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RESEÑA: ENSAYO FILOSÓFICO SOBRE LAS PROBABILIDADES

Irene Sánchez Arroyave

El área de las probabilidades se puede extender a muchísimos campos de la vida humana y


por supuesto al estudio de la naturaleza que el mismo hombre realice. Se permite ver en la
física, en la ingeniería, en la economía; sin duda en muchas áreas de conocimiento se aplica
la probabilidad, y más veces de las que posiblemente nos demos cuenta en la vida cotidiana.
El mundo está lleno de azar, de “suerte”, de posibilidades que a cada segundo se sortean,
seguramente, ante la total ignorancia del ser humano, afortunadamente, hay personas que se
dedicaron al estudio de estos fenómenos probabilísticos y los aplicaron a diversas ramas de
la vida y el conocimiento. Y es que no es necesario limitar la teoría de probabilidades sólo a
aquellas ciencias o campos que requieren matemáticas como herramienta principal de
trabajo, por supuesto que las antes mencionadas son las más conocidas por la mayoría de
personas ya que implican un uso constante de lenguaje poco usado en el día a día; como se
verá expuesto a continuación, las ciencias humanas o sociales también se ven impregnadas
por el azar y las distribuciones de probabilidad, y es precisamente ese carácter de sociedad,
de masas, de reuniones y aglomeraciones humanas que hace que se pueda aplicar tan bien
tales recursos, es decir, si se ve grosso modo el comportamiento que el ser humano ha tenido
a lo largo de su historia, seguramente se percibirá una tendencia a ciertas conductas rutinarias
y relativamente predecibles tanto a nivel social como individual, al fin y al cabo seres
pertenecientes a una misma raza; sin embargo, se pueden apreciar ciertos acontecimientos a
niveles de cualquier orden en la sociedad que son dependientes del puro azar, difícilmente
deterministas y con amplios rangos de posibilidades varias.

Es ahí donde se da un primer vistazo a estas ciencias desde una perspectiva probabilística, el
hombre siempre ha puesto en una balanza pros y contras en veras de su supervivencia, así
que no es de extrañar que esté bien familiarizado con más o menos las rutas analíticas con
las que se procede en la teoría probabilística, por supuesto que ha evolucionado hasta donde
está hoy en día, pero sortear situaciones con base en la favorabilidad de que se dé algún
suceso viene casi que de forma innata en él. Como se mencionaba anteriormente de algunas
personas que se dedicaron al estudio y la aplicación de esta área de estudio no sólo en ciencias
básicas, exactas o ingenierías, sino un poco más enfocado a la parte humana, social, moral:
más específicamente Pierre-Simón de Laplace, que le dio una visión (para este caso) a la
política y el derecho analizándolas desde la probabilidad, su libro Teoría Analítica de las
Probabilidades aborda los principios y aplicaciones de lo que él llama “geometría del azar”,
puesto que por esos momentos se había dejado de lado la lógica y, en cambio, se le rendía
mayor respeto y se le prestaba más atención a la geometría, sin embargo, para Laplace no
bastaba ni siquiera con las dos, para él no era suficiente puesto que la lógica con sus
silogismos ayudan a entender lo ya sabido, decía que esos métodos estaban tan mezclados
con otros preceptos mezquinos y dañinos que era supremamente complejo desarraigar la
lógica de ellas y por tanto, era de poco fiar. Entonces Laplace consigue hacerse de un
mecanismo más sofisticado que el que tenían sus contemporáneos Pascal, Leibniz, Bentham;
la herramienta deductiva de la probabilidad.

