Está en la página 1de 1

El fin de los guetos

El gran objetivo de la ley Celaá es lograr una equidad en la escuela que no existe. Hoy
nueve de cada 10 niños sin recursos y ocho de cada 10 hijos de inmigrantes están
escolarizados en la escuela pública, pese a que esta instruye al 67,1% del alumnado (la
concertada al 25,5% y la privada al 7,4%). Hasta el siempre cauto Andreas Schleicher,
director de las pruebas de calidad educativa PISA, reprocha el escenario: “La privada en
España se ha convertido en una forma de segregar a los alumnos por su contexto social,
pero no parece muy efectiva a la hora de elevar la educación, al menos de acuerdo con
los resultados de PISA”.

El Gobierno considera que la enseñanza subvencionada (sufragada con los impuestos de


todos) debería arrimar más el hombro. Entre las ONG que luchan por deshacer los
guetos está Save The Children, donde trabaja la psicóloga Sara Adrián, que coordina el
Centro de Recursos para la Infancia y la Adolescencia (CRIA) Puerto Rubio en Madrid.
En este espacio luminoso y colorido, un grupo de maestras y asistentes sociales atienden
a un centenar de chicos cuyos padres no pueden ayudarles con las tareas por su escasa
formación o su insuficiente conocimiento del castellano. La ayuda escolar es
“fundamental” para estos menores. El conocido como “olvido veraniego” se traduce en
su caso en un retroceso académico de un mes. Mientras que los alumnos pudientes
aprenden viajando, los desfavorecidos apuran esas horas de bochorno consumiendo
televisión.

Si un niño no costea la clase complementaria, tiene que abandonar el aula en el 10% de


los centros concertados de siete comunidades analizadas en un informe encargado por
los padres de la escuela pública (CEAPA) y de la patronal de la privada (CICAE). En
Madrid, asegura la consultora, ocurre en el 28% de los concertados. Sea exagerada o no
la cifra, lo cierto es que esta discriminación se vive en las aulas, y por eso algunas ONG
reclamaron con éxito al Gobierno que saque las actividades de pago de la jornada
lectiva.

“Estamos en contacto con la docena de centros ―públicos o concertados religiosos―


en los que estudian y nos cuentan en qué flojean, qué deberes tienen”, cuenta Adrián, a
quien le gustaría que algunos colegios se implicasen más. Todos los alumnos vienen
derivados de los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid. La psicóloga reclama
más medios para los centros mantenidos por el Estado sin distinguir su titularidad.
Durante la pandemia, la ONG dejó a los chicos una tableta para poder seguir las clases,
relata, y muchos no pueden devolverla porque no han llegado las prometidas por las
Administraciones

También podría gustarte