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Introducción
Una noche llena de palabras que duele, mis secretos mal guardados:
todo tiene que ver con el amor y con el desamor. -RUMI
Sin embargo y, por extraño que parezca, aunque nos sea posible vislumbrar que
un amor puro y brillante puede ocupar el corazón humano, es muy difícil
encontrarlo totalmente encamado a nuestro alrededor, especialmente, en donde
más importa: en nuestras relaciones con quienes nos rodean.
De hecho, hoy para muchas personas, arriesgarse en una relación amorosa se
ha convertido en algo atemorizante, algo que casi con seguridad va a producir un
dolor abrumador o estragos emocionales.
Sólo con arañar la superficie de nuestra cultura enloquecida con el romance y el
sexo se podrá percibir una sensación de desengaño en muchas personas que
sienten, como dice una canción pop, que "el amor apesta".
O como lo expresó una joven en uno de mis talleres: "Si el amor es tan grandioso,
¿por qué son tan imposibles las relaciones? No me digan que tengo que abrir
más mi corazón. Ya está demasiado abierto y no quiero que me sigan
lastimando".
Entonces, justo al lado de la verdad de la perfección del amor, está otra verdad
más difícil: la complicada e imperfecta red de las relaciones humanas que da
origen a frustraciones tremendas, al dolor y a la ira en todos los rincones a los
que miramos. Un minuto estás en contacto con el amor en tu corazón,
experimentas apertura, cariño y conexión. Y, al minuto siguiente, sin que te des
cuenta, tú y la persona a la que amas se ven inmersos en un conflicto o
incomprensiones que los hacen cerrarse o comportarse de manera cruel.
Por tanto, incluso cuando nuestro amor es genuino y real, hay algo que con
frecuencia parece bloquear la expresión total y perfecta en las relaciones.
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"Te amo pero no puedo vivir contigo" es una de las frases clásicas de esta
dolorosa brecha entre el amor puro en nuestro corazón y las relaciones difíciles
que vivimos. Esta discrepancia nos plantea un acertijo exasperante que cada uno
de nosotros tiene que "solucionar o quedar hecho trizas".
Este acertijo se hace presente bajo muchos y diferentes disfraces.
Aunque el amor siempre surge de nuevo, muchos de nosotros vamos por el
mundo sintiéndonos privados del mismo, como si estuviéramos muriendo de
hambre en la tierra de la abundancia. Y mientras el amor puede producir una
profunda alegría, nuestra vida amorosa nos causa los mayores sufrimientos.
Aunque no hay nada tan simple y llano como la calidez del corazón, "la tarea más
difícil de todas es amar a otro ser humano" como lo escribió el poeta Rilke.
Y, si bien el amor lo conquista todo, la guerra, no obstante, sigue siendo la fuerza
que gobierna las relaciones en el mundo.
Este libro tiene un enfoque diferente. Se centra en la raíz y fuente de todos los
problemas relacionales, "la madre de todas las cuestiones de la relación", nuestro
herido vínculo con el amor mismo.
En algunas parejas estas explosiones se dan pronto haciendo estallar una posible
relación en los primeros encuentros. Para otras, la actitud del desamor puede no
manifestarse sino cuando ya se está viviendo un aparente matrimonio feliz,
cuando uno o dos de los miembros de la pareja de repente un día se despierta y
se da cuenta de que no se siente verdaderamente reconocido. Es común
escuchar a una esposa de un matrimonio de varios años decir algo como: "Sé
que mi esposo me ama, pero, por alguna razón, no me sienta amada".
Algunas veces, la actitud del desamor se manifiesta por medio de discusiones
interminables e irritabilidad, como si los dos miembros de la pareja estuvieran
buscando permanentemente razones para quejarse: "¿Por qué no sabes
quererme?" Por ejemplo, una pareja con la que trabajé me describió el siguiente
incidente que los mantuvo distanciados durante una semana. La mujer acababa
de prepararle té a su marido y él se molestó porque ella le echo leche al té: "¿No
te he dicho que no me gusta que le pongas la leche al té porque prefiero dejarlo
en infusión más tiempo?"
La única manera de comprender que algo tan trivial pueda dar origen a un
conflicto mayor es saber qué significa para él lo que la mujer ha hecho: en su
opinión, ella ha mostrado, una vez más, que no sintoniza con él y con sus
necesidades, lo mismo que las otras mujeres de su vida, empezando con su
madre. Y para ella, que incluso prepararle un té se convierta en una ocasión para
culparla y manifestar su resentimiento, muestra una vez más, que no importa lo
que haga porque nunca logrará conseguir su amor. Tras este incidente
insignificante está una historia larga de sentimientos de descuido y
desvalorización que los dos cónyuges están recreando una vez más.
Pero piénsalo: el autor que escribe un gran éxito editorial, el político que gana
una elección, el hombre de negocios que logra una promoción o un contrato
importante, todos ellos se sienten satisfechos consigo mismos porque algo de
amor fluye a su alrededor, bajo la forma de reconocimiento, alabanza o aprecio.
Incluso el comerciante que logra una ganancia en el mercado de valores siente
que los dioses le están sonriendo.
En el fondo, la mayoría de las cosas por las que luchamos —seguridad, éxito,
riqueza, estatus, poder, reconocimiento, valoración, elogio— son maneras de
tratar de llenar un vacío en nuestro interior, un vacío producido por la separación
del amor. Como modos de tratar de alcanzar el amor indirectamente, estas
gratificaciones substitutas no nos nutren verdaderamente porque no nos aportan
lo verdadero. En ese sentido, son como la comida basura. Su incapacidad de
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nutrirnos sólo intensifica nuestra avidez interior y nos lleva a apresurarnos en la
ruleta del éxito porque estamos ansiando desesperadamente alcanzar alguna
recompensa que de verdad nos satisfaga.
Pero si el amor es tan central a lo que somos, ¿por qué nos sentirnos con tanta
frecuencia tan alejados de él? Todas las grandes tradiciones espirituales se han
preguntado por qué las personas se tratan tan mal y el mundo es tan caótico. Se
han dado diversas explicaciones como la ignorancia, un karma negativo, el
pecado original, el egocentrismo o la incapacidad de reconocer el amor como
nuestra naturaleza misma. ¿Pero cuál es la raíz de estas aflicciones?
La herida del corazón
No saber que podemos ser amados por lo que somos nos lleva a desconfiar del
amor mismo y esto, a su vez, nos lleva a dar la espalda a la vida y a dudar de su
benevolencia. Podemos decirnos que el amor no está disponible.
Pero la verdad profunda es que no tenemos una confianza real en él y, por lo
tanto, nos cuesta mucho abrirnos y dejar que nos habite por completo.
Esto nos desconecta de nuestro propio corazón y exacerba nuestra convicción de
escasez de amor.
Esta desconexión del amor, con frecuencia surge de no sentirnos realmente
acogidos o aceptados en nuestra familia de origen, ya sea por negligencia, falta
de sintonía o abuso descarado. Al no sentirnos protegidos por los brazos del
amor, caemos en las garras del temor. Un amor o una crianza inadecuados
producen un impacto directo en el sistema nervioso del niño lo que deja una
huella o trauma que nos afectará durante toda nuestra vida.
A nivel colectivo está herida profunda en la psique humana nos conduce hacia un
mundo convulsionado por la lucha, el estrés y el disentimiento.
Las comunidades y las instituciones sociales en todos los niveles —matrimonios,
familias, escuelas, iglesias, corporaciones y naciones alrededor del mundo—
están confundidas, divididas contra ellas mismas.
Los mayores males del planeta —guerra, pobreza, injusticia económica,
degradación ecológica— todos surgen de nuestra incapacidad de confiar los unos
en los otros, de honrar las diferencias, de comprometernos en un diálogo
respetuoso y lograr un entendimiento mutuo.
Así toda la belleza y los horrores de este mundo surgen de la misma raíz: la
presencia o la ausencia del amor. No sentirse amado y asumir esto
profundamente es la única herida que hay. Nos traumatiza, nos seca y nos
contrae. Por tanto, exceptuando unos pocos desequilibrios bioquímicos y
desórdenes neurológicos, el manual de diagnóstico de enfermedades
psicológicas que se conoce como el DSM podría fácilmente empezar así:
"Aquí se describen todas las desdichas que la gente experimenta y todos los
comportamientos horribles de las personas que no saben que son amadas".
Todo el odio nuestro y de los otros, todos nuestros temores, nuestro egoísmo,
nuestros problemas de comunicación e inseguridades sexuales; todas las
patologías, las neurosis y la destructividad en el mundo; y la pesadilla total de la
historia con su derramamiento de sangre y crueldad, se reducen a un hecho
simple: el corazón se enfría porque no sabemos que somos amados y
merecedores del amor. Y toda la tragedia de la vida humana surge de allí.
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Cuando la gente no se siente amada se forma un hueco negro en su psique y allí
se empieza a instalar la creencia de que son seres insignificantes, que carecen
de importancia, de bondad o belleza. Este lugar helado del temor es el que da
origen a los ataques terroristas de toda clase, no sólo los que tienen forma de
bombas que explotan sino también a los arranques emocionales que surgen en
nuestro interior y en nuestras relaciones.
A menos de que podamos erradicar esta plaga sanando la actitud del desamor
que ha sido transmitida de generación en generación, la regla de temor y terror
nunca será superada en esta tierra. Una "guerra al terrorismo" es un oxímoron,
una imposibilidad, porque no es posible eliminar el terror con la guerra, la que
sólo genera más terror. Solamente en un ambiente de am podremos alguna vez
sentirnos protegidos contra un Ataque. "Tenemos que amarnos los unos a los
otros o morir" como escribió W.H. Auden en un poema en los Inicios de la
Segunda Guerra Mundial.
Amor y resentimiento
Yo reaccioné con ira e indignación al ataque terrorista del año 2001 y a la fiebre
de guerra que se desató después. No obstante, pronto vi que mi reacción hacía
parte del mismo problema, a gran escala, que me preocupaba en el mundo.
Los terroristas tenían justificados resentimientos contra los Estados Unidos; el
gobierno de los Estados Unidos tenía justificados resentimientos contra los
terroristas. Y como estas dos facciones en guerra, yo también tenía un
resentimiento justificado contra un mundo adicto a la guerra y a la venganza y
contra los proveedores de odio por todos lados. A pesar de tener un ferviente
deseo de un mundo en paz, siempre que mirara a los terroristas y a los belicistas
como un tipo de adversario contra el cual abrigar rencores estaba también
contribuyendo a la guerra. Ver que mi inversión en el resentimiento era del mismo
tipo del que surge todo el odio y la violencia en el mundo me llevó a sumergirme
en un proceso de búsqueda profunda y descubrimiento interior.
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Esta tendencia a erigir adversarios contra quienes luchar también nos trabaja
desde dentro a nosotros. Quizá luchas a diario con tu trabajo porque lo
consideras como un monstruo devorador que amenaza con consumirte.
O, es posible que luches con tus listas de cosas por hacer, las diferentes
presiones en tu vida, el tráfico, el clima, los sentimientos difíciles que te
descomponen, incluso contra la vida misma.
Cuando la batalla interior produce más dolor es cuando te haces daño a ti mismo
porque esto genera un enorme estrés emocional y odio a uno mismo.
Hay personas que se sienten tan agresivas contra lo que son que terminan
matando al monstruo que imaginan ser.
¿Por qué esta compulsión a crear adversarios y alimentar resentimientos cuando
esto sólo logra destruirnos a nosotros y a los que nos rodean? Al repasar cada
uno de los elementos de mi resentimiento contra el mundo inmediatamente
después de los ataques terroristas, pude reconocer un antiguo sentimiento de no
pertenencia, pude rastrearlo hasta mi infancia.
Me había sentido como un extraño al crecer porque los adultos que me rodeaban
parecían más interesados en hacer que yo encajara en sus agendas que en
ayudarme a ser quien yo podría ser. Alejar a mi madre porque no me dejaba ser
yo mismo tuvo como consecuencia separarme del amor y me puso en guardia
contra él desde las primeras décadas de mi vida.
Por consiguiente, había aprendido a desarrollar mi intelecto, al menos en parte,
como una estrategia para disociarme del dolor que producía la desconexión del
amor. Pero mucho más hondo que cualquier necesidad de escribir, de lograr algo
o de dejar una marca en el mundo, había un deseo profundo que enfrentado en
su simplicidad desnuda estaba dándome una lección: en la raíz de todo lo que
hacía, tenía que admitirlo, lo que yo más quería era amar y ser amado.
En la base de mi resentimiento contra un mundo que se había enloquecido
descubrí al niño vulnerable que todavía no sabía que el amor estaba totalmente
disponible y que era de verdad confiable.
Aunque aparentemente había tenido mucho amor en mi vida y había estudiado y
escrito acerca de las relaciones íntimas durante muchos años, yo descubrí una
esquina oscura y oculta dentro de mí en la que se escondía mi desconfianza en el
amor. Entonces, me di cuenta de que ahí era donde el resentimiento había
echado raíces, en este lugar en el que yo estaba contra un mundo que no parecía
amistoso. Dentro de mí estaba enfrentando el mismo resentimiento que envenena
el mundo entero, alimentando toda la culpa y la recriminación que eventualmente
podía conducir a la violencia, al divorcio, a ]as venganzas, y a la guerra.
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Reconocer esta relación entre la actitud del desamor y la actitud de resentimiento
dentro de mí mismo me dio una comprensión más profunda de por qué el amor
fracasa continuamente en las relaciones humanas.
Con el ánimo de explorar esto más profundamente decidí llevar el asunto del
resentimiento a los estudiantes de la clase que yo dictaba cuando los ataques
terroristas estaban todavía frescos y los niveles de temor y de ira eran altos.
Empecé por pedirles centrar su atención en una situación estresante de sus
vidas. Luego les dije que trataran de ver en qué forma su estrés actual estaba
relacionado con plantearse en oposición contra algo que vieran como su
adversario. Algunos eligieron una relación de trabajo, otros se decidieron por los
ataques terroristas, la respuesta de nuestro gobierno o el caos del mundo.
Para mis estudiantes resultó iluminador ver cómo, en cada caso, su tensión
creció al tener que decir no a algo que estaban tratando como su adversario.
Después les pedí tratar de ver si en esta lucha había alguna vieja herida familiar
que se remontara muy atrás en sus vidas. Luego les solicité expresar este
resentimiento en una oración, en el tiempo presente, iniciando con "Tú...".
Mientras los estudiantes, por turnos, expresaban su queja, se hizo claro que
todas eran diferentes manifestaciones de la misma queja, la tristeza más
fundamental que hay: tú no me quieres. Más específicamente: tú no me quieres
como soy. Esta es la herida universal que alimenta nuestra pelea con el mundo.
El amor es el reconocimiento de la belleza. Todos nosotros soñamos con conocer
y confiar en la belleza y la bondad que reside en nuestro interior.
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Especialmente en la infancia necesitamos a alguien que vea la belleza de nuestra
alma y sea un reflejo de la misma, que nos sirva de espejo en el que podamos
verla y apreciarla nosotros mismos. Cuando la belleza de lo que somos no es
reconocida, sentimos la ausencia del amor, y nuestro sistema sufre un impacto y
se cierra.
Por razones que no podemos comprender, otras personas, Dios, o la vida misma,
parecían estar privándonos en ese momento del reconocimiento y la comprensión
que sabíamos instintivamente que necesitábamos para prosperar.
Esto era enloquecedor. Sabíamos que el amor nos pertenecía y que
necesitábamos ir parejos con él, sentir que nos llenaba y nos impregnaba más y
más. Seguramente había a quien culpar. Por tanto generamos un resentimiento
contra los demás o contra la vida misma por no habernos proporcionado el amor
que necesitábamos, o contra nosotros por no haber alcanzado ese amor exitosa
mente.
Gran amor
Es cierto, nos merecemos el amor perfecto. Por derecho propio. Pero el problema
es que lo estamos buscando en los lugares equivocados, fuera de nosotros
mismos, en nuestras relaciones imperfectas, con personas imperfectas que están
tan heridas como nosotros. Esto inevitablemente nos deja frustrados y
desilusionados. Aunque el amor perfecto algunas veces pudo brillar a través de
las relaciones, no podemos contar con que las otras personas sean la fuente
constante del mismo.
Si el gran amor es como el Sol, nuestra herida es como una nube que
temporalmente bloquea sus rayos. Por fortuna, así como el Sol no puede ser
lastimado por las nubes, nuestra capacidad natural de calidez y apertura no
puede ser destruida. Entonces, para sanar la herida del corazón no se necesita
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reparar algo que se ha roto. Tener un corazón herido es como estar perdido en
las nubes que temporalmente bloquean el acceso al Sol que brilla siempre.
Aunque podemos pasar toda nuestra vida perdidos en estas nubes, esto no
significa que el Sol mismo se haya extraviado o esté lastimado. Para curar la
herida de amor es necesario exponernos al Sol para que haga lo que
naturalmente quiere hacer: brillar sobre nosotros.
Acoger el amor
La mayoría de las religiones tratan de solucionar el problema del amor humano
aconsejándonos amar más generosamente. El camino para ser amado, dicen, es
amar primero. "Porque a todo el que tenga, se le dará" "Es mejor dar que recibir".
Este principio básico de la vida espiritual contiene, ciertamente, una profunda
verdad. No obstante, hay otra verdad que va junto a ella: no podemos dar lo que
no podemos recibir. Así como la tierra es abundante debido a su capacidad para
recibir y absorber (luz del sol y lluvia del firmamento), de la misma manera sólo
podemos dar amor en abundancia si somos capaces de recibirlo, absorberlo y
dejarnos nutrir por él. Si no nos sentimos amados dentro de nosotros mismos
¿cómo podremos confiar en el amor? Si nuestra herida nos impide acoger el
amor ¿cuánto amor tendremos para dar?
"Amar es irradiar amor", escribe Rilke mientras que "ser amado quiere decir estar
ardiendo". ¿Quién puede decir que estar ardiendo es menos sagrado que
irradiar? Y, ¿cómo podemos irradiar una luz pura si no estamos ardiendo?
Por tanto, la llave para amar es hacernos más permeables al amor, dejarlo entrar
completamente en nuestro ser para que podamos vivir de dentro hacia afuera.
Incluso si creemos que Dios es amor o que tenemos el deber moral de amar a
nuestro prójimo, dichas creencias tienen poco efecto si nuestro "canal de entrada"
está cerrado o es muy estrecho, lo que impide que el amor fluya libremente en
nuestro interior.
Se han escrito innumerables libros acerca de cómo lograr que el amor sea más
enriquecedor. Este libro es diferente porque está centrado más bien en tu
capacidad de recibir el amor y en la manera en la que puedes ampliar dicha
capacidad.
Hay un secreto acerca del amor humano que, con frecuencia, pasamos por alto:
recibirlo es mucho más asustador y amenazante que darlo. ¿Cuántas veces en tu
vida has sido incapaz de acoger el amor de alguien e incluso lo has alejado de ti?
Por mucho que afirmemos que deseamos ser verdaderamente amados, con
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frecuencia tememos al amor y, por tanto, se nos dificulta limos y dejarlo entrar.
Una de las maneras en las que las parejas con frecuencia enfrentan su temor a
recibir amor es dividirlo en dos polos: uno de los dos se acerca y el otro se
distancia. Aunque parezca que el que busca la distancia es quien le teme a dejar
que el amor entre, de hecho los dos han elegido controlar la receptividad.
Los que se cercan tienden a exigir, seducir o perseguir, todo esto impide
suavizarse y abrirse. Con frecuencia tienen miedo a tener que recibir y responder,
esta es la razón por la cual prefieren la actitud de búsqueda. Los que se
distancian mantienen el control reteniendo. Si bien los dos tienen quejas del otro,
de hecho, están haciendo lo mismo: comprometerse en una estrategia que evita
el ego de abrirse totalmente al amor.
Este libro une estas dos aproximaciones y presenta una mirada psicoespiritual
que nos permite transformar la herida del corazón.
En el nivel psicológico este libro te ofrece un conjunto particular de maneras de
comprender y de métodos concretos para enfrentar tu herida personal en el
campo del amor y dejar salir tus viejos rencores para que el amor fluya en tu
interior con más libertad. En el nivel espiritual, te ayudará a desarrollar tu
capacidad para abrirte, para ubicar tus experiencias más difíciles en un espacio
de amor y todavía más allá para sacar provecho de la gran fuerza del amor
absoluto que es tu esencia misma, para que ella pueda renovar é iluminar tu vida
desde tu interior.
En las primeras sesiones David se centró en Lynn y en por qué ella no era de
confiar, pero hubo un momento en el que pude cambiar el rumbo y centrar la
charla en lo que le pasaba a él. Había crecido con una madre imprevisible,
depresiva y que no estaba disponible durante largos períodos de tiempo y cuando
sí estaba presente tenia poco que dar emocionalmente.
Nada de lo que David hiciera, desde enojarse hasta tomar distancia, lograba
atraer la atención y el amor que necesitaba. Esto dio como resultado que él
sencillamente no confiaba en que podía ser amado por ser quien era. Esto lo
llevaba a buscar la manera de probar su valía conquistando mujeres pero a la vez
experimentaba resentimiento contra ellas porque tenía que hacer esto.
Ese atractivo exterior de David escondía un resentimiento amargo del que apenas
era consciente y que le costaba mucho reconocer y aun más expresar porque en
su familia la ira había sido el pecado más grave y más rechazado.
Una de las maneras de expresar su ira era alejar a cualquiera que intentara
acercarse. Básicamente les estaba diciendo a todas las mujeres que lo querían:
"desaparece, yo no confío en tu interés y atracción porque nunca podrás amarme
de verdad". La desconfianza que le inspiraba Lynn resonaba en todos los
rincones de su pasado, una vida entera en la que nunca se sintió realmente
amado y acogido.
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"Entonces, ¿así son las cosas? Amas a alguien, te abres y te sientes vulnerable,
la dejas entrar y se convierte en una persona realmente importante para ti y luego
puede hacer lo que quiera —desaparecer, herirte, mentirte— y no hay nada que
uno pueda hacer. ¿Así es el amor?"
La crudeza de las palabras de David tocó una fibra que resonó dentro de mí, me
puso en contacto con mi propia experiencia relacionada con lo que él estaba
expresando y sonreí mostrando mi reconocimiento. Pensé que cuando uno quiere
de verdad establece una conexión profunda con alguien y cuando esa pasión
brota desde lo más profundo de uno mismo es como una ola imposible de
controlar. Simplemente te abre por completo. No sólo es imposible controlar la ola
de sentimientos sino que tampoco es posible controlar la respuesta de la otra
persona. Pensé en todas las veces que yo me había sentido así, con ese temor y
con ese instinto de protección que acompañaba este sentimiento.