Y es que, desde la argumentación jurídica, por los siglos XVII y XVIII se buscaba una lógica
de la justificación con mejores bases que la mera lógica silogística o la lógica tradicional; sin
embargo, surgieron algunos inconvenientes que establecieron un pare en el desarrollo de esas
técnicas y herramientas, como por ejemplo, el desencadenamiento que para la revolución
francesa hizo que se empezaran a propagar ideas falsas sobre el carácter axiomático-
deductivo de principios como el silogismo judicial, pasando del problema de cómo usar a
cómo justificar de los jueces, o la reforma educativa en el siglo XIX que dejó a la enseñanza
y a la ciencia jurídica sin un apoyo histórico y cultural clásico, esto supuestamente con el fin
de modernizar los estudios universitarios, lo que conllevó a que la historia y la literatura
fueran los únicos estudios generales para entrar a las escuelas de derecho y se dejaran de lado
la retórica, la inducción, la axiomática y por supuesto, el cálculo de probabilidades.

Ahora bien, Laplace en su ensayo titulado Ensayo Filosófico de las Probabilidades que hace
parte de su libro Teoría Analítica de las Probabilidades de 1820 publicado en París, indica
que la mayoría de problemas en la vida cotidiana pueden reducirse a problemas de
probabilidades, que los caminos para hallar la verdad en la matemática, como lo son la
inducción y la analogía, descansan en ellas. Como es bien sabido, Laplace tenía una postura
determinista del mundo, para él (y lo afirma además en el citado texto), hasta los eventos o
sucesos más pequeños e insignificantes hacen parte del gran sistema del mundo; ya sea que
por ignorancia no se puedan relacionar o por desconocimiento escapen al entendimiento de
los que los estudian, aquellos eventos se justifican bajo el manto del azar o las causas finales.
Basándose en el principio de “razón suficiente”, Laplace afirma que lo anterior dicho debe
tener siempre una causa, nada puede empezar a ser sin un motor que lo impulse, paralelo a
eso, plantea el principio de “razón insuficiente”, dice que como no existe una razón para
suponer que un evento fue antes que otro, todos los sucesos tendrán la misma probabilidad
de ocurrencia, es decir, que el desconocimiento de los estados de un sistema equivale a que
sean equiprobables todos los estados.

Además, se supone la existencia de un ente que lleva al extremo una situación conceptual,
denominado en este caso “el demonio de Laplace”, y que consiste en que si hubiese una
entidad que pudiera conocer todas las fuerzas y estados de un sistema en un momento dado
y la capacidad para analizar todos los datos en un tiempo suficiente, podría arrojar una
expresión que resumiera el comportamiento de cada partícula hasta cada galaxia en una sola
fórmula, desde lo más pequeño hasta lo más grande no importando en qué instante se
encuentre, podría predecir el futuro y conocer el pasado. Indica Laplace que el hombre hasta
ese momento se había acercado un poco a aquella inteligencia, prueba de ello los avances de
la astronomía, las ecuaciones de gravitación aunadas a la física analítica ya estaban dando
atisbos de comprender los estados pasados y futuros, dice también que en algún momento
siguiendo con esa disciplina en la ciencia, el hombre llegaría a estar cada vez más cerca de
esa inteligencia determinista, aunque sin alcanzar a entrar en contacto con ella.
Por el desconocimiento de los fenómenos naturales en épocas pasadas, muchos
acontecimientos como eclipses, cometas, inundaciones, sequias o a la aparición esporádica
de cuerpos celestes en el firmamento se le atribuía a la cólera del firmamento, de los dioses,
el temor celestial que acompañaba al ser humano desde los principios de su civilización, sin
embargo, poco a poco se fue desvaneciendo gracias a la creciente comprensión del universo
y los fenómenos que allí ocurran, como pasó con Halley, que gracias a datos recopilados con
anterioridad pudo predecir con bastante precisión el retorno del cometa que había estudiado
y que hoy en día lleva su nombre; como bien lo dijo Séneca en algún momento: las
generaciones posteriores tendrán claridad sobre lo que pasa en el universo y les resultará
increíble que antes no se haya esclarecido todo. Dice Laplace que por minúsculo que sea un
sistema o una partícula, tendrá estrecha relación con los objetos más grandes, y que aquello
que no se pueda relacionar es sólo producto de la ignorancia humana.

