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Las veo a menudo.

A una de ellas la encuentro en lugares diversos; caminado por la calle, siempre con
expresión dura; junto a ella una pequeña que cursa el preescolar, siempre caminando con pasos tan
apresurados que a la niña le cuesta trabajo seguirle el ritmo. Es una mujer joven, quizás de unos 26 años,
menuda, bajita, de hermosa cara y bellos ojos. De sus labios no puedo decir más que de ellos salen
palabras agresivas hacia la pequeña, a quien siempre va reprendiendo. Es común que la niña llore
mientras camina. Una vez la miré regañándola porque había tropezado, y en lugar de darle consuelo, le
gritó: ¡tan torpe como tu padre!

En otra ocasión encontré otra moderna Medea sentada en la banca del hospital, ordenando a una
pequeña de 6 años decir a su padre que lo estaban esperando, que ya no tardara. Cuando la niña terminó
de dar el mensaje, la mujer descargó en ella su ira con palabras fuertes porque no había pasado el
recado como se le ordenó, y después una serie de descalificaciones e insultos para el marido e, imagino,
padre de la menor. Esta vez no era bajita, sino alta, delgada y con una hermosa melena teñida de rubio.
Acto seguido tomó de nuevo el teléfono e inició una charla con otra persona, mientras ignoraba a la hija
que pedía ir al baño. Espera que venga tu padre, dijo, y continuó su plática.

Medea se me presentó hace unos días, con la cara de una conocida, mostrándome un dictamen judicial
que quitaba al ex marido la patria potestad de su hijo. Le pregunté por qué había fallado el juez de esa
manera, y ella me explicó que desde hacía más de 8 meses, el padre no veía al hijo. Olvidó seguramente
informar que tal falta de visitas obedecía a que ella no permitía los encuentros. Tal vez no especificó en
su denuncia que durante el tiempo mencionado, el padre visitaba en el colegio al niño durante los recreos,
claro que no a diario ni regularmente, ya que trabaja por las mañanas, y que sobre su hijo, de 8 años,
pesaba la prohibición materna para informar el nuevo domicilio. ¿Por qué hiciste algo así?, le pregunté
asombrada, pues antes de que ella escondiera al pequeño, y desde que hace 3 años se separaron, el
padre lo visitaba regularmente y ha cumplido con la pensión alimenticia ordenada por el juez. Su
respuesta fue simple: Pues se quiere volver a casar, y si quiere andar de… pues que se vaya con su… y
deje en paz a mi hijo.

Parece que son tres personas diferentes, pero yo veo una sola: una mujer que usa a los hijos para
desquitar su frustración y la furia que siente hacia el padre; mujeres llenas de odio que cegadas por el
coraje lastiman a seres indefensos. Algunos pensarán que eso es cotidiano, pero eso no le quita lo
reprobable.

Tal vez no habría escrito ninguna de estas líneas si no fuera porque ayer lo comenté con un grupo de
compañeras y ellas me dijeron que eso era normal, que había muchas mujeres así, porque con ellos –los
padres- no se podían desquitar.

Siento indignación por las modernas medeas o futuras lloronas, ya que ambos personajes mitológicos
sacrificaron a los hijos, cegadas por la ira y dolor por el abandono de su pareja. La primera, Medea, los
envío al matadero como portadores de una prenda hechizada para destruir a la nueva consorte de Jasón,
su ex marido, pero los niños fueron asesinados por ello. La segunda, muy popular en nuestra cultura, los
ahogó en el río y pena desde hace 500 años, buscándolos. Pero las mujeres de quienes hablo no son
personajes, ni producto de la imaginación de un creativo escritor, sino seres de la vida real, dedicadas a
llenarse de odio y a sacar su malestar en forma de violencia hacia los más indefensos, toleradas e incluso
disculpadas por la sociedad. Tal vez estas medeas no sean hechiceras, pero su poder de destrucción es
más fuerte que cualquier magia negra.