"Las primeras palabras que pronunció fueron un lastimero: "No sé". Le animé a
seguir reflexionando sobre la pregunta, a mirar en su interior, y dejar que la
respuesta surgiera de lo más profundo de sí. Después de una pausa, dijo: "Me
gustaría ser capaz de confiar en ella y saber si en realidad me ama". Apenas
había pronunciado estas palabras cuando ya las estaba matizando: "pero, tal vez
esto es pedir demasiado". Le pregunté: "¿Cómo sería ser amado así? ¿Qué te
proporcionaría eso?" La pausa fue aún mayor y luego dijo: "Una sensación de ser
aceptado, de ser valorado por lo que yo soy".
No obstante yo pude percibir que había algo más que bullía en su interior.
Lo invité a continuar su introspección y le pregunté qué creía que ganaría
sintiéndose conectado. En esta ocasión la respuesta surgió rápidamente, ni
siquiera tuvo tiempo de pensarlo: "Una sensación de pertenencia, ser apreciado
por lo que soy, pero no estoy seguro de cómo sería porque, como usted sabe,
nunca he experimentado ese sentimiento".
David se sonrojó al decir estas palabras y pude reconocer el abismo que esto
representa para él. Hablamos durante un rato, observamos lo difícil que es para
los hombres reconocer su deseo de pertenecer y ser valorados y, lo que todavía
es más extraño, admitirlo frente a otro hombre. David me miraba tratando de ver
en mi rostro qué juicios estaba haciéndome, por tanto, le dije que estaba justo ahí
con él, que valoraba su deseo de compartir esto conmigo. Nos sentamos un largo
rato en silencio, los dos sentíamos qué significaba para él haber reconocido este
deseo de ser amado así.
Una parte en mí quería detenerse ahí y dejarlo solo. Pero si habíamos llegado tan
lejos, sentí que era necesario explorar algo más. Después de asegurarme que él
todavía se sentía bien, le dije: "Imagina que eres amado y valorado y trata de ver
qué sentirías, qué te posibilitaría experimentar en tu interior". Cerró sus ojos
durante un rato, y luego dijo: "Se siente como si fueras sostenido, sostenido en
los brazos amorosos de alguien... Hasta puedo sentir algo así en este momento".
David y yo nos habíamos suavizado considerablemente.
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El amor como un espacio acogedor
Los momentos más importantes en esta sesión fueron aquellos en los que David
reconoció su profunda necesidad de ser acogido en el amor y en los que
descubrió qué significaba esta acogida, lo que le permitió relajarse, suavizarse y
encontrar unidad en sí mismo. La desconfianza que David experimentaba por su
madre lo había llevado a temer y a desconfiar de todas las mujeres de su vida.
Pero en un nivel mucho más profundo esta herida lo llevaba a desconfiar de la
vida misma, le dificultaba reconocer que toda su existencia estaba sostenida por
algo mucho más grande en lo que podía confiar.
D.W. Winnicott, psiquiatra infantil británico, definió la familia como "un ambiente
acogedor" que posibilita y sostiene el crecimiento saludable del niño. Más allá del
sustento físico que es esencial para los niños, la noción de Winnicott se refiere al
ambiente emocional benévolo que puede proporcionar una familia.
¿Qué tipo de sostén es más esencial para el desarrollo humano? Imagínate que
recogemos a un pajarito que se cayó del nido. Si lo sostienes con demasiada
fuerza, lo aplastas. Si lo dejas casi suelto, se puede caer al piso. Lo que tú
quieres es tomarlo en tus manos y no ejercer demasiada presión sobre él.
Estos son, entonces, dos aspectos esenciales del sostén: contacto y espacio.
El contacto implica encuentro, poder ver, tocar, establecer sintonía, conexión, y
recibir atención. Un buen contacto significa que el niño va a desarrollar más
confianza, fuerza interior y autoaceptación. Pero sólo el buen contacto no es
suficiente. 'Los niños también necesitan que se les dé espacio para poder ser, ser
ellos mismos. El contacto sin espacio puede llegar a ser fastidioso, claustrofóbico,
asfixiante.
Cuando los padres no son entrometidos, cuando reconocen y respetan los ritmos
y necesidades particulares de sus hijos, cuando respetan el espacio del niño sin
interrumpir constantemente el "llegar a ser" (como lo llama Winnicott), ayudan al
niño a estar satisfecho consigo mismo. Por supuesto, también es problemático
que este espacio no esté balanceado con un buen contacto, porque el niño
experimenta abandono.
Por tanto, hay dos tipos de herida relacionada con el amor que conducen a un
temor a la intimidad. Cuando los padres son entrometidos y no proporcionan
espacio suficiente, los niños crecen con el temor de que ese contacto cercano
con los demás signifique una amenaza de asfixia, control, manipulación o
violación de la individualidad. Y cuando los padres no proporcionan un contacto
emocional cálido, los niños crecen temiendo que las relaciones pueden llevar al
abandono, a la perdida o a la privación.
Los temores de ser asfixiado por el otro, por lo general, son causa de desánimo
en las relaciones, los temores de abandono conducen a una predisposición a la
dependencia; aunque estos dos tipos de herida pueden también dar lugar a una
variedad de síntomas diferentes. Mucha gente sufre un poco de cada uno, lo que
da lugar a relaciones de "quita y pon" en las que uno de los miembros de la
pareja busca la proximidad mientras el otro se aleja, pero se aleja cuando el otro
se acerca.
Los dos aspectos del sostén —contacto y espacio, sintonía y dejar ser—
corresponden a dos cualidades nucleares del amor, la calidez y la apertura que
son inherentes a nuestro ser.
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La calidez es nuestro impulso natural a salir de nosotros mismos, a tocar, a
establecer contacto, a acoger, a abrazar y a disfrutarlo. La apertura es nuestra
capacidad de dejar ser, de permitir, de admitir y de recibir a los otros como son,
proporcionándoles espacio suficiente, sin tener que dominarlos o someterlos a
nuestro antojo. Este dejar al otro ser es la mayor ternura que podemos ofrecer a
los que amamos. Al unir la apertura y la calidez nos disponemos a reconocer y
apreciar la belleza natural en el corazón mismo de todas las cosas y todas las
personas, en síntesis: amar.
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CAPÍTULO UNO
Amor perfecto,relaciones imperfectas
Una y otra vez me derrota,
Este depender de los otros para ser feliz.
O cuando te enamoras por primera vez, estás tan sorprendido y feliz debido a la
maravilla que aporta la presencia de esta persona que tu corazón se abre
totalmente. Durante cierto tiempo el brillo de este amor te llena por completo, lo
llena todo con una fuerza total y tú te deshaces de felicidad.
De la misma manera cuando un amigo o persona amada está muriendo, todas las
quejas contra esa persona desaparecen. Sencillamente valoramos al otro por ser
quien es, por haber estado un tiempo con nosotros en este mundo. Un amor puro
e incondicional brilla cuando las personas hacen de lado sus propias exigencias y
agendas y se abren completa mente unos a otros.
El amor absoluto no es algo que tengamos que, siquiera que podamos, fabricar o
hacer. Es algo que surge naturalmente de nosotros cuando nos abrimos por
completo a otra persona, a nosotros mismos o a la vida. En relación con el otro,
se manifiesta como afecto desinteresado. En relación con nosotros mismos, se
muestra como una confianza interior y una auto aceptación que nos llena desde
dentro. Y en relación con la vida, se manifiesta como una sensación de bienestar,
aprecio y alegría de vivir.
Amor absoluto
Cuando este tipo de apertura y calidez nos viene de otra persona, recibimos
sustento esencial: nos ayuda a experimentar nuestra propia calidez y apertura,
nos permite reconocer la belleza y la bondad que están en el centro de nuestra
naturaleza. La luz del amor incondicional despierta el potencial de las semillas
adormecidas del alma y las ayuda a germinar, a florecer y a dar fruto y nos
permite poner en evidencia los únicos dones que son nuestros y que podemos
ofrecer en esta vida. Recibir amor puro, cuidado y reconocimiento del otro es para
nosotros una gran bendición: nos permite afirmarnos en quienes somos y también
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decirnos sí a nosotros mismos.
Cuando dos personas se ven y se aprecian la una a la otra como son, comparten
un momento de reconocimiento de "yo-tú" como lo llamaría Martín Buber.
Tenemos afinidad natural con este alimento perfecto que es también nuestra
esencia más profunda, la sangre de nuestra vida. Es esta la razón por la cual
todos los bebés la buscan desde el momento mismo de su nacimiento.
Es imposible dejar de anhelar nuestra propia naturaleza.
Amor relativo
Pero aunque el corazón humano es un canal a través del cual el amor fluye hacia
el mundo, este canal del corazón con frecuencia se atasca con escombros —
ciertos patrones defensivos y temibles que se desarrollan porque no sabemos
que somos verdaderamente amados. El resultado es que la apertura natural del
amor, que podemos degustar en momentos maravillosos y breves de conexión
pura con otra persona, rara vez impregna completamente nuestras relaciones.
De hecho, cuanto más se abren dos personas la una a la otra, esta apertura
tiende a sacar a la superficie todos los obstáculos posibles: sus más profundas y
negras heridas, su desesperación y desconfianza y sus puntos sensibles más
primarios. Así como el calor del Sol hace que se formen las nubes porque hace
brotar la humedad de la tierra, la apertura total del amor activa las nubes espesas
de nuestra herida emocional, los lugares en los que todavía estamos cerrados y
en los que se anida el miedo y nos hace resistirnos al amor.
Hay buenas razones para que esto suceda. Antes de que logremos convertirnos
en un canal despejado a través del cual el amor pueda fluir libremente, las
diferentes heridas que tenemos tienen que salir a la superficie y exponerse.
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El amor como poder sanador puede funcionar solamente sobre lo que se hace
presente para ser sanado. Mientras nuestra herida permanezca escondida, lo
único que puede hacer es enconarse.
Este, entonces, es el amor relativo: el brillo del amor absoluto que se filtra a
través de las nubes de nuestra personalidad condicionada y sus patrones
defensivos: temor, desconfianza, deshonestidad, agresión y percepción
distorsionada. Como un firmamento parcialmente nublado, el amor relativo es
incompleto, inconstante e imperfecto. Es un juego continuo de luz y sombra.
El brillo total del amor absoluto puede brillar fugazmente.
Hasta ahora, todo esto puede parecer totalmente obvio. Pero esta es la cuestión:
nos imaginamos que los otros —¡particularmente aquella persona!— deberían ser
una fuente de amor perfecto porque sabe amarnos de manera consistente y
como debe ser. Como nuestras primeras experiencias de amor suelen darse en
las relaciones con los otros, tendemos naturalmente a mirar las relaciones como
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su fuente principal. Entonces, cuando las relaciones fallan y no nos dan el amor
ideal que habíamos soñado, pensamos que hay algo que no funcionaba. Y esta
esperanza decepcionada activa la herida del corazón y genera resentimiento
contra los otros. Por esto es que el primer paso para sanar la herida y para
liberarnos del resentimiento es valorar la diferencia que hay entre el amor relativo
y el amor absoluto.
En el fondo más profundo de nuestro ser —la divinidad interior que compartimos
con todos los seres— no hay separación entre yo y tú. En cualquier momento es
posible experimentar la calidez y la apertura de una conexión del corazón con
cualquier criatura viviente: un amante, un niño, un amigo, un extraño que pasa
por la calle, incluso un perro. Cuando apreciamos la belleza de otro ser, el canal
del corazón se abre y una chispa de amor absoluto pasa a través de nosotros. En
este momento de conexión ya no nos sentimos tan separados o aislados. Nos
complacemos en compartir la presencia amorosa y tierna que reside en el
corazón de todos.
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Una noche conectas profundamente con otra persona, lo que te deja con una
sensación de apertura total hacia ella; te sientes amoroso y enamorado.
Pero, a la mañana siguiente, aunque todavía sientas amor, esa apertura total
puede verse nublada porque empiezan a surgir preguntas como: ¿es seguro
abrirse a esta persona? ¿Puedes aceptar las enormes diferencias que hay entre
esta persona y tú? ¿Realmente te comprende? ¿Forman una buena pareja?
Fundirse en la apertura proporciona momentos de unión maravillosa en el amor
absoluto. Y es esto lo que sirve de fuerza creadora a los grandes y míticos
romances, este descubrimiento puro y ese encuentro que se da con frecuencia
fuera del tiempo y el espacio corrientes. Pero los desafíos del amor relativo traen
las parejas de nuevo a la tierra porque las obligan continuamente a enfrentar y
trabajar con el hecho de que son dos personas. Sin embargo, esto no es malo.
Porque sin enfrentar as maneras en las cuales ellos son claramente diferentes, y
sin explorar cómo seguir encontrándose a través de estas diferencias, la conexión
de una pareja puede perder pasión y vigor y se corre el riesgo de crear una fusión
emocional poco saludable o una dependencia mutua.
No sólo cada uno tiene necesidades y perspectivas disímiles, sino que con
frecuencia queremos ser amados de una manera particular que sirva para aliviar
nuestras viejas heridas emocionales. Esta es una exigencia irracional, porque se
asume que los otros, de manera consistente, pueden dar forma a su estilo de
amor para ajustarse al nuestro. Si tú tienes temores de abandono, por ejemplo,
es posible que intentes presionar a tu compañero para que exprese un
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compromiso mayor al que quisiera. Esa clase de compromiso puede ser
tranquilizadora para ti, porque te hace saber que el otro está allí a tu disposición.
La cuestión aquí es, ¿estamos actuando con amor cuando tratamos que los otros
nos amen como nosotros creemos que deberían hacerlo? ¿No es esta una
manera de controlar? Las expectativas en las relaciones con frecuencia pueden
ser una forma de violencia sutil porque podemos estar exigiendo que los otros se
adecúen a nuestros deseos.
Entonces, de todos estos modos, el amor relativo nos lleva a recorrer un camino
lleno de baches. Después de' un momento de intimidad, de comunión "yo-tú" es
inevitable volver a ver a la persona amada como a "otro" alguien que está "allí"
que se convierte en el objeto de nuestras necesidades, reacciones o planes.
"Esta es la melancolía exaltada de nuestro destino", escribe Buber, "que cada tú
en nuestra vida tiene que convertirse en un "ese"...
Es imposible evitar este destino porque es parte del ser de personas separadas,
que hace que tanto nosotros como todo lo que amamos se convierta en el objeto
de nuestras esperanzas y temores. Por tanto, las relaciones se apartan
continuamente de la alegría de la comunión "yo-tú" a la turbulencia del me gusta,
me disgusta, del acuerdo y del desacuerdo, de la cercanía y la distancia.
Tu marido puede ser amable y paciente hoy, pero mañana puede salir a flote toda
esa rabia que lleva escondida. En un momento el amor puro brilla en la mirada de
tu amada y al momento siguiente dices
Es imposible evitar que nos gusten ciertos aspectos de otras personas que
coinciden con nuestros gustos y preferencias pero que nos disgusten aquellos
que nos caen mal. Solamente en un nivel avanzado de desarrollo espiritual
pueden los seres humanos liberarse del tire y afloja del gusto y el disgusto.
Esto quiere decir que el amor relativo, inevitablemente, contiene una cierta
ambivalencia o sentimientos mezclados.
Así, esposo y esposa, padre e hijo, amigo y amigo, nunca pueden conservar un
estado permanente de armonía o comunión. Es parte de la naturaleza de las
cosas que a cada acercamiento lo siga un distanciamiento. Esta no es una
imperfección o un defecto del amor, de los seres humanos o del universo. No
quiere decir que tú eres malo o que los otros son malos o que la vida es injusta ni
nada por el estilo. El pulso de la vida siempre se mueve en ciclos de sube y baja,
adelante y atrás, expansión y contracción, sinergia y entropía.
Sin embargo, cuando los momentos encantadores más elevados del nuevo amor
son seguidos por momentos bajos de conflicto y sufrimiento, con frecuencia lo
consideramos un desastre que no debería estar sucediendo. Pero si podemos
reconocer estos bajonazos como los abismos inevitables de la ola del amor
relativo, la incomprensión y la separación puede convertirse pronto en el
trampolín para una nueva comprensión y conexión.
Si miramos nuestras vidas con honestidad, lo más probable es que veamos que
nadie ha estado disponible para nosotros de una manera constante y confiable.
Aunque nos gustaría imaginar que alguien, en algún lugar —quizá las estrellas
del cine o las personas espirituales— tienen una relación ideal, esto es
básicamente producto de la fantasía.
Si miramos con más detenimiento, podemos ver que todos tenemos nuestros
propios temores, puntos ciegos, secretos, inseguridades, tendencias agresivas y
manipuladoras, y puntos sensibles emocionales que pueden bloquear los canales
a través de los cuales el gran amor puede fluir libremente. Por más que
deseemos amar con un corazón puro, nuestras limitaciones inevitablemente
hacen que nuestro amor fluctúe y flaquee.
Pero nuestro anhelo de un amor perfecto y de una unión perfecta tiene su lugar y
su propia belleza. Como surge de un conocimiento intuitivo de la perfección que
reside en el corazón, se orienta hacia algo que está más allá de lo que los
mortales ordinarios pueden proporcionar. Anhelamos sanar nuestra separación de
la vida, de Dios y de nuestro propio corazón.
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No obstante, es inevitable que tengamos problemas cuando transferimos esta
añoranza hacia otra persona. Es por esto que es importante distinguir entre el
amor relativo y el amor absoluto, para que no nos perdamos buscando el amor
perfecto en situaciones imperfectas. Aunque las conexiones íntimas pueden
proporcionarnos destellos resplandecientes de total unidad, es imposible que
contemos con ellas para lograrlo. La única fuente confiable de amor perfecto es lo
que es perfecto: el corazón abierto, despierto en el centro del ser. Esto es lo único
que nos permite conocer la unión perfecta, en la que todo nos pertenece porque
nosotros pertenecemos a todo. Esperar esto de las relaciones nos hace
susceptibles a sentirnos traicionados, descorazonados u ofendidos.
La génesis de la herida
Remontar las olas de la relación resulta particularmente difícil cuando los abismos
de la incomprensión, la falta de armonía, o la separación reactivan la herida de
nuestro corazón y evocan viejas frustraciones y heridas de la niñez. En los
primeros momentos de nuestra vida, es muy probable que nuestros padres nos
hayan dado las más grandes dosis de amor y devoción incondicional que les fue
posible. Éramos unos bebés tan adorables que quizá se sintieron bendecidos
cuando esos seres tan preciosos y fascinantes entraron en sus vidas. Si fuimos lo
suficientemente afortunados de tener una madre que podía entregarse a nuestro
cuidado, una madre "lo suficientemente buena", posiblemente tuvimos algunas
experiencias de deleite del brillo del amor puro.
A medida que el niño se desarrolla y se hace una persona separada, los primeros
momentos maravillosos de unicidad con la madre van desapareciendo. Ya no
somos ese sorprendente ser que surgió de otro espacio. Por el contrario, para
nuestros propios padres, nos convertimos en "su hijo", un objeto de sus
esperanzas y temores. Su aceptación y apoyo dependen de si nosotros llenamos
sus expectativas. Y esto debilita nuestra confianza: en nosotros mismos, ¿somos
o no somos aceptables como somos? En los otros, ¿pueden o no valorarnos por
lo que somos? Y en el amor mismo, ¿está realmente disponible para nosotros?
Incluso si en el nivel más profundo nuestros padres nos amaban
incondicionalmente, les era imposible expresar este sentimiento de manera
consistente debido a sus limitaciones humanas.
No era su culpa. No quiere decir que fueran malos padres o malas personas.
Como todos, tenían sus temores, preocupaciones, molestias y cargas así como
su propia herida con respecto al amor. Como todos nosotros, ellos son vehículos
imperfectos del amor perfecto.
Al entrar a este mundo los niños quieren, naturalmente, sentirse acogidos por un
sí incondicional y crecer en ese tipo de ambiente. Esto es perfectamente
comprensible. Pero, incluso si los padres pueden proporcionarlo hasta cierto
punto, con mucha frecuencia no pueden mantener la misma estabilidad.
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Esto también es comprensible puesto que todos tenemos dificultades para
permanecer abiertos y decirnos siempre sí a nosotros mismos y a nuestras vidas.
La capacidad para mantener un sí incondicional es una capacidad humana muy
avanzada que con frecuencia se desarrolla solamente por medio de una
dedicación muy profunda o por la práctica espiritual. La incapacidad de nuestros
padres de mantenerse totalmente abiertos naturalmente limita su capacidad de
transmitirnos el amor incondicional.
No saber que podemos ser amados y que merecemos serlo, así como somos,
impide que la herida se cure y tenemos la idea de que otras personas tienen la
clave para solucionar esto. Nos gustaría, y a veces lo esperamos, que el amor
humano relativo fuera absoluto y que nos proporcionara un flujo confiable de
sintonía, aceptación y comprensión incondicional.
Esta es la razón por la cual es útil mirar más detenidamente y ver lo que
realmente sucede en nuestro interior cuando nos sentimos amados por los otros.
Una mujer de edad mediana que yo estaba atendiendo en la terapia estaba
obsesionada con lograr la aprobación y la admiración de los demás, hasta tal
punto que literalmente se estaba enfermando por el esfuerzo que hacía para
lograrlo porque le preocupaba perder la estimación de los otros. Un día le
pregunté a Ana qué sucedía efectivamente en su cuerpo en los momentos en los
que lograba conseguir aprobación o elogio.
Entonces parece que lo que en realidad más deseas es sentir tu propio corazón".
Como ya habíamos echado unas cuantas miradas a la presencia de su corazón
en nuestro trabajo, Ana comprendió esto inmediatamente.
"No lo había pensado nunca". Ana hizo una pausa y luego preguntó rápidamente,
"¿Cómo puedo aferrarme a este sentimiento?" Como se trataba de un
descubrimiento, ella temía perderlo y caer en la vieja compulsión de encontrar su
propia valía a través de los otros. Como su familia no le había proporcionado un
espacio acogedor en el que pudiera relajarse y confiar en el amor, había
aprendido muy pronto que solamente tratando de complacer a los demás podría
obtener lo que necesitaba. Un ego enfocado en obtener algo se había
desarrollado precozmente en ella suplantando su propio corazón de niña.
Al abandonar su corazón había empezado a vivir entregada a su mente
hiperactiva. Por tanto, no nos debe sorprender que el momento en el que sintió su
corazón hubiera empezado a tratar de aferrarse con su mente a ese sentimiento.
Animé a Ana para que dejara que este descubrimiento se sedimentara en ella, es
decir, que lo que más quería lograr era la expansiva calidez y la apertura de su
corazón y que lograr la aprobación no era sino un medio para alcanzar ese otro
fin. Aprender a reconocer esta añoranza de su propio corazón le ayudó a
empezar a cambiar su orientación y en lugar de buscar el amor en el exterior
empezó a tratar de encontrarlo dentro de ella misma.
