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Lacan: ¡Adiós a la cadena significante! ¡Nosotros que la


quisimos tanto!* Alberto Sladogna, sladogna@gmail.com

Dios está en los detalles – Abby


Warburg

Un objeto que habla de la falta, de la destrucción, de la desaparición de objetos. No


habla de sí. Habla de otros. ¿Los abarcará también? J. Johns

Todo parece imposible hasta que se hace Nelson


Mandela

Jacques Lacan fue un lector practicante de Heráclito, practicaba leyendo sus fragmentos [Cfr.J . L.
Austin: ¿Cómo hacer cosas con las palabas?]. Plutarco relata una leyenda:
El barco en el cual volvieron Teseo y los jóvenes de Atenas tenía treinta remos, y los
atenienses lo conservaban desde la época de Demetrio Falero, ya que retiraban las tablas
estropeadas y las reemplazaban por unas nuevas y más resistentes, de modo que este
barco se había convertido en un ejemplo entre los filósofos sobre la identidad de las cosas
que crecen; un grupo defendía que el barco continuaba siendo el mismo, mientras el otro
aseguraba que no lo era.
El relato colabora en la construcción de la paradoja de Teseo: muestra que algo es igual y sin
embargo no siempre es lo mismo. Platón en Cratilo dejo asentado que:
Heráclito dice que todas las cosas fluyen y que nada permanece quieto, y comparando las
cosas existentes a la corriente de un río dice que nadie puede sumergirse en él dos veces
Plutarco comentó esa oscura propuesta: “no es factible pararse dos veces en el mismo río,
porque se dispersa y se junta de nuevo, y se acerca y retrocede.” Más allá o más acá de los
debates suscitadas por tal enunciado, constatamos que algo semejante no deja de ocurrir en
cada sesión de análisis, nada está predeterminado, no hay un concepto previo que en ella se
despliega, al contrario, se trata de curso de aquello que se dice por lo cual no es posible decir esa
sesión haya sido igual a la anterior, quizás solo fue parecida. De même a pareille hay una
diferencia, de lo mismo a lo semejante hay un salto, se pasó a otra cosa por vía de la apariencia.El
costo de la apariencia se llama “igualdad/igual”, nada cambia.
Lacan hace un camino sin trazado previo allí llego a determinadas estaciones o lugares de
albergue transitorios: el objeto , el objeto de la pulsión, la necesidad, la demanda, el deseo, el
objeto del deseo, el objeto causa del deseo, la imagen especular, el objeto a, causa de un deseo,
el complejo de Edipo, la castración. Así inició un nuevo momento de su andar partió de una
estación: el simbólico, el imaginario, el real (1953) hasta llegar a una estación cuyo título fue el
real ,el simbólico, el imaginario(1974). Entonces, las interpretaciones de las diversas agrupaciones
lacanianas suelen dejar de lado el componente heracliteano de ese camino; una lectura
documentada muestra esa presencia y dejar ver que al mismo tiempo que todo es igual cada cosa
es parecida y distinta con respecto a un momento previo.
Baste con recordar un hecho compartido entre las diversas posiciones orientadas por los trazos
que el camino de Lacan dejo. Así una escritura como i(a), imagen del otro, imagen del espejo, se
conserva como siendo la misma a pesar de en un momento posterior i(a) dará cuenta de aquello
que sostiene la imagen especular: el objeto a. “Todo” parece igual y con solo cambiar un
elemento ese “todo” fue modificado provocando una serie de consecuencias en el camino, en las
estaciones, en las orientaciones para transitar en tal o cual experiencia de análisis
También se logra documentar que el ternario constituido por el simbólico, el imaginario y el
real(9/07/1953) queda igual…modificado al presentarlo como tema de un seminario en 1974:
real, simbólico, imaginario[En lengua francesa “tema” se escribe y se dice “sujet” de manera
semejante a “sujeto”] Poco tiempo después esos registros esenciales de la realidad humana,
registros bien distintos y que se llaman: el simbólico, el imaginario y el real (8/07/1953) son
presentados como siendo “iguales” ya no son “distintos”, cada uno tiene: consistencia, existencia
y agujero (1975/1976).
Los registros esenciales de la realidad humana están en un mismo plano, han pasado de tres a
cuatro [rsi + el santóma] , son equivalentes, no hay sobredeterminación de uno sobre los otros,
hay multiplicidad en la “unicidad” del plano de acción. Veamos un efecto. El plano referencial
suele presentarse como el territorio en que se despliega esa práctica titulada como “control de
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casos” o “supervisión”. El controlante dice “ese analizante habló de su padre”, se trataría de la


historia que el analizante relata, aquella que surge en esa sesión. Cuando los registros son
equivalentes y sin privilegio de uno sobre los demás, la historia referenciada es afectadas, en
lugar de quedar fuera de la página, ellas, las referencias, están en el plano de lo que relata el
supervisante al decir, al relatar. Se pasó del saber referencial al al saber textual que incluye allí las
referencias. Las referencias no están fuera ni dentro, solo están en la superficie del “decir el
caso”. De ahí que Lacan formuló esa “distinción entre saber textual y saber referencial”
(9/10/1967).
La topología permite dar un matiz a esa “distinción” apartando su marcado contenido esférico,
dual [adentro-afuera], conserva de la frase sus significantes modificando su significado y su
sentido: el saber textual contiene la referencia, esta última dejó de estar fuera.(Cfr. Shoshana
Felman, El escándalo del cuerpo hablante. Don Juan con J. L. Austin [y J. Lacan] o la Seducción
entre lenguas, Artefactos textuales,2012, Buenos Aires-México)
Jacques Lacan al introducir las estructuras freudianas en las psicosis (1955/1956) otorgo a su
actividad de hablar en público un método: se trata de aplicar al psicoanálisis el análisis para leer
los textos, era su análisis de la doctrina freudiana. Propongo seguir el camino de un shibbólet
lacaniano.

¿Qué es un shibbólet?

En 1914 Freud reconocía al sueño como un shibbólet del psicoanálisis; en 1920, el shibbólet
añadido a sus Tres ensayos de una teoría sexual era el complejo de Edipo; en 1923 producía
un cambio:

La diferenciación de lo psíquico en consciente e inconsciente es la premisa básica del


psicoanálisis…pues aquí está el primer shibbólet del psicoanálisis.

Esa contraseña constituía y constituye un grupo, en este caso, para Freud quienes era parte del
psicoanálisis y quienes dejaban de serlo. Ese significante que representa un signo para
otros…signos (Cfr. José Attal, La no excomunión de Jacques Lacan. Cuando el psicoanálisis perdió
a Spinoza, pp. 69 y siguientes, Buenos Aires, 2012) no se mantuvo siempre igual a si mismo,
cambiaba. Jung no observó el shibbólet quedo expuesto al desamparo y/o la intemperie respecto
del psicoanálisis freudiano.

En el filme Titanic, 1997, en la escena del choque con el hielo y comienzo del hundimiento del
barco, hacia final, un conjunto de músicos se despiden de Wallas, el violinista y luego se queda
tocando, al escucharlo los demás regresan, siguen tocando a pesar de que los demás pasajeros
tratan de salvarse, cuando las aguas llegan a los músicos simplemente se despiden, Wallas dice:
fue un honor tocar con ustedes. La intemperie de la música los amparo; la intemperie no es
desamparo. Ese barco se presentó como siendo algo sólido y a prueba de cualquier contingencia.
Parafraseando a Carlos Marx en el Manifiesto comunista (1848) todo lo solido se desvanece en el
aire, aun cuando lo veamos en pie y circulando.

Lacan, adiós a la cadena significante

Al final de una de sus primeras exposiciones Laca recibe una pregunta:

SR. ANZIEU — Cuando Freud hizo la teoría clínica, tomó prestados modelos a
las teorías de su época… Al proponernos este principio de esquema… me gus-
taría saber si estos modelos son del registro del símbolo o del imaginario. ¿Y
qué origen dar a estos modelos?

¿Lo que usted propone hoy es un cambio de modelo permanente para


pensar los datos clínicos, adaptado a la evolución cultural? ¿O algo distinto?
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DR. LACAN — Más adaptado a la naturaleza de las cosas, si consideramos que


todo aquello de lo que se trata en el análisis es del orden del lenguaje, es decir, al
fin de cuentas, de una lógica. Por consiguiente, esto es lo que justifica esta
formalización que interviene como una hipótesis.(Conferencia del 8/07/1953,
simbólico, imaginario, real)

Introducir el orden lenguaje dejó de lado el aparato psíquico al sustituirlo por otro aparato;
esa introducción se realiza en la tarde del día en que, por la mañana, Lacan perdió su condición
de psicoanalista didacta miembro de la IPA, pasó a la condición de invitado –ese que como el
muerto y el arrimado a los tres días apesta- y solo podría intervenir en las presentaciones
abiertas, mientras que en las cerradas destinadas a tratar la formación del analista no podía
participar. Caía sobre él los efectos del shibbólet ¿Cómo enfrentar esa situación? Construyendo
un aparato con el cual navegar en la intemperie. Ese aparato del retorno a Freud tenía por
componente de su maquinaria a la lingüística de Ferdinand de Saussure

Acabar la carretera.

En su seminario oral de 1964, cuyo título establecido y aceptado por Lacan para su publicación
fue Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, pese a que al anunciarlo en la
cartelera lo presentó con el siguiente título “Los fundamentos del psicoanálisis”. Se
trataría de interrogar: el inconsciente, la repetición, la transferencia, la pulsión (15/01/1964);
elementos a los que se les otorga el atributo de ser fundamentos del psicoanálisis. En la sesión
del 22/01/1964 aparecen cada uno de ellos acompañados por una interrogación. Sea conceptos,
sean fundamentos, sea su articulación no están ya establecidos, se los establecerá.

Lacan sin decir nada ¡simplemente! no incluye en ese listado al complejo de Edipo, al tiempo que
la versión editada y revisada por Lacan la sesión del 22/01/1964 se titula “El inconsciente de
Freud y el nuestro”, de dos inconscientes, se presenta el “nuestro”. José Attal muestra que en
1964/1965 aparecen en e l acta de fundación de l’École Freudienne de Paris, en un documento
adjunto que circuló solo entre sus miembros, por primera ocasión los términos AE y AME.
Eso s títulos ¿A cuál de lo s do s inco nscientes pertenecerá? (Cfr. José Attal, El
pase…La tercera proposición de octubre de Jacques Lacan, Me cayó el veinte, México, 2012)
Otro signo, en la sesión del 15 de enero de 1964 Lacan antes introduce el término schibbólet
Si el complejo de Edipo no fue incluido, entonces para su psicoanálisis y para “nuestro”
inconsciente quedó excluido como “concepto” “fundamental”.

Varios elementos parecen en Lacan como siendo siempre iguales a sí mismos: la madre, el
padre, tótem y tabú, las masas, el sueño, el lapsus, la pulsión, el amor, el deseo, la demanda, la
necesidad, solo que al desplegarlos solo son “parecido” perdiendo su “igualdad”.

A partir de 1964 la versión freudiana del sujeto elaborada por Lacan enfrenta dificultades: ese
sujeto pierde la pista del retorno a Freud, dejo de ser apta para circular. Ese sujeto se deslizaba
de manera interminable e infinita. ¿Alguien vio a ese sujeto en un análisis? ¿Alguien atrapó
alguna vez a ese sujeto? El “sujeto” es tema de un deslizamiento infinito o inacabado o
inacabable.

La carretera del retorno

En 1953, en Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis texto o un discurso de


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alto contenido religioso pues fue tachado por el chamuyo como “el discurso de Roma” ¿Cuál
será el religar en juego? :

Decir que este sentido mortal revela en la palabra un centro exterior al lenguaje es más
que una metáfora y manifiesta una estructura. Esa estructura es diferente de la
espacialización de la circunferencia o de la esfera en la que algunos se complacen en
esquematizar los límites de lo vivo y de su medio: responde más bien a ese grupo
relacional que la lógica simbólica designa topológicamente como un anillo.

De querer dar una representación intuitiva suya, parece que más que a la superficialidad
de una zona, es a la forma tridimensional de un toro a lo que habría que recurrir, en virtud
de que su exterioridad periférica y su exterioridad central no constituyen sino una única
región.

¿Cómo es esa cadena? Lacan introdujo en ese texto en 1966, año de edición de los Escritos, una
nota al pie de página que remite al seminario oral La identificación. Recorramos la imagen
evocada por la frase, un signo que nos envía el significante que envuelve:

Luego en La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud :

Con la segunda propiedad del significante de componerse según las Ieyes de un


orden cerrado, se afirma la necesidad del sustrato topológico del que da una
aproximación el término de cadena significante que yo utilizo ordinariamente anillos
cuyo collar se sella en el anillo de otro collar hecho de anillos (14-26 de mayo de 1957)

Se trata de una cadena donde un eslabón o anillo pasa por el agujero del otro eslabón o anillo, así
se anudan, se puede hacer lo mismo con dos toros encadenados, el deslizamiento de un
significante a otro significante se construye sobre un nudo absoluto de dos elementos, se
trata de una necesidad dual, se requieran siempre dos significantes. La estructura de esa
carretera es dual: dos toros abrazados, anudados ¿Solo el abrazo del imaginario con el
simbólico?. En esa cadena dual se desliza el sujeto, están inscripta la demanda, la necesidad y el
deseo ¿Qué ocurre cuando la pista cambia de nudo, de superficie y de cadena? ¿Qué le ocurre al
significante? Los elementos que se deslizaban a, romperse esa cadena y pasar a otra red de
superficies o de nudos o de cadenas no anudadas [el borromeo] ¿Se conservan los “mismos” o
pasan a ser “parecidos”?

Un accidente de la carretera

La frase o sintagma cadena significante aparece en reiteradas ocasiones (¿96?) antes del
seminario La identificación (1961/1962) allí Lacan dice:
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¿Cómo puede producirse esta relación típica con el sujeto constituida por la existencia
del significante como tal, único soporte posible de lo que es para nosotros originalmente
la experiencia de la repetición? ¿Me detendré aquí o les indicaré desde ahora cómo hay
que modificar la fórmula del signo para discernir, para comprender lo que está en juego
en el advenimiento del significante? El significante, al revés del signo, no es lo que
representa algo para alguien es lo que representa precisamente al sujeto para otro
significante; mi perra está a la búsqueda de esos signos y luego, habla como
ustedes saben, ¿por qué su hablar no es un lenguaje? Porque justamente yo soy
para ella algo que puede darle signos, pero no puede darle significantes.[Subrayado de
A.S.]

Se trata de la definición canónica del sujeto: un significante representa a un sujeto para otro
significante. Es un sujeto (S) no tachado, no dividido, no está dividido, solo está excluido de la
cadena, además Lacan toma distancia con el signo y reafirma su solidaridad con Ferdinand de
Saussure del Curso de lingüística general.
La articulación en cadena de dos toros presentada en ese seminario que acabamos de citar era
la siguiente:

Una cadena tórica no por eso deja de lado su carácter de cadena dual.

Sonidos de rotas cadenas:

En el año de 1992 en la ciudad de Buenos Aires Eric Laurent efectuó una intervención e indicó
que en el texto de Lacan conocido como Radiofonía la edición impresa francesa y la castellana
produjo el mismo un error. Se trata de una aclaración escrita por Lacan presentada como Nota
sobre la respuesta a la pregunta VII:

Para facilitar la lectura reproduzco acá los esquemas estructurales de los cuatro
“discursos” que fueron este año el tema de mi seminario. Para aquellos que no siguieron
su desarrollo.
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Eric Laurent resuelve el tema al corregir el error y subrayar que fue producto del tipógrafo
que vuelve, otra, otra vez a reiterar su error en la edición castellana sesión el 19 de
diciembre de 1972 del seminario titulado Aún [en francés se le conoce con el título de
Encore: otra vez]. El error de escritura en la formalización del Discurso del Amo hace aparecer
una imposibilidad: es imposible la articulación del Significante índice 1 (S1) con el significante
índice 2 (S2). La carretera dejo de funcionar. En 1977 confirma esa escritura.

Al leer las respuestas a las preguntas que constituyen Radiofonia, respuestas leídas al público
asistente al seminario oral de 1969/1970 “El reverso del psicoanálisis”, al recorrerlas se nota,
entre otros, dos datos aportados por Lacan: primero indica que para él es importante el signo
y en segundo lugar le dice adiós a Ferdinand de Saussure, al tiempo en que ahora alberga
los despliegues estoicos del lenguaje. El lenguaje estoico no es la lingüística. Se oyen ruidos
de rotas cadenas ¡Adiós a la cadena significante! ¡¿Nosotros que la queremos tanto?!.
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Desplegado del Sánthoma, Alberto Sladogna

“un hombre que es padre como un santo, un mártir, es cristiano.”


Honorato de Balzac, a propósito de Papá Goriot.

El encuentro de Jacques Lacan con el caso de James Joyce, en el año de 1975, transforma la
enseñanza lacaniana. La singularidad de la escritura de Joyce, en particular, la del Finnegans
Wake, le ofrece el testimonio de una experiencia subjetiva. Este testimonio está ligado a la
temática del sánthoma: el Nombre-del-Padre. En sánthoma es un componente del
anudamiento borromeo de la subjetividad –caso por caso. Su escritura introduce cambios de
diversos órdenes:
- la lectura de una homofonía (sinthome; santo hombre/síntoma);
- las modificaciones en la ortografía producidas por Lacan: SINTOMA, cuando señala
por primera vez el título del seminario. Luego corrige, SINTHOME, repara su error de
ortografía anterior. Introduce una antigua manera de escribir SYMPTOME (síntoma). Esta
última, escrita así, juega con el pecado (Sin) y la caída (ptôme) (Lacan, 16/06/75). La caída
está en el comienzo y el final de Finnegans Wake;
- la introducción del cuarto lazo permite la escritura borromea del sinthome, nudo de
cuatro consistencias;
- la nominación del cuarto lazo, lazo del sinthome.
Lacan recorre las relaciones de Joyce con su padre, localiza en Joyce un arte-cargado-de-
padre, un artesanado: “Anuncio lo que va a ser este año mi interrogación sobre el arte: ¿en
qué el artificio puede alcanzar expresamente lo que se presenta primero como sánthoma*?”
La pregunta por el artificio es aquí dirigida al psicoanálisis; lo artificial organiza la superficie
donde se juega, de inicio a fin, cada cura. El artificio es el rasgo esencial de la transferencia, y
ésta es lo único que cuenta en cada experiencia**. Artesanado que, a condición de
servirse*** de él, abre la posibilidad de dar un paso más allá. ¿Frente a qué dar un paso más
allá? Frente a “la roca de la castración” (Freud). La roca localiza el carácter interminable de
una cura analítica. Aquí las diferencias entre Lacan y Freud no son de fisuras sino de
consistencias. Es difícil atravesar una roca, salvo que se emprenda una tarea ciclópea, sin fin –
paraíso del obsesivo- o se trate de alcanzar como posible lo imposible –fatigas de la histeria.
Estas líneas tratan de despejar un problema relativo al sánthoma: ¿de dónde viene el plegado
entre simbólico y sánthoma?:

(imagen)

Para avanzar unos pasos en la respuesta a esa pregunta, el sesgo de la “santidad” permite
precisar el desplazamiento que el sánthoma provoca en la trinidad neurosis-psicosis-
perversión.
Recordemos que en la obra freudiana el síntoma es relativo a la neurosis ideal. Al respecto,
Freud, nos dejó su texto de cabecera, Totem y tabú, donde construye los mecanismos de
pasaje del politeísmo al monoteísmo. Subrayemos que el monoteísmo, en el caso de la
religión cristiana, da lugar a un Dios trinitario y, además, esa condición alimenta el ateísmo de
los teólogos.
El cambio al monoteísmo es acompañado por una nueva religión: la religión familiar. El mito
de la horda primitiva, el asesinato del padre y la comida totémica, son elementos con los
cuales se construye un lazo: un amor eterno. Su carácter de amor eterno o primordial no hace
sino confirmar la jugada del amor: dar lo que no se tiene a quien no es, lo que no impide que
este último intente la impostura de creer serlo.
Cuando los estudios de historia religiosa, tratan de los santos, insisten en resaltar el papel
principal del amor. Así, Romano Guardini , en un parágrafo titulado Los fundamentos, escribe:
“¿Cómo aparece su imagen –la del santo- en la conciencia de los creyentes?. . . ¿En qué
podría consistir eso tan poderoso y misterioso que el creyente venera en el santo, sino en un
fortalecimiento del amor?” (el subrayado es mío).
Un amor, el de los santos, puesto al servicio de una mediación pues “un santo es una persona
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a quien Dios ha concedido este mandato con total seriedad, comprenderlo en sus
profundidades y ponerlo todo en su cumplimiento” (el subrayado es mío). El santo se
encuentra en relación con Dios, figura del Otro; la religión liga con el amor a Dios; entonces,
¿qué sostiene al santo?

El santhombre, producto de la crisis


La figura del santo aparece, desde el punto de vista histórico, vinculada a la crisis de la
sociedad romana tardía; más precisamente, a la región oriental del Imperio. Peter Brown
constata que en los estudios clásicos sobre el tema: “Los santones fueron cuidadosamente
estudiados, a la vez como personajes de grandes controversias cristológicas de los siglos V y
VI y como árbitros de las tradiciones de piedad y de teología ascéticas propias de Bizancio” (el
subrayado es mío) . El autor formula una pregunta: ¿por qué el santón juega un papel tan
importante en la sociedad de los siglos V y VI? Su respuesta nos da acceso a las características
de dicho personaje, a las condiciones de su surgimiento, y en consecuencia, a la situación a la
que responde.
Al interior de la sociedad del Imperio Romano Oriental (Siria, luego el Asia Menor y Palestina)
ejercieron su práctica las “luminarias” de la santidad. En ese territorio surge una nueva clase
de campesinos que provoca una crisis de autoridad. En ese tema de propiedad y sus efectos
sociales, dibujan el lugar para el patrón rural* .
Libanius describe al buen patrón como “un hombre que emplea su poder para allanar las
cuestiones espinosas de la vida en la ciudad” . La vida de Abraham el ermitaño lo ilustra.
Además de cantar los salmos, trabaja como “corredor” –intermediario- en la recolección de
nueces. No era bienvenido por sus vecinos, quienes bloqueaban el acceso a su casa con
detritos. Pero cuando llega el recolector oficial del Imperio y es Abraham quien logra obtener
un mejor precio para todos, es nombrado, a partir de ese momento, “patrón de la ciudad”.
Los nuevos campesinos necesitaban para sus relaciones con la ciudad “de un hombre bisagra,
que perteneciera al mundo exterior y que no obstante pudiera colocar su poder, su savoir-
faire (y no lo olvidemos) su cultura y sus valores a disposición de la ciudad” (el subrayado es
mío). En el Imperio Romano de Oriente el santhombre juega el papel de mediador por su
posición de extranjero, “extranjero” frente a lo familiar (heimlich), frente a lo siniestro
(unheimlich).
Teodoro, en su Historia religiosa, indica el objetivo buscado con la creación de un santón, un
hombre fuerte que pudiera “extender sus manos sobre los hombres en desamparo” . En Siria,
por ejemplo, el santo participaba de actividades curativas frente a dos tipos de problemas: las
maldiciones y el exorcismo; cuando en un poseso “el demonio tenía el rango de Maestro del
Mundo, sólo Pablo el simple podía controlarlo”.
Los santos ejercían el arte de la oniromancia. El patricio Petronas, luego de dormir una noche
con su esclava –no se aclara si sólo durmieron-, cae enfermo. Visita los santuarios de Cosme y
Damián sin resultados hasta que obtiene una entrevista con un hombre santo:
Petronas: -Santo padre, ¡¡me muero!!
Santo: -Un cristiano no muere.
Petronas: -De acuerdo, soy cristiano, pero jamás me comporté como tal. Un etíope de mal
aspecto, con una mirada horrorosamente ardiente, vino a mí en un sueño y me dijo: tú me
perteneces.
Desde ese encuentro Petronas pudo gozar de su primera noche de sueño reparador –no se
sabe si solo o acompañado-, con “ocho libras menos sobre la conciencia –el precio de la
consulta” . Además nació una férrea relación con el santhombre, a tal punto que Petronas
murió el mismo día que el santhombre: ¿un pasaje al acto santhomático?

La incertidumbre de la paternidad
La crisis producida por la reorganización de la propiedad hacía lazo con otro problema que
arrastraba el mundo clásico: “Existía desde hace largo tiempo una incertidumbre sobre el
papel del padre en el mantenimiento de las tradiciones de la sociedad” . Y, el autor agrega –
sin carecer de ironía- que la sociedad del imperio era abiertamente patriarcal. Las familias
provinciales, alentadas por la figura materna, gustaban de considerar a sus miembros como el
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resultado de las virtudes de sus ancestros: “El joven noble sigue, a sol y sombra, a un hombre
político triunfante, su padre o, lo más frecuente, un gran patrón” . Tal es el caso de Cicerón
que sigue los pasos de Quinto Mucius Scaveola Augur, y a la muerte de éste, considerándose
inacabada su formación, prosigue ligado a Scaveola el gran pontífice, primo de su primer
maestro. La plaza fuerte del ancestro simbólico venía a sustituir las carencias del padre real,
dejando una fisura. Situación que propiciaba el encuentro con los santos-padres espirituales:
Gregorio el taumaturgo con Orígenes; Juliano con el eunuco Mardonius; Agustín con
Ambrosio.
Volvamos a la ironía –figuración por lo contrario- de la incertidumbre de la paternidad en una
sociedad patriarcal. Entre la sociedad romana y su antecesora, la sociedad griega,
encontramos una diferencia importante: “El padre –en Roma- se consideraba como el
verdadero educador. . . Otro contraste con la Grecia Antigua, donde el padre que se ocupaba
demasiado de su infante, pasaba rápidamente por ridículo” . De lo sublime a lo ridículo no
hay más que un padre que se toma por lo que no es. La sociedad romana fabrica el soporte
del derecho occidental, en particular, del derecho de familia. En Roma, el cristianismo
adquiere el carácter de religión de estado e inicia su enorme expansión. Fue necesario mucho
esfuerzo para enfrentar la incertidumbre de la paternidad: el santo venía a reparar una crisis
de “autoridad”.

La leyenda del Reprobado


Conviene acercarse a un proceso de instalación del sánthoma. Un hombre llamado
Reprobado vaga en busca de un amo a quien servir. Por fin sus expectativas se ven colmadas:
logra entrar al servicio de un rey investido de los mejores atributos. Sin embargo, al
acompañarlo en sus andanzas, un día descubre al soberano con rostro pálido, arrodillado,
elevando al cielo una plegaria. Enfrentado a esa escena, pregunta: “Mi señor, ¿qué ocurre?”,
y la respuesta lo sume en la decepción: “Tengo miedo; fue nombrado el Diablo, y eso siempre
me da miedo”. Lo cual lo hace sentirse defraudado, y en consecuencia parte nuevamente,
aunque sin renunciar a su objetivo. Investidura libidinal de objeto, diría Freud. En ese viaje se
encuentra al mismísimo Diablo, y todo indica que –sin lugar a dudas- está ante un verdadero
amo, por lo tanto queda a su servicio.
En el fragor de una batalla entablado por su nuevo amo, Reprobado ve con azoro repetirse la
“misma” escena –con pulsión de repetición-: ahora es el Diablo, el que ante la mención de
Cristo se arrodilla, presa del pánico. “Entonces, dice para sí, éste no es un amo”, mientras que
reinicia el ciclo de su repetición: algo no cesa de no escribirse.

(imagen)
COELIFER ATLAS: - El Atlas que lleva el mundo
Paleografía: Hic canet errantem Lunam, Solisque labores Arcturumque pluviasque, hyades,
geminosque, triones. . . Traducción: Éste cantará la errante Luna, las fatigas del Sol, el Arturo,
las lluvias, las Hiadas, los Gemelos y la Osa Mayor y la Osa Menor. . . (Cfr.: Primera Geórgica
de Virgilio). La paleografía y traducción fueron realizadas por los frailes Arturo Bernal y Rafael
Ávalos a quienes agradezco su gentil colaboración. ASC.

Deambula de un lado a otro en su búsqueda, pues no logra encontrar un amo verdadero.


Llega a lugares casi inexpugnables; nada, no encuentra nada. A causa de ellos, se dirige
fatigado al desierto, víctima de la creencia. Padece de escepticismo. En ese páramo encuentra
a un eremita, quien lo instruye sobre la vida de Cristo y el dogma de su enseñanza; algo ha
cambiado para Reprobado, ya que sale del desierto dispuesto a cumplir la proposición del
ermitaño. El eremita no dejaba de percibir en su nuevo seguidor una gran fuerza física y
espiritual, por lo cual –al terminar su iniciación- le sugiere ocuparse como transportador de
aquellas personas que deseen atravesar el río. Esta tarea le sería reconocida por el Señor.
Reprobado pone en ella sus mejores esfuerzos. Dedicado a ese ir y venir, de una orilla a la
otra, ve transcurrir su vida. Un día, al transportar en sus hombros a un cliente, escucha la voz
de un niño que solicita el servicio, y busca, infructuosamente, en una y otra vera del río, el
origen de la voz sin encontrarlo. En la jornada siguiente vuelve a escuchar el llamado, sin
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localizar a nadie. Sólo en la tercera ocasión descubre al niño.


La tarea no dejaba de ser una más en su rutina. Toma al pequeño, lo monta sobre sus
hombros y da comienzo a la travesía. Ya desde sus primeros pasos nota algo extraño, como
un gran peso. En medio del río, esta extrañeza lo invade pues siente que lleva al mundo sobre
sus espaldas. Ese niño se le asemeja a una enorme esfera de hierro que a cada paso aumenta
de tamaño, volumen y peso. Reprobado no ceja en su esfuerzo y logra, al fin, depositar al
infante en la otra orilla, y le hace un comentario sobre lo difícil de la tarea. Sin inmutarse, el
niño, le dice: “Acabas de decir una gran verdad; no te extrañe que hayas sentido ese peso
porque, como muy bien has dicho, sobre tus hombros acarreabas el mundo entero y al
creador de ese mundo”. A continuación le revela su identidad: Cristo en persona. El Señor
decide premiar tanto esfuerzo y dedicación, convirtiendo al cargador en San Cristóbal; así,
Cristóbal encuentra renovada su fe, pues tiene ahora a quien servir. Se puede decir que “le
echó los kilos a la tarea”, divididos en sus cuatro pasiones:

sobre sus espaldas, por cargar a Cristo;


en su cuerpo, por medio de la mortificación;
en su alma, por la devoción;
en su boca, por la confesión y el predicamento de la doctrina.

La versión de la vida de San Cristóbal que recoge Santiago de la Vorágine tiene un final
freudiano, ya que luego de su encuentro con Cristo, Cristóbal soporta todos los martirios a los
que es sometido para que abandonara su fe. Cristóbal posee el don de convertir multitudes,
lo cual fastidia a un rey, y por eso lo hace prisionero y lo tortura. Esta posición de mártir
brinda a Cristóbal algunas ventajas para enfrentar la dura prueba; así, cuando le disparan
flechas, se detienen éstas ante su piel sin atravesarlo y las saetas cubren su cuerpo; luego, el
proyectil regresa para insertarse en el ojo del arquero –trayectoria lacaniana; el arquero
recibe su propio mensaje invertido. Más tarde, se le atormenta con fuego pero, consumida la
leña, el cuerpo del santo ni siquiera se chamusca. Como última salida, el rey se decide por un
corte: decido cortar por lo sano; en consecuencia, la cabeza de San Cristóbal rueda por el
piso. Nuestro personaje llegó hasta la roca de la castración, y ahí detuvo su marcha, sin
embargo, esta oferta de su castración como sacrificio no parece haber logrado su
transformación. Prueba de esta afirmación es lo que se llamaría, en matemáticas, una
demostración por el absurdo: la esfera del mundo no ha caído, sigue siendo sostenida.
Además, la letra obliga. San Cristóbal, hasta la fecha, se la pasa atravesando de orilla a orilla
el mundo que lleva encima; pero también debe destacarse que el punto al que arribó
Cristóbal constituye el límite de una experiencia: la experiencia subjetiva religiosa.

¿Dónde apoyaba el pie Cristóbal?


De nuestro recorrido, extraemos al menos tres características del sánthoma:
a. Es un lazo de amor, organizado por el sacrificio.
b. El sacrificio se da ante una situación de crisis vital.
c. La crisis vital se ha producido por una incertidumbre.
Entonces, ¿en qué queda concernido el psicoanálisis por esta trama?
Al interrogarse por la acción del hipnotizador, Freud recordaba un dicho popular:
Cristóbal sostenía a Cristo,
Cristo sostenía al mundo entero;
así pues, díganme, en ese tiempo,
¿dónde apoyaba el pie Cristóbal?
Esta pregunta condujo a Freud a su encuentro con algunas damas: Bertha Pappenheim, Fanny
Sulzer Wart, Emma Eckstein, “Katharina”, “Elizabeth Von R.”, Olga Hönig, Ida Bauer,
acontecimiento que abrió la posibilidad de obtener una respuesta a su pregunta. Ida Bauer, la
Dora de Freud, sostenía como bisagra la relación de su padre con la Sra. K. Y era su padre,
quien desesperado por la situación, la transportó al consultorio de Freud. Si la histeria es
toujours deux, siempre dos (Lacan, seminario del 9/03/76) Freud, al invertir las quejas de Ida,
toujours d’eux (siempre de ellos), ¿no abría la posibilidad para que la histeria de Ida fuera
11

tomada “siempre a dos”, en el artificio de una cura? Pero, de ser así, ¿cómo?
Regresemos a San Cristóbal; la adivinanza juega con un truco que, en principio, está fuera del
alcance directo. ¿A qué hacemos mención? Si tomamos al pie de la letra el texto veremos que
la incógnita juega con una “contradicción”. Cristóbal sostiene a Cristo, y éste al mundo, o sea
que no aparece el sostén de Cristóbal: ¿estaba en el aire? ¿No es claro acaso que estamos
aquí frente a una cuestión de superficie? Una esfera dentro de otra, que a su vez está dentro
de otra, que a su vez…
La superficie esférica es una imagen del universo que condujo a la construcción de la primera
ciencia “exacta”, la astronomía. Un objeto, la esfera armiliar, es muy instructivo al respecto.
Se trata de una serie de aros de metal –o de otro material-, que se contienen mutuamente y
en cuyo centro se encuentra una esfera maciza que representa a la tierra. El globo terráqueo
se representa inmerso dentro de la esfera celeste. La Organización Mundial de la Salud –
OMS- define al hombre como un ser “bio-psico-social” (la humanidad como sumatoria de
esferas”. Las tiras cómicas presentan a la palabra envuelta en el “globo” del pensamiento.
La esfera es sostenida por el hombre (véase Rodin), y él recibe de ella un sostén, de ahí cierta
pesadez que le es habitual: “estoy hecho bolas”; “el mundo se me vino encima”; “cargo una
bola de problemas”. Una superficie esférica sólo admite dos posibilidades: se está en su
exterior o en su interior.

El deslizamiento lacaniano: cambio de superficie


Es posible encontrar otra respuesta a la adivinanza de San Cristóbal. Para ello, es necesario
deslizar la superficie, desliz metonímico que puede orientarnos en los desplazamientos
metafóricos, para que nos detengamos en un lugar, y así dar cuenta de la estructura* del
artificio que sostiene al sánthoma.
La nominación de los tres registros producida por Lacan el 8/07/53: el simbólico, el imaginario
y el real, guarda una estrecha relación con el psicoanálisis didáctico. Una lectura atenta de
esta exposición de 1953 señala que esas consistencias vienen a tratar de dar cuenta de la
experiencia analítica. Indiquemos que ahí están planteados elementos de importancia de la
“conjetura de Lacan” sobre el origen de la escritura.
Otro paso en el sendero de esa conjetura se localiza el 7/03/62, cuando Lacan abre “la era de
los presentimientos”, para dar lugar a un reordenamiento de las relaciones de real-simbólico-
imaginario con la escritura topológica del psicoanálisis. Escritura que tiene como soporte a
una superficie tórica cuya estructura contiene dos agujeros.

(imagen)

¿Cómo se sostiene Cristóbal? En principio, requiere de un soporte, en caso contrario cae. El


toro tiene algunas propiedades singulares; para localizar a un toro se requiere considerar los
siguientes elementos:
a. La recta perpendicular al plano –toro del complemento- en torno a la cual giran dos
círculos que construyen la superficie tórica:
b. El toro producido por la rotación;
c. Las relaciones entre (a) y (b).

(imagen)

Estos elementos ubican en otra perspectiva la interrogación sobre el sánthoma, dado que en
el toro la relación exterior-interior no es la de la esfera. Esto revela que los presentimientos
conducen a la localización de una estructura que escriba lo que la clínica encuentra en cada
caso.
¿Cuál es la relación entre la superficie y aquello que ella sostiene? El lazo del sánthoma es
una respuesta. Este lazo guara una relación de plegado (elemento extrínseco*) con el
simbólico, pliegue que se escribe:

(imagen)
12

Es un plegado que permite dos conexiones en sus extremos, que organiza parejas de
consistencias: IR ∑ S; 1 y 2, 3 y 4, dos a dos, y que admiten diversas combinaciones entre sí, y
se anudan cuatro consistencias:

(imagen)

El plegamiento entre simbólico y sánthoma es “el efecto del simbólico en tanto que él
aparece en el real” (Lacan, 11/03/75)**.
Esta escritura requiere de algún cifrado para descifrarla. Para avanzar en el cifrado,
procederemos a tomar un caso de Sigmund Freud: Análisis de la fobia de un niño de cinco
años (caso del pequeño Hans). Emprenderemos su lectura por el sesgo de acontecimientos
concernientes al caso que llegaron a la luz pública años después de la publicación por Freud
del historial y que indican una trayectoria transferencial que quedó en suspenso, es decir, no
efectuada en una experiencia de análisis. Es importante mencionar dos cambios producidos
en la nominación del caso y la forma seguida por Freud para publicar ese historial:
a. En una primera mención del caso, Freud habla del “pequeño Herbert”. Este nombre
se mantiene hasta las ediciones de 1924, y es sustituido de ahí en más por el de “pequeño
Hans”.
b. La primera publicación, en 1909, informaba que ese trabajo era “comunicado por”
Freud, pero que no se trataba de un caso “de” él. En el año de 1908, Freud decía al respecto
que era “el análisis de un varoncito de cinco años que su padre emprendió con él y luego me
entregó para su publicación…”. El lugar del padre de Herbert Graf (nombre del “pequeño
Hans”) en la publicación es subrayado por Freud nuevamente en 1923, además incluye el
tema en las primeras líneas del caso . Esta situación deja abiertos varios interrogantes, a
nuestro entender enlazados, en tanto consistencias del caso:
1. Max Graf, padre de Herbert, estaba en una situación especial: ¿padre?, ¿analista?,
¿analizante en suspenso?, ¿…?
2. Si Freud recibía los informes del padre, ¿en qué posición estaba?: ¿analista del caso?,
¿analista de control?, ¿profesor que habla con el buen Dios?, ¿…?
En la lectura del caso, Lacan desplaza el abordaje del síntoma: la fobia al caballo del “pequeño
Hans”, pasa del eje de la rivalidad –marcado por Freud- al lugar de una reparación. Lacan lee
los relatos de Herbert, plegando su lectura a las singularidades del caso; operación para la
cual prescinde, en no pocas ocasiones, de las intempestivas observaciones, intrusiones del
padre y del profesor. El caballo es construido en respuesta a una falla. Lacan observaba en
1956 que “es precisamente para recordarles la presencia del Espíritu Santo absolutamente
esencial al progreso de nuestra comprensión del análisis que yo hago esta teoría del
significante y del significado…” El Espíritu Santo, claro, un santo espíritu singular, el
encargado de los dones, siete de acuerdo a la tradición del Nuevo Testamento, es aquel que
hace vivir a la carne. Ante una clínica y una doctrina perdida en los laberintos del imaginario,
Lacan lee la imagen de la fobia, como una articulación simbólica ante una carencia real. Se
trataba de la solución de Herbert a la falla de la donación paterna*.
¿Cuál era el lugar del caballo en el caso? San Cristóbal, es un santo del transporte**, el
caballo del “pequeño Hans” traza en su recorrido una trayectoria que permite anudar la
novela familiar***.
Y ¿cómo aparece el sánthoma en este caso? Primera aproximación: introducción del objeto –
el caballo- en el horizonte familiar de H. Graf. El caballo es transportado por Sigmund Freud ,
que sube ¡¡cuatro!! pisos hasta el departamento de los Graf, para hacer entrega del mismo a
Herbert, en ocasión de su tercer cumpleaños; precisemos la fecha: el 10 de abril de 1906. Se
trataba de un caballito de madera, o sea una presentación en tercera dimensión del objeto.
Se localiza así el objeto y su cercanía temporal con las primeras investigaciones sobre el Wiwi-
macher, su “hace-pipí” . Estas investigaciones constituyen parte de la materia prima con la
que se fabrica la fobia. Este episodio (el regalo que hace Freud, un don) muestra una relación
intensa anterior al nacimiento mismo de Herbert, entre los Graf y el profesor de Berggasse
19.
El año de 1902 marcó el comienzo de las reuniones de los miércoles, donde se encontraban
13

personajes del mundo vienés atraídos por Freud y su invención del psicoanálisis. Estas
reuniones se desarrollaban en el domicilio de Freud, en un estudio ubicado a un costado de
su consultorio . A éstas asistió, desde su inicio, Max Graf, musicólogo interesado en resolver
con el psicoanálisis los problemas de. . . la creación artística. De los avatares del historial se
desprende una falla ligada a la función paterna : el don fálico, que dejaba a Herbert el tener
que sufragar con su cuerpo los gastos ocasionados por los avatares impetuosos de su mamá.
Cosa sorprendente: “Hay algo común en la manera en que se anudan las cosas, hay algo que
marca con una cierta dirección, con una cierta orientación…” (Lacan, 17/02/76). En efecto,
son sorprendentes los lazos que produce la trayectoria transferencial. En 1900, Olga Hönig,
mamá de Herbert, concurría al consultorio de Freud, en ese año conoce a Max Graf, al que los
relatos del sistema de preguntas y respuestas le producen una enorme “fermentación
psíquica”. Interesado por conocer al Profesor, recibe una invitación para sostener un
encuentro en el estudio de Freud, y luego es incorporado a las reuniones “psicológicas” de los
miércoles. Aquí, una trayectoria sufre un desvío: Max Graf pasó cerca del diván de Freud sin
detenerse en él, sustituyendo un saber en la experiencia por una experiencia de saber, con lo
cual su pregunta por la creación queda en suspenso. ¿Quién se hace cargo de ella?
Frente a las dificultades de la donación paterna y los ímpetus maternales no hay solución más
elegante –para Herbert- que montar en un caballito y emprender las de Villadiego, haciendo
un trayecto que incluye la visita al profesor que habla con Dios. Éste es el punto de plegado
entre simbólico y sánthoma. Plegamiento que produce entre ambas consistencias un falso-
agujero (Lacan, 18/11/75):

(imagen)

El nudo en la superficie
No hay impedimento para que el falso-agujero se organice por plegamientos entre las
diversas consistencias, organizando un sistema de parejas que se anudan sin relacionarse (un
pas-de-deux: paso de a dos). Cortada una cualquiera las otras quedan liberadas, no están
anudadas dos a dos (pas-de-deux: no de a dos).
¿Cuál es la articulación entre superficies y nudos? Es una articulación de soporte –elemento
extrínseco. Un nudo sólo es tal cuando está inmerso en un ambiente. Se obtiene una

sánthoma que el efecto de pliegue los sostiene? Obsérvese que la invención de Herbert Graf,
es sánthoma a caballo, se muestra ejemplar: el plegado construye un agujero al fabricar un
borde, un límite. Para localizar el falso-agujero será necesario trazar un tercer elemento, por
ejemplo, una recta infinita:

(imagen)

Sólo ese trazado localiza el falso-agujero transformándolo en un agujero-verdadero. Los


agujeros no preexisten a la trayectoria que los localiza. Una recta infinita es pariente del
círculo, y el círculo tiene una función bien conocida: “Circule joven, circule”, dice el policía. La
circulación es un rasgo del falo. Una vez instalada la fobia, Herbert podía realizar ciertos
desplazamientos que le daban una movilidad limitada. ¿Y la superficie? El toro es una
superficie de circulación, que como otras admite soportar en su interior, nudos:

(imagen)
Escrituras tomadas de La Bibliokin, elp, No. 4.
La fobia de Herbert Graf es un paso-en-falso que repara una falla y, en este sentido,
testimonia de un avance en el proceso de dar cuenta de los avatares de la nominación. Un
paso-en-falso que da una “solución” inestable, producto de cargar el peso del sánthoma, que
no se despliega. Una “solución” herética que no es la buena, en tanto la naturaleza del
sánthoma ha quedado incólume y, en tales condiciones, no parece posible servirse de él para
pasar a otra cosa, produciendo un avance sobre el real. México,10/02/1989
14

LA SEÑORA KLEIN: ¿PSICOANÁLISIS EN FAMILIA?

Alberto Sladogna Ceiman

“Todo desarrollo pleno de la personalidad exige este nuevo destete. Hegel señala que el
individuo que no lucha por ser reconocido fuera del grupo familiar nunca alcanza, antes de la
muerte, la personalidad.”
Jacques Lacan, en La familia.

“La peor herencia que los padres dejan a sus hijos es la felicidad.”
Jorge Luis Borges

Desde enero hasta julio de 1990, el psicoanálisis, el analista y su práctica fueron objeto de
comentarios, polémicas y críticas.
El 18 de enero de 1990, en el Foro Shakespeare , se estrenó la pieza teatral del inglés Nicholas
Wright, Señora Klein. Contó con la dirección de Ludwik Margules sobre la traducción y
adaptación realizada por Juan Tovar. Las actuaciones estuvieron a cargo de Ana Ofelia
Murguía en el papel de Melanie Klein, Delia Casanova protagonizó a Paula Heimann y
Margarita Sanz actuó el personaje de Melitta Schmideberg.
La obra cubre una jornada en la que tres psicoanalistas, Melanie Klein, Melitta Schmideberg –
hija de M. Klein- y Paula Heimann, enfrentan la noticia del suicidio de Hans, el hijo mayor de
M. Klein.
La recepción del público fue notable; una medida de su éxito es el legajo que aquí
presentamos, constituido por el programa de presentación, comentarios, reseñas y artículos
publicados, a lo largo de siete meses, en la prensa del Distrito Federal; en suma, una
recopilación de treinta y tres testimonios.
La aceptación de la obra en México difiere de los efectos provocados en otras ciudades; por
ejemplo, Buenos Aires, donde una agencia especializada únicamente reporta en sus informes
dos breves comentarios. Se realizó otra función especial destinada exclusivamente a
psicoanalistas. Allí, a insistencia de Mabel Manzoti –M. Klein en la escena- se produjo un
debate que no dio lugar, hasta donde pudimos investigar, a ningún texto. Extraña recepción
la de esa ciudad donde se asocia la “expansión” del “psicoanálisis” con los seguidores de
Melanie Klein. En París se desconoce, por el momento, la obra de Nicholas Wright. En Londres
la obra alcanzó notoriedad y le fue otorgado el premio a la mejor pieza teatral de 1988; sin
embargo, no se ha encontrado documentación que testimonie el impacto que produjo entre
los analistas de esa ciudad.
Los escritos que aquí se presentan localizan una imagen del psicoanálisis y las concepciones
que se tienen de su práctica por parte del público. Esta forma de transmisión ilustra un decir
lacaniano: el emisor recibe del receptor su propio mensaje invertido. Así el psicoanálisis
recoge aquello que sembró con su práctica, su organización y su manera de presentarse
frente a la sociedad. No podemos enfrentar esta situación con argumentos de fidelidad o
infidelidad, sea a Freud, a Melanie Klein o cualquier otro analista –Lacan incluido. Propongo
leer estos testimonios como el saber textual –aquello que se dice- que el público
(öffentlichkeit) tiene sobre la experiencia analítica, de tal manera que la “teoría” no juegue de
obstáculo a esos decires.
Esos escritos fueron suscitados por una obra cuya trama se organiza a partir del psicoanálisis
y que con la excepción de dos, se deben a la pluma de periodistas, críticos de teatro y
reporteros que operan desde el público. Los textos son testimonio de la recepción que
mereció la obra por parte de ese público. Tratan pues la presencia en el público del
psicoanálisis y de los que suscita esa presencia.
Así lo indica el editorial de Paco Ignacio Taibo I:
“Dada la respuesta del público, se diría que la sala séllenla de analistas y analizados que
concurren a ver un drama que, en ocasiones, parece tratarse de una venganza sarcástica. El
psicoanálisis es expuesto por medio de viejos argumentos que para la audiencia resultan
15

como un íntimo conflicto –el subrayado es de ASC” (“La señora Klein en la pasarela”•,
periódico El Universal, 27/02/90).
Este artículo va derecho al blanco de la cuestión. Señora Klein no aborda el drama íntimo de
una mujer, o de la relación tormentosa entre tres. Aborda todo eso y algo más, un nudo
íntimo de la experiencia analítica: la nominación del analista, el pasaje de la condición de
analizante a la posición del analista. Una primera lectura del legajo señala una dificultad de
nominación. En 16 testimonios la obra recibe el título de La señora Klein; en otros tres se
produce una oscilación entre La señora Klein y Señora Klein; por último, en uno de ellos se la
nombre Mrs. Klein. Este último corresponde al título, en inglés, del texto de Nicholas Wright.
Por otro lado, la versión de Juan Tovar y el programa del Foro Shakespeare indican como
título Señora Klein. Este título proviene de la carta que durante el trascurso de la pieza queda
en souffrance. El presente número de artefacto apunta a sacarla de ese estado para que la
carta llegue a su destino. En consecuencia, de aquí en adelante, escribiré el título de la obra
de la siguiente forma: la Señora Klein, o sea, con el artículo definido la afectado por una
barra. Barra que escribe de manera lacaniana el no-todo, no-toda en este caso.

UNA PUESTA EN ESCENA


Partimos de un hecho clínico : las manifestaciones –escritas- del público mexicano son un
medio de decirle algo al psicoanálisis. El público, a partir de una actuación , lanza una serie de
interrogantes a los analistas sobre la práctica del psicoanálisis. Tanto el tema de la obra como
su recepción descubren un nudo analítico aún no investigado: la presencia de la pasión en el
analista, incluida la pasión por el psicoanálisis. Punto nodal que las instituciones “analíticas”,
preocupadas por conservar “la teoría de la neutralidad analítica”, se proponen activamente
mantener en reserva (“los trapos sucios se lavan en casa”) y llegan al extremo de impedir a
los analistas el abordaje de asuntos fundamentales. Phyllis Grosskurth, en Melanie Klein son
monde et son oeuvre, narra el desconocimiento, luego la sorpresa, el enojo y el horror que
algunos kleinianos experimentaron al leer los hechos que revela su biografía –la misma que
sirvió de inspiración a N. Wright para escribir el argumento de Mrs. Klein.
Las instituciones bloquean la posibilidad de extraer de esos acontecimientos alguna
enseñanza para el psicoanálisis. Para tratar de obtener alguna, recurro a un hecho clínico
próximo al teatro y del cual Freud habló en sus escritos llamados técnicos: el agieren –actuar.

ACTUACIÓN SIN ANÁLISIS


Freud escribía en 1914:
“El mejor modo de salvar al enfermo de los perjuicios que le causaría la ejecución de sus
impulsos es comprometerlo a no adoptar durante la cura ninguna decisión de importancia
vital (por ejemplo, abrazar una profesión o escoger un objeto definitivo de amor); que espere
para cualquiera de tales propósitos, el momento de la curación .
Esta consigna, que se supone fácil de mantener cuando la duración del análisis no pasaba de
algunas semanas o meses, entró muy rápido en crisis. Freud extiende, poco a poco, la
duración , al grado de que en su correspondencia con Pfister habla de una cura que abarcó
cinco años . Observemos el cambio en la duración de cuatro de sus cinco casos clínicos: Dora,
en 1899, dos meses; Pequeño Hans, de 1905 a 1908, desde los tres años y meses hasta los
cinco años; el caso del “Hombre de las ratas”, 1907-1908, se prolongó por espacio de 11
meses; y el del “Hombre de los lobos” abarcó en un primer momento, 1910-1914, cincuenta y
tres meses; después de una interrupción siguió un breve período, para “dominar un
fragmento de la transferencia todavía no superado” , en 1919-20, de cuatro meses.
Esa nueva situación impedía en la práctica responder esa “demanda” de Freud . Enunciar esa
demanda –no abrazar una profesión, no elegir un objeto de amor hasta la curación- era un
llamado a ejecutarla. Sin embargo, esta situación de hecho no elimina el problema de
derecho: ¿a cuál demonio del tratamiento apuntaba Freud?
Avancemos uno: la regla de la libre asociación cierne demasiado…poco los avatares subjetivos
producidos a lo largo de un análisis . La asociación libre es desbordada allí donde la palabra
no basta, la palabra es no-toda. El real agujerea el simbólico y en ese agujero muestra una
imagen. Donde el habla alcanza su límite, puede aparecer el –agieren –actuar. Para Freud era
16

éste el demonio que, convocado por el hecho transferencial, amenaza la continuación de la


experiencia. No se equivocó. Freud localizó el agiere –actuar- fuera del terreno de las
asociaciones y, por ende, fuera de la transferencia, lo cual imposibilitaba el curso del análisis
–siempre que conservemos el planteo y la solución freudiana del problema.
Acting out proviene del inglés to act: actuar, se trata de “actuar hacia afuera”. Es un término
de teatro. Así, el director corrige a un actor, sube al escenario durante el ensayo y le muestra
cómo debe leer tal o cual réplica .
Hasta aquí la formulación freudiana de un problema que contiene elementos de teatro. El
agieren aparecía como un impedimento para el análisis y Freud, con su demanda, trata de
salirle al paso, anticipándosele.
Salvar un obstáculo evitándolo confirma una regla que acompaña la conjugación del verbo
evitar: lo que se evita se presenta después, con más fuerza. Subrayamos que el acting-out
cuestiona la separación interior-exterior, adentro-afuera en la cura analítica. El sujeto
supuesto saber, y con él, la transferencia, no reconocen esas demarcaciones, requieren de
otra topología .
Lacan abre una vía que permite abordar la estructura del acting-out. Toma, literalmente, sus
componentes teatrales. Se trata efectivamente de una escena. Como suele decirse de
alguien: “hace una escena”, “¡qué escenita montó fulano!”, “¡qué espectáculo le hizo su
vieja!”, “es todo un show”, “¡ya para con tu numerito!”. Lacan da otro paso: es una escena de
mostración del deseo sin sujeto. El acting-out es una respuesta a la inhibición; al intentar salir
del cerco inhibitorio, la actuación pone de manifiesto la fuerza de este cerco.
El hecho de que la actuación se produzca en lugar de la asociación es señal de un obstáculo
en el análisis. Ese fragmento de transferencia sin análisis (acting-out) indica la necesidad de
que la cura tome otro rumbo. Su destinatario es el analista; su objetivo, reorientar la
dirección del análisis. Este agieren, este actuar, se ofrece a la interpretación, sin embargo no
se trata tanto de interpretar como de modificar la lectura. Así, por ejemplo, la puesta en
escena de La Señora Klein no se interpreta: interpretar a una interpretadora es echar
combustible al fuego; podemos, en cambio, dejarnos iluminar por esa escena.
Entre leer de otra manera e interpretar hay una distancia. Si hay un cambio en la lectura la
evitación no es necesaria, el obstáculo se desvanece.
Una articulación lacaniana del acting-out considera la banda de Moëbius que teje la
transferencia entre el interior y el exterior del análisis. Reorganización del espacio analítico
que permite disolver el obstáculo. En la manera lacaniana de analizar, la demanda de Freud
se trastoca: lo que ocurra en la vida del analizante no es ajeno a su análisis . Tampoco su
análisis queda al margen de la vida pública (algunas sesiones con J. Lacan transcurrían a
puertas abiertas).
De ahí que, en principio, se puede sostener que La Señora Klein no es ajena a las ocupaciones
del artefacto analítico: el analista. Los interrogantes abiertos por esa obra se ubican en el
corazón de la extimidad analítica.
¿De qué manera se dirige La Señora Klein a los psicoanalistas para iluminar una zona de
sombra en el análisis?

UNA IMAGEN DEL REAL ANTE LA OBSCURIDAD DEL SIMBÓLICO


“¿Qué es lo que ha sido hecho?
Lo mismo que se hará;
y nada hay nuevo bajo el sol”.
Eclesíastés o el predicador, I,9.

“¿Y la sombra?”
Tchao-tcheu

La obra de N. Wright abre la posibilidad de que varias facetas del real analítico vuelvan al
psicoanálisis. El retorno de Jacques Lacan a Freud fue una operación de la misma vena. El real
tiene un nombre, en este caso: el artefacto del análisis. Estos aspectos están señalados con
insistencia en los textos que componen el legajo que aquí publicamos:
17

a.- Hay, en primer lugar un problema topológico, una “redondez” que los analistas fomentan
en sus presentaciones públicas . Así, encontramos el testimonio siguiente:
La historia trata de las relaciones conflictivas entre tres connotadas psicoanalistas conocidas
por sus aportaciones audaces en el campo de la psicología; cuyas vidas privadas reflejan lo
contrario a lo que ella pregonaron” .
El editorial de Luis G. Basurto dice al respecto:
“*…+el fanatismo científico y la ambición de poder intelectual sofocan todo impulso
puramente humano, especialmente de la madre (casi amorosa como tal para su hija), que
destruye a sus vástagos como alienista –el subrayado es de ASC-, enemiga de la una en la
misma profesión y amante-enemiga del otro lejano” – “Crónica de México: Señora Klein”,
Excélsior, 1/2/90.
Los significantes “reflejo”, “congruencia”, “distancia” indican la separación entre “el hacer y
el decir”, o señalan que “sus vidas privadas reflejan lo contrario a lo que ellas promueven con
sus doctrinas científicas”.
¿De dónde provienen estas peticiones de “coherencia” entre el hacer y el decir, entre la vida
privada y aquello que “se promueve” con el psicoanálisis?
Exigencias de esta naturaleza son un mensaje invertido, provocado por un cierto estilo de
transmisión del psicoanálisis, un estilo que presenta al analista como pastor de almas. Estas
peticiones son una versión moderna de “las resistencias al psicoanálisis” que Freud observaba
en la sociedad, sin olvidar que, la resistencia es del analista (Lacan, seminario 1953-54) frente
a los demonios que emergen de la experiencia analítica. Este estilo deja de lado el carácter
subjetivante del deseo y coloca en su lugar la moral de las buenas costumbres, arropada en la
jerga de Edito. Estilo que se organiza alrededor de la “persona del médico” (Freud, 1912).
Estilo sacerdotal que recoge la confusión que provoca entre el público. Confusión entre el
análisis, la religión, la práctica terapéutica y la médica. El texto de Luis G. Basurto tiene la
ventaja de testimoniar esta confusión: no distingue al psicoanalista de los alienistas y de los
psiquiatras; pese a que localiza, de manera pertinente, lo que es una práctica analítica. ¿Es
necesario decir que la “coherencia”, la “congruencia”, la “distancia entre lo que se hace y lo
que se piensa”, no tienen ningún lugar en un análisis? Cuando ocupan alguno es para
trabarlo. Basta recordar que el discurso, cuanto más incoherente, más fecundo es, por cuanto
provoca la transformación de los nudos subjetivos en el hablante.
Estos testimonios, su rechazo a tanta “normalidad” y tanta “santidad” son una primera
llamada a los psicoanalistas para que ocupen su lugar. ¿Estaremos a la altura de ese llamado?
b.- Se afirma que Melanie Klein “en nombre de la objetividad científica sometió al análisis a
sus menores hijos”, así nos lo informa la nota de Marilú Perezró –Tribuna, 6/12/89; en cuatro
de las notas que publicamos se afirma que “sometió al análisis a sus hijos pequeños,
convirtiéndolos así en conejillos de Indias”. Mientras que en la versión de Juan Tovar el
personaje de M. Klein dice al respecto, cuando Melitta la interroga: “Me parecía importante
conservar la objetividad”. ¿De dónde proviene el adjetivo “científica” que introduce la crítica
teatral?, ¿cuál es la objetividad de un analista?
Sin embargo, estos testimonios denuncian lo que el movimiento analítico censuró : Sigmund
Freud, Karl Abraham y Melanie Klein, analistas de la primera época, “sometieron”•a análisis a
sus hijos y no fueron los únicos ; en ese momento, era una práctica si no común, al menos
aceptada. Esta censura desplazó al movimiento psicoanalítico, de una posición analítica a la
de un padre que mira por el bien de sus hijos, dejándolos ciegos, sordos o con algún otro tipo
de atrofia.
Antes de estudiar las experiencias de Sigmund Freud y de Melanie Klein, subrayemos que
estos episodios indican que, justamente, “la objetividad científica” es improcedente en la
cura analítica; diremos incluso que en la objetividad científica no hay psicoanálisis posible. El
psicoanálisis fue una respuesta al universo objetivo de la ciencia, universo donde no hay lugar
para la subjetividad. La objetividad del análisis aparece sólo a nivel del objeto: el analista. Este
objeto se precisa en la cura, caso por caso. Sorprende entonces que la literatura analítica, con
la excepción reciente de la monografía que elaboró Jean Allouch: Marguerite, ou l’Aimée de
Lacan, no se haya mayormente ocupado de él.
Freud analizó a su hija Ana. La única de sus hijos que practicó el psicoanálisis. Ana Freud fue
18

durante muchos años orientadora de la Asociación Psicoanalítica Internacional, institución


creada por Freud a partir del modelo de la iglesia y del ejército. El modelo freudiano para esta
asociación es paradigmático y paradójico pues trata de consagrar una transmisión “familiar” a
una práctica –el análisis- que sólo se sostiene más allá de la familiaridad .
Ana Freud, con Marie Bonaparte y Ernest Kris, nos legaron una lamentable ilustración de esa
familiaridad. Los tres se encargaron de la construcción del Aus den Anfängen der
Psychoanalyse –Los orígenes del psicoanálisis , en los años de 1950. Debieron trascurrir más
de treinta años para que los psicoanalistas tuviésemos acceso a una edición abierta de la
correspondencia Freud-Fliess .
El análisis de Ana Freud es mencionado en el libro de Paul Roazen Freud y sus discípulos .
Según el autor, Freud lo llevó a cabo “a pesar de las reglas para la técnica analítica que
estableció para los otros”. Interrumpo aquí la cita pues nuevamente aparece el tema de la
“incongruencia”, bajo el ropaje del “Haz lo que yo digo, no lo que yo hago”. Roazen no precisa
cuáles son las reglas que Freud dio “para los otros”. Sigo con la cita: “Freud había analizado
personalmente a su hija. El análisis debió prolongarse durante varios años –testimonio de
Kata Levy, 13/7/65…Otro de los hijos de Freud, Oliver, recordó que en la primavera de 1921
su hermana acudía al estudio de Freud para analizarse”.
Se cuenta con el testimonio del propio Freud. Edoardo Weiss, psicoanalista, lo interroga
respecto de “si el análisis de un joven por su padre es posible”. Freud responde “En cuanto al
análisis de su prometedor hijo, es sin duda un asunto delicado. Con un hermano menor sería
más fácil, con la hija propia me ha salido bien, con un hijo merece reflexión…todo depende
evidentemente de las dos personas y de su relación recíproca. Usted conoce las dificultades.
No me asombraría que usted tuviese éxito a pesar de todo. Es una decisión difícil para un
extraño. No se lo aconsejo, y no tengo el derecho de prohibírselo” . Contrariamente a la
afirmación de Roazen, Freud no prohíbe ni prescribe, sólo indica un problema. En el caso de
Weiss, Freud subraya un trazo clínico: la dificultad sería mayor por tratarse del primogénito;
aquí Freud se orienta ¿con la teoría de la rivalidad mortal entre el padre y el hijo en la horda
primitiva o por alguna experiencia con algunos de sus hijos varones? El texto de La
interpretación de los sueños informa del análisis de sueños de uno de sus hijos mayores. En la
contestación de Freud a Weiss se lee un juego de sustitución de significantes: en la respuesta
de Freud no aparece el término “psicoanalista”, su lugar lo ocupa el significante “padre”,
mientras que “hija / o” sustituyen al significante “paciente”.
Subrayemos que la ausencia de “escrúpulos morales” para abordar el tema nos permitiría
hablar de “lagunas morales” en Freud. Lagunas morales que Enrique Guarner –“Señora Klein
o la profesión imposible”, Novedades, 11/03/90- reconoce en Jacques Lacan, hecho que
pocos lacanianos han marcado con tanta precisión; lamentamos que Guarner se detenga en
el preciso momento en que podía señalar no sólo la laguna sino el océano que separa al
psicoanálisis de las prácticas terapéuticas.
La respuesta de Freud está detrás de la decisión de E. Weiss: “No he analizado a mi hijo.
Prosiguió sus estudios de medicina. Después de nuestra inmigración a los Estados Unidos ya
no le fue posible seguir persiguiendo la meta de ser analista. Se hizo bacteriólogo y ha
encontrado satisfacción en su profesión”.
En otras palabras su hijo se dedicó al estudio de las bacterias en el país al cual Freud pensaba
haber transmitido “la peste”. Elección de un hijo que, apoyándose en el orden familiar, pudo
pasar a otra cosa, y hallar “satisfacción en su profesión”. Edward Weiss encontró la siguiente
solución: decidió mantener la función paterna –como podía- y prefirió ejercer el psicoanálisis
más allá de su familia.
Freud, en el caso del pequeño Hans, no se preocupaba por el tema ; para él había conjunción
entre la función paterna y la del analista; no se cansó de repetir que era “mucho el padre” en
sus análisis. Freud articula la transferencia a partir de las imagos parentales. El caso del
pequeño Hans nos coloca frente a otra sombra: ¿no podría su “análisis” ser una maniobra
para lograr que su padre se analizara con el profesor? Nótese que la presencia de niños en el
consultorio de los analistas suele culminar con la entrada en análisis de muchos de sus
padres. Esos hijos que provocan el análisis de sus padres operan desde una posición cercana a
la del analista, apuntan a localizar la transferencia. El hecho de que Sigmund Freud haya
19

analizado a su hija Ana no explica las razones necesarias ni, mucho menos, las razones
suficientes para pronunciarse a favor o en contra de esta práctica. Pronunciamiento que no
es de orden analítico. Freud no fue movido a escribir por el caso de Ana. Esa experiencia fue
objeto de comentarios marginales, La Señora Klein, ofrece la posibilidad de elaborar algo
sobre esas razones analíticas. Se pasó del secreto al enigma.

EL ANÁLISIS DE UNA NIÑA O LA FATA DE LISIS DE ANA

En el legajo se dice que el “hecho *analizar a sus hijos+ le valió *a Melanie Klein+ la crítica y
oposición de Sigmund Freud” –Tribuna del 6/12/89-. Esta posición se repite en otros cuatro
testimonios a pesar de que esa “crítica y oposición de Sigmund Freud” no figuran en el
argumento teatral.
Si la prensa hace constar esa “crítica y oposición”, como analistas debemos darle su lugar. Si
algo se dice –en este caso, se escribe- y algo queda dicho, ¿a causa de qué se dice?
Freud, en efecto, cita en dos ocasiones a Melanie Klein para criticar sus formulaciones: “En la
bibliografía analítica más reciente se nota cierta preferencia por la doctrina de que cualquier
clase de frustración… “podría tener como consecuencia un aumento del sentimiento de
culpa”. Freud critica esta preferencia y, en una nota a pie de página, identifica, entre otros, a
M. Klein como partícipe de esa posición .
En la segunda crítica, el tema polémico es la sexualidad femenina y, en particular, la ubicación
cronológica del complejo de Edipo que hace M. Klein:
“…El ‘desplazamiento hacia atrás’ del complejo de Edipo propuesto por Melanie Klein (1928),
quien sitúa sus comienzos ya al empezar el segundo año de vida. Esta precisión temporal, que
necesariamente altera también la concepción de todas las otras constelaciones del desarrollo,
no coincide de hecho con los resultados del análisis de adultos y es incompatible, en
particular, con mis descubrimientos acerca de la larga duración de la ligazón madre
preedípica de la niña”
Esta segunda mención plantea una discrepancia de doctrina. Sin embargo Freud, como lo hizo
en otras ocasiones, recurre a un argumento de autoridad que no por eso deja de ser un
argumento: “Es incompatible “con mis descubrimientos”. Argumento que le impidió leer que
M. Klein confirmaba su posición.
Si la transmisión sólo descansa en la autoridad, entra al terreno de la fidelidad y la filiación.
Esto obliga al analista a encontrar “desviaciones” en los otros para sostener su experiencia
singular.
Freud menciona a Melanie Klein en una tercera ocasión, y es para compartir una
constatación: la severidad del superyó . Estas citas muestran acuerdos y diferencias
doctrinarias que no responden al testimonio del legajo.
Antes de abordar la última mención que Freud hace de M. Klein, introduzcamos un efecto en
souffrance: entre Freud y M. Klein se interpuso una ausencia de lisis. La lisis es un proceso
patológico benigno. La medicina reconoce que en muchas ocasiones ese proceso no se
concluye por alguna intervención iatrogénica que lo impide.
Esta cuarte y última cita aparece agregada por Freud, en 1935, a posteriori. Citemos primero
el texto al que luego fue añadida:
“Yo no he prestado colaboración alguna para la aplicación del análisis a la pedagogía; pero era
natural que los descubrimientos analíticos sobre la vida sexual y el desarrollo anímico de los
niños reclamaran la atención de los educadores y les hicieran ver sus tareas bajo una nueva
luz. Como infatigable campeón de esta orientación en la pedagogía se ha destacado el pastor
protestante O. Pfister, de Zurich, quien halló compatible el cultivo del análisis con su adhesión
a una religiosidad, es cierto que sublimada; junto a él, cabe mencionar a la doctora Hug-
Hellmuth y al doctor S. Bernfeld, de Viena” –subrayado es de ASC.
Freud no duda en mencionar a Hermine von Hug-Hellmuth pese al escándalo que rodeó su
muerte . Cuando Melanie Klein iniciaba su práctica analítica con niños trató de tomar
contacto con ella.
Luego viene la cita añadida en 1935: “Dese entonces, el análisis de niños precisamente ha
cobrado poderoso impulso gracias a los trabajos de Melanie Klein y de mi hija Ana Freud” –
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subrayado es de ASC.
La cita es un reconocimiento; primero, de que Freud establece una relación de continuidad
entre “la aplicación del análisis a la pedagogía” y “el análisis de niños”. ¿Estamos ante una
toma de posición? En segundo lugar, Freud menciona que Melanie Klein y Ana Freud
impulsan el análisis de niños. Hecho extraño, pues el trabajo “con niños” de Ana Freud es la
aplicación del trabajo pedagógico al psicoanálisis, mientras M. Klein sostiene la existencia de
un elemento estructural: que esos tratamientos se organizan por el hecho transferencial y, de
ahí, su carácter analítico. Tal posición es rechazada por Ana Fred (¡¿rechaza la
transferencia?!); en la esfera pública, Freud opta por amalgamar. Mientras que en la esfera
privada, las cosas ocurrían de otro modo: en una carta a Jones (22/02/28) escribe:
“Su reivindicación de un verdadero análisis de niños sin concesiones, independiente de toda
medida educativa me parece sin fundamentos teóricos e impracticable en la realidad. Tanto
más escucho yo hablar de estas cosas, tanto más pienso que Melanie Klein ha escogido una
mala vía y Ana la buena” –subrayado es de ASC.
En estas opciones públicas y privadas, ¿opera Freud como padre o como analista?
Una tercera y última cuestión. Si leemos al pie de la letra la cita agregada en 1935, vemos una
distinción entre M. Klein y Ana Freud. La primera es mencionada sólo con su nombre y
apellido, mientras que a la segunda se le añade un determinativo de lectura, “mi hija”. Freud
tiene dificultades para localizar a Ana Freud, dificultades ante las que Ana responde
sosteniendo, durante toda su vida, el lugar de Freud como “padre” del psicoanálisis. Éste es
uno de los lugares que permiten sostener la falta de lisis de Ana a causa de la intervención
iatrogénica de Freud, que impidió la terminación de un proceso que comenzó cuando Ana
tenía 19 meses de vida . ¿Es lo mismo inventar un padre que asociar la paternidad a un
invento? Este interrogante fue resuelto por Ana al confundir un término con otro, señal de la
falta de lisis que la afectó.
Regresemos ahora al testimonio del legajo; se habla de “la crítica y oposición de Freud” a las
prácticas de Melanie Klein con los niños, sus hijos. Estamos en condiciones de dar un paso
más. La crítica y oposición de Freud a M. Klein tiene que ver con los niños, mejor dicho, con
su hija. Diversas experiencias clínicas señalan la tendencia parental a asocial la infancia con la
filiación; se sostiene a la infancia como condición de filiación: reconocen a sus hijos a
condición de tomarlos como niños. El desencuentro, lamentable para el movimiento
psicoanalítico, entre S. Freud y M. Klein, se produce a partir del momento en que el
psicoanálisis es cooptado por las redes familiares. Los separó la imposibilidad de un padre
para distinguir entre su hija y el psicoanálisis, es decir ante la opción, elegía a su hija, dejaba
la dimensión analítica. Así lo testimonia un fragmento de una carta a Jones, luego del
Congreso de Innsbruck: “¿Quién está, en verdad, suficientemente analizado? Yo le puede
asegurar a Ud., que Ana ha sido analizada más tiempo y más a fondo que, para no citar más
que un ejemplo, usted mismo” .
Buena ilustración de un padre que se coloca, dos veces, en el lugar del Otro del Otro. Él sabe
(¡!) la verdad (¡!) sobre la verdad del análisis de Ana Freud y del análisis de Jones –llevado a
cabo con Ferenczi; incluso allí donde las posiciones de M. Klein eran coincidentes con las
suyas, Freud no pudo reconocerlo, pues en el mismo momento que dejaba de sostener a su
hija, al mismo tiempo, impedía activamente que Ana pudiera hacer una lisis que la curara de
su indigestión infantil . La relación entre Freud y M. Klein tiene una espina atravesada; el
nombre de esa espina es Ana Freud. La transmisión familiar de psicoanálisis conduce al
terreno institucional y deja en la oscuridad los problemas de escuela . El análisis de los hijos
por parte de sus “padre/analistas” trae a la luz este fenómeno, tal vez por ello nunca fue
objeto de discusión clínica o doctrinaria. Los trapos sucios se lavan en casa, y sólo cuando la
suciedad desborda sobre la escena es posible comenzar a decir algo. Las familias, a costa de
sus integrantes, acumulan basura para mantener la apariencia inmaculada. Es un hecho de
estructura. Abordemos ahora el tema que reveló La Señora Klein.

MADRE SÓLO HAY UNA

“En materia de dignidad personal, la única que la familia logra para el individuo es la de las
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entidades nominales y sólo puede hacerlo en el momento de la sepultura”.


Jacques Lacan, La familia.
La nostalgia del todo. La saturación del complejo funda el sentimiento materno… una
asimilación perfecta de la totalidad del ser… ilusión metafísica de la armonía universal,
abismo místico de la fusión afectiva, utopía social de una tutela autoritaria. Formas todas de
la búsqueda del paraíso perdido anterior al nacimiento y de la más oscura aspiración a la
muerte”.
Jacques Lacan, La familia.