Al parecer, socialmente es válido que los hijos sean rehenes de los padres y usados como moneda de
cambio para obtener lo que se desea, o por lo menos para desquitarse y sacar su ira y frustración. En el
momento de escribir me siento profundamente herida por eso, y no estoy dispuesta a escuchar esas
excusas de que su maltrato es inconsciente. Antes de que podamos ser padres debería existir un
mecanismo de filtro y salud mental, más allá de la capacidad reproductiva.

MÓNICA NAVARRO, “Modernas Medeas”, 7 de Abril de 2013.


Introducción a Antígona

Virginia Woolf hablaba en su ensayo Una habitación propia sobre la idealización de las figuras femeninas
en la ficción escrita por hombres a lo largo de la historia. Los hombres escribían a menudo heroínas
virtuosas e incorrompibles que poco tenían que ver con la realidad de las mujeres contemporáneas a
estos autores. Esta es una situación que puede aplicarse a la perfección al teatro clásico del siglo V a. C,
en el que las heroínas y diosas florecían en el escenario como figuras poderosas y complejas, mientras
que las mujeres reales apenas tenían espacio fuera de la esfera doméstica.

Una de estas obras teatrales fue Antígona que, junto con Edipo Rey y Edipo en Colono, pertenece a la
trilogía de Sófocles sobre el ciclo tebano. La protagonista es una de las hijas del rey Edipo, quien
permanece junto a él hasta su muerte y, después, regresa a Tebas donde sus hermanos mayores habían
estado disputándose el trono hasta que uno de ellos, Polinices, se alza en armas contra su propia ciudad.
El resultado de la contienda es que ambos hermanos acaban muertos y su tío, Creonte, asciende al trono.
Se decreta que Polinices deben permanecer insepulto como castigo a su traición, pero Antígona
desobedece la ley y lo entierra.

Evolución de los temas y el conflicto de la obra

Tradicionalmente, se ha entendido el conflicto de la obra como una antítesis entre la ley natural o divina y
la humana, representadas por Antígona y Creonte respectivamente. Hay críticos que, de hecho,
argumentan que el auténtico protagonista de la tragedia es Creonte, quien tiene que decidir entre
aferrarse a la ley que él mismo ha impuesto o condenar a muerte a su sobrina Antígona por
desobedecerle. La princesa tebana se aferra a su decisión y no se arrepiente, pues está convencida de
que sus acciones son justas y de que su tío es un tirano por impedirle que entierre a su hermano de
acuerdo a los ritos. Al final, cuando tanto Antígona como su prometido, hijo de Creonte, mueren es el
nuevo rey de Tebas el que tiene que hacer frente al peso de sus decisiones y se arrepiente de no haber
sido capaz retractarse a tiempo.

La obra se ha adaptado cientos de veces y en cada época parece que el conflicto entre el poder
establecido y la individualidad encuentra nuevos defensores y detractores que dotan a la tragedia de
Sófocles de una reconocida atemporalidad. El año pasado la autora Kamila Shamsie realizó una
excelente adaptación de este mito con su novela Los desterrados (Malpaso) en la que trae el conflicto a la
actualidad a través de una reflexión sobre el terrorismo en occidente. Los protagonistas provienen de una
familia rota cuando el padre muere en Guantánamo y asiste a la radicalización de uno de los hermanos
pequeños, mientras la mayor de las hermanas trata de comenzar una nueva vida en América donde las
leyes de inmigración y los prejuicios contra los musulmanes no se lo ponen nada fácil. La menor, sin
embargo, inicia un romance con el hijo de un influyente político anti-terrorista. Los personajes, como
podemos ver, están inspirados en los de la tragedia y la autora jugará en todo momento con estas
semejanzas y diferencias para ofrecernos una novela que, pese a ser muy contemporánea, no pierde el
regusto clásico de su fuente.

