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Libro perteneciente a una colección de diferentes estudios y experimentos

psicoterapéuticos de orden gestáltico.

La autora nos presenta cómo varios clientes se exponen ante sus mecanismos de
defensa y a través de sueños y vivencias variados, van encontrando el equlibrio y la
liberación psicológica que todos deseamos.
MARTA ATIENZA

Estrategias en psicoterapia
guestáltica
PREFACIO

ENTRE todas las técnicas psicodinámicas conocidas en el mundo occidental, la


técnica gestáltica es la que brinda al paciente la más clara sensación de que es él mismo
el autor de sus cambios. Otras técnicas frecuentemente le hacen sentir que el terapeuta
es el que hace los descubrimientos; en cambio, la técnica gestáltica permite percibir al
terapeuta como un buen acompañante.

La técnica gestáltica, igual que la hipnoterapia, se caracteriza por lograr un


contacto directo y rápido con el inconsciente. Esto hace posible trabajar fluidamente con
los símbolos del inconsciente y modificarlos.

La mayoría de los ejemplos clínicos que aquí se desarrollan corresponden a


trabajos realizados con técnica gestáltica; sin embargo, en algunos pocos casos uso una
combinación de técnica gestáltica y psicodramática.

Estas son las técnicas de acción, y tengo una fuerte preferencia por ellas porque
permiten identificar claramente, en sesión, el momento en que ocurren los cambios. Al
mismo tiempo, siempre pensé que para cubrir adecuadamente las necesidades de los
pacientes se requiere que el terapeuta maneje con naturalidad varias técnicas.

Durante los años de residencia hospitalaria de postgrado recibí entrenamiento en


las siguientes corrientes: psicoanalítica, existencialista, estructuralista, conductista,
reflexológica. gestáltica, psicodramática e hipnótica. Las técnicas que me interesaron
más fueron la gestáltica, la psicodramática y la psicoanalítica.

A lo largo de 14 años enseñé técnica gestáltica y trabajé con pacientes


individuales, parejas y grupos. Ante la necesidad de resolver situaciones de mis
pacientes, encontré atajos y creé ejercicios que enriquecieron mi labor.

Con mis alumnos me vi obligada a hacer síntesis teórico-técnica para dar una
cierta organización a la transmisión de experiencia y hacerla clara y coherente.

Los comentarios sobre la problemática de los casos presentados o sobre los


trabajos de los pacientes se realizaron bajo la influencia de las técnicas psicoanalítica y
sistémica, que brindan los más enriquecedores aportes sobre la relación padre-hijo.

El libro se divide en dos partes, cada una de las cuales contiene desarrollos
teóricos y técnicos. La primera parte está dedicada a los grupos gestálticos y a los
símbolos. Contiene ejemplos clínicos que muestran cómo el paciente se aferra a la
neurosis. El paciente trata aquello que lo perturba como una parte muy apreciada de sí
mismo.

Uno de mis objetivos, en este sentido, es modificar los símbolos que el paciente
tiene para representar sus conflictos. Considero que mi concentración en esta meta me
permite lograr un trabajo breve, profundo y con un buen resultado terapéutico.

Aquí explico cómo trabajar con técnica gestáltica, cómo resolver situaciones
difíciles y proveo ejemplos reales en los que se aplicó la técnica. Algunos ejemplos
ilustran ejercicios.

En algunas situaciones, los ejercicios permiten conseguir en corto tiempo el


mayor compromiso del paciente y obtener el mejor aprovechamiento de la dinámica
grupal.

En su mayoría, los ejercicios aquí expuestos son de mi creación; los restantes, son
modificaciones de ejercicios conocidos de la gestalt o el psicodrama. También dedico
esta parte a la psicoterapia de grupos y la desarrollo siguiendo dos ideas
fundamentales. Por un lado, me concentro en las diferentes dinámicas que se dan en
forma simultánea a lo largo del desarrollo del grupo terapéutico. Por otro, expongo una
serie de ejercicios que agilizan la tarea.

La última parte la dedico a la pareja. Explico los diferentes tipos de contratos que
la pareja aporta a su unión y las diferentes modalidades de relación que ejercita en su
vida en común. Describo varios tests destinados a descubrir los contratos inconscientes
de la pareja. También expongo una forma novedosa para su tratamiento, que incluye un
período en el cual cada miembro participa de un grupo terapéutico bajo mi
coordinación.

Describo también en este capítulo algunos ejercicios que creé para resolver
temáticas específicas de la pareja.

El desarrollo de aspectos teóricos y técnicos está ilustrado con numerosos casos


clínicos. El objetivo de su inclusión es mostrar detalles técnicos, y no estudiar el material
clínico.

Este aporte se dirige fundamentalmente a los futuros terapeutas interesados en


adquirir herramientas de trabajo. Los colegas que puedan sacar algún provecho de él,
sean bienvenidos.
Los lectores en general podrán enriquecerse aumentando su autoconocimiento, a
la vez que el de sus vínculos.

AGRADECIMIENTOS

AGRADEZCO muy especialmente a los licenciados Victoria Atienza, Juana


Gutman, Marta Shetjman y Carlos Camargo. Cada uno leyó conmigo el material y
aportó sugerencias. Algunas veces éstas sirvieron para elaborar una mejor manera de
expresión, otras me estimularon a hacer más extensa y detallada la parte teórica.

También estoy obligada con los alumnos, cuyo entusiasmo me motivó y fomentó
mi deseo de ser útil a la persona en desarrollo.

Reconozco muy especialmente a los pacientes que confiaron en mí, aportaron


buena parte de este material y aumentaron mi sensibilidad hacia lo que significa Salud
Psíquica.

Quiero también agradecer a mi esposo por su comprensión y constante


colaboración.

Agradezco a mis hijos por su fresca presencia y su paciencia.

Agradezco a mis maestros: Adriana Schnake, Francisco Huneeus y Laura Peris


(Guestalt); Jeffrey Feldman, Eileen R. Shields, Jane Parson(Hipnosis); Salvador
Minuchin (Psicoterapia Familiar Sistémica); Jorge Rinavera, Zerca Moreno, Robert
Ziroca (Psicodrama); Alexander Loweny John Pierrakos (Análisis Bioenergético);
Hernán Davanzo (Psicoanálisis).
Parte I

PSICOTERAPIA DE GRUPO

Capítulo I

INTRODUCCIÓN A LA PSICOTERAPIA DE GRUPO

1. Características generales de los grupos mencionados en esta obra

Para resolver los problemas neuróticos del adulto, el grupo terapéutico es, en la
mayoría de los casos, muy ventajoso. Al igual que la terapia individual, pone énfasis en
explorar el mundo interno. También trabaja con el individuo en relación con su entorno
pero, a diferencia de la terapia individual, cuenta con los datos que aporta el grupo en
cuanto a su carácter.

Este capítulo contiene algunas apreciaciones acerca del grupo y de los fenómenos
que impulsan al cambio.

Para desarrollar estas ideas, me apoyo en la experiencia resultante de la labor


diaria a lo largo de catorce años con grupos terapéuticos.

Cada grupo estaba compuesto de ocho a quince personas, hombres y mujeres.


Los pacientes pertenecían en su mayoría a la clase media, y su edad oscilaba entre
veinticinco y cuarenta años. En todos los grupos había uno o dos pacientes que tenían
entre diecinueve y veintidós años, y uno o dos cuyas edades oscilaban entre cuarenta y
cinco y sesenta.

Los participantes se reunían durante un lapso variable de diez meses a dos años.

La renovación de los pacientes dependía de mi decisión y de la del propio grupo


para dar las altas, con lo cual se hacía posible el ingreso de nuevos miembros, y también
de la disponibilidad de pacientes útiles para el grupo y para los que a su vez el grupo
también sirviera. Los pacientes asistían a una sesión semanal de tres horas, participando
siempre del mismo grupo y horario.

2. Símbolos

Para hablar del trabajo dentro del grupo es esencial describir el rol del símbolo,
porque está relacionado con todo el fenómeno grupal.
Cada símbolo es un elemento abstracto que representa en la mente un conjunto
de significados. Los significados de un símbolo se interrelacionan entre sí, y también se
relacionan con los significados representados en otros símbolos.

Solemos oír expresiones como “Tiene sabor a campo” o “Esto me huele a


engaño”.

Estas expresiones, que combinan palabras cuyos significados no se pueden


relacionar en un nivel lógico, ponen de manifiesto la complejidad de la representación
simbólica.

3. Partes individuales y compartidas de los significados de los símbolos

Muchas personas coinciden en los Significados básicos que atribuyen a los


símbolos. Las áreas de codificación común permiten el entendimiento entre las
personas, entendimiento que permite crear el sustrato de las dinámicas que mueven al
grupo terapéutico y que se describirán más adelante.

Sin embargo, siempre existen algunas diferencias en la interpretación de los


significados de los símbolos. Estas diferencias dependen de las experiencias de vida
únicas de cada individuo y de cómo se incorporan a su mundo simbólico. Parte de la
comprensión del significado de un símbolo puede ser igual para diferentes personas;
esto responde a áreas de codificación común. Otra parte de su interpretación no es
compartida, pues responde a un aspecto codificado individualmente.

Con las impresiones digitales ocurre algo parecido a lo que pasa con los símbolos
en la mente humana. Muchas líneas y círculos son comunes a todos los humanos —es la
parte común del código—. Otra, es única para cada individuo y puede utilizarse para
identificar a las personas.

En los sueños es fácil observar cómo se relacionan distintos símbolos. Podemos


leer en ellos los conflictos y trabajarlos hasta que la persona logre modificarlos. Los
cambios se manifiestan con la aparición de nuevos símbolos.

Después de trabajar con símbolos relacionados con un conflicto y de hacer


importantes transformaciones en ellos, el paciente modifica su conducta. Estos cambios
se reflejan en todas las áreas afectadas por el conflicto, surgen sin esfuerzo y quedan
incorporados con naturalidad.

La elaboración de duelo de Cynthia es un ejemplo de trabajo con símbolos.


Elaboración de duelo de Cynthia

Marta: hagamos un encuentro con tu hermanito. Dibújalo con tus manos en el


aire.

Cynthia (con los ojos cerrados dibuja la cara de su hermanito en el aire con sus
dedos índices): Era una carita redonda, linda, rodeada de rulitos castaño claro. Las
manzanas eran así de gordas (por las mejillas). Primero me llamaba mamá, después me
decía la.

Marta: Dibuja su cuerpo entero.

Cynthia (lo dibuja en el aire): ¡Gordito!

Marta: Habla con él y tócalo.

Cynthia: Le tengo miedo porque está muerto y... ¿si eso fuera contagioso?

Marta: No importa, tócalo.

Cynthia (lo toca): ¡Está muerto!

Marta (en este momento Cynthia está en un profundo trance hipnótico en el que
entró espontáneamente como consecuencia del diálogo interno): Hagamos de cuenta
que está vivo por un rato.

Cynthia: Bueno, te vas a portar bien, mi amor. Siéntate aquí al solcito. No vas a
cruzarla calle. Quédate aquí sentadito (llora).

Marta: A ver, tócalo y dile cómo te sientes.

Cynthia:¡Tienes una carita tan suave!, los cachetes colorados, el pelo sedoso.

Marta: Tócale el pelo.

Cynthia: Los rulitos suaves.

Marta: Toca su cuerpo.

Cynthia (hace en el aire ademanes de tocarlo): ¡Eres tan tierno, mi amor! *


Marta: ¿Y las piernas?

Cynthia (toca las piernas): Gorditas.

Marta: Tócalo todo. (Cynthia llora muy suavemente mientras lo toca.) ¿Cómo te
mira él?

Cynthia: Con unos ojos tan dulces y tan picaros. Pienso que me mira como a la
mamita.

Marta: Díselo.

Cynthia: Yo no soy tu mamá, querido. Yo me llamo Cynthia, Cynthia. A ver, dilo.

Marta: ¿Y tú cómo te sientes? ¿Cómo su mamá?

Cynthia: No. Me gustaba que me dijera mamá. Yo tenía once años.

Marta: Cámbiate de lugar. Métete bien en la sensación de ser él.

Cynthia: Yo te quiero, la. Te quiero mucho. Eres la única mamá que conocí. A
veces los abuelitos... pero ni siquiera se acercan a darme un beso. Preguntan desde la
puerta y se van. Es tu abuela, no la mía. Yo no tengo abuela pero te tengo a ti y tengo a
papá. Soy bueno. Te quiero mucho.

Marta: Ahora, con los ojos cerrados, métete en la sensación de estar en el hospital.
Sé él. ¿Cómo te sientes ahí?

Cynthia (grita y llora desesperada): la, la, quiero a la. No quiero comer. Quiero a
la... la está en la ventana. No me voy a olvidar nunca de ese grito. la, la, ven. Quiero
estar con la. la me tienen atado a la cama y no me dejan ir contigo. Me ataron a la cama
igual que a mamá. la, la, no me dejes.

Marta: Sé tú misma desde afuera de la ventana.

Cynthia:¡Por favor! (Con gran desesperación.) ¡Déjenmelo ver! ¡Déjenme estar


que soy la hermana! ¡Déjenme entrar a verlo! Él se va a mejorar si yo entro. Estoy segura
de que él se va a mejorar. Día y noche está clamando por mí (llora muy desesperada).
¿Por qué no me lo dejan ver? Me echan porqué me trepo a la ventana. Nunca más te voy
a volver a ver, mi amor, nunca más. ¡Estás muy mal!
Marta: Acércate a la cama. ¡Hazlo ahora!

Cynthia:¡Nunca pude! ¡Nunca pude!

Marta: Bueno, ¡hazlo ahora!

Cynthia: Esas monjas malditas no me dejan. Por favor, hermanita, le ruego,


aunque sea un minuto. El no conoce a su madre. El cree que soy su mamá. Por favor, un
minuto. Le toco la mano, le doy un beso y me voy.

Marta. Ahora nos salteamos a la monja. Ponte al lado de la cama y háblale


directamente.

Cynthia:¡Hola, mi amor! ¿Cómo estás, querido?

Marta: Tócalo (le alcanzo un almohadón y lo toca con dificultad. Cynthia está
trabajando, en este momento, directamente desde su inconsciente; está alucinando).

Cynthia (llora durante todo el trabajo): Estás hirviendo. Tienes mucha fiebre, mi
amor. Vas a tomar la leche, corazón, y cuando estés mejor, te llevo a casa.

Marta: No lo puedes llevar a casa. Tienes que despedirte de él.

Cynthia:¿Por qué te tienes que morir? ¡Eres tan inocente! ¿Por qué? ¿Cómo sé que
está muerto si yo no lo vi? ¿Cómo sé?

Marta: Lo tienes en tus brazos, ahora te vas a dar cuenta.

Cynthia:¡Está vivo!

Marta: Dile todo lo que piensas, todo lo que querías haberle dicho cuando estaba
vivo y no pudiste decirle.

Cynthia: Quiero verte contento, jugando otra vez. Sentado en tu sillita al sol.

Marta: Dile cómo te sentías tú con él.

Cynthia: Estoy muy triste, mi amor. Yo te quiero mucho. Marta: A ver, tócalo. Es
la última vez que lo tocas.

Cynthia:¡Te estás enfriando! (Toca el almohadón.)


Marta: ¿Qué pasa?

Cynthia: Me mira a los ojos. ¡Está vivo aún!

Marta: Sé él. Háblale a Cynthia. Métete bien en la sensación de ser él y dile a


Cynthia todo lo que no le pudiste decir.

Cynthia: la, yo sé que no eres mi mamá. Eres mi hermana. Te quiero porque me


cuidaste. Me voy a ir. Tengo mucha pena de dejarte. Sé que me quieres mucho. Ya pasó
todo. No voy a tener que estar más en la sillita, ni que tomar la sopa. Voy a descansar.
(Hace un largo silencio. Se le va borrando la cara de pena.)

Marta: Dile a Cynthia cómo te sientes.

Cynthia: Me siento en paz. ¡Estoy en una inmensa paz!

Marta: Sé tú de nuevo y despídete de él.

Cynthia:¡Está frió! ¡No lo voy a tocar!

Marta: Tócalo por última vez.

Cynthia: Ya estás frío. Te toco solo la mano, mi amor. Ya no eres mi bebé. Adiós.

Marta: ¿Cómo te sientes ahora?

Cynthia: Estoy tranquila. Se me fue la opresión que tenía en el pecho al


comienzo.

Comentario del trabajo de duelo de Cynthia

Para este trabajo aproveché el material que la paciente trajo en sesiones


anteriores.

Cynthia tuvo con su madre un contacto escaso y malo. La madre era


hospitalizada, frecuentemente, por brotes psicóticos.

Por ser la mayor de los hermanos, Cynthia se hizo cargo de todas las tareas de la
casa a partir de los diez arlos, cuando murió la mamá.
Al cumplir quince, arreglaron su casamiento con un hombre veinte años mayor,
cuya situación económica era mejor que la de su familia. Tuvo dos hijos, un varón y una
nena.

Cynthia logró ser madre de su hijo, igual que quiso ser la de su hermanito, a
quien prolongó en aquél. Con su hija abandonó el rol de madre y compitió como
hermana. Repitió con ella sus situaciones personales de hija sin madre y de hija de
madre loca.

En esta sesión, a través del trabajo con el hermanito muerto a los tres años, la
paciente hizo un intento inconsciente de elaborar la relación con su madre, relación que
se caracterizó por la falta de contacto, debido a las reiteradas internaciones de aquélla, a
su miedo a la locura y a la culpa que le provocaba su hostilidad hacia la madre.

Simultáneamente con la elaboración del doble duelo (madre-hermano) trabajé su


fobia al contacto físico. Para ello, puse mucho énfasis en que se imaginara el contorno
del hermanito delante de ella. Le pedí que dibujara en el aire la figura del niño y lo
tocara lo más posible. La obligué, mediante órdenes bien enérgicas, a cambiar las
escenas cuando tendía a dispersarse (por ejemplo: ¡Ahora estás en el hospital! ¡Sé tú
misma, del otro lado de la ventana! ¡Acércate a su cama! ¡Hazlo ahora!).

4. Información general acerca de los trabajos gestálticos

La mayoría de los trabajos gestálticos consisten en un diálogo que el paciente


mantiene entre dos o más símbolos de su mundo interno, a los que usa
momentáneamente como interlocutores. Uno de ellos puede ser el mismo paciente.

En tales diálogos hay dos momentos que se repiten en forma alternada. Uno,
cuando el paciente habla con su símbolo, y otro, cuando se convierte en su símbolo para
dialogar desde allí consigo mismo. En algunas ocasiones, la conversación se establece
entre dos símbolos que el mismo paciente encama en forma alternada.

No importa si es la terapeuta o el paciente el que elige el primer símbolo a


representar. Muchas veces, para comenzar el trabajo puede ser importante elegir aquel
símbolo que hace fluir en el paciente mayor emoción. En otras ocasiones, se puede
elegir el símbolo con el cual se muestra más bloqueado o un símbolo que aparezca
desdibujado, que el paciente no recuerde con claridad. Estos símbolos inconclusos o
vagos podrían estar señalando áreas de conflicto.
En este tipo de trabajos es importante que el paciente tome contacto con sus
símbolos con la mayor concentración posible. Para ayudarlo a ello, la terapeuta le
solicita que cierre los ojos y se imagine que el personaje simbolizado con el que va a
dialogar está frente a él. También pide al paciente que se ubique a una distancia que
considere óptima respecto del símbolo, que tome contacto con él y dialogue. Primero el
paciente describe cómo ve al símbolo con el que dialoga —qué actitud tiene, qué cosas
le ocurren frente a él y qué siente por él—. En un segundo momento, le solicita que se
identifique con el símbolo, hable desde él, use su voz y sus gestos para responder.

La terapeuta trata de que el paciente se comprometa cada vez más con su


situación, para lo cual está atenta al diálogo desarrollado por el paciente desde cada rol.

Pide al paciente que se escuche a sí mismo y que repita las palabras más
significativas; incluso puede cambiar algunas de las palabras que dice el paciente.

Los “personajes interlocutores” que el paciente encama se pelean, se


comprenden, se asocian, se ayudan, etc. La terapeuta solicita al paciente que se ubique
en lugares diferentes para cada roí y adopte la posición física que siente que le
corresponde al personaje que está siendo en ese momento. El paciente se permite
registrar los cambios del símbolo, como ser modificaciones en la edad, afectos y
estructura. Los diálogos que se desarrollan pueden ser de temática muy variada
(exigencias, resentimientos, reflexiones sobre el sentido de la vida, etc.).

Puede ocurrir que el paciente decida matar, golpear o arrojar fuera de la


habitación a su interlocutor. Se puede dar por finalizado el trabajo al llegar a ese nivel,
en un gran número de casos: situaciones de violencia, violaciones, etc. El efecto puede
ser catártico y elaborativo. Si trabajamos con un duelo patológico o inconcluso respecto
de alguien muy querido para el paciente, se le puede sugerir que dibuje en el aire el
contorno de su objeto de duelo como si lo tocara. Como se vio en el trabajo de Cynthia,
fue necesario solicitarle que dibujara el contorno de su hermanito muerto, lo tocara y lo
imaginara vivo. El objetivo de este pedido fue que la paciente permitiera fluir sus
sentimientos reprimidos y lograra sentir como real el diálogo con su símbolo —
hermano muerto—.

La paciente pudo así, en una dimensión vivencial, y sólo a través de ella,


permitirse expiar las culpas inconscientes que mantenían vivo el diálogo persecutorio
interno. Se produjo, junto con la movilización de afectos, un cambio afectivo y racional
frente al conflicto, que permitió el cese del sufrimiento.
Es muy interesante señalar que cualquier observador con un poco de
entrenamiento puede advertir el grado de compromiso del paciente con su rol de
símbolo. El paciente puede hacer, en breve tiempo, una regresión profunda y volver a
tomar contacto con su status adulto en la misma sesión.

Cuando la terapeuta pone énfasis en los hallazgos que “hace el paciente”,


fortalece su autoestima, creatividad y autosoporte. De esta manera, el paciente toma
conciencia de que el mago que tiene todas las respuestas que necesita es él mismo.

El paciente crea con la terapeuta gestáltica una relación más adulta que aquella
que se genera si es la terapeuta y no el paciente la que hace los descubrimientos.
Capítulo II

DINÁMICA DE GRUPOS

5. Introducción a las dinámicas del grupo terapéutico

En un grupo terapéutico la disminución de la enajenación que presenta cada


paciente se produce a través de) contacto que logra cada uno con sus conflictos
irresueltos. Esto es favorecido por el efecto detonante y madurativo que el trabajo de
unos tiene sobre los otros, y el trabajo personal de cada uno dentro del grupo.

Hay crecimiento y cambios importantes en la identidad individual. Estas


transformaciones ocurren a partir del trabajo individual con la identidad y del
desarrollo y los aportes de la identidad grupal. Las transformaciones son distintas y
únicas en cada individuo y se grafican con símbolos propios.

Describiré los mecanismos que mueven al grupo e impulsan las transformaciones


que ocurren en los pacientes que lo integran.

En el grupo convergen tres tipos de dinámicas que describiré a continuación:

Dinámica de las transformaciones individuales

Cada persona se modifica gracias a todo el complejo grupal. Esto se expresa


claramente cuando un paciente viene a sesión y dice: “¿Recuerdan que el otro día
trabajárnoslos problemas que tiene X? Mientras esto ocurría yo me remonté a mi casa
paterna y vi claro lo que pasó allí hace 25 años. Tomé de la sesión muchas cosas que me
sirvieron para revisar mi relación con mis padres y marido.” Esto significa que todo lo
que pasa a unos y otros en el grupo se ensambla y conecta como un rompecabezas. Para
describirlo podemos decir que cuando un paciente relata un problema en sesión
ilumina el lado común de la problemática de otro compañero. Ese aspecto iluminado le
permite al compañero descubrir algo de sí mismo. Cuando éste lo comunica al grupo
ilumina a otra persona y todos se descubren cada vez más a sí mismos gracias a la
interacción, bajo el funcionamiento dominante de las dinámicas.

Las dinámicas y las personas constituyen engranajes interrelacionados que se


mueven en movimientos sincrónicos.

La dinámica de las transformaciones individuales es producto del ensamblaje de


procesos mentales, afectivos y ensayos que hace cada paciente para lograr cambios
duraderos. Para entenderla, hay que considerar al grupo dentro del espacio
intrapsíquico de cada integrante.

El proceso de cambio en el contexto grupal es muy poderoso y se produce


fluidamente porque el individuo procesa lo que pasa a lo largo de las sesiones y conecta
eso con quién es él y con las cosas que le pasan en su vida.

En el contexto grupal cada uno determina el camino que elige para modificarse y
el estilo de transformación.

Dinámica básica

Para conocerla es necesario considerar al grupo como “un todo” a lo largo del
tiempo.

Se manifiesta como el clima grupal resultante de la historia y memoria grupal, de


las ideas y afectos que se expresan y de la manera en que se emiten. La modalidad del
terapeuta para manejar la sesión influye sobre esta dinámica.

La dinámica básica no se lee en una sola sesión. Es necesario hacer memoria


sobre qué tipo de contenidos predominan en una secuencia larga de sesiones para
poder detectar claramente la dinámica básica. La terapeuta evalúa entonces que desde
un tiempo a esta parte el grupo tiene una franca preferencia por material depresivo,
paranoide, etc., y así detecta la dinámica básica.

En ella convergen la personalidad de los integrantes del grupo, el específico


momento vital que atraviesan y la historia del grupo.

La dinámica básica siempre está vigente y es enriquecida en cada sesión. Entre lo


que el grupo trae en cada sesión y lo que guarda en su memoria existe un interjuego
cuyo producto activa la dinámica básica y se expresa de manera sencilla a través del
clima grupal.

Gracias a la continuidad de las sesiones, las ideas que el grupo guarda en su


memoria pasan a estar a disposición de todos con independencia de quien las dijo. Se
grafican cuando los pacientes relatan un suceso y dicen: lo resolví como lo hubiera
resuelto el compañero X.

La terapeuta es impregnada por la dinámica básica y ésta también se refleja en su


grupo internalizado.
Podemos decir entonces que la dinámica básica es el cimiento del edificio
llamado grupo, que sin embargo no impide que cada uno viva de una manera especial y
única lo compartido.

Se compone de todas las experiencias grupales que fueron transcurriendo sesión


tras sesión; a través de estas experiencias se arma la trama invisible del inconsciente
grupal.

Dinámica de sesión

Es la secuencia de los hechos que ocurren durante la sesión. En sesión, las


transformaciones individuales se dan bajo la influencia del ritmo y secuencia de las
comunicaciones.

Lo importante en dinámica de sesión es darse cuenta de cuáles son los temas que
están motorizando la sesión, cuál es el punto que enlaza todo. La terapeuta ayuda al
grupo a conectar la temática de la persona elegida como protagonista con el conflicto de
cada uno, determinando así que el grupo se favorezca con el trabajo de uno de sus
miembros. Cada uno revisa lo propio a partir de la iluminación del lado común de los
temas.

Atendiendo a esta dinámica, la terapeuta hace el mejor aprovechamiento del


momento por el que atraviesa el grupo y del momento en que está cada paciente y usa
el materia’ de sesión para favorecer las transformaciones individuales.

Grupo internalizado

El grupo internalizado se compone de los recuerdos de lo compartido, los


procesos que cada uno viene siguiendo dentro y fuera del grupo, la persona física de los
compañeros, sus historias. Las emociones también están presentes y enlazan todo eso
constituyendo un tejido básico, que queda guardado dentro de cada integrante
representando al grupo.

En el grupo internalizado de cada uno están todas las cosas que él y sus
compañeros trajeron a sesión.

La terapeuta también tiene internalizado al grupo. Esto agiliza su procesamiento


de lo que está pasando en sesión para .guiar al grupo en el sentido de su desarrollo y
cambio.

Caldeamiento
Es la manera en que el grupo y cada integrante se prepara para entrar en total
compromiso con lo propio, desplegarlo en el grupo y buscar una salida a los conflictos
en forma conjunta con los compañeros.

En el caldeamiento se pasa desde el afuera, o sea lo personal e individual, al


adentro comprometido con el grupo y con la relación interpersonal que allí se da. Es
imposible pretender que todos entren en sesión hablando de su tema central a trabajar.
La trama sobre la cual van a estar los temas centrales se va armando en forma casi
imperceptible.

El caldeamiento se compone de caminos verbales y corporales a través de los


cuales se van enlazando temáticamente unos con otros, armando la trama de sesión del
día.

Por eso no tiene sentido disminuir el número de horas de sesión, como proponen
algunos terapeutas, para que el grupo entre directamente a bucear en las aguas
turbulentas. Irremisiblemente algunas sesiones empezarán por el diálogo trivial, el
boleto capicúa del colectivo, la rencilla con los hijos, cómo hacer la tarta de manzana, si
faltó la mucama, y desde allí se introduce a las profundidades del espacio psíquico
común y compartido.

Con el caldeamiento permitimos que la atención pase de estar enfocada en lo


consciente y social hacia un predominio de lo inconsciente.

Lo inconsciente se convierte entonces en la primera figura del grupo. Nos


permite operar en el mundo interno de una manera mucho más intensa que lo que se
puede en la mayoría de las situaciones de la vida cotidiana.

El grupo terapéutico caldeado es el espacio donde todos los inconscientes están


abiertos y en interjuego. La terapeuta también forma parte de ese espacio mágico y se
introduce en él con su inconsciente abierto.

La terapeuta instrumenta su inconsciente para enriquecer a su rol. En hipnosis, el


paciente entra en trance al unísono con la terapeuta; lo mismo ocurre muchas veces en
el grupo.

La terapeuta, tanto cuando se pone en trance con el paciente, como cuando


trabaja desde afuera, cumple la función de acompañar u orientar hacia el cambio.

Recuerdo que en una coterapia con Jaime Winkler, en la ciudad de México, había
que hacer el rol de la madre muerta de un miembro del grupo. Esta persona había
arrastrado la culpa de esa muerte a lo largo de sus 45 años. La madre había muerto 10
días después de su parto. Yo me entregué al rol de madre y entré en trance junto con el
paciente que estaba totalmente abierto a modificar esa culpa, a grabar los nuevos
aspectos de su madre que llegaban a través de mí. Winkler permanecía como figura
continente, un poco afuera de la cosa, mientras yo me mezclaba con el drama que se
desarrollaba para modificar su trama.

La sesión es un espacio mágico donde es útil no sólo lo que el otro dice y cómo lo
dice, sino también lo que el otro representa para uno, o sea la significación.

La significación es lo que el otro representa dentro del inmenso bagaje del


inconsciente, la cantidad de cosas que se le cuelgan al otro como símbolo. En sesión, el
inconsciente tiene la posibilidad de expandirse dentro del grupo. Por ejemplo, se
conecta la figura interna papá con ese compañero que está ahí, que tiene algo que hace
posible que represente al padre de alguien. El grupo es una oportunidad para que el
inconsciente aflore y se despliegue.

Esa apertura del inconsciente en el espacio grupal permite formar el inconsciente


grupal.

La terapeuta en sesión

Sobre la terapeuta recaen en sesión tres tipos de inquietudes: una es llevar a buen
término el trabajo individual que se está realizando en ese momento. Otra es la
necesidad de la resolución total y el cierre de la sesión, y la tercera es la evolución del
grupo. Las dos primeras inquietudes se resuelven al final de la sesión y la tercera, recién
al final del grupo.

En relación con la coordinación de la sesión, la terapeuta cuenta con información


que proviene de su preparación en psiquiatría, de su experiencia de vida y de los datos
recogidos sobre los pacientes en las sesiones previas a su ingreso al grupo. También la
terapeuta está en íntimo contacto con su memoria grupal y la usa a manera de banco de
datos. Su grupo internalizado, la dinámica básica y las necesidades inconscientes del
grupo le sirven para “facilitar” el tema que surge para trabajar o para “rescatar” temas
que los pacientes evitan. La terapeuta usa toda esa información para decidir cómo
encarar el trabajo. Muchas veces le es útil ver la sesión como si ésta fuera un sueño. De
esta manera puede detectar zonas desdibujadas, cosas que no se plantean con claridad o
temas que el grupo olvida apenas emergen.
Si un tema muy temido pasa fugazmente por la sesión, la terapeuta desde su rol
de autoridad puede hacer un comentario que contenga los significados que el grupo
evita al huir hacia otra temática menos peligrosa. Ejemplo: una paciente dice que se
siente ocupando con el padre el lugar que la madre deja vacante, y que esa relación
excesivamente próxima con el padre se prolonga más allá de su adolescencia. Después
de la inclusión de este material, el grupo cambia bruscamente de tema. La terapeuta
dice: “Sigamos con el nuevo tema, pero antes permítanme decir unas palabras: lo que
generalmente llena de culpa a los hijos cuando tienen una relación demasiado próxima
con un progenitor es su propio erotismo, su deseo y complicidad. Recuerdo ahora una
paciente que atendí hace mucho tiempo, que tuvo en la infancia relaciones sexuales con
el abuelo; lo que más la perturbaba de grande con respecto a ese recuerdo era su
complicidad y su deseo sexual.” Después de estas palabras, la sesión sigue su curso,
pero lo más temido fue incluido y reforzado con un ejemplo por la terapeuta. En
general, en las próximas sesiones la paciente retoma el tema abiertamente.

Ejemplo: un miembro del grupo relata disputas de poca monta con su mujer, que
él mismo cataloga de violentas. Otros compañeros de grupo cuentan situaciones
similares, pero un miembro del grupo que frecuentemente desnuda y golpea
ferozmente a su mujer permanece en silencio. La terapeuta dice, refiriéndose al grupo
en general: “Todos nosotros tenemos un lado muy violento que mantenemos oculto
porque pensamos que si lo mostramos vamos a desilusionar a los demás. Qué alivio
produce poder incluirlo en el grupo y ver que no pasa nada, que nos quieren igual.”

En este caso, aprovechando que el grupo trae el tema, la terapeuta “siembra para
el paciente que permaneció en silencio” la idea de que no lo van a rechazar si cuenta lo
violento que es.

Ejemplo: un miembro del grupo se muestra siempre muy blando; para él, el rol
opuesto al que juega es ser autoritario como su padre. La terapeuta dice con voz
doctoral, refiriéndose al grupo en general: “Esos conflictos con el padre suelen ser
aspectos de uno mismo depositados en la figura del padre. Uno se pelea con un padre
autoritario sin reconocer que uno tiene dificultad para asumir su propio rol autoritario.
Vemos así una vez más cómo el ser humano usa cada vez menos su potencial, se
empobrece paulatinamente descalificando aspectos muy valiosos de sí mismo porque
alguna vez los vio mal usados por ahí.” Con estas “construcciones verbales” dirigidas al
grupo en general, la terapeuta desafía a ese paciente en particular a utilizar su rol
autoritario.
Otro ejemplo: una paciente, en los trabajos psicodramáticos del grupo, es elegida
sistemáticamente para el rol de mujer vacía, rechazada por el marido, y con una
relación demasiado próxima y controladora con el hijo.

La terapeuta dice: “Es lógico que esta paciente sea elegida para ese rol, que ella
asume cotidianamente en su vida. Quiero pedirle a ella que reflexione acerca de lo que
hacen los demás miembros de la familia para empujarla a funcionar de esa manera.” Al
atribuir a la familia el deseo de que ella permanezca en ese rol, “la pongo-en la situación
de desear lo contrario a lo que la familia espera de ella.” Para ganarle a la familia tendrá
que cambiar.

Otras veces la terapeuta enlaza los temas de unos y otros por algún punto de
contacto con el solo objeto de estimular la sensación de pertenencia, de compartir
dentro del grupo. Por ejemplo:

Paciente A: dice que vive sola porque cuando tiene una relación de pareja se
adhiere tanto a él que se olvida de su trabajo, de su hija, y de todo lo que era su mundo
antes de conocerlo. Se vuelve tan dependiente que termina desapareciendo.

Paciente B: comenta que hace veintisiete años que está casada y que jamás se
entendió con su marido.

Paciente C: comenta que se lleva muy bien con su mujer pero que no entiende
por qué está tan deprimido. Muchas veces tuvo la oportunidad de tener un trabajo que
realmente le gustara, pero las ofertas eran en el extranjero y no lo tomó para respetar el
deseo de ella de permanecer en el país.

La terapeuta dice: “En un extremo tenemos aquel que se adhiere a la pareja de


una manera tan simbiótica que provoca una crisis que acaba con el vínculo. En el otro
extremo están los que viven en pareja manteniendo una mala comunicación. En el
fondo, la ecuación final de los tres es sentirse solos.”
Capítulo III

DINÁMICA DE LAS TRANSFORMACIONES INDIVIDUALES

6. Mecanismos que operan en la dinámica de las transformaciones individuales

Aquí consideraremos al grupo dentro del espacio intrapsíquico. La dinámica de


las transformaciones individuales consiste en el ensamblaje de procesos mentales y
ensayos que hace cada paciente para alcanzar cambios duraderos.

La transformación de un individuo en el contexto grupal depende estrechamente


del funcionamiento de las dinámicas y de los otros individuos en transformación.

En el individuo hay un interjuego entre su propia historia, lo que le pasa en el


momento actual y lo que él recibe del grupo. De ese interjuego se obtiene un
procesamiento cuyo resultado final es distinto a lo que había antes de la sesión. Se
modifican valores, estilos, maneras de actuar. Se amplía la libertad para ensayar,
probar, dejarse fluir, ser creativos, tomar otros modelos. Para entenderlo vamos a
observar los fenómenos que operan dentro del grupo y que determinan, junto con el
paciente, el recorrido que éste sigue hacia el cambio.

Aportes que los terapeutas y los pacientes hacen al grupo

El grupo ofrece a sus participantes un escenario apropiado para proyectar su


mundo interno. La técnica propuesta por el terapeuta equipa este “escenario” con
imaginarias lentes de aumento, micrófonos, voces, ecos y espejos, que son usados por
todos los miembros del grupo. Los pacientes aportan mensajes posturales, gestuales y
verbales. Relatan hechos en forma repetitiva, a veces durante la corta secuencia de una
sesión, a veces a lo largo de muchas de ellas. Conscientes o no, los pacientes hacen
ingeniosas y creativas tentativas hasta encontrar la manera de ayudar a cada
compañero.

La dinámica de las transformaciones individuales exige a cada paciente crear


para los otros miembros del equipo desde complejas paradojas hasta simple y directa
continencia y afecto. Los pacientes toman un liderazgo rotativo. El o los momentáneos
líderes asumen y despliegan los roles de que son capaces y que el grupo necesita.

A veces, los pacientes se transforman en modelos de un rol hasta que los otros lo
pueden tomar. Otras, algunos miembros del grupo acompañan y contienen a los que
están trabajando. Ellos ponen toda su voluntad y habilidad a disposición de los otros,
sin apurar, ni empujar, otorgándoles tiempo, espacio y permiso para desarrollar su
trabajo.

Fulkes y Antony dicen: “Los pacientes se otorgan el rol de terapeutas unos a


otros según los requerimientos de la situación”.

Esto hace que alguno o algunos pacientes puedan ir hacia el centro de sí mismos
y descubrir su dramática intimidad utilizando el espacio y el tiempo de todo el grupo.
Ellos pueden confiar en que no van a perderse o enloquecer, que serán contenidos en la
medida en que lo necesiten.

Los pacientes abren sus propios mundos internos y absorben el quantum de


información apropiada para colocar las piezas de sus propios rompecabezas que, en
algún momento, se ordenan y permiten su lectura.

El material entregado al grupo por sus integrantes y las consignas del terapeuta
son percibidos, dentro del contexto grupal, en forma subjetiva; agitan la fantasía,
movilizan diferentes recuerdos y bajan el umbral de las defensas hasta alcanzar el
inconsciente.

Las proyecciones en el grupo

El proceso de proyección-introyección, que cada paciente experimenta con sus


compañeros y con el grupo como totalidad, permite a cada uno recuperar aquella parte
de sí mismo que había proyectado en los otros.

Un paciente puede proyectar la ausencia de una cualidad en otra persona a la


que también le falta esa cualidad. Podemos decir que el paciente lee “el vacío” en el
otro.

También se puede poner en otro lo que uno es, tratando al otro como se tratan
aquellos aspectos de uno mismo depositados en él: con aceptación, rechazo, seducción o
negación.

Una persona puede tener sentimientos de envidia, deseos de ser otra persona o
de ser como la otra persona, si esta última es lo que aquél desea ser. Estos afectos se
movilizan, poniéndolo en contacto consigo mismo.

Así, una persona, que llamaremos A, podría simbolizar para otra, que
llamaremos B, aquella parte que B, por analogía, descarga en A. Esta depositación tiene
un aspecto proyectivo, porque B usa a A de espejo en el que mira algo de su propio
mundo interno. También tiene un aspecto de crecimiento, ya que B estará influenciando
por los cambios que A haga en esas facetas, comunes a ambos.

B intentará ensayar en A su propio cambio. Le dará ideas, soporte afectivo y


tratará de encontrar atajos para desbaratar las trampas que A haga para no cambiar,
trampas que a su vez B conoce muy bien, porque son similares a las propias. Esta
revisión que B hace en A crea las condiciones para su cambio.

Factores que inciden sobre la percepción del grupo

Cada paciente lleva al grupo su bagaje de símbolos representativos de su


identidad individual y vincular y sus códigos para comunicare. Dichos códigos
responden a patrones vinculares generados en el seno de sus familias. Los códigos de
unos y otros son diferentes; esto determina diferencias en la apreciación de lo que se
vivencia en el grupo.

Aunque haya coincidencia y todos sientan en un momento dado “amor”, cada


uno condensa en el amor conocimientos y afectos, provenientes de diferentes vivencias.

El significado atribuido al sentimiento y el comportamiento desencadenado por


él varía de una persona a otra. Estas diferencias, volcadas en el marco del grupo,
resultan sumamente enriquecedoras para los participantes. Se lo puede comparar con
un caleidoscopio que gira levemente al pasar de las manos de una persona a otra. Los
mismos vidrios ofrecen una figura diferente y concreta a la vista de cada observador.

Si atendemos a la descripción de una sesión, todos los participantes pudieron


haber visto, escuchado y sentido cosas distintas. Esto se debe —como se dijo antes— a
que cada persona percibe al grupo de una manera diferente.

La percepción de cada persona está organizada en función de su propio grupo


interno.

Distribución de roles

Cada paciente ingresa al grupo con su esquema de representaciones acerca de sí


mismo, del ambiente, de los vínculos y de cómo interactuar. El paciente se comporta
como si el grupo tuviera los roles y los códigos que él conoce para relacionarse. En
consecuencia, cada paciente usa al grupo para proyectar aspectos de sí mismo y
desplegar su mundo interno. Cada uno toma de los otros roles para sí y reparte roles
propios entre sus compañeros.
Dicha repartición de roles no se hace al azar. Se da como consecuencia de que
cada paciente confronta en el grupo sus ideas acerca de sí mismo y acerca de los
compañeros.

Para confrontarse con los otros, cada participante despliega lo que él es. Al
mostrarse, permite al grupo percibir por un período más o menos largo un aspecto de
su personalidad y sus conflictos. Esto lo convierte en el depositario adecuado del rol
que juega en el grupo.

La selección de roles por parte de cada participante puede hacerse en forma


consciente o inconsciente y cuenta con el tácito consenso de todos.

Supongamos que un miembro del grupo tiene el rol de sometido, que trae de la
repartición de roles de su sistema familiar. Este paciente espera que alguien del grupo
adopte un rol complementario dominador. El rumbo del grupo lo frustra porque no
pone el acento en generar roles complementarios.

Sesión tras sesión, dentro de cada participante se realiza la batalla entre realidad
e irrealidad. El paciente tiene ideas, afectos y tensiones originados por el simultáneo
deseo de cambiar y de ser aceptado tal cual es. Cada uno busca en qué proporciones y
con cuáles variantes padece el conflicto de los otros.

La investigación por la introspección que hace cada participante transforma el


problema en un tema común al grupo.

Cuando un problema individual se transforma en grupal, la persona que aportó


el tema conflictivo no puede seguir instrumentando el pasado para no cambiar;
tampoco puede usar el rol como distintivo individualizador frente a los demás.

El tema individual pasa a pertenecer al grupo. Cada uno revisa, en sí mismo y en


los otros, diferentes conflictos. Estos conflictos, al ser amasados y trabajados por todos,
se asimilan y elaboran en el grupo. De esta manera, se deshacen las proyecciones, y el
depositario de ellas puede soltar el rol, al mismo tiempo que se ve liberado del peso
grupal que caía sobre él.

Los pacientes hacen cambios y aprenden a vivir, incluidos en un sistema de roles


modificables según la dinámica de la convivencia.

Imágenes y fantasías acerca del grupo


El grupo introyectado sigue trabajando en el mundo interno de sus miembros
durante y después de las horas de sesión.

Los pacientes imaginan al grupo de maneras cambiantes. En algunos momentos


tienen la sensación de que el grupo les brinda protección, calor, hermandad, intimidad,
familia; piensan que la sesión los protege, calma sus penas y los equipa con los
elementos para realizarse afuera.

Los pacientes pueden dejar volar la imaginación hasta llegar a la idea


omnipotente de que el grupo lo puede todo. A veces, en cambio, sienten que el grupo es
limitado y pobre.

De a ratos, algún paciente se siente pequeño, solo y enfrentado al resto del grupo;
en ese momento, percibe al grupo como un demonio que lo quiere vaciar. Siente,
entonces, que el grupo le quiere arrancar las ilusiones de que él es de una determinada
manera, que quiere mostrarle que él es de otra manera y no lo puede aceptar.

Fuera de sesión aparecen en la mente de los pacientes recuerdos e imágenes


fantaseadas de los compañeros como figuras simbólicas de los roles que les hayan
depositado. Cada uno imagina a los otros ordenando su desorden mental, calmando
angustias, enjuiciando, otorgando permiso, dando soluciones o ideas creativas. Por
ejemplo, el paciente puede decir: “Cuando la situación se puso difícil sentí la voz del
compañero A dándome una idea que me sirvió mucho.” “Me imaginé que yo era el
compañero B y reaccioné como lo hubiera hecho él.” “Me imaginé que el compañero C
se iba a vivir solo y sentí su alivio, aunque yo aún no me atreva a hacer lo mismo.”

Compromiso del grupo cuando está trabajando uno de sus miembros

A medida que transcurre la sesión., los pacientes pasan casi sin darse cuenta de
una actitud social a un contacto con su propia intimidad. Esto se da tanto cuando
participan en forma activa como cuando observan afectivamente comprometidos el
trabajo de un compañero.

Supongamos que hay un solo paciente en el centro del escenario trabajando sus
conflictos. Está en una situación interaccional proyectivo-introyectiva entre él y el grupo
(o entre él y los símbolos elegidos para el caso). Este paciente pasa por diferentes y
tortuosos momentos en su camino al darse cuenta de los contenidos de sus símbolos y
de los mensajes que quiere y necesita hacer aflorar a la conciencia. Puede tratarse de
momentos de confusión, de desorganización y de vacío interno. El paciente puede tener
miedo a que detrás de lo que está vivenciando no haya nada. Puede temer no lograr la
salida integradora. Sus compañeros, que asumen un compromiso intelectual y afectivo,
se sienten inmersos en las sensaciones y situaciones correspondientes al momento que
él atraviesa.

En rápidas y sucesivas secuencias, cada paciente pasa de confundirse e


identificarse con el que está trabajando, a discriminarse de él.

Dentro del mundo interno de los pacientes hay una relación entre el yo y el tú,
referido al que está trabajando y a lo proyectado en él. Existe una relación entre el yo y
el nosotros, referido al grupo y a la propia familia proyectada en él. Si los pacientes se
entregan a sus vivencias, permiten el procesamiento que los lleva por las vías intelectual
y afectiva a la solución de sus conflictos.

No todos los miembros del grupo tienen el mismo grado de interés en cada
tópico tratado. Los participantes pueden sentirse totalmente identificados con el que
trabaja y seguir atentamente lo que pasa. A veces, alguno se siente atascado y
finalmente se duerme. Otros, para evitar sufrir, se desvinculan por medio de actitudes
sociales: conversar, comer, etc.

Un fenómeno curioso es que algunos integrantes del grupo “se quedan


dormidos” durante el tiempo exacto que dura el trabajo que no pueden tolerar o
resolver. Despiertan cuando aquél termina; es decir que hacen una disociación de la
mente. El inconsciente vigila mientras el paciente duerme y les avisa en qué momento
pasó el peligro y pueden despertar.

Durante el trabajo de sueño de Cecilia, algunos compañeros de grupo se


sintieron atascados junto con la paciente que realizaba el trabajo. Esto ocurrió por
identificación proyectiva con ella y su conflicto. Sin embargo, varios de estos pacientes
consiguieron aliviarse al sentir que encontraban la solución al conflicto, o al evadirse del
atascamiento distrayéndose o quedándose finalmente dormidos.

Este tipo de situaciones es muy común en los grupos terapéuticos y no es


necesario despertar a los pacientes que se han quedado dormidos. Además, resulta
totalmente contraproducente hacer cualquier tipo de señalamiento al respecto.

Durante el trabajo de sueño de Sara, por identificación proyectiva, una


compañera se sintió descompuesta, al unísono con ella.

A continuación se transcriben los trabajos de Sara y Cecilia.

Sueño de Sara. Fijación a la figura paterna


Sara: Soñé que estaba en un escenario, estamos ensayando. Voy a bailar vestida
de cisne. Elijo un traje negro arriba, suelto, y un pantalón blanco. Es la primera vez que
sueño con el cuerpo gordo que tengo ahora, y no flaca como era antes.

El yo un traje que disimula la gordura; pero ahora es un ensayo y no tengo aún el


traje puesto. Bailo con un árbol caído. En mi danza trato de levantarlo con movimientos
míos. Me parece que en un momento se levanta, pero después se vuelve a caer.

Desarrollo del trabajo:

Marta: Arma la escena y habla con el árbol.

Sara: Yo 'estoy aquí y el árbol allí acostado. (Dirigiéndose al árbol.) En mi danza


tengo que levantarte. No te puedo ver ahí tirado. Te voy a ayudar.