De la misma manera, tú puedes tomarte un momento y darte cuenta de que si te
sientes amado puedes conectar con algo gratificante y poderoso dentro de ti
mismo. Cuando alguien te demuestra amor, esa persona no te está entregando
algo. Lo que sucede, en realidad, es que se abre una ventana en tu interior,
permitiendo que el gran amor entre y te toque.
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La apertura de otra persona motiva la ventana de tu corazón para que se abra y
para que el amor se haga disponible como tu propia experiencia interior.
Esto es lo que te enciende, este sentido de calidez expansiva que te ilumina
desde dentro. Al sentir esto, produces resonancias que son percibidas por la
persona que te ama porque los dos están compartiendo la misma experiencia.
"Quienes van en búsqueda del amor" escribe D.H. Lawrence, "sólo encuentran su
propia ausencia de amor". He aquí una manera sencilla de experimentar por ti
mismo lo que quiere decir Lawrence. Fija tu atención en alguien que quisieras
que te amara más, y trata de darte cuenta qué se siente al querer esto.
Si observas con mucho cuidado, notarás que buscar el amor en otro crea una
cierta tensión o congestión en tu cuerpo, más claramente en tu pecho. Aprieta el
corazón. Y el resultado es que sientes tu propia ausencia de amor.
Nadie más podrá proporcionar nunca la conexión que finalmente dará paz a tu
alma. Encontramos esa conexión cuando la ventana del corazón se abre
permitiéndonos disfrutar de la calidez y apertura que son nuestra naturaleza más
profunda. Cuando buscamos esto en los demás terminamos tratando de
controlarlos y manipularlos para que estén allí para nosotros de manera tal que
nos permitan asentarnos en nosotros mismos. Pero poner el énfasis en tratar de
obtener algo de ellos nos impide descansar en nuestro propio terreno y nos deja
aparentemente dependientes e interiormente desconectados.
Imaginar que los otros pueden ser la fuente de amor nos condena a deambular
perdidos en el desierto de dolor, abandono y traición en el que las relaciones
humanas parecen ser desesperadamente trágicas e imperfectas.
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Pero escondido tras estos padecimientos hay un cierto don.
Cuando nuestro dolor está en las manos de otros es mayor la urgencia de ir más
al fondo en la búsqueda de la verdadera fuente de amor. Si los otros fueran
vehículos perfectos del amor absoluto, entonces sería fácil aferrarnos a ellos
como la fuente última de satisfacción. Si nos hacemos totalmente dependientes
de los otros, no tendríamos ningún incentivo para encontrar el gran amor que está
presente dentro de nosotros mismos. Permaneceríamos atrapados en la
conciencia de un niño que busca que alguien le dé lo que no recibió en su
infancia.
Quizá los santos más inspirados y los budas pueden ser perfectos vehículos a
través de los cuales el absoluto amor fluye sin ninguna obstrucción.
Una apertura total e incondicional a todo lo que la vida nos brinda y el despertar
espiritual permiten que el corazón sea un canal totalmente limpio.
Esto hace que la persona que ha despertado siga dando aunque el mundo no le
devuelva nada. Arnaud Desjardins, un maestro espiritual francés cuya jornada
empezó filmando a los grandes maestros espirituales del Este, dedicó la mayor
parte de su vida a buscar el perfecto amor que lo liberara. Por último lo encontró,
pero en el lugar menos esperado. No allí en donde lo buscó inicialmente —en los
brazos de las mujeres jóvenes— sino a los pies de los hombres viejos, los sabios
en cuya compañía se sentó.
George Orwell escribió que la esencia del ser humano no está en buscar la
perfección sino en "estar preparado para ser derrotado y lastimado por la vida
porque este es el precio inevitable de aferrarse al amor a otros individuos" que
son tan imposibles como nosotros. Es evidente que lo que Orwell describe es la
cualidad dolorosa y agridulce del amor relativo. Las relaciones humanas, con
frecuencia, parecen totalmente imposibles porque aparentemente nunca pueden
satisfacer nuestros ideales y expectativas. Una y otra vez nos obligan a enfrentar
el desengaño y la derrota, hasta que por último la única alternativa sea dejarnos
romper para que podamos permanecer abiertos y amorosos frente a la vida tal
como es.
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Dar forma humana al amor absoluto16 implica aprender a sostener la
imposibilidad de asumirnos a nosotros mismos y a los otros de la manera que el
firmamento sostiene las nubes, proporcionándoles espacio y equilibrio.
El firmamento puede hacerlo porque su apertura es mucho más amplia que la de
las nubes y no las percibe amenazantes de modo alguno. Sostener nuestras
imperfecciones de esta manera nos permite verlas como señales en la vía del
trabajo en progreso que somos y no como impedimentos para el amor o la
felicidad. Entonces podemos decir "Sí, todos tenemos debilidades
relativas que ocasionan sufrimiento y, a la vez, todos poseemos la belleza
absoluta, que supera, con mucho, estas limitaciones.
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La bestia herida es solamente la clausura de esa maravillosa capacidad de gracia
y fluidez.
Este es, después de todo, el amor que más añoramos, esta aceptación de
nuestra humanidad que nos permite valorarnos a nosotros mismos como los
seres hermosos y luminosos que somos y que habitamos en una forma
vulnerable y titilante cuyo interminable deseo es pasar de crisálida a mariposa, de
semilla a vida nueva. Como criaturas terrenas siempre sujetas a ciertas
decepciones, dolores y pérdidas, no podemos evitar sentirnos vulnerables.
Pero, el corazón humano sigue siendo invencible como un canal abierto a través
del cual el gran amor entra en este mundo. Ser total y verdaderamente, humano
significa permanecer firme en las dos dimensiones, celebrando que somos
vulnerables e indestructibles a la vez.
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CAPÍTULO DOS
Actitud de queja
¿Quién es ese que se siente tan infeliz?
Aquel que siempre tiene quejas.
-ANÓNIMO
Porque al querer herir o rechazar a alguien o algo que nos molesta, estamos
involuntariamente haciéndonos daño o rechazándonos nosotros mismos.
Esto se puede identificar fácilmente: nota cómo tu cuerpo entero se tensa y se
vuelve violento cuando tiene un sentimiento contra alguien.
Cuando lo haces estás destruyendo tu propia vida, la presencia, apertura y
calidez que son tu savia vital. Entonces, hacerle mal a otro haciéndote daño a ti
mismo es elegir la muerte y no la vida, justo como el kamikaze.
Este es uno de los fenómenos más sorprendentes que he observado en el trabajo
con parejas: con frecuencia tienen mucha más energía para hacerse daño el uno
al otro que para arreglar las cosas entre ellos. A menudo invierten demasiado en
su queja: "Me hiciste esto; me dijiste que... Me has hecho daño".
Algunas personas están tan atadas a sus resentimientos que están dispuestas a
destruir su relación y su propia felicidad sólo para demostrar que su pareja está
equivocada y él o ella tiene la razón.
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Quejas que nos aquejan
Dan y Nancy son un buen ejemplo de esto. Después de cinco años de
matrimonio, Nancy había acumulado una importante colección de quejas por la
actitud de Dan, no sentía que él la amara totalmente. En realidad, Dan no era el
amante ni el marido ideal. Pero Nancy también parecía obtener un placer
perverso en acumular resentimiento por lo que él hacía o dejaba de hacer.
Era como si llevara una contabilidad permanente para pasarle las facturas.
"Otra vez lo hiciste. Me acabas de demostrar una vez más que no me amas. Si
me amaras: me habrías prestado más atención... Escuchado con más cuidado...
Llamado... Te habrías disculpado... Habrías sido más atento conmigo frente a los
demás... No te habrías quedado mirando a esa otra mujer... No me habrías
gritado...".
A Dan la lista de Nancy le parecía interminable. Cada vez que hacía algo, eso
parecía una nueva evidencia de que "él realmente no la amaba". Para cerrar la
discusión, Nancy ponía su lista sobre la mesa. Dan sentía que no tenía ninguna
oportunidad porque cada que vez que hacía algo "correcto" esto no significaba
nada comparado con la larga lista de errores registrada. Entonces, poco a poco,
fue perdiendo el interés por esforzarse. Si bien le costaba prestar atención a las
necesidades de los otros, en realidad amaba a Nancy y quería hacerla feliz.
Pero debido a la frustración que le producía no ser capaz nunca de hacer lo
suficiente se había endurecido en su idea de que ella sencillamente era
imposible.
Cuando esta pareja vino por primera vez, parecían dos fiscales tratando de
probar lo equivocado que estaba el otro. Nancy se mantenía firme en sus
resentimientos justificados y Dan era categórico en reclamar que Nancy nunca
estaría satisfecha con él, sin importar qué tanto se esforzara.
Como la mayoría de la energía de su relación se invertía en la pelea entre sus
dos posiciones, quedaba muy poca energía para tratar de hacer algo diferente.
Este tipo de callejón sin salida es frecuente en los matrimonios y en las relaciones
de vieja data.
Algunos dirían que este tipo de amargura acusatoria muestra que los humanos
son básicamente agresivos, o que la guerra es más fundamental que el amor en
las relaciones humanas. Pero miremos las cosas desde otro ángulo.
Como sólo es posible apretar el puño cuando antes la mano estaba abierta, la
guerra y la agresión no son primarias sino que son el cierre de una apertura ; más
47
fundamental. Son lo que hacemos cuando nos sentimos heridos o inseguros, es
decir, separados del amor. De la misma manera, así como el firmamento sostiene
las nubes pero las nubes no pueden sostener el vasto espacio del firmamento, el
amor es mayor que el odio porque puede acoger el odio pero este no puede
acoger el amor. Si bien el amor puede existir libre del odio, el odio solamente
existe debido al amor, como un síntoma doloroso de desconexión.
Entonces, si el amor es primario, ¿por qué la guerra tiene tanta preponderancia
en las relaciones humanas y en los asuntos mundiales?
La respuesta la obtendremos sacando a flote el fenómeno del resentimiento.
El resentimiento es el eslabón que falta entre el amor y la. guerra: la paz
degenera en guerra y las lunas de miel ' conducen a divorcios debido a la
recreación de viejos resentimientos.
Cada rencor tiene sus raíces en viejas heridas producidas por la falta de amor y
en viejas frustraciones resultantes de no haber sido capaces de hacer nada al
respecto. Esta herida y frustración una vez instaladas, se convierten en una
especie de virus escondido que permanece dormido en nuestro sistema nervioso
y está listo a hacerse presente en el momento en el que alguien nos mira mal.
Esto provoca todos los estallidos emocionales que afectan nuestras relaciones.
Entonces, en lugar de concluir que los seres humanos son básicamente
belicosos, tenemos que comprender con exactitud por qué nos aferramos a estos
resentimientos que subyacen a todos nuestros actos de agresión. Lo que es claro
es que mantener presente lo que nos ha herido en el pasado es un mecanismo
de supervivencia, una manera de tratar de asegurarnos de que no nos vaya a
volver a suceder cuando bajemos la guardia.
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La mente que sostiene los resentimientos es como un centinela de tiempo
completo cuyo trabajo es mantenerse alerta frente a las amenazas emocionales
provenientes de otras personas. Dicho con sencillez, no queremos que nos
vuelvan a lastimar como sucedió una vez hace mucho tiempo.
Casi siempre el centinela hace su ronda sin que nosotros seamos conscientes de
que está de guardia. Pero cuando alguien se nos atraviesa, nos hace un desaire,
nos ignora o nos lastima, la alarma se enciende. Esta alarma provoca el
resurgimiento de las emociones contenidas al recorrer nuestro sistema nervioso.
Entonces, activamos alguna forma de agresividad o actitud defensiva —
demostramos ira, culpamos al otro, lo atacamos, nos alejamos— para enfrentar
esta amenaza.
¿Por qué están tan presentes esos juicios en nuestra mente? Juzgar a los demás
es una manera de sentimos superiores porque nos ubicamos por encima de los
otros. Pero, ¿por qué razón necesitamos sentirnos superiores a menos que
también nosotros, de alguna manera, nos hayamos sentido, muy en el fondo,
inferiores y tengamos la necesidad de compensar esto? Juzgar a los otros me
permite pensar que tengo la razón y me hace sentir superior, lo que me protege
del dolor que puede causarme su juicio y su rechazo. Al juzgarlo, neutralizo el
poder que tiene sobre mí. Aquí vemos de nuevo la herida trabajando: al juzgar y
condenar a los otros estoy tratando de evitar el dolor y el temor de no sentirme
amado.
Es por esto que nuestra actitud de juzgar a los otros surge espontáneamente
como si estuviéramos invirtiendo siempre en nuestro resentimiento.
Desafortunadamente, esto nos impide estar aquí en el presente, el único lugar en
el que el amor verdadero y la felicidad pueden darse.
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La mente que escudriña el ambiente para encontrar amenazas, insultos y cosas
que no le gustan nos mantiene tensos y con los nervios de punta.
El otro-malo
Un paso importante para liberamos de las garras del resentimiento es reconocer
el clavo que lo mantiene en su sitio: la fijación en el "otro-malo". El otro-malo es
nuestra imagen interna del otro que no nos ama o no nos trata bien. Podemos ver
cómo opera en nuestra tendencia de mantenemos a la espera de agravios
dirigidos contra nosotros. Esta tendencia funcionará siempre de manera
inconsciente envenenando nuestra relación con los demás si no sacamos esta
imagen interior a flote y nos damos cuenta de qué tanto centramos nuestra
atención en las posibles amenazas de los otros.
Los niños pequeños no pueden comprender por qué los padres pueden ser
"buenos", fuente de placer y felicidad en un minuto, y "malos", fuente de dolor y
frustración al minuto siguiente. Se requiere mucha madurez para mantener una
imagen balanceada, matizada de los demás lo que incluye sus cualidades
agradables y desagradables. Si los niños tuvieran esa madurez, serían capaces
de decirse a sí mismos: "Me siento desatendido en este momento, pero puedo
ver que mi madre está pasando por un mal momento. Está preocupada y
presionada. Su vida es difícil y tener un niño pequeño saca a flote todos sus
conflictos y necesidades no resueltos. Por tanto, si ella no puede estar disponible
para mí ahora esto no quiere decir que haya nada negativo en relación con ella o
conmigo". Si los niños estuvieran en capacidad de este tipo de razonamiento ¡no
se necesitarían los psicoterapeutas!
Estas explosiones de rabia y culpa se dan cuando la imagen del otro-malo y sus
dolorosas asociaciones toman forma de repente en la conciencia y se proyectan
en la persona amada. Es como si nuestro vigilante permanente tuviera un cartel
con la foto de un criminal muy buscado pegada en la pared y estuviera
constantemente alerta para identificar rastros de este villano a su alrededor.
Así, cada vez que nuestro compañero actúa, habla o nos amenaza de cualquier
modo que pudiera identificarse con este perfil, se dispara un sentimiento muy
hondo de alarma y nos enfrascamos en la pelea con todas nuestras fuerzas.
De repente, vemos a todas las personas que queremos como las vivas
personificaciones de todos los que nos han hecho daño o que nos han
rechazado: "Sabía que no debía confiar en ti.
51
Eres como todos los demás.
Te mostraré que no puedes tratarme de esta manera". Y, lo que es peor, cuando
contraatacamos culpabilizando o agrediendo hacemos que se enciendan las
alarmas de nuestra pareja. El o ella reacciona con actitud defensiva o agresividad
lo que justifica, aún más, nuestra historia del otro-malo. Y el conflicto sigue
escalando.
Una mujer ha tenido un día estresante en el trabajo y esa noche resulta ser la que
su esposo elige para tener relaciones íntimas. Como ella no le responde como él
esperaba entonces la ve como la encarnación de todas las personas indiferentes
que se ha encontrado en la vida, empezando con su madre, que no se
interesaban por él porque estaban demasiado embebidas en su mundo.
Entonces, de repente, adopta una actitud fría y dice cosas desagradables.
Su reacción emocional ha sido tan fuerte que no se da cuenta de que ni siquiera
está pensando en su pareja, sino que, debido a su herida, está proyectando la
imagen del otro-malo en ella. En verdad, ella puede quererlo mucho y tener
muchas esperanzas en su potencial de mayor intimidad.
Pero él no puede ver esto ahora porque su vieja figura del otro-malo ocupa la
pantalla de su conciencia.
La ira del conductor es otro de los ejemplos comunes de cómo los viejos
resentimientos contra el otro-malo puede tomar vida en un momento. Si no,
¿cómo podríamos explicar que personas tranquilas y agradables se conviertan en
monstruos tras el volante? El conductor sin rostro que se atraviesa delante de ti
representa a todas las personas que no te han tratado con cariño o amabilidad.
Y cuando te pegas de la bocina o gritas obscenidades, quieres que esta persona
sepa que no estás dispuesto a aguantar más.
Un terapeuta que yo conozco me contó un relato divertido de una vez que iba al
trabajo y quiso estacionar en un espacio que un conductor que venía del otro lado
había elegido también. El otro conductor empezó a tocar la bocina y luego se
asomó por la ventana e hizo un gesto obsceno y, de repente, se dio cuenta de
que el otro era su terapeuta. Obviamente, la sesión de esa tarde fue muy
interesante.
La guerra moderna, como la ira del conductor, es otro vehículo para sacar a flote
viejos resentimientos por haberse sentido maltratado. Especialmente cuando esta
guerra se libra con tecnología, con poco contacto persona-persona, resulta fácil
52
proyectar al otro-malo en los enemigos que no tenemos frente a frente.
Al demonizar al enemigo la guerra encuentra su apoyo popular en la mentalidad
rencorosa que bulle dentro del pueblo. Lo que subyace a toda la retórica de
guerra es: "No me siento importante, no me siento reconocido como debe ser, no
me siento honrado ni respetado. No he recibido lo que me merezco.
Estoy enojado por eso y voy a demostrar que esos desgraciados no pueden jugar
conmigo". En la guerra contra otras naciones, es posible utilizar las bombas y los
misiles para compensar un profundo sentido de impotencia, indefensión y
frustración que, si seguimos la pista a su origen, tiene sus raíces en la herida del
corazón.
Esto es lo trágico de la actitud de queja: cierra el canal a través del cual el amor
podía entrar en nosotros, separándonos de su poder curativo y regenerador.
De una forma u otra, muchos de nosotros sufrimos el mismo problema de Nancy.
Ese "yo no me siento amado" puede endurecerse y convertirse en: "yo no confío
suficientemente en el amor para acogerlo". La apertura hacia el amor puede
percibirse como algo demasiado amenazante y no creemos que no haya peligro
al hacerlo. El último paso para encerrarnos en esta caja es encubrir nuestra
53
vulnerabilidad emocional con la culpabilización o la condena: "Tú en realidad no
me amas... Tú no sabes amar".
Así pues, la actitud de queja es totalmente auto destructora, no sólo porque nos
cierra al amor sino porque también ahuyenta a los otros, a los que son el objeto
de nuestra queja. Al culpar a Dan como el otro-malo que no sabía estar a su
disposición, Nancy hizo que se disparara en él su propia herida interior de ser una
persona indigna que no sabe hacerse querer. Esto dio paso a la vergüenza y a la
autoculpabilización lo que le dificultaba aún más abrirse a ella. Y cuanto menos
podía dar, más justificadas encontraba Nancy sus quejas. Mientras tanto, la
proyección del otro-malo que Dan hacía sobre Nancy —que ella era imposible—
le hacía más difícil a ella suavizarse. Esta es la manera en la que los rencores, de
modo invariable, se convierten en profecías que acarrean su propio cumplimiento.
Vamik Volkan, psiquiatra estadounidense, ha estudiado cómo esta disposición
mental opera en ciertos grupos étnicos y naciones que se definen a sí mismas
bajo la identidad de víctimas, basadas en las ofensas y opresiones históricas.
Volkan utiliza el término "trauma elegido" para describir este fenómeno.
Al mirar el mundo a través del lente del trauma dichos grupos están
continuamente pendientes de los posibles peligros y amenazas procedentes de
otros grupos étnicos. Esto los hace actuar de manera defensiva y agresiva, lo que
genera temor y animosidad en el otro grupo, que a su vez reacciona con
hostilidad, con lo que se confirma la idea que tenía el primer grupo de que el
mundo era poco amistoso.
54
Mi madre ha sido fuente de información de primera mano de cómo el
resentimiento se generaliza y cobra vida. Aunque tenía un corazón muy grande y
básicamente era muy amable y generosa, había tenido una infancia muy dura, y a
medida que se fue haciendo mayor se fue instalando en el resentimiento como
modo de vida. En la segunda mitad de su vida, siempre tenía algo de qué
quejarse a voces, podían ser los políticos, el clima, la comida, sus parientes, sus
médicos o el apartamento en el que vivía. De un momento a otro estallaba en
diatribas llenas de amargura contra alguna de estas cosas. En esos momentos no
había forma de razonar con ella, ignoraba cualquier intento de ayudarle a ver las
cosas de una manera más equilibrada y menos negativa.
Al observar a mi madre, así como las tendencias que heredé de ella, vi cómo la
actitud rencorosa puede tomar vida propia. No importa contra quien vaya dirigida
la queja, porque el objetivo puede cambiar con las circunstancias; llega a ser un
"resentimiento móvil". Unos pocos años antes de que mi madre dejara crecer su
resentimiento contra los inmigrantes, lo tenía contra los homosexuales y las
lesbianas, antes de ellos era contra los pobres que necesitaban asistencia social
y contra los hombres que llevaban pelo largo. Cuando el resentimiento se
generaliza llega a convertirse en una queja contra todas las cosas y por la
injusticia de todo, lo que termina aislándonos de la vida en general.
La inversión en el resentimiento
Siendo que el resentimiento cobra un precio tan alto, ¿qué lo hace tan persuasivo
y difícil de eliminar?
Con el ánimo de explorar esto más detalladamente, llevé el tema a mis
estudiantes la semana después de haber analizado de qué manera el estrés de
55
sus vidas tenía su origen en viejos resentimientos procedentes de la herida de su
corazón.
Les dije lo siguiente: "Ahora que hemos analizado. las consecuencias dolorosas y
destructivas del resentimiento, me gustaría revisar algo más. Miren a ver si. están
dispuestos a dejar que su resentimiento desaparezca. Por favor, sean honestos.
¿Quién quiere hacerlo ahora mismo? Hubo silencio. ¡Nadie levantó la mano!;, Yo
les dije: `Bien. Gracias por su honestidad. Antes de que podamos encontrar la
manera de dejar que nuestros resentimientos desaparezcan, es esencial que nos
demos cuenta de qué tan adheridos estamos a ellos. Necesitamos comprender
nuestra inversión total en el resentimiento y ver exactamente por qué nos
aferramos a él tan fuertemente".
Después les pedí formar parejas y explorar entre ellos qué había de bueno en
aferrarse al rencor o resentimiento. En otras palabras, ¿para qué servía, cuál era
el beneficio compensatorio que ofrecía, qué ganábamos'': conservándolo?
