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Nuestro Tiempo

CIENCIAS Y AETES—POLÍTICA Y HACIENDA

AAO XIX M A O R I O , SCPTICMBRE DC 4 * l » HÚM. • « «

III piz Y lis n s n s ciuws El udici


Es indudable que la gran guerra d© 1914-1918 ha tenido como
una de las causas más importantes la rivalidad económica de dis-
tintas potencias, sobre todo la sentida por Inglaterra ante d rá-
pido y pujante desarrollo de Alemania, que en el traoiscfurso de
un siglo pasó desde la situaición de país agrícola y pobre en va-
rias de sus regiones, al rango de país industrial y dé fuerte bien-
estar ; que han luchado en la gran guerra ideales e intereses no
siempre materiales, no hay por qué negarlo; los grandes aconte-
cimientos, como son las guerras, tienen casi siempre factores va-
rios y oomnplioados. Durante la guerra, unos han dicho que un
bando luchaba por la justicia, la libertad y el derecho, en contra
de loa que representaban la negación de estos lemas; otros se
justificaban, diciendo que la guerra que m f foniían era una gue-
rra de defensa; los socialistas rusos señalaJban el origen de la
guerra en la fuerza de la expansión capitalista, que intentaba
llevar su acción más allá de las fronteras deh Estado capitalista
nacional e implantar la explotación mundial del capitalismo.'
Para estos socialistas, sólo algunos países balkánicos entraran en
16
226 NtrESTBO TIEMPO

la guerra por ideales históricos a diferencia de todos los demás,


que defendían ideales puramente económicos y capitalistas.
No queremos examinar haáta qué punto estas distintas inter-
pretaciones tienen valor; pero sí h«mos de consignar que cuando
antes de estallar la guerra las plumas escribían con menos pasión
que durante el conflicto y con más libertad de expresión, era opi-
nión generalmente aceptada la que atinnaba que la rivalidad eco-
nómica internacional conduciría a la. guerra. Podrán haber ju-
gado otros factores; pero es indudable que el factor económico
ha sido un poderoso estímulo, cosa que hemos de reconocer sin
necesidad de ser materialistas históricos.
Las dos grandes patencias económioas rivales eran Inglaterra
y Alemania. Inglaterra representaba la tradición de la hegemo-
nía comercial conquistada a raíz de las guerras napoleónicas.
Londres era el centro del capitalismo mundial, la gran Banca in-
'temacional, la plaza de giro internacional obligado; Inglaterra
era la gran potencia colonial por excelencia; su comercio exte-
rior era el más importante, y dominaba el mar, no sólo con su
flota de guerra, sino también con su Marina mercante. Por otra
parte, Alemania invadía el mercado internacional con sus pro-
ductos, y el capital alemán aparecía en son de competencia en
explotaciones ferroviarias y bancarias, en fundaciones industria'
lea y en expansiones coloniales; sus métodos comerciales eran
más seguros que los ingleses, y la penetración en los mercados,
más rápida. Observaron los ingleses que la influencia comercial
alemana suplantaba a la suya, le hacía perder terreno, y surgió
el propósito de hacer intervenir en la lucha una fuerza más de-
cisiva que la de la concurrencia económica: la fuerza de las ar-
mas. Eliminada Alemania como concurrente temible en los mer-
cados del mundo, Inglaterra, pensaron algunos, alejará de sí el
peligro de perder su hegemonía comercial y le quedará mayor
espacio libre para extender el radio de acción de su comercio.
Durante la guerra se tomaron medidas económicas contra el
comercio alemán; se celebraron conferencias entre los aliados en
París, conferencias que tenían una ñnalidad económica durante
la guerra y para después de la guerra.
y una vez ganada la guerra, los vencedores, que tanto alar-
l i i /AZ T LAS LUCHAS COMERCIALI» BN AMERICA 227

deaban de sei- los representantes de grandes ideales morales


("j Justicia! ¡Dereclio! ¡Libertad!"), parece que todo lo han su-
bordinado a la consecución de grandes ganancias materiales, re-
legando al olvido la idealidad que les sirvió de pendón de guerra,
y no solamente han sacrificado a la- obsesión de un imperialismo
económico el prestigio que logró alcanzar entre las izquierdas
políticas de la mayoría de los países tad pendón de guerra, sino
que también han comprometido la paz del porvenir al dejar sem-
bradas, con Una paz injusta, las semillas del odio entre pueblos.
Contra la paz firmada en Versalles han protestado, no sólo los
vencidos, sino también grandes sectores de la opinión de los paí-
ses vencedores. A la protesta de los socialistas contra las con-
diciones de paz impuestas a Alemania, se ha unido la protesta de
calificados elementos sociales. Ahí está la protesta de los inte-
lectuales franceses, entre los cuales figuran mentalidades como
Anatole Frunce, y literatos y soldados como Enrique Barbusse,
que califican a sus propios aliados de "bloque imperialista".
La paz de Versalles no persigue i-eparaciones morales; va más
allá. Exige expiaciones a los que considera culpables de la gue-
rra—de ima guerra que prepararon todos los imperialistas del
mundo — y además cuantiosas sumas de dinero a los vencidos,
ocupaciones territoriales por gran número de años, anexiones de
territorios nacionales, grandes anexiones coloniales, para qui-
tarle a Alemania el punto de ajpoyo que significan las colonias
para todo país qu© quiere initerveaiir en la política y en el co-
mercio mundial, entregas de gran parte deil outiUaje alemán y,
finalmente, la declaración de la propia culpa por parte del ven-
cido, cosa que no apareció jamás en ninguno de los tratadoe de
paz que registra la Historia.
Pero lo que más descuella, lo que surge como una elevada pi-
rámide entre sábanas de arena, es la íinalidad imperialista eco-
nómica, el afán capitalista, la obsesión fl>> reducir económica^
mente al rival alemán.
La guerra ha sido ganada por Inglaterra, y ahora cabe pre-
guntar: ¿Conseguirá Inglaterra conservar el dominio comercial
en todas partes y aprovechar el hueco que deja Alemania en el
mercado mundial?
228 NTTESTBO TtEMPO

La cooatestación afirmativa y absoluta a esta pregunta es, poi;


lo menos, cuestionable.

***

Por de pronto no hay que perder de vista que si bien es ver-


dad que la guerra ha derrotado a Alemania, ello no significa su
destrucción económica, y quie, por otra parte, lo que es inmedia-
tamente más efectivo: que ha sui-gido otra potencia capitalista
y comercial temible, abundainteonente alimentada por la guerra,
usna potencia que ©s la que menos ha perdido y la que más ha
ganado con la guerra. Ocioso es decir que nos referimos a los
Estados Unidos.
La situación económica, política y militar de los Estados Uni-
dos después de la guerra es muy superior a la que tecnia antes de
eilla. Merced a las grandes exportaciones, han acrecentado su re-
serva capitalista. Reemplazaron en cierta medida al comercio de
los aliados y se conivirtieron en prestamxistas internacionales por
tfumas verdaderamente fabulosas. Antes de entrar en la guerra,
exportaron también a los alemanes como exportaban a los alia-
dos. En Lubeca y en Hamburgo podían verse enormes cantida-
des de subsistencias de procedencia norteamericana. Los Estados
Unidos no tenían una gran Marina mercante; pero con el im-
pulso dado a la construcción naval, pai-a contrarrestar las bajas
que producía la guerra submarina, y con las incautaciones de bar-
cos alemanes, hoy disponen de grandes buques, los mejores de
la no auiperada Marina mercante alemana de los días del Imperio.
Loa Estados Unidos no tenían un ejército; su falta de poder
militar terrestre les refrenaba en sus deseos de invadir Méjico,
liaoer más intensa su acción sobre la Am^érioa española y afron-
tar resueltamente la cuestión del Pacífico contra el Japóiu Hoy
todo esto ha cambiado. Muchas de las cosas que antes de la gue-
rra se tomaban, y con razón, como bluff americano, ahora se han
convertido en realidad. Tienen dinero, han penetrado más mer-
cados que antes de la guerra, tienen Marina mercante y de gue-
rra y diaponen de un ejército que conoce los grandes campos de
batalla de Europa.
LA PAZ y LAS LUCHAS COMERCIALES EN AMÉRICA 220

¿E«nunoiarán loe Estados Unidos a la posición que les ha


creado :1a guerra ? Indudablemente que no. Y en este caanino, for-
zosamente han de ocupar parte del vacío que han dejado los
alemianee, sobre todo en América, y no será Inglaterra la que
recoja por entero la herencia—llamémosla así—que por ahora
han dejado los alemanes.
Tomemos algunos ejemplos.
El comercio total exterior de los Estados de la América Cen-
tral y del Sur en 1912, según las estadísticas alemanas, fué, cal-
culado en marcos, de 11.810.000.000. Este volumen comercial se
descampóme de la siguiente manera:

Imiportación 5.215.000.000 de marcos.


Exportación ; 6.595.000.000 " "

I Bn qué proporeión participaban de ambos los principales paí-


ses concurrentes?
En el comercio total de imipoitación y exportación, la partici-
pación es la siguiente:

Estados Unidos 3.388.900.000 de marcos.


Inglaterra 2.603.000.000 " "
Alemania 1.658.160.000 "
Francia 944.100.000 " "

El movimiento comercial de mayor volumen le tenlían, pues,


los Estados Unidos; les seguía en importancia el de Inglaterra;
Alemania representa la mitad del volumen comercial inglés, a
pesar de haber llegado mucho más tarde que Inglaterra a los
mercados de América, y en último lugar aparece Francia.
Especificando más nos enconitramog con que el comerao de ira-
portación americano—del Centro y del Sur—se desoompoiDe eo
las siguientes cifras:

Inglaterra 1.302.000.000 de marcos.


Estados Unidos 1.277.600.000 " "
Alemania 872.760.000 " "
Francia 431.700.000 " "
280 NUESTRO TIEMPO

El comercio de exportaci^ arroja este resultado:

Estados Unidos 2.111.300.000 de marcos.


Inglaterra 1.301.000.000 " "
Alemania 785.400.000 " "
Francia 512.400.000 " "

lios cuatro primeros lugares, tanto en la importación como en


la expartación, están representados por los Estados Unidos, In-
glaterra, Alemania y Francia; los demás países vienen después,
representando un tercio del comercio exterior de la América Cen-
tral y del Sur. El tercer lugar está representado por Alemania
en amibos conceptos, y el primero por los Estados Unidos e In-
glaiterra, según se trate de exportación o importación, respecti-
vamiente.
El problema está en repartirse el tercer lugar, o sean marcos
1.658.160.000.
¿Le acapararán los norteamericanos? ¿Podrá tomarle Ingla-
terra, en cuyo caso se pondría por encima de los Estados Uni-
dos? ¿Conseguirán los alemanes oonserx-ar su situación comer-
cial en América?
A estas tres preguntas no vacilamos en contestar lo siguiente:
Inglaterra no conseguirá todas las ventajas que otorgaba la eli-
minación temporal de Alemania en el comercio americano; los
Estados Unidos se encuentran en una sdtuiación que les capacita
para avanzar hoy más rápidamente que antes en la penetración
de los mercados de la América española, y Alemania no es pro-
bable que sea suplantada por entero en América.
En primer lugar, hay que pensar qme la cuenta no les ha sa-
lido bien a los ingeses, toda vez que loa Estados Unidos están
en condiciones de aprovecharse en gran parte del esfuerzo inglés
que eliminó al comercio alemán en América.
Conocida ee la tendencia tradicional de la América del Norte.
El panamericanismo que propagan los Estados Unidos, tiene
como finalidad, no unía tendencia a formar una comunidad cul-
tural de toda Amérioa, sino más bien a reservar toda acción en
América para los noilteaimericanos. Los iberoamericanos han di-
1 4 PAZ T LAS LUCHAS COMEUCIALKa EN AMERICA 231

cho fundadamente qu© el principio de independencia americana


expresado en la fórmula monroista "América para los america-
nos", debe de interpretarse en el sentido antedicho: "América
para los americanos... del Norte".

*«*

Existe, pues, una tendencia bien clara en los Estados Unidos


a couTertir Amíírica en una vasta esfera de influencia yanqui,
que no sólo se limita al ejercicio de la influencia diplomática,
sino que llega a las anexiones violentas, como lo han demos-
trado con Puerto Rico y Panamá; a los protectorados, igual-
mente violentos, como se ha visto en la acción de Norte América
etn Nicaragua.
Un publicista americano, Manuel Ugarte, ha escrito una carta
abierta al presidente Wilson contra la acción de los norteameri-
canos, y esta carta fué reproducida por toda la Prensa ibero-
aanericana. Los párrafos más salientes decían así:
"Durante largos años, los Estados Unidos, que realizan den-
tro de sus fronteras la más alta expresión de la libertad en nues-
tro siglo, han estado defendiendo ea la América latina un espíritu
que es la contradicción y la antítesis de sus principios y de sus
leyes. Los particulares y las Compañías financieras de esa nación
(con muy raras excepciones) parecen haber venido a algunos te-
rritorios, egpecialmente a la América Central y a las costas del
Caribe, para falsear los principios del Derecho civil y para vio-
lar los preceptos del Derecho internacional, llegando a veces
hasta a olvidar las reglas más elementales. Ciertas Repúblicas
van resultando im campo abierto a los malos instintos, que no
pueden manifestarse en. los Estados de la Unión, combatidos
como están por las responsabilidades penales y por la opinión
P'4I)lica. Faltar a la palabra empeñada, burlar los contratos, des-
pojar a los individuos, introducir contrabandos, sobornar a las
autoridades, empujar al desorden, han sido, según los casos, en
varias de estas comarcas, cosas familiares, para los que, por per-
tenecer a una gran nación, debían tener concepciones más altas
de la responsabilidad individual...
232 NUESTRO TIEMPO