Marta: Sé el árbol. ¿Cómo eres? ¿Cómo es tu existencia?

Sara (se acuesta en el lugar del árbol): Soy un árbol de utilería.

Marta: ¿De qué está compuesto?

Sara: Mi tronco es de madera, de vetas verticales profundas. No sé qué tengo


adentro. Creo que soy consistente.

Marta: Sé la copa.

Sara: Soy una copa de papel verde. Ni siquiera me dibujaron una hojita. Soy
redonda, del tamaño de la cabeza.

Marta: Siendo el árbol, habla con Sara.

Sara: Yo por mí mismo no me puedo mover; Quiero que me ayudes a


levantarme. Creo que la única que puede ayudarme eres tú. Quiero que me pares.

Marta: Sé tú, nuevamente.

Sara: Mira, árbol, yo te puedo ayudar. Te voy a ayudar transmitiéndote mi


fuerza, llamándote con los movimientos de mis manos y con mis enormes ganas de que
te levantes.

Marta: ¡Hazlo!
Sara (se acerca al árbol, arrodillada, y lo llama con movimientos de manos, con
mucha fuerza y ganas): Si te toco, te voy a destruir, te vas a romper. Hay algo de engaño
en ti. Pareces fuerte, pero si te toco te destruyo. Te voy a ayudar pero sin tocarte.

Marta: Sé el árbol.

Sara (acostada en el lugar que ocupa el árbol): Yo no tengo nada de fuerza. Si no


me levantas tú. para mí es imposible hacerlo. (Luego, cambia de rol y es el cisne.) Sí, te
quiero ayudar pero tú también tienes que poner cosas tuyas. Yo te doy mi deseo de que
te levantes. Tú tienes que poner también de tu lado, sí no, no te voy a poder ayudar. Yo
te transmito mis deseos, mis ganas.

Marta: Sé el árbol. ¿Cómo te sientes?

Sara: Me siento totalmente sin fuerzas. Si no me levantas, cisne, yo no lo puedo


hacer. No estoy seguro de que no me rompas si me tocas. Sin embargo, quiero correr el
riesgo porque es mi única posibilidad.

Marta: Sé el cisne. Métete bien en la sensación de ser él.

Sara: No, no te voy a tocar. Tú tienes que poner algo de tu parte. Estoy segura de
que si te toco, te destruyo. Eres frágil.

Marta: Sé de nuevo el árbol. ¿Qué sientes por dentro?

Sara: Tengo una cáscara de madera marrón, con vetas profundas a todo lo largo y
una copa redonda verde.

Marta: ¿Y por dentro?

Sara: Por dentro todo es negro, muy negro.

Marta: Métete en la negrura. Sé tú entera la negrura. Entrégate a ella.

Sara: Soy la negrura y no veo absolutamente nada.

Marta: Sigue mirando.

Sara: Me veo a mí misma, allá abajo, y estoy muerta, toda deformada.

Marta: Sé ésa que ves allá.


Sara: Soy toda sin piel. Tengo los músculos al aire.

Marta: Muéstralos. Tócalos.

Sara: Aquí por ejemplo tengo los músculos semipodridos (se toca el tórax en la
unión con el hombro.) Todo, todo mi cuerpo echa mal olor. No tengo piel, estoy
podrida.

Marta: Quédate un rato en esa sensación, sin intentar modificarla.

Sara (pasa un rato): Siento un líquido viscoso. No puedo hablar de las náuseas.

Marta: Siente ese líquido. Siente la náusea.

Sara: No puedo hablar.

Marta: Quédate un rato sintiendo. ¿Quieres vomitar?

Sara: Sí, pero no puedo moverme.

Marta: Yo te ayudo a incorporarte.

Sara (levemente inclinada hacia adelante, con los ojos cerrados, vomita con
grandes arcadas en un recipiente; después de vomitar): Me siento mal. Me voy a
desmayar. (Tiene la frente sudorosa y está pálida.)

Marta: Desmáyate. No controles nada.

Sara: ¡Me siento tan floja! ¡Cuánto vomité! Hacía años que no vomitaba así. Me
da tanta vergüenza por ustedes. “Todavía siento el gusto del vómito.

En el recipiente no había nada. En la sesión siguiente, Sara relata que el sabor y el


olor del vómito la acompañó toda la semana. Cuando le contamos que había sido una
alucinación, que en realidad no había vomitado nada, le costó creerlo. Dijo que sintió
que vomitaba trozos de, aproximadamente, ocho centímetros de largo, de algo que no
podía identificar.

Comentario del sueño de Sara

Sara mantiene una relación intensa con su padre y consigue prolongarla


casándose con un hombre débil y sin oficio, que necesita un papá. El marido funciona
como hijo varón de su padre. De esta manera, el padre de Sara sigue siendo para ella la
figura potente e importante.

Esta situación ataca su identidad femenina. Se recubre con la gordura, que le


permite aparecer frente al mundo y a su padre como no deseable, no femenina.

Ser deseable recrudecería el temor a su erotismo y aumentaría su confusión.


Cabalga junto con esto la idea de que la gordura le permite aparecer como un cuerpo,
como algo, y tapar la nada que ella es.

Durante el trabajo se pone en contacto con su mundo interno representado por la


negrura. Dice desde el árbol de utilería: “Y por dentro todo es negro, muy negro”.

También se pone en contacto con la destrucción psíquica de su identidad


femenina simbolizada por el cuerpo desintegrado y en descomposición. Dice: “Me veo a
mí misma, allá abajo y estoy muerta, “toda deformada”.

Sueño de Cecilia. Fijación a la figura materna

Marta: Cuéntalo, como si ocurriera ahora.

Cecilia: Estoy en una cama teniendo relaciones sexuales con un hombre al que no
le veo la cara. Estoy acostada. Hay una puerta vaivén tipo vestuario de club, de ésas que
se abren por el medio. Es marrón y más bien cortita. La puerta no tiene ninguna traba;
por abajo se ve y por arriba también.

Por arriba veo a Marina y a otras chicas jugando. Marina era amiga de mi
hermana y su hermana era amiga mía.

Estoy aterrorizada por la puerta. Le digo al hombre que está conmigo que quiero
cerrar la puerta, que me siento mal. El me contesta con una frase de la película David y
Lisa: “No te preocupes que nadie va a entrar sin permiso.”

Tengo una angustia terrible por esa puerta. En un momento entra un señor por
ella. Yo escondo la cabeza en la cama. Es un médico que trabaja conmigo en el hospital.
Parece que ellos se conocen. El médico le pregunta al otro con quién está. Al fin lo miro.
La escena es buena. Una vez que entró y lo vi, no fue tan terrible. Fue mejor de lo que
suponía, me tranquiliza Ahí termina el sueño.

Marta: Sé la puerta.
Cecilia: Soy. Tendría que tener espacio abajo.

Marta: Imagina el espacio, sé la puerta.

Cecilia (se pone de pie y separa las piernas. Se mete en la sensación de ser la
puerta. Pasa largo tiempo hasta lograr una buena identificación con ella. Señala el
tronco de su cuerpo identificándolo con la puerta, mientras su cabeza y sus piernas
quedan incluidas en los vacíos de arriba y de abajo de la misma): Yo soy una puerta.
Tengo dos hojas abiertas en el medio y las dos hojas van y vienen. Soy de color marrón
y tengo rendijas oblicuas. No se puede ver a través de ellas pero pasa el aire. Soy corta.
Tengo un gran espacio abajo y un gran espacio arriba. No tengo ganchito ni ninguna
manera de cerrarme. Tampoco puedo decidir quién va a entrar y quien no va a entrar.
No sé cómo hacer para tener un ganchito, un pasador, de esos que cierran la puerta. (El
grupo ríe pícaramente.)

Marta: Cuéntale eso a la cama.

Cecilia: ¿Lo del ganchito?

Marta: Sí, todo.

Cecilia: Mira, cama, la verdad es que aquí estoy bastante mal, bastante aburrida
de estar parada. Me gusta más estar acostada como tú (risas). Además, no me gusta esto
de no poder tomar ninguna decisión sobre cuándo me voy a abrir y cuándo no (largo
silencio).

Marta: ¿Estás cómoda siendo la puerta de esa habitación?

Cecilia: No. Tampoco siendo la habitación. No me gusta; tiene...

Marta: Habla con la habitación, no relates. Interactúa con los elementos. Dile:
Tienes...

Cecilia: Tiene? ventanas con vidrios a los costados.

Marta: ¿Dónde están los vidrios? Señálalos.

Cecilia: En toda esta parte. (Siendo ella la puerta señala a su izquierda y hacia
adelante. Ubica a la habitación delante de su cuerpo.) Los vidrios son alargados hacia
arriba; la habitación tiene forma de cúpula. ¡Esta habitación es como estar en medio de
la calle!
Marta: Repite la última parte.

Cecilia (ahora le habla a la habitación): Estar acá es como estar en la calle, y


encima, sin sol. No me gusta.

Marta: Sé la habitación. Cámbiate de lugar. Sé la parte de la habitación que rodea


a la puerta.

Cecilia (se mueve en el espacio; da la sensación de que su cuerpo se agranda, que


tiene fuerza, poder; recorre la habitación): Como habitación me siento muy bien, tengo
el poder.

Marta: Cuéntaselo a la puerta.

Cecilia: Tú, puertita miserable, no vales nada. Basurita. Te abren cuando quieren.
Yo acá... soy la reina. Me da el sol, tengo vidrios y veo para afuera. Tengo la cama e
invito a quien quiero.

Marta: ¿Cómo te sientes con la puertita? Mírala.

Cecilia (largo silencio): Le tengo lástima.

Marta: Habla con ella, no conmigo.

Cecilia: Me das lástima.

Marta: ¿Te da lástima? Completa la frase.

Cecilia (silencio): Eres chiquita y bien miserable. No tienes cómo cerrarte y no


tienes ningún poder. Hacen contigo lo que quieren.

Marta: Sé la puertita. Métete bien en la sensación física de ser la puerta.

Cecilia (largo silencio; se ubica del lado de la puerta): Me siento muy mal de ser
la puerta y tengo palpitaciones.

Marta: Entrégate a sentir las palpitaciones. (Largo silencio. Ella se entrega a la


sensación.) Contéstale a la habitación.

Cecilia: Creo que tienes razón en lo que dices.


Marta: ¿Qué cosas de las que te dijo son ciertas?

Cecilia: Soy bastante miserable y no tengo ningún poder. (Se le quiebra la voz,
llora.) Pasan por aquí, entran y salen de mí cuando quieren. No tengo manera de
cerrarme o abrirme.

Marta: ¿Cómo te sientes con eso? Cuéntale a la habitación.

Cecilia (con voz quebrada): Mal (Largo silencio.)

Marta: ¿Hay algo que tú puedas hacer? (Silencio.) Veamos, sé una hoja de la
puerta. Sé la hoja izquierda y habla con la otra hoja. Métete bien en la sensación de ser
la hoja. (Silencio. Cecilia se concentra hasta que siente que es la hoja.) Cuenta cómo te
sientes contigo misma.

Cecilia: Me siento mal siendo esta hoja (con pena).

Marta: ¿Qué es lo que no te gusta de ti?

Cecilia: Estoy fija en un costado.

Marta: ¿En cuál costado?

Cecilia: En éste (señala el costado izquierdo). De éste me muevo un poco (señala


el costado derecho). Además, no me muevo, sino que me mueven cuando abren la
puerta. Estoy llena de rendijas y tampoco me gusta.

Marta: ¿Qué es lo que quisieras tú como hoja?

Cecilia (largo silencio): Me gustaría soltarme de acá porque me molesta (se toca el
hombro izquierdo).

Marta: ¿Cómo estás agarrada de ahí? ¿Tienes una bisagra?

Cecilia: No, no sé. Tengo un mazacote.

Marta: Ahí solo, ¿o tienes algo más?

Cecilia: Sí. Acá también tengo (señala el tobillo), pero este lugar es peor (señala el
hombro).
Marta: ¿El resto de la hoja se mueve?

Cecilia: Sí. Se puede mover así (hace un movimiento hacia adelante y atrás con el
hombro derecho).

Marta: Muévete un poco, de modo que podamos saber cuán fija estás del otro
lado.

Cecilia (se mueve): Sí. Estoy muy fija.

Marta: ¿Hay un marco ahí?

Cecilia: No, no hay nada.

Marta: El mazacote te une directamente a la pared.

Cecilia: Sí

Marta: Dile eso a la habitación.

Cecilia: ¿Lo del mazacote? .

Marta: Dile lo que te pasa.

Cecilia: Me quiero soltar. Me duele aquí arriba. (El grupo se impacienta. Los
compañeros conversan entre ellos. Comento que Cecilia está muy atascada y le pido al
grupo que haga silencio. Ocurre un larguísimo silencio. Uno de los compañeros se
duerme).

Marta: ¿Estás cansada? ¿Te quieres soltar de la habitación?

Cecilia: Sí.

Marta: Díselo.

Cecilia (silencio muy largo; está triste): No quiero estar más ligada a ti. ¡Me tienes
cansada! (Tiene pena y rabia en la voz.)

Marta: Sé de nuevo la habitación. Siente la parte en que estás agarrando la


puertita de este costado.
Cecilia (largo silencio; se concentra en la sensación): Me cuesta ser la habitación.
(Silencio.)

Marta: Ubícate del lado de la habitación. ¿Cómo ves a la puertita?

Cecilia: Ahí está.

Marta: Díselo a ella.

Cecilia: Ahí estás tú y tu mazacote (apenada).

Marta: Te interesa tener la puertita.

Cecilia: Sí.

Marta: Díselo bien claro.

Cecilia: Mejor que nada eres, pero si yo tuviera una mejor puerta no te querría.
Como no tengo otra... (silencio). Bastante basurita eres, pero igual te puedes quedar. Yo
no te voy a soltar; te arreglas y te sueltas sola. Si te quieres ir, querida, te puedes ir. Yo
soy acá una reina.

Marta: Sé de nuevo la puertita. (Larguísimo silencio. Se ubica del lado de la


puerta y se mete en la sensación de ser la puerta. Se la ve muy apenada.) ¿Qué le
contestas a la habitación?

Cecilia (sigue el largo silencio): No sé qué contestarle.

Marta: ¿Te quieres ir o te quieres quedar?

Cecilia: Me quiero ir.

Marta: ¿Lo tienes bien claro?

Cecilia: Sí.

Marta: La otra hoja también se quiere ir.

Cecilia (muy atascada; no sabe qué elegir, irse o quedarse. Se evade del tema y
del encuentro directo y comienza a murmurar sobre la habitación): Lo que pasa es que
la habitación es muy mentirosa.
Marta: Dile en qué te miente.

Cecilia: Tú eres muy mentirosa. Me dices que yo soy blanda y todo eso, y
después resulta que es mentira. ¡Yo me iría tan fácil así!

Marta: Dile cómo te miente.

Cecilia: Lloras y lloras todo el día con tu boca de tragedia y le echas cemento al
mazacote.

Marta: Sé la habitación de nuevo. Es importante que te metas bien en la sensación


de ser la habitación.

Cecilia: Yo tampoco tengo poder acá. (No logra recuperar la sensación de poder
que tenía la habitación al comienzo del trabajo.)

Marta: Mira a la puertita. ¿Cómo la ves? (Suele ocurrir, al disminuir la fuerza de


un símbolo, que aumente la fuerza del símbolo opuesto.)

Cecilia: Es linda, pintadita.

Marta: Habla con la puerta.

Cecilia: Eres linda, pintadita y juguetona (muy emocionada). Te abro y cierro


cuando quiero (muy apenada). ¿Qué voy a hacer sin puerta? (Dirigiéndose a Marta.>

Marta: Habla con la puerta.

Cecilia: ¿Qué voy a hacer sin ti? (Guarda silencio.)

Marta: Sé la puertita. Métete bien en la sensación.

Cecilia: ¿Elijo la parte que quiera?

Marta: Sí.

Cecilia (se mueve y se toca el hombro izquierdo con desagrado): Siento el


mazacote aquí. (Larguísimo silencio. Se la ve atascada.)'

Marta: ¿En qué estás?


Cecilia: Estoy viendo... estoy agarrada de los dos lados. Sí, soy toda la puerta.

Marta: ¿Tienes algo de movilidad?

Cecilia: Sí, en la parte del medio.

Marta: Muévete.

Cecilia: Me muevo (se mueve con todo su cuerpo como un solo bloque hacia
adelante y atrás, dejando los pies fijos).

Marta: Sigue moviéndote. ¿Cómo sientes los mazacotes?

Cecilia: Mejor. Este está bien (lo dice por el mazacote derecho). Este es el duro (se
toca el hombro izquierdo).

Marta: Sigue moviéndote.

Cecilia (se mueve con balanceo de cuerpo entero. Se puede caer en cualquier
momento): Moviéndome los aflojo, al derecho lo tengo casi suelto.

Marta: Sigue moviéndote. (Pido ayuda a un colega que se coloca detrás de


Cecilia, mientras yo estoy delante. La sujetamos cuando cae hacia un lado y la tiramos a
los brazos del otro para el lado contrario. Después de un rato, cuando considero que el
mazacote ya se mueve libremente, tomándola de los hombros la inclino bruscamente a
la derecha como para arrancarla de la pared imaginaria. Ella se deja caer en nuestros
brazos. Seguimos pasándola de los brazos de uno al otro. Cecilia ríe.)

Cecilia: Ves, ya me solté, esta vez voy por donde quiero. (Deja caer su cuerpo
confiada hacia adelante y atrás, con los pies fijos en el suelo.)

Comentario del sueño de Cecilia

Al finalizar el trabajo, Cecilia dijo que se dio cuenta de que en el sueño apareció
representada la relación con su madre. La habitación es la madre. La puerta es ella.

Se siente adherida a la madre por un mazacote que se arma a partir de las


desvalorizaciones que la madre le hace constantemente y que ella asume. Esta situación
aumenta su dependencia.
El sentimiento de minusvalía que se genera en este juego la lleva a pensar que la
única que la podría llegar a querer es la madre, al tiempo que las malas caras de la
misma generan en Cecilia temor a perderla. La paciente dice: “Pones trompa y echas
cemento al mazacote.”

Esa madre-habitación es sentida poderosa pero no continente. Tampoco es capaz


de dar el afecto que permite crecer e independizarse. La paciente dice: “Es como estar
en la calle.”

La identidad grupal

Los miembros del grupo, a través de su participación, llegan a los puntos


comunes que tienen con el mundo interno de sus compañeros. A partir de estos puntos
de contacto tiene lugar la revisión de sus conflictos. Entre todos los pacientes crean un
sistema de comunicación, un modo de decir y sentir, que se genera cuando están en el
espacio común de la sesión.

Juntos, los pacientes comparten lo que son capaces de ser. Cada uno tiene
sensación de pertenencia. Los puntos de contacto con los otros generan el nosotros, la
identidad grupal.

Los aportes personales, al ser asimilados por el grupo, dan origen a los lazos
interpersonales y se genera el sí mismo grupal. Dentro de él, cada uno percibe su propia
inclusión. Entre todos logran, dentro del grupo y a fuerza de reacomodamientos, un
modelo no disociador para relacionarse, y entre todos forman símbolos y códigos
grupales.

Es necesario que cada uno sienta que su aporte hace la identidad grupal. Es en
ella donde se abonan los cambios de la identidad individual.

Cambios en la identidad individual

Como ya dijimos, el sistema vincular que cada persona trae al grupo contiene
códigos de comunicación propios. Dichos códigos, a su vez, ponen en funcionamiento
roles específicos que difieren de una persona a otra dado que se originan a partir de
vivencias diferentes.

En el grupo cada uno confronta sus roles con los roles de los otros participantes.

Los roles favoritos de cada paciente no producen en al grupo la respuesta


conocida, esperada. Los viejos clisés ahora utilizados para comunicarse con los
compañeros son ineficaces. La autoestima se resiente a medida que el paciente se
frustra; esto lo obliga a ensayar nuevos modelos de conducta.

Resumen de la dinámica de las transformaciones individuales

En el grupo terapéutico, el paciente explota y modifica su simbología


intrapsíquica. Sus conflictos se ponen en evidencia mediante la proyección en los
compañeros de diferentes aspectos reconocidos como propios o atribuidos a figuras
humanas importantes de su entorno. Además, el grupo permite a sus miembros —al
proveerlos de una pequeña muestra del mundo exterior— conocer y participar de otros
estilos para relacionarse.

También los pacientes crean símbolos que contienen la matriz de la identidad


grupal, y ella aporta un sistema vincular integrador con roles dinámicos: es el nuevo
sistema de roles aprendido en el grupo.

Cada uno se incorpora al grupo con su sistema vincular familiar donde tiene
roles fijos e intenta resolver las situaciones que se plantean según su esquema rígido,
mas en el grupo aprende un sistema vincular con roles dinámicos. Este nuevo sistema le
permite escoger en cada situación el rol adecuado para resolverla.
Capítulo IV

DINÁMICA BÁSICA DEL GRUPO

7. Mecanismos que operan en la dinámica básica del grupo terapéutico

Para conocer la dinámica básica es necesario considerar al grupo como “un todo”
a lo largo del tiempo. Podría decirse que la dinámica básica contiene y expresa la
memoria colectiva del grupo más todas las cosas que el grupo va aportando para armar
la estructura sobre la que van a crecer. Por eso la llamamos el nido de los cambios. Se
manifiesta como el clima grupal resultante de la historia, memoria grupal, emociones y
contenidos que se expresan y de la manera de emitirlos.

En ella convergen la personalidad de los pacientes, el específico momento vital


que atraviesan y la historia del grupo.

El manejo del terapeuta influye sobre esta dinámica.

Para explicar —en forma completa— la dinámica básica, se describirán algunos


de sus períodos.

El grupo que atraviesa un período de desorganización

Este momento ocurre muy claramente al comienzo de un grupo nuevo. Los


pacientes están ansiosos ante la experiencia grupal desconocida y se muestran
temerosos en sesión. Tienen un contacto tímido y miedoso, lleno de pudor. Los
pacientes miran al techo, a sí mismos o bien intercambian miradas que caen fugazmente
sobre unos y otros. Si ingresan nuevos compañeros, los reciben con formalidad.

En este momento del grupo, los pacientes suelen hablar en forma general y sin
dirigirse, directamente, a sus compañeros. Recortan lo que dicen, y seleccionan el
contenido de sus palabras. A veces expresan cosas muy distintas o pobres respecte de lo
que querían significar.

La dificultad de comunicación aumenta la angustia. Cada miembro se preocupa


por la imagen que los otros se van a formar de él. El intercambio es social y superficial.

El grupo pretende aferrarse a lo conocido y trata de hacer calzar a los nuevos


miembros en sus prejuicios, situación que obstaculiza el mutuo conocimiento.
El objetivo que el terapeuta se propone respecto de la dinámica básica grupal es
ayudar a los pacientes a vencer las barreras previas, y lo alcanza mediante trabajos o
ejercicios que favorezcan el autoconocimiento y el conocimiento de los otros.

Los pacientes descubren cómo son ellos mismos, y cómo usan sus miedos,
ansiedades, angustias y juicios apriorísticos con el objetivo de no contactar. Cuando se
dan cuenta de esta situación, el cambio de conducta se hace posible.

La terapeuta apuntala y facilita la tarea para que se produzca la apertura a lo


grupal. De esa manera, surgen los primeros lazos afectivos, cognitivos y dinámicos, que
con su desarrollo transforman al grupo en el lugar donde se gestan, contienen y apoyan
las transformaciones que cada uno hace.

El grupo que atraviesa un período voraz dependiente

En los pacientes predominan los rasgos depresivos, esquizoides o paranoides.


Manifiestan competencia dependiente, egocentrismo, descreimiento, tristeza,
desconfianza, autismo y desvalorización. Por momentos aflora confusión; en otros hay
una sensación de mundo interno vacío. La falta de creatividad se expresa en la sesión, a
través de una carencia de material.

El enfrentamiento con los problemas se dificulta por los sentimientos de


impotencia.

Nadie está interesado en ofrecer nada de sí a los otros. En estos momentos el


mayor vínculo entre ellos es de competencia dependiente; se pelean por la atención del
terapeuta; los separan celos y envidias.

Algunas personas llegan tarde a la sesión o interrumpen todo intento de trabajar.


Otras se muestran desganadas con el fin de llamar la atención. A veces se comportan
como islas q están tan disgregados que no soportan siquiera hacer ejercicios grupales
muy simples. Muchos pacientes esperan que el que está hablando termine de hacerlo,
no para efectuar un aporte sino para hablar de lo propio. Cada uno sólo se escucha a sí
mismo.

Si ingresa un nuevo paciente, el grupo lo fagocita y lo neutraliza. Difícilmente el


nuevo miembro pueda evitar participa— de este clima. El terapeuta se siente culpable
con él, por haberlo incluido en un momento así.

El manejo de la sesión representa un enorme esfuerzo para la terapeuta. Su


fantasía es que los pacientes están con la boca abierta esperando que se les ponga
alimento. La intervención más importante del terapeuta en este período consiste en
poner límite a la voracidad y egoísmo, y fomentar el compañerismo.

El grupo que atraviesa un período de condenación

En los pacientes predominan los rasgos paranoides, histéricos o depresivos. Los


miembros del grupo se juzgan y se dan buenos consejos entre ellos; de esta manera
hacen sentir inadecuado y equivocado a aquel compañero que se atreve a confiar sus
problemas. Esta modalidad de funcionamiento provoca en cada uno temor a ser
enjuiciado o agredido, con la consiguiente detención del crecimiento individual y
grupal.

Los pacientes se frustran entre sí de una manera que no los ayuda a crecer. No es
que descubran cosas negativas de sí mismos, sino que actúan negativamente. Los
buenos consejos y las sentencias impiden que se cree el espacio necesario, confiable y
continente para crecer. Los pacientes no acompañan a sus compañeros para que se den
cuenta de sus errores, sino que pretenden darles fórmulas que, en general, no son útiles.

Si ingresa un nuevo miembro, el grupo intentará asustarlo o agredirlo para que


se vaya.

El terapeuta siente necesidad de sacar al grupo de este período. De persistir esta


situación, puede dar lugar a que se expulsen unos a otros con agresiones verbales o no
verbales. Tales agresiones pueden consistir en descalificaciones, burlas, buenos consejos
o desprecio. En ocasiones, estas manifestaciones se disfrazan con una apariencia de
“buenas intenciones”.

En algún momento, el juicio de los pacientes puede caer también sobre el


terapeuta, cuestionando su trabajo y reclamando que no reciben lo que necesitan.

Los pacientes se enojan entre sí y salen de sesión dolidos y sin hacer avances en
sus conflictos. Puede ocurrir que un paciente que haya quedado muy herido en una
sesión falte a la siguiente o exprese que quiere irse del grupo. A veces tendrá una excusa
lejana con la que pretenda distraer al grupo de la sospecha de que la sesión anterior
haya tenido algo que ver.

Si los pacientes rechazan las intervenciones del terapeuta para guiarlos fuera de
esa situación, éste puede sentirse paralizado, mortificado; en ocasiones llega a pensar
que el grupo se puede desintegrar en esa misma sesión. Generalmente, el grupo
responde aceptando propuestas y dejándose guiar para salir hacia otra atmósfera.
Cuando el grupo está receptivo, este momento condenador no angustia al coordinador
y resulta fácilmente manejable.

El objetivo que la terapeuta se plantea respecto de la dinámica básica grupal es


que los pacientes se liberen de sus juicios para acompañar realmente a quien plantea un
problema. La terapeuta pide a los pacientes que traten de no pensar, y que registren lo
que sienten al escuchar lo que dice el que está trabajando. Si emiten juicios, les sugiere
que los conviertan en afirmaciones respecto de sí mismos. Buena parte del tiempo de
sesión se usa en la revisión de los contenidos persecutorios que cada uno deposita en
sus compañeros.

El grupo que atraviesa un periodo intelectualizador

Predominan en este período defensas obsesivas, histéricas y esquizoides. Los


pacientes disfrutan de juegos verbales; hablan de los sentimientos y se deleitan con su
comprensión intelectual, pero evitan los afectos.

Se manifiesta claramente en sesión la competencia y la envidia entre los


participantes.

Si el grupo permanece largo tiempo en ese juego, corre el riesgo de transformarse


en un grupo que atraviesa un período de condenación. Cuando el grupo entra en el
periodo intelectualizador, el terapeuta puede sentirse seducido por el despliegue
intelectual y verbal; luego siente impotencia, se aburre y se enoja. El terapeuta siente
que el tiempo no se usa provechosamente y está sobrecargado con la responsabilidad de
descubrir solo lo que está pasando a nivel afectivo. Los pacientes no se hacen cargo de
sus sentimientos.

El grupo, aparentemente, acepta bien a los nuevos integrantes, pero en realidad


los pacientes se subdividen en dos subgrupos que ellos mismos denominan “los viejos y
los nuevos miembros del grupo”. Ambos bandos entran en competencia. Los nuevos
quieren saber la sustancia de las sesiones en las que no estuvieron, mientras los viejos
miran con envidia los cambios rápidos de los nuevos.

El objetivo que la terapeuta se plantea respecto de la dinámica básica grupal es


que los pacientes logren incluir en la sesión los afectos como sensación, además de
palabra.

El grupo que atraviesa un período expansivo


Predomina en sesión la expresión de aspectos histéricos. Los pacientes se
interesan por sus compañeros, expresan sus afectos, comparan sus historias, compiten,
están atentos, creativos, ingeniosos.

En general, en este período los pacientes tienen poca conciencia de que cambiar
depende de ellos. Ellos pretenden modificar el entorno para que deje de perjudicarlos;
para lograrlo adoptan la actitud de víctimas.

El intercambio entre compañeros es rico, lleno de pequeñas complicidades,


alianzas, celos, envidias, rencores y amor que hacen un buen condimento y enriquecen
los trabajos.

El ingreso de nuevos pacientes puede provocar celos y competencia, aunque sean


recibidos en forma amable y educada.

La terapeuta se plantea como objetivo respecto de la dinámica básica que los


pacientes tomen conciencia de sus problemas y asuman su responsabilidad. Se siente
cómoda y la atmósfera general del grupo facilita la tarea. Se puede trabajar mediante
escenas o se pueden hacer juegos donde se aprovecha la expansividad para revisar
vínculos y rasgos de personalidad.

El grupo que atraviesa un período elaborativo

En este período del grupo hay un equilibrio útil de rasgos depresivos, obsesivos,
esquizoides e histéricos.

Los pacientes tienen un buen grado de autoestima, a la vez que respeto por el
prójimo. El compromiso de los pacientes con el trabajo es muy bueno; están atentos,
interesados y creativos; hay poca envidia y mucho compañerismo. Les resulta menos
difícil que en otros períodos meterse en honduras y dejar de lado las resistencias para
contactar con sus afectos y hablar acerca de lo que son y sienten. En este período no hay
fijeza de roles y los pacientes capitalizan los aportes del grupo para crecer.

Se crea en el grupo un clima muy especial de comunicación, existe la sensación


de que se abren y comparten su mundo interno.

Este es el período en que se produce el mayor número de cambios y con gran


celeridad. Se trata de cambios duraderos y auténticos que se gestan en el suceder
grupal.
La inclusión de nuevos miembros es fácil y, en general, éstos logran en forma
rápida sentirse como si fueran viejos integrantes del grupo.

Para la terapeuta resulta gratificante y descansado trabajar en este período; el


clima de amor y de creatividad lo hace muy llevadero. Hay cooperación y el material
para trabajar surge fluidamente. La identidad grupal es muy fuerte y no exige especial
atención de la terapeuta; ésta se puede dedicar casi todo el tiempo a los problemas
individuales.

Algo más sobre la dinámica básica grupal

El terapeuta tiene un doble objetivo en relación con el período de la dinámica


básica que el grupo atraviesa. Uno de estos objetivos es hacer funcionar al grupo lo más
eficazmente posible dentro del período que está pasando, y otro es llevarlo hacia un
período elaborativo. Finalmente, en el período elaborativo se da el mayor grado de
integración en los pacientes y el mayor número de altas.

Los períodos llamados de desorganización y el voraz-dependiente, son los más


regresivos. Luego, en una escala ascendente tenemos los períodos llamados de
condenación, intelectualizador y expansivo.

Elaborativo

Expansivo

Intelectualizador

De condenación

Voraz-dependiente

De desorganización

Períodos más regresivos > Períodos más adultos

Hay una infinita cantidad de matices entre uno y otro de los períodos aquí
descritos, y el pasaje entre ellos puede ser lento.

Cuando se producen cambios bruscos y profundos en alguno o algunos de sus


miembros, el grupo puede pasar rápidamente hacia otro período distinto. Ejemplo: se
relatará lo acontecido en un grupo que venía de un período que combinaba
características de los períodos voraz-dependientes y condenador. En el momento en que
ocurren los acontecimientos que a continuación se describen, se encontraba en un
período expansivo.

Una artista plástica tuvo desde su ingreso al grupo (ocho meses atrás) una
inclusión aparentemente periférica. La paciente no podía expresarse con palabras.

El grupo había depositado en esta paciente, por su inclusión silenciosa ssf^..pert


ion., ha reac . . códigos rígidos (en el documento de dónde está sacado esto, estaba
ilegible) para comunicarse con ella.

Cuando el grupo requería su opinión, ella se angustiaba, y bañada en sudor


sacudía la cabeza negativamente. El grupo depositó en ella sus aspectos impotentes y
persecutorios.

Un día se hizo una dramatización en la que participé todo el grupo. Se revisaba


la relación de una compañera con su hijo, al que no quería y maltrataba. Nuestra artista
representó el rol de hijo. Yo la auxilié poniéndole palabras a los sentimientos que ella
expresaba con el cuerpo.

Al finalizar la dramatización, movilizada por ésta, habló de sus cosas durante


diez minutos. Los compañeros reaccionaron alcanzándole agua y estimulándola a
hablar.

El cambio brusco en el comportamiento de la paciente desequilibró el sistema


vincular intragrupal.

Los compañeros no supieron qué hacer con la impotencia y los aspectos


persecutorios que le habían depositado. Aspectos propios de los que no querían hacerse
cargo y que quedaban ahora sin su representante.

El grupo reaccionó en la sesión siguiente comportándose como un grupo que


atraviesa un período de desorganización-condenación. Le costó al grupo algunas
sesiones recuperar su período expansivo.

Inclusión de un paciente psicótico en un grupo de pacientes neuróticos con un


año de funcionamiento

En forma inmediata al ingreso del paciente psicótico, el grupo entra en crisis. El


nuevo miembro, con sus múltiples manejos, amenaza desbaratar el sistema vincular que
el grupo creó para su crecimiento. La presencia del paciente psicótico facilita la puesta
en escena de toda la batería de manejos que cada miembro del grupo aprendió a lo
largo de su vida. Con estos manejos, el grupo intenta expulsar o controlar al miembro
psicótico, para preservar su equilibrio.

La movilización que provoca el psicótico facilita el hecho de que cada uno revise
etapas anteriores de su vida y experimente regresiones.

Se puede aprovechar este momento para hacer una buena lectura del sistema
vincular familiar, del rol que cada uno tiene y del rol que intenta lograr en el grupo.

El grupo ayuda al paciente psicótico a redescubrir cómo se pasa de la psicosis a


la neurosis. Si después de un tiempo, el psicótico no logra comportarse en el grupo con
una conducta neurótica, es expulsado.

Con el ingreso del paciente psicótico, el grupo pasa abruptamente del período en
que estaba a otro más regresivo
Capítulo V

DINAMICA DE SESION

8. Mecanismos que operan en la dinámica de sesión

Esta dinámica es la secuencia de eventos que ocurren durante la sesión. En sesión


las transformaciones individuales se producen bajo la influencia del ritmo y la secuencia
de las comunicaciones. Lo importante en dinámica de sesión es darse cuenta cuáles son
los temas que están motorizando toda la sesión, cuál es el punto que enlaza todo. El
terapeuta ayuda al grupo a conectar la temática de la persona elegida como
protagonista con el tema de cada uno, determinando así que cada uno se favorezca con
la temática del que trabaja revisando lo suyo a partir de la iluminación del lado común
de los temas.

Esta dinámica depende del aprovechamiento del período que atraviesa el grupo,
del material de sesión y del período que atraviesa cada paciente.

En la dinámica de sesión tiene mucha importancia el manejo de la terapeuta,


sobre cuya actuación nos referiremos a continuación. Su función es seguir la dinámica
básica, dejar crecer los liderazgos naturales necesarios, y propiciar las transformaciones
individuales. Para ello tiene en cuenta no sólo al paciente individual, sino también al
emergente grupal, que armonice el avance de la dinámica básica y el crecimiento de la
identidad individual. La terapeuta asimila la modalidad del grupo, así como el grupo
asimila la de ella, y aprovecha esto para fomentar la cohesión y coacción grupal.

Cuando comienza la sesión, todos los estímulos inciden en la terapeuta; le


despiertan distintos niveles de interés, pensamientos, afectos, que la van preparando
para encarar la tarea.

La terapeuta hace la lectura global del material, de la dinámica básica y de las


necesidades y urgencias del grupo; atendiendo todos esos parámetros, orienta la sesión.

Durante los trabajos grupales, la terapeuta por momentos se mantiene afuera,


observando y organizando. En otros momentos, se inserta en el mundo interno de los
pacientes, acompasándolos en su ordenamiento y cambio.

A través de los puntos comunes de contacto con el mundo interno de los


pacientes es posible para ella captar lo que pasa.
A la hora de los trabajos individuales, la persona que está trabajando con sus
problemas centraliza toda su atención. La terapeuta acompaña al paciente para que
pueda definir, delimitar y resolver su problema. En ese momento, el resto del grupo y la
situación grupal pasan al fondo. Los otros pacientes vuelven a ser figura cuando
intervienen o colaboran. Cuando termina el trabajo individual, la terapeuta observa,
nuevamente, al grupo para detectar la situación grupal y decidir el paso que sigue.

La terapeuta, en general, no realiza interpretaciones; espera que sea el grupo el


que las haga. Ella alienta las intervenciones inteligentes del grupo que sirvan-para
ayudar a los compañeros. También menciona en las posteriores sesiones y cuando es
pertinente esas intervenciones, y nombra a quien las dijo.

La terapeuta es espontánea para dar afecto y permite que los pacientes se den
afecto y protección entre ellos, aunque prohíbe que alguien se acerque a otro si una
actitud protectora en ese momento lo perjudica.

La terapeuta utiliza la intuición en sus intervenciones para conseguir soluciones


adecuadas a la situación de la sesión, protege al paciente que el grupo tiende a expulsar,
trabajando con el grupo lo proyectado en él y ayudando al paciente a mostrar otros
aspectos de sí, que son necesarios para su aceptación, autoestima y para el grupo.

Cuando se va a hacer una dramatización y el protagonista no elige a quienes han


de representar los roles que él necesita, la terapeuta elige como personajes a aquellos
miembros del grupo para los cuales es útil conocer más acerca del rol que van a
representar. Ella aprovecha la escena hecha por un miembro del grupo para mostrar
aspectos conflictivos de los demás participantes. Usa así, el trabajo del protagonista
para beneficiar al grupo.

En ese sentido, a veces, al finalizar un trabajo individual pide al grupo que dé sus
impresiones acerca del trabajo realizado. En la mayoría, de los casos, estos comentarios
c interpretaciones son más útiles para el resto del grupo que para quien realizó el
trabajo.

En concordancia con lo antedicho, la terapeuta está en esta etapa trabajando con


todo el grupo para detectar la posibilidad o necesidad de continuar la sesión a partir del
material proyectado en estas intervenciones. Nuevamente, ella evalúa todas las
dinámicas antes de decidir si ha de continuar con un trabajo grupal o con un trabajo
individual, o si es necesario atender ambas demandas.
Es interesante destacar que, en la familia, los padres se comportan de manera tal
que fomentan el apoyo mutuo entre los hijos. Sin embargo, en general, los padres no
hablan con los hijos acerca de dicho comportamiento, sino que simplemente lo
promueven. De igual manera, en el grupo, la terapeuta no necesita hablar acerca de la
unidad e identidad grupal; la crea a través de su propia conducta.

Los pacientes hacen un balance espontáneo de los progresos de unos y otros en el


grupo. Esto habla a favor del trabajo integrador de la terapeuta, sin necesidad de
conversaciones sobre el fenómeno grupal. Estas conversaciones gastarían un tiempo
que los pacientes necesitan para crecer.

La terapeuta actúa sobre la unidad grupal, desde sus decisiones sobre la manera
de abordar el material y desde las consignas de trabajo que da, en sesión, a cada
participante.

También a veces la terapeuta deja de lado al grupo y profundiza en sesión los


tópicos de uno o dos de sus miembros.

En estas sesiones los restantes ceden su tiempo al miembro del grupo que trabaja;
hacen así su aprendizaje de compañerismo y paciencia.

En algunas ocasiones el grupo, para evadirse de confrontar sus conflictos, está


con la atención fija en uno de sus miembros por un período muy largo. En estos casos la
terapeuta focaliza sucesivamente la atención de los pacientes en diferentes miembros
del grupo. En estas sesiones no hay trabajos individuales ni ejercicios especiales. El
grupo trabaja nulamente con intervenciones verbales: se critican, se reprenden,
discuten, intercambian ideas, se dan continente y afecto. A través de estas
intervenciones los pacientes ayudan a generar la unidad grupal. La terapeuta apoya ese
intercambio con una actitud menos directiva.

A continuación se muestran aspectos técnicos de dos sesiones muy distintas.


Ejemplo A: coordinación de una sesión con el grupo en un período voraz-dependiente.
La terapeuta actúa siempre de acuerdo con la problemática planteada y al período
grupal. Ella interviene activamente para ayudar a la unidad e identidad grupal. En este
ejemplo, la terapeuta hace el mejor aprovechamiento posible del tiempo cuando la
situación grupal exige que ella tenga una actitud directiva. Con esta actitud activa,
impide la evasión de los pacientes de los conflictos y evita el desaprovechamiento del
material.

Ejemplo A. Manejo de una sesión con el grupo en un período voraz-dependiente


Desde el comienzo de la sesión con la terapeuta va seleccionando la información
que le llega desde el grupo para decidir, finalmente, cómo trabajar con el material del
día.

Supongamos que en el grupo están las personas R, S, T y W.

R y S cuentan lo que les pasa a ellos. La situación no da para desarrollar un


trabajo individual. La terapeuta sabe que, aunque entregue a estos pacientes las tres
horas de sesión, no están aún a punto de resolver nada. Los pacientes tienen una actitud
evasiva en relación con sus problemas y están muy lejos de darse cuenta de cómo salir
de ellos.'

R es una mujer poco femenina, fría y distante con su pareja; no sabe cómo poner
calidez en su hogar, ni sabe acariciar a sus hijos. No se da cuenta de situaciones de celos,
envidia y rivalidad. Participa en discusiones entendiendo literalmente todo lo que pasa
y enganchándose con los argumentos que se tratan.

S es un señor que no dialoga, sino que hace largos monólogos con una verborrea
en la que juega con las palabras y no concreta nunca. R y S tienen, por el momento,
escaso interés en modificarse. No entienden lo que les pasa a ellos ni al grupo y no
encuentran la manera de hacer un cambio.

Si alguno de los dos relata algo, la terapeuta pide al grupo que cada uno le diga
lo que sintió mientras lo escuchaba. Tanto para R como para S, el grupo será por un
tiempo el lugar donde puedan aprender de los otros y tomar más que dar. Harán muy
pocos trabajos individuales desde el rol protagónico, pero intervendrán en los trabajos
de los otros aportando sus afectos. Con esto, cumplen una función útil para el grupo, al
tiempo que conocen más acerca de sus sentimientos.

Supongamos que R o S cuenta un problema. Mientras el grupo le expresa lo que


sintió, la terapeuta está atenta a situaciones que pudieran surgir.

Puede ocurrir que T, que usa sistemáticamente cada relato de un compañero para
contar algo propio, intente quedarse con el rol protagónico, aprovechando que tiene que
expresar sus sentimientos. La terapeuta le pide que trate de abstraerse de sí, para
compenetrarse en lo que le pasa al ocre.

Supongamos ahora que W cuenta que tiene que tomar una decisión sobre una
situación para la que tiene varias opciones. W es una persona que se entrega a sus
sensaciones y, mezclando razón e intuición, resuelve. La terapeuta le propone un simple
diálogo de opuestos entre él y un símbolo del material que trae a sesión. La terapeuta
aprovecha la situación para ayudar a R, S y T, pidiéndoles que participen en forma
activa. Ellos deben representar roles que W necesita, o simplemente expresar
sentimientos. De esta manera, R, S y T no pueden evadirse de tomar conciencia de sus
afectos, deben hacer una síntesis de lo que está pasando y realizar aportes útiles a W.

La terapeuta pedirá a R, si ha sido muy breve en su intervención, que dé más


detalles de sus sentimientos y frustrará a S y a T, obligándolos a ser breves y a hacer
una síntesis útil.

A continuación se muestran aspectos técnicos y se transcribe parte de algunas


sesiones con la intención de mostrar intervenciones activas de la terapeuta para ayudar
a la unidad e identidad grupal. En estos ejemplos llamados B, C y D, se puede observar
cómo la terapeuta selecciona el material y organiza sus intervenciones y la de los
pacientes.

Ejemplo B. Símbolo unificador y sintetizador del material de sesión

En algunas sesiones específicas se hacen trabajos usando un símbolo como


elemento unificador y sintetizador del material que los pacientes traen. Estos trabajos
ejemplifican cómo nadie duda en rescatar lo propio desde su personal versión e
interpretación del símbolo usado por todos.

Estos trabajos se realizan con fluidez, debido a que, al cabo de un tiempo de


participar de las sesiones, cada paciente se logra reconocer como una pieza importante
del rompecabezas del grupo.

A continuación se transcribe una sesión que reúne las características descritas.

Relato de una sesión de trabajo grupal, usando como eje un elemento unificador
y sintetizador del material de sesión

El comienzo de la sesión se realiza con un diálogo espontáneo de los pacientes


sobre trivialidades. Uno de sus miembros, Lisa, cuenta que tuvo un sueño que la dejó
pensando. A medida que lo relata el grupo se va silenciando. Por el intenso interés que
despierta, decido tomar el sueño como estructura de la sesión.

No figuran aquí todos los trabajos de esta sesión. Solamente aparecen los que
anoté durante su transcurso, por algún motivo relacionados con el proceso terapéutico.

Sueño de Lisa
Estamos en nuestro auto, Juancho y yo. Íbamos por la calle que corre detrás de la
casa de mis padres. Juancho manejaba y yo estaba sentada a su lado. El iba despacio. Un
auto que venía detrás nuestro nos apuraba con la bocina, que tocaba en forma
repetitiva. Juancho, en lugar de apurarse o dejarlo pasar, se impacientaba y hacía gestos
de enojo a los señores de atrás. Al darme vuelta, yo vi que en ese coche venían varios
policías y me puse muy nerviosa por lo que hacía Juancho. Seguíamos andando y el
sonido de la bocina se fue transformando en el ladrido de un perro. El perro estaba en
una casa, donde aparecía un hombre en la puerta con un plato de empanadas. El nos
invitaba a entrar. Yo no me-decidía porque no lo conocía, pero Juancho bajó y se sirvió
empanadas.

Después, estábamos en la casa. La casa estaba llena de gitanos, hombres y


mujeres. Una de ellas tenía en brazos una criatura envuelta totalmente en una manta.
Cuando me acerqué a mirarla le destapó la cabeza y vi, con espanto, que era un bebé
macrocefálico.

Uno de los gitanos le ofreció a Juancho comprarle el chasis del auto y la


carrocería, dándole, a cambio, uno nuevo. Juancho aceptó y entonces en el auto
apareció, sobre las cuatro ruedas y el eje, una mesa colocada con las patas hacia arriba.
Yo me daba cuenta de que los gitanos lo habían engañado. Yo le decía a Juancho: ¡Pero
esto es una mesa, no podemos ni sentarnos!

Juancho trataba de conformarme diciendo que le iba a colocar unos lindos


sillones y que iba a ser muy cómodo. Pero después, convencido de que lo habían
engañado, iba en busca de los gitanos. Yo estaba con nuestro hijito en brazos y detrás
mío estaba mi madre. Yo trataba de impedir que Juancho fuera a buscar a los gitanos,
pero él entraba en un galpón que parecía un corralón de materiales. Mi madre y yo lo
seguíamos. Juancho entró en otro galpón que estaba oscuro y yo no podía ver adentro.

La gitana que había tenido el nene en— brazos se acercaba y me decía: ¡Vas a
darme tu chico!

Yo quería huir. Apretaba a mi hijo en mis brazos. Yo quería salir pero no podía
porque los gitanos habían hecho un cerco alrededor. También tenían a mi mamá sin
dejar que se moviera. Desde adentro llegaban ruidos, golpes y quejidos. Yo estaba muy
angustiada porque sabía que le estaban pegando a Juancho. Me desperté y escuché el
ladrido del perro con el que había comenzado el sueño, en el mismo tono. E1 ladrido
provenía de una casa vecina a la nuestra.
Comentario del sueño de Lisa. Conflicto de integración de aspectos masculinos y
femeninos

En este sueño Lisa representa sus aspectos femeninos inadecuados y confundidos


con lo masculino: el hombre que. da empanadas, el coche con la mesa de chasis.

Lisa cree que pensar como los hombres la habilita para competir con ellos.

El bebé macrocefálico es ella misma, con sus pensamientos e intelecto vividos


como masculinos; la hipervaloración los convierte en desproporcionados, deformes.

Datos de su historia personal aparecen reflejados en algunos contenidos de este


sueño. Trata de pensar como los hombres para acercarse a su padre, que la rechaza
porque es mujer. El disfruta con sus amigos (gitanos) y no con ella. Lisa renuncia
parcialmente a lo femenino porque lo vive como frágil y se convierte en una importante
ejecutiva de negocios.

En el sueño aparece el rol de madre puesto afuera en su propia madre. Ella no


está segura de tener el rol femenino y reiteradas veces lo abandona para competir con
los hombres.

