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“El peor error en la historia de la raza humana”

por Jared Diamond, Prof, UCLA School of Medicine


publicao en la revista Discover, Mayo de 1987, pp. 64-66

Traducción libre por José Luis Zapata De Santiago, bajo licencia Creative Commons, atribución, no comercial,
licenciamento recíproco (http://zapata131.com) Febrero 2009

A la ciencia le debemos los cambios más grandes de nuestra imagen de autosuficiencia. La


astronomía nos enseñó que nuestra Tierra no es el centro del universo, sino uno de los muchos
cuerpos que flotan en el espacio. De la biología aprendimos que no fuimos especialmente creados
por Dios, sino que hemos evolucionado junto con otras especies. Ahora, la arqueología esta mandado
por tierra otra sagrada creencia: la historia humana durante el último millón de años ha sido una larga
historia de progreso. En particular, descubrimientos recientes nos sugieren que la adopción de la
agricultura, supuestamente nuestro paso más decisivo a una vida mejor, fue de varias maneras una
catástrofe de la cual nunca nos hemos recuperado. Con la agricultura llegó la gran desigualdad social
y sexual las enfermedades y el despotismo, que maldicen nuestra existencia.
A primera vista, la evidencia contra esta interpretación revisionista pasará como irrefutable a
los ojos de los Estadounidenses del siglo XX. Estamos mejor en casi cualquier aspecto que las
personas de la Edad Media, que a su vez estuvieron mejor que la gente de las cavernas, que a su
vez estuvieron mejor que los simios. Simplemente enumeremos nuestras ventajas. Disfrutamos de la
variedad de comidas más abundante, las mejores herramientas y bienes materiales, una de las vidas
más largas y saludables, en la historia. La mayoría de nosotros estamos lejos de morir de hambre o
de ser muerto por predadores. Tenemos energía del petróleo y de las máquinas, no de nuestro sudor.
¿Qué neo-Ludista1 entre nosotros cambiaría su vida por la de una persona en el medioevo, un
hombre de las cavernas o un simio?
La mayor parte de nuestra historia hemos sobrevivido gracias a la caza y la recolección:
cazamos animales salvajes y forrajeamos de las partas silvestres. Una vida que los filósofos han
tachado de desagradable brutal y corta. Como no se cultiva comida, y muy poca de esta es
almacenada, la batalla que empieza cada día, tratando de encontrar comida y evitando morir de
hambre (según este punto de vista) no da respiro. Nuestro escape de esta miseria apareció apenas
hace 10,000 años, cuando en distintas partes del mundo la gente empezó a domesticar plantas y
animales. La revolución agrícola se extendió gradualmente, hasta llegar a nuestros días donde es
casi universal y sólo unas cuantas tribus de cazadores recolectores han sobrevivido.
Desde un punto de vista progresista, el hecho de que yo me haya preguntado “¿Por qué casi
todos nuestros ancestros cazadores-recolectores adoptaron la agricultura?” es ridículo. Por supuesto
que lo adoptaron porque la agricultura es una manera eficiente de obtener más comida con menos
trabajo. Los cultivos producen más toneladas por hectárea que las raíces y las bayas. Solo hay que
imaginar un grupo de salvajes, cansados de buscar nueces y de cazar animales salvajes, que se
mirando por primera vez un huerto lleno de árboles frutales o un prado lleno de ovejas. ¿Cuántos
milisegundos creen que se necesiten para ver las ventajas de la agricultura?
Las ideas de los grupos progresistas a veces va tan lejos como para darle el crédito a la
agricultura del sorprendente florecimiento de las artes en los últimos siglos. Como la cosecha puede
ser almacenada y como toma menos tiempo recoger frutos de un jardín que recolectar en un bosque,
la agricultura nos dio el tiempo libre que los cazadores-recolectores nunca tuvieron. Por lo tanto fue la
agricultura la que nos permitió construir el Partenón y componer la Misa en Si Menor.
Aunque pareciera que el punto de vista progresista es aplastante, en realidad es difícil de
probar. ¿Como demuestras que la gente de hace 10,000 años mejoró cuando abandonaron la