"Nuestros pueblos son hospitalarios y generosos, señor presi-


dente; en ellos existen innumei-ables Compañías francesas, ale-
manas, inglesas, belgas, y paxa todos los negociantes respetuosos
de nuestras costumbres tenemos siempre la laano fraternalmente
extendida. El hecho de que la hostilidad esté localizada contra
el norteamericano, prueba que no se trata de una antipatía irra.-
zonada y general hacia el extranjero, sino de un movimiento de
reacción directa contra atropellos especiales de que spmos víc-
imms.
"... Los hombres que violentan el sentir del país extranjero
en que actúan: las empi'esas constructoras que aprovechan las
franquicias que les concede un contrato para inundar fraudu-
lentamente el mercado de productos diversos, perjudicando así
a los comerciantes e imiportadores; y los contratistas que para
no pagar los salarios atrasados a sus obreros, indios o jamaica-
nos, los intimidan y los péraiguen, no pueden seguir pasando por
los repi"eeentantes del genio de la civilización que trajeron al
Nlievo Mundo los inmortales puritanos... Basta que uno de eJlovS
se diga perjudicado en sus intereses, para que los cónsules y los
ministros los sostengan y hasta para que sean )'e(iueridos loe
barcos y los soldados, sin averiguar antes ]os fundamentos de la
queja ni inquirir las razones que asisten a unos y a otros.
"Antes os suponíamos fuertes y jn&tos; ahora empezamos i\
a-eer que sólo sois fuertes... Desea»)os que a Cuba se le quite el
peso de la enmienda Platt; deseamos que se le devuelva a Nicar-
agua la posibilidad de disponer de su suerte, dejando que el pue-
blo deponga, si lo juzga menestei*, a los que le gobiernan apoyados
en un ejército es:fcranijero; deseamos que se resuelva la situación
•de Puerto Rico, de acuerdo con el Derecho y la HTimanidad: de-
seamos que se repare en lo posible la abominable injusti-cia co-
metida con Colombia; deseamos que a Panamá, que hoy sufre
las consecuencias de un pasajero extravío, se le conceda la dig-
nidad de nación; deseamos que cese la/)presdón ({ue se ejerce en
el puerto de Guayaquil; deseamos que se respete el archipiélago
de Galáipa.gos; deseamos que se conceda la libertad al heroico
pueblo filipino; deseamos que Méjico no vea siempre suspendida
«obre su bantfera la espada de Damooles de k intervención; de-
ÍA PAZ Y liAS LUCHAS COMEHCIALE8 EN AMERICA 233

seamos que los desópd€aiies del Putumaya no sirvan de pretexto


para haibilidades diplomátócas; deseamos que las Compañías que
extralmútají su acción no se sientan apoyadas en sus injustas
exigendae; deseamos que la República de Santo Domingo no sea
ahogada por presiones injustificables; deseamos que los Estadoe
ünidoB se absti^gan de intervenir oficiosamente en la polítioa
interior de nuestros países y que no continúen haciendo adqui-
siciones de puertos o bahías en el Continente; deseamos qu© las
medidas de sanidad no sárvain para disminuir la autonomía de
las naciones del Pacífioo; pedimos igualdad; pedimos respeto:
pedimos, en fin, que la bandera estrellada no siga siendo símbolo
de opresión en el Nuevo Mundo."
Algún economista europeo, como el ailemén Btírklin, ha escri-
to que la penetración del capitalismo norteamericano en Colom-
bia se ha dado en forma que ha creado una situación,, para ese
pais, que recuerda loe tiempos de la asimilación colonial practi-
cada por las metrópolis de otro tiempo.
Si la actitud y la política de los Estados Unidos era la que
ha quedado descrita ¡ qué no harán ahora que se sienten más fuer-
tes en todos sentidos!
La Deuda exterior de loe Estadoe del Centro y del Sur de
América ascendida a unos 12 mil millones, en números redon-
dos, antes de la guerra. Una cuarta parte estaba en manos de los
norteamerioanos. Pero su participación ha aumentado con la
guerra y subirá mucho más en estos tiempos ya que se encuentraai
en situación de ser los grandes proveedores de dinero de los Es-
tados necesitados de él. Por todas partes, pues, se acentúa la ac-
cióin de los norteamericanos en el continente colombino. Inglate-
rra no puede ser, por lo menos durante muehos años, el banquero
mundial y por lo tanto los países iberoaraericanos han de bus-
oaír en los Estados Unidos la satisfacción de sus necesidades
financieras. Ya en 1915, echaban los Estados Unidos las bases
de su acción financiera en el Ull que aprobó el Congreso norte-
americano autorizando al Presidente para que convocase a una
conferencia a los ministros de Hacienda, de las distintas Bepú-
blieas iberoamericanas en Washington para tratar los intereses
financieros comunes. Los norteamericanos no han esperado la
234 NTTESTKO TlEMPtl

terminación de la guerra para acentuar su política de absorción


en América. No sería extraño que ahora realizasen el gigantesco
plan intentado en los años precursores de la guerra de tener bajo
la administración del capitalismo yanqui toda la red ferroviaria
del Centro y del Sur de América, ese plan en cuya ejecución tanto
descolló el financiero norteamericano Mr. Farquhar.

•«•

La eliminación de Alemania en el comercio americano no es


fácil de conseguir, porque sus países competidores no han conse-
guido el adelanto industrial que los alemanes. Las Cámaras de
comercio de Inglaterra publicaron, durante la guerra, unas esta-
dísticas del comercio alemán con América, encaminando tal pu-
blicación a mostrar a loa comerciantes e industriales ingleses el
lugar vacío qu* dejaba la rival de Centro Europa e invitándoles,
al mismo tiempo, a que se lanzasen a conquistar el puesto aban-
donado. Pero no bastó con esto. Alemania se impuso en los mer-
cados de América porque producía calidades mejores en muchos
ramos y sobre todo que las condiciones de venta eran más venta-
josas. Por otra parte, en la rama de los productos químicos, Ale-
mania ha necesitado muchos años y un gran espíritu de empresa,
sin olvidar el talento invenltivo. En pocos años, sus concurrentes
no pueden ponerse en condiciones de sustituirla. En materias oo-
laranites, sabido es que Alemania no ha podido ser sustituida.
Cuando se celebró la conferencia económica de los aliados en
París, hacía notar el profesor francés Mr. Gide que los aliados
no podían pensar en la separación total de Alemania del comer-
cio mundial por la sencilla razón de que había productos alema-
nes que sólo Alemania podía elaborar.
Un publicista francés, Gnstavo Le Bon, expresa todo esto con
el nombre de "futura interdependencia de los pueblos", que ex-
plica de la siguiente manera:
"La elevación general del precio de la vida durante la guerra
y la privación, en cada país, de numerosos productos, ha probado
experimentalmente la interdependencia industrial, comercial y
LA PAZ Y LAS LUCHAS COMEBCIALES EN A M É B I C A 235

ñnanciera de los pueblos. Los economistós la han señalado ya...


Se puede dar como ejemplo de la interdependencia de los pue-
blos el hecho de que antes de la guerra la metalurgia francesa del
Este se procuraba el carbón en Westfalia y le daba en caaobio
mineral de hierro. Los metalúrgicos franceses no podían prescin-
dir del carbón alemán así como los metalúrgicos alemanes no
prescindían de los minerales franceses... La interdependencia de
los pueblos se ha manifestado también durante la guerra. El al-
godón necesario para los explosivos venía de los Estados Uni-
dos; los nitratos utilizados en la agricultura venían de Ohile; las
piritas indispensables en la preparación del ácido sulfúrico, base
de ciertas municiones, venían de España y de Noruega. A pesar
de ciertas ventajas del libre cambio y la probabilidad dé su triun-
fo futuro, la guerra dará una gran fuerza al proteccionismo. Ella
ha mostrado, en efecto, a los pueblos la necesidad de producir en
el propio suelo las materias que neceátan para ser indeipendien-
tes... A pesar de las indestructibles divergenoia.s de estructura
mental que separan a los pueblos, éstos están condenados a tener
relaciones comerciales cada vez más estrechas. Continuarán
odiándose, pero no podrán evitar el cambio de produdfcos dife-
rentes que cada uno obtiene .según su capacidad, su suelo y su
clima..."
Gtistavo Le Bon no es un economista, pero ee un francés cuya
opinión en este caso es insustituible.
Hay, pues, no solamente razones de orden técnico sino también
motivos emanados de la misma naturaleza de las cosas, de la di-
visión del trabajo, geográfica, personal y técnicamente conside-
rada, que conspiran en contra de toda eliminación de Alemania
en el comercio mundial y, por consiguiente, en América-
Examinemos otras razones.
En el supuesto de que Alemania logre la paciftcación interior,
su esfuerzo será enorme. La agitación socialista y las conspiracio-
nes espartaquistas, reflejo del bolcheviquisnno ruso, no son para
despreciarlas, porque hoy todo germen de rebelión encuentra
tierra abonada en los países derrotados y sumidos en la deses-
peración. Pero no hay que olvidar que las condiciones sociales
en Alemania no son como las de Eusia, En Rusia el proletariado
236 KtTESTKO TIEMPO

representa del 90 al 95 por 100 de la población, mientras qu» en


Alemania es una quinta o sexta parte de la población total.
En Alemania la masa burguesa y la dase media constituyen la
magnitud principal. Por eso, no es fácil que caiga en el bolche-
Tiqítísmo, sobre todo ú los aliados mitigan el rigor de la paz de
Versalles.
En este supuesto de la pacificación interior de Alemania, es
fácil deducir las consecuencias.
Puestos a trabajar loe alemanes, billig und praktisch, esito es,
barato y práctico, rá/pidamente se extenderá su comercio. Not
macht erfinderisch, decían los alemanes durante la guerra (la ne-
cesidad aguza el ingenio). Si esto se decía durante la guerra, con
mayor motivo se repetirá durante la paz. Y bien demostrada tie-
ne la mentalidad alemana sus recursos de ingenio.
Claro está que hay una manera de evitar la recuperación por
los alemanes de sus mercados antes de la guerra. Esa manera con-
sistiría en establecer tarifas prohibitivas para el comercio ale-
mán en todos los países, cosa que no se hará ni por IOK aliados
ni por los neutrales, los cuales no iban a rechazar el comercio que
les pueda convenir. Los mismos ingleses no rechazaron antes de
la guerra los productos rotulados por la etiqueta Made in Ger-
many, sencillamente porque al consumidor le convenía comprar
d producto alemán.
Pero en el supuesto contrario, o sea del triunfo del comunismo!,
la potencia comercial alemana recibiría un golpe de muerte. Emi-
grados los grandes capitales, interveiiidas las empresas por los
trabajadores, y con elevadísimos salarios, la producción es poco
menos que imposible o por lo menos a-ún no se ha demostrado
que en tales condiciones se pueda producir. En la exportación
repercutiría de manera funesta el nuevo régimen industrial de
agitación y dictadura obrera y, por otra parte, a la emigración
de capitales seguiría la emigración de habitantes en grandes ma-
sas. Durante la paz, cerca de 15 a 18 millones de emigrantes pro-
oedentes del tronco germánico, pasaron a Ultramar. ¡Qué no
ocuirrirá hoy que Alemania no cuensta con recursos para alimen-
tar su nuanierosa población!
LA PAZ T LAS tUCHAS COMEKCIALES EN AMERICA 237

Por SU parte, Inglfljterra no cederá fácilmente su puesto de he-


gemonía comercial. Mientras tenga el señorío del mar, podrá es-
trangular el comiercio de las demás naciones cuando le venga en
gana. La pretendida libertad de los mares que Wilson incluía
en sus famosos catorce puntos, son palab¡ras vanas que en la pre-
senite ocasión no tienen más valor que el que pueda ofrecer un
epitafio. Y no renunciará a nuevas guerras si con ello asegura
su posición. Fra¡ncaimenlte escribía un oficial inglés ©n la revista
The United Service. Institution (1909): "Nosotros no vamos a la
guerra por motivos sentimentales. Dudo de que alguna vez lo
hayaanos hecho. La guerra es el resultado de las luchas comercia-
les; la finalidad consiste en obligar a nuestros enemigos con la
espada a aceptar aquellas condiciones que estimamos necesarias
para crearnos ventajas comerciales. Utilizamos todos los pretex-
tos imaginables y estímulos para la guerra; pero en el fondo
está el comercio. Damos toda clase de razones para la guerra;
pero en el fondo de todas ellas no hay más qne una: el comercio.
Tanto la defensa como la conquista de una posición estratégica^
como la violación de un tratado, no son más que pretextos: el
fundamento determinante es ©1 comercio, porque él es para nos-
otros la sangre de la vida." Pero hay que repetir que otras po-
tencias han aparecido y auimentado su poder hasta ©1 extremo
que Inglaterra sin estar apoyada por un sistema de alianzas, no
podría afrontar un serio choque. Y el choque, taidará más o me-
nos, pero vendrá porque la rivalidad económica, ayer planteada
entre Inglaterra y Alemania, se reproducirá mañana entre In-
glaterra y otras potencias que concurrirán con ella fatalmente en
los mercados del mundo. Trotzky, el marxista ruso, viene a decir
lo mismo que el escritor inglés que se confiesa desde el punto de
vista de la burguesía de Inglaterra: "El desarrollo futuro de la
economía mundial sobre la base oapitalista, significa una lucha
sin tregua por nuevos y siempre nuevos campos de explotación
capitalista, los cuales deben ser obtenidos de una misma fuente:
•la tierra. La rivalidad económica, bajo la bandera del militarismo,
^ acompañada por ©1 robo y la destrucción, los cuales violan
loa principios más elementales de la economía humana... La
guerra de 1914 es la miás colosal caída en la Historia de un sis-
NUESTRO TIEMPO

tema económico destruido por sus propias e inlierentes contradic-


ciones..." (El bolcheviquismo, 1919).
El choque de 1914 se libró principalmente entre ingleses y ale-
manes, entre primos, como se llaman ellos; el choque futuro tal
vez salga de un círculo familiar más íntimo: entre los padres
ingleses y sus hijos los yanquis. Y América será el campo de
combate.

VICES'TE G-AY
M pena eo FlUi lDas
u la nomeza esgaoola QUE aíli floitciii?
(APUNTES)

Pasan de doscientos los españoles nobles que i-esidieron más o


menos tiempo ©n las islas Filipinas, de los cuales no son pocos
los que allí afincaron, allí crearon familia y allí murieron. ¿Qué
exiáte hoy en aquel país que traiga su origen de ese relativa-
mente numeroso conjunto de aristócratas? La pregunta no se li-
mita a la descendencia; va más allá: al dinero.
Son varios loa escritores calificaidos que han coincidido en afir-
mar que allí el criollo puro, es decir, el individuo de sangre es-
pañola, sin mezcla, nacido en el país, no rebasa la tercera generar
ción; de suerte que cuando en Filipinas hallamos na aipellidO
de origen español que ha pasado a través de cuaitro, cinco o seis
generaciones, bien puede asegurarse que en alguna, de ellas hubo
mezcla de sangres, o lo que es lo mismoi, que alguno de los as-
cendientes engendró en quien no era de pura raza española.
Para que allí la descendencia española se perpetúe con to<k, pu-
reza es indispensable la renovación del elemento procreador.
¡ Tanto aniquila aquel clima a los seres transplantados I No ten-
go noticia de que exista allí actualmente un solo caso de criollo neto
en tercera generación; en cambio, existen numerosos filipinos de
origen español, cuyas respectivas familias fueron fundadas dos
siglos ha, que llevan en sus venas un coeficiente de sangre indí-
gena más o menos importante.
240 NUESTRO TIEMPO

Por lo q.ue toca al dinero, no puede negarse que aiü se hicieron


fortunas; pero ni éstas fueron tantas oopio las pregonadas por
Ja fama, ni tan consideraMes como las que esa misma fama ha
esparcido entre las gentes oréduJae. De todos modos, el dinero
a que se alude—el de loe nobles—quedó casi todo allí, y del que
a España ha venido tai vez no lleguen a media docena las per-
sonas que al presente disfruten alguna cosa.
En prueba de lo que dejo indicado, voy a presentar algunos
casos curiosos de personas que tuvieron en Filipinas larga o de-
ñnitiva permanencia, entresacados de los muchos que han sido
objeto de mis estudios, a fin de que por ellos puedan apreciarae
los residuos que han quedado en la que fué nuestra oolonia de la
n<^leza española que allí floreció.