En este sueño ocurrido después del nacimiento de su primer hijo, intenta


congeniar sus aspectos masculinos y femeninos, pone una mesa en el lugar del chasis.
Continúa sintiéndose inadecuada, se decepciona y dice: ¡Pero esto es una mesa, no
podemos ni sentamos!

La presencia del rol masculino puesto en Juancho la tranquiliza y dice: Juancho


trataba de conformarme diciendo que le iba a colocar unos lindos sillones y que iba a
ser muy cómodo.

El sueño termina con los gitanos cercando a ella y a su madre (rol maternal) y
castigando a Juancho.

En la vida real, al nacer el primer hijo de la pareja, Juancho, usando los mismos
métodos que en el sueño, se deja estafar y se pelea con sus compañeros quedándose sin
trabajo. Se refugia entonces en la casa, dedicándose a dar mamaderas y cambiar
pañales. Ella renuncia a su rol de madre y le da el lugar a él, por su necesidad de que
alguien complete su femineidad. Como el marido atiende al bebé, Lisa sale a trabajar.
Ella entra rápidamente en un cuadro depresivo que desaparece cuando vuelve a ocupar
su rol de mujer y madre.
Al darse cuenta de que tiene un hijo varón, ella siente que repara su deuda con el
padre. Esto la ayuda a permitirse ser mujer.

Finalmente, se concentra más en su rol maternal y Juancho vuelve a trabajar.

En la misma sesión, Federico toma el tema central que trae Lisa y revisa sus
conflictos de identidad sexual apoyándose en sus recuerdos.

Comentario del trabajo de Federico. Homosexualidad

En el trabajo de Federico se observa cómo pasan los mandatos familiares de


generación en generación.

El paciente no pudo identificarse con su padre y se siente abandonado y


despreciado por él.

Padre y madre, de común acuerdo, lo entregaron a la abuela materna. La abuela


sustituyó con Federico a su marido muerto; abuela y nieto compartían la misma cama.

La única escapatoria que el paciente encontró para defenderse dé sus fantasías


incestuosas con la abuela fue sentirse femenino. De estos conflictos con sus padres y su
abuela provienen el trastorno de su bisexualidad, sus inseguridades y confusión.

Desarrollo del trabajo

Federico: Estuve en Entre Ríos. Lo que más me gustó de este viaje fue ver a mi
sobrino, el hijo de mi hermana, que tiene un año. Me encanta estar con él, jugar con él,
darle de comer y pasearlo. Me divierto y nos divertimos. Me llama tiíto. Estoy
asombrado de todo lo que habla en su media lengua. Tengo miedo de que le pase algo a
mi sobrino, un accidente, un mal golpe, una caída. Me asusta mucho la escalera de la
casa de mis padres. El sábado, cuando se despertó de dormir la siesta, lo fui a buscar a
la habitación. Yo bajaba la escalera con él en brazos con gran miedo de caerme, de que
se lastimase, de que se muera. Bajé lentamente, tomándome del pasamanos de la
escalera. (En su próxima intervención en el grupo Federico reflexiona sobre el hecho de
que su hermana puede tener hijos y él no. Yo estoy sentada a su lado y le pregunto qué
quiere decir con eso. Le pregunto si le preocupa que no pueda ser papá, o que no pueda
tener un hijo dentro de la panza.) Quiero tener un hijo dentro de mi panza. Otras veces
me he dado cuenta de eso. Recuerdo que en una clase de gimnasia yo estaba tirado en el
piso, boca arriba y con las piernas flexionadas. En un momento dado y al compás de
una melodía muy suave, casi una canción de cuna, empecé a responder a la consigna de
trabajo que era hacer anteversión y retroversión de pelvis. Después de un rato me sentí
obligado a interrumpir el ejercicio. Fue cuando me di cuenta de que estaba en posición y
haciendo movimientos como para parir (llora). Me siento triste porque no puedo tener
un hijo en mi panza.

Marta: ¿Cuál es la parte del sueño de Lisa que más te ha impactado?

Federico: Lo que más me impactó es que la gitana le quiere sacar el hijo. Me


siento muy cerca de esa gitana. Me siento tan malo como ella. Me siento capaz de
cualquier maldad. Yo podría ser esa gitana.

Marta: Colócate en el centro de la habitación. Métete en la escena del sueño de


Lisa y sé ella con su hijo en brazos.

Federico: Yo soy Lisa. Tengo a mi hijo en brazos. Lo aprieto contra mi pecho.


Siento su calor. Arrimo su cara a mi cara. Lo tengo muy cerca mío y nos damos calor.
Estoy de pie en el centro de un círculo, rodeada de gitanos con caras feas, desafiantes.
Tengo miedo. Escucho que a Juancho lo han llevado hacia el fondo y lo están
golpeando. Sigo apretando a mi hijo contra mi pecho. Lo quiero tener muy junto a mí.
(Pasa un rato.) Ahora me estoy cansando. Empieza a ser una tarea pesada esto de tener
un hijo en brazos. (Tiene cara de decepción.)

Marta: Cámbiate de lugar y sé la gitana.

Federico: Soy una gitana grande y fuerte, una gitana española del pueblo de
Almería. Un pueblo pintado a la cal. Vivo en un cortijo. Me siento en este momento
realmente una gitana española. (Piensa un rato.) Mi abuela Esperanza era española, de
la provincia de Almería. Mi abuela me eligió el nombre, me llamo como mi abuelo. Mi
abuelo murió varios años antes de mi nacimiento. Soy el primer nieto de mi abuela.
Cuando yo nací, mis padres no sabían qué nombre ponerme. Mi madre enfermó de
reuma en los brazos inmediatamente después que yo nací, y no me podía alzar ni tener
en brazos. Pasó un año en la cama. Todo el primer año de mi vida me cuidó mi abuela.
De chico siempre estaba más en la casa de ella que en la de mis padres y me gustaba
quedarme a dormir.

Marta: Elige una compañera que haga de tu mamá embarazada y otra que haga
de tu abuela. (Hay un diálogo entre estas dos compañeras.) La compañera que hace de
abuela convence a la otra de que ella no va a saber cuidar al bebé. Le dice que no va a
saber elegir la ropa para él, tejer, ni va a saber darle de comer, y le cuenta a la otra lo
bien que ella hizo todas esas cosas cuando era joven. En un momento dado, la
compañera que hace de mamá siente la necesidad de entregar su hijo a la que hace de
abuela. Se siente impotente e incapaz de criarlo. Pido a estas dos compañeras que
repitan la escena con una variante. Ahora una hace de mamá de Federico y la otra
representa el rol de la hermana de Federico embarazada. (Se repite el diálogo).

Federico: Este diálogo entre mi madre y mi hermana yo lo escuché en la realidad,


tal cual. En este momento mi sobrino pasa la mayor parte del tiempo en casa de mis
padres... sus abuelos. El está principalmente cerca de mi madre, que es la que está todo
el día en casa. Muchas noches mi sobrino se queda a dormir allí. Mi madre se va a otra
habitación donde duerme con él y deja a mi padre solo. Mi madre le da al nene todo
tipo de mimos y cuidados. Mi padre lo saluda con frases como: ¡Qué haces, puto de
mierda! Durante mi pubertad y adolescencia mi padre me llamaba: Pirulo y Fasulo.
Esas palabras en mi familia siempre fueron sinónimos de puto o maricón. Estos
sobrenombres los usaba conmigo sobre todo si había visitas y con más intensidad si
esas visitas eran parte de su propia línea familiar, hermana, hermano, sobrinos, etc. Mi
hermana sigue siendo para ellos demasiado chica. Mi hermana y su marido constituyen
una pareja de pendejos. Mi madre siempre está en el medio diciéndoles cómo deben
criar a mi sobrino; es lo mismo que hizo mi abuela cuando nací yo.

El sueño de Lisa también inspira a Pablo.

Comentario del trabajo de Pablo. Homosexualidad

Pablo es el menor de los hermanos de una familia numerosa y adinerada.

Su padre, ocupado en sus negocios, prácticamente lo ignora. El se cría al lado de


una madre débil, dependiente y Abandonada, con la que se identifica.

A los tres años, en búsqueda de una figura masculina, comienza sus primeras
prácticas homosexuales compulsivas y pasivas. Estas prácticas le permiten poseer penes
y ser acariciado por varones. Al ser penetrado fantasea que su pene crece.

Recién cuando tiene doce años el padre se entera de su homosexualidad y lo


castiga hasta dejarlo casi muerto.

En su trabajo aparece con claridad su identificación con aspectos femeninos


desvalorizados, pasivos, quejosos y víctimas. Logra sentirse mejor desde el rol de mesa,
cuando la mesa se pone de pie; pero no hace un cambio estructural de personalidad.
Aquí aparece toda su pasividad, y en el trabajo llamado “Ficha de juego”¹ que se
presenta más adelante se nota todo el odio por esa pasividad. Ambos trabajos se
complementan.
Desarrollo del trabajo

Marta: ¿Qué parte del sueño de Lisa te llama más la atención?

Pablo: El coche con la mesa patas para arriba. Yo lo veo solamente como una
mesa y cuatro tarritos de lata por ruedas.

Marta: ¿Quieres trabajarlo?

Pablo: Sí. (Se coloca en el centro de la habitación.) Soy una mesa patas para
arriba. Tengo rueditas de latas de conserva. Las rueditas están debajo mío, agarradas
por medio de un alambre o cañito. No hay motor, puertas, bocina ni nada. Soy sólo
mesa, rueditas y lo que mantiene a las rueditas. Soy un coche de esos que hacen los
chicos (visiblemente confuso). Me voy cuesta abajo. Nadie maneja. Me quedo siglos así.
En el fondo yo quiero manejar el carrito. Me siento angustiado de no poder manejarlo.

¹ Véase p. 153. En el original

Marta: Sé la mesa y habla con las rueditas.

Pablo (se acuesta con los pies y brazos en el aire): Yo no sé por qué estoy acá
patas para arriba. ¿Quién las puso a ustedes? ¿Por qué no hay nadie que maneje? Son
rueditas débiles pero manejan. (Bosteza.)

Marta: Sé una ruedita.

Pablo: Estoy bastante destartalada. Estoy débil de tanto andar. Me machaco pero
yo por lo menos ando, no como a ti que te tengo que llevar a cuestas con todo ese peso
tuyo. Cuando yo me detenga, te quedarás eternamente patas para arriba (hace arcadas
hasta que finalmente vomita).

Marta: ¿Qué sientes?

Pablo: Que la mesa está en estado de abandono, acomodada, para que la lleven
siempre (está con los brazos y las piernas en el aire y apoyado con la espalda en el piso).

Marta: Quédate un rato así. ¿Qué puedes decir de la situación de la mesa?

Pablo: Como que está para que siempre le hagan el amor. Necesita que
descarguen la fuerza sobre la columna. (Voz despreciativa.) Tan contemplativa. Siempre
sin hacer nada, sin acción, dejando que la lleven y mirando siempre para arriba.
Marta: Habla con las reeditas.

Pablo: Ustedes me llevan, son las que trabajan en realidad. Yo no trabajo nada,
hago como que trabajo. Contemplo lo que pasa alrededor. Hago que estudio, pero en
realidad no hago nada. Yo me quedo acá tranquila. Yo no hago nada, contemplo. Me
quedo hasta que me muera, me llegue mi hora y listo.

Marta: Sé una ruedita.

Pablo (toma con su cuerpo forma de bolita y hace movimientos


anteroposteriores): Estoy destartalada, abollada, pero no me importa. Lo que importa es
seguir adelante. La mesa no me permite ver hacia arriba, pero no me importa. Yo
trabajo sin pensar. Estoy enclenque pero seguiré hasta que no dé más; mientras tanto,
tengo que trabajar.

Marta: Siente dónde tienes ese algo que re une a la mesa.

Pablo: En la espalda, la mesa apoya en mi espalda.

Marta: Habla con las otras tres rueditas.

Pablo: Piensan igual. ¡Ah! (suspira). Al final la mesa es igual que nosotras las
ruedas, no podemos determinar nada.

Marta: ¿Cómo está la mesa?

Pablo: Es una mesa de lo más rústica, de campo, sencilla.

Marta: Sé la mesa.

Pablo: No quiero estar patas para arriba (bosteza y se pone de pie).

Marta: Adopta como mesa la posición que te sea más cómoda.

Pablo (se pone patas para abajo): Así tampoco me gusta. (Se arrodilla.) Estoy
sentado sobre dos patas y el canto de ese lado.

Marta: ¿Qué te permite esa posición?

Pablo: Estar activo, ver a los demás. Estar contemplativo pero no abandonado.
Estar abierto. Creo que me tendría que parar.
Marta: ¿Qué hiciste?

Pablo (de pie con los brazos caídos): Paré las dos patas de abaje y las clavé arriba
en la madera y dejé sueltas las patas de arriba.

El sueño de Lisa también inspira a Nicolás.

El trabajo de Nicolás también demuestra un conflicto en la integración de


aspectos masculinos y femeninos

Nicolás no puede asumir sus aspectos masculinos y le deja estratégicamente toda


la potencia al padre (Mercedes Benz rojo).

Pretende ser sexualmente inofensivo, para quedarse cerca de la madre. Esto lo


lleva a sentirse como un Citróen abierto y destartalado, como un hombre o coche de
segunda. Evita así rivalizar con el padre por la tenencia de la madre. En otras palabras,
evita competir con los hombres para tener una mujer propia.

En este trabajo el paciente logró incorporar ciertos aspectos masculinos


fundamentales, con los que termina sintiéndose más hombre al finalizarlo.²

([1] Véanse pp. 117-153. En el libro)

Desarrollo del trabajo

Nicolás: Me imaginé un Mercedes Benz sport rojo, que está en una quinta con
mucho sol. El auto tiene muy lindas líneas y su techo tiene una forma un poquito
hundida. Por dentro tiene poco lugar. Las dos personas que van sentadas adelante van
bien, los otros no. También, imaginé un Citroën color crema sin la lona del techo, muy
destartalado y viejo. Este auto está en una calle de barrio, abandonado. Hay muchos
Citróen que los abandonan en las calles como ése que me imaginé.

Marta: Métete en la sensación de ser el Mercedes rojo y descríbete.

Nicolás: Soy un Mercedes Benz sport. Mi chapa es dura y resistente. Soy fuerte.
Mis gomas son fuertes, negras y tienen en el centro una cosa plateada. Mi techo es
original, lindo, chatito. El volante es lindo y la palanca de cambio está en el piso. Los
asientos de adelante son más cómodos que los de atrás. Estoy en un jardín y hay sol. Es
una casa muy linda. Tengo un motor muy potente. Voy a gran velocidad. A veces
parezco un avión de tanta fuerza que tengo. No soy grande, soy medio chico pero veloz.
Soy mejor que los otros Mercedes Benz que no son sport. No soy tan armatoste como
ésos donde van todos los viejos burgueses. Tengo el motor, la chapa y consistencia de
los Mercedes grandes pero la agilidad mía.

Marta: Habla con el Citróen. Compárate con él.

Nicolás: Me llama la atención de ti, Citróen. que no tienes la lona. Tienes el techo
abierto y te entra el sol. Yo tengo una estructura más sólida. Tú no tienes chasis, tienes
una mesa dada vuelta, puertas endebles. Estás abandonado y caído. No sé qué es eso de
tener esa mesa como chasis. ¿Qué estará significando esa mesa como chasis?

Marta: Cámbiate de lugar y sé el Citróen.

Nicolás: Soy un Citróen, estoy abandonado y caído. Mi pintura amarilla está


opaca y gastada por la lluvia. Por arriba me entra el sol pero no me sirve de mucho.
Cuando llueve me entra el agua por todos lados, hago agua. Se me rompió el chasis y
por eso tengo una mesa. Va a resistir más pero es incómodo. No puedo abrir bien las
puertas. Estoy estacionado y expuesto. Cualquiera entra por el techo y me roba el
volante, la palanca, la bocina. No tengo Llaves. Cuando ando voy despacio. Tengo
mucha fuerza en las ruedas. ¡Tracción delantera! Estoy expuesto. Te envidio la
consistencia, agilidad y solidez, pero me cuesta, dejar de ser así como soy. Todo
funciona en ti.

Marta: Sé la mesa. ¿Cómo es tu existencia?

Nicolás (acostado boca arriba): Soy una mesa, pero estoy en un lugar que no
corresponde. Yo estoy para ser usada al revés y en una casa. No es éste mi lugar...
Tengo miedo, Citróen, porque si llegas a agarrar un pozo, me parto en dos. Voy a dejar
no solo de cumplir esta función, sino de ser mesa.

Marta: Sé el resto del Citróen y habla con la mesa.

Nicolás (encorvado y mirando para abajo): ¡Aguántatela un poco que eres


provisoria! No tengo plata para pagar un chasis como la gente. Tú no me convienes. No
me hace bien tenerte. Eres un complemento ridículo, pero no tengo más remedio que
tenerte. ¡Esto es provisorio! Me da miedo decirlo porque, seguramente, te voy a tener
ahí hasta que te rompas. No eres provisoria, eres permanente.

Marta: ¿Cómo te sientes?

Nicolás: Me siento mal. Es absurdo que me sienta mal contigo, mesa, y no me


sienta mal al ponerme cosas inadecuadas.
Marta: Sé la mesa.

Nicolás: Ponme en el lugar que corresponda y ponte un chasis como la gente.


Donde me tienes a mí que soy una mesa pon un chasis como la gente. El chasis es la
parte que resiste, soporta golpes, peso. ¡Tú estás loco!

Marta: Cámbiate de lugar y sé el Citróen.

Nicolás: Tienes razón, estoy loco. A mí me interesa lo funcional, lo estético no es


muy importante. Yo prefiero no ser tan lindo pero funcionar.

Marta: Habla con el Mercedes.

Nicolás: Yo envidio de ti que eres muy lindo por fuera y funcionas muy bien. En
cambio, yo soy bueno por dentro pero por fuera me dejo estar y por eso después
empiezo a funcionar mal por dentro. Ayúdame, Mercedes, necesito estabilizarme un
poco. Me hace mal tener una mesa en el chasis y estar expuesto. (Cambia de lugar y es
el Mercedes.) Estoy muy tranquilo. No me tengo que preocupar por nada. Tengo el
tanque lleno y aceite. Estoy lubricado. ¡Qué bien! No tengo que preocuparme de nada.
No puedes ser como yo. Tienes que ir a lo de un chapista. Tienes que poner la lona y
sacar la mesa que es absurda. Tienes que pedir ayuda y funcionar mejor. (Nótese cómo
es el Mercedes el que le dice lo que tiene que hacer. El Citróen prefiere ser pasivo.)

Nicolás (desde el Citróen): Quiero ir al chapista.

Marta: Sé el Citroën, una vez que haya salido del chapista.

Nicolás: Me siento muy bien. Tengo la lona en el techo, si llueve la pongo. La


lona cumple una función de protección. Me siento muy bien y más sólido.

Marta: Sé el chasis.

Nicolás: Soy metalizado, con estructura sólida y fuerte. Estoy bien engrasado y
lubricado. Soy aguantador y resisto los pozos.

Marta: Sé todo el Citróen y habla con el Mercedes.

Nicolás (voz más gruesa): Estoy entero. Todo me funciona en orden. Mi voz es
más segura, más gruesa y varonil. No te envidio. Lo que me pasa contigo es que yo soy
como soy y nunca voy a poder ser como tú.
Algo más sobre dinámica grupal

Con el fin de facilitar la comprensión de los roles que asumen los pacientes
dentro del grupo terapéutico, comparemos la dinámica grupal con la dinámica familiar.

Durante el transcurso de la vida en común, cada miembro de la familia va


modificando su rol dentro de ella. Estos cambios responden a la necesidad de
acomodarse a las demandas que cada edad y situación requieren. La modificación del
rol de cada persona dentro de la familia exige la acomodación de los otros. Esta
modificación, a su vez, influye y modifica a los otros.

En el grupo terapéutico ocurre un fenómeno similar. Durante las sesiones de


grupo, aquellos pacientes que son más maduros o que conocen más de un tema
asumen, en forma alternada, roles parentales o de hermanos mayores respecto de sus
compañeros. Se generan en la sesión movimientos de roles y de poder, qué
corresponden en la familia a la acomodación normal entre padres e hijos mayores y
menores.

Ejemplo

Tenemos una familia tipo constituida por los padres y un hijo A de dos años. La
familia está pasando por un periodo expansivo, donde todos disfrutan de su relación
con los otros. Los padres apoyan el crecimiento del hijo y festejan sus progresos
motores, cognitivos y sociales. El hijo toma un contacto cada vez más seguro con el
mundo y tiene clara su posición en el vínculo con los padres.

Un día los padres deciden tener otro hijo, B; con su nacimiento se transforman en
una familia con otro clima interno, otra dinámica básica. Hay un cambio, más o menos
repentino, de roles, con pérdida de identidad de los padres y del hijo mayor; dejan de
ser padres de hijo único e hijo único. Tienen inseguridad ante la nueva identidad de
padres de dos hijos y de hijo mayor y hermano.

El hijo A tiene la sensación de haber sido despojado, se siente triste. Se ubica en


una posición confusa y ambivalente. Prueba diferentes técnicas para recuperar la vieja
identidad y lugar en la familia. Por ejemplo, A abandona alguno de sus progresos,
compite con B por la atención de los padres y se manifiesta más egoísta. También A
lucha por acomodarse a sus nuevos roles de hermano e hijo mayor.

Podemos decir que la familia pasa por un período que tiene características
similares con los períodos de desorganización y voraz-dependiente del grupo
terapéutico. Tanto en el grupo terapéutico como en el grupo familiar, estos períodos son
de gran inseguridad, cuestionamiento de la identidad, ambivalencia, egocentrismo,
competencia dependiente y regresiva. El grupo familiar reacciona con ansiedad y temor
ante la novedosa experiencia de la inclusión de un nuevo miembro; lo mismo ocurre en
el grupo terapéutico que atraviesa un período de desorganización. :

La familia se plantea el mismo objetivo que el grupo terapéutico. Este objetivo es


vencer las barreras que obstaculizan el acomodamiento de los ¿??????????? ilegible en el
documento los lazos afectivos necesarios para la convivencia, ponen límite a la
voracidad de su hijo mayor y fomentan el compañerismo. Asimismo tratan de que el
hijo mayor retome sus progresos y ensayan distintas estrategias para lograr estabilizar
el nuevo orden.

Por momentos, también la familia tiene características del grupo terapéutico que
atraviesa un período de condenación. Los miembros de la familia están inseguros de
tener el afecto de los otros. Los padres perciben que A está enojado con ellos y con B. A
su vez, A cree que ya no lo quieren más o que no lo quieren lo suficiente. Los padres se
plantean el mismo objetivo que el terapeuta con el grupo que atraviesa un período de
condenación. Los padres intentan canalizar la violencia del hijo mayor y, al mismo
tiempo, tratan de no descuidarlo y de estimularlo para que siga con sus progresos.

Cuando los hermanos se descubren uno al otro y los padres se acomodan a su


familia más numerosa, se calma la tormenta. A se da cuenta de que se lo sigue
festejando cuando hace progresos y también descubre que esos progresos son de su
exclusividad. El perdió el rol de hijo único pero ganó el de hijo mayor y hermano.

En la familia, en este momento, todos tienen una dinámica diaria menos


angustiante, el grupo familiar entra en una situación que corresponde a los períodos
expansivo y elaborativo del grupo terapéutico. En ambos tipos de grupo, cada persona
tiene ahora su identidad en relación con el entorno y consigo mismo más segura. Los
progresos de unos y otros se alcanzan más fácilmente. Los padres se estabilizan como
padres de dos hijos y el hijo mayor tiene claro cuál es su rol y lo acepta. Esto se
corresponde en el grupo terapéutico con el crecimiento de la identidad individual, bajo
el apoyo de una identidad grupal más sólida.
Capítulo VI

LA TERAPEUTA Y LOS TRABAJOS INDIVIDUALES

9. Actitud de la terapeuta en los trabajos con símbolos

Los símbolos están cargados de significados del mundo interno. Una de las
maneras de encarar la exploración y modificación de estos significados es a través de su
exploración y consecuente modificación.

La inmersión en el trabajo individual de símbolos requiere que la terapeuta


proponga una técnica que permita al paciente desplegar su intimidad.

Apoyado en la técnica, el paciente hace contacto consigo mismo, permitiéndose


ser sus símbolos.

Desde la terapeuta, varios elementos son fundamentales para que el trabajo sea
efectivo: el lenguaje, las directivas, el tono de voz y acompañamiento emocional al
paciente que está trabajando. Con estos elementos la terapeuta puede ayudar al
paciente a contactar con sus símbolos, sentimientos y pensamientos que lo llevan al
procesamiento que finaliza en el insight. Una apresurada interpretación por parte de la
terapeuta puede impedir al paciente un buen contacto con su problemática. Esta
propuesta implica que el paciente debe entregarse a ser sus símbolos y hacer el diálogo
entre los distintos personajes que imagina ser. La terapeuta complementa esta
propuesta con la directiva que da al paciente de permanecer centrado en sí mismo, con
los ojos cerrados y registrando las sensaciones provenientes del cuerpo.

La terapeuta cuida que sus intervenciones fomenten que el . paciente vaya


encadenando los diálogos entre los personajes que representa y mantenga un nivel alto
de compromiso afectivo.

Durante el trabajo individual, el paciente puede necesitar un largo tiempo para


hacer cambios en sus símbolos. El compromiso real de la terapeuta con el trabajo del
paciente lo ayuda a no apurarlo, a detectar la situación por la que el paciente está
pasando y a acompañarlo con eficacia.

La terapeuta debe estar atenta a las alteraciones corporales que produce el


sistema nervioso autónomo del paciente. Estas alteraciones pueden ser calor,
sudoración, frío, alteración del ritmo cardíaco, etc. La terapeuta debe incluir esas
sensaciones en el trabajo y sugerir al paciente que se entregue a ser el síntoma, hablar
desde él y con él.
Es muy importante evaluar las situaciones de la vida real que el paciente está
atravesando para saber a qué atenerse, según se desarrolla el trabajo. Recuerdo a un
paciente que llegó al consultorio con síntomas de asma. Durante un diálogo imaginario
con su madre estos síntomas se agudizaron. Sentía que tenía a su madre metida dentro
de su cuerpo, abarcando su pecho y garganta. Esto le provocaba una necesidad
apremiante de sacarla por la boca. Fue un trabajo muy dramático. Le pedí que se
acostara boca arriba y comprimiéndole el pecho con las palmas de mis manos, en
sucesivos movimientos de empuje, desde el epigastrio hasta la garganta, le ayudé a
arrojarla fuera de sí. Cuando se sintió libre de ella respiró profundamente con los
pulmones relajados. Cambió su mirada que ahora era límpida, y tuvo un sentimiento de
sorpresa al encontrar que no necesitaba su inhalador para el asma. Los síntomas
asmáticos no se volvieron a repetir.

Se hace necesario relatar otro caso donde fue necesario tener en cuenta el
momento existencial del paciente. Este paciente comienza a trabajar un sueño, en el cual
se ve en una habitación con tres nichos: el del padre, el de su hermano y el suyo. En la
realidad el único muerto era su padre; de su hermano, él decía que era como si lo
estuviera, porque era alcohólico y había fracasado en la vida.

Durante el trabajo, el paciente hace una detallada descripción de los féretros. Las
bases sobre las que se apoyan están unidas entre sí por mármol entrelazado, etc. El
paciente mira a su padre muerto en el cajón que le corresponde, luego a su hermano, y
finalmente se acerca a su propio cajón. Para él había escogido el centro de la habitación.
Se mete dentro y dice tener una fuerte opresión en el pecho, que se prolonga al brazo
izquierdo y toma los dedos anular y meñique. Los labios se le tornan cianóticos, la piel
terrosa y tiene una profusa sudoración. El paciente presentaba un cuadro de angina de
pecho. No creí oportuno seguir trabajando con esos síntomas. Le pedí que se
concentrara en la respiración y aumentara su relajación hasta salir de tal situación. Así
lo hizo. Con esta maniobra interrumpí —en forma intencional— el trabajo. El paciente
comentó, posteriormente, que deseaba morir rodeado del grupo

Este tipo de situaciones son excepcionales pero pueden ocurrir.

Sin embargo, a otros pacientes que presentan un cuadro de angina de pecho les
propongo que se entreguen a ser la opresión. Desde la opresión, cada uno dialoga
consigo mismo y se abandona a la sensación de muerte sin controlarla. Los acompaño
mientras están en esa sensación hasta que salen hacia una explosión de alegría, pena,
etc.
Es muy importante tener en cuenta la situación existencial en la que está inmerso
el paciente para decidir el curso posterior de lo que se está haciendo.

El acompañamiento emocional de la terapeuta consiste en penetrar con su propio


mundo interno en la situación del paciente. Esto permite a la terapeuta encaminar el
trabajo desde lo que el paciente le transfiere y así entender y respetar la senda que éste
marca. La terapeuta y el paciente atraviesan juntos las vicisitudes que el segundo tiene
en el camino hacia el insight. Aunque la terapeuta conozca mucho al paciente, su
selección del símbolo para que el paciente trabaje está relacionada con su propia
fantasía y curiosidad acerca del mundo interno del paciente. La terapeuta usa su
experiencia subjetiva para guiar al paciente, éste muestra, paso a paso, los contenidos
de sus símbolos y así reorienta a la terapeuta sobre lo que le está pasando.

La movilización de afectos y energética es utilizada para modificar los símbolos


del tema que se aborda. La terapeuta acompaña el trabajo sin juicios previos, sin saber
de antemano adónde se dirige y el paciente, a su vez, se deja acompañar. La terapeuta
tiene que respetar el deseo del paciente, cuando quiere permanecer más tiempo en el rol
de uno de sus símbolos para esclarecerse y no como forma de resistencia para zafarse
del encuentro. También la terapeuta debe dejarlo cambiar de representación y ser el
símbolo opuesto cuando lo necesita. Cuando el paciente siente que, desde el personaje
que está siendo en ese momento, no tiene más nada que decir y necesita la respuesta del
otro rol desde la sensación de ser el otro símbolo, o siente que el otro símbolo ya está
respondiendo, debe cambiar de rol. Cuando el símbolo que está encamando, o el
opuesto, han sufrido transformaciones es conveniente continuar el trabajo con el nuevo
símbolo. Cuando en un caso dado, el paciente rechaza una frase o interpretación de la
terapeuta acerca de sus sentimientos, la terapeuta no debe insistir y debe acatar el
camino que el paciente toma, aunque no debe permitir que el paciente se evada del
trabajo mediante comentarios al margen. A veces, durante el trabajo, la terapeuta
llevada por la necesidad de saber lo que está pasando pregunta: ¿Qué sientes ahora? Es
conveniente que agregue: Cuéntale lo que sientes al personaje con el que hablas. La
terapeuta agrega esa frase para. evitar la desconcentración del paciente e impedirle
evadirse del diálogo con los símbolos. La terapeuta debe proponer volver a la
conversación con sus personajes, cada vez que ésta se interrumpa, a través de un
diálogo con él. Como veremos al analizar el sueño de Juana, la terapeuta hace todo lo
posible para evitar que la paciente, haciendo comentarios al margen, se evada del
trabajo específico.

Sueño de Juana. La terapeuta guía y mantiene la atención de la paciente en el


problema
Juana: Se trata de un sueño que, con algunas variantes, tengo en forma repetitiva.
Estoy en casa de mi madre y no me puedo ir. Pregunto: ¿Qué estoy haciendo yo acá si
tengo casa?

O bien mi madre está en mi casa, yo no puedo echarla y digo: ¿Qué está haciendo
mi madre aquí si ella tiene su casa? En cualquiera de las situaciones mencionadas me
siento absolutamente encerrada y además pienso: ¡Pero qué ridículo si cada una tiene su
casa! Este sueño me cansa.

Marta: ¿Dónde se desarrolla la escena?

Juana: ¡Ah! (suspira), estamos en el cuarto de estar. Puede ser un living o un


dormitorio habilitado para estar. Entonces yo empiezo a pensar...

Marta: Haz la escena.

Juana: No dialogamos. Mi madre está como presencia, yo pienso y siento pero sin
hablar. Lo tengo muy pensado y está dibujada la situación... Mamá está en algún lugar
de la casa, caminando.

Marta: Dile eso a ella.

Juana: Tú estás. Yo te veo. Estás caminando de un lado para otro. Yo pienso: ¿Por
qué demonios estás aquí? Tú sabes que no tenemos nada que ver y no estamos de
acuerdo en un montón de cosas. Vamos a discutir. Nos vamos a enfrentar.

Marta: Díselo a ella.

Juana: ¿Sabes qué pienso cuando estamos aquí? Para qué insistir en estar
conmigo si sabes que vamos a discutir. Yo no soy la hija que tú querías tener. Cuando tú
estás acá, yo me siento encerrada. Tú me prohíbes hacer todo. Yo no puedo hacer nada.
Me estás mirando y me estás despreciando.

Marta: ¿Tu mamá te escucha?

Juana: Parece que no me escucha.

Marta: Eso, también, díselo a ella.

Juana: Mamá, no sé si me estás rechazando, no sé si me quieres escuchar.


Además, no sé si te lo estoy diciendo con voz lo suficientemente fuerte para que oigas.
Marta: Díselo de modo que oiga.

Juana: Entonces, yo te pregunto: ¿Para qué estás? ¿Por qué no te vas? Me


pregunto, además, si yo no te traje, ¿quién te invitó a venir? O ¿cómo fui yo a tu casa?
No tengo claro eso. No sé si tú viniste aquí porque yo te invité o porque se te dio la
gana. No sé si tú estás ahora acá porque tú quieres o porque yo necesito que estés para
que me molestes.

Marta: ¿Cómo te sientes en este momento con ella?

Juana (mirando a Marta): Algo debe pasar porque en este momento en que te lo
digo...

Marta: Díselo a ella, no a mí.

Juana: Mamá, algo me pasa porque en este momento en que te hablo siento por ti
una infinita ternura. Quisiera que fueras una bebita chiquita y cuidarte. No quiero
dejarte entre algodones como te dejaron. Creo que esto debe de haber sido horrible para
ti. No tengo la culpa de eso. ¿Sabes qué quisiera, mamá? Quisiera que tú fueras mi hija,
poder tenerte en casa y darte todo el amor que no tuviste. El problema es que aún
ahora, cuando yo te quiero dar amor, tú me rechazas, no sabes qué hacer con él. Yo
estoy pegada a ti como una estampilla, pegada por todo el amor que no me diste. Estoy
pegada por todas las cosas que se quisieron decir y no se dijeron y que ahora te las estoy
diciendo. Creo que lo que me une a ti es el amor que no me diste.

Marta: Ahora, sé tu mamá, tal cual la estás viendo y contéstale a Juana. Métete
bien en la sensación de ser ella. (Gran silencio, Juana se concentra.) En la cara no se te
nota todavía que seas ella... (ya está en el personaje). Dile qué sientes por ella.

Juana: ¡Te quiero matar, hija! Papá y mamá te querían más que a mí y a mí me
daba rabia. A mí nadie me quiso en mi casa. Yo nací y me tiraron entre algodones. Sé
que mamá hubiera preferido que yo me muriera porque ya estaba harta de tener hijos.
Yo quiero matarte, hija. Quiero retorcerte pero, además, tú eres mi hija y eres mi nena.
Quiero que tú seas todo lo que yo quiero que seas. ¡Yo tengo ganas de retorcerte el
cogote!

Marta: ¿Le hablas a tu hija con su edad actual?

Juana: No, al bebé que fue.

Marta: Habla con tu hija ahora.


Juana: Mi hija de ahora es una mujer.

Marta: A ella dile que, ahora, es una mujer (nuevamente le propongo que un
comentario hecho a mí lo revierta a su interlocutora).

Juana: Ahora eres una mujer. Pienso en todo lo que hiciste y me parece que no es
posible (voz reflexiva).

Marta: ¿Esa voz tiene tu mamá?

Juana: No, mamá tiene una voz...

Marta: Haz su voz. Sé tu mamá. No la representes. Métete en la sensación de ser


ella.

Juana: ¡No me atrevo, porque tiene tanto odio!

Marta: Conéctate con el odio entonces. No lo argumentes. ¡Métete en la sensación


de odio!

Juana: Tengo miedo de lo que pase.

Marta: Somos muchos aquí para contenerte. Conéctate con la voz de tu mamá y
con la sensación de tener su pelo, su cuerpo y sus movimientos.

Juana: No podría representarlos, me los olvidé.

Marta: Conéctate con la voz primero.

Juana: Es una voz así (hace una voz aflautada). Nenita, ven, ven que te pongo los
ruleros, así el abuelito te lleva a pasear (hace movimientos con las manos como
colocando ruleros). ¡Ahí está! ¡Qué linda está la nenita! Ahora se va a dormir con los
ruleritos puestos. ¡Ah! ¡Qué linda está la nenita! Se levantó la nenita. ¡Qué contento se
va a poner el abuelito cuando la vea! Le vamos a poner un lindo vestidito. (Grita el
nombre de la empleada de la casa.) Anita, trae el vestidito de Juana. Qué linda está
Juana (me pone un vestidito todo roto). Papá, que suerte que viniste, porque la nena
está lista para el paseo. ¿Le trajiste la manzana? ¡Qué suerte! Chau.

Marta: ¿Qué sientes?

Juana: Que es falsa de toda falsedad, pero además me quiere.


Marta: Sé tu madre y dile eso a Juana.

Juana: Hija, yo soy falsa de toda falsedad, pero además te quiero.

Marta: No te sale la voz. Díselo de nuevo.

Juana (con voz aflautada): Soy falsa, pero además te quiero.

Marta:¿Qué le contestas a tu mamá"

Juana: Quizá yo estoy tan pegada a ti por la búsqueda desesperada que tuve
durante toda mi vida, búsqueda de ti.

Marta: Dile que la estás buscando.

Juana (llora): Mamá, te estoy buscando. Estoy buscando la parte tuya que yo sé
que tiene que existir en algún lugar donde tú quieres ser verdadera.

Marta: Te estoy buscando...

Juana: Te estoy buscando a ti, estoy buscando tu amor.

Marta: Quiero que me quieras...

Juana: Quiero que me quieras y quiero que me aceptes como soy. Además, creo
que lo más importante en este momento es que estoy buscando...

Marta: ¿Algo que nunca te mostró?

Juana: Clare, pero que yo sé que está.

Marta: Pregúntale a ella si lo tiene (aquí está retaceando información).

Juana: Es que yo sé claro en mí.

Marta: Muy bien, en ti, tienes ahora clara la fantasía de que ella lo tiene.

Juana: En mí tengo clara la fantasía de que yo debía ser esa parte que mi madre
no se atrevía a ser, o sea...

Marta: Dile directamente a tu mamá que tú buscas su amor.


Juana: Mira, mamá, yo quise ser y quise buscar esa parte tuya que yo sabía que
tenía que estar. Entonces, quise querer mucho a la gente porque yo sé que dentro tuyo
tiene que estar esa posibilidad. Quise ser lo más auténtica posible, aunque sea
haciéndome pedazos, porque sé que dentro tuyo tiene que estar esa posibilidad en
última instancia. Yo no me puedo despegar de ti, porque quiero ser esos pedazos que sé
que están en ti. Aunque sea a través mío, mamá. Quiero vértelos. Yo no puedo creer,
mamá (Llora), que una persona sea realmente tan miserable y tan mentirosa.

Marta: Sé ella, usa su voz.

Juana: Lo que pasa es que yo nunca supe (con voz doctoral).

Marta: Así no habla tu mamá. —

Juana (con voz aflautada): Lo que pasa es que yo nunca supe, nunca supe quién
soy, nena.

Marta: Repite.

Juana (llorando): Nunca supe quién era, nunca supe quién era, porque en casa
era todo un “pasticho”, donde nadie sabía qué era nada. Yo nunca supe quién era. Creí
que tú eras mi nena y que ibas a ser como yo quería que fueras, como yo quería ser. Tú
fuiste otra cosa. Tú te fuiste, nena, y me dejaste sola. Yo ya me había quedado muy sola
en este mundo. Tú te fuiste y me dejaste más sola todavía (llora).

Marta: ¿Qué sientes por eso?

Juana: Te quiero y te odio, porque no eres la nena que yo quería que fueras, pero
además te admiro.

Marta: Sé tú misma y respóndele.

Juana: Mira, mamá, yo creo que, ahora, me di cuenta de que lo que me tenía
unida a ti es todo ese amor y ese odio. Voy a poder ser todo eso que soy por mí misma.
Tengo que aceptar de una buena vez que tú eres tú y que yo no tengo derecho a exigirte
que seas lo que no eres y a pedirte cosas. A ti no te da el cuero. Si tú hubieras sido mi
hija, hubieras sido como mi hijo y yo te hubiera podido amar como lo amo a él.

Marta: Dile, directamente, cuánto no la amas a ella.

Juana: Yo te amo. Lo que quiero de ti es la mamá que me hubiera gustado tener.


Marta: Dile la verdad.

Juana: Yo a ti no te quiero. Me das mucha pena y piense que esa pena no tendría
que ser.

Marta: Dile que le perdonas que no sea la mamá que tú quieres que sea. Díselo
mirándola a los ojos.

Juana: No te perdono. ¿Sabes lo que no te perdono? No te perdono que el amor


que me diste era siempre utilizado para herir a mis hermanastros. Desde entonces yo
tengo mucha culpa con ellos.

Marta: Cuéntale cómo hacía eso. Dale todo tu enojo.

Juana: Cuando tú me dabas amor delante de los chicos para demostrarles que yo
era tu hija y ellos no.

Marta: A mí no me dabas nada, es la verdad.

Juana: Sí, pero aparentaba que daba.

Marta: Díselo a ella.

Juana: Cuando tú me dabas vestidos lindos, lo hacías para agredirlos a ellos.


Cuando me dabas comida, yo no sabía si el bife de carne era para envenenarme. ¡Hija
de puta! Yo comía carne y como los otros no eran tus hijos tenían que comer harina.

Marta: Repite el insulto.

Juana: Eres una hija de remilputas, pero yo te imagino chiquitita tirada entre
algodones.

Marta: No, habla con tu mamá como si estuviera delante tuyo.

Juana: Sé que naciste ochomesina.

Marta: No, no, ahora estás enojada. No te escapes. (Para provocarla, represento la
voz de la madre.) Hija desagradecida, yo te quiero a ti porque eres mi nena.
Juana: ¡Hija de remilputas! Tú me tuviste a mí porque te creías que yo era la
muñequita que no tuviste de chica. Resulta que cuando no fui la muñequita, hija de
remilputas, y te hice el corte de mangas, tenías ganas de retorcerme el cogote.

Marta (con voz aflautada): Después de todo lo que te cuidé, mira cómo me
traicionas. Nadie se queda al lado mío, tú tampoco. ¡Después de que te cuidé tanto! Te
cuidé más que a esos chicos. Te cuidé porque te quería.

Juana: Y ¿sabes qué es lo que me confunde? Me confunde que había momentos


en que yo me daba cuenta que me querías. Esos son los momentos que me tergiversan.
Si tú hubieras sido siempre una hija de puta conmigo, a mí me hubiera resultado mucho
más fácil.

Marta: Es que yo no era mala. A ti te daba carne porque eras mi hija.

Juana (ríe): Ya lo sé. Tú no lo vas a entender porque para ti el hijo es el hijo, y el


de al lado que se muera. A ti que no eras hija de tu madre, te tiraron como si fueras un
cacho de caca; eso es lo que has sentido toda la vida.

Marta: Por eso yo no quise hacer la misma cosa contigo y aquí te tengo
agarrándome. No me quieres dejar ir porque yo te cuidé. (Le coloco un almohadón
sobre la cara. La golpeo con el mismo. Ella intenta acariciar su rostro con el almohadón,
pese a los golpes.) Tú no te quieres liberar de mí. No entiendo de qué te quejas.
(Continúo hablando con la voz aflautada. Juana se pone de pie y permanece con los ojos
cerrados. Yo me cuelgo sobre su espalda con mis pies en el aire y con el almohadón le
tapo la cara.)

Juana: Tengo la impresión de que te llevo colgando, mamá. Te podría llevar


siempre así, porque aunque peses un poco no te puedo dejar.

Marta (estoy colgada de su espalda un largo rato. Después de un tiempo, ella


comienza a hacer maniobras para zafarse de mí, apurada por la falta de aire que le
provoca el almohadón sobre la cara. Finalmente, consigue descolgarme. Se la ve
aliviada. Descansa en un rincón, agotada).

Juana: ¡Me costó soltarla!

Comentario sobre el sueño de Juana

Juana es una persona intelectual, tiene facilidad para pensar y enormes


dificultades para el insight. Voy buscando atajos para enfrentarla, progresivamente, con
sus afectos. Sin desaprovechar su capacidad pensante, hago más lento el trabajo para
que revierta en su interlocutor los diálogos dirigidos a mí. Intento que logre ver la
imagen de aquélla.

En un momento determinado, le pregunto si la interlocutora la escucha: de esa


forma, busco que se concentre y visualice su imagen.

Estando ya inmersa en el sueño, se observa, claramente, el control como sustituto


del verdadero amor. Juana dice a su madre: “Yo te amo, y lo que quiero de ti es la
mamá que me hubiera gustado tener.” Ella no acepta a su madre como ésta es, quiere
cambiarla, gobernar sus sentimientos. Juana mantiene con la madre una relación de
mutuo control. La controla para que le muestre amor y a la vez la mamá la controla no
mostrándoselo. Su problema no se termina con este trabajo de sueño, cuando mucho
logrará saber si está dispuesta a resolverlo. Buena parte de su pelea con la mamá es un
desplazamiento de las quejas con el papá. Frente al papá no se anima a hacer reclamos
por imaginarlo impotente, vacío, frágil. Si le exige, lo rompe.

10. El archivo de los símbolos

Desde la gestación misma, el organismo humano comienza a dar soluciones a sus


necesidades. El cuerpo siempre tiende a mantener la vida: metaboliza, filtra, fabrica
células con funciones especializadas.

El organismo sabe lo que le conviene y da su mensaje a pesar de estar


influenciado por leyes sociales, negociaciones y conveniencias fútiles. La mente
participa en esta sabiduría con sus partes consciente e inconsciente.

La parte consciente de la mente predomina cuando estamos despiertos, y la


actividad de la parte inconsciente predomina cuando dormimos y se expresa a través de
los sueños.

El inconsciente es el archivo de los símbolos y sus circuitos. Recurrimos a


incrementar el contacto con él para transformar los símbolos.

No es necesario poner al paciente en trance —como hacen los hipnólogos— para


trabajar directamente con el inconsciente. El paciente entra en trance cuando toma
contacto con los símbolos grabados en su inconsciente y permanece un rato en ese
contacto. Desde el rol de “ser sus símbolos”, el paciente muestra y encuentra sus
significados.
El terapeuta debe dirigir su trabajo de manera tal que el inconsciente del paciente
transite entre símbolos encadenados.
Capítulo VIl

EL PACIENTE Y LOS TRABAJOS INDIVIDUALES

11. Los símbolos y el insight

En el transcurso del trabajo gestáltico, el paciente se entrega cada vez con mayor
soltura a la sensación de ser sus símbolos; de esta manera permite al inconsciente
emerger y manifestarse.

En múltiples ejemplos de esta obra podemos observar cómo el paciente alcanza


el insight. Para lograrlo, se sumerge en el inconsciente libre de las barreras y control de
la parte consciente de la mente; o bien, la parte consciente e inconsciente de la mente
trabajan juntas y en una misma dirección. Se modifican símbolos interrelacionados y se
crean nuevos símbolos. El paciente produce un cambio en su actitud frente al conflicto
para poder resolverlo.

Durante su trabajo, en lugar de tratar de entender racionalmente lo que le pasa,


se deja guiar hacia el insight.

Con las pesadillas repetitivas ocurre que si son trabajadas con técnica gestáltica y
el trabajo es resolutivo, se producen cambios en los símbolos y las pesadillas no vuelven
a repetirse.

En el trabajo con cartas de Mariana, que se presenta a continuación, se puede


observar cómo toma contacto con distintas áreas de su identidad. Para ello respeta el
procesamiento natural de su organismo, crea símbolos y se entrega a ser ellos. La
paciente hace un contacto vivencial con los nuevos símbolos creados, a consecuencia de
lo cual se siente más energizada, y al final llega a un estado de éxtasis y alivio.

En cambio, Rafael, cuyo trabajo se transcribe también en este capítulo, hace un


constante esfuerzo para oponerse al cambio de sus símbolos. De esta manera, también
impide el movimiento energético natural y reprime el inconsciente, permitiendo a la
parte racional de su mente ser la dominante. Así al evitar la participación de la parte
inconsciente de la mente, no da lugar al insight y se siente cada vez más agotado.

A continuación se transcriben los trabajos y sus respectivos comentarios.

Trabajos con símbolos a partir de lo 'proyectado en una carta española


La terapeuta coloca sobre la alfombra un mazo de cartas. Las desparrama y le
pide a cada miembro del grupo que elija la que más le gusta. Una misma carta puede
ser elegida por más de un paciente para trabajar.¹

Transcripción del trabajo de Mariana. Resolviendo problemas de disociación

Mariana: Elegí el nueve de copas porque me parecieron muchas copas de vino


preparadas como para una fiesta. Me cuesta encontrar una posición para ser el nueve de
copas (primero se sienta, después se tira en el piso boca abajo y, por último, se da vuelta
boca arriba, con todo el cuerpo estirado). Las nueve copas están sobre mi cuerpo, las
localizo, pero sólo puedo verlas de abajo. Me resulta complicado estar dividida en
nueve partes. Las que más siento son las de arriba: en las manos, la frente, la boca, el
pecho.

Marta: Sé una sola copa.

Mariana: Soy una de las copas que están arriba, una de las que siento más (se
sienta con las manos hacia adelante en círculo y las piernas también). Como la parte
superior de la copa, soy una copa de cristal grueso de color oscuro, rojo oscuro granate.
Alrededor del cristal hay una cubierta de metal dorado. Es oro trabajado. Soy una copa
fuerte, bastante grande y muy linda.

' Otro trabajo individual a partir de lo proyectado en una carta es el trabajo de


Linda que se expone en la p. 137. (en el original)

Marta: ¿Cómo es tu pie?

