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La autora nos presenta cómo varios clientes se exponen ante sus mecanismos de
defensa y a través de sueños y vivencias variados, van encontrando el equlibrio y la
liberación psicológica que todos deseamos.
MARTA ATIENZA
Estrategias en psicoterapia
guestáltica
PREFACIO
Estas son las técnicas de acción, y tengo una fuerte preferencia por ellas porque
permiten identificar claramente, en sesión, el momento en que ocurren los cambios. Al
mismo tiempo, siempre pensé que para cubrir adecuadamente las necesidades de los
pacientes se requiere que el terapeuta maneje con naturalidad varias técnicas.
Con mis alumnos me vi obligada a hacer síntesis teórico-técnica para dar una
cierta organización a la transmisión de experiencia y hacerla clara y coherente.
El libro se divide en dos partes, cada una de las cuales contiene desarrollos
teóricos y técnicos. La primera parte está dedicada a los grupos gestálticos y a los
símbolos. Contiene ejemplos clínicos que muestran cómo el paciente se aferra a la
neurosis. El paciente trata aquello que lo perturba como una parte muy apreciada de sí
mismo.
Uno de mis objetivos, en este sentido, es modificar los símbolos que el paciente
tiene para representar sus conflictos. Considero que mi concentración en esta meta me
permite lograr un trabajo breve, profundo y con un buen resultado terapéutico.
Aquí explico cómo trabajar con técnica gestáltica, cómo resolver situaciones
difíciles y proveo ejemplos reales en los que se aplicó la técnica. Algunos ejemplos
ilustran ejercicios.
En su mayoría, los ejercicios aquí expuestos son de mi creación; los restantes, son
modificaciones de ejercicios conocidos de la gestalt o el psicodrama. También dedico
esta parte a la psicoterapia de grupos y la desarrollo siguiendo dos ideas
fundamentales. Por un lado, me concentro en las diferentes dinámicas que se dan en
forma simultánea a lo largo del desarrollo del grupo terapéutico. Por otro, expongo una
serie de ejercicios que agilizan la tarea.
La última parte la dedico a la pareja. Explico los diferentes tipos de contratos que
la pareja aporta a su unión y las diferentes modalidades de relación que ejercita en su
vida en común. Describo varios tests destinados a descubrir los contratos inconscientes
de la pareja. También expongo una forma novedosa para su tratamiento, que incluye un
período en el cual cada miembro participa de un grupo terapéutico bajo mi
coordinación.
Describo también en este capítulo algunos ejercicios que creé para resolver
temáticas específicas de la pareja.
AGRADECIMIENTOS
También estoy obligada con los alumnos, cuyo entusiasmo me motivó y fomentó
mi deseo de ser útil a la persona en desarrollo.
PSICOTERAPIA DE GRUPO
Capítulo I
Para resolver los problemas neuróticos del adulto, el grupo terapéutico es, en la
mayoría de los casos, muy ventajoso. Al igual que la terapia individual, pone énfasis en
explorar el mundo interno. También trabaja con el individuo en relación con su entorno
pero, a diferencia de la terapia individual, cuenta con los datos que aporta el grupo en
cuanto a su carácter.
Este capítulo contiene algunas apreciaciones acerca del grupo y de los fenómenos
que impulsan al cambio.
Los participantes se reunían durante un lapso variable de diez meses a dos años.
2. Símbolos
Para hablar del trabajo dentro del grupo es esencial describir el rol del símbolo,
porque está relacionado con todo el fenómeno grupal.
Cada símbolo es un elemento abstracto que representa en la mente un conjunto
de significados. Los significados de un símbolo se interrelacionan entre sí, y también se
relacionan con los significados representados en otros símbolos.
Con las impresiones digitales ocurre algo parecido a lo que pasa con los símbolos
en la mente humana. Muchas líneas y círculos son comunes a todos los humanos —es la
parte común del código—. Otra, es única para cada individuo y puede utilizarse para
identificar a las personas.
Cynthia (con los ojos cerrados dibuja la cara de su hermanito en el aire con sus
dedos índices): Era una carita redonda, linda, rodeada de rulitos castaño claro. Las
manzanas eran así de gordas (por las mejillas). Primero me llamaba mamá, después me
decía la.
Cynthia: Le tengo miedo porque está muerto y... ¿si eso fuera contagioso?
Marta (en este momento Cynthia está en un profundo trance hipnótico en el que
entró espontáneamente como consecuencia del diálogo interno): Hagamos de cuenta
que está vivo por un rato.
Cynthia: Bueno, te vas a portar bien, mi amor. Siéntate aquí al solcito. No vas a
cruzarla calle. Quédate aquí sentadito (llora).
Cynthia:¡Tienes una carita tan suave!, los cachetes colorados, el pelo sedoso.
Marta: Tócalo todo. (Cynthia llora muy suavemente mientras lo toca.) ¿Cómo te
mira él?
Cynthia: Con unos ojos tan dulces y tan picaros. Pienso que me mira como a la
mamita.
Marta: Díselo.
Cynthia: Yo te quiero, la. Te quiero mucho. Eres la única mamá que conocí. A
veces los abuelitos... pero ni siquiera se acercan a darme un beso. Preguntan desde la
puerta y se van. Es tu abuela, no la mía. Yo no tengo abuela pero te tengo a ti y tengo a
papá. Soy bueno. Te quiero mucho.
Marta: Ahora, con los ojos cerrados, métete en la sensación de estar en el hospital.
Sé él. ¿Cómo te sientes ahí?
Cynthia (grita y llora desesperada): la, la, quiero a la. No quiero comer. Quiero a
la... la está en la ventana. No me voy a olvidar nunca de ese grito. la, la, ven. Quiero
estar con la. la me tienen atado a la cama y no me dejan ir contigo. Me ataron a la cama
igual que a mamá. la, la, no me dejes.
Marta: Tócalo (le alcanzo un almohadón y lo toca con dificultad. Cynthia está
trabajando, en este momento, directamente desde su inconsciente; está alucinando).
Cynthia (llora durante todo el trabajo): Estás hirviendo. Tienes mucha fiebre, mi
amor. Vas a tomar la leche, corazón, y cuando estés mejor, te llevo a casa.
Cynthia:¿Por qué te tienes que morir? ¡Eres tan inocente! ¿Por qué? ¿Cómo sé que
está muerto si yo no lo vi? ¿Cómo sé?
Cynthia:¡Está vivo!
Marta: Dile todo lo que piensas, todo lo que querías haberle dicho cuando estaba
vivo y no pudiste decirle.
Cynthia: Quiero verte contento, jugando otra vez. Sentado en tu sillita al sol.
Cynthia: Estoy muy triste, mi amor. Yo te quiero mucho. Marta: A ver, tócalo. Es
la última vez que lo tocas.
Cynthia: Ya estás frío. Te toco solo la mano, mi amor. Ya no eres mi bebé. Adiós.
Por ser la mayor de los hermanos, Cynthia se hizo cargo de todas las tareas de la
casa a partir de los diez arlos, cuando murió la mamá.
Al cumplir quince, arreglaron su casamiento con un hombre veinte años mayor,
cuya situación económica era mejor que la de su familia. Tuvo dos hijos, un varón y una
nena.
Cynthia logró ser madre de su hijo, igual que quiso ser la de su hermanito, a
quien prolongó en aquél. Con su hija abandonó el rol de madre y compitió como
hermana. Repitió con ella sus situaciones personales de hija sin madre y de hija de
madre loca.
En esta sesión, a través del trabajo con el hermanito muerto a los tres años, la
paciente hizo un intento inconsciente de elaborar la relación con su madre, relación que
se caracterizó por la falta de contacto, debido a las reiteradas internaciones de aquélla, a
su miedo a la locura y a la culpa que le provocaba su hostilidad hacia la madre.
En tales diálogos hay dos momentos que se repiten en forma alternada. Uno,
cuando el paciente habla con su símbolo, y otro, cuando se convierte en su símbolo para
dialogar desde allí consigo mismo. En algunas ocasiones, la conversación se establece
entre dos símbolos que el mismo paciente encama en forma alternada.
Pide al paciente que se escuche a sí mismo y que repita las palabras más
significativas; incluso puede cambiar algunas de las palabras que dice el paciente.
El paciente crea con la terapeuta gestáltica una relación más adulta que aquella
que se genera si es la terapeuta y no el paciente la que hace los descubrimientos.
Capítulo II
DINÁMICA DE GRUPOS
En el contexto grupal cada uno determina el camino que elige para modificarse y
el estilo de transformación.
Dinámica básica
Para conocerla es necesario considerar al grupo como “un todo” a lo largo del
tiempo.
Dinámica de sesión
Lo importante en dinámica de sesión es darse cuenta de cuáles son los temas que
están motorizando la sesión, cuál es el punto que enlaza todo. La terapeuta ayuda al
grupo a conectar la temática de la persona elegida como protagonista con el conflicto de
cada uno, determinando así que el grupo se favorezca con el trabajo de uno de sus
miembros. Cada uno revisa lo propio a partir de la iluminación del lado común de los
temas.
Grupo internalizado
En el grupo internalizado de cada uno están todas las cosas que él y sus
compañeros trajeron a sesión.
Caldeamiento
Es la manera en que el grupo y cada integrante se prepara para entrar en total
compromiso con lo propio, desplegarlo en el grupo y buscar una salida a los conflictos
en forma conjunta con los compañeros.
Por eso no tiene sentido disminuir el número de horas de sesión, como proponen
algunos terapeutas, para que el grupo entre directamente a bucear en las aguas
turbulentas. Irremisiblemente algunas sesiones empezarán por el diálogo trivial, el
boleto capicúa del colectivo, la rencilla con los hijos, cómo hacer la tarta de manzana, si
faltó la mucama, y desde allí se introduce a las profundidades del espacio psíquico
común y compartido.
Recuerdo que en una coterapia con Jaime Winkler, en la ciudad de México, había
que hacer el rol de la madre muerta de un miembro del grupo. Esta persona había
arrastrado la culpa de esa muerte a lo largo de sus 45 años. La madre había muerto 10
días después de su parto. Yo me entregué al rol de madre y entré en trance junto con el
paciente que estaba totalmente abierto a modificar esa culpa, a grabar los nuevos
aspectos de su madre que llegaban a través de mí. Winkler permanecía como figura
continente, un poco afuera de la cosa, mientras yo me mezclaba con el drama que se
desarrollaba para modificar su trama.
La sesión es un espacio mágico donde es útil no sólo lo que el otro dice y cómo lo
dice, sino también lo que el otro representa para uno, o sea la significación.
La terapeuta en sesión
Sobre la terapeuta recaen en sesión tres tipos de inquietudes: una es llevar a buen
término el trabajo individual que se está realizando en ese momento. Otra es la
necesidad de la resolución total y el cierre de la sesión, y la tercera es la evolución del
grupo. Las dos primeras inquietudes se resuelven al final de la sesión y la tercera, recién
al final del grupo.
Ejemplo: un miembro del grupo relata disputas de poca monta con su mujer, que
él mismo cataloga de violentas. Otros compañeros de grupo cuentan situaciones
similares, pero un miembro del grupo que frecuentemente desnuda y golpea
ferozmente a su mujer permanece en silencio. La terapeuta dice, refiriéndose al grupo
en general: “Todos nosotros tenemos un lado muy violento que mantenemos oculto
porque pensamos que si lo mostramos vamos a desilusionar a los demás. Qué alivio
produce poder incluirlo en el grupo y ver que no pasa nada, que nos quieren igual.”
En este caso, aprovechando que el grupo trae el tema, la terapeuta “siembra para
el paciente que permaneció en silencio” la idea de que no lo van a rechazar si cuenta lo
violento que es.
Ejemplo: un miembro del grupo se muestra siempre muy blando; para él, el rol
opuesto al que juega es ser autoritario como su padre. La terapeuta dice con voz
doctoral, refiriéndose al grupo en general: “Esos conflictos con el padre suelen ser
aspectos de uno mismo depositados en la figura del padre. Uno se pelea con un padre
autoritario sin reconocer que uno tiene dificultad para asumir su propio rol autoritario.
Vemos así una vez más cómo el ser humano usa cada vez menos su potencial, se
empobrece paulatinamente descalificando aspectos muy valiosos de sí mismo porque
alguna vez los vio mal usados por ahí.” Con estas “construcciones verbales” dirigidas al
grupo en general, la terapeuta desafía a ese paciente en particular a utilizar su rol
autoritario.
Otro ejemplo: una paciente, en los trabajos psicodramáticos del grupo, es elegida
sistemáticamente para el rol de mujer vacía, rechazada por el marido, y con una
relación demasiado próxima y controladora con el hijo.
La terapeuta dice: “Es lógico que esta paciente sea elegida para ese rol, que ella
asume cotidianamente en su vida. Quiero pedirle a ella que reflexione acerca de lo que
hacen los demás miembros de la familia para empujarla a funcionar de esa manera.” Al
atribuir a la familia el deseo de que ella permanezca en ese rol, “la pongo-en la situación
de desear lo contrario a lo que la familia espera de ella.” Para ganarle a la familia tendrá
que cambiar.
Otras veces la terapeuta enlaza los temas de unos y otros por algún punto de
contacto con el solo objeto de estimular la sensación de pertenencia, de compartir
dentro del grupo. Por ejemplo:
Paciente A: dice que vive sola porque cuando tiene una relación de pareja se
adhiere tanto a él que se olvida de su trabajo, de su hija, y de todo lo que era su mundo
antes de conocerlo. Se vuelve tan dependiente que termina desapareciendo.
Paciente B: comenta que hace veintisiete años que está casada y que jamás se
entendió con su marido.
Paciente C: comenta que se lleva muy bien con su mujer pero que no entiende
por qué está tan deprimido. Muchas veces tuvo la oportunidad de tener un trabajo que
realmente le gustara, pero las ofertas eran en el extranjero y no lo tomó para respetar el
deseo de ella de permanecer en el país.
A veces, los pacientes se transforman en modelos de un rol hasta que los otros lo
pueden tomar. Otras, algunos miembros del grupo acompañan y contienen a los que
están trabajando. Ellos ponen toda su voluntad y habilidad a disposición de los otros,
sin apurar, ni empujar, otorgándoles tiempo, espacio y permiso para desarrollar su
trabajo.
Esto hace que alguno o algunos pacientes puedan ir hacia el centro de sí mismos
y descubrir su dramática intimidad utilizando el espacio y el tiempo de todo el grupo.
Ellos pueden confiar en que no van a perderse o enloquecer, que serán contenidos en la
medida en que lo necesiten.
El material entregado al grupo por sus integrantes y las consignas del terapeuta
son percibidos, dentro del contexto grupal, en forma subjetiva; agitan la fantasía,
movilizan diferentes recuerdos y bajan el umbral de las defensas hasta alcanzar el
inconsciente.
También se puede poner en otro lo que uno es, tratando al otro como se tratan
aquellos aspectos de uno mismo depositados en él: con aceptación, rechazo, seducción o
negación.
Una persona puede tener sentimientos de envidia, deseos de ser otra persona o
de ser como la otra persona, si esta última es lo que aquél desea ser. Estos afectos se
movilizan, poniéndolo en contacto consigo mismo.
Así, una persona, que llamaremos A, podría simbolizar para otra, que
llamaremos B, aquella parte que B, por analogía, descarga en A. Esta depositación tiene
un aspecto proyectivo, porque B usa a A de espejo en el que mira algo de su propio
mundo interno. También tiene un aspecto de crecimiento, ya que B estará influenciando
por los cambios que A haga en esas facetas, comunes a ambos.
Distribución de roles
Para confrontarse con los otros, cada participante despliega lo que él es. Al
mostrarse, permite al grupo percibir por un período más o menos largo un aspecto de
su personalidad y sus conflictos. Esto lo convierte en el depositario adecuado del rol
que juega en el grupo.
Supongamos que un miembro del grupo tiene el rol de sometido, que trae de la
repartición de roles de su sistema familiar. Este paciente espera que alguien del grupo
adopte un rol complementario dominador. El rumbo del grupo lo frustra porque no
pone el acento en generar roles complementarios.
Sesión tras sesión, dentro de cada participante se realiza la batalla entre realidad
e irrealidad. El paciente tiene ideas, afectos y tensiones originados por el simultáneo
deseo de cambiar y de ser aceptado tal cual es. Cada uno busca en qué proporciones y
con cuáles variantes padece el conflicto de los otros.
De a ratos, algún paciente se siente pequeño, solo y enfrentado al resto del grupo;
en ese momento, percibe al grupo como un demonio que lo quiere vaciar. Siente,
entonces, que el grupo le quiere arrancar las ilusiones de que él es de una determinada
manera, que quiere mostrarle que él es de otra manera y no lo puede aceptar.
A medida que transcurre la sesión., los pacientes pasan casi sin darse cuenta de
una actitud social a un contacto con su propia intimidad. Esto se da tanto cuando
participan en forma activa como cuando observan afectivamente comprometidos el
trabajo de un compañero.
Supongamos que hay un solo paciente en el centro del escenario trabajando sus
conflictos. Está en una situación interaccional proyectivo-introyectiva entre él y el grupo
(o entre él y los símbolos elegidos para el caso). Este paciente pasa por diferentes y
tortuosos momentos en su camino al darse cuenta de los contenidos de sus símbolos y
de los mensajes que quiere y necesita hacer aflorar a la conciencia. Puede tratarse de
momentos de confusión, de desorganización y de vacío interno. El paciente puede tener
miedo a que detrás de lo que está vivenciando no haya nada. Puede temer no lograr la
salida integradora. Sus compañeros, que asumen un compromiso intelectual y afectivo,
se sienten inmersos en las sensaciones y situaciones correspondientes al momento que
él atraviesa.
Dentro del mundo interno de los pacientes hay una relación entre el yo y el tú,
referido al que está trabajando y a lo proyectado en él. Existe una relación entre el yo y
el nosotros, referido al grupo y a la propia familia proyectada en él. Si los pacientes se
entregan a sus vivencias, permiten el procesamiento que los lleva por las vías intelectual
y afectiva a la solución de sus conflictos.
No todos los miembros del grupo tienen el mismo grado de interés en cada
tópico tratado. Los participantes pueden sentirse totalmente identificados con el que
trabaja y seguir atentamente lo que pasa. A veces, alguno se siente atascado y
finalmente se duerme. Otros, para evitar sufrir, se desvinculan por medio de actitudes
sociales: conversar, comer, etc.
Marta: Sé la copa.
Sara: Soy una copa de papel verde. Ni siquiera me dibujaron una hojita. Soy
redonda, del tamaño de la cabeza.
Marta: ¡Hazlo!
Sara (se acerca al árbol, arrodillada, y lo llama con movimientos de manos, con
mucha fuerza y ganas): Si te toco, te voy a destruir, te vas a romper. Hay algo de engaño
en ti. Pareces fuerte, pero si te toco te destruyo. Te voy a ayudar pero sin tocarte.
Marta: Sé el árbol.
Sara: No, no te voy a tocar. Tú tienes que poner algo de tu parte. Estoy segura de
que si te toco, te destruyo. Eres frágil.
Sara: Tengo una cáscara de madera marrón, con vetas profundas a todo lo largo y
una copa redonda verde.
Sara: Aquí por ejemplo tengo los músculos semipodridos (se toca el tórax en la
unión con el hombro.) Todo, todo mi cuerpo echa mal olor. No tengo piel, estoy
podrida.
Sara (pasa un rato): Siento un líquido viscoso. No puedo hablar de las náuseas.
Sara (levemente inclinada hacia adelante, con los ojos cerrados, vomita con
grandes arcadas en un recipiente; después de vomitar): Me siento mal. Me voy a
desmayar. (Tiene la frente sudorosa y está pálida.)
Sara: ¡Me siento tan floja! ¡Cuánto vomité! Hacía años que no vomitaba así. Me
da tanta vergüenza por ustedes. “Todavía siento el gusto del vómito.
Cecilia: Estoy en una cama teniendo relaciones sexuales con un hombre al que no
le veo la cara. Estoy acostada. Hay una puerta vaivén tipo vestuario de club, de ésas que
se abren por el medio. Es marrón y más bien cortita. La puerta no tiene ninguna traba;
por abajo se ve y por arriba también.
Por arriba veo a Marina y a otras chicas jugando. Marina era amiga de mi
hermana y su hermana era amiga mía.
Estoy aterrorizada por la puerta. Le digo al hombre que está conmigo que quiero
cerrar la puerta, que me siento mal. El me contesta con una frase de la película David y
Lisa: “No te preocupes que nadie va a entrar sin permiso.”
Tengo una angustia terrible por esa puerta. En un momento entra un señor por
ella. Yo escondo la cabeza en la cama. Es un médico que trabaja conmigo en el hospital.
Parece que ellos se conocen. El médico le pregunta al otro con quién está. Al fin lo miro.
La escena es buena. Una vez que entró y lo vi, no fue tan terrible. Fue mejor de lo que
suponía, me tranquiliza Ahí termina el sueño.
Marta: Sé la puerta.
Cecilia: Soy. Tendría que tener espacio abajo.
Cecilia (se pone de pie y separa las piernas. Se mete en la sensación de ser la
puerta. Pasa largo tiempo hasta lograr una buena identificación con ella. Señala el
tronco de su cuerpo identificándolo con la puerta, mientras su cabeza y sus piernas
quedan incluidas en los vacíos de arriba y de abajo de la misma): Yo soy una puerta.
Tengo dos hojas abiertas en el medio y las dos hojas van y vienen. Soy de color marrón
y tengo rendijas oblicuas. No se puede ver a través de ellas pero pasa el aire. Soy corta.
Tengo un gran espacio abajo y un gran espacio arriba. No tengo ganchito ni ninguna
manera de cerrarme. Tampoco puedo decidir quién va a entrar y quien no va a entrar.
No sé cómo hacer para tener un ganchito, un pasador, de esos que cierran la puerta. (El
grupo ríe pícaramente.)
Cecilia: Mira, cama, la verdad es que aquí estoy bastante mal, bastante aburrida
de estar parada. Me gusta más estar acostada como tú (risas). Además, no me gusta esto
de no poder tomar ninguna decisión sobre cuándo me voy a abrir y cuándo no (largo
silencio).
Marta: Habla con la habitación, no relates. Interactúa con los elementos. Dile:
Tienes...
Cecilia: En toda esta parte. (Siendo ella la puerta señala a su izquierda y hacia
adelante. Ubica a la habitación delante de su cuerpo.) Los vidrios son alargados hacia
arriba; la habitación tiene forma de cúpula. ¡Esta habitación es como estar en medio de
la calle!
Marta: Repite la última parte.
Cecilia: Tú, puertita miserable, no vales nada. Basurita. Te abren cuando quieren.
Yo acá... soy la reina. Me da el sol, tengo vidrios y veo para afuera. Tengo la cama e
invito a quien quiero.
Cecilia (largo silencio; se ubica del lado de la puerta): Me siento muy mal de ser
la puerta y tengo palpitaciones.
Cecilia: Soy bastante miserable y no tengo ningún poder. (Se le quiebra la voz,
llora.) Pasan por aquí, entran y salen de mí cuando quieren. No tengo manera de
cerrarme o abrirme.