DON PBDHO DE ALMONTB r VEBÁSTEGÜI, sevillano, militar $0-


bresaliente en su línea, verdadero conquistador de Joló en 1639,
después castellano dei fuerte de Santiago por S. M. y luego,
por S. M. también, maestre de campo del ejército de Filipinas;
noble de origen, solicitó j obtuvo, en 1651, el hábito de la orden
de Santiago. Pasó más die treinta años en aquel país, donde mu^
rió. No sé si llevó muijer, si casó allí o si permaneció soltero (cora
rara en aquello;^ tiempos y en aquellas latitudes); sólo sé que
do su descendencia, si la tuvo, no existe la menor noticia, como no
la hay de la fortuna que lograra hacer, que alguna sería, al cabo
dé tantos años en el desempeño de cargos bien remunerados.

2.

DON FELIPE DE MONTEMAYOR Y PRADO, natural de Méjico, pasó


a Filipinas en 1663 en compañía de su padre, ©1 oidor D. Fran-
cisco de Montemayor y Mansilla, riojana Cinco años más tarde,
» » ya sargento mayor y, como "mozo de mucho valor", faé
nombrado general de naos de la línea de Acapulco. Hizo varios
LA NOBLEZA ESPAÑOLA EN FILIPINAS - 241

viajes; en el de toruixiviielta de Itíli) llevó a Filipinas a D. Fer-


nando de Va)lenzuela, el célebre Duende de Palacio, que, como
es sabido, pasó desterrado al Archipiélago; en otro viaje, de ida,
realizado en 1683, llevó a su padre, el citado oidor Ldo. Monte-
mayor y Mansilla, que había sido promovido a una plaza de al-
calde del crimen de la Audiencia mejicana. Como limpio de san-
gre, buen militar y marino acreditado, se cruzó de santiaguista
en 1689. Pasó en Filipinas muchos años; pei-o no dejó allí, si la
tuvo, descendencia. En 1718 vivía en Méjico, donde seguramente
moriría y donde debió de quedar lo que ganara como general de
naos, que era el más lucrativo de los cargos.

8.

DON LUIS ESTEBAN DE PINEDA MATIENZO, ADUNA, SABANA, P É -


KEz CoRDEKo Y \'[Li.AKKKAL es iiuo de los dos críollos fíÜpinos
(no pasan de dos) en (juien concurre la doble circunstancia de
iiaber vestido hábito de una orden militar y ostentando al propio
tiempo un título de Castilla. Nació en Manila, hacia 1675, y traía
origen muy noble por ambas líneas: su padre, D. Luis Pineda
Matienzo, hijo y nieto de militares ilustres, pasó al país en 1662,
de capitán vivo y reformado, desempeñó varios cargos con gran
lucimiento y fué luego suicesivamente sargento mayor, castellano
del fuerte de Santiago y maestre de campo; casó allí con doña
Luisa Aduna Sabana y Villarreal, criolla manilense, que traía
su origen de conquistadores de aquellas islas. Aunque por muer-
te del padre (1686) heredó las encomiendas de Lipa y CandóiU,
y tenía allí por lo tanto asegui-ado el porvenir, sus tíos y tuto-
res, los marqueses del Castillo, residentes en la Corte, lo recla-
niarom, y D. Luis Esteban, adodescente aún, se trasladó a Es-
paña, donde quedó para no volver a su p;;'-. En 1691 se cruzó
con el hábito de CalatraTa, y en 1693, como premio a la bue-
na memoria de sus antepasados, recibió el título de conde de
Pineda. En ese mismo año, este conde calatravo servía modesta-
mente una pica en el ejército de Cataluña.
Claro está que si vino adolescente a España, mal pudo dejar
242 NUESTRO TIEMPO

descenidencia en su país. Sin embargo, tenemos hoy familias fi-


lipinas que se apellidan Aduna, Cordero y Vülarreal, que pasan
por "nativas"; y sería, curioso saber si descienden de los espa-
ñoles que de esos mismos apellidos hubo en Filipinas a fines del
siglo XVI y a lo largo del siglo XVII.
El condado de Pineda lo llevaba en España, en 1819, doña
Fauatina Iturralde, de quien pasó a su hermana doña Ildef onsa;
y de ésta pasó a D. Martín Entero y Pineda, vecino de Segovia,
que reclamó la sucesión en 1847. En 1912 quedó suprimido—y no
ha vuelto a rehabilitarse—este condado.

DON JUAN DE GARAICX>£CHEA r UNANDEQÜÍA, natural de ür-


dax (en el valle de Baztán, Navarra), llegó a Filipinas por el
año de 1684. Allí fué, sucesivaonente, almirante y general del
mar. En 1690 se cruzó de santiaguista. Casó dos veces, ambas en
Manila: la primera, hacia 1688, con doña María Magdalena
Villarreal, crioilla manilense, hija de D. Sebastián de VillarreaJ
(nacido en Méjico cuando sus padres se hallaban allí de paso
para Filipinas, donde ya habían estado) y de doña Ana María
Pinero (natural de Manila, hija de españoles); y la segunda con
doña María Teresa, de Aróstegui (natural de Cádiz). Del primer
matrimonio nació D. Pedro Juan de Garaicoechea y Villarreal,
y del segundo D. Iñigo Manuel de Garaicoechea y Aróstegui.
D. Juan, por el año d© 1701, se trasladó con su familia a Méjico,
y ya no volvió a Filipinas.
A los hijos les fué concedido el hábito de Santiago en 1711. En
dicho año, D. Pedro Juan, el mayor, que contaba entonces unos
veintidós de edad, vivía en Madrid; D. Iñigo Manuel, que tenía
quince, se hallaba en Méjico, con sus padres. No se sabe si A'OI-
vió alguno de los dos; pero en 1751 figura como vecino de Ma-
nila un D. Ildefonso "de Garaicoechea, que tal vez fuese hijo de
alguno de los manilenses mencionados.
Después de 1751, este apellido no volvemos a encontrarlo.
^* '

LA NOBLEZA ESPAÑOLA EN FILIPINAS ' 243

6.

DON MARTÍN DE ÜKSÚA X ARIZMENDI, caballero de Santiago des-


de 1700 y primer comle de Lizan-aga desde 1705, es uno de ios
oontadísámoa capitanes generales de quienes quedó descenden-
cia en el país, y su título nobiliario uno de los dos que en el país
m han sostenido durante varias generaciones, bien que pasando
por una serie de traiisversaÜdades sumamente interesantes. Don
Martín había prestado en América muy buenos servicios; llegó
a Manüa en 1709, y en Manila murió en 1715, dejando grato re-
cuerdo de su mando.
De la familia que llevó consigo, sólo se sabe de un hijo, llamado
D. Francisco Javier de Ursúa y Arizmendi, segundo conde de
Lizarraga, y de una hija que debió de casar con un Irisarri, ya
que, muerto el segundo conde (después de 173é) sin sucesión, el
título recayó en su sobrina doña María Josiefa de Irisatri y
Ursúa, ci-ioUa manüense, la cual casó allí con D. Lorenzo de Oria,
español peninsular.
De este matrimonio no hubo sucesión, o si la hubo moriría en
tierna edad, porque el condado de Lizarraga, por cesión expresa
de su poseedora, la mencionada doña María Josefa de Irisarri
y Ursúa, recayó en su sobrina doña Ana María Piñón y Aguirre,
criolla, allá por el año de 1797, cuando ésta llevaba no pocos
años de casada con D. Juan de Berzosa, natural y vecino de
Manila, donde figuraba como comerciante, y regidor y escri-
bano mayor del Ayunitaimiento de dicha capital.
De los consortes Berzosa y Piñón, cuartoe condes de Lizarra-
ga, no sé los hijos que nacieron; pero consta desde luego la exis-
tencia de doña María Clara de Berzosa y Piñón, la cual, con-
tando precisamente quince abriles, en 170o nnió su suerte a la
de D. Francisco Javier Alvarez de Mendieta y García de Es-
cobedo, natural de ValladoJid, oidor de la Audiencia de Manila.
Este matrimonio, por el año de 1809, pasó a Méjico, y allí per-
maneció hasta 1815, en que el oidor fué trasladado a España.
Entonces ya no vivían los condes de Lizarraga. Pero el título
244 NUESTHO TIEMPO

no lo reclamó nadie, y así, sin qu^ nadie lo redamara, pasó um


siglo.
Del matrimoniü que se acaba de apuintar nació en Manila, a
úiltimos de 1793, doña María de los Dolores Alvarez de Men-
dieta y Beraosa; la cual casó allí, niña casi, con el coronel
de Infantería, gobernador pdHítioo-militar de Cavite, D. Miguel
Koca, peninsular, de quien tuvo por hija a doña María de la
Encarnación Roca y Alvarez de Mendieta; que, casada con el
ailcalde mayor D. León Cristóbal Tovar y Flores, español, pro-
creó a doña Emilia Tovaír y Roca, nacida en esta Corte en
1865. He aquí la sucesora del condado de Lizarraga, cuya re-
iiabilitación obtuvo en 1915. Nacida en Madrid, como es dicho,
y aquí casada (con el distinguido sociólogo D. Eduardo Sanz
y Escartín), parece ocioso consignar que este es otro de los
títulos perdidos definitivamente para Filipinas. ¿La fortuna?...
• De eso, no hablemos. Hacía ya muchos años que no quedaba un
céntimo de la que pudieron poseer los cuaitos condes. Y doña
Emilia hace el quinto, después de un paréntesis de un sigla
De los apellidos apuntados, sólo queda uno en Filipinas, cu-
yos individuos pueden considerarse parientes más o menos re-
motos de D. Juan de Berzosa. Pero el apellido Berzosa requiere
ntímero aparte.

6.

En 1737, D. JOSÉ DE BEKZOSA Y LODEÑA era "Sargento mayor de


la Caballería y Nobleza de Manila". No llegó, que sepamos, a
cruzarse; pero le tenemos por noWe, no sólo por el dato que trans-
crito queda, sino porque en el índice de los caballeros de Cala-
trava hallamos un D. Pedro de Berzosa y Lodeña y un D. Juan
Antonio de Berzosa y Lodeña, naturales de Alcalá de Henares,
cruzados en 1738 y 1741, respectivamente, que si no fueron her-
manos del D. José, de Manila, debieron de ser parientes. Nuestro
D. José se hallaba ya en el país en 1733, año en que ejercía la
alcaldía mayor de Pangasinán, y no era el único Berzosa que en
Filipinas había a la sazón: D. Sebastián de Berzosa (sin segundo
LA NOBLEZA ESPAÑOLA KN i-H.lPJNAS . 245

apellido), desempeñaba en 1735, en Manila, una oficialía real;


era nada menos que contador mayor de Cuentas. ¿ Es aventura-
do suponer que D. José y D. Sebastián fueron de la misma fa-
milia y pasaron juntos a Filipinas? Como no lo es que el D. J u a n
que a fines de aqued siglo era cuarto conde [consorte] de Lizarra-
ga descendía de uno de los últimamente mencionados.
Véase ahora una corta lista de Berzosas filipinos, dispuesta
cronológicamente, y nótese cómo se agudiza la posición econó-
mica a medida que se extiende el apellido.
—Doña María Ciara, ya citada, casada en 1793 con el oidor
Alvarez de Mendieta.
—Don "Vicente, vecino de Manila en 1813, de (juien sólo sabe-
mos que fué elector del diputado a Cortes D. José de Vergara,
sacei'dote del país.
—Doña María, casada con un filipino apellidado Súnico: la
cual, por los años de 1847-1860, figuró en la lista de los comer-
ciantes de la matrícula de Manila
—Don Mariano, ayudante cuai-to, de segiuida clase, de la fá-
brica de puros de Binondo en 1845; oficial tercero de la misma
fábrica en 1863.
—Don J u a n , abogado, alcalde mayor de Bulacán, por los años
de 1847-48.
—Don J u a n (otro), empleado de ínfima categoría de la Conta-
duría general de ^Vi-bitrios en 1858.
—Don Julián, cura párroco de un pueblo de la isla de Leite,
en 1860.
—Don Eamóii, auxiliar de Fomento (cargo modestísimo) en
Manila, 1885.
—^Don Juan Berzosa y Eeyes, novicio jesuíta, muerto en Es-
paña a fines del siglo X I X .
A partir del segundo D. Juan, los Berzosas tienen ya más san-
gre filipina que española.

Otro gobernador y capitán general que dejó en el país el ape-


llido, pero no el título nobiliario, fué D. TOKIBIO J O S É MIGUEL
246 NUESTRO TIEMPO

DE Cossío r CAMPA, caballero de la orden de Caiatrava (1) y


marqués de Torre-Campo. Llegó en 1721, y gobernó ocho años
JTistos, al cabo de los cuales fué relevado. No hizo nada de par-
ticular, fuera de enriquecerse y "colocar" bien a las hijas. Lle-
vó un familión: su mujer, doña María Ignacia de Miranda,
murió en Manila en 1729, muy poco antes de que su marido fuese
relevado; hijas, llevó por lo menos tres: doña María Ana, natural
de Guatemala, que casó con el general de naos D. Francisco Ca-
rriedo y Peredo; doña Águeda, que casó en primeras nupcias con
el sargento mayor D. Manuel de la Fuente Rosillo, alcantarino,
y en segundas con el sar^nto mayor D. Tomás Gómez de Ángu-
lo, y otra más (no sabemos su nombre), que casó con D. Francisco
[Pérez] de Tagle antes de 1729. En 1740, por cuestiones de di-
nero, litigaban con Carriedo sus cuñados los esposos Gómez de
Ángulo.
De los apellidos Carriedo (que murió sin descendencia), Fuen-
te Rosillo y Gómez de Ángulo no ha quedado rastro en el país;
pero de Cossío. sí, y el rastro ha durado un siglo próximamente.
Don Enrique Cossío y Campa, hijo del marqués de Torre-
Campo, vivía en 1734, año en que presentó al Consejo de Indias
relación de sus servicios y de los de su padre. No sabemos dónde
murió, ni si dejó familia en Filipinas.
Don Francisco de Cossío y Mier, era en 1735 alcalde de Cebú.
En cuanto al título, consta que en 1747 D. José de Cossío era
"marqués de Torre-Campo, gobernador y capitán general del
Nuevo Reino de Nueva Vizcaya" (Nueva España). No recayó,
pues, el marquesado en persona estante en Filipinas; allí no
hubo más marqués de Torre-Campo que el gobernador D. Tori-
bio José Migiiel de Cossío.
Desde 1761 haslta 1774 por lo menos, figura en Manila como
escribano mayor del Gobierno D. Juan Antonio de Cossío, pro-
bablemente nacido en el país, sin que podamos decir quién lo
engendró; persona detestable; gran enemigo y calumniador del

(1) Como tal eal»tr»yo nofi|s;araen el notable índice de Vigntu y


UhaRÓn; pero consta qne lo era en numerosos docnmentos oficiales, algu-
nos de los cuales lleran esta cabeea: «D. Toribio José de Cossío jCampa,
caballero de la Orden de Calatraya»... ,
LA NOBLEZA ESPAÑOLA EN FILIPINAS 247

insigne, del inmaculado D. Simón de Anda y Salazar. Pasó a


España bajo partida de registro, y aquí, en 1782, ya que no podía
difamar a D. Simón de Anda, porque había muerto, difamaba su
memoria. Ignoramos qué fin tuvo egte emponzoñado sujeto, así
como si fué descendiente suyo el D. Kamón Cossío que en 1829
presentaba a la Sociedad Económica de Manila una curiosa me-
moria sobre el mejoramiento dd beneficio del añil. Después de
este D. Ramón, ya no nos topamos con nadie d© su apellido, sea
o no de la familia del más "aprovechado" de los gobernadores
generales que en Filipinas hubo.
En cuanto al marquesado de Torre-Campo, desapareció hace
muchísimos años: prueba infalible de que no ha tenido suceso-
res con dinero.