Mariana: Mi pie es liso, se va ensanchando hacia abajo. También es de cristal,


pero está recubierto de una película muy fina de oro, como si fuese pintado. La base es
redonda y fuerte, la línea es suave.

Marta: ¿Es hueco?

Mariana: Arriba es macizo, la parte más baja tiene como el principio de un


hueco... apenas es un hueco.

Marta: ¿Cómo es tu existencia como copa?

Mariana: Estoy en un palacio muy antiguo, con paredes de piedra gruesa, de ésos
que tienen una mesa grande en forma de U. Al principio me parecía que era una fiesta,
pero no, soy una copa que se usa en el palacio.
Marta: ¿Eres una copa común o eres una copa de lujo?

Mariana: Sí, de lujo totalmente, donde toman los caballeros de palacio. Toman
vino rojo, vino tinto.

Marta: Vuelve a mirar el pie de la copa.

Mariana: Lo veo distinto, ya no es dorado y de cristal, veo un viejo mendigo


arrodillado sobre la tierra trabajando; está sucio y viejo.

Marta: Sé el mendigo, métete bien en la sensación de ser él.

Mariana (arrodillada): Tengo una especie de capa de color marrón, como una tela
que cuelga en la espalda. Tengo barba, estoy sucio, soy un viejo mendigo. Estoy
juntando basura, revisando basura. Algunas cosas, papeles, los pongo en mi bolsa.
Tengo una bolsa que me cuelga del hombro izquierdo.

Marta: Mira la parte de arriba de la copa.

Mariana: No la veo porque estoy mirando para abajo, hacia la tierra, la tengo
apoyada en la espalda. No sé si está pegada o atornillada. La siento agarrada en el
centro de la espalda.

Marta: ¿Es muy pesada?

Mariana: Pesa bastante porque es de cristal grueso y con metal, pero no me


interesa mucho. Mi interés está en mi trabajo, en lo que estoy haciendo. No me importa
mucho de ella.

Marta: Sé la parte de arriba de la copa y con los ojos cerrados, métete bien en esa
sensación.

Mariana: Siendo la parte de arriba de la copa me siento como una princesa muy
brillante. Estoy sentada en forma de copa, con ropa muy clara como de gasa blanca y
luces en el pelo.

Brillo mucho. (Está sentada en posición de Buda y con los brazos hace un
círculo.) No me importa lo que dice el mendigo, porque yo soy muy hermosa y soy la
parte de la copa que se ve. Me mira pues soy la parte de arriba y soy muy linda. .?

Marta: Vuelve a ser la parte de abajo. ;


Mariana: ¿Pero qué pasa con la parte de arriba? Me parece, bastante estúpida con
toda esa cosa de que es linda y brillante. Es rígida y si se cayera se podría romper. Eso
no me gusta de ella, que es rígida. Además, si yo quiero la puedo hacer caer porque está
apoyada encima de mí; pero no me interesa hacerla caer. También, me podría agachar
contra el piso y quedarme más baja que las demás y nadie va a elegir una copa petisa; o
cuando la venga a aganar el que la eligió, me podría caer a un costado para que no la
alcance. Aquí, como parte de abajo, me empiezo a sentir con más fuerza, menos viejo.

Marta: ¿Te molesta que esté la copa arriba de ti?

Mariana: Me molesta no poder verla porque está atrás, porque la tengo en la


espalda. Me gustaría que se diera vuelta para abajo y me mirara, o me tapara. O
quisiera que se pudiera bajar y sentarse frente a mí para que pudiéramos charlar, a la
misma altura. Yo la puedo ayudar a bajar si tiene miedo de romperse.

Marta: Díselo a ella.

Mariana: Yo te puedo ayudar a que bajes sin romperte, así te sientas enfrente
mío, charlamos y te puedo ver.

Marta: Sé la parte de arriba. ¿Qué te parece lo que te dice el pie?

Mariana: A mí, me parece que este tipo me está engañando. El quiere que yo baje
y me siente ahí abajo, en el suelo, frente a él. Si bajo y no tengo pie no voy a ser una
copa, sino una palangana de plástico celeste y usada. De ninguna manera voy a bajar.

Marta: Pero fíjate que te hizo otra proposición que es bien interesante...

Mariana: La otra cosa que me propuso es que me diera vuelta para abajo y lo
vistiera; pero así parecería que yo estoy para servirlo a él y no él para sostenerme a mí.
No me voy a dar vuelta,¹ pero me parece divertido, me parece que me propone un
juego. Cuando sentía lo del juego, era algo que me tentaba. Sentía que por ahí la cosa
iba a ir bien.

Mariana: No, me siento más fuerte y más joven, me dan ganas de moverme.

Marta: Sé la parte de arriba.

Mariana: Soy más liviana, mi cristal es más delgado y ya no soy rígida. Me


muevo, me siento como una amapola sobre la espalda de un hombre joven.
Marta: Sé el hombre.

Mariana: Me gusta moverme y la hago mover a ella, la hago ondular. Sé que no


se va a caer porque me muevo con cuidado. Es muy lindo, me siento bien.

Marta: Sé la parte de arriba.

Mariana: Continúo el movimiento. Me siento bárbaro. E¡cristal se hizo mucho


más fino. Sigue teniendo la capa dorada, pero también es mucho más fina, como
labrada. Es cristal, pero tiene la consistencia de un papel. Se puede mover y no se
rompe, es flexible. Pasó algo entre nosotros, él me hace mover pero ya no tengo miedo,
no tengo ningún miedo porque me mueve con cuidado. Ya no estamos en el castillo,
estamos en un parque con pasto muy verde, lejos hay árboles. Veo algunas flores y hay
sol. Si vamos más rápido puedo sentir el viento. No necesito nada más. ¡Estoy tan bien
así! Pudimos encontrarnos en el movimiento. Nos movemos juntos. Siento tranquilidad,
siento equilibrio. Si quiero me puedo quedar quieta. Si quiero me puedo mover y estoy
bien. Esto es hermoso y me emociona. No me quiero mover de aquí, no necesito nada
más Siento todo el cuerpo absolutamente relajado. A veces siento la columna como lo
único que se puede armar, mover y aflojar. Es como estar flotando, es una maravilla, no
necesito nada más (estuvo largo rato entregada a un estado de éxtasis).

Comentario sobre el trabajo de Mariana

Lo primero que ella muestra son distintos niveles de disociación y avidez,


representados por nueve copas, que ella siente que no puede abarcar. Disociación entre
lo intelectual y lo afectivo, lo masculino y lo femenino, lo que es y lo que muestra.

Mariana desvaloriza una parte de su mundo interno que representa con el


mendigo, a quien no acepta y pretende compensar con la parte de arriba de la copa
demasiado fuerte y ostentosa.

A medida que transcurre el trabajo la paciente toma conciencia de esta


disociación, integrándose. En la medida en que este proceso se da, se reacomodan sus
valores dejando de ser polares (mendigo-princesa), para estar más en consonancia con
ella, como mujer, en un ámbito más real (en un parque, en contacto con la naturaleza).

Trabajo de un sueño de Rafael

Rafael: El sueño comienza con que llego a una armería y le pido al armero una
pistola marca Luger. Sin siquiera fijarme si está cargada, le apunto a la frente y le
disparo en plena frente. Me queda entonces muy viva la imagen del impacto en la frente
del hombre. Inmediatamente me voy. En la siguiente escena, me encuentro en un tren
donde veo a mis padres. Les explico lo sucedido y comenzamos a caminar por el pasillo.
De repente, en una estación, sin que mis padres ni nadie se diera cuenta, salgo por la
ventana y comienzo a correr.

Ubícate dentro de la armería.

Rafael: Veo por unos segundos que la cara del armero es la de mi padre. No sé si
traté de borrarla o no, la cuestión es que apareció otra imagen. La armería tiene en el
fondo una vitrina llena de armas de todo tipo y calibre, un-mostrador de madera con
una tapa de vidrio, que permite ver armas en exposición, sobre un terciopelo color
bordó. El techo y las paredes están recubiertos con madera. Hay mucha madera por
todos lados. Veo al armero. Ahora veo a mi papá como armero. En el sueño era
diferente: eran dos en realidad.

Marta: Repite la última frase.

Rafael: Ustedes son dos en realidad. El otro es más grande que mi papá, es más
alto, más ancho de hombros, pelado, con cabello blanco alrededor de la pelada.

Marta Habla con él.

Rafael (de pie): Yo vengo a comprar un arma, lo veo dudando de dármela, como
si desconfiara de que la quiero para cazar.

Marta: Sé el armero.

Rafael: Soy alto, seguro, desconfío de usted. Rafael, pienso que no la quiere para
cazar. ¿Para qué la quiere?

Marta: Sé tú mismo, de nuevo.

Rafael: Me siento duro cuando soy yo. No tengo por qué darle explicaciones. Yo,
simplemente, vengo a comprar un arma y usted me la tiene que vender... Lo veo
vacilante, desconfiado, como si creyera saber que voy a matar a alguien.

Marta: Sé el mostrador.

Rafael (se acuesta boca abajo, apoya su cabeza sobre ambas manos
cómodamente): Soy una vitrina llena de armas de distintos calibres y épocas. Están
dentro de mí pero no son mías, el armero me las pone y saca cuando quiere. En realidad
son de él. Las armas y yo somos de él, porque él me trajo aquí, me diseñó, me puso en
este lugar. Yo soy de él, al igual que las armas. Si no fuera por él, no estaría en este
lugar. No tendría vida..Las armas están en mí, no sé... no tengo claro si en el pecho o en
la espalda.

Marta: Sé el armero. ¿En qué parte del mostrador ves las armas?

Rafael: Las veo en la espalda todas acomodadas. Me siento tranquilo Viendo al


mostrador de espaldas, de atrás. Me daría mucho miedo tenerlo de frente. Además, así
me siento dueño de las armas. Las pongo y saco como quiero, cuando quiero. Son mías
igual que tú. (Se lo ve muy seguro, dominando la situación.)

Marta: Sé de nuevo el mostrador.

Rafael: Sí, yo también me imagino que si estuviera de frente me tendrías miedo.


Yo sería peligroso para ti con todas las armas adelante, pero por ahora no puedo hacer
nada. No depende de mí darme vuelta (voz de llanto, temblorosa, rezongona). ,

Marta: Sé el armero. Habla con el mostrador.

Rafael: Si te dieras vuelta yo también creo que sería peligroso para mí, pero yo no
puedo hacer nada para ayudarte.

Marta: Sé el mostrador. ¿Qué sientes por el armero?

Rafael: Hijo de puta. Yo no puedo hacer nada, pero me gustaría que me tuvieras
miedo.

Marta: Al fin te salió el enojo.

Rafael: Siento que como mostrador dependo de él y no puedo hacer nada. El me


saca y me pone las armas cuando quiere.

Marta: Sé el armero.

Rafael: Si quiero te saco las armas y te dejo igual que cuando viniste al mundo.
Soy tu dueño. Cada arma te la di yo, te la puse yo y me pertenece. Las saco cuando
quiero porque son mías.

Marta: Sé, de nuevo, el mostrador.


Rafael: Sí, es cierto todo lo que dices. No puedo hacer nada, además, es cómodo
así, aunque algo de rabia me da.

Marta: Mostrador, ¿por qué no le muestras un poco tus dientes?

Rafael: Bueno, me puedo poner boca arriba. Así estoy más cómodo, y te veo a ti,
armero, mirarme con miedo, pero yo no me siento temible. Sé que para ti y Rafael yo
soy temible, pero yo no lo alcanzo a sentir.

Marta: Sé el armero.

Rafael: Te tengo miedo. Prefiero que estés de espaldas a mí, me das más
seguridad.

Marta: Sé el mostrador.

Rafael: Yo oigo lo que dices, pero no alcanzo a sentir que sea temible.

Marta: Sé Rafael.

Rafael: Soy más chico. Tengo catorce años. Te veo como un mostrador temible,
poderoso, peligroso y siento miedo.

Marta: Sé el mostrador.

Rafael: Me doy cuenta de que ustedes sienten eso pero yo no siento nada; incluso
mucha gente me dice que soy temible, pero yo no lo alcanzo a sentir.

Marta: ¿Cómo te sientes como armero?

Rafael: Me siento fuerte.

Marta: Métete en esa sensación de fuerza y quédate un rato, sintiéndola.

Rafael: Sí, soy fuerte (se lo ve agrandarse cada vez más).

Marta: Sé de nuevo el mostrador.

Rafael: Me siento de gelatina, todo desinflado, débil.

Comentario sobre el sueño de Rafael


Este trabajo duró tres horas, pues a Rafael le llevaba mucho tiempo tomar
contacto con cada uno de sus personajes y sentirlos. Intento que tome conciencia del
sometimiento y odio que tiene con el padre. En el sueño dispara con un arma en plena
frente del armero que, por momentos, confunde con la figura del padre y dice desde ese
rol: “Si quiero, te saco todas las armas y te dejo igual que cuando viniste al mundo. Soy
tu dueño, cada arma te la di yo, me pertenecen y las saco cuando quiero, porque son
mías.” Estas frases expresan, claramente, la relación simbiótica, a través de la cual
Rafael se somete a esta figura paterna que siente dominante y castradora. Esta situación
genera en él ansiedades homosexuales.

Marta: ¿En qué parte del mostrador ves las armas?

Rafael: Las veo en la espalda, todas acomodadas.

El padre siempre le decía cuando era chico: “Todo lo que tienes me lo debes a
mí...” Rafael sigue cumpliendo su mandato.

También dice Rafael desde el mostrador: “Sí, yo también me imagino que si


estuviera de frente me tendrías miedo, yo sería peligroso para ti, con todas las armas
delante, pero por ahora yo no puedo hacer nada, no depende de mí darme vuelta.”

En este párrafo, Rafael cuenta que no quiere hacer nada. Prefiere la situación de
sometimiento e impotencia, que le resulta menos riesgosa, que enfrentarse con su
inseguridad y falta de identidad. El no puede conectarse con su fuerza y,
habitualmente, se empeña en depositarla en otras personas, impidiéndose así tener una
potencia propia que lo discrimine de su padre.

En los trabajos gestálticos, cuando los pacientes se conectan con una sensación de
fuerza desde un rol dado, al cambiar de rol, generalmente la sensación de fuerza se
mantiene y el segundo rol cambia sus características.

Aquí trabajamos con los opuestos, “denominación” (armero) — “sumisión”


(mostrador). Desde el primero, Rafael logra intuir la fuerza del segundo, pero cuando
pasa al rol del mostrador no logra llevar consigo la fuerza recogida, sino que
desaparecen sus sensaciones y entra en un profundo desvalimiento.

El rol que representa la fuerza es siempre externalizado. El paciente se identifica


en forma fija con el rol de sometido, impidiéndole esto último pasar la fuerza de un rol
a otro.
Capítulo VIII

LOS SÍMBOLOS EN LAS NEUROSIS

12. Fenómenos que ocurren en la mente y en el cuerpo durante el trabajo con


símbolos

Cuando un paciente comienza a trabajar con sus símbolos, su mente transita


fluidamente entre el ámbito real y el imaginario.

Veremos un ejemplo de ello más adelante, en el segundo trabajo de sueño de


Ana, cuando la paciente fue al baño del consultorio y tiró por el inodoro el ovillo
imaginario.

Durante los trabajos gestálticos hay una participación simultánea de las partes
consciente e inconsciente de la mente. Pero la participación de la parte consciente va
decreciendo, al tiempo que el inconsciente se expresa progresivamente, pudiendo
llegará manifestarse en forma totalmente autónoma.

El paciente profundiza en forma progresiva en el trabajo porque, apoyado en sus


símbolos, se compromete cada vez más con lo que está vivenciando. Es así como de una
manera suave y gradual pasa de imaginar a alucinar sus símbolos.

En otras palabras, pasa de representarlos y sentir a medias que él es sus símbolos,


a sentirse siendo completamente sus símbolos. Es en este momento de trabajo directo
con el inconsciente cuando se dan más fluidamente los cambios en los símbolos
presentados y se crean nuevos símbolos.

La mente selecciona la información que recibe desde el exterior de manera tal


que llega un momento en que el paciente oye la voz del terapeuta, pero deja de escuchar
las voces de sus compañeros de grupo y los sonidos de la calle. Sin embargo, el paciente
escucha los sonidos provenientes del exterior si son sintónicos con lo que él está
experienciando. (A veces, escucha distorsionando los sonidos que recibe de afuera para
acomodarlos a su necesidad interna.)

Durante una fantasía dirigida realizada en un grupo, solamente una paciente


registró el sonido del piano que provenía de un departamento vecino mientras revivía
una experiencia con su madre. La madre tocaba frecuentemente esa melodía en el piano
de la casa. Otra paciente transformó en sonido de cascada de agua, el ruido de la ducha
de un baño vecino; el resto del grupo ni siquiera registró el sonido.
Durante el trabajo con sus símbolos, el paciente también sufre alteraciones del
sistema nervioso autónomo, que se expresan como reacciones vasomotoras. Puede tener
una mano caliente y la otra fría, o tener la piel de la mitad del cuerpo caliente y la de la
otra mitad fría. También pueden-ocurrir alteraciones del ritmo cardíaco, palidez,
sudoración, manchas en la piel, náuseas, vómito y vértigo.

Es muy común que no coincida la duración real de la experiencia con el tiempo


que el paciente cree que pasó. Por ejemplo puede creer que su trabajo duró apenas
inedia hora cuando en realidad llevó tres. La orientación espacial también cambia: no
coincide el espacio alucinado con el real. El paciente puede estar convencido de que
caminó largo tiempo cuando en realidad sólo recorrió tres metros de la habitación.

Al finalizar el trabajo y abrir los ojos, el paciente se reorienta en el tiempo y el


espacio y se reconecta con la realidad del consultorio.

Puede olvidar total o parcialmente lo experimentado de una manera similar al


fenómeno de olvido que ocurre con los sueños.

13. Mecanismos de reactivación de símbolos infantiles

Muchas veces los pacientes sostienen que ellos no determinan lo que les pasa;
que las cosas simplemente les ocurren, mas en realidad, en la gran mayoría de los casos
ellos provocan activamente su circunstancia. Es importante que tomen conciencia de
ello. También es importante que se den cuenta de lo que estaban sintiendo y pensando
antes de provocar la situación y del momento en que la generan.

En el trabajo de Natalia que se transcribe más adelante, se puede observar cómo


mantiene empobrecida su percepción de la realidad y registra datos en el orden que le
conviene para preservar su juego neurótico. Ella reniega de jugar el rol de madre de sus
parejas y de ser usada; pero no toma conciencia de que elige parejas para ser usada por
ellos y renegar. Natalia elige para convivir un hombre mucho menor que ella, junto a
quien encuentra la posibilidad de continuar sintiéndose no querida, rechazada. Le
complace jugar a que su vida es un drama dentro del cual ella desarrolla estrategias
para obtener una migaja de cariño. Alcanza con el juego un clima interno de desgaste,
angustia y sufrimiento, que forma parte de su identidad infantil.

De adulta, sus parejas son personas con las cuales logra, durante mayor tiempo,
situaciones que la reencuentran con sus símbolos infantiles.
Natalia prefiere pensar que su pareja es una mala persona y no que su elección es
inadecuada.

Ella niega el paso del tiempo, su edad, su realidad de mujer sola y separada de
cincuenta años, para reactualizar su mecanismo tóxico autoagresivo.

A continuación se incluyen los trabajos de Natalia y de Sofía.

Transcripción del trabajo de Natalia. Reactivación de símbolos infantiles

Natalia llega al grupo y cuenta que está muy descontenta consigo misma. Le
propongo que tome almohadones que simbolicen las cosas con las que está descontenta.
Comienza a hacerlo, toma cuatro almohadones y los coloca uno encima de otro.

Natalia: El primer almohadón es mi inseguridad que no me aguanto. No me


soporto cuando empiezo a preguntarme si Pedro me quiere. (Pedro, treinta años menor
que ella, es su pareja.) Este otro almohadón son mis miedos. Este otro es mi envidia.

Marta: ¿Qué envidias?

Natalia: Envidio a todos los que tienen una pareja y pueden dialogar con ella.
Este otro almohadón es mi rabia.

Marta: Ahora transforma cada uno de estos símbolos que pusiste delante de ti en
sensaciones de tu cuerpo.

Natalia: Bueno, la inseguridad es así (de pie, encorva los hombros y cruza los
brazos delante de su estómago). Las otras cosas las siento como una bola en toda esta
zona (señala pecho y garganta).

Marta: ¿Qué sientes ahora?

Natalia: Rabia... estoy rabiosa con Pedro porque anoche no vino a casa. El es muy
indiferente. Estoy harta de esta situación, de que siempre esté cansado y no quiera tener
relaciones sexuales. Nunca tiene ganas. Estoy harta de decirle: “Así no podemos
seguir”. El siempre responde lo mismo: “Yo soy como soy, me tomas o me dejas”. El
otro día le dije: “Necesito hablar contigo, vamos a un café”. Me contestó que no tenía
dinero para pagar el café, que fuéramos a casa. Además me dijo que tenía miedo que yo
le hiciera un escándalo. Yo le dije que en un café tenía más garantías que en mi casa de
que no lo iba a hacer. Igual no quiso y fuimos a casa.
Marta: Cuenta un poco más cómo te sentías anoche.

Natalia: No pegué un ojo y él apareció recién a las seis de la mañana. Me pasé


toda la noche imaginando que hacía sus valijas y se las ponía en la puerta del
departamento. El las encontraba cuando venía y yo lo echaba.

Marta: ¿Qué más le hacías?

Natalia: Le rompía toda la ropa que yo le regalé y la guardaba rota.

Marta: Métete en la sensación de estar ahora preparando las valijas, en la


realidad.

Natalia: ¡No, me da miedo!

Marta: Es un juego, nos va a servir para explorar otros aspectos tuyos.

Natalia: Bueno, estoy acomodando todo en la valija... ya está...

Marta: ¿Qué te llama la atención?

Natalia: Las pocas cosas que tiene. En realidad no es una valija sino el bolso con
el que vino cuando se instaló en casa.

Marta:¿Qué <' ¿????

Natalia: 7 ¿?????, me da pena y lástima por él.

Marta: Mira bien el bolso. ¿Qué te llama la atención?

Natalia: Una camisa color marrón claro bien dobladita, bien planchada, vieja. Es
una camisa sport, tipo militar. Se ve gastada por el uso pero es linda igual.

Marta: Habla con la camisa.

Natalia: Eres linda, muy usada, muy cuidada. Pedro te lava, te tiende en la
terraza y te plancha. Me das rabia, se/ocupa más de ti que de mí. A veces no hace falta y
te lava igual. A mí, ni me toca.

Marta: Cámbiate de lugar. Ubícate donde recien veías a la camisa y represéntala.


Natalia (en el lugar de la camisa, les hombros hacia adelante, los brazos cruzados
delante del abdomen como antes representó la inseguridad): Me gusta ser camisa, me
lavan, me planchan. Estoy siempre impecable y me usan mucho. (Traducido seria: Me
gusta estar insegura, me gusta usar mi inseguridad.) Tu problema, Natalia, es que no
sabes esperar. No puedes esperar a que el otro se acerque. No te conformas, nada te
alcanza. A mí también me usan de vez en cuando y, sin embargo, espero pacientemente,
no me quejo.

Marta: Sé Natalia.

Natalia: Sí, tengo que aprender a esperar. Tengo que ingeniármelas para no sentir
necesidades. Pedro me dice que lo tengo harto con mis quejas, que le dé tiempo. El otro
día me dijo que le dé dinero para poner un boliche bailable, para gente de quince a
veinte años. Yo le dije rotundamente que no... Le dije: “¿Quieres que cave mi propia
fosa?’’ Soy celosa. “¿Quieres estar en un lugar con mujeres más jóvenes que yo, de tu
edad, y que yo misma te lo instale? ¡Es el colmo!” Pero me siento culpable. Yo no sé por
qué Pedro me transforma en la mala de la película.

Marta: Habla con Pedro.

Natalia (a Pedro): Siempre te las ingenias para lo mismo, y yo lo único que te


pido es amor. (Llora.) Quiero un trueque. Te doy amor, dame amor. No quiero ser la
madre de mis parejas. Siempre me pasó lo mismo. A mi ex marido lo ayudé a instalarse
y una vez que se colocó, voló. (Llora.)

Marta (en este diálogo Natalia muestra la secuencia de pensamientos neuróticos


que le permiten reactivar sus símbolos infantiles y recuperar los sentimientos de
inseguridad, angustia y dolor. Por el momento no parece dispuesta a abandonar el
juego): ¿Qué sientes?

Natalia: Alivio.

Sueño de Sofía. Reactivación de símbolos infantiles

El sueño de Sofía muestra cómo se da cuenta de su propio juego autoagresivo.


Poniendo a prueba a su pareja, a un costo muy doloroso para ella. Este juego le permite
actualizar su argumento autodesvalorizante. “En última instancia, con la auto—
agresión Sofía recupera la tranquilidad de confirmar su propia inseguridad.”

Sofía: Estamos mi pareja y yo en un lugar. Pasamos a buscar a una mujer que voy
a llamar Anteojuda, porque usa anteojos de vidrios muy gruesos. Vamos con ella a una
boite. Es como una caverna o subsuelo con paredes de piedra. Esta mujer es muy
inquieta y se levanta de la mesa, yo aprovecho para convencer a mi pareja de que se
quede con ella. Cuando la anteojuda regresa, me callo. Ella es tan fea que me molesta
mirarla fijamente.

Marta: Retomemos la escena en que la anteojuda se va de la mesa.

Sofía (se imagina a Juan, su pareja, delante de ella): Viste, viste qué buena piba.
(Cambia de lugar y representa el rol de Juan.) Sí, sí, puede ser, pero no me gusta.
(Cambia de lugar y vuelve a ser ella misma.)

Marta: ¿Qué sientes?

Sofía: Siento vacío, desilusión. Siento un vacío que no se llena como yo quiero.
(Ahora le habla a Juan.) ¿Cómo, no te gusta? Si es buena, divertida, movediza...

Marta: Dile a Juan lo que sientes ahora.

Sofía: Siento que en todo esto hay mucho de “masoca” mío. Quiero hacerte el
gancho con ella, para que cuando estés enganchado yo pueda sufrir tranquila. (Sola
cambia de roles y responde desde Juan.) Eres tonta, ella no me gusta. (Vuelve a ser ella
misma.) No me explico la compulsión que tengo de provocar situaciones para
perjudicarme.

Marta: ¿En qué te beneficia estar mal?

Sofía: Me sentiría más cómoda con una actitud sufriente Me sentiría tranquila,
más acompañada. Siento más intensamente mi cuerpo a través del dolor. Sin eso me
siento en el aire, desorientada.

14. Los símbolos y la identidad

Las características de la personalidad de cada ser humano están determinadas en


parte por el grupo de conceptos y significados con los cuales se identifica.

Estos significados se grafican en el mundo interno con símbolos. A través de ellos


se puede tomar contacto con los significados de la identidad.

Dentro de las necesidades psíquicas del ser humano está la de preservar y


reasegurar su identidad. Muchas veces el ser humano logra este objetivo, activando los
símbolos de que dispone para identificarse.
Por ejemplo, si para un paciente la violencia es un elemento importante de su
identidad, buscará aquellas circunstancias que le despierten sentimientos de violencia.
Buscará esos detonantes en su memoria, en su imaginación y en la realidad.

Para que un paciente abandone la necesidad de repetir su simbología dramática,


es necesario hacer cambios en los símbolos del mundo interno implicados en esa
actividad.

A medida que se trabaja con los símbolos se hace la lectura de sus significados y,
muchas veces, se reconocen las circunstancias en que éstos se imprimieron.

Para alguien que nació durante la Segunda Guerra Mundial, la angustia puede
ser un componente importante de su identidad. Dicha angustia introyectada es
representada por símbolos.

La presencia de la angustia como sensación fuerte le indica que “no ha dejado de


ser”, aliviando así el temor a la desaparición física.

Para algunas personas que descienden de familias perseguidas durante la guerra,


la ambivalencia, la muerte, la culpa y el sentimiento de minusvalía forman parte de su
identidad. Estos sentimientos se grafican en el mundo interno con símbolos.

Como se puede observar en los dos trabajos de sueño de Ana que se desarrollan
a continuación, la paciente trata de modificar estas identificaciones. Los momentos de
cambio coinciden con la aparición de manchas pasajeras en su piel, erupciones,
picazones en la cabeza, el cuello y sobre todo en las manos. Estos síntomas desaparecen
cuando ella consigue rescatar y valorar sus más profundos sentimientos. Los deja crecer
y abandona los roles de quejosa y víctima.

Comentario general del primer trabajo con un sueño de Ana

Ana trata de abandonar su identificación con la muerte. Relaciona esta


identificación con ideas que le inculcaron sus padres y su colectividad. Ella trata de
crear una identidad nueva que le permita sentir que está viva. Para lograrlo, crea
nuevos símbolos.

Cuando el trabajo con el sueño está cerca del final, ella no puede zafarse de
cumplir el mandato —“NO OLVIDARAS”— y siente nuevamente culpa. Con la culpa
sabotea la recuperación de los otros sentimientos —amor, alegría, rabia, calentura—
transformándose en una máquina de pensar.
Primer trabajo de sueño de Ana. Problemas de identidad

Ana: Estoy en la casa de mi infancia. Está mi marido y una mujer muy femenina
y muy hermosa, con cabellos ondulantes, rubios. Lo que más se destaca son sus pechos:
son unos senos hermosos, redondos, de un tamaño perfecto. Sé que mi esposo había
tenido relaciones con ella, su cara reflejaba burla hacia mí. Sentía que me estaba
sobrando. Yo le preguntaba si me había engañado en otras oportunidades y me
respondía que sí con una cara, terrible, insoportable. Trató de abrazarme y yo me
calenté, pero me separé rápidamente. Me vestí, me sentía muy enojada y le dije: “Voy a
salir a buscar un hombre para acostarme con él.”

Marta: Representa a esa mujer. Métete bien en la sensación de ser ella.

Ana (sentada en el piso sobre sus rodillas, bien erguida, los brazos caídos a
ambos lados del cuerpo): Tengo los ojos ciegos. Soy una estatua, una hermosa estatua
de mármol negro. Mis ojos son una concavidad, ciegos. Mis pechos son redondos, muy
hermosos, tienen una forma perfecta y son muy suaves. En la cintura tengo un corte,
termino ahí.

Marta: ¿Dónde estás tú, estatua?

Ana: Estoy en el cementerio en el camino principal. Soy fría, siento el frío de mi


mármol. Todos vienen aquí, irremisiblemente pasan por mi lado y ven mi lápida que
dice: “Nació en tal fecha y murió... (se queda pensando) alrededor de los treinta años.”
Todos exclaman al verme: “ ¡Qué joven murió y qué hermosa era!” Algunos me
acarician, tocan mis pechos. Yo no veo, solamente siento y oigo.

Marta: Habla con Ana.

Ana: Estás ahí, pobre Ana, me das pena, pobre, qué vida de mierda llevas. No
tienes nada, pobre Ana, pobre. Yo estoy muerta, no sé por qué morí; tú estás sola y no
sabes por qué vives.

Marta: Cámbiate de lugar, sé tú, nuevamente, y contéstale.

Ana (roja de enojo): ¡Tú estás muerta! ¡Yo estoy viva! Tengo muchas cosas. ¡No
soy pobre, tengo hijos, mi marido, una familia!

Marta: Estás hablando de tu entorno, no de ti.


Ana: Mi diferencia contigo, estatua, es que yo estoy viva, siento, quiero, odio,
lloro, siento bronca, transpiro, río, gozo. Todo esto y muchas cosas que tú no tienes. Te
tengo mucha bronca, estatua, te rompería en mil pedazos (se ve muy enojada y da un
puntapié con fuerza en el lugar en que está la estatua). No te partes, solamente sufres
algunas pequeñas roturas.

Marta: Sé la estatua.

Ana (acostada en el suelo): Pobre Ana (con voz sarcástica), no puedes romperme
tan fácilmente. Soy muy fuerte. Soy la estatua de todos los muertos que hay en tu vida:
tu hermanito, tus abuelos, tus tíos, los seis millones de judíos muertos en los campos de
concentración. No es tan fácil destruirme.

Marta: Sé tú misma nuevamente.

Ana: Me siento mal, siento una pelota en la garganta que cada vez crece más.

Marta: Sácala de la garganta, a ver si la puedes poner en tus manos y explorarla.

Ana (con las manos en actitud de tener una pelota de fútbol): Siento que tengo en
mis manos un ovillo, es mi identidad (se la ve concentrada, sintiendo las manos). Gira
como un torbellino con miles de caras jóvenes, viejas, de todas las edades. Desconozco a
todos, pero supongo que son todos los muertos. En la punta cuelga la cabeza de un
chico, supongo que es mi hermano. Sé que para poder encontrarme conmigo misma
necesito tirar este paquete, ¿pero dónde?; desde cualquier lugar puede volver (va al
baño y lo tira por el inodoro; tira la cadena). Me siento más aliviada interiormente, pero
mi cara está hirviendo. Sigo sintiendo un poco de miedo. ¿Será tan fácil tirarlo? ¡Temo
que vuelva! ¡Lo mamé toda la vida! Me hicieron sentir toda mi vida que yo formaba
parte de los muertos, cuando en la escuela se recordaba el Gheto de Varsovia.
Pasábamos frente a unas velas en el templo y llorábamos. Éramos todos hijos de
inmigrantes. Había un cartel que decía: ‘No olvidarás”.

Comentario del trabajo con el segundo sueño de Ana

En el trabajo de Ana que se presenta a continuación, la paciente, durante su lucha


interna entre pensamientos y sentimientos, menciona una amplia gama de símbolos
interrelacionados.

Ana dice: “Empiezo a tomar conciencia de los granos, las estatuas, la sangre, la
caca, las vergüenzas.” Más adelante, ella habla de muertos, judía de campo de
concentración, pobrecita, mármol, inodoro, amigo, analista, etc. A través de estos
símbolos, ella expresa su ambivalencia y culpa por existir.

Ana cree que su vida es ilegal por emerger de un contexto de muerte (campo de
concentración). No sabe si tiene derecho a vivir como una persona de verdad, ya que
ella nació inmediatamente después de que muriera su hermanito mayor.

En un momento la paciente dice: “Los sentimientos son una caca.” Más adelante
agrega: “Freud, eres una estatua, un muerto.” En estas frases ella pone de manifiesto
que tanto las áreas del pensamiento como las de la afectividad comparten su
desvalorización.

Ana proyecta en su ex analista la insensibilidad para llorar la muerte y se siente


culpable por no llorar la muerte del hermano. La madre dedicó su vida a llorar a los
muertos.

Segundo trabajo de sueño de Ana

Ana: Sueño que estoy en una casa con mucha gente. Es una reunión y tengo
ganas de defecar. Me indican dónde está el baño, lo busco. Tiene paredes totalmente de
vidrio, una mesa, sillas y el inodoro. Se acerca gente, comentan que de afuera hacia
adentro no se ve y en cambio de adentro hacia afuera sí se ve. Yo estaba defecando con
mucha vergüenza de hacerlo ahí. Pregunté dónde había otro baño y me respondieron
que en el fondo había uno de servicio. Fui y observé que era igual que el primero. Tenía
paredes de acrílico, había muchos inodoros y era todo abierto.'

Marta: Vuelve al primer baño.

Ana: Estoy sentada en el inodoro, es un baño moderno de paredes transparentes,


de acrílico. La gente dice que de afuera para adentro no se ve, pero uno ve lo que pasa
alrededor. Hay dentro del baño una mesa de madera frailera. Un amigo mío, que es
psicólogo, está sentado ahí, en un banco. A mi derecha, el papel higiénico. Es una
situación horrible. ¡Qué invasión!

Marta: Habla con el inodoro.

Ana: No tengo nada que decirte. Me siento invadida. Quiero hacer caca, estar
sola. ¿Qué puedo hacer? Si me limpio disimuladamente la cola, también lo van a ver.
¡Qué ganas de estar a solas contigo, sin nadie al lado! Mi amigo me sonríe.

Marta: Habla con él.


Ana: Yo también me reiría, si te encontrara en una situación así, pero yo no me
quedaría ahí. No me sale decirles “ ¡Por qué no se van!” Tengo ganas de salir corriendo
y buscar otro baño. Tendría que decirles que se vayan y me dejen sola. Lo único que
atino a hacer es escapar y escapar, sucia, sin limpiarme bien, ni ponerme bien la ropa y
buscar otro baño.

Marta: ¿Qué quieres hacer?

Ana: Irme, pero me voy a ir sucia. Me sentí muy mal diciendo que no sé hacer
frente a situaciones. Sé huir, aunque sea con el culo sucio. No siento ese enojo para
poder largarlo todo. Como si tuviera que pasar situaciones vergonzosas, sentirme cada
vez más mierda, llegar bien a fondo; eso está pasando. Tengo que llegar bien a fondo,
tocar cosas feas como sangre, caca, sentir vergüenza. Sentirlas bien para recién salir a
flote. ¿Por qué un precio tan alto? Sentirme tocada por una lesbiana con sangre para
recién salir, más vitalizada.

Marta: ¿Que sientes?

Ana: Empiezo a tomar conciencia de los granos, las estatuas, la sangre, la caca, la
vergüenza. Tengo que seguir y seguir, tocando bien a fondo.

Marta: Cuéntale al inodoro.

Ana: A él le estuve hablando. Te quise tirar todos los muertos que tenía encima y
los sigo teniendo. Me muero de vergüenza y no siento bronca ni ganas de echarlos. Es
como si tuviera que seguir expiando culpas y buscando.

Marta: Sé tu amigo.

Ana: Mi amigo representa a mi antiguo analista. El me recomendó al analista.

Marta: Sé tu amigo.

Ana: Soy psicólogo renombrado. De todas las teorías, como la freudiana no hay.
Hay que llegar al fondo de la enfermedad para curarla. En realidad, tú, Ana, si quieres
no ser la judía del campo de concentración, ni la italiana entrada en Argentina
ilegalmente, ni la pobrecita que vivía en Lanús, tienes que trabajar mucho con esto
(señala la cabeza). Tú viviste mucho con esto (señala el pecho). Debes pensar sobre cuál
es el significado de las cosas que estás trayendo: el mármol, la caca, el inodoro; que
quieres hacer caca y no puedes. Quieres salir corriendo con la caca adentro y encima
sucia. Anímate, ¿por qué no me echas?
Marta: Sé tú y contesta.

Ana: No te echo porque tú, junto con mi marido, fueron siempre la parte
racional.

Marta: Sé tu propia cabeza.

Ana: Mi cabeza me dice: “No hagas caca. ¡Levántate! Es una vergüenza lo que
haces frente a la gente.” Siento como que mi cuerpo responde a mi cabeza: “Yo tengo
ganas de hacer caca, de higienizarme. ¡Que se vayan! Y tú, cabeza, ¿por qué mierda me
dices que me quede?”

Marta: ¿Qué sientes?

Ana: Siento confusión.

Marta: Siente la confusión.

Ana: Siento vergüenza, calor en la cara, como si me hubieran pescado en algo feo,
algo que estaba haciendo mal. No reconozco mi voz (se le llenan la cara y el cuello de
manchones rojos).

Marta: ¿Qué haces mal?

Ana: Estoy asustada. Me quiero meter en sentimientos y me invaden


pensamientos. Me siento muy asustada porque siempre me manejé por sentimientos.
(Ahora le habla a las piernas.) Piernas, las quiero tener colgando, bien sentada en el
inodoro. (Se cambia de lugar y hace el rol de piernas.) Tú, cara, te pusiste colorada, qué
vergüenza tienes. ¡Qué situación ridícula! Estoy sentada en un agujero cagando y no en
un inodoro. ¡Qué vergüenza siento! (En este momento Ana está trabajando
directamente desde su inconsciente, sin el control de la parte consciente de la mente.
Ella no necesita mis directivas; espontáneamente, cambia de roles y habla desde los
diferentes símbolos. Se deja sorprender con el surgimiento de nuevos encadenamientos
en sus símbolos.)

Marta: ¿Es conocido ese agujero dónde estás sentada?

Ana: Es el baño de una amiga de mi barrio. Era muy chica yo. La casa vieja, el
baño en el fondo con un agujero gris. También era gente que había venido de Europa y
estaba viviendo como nosotros, en “baños prestados”. Está mi amigo. El lugar es igual,
simplemente cambió el inodoro.
Marta: ¿Cómo te mira tu amigo?

Ana: Con una mirada crítica, como pensando: “¡Qué querrá decir todo esto! ¡Qué
interpretación le voy a dar a todo esto!” (Le habla a su amigo.) Ahora, sentada en el
suelo, te veo más alto. Ya no te burlas, pareces Freud.

Marta: Sé él. Métete bien en la sensación.

Ana (representa a su amigo; con una mano se toma la barbilla): Me sale (musita).
Uhmmm, me siento Freud. En realidad, lo que usted está cagando es toda la mierda que
lleva encima.

Usted todavía no se sacó de encima la pobre judía de campo de concentración.


Siga asociando.

Marta: Repíteselo varias veces.

Ana: Asocie, asocie. Me siento muy importante. (Señala a Ana con el dedo.) Tu
eres una mierda, quédate con sus sentimientos, yo me quedo con mis pensamientos. Si
yo quiero hacer caca me controlo y voy a un lugar solo, tú no. Los sentimientos son una
caca, te hacen pasar vergüenza; si te dejaras llevar por los pensamientos no sería así.
Cómo alguien va a pensar que eres inteligente, si vas a cagar adónde tienes ganas, en
vez de controlar las cosas.

Marta: Cámbiate de rol.

Ana: Estoy tan bien así, me siento Freud con un paciente, mientras los alemanes
están bombardeando.

Marta: Cámbiate, sé tú misma.

Ana: Me siento ridícula, eres un pelotudo. Cuando uno tiene ganas, hace las
cosas cuando las siente. Si haces las cosas cuando tienes ganas, las disfrutas. ¡Qué me
importa que los demás piensen que no soy inteligente! Si tengo ganas de cagar y
aguanto, reviento yo por dentro. Ahora quiero cagar y cago. Y me cago en ti.

Marta: Sé el pensador, sé Freud.

Ana: En realidad, lo que usted quiere hacer es unir el pensamiento con el


sentimiento. Usted está muy envidiosa de mi pensamiento. (Ahora adopta el rol de
Ana.) ¿Cómo puedo lograr un equilibrio? (Responde desde el pensador.) Yo no doy
recetas, doy interpretaciones. Tú, Ana, ¿cómo haces para juntar las dos cosas? (Vuelve a
responder Ana.) Usted me quiere decir que tengo que unir las dos cosas. Estoy
pensando que es lógico. Estoy sintiendo que es lógico. Estoy juntando las dos cosas. Yo
no quiero ser controlada. Quiero sacar mis sentimientos fuera y no ser controlada.
Sabes, Freud, tú eres una estatua, un muerto. Yo estoy escuchando las tonterías que
dices. No me permito sentir la bronca cuando el analista no tiene razón y le dejo mi
dinero. Eres un pelotudo, me dan ganas de agarrarte de la barba. Ahora estoy acostada
en el diván. Nunca me animé a mirarte a la cara mientras hablaba, tenía miedo de
darme vuelta y que te estés cortando las uñas. Cuando te hablaba te decía que eras un
hijo de puta, que no me alcanzaba lo que ganaba para pagarte. Tú no tienes
sentimientos. Se te está muriendo tu mujer y tú estás acá, interpretándome a mí. Tú
sabes que me voy de acá y es una sesión que te pago. No me interesa tener nada de
racionalidad, me quedo con mis sentimientos. Ellos son más puros, más sinceros. Me
miras con asombro, me animé a mirarte a la cara, eres mi viejo analista. Hasta en eso
eres boludo, te crees que porque te dejas la barba te vas a parecer a Freud. Dicen que
Freud hizo eso del diván porque tenía vergüenza y sentimientos de vergüenza. Ustedes,
manga de pelotudos, no se hacen cargo de los sentimientos. Tengo que dejar de pelear
contigo, hacerme cargo de mis sentimientos y cagarme en quien quiera.

Marta: ¿Por ejemplo?

Ana: En mi marido, pero no puedo. El saca su lengua freudiana y me envuelve.

15. Repetición parcial de significados en los símbolos de un mismo sueño

La detallada investigación de diferentes símbolos que aparecen en los sueños


permite ver cómo ellos repiten significados básicos de la identidad y cómo cada símbolo
aporta un aspecto de ella. Distintos grupos de símbolos expresan diferentes facetas del
mismo conflicto. Por esta razón, no es importante a partir de qué símbolo se comienza a
trabajar un sueño; el mismo problema emergerá desde cualquiera de los elementos
componentes del mismo. Por ejemplo, en el sueño de Nicolás —que se incluye a
continuación— aparecen los símbolos paraguas negro para representar “masculino”,
paraguas verde para representar “femenino”, y paraguas rayados para representar
“integración”. El mismo conflicto está representado en los broches del paraguas. El
broche macho significa “masculino”, el broche hembra significa “femenino” y los dos
juntos abrochados significan “integración”.

Sueño de Nicolás. Integración de aspectos masculinos y femeninos*


Nicolás: Anoche soñé que estaba durmiendo en mi cama. En el sueño tengo una
mano detrás de la cabeza de mi mujer y con la otra, que es la derecha, toco una tercera
cabeza de alguien, que está acostado en la cama con nosotros. Me incorporo y miro. Es
el ex marido de mi mujer. El y yo comenzamos a pelear. De pronto estamos peleando
con paraguas. El tiene dos y yo uno. Me siento debilitado. Me saca de la habitación el
hijo de puta y salto de la cama ¡despertándome! Nunca me había pasado despertarme
así de un sueño. La sensación era que me echaba porque ése era su lugar.

Marta: Cierra los ojos. Métete en la sensación de ser el paraguas de Nicolás y


toma con tu cuerpo su forma.

Nicolás (de pie, con hombros encorvados, cabeza caída y brazos a ambos lados
del cuerpo): Soy verde. Estoy un poco abierto. Tengo puño negro y en la parte de abajo
soy plateado. Los brazos que me manejan están debilitados. Tengo poca fuerza. Mi
cabeza es el mango y mis pies, la punta.

Marta: Quédate un rato siendo paraguas.

Nicolás: Duele, porque aquí estoy doblado para abajo (señala su cuello, que
representa la unión del mango con el cuerpo del paraguas). Si llueve estoy al revés.
Salgo solamente los días de lluvia y los días lindos me quedo encerrado. Estoy bien
encerrado. No tengo utilidad salvo en el sueño, en el cual me usaron como un arma.
Protejo a otros del frío y de la lluvia.

Marta: Sé uno de los paraguas del otro hombre.

Nicolás: Soy un paraguas negro, cerrado (se coloca muy erguido, con la cabeza
hacia el cielo, los hombros calzados, y los brazos pegados al cuerpo). Tengo una funda y
me cuidan. Estoy prolijo, endurecido y me siento bien por la protección que tengo de la
funda.

Marta: Habla con el paraguas verde.

Nicolás: Te voy a ganar porque estoy más organizado, más entero y más
protegido; en cambio tú estás abierto y no tienes la unidad que tengo yo. Tú estás más
abierto. Eres más débil y de color verde. Eres un paraguas de mujer que está abierto.

¹ Otros trabajos de Nicolás realizados en sesiones de grupos se encuentran en las


pp. 74-153. (en el original)
Marta: Cámbiate de lugar y ubícate en el lugar del paraguas verde. Métete bien
en la sensación de ser él y contesta.

Nicolás: Me siento más flojo, con más dolor. Siento que estoy abierto,
desprotegido y sin unidad. Me siento muy abierto, poco consistente, expuesto y cada
vez más abierto. A veces, envidio tu consistencia pero me molesta tu dureza. Envidio tu
organización, para mí organizarme es endurecerme, y no quiero. Tengo miedo pero
tengo que organizarme. Trae perjuicios estar así. Necesito llegar a un punto medio, sin
ser prolijo y duro como vos, ni desorganizado como yo.

Marta: Sé nuevamente el paraguas del otro señor.

Nicolás: Estoy más tranquilo, más duro y organizado. Tengo mi funda y estoy
muy duro. Tú estás flojo, pero yo estoy como si tuviera un corsé. A ti no te veo arreglo.
Te falta el broche para juntar las varillas, eres verde, desprolijo y no tienes funda.

Marta: Sé el tercer paraguas del sueño.

Nicolás: Yo no soy negro. Soy de varios colores, blanco, azul y negro. Tengo
rayitas finitas de esos colores. Soy más finito. No soy tan abierto como el verde y tengo
un broche que me contiene y me cierra. No tengo funda. Estoy más organizado que el
verde. ¡El verde es un desastre' (Se coloca bien derecho de pie, pero no exageradamente
erguido, como cuando hace de paraguas negro.) ¡Verde, eres un desastre!, un día te van
a tirar creyendo que estás roto. Y tú, negro, pareces un velorio, tan duro. Tengo miedo
de que se me salga el broche y quedarme abierto y tengo miedo de que me pongan la
funda.

Marta: Haz ahora un diálogo entre las dos partes del broche que cierran el
paraguas.

Nicolás: Soy la hembra del broche. Tengo una espalda negra y brillante. Ahí estás
tú, que eres la otra parte mía, eres el macho. La mayor parte del tiempo estamos juntos
cuando estamos cerrados y cuando llueve nos separamos. Me gusta cuando estamos
juntos. Pienso que somos importantes juntos porque cumplimos una función.

Marta: Cámbiate de lugar y sé el broche macho.

Nicolás: Soy el macho del broche. Soy plateado y estoy atado a una tirita negra.
Me gusta cuando tú vienes porque cumplimos nuestra función de broche.

Marta: ¿Qué sientes?


Nicolás: Cansancio.

Marta: Métete en esa sensación.

Nicolás: Estoy cansado pero tengo que aguantar. Me pesa la cabeza. Tengo que
aguantar el peso de esta cabeza (señala su propia cabeza). Mi cuerpo es la cinta que va
hasta el otro broche. Ahora soy el broche de la cabeza. Estoy cansado porque ahora
estoy solo y doblado (mira para abajo). No estoy bien. El paraguas verde estaba como
yo. Estoy mal proporcionado y mal distribuido. Estoy mal.