El legajo no deja lugar a dudas sobre un punto: la Señora Klein, es de una desnudez tal que
atrapó a los espectadores. Para los hijos de Melanie Klein, tener una madre así fue algo más
que un drama, fue una tragedia. Los psicoanalistas no podemos hacer otra cosa que
confirmarlo. Citemos al respecto a la Señora Klein: “Y a ustedes los cuidaba tu abuelita. Que
era una ama de casa divina. Era una santa mujer, siempre y cuando no fuera la madre de una.
Ése era mi pequeño problema y no puede resolverlo y me deprimí”.
Ante esta tragedia, el movimiento analítico no encontró mejor solución que la política del
avestruz, dejando sin plumas a los psicoanalistas ante esos hechos desnudos.
En la Señora Klein, el análisis de sus hijos es mencionado en varias oportunidades; es uno de
los temas que contiene la carta que Melitta envía a su madrea a raíz del suicidio de su
hermano Hans. En efecto Hans, Erich y Melitta Klein, los tres hijos de Melanie Klein fueron
analizados por su madre.
En otra ocasión, Melitta sostiene que su propio análisis y el de Hans fueron motivo de
publicaciones por parte de Melanie Klein. Estos escritos publicados en revistas del
movimiento psicoanalítico luego fueron recopilados en las obras de Melanie Klein.
El hecho de que esos análisis hayan sido para Melanie Klein tema de artículos clínicos y
doctrinarios les confiere cierta singularidad adicional: los textos fueron censurados. Así
ocurrió con Der Familienroman in statu nascendi, que no figura en la recopilación de la obra
completa en inglés. Allí, M. Klein habla de “mi hijo Erich” .
En un determinado momento, M. Klein modifica ciertos datos para impedir la identificación
de sus pacientes. Phyllis Grosskurth establece que el texto de 1920 es la transcripción de una
conferencia pronunciada ante la Sociedad Húngara de Psicoanálisis en 1919. Una medida de
su éxito está indicada por el hecho de que renglón seguido, M. Klein obtuviera su admisión a
dicha Sociedad. En una carta a Sandor Ferenczi, M. Klein escribe:
En lo que concierne a los detalles más íntimos (subrayado es de ASC), creo necesario ocultar
el hecho de que el sujeto de mi segundo estudio es mi hijo… Además yo deseo transformar a
mi hijo Erich en un pequeño Fritz, hijo de personas de mi conocimiento… Si en el conjunto del
artículo, se coloca ‘Fritz’ en el lugar de ‘Erich’, y ‘la madre’ en el lugar de ‘yo’, pienso que el
disfraz será perfecto y que yo podré tratar de la misma manera el segundo estudio” .
El texto es sorprendente pues Melanie Klein no encuentra reparos ni de su corresponsal, ni de
sus críticos. Su primer trabajo fue una observación minuciosa; el segundo era un análisis.
Anton Von Freund fue quien le sugirió reservar un tiempo de cada día para analizar a Erich;
Abraham conocía su actividad pues fue precisamente esa experiencia la que llevó a M. Klein a
buscar su segundo análisis con él; Pearl Kink, analista no-kleiniana, dice, a modo de crítica,
que al analizar a sus hijos, M. Klein podría haber producido “una transferencia patológica”. Si
así fue, se trata entonces de una confirmación del carácter analítico de la experiencia, pues
nada hay más “patológico” que la transferencia. Subrayemos que el costado ríspido de esa
experiencia es la probable coincidencia entre una madre y el nombre propio de una analista,
Melanie Klein. Decimos probable para no invalidar de antemano su valor analítico, mismo que
dejamos, por el momento, afectado de indecidibilidad. Para que un análisis tenga lugar no
está demostrado que deba haber colindancia topológica –clínicamente demostrable- entre la
persona del analista y la operación organizada alrededor de un nombre “propio”.
Este costado indecidible respecto de la práctica de M. Klein ilumina la zona de sombra que
acompaña al ser del analista. ¿De qué está hecho? Lacan, en 1953, se preguntaba a sí mismo,
e interrogaba a Freud y a los analistas:
“En síntesis, ¿qué es lo que decimos, a fin de cuentas, cuando hablamos, al término de
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nuestra selección, si no es [de] todos los criterios que invocamos? ¿Hace falta la neurosis para
hacer un buen analista, un poquito, mucho, de ninguna manera, en absoluto? A fin de
cuentas es eso lo que nos guía en un juicio que ningún texto puede definir, y que nos hace
apreciar las cualidades personales, esta realidad que se expresa en esto: ¿tiene un sujeto tela
o no la tiene? Es algo, es preciso decirlo, que constituye los límites de nuestra experiencia” .
Lacan responde a su exclusión de la IPA con una nominación: al nombrar por vez primera sus
tres: Simbólico, imaginario y real. Días más tarde, el 26 de julio de 1953, se celebró en
Londres un Congreso de Psicoanálisis, uno de cuyos temas fue la formación del psicoanalista.
Lacan no pudo participar allí pues a partir del 8/07/53 había dejado de ser analista didacta de
la IPA.
El surgimiento del analista está en el límite de nuestra actividad. La práctica de Melanie Klein
nos conduce a una experiencia límite anudada a la anterior. En esos análisis surgió una
analista: Melanie Klein. Si un analista no debe retroceder ante las psicosis, tampoco puede
hacerlo ante la locura en el psicoanálisis. De hecho, esta es la única locura que puede abordar
el análisis; recordemos el arribo del texto de Daniel Paul Schreber, Memorias de un
neurópata, a manos de Freud y su transformación en uno de los cinco psicoanálisis por él
publicados.
Así, gracias a la enseñanza de Lacan, podemos localizar y proponernos hacer algo con él. Más
aún, desde que Lacan enuncia el infernal temario de SIR, en 1953, hasta nuestros días, ha
corrido mucha agua bajo los puentes del significante.
Veamos algunos elementos de la experiencia extrema de M. Klein que nos impiden tomar una
decisión a priori, es decir antes de fabricar lo que habrá sido su pasaje. Son una práctica y
unos escritos lo que producen su pasaje desde el lugar del paciente al del analista. Es una
experiencia de pase, en el sentido en que, por ejemplo, la obra de Marguerite Duras El
vicecónsul, permite hablar del pase . Esto nos obliga a leer, por primera vez, de otra manera,
la respuesta de Lacan ante la ocurrencia de hacer un pase por escrito: “Sí, si usted quiere.
Sepa, sin embargo, que eso no será leído” (J. Allouch, 132 bons mots avec Jacques Lacan, p.
151 –subrayado de ASC).
En primer lugar, luego de la observación de su hijo y el análisis posterior, Melanie Klein
comienza un segundo análisis. Ella notó que se confundían sus significantes con los del
paciente. Su angustia aumentaba junto con la de Erich. Solicita entonces lo que tiene forma
de supervisión. La supervisión es una forma que toma el análisis. ¿Acaso hay diferencias? Por
ejemplo, el primer pase efectuado en la Escuela Freudiana de París reveló que no. El
testimonio de ese pasante expresa que la “supervisión” se reveló como aquello que habría
sido su análisis.
En segundo lugar, la Señora Klein nos transmite algo con respecto a ese pasaje: “Entonces se
puso hostil con la carta y contigo. Pero no contigo, su hija. No. Con la doctora Schmideberg.
Todo el tiempo te decía doctora Schimideberg.
M. Klein, ante su hija Melitta, podía distinguir entre la filiación y la posición analítica de M.
Schmideberg. Cuando M. Klein es acusada de “robar pacientes ajenos” (sic) pone las cosas en
claro:
“¿Quieres la verdad? Bueno, muy bien. Tú reconfortas a tus pacientes. Cuando lloran, los
apapachas. Y les dices que todo tiene su lado bueno y les das consejos sobre la vida. ¿Qué
pueden aprender así acerca de ellos mismos? Por ejemplo, ese paciente. Toda su vida, ha
proyectado sus experiencias infantiles en la gente a su alrededor. Pero solamente ahora,
conmigo, empieza a verlas. Ahora, en esa cosa aterradora y poderosa que llamamos
transferencia. Porque a diferencia de su mujer o de su hijo o de ti, yo estoy distanciada.
Entonces la pantalla, por así decir, está en blanco. Tú oscurecías esa pantalla con tus
emociones. Sentías compasión. Y te sentías protectora. Disparates. Mierda, mierda, mierda.
Si quieres tener algún valor como analista tienen que confiar en tus pacientes y darles la
verdad. Por amarga que sea. Son fuertes. La soportarán”.
Aquí no hay confusión, M. Klein discute con otra analista. La posición de pantalla que
propone M. Klein es materia de discusión; Freud decía que se trataba de un espejo,
proposición igualmente discutible; sin embargo, queda claro que, tanto para la uno como
para el otro, el analista es un objeto, ya sea una pantalla o un espejo u otra cosa. No es la
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persona del médico, tampoco es un ideal de conducta. Es un objeto, l’achose dirá Lacan, que
organiza la operación analítica. De ahí proviene el carácter de artefacto del analista. Artefacto
que no preexiste a la experiencia. El analizante lo fabrica, en cada caso, sesión por sesión;
efecto suscitado por las articulaciones de los objetos pulsionales en la cura analítica, sólo al
concluir el análisis se concluye esa fabricación.
En la carta de M. Klein citada más arriba, se lee:
“Si en el conjunto del artículo se coloca ‘Fritz‘ en el lugar de ‘Erich’, y la ‘madre’ en el lugar de
‘yo’, pienso que el disfraz será perfecto y que yo podré tratar de la misma manera el segundo
estudio”.
Esta operación confina a su autora al lugar de la tercera persona: ella. Ella es un pronombre
de no-persona:
“Hay enunciados de discurso que, a despecho de su naturaleza individual, escapan a la
condición de persona, o sea que remiten no a ellos mismos, sino a una situación objetiva. Es
el dominio de lo que se denomina la tercera persona. La tercera persona representa de hecho
el miembro no marcado de la correlación de persona” (E. Benveniste en Problemas de
lingüística general).
Cuando la Señora Klein, dice: “Me parecía importante conservar la objetividad”, ¿no es ésta la
“objetividad” que introduce la señora Klein? Sólo Lacan, con su real, simbólico e imaginario
pudo extraer una consecuencia de la posición de objeto del analista: el analista está presente
bajo el modo del “falso ser” (10-1-68). El pronombre personal de tercera persona es una
buena ilustración de falso ser.
En tercer lugar, subrayemos un rasgo común de los tres análisis hechos por M. Klein: tanto
Erich, como Hans y Melitta emprendieron, en otro momento de sus vidas, otros análisis. El
lector puede apreciar, con justa razón, que ese rasgo lo comparten con otros casos de
“psicoanálisis de niños”, haya o no lazos familiares con el analista. ¿No será pertinente hablar
de hijos en el consultorio? A partir de allí cada uno de esos casos –Erich, Melitta y Hans- tiene
una singularidad que impide la generalización.
Respecto a Melitta Schmideberg no se encuentran en M. Klein confusiones entre filiación y
psicoanálisis, como las encontramos en Freud o en la ironía de observar que Lacan se dirige al
final de su recorrido a un tipo de transmisión familiar llamada épiclère.
M. Schmideberg tuvo una brillante carrera en el medio analítico londinense. Luego abandona
Inglaterra, se dirige a los EEUU, poco después escribe su último texto sobre el psicoanálisis y
abandona el ejercicio del psicoanálisis. ¿Estamos ante el desenlace de la rivalidad entre
madre e hija, o ante los efectos de una intervención analítica que precisó un límite que
Melitta no logró, no pudo, no había condiciones, no quiso… pasar?
El caso de Erich Klein no fue incorporado por N. Wright al argumento teatral. Erich sufrió dos
cambios de nombre. En los escritos de M. Klein fue llamado “Fritz”. Luego en 1937, a causa de
la persecución nazi, por consejo de Nathan –esposo de Susan Isaacs-, cambió la ortografía de
su nombre y apellido: Eric Clyne, mismo que aún conserva.
A esto se le suma el hecho de que, en varias oportunidades, Melanie Klein propuso a los
subsecuentes analistas de Eric, supervisar con ella ese caso. Esta actividad la llevó a cabo con
Michael, hijo de Eric, que estaba en análisis con Marion Milner.
El caso de Michael fue motivo de una publicación por parte de M. Milner (El papel de la
ilusión en la formación de símbolos). Al parecer, los hijos y los hijos de los hijos de Melanie
Klein requerían de un pasaje al público –öffentlichkeit-, requerían pasar como protagonistas
de un caso de psicoanálisis para sostener su lugar de parientes. La Señora Klein dice
claramente que su “pequeño problema” era su madre. Una madre que no escatimaba
esfuerzos para realizar intrusiones violentas en la vida de su hija, por ejemplo, haciéndose
cargo de la crianza de sus “hijos”. Pese a todo esto, o a consecuencia de todo esto, Eric Clyne
y su familia acompañan a la psicoanalista inglesa hasta el último momento de su vida.
Tanto la pieza teatral como la biografía de P. Grosskurth dejan en la oscuridad la causa de la
muerte de Hans. La obra recoge en su desarrollo dos versiones. La de Melitta, según la cual se
trataría de un suicidio y la de Paula, que habla de un accidente. Sin embargo, kleinisme
oblige, ¿cómo distinguir entre el suicidio y el accidente? Hans era, de los tres hijos, el más
sometido a su madre; así, durante sus “trescientas setenta horas” de análisis con ella, la
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analista debió prohibir, en al menos tres ocasiones, tal o cual relación. El hecho que está
fuera de duda es el impacto que produjo su muerte sobre Melanie Klein y los efectos que
provocó en las relaciones de ella con su hija Melitta.
En cuarto y último lugar, hay un elemento que torna indecidible la cuestión de si es posible
obtener el efecto analítico esperado de un análisis cuando coinciden el lazo familiar y la
función del analista. En este caso, dicho elemento tiene que ver con la posición subjetiva de
M. Klein. Nos basta por el momento detenernos en la ficción teatral. La ficción aprovecha la
divergencia entre verdad y exactitud y por eso logra transmitir algo de la verdad, “la verdad
revela su ordenamiento de ficción” (Lacan, 1955). Se trata de la posición de interpretadora , a
diferencia del lugar de intérprete.
Dice la protagonista:
“El cajón de en medio contiene mis tratos con el mundo. Es mi cajón-yo. El cajón de arriba es
mi cajón-superyó: está lleno de recordatorios fiscales, cuentas de contribuciones, todas esas
órdenes severas que llegan de lo alto… El cajón de abajo es oscuro y amenazante”.
Para ella cada elemento era motivo de interpretación. En otro parlamento lanza el siguiente
comentario:
Sra. Klein: Pensaba que atacarías mi trabajo sobre la criminalidad. Qué absurdo. Vi el rótulo
y… Déjame verlo. Sí, fue la manera en que subrayaste el “señora”. Señora Klein. Como si tú
fueras la sabia doctora, yo la profana impertinente.
Melitta: A ver. Es una mancha.
Sra. Klein: ¿Y quién la hizo?
Melitta: El cartero, probablemente.
Sra. Klein: Vaya pues, me entró el delirio de persecución”.
Uno de los trazos que define la paranoia es la pérdida de los límites de la intimidad. Al
paranoico le leen sus cartas, le interceptan sus comunicaciones, le hurgan su vivienda. En un
determinado momento nada queda ajeno a la mirada del otro. La articulación de Melanie con
sus vástagos ¿estaba sometida entre ellos a una pérdida absoluta de intimidad? Por otro lado,
si recordamos la carta a Ferenczi, citada más arriba, a M. Klein sólo le interesaba salvaguardar
la intimidad en la publicación de los casos protagonizados por sus hijos, pero al escribirlos
ofrecía cierta intimidad –no-toda- a la mirada externa. ¿No hay una demande en esta
actividad de publicar? Al publicar, M. Klein ¿no solicitaba el encuentro con el límite de la
interpretación? ¿No se trató en su caso de un testimonio que no encontró el dispositivo que
pudiese corresponderle? Melanie Klein publicó para dar cuenta de las razones íntimas de sus
invenciones en el psicoanálisis.
Recordemos que Melanie Klein estaba en una posición difícil. Era una inventora que,
siguiendo las huellas de Freud, tuvo la osadía de no retroceder frente al real y dar un paso
más allá. Podemos avanzar que, aunque el público habla de la “escuela kleiniana de
psicoanálisis”, una escuela faltó a su cita con Melanie Klein.
La actividad del analista es colindante con la del interpretador debido al lugar de intérprete
que la suposición del analizante le otorga. El efecto de interpretador y su consecuencia
persecutoria es un hecho de estructura producido por el sujeto supuesto saber. Este hecho
no depende de la historia subjetiva de tal o cual analista. Justamente porque que ya no está
en relación de dependencia con esa historia, es que alguien puede, al término de su análisis,
tener razones para sostener el lugar de un objeto sin concepto: el artefacto analítico, o sea, el
analista.
Para que esa historia subjetiva deje de contar, se requiere de una zona intermedia entre la
vida privada y la pública: una vida analizada. Ese camino entre lo público y lo privado produce
la caída de ciertas envolturas. Ya no tiene más sentido guardarlas y tampoco afecta
publicarlas, simplemente caen. Esta caída de envolturas personadas no es fácilmente
aceptada, en principio, por los analistas. Pero, en el caso de que se publiquen, ¿a quién le
interesa finalmente?

México, D.F.
Noviembre 1990-abril 1991.
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LEGAJO

Artefacto agracede a los directores de Correo Escénico, El Heraldo de México, El Nacional, El


Universal, Excélsior, La Jornada, Novedades, Ovaciones, Tiempo Libre, Tribuna, Últimas
Noticias, Uno más Uno, las autorizaciones para publicar los artículos aparecidos en sus
respectivos diarios.
En esta edición respetamos las características originales de cada uno de estos escritos, erratas
incluidas.

Delia, Margarita y Ofelia en un reto esénico psicológico


Marilú Perezró
TRIBUNA
Miércoles 6 de diciembre de 1989. Teatro.

Un reto escénico tendrán que afrontar las actrices Ana Ofelia Munguía, Delia Casanova y
Margarita Sanz en la obra “La señora Klein”, puesta en escena inglesa de Nicholas Wright.
La historia trata de las relaciones conflictivas entre tres connotadas psicoanalistas conocidas
por sus aportaciones audaces en el campo de la psicología; cuyas vidas privadas reflejan lo
contrario a lo que ellas pregonaron.
Ana Ofelia Munguía interpreta a “Melanie Klein”, quien en nombre de la objetividad científica
sometió al análisis a sus menores hijos, convirtiéndolos en sus conejillos de indias, hecho que
le valió la crítica y oposición de Sigmund Freud.
Delia Casanova escenifica al personaje de “Paula Heinemann”, mujer que también fue
reconocida por sus aportaciones en el campo del psicoanálisis. Tanto en la vida real como en
la trama de la obra, Paula llegó a sustituir en los afectos maternos a la propia hija de “Melanie
Klein”, Melitta Schmideberg, y también fue su asistente por largo tiempo. “Melitta
Schmiderberg” –hija de “Melanie Klein”-, protagonizada por Margarita Sanz, era su detractora
profesional y científica, y jamás le perdonó a su madre Melanie, que hubiera experimentado
psicoanalíticamente en ella y en su hermano Hans, e incluso la acusa de ser la causante del
suicidio de Hans.
La obra cuyo tema central trata de las incongruencias entre el hacer y decir, transcurre
durante 24 horas de un día de primavera londinense en el año de 1934. Al transcurso de este
día se suicida Hans.
“La señora Klein”, está bajo la dirección de Ludwik Margules se estrenará el próximo mes de
enero con motivo de la reapertura del Nuevo Foto Shakespeare, actualmente en
remodelación.

La Señora Klein, entre el amor y el poder


La obra de Nicholas Wright se estrena hoy en el foro Shakespeare
Alegría Martínez
UNO MÁS UNO
Jueves 16 de enero de 1990.

“Como en un Strindberg de nuestros tiempos, los tres personajes femeninos de Señora Klein
no tiene escape, siempre regresa al mismo lugar, pero mucho más dañadas, mutiladas”,
señaló Ludwik Margules, quien dirige esta obra teatral de Nicholas Wright que se estrena hoy
en el foro Shakespeare y refiere a la imposibilidad de dar y recibir amor, y a las relaciones de
dominio-destrucción en la batalla por el poder dentro de una familia, “con un carnívoro
humor soterrado entre líneas”.
“La intimidad de la gente convertida en algo público es la materia prima más importante de
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este dramaturgo –dice Margules-; en Señora Klein nos habla de tres sicoanalistas cuyo papel
por antonomasia es humanizar las relaciones humanas mediante el análisis engendrado por
Freud (amándolo y rechazándolo a la vez), única y exclusivamente para mutilarse entre sí”.
El director, que afirmó tener “una maldita obsesión” por escenificar antecedentes que no
están escritos en la obra pero son sugeridos por el autor, porque le interesa saber qué hacen
esos personajes y cómo se comportan a solas consigo mismas, nos permite, de esta manera,
por medio de acciones que pueden durar sólo 15 segundos, desentrañar un poco más el
complejo universo de estas tres mujeres encarnadas por Ana Ofelia Murguía, Margarita Sanz
y Delia Casanova.
Interrogado sobre los retos que implican realizar un montaje de esa naturaleza, Margules
responde que en todas sus puestas en escena el reto principal consiste en narrar y transmitir
correctamente su propio mundo subjetivo de manera objetiva, “los sueños, que son la
materia prima de un director, para volverlos ficción narrada eficazmente”.
“En esta caso –dice- había que encontrar el tono para exponer la conflictiva de los personajes,
nuestra narración a las cercanías del sicodrama, buscando evitar la caída en una tentación
melodramática, de ahí la excelente contención manejada por estas tres grandes actrices”.
Según dijo, otro de los retos era cómo hablar del triunfo sobre la mediocridad y darle el rostro
de comportamiento humano de manera equilibrada sin que el personaje que constituye el
punto medio de la balanza cayera en la villanía, y al mismo tiempo hablar sobre las relaciones
tortuosas entre madre e hija, sin caer en un sentimentalismo barato, solución que
encontraron tanto Ana Ofelia Murguía como Margarita Sanz a través de su mutua relación
actoral. “Pero el desafío central –agrega- fue conciliar la temática de la obra con el espacio,
encontrar la manera de relacionar la emoción con los centímetros de escenario”.
“El espacio en esta puesta en escena respira, concentra a los personajes hasta el olor de su
piel y los dispara a la vez estableciendo la fealdad y el odio en un lugar, donde el público
observa a los personajes como a través de un microscopio del que no puede escaparse”.
Ludwik Margules, quien verifica al mirar el rostro del público si logró en el escenario lo que se
propuso en el planteamiento, comentó que de esta manera se da una idea respecto al
funcionamiento del ritmo de la obra general. Al referirse al particular sentido del humor de
Wright utiliza y que facilita la “digestión” de una problemática humana muy compleja y
dolorosa, el entrevistado expuso un ejemplo concreto: “Al utilizar los personajes la jerga
sicoanalítica, la madre se refiere al coche que, según ella, simboliza el pene del padre y la hija
que, pertenece a otra escuela sicoanalítica, se burla de tanto significado simbólico. Esta parte
del diálogo entre ambas es un chiste bien colocado dramatúrgicamente y así lo percibe el
público”.
Para trabajar escénicamente esta obra en la que existe un aura de desesperanza,
precisamente por que se le añora, según comentó, los personajes no tienen piedad, “como
un buen Onelli”, y sólo hay modo de abordar esa complejidad; escarbando en su interior,
“descebollándolos, quitándoles capas, a la vez que se involucra el trabajo actoral con
compromisos cada vez mayores”.
Esta “pieza con inclinaciones humorísticas, que roza el melodrama y se acerca al sicodrama”,
nos permite, entre muchas otras cosas, reflexionar sobre la vida de Melanie Klein, cuya
aportación esencial, según Margules, “salvando las excesivas obviedades de significado
simbólico superadas por el tiempo, recae en la búsqueda y el descubrimiento de rasgos
generales en el comportamiento del niño”.
Este montaje, que se presenta de martes a domingo, cuenta con la escenografía de Carlos
Trejo y la producción de Marcial Dávila, productor también de Jaques y su amor.

Delia Casanova, Ana Ofelia Munguía y Margarita Sáenz, en la obra “La señora Klaine”
EL NACIONAL
Jueves 14 de diciembre de 1989

Delia Casanova, Ana Ofelia Munguía y Margarita Sáenz, serán los personajes centrales de la
señora Klaine, obra del autor inglés Nicholas Write. En esta puesta en escena serán dirigidas
por Ludvic Margulles, que trabaja a marchas forzadas con las actrices.
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El motivo, que el estreno se llevará a cabo en enero próximo y desean afinar detalles lo más
pronto posible. Así lo informó la actriz Delia Casanova, quien agregó que para esa fecha
estará listo el escenario donde se presentarán.
En el oro Shakespeare estará la señora Klaine, y con el fin de darle mayor comodidad tanto al
espectador como a los actores, se llevan a cabo una serie de remodelaciones al inmueble.
Estas van desde la butaquería hasta ampliación del escenario, lo que asegura la actriz va en
beneficio del espectador, que al final es quien reciente verdaderamente cuando estos sitios
no está con comodidad acondicionados.
Respecto a la puesta en escena, mencionó que “es un trabajo digno de verse”, pero no quiso
dar detalles. “Lo que sí puedo decir es que la dirección de Ludvic Margulles es estupenda y
estamos colaborando para que el público disfrute de nuestras caracterizaciones”.
Delia Casanova se ha consolidado en el gusto de la gente por su desempeño tanto en cine
como teatro y televisión. Aún se recuerda su participación en la telecrónica Toda una vida y la
más reciente personificando a la mamá de Thalia en la telenovela Luz y Sombra. En cine,
recientemente obtuvo el Ariel por su actuación en Mentiras piadosas, al lado de Alonso
Echánove.

Ana Ofelia Murguía en un personaje de carácter


Prueba de fuego
OBACIONES
Miércoles 27 de diciembre de 1989

En enero volverá a abrir sus puertas el nuevo Foro Shakespeare actualmente en


remodelación, y estrenarán la obra inglesa “La Señora Klein” de Nicholes Wright. Los ensayos
se iniciaron ya esta semana llevando en el reparto a Ana Ofelia Murguía, Delia Casanova y
Margarita Sanz.
La dirección escénica corre a cargo del maestro Ludwik Margules, cuya puesta anterior fue
“Jaques y su amo” de escritor Milan Kundera y se montó en diversos escenarios de la capital.
Marcial Dávila fue el productor de la primera y nuevamente patrocinará “La Señora Klein”.
Ana Ofelia Murguía interpreta el personaje de Melaine Klein, quien en nombre de la
objetividad científica sometió al analista a sus hijos pequeños, convirtiéndolos así en
conejillos de indias; situación ésta que le valió la crítica y oposición de Sigmund Freud.
El personajes de Paula Heinemann es interpretada por Delia Casanova. Personaje de la vida
real al igual que la doctora Klein, y fue conocida por sus aportaciones en el campo del
Psicoanálisis. Tanto en la vida real como en la trama de la obra, llegó a sustituir en los efectos
maternos a la propia hija de Melaine Klein.
La obra cuyo tema central trata de las incongruencias entre el hacer y el decir, trascurre
durante 24 horas de un día de primavera londinense en el año de 1934. Cabe hacer mención
que estas 24 horas son siguientes al suicidio de Hans.
Este infierno familiar, descrito magistralmente por el escritor inglés Nicholes Wright, fue
presentado con notable éxito en Londres, obtenido el premio a la mejor obra de teatro en
1988.
La escenografía e iluminación fueron diseñadas por Carlos Trejo.

Margules dirigirá una gran obra


Carlos Martínez Rentería
EL UNIVERSAL
Viernes 29 de diciembre de 1989. Cultural

Considerada por la crítica teatral londinense como la mejor obra de 1988 en Inglaterra, “La
señora Klein”, de Nicolas Wright, se estrena en México el próximo 18 de enero, bajo la
dirección de Ludwik Margules. Con producción de Marcial Dávila, quien produjo “Jack y su
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amo”, de Milan Kundera, que también dirigió Margules, esta nueva puesta en escena se
presentará en el Foro Shakespeare, con las actuaciones de Ana Ofelia Murgia, Delia Casanova
y Margarita Saenz, escenografía de Carlos Trejo y vestuario de Carlos Robles.
Entrevistado al respecto, Margules explica que la obra se ubica en la ciudad de Londres en
1934 y abarca 24 horas en la vida Melanie Klein, discutida teórica del psicoanálisis, quien
fuera precursora de este tratamiento en los niños.
La obra trata, dice el director de origen polaco, de las difíciles relaciones entre la señora Klein,
su hija, quien también es psicoanalista y su asistente.
Margules ubica la puesta en escena como strinbergniana. “Es una implacable, que habla de
las relaciones de las tres mujeres. Sus explosiones de odio, sadismo y mutuas dependencias,
constituyen la materia prima de la trama del autor”.
Con respecto a la dirección escénica, señala el entrevistado, la principal característica es la
interiorización de los personajes y el establecimiento de las relaciones difíciles y complejas de
los mismos. “Buscó una profunda complejidad en el comportamiento de las tres mujeres.
Para Margules es un enorme placer trabajar con Ana Ofelia Murgia, Delia Casanova y
Margarita Saenz, “es una convivencia con la sensibilidad”, advierte.
No obstante el tema, Ludwik asegura que así como se habla de psicoanalistas, bien se podrían
tratar los mismos conflictos con personas dedicadas a actividades diversas.
Pero el autor escogió especialmente a las psicoanalistas porque “no deja de ser sarcástico
que tres teóricas del psicoanálisis hagan sus relaciones más tortuosas en lugar de liberarlas”.
El director añade, que en “La señora Klein”, igual que en las obras de Strinberg, los personajes
llegan a la depuración de la personalidad, la mutua dependencia de los personajes llega a
tomarse “vampiresca”, creando “un mundo cerrado y laberíntico entre las tres mujeres”.
La obra, continua Margules, arranca algunas horas después de un aparente suicidio del hijo
de la señora Klein, quien a su temprana edad fue psicoanalizado por su madre. El psicoanálisis
de los niños causó por ello un rechazo de la comunidad psicoanalista.

“La señora Klein”, resume el director, constituye una hojeada al interior de los personajes
femeninos llenos de culpabilidad y de venganza. Dolor y lágrimas dominan el escenario”.
Después de la divertida comedia “Jack y su amo”, de Milan Kundera, Margules da una
muestra de su versatilidad como director al montar una obra como “La señora Klein”
manejando un género completamente distinto.
Cabe reiterar, que esta obra recibió en 1988 el premio de la crítica teatral por ser la mejor
puesta en escena del año y por primera vez se estrena en México.
Las funciones serán en el Foro Shakespeare (Zamora 7, col. Condesa).

Foro Shakespeare: llega a las 100 obras estrenadas


Por Elda Maceda
EL UNIVERSAL
Miércoles 10 de enero de 1990. Cultural.

Con un reparto que incluye a Margarita Sanz, Delia Casanova y Ana Ofelia Murguía, la
dirección de Ludwik Margules y un espacio ampliado y remodelado, el Foro Shakespeare llega
mañana a la obra número cien que alberga en su escenario.
La celebración se hace con un espacio remodelado y ampliado, en el cual cabe un número
más elevado de personas, en sillas más cómodas y en un foro que tiene varias posibilidades
de adaptación.
Al hacer un recuento de estos siete años o cien obras presentadas, Héctor Fuentes plantea
que el apoyo del público es el único que ha hecho posible que el foro continúe con su
esfuerzo de promoción teatral.
Después de comentar que las instituciones bancarias le negaron préstamos y que la
remodelación y ampliación “fueron posibles con un poco de ayuda de los amigos, -como dice
la canción-”, Héctor Fuentes explica que en la actualidad se autodenominan como
participantes del teatro independiente, todos aquellos que realizan esta actividad fuera de la
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fórmula comercial o del teatro industria.


Enseguida explicó a la vertiente de teatro independiente en la que se inscribe el Foro
Shakespeare:
-Hay una referencia histórica muy importante y aquí nos vamos referir a una relación medio
cabalística. Estamos exactamente a cien años de que se originara en Francia, con Antoine, el
movimiento de teatro independiente. Este movimiento no aceptaba el academismo ni el tipo
de teatro “oficial”, por lo que tuvo que buscar sus propios recursos para hacer el teatro en
que creía. De ahí es que surge la cantidad de dramaturgos, el naturalismo… merced a esta
forma de hacer teatro.
“Guardadas las proporciones, porque nuestro teatro es sumamente modesto esto es dentro
de lo que yo quisiera enmarcar el sentido del teatro independiente que tiene el Foro
Shakespeare”•, complementó.
¿Cuáles han sido los principales obstáculos que ha salvado el Foro Shakespeare en estos siete
años y cien obras?
-En lo que pudimos establecer cierta credibilidad entre las autoridades en cuanto a que
nuestra intención era la de formar un espacio cultural se nos pusieron muchísimas trabas.
Afortunadamente pudimos salvarlas y hoy en día puedo decir que hay una claridad en cuanto
a nuestra proposición cultural. Claridad para las autoridades porque saben que no estamos
llenándonos de billetes los bolsillos. En la actualidad no vemos entorpecida nuestra actividad.
Comentó acerca de la posible ayuda que las autoridades pueden brindar al teatro:
-Considero que las autoridades podrían mantener el acceso al teatro a mayores segmentos de
la población no castigándonos, exigiéndonos que cobremos por debajo de lo que significa una
supervivencia, pero ciertamente eliminando los impuestos. Los impuestos son gravámenes
que afectan al empresario, a los hombres de negocios, pero quién ulteriormente acaba
pagándolos es el pueblo.
Dijo que en un principio era el 8% el importe del impuesto a pagar, después subió a 15% y en
la actualidad se ha hecho una excepción, con la cual los independientes sólo pagan el 8%.
“Del lugar que ocupan las artes para cualquier gobierno nos habla de la importancia que se le
da a la cultura en ese país”, añadió.
-Al grabar las artes, en este caso al tener un gravamen del 8& para teatro en México, lo que
nos está diciendo el gobierno es que pese a toda esta cosa tan dispendiosa de teatro oficial y
de subvenciones y organizaciones y Conaculta, son un contrasentido. Gastar dinero en estas
cosas al mismo tiempo que se está gravando a los hacedores de teatro me parece un
contrasentido.
Habló de obra s como Amor a cuatro tiempos de la que se hicieron 100 representaciones y a
la que el público, aunque fuera poco, tenía la posibilidad de apreciarla; Bailando un pieza sin
música, un excelente trabajo que tuvo una participación exitosa en Yugoslavia, a la cual la
gente no venía a ver.
Recordó que una de las primeras obras que se montaron el Foro Shakespeare fue El balcón
todavía en vida de Jean Genet.
-Nos pusimos en contacto con Genet, compramos los derechos y la montamos.
Fue un trabajo muy interesante en el que los participantes pusimos todo. Por ejemplo, yo
vendí mi coche. Curiosamente un año y medio más tarde nos pidieron los derechos Bellas
Artes para un montaje que Luis de Tavira pensaba hacer con un señor Lavaudant de la
Comedie Francaise. Para este montaje se hicieron tres diferentes producciones. Un gasto
estratosférico con resultados muy cuestionables.
Aquí tenemos ejemplificado el caso, aseguró, “Nosotros con tan escasos recursos logramos
hacer una presentación. Hay quien a la sombra del gobierno y de un presupuesto dispendioso
puede darse el lujo de experimentar con el dinero de nuestros impuestos”.
Finalizó al insistir en que deben ser cancelados los gravámenes a las actividades artísticas.

Hoy se estrena
La señora Klein
Benito Taibo M.
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EL UNIVERSAL
Jueves 18 de enero de 1990. Cultural

Hoy se estrena la obra de teatro La señora Klein de Nicholas Wright, con traducción y
adaptación de Juan Tovar, a las ocho y media de la noche en el Foro de la Compañía se
Shakespeare.
Está, promete ser la obra más controvertida de la temporada; premiada por la crítica de
Londres como la mejor de 1988, la puesta en escena en México corre a cargo del gran
maestro Ludwik Margules y la producción es de Marcial Dávila.
La obra trata sobre las conflictivas relaciones entre tres importantes psicoanalistas, conocidas
(sobre todo una de ellas) por sus audaces aportaciones en el campo de la psicología y el
psicoanálisis.
Pero también trata sobre la relación entre ellas a nivel personal, y es una mirada a su vida
privada y el contrapunto entre lo pregonado y la actuación profesional.
Ana Ofelia Murguía, sin duda (y ya lo hemos dicho muchas veces), una de las mejores actrices
que hay en nuestro país, interpreta magistralmente a Melania Klein; quien en nombre de la
objetividad científica sometió al análisis a sus hijos menores, convirtiéndolos así en conejillos
de Indias, lo que le valió la crítica y oposición de Sigmund Freud.
En los años 30, refugiados en Londres, provenientes de una Alemania que ve el ascenso del
nazismo, la trama comienza cuando Melanie Klein es notificada de la muerte de su hijo; este
hecho desencadena las pasiones, las recriminaciones y es ante todo, la puesta bajo el
microscopio de las relaciones humanas.
Otro personaje importante en este contexto es Paula Heinemann, interpretada por Delia
Casanova. Paula también fue conocida por sus aportaciones en el campo del psicoanálisis.
Paula fue asistente de la señora Klein por largo tiempo.
Finalmente, Melitta Schmideberg (la hija de Melanie) es interpretada por Margarita Sanz,
personaje que nunca perdona a su madre el haberla sometido a análisis, convirtiéndose en su
detractora.
La escenografía e iluminación de La señora Klein corren a cargo de Carlos Trejo y el vestuario
está realizado por Carlos Roces.
Hay que estar muy pendiente de la obra, ya que la conjugación de tres excelentes actrices con
el trabajo magnífico de Margules no pueden dar como resultado más que satisfacciones.
Desde estas páginas, anunciamos el inminente éxito de La señora Klein e invitamos a todos a
aplaudir un trabajo que sin lugar a dudas hará historia.
La Compañía de Shakespeare se localiza en la calle de Zamora número 7, colonia Condesa.
Teléfono: 553-52-44.

Telón Abierto
Sra. Klein
Por Mariana Jano
OVACIONES
20 de Enero de 1990

Primera llamada Fue una calurosa primavera londinense.


No es tierna ni cariñosa, trata de ser comprensiva y ocultar su egoísmo, es profesional y
dentro de su medio afamada; su esposo se volvió a casar, ella se quedó sola, tuvo dos hijos,
uno de ellos murió, no puede aceptar su muerte y menos aún si se trató de un suicidio… y ella
de alguna forma tomó parte.
En Señora Klein, el último estreno del foro Shakespeare, tres analistas se encuentran y tratan
de enfrentar problemas que han arrastrado toda su vida.
Es la primavera de 1934, la casa londinense de la señora Klein luce muebles de madera muy
probablemente los de moda de ese tiempo, sin embargo la estancia no deja de sentirse un
tanto fía, lúgubre a pesar de algunas flores sobre un escritorio donde impera el orden y la
limpieza.
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Segunda llamada El que nace para maceta…


Se empieza a hablar, a discutir de vez en cuando se dispara una risa loca, en el escritorio hay
un cajón para cada una de las ideas del “ello” el “yo” y el “superyó”; las teorías freudianas
aparecen como teorías un tanto esquematizadas, caducas, fuera de la realidad e incluso en
algún momento decadentes…
La Sra. Klein enfrenta a su hija y a otra que quiere como si lo fuera; se pone de manifiesto el
odio contra los padres el sentimiento de los padres que odian a los hijos, se desmitifica un
tanto la idea del padre siempre bueno y protector… Ahora las cosas son claras ¿Por qué no
aceptar que los padres pueden causar inmenso daño y después superar la idea?
La señora Klein se muestra incapaz de resolver sus propios problemas, su vida profesional y
su vida personal se confunden, se mezclan, la decisión final está en ella, ella que tantas veces
había sacado del corredor a muchas macetas…
Tercera llamada Con un violento final
Ana Ofelia Murguía encabeza el elenco que forman Delia Casanova y Margarita Sanz pero los
estruendosos aplausos la noche del estreno fueron también para el director Ludwik Margules
que volvió a mostrar meticulosidad en cada uno de sus movimientos.
Bajo la producción de Marcial Dávila y traducción y adaptación de Juan Tovar se presenta Sra.
Klein cuyo principio un tanto lento, fuera de ritmo, no demerita el trabajo en conjunto que
alcanza dimensiones insospechadas durante el 2º acto y cierra con un violento final.

La señora Klein, una feroz impugnación al psicoanálisis


Estreno de Margules en el Foro Shakespeare
Excelente trabajo actoral de un equipo de primera: Ana Ofelia Murguía, Delia Casanova y
Margarita Sanz
Pablo Espinosa
LA JORNADA
Sábado 20 de enero de 1990. Cultura

Estos tiempos terribles que estamos viviendo, Londres, primavera de 1934. La señora Melanie
Klein en su escritorio. Es psicoanalista, homóloga de Freud desde que decidió usar como sus
primeros pacientes a sus dos hijos, a quienes sometió a 370 horas de psicoanálisis mientras
transcurría la adolescencia de sus descendientes. Junto a ella, su colega Paula Heinemann.
Inician el largo camino del averno cotidiano. Descascaran, con Melitta Klein, hija de la
eminencia, los goznes abruptos del inconsciente. Despostillan las verdades. Desnudan sus
existencias interiores. Desamparan sus precarios equilibrios.
Ha iniciado la representación, en el Foro Shakespeare, de Señora Klein, del británico Nicolas
Wright que en 1988 se elevó en su país como la mejor de esos doce meses.
Traducida y adaptada por Juan Tovar, dirigida por Ludwik Margules, encarnada por Ana Ofelia
Murguía, Delia Casanova y Margarita Sanz, alcanza ahora en México niveles de excelencia con
el trabajo de un equipo de primera magnitud. Exulta. Destella. Involucra. Mueve. Sucede en
un escenario audaz e idóneo: cundido el espacio de butacas en graderío-espejo, el campo de
batalla es un estrecho camino de Damasco, un sendero ominoso, una brecha abierta entre las
piernas de este inmenso-minúsculo graderío que es un mar de testas dividido apenas, en
pirámide invertida, por ese pequeño trecho que transitan tres mujeres. Como una cancha de
tenis pero acercada al paroxismo.
Los espectadores, además de participar de lo que se escenifica, reciben el reflejo de sí
mismos; frente a ellos actrices, ficción pero también verosimilitud y otros espectadores y los
cabeceos tras el vuelo y rebotar de la pelota que es el verbo teatral, serán también
sumergimientos en sus propias intimidades desposeídas del usual anonimato de un
espectador.
Las chispas incendiarias que brotan del frotar de esas tres rivalidades en escena salpican,
humean, golpean.
Melanie Klein y Paula Heinemann roman las aristas. Austera, magra, escrupulosa, neurótica,
gentil, poliédrica, la señora Klein interroga con bisturí a su próxima paciente, Paula, e
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incorpora al potro de tormento a su hija Melanie, Madchen, Melitta. Y juntas recorren la


pasarela infinita que al fondo muestra un mueble que aloja libros y alcohol, la misma droga y
en medio un escritorio anciano y al otro extremo una puerta que valvulea el infierno y
conduce a la salida o a la entrada, a la salvación o al infortunio, al martirio o al edén, o
simplemente a la chingada. Así es el espacio donde convive esa pequeña multitud por ellas
congregada.
Melanie, Paula y Melitta; Murguía, Casanova y Sanz; contenido, continente y continencia;
teatro y vida crujen en la raíz no sólo de un feroz cuestionamiento al psicoanálisis y sus
devastaciones vitales, sino en el mero corazón abierto de un escenario que es la vida abierta
en canal.
Un floreo de carcajadas flota constante sobre el mar de testas que se cierne sobre las tres
psicoanalistas que sólo saben hablar y vivir con la jerigonza técnica del análisis y su modo de
comunicación más cercana es el intercambio de sueños e interpretaciones, así como otros
suelen canjearse chismes. Humor, cruenta ironía, aliento strindbergiano, y sobre todo un
rumor interno, ensordecido, soterrado de energía humana inexorable, nacen de ese volcán
cuyo magma es la carne interior de tres mujeres.
En el oro Shakespeare, desde antenoche, se representa un altísimo acontecimiento teatral.
Una mirada escénica a la epifanía, la aspiración del teatro a su pureza, en erupción en
sordina.

“Señora Klein” de Nicholas Wright, en Versión de Tovar y Margules: Brillante Encuentro en el


Escenario
Con sus Actuaciones, Tres “Lobas” Desacralizan el Sicoanálisis
Por Antonio López Chavira
EL HERALDO DE MÉXICO
México, D.F. martes 23 de enero de 1990

Un texto en apariencia sencillo (de Nicholas Wright, traducido y adaptado por Juan Tovar),
expresado con una aparente naturalidad aparentemente sencilla, en esta escenografía que no
parece nada extraordinaria excepto por la disposición del escenario (una sala-estudio
convencionalmente “intelectual” –por lo que parece-), va atrapando al espectador.
Paulatinamente uno identifica a los personajes: Ana Ofelia Murguía ya no es Ana Ofelia
Murguía, sino Melanie Klein “la señora Klein”, una destacada sicoanalista que difícilmente
controla su avanzada neurosis en estado crítico; Delia Casanova es ahora Paula Heinemann,
competente colega suya que, ante la disposición (y la situación) de ofrecer una ayuda trivial,
observa con ojo clínico a su ¿maestra? ¿paciente? ¿doctora?.
El diálogo nos va salpicando de notas significativas; la trama puede ser detectivesca o
propiamente sicoanalítica. El meollo del asunto es: la Señora Klein, visiblemente afectada, se
prepara para asistir a los funerales de su hijo Hans, muerto accidentalmente en Budapest, y
Heinemann cuidará su casa y la redacción de sus escritos próximos a publicarse (cuidado que
todos son datos).
Parte Klein; llega sorpresivamente, abruptamente; “Melita”, su hija, también destacada
sicoanalista rival y rebelde a ella (Margarita Sanz). Tensa. Busca una carta que ha enviado a su
madre (y que ésta, hábilmente, intuitivamente, científicamente, se ha rehusado a leer). El
pastel parece descubrirse: la hija acusa a la madre –quien tomó a ella y a su hermano como
primeros sujetos de estudio en su niñez y adolescencia- del suicidio de Hans.
La señora Klein vuelve inesperadamente y a partir de aquí todo: el teatro, el texto, los gestos,
la realidad, la existencia, el mundo mismo, se convierte en “el” sicoanálisis. Punto de partida:
tres mujeres, tres judías exiliadas en Londres en pleno dominio nazi, tres sicoanalistas, tres
“personalidades” al borde de un ataque de nervios. Y ahí te van. “Sra. Klein”, de manera
brillante, se apoya en un caso real y en la técnica del análisis, sus implicaciones, sus
vericuetos, sus subterfugios, para desmoronar con humor negro, luctuoso, corrosivo,
inteligentísimo, la seriedad de la técnica del análisis.
Juego de interpretaciones y de interpretaciones de las interpretaciones, es una madeja que
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envuelve a sus protagonistas separándolas y protegiéndolas de la realidad que no quieren


ver, ni verán, a través de esta realidad inventada que no tiene ni principio ni fin y que, en una
maraña de “culpas”, “trasferencias”, “reacciones inconscientes”, “verbalizaciones”, “análisis”,
etc., simboliza el eficaz escudo de los conceptos.
Cruel, aguda, sarcástica, agotadora, es también un duelo de actuaciones que oscilan entre su
más urgente continencia y el espeso y vomitivo “jugo” de su contenido: lágrimas que no
brotan (asumidas como “liberadoras”), palabras que se dicen y no se escuchan, gestos que
apenas se ocultan: la “representación” por excelencia.
Para muchos, una catarsis. Para otros un placer: del teatro.
Para este espectador eso y más. Tal vez una “liberación” jubilosa de los “impulsos reprimidos”
hacia su analista.

¿SEÑORA KLEIN, NO DOCTORA KLEIN?


Irene Herner
EL UNIVERSAL
Sábado 27 de enero de 1990. Cultura.

Como se anunció hace unos días es esta sección del Diario, en la sala de teatro de la
Compañía de Shakespeare se presenta la obra de Nicholas Wright: LA SEÑORA KLEIN,
traducida y adaptada por Juan Tovar y dirigida por Ludwik Margules. La producción a cargo de
Marcial Dávila. Con las brillantes actuaciones de Ana Ofelia Murguía (Dra. Klein), Delia
Casanova (Dra. Paula Heinemann) y Margarita Sanz (Dra. Melitta Schmideberg). En particular,
me pareció que la actuación de Delia Casanova es la más sensible al campo del sicoanálisis.
Además, en su papel, es ella la encargada de hacer las interpretaciones sicoanalíticas. Con
este equipo humano, era de esperarse una estupenda puesta en escena y así lo es en efecto.
Lo que me pregunto, es si acaso esta obra premiada por la crítica de Londres,
indudablemente una interesante reflexión, nos ofrece realmente la posibilidad de darnos una
idea de quién era Melanie Klein, hasta penetrar en las causas de algunos de los aspectos más
conflictivos de su personalidad y de su vida privada y profesional. Entender por ejemplo, el
hecho de que ella emprendió el sicoanálisis de sus dos hijos, sus primeros sicoanalisantes.
Los sucesos de esta obra se establecen en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. La
situación de los tres personajes tiene que ver con su salida forzada de Alemania por ser judías
y la reinstalación de sus vidas en Londres. La fama de la Dra. Klein la dispensa de las
incomodidades por las que tienen que pasar sus dos más jóvenes colegas, especialmente
Paula, última en llegar a este país. La Dra. Schmideberg es la hija de la Klein. Ante los ojos del
público se desarrolla un entramado de graves rivalidades entre las tres mujeres. El punto de
partida es la búsqueda de sentido analítico a la reciente muerte de Hans, el hijo de Melanie
Klein, acaecido en un lugar de Hungría, supuestamente, a causa de un accidente de alpinismo.
Responsabilizar a la madre de la muerte de su hijo, un hombre de cerca de 30 años, es la
insistencia de la hija, cuyo odio por la madre es motor de su existencia. –Ella insiste en el
suicidio del hermano-. Por su parte, la tercera en discordia Paula, sola, pobre, recién
divorciada, requiere del apoyo amoroso, sicoanalítico y profesional de la doctora.
En el trascurso de la obra, la Klein despliega dureza, frialdad, una negra rivalidad profesional,
especialmente contra su hija, pero no sólo contra ella, sino contra Paula, otros doctores y
otras gentes, contra, entre otros, su ex marido, así como celos terribles por las mujeres que
tuvieron que ver con su hijo. La mujer es inflexible y dura, aunque de repente se deshace en
llanto. Su crítica contra el ser y el quehacer de su hija es constante, al mismo tiempo que le
molesta sobremanera la hostilidad de Melitta para con ella.
Lo importante aquí no es el duelo por el hijo muerto, el cual no tiene en verdad existencia
propia, ni en el discurso de la madre ni en el de la hermana, sino, el despliegue, mediante la
bandera de un discurso sicoanalítico, de la rivalidad entre las tres mujeres. En verdad un
despliegue melodramático.
Si bien es probablemente acertada la crítica y la burla del autor contra la constante
utilización, aún en la vida diaria, de la jerga analítica por parte de estas sicoanalistas, jerga
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que además, suele obscurecer el sentido de las cosas, también es cierto que no hace ver el
lado “bueno” de la labor de la Klein. De lo contrario, sucede que nos quedamos con una
imagen no sólo de una mujer terrible y “mala” madre, sino con la duda sobre ¿qué es eso
llamado terapia sicoanalítica a lo que ella se dedicó y por lo que fue famosa?
¿Acaso lo que Wright quiso hacer resaltar, es que detrás de una gran mujer se esconde el
mismo horror que se encuentra en cualquier ser humano? Si es así, efectivamente lo logra
con esta obra.
Si en la vida privada son graves las consecuencias de que una madre sea a un mismo tiempo
sicoanalista de sus hijos, los efectos también se sienten en el campo de la vida profesional.
Sin embargo, lo que aparece en esta obra no es tanto las consecuencias de este hecho, sino la
personalidad de una madre castradora, muy cercana a la imagen que ella da de su propia
madre. La típica judía centro europea dominante. Por estas razones ¿debemos entender que
el autor descalifica a la Sra. Klein como Dra. Klein? o se trata de una más de las formas de
negar la eficacia del sicoanálisis a causa de que el terapeuta no es un ser ejemplar y perfecto
en su vida privada.
Las aportaciones de la Doctora Klein en el campo de la terapia sicoanalítica son de un valor
indudable, quizá más aún en la experiencia práctica que en la forma de teorizarlas. Su manera
especialmente brutal y sin matices de manejar la terapia, a la vez que sus pleitos y rivalidades
–entre ellas la que estableció con Ana Freud- la vieron siempre envuelta en polémicas. Sin
embargo, después de sus intervenciones “indudablemente algo sucede” decía Lacan. Para el
sicoanalista francés, Melanie Klein tuvo “ese instinto bruto que le permitió alcanzar…una
suma de conocimientos hasta entonces impenetrable, se atreve (nos da un ejemplo) a
hablarle (a Dick, un pequeño de 4 años apático y con sólo los esbozos del lenguaje) a un ser
que, sin embargo, se deja aprehender como alguien que en el sentido simbólico del término
no responde.” A partir de ese momento, la realidad del niño empieza a cambiar. La Dra. le ha
aportado mediante su intervención, la verbalización. Al abrirle las puertas del inconciente,
aportándole la interpretación certera, mediante una palabra significativa que le da cabida a la
simbolización del mito edípico, el niño podrá “hacer jugar lo imaginario y lo real,
conquistando así su desarrollo.”
Tocado por las manos flexibles y misteriosas del arte, acaso alguna vez podamos acercarnos
más al corazón de la que fue: Doctora y Señora Klein.

“La señora Klein”, acerca al dolor y al odio”


Por Emmanuel Haro Villa
NOVEDADES
Teveactuaciones
29 enero 1990

LA SEÑORA Klein es el título de una pieza teatral donde la ciencia parece encajonar, descifrar
al ser humano, y llegar a sus más íntimos secretos a través del psicoanálisis. Con los símbolos,
las armas que aporta Freud, el escritor inglés Nicholas Wright organiza una batalla entre una
psicoanalista que ha perdido a su hijo y la hija de ésta que la culpa del suicidio de su
hermano. El tercer personaje es la testigo del enfrentamiento, necesita una mamá y la
consigue. A menos de año y medio de su estreno en Londres, tenemos aquí La señora Klein
que reinaugura el renovado espacio del Foro Shakespeare. Tres magníficas actrices recrean a
esas judías remontadas a Inglaterra Margarita Sanz, Ana Ofelia Murguía y Delia Casanova, en
este orden por la calidad interpretativa que proyectan, reiteran con su trabajo que en México
se está haciendo un excelente teatro. El drama es intenso, pero el director Ludwik Margules
imprime momentos fársicos en donde se podría estar en la angustia total; por medio de la
risa o la plena carcajada el público desahoga sus temores. Las tres mujeres que se mueven en
el remozado lugar desatan una guerra de conocimientos como si fueran expertos cirujanos
que hacen cortes perfectos en sus semejantes; lo hieren en lo más profundo sin provocar la
muerte. Aparentemente cicatrizan las estocadas, pero el daño está hecho, es irreversible,
incurable. Pocas veces hemos estado tan cerca del dolor, del odio, de la venganza, como el
35

presenciar La señora Klein. Ahora mismo me siento incompetente para continuar la crónica
de este espectáculo porque me duele que el hombre consciente o inconcientemente trata de
destruir a quien tenga enfrente como una necesidad de bestia. Es difícil salir del teatro
después de ver esta obra y pensar diferente. También sabemos que los símbolos de Freud
están superados, pero no aniquilados. El hombre empieza a odiar desde que nace. A quien
rechaza primero es a su madre porque depende de su pecho para vivir. Después, algunos
encuentran el equilibrio entre la madre buena y mala para quererla. Por supuesto el padre
tiene un papel de igual importancia. Somos producto de quienes nos antecedieron. Los más
cercanos son los padres. Nuestro destino tiene íntima relación con ellos y el resto de la gente
que nos rodea. Cada ser humano, animal o cosa que ha tenido contacto con nosotros dejó
una huella. Las figuras paterna, materna y de hermanos, las buscamos constantemente si no
las tenemos. Una persona que no tiene hijos, por necesidad emocional, también tratará de
volcar sentimientos paternos en alguien. Estos son algunos puntos de los que habla Freud,
padre del psicoanálisis. La señora Klein es un pálido reflejo de las relaciones familiares. Es
interesante, además por la magnífica puesta escénica de Margules, el trabajo de las brillantes
actrices, la escenografía e iluminación de Carlos Trejo y el diseño de vestuario de Carlos
Roces. Marcial Ávila se incrusta por primera vez en el teatro de arte. Sólo había producido
espectáculos comerciales en su teatro Insurgentes. Felicitaciones a todos…

Señora Klein
Crónica de México
Luis G. Basurto
EXCELSIOR
México, D.F. Jueves 1º de febrero de 1990. Cultural.

De trío de reinas, o póker de ases de la escena, podríamos calificar el espectáculo que ofrece
al público de México el ya benemérito Foro de Shakespeare, a pesar de uno que otro altibajo
que no logró borrar la imagen de calidad estética (prefiero llamarla así, que “intelectual”) que
ha tenido en los últimos años. ¿Cómo olvidar, por ejemplo, aquel trío para violín en que
resplandecía Margarita Sanz, a la que considero una de las tres mejores actrices de México?
Las otras dos, cada quien puede elegirlas, y así no se enoja nadie. Trío de reinas, éste de tres
Dames, en interpretaciones de antología. El póker llevaría el nombre de Juan Tovar, tan buen
traductor y adaptador como dramaturgo. Y para ser justos, habría que decir que es un full el
que hemos presenciado en “Señora Klein”, con Ludwik Margules como director. El productor
Marcial Dávila, si de ruleta se tratara, sería el croupier en este fascinante y aterrador juego
teatral de cuya catarsis (para mí y para muchos) hablaré al final.
Dice Polo Mejía que el sicoanálisis es en esencia un hecho teatral. Cierto, y también que
puede ser digno o indigno, útil o mortífero. Y esto es lo que nos muestra la obra de Nicholas
Wright, gran éxito en Inglaterra en 1988.
Pieza de técnica perfecta, sin alardes de vanguardismo un día vigente y al otro obsoleto, sin
actitudes autorales ni directivas iconoclastas ya trasnochadas, penetramos por medio de su
acción presente y retrospectiva, en la jungla del terrible sicoanálisis. Confesaré que,
personalmente, siempre he preferido el consejo de un amigo, o de un sacerdote (lúcido y
evangélico, por supuesto) al de un analista, por más eminente que sea. Ilustre fue la señora
Klein, madre de la no menos famosa Melanie (Melita), de cuya biografía ha tomado el autor
datos para una parte de su obra. Al ver y oír en el escenario las relaciones de amor-odio,
sadomasoquismo, trasferencias, sustituciones síquicas paternas y maternas sobre todo,
venganzas envueltas en rigor científico, etcétera, me he confirmado en mi terror al
sicoanálisis, aunque respeto a quienes hayan encontrado, en el mismo, seres humanos
(además de médicos) que los hayan ayudado en sus conflictos internos, sin destruirlos.
Esta obra no es mera ficción, sino fiel y lúcido reflejo de una tragedia en que le fanatismo
científico y la ambición de poder intelectual sofocan todo impulso puramente humano,
especialmente en la madre (casi amorosa como tal para su hija), que destruye a sus vástagos
como alienista, enemiga de una en la misma profesión y amante-enemiga del otro lejano.
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La crítica especializada escribirá mucho sobre este espectáculo, uno de los mejores de México
en los últimos años, no en la forma, sino en el contenido. Diré que Ana Ofelia Murguía es la
reina de la técnica en “Señora Klein”, Delia Casanova la de una inteligente sensibilidad, y
Margarita Sanz la espléndida mezcla de ambas cualidades, a muy alto nivel. Director de
actuaciones (¡qué insólito en nuestro ambiente!), y no sólo de movimientos y efectismos,
Margules brilla. Y Tovar, ya lo dije, tiene un quehacer sin tachas.
La catarsis: ¡Bendito seas Dios que no hay en mi familia ningún alienista! O dicho en leguaje
populachero: ¡Entre alienistas te veas! Prefiero a los siquiatras, aunque…

Ofelia Munguía, Delia Casanova y Margarita Sanz, en la Señora Klein


Fuente y fecha no identificadas.

Con el estreno de la obra inglesa La Señora Klein, de Nicholas Wright, estelarizada por Ana
Ofelia Munguía, Delia Casanova y Margarita Sanz, reabrirá sus puertas a partir de enero en
Nuevo Foro Shakespeare, lugar donde se da impulso al teatro experimental.
La dirección corre a cargo del director Ludwik Margules, quien fue responsable de la gustada
puesta de Jacques y su Amo, del escritor Milan Kundera.
Traducción y adaptación correspondió a Juan Tovar, mientras que la escenografía e
iluminación fueron diseñadas por Carlos Trejo con vestuario realizado por Carlos Roces.
La historia trata de las relaciones conflictivas entre tres connotadas sicoanalistas y cuyas vidas
privadas reflejan lo contrario a lo que ellas promueven con sus doctrinas científicas.
Ana Ofelia Munguía interpreta a Melaine Klein, quien en nombre de la objetividad científica
sometió al análisis a sus hijos menores en conejillo de Indias. Otro de los personajes es el de
Paula Heinemann, caracterizada por Delia Casanova, asistente de Melanie.
Margarita Sanz da vida a Melitte Schmideberg, científica que no perdona a su madre haber
experimentado con ella cuando niña.

Ludwik Margules en ensayo


Manuel Capetillo
UNO MÁS UNO
Teatro

No tengo costumbre de asistir a los ensayos de teatro, por prejuicio, suelo suponer que no
me interesan. Hago una excepción por el prejuicio contrario; descubro mi capacidad para
admirar al mejor director de teatro nacional que existe en México. Quiero decir, el director
que más generosamente crea teatro para la nación; para nuestro nacimiento, para la
afirmación de nuestro desarrollo cultural en medio del mundo. Ludwik Margules ensaya, de
un autor inglés, un drama acerca de la crítica al sicoanálisis: Mrs. Klein trata el tema de una
de las doctrinas del siglo, como el marxismo, puesta en los labios dictatoriales de la moda,
está transfigurada en los esquemas de la imposición. Hoy, así como se discuten en la realidad
de Europa las posibilidades reales del socialismo y la democracia, habría que discutir el
acontecimiento de la individualidad, del espíritu de cada ser humano puesto bajo la propia
responsabilidad. Mrs Klein, con Ana Ofelia Murguía en el papel protagónico, creo que encarna
esta discusión.
Más que eso, porque Margules emplea el pretexto del drama escrito, puede decirse que
dejándolo intacto, para tratar el tema fundamental de la perfección. Asisto al ensayo un poco
presintiendo que el ensayo mismo habría de ser una puesta en escena. Podría referirme a lo
específico que presencié, pero, 3exactamente como cuando asisto a una obra de teatro
presentada abiertamente al público, prefiero tratar otras cuestiones, las que más llaman mi
atención. En este caso, como en el mejor teatro, como en el mejor arte, o simplemente como
en el arte, los asuntos específicos son vehículo que nos hablan de otra cosa: el tema, las
actitudes impuestas a las tres actrices y por ellas asumidas, el movimiento de los personajes
en el escenario y el alargamiento deformante del espacio mismo, una suerte de telescopio
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sitio donde se observa a las asociaciones de la realidad y de los sueños, todo en armonía, de
modo que lo que se dice y la manera de decirlo coinciden con los juegos de equilibrio visual,
expresa un punto culminante, el de una realidad que resulta reveladora y crítica respecto a la
realidad que vivimos. Sólo la experiencia artística nos hace presentir de qué se trata.
Expresarlo en palabras resulta ridículo y empobrecedor, como ocurre con el sicoanálisis
cuando esquematiza al alma.
En el caso presente, me parece, la experiencia se anticipa no únicamente debido a que el
hecho que se presencia es el acontecimiento artístico en situación de ensayo; en mero
apunte de lo que más tarde podrá llegar a ser. Con Margules sucede que él es un provocador
del teatro en cuanto ceremonia personal. Por lo que pensar en algo teatralizable ya es en sí
mismo un rito del espíritu en estado de concentración; en soledad, según se sabe, el director
medita largamente el juego de la vida escénica antes de decidir cómo habrá de realizarse, e
incluso inventa el drama absolutamente dentro de sí, al grado de mirarlo bajo determinada
luz, con determinados movimientos, con un sentido único de plenitud y dominio, de forma
que de sí se desborda en sentidos, posibilidades, investigaciones críticas de la expresión
barroca impulsada por el espíritu, y dentro de la pureza del espíritu clásico.
No sorprende, y nos sorprende, la actitud de revelación mística, de recogimiento de claustro,
actitud que sella profundamente todas y cada una de las características del ensayo de Mrs.
Klein: desde el director, cada integrante de la compañía transmite al sitio del alma de la
ceremonia. La exactitud geométrica que habrá de ser ya está en los preparativos: hay silencio,
y una suerte de comunión original, de rezo interior previo propio de la comunidad dramática.

El espacio del sicoanálisis


Manual Capetillo
UNO MÁS UNO
Jueves 1º de febrero de 1990. Teatro.

Actualmente se presenta en el teatro Foro Shakespeare la obra Señora Klein, del dramaturgo
estadounidense Nicolas Wright, bajo la dirección de Ludwik Margules. Vale la pena examinar
nuevamente este trabajo, en él actúan con extrema precisión Ana Ofelia Murguía, Delia
Casanova y Margarita Sanz.
La precisión es el método compulsivo de Margules, con el que concientemente provoca la
sustancia del artificio: la apreciación en el inconciente del espectador. El juego de la realidad
exterior experimentado por personalidades determinadas toma aquí el sentido de la
objetividad al individualizarse en los tres personajes en pugna con los que el drama se
construye. Vueltas ficción testificable, la madre, la hija y la ayudante sicoanalistas actúan
públicamente el teatro espiritual de los espectadores. La ambición, la avaricia intelectual, la
inmoralidad interpretativa o la egolatría y la aniquilación del otro son cualidades anímicas
que en sí mismo reconoce, entre la simple tendencia y el exceso cumplido, quien ve la
realidad monstruosa de la escena.
En un artículo anterior sobre Señora Klein me he referido al alma y al escenario deformados;
a la extensión de un escenario largo que se presiente sin fin, semejante al túnel de los sueños
dentro del que el protagonista no alcanza la salida. El tema de Señora Klein es el sicoanálisis,
pero en este caso dramático, ¿Cuál es el tema del tema que la obra trata?
Así como el escenario, un pasillo inacabable, se diría que semeja un juego de lentes, un
aparato dividido en secciones, cada una desprendida del interior de la otra, crecido el aparato
para ver cada detalle engrandecido, asimismo la observación del sicoanálisis, que parte del
teatro a la mirada de los espectadores, permite ver el drama de la libertad suprimida en
nombre de la libertad del espíritu: el teatro verbal y libresco en boca de la sociedad tocada
por las locuras de sinoanálisis y terapias; de las verdaderas doctrinas irrefutables y de sus
disidencias y reformas a la nueva vanguardia o a la estricta observancia. El error del
sicoanálisis radica probablemente en su pretensión científica, en la objetividad citada por la
señora Klein que reinventa Wright, defendida por el punto de vista individual de cada escuela
y de cada analista.
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El gabinete del curador de neurosis es un espacio teatral visto por la exageración enferma del
paciente, y en cuántos casos auspiciada tal exageración por las proyecciones neuróticas del
propio analista. Señora Klein se ocupa del tema de la interioridad exhibida, más que nada a
fin de que recordemos un propósito del arte y de lo religioso, el del reencuentro de cada
hombre, el del deseo de dicho reencuentro, que se obstaculiza por la incomunicación de cada
quién consigo mismo, y por la incomunicación respecto a aquel a quien se acude a pedir
auxilio. Es posible que la idea del análisis sea irrealizable, y que en su lugar más bien ocurra el
monólogo frente a un apuntador; el ejercicio de la palabra mediante el cual quien habla
aprende a habituarse, a adquirir de la vida los recursos que le pertenecían y que no supo
tomar en su momento. Una diferencia entre el sicoanálisis en la corriente vulgar de su
mercantilismo, y el arte y lo religioso, consiste en que estos últimos son medios que afirman
la responsabilidad. Situar la culpa propia en otros, o sencillamente reducirla a nada, se ha
vuelto parte de la arbitrariedad moderna y de nuestro cinismo.
La precisión de este teatro es un sicoanálisis del sicoanálisis vulgarizado; un perfecto juego
mental que toma cuerpo mediante tres actrices creadoras de personajes que unos a otros se
procuran la aniquilación. Y Ludwik Margules ideó el espacio exacto del alma dispuesta al
terrífico y fríamente calculado deporte de la compulsión paranoica. De extremo a extremo del
largo espacio, los personajes hablan y provocan el silencio de los discursos impuestos.

ULTIMAS NOTICIAS 2ª Ed.


Jueves 1º de Febrero de 1990

Asistimos a la representación teatral de una obra de grandes valores, por lo que le


dedicaremos la columna de hoy. Las primeras actrices Ana Ofelia Murguía, Delia Casanova y
Margarita Sanz, dan cátedra de actuación en el drama de Nicholas Wright “Señora Klein”,
bajo la dirección de Ludwik Margules, que se presenta en el Foro Shakespeare. El tema es
interesantísimo, los inicios del sicoanálisis en tres sicólogas, continuadoras de la obra del
doctor Sigmund Freud. La narración se desarrolla en un espacio cerrado, estrujante, muy a
tono con el tema de una sesión de sicoanálisis. Si no fuera por la excelente dirección y más
que todo por la magistral actuación de las actrices mencionadas, esta obra monolítica, pero
genialmente tratada por el autor, aplastaría al espectador, cuyo ánimo queda en manos del
escritor que sabe torturar la mente casi en forma sadista, lo cual ya es prueba de que la pieza
consigue su objetivo. La muerte de un ser querido, para la madre y para la hermana del
desaparecido, principio a tejer esta trama de misterio que inicia la acción sobre el llamado
escenario circular en el que se representa “Señora Klein”. De ahí en adelante el espectador se
va internando en ese territorio desconocido que es la mente en la que el sicoanálisis trata de
descubrir y precisar sus regiones, digamos para formar una geografía anímica que les lleve al
descubrimiento del pro qué el suicidio del hijo y hermano, respectivamente de las
protagonistas del drama. Obra teatral de clímax en actuación es ésta en la que una intérprete
que no tenga la técnica y el temperamento necesario, fracasaría totalmente hasta acabar
destrozada físicamente y, pasar en la vida real, a recostarse en el diván del sicoanalista para
recuperar el equilibrio mental. Una representación diaria de esta obra; dos los fines de
semana, alteraría el sistema nervioso de una intérprete que no tenga un total control…
Histeria, tensión, alteración de comportamiento, toda una gama de emociones fuertes es lo
que hay que expresar, en todas sus tonalidades, en este espectáculo. El director supo guardar
el equilibrio en todo momento y no caer en el molesto melodrama que hubiera demeritado la
actuación. Se detiene en el preciso nivel como en la vida real se detiene, por naturaleza, toda
emoción que lleva a un clímax. Lo demás serían alaridos y teatro Guiñol que en este
espectáculo no tiene cabida… En síntesis: es una buena experiencia que hay que vivir, si al
lector le gusta el buen teatro, porque “Señora Klein” es del teatro llamado elitista, que nada
tiene que ver con las masas… ¡al menos en nuestro medio!

La obra de teatro, una garantía


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Señora Klein
Tres personajes en una intriga policíaca
J. Sher
EL NACIONAL
Viernes 2 de febrero de 1990

Las actuaciones de Ana Ofelia Murguía, Delia Casanova y Margarita Sanz son, de entrada,
garantía de calidad de la obra Señora Klein; la dirección de Ludwik Margules y la producción
de Marcial Dávila terminan de completar el cuadro. Se trata de un montaje de calidad. La
obra del inglés Nicholas Wright se representa en el nuevo foro Shakespeare desde hace
quince días, logrando de inmediato acaparar la atención del público que gusta del buen
teatro. Ese al que las tres actrices se han dedicado y en el cual han forjado sus carreras y
nombres. Señora Klein, como lo describe Pola Mejía se desarrolla en un espacio aislado
donde dos personas se reúnen, pero no para verse. Ambas llegan a oír lo que otra de ellas
dice recostada en un diván. Dice cuanto le viene a la mente. Supone que la otra persona,
sentada en su cabecera, lo sabe todo; el silencio del escucha permite su suposición, sobre la
cual se funda la sesión de psicoanálisis.
En esta obra de Nicholas Wright, la intriga se teje a partir de tres psicoanalistas empeñadas
en descifrar el misterio de una muerte que afecta en lo personal a dos de ellas: la madre y la
hermana del muerto. El drama gira en torno al personal titular, centro del escándalo en la
historia en la que surge la rivalidad de la hija con su madre. En esa relación aparece una
persona extraña que hace del asunto familiar, un hecho público.

Un triángulo psicológico
Por Benjamín Bernal
NOVEDADES
Sábado 3 de febrero de 1990. Teatro

Una obra que merece ser vista por muchos conceptos, Señora Klein, es un acercamiento a la
psique de los hechiceros del diván, los psiquiatras; escrita por Nicholas Wright y adaptación
de Juan Tovar, muestra a una dama que es brillante en esta especialidad, cuya hija ha seguido
la misma vía, y han tenido una relación sujeta a múltiples cambios… Uno de los temas más
frecuentes es el eterno triángulo, aquí también se da, pero en otro sentido, ya que vienen a
insertarse en la casa de la Sra. Klein, una ayudante de la misma profesión, quien desea un
lugar unto a la Señora Klein, un lugar psicológico… El reparto es de primer nivel: Ana Ofelia
Murguía, Margarita Sanz, Delia Casanova, son las que llevan los roles, mencionados, en ese
orden. El foro de la Compañía de Shakespeare ha sido remodelado, nos muestra ahora dos
zonas de butacas, al centro de las cuales hay un pasillo en donde se desarrolla la acción, es la
casa materna, refugio que buscan (y rechazan obviamente) las dos huéspedes. El uso del
espacio es inteligente, la escenografía es práctica y de bella ambientación. Hay al fondo dos
cuartos simulados en donde se dan pequeñas acciones complementarias. En cada drama se
requiere de dos elementos que choquen (protagonista y antogonista), aquí hay tres: la
psiquiatra, la hija que tiene en su corazón guardados varios resentimientos profundos y la
ayudante, que es como la voz del autor, o la del público que entra a decir lo que piensa, y en
ocasiones lo hace con una crueldad absoluta… sin embargo como todo lo violento, tiende a
someterse al final. La casa es como un espejo simbólico del alma de la Sra. Klein, habitaciones
cerradas, cajones sellados, se exhibe el orden, y oculta en un cajón, aquello que puede
perturbar… «El trabajo de la semana permite que desahoguemos la agresividad que
llevamos…». «Los enreditos edípicos me aburren», son dos de las múltiples frases que nos
van descifrando el lenguaje que a ellas les es tan común. Hay varios momentos cumbre en
que explotan las pasiones para que al final todo quede en un orden aplastante, bajo la
dirección cuidadosa de Ludwik Margules –limpia y sin adornos superfluos-. Un gran trabajo de
equipo.
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Tres grandes en la obra «La señora Klein»


Por Araceli Cano Tosqui
EL UNIVERSAL
Domingo 11 de febrero de 1990. Espectáculos.