Ahora bien, con lo que respecta a la teoría del azar, como no se sabe si la probabilidad
favorezca a uno de n eventos en particular, se toma como esa cantidad de eventos igualmente
posible y la operación que relaciona la cantidad de eventos favorables con los eventos
probables es una fracción en donde el numerador sea el primero mencionado y el
denominador el segundo, así cuando la cantidad de eventos posibles y eventos favorables
aumenten, se mantendrá la proporción de la probabilidad, así también cuando se reconoce
que los casos favorables son los mismos que los casos probables, la probabilidad se convierte
en certeza y su resultado da la unidad. Pero si por ejemplo se tienen 3 opciones de las cuales
se quiere conocer la probabilidad que hay de seleccionar una, y no se tiene conocimiento las
condiciones que tienen las tres en específico, el resultado de tal ignorancia arrojará una
probabilidad de 1 sobre 3, puesto que para las tres opciones la hipótesis de encontrar lo que
se busca se aplicará en todas; en cambio, si de esas tres opciones, se sabe que una de ellas no
cumple con las condiciones requeridas, se excluirá de los casos posibles, y la probabilidad
quedará reducida a 1 sobre 2; los casos expuestos anteriormente se puedes analizar en
paralelo con lo que pasa en un juzgado, si los jurados no tienen conocimiento de ninguna
versión, tomarán todas las posibilidades como iguales a su juicio, diferente si, por algún
motivo hayan escuchado previamente alguna versión, entonces tendrán conocimiento de la
causa y su escogencia se verá alterada por haber conocido con anterioridad las condiciones
de su caso. Se puede llegar a la conclusión a partir de estos dos sucesos, que la desigualdad
en un dictamen viene dada por los datos conocidos antes.

Ahora, en el texto, Laplace expone que existen diversos principios en la teoría de


probabilidades. El primer grupo, será el de los principios generales, que consta de siete.

El primero de ellos ya se expuso anteriormente y es el de la razón entre los casos favorables


y los casos posibles, expresado en una fracción. El segundo de ellos, será cuando no todos
los casos tengan la misma probabilidad de ocurrir, es decir, que las posibilidades de cada uno
no tengan el mismo valor, para esto se tendría que calcular primero sus respectivas
posibilidades para cada caso, entonces la probabilidad total será la suma de ellas.

El tercer principio es uno de los que más se presta para malas interpretaciones en cuestiones
legales, que es el de la disminución o el aumento de las probabilidades a causa de la
combinación entre ellas. Por ejemplo, en el caso de un evento que cuenta con 20 testigos, en
donde el primero le transmitió el conocimiento a un segundo, ese segundo a un tercero y así,
la información que llegue a oídos de quien necesite sacar un juicio se verá desenfocada, con
poca claridad y seguramente tergiversada de muchas maneras gracias a esa transmisibilidad
de la pesquisa inicial; tal ejemplo se puede ver también en el caso de los historiadores en
donde el conocimiento se transmite de generación en generación, estaría bastante dudosa la
veracidad de tales datos que puedan recopilar los historiadores teniendo en cuenta este tercer
principio.

El cuarto principio es cuando, por ejemplo, dos eventos son dependientes el uno del otro, la
probabilidad del evento compuesto es el producto de la probabilidad del primero por la
probabilidad de que, habiendo sucedido este, tenga lugar el otro; es una especie de condición
en la que debe suceder uno para que pase el otro. Por la connotación que este principio tiene,
permite ver la influencia que tendrá un suceso en otro, o por ejemplo, cómo se analiza el
futuro respecto a hechos pasados ya conocidos. El quinto principio es parecido y parece más
un corolario del anterior, habla sobre la influencia relativa del pasado respecto al futuro, en
cómo puede variar el futuro, pero no completamente respecto al pasado, lo que podría verse
en el caso de una tendencia a que suceda algo. El sexto principio habla de verosimilitud como
la probabilidad de que ocurra un acontecimiento que es el resultado de una causa pasada, un
ejemplo de esto es la regularidad con la cual saldría, de cien monedas, todas las caras en cruz
lo que sería muy raro y se introduce el término “extraordinario” con el cual tanto más
extraordinario es un suceso más pruebas sólidas requiere. El séptimo principio habla de la
probabilidad de un evento futuro, entonces las causas que lo hayan provocado tendrán una
posibilidad individual que se sumarán y multiplicarán por la posibilidad, en caso de existir
dicha causa, de que el acontecimiento ocurra.

