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La historia de la bioquímica moderna como tal es relativamente joven; desde el

siglo XIX se comenzó a direccionar una buena parte de la biología y la química,


a la creación de una nueva disciplina integradora: la química fisiológica o la
bioquímica. Pero la aplicación de la bioquímica y su conocimiento,
probablemente comenzó hace 5.000 años con la producción de pan usando
levaduras en un proceso conocido como fermentación anaeróbica.

Es difícil abordar las historia de la bioquímica, en cuanto que, es una mezcla


compleja de química orgánica y biología, y en ocasiones, se hace complicado
discernir entre lo exclusivamente biológico y lo exclusivamente químico
orgánico y es evidente que la contribución a esta disciplina ha sido muy
extensa. Aunque, es cierto, que existen hitos experimentales que son básicos
en la bioquímica.

En 1828 Whöler logra la síntesis de la urea por la transposición del cianato de


amonio en agua. Esto suponía la síntesis de una molécula orgánica y
producida por el organismo como la urea, partiendo de moléculas inorgánicas. 

En 1833, Anselme Payen aísla la primera enzima, la diastasa, aunque se


desconocía su funcionalidad y el mecanismo subyacente.

La diastasa es una enzima que se encuentra en semillas germinadas.

En 1840, Justus von Liebig, mejoró las técnicas de análisis químico orgánico y
concluyó que las plantas necesitaban nitrógeno y dióxido de carbono en su
alimentación.

Louis Pasteur, demostró los fenómenos de isomería química existente entre las
moléculas de ácido tartárico provenientes de los seres vivos y las sintetizadas
químicamente en el laboratorio.

Pasteur también estudió la fermentación, demostrando que este fenómeno no


es un fenómeno ciento por ciento químico, sino que necesita de la intervención
de ciertas levaduras. 

Pasteur también refutó la teoría de la generación espontánea, que por siglos


fue la manera de explicar el origen de la vida.

En 1878 el fisiólogo Wilhelm Kühne acuñó el término enzima para referirse a


los componentes biológicos desconocidos que producían la fermentación. La
palabra enzima fue usada después para referirse a sustancias inertes tales
como la pepsina.

Hasta mediados del siglo XX no se supo con certeza en qué moléculas residían
los caracteres de la herencia que Mendel había identificado. A nivel celular ya
se había propuesto al núcleo como guardián de la herencia (descubierto por
Robert Brown en 1820).  En 1869 Friedrich Miescher descubrió los ácidos
nucleicos en los glóbulos blancos y en el esperma del salmón, sustancia a la
que llamó nucleína. 
 
En 1897 Eduard Buchner comenzó a estudiar la capacidad de los extractos de
levadura para fermentar azúcar a pesar de la ausencia de células vivientes de
levadura. En una serie de experimentos en la Universidad Humboldt de Berlín,
encontró que el azúcar era fermentado inclusive cuando no había elementos
vivos en los cultivos de células de levaduras. Llamó a la enzima que causa la
fermentación de la sacarosa, “zimasa”. Al demostrar que las enzimas podrían
funcionar fuera de una célula viva, el siguiente paso fue demostrar cual era la
naturaleza bioquímica de esos biocatalizadores. El debate fue extenso, muchos
como el bioquímico alemán Richard Willstätter discernían en que la proteína
fuera el catalizador enzimático, hasta que en 1926, James B. Sumner demostró
que la enzima ureasa era una proteína pura y la cristalizó. La conclusión de
que las proteínas puras podían ser enzimas fue definitivamente probada en
torno a 1930 por John Howard Northrop y Wendell Meredith Stanley, quienes
trabajaron con diversas enzimas digestivas como la pepsina, la tripsina y la
quimotripsina.

En 1903, Mijaíl Tswett, inicia los estudios de cromatografía para separación de


pigmentos.

En torno a 1915 Gustav Embden y Otto Meyerhof realizan sus estudios sobre la
glucolisis.
 