Marta: ¿Hay algo que tú puedas hacer? (Silencio.) Veamos, sé una hoja de la
puerta. Sé la hoja izquierda y habla con la otra hoja. Métete bien en la sensación de ser
la hoja. (Silencio. Cecilia se concentra hasta que siente que es la hoja.) Cuenta cómo te
sientes contigo misma.
Cecilia (largo silencio): Me gustaría soltarme de acá porque me molesta (se toca el
hombro izquierdo).
Cecilia: Sí. Acá también tengo (señala el tobillo), pero este lugar es peor (señala el
hombro).
Marta: ¿El resto de la hoja se mueve?
Cecilia: Sí. Se puede mover así (hace un movimiento hacia adelante y atrás con el
hombro derecho).
Marta: Muévete un poco, de modo que podamos saber cuán fija estás del otro
lado.
Cecilia: Sí
Cecilia: Me quiero soltar. Me duele aquí arriba. (El grupo se impacienta. Los
compañeros conversan entre ellos. Comento que Cecilia está muy atascada y le pido al
grupo que haga silencio. Ocurre un larguísimo silencio. Uno de los compañeros se
duerme).
Cecilia: Sí.
Marta: Díselo.
Cecilia (silencio muy largo; está triste): No quiero estar más ligada a ti. ¡Me tienes
cansada! (Tiene pena y rabia en la voz.)
Cecilia: Sí.
Cecilia: Mejor que nada eres, pero si yo tuviera una mejor puerta no te querría.
Como no tengo otra... (silencio). Bastante basurita eres, pero igual te puedes quedar. Yo
no te voy a soltar; te arreglas y te sueltas sola. Si te quieres ir, querida, te puedes ir. Yo
soy acá una reina.
Cecilia: Sí.
Cecilia (muy atascada; no sabe qué elegir, irse o quedarse. Se evade del tema y
del encuentro directo y comienza a murmurar sobre la habitación): Lo que pasa es que
la habitación es muy mentirosa.
Marta: Dile en qué te miente.
Cecilia: Tú eres muy mentirosa. Me dices que yo soy blanda y todo eso, y
después resulta que es mentira. ¡Yo me iría tan fácil así!
Cecilia: Lloras y lloras todo el día con tu boca de tragedia y le echas cemento al
mazacote.
Cecilia: Yo tampoco tengo poder acá. (No logra recuperar la sensación de poder
que tenía la habitación al comienzo del trabajo.)
Marta: Sí.
Marta: Muévete.
Cecilia: Me muevo (se mueve con todo su cuerpo como un solo bloque hacia
adelante y atrás, dejando los pies fijos).
Cecilia: Mejor. Este está bien (lo dice por el mazacote derecho). Este es el duro (se
toca el hombro izquierdo).
Cecilia (se mueve con balanceo de cuerpo entero. Se puede caer en cualquier
momento): Moviéndome los aflojo, al derecho lo tengo casi suelto.
Cecilia: Ves, ya me solté, esta vez voy por donde quiero. (Deja caer su cuerpo
confiada hacia adelante y atrás, con los pies fijos en el suelo.)
Al finalizar el trabajo, Cecilia dijo que se dio cuenta de que en el sueño apareció
representada la relación con su madre. La habitación es la madre. La puerta es ella.
La identidad grupal
Juntos, los pacientes comparten lo que son capaces de ser. Cada uno tiene
sensación de pertenencia. Los puntos de contacto con los otros generan el nosotros, la
identidad grupal.
Los aportes personales, al ser asimilados por el grupo, dan origen a los lazos
interpersonales y se genera el sí mismo grupal. Dentro de él, cada uno percibe su propia
inclusión. Entre todos logran, dentro del grupo y a fuerza de reacomodamientos, un
modelo no disociador para relacionarse, y entre todos forman símbolos y códigos
grupales.
Es necesario que cada uno sienta que su aporte hace la identidad grupal. Es en
ella donde se abonan los cambios de la identidad individual.
Como ya dijimos, el sistema vincular que cada persona trae al grupo contiene
códigos de comunicación propios. Dichos códigos, a su vez, ponen en funcionamiento
roles específicos que difieren de una persona a otra dado que se originan a partir de
vivencias diferentes.
En el grupo cada uno confronta sus roles con los roles de los otros participantes.
Cada uno se incorpora al grupo con su sistema vincular familiar donde tiene
roles fijos e intenta resolver las situaciones que se plantean según su esquema rígido,
mas en el grupo aprende un sistema vincular con roles dinámicos. Este nuevo sistema le
permite escoger en cada situación el rol adecuado para resolverla.
Capítulo IV
Para conocer la dinámica básica es necesario considerar al grupo como “un todo”
a lo largo del tiempo. Podría decirse que la dinámica básica contiene y expresa la
memoria colectiva del grupo más todas las cosas que el grupo va aportando para armar
la estructura sobre la que van a crecer. Por eso la llamamos el nido de los cambios. Se
manifiesta como el clima grupal resultante de la historia, memoria grupal, emociones y
contenidos que se expresan y de la manera de emitirlos.
En este momento del grupo, los pacientes suelen hablar en forma general y sin
dirigirse, directamente, a sus compañeros. Recortan lo que dicen, y seleccionan el
contenido de sus palabras. A veces expresan cosas muy distintas o pobres respecte de lo
que querían significar.
Los pacientes descubren cómo son ellos mismos, y cómo usan sus miedos,
ansiedades, angustias y juicios apriorísticos con el objetivo de no contactar. Cuando se
dan cuenta de esta situación, el cambio de conducta se hace posible.
Los pacientes se frustran entre sí de una manera que no los ayuda a crecer. No es
que descubran cosas negativas de sí mismos, sino que actúan negativamente. Los
buenos consejos y las sentencias impiden que se cree el espacio necesario, confiable y
continente para crecer. Los pacientes no acompañan a sus compañeros para que se den
cuenta de sus errores, sino que pretenden darles fórmulas que, en general, no son útiles.
Los pacientes se enojan entre sí y salen de sesión dolidos y sin hacer avances en
sus conflictos. Puede ocurrir que un paciente que haya quedado muy herido en una
sesión falte a la siguiente o exprese que quiere irse del grupo. A veces tendrá una excusa
lejana con la que pretenda distraer al grupo de la sospecha de que la sesión anterior
haya tenido algo que ver.
Si los pacientes rechazan las intervenciones del terapeuta para guiarlos fuera de
esa situación, éste puede sentirse paralizado, mortificado; en ocasiones llega a pensar
que el grupo se puede desintegrar en esa misma sesión. Generalmente, el grupo
responde aceptando propuestas y dejándose guiar para salir hacia otra atmósfera.
Cuando el grupo está receptivo, este momento condenador no angustia al coordinador
y resulta fácilmente manejable.
En general, en este período los pacientes tienen poca conciencia de que cambiar
depende de ellos. Ellos pretenden modificar el entorno para que deje de perjudicarlos;
para lograrlo adoptan la actitud de víctimas.
En este período del grupo hay un equilibrio útil de rasgos depresivos, obsesivos,
esquizoides e histéricos.
Los pacientes tienen un buen grado de autoestima, a la vez que respeto por el
prójimo. El compromiso de los pacientes con el trabajo es muy bueno; están atentos,
interesados y creativos; hay poca envidia y mucho compañerismo. Les resulta menos
difícil que en otros períodos meterse en honduras y dejar de lado las resistencias para
contactar con sus afectos y hablar acerca de lo que son y sienten. En este período no hay
fijeza de roles y los pacientes capitalizan los aportes del grupo para crecer.
Elaborativo
Expansivo
Intelectualizador
De condenación
Voraz-dependiente
De desorganización
Hay una infinita cantidad de matices entre uno y otro de los períodos aquí
descritos, y el pasaje entre ellos puede ser lento.
Una artista plástica tuvo desde su ingreso al grupo (ocho meses atrás) una
inclusión aparentemente periférica. La paciente no podía expresarse con palabras.
La movilización que provoca el psicótico facilita el hecho de que cada uno revise
etapas anteriores de su vida y experimente regresiones.
Se puede aprovechar este momento para hacer una buena lectura del sistema
vincular familiar, del rol que cada uno tiene y del rol que intenta lograr en el grupo.
Con el ingreso del paciente psicótico, el grupo pasa abruptamente del período en
que estaba a otro más regresivo
Capítulo V
DINAMICA DE SESION
Esta dinámica depende del aprovechamiento del período que atraviesa el grupo,
del material de sesión y del período que atraviesa cada paciente.
La terapeuta es espontánea para dar afecto y permite que los pacientes se den
afecto y protección entre ellos, aunque prohíbe que alguien se acerque a otro si una
actitud protectora en ese momento lo perjudica.
En ese sentido, a veces, al finalizar un trabajo individual pide al grupo que dé sus
impresiones acerca del trabajo realizado. En la mayoría, de los casos, estos comentarios
c interpretaciones son más útiles para el resto del grupo que para quien realizó el
trabajo.
La terapeuta actúa sobre la unidad grupal, desde sus decisiones sobre la manera
de abordar el material y desde las consignas de trabajo que da, en sesión, a cada
participante.
En estas sesiones los restantes ceden su tiempo al miembro del grupo que trabaja;
hacen así su aprendizaje de compañerismo y paciencia.
R es una mujer poco femenina, fría y distante con su pareja; no sabe cómo poner
calidez en su hogar, ni sabe acariciar a sus hijos. No se da cuenta de situaciones de celos,
envidia y rivalidad. Participa en discusiones entendiendo literalmente todo lo que pasa
y enganchándose con los argumentos que se tratan.
S es un señor que no dialoga, sino que hace largos monólogos con una verborrea
en la que juega con las palabras y no concreta nunca. R y S tienen, por el momento,
escaso interés en modificarse. No entienden lo que les pasa a ellos ni al grupo y no
encuentran la manera de hacer un cambio.
Si alguno de los dos relata algo, la terapeuta pide al grupo que cada uno le diga
lo que sintió mientras lo escuchaba. Tanto para R como para S, el grupo será por un
tiempo el lugar donde puedan aprender de los otros y tomar más que dar. Harán muy
pocos trabajos individuales desde el rol protagónico, pero intervendrán en los trabajos
de los otros aportando sus afectos. Con esto, cumplen una función útil para el grupo, al
tiempo que conocen más acerca de sus sentimientos.
Puede ocurrir que T, que usa sistemáticamente cada relato de un compañero para
contar algo propio, intente quedarse con el rol protagónico, aprovechando que tiene que
expresar sus sentimientos. La terapeuta le pide que trate de abstraerse de sí, para
compenetrarse en lo que le pasa al ocre.
Supongamos ahora que W cuenta que tiene que tomar una decisión sobre una
situación para la que tiene varias opciones. W es una persona que se entrega a sus
sensaciones y, mezclando razón e intuición, resuelve. La terapeuta le propone un simple
diálogo de opuestos entre él y un símbolo del material que trae a sesión. La terapeuta
aprovecha la situación para ayudar a R, S y T, pidiéndoles que participen en forma
activa. Ellos deben representar roles que W necesita, o simplemente expresar
sentimientos. De esta manera, R, S y T no pueden evadirse de tomar conciencia de sus
afectos, deben hacer una síntesis de lo que está pasando y realizar aportes útiles a W.
Relato de una sesión de trabajo grupal, usando como eje un elemento unificador
y sintetizador del material de sesión
No figuran aquí todos los trabajos de esta sesión. Solamente aparecen los que
anoté durante su transcurso, por algún motivo relacionados con el proceso terapéutico.
Sueño de Lisa
Estamos en nuestro auto, Juancho y yo. Íbamos por la calle que corre detrás de la
casa de mis padres. Juancho manejaba y yo estaba sentada a su lado. El iba despacio. Un
auto que venía detrás nuestro nos apuraba con la bocina, que tocaba en forma
repetitiva. Juancho, en lugar de apurarse o dejarlo pasar, se impacientaba y hacía gestos
de enojo a los señores de atrás. Al darme vuelta, yo vi que en ese coche venían varios
policías y me puse muy nerviosa por lo que hacía Juancho. Seguíamos andando y el
sonido de la bocina se fue transformando en el ladrido de un perro. El perro estaba en
una casa, donde aparecía un hombre en la puerta con un plato de empanadas. El nos
invitaba a entrar. Yo no me-decidía porque no lo conocía, pero Juancho bajó y se sirvió
empanadas.
La gitana que había tenido el nene en— brazos se acercaba y me decía: ¡Vas a
darme tu chico!
Yo quería huir. Apretaba a mi hijo en mis brazos. Yo quería salir pero no podía
porque los gitanos habían hecho un cerco alrededor. También tenían a mi mamá sin
dejar que se moviera. Desde adentro llegaban ruidos, golpes y quejidos. Yo estaba muy
angustiada porque sabía que le estaban pegando a Juancho. Me desperté y escuché el
ladrido del perro con el que había comenzado el sueño, en el mismo tono. E1 ladrido
provenía de una casa vecina a la nuestra.
Comentario del sueño de Lisa. Conflicto de integración de aspectos masculinos y
femeninos
Lisa cree que pensar como los hombres la habilita para competir con ellos.
El sueño termina con los gitanos cercando a ella y a su madre (rol maternal) y
castigando a Juancho.
En la vida real, al nacer el primer hijo de la pareja, Juancho, usando los mismos
métodos que en el sueño, se deja estafar y se pelea con sus compañeros quedándose sin
trabajo. Se refugia entonces en la casa, dedicándose a dar mamaderas y cambiar
pañales. Ella renuncia a su rol de madre y le da el lugar a él, por su necesidad de que
alguien complete su femineidad. Como el marido atiende al bebé, Lisa sale a trabajar.
Ella entra rápidamente en un cuadro depresivo que desaparece cuando vuelve a ocupar
su rol de mujer y madre.
Al darse cuenta de que tiene un hijo varón, ella siente que repara su deuda con el
padre. Esto la ayuda a permitirse ser mujer.
En la misma sesión, Federico toma el tema central que trae Lisa y revisa sus
conflictos de identidad sexual apoyándose en sus recuerdos.
Federico: Estuve en Entre Ríos. Lo que más me gustó de este viaje fue ver a mi
sobrino, el hijo de mi hermana, que tiene un año. Me encanta estar con él, jugar con él,
darle de comer y pasearlo. Me divierto y nos divertimos. Me llama tiíto. Estoy
asombrado de todo lo que habla en su media lengua. Tengo miedo de que le pase algo a
mi sobrino, un accidente, un mal golpe, una caída. Me asusta mucho la escalera de la
casa de mis padres. El sábado, cuando se despertó de dormir la siesta, lo fui a buscar a
la habitación. Yo bajaba la escalera con él en brazos con gran miedo de caerme, de que
se lastimase, de que se muera. Bajé lentamente, tomándome del pasamanos de la
escalera. (En su próxima intervención en el grupo Federico reflexiona sobre el hecho de
que su hermana puede tener hijos y él no. Yo estoy sentada a su lado y le pregunto qué
quiere decir con eso. Le pregunto si le preocupa que no pueda ser papá, o que no pueda
tener un hijo dentro de la panza.) Quiero tener un hijo dentro de mi panza. Otras veces
me he dado cuenta de eso. Recuerdo que en una clase de gimnasia yo estaba tirado en el
piso, boca arriba y con las piernas flexionadas. En un momento dado y al compás de
una melodía muy suave, casi una canción de cuna, empecé a responder a la consigna de
trabajo que era hacer anteversión y retroversión de pelvis. Después de un rato me sentí
obligado a interrumpir el ejercicio. Fue cuando me di cuenta de que estaba en posición y
haciendo movimientos como para parir (llora). Me siento triste porque no puedo tener
un hijo en mi panza.
Federico: Soy una gitana grande y fuerte, una gitana española del pueblo de
Almería. Un pueblo pintado a la cal. Vivo en un cortijo. Me siento en este momento
realmente una gitana española. (Piensa un rato.) Mi abuela Esperanza era española, de
la provincia de Almería. Mi abuela me eligió el nombre, me llamo como mi abuelo. Mi
abuelo murió varios años antes de mi nacimiento. Soy el primer nieto de mi abuela.
Cuando yo nací, mis padres no sabían qué nombre ponerme. Mi madre enfermó de
reuma en los brazos inmediatamente después que yo nací, y no me podía alzar ni tener
en brazos. Pasó un año en la cama. Todo el primer año de mi vida me cuidó mi abuela.
De chico siempre estaba más en la casa de ella que en la de mis padres y me gustaba
quedarme a dormir.
Marta: Elige una compañera que haga de tu mamá embarazada y otra que haga
de tu abuela. (Hay un diálogo entre estas dos compañeras.) La compañera que hace de
abuela convence a la otra de que ella no va a saber cuidar al bebé. Le dice que no va a
saber elegir la ropa para él, tejer, ni va a saber darle de comer, y le cuenta a la otra lo
bien que ella hizo todas esas cosas cuando era joven. En un momento dado, la
compañera que hace de mamá siente la necesidad de entregar su hijo a la que hace de
abuela. Se siente impotente e incapaz de criarlo. Pido a estas dos compañeras que
repitan la escena con una variante. Ahora una hace de mamá de Federico y la otra
representa el rol de la hermana de Federico embarazada. (Se repite el diálogo).
A los tres años, en búsqueda de una figura masculina, comienza sus primeras
prácticas homosexuales compulsivas y pasivas. Estas prácticas le permiten poseer penes
y ser acariciado por varones. Al ser penetrado fantasea que su pene crece.
Pablo: El coche con la mesa patas para arriba. Yo lo veo solamente como una
mesa y cuatro tarritos de lata por ruedas.
Pablo: Sí. (Se coloca en el centro de la habitación.) Soy una mesa patas para
arriba. Tengo rueditas de latas de conserva. Las rueditas están debajo mío, agarradas
por medio de un alambre o cañito. No hay motor, puertas, bocina ni nada. Soy sólo
mesa, rueditas y lo que mantiene a las rueditas. Soy un coche de esos que hacen los
chicos (visiblemente confuso). Me voy cuesta abajo. Nadie maneja. Me quedo siglos así.
En el fondo yo quiero manejar el carrito. Me siento angustiado de no poder manejarlo.
Pablo (se acuesta con los pies y brazos en el aire): Yo no sé por qué estoy acá
patas para arriba. ¿Quién las puso a ustedes? ¿Por qué no hay nadie que maneje? Son
rueditas débiles pero manejan. (Bosteza.)
Pablo: Estoy bastante destartalada. Estoy débil de tanto andar. Me machaco pero
yo por lo menos ando, no como a ti que te tengo que llevar a cuestas con todo ese peso
tuyo. Cuando yo me detenga, te quedarás eternamente patas para arriba (hace arcadas
hasta que finalmente vomita).
Pablo: Que la mesa está en estado de abandono, acomodada, para que la lleven
siempre (está con los brazos y las piernas en el aire y apoyado con la espalda en el piso).
Pablo: Como que está para que siempre le hagan el amor. Necesita que
descarguen la fuerza sobre la columna. (Voz despreciativa.) Tan contemplativa. Siempre
sin hacer nada, sin acción, dejando que la lleven y mirando siempre para arriba.
Marta: Habla con las reeditas.
Pablo: Ustedes me llevan, son las que trabajan en realidad. Yo no trabajo nada,
hago como que trabajo. Contemplo lo que pasa alrededor. Hago que estudio, pero en
realidad no hago nada. Yo me quedo acá tranquila. Yo no hago nada, contemplo. Me
quedo hasta que me muera, me llegue mi hora y listo.
Pablo: Piensan igual. ¡Ah! (suspira). Al final la mesa es igual que nosotras las
ruedas, no podemos determinar nada.
Marta: Sé la mesa.
Pablo (se pone patas para abajo): Así tampoco me gusta. (Se arrodilla.) Estoy
sentado sobre dos patas y el canto de ese lado.
Pablo: Estar activo, ver a los demás. Estar contemplativo pero no abandonado.
Estar abierto. Creo que me tendría que parar.
Marta: ¿Qué hiciste?
Pablo (de pie con los brazos caídos): Paré las dos patas de abaje y las clavé arriba
en la madera y dejé sueltas las patas de arriba.
Nicolás: Me imaginé un Mercedes Benz sport rojo, que está en una quinta con
mucho sol. El auto tiene muy lindas líneas y su techo tiene una forma un poquito
hundida. Por dentro tiene poco lugar. Las dos personas que van sentadas adelante van
bien, los otros no. También, imaginé un Citroën color crema sin la lona del techo, muy
destartalado y viejo. Este auto está en una calle de barrio, abandonado. Hay muchos
Citróen que los abandonan en las calles como ése que me imaginé.
Nicolás: Soy un Mercedes Benz sport. Mi chapa es dura y resistente. Soy fuerte.
Mis gomas son fuertes, negras y tienen en el centro una cosa plateada. Mi techo es
original, lindo, chatito. El volante es lindo y la palanca de cambio está en el piso. Los
asientos de adelante son más cómodos que los de atrás. Estoy en un jardín y hay sol. Es
una casa muy linda. Tengo un motor muy potente. Voy a gran velocidad. A veces
parezco un avión de tanta fuerza que tengo. No soy grande, soy medio chico pero veloz.
Soy mejor que los otros Mercedes Benz que no son sport. No soy tan armatoste como
ésos donde van todos los viejos burgueses. Tengo el motor, la chapa y consistencia de
los Mercedes grandes pero la agilidad mía.
Nicolás: Me llama la atención de ti, Citróen. que no tienes la lona. Tienes el techo
abierto y te entra el sol. Yo tengo una estructura más sólida. Tú no tienes chasis, tienes
una mesa dada vuelta, puertas endebles. Estás abandonado y caído. No sé qué es eso de
tener esa mesa como chasis. ¿Qué estará significando esa mesa como chasis?
Nicolás (acostado boca arriba): Soy una mesa, pero estoy en un lugar que no
corresponde. Yo estoy para ser usada al revés y en una casa. No es éste mi lugar...
Tengo miedo, Citróen, porque si llegas a agarrar un pozo, me parto en dos. Voy a dejar
no solo de cumplir esta función, sino de ser mesa.
Nicolás: Yo envidio de ti que eres muy lindo por fuera y funcionas muy bien. En
cambio, yo soy bueno por dentro pero por fuera me dejo estar y por eso después
empiezo a funcionar mal por dentro. Ayúdame, Mercedes, necesito estabilizarme un
poco. Me hace mal tener una mesa en el chasis y estar expuesto. (Cambia de lugar y es
el Mercedes.) Estoy muy tranquilo. No me tengo que preocupar por nada. Tengo el
tanque lleno y aceite. Estoy lubricado. ¡Qué bien! No tengo que preocuparme de nada.
No puedes ser como yo. Tienes que ir a lo de un chapista. Tienes que poner la lona y
sacar la mesa que es absurda. Tienes que pedir ayuda y funcionar mejor. (Nótese cómo
es el Mercedes el que le dice lo que tiene que hacer. El Citróen prefiere ser pasivo.)
Marta: Sé el chasis.
Nicolás: Soy metalizado, con estructura sólida y fuerte. Estoy bien engrasado y
lubricado. Soy aguantador y resisto los pozos.