1Nota del traductor: El ludismo fue un movimiento obrero que adquirió auge en Inglaterra a inicios del siglo XIX y
cuyas acciones se basaban en la revuelta espontánea y desorganizada, atacando con frecuencia a los
instrumentos de producción. Sus seguidores se llamaban ludistas o luditas (luddites en inglés), nombre que
tomaron del líder del movimiento, Ned Ludd. Más información en:
http://gonzalezdeleon.blogspot.com/2008/11/historia-de-un-fantasma.html
recolección y adoptaron el cultivo de la tierra? Hasta hace poco, los arqueólogos tenían que recurrir a
pruebas indirectas que (sorprendentemente) no pudieron apoyar el punto de vista progresista.
Aquí hay un ejemplo de una prueba indirecta: ¿En realidad los cazadores-recolectores del siglo XX
están peor que los agricultores? Desperdigados por el mundo, varios grupos de los llamados “gente
primitiva”, como los Bosquimanos2 del Kalahari, que todavía sobreviven así. Y resulta que esta gente
tiene suficiente tiempo libre, duerme, tienen una buena comida e incluso trabajan menos que sus
vecinos agricultores-ganaderos. Por ejemplo, el tiempo que ocupan por semana para obtener comida
va de doce a diecinueve horas por grupo de Bosquimanos, y los Hadza de Tanzania sólo ocupan
catorce horas o menos. A un bosquimano, cuando se le pregunto por qué no hacían lo mismo que las
tribus vecinas y adoptaba la agricultura repondio: “¿Por qué hemos de hacerlo habiendo tantas
nueces de mongongo en el mundo”
Mientras que los agricultores se concentran en cultivos altos en carbohidratos, como el arroz y
las papas, la mezcla de plantas salvajes y animales en las dietas de los cazadores-recolectores les
da más proteínas y un mejor balance de nutrientes en general. En un estudio, la media diaria de
comida de los Bosquimanos (durante un mes en el que la comida era abundante) era de 2,140
calorías y 93 gramos de proteína, mucho mayor que la recomendada para gente de su tamaño. Es
casi inconcebible que los bosquimanos, que comen alrededor de setenta y cinco plantas silvestres,
muera de hambre como lo hicieron centenares de granjeros irlandeses y sus familias durante la
hambruna de papas de la década de 1840.
Así que, por lo menos, la vida de los grupos de cazadores-recolectores que existen hasta la
fecha es poco desagradable y bárbara, incluso a pesar de que los grupos de agricultores los ha
empujado a quedarse con algunos de las peores tierras del mundo. Pero los grupos modernos de
cazadores-recolectores que han tenido contacto con sociedades agrícolas-ganaderas por cientos de
años no nos dicen nada acerca de las condiciones anteriores a la revolución agrícola. El punto de
vista progresista nos dice algo del pasado distante: que la vida de la gente mejoró cuando dejaron la
recolección y se pasaron a la agricultura.
Los arqueólogos pueden ponerle fecha al cambio distinguiendo los restos de plantas y animales
silvestres de aquellos que ya habían sido domesticados que han sido encontrados en los basureros
prehistóricos.
¿Cómo puede uno deducir la salud de los hacedores de basura prehistóricos y así,
directamente probar el punto de vista progresista? Esa pregunta se ha podido responder solo en los
años recientes, en parte a través de nuevas técnicas de peleopatología, el estudio de los síntomas de
enfermedades en los restos de nuestros ancestros.
En algunos casos afortunados, los paleopatólogos tienen la misma cantidad de información
para estudiar que un patólogo hoy en día. Por ejemplo, arqueólogos en los desiertos de Chile que
encuentran momias bien preservadas, la condición medica en el momento de su muerte puede ser
determinada por una autopsia. Y las heces de algunos indios que vivieron en cuevas
extremadamente secas en Nevada se han conservado tan bien que pueden ser examinadas para ver
si tenían parásitos.
Usualmente, los únicos restos humanos que se pueden encontrar para estudiar son
esqueletos, pero estos permiten un número sorprendente de deducciones. Para empezar, un
esqueleto revela el sexo de su dueño, el peso y la edad aproximada. En algunos casos en los que
hay varios esqueletos, uno puede incluso montar tablas de mortandad como las que las aseguradoras
usan para calcular la esperanza de vida y el riesgo de muerte de un individuo a una edad dada. Los
paleopatólogos pueden incluso calcular las tasas de crecimiento midiendo los huesos de las personas
de distintas edades, examinar los defectos en el esmalte de los dientes (signo de desnutrición en la
infancia) y reconocer los signos dejados en los huesos por una anemia, tuberculosos, lepra y otras
enfermedades.
Un ejemplo de lo que los paleopatólogos se han enterado gracias a los esqueletos tiene que
con los cambios históricos en la estatura. Los esqueletos de Grecia y Turquía se muestran que el