A continuación presento algunas de las:,', respuestas obtenidas:
"Aferrarme a mi resentimiento me da cierta sensación de poder que protege mi
vulnerabilidad. Es una manera de afirmarme yo mismo y de impedir que me
vuelvan a herir, desilusionar o rechazar. Me mantiene vigilante contra la
reincidencia de posibles heridas".
"Aferrarme a las quejas me permite sentir que tengo razón y estoy justificado.
Es como si tuviera mi propia jihad (guerra santa islámica).
Dejarlo de lado sería una manera de librarme de las personas que me lastimaron
y permitir que pasen sobre mí".
"El resentimiento refuerza una sensación familiar de ser "yo": yo me conozco.
Me da sentido de identidad. Aunque no me proporciona un verdadero bienestar,
prefiero vivir con esta incomodidad conocida que dejar que el resentimiento
desaparezca y experimentar la incomodidad de estar caminando hacia lo
desconocido. Dejar que desaparezca socavaría mi identidad total".
"Es una manera de decir "pobre yo" siento lástima de mí mismo. Entonces, se
convierte en una manera de tratar de inspirar lástima. Es un grito de ayuda".
"Aferrarme a un resentimiento es una manera de cuidarme a mi mismo, de
calmarme al hacer que mi atención se aleje de la herida. En este sentido es auto
afirmador".
No debe sorprendernos, entonces, que sea tan difícil dejar de lado nuestros
resentimientos y perdonar. Estas afirmaciones muestran las funciones poderosas
que puede tener en la psique. Si tenemos un resentimiento listo y a la mano, este
nos puede proteger de sentirnos vulnerables. Podemos evitar ponernos en
situaciones como aquella en la que estábamos cuando nos lastimaron la primera
vez. Endurecemos en torno al resentimiento nos proporciona una cierta fortaleza
justificada: "Te demuestro que no puedes jugar conmigo. Te demuestro que yo
soy fuerte". Pareciera que nos da un lugar en donde ser firmes.
Todo esto ilustra por qué, con frecuencia, es difícil permitirnos recibir el amor
incluso cuando está disponible.
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Dejar que entre el amor exige que desaparezcamos, que disolvamos las defensas
ásperas y que bajemos la guardia. Recibir amor es más amenazante que darlo
porque la receptividad requiere una apertura que nos hace sentir vulnerables. Por
tanto, aunque estemos ávidos de amor, como era el caso de Nancy con Dan,
cuando el amor está realmente disponible, con frecuencia saboteamos la
relación, nos encerramos en el temor, o provocamos un conflicto que justifique
nuestro resentimiento. Entonces, podemos sentirnos seguros de nuevo,
justificando nuestro encerramiento como un medio para protegernos del otro-
malo.
No debe sorprendernos que las naciones exijan tan rápidamente el ojo por el ojo
y entren en guerra para solucionar las disputas.
Si nosotros, como individuos, no estamos dispuestos a dejar nuestros rencores
personales, ¿cómo podemos condenar a nuestros líderes por hacer la guerra, si
nutrimos las mismas semillas de violencia dentro de nosotros mismos?
Si consentimos la actitud rencorosa, cada uno de nosotros estará implicado en
los conflictos que dominan nuestro planeta.
Es por esto que el mandamiento de Jesús de poner la otra mejilla es una
enseñanza tan importante: le da justo en el corazón a la mentalidad rencorosa
que es núcleo del ego defensivo alrededor del cual se construye nuestro sentido
de identidad y seguridad.
Cuando en los talleres planteo estas ideas acerca del resentimiento, la gente
pregunta con frecuencia: "¿Qué pasa con los agravios que realmente exigen ser
tenidos en cuenta como son la injusticia social y la opresión o el abuso en las
relaciones?" Ciertamente hay ciertas injusticias o maltratos que exigen atención y
acción. No obstante, si echamos mano de la actitud rencorosa e insistimos en
nuestra virtud condenando la maldad de aquellos que nos lastiman, es muy poco
posible que enfrentemos estas preocupaciones del modo constructivo que
conduce a la paz verdadera y a la justicia.
El Dalai Lama, por ejemplo, tiene tantas razones para sentir resentimiento como
nadie en el mundo. Exiliado del Tibet cuando fue brutalmente invadido y ocupado
por China en los años cincuenta, fue testigo de la profanación y la destrucción de
todo lo que le era más querido: su gente, su cultura, la práctica libre de su
religión, y la destrucción de la vida de la flora y la fauna del Tibet.
La ocupación China fue responsable de la tortura y el asesinato de cerca de dos
millones de tibetanos y este holocausto continúa hasta nuestros días.
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El Dalai Lama ha trabajado incansablemente para corregir esta situación pero ha
elegido no vivir con una actitud rencorosa, de amargura o de resentimiento. Lejos
de ello, vive y respira alegría y experimenta compasión hacia los invasores chinos
debido a la preocupación que le causa el enorme daño que se están haciendo
ellos mismos al actuar con tanto odio. El sabe que la actitud rencorosa no le
aporta ningún beneficio a él ni a nadie.
Y hace esta muy importante diferenciación: reconoce las acciones malas sin
considerar a las personas que las realizan como intrínsecamente malas.
Comprende que las personas generalmente son inconscientes y, por tanto,
indefensas ante las fuerzas kármicas que impulsan su comportamiento hiriente.
Su comprensión está en la línea de las palabras de Jesús en la cruz: "Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen".
Sin duda, la gran popularidad del Dalai Lama surge de su viva personificación del
mandamiento de Cristo de poner la otra mejilla. Aunque pocos de entre nosotros
poseemos este nivel de fortaleza y coraje, el ejemplo del Dalai Lama nos muestra
que los seres humanos pueden portarse con gran dignidad frente a los tremendos
sufrimientos y a la injusticia.
CAPÍTULO TRES
Dejar que los resentimientos desaparezcan
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¿CÓMO PODEMOS LIBERARNOS de la actitud de queja que sólo sirve para
perpetuar la herida de amor porque refuerza el temor y el resentimiento?
He aquí una poderosa enseñanza de las tradiciones tántricas de la India y el Tibet
que nos puede ayudar: la medicina puede encontrarse dentro del veneno. Si el
resentimiento es como el veneno, esta enseñanza sugiere que la curación está
en el resentimiento mismo. Por tanto, en lugar de buscar a alguien a quien culpar
necesitamos estar dispuestos a mirarnos dentro de nosotros mismos para
enfrentar lo que está allí, en el corazón del resentimiento.
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No estoy sugiriendo que tengas que hacer una introspección y elaborar una
catarsis para todas las heridas causadas por tus pérdidas en el pasado, aunque
esto podría ser útil para algunas personas. Lo más importante es reconocer la
verdad —tu separación del amor y el dolor que esto causa— y abrir tu corazón a
ti mismo para reemplazar el desamor. Aprender a mantener tu fragilidad en el
cálido abrazo de tu propia presencia compasiva te ayuda a estar presente para ti
mismo de un modo nuevo que penetra la capa defensiva y espesa que se formó
alrededor del corazón. Esto es lo que permite que la medicina fluya.
Conocerte a ti mismo para reemplazar el desamor
¿Cómo sostener el dolor de modo sanador? Las dos dimensiones del sostén que
se trabajaron antes son importantes aquí: hacer contacto y dar espacio, dejar ser.
Para ilustrar cómo funciona esto, voy a trabajar a partir de un resumen de un
trabajo con uno de mis pacientes de psicoterapia. La situación y los sentimientos
de Jane eran los clásicos y la secuencia que ella siguió también fue típica.
Hacerle el seguimiento a este ejemplo te ayudará a ver cómo enfrentar tus
heridas de modo similar.
Cuando le pedí ver qué estaba bajo esto, hizo contacto con su temor y
desesperación porque la iban a dejar. Después de trabajar con esto por un
tiempo, se hizo evidente que seguía totalmente centrada en Tom y lo que él
pudiera hacer. Jane no había hecho contacto todavía con lo que estaba siendo
afectado y desencadenado en su interior, lo que la ponía tan temerosa y
desesperada.
61
De repente dijo: "Odio sentirme así".
"¿Sentirte cómo?", le pregunté.
"Tan poco amada".
"¿Cómo se manifiesta eso en tu cuerpo?"
La estaba invitando a hacer contacto directo con su cuerpo, con la experiencia
corporal resultante de no sentirse amada. Este primer paso es el acto de
reconocer. Es el primer paso para conocer y habitar la propia experiencia, yo
llamo este proceso la presencia incondicional.
Este proceso se puede dividir en cuatro pasos estrechamente relacionados entre
sí; reconocer, permitid' abrir y entrar. Estos pasos son el modo de definir
diferentes momentos de un proceso de presencia de una experiencia emocional
cada vez mayor.
Reconocer quiere decir admitir lo que está allí, reconocer que está sin tratar de
valorar si es bueno o malo, o si deberla ser lo que es o no. Ver y tocar un
sentimiento que está ahí, así como es, esto es lo que yo llamo reconocer.
En mi trabajo como psicoterapeuta he podido ver que este simple acto de
reconocer tiene mucho más poder que cualquier estrategia de auto ayuda o
análisis mental.
"¿Cómo está instalado en ti ahora el sentimiento de no ser amada?", le pregunté.
"Hay cierta molestia aquí", dijo Jane tocándose el pecho.
"¿Puedes dejar que tu respiración toque esa molestia? Mira a ver si puedes dejar
que el sentimiento esté ahí sin tratar de arreglarlo o cambiarlo". La estaba
invitando a dar un paso más, a permitir el sentimiento: "Trata de suavizarte
alrededor de él, sosteniendo la molestia muy suave y espaciosamente como el
espacio sostiene la Tierra". Permitir quiere decir dar al senti-
lento suficiente espacio para que esté allí, así como
y seguir en contacto con él.
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Estaba conociendo y conectándose con la herida de amor como un simple
sentimiento humano y no como un gran melodrama.
Y esa desconexión del flujo del amor en su interior e el dolor más intenso de
todos.
Cada vez que experimentes desamor en lugar de buscar la medicina en el
exterior puedes tomar esto como una señal de que estás desconectado de tu
propio corazón. Esa desconexión es el veneno. Abrirte al dolor te pone en
contacto con cierta ternura o vulnerabilidad, que es una señal de que tu corazón,
con su natural deseo y capacidad de conexión, está a tu disposición. Esto te hace
volver a ser tú mismo, esa es la medicina para la desconexión. El dolor del
desamor es mucho más que un simple dolor. Es un grito del corazón: "Has
perdido contacto conmigo, por favor regresa y encuéntrame, soy la sangre de tu
vida".
Por supuesto, lo que menos podemos querer es sentir que no somos amados
porque asociamos esto con deficiencia, aislamiento, vacío, vergüenza o
incompetencia. Es posible que te preguntes, ¿por qué voy a querer que no me
amen? Pero si este sentimiento está allí sólo tengo dos opciones: evitarlo y
negarlo o enfrentarlo.
Mi trabajo con Jane eventualmente tomó esta dirección. Después de unas pocas
semanas de trabajar con su pena, Jane me llamó y me dijo, "Noto que todavía
reacciono como víctima cuando Tom no me escucha".
65
La animé para que diera vía libre a su ira y trabajamos con esta de la , misma
manera en que lo habíamos hecho con su dolor, reconociéndola, dándole espacio
suficiente en ella misma, y abriéndose a su energía intensa.
Hacer amistad con su ira le ayudó. Pero después de trabajar con su ira en esta
forma, pude darme cuenta de que había una frialdad más profunda en ella.
Por tanto le pregunté si había algo más, algo parecido al odio. Al principio, Jane
no quería hacerlo porque tenfa la más profunda creencia de que odiar era malo.
Entonces hablamos del odio como un sentimiento que, como cualquier otro, no es
ni bueno ni malo en sí mismo. Jane pudo ver cómo el odio podía ser
especialmente problemático cuando trabajaba de modo clandestino porque se
coagulaba y se transformaba en una historia tóxica acerca del otro-malo.
Un poco más tarde Jane dijo: "Sí, yo odio a Tom cuando se niega a escucharme".
Yo le dije: "Trata de poner la energía en el odio mismo, sin centrarlo en Tom o en
lo que está haciendo. Déjalo que funcione como energía y no como
resentimiento. Dale al sentimiento suficiente espacio para que tome aire, déjalo
que se expanda e irradie y veamos qué pasa".
Jane dijo: "Nunca antes había sido capaz de admitir este odio hacia mi padre".
Pronunciar estas palabras con cierta fortaleza pareció quitarle un peso de sus
hombros. "Me alegra que puedas sentir esto ahora", le dije. Estaba claro que su
odio se había congelado dentro de ella y se había vuelto en su contra y admitirlo
de esta forma era un paso esencial para librarse de él.
Jane se enderezó y yo le pregunté qué pasaba. Ella dijo: "Me siento más sólida,
más contenida". La invité a tratar de describir esto más detalladamente. "Hay un
sentimiento justificado, como si yo fuera dueña de mí misma. Es algo poderoso".
Era claro que estaba habitándose más totalmente a sí misma y yo la animé para
que conservara esa sensación de poder en su cuerpo.
"Siento firmeza en mi vientre y en mi espalda. Mi mente está clara y la sensación
de impotencia desapareció".
"¿Y Tom? ¿Sientes que lo odias en este momento?"
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"¿Tom?", dijo como si le costara recordarlo. "Ni siquiera estoy pensando en Tom
ahora". Al sentirse dueña de sí misma, el comportamiento de Tom ya no era tan
importante.
Al finalizar todo este trabajo, Jane dijo: "He venido ansiando que Tom se abriera
conmigo pero ahora me doy cuenta de que yo misma no he estado abierta,
especialmente en las zonas de dolor, temor, ira y odio". Es sorprendente ver que
cuando me abro en estas zonas, la necesidad imperiosa de ser amada por Tom
decrece. Porque, al menos, me tengo a mí misma. Y eso ya es mucho".
Es importante admitir que reconocer la ira o el odio no quiere decir: "Sí, qué bien
que estoy enojado. Debería sentir odio; se justifica que sienta esto o que me
desquite con alguien". En realidad quiere decir: "Sí, la ira y el odio están allí,
almacenados en mi cuerpo, en mi mente. Y como están allí, puedo reconocerlos,
abrirles espacio y experimentarlos conscientemente".
Quizá pienses que si reconoces los sentimientos de ira o de odio te puedes volver
más rencoroso o vengativo. Pero las cosas se dan al contrario si te relacionas
conscientemente con el odio como una experiencia propia, y no lo utilizas como
arma para culpar o atacar al otro-malo. Oponer resistencia o negarte a reconocer
tu ira y tu odio hace que se sedimente en ti una sensación de oposición que
sofoca tu energía y disminuye tu poder. Esto hace que la agresión se congele en
tu interior.
Pero cuando puedes abrirte y acoges la agresión liberas la energía y el poder que
estos sentimientos aho gan. La clave es dar a la energía de la ira o del odio
suficiente espacio y remontar la ola de esa energía sin centrar la atención en la
persona con la que nos sentimos molestos. Al hacer esto te empiezas a alejar del
papel de víctima. De esta manera y paradójicamente verás que esa experiencia
directa del odio te ayuda a liberarte del odio.
El odio tiene su verdad y su inteligencia propias. Es una señal de que nos hemos
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alejado de nosotros mismos y del poder de nuestro ser. Esto es lo que más
odiamos: sentirnos lejos de nuestro poder, de nuestro juicio, de nuestra libertad,
de nuestra satisfacción, de nuestra relación profunda con otra persona.
Si enfrentamos y experimentamos directamente el odio podemos empezar
decodificar el mensaje especifico que se esconde tras él.
Un día pedí a los estudiantes de mi grupo que exploran su odio de manera
consciente y deliberada para lo cual debían, ante todo, reconocer el sentimiento
en tu cuerpo y después ver exactamente qué era lo que odiaban en sus
relaciones. Algunas de las respuestas fueron las siguientes:
"Odio que me dejes". "Odio Mentir que no hay espacio para mí en esta relación".
"Odio que me digas cómo debo ser". "Odio que no me escuches". "Odio
encerrarme en mí mismo cuando trato o de complacerte". "Odio sentirme
indiferente cuando estoy contigo".
Lo que mis estudiantes odiaban más era lo pequeños V cerrados que se sentían
frente al otro. Lo que básicamente decían era: "Odio el modo en el que me
contraigo y pierdo contacto con mi propio juicio cuando estoy contigo".
Y el mensaje importante y positivo que escondía tras este odio era:
"Quiero recuperarme a mí mismo. No quiero dejarme abrumar por lo que siento
contigo cuando tengo la sensación de perderme a mí mismo".
Esta es una afirmación de poder.
Comprensión cariñosa
Lo que mantiene activo nuestro resentimiento contra los otros es nuestra
animadversión contra las emociones intensas, especialmente el dolor, la ira y el
odio, que ellos despiertan dentro de nosotros.
Por tanto, es esencial dejar a un lado nuestras quejas y vivir en paz con la raza
humana o con la persona con la que . vivimos. Aprender a proporcionar o abrir
espacio a los sentimientos intensos y a las sensaciones en nuestro cuerpo es un
acto profundo de bondad que empieza a derretir el hielo de los resentimientos
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que endurecen el corazón.
Esta bondad interior nos permite dar un paso adelante para dejar que los
resentimientos desaparezcan: tratar de comprender las circunstancias de nuestra
infancia en las que se formó nuestra herida de amor.
En una cultura tribal, otras personas de la tribu -tías, tíos, primos, abuelos,
vecinos— estarían disponibles para llenar los vacíos cuando tus padres no
pudieran atenderte. Pero en nuestra cultura, la familia nuclear está sola. Y la
cultura misma proporciona poca sabiduría, ayuda u orientación para la crianza de
los hijos. Todo el peso de darte lo que necesitabas recaía sobre tus padres, lo
que era demasiado para ellos. No debe sorprenderte que su amor te pareciera
inconsistente y poco confiable y tampoco que desconfíes del amor.
Además de todo esto, tus padres tenían su propio historial de no saberse amados
lo que, a su vez, les dificultaba amar. Cuando los padres no se aman a sí
mismos, inevitablemente terminarán utilizando a sus hijos para reforzar su auto
estima debilitada. Se requiere un alto grado de madurez para dejar que los seres
ama' dos sean únicos, sean quienes realmente son con sus propias necesidades,
perspectivas y sentimientos. Así, Ni tus padres no tuvieron un desarrollo pleno no
les era posible dejarte ser quien eras y sencillamente amarte como eras.
Esto no quiere decir que fueran malos. Una aflicción común que nos ha sido
legada, generación tras generación, es la de no conocernos y amarnos a
nosotros mismos, no tener confianza en nuestra propia naturaleza. Tus padres
simplemente sufrían del mismo mal que aflige a todo el mundo.
Como todos los demás, estaban inermes frente a sus propios condicionamientos.
Una comprensión amable no es un camino para inventar excusas para tus padres
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o para aprobar las formas en las que te hirieron. Se trata más bien de reconocer
que el comportamiento desdeñoso o negligente de tus padres es producto de su
propia herida y de su; falta de amor a sí mismos, lo que significa un paso
adelante en tu liberación. ¿Qué se siente al hacer conciencia de la herida de tus
padres sin justificar ni aprobar su comportamiento? No podían conocerte o
amarte más y mejor de lo que se conocían y se amaban a sí mismos. Si' tienes
un cierto sentimiento de comprensión hacia ellos. y de lo que ellos tenían que
enfrentar, así sea un rayito de luz, esto te ayudara a liberarte de la carga de
resentimiento que llevas contigo.
No sentirte ofendido
Así como el amor imperfecto de tus padres no era culpa de ellos porque no tenían
control sobre él, la falta de amor que circula a tu alrededor no es culpa tuya.
De hecho, no tiene que ver contigo. Porque en realidad, hay pocas personas en
este mundo que tengan la capacidad de verte o de conocerte como eres. Nadie
puede verte a ti o a tu belleza interior de una manera consistente y adecuada. Tu
belleza no es algo tangible sino una cualidad interior sutil que con frecuencia no
puede verse desde el exterior.
No hay cómo liberarte de la actitud de desamor y de la actitud de resentimiento si
te sientes ofendido cuando los otros te tratan mal. Sentirte ofendido implica que
ese sentimiento es un indicador de algo que eres tú. Siempre que te ofendes
cuando los otros no te ven o no te valoran, te mantienes prisionero en la mente
del niño ofendido.
Los taoístas tienen una bella historia didáctica acerca de un bote vacío que
embiste contra tu bote en medio de un río. Si bien es difícil enojarse con un bote
vacío, es bastante posible sentir ira contra alguien que Riera en el timón. El punto
del relato es que los padres que no te veían, los otros niños que se reían de ti, el
conductor que reaccionó agresivamente ayer, de hecho, son todos botes sin
timón.
Actuaron compulsiva mente guiados por sus propias heridas no atendidas, por
tanto, no sabían lo que estaban haciendo y tenían poco control sobre ello.
Así como el bote vacío que embiste contra nosotros no está dirigido a nosotros,
así las personas que actúan de manera poco amable están impulsadas por la
fuerza inconsciente de su propia herida y dolor. Hasta que nos demos cuenta de
esto seguiremos prisioneros de nuestro resentimiento, de nuestro pasado y
nuestra identidad de víctimas. Todos estos sentimientos nos impiden abrirnos a
las corrientes más poderosas de la vida que como el amor fluyen siempre por el
momento presente. No ofendernos cuando alguien nos lastima es, en primer
lugar, una práctica profunda de ternura con nosotros mismos. Nos proporciona un
aliento de descanso, nos permite relajarnos y nos permite ser en momentos en
los que nuestro primer impulso es cerrarnos o atacar.
Bondad-amorosa
A pesar de todas ias fallas en el amor de tus padres, hoy eres tan saludable como
eres solamente debido a los cuidados que ellos te brindaron. De acuerdo, su
actitud de amor no siempre fue consistente. Pero si no te hubieran demostrado
ningún cariño no estarías lo suficientemente saludable como para estar sentado
leyendo este libro. Quizá estarías en alguna institución, o serías un pordiosero o
un asesino en serie. Por tanto, si eres relativamente sano, quiere decir que
contaste, al menos, con lo que D.W. Winnicott llama padres lo "suficientemente
buenos". Si te cuesta aceptar esto, se te dificultará más el trabajo de reconocer y
acoger la herida y la ira que llevas contigo desde el pasado.
El último año de vida de mi madre, cuando se hizo más evidente que estaba
declinando, conocí una práctica contemplativa tibetana muy poderosa que implica
recordar la bondad de la madre. Los tibetanos la utilizan como el primer paso
para desarrollar compasión por todos los seres. Es evidente que esto es más fácil
71
para los tibetanos porque ellos aman a sus madres sin lugar a dudas.