Nicolás (voz más gruesa): Estoy entero. Todo me funciona en orden. Mi voz es
más segura, más gruesa y varonil. No te envidio. Lo que me pasa contigo es que yo soy
como soy y nunca voy a poder ser como tú.
Algo más sobre dinámica grupal
Con el fin de facilitar la comprensión de los roles que asumen los pacientes
dentro del grupo terapéutico, comparemos la dinámica grupal con la dinámica familiar.
Ejemplo
Tenemos una familia tipo constituida por los padres y un hijo A de dos años. La
familia está pasando por un periodo expansivo, donde todos disfrutan de su relación
con los otros. Los padres apoyan el crecimiento del hijo y festejan sus progresos
motores, cognitivos y sociales. El hijo toma un contacto cada vez más seguro con el
mundo y tiene clara su posición en el vínculo con los padres.
Un día los padres deciden tener otro hijo, B; con su nacimiento se transforman en
una familia con otro clima interno, otra dinámica básica. Hay un cambio, más o menos
repentino, de roles, con pérdida de identidad de los padres y del hijo mayor; dejan de
ser padres de hijo único e hijo único. Tienen inseguridad ante la nueva identidad de
padres de dos hijos y de hijo mayor y hermano.
Podemos decir que la familia pasa por un período que tiene características
similares con los períodos de desorganización y voraz-dependiente del grupo
terapéutico. Tanto en el grupo terapéutico como en el grupo familiar, estos períodos son
de gran inseguridad, cuestionamiento de la identidad, ambivalencia, egocentrismo,
competencia dependiente y regresiva. El grupo familiar reacciona con ansiedad y temor
ante la novedosa experiencia de la inclusión de un nuevo miembro; lo mismo ocurre en
el grupo terapéutico que atraviesa un período de desorganización. :
Por momentos, también la familia tiene características del grupo terapéutico que
atraviesa un período de condenación. Los miembros de la familia están inseguros de
tener el afecto de los otros. Los padres perciben que A está enojado con ellos y con B. A
su vez, A cree que ya no lo quieren más o que no lo quieren lo suficiente. Los padres se
plantean el mismo objetivo que el terapeuta con el grupo que atraviesa un período de
condenación. Los padres intentan canalizar la violencia del hijo mayor y, al mismo
tiempo, tratan de no descuidarlo y de estimularlo para que siga con sus progresos.
Los símbolos están cargados de significados del mundo interno. Una de las
maneras de encarar la exploración y modificación de estos significados es a través de su
exploración y consecuente modificación.
Desde la terapeuta, varios elementos son fundamentales para que el trabajo sea
efectivo: el lenguaje, las directivas, el tono de voz y acompañamiento emocional al
paciente que está trabajando. Con estos elementos la terapeuta puede ayudar al
paciente a contactar con sus símbolos, sentimientos y pensamientos que lo llevan al
procesamiento que finaliza en el insight. Una apresurada interpretación por parte de la
terapeuta puede impedir al paciente un buen contacto con su problemática. Esta
propuesta implica que el paciente debe entregarse a ser sus símbolos y hacer el diálogo
entre los distintos personajes que imagina ser. La terapeuta complementa esta
propuesta con la directiva que da al paciente de permanecer centrado en sí mismo, con
los ojos cerrados y registrando las sensaciones provenientes del cuerpo.
Se hace necesario relatar otro caso donde fue necesario tener en cuenta el
momento existencial del paciente. Este paciente comienza a trabajar un sueño, en el cual
se ve en una habitación con tres nichos: el del padre, el de su hermano y el suyo. En la
realidad el único muerto era su padre; de su hermano, él decía que era como si lo
estuviera, porque era alcohólico y había fracasado en la vida.
Durante el trabajo, el paciente hace una detallada descripción de los féretros. Las
bases sobre las que se apoyan están unidas entre sí por mármol entrelazado, etc. El
paciente mira a su padre muerto en el cajón que le corresponde, luego a su hermano, y
finalmente se acerca a su propio cajón. Para él había escogido el centro de la habitación.
Se mete dentro y dice tener una fuerte opresión en el pecho, que se prolonga al brazo
izquierdo y toma los dedos anular y meñique. Los labios se le tornan cianóticos, la piel
terrosa y tiene una profusa sudoración. El paciente presentaba un cuadro de angina de
pecho. No creí oportuno seguir trabajando con esos síntomas. Le pedí que se
concentrara en la respiración y aumentara su relajación hasta salir de tal situación. Así
lo hizo. Con esta maniobra interrumpí —en forma intencional— el trabajo. El paciente
comentó, posteriormente, que deseaba morir rodeado del grupo
Sin embargo, a otros pacientes que presentan un cuadro de angina de pecho les
propongo que se entreguen a ser la opresión. Desde la opresión, cada uno dialoga
consigo mismo y se abandona a la sensación de muerte sin controlarla. Los acompaño
mientras están en esa sensación hasta que salen hacia una explosión de alegría, pena,
etc.
Es muy importante tener en cuenta la situación existencial en la que está inmerso
el paciente para decidir el curso posterior de lo que se está haciendo.
O bien mi madre está en mi casa, yo no puedo echarla y digo: ¿Qué está haciendo
mi madre aquí si ella tiene su casa? En cualquiera de las situaciones mencionadas me
siento absolutamente encerrada y además pienso: ¡Pero qué ridículo si cada una tiene su
casa! Este sueño me cansa.
Juana: No dialogamos. Mi madre está como presencia, yo pienso y siento pero sin
hablar. Lo tengo muy pensado y está dibujada la situación... Mamá está en algún lugar
de la casa, caminando.
Juana: Tú estás. Yo te veo. Estás caminando de un lado para otro. Yo pienso: ¿Por
qué demonios estás aquí? Tú sabes que no tenemos nada que ver y no estamos de
acuerdo en un montón de cosas. Vamos a discutir. Nos vamos a enfrentar.
Juana: ¿Sabes qué pienso cuando estamos aquí? Para qué insistir en estar
conmigo si sabes que vamos a discutir. Yo no soy la hija que tú querías tener. Cuando tú
estás acá, yo me siento encerrada. Tú me prohíbes hacer todo. Yo no puedo hacer nada.
Me estás mirando y me estás despreciando.
Juana (mirando a Marta): Algo debe pasar porque en este momento en que te lo
digo...
Juana: Mamá, algo me pasa porque en este momento en que te hablo siento por ti
una infinita ternura. Quisiera que fueras una bebita chiquita y cuidarte. No quiero
dejarte entre algodones como te dejaron. Creo que esto debe de haber sido horrible para
ti. No tengo la culpa de eso. ¿Sabes qué quisiera, mamá? Quisiera que tú fueras mi hija,
poder tenerte en casa y darte todo el amor que no tuviste. El problema es que aún
ahora, cuando yo te quiero dar amor, tú me rechazas, no sabes qué hacer con él. Yo
estoy pegada a ti como una estampilla, pegada por todo el amor que no me diste. Estoy
pegada por todas las cosas que se quisieron decir y no se dijeron y que ahora te las estoy
diciendo. Creo que lo que me une a ti es el amor que no me diste.
Marta: Ahora, sé tu mamá, tal cual la estás viendo y contéstale a Juana. Métete
bien en la sensación de ser ella. (Gran silencio, Juana se concentra.) En la cara no se te
nota todavía que seas ella... (ya está en el personaje). Dile qué sientes por ella.
Juana: ¡Te quiero matar, hija! Papá y mamá te querían más que a mí y a mí me
daba rabia. A mí nadie me quiso en mi casa. Yo nací y me tiraron entre algodones. Sé
que mamá hubiera preferido que yo me muriera porque ya estaba harta de tener hijos.
Yo quiero matarte, hija. Quiero retorcerte pero, además, tú eres mi hija y eres mi nena.
Quiero que tú seas todo lo que yo quiero que seas. ¡Yo tengo ganas de retorcerte el
cogote!
Marta: A ella dile que, ahora, es una mujer (nuevamente le propongo que un
comentario hecho a mí lo revierta a su interlocutora).
Juana: Ahora eres una mujer. Pienso en todo lo que hiciste y me parece que no es
posible (voz reflexiva).
Marta: Somos muchos aquí para contenerte. Conéctate con la voz de tu mamá y
con la sensación de tener su pelo, su cuerpo y sus movimientos.
Juana: Es una voz así (hace una voz aflautada). Nenita, ven, ven que te pongo los
ruleros, así el abuelito te lleva a pasear (hace movimientos con las manos como
colocando ruleros). ¡Ahí está! ¡Qué linda está la nenita! Ahora se va a dormir con los
ruleritos puestos. ¡Ah! ¡Qué linda está la nenita! Se levantó la nenita. ¡Qué contento se
va a poner el abuelito cuando la vea! Le vamos a poner un lindo vestidito. (Grita el
nombre de la empleada de la casa.) Anita, trae el vestidito de Juana. Qué linda está
Juana (me pone un vestidito todo roto). Papá, que suerte que viniste, porque la nena
está lista para el paseo. ¿Le trajiste la manzana? ¡Qué suerte! Chau.
Juana: Quizá yo estoy tan pegada a ti por la búsqueda desesperada que tuve
durante toda mi vida, búsqueda de ti.
Juana (llora): Mamá, te estoy buscando. Estoy buscando la parte tuya que yo sé
que tiene que existir en algún lugar donde tú quieres ser verdadera.
Juana: Quiero que me quieras y quiero que me aceptes como soy. Además, creo
que lo más importante en este momento es que estoy buscando...
Marta: Muy bien, en ti, tienes ahora clara la fantasía de que ella lo tiene.
Juana: En mí tengo clara la fantasía de que yo debía ser esa parte que mi madre
no se atrevía a ser, o sea...
Juana (con voz aflautada): Lo que pasa es que yo nunca supe, nunca supe quién
soy, nena.
Marta: Repite.
Juana (llorando): Nunca supe quién era, nunca supe quién era, porque en casa
era todo un “pasticho”, donde nadie sabía qué era nada. Yo nunca supe quién era. Creí
que tú eras mi nena y que ibas a ser como yo quería que fueras, como yo quería ser. Tú
fuiste otra cosa. Tú te fuiste, nena, y me dejaste sola. Yo ya me había quedado muy sola
en este mundo. Tú te fuiste y me dejaste más sola todavía (llora).
Juana: Te quiero y te odio, porque no eres la nena que yo quería que fueras, pero
además te admiro.
Juana: Mira, mamá, yo creo que, ahora, me di cuenta de que lo que me tenía
unida a ti es todo ese amor y ese odio. Voy a poder ser todo eso que soy por mí misma.
Tengo que aceptar de una buena vez que tú eres tú y que yo no tengo derecho a exigirte
que seas lo que no eres y a pedirte cosas. A ti no te da el cuero. Si tú hubieras sido mi
hija, hubieras sido como mi hijo y yo te hubiera podido amar como lo amo a él.
Juana: Yo a ti no te quiero. Me das mucha pena y piense que esa pena no tendría
que ser.
Marta: Dile que le perdonas que no sea la mamá que tú quieres que sea. Díselo
mirándola a los ojos.
Juana: Cuando tú me dabas amor delante de los chicos para demostrarles que yo
era tu hija y ellos no.
Juana: Eres una hija de remilputas, pero yo te imagino chiquitita tirada entre
algodones.
Marta: No, no, ahora estás enojada. No te escapes. (Para provocarla, represento la
voz de la madre.) Hija desagradecida, yo te quiero a ti porque eres mi nena.
Juana: ¡Hija de remilputas! Tú me tuviste a mí porque te creías que yo era la
muñequita que no tuviste de chica. Resulta que cuando no fui la muñequita, hija de
remilputas, y te hice el corte de mangas, tenías ganas de retorcerme el cogote.
Marta (con voz aflautada): Después de todo lo que te cuidé, mira cómo me
traicionas. Nadie se queda al lado mío, tú tampoco. ¡Después de que te cuidé tanto! Te
cuidé más que a esos chicos. Te cuidé porque te quería.
Marta: Por eso yo no quise hacer la misma cosa contigo y aquí te tengo
agarrándome. No me quieres dejar ir porque yo te cuidé. (Le coloco un almohadón
sobre la cara. La golpeo con el mismo. Ella intenta acariciar su rostro con el almohadón,
pese a los golpes.) Tú no te quieres liberar de mí. No entiendo de qué te quejas.
(Continúo hablando con la voz aflautada. Juana se pone de pie y permanece con los ojos
cerrados. Yo me cuelgo sobre su espalda con mis pies en el aire y con el almohadón le
tapo la cara.)
En el transcurso del trabajo gestáltico, el paciente se entrega cada vez con mayor
soltura a la sensación de ser sus símbolos; de esta manera permite al inconsciente
emerger y manifestarse.
Con las pesadillas repetitivas ocurre que si son trabajadas con técnica gestáltica y
el trabajo es resolutivo, se producen cambios en los símbolos y las pesadillas no vuelven
a repetirse.
Mariana: Soy una de las copas que están arriba, una de las que siento más (se
sienta con las manos hacia adelante en círculo y las piernas también). Como la parte
superior de la copa, soy una copa de cristal grueso de color oscuro, rojo oscuro granate.
Alrededor del cristal hay una cubierta de metal dorado. Es oro trabajado. Soy una copa
fuerte, bastante grande y muy linda.
Mariana: Estoy en un palacio muy antiguo, con paredes de piedra gruesa, de ésos
que tienen una mesa grande en forma de U. Al principio me parecía que era una fiesta,
pero no, soy una copa que se usa en el palacio.
Marta: ¿Eres una copa común o eres una copa de lujo?
Mariana: Sí, de lujo totalmente, donde toman los caballeros de palacio. Toman
vino rojo, vino tinto.
Mariana (arrodillada): Tengo una especie de capa de color marrón, como una tela
que cuelga en la espalda. Tengo barba, estoy sucio, soy un viejo mendigo. Estoy
juntando basura, revisando basura. Algunas cosas, papeles, los pongo en mi bolsa.
Tengo una bolsa que me cuelga del hombro izquierdo.
Mariana: No la veo porque estoy mirando para abajo, hacia la tierra, la tengo
apoyada en la espalda. No sé si está pegada o atornillada. La siento agarrada en el
centro de la espalda.
Marta: Sé la parte de arriba de la copa y con los ojos cerrados, métete bien en esa
sensación.
Mariana: Siendo la parte de arriba de la copa me siento como una princesa muy
brillante. Estoy sentada en forma de copa, con ropa muy clara como de gasa blanca y
luces en el pelo.
Brillo mucho. (Está sentada en posición de Buda y con los brazos hace un
círculo.) No me importa lo que dice el mendigo, porque yo soy muy hermosa y soy la
parte de la copa que se ve. Me mira pues soy la parte de arriba y soy muy linda. .?
Mariana: Yo te puedo ayudar a que bajes sin romperte, así te sientas enfrente
mío, charlamos y te puedo ver.
Mariana: A mí, me parece que este tipo me está engañando. El quiere que yo baje
y me siente ahí abajo, en el suelo, frente a él. Si bajo y no tengo pie no voy a ser una
copa, sino una palangana de plástico celeste y usada. De ninguna manera voy a bajar.
Marta: Pero fíjate que te hizo otra proposición que es bien interesante...
Mariana: La otra cosa que me propuso es que me diera vuelta para abajo y lo
vistiera; pero así parecería que yo estoy para servirlo a él y no él para sostenerme a mí.
No me voy a dar vuelta,¹ pero me parece divertido, me parece que me propone un
juego. Cuando sentía lo del juego, era algo que me tentaba. Sentía que por ahí la cosa
iba a ir bien.
Mariana: No, me siento más fuerte y más joven, me dan ganas de moverme.
Rafael: El sueño comienza con que llego a una armería y le pido al armero una
pistola marca Luger. Sin siquiera fijarme si está cargada, le apunto a la frente y le
disparo en plena frente. Me queda entonces muy viva la imagen del impacto en la frente
del hombre. Inmediatamente me voy. En la siguiente escena, me encuentro en un tren
donde veo a mis padres. Les explico lo sucedido y comenzamos a caminar por el pasillo.
De repente, en una estación, sin que mis padres ni nadie se diera cuenta, salgo por la
ventana y comienzo a correr.
Rafael: Veo por unos segundos que la cara del armero es la de mi padre. No sé si
traté de borrarla o no, la cuestión es que apareció otra imagen. La armería tiene en el
fondo una vitrina llena de armas de todo tipo y calibre, un-mostrador de madera con
una tapa de vidrio, que permite ver armas en exposición, sobre un terciopelo color
bordó. El techo y las paredes están recubiertos con madera. Hay mucha madera por
todos lados. Veo al armero. Ahora veo a mi papá como armero. En el sueño era
diferente: eran dos en realidad.
Rafael: Ustedes son dos en realidad. El otro es más grande que mi papá, es más
alto, más ancho de hombros, pelado, con cabello blanco alrededor de la pelada.
Rafael (de pie): Yo vengo a comprar un arma, lo veo dudando de dármela, como
si desconfiara de que la quiero para cazar.
Marta: Sé el armero.
Rafael: Soy alto, seguro, desconfío de usted. Rafael, pienso que no la quiere para
cazar. ¿Para qué la quiere?
Rafael: Me siento duro cuando soy yo. No tengo por qué darle explicaciones. Yo,
simplemente, vengo a comprar un arma y usted me la tiene que vender... Lo veo
vacilante, desconfiado, como si creyera saber que voy a matar a alguien.
Marta: Sé el mostrador.
Rafael (se acuesta boca abajo, apoya su cabeza sobre ambas manos
cómodamente): Soy una vitrina llena de armas de distintos calibres y épocas. Están
dentro de mí pero no son mías, el armero me las pone y saca cuando quiere. En realidad
son de él. Las armas y yo somos de él, porque él me trajo aquí, me diseñó, me puso en
este lugar. Yo soy de él, al igual que las armas. Si no fuera por él, no estaría en este
lugar. No tendría vida..Las armas están en mí, no sé... no tengo claro si en el pecho o en
la espalda.
Marta: Sé el armero. ¿En qué parte del mostrador ves las armas?
Rafael: Si te dieras vuelta yo también creo que sería peligroso para mí, pero yo no
puedo hacer nada para ayudarte.
Rafael: Hijo de puta. Yo no puedo hacer nada, pero me gustaría que me tuvieras
miedo.
Marta: Sé el armero.
Rafael: Si quiero te saco las armas y te dejo igual que cuando viniste al mundo.
Soy tu dueño. Cada arma te la di yo, te la puse yo y me pertenece. Las saco cuando
quiero porque son mías.
Rafael: Bueno, me puedo poner boca arriba. Así estoy más cómodo, y te veo a ti,
armero, mirarme con miedo, pero yo no me siento temible. Sé que para ti y Rafael yo
soy temible, pero yo no lo alcanzo a sentir.
Marta: Sé el armero.
Rafael: Te tengo miedo. Prefiero que estés de espaldas a mí, me das más
seguridad.
Marta: Sé el mostrador.
Rafael: Yo oigo lo que dices, pero no alcanzo a sentir que sea temible.
Marta: Sé Rafael.
Rafael: Soy más chico. Tengo catorce años. Te veo como un mostrador temible,
poderoso, peligroso y siento miedo.
Marta: Sé el mostrador.
Rafael: Me doy cuenta de que ustedes sienten eso pero yo no siento nada; incluso
mucha gente me dice que soy temible, pero yo no lo alcanzo a sentir.
El padre siempre le decía cuando era chico: “Todo lo que tienes me lo debes a
mí...” Rafael sigue cumpliendo su mandato.
En este párrafo, Rafael cuenta que no quiere hacer nada. Prefiere la situación de
sometimiento e impotencia, que le resulta menos riesgosa, que enfrentarse con su
inseguridad y falta de identidad. El no puede conectarse con su fuerza y,
habitualmente, se empeña en depositarla en otras personas, impidiéndose así tener una
potencia propia que lo discrimine de su padre.
En los trabajos gestálticos, cuando los pacientes se conectan con una sensación de
fuerza desde un rol dado, al cambiar de rol, generalmente la sensación de fuerza se
mantiene y el segundo rol cambia sus características.
Durante los trabajos gestálticos hay una participación simultánea de las partes
consciente e inconsciente de la mente. Pero la participación de la parte consciente va
decreciendo, al tiempo que el inconsciente se expresa progresivamente, pudiendo
llegará manifestarse en forma totalmente autónoma.
Muchas veces los pacientes sostienen que ellos no determinan lo que les pasa;
que las cosas simplemente les ocurren, mas en realidad, en la gran mayoría de los casos
ellos provocan activamente su circunstancia. Es importante que tomen conciencia de
ello. También es importante que se den cuenta de lo que estaban sintiendo y pensando
antes de provocar la situación y del momento en que la generan.
De adulta, sus parejas son personas con las cuales logra, durante mayor tiempo,
situaciones que la reencuentran con sus símbolos infantiles.
Natalia prefiere pensar que su pareja es una mala persona y no que su elección es
inadecuada.
Ella niega el paso del tiempo, su edad, su realidad de mujer sola y separada de
cincuenta años, para reactualizar su mecanismo tóxico autoagresivo.
Natalia llega al grupo y cuenta que está muy descontenta consigo misma. Le
propongo que tome almohadones que simbolicen las cosas con las que está descontenta.
Comienza a hacerlo, toma cuatro almohadones y los coloca uno encima de otro.
Natalia: Envidio a todos los que tienen una pareja y pueden dialogar con ella.
Este otro almohadón es mi rabia.
Marta: Ahora transforma cada uno de estos símbolos que pusiste delante de ti en
sensaciones de tu cuerpo.
Natalia: Bueno, la inseguridad es así (de pie, encorva los hombros y cruza los
brazos delante de su estómago). Las otras cosas las siento como una bola en toda esta
zona (señala pecho y garganta).
Natalia: Rabia... estoy rabiosa con Pedro porque anoche no vino a casa. El es muy
indiferente. Estoy harta de esta situación, de que siempre esté cansado y no quiera tener
relaciones sexuales. Nunca tiene ganas. Estoy harta de decirle: “Así no podemos
seguir”. El siempre responde lo mismo: “Yo soy como soy, me tomas o me dejas”. El
otro día le dije: “Necesito hablar contigo, vamos a un café”. Me contestó que no tenía
dinero para pagar el café, que fuéramos a casa. Además me dijo que tenía miedo que yo
le hiciera un escándalo. Yo le dije que en un café tenía más garantías que en mi casa de
que no lo iba a hacer. Igual no quiso y fuimos a casa.
Marta: Cuenta un poco más cómo te sentías anoche.
Natalia: Las pocas cosas que tiene. En realidad no es una valija sino el bolso con
el que vino cuando se instaló en casa.
Natalia: Una camisa color marrón claro bien dobladita, bien planchada, vieja. Es
una camisa sport, tipo militar. Se ve gastada por el uso pero es linda igual.
Natalia: Eres linda, muy usada, muy cuidada. Pedro te lava, te tiende en la
terraza y te plancha. Me das rabia, se/ocupa más de ti que de mí. A veces no hace falta y
te lava igual. A mí, ni me toca.
Marta: Sé Natalia.