En 1705 y procedente de Nueva España, donde sirvió algdn


tiempo en la milicia, llegó a Filipinas D. PEDRO GONZÁLEZ DE
RiVERO Y QuiJANo, natural de SoviUa (Santander). A poco, fué
nombrado capitán y luego sargento mayor; guerreó contra loa
moros piratas, y siempre se distinguió por su buen compoíta-
miento. En 1730 le fué concedido el hábito de Santiago, y en
1733 el marquesado de Montecastro y Llana Hermosa, en pre-
mio de sus servicios. Casó en Manila en 1713 con doña María Gu-
tiérrez de Iglesias y López Morante, manilense, hija de españoles
de calidad, la cual hacía poco más de un año que había enviu-
dado, en plena juventud, del general de naos D. Miguel Martín,
de quien no consta que tuviera suicesión. En cambio, de su en-
lace con D. Pedro González de Rivero y Quijano nacieron trefi
hijas, a saber: primera, doña María Rita; segunda, doña Juana
Josefa (que casó con el marqués de las Salinas y murió sin suce-
sión), y tercera, doña Isabel.
Los marqueses de Montecastro y de las Salinas, que eran pai-
sanos, vivieron muy unidos por los negocios: ambos se enrique-
cieron en tiempo del marqués de Torre-Campo; pero ellos a su
vez fueron los que a este gobernador le amasaron una fortuna
248 NTIESTKO TIEJIPO

considerable. Mu€a:to el de Montecastro en 1742, el título pasóla


su primera hija, la ya mencionada doña María Rita González
de Rivero y Gutiérrez de Iglesias.
La cual casó en Manila con su primo D. Pedro Domingo Gon-
zalo de Rivero y Díaz de Vargas, calatravo, español peninsu-
lar; y tuvieron por hijo a D. Joaquín González de Rivero y Gon-
zález de Rivero, criollo, tercer marqués de Montecastro, que ca-
sado con su prima doña María Jacinta González de Quijano y
González de Rivero, natural de Manila, engendró a D. Pedro
Ignacio González de Rivero y González Quijano, cuarto mar-
qués de Montecastro, criollo también.
Este cuarto marqués emigra a Méjico y allí contrae nupcias
con doña Juana Santa María de Hoyos, criolla mejicana; el ma-
trimonio se traslada a España, y en Guarnizo (Santander), en
1809, nace D. Angd María Lucio González de Rivero y Santa
María, quinto marqués de Montecastro. que allí muere, en 1892.
sin sucesión (y creo que sin dinero) y sin haber pisado Filipinas.
Agotada la línea que arranca de doña María Rita, segundo
marqués, línea que ofrece la particularidad de que en ella hubo
sucesión masculina sin interrupción, el derecho al título hay que
ir a buscarlo en la segunda línea, o sea la que tiene su arranque
en doña Isabel, hermana de doña María Rita.
Doña Isabel González de Rivero y Gutiérrez de Iglesias casó
dos veces, ambas en Manila: la primera con el sargento mayor
D. Juan Antoínio de Vivanco, español, y la segunda con su pa-
riente D. Francisco González Quijano, montañés y calatravo.
Del primer matrimonio tuvo un hijo: del segundo, tres hijas.
El hijo aludido, que se llamó D. Juan Antonio de Vivanco
y González de Rivero, así que fué hombre, pasó a los reinos de
Castilla, y no volvió a su país.
Aquí casó con doña Benita Escolástica de Molenillo y la Cá-
mara, de quien nació D. Juan María de Vivanco y Molenillo; el
cual, casado con doña Bernardina Ortiz de Bustamante, tuvo
por sucesor a D. Benito María de Vivanco y Ortiz de Busta-
mante; que casado con doña Emilia Zorrilla de Velasco, engen-
dró a D. José María de Vivanco y Zorrilla de Velasco, poseedor
actual del marquesado desde 1896. Es un dignísimo miembro
LA NOBLEZA ESPAÑOLA EN FILIPINAS 249

de la Magistratura a quien no ci-eo que haya llegado un solo


céntimo de la fortuna del primer marqués. No huelga que aquí
conste que el primer marqués gastó mucho en obras pías y que su
hija doña María Rita, terciaria de Santo Domingo, conocida
en las historias de aquel país por "Doña Rita Quijano", vivió
paralítica buena parte de su vida; padeció mucho, y dio a los re-
ligiosos, señaladamente a los dominicos, fuertes sumas de dinero.
Ellos han correspondido haciendo la apología de la que fué es-
pejo de virtudes y modelo de señoras.
En el siglo X I X no hallamos en Filipinas nadie que lleve los
apellidos González de Rivero ni González de Quijano.
Por lo que respecta a los Vivancos, el líltimo que tenemos
registrado, tal vez descendiente del primer D. Juan Antonio, ae
llamó D. Pedro de Vivanco, de quien podemos decir que en 1803
promovió el establecimiento de la Escuela Pía de Manila, forma-
lizado oficialmente algunos años más tarde. Y se acabaron en Fi-
lipinas los Vivancos: a lo menos los de noble estirpe.

9.

Al tratar del marquesado de las Sailinas, háse de advertir que


no se le confunda con el de Salinas, que por cierto llevaron al-
gún tiempo los que disfrutaban además el privilegio de poder
titularse Adelantado de Filipinas, ninguno de los cuales (salvo
el verdadero adelantado, D. Miguel López de Legazpi) pisó nun-
ca aquel país. El marquesado de que se va a hablar, de las Sali-
nas, creóse en 1733 (al tiempo que el de Montecastro y, como é^te.
a propuesta del gobernador Cossío), para premiar los servicios
prestados por D. JUAN MANUEL PÉREZ DE TAGLE, natural de la
Montaña santanderina.
Los Tagles son todos oriundas de la provincia de Santander,
desde luego los que ha habido en Ultramar, que han sido muchos,
con las tres variantes del apellido: González de Tagle, Peres de
Tagle y Tagle a secas. No es temerario el supuesto de que los
que florecieron en Filipinas traían la misma oriundez familiar,
aparte la de la cuna.
250 NUESTRO TIEMPO

El antecitado D. Juan Manuel comenzó a servir en Méjico en


1715, en la compañía que allí redutó el capitán D. Alejandro
de la Sierra, que con su tropa pasó a Filipinas al siguiente año.
En el de 1718, el alférez D. Juan Manuel Pérez de Tagle fué
nombrado capitán de mar y guerra de la nao "Nuestra Señora del
Carmen" que aquel mismo año se despachó para Siam. En 1719,
estalló un motín (al que no fué ajeno nuestro personaje) que dio
por i-esultado el asesinato del mariscal D. Femando Bustillo
Bustamante, gobernador y capitán general de Füipinas: el bas-
tón de la suprema autoridad pasó en ínterin al arzobispo Cuesta,
y ésite nombró a Pérez de Tagle sargento mayor y gobernador
del campo de Manila, cargos que disfrutó hasta 1726, en que
D. Toribio José Miguel de Cossío, marqués de Torre-Campo, le
hizo regidor y luego alcalde ordinario de Manila. En 1733, como
es dicho, fué titulado marqués de las Salinas, y al siguiente .año
se cruzó de calatrava
Casó en el país con doña Juana Josefa González de Riivero,
hija del primer marqués de Montecastro; la cual murió sin de-
jarle sucesión. El vivía en 1749, año en que presentó al Consejo
una relación de sus servicios. Pero en el año de 1766 nos topa-
mos con otro D. Juan Manuel [Pérez] de Tagle (sin marque-
sado), testigo del testamento de su parienta Doña María Rita
González de Rivero, que razonablemente discurriendo dd>ió
de ser deudo del marqués; como deudo de este segundo don
Juan Manuel debió de ser el D. Luis María Esperidiótn Pé-
rez de Tagle que en 1797, hallándose casado en segundas nup-
cias con doTÍa María Jacinta González de Quijano y Gonzá-
lez de Rivero, se titulaba indebidamente "marqués de las Sali-
nas".—-Indebidamente, porque después del fallecimiento del pri-
mer D. Juan Manuel, nadie reclamó el título de marqués de las
Salinas, nadie solicitó la indispensable carta de enaesión, y por
lo tanto ésta en nadie recayó. Marqués de las Salinas, con arre-
glo a derecho, no ha habido más que uno: el primero, el repeti-
damente citado D. Juan Manuel Pérez de Tagle, calatravo.
Hemos dicho que D. Luis María Esperidión Pérez de Tagle.
se hallaba casado en segundas nupcias, en 1797, con doña María
Jacinta González de Quijano (hija de D. Francisco González de
LA NOBLE99A ESPAÑOLA EN FILIPINAS 251

Quijano y de doña Isabel Gonzáslez de Eivero); ella era también


casada en segundas nupcias, pues que tenía de su primer matri-
monio tres hijos, a saber: 1, doña Francisca GonzáJez de Eivero,
que casó muy jovencita con ed oidor D. Emeterio Cacho y Calde-
rón de la Barca; 2, D. Pedro González de Rivero, ausente en Mé- '
jico aquel año de 1797, y 3, doña María de los Dolores González de
Rivero, que murió de poca edad. En cuanto a D. Luis María Espe-
ridión, de su primer matrimonio tenía a D. Manuel Ventura Pé-
rez de Tagle, presbítero, y a doña María Micaela, doncella. Si
tuvo más, no lo sabemos. Desde luego, de este segundo matrimo-
nio no hubo sucesión. Lo que sí resulta es que proseguía el pa-
rentesco entre las familias de Montecastro y Salinas.
Este marquesado no vuelve ya a sonar hasta muy entrado el
siglo X I X ; pero el sonido no lo recoge un escritor de la época,
sino de principios del XX, que hablando del cirujano M. Paul de
la Gironifere, dice que "casó en Manila con una española del
país, marquesa de las Salinas (poco después de 1820), permane-
ciendo allí durante veinte años consecutivos". Declaro con toda
ingenuidad que no acierto a saber quién fué esa supuesta marquesa
de las Salinas; pues, como dejo dicho, consta oficialmente, de una
manera que no deja lugar a duda, que en el título de marqués do
las Salinas no sucedió nadie al primer D. Juan Manuel Pérez de
Tagle: murió éste a mediados del siglo X V I I I , y con él se fué al
sepulcro el marquesado.
El apellido.
En 1810 hallábase en España el criollo filipino, oficial del Real
Cuerpo de Guardias españolas, D. Pedro Pérez de Tagle, y fué
nombrado diputado suplente por su país ínterin llegaban los que
allí resultasen elegidos. Es verdaderamente curioso el párrafo
que reproduzco a continuación, tomado de una correspondencia
fechada en Manila el 7 de Abril de 1910 y publicada en El Im-
pareial, de Madrid, del 13 de Mayo inmediato (da idea de lo que
allí se investiga para conocer la vida de los hijos ilustres del
Archipiélago):
"El alcalde de CAdiz, Sr. D. Cayetano del Toro, ha dirigido
una caita al gobernador general de Filipinas pidiéndole los re-
tratos al óleo de los primeros diputados de estas islas, D. Pedro
262 NUESTRO TIEMPO

Tagle y D. José Manuel Couto, que representaron a las mismas


en las Cortes celebradas en aquella ciudad en virtud de la famosa
Constitución promulgada el año de 1812. La autoridad superior
de Filipinas ha contestado con una expresiva comunicación al
Sr. del Toro, diciéndole que ha puesto en juego varios resortes
para encontrar a los descendientes de dichos señores, sin resulta-
do satiafact-orio. Aparece que en la ciudad de Manila residen ac-
tualmente algunas familias que llevan el apellido Pérez de Ta-
gle, pero ignoran que sean descendientes del diputado de dicho
nombre. Dicen que proceden de D. Ignacio Pérez de Tagle, MAR-
QUÉS DE LAS SALINAS, vizconde de Tagle, nacido en este país de
padres españoles, naturales de Santander. Este tuvo dos hijos:
Luciano y Pedro, de los cuales el últimt), cuyo nombre conviene
con el del diputado, nació el año de 1814, dos después de la Cons-
titución."
Couto, mal pudo dejar descendencia en Filipinas, donde nunca
estuvo: era mejicano, y en Méjico murió.
D. Pedro Pérez de Tagle, el diputado suplente, obtuvo de las
Cortes, en la sesión del 22 de Julio de 1811, licencia para tras-
ladarse a su país; y como al votarse la Constitución y ser firma-
da, la firma de Pérez de Tagle no figura aJ pie, se obtiene la con-
secuencia de que en 1812 D. Pedro navegaba con rumbo a Fili-
pinas, o estaba ya en Filipinas.
El D. Ignacio del párrafo transcrito no fué marqués de las Sa-
linas, ni debió de ser hijo de peninsulares.
Y en lo que toca al vizcondado de Tagle, el que escribió lo
copiado ignoraba que entonces, cuando se concedía un título,
mientras se tramitaba y se cobraban los derechos de lanzas y la
media anata, se concedía otro, de menor categoría, llamado pre-
vio, el cual quedaba anulado y cancelado en el momento mismo
en que el Rey firmaba el título con que honraba al favorecido.
El vizcondado de Tagle fué premo; como fué previo el viz-
condado de Oavite, que se dio al conde de Pineda; como lo fué el
vizcondado de Jcdajdla, que se dio al conde de Aviles, etc., etc. Por
eso ningiín títuilo previo figura ni ha figurado jaimás en las Gnius
oficióles. ' "'^'"^^"^'^
Por lo demás, algunos de los Pérez de Tagle de hoy podían
LA NOBLEZA ESPAÑOLA EN FILIPINAS 253

descender de los que siguen, ninguno de los cuales fué marqués


de las Salinas:
—Don Santos Véiez de Tagle, surgento mayor que tomó parte
en las fiestas reales celebradas en Manila en 1708, y que en 1715
fué destituido y desterrado por el gobernador TorraJba.
—Don Luis Antonio [J^érezJ de Tagle, que por los años 1715-
i71Ü era regidor y estaba electo capitán general de Mai'ianas, el
cual fué procesado y preso por el supradieixo gobernador To-
rralba, quien le dejó luego en libertad bajo fianza.
—El ya citado D. Francisco [Pérez] de Tagle, de la hidal-
guía de Manila, (jue cas<> con una hija del g o W n a d o r Cossío
antes de 1729.
—^Don Pedro Pérez de Tagle, que formó en la expedición que,
bajo la conducta de D. F e m a n d o de Araya, batió a los rebeldes
de Pangasinán a fines de 1762.
Todos estos personajes, ninguno de ellos marqués de las Sa-
linas, pero parientes, sin duda, del marqués, figuran en las obras
de historia, y son, por lo tanto, conocidos.
Mas viniendo ahora a los del X I X y del X X , veamos cómo se
agudiza estotro apellido ilustre:
—^Don J u a n , interventor de la Administración de vinos y li-
cores de Camarines en 18-38.
—Don Hipólito, alwgado matriculado en 1839; continuaba
eaa 1858.
—Don Ramón, subteniente de la Marina sutil en 1839; te-
niente en 1845.
—^Don Justo, contador de la factoría de Gapan en 1839; ad-
ministrador de vinos y licores de Iloílo en 1859; cesante en 1860;
jubilado en 1861.
—Don Luciano, comerciante matriculado en 1847.
—Don Pedro, ídem id., en 1847
—^Don Pedro (otro), alumno aforador de Colecciones de tabaco
en 1851; aforador cuarto en 1860.
—Don Miguel, ayudante segundo e inspector de la fábrica de
cigarros de la Princesa en 1855-1861.
—^Don Manuei, aforador quinto, de la clase de cuartos, de la
fábrica de la Princesa en 1860.
264 XUESTRO TIEMPO