En 1928, Alexander Fleming descubre la penicilina y desarrolla estudios sobre
la lisozima.

En la década de 1940, Melvin Calvin concluye el estudio del ciclo de Calvin en


la fotosíntesis.

En 1953, Watson y Crick proponen la estructura de hélice doble y antiparalela


como la forma que tiene la molécula de ADN (ácido desoxirribonucleico),
gracias a las imagenes obtenidas por Rosalind Franklin, al bombardear hebras
de ADN con rayos X.

En 1953 se descubrió el fenómeno llamado de restricción: ciertos fagos (virus


bacteriano) que parasitan a E. coli podían desarrollarse en ciertas cepas de
esta bacteria, pero no podían hacerlo en otras (se dice que están "restringidos"
en determinadas cepas).

A finales de los 60, Werner Arber, en Basilea, descubre las enzimas de


restricción responsables de ese fenómeno: la cepa de bacteria restrictiva
produce unas endonucleasas ("enzimas de restricción, o restrictasas") que
escinden el ADN del fago crecido en otra cepa diferente.

Esas primeras enzimas de restricción eran inespecíficas en cuanto al sitio del


ADN donde cortaban, pero en 1970 Hamilton O. Smith, en Baltimore, descubre
un nuevo tipo de enzima de restricción totalmente específica: capaz de
reconocer una determinada secuencia de ADN, de unos pocos pares de bases,
y de cortar en ambas cadenas en lugares concretos.
En 1972, Mertz y Davis añadieron a una mezcla de ADN de diferentes orígenes
una enzima ADN-ligasa, procurando que se reparasen los enlaces fosfodiéster.
Y esto les hizo darse cuenta de que podían constituir la base para la
producción de moléculas recombinantes in vitro, con material genético de
diferentes especies.

Pero este ADN recombinante, generado en el tubo de ensayo, es inerte, no es


más que una macromolécula híbrida que por sí sola no hace nada. Si
queremos que el ADN recombinante haga algo, hay que introducirlo en células
vivas que sean capaces de expresar su información genética.

Esto nos lleva ya a la idea de lo que es la Ingeniería Genética: la formación in


vitro de nuevas combinaciones de material genético, por medio de la inserción
de un ADN de interés en un vehículo genético (vector), de modo que tras su
introducción en un organismo hospedero el ADN híbrido (recombinante) se
pueda multiplicar, propagar, y eventualmente expresarse. 

La reacción en cadena de la polimerasa, conocida como PCR por sus siglas en


inglés (Polymerase Chain Reaction), es una técnica de biología molecular
descrita en 1986 por Kary Mullis, cuyo objetivo es obtener un gran número de
copias de un fragmento de ADN particular, partiendo de un mínimo de ADN; en
teoría basta partir de una única copia de ese fragmento original o molde. 

Esta técnica sirve para amplificar un fragmento de ADN; su utilidad es que, tras
la amplificación, resulta mucho más fácil identificar con una muy alta
probabilidad, virus o bacterias causantes de una enfermedad, identificar
personas (cadáveres) o hacer investigación científica sobre el ADN amplificado.
Estos usos derivados de la amplificación han hecho que se convierta en una
técnica muy extendida, con el consiguiente abaratamiento del equipo necesario
para llevarla a cabo.
 
La bioinformática, según una de sus definiciones más sencillas, es la aplicación
de tecnología de computadores a la gestión y análisis de datos biológicos. Los
términos bioinformática, biología computacional y, en ocasiones,
biocomputación, utilizados en muchas situaciones como sinónimos, hacen
referencia a campos de estudios interdisciplinarios muy vinculados, que
requieren el uso o el desarrollo de diferentes técnicas que incluyen informática,
matemática aplicada, estadística, ciencias de la computación, inteligencia
artificial, química y bioquímica para solucionar problemas, analizar datos, o
simular sistemas o mecanismos, todos ellos de índole biológica, y usualmente
(pero no de forma exclusiva) en el nivel molecular. El núcleo principal de estas
técnicas se encuentra en la utilización de recursos computacionales para
solucionar o investigar problemas sobre escalas de tal magnitud que
sobrepasan el discernimiento humano. La investigación en biología
computacional se solapa a menudo con la biología de sistemas.

