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Una maniobra poco afortunada de Alemania y Francia ha dejado a la Unión

Europea fracturada frente a Rusia. La propuesta de Angela Merkel y Emmanuel


Macron de plantear una cumbre con Vladímir Putin llegó a última hora, sin
consulta ni aviso a nadie, acabó siendo rechazada por los países del Este. Sin
embargo, queda en evidencia que se veta una iniciativa cuando todos los grandes
países están a favor de adoptarla.

Fueron los bálticos y Polonia los que bloquearon lo que consideran que hubiera
supuesto un premio inmerecido a un presidente ruso que no envía ninguna señal
de apaciguamiento. La primera sesión de la cumbre de la UE acabó en la
madrugada del viernes por este reñido debate, centrado casi exclusivamente en la
conveniencia o no de invitar a Putin, más que en el conjunto de las relaciones con
Rusia. Algunas voces han criticado al presidente del Consejo Europeo, Charles
Michel, por no saber manejar el debate y dejar que quedara secuestrado por este
punto concreto.

“No había consenso para que hubiera una cumbre rápida (con Putin). Según mi
punto de vista, no es ningún drama. Lo más importante es que finalmente
tenemos una agenda estructurada y que hemos preservado la unidad, porque la
división es lo que nos debilita”, afirmó Macron justificando el veto a su
propuesta.

Por su parte, Merkel dijo que no ve como un premio a Rusia la potencial cumbre:
“El presidente de Estados Unidos tuvo una discusión seria con el presidente
Putin, y, tal como yo lo veo, la Unión Europea también se merece estar en una
posición de defender sus intereses de forma similar”.

Pero los países del Este, los vecinos de Rusia, no lo vieron con los ojos de la
canciller. Muy al contrario. El polaco Mateusz Morawiecki fue contundente al
avisar que Putin tenía que parar sus políticas agresivas y que no podía haber
cumbre hasta que Rusia abandonara Crimea; y el lituano Gitanas Nauseda fue
gráfico al comparar la idea a “intentar abrazarnos con el oso para salvar el bote de
miel”.

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