Tres grandes actrices se reúnen bajo la batuta de Ludwik Margules: Ana Ofelia Murguía (la
señora Melanie Klein), Margarita Sanz (Melitta Schmideberg) y Delia Casanova (Paula
Heinemann).
La obra “La señora Klein” es original del escritor inglés Nicolas Wright y constituye un enorme
reto tanto para el director, uno de los mejores de México, así como para estas tres damas
también consideradas entre las más sobresalientes en su medio.
La puesta en escena se está presentando en el remodelado Foro Shakespeare de la Condesa.
¿Por qué el reto de “La señora Klein”?
Porque se trata de tres personajes muy complejos que tienen que mostrar su interioridad
como personas y proyectar la problemática que para una mujer profesionista se presentaba
en los años 30.
Y ese fue el difícil trabajo que tenían que lograr Margules, Ana Ofelia, Margarita y Delia. A
veces la presión era muy fuerte, tanto como la relación entre las tres mujeres y de estas con
el mundo que las rodea. Por otro lado, debido a la carrera de psicoanalistas de los tres
personajes –la señora Klein incluso fue discípula de Freud- el trabajo de interpretación y
actuación se hace aún más difícil debido a que se tienen que comprender las causas del
pensamiento y la manera de actuar de estas mujeres por demás conflictivas y amargadas.
En esta obra se da mucho lo que a veces no hay congruencia entre lo que se dice y lo que se
hace. Ellas pueden ser unas perfectas y acertadas psicoanalistas a la hora de ejercer su
profesión, lo cual es loable en una época tan difícil que les tocó vivir, sin embargo, en su vida
personal son otra cosa, seres humanos como cualquier otro que no puede resolver sus
problemas y mucho menos buscar las soluciones en su interior.
Margarita Sanz, como la hija de la Señora Klein, y quien desde pequeña fue una especie de
conejillo de indias junto con su hermano, para su madre, ya madura y con la misma profesión
como forma de vida, es una mujer insegura, amargada, insatisfecha emocionalmente y que
además es la más grande detractora de su madre por la que además, siente un profundo
odio, precisamente porque “es la culpable” de encontrarse en ese infierno.
Un infierno que también experimenta la misma señora Klein y su asistente Paula (Delia
Casanova), por supuesto. Las tres, por esas incongruencias entre el decir y el hacer que les
comentábamos, y por su difícil papel en una sociedad que aún no aceptaba la superación de
la mujer. Las tres actrices se hayan felices por la oportunidad de poder interpretar estos
personajes tan complejos y que les van a dejar mucho profesionalmente hablando, sobre
todo también porque ninguna de las tres había trabajado con Margules y esta es una
experiencia aparte, a decir de las tres.
No importa tanto el éxito de taquilla, en el cual ni se puede pensar en la actualidad, menos
que se trata de una obra difícil, como el hecho de realizar una gran labor de dirección y de
actuación, ya que tanto Ludwik Margules como Ana Ofelia Murguía, Margarita Sanz y Delia
Casanova, se encuentran inmersos en la obra y ellas, en sus tres personajes.

Tres actrices y un director


Bruno Bert
TIEMPO LIBRE
1-7 de febrero de 1990. Teatro.

*……………………………………………………………………………………………………...+
Anecdóticamente la trama encara los conflictos relacionales de estas tres mujeres, prismados
desde la visión psicoanalítica que, en lugar de resolverlos los complica hasta el infinito
esterilizando cualquier posibilidad de un verdadero encuentro. Dadas así las cosas la
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propuesta se vuelve como una ácida y muy seria crítica al poder del psicoanálisis, tomando
para ello justamente a grandes personalidades del área, para patentizar aún más sus
limitaciones. Instrumento que se supone de conocimiento y sanidad, se transforma en arma
de desgarramiento, aridez y soledad. Y es que aquí, el autor pone en evidencia un elemento
que en nuestro país es básico en cuanto a realidad contemporánea e histórica y que los
extranjeros suelen ver con mayor claridad justo por ser ajenos a ella.
*……………………………………………………………………………………………………...+

“La señora Klein” cierra el círculo


Por Connie Ibarzabal
EL UNIVERSAL
Domingo 18 de febrero de 1990. Cultural
La obra de la semana

Los dramaturgos siempre han sido, aunque ellos mismos lo ignoren, psicólogos natos. De otra
suerte no podrían captar y transmitirnos los diferentes matices de la personalidad; sacudirnos
con las zonas subterráneas de la mente humana. Como lo hace Nicholas Wright en su pieza
“La señora Klein.
El valor principal de esta obra consiste en la confrontación de los métodos psicológicos y
dramatúrgicos utilizados por Wright al plantarnos el problema de tres psicoanalistas
empeñadas en descifrar el misterio de una muerte que afecta a dos de ellas: la madre y la
hermana del muerto, del ausente, del que ya no puede responder.
Confrontación provocadora de un choque apabullante que restalla: aprisionando y
electrizando al espectador; colisión que cierra un círculo largamente inconcluso, provocando
la catarsis anhelada; conscientemente por parte del psicoanalista, subconcientemente por la
del dramaturgo.
Más “La señora Klein” también cierra el círculo porque Sigmund Freud, en sus
descubrimientos sobre la psiquis humana reconoció la validez de las búsquedas del teatro
griego.
Las utilizó para avalar sus propios descubrimientos en las relaciones reales del ser humano,
bautizándolos con los nombres de los protagonistas de las tragedias de la Hélades: “El
complejo de Edipo”, el de Electra, etc. Desde el XIX, las teorías freudianas dieron forma o
sentido al siglo XX, al que –entre otros- podría dársele el nombre de “Siglo de la psicología”, y
delinearon un círculo al dar nueva vigencia a la fuente original del teatro occidental.
Ahora un dramaturgo inglés, al parecer excelente cierra definitivamente el círculo: recoge el
caso verdadero de una discípula disidente de Freud (que para validar el Complejo de Edipo se
enfrenta a su padre científico con odio) y nos muestra la muy tormentosa existencia de
Melanie Klein. Mezcla para disectar el drama de su vida –como ya he dicho- los valores del
método teatral y las teorías de la psicología. Lo hace de una manera excepcional que cautiva
al espectador, quien no puede substraerse a la tensión del problema planteado por Nicholas
Wright, ni dejar de identificarse en un momento dado con alguno, a todos los personajes de
la obra.
Especialmente por la actuación digna de elogio de: Ana Ofelia Murguía como la castrante,
dura e inteligente Melanie Klein, quien no duda en descubrir sus llagas emocionales.
Margarita Sanz como la conflictiva hija de Melanie, quien asombrosa y críticamente –fue
analizada por su madre cuando adolescente y, ya adulta, la contendiente científica que
invalidaría las entonces imperantes teorías de la Klein sobre el desarrollo infantil.
Delia Casanova como la amiga/hija/usurpadora, en un palabra, el mudo testigo del drama
íntimo que envuelve al público. El tercero invisible a que lauden los psicoanalistas.
Estas tres actrices, bajo la dirección de Ludwik Margules, logran algo muy difícil: superando
las dificultades que ofrece el extraño y abierto espacio escenográfico, mantener el
claustrofóbico ambiente que requiere la intimista pieza de Wright e impedir que el público
escape al drama ahí representado.
Sólo una falla ligera deriva del espacio escénico, el que por momentos las actrices
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permanezcan de espaldas a cierto sector del público impidiéndole identificarse aún más con
el drama, a través de sus cuidados gestos lúdicos.
No obstante, Margules resolvió el problema bastante satisfactoriamente, y la falla apenas es
perceptible.
Contribuye a ello la minuciosa selección de los detalles escenográficos efectuada por Gabriela
Turner –asistente del escenógrafo Carlos Trejo- quien se abocó a la búsqueda de libros,
calentador, teléfono y otros atrezzos de época que, en momentos en que podría perderse la
tensión dramática, impiden que el espectador se aleje del entorno de esas mujeres que, si
bien pasaron de moda, un día revolucionaron la psicología con sus teorías pese a sus
intrincados conflictos personales.
“La señora Klein” está en el Nuevo Foro Shakespeare de jueves a domingo.
-No se lo pierda.

La señora Klein en la pasarela


Esquina baja
Por Paco Ignacio Taibo I
EL UNIVERSAL
Martes 27 de febrero de 1990. Cultural.

Con un extraordinario éxito de público se sigue representando en el Nuevo Foro Shakespeare


la obra La señora Klein, dirigida por Ludwik Margules.
Sin duda, gran parte de su atractivo viene dado por el memorable trabajo de Ana Ofelia
Murgía, que impresiona por su sinceridad y fuerza dramática. Y también hacen una labor de
primera importancia las actrices Delia Casanova y Margarita Sanz.
Dada la respuesta del público, se diría que la sala se llena de analistas y analizados que
concurren a ver un drama que, en ocasiones, parece tratarse de una venganza sarcástica.
El psicoanálisis es expuesto por medio de viejos argumentos que para la audiencia resultan
como un íntimo conflicto.
Pero lo que hoy me interesa señalar es la planificación escénica de la obra de Nicholas Wright
tal y como la montó Margules.
Todo ocurre sobre una estrecha pasarela, encima de la cual la audiencia prácticamente se
vuelca a lo largo de una escalera muy empinada. Esto hace que las actrices tengan el público
“dentro de casa”, es decir con ellas, sobre ellas.
Un trabajo de actuación en estas condiciones me imagino que está lleno de dificultades, de
posibilidades de intoxicarse con esa presencia que, por otra parte, se muestra en risas y en un
acechante espíritu de observación. Ya no se trata tanto de que el teatro haya perdido la
cuarta pared, como de que, en este caso, haya caído en un callejón apretado y casi
angustioso.
Ana Ofelia, Delia y Margarita trabajan bajo la obligatoriedad de aislarse de ese mundo ajeno a
sus personajes que, sin embargo, está al alcance de la mano.
Esto, a mi juicio, plantea un problema más que el de la identificación con los personajes
representados, a los que hay que defender de tan manifiestas aproximaciones.
Margules mueve a sus actores sobre la pasarela con gran habilidad, enviándolos de un lado
para otro y procurando que nunca den, durante demasiado tiempo, la espalda a la mitad de
su público.
Estamos ante un trabajo de mecánica teatral que no hay por qué mirar sin cierta admiración
por el buen oficio de quien dirige.
Pocas veces en mi vida de espectador estuve tan a punto de apoyar mi mano en la espalda de
una actriz para consolarla de tantas desventuras, con lo cual el teatro se habría abierto al
espectador de manera muy poco habitual.
Espectáculo sin duda apasionante y trabajo de actuación muy por encima de lo que
habitualmente podemos ver en teatros nacionales o extranjeros.
Ana Ofelia Murguía ofrece una muestra de su talento que no podremos olvidar, y con ella
también a gran altura están sus dos colegas.
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Creo que volveré sobre esta pasarela a ejercer mis discutibles dotes de crítico.

La Señora Klein, analizada


Esquina baja
Por Paco Ignacio Taibo I
EL UNIVERSAL
Miércoles 28 de febrero de 1990. Cultural.

Para un espectador que no participe en ninguno de Los tres grandes bandos del psicoanálisis
(analizados, analistas o analistas analizados) la obra de teatro La señora Klein, que se
representa en el nuevo Foro Shakespeare, tiene muy singulares aspectos extrateatrales.
Sorprende, en primer lugar, el comportamiento de un público que parece estar familiarizado
con el vocabulario profesional de los tres personajes, mujeres especialistas en las prácticas
psicoanalíticas.
Este público, tan numeroso y atento, muestra en muchas ocasiones un espíritu crítico hacia el
comportamiento de las tres doctoreas, mismo que se refleja en risas y cuchicheos que para
un simple espectador teatral son incomprensibles.
No sabía yo si estas singulares demostraciones eran fruto de una sola representación, pero
me cuentan que todos los días las inoportunas risas se repiten.
Esto viene a decir que la audiencia, ante una obra dramática y áspera, participa y se expresa
demostrando su antagonismo con un personaje o una situación. La cosa sería, a mi juicio,
comprensible si se tratara de una telenovela y un público telenovelero; pero en escena se
están dirimiendo conflictos en los que la técnica y la práctica del psicoanálisis se ponen en
juego.
Yo diría que el público del Nuevo Foro Shakespeare es, también, un conocedor de las fallas de
los psicoanalistas, por lo menos en la misma medida que el autor de la obra.
Las tres excepcionales actrices de la obra, parece que ya están acostumbradas a esta
participación de la audiencia, que ríe cuando ellas se encuentran sumergidas en una bronca,
temperamental y áspera.
De alguna manera, la señora Klein es analizada, no sólo a través del drama escrito por
Nicholas Wright, sino por un público que da la sensación de haber pasado por el sillón.
Pero ese analista múltiple, llamado audiencia, no se limita, como las reglas del juego indican a
los analistas profesionales, a escuchar y preguntar; sino que da su opinión en forma de risas
inoportunas o de murmullos hirientes.
Del conocimiento, por parte de una población adulta, de los fallos no tanto del psicoanálisis,
como de los psicoanalistas como seres humanos, parece provenir el asombroso éxito de la
obra, que viene a ser para muchas personas como una venganza personal.
No descarto, claro está, que otros valores de la representación, como son los trabajos
actorales estupendos, atraigan también a buena parte del público del teatro.
Pero en este grupo no parece que estemos los que reímos, sino los que, asombrados,
observamos el espectáculo que se produce en las gradas, en donde el día que acudí al Nuevo
Foro tuve a mi lado a un joven que leía la Interpretación de los sueños, de Freud, tomo tres,
Alianza Editorial.

Señora Klein o la profesión imposible


Pieza teatral de Nicholas Wright basada en la biografía de Phyllis Grosskurth acerca de la
psicoanalista Melanie Klein.
Por Enrique Guarner
NOVEDADES
Domingo 11 de febrero de 1990.

Casi todas las profesiones se prestan a la escenificación en el teatro o el cine, pero podría
afirmarse que los psiquiatras y psicoanalistas, son los que despiertan mayores controversias y
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ambivalencias; ocupando en relación a su prestigio desde los niveles más altos hasta aquellos
que podríamos considerar más bajos. La razón parte de que resultan individuos difíciles de
entender y que aunque explican ciertas verdades y legitimizan el sexo, también caen en la
caricatura y hasta defienden valores falsos de la sociedad.
La señora Klein es una pieza teatral de Nicholas Wright que aparentemente se basa en la
biografía de Phyllis Grosskurth acerca de la psicoanalista Melanie Klein. en este artículo no
discutiré las excelentes actuaciones de Ana Ofelia Murgía, Delia Casanova o la mejor de
todas, la de la joven Margarita Sanz, sino de la falta de fidelidad de la obra hacia la
personalidad de la terapeuta.
Melanie Reizes Klein nación en Viena el 30 de marzo de 1882, fue la más joven de cuatro
hermanos. Su padre, que era médico, siempre tuvo un espíritu independiente y una actitud
profundamente científica. Sin embargo, fue distante hacia la hija, tal vez porque los separaba
cerca de medio siglo. El resultado de esta situación hizo que Melanie se sintiera más cercana
a su madre Libussa, por la que guardó un profundo afecto. Cuando apenas contaba con 14
años, hallándose en el «gimnasium», decidió estudiar medicina, carrera a la que ingresó en
1897. Permaneció en la Universidad de Viena hasta que conoció al industrial y químico Arturo
Klein, con el que se casó. Tres hijos nacieron del matrimonio: Melitta (o pequeña Melanie),
Hans y Eric. Debido a los negocios, la familia se trasladó a Budapest y allí la futura
psicoanalista leyó algunos escritos de Freud, entrando a psicoanálisis con el célebre Sandor
Ferenczi.

El psicoanálisis o la profesión impracticable


En su último artículo publicado en 1937: «Análisis terminable e interminable», Freud decía:
«Todo parece indicar que el análisis es la tercera de las profesiones imposibles en las cuales
se sabe de antemano que se obtendrán resultados insatisfactorios. Las otras dos que
conocemos desde tiempo atrás son las de educar y gobernar. Obviamente no podemos pedir
que el futuro psicoanalista sea un ser perfecto antes de pasar por su propio proceso
terapéutico, y aún se podría pensar que solamente personas con altas calificaciones deberían
entrar en la profesión».
El mismo Stefan Zweig en su libro acerca de Sigmund Freud advertía: «La rareza de la
combinación de cualidades para formar a alguien capaz de dominar la curación de la mente
por medio del procedimiento analítico hace que éste permanezca como una vocación o
misión y nunca debería ser transformado (como infelizmente ha sucedido en el mundo de
hoy en día) en una ocupación o negocio. Resulta peligroso pensar cómo una disciplina que ha
sido consecuencia del proceso creativo de Freud, con su refinamiento y total responsabilidad
pueda caer en manos torpes. Probablemente nada ha deshonrado tanto al psicoanálisis como
el hecho de que no fue restringido a un círculo aristocrático de expertos, sino que a pesar de
que no puede enseñarse se ha instituido en numerosas escuelas».
Esta situación nos hace meditar en el problema irresoluble de encontrar los rasgos de
carácter ideales para que una persona ejerza el impracticable psicoanálisis. Lo primero que
tenemos que afirmar es que nadie nace dotado con la capacidad para ser terapeuta, sino que
el análisis personal resulta no sólo esencial sino indispensable. Al mismo tiempo el uso de la
misma técnica implica demandas tan arduas que deben compensarse con la utilización de
psicoterapias más breves en otros pacientes.
Idealmente existen ciertos rasgos que tiene que existir en las personas que practiquen el
psicoanálisis. Ellos podrían ser:
1.- Interés en las gentes, lo cual implica involucrarse en sus pensamientos, fantasías y
emociones. Un terapeuta que carezca de curiosidad de aburrirá en su trabajo. En «Señora
Klein», ninguna de las tres mujeres escuchaba a la otra, por lo que en mi modesta opinión
quedarían descartadas para ejercer la profesión.
2.- El analista no debe ser convencional y por lo tanto, esta r libre de posiciones dogmáticas,
políticas y morales.
3.- Nunca perderá su propia identidad y aún sumergiéndose en la vida de la otra persona, al
final de la sesión recuperará su propia imagen, la cual servirá de ejemplo. En «Análisis
terminable e interminable», Freud escribía: «Es razonable esperar que un terapeuta posea
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entre sus requisitos un grado considerable de normalidad y corrección. Además debe


conservar un cierto tipo de superioridad, de tal manera que en determinadas situaciones
pueda actuar como modelo frente a sus pacientes».
4.- A pesar de que el analista mantenga su propia imagen también mostrará empatía con la
persona que trate, entendiendo por esto último la capacidad para identificarse
intelectualmente con los sentimientos y actitudes del paciente. Esto no quiere decir que
permita conductas desagradables, sino que las comprenda incluso para censurarlas. La
comunicación terapéutica es siempre diferente a la que tenemos en la vida real, porque la
paciencia es la virtud terapéutica fundamental, puesto que facilita la clave del tratamiento, o
sea la transferencia.
Retomando a la obra «Señora Klein» que con tanto acierto dirige Ludwig Margules,
solamente quisiera agregar que le faltó moderación al presentar los tres casos.
Efectivamente, el psicoanálisis se ha prestado a que ingresen en él un buen número de
personalidades con lagunas morales, algunas de las cuales han alcanzado la fama mundial
como el francés Jacques Lacan. Sin embargo, aún así las aportaciones de la ciencia
psicoanalítica siguen siendo las únicas que nos permiten comprender el funcionamiento de la
mente humana, a pesar de las neurosis o psicosis de los autores que las descubren. En el
fondo, resulta simplista pensar que los estados psicológicos anormales de los psicoanalistas
puedan tirar por la borda las teorías que formulan. Cualquiera que haya sido las raíces de las
contribuciones científicas de Melanie Klein, el impacto de sus aportaciones terapéuticas
siempre continuará vigente.

Su primer trabajo: «Desarrollo del niño»


El 19 de julio de 1919, Melanie Klein presentó su primer trabajo ante la Sociedad
Psicoanalítica de Budapest, el cual versó sobre «El desarrollo del niño». En 1920, en el
congreso que tuvo lugar en La Haya conoció a Sigmund Freud, pero fue Karl Abraham quien la
invitó a trasladarse a Berlín. Durante el mes de enero de 1921, Melanie se separó de su
marido quien decidió vivir en Suecia, mientras la psicoanalista permaneció con sus hijos en la
capital alemana. Fue posiblemente allí que como aparece en la obra analizó a sus hijos,
fenómeno que no era tan extraño por aquel entonces. Recuérdese que el mismo Sigmund
Freud trató a su hija Ana.
A lo largo de cinco años, la señora Klein trabajó en Berlín y descubrió las fantasías infantiles,
pero sus ideas causaron controversias, dado que sus colegas analizaban exclusivamente
adultos.
Por invitación de Ernest Jones, Melanie Klein presentó una serie de sus originales, trabajos en
Londres, durante el verano de 1925 e inmediatamente se le estimuló par aquedarse en esa
ciudad, donde vivió el resto de su vida. Allí se convirtió en la cabeza del Movimiento
Psicoanalítico Británico y derivados de su escuela surgieron terapeutas tan brillantes como:
Winnicott, Bowlby, Paula Heinmann, Joan Riviere, Rosenfeld, Rycroft, Bion y hasta el mismo
Laing.
Aunque el trabajo de Melanie Klein floreció, la tragedia penetró en su vida privada. En la
primavera de 1934, su hijo Hans de 34 años murió en un accidente de montaña. En la obra
teatral este suceso se nos presenta como un suicidio, hecho que no está totalmente probado.
Las acusaciones de Melitta podrían ser balanceadas con las de su otro hermano Eric, quien
fue en realidad el descubridor de la mujer checoslovaca con la que Hans pensaba casarse para
salir de la homosexualidad. En la pieza se atribuye la revelación a Paula Heimann. En esta
misma obra se nos presenta la rivalidad Melanie-Melitta como algo extremadamente bizarro
y esta última aparece siempre desafiante, agresiva y malhumorada. Creo que aunque la
pugna existió, se nos escenifica en forma tan condensada y dramática que ambos personajes
suenan como psicóticos, lo cual carece absolutamente de realidad.
Debo decir que en un principio Melitta fue sumamente popular entre los miembros de la
Sociedad Psicoanalítica Británica, hasta el punto que todas sus presentaciones era recibidas
con la mayor aprobación y que incluso se le nombró analista didáctica antes de los 30 años, lo
cual resultaba excepcional por aquel entonces.
Sin embargo, el paso del tiempo y el que cambiara de terapeuta, o sea Glover en lugar de Ella
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Sharpe, condicionó la venganza de Melanie Klein. Asimismo, Melitta se volvió una analista
que prestaba atención hacia el medio ambiente y la situación real que rodeaba a sus
pacientes, algo inaceptable para el Movimiento Kleiniano. El dominio de este grupo dio lugar
a la renuncia de Edward Glover y a que posteriormente Melitta Schmideberg emigrara a
Estados Unidos, donde ya no trabajó como psicoanalista.
Otro punto controvertible de la pieza teatral es el de que Paula Heimann aparezca casi como
catatónica. En realidad, esta mujer poseía un sentido del humor singular y era de una
inteligencia muy superior a la que Nicholas Wright le atribuye.

El vocabulario de la señora Klein


Esquina baja
Por Paco Ignacio Taibo I
EL UNIVERSAL
Jueves 1º de marzo de 1990. Cultural.

Ya escribí en esta misma sección sobre el estupendo trabajo de la actriz Ana Ofelia Murguía y
de sus dos excelentes compañera de escena, Delia Casanova y Margarita Sanz; también
dediqué un escrito al comportamiento del público del Nuevo Foro Shakespeare; pienso ahora
comentar el vocabulario de La Señora Klein.
Vaya por delante mis muchas veces demostrada admiración por Juan Tovar como autor
teatral y como escritor talentoso, pero conviene que no deje pasar sin reflexión la manera en
que hace hablar, en México, a la señora Klein.
Sabemos, apenas se inicia la acción, que lo que vamos a presenciar ocurre en Londres y que la
protagonista es una austríaca, así como que su hija nació también fuera de la gran isla, y que
su alumna es alemana. Durante los tensos diálogos conocemos sus costumbres, los lugares
donde ha vivido, su múltiple afición por el vino, su sometimiento a los sistemas vieneses del
doctor Freud, de quien la señora Klein tiene una foto sobre su mesa de trabajo, etcétera,
etcétera.
Es decir, nada más alejado de la vida cotidiana de los espectadores que acuden a estas
representaciones mexicanas.
Por todo esto, sorprenden y sacan de balance emocional los constantes mexicanismos que la
señora Klein y sus dos oponentes emplean.
Es posible que para una persona acostumbrada a los modelos coloquiales de la ciudad de
México, esto no importe demasiado y acepten a una señora Klein que parece vivir en Londres
y hablar como si viviera en las Lomas. Pero pienso que Juan Tovar, el traductor y adaptador
de la obra, debió de atender más a este aspecto del drama, sobre todo dada la cuidadosa
puesta en escena en la que hasta se atendió a los zapatos tipo inglés de Ana Ofelia, al
sombrero británico de Margarita Sanz o al vestuario muy europeo de Delia Casanova.
A quienes presenciamos con gran atención La señora Klein, las intromisiones de modos
coloquiales del Distrito Federal, nos hacían aterrizar de forma violenta en un medio
absolutamente alejado de los escenarios originales del drama.
A mi juicio La señora Klein debe de eliminar de su vocabulario todo aquello que la haga salir
de forma tan insólita de su origen europeo.

Concierto para tres violines desgarradores


Sra. Klein
Geovani Galeas
Correo Escénico
en primera fila

La tarea del psicoanalista consiste en desentrañar una trama, como la del dramaturgo
consiste en urdirla. En esta pieza de Nicholas Wright, la intriga se teje a partir de tres
psicoanalistas empeñadas en descifrar el misterio de una muerte que afecta en lo personal a
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dos de ellas: la madre y la hermana del muerto, el ausente, el que ya no puede responder.
Pola Mejía.

Aparentemente ajeno al vértigo informativo que cada 27 minutos y medio parece trastornar
nuestro sentido de la realidad; más inmerso en el siempre y el cualquier lugar que en el hoy el
aquí; más preocupado por una sola y terrible pregunta que por el afán de fabricar respuestas,
Ludwik Margules sigue abundando en lo que lo obsede como hombre –los abismos del
comportamiento humano-, y como director teatral –la dosis de verdad que puede contener o
soportar una puesta en escena. Explorar la cumbre del Everest es una labor admirable, y es
posible y el hombre que la ejecuta es un héroe ¿Qué es el que dedica su vida a la exploración
del corazón humano? Un artista.
El arte de Ludwik Margules se expresa ahora en Sra. Klein, de Nicholas Wright; obra con
profunda influencia de Strindberg y O’Neill, y que trata precisamente de la complejidad de las
relaciones humanas: la simultaneidad de sentimientos de amor y desamor, de hostilidad y
rechazo y necesidad de ternura.

La obra
Una noche de invierno de 1934, en Londres, tres mujeres aguijoneadas por un incidente
trágico tocan fondo en su propia capacidad de odio y, a la vez, de su necesidad de amor y
ternura. Madre, hija y amiga, ferozmente enfrentadas entre sí, se convierten en víctimas y
victimarias. Intelectuales brillantes, psicoanalistas las tres (Melanie Klein, su hija Melitta
Schmideberg y Paula Heimann) ya no están polemizando teóricamente en la sociedad
psicoanalítica inglesa; ahora las enfrenta en la intimidad de su hogar el inventario de culpas
por la muerte de un ser querido; ahora nos sorprende la distancia entre la vida pública y la
privada, ahora asistimos al derrumbe de la máscara racional y al encendimiento voraz de las
pasiones, el ciego impulso de destruir y destruirse.
Y uno en tanto espectador es un testigo impotente o tal vez un intruso en esa sórdida batalla.

El reparto
Para llevar esta obra a escena Margulles necesitaba tres actrices experimentadas, de
personalidad recia, habilitadas para comprender y expresar en escena los más hondos y
terribles matices de la condición humana, no imitadoras de tipos escénicos sino rigurosas
constructoras de personajes: actrices del más alto nivel interpretativo. Y dio con un reparto
ideal: Ana Ofelia Murguía (Melanie), Margarita Sanz (Melitta) y Delia Casanova (Paula).
-Es un reparto extraordinario –señala Margules-, estas actrices enriquecen y hacen florecer
una puesta en escena. Con ellas es posible eliminar todo vestigio de histrionismo para
centrarse en la autenticidad vital del drama, mostrar lo trágico sin aspavientos y dejar ahí el
conflicto desnudo en su espantosa atrocidad. Con ellas la obra es como un concierto para tres
violines.

El Sr. Margules
Impaciente ante la proximidad del ensayo, checando la labor de sus asistentes, Margules
responde no precisamente del mejor humor algunas preguntas.
-Lo que pretendo es expresarme. Expresar mis reflexiones y sentimientos en tanto individuo
cuya forma de comunicación más profunda se da a través del arte… Ahora, con esta obra y
este reparto, existe la posibilidad de aproximarse al psicodrama, no a lo que este tiene de
terapéutico, sino a sus posibilidades artísticas de hacer florecer realmente la vida del conflicto
dramático, eso que casi rocé en el montaje de La vida de las marionetas.
-Usted ha sido atacado, incluso duramente, en el sentido de que sus puestas no expresan los
problemas del entorno social inmediato…
-Pretendo hacer buen teatro. Al respecto no tengo más comentarios.
-Pero alguien puede preguntarse para qué y para quién ese buen teatro, o en qué medida
interesa a los mexicanos los problemas de tres psicoanalistas inglesas.
-Supongo que en la medida en que los mexicanos no carecen de problemas existenciales y
psicológicos. Pienso que la reflexión sobre la condición humana es necesaria y urgente aquí
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en China, ayer, hoy y mañana.


-Pero se ha dicho que estas temáticas cultas y universales excluyen a un vasto sector de
público…
-No creo en un teatro complaciente. Es más, creo que la complacencia es la muerte del
teatro. Creo en la exigencia de alto nivel. Necesitamos un público con formación, culto y, en
ese sentido, exigente. El teatro no puede crecer si no hay un público culto que exija cada vez
más calidad.
-¿Y existe ese público en México?
-Por supuesto. Es el que llenó las salas durante el pasado Festival de la Ciudad, el que disfrutó
el drama de un italiano (Pirandello) montado por un ruso (Vasiliev) en idioma ruso, o el de un
inglés (Shakespeare) montado por un polaco genial (Wajda) en idioma polaco.
-Finalmente, maestro, ¿por qué una obra tan dolorosa, por qué seguir hablando del muro si el
muro está derribado…?
Margules hace una pausa reflexiva y responde con una pregunta: ¿Usted cree que las
personas que derribaron el muro carecían de angustia?

La señora Klein, de Nicholas Wright; dirección Ludwik Margules; escenografía Carlos Trejo.
Con Delia Casanova, Ana Ofelia Murguía y Margarita Sanz. Foro Shakespeare.
Martes a sábado 20:30; domingo 18:00 horas.

Señora Klein
Lourdes Penella
EL NACIONAL
Martes 6 de marzo de 1990
Entretelones

Señora Klein, de Nicholas Wright. Con Ana Ofelia Murguía, Delia Casanova y Margarita Sanz.
Dirección Ludwik Margules. Foro Shakespeare. $ 20,000

En los comienzos del psicoanálisis el tema de Edipo empieza por ser entendido como un
conjunto de conflictos, afectos y fantasías inseparables de la infancia, con sus fundamentales
e infalibles repercusiones en la vida del adulto. Más tarde, sin embargo, se le agregan otros
significados. Es así como Freud Tótem y tabú (1913) señala el papel que corresponde a los
sentimientos de amor y odio hacia los padres en los orígenes del hombre y destaca la
importancia del complejo de Edipo en la génesis de la vida social y la cultura.
Hacia 1897 el mismo Freud confiaba a Fliess, su gran amigo, este descubrimiento en una carta
donde le habla de Edipo Rey y de Hamlet, comentando detalles de su propia infancia cuyo
sentido le había revelado el psicoanálisis.
Esta carta ilustra muy bien el hecho de que el psicoanálisis nace enraizado a la vez en una
gran capacidad de observación psicológica, en la experiencia clínica y en el estudio de los
mitos y sus derivados. La doctora Melanie Klein fue alumna de Freud por esos años y aún se
le recuerda como una mujer que participó activamente en el desarrollo del psicoanálisis
mediante las observaciones y experimentos que llevó a cabo con niños (entre ellos sus dos
hijos), y que se conservan en los artículos y ensayos que presentaba a los congresos de
entonces.
Nicholas Wright, autor de la obra, es un poco todo: biógrafo, dramaturgo y psicoanalista. En
Sra. Klein están los tres ingredientes mencionados arriba, de los que se nutre el psicoanálisis:
hay una gran capacidad de observación por parte de la Sra. Klein (Ana Ofelia Murguía) y de su
hija Melita (Margarita Sanz) –partidaria de la corriente contraria- para echarse a la cara las
claves de su propia supervivencia; hay una evidente y amplia experiencia clínica, y hay la
actualización patente del mito, traducido en una valoración del inconsciente del hijo varón de
la Sra. Klein, bajo su influencia decisiva durante la infancia.
Esta, que en última instancia es una problemática familiar, se enriquece en escena gracias a la
peculiar calidad humana y profesional de hija y madre, presentada en varios subtemas:
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infancia, juventud, un latente impulso matricida, destierro, castigo, rechazo, fantasía,


proyección sobre el otro y retorno.
Melanie y su hija discuten acaloradamente durante los dos intensos actos que dura la obra,
buscando la afirmación del predominio. Es interesante ver cómo la protagonista proyecta
sobre cada uno de los personajes presentes y ausentes, una forma de conducta que en el
fondo aborrece, pero que los demás introyectan como característica inconfundible de su
personalidad. Melita, la hija viva de Melanie que es a la vez su rival profesional, reasume la
enajenación de su hermano muerto, en una suerte de sacrificio vengador.
En su estructura y desarrollo, la Sra. Klein es una obra teatralmente muy lograda, pues se
conserva en el fondo una sola realidad artística: el espectador y su conflicto. El artificio teatral
está magníficamente creado, para que Melanie pueda proyectar su conflicto y reconciliarse
de algún modo con su verdad.
Habrá espectadores que dejarán de identificarse con ella mucho antes de llegar ésta a la
amarga comprobación de su culpa, y habrá otros que la sigan sin rechazarla hasta el final y
acepten con ella su proceso de expiación.
Debajo de esta obra de teatro psicológico, corre un fuerte sentimiento de amor hacia la
madre absolutamente invencible, que aparejado al matricidio pasivo, hace de Melita un
personaje dramáticamente muy completo.
Sra. Klein es una muy interesante puesta en escena, magníficamente actuada por Ana Ofelia
Murguía, Delia Casanova y Margarita Sanz, bajo la impecable dirección de Margules.
Es una obra de teatro que parece reabrir la defensa que pronunció Apolo en el tribunal de
Atenas, a favor del matricida Orestes cuando dijo: “Que no es la madre engendradora del que
llama su hijo, sino sólo nodriza del germen sembrado en sus entrañas…”

Cien Representaciones de la Obra La Señora Klein; es muy Buena


Coordinador: Agustín Gurezpe
EXCELSIOR
Miércoles 16 de mayo de 1990. Espectáculos.

Una noche de invierno de 1934, en Londres, tres mujeres son sorprendidas por un incidente
trágico y tocan fondo en su propia capacidad de odio y, a la vez de su necesidad de amor y
ternura. Se trata de la obra “La señora Klein”, que el pasado 11 de mayo llegó a las 100
representaciones en el Foro Shakespeare.
A tal acontecimiento acudieron el licenciado Florentino Castro López, director general de
Sociocultur, y Claudio Obregón, quienes hicieron la develación de la placa alusiva
acompañados de los actores que intervienen en la obra, en la cual madre, hija y amiga,
ferozmente enfrentadas entre sí, se convierten en víctimas y victimarias.
Intelectuales brillantes, psicoanalistas las tres (Melanie Klein, su hijita Melitta Schmideberg y
Paula Heimann) se enfrentan en la intimidad de su hogar las culpas por la muerte de un ser
querido. En ese sentido, el espectador se convierte en un testigo importante o tal vez un
testigo en esa sórdida batalla.
En la puesta en escena intervienen actrices de primera línea como Margarita Sanz (Melitta),
Ana Ofelia Murguía (Melanie) y Delia Casanova (Paula).

Señora Klein
Sicoanálisis y Poder
Mailyng Mendizabal
EXCELSIOR
Lunes 11 de junio de 1990.

Señora Klein, además de una obra teatral muy bien caracterizada, abre el telón al debate
sobre los usos perversos que se le pueden dar a la psicología. Siniestro resulta que el arma
para lograr el poder sea precisamente un instrumento científico, diseñado justamente para la
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función contraria, la de discernir la verdad. Pero así han sido las cosas desde que la
humanidad existe; la pugna por la obtención del poder suele jugarse en el escenario
intelectual, y cuando los hombres agotamos ese recurso, es cuando recurrimos a recursos
menos sofisticados y más obvios, como las sanciones económicas o el hacer la guerra.
Antaño, la religión fungió como la ideología por excelencia; hoy día, ésta se disfraza de
discurso científico para lograr que el poder sea ejercido por aquel que navega y controla en
las profundas aguas del inconsciente del otro. La guerra enmascarada la personifican en este
caso tres mujeres, dos de las cuales se enfrentan a un drama familiar: madre e hija, ambas
psicoanalistas utilizan la interpretación para agredirse y controlarse mutuamente. El “pan
nuestro de cada día”, tan sólo magnificado porque Señora Klein es una figura de renombre en
el campo del psicoanálisis, que gracias a su capacidad de adentrarse en la locura –la propia y
la ajena-, logra racionalizar y “cientifiquizar” la antiquísima batalla familiar de “quién
enloquece a quién”, mediante la cual usualmente detenta el poder el poseedor de “eso” que
denominamos “salud mental”.
Para apreciar en toda su magnitud esta obra es conveniente situarla en el contexto de la
épica, ya que en esto, como en todo, el devenir histórico suele resultar iluminador. Conviene
recordar que el psicoanálisis surge con el autoanálisis de su propio creador, el doctor
Sigmund Freud, quien analizó su vida y sus sueños, de lo que obtuvo valiosas hipótesis que
confirmó con las observaciones que efectuaba con sus pacientes. Melanie Klein siguió los
pasos de su maestro, pero fue más allá; intentó aplicar sus conocimientos y enriquecerlos por
medio de sus hijos. Hoy día nadie pone en duda que estos procedimientos son inadecuados,
pero, claro está, eso también lo aprendimos de ellos. Y como el devenir histórico sigue su
curso y no se detiene, el mismo asegura que lo que uno siembra en los inicios se coseche en
el ocaso, Klein insistió en ver tan sólo una parte de la constelación, del mundo interno; fue
una maestra en el arte de descalificar la relevancia del ambiente, porque así convenía a sus
intereses emocionales, claro está. Con ello renegaba de la hija cuyo destino troqueló. Por su
parte, esta última enfocó su visión hacia la relevancia del papel de la madre; con ello
denegaba su propia participación en el drama que se entretejía.
La obra también deja entrever los conflictos de la época entre las diversas escuelas
psicoanalíticas. Incide en el público para descalificar a la escuela kleineana, pero la agresión
puede, metafóricamente asemejarse a un bumerang… siempre retorna a su dueño; por eso
pone en cuestionamiento la credibilidad de toda labor sicológica.
Para terminar, conviene que el lector guarde un dato en su memoria: la señora Klein después
de muerta continúa siendo un personaje debatido; pasó a la historia del sicoanálisis
primordialmente por sus escritos. La hija en tanto, logró trascender con un libro, aquel en el
que esta obra se inspiró, aquel en el que denuncia públicamente a su madre, con lo que
patentiza que el mito de Electra, como el de Edipo, continúan estando de moda, y que ni el
sepulcro sacia, en estos casos, la sed de venganza de una atormentada hija, ¿no cree usted?

Drama psicológico: Klein, alumna de Freud


Fuente y autor no identificados.

Si a más de medio siglo de su muerte las teorías, las técnicas terapéuticas y los estudios de
Sigmund Freud siguen causando polémica y son motivo de acaloradas discusiones, es de
imaginar el revuelo que sus libros, artículos y declaraciones habrán causado cuando aún se
hallaba en este mundo.
Algo de ello podemos entrever en Señora Klein, obra del dramaturgo inglés Nicholas Wright,
que recientemente se estrenó en el Foro de la Compañía de Shakespeare en traducción y
adaptación de Juan Tovar.
La protagonista es la doctora Melanie Klein, que fue alumna y seguidora del creador del
psicoanálisis y que fue también de los muchos que posteriormente revisaron y desarrollaron
a su modo las ideas del notable psiquiatra.
Aparece en su doble carácter de profesionista, investigadora y maestra por un lado y, por el
otro, de madre que naturalmente no deja de tener enfrentamientos con sus vástagos,
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especialmente con su hija, de su misma profesión, ya que su hijo menor acaba de morir en un
accidente cuando se inicia la acción.
Esta se desarrolla en Londres en la primavera de 1934, cuando Freud aún vivía y era ya
reconocido mundialmente merced a la difusión que se dio a sus escritos.
El tercer personaje es Paula, una alumna de la doctora Klein, que tal vez a su pesar se ve
involucrada en el conflicto familiar, pero que no puede negarse a participar por ser ferviente
admiradora de su maestra.
Aparte del interés del tema, expuesto de modo directo y sin concesiones, la obra tiene varios
atractivos. En primer lugar, está notablemente hecha, con estructura muy efectiva, con una
anécdota muy bien contada y con leguaje accesible a todos los públicos, por más que se usen
con profusión términos técnicos y científicos, pues no hay que olvidar que son psiquiatras los
tres personajes.
Pero lo más importante es que, siendo un drama psicológico, en ningún momento resulta
aburrido ni pesado y hay muchos momentos en que el espectador ríe de buena gana.
Para obra tan difícil y compleja hacía falta un director de amplios conocimientos y vasta
experiencia como Ludwik Margules, quien nos entrega otro magnífico trabajo, luego de que
hace apenas un año todo el mundo aplaudió su puesta en escena de Jacques y su Amo de
Milan Kundera. Ha sabido dar el tono preciso y el mejor ritmo a la representación, ha ideado
los personajes de la mejor manera posible y desde un principio da el ambiente de Londres de
los años treinta en el gabinete de trabajo de la doctora Klein.
Y para su fortuna contó con el reparto de actrices más adecuado que sin duda hubiera sido
posible conjuntar en el México de hoy. En el papel de la Señora Klein admiramos, como
siempre que la vemos actuar, a Ana Ofelia Murguía. Su desempeño tiene la altura y la
categoría de costumbre; pero esta vez hemos descubierto en ella algo que no habíamos
notado antes: una bellísima voz grave, propia de una gran trágica como ella lo es y con la que,
ahora sí, podrá abordar muchos papeles reservados sólo para artistas eminentes como sin
duda lo es.

Señora Klein:
Invaluable regla de tres
Gonzalo Valdés Medellín
UNO MÁS UNO
Sábado/11. Teatro

Se despeja la incógnita; el realismo, por su elocuente visión de la existencia, resucita hoy,


cuando el hombre contemporáneo se enfrenta al fin de milenio. El actual realismo vivisecta
sin piedad la insospechada demencia a que el habitante del siglo xx parecía estarse orillando
a lo largo y ancho de las décadas. La palabra vuelve por sus fueros; se reinstala en la
conciencia y la reflexión. El teatro está renaciendo en el colapso de su andar estético-social;
para ello, emprende la exhaustiva revisión de sus defectos y virtudes, y logra coronar el
realismo como transvanguardia.
Las pruebas se han asestado, vía la contundencia, tanto en México (con el montaje el año
pasado de Raúl Quintanilla a la pieza de Víctor Hugo Rascón Banca, Playa Azul, como en otras
partes del mundo (recuérdese también La noche de las tribadas de Enriquist, dirigida por
Montoro); ahora, una prueba más de inexpugnable valor se ofrece, en este sentido, ante los
ojos del espectador mexicano: Señora Klein, del inglés Nicholas Wright, nacido en 1940 en
alguna región del África del Sur.
Representándose en el remodelado Foro de la Compañía de Shakespeare, Señora Klein
(traducida por Juan Tovar) permite redescubrir a un profuso director escénico de incisivo
golpe creativo: Ludwik Margules, aposentando en la maestría absoluta que le hizo procrear
aquella memorable y perfecta puesta en escena De la vida de las marionetas de Bergman.
Regla de tres elementos que se resuelve en la fiereza de su cometido dramático (texto,
dirección escénica ya actuaciones), Señora Klein bien puede estar destinada a ser uno de los
momentos clave en el teatro mexicano de los ’90; por ahora, valga sólo subrayar su
52

impecable manufactura artística, así como su entramado psicodinámico que absorbe a los
espectadores en un trayecto de continuidad reflexivamente violenta, incondescendiente,
cruel, aguda.
En la dramaturgia de Nicholas Wright, asiste un nítido aliento que preserva la más pura y
punzante esencia del teatro moderno. En Señora Klein –específicamente- se perciben
influencias, olores y matices de diversa índole generativa: Chéjov, Strindberg, Genet,
Williams, O’Neill, Sartre, quienes, no precisamente en este orden, constituyen un entramado
auditivo y sensorial, que reviste de ecos impugnatorios el texto de Wright. Ello permite a
Margules optar por la verificación, hilvanando dichos ecos al clavar la mirada en los interiores
del infierno doméstico porque deambulan las criaturas de esta pieza.
Por medio de introyecciones bergmanianas, yendo directo a los estados ulteriores de la
conciencia (mismos que explican los porqués y paraqués del momento escénico, de este
fenómeno teatral insoslayable), transgrediendo calculadoramente el exterior alterado,
Margules aterriza –devastando- en el terreno psicótico que sostiene las imprevisibles,
quebrantadas, contradictorias relaciones humanas.
¿Qué es Señora Klein, sino una burla obvia, descarnada, que evidencia con cerebral ironía al
psicoanálisis, en tanto pretenso y arquetípico redentor del hombre contemporáneo? Wright
simbiotiza dos postulados; la vigencia del existencialismo y la garra impugnadora de la
antipsiquiatría. Sin embargo, la propuesta de Wright es más, mucho más que este –en
apariencia- definitivo cuestionamiento. El dramaturgo no se conforma con patentizar la sátira
establecida –per se-, frente a la realidad irrevocable, en absoluto esquiva. Va más allá; su
discurso escritural recae en la voluntad universalizada que desea edificar la moral, el espíritu,
porque existe –en la médula del alma colectiva- un insaciado anhelo de congruencia
humanística.
Pero, ¿es posible que todo este cúmulo de reflexiones sea sugerido por la historia de la
psiquiatra Melanie Klein, opositora de Freud? ¿Es probable que esta anécdota, que entrelaza
los problemas de tres mujeres anegadas más por su lucha por el poder –en su medio-, que
por su condición femenina o convicciones profesionales, proponga una visión intolerante del
mundo gestado a lo largo de este siglo? Sí, es posible y probable.
Por una sola razón: la lectura de Ludwik Margules a Señora Klein, cuyo espejo es la materia
histriónica que la sustenta. Es decir, la regla de tres, entonces, se aplica en forma cabal; su
común denominador lo constituyen las actuaciones de Ana Ofelia Murguía (señora Klein),
Delia Casanova (Paula Heinemann) y Margarita Sanz (Melitta Schmideberg); tres mujeres
consumidas por la hoguera de una tragedia urdida por las debilidades humanas; tres vitales
actrices poseedoras de una maestría deslumbrante, en una obra estremecedora, que bien
puede resumirse en una sola palabra: inteligencia.
México, noviembre 1990/ abril 1991
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RECORRIDO DEL NUDO LOCURA-PSICOSIS

Alberto Sladogna Ceiman

En conclusión, pudiera preguntárseme: si los hombres enloquecen por tales y cuales causas,
¿cuáles son las que mantienen el equilibrio mental?... Pero, entre tanto, ya es posible
contestar de un modo general y práctico: el misticismo es el secreto de la cordura. Mientras
haya misterio, hará salud: destruir el misterio y ver nacer las tendencias morbosas, todo es
uno.
Gilbert Keith Chesterton

¿Qué sucede para .que un buen día un psicoanalizante se meta a ser psicoanalista?
Jacques Lacan, 3/12/1969

Los problemas que a primera vista parecen totalmente insolubles llevan por esa misma
circunstancia las claves de su solución.
Charles S. Peirce

¿Qué elementos distinguen al psicoanálisis de otras prácticas que provocan efectos


subjetivos? En la sociedad se ejercen actividades –como la magia, la religión, el arte, las
psicoterapias, la ciencia- que también producen efectos en la subjetividad. Esas actividades
¿tienen algo en común con lo que ocurre al final de un análisis? En principio, no. En este
estudio nos ocuparemos de esa diferencia a partir del singular acontecimiento que suele
ocurrir al final de un análisis: el pasaje de la posición de analizante a la de analista.

Abordaremos esa singularidad por un flanco de la cura: el lugar de objeto suscitador del
análisis, que sostiene el psicoanalista.

Es un hecho loco, poco cuerdo para la vida cotidiana, que alguien después de terminar su
análisis quiera ocupar un lugar donde su subjetividad no cuenta y cuyo destino es el desecho.
En efecto, al final de la partida analítica –como planteaba Freud-, el analizante hace algo
diferente de dar un jaque al analista: destituye al psicoanalista del lugar que ocupaba para él.
Esta destitución hace surgir un sujeto en el analizante.

Si eso es así, tal como lo demuestran las versiones que los analistas han dado del final del
análisis, formulamos una pregunta: ¿qué clase de objeto es el analista que permite, soporta y
da lugar a esa destitución? En principio, trataremos de dar razones para las que ese objeto es
un objeto loco; objeto loco fabricado en cada una de las curas.

Kandinsky encontró un objeto loco en el Almiar de Heno de Monet, y al respecto escribió:

“De pronto veía por primera vez un cuadro. El catálogo me informó que aquello era un
almiar. No era capaz de reconocerlo. El no poder reconocerlo me resultó penoso. Pensaba
que el pintor no tenía derecho a pintar de forma tan imprecisa. Sentía confusamente que en
aquel cuadro faltaba el objeto. Y me daba cuenta con asombro y confusión que el cuadro no
sólo te agarraba sino que imprimía además en la conciencia una marca indeleble y que en los
momentos más insospechados lo veíamos, con sus mínimos detalles, flotar frente a nuestros
ojos. Todo esto resultaba muy confuso para mí y fui incapaz de extraer las conclusiones
elementales de esta experiencia. Pero lo que veía con toda claridad era la fuerza
insospechada de la paleta que me había sido hasta entonces ocultada y que iba más allá que
cualquiera de mis sueños”.

Kandinsky está frente a un objeto que no reconoce –el almiar-, sin embargo ese objeto
suscita en él una transformación tal que no sólo abandona su carrera jurídica (era doctor en
Derecho), sino que esa experiencia lo condujo a la invención del arte abstracto. Aquí tenemos
54

una enseñanza de un objeto loco que abre las puertas a una modificación subjetiva.

En el campo de la subjetividad encontramos otros objetos, como los que describe Victor
Tausk en 1919:

“El ‘aparato de influir’ esquizofrénico es una máquina de naturaleza mística. Sólo por
alusiones pueden los enfermos indicar su estructura. Se componen de cajas con manivelas,
palancas, ruedas, botones, hijos, baterías, etc. los enfermos cultos se esfuerzan, con el auxilio
de los conocimientos técnicos de que disponen en adivinar la composición del aparato…pero
no bastan todas las invenciones humanas para explicar las notables acciones de esta
máquina, debido a la cual los enfermos se sienten perseguidos” .

Convendremos en calificar de objeto psicótico a este “aparato de influir”, cuyos efectos


subjetivos se despliegan en el campo paranoico de las psicosis.

A estas formas del objeto, añadimos otro elemento: loco (locura) no es psicótico (psicosis). Ya
lo demostró Ferdinand de Saussure: un significante dice lo que otro significante no dice, hay
entre ellos diferencias .

Sin embargo, el uso cotidiano de la lengua establece, a veces, una equivalencia indiscriminada
entre esos términos. En el presente estudio tomaremos el objeto loco en un marco específico
y delimitado: la acción del objeto en la cura analítica. Ese objeto loco se hace presente en las
intervenciones locas, si se quiere, grotescas, extrañas, que el analista hace durante el análisis.

Adelantemos algunas características de este objeto loco: opera a partir de la urdiembre que
teje cada caso de psicosis, de neurosis y de perversión (tres formas de la normalidad, decía
Lacan ) que arriban al diván; arribo suscitado por ese objeto.

Introducir la locura por la vía del objeto es distinguir (en y para el psicoanálisis) entre las
locuras y las psicosis. Se sabe que la psiquiatría, al parecer por obra de Kraepelin, introdujo el
significante psicosis, dad que locura (por su extensión y vulgarización) obstaculizaba sus
afanes clasificatorios. La distinción que proponemos puede, por un lado, presentarnos un
abanico de anudamientos para el tratamiento posible, el tratamiento analítico de los
interrogantes del campo paranoico de las psicosis, y por el otro renovar los que provienen del
campo histérico de las neurosis. Estos anudamientos despliegan su eficacia a partir de las
locuras, si tomamos en cuenta algunas de las enseñanzas de Lacan sobre la función el campo
del psicoanalista.

EL NUDO CURA-LOCURA

El genio de la lengua castellana traza un lazo sutil entre locura y lo (artículo neutro) cura. En el
habla cotidiana se identifica el análisis con la locura y, en especial, se ve al psicoanalista como
un loco, muy loco, por estar en contacto cotidiano, durante horas, -a veces, por años- con las
cosas locas que dicen sus clientes.

En el seminario L’identification, Jacques Lacan acepta ese saber popular y construye con él un
albergue para el analista:

“Lo que me parece importante es…esta estructura psicótica como algo donde debemos
sentirnos como en casa. Si no somos capaces de darnos cuenta que hay un cierto grado (no
“arcaico” atribuible al nacimiento) *sino+, estructural al nivel del cual los deseos son,
hablando propiamente, locos; si para nosotros el sujeto no incluye en su definición, en su
articulación primera, la posibilidad de la estructura psicótica, no seremos más que alienistas”
.
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Esta observación subraya el convivio del deseo con las locuras; indica una vecindad topológica
entre las psicosis y las locuras. Esa vecindad tiene un efecto: traza la frontera entre el
psicoanalista y el alienista, “Juntos pero no revueltos”, según una expresión popular. Una
frontera distingue entre los elementos de uno y otro de los territorios vecinos, incluso, a
veces, marca las zonas de confusión. La observación pasó inadvertida para los psicoanalistas a
quienes se dirigía en ese seminario. El freudolacanismo de la época -¿impulsado por Lacan?-
no permitía condiciones para orientarse ante el desplazamiento de Freud que efectuaba
Lacan. Una de las causas que impedían extraer conclusiones de las articulaciones del deseo, la
locura y la estructura psicótica es localizable en la experiencia de Freud y de los freudianos
ante las psicosis.

UN LOCO DESENCUENTRO

Para localizar al menos una causa del desencuentro precisemos ciertos acontecimientos
ocurridos durante la invención del psicoanálisis. En el año de 1928, Freud recibió de regalo un
libro –y, de manera fría, freudiana, respondió:

“Apreciando infinitamente vuestro tono caluroso, vuestra comprensión y vuestro modo de


abordar –el tema-, me encuentro, sin embargo, en una suerte de oposición que no será fácil
comprender. Debo finalmente confesarme que la razón era que no amo a estos enfermos; en
efecto, ellos me ponen colérico; me irrito de sentirlos tan lejos de mí y de todo lo que es
humano. Una intolerancia que hace de mí sobre todo un mal psiquiatra…¿no estaré yo
conduciéndome como los médicos de otro tiempo respecto de las histéricas? Mi actitud es
consecuencia de una toma de posición cada vez más clara, en el sentido de la primacía de lo
intelectual, ¿será ella expresión de mi hostilidad respecto de eso?” .

Así contestó Freud al regado de István Hollos –el envío de Mes adieux à la maison jeune. En
ese texto, el psicoanalista húngaro narraba sus experiencias con pacientes psicóticos;
experiencia abortada por el régimen dictatorial de Horthy (1927). István Hollos se analizó con
Paul Federn –psicoanalista que no se prohibía el tratamiento analítico de las psicosis . Hollos
fue miembro didacta y presidente de la Asociación Húngara de Psicoanálisis hasta que ésta
fue prohibida en 1944.

El lector puede hacerse una idea del estilo de Hollos con el siguiente testimonio. En su clínica
Hollos solía recibir visitas de reporteros. Durante el trascurso de una de ellas ocurre el
siguiente episodio:

“Uno de mis enfermos, personajes chistoso, comienza a deambular delante del periodista,
con aire grave y un grueso volumen bajo el brazo.
El visitante lo interroga sobre su actividad:
—Yo soy Guttenberg, soy yo quien inventó la imprenta.
—Es maravilloso, se dice el visitante, muy contento.
La gente teme y espera con el corazón latiendo que el milagro se produzca. Y al fin el loco
habló: he aquí el oráculo místico.
—Es maravilloso; ¿y qué va usted a inventar ahora?
—¡Nada! [respondió el enfermo]; al contrario, guardaré mi invención para impedirle a usted
escribir todas sus burradas sobre nosotros.
El reportaje aparece al día siguiente. El enfermo lee el reportaje; con una fina sonrisa en los
labios, dice simplemente:
—El señor periodista es inconsecuente. Él discutió con “enfermos” y en su artículo habla de
“locos”.
Éste fue el reportaje del enfermo sobre un periodista sano” .
56

Este testimonio nos deja con una pregunta: ¿cómo se distribuyen entre el periodista y el
enfermo la locura y la psicosis?
Freud envió su carta a Hollos, cuatro años antes de responder con una sobria postal para
acusar recibo de la tesis de un joven psiquiatra: Jacques Lacan. La tesis, sobre la paranoia,
contenía una crítica a la “teoría” freudiana del narcisismo .

Así pues, deducimos que en su correspondencia Freud baja las cartas, muestra el juego del
psicoanálisis desde otro punto de vista. El juego ante los interrogantes, vicisitudes y aprietos
que él enfrentaba ante las psicosis cuando inventaba el psicoanálisis. Esa correspondencia
tenía un público específico: un público esotérico .

Estas posturas –esotéricas- atraviesan sus elaboraciones exotéricas . Así comprobamos que
eso y exo no guardan la misma relación que interior-exterior de la esfera, la topología del
psicoanálisis los articula de otra manera, en una banda de moëbius:

(imagen)

En 1894, Freud escribe sobre Las neuropsicosis de defensa (en cartas a Fliess escribe sobre
las psiconeurosis), para tratar de distinguir las psicosis de las neurosis a partir de la realidad.
En 1903, afirma que quien se someta a un tratamiento analítico: “Tiene que ser capaz de un
estado psíquico normal” . Un año después continúa la frase: “Las psicosis, los estados de
confusión y de depresión profunda (diría tóxica) son, pues, inapropiados para el psicoanálisis,
al menos tal como hoy lo practicamos” . (el subrayado es mío).

Esta formulación es paralela al descubrimiento de la trasferencia. El tratamiento de las


psicosis quedó anudado a las elaboraciones sobre la trasferencia y a los destinos de las
transferencias (las paralelas sólo se juntan en el infinito). Las vicisitudes de la trasferencia en
la experiencia freudiana –quizás, la mayor de ellas: su llegada tarde al dispositivo analítico-
son una vía para tratar los impasses freudianos ante las psicosis: tratamiento que se inscribe
como impasse.

Freud, en 1914 –debate con Jung- hace una distinción (observable en la cura) entre las
“neurosis de transferencia” y las “neurosis narcisistas”; las primeras transfieren la libido sobre
el mundo de la fantasía, mientras que en las segundas la libido es transferida sobre el yo del
sujeto acompañada de un alejamiento del mundo exterior . En las psicosis (“neurosis
narcisistas”) no habría condiciones para la transferencia hacia el analista. Freud arriba a una
conclusión: “Ésta última alteración *extrañamiento y vuelta sobre el yo+ los hace inmunes al
psicoanálisis, los vuelve incurables para nuestros esfuerzos”. Esta conclusión suscita en Freud
y en algunos de sus alumnos, los más cercanos, un cercenamiento –Verwerfung- preliminar
en todo tratamiento posible de las psicosis.

El lector tomará nota de que las premisas (distinción entre formas de la transferencia) no son
suficientes para sostener la conclusión (“Las psicosis, los estados de confusión y de depresión
profunda son inapropiados para el psicoanálisis”). Hemos de reconocer (y lamentar) el arraigo
que esa conclusión tuvo y tiene aún hoy, quizás, más que ayer , entre los psicoanalistas. Ese
arraigo es producto de un loco desencuentro que produjo un cercenamiento práctico y un
aval doctrinario para alejar a las psicosis del campo analítico. Se tomó como fundamento
aquello que sólo era una experiencia de Freud. Sus colaboradores, los más cercanos, no
podían poner en duda las posiciones de Freud al confundirlas con los fundamentos del
psicoanálisis. Distinción nada fácil de realizar cuando está activa la transferencia hacia él.

Alejarse del tratamiento de las psicosis alejo también al campo de la locuras. Dentro de este
campo nos interesa estudiar las distintas formas de un acontecimiento loco: el surgimiento
del analista. El delirio mítico del autoanálisis de Freud intentó dar cuenta de ese
acontecimiento. Este surgimiento ocupa la atención del movimiento analítico. Un
57

acontecimiento loco constituido por la emergencia del analista y la correlativa invención del
psicoanálisis. El problema puede exponerse de otra forma: ¿Cómo es que el analizante, al
término de su análisis, lleva a cabo un acto estético advertido y puede entonces ubicarse en
el psicoanálisis sin tener que identificarse con su analista?

Los impasses freudianos ante las psicosis dieron lugar a una homologación de campos vecinos
que, aunque tengan zonas de confusión, de pasajes y traslape de uno con el otro, son dos
campos de experiencia distintos.

(imagen)

Esta escritura permite distinguir varios elementos que orienten la operación analítica: los
locos no psicóticos, los psicóticos no locos, confusión entre locos y psicóticos. La confusión
localiza zonas de traslape entre locura y psicosis, y además, indica una superficie para las
intervenciones en los casos de psicosis.

A pesar esa homologación, y en su contra, el campo de las locuras encontró un terreno


paradójico (terreno al fin y al cabo) para manifestarse con ruidos sordos: el lugar del analista,
el modo de acceso a él y las consecuencias que se desprenden de la ocupación de ese lugar.
Ese terreno ilustra una precisión lacaniana sobre la Verwerfung de Freud:

“Ése sujeto de la castración, nos dice Freud, no quería saber nada en el sentido de la
represión. Y para designar este proceso emplea el término Verwerfung, para el cual
propondremos considerándolo todo el término cercenamiento *“retranchement”+. Su efecto
es una abolición simbólica” (las itálicas son mías) .

Abolir es una operación para suprimir la vitalidad a un organismo. En este caso –surgimiento
del analista- una abolición se lleva a cabo mediante la no inscripción de esa invención, o
borrando su vitalidad en el lugar del Autre (Otro, registro del simbólico) así la intervención del
artefacto analítico queda confundida con las manifestaciones de las psicosis pues sus efectos
vienen del real. Por ejemplo, Melanie Klein no era psicótica pese a cometer la locura de
analizar a sus hijos .

UN FUNDAMENTO: EL LUGAR DEL ANALISTA

Una condición mínima del psicoanálisis es que sólo sometiéndose a la experiencia del análisis
alguien se autoriza a pasar del lugar de analizante al de analista. Abordar los fundamentos del
psicoanálisis permite construir las razones de ese paso. El analista es un fundamento que
hace operar al método analítico: cuando un sujeto asocia un nombre con el psicoanálisis hay
posibilidad para un análisis. Esa asociación se organiza por el sujet suposé savoir. Al suponer
que ese nombre “sabe” sobre lo que a él le ocurre, y ese nombre acusa recibo de la
suposición se dan condiciones para el análisis, allí nace una trasferencia.

La presencia del psicoanalista tiene consecuencias. Recordemos una: las “•psicosis”, las
“neurosis” y las “perversiones” pierden su relación con la práctica psiquiátrica –práctica que
estableció esas distinciones- y debido a esa pérdida se dirigen al analista. Cuando un caso de
autismo llega al diván del psicoanalista, es (y sólo ése) caso pierde sus puntos de contacto con
cualquier otro caso semejante que llega al consultorio del psiquiatra, del terapeuta, del
pedagogo. Porque pierde algo, la subjetividad llega al diván.

La cura del sujeto supuesto saber traza una demarcación entre los efectos esperados del
psicoanálisis y los que se obtienen en las prácticas terapéuticas. Efectos ni mejores ni peores,
simplemente distintos.
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Otra condición, cuyo enunciado sólo define al psicoanálisis lacaniano, es construir los
fundamentos del pasaje del lugar del analizante al de analista. Las razones que fundan ese
paso atraviesan de principio a fin las enseñanzas de Jacques Lacan: treinta años dedicados a
fundamentar una cuestión.

¿Cómo se articulan esas razones con la locura? En principio, a través de las profundas
transformaciones que produce la cura. Transformaciones en el final de cada análisis,
acontecimiento a partir del cual alguien puede tener razones para ocupar el lugar de analista:

“El comenzar a ser psicoanalista, todo el mundo lo sabe, coincide con el fin del análisis. Sólo
tenemos que tomarlo tal como se nos ofrece, si queremos captar algo, hay que partir de ese
punto que, en el psicoanálisis, es aprobado por todos .

Este “aprobado por todos” no está demostrado, basta recorrer ciertos episodios del
movimiento psicoanalítico. Esa norma consuetudinaria tiene tantas excepciones que la
excepción podría llegar a convertirse en norma. Quizás reconocer eso abriría para nosotros,
los analistas, un nuevo territorio de enseñanzas, más atractivo que pretender hacer cumplir
una regla rebasada por diversas clases de actos.

EL DIDÁCTICO: ¿RESPUESTA A LA TRANSFERENCIA?

La “formación” del analista y el acceso a este título preocuparon a los primeros analistas;
primeros después de Freud. Esa preocupación dio lugar al “psicoanálisis didáctico”: un
psicoanálisis especial para quienes por avant-coup –antes de hacer un análisis- tienen “ganas
de trabajar como analistas” . Estas ganas ¿son nudos del “deseo del analista”? ¡That is the
question!

Herman Nunberg, uno de los primeros en insistir en el psicoanálisis “didáctico”, tenía una
formación en psiquiatría realizada –bajo la conducción de E. Bleuler y Carl G. Jung- en la cínica
de Burghölzli. Nunberg y H. Deutsch fueron durante varios años los únicos psiquiatras
participantes de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. ¡Vaya coincidencia!, fueron psiquiatras
los primeros en preocuparse del acceso al lugar del analista. Luego, Max Eitingon impulsó la
instalación del estándar del “didáctico” con carácter obligatorio .

El tema fue tratado en varias ocasiones y desde ángulos diversos. En 1926, Eitingon –I.P.A.
Congreso de Hamburgo- dice tomar el punto de vista de Ferenczi: “El psicoanálisis didáctico
es simplemente un análisis” . Acontecimientos posteriores revelan “simplemente” que eso no
fue tan simple. M. Balint puso de relieve la escasez de publicaciones sobre el tema: hasta
1947 sólo dos textos. Sin embargo, en 1927, se realiza el Congreso de Innsbruck; en 1935, la
Conferencia de Cuatro Naciones, en Viena; en 1937, en Budapest; en 1938, en París, durante
reuniones de carácter esotérico , se presentaron, entre otros, trabajos de Bribing, H. Deutsch,
Sandor Rado, Hans Sachs y Anna Freud. Ninguno trascendió al público exotérico, no se
publicaron, salvo los informes de Eitingon (10 en total).

Balint constata que el hecho de que: “durante veinticinco años, uno de los problemas más
importantes del psicoanálisis, el de la formación, fuera aperas discutido y, en todo caso, no
por escrito, constituye una advertencia grave” . Para Jones se trata de una “falta de interés”
(sic). Balint sostiene que es un caso de inhibición. Sus explicaciones no son excluyentes: la
falta de interés es el camino por el que suele transitar la inhibición. Una inhibición ¿no es
acusar recibo de una advertencia?

El corte del nudo entre esotérico-exotérico (el debate y la ausencia de publicaciones) revela
que no se alcanzó una elaboración transmisible del problema. La articulación esotérico-
exotérico no es fácil, por ejemplo, si se considera que todo lo esotérico tiene que estar a
59

disposición de lo exotérico; al pasar del uno al otro sin interrumpir la continuidad nos
instalamos en el terreno de la paranoia. La paranoia se caracteriza por perder los límites de la
intimidad, como lo indica el sufrimiento de algunos telepatas emisores: todos conocen sus
pensamientos .

Pasar al público un tema sin condiciones mínimas de transmisión convierte un problema en


algo trivial, en un hecho obsceno, o sólo despierta el pudor. Si contamos hasta tres nuestro
problema encuentra otro tipo de solución que deje pasar algo de un lado al otro. Contar a
partir de tres introduce un elemento entre lo esotérico (privado, interior) y lo exotérico
(público, exterior). Ese elemento permite el pasaje, el movimiento de un lado al otro,
entonces qué mejor que contar con un agujero:

(imagen)

Una vez que el agujero encuentra lugar, un agujero en la experiencia (por ej.: los análisis de
sujetos psicóticos), la elaboración doctrinaria genera las condiciones para que algún hecho de
la cultura abra el camino para transmitir el problema descubierto . En psicoanálisis –no es
ningún secreto- el reconocimiento del problema es ya una solución.

El agujero singular del análisis de los analistas fue cubierto de normas, a tal grado que no se
llegó a incluir en el psicoanálisis. En 1922, Eitingon formuló, con carácter obligatorio, la
segunda regla fundamental: “Estamos firmemente convencidos que en lo sucesivo nadie
puede aspirar al rango de analista practicante si él mismo no fue analizado” . La formulación
de Eitingon acepta que antes no era así. Sin dar fundamento a tal aceptación notemos que allí
(en ese antes) como el micelio de un hongo germinará el delirio del autoanálisis tratando de
fundamentar el antes. Luego “en lo sucesivo no” pero ¿antes o después le sería posible eludir
un análisis a quien ocupa el lugar de analista? ¿Para qué convertir en norma un hecho de
estructura? La formulación de un elemento estructural como “norma prescriptiva” construye
un obstáculo y promulgarla hace difícil su tratamiento.

¿Qué llevó a un analista, Max Eitingon, cercano a Freud, a normar esa perogrullada?
Adelantemos una respuesta: si todo analista llega a ese lugar luego de finalizar su análisis
¿cuál habrá sido la situación en el caso de Sigmund Freud? ¿Será un caso autoengendrado
como lo preconiza el autoanálisis? La cuestión en juego es la siguiente: cómo dar cuenta del
paso del cero al uno, pasaje que un antes sin psicoanálisis y sin analista –un antes de Freud- a
un después, con el invento del psicoanálisis y Freud, un nombre asociado al título de
psicoanalista. La invención de Freud quedó registrada sin su fundamento. Éste debió esperar
un tiempo, sesenta y siete años aproximadamente, para encontrar un lugar en el
psicoanálisis: en 1967 cuando Jacques Lacan llevó a cabo su seminario L’acte psychanalytique.
A partir de allí, la école lacanienne de psychanalyse comenzó una labor para precisar los
alcances de ese fundamento en el psicoanálisis en intensión y en extensión.

Eitingon aclara que se llega al lugar de analista sólo después de haber sido “analizado”.
¿Cómo interviene allí, en ese análisis el calificativo didáctico? El didáctico intentaba matar
varios pájaros de un tiro: a) despejar algunas incógnitas subjetivas del candidato; b) el
candidato por la experiencia se convencía, quedaba mordido por el inconsciente; y c)
transmitir como “esta ahí” en el lugar del analista. De allí el calificativo de didáctico, se trata
de la didáctica del psicoanálisis: el modo de operar del analista. El obstáculo fue que en esa
didáctica (para espanto de algunos , fatiga de otros , e incomodidad el resto) Freud y sus más
allegados volvieron a encontrar a una invitada que llegó con retraso al diván: la trasferencia.
Este obstáculo fue trasmitido como problema entre los psicoanalistas freudianos.

Para enfrentarlo, se propuso como respuesta la identificación del futuro analista con su
analista a través del psicoanálisis didáctico, así lo testimonian, en fechas recientes, las
proposiciones del Dr. Antonio Santamaría, experimentado didacta de la Asociación
60

Psicoanalítica Mexicana:

“El buen psicoanalista es también uno de ellos *un selfobject+…y como el selfobject que con
gusto tolera que al final el candidato lo desidealice, que se decepciones óptimamente de él; y
que en esas condiciones ambos puedan llegar al puerto del alta terapéutica/didáctica… en lo
sucesivo, con las funciones del analista internalizadas transmutativamente” . (más adelante
veremos las razones de su proposición)

La identificación con el analista es una respuesta de los primeros freudianos a la transferencia


con Freud. No se sabía –en tanto saber producido por el inconsciente- qué hacer con la
trasferencia; no se sabía cómo hacer para transferir el lugar del analista al paciente que
quiere hacer se cargo de él; no se sabía qué lugar ocupa, si es que alguno deba ocupar, la
subjetividad, la persona del analista. Indicar este punto de atascamiento localiza esa
dificultad mas no la resuelve. Volveremos sobre este punto.

El psicoanálisis didáctico es también una respuesta al interrogante promovido por la


invención de Freud; invención que lo constituyó en psicoanalista. El didáctico fue sensible
además a otro hecho: el psicoanalista ha de tener un análisis singular, pues su subjetividad
puede contaminar los análisis que dirige. Observación válida, entonces ¿cómo sostener que
un didáctico, al ahorrarse el análisis del “deseo de ser psicoanalista”, pueda sortear la
subjetividad de un candidato freudiano o kleinieano o lacaniano? Esta pregunta sólo vale
cuando el psicoanálisis didáctico es reglamentado en forma institucional, con carácter
obligatorio. Esa reglamentación ex cátedra impide, más aún, se prohíbe los fines que
persigue. Esa prohibición no hace distinciones “teóricas”. Por ejemplo, no encontramos
razones suficientes en las proposiciones del Dr. Santamaría para la siguiente afirmación:

“El análisis didáctico no resuelve trasferencias primitivas, preestructurales” .

Es posible que en un caso haya ocurrido eso, sin embargo nada autoriza a generalizar. Esa
afirmación lleva directamente a una pregunta: ¿dónde resuelve el candidato esas
transferencias primitivas?