—Don Luis, oficial quinto, almacenero interino de Bataán, 1885.


—^Don José, dueño de una tienda de ultramarinos en 1909,
I Dicem estos señores que todos ellos proceden del marqués de
las Salinas?... ¡ Enhoraibuena! Pei-o quien escribe, no para hala-
gar vanidades, sino con miras científicas, debe llamar la atención
sobre los^4)imtos siguientes: 1.°, la primera y única marquesa (co-
nocida) de las Salinas, doña Juana Josefa González de Eivero,
murió sin sucesión; 2.", aceptado que tuviera derecho a suceder en
el titulo D. Luis María Esperidión Pérez de Tagle, que en 1797 se
llamaba indebidamente marqués de las Salinas, este señor, en el
mencionado año, sólo consta que turviera dos hijos; un varón, sa-
cerdote (y que, por lo tanto, no transmitió el apellido), y una
hembra, soltera entonces, cuyo apellido, si se casó y tuvo hijos,
pasó necesariamente a segundo término...

10.

El caso de titularse marqués en Filipinas sin tener plena y le-


galmente justificado el derecho, sfe repite en los que desde 1756
hasta 1827 se llamaron allí "marqués de VILLAMEDIANA".
El año de 1713, S. M. el Rey se dignó conceder el marquesa-
do de Villamediana a D. Sebastián Eodríguez de Madrid, pre-
sidente, gobernador y capitán general de Chile, él cual señor
murió sin haber visto en los días de su vida Filipinas. Dejó un
hijo, único, llamado D. Felipe María Rodríguez de Madrid, de
quien consta en documento particular de la época que en 1756
hacía el viaje de vuelta de Acapulco a Filipinas; estuvo, pues,
en Filipinas el hijo de D. Sebastián: mas consta oficialmente que
murió sin sucesión y "sin que él ni otia persona alguna se presen-
tase a reclamar la continuación del expresado título".
i Quién era, por lo tanto, ese "marqués de Villamediana", de
quien hablan los relatos de la guerra con loe ingleses en Manila
en 1762?
i Con qué derecho se llamaba "marquesa de Villamediana" la
aeáora que en 1782 participaba, en una esqueia mortuoria im-
LA mOBiamA ESPAÑOLA EN FILIPINAS 255

presa en Manila, el falleciíjüento de su marido D. Andrés José

A principios del XIX, i con qué dei^echo usaba este título don
Pedro Galarraga?
j Y D. Plácido Duro, militar, que en las Guias oficiales de Es-
paña de 1826, 1827 y 1828 lleva adosado al apellido el marque-
sado de Villaanediana, siquiera en las sucesivas el dicho marque-
sado quede eliminado?
i No es todo esto verdaderamente curioso?
Muerto sin sucesión D. Felipe María Rodríguez de Madrid,
hijo único del primer marqués de Villamediana, el derecho al
marquesado pasó a una hermana del dicho primer marqués, lla-
mada doña Micaela Rodríguez de Madrid, española, que, como
D. Sebastián, no estuvo jamás en Filipinas. Doña Micaela casó
en España con D. José María Rodríguez, y de este matrimonio
nació en España D, Juan Rodríguez, que casó en España' con
doña María Panlagua, española también, y madre de D. Ramón
Rodríguez, que vino al mundo en un puíeblo de la provincia de
Segovia; el cual D. Ramón casó a)n doña Jerónima de Arroyo
(natural de Toledo), de quien hubo a D. Agustín Rodríguez, que
casado con doña María Catalina Aguilera engendró a doña Con-
cepción Rodríguez Aguilera, la cual, de su enlace con D. Manuel
de Lara Villada tuvo por hijo a D. Antonio de Lara Villada y
Rodríguez, natural de Ronda, que rehabilitó en su favor, en 1855,
el marquesado de Villamediana, muy ajeno, seguramente, de que
en Filipinas lo habían llevado Rojos, Galarragas y Duros. En la
actualidad lo lleva, desde 1880, D. Francisco de Lara y Fontane-
llas, marqués de Casa Fojvtanellás, nacido en Barcelona.

11

Para sucesión interesante, la que allí dejó, en el siglo X V I I I ,


el marqués de CAÑETE. E S un dato el que vamos a reproducir que
tal vez no lo conozca quien lleva hoy tan prestigioso y antiguo
título. Dice el P. Martínez de Zúñiga, en su Estadismo de las Is-
las Filipinas, escrito por los años de 1801-1803 (tomo I, pág. 133):
I

266 NXJBSTKO TIBMPO ^

"Del pueblo de Bacoor, que está cérea de Cavite, fué en su


pai-ao Lia principal LitidígeaaJ iiaiiuido Ambrosio Cuenca, tío
carnal de una mentisa Umnada Luisa, de quien el MAEQUÉS DE
CAÑETE tuvo dos hijos, que dicen los reconoció después que su
Keal Majestad (no hace muchos años) le levantó el destierro, al
estar para salir para España. Este cabaliero murió en el camino,
y a una tía de los niños dicen que escribió que a su oosta se les
diese la educación que correspondía a su rango por parte de pa-
dre, que. es la de los (Jrandes de España. El marqués dejó a
Luisa bastante dinero, y tanto ella como toda su familia son las
gentes más acomodadas de su pueblo."
¡Únicos ñlipinos, que se sepa, hijos, aunque ilegítimos, de un
grande de España!

12

DON JOSÉ FRUCTUOSO DE AVILES Y BAÓN DE LA CAMPA es el


segundo (y último) de los criollos filipinos que han ostentado a
un tiempo hábito de una orden militar y título de Castilla. El
hábito, de Santiago, le fué concedido en 1788, y el condado de
Aviles en 1794. ; .í ^
Nació en Manila, hijo de D. Alejo de Aviles, asturiano, y de
doña Silverií\. Agustina Baón de la Campa, natural de Manila,
hija de español peninsular y de española nacida en la Colonia.
Prestó buenos servicios como militar, y S. M. le recompensó con
el condado de Aviles. Casó dos veces, ambas en Manila: la pri-
mera con doña María Goranda de Aquino, española, de quien
tuvo un solo hijo, D. Juan José de Mata, y la segunda con doña
Mariana Modesta de Valencia, "mestiza castiza", viuda de don
José Segura. (De este segundo matrimonio no sé si hubo suce-
sión; pero creo que no.) Murió en Binondo (Manila), en 1820.
Don Juan José de Mata de Aviles y Goranda de Aquino, he-
redero del título, no se cuidó de sacarlo; murió en 184.'í sin ha-
ber hecho la menor gestión, por lo que el condado de Aviles fué
suprimido el año de 1869. Estuvo casado con doña Bibiana de la
Dehesa, hija de D. Francisco de la Dehesa Sáinz, alcantarino
hA NOBLEZA ESPAXOI^ EN FILIPINAS 257

de 1784, español peninsular, y de doña. Muría Andrea de Valen-


cia, hermana de la mencionada doña Mariana Jilodesta, y, por
consiguiente, también "mestiza castiza", de quien tuvo diez hi-
jos. De estos diez hijos, en 1870 sólo vivían doe: D. José Vicente
de Aviles y de la Dehesa, y una doña Josefa, a la sazón demente.
El dicho D. José Vicente de Aviles fué quien, en el año cita-
do de 1870, solicitó y obtuvo, como heredero directo (nieto) del
primer conde de Aviles, la rehaibilitación del título. Murió en
Manila en 1875, sin que pueda decir qué descendencia ni qué
fortuna dejó; no sé máa sino que desde entonces ese condado se
halla vacante, lo que induce a sospechar que D. José Vicente da
Aviles no dejó mucho dine.ro.
Otros Aviles, sin duda de la misma familia, con más o menos
mezcla de sangre del país:
—Don Esteban, subteniente del regimiento del Príncipe en
1839.
—Don Juan, subteniente del Resguardo, por los años de 1839-
1845.
—-Don Luis, contador dol Hoapital de Majiila, por los años
de 1839-45.
—^Don Luis (que debe de ser otro), contadoír tercero del Tri-
liunal de Cuentas de Filipinas, en 1860.
Un momento hubo en que el apellido Aviles fué asociado al
dinero; en la actualidad, no creo que quede nada de la opulencia
pa.sada.

•••

Y basta, a lo menos por hoy, para dar una idea de los residuos
de la nobleza española que floreció en Filipinas.

W. E. RETAJÍA,
C. de Ift Academia do la Historia.

Madrid, Julio de 1919.

17
loestn ciiircii uterior liraite
el ¡rieier trUre le ISli

Amique no en la« proporciones deseadas y esperadas por to-


dos, ed vodüineü del intercaimbio entre los diversos países comien-
za a reflejar la i-elatir» normalidad que disñ-utamos desde la
firma del arraiaticio.
Aquellas naciones beneficiadas por la guerra y obligadas por
las circunstancias a todas las niodalidades de la producción para
llenar el hueco que otras, las beligerantes, dejaran en la mayor
parte de loa mercados y que por virtud de ello llegaron a figuraJ"
en las estadísticas comerciades con cifras jamás soñadas y con au-
mentos d« más de un 150 por 100, término medio, tienden a ser
desplazadas; porque si bien su tráfico se mantiene todavía a la
miama, y en determinados casos, a mayor altura del último cua-
trienio, la composición de aquél difiere mucho de la que tuvo du-
rante el período bélico, denotando este hecho que se inicia la se-
lección de las indtiistrias apropiadas a los recursos y condiciones
del país respectivo y convenientes al capital indígena. Esta se-
lección irá acentuándose a medida que las crisis de todo orden,
político, económico y social que durante mucho tiempo tendrán
enajenada la tranquilidad absoluta del mundo, vayan reducién-
dose y resolviéndose y logren los pueblos dar cima a la magna
obra de su reconstitución.
Las lecciones del pasado, duras para vencedores, vencidos y
NtrtSTRO COMERCIO KXTERrOR 25?

neutrales, y las i-evelacioiies del presente, harán rectificar no po-


cos errores y orientarán a todos ellos en el camino que deben se-
guir, surgiendo entonces potente la lucha industrial y mercantil,
organizada, sistematizada como no lo estuvo nunca, al menos de
iiaia manera general, y entonces también las cifi'as de ese comer-
cio podrán considerarse sin reservas como fiel expresión de la ac-
í ividad y potencia de cada país.
P o r lo que respecta al comei'cio exterior de Esi^aña en el pri-
mer ti-imestre del año en curwj, se^(/b.serva un aumento total de
más de 211 millones de písetas, con rolación a análogo período
de 1918, correspondiendo de aquél a la impottación unos 68,8 mi-
llones y 143,1 a la expoi-lación.
Exceptuando el de animales vivos, que arroja una baja de 2,4
millones, pues el valor del número de cabezas importado cede de
2.7 millones a 325.000 pe.seía,s, los demás grupos que integran el
Arancel de importación contribiiven a la mencionada alza con las
sumas que siguen: de 44,1 millones, el de primeras materias; de
J4,8 millones, el de aitículos fabi-ieados, y de 12,3 millones, el de
substancias alimenl icias.
Al aumento de la exportación cooperan todos los mencionados
grupos en esta cuantía: con 0,2 millones, los animales vivos; con
y,9 millones, las primeras inalerias; con 53,4 millones, los artícu-
los fabricad'js, y con 75,4 iiúllones, las substancias alimenticias.
La balanza mercaJttil, que en el primer trimestre de 1918 era
favorable a España por 72,3 millones de peseta.s, solamente llega
en igual período trimestral de 1919 a duplicar ese saldo,'ya que
se cifra en 146,6 millones de })cstólas.
Después del examen de! conjunto del tráfico y de los grande.?
grupos que lo constituyon, \ ani<'S a considerar &l movimiento que
ofrece particudarnie>nt« cada una de las divereas partidas o clases
componentes de aquéllos y en <)ue se subdividen ambos Arance-
les, a fin de apreciar con la muyor justeza posible la marcha del
intercambio mercantil español en un lapso de tiempo compren-
dido en el período crítico de la leorganización de los transpor-
tes y de la actividad comercial.
Salivando las importaciones de cáñamo, lino, pita, ynte y demás
fibras vegetales; lanas, crines y pelos y seda y sus mamifacturas
260 NTJESTHO TIEMPO