Como es el caso de muchos estadounidenses, mis sentimientos por mi madre
eran opacos y ambivalentes.
Como es fácil recordar sólo los momentos en los que pensamos que nuestra
madre nos hizo daño y olvidar su bondad o darla por sentada, necesitamos
recordar en detalle las maneras en las que nuestra madre fue bondadosa desde
el principio de la vida. Inicialmente, nuestra madre fue bondadosa al brindarnos la
posibilidad de vivir. Si hubiera querido evitarnos habría podido hacerlo y hoy no
estaríamos vivos y disfrutando de las oportunidades que tenemos.
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Cuando estábamos en el vientre de nuestra madre, ella nos protegió
cuidadosamente, con más esmero que si estuviera guardando una joya preciosa.
En todo momento pensó en nuestra seguridad. Nuestro bienestar era su principal
preocupación hasta en la agonía del alumbramiento. Cuando estábamos recién
nacidos, incluso cuando éramos más parecidos a una rana que a un ser humano,
nuestra madre nos amó tiernamente. ¿Quién se preocupaba por este ser que
apenas parecía un ser humano? Nuestra madre. Ella limpió la suciedad de ese
cuerpo sin experimentar disgusto alguno.
Al leer esta meditación pudiste experimentar qué se siente al pensar estas y otras
formas en las cuales tu madre se ocupó de ti. ¿Qué efecto tiene esto sobre ti?
¿Qué le pasa al resentimiento contra tus padres cuando recuerdas unas pocas de
estas manifestaciones de bondad de tu madre? Asumamos que tuviste unos
padres lo "suficientemente buenos", que no fueron unos monstruos, entonces,
reconocer su bondad puede producir una sensación similar a la que se
experimenta cuan el sol penetra dentro de un calabozo oscuro.
Hay un canto para las comidas en la tradición budista zen que empieza así:
"Setenta y dos trabajadores nos proporcionaron este arroz, debemos saber cómo
llegó hasta nosotros". De la misma manera, setenta y dos trabajadores nos han
proporcionado todo lo que tenemos porque vivimos en una red de interconexión
humana que sostiene nuestra existencia de muy diversas maneras.
Aunque la vida no nos dé todo lo que queremos y nos proporcione todo tipo de
angustias y desilusiones, todo lo que recibimos puede ser un don que nos hace
despertar, desarrollar nuevas fortalezas y recursos y volvernos seres humanos
más amorosos. En este sentido, la vida sigue siendo generosa y amable aunque
se manifieste de maneras desagradables y despiadadas.
En todo momento tenemos la opción de sentir gratitud por lo que hemos recibido
o dejarnos llevar por la tristeza que nos produce lo que nos falta. El resentimiento
y la gratitud son polos opuestos. La actitud resentida se centra en lo que falta, en
las imperfecciones del amor relativo, y busca siempre a quien culpar.
La gratitud reconoce lo que está ahí, la belleza sencilla de la (presencia y el
contacto humanos, y responde con agradecimiento. Si reflexionamos acerca de
nuestra vida, de cómo esta es posible solamente porque está sostenida, n ideada
y alimentada por un entorno de bondad, de ello se desprende una gratitud
natural.
Por supuesto que cuando estamos en medio del ,agravio, es fácil desconocer la
bondad que la vida y otras personas nos han brindado. Si esta es tu tendencia,
trata de ver si estarías dispuesto a explorar qué se siente al reconocer
sencillamente todo lo que te ha sido lado. Es posible que te cueste reconocer la
bondad que w te brinda porque sientes que no la mereces o te sientes culpable
por no responder de la misma manera. No obstante, a pesar de estas reacciones,
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si solamente tratas de ver qué siente tu cuerpo cuando recibe bondad, notarás
que el corazón se expande naturalmente. Sin duda es por esto que Rumi
recomienda que "siempre que alguna bondad llegue a ti, des la vuelta en esa
dirección hacia la fuente de bondad".
CAPÍTULO CUATRO
Del odio a sí mismo al amor a sí mismo
El arma más poderosa para que la verdad florezca es esta: acéptate a ti mismo.
-SWAMI PRAJNANPAD
Nunca te sentirás amado si no te amas a ti mismo.
-ARNAUD DESJARDINS
Una de las maneras en las que la imagen del yo-mal nos persigue es a través de
una cadena de charlas negativas con nosotros mismos, eso que llamamos "crítica
interior". La crítica es la voz que nos dice que nada de lo que hacemos es lo
suficientemente bueno. Se instala bajo el umbral de la conciencia en espera de
que surja la más pequeña justificación para salir al ataque. Una manera fácil de
observar la crítica en acción es mirarte en el espejo. ¿Cómo reaccionas frente a
ese rostro que te mira? Si ves las señales de envejecimiento, ¿cómo te sientes?
¿Experimentas bondad y aceptación incondicional ante el rostro en el espejo? O,
¿te juzgas duramente por no llenar ciertas expectativas?
Si pudieras escudriñar dentro de los pensamientos de la mayoría de las personas
encontrarías que la mayoría están girando alrededor de una sola preocupación:
"¿Me doy el visto bueno, o no?" Esto es lo que marca la fijación "ella [él] me ama,
ella [el] no me ama". Si me ama quizá soy bueno después de todo —exitoso,
atractivo, agradable, fuerte— y puedo sentirme bien conmigo mismo. Pero si no
me ama, entonces me siento arrojado en el infierno de verme como el yo-malo:
inadecuado, poco atractivo, no tengo éxito, no merezco ser amado o soy débil.
Entonces me odio y me rechazo.
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Nos juzgamos interiormente porque estamos continuamente poniendo en orden
evidencia de un tipo o del otro. "La personas me respondieron bien, por tanto me
siento bien conmigo mismo". "Las personas no respondieron bien hoy, quizá no
soy tan agradable después de todo".
¿Por qué permitimos que la crítica viva en nuestro interior con todas sus
consecuencias dolorosas? Si no sabemos que somos intrínsecamente
merecedores de ser amados, no creemos que el amor llegará a nosotros. Por el
contrario, creemos que debemos hacer algo para ser aceptables. Entonces, para
forzarnos a tratar con más empeño de llegar a ser buenos, para ponernos en
forma, contratamos un crftico interior que lleve la cuenta de cómo lo estamos
haciendo. Si podemos probar que somos dignos, quizá lleguemos a ser amados.
Desafortunadamente, este desafío interior "¿Soy lo suficientemente bueno? No,
podría ser mucho mejor" es interminable y poco fructífero.
Tratar de ser buenos nunca nos puede llevar a una convicción de valía interior
porque este esfuerzo presupone que no somos suficientemente buenos y, por
tanto, sólo refuerza nuestro odio a nosotros mismos. Esta convicción de falta de
valía también le dificulta al amor entrar en nosotros, incluso cuando está
disponible. Al no amarnos nosotros mismos estamos poniendo trabas para que
los demás nos amen de verdad. Esto frustra a todos los que están a nuestra
disposición, los aparta o aleja. Y esto será una nueva evidencia de que algo falla
en nosotros. De esta manera, la historia del yo-malo se convierte en una profecía
que acarrea su propio cumplimiento.
Así como fue frustrante tener que ser un buen niño , o una buena niña para lograr
la aceptación de nuestros padres, porque no nos sentíamos amados por lo que
éramos, de la misma manera lo es tratar de conseguir la aprobación de la crítica
demostrando que valemos la pena. La auto aceptación que puede curar la
vergüenza. y el odio a nosotros mismos, nunca nos va a llegar a través de la
obtención de un veredicto favorable en e, juicio interior. Sólo puede venir si
reconocemos y valoramos lo que somos, con nuestra bondad y belleza,
incondicionales, porque sabemos que somos más grandes y reales que cualquier
noción que podamos tener del yo-bueno o del yo-malo.
Esto les pasa a las parejas continuamente: se pasan el sentimiento de ser malos
el uno al otro como si se tratara de una papa caliente. No es de extrañarnos que
los dos miembros de una pareja traten con tanta tenacidad de tener razón aunque
estén dañando su relación. Tener razón es una de las maneras de tratar de
desviar los ataques de la crítica y la consiguiente vergüenza y odio a sí mismo.
Siempre es muy triste ver cómo dos personas que se aman se atacan
mutuamente de esta manera.
79
De la misma manera, los celos surgen de la falt de confianza: de alguna manera
la vida está amand más a los otros que a mí. Igualmente, el egocentrismo la
arrogancia y el orgullo son intentos encaminados volvernos importantes o
especiales para suplir la falt de auténtico amor a nosotros mismos. La actitud ego
céntrica es una manera de tratar de hacer que el mundo gire a "mi" alrededor
para compensarme porque tem que en realidad no valgo lo suficiente. Si nos
sintiéramos amados, nunca se nos ocurriría pensar que no importamos.
¿Qué lleva a la gente a buscar el poder? ¿Por qui puede una persona estar
dispuesta a gastar su corta preciosa vida buscando la quimera de construir un im
perio o de dominar el mundo? ¿Por qué hace esto tanta ilusión? Busco el poder
sobre los demás porque quiero probar que soy alguien, quiero que me miren:
"Hare que me respetes de un modo u otro, incluso si para ello tengo que
torturarte o matarte". Si te puedo demostrar que realmente soy alguien —el
mandamás, el dictador, el conquistador del mundo, el magnate asquerosamente
rico— tendrás que mirarme; esto quizá haga que yo me sienta a gusto conmigo
mismo. Pero si me sintiera amado no habría razón alguna para tratar de sentirme
superior a ti.
Detrás de todos los males del mundo está el dolor de un corazón herido y
desconectado. Nos portamos mal porque tenemos un dolor interior. Y hacemos
daño porque nuestra naturaleza es de apertura y ternura. Por tanto, toda la
maldad del mundo puede ser causada porque damos la espalda al corazón
auténtico y hermoso.
Si reconocemos que los pecados del mundo no son sino síntomas de la herida
universal podremos comprender las palabras de Arnaud Desjardins, el maestro
espiritual francés: "No hay gente mala (incluyendo a Stalin y a Hitler,
responsables de las muertes de millones de personas), sino personas mal
amadas". Esto pone al descubierto la raíz de todos los males: No hay gente mala,
sino personas mal amadas". Si Stalin, Hitler u Osama bin Laden se hubieran
sentido amados y dignos de ser amados, ¿qué motivación habrían tenido para
matar? Sentir que el amor fluye a través de ti hace que quieras celebrarlo y
alimentarlo, no destruirlo.
Por supuesto, dictadores como Stalin o Hitler no saben qué es lo que los motiva
pero han enterrado el dolor de su herida bajo muchas capas de resentimientos,
dureza y auto engrandecimiento. Sin duda, serían necesarios muchos años de
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psicoterapia para descubrir que son almas lastimadas y mal amadas que
necesitan de un amor tierno y solícito. "Si Stalin hubiera sido amado de verdad",
como dice Desjardins, "no habría matado veinte millones de personas".
Lo mismo aplica a la humanidad en conjunto. Imagina por un momento la
humanidad como un individuo. Si este ser llamado Humanidad se sintiera
realmente amado, un ser maravilloso naturalmente dispuesto a dar amor
luminoso y sabiduría a este mundo, ¿habría necesitado seguir destruyendo
ciegamente el planeta entregándose a sí mismo a una violencia y a una venganza
sin sentido? Si Humanidad no logra reconoce la bondad básica sólo puede actuar
de modos patológicos y autodestructivos.
Y cuando se detiene por momento a mirar todo el daño que ha hecho solamente
puede concluir que de hecho es una criatura miserable Mientras tanto los medios
informativos sirven de es• pejos en los que Humanidad se mira a sí mismo tod los
días y lo que ve en ese espejo son imágenes tristes distorsionadas de lo que es.
¿Cómo puede la pobre Humanidad llegar a amarse si está viendo
constantemente en este espejo su propia mezquindad, depravación y fealdad?
La buena nueva es que todas las cosas de las que nos avergonzamos, todos
nuestros así llamados pecados mortales, son solamente tigres de papel. Mira
bajo el gruñido del tigre y encontrarás un niño triste, solo y desesperado que se
siente desconectado del amor. Esto hace que todos los horrores del mundo
adquieran sus verdaderas proporciones. El corazón que se cierra al amor es el
origen de un karma negativo que envía olas adversas que reverberan alrededor
del mundo.
Vivir nuestra propia experiencia puede ser difícil porque nadie nos enseñó a
relacionarnos honesta y directamente con lo que estamos sintiendo. Por el
contrario, la sabiduría convencional de nuestra cultura es: si estás deprimido o
ansioso, tómate una pastilla, ve al gimnasio, o enciende la televisión, porque la
única solución a los sentimientos negativos es huir de ellos.
A menudo, cuando trato de ayudar a la gente a abrirse a su experiencia ellos me
dicen algo como: "He temido esta tristeza toda mi vida. ¿Qué objetivo tiene venir
a sentarme aquí y seguir sintiendo lo mismo? ¡Basta ya!" Si bien esto es
comprensible, la voz que dice: "Si experimento mi tristeza, me hundiré en un
hueco negro sin fondo", sale del niño indefenso que no ha aprendido nunca a
manejar su experiencia. Para el niño era cierto: nuestra tristeza era más grande
que nosotros mismos porque no teníamos el conocimiento ni la capacidad de
procesar sentimientos intensos. Por tanto, nuestro único camino era cerrar
nuestro sistema nervioso para hacer frente al dolor. El problema es que todavía
tratamos de escapar de nuestros sentimientos aunque como adultos tenemos la
posibilidad de hacer algo diferente.
Sí, hemos llevado con nosotros nuestro dolor toda la vida. Sí, nos hemos sentido
abrumados por él y hemos estado a merced de él. Como el dolor era más grande
que nosotros cuando éramos niños y estábamos indefensos frente a él, la única
forma de enfrentarlo era cerrarnos. Por tanto, es comprensible que no veamos
beneficio alguno en abrirnos a estos sentimientos. Y es cierto, dejarnos arrastrar
pasivamente por nuestros sentimientos es inútil e insensato. Es sufrir
inconscientemente
Esto no es lo que yo quiero decir cuando te digo que vivas tu propia experiencia.
Lo que digo es totalmente lo contrario: que enfrentes activamente, asumas y te
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abras a lo que estás sintiendo. Cuando tocas conscientemente un sentimiento
—"sí, esto es lo estoy sintiendo"— empiezas a liberarte de sus garras.
Si te puedes abrir al temor o al dolor y centras tu atención en experimentar la
apertura en sí misma, es posible que descubras algo maravilloso: tu apertura es
más poderosa que los sentimientos a los que te estás abriendo. La apertura al
temor es más grande y más fuerte que el temor mismo. Este descubrimiento te
pone en contacto con tu capa cidad de fortaleza, bondad, estabilidad y
comprensión frente a cualquier experiencia que estés enfrentando. Esto es
sufrimiento consciente.
Así como la profundidad y la calma del océano están escondidas bajo las olas
tormentosas de su superficie, el poder de tu naturaleza esencial está escondido
tras todos tus sentimientos tumultuosos. Luchar contra tus sentimientos
solamente te sirve para mantenerte desconectado de tu ser girando alrededor de
tu superficie borrascosa. Si las olas son las que te arrastran, no puedes ir más a
fondo para lograr el poder, la calidez y la apertura del corazón.
Si, por el contrario, te permites vivir tu experiencia podrás navegar sobre las olas
en lugar de ser arrastrado por ellas. En los momentos de apertura y aceptación
de tu experiencia, tú eres, estás a tu disposición. Estás diciéndole sí a la persona
que eres, a lo que estás sintiendo ahora mismo. Este es un acto profundo de
amor a ti mismo.
¿Cómo empezar, entonces, a vivir tu propia experiencia? ¿Cómo hacer amistad
con tus sentimientos, así como son en este momento, sin importar lo difíciles que
sean? La clave es empezar siempre en donde estás, s importar en donde estés.
Por ejemplo, si estás confundido o molesto con lo que estoy sugiriendo, podrías
empezar sencillame te reconociendo la molestia o confusión sin juzgarlas como
algo malo y sin tratar de deshacerte de ellas. q si lo que quieres es ubicar el lugar
del desamor en tu interior, podrías ver cómo se manifiesta esto en tu cuerpo.
Simplemente reconoce las sensaciones en tu cuerpo, tócalas con tu conciencia y
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permanece atento a tu respiración: "Sí, esto es lo que está aquí".
Cuando dejas de luchar contra tu experiencia empiezas a relajarte.
Después, permite que el sentimiento esté ahí, proporciónale suficiente
espacio. Permitir no quiere decir regodearse en el sentimiento o ponerlo en
evidencia, sino abrirle espacio alrededor de las sensaciones en tu cuerpo. Esto es
como darle al sentimiento espacio para respirar para que no se quede encerrado
o inhibido. Aprecia el espacio alrededor del sentimiento y nota cómo este le
permite al sentimiento estar ahí, así como es, sin tensiones o resistencias.
Descansa en ese espacio. Al hacer esto te darás cuenta de que estás
sosteniendo el sentimiento de una manera mucho más tranquila. Te estás
convirtiendo en la conciencia más amplia en la que está sostenida tu herida.
Entonces no hay nada contra qué luchar y el cuerpo empieza a calmarse.
Una vez te estabilices puedes dar un paso más para tratar de ver si puedes
abrirte a sentir el desamor directamente, sin poner ninguna barrera contra él.
Sé amable y comprensivo con él como lo harías con tu hijo o con tu amigo más
querido si estuvieran sufriendo. Un paso posterior, más avanzado es entrar con tu
conciencia justo al centro del sentimiento, suavizándote en él, para que formes
unidad con él, sin ninguna separación entre los dos.
Estar presente de esta manera para ti mismo es un acto de amor que abre la
puerta a tus recursos más profundos. Un principio muy simple opera aquí: cuando
te abres a tu experiencia, empiezas a abrirte a ti mismo. Y cuando el ser que tú
eres empieza a revelarse en realidad tienes la experiencia de volver a ser tú
mismo. Asentarte en ti mismo te da acceso a recursos innatos —fortaleza,
aceptación, paz, compasión— que te ayudan a reconocer y a relacionarte con lo
que estás viviendo.
Cuando llegas a ser tú mismo y a ser dueño de tus recursos, descubres algo más
verdadero que cualquier juicio a ti mismo: que está bien ser como eres, en tu ser
natural. Puedes sentirte bien con la bondad básica inherente a ti mismo, esta
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tiene el gusto fresco y refrescante del agua pura. Descubrir esto te ayuda a
apreciar tu vida, incluso con todas sus dificultades. Vivir tu propia experiencia es
la puerta para la autoaceptación y para el amor a ti mismo.
Déjate ser quien eres
¿Qué es exactamente el amor a uno mismo? Mi ex periencia me enseña que es
algo mucho más sutil y pro fundo que las exhortaciones estimulantes de los gurú
de la autoayuda que proclaman: "Cree en ti mismo, eres estupendo, la gente te
quiere".
El amor a uno mismo es mucho más sagrado y misterioso que eso. Es un brillo
interior o una atmósfera de calidez que, poco a poco, empieza a habitarte cuan
do aprendes a decirte sí a ti mismo, como eres, en este mismo momento.
Esto es esencial para el crecimiento espiritual. Swami Prajnanpad lo
expresó de la siguiente manera: "Lo más importante de todo es amarte a t
mismo".
El acto mayor de amor hacia ti mismo es dejarte ser ¿Ser qué? El ser que tú eres,
por supuesto. La definición de autoamor que yo propongo es la siguiente: déjate
ser quien eres.
¿Eres consciente de este ser que tú eres, este ser qu quiere vivir en ti, a través
de ti, como tú? Si eres sin cero, quizá admitas que apenas conoces esta profunda
dimensión de ti mismo. Este ser que tú eres solamente puede encontrarse en el
corazón de tu experiencia vital en este mismo momento. Cualquier otra cosa no
es mas que un recuerdo o una proyección mental.
El ser que tú eres no es algo que puedas envolver con tu mente. Está mucho más
allá de lo que puedes pensar. Aunque se te pongan los pelos de punta cuando los
demás te imponen sus ideas o cuando te encasilla dentro de un concepto muy
estrecho, es probable qu no te des cuenta de que tú haces lo mismo. Ya no eres
Io que fuiste ayer, el año pasado, en tu infancia, en tu adolescencia o en tu
juventud. No eres ninguno de ellos son sólo recuerdos. Tener presente una
imagen o concepto de quien eres te encasilla y te impide vivir libre y
espontáneamente.
Es evidente que si tienes la idea de que eres malo, indigno, o deficiente sería útil
dar un primer paso en el que te reconozcas como un ser bueno, que te veas a
través de una lente más positiva. Para muchas personas, este tipo de de
afirmación positiva puede ser un paso útil hacia el verdadero amor a ti mismo.
Pero este no deja de ser un ejercicio conceptual que nos divide en dos: un yo
aislado, el sujeto, que mira a un yo que es el objeto de ese amor.
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Porque el amor a sí mismo es algo vivo, tiene que ser algo más que sólo un
concepto, una creencia o una charla con uno mismo. Tiene que significar una
nueva manera de habitarme a mí mismo, de sentir y celebrar la presencia viva
que yo soy, no se trata únicamente de tener una imagen favorable de mí mismo.
El autoamor supone un sf a mí mismo sin importar qué situación esté viviendo, no
se trata de mantener un concepto de qué o cómo debería ser. Cualquier idea que
tenga acerca de quién soy o quién debería ser nunca es exacta, porque siempre
es más pequeña que la presencia viva que soy, la que se revela en cada
momento. No soy una entidad fija sino un caudal dinámico que está vivo en todos
los momentos, cuando dejo que esto suceda.
Deja que tú seas ese ser, incluso sólo por un momento. Esto te ayudará a
centrarte y a conectar contigo mismo, te proporcionará un gusto fresco e
inmediato de tu dignidad y valor. Los momentos frescos como este te posibilitan
experimentar la felicidad de estar vivo, de ser quien eres. Cuanto más disfrutes
esta conexión interior, mayor será el brillo interior que es la experiencia directa e
inmediata del autoamor.
Decirle sí a uno mismo
Decirte sí a ti mismo también significa aceptar el s-humano imperfecto que eres.
"Era fácil amar a Dio en todo lo bello", escribió san Francisco. A la vez re-i
conoció que para que el amor fuera real este tenía que abarcarlo todo, incluso
toda la oscuridad y el dolor de la vida. Llegó a decir: "Las lecciones de
conocimiento profundo me enseñaron a encontrar a Dios en todas las cosas".