En el Instituto Psicoanalítico de Berlín -1923- apareció la primera reglamentación: el análisis


didáctico debe durar, por lo menos, seis meses y tener un máximo de un año. El reglamento
marca un tiempo a la transferencia, quizás sea ese reglamento el causante de la llamada
“liquidación de la transferencia”. ¿Cómo es posible sostener y proponer un tiempo
preestablecido al hecho transferencial? Hagamos una pregunta hipotética: ¿qué destino le
espera a un analista novel que formule una estimación temporal de un análisis determinado?
Será tomado de los fondillo y arrojado de cualquier institución, con el siguiente comentario:
“Se nota que le falta análisis”. Sin embargo eso no impide al Instituto de New York fijar un
tiempo máximo –cinco años-, agregando que si el candidato no concluye, en ese tiempo, es
desahuciado: “Lo que natura non da, The New York Institute lo suministra”. Fijarle un tiempo
a la trasferencia impide encontrar los fundamentos del tiempo transferencial. Precisar esos
fundamentos genera condiciones para hacer otra cosa.

Investigar estos problemas nos lleva a los fundamentos del análisis a secas; tarea a la que
dedico su enseñanza Lacan, ningún otro analista, después de Freud, se ocupó de ello. Sus
enseñanzas no constituyen una “teoría nueva” enfrentada a “otras teorías”. La historia de la
escritura ilustra este tema. Jean-François Champollion lee la Rosetta Stone e introduce un
fundamento metodológico para descifrar los jeroglíficos. El fundamento permite descifrar y
constituye el campo del desciframiento. Este episodio marcó un hito en la historia de la
escritura y el desciframiento. Los fundamentos de Champollion no están en la misma serie,
por ejemplo, que las “teorías” simbólicas presentes en la arqueología de la época.

Al localizar los fundamentos, Lacan hace visible un terreno donde sostener la experiencia.
61

Lacan abrió la brecha para distinguir entre las razones de la práctica analítica y el espíritu
religioso de los inefable, espíritu representado por las “teorías” que eluden y eliden los
fundamentos.

ESCANSIÓN: FUNDAMENTOS DE UNA INTERVENCIÓN

Estos fundamentos permiten comenzar a levantar la hipoteca que implicó la llegada tarde de
la transferencia a la experiencia freudiana, y también, enfrentar las formulaciones de
Eitingon. La situación del didáctico amenazaba, y amenaza, con volverse un poco loquita; el
movimiento analítico, hasta Lacan, operó drásticamente: lo quita de la circulación pública. Se
constituye el secreto, ya no sólo para el público sino para los mismos analistas.

La Sociedad Psicoanalítica de París vivía ese malestar en 1949-1950. En su discusión sólo


participan los miembros titulares. En 1951, en 1952 y en 1953 hay exposiciones de J. Lacan
sobre una “modificación técnica” . Recuérdese que J. Lacan se sometió a un análisis didáctico
y que él mismo era un didacta de la SPP, reconocido como tal por la International
Psychoanalytical Association (I.P.A., institución creada por Freud en 1910). Se conoce el título
de dos exposiciones: El psicoanálisis, ¿dialéctico? Y El Psicoanálisis, didáctico . El malestar
parece disolverse; pero, con toda claridad, esa modificación es el motivo principal para
provocar la renuncia de Lacan a la Sociedad Psicoanalítica de París y en consecuencia a la
I.P.A.

¿Cuál es el motivo que impidió la conciliación en un organismo conciliar? En el seno de la


I.P.A. se concilian las “teorías” más disparatadas. El disparate llega a tal nivel que en 1989, la
I.P.A. convocó a un congreso internacional en Roma para precisar cuáles eran los
fundamentos que sus miembros compartían .

¿Cuál era la modificación lacaniana? Una modificación en el tiempo de la sesión. Se trataba


de la sesión “breve”, “cortada”, ”puntuada”, “escandida”, “interrumpida”, “abreviada”, serie
que atraviesa el tiempo, el acto de cortar, la puntuación. Estas operaciones se realizan en el
tiempo de la suposición del análisis. Los nombres que recibió y recibe subrayan que no se
deja atrapar con facilidad. Dos elementos más le acompañaban: variación del canon de
frecuencia y de los llamados “honorarios” .

¿Cuánto y en qué condiciones Lacan operaba así? Tres testimonios nos informan de ello.
Heinz Hartman, presidente de la I.P.A. en 1953, decía que: “Se debatían serias desviaciones
del análisis didáctico que iban en contra de la experiencia y las convicciones de la mayoría” .
(subrayado de ASC). Luego, Daniel Lagache escribe: “Sin embargo, desde 1951 se hacían
objeciones a Lacan en la Comisión de Enseñanza, con motivo de la introducción en sus análisis
didácticos de un procedimiento que consistía en el acortamiento de las sesiones” .
(subrayado de ASC). Por último, leamos al innovador: una polémica antigua donde “yo había
defendido públicamente el uso regular de sesiones más cortas en ciertos análisis, y
especialmente en el análisis didáctico, en el que la particular naturaleza de las resistencias me
había parecido que lo justificaba” . (subrayado de ASC).

Producir modificaciones en el análisis didáctico motiva la exclusión de Lacan de la I.P.A.


(8/07/1953), y ya no puede participar –con carácter de miembro- del XVIII congreso de
Londres (celebrado veinte días más tarde), uno de cuyos temas fue la formación de analistas.

La modificación pone al descubierto que, para Lacan, el didáctico no carecía de consecuencias


sobre la clínica y la doctrina del psicoanálisis a secas. A partir de allí, quizás, extiende esa
práctica al resto de los análisis que conducía. Demostrando un hecho: la singularidad de
ciertos casos impone modificaciones no aleatorias a la cura. Esas modificaciones descubren
un fundamento nuevo y trastocan el análisis.
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Hace algunos años participé de una animada plática, y allí pregunté “¿cuál es la diferencia
entre las sesiones escandidas y aquellas regidas por el reloj?” Una gentil participante, luego
de intentar respuestas inteligentes, cavilando dice: “Bueno, che, no es una diferencia de
fondo, mi analista no la practica”. Cierto, no es de fondo, sino de una superficie donde se
puede efectuar un corte. Escandir introduce un corte entre la experiencia freudiana y la
experiencia lacaniana, son dos estilos de analizar distintos y de consecuencias distintas.

La modificación introducida por Lacan tiene el carácter de un acto analítico: él se autoriza a


intervenir en la cura según la naturaleza del caso, sin solicitar el previo consentimiento de la
“teoría” o de la “institución”. La naturaleza del caso funda (fundamenta) una intervención.
Ese acto revela que el análisis “del analista” pertenece a la clínica y subvierte la doctrina.
Cortar esa pertenencia provoca el abandono del psicoanálisis. Es de lamentar que hoy
algunos lacanianos se suman a quienes hacen gala de ese abandono .

La I.P.A. no toleró una modificación donde ella había situado, de manera correcta, la
transmisión del psicoanálisis. ¿Transmisión de qué?:

“Hemos comprobado que el analista didáctico es el modelo referencial definitivo y último


para el desarrollo y la consolidación de la identidad del futuro analista. Esto reclama que el
senior didáctico esté en su cenit alrededor de la edad en que Freud analizó a Eitingon, es
decir, los 53 años. Madurez, identidad y humildad son aquí la clave según se dijo en Viena, en
1971, al celebrarse The 4th. Pre-Congress on Training” .

Proponer la “identificación con el analista” señala el camino tomado por los analistas
freudianos para transmitir el psicoanálisis y garantizarle continuidad. El didáctico se hacía
cargo del análisis del candidato, convencerlo de la existencia del inconsciente, aparte de
encargarse de la transmisión del psicoanálisis. ¿Es posible “matar tantos pájaros de un solo
tiro”?

El acto de Lacan cuestionaba el estándar que identifica al analista. La escansión modifica la


uniformidad del didáctico en tres registros esenciales de la actividad analítica:

a) El simbólico, al reconocer el carácter fundante de la palabra en el análisis produce una


precisión trivial: la historia del sujeto está tejida con palabras; una historia de palabras
dirigidas al analista. La intervención del analista opera sobre las formulaciones históricas que
se le dirigen, a pesar de lo cual no deja de operar en el campo de la palabra. De ahí que la
acción analítica que opera sobre los significantes provoque cambios no en la historia sino en
las posiciones subjetivas del analizante ante “su” historia, abriendo las puertas a una historia
que puede desprenderse del pasado;
b) El imaginario, la ausencia del estándar permite que el sujeto realice las imágenes que no
son sólo las de su experiencia infantil. ¿Por qué impedirle –de antemano- analizar su deseo de
“ser analista “? El estándar fija condiciones a la locura, lo cual revela su carácter delirante ;:
c) El real, Lacan divide la realidad del real; en el deseo de realidad encuentra la realidad del
deseo; al real lo coloca a cargo del analista: “realizar el real” es el final del análisis. La
obscuridad que acompaña su formulación del registro real, en 1953, deja leer, sin embargo,
su estrecho contacto con el analista y el final de la cura.
Si el estándar es una de las piezas para la identificación del analista como analista, el
cercenamiento operado en la I.P.A. con Lacan es consecuencia de haber cuestionado una
transferencia de “generaciones”. James Strachey lo dice con su formulación del fin del análisis
(entiéndase: fin de un análisis conducido por él): identificación con el superyó del analista.
Freud escribió respecto al superyó lo siguiente:

“El superyó del niño no se edifica en verdad según el modelo de sus progenitores, sino según
el superyó de ellos; se llena con el mismo contenido, deviene portador de la tradición, de
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todas la valoraciones perdurables que se han reproducido por este camino a lo largo de las
generaciones” (se engarzan por lo menos tres generaciones: el hijo junto al padre de su
padre) .

Ésta es una de las razones de la propuesta del Dr. Santamaría, quien así revela su adscripción
a la tradición freudiana, y quizás por ello describe la terminación del análisis didáctico en los
siguientes términos:

“Es el hijo que sale ya del consultorio didáctico, a sabiendas inclusive de que su análisis fue
imperfecto, pero bien contento de que al menos ya sabe dónde está y cómo cuidar su
‘tendón de Aquiles’” .

Su texto se anuda con la posición de James Strachey al encadenar generaciones. En el caso de


Strachey encontramos tres generaciones: un analizante de Strachey; el analista, James
Strachey y el analista de Strachey, Sigmund Freud. Se forma una cadena de transmisión. Esa
cadena escribe las generaciones familiares de un sujeto pero ¿qué efectos tiene su
trasposición al psicoanálisis al quedar comprendidos los psicoanalistas en una genealogía
“familiar”?

Esta trasposición confunde al sujeto en análisis con el analista.

UNA PRÁCTICA LACANIANA EN LA CURA

La escansión en Lacan responde a “la particular naturaleza de las resistencias”; resistencias en


“l análisis didáctico”. Imaginemos un caso: un sujeto, en su práctica como analista, lleva a
efecto una intervención no prevista en los cánones de la tradición analítica. Este sujeto ¿qué
lugar encuentra para inscribirla en el lugar del Autre (Otro) cuando su didáctico está
organizado para “transmitirle” (vía la identificación…) la conservación de una tradición que él
acaba de modificar? ¿No ilustra este caso la particularidad de las resistencias movilizadas en
el didáctico?

El didáctico además encontró otros motivos en el hecho cierto de que el analista para operar
como tal no pone en juego “sus” significantes subjetivos. El psicoanalista, para escándalo de
algunos u horror de otros, cuando opera no lo hace como un neurótico, un perverso o un
psicótico.´

En el psicoanálisis didáctico se pone en juego un elemento de importancia tal que produce


situaciones difíciles tanto de parte del analizante como de parte del analista. El Dr.
Santamaría se da cuenta de ello. Así su texto La soledad del psicoanalista permite leer esa
dificultad. Esa soledad es la que se produce cuando el analista está ante sus analizantes, allí
no está la “institución”, tampoco la “teoría”. Es el tiempo de la prueba: “A ver si como roncas
duermes”. Esa soledad revela la clase de acto efectuado por quien se autoriza como analista.
La legislación impuesta al psicoanálisis didáctico suprime el acto de Freud en la invención y,
en algunos casos, provoca un acting-out como autorización. Esa soledad no es cualquier cosa:

“A veces la deprivación sensorial inherente a la soledad amenaza con el derrumbe psicótico…


Tales son los selfobjects de que habla Kohut (1971, 77, 84, etc.)…Son selfobjects de sostén
que mantienen la autocohesión y la sobrevivencia” (subrayado de ASC) .

Así el fin del didáctico, según el Dr. Santamaría o H. Kohut, está dado por la incorporación del
selfobject de su analista a la subjetividad del analizante. A partir de allí, ese analista nunca
estará en condiciones de hacerse responsable de las consecuencias de sus actos. El acto
analítico corre a cargo del analista . De ahí, entonces (reclamación de Ferenczi a Freud) el
objetivo de hacer un análisis “completo”, “acabado”, garantía de la “neutralidad” del analista
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ante los decires de sus analizantes.

Se sabe que esta proposición condujo a tomar al analista como modelo de identificación para
el analizante. Pero, con ese modelo a cuestas ¿cómo puede el analista tomar cada caso como
un caso nuevo? Este modelo ¿no es un obstáculo, inclusive un impedimento para
formulaciones renovadas y respuestas nuevas a las incógnitas del caso? Y por último ¿por qué
sentenciar que el fin del análisis debería concluir en un modelo?

Legislar sobre el didáctico impide reconocer lo nuevo que pueda derivarse de él, caso por
caso, y esto, también dentro de las “instituciones”. No olvidemos que a Jacques Lacan el
didáctico conducido por Loewenstein no le impidió arribar al psicoanálisis, sino que fue
motivo de las subversiones que produjo en él.

Si eliminamos las posiciones subjetivas del analista (identificarse con él, tomarlo como
selfobject) y los modelos de sus ideales ¿cuál es la otra posibilidad en juego? El primer paso
de Lacan es cambiar el lugar del didáctico, poniéndolo al final del análisis. El final califica de
didáctica a tal o cual cura. ¿Quién tiene la palabra para decir esto? Eso proviene de la
naturaleza de los actos que lleve a cabo, como analista, quien terminó su análisis. Ninguna
institución tiene injerencia en el asunto. Esto revela que el didáctico lacaniano está sometido
al tiempo del análisis: el après-coup, el final abre un principio.

En segundo lugar, “la identificación con el analista” está compuesta por la serie de los ideales
y del superyó, serie organizada por un eje metafórico: un significante viene en lugar de otro
que queda reprimido. La transmisión generacional de los ideales de los padres del candidato
será reemplazado por la de aquellos del didacta institucional: los del analista de este didacta.
Esta formulación “teórica” –aquí en sentido restringido: intento de explicar un hecho- no
siempre da cuenta de lo que efectivamente ocurre en esos análisis. Sin embargo, esa
“”teoría” es causa de enormes obstáculos para introducir modificaciones o experiencias
nuevas en psicoanálisis. Estas invenciones enfrentan el obstáculo de las “identificaciones” del
analista, producto de los mitos analíticos. Heinz Kohut escribió:

“El crítico que quiera poner en tela de juicio ciertas posiciones esenciales propuestas por
Freud se compromete a una tarea que supera con mucho los aspectos [de su
cuestionamiento] que necesitan argumentos lógicos y presentación de material clínico para
confirmarlos. Una vez que todo está dicho y hecho, y cuando con alguna prudencia y alguna
convicción se haya presentado el argumento, después de un tiempo, la formulación de Freud
retoma de nuevo su antigua influencia sobre nuestros espíritus por un atractivo
profundamente enraizado, y la lógica y las pruebas deben ceder el terreno” .

Estas líneas de H. Kohut son parte de su último escrito; falleció poco tiempo después de
escribirlo, y fue Thomas A. Kohut, su hijo (transmisión familiar), quien lo presentó y editó el 7
de noviembre de 1981, en Chicago. El autor subraya el hecho de que Freud tenía una gran
capacidad para “mitologizar los conceptos claves de su sistema científico y de implantarlos
muy firmemente, a través de nombres y de asociaciones culturales enraizadas en el espíritu
del círculo extendido de aquellos que lo siguen”. La teoría de la identificación es una
propuesta fallida de transmisión del psicoanálisis, teoría que pone en riesgo la continuidad de
la experiencia.

¿Será éste un destino que debe cumplirse inexorablemente? Su frecuente repetición no basta
para responder afirmativamente. Gracias a Lacan, tenemos otra posibilidad: si el analista
presta la “stultitia de su existencia”, al detener el desplazamiento metafórico, provoca un
deslizamiento metonímico (por contigüidad se pasa del nombre al objeto), entonces, el
analista queda sosteniendo, por suposición, el lugar de un objeto singular. Cada analizante
del “mismo” analista tendrá un encuentro con un objeto diferente.
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Ese objeto se construye por el vaciamiento subjetivo del analista . Una operación fuera del
ámbito familiar. Ese vaciado contornea el objeto causante del deseo.

Sólo por este fundamento es posible sostener que al fin del análisis se produce por un lado el
des-ser del analista, y por el otro una destitución que hace surgir un sujeto nuevo –de parte
del ex analizante-. En el caso de quien tiene razones para autorizarse como analista, a
sabiendas de lo que le ocurrió (subrayo el tiempo verbal) a su analista, se produce el hecho
loco de un acto que inventa un analista. Ese invento no encaja en ningún estándar freudiano,
kleiniano o lacaniano: está fuera de serie.

La escansión de la sesión, las extrañas intervenciones de Lacan en la cura, ponían en juego


esta posibilidad, como se lee en el siguiente caso:

“Él, alumno de Lacan, está ahora, desde hace muchos años, en análisis con el maestro.
Después de un tiempo “apropiado”, y mientras continuaba su propia cura, se había instalado
como psicoanalista. Después de un tiempo suplementario y no menos apropiado parécele
que su análisis está terminado.
Informa de ello a Lacan y se levanta del diván el día mencionado por él como el de su última
sesión, declarando:
-Bueno, mi análisis ha terminado.
Respuesta:
-Pero no ha comenzado” .

Lacan hizo la locura de callarse la boca ante la serie de actuaciones “razonables” de ese
analizante, e incluso, cuando la abrió fue de manera loca: “Pero no ha comenzado”,
conclusión: no se puede terminar aquello que no comenzó. ¿No hay allí una apuesta a
quebrar el estándar mítico fabricado por la serie estudiar con el maestro, estar en análisis e
incluso “terminarlo”, como razones suficientes para autorizarse como analista? Además
tenemos en este caso, una proposición clínica: un decir loco sale al encuentro de un pasaje al
acto –el sujeto se levanta, declara el “análisis terminado”; léase, con ese decir, la declaración
del analizante.

La quiebra del estándar construye un albergue para la locura, y hace notar la diferencia entre
ella y la psicosis. Una diferencia que deja lugar para sostener el convivio de la locura con las
envolturas con que la toman cada caso de psicosis, de neurosis y de perversión, sin que las
confusiones opáquenlas diferencias.

El ingenio de nuestra lengua nos brinda una serie de locuciones que presentan a este objeto
loco :

Loco, ca: tiene un origen incierto, algunos lo ubican en el árabe: láuq,láuq. Aparece en el
castellano en el siglo XII. Y sus notas definitorias están dadas por las de un sujeto que ha
perdido la razón; irreflexivo, disparatado e imprudente.

El psicoanálisis comenzó con la búsqueda de la razón del sueño, del lapsus, o del acto fallido,
en cada uno de esos fenómenos subjetivos encontró una razón perdida: el deseo loco.

Pimienta loca: elemento que le da sabor a la vida.

¿No es ésta una función del artefacto analítico ante ciertos casos de melancolías extremas?

Tordo loco. Pájaro solitario, ave del orden de los pájaros. Se alimenta de insectos y no es raro
en España, donde se halla en parejas o solitario.

El psicoanalista ante su acto de ofrecerse como objeto está solo, allí no cuenta la protección
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social, allí sólo cuenta el acto advertido.

Cosecha loca: que excede siempre a lo ordinario.

Lo ordinario, digamos, lo común es que un sujeto sufra por lo que le ocurrió con sus padres,
hermanos, tías, su esposa, sus hijos, y hasta sus jefes en el trabajo. El exceso analítico está
dado por un encuentro con un objeto que se sale de lo común.

Vena de loco: genio inconstante, voltario. En física se dice de la brújula cuando pierde la
propiedad de señalar el norte magnético, y de las poleas u otras partes de las máquinas
cuando giran libre e inútilmente.

Las intervenciones del analista son para él imposiciones, no provienen de una estrategia
previa, y sólo a posteriori confirman su valor analítico .

Viruelas locas: las que no tienen malignidad, son pocas y ralas.

La intervención del artefacto analítico permite que el analizante se cure de algo, en principio
de su analista y con ello de una lista, extensa o no, de personajes.
Loco de atar: persona que en sus acciones procede como loca.

Gracias a la senda abierta por Lacan, los psicoanalistas tenemos condiciones para llevar a
cabo acciones, donde procedemos como locos, por ejemplo, al aceptar recibir a un sujeto que
delira, y alucina en nuestro consultorio y darle el trato de normal . Nadie ha logrado
demostrar que eso sea un acto de cordura.

Loco perenne: persona que en ningún tiempo está en su juicio y siempre está de chanza.

A la regla de la asociación libre le corresponde una regla que afecta al analista: la suspensión
de su juicio. No es desde su juicio que interviene.

Cada loco con su tema: frase que explica la tenacidad y apego que cada uno tiene a su propio
dictamen y opinión.

El psicoanalista no tiene otro remedio, si en su horizonte está el análisis, que dejarse llevar
por la tenacidad y apego que cada uno de sus analizantes tiene a “su” tema.

Más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena: refrán que enseña que en los negocios
propios más sabe aquel a quien pertenecen que el que, mirándolos desde lejos, se introduce
a juzgarlos sin conocimiento.

El analista se implica en la cura, no puede operar en ausencia o en efigie; está envuelto como
objeto de la misma.

Un loco hace ciento: frase que expresa el influjo que tiene el mal ejemplo para viciar la
costumbre.

Las modificaciones locas producidas por Lacan y las que surgen a partir de su enseñanza, pese
a todas las críticas en su contra no dejan de ser atractivas, así los miembros de la I.P.A. o de
otras sociedades engalanan sus escritos con citas de él . El estilo histriónico de Lacan (“Ese
clown” decía una psicótica, de nombre Marguerite Anzieu) fue suscitador de transferencias
sin parangón en el movimiento analítico.

No hay loco que coma lumbre: cada uno sabe lo que hace.
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Aquí el refrán viene en auxilio del analista, en primer lugar porque permite distinguir entre la
locura y la trivialidad. El loco no es un tonto. El loco puede pasar por tonto –navegar con
bandera de tal- mientras que la inversa deja a la tontería sin tocar.

UNA DISTINCIÓN ENTRE LUGAR DE LA CURA Y LUGAR DE TRANSMISIÓN

Las vueltas del analizante en torno de su objeto analítico construyen una superficie subjetiva.
Con el borde de esas superficies se pueden hacer nudos. En las superficies y con los nudos
subjetivos se efectúan operaciones que transforman tanto a las superficies como a los nudos.
Así al prestarse a operar como un artefacto loco, el analista hace la locura de poner una
distancia inconmensurable entre sus ideales y el objeto causante del deseo. El analista no
dispone de la cura como un lugar para lograr adeptos a su institución, a su “teoría” o a su
grupo. Los discípulos de Lacan requerimos de otro tipo de transmisión de la experiencia. Eso
tiene un nombre y se llama escuela. Una escuela es un espacio donde decía Lacan:

“No puedo dialogar más que con alguno que yo fabrique para comprenderme en el nivel en
que hablo”.

Y luego agregaba un determinativo de lectura:

“Sepan, solamente, que de eso no se trata en el análisis” .

Lacan sale al cruce de la peregrina idea que postula el psicoanálisis, conducido por X o Y
analista, como determinante de la pertenencia a tal o cual posición, doctrina, tendencia o
“institución” de un nuevo analista. Una tarde, en el consultorio de Jacques Lacan se produce
el siguiente diálogo:

“Una joven atractiva, interesada en el psicoanálisis, acababa de leer un trabajo en el seno de


la École Freudienne de Paris. El trabajo mereció los elogios de Lacan, luego ella concurre a
una entrevista con él:

— Señor, quiero solicitarle el nombre de un analista, pues quiero hacer un análisis lacaniano.
— ¿Cuál es el motivo? ¿No está usted en análisis?
— Ya no lo soporto, es un miembro de la Internacional, no tengo nada que ver con eso.
— Pero…yo vengo de ahí.”

El didáctico, cuando se revela como tal, distingue entre el análisis del sujeto y la trasmisión
del psicoanálisis. Ciertos hechos del movimiento analítico lo confirman: Ernest Jones no siguió
los pasos de su analista S. Ferenczi; Melanie Klein no tuvo con Freud la posición de Abraham,
su analista y, last but no least, Jacques Lacan no compartió ningún aspecto de la visión clínica
y doctrinaria de su didacta, R. Loewenstein.

Proponer el análisis, llámese didáctico o no, como reclutador privilegia un elemento


paranoico: no hay azar, todo está determinado, no hay posibilidad de nada nuevo bajo el sol.
Por vía de ilustración, véase el “análisis” que Fromm hace de la doctrina de Freud: todo está
determinado por la relación de Freud con su novia, con su mamá, con su papá, con su
posición social, por su personalidad. Fromm no saca ninguna consecuencia de que Freud,
siendo médico de profesión, inventó un método que no tiene cabida alguna en la deontología
médica . Ese estilo de “análisis” confunde las identidades del sujeto (Freud para el caso) con
el analista. Del sujeto en análisis al analista media la distancia de un acto analítico, paso dado
por Freud. Un acto cuyos fundamentos no encontraron los analistas freudianos.

Sin embargo, no nos apresuremos a sacar conclusiones. La afirmación de Lacan, citada más
arriba, trae una incógnita: ¿qué quiere decir “alguno que yo fabrique para comprenderme en
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el nivel en que hablo”? Para contestar a este interrogante nos queda abordar el estudio
detallado de casos de folie-à-deux (locura en pareja), en un punto específico: las formas de
transmisión entre los co-delirantes. Ese estudio permitirá despejar la estructura formal de
transmisiones inéditas hasta el momento.

La folie-à-deux sostenida por Jacques Lacan con Marguerite Anzieu lo llevó a su análisis y,
además, propició las condiciones para inventar el ternario de simbólico-imaginario-real.
Agreguemos que no debieron pasar muchos años entre los últimos encuentros de Lacan-
Marguerite Anzieu y la conferencia del 8 de julio de 1935, fecha de nominación, por vez
primera, de los tres registros .

Si algo se transmite entre los participantes de un delirio , habrá de tenerse en cuenta un


interrogante: ¿cómo se modifica el delirio de la folie-à-deux cuando uno de los co-delirantes
se integra a ella como objeto (artefacto), un objeto advertido de lo que le ocurrirá al final de
esa danza? Allí encontraremos elementos que permiten a los psicoanalistas organizarse y
compartir un topos con otros analistas. Ele topos desliza el salvajismo de los delirios
personales –la personalidad es la paranoia- por el sometimiento ante un objeto, al punto de
no poder hacer otra cosa mejor que decir sus efectos. ¿No será éste el nudo que organice y
haga posible la transmisión en una escuela? ¿No es ese estilo de transmisión el que impone a
los discípulos de Lacan, organizados en una école lacanienne de psychanalyse, dar las razones
necesarias y suficientes ante el Otro de la cultura para sostenerse como artefactos locos ante
las psicosis, las neurosis y las perversiones de cada cura?

Pascuas, 1993.
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TRANSMISIÓN FREUDIANA:
LA EXPERIENCIA DE ERICH FROMM

Alberto Sladogna

El poeta no debe proponer jamás un pensamiento sino un objeto, es decir que incluso al
pensamiento debe hacerle tomar una pose de objeto.
Francis Ponge

Sé que aún se me ignora. Podemos tomar a Erich Fromm como un nombre dentro del
psicoanálisis que no me menciona. El libro de Erich Fromm “La crisis del psicoanálisis” –él
considera que hay menos gente que se analiza en Norteamérica- me ha sorprendido, no me
menciona. Para él soy un desconocido.
Jacques Lacan, Londres, 1975.

INTRODUCCIÓN

Freud inventó el psicoanálisis sin tener claridad sobre los principios que surgían de esa
experiencia; ¿era posible hacerlo de otra manera? Esa característica forma parte de cada
invento. Los fundamentos surgen a-posteriori. El psicoanálisis es una experiencia subjetiva
íntima a partir de la cual se fabrican los medios necesarios para transmitir un saber surgido de
ella como lo revela S. Freud al construir La interpretación de los sueños con sus producciones
oníricas.

Cada invención conlleva una dosis de docta ignorancia. Una dosis también localizable en otras
prácticas: la etnología descubrió el obstáculo del informante luego de estudiar por más de
cien años los rituales de antropofagia. Un estudio reciente reveló que esa práctica es un
relato…de los informantes. Claude Lévi-Strauss –partidario de la realidad del rito- toma
precauciones cuando estudia las articulaciones entre el canibalismo y una enfermedad
hereditaria, el kuru, en la Nueva Guinea. Dice:

Sin embargo la prudencia se impone, ya que las prácticas de canibalismo descritas por los
informantes indígenas con una prodigiosa abundancia de detalles ya habían desaparecido en
el momento en que comenzaron las investigaciones. No disponiendo de observaciones
directas y de ninguna experiencia de campo, no se puede afirmar que el problema haya sido
resuelto definitivamente.

Las matemáticas, 5.000 años después de las primeras operaciones con números, produjeron
un texto: Fundamentos de la aritmética –investigación lógico-matemática sobre el concepto
de número, de G. Frege, editado en 1879.

Cuando Freud inventó el psicoanálisis lo hizo sin someterse él mismo a las “reglas” de la cura
analítica. Así, las “reglas” permiten ubicar la excepción. Esa excepción tiene consecuencias
sobre las bases de su experiencia e incide en el estilo freudiano de transmisión de su clínica y
de su doctrina. La situación de la transferencia –en los casos donde está en juego el acceso al
lugar de analista- se ha revelado como uno de los puntos sensibles de incidencia de la
excepción. El psicoanálisis queda afectado en su práctica –y en consecuencia, en su existencia
misma- si, a partir de su accionar, no produce las razones necesarias y suficientes de tal o cual
maniobra analítica, sea en la cura, sea en la enseñanza, sea en la transmisión.

Ubicar esas razones (o la ausencia de ellas) provoca modificaciones substanciales: así es


posible distinguir las diversas prácticas analíticas que se derivan de las razones doctrinarias
que transmite tal o cual analista. Contar con las razones necesarias y suficientes le permite al
psicoanálisis abordar incógnitas de su práctica guiado por la operación de despejarlas. Esa
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guía brinda un instrumento ajeno a una norma previa frente a los hechos en el terreno clínico
o doctrinario, en lugar de pasarlos por el tamiz de tener que responder a lo que se “debe
esperar”, se inicia la acción de despejar la incógnita aceptando que así sucedió. Jacques Lacan
abrió una operación semejante con su intervención en el campo del psicoanálisis, en especial,
por medio de la acción del corte y pegado efectuado en la lectura del texto de Freud.

Lacan destacó el lugar de la destitución subjetiva en el pasaje de la posición de analizante a la


posición de analista, en su “Proposición del 9 de octubre de 1967” sobre el analista de la
Escuela”: “El ser del agalma, del sujeto supuesto saber, completa el proceso del
psicoanalizante, en una destitución subjetiva”. Lacan introdujo así una incógnita en la
articulación sobre el fin de una cura: el procedimiento del pase. Subrayó un elemento de la
incógnita: en el pase, si el pasante es un psicoanalizante, es un psicoanalizante en una
posición singular pues habla de “sus” razones, las de él, para ocupar el lugar de analista, a
diferencia de un psicoanalizante en intensión que habla guiado por sus síntomas. Esa
singularidad abre el pase hacia el terreno del analista, lo desplaza del fin del análisis, aunque
ese fin opera en algunos casos como su disparador. Esa destitución no gobierna u orienta la
cura ex cátedra o ex nihilo, es un elemento doctrinario surgido de la experiencia del
psicoanálisis…didáctico. Por ello puede abordarse el tema por su excepción. Los casos donde
no se llega a efectuar.

Para medir los alcances de la destitución seguiremos las huellas de la experiencia de Erich
Fromm, formado en la didáctica del Instituto de Berlín, en 1932. Un psicoanalista en función,
“puesto que funcionan como analistas, lo que quiere decir que hay gente que se analiza con
ellos”. Fromm llegó a México a fines de 1950 y desarrolló durante cerca de 25 años una
“clínica” y una “doctrina”. Su enseñanza tuvo impacto en la cultura. Los temas que él abordó
tienen una coincidencia temática y cronológica con las enseñanzas que desarrollaba Lacan a
partir de 1951, en París: el complejo de Edipo, la ética, la formación del analista, los
postulados “teóricos” de Freud, el zen, etc. Esa coincidencia subraya que a E. Fromm los
problemas del psicoanálisis no le eran ajenos.

Seguiremos, de manera particular, su forma de acceso al lugar del analista y el impacto de


ella en su enseñanza como analista. Tomamos como “experiencia de Fromm” a los
testimonios que él dejó en publicaciones doctrinarias, autobiográficas, y en la
correspondencia que pudimos consultar. También damos albergue a los testimonios
aportados por aquellos que estuvieron concernidos por esas enseñanzas.

Este recorrido anuda la situación del psicoanálisis en México, 1994, con la invención del
psicoanálisis freudiano, en la Viena de principios de siglo, pues se trata de un analista
formado en Munich y Berlín entre los años 1920 y 1930. Este elemento subraya, si no el
carácter freudiano, al menos un punto de origen de las posiciones de Erich Fromm. Su acceso
al lugar del psicoanalista siguió los mecanismos previstos por la institución creada por Freud,
en 1910, la Internacional Psychoanalytical Association (I.P.A.). Fue en la policlínica de Berlín
donde Eitingon instituyó la carrera didáctica. En una carta de Fromm a Martín Jay, fechada el
14 de mayo de 1971, le precisa su posición:

No he dejado nunca el freudismo…a menos que se identifique a Freud con su teoría de la


libido…Considero que el logro básico de Freud es su concepto de inconsciente, sus
manifestaciones en la neurosis, los sueños, etc., la resistencia y su concepto dinámico del
carácter. En cualquier caso, nunca renuncié al psicoanálisis, nunca he querido formar una
escuela propia. Fui separado como miembro de la International Psychoanalytical Association,
a la cual había pertenecido, y soy todavía (1971) miembro de la Washington Psychoanalytic
Association, que es una institución freudiana .

Fromm, pese a no dejar “nunca el freudismo”, al ser “separado” de la I.P.A. mantiene su


pertenencia a una “institución freudiana” y rechaza la constitución de “una escuela propia”.
71

Ante la maniobra institucional, él responde con otra, se asocia a una institución freudiana,
donde el síntoma revela su identificación; maniobra semejante desarrolló Edward Glover:
ante su inminente expulsión de la asociación británica por las diferencias con M. Klein se
inscribe en la asociación suiza, conservando así la membrecía y su puesto en la I.P.A. Jacques
Lacan, en 1953, renunció a la Societé Psychanalitique de Paris, y fingió demencia ante la
comunicación de la Dra. Eissler –presidenta en turno de la I.P.A.- que le informaba la
cancelación de su membrecía a ese organismo. Abandonó esa posición el 21 de junio de 1964
al fundar la École Française de Psychanalyse, llamada luego École Freudienne de Paris. La
vacilación entre Française y Freudienne, no le impidió constituir una école, misma que para el
público era la “école de Lacan”. Ante maniobras semejantes encontramos consecuencias
distintas.

CERO: INVENCIÓN DEL PSICOANÁLISIS

Freud inventó y transmitió esa experiencia al público, tarea que requiere de enorme energía.
En sus textos encontramos solicitudes a sus colegas para obtener elementos confirmatorios
de tal o cual hipótesis sostenida opr él. En 1912, en el Zentralblat für Psychoanalyse, se lee:

A los colegas que ejercen el análisis les solicito que reúnan y analicen cuidadosamente sueños
de sus pacientes cuya interpretación autorice la inferencia de que los soñantes han sido en su
primera infancia espectadores de un comercio sexual.

Ocupado en su invención no tenía energía ni tiempo ni encontró otras posibilidades de


transmisión, así fue como lo hizo. El tiempo de inventar y el de su transmisión no tienen
sincronía, están desfasados, sus operaciones se realizan en registros y lugares distintos, como
Freud lo señala: el primero en la experiencia directa; el segundo en la escritura de esa
experiencia. La invención abre las puertas a la transmisión cuando un fragmento del invento
ha cesado de no escribirse. La escritura propicia condiciones para precisar o reconocer las
hipótesis en juego y también para que una contra-experiencia sea admitida en el campo del
invento; verbigracia, mientras que para Freud no había fin del análisis para Melanie Klein, M.
Balint, J. Lacan y otros psicoanalistas esa experiencia tenía lugar. En las enseñanzas de E.
Fromm detectamos un sesgo bizarro: lo que se acaba es el psicoanálisis y se abre el infinito
de la experiencia “humanística” justo en el punto donde él hace suya una proposición
freudiana: el autoanálisis.

¿Cuál era la respuesta al invento freudiano entre los primeros analistas? Muchos sólo
tuvieron como posibilidad responder a la solicitud de Freud. Así leemos en una carta de Freud
a Ferenczi:

el domingo último recibí la visita de nuestro lejano principiante Sutherland, de Sagar, India,
un hombre muy simpático. Está traduciendo la Interpretación de los sueños. Tras de él está
Berkeley-Hill, un hombre más joven, que está psicoanalizando hindúes y acumulando toda
clase de confirmaciones.

La confirmación apunta al grado de verosimilitud de una hipótesis pues ella requiere que
otros le otorguen o no verosimilitud, sin embargo debemos tener en cuenta que una ausencia
de confirmación no implica un rechazo de la experiencia como lo indica la posición de L.
Wittgenstein. El filósofo refuta las hipótesis de Freud sobre la interpretación de los sueños sin
hacer objeción a la experiencia del psicoanálisis.

Durante un viaje a los EE.UU, Freud introdujo una metáfora célebre en el psicoanálisis: “No
saben que les traemos la peste”. Esta metáfora es una metáfora de la transmisión, dado que
ésa es la característica de una peste: transmitirse. Esa metáfora ¿brinda una imagen
pertinente de su objeto? En la topología subjetiva desarrollada por P. Souri la presentación
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de la singularidad es uno de sus ejes organizadores; ese eje organiza la transmisión de esa
topología subjetiva. Cada objeto al ser presentado tiene que dar cuenta al máximo de sus
singularidades. Tomemos un objeto trivial, una camisa, si se requiere su exhibición para
venderla –una forma de transmisión; no es lo mismo utilizar una plancha para subrayar sus
bordes, cortes, pliegues y otras singularidades que emplear una aplanadora para ese fin. Con
el empleo de una aplanadora las singularidades quedarían aplastadas. Si regresamos a la
metáfora de la peste encontramos que ella aplasta las singularidades del objeto que intenta
transmitir, el psicoanálisis. Llevada a sus consecuencias últimas debe considerarse, por
ejemplo, el horizonte de la inoculación y su neutralización. ¿No es este el mecanismo para la
elaboración de las vacunas? El estilo de transmisión de la peste encontró rápidamente
antídotos, lo cual llevó a Freud a intentar distintas vías de trasmisión: una institución creada a
partir de la imagen de la iglesia y el ejército –la I.P.A.-; una cofradía de caballeros –los siete
anillos del comité secreto, encargado de velar la transmisión del psicoanálisis-; las cartas y,
por último, una variación del sistema epiclére –herencia familiar- no a través del yerno (caso
del epiclerato estudiado por Jean Allouch) sino a través de una hija retenida para ejecutar la
función de cuidar el “fuego del hogar” (la tradición y transmisión de la tradición) en la casa
paterna; en el caso de Freud fue la función desempeñada por su hija Anna Freud,
psicoanalista activa dentro de la I.P.A.

UNO: LA PESTE Y LA APARICIÓN DEL PSICOANALISTA

La peste transmisora del psicoanálisis tuvo efectos en las modalidades de acceso al lugar del
analista. Freud, a partir de su Selbstanalyse, no estaba advertido de que una experiencia
podía permitir el paso a ese lugar sin que se confundan los significantes subjetivos de la
“persona” analista con los del analizante. Erik Porge llamó la atención sobre la dificultad de
traducir ese término alemán por “autoanálisis” sin lograr proponer otra traducción.
Abordemos esa dificultad por otro camino: la invención del psicoanálisis por Freud a partir de
una excepción: En el origen, más que “autoanálisis” no hubo análisis a secas. ¿Con quién se
podría haber llevado a cabo en el momento en que se lo inventaba? El término de
“autoanálisis”, es el nombre púdico de esa situación excepcional. Una excepción que no fue
obstáculo para el invento y por el contrario formó parte de él. Tan no fue un obstáculo que
Freud escribe La interpretación de los sueños cumpliendo con una de las reglas
fundamentales del psicoanálisis freudiano: la asociación libre.

Sin embargo, Jung, en 1912, le advertía a Freud sobre la pertinencia de un análisis para quien
se interesara en la práctica analítica. La respuesta de Freud fue el análisis didáctico. Por la
didáctica freudiana el candidato queda convertido en un creyente del invento freudiano. Así
se transmitía el nombre de Freud: cada análisis confirmaba la creencia. Este sistema de
transmisión es una peste: inoculado el paciente-candidato con el bacilo del inconsciente se le
dejaba partir par a que procediera a su vez a inocular a otro, quien a su vez reproducía el ciclo
del contagio. Así Abram Kardiner nos cuenta que:

Freud…pensaba que una vez descubierto el complejo de Edipo y entendida la


homosexualidad inconsciente, cuando uno sabía el origen y la fuente de todas estas
reacciones, algo ocurría que le permitiera a uno traducir estas comprensiones en la vida
actual y por lo tanto modificarla.

Y luego concluía:

Sin embargo, en cuanto tocaba a mí, su invitación de que yo debería elaborar sobre todo
esto, solamente me dejó perplejo. De aquí en adelante el análisis continuó a la deriva.

Al regresar a los EE.UU. Kardiner lleva consigo una carta de Freud donde se documentaba la
autorización para el ejercicio del psicoanálisis, en especial, ejercicio de la didáctica.
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Propagado el psicoanálisis, surgió un síntoma cuando esos pacientes “que hacían la


experiencia del inconsciente” pasaban a ocupar el lugar de analistas. A ese síntoma Freud lo
bautizó, haciendo gala de delicadeza, con un nombre sutil: psicoanálisis silvestre. Un efecto
notorio de esa situación era el desbalague en la clínica, así como en su doctrina, y en
contrapartida, un realce nunca visto de su nombre. Ese nombre sostenía los análisis de los
nuevos analistas. En 1910, escribía:

Hace algunos días acudió a mi consulta, acompañada de una amiga, una señora que se
quejaba de padecer estados de angustia. La enferma pasaba de los cuarenta y cinco años,
pero aparecía bien conservada y se veía claramente que no había perdido aún su
femineidad…un joven médico al que hubo de consultar le había explicado que la causa de su
angustia era la necesidad sexual. No podía prescindir del comercio masculino, y para recobrar
la salud había de recurrir a una de las tres soluciones siguientes: reconciliarse con su marido,
tomar un amante o satisfacerse por sí misma. Esta opinión había desvanecido en la paciente
toda esperanza de curación, pues no quería reanudar su vida conyugal, y los otros dos medios
repugnaban a su moral y a su religiosidad. El médico le había dicho que su diagnóstico se
fundaba en mis descubrimientos científicos, y acudía a mí [¿quién acudía a él? ¿ella o él?]
para que se lo confirmase definitivamente.

Este escrito concluía informando la creación de la I.P.A., para salir al encuentro de un


problema. ¿Cuál? La respuesta salvaje a la transferencia, Freud transfirió la respuesta a una
institución y a un procedimiento, el análisis didáctico:

En la primavera de 1910 hemos fundado una asociación `psicoanalítica que hace publicar los
nombres de sus miembros, con objeto de poder rechazar toda responsabilidad derivada de la
actuación de aquellos que no pertenecen a nuestro grupo y dan, sin embargo, a sus
procedimientos médicos el nombre de psicoanálisis.

La I.P.A. era una institución destinada a proteger del salvajismo de la trasferencia a la


doctrina, hoy día estamos al tanto de sus resultados: el salvajismo encontró un hábitat, una
reserva ecológica, en la institución. Nótese que el “salvajismo” proviene del texto citado, a tal
grado que en él se localiza la exclusión que afectará a Freud para constituir una escuela de
psicoanálisis. El “salvajismo” proviene de la fomentación y fermentación de las pasiones
amorosas que desataba el invento, y justamente de eso el artículo confiesa no querer saber
nada. Agreguemos que la didáctica ha conocido y conoce diversas modalidades en el campo
analítico, sus formas no siguen necesariamente los postulados freudianos. Como en el caso
de los psicoanalistas húngaros o en el de J. Lacan, que la ubicaba como efecto a-posteriori de
la cura.

Ante las pasiones amorosas desatadas por el invento del psicoanálisis y la fomentación
trasferencial que ello conllevaba, el movimiento psicoanalítico, con la participación de Freud,
no encontró otro remedio que imponerles un encuadre estándar para las sesiones, un
proceso académico institucional, llamado “análisis didáctico” para los candidatos y una lista
de nombres. Los miembros de esa lista tendrían su “responsabilidad” en la cura ¿protegida?
¿avalada? ¿reconocida? ¿autorizada? Por la institución. Esa institución legisló el psicoanálisis
didáctico (1920) e impidió estudiar las respuestas “salvajes” del analista a los movimientos
transferenciales suscitados por él.

A pesar de estos inconvenientes, Freud logró insertar, en forma sui generis su invención en la
cultura. Una inserción que estaba más allá de sus cálculos y con una fuerza aún vigente. El
carácter literario de sus textos, la novela clínica de sus cinco psicoanálisis, contribuyó a esa
situación. Un efecto similar ofrecen los textos de E. Fromm, en castellano, inglés, alemán, e
italiano, mientras que en lengua francesa su obra, como la de otros freudianos, sigue siendo
desconocida. Notemos que la inserción freudiana no fue ajena a su transmisión y al hecho
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de que otros tomaron, gracias a ella, el lugar de psicoanalistas.

Las respuestas “salvajes” tenían por virtud indicar una crisis en la formulación de la
trasferencia. Freud las confirmaba pues coincidiendo con la nueva institución, distribuye los
siete anillos: Abraham, Rank, Sachs, Jones, Eitingon, Ferenczi y el suyo. Hanns Sachs,
colaborador cercano de Freud, redactor de textos que llevan la firma de Freud (cfr.: Algunas
consideraciones sobre el concepto del inconsciente en psicoanálisis), describía la distribución
de los anillos:

El regalo de estos anillos implicaba una significación simbólica precisa; nos recordaba que
nuestras relaciones mutuas tenían el mismo centro de gravedad. Nos daba también
consciencia de pertenecer a un grupo en el grupo, aunque ningún lazo explícito existía o
ninguna tentativa para convertirse en una organización separada haya sido hecha.

Este testimonio confirma la existencia de un problema: el destino de la trasferencia en los


“candidatos” a analistas. ¿Cómo resguardar la práctica subjetiva, íntima, del análisis de una
trasferencia no efectuada en el analista? La formación de la trasferencia no incluía como
posibilidad la salida de la posición de analizante en intensión, no estaba contemplada su
efectuación. El resguardo se extendía también a la invención clínica y doctrinaria del
psicoanálisis, pues una lectura de los textos freudianos bajo trasferencia sólo trasmitía la
peste; así la lectura de La interpretación de los sueños condujo a M. Klein, a Erich Fromm, a
Hanns Sachs al diván. ¿Cómo salían de allí? Hanns Sachs, antes de morir, escribe:

Mi primera lectura del libro titulado Traumdeutung [La interpretación de los sueños] fue para
mí un hecho capital –como el encuentro con una “mujer fatal”- el resultado fue más que
benéfico…Cuando terminé el libro, había encontrado el objeto de mi existencia; numerosos
años después descubrí que eso podía, igualmente, hacerme vivir.

Una protección –la I.P.A.- convoca a otra protección –los anillos- que a su vez llama a otra, y
así, ad infinitum. Un infinito propuesto por Freud, en su texto de 1937, Análisis terminable e
interminable, donde hace la siguiente precisión:

Todo analista debería hacerse de nuevo objeto de análisis periódicamente, quizá cada cinco
años, sin avergonzarse por dar ese paso. Ello significaría, entonces, que el análisis propio
también, y no sólo el análisis terapéutico de enfermos, se convertiría de una tarea terminable
[finita] en una interminable [infinita] (Los corchetes son del traductor)

Si bien Freud matiza su aseveración distinguiendo este problema de la conclusión de la labor


analítica, debemos constatar que el matiz no limó la afirmación. Esa aseveración se ligó con
una proposición: el autoanálisis. Proposición que Fromm hace suya en un escrito póstumo:
Del tener al ser. Los primeros freudianos no lograban incorporar el sesgo de la trasferencia en
la transmisión. La protección les jugó una mala pasada, ¿de qué habría que proteger al
psicoanálisis? Además, la experiencia de análisis y su transmisión no fueron de la mano, pese
a una opinión muy aceptada; basta recorrer algunos episodios del movimiento analítico para
constatarlo. El testimonio de H. Sachs ilustra este inconveniente en la trasmisión del
psicoanálisis:

Ésta es mi confesión. Tengo razones para creer que Freud no encontró en mí algunas de las
cualidades a las cuales atribuía tanto valor, faltaba algo en nuestra relación. Este algo que
crea una intimidad espontánea entre dos personas del mismo género y del mismo
tono…Estaba consciente en todo momento, sin embargo lo había admitido como una parte
necesaria de la relación entre el maestro y el eterno discípulo.

Sachs testimonia así su condición de eterno discípulo -¡Qué enormidad! Es una maldición
infernal, toda la vida estudiando al maestro Freud. No obstante, confesión a cuestas, fue el
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primer analista didacta, tarea a la que fue llamado por Eitingon y que desempeñó en el
Instituto de Berlín. El caso de H. Sachs, ¿no ilustra un caso de análisis interminable?

DOS: UN EMBUTIDO PROHIBIDO

¿Cómo se inserta Erich Fromm en esta urdimbre de transferencias sin efectuación y


transmisión del psicoanálisis? Hanns Sachs fue el último de los cuatro analistas que visitó. Los
pormenores de un acontecimiento ayudan a precisar el lazo entre la peste freudiana, H. Sachs
y E. Fromm.

Para ello recurrimos a Rainer Funk, quien escribe al dictado de Fromm “una biografía
autotestimonial”, donde recoge –sin obviar su participación- aquello que Fromm le narra
cerca del final de su vida. Así, en la primera de forros leemos: “Fromm –Vida y obra- Con
testimonios de Erich Fromm y documentación gráfica reunida por el autor”. Fromm hace este
relato a sabiendas de su publicación; un relato hecho en los últimos años de su vida cuando la
fragilidad de su salud –reiterados ataques cardíacos- anunciaba un cercano desenlace,
momentos donde ya no se tiene mucho que perder, y por ello, varios fragmentos de la verdad
pueden darse a la luz.

Así tenemos acceso al “alejamiento” de Fromm de la práctica ortodoxa del judaísmo. Este
movimiento participa de lo que hemos llamado un acontecimiento en la vida de Fromm.
Sigamos paso a paso el relato.

Fromm pasa revista a las relaciones que mantuviera por más de cinco años con el Dr. Salman
Baruch Rabinkow, un rabino perteneciente al judaísmo jasídico jabad. Con él tomaba clases
de Talmud todos los días, durante cinco años. Rabinkow tenía una interpretación humanista
del judaísmo que residía en la autonomía del individuo y en su desarrollo. He aquí un
elemento del acontecimiento: la escena sobre la cual va a desarrollarse otra escena. Esa
escena de fondo muestra el final de una relación de amado-amante (erastés-eromenós) entre
el maestro del Talmud y su alumno. La relación con Rabinkow concluye en 1926, año donde
se desarrolla otra escena, misma donde tendrá lugar el acontecimiento. Con el telón de fondo
de la ruptura con un maestro de la ortodoxia, Fromm se dirige a la “ruptura” con ella.

Esa ruptura tenía peso para Fromm tanto que Rainer Funk intercala el siguiente comentario:

Cuan dramático fue ese paso en aquel momento lo aclaró Fromm gustosamente con el relato
de su caída en pecado.

Este es el relato de esa caída:

Ocurrió en 1926 en Munich, donde le retenía su formación psicoanalítica. La práctica


ortodoxa estricta implicaba también el evitar toda comida no kosher, es decir no comer carne
de cerdo y mucho menos un embutido hecho de esa carne. Fromm estaba frente a un kiosco,
inhaló el aroma del chorizo de cerdo que estaba sobre la parrilla, dudó un rato, se dio ánimo y
lo compró para comerlo. Fromm llevó a cabo exteriormente lo que ya venía haciendo
interiormente: junto a sus maestros del Talmud había comido del árbol del conocimiento; ese
acto de desobediencia fue –como en el caso de Adán y Eva- no su perdición sino un paso
hacia su propia vida. Respecto de la cultura y la praxis religiosa judías, vale para él lo que
formuló sobre Adán y Eva y su relación con la naturaleza: “Con este primer paso de cortar los
lazos entre el hombre y la naturaleza comienza la historia –y la alienación-. Como hemos
visto, ésta no es la historia de la ‘caída’ del hombre sino la historia de su despertar y de este
modo del comienzo de su elevación”. Estas afirmaciones las escribió Fromm cuarenta años
después en Y seréis como dioses. En este libro –en el que se nota la entrega con que fue
escrito- siguen vivos sus maestros judíos y también revive aquel Fromm que fuera talmudista
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hasta 1926.

De este relato se desprende que:

a) La ruptura con Rabinkow ocurrió durante su estancia en Munich, estancia motivada por “su
formación analítica”;
b) El relato habla de una escena: Fromm compra un chorizo de cerdo, “se dio ánimo y lo
compró para comerlo”;
c) La narración incluye un comentario “Fromm llevó a cabo exteriormente lo que ya venía
haciendo interiormente: junto a sus maestros del Talmud había comido del árbol del
conocimiento”;
d) Teniendo en cuenta esta versión encontramos una calificación de la acción desarrollada
pro Fromm: “ese acto fue…no su perdición sino un paso hacia su propia vida”.
e) Se trataba de un “despertar” que no carecía de “alienación”.
f) El fragmento que citamos corresponde al final de un capítulo, el II; luego sigue el III titulado
“De la experiencia talmúdica a la psicoanalítica…”; ni Fromm, ni su biógrafo, cayeron en la
cuenta de que el episodio del “embutido de cerdo” se producía en el marco de su “formación
analítica”.

Estos elementos parecen configurar el mecanismo descrito por Freud en su texto Recordar,
repetir, elaborar. Cuando el paciente no recuerda algo en el análisis lo actúa. Lacan acentúa la
actuación y desplaza el problema del campo de la memoria a la dirección de la cura y la
transferencia; así la actuación del paciente es una mostración dirigida al psicoanalista para
que éste recuerde que está allí como analista. El apartado (f) nos permite decir que ese
episodio de Fromm constituye una actuación en público, cualquiera la podía ver, su
psicoanalista entre otros, especialmente él pues le estaba dirigida, sesgo subrayado por Lacan
como dirección del acting-out. Indiquemos otro componente de la actuación: Fromm no dice
haber comprado y comido el embutido, sino que hizo el acto de “comprarlo” para “comerlo”,
o sea que el acto de comerlo, según el relato, quedó postergado, sin embargo la escena fue
llevada a cabo en público, y publicada; esa escena recibe el nombre de “caída en pecado”, en
principio frente a la ortodoxia judía; ¿su análisis quedaba fuera de los alcances de la escena?
Tanto Fromm como su biógrafo dejan testimonio de que algo no entró en la cuenta, o no
pertenecía a esa cuenta o que no fue tomado en cuenta.

Fromm estaba en Munich ocupado en “su formación” con su primer analista F. Reichman.
Esta es la única entre sus cuatro curas de las que Fromm relata “su” final. Cuatro años más
tarde, en su primera sesión de análisis con Hanns Sachs –cuarto analista-, compelido por la
asociación libre, Fromm lanza la siguiente asociación:

Ya que tengo que decir todo, quiero decirle que cuando lo vi, pensé que Ud., tiene ‘cara de
cerdo’. El Dr. Sachs –comenta Fromm- contestó de una manera muy estúpida, como no lo
haría un analista muy experimentado, pero estaba muy lastimado, debió haber tenido sus
propios problemas con su cara; dijo ‘No creo que yo le disgustara. Afuera, en el guardarropa,
Ud., puso su sobretodo cerca del mío’. El guardarropa era más bien angosto, era imposible
colgar mi sobretodo en otro sitio.

Esta palabra impuesta, “cara de cerdo”, mantiene una relación metonímica –derivado de- con
el embutido de cerdo que cuatro años antes marcaba su caída en pecado. Además, al agregar
que era “imposible colgar mi sobretodo en otro sitio”, nos indica que, pese a ese imposible,
Fromm encontraba un lugar donde sostener el abrigo, el guardarropa de Sachs. ¿Qué ocurrió
entre su primer análisis –didáctico- y el último?

TRES: UNA ABOLICIÓN DIVERTIDA


77

Fromm actúa la escena del embutido de cerdo –“lo compra para comérselo”- y cercena su
relación con la ortodoxia. Mostrar ese intento de cercenamiento ¿era una señal de
subjetivación? La reaparición del significante cerdo, cuatro años después, señala que la
cuestión seguía su curso. Por otro lado, se puede constatar la insistencia en los textos de
Fromm, una y otra vez, del significante ortodoxia. Avancemos una hipótesis: Fromm, al no
saber lo que perdía al transgredir la prohibición de la ortodoxia, quedó en un estado tal que
busca abrigo en el análisis con Hanns Sachs. Y allí encuentra a…Freud, de acuerdo a la
descripción que F. Möllenhorf hace del consultorio de Hanns Sachs:

El diván estaba colocado de tal modo que el analizado quedaba frente a un busto de Freud
colocado sobre un alto pedestal de madera. Sachs no decía mucho durante la sesión. Cuando
hablaba las frases eran concisas y breves, y le encantaba formular las interpretaciones
siempre que fuera posible, con citas de poetas y escritores…Sin duda, la ‘función especular’
dominaba la sesión.

¿Cuáles fueron los efectos para Fromm de ese encuentro con el busto de Freud? Un
encuentro con la mirada de Freud, una mirada bastante rígida al provenir de una efigie.
Mirada que no sólo lo miraba a él, sino también a su analista.

Jacques Lacan señaló que cuando algo de la vida del sujeto queda cercenado (Verwerfung), el
efecto es una abolición simbólica. Así el “Hombre de los lobos” de la castración no quería
saber nada, escribió Freud, en ese punto se produce en él la alucinación del dedo cercenado.
Lacan va indicar un punto de cruce entre el simbólico y el real, sin intervención del
imaginario, donde se puede producir una alucinación sufrida por el sujeto o el acting-out que
el sujeto actúa. Señalemos que esa abolición de la ortodoxia, actuada en 1926, tuvo
consecuencias. La misma se llevó a cabo invirtiendo sus efectos, Fromm quedó atrapado por
el resto de su vida en una religión que lleva en su nombre el significante “psicoanálisis”.
Convengamos que actuar el levantamiento de la prohibición ortodoxa no implica
necesariamente un ajuste de cuentas con la religión; así Fromm presentándose como
psicoanalista no ortodoxo se mantenía dando vueltas alrededor de un eje: la ortodoxia
freudiana. Esa inversión surgió en un análisis y fue producto de esa experiencia, una inversión
divertida por ciertos componentes picantes producidos por el embutido. Algo ya queda en
claro: a Erich Fromm no se le puede “reprochar” falta de análisis: encaró en cuatro ocasiones
la experiencia.

CUATRO: EL IMPOSIBLE SE FUNDA POR UNA FORCLUSIÓN DIVERTIDA

¿De dónde proviene la fuerza que esas inversiones tienen sobre E. Fromm? Viene de una
experiencia sufrida por él bajo una forma divertida. Para avanzar algo sobre este imposible –
el imposible, decía Lacan, es uno de los nombres del real- recurrimos a una proposición de
Fromm escrita en su primer texto de psicoanálisis El dogma de Cristo (1930):

El método del psicoanálisis individual es por lo tanto un método “histórico”: la comprensión


del desarrollo emocional sobre la base del conocimiento de la historia de la vida del individuo.

Fromm se mantiene muy cerca del planteamiento freudiano; recordemos que para Freud el
trauma jugó un papel importante; hecho traumático que servía de disparador, entro otros,
del ataque histérico e incluso de las alucinaciones que presentaban algunas de sus pacientes.
Para Freud y Fromm, a falta de una apreciación correcta de la trasferencia, los elementos de
la historia reconducen al esquema de lo ocurrido con los padres y dejan de lado un hecho
textual: se trata de una historia hablada dirigida al analista.

¿Qué ocurrió con Fromm y su “desarrollo emocional”? Encontramos un elemento histórico,


quizás traumático, a los veintiséis años de edad, en 1926, año de la “adquisición del embutido
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de cerdo”. Uno de los componentes de la puesta en escena calificaba al episodio como “un
acto”. ¿De qué acto se trataba? Sabemos de su relación con la “caída en pecado”, metáfora
empleada en ocasiones para hablar de la iniciación sexual. Un acto ligado a una caída, ¿no
sabemos de qué o de dónde o hacia dónde se caía? Sólo se caía y punto.

Hemos detallado la sincronía entre la ruptura con el Dr. Rabinkow, su maestro en el Talmud, y
la escena de la compra del embutido. Allí se hizo el “acto de comprar”, ahora encaremos otra
clase de acto. Se trata de un acto escrito pues se hace con él un acta: Erich Fromm se casa con
su analista Frieda Reichman con quien se encontraba en “formación analítica”.

Nos autorizamos a decir que se casa con su analista dado que el proyecto de casamiento fue
discutido por ambos con un tercer analista, Karl Landauer; en esa discusión “decidieron
continuar el análisis de E. Fromm con otro analista”. La construcción del párrafo no deja claro
a quienes comprende ese “decidieron continuar el análisis”, amén de que los involucrados
por ese “quienes” continúan “el análisis de Fromm”, éste sólo queda como objeto no como
un sujeto que quiere continuar su análisis. Esa extraña construcción gramatical ¿no es el
índice de que algo difícil de ubicar, en sus consecuencias, sucedió en el transcurso del análisis
de E. Fromm con Frieda Reichmann? El biógrafo se ve llevado a dar un contexto de este
casamiento:

Erich Fromm conoció el psicoanálisis a través de Frieda Reichmann. Frieda Reichmann fue su
primera analista, y así como Sandor Rado se casó con su paciente Emmy, y Wilhelm Reich con
su paciente Annie Pink, así también la relación terapéutica de Frieda Reichman y Erich Fromm
terminó en casamiento.

En el contexto queda claro el lugar de Rado y Reich –los analistas- que se casaron con sus
pacientes; cuando llega al caso de Fromm ubica el casamiento como término del mismo, y en
efecto, la experiencia parece indicar que en esos casos el análisis no puede continuar. Sin
embargo, en este caso, el psicoanálisis continuó pues Fromm lo conoció “a través de Frieda
Reichmann” y allí decidió dedicarse a su práctica como psicoanalista, mientras continuaba su
análisis con el Dr. Wilhelm Wittenberg, luego con Karl Landauer y por último con Hanns
Sachs. Curas donde carecemos de datos para establecer si la decisión tomada, en su primer
análisis, de instalarse como psicoanalista, haya sido un tema abordado y, si lo fue, tampoco
hay elementos para establecer si Fromm asoció el casamiento con esa decisión.

Volvamos a Frieda Reichmann, psicoanalista egresada del Instituto de Berlín, donde tomó su
análisis didáctico con Hanns Sachs, en 1923. En 1924 ella abrió un sanatorio en Heildelberg:
“sanatorio que era una especie de pensionado y de hotel judeo-psicoanalítico”, de acuerdo a
la imagen transmitida por los asistentes. Un lugar condensado: sanatorio-pensionado-
consultorio-¿sinagoga?, allí regían de manera estricta las leyes de la alimentación de la
ortodoxia…judía, o sea, kosher, sólo kosher y nada más que kosher; más allá, prohibido
estaba el embutido de cerdo.

Los visitantes a ese sanatorio tenían como condición para ser aceptados “pasar por un
psicoanálisis”; así, al acompañar a una paciente de Frieda, Golde Ginsburg –una anterior
prometida de Erich-, Fromm comienza su análisis con Reichmann. La acción de mostrar –
actuación de Fromm en el transcurso de su toranálisis o torapeuticum con Reichman- hace
nudo con la ruptura con su maestro rabínico. Es necesario precisar entonces que el acto de
casarse con su analista es un paso más allá. No es lo mismo mostrar que realizar un acto.
Además, en la experiencia analítica nada obliga a interponer una muralla china entre el
acting-out y el acto de casarse.

En el estado actual de nuestro trabajo se puede sostener que E. Fromm llega al acto de
casamiento por la vía de su actuación (una trasferencia sin análisis); actuación que encuentra
una mano que sale a su encuentro: su analista que hace ante la actuación un acto al casarse
79

con él el 16 de junio de 1926. Esta respuesta de Reichman fue seguida por una disertación en
público, sobre el ritual de las comidas judías, Das jüdische Speiseritual (Berlín, diciembre
1926, publicado en Imago, 13, 1927).

R. Funk informa que Erich y Frieda abandonaron juntos “la praxis religiosa orientada según la
ortodoxia judía”; y luego subraya que en la primera publicación de Fromm, Der Sabbath,
“testimonia tal como la contribución de su mujer sobre el ritual de comidas judío- sobre los
‘efectos’ del psicoanálisis”. Funk escribe un “tal como”, y entonces, la contribución de la
mujer de Fromm se limita al ritual de las comidas judías; el resto de la frase tiene uno
‘efectos’ entrecomillados que recaen sobre el psicoanálisis. Si se tratara sólo de atribuir esta
escritura a la edición castellana –de una calidad pésima- hemos de recordar que en el
sanatorio fundado por Frieda Reichmann: “antes de cada comida, se leían y discutían breves
trozos de la Biblia y otros libros de la Sabiduría: después de las comidas se discutían los
problemas y las dificultades surgidos en la vida comunitaria. El sabat se celebraba de modo
especialmente festivo”, de acuerdo al texto de Angelika Schönhagen: Frieda Fromm-
Reichmann, Leben und Werk (1980).

Nuevamente los avatares del significante nos vuelven a sorprender. La práctica analítica de
Reichman se presentó alejada de la ortodoxia y estaba caracterizada desde su inicio por el
tratamiento de sujetos psicóticos, esquizofrénicos en particular. El lector tomará en cuenta su
audacia en la clínica que fundó en Heildelberg; allí los analizantes tanto aquellos que recibían
tratamiento ambulatorio como los internos formaban una comunidad. Ella establecía una
diferencia entre los que deambulaban y los internos, sin embargo al mismo tiempo los reunía
en una como unidad; E. Fromm, ¿a qué sector de la misma pertenecía? Quizás no sea
necesario responder si acordamos con Lacan que “ser psicótico es creerse una neurosis”, y
que “sólo los psicóticos con síntomas neuróticos tienen la audacia de hacer un psicoanálisis”,
afirmaciones producidas luego de más de treinta años de experiencia.

Tenemos otro elemento a tomar en cuenta, de acuerdo a G. Reichmann, una alumna de


Frieda, ésta era:

… amada a la vez que temida por sus alumnos. Era amada por su calidez, penetración y
empatía respecto de todos, temida por sus agudas observaciones de las reacciones
transferenciales neuróticas de los candidatos a psicoanalistas era su trabajo con los pacientes.

Funk, luego de darnos este testimonio, escribe: “la asociación de calidez y empatía por un
lado, y de talento intelectual por otro vuelve comprensible el poder de atracción y
deslumbramiento que tuvo sobre pacientes y alumnos y también sobre Fromm”. No podemos
más que constatar otra vez el desconocimiento que su “comprensión” impone, dado que
olvida que eso fue lo que produjo en Frieda su paciente Erich. Ella dio una respuesta poco
ortodoxa a la trasferencia, una respuesta ¿salvaje? Por su carácter de apresurada, una
respuesta ¿divertida? La topología del amor es como una mano que tendida hacia una flor ve
salir de la flor una mano que viene a su encuentro. La respuesta de Reichman ante el apremio
de su paciente arroja luz sobre un accidente amoroso en el transcurso de una cura, no podría
ser de otro modo tratándose de una experiencia organizada por el amor de transferencia,
pues proviniendo del amor, su adjetivo “de trasferencia” no le quita poder. Quién juega con
fuego, como señaló Freud, está advertido que puede quemarse. Y en esta situación F.
Reichman respondió con un valor agregado a la trasferencia (más-iva) de su paciente, valor
que los condujo a la interrupción de ese análisis.

Algunos años después de la boda y consumado el divorcio legal, Frieda Fromm-Reichman


hace otro pasaje al acto advertido, advertido de sus consecuencias. En mayo de 1939
presentó en la reunión anual de la American Psychoanalytic Association, en Chicago, un
trabajo titulado: Problemas de la trasferencia en los esquizofrénicos. La exposición
comenzaba así:
80

La mayoría de los autores psicoanalíticos sostienen que no se puede tratar


psicoanalíticamente a los pacientes esquizofrénicos, pues son demasiado narcisistas como
para entablar con el psicoterapeuta una relación interpersonal que sea suficientemente
confiable y consecuente para la tarea psicoanalítica. Freud, Fenichel y otros autores se han
percatado de que para que los analistas puedan trabajar con psicóticos debe encontrarse una
nueva técnica para aproximarse psicoanalíticamente a los pacientes. La técnica que
utilizamos con los psicóticos es diferente de nuestro enfoque de los psiconeuróticos. Esto no
es el resultado de la incapacidad del esquizofrénico para establecer una relación personal
consistente con el terapeuta, sino que se debe a sus reacciones transferenciales
extremadamente intensas y sensibles.

Se trata de un acto advertido de sus consecuencias, de ahí que ella se apoya en Freud para
exponer su nuevo abordaje a condición de minimizar las elaboraciones del profesor que
impedían el tratamiento de esos mismos padecimientos. Un deslizamiento que tiene un
costo; Frieda Fromm-Reichman abandona el uso del término psicoanálisis para su práctica e
introduce el término de psicoterapia, misma con el que será conocida su contribución al
tratamiento de la psicosis. El hecho es paradójico: mientras abandona el nombre de
“psicoanalítica” para su práctica, despliega una actividad con pacientes esquizofrénicos
fundada con el núcleo mismo del psicoanálisis: la transferencia.

El acto desarrollado por Frieda Fromm-Reichmann dejó al descubierto las dificultades que
afronta una salida de la ortodoxia; esa salida no es algo a esgrimir –por parte del analista-
como una consigna: “Combatir la ortodoxia”, pues la ortodoxia –en este caso- es uno de los
nombres del sujeto-supuesto-saber, piedra fundamental de la transferencia. Sin embargo
convengamos que para ella el acto tuvo un valor resolutorio, a nivel subjetivo, a grado tal que
luego no encontramos, hasta el momento, el término ortodoxia –salvo el artículo de 1927- en
ningún otro texto firmado por ella. Además, el cambio producido en su apellido, pasaje de
Frieda Reichmann a Frieda Fromm-Reichmann puede leerse como el impacto de esa
subjetivación; pese al divorcio civil (1940) retiene ese apellido, y más aún, son pocas las
personas que asocian el componente Fromm del apellido con Erich Fromm. En efecto, ella se
quedó con algo de su paciente. Se produjo una inversión: fue la “psicoanalista” quien separó
del paciente un objeto; un objeto, el apellido, cargado libidinalmente para ella. Del lado del
paciente ¿qué efectos produjo esta inversión? ¿qué consecuencias resultaron de esto? Esta
inversión ¿produjo algún efecto en E. Fromm como psicoanalista?

QUINTO: UN REAL EN BUSCA DE DESTINO

Entre los efectos del incidente sobre E. Fromm como psicoanalista pueden señalarse dos: 1.-
Fromm decide durante su primer análisis –con ¿Frieda Reichman?/¿Frieda Fromm-
Reichman?/¿con ambas?- dedicarse al ejercicio del psicoanálisis; 2.- en sus escritos mantiene
con elevada frecuencia la reiteración del significante ortodoxia, un tema que él no abandonó.
Luego del incidente por las objeciones de K. Landauer, Fromm es “derivado” a otro analista:
el Dr. Wilhelm Wittenberg; luego siguió un período con Karl Landauer, para llegar por último
con Hanns Sachs. No conocemos el tenor de la intervención de K. Landauer, sólo sabemos de
sus efectos: la pareja psicoanalista-paciente se separa. Fromm comienza su deriva. El
“accidente” o la “resolución” en su análisis con Frieda Reichmann dejó inconclusa la labor
subjetiva de Fromm ante la ortodoxia; las articulaciones de ese significante para él comienzan
con la ruptura con el Dr. Rabinkow, su maestro, rabino del judaísmo jasídico. Esa ruptura no
es ajena al acting-out del embutido de cerdo.

El camino para esa subjetivación se presentó complicado para Fromm, pues a partir del
casamiento con Frieda comienza su derivación ¿Nos daremos cuenta de la enormidad de ese
término “derivar”: algo que flota en la corriente sin arribar al puerto o a la playa en más de
81

una ocasión? Aquí viene a la memoria la imagen de la botella en el mar conteniendo un


mensaje que no regresa a su emisor pues no encuentra al receptor. Esa deriva parece
detenerse, en forma provisoria, cuatro años después del casamiento, cuando acaba la
convivencia armónica entre los miembros de la pareja, y Fromm inicia su última experiencia
analítica con Hans Sachs. A Fromm sólo le quedó como camino el psicoanálisis para hablar de
esa situación. Un caso particular de “analizante en extensión”. Y de eso habló desde su
posición de analista, la disyunción entre verdad y saber quedó en souffrance, o mejor dicho,
sufrida. Veamos.

A fines de los años cincuenta, Fromm es descubierto en San José Purúa por el Dr. González
Enríquez, quien lo invita a dar un seminario en la ciudad de México. De acuerdo con Jorge
Derbez el tema causaría conmoción entre los asistentes:

De El lenguaje olvidado expone ante nosotros –alborozados, sorprendidos- la


reinterpretación del Edipo, mito matriarcal, conflicto de autoridad: el verdadero drama de
Joseph K., el personaje de El proceso, de Kafka; el sentido de los mitos de la creación, las
diversas maneras de interpretación de los sueños. El Dr. Fromm nos cautiva de inmediato por
su calidad humana, por su espíritu científico, por su claridad didáctica.

Notemos el impacto subjetivo, la seducción que ejerce sobre su público, y subrayemos uno de
los temas: la reinterpretación del Edipo, mito matriarcal. El lector tomará en cuenta que
Fromm tenía como guía las formulaciones de Bachofen en su libro Das Mutterrecht (El
matriarcado) publicado en 1861. De esa guía Fromm obtiene algunos elementos para sus
formulaciones; citaré dos relativas al seminario que desarrollaba en México.

Respecto de Edipo:

Analizando la trilogía de Edipo se ve que su tema principal es la lucha contra la autoridad


paterna y que las raíces de esa lucha van hasta la antigua lidia entre los sistemas sociales del
matriarcado y el patriarcado.

De allí extrae el lugar que ocupa Edipo:

Edipo, lo mismo que Hemón y Antígona, representa el principio del matriarcado; los tres
atacan un orden social y religioso basado en el poder y los privilegios del padre, representado
por Layo y Creón.