También hace unos meses se estrenó en Argentina, una versión futurista de la obra de Sófocles a cargo del director
Alejandro Scotti, que imagina una distopía en la que el mundo se encuentra en una crisis global a causa de la escasez
de recursos naturales, lo que pone a Argentina en el punto de mira de las potencias extranjeras, que pretenden
apoderarse de la riqueza natural del país. Creonte representa a un presidente corrupto, que está a favor de los
intereses extranjeros. Mientras que Polinices es un líder revolucionario que lucha por el pueblo y, al igual que en la
obra original, acaba muriendo defendiendo sus ideales. Es entonces cuando Antígona entra en acción, infiltrándose en
una morgue militar para rescatar el cadáver de su hermano e iniciando los actos centrales de la obra. Mediante esta
nueva interpretación, el director argentino consigue poner en relieve los problemas actuales de su país y hacer un
alegato a favor de la rebeldía y la resistencia ante las injusticias.

Conclusión

Al principio del artículo hablaba de cómo las mujeres a menudo son idealizadas en la ficción para adecuarse al papel de símbolo.
Antígona se ha convertido en un arquetipo de heroína rebelde que se enfrenta a la autoridad y no cede pese a los chantajes. Podemos
verla reflejada en Katniss de Los Juegos del Hambre o en Elphaba en Wicked. Adaptaciones modernas, muchas de ellas a cargo de
mujeres, han servido para desmitificar a este personaje y dotarlo de una complejidad y humanidad mayor.

Esperemos que Antígona siga inspirando a nuevas generaciones a embarcarse a escribir sobre las injusticias, quizás esta vez en un
mundo donde la libertad y el poder de las mujeres reales no tenga nada que envidiar a las que pueblan la ficción.

CARMEN ROMERO, “Heroínas clásicas en tiempos modernos”, 23 de Mayo de 2018.


KAMILA SAMSIE, “Los desterrados”

La manera como la identidad personal colisiona con la política es el tema de la actualísima


novela Los desterrados  de Kamila Shamsie. Ambientada entre Karachi, Londres y la ciudad
estadounidense de Amherst, la quinta obra de la autora británica de ascendencia pakistaní —y
única hasta ahora traducida la castellano— muestra el destino de una familia inglesa de religión
musulmana confrontada con los dos grandes “-ismos” del mundo contemporáneo: el terrorismo
y el nacionalismo. De los Pasha solo sobreviven los hijos: Isma y sus hermanos, los gemelos
Aneeka y Parvaiz. Su madre murió cuando la mayor terminó la universidad y los otros tenían
doce años. Crecieron sin padre: Adul Pasha murió cautivo en Guantánamo, acusado de
crímenes de guerra.

La novela comienza cuando después de criar a sus hermanos, Isma por fin puede viajar a
Massachusetts para hacer un doctorado de Sociología en la Universidad de Amhers. El
momento no es el más indicado: su hermano Parvaiz ha decidido unirse al Estado Islámico.
Ese, sin embargo, no es el detonante de la tragedia. Todo viene a complicarlo la amistad que
Isma entabla con Eamonn, un atractivo musulmán británico y el privilegiado hijo del ambicioso
Karamat Lone. El padre es político descendiente de pakistaníes cuyo más caro sueño es llegar
a la más alta magistratura de su país: “Reino Unido había reducido los poderes de la
monarquía, había acordado abandonar su Imperio, había instituido el sufragio universal; allí
vería al nieto del colonizado ocupar su lugar como primer ministro”. La familia Lone no puede
ser más diferente de la Pasha: solo los equipara, y de forma parcial, la marca indeleble dejada
por cada padre en la fibra identitaria de los suyos, para bien o para mal.

