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El señor G

Gustavo Roldán

El señor G nació, creció y vivió, toda su vida en un pueblo. Un pueblo envuelto en un gran silencio. Un
pueblo pequeño y seco en medio del desierto, aún más seco. Para todo el mundo el señor G era un buen
vecino porque siempre saludaba amablemente.
-¿Cómo le va? Decía.
-Y los vecinos contestaban: muy bien ¿y a usted?
Pero una tarde los vecinos vieron que el señor G estaba un poco raro. Y se paseaba por las calles
murmurando por lo bajo y vieron que el señor G se marchaba del pueblo. Y una semana después lo vieron
volver cargando algunas herramientas y un pequeño paquete.
A la mañana siguiente dos hombres se toparon con el señor G. Estaba cavando un pozo a las afueras del
pueblo.
-¿Qué hace señor G? Le preguntó uno de los hombres.
-Planto el bulbo de una flor, contestó el señor G.
-¿Aquí? ¿En el desierto? Preguntó el otro hombre.
-Pues sí, en este desierto hay demasiado silencio. Y también en el pueblo.
-Con esta flor voy a poner un poco de música en este lugar.
-Pero si las flores no crecen en el desierto señor G, dijo el primer hombre.
-Ni tampoco hacen música señor G, le dijo el segundo hombre.
-Pues eso ya lo veremos, contestó el señor G y siguió trabajando.
Y le dijeron a todo el mundo que el señor G se había vuelto loco. Y los habitantes del pueblo estuvieron de
acuerdo. Si, ¡si! Decían, el señor G se ha vuelto loco.
Si…si…el señor G se ha vuelto loco.
El señor G cuidaba su bulbo con todo esmero. Lo abonó con las cáscaras de las frutas que comía, lo protegía
del sol, e incluso se privó de la mitad de su agua para regarlo.
Así estuvo durante varios días y varias noches, hasta que de adentro de la tierra brotó un tallito. Con los días
el brote se hizo tronco bajo los cuidados del señor G. Y del tronco…Plom! Plop! y Pum! Brotó una flor…
una flor como nunca se había visto en el desierto ni tampoco en el pueblo…
De inmediato comenzaron a llegar montones de pájaros atraídos por el polen y las semillas. También
llegaron los habitantes del pueblo, atraídos por lo que estaba pasando. Y le decían al señor G:
-Que bonito señor G… cuantos pajaritos señor G… Que bonitas plumas tienen…
Pero el señor G les dijo:
-Hagan silencio por favor y presten mucha atención.
Entonces uno a uno los pájaros comenzaron a cantar. Miles de pájaros cantaron al mismo tiempo y
rompieron el gran silencio. Y los vecinos calladitos se acomodaron a disfrutar el concierto de los pájaros.
El concierto llenó de alegría las orejas de los vecinos. Y sacudió la quietud reinante durante tanto tiempo.
Un concierto como jamás se había oído en el desierto ni tampoco en el pueblo. Y el señor G lo tituló:
“Concierto para mil pájaros y una flor en medio del desierto.

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