qu« han descendido de 4,3 a 2,9, de 4,3 a 3,7 y de 6,5 a 3,5 millo-
nes de pesetas, respectivamente, o sea 1,3, 0,5 y 2,9 millones, las
demás partidas o ciases presentan aumentos de mayor o menor
importancia, siendo los más cuantiosos los del algodón y sus ma-
nufaoturas, de 20,9 a 41,3 millones (14,4 millones más que el pi-i-
mer trimestre de 1919); las substancias alimenticias, de 25,8 a
38,1 millones (12,3 millones) y las substancias empleadas en la
agricultura, farmacia^ perfumería e industrias químicas (10,6 mi-
llones). Por bajo de esta última cifra han aorecido las siguientes
remesas: instrumentos, máquinas y aparatos empleados en la
agricultura, industria y transportes, de 11,3 a 19,1 millones (7,7
millones); metales y demás manufacturas en las que entra un
metal como primer elemento, de 4,8 a 11,0 millones (6,8 mülones);
animales y sus despojos empleados en la agricultura e industrias,
de 12 a 18,8 millones (0,7 millones); piedras, tierras minerales,
ciistalería y productos cerámicos, de 0,00 a 10,9 millones (4,8 mi-
llones) ; maderas y otras matei-ias vegetales empleadas en la in-
dustria y sus manufacturas, de 4,1 a 6,7 millones (2,0 millones);
y poco máa de medio millón (de 1,9 a 2,0 millones) el papel y sus
aplicaciones.
Como se deapi-ende de les ciatos expuestos, la demanda de pri-
meras materias comienza a animarse, revelando una mayor acti-
vidad de la industria española que se traduce a su vez en un acre-
centamiento de exportación de sus manufacturas. No obstante,
no puede considerai-se todavía aquélla a/tendida con arreglo a sus
necesidades, aunque sí por algunas facilidades concedidas por
los Gobiernos extranjeros para la importación de determinadas
mercancías, en camino de resolver la intensa crisis que venía su-
friendo, especialmente la industria de tejidos, a causa de la falta
abscduta de arribos de algodón.
Entre las clases del Arancel de exportación corresponden al
mayor aumento, de 63,9 millones a 149,4 millones, o sea de 85,4
millones, a la de substancias alimenticias, a pesar de las limita-
ciones y prohibiciones que pesan sobre la mayoría de los artícu-
loe que constituyen el mencionado grupo. En 28 millones (de 4,8
a 32,9 millones) han acrecido las salidas de ganados, pieles y otros
despojos; en 14,4 millones (de 23,4 a 37,9) las de lanas, pelos, cer-
KUESTBO COMEBCIÜ EXTERIOR 301

das y sus manufacturas; en 6,3 millones (de 28,2 a 34,5) las d«


algodón y sus manufacturas; en 3,3 millones (de 14,6 a 17,9) las
de substancias empleadas en la agricultura, industrias químicas,
faiTuacia y perfumería; en 3.2 millones (de 7,9 a 11,2) las de ma-
deras y otras materias vegetales; en 0,9 millones (de 2,7 a 3,7)
las de instrumentos y máquinas; en 0,7 millones (de 1,6 a 2,4) las
de cáñamo y lino; de 0,4 a 1,1 millones, las de seda y sus manu-
facturas, y las de papel y sus,aplicaciones de 3,1 a 3.9 millones;
figurando en baja de 6,6 millones las remesas de metales (20,1 con-
tra 26.7 millones), y de 3 millones, las de piedras, tierras mine-
rales, cristalería y productos cerámicos (16,6, frente a 19,7 mi-
llones).

>|I*!|>

Aunque desde Enero del año actual se hacen ftgurar en las es-
tadísticas oficiales que publica la Dirección General de Aduanas
los países de origen y destino de las mercancías importadas y
exportadas, c»mo esta i-eforma o mejora se limita al movimiento
comerciad de 1919, no hay posibilidad de comparación con los
de 1918 y anteriores, en lo que se refiere a la procedencia y con-
signación de los artículos constitutivos del ti'áfico, hasta que no
transcurra algún tiempo o aaites no i'eailiza la Administración la
labor mecánica necesaria para presentar tan interesante detalle,
que hasta aquí s<>lo aparecía en las estadísticas del conjunto
del año.
Por la expresada circunstancia hemos de limitarnos a conside-
rar tan sólo algunos casos.
La importación de algodón en rama, valorada en 38 millones
de pesetas, contra 23,5 de los tres primeros meses de 1918 y as-
cendente a. 25,3 millones de kilogramos, contra 15,6 millones del
referido período, ha sido hecha por los Estados Unidos, especial-
mente (24,8 millones), Argentina (32 mil kilogramos), y Egipto
2tí2 NUiSSTHO TIEMPO

(171.388 kilogramos). De yute, abacá, pita y demás ñbras vege-


tales se han impoitado 6,5 millones de kilogramos, conti'a 10,1
millon«3, procediendo casi en su totalidad de las posesiones in-
glesas de Asia y una pequeña parte (13.818 kilogramos) de las Is-
las Filipinas. Valor, 2.4 millones en 1919; 3,8 millones en 1918.
De lana común sucia se liuii reducido los arribos de 1,2 millo-
nes de kilogramos a 1,1 millones siendo originaria del Uruguay
(485.481 kilogi-amos) y de la Argentina (85.125 kilogramos). De
lana lavada figura este iiltimo país importador de 288.342 kilo-
gramos, siendo ei total de las remesas de 335.330 kilogramos, con-
tra 125.612 kilogramos valorados en 1,0 y 0,6 millones de pesetas,
re6X)ectÍTamente. • •'-¿v ^" ;
En pasta para fabricar papel figura Suecia con 10.283.504 kilo-
gramos; Noruega, con 1,7 millones y Francia, con poco mis de
5.000 kilogramos, habiendo acrecido la impoiiación de 5,6 a 12
millones de kilogramos y pasando su valor de 617.597 pesetas a
1,3 millones de pesetas.
En madera ordinaria en tablas aparecen importando peque-
ñas cantidades los Estados Unidos. Francia, Gran Bretaña, No-
ruega, Portugal y Suecia, por un conjunto de 57.809 kilogramos,
o sea 26.223 más que en 1918 y poi- valor de 4.463.702 pesetas,
contra 2.232.212 pesetas.
Se han importado 3.374.583 kilogramos de cueros y piei^ en
bruto, procediendo de la Argentina 1,4 millones; del Uruguay,
1,5 millones; de Colombia, 0,1 millones, de Marjiíecos (zona es-
pañola), 25.000 kilogramos y de las posesiones inglesas de Asia,
24.000 kilogramos. Valor, 9.5 millones de pesetas, contra 7,4 mi-
llones.
En sebo y sus manufacturas se registra un aumento de más
de dos y medio millones de kilogramos y 2,3 millones d© pesetas,
apareciendo como principales importadores el Uruguay (1,5 mi-
llones de kilogramos) y la Argentina (1,4 millones de kilogramos).
Se cifra la importación de guano y demás abonos orgánicos
en 188.466 kilogramog, frente a 299.188 de 1918, en baja, pues,
de 110.722 kilogramos. La vailoración pasa de 47.870 pesetas, a
30.155 pesetas. - Tí^ifT ^^^ i - ^ -
Tja, industria española ha hecho importantísima demanda d«
WUESTRO COMEKCIO KXTKRIOK 90t

dinamos, electro-motores, cuadi-os de distri'bucióm, etc., etc., « e g ^


demuestra eil detalle que sigue:

PROCEDENCIAS KiUgxamoi.

Estados Unidos 442.937


Francia 67.968
Gran Bretaña 74.327
Italia, 10.522
Suecia 236.426
Suiza 108.994

Valoi-, 3.320.578 pesetas, wntra 1.808.133 peseta».

En el grupo de sub-stancias alimenticias están bien representa-


das algunas Kepúbdicas americanas, especialmente la Argentina
y Uruguay, y vaidos países europeos. I.^* principades artículo*
importados han sido: bacalao y pez-palo, 9.249.437 kilogramos,
contra 5.380.455 de 1918 (valor, 7.029.572 pesetas, frente a pesie-
tas 4.089.146), procedentes de las posesiones inglesas de Asia (ki-
logramos 5,249.485): Gran Bretaña (1.132.812), Dinamarca, ki-
logramos (1.686.041): Estados Unidos (62.336 kilogramos), pose-
siones danesas de Europa (940.328 kilogramos) y varios (78.435
kilogramos).
Trigo, 51.541.007 kilc^amos, con aumento de 39.959.257 ki-
logramos, casi en su totalidad de la Argentina. Valor: 11.339.028
peseítas, contra 2.547.985 de 1918.
Maíz, 7.287.668 kilogramos, valor, 1.166.027 pesetas, proce-
dente también en su mayor parte de la Argentina. En el primer
trimestre del año anterior sólo se introdujeron 3,3 millones de
kilogramos por poco más de medio millón de pesetas.
De cacao en grano se han recibido 1,2 millones de kilogramos,
y del tostado y molido, tan sólo 10.760, correspondiendo las ma-
yores cantidades a Venezuela (376.000 kilogramos, Ecuador (ki-
logramos 351.000) y posesiones portuguesas de África (276.000
kilogramos). Valor total, 1.234.696 pesetas, contra ptas. 968.321.
Venezuela y Puerto Rico importaron, respectivamente, 1,8 y
264 líUESTBO TIEMIV

1,1 millones de kilogramos, llegando esta partida con las renui-


sas del Brasil (847.000 kilogramos), Méjico (726.000), posesione»
portuguesas de África (125.(X)0), San Salvador (34.000 kilogra-
mos) y otros países, a im total de í>,i> millones de kilogramoe
(10,4 millones de pesetas) en alza de mátí di un millón.
Entre las importaciones especiales íigiira.el tabaco en rama,
por 7,5 millones de kilogramos y valor de más de seis millones.
En 1918 súlo se importaron 2,8 millones de kilogramos por 1,7
millonee de pesetas. Ha habido, pues, ana mayor entrada de 4,7
millones de kilogramos y de t,.5 millones de pesetas.
La exportación, considerada cu la misma forma que la impor-
tación, ofrece, entre otros, estos detalles:
Desciende el volumen de blenda exportada de 16,4 a 3,7 millo-
nes de kilogramos, absorbidos casi en su totalidad (3,5 millones)
por la Gran Bretaña. El resido corresponde a Francia.
También acusa baja, de 1,0 a 0,9 millones de kilogramos, eJ
mineral de hierro, figurando como principtil país importador In-
glaterra. Dioha partida se valora en 10,0 millones de pesetas
contra 11,8 de 1918.
De la misma manera, la pirita de hierro presenta baja de
378.000 a 77.000 kilogramos y su valor de 4.9 a 1,0 millones de
pesetas.
A 10 millones de kilogramos asciende las remesas de mine-
ral de cobre con destino a los Estados Unidos (7,2) y a la Gran
Bretaña (2,8) por valor, en junto, de 138.000 pesetas; las de mi-
neral manganeso a 5,1 contra 5,8; a 5,4 contra 6.1 las de hierro
y acero manufacturados, exportados principalmente a Francia
(3,6 millones de kilogramos); a 1,1 contra 2,9 las de cascara, de
cobre, casi en su totalidad para la Gran Bretaña (1,12 millones),
y a 20,1 contra 22,4 las de plomo pobre eh galápagos, de ellos 9,4
a Dinamarca, 3,3 a Holanda, 4,7 a Francia y 2,4 a la Argentina.
Valor, 7,6 millones de pesetas contra 8,5 de 1918.
Las salidas de algodones y sus manufacturas y demás fibras
vegetales están en baja, segíin los datos comparativos siguientes:
NUESTRO COMERCIO EXTERIOR 265

liltglUMt. KiUnu de fin.

Algodón hilado (1919) 340.003 1,7


Id. id. (1918) 428.481 2,1
TejidoB de algodón blancoa (1919).... 3.439.981 17,1
Id. de id. id. (1918).... 1.701.902 8,6
Id. teñidos y estampados (1919). 527.B32 3,6
Id. id. .id. (1918). 1.677.637 11,7
Hilaza de cáñamo y lino (1919) 91.707 0,1
' Id. de id. id. (1918) 201.336 0,3

I>e lana sucia se han enviado a diferofues watros conKnmidore.s


425.872 kilogramos, contra 5^20.121, valorados en 723.782 pese-
tas; de lana lavada, 544.206 kik>gi-ainas, contra más de un mi-
llón, descendiendo su valor de 5,2 a 2.1 millones de peseta.s; de
papel continuo, 36.069 kilogramo*!, contra 12.786; de traviesas
para ferrocarriles, la exportación acrece de 74.000 kilogramos
a 3,1 millones, y el valor de 6.710 a 285.083 pesetas;- de corcho
en panes y tablas desciende de 1,1 millones de kilogramos a poco
más de medio millón, aumentando, por el contrario, la de cor-
tJio en tapones de 442.000 a 974.000 kilogramos (de 4,7 a 4,0 mi-
llones de pesetas).
Por último, la exportación de la mayoría de las substan<?ias
a*limenticias figura en alza, mereciendo consignar las siguientes:
Sardina salada y prensada, 1,3 millones de pesetas, contra 0,8.
Arroz. 2.8 millones de pesetas, contra 6.405 pesetas.
Cebada, 0,9 millones de pesetas, contra 56.000 pesetas.
Maíz, 231.000 pesetas, contra 98.000 pesetas.
Judías secas, 1,3 millones de pesetas, contra 8.000 pesetas.
Patatas, 287.808 pesetas, contra 6.000 pesetas.
Almendra en cascara, un millón de pesetas, contra 548.000
pesetas.
Almendra en pepita, 9,4 millones de pesetas, contra 2,6.
Aceitunas verdes y en salmuera, tres millones de pesetas, con-
tra 800,000 pesetas.
Avellanas, 2,4 millones de pesetas, contra 1,4.
Higos secos, 3,5 millones de pesetas, contra 1.5.
Naranjas, 20,6 millones de pesetas, contra 4.9.
Aceite de oliva, 22,6 millones de pesetas, contra 900.000 ptaa.
266 NDK8TB0 TII:MTO

Vino tinto ordinario, 18,3 millones de pesettuí, contra 8,7.


ídem blanco, 6,7 millones de pesetas, contra 900.000 pesetas.
Consecuencia del mayor movimiento comercial, la Renta de
Aduanas acusa alza de 8,8 a 16,3 millones de pesetas, de los cua-
les corresponden a los derechos de importación 11,1 millones; a
los de exportación, 3,8 millones, y a los démós conceptos, 1,3 mi-
llones de pesetas.

LtTIB J>B MADARUOA.


Dü e B í n BE 8GIDI1IDSD ESOIITO Eü 19IS
OÓMO PENSABA XTS E8CKIT0R ALEMÁN SOJÍKK LA FtTUKA PAZ DE EUROPA
CUANDO SU NACIÓN P A H E C Í A SER LA TRIUNFADORA

Hoy llega a nuestro poder, al oaho de cérea de cuatro años, un


número del periódico alemán Essenei* Generiil-Anzeigei's. que iué
f'ertificado para España el 6 de Diciembre de J915, en el que vie-
ne un articulo firmado por su redactor jefe, Herm Wilhem
Wi/nizer, cvando los germanos consideraban su triunfo indiscu-
fihle. donde se discuten los ¡M'oblemas que hoy preocupan a stu
rencedores en la Conferencia de la Paz. 7'anto por este motivo
como por el interés que tiene el qu^. pueda apreciarse cónw pen-
saba im Doctor alemán sobre el pacifismo en el primer año de la
guerra mundial, ofrecemos n nuestros lectores la signiente fra-
dueciÓ7i de dicho artículo.