A partir de acá, empiezan las probabilidades de esperanza, que se designa así porque es lo
que esperan o temen los individuos que se realice, la ventaja del que espera un bien cualquiera
dentro de hipótesis que sólo son probables. Y se calcula matemáticamente como el producto
de la suma esperada por la probabilidad de recibirla. El octavo principio habla de lo expuesto
anteriormente, cuando la ventaja es dependiente de muchos hechos, se halla la probabilidad
de cada acontecimiento por el beneficio a obtener. El noveno principio implica la inclusión
de una pérdida en las probabilidades, así es que para calcular si hay pérdida o ganancia, se
suman los productos de cada probabilidad de un evento favorable por la ganancia que
acarrearía y de igual manera se aplica para la pérdida, se suman los productos de la
probabilidad de un evento desfavorable por la pérdida que conllevaría cada una. Si esta última
suma es mayor que la primera, significa que el beneficio se convierte en pérdida y la
esperanza en temor. El décimo y último principio cito a Laplace “El valor relativo de una
suma infinitamente pequeña es igual a su valor absoluto dividido por el bien total de la
persona interesada. Lo cual supone que todo hombre posee siempre algún bien cuyo valor no
puede ser nunca considerado nulo. Efectivamente, aun el que nada tiene atribuye al producto
de su trabajo y a sus esperanzas un valor al menos equivalente a lo que le es indispensable
para subsistir.
En efecto, los 10 principios aportan una base para aplicar la probabilidad desde un sentido
matemático, sin embargo, lo que atañe el ensayo de Laplace son las ciencias morales; aunque
establecer un paralelo para el cálculo de probabilidades respecto, por ejemplo, a la política o
al derecho es complicado, aun así, se pueden adaptar formas de entender dichas ciencias con
la probabilidad, una de las primeras cosas a considerar y que hace parte de la sección
“probabilidad de los testimonios” que hace referencia a qué pasaría si por algún motivo, algún
testigo estuviera o no diciendo la verdad y cómo influiría eso en la conclusión del veredicto
correcto o más justo, también en la cantidad de personas que estén atestiguando y en esa
misma medida se equivocasen para un testimonio verdadero o falso. Se retorna también al
concepto de un evento extraordinario, y es que, en el terreno de lo humano, pesa más un
suceso que vaya con las líneas de la naturaleza o que se acerque a ellas, a un suceso que sería
difícil de creer. Se puede apreciar porque en un testimonio, aquellos relatos que contengan
narraciones que contraríen dichas leyes, no sólo no aumentarían la fe que pueden inspirar,
sino que le restarían credibilidad puesto que se asumiría un error en su relato o directamente
la mentira. Y Laplace hace aquí un señalamiento a lo que sería la falta de crítica y
conocimiento en un grupo de personas, dice él, que para lo que a los sabios e ilustrados les
parecería un debilitamiento en sus creencias, al vulgo falto de crítica sería un aumento en
dicha creencia respecto al asunto. A lo que cita un suceso en el siglo XIV de una supuesta
curación mágica que dejó absortos a los médicos de aquella época y que se hizo muy popular
en el día a día de las personas del corriente que, aun sin tener ninguna prueba que
verdaderamente hubiera sido la corona del rey la que había curado a la joven, confiaron
plenamente en lo que por las calles se decía. Aborda también la referencia a que la ignorancia
no sólo se propaga por el vulgo, sino también en las personas que toman las decisiones dentro
de un juzgado, y es que de todas formas tantos y tan variados son los intereses de un grupo
de personas y sus pasiones que resulta imposible, por su dificultad, someter las decisiones de
ellos bajo el cálculo; sin embargo, sí se puede afirmar que si los participantes de una asamblea
están mal informados, cuantas más personas la conformen, más se alejarán de un juicio justo
y correcto. También que, debido a que en una votación se presentan los resultados de la
mayoría, tengan los intereses que tengan, conviene realizar renovaciones parciales o totales
de los miembros en un comité o asamblea para evitar la exagerada tendencia a escoger
siempre bajo una misma perspectiva que puede ser o no correcta pero que por su dificultad
de determinación se hace más apropiado cambiar de personal, como lo afirma en “la
probabilidad de las decisiones y las elecciones de las asambleas”.