2 N. del T. Kalahari Bushmen en el texto original, llamados también San, bosquimanos, basarawa, Sho, Kung o
Khwe, son varios pueblos africanos tradicionalmente cazadores-recolectores, su denominación más común es
de bosquimanos, que viene del afrikaans boschjesman, "hombre del bosque"
promedio de estatura de los cazadores-recolectores hacia finales de las eras de hielo era de 1.75m
para hombres y 1.65m para mujeres. Con la adopción de la agricultura, la estatura se vino para abajo,
en el año 3000 AC estuvo en un punto bajo: 1.60m para hombres y 1.52 para mujeres. Para los
tiempos del periodo clásico la estatura se estaba elevando de nuevo, pero los griegos y los turcos
modernos no han podido llegar al promedio de estatura de sus lejanos ancestros.
Otro ejemplo del trabajo de la peleopatología es el estudio de esqueletos indios encontrados
en túmulos funerarios en los valles de Illinois y Ohio. En Dickson Mounds, cerca de donde se unen los
ríos Spoon e Illinois, los arqueólogos han podido desenterrar unos 800 esqueletos que nos dan una
idea de los cambios ocurridos cuando una cultura de cazadores-recolectores se convirtió a una
cultura de cultivo intensivo de maíz alrededor del año 1150 DC. Estudios de George Armelagos y sus
colegas de la Universidad de Massachusetts muestran que estos granjeros primitivos pagaron un
precio por su nuevo estilo de vida. Comparado con los cazadores-recolectores que les precedieron,
los granjeros tuvieron casi un 50% de incremento en defectos en el esmalte dental que indican
desnutrición, un incremento del 400% en anemia por deficiencia de hierro, (que se evidencía por una
condición en los huesos llamada Hiperostosis Porótica) un incremento en tres veces de las lesiones
en los huesos que refleja el incremento de las enfermedades infecciosas en general, y un incremento
en condiciones degenerativas de la espina dorsal, que probablemente refleje mucho trabajo físico.
“La esperanza de vida al momento de nacer de la cultura preagrícola era de aproximadamente 26
años” dice Armelagos, “pero en la comunidad postagrícola era de 19. Así que estos episodios de
presión nutricional y enfermedades infecciosas estaban afectando seriamente su capacidad de
supervivencia”
La evidencia sugiere que los indios de Dickson Mounds, como muchos otros pueblos
primitivos, optaron por un modo de vida agrícola por necesidad, para poder alimentar a la población
que crecía constantemente. “No creo que la mayoría de los cazadores-recolectores haya entrado en
un modo de vida agrícola hasta que tuvieron que hacerlo, y cuando lo hicieron ellos cambiaron
cantidad por calidad.” dice Mark Cohen de la Universidad de New York en Plattsburg, co editor, junto
con Armelagos, de uno de los libros más influyentes del campo, Paleopathology at the Origins of
Agriculture. “Cuando inicié esta discusión hace diez años, la mayoría de la gente no estaba de
acuerdo. Ahora se ha convertido en un respetable, aunque polémico argumento”
Hay al menos tres razones que explican los desastrosos resultados de la agricultura para la
salud. Primero, los cazadores-recolectores gozaron de una dieta variada, mientras que los primeros
agricultores obtuvieron la mayoría de su alimento a partir de uno o unos pocos cultivos ricos en
almidón. Obtivieron calorías de mala calidad a costa de una nutrición pobre (apenas tres plantas altas
en carbohidratos; el trigo, el arroz, y el maíz; proporcionan hoy en día la mayoría de las calorías
consumidas por la especie humana, pero cada una de ellas es deficiente en ciertas vitaminas o
aminoácidos esenciales para la vida). En segundo lugar, debido a dependencia de un número limitado
de cosechas, los granjeros corrieron el riesgo del hambre si una fallaba. Por último, el solo hecho de
que la agricultura permitiese a la gente agruparse en sociedades populosas, facilitaba la extensión de
parásitos y de enfermedades infecciosas, muchos de los cuales eran luego transportadas por el
comercio con otras sociedades de hacinamiento manteniendo contactos comerciales con otras
sociedades, también populosas (algunos arqueólogos piensan que es el hacinamiento, en vez de la
agricultura, el responsable de las enfemedades, pero se trata del problema de el huevo o la gallina,
porque el hacinamiento fomenta la agricultura, y viceversa). Las epidemias no pueden arraigar
cuando las poblaciones se encuentran dispersas en pequeños grupos que constantemente están
desplazando sus asentamientos. La tuberculosis y las enfermedades diarreicas tuvieron que esperar
la llegada de la agricultura, el sarampión y la peste bubónica la aparición de las grandes ciudades.