Natalia: Sí, tengo que aprender a esperar. Tengo que ingeniármelas para no sentir
necesidades. Pedro me dice que lo tengo harto con mis quejas, que le dé tiempo. El otro
día me dijo que le dé dinero para poner un boliche bailable, para gente de quince a
veinte años. Yo le dije rotundamente que no... Le dije: “¿Quieres que cave mi propia
fosa?’’ Soy celosa. “¿Quieres estar en un lugar con mujeres más jóvenes que yo, de tu
edad, y que yo misma te lo instale? ¡Es el colmo!” Pero me siento culpable. Yo no sé por
qué Pedro me transforma en la mala de la película.
Natalia: Alivio.
Sofía: Estamos mi pareja y yo en un lugar. Pasamos a buscar a una mujer que voy
a llamar Anteojuda, porque usa anteojos de vidrios muy gruesos. Vamos con ella a una
boite. Es como una caverna o subsuelo con paredes de piedra. Esta mujer es muy
inquieta y se levanta de la mesa, yo aprovecho para convencer a mi pareja de que se
quede con ella. Cuando la anteojuda regresa, me callo. Ella es tan fea que me molesta
mirarla fijamente.
Sofía (se imagina a Juan, su pareja, delante de ella): Viste, viste qué buena piba.
(Cambia de lugar y representa el rol de Juan.) Sí, sí, puede ser, pero no me gusta.
(Cambia de lugar y vuelve a ser ella misma.)
Sofía: Siento vacío, desilusión. Siento un vacío que no se llena como yo quiero.
(Ahora le habla a Juan.) ¿Cómo, no te gusta? Si es buena, divertida, movediza...
Sofía: Siento que en todo esto hay mucho de “masoca” mío. Quiero hacerte el
gancho con ella, para que cuando estés enganchado yo pueda sufrir tranquila. (Sola
cambia de roles y responde desde Juan.) Eres tonta, ella no me gusta. (Vuelve a ser ella
misma.) No me explico la compulsión que tengo de provocar situaciones para
perjudicarme.
Sofía: Me sentiría más cómoda con una actitud sufriente Me sentiría tranquila,
más acompañada. Siento más intensamente mi cuerpo a través del dolor. Sin eso me
siento en el aire, desorientada.
A medida que se trabaja con los símbolos se hace la lectura de sus significados y,
muchas veces, se reconocen las circunstancias en que éstos se imprimieron.
Para alguien que nació durante la Segunda Guerra Mundial, la angustia puede
ser un componente importante de su identidad. Dicha angustia introyectada es
representada por símbolos.
Como se puede observar en los dos trabajos de sueño de Ana que se desarrollan
a continuación, la paciente trata de modificar estas identificaciones. Los momentos de
cambio coinciden con la aparición de manchas pasajeras en su piel, erupciones,
picazones en la cabeza, el cuello y sobre todo en las manos. Estos síntomas desaparecen
cuando ella consigue rescatar y valorar sus más profundos sentimientos. Los deja crecer
y abandona los roles de quejosa y víctima.
Cuando el trabajo con el sueño está cerca del final, ella no puede zafarse de
cumplir el mandato —“NO OLVIDARAS”— y siente nuevamente culpa. Con la culpa
sabotea la recuperación de los otros sentimientos —amor, alegría, rabia, calentura—
transformándose en una máquina de pensar.
Primer trabajo de sueño de Ana. Problemas de identidad
Ana: Estoy en la casa de mi infancia. Está mi marido y una mujer muy femenina
y muy hermosa, con cabellos ondulantes, rubios. Lo que más se destaca son sus pechos:
son unos senos hermosos, redondos, de un tamaño perfecto. Sé que mi esposo había
tenido relaciones con ella, su cara reflejaba burla hacia mí. Sentía que me estaba
sobrando. Yo le preguntaba si me había engañado en otras oportunidades y me
respondía que sí con una cara, terrible, insoportable. Trató de abrazarme y yo me
calenté, pero me separé rápidamente. Me vestí, me sentía muy enojada y le dije: “Voy a
salir a buscar un hombre para acostarme con él.”
Ana (sentada en el piso sobre sus rodillas, bien erguida, los brazos caídos a
ambos lados del cuerpo): Tengo los ojos ciegos. Soy una estatua, una hermosa estatua
de mármol negro. Mis ojos son una concavidad, ciegos. Mis pechos son redondos, muy
hermosos, tienen una forma perfecta y son muy suaves. En la cintura tengo un corte,
termino ahí.
Ana: Estás ahí, pobre Ana, me das pena, pobre, qué vida de mierda llevas. No
tienes nada, pobre Ana, pobre. Yo estoy muerta, no sé por qué morí; tú estás sola y no
sabes por qué vives.
Ana (roja de enojo): ¡Tú estás muerta! ¡Yo estoy viva! Tengo muchas cosas. ¡No
soy pobre, tengo hijos, mi marido, una familia!
Marta: Sé la estatua.
Ana (acostada en el suelo): Pobre Ana (con voz sarcástica), no puedes romperme
tan fácilmente. Soy muy fuerte. Soy la estatua de todos los muertos que hay en tu vida:
tu hermanito, tus abuelos, tus tíos, los seis millones de judíos muertos en los campos de
concentración. No es tan fácil destruirme.
Ana: Me siento mal, siento una pelota en la garganta que cada vez crece más.
Ana (con las manos en actitud de tener una pelota de fútbol): Siento que tengo en
mis manos un ovillo, es mi identidad (se la ve concentrada, sintiendo las manos). Gira
como un torbellino con miles de caras jóvenes, viejas, de todas las edades. Desconozco a
todos, pero supongo que son todos los muertos. En la punta cuelga la cabeza de un
chico, supongo que es mi hermano. Sé que para poder encontrarme conmigo misma
necesito tirar este paquete, ¿pero dónde?; desde cualquier lugar puede volver (va al
baño y lo tira por el inodoro; tira la cadena). Me siento más aliviada interiormente, pero
mi cara está hirviendo. Sigo sintiendo un poco de miedo. ¿Será tan fácil tirarlo? ¡Temo
que vuelva! ¡Lo mamé toda la vida! Me hicieron sentir toda mi vida que yo formaba
parte de los muertos, cuando en la escuela se recordaba el Gheto de Varsovia.
Pasábamos frente a unas velas en el templo y llorábamos. Éramos todos hijos de
inmigrantes. Había un cartel que decía: ‘No olvidarás”.
Ana dice: “Empiezo a tomar conciencia de los granos, las estatuas, la sangre, la
caca, las vergüenzas.” Más adelante, ella habla de muertos, judía de campo de
concentración, pobrecita, mármol, inodoro, amigo, analista, etc. A través de estos
símbolos, ella expresa su ambivalencia y culpa por existir.
Ana cree que su vida es ilegal por emerger de un contexto de muerte (campo de
concentración). No sabe si tiene derecho a vivir como una persona de verdad, ya que
ella nació inmediatamente después de que muriera su hermanito mayor.
En un momento la paciente dice: “Los sentimientos son una caca.” Más adelante
agrega: “Freud, eres una estatua, un muerto.” En estas frases ella pone de manifiesto
que tanto las áreas del pensamiento como las de la afectividad comparten su
desvalorización.
Ana: Sueño que estoy en una casa con mucha gente. Es una reunión y tengo
ganas de defecar. Me indican dónde está el baño, lo busco. Tiene paredes totalmente de
vidrio, una mesa, sillas y el inodoro. Se acerca gente, comentan que de afuera hacia
adentro no se ve y en cambio de adentro hacia afuera sí se ve. Yo estaba defecando con
mucha vergüenza de hacerlo ahí. Pregunté dónde había otro baño y me respondieron
que en el fondo había uno de servicio. Fui y observé que era igual que el primero. Tenía
paredes de acrílico, había muchos inodoros y era todo abierto.'
Ana: No tengo nada que decirte. Me siento invadida. Quiero hacer caca, estar
sola. ¿Qué puedo hacer? Si me limpio disimuladamente la cola, también lo van a ver.
¡Qué ganas de estar a solas contigo, sin nadie al lado! Mi amigo me sonríe.
Ana: Irme, pero me voy a ir sucia. Me sentí muy mal diciendo que no sé hacer
frente a situaciones. Sé huir, aunque sea con el culo sucio. No siento ese enojo para
poder largarlo todo. Como si tuviera que pasar situaciones vergonzosas, sentirme cada
vez más mierda, llegar bien a fondo; eso está pasando. Tengo que llegar bien a fondo,
tocar cosas feas como sangre, caca, sentir vergüenza. Sentirlas bien para recién salir a
flote. ¿Por qué un precio tan alto? Sentirme tocada por una lesbiana con sangre para
recién salir, más vitalizada.
Ana: Empiezo a tomar conciencia de los granos, las estatuas, la sangre, la caca, la
vergüenza. Tengo que seguir y seguir, tocando bien a fondo.
Ana: A él le estuve hablando. Te quise tirar todos los muertos que tenía encima y
los sigo teniendo. Me muero de vergüenza y no siento bronca ni ganas de echarlos. Es
como si tuviera que seguir expiando culpas y buscando.
Marta: Sé tu amigo.
Marta: Sé tu amigo.
Ana: Soy psicólogo renombrado. De todas las teorías, como la freudiana no hay.
Hay que llegar al fondo de la enfermedad para curarla. En realidad, tú, Ana, si quieres
no ser la judía del campo de concentración, ni la italiana entrada en Argentina
ilegalmente, ni la pobrecita que vivía en Lanús, tienes que trabajar mucho con esto
(señala la cabeza). Tú viviste mucho con esto (señala el pecho). Debes pensar sobre cuál
es el significado de las cosas que estás trayendo: el mármol, la caca, el inodoro; que
quieres hacer caca y no puedes. Quieres salir corriendo con la caca adentro y encima
sucia. Anímate, ¿por qué no me echas?
Marta: Sé tú y contesta.
Ana: No te echo porque tú, junto con mi marido, fueron siempre la parte
racional.
Ana: Mi cabeza me dice: “No hagas caca. ¡Levántate! Es una vergüenza lo que
haces frente a la gente.” Siento como que mi cuerpo responde a mi cabeza: “Yo tengo
ganas de hacer caca, de higienizarme. ¡Que se vayan! Y tú, cabeza, ¿por qué mierda me
dices que me quede?”
Ana: Siento vergüenza, calor en la cara, como si me hubieran pescado en algo feo,
algo que estaba haciendo mal. No reconozco mi voz (se le llenan la cara y el cuello de
manchones rojos).
Ana: Es el baño de una amiga de mi barrio. Era muy chica yo. La casa vieja, el
baño en el fondo con un agujero gris. También era gente que había venido de Europa y
estaba viviendo como nosotros, en “baños prestados”. Está mi amigo. El lugar es igual,
simplemente cambió el inodoro.
Marta: ¿Cómo te mira tu amigo?
Ana: Con una mirada crítica, como pensando: “¡Qué querrá decir todo esto! ¡Qué
interpretación le voy a dar a todo esto!” (Le habla a su amigo.) Ahora, sentada en el
suelo, te veo más alto. Ya no te burlas, pareces Freud.
Ana (representa a su amigo; con una mano se toma la barbilla): Me sale (musita).
Uhmmm, me siento Freud. En realidad, lo que usted está cagando es toda la mierda que
lleva encima.
Ana: Asocie, asocie. Me siento muy importante. (Señala a Ana con el dedo.) Tu
eres una mierda, quédate con sus sentimientos, yo me quedo con mis pensamientos. Si
yo quiero hacer caca me controlo y voy a un lugar solo, tú no. Los sentimientos son una
caca, te hacen pasar vergüenza; si te dejaras llevar por los pensamientos no sería así.
Cómo alguien va a pensar que eres inteligente, si vas a cagar adónde tienes ganas, en
vez de controlar las cosas.
Ana: Estoy tan bien así, me siento Freud con un paciente, mientras los alemanes
están bombardeando.
Ana: Me siento ridícula, eres un pelotudo. Cuando uno tiene ganas, hace las
cosas cuando las siente. Si haces las cosas cuando tienes ganas, las disfrutas. ¡Qué me
importa que los demás piensen que no soy inteligente! Si tengo ganas de cagar y
aguanto, reviento yo por dentro. Ahora quiero cagar y cago. Y me cago en ti.
Nicolás (de pie, con hombros encorvados, cabeza caída y brazos a ambos lados
del cuerpo): Soy verde. Estoy un poco abierto. Tengo puño negro y en la parte de abajo
soy plateado. Los brazos que me manejan están debilitados. Tengo poca fuerza. Mi
cabeza es el mango y mis pies, la punta.
Nicolás: Duele, porque aquí estoy doblado para abajo (señala su cuello, que
representa la unión del mango con el cuerpo del paraguas). Si llueve estoy al revés.
Salgo solamente los días de lluvia y los días lindos me quedo encerrado. Estoy bien
encerrado. No tengo utilidad salvo en el sueño, en el cual me usaron como un arma.
Protejo a otros del frío y de la lluvia.
Nicolás: Soy un paraguas negro, cerrado (se coloca muy erguido, con la cabeza
hacia el cielo, los hombros calzados, y los brazos pegados al cuerpo). Tengo una funda y
me cuidan. Estoy prolijo, endurecido y me siento bien por la protección que tengo de la
funda.
Nicolás: Te voy a ganar porque estoy más organizado, más entero y más
protegido; en cambio tú estás abierto y no tienes la unidad que tengo yo. Tú estás más
abierto. Eres más débil y de color verde. Eres un paraguas de mujer que está abierto.
Nicolás: Me siento más flojo, con más dolor. Siento que estoy abierto,
desprotegido y sin unidad. Me siento muy abierto, poco consistente, expuesto y cada
vez más abierto. A veces, envidio tu consistencia pero me molesta tu dureza. Envidio tu
organización, para mí organizarme es endurecerme, y no quiero. Tengo miedo pero
tengo que organizarme. Trae perjuicios estar así. Necesito llegar a un punto medio, sin
ser prolijo y duro como vos, ni desorganizado como yo.
Nicolás: Estoy más tranquilo, más duro y organizado. Tengo mi funda y estoy
muy duro. Tú estás flojo, pero yo estoy como si tuviera un corsé. A ti no te veo arreglo.
Te falta el broche para juntar las varillas, eres verde, desprolijo y no tienes funda.
Nicolás: Yo no soy negro. Soy de varios colores, blanco, azul y negro. Tengo
rayitas finitas de esos colores. Soy más finito. No soy tan abierto como el verde y tengo
un broche que me contiene y me cierra. No tengo funda. Estoy más organizado que el
verde. ¡El verde es un desastre' (Se coloca bien derecho de pie, pero no exageradamente
erguido, como cuando hace de paraguas negro.) ¡Verde, eres un desastre!, un día te van
a tirar creyendo que estás roto. Y tú, negro, pareces un velorio, tan duro. Tengo miedo
de que se me salga el broche y quedarme abierto y tengo miedo de que me pongan la
funda.
Marta: Haz ahora un diálogo entre las dos partes del broche que cierran el
paraguas.
Nicolás: Soy la hembra del broche. Tengo una espalda negra y brillante. Ahí estás
tú, que eres la otra parte mía, eres el macho. La mayor parte del tiempo estamos juntos
cuando estamos cerrados y cuando llueve nos separamos. Me gusta cuando estamos
juntos. Pienso que somos importantes juntos porque cumplimos una función.
Nicolás: Soy el macho del broche. Soy plateado y estoy atado a una tirita negra.
Me gusta cuando tú vienes porque cumplimos nuestra función de broche.
Nicolás: Estoy cansado pero tengo que aguantar. Me pesa la cabeza. Tengo que
aguantar el peso de esta cabeza (señala su propia cabeza). Mi cuerpo es la cinta que va
hasta el otro broche. Ahora soy el broche de la cabeza. Estoy cansado porque ahora
estoy solo y doblado (mira para abajo). No estoy bien. El paraguas verde estaba como
yo. Estoy mal proporcionado y mal distribuido. Estoy mal.
Nicolás: Más derecho, cabeza erguida y hombros calzados; pero tengo miedo de
quedarme duro si estoy así (está mirando hacia arriba).
Nicolás: Bueno, hasta acá llegué. Yo estoy en la parte que queda suelta. Cuando
pueda, me voy a estirar, pero no voy a poder entrar.
Nicolás: Bueno, yo voy a juntar mis varillas, porque a mí también me gusta tener
las varillas más organizadas.
Marta: Sé nuevamente el broche macho.
Nicolás: Sí, aquí llego bien e incluso me sobra tela. Creo que así no me voy a
cansar.
Nicolás: Por fin llegaste, pero tuviste que pedir ayuda. Yo en cambio me estiré
solo. Tú eres muy dependiente y sometido, pero yo, en cambio, no lo soy. Tuviste que
pedir al paraguas que juntase las varillas. Tengo bronca de que seas dependiente.
Tienes miedo a cualquier cambio mío, porque quedas desacomodado y sientes que no
me alcanzas.
Nicolás: Yo puedo colaborar con los dos para que estén juntos.
Nicolás. Es verdad, pero más cómodo que hacer todo el esfuerzo es pedir ayuda.
Pedir un favor a papá paraguas.
SESION PROLONGADA
El grupo puede atravesar los mismos períodos descritos para grupos terapéuticos
comunes, sólo que ahora estos períodos suceden en el curso de días seguidos.
Secuencia
—trabajos individuales.
A medida que van llegando a sesión, los participantes se sientan en ronda sobre
los almohadones.
Una vez que están presentes todos los participantes, el terapeuta explica la regla
de juego más importante o primera regla. El resto de las reglas se introduce a medida
que sean necesarias. Es muy importante que el terapeuta incluya las reglas adicionales
en forma gradual y tenga una actitud tolerante respecto de su cumplimiento para evitar
crear resistencias.
Primera regla: En lo posible todos los pacientes deben trabajar durante todo el
tiempo de la sesión prolongada. Cuando un paciente está trabajando con sus conflictos,
los demás también tienen una tarea. Esta tarea queda establecida desde el inicio para
todo el encuentro y consiste en dejar fluir los afectos y tomar conciencia de ellos.
Mientras un paciente está hablando, los que escuchan suelen hacer juicios sobre
el argumento del que habla; la tarea no es esa, pues con los juicios empobrecen su
propia experiencia. Los pacientes deben tomar conciencia de lo que sienten por la
persona que habló, qué afectos les despierta el sonido de su voz, expresión de su
cuerpo, expresión gestual y argumento. Por ejemplo, frente a alguien que imaginan
mentiroso y desconfiable, no pueden decir mentiroso, desconfiable. Ellos tienen que
ponerse en contacto con lo que sienten; pueden decir por ejemplo: “Cuando te miro
siento miedo y me pongo en guardia”, o alguna otra expresión que grafique lo que
sienten.
Esta regla tiene varios objetivos; el primero es que los pacientes tomen contacto
con sus propios afectos. El segundo es que acepten la idea de que pueden estar
proyectando lo propio en otros. En tercer lugar, se busca que el grupo no transfiera por
mucho tiempo roles rechazados en algunos de sus miembros.
Cada paciente tiene sensaciones subjetivas únicas acerca del grupo, de su propia
inclusión y de la inclusión de los otros. Estas sensaciones van cambiando durante el
desarrollo del encuentro de acuerdo con los momentos por los que atraviesa el grupo.
Entre los participantes, los temas comunes son los estrechos puntos de contacto
que permiten que el trabajo de unos caldee a los otros, favoreciendo su apertura y
entrega en el grupo.
Las verdades dolorosas no sirven solamente para herir: muchas veces con ellas
algunos pacientes consiguen pasar su umbral de resistencia a enfrentar un problema. Si
alguien teme mostrar su homosexualidad y otro fue tildado de tal, esto puede repercutir
en el primero como si se lo hubieran dicho directamente a él.
Si se sigue el desarrollo expuesto hasta aquí, los sentidos más usados hasta este
punto son la vista y el oído.
Se pasa luego a una experiencia de contacto físico a través del cual los pacientes
incorporan el conocimiento de los otros por el contacto y los olores. El terapeuta
propone a los pacientes que caminen por la habitación con los ojos cerrados y los brazos
caídos a ambos lados del cuerpo. Al contactar con sus compañeros deben detenerse a
sentir las superficies de su cuerpo que apoyan en los otros. Estas superficies pasan a
constituir las figuras gestálticas del momento. Este contacto físico modifica la impresión
subjetiva que cada uno tiene del grupo. Durante este ejercicio, los pacientes no deben
pensar, ni intentar descubrir con quién están contactando. Para la mayoría de los
pacientes resulta muy difícil la consigna, pues están entrenados para pensar, para
utilizar nada más que la inteligencia racional.
Trabajos individuales
Puede ser enriquecedor comenzar la sesión del segundo o tercer día de sesión
prolongada con una fantasía dirigida. El objetivo de esta consigna es estimular el
surgimiento de símbolos en el grupo.
El terapeuta propone a los pacientes que se recuesten, relajen e imaginen la
fantasía que él relata muy lentamente. Por ejemplo, el terapeuta dice al grupo:
“Imaginen que están en un bosque... ven un árbol con un hueco... se introducen en él y
llegan al país de los niños. ¿Qué hay en ese lugar? ¿Cómo interactúan con el niño?
Tómense un largo rato para imaginar y sentir.”
Cada paciente usará los elementos simbólicos que quiera para representarse a sí
mismo y al entorno.
Luego, de a uno por vez, los pacientes relatan su fantasía. Durante los relatos se
produce una muy agradable sensación de comunicación; esto se debe a la brusca
introducción en el ámbito grupal de importantes contenidos del mundo interno de los
participantes bajo la forma de símbolos.
El material que surge de este tipo de fantasías propuestas con una consigna tan
amplia se trabaja a partir de los símbolos que surgieron de la imaginación de los
pacientes. Se revisan los conflictos representados en ellos y en la mayoría de los casos se
pasa del nivel metafórico al real.
Para finalizar el encuentro, los pacientes hacen una breve evaluación. Cada uno
expresa lo que rescató de la experiencia.
CAPITULO X
TRABAJOS INDIVIDUALES
17. Ejemplos de trabajos individuales realizados en sesiones de grupo
El paciente debe sentir la escena como verdadera. Cuando así ocurre y logra un
alto grado de concentración, el terapeuta representa el rol de interlocutor y le da la
“verdad indiscutible” en el momento oportuno. Esta verdad indiscutible permite al
paciente sentirse más integrado. El paciente siente que su propia madre, abuelo o
cualquier otra figura que él haya elegido como interlocutor modifica sus ideas y
emociones a través del terapeuta.
Deseo enfatizar que, para este trabajo, se necesita un terapeuta que logre
compenetrarse con el rol de interlocutor y pueda devolver al paciente una imagen que
le permita integrarse. Por ejemplo, si el paciente tuvo una madre que murió cuando él
era chico, puede tener importantes interrogantes que se expresan como deseos no
satisfechos. El interlocutor entrega la imagen de madre cargada de esos afectos que el
paciente necesita.
Más adelante, veremos en la parte final del trabajo de Linda que la terapeuta
aprovecha el estado receptivo de ésta para darle una respuesta un poco más completa
que la estrictamente necesaria para contestar su pregunta.
La terapeuta trata de cambiar esta idea por otra que Linda no puede negar. Dice
a Linda que su madre percibe que ella, con su manera especial de ser y sus inquietudes,
puede ofrecer algo nuevo a la familia. Finalmente, es la única de las hermanas que se
interesa en estudiar y sigue una carrera universitaria.
