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ENTOMOFAGIA: UN VIAJE GASTRONOMICO

Diego Pablo García Velásquez


UNIVERSIDAD DE CORDOBA
INGENERIA DE ALIMENTOS

Se denomina así al hábito de comer o alimentarse con insectos. Los insectos se


consumen sobre todo en países tropicales, pero también en China, Japón y
México. Es más, muchos se consideran auténticos manjares.

Se trata de un hábito que siempre ha estado presente en la conducta alimentaria


de los seres humanos. Sin embargo, hasta hace poco la entomofagia no había
captado la atención de los medios de comunicación, las instituciones de
investigación, los chefs y otros miembros de la industria alimentaria, los
legisladores y demás organismos que se ocupan de la alimentación humana y
animal.

El uso de insectos como alimento y para la fabricación de alimentos comporta un


buen número de beneficios de carácter ambiental, sanitario y para los medios
sociales y de vida.

El consumo de insectos aporta al ser humano entre un 13,4 % y un 33,4 % de


grasas buenas, sobre todo de ácidos grasos poliinsaturados; son ricos en
minerales, como el hierro, en calcio  y en algunas vitaminas. En este aspecto, se
pueden comparar con la mejor carne de vacuno.

Si comparamos la cría de insectos con la del ganado tradicional, los primeros


ofrecen mayores beneficios en términos de medioambiente, salud y medios
sociales, ya que no dependen tanto de la tierra, necesitan mucha menos agua y
los gases de efecto invernadero que emiten son muy inferiores a los del ganado.

Los insectos proporcionan nutrientes y proteínas de calidad comparables a las de


las carnes o el pescado, conteniendo además una buena cantidad de fibra y
micronutrientes. Este alto aporte de nutrientes los convierte en un complemento
alimenticio ideal para niños con problemas de desnutrición

Comer menos carne es necesario para conseguir un estilo de vida más saludable.
La reducción del consumo de carne se asocia con un menor riesgo de cáncer,
enfermedades cardíacas o diabetes.

Según un reciente estudio realizado, se detectan las propiedades antioxidantes de


los insectos comestibles y  la evidencia de la capacidad inhibitoria de la digestión
de los lípidos de la dieta, con los enormes beneficios que eso puede reportar a
nuestra salud.
Otro beneficio de este tipo de alimento es que Según la FAO (Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) una explotación de insectos
emite menos gases de efecto invernadero y menos amoniaco que los producidos
por una explotación ganadera tradicional como las de ganado bovino o porcino.
ENTOMOFAGIA: UN VIAJE GASTRONOMICO
Diego Pablo García Velásquez
UNIVERSIDAD DE CORDOBA
INGENERIA DE ALIMENTOS

Además de esto, necesitan menos superficie de terreno y agua para desarrollarse


y su producción en granjas de insectos es mucho más sencilla.

Cualquier tipo de insecto no venenoso puede ser comestible, siempre que su


crianza y su crecimiento sea controlado, con el objetivo de convertirse
precisamente en alimento. De esta forma, el entorno en el que se desarrollan es
seguro y crecen lo suficiente como para servir de comida.
Según todos los estudios realizados recientemente, y las pruebas de la

Alimentación en otros países donde la entomofagia es más común, los insectos


pueden entrar perfectamente a formar parte de nuestra dieta, al ser muy nutritivos
y una fuente de proteínas inigualable. Claro que debemos quitarnos de encima el
rechazo psicológico que nos produce comernos este tipo de animales, algo que no
será precisamente sencillo.

Existen más de 1.462 especies registradas de insectos comestibles, aunque sin


duda alguna hay muchísimas más; posiblemente todas las especies de insectos,
más de 750.000, son comestibles. Para su consumo se pueden comprar, cazar o
criar. Si se cazan existe la posibilidad de que contengan residuos de pesticidas14.

En todos los casos los insectos deben purgarse con el fin de eliminar el contenido
fecal, que es amargo en muchos insectos, como en el grillo. Es recomendable
dejarlos en un recipiente ventilado, del que no puedan escapar, con verdura fresca
durante 24 horas. Después se lavan con abundante agua y se secan. Para
matarlos se utiliza el frío (congelador 15-20 minutos) o el calor (agua hirviendo
unos instantes).

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