A raíz de la circulación de un pasquín, publicado en las redes y en este respetable
chat de masones, en el que se hace acusaciones gravísimas contra un hermano, de manera alevosa e insidiosa, apuntando desde un clandestino, “Colegio Invisible masónico Colombiano”, me viene a la mente la llamada “justicia sin rostro”, la cual fue una medida que adoptó Colombia para proteger a los funcionarios de la rama judicial, de las amenazas y actos terroristas que perpetraban los narcotraficantes, para presionarlos a tomar decisiones que los favorecieran. El Estatuto para la Defensa de la Justicia, proferido en 1990, permitió el surgimiento de la Justicia regional, o Justicia sin rostro, o “justicia encapuchada” como la catalogara un senador, la cual comenzó a operar en enero de 1991, para juzgar los delitos de tráfico de drogas, terrorismo, secuestro, extorsión, concierto para delinquir, rebelión y sedición; fueron muchos los casos de violencia contra abogados, jueces y magistrados; entre 1979 y 1991 fueron asesinados 290 funcionarios judiciales. Para mantener su anonimato, los fiscales y jueces realizaban sus indagatorias y audiencias, en cabinas con vidrios polarizados, su voz era distorsionada y en el expediente no aparecía su nombre, sino un código; al amparo de esa justicia, se cometieron irregularidades, contra los investigados, porque se vulneraba, muchas veces, el derecho a la defensa. QQ:. HH:. traigo a colación lo antes expresado, porque sería antimasónico, inaceptable, inapropiado y vergonzoso, para la orden masónica, y por supuesto preocupante, que con actos de “masones encapuchados” se perpetrara todo tipo de injurias y calumnias, al amparo de lo invisible, para mantener su anonimato, y poder violentar la dignidad y honra de otro masón, con quien de pronto tuvo alguna diferencia y no lo tolera, arremetiendo con violentos ataques alevosos, propio de los bajos fondos. Ahora, estamos en un grupo de masones internacionales, donde abiertamente, se expresan opiniones diversas, desde diferentes orillas, no obstante hay que observar principios, que no pueden transgredirse, donde debe primar ante todo el respeto, la tolerancia, el amor fraternal, ese tratamiento de hermanos, que se llama fraternidad. Empero ¿hasta dónde hemos llegado? ¿Por qué permitimos que actos como este acontezcan’?, ¿por qué permitimos que los vicios y la basura del mundo profano nos salpiquen? ¿dónde hallar la respuesta? ¿Será que fallamos, al momento de aceptar al profano, en nuestra augusta institución? ¿Y no hicimos la debida investigación sobre su procedencia? o ¿fallamos en el proceso educativo masónico?, para que ese “masón”, con el discurrir del tiempo, pudiera hacer aprehensión de los principios masónicos, los antiguos usos y costumbres, y creciera al abrigo de la libertad, igualdad, fraternidad, tolerancia, respeto, y puliera su piedra bruta, quitándose las aristas profanas, del odio, del rencor, de la retaliación. “El masón debe sacrificarse a la orden, y no exigir que la masonería obedezca a sus impulsos personales, a veces egoístas y de corto alcance”. Una aspiración personal, un apetito burocrático, no debe obnubilarnos, enceguecernos, para atacar a un hermano de cualquier forma. Los masones como tal, dentro de las diferentes formas organizativas, no escaparían en incurrir en irregularidades de índole disciplinario, pues somos humanos, y en lo humano no cabe la perfección. Pero la orden, como organización asociativa iniciática, tiene unos principios, unos antiguos usos y costumbres, unos linderos, que, de alguna manera, quiérase o no, nos señalan, unos derroteros, una forma de comportamiento, dentro y fuera del Templo. Las Constituciones masónicas, los reglamentos establecen la forma y estructura organizacional, y dentro de ellas se consagra normas de tipo disciplinario. Dentro de esa perspectiva, existe un derecho masónico, un debido proceso masónico, que prescribe que ningún masón puede ser sancionado, sin antes haber sido oído en descargos. El derecho de defensa siempre será respetado, toda diferencia entre masones, por asuntos masónicos, debe tratarse a la luz de nuestras normas. Para el caso que ha ocupado nuestra atención, del pasquín atentatorio contra la dignidad y honra de un hermano, quien lo escribió y publicó debió tener muy en cuenta, su juramento de cumplir fielmente con los Estatutos y reglamentos Generales del Supremo Consejo del Grado 33 del Rito Escoces Antiguo y Aceptado de la Francmasonería, pues asumo que se trata de un tema de altos grados, puesto que en el escrito difamatorio, se involucró al Q:.H:. Francisco Fritz Leal, en su condición de Soberano Gran Comendador; bien pudo el autor del malhadado escrito, llevar su inconformidad, si la había, ante las autoridades masónicas, así observar el debido proceso, señalado en el Código Disciplinario, del citado cuerpo normativo masónico, para no incurrir en una “masonería encapuchada”. QQ:. HH:. Con el mayor respeto, quiero dejar esos interrogantes para la reflexión, para que cada uno de vosotros, en su sabiduría y en su capacidad de discernimiento, pueda encontrar la respuesta, adecuadamente masónica. S:.F:.U:.
Introducción al derecho internacional privado: Tomo III: Conflictos de jurisdicciones, arbitraje internacional y sujetos de las relaciones privadas internacionales