Linda. Yo nací después que murió la menor de mis hermanas de una enfermedad
infecciosa. Tengo dos hermanas mayores.
Ella quería un varón. Decía que yo era distinta. Supongo que fui su varoncito. Yo
jugaba con revólveres.
Yo remplacé a mi hermanita, ya que yo no viviría si ella no hubiera muerto. Nací
diez meses después que ella murió.
Después que murieron mamá y papá, mis hermanas decidieron cambiar los
nichos de lugar. Yo fui con ellos. Llevamos los restos de mi hermanito a la bóveda de la
familia porque estaban separados.
Tengo mucha ansiedad. Me gustaría saber cómo fue la relación de mi madre con
mi hermanita. Nunca lo tuve claro. Ahora, ambas comparten la bóveda. Me quedé sin
respuestas a una serie de interrogantes. Hubiera querido dialogar con mamá sobre
algunos temas muy importantes para mí (se queda pensativa).
Le pido que haga los roles de la mamá, la hermanita y ella misma. Le propongo
que se meta bien en la sensación de ser cada una de ellas y que para hablar desde la
madre o hermana se ubique en el lugar en que se las imagina en el espacio. La mamá le
cuenta que el médico le había dicho que tuviera otro hijo. Agrega desde ese rol que está
muy contenta, sobre todo, porque ella es diferente de las demás. Continúa el diálogo
con su madre.
Linda: Mamá, quiero saber unas cuantas cosas. Quiero que, concretamente, me
las respondas tú y no responderme yo sola. (Siento que me pide que responda desde el
lugar de la mamá. En un trabajo gestáltico, la paciente se daría su propia respuesta
desde el rol de la madre. Me coloco en la posición en que ella ve a la madre en ese
momento.)
Linda: Tengo tres preguntas fundamentales que hacerte. ¿Por qué no te separaste
en vez de ser infiel a papá? ¿Qué es la femineidad? ¿Soy culpable de tu muerte?
Marta (me meto en la sensación física de ser ese cadáver y de hablar desde la
tumba. Al terminar el trabajo, Linda cuenta que yo tenía la voz de su madre y que usé
las palabras que ella cree que hubiera usado su madre): Le fui infiel a tu papá porque no
me daba todo lo que yo necesitaba. No lo dejé porque lo quería mucho y porque él tenía
muchas cualidades que me gustaban. Las pocas en que no me satisfizo las obtuve de
otra persona.
Linda: ¿Tengo yo la culpa de tu muerte, mamá? ¿Te acuerdas que viniste a casa y
estuviste un tiempo con nosotros? Llegó un momento en que ni mi marido, ni mis hijos,
ni yo te aguantábamos más. Interferías todo el tiempo a todos. Finalmente, te
mandamos a la provincia, a la casa de mi hermana, con quien tú vivías, y al poco
tiempo te moriste (llora).
Marta: No siento que seas culpable de mi muerte. Yo elegí morir. ¿Qué iba a
hacer? Había terminado mi función de madre. Tú no me necesitabas, tus hermanas
tampoco. Ya cada una tenía su vida organizada. A mí se me acabó la función y
entonces... (Tomo a Linda por los hombros, nuestras cabezas están juntas. La tengo así
largo rato.) Al contrario, tú fuiste un premio en mi vida. (Hablo con voz reflexiva.)
Quiero darte un mensaje en este momento. Me di cuenta durante este largo tiempo
transcurrido, que estoy sumamente orgullosa de que seas diferente del resto de las
mujeres de la familia. Tus hermanas han hecho el mismo recorrido que yo. Para ellas la
vida se termina cuando se termina la función de madre. Tú eres la única profesional y
vas a trascender nuestra generación. Imagino, a través tuyo, lo que yo hubiera podido
ser si hubiera tenido la oportunidad de estudiar. Sé que tus hijos van a saber hacer lo
mismo que vos. Ellos van a saber descubrir nuevos caminos e intereses que le den
sentido a sus vidas. (Esta escena fue muy conmovedora para el grupo, según todos lo
expresaron. Aquí, aprovechando que la paciente estaba absolutamente concentrada en
recibir, uní la palabra “diferente” a la palabra “profesional” y deseché la fusión
“diferente-varón”.)
Alberto (sentado con los ojos cerrados): Estoy resentido contigo porque lo único
que sabes proponerme es que coma y coma. Nunca podemos conversar de nada.
Tampoco me das cariño.
Marta: Lo que pasa es que me angustio mucho porque pasé hambre. Yo calmo mi
angustia comiendo. Creo que te cuido cuando te doy de comer. Me comunico dándote
de comer. Nunca recibí caricias, no sé cómo darlas.
Marta: Te quiero mucho y te quiero dar lo mejor que tengo. Lo mejor que tengo
es comida. Por eso, te hago comer todo el día.
Marta: ¡Come! ¡Come! ¡Come! Mira, hijo, ahora te voy a dar de comer para poder
decirte qué cosas te quiero realmente dar cuando te doy de comer. Te voy a dar papas a
la brasa (es una comida típica de su madre). Te voy a dar las papas en la boca (hago
ademán de alimentarlo). Mientras te alimento siento que me estoy calmando. Siento que
te estoy diciendo que te quiero, que te estoy cuidando muchísimo, que te doy
protección. (En un primer momento Alberto siente rechazo y manifiesta no tener
hambre. Después acepta la comida que le ofrezco y siente que, a través de la comida, le
doy amor).
Alberto: Mamá, por primera vez siento que me querés dar amor cuando me das
comida y lo puedo recibir.
En este encuentro, Alberto puede recibir el amor de la madre. Se llenó esa brecha
en la comunicación entre ambos que la madre intentaba llenar siempre con comida. Esta
vez se llenó con lo que él quería y necesitaba, que era amor.
En esta sesión, Linda eligió para identificarse el rey de copas del mazo
presentado al grupo por la terapeuta.
Linda: No se agota el vino... Yo tengo una copa que simboliza todo lo que tengo
para dar.
Linda: Es rico. El cetro es una esfera que simboliza el mundo. Arriba tiene dos
alas.
Marta: Sé tú la esfera.
Linda: Yo soy una esfera con alas acá (señala la nuca). Quien me tiene, tiene el
poder. Quien me tiene puede ser un hombre, llega a ser un hombre.
Linda: Yo soy el cetro. Soy el poder. Yo indico la posesión del mundo. (Linda
cambia de rol y habla desde la copa.) Yo soy una copa que indica contención, el
alimento
Marta: Sé el cetro.
(1) Linda: Yo soy lo masculino y tú, la copa, lo femenino. Tú eres un hueco donde
quepo perfectamente.
Marta: Sé la copa.
Marta: ¿Límite?
(2) Linda: Sí. Tengo cuerpo de copa pero si no estás adentro, soy nada más que
vino, alimento. Al entrar tú ahí, empiezo a ser copa.
(3) Linda: Siento asfixia. Si tú te metes, me quedo tan ocupada que me asfixio.
Eres de un metal muy precioso y eres muy pesada.
Marta: Sé la esfera.
Linda: No es para tanto, no pasa nada. No hagas tanto ruido, tanto bochinche.
(Cambia de lugar espontáneamente y ocupa el lugar de la copa.) Yo no hago ruido. Tú
eres el mundo bullicioso. Yo miro nada más. Todas las palabras las tienes tú. Ni me
quejo, ni me lamento, ni grito. (Aquí la paciente trata de disimular la envidia que tiene
por la esfera.)
Linda: Me ocupa.
(5) Linda: Va justo pero se pierde el alimento. Tú entras tan exactamente que lo
que está adentro de mí se pierde.
Linda: Corro riesgo si ruedo, pero tampoco puedo quedarme dentro de ti, quieta.
Soy un mundo que giro.
(8) Linda: Soy un planeta luminoso que gira alrededor de su eje. Giro muy
rápidamente en un espacio inmenso y reflejo un: luz. Estoy muy lleno de vida.
Marta: Quédate un rato sintiendo que eres ese planeta que gira a toda velocidad.
Quédate todo lo que quieras.
(9) Linda: Rozo otros planetas y otras cosas muy fugazmente. Tan... tan... (con
cada sonido “tan” golpea ambas manos las separa). En el eje está todo el asunto. Giro y
giro con mi si tema y no me puedo detener.
Linda: Muy bien. Soy un aventurero. Puedo conocer muchas cosas. Contacto
muchas cosas, otros seres, otros mundo otros idiomas, otros paisajes. Es infinita la
rapidez y los contactos. Es una sensación linda, de mucho poder. Tengo un contacto
muy fácil... tan... tan.
Linda: ¿Qué haces ahí tan fija, tan quieta? Tú no sabes bailar. Tú no te sabes
mover. Yo recorro todo el espacio y tú quedas quieta.
(10) Linda: Que está muy... que está muy suspendida. 1 vuelvo a ver al lado de la
cabeza del rey.
(11) Linda: Yo busco. Voy y vengo. Entro y salgo... Ter mucho espacio.
(12) Linda: No te mandes la parte con que yo te ahogo. S< me interesas si estás a
tiro... (Cambia espontáneamente de gar y es la copa.) Yo no me mando la parte. Yo
estoy acá. te metes de esa manera tan compulsiva, tan imprevista. Yo I ahogo y se me
vuelca el contenido. Me preocupo. Cuando no jodes, todo está bien.
(13) Linda: Cuando me reprocha que estoy acá, que tanto me ahogo, no le
encuentro sentido. Me da bronca sentirme fi Me da bronca que no me use bien.
(16) Linda: No tú... Tú no me llevas porque necesitas que esté acá fija.
Tú aceptas ser la copa porque hay algo que no te deja ser planeta. Míralo como
una parte tuya. La copa dice que quiere viajar arriba de ti.
Linda: Tanto poder, tanto movimiento, tanta velocidad y al final no puedes llevar
una copa encima. Realmente es como para cambiarse de sistema solar e irse a otra
galaxia (el grupo se ríe).
Linda: No.
Marta: Díselo.
Linda: Tú estás bien ahí. Estás segura, estás tranquila, yo después voy a darte
todo. (Cambia de lugar y es la copa, hace un gesto de vomitar.) Te escupo todo. Esto
que cuidé, yo misma lo tiro. Me haces sentir mala. Eso es lo que más me lástima porque
yo no estaba ahí, de mala, estaba en actitud de dar.
Marta: O sea que, además de ser tu continente, puede ser muy peligrosa.
Linda: Soy una copa de veneno.
Linda: Cuando me lleno de odio, lo que tengo para dar se me vuelve veneno
verde, que los va a envenenar.
Linda Sí.
Marta: Llámalos.
Marta: Díselo.
(20 y 21) Linda: Qué chiquitito... Soy una brizna en el cosmos. Todos somos
iguales adentro de esta copa, somos una mierdita (el grupo ríe). Todo el mundo cree
que viajas, pero estás adentro. (Desde el planeta.) Yo soy chiquito, brillante, giro. Estaba
convencido de que iba y venía pero todos estamos adentro de esta copa. Soy un planeta
chiquito, de oro. con alitas. Pertenezco a un lejano reino perdido del rey de copas. Giro
y giro adentro de la muerte. Estoy vivo, soy sólido. Estoy dentro de este líquido y tengo
movimiento.
Marta: Sé la copa.
(22) Linda: Soy inmensa. Miro los recorridos del planeta como tantos otros
recorridos casi graciosos. Es impresionante desde acá. Hay muchos parecidos pero no
hay otro igual. No hubo otro igual.
(23) Linda: Me siento muy bien, con un líquido espeso verde y negro con
burbujas que giran y están todas vivas. (Cambia de lugar y habla desde el planeta.) Soy
una semiesfera redonda, inmensa, transparente. Fuera de mi oscuridad hay una
claridad muy blanca.
Los números escritos en este comentario indican en qué parte del desarrollo del
trabajo se expresa la idea señalada.
La copa con la esfera dentro simboliza la integración. Desde la copa (lo femenino)
siente ambivalencia y enojo por necesitar lo masculino.
Llega a pensar por momentos que el hombre no le da nada, sino que le saca. En
otros momentos, no hay lugar para los dos; si él entra, ella desaparece.
(5 y 6) Cuando él se acerca a ella se despersonaliza', deja de ser alguien.
Femenino y masculino se inhabilitan mutuamente.
(9, 11 y 12) Hace seudocontactos fóbicos con los que se conforma. Evita
deprimirse al no tener conciencia de estos pasajes desde la desprotección a la
omnipotencia.
(12) La asfixia que siente con la integración de la copa y la esfera podría estar
relacionada con que fue elegida por su madre para cumplir el papel de hijo varón.
Pese a darse cuenta de que el conflicto está dentro de ella, lo traslada a su pareja.
Esto alivia sus temores a despersonalizarse o a transformarse en un varón si junta las
dos cosas.
Poco tiempo después de este trabajo y del otro en el cual la terapeuta incluye una
verdad que la paciente no puede negar, Linda comenzó a sentirse y mostrarse más
femenina y a ejercer su profesión.
Daniel: Te puedo contar una linda composición que hice en mi casa. Cuando la
vio el profesor, me escribió en el cuaderno “de dónde”. Quería decir: ¿de dónde se la
copió? La composición no compaginaba con la idea que él tenía de mí. ¡Qué
desgraciado! La fantasía era que teníamos que inventar algo... ¿Cuál era la
composición? Aquí me conecto con lo que sí sé hacer... ¿Qué era la composición?
(piensa, largo silencio). Claro, aquí me voy a conectar con mis aspectos útiles
(visiblemente confuso). Esta composición era sobre... este... no me acuerdo el título.
Marta: ¿y el contenido?
Daniel: EL contenido era... ¡ah!, el título pudo haber sido “Una llave
abandonada”. Se desarrolla en la casa de mi abuela (está muy atascado y angustiado).
Este trabajo duró tres horas debido a la lentitud de Daniel para pensar y
expresarse. El paciente muestra una precaria identidad masculina, posiblemente debido
al escaso contacto con su padre y a la necesidad de defenderse de sus fantasías
incestuosas con su madre. Ella está simbolizada en su trabajo como “La Cordillera”.
Cerca del final del trabajo relata que compra un coche y un departamento más
chicos que los que hubiera necesitado. Con esto muestra cómo él se siente chiquito e
incapaz de salir de los espacios pequeños, del útero. Daniel no encuentra “la llave
abandonada” que le permitiría solucionar su conflicto.
Daniel: (de pie, con ojos cerrados, parece mirar a lo lejos): Estoy frente a
inmensas moles de piedra. Me emociona, no sólo por el impacto del aire y del sol que
brilla, sino por las alturas, que son inmensas. Por. momentos quiero imaginar cómo
pudo haber sido el instante en que eso surgió de la tierra. ¡Cataclismos! Me emociona
estar allí y que en algún momento vuelvan j a moverse de nuevo. ¡Esos enormes
bloques de piedra! Me da miedo frente a la naturaleza, por momentos tengo escalofríos.
Daniel: Me siento vivo, vital. Me hace bien sentir, porque puedo incluirme dentro
del paisaje. (Mueve los brazos con movimientos amplios, da pequeños saltitos sin
despegar la punta de los pies.)
Daniel: Me hace bien sentir que pueda tocarte, bajar una barranca, subir una
montaña.
Marta: Habla con ¡a barranca y la montaña.
Daniel: Puedo tocar las cosas y no me confundo con ellas, pero dejo de sentir. No
siento ahora todo lo que yo sentía antes. Ahora siento que puedo hacer más cosas.
Daniel: Ahora estoy metido dentro de la cordillera. Recuerdo que alguna vez
estuve aquí, descubriendo un camino por el que no pasa nadie. No sé si nunca pasó
nadie pero, por lo menos, no pasan todos los días.
Daniel: Cobra para mí un sentido muy especial, en ¡a medida en que sé que esto
que yo estoy haciendo, no lo ha hecho nadie. O lo habrá hecho San Martín cuando cruzó
los Andes.
Daniel: No sé.
Marta: Dijiste agua, con los labios, sin voz. Sigue diciendo agua.
Daniel: Agua, agua, agua. (Sigue diciendo agua con el movimiento de sus labios,
no emite sonidos.)
Daniel: Recuerdo...
Daniel: Dos o tres años. En este momento es un poco como la succión del agua.
(Nuevamente se defiende con los recuerdos.) Recuerdo que a los siete u ocho años
tomaba agua sobre las acequias. Claro, aquí estoy mamando. Dado por la forma de mi
boca cuando digo agua, es una succión.
Marta: Succiona.
Daniel: Bueno, tengo de acá hasta acá, porque acá termina la cama. (Señala medio
metro.) Y desde la cabeza hasta el techo tengo medio metro más. Claro, en este
departamento no tengo otra opción.
Daniel: Un espacio como esta habitación (cuatro por cuatro metros), donde yo
pueda sentarme y poner cosas. Si traigo alguna cosa, cabe. Si quiero poner una mesa
con libros desparramados, tengo una mesa con libros desparramados. Tener un espacio
en el que no tengan que estar incluidos los chicos. Ahora en mi dormitorio está incluida
la TV, cosas de los otros. Quiero un lugar donde pueda estar yo conmigo.
Marta: Dile a tu mujer que no quieres estar adentro, sino fuera de su panza.
Marta: Métete en un espacio chiquito, eso es. Estás ahí agarrado. (Daniel se
comprime, se hace un ovillo en el piso.) ¿Qué quieren hacer tus manos?
Daniel: Sienten rabia.
Este sueño, que he tenido muchas veces durante mi infancia, consiste solamente
en imágenes de círculos concéntricos y una musiquita que vibra.
Florencia: Soy varios círculos, como siete círculos independientes. Unos vienen
de atrás hacia adelante de mi cara, se agrandan y se achican.
Marta: Sé la música.
Florencia (con los brazos abiertos): Estoy subiendo, estirándome para arriba,
crezco.
Florencia: Tengo ganas de que pares con esa música, abrirme y crecer.
Marta: Sé el círculo.
Florencia: Siento que, a pesar de que manejas, como círculo me agrando y lo que
me delimita se abre. Es algo que se abre en la cabeza. Siento que mi cabeza y mi cuerpo
están saliendo por encima del círculo. Veo los círculos moverse y uno que se paró.
Al finalizar el trabajo, Florencia mencionó que ella, los hermanos y el padre son
"los círculos” que giran en torno de una madre que los invade, controla y dirige,
representada por la vibración sonora. El tipo de movimiento de los círculos simboliza
sumisión y dependencia; en cambio, la vibración sonora es poder penetrante.
Capítulo XI
TRABAJOS GRUPALES
Ejemplo C. Ficha de Juego. Relato de una sesión de trabajo grupal donde se usó
un elemento unificador-sintetizador de símbolos, extraído del material de sesión.
Para aprovechar mejor el tiempo, esta sesión fue de pura acción. En la sesión
posterior, se realizaron los comentarios y la elaboración grupal de lo ocurrido.
Nótese que en los trabajos que tuvieron lugar a partir del sueño de Lisa (capítulo
V), los pacientes trabajaron uno a continuación del otro. Aquí, en cambio, todos
participan activamente durante el tiempo de trabajo. Esto se debe a que no se finaliza el
trabajo de un paciente para comenzar con otro. Se va progresando de a poco con cada
uno, intercalando las intervenciones de unos y otros. Al entrelazar los trabajos, se
intenta dar a lo grupal un lugar más importante.
Esteban: Soñé que estoy parado frente a mi vieja casa de Acassuso. Hablo con
una vecina llamada Blanca. Ella tiene cara apergaminada y sonrisa fingida. Es muy
servil. La casa está con las persianas cerradas. Le pregunto si después que yo me fui la
habitaron. Me cuenta que cambió cuatro veces de dueño. También soñé que estoy
sentado sobre una cama, a mi lado está sentado mi hijo; en frente de nosotros y arriba
de un bargueño está untada mi ex mujer y, a su lado, mi hija. Llega el nuevo marido de
mi ex mujer y el clima bueno se corta. Mi ex mujer se acerca a él, se va achicando de
tamaño y tiene una actitud sumisa.
Miguel: Soñé que estaba en una casa, había mucha gente, iban a fumigar. Tres o
cuatro personas habíamos decidido quedamos en la casa cuando fumigaran, para ver
qué pasaba. Yo tenía la sensación de que íbamos a morir. Nos metíamos en un auto
antiguo a esperar la fumigación. Pasaron fumigando muy liviano y no nos pasó nada.
Salí de la casa y estaba sobre un acantilado, tenía miedo de caerme. Otra vez soñé que
me mataba a mí mismo. Yo estaba en una galería y al final ésta se conectaba con un
parque, en París. Me acercaba a un hombre y hablábamos en inglés. El me decía que me
fuera, que me iban a matar. Volví a la galería y vi gente saliendo. Luego estoy sentado
mirando el sueño y me veo a mí mismo salir de la galería matándome con un cuchillo.
Pablo: Soñé que yo mataba gente, todos hombres. La gente no sabía que yo era el
asesino. Yo miraba, buscando al asesino y ponía cara de estúpido. Me hacía el
desentendido y preguntaba qué pasaba ahí. Se dieron cuenta de que yo era el asesino e
iniciaron una persecución. En las corridas yo me iba hiriendo, lastimando. Creo que me
agarraron y me hicieron polvo.
Patricio: Ayer estábamos jugando con mi mujer al Yang. Tengo que contarles un
poco de eso, porque tiene que ver con lo que soñé después. El Yang es un juego que
tiene la simplicidad de los movimientos del juego de damas y la complejidad del
ajedrez. ¡Es desesperante! Cada ficha tiene una cara blanca y una cara negra. Cuando
uno le come la ficha al otro la cambia de color. Es un juego posicional y estratégico. En
¡ni sueño estoy bloqueado y atado. Soy una ficha, estoy atado entre dos fichas contrarias
sobre el tablero. Me despierto con una sensación de dureza, de rigidez corporal
tremenda. Soy una ficha negra y me transformo en blanca, porque quedo en medio de
dos blancas.
Nota
Encuentro que el material que los pacientes traen a esta sesión es una secuencia
lógica de la sesión anterior, donde se plantearon problemas de identidad.
La sesión comienza sólo con hombres; hay ansiedades sexuales. En los sueños
aparecen conflictos de integración masculino-femenino, dominación-sumisión.
Esteban
Esteban trajo en su sueño varios temas que lo inquietaban: la edad, las pérdidas,
la identidad.
En el desarrollo del trabajo dice: “Para salir de la pasividad tengo que esperar
que otros me cambien.”
Él se siente femenino con una apariencia masculina y lo expresa así: “La parte
blanca soy yo, la persona; la parte negra es mi contorno.”
Para Miguel, su papá era hombre porque en la unión con la madre ésta le daba el
rol; por lo tanto él solo logra sentirse hombre en la medida en que una mujer lo
reconozca como tal. Es el entorno de tener una mujer lo que lo hace ser hombre porque
él no lo siente.
Pablo
Su trabajo tiene que ver con el asesinato de sus aspectos masculinos y con el
mandato del padre de sufrir hasta morir; no tiene derecho a vivir feliz, sólo tiene
derecho a sufrir. Por cumplir con este mandato no logra la estabilidad de una pareja
homosexual. Sus relaciones amorosas son agresivas. Dice: “Me siento sobre puñales”.
