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II.2.

La causa
La causa de la obligación es la razón por la cual asume su obligación el contratante.
La causa de la obligación es una noción desligada de la personalidad del contratante,
esencialmente técnica: es la pieza fundamental del mecanismo del contrato. Es
siempre la misma en cada categoría de contrato.
La validez de la causa de la obligación exige varios requisitos: a) la causa debe ser
lícita, b) debe existir (la obligación no debe carecer de causa. En los contratos a título
gratuito, la falta de la intención liberal anula los contratos; en los contratos
sinalagmáticos, por tener cada obligación por causa la obligación correlativa, si ésta no
se perfecciona, la primera carece de causa), c) la causa no debe ser falsa (la causa
falsa es una causa inexistente. La causa falsa no debe confundirse con la causa
simulada, la cual es válida en principio)
II.3. La validez de la causa del contrato exige varios requisitos:
a) la causa debe existir (la jurisprudencia francesa se niega a admitir la inexistencia de
la causa cuando el contratante ha cometido un error sobre los móviles; en cuanto al
motivo simulado, tampoco es inexistente: el motivo real y no el aparente es el que
debe ser examinado);
b) debe ser lícita (este requisito es esencial por permitir a los tribunales ejercer
un control eficaz sobre la moralidad de los contratantes). Resulta a veces difícil saber
si la que es ilícita o inmoral es la causa de la obligación, la causa del contrato, el
objeto de la obligación o el objeto del contrato.
El objeto de la obligación es la prestación debida; en general esa prestación, separada
de los móviles que han impulsado a exigirla, es lícita: pagar una suma de dinero,
entregar una cosa, ejecutar un trabajo, etc. Sin embargo, puede ser de otra manera: si
una persona se compromete a causar un daño a otra, el objeto de esa obligación es
ilícito. La causa de ese contrato será también ilícita porque el fin perseguido por las
partes está prohibido por la ley. El objeto del contrato es la operación jurídica
considerada: venta, permuta, arrendamiento, donación, etc. Ese objeto es lícito
cuando la ley permite la operación; pero existen operaciones jurídicas que el legislador
prohíbe, las cuales, sin embargo, pueden estar inspiradas por móviles morales y
lícitos: el pacto sobre sucesión futura, el contrato de venta entre esposos, etc.
 
La causa inmoral o ilícita torna el contrato nulo de nulidad absoluta, por aplicación del
Art. 6.
Se presume lícito el motivo perseguido por los contratantes. El que invoca la
inmoralidad o la ilicitud debe probarla. La regla es la misma para los terceros que
invocan la nulidad del contrato.
La jurisprudencia francesa permite ya apelar a todos los medios extrínsecos y no sólo
a los intrínsecos, para probar la ilicitud o la inmoralidad de la causa del contrato.  La
prueba de la ilicitud o de la inmoralidad de la causa de la obligación está a cargo del
que la alegue, y puede realizarse por todos los medios. No es necesario para la
validez del acto, excepto en la hipoteca convencional, que la causa de la obligación se
mencione en el "instrumentum". Pero si la falta de mención en el "instrumentum" no
afecta, en principio, a la validez del acto, posee necesariamente un influjo sobre la
prueba de la existencia de la causa. Así, hace falta, desde este punto de vista,
distinguir según la causa esté o no expresada en el contrato. Es importante porque si
la causa está expresada, el deudor que pretende negar la existencia debe probar
contra la causa expresada sólo por medio de un documento o con un principio de
prueba por escrito.

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