¿Cómo encontrar a Dios en todas las cosas en tu interior? ¿No sólo en lo bello
sino también en el corazón de la bestia? Rudi (Swami Rudrananda) el maestro
espiritual alemán escribió:
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Lo único que puede crear la unidad en tu interior es la capacidad de verte más a ti
mismo en tu trabajo diario, abrirte más profundamente y decir: "Bueno, soy
irascible", o "soy agresivo", o "me encanta ganar dinero", o "no siento nada por
los demás". Cuando reconozcas que eres todas esas cosas... Serás capaz de
respirar profundamente y lograr que estas cosas salgan al descubierto...
Tu ego y tus prejuicios y limitaciones son tu materia prima. De esta materia prima
tú obtienes, dejas crecer y absorbes la energía. Si procesas y refinas todo esto, te
puedes abrir conscientemente. De otro modo nunca lograrás una imagen que te
represente a ti mismo.
De una manera similar, una mujer que participó en uno de mis talleres nos contó
un relato acerca de una experiencia, totalmente inesperada de descubrimiento del
amor a sí misma: "Estaba pasando por un período de enorme estrés debido a
ciertos sucesos de mi vida que me hicieron sufrir mucho y además odiarme a mí
misma. Finalmente, un día me vi obligada a admitir "La verdad es que hoy por
hoy estoy hecha un desastre, y es todo lo que puedo ser". Nunca había admitido
nada parecido. Siempre había sido una unidad, la mejor estudiante de la clase o
la persona más realizada espiritualmente. Tener que despejar todas las capas de
tristeza o arrepentimiento por estar tan embrollada fue algo muy duro para mí.
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Tú puedes llevar a cabo una práctica sencilla de decirte sí a ti mismo todos los
días. Detente por un momento, presta atención a lo que esté sucediendo en tu
interior y luego reconócerlo de modo neutral: "Sí, esto es lo que está ahí", "Sí, soy
nervioso", reconociendo o tocando ligeramente el nerviosismo con tu conciencia.
No rechaces nada de lo que estás experimentando. Enfréntalo: en un momento
de conciencia sin juzgar nada, simple mente tócalo y déjalo ser. Esta es una
manera sencilla de decirte sí a ti mismo, una manera conveniente de amor
incondicional y de presencia que puedes practicar en cualquier momento, no
importa qué estás haciendo ni en dónde estás.
"Sí hay preocupación". Tócala y déjala ser, haz contacto ligeramente con la
sensación de preocupación e tu cuerpo. "Sí estoy siendo mezquino", percibe
cómo te afecta ser consciente de ello, sin juicios ni manipulaciones. Sf, aquí no
quiere decir "esto me gusta", "lo apruebo", "pienso que es bueno", o "me alegro
de que esto suceda". Sencillamente quiere decir: "Sí, esto es lo que está ahí
ahora. Puedo reconocerlo porque es lo que está sucediendo. Y puedo
permanecer abierto a mí mismo aunque esto suceda". Cuando puedes darte este
sí a ti mismo silencias al crítico y detienes el juicio interior.
Si te cuesta mucho decir sí a algo, también puedes hacerlo: "Sí, estoy luchando
con esto, me cuesta mucho dejarlo ser". "Cierto, no estoy aceptando esto ahora,
hay rechazo en mí". Percibe y siente la resistencia o el rechazo y déjalo ser
conscientemente. No te limites a observarlo, siéntelo y dale espacio para que sus
energías se desplieguen, pero permanece consciente sin juzgar. Si juzgas, ten
conciencia de ello y de nuevo: "Sí, estoy juzgando".
Deja que el juicio simplemente esté ahí, sé consciente de ello sin juzgarlo. "Sí,
estoy aquí para mí mismo aunque empiezo a juzgarme". Intenta ser un testigo
interesado y neutral de lo que está pasando en tu mente y en tus emociones,
ofrece calidez y apertura a lo que esté ahí: "Sí, sí, esto es lo que hay aquí".
No dejes que esto sea un ejercicio conceptual. No tienes que verbalizar el "sí",
aunque esto a veces puede ser útil. Lo que es más importante es tocar un
momento lo que está ahí, dejarlo ser y hacer tu propia experiencia con ello, con
apertura, permitiéndote ser como eres, aunque quizá no te guste lo que estás
sintiendo. "Sí, yo puedo estar aquí conmigo mismo aunque empiezo a
experimentar ansiedad... Aunque tengo dudas... Aunque percibo soledad".
Las quejas contra ti mismo, por lo general, contienen dos elementos: un cierto
discernimiento claro junto con un juicio crítico muy duro. Por ejemplo, reconoces
que eres egoísta pero consideras que eso es una señal de que algo anda mal en
ti. Toma unos momentos para separar los dos elementos, por un lado el
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discernimiento y por otro el juicio. Trata de poner el juicio negativo a un lado.
Luego toma lo que has identificado en ti mismo y obsérvalo como si fueras un
padre, amigo o maestro sabio, amoroso y comprensivo.
Por ejemplo, si tu queja es "soy egoísta", deja a un lado cualquier
autoculpabilización y trata de que la parte sabia que hay en ti comprenda lo que
pasa. Quizá veas que tu inseguridad infantil, cuando te sentías descuidado, fue lo
que te generó la necesidad de enfrentar tus necesidades con avaricia y
desconsideración. Al enfrentar directamente ese lugar egoísta es posible que tu
comprensión te lleve a decir algo como: "De niño me di cuenta de que si no me
cuidaba a mí mismo nadie lo iba hacer. No debe sorprenderme sentirme
impulsado a aterrarme a cualquier cosa. Es una manera de tratar de sentirme
seguro".
Una mujer de uno de mis grupos se juzgaba a sí misma por no defender lo que
quería. Su comprensión .amable fue: "Nunca me permitieron tener mis ideas y
sentimientos propios cuando niña. Siempre que expresaba lo que sentía o quería,
me hacían callar. Nadie me apoyó para que me escucharan. No debe
sorprenderme ser temerosa para defenderme". Cuando le pregunté a esta mujer
cómo se sentía después de decir esto, respondió: "Cuando experimenté el primer
auto juicio mi pecho se apretó. Pero ahora experimento compasión por mí misma
y una cierta calidez se va extendiendo a través de mis extremidades.
Esta mujer ya sabía que no se defendía porque nadie la había animado a hacerlo
cuando niña, entonces no era nada nuevo. Lo que era nuevo en esta experiencia
era estar comprendiéndose a sí misma, lo que le permitía abrir su corazón para
acogerla.
En palabras de Buber: Cada persona que nace en este mundo representa algo
nuevo, algo que no existió nunca antes, algo original y único. Es deber de cada
persona... Saber y considerar... Que nunca ha habido nadie como ella en el
mundo, porque si hubiera habido alguien como ella, no habría necesidad de que
estuviera en el mundo. Cada persona es algo nuevo en el mundo y está llamada
a llenar su particularidad en el mundo. La tarea más importante de cada persona
es actualizar sus potencialidades únicas, sin precedentes e irrepetibles. La tarea
no es repetir algo que otro, ni la persona más importante de todas, haya hecho
ya. La misma idea fue expresada por Rabbi Zusya cuando un poco antes de su
muerte dijo: "En el mundo por venir no se me preguntará: "¿Por qué no fuiste
Moisés?", se me preguntará: "¿Por qué no fuiste Zusya?"
¿Qué quiere decir, entonces, ser Zusya? Decirle sí al ser que eres. Solamente así
será posible que se manifieste totalmente la ofrenda única que tu existencia
representa.
El hábito de compararnos con los demás o de tratar de ser como ellos es uno de
los mayores obstáculos al amor a uno mismo. La preocupación de si somos como
los otros, mejores o peores, es una manera de deshonrarnos nosotros mismos.
Como escritor, por ejemplo, con frecuencia he sentido envidia de los colegas que
escriben rápido. Un amigo ha escrito libros en tres o seis meses que han llegado
a ser grandes éxitos. Por el contrario a mí me ha llevado años escribir mis libros y
no han llegado a ocupar el puesto en el índice de ventas que ostentan los libros
de mi amigo.
Puedo caer en la tentación de desear escribir tan rápido y tan fácilmente como él.
Pero para ser honesto conmigo mismo, también tengo que reconocer que sus
libros no son del mismo tipo que los míos. Dejarme ser quien soy significa valorar
el camino particular que estoy recorriendo y la manera en la que mi escritura
refleja eso, en lugar de tratar de escribir como alguien más. Después de todo,
nadie puede hablar con mi voz. Si yo puedo valorar lo que tengo para ofrecer,
estoy poniendo controles en el camino a lo que quiere salir desde mi interior.
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De la misma manera, cada uno de nosotros tiene un don que es sólo nuestro.
Una persona puede ser un tipo particular de madre, otra puede ser una
estupenda comunicadora, otra puede tener una sensibilidad especial para
escuchar a los demás. Alguna otra puede estar entregada totalmente a la
búsqueda de la verdad, y otra puede tener la capacidad de inspirar a los demás
para dar lo mejor de sí mismos. La belleza de estos dones puede brillar
solamente cuando valoramos lo que quiere salir de dentro de nosotros, sin tratar
de vivir según ciertos estándares preconcebidos.
Además, incluso esta descripción de los dones de las personas se queda corta
porque el don más especial que tú tienes para ofrecer es la cualidad viva de tu
presencia, la chispa indescifrable que hace que tú seas tú. Cada alma tiene su
propio carácter maravilloso, su propia "originalidad". Aunque nadie puede definir
exactamente este "algo especial", es eso lo que la gente ama cuando te ama a ti.
Originalidad quiere decir sencillamente eso. Eres así de tu propia manera, yo soy
sólo eso en mí misma. Todos somos justamente lo que somos y no podemos ser
diferentes a eso. Esto merece una celebración.
Amarse a uno mismo puede sonar como egoísmo para algunas personas. Pero,
en realidad, esto proporciona las bases más poderosas para amar a los demás.
Porque permitirte ser quien eres te ayuda a reconocer la importancia de dejar que
los otros sean lo que son. Una de las cosas más amorosas que puedes hacer es
dejar que los otros sean diferentes a ti y liberarlos de tus exigencias y
expectativas. Cuando comprendes amablemente que los otros tienen sus propias
leyes y tienen que recorrer su propio camino, asf como tú lo haces, la necesidad
de controlarlos o ser más importante que ellos empieza a desaparecer.
Los elementos del amor a uno mismo que se han estudiado en este capítulo —
liberar tus conceptos, permitirte vivir tu experiencia, permitirte ser quien eres,
decir sí a ti mismo, comprender tu debilidad con amabilidad y valorar el don único
que tu vida tiene para ofrecerte— son todas maneras de abrir tu corazón a ti
mismo. Y esta es la clave indispensable para abrir la puerta a través de la cual el
amor absoluto y perfecto puede entrar y establecerse en tu interior.
CAPÍTULO CINCO
Sagrado anhelar
Ves, quiero demasiado. Quizá lo quiero todo.
-RAINER MARÍA RILKE
La intensidad del anhelo hace todo el trabajo. -KABIR
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DECIRNOS SÍ A NOSOTROS mismos, permitirnos ser como somos, abrir nuestro
corazón a nosotros mismos, todo esto sirve para encender el brillo interior del
autoamor, para sanar nuestra herida profunda. Sin embargo, si queremos
liberarnos de la actitud de desamor, hay otro elemento que necesita también ser
puesto en su lugar: debemos dejar que el amor nos penetre por completo.
Pero, ¿cómo puede ser esto posible si nuestra capacidad de abrirnos al amor ha
sido lastimada por los da, nos que producen el dolor, la desconfianza y el miedo?
¿Por qué es mucho más fácil quejarse, derrumbarse, exigir, o atacar que
expresar abiertamente lo que deseamos? La respuesta es sencilla: la queja y la
exigencia nos proporcionan un escudo defensivo tras el cual escondernos, pero el
deseo nos expone ante el otro. Dejar que el otro sepa cuánto anhelamos su amor
significa dejar caer nuestras defensas y desnudar nuestra alma. Esto es más
difícil aún si nuestro centinela está constantemente al acecho del otro-malo, ese
que no está disponible para nosotros. Entonces, no debe sorprendernos que si
hay algo que no queremos hacer es poner al descubierto nuestro deseo de amor.
Es mucho más fácil ir por el camino seguro centrándonos en el hecho de que los
otros no nos dan lo que queremos.
Al pedirle que estuviera aquí, al exponer su corazón ella estaba realmente ahí.
Esto le permitió a él sentirse conectado con ella, que era lo que él más quería.
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A veces, a los miembros de una pareja les cuesta reconocer y revelar su profundo
deseo de sentirse amados. Pero cuando alguno de los dos puede hacerlo sin
culpabilizar ni reclamar, se da una sensación inmediata de alivio en los dos. Es un
alivio enorme llegar a la verdad simple y expresarla abiertamente: "De verdad
quiero sentir tu amor".
Quien recibe este mensaje también puede relajarse porque él o ella ya no tienen
que protegerse de la exigencia o el reclamo del otro. Pero hay un alivio mu-"y cho
mayor para quien escucha: cuando el otro revela
deseo de modo transparente, no defensivo, le están permitiendo verlo, lo que
proporciona un punto de entrada que permite que se dé el contacto.
Los momentos en los que se dice la verdad desnuda revelan la belleza de tu
pareja y te permiten volver a establecer conexión con la razón por la cual te
enamoraste de esa persona.,
Este tipo de momento eléctrico también se da co frecuencia cuando trabajo con
parejas frente a un grupo. Cuando uno de los miembros de la pareja revela 1 ;h
que más quiere, todos los que están en la habitación se sienten fascinados con
esa persona. Todos experimentan una empatía natural sin tener que pensar en
ello.
Es vital comprender el principio que está funcionando aquí, porque nos permitirá
recibir no sólo amor hui mano, sino también el amor absoluto. El punto esencial
es volverse transparente para dejar que nuestro profundo anhelo de amor y
conexión se expongan al exterior. Esto nos vuelve porosos porque abre el canal a
través del cual puede entrar el amor.
Es contra esta cualidad adictiva del deseo —cuando la fuerza vital se encierra
dentro de un objeto externo— que nos previenen muchas enseñanzas religiosas.
Esta es la tensión insoportable a la que Buda se refería cuando dijo: "La causa
del sufrimiento es el deseo".
Durante mucho tiempo tuve problemas con esta afirmación de Buda. Ciertamente
podía ver que aferrarnos a objetos de afecto daba lugar a estados dolorosos de
obsesión y adicción. Pero me di cuenta de que algo faltaba en esta formulación
porque para mí era claro que el deseo también contenía poder e inteligencia, que
podía mover montañas y que, por último, era la energía que nos impulsa a
establecer contacto íntimo con la vida y a movilizarnos en la dirección que
debemos. Tampoco quería privarme de un amor apasionado o de experimentar
un vínculo profundo con los seres amados. Había encontrado que la mera
energía del deseo, si la experimentábamos directamente, sin tratar de forzar la
realización, tenía una luminosidad radiante y una belleza propia. Se trataba del
jugo mismo de la vida.
97
En un extremo del espectro está el deseo en su forma más rudimentaria, lo que
Buda llamó avidez. Este sentimiento llega a ser particularmente destructivo
cuando toma la forma de una exigencia coercitiva o de un ultimátum: "Haz lo que
yo quiero, o... Te dejo... Te castigo..." Una forma más educada de esta avidez es
la súplica cariñosa: "Por favor dame esto, por favor, por favor, por favor".
Menos extremo es el deseo común, el deseo convencional: simplemente querer o
necesitar algo. Aunque menos coercitivo que el ultimátum, las peticiones y las
súplicas, el deseo común también genera estrés y tensiones cuando espera o
requiere una forma de satisfacción definida, preconcebida, que está, de hecho,
fuera de nuestro control.
En el extremo más sutil del espectro, en el que el deseo deja de ser una ventosa
aferrada a un resultado determinado, puede ser experimentado como vitalidad
apasionada o sencillamente como una enorme felicidad. Este es uno de los
secretos profundos que viene de las tradiciones tántricas de oriente. La clave
para establecer una relación amistosa con tu deseo es centrar tu atención al
interior del deseo mismo, y no tratar de controlar el objeto del deseo o lograr la
satisfacción de él.
Si cabalgar sobre el deseo es como surfear sobre una ola, dejarse llevar por el
deseo es como estar sometido al fmpetu de la corriente. Esta diferencia es
sencilla pero definitiva, parecida a la distinción entre sufrimiento consciente o
inconsciente. Estás empleando la misma energía no importa si lo haces
conscientemente o no. Pero en el deseo o en el sufrimiento consciente haces la
experiencia sabiendo lo que estás haciendo para que no te abrume ni mueva el
terreno sobre el cual caminas y te arrastre consigo. Tienes una experiencia lúcida
y deliberada del deseo y de la manera en la que se mueve en tu interior.
La experiencia de la energía pura del deseo te permite descubrir su naturaleza
más sutil que es vitalidad radiante y puede ser apasionada, poderosa y eléctrica,
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o tierna, delicada y dulce. Si bien el deseo que se fija en el objeto exterior genera
avidez y tensión, el deseo interior hace que te pongas en sintonía con el poder
vital de tu interior.
Cuando puedes cabalgar sobre las olas del deseo, este sigue su curso y se
calma. Entonces, es posible descubrir lo que está bajo esta energía. Así como las
profundidades claras y calmas del océano descansan bajo las olas violentas, así
el anhelo puro del corazón está bajo nuestra pasión. Este anhelo tiene su propia
inteligencia porque es el conocimiento directo de que tú creces y prosperas
solamente si estás en profundo contacto contigo, con los otros y con la vida
misma.
Incluso Buda, en una de sus más avanzadas enseñanzas, tuvo que reconocer
que "el deseo es perfectamente puro". El deseo es puro como lo es el fuego: es
energía abrasadora, no es algo por naturaleza dañino. Toma un aspecto
destructivo cuando lo manejamos de manera incorrecta. Si podemos descubrir el
profundo anhelo que contiene este calor radiante, éste puede producirnos una
relajación interior que nos abre para dejar que el amor entre en nosotros.
El otro-bueno y el tú-sagrado
Cuando la avidez nos arrastra y nos imaginamos que otra persona es la persona
que puede proporcionarnos satisfacción total, estamos proyectando sobre esa
persona la imagen del "otro-bueno". Si el otro-malo es contra quien tenemos
resentimientos porque no nos da lo que necesitamos, el otro-bueno es el que
imaginamos que hará que todas las cosas funcionen bien porque nos ama de la
manera adecuada. Mientras la imagen del otro-malo está coloreada por el miedo,
construida por nuestras viejas heridas y desengaños, la imagen del otro-bueno
está coloreada por la esperanza, construida por el anhelo del amor perfecto. Así
cuando las otras personas sienten que estamos proyectando estas imágenes
distorsionadas sobre ellas, por lo general, dan un paso atrás porque saben que
les va a ser imposible llenar nuestras expectativas.
Las canciones populares de amor están llenas de estas proyecciones: "Eres todo
y todo eres tú". "No puedo vivir si la vida es sin ti". "Eres mi rayo de sol, mi mico
rayo de sol".
Pero piensa en ello por un momento. ¿Cómo sería tu vida si la compartieras con
alguien que lo es todo, tu único rayo de sol, la única razón de tu existencia? Te
encontrarías en la posición de Majnun, el amante de un famoso cuento sufi que
literalmente se enloquece por su amada Layla y grita: "Sigo obedientemente a mi
amada, que es la dueña de mi alma". En términos modernos ese seria un
99
indicador de debilidad, dependencia fusión emocional y adicción.
Al darle a Layla su alma, Majnun ha perdido la conexión con su centro vital.
No obstante, tengo que admitir que aunque yo comprendo esto racionalmente,
también hay un lugar en mi en el que tienen resonancia y respuesta poderosa los
grandes sentimientos expresados en estas canciones de amor. También siempre
me ha gustado el cuento de Layla y Majnun y otros parecidos. ¿Quiere esto decir
que soy un romántico sin esperanza, adicto al sueño del amante ideal que me
proporcionará la satisfacción total y aliviará todas mis angustias? O, ¿hay una
verdad más profunda que subyace a sentimientos como "eres todo y todo eres
tú"?
Hace poco revisé todos los poemas de amor que les he escrito a las distintas
mujeres de mi vida, una colección de más de treinta años. Aunque todas estas
mujeres tienen un lugar claro en mi mente, cada una posee su propia belleza y
debilidad, me di cuenta de que la pasión y el anhelo en cada uno de estos
poemas parecía estar dirigido al mismo tú único y especial.
Por tanto, el sentimiento en las canciones pop románticas tiene las mismas raíces
que aquel de la gran poesía de las tradiciones espirituales. En términos religiosos
tradicionales, este es el anhelo que tiene el alma de Dios. Después de todo, es
sólo a Dios, o la misteriosa fuente de todo, a quien podemos cantar realmente "Tú
eres todo y todo eres Tú". Es únicamente al amor absoluto al que en toda justicia
le corresponde que le digamos: "Eres mi rayo de sol, mi único rayo de sol" y "No
puedo vivir si la vida es sin ti". Nuestro anhelo por la fuente del amor es tan
natural como la sed de agua que tiene el venado. O como en los bellos versos del
libro de los Salmos: "Como jadea la cierva tras las corrientes de agua, así jadea
mi alma en pos de ti, mi Dios".
Muchos grandes músicos y sabios se han dado cuenta de que la sed de Dios
solamente se satisface por completo cuando bebemos de las fuentes espirituales
que fluyen dentro de nuestro corazón. Algunas tradiciones espirituales, como el
sufismo, ven el anhelo como la línea directa hacia el amor absoluto porque nos
proporciona el rocío interior. Cuando el gran místico sufi Ibn al-'Arabi exclama:
"Oh Señor nútreme no con amor, sino con el anhelo del amor", está reconociendo
que sentir profundamente el anhelo ya nos nutre. Porque levanta el corazón, y
nos permite descubrir lo que es más vital en nuestro interior.
Dentro de esta misma línea, Rumi canta:
Esto es curioso y divertido, ¿no es así? Te sientes atraído por alguien, lo cortejas
y tratas de conquistarlo, logras conquistarlo, haces el amor y quizá te cases. Pero
algo hace que { o te sientas completamente satisfecha. Tu pasión quiere algo
más. Entonces, quizá te decidas a tener hijos; es posible que los hijos satisfagan
tu profundo deseo. También es posible que intentes lograr que tu pareja cambie
para que finalmente llegue a satisfacerte. Pero esto genera más problemas,
entonces es posible que intentes una terapia de pareja o te decidas a entrar en
algún taller de sexo tántrico. Y a pesar de que las cosas mejoren mucho, tu
anhelo de algo más nunca desaparece por completo.
Pero ¡este no es el problema! Esperar algo más o buscar algo más para que por
fin se satisfagan todos tus' deseos no es una mala señal. La única manera de
hacer que nuestra pasión sin límites se satisfaga es reconocer el verdadero
objeto de nuestro deseo.