En marzo de 2010, un grupo de investigadores encabezado por J. Craig


Venter, notificó que habían logrado la inserción de ADN de síntesis artificial (un
cromosoma sintetizado en el laboratorio) en una bacteria (Mycoplasma) y la
misma se dividió y reprodujo. Anteriormente, este mismo grupo de
investigadores habían publicado la creación del primer cromosoma artificial y
su transferencia exitosa a una bacteria del género Mycoplasma.
El núcleo

El núcleo celular es el centro de control de la célula y determina todo lo que deben hacer
todos los organelos. El núcleo también almacena el ADN.

El núcleo celular es un orgánulo membranoso ubicado en la parte central de las células. En


el mismo, se encuentra la mayor parte de la información genética celular, la cual se organiza
en diversas moléculas de ADN, formando complejos con varias proteínas, unas de ellas son
las histonas, que forman los cromosomas.

El grupo de genes de los cromosomas son llamados genoma celular y una de las funciones
del núcleo celular es mantener este genoma a resguardo y sin cambios.

Retículo endoplasmático

El retículo endoplasmático es un orgánulo distribuido por todo el citoplasma de la célula.


Forma parte del sistema endomembranoso.

Hay dos tipos de retículo endoplasmático, cada uno con funciones diferentes, como son el
rugoso y el liso.

El retículo rugoso realiza la síntesis y el plegamiento correcto de las proteínas. Por su parte,
el retículo liso se encarga de la síntesis de lípidos y almacenamiento de calcio.

Ribosomas

Los ribosomas son los únicos organelos que tiene toda célula, incluyendo a las bacterias.
Los ribosomas llevan la información a partir del ADN y la utilizan para hacer las proteínas.

Los ribosomas son macromoléculas de proteínas y ARN alojados en el citoplasma, en las


mitocondrias, en el retículo endoplasmático y en los cloroplastos.

La función de los ribosomas es sintetizar proteínas a partir de las instrucciones recibidas


del núcleo por parte del ADN y llevadas por el ARN mensajero.
Tienen una estructura redondeada y se pueden observar con un microscopio electrónico.
Son considerados orgánulos no membranosos porque no poseen ningun tipo de membrana
en su estructura.

Aparato de Golgi

El aparato de Golgi, también llamado complejo de Golgi, está conformado por pequeños
sacos planos apilados formadas por membranas que se ubican dentro del citoplasma celular.

El aparato de Golgi elabora proteínas y moléculas de lípidos para su uso en otros lugares
dentro y fuera de la célula.

Si un producto tiene que ser enviado a otras células, el aparato de Golgi lo empaqueta y lo
envía.

Mitocondria

Las mitocondrias a menudo se conocen como los motores de la célula. Las mitocondrias
absorben azúcar y el oxígeno para crear el trifosfato de adenosina (ATP), el tipo de energía
que las células necesitan para funcionar.

Por lo tanto, las mitocondrias son la fuente energética para construir otras células y otro ser
vivo.

Su tamaño no supera 1 micrómetro de diámetro y participan además en otras actividades


celulares como la señalización, en la diferenciación celular, crecimiento celular y control de
su ciclo.

Membrana plasmática

La membrana plasmática o membrana celular, es una estructura laminar formada por


fosfolípidos y proteínas que engloban a las células, define sus límites y contribuye a
mantener el equilibrio entre el interior y el exterior de éstas.

Además, la membrana plasmática juega un papel vital en la obtención de nutrientes para


la célula y en la eliminación de los productos de desecho.

Artículo relacionado: Enfermedades de la membrana celular

Esto lo hace gracias a su permeabilidad selectiva, que le permite seleccionar las moléculas
que deben entrar y salir de la célula.

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