Durante este trabajo le doy un mensaje confuso: “Vas a tener que ser un
hombrecito, la estupidez sobre la decencia, regenerarte. Hacer lo que Dios dice, la
naturaleza nos dio nuestro espíritu.”
Con el mensaje, intento hacerme cargo de su confusión, para que afloren en él sus
aspectos lúcidos.¹
Nicolás
Dice: “Yo le sirvo de apoyo a la parte negra y en otros momentos ella me sirve de
apoyo a mí. Somos complementarios y nos alternamos la ganancia. No soy dos piezas,
sino una sola.”
Bárbara
Patricio
Patricio: Tenemos que tener cuidado, blanco, que estás abajo de mí. Si me
aprisionan entre dos fichas que tienen blanco arriba, me van a transformar lo negro en
blanco. En otras palabras, al revés que ahora. Las otras fichas del tablero pueden venir
de frente, de atrás, de los costados, de la diagonal. Hay que estar muy alerta, puedo
perder.
Patricio: Me conviene que lo negro siga siendo negro. Blanco, yo trato de que te
quedes abajo, si sales tú, pierdo yo.
Miguel: ¿Depende de nosotros cambiar o hay que esperar que nos cambien?
(Desde el polo inferior de la ficha se le ocurre una idea de sometimiento. Pregunta,
dejando la verdad o respuesta a otro cualquiera que conteste.)
Esteban: Tengo que golpearme el traste con una fusta para cambiar. Soy la parte
blanca. Para salir de la pasividad, de la comodidad, tengo que esperar que otros me
cambien.
Nicolás: Soy blanco. Siento que soy todo una misma cosa, con la parte de arriba
negra. Como soy una unidad, no me importa en este momento perder, después voy a
ganar. Yo le sirvo de apoyo. No me importa perder ahora porque sé que en otro
momento gano y nos alternamos la ganancia. No soy de dos piezas, sino de una sola.
Nicolás: Somos una misma cosa. Ahora yo te sirvo de apoyo, en otro momento tú
me sirves de apoyo. No me importa perder ahora porque sé que en otro momento gano
y nos podemos alternar. Siento unidad, lástima que esa unidad dure dos días, luego se
rompe en cuatro. Ella dice que yo le escapo al acercamiento.
Marta: Quédate un rato con esa sensación de separación. ¿Bárbara, en qué estás?
Bárbara: Me tengo que defender porque soy la parte blanca y la negra me quiere
sujetar. ¿Por qué no me dejas salir, ser libre? ¡No quiero que me sujetes! ¡Quiero ser
libre! ¡No te voy a dejar que me aprisiones! Me voy a mover. ¡Tengo que salir! No sé
cuáles serán los movimientos ni para qué lado, pero tengo que salir. Es grandota la
parte negra, me desborda, cada vez se hace más grande. Ella cubre todo el tablero, se
ríe. Está muy negro el tablero.
Marta: Ahora todo el grupo debe cambial de rol. Métanse en la sensación de ser
la parte negra y respondan a la otra.
Pablo (sigue los trabajos con mucha atención; quiere participar y hace una
pregunta sin conseguir respuesta): ¿Por qué se divide el cuerpo en dos partes?
Patricio: Soy la parte negra, ahora me toca a mí. No necesito hacer alarde.
Cuando gano estoy contento.
Esteban: No me gusta ser la de arriba, la negra. Ser negro es muerte, sucio. Como
negro me siento contracturado, pero desapareció la opresión que sentía siendo blanco y
estando abajo. Ser negro o blanco me es indiferente. (Está acostado boca abajo, apoyado
sobre los codos y hablándole al piso como si su parte blanca estuviera sobre el piso.)
Siendo negro me renace un poco de alegría, me dan ganas de sonreír y de reír. Me
siento más amistoso contigo, blanca, menos distante. Te sonrío porque la unión contigo
no es tan misteriosa. Siendo negro soy vivo. A ti, siendo blanca, también te convierto en
viva. ¡Los dos separados somos dos muertos!
Bárbara: Como negro, me veo como un sapo negro con la boca abierta. Estoy
contento pegando saltos alrededor del tablero, parado en dos patas.
Bárbara: Estoy contento. Todas las fichas son blancas. Yo soy la única ficha negra.
Soy la única que tiene movimiento. Estoy contento. Todas ustedes están apiladas.
Pablo (interviene identificándose con el sapo negro): Te aplasto bien, bien, con mi
culo. Te hago bien papilla para que no te levantes y te ensucies de mierda. Yo voy a
triunfar. Lo negro sobre lo blanco, el mal sobre el bien y la estupidez sobre la decencia.
Te estoy aplastando pero te voy a dejar con vida para que sufras (aquí recordé la escena
en que el padre intenta matarlo cuando se enteró de su homosexualidad).
Pablo: Bueno m rujo, tu vas a tener que hacerlo que yo diga. Vas a tener que ser
un hombrecito, regenerarte. Hacer lo que Dios dice. La naturaleza nos dio nuestro
espíritu y hay que continuar el buen camino.
Pablo: Me pueden aplastar mil veces, pero yo siempre estaré erguido. Me habrán
cortado las piernas, pero de cualquier manera estoy siempre viendo qué es lo que voy a
hacer; aun sin piernas, porque ellas no salen nuevamente.
Marta (repito sus palabras mezclando las últimas frases que dijo, desde la ficha
negra y desde su padre): Te hago bien papilla para que no te levantes y para que te
ensucies de mierda. Vas a tener que hacer lo que yo diga. Yo voy a triunfar, lo negro
sobre lo blanco, el mal sobre el bien. Vas a tener que ser un hombrecito, la estupidez
sobre la decencia, regenerarte. Te estoy aplastando pero te voy a dejar con vida para
que sufras. Hacer lo que Dios dice, la naturaleza nos dio nuestro espíritu. Hay que
continuar por el buen camino. (Repito nuevamente toda esta frase.) ¿Qué dices?
Pablo: Me dejó así, me dejó confusión. Estoy confuso, seguiré toda la vida
confuso. Yo no sirvo para nada.
Pablo: Te mato porque no deberías vivir. Descubriste que soy débil. No te quiero.
Tengo que hacer como que no existes, que no pasó nada contigo y conmigo. No te
puedo, soportar.
No te puedo ver. Tienes que desaparecer. Te voy a hacer desaparecer yo sin que
parezca. Me vas a coger tú a mí, pero nadie va a saber. En un momento, mientras
hablaba, me sentí siendo yo y luego mi padre. Es como si tuviera dos puñales. Voy
matando, hasta que al final me mato solo. (Arrodillado, gira los brazos en el aire con
ambos puños cerrados como si tuviera un cuchillo en cada mano y hace, finalmente,
ademán de clavárselo en el estómago.)
Pablo (mantiene ambos puños cerrados fuertemente como si tuviera los puñales):
Me sale sangre a borbotones, pero no muero. Me serviría si usara el puñal como un
hecho estático, como una afección (los suelta).
Pablo (voz afeminada): Cada uno tiene sus armas. (Continúa ahora sentado
encima, tirando de las partes del almohadón que están sujetas al piso por los pies de los
otros. Finalmente libera al almohadón y lo tira lejos.)
Marta: Repite.
Miguel: Tal vez te necesito un poco más chico de lo que eres. Estamos juntos,
hacemos una unidad. Yo soy el más grande, el más potente, el que está ganando.
Necesito de la experiencia tuya. Si nos juntamos ganamos el partido. Si tú te vienes
arriba y yo voy abajo, vas a ser más chico para jugar en este tablero. Si me das tu
experiencia y tú vas abajo, ganamos mientras las otras se pelean por quién va arriba y
quién va abajo.
Miguel: Lo que dices es muy lindo, pero estoy cansado de estar abajo. Acá no
puedo respirar. Necesito ganar mi pequeña victoria, darme vuelta y mirar el tablero.
Marta: Trata de buscar una posición que te permita mirar el tablero sin perjudicar
el juego.
Marta: Repite esta frase “ ¡Ojalá hubieras sentido amor por mí, cuando yo te
pedía que me llevaras a la calesita!”
Miguel: ¡Ojalá hubieras sentido amor por mí, cuando yo te pedía que me llevaras
a la calesita!
Marta: ¿De qué tamaño te sientes? (Se lo ve más seguro.) Miguel: Más grande.
Este tipo de trabajo resulta muy útil en aquellas sesiones en donde todos los
pacientes están ansiosos para que se trate lo suyo. Se detecta en la sesión angustia
general, dispersión y abundante material con temas dispares. Por ejemplo, un miembro
del grupo trae como tema la reagudización de los hongos que desde hace años tiene en
la espalda. Otro paciente habla de su violencia, otro de su miedo a la soledad. Un
paciente cuenta que está todo el día torturándose con diversos argumentos. Otro dice
estar programado, desde que se levanta hasta que se acuesta. Otra persona reflexiona
sobre un filón de angustia que siente todos los días a la hora de la siesta.
En este caso, la terapeuta pudo haber tomado el tema común subyacente —el
temor al desborde, a lo incontrolable—, mas prefirió abordar las temáticas individuales.
Se eligió este camino pese a que era necesario no descuidar lo grupal, dada la avidez y
competencia entre los participantes. Por la tensión existente, la terapeuta intuyó que
cada uno deseaba enfrentar su problema.
Cada paciente debe imaginar su símbolo en el centro del círculo y por tumos
espontáneos hablar en voz alta con él.
La terapeuta pide a los pacientes que, al dialogar con su símbolo, digan qué
beneficio les aporta retener el conflicto.
Lo que cada uno dice suele ser útil a los otros para completar sus ideas. Al estar
compenetrados cada uno en lo suyo, los pacientes escuchan en forma recortada lo que
dicen sus compañeros y toman de ellos sólo aquellas ideas o palabras que les son útiles
para abrirse más al tema propio.
En los comentarios posteriores a los trabajos, los pacientes relatan detalles de la
interacción con los compañeros. Por ejemplo, una dice: “Cuando habló A,
repentinamente comencé a tener una angustia intolerable y estuve a punto de irme de la
sesión.” Otro dice: “Sentí mucho alivio cuando habló C, porque él puso en palabras lo
que yo no podía decir; a partir de ese momento me relajé.”
Una vez que todos hablaron con su símbolo, la terapeuta les pide que se suelten
las manos. Les sugiere que, respetando turnos espontáneos, se sienten donde
imaginaban a su símbolo en el centro de la ronda. Desde ese lugar cada paciente se mete
en la sensación de ser el símbolo y habla consigo mismo, como si él continuara sentado
en la ronda anterior. Así, cambiando sucesivamente de lugar, hablan todos desde el rol
de símbolos consigo mismos.
Una vez concluida esta parte, la terapeuta sugiere a los pacientes que vuelvan a
sentarse en la ronda, cierren los ojos y se tomen de las manos. Nuevamente, y por
tumos, cada uno se contesta a lo que dijo desde su símbolo.
Cabe hacer notar que ahora otra vez están tomados de las manos. El objetivo de
la terapeuta es su intento de dar un mensaje no verbal; “como símbolo conflictivo están
solos y como personas están juntos”.
Estos dos momentos del diálogo —ser la persona y ser el símbolo— se repiten
tantas veces como sea necesario hasta que el paciente se conecta profundamente con el
problema y saca alguna conclusión.
Este estilo de trabajo brinda a los miembros del grupo la posibilidad de percibir
en una sola sesión múltiples estilos de resolución de problemas.
El trabajo comienza con todos los pacientes en ronda, tomados de las manos.
Cada uno imagina en el centro de la ronda a su propio símbolo de este tema común y le
habla; primero describen al símbolo y luego expresan lo que sienten por él.
En un segundo momento, ya sin tomarse de las manos, cada uno pasa al centro
de la ronda. Desde ahí, sintiendo que es su símbolo, mira al espacio vacío que ocupaba
antes y dialoga consigo mismo como si estuviera sentado aún en la ronda.
Después de varios cambios de roles, entre ser ellos mismos y ser el conflicto, se
observa que la mayoría de los pacientes se siente más fuerte que antes en relación con el
conflicto.
La terapeuta pide a los pacientes que permanezcan tomados de las manos y que
imaginen en el centro de la ronda una forma que simbolice el conflicto de todo el grupo.
Luego, cada uno habla con este símbolo colectivo.
Si un solo miembro del grupo dice que él no comparte el problema con los
demás, la terapeuta le solicita que haga el ejercicio y exprese lo distante que está de ese
conflicto.
En una sesión, cuyo tema central era la tristeza, un paciente se rehusó a trabajar
porque no estaba triste. Le propuse que hiciera el esfuerzo de participar en el trabajo.
Terminó contando que hacía dos meses se había suicidado su suegra tirándose por el
balcón de la casa de él. Desde ese momento, él y su mujer vivían negando la tristeza.
Peggy: Cuando se realiza este trabajo, tiene veinticinco años y aún vive con su
madre. Al morir su papá, la mamá, que hasta el momento había sido ama de casa,
asume la dirección de la empresa del esposo, pensando que cuando Peggy esté
preparada le va a entregar la dirección de la empresa.
Liliana tiene cuarenta y tres años, trabaja, estudia y vive con su única hija
adolescente. En el momento en que se realiza esta sesión, está deprimida, ataca
envidiosamente a la hija y tiene ideas suicidas.
Ernesto es un profesional exitoso, casado, con hijos. Tiene una relación muy
intensa con la madre, que es una mujer profesional muy activa, igual que él. En este
trabajo sus aspectos femeninos (para él, la actividad) están representados por la
hiperactividad.
En este trabajo, Ernesto muestra cómo intenta usar a la mujer de cuña para
separarse de la mamá. Al final del trabajo dice: “Yo pensé en Dinamita, que es la pareja
de Batman, para romper el cemento (cemento que lo une a la madre)’’.
Noemí es hija única. Fue asmática de niña. Actualmente tiene cuarenta y ocho
años. Es soltera y vive con su madre de ochenta y tres años y una tía de sesenta y cinco
años. Compite con la tía por el rol ejecutivo de la casa. Las tres comparten un minúsculo
departamento céntrico que alquilan y que cada vez les resulta más difícil pagar.
Noemí sólo logra tener orgasmos cuando su ocasional pareja succiona sus
pechos. En su fantasía, sus pechos se confunden con penes. Al final del trabajo elige un
símbolo fálico, el obelisco, que representa su rol masculino hipertrofiado.
Alfredo tiene cuarenta y dos años, es casado y tiene hijos. El es el hermano menor
de una familia de tres hijos. Sus hermanos se casaron y se independizaron
económicamente de la familia primitiva. Alfredo quedó atrapado en el sistema familiar.
Trabaja a media cuadra de la casa paterna, secundando al padre en la empresa que éste
tiene. Su padre tiene ochenta años y no quiere jubilarse porque el trabajo es el único
lugar donde se siente potente; en la casa se somete, totalmente, a la mujer.
Tomás. Profesional exitoso, tiene una mujer depresiva. Aflora en él cierto temor a
ser dominado por sus afectos a los que relaciona con lo femenino, lo plañidero y lo triste
cuando tiene que ser duro y poner límite a otros.
Liliana: Se me confunden las ideas. Soy una máquina de pensar. Tengo muchas
ganas de suicidarme. Acumulo frascos de tranquilizantes. Pienso que si los tomo todos
voy a poder detener mi cabeza de pensar. Una vez intenté suicidarme con pastillas.
Ernesto: No sé cómo hacer para parar de moverme todo el día; temo morir. (El
movimiento representa lo femenino, y la muerte, lo masculino.) Me enteré de la muerte
de un colega muy parecido a mí físicamente y en las cosas que le interesaban de la vida.
Marta: Imagínense cómo serían sus locuras y cómo se manifestarían ustedes
como locos. (Después de un largo silencio comienza a hablar Noemí.)
Alfredo: Recuerdo una vez que fui a un hospital psiquiátrico. Me impactaron dos
enfermos, uno de ellos confundía las berenjenas con las bombas y no había caso de
convencerlo de lo contrario. Otro paciente decía tener una cabeza muy grande y en
realidad era normal. El doctor le dijo que lo iba a operar para achicársela, lo
anestesiaron y vendaron, pero luego de ello seguía con la misma idea. (Ríe.)
fusa y tengo ideas de suicidio. Tengo dos frascos de comprimidos y voy a pedir
más. Temo que no sean suficientes para liquidarme; son una tentación porque si los
tomo se acaba todo.
Marta: Siéntense en círculo tomados de las manos. De a uno, por vez, hablen con
la locura como si ésta estuviera en el centro del círculo.
Marta: Repite: el cerrarse a todas las evidencias. Permítete crear imágenes que se
relacionen con esta frase. ¿Cómo ves representado esto?
Alfredo: Me veo hablando solo, gritando, discutiendo sobre algo que creo que es
así y en realidad no es. No estoy escuchando.
Noemí: Veo a alguien sentado en un banco de plaza. Hace unos años veía
mujeres solas, sentadas en fardos de ropa en la estación de trenes. Ellas hablaban solas y
la gente pasaba indiferente.
Tomás: Locura, realmente no estás en frente de mí, somos uno, como viejos
amigos, como chanchos. Cuando te desinflas me tiras a la mierda, me cuesta volver a
remontar. Creo que no te quiero echar, sino hacer un pacto de no agresión. Estamos en
el sube y baja. En parte lo tomamos como un juego.
Liliana: Locura, tengo bronca y me jode que yo te haya dejado instalar tan
cómodamente. Odio esta imagen mía contigo adentro. Contigo adentro me siento
quejosa, bloqueada y sin poder pensar.
Marta: ¿Cómo ves a la locura delante de ti?
Alfredo: Eres irrealidad total. No es cierto que seas verdad ni siquiera en parte.
Eres totalmente irreal. Me molesta la fantasía macabra, destructiva, que se infiltra en la
realidad y no me deja discriminar.
Tomás: Tú, locura, eres hija de puta. Por momentos me confundes. Pienso que
estás afuera, que manejo yo y tú dices que estás adentro de mí, que eres parte de mí. Yo
no puedo discriminar cuándo estás afuera y cuándo no. El problema es cuando no te
puedo recortar y sacar afuera, te mimetizas conmigo y te metes por todos lados. En
cambio, ahora estás tirada ahí como un trapo. Vamos a tener que firmar un pacto de no
agresión mutua.
Ernesto: Cuando estoy eres activo. Tienes la sensación de estar en todos lados,
darle a cada uno lo que necesita. Tienes excelente ojo clínico. Tienes la imagen de
Batimédico, eres sagaz.
Liliana: Soy el justificativo perfecto para todas las cosas. La imagen de persona
inteligente te la borro de un plumazo. ¡Eres tan mala! Eres mala porque eres loca y no
porque eres mala. La verdad es que te vengo muy bien.
Peggy: Pensé que mi única función era enloquecerte. Además, nadie va a poder
decir: la tonta de Peggy se creyó que la quieren. Tú siempre muestras el otro camino.
Nadie va a decir: la tonta de Peggy se lo creyó.
Tomás: Te invado, y sin mí no puedes gozar los sillones cómodos. Cuando estás
bien, estás tan erguido que si no fuera por mí no podrías ni coger.
Alfredo: Yo no te convengo. Soy la ilógica. Tenme como última instancia cuando
no puedas ni con la lógica, ni con la realidad.
Marta: Ahora vuelvan a sus lugares. Cada uno debe imaginarse que en el centro
del círculo está la locura común como una sola cosa. ¿Cómo la ven?
Alfredo: Como una masa sin forma, que va cubriendo todo de silencio y paraliza
el movimiento.
Peggy: Como un escorpión que atrapa a la persona con sus patas y la posee.
Marta: Métase cada uno en la sensación de ser la cosa que acaba de describir. Una
vez que estén bien entregados a la sensación, hablen, de a uno, desde ese rol. No se
tomen de las manos.
Liliana: Soy enorme como un coloso. Puedo erguirme y destruir ciudades. Pongo
desorden donde hay orden. Cambio los afectos. Pongo obscuridad donde hay claridad.
Transformo todo en caos.
Peggy (muy concentrada, agachada en el piso, con los brazos estirados hacia
adelante, hace ademanes de avanzar con las manos en garra): Soy un escorpión que
atrapa a la gente. Inspiro confusión, duda, cuestionamiento, aturdimiento. Atrapo y no
libero más, excepto si cambio de lugar o se van a dormir.
Noemí (de pie, bien erguida, con los brazos pegados al cuerpo): Soy el obelisco.
Me encanta estar en este lugar, en el centro de la ciudad. Me encanta que las cosas
importantes pasen acá. Yo las puedo ver y sentir. Puedo estar en un lugar amplio, sentir
el viento, los coches, las banderas que se agitan. Estoy en el centro de lo que vive y
palpita.
Alfredo: Soy una masa informe que crece, tapa todo, cubre todo, ahoga todo.
Crezco sin pausa, sin que se sepa cómo y por qué crezco. Simplemente crezco y cubro
todo de silencio y oscuridad. Siento que no tengo frenos, que puedo cubrir y tapar a
quien se deje tapar... El que no quiere ser tapado forma una muralla que tiene un poder
sobre mí que no conozco. La muralla me mantiene fuera y por más' que quiera taparlo,
no puedo.
Ernesto (sentado con las piernas a lo Buda, encorvado): Siento lo mismo. Soy una
cosa pesada que aplasta. No diferencio si somos nosotros el mazacote de hormigón
armado y si, además, los que estamos abajo somos nosotros mismos apretados.
Nosotros somos también los hierros del hormigón.
Marta: Háblenle a todos los fantasmas juntos. (Hubo momentos dramáticos, pero
ahora se nota en el clima grupal que el problema, perdió intensidad.) Perdió fuerza, ¿no
es cierto?
Peggy: Yo sé que vas a volver ahora nomás pero, en este momento, estoy
saturada.
En este caso, el grupo entero colabora asumiendo junto con Luisa los roles con
los que ella debe identificarse.
La colaboración con Luisa le da al resto del grupo más datos sobre sus propios
conflictos. Al finalizar el trabajo con Luisa, la terapeuta pide al grupo que cada uno
recuerde lo que dijo desde los diferentes roles. Luego cada uno se dice a sí mismo lo que
antes dijo a Luisa. Finalmente, el grupo comenta lo sucedido intercambiando ideas.
Se agregan aquí datos de las historias personales de Julio y Luisa porque estos
pacientes no figuran en lo expuesto en el ejercicio anterior.
Luisa tiene cuarenta y ocho años, es separada y vive con su hija. Tiene problemas
con su identidad femenina, dado que su aspecto es más bien viril. Siendo muy joven
padeció de un fibroma uterino, a raíz del cual le extirparon medio útero.
Eligió como pareja un hombre débil, artista plástico. Siendo novios, él la deja y se
va a Europa en busca de fama y fortuna. Ella, tomando una actitud activa, vende su
piano y con ese dinero se va a buscarlo. Regresan juntos y se casan. Ella lo mantiene
económicamente. El trabaja en el taller pero no logra vender sus obras.
