abiertos. Al final de este período de espera tomaremos la decisión con una
perspectiva más clara. A pesar de nuestros más sinceros esfuerzos, algunas veces nos
equivocaremos al hacer lo que creíamos que era la voluntad de Dios para con nosotros. Con
el tiempo estaremos muy agradecidos por las lecciones que vamos aprendiendo en estas
situaciones. Es gracias a estas experiencias que llegamos a distinguir mejor, en el futuro,
cuál es la voluntad de nuestro Poder Superior para con nosotros.
Los miembros de OA que han incorporado la oración y la meditación a su vida y las
practican con regularidad comprueban que ambas son una fuente constante de curación y de
fortaleza que nunca les falla. Los padrinos, los amigos de OA, las reuniones y las
publicaciones son una maravillosa fuente de ayuda. No podemos, ni queremos, prescindir de
ninguna de ellas, porque hemos comprobado que muchas veces Dios recurre a las mismas
para hablarnos. Sin embargo, de vez en cuando, nos fallarán en el preciso momento en que
las necesitemos. Nuestro Poder Superior es la única fuente de ayuda que tendremos a
nuestra disposición de forma permanente, la única lo suficientemente fuerte para sostenernos
y encaminarnos por el sendero de la vida. Y la oración y la meditación son nuestros vínculos
con esta fuente que no nos falla. Si las practicamos con regularidad nos proporcionarán el
consuelo que buscábamos en vano en la comida. Mediante la oración y de la meditación
cooperamos con un Poder espiritual mucho mayor que nos da lo que necesitamos para poder
vivir la vida con la máxima plenitud posible.

Pág.- 46 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

PASO DUODÉCIMO.- Habiendo experimentado un despertar espiritual como


resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los comedores compulsivos
y a practicar estos principios en todos nuestros actos.

El duodécimo paso empieza con el reconocimiento de esta gran verdad: los que
hemos trabajado los primeros once pasos del programa de OA hemos experimentado un
despertar espiritual, y ahora nosotros tenemos un mensaje de esperanza que hemos de
transmitir a otros comedores compulsivos. Nosotros, que pudimos comprobar nuestra
absoluta falta de poder y nuestra imposibilidad de controlar la comida y nuestras vidas,
hemos descubierto la fuerza salvadora de un Poder superior a nosotros mismos. Hemos
experimentado el milagro de una curación física, emocional y espiritual, tal como se nos
prometió cuando comenzamos a trabajar estos pasos.
Para la mayoría de nosotros, el principal factor de este despertar espiritual ha sido
nuestra decisión de confiar a un Poder Superior todos los aspectos de nuestra vida. Al poner
en práctica esta decisión día a día, hemos aprendido un compendio de destrezas nuevas para
vivir, destrezas que hacen posible que alejemos de nuestra vida todo lo que pueda disminuir
nuestra confianza en este Poder Superior. Ahora sabemos que no tenemos por qué tener
miedo a nada que pueda sobrevenirnos. Incluso cuando nos ocurren cosas que no nos gustan,
sabemos que existe la posibilidad de enfrentarse a cada situación de una manera valiente y
sensata. Hemos observado que nuestro Poder Superior siempre nos revela algo importante
en cada nueva experiencia, siempre que sigamos practicando esta nueva manera de vivir.
Ya no tenemos tampoco miedo de la comida, porque ésta ya no nos controla. Para la
mayoría de nosotros lo maravilloso es que Dios nos ha liberado de la obsesión por la
comida. Libres de la obsesión y con nuestro sano juicio recobrado, hoy tenemos la opción de
no seguir comiendo auto destructivamente. Ahora conocemos nuevas formas de hacer frente
a nuestros problemas y hemos adquirido nuevos hábitos que hacen de la vida una
experiencia positiva y alegre la mayoría de las veces. Y si volvemos a desear más comida de
la que necesitamos, sabemos que podremos encontrar ayuda en los pasos sin necesidad de
comer compulsivamente.
Siendo esto una realidad, ¿estamos ahora preparados para terminar el duodécimo
paso y sacarnos el título de OA? Mirando hacia atrás y viendo lo lejos que hemos llegado,
muchos de nosotros tuvimos la tentación de creer que habíamos llegado al final del camino.
Pero la verdad, tal como nos la enseña la experiencia de miles de miembros de OA, es que
incluso aunque hayamos alcanzado la meta en lo que a la salud, la talla o el peso se refiere;
incluso aunque hayamos trabajado los doce pasos lo mejor que hayamos podido; incluso
aunque hayamos celebrado significativos aniversarios de abstinencia y recuperación; incluso
aunque otros miembros de OA nos hayan colocado en posiciones de confianza y hayamos
prestado servicio en el grupo o ínter grupo, o a nivel regional o internacional; todavía no
hemos llegado al final del camino. El duodécimo paso nos invita a seguir nuestro viaje, día a
día, durante el resto de nuestra vida. Necesitamos seguir avanzando por la senda de la
recuperación, seguir aumentando nuestra conciencia espiritual, si queremos seguir en forma
espiritualmente y rebosantes de vida.
Quizás sea una suerte para nosotros y para los millones de comedores compulsivos
que todavía sufren, que la mayoría de los que hemos trabajado este programa seamos
incapaces de mantener nuestra recuperación si no transmitimos nuestra experiencia,
fortaleza y esperanza a otras personas. Algunos hemos intentado trabajar el programa por
nuestra cuenta, pero hemos sido incapaces de conservar nuestro equilibrio emocional y
nuestra abstinencia. Si lo hubiéramos conseguido puede que hoy no estuviéramos aquí
transmitiendo el mensaje a los recién llegados. Nos hubiéramos perdido lo mejor de los doce