Además de la desnutrición, el hambre y las enfermedades epidémicas, la agricultura ayudó a


traer otra maldición a la humanidad: las profundas divisiones de clase. Los cazadores-recolectores
tienen poco o ningún alimento almacenado, y tampoco fuentes concentradas de alimento, como una
huerta o una manada de vacas: viven de las plantas salvajes y de los animales que obtienen cada
día. Por lo tanto, no puede haber reyes, ni ninguna clase de parásitos sociales que engordan con el
alimento robado a otros. Solamente con la agricultura puede vivir saludablemente una elite que no
produce, a costa de una población acosada por las enfermedades.
Los esqueletos de las tumbas griegas en Micenas 1500 AC sugieren que los reyes gozaban
de una dieta mejor que sus súbditos, puesto que los esqueletos reales eran dos o tres pulgadas más
altos y tenían los dientes mejor (en promedio les faltaba una, en vez de seis piezas). Entre momias
chilenas de hace 1000 años, la elite se distinguía no solamente por los ornamentos y las pinzas de de
oro del pelo, también por una tasa cuatro veces menor de lesiones oseas causadas por enfermedad.
Similares contrastes en la nutrición y la salud persisten en la actualidad a escala mundial. A los
habitantes de los países ricos como EEUU les suena ridículo exaltar las virtudes de la caza y la
recolección, pero los americanos son una elite, dependiente del petróleo y minerales, que a menudo
deben ser importados desde países con una salud y una alimentación más pobre. ¿Si se pudiese
elegir entre ser campesino en Etiopía o un cazador-recolector bosquimano en el Kalahari, ¿Cuál cree
que sería la mejor opción?
La agricultura también pudo fomentar la desigualdad entre los sexos. Liberada de la necesidad
de transportar a los bebés durante una existencia nómada, y bajo la presión de producir más manos
para trabajar el campo, las mujeres campesinas tienden a tener embarazos más frecuentes que sus
homólogas cazadoras-recolectoras; esto con sus consiguientes problemas de salud. Entre las
momias chilenas, por ejemplo, más mujeres que hombres tenían lesiones oseas provocadas por
enfermedades infecciosas.
A veces en las sociedades agrícolas se convirtieron a las mujeres en animales de la carga. En
las comunidades agrícolas de lo que hoy en día es Nueva Guinea, muy seguido se puede ver a
mujeres que se tambalean cargadas de verduras y leña mientras que los hombres caminan con las
manos vacías. Una vez durante un viaje para estudiar aves, yo pagué a algunos aldeanos para llevar
los suministros desde una pista de aterrizaje a mi campamento en la montaña. El objeto más pesado
era una bolsa de 110 libras de arroz, que até a un palo y asigné a un equipo de cuatro hombres para
que lo llevaran en hombros. Cuándo por fin alcancé a los aldeanos, los hombres llevaban las cargas
ligeras, mientras una pequeña mujer, que pesaba menos que la bolsa de arroz, estaba doblada bajo
ella, sosteniéndola a la espalda mediante una cuerda alrededor de sus sienes.
En cuanto a la afirmación de que la agricultura facilitó el florecimiento del arte al darnos más
tiempo libre, los modernos cazadores-recolectores tienen por lo menos tanto tiempo libre como los
agricultores. Poner el énfasis en el tiempo libre como factor crítico me parece un error. Los gorilas han
tenido mucho tiempo libre para construir su propio Partenón, si así lo hubieran querido. Aunque los
avances tecnológicos post-agrícolas permitieron nuevas formas de arte y facilitaron su conservación,
los cazadores-recolectores de hace 15.000 años produjeron geniales pinturas y esculturas, incluso los
Inuit y los indios del noroeste pacífico todavía las producían en tiempos tan recientes como el siglo
pasado.
Así pues, con la llegada de la agricultura, una elite pudo estar mucho mejor, pero a la mayoría
de la gente estuvo mucho peor. En vez de aceptar la hipótesis progresista de que elegimos la