El deseo centrado en una persona nunca puede ser satisfecho totalmente porque
el ser amado despierta nuestra pasión por algo que va más allá de esa persona''
finita. Kirkegaard la llamaba la "pasión infinita" o “pasión por lo infinito".
Los otros animales al estar arraigados en lo finito sólo necesitan que sus
necesidades básicas sean satisfechas. Pero como la conciencia humana tiene
sus raíces en lo infinito, podemos descubrir en la belleza de las cosas finitas una
belleza mucho mayor que brilla a través de ellas. Nuestro anhelo de algo más
surge de lo que es infinito en nuestro interior27 y está orientado hacia el amor y la
apertura ilimitados. Nunca se trata sólo de esa mujer a la que yo amo.
102
También es la manera en la que ella sugiere y revela una belleza mucho mayor
que la trasciende a ella, que provoca en mí una apertura que me permite acceder
a la belleza aquí mismo en mi interior. Ninguna teoría del amor humano puede ser
completa si esto no se comprende.
Tu anhelo es sagrado porque quiere conectarte con la fuente infinita que vive
dentro de ti. Es por esto que si logras abrirte a la energía del anhelo mismo esto
te conducirá más allá del puro antojo y apego. A través de tu anhelo —ese
sentimiento de que no puedes vivir, si la vida no te proporciona el verdadero amor
— te orientas hacia el amor como fuerza vital.
Ante todo, te buscas a ti. No a una versión distorsionada y superficial de ti mismo
sino a lo que es más vivo y real en tu interior. Quieres sentir tu propio sabor, el
elixir del gran amor fluyendo en tus venas.
Por supuesto que con frecuencia imaginamos que un ser amado nuevo y más
hermoso nos proporcionará este elixir. Esto es comprensible, especialmente si
nos sentimos excitados en la presencia de esta persona, incluso solamente al
pensar en él o ella. Está bien. No hay ningún problema con la poética de "eres mi
rayo de sol". Es maravilloso escribir poemas apasionados al ser amado, al Tú
sagrado y experimentar la satisfacción del juego de la sensualidad.
103
De la misma manera, anhelamos el amor perfecto solamente porque ya lo hemos
degustado. Y como no lo hemos localizado en el mundo exterior, nuestro
conocimiento del amor perfecto solamente puede provenir de lo más profundo de
nuestro ser. El anhelo del amor perfecto surge del mismo amor perfecto que
habita en el interior del corazón humano.
Es como si tuviéramos un panteón de dioses y diosas encerrados dentro de
nosotros mismos, escondidos en la profundidad de nuestro ser. Está el dios del
amor, la diosa de la belleza, el dios de la verdad, la diosa de la sabiduría. Si
escuchamos con atención, apenas podemos percibir su llamado. Quieren unirse a
nosotros y ofrecérnoslo todo, pero hemos estado mirando hacia otro lado durante
tanto tiempo que es difícil escuchar o reconocer sus gritos apenas perceptibles.
Sin embargo, son llamados que pueden ser escuchados en la voz de nuestro
anhelo.
El amor te busca
Cuando nos abrimos a nuestro anhelo estamos desvelando la más sutil de todas
las formas de deseo: la plegaria. Así como el anhelo es una forma más sutil del
deseo que la avidez, la plegaria es todavía más sutil. Es una conexión pura con lo
que es más real, la apertura y calidez de la cual fluyen todas las bendiciones.
El deseo puro de hacer unidad con el amor es la oración eterna que habita dentro
del corazón. Esta plegaria también permanece escondida al interior de nuestra
deseo de amor de otra persona. Al querer ser amados nosotros queremos tener
la experiencia del amor digiéndose hacia nosotros. La verdad es como la luz de
sol, es la benevolencia en este universo que siempre dirige a nosotros y brilla
sobre nosotros. Innumerables personas han descubierto esta gracia y bendición
en las circunstancias más difíciles, incluso las más aterradoras. La clave está en
dejar que el amor venga a nosotros. Esto es lo que Rumi quiere decir cuando
afirma: "Para encontrar el ser amado, tú tienes que volverte el ser amado". Para
que esto suceda tenemos que abrirnos para dejar que el amor entre en nosotros.
De cierta manera, esto es lo que le sucedió a Julie cuando le permitió a Rick ver
cuánto lo quería. El dolor a partir del cual ella habló la condujo a la unión. Sin
saber siquiera qué estaba haciendo, ella dejó que su anhelo saliera y se dejara
ver y con esto invitó al amor para que entrara. En ese punto ninguno de los dos
tenla demasiado control del asunto.
105
Julie no decidió ponerse al descubierto ella misma. Lo que sucedió fue que sus
defensas cayeron, como una capa que cae de sus hombros, permitiendo a Rick
verla desnuda ante él. Rick tampoco decidió responder como lo hizo. Estaba
fuera de su control. Sencillamente su corazón estaba respondiendo a ese ser que
él amaba en el momento en el que ella no le estaba dando la espalda. Las nubes
se dispersaron y un rayo de amor puro brilló a través de él espontáneamente, al
menos, en ese momento.
El sagrado anhelares la taza secreta que invita al amor a entrar dentro de
nosotros. En este sentido, podríamos decir que una acogida genuina puede ser
más sagrada que dar porque requiere que seamos humildes y nos abramos,
olvidando los controles y poniéndonos enteramente a la disposición del amor
como el gran poder que nos infunde vida.
Cuando te conviertes en la taza secreta ya no se trata solamente de querer amor.
Ahora te das cuenta de qu! el amor te quiere. Solamente ha estado esperando
que lo dejes entrar. Cuando desnudas tu sagrado anhela entonces, como dice
Rumi, "seres milagrosos vienen corriendo a ayudar".
CAPÍTULO SEIS
El amor que te libera
El amor siempre te ama.
—H.W.L. POONJA
UNO DE LOS DERECHOS fundamentales que tenemos como seres humanos es
el acceso directo al amor perfecto, y es nuestro privilegio servir de canales a
través de los cuales este fluya. Si nos damos cuenta de esto, podemos ver la
locura que significa tratar de conseguir el amor a través de esfuerzos, miradas o
logros. Quizá lleguemos a ganar aprobación, elogio o recompensas con estos
medios, pero no conseguiremos el amor que nos adopta como somos, el amor
que nos libera, el amor que ilumina este mundo. En lugar de tratar de conseguir
amor, lo que necesitamos es dejar que el amor entre en nosotros.
¿Cómo podemos dejar que esto suceda para que podamos ser absolutamente
amados y saberlo con certeza con todo nuestro ser?
5. DISPONTE A RECIBIR
Percibe en tu anhelo un deseo de recibir amor contenido. Siente y reconoce ese
sí a recibir. Lo que está básicamente diciendo este sí es "yo quiero dejarte entrar
108
en mí".
Cuando experimentes esa apertura a recibir, pregúntate: ¿hay alguna presencia
de amor al alcance ahora? No pienses con mucho detenimiento en esto ni lo
busques con fuerza. Más bien, siéntelo con suavidad, sutilmente: ¿está
disponible ahora la presencia del amor, está al alcance de la mano en algún
lugar? No pienses ni elabores nada con tu mente. No te inventes nada.
Simplemente experimenta lo que hay allí.
Si hay cierta sensación de calidez o de amor en los alrededores, déjalo entrar. No
trates de forzar nada. Deja que tu cuerpo sea totalmente receptivo; deja que tus
poros reciban la calidez que hay en el ambiente. Siente las células de tu cuerpo
impregnándose de la presencia del amor.
Nota cómo la presencia del amor no es algo localizado en un solo lugar. Es más
parecida a una brisa ligera que te abraza suavemente, que te rodea o que te
impregna. Déjate sostener en el espacio del gran amor y trata de ver qué sientes.
Cualquiera que sea la sensación de apertura, calidez o ternura que hay allí, trata
de percibir qué sientes al dejar que se mueva a través tu cuerpo.
(Si no percibes ninguna presencia de amor, es mu'' probable que no hayas
sentido tu separación del amor o su anhelo de él con la suficiente fuerza. En ese
case puedes tratar de decirte una o dos frases con gentileza y experimentar si
son ciertas para ti como: "Quiere sentirme amado", "Quiero ser sostenido en el
amor", "Quiero saber que soy amado", o "Quiero dejar que el amor entre". No las
digas como auto sugerencias como afirmaciones sino como una manera de hacer
que tu deseo profundo y tu plegaria se perciban más cons cientemente. Trata de
ver cómo te afecta formular en palabras tu deseo mientras estás sintiendo su
verdad.)
Proporciónate suficiente tiempo para sentir lo que estás experimentando. La
presencia del amor absoluto puede ser muy sutil; por lo general, no se anuncia
con dramatismo. Puede sentirse como si la calidez te invadiera, o como si te
rodeara un plasma ligero, o como estuvieras sostenido en un dulce abrazo.
Puede sentir: como si estuvieras flotando en una piscina de agua tibio
sencillamente como una relajación y calma totales.
Puedes darte cuenta de que tu mente se resiste o que te distraen ciertos
pensamientos, quizá no confíes en I.- que te está sucediendo. Tal vez pienses
que te lo esta. inventando todo. Simplemente reconoce estos juego. mentales sin
luchar con ellos. Recuerda que el ego ha hecho suya la costumbre de resistirse al
amor porque lo disuelva. No cree que si baja sus defensas el amor podría estar
allí de modo confiable. Si encuentras alguna resistencia en este proceso, acógela
de una manera amable y gentil.
109
6. DÉJATE IR Y PERMITE QUE EL AMOR TE SOSTENGA
Sintiendo la presencia del amor, relájate y disuélvete en él. En lugar de sostenerte
solo, deja que el amor te sostenga. Suaviza las fronteras del cuerpo y percibe qué
se siente al diluirse en esta calidez. Nota el efecto que esto tiene en tu cuerpo y
sigue presente con ese sentimiento sutil.
¿Puedes sentir amor como una presencia gentil que te sostiene y te envuelve
permitiéndote relajarte y dejarte ir? No tienes que sostenerte tú. Deja que el amor
te sostenga.
Sugiero que sigas esta práctica con regularidad al principio, quizá mientras estás
en la cama a la primera hora de la mañana o antes de dormir. Después de que
hayas encontrado el ritmo, puedes hacer las prácticas muy rápidamente, en un
minuto o dos, y sentirás que te sirven de alimento y te renuevan.
Cuando descubrí esta práctica debido a mi necesidad personal, me sorprendió la
manera concreta en la que pude sentir la presencia del amor entrar en mí y
renovar mi cuerpo. Esta experiencia fue muy sutil, nada realmente dramático.
Ante todo, exigía habilidad para abrirse y permitir que el alimento que está ahí
penetrara en tu cuerpo. Esta presencia nutritiva no es algo a lo que me pueda
aferrar; solamente puedo permanecer abierto y dejar que entre en mí.
Como continué haciendo esta práctica, percibí los cambios profundos que se
presentaban. Cuando supe que podía tener mi propio acceso directo al amor
perfecto siempre que lo necesitara experimenté un nuevo tipo de confianza y
relajación. Mi inversión en la queja disminuyó, lo mismo que la tendencia a
esperar que los otros proporcionaran el amor ideal.
Aunque al principio parecía que nunca iba a volver a necesitar el amor de los
demás en la misma forma, me encontré de repente retornando a mis antiguas
expectativas en cuanto a las relaciones. No obstante, la práctica del amor
absoluto me dejó con un conocimiento nuevo y concreto de que algo diferente era
posible, y esto me sirvió de estrella polar que me guía para ver que todavía
necesito trabajar para liberarme cada vez más.
Digo esto para que no te desanimes si sientes que retrocedes después de haber
tenido algunos logros con esta práctica. Como casi todo crecimiento es el
resultado de dar "dos pasos adelante, un paso atrás", retroceder no significa que
tu experiencia de amor absoluto haya sido sólo una ilusión.
Vivir en el amor
Muchas personas en mis talleres al abrirse al amor absoluto de esta manera
también han descubierto que el amor que más anhelan está disponible y a la
mano. Uno de los participantes en uno de mis grupos lo describió así: "Estoy
110
maravillado de descubrir que siento el anhelo de amor profundamente, es igual a
sentir el amor mismo. Tan pronto como percibo el anhelo, el amor está aquí
presente. Siento una sensación de calidez, algo que fluye, que me llena y vuelve
a fluir". Su descubrimiento está de acuerdo con las palabras de la Biblia: "Pedid y
se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá". Pedir en este caso significa
experimentar conscientemente el verdadero anhelo del corazón, que abre un
canal despejado que invita al amor absoluto para que entre.
Las personas experimentan la presencia del amor absoluto de distintas maneras.
Una mujer lo percibió como "un gran espacio, no necesariamente cálido, sólo
espacioso". Está experimentando la dimensión abierta del amor absoluto, que no
contiene necesariamente la cualidad cálida y aterciopelada del contacto humano.
Para otra mujer fue "una hermosa dulzura esparciéndose sobre mí". Otra mujer
sintió "una luz intensa, calidez y felicidad". Otra habló de que inicialmente estaba
buscando una especie de éxtasis, lo que encontró en su lugar fue que la
presencia del amor era "muy sencilla. No producía una intensa emoción, era más
clara y neutral. También proporcionaba una sensación de equilibrio, como estar
flotando en el agua".
Un hombre dijo: "El amor que está allí cuando me abro de esa manera no viene
de ninguna parte ni va a ninguna parte. Es no-direccional, es sólo una presencia
sencilla y abierta". Otro hombre habló de "una plenitud que me hizo sentir más
vivo". Otro la describió como "una experiencia poderosa de ser conocido, que se
siente como la disolución de mi queja de no ser visto". Otras palabras utilizadas
para describir la entrada del amor: "suave", "calma", "radiante", "incluyente",
"energiza nte", "animadora", "base sólida", "apacible".
Una mujer habló de su descubrimiento del amor: "Qué simpático: el amor que he
venido anhelando estaba aquí todo el tiempo. ¡No puedo creer que haya sufrido
tanto al pensar que me faltaba el amor y que tenía que encontrarlo en alguien!
Pero ahora veo que todo lo que tengo que hacer es sintonizar mi antena recepto
ra y allí está. Parece como si el amor estuviera siempre dispuesto a responder:
"Sólo estaba esperando a que tú volvieras tu rostro hacia mí y me dejaras
escuchar tu llamado".
Así como los peces no ven el agua que los rodea, también nosotros
desconocemos el océano de amor que está a nuestro alrededor y nos sostiene.
Aunque el amor está en nuestro interior y a nuestro alrededor es tan fino y tan
transparente que, como el agua, a veces parece invisible. Por tanto, toda nuestra
vida nos hemos esforzado por lograr el amor sin darnos cuenta de que el gran
111
amor está justo aquí, a nuestra disposición. Hemos tratado de sostenernos a
nosotros mismos, sin darnos cuenta de que el amor es este terreno siempre
presente que sostiene toda nuestra existencia. Hemos estado tratando de
demostrar que merecemos ser amados pero no nos hemos dado cuenta de que
nuestra naturaleza misma es amorosa y digna de ser amada.
Tan pronto como reconozcas totalmente tu sed, el agua del amor encontrará su
camino y empezará a fluir en tu interior. Inicialmente parecerá como si el amor te
llegara de algún lugar del exterior. Pero cuando dejes que la presencia sutil del
amor entre en ti ya no podrás decir el amor está allí y yo aquí como dos cosas
separadas. No hay separación.
Entonces saber que eres amado es saber que eres amor. Cuando dejas caer tus
defensas y permites que el amor te invada, haces unidad con el amor, como una
capa de hielo que se derrite en el río en el que se formó. Así como el hielo nunca
estuvo separado del río, así el congelamiento del corazón solamente ha creado
una separación temporal de tu naturaleza de amor.
Disolverse en el amor es lo que siempre ha querido el alma. El alivio que produce
no sólo sana el dolor de las carencias infantiles sino que cura la herida espiritual
de la separación del amor.
Esto es lo que generalmente buscamos, sepámoslo o no, en nuestra fantasía de
la pareja ideal, alguien en cuyos brazos podamos descansar libremente y
relajarnos. ¿Qué es el orgasmo, después de todo, si no es esto? Sencillamente
no podemos dejar de buscar el amor perfecto porque es esto lo que nos ayudará
a disolvernos dentro de la cálida expansión de la apertura que es nuestra
naturaleza misma. "Para encontrar al ser amado, tienes que volverte el ser
amado" esto quiere decir hacerse unidad con el amor que siempre nos ama.
Las tradiciones teístas describen esto como llegar a ser "el amado de Dios" o "un
hijo de Dios". En las palabras de un himno inglés:
Ven aquí, oh divino amor, a ti te busca esta alma mía.
Las tradiciones no teístas como el budismo lo expresan de otra manera:
112
"Tu mente hace unidad con la compasión y la sabiduría de todos los budas". Pero
no importa cuál sea la lengua o la creencia, los grandes santos y sabios de todos
los tiempos siempre han irradiado gran amor y compasión porque su corazón ha
hecho unidad con el amor absoluto en el que están inmersos. Al convertirse en el
ser amado ya no están separados del amor.
El ego defensivo es como una especie de piso que ponemos bajo nuestros pies
para que nos sostenga cuando no confiamos en que el amor nos está
sosteniendo. No obstante, aunque esta base construida por nosotros mismos
puede darnos un cierto sentido de segunda también nos separa del terreno más
amplio que es nuestro ser. Para dejar que el amor entre en nosotr necesitamos
empezar a abrir espacios entre las lámin del piso que hemos construido para que
la calidez d amor pueda subir y envolvemos.
El trabajo y el juego de las relaciones
Si recibes una llamada telefónica en la que te informan que acabas de ganar un
millón de dólares en la lotería y al salir a la calle descubres que te han robado el
carro, quizá no te preocupes demasiado. De la misma manera, descubrir que
tienes acceso directo al gran amor pone en perspectiva nuestras frustraciones y
decepciones con el amor humano. Te haces menos dependiente de la aprobación
de la familia, de los amigos, o de tu pareja, porque ellos son, después de todo, un
sustituto modesto de la cosa real. Ahora puedes afirmarte en ti mismo y atreverte
a ser tú en una relación. Y como estás menos tentado a hacer cualquier cosa
para ser amado, el resentimiento es mucho menor.
Nada más hace que surja tan rápido a la superficie nuestra herida del corazón
exponiendo todas las formas en las que todavía nos sentimos no amados o no
merecedores del amor. Las relaciones humanas proporcionan la prueba máxima
de si la sanación ha sido completa, si hemos logrado unidad o hemos alcanzado
la madurez espiritual.
114
Por lo general, cuando nos cerramos en las relaciones es porque las heridas
emocionales de la otra perso na han activado esas heridas que no podemos
tolerar. La ira de mi compañera, por ejemplo, puede provocar mi profundo temor
al rechazo. Si no puedo manejar ese temor, me cierro y ella se enoja. Por tanto
para estar abierto y presente cuando la persona a la que amo está pasando por
momentos difíciles, tengo que ser capaz de controlar conscientemente y con
ánimo comprensivo mis propios puntos álgidos emocionales. Si puedo manejar mi
temor, también puedo manejar su enojo.
Sanar la herida de amor no quiere decir que esta desaparezca por completo, sino
que nos permite liberarnos, poco a poco, de su influencia sobre nosotros.
Alcanzamos esta liberación a través de un proceso de comprensión y
desvelamiento, como el que se ha descrito en este libro, que nos permite hacer
una pausa y analizar qué está sucediendo cuando nuestra herida se resiente en
lugar de descargar sencillamente alguna reacción emocional automática.
Cada vez que me cierro para alguien, esta es una oportunidad para enfrentar mis
heridas y ver también en dónde me he cerrado yo dentro de mí mismo.
Esta disposición a aceptar mis propios encerramientos es la clave que me
permite permanecer abierto, tanto para mí mismo como para la persona que haya
provocado mi dolor. Aprendiendo a aceptar lo que es más difícil de aceptar en mí
mismo, adquiero fortaleza para enfrentar lo que me parece menos tolerable en mi
compañera y para brindarle una comprensión genuina y más cuidadosa cuando
está más necesitada de ello.
117
A través de la práctica de abrirme al amor absoluto, llegué a comprender el primer
mandamiento de Cristo de una manera más inmediata y concreta. Si la presencia
del amor absoluto es no-direccional, como la describió uno de mis estudiantes,
esto quiere decir que no es algo que un yo aquí da a un Dios allá, o que un Dios
allá da a un yo aquí. Amar a Dios con todo nuestro corazón quiere decir que
hagamos la inmersión total en esta corriente bendita. Puedo ver que el amor no
es algo que doy y me es dado. Es la sustancia esencial de lo que soy, de todo mi
corazón, mi mente y mi fortaleza. Amar a Dios con todo mi corazón y con toda mi
mente tiene que significar amar mi propia naturaleza que es amor, abrirme a la
apertura total, como el agua que se vierte sobre el agua.
Esta conexión vertical hacia la apertura con dirección hacia el cielo, hablando
metafóricamente, nos hala hacia arriba y nos permite adquirir una postura erecta,
balanceada en relación con los otros. Uno de mis estudiantes expresó esto
después de una práctica de amor absoluto: "Me sentí en posición erecta. Vi que
tratar de alcanzar el amor es como inclinarse en cierto ángulo. Cuando me inclino
de esa manera, pierdo la conexión vertical con mi propio piso, y siento una mayor
118
ansiedad por conseguir el amor desde fuera". Saber conservar esta posición
erecta nos permite practicar la bondad genuina, libre de cualquier ardid para
lograr el cariño de los demás.
Buda sabía que no siempre es tan fácil amar al prójimo, incluso después de
habernos abierto al amor absoluto porque los hábitos de temor y de resentimiento
han dejado huellas bien marcadas en nuestra psique que seguirán atrayéndonos
hacia ellas a menos de que hagamos prácticas conscientes de nuevos modos de
relación con los demás. La tradición budista tiene muchos métodos prácticos para
ayudarnos a desarrollar bondad, amor y compasión hacia los demás.
Una manera sencilla de activar nuestra preocupación por los demás es recordar
tu propio deseo de saberte hermoso y digno de ser amado para luego reconocer
que todos los demás, sin excepción, tienen este mismo deseo, sean o no
conscientes de ello. Si miras con detenimiento a tus peores enemigos y a los
forajidos del mundo como Stalin, Hitler o bin Laden, puedes reconocer que tras
sus fachadas agresivas, ellos también tienen este deseo que no se atreven a
revelar a nadie, y menos a ellos mismos. Se juzgan a sí mismos débiles si tienen
esta necesidad, se sienten avergonzados de ella y la esconden tras una máscara
de seudo fortaleza. Por tanto, llegan a negarse y a olvidar ese anhelo profundo
que se esconde tras su deseo de éxito, poder, pericia, salud, celebridad o
venganza.
Epilogo
¿Quién te sostiene?