Pese a las aseveraciones de los médicos de que no podría ser madre, Luisa se
embaraza y tiene una hija. Durante el embarazo la pareja se rompe, al desaparecer el
contrato inconsciente de que el hijo es él. El se casa con otra mujer potente y Luisa
queda sola con su hija, a la que siente como su obra.
En su mundo interno Luisa compara a su hija con los cuadros que su marido
crea. Esta hija, por momentos, no tiene el valor de persona, sino de un objeto para
competir con el marido.
Desarrollo de la sesión
Tomás: Me rompí una pierna a los once años y empecé a coleccionar estampillas.
A todo el mundo lo volvía loco pidiéndole estampillas en hueco relieve, creía que tenían
gran valor. No encontré otro objeto que me perteneciera, pero el jardín, su fragancia y la
terraza eran míos.
Noemí: Yo vi figuritas con las que jugaba con mi mamá. Vi un aromo y un banco.
Mi mamá me llevaba después del colegio a la casa de una tía; llevábamos tortas de coco.
Alfredo: En esta fantasía no ubiqué mi juguete preferido más allá de los once
años. Pude encontrar a los nueve o diez años un triciclo y otras cosas, que me gustaban
mucho, como ser un carrito, una radio.
Rosita: Escuché de la casa vecina al consultorio la canción del “Árbol del olvido”,
en guitarra, y no te escuché la fantasía que nos propusiste. (Es interesante destacar que
tanto Julio como Rosita encontraron caminos para evadir el encuentro con el pasado.)
Luisa: Me vi a los cuatro años cuando estaba enferma de los oídos. Mi papá me
traía muñecas hermosísimas. Lo primero que hacía yo era sacarles los vestidos para ver
si caminaban o hablaban, luego las rompía. En una época tuve muchas muñecas. Me
veo después más grande, disfrazándome y bailando danzas españolas con mantones,
recortando actores de las revistas y haciendo álbumes. Me quedaron más grabadas las
muñecas porque quería que tuvieran vida.
Luisa: Soy una muñeca de material duro. Tengo un lindo vestido, no tengo
movimientos (largo silencio).
Luisa: Eres igual que yo, estás siempre en el mismo lugar. No te mueves; haces
siempre lo mismo.
Marta: Ahora le voy a pedir al grupo que cada uno elija el rol que le parece que le
va a salir más fácil. Se van a identificar con la muñeca o con Luisa y van a hablar desde
cada rol, compitiendo con los que juegan el rol opuesto. Los que hacen de Luisa se
agrupan a mi derecha y los que hacen de muñeca a mi izquierda. Tú, Luisa, vas a
cambiar de lugar, sentándote alternativamente junto a los que hacen de muñeca o junto
a los que hacen de ti misma. Una vez que te identifiques con el grupo que habla, repites
solamente aquellas oraciones de tus compañeros que tú también dirías desde ese rol.
(Primero se dispone a hablar el grupo que hace de Luisa.)
Tomás: Puedo hacer cosas. Ponerme en la posición que yo elijo, ir donde quiera,
hacer lo que yo determino. Estoy vivo, tú no. Soy dueño de mis movimientos. Tú, en
cambio, estás sin vida, sin movimientos. No puedes pensar como yo. Eres un objeto que
depende de mí, nada más que un pedazo de plástico.
Luisa: Yo puedo ir adónde quiera, me puedo mover, hacer cosas. Puedo hacer lo
que quiera, ponerme derecha, no como tú, que estás sin vida, sin movimientos. Eres un
pedazo de plástico, en una palabra, yo tengo vida.
Marta: Cámbiate de equipo ahora y responde. (Luisa se coloca junto a los que
hacen el rol de muñeca. Nuevamente no puede decir nada desde el rol. Después de un
rato, uno de los yo auxiliares comienza a hablar.)
Alfredo: Es lindo ser una muñeca como yo. Me gusta que me arropen, me lleven
a pasear, me busquen los lugares más lindos para estar. Me gusta que los chicos me
besen, me mimen. No tengo problemas de vivienda, siempre algún lugarcito voy a
tener.
Tomás (se cambió de lugar hacia el grupo de las muñecas): No tengo que decidir.
Dejo que las cosas me pasen. Servimos para que los demás se sientan vivos. Como soy
de material, no siento dolor. Los demás viven sus emociones a través de mí.
Marta (a Luisa): Repite desde el rol de muñecas las cosas con las que te
identificas.
Julio: Eres inanimada. En cambio, yo tengo vida, gozo. Ustedes las muñecas son
muertos con una sonrisa pintada. A ustedes los hacen y deshacen a gusto. Para
calentarles hay que tirarles agua caliente. Yo tengo posibilidades de reír, de llorar,
ustedes no.
Luisa: Puedo tener pareja, hijos y estar sola si quiero. Si me arrancan un brazo
grito, protesto, en cambio tú, muñequita, estás arriba de la cama, arriba de la cama por
años. (Aquí Luisa habló, en forma espontánea, usando palabras propias, sin necesidad
de tomar las palabras del grupo.)
Noemí (como muñeca): Otra ventaja nuestra es que no pasan los años. (Ahora el
grupo habla espontáneamente desde uno y otro rol.)
Tomás (desde el rol de Luisa): La vida que ustedes tienen, muñecas, es la que yo
les asigno.
Luisa: Eres inmóvil, muy linda, pero sin vida. Tú no puedes tener pareja, hijos.
Alfredo (desde la muñeca): Danos el valor que tenemos como muñecos. Sirvo
para estar en la fantasía de los chicos. Ayudo a que la fantasía sea más clara. No me
gusta que me comparen con un humano. Fui creado para una función y la sé hacer. Fui
creado para ser parte de la imaginación.
Alfredo (desde el rol de muñeca): Si me sabes aprovechar te puedo ser útil. (Hace
rato que el grupo está proyectando sus propios conflictos a través de los roles de Luisa
y la muñeca.)
Luisa: Eres una cosa linda pero sin vida, tú no eres imprescindible.
Marta: Repite esta última frase.
Luisa: No soy imprescindible y puedo pasármela muy bien sin ti. (Aquí cometió
un acto fallido y dice que ella misma no es imprescindible.)
Marta: Sé la muñeca.
Luisa: Y si no me tienes a mí, ¿con quién juegas? ¿Con quién imaginas cosas?
Cuando vas conmigo por la calle y todos te dicen que tienes una linda muñeca, te gusta.
No es como para desecharme y decir que no sirvo para nada. (Cambia sola de lugar.
vuelve a ser ella frente a la muñeca y responde.) Es muy lindo lo que dijiste, pero en vez
de llevarte a ti en brazos es preferible llevar un bebé. Hablar con el bebé, divertirse,
quererlo y que te quiera. Entonces sí, uno puede sentirse bien. (Ella confunde a su hija
con una muñeca. Luisa considera que su hija es su obra y que las obras del marido son
los cuadros.)
Luisa (como muñeca): Eres un cuadro muy lindo. Eres exitoso y sin vida. Te
cuelgan en una pared, a veces te miran y a veces no. Te compran porque con el tiempo
te puedes valorizar, eres una inversión.
Julio (desde el cuadro): Me molesta la luz que me pusieron para que me vean
mejor. La luz acentúa mis colores y me realza el marco. Me gusta que me miren.
Julio (como cuadro): Soy para ser colgado y no tocarme nunca más. Si me tocan
me manchan. (Julio tiene psoriasis.)
Alfredo (identificado con la muñeca, trata de estimular a Luisa para que hable):
Yo tengo afecto, cariño; en cambio tú no sabes si te compran por esnobismo o para tener
el dinero bien invertido. En cambio yo estoy tranquilo y juego con Luisa mi rol de
muñeca.
Luisa: Me gusta más tu vida de muñeca que la mía de cuadro, porque estás más
en contacto con las personas. Te pueden agarrar, tocar, llevar. Como cuadro, en cambio,
me cuelgan en la pared. Si se cae el clavo me rompo.
Comentario de la terapeuta
En lugar de trabajar con un paciente por vez. como se hizo en este material de
sesión, también se podría abordar con todos los pacientes al mismo tiempo. Para ello se
podría buscar un elemento sintetizador y unificador del material de sesión o bien usar
el método de simbolización grupal de los conflictos individuales.
Capítulo 12
LOS TÉRMINOS test, juego y ejercicio se usan para denominar consignas que el
terapeuta da al paciente para que éste ejecute.
Una misma consigna puede ser usada como test, juego o ejercicio.
Ejercicio 1
La terapeuta pide a los pacientes que se sienten en ronda, se tomen de las manos
y cierren los ojos. Cada uno se concentra en su mano derecha y en el contacto de ésta
con la mano izquierda de su compañero. La mano derecha entrega y la izquierda,
recibe. Utilizando turnos espontáneos, cada uno entrega verbalmente algo a la persona
que tiene a su derecha. Tiene que dar algo que supone que su compañero necesita.
Cada uno por tumos espontáneos repite en voz alta las cosas que dijo a los
compañeros que estuvieron a su derecha, pero ahora se dice esas cosas a sí mismo. Por
ejemplo, si antes dijo: “Te doy mi apoyo y comprensión’’, ahora dirá: “ Me doy mi
apoyo y comprensión”. El paciente se permite sentir cuánta necesidad tiene de darse a
sí mismo lo que dio a los otros.
Luego los pacientes comentan lo que creen haber recibido con su mano
izquierda, verificando si hay coincidencia entre lo que creen haber recibido y lo que los
otros dicen que le quisieron dar. Finalmente, el grupo reflexiona acerca de las
distorsiones de la comunicación que se produjeron y sobre las dificultades que tuvieron
para dar o recibir.
Ejercicio 2
Ejercicio 3
[1] Véanse los trabajos de Mariana y Linda en las pp. 94-137. (en el original)
Ejercicio 4
La terapeuta da a cada miembro del grupo tantas hojas en blanco como personas
hay en sesión. Cada paciente dedica una hoja a cada compañero y una a sí mismo.
2) En qué lo ve errado respecto del camino por el que intenta salir del conflicto.
3) Pronóstico.
4) Qué cosa le molesta al que escribe respecto del que va a recibir el papel.
Una vez que todo fue leído se vuelven a hacer ocho pilas. Ahora en cada pila
están las hojas dedicadas a cada persona. Se entrega a cada paciente la suya. La
terapeuta les propone que subrayen en cada hoja lo que les gustaría modificar y que
escriban en el reverso de la hoja los beneficios que obtienen al continuar con el
problema subrayado.
Finalmente, cada uno lee lo subrayado y los beneficios que le aporta. Luego, cada
uno permite que los compañeros fantaseen sobre qué otros beneficios le aporta
continuar con el problema subrayado.
Ejercicio 5
Cada paciente piensa acerca de los mecanismos que usa para boicotear su propio
trabajo y el trabajo de sus compañeros dentro del grupo. Luego cada uno relata y
muestra dramáticamente lo que pensó y, finalmente, reflexionan todos juntos acerca de
lo expuesto.
Ejercicio 6
Un paciente por vez sale fuera de la habitación, pero se queda cerca de la puerta
para escuchar todo lo que se conversa adentro. Los restantes imaginan que el que se
quedó afuera no viene más al grupo. Comentan entonces en voz alta las causas por las
que piensan que ese compañero no volverá más.
Una vez que todos pasaron por el rol de “ausente”, se comenta la experiencia.
Este ejercicio resulta útil cuando hay un alto nivel de rivalidad y el grupo no
cuida de sus miembros sino que los expulsa. Muchas veces durante este juego, los
pacientes confiesan la intolerancia que tienen con el que no está presente en esos
momentos. Ellos pueden decir si realmente les gustaría que no viniera más y dar más
detalles sobre ese deseo. Pueden hablar de la culpa que sienten por haberlo agredido
alguna vez. De esta manera, se prepara el terreno para futuros trabajos en los que se
explore más a fondo lo proyectado en el que está afuera.
Ejercicio 7
Cada paciente escribe en una hoja, a la que no le pone su nombre, aquellas cosas
de su mundo interno que cree que jamás va a poder confiar a otro.
Una vez que hicieron esto, la terapeuta propone que aquellos que quieran
pueden entregar su hoja para mezclarla con las de sus compañeros y leerlas todas
juntas. En general, todos la entregan, y el que no lo hace al principio, casi siempre la
entrega más adelante.
Ejercicio 8
Los pacientes imaginan que van a un bar que se llama “La depresión”; allí está
absolutamente prohibido hablar de cosas buenas.
Los pacientes deben hacer un balance de todo lo malo que tienen y acompañar lo
que dicen con una postura y tono de voz coherentes. Cada uno investiga las
modificaciones que se producen en su energía y humor al tomar contacto con sus
aspectos depresivos y quejosos. En general, descubren que se sienten más tristes y
cansados que al comenzar el ejercicio. También los pacientes descubren cómo juegan
esos roles todos los días casi sin darse cuenta.
Ejercicio 9
Los pacientes se imaginan que van a un bar que se llama “Lo bueno es que...”
Allí está absolutamente prohibido hablar de cosas negativas o tristes.
Los pacientes deberán usar un tono de voz y actitud física coherentes con los
argumentos y hacer un balance de sus cosas buenas y de los gratos momentos vividos.
Ejercicio 10
Los pacientes se agrupan en parejas. Ellos se sientan como si estuvieran viajando
en un tren. Se imaginan que están sentados al lado de alguien desconocido y tratan de
comunicarse sólo con gestos. Luego pasan todos a otro espacio de la habitación, que la
terapeuta indica como el comedor del tren. Allí deberán cambiar de pareja y seguir
comunicándose por gestos. Luego de un rato vuelven al vagón y se sientan nuevamente
con su primer compañero. La terapeuta elige y muestra otro espacio que hará de baño y
propone que vayan cuando imaginen que lo necesitan. Finalmente todos recogen sus
valijas y salen por un angosto pasillo.
Ejercicio 11
Ejercicio 12
La terapeuta pone música y propone que cada paciente dibuje algo que sienta
representativo de sí mismo, para lo cual ofrece papel y crayones o lápices de colores.
Una vez concluida esta etapa, cada uno muestra su dibujo y relata lo que quiso
representar. El resto del grupo expresa lo que siente frente a cada dibujo tratando de no
emitir juicios.
El objetivo de este ejercicio varía según el período que atraviesa el grupo en que
se lo utiliza. En un grupo en sus comienzos será útil para romper el frío inicial existente
entre sus integrantes y para que los pacientes se concentren en sentir en lugar de tratar
de pensar. En un grupo entrenado servirá, además, para que cada uno haga un trabajo
individual a partir de su dibujo o de lo que proyecta en el dibujo del otro.
Ejercicio 13
Sentados en ronda y con los ojos cenados, los pacientes se toman de las manos y
cada uno explora las manos de sus compañeros, tratando de registrar qué le dicen esas
manos acerca de la persona de su compañero. Una vez que todos realizaren esa primera
parte, cada uno dice en voz alta: “La persona que tengo a mi derecha es... y la persona
que tengo a mi izquierda es...” De esta manera, cada uno describe lo que intuyó acerca
de los integrantes de su grupo a través del contacto con sus manos y enfatiza ante el
grupo rasgos de sus compañeros.
Ejercicio 14
Entre todos los miembros del grupo deben crear una historia respetando la
consigna y secuencia que se expone a continuación.
Cada paciente relata tres trozos de la historia. Una vez finalizada esta etapa, cada
uno dice a los demás lo que sintió mientras componían la historia.
En el relato que hace cada uno hay una secuencia y coherencia individuales. Esta
secuencia individual se da simultáneamente con la secuencia y coherencia grupales.
Este ejercicio es útil para comenzar una sesión prolongada cuando se conocen
todos sus miembros entre sí y el grupo está en condiciones de pasar a los trabajos
individuales. Este ejercicio también es adecuado para recoger más datos acerca de la
dinámica básica.
Ejercicio 15
Cada paciente cambia su ubicación rotando por los lugares que ocupa cada uno
de sus compañeros. Desde la sensación de ser el compañero que representa, se imagina
lo que ese compañero piensa y siente por él y se dice a sí mismo, en voz alta, lo que el
compañero le diría. Luego cada uno imagina que él mismo está en el espacio vacío que
dejó para ocupar el lugar del otro.
Ejercicio 16
Finalmente, cada uno descubre, en silencie, algún tema que evitó enfrentar y, si
quiere, lo comparte con el grupo.
Ejercicio 17
Ejercicio 18
Cuando el rol que representa cada uno cambia francamente sus características, la
terapeuta propone a los pacientes que abran los ojos, se tomen de las manos, y sigan
hablando desde el rol integrador.
Ejemplo: Los polos elegidos fueron rigidez-blandura. Cada paciente elige un
símbolo para su rol.
Alfredo: Soy una armadura de hierro del siglo pasado. Pueden golpearme y
golpearme, que no me sacarán nada.
Marta (a los dos): Cada uno hable con su opuesto desde el rol que representa.
Laura: Soy una ameba toda desparramada. No tengo límites precisos. Nadie se
atreve a exigirme nada porque me ven débil; en cambio, a ti, rigidez, todos saben cómo
atacarte.
Alfredo: No creas, yo soy duro, frío y por eso nadie se me acerca. Así como soy
no me pueden herir ni atropellar; en cambio a ti, sí te pueden atropellar porque no
tienes protección.
Marta (a los dos): Estén atentos a las sensaciones del cuerpo mientras hablan, no
las controlen.
Laura: Parece que no tuviera protección pero mira, mira (adelanta un brazo y
hace correr a todo su cuerpo hacia donde está ese brazo). Si me quieren exigir me
encierro, me cambio de lugar. Soy resbalosa y me escurro por cualquier prolongación
que yo misma me creo. En cambio, a ti, rigidez, todos te pueden exigir porque no tienes
escapatoria.
Alfredo: Creo que ninguno de los dos tenemos escapatoria. Yo espanto a la gente
con mi poca flexibilidad y tú no te comprometes con nada. ¿Me quieres decir dónde está
la diferencia? Los dos al final estamos solos.
Laura: A medida que iba hablando fui sintiendo primero que me desintegraba y
luego sentí más fuerte mi columna vertebral; la siento como un eje.
Alfredo: Siento que respirando hondo se raja todo y la puedo sacar así. (Se pasa
las manos por el pecho.)
A medida que los pacientes hablan y escuchan al otro polo, los dos extremos
pierden fuerza y tienden a un equilibrio.
PSICOTERAPIA DE PAREJAS
CAPITULO XIII
RELACIÓN DE PAREJA
Procrear y tener una pareja son necesidades reconocidas del género humano.
Cuando alguien no encuentra pareja, puede convertir su búsqueda en la principal meta
de su vida. Si la encuentra pero no logra satisfacer sus necesidades vinculares,
concentrado en esta tarea, consume un alto porcentaje de su libido, que no queda
disponible para otras realizaciones.
Si una persona encuentra su pareja y se lleva bien, puede desplazar su libido más
fluidamente hacia diferentes intereses. A esta persona le queda entonces más energía
mental y creatividad a disposición de otras áreas de su vida y no se desgasta en el
vínculo.
Una vez constituida la pareja, ésta necesita dar significado a la unión. Para ello,
puede intentar repetir costumbres que dependen de lo aprendido durante su desarrollo.
Por ejemplo, legalizar la unión con el matrimonio civil y/o religioso. También la pareja
trata de cumplir en forma rutinaria roles que, conscientes o no, se asignan mutuamente;
por ejemplo, uno hace la comida y otro saca la basura.
Veamos un ejemplo: se trata de una pareja A que dijo que concretaron la unión
porque se enamoraron. Ambos querían formar un hogar y tener hijos (parte consciente
y explícita del contrato, cuyo significado era coincidente en ambos).
Después de una serie de entrevistas surge que, además, se eligieron porque cada
uno pensaba de sí que valía poco y quería un compañero ante quien ser igual. Ambos se
desvalorizaban y avergonzaban porque tenían padres alcohólicos. Esta parte del
contrato había sido inconsciente hasta ese momento.
Otro ejemplo: una pareja B dijo que concretaron la unión porque se enamoraron
(objetivo común consciente y explícito en el cual coinciden las necesidades de ambos).
En las entrevistas que siguieron surgió que ella necesitaba un compañero para
mantener su status económico a través de él. También surgió que él necesitaba una
mujer que le ofreciera juventud y belleza erótica para superar la disminución de su
potencia física.
Además, ella necesitaba un señor mayor que cumpliera roles paternales, y él, una
mujer que lo acompañara en su vejez (contrato inconsciente en el cual también había un
intercambio que equilibraba la balanza de poderes).
Esta parte del contrato de intercambio de servicios era consciente para ambos,
aunque implícita. Esto permitía un equilibrio compensatorio de poderes. Ninguno lo
había explicitado antes al otro.
se dieron cuenta, desde que se conocieron, que eran el uno para el otro, contrato
consciente compartido.
Más adelante surgió que él necesitaba una mujer que se ocupara de los hijos de
su primer matrimonio que habían quedado a su cuidado cuando la pareja se disolvió.
Ella necesitaba con urgencia un compañero para procrear, pues ya estaba llegando al
límite posible de edad. En forma consciente para ambos, pero no explícita, contrataron
la prestación de mutuos servicies.
Inconscientemente, él buscaba una mujer que no lo abandonara, por eso eligió
una compañera con defectos físicos visibles y no muy vistosa. Ella temía quedarse
solterona y no poder tener hijos por su secuela de poliomielitis, por eso eligió unirse a
una familia. Esta parte del contrato era inconsciente y permitía un intercambio de igual
importancia desde ambos lados.
La satisfacción de las necesidades del partenaire puede ser usada para negociar
posiciones en la lucha por el equilibrio dinámico y el poder. Por ejemplo, la pareja C
tuve nuevos hijos y debió renegociar parte del contrato porque la mujer, al tener su
propia descendencia, ya no necesitó más su viejo contrato de unirse a una familia y
comenzó a mostrarse intolerante con los hijos de él.
Para satisfacer sus necesidades en la pareja, cada uno se comporta de manera que
genera en el otro las respuestas que él necesita. Estas actitudes se hacen repetitivas, se
convierten en patrimonio común y son el origen de los códigos de la pareja.
Ejemplos
Siempre que la pareja pide ayuda es porque necesitan un cambio. Sin embargo,
puede ocurrir que uno de ellos sabotee permanentemente el tratamiento. Esto se puede
deber a que tiene que cuidar secretos intereses de algún viejo contrato de necesidad,
que encuentra satisfacción en la relación tal como está y no puede sobrevivir a los
cambios.
Capítulo XIV
TRATAMIENTO
Sucedieron a ésta seis entrevistas más con la pareja, en las que surgieron los
siguientes datos:
El trabajaba como ejecutivo y era universitario recibido. Tiempo atrás, ella había
comenzado una carrera universitaria, pero la abandonó en el transcurso del segundo
año porque solo estudiaba si él la ayudaba.
Juntos se aburrían y la situación entre ellos se hacía más dramática los fines de
semana. Ella se aferraba-a la hija, a quien satisfacía en todos sus caprichos. La paciente
decía que se sentía como si aún estuviera embarazada de su hija. En los ratos libres, él se
iba a la cancha a ver un partido, dormía o miraba televisión comiendo chocolate.
Ella quiso que él fuera su papá y le dijera cómo tenía que hacer todo. Así, en
algunas áreas, él fue cada vez más paternal y ella más nena.