Marta: ¿Cómo tendrías que estar para ser armónico?

Nicolás: Más derecho, cabeza erguida y hombros calzados; pero tengo miedo de
quedarme duro si estoy así (está mirando hacia arriba).

Marta: Quédate más derecho aunque tengas miedo.

Nicolás: Estoy bien y me siento con más fuerza así.

Marta: Sé la otra parte del broche (broche hembra).

Nicolás: Yo también me voy a tener que organizar. Estoy agachado y me voy a


tener que estirar para llegar donde estás tú y cumplir la función. Siento que no puedo
llegar a ti, ahora que te estiraste. No puedo llegar a ti porque te alejaste mucho (está
mirando hacia adelante). Yo no sé cómo estirarme más para llegar hasta ti.

Marta: Cámbiate de lugar y vuelve a ser el broche macho.

Nicolás: Bueno, hasta acá llegué. Yo estoy en la parte que queda suelta. Cuando
pueda, me voy a estirar, pero no voy a poder entrar.

Marta: Cuéntale eso mismo al paraguas.

Nicolás: Lo que me pasa, paraguas, es que no puedo llegar a la otra parte. Si tú


haces un movimiento y juntas las varillas yo llego al otro broche. Acomoda mejor las
varillas.

Marta: Sé el paraguas y responde.

Nicolás: Bueno, yo voy a juntar mis varillas, porque a mí también me gusta tener
las varillas más organizadas.
Marta: Sé nuevamente el broche macho.

Nicolás: Sí, aquí llego bien e incluso me sobra tela. Creo que así no me voy a
cansar.

Marta: Sé broche hembra.

Nicolás: Por fin llegaste, pero tuviste que pedir ayuda. Yo en cambio me estiré
solo. Tú eres muy dependiente y sometido, pero yo, en cambio, no lo soy. Tuviste que
pedir al paraguas que juntase las varillas. Tengo bronca de que seas dependiente.
Tienes miedo a cualquier cambio mío, porque quedas desacomodado y sientes que no
me alcanzas.

Marta: Sé el paraguas ahora.

Nicolás: Yo puedo colaborar con los dos para que estén juntos.

Marta: Sé el broche macho.

Nicolás. Es verdad, pero más cómodo que hacer todo el esfuerzo es pedir ayuda.
Pedir un favor a papá paraguas.

Comentario del trabajo de sueño de Nicolás

Nicolás tiene conflictos con su identidad, porque en su mundo interno existen


algunas fusiones que obstaculizan su integración sexual. De estas fusiones el paciente
rechaza parte de los significados de sus símbolos. La fusión “organización-rigidez”,
simbolizada en el paraguas negro, representa su identidad masculina y su padre. De
esta fusión rechaza “rigidez”. “Estar abierto-ser débil-perder unidad es otra fusión, de
la cual rechaza el “ser débil, perder unidad”. Esta fusión simbolizada en el paraguas
verde representa sus aspectos femeninos y su madre. Habitualmente, Nicolás toma un
rol débil y sin unidad (paraguas verde). No puede ser organizado (paraguas negro)
porque teme volverse rígido. Cuanto mucho logra pasar al rol de paraguas rayado, rol
con el que está muy inseguro. Externaliza siempre el rol de paraguas negro o de tiritas
que une los dos broches, depositando, proyectivamente, en otros hombres. Por ejemplo,
en el suegro que lo apoya económicamente y d3 estabilidad a su pareja. Le tiendo
terapéuticamente la mano para que se integre y tome el rol masculino activo. Su
respuesta es que no puede hacerlo. Desde el paraguas rayado encuentra una salida de
transición para el conflicto, la cual no lo tranquiliza. Dice: “Yo tengo miedo de que se
salga el broche y me quede abierto y tengo miedo de que me pongan la funda.” Nicolás
tiene que desarmar las fusiones antes mencionadas para lograr una integración menos
precaria. Desde el paraguas rayado intuye esa posibilidad, pero no puede pasar
fluidamente a estar abierto o cerrado. Desde estar abierto se siente débil y desde estar
cerrado, rígido. Nicolás se queda en una situación intermedia —ni abierto ni cerrado del
todo— que lo deja funcionalmente impotente. Es aquí cuando proyecta afuera el rol
potente, organizado y rígido. Nicolás espera que otro hombre lo complete y le dé la
potencia que él no se permite tener.
Capítulo IX

SESION PROLONGADA

16. Características del grupo

La sesión prolongada es una experiencia grupal breve e intensiva, que se realiza


en días sucesivos. El número de días y la cantidad de horas las decide el terapeuta; para
ello tema en cuenta la disponibilidad de tiempo, los objetivos para con los pacientes, el
número de pacientes y sus necesidades. Por ejemplo, se puede hacer una experiencia
con un total de tres días en la que se trabaje entre ocho y dieciséis horas diarias, en días
sucesivos.

Es conveniente hacer tres o cuatro interrupciones en cada día, de media a una


hora, para comer y descansar. La interrupción del trabajo al final de cada día depende
del agotamiento físico y psíquico del grupo y de que se logre la sensación de que el
grupo cumplió su cometido.

No es conveniente interrumpir un trabajo individual por cansancio del grupo y


dejarlo de un día para el otro. En este caso se debe dar prioridad al paciente y no al
grupo, pues se hace difícil retomar el trabajo al día siguiente.

El número de participantes debe oscilar entre 10 y 20 personas, de modo que


todos, o casi todos, logren hacer un trabajo individual.

De todos modos, el número de trabajos individuales que se realizan en una


sesión prolongada depende más del entrenamiento del terapeuta que de la situación de
los pacientes.

No es conveniente incluir parejas, a no ser que la sesión prolongada sea


exclusivamente para parejas.

No es excluyente para participar que los pacientes se conozcan previamente entre


sí, si desean compartir la experiencia.

La coordinación puede ser efectuada por un solo terapeuta o en coterapia,


pudiendo participar otros profesionales como observadores.

En el caso de coterapia, la tarea se facilita si los coterapeutas son de distinto sexo


y si, a su vez, comparten la misma técnica y estilo.
Objetivos

En la sesión prolongada se busca que los pacientes se conozcan más a sí mismos.


Ellos ensayan un modo de comunicación directo y honesto mejorando su lenguaje
afectivo, corporal y verbal.

Los participantes, en general, logran cambios en los símbolos de su mundo


interno.

Funcionamiento del grupo

El grupo puede atravesar los mismos períodos descritos para grupos terapéuticos
comunes, sólo que ahora estos períodos suceden en el curso de días seguidos.

La convivencia prolongada en días sucesivos permite que fácilmente disminuyan


las inhibiciones y aflore lo reprimido.

Secuencia

Con el objetivo de explicar la secuencia que se produce en la sesión prolongada,


la dividiremos en dos etapas:

—preparación del grupo

—trabajos individuales.

Preparación del grupo

A medida que van llegando a sesión, los participantes se sientan en ronda sobre
los almohadones.

El terapeuta explicita a los pacientes que no deben decir su profesión o apellido,


a los efectos de evitar ser percibidos en función de su rol profesional o social.

Una vez que están presentes todos los participantes, el terapeuta explica la regla
de juego más importante o primera regla. El resto de las reglas se introduce a medida
que sean necesarias. Es muy importante que el terapeuta incluya las reglas adicionales
en forma gradual y tenga una actitud tolerante respecto de su cumplimiento para evitar
crear resistencias.
Primera regla: En lo posible todos los pacientes deben trabajar durante todo el
tiempo de la sesión prolongada. Cuando un paciente está trabajando con sus conflictos,
los demás también tienen una tarea. Esta tarea queda establecida desde el inicio para
todo el encuentro y consiste en dejar fluir los afectos y tomar conciencia de ellos.

Mientras un paciente está hablando, los que escuchan suelen hacer juicios sobre
el argumento del que habla; la tarea no es esa, pues con los juicios empobrecen su
propia experiencia. Los pacientes deben tomar conciencia de lo que sienten por la
persona que habló, qué afectos les despierta el sonido de su voz, expresión de su
cuerpo, expresión gestual y argumento. Por ejemplo, frente a alguien que imaginan
mentiroso y desconfiable, no pueden decir mentiroso, desconfiable. Ellos tienen que
ponerse en contacto con lo que sienten; pueden decir por ejemplo: “Cuando te miro
siento miedo y me pongo en guardia”, o alguna otra expresión que grafique lo que
sienten.

Esta regla tiene varios objetivos; el primero es que los pacientes tomen contacto
con sus propios afectos. El segundo es que acepten la idea de que pueden estar
proyectando lo propio en otros. En tercer lugar, se busca que el grupo no transfiera por
mucho tiempo roles rechazados en algunos de sus miembros.

Al comenzar la experiencia, el miedo y la falta de entrenamiento pueden causar


que los pacientes no detecten sus afectos o bien que no sientan nada. A medida que van
pasando las horas, reconocen claramente sus afectos y también descubren con qué
experiencias los relacionan.

Una vez propuesta la primera regla, y para comenzar la sesión prolongada, el


terapeuta pide a los pacientes que se presenten. Para ello cada uno se sienta por turnos
espontáneos en el centro de la ronda. Gira mirando a los ojos a cada compañero,
dejándose mirar y dice de sí mismo lo que le surge en ese momento. Los demás toman
contacto con sus propios afectos mientras lo escuchan.

Al finalizar cada presentación, el resto de los participantes, por tumo, le dicen al


compañero que se presentó los afectos que le surgieron frente a él.

Segunda regla: Si alguien formula una pregunta al paciente que se presentó, el


terapeuta sugiere al que pregunta que transforme la pregunta en afirmación. El
terapeuta hace extensiva esta regla para el resto del encuentro. El objetivo de esta regla
es evitar que ambos pacientes se evadan, mediante un diálogo, de lo que están
experimentando. Las preguntas en estas situaciones favorecen respuestas defensivas,
que inhiben la apertura grupal que se busca. La pregunta puede ser: “¿Fuiste tú quien
rompió la relación con tu pareja?”

El paciente debe sustituirla por: “¡Tú provocaste la separación!”

De esta manera se evita la acusación indirecta implícita en la pregunta. Al


convertir la pregunta en afirmación, el paciente que pregunta se pone en evidencia
como acusador y hace un impacto efectivo y afectivo en su interlocutor. Si el paciente
que se presentó tuviera que responder una pregunta se conectaría con sus
pensamientos, dándole prioridad sobre sus afectos.

No hay que tener en cuenta la veracidad y exactitud de lo que los pacientes


dicen. Importa lo que siente el que habla y los afectos que despierta en el grupo.

Cada paciente tiene sensaciones subjetivas únicas acerca del grupo, de su propia
inclusión y de la inclusión de los otros. Estas sensaciones van cambiando durante el
desarrollo del encuentro de acuerdo con los momentos por los que atraviesa el grupo.

Entre los participantes, los temas comunes son los estrechos puntos de contacto
que permiten que el trabajo de unos caldee a los otros, favoreciendo su apertura y
entrega en el grupo.

Luego de las presentaciones se puede hacer un ejercicio de agresiones, en donde


en forma secuencial, cada individuo recibe una ronda de agresiones por parte del resto
del grupo. Todos los pacientes, de a uno por vez, pasan al centro de la ronda y dicen a
cada compañero aquella palabra o frase que piensan que le va a doler o molestar más.
Estas palabras pueden ir acompañadas de un gesto o actitud postural significativos.

Las agresiones tienen un efecto desinhibidor sobre el grupo y un efecto


detonante de conflictos. A través de estas agresiones se estimula al grupo y se incluyen
en sesión temas importantes para los trabajos futuros.

Las verdades dolorosas no sirven solamente para herir: muchas veces con ellas
algunos pacientes consiguen pasar su umbral de resistencia a enfrentar un problema. Si
alguien teme mostrar su homosexualidad y otro fue tildado de tal, esto puede repercutir
en el primero como si se lo hubieran dicho directamente a él.

Si se sigue el desarrollo expuesto hasta aquí, los sentidos más usados hasta este
punto son la vista y el oído.
Se pasa luego a una experiencia de contacto físico a través del cual los pacientes
incorporan el conocimiento de los otros por el contacto y los olores. El terapeuta
propone a los pacientes que caminen por la habitación con los ojos cerrados y los brazos
caídos a ambos lados del cuerpo. Al contactar con sus compañeros deben detenerse a
sentir las superficies de su cuerpo que apoyan en los otros. Estas superficies pasan a
constituir las figuras gestálticas del momento. Este contacto físico modifica la impresión
subjetiva que cada uno tiene del grupo. Durante este ejercicio, los pacientes no deben
pensar, ni intentar descubrir con quién están contactando. Para la mayoría de los
pacientes resulta muy difícil la consigna, pues están entrenados para pensar, para
utilizar nada más que la inteligencia racional.

En este tipo de experiencia grupal se pone el mayor énfasis sobre el crecimiento


conjunto e integral de la inteligencia racional y afectiva.

Trabajos individuales

Después de los pasos mencionados, el grupo está en condiciones de comenzar


con los trabajos individuales. Se puede aprovechar para ello el material que surge de la
interacción grupal.

Durante el desarrollo del taller, se despierta en los pacientes el deseo de


contactar, en especial con aquellas personas en quienes proyectan aspectos valiosos de
sí mismos. A la vez, sienten rechazo por los compañeros que son representativos de sus
propios aspectos enajenados o poseen rasgos de personalidad con los que tienen
conflicto. Así es que se pueden dar situaciones complementarias: un hombre, A,
proyecta en otro, B, la figura de su padre con el que nunca pudo comunicarse; a su vez,
B proyecta en A a su hijo con el que le ocurre lo mismo.

Una mujer proyecta en un compañero la figura de su marido con quien no se


entiende; y éste proyecta en ella a la figura de su mujer con la que vive un conflicto
similar. Los protagonistas arman un juego parecido al que mantienen en su vida
privada. Este juego de roles debe ser aprovechado para evaluar el estado de los vínculos
reales, y conocer los manejos y afectos que están en juego. Esto permite una apertura y
diálogo diferente que luego llevan a su mundo real.

Puede ser enriquecedor comenzar la sesión del segundo o tercer día de sesión
prolongada con una fantasía dirigida. El objetivo de esta consigna es estimular el
surgimiento de símbolos en el grupo.
El terapeuta propone a los pacientes que se recuesten, relajen e imaginen la
fantasía que él relata muy lentamente. Por ejemplo, el terapeuta dice al grupo:
“Imaginen que están en un bosque... ven un árbol con un hueco... se introducen en él y
llegan al país de los niños. ¿Qué hay en ese lugar? ¿Cómo interactúan con el niño?
Tómense un largo rato para imaginar y sentir.”

Cada paciente usará los elementos simbólicos que quiera para representarse a sí
mismo y al entorno.

El terapeuta propone que al finalizar el viaje imaginario abran los ojos e


intercambien miradas. Esta consigna sirve para que se reconecten con la sesión y con los
compañeros.

Luego, de a uno por vez, los pacientes relatan su fantasía. Durante los relatos se
produce una muy agradable sensación de comunicación; esto se debe a la brusca
introducción en el ámbito grupal de importantes contenidos del mundo interno de los
participantes bajo la forma de símbolos.

El material que surge de este tipo de fantasías propuestas con una consigna tan
amplia se trabaja a partir de los símbolos que surgieron de la imaginación de los
pacientes. Se revisan los conflictos representados en ellos y en la mayoría de los casos se
pasa del nivel metafórico al real.

Los trabajos pueden realizarse individualmente o con todo el grupo al mismo


tiempo, utilizando un símbolo unificador— sintetizador del material de sesión o con las
formas de trabajo llamadas simbolización grupal de conflictos. El camino que se elige
para la realización de los trabajos depende de las necesidades del grupo y del tiempo de
que se dispone Trabajar con todos los pacientes, en forma individual, requiere mucho
más tiempo que el que se necesita para las formas grupales de trabajar el material de
sesión.

Para finalizar el encuentro, los pacientes hacen una breve evaluación. Cada uno
expresa lo que rescató de la experiencia.

La despedida puede ser no verbal. Por ejemplo, el terapeuta pone música y


propone a los pacientes que caminen por la habitación. Deben mirar las manos de sus
compañeros como si las vieran por primera vez, tocarlas y despedirse a través de ellas,

CAPITULO X

TRABAJOS INDIVIDUALES
17. Ejemplos de trabajos individuales realizados en sesiones de grupo

Dos ejemplos de trabajos con inclusión de una verdad indiscutible

En esta modalidad de trabajo, la terapeuta modifica la idea enfermante mediante


la introducción de una verdad que el paciente no puede negar. Para que esto sea
posible, el paciente no juega todos los roles. El rol correspondiente al interlocutor lo
hace la terapeuta u otra persona.

Se puede encarar el trabajo de esta manera cuando el paciente espera la


satisfacción de un deseo afectivo o una respuesta cargada de afecto. Esta respuesta le
permitirá modificar sus símbolos.

El paciente intuye que esa respuesta es posible y siente la necesidad de ella. No la


recibió nunca de la persona que debía satisfacerla. No existe la posibilidad de que la
encuentre solo. Esta respuesta tiene que ver con la falta de vivencias, información o
aprendizaje, y por ese motivo representa un punto ciego para él.

La tarea del terapeuta, en ese momento, es cubrir el rol de interlocutor y dar la


respuesta cargada de afecto que el paciente necesita. La respuesta debe ser presentada
bajo la forma de una verdad que él no puede negar. Esta respuesta permite al paciente
modificar, en forma satisfactoria, un grupo de símbolos.

El paciente debe sentir la escena como verdadera. Cuando así ocurre y logra un
alto grado de concentración, el terapeuta representa el rol de interlocutor y le da la
“verdad indiscutible” en el momento oportuno. Esta verdad indiscutible permite al
paciente sentirse más integrado. El paciente siente que su propia madre, abuelo o
cualquier otra figura que él haya elegido como interlocutor modifica sus ideas y
emociones a través del terapeuta.

Es útil dar la respuesta desde la persona significativa en la historia del paciente


para lograr una sensación de contexto más real y para evitar una dependencia masiva
del paciente con el terapeuta.

Se da la verdad indiscutible en el momento en que el paciente alcanza un estado


de trance. Es decir, si la parte inconsciente de la mente está abierta y receptiva y la parte
consciente de la mente no interfiere.

En esta forma de trabajar el terapeuta hace una entrega masiva de energía al


paciente, que está concentrado recibiendo. El paciente siente la escena como real y al
finalizar el trabajo se siente integrado.
La terapeuta que estaba concentrada en dar, inmediatamente después del trabajo
puede sentir vacío. Este vacío puede ir acompañado de angustia y sensación de
cansancio.

Deseo enfatizar que, para este trabajo, se necesita un terapeuta que logre
compenetrarse con el rol de interlocutor y pueda devolver al paciente una imagen que
le permita integrarse. Por ejemplo, si el paciente tuvo una madre que murió cuando él
era chico, puede tener importantes interrogantes que se expresan como deseos no
satisfechos. El interlocutor entrega la imagen de madre cargada de esos afectos que el
paciente necesita.

Más adelante, veremos en la parte final del trabajo de Linda que la terapeuta
aprovecha el estado receptivo de ésta para darle una respuesta un poco más completa
que la estrictamente necesaria para contestar su pregunta.

La terapeuta trata de redefínir lo que Linda entiende que su madre quiere


expresar cuando le dice que es diferente de sus hermanas. En el pensamiento de la
paciente, la diferencia consiste en que ella, secretamente, debe cumplir el rol de hijo
varón.

La terapeuta trata de cambiar esta idea por otra que Linda no puede negar. Dice
a Linda que su madre percibe que ella, con su manera especial de ser y sus inquietudes,
puede ofrecer algo nuevo a la familia. Finalmente, es la única de las hermanas que se
interesa en estudiar y sigue una carrera universitaria.

A continuación se transcriben los trabajos de Linda y de Alberto. Este último se


desarrolla durante el transcurso de una prolongada sesión grupal; el estado receptivo
del paciente facilita su cambio de actitud frente al problema.

Trabajo de Linda. Modificación de la identidad utilizando la inclusión de una


verdad indiscutible

Linda. Yo nací después que murió la menor de mis hermanas de una enfermedad
infecciosa. Tengo dos hermanas mayores.

Inmediatamente después que murió mi hermanita, y por consejo médico, mi


mamá decidió concebirme.

Ella quería un varón. Decía que yo era distinta. Supongo que fui su varoncito. Yo
jugaba con revólveres.
Yo remplacé a mi hermanita, ya que yo no viviría si ella no hubiera muerto. Nací
diez meses después que ella murió.

Después que murieron mamá y papá, mis hermanas decidieron cambiar los
nichos de lugar. Yo fui con ellos. Llevamos los restos de mi hermanito a la bóveda de la
familia porque estaban separados.

Soy la única que no estuvo en el entierro de mi hermana. Me tocó llevar el cajón


de mi hermanita hasta su última morada. Voy caminando adelante con una capa al
viento sobre los hombros, un ramito de flores y el cajoncito. Mis hermanas vienen atrás,
me da la sensación de estar en un verdadero entierro.

Tengo mucha ansiedad. Me gustaría saber cómo fue la relación de mi madre con
mi hermanita. Nunca lo tuve claro. Ahora, ambas comparten la bóveda. Me quedé sin
respuestas a una serie de interrogantes. Hubiera querido dialogar con mamá sobre
algunos temas muy importantes para mí (se queda pensativa).

Le propongo tener un diálogo imaginario con la hermanita. Linda le cuenta que


gracias a su muerte ella existe.

Le pido que haga los roles de la mamá, la hermanita y ella misma. Le propongo
que se meta bien en la sensación de ser cada una de ellas y que para hablar desde la
madre o hermana se ubique en el lugar en que se las imagina en el espacio. La mamá le
cuenta que el médico le había dicho que tuviera otro hijo. Agrega desde ese rol que está
muy contenta, sobre todo, porque ella es diferente de las demás. Continúa el diálogo
con su madre.

Linda: Mamá, quiero saber unas cuantas cosas. Quiero que, concretamente, me
las respondas tú y no responderme yo sola. (Siento que me pide que responda desde el
lugar de la mamá. En un trabajo gestáltico, la paciente se daría su propia respuesta
desde el rol de la madre. Me coloco en la posición en que ella ve a la madre en ese
momento.)

Marta: Yo voy a ocupar el lugar de tu mamá. Pregúntame lo que quieras.

Linda: Tengo tres preguntas fundamentales que hacerte. ¿Por qué no te separaste
en vez de ser infiel a papá? ¿Qué es la femineidad? ¿Soy culpable de tu muerte?

Marta (me meto en la sensación física de ser ese cadáver y de hablar desde la
tumba. Al terminar el trabajo, Linda cuenta que yo tenía la voz de su madre y que usé
las palabras que ella cree que hubiera usado su madre): Le fui infiel a tu papá porque no
me daba todo lo que yo necesitaba. No lo dejé porque lo quería mucho y porque él tenía
muchas cualidades que me gustaban. Las pocas en que no me satisfizo las obtuve de
otra persona.

Linda: ¿Qué es la femineidad?

Marta (me concentro un buen rato y contesto): La femineidad es una sensación


que se lleva en el cuerpo y que las mujeres tenemos siempre viva adentro. Esa sensación
se hace muy clara con el amor. Cuando me enamoré de tu papá esa sensación me vino
con mucha más fuerza. Es orgullo y placer de ser mujer. Cuando me siento femenina
me siento más yo misma y tengo más conciencia de mi cuerpo. Es una sensación de
suavidades, de delicadeza, de ternura y receptividad.

Linda: ¿Tengo yo la culpa de tu muerte, mamá? ¿Te acuerdas que viniste a casa y
estuviste un tiempo con nosotros? Llegó un momento en que ni mi marido, ni mis hijos,
ni yo te aguantábamos más. Interferías todo el tiempo a todos. Finalmente, te
mandamos a la provincia, a la casa de mi hermana, con quien tú vivías, y al poco
tiempo te moriste (llora).

Marta: No siento que seas culpable de mi muerte. Yo elegí morir. ¿Qué iba a
hacer? Había terminado mi función de madre. Tú no me necesitabas, tus hermanas
tampoco. Ya cada una tenía su vida organizada. A mí se me acabó la función y
entonces... (Tomo a Linda por los hombros, nuestras cabezas están juntas. La tengo así
largo rato.) Al contrario, tú fuiste un premio en mi vida. (Hablo con voz reflexiva.)
Quiero darte un mensaje en este momento. Me di cuenta durante este largo tiempo
transcurrido, que estoy sumamente orgullosa de que seas diferente del resto de las
mujeres de la familia. Tus hermanas han hecho el mismo recorrido que yo. Para ellas la
vida se termina cuando se termina la función de madre. Tú eres la única profesional y
vas a trascender nuestra generación. Imagino, a través tuyo, lo que yo hubiera podido
ser si hubiera tenido la oportunidad de estudiar. Sé que tus hijos van a saber hacer lo
mismo que vos. Ellos van a saber descubrir nuevos caminos e intereses que le den
sentido a sus vidas. (Esta escena fue muy conmovedora para el grupo, según todos lo
expresaron. Aquí, aprovechando que la paciente estaba absolutamente concentrada en
recibir, uní la palabra “diferente” a la palabra “profesional” y deseché la fusión
“diferente-varón”.)

Trabajo de Alberto. Modificación de la imagen de la madre usando una verdad


indiscutible
Alberto: Mi mamá nació entre hambre y miseria, en un país en guerra. Mi abuela
murió cuando mamá tenía dos años. Ella quedó a cargo de una tía. Como escaseaba la
comida, la tía cerraba con llave los muebles para que mamá no sacara los alimentos. A
raíz de ello, mamá salía a la calle e ingería restos de comida de los tachos de basura.
Debe ser por eso que siempre me embuchaba más y más y me instigaba: come, come.
come. Pero ella no me daba ningún tipo de cuidados. Cuando murió papá, mamá me
puso pupilo. Me iba a visitar los fines de semana y lo único que sabía decir era: ¡come,
come, come!

Marta: Yo voy a representar a tu mamá. (Me ubico en la situación. Necesito


algunos minutos para meterme en la sensación de tener dos años y de comer de los
tachos de basura.) Siento soledad.

Alberto (sentado con los ojos cerrados): Estoy resentido contigo porque lo único
que sabes proponerme es que coma y coma. Nunca podemos conversar de nada.
Tampoco me das cariño.

Marta: Lo que pasa es que me angustio mucho porque pasé hambre. Yo calmo mi
angustia comiendo. Creo que te cuido cuando te doy de comer. Me comunico dándote
de comer. Nunca recibí caricias, no sé cómo darlas.

Alberto: ¡Mami! Lo único que aprendiste en la vida es a calmar tus angustias


comiendo y nada más (se muestra decepcionado).

Marta: Te quiero mucho y te quiero dar lo mejor que tengo. Lo mejor que tengo
es comida. Por eso, te hago comer todo el día.

Alberto: ¡Mamá, quiero que me cuides de otra manera!

Marta: ¡Come! ¡Come! ¡Come! Mira, hijo, ahora te voy a dar de comer para poder
decirte qué cosas te quiero realmente dar cuando te doy de comer. Te voy a dar papas a
la brasa (es una comida típica de su madre). Te voy a dar las papas en la boca (hago
ademán de alimentarlo). Mientras te alimento siento que me estoy calmando. Siento que
te estoy diciendo que te quiero, que te estoy cuidando muchísimo, que te doy
protección. (En un primer momento Alberto siente rechazo y manifiesta no tener
hambre. Después acepta la comida que le ofrezco y siente que, a través de la comida, le
doy amor).

Alberto: Mamá, por primera vez siento que me querés dar amor cuando me das
comida y lo puedo recibir.
En este encuentro, Alberto puede recibir el amor de la madre. Se llenó esa brecha
en la comunicación entre ambos que la madre intentaba llenar siempre con comida. Esta
vez se llenó con lo que él quería y necesitaba, que era amor.

Trabajo con cartas de Linda. Conflicto para integrar aspectos masculinos y


femeninos.

En esta sesión, Linda eligió para identificarse el rey de copas del mazo
presentado al grupo por la terapeuta.

Desarrollo del trabajo

Linda: Yo soy la reina de copas. Estoy sentada en el trono y veo cómo se


distribuye, cómo se escancia el vino entre todos los presentes. Hay gente que no toma;
no toma porque tiene miedo. No se agota el vino.

Marta: ¿No se agota el vino?

Linda: No se agota el vino... Yo tengo una copa que simboliza todo lo que tengo
para dar.

Marta: ¡y en la otra mano, qué tienes?

Linda: En la otra mano tengo el cetro y el trono.

Marta: ¿Cómo es tu trono?

Linda: Es rico. El cetro es una esfera que simboliza el mundo. Arriba tiene dos
alas.

Marta: Sé tú la esfera.

Linda: Yo soy una esfera con alas acá (señala la nuca). Quien me tiene, tiene el
poder. Quien me tiene puede ser un hombre, llega a ser un hombre.

Marta: Pon la copa adelante y cuéntale eso a la copa.

Linda: Yo soy el cetro. Soy el poder. Yo indico la posesión del mundo. (Linda
cambia de rol y habla desde la copa.) Yo soy una copa que indica contención, el
alimento
Marta: Sé el cetro.

(1) Linda: Yo soy lo masculino y tú, la copa, lo femenino. Tú eres un hueco donde
quepo perfectamente.

Marta: Sé la copa.

Linda: Yo soy la copa. Tengo alimento, vida y tengo espacio. Cuando tú te


colocas dentro de mí, adquiero la dimensión de mi cuerpo y me das sentido.

Marta: ¿Límite?

(2) Linda: Sí. Tengo cuerpo de copa pero si no estás adentro, soy nada más que
vino, alimento. Al entrar tú ahí, empiezo a ser copa.

Marta: Sé la copa con la esfera adentro. Trata de tomar forma y sentir. No


pienses.

(3) Linda: Siento asfixia. Si tú te metes, me quedo tan ocupada que me asfixio.
Eres de un metal muy precioso y eres muy pesada.

Marta: Sé la esfera.

Linda: Yo me meto dentro de ti porque tienes justo la forma para abarcarme,


además de lo contrario rodaría... Me da seguridad estar acá.

Marta: ¿Qué te parece eso de que la copa se asfixia?

Linda: No es para tanto, no pasa nada. No hagas tanto ruido, tanto bochinche.
(Cambia de lugar espontáneamente y ocupa el lugar de la copa.) Yo no hago ruido. Tú
eres el mundo bullicioso. Yo miro nada más. Todas las palabras las tienes tú. Ni me
quejo, ni me lamento, ni grito. (Aquí la paciente trata de disimular la envidia que tiene
por la esfera.)

Marta: ¿Cómo te sientes ahora como copa? ¿Te sientes ahogada?

Linda: No, ahora no, al decir esto.

Marta: ¿No te sientes ahogada al tener la esfera adentro tuyo?


Linda: No, al decir esto no porque ya está afuera. Ahora que te puedo, tener
afuera puedo hablar contigo. Además puedo decirte que no grito. Cuando te tengo
dentro adquiero sentido, tengo los bordes. Cuando estás afuera adquiero significado,
palabras.

Marta: Trata de no pensar tanto.

(4) Linda: Cuando te tengo adentro, se desborda el alimento, el agua.

Marta: ¿Te gusta tener la esfera dentro o te molesta?

Linda: Me ocupa.

Marta: ¿Te ocupa? ¿Es cómodo tener la esfera adentro?

(5) Linda: Va justo pero se pierde el alimento. Tú entras tan exactamente que lo
que está adentro de mí se pierde.

Marta: ¿Tenerla adentro es incómodo?

(6) Linda: No, no es incómodo pero no me gusta perder el alimento (apenada).

Marta: Sé la esfera y contesta.

(7) Linda: Si yo salgo, automáticamente vuelves a llenarte.

No se pierde el alimento pero yo me caigo rodando. Necesito una mano como la


del rey de copas o una copa que me contenga. Entonces ahí me puedo quedar, si no
puedo rodar.

Marta: ¿Te da lo mismo que sea ésa u otra copa?

Linda: Aquí es la única que hay.

Marta: Tu conflicto entonces es con esta copa. Si la ocupas se desborda, pero si no


la ocupas te vas rodando.

Linda: Posiblemente habría otras copas, pero yo no las veo.


Marta: Por eso hagamos un encuentro entre esta copa y esta esfera. Veamos si se
ponen de acuerdo o no. Como copa no te gusta perder el contenido y como esfera no te
gusta rodar. Sé la esfera.

Linda: Corro riesgo si ruedo, pero tampoco puedo quedarme dentro de ti, quieta.
Soy un mundo que giro.

Marta: ¿Cómo es eso?

(8) Linda: Soy un planeta luminoso que gira alrededor de su eje. Giro muy
rápidamente en un espacio inmenso y reflejo un: luz. Estoy muy lleno de vida.

Marta: ¿Cómo gira?

Linda: Sss (zumba).

Marta: Quédate un rato sintiendo que eres ese planeta que gira a toda velocidad.
Quédate todo lo que quieras.

(9) Linda: Rozo otros planetas y otras cosas muy fugazmente. Tan... tan... (con
cada sonido “tan” golpea ambas manos las separa). En el eje está todo el asunto. Giro y
giro con mi si tema y no me puedo detener.

Marta: ¿Cómo te sientes?

Linda: Muy bien. Soy un aventurero. Puedo conocer muchas cosas. Contacto
muchas cosas, otros seres, otros mundo otros idiomas, otros paisajes. Es infinita la
rapidez y los contactos. Es una sensación linda, de mucho poder. Tengo un contacto
muy fácil... tan... tan.

Marta: Haz un contacto con la copa.

Linda: ¿Qué haces ahí tan fija, tan quieta? Tú no sabes bailar. Tú no te sabes
mover. Yo recorro todo el espacio y tú quedas quieta.

Marta: ¿Qué piensas de esta copa?

(10) Linda: Que está muy... que está muy suspendida. 1 vuelvo a ver al lado de la
cabeza del rey.

Marta: Pero siempre en el mismo lugar.


Linda: Está siempre en el mismo lugar.

Marta: En cambio tú...

(11) Linda: Yo busco. Voy y vengo. Entro y salgo... Ter mucho espacio.

Marta: ¿Te interesa meterte dentro de esta copa?

Linda: Si está a tiro sí, si no, no.

Marta: Cuéntaselo a ella.

(12) Linda: No te mandes la parte con que yo te ahogo. S< me interesas si estás a
tiro... (Cambia espontáneamente de gar y es la copa.) Yo no me mando la parte. Yo
estoy acá. te metes de esa manera tan compulsiva, tan imprevista. Yo I ahogo y se me
vuelca el contenido. Me preocupo. Cuando no jodes, todo está bien.

Marta: ¿Cuándo no jode? ¿Qué quieres decir?

(13) Linda: Cuando me reprocha que estoy acá, que tanto me ahogo, no le
encuentro sentido. Me da bronca sentirme fi Me da bronca que no me use bien.

Marta: ¿Cómo te gustaría que te usara?

(14) Linda: Me gustaría que me pusieras de sombrero, p ejemplo y que giraras


junto conmigo. Yo podría volar. (Cambia de rol y ahora es la esfera.) Si te pusiera de
sombrero se caería todo el alimento. ¡Tú eres loca! (El grupo se ríe.) (Linda cambia de
lugar y es la copa.) Yo me preocupo porque me cae el alimento. Esto ocurre porque tú
jodes. Si tú no jodieras, yo podría conservar el alimento. Después de todo, sales girando
y andas por todos lados, porque yo contengo el alimento

Marta: ¿Cómo te jode?

(15) Linda: Me fastidia que tu vengas, tomes de mí y no n saques de aquí.

Marta: ¿Tú crees que se te va a volcar todo si vas arriba d planeta?

(16) Linda: No tú... Tú no me llevas porque necesitas que esté acá fija.

Marta: Sé el planeta y contesta.


(1 7) Linda: A estas alturas, me resulta un poco difícil ser u planeta y no ser Jorge.
(El grupo se ríe.)

Marta: Métete bien en la sensación de ser el planeta y olvídate por un rato de tu


marido. El planeta es otro aspecto tuyo

Tú aceptas ser la copa porque hay algo que no te deja ser planeta. Míralo como
una parte tuya. La copa dice que quiere viajar arriba de ti.

(18) Linda: Mira... si tú quieres ir arriba de mí, yo no me puedo mover porque me


desequilibro, me detengo.

Marta: ¿Qué temes? ¿Cómo te impide?

Linda: No puedo moverme. Tengo mi sistema, mi equilibrio.

Marta: Sé la copa de nuevo.

Linda: Tanto poder, tanto movimiento, tanta velocidad y al final no puedes llevar
una copa encima. Realmente es como para cambiarse de sistema solar e irse a otra
galaxia (el grupo se ríe).

Marta: ¿Tú crees realmente que se desequilibra si te lleva?

Linda: No.

Marta: Díselo.

(19) Linda: No creo que te desequilibre llevarme. No tienes ganas de llevarme y,


además, tengo miedo de salir. No hay quien me proteja de mis propios miedos si no
tienes ganas de llevarme.

Marta: ¿Cómo te podrías ir?

Linda: Yo me iría si me quisieras llevar. Además, me iría si pudiera conservar el


alimento, y si te pudieras quedar.

Marta: Tú le estás poniendo condiciones.

Linda: Yo tengo miedo... No sé si le pongo condiciones Necesito cierta seguridad.


¿Es imponer condiciones?
Marta: Sé el planeta.

Linda: Tú estás bien ahí. Estás segura, estás tranquila, yo después voy a darte
todo. (Cambia de lugar y es la copa, hace un gesto de vomitar.) Te escupo todo. Esto
que cuidé, yo misma lo tiro. Me haces sentir mala. Eso es lo que más me lástima porque
yo no estaba ahí, de mala, estaba en actitud de dar.

Marta: ¿Tú que querrás en realidad, copa?

Linda: Vivir. Girar sin joder. Acompañar al planeta y no quedarme a expensas de


mi bronca. No quiero vomitar lo que cuide que no se me volcara. (Ahora es el planeta.)
Tú no me vas I detener porque este movimiento lo tengo que seguir. Ruede ser que sea
un movimiento totalmente loco, que me haga reventar, pero...

Marta: O sea que si la copa se te posa, te detiene.

Linda: Yo creo que seguiría girando, pero...

Marta: Pero mejor que no se acerque, que se quede en su lugar.

Linda: Si se quiere vaciar que se vacíe.

Marta: ¿No te incumbe?

Linda: Tal vez me afecte, pero no me conmueve.

Marta: ¿Cómo te afecta?

Linda: Como una cierta inclinación hacia la simetría, a la armonía, pero si no


puede ser... .

Marta: En el fondo sigue su camino... Sé la copa.

Linda: Siento que se me sube la venganza... Me lleno de veneno.

Marta: Métete bien en el planeta.

Linda: Cuando te veo llena de veneno, no tengo ningún problema en ir girando


cada vez más lejos. Cuando me alejo, te extraño. Extraño justamente mi continente.

Marta: O sea que, además de ser tu continente, puede ser muy peligrosa.
Linda: Soy una copa de veneno.

Marta: Eres una copa venenosa. Sé la copa venenosa.

Linda: Sí. O te pones a salvo. ., A cualquiera que se me acerque, lo mato.

Marta: Dile eso también al grupo.

Linda: Cuando me lleno de odio, lo que tengo para dar se me vuelve veneno
verde, que los va a envenenar.

Marta: Sé de nuevo el planeta.

Linda: Yo me lo tomo y no me hace nada.

Marta:¡A m í no me vas a asustar!

Linda: Desde el planeta no es nada, desde la copa es terrible.

Marta: ¿Podrías bailar tu veneno?

Linda Sí.

Marta: Siéntete siendo la copa de veneno.

Linda: Soy una víbora, me enrosco en quien se me acerca, lo seduzco y muere.

Marta: Llámalos.

Linda: No. Yo estoy aquí, el que se acerca...

Marta: El que se te acerca, ¡zácate!

Linda: No, no, yo no estoy llamando. Están todos dentro de la copa.

Marta: Un universo dentro de ti.

Linda: Todo está adentro, el planeta también.

Marta: Díselo.

Linda: Por más que gires... estás adentro. Muy chiquitito.


Marta: Sé el planeta.

(20 y 21) Linda: Qué chiquitito... Soy una brizna en el cosmos. Todos somos
iguales adentro de esta copa, somos una mierdita (el grupo ríe). Todo el mundo cree
que viajas, pero estás adentro. (Desde el planeta.) Yo soy chiquito, brillante, giro. Estaba
convencido de que iba y venía pero todos estamos adentro de esta copa. Soy un planeta
chiquito, de oro. con alitas. Pertenezco a un lejano reino perdido del rey de copas. Giro
y giro adentro de la muerte. Estoy vivo, soy sólido. Estoy dentro de este líquido y tengo
movimiento.

Marta: Sé la copa.

(22) Linda: Soy inmensa. Miro los recorridos del planeta como tantos otros
recorridos casi graciosos. Es impresionante desde acá. Hay muchos parecidos pero no
hay otro igual. No hubo otro igual.

Marta: ¿Cómo te sientes ahora como copa?

(23) Linda: Me siento muy bien, con un líquido espeso verde y negro con
burbujas que giran y están todas vivas. (Cambia de lugar y habla desde el planeta.) Soy
una semiesfera redonda, inmensa, transparente. Fuera de mi oscuridad hay una
claridad muy blanca.

Comentario sobre el trabajo de Linda

Los números escritos en este comentario indican en qué parte del desarrollo del
trabajo se expresa la idea señalada.

La esfera simboliza lo masculino y la copa, lo femenino. Linda está muy insegura


de lo femenino. Ella necesita que un hombre le dé la identidad femenina.

La copa con la esfera dentro simboliza la integración. Desde la copa (lo femenino)
siente ambivalencia y enojo por necesitar lo masculino.

Lo masculino y ¡o femenino no pueden estar nunca juntos, pues cuando ’o están,


siempre pasa algo grave.

Llega a pensar por momentos que el hombre no le da nada, sino que le saca. En
otros momentos, no hay lugar para los dos; si él entra, ella desaparece.
(5 y 6) Cuando él se acerca a ella se despersonaliza', deja de ser alguien.
Femenino y masculino se inhabilitan mutuamente.

(7, 8 y 10) Pasa rápidamente de sentirse desprotegida, necesitando ser contenida,


a una salida maníaca y omnipotente donde no necesita de nadie.

(9, 11 y 12) Hace seudocontactos fóbicos con los que se conforma. Evita
deprimirse al no tener conciencia de estos pasajes desde la desprotección a la
omnipotencia.

(12) La asfixia que siente con la integración de la copa y la esfera podría estar
relacionada con que fue elegida por su madre para cumplir el papel de hijo varón.

(13 y 19) Al tiempo que se asfixia depende de la presencia de lo masculino para


sentirse mujer, y esa dependencia la irrita.

(14, 15 y 16) La exigencia de su madre de que sea el hijo varón, acrecentó su


envidia del pene. Ella quisiera que él también quede fijo, para no sentir envidia por lo
que él hace.

Pese a darse cuenta de que el conflicto está dentro de ella, lo traslada a su pareja.
Esto alivia sus temores a despersonalizarse o a transformarse en un varón si junta las
dos cosas.

Si lo femenino descansa en lo masculino, lo detiene.

En su vida cotidiana Linda, pese a ser profesional, se dedica solamente a las


tareas de la casa (repartir el alimento). Deja los viajes y el trabajo afuera, para su
marido, para el rol masculino; con esa actitud consigue calmar sus miedos.

(20 y 21) Al final del trabajo no soporta más su propia desvalorización,


dependencia y envidia. Tiene una salida omnipotente, odiando y desvalorizando lo
masculino. En realidad es ella quien se siente poca cosa.

(22 y 23) Finalmente, ella acepta el odio como suyo.

Poco tiempo después de este trabajo y del otro en el cual la terapeuta incluye una
verdad que la paciente no puede negar, Linda comenzó a sentirse y mostrarse más
femenina y a ejercer su profesión.

Trabajo de fantasía de Daniel. Fijación a la figura de la madre


Daniel: El otro día estuve trabajando con una fantasía. Si me preguntas ahora
cuál fue la fantasía no recuerdo. Esto se debe a la angustia que me produce tener que
imaginar algo. Me pasa en mi trabajo cuando un paciente me cuenta un sueño. Lo
escribo porque si no lo escribo a medida que lo va contando lo voy olvidando. Cuando
quiero razonarla construcción de toda la fantasía se me hace imposible. Escribir me
facilita el trabajo. Cabalgo sobre un hecho que tiene que ver con una ansiedad mía y con
el bloqueo que aparece en mí, frente a un material que tengo que retener en la mente y
entonces...

Marta: ¿Te acuerdas de alguna composición que te hayan pedido en la escuela?

Daniel: Te puedo contar una linda composición que hice en mi casa. Cuando la
vio el profesor, me escribió en el cuaderno “de dónde”. Quería decir: ¿de dónde se la
copió? La composición no compaginaba con la idea que él tenía de mí. ¡Qué
desgraciado! La fantasía era que teníamos que inventar algo... ¿Cuál era la
composición? Aquí me conecto con lo que sí sé hacer... ¿Qué era la composición?
(piensa, largo silencio). Claro, aquí me voy a conectar con mis aspectos útiles
(visiblemente confuso). Esta composición era sobre... este... no me acuerdo el título.

Marta: ¿y el contenido?

Daniel: EL contenido era... ¡ah!, el título pudo haber sido “Una llave
abandonada”. Se desarrolla en la casa de mi abuela (está muy atascado y angustiado).

Marta: Cuéntame sobre una composición que no te haya salido.

Daniel: Yo tuve que dar el ingreso al secundario y la composición era sobre la


Cordillera de los Andes. Escribí cuatro o cinco renglones como máximo.

Comentario del trabajo de Daniel

Este trabajo duró tres horas debido a la lentitud de Daniel para pensar y
expresarse. El paciente muestra una precaria identidad masculina, posiblemente debido
al escaso contacto con su padre y a la necesidad de defenderse de sus fantasías
incestuosas con su madre. Ella está simbolizada en su trabajo como “La Cordillera”.

Su papá era un brillante profesional, muy ocupado, que murió de un infarto


cuando Daniel tenía diez años. Su muerte agravó la situación de Daniel, que ya venía
sustituyéndolo como pareja de la madre.
Desde el comienzo del trabajo hasta su final, aparece su conflicto no resuelto
expresado en el recorrido que hace por la cordillera. Se defiende de sus fantasías
incestuosas con síntomas como la angustia cuando tiene que imaginar algo. Reprime
sus impulsos naturales: bostezo, hipo, succión, delante de su mujer a quien por
desplazamiento confunde con su madre.

Le resulta muy difícil ponerse en contacto con sus sensaciones debido a la


labilidad de su mundo interno.

Cerca del final del trabajo relata que compra un coche y un departamento más
chicos que los que hubiera necesitado. Con esto muestra cómo él se siente chiquito e
incapaz de salir de los espacios pequeños, del útero. Daniel no encuentra “la llave
abandonada” que le permitiría solucionar su conflicto.

Desarrollo del trabajo

Marta: Camina hacia la Cordillera de los Andes. Ubícate en medio de la


Cordillera. Cierra los ojos y describe simplemente lo que ves.

Daniel: Era un lugar...

Marta: Di, ahora estoy en...

Daniel: (de pie, con ojos cerrados, parece mirar a lo lejos): Estoy frente a
inmensas moles de piedra. Me emociona, no sólo por el impacto del aire y del sol que
brilla, sino por las alturas, que son inmensas. Por. momentos quiero imaginar cómo
pudo haber sido el instante en que eso surgió de la tierra. ¡Cataclismos! Me emociona
estar allí y que en algún momento vuelvan j a moverse de nuevo. ¡Esos enormes
bloques de piedra! Me da miedo frente a la naturaleza, por momentos tengo escalofríos.

Marta: ¿Cómo se siente tu cuerpo en este paisaje

Daniel: Me siento vivo, vital. Me hace bien sentir, porque puedo incluirme dentro
del paisaje. (Mueve los brazos con movimientos amplios, da pequeños saltitos sin
despegar la punta de los pies.)

Marta: Dile eso al paisaje.

Daniel: Me hace bien sentir que pueda tocarte, bajar una barranca, subir una
montaña.
Marta: Habla con ¡a barranca y la montaña.

Daniel: Me gustas. Me da vida en la medida en que puedo tocarte. Me gustas.


Siento que puedo subirte, escalarte. Veo tus peligros.

Marta: ¿Qué estás haciendo con las manos?

Daniel: Me estoy tocando y reconociendo, quizá para no confundirme contigo.


Cuando entro en tus valles, en tus hondonadas, me toco a mí mismo, para no dejar de
ser yo. Quizá me transforme en una piedra más, si no me reconozco.

Marta: Suéltate, no te agarres de ti mismo.

Daniel: Puedo tocar las cosas y no me confundo con ellas, pero dejo de sentir. No
siento ahora todo lo que yo sentía antes. Ahora siento que puedo hacer más cosas.

Marta: Ahora, ¿piensas que puedes hacer más cosas?

Daniel: Ahora estoy metido dentro de la cordillera. Recuerdo que alguna vez
estuve aquí, descubriendo un camino por el que no pasa nadie. No sé si nunca pasó
nadie pero, por lo menos, no pasan todos los días.

Marta: Sigue caminando.

Daniel: Cobra para mí un sentido muy especial, en ¡a medida en que sé que esto
que yo estoy haciendo, no lo ha hecho nadie. O lo habrá hecho San Martín cuando cruzó
los Andes.

Marta: ¿Qué ves?;

Daniel (larguísimo silencio): Esto.ba ido cambiando. Antes estaba en la cordillera


y ahora estoy en la precordillera. Es un paisaje de menos riesgo, de menos peligro, de
mucha menos al tura; Esto es.

Marta: ¿Cómo te sientes físicamente en ese lugar?