Pág.- 47 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

pasos, porque la mayor alegría de la recuperación consiste en compartir nuestro programa


con otras personas.
Muy pocos de nosotros cuando empezamos a trabajar los pasos hubiéramos
sospechado que nos iba a ocurrir esto. Durante muchos años buscamos la gratificación en
nuestro desenfreno con la comida; en las posesiones materiales; en una carrera; en nuestros
innumerables intentos de conseguir cuerpos perfectos; o en el dinero, el sexo y en el "status"
social. Y aunque la mayoría de nosotros conseguimos y disfrutamos algunas de estas cosas,
la satisfacción fue muy pequeña en comparación con la alegría que nos proporciona
compartir este programa con otros comedores compulsivos.
El servicio en OA, sorprendentemente, ha sido un factor determinante en nuestra
recuperación. Actos sencillos, que parecían irrelevantes cuando los realizamos, tuvieron un
profundo efecto tanto en nosotros mismos como en los demás. Los abrazos que dimos en las
reuniones, las llamadas de teléfono que hicimos, las cartas que escribimos, o unas simples
palabras de aliento dichas y al momento olvidadas, volvieron a nosotros—algunas veces en
el preciso momento en el que más las necesitábamos—procedentes de personas que
recibieron a través de esas palabras la fortaleza para seguir caminando por el sendero de OA.
La mayoría de los que llevamos en OA al menos unos cuantos meses, ya hemos visto
algunos milagros de recuperación en nuestras reuniones. Entre nuestros amigos se cuentan
personas que conocimos cuando eran recién llegados y estaban abrumados por el
sufrimiento. Hemos visto cómo este sencillo programa los iba cambiando, y nos sentimos
satisfechos de la parte que hayamos podido jugar en dicha transformación, incluso aunque lo
único que hayamos hecho haya sido asistir a las reuniones de OA y decirles: “¡Vuelve otra
vez!”. El gozo que sentimos cuando tratamos de transmitir el mensaje es hoy una fuerza
positiva en nuestras vidas, que nos sostiene tanto en los buenos momentos como en los
malos, y que actúa tanto en nuestra recuperación como en la de nuestros compañeros.
Hablar de OA con las personas que todavía sufren se ha convertido en algo cada vez
más natural para nosotros. Unas veces por los cambios que se han producido en nuestros
cuerpos, y otras veces por los cambios que se han producido en nuestras actitudes, la gente
ahora nos dice: “¡Tienes un aspecto estupendo!, ¿qué has hecho?”. Y cada vez nos resulta
más fácil decirles que somos miembros de OA, contarles lo que estamos viviendo, e invitar
a nuestros amigos a integrarse en nuestra fraternidad.
Pedimos con frecuencia a Dios que nos ayude a hablar del programa tanto con las
personas que no pertenecen a OA, como con las personas que asisten a las reuniones.
Cuando nos ponemos en manos de nuestro Poder Superior, podemos relajarnos y hablar
sinceramente sin tener que estar preocupándonos por lo que decimos. También hemos
comprobado que creamos menos confusión en los demás si al hablar de nuestras
experiencias nos concentramos en los aspectos de las mismas relacionados con OA, en vez
de referirnos a aquellos otros aspectos ajenos a OA. Aunque es posible que nos hayan
resultado útiles diversas terapias, el asistir a la iglesia, las dietas, el ejercicio, los libros de
autoayuda, la metafísica, y otras cosas, hemos comprobando que lo mejor es poner énfasis
en nuestra experiencia con los doce pasos, que son la base de la recuperación para todos
nosotros.
También hemos comprobado que nuestro servicio rinde sus mejores frutos cuando no
nos hacemos ilusiones respecto a los resultados. Cuando nos proponemos cambiar a las
personas, normalmente fallamos, aunque les hayamos dedicado muchísimas horas. Para
trabajar el duodécimo paso tampoco tenemos por qué elaborar planes para salvar a todo el
mundo. Dios encuentra muchas maneras de ayudar a la gente por medio de nosotros,
siempre que estemos dispuestos a hacer lo que podamos, cuando podamos, y que
continuemos por la senda del progreso espiritual.