En ese texto, El lenguaje olvidado, tenemos la posibilidad de leer, antes de la introducción,


una frase del Talmud:

Un sueño que no ha sido comprendido es como una carta que no ha sido abierta (A dream
which is not understood is like a letter which is not opened).

Luego, en la introducción, leemos la misma cita pero distinta:

Los sueños que no han sido interpretados son como cartas que no han sido abiertas (Dreams
which are not interpreted are like letters which have not been opened).

Las diferencias entre ellas son dos: a.- Pasaje del singular al plural, en la primera es un sueño,
en la segunda escribe los sueños; de una carta se pasa a las cartas; b.- La primera cita
introduce el significante understood (comprendido), en la segunda aparece el significante
interpreted (interpretados). Leamos ahora la consecuencia que saca Fromm del último de los
párrafos citados:

Sueños y mitos son, verdaderamente, importantes mensajes que nos enviamos a nosotros
82

mismos. Si no entendemos el lenguaje en el que están escritos, dejaremos de enterarnos de


muchas cosas que sabemos y nos decimos en esas horas en las que no estamos ocupados
manejando el mundo exterior.

Dado que son sus conclusiones, tomamos las mismas al pie de la letra: No es que de ese
“saber” Fromm no entendiera algo, sino que de ese saber no quería entender nada. El
inconsciente es ese capítulo de la historia marcado por un blanco, un capítulo censurado y
que en ese caso la experiencia indica que algo de esa verdad puede ser reencontrado,
proponemos leer sus conclusiones como la respuesta del autor al acto fallido, al error de
escritura revelado por la diferencia entre las dos citas, diferencias que nos permite catalogar
a ese error de acto fallido mayúsculo. El acento de mayúsculo está presente en el pasaje del
singular al plural de las cartas -¿ortodoxia, acting-out, casamiento qué papel juegan en esa
variación?-; el cambio de “comprendido” a “interpretado” o de “interpretado” a
“comprendido”. Ese pasaje apunta a un lugar y a una manera donde aparece un fragmento de
la verdad. Veamos de qué se trata.

IN SEXTO: LA ALUCINACIÓN NEGATIVA, UN ESTILO DE LECTURA

El fragmento de verdad subjetiva se revelará mediante un estilo discursivo que proponemos


llamar: alucinación negativa, un estilo de lectura, descrito por Freud.

Unos días después de la muerte de su padre se llamó a un médico; ella lo ignoró


absolutamente, como a todos los extraños, mientras yo le hacía demostración de todas sus
rarezas…el médico procuraba meter basa, hacérsele notable; en vano. Era la verdadera
“alucinación negativa”…en sus ausencias alucinatorias proliferaban figuras terroríficas.

Y luego en otro texto, precisa:

…según la queja de la muchacha poseía el don de la ‘alucinación negativa’, o sea el arte de no


ver ni reconocer a las personas aunque estuvieran presentes.

La alucinación negativa –no carece de parentesco con el síndrome de Cotard-, abre las
puertas para acercarnos a la posición subjetiva de Erich Fromm cuando leía a Freud. El estilo
es el hombre, el hombre al que nos dirigimos. El estilo de la alucinación negativa se despliega
en los textos doctrinarios del psicoanálisis “humanista”. En este punto un lector crítico
tendría condiciones para hacer una objeción pues la alucinación negativa fue y es descripta
como un fenómeno perceptivo, ¿cómo señalar su presencia en los escritos de Fromm? Tomo
la crítica y sigo sus consecuencias. Si es así, por su estilo en un texto, es posible dar cuenta de
fenómenos que se presentan como perceptivos, llamo en mi defensa al conjunto del saber
acumulado en el terreno de la psiquiatría clásica: ensalada de palabras, esquizografías,
esquizofasias, escritos inspirados, lengua fundamental, escritura automática, estereotipos,
lenguajes neológicos, etc.; allí tenemos un terreno para avanzar en el estudio de fenómenos
que tienen una presentación del orden perceptivo, y sin embargo, una lectura orientada por
el ternario lacaniano de real-simbólico e imaginario estaría en condiciones de subvertir su
carácter perceptivo.

Abordar ese fenómeno por el sesgo de la percepción es fallar en el blanco y al mismo tiempo
se cierra el acceso al tema para el psicoanalista. Reconocemos el abordaje clásico de Esquirol,
para él “la alucinación es una percepción sin objeto”. Sin embargo la obra de la psiquiatría
clásica no se detuvo allí, así es posible localizar los textos de J. Seglas: Les troubles du langage
chez les aliénés (1892); Pathogénie et physiologie pathologique de l’hallucination de l’ouïe
(1897), así como su colaboración en el Traité de pathologie mentale (1903). Este autor
reformuló el campo de estudio de las alucinaciones cuando desplazó el fenómeno del campo
perceptivo al territorio del lenguaje, desplazamiento provocado por los avances de la
83

neurología de su época sobre las afasias. Este cambio de ubicación le permite escribir lo
siguiente sobre las experiencias vividas como perceptivas:

tan extraño como esto pueda parecer en un primer acercamiento, estos son en realidad, y
estas alucinaciones en definitiva no son, como nosotros los hemos visto, más que
alucinaciones verbales motrices…

G. Lanteri-Laura –por su trabajo nos hemos guiado en estas líneas- concluye lo siguiente:
“Venimos de analizar en detalle, gracias al ejemplo proporcionado por los trabajos de J.
Seglas, que a partir del momento donde el modelo de las afasias ha suplantado a otros y hace
de las alucinaciones un grupo de fenómenos médicamente pensables por referencia a una
importante adquisición de la neurología *el estudio de las afasias+…; se trataría ya no de una
percepción sin objeto sino de la irrupción innegable del lenguaje viniendo de otro lado”.
Seglas estudia la alucinación como un efecto de alienación –ajenidad- que sufre el enfermo
frente al lenguaje, y entonces, escucha su voz como ajena, como exterior a él. Lacan obtuvo
enseñanzas de esa psiquiatría de la que fue contemporáneo y participó activamente. Él
comenta una intervención de Jean Hyppolite, referida a la alucinación del “Hombre de los
lobos”, por la vía la escritura acercando el fenómeno al palimpsesto imaginario cuando: “El
texto interrumpiéndose deja al desnudo el soporte de la reminiscencia” (Escritos 1, p. 376).
También es justo señalar que aún el psicoanálisis se enfrenta a un terreno sin explorar, una
terra incognita, constituida por el amplio campo que las alucinaciones recubren.

Ahora vayamos al estilo de la alucinación negativa practicado por E. Fromm, en uno de sus
textos doctrinarios, mismo que fue el tema de su primer seminario en México. En El lenguaje
olvidado al exponer su posición ante el complejo de Edipo, comienza por poner en tela de
juicio –invirtiendo- los desarrollos de Freud –el hombre al que constantemente se dirige- de
la siguiente forma:

Si la interpretación de Freud fuera correcta, el mito tendría que decirnos que Edipo conoce a
Yocasta sin saber que es su madre, se enamora de ella y luego mata a su padre, también sin
saber que lo es. Pero el mito no dice en ninguna parte que Edipo se sienta atraído por Yocasta
o se enamore de ella. La única razón que nos dan del matrimonio de Edipo con Yocasta es la
de que ésta forma parte del premio, junto con el trono.

Esta es la lectura que hace Fromm del texto de Sófocles y de las interpretaciones de Freud,
subrayo que su lectura se organiza a partir de exigirle al mito una formulación luego como no
contiene la formulación que él le solicita deduce que la interpretación de Freud no es
correcta. Dejaré de lado el problema de la corrección o no del trabajo de Freud sobre el
complejo de Edipo –corrección que M. Klein, Lacan y otros analistas cuestionaron- sólo me
interesa subrayar el método de las críticas lanzadas por Fromm. La lectura de Fromm se
inspira en Sófocles y deja de lado la construcción freudiana del mito, llamado después de
cierto tiempo “complejo de edipo”. Esa equivalencia le juega una mala pasada, pues de
Sófocles a Freud media la distancia signada por la invención del psicoanálisis, lo que hace de
cada una de ellas no sólo versiones distintas sino que ocupan lugares en estructuras
diferentes. Sin embargo, al leer a Sófocles, quizás suponiendo que leía a Freud, su método
pasa por alto, no ve, mejor dicho, no lee un párrafo entero de la obra comentada. Se trata de
la respuesta de Yocasta a un temor de Edipo:

Edipo: ¿Y cómo no temer al lecho de mi madre?


Yocasta: ¿Por qué ha de estar sujeto a miedo el hombre, que es gobernado por los casos del
azar y no tiene presciencia clara de ninguna cosa? Mejor es vivir a la ventura, como cada uno
pueda. Tu no temas a la boda con tu madre; son muchos los que en sueños se han unido a su
madre…

La convicción de Fromm no podía verse afectada pues su lectura de Sófocles leía de una
84

manera negativa aquello que contradecía su hipótesis. Y al mismo tiempo, esto es el nudo del
asunto, su método de lectura es víctima de las condiciones que él critica. Fromm prosigue:

Pero estamos al menos en condiciones de formular una hipótesis, a saber, que el mito puede
ser entendido no como un símbolo del amor incestuoso entre madre e hijo, sino en la
rebelión del hijo contra la autoridad del padre en la familia patriarcal; que el matrimonio de
Edipo y Yocasta no es más que un elemento secundario, uno de los símbolos de la victoria del
hijo, que toma el lugar del padre y con él todas sus prerrogativas.

El curso de su trabajo continúa con el análisis de Edipo rey, Edipo en Colona, Antígona y
escribe lo siguiente:

Vemos que el tema común de las tres tragedias es el conflicto de padres e hijos. En Edipo rey
Edipo mata a su padre Layo, que había tratado de eliminar al niño. En Edipo en Colona Edipo
da rienda suelta a su intenso odio hacia sus hijos, y en Antígona encontramos el mismo odio
entre Creón y Hemón. El problema del incesto no existe ni en las relaciones de los hijos de
Edipo con su madre, ni en las Hermón con la suya, Eurídice. Interpretando Edipo rey a la luz
de toda la trilogía, parece plausible suponer que también en Edipo rey el tema es el conflicto
de padre e hijo, y no el problema del incesto.

¿De qué habla esta alucinación negativa? En primer lugar, Fromm acepta el papel de la
rivalidad entre el hijo y el padre; esa rivalidad constituye el núcleo imaginario del complejo de
Edipo fabricado por Freud; en segundo lugar Fromm invierte los postulados de Freud, así
Jorge Derbez afirma que en el seminario de San José Purúa se presentaba una
“reinterpretación del Edipo, mito matriarcal”. La inversión no lo saca de la estructura donde
está inserto; en tercer lugar excluye el incesto (“El problema del incesto no existe”) y con ello
el real de la sexualidad. Fromm se guía por Bachofen y sin embargo deja de lado una
observación del etnólogo alemán.

En efecto, por su trabajo, Bachofen descubre, por lo menos, tres figuras de la dominación
asociadas con las mujeres y la madre: a) el estado hetáirico, gestado por el caos de las
marismas lujuriosas, hecho de relaciones múltiples y caprichosas entre la mujer y los
hombres, donde el principio femenino domina y el padre es nadie; b) el estado demeteriano
originado en las sociedades de las amazonas, que instaura un régimen ginecocrático, allí el
padre y el marido están bajo el dominio de la mujer; c) y por último, el estado patriarcal o
apolíneo, donde se corrompe el matriarcado en formas amazónicas o dionisíacas. ¿A cuál de
estos estados corresponde “el Edipo, mito matriarcal” que Fromm abordaba en su seminario?

El texto de Fromm (El lenguaje olvidado) deja ver fragmentos de una verdad, en souffrance,
sobre los efectos de un cercenamiento de su relación con la ortodoxia, un cercenamiento
producido por el cruce de un elemento real –la ruptura con el rabino Rabinkow- y un
elemento simbólico, el significante ortodoxia. Ese cruce no incluyó el elemento imaginario –la
escena del embutido; esa carencia emergió sin que Fromm estuviese en condiciones de verlo,
por el sesgo de la transferencia –ahí se produce el pasaje al acto de su analista- y quizás
subjetivar un elemento de la suposición que jugaba allí. Se trata de un lenguaje olvidado
demasiado presente. Un real que, parece, no fue puesto en juego en sus otras curas
analíticas, sin lograr con él constituir un saber. Luego de su análisis con H. Sachs, Fromm
quien ya ejercía el psicoanálisis, abandona públicamente la teoría de la libido de Freud y la
práctica del diván, pasa al cara a cara.

SÉPTIMO: ¡OTRA VEZ! PROBLEMAS EN LA TRASFERENCIA

El abandono de la “teoría de la libido” le cuesta a Fromm el alejamiento de la Escuela de


Frankfurt, misma donde había obtenido una cordial bienvenida como representante del
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psicoanálisis. Al respecto resulta interesante leer las críticas de Horkheimer, en 1942, y luego
de Adorno, en 1946. Críticas que las articulaciones frommianas no encontraron, de manera
tan razonada, en el campo del psicoanálisis freudiano. Señalemos que los componentes
risueños de la energética freudiana no tienen más fundamento que eso, su carácter risueño,
sin embargo, Fromm pasa de la risa al registro trágico: nos ofrece una vía de amor vaciada del
deseo. El deseo es uno de los nombres que la libido sólo encontrará en Lacan.

Ese abandono está anudado a otros abandonos: el diván y la trasferencia. Comencemos por el
diván ¿cuáles son sus razones para abandonar el uso del diván? En 1979, al escribir sobre la
trasferencia, nos relata una experiencia:

Toda la constelación del analista silencioso, pretendidamente desconocido, que ni siquiera se


supone que debe contestar a una pregunta, y su posición, sentado detrás del analizado (el
volver la cabeza para echar una mirada de frente al analista es algo que prácticamente se
considera tabú), en realidad da por resultado que durante la hora el analizado se sienta como
un niñito. Ya que ¿acaso hay otra parte donde la persona adulta se halle en tal postura de
pasividad, en la que todas las prerrogativas se hallan del lado del analista, y al analizado se le
obliga a expresarle a un fantasma, sus pensamientos y sentimientos más íntimos, y esto no
como acto voluntario, sino como una obligación moral que éste acepta no bien conviene en
ser un paciente analítico? Desde el punto de vista de Freud, esta infantilización del analizado
es perfectamente conveniente, puesto que la intención principal radica en descubrir o
reconstruir su niñez temprana.

Aquí Fromm pega en el blanco; en efecto, es pertinente su mofa de esa imagen de la práctica
analítica. Su agudeza crítica cobra más valor pues pone de relieve un elemento ausente en
esa imagen (imagen que goza de prestigio en los manuales de psicoanálisis y en los mass-
media). El gran ausente es la práctica del análisis; basta recorrer algunos testimonios de los
pacientes de Freud para encontrar una soltura y una movilidad del psicoanalista que ofrece
otra imagen. Así Freud en la puerta de su consultorio, de pie, cara a cara con un paciente, T.
Reik, que terminaba su última sesión, antes de partir a los EEUU, le dice: “No me imaginaba
que su yo fuese tan débil”. Por otro lado Fromm incluye un elemento que no se sostiene,
salvo para él: “Desde el punto de vista de Freud, esta infantilización”. Esa afirmación carece
de sostén textual, es supuesta a un texto. Basta recorrer la obra de Freud para constatar la
ausencia del término “infantilización” articulado con el término “transferencia”. Sin embargo,
Fromm junto con otros analistas freudianos, suponen ese saber a Freud. Esa suposición
permite una formulación del a trasferencia, en términos de estrategia de poder: “¿acaso hay
otra parte donde la persona adulta se halle en tal postura de pasividad, en la que todas las
prerrogativas se hallan del lado del analista, y al analizado se le obliga a expresarle a un
fantasma sus pensamientos y sentimientos más íntimos”. Esta posición se sostiene a partir de
conservar intacto al sujeto supuesto saber: Freud en la ocasión. Si el analista reduce la
transferencia a una estrategia de poder, ¿cómo explicar que haya analizantes cuyas
transformaciones subjetivas culminan en la terminación de su cura?

Es en este texto crítico donde Fromm –en una cita a pie de página- informa de su abandono
del diván y el pasaje al cara a cara, junto con ello da sus razones para tener dificultades ante
las manifestaciones del amor de transferencia:

Algunos de mis maestros del Instituto de Berlín se echaban pequeñas siestas durante el
análisis y hablaban de ellos sin tapujos. Otros pretendían que durante la siestecita habían
tenido un sueño acerca del analizado que les daba mayor discernimiento que si hubieran
escuchado…Estos adormilamientos eran harto naturales. Por experiencia propia durante los
años en que analicé según la técnica de Freud, sé lo terriblemente fatigoso que me era estar
sentado detrás del analizado, sin ningún contacto con el o la paciente y escuchando a la voz
monótona e incesante, que por nada debía interrumpir. De hecho, fue ese aburrimiento el
que convirtió en tan insoportable la situación, que comencé a cambiar la técnica.
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El testimonio es su experiencia en el Instituto de Berlín, allí se comenzó a estandarizar la


formación del analista en un análisis didáctico. Compartimos con Fromm un punto de una de
sus conclusiones .debía ser toda una ardua tarea –para el paciente- estar sosteniendo un
diálogo cinco o seis días por semana, durante cuarenta y cinco o cincuenta minutos. También
debía ser bastante molesto, arduo y fastidioso, -para el analista- estar obligado a tener que
sostener ese estándar en todos los casos, o en todas las sesiones de un mismo caso. La
“misma” tarea para todos sin distingos; “misma”, pues analizante y analista son elementos
del procedimiento analítico, sin embargo pese a estar juntos, por suerte para el analizante, no
están revueltos, al menos eso es lo que se espera del analista. La posición de Fromm hace
surgir preguntas. ¿Basta con hacer eso cara a cara para que la situación cambie? Si los
pacientes hacían tamaño esfuerzo, ¿qué nos impide tomar ese esfuerzo como la medida
fuera de patrón que puede adquirir en tal o cual caso la trasferencia?

Fromm, como psicoanalista sólo extrae una consecuencia de “su” aburrimiento: se aburre con
todos. Notemos que la escena no deja de ser chusca: si a un niño se le narra de manera
reiterada, continua y monótona un cuento, se duerme; incluso es un método que ellos, en
ocasiones, buscan obtener de sus padres. Fromm no aceptaba esos “adormitamientos harto
naturales”, aceptarlo sería tanto como localizar la “infantilización” del lado de él: su lugar de
analista. Por último, de nuevo la ortodoxia le juega una mala pasada, ¿cuál es el motivo para
descartar que una “siestecita” no sea una forma –como tantas otras- de intervención del
analista en tal o cual caso? Más aún, ¿por qué deberíamos descartar de entrada que el
analista se duerma y sueñe durante el transcurso de una sesión? Ese sueño podría tener una
indicación del caso en curso, o aún más, el caso podría suscitarlo. Para aceptar esto es
necesario dejar de lado la “ortodoxia” freudiana, e incluso la indicación de Freud en La
interpretación de los sueños, pues él no admitía la producción de elementos nuevos en el
sueño, para Freud siempre traen el mensaje de un deseo sexual del pasado. Incluso en ese
mismo texto Freud dice que los sueños protegen el dormir, mientras se sueña el soñante
sigue durmiendo, a decir verdad, esa fue su experiencia del sueño y el dormir, la clínica nos
enseña muchos casos, Lacan entre otros, donde el sueño hace despertar al soñante.

OCTAVO: LOS LÍMITES DE UNA EXPERIENCIA

La posición en que lo dejó el acting-out es una posición de ceguera donde él no podía verse
pues no tenía a su alcance una imagen, recordemos que un actor puede estar bajo la mirada
de alguien y sin embargo no se ve en la escena, es el público quien lo ve. Esa actuación en el
real de su análisis le provocó un sueño incomprensible, y lo sumió en un estado de
duermevela, entre el sueño y la vigilia, sin posibilidad de abrir una carta durante toda su vida.
En esa experiencia Fromm se encontró sometido a un límite que no encontró subjetivación en
ninguno de sus intentos de análisis posteriores, al menos en los testimonios que él nos dejó.
Conviene remarcar que Fromm no se resistía al análisis, al contrario, lo buscaba y lo siguió
buscando en sus posiciones como psicoanalista. Se veía obligado a escribir como analizantes
en intensión cuando ocupaba el lugar de analista en extensión. La combinación del acting-out
con el acto de casarse, tomado por el lado de Fromm –en ese momento era un analizante de
F. Reichmann- parece decirnos que no era eso –casarse- de lo que se trataba sino de otra
cosa, la ortodoxia: una opinión recta, que en teología subraya la conformidad con el dogma
de una religión.

En efecto, en esas posiciones se seguía dirigiendo a alguien, que en ese momento sólo podía
reiterar una dificultad: Fromm se dirigía a Freud, en efigie, dado que la muerte del profesor
cerró todo camino a la presencia. A partir de allí el único camino que le quedó fue la crítica,
el reproche y el amor hacia los postulados de aquellos elementos que en la obra freudiana
revelaban a la persona de Freud.
87

La pasión amorosa no careció de consecuencias en la cogida que el público brindó y brinda a


las posiciones de Fromm. Si el teatro de Shakespeare se mantiene por los fragmentos de
verdad contenidos en él, ¿quién puede poner en tela de juicio que algo de la verdad es
trasmitida por la obra frommiana? El impacto de la obra de Fromm trascendió con creces las
fronteras de México. Mientras ella carece de importancia doctrinaria para los analistas, su
aceptación por el gran público se revela cuando la principal casa editora de textos
psicoanalíticos de Argentina, edita y reedita de manera constante sus obras. En México se
sostiene que se trata de un fenómeno “típico del D.F.” Una breve investigación demostró la
importancia como vía de acceso al psicoanálisis que juegan los textos de Fromm, amén de un
hecho insólito, más específico de nuestras tierras: no pocos psicoanalistas ortodoxos de la
Asociación Psicoanalítica mexicana o de sus filiales locales hablan del psicoanálisis siguiendo
el estilo de Fromm.

Estos elementos corroboran una hipótesis: Erich Fromm, hoy día es uno de los nombres de un
síntoma que aqueja al psicoanálisis. Ese síntoma está asentado en el lugar del analista y
seguirá allí si seguimos sosteniendo ciertos postulados de Freud que están en el origen del
mismo: la trasferencia como repetición y el autoanálisis como desembocadura de la cura. El
autoanálisis es una de las fuentes mayores de la crisis de fundamentos de nuestra práctica,
pues convengamos que hacer un análisis para luego continuarlo de por vida en un
autoanálisis sólo puede fomentar el alejamiento del psicoanálisis.

La experiencia de Erich Fromm nos transmite elementos de la práctica y de la experiencia


freudiana del psicoanálisis. Esos fragmentos nos permiten ilustran algunos de los
componentes originarios del psicoanálisis. Esa experiencia de Fromm permite precisar el hilo
organizador de las enseñanzas de Lacan: desplazar los problemas en la cura del analizante a
las posiciones ante la transferencia del analista. ¿Cuáles son las razones de ese
desplazamiento?

En primer lugar, la obra de invención del psicoanálisis y muchos otros avances de la doctrina
analítica se deben a la actividad del analizante: “El psicoanálisis depende de aquel que debe
ser llamado psicoanalizante: Freud el primero en la ocasión, demostrando que pueden
concentrar en él la totalidad de la experiencia.” En segundo lugar, la definición del analista
por el costado del analizante permite el procedimiento de la cura pero obscurece las razones
del analista para producir tal o cual intervención cuando está concernido por el lugar que
ocupa. Y en tercer lugar, dado que los análisis, en más de una ocasión, tienen una conclusión
donde el analista queda como resto y es destituido, Lacan retoma el interrogante sobre la
función del analista y el hecho de que haya sujetos dispuestos a ejercerla pese a que ella
implica “que…a él *al psicoanalista+ le corresponde perder allí el agalma”.

La experiencia de Erich Fromm nos revela una situación donde ese hallazgo de Lacan –la
pérdida del agalma del costado del analista- se constata pero invertido dado que durante su
primera experiencia analítica a Fromm, su analista –Frieda Reichmann- le toma el nombre y
se lo queda ella –Frieda Fromm-Reichmann-. Hemos llegado al fin de nuestro recorrido, no es
posible encontrar en el psicoanálisis lo mejor, pues como lo informa el refrán “Lo mejor es
enemigo de lo bueno”. Tanto lo “bueno” como lo “mejor” ante una experiencia concreta
presionan para dejar de lado las enseñanzas que de ella se obtienen. En psicoanálisis no hay
necesidad de defender ninguna verdad última. Cada verdad sólo se encuentra con el límite
del no-todo es posible. Algunas de las precisiones efectuadas por Lacan, algunos
fundamentos que él nos transmitió no resuelven el problema, a veces sólo logran demostrar
la compleja estructura que interviene en tal o cual suceso analítico. En este caso hemos
recorrido los avatares de una no-efectuación de la destitución subjetiva.

El recorrido por estos avatares revela que los fines de análisis se producen de una forma
distinta de lo que se esperaba, cada fin tiene la forma que el analizante encuentra, en ese
punto “Los de afuera son de palo”. ¿Acaso esas formas ponen en tela de juicio algunos de
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esos fines? Cada experiencia responde diciendo que se trató de otra cosa, allí se abre la vía
para abordar una cuestión que está más allá de ese fin: el a punto de acto que puede alcanzar
un acto advertido donde el analizante pasa a la posición de analista dotado de sus razones
necesarias y suficientes.

Tlalpan, febrero, 1995.


89

FREUD ANTE EL PARRICIDIO: UN SUEÑO DOCTRINARIO

Alberto Sladogna

El Edipo sin embargo no podría conservar indefinidamente el estrellato en unas formas de


sociedad donde se pierde cada vez más el sentido de la tragedia.
Jacques Lacan, Escritos.

Tomemos la irrupción lenta y desordenada de esa realidad sin padre y sin bordes, tomemos lo
que sucede a la era cristiana y que todavía no tiene nombre propio, ni siguiera fecha de
aparición claramente asignable. Recordemos que el “Dios ha muerto” de Nietzsche que para
la filosofía, firma esta aparición, se presenta primero como una constatación, como el
enunciado de un hecho dado. Nietzsche no dice siquiera que algo se rompe, dice más
radicalmente que algo se rompió.
Jean Christopher Bailly

El texto de S. Freud: Dostojewski und die Vatertötung [traducido al castellano como


Dostoievski y el parricidio] articula el parricidio primordial con el complejo de Edipo frente a
los enigmas que a él le planteaba la “personalidad” del escritor ruso Fiodor Dostoievski. Las
proposiciones clínico-doctrinarias de Freud están desplegadas a propósito de la novela Los
hermanos Karamazov. Esa articulación y sus avatares son el objeto de investigación en este
estudio.
Sigmund Freud en La interpretación de los sueños propone que el análisis de un sueño puede
coincidir con el despliegue de una cura desde el inicio hasta su final. Es una proposición de
método verificable en la cura analítica. Un sueño es uno de los lugares donde el efecto de un
análisis, la subjetivación, se realiza, con la consecuencia de constituir un sujeto singular y la
correlativa invención de un saber nuevo. Con esta proposición de método abordaremos un
elemento doctrinario al que Freud le otorgó el lugar de núcleo organizador: el parricidio
primordial en una de las versiones del complejo de Edipo .

J. Lacan estudió la temática edípica y aisló en la tragedia escrita por Sófocles, Edipo Rey, “un
elemento de verdad ubicado entre el asesinato por Edipo contra Layo, su padre, y el goce de
su madre, Yocasta. Eso le permite manifestar”:

Lo que está claro es que, simplemente al ver como Freud articula ese mito fundamental, es
verdaderamente abusivo poner bajo la misma relación a Edipo [que a Moisés]. ¿Qué es lo que
Moisés, conocedor del nombre de Dios, es el caso decirlo, “tiene que ver con Edipo y el padre
de la horda primitiva”?

Para dar respuesta a esa pregunta indica que:

Allí debe haber algo respecto del contenido manifiesto y del contenido latente, que para decir
todo y para concluir hoy, les diré que lo que nos proponemos, es el análisis del ‘complejo de
Edipo’, como siendo un sueño de Freud (11/03/1970).

Esa proposición resuelve el abuso del “análisis aplicado” consistente en “analizar” a la


“persona” de Freud para extraer las “razones” de tal o cual elemento de la clínica, la doctrina
o la transmisión del psicoanálisis, el cambio consiste en analizar un elemento de la doctrina.
En este estudio seguiremos esa propuesta de la siguiente forma: analizar el sueño doctrinario
constituido por el complejo de Edipo y el parricidio apoyándonos en aquello que enseña un
caso sobre el que recayeron los efectos de ese sueño: Los hermanos Karamazov de F.
Dostoievski. Para ello hacemos nuestras las modificaciones introducidas en el análisis por J.
Lacan ante los relatos de sueños: guiarse por la superficie hablada del relato. Así reducimos
los inconvenientes derivados de la división freudiana entre el contenido manifiesto y el
90

contenido latente; al mismo tiempo se levantan las “resistencias al análisis”, pues siguiendo el
curso del sueño su relato dice más de lo que quisiera o no ocultar el soñante. Se trata de leer
allí, ni más acá ni más allá . En el surco abierto por la experiencia singular de Dostoievski con
Los hermanos Karamazov tendremos un lugar para constatar o no la validez de ciertas
propuestas ante el parricidio.

UNA PRESENTACIÓN SUEÑO: EL CONTEXTO SUSCITADOR

En el artículo de Freud Dostojewski und die Vatertötung *“Dostoievski y el parricidio”, así fue
traducido al castellano y otras lenguas] es posible leer una de las presentaciones del sueño
del complejo de Edipo:

la situación psicológica es complicada y requiere elucidación. La relación del muchacho con el


padre es, como nosotros decimos, ambivalente. Junto al odio que quería eliminar al padre
como rival, ha estado presente por lo común cierto grado de ternura… Creemos haber
descrito con ellos los procesos normales, el destino normal del llamado complejo de Edipo;
todavía habremos de agregar un importante complemento .

Vemos aquí, condensados, problemas concernientes a la clínica, a la doctrina, a la


transmisión, al método freudiano para abordar el tema de la paternidad. ¿Cuál es el motivo
de la reiteración de este sueño en ese artículo? La respuesta la encontramos en las
condiciones de su escritura y de su publicación. James Strachey ofrece los componentes de
esas condiciones –en la introducción de la obra mencionada- que participan de la suscitación
del sueño. Veamos un listado de ellos:

*Fülöp-Miller y Eckstein decidieron a partir de 1925 iniciar la publicación de los volúmenes


suplementarios a la edición alemana ya existente de los escritos de Fiodor Dostoievski.
*Los nuevos volúmenes contenían escritos póstumos, manuscritos inconclusos y material de
varias fuentes que arrojaban luz sobre el carácter y la obra del escritor ruso.
*Uno de estos volúmenes estaban destinado a reunir los bocetos y borradores relacionados
con Los Hermanos Karamazov, así como los análisis de los orígenes de este libro.
*A los editores les interesaba obtener de Freud un texto de introducción y estudio
“psicológico” tanto del libro como del “autor”. Él aceptó la propuesta y comenzó a escribir su
ensayo alrededor del mes de junio de 1926.
*Freud interrumpe la redacción para escribir otro texto: ¿Pueden ejercer los legos el análisis?
Este artículo es la respuesta a los incidentes producidos en y por un caso de paranoia
querellante; a resultas de la cura, el paciente interpone una demanda judicial contra su
analista, Theodor Reik, acusándolo de ejercicio ilegal de la medicina.
*En el año de 1928, como introducción de uno de los volúmenes, se publica el ensayo. Ese
volumen llevó por título: La versión original de “Los Hermanos Karamazov”.

El contexto nos lleva a una conclusión: el artículo respondía a la suscitación de una edición
crítica de Los hermanos Karamazov. Una edición invaluable para estudiar una obra
considerada por Freud como “la novela más grandiosa que se haya escrito”; más aún, él la
ubica como una de “las tres obras maestras de la literatura de todos los tiempos”. La
publicación ofrecía condiciones singulares que subrayan diferencias con otros “casos” del
campo de la literatura como fueron, por ejemplo. Edipo y Hamlet .

ELEMENTOS TEXTUALES

Freud encara la “personalidad” de Dostoievski: “el literato, el neurótico, el pensador ético y el


pecador. ¿Cómo orientarse en medio de esa desconcertante complicación?”. Freud ajusta
cuentas con el literato; reconoce el valor de su obra y, a renglón seguido, escribe que el
psicoanálisis debe “rendir las armas ante el problema del creador literario”.
91

Esa rendición deja al descubierto un problema de método. Si el analista debe “hacer el


trabajo” de dar cuenta del creador literario o de cualquier otra actividad, la cuestión está mal
planteada: no habrá ningún saber nuevo proveniente de esa experiencia, sólo habrá una
aplicación “sobre” las espaldas de literatos, de pintores, de escultores, de neuróticos, incluso
de analistas. Esa práctica ejercida por Freud le permitió inventar, en ciertas circunstancias, el
psicoanálisis; sin embargo no parece que así se mantenga, hoy, el núcleo subversivo de la
experiencia analítica . Contamos con otro camino: los creadores literarios pueden dar cuenta
de cómo se les impuso la práctica de su arte, así lo hizo Kenzaburo Oé durante su reciente
visita a la ciudad de México . Si aceptamos esa experiencia ya no tenemos que hacer el
trabajo “sobre” ellos, más bien estaríamos en condiciones de leer allí, en sus razones
singulares, el saber nuevo producido por sus experiencias.

Freud no percibió la cercanía del literato con el analista. Los creadores literarios, pese a tener
tal o cual título universitario, ejercen su actividad a partir de un acto; cada creador es
singular, y no tiene una reproducción estándar; los creadores literarios se cuentan uno por
uno; cada uno es inventado por la grieta abierta entre un estilo anterior y un estilo nuevo.
Algunos creadores comparten una dificultad con el psicoanalista freudiano pues no
encuentran condiciones para testimoniar la singularidad de su acto. Así la afirmación de
Freud “el talento artístico *es+ no analizable”, sólo constata los límites alcanzados por su
investigación .

El texto se dirige luego a otro aspecto: “Lo más atacable en Dostoievski es el pensador ético”,
una frase que leemos como un tropo discursivo: Dostoievski tiene un punto débil, un talón de
Aquiles. La frase contiene el término alemán Ethiker, el vocablo no fue localizado en los
diccionarios de esa lengua , siguiendo el orden de las razones del texto la solución de la
versión castellana se sostiene: Dostoievski es un practicante de la ética, y entonces,
“pensador ético” dice eso. Si bien Freud emplea también los términos Sittlich, Sittlichkeit
[moralidad, buenas costumbres, sentido del deber] no se puede extraer de ello que la clara
distancia entre el primero y los segundos vocablos se efectuó en el texto , más bien la
efectuación quedará a cargo de su lectura. Así, continuando el estudio de esa debilidad, Freud
escribe:

Lo más atacable en Dostoievski es el pensador ético *Ethiker+… Moral *Sittlichkeit+ es quien


reacciona ya frente a la tentación inferiormente sentida, sin ceder a ella. Pero quien
alternativamente peca, y luego, en su arrepentimiento, formula elevados reclamos morales,
se expone al reproche de que arregla las cosas de manera harto cómoda.

Freud constata que pecar y arrepentirse de ese pecar no están en el mismo registro, pues una
vez cometido el pecado, el arrepentimiento no lo borra. Luego al introducir el término
“reproche” obscurece esa constatación y contraviene la regla fundamental del análisis. Esa
regla de “libre” asociación permite al analizante, e incluso al analista, decir hoy algo y mañana
lo contrario, y pasado mañana decir “ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario”. Todo esto
suele acaecer en el curso de una sola sesión. Justo es reconocer que esa “libertad” de la regla
fundamental no facilita las cosas para la presentación pública de las maniobras del analista en
el curso de la cura. Freud concluye:

[Dostoievski] No ha realizado lo esencial de la eticidad [moralidad, sittlichekeit], la renuncia,


pues la vida Ética [moral, sittliche] es un interés práctico de la humanidad.

Aquí, la lectura, tendrá una dificultad para determinar si esta figura discursiva –la renuncia-
da cuenta: a) del abandono de un conflicto neurótico; b) se trata de una proposición derivada
de la ética estoica; en esa escuela, la renuncia, el dominio sobre sí mismo, permiten enfrentar
la enfermedad del alma: la pasión ; c) ese tropo habla de una dificultad del psicoanálisis ante
los problemas formulados por un “pensador ético” llamado Dostoievski o los personajes de
Los hermanos Karamazov: Iván, Alioscha, Dimitri, Pável, Fiodor Karamazov. No localizamos
92

una razón para privilegiar una u otra alternativa, al contrario esos elementos son parte de un
nudo que los contiene, entonces para qué privilegiar uno u otro si cada uno de ellos es parte
de un tejido. Freud no tuvo a su alcance el nudo subjetivo para estudiar esa trama y por ello
careció de las condiciones para distinguir entre la experiencia ética, la experiencia moral de
Dostoievski; los despliegues de esos temas en la novela y esos problemas provenientes del
desborde pasional para el autor o de los personajes o de ambos. La ausencia de esos medios
no permiten localizar ninguna torsión; así, ante un texto literario (cuya edición castellana es
de alrededor de 611 páginas) el ensayo de Freud, haciendo gala de economía, sólo toma
apoyo en cinco palabras.

Freud, guiado por tal o cual hipótesis ante el escritor ruso o su obra o algunos de los
personajes, se priva de poner a prueba el apoyo textual o documental en el que se basa; al
interrogarse sobre la tentación de incluir a Dostoievski entre los criminales, escribe:

[esa tentación vendría de] algún elemento fáctico de su vida, como su manía del juego, y
acaso también el abuso sexual cometido contra una niña inmadura.

Luego en una nota al pie de página remite a los trabajos de Fülöp-Miller y Eckstein (1926),
autores que a su vez se basan en los estudios de N. Strajov; añade una referencia al tema del
abuso sexual contra una niña en La confesión de Stravrogin y La vida de un pecador; y por
último cita un texto de Stefan Zweig (1921) que reproducimos:

No lo detienen los frenos de la moral burguesa y nadie sabe decir con exactitud cuánto
transgredió en su vida las barreras jurídicas, cuánto de los instintos criminales de sus héroes
se tradujeron en sus propios actos.

No constata sus fuentes de apoyo pues al tomar documentos e investigaciones de otros en


efecto no es posible ni necesario investigar todo-procede a leerlos con una hipótesis previa
como guía, una guía demasiado armada para aceptar cambios provenientes de los
documentos consultados. ¿Es posible localizar así alguna otra cosa más que lo que se busca?

En Los hermanos Karamazov –Libro V, capítulo IV, llamado “Rebeldía”- , el lector debe
enfrentar una serie de atroces relatos de sevicias, maldades, violencias, ejercicios muy
precisos donde se recorta una extraña figura de nuestra actualidad:

Y mira: el inteligente y culto caballero y su señora azotan a su propia hija, una niña de siete
años, con varas; lo tengo detalladamente escrito. El papenka encuentra muy bien que la vara
tenga púas: “Dolerá más, dice, y se pone a varear a su hijita. Me consta que hay flageladores
de esos que se calientan a cada golpe hasta la pasión, literalmente hasta la voluptuosidad, y
más cada golpe, en progresión creciente. Pegan un minuto; pegan finalmente, cinco minutos;
pegan diez minutos; más, más, más a menudo, más fuerte. El niño grita; el niño, a lo último,
ya no puede gritar, respira afanoso: ‘¡Papá, papá, pápochka, pápochka!’… La cosa, (¡diantre!,
no puede ser más sencilla, familiar y corriente: un padre llevado a los tribunales, para
vergüenza de nuestro tiempo, por haberle pegado a su hijita… (op.cit.p.1162).

Allí se puede leer la perversión polimorfa que sufre el niño, esa perversión “sádica” proviene
del campo del Otro. Dostoievski no está plasmando “su” fantasía perversa o “su” actividad
organizada alrededor de la pedofilia . Con estas pinturas deja testimonio de una situación.
Hoy sabemos que el escritor ruso pasó desde noviembre de 1874 hasta marzo de 1876
recopilando material aparecido en periódicos, actas judiciales y juicios en curso en casos de
violencia ejercida sobre los niños . Con esa investigación elaboró una ficción para interrogar
una cuestión ética: ¿cuáles son los límites cuando las estructuras están en decadencia? Los
ideales presentes en tal o cual estructura social organizan un estilo de relación donde los
límites de lo permitido y de lo no permitido están en dependencia con el ideal , ahora bien
cuando la estructura y su ideal se desvanecen, ¿cómo se formulan los límites? Límites que
93

apuntan a la articulación entre los padres y el cuerpo de los hijos. Cuando el señor feudal deja
de tener el derecho sobre las vidas de las personas, ¿cómo se pone límite al “derecho” sobre
esas vidas? Si el señor feudal pierde el “derecho de pernada” (derecho del señor feudal sobre
sus siervas núbiles), ¿cuál es el nuevo elemento organizador del ejercicio de la sexualidad de
los hombres ante las mujeres núbiles? ¿Cómo se organizan los límites a partir de esa caída?
Este testimonio del escritor ruso no se deja inscribir en los problemas que Freud aborda en
Pegan a un niño (1919) .

La escritura de Los hermanos Karamazov agrega:

Precisamente, el desamparo de estos seres seduce más al verdugo, la angelical confianza del
niño, que no tiene adonde refugiarse ni a quien acogerse…; he ahí lo que encandece la salvaje
sangre del sayón. En cada hombre, no hay duda, se esconde una fiera; la fiera de la
irascibilidad, la fiera del placer excitado, por los gritos de la torturada víctima, la fiera que se
suelta sin freno de la cadena… A esa pobre chica de cinco años sus ilustrados padres hacíanle
objeto de todos los martirios posibles… ¿Comprendes tú eso, de que a una criatura así, que
todavía no sabe lo que le hacen, se golpee a sí misma…, implorando a Dios para que acuda en
su auxilio…?

Lo terrible en el relato es que no se trata de una fantasía del autor sino de los efectos que
provienen de las fantasías armadas y actuadas en el campo del Otro. Estos relatos dan
testimonio, entre otras cuestiones, de una crisis de la paternidad que no se deja atrapar por
el tejido edípico. Siguiendo la novela se nos muestra una imagen de la paternidad singular, la
imagen de un “payaso” que desde ahí ejerce su lugar de padre.

Sí, así es: no soy rey. Y figúrese usted, Piotr Aleksándrovich…: ¡por Dios, que ya lo sabía!
¡Siempre he decir algún despropósito! ¡Reverencia –exclamó, de pronto con cierta
momentánea vehemencia-, tiene usted delante de sí a un verdadero payaso! Así me presento
a usted .

A mí la rabia me domina. Mira: si hay Dios, si existe…, vamos, desde luego que entonces seré
culpable y tendré que dar cuentas; pero si no hay Dios en absoluto, ¿qué falta hacen
entonces tus padres? En ese caso, pocas serían las cabezas que de ellos se cortaran porque
impiden el progreso. ¿Creerás, Iván, que eso me hiere en lo más vivo? No, no lo crees; lo veo
en tus ojos. Tú crees, como la gente, que siempre estoy de broma. Alioscha, ¿crees tú que yo
soy algo más que un payaso?

Ese ejercicio singular de la paternidad genera dificultades para localizar o transmitir a su


descendencia los límites subjetivos. De todas formas, ante la crisis social, política, ética,
incluso moral y económica que afectaba a la sociedad rusa, ¿se puede esperar que la función
paterna quede al margen? La dificultad afecta también a ese “payaso padre” y a su imagen: la
de un “padre payaso” . Si las referencias simbólicas están obnubiladas por la vorágine del
cambio, si la imagen del “payaso” no da consistencia para localizar lo que se espera de la
función paterna, el padre “real” queda sin sentido. Esta crisis ¿no está a la vista, con mayor
relieve, de manera extendida en nuestros días?

Freud toma a su cargo dar cuenta de los ataques epilépticos sufridos por el “terrible ruso”.
Con esa tarea desemboca en la culpa de Dostoievski, originada en los “deseos” de muerte
dirigidos a su padre; allí vendía a instalarse la crisis epiléptica como efecto retaliativo. Joseph
Frank construye, al final de uno de los volúmenes de su biografía, un: “Apéndice. Historia
clínica de Dostoievski, según Freud” . Este catedrático de Princeton encontró piedras en el
zapato freudiano y para indicarlas hace una precisión:

Es de todos conocido que el descubrimiento de la importancia de la obra de Dostoievski por


parte de la Europa occidental, y el reconocimiento de que sus novelas preludian con
94

asombrosa lucidez la crisis de valores que ha acosado a la cultura occidental durante su


pasada mitad de siglo, coincidieron con el surgimiento del psicoanálisis, y el notable
incremento de su influencia .

A partir de esa coincidencia uno constata que:

Las obras del escritor ruso resultaron una verdadera mina de oro para los psicoanalistas,
porque, como lo señala Freud, ‘no se le puede entender (a Dostoievski) sin el psicoanálisis…
Esto es, él no lo necesita, porque lo ilustra en cada personaje, y en cada frase’. Estas palabras
que figuran en una carta que Freud le escribió a Stefan Zweig en 1921, demuestran que desde
esa fecha relativamente temprana ya Freud estaba fascinado por el novelista ruso. Esta
interacción entre el psicoanálisis y la erudición universitaria sobre Dostoievski en Alemania
culminó con el famoso ensayo de Freud “Dostoievski y el parricidio” publicado por primera
vez en 1928… Al año siguiente, el artículo de Freud fue traducido al inglés y publicado en una
revista titulada “The Realist”. Desde entonces, ha ocupado un lugar destacado en gran parte
de cuanto se ha escrito fuera de Rusia sobre el carácter de Dostoievski y en relación con su
obra .

El biógrafo menciona las críticas que el ensayo de Freud encontró en T. Reik (Imago, II, 1929,
15, pp. 232-242); luego remite a la posición de Fritz Schmidl sobre la génesis de la evidente
hostilidad de Freud hacia Dostoievski (Journal of American Psychoanalytic Asociation, 13,
julio, 1965, pp. 518-532); cita también el trabajo de E. H. Carr (The Slavonic and East
European Journal, 9, diciembre, 1931, pp. 424-431), y por último, menciona la sorna de Philip
Rieff para abordar el estudio de Freud de las relaciones entre padre e hijo en Dostoievski, en
el marco de la defensa del zarismo efectuada por el escritor ruso en Freud: The Mind of the
Moralist, N. York, 1961 (¿Qué lectura de la obra freudiana permite un título como ese para
hablar del inventor del psicoanálisis?). Entre los años 1928 a 1976 sólo cuatro autores
intentaron hacer una lectura crítica de las hipótesis formuladas en el mencionado artículo . J.
Frank reconoce el lugar importante ocupado por ese texto freudiano pues se lo califica “como
una obra clásica”; se la toma como una “extensa exploración psicoanalítica” de una de las
figuras cumbres de la literatura; y de ser el “texto que fija las pautas” para las investigaciones
de psicohistoria practicadas en el ámbito académico. Su trabajo de biógrafo le impuso un
ejercicio: leer los textos citados, cotejar las fuentes, verificar su procedencia, establecer las
diversas versiones y medir las diferencias entre ellas. Esa actividad lo lleva a un punto de
vacilación:

En lo que a mí respecta, ocurre que, al escribir mi propia obra sobre Dostoievski, por fuerza
tuve que revisar, durante los dos últimos años, todo el material disponible sobre la vida del
escritor en sus fuentes originales, sobre todo el que se vincula con sus primeros años de vida
y que, lógicamente, fue el centro de atención para Freud. Mientras revisaba dicho material,
descubrí desconcertantes contradicciones con la interpretación que Freud nos ofrece de
Dostoievski, y que yo siempre había aceptado como fidedigna, al menos en lo concerniente a
sus datos, a pesar de reconocer que, como es tan frecuente en el psicoanálisis, las
conclusiones a las que se llega a partir de esos datos pueden ser meras conjeturas .

J. Frank al tomar “como fidedigna” aquello que constituye “meras conjeturas” nos ofrece una
observación metodológica importante: leer textos bajo la sombra de la fidelidad impide
desplegar las razones que hacen vacilar, caer o sostener tal o cual conjetura.

DOS TIEMPOS DE LA CONJETURA FREUDIANA

Los puntos problemáticos descubiertos por J. Frank destacan dos momentos cronológicos y
con posturas distintas en uno y otro, de parte de Freud, ante el escritor ruso: 1) el texto de
una carta enviada por Freud a S. Zweig en el año de 1920 ; 2) el artículo de Freud publicado
en 1928.
95

En la carta de 1920 leemos una primera observación de Freud al comentar el texto de E.


Zweig: Tres maestros (Balzac, Dickens, Dostoievski):

le diré que al hablar de Balzac y de Dickens da usted plenamente en el clavo… sin embargo,
con el maldito ruso tenía a la fuerza que resultar todos menos satisfactorio, y uno se da
cuenta de las lagunas y capta todas las incógnitas que quedan sin resolver. Al tratar de este
punto le ruego me autorice a hacerle partícipe de las cosas que acuden a mi mente de
profano, aunque quizás en el terreno de la psicopatología, al que pertenece irremisiblemente
Dostoievski, tenga yo alguna ventaja para opinar .

J. Frank lee esa frase como la respuesta a una afirmación de S. Zweig:

no fueron los psicólogos, a pesar de su condición de hombres de ciencia, quienes pusieron al


descubierto los recónditos abismos del espíritu moderno, sino los hombres de genio que
traspasan todas las fronteras .

La obra Tres maestros presenta a Dostoievski bajo la pintura de un genio demente aquejado
de epilepsia, padecimiento tomado como un rasgo de personalidad. Ante todo, Freud se ve
obligado a enfrascarse en un debate sobre ese rasgo, para concluir: “Creo que todo el caso de
D[ostoievski+ podría haberse construido sobre su histeria”. La precisión de Freud es de orden
analítico, corresponda o no a la estructura subjetiva en cuestión, sin embargo, se ve llevado a
una rivalidad con la enfermedad orgánica que en nada lo beneficia a él ante los médicos y a
nosotros nos carga una dificultad desorientadora. El psicoanalista se desorienta al pretender
zanjar, desde y con el psicoanálisis, si una dolencia tiene un componente orgánico o no. Ésa
es una pregunta del terreno médico, biológico o de las actuales neurociencias, allí su
pertinencia no tiene objeción; llevada tal cual al psicoanálisis, es una pregunta sobre la que
no tenemos nada para decir por su falta de pertinencia.

Una confirmación de la impertinente cuestión la encontramos en la respuesta a las


disquisiciones médicas de Freud: J. Frank pone en tela de juicio el carácter psíquico a favor
del carácter orgánico de la epilepsia padecida por Dostoievski, padecimiento que reaparece
luego en Aleksei, uno de los hijos del escritor que muere a consecuencias de un ataque
prolongado de la misma. Esta objeción es hipotética: si el hijo también tenía epilepsia,
entonces era una enfermedad heredada, por lo cual se trataba de una afección orgánica del
padre; esta “objeción” se revela irrelevante, pues si la epilepsia era “orgánica” o “psíquica”,
ninguna de esas alternativas se eliminan entre sí. Nada impide a una histeria arroparse entre
los síntomas de una afección orgánica. Este último caso introduce un interrogante en la
experiencia analítica para dar cuenta de las modificaciones de una histeria ante un trazo del
cuerpo biológico. A esto agreguemos otro dato, ya no de orden hipotético: Aleksei muere el
16 de mayo de 1878 y los primeros ocho libros de Los hermanos Karamazov son publicados
entre enero y noviembre de 1879. Notemos que Aliosche – Aleksei será para el escritor el
héroe de esa novela:

Al comenzar la biografía de mi héroe, Alejo (Alioscha, Aleksei) Karamazov, siento cierta


perplejidad. En efecto, aunque lo llamo héroe, bien sé que no es ningún gran hombre.
Preveo, por tanto, fatalmente preguntas como ésta: ¿En qué es extraordinario Alejo
Karamazov para convertirlo en héroe? ¿Qué ha hecho? ¿Quién lo conoce y por qué? ¿Hay
alguna razón para que yo, lector, consagre mi tiempo a su vida?... A mi juicio hay en Alejo un
héroe, si bien dudo de que el lector lo crea .

La oposición especular entre el componente orgánico y el psíquico dejó pasar sin investigar el
efecto o no de la muerte del hijo en la escritura de la novela. Freud escribe, sobre los
antecedentes de los ataques:
96

La hipótesis más probable es que aquellos se remontarían muy atrás en la niñez de


Dostoievski y primero estuvieron subrogados por síntomas más benignos, cobrando la forma
epiléptica sólo después, en el octavo año [dieciocho años, en la edición de 1930], tras aquella
vivencia amedrentadora, el asesinato del padre. Armonizaría bien con ello si quedase
comprobado que se suspendieron por completo durante el período de castigo en Siberia,
pero otros indicios lo contradicen.

Entramos ya de pleno en los avatares del segundo tiempo de abordaje del caso por parte de
Freud, un tiempo segundo articulado con el anterior. En una nota aclaratoria escribe que
existen documentos, incluida información del propio escritor, que establecen la aparición de
la epilepsia en el período de encarcelamiento. Sin embargo él, por hacerse cargo de la teoría
de las resistencias, desconfía del paciente: “Por desdicha, hay razones suficientes para
desconfiar de las comunicaciones autobiográficas de los neuróticos. La experiencia enseña
que su recuerdo introduce falsificaciones destinadas a desgarrar una trama causal
desagradable” (el subrayado es mío). En efecto esto ocurre y de ello no se desprenden
razones suficientes para “desconfiar” de la forma en que el analizante encuentra para
presentar o no presentar tales o cuales eventos. Si aceptamos un tiempo para el decir de
cada analizante, en principio, no estaremos obligados a perseguir una “verdad” más allá o
más acá de ese tiempo.

El trabajo de J. Frank establece que a partir de una leyenda familiar, la biografía de la hija del
escritor, se supuso que “al enterarse de la muerte de su padre fue cuando Dostoievski tuvo el
primer ataque epiléptico”. Con esto el biógrafo muestra al psicoanálisis una bisagra entre los
tiempos del caso. Luego agrega las afirmaciones hechas por Freud en su carta a Zweig, una de
ellas contiene una frase semejante a la que acabamos de citar:

En algún lugar de una biografía de [Dostoievski] me mostraron un pasaje que atribuía sus
anomalías internas al hecho de que, cuando era niño, había sido punido por su padre en
circunstancias muy severas. Recuerdo vagamente la palabra ‘trágicas’ ¿Estoy en lo cierto?
Llevado por su ‘discreción’, naturalmente, el autor no aclaraba específicamente tales
circunstancias. Para usted será más fácil que para mí seguir la pista de este pasaje. Fue esta
escena de su niñez –y no preciso hacer tales aclaraciones al autor de First Experiences (“Las
primeras experiencias”)- la que dio a su repetición posterior, aun antes de ser llevada a cabo,
la facultad traumática de reproducirse cristalizando un ataque .

J. Frank ve establecerse así el carácter traumático de una “amenaza de castración” que será el
origen tanto de la histeria como del lugar ocupado por los ataques epilépticos. Él consultó la
biografía de Orest Miller y Nikolai Strakohv (1883) donde le “mostraron un pasaje” a Freud en
que Dostoievski “había sido punido”. Se trata de un fragmento redactado por Miller:

una prueba muy singular de la enfermedad de Feodor Mijáilovich relacionada con su primera
juventud y que vincula su padecimiento con un trágico suceso ocurrido en la vida de la familia
Dostoievski .

Con ese texto ubica un hecho literal: Miller no hace mención a ningún “castigo” ni al término
“padre”, a eso se le suma que, en opinión de otros estudiosos, esa frase se refiere
“veladamente al asesinato del padre del escritor”. Ese episodio ocurrió en el año de 1839
cuando Dostoievski tenía 18 años, una edad avanzada para situar el episodio como una
“escena de la infancia” . James Strachey remite a la biografía escrita por la hija de Dostoievski
que atribuye la causa de la muerte al crimen que habría sido cometido por los campesinos al
servicio de su padre .

La versión castellana del artículo de Freud corresponde a la edición alemana de 1928, allí el
episodio ocurrió en “el octavo año” de vida de Dostoievski, mientras que en el texto bilingüe
francoalemán, basado en una edición de 1930, la edad es “sus dieciocho años”. Esta
97

disparidad de edades produce una condensación:

a.- a los 8 años muere la madre de Dostoievski; a esa muerte el padre responde con crisis
alucinatorias y alcohólicas; a los 18 años “murió” o “asesinaron” a su padre;
b.- el “octavo año” se acerca a la primera versión, carta a S. Zweig, amenaza de castración
proferida por el padre, mientras en sus “dieciocho años” el evento traumático sería el
“asesinato” del padre;
c.- entre la primera “interpretación” (1920) del caso y la segunda “interpretación” (1928)
median ocho años; sólo en la segunda fecha Freud tuvo noticias de la versión del “asesinato”
sufrido por el padre del escritor.

El estudio biográfico de Frank no toma en cuenta estas cuestiones y al contrario comete el


error de tomar como objeto de crítica el cambio de punto de vista sobre el caso. Si bien
Freud, entre el primer tiempo y el segundo, sostendrá la exigencia epistemológica de localizar
una causa productora del caso, eso no le impidió cambiar su enfoque a partir de información
nueva. Ese cambio en la conjetura no agota el establecimiento crítico del caso, al contrario, es
su condición de posibilidad, condición abierta para cualquier analista.

Por último, J. Frank le quitó sustento a la piedra angular de la hipótesis nuclear del segundo
abordaje. La piedra basal estaba constituida por el síntoma epiléptico, que condensa las
mociones de odio contra el padre (“Uno ha deseado la muerte de otro”, escribe Freud) y a
consecuencia de esa moción el “ataque (que se denomina histérico) es entonces un
autocastigo”. Freud no duda en escribir que se trata de un “deseo” *wünscht+ . La epilepsia
vendría a constituir una histeria de autopunición. Allí, “Si fuera cierto –escribe Freud- que
Dostoievski se vio liberado de ataques en Siberia, ello no haría sino confirmar que sus ataques
eran su castigo. Ya no le hacían falta, pues era castigado por otro” .

Joseph Frank demostró con precisión, al igual que otros estudiosos, la aparición de los
primeros ataques de epilepsia en el exilio siberiano. A la objeción de un dato que es la base
“confirmatoria” del segundo tiempo del abordaje añadimos otra. Se trata de una cuestión
clínica, con consecuencias doctrinarias, provocada por la irreductible diferencia entre “auto”
y “hetero”.

En las versiones de este trauma desplegadas por Freud: sea cuando era un niño regañado en
forma violenta por su padre; sea en la escena donde Dostoievski, por orden de otro, sufre un
simulacro de fusilamiento; como en su condena al exilio emanada de una disposición del Zar;
en ninguna de esas escenas traumáticas hay elementos para indicar una primacía del “auto”
castigo. Las escenas están organizadas por el componente “hetero” pues el castigo viene de
otro. Pocos años después, Lacan, en su tesis de 1932, vendrá a cometer un error semejante
cuando formula la existencia de una “paranoia de autopunición” en el caso de Marguerite
Anzieu . Ese error será corregido cuando Lacan formule en 1936, el “Estudio del espejo.
Teoría de un momento estructurante y genético de la constitución de ’La Realidad’,
concebido en relación con la experiencia y la doctrina psicoanalítica” . Ahí dará cuenta de las
condiciones para salir del “auto” de un inexistente “narcisismo primario” para precisar la
constitución “hetero” del Yo.

EL ICEBERG LATENTE ES MANIFIESTO

Freud construyó con su experiencia de interpretador de los sueños los elementos de su


método. Uno de ellos dice que, cuando el contenido manifiesto se presenta sin mayores
turbulencias que quiebren su ilación lógica, en ese momento, nos topamos con un sueño
complicado.

Un aspecto manifiesto del iceberg latente está en el título Dostokjewski und die Vatertötung,
traducido como: Dostoievski y el parricidio. El término alemán vatertötung no tiene como
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equivalente el vocablo “parricidio”. La palabra alemana es un compuesto de Vater=padre más


Tötung=homicidio, asesinato, muerte, causar la muerte. La derivación ung da lugar a
Tötung=homicidio, la raíz es el verbo Töten=asesinar, matar, así Vatertötung es un término
sustantivado compuesto por die (el) Vater (padre) + töt (asesinar, matar) + ung, cuya
traducción al castellano es: “el asesinato del padre”. Según E. Siefer el término en alemán no
da lugar a los movimientos del genitivo objetivo y subjetivo , mientras que la traducción da
lugar a esa oscilación.

En su artículo Freud emplea otro término Vatermord, que proviene del sustantivo: Mord,
asesinato, y del verbo morden, asesinar (existe una variante con el mismo sentido:
ermorden). El sufijo mord equivale al castellano cidio (vgr.: Muttermord: matricidio); el
vocablo Vatermord se traduce al castellano por “parricidio”.

A partir de estos elementos podemos concluir que el texto de Freud titulado Dostojewski und
die Vatertötung, no tiene un equivalente directo en nuestra lengua, al menos ese equivalente
no será el título de las ediciones castellanas. Dostoievski y el asesinato del padre puede ser su
equivalente pues recupera la argumentación desplegada por el autor: a) el padre de
Dostoievski fue asesinado; b) los efectos subjetivos ante tal asesinato para el escritor ruso.
Este título deja al “parricidio” como partícipe de la conjetura desplegada por Freud para
establecer la relación Dostoievski con su padre.

¿Cómo fue posible que ediciones en distintas lenguas, diversos psicoanalistas, varios de ellos,
como Marie Bonaparte, hablantes de la lengua alemana no hayan subrayado esa diferencia?
Para responder a esta pregunta nos alejaremos del campo de la traducción, no está allí la
causa del interrogante. El lector tiene elementos para constatar que se trata no de un error
de traducción sino de una interpretación salvaje. Salvaje pues es la transferencia dirigida al
título, mismo que es el nombre de una conjetura de Freud, objetivo de esa transferencia.

¿Cuál conjetura? La adoptada para dar cuenta del padre. Veamos cómo ella está presente
orientando su estudio ante el “asesinato” sufrido por el padre de Dostoievski:

el abordaje psicoanalítico…está tentado de discernir en ese suceso el trauma más grave, y en


la reacción de Dostoievski, el punto axial de su neurosis.

¿De dónde proviene la tentación –causa- para discernir ese trauma? ¿Es una tentación
incitada por el despliegue de Los hermanos Karamazov? ¿Está orientado por algún hecho de
la vida del escritor? La tentación proviene de otro lado:

Pero si ahora paso a fundamentar psicoanalíticamente esa tesis, no puedo menos que temer
que se queden sin entender nada los no familiarizados con la terminología y las doctrinas del
psicoanálisis .

Los fundamentos para dar cuenta de la relación entre el “parricidio”, si fue tal, narrado en Los
hermanos Karamazov, y el “destino” del padre de Dostoievski, como punto axial de la
neurosis del escritor están en la “terminología” y en “las doctrinas del psicoanálisis”. En los
escritos de Freud la “terminología y las doctrinas psicoanalíticas” del parricidio tienen por
base la construcción del “parricidio primordial”. Esa construcción no descansa sobre el
estudio de ningún parricidio cometido en el entorno del inventor del psicoanálisis. Los
“casos” de Edipo, de Hamlet, sirven de apoyo a las elaboraciones freudianas respecto del
tema del padre. Esos “casos” no son el objeto de tal o cual estudio. La aparición del término
“parricidio”, en el título y en el artículo de Freud, no viene del crimen ejecutado en Los
hermanos Karamazov, proviene de un saber referencial. Frente al parricidio en la enseñanza
de Lacan encontraremos un estudio de las articulaciones freudianas, un trabajo que reconoce
momentos distintos, contradictorios. Lacan estudió, con cierto detalle, la obra de
Shakespeare, Hamlet, la obra de Sófocles, Edipo y así reveló inconsistencias en las
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construcciones de Freud. Citamos una: la diferencia entre el personaje de Edipo y el de


Hamlet. El primero mata a su padre sin saber que era su padre, mientras el segundo sabía que
debía matar a… Claudio, quien asesinó a su padre con la complicidad de su madre . Además
Hamlet no envenenó a su padre, fue otro quien lo hizo. Con esas distinciones se puede
construir un orden mínimo que hace diferencias al interior del parricidio: los toma uno por
uno.

Freud indicó con precisión un lugar de su obra donde pueden encontrarse la terminología y
las doctrinas del psicoanálisis:

Según una conocida concepción, el parricidio es el crimen principal y primordial tanto de la


humanidad como del individuo .

Allí añade un pie de página y nos remite a Tótem y tabú. Algunas concordancias en la vida
anímica de los salvajes y de los neuróticos, escrita entre los años de 1912 y 1913. En ese texto
encontramos las siguientes condiciones que ubican al padre de acuerdo a Freud:

*”Im Anfang war die Tat” *En el principio fue el acto], una cita tomada de Goethe que cierra
ese escrito;
*¿Cuál acto? El asesinato del padre de la horda primitiva a manos de sus hijos varones como
hecho efectuado, según Freud, en un momento histórico inicial;
*¿Por qué razón, si puede haber una, lo asesinaron? Era la rebelión frente a un padre todo
poderoso, tiránico, dotado de una fortaleza tal que le permitía poseer y dominar en forma
absoluta a todas las mujeres, menos una. Si un hijo pretendía tomar una mujer, era
eliminado. Recordemos que esa “menos una” aparece como madre en la saga freudiana, ella
protege de las atrocidades paternas a los hijos más jóvenes, quienes podrán consumar luego
el acto;
*A partir del parricidio se organizaría la exogamia y la prohibición del incesto
correlativamente se instaura el culto al padre así como el lazo social que establece la sociedad
humana;
*Las mujeres sólo se encuentran en el lugar de “poseídas” por la “potencia” de ese padre.

Freud leyó con esta terminología y con esa doctrina Los hermanos Karamazov, veamos si en
efecto esa lectura da cuenta del padre que aparece en esa ficción literaria. Estamos ante un
caso donde se abre la posibilidad de “leer” con los elementos de la doctrina o “leer” con los
elementos del caso o de “leer” con el escrito presente en el decir del caso o de “leer” en el
intersticio del nudo construido entre el conjunto de esos elementos sin excluir
necesariamente a uno de ellos.

LAS SINGULARIDADES DEL PADRE DE LOS HERMANOS KARAMAZOV

Conviene precisar la paternidad presente en Los hermanos Karamazov:

*Fiodor Karamazov, padre de los hermanos, se casó dos veces, y tuvo en estos matrimonios
tres hijos: uno del primero, Dimitri, y dos del segundo, Ivan y Aliosha;
*su primera esposa lo abandonó y se fugó con un “maestrito”;
*la novela presenta una y otra vez un adjetivo calificativo aplicado al padre y reiterado a lo
largo de su trama: “payaso”. Un “payaso” trágico o cómico pero payaso al fin y al cabo; en el
libro II, un capítulo lleva por título “Viejo Payaso”;
*Smerdiakov, ejecutor del asesinato, recibe el nombre de Pavel a partir de unos empleados
de Fiodor, él nunca lo reconoce como su hijo; el nombre de Pavel Fiodorovich –hijo de Fiodor-
aparece dos veces en la novela, pero no es en boca de Fiodor ni en la de Smediakov. Su
nacimiento, según un rumor, sería consecuencia de una relación sexual que habría sostenido
Fiodor con una mujer afectada de una profunda “debilidad mental”; un acto que arroja
sombras sobre el “poder” de ese padre;
100

*la novela está tejida por referencias literarias, filosóficas, políticas, económicas, psiquiátricas
y psicológicas. Dostoievski se documentó para su escritura, por ello sobresale que el
“parricida” nunca dice “Maté a mi padre”, una frase que se encuentra en los testimonios de
parricidios recogidos por la literatura, los periódicos, la psiquiatría, el psicoanálisis ;
*Smerdiakov, el “parricida”, fue criado por una pareja de sirvientes de Fiodor y no se
encuentra en la novela ninguna situación donde éstos estén tomados como “padres” por él;
su crimen no tiene el objeto de salvar a unos padres “sustitutos”;
*Mitia, uno de los primeros inculpados del “parricidio” confiesa sus “deseos” de querer matar
a su padre; en la novela relata un sueño que no atrae la atención de Freud;
*Iván, luego de consumado el “parricidio” y después de entrevistarse con Smerdiakov, sufre
desde el punto de vista descriptivo una pesadilla con un tono alucinatorio: véase el libro XI,
capítulo IX: “El diablo, la pesadilla de Ivan Fiodorovich” y el capítulo X: “Él me lo dijo”.
*Katerina Ivanovna y su rival Grudschenka son protagonistas activas en las condiciones que
conducen al asesinato de Fiodor Karamazov. Grudschenka juega un papel de importancia en
el armado del triángulo con Dimitri y Fiodor. Ese triángulo alimenta la rivalidad entre padre e
hijo; mientras ella tenía interés en recuperar el amor de otro, este hombre situado fuera del
triángulo;
*La novela tiene un tema organizador: la muerte de Dios. Ese tema estaba en el ambiente de
la época y era motivo de interrogaciones para los personajes; es te tema ¿puede quedar
desarticulado del crimen?

Estos elementos surgidos de Los hermanos Karamazov subrayan que no hay una medida
común entre el padre de esa novela y la “terminología y la doctrina psicoanalítica” referida
por Freud. El padre terrible y omnipotente de la horda primitiva no guarda relación alguna
con la debilidad que afecta a Fiodor Karamazov. A partir de este dato, ¿cómo dar cuenta de la
diferencia entre la novela y el artículo de Freud?

Y ENTONCES…

Freud leyó la novela, ¿qué le impidió extraer alguna consecuencia para la clínica y la doctrina
del psicoanálisis? No podía extraer ninguna pues entre la clínica de esa novela y la doctrina
freudiana no hay articulación . Freud vuelve a tomar apoyo en un detalle de Dostoievski para
sostener su propuesta teórica: hace mucho tiempo un padre fue asesinado y a partir de allí se
fundó un lazo social sostenido por el culto al padre. Ese crimen primordial está presente en
las fantasías del neurótico, mismas que lo llevan a revivir en su “aparato psíquico” aquel acto
donde un personaje, por haber sido asesinado, cobra una fuerza y estatuto del que carecía
cuando vivía. El padre freudiano encuentra en su condición de asesinado “por los hijos” el
pasaje a una vitalidad plena de consecuencias. Freud escribe “sobre”, a cuestas, de ciertos
datos de Dostoievski para refrendar esas hipótesis primordiales de “la terminología y las
doctrinas del psicoanálisis”.

Esos avatares del sueño doctrinario de Freud están destinados a sostener la presentación
pública del psicoanálisis . Aquí es donde juega el papel el Complejo de Edipo, como lo subrayó
Miguel F. Sosa , en tanto constricción impuesta a Freud para sostener la verosimilitud de…
¿de qué? No era lo verosímil de la experiencia, basta contabilizar el número de pacientes que
llegaban a su consultorio , y la inserción por él lograda en la trama sociocultural vienesa
tampoco deja dudas al respecto . El carácter verosímil de la experiencia generó afluencia de
pacientes a su consultorio e hizo aparecer a los candidatos a ocupar el lugar de psicoanalistas.

La exigencia de verosimilitud es requerida por la doctrina cuando ella se dirige al público de la


comunidad científica o cuando la ciencia está en el horizonte. Esa exigencia es válida y ello no
le da validez a la presentación hecha por Freud. Hay varios puntos de su tejido que le quitan
sustento pues, por un lado, al someterse ante la comunidad científica con el mito del
Complejo de Edipo deja inerme al analista ante los hechos de la clínica, y por el otro, genera
problemas a la clínica soplados desde la “teoría”. Lacan respecto de ese mito subrayaba:
101

sobre todo él adhiere mucho a que eso haya pasado, esta sagrada historia del padre de la
horda primitiva. Ustedes saben, esta payasada darviniana: el padre de la horda. Jamás se tuvo
el mínimo rastro del padre de la horda…en todo caso Freud adhiere a que eso sea real…A eso
él adhiere. Escribió Tótem y tabú para decir que eso forzosamente sucedió y que todo partió
de allí, a saber, todas nuestras complicaciones, incluyendo la de ser psicoanalista
(11/02/1970) .

La respuesta a la exigencia de verosimilitud es parte de las condiciones de producción de ese


sueño; si seguimos a Freud, los restos diurnos –sea del día anterior, de la semana pasada, o
del siglo por comenzar- son un elemento suscitador. Entonces, ahora pasamos a estudiar en
forma breve otra fuente de suscitación. En este caso se trata de la decadencia, del ocaso de la
imago paterna. Con esa declinación tendremos condiciones para precisar el obscurecimiento
de la clínica proveniente de ese mito.

EL SUEÑO RESPONDE A LA DECADENCIA DE UNA IMAGO

Joseph Frank, al publicar en 1976 su obra sobre Dostoievski y pese a rechazar las que él
considera infundadas maniobras de Freud, reconoce lo siguiente:

la importancia de la obra de Dostoievski por parte de la Europa occidental,… sus novelas


preludian con asombrosa lucidez la crisis de valores que ha acosado a la cultura occidental …,
coincidieron con el surgimiento del psicoanálisis, y el notable incremento de su influencia .

Este reconocimiento, para los psicoanalistas, cobra hoy toda su actualidad. En ese contexto se
desplegó el psicoanálisis; por ello es otro elemento suscitador del “complejo de Edipo”. Un
sueño que llevó el psicoanálisis al terreno del público, y en especial, a la comunidad científica
esa invención. Jacques Lacan, en su artículo de 1938, La familia: el complejo, factor concreto
de la psicología familiar. Los complejos familiares en patología, escribió:

Nosotros no somos de aquellos que se aflijan de un pretendido relajamiento de los lazos


familiares…Pero un gran número de efectos psicológicos nos parecen provenir de una
decadencia social de la imago paternal. Decadencia condicionada por el retorno sobre el
individuo de los efectos extremos del progreso social, decadencia que se marca de manera
especial en nuestros días en las colectividades más afectadas por esos efectos: concentración
económica, catástrofes políticas. El hecho ¿no ha sido formulado por el jefe de un estado
totalitario como argumento contra la educación tradicional…Sea cual sea el porvenir, esta
decadencia constituye una crisis psicológica.

Luego de estas líneas Lacan introduce el psicoanálisis:

Quizás sea a esta crisis que es necesario relacionar la aparición del psicoanálisis. El sublime
azar del genio no explica quizás por sí solo que hay sido en Viena –dentro de un Estado que
era el melting-pot de las más diversas formas de la familia, de las más arcaicas hasta las más
evolucionadas, de los últimos grupos agnáticos de campesinos eslavos a las formas más
reducidas del hogar pequeño y a las formas más decadentes de pareja inestable, pasando por
los paternalismos feudales y mercantiles- que un hijo del patriarcado judío haya imaginado el
Complejo de Edipo.

Estamos aquí ante el ombligo de ese sueño: el psicoanálisis respondió a la declinación de esa
imagen paterna, ¿con qué? Con otra imagen, o por lo menos con algo cercano a ella, así lo
constataba Lacan en 1938:

Él [Freud] imagina un drama de asesinato del padre por los hijos, seguido de una
consagración póstuma de su potencia sobre las mujeres por los asesinos prisioneros de una
102

insoluble rivalidad (subrayado es mío).