Daniel: Menos exigido. También tengo posibilidades de descubrir cosas lindas. El


paisaje es muy lindo, con menos riesgo, con menos peligro. Me doy cuenta de que antes
yo estaba' frente al Aconcagua y el Aconcagua está muy impregnado de todos los
peligros.
Daniel: Del lado de esta montaña está el Aconcagua, la inmensidad de la cual me
salvó. Tengo la alegría de que no me perdí, no me extravié. El peligro cuando uno se
mete en una montaña... Uno tiene que estar con una brújula y una linterna a cuestas y
no perder los indicios para poder regresar. Esta mañana estuve. Sí, caminé por lo menos
cuatro horas (perdió la noción del tiempo, el trabajo hasta aquí duró una hora). La
palabra Aconcagua me acompañó durante este rato.

Marta: Di Aconcagua y agrégale a continuación cualquier palabra que se te


ocurra, aunque te parezca sin sentido. No pienses lo que dices.

Daniel: Aconcagua. Aconcagua, te quiero mucho. Aconcagua, te tengo miedo.


Aconcagua, me das frío. Aconcagua, te quiero comer. Aconcagua, eres como un helado
de crema. Aconcagua. Aconcagua frío. Aconcagua calor. Aconcagua me siento chico.
Aconcagua me das miedo. Aconcagua te quiero conocer. Aconcagua. (Balbucea “agua”,
en forma repetida y con un movimiento de labios que parece una succión.)

Marta: Di eso que balbuceaste.'

Daniel: No sé.

Marta: Dijiste agua, con los labios, sin voz. Sigue diciendo agua.

Daniel: Agua, agua, agua (cada vez se le estrangula más la voz).

Marta: Sigue diciendo agua y trata de registrar de qué edad te sientes.

Daniel: De trece o catorce años. También es el momento lindo de la excursión,


cuando uno encuentra el agua después del cansancio, del calor.

Marta: Te estás escapando con argumentos. Di agua solamente.

Daniel: Agua, agua, agua. (Sigue diciendo agua con el movimiento de sus labios,
no emite sonidos.)

Marta: Muy bien. Dilo sin voz.

Daniel: Recuerdo...

Marta: No recuerdes nada. Siente solamente tu balbuceo de


la palabra agua. (Daniel sigue balbuceando por largo rato.) ¿Qué edad sientes
que tienes ahora?

Daniel: Dos o tres años. En este momento es un poco como la succión del agua.
(Nuevamente se defiende con los recuerdos.) Recuerdo que a los siete u ocho años
tomaba agua sobre las acequias. Claro, aquí estoy mamando. Dado por la forma de mi
boca cuando digo agua, es una succión.

Marta: Succiona.

Daniel (succiona por largo rato): Después de un orgasmo, y si no lo freno, me


surge succionar. Me pasa con mucha frecuencia. Me da satisfacción hacerlo. Esto no me
conflictúa y me da vida en mis relaciones extramatrimoniales, si estoy en lugares donde
no me produzca vergüenza mostrarme. Estas cosas, si estoy junto a mi mujer no las
hago espontáneamente, no las vivo.

Marta: O sea, cuando estás con tu mujer no succionas.

Daniel: Claro. El control, la sorpresa, el sobresalto, la interpretación que va a


hacer de mis manifestaciones espontáneas. Esto me traba en la vida de todos los días y
en la cama, también.

Marta: ¿En qué se parece tu mujer a tu mamá?

Daniel: Bueno, si estornudo, si bostezo...Todo lo que para mí es una


manifestación que se hace en la vida con espontaneidad y es placentero... Estornudar
con toda la aptitud que uno tiene, sentir el estornudo...

Marta: Y ella, ¿cómo se opone a eso?

Daniel: Me da un codazo antes de estornudar y me corta el estornudo. Me


angustia, me rompe las pelotas. Y así, tantas manifestaciones espontáneas de la vida que
aparecen trabadas en la mitad. En lo de la cama, no sé si me trabaría, pero yo lo vivo así.
Todo tiene que ser chiquito. Todo lo que yo hago tiene que ser chico y socialmente
aceptado. Mi primer coche tuvo que ser un Fiat 600 nuevo, en vez de un Ford 40
grande, que era un coche como para mí. Tuve que comprarme un coche de juguete.
Emocionalmente, yo no tuve en esa circunstancia la libertad de poder comprar lo que yo
sentí que estaba a mi alcance por el precio y tuve que meterme en una cuota más grande
por un coche que me dio menos posibilidades. (Debe saber el lector que Daniel es
físicamente muy grande.) Yo tengo un acontecimiento traumático aquí, me parece. Eso
me joroba bastante. El tamaño del departamento es lo mismo. (Tiene mucha rabia en la
voz.) Yo tengo que vivir en un departamento chico, incómodo, donde mi presencia... Si
quiero leer, tengo que estar sentado en el baño. Cuando he querido, y encontré un
hermoso departamento que sí podía comprar y podía tener hasta el consultorio ahí, mi
mujer se angustió y no pude ni siquiera... La idea de ir a ver la cocina porque era grande
no le gustó. Ella necesitaba comprar una cocina que fuera chica, es una cosa loca. Es
como si uno fuera a comprar un coche y tiene X pesos. Le dicen, mire por esa plata le
puedo dar dos coches. Uno responde, “ ¡ah, no! entonces no lo quiero” y se va. Me
ofrecieron un departamento que era el doble de grande de lo que yo quería por la
misma plata y mi mujer dijo que no. Ella alegó que era demasiado grande. Eso pasó. Yo
me sometí, lamentablemente, y nunca más... Lo peor es que después vi otro
departamento, pero éste ya era nuevo y no recibía el sol directo. Esa era la única crítica.
Tenía cochera, teléfono, un hermoso dormitorio, mucho living. Pedí crédito al banco y
me lo dieron. Cuando fui a firmar la compra, mi mujer dijo que no. Claro, después
nunca más. Mi departamento tiene tres dormitorios, el mío es el más chico y los otros
son de los chicos. En mi departamento, físicamente, tengo un pedacito.

Marta: Ahora muéstrenos el espacio físico que ocupas en tu cuarto.

Daniel: Bueno, tengo de acá hasta acá, porque acá termina la cama. (Señala medio
metro.) Y desde la cabeza hasta el techo tengo medio metro más. Claro, en este
departamento no tengo otra opción.

Marta: ¿Y cuál es el espacio que te gustaría ocupar? Ocupa el espacio que te


gustaría ocupar.

Daniel: Un espacio como esta habitación (cuatro por cuatro metros), donde yo
pueda sentarme y poner cosas. Si traigo alguna cosa, cabe. Si quiero poner una mesa
con libros desparramados, tengo una mesa con libros desparramados. Tener un espacio
en el que no tengan que estar incluidos los chicos. Ahora en mi dormitorio está incluida
la TV, cosas de los otros. Quiero un lugar donde pueda estar yo conmigo.

Marta: Dile a tu mujer que no quieres estar adentro, sino fuera de su panza.

Daniel: Yo no quiero estar adentro de tu panza.

Marta: Díselo de nuevo.

Daniel: Yo no quiero estar adentro, sino fuera de tu panza.

Marta: Métete en un espacio chiquito, eso es. Estás ahí agarrado. (Daniel se
comprime, se hace un ovillo en el piso.) ¿Qué quieren hacer tus manos?
Daniel: Sienten rabia.

Marta: ¿Cómo estás en ese espacio chiquito?

Daniel: Por ahora bien. (Se lo ve muy apretado, incómodo.)

Pido al grupo que haga de útero y lo compriman. Se acercan todos, lo rodean y lo


aprietan con sus manos. Como no da ninguna señal, le coloco almohadones
comprimiéndolo más para que le cueste respirar. Después de un rato continúa
soportando la escasez de aire. No logro que ceda.)

Daniel: Parece que todavía no estoy listo para resolver esto.

El sueño de Florencia repetitivo de la infancia. Formación de la identidad

Este sueño, que he tenido muchas veces durante mi infancia, consiste solamente
en imágenes de círculos concéntricos y una musiquita que vibra.

Florencia: Soy varios círculos, como siete círculos independientes. Unos vienen
de atrás hacia adelante de mi cara, se agrandan y se achican.

Marta: ¿Qué les dices?

Florencia: ¿Por qué no se quedan quietos? ¡Quédense quietos! Ello no me


molestan tanto pero la música me aturde.

Marta: Sé la música.

Florencia: Es un movimiento vibratorio, algo que no se termina. Me da miedo.


Me aturde. Tengo ganas de no escucharla más. Es la sensación de una sirena que no se
termina nunca.

Marta: Habla con tu mamá.

Florencia: Te estás moviendo todo el tiempo y me aturdes. Me das miedo.

Marta: Haz un diálogo entre los círculos y el movimiento vibratorio o música.

Florencia (identificada con un círculo, lo representa): Me haces mover todo el


tiempo y no me dejas que pare. Llega un momento que no aguanto más. No tengo
ganas de moverme. Tengo ganas de abrirme, cortarme por la mitad y desaparecer, no
ser más círculo.

Marta: Con las manos dale forma al círculo.

Florencia (con los brazos abiertos): Estoy subiendo, estirándome para arriba,
crezco.

Marta: Díselo a la vibración.

Florencia: Tengo ganas de que pares con esa música, abrirme y crecer.

Marta: Dile lo mismo a tu mamá.

Florencia (suelta un profundo suspiro): Reboto y vuelvo, hago mover el círculo


para atrás y para adelante. Círculo, te hago mover para un lado y para otro, ir y volver,
te manejo.

Marta: Sé el círculo.

Florencia: Siento que, a pesar de que manejas, como círculo me agrando y lo que
me delimita se abre. Es algo que se abre en la cabeza. Siento que mi cabeza y mi cuerpo
están saliendo por encima del círculo. Veo los círculos moverse y uno que se paró.

Comentario del sueño de Florencia

Al finalizar el trabajo, Florencia mencionó que ella, los hermanos y el padre son
"los círculos” que giran en torno de una madre que los invade, controla y dirige,
representada por la vibración sonora. El tipo de movimiento de los círculos simboliza
sumisión y dependencia; en cambio, la vibración sonora es poder penetrante.
Capítulo XI

TRABAJOS GRUPALES

18. Ejemplos de trabajos grupales

En este capítulo se desarrollan distintos aspectos técnicos de la terapia gestáltica


y se transcribe parte de algunas sesiones con la intención de mostrar intervenciones
activas del terapeuta para promover y formar la unidad e identidad grupal. En estos
ejemplos, llamados C, D y E, se puede observar cómo ¡a terapeuta selecciona el material
y organiza sus intervenciones y la de los pacientes.

Ejemplo C. Ficha de Juego. Relato de una sesión de trabajo grupal donde se usó
un elemento unificador-sintetizador de símbolos, extraído del material de sesión.

A esta sesión grupal todos los integrantes trajeron sueños. El espíritu de


camaradería les permitió darse tumos espontáneos, para intervenir. Como solo
disponíamos de tres horas, no era posible trabajar con cada uno a partir de su propio
sueño. Tomé de los relatos que trajeron a sesión un elemento que pudiera cumplir la
función de unificar y sintetizar toda la información. Escogí para ello al menos
estructurado: una ficha de juego. Lo extraje del sueño de Patricio porque ofrecía la
posibilidad de simbolizar opuestos y proyectar libremente los conflictos individuales de
todos.

Para aprovechar mejor el tiempo, esta sesión fue de pura acción. En la sesión
posterior, se realizaron los comentarios y la elaboración grupal de lo ocurrido.

Nótese que en los trabajos que tuvieron lugar a partir del sueño de Lisa (capítulo
V), los pacientes trabajaron uno a continuación del otro. Aquí, en cambio, todos
participan activamente durante el tiempo de trabajo. Esto se debe a que no se finaliza el
trabajo de un paciente para comenzar con otro. Se va progresando de a poco con cada
uno, intercalando las intervenciones de unos y otros. Al entrelazar los trabajos, se
intenta dar a lo grupal un lugar más importante.

Veamos ahora la transcripción de los sueños.

Esteban: Soñé que estoy parado frente a mi vieja casa de Acassuso. Hablo con
una vecina llamada Blanca. Ella tiene cara apergaminada y sonrisa fingida. Es muy
servil. La casa está con las persianas cerradas. Le pregunto si después que yo me fui la
habitaron. Me cuenta que cambió cuatro veces de dueño. También soñé que estoy
sentado sobre una cama, a mi lado está sentado mi hijo; en frente de nosotros y arriba
de un bargueño está untada mi ex mujer y, a su lado, mi hija. Llega el nuevo marido de
mi ex mujer y el clima bueno se corta. Mi ex mujer se acerca a él, se va achicando de
tamaño y tiene una actitud sumisa.

Miguel: Soñé que estaba en una casa, había mucha gente, iban a fumigar. Tres o
cuatro personas habíamos decidido quedamos en la casa cuando fumigaran, para ver
qué pasaba. Yo tenía la sensación de que íbamos a morir. Nos metíamos en un auto
antiguo a esperar la fumigación. Pasaron fumigando muy liviano y no nos pasó nada.
Salí de la casa y estaba sobre un acantilado, tenía miedo de caerme. Otra vez soñé que
me mataba a mí mismo. Yo estaba en una galería y al final ésta se conectaba con un
parque, en París. Me acercaba a un hombre y hablábamos en inglés. El me decía que me
fuera, que me iban a matar. Volví a la galería y vi gente saliendo. Luego estoy sentado
mirando el sueño y me veo a mí mismo salir de la galería matándome con un cuchillo.

Pablo: Soñé que yo mataba gente, todos hombres. La gente no sabía que yo era el
asesino. Yo miraba, buscando al asesino y ponía cara de estúpido. Me hacía el
desentendido y preguntaba qué pasaba ahí. Se dieron cuenta de que yo era el asesino e
iniciaron una persecución. En las corridas yo me iba hiriendo, lastimando. Creo que me
agarraron y me hicieron polvo.

Yo me acuerdo muy bien cuando mataba a mis victimas, eran tipos.

Nicolás: Soñé que tenía relaciones sexuales con mi ex mujer.

Patricio: Ayer estábamos jugando con mi mujer al Yang. Tengo que contarles un
poco de eso, porque tiene que ver con lo que soñé después. El Yang es un juego que
tiene la simplicidad de los movimientos del juego de damas y la complejidad del
ajedrez. ¡Es desesperante! Cada ficha tiene una cara blanca y una cara negra. Cuando
uno le come la ficha al otro la cambia de color. Es un juego posicional y estratégico. En
¡ni sueño estoy bloqueado y atado. Soy una ficha, estoy atado entre dos fichas contrarias
sobre el tablero. Me despierto con una sensación de dureza, de rigidez corporal
tremenda. Soy una ficha negra y me transformo en blanca, porque quedo en medio de
dos blancas.

Nota

Encuentro que el material que los pacientes traen a esta sesión es una secuencia
lógica de la sesión anterior, donde se plantearon problemas de identidad.
La sesión comienza sólo con hombres; hay ansiedades sexuales. En los sueños
aparecen conflictos de integración masculino-femenino, dominación-sumisión.

Decido tomar el sueño de Patricio como estructura de la sesión para usarlo de


esqueleto sobre el cual apoyar el trabajo de todos. Trabajo el material de cada paciente,
incluyendo sus conflictos y sueños. Cada trabajo se realiza partiendo de los opuestos
blanco y negro. En la misma ficha una cara es blanca y la otra es negra.

Con el fin de familiarizar al lector con el material, los comentarios se transcriben


antes que los trabajos.

Comentario e información acerca de los pacientes

Esteban

Esteban trajo en su sueño varios temas que lo inquietaban: la edad, las pérdidas,
la identidad.

La edad aparece representada en la casa vieja y en la cara apergaminada de la


vecina. Con estos elementos, simboliza el transcurso del tiempo a lo largo del cual tuvo
numerosas pérdidas por no haberse sentido nunca potente: mujer, casa, hijos. El está
cerrado como las persianas de la casa que describe y con una sonrisa fingida como la
vecina del sueño.

Su mayor identificación con sus aspectos femeninos aparece en múltiples


elementos del sueño: la casa, el servilismo de la vecina.

En el desarrollo del trabajo dice: “Para salir de la pasividad tengo que esperar
que otros me cambien.”

El espera que todo lo potente y masculino le venga de afuera.

Rechaza lo masculino en él, relacionándolo con suciedad y muerte, por sus


ataques al padre y a los amantes de la madre. El dice: no me gusta ser la de arriba, la
negra; ser negro es muerte, sucio.

Solamente si otra persona se lo pide, logra ponerse en contacto con lo masculino.


Consigue en el diálogo de opuestos un mayor acercamiento entre los aspectos
masculinos y femeninos que pelean dentro de él. A partir de permitirse sentir lo
masculino, parte negra de la ficha, se siente más integrado y por lo tanto más vivo.
Miguel

Miguel es hijo de inmigrantes. Sus padres huyeron de los campos de


concentración. Miguel rechazó a su padre porque era un hombre mediocre. Se
avergonzó de él, porque no quería trabajar más de dos o tres horas diarias. El padre se
conformaba con ganar!o justo para que su familia sobreviviera.

En el trabajo se pone de manifiesto su temor a asumir el rol masculino cuando


dice: “En cambio, arriba la responsabilidad es mayor, se puede perder en cualquier
momento.”

Él se siente femenino con una apariencia masculina y lo expresa así: “La parte
blanca soy yo, la persona; la parte negra es mi contorno.”

Para Miguel, su papá era hombre porque en la unión con la madre ésta le daba el
rol; por lo tanto él solo logra sentirse hombre en la medida en que una mujer lo
reconozca como tal. Es el entorno de tener una mujer lo que lo hace ser hombre porque
él no lo siente.

En este trabajo acepta a su padre como es. Al aceptarlo se reconcilia consigo


mismo como hombre. El acepta sus propias mediocridades y, por lo tanto, se siente más
integrado.

Pablo

Su trabajo tiene que ver con el asesinato de sus aspectos masculinos y con el
mandato del padre de sufrir hasta morir; no tiene derecho a vivir feliz, sólo tiene
derecho a sufrir. Por cumplir con este mandato no logra la estabilidad de una pareja
homosexual. Sus relaciones amorosas son agresivas. Dice: “Me siento sobre puñales”.

Durante este trabajo le doy un mensaje confuso: “Vas a tener que ser un
hombrecito, la estupidez sobre la decencia, regenerarte. Hacer lo que Dios dice, la
naturaleza nos dio nuestro espíritu.”

Con el mensaje, intento hacerme cargo de su confusión, para que afloren en él sus
aspectos lúcidos.¹

Nicolás
Dice: “Yo le sirvo de apoyo a la parte negra y en otros momentos ella me sirve de
apoyo a mí. Somos complementarios y nos alternamos la ganancia. No soy dos piezas,
sino una sola.”

1 Véase otro trabajo de Pablo en pág. 72 (en el original)

En este trabajo muestra su relación simbiótica con la madre; él traslada el vínculo


simbiótico a su pareja.²

Bárbara

Relata su rol dentro de la familia, donde ella fue y es el hombre de la casa.


Después de la muerte del padre, ella consiguió hacer cierta fortuna por su gran
habilidad para los negocios. Trasladó este papel ejecutivo a su matrimonio,
desplazando a su marido a roles femeninos.

Siempre apoyándose en su mayor habilidad para lo económico, utilizó este rol


para gobernar las familias que constituyeron sus hermanas y luego su propia hija.
Desplazó a sus maridos, organizando y dirigiendo la economía de sus hogares,
creándoles negocios y apuntalándolos con dinero. Con ello negó y niega sus aspectos
femeninos y ataca y compite con la potencia de los hombres. Por eso se identifica con la
ficha negra, masculina, y habla de la muerte de los otros, de la cual es cómplice.³

Patricio

Dice: “Soy una ficha negra y me transformo en blanca porque quedo en el


medio.”

El se siente atrapado. Al no tener una identidad masculina sólida, recurre a


estrategias en el intento de confirmarse como hombre. No lo logra porque no está muy
seguro de cuáles son esos aspectos masculinos que tiene que alcanzar. Sólo se atreve a
competir con mujeres (fichas blancas), no saliendo siempre victorioso, como se ve en su
sueño.

1Véanse otros trabajos de Bárbara en p.214 en el original

Desarrollo del trabajo

Marta: Patricio, ubícate en el centro de la habitación y sé la ficha. El resto del


grupo debe rodearlo.
[1] Véanse otros trabajos de Nicolás en pp. 74-117. En el original

Patricio: Estoy aprisionado y no me puedo mover. (Comienza a forcejear para


escapar.) Tendría que salir por la diagonal (intenta salir por su costado derecho sin
éxito)... ¡Por la vertical! (Quiere aplastar con sus manos las cabezas de sus compañeros y
salir por arriba.) ¡Por abajo! (Se tira al suelo pero no consigue salir.) ¡Larguen!
(Finalmente, luego de un breve forcejeo escapa.)

Marta: Sé la mitad negra y habla con la blanca.

Patricio: Tenemos que tener cuidado, blanco, que estás abajo de mí. Si me
aprisionan entre dos fichas que tienen blanco arriba, me van a transformar lo negro en
blanco. En otras palabras, al revés que ahora. Las otras fichas del tablero pueden venir
de frente, de atrás, de los costados, de la diagonal. Hay que estar muy alerta, puedo
perder.

Marta: ¿Cómo te sientes con la parte blanca?

Patricio: En este momento que yo soy la parte de arriba, te protejo. Si me comen


pasamos al otro equipo contigo arriba. Somos una ficha con lo negro arriba, pero es
peligroso, si vienen dos blancas, me liquidan y desaparezco yo.

Marta: ¿Cómo te conviene que sea la situación?

Patricio: Me conviene que lo negro siga siendo negro. Blanco, yo trato de que te
quedes abajo, si sales tú, pierdo yo.

Marta: Sé la parte blanca.

Patricio: Soy blanco y estoy abajo por ahora.

Marta: Todo el grupo métase en la sensación de ser la parte inferior de la ficha.


Hablen, de a uno por vez, desde ese rol.
Patricio: No me voy a quedar abajo siempre. Es la ley de la vida que, en algún
momento, salte la taba y cambie la cosa. Estoy cansado de estar abajo tanto tiempo. De
modo que ya me toca a mí. Abajo estoy aplastado. No veo nada contra el piso. Arriba
veo el aire, el ambiente, llegan cosas, se participa de todo. Abajo tengo los resortes
apretados. Arriba se goza más, abajo es muy linda la sensación de la potencialidad del
cambio. Arriba uno ya sabe cómo es arriba, más que eso no se le puede dar.

Miguel: ¿Depende de nosotros cambiar o hay que esperar que nos cambien?
(Desde el polo inferior de la ficha se le ocurre una idea de sometimiento. Pregunta,
dejando la verdad o respuesta a otro cualquiera que conteste.)

Marta: Dilo como afirmación.

Miguel: ¡Depende de nosotros cambiar!

Pablo: A mí se me cambia tan rápidamente. Paso de blanco a negro a velocidad y


no sé cuándo soy blanco y cuándo soy negro.

Esteban: Tengo que golpearme el traste con una fusta para cambiar. Soy la parte
blanca. Para salir de la pasividad, de la comodidad, tengo que esperar que otros me
cambien.

Miguel: Es más tranquilo estar así. De esta manera, no existe la responsabilidad


de defender la vida, defender todo el tablero. Ya no puede pasar nada peor, todo lo que
puede pasar es mejor. En cambio, arriba la responsabilidad es mayor, se puede perder
en cualquier momento.

Nicolás: Soy blanco. Siento que soy todo una misma cosa, con la parte de arriba
negra. Como soy una unidad, no me importa en este momento perder, después voy a
ganar. Yo le sirvo de apoyo. No me importa perder ahora porque sé que en otro
momento gano y nos alternamos la ganancia. No soy de dos piezas, sino de una sola.

Marta: Dile todo eso a tu actual mujer.

Nicolás: Somos una misma cosa. Ahora yo te sirvo de apoyo, en otro momento tú
me sirves de apoyo. No me importa perder ahora porque sé que en otro momento gano
y nos podemos alternar. Siento unidad, lástima que esa unidad dure dos días, luego se
rompe en cuatro. Ella dice que yo le escapo al acercamiento.

Marta: Siendo la parte blanca de la ficha habla con la negra.


Nicolás: De vez en cuando me gusta que estemos separados y tú no lo soportas.

Marta: Quédate un rato con esa sensación de separación. ¿Bárbara, en qué estás?

Bárbara: Me tengo que defender porque soy la parte blanca y la negra me quiere
sujetar. ¿Por qué no me dejas salir, ser libre? ¡No quiero que me sujetes! ¡Quiero ser
libre! ¡No te voy a dejar que me aprisiones! Me voy a mover. ¡Tengo que salir! No sé
cuáles serán los movimientos ni para qué lado, pero tengo que salir. Es grandota la
parte negra, me desborda, cada vez se hace más grande. Ella cubre todo el tablero, se
ríe. Está muy negro el tablero.

Marta: Ahora todo el grupo debe cambial de rol. Métanse en la sensación de ser
la parte negra y respondan a la otra.

Pablo (sigue los trabajos con mucha atención; quiere participar y hace una
pregunta sin conseguir respuesta): ¿Por qué se divide el cuerpo en dos partes?

Patricio: Soy la parte negra, ahora me toca a mí. No necesito hacer alarde.
Cuando gano estoy contento.

Esteban: No me gusta ser la de arriba, la negra. Ser negro es muerte, sucio. Como
negro me siento contracturado, pero desapareció la opresión que sentía siendo blanco y
estando abajo. Ser negro o blanco me es indiferente. (Está acostado boca abajo, apoyado
sobre los codos y hablándole al piso como si su parte blanca estuviera sobre el piso.)
Siendo negro me renace un poco de alegría, me dan ganas de sonreír y de reír. Me
siento más amistoso contigo, blanca, menos distante. Te sonrío porque la unión contigo
no es tan misteriosa. Siendo negro soy vivo. A ti, siendo blanca, también te convierto en
viva. ¡Los dos separados somos dos muertos!

Bárbara: Como negro, me veo como un sapo negro con la boca abierta. Estoy
contento pegando saltos alrededor del tablero, parado en dos patas.

Marta: Habla con la blanca.

Bárbara: Estoy contento. Todas las fichas son blancas. Yo soy la única ficha negra.
Soy la única que tiene movimiento. Estoy contento. Todas ustedes están apiladas.

Marta: Dile eso a tu familia.

Bárbara: Soy el sapo negro, todos dependen de mí y me gusta. Ustedes tienen


mucha muerte alrededor, necesitan pensar tanto; yo en cambio necesito estar activa. No
puedo soportar la inercia. No puedo estar con el que no hace nada. Estoy pegando
saltos.

Pablo (interviene identificándose con el sapo negro): Te aplasto bien, bien, con mi
culo. Te hago bien papilla para que no te levantes y te ensucies de mierda. Yo voy a
triunfar. Lo negro sobre lo blanco, el mal sobre el bien y la estupidez sobre la decencia.
Te estoy aplastando pero te voy a dejar con vida para que sufras (aquí recordé la escena
en que el padre intenta matarlo cuando se enteró de su homosexualidad).

Marta: Sé tu papá, cuando te castiga en el baño.

Pablo: Bueno m rujo, tu vas a tener que hacerlo que yo diga. Vas a tener que ser
un hombrecito, regenerarte. Hacer lo que Dios dice. La naturaleza nos dio nuestro
espíritu y hay que continuar el buen camino.

Marta: Sé la ficha blanca y contesta.

Pablo: Me pueden aplastar mil veces, pero yo siempre estaré erguido. Me habrán
cortado las piernas, pero de cualquier manera estoy siempre viendo qué es lo que voy a
hacer; aun sin piernas, porque ellas no salen nuevamente.

Marta (repito sus palabras mezclando las últimas frases que dijo, desde la ficha
negra y desde su padre): Te hago bien papilla para que no te levantes y para que te
ensucies de mierda. Vas a tener que hacer lo que yo diga. Yo voy a triunfar, lo negro
sobre lo blanco, el mal sobre el bien. Vas a tener que ser un hombrecito, la estupidez
sobre la decencia, regenerarte. Te estoy aplastando pero te voy a dejar con vida para
que sufras. Hacer lo que Dios dice, la naturaleza nos dio nuestro espíritu. Hay que
continuar por el buen camino. (Repito nuevamente toda esta frase.) ¿Qué dices?

Pablo: Me dejó así, me dejó confusión. Estoy confuso, seguiré toda la vida
confuso. Yo no sirvo para nada.

Marta: Dile a tu papá cuál es tú propia regla.

Pablo: Ir descubriendo lo que me va pasando y va pasando a los otros, sin una


ley fija. El que descubre voy a ser yo. Yo voy a descubrir y voy a sentir. A partir de lo
que vaya sintiendo voy a ir viviendo.

Marta: Métete en la escena del sueño, la escena dónde estás matando a un


hombre. Dile las cosas confusionantes que te decía tu papá.
Pablo (hace una pelotita con su cuerpo; eleva un brazo hacia atrás con el puño
cerrado, como si tuviera un cuchillo): Saco el cuchillo y mato a mi padre a traición sin
que se dé cuenta. Después, me largo y hago como si no pasara nada. Me horrorizo del
crimen terrible. Pregunto: “¿Quién será el asesino?”

Marta: Dile a la persona que estás matando lo que te decía tu papá.

Pablo: Te mato porque no deberías vivir. Descubriste que soy débil. No te quiero.
Tengo que hacer como que no existes, que no pasó nada contigo y conmigo. No te
puedo, soportar.

No te puedo ver. Tienes que desaparecer. Te voy a hacer desaparecer yo sin que
parezca. Me vas a coger tú a mí, pero nadie va a saber. En un momento, mientras
hablaba, me sentí siendo yo y luego mi padre. Es como si tuviera dos puñales. Voy
matando, hasta que al final me mato solo. (Arrodillado, gira los brazos en el aire con
ambos puños cerrados como si tuviera un cuchillo en cada mano y hace, finalmente,
ademán de clavárselo en el estómago.)

Marta: ¿Qué otra posibilidad tienes?

Pablo (mantiene ambos puños cerrados fuertemente como si tuviera los puñales):
Me sale sangre a borbotones, pero no muero. Me serviría si usara el puñal como un
hecho estático, como una afección (los suelta).

Marta: ¿Qué sientes?

Pablo: Que en cualquier momento los puedo agarrar.

Marta: Conviértelos en una planta.

Pablo: Está en esta pieza y al dar flor, da miles de puñales chiquitos.

Marta: ¿Cómo se alimenta?

Pablo: Se metió en el cemento del piso.

Marta: Toma este almohadón. El almohadón representa la planta pegada al piso.


(Los compañeros de grupo pisan los bordes del almohadón como si fueran raíces que lo
sujetan. Pablo comienza a tironear sin conseguir desprenderlo. Después de un breve
intento se sienta sobre el almohadón.)
Miguel: ¡Te estás clavando los puñales en el culo!

Pablo (voz afeminada): Cada uno tiene sus armas. (Continúa ahora sentado
encima, tirando de las partes del almohadón que están sujetas al piso por los pies de los
otros. Finalmente libera al almohadón y lo tira lejos.)

Marta (a Miguel): Miguel, sé la parte negra.

Miguel: Desde la parte negra de la ficha soy omnipotente. Yo me siento más


grande que tú, más potente. No necesariamente por el color, tú eres lo bueno y yo lo
malo. Vamos, tal vez te necesito un poco más chico de lo que eres.

Marta: Repite.

Miguel: Tal vez te necesito un poco más chico de lo que eres. Estamos juntos,
hacemos una unidad. Yo soy el más grande, el más potente, el que está ganando.
Necesito de la experiencia tuya. Si nos juntamos ganamos el partido. Si tú te vienes
arriba y yo voy abajo, vas a ser más chico para jugar en este tablero. Si me das tu
experiencia y tú vas abajo, ganamos mientras las otras se pelean por quién va arriba y
quién va abajo.

Marta: Sé la parte de abajo de la ficha.

Miguel: Lo que dices es muy lindo, pero estoy cansado de estar abajo. Acá no
puedo respirar. Necesito ganar mi pequeña victoria, darme vuelta y mirar el tablero.

Marta: Trata de buscar una posición que te permita mirar el tablero sin perjudicar
el juego.

Miguel: Acá de costado es como si estuviera espiando.

Marta: ¿Qué hiciste?

Miguel (acostado de perfil): La parte negra me cubre los pies, el torso. De la


cintura para arriba está la parte blanca. Esta posición me permite ver el tablero sin
entorpecer nada.

Marta: Ponte de pie, coloca frente a ti la parte negra y la blanca.

Miguel: La parte blanca soy yo, la persona. La parte negra es mi contorno. Mi


contorno es una felpa que no tiene vida propia y si no la sostengo se cae.
Marta: Dile eso a tu papá.

Miguel: Eres una felpa, no tienes vida propia, si no te sostengo te caes.

Marta: Sé tu papá y contéstate.

Miguel: Yo soy débil. Si no me sostienes me caigo, pero sin mí no puedes ganar el


partido. Ahora estoy arriba de ti y domino el juego. Lo menos que puedes hacer por tu
papá, que te quiso pero a su manera, es sostenerlo en este momento.

Marta: ¿Qué sientes?

Miguel: Siento responsabilidad para contigo. Nunca sentí tu afecto traducido en


cosas, sino palabras. No me acuerdo haber ido a una calesita, un parque. Me quisiste a
tu manera.

Marta: Repite esta frase “ ¡Ojalá hubieras sentido amor por mí, cuando yo te
pedía que me llevaras a la calesita!”

Miguel: ¡Ojalá hubieras sentido amor por mí, cuando yo te pedía que me llevaras
a la calesita!

Marta: ¿De qué tamaño te sientes? (Se lo ve más seguro.) Miguel: Más grande.

Ejemplo D. Simbolización grupal de conflictos

La simbolización grupal de conflictos es una manera de trabajar con todo el


grupo al mismo tiempo. Los pacientes traen .sesión temas diferentes, y desde esos
temas se extraen símbolos para cada problema en particular.

Cuando el conflicto de cada paciente se considera como par te de un todo


compartido, se puede trabajar con el tema común o con cada conflicto por separado,
según convenga a la situación grupal.

Ejemplo de simbolización grupal de temas individuales

Este tipo de trabajo resulta muy útil en aquellas sesiones en donde todos los
pacientes están ansiosos para que se trate lo suyo. Se detecta en la sesión angustia
general, dispersión y abundante material con temas dispares. Por ejemplo, un miembro
del grupo trae como tema la reagudización de los hongos que desde hace años tiene en
la espalda. Otro paciente habla de su violencia, otro de su miedo a la soledad. Un
paciente cuenta que está todo el día torturándose con diversos argumentos. Otro dice
estar programado, desde que se levanta hasta que se acuesta. Otra persona reflexiona
sobre un filón de angustia que siente todos los días a la hora de la siesta.

En este caso, la terapeuta pudo haber tomado el tema común subyacente —el
temor al desborde, a lo incontrolable—, mas prefirió abordar las temáticas individuales.
Se eligió este camino pese a que era necesario no descuidar lo grupal, dada la avidez y
competencia entre los participantes. Por la tensión existente, la terapeuta intuyó que
cada uno deseaba enfrentar su problema.

Cada paciente eligió un símbolo. El paciente que tenía hongos visualizó un


hongo gigante. La persona que no podía manejar su violencia imaginó una bomba de
tiempo. El que se desesperaba con su soledad, eligió la muerte con la guadaña.

Para trabajar con todo el grupo simultáneamente, respetando los símbolos


individuales como en este caso, la terapeuta propone a los pacientes que se sienten en
ronda con los ojos cerrados y se tomen de las manos unos a otros.

Cada paciente debe imaginar su símbolo en el centro del círculo y por tumos
espontáneos hablar en voz alta con él.

Si algún paciente llora fuertemente, golpea la alfombra o hace cualquier otra


manifestación en el momento en que se está expresando otro compañero, la terapeuta
no interrumpe el trabajo para atenderlo, se respetan los tumos espontáneos hasta que se
expresen todos. Si los pacientes tardan mucho en decidirse a hablar, la terapeuta elige el
orden en que deben hacerlo. Escoge primero a los que percibe más comprometidos
afectivamente. Los demás pacientes se quedan largo rato metidos en sus sensaciones
mientras esperan tumo para hablar. De esta manera, los pacientes descubren más
detalles sobre sus temas y afectos.

La terapeuta pide a los pacientes que, al dialogar con su símbolo, digan qué
beneficio les aporta retener el conflicto.

A medida que cada uno se va expresando, se hace evidente a todos cómo


necesitan el problema para mantener determinados roles neuróticos.

Lo que cada uno dice suele ser útil a los otros para completar sus ideas. Al estar
compenetrados cada uno en lo suyo, los pacientes escuchan en forma recortada lo que
dicen sus compañeros y toman de ellos sólo aquellas ideas o palabras que les son útiles
para abrirse más al tema propio.
En los comentarios posteriores a los trabajos, los pacientes relatan detalles de la
interacción con los compañeros. Por ejemplo, una dice: “Cuando habló A,
repentinamente comencé a tener una angustia intolerable y estuve a punto de irme de la
sesión.” Otro dice: “Sentí mucho alivio cuando habló C, porque él puso en palabras lo
que yo no podía decir; a partir de ese momento me relajé.”

Una vez que todos hablaron con su símbolo, la terapeuta les pide que se suelten
las manos. Les sugiere que, respetando turnos espontáneos, se sienten donde
imaginaban a su símbolo en el centro de la ronda. Desde ese lugar cada paciente se mete
en la sensación de ser el símbolo y habla consigo mismo, como si él continuara sentado
en la ronda anterior. Así, cambiando sucesivamente de lugar, hablan todos desde el rol
de símbolos consigo mismos.

Una vez concluida esta parte, la terapeuta sugiere a los pacientes que vuelvan a
sentarse en la ronda, cierren los ojos y se tomen de las manos. Nuevamente, y por
tumos, cada uno se contesta a lo que dijo desde su símbolo.

Cabe hacer notar que ahora otra vez están tomados de las manos. El objetivo de
la terapeuta es su intento de dar un mensaje no verbal; “como símbolo conflictivo están
solos y como personas están juntos”.

Estos dos momentos del diálogo —ser la persona y ser el símbolo— se repiten
tantas veces como sea necesario hasta que el paciente se conecta profundamente con el
problema y saca alguna conclusión.

Durante el transcurso de la sesión, los pacientes requieren tiempos diferentes


para procesar lo que va pasando con ellos. Si observamos, desde afuera, un corte
transversal de la sesión, en un momento dado podemos encontrar que un paciente dice
que está inmerso en la negrura más infinita o sintiendo vacío; otro paciente podría decir
que siente que no aguanta más, que se va a caminar por un parque. Otro paciente está
parado tratando de respirar profundamente, mientras que el que está al lado hace
gimnasia y otro se hace un ovillo.

Durante el trabajo hay un juego de proyección-introyección que sirve para bajar


las defensas, desestructurarse y luego reestructurarse. Algunos lo logran y otros no.

Cuando el terapeuta observa que el problema simbolizado ha perdido fuerza,


por lo menos para la mayoría del grupo, se suspende el ejercicio. La terapeuta pide a los
pacientes que abran los ojos, miren a sus compañeros y se dejen mirar. Así, ellos
vuelven a la realidad del grupo.
Si para alguno el encuentro con su símbolo queda inconcluso, en el sentido de
que no se agotó el diálogo o no logró ninguna conclusión, el grupo continúa trabajando
con é) individualmente.

Este estilo de trabajo brinda a los miembros del grupo la posibilidad de percibir
en una sola sesión múltiples estilos de resolución de problemas.

Simbolización grupal de la parte común de la problemática traída a sesión

Estos trabajos se realizan de manera muy similar a los llamados “simbolización


grupal de los conflictos individuales”. La diferencia estriba en que, en este caso, la
terapeuta toma el conflicto dominante como tema de sesión. Esta selección incrementa
la comunicación dentro del grupo. Aunque el conflicto es un emergente grupal común a
todos, cada paciente crea su propio símbolo para representarlo.

El trabajo comienza con todos los pacientes en ronda, tomados de las manos.
Cada uno imagina en el centro de la ronda a su propio símbolo de este tema común y le
habla; primero describen al símbolo y luego expresan lo que sienten por él.

En un segundo momento, ya sin tomarse de las manos, cada uno pasa al centro
de la ronda. Desde ahí, sintiendo que es su símbolo, mira al espacio vacío que ocupaba
antes y dialoga consigo mismo como si estuviera sentado aún en la ronda.

Después de varios cambios de roles, entre ser ellos mismos y ser el conflicto, se
observa que la mayoría de los pacientes se siente más fuerte que antes en relación con el
conflicto.

Desde el rol de personas, surge el “nosotros”. Los pacientes dicen: “nosotros te


vamos a mantener afuera, te vamos a matar. Ya no puedes con nosotros”.

La terapeuta pide a los pacientes que permanezcan tomados de las manos y que
imaginen en el centro de la ronda una forma que simbolice el conflicto de todo el grupo.
Luego, cada uno habla con este símbolo colectivo.

Si un solo miembro del grupo dice que él no comparte el problema con los
demás, la terapeuta le solicita que haga el ejercicio y exprese lo distante que está de ese
conflicto.

En una sesión, cuyo tema central era la tristeza, un paciente se rehusó a trabajar
porque no estaba triste. Le propuse que hiciera el esfuerzo de participar en el trabajo.
Terminó contando que hacía dos meses se había suicidado su suegra tirándose por el
balcón de la casa de él. Desde ese momento, él y su mujer vivían negando la tristeza.

Trabajo grupal de simbolizar la “parte común de la problemática” traída por los


pacientes a sesión

El ejemplo que se transcribe a continuación corresponde a una sesión de grupo


precedida de sesiones donde se trabajaron problemas vinculados con las figuras
parentales. Predomina en sesión la sensación de impotencia frente a los conflictos y
sentimientos de ambivalencia y escepticismo de poder solucionarlos.

Propuse al grupo esta manera de trabajar, porque brinda la posibilidad de hacer


un bloque —ser todos uno— en el momento en que se toman de las manos y están
enfrentados con sus temas conflictivos.

Como mi objetivo frente al lector está puesto en mostrar la secuencia técnica, la


sesión ha sido recortada y sólo figuran los trabajos de la mitad de los integrantes del
grupo. Me parece importante dar algunos datos de la historia vital de los pacientes
antes del relato de la sesión.

Comentario e información acerca de los pacientes

Peggy: Cuando se realiza este trabajo, tiene veinticinco años y aún vive con su
madre. Al morir su papá, la mamá, que hasta el momento había sido ama de casa,
asume la dirección de la empresa del esposo, pensando que cuando Peggy esté
preparada le va a entregar la dirección de la empresa.

Frente a cada nuevo novio de Peggy, la mamá trata de persuadirla de que ha


hecho una mala elección de pareja. Con tal objetivo, la madre invita sistemáticamente a
la casa a algún viejo pretendiente de la hija, combatido en su momento. Ella lo usa para
desbaratar la nueva relación de la hija. Con esta acción, la madre desvaloriza a Peggy, la
confunde y no la deja crecer.

Peggy: Reacciona haciendo crisis en las cuales se alcoholiza y protagoniza


pequeños escándalos callejeros. A través de estas crisis, busca ser aceptada por su
madre pareciéndose al padre, que también padecía esas crisis. Peggy trata de negar el
ataque materno siendo ella, a través de las crisis, quien expulsa a los novios. También
cumple el mandato paterno de acompañar a la madre, para lo cual se somete a ella.
En el momento en que se realiza este trabajo, Peggy había conseguido frenar las
crisis alcohólicas y tener una pareja estable. Más adelante, y después de muchas
vicisitudes causadas por los motivos antes descritos, se casa.

Liliana tiene cuarenta y tres años, trabaja, estudia y vive con su única hija
adolescente. En el momento en que se realiza esta sesión, está deprimida, ataca
envidiosamente a la hija y tiene ideas suicidas.

Tuvo una madre desvalorizante y su padre era perverso. Ella vivió en la


adolescencia un episodio erótico con su padre que ocurrió poco antes de que los padres
se separaran. Liliana se casó con un psicópata, que la sometió a malos tratos, y se
separaron cuando su hija se acercaba a la adolescencia.

Ernesto es un profesional exitoso, casado, con hijos. Tiene una relación muy
intensa con la madre, que es una mujer profesional muy activa, igual que él. En este
trabajo sus aspectos femeninos (para él, la actividad) están representados por la
hiperactividad.

Ernesto se avergüenza de su papá y lo rechaza como figura identificatoria porque


es empleado público y no es intelectual. El reproche más profundo que tiene con su
padre es que no supo acercarse a él.

En este trabajo, Ernesto muestra cómo intenta usar a la mujer de cuña para
separarse de la mamá. Al final del trabajo dice: “Yo pensé en Dinamita, que es la pareja
de Batman, para romper el cemento (cemento que lo une a la madre)’’.

Noemí es hija única. Fue asmática de niña. Actualmente tiene cuarenta y ocho
años. Es soltera y vive con su madre de ochenta y tres años y una tía de sesenta y cinco
años. Compite con la tía por el rol ejecutivo de la casa. Las tres comparten un minúsculo
departamento céntrico que alquilan y que cada vez les resulta más difícil pagar.

Noemí sólo logra tener orgasmos cuando su ocasional pareja succiona sus
pechos. En su fantasía, sus pechos se confunden con penes. Al final del trabajo elige un
símbolo fálico, el obelisco, que representa su rol masculino hipertrofiado.

Alfredo tiene cuarenta y dos años, es casado y tiene hijos. El es el hermano menor
de una familia de tres hijos. Sus hermanos se casaron y se independizaron
económicamente de la familia primitiva. Alfredo quedó atrapado en el sistema familiar.
Trabaja a media cuadra de la casa paterna, secundando al padre en la empresa que éste
tiene. Su padre tiene ochenta años y no quiere jubilarse porque el trabajo es el único
lugar donde se siente potente; en la casa se somete, totalmente, a la mujer.

Alfredo y su padre hacen una pareja simbiótica; Alfredo es la parte pensante y el


padre, la afectiva.

El paciente describe a su madre como una mujer con constantes enfermedades en


sus órganos femeninos, de carácter dominante, fría e incapaz de dar aprobación o
afecto. En el trabajo que se presenta a continuación, la madre está simbolizada en la
berenjena-bomba.

Enganchado en este sistema vincular, el paciente no logra asumir el rol del


marido de su mujer. Ella está muy sola y comienza a tener problemas psicosomáticos.
Inconscientemente Alfredo prepara el terreno para repetir en su casa la historia paterna.

El cuerpo de Alfredo da la sensación de ser una armadura de hierro, debido a su


tórax muy ancho y a la rigidez muscular de sus brazos y piernas.

Tomás. Profesional exitoso, tiene una mujer depresiva. Aflora en él cierto temor a
ser dominado por sus afectos a los que relaciona con lo femenino, lo plañidero y lo triste
cuando tiene que ser duro y poner límite a otros.

La sesión comienza con un breve relato de cada paciente acerca de su estado.

Peggy: Estoy muy loca, incontrolable, y no sé cómo va a terminar mi vida. Me


pongo pésimo cuando imagino que mi novio no me quiere. Peleo con él por esa causa
hasta llegar a una situación límite para la relación. (Responsabiliza a él de la necesidad
que ella siente de dejarlo).

Voy a ir de vacaciones con un grupo de mujeres, estoy preocupada porque con


una de ellas tengo una relación extraña. Me comparo todo el tiempo con ella. Creo que
ella es mucho más linda, alegre y sonriente que yo. (Le pido a Peggy que la imite y en la
representación surgen rasgos que ella tiene cuando se alcoholiza.)

Liliana: Se me confunden las ideas. Soy una máquina de pensar. Tengo muchas
ganas de suicidarme. Acumulo frascos de tranquilizantes. Pienso que si los tomo todos
voy a poder detener mi cabeza de pensar. Una vez intenté suicidarme con pastillas.

Ernesto: No sé cómo hacer para parar de moverme todo el día; temo morir. (El
movimiento representa lo femenino, y la muerte, lo masculino.) Me enteré de la muerte
de un colega muy parecido a mí físicamente y en las cosas que le interesaban de la vida.
Marta: Imagínense cómo serían sus locuras y cómo se manifestarían ustedes
como locos. (Después de un largo silencio comienza a hablar Noemí.)

Noemí: Me imagino en un rincón sola. Me molesta el roce de la gente en el


colectivo y los malos olores; todos chocando con las carteras, los bultos, cada vez tolero
menos todo eso. (Se refiere a la estrecha convivencia con la madre y la tía.)

Marta (a Alfredo): ¿Cómo es tu locura?

Alfredo: Recuerdo una vez que fui a un hospital psiquiátrico. Me impactaron dos
enfermos, uno de ellos confundía las berenjenas con las bombas y no había caso de
convencerlo de lo contrario. Otro paciente decía tener una cabeza muy grande y en
realidad era normal. El doctor le dijo que lo iba a operar para achicársela, lo
anestesiaron y vendaron, pero luego de ello seguía con la misma idea. (Ríe.)

Ernesto: La locura es el movimiento continuo a gran velocidad. Es estar siempre


apurado y haciendo varias cosas al mismo tiempo. Su contrapartida es la muerte.

Tomás: Es una cosa desinflada, por un momento, como un títere. Es la depresión


en un momento y, en otro momento, es estar inflado.

Liliana: Locura es el desorden de ideas. No entiendo, de pronto, el inglés que


estudio hace veinticinco años. Estoy con-

fusa y tengo ideas de suicidio. Tengo dos frascos de comprimidos y voy a pedir
más. Temo que no sean suficientes para liquidarme; son una tentación porque si los
tomo se acaba todo.

Peggy: Me veo en un patio, con harapos, sentada en el suelo, agarrándome los


pies con las manos, levantándolos en el aire y volviendo a golpearlos en el suelo. Me
veo en esa escena, diciendo: “Lo perdí todo, me quedé sola.” Digo esa frase muchas
veces. (La madre le dice: “Soy lo único que tienes.”)

Marta: Siéntense en círculo tomados de las manos. De a uno, por vez, hablen con
la locura como si ésta estuviera en el centro del círculo.

Ernesto: Locura, me tienes podrido, me haces estar todo el día en movimiento. Si


no estás, me parece que no existo.