Un complejo plan para salvar a Parvaiz de la influencia de los yihadistas es el motivo que
mueve todas las acciones de su hermana Aneeka, personaje cuya desobediencia, en contraste
con la magnanimidad de Isma, revela la injusticia del mundo contemporáneo. Por otro lado, el
entrecruzamiento de los destinos de los Pasha y los Lone evidencian la precaria situación de
las minorías musulmanas que habitan el Reino Unido y que puede extrapolarse a otros países
europeos. El título de la novela, Los desterrados, se refiere a los colectivos siempre a punto de
perder su nacionalidad cada vez que ocurre un atentado terrorista y se necesita enchivo
expiatorio. “Los terroristas del 7 de julio nunca fueron descritos por los medios de comunicación
como ‘terroristas británicos’. Aún cuando la palabra británico efectivamente fue empleada,
siempre se hizo en expresiones como ‘británico de ascendencia pakistaní’ o, mi favorita,
‘portadores de pasaporte británico’, interponiendo siempre otra cosa entre su britanidad y el
terrorismo”, explica Isma refiriéndose a los sucesos del año 2005, cuando cuatro explosiones
paralizaron el sistema de transporte público de Londres y mataron a 56 personas.
Vista a través de una alegoría de la tragedia clásica de Sófocles Antígona, el problema tratado
en la novela ganadora del Women’s Prize for Fiction (2018) y finalista para el Man Booker Prize
(2017) es la consideración sobre la justicia de las leyes hechas a la medida de los temores y no
de las personas. Por eso, las palabras pronunciadas por Aneeka frente a los restos de su
hermano sirven de epílogo a un drama dolorosamente presente: “En los relatos sobre malvados
tiranos, se castiga con el exilio a hombres y mujeres, se quitan los cadáveres a sus familias, se
los empala, se arrojan sus cuerpos en tumbas anónimas. Todas estas cosas ocurren de
acuerdo con la ley, pero no de acuerdo con la justicia”. Porque las épocas pasan, pero las
arbitrariedades siguen siendo las mismas.

ALEJANDRO SCOTTI,“Antígona 2040”, Octubre de 2017

"Argentina es el noveno país con mayor riqueza y diversidad natural del mundo. 
Con la falta de recursos naturales en el planeta, se ha vuelto centro de conflictos bélicos, en los
que participan indirectamente diversas potencias mundiales, especialmente movilizadas por
intereses referidos al agua dulce, los bosques y las inmensas zonas pesqueras.
A lo largo de las últimas décadas, las influencias extranjeras en toda la región latinoamericana
han fomentado el brutal desabastecimiento natural, blanqueado a través de empresas y
organizaciones de los países que se disputan el presente y el futuro de las reservas naturales,
generado la ausencia de políticas públicas que devinieron en un fuerte incremento de la
pobreza y un estallido social sumamente violento. Inglaterra instala bases militares en Malvinas
y estados unidos hace lo propio en La Rioja, Córdoba y Misiones.
En el año 2031 nace la agrupación FRA (Fuerza Revolucionaria Argentina) que declara la
defensa de los intereses del pueblo y de a poco comienza a resistirse a las medidas de los
gobiernos impuestos por el Fondo Monetario Internacional.
Siete años más tarde la FRA ya cuenta con un ejército civil de un millón seiscientos mil hombres
y recibe una gran cantidad de armamento, logística y utilería gracias al apoyo anónimo de los
ejércitos de Bolivia y Uruguay. 
El 10 de Diciembre de 2038, el Presidente electo Franco Rey es asesinado a sangre fría en un
atentado durante su acto de asunción. 
El FRA se adjudica públicamente el atentado y desata dos años de una guerra civil devastadora,
que finaliza en un brutal enfrentamiento en el que el líder de la agrupación rebelde, Polinices
Tapia, es capturado y asesinado. En el momento exacto de su captura, fallece también el Jefe
de las Fuerzas Armadas de la Nación Argentina y hermano de Polinices, el Sargento Eteocles
Tapia, cuando un helicóptero lleno de bombas se estrella intencionalmente contra el edificio
Libertad.
Tres días después de la famosa guerra en la que los dos hermanos perdieron la vida como
líderes de fuerzas opuestas, tras años de saqueos, zonas liberadas, atentados, guerras civiles,
la peor crisis económica de la historia argentina, la pérdida de las garantías constitucionales y la
amenaza de avance de fuerzas extranjeras de ocupación, la cámara legislativa otorga la
presidencia al Dr Orlando Creonte, ex Gobernador de la provincia de Buenos Aires y Diputado
Nacional.
En este contexto se desarrolla la trágica historia, por muchos conocida. Creonte determina el
estado de sitio y la prohibición de realizar el sepelio de Polinices. Antígona hace caso omiso y se
presenta en la morgue militar para llevarse el cuerpo de su hermano.
En soledad solamente puede gobernarse una nación desierta."

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