La exigencia de verosimilitud freudiana estaba afectada en su consistencia. Esa afección


proviene de una imagen, en efecto: si el psicoanálisis es inventado en el tiempo de la
declinación de la imago parental y sale a su encuentro con el mito de un padre que, gracias a
su asesinato, recobra su potencia, lo único que podemos constatar es que nada tendrá para
decir ante los problemas esbozados en Los hermanos Karamazov. Esa afección tiene un
rebote sobre el psicoanálisis mismo: la doctrina queda separada del camino de la experiencia;
mientras que la experiencia es conducida al camino de lo inefable, más aún la experiencia
queda excluida de dar consistencia a la transmisión, de manera particular, al público de la
comunidad científica.

Freud da una respuesta ante la declinación de la imago paterna: inventa un padre


todopoderoso. Ese invento –complicado y complejo en su estructura - no da en el blanco
pues no permite analizar las consecuencias de la declinación, éstas quedaron sin análisis. En
ese padre todopoderoso Freud hace jugar una serie de representaciones (Sol, Dios, Rey, Jefe,
Líder), y un deslizamiento de sustituciones (un personaje representa y sustituye al otro), así
un magnicidio puede ser tomado como la efectuación de un “parricidio”.

La respuesta freudiana implica consecuencias, así Pierre Legendre a propósito del caso Lortie
sostiene que: “La doctrina del homicida quedó expresada en estas palabras: ‘El gobierno de
Quebec tenía el rostro de mi padre’. Estas lecciones VIII estudian ese caso de parricidio”. Él
estudia así el atentado efectuado por Dennis Lortie, cabo del ejército del Canadá, quien atacó
manu militari el edificio de la Asamblea General de Quebec, mató a 3 personas e hirió a otras
11. Legendre dice que se trata de un “caso de parricidio”, para sostener esa interpretación
obvia que el cabo Lortie no mató a su padre ni tampoco mató al gobierno de Quebec –
operación un tanto difícil-, salvo que se interprete que las 3 personas muertas eran sustitutos
del padre y los 11 heridos sustitutos fallidos; les faltó morirse. El testimonio de Lortie, donde
una imagen –el rostro de un padre vivo- se desplaza hacia un edificio real de una institución
simbólica –el gobierno- queda a la espera de una lectura. Esa lectura está obturada si la
pregunta queda “sustituida” por un parricidio sin víctima .

La máquina de representar y sustituir es para el interpretador su hábitat natural, a ciencia


cierta, la cadena simbólica y sus desplazamientos no esperaron a Freud, él se sirvió –con la
cuchara grande- de los sistemas interpretativos previa a los trabajos de Ferdinand de
Saussure, al servirse fue víctima de ese servicio. El problema para el analista y su doctrina es
otro y está en un pequeño detalle: en el crimen primordial freudiano el deseo está clausurado
–los hijos parricidas no acceden a las mujeres- y esa clausura hace prisioneros a los hijos de su
víctima; la estructura dual de la rivalidad se cierra y las mujeres se van…se van de compras .
Es un caso donde la rivalidad cierra las puertas a la envidia como acceso a la constitución de
un deseo, no hay un lugar para instalar el objeto causante del deseo. Ante ese camino sin
salida, abramos una solución saliendo por donde entramos: si el deseo no viene del asesinato
del padre puede organizarse desde otro lado. ¡¿Qué genial solución?! ¡Cómo! ¡¿Puede haber
deseo pese al ocaso de la imago parterna?!

Estas preguntas requieren mostrar algunas imágenes del ocaso de la imago paterna, le
propongo, a usted lector, recorrer tres lugares donde es posible verlas.

EL GRAN PAN; HANS HOLBEIN; JACQUES LACAN

El anuncio de la muerte del gran Pan:

Un hecho que llama la atención a los estudiosos del panteón griego es que el gran Pan fue
engendrado por Hermes pero no logran ponerse de acuerdo para atribuir la maternidad del
dios sea a Dríope o la ninfa Énoe o Penélope –entre tejer y destejer se daba tiempo para
103

atender otros menesteres- o a la cabra Amaltea. Este dios no fue beneficiado por la belleza,
se cuenta que era tan feo al nacer, con cuernos, barba, cola y patas de cabra, que su madre
huyó de él temerosa, de ahí la dificultad para ubicar una madre a Pan. Hermes se apiadó de
los infortunios del joven y lo llevó al Olimpo para darle una sana diversión.

Su lugar de vivienda era la tierra de Arcadia, allí guardaba manadas, rebaños y colmenas y
como buen montañés, el dios Pan tomaba parte de las orgías con las ninfas del lugar. Era
tranquilo y perezoso, disfrutaba de la siesta y se vengaba de quienes lo perturbaban lanzando
un fuerte y súbito grito desde un bosque o una gruta, que erizaba los cabellos. Los habitantes
de Arcadia, sin embargo, guardaban tan poco respeto por él que, si al regreso de una partida
de caza retornaban con las manos vacías, se atrevían a darle azotes con una tira de cebollas.

El gran Pan, a pesar de sus defectos, tenía una gran actividad seductora, se dice que poseyó a
varias ninfas, entre ellas a Eco, a Linge, a Eufema, la nodriza de las ninfas. Se jactaba además
de haber poseído a todas las Ménades de Dionisio. En una ocasión trató de violar a la casta
Pitis, más tarde persiguió a la casta Siringe desde el monte Liceo hasta el río Ladon, y al
transformarse ella en caña, Pan procedió a cortar varias de ellas y fabricó una siringa. Otro
lance amoroso y conquista amorosa de Selene, a quien atrajo disfrazando su piel y pelos
negros cabrunos por vellones blancos bien lavados. Ante tanta belleza Selene aceptó cabalgar
sobre sus espaldas y le dejó hacer con ella lo que quiso.

Entre los dioses olímpicos aunque despreciaban su simplicidad y aflicción al alboroto, en no


pocas ocasiones se beneficiaban de sus artes, por ejemplo Hermes le copió una flauta que
había dejado olvidada, Apolo le sonsacó el arte de la profecía.

Plutarco, en Por qué guardan silencio los oráculos, mencionado por J-C. Bailly, escribe un
relato impactante de la muerte del Gran Pan. La prosa nos da el testimonio del retórico
Emiliano cuando se dirigía por mar a Italia a bordo de una nave que transportaba mercadería
y muchos pasajeros. Una tarde cuando se encontraban cerca de las islas Esquinades, cae en
forma sorpresiva una corriente de viento, el soplo empuja el navío a los parajes de Paxos. En
ese momento los pasajeros en su mayoría estaban despiertos, algunos continuaban bebiendo
luego del almuerzo. Sigamos ahora el relato de Plutarco:

Súbitamente, una voz que llamaba a Tamus a grandes gritos desde la isla de Paxos se hizo
escuchar. Todos se asombraron. Este Tamus era un piloto egipcio y pocos pasajeros lo
conocían por su nombre. Él oyó que lo nombraban dos veces sin decir nada. Después, a la
tercera vez, respondió al que lo llamaba y éste, entonces, elevando la voz le dijo: “Cuando
estés a la altura de Palodes, anuncia que el Gran Pan ha muerto”. Al escuchar estas palabras,
continuaba Epiterses, todos quedaron helados de terror. Mientras se consultaban entre ellos
para saber si era mejor obedecer esa orden o no preocuparse por ella y olvidarla, Tamus
decidió que si el viento soplaba pasaría de largo por la orilla sin decir nada; pero que si no
había viento y si reinaba la calma en el lugar indicado, repetiría lo que había escuchado.
Ahora bien, cuando llegaron a la altura de Palodes, no había un hálito de viento, ni una ola.
Entonces Tamus, colocado en la popa y mirando a tierra, dijo, de acuerdo con las palabras
que había escuchado: “El gran Pan ha muerto”. Apenas había terminado, cuando un gran
sollozo se elevó, no sólo dado por una sino por muchas personas y mezclado con gritos de
sorpresa .

El impacto de la comunicación recibida por tripulantes y pasajeros fue de tal tamaño que la
noticia llegó hasta el emperador Tiberio César, quien sin decir más mandó llamar a Tamos
para confirmar el rumor. Bien, como escribe Robert Graves, el Gran Pan: “Es el único dios que
ha muerto en nuestra época”. Los griegos fabricantes de una enorme mitología con la cual
construyeron su teogonía no perdieron el tiempo en desarrollar tal o cual hipótesis sobre la
forma en que el Gran Pan pasó del estado de vivo al de muerto, para ellos bastó eso: “El Gran
Pan ha muerto”, un dios había muerto, uno había muerto. El lugar de dios quedó
104

irremisiblemente tocado. Lo cual no impidió algunos intentos tardíos de reparar lo


irreparable. Algunos sostienen que todo fue producto de un equívoco, Tamo escuchó mal el
lamento “Thamus Panmegas Tethnece”/Tamo, el todo grande ha muerto/; y Tamo entendió
“¡Tamo, el Gran Pan ha muerto!”; puede el lector constatar que se trató de un equívoco
resuelto por una homofonía de sentido perfecta. Un siglo después Pausanias hizo un viaje por
Grecia y encontró templos, altares, cuevas sagradas y montañas sagradas dedicados al Gran
Pan, todavía muy frecuentados. Se adoraba un dios que por la muerte había mellado, en sí
misma, la estructura de la divinidad, cualquiera fuera ella.

Hans Holbein, el Joven

El Museo de Arte de Basilea ha logrado armar sus colecciones en consonancia con las
circunstancias de la historia cultural y social de la ciudad que le ha dado existencia. Esa ciudad
contó con una universidad desde 1460, creada a iniciativa de Pío II. Basilea fue admitida en la
Confederación Helvética y se convirtió en uno de los centros de la Reforma protestante tras el
paso de Erasmo, quien aparte de ejercer la cátedra universitaria mantuvo un contacto fluido
con Hans Holbein el Joven, pintor adoptivo de la ciudad. El núcleo de sus colecciones se
constituyó en 1660 cuando el Consejo de la ciudad libre –la universidad- compró los bienes
artísticos de Basile Amerbach, quien a su vez había heredado de su abuelo, el impresor
Johannes, el gusto por la colección; fue, además, amigo cercano de Erasmo y de Hans
Holbein. Franz Meyer fue, en un período más reciente, uno de sus directores.

(imagen)
Cristo en el sepulcro

En esa institución se encuentra una pintura de Hans Holbein el Joven, considerada la pieza
capital del Museo de Arte de Basilea, se trata de: Cristo en el sepulcro . La fuerza de la obra
proviene de haber sido concebida a tamaño natural y en un formato desusado. A ello se
añade un hecho, el cuerpo de Cristo es la pintura de un cadáver humano, están presentes en
él los rictus de una muerte violenta, la figura es la de un cadáver abandonado en un depósito
de hospital o una morgue de la ciudad. El detalle es el cuadro, su composición escandalizó por
su mostración irreverente del cuerpo de Cristo, el hijo de Dios enviado por él a salvar a los
humanos: un cadáver que no ha recibido de sus familiares, allegados o amigos un piadoso
tratamiento.

La crítica de arte señala que esa forma de pintar dotada de un gran dramatismo, mismo que
no deja de causar efectos sobre quien ve la pintura, sólo volverá a reaparecer con la obra de
Caravaggio. ¿En qué consiste el dramatismo del cuadro de Hans Holbein el Joven? El pintor
llevado quizás por un rigor de objetividad científica describe con su pincel los pormenores de
la rigidez cadavérica, la luz colocada a los pies del cadáver subraya aún más ese rigor mortis.
El artista tomó como modelo el cuerpo de un hombre, posiblemente muerto a causa de la
violencia que se descargó sobre él. Este elemento resalta cuando se ve el relieve de la cadera
y el ombligo prominente –resultado de un método antiguo empleado para seccionar el
cordón umbilical- detalles que enmarcan esta anatomía de rasgos famélicos, es difícil dejar de
notar la rigidez de las falanges y la tonalidad de sus uñas.

El título del cuadro Cristo en el sepulcro juega un pase de magia, donde sus términos, un
nombre: “Cristo” y un objeto “sepulcro” iluminan sin dejar ver, sin ver nada del objeto
metonímico, el cadáver del hijo de Dios. Se trata de un efecto, de una iluminación: su objeto
ilumina y se dificulta verlo. Esa ceguera causada por el cuadro se explica pues la obra
pertenece a la pintura renacentista: se puede pintar el cadáver de un hombre para
representar la muerte de Cristo pues las escrituras hablan de su muerte humana –estuvo
muerto tres días- y luego resucitó. La pintura se articula con las soluciones propuestas por los
teólogos para dar cuenta del cuerpo humano de Cristo, y su posterior resurrección, cada una
de estas operaciones están contempladas en una de las facultades pertenecientes al Dios
105

cristiano: su presciencia.

Veamos ahora el testimonio de Fiodor Dostoievski al ser captado por esa pintura, eso le
ocurrió algunos siglos después de la primera exposición del cuadro en cuestión. El escritor
ruso, en una de sus escapadas al casino para el juego de la ruleta, se paseó por las salas del
Museo de Arte de Basilea, y en ese momento quedó tomado por la pintura. Con esa visita
construye un fragmento de su novela El idiota:

El cuadro representa a Cristo en el momento de ser descendido de la cruz. Creo haber notado
que los pintores que muestran a Jesús crucificado o descendido suelen representarlo con un
rostro extraordinariamente bello, esforzándose en conservarle esa belleza aun en medio de
los más crueles suplicios. En el lienzo de Rogochin no hay nada semejante: allí se ve
realmente un cadáver que antes de morir ha sufrido infinitamente, que ha sido golpeado por
los soldados y el populacho, que llevó la cruz y sucumbió bajo su peso, que soportó luego seis
horas (al menos así lo calculo) la terrible tortura de la crucifixión…el rostro es de un realismo
implacable: allí se ve un cadáver cualquiera con la expresión propia del que ha padecido.

La novela nos ofrece el testimonio de una consecuencia frente a tal visión, se trata de la
experiencia subjetiva del príncipe Mushkin confrontado con el cuadro:

Pero ese cuadro, ese cuadro es una copia de Hans Holbein –dijo el príncipe, que había
examinado el cuadro…Me gusta mirar ese cuadro, balbuceó, después de un silencio,
Rogochin… ¡Ese cuadro! –exclamó de pronto el príncipe, bajo la impresión de un súbito
pensamiento- ¡Ese cuadro!, ¡ese cuadro puede hacerle perder la fe a más de una persona! ¡Sí,
puede quitársela! –confirmó inesperadamente Rogochin .

Ele “súbito pensamiento” es una iluminación provocada por la visión del cadáver de Cristo, un
cadáver humano; esa visión iluminadora abre la posibilidad de perder la fe. Dostoievski, a la
manera de los griegos que navegaban en el barco conducido por Tamos, no produce una
interpretación sobre la forma en que Cristo se encontró con la muerte y por ello no lo auxilia
la resurrección posterior, sólo se detiene ante el cadáver de un muerto, Cristo, y eso es
suficiente para precipitarse en la posibilidad de perder la fe. Recordemos un momento de Los
hermanos Karamazov, cuando se transcribe la escena de los niños golpeados por sus padres:
“¿Comprendes tú eso, de que a una criatura así, que todavía no sabe lo que le hacen, se
golpee a sí misma…, implorando a Dios para que acuda en su auxilio…?” Ahora, entonces,
cómo se resuelve esa imploración si ante la muerte de Dios pintada por Hans Holbein la
creencia vacila, el Otro con mayúscula está atravesado por la castración.

Jacques Lacan, una sesión del seminario

A lo largo de la enseñanza de Jacques Lacan es posible encontrar referencias a la obra de F.


Dostoievski articuladas con el “Dios ha muero”. En los Escritos encontramos sólo una:

A la concupiscencia que relucía en los ojos del viejo Karamazov cuando aseveraba a su hijo:
“Dios ha muerto; luego todo está permitido”, ese hombre mismo que sueña con el suicidio
nihilista del héroe de Dostoievski o que se esfuerza en soplar en la tripa nietzscheana,
responde con todos sus males y también con todos sus gestos: “Dios ha muerto; ya nada está
permitido” .

En nuestra investigación no hemos encontrado en Los hermanos Karamazov la escena tal cual
Lacan la describe, hemos localizado variantes de la primera frase de Fiodor. Entonces, leamos
ese texto de Lacan, escrito el 29 de mayo de 1950 para una conferencia de psicoanalistas de
lengua francesa. Es una primera lectura de la imago paternal jugada en la frase “Dios ha
muerto”, es una escritura dual de las consecuencias: o todo está permitido o nada está
permitido. ¿Nos atreveremos a concluir, que así formulada la disyuntiva, la prohibición
106

requiere de que Dios siga vio a pesar de las evidencias contrarias?

Luego, en los seminarios públicos aparece, en tres ocasiones, el nombre de Dostoievski o una
obra del mismo escritos: el 21/03/1962; el 10/03/1965 y el 12/02/1969; en ninguna de ellas
se trata de Los hermanos Karamazov, tampoco se aborda la frase de Fiodor y mucho menos
hay alguna referencia a ese “parricidio” a pesar de las reiteradas ocasiones en que Lacan
trabaja el tema del crimen primordial en los textos de Freud.

Jacques Lacan desplegó un seminario en los años de 1959-1960, organizado alrededor de los
problemas éticos que enfrenta la práctica analítica, y en forma singular e insistente, el tema
de la ética que conduce la función del analista operando en la cura. Se trata del seminario La
ética del psicoanálisis . En la sesión del 1 de marzo de 1960 se encuentran frases que
continúan el escrito de 1950; ahora el tema ya no es Dios sino el padre. En efecto, haciendo
un comentario de Moisés y el monoteísmo y de Tótem y tabú…, Lacan dice:

Este asesinato *del padre+ que se nos propone al principio, en el origen de la cultura… A
continuación de lo cual…, se instaura algo que podemos llamar una especie de
consentimiento inaugural que es de todos modos un tiempo esencial en la institución de esta
ley en que todo el arte de Freud es ligarla para nosotros al asesinato mismo del padre…, no
solo el asesinato del padre no abre la vía hacia el goce que la presencia del padre suponía que
prohibía, sino, si puedo decirlo, refuerza la prohibición… Si el mito del origen de la ley se
encarna en el asesinato del padre…; el mito del asesinato del padre es el mito de un tiempo
para el que Dios está muerto… Pero si Dios está muerto para nosotros, lo está desde siempre,
y eso es lo que Freud no dice… Es decir que el hombre que ha encarnado la muerte de Dios
está siempre allí, está siempre allí con ese mandamiento que ordena amar a Dios.

Exactamente unas frases después, Lacan habla de la muerte del Gran Pan. En la frase citada
más arriba encontramos un inconveniente, es posible abordar los casos de parricidio con la
brújula que indica “Si Dios está muerto para nosotros lo está desde siempre, y eso es lo que
Freud dice”; si eso es así, deberíamos concluir que cada parricida intenta matar a un padre
que ya estaba muerto y él no lo sabía.

Luego, en la sesión siguiente, la del 23 de marzo de 1960, Lacan continúa el hilo del tema y
dice:

Autrement dit que la jouissance nous reste interdite comme devant. Devant que nous le
sachions que Freud [hay una tachadura luego una corrección manuscrita: Dieux] est mort.
Voilà ce que Freud dit, et ceci est la verité, sinon la verité sur le vrai, mais la verité sur ce que
dit Freud, assurément” (versión estenográfica).

Dicho de otro modo, que el goce nos queda prohibido como antes. Antes que supiéramos que
Freud ha muerto. Esto es lo que Freud dice. Y esto es la verdad, sino la verdad sobre lo
verdadero, seguramente la verdad sobre lo que Freud dice. (versión castellana de la
estenografía)

Encontramos ahora una torsión, una modulación de la frase, ya no se trata de “Dios ha


muerto”, ahora se trata del asesinato del padre, un asesinato que se ejecutó en un principio y
de ahí surgió la ley. Doble vuelta, pasamos de Dios al padre, y de la muerte a la forma en que
la muerte tomó a Dios o al padre. Esta doble vuelta nos aleja del barco de Tamo, o de la
mirada del príncipe Mushkin, a éstos les impactó su muerte, y no la causa de ella (muerte
natural o por asesinato o muerte en batalla).

Lacan hace en estas sesiones otra modificación: ya no se tratará de aquello que está o no está
permitido –lectura de 1950-, ahora desplaza el problema del límite al campo del goce, el goce
está interdicto de acuerdo a la lay que estableció el asesinato primordial. Si fuera poco, Lacan
107

en su lectura subraya un hecho, el crimen primordial, el Dios ha muerto, son una versión del
hijo. Extraña versión basada en la pasión de Cristo –el cuerpo del muerto- ésa que ordena
amar a Dios, el cuerpo del muerto; extraña versión pues el ajusticiado en el Gólgota fue un
hijo y no un padre. El padre, Dios, quedó afectado por la muerte de ese hijo crucificado. Este
elemento junto con “El gran Pan ha muerto” y la experiencia del príncipe Mushkin ante el
“Cristo en el sepulcro”, ¿qué lugar encuentran en la doctrina analítica? Hacer esa pregunta es
un avance abrupto de mi parte, pues formularla ya es darle condición de posibilidad.

En esa misma sesión por la vía de un “error” se pueden ver las huellas, trazos, de la
reparación efectuada por un lapsus, el “Dios ha muerto” vuelve a aparecer ahora en un lugar
que afecta al psicoanalista, se trata de “antes de que supiéramos que Freud ha muerto”. A
partir de ese “error”, ya lo sabemos, la obra de Freud –objeto de comentario en esa sesión-
ha quedado afectada por la muerte, no es inmortal, son los textos de Freud donde se trata el
tema del padre primordial los que quedan afectados. Vivimos el tiempo donde el psicoanálisis
enfrenta la declinación irreversible de la imago paterna y sus consecuencias sobre una forma
de organización entre las tres dimensiones: simbólico, imaginario y real. Quizás, se puede
sortear algunos efectos de tal situación por el costado de la peculiar suscitación subjetiva
provocada por un objeto; una suscitación constituyente del deseo.

Alberto Sladogna
Tlalpan, 23/09/1997.
108

EXCLUIR LA LOCURA DE LA CIENCIA Y DEL PSICOANÁLISIS ¿TIENE LA MISMA CONSECUENCIA?

Alberto Sladogna
Para hablar en términos concretos ¿hay cosa alguna que distinga al alienado de los demás
enfermos, como no sea el hecho de encerrarlo en un asilo, mientras que a éstos se los
hospitaliza?
Jacques Lacan
¿Quién tendrá a bien tomar en sus manos la causa de semejante hombre?
Ernst Wagner, 1913
Los perros ladran a los que no conocen

PRESENTACIÓN:

El campo paranoico de las locuras es un nudo para el psicoanálisis. Esta investigación estudia
un aspecto de ese nudo: la exclusión de la locura en la constitución de la ciencia y en el
invento del psicoanálisis. El estudio interroga las consecuencias de cada una de ellas. En
psicoanálisis encontramos dos constataciones paradójicas. Veamos:

1ra. constatación.- En la cura, se localizan analistas –de posiciones heteróclitas- que conducen
análisis donde está en juego la locura, llamadas “psicosis”. Constatación: hecho fáctico, hay
tratamientos analíticos;

2da. constatación.- La Asociación Psicoanalítica Internacional fundada en 1908, con la


anuencia y participación de S. Freud; institución que construyó el canon de lo que era o no
era psicoanálisis . Esa institución definió al psicoanálisis como método de tratamiento para las
neurosis. (Cf.: Preámbulo de su declaración constitutiva).

La tensión generada entre una práctica y su falta de reconocimiento compartido la


estudiaremos primera a partir de otra exclusión sufrida por la locura en 1641 cuando René
Descartes publicó, en la ciudad de París, por primera vez: Meditaciones acerca de la filosofía
primera en la cual se prueba la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. Esa obra fue
reeditada, un año más tarde en la ciudad de Ámsterdam, edición que cambió una porción del
título: Meditaciones acerca de la filosofía primera en la cual se prueba la existencia de Dios y
la distinción entre el alma y el cuerpo, título con el cual la obra es conocida hasta la
actualidad.

Las precisiones de esa operación se alcanzan al recorrer el estilo de las Meditaciones. El estilo
de René Descartes enseña su práctica filosófica y para observar sus aristas nos detendremos
en la primera meditación: “De las cosas que podemos poner en duda”. Luego de recorrer las
relaciones de Freud con la medicina de su época, tomaremos apoyo en un escrito de Jacques
Lacan Acerca de la causalidad psíquica (1946). Allí pretendía, por primera vez, levantar la
interdicción doctrinaria al tratamiento psicoanalítico de la locura. Ese artículo contiene la
primera cita de los Escritos donde está referido de René Descartes.

EL ACTO DE UNA PRÁCTICA

Thoug this be madness, yet there is method in’t.


W. Shakespeare

Descartes escribió en latín, y luego fue traducido al francés; allí aparecen los términos de
origen latino: meditaciones, meditación. La formación jesuítica de Descartes articula las
meditaciones con la práctica de Ignacio de Loyola, fundador de la orden. Él fijó los
procedimientos de los ejercicios espirituales .

Los exercitia spiritualia se enraízan en la práctica de los filósofos griegos y latinos. Ellos
109

recurrían a una serie de argumentaciones retóricas para persuadir a su auditorio. Los


ejercicios no eran una enseñanza ex cátedra dirigida al público externo sino a los ya iniciados.
Era una práctica bajo la égida del acto, Séneca decía “Facere docet philosophia, non dicere”.
Los ejercicios no dejaban indemne a quien los enseñaba pues los enseñaba practicándolos.

Los ejercicios espirituales producían “profundas modificaciones” en la vida subjetiva de sus


practicantes. Epícteto afirmaba que “El arte de vivir *la filosofía] tiene por materia la vida de
cada uno”. Las Disputas Tusculanas de Cicerón, según investigadores grecolatinos, fueron
escritos bajo el impacto del fin de su carrera política y el duelo por la muerte de su hija
predilecta. El carácter terapéutico era claro: la práctica filosófica lo curaba a él, no se
dedicaba a curar a otros. Las meditaciones de René Descartes fueron un ejercicio, el ejercicio
de la meditación una por una.

LAS MEDITACIONES UN ACTO ESPIRITUAL

Conviene leer las Meditaciones acerca de la filosofía primera en la cual se prueba la existencia
de Dios y la distinción entre el alma y el cuerpo siguiendo el ejercicio espiritual. Las
meditaciones son un pasaje al acto advertido de sus consecuencias:

He liberado mi espíritu de toda clase de preocupaciones; las pasiones no han dejado en mí su


huella profunda y funesta; me he procurado un seguro reposo en esta apacible soledad.
Puedo, pues, dedicarme a destruir mis antiguas opiniones, para que la verdad ocupe el
puesto que merece .

En el siglo XVII la meditación era un ejercicio preciso y definido, estaba de moda. Un ejercicio
de lógica y retórica donde se empleaban los recursos del razonamiento como los de la
imaginación. Los jesuitas y laicos de su entorno dedicaban cada día alrededor de una media
hora a una hora para sostener un discurso interior como práctica y ayuda para ejercer la
meditación. Una vez al año suspendían sus actividades cotidianas y destinaban varias
jornadas exclusivas para los ejercicios: los retiros espirituales.

Las Meditaciones no son para leerse de una sola vez, cada uno de sus componentes está
concebido como un ejercicio destinado a alcanzar un grado determinado para arribar al
siguiente escalón. Cada una de las Meditaciones requiere del ejercicio hasta que se haya
asimilado su contenido. En la Meditación primera el ejercicio tiene un objetivo: “De las cosas
que podemos poner en duda”, René Descartes escribe:

No he podido dispensarme de darle [a la duda] toda una Meditación; quisiera que los lectores
no sólo emplearan el poco tiempo necesario para leerla, sino algunos meses o, por lo menos,
unas cuantas semanas, para considerar las cosas que ella trata, antes de que pasen a otra .

Luego se encuentra una imagen del ejercicio:

Difícil era la empresa e impropia de un joven desprovisto de experiencia; por eso esperé
llegar a la edad madura… me he procurado un seguro reposo en esta apacible soledad… estoy
aquí sentado al lado del fuego, con un papel entre las manos, en ropa interior.

Encontramos la imagen de un hombre maduro en condiciones de meditar dotado de una


apacible soledad, acompañado por el calor necesario ante las inclemencias del tiempo;
inclemencia aumentada por la ausencia de actividad corporal requerida por la meditación;
amén del desprendimiento de las vestiduras mundanas. Imagen que evoca al Filósofo de
Rembrandt.

Los ejercicios filosóficos grecolatinos estaban orientados por un tema, las pasiones. Cuando la
pasión afectó al sabio surgió el contenido terapéutico. Cicerón decía:
110

A buen seguro, la medicina del ánimo es la filosofía, cuyo auxilio no se ha de pedir de fuera,
como en los morbos del cuerpo, sino que con todos nuestros recursos y fuerzas debemos
trabajar para poder curarnos a nosotros mismos .

Si las Meditaciones son el testimonio de un ejercicio espiritual, cabe una pregunta ¿de qué
pasión se defendía Descartes? Subrayemos una:

No basta que haga este propósito [poner en duda todo]; es preciso que en todo momento lo
tenga muy presente, porque mis antiguas ideas vuelven con frecuencia a ocupar mi
pensamiento; el largo y familiar contacto en que han vivido en mi espíritu, les da derecho a
ello, contra mi voluntad, y las convierte en dueñas y señoras de mi inteligencia.

René Descartes emprende el ejercicio espiritual contra la pasión del engaño; pasión del
mundo sensible. La experiencia de Descartes enseña que sólo se puede combatir con éxito
aquello que es nuestro enemigo más cercano, en algunos casos se tratará de combatir contra
nuestro querido enemigo.

René Descartes durante ese ejercicio llevó a cabo un acercamiento a la locura, la pasión por
excelencia. Lo hizo por el sesgo de una figura que presenta y representa a los locos.
Descartes emplea el lenguaje de Cicerón, habla de “insensatos”.

LA LOCURA DE UN EJERCICIO

El alumno de la Flèche se acerca con una pregunta a la locura:

¿Cómo puedo negar que estas manos y este cuerpo son míos?

Para alcanzar una certeza en ese orden introduce/expulsando a la locura:

Para negarlo tendría que ser un insensato o un perturbado, como esos que aseguran
continuamente que son emperadores y van vestidos de andrajos, o creen que poseen trajes
de oro y púrpura y van desnudos o se imaginan ser un cántaro o que su cuerpo es de cristal.
Esos son locos y yo sería tan extravagante como ellos si siguiera su ejemplo.

El fragmento citado constituye el nudo de nuestro estudio por ello ayudados por Ferdinand
Alquié , construimos esta versión:

¿Cómo es que podría negar que estas manos y este cuerpo son míos? A no ser que por
casualidad me compare [nisi me forte comparen] a estos insensatos, cuyo cerebro está a tal
grado perturbado por los negros vapores de la bilis, que ellos aseguran constantemente [ut
constanter asseverent] que son reyes, cuando son muy pobres, que están vestidos de oro y
de púrpura y están desnudos, o se imaginan ser calabaza [esse cucurbitas], o tener un cuerpo
de cristal. ¿Entonces? Esos son locos y yo me saldría de la línea [nisi deliret], si me guiara por
su ejemplo.

El texto no deja en claro de cuál locura escribe Descartes y con qué clase de locos lleva a
cabo su comparación su descripción indica una locura fálica: los locos son presentados como
lo que no son . El término comparación [comparem] es parte de las obras científicas de René
Descartes, según indica Jean-Luc Marion , y designa una operación retórica: un término
obtiene un estatuto inteligible cuando es asimilado a otro, se trataría de un procedimiento
epistemológico.

La imagen de los locos revela influencias grecolatinas: “cuyo cerebro está a tal grado
perturbado por los negros vapores de la bilis”; la circulación organizadora de la medicina
111

hipocrática cercana a los filósofos grecolatinos; “vestidos de oro y púrpura”, terreno de las
alucinaciones a vierto por los primeros estoicos, cuyas elaboraciones están en Esquilo –
Orestía-, Sófocles –Ayax- y en las descripciones de Cicerón de los casos de Atamante,
Alcmeón, Ayax, Orestes. Esa base está vigente en la psiquiatría contemporánea con el
agregado del plus de la ciencia después del cogito cartesiano.

Descartes convocó a esa locura en su ejercicio. Se trata de una maniobra retórica para
enfrentar las impugnaciones u objeciones a su empresa. Él trató de alejar aquello que pudiese
arrojar sombras o servir de obstáculo a la transmisión de sus conclusiones . Cada invención
conlleva para el entorno que la recibe el sello de una vecindad extrema con la locura, basta
recordar las palabras que desata la presentación de algo nuevo “¿Qué clase de locura es
esa?” . Sin embargo una trivialidad retórica sumada a los valores de la novedad produce
consecuencias fuera del cálculo retórico. No es cualquier afirmación excluir la locura del lugar
donde surgirá la ciencia desligada de sus relaciones con Dios. Es retórica para la ciencia,
mientras que la locura es afectada por un acto. Descartes sólo se ocupó de las certezas y las
dudas para construir “algo firme en las ciencias”, él no se ocupó de la locura –era un filósofo,
no era un psicoanalista-, se limitó a mencionarla para luego hacer un descarte. Ese descarte
constituye la expulsión de la locura no sólo del orden de la ciencia, sino más allá de ella,
quedó descartada de la razón:

A.- Descartes se colocó ante la locura guiado por la posición de las escuelas filosóficas
grecolatinas, estoicos en particular, sin embargo mientras los filósofos grecolatinos se
enfrentaban a la locura de las pasiones como la enfermedad mayor que pudiese afectar al
sabio, la formulación cartesiana descartó a la locura como un orden posible del pensamiento;

B.- el despliegue de la psiquiatría a partir de la obra de Tuke, Pinel, Wagnitz y Daquin –entre
otros- se produce apoyándose en la enseñanza filosófica grecolatina: un apoyo organizado
por una diferencia sutil construida con la mayor cercanía y el mayor abismo respecto de esos
orígenes. La cercanía fueron los textos griegos y latinos –el tratamiento moral de Pinel era un
recurso para enfrentar la pasión de la locura -, el abismo estaba abierto por una lectura que
incluía el tamiz cartesiano. Un caso actual donde constatamos la exclusión cartesiana queda
localizada en el hecho inadvertido, hasta donde hemos podido investigar, para la psiquiatría y
el psicoanálisis del título –y su contenido- de una obra de psiquiatría escrita por Paul Serieux y
Joseph Capgras, en 1909: Las locuras razonantes. El delirio de interpretación. El título y la
obra dan cuenta no sólo de las razones del delirio de interpretación sino que articula la locura
con un adjetivo que incluye a la razón .

C.- radiar la locura del pensamiento científico, dejándola sin razón para la ciencia no implicó
ni implica dejar a los agentes de la ciencia, los científicos, a resguardo de sus efectos.
Mientras Kepler trabajaba para construir una imagen del universo acorde con la perfección
divina, guiado por un “delirio” religioso describió la trayectoria elíptica de los planetas e
inauguraba una de las condiciones para pasar de la astrología a la astronomía. Los agentes de
la ciencia quedan, quizás más desamparados frente a la locura al tiempo que esas vivencias
son, de nueva cuenta, excluidas de la ciencia reiterando el gesto inaugural de un descarte.

Estas consecuencias establecen un campo de problemáticas. Descartes operó desde su lugar:


la filosofía y allí estableció las premisas para una ciencia alejada del reino religioso. Él no tenía
por objeto el tratamiento de la locura. Así en Las pasiones del alma (1649), su última obra,
muestra las consecuencias de la exclusión: el dualismo cuerpo / alma envuelto en un método
terapéutico:

Hay que saber que el alma está verdaderamente unida a todo el cuerpo… aunque el alma está
unida a todo el cuerpo, hay sin embargo en él alguna parte en la cual ejerce sus funciones
más particularmente que en todas las demás… paréceme haber reconocido evidentemente
que la parte del cuerpo en la que el alma ejerce inmediatamente sus funciones… es cierta
112

glándula muy pequeña, situada en el centro de su sustancia… que los menores movimientos
que se producen en ésta tienen un gran poder para cambiar el curso de estos espíritus, y
recíprocamente, los menos cambios que se producen el curso de los espíritus lo tienen
igualmente para variar los movimientos de esta glándula

EL PASO DE LA ALIENACIÓN A LAS ENFERMEDADES MENTALES

El puente entre las formulaciones cartesianas y el tratamiento de la locura fue construido


históricamente con la invención del tratamiento médico-filosófico, a fines del Siglo de las
Luces cuando, entre otros textos, se publica en 1791: La filosofía de la locura [Colección
Pathos, UAQ, México, 1996]. Con Descartes se dan las bases para el imperio de la razón,
también él con su obra arriba mencionada deja el surco abierto para las consecuencias del
dualismo cuerpo-alma. Los médicos que en el Siglo de las Luces hicieron frente a los
padecimientos del loco conjugaron ambas proposiciones. Así lo hacían saber Daquin en 1773:

Las afecciones del alma que tienen un poder decisivo sobre lo físico de nuestro cuerpo .

Se conjuntó el dualismo con el reconocimiento de la energía de las pasiones. Esa energía será
recuperada por el tratamiento filosófico y moral. Esta amalgama del Siglo de las Luces se
produce cuando la filosofía, de acuerdo a Ernst Cassirer, ubicaba la energía en un lugar
preciso:

Cuando el siglo XVIII quiere designar esta fuerza, cuando pretende condensar su esencia en
una sola palabra, apela al sustantivo razón. La razón se le convierte en un punto unitario y
central, en expresión de todo lo que anhela y por lo que se empeña, de todo lo que quiere y
produce… El siglo XVIII está saturado en la unidad e invariabilidad de la razón. Es la misma
para todos los sujetos pensantes, para todas las naciones, para todas las épocas, para todas
las culturas .

Esta dirección organiza los primeros movimientos para explicar la locura y ofrecer una cura. Al
ofrecer una cura se abrió otra forma de estudiar el campo de las locuras. Jackie Pigeaud
señala con documentos que las sagaces observaciones de Michel Foucault sobre la manía y la
melancolía en el tratamiento médico-filosófico se pierden “en las brumas de una arqueología
indeterminada” .

El siglo XIX ve nacer la práctica de Daquin y Pinel: el método del filósofo frente a la alienación
de las pasiones. Georges Zimra escribió que el médico que trataba a los locos se hace filósofo
y agreguemos, en ese momento se aleja del resto de la medicina impactada por los nuevos
descubrimientos. Las pasiones no eran localizadas en el cerebro, jamás se las consideró
orgánicas. Los alienistas se distanciaban de sus colegas maravillados por los estudios
anatomopatológicos. El alejamiento llegaba a los edificios: los hospitales no se llaman asilos.
El surco de esa separación da la posibilidad de tratar la alienación con el tratamiento moral. El
alienista trataba de sacar al loco de una alienación que lo dejaba fuera de “sí”. En ese punto
se distinguen de los filósofos grecolatinos: ellos se dedican a curar a otros; se trataba de que
el loco regrese a “sí-mismo”. La medicina moral estableció la pareja del alienista con el
alienado.

El ingreso del médico moral a la medicina se inició con un movimiento: establecer la relación
médico / enfermo, una pareja con términos distintos. El intento de ingreso al campo de la
medicina requería de los alienistas el abandono de un lugar: el secretario del alienado. Jean-
Pierre Falret les exigía a los alienistas, en 1864:

No reduzcan vuestro deber de observador al papel pasivo de secretario de los enfermos, de


estenógrafo de sus palabras, o de narrador de sus acciones.
113

Y concluía:

Ustedes habrán dado un gran paso en la vía de la ciencia, pues en lugar de dejarse guiar por
las impulsiones de vuestra curiosidad o por un empirismo ciego, ustedes seguirán las leyes
que dirigen todas las ciencias, buscando remontarse del hecho particular al hecho general .

Este escrito de Falret es publicado 62 años después del primer registro en lengua francesa del
vocablo psychiatre; a 56 años del término psychaterie en la lengua alemana y a sólo 18 años
de que comenzara a circular en francés el término psychiatrie. Estos datos sumados a la
aparición en 1856, bajo la pluma de Falret, de las enfermedades mentales –cambio de la
alienación por el plural de las enfermedades- dan cuenta de un movimiento que afectó a la
psiquiatría del siglo XIX en Francia, Alemania e Italia. Ese movimiento encontró su causa en un
motivo imperioso: sincronizar a los alienistas –la primera psiquiatría- con el resto de la
medicina inundada ya por los avances incontenibles e irreversibles de la ciencia.

La solicitud de Falret se basa en “la vía de la ciencia” y abre paso a la investigación


neurológica, biológica, anatómica para dar cuenta de la locura. El cambio de paradigma dejó
de lado la palabra del loco. Esa palabra encontró otro lugar treinta años más tarde cuando
Freud se deja llevar por las palabras de la histeria. ¿Por qué razones la palabra del loco no
encontró en el psicoanálisis ese lugar? Para responder es necesario ver el lugar que daban al
psicótico la medicina eugenésica de Austria y Alemania. Esa medicina impactó en la recién
nacida experiencia analítica, en particular frente al tratamiento de la locura.

INCIDENCIA DEL PÚBLICO MÉDICO EN EL TRATAMIENTO.

Freud inició su actividad en Viena informando al público la apertura de su consultorio, sellaba


así la articulación del análisis con la ciudad . Esa articulación incluía efectos propiciatorios y el
riesgo de mostrar una experiencia nueva. La zaga de Freud –su dulce aislamiento y la
resistencia atribuida a la sociedad vienesa- deja ver su cálculo ante los efectos públicos.

La exclusión de la locura fue un requisito para la transmisión pública del preformativo


cartesiano Cogito ergo sum. La exclusión en el terreno epistemológico y filosófico no tiene
parangón con la exclusión del tratamiento de la locura en el psicoanálisis. Hay cuestiones que
no están entre los intereses del filósofo, mientras que excluir la locura del análisis es un
contrasentido pleno de consecuencias para la actualidad de nuestra práctica.

El psicoanálisis es un efecto producido por el pasaje al acto de Descartes, J. Lacan subrayó esa
pertenencia en sus Escritos; Jean Allouch llamó la atención sobre sus incidencias por el sesgo
de la letra y su articulación con el sujeto supuesto al saber, estructura de la transferencia ;
Guy Le Gaufey abordó el tema con el estudio detallado de la incompletud del simbólico desde
René Descartes a Jacques Lacan . Con estos antecedentes estudiaremos la incidencia de la
medicina en el invento y en los alcances del psicoanálisis. La medicina del imperio austro
húngaro ya estaba dotada de los logros de una ciencia cartesiana. El impacto en el campo
paranoico de las psicosis lo subrayo un enfermo serio (ernst), Ernst Wagner .

LA CIENCIA EN LA MEDICINA AUTRÍACA Y ALEMANA: CONTEXTOS DEL PSICOANÁLISIS.

Qué son algunas centenas de muertos, en comparación con mi sufrimiento. (…) Se habla
tanto de limpieza eugenésica, yo actué y llevé a acabo una limpieza eugenésica práctica.

Ernst Wagner (marzo de 1938)

Los términos “médico” y “medicina” en la obra de Freud suman quinientas treinta y una
entradas. Freud perteneció a la Sociedad Médica de Viena hasta los últimos días de estancia
en la cuidad. “Herr Professor” no dejó de escribir e incluso de proponer la articulación con la
114

medicina a pesar de formulaciones analíticas que no cubren o se alejan de los criterios de esa
profesión. En sus Trabajos sobre técnica analítica (1911-1914[1915]) es reiterado el empleo
del vocablo alemán Artz (médico), uno de ellos lleva por título Consejos al médico sobre el
tratamiento psicoanalítico. Esto muestra el lugar de la medicina para Freud y su esperanza de
insertar el psicoanálisis allí. Tener esa esperanza y abandonarla implica atravesar un pantano.
¿Qué alentaba esa esperanza? El lugar de la medicina en esa época.

El premio Nobel fue establecido en 1901, ya en 1933 Alemania y Austria tenían más premios
de medicina que Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos. Alemania es el primer país en el
mundo en establecer la medicina social. Si bien en los años 30 los EEUU obtienen su primer
Nobel en fisiología médica, los estudiantes americanos se dirigían a los institutos alemanes
para hacer su especialización. Alemania a consecuencia de un escándalo fue el primer país en
aprobar normas de ética médica referidas a la experimentación sobre seres humanos. Ese
país poseía una alta tasa de educación universitaria y el mayor número de doctores del
mundo.

En los EEUU hasta 1865 estaba vigente la esclavitud, los sabios de lengua alemana como
Tiedeman y K. E. Von Baer protestaban enérgicamente contra las tesis racistas de los
antropólogos anglosajones. La República de Weimar (1919-1933), en el plano jurídico, era
menos racista que los EEUU de los años 1920-1930 –prohibición de los matrimonios mixtos,
separación estricta de blancos y negros; prohibición o restricción de la inmigración de
Asiáticos, Eslavos, Judíos de la Europa del Este y mediterráneos. Las universidades de
Princeton y Columbia tenían cuotas antijudías; los estudiantes rechazados iban a Göttingen,
Heilderber o Berlín; en Rumania permitían el ingreso de judíos a la medicina con la condición
de sólo disecar cadáveres de judíos.

En los años de 1919-1933 cambió, en forma acelerada, la posición de la medicina, vía la


ciencia y la antropología ante los temas de la raza -eugenesia- y la higiene racial para obtener
su pureza. Benoit Massin, señala, que esta transformación se inició en 1870, unos años antes
Wilhem Griesinger, psiquiatra de la clínica universitaria de Burghölzli, ubicó las enfermedades
mentales como padecimiento de origen orgánico . La eugenesia tomó fuerza en las
principales escuelas de medicina americanas, latinas , suecas, francesa, alemana, inglesa,
quizás con la salvedad de la medicina italiana. Ese impacto se prolongó y sólo más tarde se
descubrió el papel desempeñado por médicos, genetistas, psiquiatras y antropólogos en la
justificación, planificación y ejecución del genocidio de judíos, de enfermos mentales, de
incapacitados, de homosexuales y de delincuentes durante el régimen nazi.

La eugenesia era una política de saludo pública ante la tasa decreciente de los índices de
natalidad. Ella estaba representada por variantes ideológicas que cubrían al conjunto de los
partidos políticos del imperio austro húngaro y de la república de Weimar. La actuación de
eugenistas de izquierda –salud de la raza en el proletariado- y de derecha –teorías de la
pureza aria; el ideal racial nórdico- dejó lugar a participaciones paradójicas. El Dr. Wilhem
Weinberg, médico, de origen judío, autor de una de las principales leyes genéticas sobre la
población, la ley “Hardy-Weinberg” y fundador de la Sociedad de Higiene Racial de Stuttgart.
Magnus Hirschfeld, hombre moderno; judío, fundador de la Sociedad Psicoanalítica de Berlín,
socialista, homosexual, partidario de la emancipación sexual, de la libertad de abortar,
militante activo para la despenalización desde 1897 de la homosexualidad, fundó en 1913
una Sociedad Médica para el estudio de la sexología y el eugenismo. La revista Archiv für
Rassen- und Gesellschaftsbiologie [1902-1930] publicó artículos sobre la raza judía escritos en
un 90% por eugenistas de ese origen. En 1911 junto con Hirschfeld, Ellis, Eduard Bernstein (el
“revisionista” del marxismo), Eduard Davis firman con otros una declaración “Llamado a los
hombres y a las mujeres de todos los países civilizados”, este llamado respondía a una
invocación hecha por la Asociación Internacional para la protección de la madre y la reforma
de la sexualidad, dirigida por el Max Rosenthal, abogado de origen judío. Su objeto era “la
evolución humana hacia un perfeccionamiento físico y psíquico de la raza” mediante “la
115

conservación de la salud de la raza” alcanzable por “la selección en la reproducción de la


especie”; esa invocatoria obtuvo la firma de Sigmund Freud .

En 1939, antes de la “solución final” *exterminio+ del problema judío dos terceras partes de
los internos en campos de Alemania eran: gitanos; alcohólicos; delincuentes; homosexuales.
El eugenismo preparó la condición de una estadística aterradora: la adhesión masiva y
fulgurante al partido nazi de la profesión médica, 45% de ella era miembro del nazismo; 7,3%
fueron miembros de las SS; 26% de las SA; el 69,2% de los médicos alemanes pertenecían a
alguna asociación nazi; en el escalón universitario la tasa subió al 80% . El dato estadístico
responde, en parte, a una pregunta ¿con qué bases los nazis llegaron a hacer lo que hicieron?

En el tratamiento de las locuras, Carl Schneider y Paul Nitsche, reformadores de la psiquiatría


en la república de Weimar, impulsores de la ergoterapia, de la apertura del hospital
psiquiátrico y propulsores de la higiene mental, fueron luego responsables del plan T4 de
exterminación de enfermos mentales “incurables”; el profesor W. Catel quien publicó varios
volúmenes de poesía, piezas de teatro y activo corresponsal con Herman Hesse, autor de un
célebre manual de pediatría, mismo que ha sido reeditado varias veces, la última en 1972, fue
uno de los tres responsables de la eutanasia aplicada a cerca de 5000 niños con
deformaciones o declarados débiles mentales.

¿Qué fue lo que llevó a Fausto a vender su alma al diablo? Su curiosidad insaciable ¿será este
el único caso donde corresponda hablar de un “deseo” de saber? NO, en la ciencia no hay
sujeto. La hija del psiquiatra Rudin, declaraba respecto de su padre –conductor de un
instituto de investigación psiquiátrica para las SS- “habría vendido su alma al diablo para
obtener el dinero para su institución y sus investigaciones”.

Freud al considerarse “aislado” se dirigía a la medicina impregnada de esa situación y ella, a


su vez, presionaba sobre el invento del psicoanálisis poniendo aquí y allá obstáculos,
impedimentos, y también, por qué no, imposibilidades a su transmisión. Freud al jugar en esa
relación quedaba afectado, como lo revela un episodio.

Wagner von Jauregg, de origen austríaco, fue el único psiquiatra que obtuvo en 1927 el
premio Nobel debido a su invento de la “malario-terapia” (inocular malaria para curar la
sífilis) más tarde adhirió al nazismo. Von Jauregg fue enjuiciado en 1920 pues aplicó a los
soldados austríacos con ataques “histéricos” o “traumas de guerra” o “trauma de las
trincheras”, choques eléctricos en las zonas genitales y con ello lograba reenviarlos al frente.
En ese juicio dos médicos judíos de nombre Tandler y Freud presentaron alegatos y
testimonios para su defensa. Freud escribió Memorias sobre el tratamiento eléctrico de los
neuróticos de guerra (23/02/1920, republicado en 1955), documento depositado en los
Archivos del Estado de Viena. Dice Ernest Jones: “Esto prueba, de paso, la jerarquía científica
que a los ojos de las autoridades de Viena había alcanzado Freud”. En el año de 1932, cuando
Von Jauregg cumplió 75 años, nos relata Jones, a solicitud de Freud, la Sociedad Psicoanalítica
de Viena le envió una carta donde lo declaró “maestro mundial de la psiquiatría” .
El psicoanálisis recién inventado ¿tenía alguna posibilidad viable de hacer frente al papel
rector de esas tendencias médicas y antropológicas en el terreno de las psicosis? No parece
que en esos momentos se tuviese la fuerza necesaria para transmitir el invento y junto con
ello desafiar un prejuicio consolidado en el terreno del tratamiento de la locura. El año de
1930 no es el año 2000.

Griesinger escribió en 1845 que “las enfermedades del espíritu son enfermedades del
cerebro”, la eugenesia tomó eso a su favor. Si la “enfermedad mental” es de origen orgánico
e incurable, se esteriliza a los enfermos para evitar su propagación. Basta con descubrir
rasgos hereditarios para que el médico obligado a proteger la salud apruebe la medida. La
esterilización se inscribía a título de salud pública, preventiva y colectiva. Budin, uno de los
fundadores de la psiquiatría genética (1910) sostuvo que la esquizofrenia, el alcoholismo, la
116

homosexualidad, la psicosis maníaco-depresiva o la criminalidad tienen, según él, causas


neurobiológicas. Franz Kallmann su discípulo de origen judío proponía esterilizar al 10% de la
población; al huir de los nazis obtuvo la cátedra de psiquiatría en Columbia y fue miembro de
la American Eugenics Society, reclamando la esterilización de hermanos y hermanas de
esquizofrénicos.

Los prejuicios eugenésicos no dejaban nada ni nadie sin tocar. El líder socialista K. Kautsky
escribió “en la sociedad actual la degeneración hace progresos rápidos… amenaza siempre
con degradar a la raza” permite a “individuos corporal y mentalmente inferiores no sólo
mantenerse con vida sino reproducirse”; Olga Olberg, dirigente de primera línea del
movimiento marxista austríaco, feminista avant la lettre declaraba: “No es porque sea una
“socialista ortodoxa del partido” que creo que las reivindicaciones de la higiene racial han
encontrado en el movimiento socialista la vanguardia más eficaz en su promoción, es porque
creo en esto que soy socialista”.

Años después se escucha declarar al profesor Verscheur, director de un centro de


investigación genética de Alemania, ante los expertos raciales de las SS: “Nuestra actitud en la
cuestión tiene sus raíces en el conocimiento científico de la ciencia genética; nuestra actitud
ante la cuestión biológica judía se basa en el conocimiento de la rareza racial de los judíos”.
Este es el paso dado por el nazismo al poner en función su maquinaria de exterminio.

INCIDENCIAS DEL CAMPO DEL OTRO EN EL PSICOANÁLISIS

Presencia en el caso Schreber.

Freud en Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descripto


autobiográficamente [edic. castellana, A.E, V. XII] alabó la personalidad y reconoció como
muchos otros intelectuales de lengua alemana, la fama médica del “Dr. Daniel Gottlieb *¡sic!
El segundo nombre era Gottlob+ Schreber” (p.48). el reconocimiento aparece cuando analiza
las críticas de Daniel Paúl Schreber a los médicos formados en el estudio de cadáveres (p.49.
A Freud no le pasó desapercibido que la eclosión “psicótica” de Schreber estaba articulada
con la trasferencia hacia el Dr. Paúl Flechsig (p.49). Este descubrimiento lo hizo sin tener
acceso a documentos que permitían documentar el origen de la emasculación presente en el
delirio del enfermo.

Daniel Paúl Schreber tenía como futuro, según su delirio, convertirse en mujer y dar lugar a la
procreación de una nueva raza [¡¡!!] y para eso requería una operación de ablación o
emasculación o castración de sus genitales, una forma de esterilización. El doctor Paúl
Flechsig publicó antes de su encuentro con Schreber varios artículos, el escritor Roberto
Calasso en El loco impuro [Marymar, Bs.As., 1977] informa que:

Unos diez años antes de la internación de Schreber en la clínica universitaria de Leipzig,


Flechsig había introducido una nueva ginecología metódica para la terapia de las psicosis y de
la histeria, sobre la que informó en una comunicación de 1884: Zur gynaekologischen
Behandlung der Hysterie [Para el tratamiento ginecológico de la histeria], publicada en el
Neurologisches Centralblatt, III, número 19 y 20… A Flechsig le pareció ‘justificado esperar por
medio de una extirpación de los ovarios se podrían eliminar las exacerbaciones
premenstruales. Basándose en estas consideraciones el 10 de julio se procedió a la castración
(Castration)” .

El delirio de Schreber contenía unos gramos de verdad provenientes del campo del Otro. Las
actividades del psicoanalista, Freud en la ocasión ¿tienen, acaso, una protección especial ante
ese campo? Es necesario subrayar un hecho: las leyes eugenésicas y de esterilización fueron
aprobadas durante la república de Weimar, en el estado de Prusia, en ese momento
gobernado por un socialdemócrata, el proyecto fue elaborado por genetistas, médicos
117

higienistas, psiquiatras de gran renombre, varios de ellos más tarde por su origen judío
debieron emigrar. ¿Era posible tratar ante ese público médico el tratamiento de las psicosis?

El psicoanálisis, un analista, un caso: una querella jurídica

Freud y el psicoanálisis en los años de 1924-1927 debieron enfrentar una consecuencia del
tratamiento en público del psicoanálisis, el juicio contra Theodor Reik. Esa situación muestra
la trama de la práctica, los elementos de la doctrina con su recepción pública –terreno de lo
verosímil. Esa trama impacta en cada cura analítica de acuerdo a las condiciones locales e
históricas donde se lleva a cabo. En Viena ese juicio tomó estado público, Karl Kraus decía:

No se puede negar hoy día que el aumento del número de turistas no sea debido, hasta una
cierta medida, al psicoanálisis. Eso no excluye naturalmente ciertos malos entendidos, como
aquel que incitó al Cónsul de los Estados Unidos a atacar a un especialista del alma, porque,
en un caso determinado, él estimaba que los honorarios cobrados a un cliente del hotel no
tenían una medida común con el éxito de la cura.

El artículo relataba las consecuencias de la acción administrativa emprendida por Newton


Murphy, un paciente americano que luego de unas semanas de tratamientos desplegó una
psicosis. El paciente por intermedio del cónsul americano puso en marcha un proceso que
prohibió a T. Reik el ejercicio del psicoanálisis, el 24 de febrero de 1925. La querella es una
forma que toma una solicitud –demande- en un caso descripto en los términos con los que
Clérambault daba cuenta de los delirios de reivindicación. El sujeto reclama un castigo para T.
Reik pues lo considera responsable del daño que lo afecta.

Freud tomó cartas en el asunto ante el giro del procedimiento, y da a luz un texto: ¿Pueden
los legos ejercer el psicoanálisis? Diálogos con un juez imparcial [Die Frage der Laienanalyse.
Unterredungen mit einem Unpartelischen]. James Strachey informa que fue escrito en junio
de 1926, editado en julio y salió a la venta en septiembre de ese mismo año. Al año siguiente
la autoridad revoca la decisión al considerar una falta de consistencia en las pruebas. Strachey
no descarta la influencia ejercida por el texto en la revocación .

Hoy, ese texto forma parte de la edición de las “Obras completas” de Freud, publicación que
en nuestra lengua cuenta con el ordenamiento, comentario y notas de James Strachey con la
colaboración de Anna Freud . Esa edición deja fuera varios elementos y acentúa la
desubicación del tema en juego. Veamos esos elementos:

a.- se trataba de un caso desplegado en los tribunales luego de iniciada una cura; ese caso es
aludido por Freud en su diálogo con el “juez imparcial”, y así el caso queda eludido. Aquello
eludido aparece en forma de alusión en el Epílogo (1927) y en el Apéndice (1926), ambos no
formaban parte del texto;

b.- en el Apéndice Freud habla de su relación con T. Reik en los años 1924-1926: “recurro a su
idoneidad en casos particularmente difíciles” y agrega “pero sólo en aquellos cuyos síntomas
se sitúan en una esfera muy distante de la corporal”. La edición castellana de 1979 no
contiene ninguna mención a la relación analítica que T. Reik tenía, en ese momento, con S.
Freud; si Reik era un analista qué quiere decir sólo en aquellos casos distantes de “una esfera
corporal”;

c.- el título desplaza el acento al pasar de una querella, de tono delirante o no, al ejercicio por
los “legos=no médicos” del psicoanálisis. Al respecto la traducción de Luis López Ballesteros
fue más apegada a las circunstancias históricas: Análisis profano (Psicoanálisis y medicina);

d.- la nota introductoria de James Strachey sólo toma en cuenta el juicio a T. Reik y los
debates del movimiento analítico sobre la autorización a los “legos=no médicos” para ejercer
118

el psicoanálisis. El debate del Internationale Zeitschrift (13, partes 1, 2 y 3) y en International


Journal (8, partes 2 y 3) así como las actas del Congreso de Innsbruck (septiembre, 1927) no
están publicadas en ese texto;

e.- la edición dejó fuera el asesinato de Hermine Hug-Hellmut, primera analista de niños,
muerta a manos de quien fuera su paciente. William Steckel ofreció una conferencia el 17 de
octubre de 1924: El caso Hug-Hellmuth y el análisis profano, su contenido fue editado como
separata en el número 21 de la Wiener Medizinische Wochenschrift. Steckel sostenía que el
paciente era posiblemente un “enfermo mental”, descripción propuesta por Falret para salir
de la alienación:

f.- El Apéndice publica una carta-respuesta de Freud del año 1926 a Psicoanálisis y sabotaje
del tratamiento. Hipócrates contra Paracelso publicado en Neue Freie Presse el 14 de julio de
1926, firmado por Walter Finkler. El autor hace su lectura del procedimiento contra Reik:

El affaire vienés no es, si se va al fondo de las cosas, un asunto jurídico… No más que el
cirujano, el analista no produce la enfermedad; ellos la descubren y la extraen de su hogar. La
sangre corre en los dos casos, pero aquí tú debes, tu también, sostener el bisturí. Está allí la
justificación del análisis al mismo tiempo que sus límites. No hay indicación laxa, la operación
no debe ser hecha, incluso en el dominio psíquico, más que en ultima ratio, el último recurso .

g.- en el campo analítico era claro que el “juicio” arrastraba a la policlínica psicoanalítica de
Viena –fundada siguiendo los pasos de la policlínica de Berlín construida por Eitingon-. Neue
Freie Presse, en el mismo número y en la misma página de la nota de W. Finkler, edita “Un
informe del consejero áulico Wagner-Jauregg” cuya conclusión estipulaba que el tratamiento
“psicoanalítico o no” de las enfermedades nerviosas y psíquicas sólo pueden ejercerlos quien
ostenta el título de médico;

Esta lista tiene un hilo conductor: el texto de Freud compartía un horizonte con la situación a
la que respondía por eso contiene una alusión, la acción de elidir y la de eludir. El público de
Viena: los analistas, el público médico (el próximo premio Nobel, Doctor y psiquiatra Wagner-
Jauregg, defendido por Freud en 1920) y de la cultura (Karl Kraus) pertenecían a su colonia.
Los dispositivos enunciativos de la argumentación de Freud estaban constreñidos por las
tensiones jugadas al interior de ella y un poco más allá (presencia del Cónsul de los EEUU; los
intereses singulares de los analistas americanos). Allí Freud optó por atacar un flanco, el
análisis a cargo de no-médicos y dejar de lado otro, el tratamiento analítico de las psicosis. La
opción revelaba la fuerza de los prejuicios contrarios a ese tratamiento.

La locura fue sustraída de un lugar: la formación del analista y entonces, al dejarla fuera,
cualquiera sea el origen profesional del analista, éste quedaba sin títulos analíticos para
tratarla. El informe de Wagner-Jauregg trastocó la organización del instituto de formación de
la Sociedad psicoanalítica de Viena y dejó en claro la dificultad de un tratamiento de la locura
en el psicoanálisis privado del público.

La dificultad no sólo era de Freud, por ejemplo, Melanie Klein, instalada en Inglaterra,
caracterizada por mantener un práctica con pacientes psicóticos (el caso Dick entre otros)
sostenía que:

En 1922 un colega que se iba de vacaciones me pidió que atendiera por un mes a uno de sus
pacientes esquizofrénicos… Durante ese mes vi al paciente todos los días. El analista… quiso
que yo continuara el análisis. Me negué, pues había adquirido plena conciencia del peligro de
tratar a un paranoico sin ninguna protección ni equipo adecuado .

La locura quedó en un lugar incómodo para los primeros analistas; ese hecho aumentó las
dificultades para ubicarla en la experiencia, en la doctrina y en la transmisión al público. La
119

sagacidad analítica de M. Klein no se percató que su paciente pasó, en ese mes, de la


esquizofrenia a la paranoia. El rechazo quizás propició meses después que cayera sobre el
paciente la declaración de “insano”.

Este hilo indica que en la actualidad los lectores del texto de Freud no tienen acceso a las
circunstancias de la cura en juego, a las coordenadas de la situación histórica, a las tensiones
epistémicas y de transmisión de esa época. Esa ausencia nos deja sometidos, a veces, a
reiterar hoy la elisión de la Viena de principios del siglo pasado.

La filiación cartesiana de la elisión sufrida por Freud parece evidente. Sin embargo, no bastan
las semejanzas para demostrar algo pues ese gesto por sus consecuencias fue más allá del
rechazo cartesiano. Más allá pues no se trató de filosofía ni de epistemología sino de
tratamiento. Son dos cosas articuladas: a.- la locura se excluyó por dificultades provenientes
del campo del Otro; b.- Freud no tuvo condiciones para sostener el invento, transmitirlo y
proponer, al mismo tiempo, ante el público el tratamiento de ella. La situación deja una
enseñanza: el tratamiento analítico de las locuras, psicóticas o no, sólo puede llevarse a cabo
si se cuenta con el público. Esta es una dificultad actual pues algunas locuras participan en las
formas culturales de rechazo. Baste recordar el asesinato de varios niños por un maestro de
gimnasia, afectado por una crisis de persecución, en una escuela de Londres (1999). La
recepción cultural de tal evento no es materia de análisis y a pesar de ello, esa recepción
también determina las condiciones de posibilidad para su tratamiento. Ernst Wagner en el
epígrafe da fe de ello.

LACAN, INCLUSIÓN DEL TRATAMIENTO CON UN DESCARTE

¿Cómo podría uno ocultarse de lo que nunca so pone?


Heráclito
En suma… no podemos olvidar que la locura es un fenómeno del pensamiento.
Jacques Lacan

Este es el tiempo para proponer una lectura del texto de Jacques Lacan: Acerca de la
causalidad psíquica. La lectura se limita a un tema, el tratamiento dado por él a la exclusión
expresada por René Descartes en Meditaciones acerca de la filosofía primera en la cual se
prueba la existencia de Dios y la inmortalidad del alma.

El Cogito ergo sum formó parte de las condiciones para la invención del psicoanálisis. Se sabe
que la salida del campo de la duda se produce mediante un acto: dudo, dudo, dice Descartes,
de pronto vacila y produce una certeza: pienso y de eso ya no puede dudar. El lector de La
interpretación de los sueños; El chiste y su relación con lo inconsciente y Psicopatología de la
vida cotidiana, constata que los Gedanken (pensamientos) piensan sin pedirle permiso al yo
que ellos piensan. Freud mantuvo una relación con la ciencia y en contraste es notoria la
ausencia de textos de Descartes en sus referencias .

¿Cómo va a interesarse el psicoanálisis por los problemas generados a partir de Descartes?


Ese interés se despertó y se sostiene gracias a Jacques Lacan. Él provenía de la psiquiatría y
durante muchos años ejerció esa actividad en un hospital psiquiátrico, en París se llamaba el
“Dr. Lacan”. Tuvo lazos públicos con el movimiento surrealista. Su actividad la desplegó en el
marco de la psiquiatría y el psicoanálisis francés, practicados en la ciudad de París; el marco
contenía relaciones con el público de la cultura .

En un coloquio organizado por Henry Ey en el hospital psiquiátrico de Bonneval (1946)


localizamos la primer referencia a Descartes escrita por Lacan ¿Cuál era el tema del coloquio
de Bonneval? La psicogénesis tema editado luego en las actas de los trabajos presentados: El
problema de la psicogénesis en las neurosis y en las psicosis. La intervención de Lacan
polemiza con H. Ey y se tituló, Acerca de la causalidad psíquica:
120

A decir verdad,…, venía yo comprobando -…- todo cuanto lo acercaba y debía acercarlo cada
vez más a una doctrina de la perturbación mental que considero incompleta y falsa y que se
designa a sí misma en psiquiatría con el nombre de organicismo .

La posición de Lacan apunta a la insuficiencia del organicismo para dar cuenta del fenómeno
de la locura. Su objeción no es a la medicina ni a su componente científico. Esa diferencia
importa pues Lacan respecto de las relaciones con la ciencia presentaba el ordenamiento
causal del psicoanálisis sin abandonar el terreno agujereado de la experiencia. Ese horizonte
contiene las incógnitas que “Medio siglo de freudismo aplicado a la psicosis deja su problema
todavía por pensarse de nuevo, dicho de otro modo en el statu quo ante” (Lacan, 1958). Con
esta tensión hace frente a la propuesta de Henry Ey y para ello llama en su apoyo a Descartes:

Rigurosamente, el órgano-dinamismo de Henry Ey se incluye con toda validez en esta


doctrina por el mero hecho de no poder relacionar la génesis de la perturbación mental en su
condición de tal, ya sea funcional o lesional en su naturaleza, global o parcial en su
manifestación y tan dinámica como se la supone en su resorte, con otra cosa que no sea el
juego de los aparatos constituidos en la extensión interior del tegumento del cuerpo .

La frase contiene una referencia tácita a Descartes y a renglón seguido acepta la existencia de
una realidad física; circunscribe esa realidad al despliegue cartesiano de la extensión
coincidiendo en ese punto con su interlocutor:

En términos de Henry Ey, las “funciones energéticas” no entran menos en ese marco que las
“funciones instrumentales” puesto que escribe “que hay no sólo la posibilidad, sino también
necesidad de indagar las condiciones químicas, anatómicas, etc.” del proceso “cerebral
generador, específico de la enfermedad” mental, o incluso “las lesiones que debilitan los
procesos energéticos necesarios para el despliegue de las funciones psíquicas”. Ello cae, por
lo demás, por su propio peso, y no hago más que indicar de un modo liminar la frontera que,
a mi entender, pone entre nosotros .

Esta es la ubicación de su primera intervención frente a la exclusión cartesiana de la locura.


En otros momentos sus intervenciones y referencias a esa obra están restringidas a una
lectura específica del cogito cartesiano: para despejar el sujeto, el saber y la suposición. En
1946 se trataba para Lacan de avanzar una proposición sobre la causalidad psíquica a partir
del abordaje doctrinario de la locura, operación propuesta en un hospital psiquiátrico lejos
del “serrallo analítico”.

Así introducía Lacan, en 1946, su cita:

Antes de hacer hablar a los hechos es conveniente reconocer las condiciones de sentido que
nos los dan por tales. Es esto por lo que yo pienso que la consigna de un regreso a Descartes
no estaría de más. Respecto del fenómeno de la locura, si bien no lo profundizó en sus
Meditaciones, al menos tengamos por revelador al hecho de que da con él desde los primeros
pasos de su partida, de una inolvidable alegría, hacia la conquista de la verdad.

Luego cita la primera meditación:

¿Y cómo podría negar yo que estas manos y este cuerpo son míos sino acaso comparándome
con algunos insensatos cuyo cerebro ha sido de tal modo alterado y ofuscado por los negros
vapores de la bilis, que constantemente aseguran ser reyes, cuando son pobrísimos, y que
van vestidos de oro y púrpura, cuando están completamente desnudos, o que se imaginan ser
cántaros o tener un cuerpo de vidrio? Son, ¡por supuesto!, locos, y yo no sería menos
extravagante si me guiase por sus ejemplos.
121

A renglón seguido agrega:

Él [Descartes] pasa por allí, mientras que nosotros [Lacan] vemos que habría podido, no sin
frutos para su investigación, detenerse sobre este fenómeno de la locura .

Es un rasgo del estilo de Lacan solicitar a un autor aquello que el autor no trabaja, y por el
solo hecho de esa solicitud introduce el tema. Con una combinación de cleuasmo y
preterición asocia a Descartes con un elemento nuevo.

Ya no se tratará de Descartes ni del órgano –dinamismo de Henry Ey, sino de las razones de la
locura. Esas razones reciben el marco de las meditaciones y encuentran una forma de pasar al
público cartesiano. El cuidado del movimiento responde a los peligros de atentar contra una
concepción –el dualismo- asentada con solidez y de larga tradición.

En ese texto Lacan critica el dualismo de Freud en sus formulaciones. Respecto de la locura él
opera de manera inversa a las meditaciones. Descartes invoca a la locura para defender su
método –la duda- de una objeción y luego sin problemas para él –no así para los locos- la
excluye de sus meditaciones y de sus consecuencias. Mientras “nosotros” (Lacan) vemos el
provecho que la locura aportaría al objetivo de despejar “el error” pues sobre él “no puede
levantarse el edificio de la verdad”. Y de no levantarse, según Descartes, no se podrá
“establecer en las ciencias algo firme y seguro” .

La intervención de Lacan introduce y alberga la locura en el edificio de la verdad, no la aloja


en el terreno de la ciencia ¿No es esto una razón suficiente para presentar a la comunidad
científica el tratamiento analítico de la locura? Un tratamiento organizado por aquello que la
ciencia excluye: la locura, un sujeto, una suposición y un saber.

Lacan, en 1946, construye el albergue analítico para el campo paranoico de las psicosis. Con
ese albergue se presentan sus razones en el campo de donde fue excluida. El tratamiento
forja para el psicoanálisis una articulación verosímil de lo excluido ante la comunidad,
científica o no, sin necesidad de excluir sus relaciones con la ciencia. Es una maniobra jugada
ante el campo del Otro que permite generar un sostén para el tratamiento analítico y al
mismo tiempo lanzar de nuevo los dados para que esa loca verdad adquiera el estado de una
verdad común. Lanzar los dados, en el campo de las psicosis, es nada más y menos lo que
cada cura analítica ofrece como posible a los sujetos que sostienen esa experiencia. El crupier
no solicita ninguna carta de identidad previa al jugador sólo da curso a su apuesta. Claro, sólo
basta algo: el juego necesita contar una legitimación cultural, sino…

Alberto Sladogna
Tialpan, 17 de abril de 2000
122

EL CORAZÓN, UNA CUESTIÓN TORAL

Alberto Sladogna Ceiman

El colectivo no es nada sino el sujeto de lo individual


Jacques Lacan, 1966

México, los años locos y un corazón

(imagen)

En México el 17 de junio de 1928, en pleno acmé de los años locos, con la guerra cristera en
franco desarrollo, José de León un joven católico perteneciente a la Liga de Defensa de
Religión ejecutó al presidente electo General Álvaro Obregón. Él consideró que esta elegido
para esa misión. Descargó su arma sobre el político reelecto y la primera bala atravesó el
corazón del general. Luego del crimen, cuatro días después, surgió a la luz pública el nombre
y apellido de José de León Toral. Será con el apellido materno, Toral, como el autor del
magnicidio quedó registrado en la historia política de México.

Un año después, el 9 de febrero de 1929, Toral enfrentó un pelotón de fusilamiento en


cumplimiento de su condena: una de las balas le atravesó el corazón. La muerte de ambos
involucrados –Álvaro Obregón; José de León Toral- incluye un órgano, el corazón. Ese
magnicidio dio origen a una singular organización política del estado mexicano, el Partido
Revolucionario Institucional, formación política que ejerció el poder durante 70 años. En
1995, ese partido político sufrió otro magnicidio en la persona de su candidato presidencial,
Luis Donaldo Colosio. Seis años más tarde el P.R.I. perdía por primera vez las elecciones
presidenciales y por ende dejaba el poder político que ejerció por más de siete décadas. Esa
derrota dejó al sistema político presidencial sin su referente. El extravío o la declinación o la
pérdida de la referencia afectó al conjunto de la cultura.

A partir de una corazonada

El estudio del magnicidio efectuado por José de León Toral se produjo a partir de una
corazonada: encontrar, encontrarme, bajo el foco de visión de una postal que mostraba algo
para quien la recogió a los pies de un estante en una librería de la ciudad. El encuentro se
organizó a partir de una imagen. La imagen permite localizar un elemento del real: el corazón
del magnicidio.

La lengua cotidiana define esta clase de encuentros con el término corazonada. El vocablo se
presenta en situaciones de amor: “la corazonada de que allí estará…”; de tragedia: “tuve la
corazonada de que algo terrible sucedió…”; “el odio atravesó su corazón”.

Una corazonada compartida organiza la suposición necesaria para la construcción de un caso.