[at base! tara ona paz duradera ea la noeía (oroea.


El choque entre las grandes pobencias ha hecho sufrir honda-
mente a las naciones neutrales, no sodamente en el terreno 6(x>-
nómico; el alma también de aqiiellas naciones privilegiadas su-
fre y se estremece horrorizada ante el espectáculo de la sangrienta
lucha. Los partidarios de uno 7 otro bando claman en pro o en
contra, con un apasionamiento tal que los respectivos Gobiernos
tienen que extremar su vigilancia y discreción para ^lardar por
lo menos una neutralidad oficial.
En mülones de periódicos y de folletos se discuten el derecho
y la injusticia, las culpas y las causas, las aspiraciones y los pro-
tM NUESTKO TIEMPO

bables resiiilitados de la guerra. Y mientras las grandes potencia*


vierten en esta lucha hasta la sangre del corazón empeñados en
asegurar su posicián mundial futura, observamos que el pensa-
miento de célebres políticos y de eminentes escritores de los paí-
ses neutral&s gira con cierta predilección alrededor de la idea de
eómo se puede asegurar una paz duradera y hasta evitar en lo
futuro toda dase de guerras. Si ñiese posible solucionar est«
problema en una forma aceptable para todos, nosotros, los que
poa" propia y tristísima experiencia, conocemos todos los horro-
res de la guerra, seríamos los primeros en iiegoeijarnos ante tan
hermosa perspectiva.
Por poco que se penetre en la mentalidad de los neutrales se
comprende que la violencia de la tempestad, desencadenada al-
rededor de sus fronteras, les debe hacer temblar por los cimien-
tos de su propia casa; y nada nos puede extrañar que en busca
de su salvación se refugien en las regiones de aspiraciones idea-
les, máxim© cuando se trata de naciones que desde un siglo o más
gozan tranquilas de los beneficios de la paz y en las que no puede
encontrar fácil acogida la idea de que podrían tener que defen-
der sus hogares con las armas en la mano. No obstante, debemos
confesar que precisamente en esto? días de la ludia más encar-
nizada y más gigantesca, de todos los tiempos, apenas podemos
concebir tópico que discutir con menos esperanza en su posible
realización que esta idea de la paz universal.
Acabamos de presenciar la bancarrota espantosa de los esfuer-
zos humanitarios del tribunal de La Haya.
Aun siendo tal nuestro estado de ánimo, nos creemos obligados
a examinar concienzudamente todo lo que pudiera contribuir a
suavizar los horrores de las guerras o a lograr que seaif menos
frecuentes. Y son estas consideraciones las que nos mueven a fijar
nuestra atención sobre ciertas proiposiciones emitidas en publica-
ciones neutrales y circuladas en toda Europa con gran derroche
de perspicacia y d'e medios de propaganda.
Creemos haber observado que en Suiza y en los Países Escan-
dinavos, al tratar ríe estas cuestiones, lo hacen por lo general con
cierta reserva que no nos es antipática precisamente por lo deli-
cado que es este asimto.
UN AHTICULO DK ACTÜALIDAP ESCRITO E>í 1 9 1 5 260

En Holanda, en cambio, el asilo de la Conferencia de la Paz,


y en España, tien-a de fogosos oradores y geniales escritores, ios
propagadoires de estas iniciativas humanitarias pierden a veces,
a juicio nuestro, la medida de las dificultades que a su realiza-
ción se oponen.
El publicista español, iniciador y ex px'OÍ?esor de la enseñanza
de la Sociología en la Universidad de Madrid, D. José Cáscales
y Muñoz, nos ha enviado, y entendemos que igual lo habrá hecha
con todos los prohombres y periódicos de importancia de Euro-
pa, una circular en la que desarrolla la siguiente tesis: P u ^ t o que
en ninguna parte la justicia y el onden están asegurados cuando
no se apoyan en una fuerza que los haga respetar, el derecho uni-
versal también necesita de este apoyo para garantizar la aplica-
ción de sus principios y con ellos la paz universal. Esta fuerza
quedaría constituida en forma die un nuevo ejército internacio-
nal respecto a cuya organización el autor entra en detalles que
aquí, por falta de espacio, no podemos reproducir. En una cax-ta
particular dirigida al insigne autor hemos tratado de convencer-
le de que por muchas razones su idea nos parece imposible de
realizar; las dificultades de orden geográfico bastarían por sí so-
las para hacerla impracticable. ¿En qué país habría que alojar
esite ejército? Est« inspiraría menor respeto a,las naciones a me-
dida de la distancia que les separase del lugar de su acantona-
miento. A pesar de tales razonamientos el autor no abandona su
idea y nos ha honrado con nueva atenta carta en la que trata de
refutar nuestros argumentos y recomienda su idea al examen del
tribunal de La Haya.
Tememos también a k vista la tirada especial de dos artículos
de fondo díel periódico más serio de Holanda, el Nieuwe Rotter-
damsche Courant, artículos que también parecen haber sido, so-
metidos a toda la Prensa europea. El autor reconoce la importan-
cia primordial de la cuestión de ¿quién ha sido el agresor? Y con
razón dice que uno de los principailes motivos que hicieron abortar
la.g gestiones germanobritánicas que pudieron haber asegurado la
paz mundial, ha sido la interpretación distinta dada al concepto
del "Ataque sin provocación". El autor cree poder solucionar esta
dificultad adoptando la fórmula emitida por el entonces seore-
270 NtTESTBO TIEMPO

tario de los Estados üiiidos, Air. Bi^an, la cual libraría a las


naoiones del temor de verse expuestas a agresiones repentinafi.
Según la x'eferida fórmula, los Estados que a ella se adhiriesen
Me comprometerían a no atacar otro Eátado contra el cual tuvie-
ran queja, sin haber antes sometido su queja a una "'(Domisión
mixta de examen y de consulta" y san haber eaperado, durante
trescientos sesenta y cinco días, el fallo de dicha Comisión. Tam-
bién este autor da detalles de cóano se habría de realizar su idea.
No habrá alemán que no eaté confoime con el autor holandés
en que "la invasión sin previa provocación en el país dje un ve-
cino pacífico es una acción execrable e inicua". Pero basta con
aplicar las teorías del referido artículo a la historia del origen
<le la guerra para compiNínder que no son viables. El equUibrio
europeo se mantiene a fuerza de una serie de alianzas, y esta ten-
dencia será más pronunciada aún después de la guerra. Traitán-
doee, por ejemplo, de una cuestión tan vital como la suscitada
por la diplomacia serborrusa, que empleaba sin escrúpulos, en
suelo austríaco, todos los recursos de una política de intrigas, de
atentados y de corrupción, la Comisión mixta probablemente hu-
biera prohibido todo acto de castigo verdaderamente eficaz ante
el temor de lesionar la soberanía serbia, y sin una presión de
esta naturaleza el mal hubiera ido perpetuándose. También hay
que admitir la posibilidad de que el fallo de una Comisión pu-
diera resultar parcial, según las confesiones políticas de los ar-
bitros y según su pertenencia o adhesión a uno u otro bando. Por
estos motivos, creemos que nunca potencia alguna aceptara de
antemano como concluyente el fallo, siempre incierto hasita cierto
punto, de semejante Tribunal.
Hay otros casos que nunca podrán sor resueltos por ningún ,
Tribtmal de arbitraje. Pensamos en este orden de ideas en cier-
tas aspiraciones históricas de las naciones; por ejemplo, los iiv
tereses balkánicos de Austria Hungría y de Rusia, tan opuestos
y tan enlazados con el desarrollo histórico de los dos países, y
en el propósito ruso de apoderarse de Consta ntinopla.
Y para volver al caso de los arbitrajes, qué terrible contrasen-.
tido hubiera sido si Alemania, al ver su existencia amenazada
por la movilización de todos los ejércitos rusos, hubiera tenido
tTN AHTÍCXJLO DE ACTUALIDAD ESCRITO EX 1 9 1 5 271

que eaperar más días, o semanas, o acaso los trescientos seseute»


y cinco días propuestos, djejando a Rusia en plena tranquilidad
para terminar todos los preparativos dirigidos hacia el aplasta-
miento de la nación vecina.
Cuando una nación ve seriamente amenazada su misma exis-
tencia y en peligro su porvenir, no ge someterá nunca de ante-
mano a laa deanoras y posibles casualidades de un juicio emitido
por terceros; y según las circunstancias, quedará plenamente
justificada ante su propia conciencia y ante el tribunal de la
histoiria, si en defensa propia y segura de las intenciones de su
adversario le toma la delantera atacando primero.
Así es que, por hermosas y humanitarias que sean las iniciati-
vas a que nos referimos en estas líneas, no podemos los alemanes
hallar en ellas la solución ansiada del problema de la paz uni-
versal.
Siempre habrá rivalidades y, por consiguiente, conflictos entre
las naciones; pero si su solución dependiera del juicio, siempiie
dilatorio, de un Tribunal de arbitraje, aquellos Gobiernos que
tienden a emplear medios inmorales para el logro de sus aspira-
ciones se sentirían menos amenazados de an castigo inmediato.
El temor al castigo siempre ha sido, tanto en los individuos como
en las colectividadles, uno de los frenos más eficaces para los ins-
tintos primitivos y los apetitos desordenados.
¿Quién podría creer, por ejemplo, que el Gobierno serbio hu-
biera, como consecuencia del fallo de un Tribunal internacional,
abandonado sus procedimientos criminales en terreno austríaco ?
Procedimientos tan severamente oensiirados aún pocos días an-
tea de estallaa* la conflagración hasta por muchos de aquellos
que hoy se llaman sus aliados. Seguramente un Tribunal hubiera
condenado el modo de proceder de la diplomacia serbia; pero es
de suponer que la respuesta no hubiera sido el abandono de
aquellas prácticas censau'ables, sino su continuación con un au-
mento de astucia, con el empleo de artimañas más hábiles y me-
jor encubittrtas. Resultaría que la metralla y las bayonetas de
nuestros días quedarían sustituidas por la astucia, la perfidia y
la hipocresía en todas sus formas.
Cuando se trate de formar un juicio, teniendo como elementos
272 NUF.STKO TIEMPO

d© criterio ios mil iisiieetos tan coniplejoa de la vida de una na-


ción y una infinidad de heclios tan sujetos a interpr^itaciones y
discusiones, i'esulltará casi imposible discernir entre la vendad y
la hábil hipocresía y el hacer justicia a todos, por elevado y recto
que sea el criterio de los j ueces que compongan el Tribunal. Los
mismos jueces, precisamente por tener que ser imparciales, no
pf'drían sustraerse a las mil habilidades con que los litigajites
ti'atarían de influir sobi-e sus ánimos y de oscurecer su vista.
En esta clase de luchas llevaría, poi" lo menos en muohos ca-
sos, cieita ventaja el que mejor supiera manejar el ai-ma de las
intrigas, el que bajo las apariencias de un recto proceder y de
noble indignación supiera vailerse de sutiles insinuaciones, de ca-
lumnias, de testimonios falsos y demás recursos de una corrup-
ción refinada.
Para nosotiros, es todavía demasiado amajrgo el i'ecuerdo de
ajquella campaña de calumnias y de infamias que tanto daño nos
hizo al pirincipio de la guerra. Hemos visto que no es suficiente
la justicia inherente de una causa para hacei-la salir victoriosa
ante el juicio del mundo, Hemt/s recibido una terrible lección
que no olvidaremos tan pronto, como no olvidaremos tampoco
que únioadnente ha sido nuestra fuerza en el terreno militar, eoo-
nómico y técnico, y la fuerza moral que emana de una buena
oonciencia, las que nos han salvado de un seguro aniquilamiento,
y únicamente en ed mantenimiento de estas fuerzas y en las de
nuestros aliados y aimigos podemos ver para nosotros una garan-
tía suficiente para una paz duiradera.
El resultado de la guerra, según ya dijimos, lia de ser nuevas
agrupaciones de potencias, como también, por dé&gracia, estas
agrupaciones han sido hasta cierto punto su causa. Todos loa
países qi*B no se sienten bastante fuertes para protegerse contra
posibles codicias e inicuas imposiciones, debieran desde luego
orientar su política hacia un estrechamiento de lazos con aquel
grupo que les parezca poseído del más sincero deseo de paz y de
fuerza suficiente para mantenerla, y en el .que al mismo tiempo
crean mejor sostenido el esfuerzo colectivo esi el camino de los
progresos morales y materiales, el en (;|ue crean más arraigado
ÜJ* VKTÍCCTU) OH iLCnJMjIDAD BSCRITO KN 1 9 1 5 273

el sentido de justioia hacia todaa las naciones que colaboran con


fe y sinceridad esn la gran ot>ra <JeI adelantaniiento pacífico de la
humanidad entera.
LoB neutrales, por poco que traten de ver las coeas tales como
«on, sabrán por qué camino dirigirse.
DOCTOR W I L H E U I WINTZEB,
Redactor jefe de «Bsseaer General-Anteigero.
h's»en (Alefn/mt'O), fi-ia-lñ.

18
POLÍTICA EXTRANJERA

LA REPRESENTACIÓN PROPORCIOMAL

BL, PAKX.AMKNTAR18MO K » CKÍBlf*

No adelántame» al escribir este epígrafe ninguna idea uue\ a a


cualquiera medianainejiite aficionado a asomarse más allá de la«
fronteras. El régimen parlamentario, para que sea fecundo re-
quiere el juego de gramdes partidos, y los grandes partidos están
en quiebra. Tenderán unos esta quiebra por buena, nosotios la te-
neanos por nefadta; pero lo que no podemos negar, ni eüos ni
nosotros, es que la realidad es ésa. El Parlamento francés es un
mosaico de grupos; en Itailia se da el ca».» de que gobiernen gio-
littistas, pero apoyados en una mayoría que no integra, el i>artidü
de Giolitti; en Inglaterra han tenido que coalie.ioiíai-se, los imiio-
nistas y liberales, y en España, el paitido lil>eral-con9ervador,
que era el más resistente a ese modo de gol>ernar, ha tenido que
resignarse a hacerlo buscando en coincidencias accidentales la
fuerza necesaria.
No puede atribuirse a la guerra esta inquietud espiritual. La
qm€ft)!ra del parlamentarismo es más antigua, por no haber acer-
tado los pueblos a aunar la democracia con la capacidad, siendo
así que ésta es más necesaria en gobiernos de pueblo fine en go-
biernos despóticos. En éstos cabe acertar coa el hombre; en aqué-
llos hay que tener acierto en los hombres.
POLÍTICA lüZTRANJfiRA . 276

Él Sr. Sánchez de Toca, espíritu clarivi<Jeínte y ouhávado, en


va libro La crida del parlcanentetrismo escribió:
"El gobierno del Estado modeimo entraña servicios de tanta
complejidad y tal mima de dificultades para indisciiplinas socda-
lee, incoherencias d« opinión pública, incertidumbree d« estabi-
lidad y responsabilidad d« ejecuicióo, que para desarroUar par-
laanentariaimente con ese instrumento, empresa política de más
alcance que la del mero trámite ordinario de la gobernación, se
requieren dotes muy extraordinarias de estadista a la par que
disciplinas de partido de extraordinario vigor para que un Par-
lamento sirva a interponer y mantener gobernantes y planes de
Estado ejecutados con acción constanite.