SARAH ERA UNA MUJER muy inteligente y atractiva con la que trabajé en la
terapia durante muchos años. Después de tres matrimonios y muchos amantes
buscaba con desesperación encontrar una relación que le permitiera descansar.
Pero nunca había logrado construir ninguna que funcionara.
El papá de Sarah había dejado su familia cuando ella era pequeña y su madre se
había casado con otro. Nunca le contó la verdad y dejó que Sarah creyera que su
121
nuevo esposo era su verdadero padre. Durante su infancia Sarah sentía en su
cuerpo que algo faltaba, pero no sabía qué. Además, su madre no era capaz de
comprender las necesidades emocionales de Sarah y ella terminó haciéndose
cargo de las de su madre. Como consecuencia de esto, creció convencida de que
el amor era escaso y que tenía que ganarse cada trocito que cruzara por su
camino.
Sarah continuamente revivía esta creencia en sus relaciones con los hombres. Se
casó con hombres que no estaban disponibles emocionalmente y tuvo relaciones
apasionadas con hombres que tenían otras obligaciones. Tenía la tendencia a
centrarse en lo que el hombre quería y ella se hacía a un lado. Entonces, aunque
tenía un alma hermosa nunca había encontrado un hombre que la reconociera o
la valorara suficientemente como para entregarse a ella.
Después de trabajar mucho estos problemas, Sarah encontró, por fin, un hombre
que se enloqueció por ella y ella por él. Había una sola dificultad: Eric todavía
estaba con otra mujer con la que pasaba parte del tiempo y cuyos hijos había
ayudado a educar. Aunque amaba y deseaba profundamente a Sarah, su temor a
las consecuencias que podía tener dejar a la otra mujer le impedía
comprometerse ciento por ciento.
Sarah esperó muchos meses a Eric y sufría enormemente cuando él estaba con
la otra mujer. Por último ya no pudo soportar más. Se dio cuenta de que tenía que
dejar de verlo si él no lograba terminar esa otra relación. Si bien le costaba
mucho, había logrado ganar suficiente respeto por sí misma, gracias a nuestro
trabajo, para saber que tenía que hacerlo. Pero dejar de ver a Eric tampoco le
proporcionó emoción alguna, lo que la llevó a explorar la herida de su corazón
más profundamente que antes.
Como esta era la relación que más se aproximaba a lo que Sarah esperaba de
una relación con un hombre, la incapacidad de Eric para comprometerse fue
devastadora. Le produjo una ira terrible y yo la animé a sentirla profundamente.
Después de trabajar la ira, pasó al dolor que producía haberse comprometido, de
nuevo, en una relación con alguien que no estaba totalmente a su disposición.
Cuando se abrió a su herida, le pregunté qué era lo más doloroso, y ella dijo:
"Sentirme tan sola y no ser capaz de satisfacer mis necesidades". Después
exploró qué era lo que más necesitaba y dijo: "Estoy cansada de esforzarme
tanto por encontrar alguien que me ame. Quiero saber que hay alguien para mí,
que puedo relajarme y sentirme sostenida alguna vez".
Estábamos en un punto crucial. Sarah no había logrado construir una relación
profunda porque nunca se había adueñado de sí misma, ni se había permitido
experimentar el deseo de ser amada, con la vulnerabilidad y el peligro que esto
122
implicaba. Siempre había sido más seguro centrarse en satisfacer las
necesidades del hombre con la esperanza de que él le daría alguna pista.
Esta vez las cosas eran diferentes. Sarah, por fin, estaba reconociendo la
profundidad de su anhelo de ser amada.
La animé a repetir las palabras "quiero sentirme sostenida" y ver cómo la
afectaba esto. Al hacer esto, una calidez y relajamiento se esparcieron por su
cuerpo. La atención ya no estaba centrada en Eric o en su dolor. Logró
distenderse al experimentar directamente su anhelo de sentirse sostenida. Y al
relajarse descubrió la presencia que realmente estaba sosteniéndola y
apoyándola. Esto tuvo un efecto profundo en ella. Su rostro se suavizó, sonrió y
experimentó una paz verdadera.
Después de un rato la animé a alterar un poco las palabras, para ver qué sentía
diciendo "quiero dejarme sostener". Aunque la diferencia en la formulación de la
oración era mínima, se ponía más énfasis en el deseo de abrirse a ese sostén.
Al principio, esto pareció demasiado amenazante. El cambio en la oración le
permitió ver lo difícil que era dejarse sostener. Como no confiaba en que nadie
estuviera realmente disponible para ella, había basado su vida en ser
independiente a modo de compensación por la falta de sostén en su infancia. Por
tanto, cambiar la dirección y dejarse sostener era asustador. Amenazaba su
posición de autosuficiencia y la hacía muy vulnerable. Como la sesión estaba
terminando la animé para que en la semana siguiera explorando en su deseo de
ser sostenida.
Antes de la siguiente sesión, Sarah tuvo un pequeño accidente en el coche y
resultó llamando a Eric para que la apoyara y le prestara ayuda. El se sintió
encantado de cuidar de ella durante el fin de semana lo que fue muy
reconfortante para ella. Pero aunque se sentía reconfortada en los brazos de Eric,
también se dio cuenta de que este sentimiento no era tan poderoso como la
presencia del sostén que había experimentado la semana anterior en mi
consultorio.
Unos días después, esa misma semana, Sarah asistió al funeral del padre de su
amiga Jill y la sostuvo en sus brazos mientras lloraba. Más tarde, cuando Jill le
agradeció su apoyo, Sarah experimentó algo extraño "No me agradezcas, yo no
hice nada". Sí, ella había abrazado a Jill cariñosamente, le había dado calidez y
apoyo. Y en algún momento, había percibido un cambio en el cuerpo de Jill: algo
se había distendido y Jill se había relajado para abandonarse en alguien que le
ofrecía sostén en medio de su pena, como Sarah en mi consultorio la semana
anterior. Estos dos incidentes le ayudaron a empezar a desarrollar una
introspección nueva y profunda: otra persona no puede realmente
123
proporcionarnos el apoyo total del que estamos tan necesitados.
Durante la sesión siguiente Sarah empezó a darse
cuenta de que el cambio en el cuerpo de Jill era algo similar a lo que ella había
experimentado en mi consultorio. Hacía un tiempo que Sarah se había dado
cuenta de lo diferente que se sentía en mi consultorio y en su vida diaria. En su
vida, iba de un lado a otro apagando incendios, cuidando de otras personas,
tratando de cumplir con sus obligaciones y, por lo general, sintiéndose apurada y
estresada. Aquí en mi consultorio podía calmarse, relajarse, experimentar
conscientemente sus sentimientos, conectar con ella misma y entrar en una
profunda comunicación consigo misma que, a la vez, la calmaba y la fortalecía. A
menudo se preguntaría ¿por qué no puedo sentir esto en mi propia casa?
Todos estos años Sarah había experimentado nuestro trabajo como un espacio
en el que se sentía sostenida, que la ayudaba a ser más ella misma. En cierto
sentido esto es verdad, yo estaba sosteniendo su experiencia como ella había
sostenido a su amiga en el funeral. Yo le proporcionaba un espacio de escucha
atenta y una presencia que acogía su experiencia sintonizando con ella y
aceptándola. La cálida conexión entre los dos había tenido un efecto
profundamente sanador para ella y le había permitido aprender nuevos modos de
relacionarse con ella misma y con los otros. Ciertamente, este tipo de espacio
acogedor es la piedra fundante de la sanación terapéutica.
En un sentido más profundo, mi presencia acogedora le permitía relajarse y
abrirse en su propio espacio. Y cuando hizo esto, encontró un sostén más amplio
que el que naturalmente había allí. Al experimentar este sostén, fue capaz de
descubrir el apoyo de una presencia más amplia y más cálida que sostenía toda
su existencia.
Ahora ya podía decirle algo que, por fin, estaba lista para escuchar: "Te sientes
acogida cuando estás en este consultorio, pero en realidad yo no te estoy sost
niendo más de lo que tú hiciste con Jill en el funeral de lo que Eric hizo contigo
durante el fin de sema Tú le prestaste a Jill una presencia amorosa, pero tú n
podías sostener su pena porque ella era la única que estaba viviendo esa
experiencia. Lo mismo está sucediendo aquí. Tú eres quien está experimentando
sentimientos, por eso, yo no puedo sostenerlos litera' mente. Pero mi sintonía con
lo que tú estás sintiendo te ayuda a encontrar la fortaleza para enfrentar y abrirte
a lo que estás viviendo. Cuando te abres de esa manera, por fin estás presente
para ti misma. Entonces, descubres lo que siempre te ha estado sosteniendo".
"¿Cómo puedo sostenerme así en casa?", preguntó Sarah.
"Tú no te puedes sostener a ti misma. No es el yo que te está sosteniendo, del
mismo modo que como te• rapeuta yo nunca puedo sostener tu experiencia.
124
El que yo esté aquí a tu disposición, te ayuda a estar aquí para ti. Y el estar aquí
para ti es lo que te da la experiencia sentirte sostenida".
Así como el inmenso espectro del rayo del sol sie pre está nutriendo y acunando
la tierra, también el calo y la apertura de nuestro amplio ser, nuestra naturaleza
de amor siempre nos esta sosteniendo y rodeando, sepám
oslo o no. La única cosa que nos separa de es presencia mayor es nuestra
tendencia a dar la espalda nuestra experiencia o a envolvernos en las nubes que
se forman debido a nuestra actitud defensiva.
Las distintas tradiciones espirituales describen este sostén firme de diferentes
maneras. Los cristianos, los judíos y los musulmanes dicen que Dios es el que
nos sostiene, que El tiene el mundo entero en sus manos. Otras tradiciones dicen
que la Madre Divina siempre nos sostiene en sus brazos. Los budistas dicen que
vivimos en la expansión de la conciencia abierta y compasiva, la naturaleza de
Buda que habita en cada uno de nosotros. (El término budista para la ley
fundamental de la existencia —Dharma— significa literalmente "eso que
sostiene"). Cualquiera que sea la terminología religiosa, este sostener se
considera amplio y espacioso, benévolo y amable.
La falta de sostén en la infancia de Sarah la habia llevado a contraerse y tratar de
sostenerse a sí misma. Esto le dificultó reconocer este espacio más amplio de
sostén. Pero cuando empezó a darse cuenta de ello, las cosas empezaron a
cambiar. Como experimentó esa calidez cuando empezó a sentir que ella estaba
disponible para sí misma, desarrolló un nuevo sentido de la vida que la sostenía
con benevolencia. Y esto le dio una confianza y una fortaleza nuevas. Terminó su
terapia un poco tiempo después.
Más o menos un año después me encontré con Sarah en una reunión social. Le
pregunté cómo iban las cosas y me contó que tenía una nueva relación que
parecía estar funcionando. Porque había pasado un buen tiempo después de
haber terminado con Eric y ella había dejado de buscar compañero y se había
centrado en estar disponible para ella misma. "Ese fue un tiempo precioso para
mí. Fue la primera vez que pude disfrutar de mí y de mi vida sin un hombre.
Aprendí a valorar cada día, no por lo que estaba logrando, sino por la experiencia
de estar viva. Fue como tener una
relación íntima conmigo y con mi propia vida. Vi cómo había desperdiciado este
tesoro por estar mendigan el amor de otros.
Seis meses después Sarah conoció otro hombre, per al principio, no le pareció
muy interesante. No habí sentido mucha necesidad de una nueva relación porque
había estado disfrutando mucho su vida solitaria.
125
"Pasamos un tiempo juntos, fue amistoso pero nada e particular".
Pero, poco a poco, las cosas empezaron a funcionar entre ellos. El también había
sufrido algunas grandes desilusiones con las mujeres. Los dos habían empezado
la relación sin grandes expectativas. "Las cosas parecían sencillas, nos gustaba
lo que sentíamos y la valoración mutua se fue haciendo mayor con el tiempo.
Fuimos capaces de aceptarnos con una sencillez que nunca antes había
conocido".
Sarah ya no esperaba que un hombre fuera la base fundante de su existencia
porque había logrado saber que estaba sostenida por el abrazo de la vida. Y esto
le estaba permitiendo experimentar la calidez de la conexión que se hace posible
cuando una relación ya no se ve abrumada por la expectativa de la realización
total.
Sarah llegó a admitir que había pasado la mayor parte de su vida soñando con el
amor perfecto y a la vez culpando a los hombres que pasaban por su vida. Pero
las cosas habían cambiado. En lugar de quejarse por sus defectos, ahora podía
ver que cada uno de esos hombres, llegando incluso hasta su padre, estaba
herido. Aunque su herida había impedido que su amor brillara totalmente, ella
reconoció que cada uno la había amado a su manera. "Estoy aprendiendo a
centrar mi atención en cómo he sido amada en lugar de cómo no lo he sido".
Me conmovieron las palabras de Sarah y la sensación de libertad que transmitían.
También recordé el último año de vida de mi madre cuando, por fin, pude dejar de
lado las quejas que tenía porque ella no me veía como soy para poder valorar, en
cambio, todo el amor que me había dado. Recuerdo lo que significó para mí
poder liberar mi corazón.
Sarah había pasado toda su vida tratando de encontrar a alguien que pudiera
llenar el vacío de amor que le había dejado su infancia. Pero nadie había estado
a la altura de sus exigencias. Por último, haciendo un esfuerzo, aprendió a estar a
disposición de ella misma y descubrió que su vida estaba sostenida por el amor.
Y esto le había permitido tener una relación más sencilla con un hombre sin el
peso de viejas luchas y viejos dramas.
Al terminar nuestra conversación, Sarah me dejó con estas palabras: "Es algo
muy especial. Ahora que no espero tanto, la intimidad con un hombre es más
dulce que nunca antes. Mi nuevo compañero está lejos de ser el hombre ideal,
pero yo diría que es bastante bueno. Quizá esto es lo que me ha dado saber que
soy amada, la capacidad de satisfacerme con un amante lo suficientemente
bueno. Aun cuando el amor humano no es perfecto... Todavía sigo queriendo
jugar".
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Ejercicios
LOS EJERCICIOS QUE SE DESCRIBEN aquí (organizados de acuerdo con los
capítulos correspondientes del libro) han sido útiles para las personas en mis
talleres y entrenamientos. Muchos de estos ejercicios exigen una mirada
introspectiva y responder algunas preguntas clave. Puedes responder a estas
preguntas ya sea en una especie de diario o mentalmente. Sugiero que le
dediques unos pocos minutos a tranquilizarte, respira profundamente unas
cuantas veces y asegúrate de que estás presente en tu cuerpo antes de
empezarlos.
Introducción
RECONOCER TU RESENTIMIENTO
Este ejercicio te ayudará a identificar cómo está operando el resentimiento en tu
vida y en tus relaciones. Hacer conciencia de este patrón general de
resentimiento es el primer paso para liberarse de él.
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EXPLORAR EL AMOR COMO UNA EXPERIENCIA INTERIOR
Este ejercicio te ayudará a explorar la experiencia que más anhelas en una
relación amorosa. Cambiar el centro de atención hacia tu experiencia interior te
ayuda a mover el locus del poder de "allá afuera" hacia "aquí adentro" para que
no dependas totalmente de una relación exterior para lo que necesitas más
profundamente en tu interior.
En este ejercicio estarás preguntando y respondiendo, una y otra vez, cuestiones
clave. Es mejor hacer este ejercicio en parejas, pero si no tienes compañía con
quien hacerlo, puedes formularte las preguntas y hacer una pausa antes de
responderlas. Trata de responder lo primero que te venga a la cabeza sin
esforzarte para elaborar tu respuesta.
1. Mirándose uno al otro, uno de los dos plantea una pregunta (la lista la
encuentras más adelante) y la otra persona mira en su interior y responde con
una o dos oraciones. Luego, quien hizo la pregunta vuelve a preguntar y el otro
responde de nuevo. No hay ningún otro diálogo durante el ejercicio. Este proceso
continúa durante cinco o diez minutos.
El formato de repetir la pregunta está diseñado para ayudarte a informarte más
sobre el tema en cuestión. Cada vez que la pregunta se plantea, puedes mirar tu
interior con más atención. En este ejercicio en particular hay dos preguntas que
se plantean secuencialmente:
¿Qué tipo de amor es el que más anhelas? ¿Qué te dará en realidad ese amor a
ti?
EL OTRO-MALO
Este ejercicio te ayudará a ver cómo operan las proyecciones del otro-malo en tus
relaciones.
1. Piensa en algún conflicto reciente con tu cónyuge o con cualquier otra persona,
una situación en la que te sentiste maltratado, incomprendido o lastimado de
alguna manera.
2. Reconoce cómo esa sensación de maltrato se manifiesta en ti, especialmente
la ira o la frustración asociados con ella.
3. Al experimentar ira o frustración ¿cómo ves a esa otra persona? ¿Cuál es la
imagen del otro-malo que se hace presente? (Por ejemplo, puedes ver a esa otra
persona como indiferente, hostil, invasora, que te rechaza, te abandona o trata de
controlarte.)
4. Después de escudriñar en tu pasado pregúntate a ti mismo: ¿a quién me
recuerda esta imagen del otro-malo? ¿Qué recuerdo de infancia me trae?
5. Si reconoces que este otro-malo es algo que traes contigo de tu pasado, trata
de separar esta imagen de la persona con la que te estás relacionando en el
presente.
6. ¿Qué te produce separar esta persona de esa imagen del otro-malo?
DECIRTE SÍ A TI MISMO
Esta es una versión abreviada de la presencia incondicional que puedes aplicar
en medio de tus actividades diarias.
Todos los días, a cualquier hora, simplemente tr ta de notar qué experiencia estás
viviendo, tocándola suavemente con tu conciencia: "Sí, esto está aquí: tengo
miedo... Me estoy tratando mal... Estoy desconectado de mí mismo", etcétera.
No trates de manipular tu experiencia ni de llegar una situación mejor.
Sencillamente, toca tu experiencia, como si estuvieras poniendo tu dedo sobre
una pantalla de computador de las que obedecen al tacto. Establece con tu
conciencia contacto con la experiencia y déjala estar así como es. Si empiezas a
juzgar la experiencia, también puedes tocar esa sensación. "Sí me estoy
juzgando ahora mismo. Sí, me cuesta aceptarme en este momento". Tócala y
déjala ser. No hay necesidad de calificar si la experiencia es correcta o no.
Simplemente es lo que está ahí ahora mismo, no es buena ni es mala en sí
misma.
Una pequeña variación de esta práctica es abrirte a y dejarte tocar por lo que
estás experimentando en lugar de tocarlo. Déjate tocar y déjala ser. Esto puede
permitir mayor relajación hacia lo que estás experimentando.
AMOROSA-BONDAD
Incluyo aquí dos ejercicios que consisten en repetir mentalmente unas frases
como quien hace una meditación. Estas frases no son pensadas como
autosugerencias o afirmaciones positivas. No se trata de fabricar o de activar una
amorosa-bondad, sino dejar que estas oraciones resuenen en tu interior para
explorar qué experimentas mientras las estás repitiendo.
Para empezar siéntate silenciosamente y respira profundo unas cuantas veces.
(Si acostumbras hacer meditación esta práctica puede ser parte de una sesión de
meditación.) Repite mentalmente una frase unas pocas veces y luego deja que
esta resuene en tu interior antes de pasar a la siguiente. Puedes repetir las frases
cuantas veces quieras.
AMOROSA-BONDAD, PARTE UNO. El primer ejercicio
está más psicológicamente orientado; se dirige a la parte herida de tu interior.
Puede ser muy poderoso a veces, cuando estás sintiendo tu herida, tu
vulnerabilidad, o el dolor del desamor. También puedes decir cada frase
dirigiéndola directamente a ese niño herido de tu interior, si eso te ayuda.
1. Que pueda sentirme amado.
2. Que pueda saber que me sostiene en el amor.
3. Que pueda saber que el amor es mi naturaleza intrínseca.
AMOROSA-BONDAD, PARTE DOS. El segundo ejercicio
está más espiritualmente orientado, porque supone que te des ánimos tú mismo
para vivir en el espacio del corazón abierto. Cuando inhales, dirige el aire hacia el
centro del corazón, en el centro de tu pecho, y luego repite la frase mentalmente
cuando sueltes el aire. Repite cada frase unas pocas veces antes de pasar a la
siguiente. Después de repetirlas unas cuantas veces, respira profundo varias
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veces en silencio y déjate sentir lo que esto evoca. (Estas frases son tomadas,
con adaptaciones menores, de Being Zen: Bringing Meditation to Life, el
excelente libro de Ezra Bayda).
1. Que pueda residir en el corazón abierto.
Después de decir esta frase, detecta qué hay ahí. Si sientes energía, apertura o
calidez, experiméntalo. Si no sientes nada, déjalo así y repite la frase
nuevamente cuando sueltes el aire.
2. Que pueda ocuparme de lo que nubla el corazón.
Después de decir esto, detecta si hay algún obstáculo hacia el corazón abierto
como impaciencia, miedo, irritación, apatía, resentimiento o juicio. Trata de
extender la calidez de la amorosa-bondad hacia estos estadios mentales como si
estuvieras permitiendo que los rayos del sol tocaran las nubes en el firmamento.
No hagas juicios ni trates de corregir nada.
3. Que pueda permanecer despierto en este momento, así como es.
Con esta frase te das ánimos para decir sí a lo que estás experimentando.
Después de decir esta frase, lo que tienes que hacer es ser consciente de
cualquier sensación, percepción, sentimiento o pensamiento que estén presentes
ahora y dejar que permanezcan como son.
4. Que el corazón de todos los hombres se despierte.
Con esta frase, percibe la sensación de estar extendiendo una amorosa-bondad a
todos los seres. Estás haciendo esto al desear que su corazón se despierte, que
logren acceder al corazón abierto que es fuente de verdadera paz y alegría.
Puedes iniciar pensando en alguien cercano a ti y desearle esto a esa persona.
Después, puedes ampliar el deseo para que llegue a todos los seres humanos,
especialmente a los que están sufriendo, están perdidos o desconectados de
ellos mismos. Si quieres puedes tratar de pensar en poblaciones específicas que
están sufriendo o están agrediendo a otros.
5. Que pueda residir en el corazón abierto.
Puedes terminar la práctica repitiendo una vez mas la primera frase.
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1. Una persona pregunta: ¿por qué le temes a abrirte al amor y dejarlo entrar en
ti? La otra persona mira en su interior y responde con una oración o dos.
Después, quien hizo la pregunta vuelve a preguntar y la otra persona vuelve a
responder. No hay ningún otro diálogo durante el ejercicio. Este proceso continúa
durante cinco o diez minutos.
2. Cambiar los roles.
3. Una vez que hayas identificado tus temores profundos a dejar que el amor
entre en ti, trata de sostener estos temores en el espacio de amorosa-bondad.
Que el espacio de conciencia que los sostiene sea cálido y abierto.
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