agricultura porque era lo mejor para nosotros, más bien deberíamos preguntarnos cómo fuimos
atrapados por ella a pesar de sus tremendos inconvenientes.
Una salida a la controversia puede venir de la mano de un dicho en inglés: “Might makes
right”. Es cierto, la agricultura puede alimentar a muchas más personas que la caza , aunque con una
peor calidad de vida (la densidad de las poblaciones de cazadores recolectores son rara vez mayores
de una persona por cada 2,5 kilómetros cuadrados, mientras que los agricultores tiene densidades
medias 100 veces mayores). En parte esto se debe a que un campo enteramente sembradas de
cultivos comestibles permite alimentar muchas más bocas que un bosque con plantas comestibles
dispersas. En parte también porque los cazadores-recolectores nómadas tienen que tener los niños
espaciados en intervalos de por lo menos cuatro años mediante varios medios, puesto que una
madre debe llevar a su niño hasta que es lo suficientemente mayor como para caminar con los
adultos. Las mujeres agricultoras no tienen esa carga pueden tener, y muchas veces tienen, niños
más a menudo, cada dos años.
Como las densidades de población de los cazadores recolectores se incrementaron
lentamente al final de la edad de hielo, las tribus tenían que elegir entre alimentar más bocas
enfilandose hacia la agricultura, o bien, encontrar la forma de limitar el crecimiento. Algunas tribus
eligieron la primera solución, incapaces de anticipar los males de la agricultura, y seducidas por la
abundancia transitoria que gozaron hasta que el crecimiento de la población se incrementó con la
producción creciente del alimento. Estas tribus se reprodujeron de más, y mataron o desplazaron a
las tribus que eligieron seguir siendo cazadores-recolectores, porque cientos de agricultores
subalimentados superan a un cazador sano.
No es que los grupos de cazadores-recolectores abandonaron su estilo de vida, pero los que
no eran lo suficientemente sensatos para renunciar a él, fueron forzados a salir de todas los territorios
excepto los que los agricultores no deseaban.
En este punto es instructivo recordar la habitual crítica de que "la arqueología es algo
superfluo porque se ocupa del pasado remoto y no ofrece lecciones para el presente”. Los
arqueólogos que estudian el origen de la agricultura han reconstruido una etapa crucial en la que
cometimos el peor error en la historia de la humanidad. Obligados a elegir entre la limitación de la
población o tratar de aumentar la producción de alimentos, escogimos la última, y obtuvimos más
hambre, la guerra y la tiranía.
Los Cazadores-recolectores practicaron la forma de vida más duradera, acertada y larga de la
historia humana. En contraste, nosotros todavía estamos luchando con el problema en el que la
agricultura nos ha metido, y no sabemos si podremos solucionarlo. Supongamos que un arqueólogo
extraterrestre que nos ha visitado intenta explicar la historia humana a sus compañeros
extraterrestres. Puede que él ilustre el resultado de su investigación mediante una analogía, usando
un reloj de 24 horas, en el que una hora representa 100.000 años de tiempo real. Si la historia de la
especie humana comenzó en la medianoche, ahora estaríamos casi al final de nuestro primer día.
Vivimos como cazadores-recolectores casi la totalidad de ese día, desde la medianoche, pasando por
la madrugada, el mediodía, y la puesta de sol. Finalmente, a las 11:54 pm, adoptamos la agricultura.
Cuando se acerca la segunda media noche ¿Se extenderá gradualmente la difícil situación de los
campesinos afectados por la hambruna hasta engullirnos a todos? ¿O acaso de alguna manera
lograremos esas seductoras ventajas que imaginamos detrás de la brillante fachada de la agricultura,
y que hasta la fechanos han escapado?

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