Cuando nació la hija de ambos, ella lo abandonó como hijo y trasladó la relación
simbiótica madre-hijo a su nuevo vínculo con la hija. Esto desequilibró el contrato
inconsciente de que el hijo era él y se separaron. Finalmente, él se resignó en parte y
volvieron a vivir juntos.
Elegí para ella un grupo que atravesaba un período expansivo; esto la podía
ayudar a mejorar su lenguaje verbal y su expresividad general. En el grupo ella podía
revisar, en forma indirecta, sus vínculos con la familia actual, la familia primitiva y el
entorno.
La impresión del grupo y la mía era que él estaba asustado ante los cambios
incipientes de su mujer y ante el embarazo. Temía que ella lo dejara solo. Pensé que su
pedido de que yo estuviera presente cuando él comunicara a su mujer la separación era
un pedido de socorro.
Yo fui a la sesión de pareja con dos secretos. Uno compartido con él y su grupo;
él anunciaría que la dejaba. El otro, compartido con ella y su grupo; ella iba a intentar
ser su mujer y no su madre.
Con intención de reforzar el esfuerzo del grupo cuya intensa sesión había sido el
día anterior, decidí que la entrevista de pareja se desarrollara en el salón del grupo.
Ella iría a la sesión prisionera entre dos contratos, uno viejo establecido con él
(ser su hija y ser su madre), otro, reciente, proveniente del grupo cuyo amor no quería
perder. Este último consistía en abandonar sus viejos contratos en la pareja para ser
solamente la mujer de él.
Primero llegó ella, muy elegante, con un vestido nuevo que armonizaba con sus
pulseras, hebillas, zapatos y cartera. Me comentó que había tirado la ropa vieja al
incinerador y que no sabía qué era lo que se iba a poner al día siguiente.
Después vino él. Al verla bien vestida y peinada quedó muy impresionado; pero
en cuanto pudo reaccionar, comenzó a evadir la mirada de ella y a poner su habitual
cara de tragedia griega. Esa cara tenía sobre ella el poder hipnótico de ponerle la mente
en blanco y hacerla sentir tonta.
Permanecieron en silencio, y cuando les pregunté si tenían algo que decir, ella
dijo que no. El dijo que sí, pero que hablaría más adelante porque no podía desconectar
su mente de la oficina.
Les propuse que cada uno imaginara y representara cómo serían los dos si fueran
árboles, qué actitud tendrían y a qué distancia estarían uno del otro.
Propuse que primero hiciera ella los roles y agregué dirigiéndome a él: “Tienes
que mirar atentamente lo que hace tu mujer y registrar qué sientes”.
El objetivo de esta consigna era que él captara el nuevo ofrecimiento de ella: ser
su mujer, si es que lo lograba concretar. Lo que ocurrió fue que ella, tímidamente pero
con actitud seductora, recorrió la habitación para escoger los almohadones que usaría
para sus roles. Luego se ubicó sobre los almohadones y en la forma más artística posible
representó a los árboles.
Cerca del final de la sesión, le pregunté a él que era lo que quería decir. Contestó
con una cara que trataba de disimular la alegría, que durante el transcurso de la sesión
había estado cuestionándose ideas previas a la entrevista y prefería revelarlas en su
grupo.
Salimos de la sesión sin haber hablado de los temas secretos, pero habiendo
trabajado sobre ellos.
Ella eligió una carrera universitaria breve, y sin demora comenzó a cursarla.
La nena pasó dificultades. Se terminó su rol habitual de barrera entre los padres
y, a su vez, la madre le dedicó menos tiempo. La madre comenzó a ponerle límites y a
responder de otra manera a los reclamos simbióticos.
La paciente dedicó parte del tiempo, que antes era de la nena, al esposo, al
estudio y a los preparativos para recibir al nuevo bebé. Ambos trabajaron la situación
con la hija en los respectivos grupos hasta lograr reencausarla al cabo de pocos meses.
Poco después del nacimiento del bebé, la pareja se fue de alta.
En síntesis, lo que se logró con el trabajo activo de ambos en los grupos fue que la
pareja tomara conciencia de la distorsión de roles y crearan objetivos adultos de
convivencia, en pareja y en familia.
Primeras entrevistas
El terapeuta deja que la pareja exprese libremente todo lo que quiera contar
acerca de lo que le pasa. Formula las preguntas que necesita para orientarse en lo que
sucede y comunica sus impresiones.
En general una sesión semanal de una hora a hora y media suele resultar
suficiente.
En los grupos, cada uno trabaja los problemas que se resisten a enfrentar en los
encuentros de pareja. Podría tratarse de contratos de necesidad inconscientes, influencia
de las familias primitivas en la pareja o mandatos parentales. En un encuadre grupal,
estos problemas se movilizan más fluidamente.
JUEGOS
El juego usado como test aporta un valioso material. El trabajo a nivel simbólico
que se realiza con los juegos favorece la disminución de la resistencia. Cuando juega, el
paciente no controla lo que hace o dice, y esto facilita la inclusión de afectos y
situaciones muy temidas. El hecho de que los conflictos se puedan leer repetidas veces
desde los distintos juegos ayuda a concientizarlos.
El juego de la casa y el juego de las dos figuras humanas son útiles para revisar la
parte inconsciente de los contratos de necesidad.
A. Juego de la casa.
Consiste en que cada miembro de la pareja haga un dibujo de la casa en que vive,
con crayones o fibras. Deben usar los colores que le parezcan representativos de cada
parte de la casa. La consigna no aclara si se debe dibujar el interior o el exterior de la
casa.
A veces, los pacientes muestran interés en el dibujo del otro sólo para usarlo de
introducción y. apoyados en esta manifestación de interés, hablar del dibujo propio.
También se puede proponer que representen la parte elegida por el otro como
más linda o más fea, y dialoguen desde allí.
Ejemplo1
Marta: Cada uno va a representar, ahora, la parte que más le gusta de la casa que
eligió.
Miguel: Soy el living, soy lindo, sencillo. Estoy decorado modestamente. Estoy en
el campo y tengo más vista que la tuya.
Bárbara: Soy el living, estoy en el centro de la casa. Percibo lo que pasa en toda la
casa. Tengo un hogar en pleno centro y el control de todo. Yo percibo lo que pasa
alrededor de la casa mejor que nadie. En este living comenzamos una nueva etapa.
Compramos la casa juntos, la decoramos juntos, es de los dos.
Marta: Cada uno debe representar la parte que menos le gusta de la casa que
eligió y hablar con la parte que menos le gusta al otro.
Miguel: Soy la buhardilla, siempre oscura. Me encajan todas las porquerías que
sobran; cosas rotas para arreglar. A ti, garaje, por lo menos te limpian, te sacan el coche:
en cambio, aquí tengo tierra de años.
Bárbara: Estoy mal hecho. En mí siempre queda agua acumulada, botellas vacías,
basura. Soy difícil de lavar porque se acumula el agua. Cada vez que sacan las
porquerías, surgen nuevas. En ti, buhardilla, en cambio, hay cosas viejas pero no
basura. Aquí hay agua sucia y grasa acumuladas.
Comentario
La casa elegida por cada uno de olios pone de manifiesto sus roles en la pareja.
Miguel, que tiene roles femeninos pasivos, elige la casa de fin de semana.
Cuando realizó este trabajo. Miguel tenía cuarenta y cinco años y estaba jubilado.
Se sentía deprimido y viejo. Se levantaba tarde, preparaba un vermut, miraba TV,
ayudaba a los hijos a hacer los deberes y dormía. Al mismo tiempo, él sentía que en la
buhardilla estaba todo lo que tenía que hacer, amenazándolo. Desde la buhardilla, habla
de su desvalorización, de su aislamiento y de su hacerse cargo de los aspectos
femeninos de la pareja.
Bárbara tiene los roles activos-masculinos del vínculo. Ella eligió la casa donde
vivían cotidianamente.
En su trabajo, ella expresa que tiene el control de la casa cuando dice: “Tengo el
hogar en pleno centro y el control de todo. Yo percibo lo que pasa alrededor de la casa
mejor que nadie.”
Por la época en que se realiza este trabajo, Bárbara maneja su casa y la de sus
hermanos. El garaje simboliza lo femenino desvalorizado y sucio.
La terapeuta propone a los pacientes el siguiente juego: Cada uno debe dibujar
dos personas. La terapeuta no les indica sexo ni edad, sólo les dice que dibujen
personas. Cada paciente debe relatar
la historia del vínculo de los personajes de su propio dibujo. Luego, metiéndose
en la sensación de ser el dibujo del otro cada uno continúa y termina la historia relatada
por el otro.
Marta: Ahora les voy a pedir que se sienten en la alfombra, bien apoyados,
espalda contra espalda. Cada uno debe meterse en la escena que dibujó el otro y
continuar el relato del otro.
Miguel: Un bosque siempre es algo lindo, entra el sol entre las ramas, si hay
frutas es lindo recogerlas y comerlas. Nos sentamos en el pasto a comerlas. Es lindo, se
oyen los pájaros y hay olor a tierra mojada. Después que comemos la fruta, seguimos
por el camino. No hay peligro de perderse, siempre que esté el camino. Seguimos
caminando por el bosque.
Miguel: Sería lindo que hubiera una cabaña con fuego, café caliente, olor a
madera. (Llora emocionado.) Quisiera que nos pudiéramos sentar ante el fuego y ser de
verdad nosotros dos, no tener bronca y además poder estar enamorados A veces, me
parece que ya no me acuerdo de cómo es eso.
Bárbara: Estoy delante de las piedras, son marrones. No son tan grandes, pero sí
pesadas. Siento que tengo que sacarlas del camino, no treparlas. Son pesadas pero
posibles de sacar, pero veo que las voy a tener que sacar yo sola. Tengo que sacarlas y
me cuesta mucho. Como ellos vienen de una parte desértica, tengo la sospecha de que
uno saca las piedras y todo sigue igual. Hay un arbolito allá lejos y ese lugar es muy
llano. La sospecha es que después de venir de algo tan árido, es difícil que aparezca un
bosque con árboles que crujen y maderas para quemar.
Bárbara: Sacarlas.
Bárbara: Tendría que ir y decirle: ven. Tendría que agarrarlo del brazo. Empiezo
a sentir obligación. El tendría que estar también de este lado del camino, sin que yo
tenga que hacer el esfuerzo de traerlo. Él lo haría por mí porque yo lo empujo. El se
sentaría en el río pero no sabría si está o no contento. Soy yo quien va a buscarlo para
tener relaciones sexuales. Al principio no sé si está caliente o no; después de un rato de
incertidumbre participa activamente. Es como si yo deseara la alegría y el placer
espontáneos y no la vivencia, después de un montón de esfuerzo.
Marta: Miguel, ¿qué sentiste cuando ella relataba?
Miguel: Me gustó que encontrara agua y hablara de los chicos. Pensé que
estábamos juntos, mojándonos los pies, y ella dijo que no. Luego ella dijo que tenía que
arrastrarme. A veces no sé qué me traba, es como si ella misma me trabara con su
demanda exagerada de las cosas.
Comentario
La terapeuta pide a los pacientes que cierren los ojos. Luego toma la tapa de un
canasto tejida al crochet y la entrega primero a uno y luego al otro paciente solicitando
que describan lo que sienten al tacto.
Miguel: Se trata de una cosa tejida al crochet que tiene un borde redondo y arriba
una manijita.
Bárbara: Siento una sensación rugosa, suave en unas partes y áspera en otras.
Hay una elevación y luego se me hunde el dedo. Me da sensación de hundimiento.
Bárbara: Se trata de algo suave, resbaladizo, que tiene onditas. Aquí tiene algo
que cruje.
Miguel: Acá hay un pedacito de papel. Está roto abajo. El papel sobresale. Tiene
forma de rosa. El objeto es suave y tiene puntas filosas; en el medio tiene un agujerito.
Este juego permitió explorar cómo, habitualmente, cada uno proyecta y ataca en
el otro ese aspecto de sí mismo con el que tiene conflicto.
Mediante juegos, con diálogos y escenas, se clarifica en sesión lo que cada uno
expresa a nivel corporal y verbal. Al cesar los profundos desentendimientos, se crea el
espacio mental necesario para lograr códigos compartidos satisfactorios y para rescatar
los ya existentes.
Recuerdo una mujer que tenía temor a la “cara de malo” que ponía su marido
cada vez que ella decía que quería trabajar. En el consultorio el marido representó esa
cara. El la encontró igual a la de su padre en épocas económicamente duras. Esa cara
significaba para el paciente “pobreza y tristeza”; también le recordaba las disputas de
su padre y su madre por dinero. Durante el trabajo con este gesto, las escenas derivaron
hacia un diálogo con el papá en el comedor dé la casa de la infancia. La casa estaba en
un pueblo al que se mudaron por razones de trabajo del padre. El paciente reprochó a
su padre la pérdida de sus viejos amiguitos, su barrio y otras cosas. En este diálogo se
pone de manifiesto el mandato paterno de que el hombre debe mantener a la familia y
la mujer tiene que quedarse en la casa.
Le pedí a ella que representara “la cara de malo”, para entender qué significaba
para ella. Tardó un buen rato en decidirse a representarla porque le daba miedo. Sobre
todo, la amedrentaba la mirada de malo. Ella decía que era una mirada que le quería
pegar, que la desaprobaba. Al representar ese gesto, ella sintió que era igual a un gesto
que su padre solía tener cuando ella tenía doce años y quería ir al baile con la hermana
mayor. Le pregunté qué situación parecida le estaba ocurriendo ahora, y contestó que
su esposo se enojaba mucho si ella salía a tomar el té con sus amigas. El decía que si ella
salía, los niños y la casa quedaban mal atendidos.
Después de este trabajo, ella dejó de usar el gesto de él para prohibirse cosas.
En este ejemplo, como en tantos otros, aparece el enlace del momento actual con
la infancia que provoca en ambos protagonistas una situación patológica que tiende a
repetirse.
La terapeuta propone que cada uno se imagine que en el lugar donde está
sentado el otro hay en realidad una persona extraña. A esta persona le deben contar
cómo es su pareja en los roles de madre o padre con cada uno de sus hijos. Deben hacer
el diálogo como si su pareja no estuviera presente en la habitación.
Miguel: Mi mujer es terriblemente exigente con nuestro hijo mayor. Ella se queja
de que él es muy desprolijo, y sin embargo es tan prolijo como los demás hermanos. Yo
creo que ella es intolerante con él.
El paciente presta mayor atención a aquella parte del vínculo de su mujer con el
hijo que lo pone en contacto con su propia historia, en relación con sus padres.
La terapeuta le pide al paciente que repita el ejercicio en relación con los otros
hijos. Se observa que hay un aspecto diferente de la conducta de la mujer con cada hijo,
que él percibe especialmente.
Las personas neuróticas casi solamente registran, del vínculo de la pareja con los
hijos, aquellas cosas que tienen que ver con su propia infancia.
Luego la terapeuta le pide a la mujer que hable con su marido como si él fuera un
hombre extraño, y le cuente qué tipo de padre tienen sus hijos. La paciente dirá las
cualidades positivas y negativas del esposo con cada hijo. También se revisa eh qué
parte de su historia pasada hay coincidencia de conductas entre padres e hijos.
Cada uno imagina que en el lugar donde está sentada su pareja, en realidad está
sentado uno de sus padres. Terapeuta a él: “Tiene que mirar a su mujer imaginando que
en su lugar no está ella sino su madre. Tiene que superponer la figura fantaseada de su
madre con la real de su mujer. Le dirá a su madre lo que aprecia de ella y también lo
que le molesta.”
Se continúa trabajando con él, y debe imaginar la figura de su padre donde está
sentada su mujer. Al final del trabajo, el terapeuta pregunta al paciente qué cualidades
positivas y negativas de las que él dijo de su padre también se las podría atribuir a su
mujer. Luego ella hace los diálogos imaginarios con los padres.
En este ejercicio se investigan los aportes que hacen los dos para crear los
problemas.
H. Juego para investigar la imagen de pareja que los pacientes transmiten a sus
hijos
COMUNICACIÓN EN LA PAREJA
La terapeuta pide a los pacientes que conversen, mirándose a los ojos. También
solicita que respondan las preguntas que ella les formula, dialogando entre sí como si
ella no estuviera presente.
Ejemplos
La pareja puede hacer crecer las manipulaciones hasta que con ellas desplaza a
las personas del centro de la escena, convirtiéndose las manipulaciones en una de las
más importantes metas de la relación.
Las manipulaciones son usadas por la diada para mantener posiciones de poder
respecto del otro. Entonces es útil saber si los cónyuges están todo el tiempo en la
escalada de ganarle al otro o logran momentos de mutuo respetó.
También es útil averiguar si las manipulaciones afectan algunas áreas del vínculo
o todas, y con qué grado de complejidad las organizan.
Ejercicio 19
Supongamos que, en una pareja, el hombre tiene dificultad para mirar a los ojos
de su mujer.
A veces los pacientes no logran hacer esta tarea que parece tan simple. No
recuerdan la ropa ni la expresión de los ojos. Miran sin ver.
Si así sucedió, la terapeuta propone lo siguiente:
Terapeuta a él: Métase en la sensación de que usted es ahora los ojos de su mujer.
Desde la sensación de ser los ojos descubra qué le quiere decir ella a usted.
Ejercicio 20
Marta (a ella): Represente para su marido la cara de asco que él pone y que a
usted le molesta. Averigüe qué le quiere decir.
Ella (con gesto de sentir profundo asco): Me dice: “ ¡Eres una pulga! ¡Novales!
¡No te quiero!”
Él: Voy al baño, estoy sacando los paños de la menstruación de ella de la pileta.
Ella siempre los deja allí (pone cara de asco).
Él: ¡Te odio, chancha de mierda! No tengo por qué ver esos paños mugrientos en
la pileta. (Ella creía que la cara de asco de él era provocada por un estímulo diferente
del real. Aunque él le decía que le molestaba que dejara los paños de la menstruación en
la pileta, ella no quería registrar esta protesta. Ella necesitaba que él siguiera poniendo
cara de asco).
Marta (a él): Métase ahora por un rato en la sensación de ser ella. Represente la
cara de desprecio y averigüe qué le quiere decir con ese gesto.
Ella: No me parece muy macho, no me gusta que tenga las manos regordetas y
papada. Me da asco su piel que es muy escamosa. No me gusta la forma de su cuerpo.
Hace años, cuando teníamos relaciones sexuales, no me sabía acariciar. El era torpe, por
eso dejé de querer que me toque. Me molesta. Cada vez que se quiere acercar lo rechazo
porque no lo hace bien, es torpe.
Miguel: ¡Eres muy tonta! El otro día mis amigos se burlaban de mí y te quedaste
indiferente. No fuiste capaz de jugarte, de tomar partido por mí. ¡También, de la familia
que vienes no puede ser menos! ¡Por algo todos están en tratamiento psiquiátrico!
Ejercicio 22
Bárbara (a Miguel): Eres frío, distante, sólo te importan tus I hobbies. (La
terapeuta pide a Miguel que no responda a la agresión y trate de leer qué más le quiere
decir Bárbara con esas palabras.)
Ejercicio 23
Bárbara: Rabia.
Bárbara: En el pecho.
Bárbara: Que es indiferente, egoísta; puede pasar días en el sótano con sus
hobbies.
Bárbara: No.
Bárbara: Sí, pero nada me gusta, nada me apasiona, y eso me da mucha rabia.
En expresiones como las que siguen, hechas con el fin de aliviar rivalidad y
competencia, se observa la autodescalificación.
Con los ejercicios, los pacientes comienzan a identificar con creciente precisión lo
que sienten en cada instante. A veces ellos logran describir las sensaciones que
componen sus sentimientos.
En cada sesión, la terapeuta trata de que los pacientes tomen contacto con los
afectos que surgieron durante su transcurso y logren ponerlos en palabras. Suele
ocurrir, en las primeras sesiones, que los pacientes no saben si sienten o no. Ellos
pueden no distinguir una emoción de otra, o les da igual pensar que sentir, porque les
parece que es lo mismo. Otras veces desvalorizan los sentimientos y consideran que
pensar es superior.
La terapeuta investiga los problemas que los pacientes tienen en esa área.
También ella evalúa si los pacientes pueden tolerar el miedo al propio cuestionamiento
al confrontar sus sentimientos con los de la pareja.
Ejercicio 24
La terapeuta propone a los pacientes que expresen las cualidades positivas que se
encuentran mutuamente y registren lo que sienten durante el ejercicio. Mientras uno
habla, el otro se deja sentir.
Miguel: Ella es buena madre, es muy noble, es muy afectuosa con los niños.
Bárbara: Él es un padre que sabe estar con los chicos. Lo que tiene de bueno es
que se preocupa por nosotros.
En este ejemplo, los pacientes evitan hablar del vínculo porque se descalifican
mutuamente como pareja.
Luego la terapeuta pide a los pacientes que hablen de las cualidades negativas
que se encuentran mutuamente.
Ejercicio 25
La terapeuta propone a los pacientes que se acuesten y se relajen. Una vez que
alcanzaron la relajación deben imaginar que van por un camino hacia una gran galería
comercial. En la galería entran en distintos negocios: una tienda de ropa, una zapatería,
una casa de disfraces, una casa que vende “roles para desempeñar’’, un negocio de
comidas, un vivero y una casa de regalos. En cada negocio los pacientes eligen algo
para sí y algo para su pareja. La terapeuta les pide que no comuniquen su experiencia
en voz alta hasta que finalice.
Ejercicio 26
Los pacientes hablan de sus sentimientos. Agregan —si quieren— todas las
explicaciones que se les ocurran acerca de sus sentimientos. Los pacientes suelen hacer
esta última parte muy bien. Es frecuente que crean encontrar la causa de todo lo que les
pasa; esto les da cierta seguridad que calma la ansiedad producida por el miedo a sentir
y a no poder controlar los afectos.
Ejercicio 27
La terapeuta puede proponer a los pacientes que digan lo que sienten sin
justificarlo y que detecten los detalles de sus sentimientos.
Ejercicio 28
Ejercicio 29
Ejemplos:
Ella: Estoy cansada de que critiques a mis amigos homosexuales. Me parece que
les tienes envidia porque saben gozar de las fiestas mejor que tú.
Él: Yo estoy cansado de que me lleves a esas reuniones donde soy el único que
está de traje. Los demás están de chombita porque son unos putitos.
Ella: Bueno, vente tú con ramerita, así no estarás tan fuera de tono y cambiarás
un poco.
El. Por qué no te dejas de ser tan mandonita (ríen los dos y se relaja la tensión).
Ejercicio 30
Marido: Soy una sensación de cansancio y mufa. Soy una opresión en el pecho y
desaliento. Soy temor.
Marido: Me vas a matar, sensación, hace quince años que te soporto. No doy
más. Sé que la única manera que tengo de no sentirte es logrando que cambie Carmen, a
quien igual que a ti hace quince años que soporto. ¡No aguanto su tristeza! ¡Tendría que
romper con ella!
Marido: No es con Carmen con quien tienes que romper, sino con tu maldita
costumbre de hacerte cargo de los otros y de querer arreglarle la vida a todo el mundo.
Comentario final