Marta: ¿Cómo ves a la locura?


Ernesto: Veo al Ernesto de todos los días. Te veo, Ernesto, moviéndote tanto que
no sé lo que hay detrás. Te mueves tanto, hablas tan rápido que si no te mueves es como
si no estuvieras; como si estuvieras muerto. Es como si tu movimiento fuera un
estímulo extraño. El miedo a no moverse.

Alfredo: Tú eres lo irracional, el no aceptar la realidad tal cual es. El aceptar


únicamente lo que crees que es cierto. El cerrarse a todas las evidencias.

Marta: Repite: el cerrarse a todas las evidencias. Permítete crear imágenes que se
relacionen con esta frase. ¿Cómo ves representado esto?

Alfredo: Me veo hablando solo, gritando, discutiendo sobre algo que creo que es
así y en realidad no es. No estoy escuchando.

Noemí: Yo te acuso, locura, de transformarme en un ser susceptible, quisquilloso,


ermitaño, alejado de la gente.

Marta: ¿Cómo ves a la locura?

Noemí: Veo a alguien sentado en un banco de plaza. Hace unos años veía
mujeres solas, sentadas en fardos de ropa en la estación de trenes. Ellas hablaban solas y
la gente pasaba indiferente.

Peggy: Locura, yo te veo personificada, agarrándote los pies o golpeando la


cabeza contra la pared. Estás tan dentro de mí que no concibo vivir sin ti, sería todo
demasiado fácil. Cuando me venzas, yo no me voy a recuperar más.

Marta: Repite esa última frase.

Peggy: Cuando me venzas, yo no me voy a recuperar más.

¡La siento muy real!

Tomás: Locura, realmente no estás en frente de mí, somos uno, como viejos
amigos, como chanchos. Cuando te desinflas me tiras a la mierda, me cuesta volver a
remontar. Creo que no te quiero echar, sino hacer un pacto de no agresión. Estamos en
el sube y baja. En parte lo tomamos como un juego.

Liliana: Locura, tengo bronca y me jode que yo te haya dejado instalar tan
cómodamente. Odio esta imagen mía contigo adentro. Contigo adentro me siento
quejosa, bloqueada y sin poder pensar.
Marta: ¿Cómo ves a la locura delante de ti?

Liliana: Como una cosa sin vida, totalmente apagada, muda.

Alfredo: Eres irrealidad total. No es cierto que seas verdad ni siquiera en parte.
Eres totalmente irreal. Me molesta la fantasía macabra, destructiva, que se infiltra en la
realidad y no me deja discriminar.

Tomás: Tú, locura, eres hija de puta. Por momentos me confundes. Pienso que
estás afuera, que manejo yo y tú dices que estás adentro de mí, que eres parte de mí. Yo
no puedo discriminar cuándo estás afuera y cuándo no. El problema es cuando no te
puedo recortar y sacar afuera, te mimetizas conmigo y te metes por todos lados. En
cambio, ahora estás tirada ahí como un trapo. Vamos a tener que firmar un pacto de no
agresión mutua.

Peggy: No te veo como a la locura a la que le hablé primero en el manicomio,


sino como una espiral. Pienso que sin ti estaría tan purificada.

Marta: Ahora, nuevamente se cambian de lugar y se colocan? donde recién veían


a la locura. Desde el rol “locuras” hablen de las ventajas que le brindan a la persona.

Ernesto: Cuando estoy eres activo. Tienes la sensación de estar en todos lados,
darle a cada uno lo que necesita. Tienes excelente ojo clínico. Tienes la imagen de
Batimédico, eres sagaz.

Liliana: Soy el justificativo perfecto para todas las cosas. La imagen de persona
inteligente te la borro de un plumazo. ¡Eres tan mala! Eres mala porque eres loca y no
porque eres mala. La verdad es que te vengo muy bien.

Noemí: Yo te convengo porque a pesar de no tener cosas materiales te hago


sentir bien. Dices que la fantasía es mejor que la realidad y te conservas nena
asombrada, y yo estoy en ti.

Peggy: Pensé que mi única función era enloquecerte. Además, nadie va a poder
decir: la tonta de Peggy se creyó que la quieren. Tú siempre muestras el otro camino.
Nadie va a decir: la tonta de Peggy se lo creyó.

Tomás: Te invado, y sin mí no puedes gozar los sillones cómodos. Cuando estás
bien, estás tan erguido que si no fuera por mí no podrías ni coger.
Alfredo: Yo no te convengo. Soy la ilógica. Tenme como última instancia cuando
no puedas ni con la lógica, ni con la realidad.

Marta: Ahora vuelvan a sus lugares. Cada uno debe imaginarse que en el centro
del círculo está la locura común como una sola cosa. ¿Cómo la ven?

Liliana: Yo veo al monopolio (risas.)

Noemí: Como el obelisco (risas).

Alfredo: Como una masa sin forma, que va cubriendo todo de silencio y paraliza
el movimiento.

Ernesto: Una cosa negra, cuadrada, pesada, cemento armado.

Liliana: Como una cosa gelatinosa, aguaviva que palpita y crece.

Peggy: Como un escorpión que atrapa a la persona con sus patas y la posee.

Tomás: Yo no la veo pero siento frío, sentado entre el escorpión a mi izquierda y


la medusa a mi derecha (risas).

Marta: Métase cada uno en la sensación de ser la cosa que acaba de describir. Una
vez que estén bien entregados a la sensación, hablen, de a uno, desde ese rol. No se
tomen de las manos.

Liliana: Soy una medusa. Me voy desarrollando, creciendo. Me estiro primero de


un lado, después del otro. Lato chiquito y me agrando en cada latido. Soy cada vez más
grande e invado todo, aplasto. Todo lo dejo abajo y tengo enorme poder. Puedo correr y
hacer lo que quiera.

Marta: Quédate un rato con esa sensación de poder.

Liliana: Soy enorme como un coloso. Puedo erguirme y destruir ciudades. Pongo
desorden donde hay orden. Cambio los afectos. Pongo obscuridad donde hay claridad.
Transformo todo en caos.

Peggy (muy concentrada, agachada en el piso, con los brazos estirados hacia
adelante, hace ademanes de avanzar con las manos en garra): Soy un escorpión que
atrapa a la gente. Inspiro confusión, duda, cuestionamiento, aturdimiento. Atrapo y no
libero más, excepto si cambio de lugar o se van a dormir.
Noemí (de pie, bien erguida, con los brazos pegados al cuerpo): Soy el obelisco.
Me encanta estar en este lugar, en el centro de la ciudad. Me encanta que las cosas
importantes pasen acá. Yo las puedo ver y sentir. Puedo estar en un lugar amplio, sentir
el viento, los coches, las banderas que se agitan. Estoy en el centro de lo que vive y
palpita.

Alfredo: Soy una masa informe que crece, tapa todo, cubre todo, ahoga todo.
Crezco sin pausa, sin que se sepa cómo y por qué crezco. Simplemente crezco y cubro
todo de silencio y oscuridad. Siento que no tengo frenos, que puedo cubrir y tapar a
quien se deje tapar... El que no quiere ser tapado forma una muralla que tiene un poder
sobre mí que no conozco. La muralla me mantiene fuera y por más' que quiera taparlo,
no puedo.

Ernesto (sentado con las piernas a lo Buda, encorvado): Siento lo mismo. Soy una
cosa pesada que aplasta. No diferencio si somos nosotros el mazacote de hormigón
armado y si, además, los que estamos abajo somos nosotros mismos apretados.
Nosotros somos también los hierros del hormigón.

Tomás: Soy frío, oscuridad. Frío de navegar entre estrellas.

Marta: Ahora, vuelvan a sus lugares en la ronda. Tómense nuevamente de las


manos y hablen con todos estos fantasmas que recién representaron.

Ernesto: A la medusa, Raid (se ríen).

Tomás: O sol y sal.

Liliana: Sí, más que sal necesitaría pimienta (ríen).

Marta: Háblenle a todos los fantasmas juntos. (Hubo momentos dramáticos, pero
ahora se nota en el clima grupal que el problema, perdió intensidad.) Perdió fuerza, ¿no
es cierto?

Liliana: Totalmente, ni me toca la medusa.

Ernesto: Yo pensé en la Dinamita, la pareja de Batman para romper el cemento


(se ríe).

Noemí: ¡Me encanta, recién ahora me doy cuenta!


Alfredo: Para mí eres controlable. Siempre que uno te quiera controlar (se
ríen).Tomás: Le daría zapatazos al escorpión. Pondría a tomar sol a la medusa y a mí
mismo para sacarme el frío.

Liliana: Te veo ahí cerca esperándome, metida en el fondo del cajón.

Marta: ¿Nunca la puedes tirar?

Liliana: ¡La manía de guardar las cosas!

Peggy: Yo sé que vas a volver ahora nomás pero, en este momento, estoy
saturada.

Ejemplo E. Trabajo de Luisa. El grupo ayuda a Luisa a expresar sus ideas

Para simplificar el material de esta sesión de grupo, solamente se presenta el


trabajo de Luisa. Los trabajos de los otros miembros del grupo no figuran aquí, así como
tampoco figuran todos los pacientes. Los restantes trabajos fueron hechos con técnica
gestáltica, mediante diálogo de opuestos.

En este caso, el grupo entero colabora asumiendo junto con Luisa los roles con
los que ella debe identificarse.

Luisa tiene pensamiento concreto, nivel de abstracción pobre y dificultades para


simbolizar. Solamente es posible trabajar con ella cuando el grupo completa sus ideas.

La colaboración con Luisa le da al resto del grupo más datos sobre sus propios
conflictos. Al finalizar el trabajo con Luisa, la terapeuta pide al grupo que cada uno
recuerde lo que dijo desde los diferentes roles. Luego cada uno se dice a sí mismo lo que
antes dijo a Luisa. Finalmente, el grupo comenta lo sucedido intercambiando ideas.

Información acerca de los pacientes

Este grupo es el mismo del ejercicio anterior.

Se agregan aquí datos de las historias personales de Julio y Luisa porque estos
pacientes no figuran en lo expuesto en el ejercicio anterior.

Julio tiene cuarenta y cinco años. Es profesional y padecía de una psoriasis


crónica. Tiene un hijo que vive con su ex mujer y al que él ve esporádicamente. Este
paciente, que tiene un precario desarrollo de su identidad sexual, describe a su padre
como distante. En el trabajo dice: “El violín de mi padre y la pistola estaban sobre el
ropero.” Violín y pistola son, para él, símbolos masculinos, paternos. La caja del violín y
el ropero son símbolos femeninos maternos. El paciente se relacionaba con el padre a
través de un intermediario que era la madre. En otras palabras, él sólo puede llegar a lo
masculino a través de lo femenino.

Julio se enamora de mujeres casadas a cuyos maridos conoce. Inconscientemente,


intenta poseer a los hombres a través de sus mujeres. En una de esas ocasiones, salió
con la mujer del jefe (inconsciente sustituto paterno). Busca con estas mujeres
situaciones eróticas en las que puede ser descubierto por su rival (marido de la mujer-
padre). Trata de satisfacer, a través de la pareja con la que se enlaza, ansiedades
infantiles no resueltas.

Luisa tiene cuarenta y ocho años, es separada y vive con su hija. Tiene problemas
con su identidad femenina, dado que su aspecto es más bien viril. Siendo muy joven
padeció de un fibroma uterino, a raíz del cual le extirparon medio útero.

Eligió como pareja un hombre débil, artista plástico. Siendo novios, él la deja y se
va a Europa en busca de fama y fortuna. Ella, tomando una actitud activa, vende su
piano y con ese dinero se va a buscarlo. Regresan juntos y se casan. Ella lo mantiene
económicamente. El trabaja en el taller pero no logra vender sus obras.

Pese a las aseveraciones de los médicos de que no podría ser madre, Luisa se
embaraza y tiene una hija. Durante el embarazo la pareja se rompe, al desaparecer el
contrato inconsciente de que el hijo es él. El se casa con otra mujer potente y Luisa
queda sola con su hija, a la que siente como su obra.

En su mundo interno Luisa compara a su hija con los cuadros que su marido
crea. Esta hija, por momentos, no tiene el valor de persona, sino de un objeto para
competir con el marido.

Desarrollo de la sesión

La sesión comienza con mi propuesta al grupo de que se relajen e imaginen que


van a la casa de su infancia. En esta casa deben reconocer los objetos que fueron de
ellos, sentir su olor, tocarlos y descubrir qué afectos evocan a través de ellos. Después
de estar un rato inmersos en la fantasía deben volver a la realidad del consultorio.

Julio: Vi el violín de mi padre dentro de la caja negra de madera. Salía el olor de


la cera del arco y el olor de la madera del violín. Sentí el ruido a hueco al depositar la
mano bruscamente sobre él. El violín estaba arriba de un ropero donde lo dejaba mi
padre. También había un revólver cuarenta y cinco. El violín era algo muy querido y
muy distante. Me gustaba cuando mi papá tocaba música. (Dirigiéndose a Marta.)
Después me quedé dormido y no sé si propusiste alguna otra consigna, estaba
profundamente dormido.

Tomás: Me rompí una pierna a los once años y empecé a coleccionar estampillas.
A todo el mundo lo volvía loco pidiéndole estampillas en hueco relieve, creía que tenían
gran valor. No encontré otro objeto que me perteneciera, pero el jardín, su fragancia y la
terraza eran míos.

Noemí: Yo vi figuritas con las que jugaba con mi mamá. Vi un aromo y un banco.
Mi mamá me llevaba después del colegio a la casa de una tía; llevábamos tortas de coco.

Alfredo: En esta fantasía no ubiqué mi juguete preferido más allá de los once
años. Pude encontrar a los nueve o diez años un triciclo y otras cosas, que me gustaban
mucho, como ser un carrito, una radio.

Rosita: Escuché de la casa vecina al consultorio la canción del “Árbol del olvido”,
en guitarra, y no te escuché la fantasía que nos propusiste. (Es interesante destacar que
tanto Julio como Rosita encontraron caminos para evadir el encuentro con el pasado.)

Luisa: Me vi a los cuatro años cuando estaba enferma de los oídos. Mi papá me
traía muñecas hermosísimas. Lo primero que hacía yo era sacarles los vestidos para ver
si caminaban o hablaban, luego las rompía. En una época tuve muchas muñecas. Me
veo después más grande, disfrazándome y bailando danzas españolas con mantones,
recortando actores de las revistas y haciendo álbumes. Me quedaron más grabadas las
muñecas porque quería que tuvieran vida.

Marta (dirigiéndose a Luisa): Luisa, colócate en el centro de la habitación y


métete en la sensación de ser la muñeca.

Luisa: Soy una muñeca de material duro. Tengo un lindo vestido, no tengo
movimientos (largo silencio).

Marta: Siendo la muñeca, habla con Luisa.

Luisa: Eres igual que yo, estás siempre en el mismo lugar. No te mueves; haces
siempre lo mismo.

Marta: Cámbiate de lugar, sé tú misma y contéstale.


Luisa (permanece en silencio): No se me ocurre nada.

Marta: Ahora le voy a pedir al grupo que cada uno elija el rol que le parece que le
va a salir más fácil. Se van a identificar con la muñeca o con Luisa y van a hablar desde
cada rol, compitiendo con los que juegan el rol opuesto. Los que hacen de Luisa se
agrupan a mi derecha y los que hacen de muñeca a mi izquierda. Tú, Luisa, vas a
cambiar de lugar, sentándote alternativamente junto a los que hacen de muñeca o junto
a los que hacen de ti misma. Una vez que te identifiques con el grupo que habla, repites
solamente aquellas oraciones de tus compañeros que tú también dirías desde ese rol.
(Primero se dispone a hablar el grupo que hace de Luisa.)

Tomás: Puedo hacer cosas. Ponerme en la posición que yo elijo, ir donde quiera,
hacer lo que yo determino. Estoy vivo, tú no. Soy dueño de mis movimientos. Tú, en
cambio, estás sin vida, sin movimientos. No puedes pensar como yo. Eres un objeto que
depende de mí, nada más que un pedazo de plástico.

Marta: Luisa, habla tú con la muñeca aprovechando que tu compañero te dio


palabras. Repite de las cosas que él dijo aquellas que tú también dirías.

Luisa: Todas, absolutamente todas.

Marta: Díselas tú a la muñeca.

Luisa: Yo puedo ir adónde quiera, me puedo mover, hacer cosas. Puedo hacer lo
que quiera, ponerme derecha, no como tú, que estás sin vida, sin movimientos. Eres un
pedazo de plástico, en una palabra, yo tengo vida.

Marta: Cámbiate de equipo ahora y responde. (Luisa se coloca junto a los que
hacen el rol de muñeca. Nuevamente no puede decir nada desde el rol. Después de un
rato, uno de los yo auxiliares comienza a hablar.)

Alfredo: Es lindo ser una muñeca como yo. Me gusta que me arropen, me lleven
a pasear, me busquen los lugares más lindos para estar. Me gusta que los chicos me
besen, me mimen. No tengo problemas de vivienda, siempre algún lugarcito voy a
tener.

Tomás (se cambió de lugar hacia el grupo de las muñecas): No tengo que decidir.
Dejo que las cosas me pasen. Servimos para que los demás se sientan vivos. Como soy
de material, no siento dolor. Los demás viven sus emociones a través de mí.
Marta (a Luisa): Repite desde el rol de muñecas las cosas con las que te
identificas.

Luisa: Como muñeca no tengo problemas, no tengo que ocuparme de nada. Si


me ponen en un rincón voy a estar bien igual. Si no me quieren, como no siento no
importa. No tengo que preocuparme absolutamente de nada.

Marta: Ahora vuelva a hablar el grupo que hace de Luisa.

Julio: Eres inanimada. En cambio, yo tengo vida, gozo. Ustedes las muñecas son
muertos con una sonrisa pintada. A ustedes los hacen y deshacen a gusto. Para
calentarles hay que tirarles agua caliente. Yo tengo posibilidades de reír, de llorar,
ustedes no.

Luisa: Puedo tener pareja, hijos y estar sola si quiero. Si me arrancan un brazo
grito, protesto, en cambio tú, muñequita, estás arriba de la cama, arriba de la cama por
años. (Aquí Luisa habló, en forma espontánea, usando palabras propias, sin necesidad
de tomar las palabras del grupo.)

Noemí (como muñeca): Otra ventaja nuestra es que no pasan los años. (Ahora el
grupo habla espontáneamente desde uno y otro rol.)

Tomás (desde el rol de Luisa): La vida que ustedes tienen, muñecas, es la que yo
les asigno.

Luisa: Eres inmóvil, muy linda, pero sin vida. Tú no puedes tener pareja, hijos.

Julio (desde Luisa): Ni siquiera quiere tener algo.

Alfredo (desde la muñeca): Danos el valor que tenemos como muñecos. Sirvo
para estar en la fantasía de los chicos. Ayudo a que la fantasía sea más clara. No me
gusta que me comparen con un humano. Fui creado para una función y la sé hacer. Fui
creado para ser parte de la imaginación.

Marta (a Luisa): ¿Qué contestas?

Alfredo (desde el rol de muñeca): Si me sabes aprovechar te puedo ser útil. (Hace
rato que el grupo está proyectando sus propios conflictos a través de los roles de Luisa
y la muñeca.)

Luisa: Eres una cosa linda pero sin vida, tú no eres imprescindible.
Marta: Repite esta última frase.

Luisa: No soy imprescindible y puedo pasármela muy bien sin ti. (Aquí cometió
un acto fallido y dice que ella misma no es imprescindible.)

Marta: Sé la muñeca.

Luisa: Y si no me tienes a mí, ¿con quién juegas? ¿Con quién imaginas cosas?
Cuando vas conmigo por la calle y todos te dicen que tienes una linda muñeca, te gusta.
No es como para desecharme y decir que no sirvo para nada. (Cambia sola de lugar.
vuelve a ser ella frente a la muñeca y responde.) Es muy lindo lo que dijiste, pero en vez
de llevarte a ti en brazos es preferible llevar un bebé. Hablar con el bebé, divertirse,
quererlo y que te quiera. Entonces sí, uno puede sentirse bien. (Ella confunde a su hija
con una muñeca. Luisa considera que su hija es su obra y que las obras del marido son
los cuadros.)

Marta: Vamos a hacer un diálogo entre la muñeca y el cuadro.

Luisa (como muñeca): Eres un cuadro muy lindo. Eres exitoso y sin vida. Te
cuelgan en una pared, a veces te miran y a veces no. Te compran porque con el tiempo
te puedes valorizar, eres una inversión.

Julio (desde el cuadro): Me molesta la luz que me pusieron para que me vean
mejor. La luz acentúa mis colores y me realza el marco. Me gusta que me miren.

Noemí (a Julio): Pero no que te toquen.

Julio (como cuadro): Soy para ser colgado y no tocarme nunca más. Si me tocan
me manchan. (Julio tiene psoriasis.)

Luisa (como muñeca): Me gusta estar en brazos de Luisa; ella me acaricia, me


toca. Tú no tienes cabeza, cuadro; en cambio, yo sí. Soy una muñeca como no hay
muchas.

Luisa (desde el rol de cuadro): Yo soy único.

Luisa (desde el rol de muñeca): Yo también como muñeca puedo estar en un


lugar importante. A mí me cuidan muy bien.

Marta: ¿Qué tienes como muñeca que no tiene el cuadro?


Luisa (desde el rol de muñeca): Tengo contacto con las personas; en cambio tú
eres para mirar, no para tocar. (Desde el rol de cuadro.) A mí si me tocan me hacen
daño. Me tienen que cuidar del polvo, sol, humedad.

Marta (a Luisa): Ahora tú eres el cuadro. Trata de registrar cómo te sientes


respecto de la muñeca. (Luisa permanece en silencio.)

Alfredo (identificado con la muñeca, trata de estimular a Luisa para que hable):
Yo tengo afecto, cariño; en cambio tú no sabes si te compran por esnobismo o para tener
el dinero bien invertido. En cambio yo estoy tranquilo y juego con Luisa mi rol de
muñeca.

Luisa (desde el cuadro): Yo también cumplo una función, porque la gente ve


cosas en mí. La gente imagina cosas al mirarme. Para algunos soy un adorno en una
casa.

Marta (a Luisa): ¿Te gusta más la vida del cuadro o la de fa muñeca?

Luisa: Me gusta más tu vida de muñeca que la mía de cuadro, porque estás más
en contacto con las personas. Te pueden agarrar, tocar, llevar. Como cuadro, en cambio,
me cuelgan en la pared. Si se cae el clavo me rompo.

Marta (a Luisa): Habla con tu ex marido.

Luisa: ¿Qué le digo?

Marta: Lo mismo que la muñeca al cuadro y dale un ejemplo de ello.

Luisa (a su marido): Yo crié a la nena, es más importante que un cuadro. Ella


tampoco se puede volver a repetir y es la única obra que no tiene precio.

Comentario de la terapeuta

En lugar de trabajar con un paciente por vez. como se hizo en este material de
sesión, también se podría abordar con todos los pacientes al mismo tiempo. Para ello se
podría buscar un elemento sintetizador y unificador del material de sesión o bien usar
el método de simbolización grupal de los conflictos individuales.
Capítulo 12

CONSIGNAS ÚTILES EN PSICOTERAPIA

Test, juego y ejercicio

LOS TÉRMINOS test, juego y ejercicio se usan para denominar consignas que el
terapeuta da al paciente para que éste ejecute.

Una misma consigna puede ser usada como test, juego o ejercicio.

La diferencia entre ellos radica en la forma de aplicar la consigna.

Se usa la palabra test para referirse a la consigna que la terapeuta propone al


paciente para recoger información sobre un tema específico. También se usa la palabra
test cuando la terapeuta propone a su paciente la misma consigna, más de una vez a lo
largo de la terapia, para observar los cambios. Si la terapeuta propone una consigna
para disminuir la tensión o crear una atmósfera diferente en las relaciones humanas, se
la llama juego. Si la consigna de trabajo se usa para obtener nuevo material, para que los
pacientes exploren algunos temas o para reorientar la sesión, se la llama ejercicio.

Este capítulo está dedicado solamente a ejercicios.

Ejercicio 1

La terapeuta pide a los pacientes que se sienten en ronda, se tomen de las manos
y cierren los ojos. Cada uno se concentra en su mano derecha y en el contacto de ésta
con la mano izquierda de su compañero. La mano derecha entrega y la izquierda,
recibe. Utilizando turnos espontáneos, cada uno entrega verbalmente algo a la persona
que tiene a su derecha. Tiene que dar algo que supone que su compañero necesita.

En el momento de recibir la información, cada uno se concentra en su mano


izquierda, que es la mano que está receptiva. Una vez concluido este paso, los pacientes
cambian de ubicación en la ronda y repiten el ejercicio, dando y recibiendo de otras
personas.

Cada uno por tumos espontáneos repite en voz alta las cosas que dijo a los
compañeros que estuvieron a su derecha, pero ahora se dice esas cosas a sí mismo. Por
ejemplo, si antes dijo: “Te doy mi apoyo y comprensión’’, ahora dirá: “ Me doy mi
apoyo y comprensión”. El paciente se permite sentir cuánta necesidad tiene de darse a
sí mismo lo que dio a los otros.
Luego los pacientes comentan lo que creen haber recibido con su mano
izquierda, verificando si hay coincidencia entre lo que creen haber recibido y lo que los
otros dicen que le quisieron dar. Finalmente, el grupo reflexiona acerca de las
distorsiones de la comunicación que se produjeron y sobre las dificultades que tuvieron
para dar o recibir.

Ejercicio 2

La terapeuta desparrama en el piso un mazo de cartas. Cada paciente elige una


carta y se trabaja con lo simbolizado en la carta que eligieron. Son ejemplos de este
ejercicio los trabajos de Mariana y Linda.¹

Ejercicio 3

La terapeuta desparrama en la alfombra un mazo de cartas. Pide a los pacientes


que entre todos elijan una carta que represente al grupo. La terapeuta observa el
desarrollo de la discusión y toma nota de lo más significativo en la lucha por el
liderazgo (manejos verbales y no verbales, cómo se usan y en qué momento). Finalizada
la tarea de elegir la carta, la terapeuta propone que cada paciente recuerde en silencio
los manejos que utilizó para liderar la elección. Luego, con la ayuda de las notas que
tomó el terapeuta, se comenta el material. También se puede trabajar la simbología
proyectada en las cartas elegidas o especialmente descartadas por cada uno.

[1] Véanse los trabajos de Mariana y Linda en las pp. 94-137. (en el original)

Ejercicio 4

La terapeuta da a cada miembro del grupo tantas hojas en blanco como personas
hay en sesión. Cada paciente dedica una hoja a cada compañero y una a sí mismo.

En cada hoja escriben:

1) El nombre de la persona a la que está dirigida y su problema actual.

2) En qué lo ve errado respecto del camino por el que intenta salir del conflicto.

3) Pronóstico.

4) Qué cosa le molesta al que escribe respecto del que va a recibir el papel.

La terapeuta aclara que no deben firmar las hojas.


Supongamos que se trata de un grupo de ocho personas. Una vez que todos
escribieron, la terapeuta recoge las hojas, las mezcla y hace ocho pilas en la alfombra. La
terapeuta da a cada paciente una pila para que la lea en voz alta.

Una vez que todo fue leído se vuelven a hacer ocho pilas. Ahora en cada pila
están las hojas dedicadas a cada persona. Se entrega a cada paciente la suya. La
terapeuta les propone que subrayen en cada hoja lo que les gustaría modificar y que
escriban en el reverso de la hoja los beneficios que obtienen al continuar con el
problema subrayado.

Finalmente, cada uno lee lo subrayado y los beneficios que le aporta. Luego, cada
uno permite que los compañeros fantaseen sobre qué otros beneficios le aporta
continuar con el problema subrayado.

Ejercicio 5

Cada paciente piensa acerca de los mecanismos que usa para boicotear su propio
trabajo y el trabajo de sus compañeros dentro del grupo. Luego cada uno relata y
muestra dramáticamente lo que pensó y, finalmente, reflexionan todos juntos acerca de
lo expuesto.

Ejercicio 6

Un paciente por vez sale fuera de la habitación, pero se queda cerca de la puerta
para escuchar todo lo que se conversa adentro. Los restantes imaginan que el que se
quedó afuera no viene más al grupo. Comentan entonces en voz alta las causas por las
que piensan que ese compañero no volverá más.

Una vez que todos pasaron por el rol de “ausente”, se comenta la experiencia.

Este ejercicio resulta útil cuando hay un alto nivel de rivalidad y el grupo no
cuida de sus miembros sino que los expulsa. Muchas veces durante este juego, los
pacientes confiesan la intolerancia que tienen con el que no está presente en esos
momentos. Ellos pueden decir si realmente les gustaría que no viniera más y dar más
detalles sobre ese deseo. Pueden hablar de la culpa que sienten por haberlo agredido
alguna vez. De esta manera, se prepara el terreno para futuros trabajos en los que se
explore más a fondo lo proyectado en el que está afuera.

Ejercicio 7
Cada paciente escribe en una hoja, a la que no le pone su nombre, aquellas cosas
de su mundo interno que cree que jamás va a poder confiar a otro.

Deberán escribir, si es posible, la causa por la que creen que no pueden


comunicar ese tema.

La terapeuta explícita que no exigirá que lean o compartan lo que escribieron.

Una vez que hicieron esto, la terapeuta propone que aquellos que quieran
pueden entregar su hoja para mezclarla con las de sus compañeros y leerlas todas
juntas. En general, todos la entregan, y el que no lo hace al principio, casi siempre la
entrega más adelante.

El hecho de que las vergüenzas, miedos, culpas y dolores más hondos se


incluyan en el grupo, permite pasar de un clima de distancia, desconfianza y miedo a
un clima de buena comunicación.

Ejercicio 8

Los pacientes imaginan que van a un bar que se llama “La depresión”; allí está
absolutamente prohibido hablar de cosas buenas.

Los pacientes deben hacer un balance de todo lo malo que tienen y acompañar lo
que dicen con una postura y tono de voz coherentes. Cada uno investiga las
modificaciones que se producen en su energía y humor al tomar contacto con sus
aspectos depresivos y quejosos. En general, descubren que se sienten más tristes y
cansados que al comenzar el ejercicio. También los pacientes descubren cómo juegan
esos roles todos los días casi sin darse cuenta.

Ejercicio 9

Los pacientes se imaginan que van a un bar que se llama “Lo bueno es que...”
Allí está absolutamente prohibido hablar de cosas negativas o tristes.

Los pacientes deberán usar un tono de voz y actitud física coherentes con los
argumentos y hacer un balance de sus cosas buenas y de los gratos momentos vividos.

Se investigan, al finalizar la conversación, los cambios energéticos y de humor


que se produjeron en cada uno durante el ejercicio.

Ejercicio 10
Los pacientes se agrupan en parejas. Ellos se sientan como si estuvieran viajando
en un tren. Se imaginan que están sentados al lado de alguien desconocido y tratan de
comunicarse sólo con gestos. Luego pasan todos a otro espacio de la habitación, que la
terapeuta indica como el comedor del tren. Allí deberán cambiar de pareja y seguir
comunicándose por gestos. Luego de un rato vuelven al vagón y se sientan nuevamente
con su primer compañero. La terapeuta elige y muestra otro espacio que hará de baño y
propone que vayan cuando imaginen que lo necesitan. Finalmente todos recogen sus
valijas y salen por un angosto pasillo.

Este ejercicio permite jugar diferentes roles y descargar agresión.

Ejercicio 11

Cuando un paciente se va de alta, se le pide que se siente delante de cada


compañero. Mutuamente deben decirse lo que recibieron uno del otro. Este ejercicio
también es útil en el momento voraz-dependiente.

Ejercicio 12

La terapeuta pone música y propone que cada paciente dibuje algo que sienta
representativo de sí mismo, para lo cual ofrece papel y crayones o lápices de colores.
Una vez concluida esta etapa, cada uno muestra su dibujo y relata lo que quiso
representar. El resto del grupo expresa lo que siente frente a cada dibujo tratando de no
emitir juicios.

El objetivo de este ejercicio varía según el período que atraviesa el grupo en que
se lo utiliza. En un grupo en sus comienzos será útil para romper el frío inicial existente
entre sus integrantes y para que los pacientes se concentren en sentir en lugar de tratar
de pensar. En un grupo entrenado servirá, además, para que cada uno haga un trabajo
individual a partir de su dibujo o de lo que proyecta en el dibujo del otro.

Ejercicio 13

Sentados en ronda y con los ojos cenados, los pacientes se toman de las manos y
cada uno explora las manos de sus compañeros, tratando de registrar qué le dicen esas
manos acerca de la persona de su compañero. Una vez que todos realizaren esa primera
parte, cada uno dice en voz alta: “La persona que tengo a mi derecha es... y la persona
que tengo a mi izquierda es...” De esta manera, cada uno describe lo que intuyó acerca
de los integrantes de su grupo a través del contacto con sus manos y enfatiza ante el
grupo rasgos de sus compañeros.
Ejercicio 14

Entre todos los miembros del grupo deben crear una historia respetando la
consigna y secuencia que se expone a continuación.

Los pacientes se sientan en ronda y uno de ellos comienza la historia; siguiendo


un orden continúa cada uno de los otros.

Cada paciente relata tres trozos de la historia. Una vez finalizada esta etapa, cada
uno dice a los demás lo que sintió mientras componían la historia.

El material se escribe y su lectura se hace en dos niveles: a) individual y b) grupal


(dinámica básica).

a) Lo individual se pone al descubierto leyendo de corrido solamente los


fragmentos que una sola persona dijo a lo largo del cuento y saltándose
momentáneamente el material de sus compañeros.

En el relato que hace cada uno hay una secuencia y coherencia individuales. Esta
secuencia individual se da simultáneamente con la secuencia y coherencia grupales.

Para la realización de los trabajos individuales se buscan elementos polares


dentro del material de cada paciente. Cada persona trabaja solamente con su material.

b) La dinámica básica se pone de manifiesto leyendo el cuento en su totalidad.

En general, los grupos que atraviesan un período de desorganización, voraz-


dependiente o de condenación, no logran unidad temática.

El grupo que atraviesa un período intelectualizador, expansivo o elaborativo


suele buscar, espontáneamente, la unidad temática, y cada participante descarta parte
de su propio material para armar la trama común.

Este ejercicio es útil para comenzar una sesión prolongada cuando se conocen
todos sus miembros entre sí y el grupo está en condiciones de pasar a los trabajos
individuales. Este ejercicio también es adecuado para recoger más datos acerca de la
dinámica básica.

Ejercicio 15
Cada paciente cambia su ubicación rotando por los lugares que ocupa cada uno
de sus compañeros. Desde la sensación de ser el compañero que representa, se imagina
lo que ese compañero piensa y siente por él y se dice a sí mismo, en voz alta, lo que el
compañero le diría. Luego cada uno imagina que él mismo está en el espacio vacío que
dejó para ocupar el lugar del otro.

Este ejercicio sirve para calmar ansiedades persecutorias y revisar la propia


imagen.

Ejercicio 16

La terapeuta le da a los pacientes la siguiente consigna: de a uno por vez, pueden


hacer un diálogo imaginario entre su mamá y su papá acerca de él. Los pacientes
cambian de asiento para representar los diferentes roles.

El grupo atiende especialmente a la voz y a la actitud corporal del que trabaja.


Luego, entre todos los pacientes, reflexionan acerca de lo que escucharon.

Finalmente, cada uno descubre, en silencie, algún tema que evitó enfrentar y, si
quiere, lo comparte con el grupo.

Ejercicio 17

Cada paciente relata al grupo un día de su vida y los compañeros registran lo


que sienten al escucharlo. Una vez que todos hicieron el relato, cada uno comenta lo que
sintió al escuchar a los demás y frente a su propio relato.

Ejercicio 18

Cada paciente determina cuál es su conflicto más importante y elige un


compañero que representa el polo opuesto a su problema. Si el compañero piensa que la
elección es correcta, se procede de la manera que sigue: las parejas que representan
polos opuestos se sientan de a una por vez en el centro del grupo, espalda contra
espalda. Cada uno representa su polo y trata de mostrar sus ventajas.

Es importante que los pacientes permitan que su voz y su cuerpo acompañen al


argumento.

Cuando el rol que representa cada uno cambia francamente sus características, la
terapeuta propone a los pacientes que abran los ojos, se tomen de las manos, y sigan
hablando desde el rol integrador.
Ejemplo: Los polos elegidos fueron rigidez-blandura. Cada paciente elige un
símbolo para su rol.

Alfredo: Yo elijo una armadura para mi rigidez.

Laura: Yo elijo una ameba para mi blandura.

Marta (a los dos): Siéntense en la alfombra espalda contra espalda.

Marta (a Alfredo): Describe cómo eres.

Alfredo: Soy una armadura de hierro del siglo pasado. Pueden golpearme y
golpearme, que no me sacarán nada.

Marta (a Laura): Entrégate a la sensación de ser la ameba.

Laura: Soy una ameba y me desparramo. No tengo consistencia ni energía. Me


destruyen fácilmente. Soy tan frágil, tan leve.

Marta (a los dos): Cada uno hable con su opuesto desde el rol que representa.

Laura: Soy una ameba toda desparramada. No tengo límites precisos. Nadie se
atreve a exigirme nada porque me ven débil; en cambio, a ti, rigidez, todos saben cómo
atacarte.

Alfredo: No creas, yo soy duro, frío y por eso nadie se me acerca. Así como soy
no me pueden herir ni atropellar; en cambio a ti, sí te pueden atropellar porque no
tienes protección.

Marta (a los dos): Estén atentos a las sensaciones del cuerpo mientras hablan, no
las controlen.

Laura: Parece que no tuviera protección pero mira, mira (adelanta un brazo y
hace correr a todo su cuerpo hacia donde está ese brazo). Si me quieren exigir me
encierro, me cambio de lugar. Soy resbalosa y me escurro por cualquier prolongación
que yo misma me creo. En cambio, a ti, rigidez, todos te pueden exigir porque no tienes
escapatoria.

Alfredo: Creo que ninguno de los dos tenemos escapatoria. Yo espanto a la gente
con mi poca flexibilidad y tú no te comprometes con nada. ¿Me quieres decir dónde está
la diferencia? Los dos al final estamos solos.
Laura: A medida que iba hablando fui sintiendo primero que me desintegraba y
luego sentí más fuerte mi columna vertebral; la siento como un eje.

Marta (a los dos): Pónganse de frente y tómense de las manos.

Alfredo: Yo siento que todavía me queda un poco de armadura pero ya no es de


hierro, es de tela plástica, tengo ganas de arrancármela.

Marta (a Alfredo): ¡Hazlo!

Alfredo: Siento que respirando hondo se raja todo y la puedo sacar así. (Se pasa
las manos por el pecho.)

Comentario del Ejercicio 18

A medida que los pacientes hablan y escuchan al otro polo, los dos extremos
pierden fuerza y tienden a un equilibrio.

En este ejemplo aparecen rigidez y debilidad como defensa a situaciones muy


temidas. La debilidad defiende a Laura de la exigencia de crecer. Su vida es un
constante show de debilidad y fragilidad.

Alfredo pretende que la dureza y la rigidez lo defiendan de los atropellos de la


gente.

Cuando Alfredo terminó su diálogo con Laura, le propuse que continuara


trabajando solo. Le propuse que recordase las cosas que hace para que lo atropellen. El
descubrió que la máscara de rigidez que utiliza como defensa para que no lo atropellen
es un factor de provocación.
Parte II

PSICOTERAPIA DE PAREJAS

CAPITULO XIII

RELACIÓN DE PAREJA

19. La pareja y sus conflictos

En el adolescente y en el adulto joven se despierta la necesidad de que otro


cumpla para él el rol de su pareja. Como consecuencia de ello, surge posteriormente el
deseo de encontrarla. También se hace presente el deseo de ser necesitado en el mismo
rol por otro.

Procrear y tener una pareja son necesidades reconocidas del género humano.
Cuando alguien no encuentra pareja, puede convertir su búsqueda en la principal meta
de su vida. Si la encuentra pero no logra satisfacer sus necesidades vinculares,
concentrado en esta tarea, consume un alto porcentaje de su libido, que no queda
disponible para otras realizaciones.

Si una persona encuentra su pareja y se lleva bien, puede desplazar su libido más
fluidamente hacia diferentes intereses. A esta persona le queda entonces más energía
mental y creatividad a disposición de otras áreas de su vida y no se desgasta en el
vínculo.

Una vez constituida la pareja, ésta necesita dar significado a la unión. Para ello,
puede intentar repetir costumbres que dependen de lo aprendido durante su desarrollo.
Por ejemplo, legalizar la unión con el matrimonio civil y/o religioso. También la pareja
trata de cumplir en forma rutinaria roles que, conscientes o no, se asignan mutuamente;
por ejemplo, uno hace la comida y otro saca la basura.

Normalmente, en un compartir armónico y fluido, los miembros de la pareja


obtienen la satisfacción de sus necesidades vinculares.

Cuando la pareja se forma, ambos miembros coinciden en algunas de sus


necesidades vinculares; por ejemplo, pueden decir: “Nos unimos porque nos
enamoramos.” La pareja también puede satisfacer necesidades mediante intercambio.
Para ello, sus miembros asignan a las necesidades cuya satisfacción van a intercambiar
un valor equivalente en el vínculo y el equilibrio dinámico de la pareja; por ejemplo,
pueden pensar: “Compartiremos mi título universitario y la herencia de tu padre.”
Para satisfacer las necesidades vinculares, diremos que cada uno contrata al otro.
Estos contratos existen en todas las parejas y pueden tener partes conscientes explícitas,
partes conscientes implícitas y partes inconscientes.

Veamos un ejemplo: se trata de una pareja A que dijo que concretaron la unión
porque se enamoraron. Ambos querían formar un hogar y tener hijos (parte consciente
y explícita del contrato, cuyo significado era coincidente en ambos).

Después de una serie de entrevistas surge que, además, se eligieron porque cada
uno pensaba de sí que valía poco y quería un compañero ante quien ser igual. Ambos se
desvalorizaban y avergonzaban porque tenían padres alcohólicos. Esta parte del
contrato había sido inconsciente hasta ese momento.

En esta pareja, los objetivos conscientes e inconscientes de cada uno coinciden.

Otro ejemplo: una pareja B dijo que concretaron la unión porque se enamoraron
(objetivo común consciente y explícito en el cual coinciden las necesidades de ambos).

En las entrevistas que siguieron surgió que ella necesitaba un compañero para
mantener su status económico a través de él. También surgió que él necesitaba una
mujer que le ofreciera juventud y belleza erótica para superar la disminución de su
potencia física.

Además, ella necesitaba un señor mayor que cumpliera roles paternales, y él, una
mujer que lo acompañara en su vejez (contrato inconsciente en el cual también había un
intercambio que equilibraba la balanza de poderes).

Esta parte del contrato de intercambio de servicios era consciente para ambos,
aunque implícita. Esto permitía un equilibrio compensatorio de poderes. Ninguno lo
había explicitado antes al otro.

Otro caso: la pareja C dijo que concretaron la unión porque

se dieron cuenta, desde que se conocieron, que eran el uno para el otro, contrato
consciente compartido.

Más adelante surgió que él necesitaba una mujer que se ocupara de los hijos de
su primer matrimonio que habían quedado a su cuidado cuando la pareja se disolvió.
Ella necesitaba con urgencia un compañero para procrear, pues ya estaba llegando al
límite posible de edad. En forma consciente para ambos, pero no explícita, contrataron
la prestación de mutuos servicies.
Inconscientemente, él buscaba una mujer que no lo abandonara, por eso eligió
una compañera con defectos físicos visibles y no muy vistosa. Ella temía quedarse
solterona y no poder tener hijos por su secuela de poliomielitis, por eso eligió unirse a
una familia. Esta parte del contrato era inconsciente y permitía un intercambio de igual
importancia desde ambos lados.

Las necesidades de la pareja se van modificando y, por lo tanto, los contratos se


renuevan a lo largo de la convivencia.

La satisfacción de las necesidades del partenaire puede ser usada para negociar
posiciones en la lucha por el equilibrio dinámico y el poder. Por ejemplo, la pareja C
tuve nuevos hijos y debió renegociar parte del contrato porque la mujer, al tener su
propia descendencia, ya no necesitó más su viejo contrato de unirse a una familia y
comenzó a mostrarse intolerante con los hijos de él.

Para investigar los trastornos de comunicación de la pareja en los diferentes


momentos de la vida en común, resulta útil conocer estos contratos de necesidad.

La pareja crea códigos para comunicarse

Para satisfacer sus necesidades en la pareja, cada uno se comporta de manera que
genera en el otro las respuestas que él necesita. Estas actitudes se hacen repetitivas, se
convierten en patrimonio común y son el origen de los códigos de la pareja.

Estos códigos resultan de la asimilación, transformación y decantación de los


códigos individuales bajo la demanda de las necesidades.

Los miembros de la pareja viven en un espacio común; transcurren juntos y cerca


en lo cotidiano, en lo básico. La pareja comparte íntimamente, crea, procrea y ofrece
continentes y espacio para los hijos.

Durante la convivencia se dan las siguientes posibilidades de relación: pueden


ser el otro (simbiotizarse), ser con el otro (acompañarse), ser para el otro (entregarse),
ser al lado de otro (acompañarse), ser independiente del otro (ser autónomos).

20. Esquema de las posibilidades dinámicas en la relación humana


Normalmente hay un pasaje activo de una forma de relación a otra. Este pasaje se
da en proporciones adecuadas a las necesidades de la diada. Las posibilidades de pasaje
y las características que asume están condicionadas por las transacciones de los
distintos momentos de la relación y por los contratos de necesidad. El camino que la
pareja elige para el pasaje de una a otra forma depende de lo aprendido en el marco de
sus familias primitivas y de la creatividad individual de cada uno.

El vínculo exige a la pareja el acomodamiento de ambos a los permanentes


cambios que ellos mismos individualmente experimentan. Además, les exige
acomodarse a los cambios que la vida en familia y el entorno les plantean.

A lo largo de la vida, la pareja atraviesa desfasajes y reacomodamientos.

Un motivo frecuente de problemas se da cuando alguno de los dos modifica su


comportamiento aceptado por ambos muy drásticamente. Esta modificación puede no
coincidir con las necesidades del otro.

Ejemplos

Puede ocurrir que la pareja comience a funcionar, permanentemente, en forma


simbiótica, como un individuo dividido en dos cuerpos. Esto produce asfixia del
vínculo con pérdida de la individualidad y empobrecimiento paulatino del yo de
ambos. O bien puede ocurrir que una persona no madure adecuadamente, generando
sentimientos de sobrecarga, soledad y enojo en el otro que asume sus roles deficitarios.

Cuando la entrega es siempre en una sola dirección, se produce en el que se


entrega sensación de vaciamiento, frustración y dolor. También puede ocurrir que la
pareja abandone aquella forma de comunicación que le brinda la sensación de ser una
pareja y descubrir que la misma sólo era en apariencia, careciendo de un vínculo
afectivo y efectivo sólido.
A veces, alguno de los dos queda anclado en los primeros contratos. Esto se debe
a que esta persona no se va acomodando de acuerdo a las necesidades que el vínculo y
su situación le plantean. Con esta imposibilidad de acomodarse detiene el crecimiento
del vínculo y genera una relación estereotipada y frustrante.

La pareja puede llegar a la consulta porque sobrevive, como único contrato, la


necesidad de no quedarse solos. Es importante que el terapeuta acompañe a la pareja en
la búsqueda de nuevos contenidos que den sentido a la vida en común.

Siempre que la pareja pide ayuda es porque necesitan un cambio. Sin embargo,
puede ocurrir que uno de ellos sabotee permanentemente el tratamiento. Esto se puede
deber a que tiene que cuidar secretos intereses de algún viejo contrato de necesidad,
que encuentra satisfacción en la relación tal como está y no puede sobrevivir a los
cambios.
Capítulo XIV

TRATAMIENTO

21. Objetivos del tratamiento

Una pareja X pidió una entrevista por sugerencia de un médico amigo. A la


primera entrevista acudió él solo. Contó que estaba casado y tenía una hija de siete
años. Cuando la hija tenía dos años, él se separó de su mujer porque no se entendían. La
mujer fue a vivir con la madre y, de común acuerdo con él, se llevó a la nena. El no
toleró vivir sin ellas, y al año estaban otra vez juntos, pero nada cambió. Agregó en esta
entrevista que pensaba que la relación con su mujer podía mejorar. El no se quería
separar y, además, hacía varios años que quería tener otro hijo pero su mujer no
quedaba embarazada.

Sucedieron a ésta seis entrevistas más con la pareja, en las que surgieron los
siguientes datos:

La mujer tenía serias dificultades de expresión y se quedaba sin respuestas ante


preguntas muy simples. Ella daba la impresión de tener un mundo interno vacío. No
tenía amigas, no hablaba en las reuniones a las que acompañaba a su marido,
transformándose los encuentros sociales en una torrara para los dos.

El trabajaba como ejecutivo y era universitario recibido. Tiempo atrás, ella había
comenzado una carrera universitaria, pero la abandonó en el transcurso del segundo
año porque solo estudiaba si él la ayudaba.

Juntos se aburrían y la situación entre ellos se hacía más dramática los fines de
semana. Ella se aferraba-a la hija, a quien satisfacía en todos sus caprichos. La paciente
decía que se sentía como si aún estuviera embarazada de su hija. En los ratos libres, él se
iba a la cancha a ver un partido, dormía o miraba televisión comiendo chocolate.

Los contratos de la pareja eran los siguientes:

Contrato consciente (explícito al formar la relación): cada uno tenía necesidad de


separarse de sus padres y formar una familia.

Contrato consciente no explícito: se eligieron proyectando cada uno toda su


desvalorización en el otro (una persona mejor no se va a casar conmigo).
En el fondo, él quiso que ella fuera su mamá, lo cuidara y le diera de comer. El
resultado fue que ella hipertrofió su rol maternal, descuidó y luego abandonó otras
áreas de su rol femenino.

Ella quiso que él fuera su papá y le dijera cómo tenía que hacer todo. Así, en
algunas áreas, él fue cada vez más paternal y ella más nena.