Esa corazonada proviene de un acto que atraviesa a sus protagonistas y en su recorrido
queda incluido el estudio del mismo. El acto magnicida fue efectuado por José de León Toral,
el 17 de julio de 1928. La inclusión da lugar a un análisis y deja abiertos interrogantes
respecto de su estatuto singular para el campo del psicoanálisis.

¿Qué es una corazonada? Un recorrido por el diccionario arroja las siguientes descripciones:
Presentimiento. Creencia vaga de que va a ocurrir algo feliz o desgraciado, no fundada en
nada. Impulso de afección que mueve repentinamente a ejecutar cierta acción: En una
corazonada le regaló su reloj. Acción ejecutada en esta forma. Los usos y costumbres no
descartan la participación de una pulsión en la corazonada, en particular, cuando se trata de
efectuar un acto.
123

La lengua mexicana aporta una variación: se trata de una expresión metonímica reflexiva:
“me late”, me late a mí y a otro no, lo cual no impide que ese latido pueda compartirse, por
ejemplo, “¿te late?”, la pregunta apunta a quién vive el latido, a buscar su aprobación por
otro, y también, a compartir eso que produce el latido. Y, por qué no, en ciertas
circunstancias se produce un latido rítmico, acompasado, sincrónico.

Estos hechos de habla subrayan un elemento: el latido y la corazonada no se dan solos, están
siempre en relación con algo respecto de alguien; su estructura mínima indica la articulación
de uno con otro, más la singularidad de una objeto y un sujeto que lleva o cumple con el
latido; en el intersticio de la corazonada de uno con Alguien, se localiza el albergue de un
objeto que sostiene a un sujeto entre latido y latido.

Un latido materno

La madre de José de León Toral narró un suceso vivido por ella:

María se concretó a oír lo que decían, pues no quería creerlo todavía. Una persona dijo: El
matador es un joven dibujante, y viste traje café. Al oír eso sintió María un sacudimiento
terrible; …un presentimiento horrible la torturaba. Pidió prestado el periódico, y al ver entre
otras cosas que se llamaba Juan el joven aquel no le quedaba duda: Juan era el nombre que
Pepe había adoptado cuando comenzó a trabajar, como jefe de la Liga en la colonia Santa
María… Había llegado el sacerdote y la Hora Santa comenzó…:
-Padre –le dijo María-, le suplico que pida mucho a Dios Nuestro Señor por Pepe y por mí .

La señora María León de De Toral llegaba a esa conclusión después algunas horas de
cavilaciones. Dos horas antes, alrededor de las 16 horas, estando en su casa:

[Ella buscaba algo que le faltaba en su casa] Cuando llegó su hijo Federico le dio la noticia de
que al General Obregón lo habían matado. No lo creo –dijo ella-: ¿Qué, no ves que siempre
anda rodeado de los suyos? ¿No hay quien se le acerque? .

Alrededor de las 18 horas, ya está ante el sacerdote quien sorprendido por su solicitud, la
interroga:

-¿Qué le pasa?
-Que Pepe mató a Obregón y necesita muchas oraciones.
-Pero ¡qué está usted diciendo! Pepe no es capaz de hacer eso.
-Sin embargo, el corazón me dice que sí lo hizo, las madres nunca se engañan .

Aquí encontramos enlazados el pasaje de la creencia a una certeza: aquello que es increíble
se torna cierto a partir de “el corazón me dice que sí lo hizo, las madres nunca se engañan”.
Estamos en el terreno de la corazonada, de algo que a María León de De Toral le latió. La
expresión metonímica descansa alrededor del nombre de un órgano, de los latidos
desprendidos por el órgano, un corazón. La cadencia del latido le ofrece a María una certeza
frente al engaño.

Las prácticas tradicionales de la procreación y el nacimiento daban lugar a una repartición


singular de las figuras de estilo: la metonimia conservaría los trazos de la relación materna,
mientras la metáfora sería heredera del costado paterno. Estas prácticas aún vigentes se
organizan por el cuerpo de una certeza: Mater certa, Pater incerto. Estos elementos van a ser
modificados de manera substancial en las prácticas científicas de la reproducción (desde la
inseminación artificial hasta la clonación).

No hay lenguaje sin intervención del campo real e imaginario del cuerpo. Hacer esta precisión
permite avanzar sobre una zona de sombras ¿Cuál es la estructura que da cuenta de la
124

corazonada y del latido? Ella tiene vecindad con la intuición. El campo de la intuición es
amplio, incluye desde la intuición creativa, pasando por la científica, sin dejar de estacionarse
en algunas intervenciones del analista, hasta la intuición delirante del campo paranoico de las
psicosis. Esta última figura se presenta en el inicio de algunas formas de la locura. Además, las
intuiciones se instalan en los prolegómenos de un acto.

La intuición es una forma de a punto de… tener un saber, … de hacer algo, …de producir un
descubrimiento, en el caso de José de León Toral de ejecutar al General Álvaro Obregón. Sus
límites proporcionan una significación personal (Eigenbezichung) . Se trata de una
significación personal de amplio contenido. La tarjeta postal con la imagen del corazón de
José de León Toral atravesado por una bala muestra varias aristas:

a.- La familia, en especial, su hija, la hermana Esperanza de León, se entera de la existencia de


la imagen en 1998, un año después de su publicación, en esa ocasión sólo contempla un
fragmento de la imagen.

b.- Luego por iniciativa nuestra se encuentra, por vez primera, con la imagen de la tarjeta
postal tal como había sido publicada.

c.- La primera noticia sobre la existencia de una tal imagen la recibió por comunicación de
Mercedes Barba, una ex alumna de ella. La Sra. Barba le informa de una exposición sobre el
movimiento cristero en la ciudad de San Luis Potosí. En esa actividad estaba expuesta la
fotografía, de la cual hizo, en forma subrepticia una foto que luego envió a Esperanza de León
quien no daba crédito a esa información pues el tema no fue motivo de conversaciones con
sus abuelos. En ese contexto ella recuerda lo siguiente:

Según mi recuerdo mi padre declaró: “Quisiera que abrieran mi corazón y vieran en él la


verdad de lo que he dicho: he actuado solo”. Se trata de una expresión retórica para
confirmar su verdad.

La verdad para José de León Toral está escrita en su corazón y sólo leyéndola en él será
posible constatar que actuó solo. El testimonio de Esperanza de León agrega una precisión: se
trataba de una expresión retórica. ¿Qué la obliga a efectuar esa precisión?

Mi padre fue fusilado a las 12:25 horas del 9 de febrero de 1929. Entre las 12:25 y la hora de
la entrega fue cuidado por unas internas que cubrieron el cadáver con una sábana y lo
rodearon de veladoras. Su cuerpo fue retirado por mi abuelo a las 16 horas. En el lugar del
fusilamiento no había ningún dispositivo sanitario para llevar a cabo una autopsia. A las 16:30
horas llegó a la casa de la calle de Sabino 214, Colonia Santa María, y un amigo de mi padre
ayudó en la preparación del cuerpo para el servicio fúnebre. ¿En qué momento se habría
realizado la autopsia? ¿Con qué objeto se retiraría el corazón? En la familia siempre se sabía
que el cuerpo en su conjunto fue enterrado.

Luego, recuerda que:

Alfonso Toral Moreno, primo hermano de su padre, escribió una serie de notas para el
periódico El Occidental de Guadalajara, tituladas El Toralazo. Allí narra que Salvador Toral
Moreno, su hermano y médico, extrajo el corazón y, luego, lo regresó al cuerpo para su
entierro. El cuerpo de mi padre fue enterrado sin que faltara alguna parte del mismo. Esto es
muy raro pues mis abuelitos nunca me hablaron de eso ¿para qué se haría algo así?

El testimonio de Alfonso Toral Moreno al respecto es:

Mi hermano procedió a extraerle el corazón y a guardarlo para tener un recuerdo de mi tío.


Según tengo entendido, lo guardó en un frasco con alcohol. En esos tiempos se hacían
125

muchas habladurías, lo comentaba María, mi tía (mamá de José de León Toral), se decía que
no lo habían fusilado y que él seguía vivo. También decían que en el fusilamiento se sustituyó
su cuerpo por un muñeco; otros afirmaban que el cuerpo entregado no era el de José de León
Toral. Mi hermano junto con mi abuelo reconocieron y certificaron que ese cuerpo
correspondía a mi tío .

En este testimonio el corazón vuelve a circular para garantizar una verdad: José de León Toral
fue fusilado, fue él y no otro, no fue sustituido. El rumor transmite en el entorno social el
síntoma de la sustitución que suele acompañar a la enfermedad del sosías, con un agregado:
el público le hace confianza, cree en tal posibilidad. Se presentaba una verdad como forma de
encarar una declinación de la creencia. Si se dice que el paranoico no cree en el Otro , qué
decir cuando esa ausencia de creencia es instalada y compartida por la sociedad. Allí tenemos
un pequeño paso que la sociedad da para atravesar la distancia entre la declinación de una
creencia y el surgimiento de una creencia delirante, como ha sido calificada. Una creencia
delirante que tiene como referente una verdad escurridiza debido a su carácter poro
verosímil. Añadimos un hecho documentado por Sergio Aguayo Quesada en La charola. Una
historia de los servicios de inteligencia en México (Grijalbo, México, DF, octubre, 2001): en
México, al menos, en un caso, se procedió a suplantar a un condenado al fusilamiento por
otro ciudadano que tenía sus mismos nombre y apellido, mismo que fue fusilado. El rumor de
suplantar a una persona por otra en esas circunstancias, y en otras, no deja de tener una
estrecha relación con la realidad, revelando el carácter de fantasía que tiene esta última.

Respecto de la fotografía contamos con el testimonio de Mercedes Barba:

En la exposición estaba una foto del archivo personal de un fotógrafo muy conocido por las
fotografías que él hizo de la virgen de Guadalupe. Él fue quien la tomó y en la sala donde se
exhibía no había más explicaciones al respecto .

Será necesario que el lector tome en cuenta los textos –los contextos- de la declaración
retórica de José de León Toral. Uno de ellos fue su declaración:

Preguntado si se inspiró en la figura de Judas Macabeo para hacer lo que hizo, contestó que
no, sino en la de Judith .

Inspirado por Judith, el magnicida busca apoyo para algo insólito, el reconocimiento del lugar
de autor de su obra: la muerte de un personaje magno, el General Álvaro Obregón.

Con ese elemento, el reconocimiento de sus derechos de autor, estudiemos en forma breve
los testimonios respecto del corazón y sus destinos. Los testimonios tienen diferencias
cruciales: la hermana Esperanza de León no creía en la existencia de la fotografía, luego
dudaba que se tratara de una autopsia y, por último, remarcaba la ausencia de testimonios
de los padres de José de León Toral. El segundo testimonio afirma la sustracción y agrega que
ese corazón fue conservado, no se lo regresó al cuerpo para proceder a su entierro y habría
quedado a resguardo, conservado como una reliquia.

Un lugar para la escisión: tomar las palabras al pie de la letra

El pasaje al acto de José de León Toral fue llevado a cabo en un período de la historia del país
(1923 / 1929), en cuyo trascurso México quedó dividido. La sociedad acuciada por un
movimiento defensivo sufre una escisión . Las masas se dividen en dos bandos, cada una de
las partes se defiende de la otra. Esa circunstancia permite estudiar la constitución singular
de un Yo que ha perdido sus referencias. Los cristeros y el ejército federal, cada uno a su
manera, planteaba la guerra “en contra de…”; los primeros en términos de la defensa de un
reino, el de Cristo; los segundos, la defensa y el mantenimiento del régimen surgido de la
revolución.
126

Los estudios de ese período han llamado la atención sobre los componentes económicos,
políticos, ideológicos. Aquí trataremos de seguir las consecuencias de una declinación
ocurrida en el terreno de la práctica religiosa a consecuencia de la cual quedó afectado el
referente de la creencia.

Llamamos declinación de la práctica religiosa a la declaración de la jerarquía de la Iglesia


Católica en México, el 25 de julio de 1926, donde decretaba la cesación de cultos. En
respuesta a ella se desencadena en forma abierta, entre otras manifestaciones, la reacción
cristera. Los cristeros reaccionan a una pérdida en el ámbito de la creencia, ellos se quedaban
sin la referencia institucional: los templos no ofrecían cultos. Esa declaración, de hecho
implicó la cesación del culto.

La jerarquía institucional de la Iglesia Católica en México respondía a los controles impuestos


por los caudillos de la revolución mexicana y se “olvidó”, “no tomó en cuenta”; “obvió”, los
efectos de su declaración para la masa de creyentes. Ella no hizo ese cálculo debido a que
estaba enfrascada en una batalla política con otro poder, de orden terrenal, el ejército y sus
caudillos revolucionarios. La iglesia respondía a la persecución política del régimen
revolucionario con una finta, con una parada más en el terreno del toma y daca del escenario
político. La Iglesia jugaba sus cartas, elevaba el costo de su apuesta, y trataba de demostrar el
alto valor de las cartas de su mano. La jugada estaría bajo su control.

La iglesia y el ejército son dos instituciones estudiadas por S. Freud en Psicología de las masas
y análisis del Yo (1921). Ese texto descubre las articulaciones de los problemas que el
psicoanálisis aborda (la libido; el amor; la identificación inconsciente; las formas del
sufrimiento de cada analizante; etcétera) con los eventos producidos en el campo de la
cultura, el campo “social”, a veces considerado con demasiada rapidez ajeno a la cura
analítica. El ejército y la iglesia durante esa época eran las instituciones en condiciones de
producir, organizar, dar un lugar e identificar, a los componentes de una masa, a cada uno
respecto del referente –el líder, Dios- y entre ellos, como integrantes de esa masa. Jacques
Lacan no vaciló en señalar que allí, en esos fenómenos de orden social –la relación de la masa
con el líder- se jugaba uno de los destinos de la trasferencia y del objeto causante del deseo
(24/06/1964). En el campo de las imágenes –por ejemplo, la figura del líder, Cristo- se
produce el fenómeno de la identificación. ¿Qué ocurre cuando una de esas instituciones
declina en forma abrupta su lugar?

La declinación se precipita a partir del 23 de julio de 1926 cuando el presidente Calles


promulgó el reglamento de obligatoriedad del laicismo en la enseñanza de las escuelas
confesionales. El Comité Episcopal mexicano ante eso dio una respuesta pública el 25 de julio
de 1926, en una carta colectiva donde informa:

Su santidad Pío XI, profundamente conmovido por la persecución religiosa que desde hace
algún tiempo se viene ejerciendo contra el pueblo mexicano, y que ha comenzado aún antes
de las brutales medidas recientemente adoptadas, ha declarado…: “Los decretos y leyes
publicados por un gobierno hostil a la Iglesia y aplicados contra el pueblo católico de México
son tan injustos que no tenemos necesidad de deciros… que tales decretos… no merecen el
nombre de leyes” .

El argumento contenía un enunciado nodal: una ley que no es justa no es una ley. No se trata
de discutir la oportunidad o no de la declaración, tampoco si fue correcta o no, nos interesa
su letra pues ella dejó abierto un camino que fue más allá de los cálculos de lucha entre dos
adversarios que se disputan el poder. La carta establecía la no existencia de leyes y de ahí
extraía un acto “conclusivo” :

Colocados en la imposibilidad de ejercer nuestro sagrado ministerio sometido a las


127

prescripciones de ese decretado, tras haber consultado a nuestro Santo Padre, Pío XI,…
ordenamos a partir del 31 de julio del año en curso, y hasta nueva orden, todo acto de culto
público que exija la intervención de un sacerdote quede suspendido en todas las iglesias de la
República. Nos apresuramos a tranquilizaros, hijos muy amados: ningún interdicto pesa sobre
vosotros… Las iglesias permanecerán abiertas para que los fieles puedan seguir acudiendo a
ellas a orar… Dejamos las iglesias confiadas a los fieles, no dudando de que protegeréis… los
santuarios que heredasteis de vuestros abuelos… La ley niega ahora a las escuelas católicas el
derecho de enseñar la religión como deben hacerlo; manifestamos pues, a los padres que es
para ellos una obligación de conciencia adoptar las disposiciones necesarias para impedir que
sus hijos vayan a unas escuelas en las que su religión y su moralidad sean socavadas (El
subrayado es mío).

La jerarquía eclesiástica arrinconada por los embates del estado muestra una carta, la hace
circular para presionar, sin tomar en cuenta que la circulación tocaba a la masa de creyentes.
Los cristeros acusaron el impacto. Al disponer el cese del culto, los creyentes quedaban sin la
misa, sin el bautizo de sus hijos, sus muertos no recibirían el culto que les está destinado, las
confesiones no encontrarán lugar para efectuarse, la familia debía hacerse cargo de la
enseñanza de sus hijos.

Las iglesias que hasta ese momento eran un lugar de protección para la grey, quedaron en
una situación delicada, la grey debía hacerse cargo de cuidarlas a ellas. Los feligreses
recibieron el encargo de cuidar y proteger a la Iglesia, eso los acercó a estar en una relación
directa con Dios sin la mediación del cuerpo de la Iglesia.

Freud, en su artículo Psicología de las masas y análisis del Yo (1921) escrito al finalizar la
primera guerra mundial, estudió el fenómeno del pánico y la disolución de la masa de ambas
instituciones:

La ocasión típica de un estallido de pánico se asemeja mucho a la manera como la figura


Nestroy en su parodia del drama de Hebbel sobre Judith y Holofernes. Grita un soldado: «¡El
general ha perdido la cabeza!», y de inmediato todos los asirios se dan a la fuga. La pérdida,
en cualquier sentido, del conductor, el no saber a qué atenerse sobre él, basta para que se
produzca el estallido de pánico, aunque el peligro siga siendo el mismo; como regla, al
desaparecer la ligazón de los miembros de la masa con su conductor desaparecen las
ligazones entre ellos, y la masa se pulveriza como una lágrima de Batavia a la que se le rompe
la punta .

El texto freudiano alude a una obra de teatro donde se despliega la acción de Judith al
decapitar a Holofernes. Este personaje fue reconocido por José de León Toral como una de
las fuentes de inspiración para su acto, en la medida en que ella actuó sola . Freud subraya la
desarticulación de la masa cuando la cabeza del jefe rueda por el suelo. En la “suspensión”
decretada por la Iglesia mexicana asistimos a una reacción diferente. La cabeza que estaba en
peligro era la de Cristo, doblemente en peligro pues ya no sólo lo persiguen las huestes
revolucionarias, sino que además está huérfano al quedar sin la protección de la madre
Iglesia. En ese punto, en lugar de disgregarse, se constituye una masa para hacerse cargo de
la defensa del reino de Cristo y la masa tomó la forma de un ejército: el ejército cristero, cuya
cabeza ideal era Cristo Rey.

Cuando el presidente Calles interroga al magnicida: “¿Quién te impulsó?”, la respuesta de


José de León Toral fue: “Yo obré solo para que reine Cristo en México de una manera
absoluta, no a medias” . La frase es clara, no hay términos medios, no hay un medio. El culto
religioso había cesado a consecuencia de la declaración de la institución encargada de
mantenerlo. La referencia de la iglesia como cuerpo había declinado, su referencia ya no
contaba, estaba “suspendida”, entonces la masa de creyentes tomó la cuestión en sus manos
formando un ejército. Una medida del efecto de la “suspensión” decretada fue que la masa
128

de creyentes todavía se refiere a esa situación en términos de la “clausura” de los templos,


adjudicando al Estado mexicano la toma de esa decisión. José de León Toral con sus manos
hace caer el cuerpo de Álvaro Obregón al ejecutarlo en el restaurante La Bombilla. Su acto
correspondía a la soledad ante la pérdida de una madre, en este caso, la Iglesia. Esa soledad
lo dejaba a él solo junto a muchos de sus semejantes. Solo ante un Dios afectado por las
desventuras de las jugadas de los humanos, ante un Dios afectado por la política.

Estas circunstancias generan los avatares del corazón de José de León Toral. Ese órgano
anuda varias cuestiones del acto magnicida. Señalo sólo algunas de ellas:

a.- La frase “Quisiera que abrieran mi corazón y vieran en él la verdad de los que he dicho: he
actuado sólo”. Su retórica incluye una metonimia, el corazón de larga tradición en la cultura
del catolicismo será el lugar donde se puede leer una verdad esencial para Toral: él actuó
solo;

b.- La frase incluye una metáfora según Jacques Lacan . ¿Cuál es el significante reprimido que
estaría en juego? Avanzamos lo siguiente: José de León Toral fue despojado de la autoría
intelectual de su acto debido a la teoría de la conspiración. Sólo se le reconocía en el mejor de
los casos, y en eso con serias dudas, el lugar de “autor material” de los “disparos”. Ese
episodio suele ocurrir con cierta frecuencia con los actos locos en la escena pública: como a
un acto loco sólo un loco puede hacerlo, entonces, en el mejor de los casos, él es sólo el autor
material, el autor intelectual debe ser otro. Así el Otro de la cultura política forcluye al autor
del acto en nombre de vaya a saberse qué teoría del lugar de autor. Aquel lugar donde al
autoría daría un lugar al loco respecto de los otros y del Otro, un lugar que no pondría en
duda su locura. La literatura –y otras manifestaciones del arte- está plena de autores cuya
locura no les impedía ser autores de sus obras literarias, valga como caso Jorge Cuesta . Ese
lugar de autor intelectual le es arrebatado y se le impone una forclusión proveniente del Otro
.

c.- Un tercer encargo que ese corazón portó en su momento y quizás lo siga cargando en la
actualidad, es resultado de la ausencia de credibilidad fomentada por la paranoia compartida.
En efecto, en el clima social y cultural del magnicidio participaba un elemento, el
desfallecimiento de la creencia en la palabra dada por el otro. Se recordará que mediante una
singular retórica de la disimulación, Álvaro Obregón violó la palabra empeñada de los líderes
revolucionarios: no reelección. En ese contexto comenzaron a pulular por la ciudad múltiples
rumores indicando que el joven fusilado el 9 de febrero de 1929 era un sustituto, un sosias,
incluso se decía que se trató de un simple muñeco. Dado que la verdad siempre se dice a
medias, consideramos pertinente recorrer las diversas funciones del corazón en la cultura y
estudiar así, con más precisión, esas vicisitudes respecto del caso de José de León Toral.

El lugar del corazón

Sigmund Freud en Psicopatología de la vida cotidiana (1901) refiere a Julio César, acto III,
escena 3, obra de William Shakespeare:

Cinna: -Sinceramente, mi nombre es Cinna.


Un ciudadano: -¡Háganlo pedazos! Es un conspirador.
Cinna: -Yo soy Cinna el poeta… No soy Cinna el conspirador
Otro ciudadano: -No importa, su nombre es Cinna; arránquenle el nombre del corazón y
déjenlo partir .

La referencia a Shakespeare estaba articulada al carácter equívoco de la verdad de un lapsus.


Freud escribió el nombre de un crítico que le molestaba en lugar del nombre correcto y para
resolver la verdad de ese escrito, nos remite al corazón y a la escritura que pueda haber en él.
El corazón es una hoja carnal para escribir una verdad. ¿Cómo llega a ocupar ese lugar?
129

La historia de la cultura revela que ese lugar no fue el único que ocupó ese órgano “interno”
que estaba hasta hace poco tiempo –era un órgano “interno”, “íntimo”- a cubierto de la vista.

El corazón de los antiguos griegos

En las teologías órfica y pitagórica, el corazón constituye el núcleo de la prohibición de comer


carne animal. La prohibición surge del sacrificio de Dionisos niño, secuestra do por los titanes,
quienes lo mataron, descuartizaron, hirvieron y asaron su carne. Cuando estaban por tocar su
corazón, un rayo de Zeus los mató y el joven dios renació, regenerado únicamente por su
corazón. Una parte, el corazón, permitió la recuperación, el renacimiento del todo: el Dios
vuelve a la vida. Era un órgano intocado y por eso conservado .

La teología órfica y pitagórica consideraba el consumo de carne como una forma de


canibalismo. El corazón constituía en ese contexto el nudo de un conjunto de reglas que
organizaban la relación del hombre con su cuerpo y con los dioses .

Filón de Alejandría, inserto en otra tradición afirmaba que:

Él adquiere forma antes del resto del cuerpo, como los cimientos de una casa… y se dice que
sigue palpitando después de la muerte. Es el primero en aparecer y el último en desaparecer.

El canibalismo retórico señala la imposibilidad del duelo pues por la vía de la ingesta se
trastoca la diferencia entre el mundo de la vida y el mundo de la muerte. Comer alrededor de
una mesa pone en contacto dos actividades: hablar e ingerir. La presencia del lenguaje
transforma la necesidad alimenticia pues lleva la comida al terreno del ágape. Algunas
sociedades incluyen una comida compartida después del entierro de un muerto, así se
identifican entre ellos como vivos: comen, introducen comida en su estómago a diferencia del
enterrado que es introducido en el vientre de la tierra. Fustel de Coulanges revela que en la
Antigüedad clásica, el culto del muerto exigía una estricta separación entre los vivos y los
muertos .

El corazón de la literatura

Ahora nos trasladamos a otro territorio, el literario, cercano a los ritos culturales de la comida
y funerarios. La ficción literaria complica las normas de los ritos. Lo hace a partir del momento
en que el mundo de los vivos, y el de los muertos invierten sus lugares.

El rito del ágape separaba a los vivos de los muertos qué quedaría de él si se introduce lo no
visible, lo oculto, en la ingesta? Por ejemplo, el envenenamiento. Lo oculto, lo no visible,
reúne el mundo de la vida con el mundo de la muerte. En particular nos ceñiremos al caso del
corazón y su trato de algunas ficciones literarias. Éstas se construyen a partir de una fantasía:
la incorporación de un objeto que tiene las propiedades de otro. Nos interesa aquí subrayar
no sólo el elemento de identificación que pueda estar en juego, sino tratar la fantasía en sí.
Una fantasía organizada, en el campo literario, a partir de proponer que allí donde la
introyección de un objeto fracasa queda lugar para la incorporación. Más aún estas ficciones
literarias distinguen entre la incorporación simbólica, los significantes y una incorporación
real de objetos, dicho de otra manera, un trasplante de órganos es una incorporación que va
más allá del orden simbólico.

El cuento de los dos hermanos

Este cuento procede del antiguo Egipto. Un día la mujer del hermano mayor intenta seducir al
menor que rechaza la propuesta. Lo acusa de haberla violado y desata la discordia familiar. El
menor debe huir perseguido por su hermano mayor. En un momento ambos están frente a
130

frente. El menor toma la palabra:

¿Por qué me persigues para matarme sin razón, sin haber escuchado lo que mi boca tiene
que decirte?... ¡Has venido tras de mí para matarme sin razón y empuñas tu arma basándote
en el testimonio de una prostituta! Y, al decir esto, cogió un cuchillo de caña, cortó su
miembro y lo arrojó al agua, donde un siluro temblón se lo comió. El muchacho se tambaleó y
luego cayó al suelo. El hermano mayor sintió su corazón embargado de dolor… El menor le
llamó y le dijo: -Iré al Valle del Pino y tu deberás hacer lo que voy a decirte: acudirás a
ocuparte de mí si te llega la noticia de que me ha ocurrido algo. Arrancaré mi corazón y lo
pondré en lo más alto de la copa florida del pino. Si cortan el pino y mi corazón se cae, irás a
recogerlo.

En el antiguo Egipto el corazón representa un triple papel: en primer lugar, era el órgano
central del hombre; en segundo lugar, era el centro vital, el lugar donde residen las
emociones y, por último, el lugar donde reside la inteligencia. Agreguemos que este relato
coloca en relación el órgano fálico con el corazón. El relato continúa dando una vuelta más:

El hermano mayor se dirigió al Valle del Pino *…+ y encontró a su hermano menor tendido en
el suelo, muerto. Fue a buscar el corazón de su hermano bajo el pino donde aquél debió
cobijarse *…+ y lo buscó durante tres años sin encontrarlo. [Iniciado el cuarto año] el mayor
volvió bajo el pino… encontró una baya… y ¡vio que era el corazón de su hermano! Fue a
buscar un tazón de agua fresca y puso dentro el corazón… El mayor cogió el tazón de agua
fresca donde estaba el corazón de su hermano menor; este bebió de ella y su corazón volvió a
su lugar… Los dos hermanos se abrazaron y se hablaron el uno al otro .

El corazón articula el falo, la vida, los celos, la sexualidad y el retorno de la vida. El relato
revela un objeto de efectos múltiples y nudo de articulaciones.

La sazón del corazón

Un relato del siglo XIII cuenta las venturas de la vida y de la muerte del caballero Ignaure, los
eruditos reconocen el relato como una de las primeras leyendas culinarias del corazón. Este
joven apuesto, fiel a su rey, enamora a las doce esposas alojadas en el palacio, y que, un día,
deciden hacer un juego: una de ellas representará a un sacerdote a quien las demás
confesarán el nombre de su amante secreto. Cada una de las doce da a conocer el nombre de
Ignaure, presas de la furia por la alta traición del caballero, deciden tomar venganza, lo
rodean con cuchillos y sin embargo la belleza de Ignaure las detiene. Él confiesa que las ama a
todas por igual. Pero como tiene que escoger a una , elige a la dama disfrazada de sacerdote,
es decir, aquella que lo obliga a escoger.

Hasta allí no sería más que una historia libertina, entonces ¿a qué viene el calificativo de
leyenda? Un espía enterado de la confesión, informa a los doce caballeros, y estos deciden
tomar venganza: sorprenden a Ignaure con la dama elegida, el falso sacerdote, y lo
encarcelan en una torre. Luego, proceden a organizar un ágape al cual invitan a sus damas.

Las mujeres intuyen una trampa y deciden establecer un ayuno que sólo levantarán cuando
los caballeros les informen sobre el destino de Ignaure. El carácter sacrílego de la leyenda no
está muy cubierto. Ella es una parodia de la Última Cena. El relato se instala, como lo indica
M. Doueihi, en el cruce literario de las antiguas mitologías griegas y la cristiana . Las mujeres
enfrentadas al ágape de secreto contenido responden jugado la finta de la disimulación
honesta, ellas sólo comerán si Ignaure aparece:

No sé si está muerto o vivo, ¡y cada una de nosotras ha obtenido de él todo lo que podía
desear! ¡Ayudadme a expresar mi dolor! Que nuestro dolor sea común como lo ha sido
131

nuestra felicidad para cada una de nosotras. Juraron al mensajero que no tomarían ninguna
comida hasta el momento en que supieran si Ignaure estaba muerto o vivo con una total
certitud. Y entonces empezaron a ayunar.

Las doce damas están unidas a través del corazón del falo de Ignaure y desde allí contestan al
silencio de los esposos. Al silencio de ellos, ellas responden con el ayuno, a las bocas mudas
se les enfrentan con bocas vacías. Los caballeros meditaron una respuesta y fue allí que
tuvieron la “genial” idea:

Estas indignas depravadas ha n jurado que ayunarían hasta el momento en que supieran si él
había muerto o había podido escapar. Dentro de cuatro días le cortaremos este quinto
miembro, que tanto placer les daba, y con él prepararemos una comida. Le añadiremos el
corazón y llenaremos los doce platos. Inventaremos una estratagema para que coman porque
esta será nuestra mejor venganza.

Observemos un detalle, la solución propuesta mezcla los lugares de los vivos y de los
muertos. Ya no será la tierra quien trague al muerto sino las vivas quienes comerán aquello
que más placer les daba. Las damas, recuperadas sus fuerzas, inquirieron a los caballeros
sobre la suerte de Ignaure:

Él que le había sorprendido… respondió: -¡Señora mía, vos que erais el sacerdote y que
fuisteis su amante, ahora habéis comido el objeto de vuestro gran deseo, puesto que era lo
que más deseabais! ¿Y finalmente os lo han servido!... Todas habéis participado de este
placer que tanto gusta a las mujeres ¿Ha habido bastante para las doce?

La escisión –spaltung- del mundo de los vivos y de los muertos se lleva a cabo de una forma
singular: los órganos escindidos del muerto fueron unidos a los cuerpos de sus amantes. Cada
escisión implica la unión de una separación y la separación de una unión.

En un cuento incluido por Jean-Pierre Camus en Le coeur mangé encontramos la respuesta de


una dama ante tamaña ingesta:

¿Por qué nuestro cocinero no lo prepare más a menudo? ¿Acaso resulta demasiado caro
preparar este plato para no nos lo sirva más a menudo? Me parecer realmente delicioso.

La dama no tiene empacho en decirlo, la ingesta del corazón y del falo reactivan su actividad
sexual con el amante. El caballero que usa y abusa de su poder le hace comer ese platillo por
la vía del engaño y recibe su propio mensaje invertido pues a partir de ese momento tendrá
una dama que guarda en su interior el falo de su “enemigo”. En los relatos medievales sobre
el corazón y los órganos sexuales es notoria la concepción de la época del fin’amour. Esa
concepción coloca al corazón como un medio de reconocimiento. Se lo puede leer en el
Decamerón de Boccacio, a pesar de la privatización de las circunstancias y su inclusión en el
plano familiar (Guillaume de Rousillon y su esposa son los únicos asistentes al ágape, el
cocinero no sabía qué era lo cocinado). La privatización de estos relatos fue iniciada por
Dante en el tercer capítulo de la Vita Nova.

San Francisco de Sales: la teología del corazón

San Francisco de Sales despliega una economía devota del deseo. Ya que el deseo es un
pecado a combatir, ese combate se hace con una amalgama de comida y actividad sexual:

Existe algún parecido entre las voluptuosidades vergonzosas y las del comer, pues que ambas
se refieren a la carne, aunque las primeras, en razón de su brutal vehemencia, se llaman
simplemente carnales.
132

La estrategia discursiva del santo es simple: “Explicaré… lo que no puedo decir de una con lo
que diré de otras”. En esas explicaciones el topo de su retórica estará organizado por el
elefante. Este animal nunca cambia de hembra, la ama tiernamente y con ella sólo se aparea
cada tres años durante sólo cinco días. La realización de su unión se hace en secreto, no a la
vista de otros animales, sólo se le vuelve a ver en el sexto día pues se dirige a lavar todo su
cuerpo:

Cuan bellas y honestas son las costumbres de este animal, con las que invita a los casados a
ano permanecer atados afectivamente a la sensualidad y a la voluptuosidad que habrán
ejercido según su vocación, sino pasadas éstas, a lavar de ellas el corazón y el acto y
purificarlos lo antes posible.

Por ello recuerda que la gente de honor sólo piensa en la mesa cuando se sienta en ella, así
como el elefante piensa en su amada sólo cada tres años. El ciclo del elefante, según
Francisco de Sales, elimina toda manifestación pública de los placeres sexuales, y cuando
estos se presentan deben hacerlo por su costado asocial:

El pensar en las viandas y en las manduca antes de la hora de comer es una señal inequívoca
de un espíritu truhán, ruin, abyecto, infame, y más todavía si después se complace en lo que
ha comido con palabras y pensamientos.

La lógica de estas propuestas se remonta al pecado original, en cuya efectuación estuvo


presente la ingesta: comer la manzana. En este contexto San Francisco de Sales va a
desplegar el lugar del corazón y sus representaciones místicas. En el Tratado del amor del
Dios se encuentra la serie que incluye la ingesta alimenticia, el sexo y el corazón místico.

El corazón aparecerá por medio de una historia. Se trata de un caballero que viaja a la Tierra
Santa para hacer el mismo camino que recorrió Cristo. Antes de iniciar el trayecto se confiesa
y comulga con devoción, llegado a los Santos Lugares, los visita siguiendo al pie de la letra el
orden cronológico de la vida de Cristo desde la Anunciación hasta la Crucifixión para luego ir
al lugar donde se produjo la Ascensión, y:

empezar a tensar en su interior toda la fuerza de su elección, como el arquero tensa la cuerda
de su arco cuando quiere lanzar la flecha… “Oh, Jesús, mi dulce Jesús, no sé dónde buscaros y
seguir en la tierra, mi adorado Jesús, conceded pues a este corazón que os siga y se vaya con
vos hacia lo alto”. Con estas ardientes palabras… alcanzó el blanco de su valioso objetivo.

Luego de esas palabras el caballero cayó muerto. Sus amigos, afectados por la situación,
solicitaron a un médico que le examinara para saber la causa de ese desvanecimiento:

*Dijo el médico+ “Sin duda, su corazón ha estallado a causa de un exceso y de un amor


ferviente”. Y para poder confirmar su juicio, le abrió, y encontró aquel valiente corazón
abierto, con esta sagrada frase grabada en su interior: “¡Adorado Jesús!”.

El corazón de Jesús fue atravesado en su martirio. Una de las condiciones solicitadas por José
de León Toral para cumplir con su misión consistía en que una de sus balas atravesara, y por
qué no, tocara, el corazón de Álvaro Obregón. Condición cumplida por su primer disparo,
condición duplicada por la fotografía del corazón de José de León Toral atravesado, tocado
por una bala. Aquí no se escapa que tocarle el corazón a alguien es una forma de llamar o
invocar su sensibilidad ante tal o cual hecho. Una sensibilidad que no estaba en el horizonte
del General Álvaro Obregón, si nos atenemos a la cantidad de “amigos” desaparecidos y
asesinados por órdenes suyas, tal el caso de su delfín para la sucesión presidencial, el Gral.
Francisco Serrano masacrado en la localidad de Huitzilac, Morelos. El hecho da pie a Martín
Luis Guzmán para escribir La sombra del caudillo (Obras completas. FCE, México, 1995). La
133

película del mismo nombre debió esperar varias décadas para ser proyectada a finales de la
década de los setentas.

El corazón del caballero descripto por San Francisco de Sales inscribe el recorrido de la
búsqueda del cuerpo perdido y ausente de Cristo, de su cuerpo místico. La alegoría del viaje
al centro de la cristiandad conduce directamente al corazón, al corazón abierto, inscripto, al
corazón de Jesús. El místico sólo puede ofrecer su corazón, éste es todo lo que le queda
después del sacrificio. El corazón místico, escribe M. Doueihi , es el único que puede dar
testimonio, al inscribir y dar significado al triunfo de la palabra. La palabra no basta pues se
apoya en una escritura efectuada en un órgano.

Las proposiciones de San Francisco de Sales hacen pasar el corazón del acto de antropofagia
organizado por la ira del esposo engañado al corazón como sede de la revelación. El corazón,
órgano vital, es también el órgano escogido por un deseo mortal, la unión con Dios. Este
órgano debe abrirse y revelar su misterio. Asistimos al milagro del corazón escrito, ese
corazón pasa de lo vital a ser la materia de una escritura divina, es el milagro de un corazón
que no se produce por la incorporación, la escritura separa cuerpo y órgano. La fotografía del
corazón de osé de León Toral publicada en 1997 aparece en el vértice de un cambio que
vuelve a afectar ese órgano, al menos, su economía y por ese sesgo afecta a la muerte
humana.

La compañía de los Jesuitas

El papel dado por las narrativas cristianas al corazón, durante la Edad Media como en
momentos posteriores, va acercando la centralidad del órgano con la centralidad de Cristo
para el catolicismo. San Buenaventura no ahorra esfuerzos para sostener a Cristo en el centro
de la historia:

El sol, en efecto, está en el centro de los planetas y según su movimiento…, se realizan las
generaciones. El físico mide la generación. Entre todos los planetas, el Sol es el que tiene la
difusión más potente. La difusión del corazón es también de las más poderosas, digan lo que
digan los médicos. A partir de él… se difunde el espíritu vital a través de las arterias y el
espíritu animal a través de los nervios… Cristo fue este centro en el momento de la
encarnación… Éste, como corazón, es el centro de los dos elementos vivos.

La centralidad defendida por San Buenaventura no duda en apoyarse en la ciencia. Tomando


a favor de su hipótesis todo aquello que pueda sostenerla, introduce un caballo de Troya,
mismo que tomara su tiempo para mostrar sus fuerzas escondidas. Gracias a su tesis sostiene
la centralidad de Cristo y también aquello que afectará o tocará a Cristo, a Dios. Y por si fuese
poco, también va a cambiar y trastocar el lugar del corazón. Su apoyo en la ciencia se revela
fatídico para sus mismos propósitos. San Buenaventura culmina las proposiciones de otros
santos, por ejemplo, San Agustín, para quien el conjunto del proceso de resurrección total –
subrayo este componente- e integral de la carne perdida incluyó una economía de
intercambios entre los cadáveres y los cuerpos resucitados. La circulación arribaba al tiempo
único de la encarnación. Por último, los textos de San Buenaventura fueron escritos entre
1250 a 1276, año de su muerte.

El corazón flechado de Margarita de Alacocque

Ahora avanzamos en el tiempo y nos trasladamos al siglo XVII. El 27 de diciembre de 1673,


una joven novicia de nombre Margarita, parte del coro, vive una visita:

Él la hace reposar sobre su divino pecho, donde le descubre las maravillas de su amor y los
secretos de su Corazón que siempre les había tenido ocultos… Mi divino corazón, le dice, está
tan apasionado de amor a los hombres, en particular hacia ti, que, pudiendo contener en él
134

las llamas de su ardiente caridad es menester que las derrame… Le pide enseguida el suyo y
lo introduce en el suyo, “en el que me lo hizo ver como un átomo que se consumía en aquella
ardiente hoguera”; se convierte, a su contacto, en llama encendida, lo saca y se lo vuelve a
colocar en su pecho “como una llama ardiente en forma de corazón” *El subrayado es del
original].

La relación de Margarita con el amado Señor es erótica; incluso asistimos a una cópula
coronaria y al trasplante de órgano descripta por la retórica de esta santa. Margarita de
Alacocque se queda con el corazón de Jesús dentro de su cuerpo, ella ha sido penetrada por
el corazón ardiente y divino; subrayo que esta operación de la retórica mística deja al corazón
como un órgano penetrante y también desprendible.

Esta transformación de la joven novicia se realiza a través de la vista de cuadros. En un


momento Jesús se le aparece con dos cuadros, uno en cada mano, en uno estaba pintada la
vida feliz y en el otro una vida pobre, abyecta y sacrificada:

Escoge, hija mía, el que más te agrade; cualquiera que elijas, te haré las mismas gracias.
[Margarita responde] Tú solo me bastas ¡Oh Dios mío!... Con tal de que tú estés contento me
basta. [Jesús respondió] He aquí lo que yo escogí y más me agrada, tanto para el
cumplimiento de mis designios como para volverte como Yo soy. [Y ella comenta] Acepté este
cuadro besando la mano que me lo presentaba… ¡Cuán terribles fueron estos padecimientos!

Aquí el cuadro genera un efecto de identificación de su lugar para la santa. Años después
asistimos al acto donde se pone en juego una flecha, al menos, donde está presente la
congregación que fundó el famoso colegio la Flèche.

El 2 de julio de 1688, durante la fiesta de la Visitación, Margarita ha permanecido estática


ante Jesús Sacramentado y se siente atraída hacia el Corazón divino. Allí vuelve a tener una
aparición del Sagrado Corazón. Se produce una visión de la cual forma parte la Madre del
Señor y San Francisco de Sales. La Virgen madre dice:

He aquí el divino tesoro que os he particularmente manifestado a vosotras por el tierno amor
que mi hijo profesa a vuestro Instituto.

Y luego agrega:

Si a las hijas de la Visitación se les ha confiado el encargo de dar a conocer, amar y distribuir a
los demás ese tesoro, a los Padres de la Compañía de Jesús les está reservado el representar y
dar a conocer su utilidad y valor, a fin de que el pueblo cristiano se aproveche, recibiéndolo
con el respeto y agradecimiento debidos a tan señalados beneficios. Y a medida que le
procuren este placer, este Corazón divino… las derramará tan abundantemente en las
funciones de su ministerio .

En esa fecha se establece el culto al Sagrado Corazón de Jesús a cargo de la Compañía de


Jesús. Este acontecimiento religioso ¿cómo se relaciona con nuestro tema?

La circulación del corazón

Sesenta años antes de la instalación del culto al Sagrado Corazón, un médico, anatomista y
fisiólogo inglés, profesor de anatomía en el Colegio Real publicaba un libro. Estamos en 168,
el nombre del médico era William Havey y su obra se llamó: Sobre los movimientos del
corazón y de la sangre [On the Motions of the Heart and Blood]. Basta decir que comenzaba
el estudio científico sobre el órgano de la circulación. La ciencia comenzaba a avanzar sobre el
cuerpo real y de ahí se iniciaba el lento camino por el cual la ciencia le quitaba al arte, por
ejemplo a la literatura, una de las sedes para forjar su erótica del amor.
135

Del corazón a la cabeza, un desplazamiento

En la región de Baviera, Neuburg, el ejército estacionado espera que una tormenta amaine
para entrar en combate. Esa noche, 1619, uno de sus miembros, de apenas 19 años de edad,
es tomado por una serie de sueños exaltantes, reveladores, que le animan la noche. El sujeto
de esos sueños llega a la conclusión de que se le ha presentado, revelado diremos, una nueva
lógica (inventum mirabile), lógica capaz de fundar una ciencia universal. Agradeció ese don,
decidió peregrinar a los pies de la Virgen de Loreto. En 1621, abandona las armas.

Ese joven era René Descartes, el mismo que en 1637 publica Discurso del método para bien
conducir su razón y buscar la verdad en las ciencias. Cuatro años después da a conocer
Meditaciones sobre la filosofía primera y, en 1644, edita Las pasiones del alma. Este joven era
un egresado del colegio de la Flèche, colegio fundado y dirigido por los jesuitas.

El colegio se fundó por una donación de Enrique IV, quién pidió a la orden los jesuitas que su
corazón, el de la reina y el de sus sucesores fueran llevados allí después de su muerte y
enterrados en la iglesia del colegio. Es necesario recordar que las exequias del monarca
provocaron una interrupción de los estudios y el desarrollo de Descartes.

Descartes al final de su carrera va a cambiar el lugar donde se asienta el principio vital, el


pneuma de los antiguos. Ese lugar ya no corresponderá más al corazón sino que estará
localizado en el cerebro: se pasa del corazón a la cabeza. En la cabeza su ubica, según
Descartes, la glándula pineal.

El desplazamiento operado por los descubrimientos de Harvey y las formulaciones respecto


de la separación entre ciencia y religión desplegadas por la filosofía cartesiana, le presentan al
corazón sus nuevos rivales: la razón y la racionalidad, modelos de un pensamiento separado
del corazón y de lo que éste pueda simbolizar. Aquí encontramos un lugar donde un efecto
real altera, quiebra, reestructura, modifica, el sistema simbólico. La subjetividad, simbólica
por excelencia, queda afectada .

Blaise Pascal sostendría al corazón como nudo constituyente de una antropología de la


creencia. A la incertidumbre de la razón se le opone el pensamiento intuitivo que está fincado
en el corazón, ese es el valor de la corazonada. El orden del corazón queda reservado al
dominio de la cooperación entre el dominio de lo humano con el dominio divino, se
inauguran las grandes avenidas por las cuales circulará y se desarrollará el combate entre la
razón y la creencia. A tal grado que Pascal afirma respecto de los que tienen o conservan el
conocimiento del corazón:

Son bienaventurados y están legítimamente convencidos .

Se notará que Pascal debe aceptar que la creencia ya no abarca a todos, al parecer asistimos
al descubrimiento en las culturas humanas de la muerte de Dios. El orden pascaliano anuncia
el fin de una época y el comienzo de otra.

Los moralistas franceses hacen su esfuerzo para que un órgano oculto manifieste lo que se ve
como la Rochefoucauld, con sus Máximas y La Bruyére con sus Caracteres en la sección
titulada “Del corazón” destinada a la amistad. El corazón sería la sede del fuero interno. ¿Qué
ocurre cuando ese órgano no visible se ofrece a la vista?

Descartes en Las pasiones del alma al localizar la glándula pineal en el centro del cerebro va a
rechazar, lo diga o no, todas las representaciones del corazón y sus relaciones con las
pasiones y el alma. El corazón sólo es un motor, una bomba mecánica. Las atribuciones
pasionales o morales a ese órgano escapan al universo objetivo y observable de la ciencia. Así
136

se instala una fisiología que además destila un cambio de visión del mundo basada en el papel
central del cerebro en el análisis del comportamiento humano. Se establece la gran cercanía
distante que separa al estallido del corazón, un infarto, del exceso de amor que detiene el
corazón del caballero ante el itinerario de Jesús, o el corazón de José de León Toral como
prenda de una verdad que su palabra requiere para garantizar su veracidad.

El corazón en su recorrido llegaba a la estación de la ciencia y a convertirse en un objeto de


ella, ya no sólo separable sino intercambiable de un cuerpo a otro, maniobras hoy de carácter
masivo y que su sola expectativa organiza una masa potencial donde quedan articulados dos
campos: el campo potencial de los vivos que al morir donan y el campo real de los vivos que
esperan una donación para no morir. En ese cruce entre una y otra función, la muerte queda
alterada, radicalmente alterada, como lo muestra Obsesiones del corazón, filme británico
donde una madre emprende un largo camino para escuchar el corazón donado por su hijo
afectado por la muerte cerebral. La práctica científica del trasplante afecta el carácter
absoluto de la muerte pues una parte del cuerpo del “muerto” escapa a esa determinación,
sigue latiendo.

Los enigmas de un corazón

Volvamos ahora a los enigmas que nos plantea el caso de José de León Toral. Estos enigmas
están mostrados por la tarjeta postal que contiene la fotografía de su corazón. ¿Cuáles son
esos enigmas? Un primer enigma mostrado por la tarjeta postal es que algunos de los
supervivientes, en particular, su hija, a pesar de la tarjeta, manifiesta que eso no ocurrió, para
ella la imagen no es fuente de certeza y al contrario la conduce al terreno de la incredulidad
respecto de esa imagen. Para ella, como buena hija, basta con la palabra de su padre.

Un segundo enigma se localiza en un escrito de Alfonso Toral Moreno:

Parientes y amigos se congregaron deseando ser los primeros en mirar aquel apacible rostro,
pero se les pidió espera, pues antes de ser colocado en el ataúd, el cuerpo de Pepe tenía que
ser examinado por los médicos familiares. Mi papá, Pascual Toral, mi hermano, Salvador y el
doctor Aristeo Domínguez. Además, habría de ser identificado por sus padres, sus hermanos y
los parientes más cercanos que lo conocieron íntimamente. Inclusive los que en el deporte lo
vieron desnudo en las regaderas.

Este escrito insiste una y otra vez en el tema de la identificación del cadáver de Pepe, luego
continua:

En una mesa adjunta al féretro, se le despojó de su ropa ensangrentada, se le suturaron las


heridas externas, incluida la incisión torácica para extraerle el corazón y conservarlo,
operación que testimonialmente realizó Salvador mi hermano… La camiseta y la camisa, las
más ensangrentadas, tuvieron que ser repartidas en pequeños retales [entre los] fanáticos o
no, principalmente mujeres, fieles a su memoria.

Los enigmas nos conducen al tema de la inspiración, nos dirigen a la fuente en la cual abrevó
Toral para lanzarse a ejecutar su acto, de la misma forma que tal o cual modelo inspira al
pintor para ejecutar su obra.

Judith, una inspiradora

Estos dos enigmas no serían tales si dejamos de lado un dato: José de León Toral se inspiró en
Judith, un personaje bíblico. El personaje de Judith es citado por Freud en Psicología de las
masas y análisis del Yo, y en la obra de Emmanuel Régis, Los regicidas en la historia y el
presente. Allí se documenta cómo ella fue inspiradora de la obra de varios regicidas. ¿Cuál era
la cualidad que la convertía en inspiradora de personajes tan distantes entre sí?
137

Judith es un personaje mítico e incierto al decir de la Biblia del nuevo milenio . Judith, luego
de escuchar las amargas palabras que el pueblo lanzaba ante la situación que vivían los asirios
a partir del sentimiento de venganza de Nabucodonosor, rey de los asirios, decide asesinar a
Holofernes, un general enviado por el monarca para llevar adelante sus planes de venganza.
Se trataba de seducirlo y luego estando a solas con él cortarle la cabeza. Judith antes de
ejecutar su misión produce una oración de la cual reproducimos un fragmento:

Acuérdate, Señor, de tu pacto, y dame palabra seductora para herir y azotar a los que traman
duros planes contra tu pacto, contra tu santa casa… Y haz que conozca cada pueblo y cada
tribu que tú eres el Dios de todo poderío y toda fuerza y que fuera de ti no hay otro defensor
del pueblo de Israel .

La imagen final de la oración de Judith revela la inspiración de la imagen declarativa


efectuada por José de León Toral ante el interrogatorio del presidente Calles, el mismo día del
magnicidio: “¿Quién te impulsó? Yo obré solo para que reine Cristo en México de una manera
absoluta, no a medias”. La inspiración unía a pesar de las distancias ambos cuadros, un
tiranicidio, el primero y un magnicidio, el segundo. ¿Cuál era su diferencia?

La diferencia afectó el lugar de autor. Hasta el momento no se ha encontrado ningún


testimonio bíblico o de otra índole que le quite al personaje de Judith la autoría de ese
tiranicidio, mientras que a José de León Toral la autoría le es negada e incluso, en la
actualidad sigue sin ser reconocida. En ese inconveniente toral para el ejecutor, se inserta la
circulación de un corazón encargado de trasmitir una escritura de la verdad. Esa diferencia
tiene que ver con un hecho proveniente del campo del otro, en efecto, en la escritura bíblica
no estaba presente una adquisición moderna separar entre el autor material y el autor
intelectual de un acto, de una obra de arte, etcétera.

Ese inconveniente que afectará en su singularidad la autoría de otros regicidios y magnicidios


dio origen a la distinción entre el autor material y el autor intelectual. Al magnicida José de
León Toral sólo se le reconoce la autoría material. Ese tema de la identificación del autor
encubre otro, la identificación del antes y del después del crimen. El sujeto que comete esa
clase de actos ¿es el “mismo” después de su ejecución?

Del corazón flechado a un corazón fechado

(imagen)

Estamos, ahora en condiciones de indicar que la identificación era un problema: ¿a quién se


trataba de identificar? A “Juan”, a “Pepe”, a “José de León Toral”. Los tres no hacen uno,
trazo mínimo de identificación.

El antes y el después del 17 de julio de 1928 afectó la historia social, política, económica,
cultural, de México y por eso afectó a un miembro de esa historia, afectó al sujeto que tomó
parte activa en el lugar de autor de esa diferencia antes-después. José de León Toral era una
nueva identificación producida por el acto, no tenía consistencia antes del mismo ¿el corazón
no era el lugar de escritura de ese trazo unario [Einsiger Zug] basal de la formulación en la
“misma” tarjeta postal que dio inicio a estas líneas. En el reverso de ella se lee, a la manera
del título de un cuadro: Corazón de José de León Toral atravesado por una bala, 1928. Centro
Condumex. Centro de la Imagen / Luna Córnea, México.

El reverso ¿será semejante al anverso? Las instalaciones del Centro Condumex están
sostenidas por la compañía nacional más importante de la comunicación telefónica. Allí se
guardan documentos originales y testimonios de José de León Toral, por ejemplo, una
138

fotocopia del manuscrito de su madre; el juego de lápices de José de León utilizados por él
para hacer el retrato del General Álvaro Obregón –éste recibió el dibujo con una sonrisa
cortada por los disparos del magnicida. El Centro de la Imagen es una dependencia del
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA); esa institución edita la revista
Luna Córnea, en particular el número 11, de enero-abril de 1997. El número contiene
fragmentos de Memorias de una madre resignada de María Toral de De León y luego de ellos,
se publica El emperador de los asirios de José Emilio Pacheco, recreación del magnicidio.

El reverso conteniendo el título Corazón de José de León Toral atravesado por una bala, 1928,
sólo logré leerlo al pie de la letra al finalizar el recorrido de este artículo, por ende la tarjeta
del principio y del final, al menos para quien esto escribe, es la misma pero distinta. He aquí
una cuestión: José de León Toral fue fusilado el 9 de febrero de 1929. El psicoanálisis no
cuenta con intervenciones correctivas, entonces, ese cambio de fechas ¿qué nos dice? Nos
dice al pie de la letra que un corazón fue atravesado por una bala en 1928. Ya sabemos del
corazón afectado de Álvaro Obregón a consecuencia de los disparos de la pistola Start,
empuñada por José de León Toral. Nos dice al pie de la letra que un corazón murió fusilado en
1928, nos dice que allí murió “Pepe, “Juan” y, agregamos, de allí nació otro, José de León
Toral, y junto con él y con su acto nació otra forma de organizar al país. El sujeto individual no
es nada sino el efecto del colectivo.

El corazón de la tarjeta postal guarda una diferencia en su estatuto de objeto separado. ¿Qué
relación mantiene con los pequeños retales de la camisa y camiseta ensangrentada que
recibieron “fanáticos o no, principalmente mujeres”? Estaremos en presencia del surgimiento
de un objeto fetiche “principalmente” para mujeres. Juan Rulfo indicó que la guerra cristera
fue una guerra organizada por las mujeres, diremos, mujeres arrebatadas por el frenesí
erótico del amor a Cristo. ¿Acaso no fue Freud quien descubrió el componente sexual,
erótico, de la religión?

Tlalpan, México, D. F.
27 de noviembre de 2001
139

La experiencia analítica, una objeción a la tortura

Eran todos médicos


i
(declaración de un sobreviviente de Auschwitz)

"Se trata, de hecho, de hacer jugar saberes locales, discontinuos,


descalificados, no legitimados, contra la instancia teórica unitaria que
pretendería filtrarlos, jerarquizarlos, ordenarlos en nombre de un
conocimiento verdadero, en nombre de derechos de una ciencia que sería
detentada por algunos"
ii
Michel Foucault, frase que introduce el número 12 de L’Unbévue

El contexto del ejercicio del psicoanálisis: casos.


El libro de Helena Besserman Viana, psicoanalista: No se lo cuente a nadie. Política del
psicoanálisis frente a la dictadura y a la tortura (Editorial Polemos, Buenos Aires,1999), estudia el
caso de Amilcar Lobo, médico, psicoanalizado, alumno de un instituto de formación de una
asociación psicoanalítica de Brasil en el mismo tiempo –o en parte de él- tenía otra actividad:
formaba parte del equipo médico de un campo de concentración clandestino del ejército de Brasil.
Allí se se ejercía la tortura a los prisioneros y en ese lugar Amilcar Lobo fue reconocido por una
prisionera –en el libro no está el nombre y apellido de ella- al escuchar ese nombre en boca de un
iii
prisionero que regresaba de la sala de torturas . Besserman con su estilo interroga el fin del
análisis, los efectos de una cura sobre aquel que se sometió a ella y el acceso al lugar de analista.
Algunos componentes de este texto tienen ya un largo historíal público que se remonta hasta el
iv
año de 1973 .

El caso tomó una nueva luz pública inesperada partir del 9 de febrerero de 1997 cuando en el
Hospital de Sainte-Anne cuando la Sociedad Internacional de Historia de la Psiquiatría y del
Psicoanálisis junto con la Asociación para los estudios freudianos presentó la edición en lengua
francesa. La edición en portugues, 1994, la lengua de su escritura pasó sin mayores reseñas en
las revistas y publicaciones del psicoanálisis. La incidencia de esa presentación parisina y los
incidentes que la acompañaron no son ajenos a su edición castellana (1999). A causa de los
incidentes y sus contenidos, incluido el libro de Helena Beserman V., un psicoanalista que
despliega su práctica en la ciudad de París, Jean Allouch escribió : LA ETIFICACIÓN DEL
PSICOANÁLISIS. CALAMIDAD (Edelp, Buenos Aires, 1997).

Los temas abordados por esos textos son de tal singularidad que convocan a efectuar una lectura
localizada y localizable para precisar los alcances en el terreno de la experiencia de la cura, en el
campo doctrinario, en las prácticas de de la transmisión, enseñanza y “formación” del
psicoanalista. El psicoanálisis así cómo la ciencia, las letras y las artes son afectadas, en
circunstancias particulares, por las condiciones políticas, sociales, económicas de la cultura que
pueden tomarlas como enemigos a combatir, incluso, aniquilarse. Esas circunstancias suelen
v
inspirar o recordar el estilo de la “solución final” practicada por el regimen nazi . Se trata de
situaciones localizables cuyos efectos sobre los saberes locales, los saberes singulares, los
saberes discontinuos, poblados de agujeros, como es el caso del psicoanálisis pueden rastrearse.
Esos momentos límites están presentes en la historia del psicoanálisis, conviene citar algunos de
ellos.

Viena y Berlín: el despliegue contra el psicoanálisis

1.- En 1934 se produjo una fuga de los analistas –de origen judio- ”que aún quedaban en
vi
Alemania y la „liquidación‟ del psicoanálisis en ese país” ;

2.- A fines de mayo de 1934 se quemaron en Berlín las obras de Sigmund Freud. Él respondió:
“¡Cuánto progresamos! En la Edad Media me hubieran quemado a mí; ahora se conforman con
vii
mis libros” ;

3.- Sigmund Freud escribía en una carta a Arnold Zwieg :”Temo que, por influjo de nuestras
relaciones personales, ha hablado Ud. demasiado de mí en su libro. Esto no sólo es perjudicial
para Ud. sino también enteramente inútil para mí, ya que resulta notorio que esta era me rechaza
140

y rechaza todo lo que he podido ofrecerle, y que no cambiará ya de opinión, diga Ud. de mí esto o
viii
lo otro o lo que sea. Probablemente llegará mi momento, pero no ahora”

4.- Marie Bonaparte, en diciembre de 1936, recibía una carta de Freud que le informaba sobre
“Nuestro Ministro de Educación ha emitido un formal anuncio en el sentido de que la época de la
labor científica que se realice al margen de ciertos supuestos previos –como era el caso en la era
liberal- ha pasado ya; desde ahora en adelante, toda ciencia deberá trabajar al unísono con
ix
Weltanschauung cristiano-germánica...”

5.- Entre marzo (mes del Anschluss, anexión de Austria al III Reich) y abril de 1938, tuvo lugar lo
que Jones llama “una curiosa escena”, se trató de lo siguiente: “la casa de Freud había sido
invadida por otra banda de los S.A., y dos o tres de ellos se abrieron camino hacia el comedor. La
señora Freud, como suele ocurrir en un caso de emergencia, sacó fuerzas del fondo de su
corazón. En el más amable tono hospitalario ofreció un asiento al centinela...le resultaba
desagradable ver a una persona extraña de pie en su casa...estaban debatiendo los planes de
mezquino pillaje que la situación les permitiría realizar, cuando en el vano de la puerta
x
apareció...Freud atraído por el alboroto.” Años antes (1934) Freud le decía su paciente J. Wortis
que estaba garantizaba la “absoluta privacidad” de lo que dijese. La instalación posterior del
xi
guardia de las SA “afuera” del consultorio ¿afectaba esa garantía? Cuando Jones comenta esa
“escena” con Freud este le contesta “¡Solo! ¡Si yo estuviera solo, hace mucho tiempo que ya me
xii
habría desprendido de la vida!”

6.-Antes del 4 junio de 1938, fecha de su partida hacia Inglaterra, Freud es obligado a firmar una
declaración donde indicaba haber recibido buen trato de parte de las autoridades y en especial
de la Gestapo después del Anschluss. Freud no tenía más oportunidad que firmarlo y según una
versión se limitó a solicitar incluir una frase al texto firmado: “De todo corazón puedo recomendar
xiii
a la Gestapo a cualquiera” . La frase no fue encontrada en ese documento.

Luego de este breve recorrido una pregunta se impone: la paralisis que padece el psicoanálisis
tanto en Alemania como en Austria ¿no es una consecuencia de esa esterilización previa?

Budapest: la experiencia de Itszván Hollos

Veamos ahora un caso que marcó los destinos del psicoanálisis en la ciudad de Budapest,
Hungría, se trata de la experiencia que vivió el psicoanalista húngaro Itszván Hollos:

a.- El régimen derechista de Horthy, le quitó su derecho a ejercer la jefatura de un Hospital


Psiquiátrico, debido a su origen judío;

b.- Tenía vedado su acceso a la Universidad pues la ley de Númerus Clausus se lo impedía;

c.- En el año de 1944, los alemanes invaden Hungría cuando Horthy trata de romper su alianza
con el Reich, es destronado y el poder lo toman las tropas nacionalsocialistas de Szàlasy. Ellas
implantan las deportaciones masivas con un agregado no solicitado por los nazis alemanes: en el
camino hacia los trenes lanzan al rió Danubio ancianos y niños. Hollos con su mujer están en uno
de esos convoyes y la intervención del diplomático sueco Raoul Wallenberg logra salvarlos.
Terminada la guerra es elegido presidente de la Asociación Psicoanalítica Húngara;

d.- Luego de tres años de democracia, en 1948, la Asociación Psicoanalítica es prohibida y la


práctica del análisis debe hacerse en la clandestinidad, Hollos, sufre la perdida de su esposa y
pasa por un período de crisis que lo mantienen internado en un hospital psiquiátrico. Como
analista, para disgusto de Freud, descubrió que los episodios psicóticos y las psicosis respondían
a una situación que involucraba no sólo al loco sino a su entorno. La locura incluía una respuesta
al medio ambiente, una forma de precisar que las “psicosis” son respuestas en relación con...

Hungría era una de las sedes más activas por su creatividad del movimiento psicoanalítico fuera
de Viena donde residía Freud, entre otras cosas por que los analistas húngaros, en el terreno de
la doctrina, de la practica, del despliegue del acto en las sesiones se permitían hacer un
xiv
psicoanálisis que no necesariamente respondía punto por punto a los criterios de Freud . Hoy
ese lugar es un páramo que no encuentra una vía de salida, quizás por que no se ha estudiado la
puerta de entrada a ese marasmo.
141

Paris: una posición de Lacan ante el régimen invasor

Por último, veamos la experiencia de un psiquiatra y joven psicoanalista que en 1939 recibía su
título oficial de psicoanalista, reconocido por la IPA: se trata de Jacques Lacan, quien desde fines
1939 hasta el 28 de septiembre de 1946 guarda la siguiente posición:

“Durante varios años me he apartado de todo propósito de expresarme. La


humillación de nuestro tiempo, bajo los enemigos del género humano, me
alejaba de ello, y después de Fontenelle me he abandonado a la fantasía de
los puños llenos de verdades para cerrarlos mejor sobre ellos. Confieso
esta ridiculez porque marca los límites de un ser en el momento en que éste
va a dar testimonio. ¿Habría que denunciar en ello algún desfallecimiento
ante lo que de nosotros exige el movimiento del mundo, si nuevamente se
me ha ofrecido la palabra en el momento mismo en que se revela hasta para
los menos clarividentes que una vez más la infatuación del poder no hecho
más que servir a la astucia de la razón? Júzguese con toda libertad cuánto
xv
puede sufrir mi búsqueda.”

En esos años Lacan se dedicó a estudiar temas de epistemología de la física, además de seguir
cursos de lengua china en el Museo del Louvre, mientras que, como ciudadano, colaboraba con la
resistencia antinazi e incluso, se sabe por el testimonio de Tusquelles, un psiquiatra de origen
catalán refugiado en Francia, que los internos de Sainte-Anne llevaron a cabo una edición
mecanografiada de su tesis como un acto clandestino ante el control del invasor.

La situación de la cultura y la sociedad francesa se distingue de los casos anteriormente tratados


por el hecho de que ella sufrió primero una invasión de un ejército extranjero y luego una partición
de su territorio, una de cuyas mitades fue administrada por un régimen más que amigable con los
invasores. No hay información de una persecución especial del régimen de ocupación, el ejército
alemán y la Gestapo, y del régimen colaboracionista del general Vichy contra el psicoanálisis, sin
embargo, en el pasillo de entrada a la biblioteca del hospital de Sainte-Anne es posible leer una
lápida donde constan los nombres de miembros de ese hospital que en razón de su pertenencía
a la resistencia o debido a su origen judío fueron deportados a los campos de concentración
donde encontraron la muerte.

Tomando en cuenta este contexto y pese a sus actuales notorias dificultades, inconvenientes y
objeciones, no puede negarse la vitalidad que aún, hoy día, tiene el psicoanálisis en París,
Francia. Una vitalidad que encontró y encuentra su fuente en el despliegue de la cura analítica
impulsada por Jacques Lacan y los efectos de su enseñanza.

Estos casos delimitan un campo de estudio para precisar las formas de incidencia de la cultura
en el ejercicio del psicoanálisis. Esas incidencias tensan un arco de fuerzas que oscila entre un
obstáculo, una imposibilidad, una anulación, y un “en forma de”, o si se lo prefiere, tomando la
propuesta de Helene Deuscht, “el como sí”. Este es un problema que tiene abierto su tratamiento
con ciertos los elementos del análisis. Uno de ellos es el campo del Otro, terreno previo y
constituyente de cada sujeto. Este elemento de localización permite, al menos, comenzar a
desbrozar el camino. Para ello partimos de un hecho: el psicoanálisis no opera al margen de las
condiciones del campo del Otro.

El marco totalitario de un problema

En el marco de un estado con formas totalitarias no liberales dirigido a cambiar las estructuras de
la sociedad de Brasil, entre los años de 1970 a 1980; ese contexto incluía la aniquilación de sus
opositores; allí se suscitaron los acontecimientos que estudia Helena Besserman Viana en No se
lo cuente a nadie. Política del psicoanálisis frente a la dictadura y a la tortura: una “paciente”
reconoce a Amilcar Lobo su “psicoanalista”, desempeñando funciones en un campo de tortura de
prisioneros políticos. La respuesta de J. Allouch en La etificación del psicoanálisis. C a l a m i d
a d, pese a tomar notar de esos acontecimientos los deja de lado a nombre de una erotología
demasiado general y poco aprensible caso por caso. Es de lamentar que tanto uno como otro
texto no hagan del marco parte del caso. Ese marco permitirá localizar cuando estamos en un
caso o en otro o cuando se trata de casos distintos.

¿Qué es un marco? Aquello que permite dintiguir entre una pared y un recorte de ella. La tensión
sostenida entre dos libros respecto de un “caso” abre preguntas sobre sus recortes ¿Se reduce él
142

a los efectos producidos por la dictadura brasileña en 1973? ¿Queda excluida la aparición del
libro en Brasil, durante 1994? ¿La presentación parisina de la edición en francés (1997) y los
incidentes se integran o no? Los tiempos trastocados de las respectivas publicaciones castellanas
de ambas obras ¿en qué posición quedan? Las proposiciones teóricas que guían el armado literal
del “caso” tanto en uno como en otro autor ¿en qué grado constituyen ese marco? Tantas
preguntas indican la conveniencia de no optar por una en detrimento de otra y entonces,
aceptarlas una por una.

Introducimos un recorte al guiar nuestra lectura por una constatación: el psicoanálisis no está al
margen del tejido cultural de la ciudad donde el psicoanálisis, el analizante y el analista operan.
Ese recorte fue producido ya por otros, así Jacques Lacan en Los complejos, factor concreto
de la psicología familiar, al estudiar la crisis de la familia, subrayo:

“El sublime azar del genio no explica quizás por si solo que haya
sido en Viena -dentro de un Estado que era el melting-pot de las
más diversas formas de la familia, de las más arcaicas hasta las más
evolucionadas, de los últimos grupos agnáticos de campesinos
eslavos a las formas más reducidas del hogar pequeño burgués y a
las formas más decadentes de pareja inestable, pasando por los
paternalismos feudales y mercantiles- que un hijo del patriarcado
xvi
judío haya imaginado el Complejo de Edipo

Con ese subrayado daba cuenta de un hecho trivial y por trivial, quizás, menos percibidas sus
consecuencias. Freud era un hombre de su época, debido a eso inventó lo que inventó. Las
articulaciones de Freud con su época eran en extremo complicadas y nada índica que él se
percatara de sus alcances. Esa situación quedó ilustrada por la dedicatoria de una sus obras, Por
qué la guerra:
A Benito Mussolini, con el cortés saludo de un anciano que
reconoce en el soberano al héroe cultural. Viena, 26 de Abril de
1933.xvii
La dedicatoria dice mucho y poco al mismo tiempo. Dice mucho pues muestra que alguien no
controla las condiciones de recepción e inserción de una dedicatoria dirigida a un personaje
político que estuvo en el centro de la arena pública. Y a eso se agrega que el redactor también
era y es un personaje nodal en la vida cultural. Dice poco pues revela que Freud no tomaba nota
de las condiciones de ese “héroe cultural” , lo cual no impide que su dedicatoria sea tomada como
eso, una dedicatoria. Freud en este caso ¿sufría las influencias que otros, y no pocos, vivieron
ante los primeras apariciones del régimen fascista en Italia y del régimen nacionalsocialista en
Alemania?

Un recorte ético

El libro de Besserman Viana trata un episodio ocurrido cuando el estado de Brasil estaba tomado
por un régimen militar. Ese régimen enfrentaba mediante una represión generalizada a los
opositores, en especial sometía a secuestros, desapariciones forzadas y torturas a militantes de
organizaciones de izquierda, con particular violencia, sobre aquellas que ejercían una oposición
armada.

Helena Beserman V. lee las articulaciones del psicoanálisis con la política con el alfabeto de una
ética. Las complicadas articulaciones (cultura-psicoanálisis-política) quedan simplificadas en
exceso por la recurrencia a una ética generalizada. Esa generalización es ineficaz para la práctica
analítica pues cada cura está organizada caso por caso y esta es una ley que no excluye a
ninguna opción estética dentro del heteroclíto campo del psicoanálisis.

Las tesis de H. Beserman V., a pesar de esa recurrencia fallida subraya, gracias a ese error, otro
hecho de particular importancia: su escrito trae nuevamente a la palestra pública las formas de
acceso al título de analista y por ello añade una corroboración más a la lista de fracasos de la vía
institucional para resolver esa incognita. Su añadido no le hace sombra al tema. El acceso al lugar
del analista será uno de los componentes marcados en la travesia del caso, no podía ser menos
tratándose de un “psicoanalista torturador”.

Las articulaciones de una obra con su cultura


143

Jean Allouch en la parte final de su respuesta a esa ética generalizada propone tomar apoyar en
situaciones. Una de ellas es hecho acontecido en una institución de la psiquiatría francesa
durante la segunda guerra mundial. Un grupo de la resistencia activo dentro de ella, decidió fusilar
a un enfermo pues en su delirio, de viva voz, ponía en peligro las actividades de ese grupo. Ese
acontecimiento mortal para el enfermo y , posiblemente, trágico para los resistentes dibuja la
notoria articulación entre condiciones culturales y acto.

A partir de esa introducción La etificación... contínua con otra situación donde está presente la
guerra. Es la experiencia de Ludwig Wittgenstein ante la guerra quien: “en sus cuadernos
(¿borradores?), escritos entre 1914 y 1916, y donde se puede leer la primer versión del
Tractatus, Wittgenstein, se lo ha indicado, no consagra una sola palabra a la guerra”. Así si los
xviii1
borradores del Tractatus logico - philosophiicus no contienen una palabra destinada a la
guerra, la situación de Wittgenstein escribiendo de un texto mayor de la filosofía no guardaba
relación alguna con ella.

En esta posición se podría llegar llegar a sostener por extensión que no hay articulación entre la
guerra y la escritura de esa obra de Wittgenstein. Él habría hecho filosofía sin estar impactado por
el lugar, el tiempo y los acontecimientos en los cuales él escribe. Ese no fue el caso de los
xix
fundadores griegos y latinos de la filosofía en Occidente .

Ese desamarre atribuida a esa situación del filósfo vienes es una petición de principios.¿Cuál es
esa petición? Se le solicita a esos borradores escribir todavía más sobre ese tema, no bastaría
con escribirlos en la guerra. La petición ignora que quien lo escribió vivía en la guerra, participaba
de ella –era soldado y luego fue prisionero de ella. Ese “ambiente” ¿no era suficiente? ¿cuál sería
la razón para aislarlo de eso que le permitió escribir lo que escribió? ¿cómo se puede aislar el
borrador del lugar donde era escrito?