Pág.- 48 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

El duodécimo paso nos sugiere que continuemos aplicando esta nueva forma de
actuar en la vida “en todos nuestros actos”, y la amplia experiencia de los comedores
compulsivos en vías de recuperación confirma la importancia que tiene el hacerlo. A medida
que los íbamos practicando, los principios de los primeros once pasos empezaron a
transformar nuestra antigua forma de vida, que se centraba en el ego y en comer
compulsivamente. En el paso duodécimo confirmamos que hemos dado la espalda a nuestra
antigua forma de actuar. Ahora caminamos en una nueva dirección de crecimiento espiritual.
¿Cuáles son algunos de los principios, inherentes en cada paso, que se nos anima a
poner en práctica en todos nuestros actos? En el primer paso, al admitir personalmente
nuestra impotencia ante la comida y también el que sin ayuda éramos incapaces de gobernar
nuestras vidas, aprendimos el principio de la sinceridad. Ahora queremos seguir siendo
sinceros con nosotros mismos en todas las esferas de nuestra vida. Uno de los aspectos en
los que debemos ejercitar más nuestra sinceridad hoy es admitiendo que seguimos siendo
comedores compulsivos, y que por lo tanto seguimos necesitando ayuda diaria.
En el segundo paso, a medida que íbamos creyendo que un poder superior a nosotros
mismos podría devolvernos el sano juicio aprendimos lo que significa la esperanza. Ahora
necesitaremos que esta misma esperanza esté presente en todos nuestros actos. Incluso en
nuestras horas de mayor soledad podemos recordarnos a nosotros mismos la gran verdad de
que no estamos solos; incluso en nuestros momentos de mayor debilidad podremos
encontrar la fortaleza que necesitamos si creemos que está a nuestra disposición, y rogamos
que se nos conceda.
En el tercer paso, al tomar la decisión más importante que jamás hayamos tomado, la
decisión de confiar a Dios—tal como nosotros lo concebimos—nuestra voluntad y nuestra
vida, aprendimos lo que significa la fe. Practicar el principio de la fe significa hoy para
nosotros que ya no vamos por la vida actuando de acuerdo con nuestras apetencias en el
momento que nos place. Sino que acudimos a nuestro Poder Superior, y le pedimos que nos
guíe y nos dé la fortaleza necesaria a la hora de tomar decisiones.
En el cuarto y quinto pasos, al enfrentarnos a la realidad de todos nuestros defectos,
aprendimos lo que eran el valor y la integridad. Aplicar estos principios en todos los
aspectos de nuestras vidas significa que el miedo que antes teníamos a reconocer nuestras
faltas ya no gobierna nuestra vida. Tenemos la entereza necesaria para mostrarnos al mundo
tal como somos. Al no tener que presentarnos ante el mundo con la imagen de personas
perfectas podemos vivir con más plenitud, teniendo el valor de admitir nuestras propias
faltas, y de poner a prueba nuestra fortaleza en las contrariedades que la vida nos depara.
En el sexto paso, al estar absolutamente dispuestos a que se nos liberase de nuestros
defectos, aprendimos mejor lo necesario que es tener buena voluntad. Ahora aplicamos este
principio de muchas maneras, aprendiendo mediante las experiencias de cada día a
distinguir la diferencia que hay entre la voluntad propia y la disposición de cooperar con la
voluntad de nuestro Poder Superior.
En el séptimo paso empezamos a entender el significado de la palabra humildad.
Hoy practicamos este principio renunciando a perseguir un "status" y abandonando los
pensamientos y acciones con los que nos menospreciábamos a nosotros mismos y a los
demás, y confiamos humildemente en que Dios nos liberará de nuestros defectos.
En el octavo y noveno pasos examinamos el daño que habíamos hecho a los demás e
intentamos repararlo. Y ahora aplicamos los mismos principios de autodisciplina y amor
hacia los demás en todos nuestros actos. La autodisciplina nos ayuda a no ofender a los
demás, y a reparar con mayor rapidez los daños causados. Al poner en práctica el principio
del amor aprendemos a aceptar a los demás tal como son, no como nosotros quisiéramos que
fueran. Empezamos a adoptar esta nueva actitud no sólo con los miembros de OA, sino
también con los miembros de nuestra familia, en el colegio, el trabajo y en todas las áreas de