Cuando nació la hija de ambos, ella lo abandonó como hijo y trasladó la relación
simbiótica madre-hijo a su nuevo vínculo con la hija. Esto desequilibró el contrato
inconsciente de que el hijo era él y se separaron. Finalmente, él se resignó en parte y
volvieron a vivir juntos.

Decidí continuar el tratamiento interrumpiendo las sesiones de pareja e


invitando a cada uno de ellos a participar en grupos terapéuticos.

En mi criterio, hubiera resultado más largo y costoso el tratamiento si continuaba


viendo a la pareja en forma exclusiva, dada la dificultad de vencer el silencio y la
parquedad de ella, que se combinaba con la creciente impaciencia de él.

Los dos necesitaban ampliar y enriquecer su entorno y saber cómo se manejan


otras parejas y otras familias. Ambos necesitaban deslindarse de las familias primitivas
y discriminarse dentro de la pareja que constituían. Los dos tenían que descubrir qué y
cómo compartir; tenían que resolver conflictos de identidad, descubrir sus valores y
crecer.

Elegí para ella un grupo que atravesaba un período expansivo; esto la podía
ayudar a mejorar su lenguaje verbal y su expresividad general. En el grupo ella podía
revisar, en forma indirecta, sus vínculos con la familia actual, la familia primitiva y el
entorno.

Para él, escogí un grupo cuyos miembros —en su mayoría intelectuales—


pasaban por un período con predominio de rasgos depresivos. Mi objetivo con él era
que lograra aumentar su tolerancia y paciencia hacia situaciones de lenta resolución.
situaciones iguales a las que atravesaba su grupo y su mujer. El también podía revisar
en el grupo sus vínculos y problemas de obesidad.

Hasta los seis meses de tratamiento no se observaron en ella cambios


significativos. Recién a esa altura, cuando ella comenzó a hacer alguna mejoría, él tuvo
un affaire con una mujer que, por su descripción, parecía también muy bloqueada. Dijo
en su grupo que se iba a separar de su mujer porque ya no la aguantaba más. Agregó
que prefería plantear la separación en una sesión de pareja porque temía por su mujer y
su reciente embarazo. En esos días, ella tenía hemorragia y amenaza de aborto.

La impresión del grupo y la mía era que él estaba asustado ante los cambios
incipientes de su mujer y ante el embarazo. Temía que ella lo dejara solo. Pensé que su
pedido de que yo estuviera presente cuando él comunicara a su mujer la separación era
un pedido de socorro.

Si tenemos en cuenta que en la primer entrevista él dijo que no se quería separar,


que quería que la relación mejorara, podemos suponer que me estaba pidiendo que lo
ayudara a visualizar lo positivo de los cambios, a no temerlos.

En la siguiente sesión de grupo con ella, le pregunté si estaba enterada y de


acuerdo en tener la sesión que él pedía. Contestó que sí, pero que él no le había contado
qué temas quería tratar. Yo puse cara de oler algo feo y agregué: “No me gusta cómo
evolucionan ustedes como pareja.” El grupo captó la situación; ellos también sentían
que se esforzaban mucho con ella, con escasos resultados. Trabajaron tres días y media
con ella. Las sesiones normalmente duran tres horas. Dejé que la sesión se prolongara
con el objetivo de endeudaría conmigo y con é grupo.

En síntesis, los compañeros trataron de convencerla de que para dejar aflorar lo


femenino debía abandonar su rol materna con el marido y su apariencia de gorda mal
vestida; debía se: sensual y cultivarse.

En el calor de la sesión, le sugirieron que quemara toda k ropa de su vieja


identidad. Los compañeros le mostraron cómo se paraba, caminaba y se expresaba. Le
mostraron cómo hacerlo de manera distinta y la hicieron ensayar. Había en sus
compañeros amor y enojo. No faltó quien dijo que ésa era la última oportunidad que le
daban, que ya estaban cansados de invertir en ella sin obtener resultados.

Yo fui a la sesión de pareja con dos secretos. Uno compartido con él y su grupo;
él anunciaría que la dejaba. El otro, compartido con ella y su grupo; ella iba a intentar
ser su mujer y no su madre.

Con intención de reforzar el esfuerzo del grupo cuya intensa sesión había sido el
día anterior, decidí que la entrevista de pareja se desarrollara en el salón del grupo.

Ella iría a la sesión prisionera entre dos contratos, uno viejo establecido con él
(ser su hija y ser su madre), otro, reciente, proveniente del grupo cuyo amor no quería
perder. Este último consistía en abandonar sus viejos contratos en la pareja para ser
solamente la mujer de él.

Primero llegó ella, muy elegante, con un vestido nuevo que armonizaba con sus
pulseras, hebillas, zapatos y cartera. Me comentó que había tirado la ropa vieja al
incinerador y que no sabía qué era lo que se iba a poner al día siguiente.

Después vino él. Al verla bien vestida y peinada quedó muy impresionado; pero
en cuanto pudo reaccionar, comenzó a evadir la mirada de ella y a poner su habitual
cara de tragedia griega. Esa cara tenía sobre ella el poder hipnótico de ponerle la mente
en blanco y hacerla sentir tonta.

Permanecieron en silencio, y cuando les pregunté si tenían algo que decir, ella
dijo que no. El dijo que sí, pero que hablaría más adelante porque no podía desconectar
su mente de la oficina.

Les propuse que cada uno imaginara y representara cómo serían los dos si fueran
árboles, qué actitud tendrían y a qué distancia estarían uno del otro.

Propuse que primero hiciera ella los roles y agregué dirigiéndome a él: “Tienes
que mirar atentamente lo que hace tu mujer y registrar qué sientes”.

Luego le pedí a él que representara los roles mientras ella lo miraba.

El objetivo de esta consigna era que él captara el nuevo ofrecimiento de ella: ser
su mujer, si es que lo lograba concretar. Lo que ocurrió fue que ella, tímidamente pero
con actitud seductora, recorrió la habitación para escoger los almohadones que usaría
para sus roles. Luego se ubicó sobre los almohadones y en la forma más artística posible
representó a los árboles.

Ninguno de los dos estaba profundamente concentrado en la consigna de trabajo.


Ella estaba centrada en cumplir su compromiso con el grupo. El estaba peleando con su
ambivalencia.

Cerca del final de la sesión, le pregunté a él que era lo que quería decir. Contestó
con una cara que trataba de disimular la alegría, que durante el transcurso de la sesión
había estado cuestionándose ideas previas a la entrevista y prefería revelarlas en su
grupo.

Salimos de la sesión sin haber hablado de los temas secretos, pero habiendo
trabajado sobre ellos.
Ella eligió una carrera universitaria breve, y sin demora comenzó a cursarla.

La relación de pareja sufrió rápidos y positivos cambios. Ambos orientaron sus


roles paternales hacia los hijos. Crearon además un espacio íntimo compartido con
intereses comunes. Las evidencias externas de este espacio fueron la dieta planificada y
compartida por ambos, las actividades deportivas, salidas en común y el apoyo mutuo
para las realizaciones individuales. Modificaron también su relación con las familias
primitivas, dándole más lugar a las abuelas con la nieta y cerrando la posibilidad de
intromisión en la pareja.

La nena pasó dificultades. Se terminó su rol habitual de barrera entre los padres
y, a su vez, la madre le dedicó menos tiempo. La madre comenzó a ponerle límites y a
responder de otra manera a los reclamos simbióticos.

La paciente dedicó parte del tiempo, que antes era de la nena, al esposo, al
estudio y a los preparativos para recibir al nuevo bebé. Ambos trabajaron la situación
con la hija en los respectivos grupos hasta lograr reencausarla al cabo de pocos meses.
Poco después del nacimiento del bebé, la pareja se fue de alta.

En síntesis, lo que se logró con el trabajo activo de ambos en los grupos fue que la
pareja tomara conciencia de la distorsión de roles y crearan objetivos adultos de
convivencia, en pareja y en familia.

En la terapia individual el paciente busca la esencia de sí mismo.

Primeras entrevistas

El objetivo más importante de las primeras entrevistas es comenzar a gestar un


vínculo entre los pacientes y el terapeuta; tomar contacto con el conflicto manifiesto y
plantear hipótesis acerca del conflicto latente.

El terapeuta deja que la pareja exprese libremente todo lo que quiera contar
acerca de lo que le pasa. Formula las preguntas que necesita para orientarse en lo que
sucede y comunica sus impresiones.

Si el terapeuta considera que puede ayudarlos, les propone nuevas entrevistas


diagnósticas. En estas entrevistas investiga si existe en ambos el deseo de preservar el
vínculo; averigua los intereses y posibilidades que tiene cada uno de escuchar las
expectativas del otro y hasta dónde puede y desea satisfacerlas.
Al cabo de varias sesiones, el terapeuta tiene una idea acerca de las características
del vínculo, madurez individual e interés en permanecer juntos.

El terapeuta comenta a los pacientes cómo piensa encarar el tratamiento. Luego,


les propone un contrato por tiempo limitado a partir de lo que su experiencia subjetiva
le indica acerca del tiempo aproximado que podrían necesitar.

En situaciones de mucha urgencia —pareja recuperable con hijos que está a


punto de romper la relación en malos términos— podrían ser necesarias dos entrevistas
semanales. El número de entrevistas se reduce a una, una vez que pasó el momento
crítico.

En general una sesión semanal de una hora a hora y media suele resultar
suficiente.

Durante el tratamiento, el terapeuta ayuda a la pareja a esclarecer y resolver los


diversos temas que traen a sesión. Los temas se superponen unos con otros. Con
algunos es posible avanzar rápidamente; en cambio, otros temas demandan mucho
tiempo.

Puede ocurrir que un miembro de la pareja esté maduro para enfrentar un


problema y el otro, aún no. En este caso es preferible no forzarlo y esperar, para revisar
temas especialmente difíciles, el momento en que ambos puedan aprovechar el trabajo.

Cuando la pareja crece en forma desigual, puede aparecer intolerancia en el que


cambia más rápido y existe riesgo de ruptura del vínculo. En este caso, puede ser
conveniente reforzar la tarea mediante un específico cambio en el esquema de
tratamiento. El terapeuta plantea que es apresurado tomar una decisión en un momento
en que la situación aparenta estar muy desequilibrada e incorpora a cada uno de los
pacientes en distintos grupos terapéuticos.

Mediante esta maniobra distiende la tensión de ruptura y abre nuevas


posibilidades. Además, desplaza momentáneamente la atención de la pareja hacia los
grupos. Dentro de los grupos, el terapeuta los acompaña en su crecimiento, ayudado
igual que antes por el conocimiento de las necesidades de los dos. Ahora cada paciente
cuenta con el grupo para revisar su mundo interno.

En los grupos, cada uno trabaja los problemas que se resisten a enfrentar en los
encuentros de pareja. Podría tratarse de contratos de necesidad inconscientes, influencia
de las familias primitivas en la pareja o mandatos parentales. En un encuadre grupal,
estos problemas se movilizan más fluidamente.

También el grupo brinda, aunque no es su objetivo, un grupo de pertenencia.


Este amplía la relación con el entorno de cada uno de los cónyuges. Esto es muy útil si
es que tenían un entorno muy limitado o pobre, como ocurrió en el ejemplo que
mencionamos.

Función del grupo en el tratamiento de parejas

En los grupos, los pacientes aprenden a discriminar las funciones, alcances y


responsabilidades de cada persona en el vínculo. Descubren cómo crear momentos
íntimos propios y compartidos.

Durante el tratamiento, los pacientes incluyen al terapeuta en la pareja.


Depositan en él toda su contradicción y confusión, pero el terapeuta no se debe dejar
distraer por ello.

El terapeuta siempre actúa a favor de los intereses de la relación. y sujeta sus


intervenciones a las necesidades del vínculo.

La función del terapeuta es seleccionar aquella información que le permite


generar cambios en los pacientes. Su presencia en los grupos de los dos facilita que
encuentre atajos para hacer crecer a las personas en aquellas áreas que son puntos clave
de sus vínculos.

Abordaje en sesión de los diferentes temas de la pareja

Durante el tratamiento, cada pareja trae como material de sesión diferentes


tópicos que están encadenados en un orden singular. El terapeuta ayuda a la pareja a
explorar los temas más profundamente, así como a hacer los cambios que pudieran
necesitar. Se trata de lograr que la pareja tome de cada tema y de cada sesión lo positivo
para el vínculo. El terapeuta trata de que el cierre de cada sesión sea a través de una
síntesis que rescate los puntos trabajados en ella y que sirvan para el futuro.

Los objetivos terapéuticos se cumplen de una manera fluida con la inclusión de


tests, juegos y humor. Con estos elementos, se proporciona un entorno sin solemnidad,
poco persecutorio, que ayuda a la pareja a bajar la tensión interna del vínculo. Muchas
veces, si bien no se puede lograr que los problemas dejen de existir, por lo menos pierde
fuerza la utilización que la pareja hace de ellos para mortificarse.
CAPÍTULO XV

JUEGOS

22. El juego como elemento terapéutico en la terapia de parejas

El juego sirve para elaborar situaciones irresueltas a través de la experimentación


y resolución creativa.

El juego usado como test aporta un valioso material. El trabajo a nivel simbólico
que se realiza con los juegos favorece la disminución de la resistencia. Cuando juega, el
paciente no controla lo que hace o dice, y esto facilita la inclusión de afectos y
situaciones muy temidas. El hecho de que los conflictos se puedan leer repetidas veces
desde los distintos juegos ayuda a concientizarlos.

Aplicación de juegos para detectar contratos de necesidad

Todas las personas tienen ideas conscientes e inconscientes acerca de lo que es su


pareja y de las necesidades que quieren satisfacer en ella. Estas ideas están incluidas en
los contratos.

El juego de la casa y el juego de las dos figuras humanas son útiles para revisar la
parte inconsciente de los contratos de necesidad.

Estos llamados juegos tienen una doble función: testifical y jugar. En


determinados casos resulta útil crear juegos específicos para el tema que se va a revisar.

A. Juego de la casa.

Consiste en que cada miembro de la pareja haga un dibujo de la casa en que vive,
con crayones o fibras. Deben usar los colores que le parezcan representativos de cada
parte de la casa. La consigna no aclara si se debe dibujar el interior o el exterior de la
casa.

Si los pacientes dibujan la parte exterior, podría indicar resistencia a mostrarse.


Una vez que los pacientes terminaron de dibujar y si no lo hicieron en el primer intento,
la terapeuta sugiere que dibujen la casa por dentro. Les pide, además, que incluyan la
parte que más les gusta y la que menos les gusta de ella.

Los pacientes proyectan en las distintas partes de la casa aspectos aceptados y no


aceptados de sí mismo.
Una vez hechos los dibujos, la terapeuta les propone que se los muestran
mutuamente. La terapeuta observa cómo los muestran. Esta parte del ejercicio arroja
datos acerca de la comunicación verbal, corporal y sexual. Se observa si los pacientes
están interesados en mostrar lo propio, si quieren conocer más acerca del otro y acerca
de lo que éste piensa. Se observa si el motivo del interés es competitivo (cuál dibujo es
mejor), o si hay otro tipo de interés. Puede ocurrir que uno de ellos muestre el dibujo
poniéndolo a distancia del otro o en una posición que obligue al otro a levantarse,
adelantarse o hacer algún tipo de esfuerzo para poder ver.

A veces, los pacientes muestran interés en el dibujo del otro sólo para usarlo de
introducción y. apoyados en esta manifestación de interés, hablar del dibujo propio.

Si la terapeuta considera oportuno señalar algo en esta etapa, recién lo expresará


cuando los dos hayan terminado de mostrar y de relatar lo que quisieron expresar en
los dibujos.

Se pasa luego a investigar y relatar, más a fondo, el material proyectado. La


terapeuta propone que cada paciente represente la parte que más le gusta de su propio
dibujo, hable desde allí y compita con la parte que más le gusta al otro. Luego harán lo
mismo con la parte que menos les gusta.

También se puede proponer que representen la parte elegida por el otro como
más linda o más fea, y dialoguen desde allí.

Ejemplo1

Miguel: Dibujé la casa de fin de semana. Me gusta el living. Es el lugar donde


pasamos los mejores mementos. Yo proyecté y dirigí la casa. Me gusta
arquitectónicamente. La buhardilla tiene todas las cosas que tengo que hacer y no hago,
están amenazándome. Me preguntan “cuándo te ocuparás de nosotras”.

Bárbara: Dibujé la casa donde vivimos actualmente, el jardín, el comedor con su


hogar que, en invierno, me gustan mucho. Abriendo los ventanales se ve el jardín y la
calle. El garaje es lo que menos me gusta, está desordenado, más sucio.

Marta: Cada uno va a representar, ahora, la parte que más le gusta de la casa que
eligió.

Miguel: Soy el living, soy lindo, sencillo. Estoy decorado modestamente. Estoy en
el campo y tengo más vista que la tuya.
Bárbara: Soy el living, estoy en el centro de la casa. Percibo lo que pasa en toda la
casa. Tengo un hogar en pleno centro y el control de todo. Yo percibo lo que pasa
alrededor de la casa mejor que nadie. En este living comenzamos una nueva etapa.
Compramos la casa juntos, la decoramos juntos, es de los dos.

Marta: Cada uno debe representar la parte que menos le gusta de la casa que
eligió y hablar con la parte que menos le gusta al otro.

Bárbara: Yo soy el garaje.

Miguel: Soy la buhardilla, siempre oscura. Me encajan todas las porquerías que
sobran; cosas rotas para arreglar. A ti, garaje, por lo menos te limpian, te sacan el coche:
en cambio, aquí tengo tierra de años.

Bárbara: Estoy mal hecho. En mí siempre queda agua acumulada, botellas vacías,
basura. Soy difícil de lavar porque se acumula el agua. Cada vez que sacan las
porquerías, surgen nuevas. En ti, buhardilla, en cambio, hay cosas viejas pero no
basura. Aquí hay agua sucia y grasa acumuladas.

Marta (a Miguel): ¿Cómo te gustaría ser como buhardilla?

Miguel: Me gustaría tener mejor comunicación, o sea un buen acceso. Quisiera


que no fuera necesario colgarse para entrar en mí. Quisiera ser más útil, tener
estanterías, guardar sólo lo que sirve, tener una ventana con luz natural.

¹ Véanse otros trabajos de Bárbara en p. 158. (En el original)

Marta (a Bárbara): ¿Cómo te gustaría ser como garaje?

Bárbara: Tener un piso de vereda acanalada, tener azulejos hasta arriba. No


quiero parecer un garaje, quiero parecer más bien un patio.

Comentario

La casa elegida por cada uno de olios pone de manifiesto sus roles en la pareja.
Miguel, que tiene roles femeninos pasivos, elige la casa de fin de semana.

Cuando realizó este trabajo. Miguel tenía cuarenta y cinco años y estaba jubilado.
Se sentía deprimido y viejo. Se levantaba tarde, preparaba un vermut, miraba TV,
ayudaba a los hijos a hacer los deberes y dormía. Al mismo tiempo, él sentía que en la
buhardilla estaba todo lo que tenía que hacer, amenazándolo. Desde la buhardilla, habla
de su desvalorización, de su aislamiento y de su hacerse cargo de los aspectos
femeninos de la pareja.

Bárbara tiene los roles activos-masculinos del vínculo. Ella eligió la casa donde
vivían cotidianamente.

En su trabajo, ella expresa que tiene el control de la casa cuando dice: “Tengo el
hogar en pleno centro y el control de todo. Yo percibo lo que pasa alrededor de la casa
mejor que nadie.”

Por la época en que se realiza este trabajo, Bárbara maneja su casa y la de sus
hermanos. El garaje simboliza lo femenino desvalorizado y sucio.

B. Juego de las dos figuras humanas

La terapeuta propone a los pacientes el siguiente juego: Cada uno debe dibujar
dos personas. La terapeuta no les indica sexo ni edad, sólo les dice que dibujen
personas. Cada paciente debe relatar
la historia del vínculo de los personajes de su propio dibujo. Luego, metiéndose
en la sensación de ser el dibujo del otro cada uno continúa y termina la historia relatada
por el otro.

Ejemplo realizado en las primeras entrevistas

Descripción de Miguel de su propio dibujo: Son un hombre y una mujer que


vienen caminando de lejos, no se sabe de dónde, y están bastante serios. El camino
parece ser llano, no hay nada alrededor. Se encuentran ante un montón de piedras, no
saben si van a poder o no pasarlas. Están parados delante de las piedras. No saben si
van a tener fuerzas para pasar las piedras. Están ahí estáticos.

Descripción de Bárbara de su propio dibujo: Es una pareja que viene por un


camino muy largo. Hice primero al hombre y luego a la mujer. Me dio ganas de ponerle
tetas a ella. Me pareció que venían de las montañas. Cuando le puse nieve a las
montañas tuve miedo. Pensé que habían llegado a un bosque. Del lado del hombre
había frutos y flores. No les pude dibujar la cara. Hubiera querido ponerles una sonrisa
y no pude. En un momento dado, me di cuenta de que en la hoja no tenía lugar para
hacer el camino para adelante.

Marta: Ahora les voy a pedir que se sienten en la alfombra, bien apoyados,
espalda contra espalda. Cada uno debe meterse en la escena que dibujó el otro y
continuar el relato del otro.
Miguel: Un bosque siempre es algo lindo, entra el sol entre las ramas, si hay
frutas es lindo recogerlas y comerlas. Nos sentamos en el pasto a comerlas. Es lindo, se
oyen los pájaros y hay olor a tierra mojada. Después que comemos la fruta, seguimos
por el camino. No hay peligro de perderse, siempre que esté el camino. Seguimos
caminando por el bosque.

Marta: Sigue caminando. ¿Dónde llega?

Miguel: Sería lindo que hubiera una cabaña con fuego, café caliente, olor a
madera. (Llora emocionado.) Quisiera que nos pudiéramos sentar ante el fuego y ser de
verdad nosotros dos, no tener bronca y además poder estar enamorados A veces, me
parece que ya no me acuerdo de cómo es eso.

Marta: Bárbara, ¡avié sentiste cuando él relataba?

Bárbara: Sentí tristeza.

Marta: Representa el dibujo de Miguel.

Bárbara: Estoy delante de las piedras, son marrones. No son tan grandes, pero sí
pesadas. Siento que tengo que sacarlas del camino, no treparlas. Son pesadas pero
posibles de sacar, pero veo que las voy a tener que sacar yo sola. Tengo que sacarlas y
me cuesta mucho. Como ellos vienen de una parte desértica, tengo la sospecha de que
uno saca las piedras y todo sigue igual. Hay un arbolito allá lejos y ese lugar es muy
llano. La sospecha es que después de venir de algo tan árido, es difícil que aparezca un
bosque con árboles que crujen y maderas para quemar.

Marta: ¿Qué resuelves hacer?

Bárbara: Sacarlas.

Marta: Métete en la sensación de sacarlas.

Bárbara: ¡Uh! ¡Son muchas! ¡Miguel no me ayuda! Repentinamente, se me ocurrió


que sacando las piedras aparecía un riacho de montaña y se ponía un poco más lindo el
paisaje. Uno se puede sentar al costado del riacho y mojarse los pies. Después del
esfuerzo de sacar las piedras, es bueno que haya un riacho para tomar agua (llora
emocionada). Es lindo poder bañarse y mojarse los pies. Es un río finito. Ahora, me
imagino que estamos en Córdoba, hay vegetación, pasto cortito y ovejas que vienen a
comer al costado. Los chicos nuestros están corriendo. Me veo a mí misma mojándome
los pies en el río, pero no lo veo a Miguel. Es como si tuviera que llamarlo porque se
quedó del otro lado de las piedras. Me gustaría que viera el río que tanto me emociona.
Quisiera que también le gustara a él. Los chicos están solos, corriendo.

Marta: ¿Hay algo que te impide llamar a Miguel?

Bárbara: Tendría que ir y decirle: ven. Tendría que agarrarlo del brazo. Empiezo
a sentir obligación. El tendría que estar también de este lado del camino, sin que yo
tenga que hacer el esfuerzo de traerlo. Él lo haría por mí porque yo lo empujo. El se
sentaría en el río pero no sabría si está o no contento. Soy yo quien va a buscarlo para
tener relaciones sexuales. Al principio no sé si está caliente o no; después de un rato de
incertidumbre participa activamente. Es como si yo deseara la alegría y el placer
espontáneos y no la vivencia, después de un montón de esfuerzo.
Marta: Miguel, ¿qué sentiste cuando ella relataba?

Miguel: Me gustó que encontrara agua y hablara de los chicos. Pensé que
estábamos juntos, mojándonos los pies, y ella dijo que no. Luego ella dijo que tenía que
arrastrarme. A veces no sé qué me traba, es como si ella misma me trabara con su
demanda exagerada de las cosas.

Comentario

Bárbara, que prácticamente no conoció a su padre, se identifica con una madre


fuerte y trabajadora. Ella proyecta en Miguel la figura ausente de su padre. Miguel,
identificado con una madre frágil y soñadora, encuentra en Bárbara la figura exigente y
dominante de su padre. Después de un tiempo de tratamiento, puede ser útil repetir el
ejercicio para evaluar los cambios. En este caso, los dibujos mostraron a los pocos meses
de tratamiento escenas de alegría, unidad familiar y amor.

C. Descubriendo juegos útiles para clarificar temas o situaciones específicas

En muchos casos, la terapeuta intuye que un determinado juego podría arrojar


mayor claridad en el tema o situación que se está tratando con los pacientes. En otras
ocasiones, la terapeuta crea un juego para un determinado caso, luego ese mismo juego
le sirve para revisar el mismo tema con otras parejas, como ocurrió con el juego de la
casa.
Ejemplo:

Miguel manifestó en varias sesiones que le molestaba que Bárbara fuera


materialista, rígida, organizada y concreta. El se describía a sí mismo como volátil,
etéreo y poeta.

La terapeuta pide a los pacientes que cierren los ojos. Luego toma la tapa de un
canasto tejida al crochet y la entrega primero a uno y luego al otro paciente solicitando
que describan lo que sienten al tacto.

Miguel: Se trata de una cosa tejida al crochet que tiene un borde redondo y arriba
una manijita.

Bárbara: Siento una sensación rugosa, suave en unas partes y áspera en otras.
Hay una elevación y luego se me hunde el dedo. Me da sensación de hundimiento.

Bárbara describe puras sensaciones y Miguel describe cosas concretas. Miguel


inmediatamente llevó al plano de lo concreto la sensación que recibió a través de sus
manos. El rechaza su necesidad de ser concreto y la proyecta masivamente en Bárbara,
criticándola luego. La terapeuta les da. después, una rosita de cerámica.

Bárbara: Se trata de algo suave, resbaladizo, que tiene onditas. Aquí tiene algo
que cruje.

Miguel: Acá hay un pedacito de papel. Está roto abajo. El papel sobresale. Tiene
forma de rosa. El objeto es suave y tiene puntas filosas; en el medio tiene un agujerito.

Este juego permitió explorar cómo, habitualmente, cada uno proyecta y ataca en
el otro ese aspecto de sí mismo con el que tiene conflicto.

D. Uso de juegos para explorar la incidencia del pasado en la vida actual de la


pareja

Los contratos de necesidad están influenciados y, a veces, determinados por los


mandatos parentales y los conflictos que cada uno tiene con la familia de origen, desde
épocas anteriores a la unión de la pareja. Esto significa que la pareja puede buscar
expresar o solucionar diferente tipo de conflictos a través de los contratos de necesidad.

Los juegos que a continuación se describen sirven para revelar cómo la


percepción del aquí y ahora está condicionada por el pasado. Pasado y presente se
superponen. Muchas veces los pacientes están más fijados al pasado que incluidos en el
presente. Por lo .tanto, el presente está condicionado por el pasado.

Los pacientes miran los acontecimientos a través de la subjetividad de la historia


personal. Ellos pueden usar a la pareja como telón de proyecciones en el cual repiten su
pasado y pelean con él. Cada uno pretende instrumentar en la vida en común códigos
de comunicación que el otro no capta ni entiende. Entonces, el mismo gesto o palabra es
comprendido por cada uno desde un código diferente.

Mediante juegos, con diálogos y escenas, se clarifica en sesión lo que cada uno
expresa a nivel corporal y verbal. Al cesar los profundos desentendimientos, se crea el
espacio mental necesario para lograr códigos compartidos satisfactorios y para rescatar
los ya existentes.

Ejemplo de un gesto comprendido por los dos desde un código propio

Recuerdo una mujer que tenía temor a la “cara de malo” que ponía su marido
cada vez que ella decía que quería trabajar. En el consultorio el marido representó esa
cara. El la encontró igual a la de su padre en épocas económicamente duras. Esa cara
significaba para el paciente “pobreza y tristeza”; también le recordaba las disputas de
su padre y su madre por dinero. Durante el trabajo con este gesto, las escenas derivaron
hacia un diálogo con el papá en el comedor dé la casa de la infancia. La casa estaba en
un pueblo al que se mudaron por razones de trabajo del padre. El paciente reprochó a
su padre la pérdida de sus viejos amiguitos, su barrio y otras cosas. En este diálogo se
pone de manifiesto el mandato paterno de que el hombre debe mantener a la familia y
la mujer tiene que quedarse en la casa.

Le pedí a ella que representara “la cara de malo”, para entender qué significaba
para ella. Tardó un buen rato en decidirse a representarla porque le daba miedo. Sobre
todo, la amedrentaba la mirada de malo. Ella decía que era una mirada que le quería
pegar, que la desaprobaba. Al representar ese gesto, ella sintió que era igual a un gesto
que su padre solía tener cuando ella tenía doce años y quería ir al baile con la hermana
mayor. Le pregunté qué situación parecida le estaba ocurriendo ahora, y contestó que
su esposo se enojaba mucho si ella salía a tomar el té con sus amigas. El decía que si ella
salía, los niños y la casa quedaban mal atendidos.

Después de este trabajo, ella dejó de usar el gesto de él para prohibirse cosas.
En este ejemplo, como en tantos otros, aparece el enlace del momento actual con
la infancia que provoca en ambos protagonistas una situación patológica que tiende a
repetirse.

A continuación se transcriben juegos que permiten trabajar sobre la incidencia


del pasado en el aquí y ahora.

E. Juego para parejas con hijos

La terapeuta propone que cada uno se imagine que en el lugar donde está
sentado el otro hay en realidad una persona extraña. A esta persona le deben contar
cómo es su pareja en los roles de madre o padre con cada uno de sus hijos. Deben hacer
el diálogo como si su pareja no estuviera presente en la habitación.

Miguel: Mi mujer es terriblemente exigente con nuestro hijo mayor. Ella se queja
de que él es muy desprolijo, y sin embargo es tan prolijo como los demás hermanos. Yo
creo que ella es intolerante con él.

La terapeuta le pide al paciente que recuerde cuál de sus padres se comportaba


con él de esa manera.

El paciente presta mayor atención a aquella parte del vínculo de su mujer con el
hijo que lo pone en contacto con su propia historia, en relación con sus padres.

La terapeuta le pide al paciente que repita el ejercicio en relación con los otros
hijos. Se observa que hay un aspecto diferente de la conducta de la mujer con cada hijo,
que él percibe especialmente.

Las personas neuróticas casi solamente registran, del vínculo de la pareja con los
hijos, aquellas cosas que tienen que ver con su propia infancia.

Luego la terapeuta le pide a la mujer que hable con su marido como si él fuera un
hombre extraño, y le cuente qué tipo de padre tienen sus hijos. La paciente dirá las
cualidades positivas y negativas del esposo con cada hijo. También se revisa eh qué
parte de su historia pasada hay coincidencia de conductas entre padres e hijos.

Este ejercicio permite averiguar situaciones no resueltas de la infancia. Cada uno


intenta revivir, cotidianamente, situaciones infantiles a través de la relación del cónyuge
con los hijos. Esto ocurre porque los pacientes confunden a su pareja con figuras
parentales y superponen las figuras de sus hijos con ellos mismos.
F. Uso de juego para explorar la relación con los padres

Cada uno imagina que en el lugar donde está sentada su pareja, en realidad está
sentado uno de sus padres. Terapeuta a él: “Tiene que mirar a su mujer imaginando que
en su lugar no está ella sino su madre. Tiene que superponer la figura fantaseada de su
madre con la real de su mujer. Le dirá a su madre lo que aprecia de ella y también lo
que le molesta.”

Una vez que el paciente cumplió la consigna, la terapeuta le pregunta a la mujer


cuáles de las cualidades que dijo su marido a la madre se las dice también a ella.

Se continúa trabajando con él, y debe imaginar la figura de su padre donde está
sentada su mujer. Al final del trabajo, el terapeuta pregunta al paciente qué cualidades
positivas y negativas de las que él dijo de su padre también se las podría atribuir a su
mujer. Luego ella hace los diálogos imaginarios con los padres.

En este ejercicio se investigan los aportes que hacen los dos para crear los
problemas.

G. Juegos para explorar la relación con parientes

Ambos pacientes acomodan almohadones sobre la alfombra, representando con


ellos a las distintas personas de la familia primitiva de uno de ellos (padres, hermanos);
pueden agregar a tíos u otras figuras que tengan influencia sobre ellos.

Los pacientes se sientan en los almohadones simbólicos de cada rol y


representando los personajes dan sus opiniones acerca de la pareja, su vínculo y
sexualidad.

Se confronta lo proyectado por uno y otro; de esta manera se ponen de


manifiesto los mandatos parentales, que es el objetivo de este ejercicio.

H. Juego para investigar la imagen de pareja que los pacientes transmiten a sus
hijos

Ambos pacientes colocan almohadones en círculo, representando con ellos a sus


hijos. Luego, asumiendo el rol de cada hijo sobre su respectivo almohadón, cada uno
opina acerca de cómo la pareja se lleva sexualmente, acerca de cómo son como pareja y
como padres. Después que los dos representaron a cada uno de sus hijos, se confronta y
evalúa lo proyectado.
Capítulo XVI

COMUNICACIÓN EN LA PAREJA

23. Explorando la comunicación

La terapeuta pide a los pacientes que conversen, mirándose a los ojos. También
solicita que respondan las preguntas que ella les formula, dialogando entre sí como si
ella no estuviera presente.

Desde la posición de observadora participante, la terapeuta fomenta el diálogo


directo en la pareja, investiga el lenguaje corporal y verbal y recoge datos para
encaminar la sesión. También, de esta manera, ella se evade fácilmente de los intentos
que los pacientes hacen de hacerle tomar partido por la causa de uno u otro en el
diálogo o disputa que mantienen entre ellos.

La terapeuta observa si la pareja se escucha mutuamente y si cada uno valora y


tiene realmente en cuenta las palabras del otro. Investiga si en las discusiones logran
expresar lo que quieren decir y si sacan o no conclusiones útiles para el vínculo.
También averigua si la pareja comparte responsabilidad y culpa de los problemas del
vínculo y si toleran frustraciones.

La pareja usa manipulaciones verbales y no verbales.

Por ejemplo, alguien comenta: “Julio es un excelente psiquiatra, pero en su


familia son todos locos.” Lo que la persona dijo a partir del “pero” pone en duda la
afirmación de que “Julio es un buen psiquiatra”.

Se llaman verbales aquellas manipulaciones en las que se usa la palabra y el tono


de voz para controlar, influir o determinar el pensamiento o la conducta de otro.

Se llaman no verbales aquellas manipulaciones en las que se usan las


posibilidades expresivas del cuerpo para manejar a otros.

Ejemplos

Una mujer, en las entrevistas de pareja, cuando no le convenía lo que su marido


decía, tomaba bruscamente su saco y se ponía de pie, sin emitir una sola palabra. Con
esta maniobra conseguía que el marido cambiara el tono y la dirección de la
conversación.
Con otra pareja ocurrió en sesión la siguiente situación: El hombre golpeó
violentamente con su mano un cenicero de pie que estaba entre él y su mujer, en el
momento en que ella decidía usar su propio coche que hasta el momento sólo usaba él.
El efecto de este golpe fue que ella se olvidara definitivamente de esta decisión.

La pareja puede hacer crecer las manipulaciones hasta que con ellas desplaza a
las personas del centro de la escena, convirtiéndose las manipulaciones en una de las
más importantes metas de la relación.

Las manipulaciones son usadas por la diada para mantener posiciones de poder
respecto del otro. Entonces es útil saber si los cónyuges están todo el tiempo en la
escalada de ganarle al otro o logran momentos de mutuo respetó.

También es útil averiguar si las manipulaciones afectan algunas áreas del vínculo
o todas, y con qué grado de complejidad las organizan.

Explorando la comunicación no verbal

Es muy común el uso de diferentes tipos de miradas para manipular. Muchas


personas acostumbran a hablar mirando el piso, el techo o cualquier lugar, menos los
ojos del interlocutor. Si esto se da, la terapeuta pone énfasis en este punto clave de la
comunicación. Ella pide a los pacientes que durante la sesión se miren a los ojos cuando
hablan. Si los pacientes no lo logran, la terapeuta propone ejercicios orientados a ese fin.

A continuación, se transcriben ejercicios ejemplificados decodificar mensajes no


verbales.

Ejercicio 19

Supongamos que, en una pareja, el hombre tiene dificultad para mirar a los ojos
de su mujer.

Terapeuta a ella: Ubíquese, de pie, en medio de la habitación.

Terapeuta a él: Camine en torno de su mujer, mirándola de cuerpo entero y


deteniéndose en su mirada un rato. Cierre los ojos. ¿Cómo está vestida su mujer? ¿Qué
expresión tiene ella en la mirada?

A veces los pacientes no logran hacer esta tarea que parece tan simple. No
recuerdan la ropa ni la expresión de los ojos. Miran sin ver.
Si así sucedió, la terapeuta propone lo siguiente:

Terapeuta a él: Métase en la sensación de que usted es ahora los ojos de su mujer.
Desde la sensación de ser los ojos descubra qué le quiere decir ella a usted.

Generalmente, después de haberse metido en la sensación de ser esos ojos,


pueden mirarlos comunicándose mejor, porque recuperan lo proyectado en ellos.

Ejercicio 20

Una mujer no soportaba la cara de asco de su marido; al marido le molestaba el


gesto despreciativo de ella.

Marta (a ella): Represente para su marido la cara de asco que él pone y que a
usted le molesta. Averigüe qué le quiere decir.

Ella (con gesto de sentir profundo asco): Me dice: “ ¡Eres una pulga! ¡Novales!
¡No te quiero!”

Marta (a él): Represente su propia cara de asco.

Él: Voy al baño, estoy sacando los paños de la menstruación de ella de la pileta.
Ella siempre los deja allí (pone cara de asco).

Marta (a él): Dígale con palabras lo que le dice con el gesto.

Él: ¡Te odio, chancha de mierda! No tengo por qué ver esos paños mugrientos en
la pileta. (Ella creía que la cara de asco de él era provocada por un estímulo diferente
del real. Aunque él le decía que le molestaba que dejara los paños de la menstruación en
la pileta, ella no quería registrar esta protesta. Ella necesitaba que él siguiera poniendo
cara de asco).

Marta (a él): Métase ahora por un rato en la sensación de ser ella. Represente la
cara de desprecio y averigüe qué le quiere decir con ese gesto.

Él: Te desprecio porque no querés hacer terapia.

Marta (a ella): Ponga su cara de desprecio cotidiana y dígale a él, verbalmente, lo


que le dice con el gesto todos los días.
Ella: Te desprecio porque no quieres tener relaciones sexuales conmigo, porque
te duermes mirando a la pared, no me tocas, no me abrazas. (En este momento continúo
trabajando con ella para que se dé cuenta de su cuota de responsabilidad en esta actitud
de él. Le pido a él que se ponga de pie y a ella que lo mire y le diga lo que no le gusta
del cuerpo de él).

Ella: No me parece muy macho, no me gusta que tenga las manos regordetas y
papada. Me da asco su piel que es muy escamosa. No me gusta la forma de su cuerpo.
Hace años, cuando teníamos relaciones sexuales, no me sabía acariciar. El era torpe, por
eso dejé de querer que me toque. Me molesta. Cada vez que se quiere acercar lo rechazo
porque no lo hace bien, es torpe.

En este ejemplo aparecen los siguientes datos relativos al vínculo: 1) El mensaje


de los gestos tiene un significado propio para cada protagonista. 2) La dificultad de
contacto físico era de los dos y no de uno solo.

Explorando la comunicación verbal

Es importante trabajar con el material proveniente de las discusiones o peleas


que los cónyuges tienen en el consultorio.

Después de escucharlos, la terapeuta propone que traten de recordar la frase


detonante y trabajar a partir de ella. El objetivo es obtener mayor flexibilidad en un
sistema de comunicación fijo, rígido, donde muchas veces la función de la pelea es
lograr algún tipo de contacto.

La terapeuta sugiere a los pacientes hacer el esfuerzo de no Ejercicio 21

Miguel: ¡Eres muy tonta! El otro día mis amigos se burlaban de mí y te quedaste
indiferente. No fuiste capaz de jugarte, de tomar partido por mí. ¡También, de la familia
que vienes no puede ser menos! ¡Por algo todos están en tratamiento psiquiátrico!

(La costumbre de Bárbara era hacerse cargo inmediatamente de todo lo que


Miguel le decía y dar una respuesta defensiva. La terapeuta propone que esta vez trate
de leer, en el mensaje de Miguel, solamente la parte que se refiere a él y a sus amigos).

Bárbara: El pide ayuda pero tiene que defenderse solo.

Marta (a Miguel): Transforme el ataque verbal en un pedido. Trate de expresar


sus sentimientos y deseos en forma directa.
Miguel (a Bárbara): Me hubiera gustado que tomaras partido por mí cuando
estábamos con mis amigos.

(La acusación se transformó realmente en lo que era, un pedido, una expresión


de deseo).

Las reflexiones de Miguel acerca de su propia frase le permitieron ver cómo


proyecta y niega su desvalorización, y cómo le pide a Bárbara que lo complete. Intenta
que ella se haga cargo de lo que él no puede, que es defenderse solo. Bárbara tomó
conciencia de su manera instantánea y defensiva de responder, con la cual capta sólo
una parte del mensaje.

Ejercicio 22

Bárbara (a Miguel): Eres frío, distante, sólo te importan tus I hobbies. (La
terapeuta pide a Miguel que no responda a la agresión y trate de leer qué más le quiere
decir Bárbara con esas palabras.)

Miguel: Bárbara me dice: “ ¡Ocúpate de mí también!” Marta (a Bárbara):


Transforma tu frase en un pedido.

Bárbara (a Miguel): Me gustaría que pusieras tanto cariño y dedicación en mí


como el que pones en tus hobbies. ¡Estoy celosa!

Ejercicio 23

Bárbara (a Miguel): Eres indiferente, egoísta. Solamente te interesan tus cosas.

Marta: ¿Qué sientes ahora mientras dices eso?

Bárbara: Rabia.

Marta: ¿En qué parte del cuerpo sientes la rabia?

Bárbara: En el pecho.

Marta: ¿Sobre quién actúa tu rabia?

Bárbara: ¡Sobre Miguel!

Marta: ¿En el pecho de quién la sientes?


Bárbara: En el mío (ríe).

Marta: ¿Cuál fue tu crítica a Miguel?

Bárbara: Que es indiferente, egoísta; puede pasar días en el sótano con sus
hobbies.

Marta: ¿Tú tienes hobbies?

Bárbara: No.

Marta: ¿Te gustaría tener alguno?

Bárbara: Sí, pero nada me gusta, nada me apasiona, y eso me da mucha rabia.

La terapeuta pretende mostrar cómo el ataque al otro es también autoagresión y


es una negación del verdadero conflicto que tiene consigo misma. Es útil mostrar cómo
el ataque a alguien con quien uno está unido es en última instancia una
autodescalificación.

En expresiones como las que siguen, hechas con el fin de aliviar rivalidad y
competencia, se observa la autodescalificación.

Bárbara (a los amigos): Si Miguel fuera un poco más dinámico, no estaríamos en


esta situación.

Miguel (a Bárbara, en presencia de los amigos): ¿Todavía no los convidaste con


nada?
Expresando afectos

Con los ejercicios, los pacientes comienzan a identificar con creciente precisión lo
que sienten en cada instante. A veces ellos logran describir las sensaciones que
componen sus sentimientos.

En cada sesión, la terapeuta trata de que los pacientes tomen contacto con los
afectos que surgieron durante su transcurso y logren ponerlos en palabras. Suele
ocurrir, en las primeras sesiones, que los pacientes no saben si sienten o no. Ellos
pueden no distinguir una emoción de otra, o les da igual pensar que sentir, porque les
parece que es lo mismo. Otras veces desvalorizan los sentimientos y consideran que
pensar es superior.

La terapeuta investiga los problemas que los pacientes tienen en esa área.
También ella evalúa si los pacientes pueden tolerar el miedo al propio cuestionamiento
al confrontar sus sentimientos con los de la pareja.

Ejercicio 24

La terapeuta propone a los pacientes que expresen las cualidades positivas que se
encuentran mutuamente y registren lo que sienten durante el ejercicio. Mientras uno
habla, el otro se deja sentir.

En muchas ocasiones, los pacientes no logran encontrarse mutuamente


cualidades positivas y se expresan de la siguiente manera:

Miguel: Ella es buena madre, es muy noble, es muy afectuosa con los niños.

Bárbara: Él es un padre que sabe estar con los chicos. Lo que tiene de bueno es
que se preocupa por nosotros.

En este ejemplo, los pacientes evitan hablar del vínculo porque se descalifican
mutuamente como pareja.

Luego la terapeuta pide a los pacientes que hablen de las cualidades negativas
que se encuentran mutuamente.

Ejercicio 25

La terapeuta propone a los pacientes que se acuesten y se relajen. Una vez que
alcanzaron la relajación deben imaginar que van por un camino hacia una gran galería
comercial. En la galería entran en distintos negocios: una tienda de ropa, una zapatería,
una casa de disfraces, una casa que vende “roles para desempeñar’’, un negocio de
comidas, un vivero y una casa de regalos. En cada negocio los pacientes eligen algo
para sí y algo para su pareja. La terapeuta les pide que no comuniquen su experiencia
en voz alta hasta que finalice.

Luego los pacientes relatan la experiencia, reflexionan acerca de ella y trabajan


guestálticamente con el material.

El empleo de este ejercicio también resulta muy interesante en los grupos


terapéuticos. Es útil para trabajar la capacidad de dar y recibir de cada uno. También es
útil para trabajar con la autoestima y para ponerse en contacto con otros aspectos del
mundo interno a través de lo fantaseado.

Ejercicio 26

Los pacientes hablan de sus sentimientos. Agregan —si quieren— todas las
explicaciones que se les ocurran acerca de sus sentimientos. Los pacientes suelen hacer
esta última parte muy bien. Es frecuente que crean encontrar la causa de todo lo que les
pasa; esto les da cierta seguridad que calma la ansiedad producida por el miedo a sentir
y a no poder controlar los afectos.

Ejercicio 27

La terapeuta puede proponer a los pacientes que digan lo que sienten sin
justificarlo y que detecten los detalles de sus sentimientos.

Un paciente dice: “Estoy con rabia porque no me preparaste el desayuno”. La


terapeuta le pide que simplemente repita varias veces “estoy con rabia”.

El paciente debe buscar dentro de sí más detalles de las sensaciones que


componen sus sentimientos.

Este ejercicio tiene como finalidad el autoconocimiento y la catarsis. Además,


puede llevar al enlace de los afectos actuales con los de la infancia.

Ejercicio 28

La terapeuta da a los pacientes masa o plastilina y les propone que moldeen lo


que les salga. Ella insiste en que los pacientes se conecten con lo que sienten y lo
impriman. También les puede sugerir que se moldeen a sí mismos, a sus hijos, etc. El
material se trabaja mediante un diálogo entre el paciente y la figura representada en la
masa.

Ejercicio 29

La terapeuta propone a los pacientes que se sienten en el suelo mirándose a los


ojos. Los pacientes deben tomarse de las manos y remar o hacer movimientos de rueda
de tren a vapor Momento a momento ellos deben verbalizar lo que sienten.

Ejemplos:

Ambos pacientes se sientan en la alfombra frente a frente, se toman de las manos


y hacen movimiento de rueda de tren. Con voces burlonas se dicen el enojo en forma
irónica.

Ella: Estoy cansada de que critiques a mis amigos homosexuales. Me parece que
les tienes envidia porque saben gozar de las fiestas mejor que tú.

Él: Yo estoy cansado de que me lleves a esas reuniones donde soy el único que
está de traje. Los demás están de chombita porque son unos putitos.

Ella: Bueno, vente tú con ramerita, así no estarás tan fuera de tono y cambiarás
un poco.

El. Por qué no te dejas de ser tan mandonita (ríen los dos y se relaja la tensión).

En este caso el ejercicio permitió al bajar la tensión que hablaran de múltiples


situaciones de enojo entre ambos.

Ejercicio 30

Marta: Conviértase en la sensación que siente en la tarde al entrar a su casa.

Marido: Soy una sensación de cansancio y mufa. Soy una opresión en el pecho y
desaliento. Soy temor.

Marta (al marido): Vuelva a ser usted mismo y responda a la sensación.

Marido: Me vas a matar, sensación, hace quince años que te soporto. No doy
más. Sé que la única manera que tengo de no sentirte es logrando que cambie Carmen, a
quien igual que a ti hace quince años que soporto. ¡No aguanto su tristeza! ¡Tendría que
romper con ella!

Marta (al marido): Sea de nuevo la sensación y responda.

Marido: No es con Carmen con quien tienes que romper, sino con tu maldita
costumbre de hacerte cargo de los otros y de querer arreglarle la vida a todo el mundo.

Comentario final

La sociedad, el mundo individual y el cuerpo humano cambian a un paso


acelerado, demandando que cada uno de nosotros tome una posición activa en esa
evolución. Por esa razón, creo que los pacientes necesitan de los terapeutas que nos
actualicemos y estudiemos permanentemente. Necesitan que manejemos técnicas que
nos permitan hacer una psicoterapia cada vez más eficiente y breve. Tenemos que
asimilar las técnicas de modo tal que se vuelvan parte de nosotros mismos; así
podremos implementarlas de la manera más útil y natural para la situación que
abordamos. Yo deseo que el presente libro contribuya a dicho objetivo.

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