Ese ambiente indica las condiciones mínimas y necesarias que articulan el arte de la escritura con
la persecución descripto por Leo Strauss. Escribir bajo la persecución implica escribir de un tema
xx
que no se puede escribir, ni siquiera mencionar . Al no mencionarlo puede ocurrir que se pueda
hablar de él. En el caso de que Wittgenstein si no hubiese escrito ese término, llegaremos a
exigirle que solo la palabra “guerra” debe dar cuenta de su experiencia de prisionero de guerra.

Wittgenstein hizo, años después, un ajuste de cuentas con su obra de 1921 y formulo:

Llamaré a estos juegos “juegos de lenguaje”, y hablaré a veces de


un lenguaje primitivo como un juego de lenguaje...Llamaré también
“juego de lenguaje” al todo formado por el lenguaje y las acciones
xxi
con las que está entretejido .

Esta proposición tiene valor para la experiencia psicoanálisis en el campo de las locuras, llamadas
también “psicosis”, basta señalar su papel organizador en “La locura Wittgenstein”, escrito por
xxii
Françoise Davoine a partir de su experiencia . Y es un elemento a considerar cuando se trata de
localizar las relaciones del autor, su obra y las condiciones en las que se encuentra la cultura que
a él y su obra le conciernen.

Veamos el sesgo literal de la situación de Ludwig Wittgenstein. ¿Por qué ese sesgo? Sin la
xxiii
literalidad el psicoanálisis pierde la condición de posibilidad de construir casos Precisemos
¿para qué demandarle a Wittgenstein que escriba más de eso que estaba escrito en sus diarios?
Jean Allouch no aclara cuáles diarios tomó como base para su conclusión. En la lengua
castellana están editados los Diarios Secretos (Alianza Universitaria, Madrid, 670) en las
entradas del 7/10/1914 y 30/11/1914, para sólo citar dos de ellas, está presente el término
xxiv
“guerra” y las actividades articuladas con ella .

La proposición de Allouch sobre la istuación de Wittgenstein es tautológica pues pretende


demostrar que un filosofo, un arquitecto, un científico, un artista, y en particular un analista cuando
están en su actividad no hacen política. Para hacer en su actividad no requieren tomar posición
ante cual o cual episodio de la cultura donde viven. Esa tautología, J. Allouch, la sostiene
particularmente respecto del analista para rebatir las posiciones Helena Besserman Viana que
xxv
sostiene la tesis del compromiso político en nombre de una norma ética .
144

Mientras, entre una lectura y otra, nos encontramos con una experiencia del psicoanálisis
ilustrado por lo acontecido en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, a varios psicoanalistas
durante el periodo de una recesión ecónómica acompañada de una hiperinflación depresiatoria de
la moneda. En ese momento se registrarón efectos en las formas de pago de las sesiones,
alteraciones de la periodicidad de las sesiones, aumento de la frecuencias de las
“interrumpciones” de las curas, trastocamiento del honorario “fijado” a las sesiones debido al ritmo
inflacionario, un aumento inucitado de lo que se llaman “reanálisis”. Por otro lado el tiempo de las
sesiones de Freud fue modificado para recibir a los pacientes americanos que en tiempos de la
hipenflación que asotaba a Viena pagaban en la cotizada moneda americana o incluso en ese
mismo tiempo Freud aceptaba recibir sus honararios en especie. Ante hechos semejantes ¿se
puede afirmar que los movimientos del campo del otro no operan sobre la práctica de la
experiencia analítica?

Jean Allouch inició la vía tautología con un argumento de autoridad. El texto La etificación..., en
su primera página introduce una cita de Paul Orasen que cita unas palabras de Max Eastman,
esta cita es tomada de un texto de Rene Major. Max Eastman recibió la siguiente respuesta de
Freud a una pregunta:

“¿Qué es usted políticamente?


Nada”

Si tiene algún asidero que el hombre es el estilo, el estilo de aquel a quien se dirige, y como
xxvi
estamos ante una “bon mot” [ocurrencia] queda por determinar a quién hiba dirigida esa
respuesta Esta pregunta limita las conclusiones genéricas que por apretar mucho no ciñen nada
y ciñen mucho menos si solo se sostienen con la inclusión de Freud en el episodio citado.

Max Eastman escribió un libro Einstein, Trotsky, Hemingway, Freud and Other Great Companions
[ Colliers Books; Nueva york, 1962], allí está insertado el relato de un encuentro con Freud -
apartado Differing with Sigmund Freud, p.129. Freud corrigió una opinión de su entrevistador
xxvii
respecto de “América ,le aclaró, no la “odia”, simplemente la “compadecía”. Esta bon mot
[ocurrencia] es ¿analítica? ¿pertenece a un episodio de análisis de Eastman? ¿es cultural?, ¿es
política?, ¿es todo ello más lo contrario? A veces, el que parte y reparte trata de quedarse con la
mejor parte hasta que se enfrenta a la constación de que lo mejor es enemigo de lo bueno.

En conclusión una bon mot [ocurrencia] cuyos alcances singulares requieren de ser precisados.
Por el momento sólo contamos,por su letra, que Eastman la recibió de Freud ¿se puede
generalizar a todas las circunstancias? Hacerlo otorga solidez incalculable a las premisas de un
“compromiso ético”. Esa ocurrencia ¿resuelve la cuestión de las redes políticas que atraviesan,
sin solicitar autorización, el lugar de la práctica analítica y su doctrina?

La tortura está articulada

El horizonte del campo del Otro es una constatación dada, veamos cómo se artícula allí la
tortura.La tortura como significante, como cualquier otro reune una amalgama que oculta su
gamas; suele olvidarse que significante siempre tiene relación con..., de ahí, la dificultad para toda
empresa que quiera mantener, a nivel del significante, una existencia “solitaria” o en “soledad” de
alguien que su ubica como “solo”. Tomamos nota que la tortura opera respecto de un cuerpo.
Con la salvedad siguiente: el cuerpo no se deja reducir al significante. Veamos algunas de la
tortura con...

El significante tortura en el campo de la política

La práctica de una política de la tortura cuya expresión absoluta la encontramos en los campos de
concentración y en los campos de trabajo organizados por el régimen nazi. En ese luar se trató de
una política cuyo objetivo fue la extinción metódica del cuerpo y de sus restos; también está el
caso de una política de la tortura efectuada por el régimen de Pol Pot, un egresado de La
Sorbonne. En Camboya el ejercicio de la política era una tortura destinada a obtener e implantar
una reeducación gobernada por la extinción de todo elemento impuro (“desviado”) que afectará la
reconstrucción de Ankara, el topos ideal del khmer rojo. La tortura, se dirigía, por ejemplo, a dejar
al órgano visual, de los prisioneros, sin anteojos e incluso el empleo de ellos era motivo de mayor
tortura o de la ejecución:

El propósito de la tortura es conseguir respuestas


145

No es algo que hagamos para divertirnos


Sólo debemos lastimarlos que respondan con rapidez
Hay que hacer que pierdan la voluntad
Los golpeamos para atemorizarlos, no para matarlos
Para torturarlos hay que revisar su estado de salud primero y la
condición del látigo
No seas tan cruel como para matarlos rápidamente o nunca
obtendrás la información necesaria
Encuentra sus puntos débiles
Doblégalos con propaganda o con tortura
No permitas que mueran
No permitas que se deterioren al punto de que no sea posible
interrogarlos
Nunca se interroga a un prisionero al cien por ciento
Un prisionero puede confesar, pero si se ha tragado anzuelos, tiene
que pasar mucho tiempo entre doctores y medcinas útiles
xxviii
El partido es pobre y no puede darse esos lujos...
Estos prisioneros ¿pueden ser tomados como víctimas propiciatorias de un supuesto “goce” que
los aniquiló?

La práctica de la tortura política muestra una forma material de la persecución que no se reduce a
la persecución del significante. Esa tortura tiene por objeto la obtención de una información; allí
las condiciones “subjetivas” del torturador no cuentan y el torturado está despojado de esa
subjetividad. El objetivo de esa práctica se dirige a obtener una información devastadora para el
torturado y para otros. Ella está organizada por un método junto a una técnica y enseñada en
centros especializados e incluye elementos científicos. El torturado es despojado de su cuerpo;
luego su cuerpo es reducido a la condición de despojo por la tortura y el torturado queda
despojado por una violenta, absoluta e ilimitada intervención del otro. Esta práctica del absoluto
priva al sujeto parlante de su relación con tener un cuerpo.

En estos casos se podría hacer la hipótesis de que enfrentamos sujetos víctimas de un”goce”
ilimitado e inconfesable. Sólo resta un problema para tal “análsis”: si fuese inconfesable ¿cómo lo
sabemos?

La articulación religiosa del significante tortura

La tortura religiosa, a cargo del Tribunal del Santo Oficio, la Inquisición, es de otro orden y de otro
xxix
tiempo histórico, así lo demuestra con claridad Carlo Guinzburg, en el caso Menochio : la
inquisición torturaba para obtener una confesión para obtener aquello que el conductor de la
tortura ya conocía y requería obtener del torturado una convalidación. En estos casos queda claro
un régimen del orden institucional que opera generando las condiciones para sostener una
verdad, de ahí el anónimo torturador, cubierto por una capucha.

El termino “tortura” en la experiencia del análisis

Cuándo, por ejemplo, una madre “tortura” a su hija o hijo; cuándo esa “misma” “madre” nos relata
esa “tortura” habiéndonos previamente tomado como una figura del sujeto supuesto al saber
¿ante qué situación estamos en uno y en otro caso? Cuando se trata de un relato dirigido a otro
tomado en el lugar del analista ¿ese otro tiene alguna información que obtener? ¿está operando
para obtener un conocimiento o para confirmar un “saber”?

En ese relato dirigido a otro ¿no hay un plus en el horizonte que dará lugar o no a profundas
transformaciones en ciertos casos? Es a partir del encuentro de alguien con un analista que se
organiza “una experiencia, verdaderamente, sin ninguna duda, ya estructurada por algo artificial
tal que ella está constituida por la confesión por el sujeto de algo que él viene a decir al médico, y
lo que el médico hace con eso, y es a partir de allí que todo se elabora, y es esto lo que es su
xxx
instrumento de entrada, su modo operatorio primero” La operación del sujeto supuesto saber
modifica la situación de un sujeto “torturado” o de un actor activo de una practica sádica con tal o
cual miembro de su parentesco, a partir del encuentro con un analista y por la incidencia del
sujeto supuesto al saber, se establece una clara y nítida diferencia con las prácticas
institucionales de la tortura y con las formas sádicas o masoquistas de alguien fuera de un
146

análisis. Allí se instala, nos guste o no , una dimensión del goce con alcances subjetivables para
un sujeto.

Respecto de la tortura como componente de un relato dirigido a un psicoanalista contamos con un


caso donde seguir el cambio de situación y de registro. Es el relato de Freud en A propósito de
un caso de neurosis obsesiva(1909), donde se trata del relato de una “tortura” sufrida y del
“rostro de muy rara composición, y que sólo puedo resolver como horror ante su
placer, ignorado [unbekennen] por él mismo. Prosigue con todas las dificultades:
„En el momento me sacudió la representación de que eso sucede con una
persona que me es cara‟”.

Esa representación surge a consecuencia de que Freud le dice no poder evitarle la pintura de los
detalles pues no esta a su alcance dispensarlo. Notemos un hecho clínico, la “tortura” es un
termino de un relato dirigido a otro, no se trató ni siquiera de una experiencia vivida por el
paciente de Freud.

El “placer, ignorado” por el paciente era mostrado a Freud pues el relato el paciente se lo dirigía a
él “me sacudió la representación de que eso suceda con una persona que me es cara”. Así la
“tortura” en el campo de esa experiencia analítica es llevada al terreno del significante y ,por ende,
a hablar de otra cosa; en ese pasaje de registro, el cuerpo del torturado no interviene pues sólo
queda el cuerpo del goce y una serie de significantes, lo cual es una pequeña diferencia.

Dejar claras las distinciones entre el ejercicio de la tortura y los relatos del campo del goce en la
cura analítica no deja sin embargo todo resuelto. Así ¿cómo se podría encarar el caso de alguien
que solicita una cura y allí indica que su trabajo incluye ejercer o asistir a la tortura?. Ese caso, al
igual que otros, en ciertas permiten establecer las condiciones para decir a esa solicitud de
análisis: No (si es que una tal solicitud ha llegado a formularse alguna vez en la práctica analítica).
Pues ciertas demandas de análisis o ante ciertos hechos a cargo del llamado paciente,
psicoanalizado o analizante, por ejemplo, la puesta en practica de la actividad de “torturador” o
xxxi
“de médico militar” del psicoanalizado de nombre Amilcar Lobo . Ubn analista puede decir “No
acepto ese caso”. Esa no aceptación solo puede provenir de la situación en juego, el rechazo no
viene de amarres con cualquier lógica ética o institucional ajena al caso; gracias a esa ausencia
de amarres se puede en acto, ante tal caso, decirle no. Freud es claro al respecto y así se lo hace
saber a Edward Weis, psicoanalista que ejercía su actividad en Roma:

Creo que es un caso malo, nada adecuado para el análisis. Para


analizarse le faltan dos cosas, primero el cierto conflicto doloroso entre
su yo y aquello que sus pulsiones le exigen, pues en el fondo está muy
contento de sí mismo y sufre solamente por la resistencia de
circunstancias exteriores, segundo un carácter medianamente normal de
este yo, que pudiese colaborar con el analista; procurará siempre, por lo
contrario, despistar a este último, engañarle con falsas apariencias y
dejarle de lado. Ambas deficiencias coinciden en el fondo en una sola, en
la formación de un yo monstruosamente narcisista, ególatra,
impermeable a toda influencia, que, por desgracia, puede apelar a todos
sus talentos y dones personales...

Opino pues que no serviría para nada que él acudiese a mí o a algún otro
para un tratamiento psicoanalítico. Pero también comprendo que la
madre no lo quiera desahuciar sin hacer otro intento. Propongo pues
mandarlo a un instituto al cuidado de una persona de eficacia terapéutica
aplastante. He conocido como tal al Dr. Groddek en Baden-Baden
(Sanatorio). Naturalmente habría que comunicarle las características del
paciente. Si él no lo quiere aceptar, se podría pensar aún en
Marcinowsky, en Heilbrun de Tölz (Baviera), pero este lo rechazará sin
duda de inmediato. En el peor de los casos, a gente como el Dr. A. se la
embarca para ultramar, digamos hacia Sudamérica, y se le deja buscar
allá su destino.”xxxii
147

Entendemos que hasta aquí hemos indicado ciertas cuestiones de método para dar cuenta de las
articulaciones que guarda con el psicoanálisis las condiciones del poder imperante en tal o cual
ciudad, así como las desarticulaciones de la tortura con las formas inimaginables de los goces
que sufre tal o cual analizante. Localizamos también un elemento: la tortura afecta un punto
material: el cuerpo; abordar la tortura sin considerar su articulación con el cuerpo deja fuera la
experiencia analítica. Es una cuestión de método para abordar tal o cual caso que haya vivido esa
experiencia.

En psicoanálisis hay lugar para decir no

A partir del recorrido previo por distinciones, triviales e incluso banales pues hace tiempo que ya
están establecidas, propongo objeciones que tornan inaceptable la respuesta dada por Jean
Allouch en La etificación del psicoanálisis. Calamidad / L‟ethification de la psychanalyse. c a
l a m i t é. Este no parte de un hecho mínimo: “todo lo que es real es racional , e
xxxiii
inversamente” , entonces, para leer no habrá nada que privilegiar o descartar pues cada
elemento del libro y sus articulaciones, constituyen una parte real del libro a leer. Lo aceptable o
no de un texto provendrá de ese entramado.

Partimos de un hecho: las proposiciones –incluso las maniobras éticas, jurídicas, políticas- para
embarcar al psicoanálisis en una empresa de “renovación” o de “conformación” moral bajo el
nombre de una “ética” –el libro de H. Besserman propone eso- no constituyen motivo suficiente
para aceptar cualquier respuesta ante eso. Es un hecho constituyente del análisis que la ética
proviene de los pliegues y despliegues de los desenfrenos subjetivos de tal o cual caso, así la
ética subyacente al deseo de Antigona frente al funeral de su hermano surge de eso, era su
hermano, su posición no viene de las leyes “éticas” del poder de la ciudad.

El psicoanalista no está dotado, al igual que Antigona de razones suficientes ni necesarias que lo
obliguen a decir que Si a cualquier solicitud de análisis; y las razones para decir No tampoco
requieren de grandes ni desplegados argumentos bata, por ejemplo, con su rechazo subjetivo a
tratar ese caso.

La textura editorial: elementos

Estas primeras líneas de lectura consideran las condiciones de edición del libro de Jean Allouch:
L‟ÉTHIFICATION DE LA PSYCHANALYSE. c a l a m i t é, Cahiers de l‟Unbévue, E. P. E. L,
Paris, juin, 1997, edición en francés y de LA ETIFICACIÓN DEL PSICOANÁLISIS .
CALAMIDAD, traducción de Carlos Schilling, Edelp, Buenos Aires, diciembre, 1997, edición
castellana. Un libro editado reune coordenadas que concurren a su publicación y constituyen
parte del libro mismo pues por ellas pasa al público. Veamos cómo eso está presente.

Un texto bajo el régimen de una edición compartida

La edición castellana del texto de Jean Allouch hace ver un escrito publicado en dos lenguas y sin
embargo, leemos un libro con dos “primeras” ediciones “distintas”. La edición castellana omite la
fuente de su texto. Llegaremos a “interpretar” que se trata de un libro escrito sólo para los lectores
de lengua castellana. Eso se revela con tres elementos:

a.- El cintillo de la edición francesa la ubica respecto de un tema de actualidad parisina, según esa
xxxiv
revista en junio de 1997 , en los medios filosóficos y psicoanalíticos estaría en juego el
lanzamiento de un ”psicoanálisis derridiano”.

b.- el término de c a l a m i t é en la edición castellana pierde el acento y , además, por la


intervención de la editorial (Edelp) se pierde algo escrito en forma literal, letra por letra; estamos
ante un lapsus calami que como se dice en castellano, al lector lo obliga a “tragarse un sapo” o
“beber sidral por cerveza”. El término “c a l a m i t é” indica en su cadena literal una cercanía con
“Calame” nombre de un autor que en 1996 publicó en Francia: L‟Éros dans la Grèce antique –
L’antiquité au présent, Belin, Paris-. Y un texto posterior El psicoanálisis, una erotología de
pasaje se propone como el “opúsculo” que suplementa en el orden de lo que “es” a La
xxxv
etificación... . En el orden de lo que “es” el psicoanálisis sería presentado con la erotología.
Ese grado de generalización, aceptable, en tanto que a cada generalización le llega su caso.
148

c.- El texto castellano se editó sin que existiera posibilidad alguna de leer el texto de Helena
Besserman Viana, esa edición se produjo, en Buenos Aires, en los primeros meses de 1999, a
xxxvi
cargo de una editorial de textos “clásicos” de psiquiatría . Sin embargo, leemos en la “primer”
cita a pie de página de La etificación...:

“Helena Besserman Vianna, op.cit. Resulta vano buscar en este libro [¿en
cuál libro?] el nombre del traductor al francés de la edición en portugués
publicada en Brasil, en 1994, se nos dice. También faltan las referencias
editoriales de la edición original (título, lugar de la publicación, editor). Estas
faltas resultan aquí más señalables, si se tiene en cuenta que en sus
páginas nunca se deja pasar la ocasión de darle una lección al lector
diciéndole que los nombres deben ser dicho, que se trata de una exigencia
ética (cf. P. 18, 23, 251). Una verdadera reconsideración [mise à plat]
histórica (es lo que se pretende hacer) también hubiera tenido que poner a
nuestra disposición en francés[¡¡¡ sic; resic y recontra sic!!!] la autobiografía
del torturador A. Lobo (A hora do lobo, a hora do Carneiro, aparecida en
1989) y otros textos relacionados. Es verdad que de pronto hubiera sido
más difícil moralizar el asunto a expensas de su dimensión política. ¿Aún
hoy se tiene miedo de excusar a A. Lobo borrando lo político?
¡Extraño miedo! O de revelar que las acciones emprendidas contra él tenían
xxxvii
otros objetivos que no eran nobles ni esencialmente morales?”

Al leer esta cita habrá que decidir si se lee un texto editado en francés o se trata de una cita de la
edición castellana. En la publicación castellana esta cita está escrita con los signos diacríticos de
la lengua francesa. Se hace así notoria y notable la ausencia del libro de Helena Besserman
xxxviii
Viana, pues el lector se enfrenta, en esa edición, a un “op.cit” enigmático .

La ausencia de una edición francesa del libro A hora do lobo, a hora do Carneiro de Amilcar
xxxix
Lobo , es parte de las de fallas clínicas de quienes presentaron el texto de Helena Besserman
Viana, en París, Francia; esa ausencia impide localizar el tema en juego. Eso no carece de efecto
pues Jean Allouch escribió , el libro, y estos elementos forman parte del capítulo titulado “Tres
sustituciones”, lo cual no deja de tener un costado cómico que gira hacia lo trágico, siendo la
calamidad una de sus figuras.

El libro no está en castellano y tampoco en español, ese texto no logró atravesar el océano que lo
lleve de un puerto a otro. Está a la deriva, ha cortado los amarres con la lengua de partida, sin
que aparezcan los amarres a los temas que ocupan un lugar para el psicoanálisis y los
psicoanalistas que practican en la lengua de llegada. Esta deriva que no llega a puerto alguno
indica una destrucción de los amarres de la cadena significante, y entonces, del saber, ante el
tema de la formación del analista, tema puesto en la palestra a partir de un happening Ese
vocablo no fue ajeno a una situación dictatorial vivida por Oscar Masotta y Marta Minugin quienes
se dieron a la práctica de los happening a consecuencia del inicio de la llamada ( posteriormente)
“dicta blanda” del Gral. Ongania en Argentina. A consecuencia de la “noche de los bastones
largos” –asalto represivo ala Universidad, en particular ala Buenos Aires-alcanzaron notoriedad
las actividades del Instituto T. Di Tella; ahí se presentó, quizás por vez primera, la obra de
xl
Jacques Lacan a cargo de O. Masotta .

Se puede objetar decir no a un libro por las condiciones de su edición en otra lengua parece una
xli
extensión demasiado laxa, incluso exagerada del lugar del texto. Entonces, es necesario
circunscribir un hecho: ambas ediciones constituyen una forma de la folie-à-deux en el terreno de
la edición, de ahí que la edición castellana del texto francés amplífique las trazas de una relación
que oculta. El texto castellano tiene a su cargo amplificar, bajo una forma de opacidad, la falta de
consistencia que está en la edición francesa. Hasta aquí llegan algunas calamidades que
xlii
acompañan la edición de La etificación...

El affaire en Sainte-Anne ¿un lugar para problematizar algo?

La formación del analista en una época de América Latina donde imperaba un ejercicio del poder
absoluto, y , eso afecta singularidades del psicoanálisis y sus agentes: el analizante y el analista;
son singularidades no registradas en otros lugares. Un hecho constatado y de una consistencia
real, de la cual el libro organizado, en forma hipotética, alrededor de un “caso” por la vía del
“método freudiano” enfrentado a una política de la “ética” vía la “institución” psicoanalítica, sobre
149

el tema de la “formación” la respuesta da a Besserman no contiene, ni una sola palabra. La


respuesta queda constreñida por el dualismo de analizar algo bajo la alternativa ”método”/ “ética”.

Lacan en la presentación de su ternario llamó la atención respecto de la “formación” del analista,


e incluso del candidato a tal función:

“De principio, una cosa que es evidentemente sorprendente y no debería


escapársenos; es decir, que hay en el análisis, toda una parte de real en
nuestros sujetos, que precisamente se nos escapa, que no es escapaba por
eso a Freud,..., si eso no se le escapaba, estaba igualmente fuera de su
apreciación y de su alcance. Uno no debería impactarse por el hecho, por la
manera en la que habla de su Hombre de las ratas, distinguiendo entre sus
“personalidades”...hay pues en todo esto algo que, evidentemente, no deja
de sorprendernos y que, en suma es algo con lo que todo el tiempo tenemos
que ver...nosotros, que estamos encargados de la pesada carga de elegir a
los que se someten a análisis con un fin didáctico. En síntesis, ¿qué es lo
que decimos, a fin de cuentas, cuando hablamos, al termino de nuestra
selección, si no es [de] todos los criterios que uno invoca? ¿hace falta la
neurosis para hacer un buen analista, un poquito, mucho, seguramente, no,
en absoluto?...¿es que un sujeto tiene tela o no la tiene?¿qué sea como
dicen los chinos, “she un-ta”, “un hombre de gran talla”, “sha ho-yen”, “un
hombre de pequeña talla” Es algo, preciso es decirlo, que constituye los
límites de nuestra experiencia. En este sentido se puede decir, para plantear
la cuestión de saber qué es lo que está en juego en el análisis: ¿qué es? ¿es
esa relación real con el sujeto, es decir, según cierta manera y nuestras
medidas de reconocerle? ¿es eso de lo que nos ocupamos en el análisis?
Ciertamente no. Es indudablemente otra cosa..¿Qué es esta experiencia
singular entre todas, que va a aportar en estos sujetos transformaciones tan
xliii
profundas? ¿y cuáles son ellas? ¿cuál es su resorte?”

Es justo indicar que está observación habré una vertiente alejada y excluida del texto de La
etificación... pues ese es un tema que el libro no aborda, de eso no hace caso. Ese tema
¿podía tratarse en lascondiciones de la reunión del 9 de febrero de 1997, donde se presentó, por
primera vez, en París, Francia, el libro de Besserman?

La presentación realizada en el Hospital Sainte Anne tenía un alcance político, jurídico y


“solidario” para cada uno de los asistentes, eso fue anunciado previamente por la reseña previa
de E. Roudinezco en la prensa parisina. Su explícitación incluía a cada participante. Los
organizadores dieron signos suficientes de cual era su interés. Éste no incluía interrogar allí algún
problema de la experiencia, de la doctrina, de la “formación o de la transmisión del psicoanálisis.
Ese demarcación del interés acompaña a los textos que escribe E. Roudinezco destinados a la
historia del psicoanálisis gracias a los cuales ella paso de una presentación pública de
“histriadora” a otro de “psicoanalista”. No hay nada en esos escritos históricos
-más allá de contener una fuente de datos, lo cual no es poca cosa- para orientarse ante tal o
cual cuestión del análisis.

Entonces, en un lugar así y con semejante personaje dispuesta a jugar su “papel” en la escena de
las instituciones ¿es posible discutir algo de la experiencia o de la doctrina o de la transmisión o
de la formación del analista o de un caso? Ante una situación semejante Lacan ofecía su
experiencia: “ Pues no es más que evidente que a nivel de las exclamaciones agitadoras puedan
afinarse, tratarse, producirse eso que pueda dar un giro decisivo a alguna cosa” (19/03/1969)
Intentar una discusión en ese lugar es integrarlos al desorden del mundo que se pretende
denunciar, pero aún , es darle una consistencia a ese mundo de la que carecía.

En el happening convergen el hambre y las ganas de comer: ya no se trata de “Tres


sustituciones”, ahora se agrega , al menos, dos más: un libro se presenta ocupando el lugar de un
discusión que no tuvo lugar; el “método freudiano” viene a constituir en un nuevo estilo de
psicoanálisis aplicado.
xliv
En la página 17 de la edición castellana encontramos un parágrafo cuyo título es: Un quilombo ,
leamos que nos propone. Quilombo : es un término que se emplea en el Cono Sur de América
Latina, abarca en su uso vivo a los habitantes de Chile, Uruguay, Argentina, Venezuela, Brasil. En
Venezuela, es el nombre de una choza; mientras en Brasil -por ahí entró el término a la América
150

hispana- es la casa donde habitaban los esclavos, pieza nodal para los estudios del sistema de
parentesco de las comunidades de esclavos; el origen del término es africano.

En Argentina, Chile y Uruguay, designa dos cosas a la vez: un prostíbulo o burdel sin ninguna
distinción respecto de la calidad del servicio o de los clientes que lo frecuentan; también designa
un desorden –“Hoy, tengo un quilombo en la cabeza”-; situación desordenada –“La sesión fue un
quilombo” –; una situación desquiciante – “Decir eso creó un quilombo” .

El quilombo es el término empleado para traducir un término francés: foutoir : sofá para un
acostón rápido; habitación minimamente amueblada para una actividad sexual; departamento de
soltero bohemio; casa de tolerancia de mala muerte; burdel para vagabundos; fig: (1920, los
llamados “años locos”) habitación desordenada; situación anárquica, desordenada. Este último
empleo circula en las calles de Francia, inicia su camino en los años locos y , en ese sentido, el
termino está cargado pues era una reunión efectuada dentro del hospital psiquiátrico Sainte
Anne; además foutoir tiene un homófono de género femenino : foutoire, pene, homófono cuya
sonoridad queda sorda por el quilombo de la versión castellana.

La traducción encierra en una localidad con el término empleado pues ahí está en uso -Argentina.
Esa edición ubica la presentación del libro de Besserman Viana bajo la égida de una práctica
erótica, pues el quilombo es un lugar donde se presentan mujeres, en tanto profesionales del
falo, y bajo esa condición juegan el juego para algunos hombres: un ejercicio sexual con un signo
menos- la prostituta ejerce todo menos las incógnitas del deseo de las mujeres- y que, además,
tiene un despliegue divertido, cómico, de ahí cierto desorden que lo acompaña. En México,
durante el periodo revolucionario y bastante más allá de él, los prostíbulos, llamados “casa de
citas”, eran lugares donde se resolvían problemas importantes para el país (ver al respecto de
Martín L. Guzmán, La sombra del caudillo) Ahora bien ¿se trata de eso en La etificación del
psicoanálisis. C a l a m i d a d?.

La cuestión del caso: el paradigma del método freudiano

J. Allouch coloca el “caso” bajo el fuego cruzado de una serie sustituciones. Una de ellas:

“A lo largo de dos décadas el problema habría sido abordado precisamente


fuera de lo que constituía la punta visible de ese caso: un decir público de
una ex(?) psicoanalizante referido a su ex(?)analista, o sea, su experiencia
del análisis, al menos de la transferencia y del modo en que esa
xlv
transferencia fue recibida.”

Luego indicala sustitución de la “ex(?)psicoanalizante” –así está escrito, no se sabe si así fue
designada por Helena Beserman V- por una “psicoanalista”, se concluye que estamos ante :

“Al comenzar devolviéndole su lugar al caso, al menos su lugar como caso


xlvi
ausentificado...”

El término ausentificado está construido a partir infinitivo del verbo ausentar, un verbo que guarda
relación con un adjetivo: ausente, al cual se lo toma como un verbo mediante el sufijo cado; así
como está construido: etificación, informatización, electrificación, erotización, donde el sufijo -ción
forma sustantivos de acción.

Ese término nos muestra una ausencia en la construcción de un “caso ausentificado”, mientras
que las condiciones estructurales del llamado “caso” incluido el happening, permiten leer la
ausencia estructural de caso. No hay estructura de caso en la medida en que hay algo que no
cayo, hay un veinte que no nos cayó y que el libro en el momento en que se lograría dibujar las
condiciones de una caída se deslizó hacia una operación que impidió esa caida.

Las condiciones del caso

Veamos las condiciones que nos presenta el libro:

“Se estudiará de qué modo el tratamiento de ese problema por y en la IPA,


mediante contorsiones poco agradables, habrá consistido en mochar el
xlvii
asunto de lo que constituía no obstante su punto de partida clínico.”
151

Los desarrollos de la IPA, el tratamiento dado al tema por sus disidentes, entre los cuales se
xlviii
encuentra Helena Besserman Viana y sus contemporáneos , a los cuales se le sumó la
maniobra de una “política de la ética” –en especial Elizabeth Roudinezco -, y donde fue capturada
La etificación...(a pesar y gracias a sus elaborados despliegues); el conjunto comparte de un
dato básico. Sin ese dato sus posturas -de Besserman a Allouch no se sostienen-; ese dato
ausente es el siguiente: ¿se trata en ese episodio de análisis? ¿Ese episodio concierne y cierne
xlix
algo de la experiencia y de la doctrina del psicoanálisis? ¿ese algo es del orden del analizante ?
¿y si fuese una cuestión que concierne sólo a la función del analista y que no puede atribuirse a
las espaldas de la “ex pciente” o “ex (?)psicoanalizada” o de la “ex(¿)analizante” o de la
“analizante” bajo el gambito de dama de aludir a la transferencia o del sujeto supuesto al saber?

Jean Allouch relata que en medio del ajuste de cuentas entre los participantes, se logró hacerle a
Helena Beserman viana una pregunta que aceptó responder:

“Sí, había existido alguien que al principio indentifico al Dr. Torturador A.


Lobo como un psicoanalista torturador y esa persona era...hay que
l
adivinar...¡una ex(¿)analizante de A. Lobo”

¡Maldición! otra vez la sustitución, ahora alguien nos cuenta la respuesta de Helena Besserman
Viana y ni siquiera nos dice qué parte corresponde al relato de ella, no se emplean las comillas,
qué parte corresponde al recuerdo de alguien que escuchó el relato y nada nos dice de que eso lo
escribe aquel que escribe ese párrafo. ¿Pertenece al territorio analítico de Helena Besserman
li
Viana la designación de “ex(?)analizante” ?. En ese punto la edición castellana muestra un
problema con la identificación pues ella escribe indentifico.

Luego leemos que:

“La escena habría sido la siguiente (la transcribo de memoria, fue relatada
en medio de un cierto griterío). Alguien habría dicho, delante de esta
ex(?)analizante, que un médico integrante del equipo de tortura tenía
prendida en su guardapolvo la etiqueta donde figuraba su nombre propio.
Ese nombre, en el relato, fue dicho en voz alta. Al escucharlo está persona
[¿cuál? ¿la que habló [sic] en voz alta o la que escuchó ese hablar en voz
alta?] habría declarado algo así como: ¡Pero es (¿era?) mi psicoanalista!.
Este es el caso [Voici donc le cas]. Pese a su inicio incierto, abre la
lii
perspectiva de un caso donde aún queda mucho por construir ”

Allí se colocó una cita al pie:

“Otras dos personas presentes, durante la jornada del 9 de febrero de 1997,


que escucharon ese relato oral, me aseguran que la escena ocurrió en el
mismo lugar donde se torturaba, en una pieza cercana a la sala de torturas
en la que los presos estaban encerrados. La información habría salido de la
prisión a través de los abogados...¿Cuál era la posición de la primera
denunciante respecto de ese cambio de terreno? En todo caso, nada nos
indica por ahora que ella también hubiera deseado que otros psicoanalistas
se hicieran cargo del asunto (¿una manera de llevarlo a otra parte y no al
lugar de su psicoanalista pero siempre en el psicoanálisis del sujeto
supuesto saber?), que fuera reconsiderado como algo atinente a lo
liii
psicoanalítico.”

En estas citas muestran: 1.-un “ex(?)analizante” de entrada en el relato, sin que el relato le de
entrada; 2.- luego para darle entrada se requiere de una “persona”; 3.- el relato le da entrada a la
“ex(?)analizante”; 4.-en el pie de página desaparece esa figura y toma su lugar “la primera
denunciante”; 5.- luego esa “primera denunciante” aparece con la posibilidad de desear o no “que
otros psicoanalistas”, amén de indicale a ella que debiera llevarlo al “lugar de su psicoanalista”
pero ¿a cuál? ¿al consultorio de Amilcar Lobo? ¿al de Helena Besserman Viana? Estos detalles
nos dicen, al pie e la eltra algo claro, la “expsicoanalizante” convertida en “ex (?) analizante” no
dijo “es [era] mi psicoanalista torturador”; solo dijo “es [era] mi psicoanalista”.
152

El tono mesurado del relato de la escena del reconocimiento es nitido pues la argumentación se
sostiene con testimonios precarios, casi inexistentes. Y de pronto, cuatro meses después, el relato
sufre un transformación en el tono, la mesura y se pasa a :

“Me he dado cuenta al escucharlos hoy, que de hecho si había alguno que
había dicho que Lobo era “psicoanalista torturador”, ese fui yo, este libro
precisamente lo tomó al nivel en que fue dicho: analizante. Alguien planteó
la pregunta, de que tiene que ver el torturador y el psicoanalista, la pregunta
liv
está planteada por un analizante”

El cambio de tono realiza una sustición: no fue el relato de H. Besserman Viana, en medio de un
griterío, que lo dijo, ahora se trata de que Jean Allouch es quien dijo dos cosas: a.- Lobo era “un
psicoanalista torturador”; b.- el “ex” desapareció, ahora ya es un “analizante”; un “analizante”
designada por el decir de Jean Allouch. Y luego se localiza el punto de catástrofe, de calamidad,
que afecta a la erotología desplegada en el libro:

“A partir de que lo hace saber públicamente, ¿qué ocurrió? Bueno, se


hicieron diez mil cosas para que no surgiera que fue dicho por una
analizante, a partir de ahí la distinción no existe más entre la tortura como
método o técnica, las diferencias entre torturas, perversa o no, política o no,
estas distinciones no valen nada. Alguien dijo que en tanto psicoanalista es
torturador. Esto es un golpe, uno no puede quedarse sentado ante eso”,
lv
entonces vamos a ver la continuación”

La conclusión es clara el psicoanalista no puede quedarse sentado ante la afirmación de “la


distinción entre torturas, perversa o no, política o no, estas distinciones no valen nada” ¿Dónde
estará sentado quien sostiene tamaña generalidad a nombre de una “analizante?
Para no quedarnos sentados estamos obligados a darle lugar a los escritos de Amilcar Lobo
parte integrante de este “caso”.Leemos ese texto publicado por Edelp, en una edición de 200
ejemplares, ofrecida al público 7 meses después de haber publicado La etificación... y cinco
meses antes de la edición castellana del texto de Besserman.

Un Lobo en público

Un idiota luego de un análisis da como resultado un canalla, en este caso ese canllaz aporta su
autobiografía como una piza más de literatura canallesca que informa de muchas cosas, por
ejemplo:

Poco después, fui llamado para atender a un preso que se encontraba en


una sala de interrogatorios. Estaba sentado en una silla que allí había, con
una herida grande en el cuero cabelludo. Sangraba mucho...Había recibido
un culatazo de un fusil FAL...salí, volví a la enfermería y me llevé material de
sutura y un anestésico local...cuando agarré el frasco del anestésico, y la
hipodérmica, el hombre me imploró que no le inyectase ningún
líquido...Tuve que hacer la sutura sin anestesia y él aguantó firme, sin decir
lvi
un solo ¡ay!

Amilcar Lobo narrando episodios como el anterior nos informa que Inés Etienne Romeau le
pregunto en 1981:

Dr. Lobo, ¿no me reconoce? Soy Inês Etienne Romeau

Y luego le agrega:
lvii
Ud. Me atendió en Petrópolis, ¿no se acuerda?

En la misma página se informa que Lobo es su apellido materno y que además era su nombre de
guerra. Sólo el abuso interpretador del traductor al castellano hace aparecer eso como
“seudónimo”, cuando se trata de un “nombre de guerra”, nombre que tiene una posición distinta a
la del “alias” o a la de un “seudónimo”.

Amilcar Lobo en otro día, en 1970, narra que había salido con un preso para llevarlo a la
enfermería, el preso había sufrido el pau-de-arara –tormento consistente en atar ambas brazo y
153

piernas, y luego introducir un barra la cual se eleva y mantiene al cuerpo colgado mientras que se
lo apalea- y entonces :

Oí por el altoparlante al comandante diciendo a los gritos, lo siguiente:


Aspirante Lobo, haga el favor de llevar al preso nuevamente a su celda. Esta
prohibido por este comando andar con presos en el patio interno del
batallón.

Un poco después agrega:

[Coronel] Pero yo, antes de ser un aspirante a oficial, era médico y en


consecuencia le pido a Ud. Que en adelante me llame Dr. Lobo...[respuesta]
lviii
Está claro, Dr. Lobo puede retirarse.

Tenemos precisado un hilo del caso, su nombre de guerra era Lobo, y en el cuartel mediante los
“altoparlantes”, en México se diría “las bocinas lo bocinearon”, lo llamaban “aspirante Lobo” para
quién lo quería escuchar. Ese artoparlante lo ubicabann como quien aspira a conseguir un
empleo, una distinción o un título. A eso se le agregaba que a propuesta de él los militares
aceptan llamarlo “Dr. Lobo” (enero de 1970) dos años después de que fue aceptado en análisis en
calidad de “candidato”, una forma de aspirar, al título de psicoanalista.

En 1971 narra que a él lo pasaron a llamar “Dr. Carneiro” pues “aquí todos usan sobrenombres” –
p. 46- . Quizas ese nombre le permite informarlos destinos de una “preso” que él atiende en
Petrópolis, Papaleo un preso político afectado por alucinaciones y delirios, síntomas que le
impedían cumplir con una “tarea” impuesta por los militares (salir a la calle para señalar a otros
activistas); ese preso fue asesinado delante de él en Petrópolis pues el Dr... declaró que no podía
garantizar su estado. Amilcar Lobo recibe, delante del preso aún con vida, la siguiente pregunta:
“Lobo, ¿este podrá ir a Goias, o no? Defínase sobre esto”, él responde “no veo posibilidades de
que, en breve lapso, este muchacho pudiera viajar”, entonces, le contestan “Es una pena, Lobo.
Esperaba lo contrario” y enseguida [el militar] “hizo un disparo...que pegó justo en la cabeza de
Papaleo...” –p.48-. Luego más adelante escribe que posiblemente Papeleo era familiar de un
psicoanalista.

Por último, en la página 55 transcribe su presentación en un cuartel donde había presos políticos:
“Este es el Dr. Amilcar Lobo, el médico del batallón. Cualquier reclamo, por favor, lo dirigen a él
personalmente”.

El nombre “Lobo” o “Dr. Lobo” circulaba dentro del cuartel o dentro de campo de detención ilegal
del Ejército de Brasil, la casa de la muerte llamada Petrópolis con toda la impunidad que su
puesto le otorgaba. Entonces el nombre de “Lobo” o de “Dr. Lobo”, pieza nodal que suscita la
frase “Pero es[¿era?] mi psicoanalista” era un nombre de guerra que estaba a disposición de
muchas personas: soldados del ejercito, altos oficiales del mismo, presos políticos, presos por
delitos del ejército, presos secuestrados en una casa de la muerte organizada por los servicios
secretos del ejército del Brasil.

Amilcar Lobo se muestra sorprendido pues cuando lleva su “situación a debate” en el seno de la
sociedad analítica donde él estaba en formación, se da cuenta de que los miembros de la misma
sabían de ella –de la denuncia en su contra-, agrega, que algunos de ellos – de los miembros- lo
sabían porque sus “pacientes” –los de ellos- hablaban de él – de Amilcar Lobo ¿como médico?
¿cómo analista torturador? ¿cómo aspirante al título de analista torturador? En sus sesiones.

Leamos ahora el testimonio de Renato Mezan, una psicoanalista de Brasil:

“Quien denunció a Lobo fue una ex-prisionera que lo reconoció en una ocasión publica, creo que
en la calle o algo así. Luego en un debate en favor de la Amnistía o de las elecciones directas; en
todo caso en una ocasión política, contó lo que le había pasado. Fue así que la denuncia tomó
cuerpo, mas allá de lo que había sucedido a Helena y que ella cuenta en su libro. Helio Peregrino
y Eduardo Mascareñas exigieron que la Sociedad a la que pertenecían ellos y donde Lobo era
candidato esclareciera el asunto. Lobo fue desligado de su condición de candidato pero no porque
hubiese esta acusación contra él -que todavía no se había probado jurídicamente – sino porque
había permanecido unos cuantos años sin comparecer a su análisis didáctico. Cuanta hipocresía
... Bueno, esto es. No sé si llegó a tener analizados. Ciertamente no, como analista certificado
por la IPA; quizás haya
atendido gente como terapeuta pero, no lo creo ... Bueno, eso es lo que
154

lix
sé sobre el asunto.”

El texto de La etificación..., continua su despliegue de argumentos:

“Tal es así que se puede esperar al escuchar de boca de un psicoanalista


cosas como (parece que esto se dice): “acabo de tomar un obsesivo en
análisis”, o “un joven” o “una mujer” o lo que sea que se quiera poner como
variable de la función “tomar en análisis...”, que esté minimamente
advertido del carácter a-priori intempestivo de tales afirmaciones. ¿Quién
habrá sido elegido analizante? Esto sólo se sabe, si es que se sabe, après-
coup . ¿A quién habrá tomado Freud en análisis cuando tenía sobre su diván
a Sergeï Pankejeff? El personaje que muchos años después escribirá The
lx
Wolf-Man by the Wolf-Man? Sin duda no. Y sin embargo...”

Dejemos de lado que, de esa lógica, no está excluida la intempestiva afirmación de devolver su
lugar “de un caso ausentificado”. Subrayemos un hecho que, a pesar del a-posteriori necesario,
Freud tomó en análisis a Sergueï Constantinovich Pankejeff, y eso responde a la pregunta de ¿a
quién tomó?, y abre un camino para la respuesta sobre el sujeto que de esa operación resultó.
Entonces constatamos que The Wolf-Man by the Wolf-Man confirma que, a pesar de lo que
podamos decir y escribir sobre el caso -esa escritura confirma que se trata de un caso analítico
bajo el método freudiano, que incluye una forma de llamar o de titular al caso por medio de un
“alias” que marca tal o cual trazo de la fantasía del sujeto al cual se le negaba el acceso a su
nombre y apellido-, y entonces, los avatares après-coup integran los expedientes de ese caso. Y
para colmo el libro no deja de extender el “método freudiano” practicado por Freud para dar el
nombre de un caso a publicarse.
sido productivos en el campo de estos gay and lesbian studies ...Así, por ejemplo, les
gays and lesbian studies más allá [ outre, al margen] de la recusación misma de esos
términos, están ellos concebidos de conjunto como el estudio de la “heterosexualidad”
lxi
tanto como de la “homosexualidad”...”

d.- luego, “más allá de la recusación”, unos meses después encontramos que: “se habré,
lxii
en fin, un debate crítico entre [el] campo gay y lesbiano y el campo freudiano”

Traigo estos fragmentos de textos pues el significante los articula con el libro “La etificación”, ese
número de L‟Unbévue, lleva por subtitulo: L„Opacite sexuelle, y en L‟ethification / La
etificación...tiene un capítulo nombrado: Cierre con la OPA de Derrida sobre la IPA.
Insertemos un lapsus enseñante :

En L'Unbévue, 11, Automne, "L'opacité sexuelle. 1- Le sexe du maître", se publica el texto de


Jean Allouch: "Acueillir les gay and lesbian studies" pp.145-154. En la p.146, se encuentra un
párrafo que comienza:

"Une des questions d'actualité pour le champ freudien se formule donc ainsi: comment acueillir
ces 'gay and lesbian studies'? Faute de poser, que se passe-t-il? Par exemple ceci: en 1994, un
groupe de lacaniens publie un ouvrage collectif intitulé: Une question incontournable,
l`homosexualité (Fliess, Freud, Weininger)...".

Luego en la página 150, del mismo número, donde está el listado de los "gay and lesbian studies",
se lee:

"Collectif, Une question incortournable la bisexualité (Fliess, Freud, Weininger), Paris,


Lysimaque, 1994".

En la versión francesa hay dos problemas: a.- de un título a otro lo "incortournable" pasa de la
"bisexualité" a la "homosexualité" o de la “homosexualité” a la “bisexualité”; no queda claro
¿dónde se produce ese pasaje? ¿en el cuerpo del artículo o en la lista de títulos?; b.- la primera
cita introduce una coma, necesaria para la gramática, esa coma no está en la lista de los títulos.

Ahora bien, ese artículo fue traducido y forma parte de último número de Litoral,27, una revista
editada en lengua castellana por Edelp. Allí se lee, en el cuerpo del artículo:

"Una cuestión inabordable, la homosexualidad(Fliess, Freud, Weininger)".p.173


155

Luego, en la lista se lee:

"Une question incortournable la bisexualité. (Fliess, Freud, Weininger)".p.179

En la edición de Litoral 27, se produce lo "mismo" que en la versión del texto fuente (L'Unbévue)
más un agregado. El término "incortournable" , indica que hay algo a lo que no se le puede
sacar o dar la vuelta; en términos mexicanos sería algo de lo cual ya uno no se puede hacer güey;
es algo que solicita ser encarado, abordado; se trata de algo "imprescindible" ; "inevitable”;
“insoslayable".

Siguiendo el hilo del texto y la problemática desplegada por Allouch respecto de la erotología y el
lugar desempeñado por los "gay and lesbian studies", se desprende una crítica a la "antigualla del
tema" tratado por ese grupo lacaniano, según Allouch - identidad sexual en la bisexualidad-, sin
embargo él no dice, no puede decirlo por los "gay and lesbian studies", que se trataría de "Una
cuestión inabordable, la [¿homosexualidad? ¿bisexualidad?]" p.173, cuando justamente,
según él, los "gay and lesbian studies" hacen de eso "Una pregunta imprescindible [inevitable],
la [¿homosexualidad? ¿bisexualidad?].

La versión de Litoral obscurece tres cosas a la vez:1.- el cambio en el título que proviene del texto
francés, y un posible lapsus calami que ahora le concierne al artículo o a la “revista” que lo publicó
o a la presentación de la “erotología” o, todos y cada uno de ellos, o , a “nadie”; 2.- presenta como
"inabordable" lo que el libro, nos guste o no, en su título propone como algo abordable; 3.- la
coma en una y en otra versión queda a la deriva.

Después, de esto, hay una cosa clara la recusación de las identificaciones de”mujeres” ,
“hombres”, “obsesivos”, “ex(¿)analizante”, “psicoanalista torturador” son una objeción que incluye
el campo de los “gay and lesbien studies”. En el cuaderno de Litoral titulado El psicoanálisis,
una erotología de pasaje, texto del seminario dictado y escrito, luego, por Jean Allouch, se
trascribe un debate alrededor del texto de L‟ethification de la psychanalyse” pp.33-54, nos
encontramos con uno de los síntomas calamitosos que asolan –aíslan- a la elp del lugar singular
donde sus miembros despliegan actividades. En la reunión del debate correspondiente a la
segunda sesión del sábado 26 de octubre de 1997, por la tarde, los miembros de la elp discuten
ante el público haciendo uso del don de la ubicuidad, cercana a Houdini sino fuese por la
caricatura. Ellos hablan ante público de la ciudad de Córdoba y de otras ciudades de Argentina,
Uruguay y otros países de habla “castellana”, ellos discuten ante ese público un libro que aún... no
se había editado (La etificación..., versión en castellano, fue publicada en el mes de diciembre de
1997), sin embargo los pies de página de esa discusión no llevan ninguna aclaración al respecto
¿de qué clase de ejercicio se trata? ¿cómo se discute ante el público un texto que, en ese
momento, sólo está escrito en otra lengua? ¿cómo se discute si él público no tiene acceso al libro
en discusión? ¿cómo se hace para no quedar atrapado en la lógica del “propagandista” de un libro
sin edición? ¿se trató de una discusión que incluía una traducción simultanea y sucesiva de la que
no se informaba a los asistentes? ¿cómo se localiza algo con ese método de debate?
Encontramos ahora sí un verdadero quilombo de la transmisión en lengua castellana Y por último
¿ quien se hará cargo de los efectos de semejante e enquilombado ejercicio?

Ahora tenemos una pregunta, si nada nos autoriza para tomar de antemano que, por ejemplo, el
lxiii
libro de John Boswell, Las bodas de la semejanza es un gay studies preguntamos entonces
¿qué implicaría para una política del sujeto del deseo introducir avant coup que se trata de un gay
studies? Los textos de Michel Foucault, y no son pocos, nunca han planteado como requisito
llevar el adjetivo gay. La película Mi vida en rosa muestra en la pantalla los perjuicios y prejuicios
que tal adjetivo desata opacando al sujeto.

Indicios, trazas, huellas de un “caso” del que no se hace caso

a.-la continua aparición en la edición de Edelp de signos diacríticos de la lengua francesa,


tratándose de una edición castellana ¿en que lengua dejan a ese libro? ¿será que se trata de la
lxiv
ilustración de El idioma de los lacanianos ?;

b.- la edición The Wolf-Man by the Wolf-Man es citada en inglés cuando desde junio de 1979
lxv
existe, en el público, la edición castellana . Decimos que la fabricación de un “caso
ausentificado” provoca una ausencia en la edición, no tiene caso ocuparse de ella, de la edición.

En la “autobiografía” de Amilcar Lobo se lee:


156

“Era una tarde del día 6, dos días antes del inicio de mis vacaciones en el
consultorio. Asistía a un paciente, la sesión termina, nos levantamos,
encaminándonos a la puerta, la abro, me despido y me encuentro con tres
personas sentadas en la sala de espera. Eran dos mujeres y un hombre. Los
saludo con un "“Buenas tardes"” y los hago entrar al consultorio. Una de
las mujeres me parece muy ansiosa, y es ella exactamente quien establece
el diálogo, un terrible diálogo:
Dr. Lobo, ¿no me reconoce? Soy Inês Etienne Romeu.
La miro más atentamente y no me viene a la memoria ningún recuerdo de
aquella imagen o de aquel nombre. Sacudo negativamente la cabeza, pero
algo sonó dentro de mí. Dr. Lobo. Lobo mi apellido materno, era mi
seudónimo en el Ejercito. Ella continúa:
-Ud. Me atendió en Petrópolis, ¿no se acuerda?
Un torbellino de pensamientos me invade en ese instante. Asistí realmente,
en 1971, a una joven mujer, en la llamada “Casa de la Muerte”, un “aparato”
del Centro de Informaciones del Ejército (CIE), localizado en la calle Arthur
Bernardes, en Petropolis. Era una joven, ya muy delgada, con un estado
general precario, emocionalmente deprimida en extremo, con profundas
heridas en la parte inferior del abdomen y en la cadera izquierda, con gran
pérdida de tejidos. La mujer que se dirigía a mí, en aquel momento, era una
persona totalmente diferente, física y emocionalmente, y podría encontrarla
lxvi
mil veces sin vincularla para nada con aquella muchacha.”

El libro escrito por J. Allouch menciona el texto de A. Lobo en dos ocasiones durante el
despliegue de La etificación... sea en la página 9 y otra vez más en la página 123, bajo la
rúbrica Textos , entonces es un libro que el autor leyó y del cual no se permite extraer ninguna
consecuencia sobre su hipótesis de “un caso ausentificado”, no saca conclusión alguna a partir de
uno de los nudos de aquello que , quizás, constituirá un caso. Se constata entonces la “ausencia
de caso”, una ausencia que en ese libro se carga de incidencias sobre temas que no abordó y
parece despachar, un poco demasiado ligeramente.

Entonces, comenzamos por esbozar una primer conclusión: el llamado happening del 5 de
febrero de 1997, no tenía nada que concerniera a una escuela de psicoanálisis en la medida en
que el happening estaba dirigido a organizar un montaje institucional, que , solo por ese hecho,
se aleja del psicoanálisis y del psicoanalista, a pesar de lo obsceno, trágico, dramático, moral,
ético, heroico y erótico que esa actividad tuvo para cada los protagonistas del mismo.

Una serie de datos no por histéricos menos históricos, y no por ello menos histéricos en la medida
que una histeria sin historia no dice nada, permiten ubicar lo siguiente:
 A. Lobo fue tomado en análisis y en análisis didáctico alrededor de 1968;
 El apellido Lobo era público;
 Amilcar Lobo tuvo varias “experiencias” de análisis, así las llama él;
 Su actividad como médico en un campo militar era pública y notoria entre sus “colegas”,
“aspirantes” en formación analítica; él relata que en varias ocasiones invitaba a sus
compañeros de “formación” a realizar labores de “reclutamiento de personal” en el cuartel
del ejército, tarea que estos aceptaban;
 Sus actividades como médico con los torturados dentro de la casa de la muerte eran , así
lo relata él, parte del “material” de su análisis didáctico en más de una ocasión;
 Amilcar Lobo no dejó una sola línea que indique que fuera o fuese un “ex psicoanalizado”
de él quien lo reconoció; el término “analizante” no pertenece al campo analítico freudiano
de la IPA, Lacan lo introduce a partir de 1960, mientras que desde 1954 hasta cerca de
1971, oscila empleado a veces el término”psicoanalizado”;
 Lobo nos informa que “psicoanalizados” de sus colegas miembros de la Sociedad a la que
pertenecía “habían hablado de él” ¿cómo médico o psicoanalista torturador? No lo deja en
claro pero si hablaban de “él” en sus sesiones;
 Él menciona a los “psicoanalizados” de Helena Besserman Viana, y ¿si esa
“ex(?)analizante” –un verdadero contrasentido en boca de H. Besserman Viana- fuese,
nada más y menos que, una “psicoanalizada” que era ( ¿o es en la actualidad?)
“psicoanalizada” por su psicoanalista: H. Besserman Viana?
 H. Besserman nunca escribió el nombre de la “expsicoanalizada”, eso sería, en la época
del poder militar, una medida de protección ante un posible empleo para perseguir o
encarcelar a la persona portadora de ese nombre, pero ¿cuál es el motivo para guardarlo
157

cuando ya no estaba ese poder al mando de la sociedad brasileña?. Ese silencio queda
explicado en sus razones por que le “reprochemos” a ella, a su autora, sustituirlo para
favorecer una maniobra “ética”, “política”; “jurídica”; de “guerra institucional”, puede
también, por qué no, apuntar a que ella, quizás, no podía decirlo pues esa
“expsicoanalizante”; “ex(?)analizante”; “extorturada”; “expresa política”; “denunciante” de
A. Lobo es uno de los “casos” que ella tiene a su cargo en la actualidad. Es sabido que
muchos analistas, incluidos algunos miembros de la elp, suelen hablar con soltura de sus
casos en público cuando están lejos de su país, mientras Freud enmascaraba el caso con
un camuflaje, otros creen que las distancias geográficas permiten hablar, sin
lxvii
consecuencias, de “casos” – a partir de eso casos públicos- en curso . Quién puede
tirar la primer piedra sobre esto aduciendo que tienes sus manos limpias al respecto, y,
además, ¿cuándo se presento un estudio detallados en la elp de los efectos de eso?

La etificación del psicoanálisis. Calamidad L‟ethification de la psychanalyse. c a l a m i t


é ha quedado atrapada en la opacidad de una formulación política, a la cual sólo se le dio
hospedaje en el terreno dual, especular, de otra interpretación política arropada en un
método, justo en el momento en que el psicoanálisis, en tanto herramienta de lectura, podría
permitir recibir esos decires, los del texto de H. Besserman y los de otros, incluidos los de R.
Major y Elizabeth Roudinezco, para leer algo que allí se dice a gritos de una opacidad
analítica que Freud introdujo en el psicoanálisis al dejar de lado el surgimiento del analista y
sus condiciones. No parece que denunciar los servicios de la histérica al amo resuelva algún
problema de un análisis, quizás se trata de cambiar de “método” o de no colocarlo como una
panacea previa a cada experiencia. Eso sólo es posible a partir de las enseñanzas de
2
Jacques Lacan q ue permitieron indicar con precisión cómo el orden de las razones de un
caso, justamente por su singularidad, permiten decirle NO a una demanda de análisis, un NO
que no requiere más que la singularidad del caso. Y justamente fue Lacan quien llevo ese No
a otro terreno muy cercano a los debates propuestos por H. Besserman, Lacan lo llevo al
terreno del analista cuando formulo su proposición sobre el pase, allí se le puede decir No a
las razones que alguien tiene para sostener su lugar de analista, y partir de eso no opera
ninguna ética, será ese que recibió la respuesta negativa quien deberá hacerse cargo de eso
¿quién sino él?. Por eso recuerdo a Sigmund Freud cuando le decía a S. Blanton: “Cuando el
lxviii
consciente está perturbado es imposible interesarse por el inconsciente

ii
"Il s'agit, en fait, de faire jouer des savoirs locaux, discontinus, disqualifiés, non légitimés, contre
l'instance theórique unitaire qui prétendrait les filtrer, les hiérarchiser, les ordonner au nom d' une
connaissance vraie, au nom des droits d' une science qui serait détenue par quelques-uns"
Michel Foucault, Il faut défender la societé, Cours au Collége de France (1975-1976), EHESS,
París, Gallimard, Seuil,1997.La frase contiene el término locaux, que al pasarse el castellano
admite : “locales”, tanto en el sentido de localizados –en el tiempo, en el espacio, en la historia- y
acepta su extensión via “localizados” a, por ejemplo, “saberes singulares”. La una no quita la otra,
sino todo lo contrario en nuestra lengua y, quizás, tampoco en francés.
iii
Amilcar Lobo, en La hora del lobo, la hora del carnero, revela la identidad de la denunciante, reconoce
haberla atendido en el Centro Clandestino y no la identifica como una “paciente” que hubieses visitado su
divan.
iv
Cuestionamos 2, psicoanálisis institucional y psicoanálisis sin institución, colección Izquierda Freudiana,
Granica Editor, noviembre,1973, pp-93-94.
v
Hecho ilustrada por el régimen militar argentino de los años 1976-1983 que “desapareció” a un
considerable numero de psicoanalistas durante su “Proceso de Reorganización Nacional”
158

vi
Ernest Jones, Vida y obra de Sigmund Freud, Colección Psicoanálisis, Ediciones Horme,
1981, volumen 3, p. 204. La intervención de Antonio Montes de Oca permitió precisar que fue en
ese año que J. Wortis comenzaba su análisis con Freud en Viena, capital de Austria.
vii
Ibidem, p.200
viii
Ibidem, 202
ix
Ernest Jones, op.cit., p. 230. Una coincidencia con el delirio místico de las Fuerzas Armadas de
la Argentina al implantar su proyecto de “reorganización” en la República Argentina.
x
Ibidem, p.240.
xi
Las comillas marcan una problema de clínico con el espacio en el psicoanálisis ¿cómo se
decide si la sala está afuera del consultorio? ¿cuál es la topología que resuelve esa pregunta?,
¿cómo se decide que un consultorio está fuera de los temas que afectan la cultura donde está
instalado?
xii
Ibidem, p.240
xiii
Ernest Jones, op.cit., p.246
xiv
Ver. Miguel F. Sosa, El control: una dificultad de nominación en Puntuación y estilo en
psicoanálisis, en la Colección Libros de Artefacto, Sitesa, México, 1986. Ese artículo llama la
atención sobre la practica singular del control por los analista húngaros en el año de 1936.
xv
Jacques Lacan, Escritos 1, Siglo XXI Editores, México, DF, 1984, p. 142
xvi
Jacques Lacan, “Le complexe, facteur concret de la psychologie familiale”, Encyclopédie
française, Paris, Larousse, 1938, tomo VIII, 40.p. 16 [edición castellana: La familia, edic. Petrel,
Barcelona, 1977].
xvii
El Dr. Kurt Eissler, secretario del Sigmund Freud Archiv, después de larga búsqueda
encontró en Roma el mencionado ejemplar. Edoardo Weiss, E : Problemas de la práctica
psicoanalítica. Gedisa. Barcelona. 1979.,p.40, citado por Juan Carlos Volnovich
xviii
Editado en español en 1957 . Primera edición en alemán con el título de Logisch –Philosophisque
Abhandlung,1921, como apéndice de los Annalen der Natur – Philosophie
xix
Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?, FCE, México, 1998.
xx
Leo Strauss, Persecución y el arte de escribir y otros ensayos de filosofía política,Novatores, Valencia,
1996. Lacan cito en sus Escritos la edición inglesa Persecution and the art of writing(1952), solo 1989
apareció en francés. Este texto, quizás, fue la brujula que orientó el estilo de Lacan para presentar su
lectura de Freud y sus formulaciones doctrinarias para el psicoanálisis.
xxi
Investigaciones Filosoficas* versión “bilingüe+, UNAM-Editorial Crítica, México, 1988, p.25. Las comillas
vienen en el original y el subrayado es de A.S.
xxii
Françoise Davoine, La locura Wittgenstein, Libros de artefacto, coedición con Edelp- Bs.As.-, México,
1995.
xxiii
Este tema apareció en el campo del psicoanálisis abierto por Lacan con un caso El doble crimen de las
hermanas Papin, de J. Allouch, E. Porge y M. Viltard, libros de Artefacto, Epeele, México, 1995 [En francés
tiene otro título y fue editado en 1984]; luego siguió otro caso Marguerité, Lacan la llamaba Aimée, escrito
por J. Allouch [epeele, México, 1994+; a eso se le agrega el artículo de Adela S. Leibovich de Duarte “Crónica
de una distorsión en psicoanálisis”,* Revista Argentina de Psicoterapia para Graduados, 17, 1991], ese texto
propicio una respuesta de Jorge Baños Orellana, El escritorio de Lacan, Editorial Oficio analítico, Buenos
Aires, 1999. ¿Cuál es el tema en cuestión?. Al suprimirse el carácter material de la literaridad ¿cómo es
afectada la construcción del caso en psicoanálisis? El tema está abierto, su carácter nodal para la
experiencia, la transmisión y la doctrina del psicoanálisis convoca a quienes estemos interesados en
tratarlo.
xxiv
Debó este hallazgo a las lecturas de Antonio Montes de Oca
xxv
Si a un sujeto se le exige o solicita un compromiso ¿no se está, en ese momento, reconociendo su falta
previa de compromiso? Si así fuese ¿cómo puede hablar de un sujeto comprometido?
xxvi
Jean Allouch, -Hola...Lacan - Claro que no, Epeele, México, DF, 1998. Es de lamentar que los editores no
hayan incorporado a esa edición castellana el texto de Alain Chevrier “De mauvais bons mot” *Nervure,
159

3/04/1988] pues a él se dirige Jean Allouch escribiendo una nueva introducción. El libro es otra versión,
contiene 321 ocurrencias, de la edición de 213 ocurrencias con Jacques Lacan, Libros de Artefacto, Epeele,
México, 1992. Edición que no fue publicada en lengua francesa.
xxvii
Freud como buen europeo comparte los prejuicios de esa geografía, él tampoco distingue entre la
América anglosajona y la América latina. Se constate su inserción en el campo del otro. Un viajero que de
París, Francia, hacia un país de América latina observaba, quizas se mantenga aún, que el periódico Le
monde, distribuido en ciertas compañis de aviación, termina su información sobre el clima en este
continente dando como único reporte el clima de la ciudad de Nueva York.
xxviii
Manual del interrogador del Campo S-21 (Tuol Seng, Camboya), citado por Mauricio Molina,
El corazón de las tinieblas, p.8, revista Luna Cornea,11, Enero/Abril 1997, México, DF.
xxix
Carlo Guinzburg, El queso y los gusanos, Muchnik Editores, Barcelona, 1986. E incluso fue
parte de su reciente seminario en la ciudad de México.
xxx
J. Lacan, seminario oral, Les structures freudiennes dans les psychoses, 1955-1956:”une
experiencie bel et bien dejà structurée par quelque chose d‟artificiel qui est tres precisément la
relation analytique, la relation analytique telle qu‟elle est constituée par l‟aveu par le sujet de
quelque chose qu‟il vient dire au médecin, et ce que le médecin en fait, et c‟est à partir de là que
tout s‟elabore, et c‟est ce qui fait son instrument d‟entrée, son mode opératoire premier”, seance
du 16 novembre 1955 ( estenografía J.L)
xxxi
Así lo relata el psicoanalizado Amilcar Lobo en, La hora del lobo, la hora del carnero,
Documentos, Edelp, julio de 1998. Allí da cuenta que de que su psicoanalista, sus supervisores y
sus compañeros de formación analítica estaban al corriente, por boca de él, de sus actividades en
el campo militar durante el gobierno militar de Brasil.
xxxii
Freud, Edoardo Weiss, E : Problemas de la práctica psicoanalítica. Gedisa. Barcelona. 1979.
Carta del 3 de Octubre,1920. Carta citada por Juan Carlos Volnovich en su reseña crítica del texto
de Jean Allouch, publicada en la revista Tramas, Uam-Xochimilco, México, DF, 1998.
xxxii
El Dr. Kurt Eissler, secretario del Sigmund Freud Archiv, después de larga búsqueda
encontró en Roma el mencionado ejemplar. Edoardo Weiss, E : Problemas de la práctica
psicoanalítica. Gedisa. Barcelona. 1979., p.40. cit. Por Juan C. Volnovich
xxxiii
Jacques Lacan, El simbólico, el imaginario y el real, conferencia pronunciada el 8 de julio
de 1953,
xxxiv
Una actualidad tardía dado que Géopsychanalyse. Le souterrains de l'institution,
rencontre franco-latino-americaine, Confrontation, Collection Ver et Noir, Paris, 2do. Trimestre
de 1981. Una actualidad que viene de 16 años antes. Salvo una “actualización” lacaniana en
1996/97 de Jean Allouch que, de manera alegre y con poca demostración, afirmó en el argumento
de su seminario parisino que en “América latina el psicoanálisis funciona como ideología” ¡¿Qué
tal!?
xxxv
J. Allouch, El psicoanálisis, una erotología de pasaje, Litoral, Edelp, Bs. As, p.6. Ese
opúsculo precisa, según él, el tamaño del objeto causante del deseo, llamado por Lacan “objeto a
minúscula” ¿cómo se tradujo al francés ese hallazgo de la previa y primera edición castellana?
xxxvi
Helena Besserman Viana, No se lo cuente a nadie. Política del psicoanálisis frente a la dictadura y a la
tortura, Editorial Polemos, Buenos Aires,1999. Aquí se invierte el título dado en francés

xxxvii
Jean Allouch, LA ETIFICACIÓN DEL PSICOANÁLISIS. CALAMIDAD, Edelp, Buenos Aires,
1997, p. 9.[Cf: Jean Allouch, L‟ethification de la psychanalyse. c a m i l i t é. Cahiers de
l‟Unbévue, Paris, 1997, p.9. (de aquí en más CF.:EF)
xxxviii
J. Allouch, La etificación..., Edelp, p. 8-9.
xxxix
Amilcar Lobo, La hora del lobo, la hora del carnero, fue editado como documento, en una
cantidad 200 ejemplares, por Edelp, en julio de 1998, o sea aproximadamente, siete meses
después de la edición del libro de “La etificación...”. ¿Qué nos dice este pudor en la cantidad
editada? ¿A qué responde la restricción de la publicación?
xl
Oscar Masotta, Psicoanálisis y estructuralismo, resumen escrito de las seis lecciones de un
seminario sobre el seminario de Lacan sobre La carta robada de E. A. Poe, dictado en el Instituto
–Torcuato Di Tella los días 16,23 30 de julio, y 6, 13, 20 de agosto de 1969, publicado en
Introducción a la lectura de Jacques Lacan, Biblioteca del Campo Freudiano, Editorial Proteo,
Buenos Aires, 1970.
160

xli
“En el psicoanálisis nada es verdad salvo las exageraciones”, citado por M. Jay en La
imaginación dialéctica. Una historia de la Escuela de Frankfurt, Taurus, Madrid, 1989, p. 151
xlii
Esta locura compartida no fue ajena a los avatares y accidentens ocurridos en París para que la elp lleva a
cabo una reunión don de J. Allouch presento las líneas de su argumentación.n
xliii
Jacques Lacan. El simbólico, el imaginario y el real, conferencia del 8 de 1953.
xliv
J. Allouch, La etificación..., p.17 [VF. P. 18]
xlv
Ibidem,..., p. 10 [VF. P.]
xlvi
Ibidem, p.10
xlvii
Ibidem, p. 9
xlviii
Ibidem, p. 137 está como bibliografía: “Algo más sobre tortura”, Cuestionamos, nº 2,
Psicoanálisis institucional y psicoanálisis sin institución, Granica Editor, Buenos Aires,
noviembre de 1973
xlix
En la reunión del 5/06/1999, Miguel F. Sosa indicó y demostró como la enunciación atribuida a
una “ex(¿)analizante” o a una “analizante”, no incluyó el estudio de ninguna de las condiciones
dónde esa enunciación se produjo, entre otras , el estado de su cuerpo de la enunciadora en el
medio ambiente de una sala de tortura o de una celda contigua a la misma.
l
J. Allouch, ibidem, p.78
li
Para el estudio de las citación, ver.: Antoine Compagnon La seconde main ou le travail de la
citation ,Editions du Seuil, Paris, 1979.
lii
Ibidem, pp.78-79
liii
Ibidem, pp.78-79
liv
Jean Allouch, El psicoanálisis, una erotología de pasaje, Edelp, Buenos Aires, Argentina,
marzo, 1998, pp. 53-54
lv
Ibidem, p.54
lvi
Amílcar Lobo, La hora del lobo, la hora del carnero, Edelp, Buenos Aires, julio, 1998, p.52
lvii
Ibidem., p.23
lviii
Ibidem, pp.34-35
lix
Texto de un e-mail de fecha 3/06/1999 que a pregunta mía envió Renato Mezan.
lx
Ibidem, p. 16[VF.17]
lxi
Ibidem, p. 145.
lxii
Courrier, elp, mars 99, Les grands classiques de l’erotologie moderne, p.3
lxiii
John Boswell, Las bodas de la semejanza, Muchnick editores, SA, Barcelona, 1996.
lxiv
Jorge Baños Orellana, El idioma de los lacanianos, Atuel, Buenos Aires, marzo de 1995.
Conviene subrayar que este libro sólo estudia el “idioma” de los “lacanianos” de Buenos Aires.
Está escrito por un psicoanalista con estudios fuertes en el campo de la semiótica y no dice una
sola palabra del universo de los signos y símbolos del psicoanálisis bajo el “Proceso
Reorganización Nacional” de la Argentina –quizás, Buenos Aires no fue parte de eso- impuesto
por los militares de ese país, entre 1976 y 1983, fechas en las que, entre otras cosas, se edita la
nueva versión de las obras de Sigmund Freud a cargo de la editorial Amorrortu y se produce el
llamado boom lacaniano, en especial en Buenos Aires y luego en resto de la R. Argentina.
lxv
El hombre de los Lobos por el Hombre de los Lobos, Los casos de Sigmund Freud,
Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1979. En la fecha de la edición los organismos de la
guerra sucia, organizados y dirigidos por el ejército Argentino, lanzan una de sus ofensivas contra
la “subversión”, realizando varios secuestros y dejando en la calle cadáveres con carteles que
indicaban que se trataba de “subversivos”.
lxvi
Amilcar Lobo, La hora del lobo, la hora del carnero, Documentos, Edelp, Buenos Aires,
agosto de 1998, pp. 23-24.
lxvii
Eso se decía en junio de 1997, en una “asamblea general” de la elp como parte de los
argumentos para proponer la realización de un “Coloquio Derrida”, en efecto, en París, Derrida
hace escuela para algunos miembros de la elp. Y por supuesto, otros eligen para esa práctica a
Córdoba, Argentina o al D. F, México, si alguien está libre, puede por favor, tirar la primera
“objeción” y luego apagar la luz.
lxviii
S. Blanton, Journal de mon analyse avec, Freud, PUF, 1973, p.117, el encuentro con esta cita
se debe a la gentileza de Gena Ricchio, y luego, la cita fue referida por Antonio Montes de Oca
integrando su exposición de Antonio Montes de Oca, el día 5 de junio de 1999.

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