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SIESTA DE LUNA

Cuando era pequeña mi papa dormia la siesta luego de cumplir sus horas de trabajo en la
Fábrica de quesos Santa Rosa en La Media Luna, a 5 km de Manuel Cadret, Partido de
Carlos Casares.

La palabra siesta viene de la hora sexta romana, que designa la hora solar extra,
correspondiente a las 12 del mediodía. Momento en el cual se hacia una pausa de labores
cotidianas para descansar y reponer fuerzas.

Como decíamos en el campo…No volaba una mosca…

Hasta el aire hacia silencio para él…

El aroma de los eucaliptus medicinles le recordaba su bronquitis pero solo después que el
despertara, antes no se le animaban…

Hasta los 14 perros, dueños y guardianes, respetaban el momento. Incluso Camilo, aquel
delicado Shih Tzu que descansaba ya en paz en un pozo en el patio, bajo arboles no muy
lejano, tras haber sido atropellado por su propio dueño, mas con mi hermano nos
enteramos pasado el tiempo.

Su ligustrina lo esperaba cada tarde, verde oscuro en primavera, rectangularmente


coposa, impecable, prolija, demarcando limite entre sus sueños de amateur arquero y su
presente del mejor maestro quesero. Su cable a tierra, su terapia en medio de la pampa…
¿Quién sabe cuantas cosas le habrá confesado? Hasta celos tenia yo de ella…

Se escuchaban pasos y era Enrique que había despertado.

Mi mama una santa, lo esperaba con el mate, ni frio, ni caliente, ni dulce ni salado…
Mientras él cual león, rey de la manada, lavaba su cara con agua helada y el peine dejaba
perfectos surcos que parecía tierra recién sembrada, mojada, negra, con aroma a lluvia,
un jopo y sonidos que emanaba su nariz, retumbando hasta el inmenso patio…sin fin.

Saliendo del baño hacia la galería, un ceño se le dibujaba entre sus azabaches y titanes
ojos y su colosa frente.

Unas gastadas ojotas aliviaban y aireaban sus pies los cuales pasaban mucho tiempo
encerrados bajo botas de goma color blanca. Asi lo requeria el uniforme de la Fabrica.
Blanco puro como el color de aquel alimento vital que mágicamente sus manos lo
transformaban en quesos…los mas ricos del mundo…
Los gorriones eran los primeros que la ligaban…

No entendían que no podían hacer sus nidos en el sobretecho de la galería. Se caían sus
huevos…dejando entrever sus pichones azulados. El pasto seco era lo mas odioso. Como
si tuviera un problema personal con el clan…yo creo que ellos, al desatar sus peleas en
grupo, coartaban su sueño y de ahí la trifulca…

Yo los admiraba…porque Enrique no terminaba de arrasar sin remordimiento alguno sus


nidales con un escobillón, que ellos…perseverantes y laboriosos si los hay, protectores y
energéticos, alzaban de nuevo su hogar…como si el huracán Enrique no los fuera a
esperar la próxima hora sexta romana…

Mi corazón apesadumbrado por las pobres aves ahora huérfanas no podía asimilar esa
acción, pero era mi padre y yo lo amaba y prefería pensar que en el fondo él tenía una
razón.

Admiraba el poder sanador de los mates de mi mama. Se escuchaba el sonido de la pava


al apoyar en la mesa de piedra (juego de jardín impecable, añoso, de piedras de colores,
con diseños únicos, inmóvil por su peso), el agua cayendo en la yerba espumosa, el
arrastre del mismo hasta las manos de mi padre, el sonido desfallecido hasta la ultima
gota y la devolución a las manos de mi madre con el mismo arrastre.

Hasta que de repente, ocurria la magia: Mi papa hablaba

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