Por su puesto que en derecho se debe tener en cuenta la condena o la absolución de un


sospechoso por los crímenes cometidos, como lo plantea en “de la probabilidad de las
sentencias de los tribunales” en donde expone los riesgos de una decisión que pondría en
peligro a los demás ciudadanos y cómo se puede estudiar las probabilidades de emitir un
juicio justo. Puesto que existen delitos que deben ser resarcidos con una condena y otros que
directamente, al volver a la persona en cuestión a la libertad, pondría en riesgo tanto la salud
mental y la confianza de las personas en los juzgados y las leyes, como su integridad física,
ya que el crimen perfectamente podría realizarse de nuevo, entrarían los jueces a estudiar la
posibilidad de la pena de muerte, e incluso necesitando un tiempo para condenarlo, no
podrían dejarlo en libertad mientras eso sucede. A lo que Laplace concluye que, para alcanzar
el mínimo de inocencia, los votos deben ser de nueve sobre doce.
Por último, dice Laplace en “De los diversos medios para aproximarse a la certeza” que
existen tres principales medios para acercarse a la verdad: la inducción, la semejanza de las
hipótesis basadas en los hechos y rectificadas incesantemente por nuevas observaciones, y
un seguro tacto suministrado por la naturaleza y enriquecido por las innumerables
confrontaciones de sus indicaciones con la experiencia. Por inducción, afirma, se han
producido los descubrimientos y análisis más importantes de la física, con este método se
hace posible determinar que, si un evento viene sucediendo desde un largo tiempo, con
continuidad y vinculado por una relación simple, ese evento seguirá sucediendo sin
interrupciones, y esto, por teoría de probabilidades, se sabe que no es por azar, sino por una
causa regular.

Así pues, la probabilidad abarca innumerables campos de la ciencia y de la vida cotidiana,


cobija todos los procesos que suceden en la vida real y muchos que necesitan ser calculados
para estudiar un fenómeno en específico; evidentemente el comportamiento humano es
demasiado complejo para estudiarlo solamente con probabilidad y más todavía si se trata de
un grupo variado de personas cada uno con diferentes intereses, pero lo que se puede hacer
con la probabilidad es acercar cuanto más a la verdad, a la corroboración de sucesos que por
sentido común deben suceder y suceden. La probabilidad, o por lo menos los fundamentos
de ella, debería ser estudiada por todos los profesionales en su educación universitaria, pues
aporta una claridad y un entendimiento matemático de muchos aspectos a los que, como seres
políticos sobre todo en estos tiempos, estamos sometidos y expuestos como lo son la
economía, la jurisprudencia, la política.

Respecto a la opinión del ensayo, el autor hace ver a la teoría en cuestión de una manera
agradable, muy necesaria para todos los enfoques de la ciencia y la vida cotidiana, es
específico y se remonta a sucesos históricos de fácil recordación e interesantes, con un
lenguaje preciso, pero no tan complejo. A veces se hacía un poco monótona la explicación
cuando sólo se remontaba a las bolillas, pero compensaba con una aplicación del derecho o
la política.

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