Pág.- 49 de 50
DOCE PASOS DE OA NUEVOS

nuestras vidas. Poco a poco nos damos cuenta de que estamos estableciendo con todas las
personas que conocemos la mejor relación posible.
En el décimo paso descubrimos el valor que tiene la perseverancia para trabajar los
doce pasos. Poner hoy en práctica este principio en todos los aspectos de nuestra vida
significa que continuamos haciendo todo lo que tanto ha contribuido a nuestra curación,
incluso aunque a veces nos preguntemos si todavía lo necesitamos. La perseverancia nos
proporciona la recompensa de una recuperación permanente y continua.
En el undécimo paso, al centrar nuestra atención en el ejercicio de la oración y de la
meditación, conocimos el principio del despertar espiritual. Practicamos este principio
tratando de ser conscientes de la presencia de Dios en todos los aspectos de nuestra vida, y
alimentando nuestra sensibilidad espiritual a través de la oración y de la meditación.
El principio del servicio, que es la base del duodécimo paso de OA, es el que va a
guiar nuestros actos a partir de ahora tanto dentro como fuera del programa. Empezamos a
experimentar la bella realidad de que cuando renunciamos a nuestra vieja necesidad de
controlar a las personas, y nos limitamos a ser un medio del que nuestro Poder Superior se
sirve para ayudar a los demás, recibimos en cambio una gran dosis de gozo y fortaleza.
Nosotros, que empezamos a trabajar los pasos con la sola intención de dejar de
comer compulsivamente, nos damos cuenta de que a través de ellos nos hemos embarcado
en un viaje de crecimiento espiritual para toda la vida. Del aislamiento de la obsesión por la
comida hemos pasado a conocer un nuevo mundo. Caminando de la mano de nuestros
amigos y de nuestro Poder Superior vamos conociendo este mundo nuevo utilizando como
mapa que nos guía en nuestro camino los grandes principios espirituales de los doce pasos.
Rebosantes de agradecimiento seguimos los pasos de muchos otros que ya han recorrido
este camino antes que nosotros, felices de poder también nosotros dejar nuestras huellas para
que otros puedan verlas y seguirlas.
Los que vivimos este programa no sólo transmitimos el mensaje, sino que somos
nosotros el mensaje. Cada día que vivimos como debemos nos sentimos bien, y se
manifiesta en nosotros el gozo de la recuperación, gozo que atrae a otros que quieren lo que
OA nos ha dado a nosotros. Estamos siempre dispuestos a compartir nuestro secreto: los
doce pasos de Comedores Compulsivos Anónimos, que nos permiten a cada uno de nosotros
vivir como debemos y estar bien, día a día.

Pág.- 50 de 50

También podría gustarte