Ellos (los Parlamentos) desnaturalizan la« democracias en oli-


garquías, y procrean Cámaras que a la vez de absorber todas las
prerrogativas gubernamentales, reducen en su seno a loe elegidos
a tener por preocupación máxima la de prolooigar sus estados
posesorios."
Estos vicios, y algunos más, los han reconocido en España y
cti el extranjero cuantos se han ociTpado de la institución parla-
mentaria; pero en ninguna parte ha sido posible encontrar un
régimen que sustituya ventajosamente a aquél; y de ahí que la
marcha seguida sea en el camino de mejorar, de reformar el re-
dutamiento parlamentario, sustituyendo el sufragio universal
igualitario y simplista por los métodos de i'epresentación pro-
porcional.
No vamos a descubrir aquí nada relacionado con el sistema de
la representación proporcional. Un tratado cualquiera de Dere-
cho político (y desde luego el tan vulgarizado en las Universi-
dades del Sr. Santamaría de Paredes) contiene los principios y
modalidades fimdamentailes del sistema. Don Adolfo Posada ha
publicado recientemente un trabajo de divulgación completísimo.
La primera aplicación de la representación proporcional pa-
rece haberse realizado en 1840 en las elecciones municipales de
Adelaida (Aui^ralia), con el sistema del cociente; pero la expe-
riencia inicial más importante quizá es la ley danesa de 2 de Oc-
tubre de 1855, debida al influjo del ministro Andrae: en la
276 NUBímtO TIEMPO

CouiStituoióu se ooa^evgi'ó el principio de la represeatacióa pro-


pordonal, y ae disrpuso que la eleoción del Landsthing se acomo-
dase a normaa adecuadas; en sa yirtud, la votación de los miem-
bros del citado Cuerpo s» había'de hacer en estia forma: todo
elector debería escribir en su paipeleta los nombres de sws candi-
diatos, o el de uno sólo; la suma de las pai>eletas entregadas en
la votación al prefádente se dividiría por el de los miembros que
habrían de elegirse, y el cociente, prescindiendo de las fraccio-
nes resultantes, serviría de base a la elección. El presidente, al
practicar el eticrutinio, extraería áñ la urna las papeletas depo-
sitadas en ella, leyendo el prkner nombre escrito en cada una, y
cuando un candidato hubiera logrado el cociente, se le considera-
ría elegido, continuando con las restantes papeletas; pero si en
cualquiera de ellas figurase nombre d© candidato electo ya, se
a,plicaría el voto al inscrito inmediatamente.
Las inicdaciones de la idea de la representación proporcional
van unidas a nombres como los de Tomás Haré (con Stuart-
Mill), el citado Andra«, (Jonsiderant... "El más notable de los
sistemas propuestos—dice Orlando ("La Rif. Elett", 1883)—es el
d«l jurisconsulto inglés Haré en su "Treatise on tlie election oí
repres.", publicado en 1859 (tercera edición, 1865). El sistema
liare fué defendido por un hombre tan de primer orden como
Stuart-Mill. Y es curioso lo que a propósito d© Haré escribe
aquél en sus "Memorias". Estima la "gran idea de Haré, prác-
tica y filosófica a la vez, como el más alto p<>rfeccionaaiiiento de
que es susoeptible el siateonaa del gobierno rtípreseutativo; perfec-
cioinamiento que ataca y cura del modo más feliz el gran defecto
del sistema representativo...; defecto que consiste en dar a una
mayoría numérica toda la fuerza, en vez de concederle sólo la
proporcional a su número... El sistema Haré procura un reme-
dio radical. Este invento, nuevo en el arte político (que el plan
de Mr. Haré es realmente un descubrimiento), me inspiraba...
nuevas e^)erAnzas y más confianza en el porvenir de ia sociedad
humana, porque libra del \acio capital a la forma de institucio-
nes políticas hacia la cual el mundo civilizado tiende evidente-
mente."
En el sistema de Haré, tan discutido y tan variamente modi-
POLÍTICA £XTRANJBRA 1*77

Ücado—añad* Orlando,—el Estado foinuaria im coiegio único, di-


vidido en circunscripciones, como loe distritos actuales; varios
constituirían un departamento. El procedimiento de la votación
sería el corriente: la novedad consistiría en que el elector podría
votar por cuantos candidatos quisiera, escribiendo en su pape-
leta por orden de preferencia. Hecha la votación, las "mesas"
del distrito contarían las papeletas, comunicando gu número a
la oficina del departamento respectivo, el cual, despule de reunir
los totales recibidos, enviaría el resultado a la oficina i^enti'al de
la capital de la nación, y ésta, una vez sumadas todas las cifras
recogidas, dividiría el total general obtenido por el m'imero de
los elegibles; el resultaido sería el "cocient* electoral", cifra "ne-
cesaria y suficiente" para ser proclamado electo; comunicado el
cociente pc^r la oficina central a las cirounscripciones o distritos,
se practicaría en éstos el escrutinio, empezando por leerae las pa-
peletas de un solo nombre; luego, las de dos, y así sucesivamente.
En la de más de un nombre se atribuiría el voto al primer ins-
crito, hasta que obtenga el cociente; en las papeletas que sigan,
al segundo, o al tercero cuando el segundo hubiera logrado tam-
bién el c(x;ieiite, y así loe demás. Al que oil)tii viese el co(íiente se
le declararía, sin más, electo. Las papeletas no aprovechadas en
la elección de alguno en los resultados obtenidos se habrían de
remitir a la oficina del departamento, que escrutaría las sobran-
tes de los diferentes distritos del mismo, enviando a la central
las no utilizadas todavía, para que por ella se complHa>!e la la-
bor con las de todos los departamentos, hasta aprovechar con
arreglos generalee todos los votos posibles."
El sistema de Haré, tan aplaudido y celebrado por 8tuart-
Míll y por tantos otros, fué fuertemente criticado y combatido.
Orlando dice que "la cenmira más generalmente formulada con-
tra él conaiste en qiie es demasiadio complicaido, difícil de com-
prender e imposible de aplicar. Sin duda, en todo país de tradi-
ción "mayoritaria", con elecciones por distritos, cualquier régi-
men de representación proporcional puede parecer complicado y
difícil, tanto para el elector «onio para los Uaanados a realizar
lae operaciones electorales."
Ahora, los sistemas de representación proporcional han co-
278 NimSTKO TDOfPO

turado auenros bríos, A la hora, que Bélgica piensa modificar el


«jyo, Alemania, Suiza, Francia e Italia entran de limo por el m-
orutinio por* lista j la represffiítación proporcionalista, Veamo»
oon qué modalidades.

ALBKAMU

Para la Asamblea de Weimar, la ley electoral que sirvió tué


la del 30 de Noviembre de 1918 y la Ordenadiza del miamo dítu
La ley está firmada por Ebert y Haase en nombre del Comité de
Cfomisarios del Pueblo, y e l del dootc»- Preuss, secretario del Es-
tado en el Interior. La Ordenanza lleva sólo d del último.
Recapitulemos loa rasgos principales de ambas disposioionM.
Son electores y elegibles todos loe alemanes,warones y hem-
bras mayores de veinte años. Los diputados son elegidos por ee-
onitinio de lista con representación proporcional (sistema de
Hondt) a razón de uno por cada 150.000 habitantes.
Se dividió Alemania en 36 oircunscripcdones electorales, peto
ana de ellas no pudo prevalecer, pues era la de Alsacia Lorena.
Quedaron, por lo tanto, 85.
El voto se emitía bajo sobre.
Los partidos podíaif unirse entre sí. Así, en la región renana
hubo la solidaridad de todos los partidos bulleses frente al M>-
dialista.

SUIZA

El 13 de Octubre de 1918 adoptó Suiza el principio de la re-


presentación proporcional. Erte fué el final de una larga y per-
severante campaña.
Hace más de media centuria, Ernesto Naville, secundado por
un grupo de entusiastas propagandistas, emprendió la campaña
proporcionalista. Uno de esos propagandistas fué, por cierto,
M. Ador, hoy presidente de la (üonfederaoión helvética.
En el Consejo Nacional la cuestión no tuvo estado h a ^ el
POlinCA HXTKAKJTBlti 279

año 1871, en que presentó una propoaicióu M. Herzog Weber.


En 1873 fué presentada una moción al Gobierno por ed propio
M. Naville. En 1890, la representaoión proporcional fué adop-
tada por el cantón del Tesino, y de aquí se extendió a varios can-
tones, pero sin lograr vencer la resistencia de la Confederación.
En 1891, los proporcionalistas adquirieron nuevos bríos, gra-
cias a haberse introducido la iniciativa popular coono refonn*
de la Confititución. Se estableció, en efecto, que 50.000 ciudada-
nos pudieran proponer una revisión constitucional cualquier».
Esta se sometería primero al Consejo Federal, después a los dos
Consejos Nacionales y de los Estados, y últimamente er» llami^
do a votar el pueWo con un "sí" o ooo un "no".
Pasaron, sin emibargo, ajlgunoa años, y hasta 1898 no fué en-
sayada la iniciativa proporcionalista- La suscribieron 64.478 ciu-
dadanos; pero el Consejo Nacional por 73 votos contra 45, y el
Consejo de los Estados por 24 contra 15, la echaron abaja
Sobrevino la campaña para el referendum y se e^rlmieron
estas razones principales por los adversarios y partidarios de U
reforma:
A) Por loa adversarios.—1) Que siendo loe diputados elegidos
por cantones, y siendo muy notoria la desproporción entre cómo
unos y otros están poblados, la R. P. envolvería verdaderas in-
justicias.—2) Que aumentaría con ella el número de diputados
•ocialistas.
B) Por loH partidarios.—1) Que era preferible algún luKar en
la R. P. a la perpeituacióin de otro sistema electoral, injusto no
por detalles, sino esencialmente.—^2) Que es preferible el socia-
lismo en las Asambleas parlamentarias, con responsabilidad, al
socialismo en la calle, perturbando entre sombras.
La R. P. fué, por último, desechada. En favor de ella se pro-
nunciaron 166.065 votantes; en oQntra, 242.448. Justo es decir,
sin embargo, que los proporcionalistas, dando pruebas de una
gran fe, no se desalentaron, y en la Revue Politique et Parla-
mentaire (Diciembre de 1900, pág. 644) decía M. E. Secretan,
uno de los más fervorosos: "Apenas hace diez años que el escru-
tinio proporcional se ha introducido en el Tesino, en Neuf chatel,
en Grindbra. Es, pues, para un» idea muy moderna para lo que se
280 wamercao Timuro

han ooaiigadio los 166.000 TOtantee. La K. P. triunfwá. Es cues-


tión de tiempo."
Se tardó, sin eaoolbargo, ocho añoe en abrir una nuera caimpa-
fia; pero ésta de 1&08 fué mág ruda que la de 1900. Suscribieron
la propuesta 170.000 individuos. Los cantones die Friburgo y
Valoás se afiliaron entre los adversarios decididos, por temor a
que el partido católic<j, predominante en ellos, fuese echado del
Poder por el socialista; el Consejo Nacional y el de los Estado»
ee mostraron también netamente desfavorables a la E. P.: y
cuando llegó el referendum, hubo en favor de la reforma 239.000
sujfragios, y en contra de ella, 262.000.
En 1913, con motivo de la ratificación de la Convención de San
Gotardo, los proporcionalistas volvieron a la brecha ; el Consejo
Nacional volvió a mostrarse desfavorable, y se estaba esperando
la reunión del Consejo de los Estados para el otoño de 1914,
cuando sobrevino el estallido de la guerra, y todos estuvieron
oonfonmes en la necesidad de aplazar ia reforma. Hasta Junio
de 1918 no se volvió a agitar la cuestión; y entonces ©1 Consejo
Nacional por 78 votos contra 71 y siete abstenciones, y el de lo«
Estados por 20 votos contra 19 y dos abstenciones, se decidieron
«na vez mis. conitra la reforma. Mas esta vez llegó el referen-
dum, y 297.149 votos dijeron "sí" y 147.199 dijeron "no". La
R. P . había, al fin, triuníaxlo. Es de advertir, no obstante, que
dejó de votar casi un 50 por 100 de los que tenían derecho t
lutoerla

TtLAMCU.

La aspiración d.f la Representación proporcional es muy an-


tigua en Fi ancda» He aquí un índice somero de laa tentativa*
parlamentarias para llegar a elln:
Legislatura de 1902-1906.—M. Louis Mili presenta una pro-
posición abordando la reifonna, pero la Asamblea no la discute-
Legislatura de 1906-1910.—En 2 Junio 1906 M. Charloí» Be-
noist presenta su rapport sobre la proposiíúón Mili de la ]ogÍM-
latura anterior. En Octubre de 1P09 se abre debate pobrí^ el t^^nia.
POLÍTICA £XT«AMJXIU . 28]

eerrado por l i . Briand, diciendo: "El país no tdene aún una opi-
nión «lara sobre la reforma, y como las elecciones están próximas
podrá expresarla entonces con toda claridad."
Legislatura 1910-1914.—El 30 de Junio de 1910, el preaident»
del Consejo, M. Briand, presenta un proyecto de ley establecien-
do la representación píxxporcional. Se abre discusión el 29 d«
Mayo de 1911. Se vota el proyecto el 10 de Julio de 1912. Hast»
28 de Febrero siguiente no hay rapport en el Senado, El 18 d«
Marzo, M. Briand hace el proyecto cuestión de Gabinete, y «s
derrotada
El 6 de Noviembre de 1913 se presenta un nuevo proyecto eo
la Cámara, ed 18 se vota y el 20 pasa al Senado. Hasta el 10 de
Marzo de 1914 no hubo rapport en el Senado. ¡Como si no lo
hubiera habido, porfjue en Abril eran las elecciones!
Ha sido el 12 de Julio de 1918 cuando ha podido promulgarae
la ley de Representación proporcional.
El texto de la misma eg el siguiente:
"Articulo 1." Los máeimbix).s de la Cámara de Diputados aon
elegidos por escrutinio de lista departamental.
Art. 2.' Cada departamento elige tantos diputados como ve-
oes tenga 75.000 habitantes de nacionalidad francesa. La frac-
ción suplementaria, cuando exceda de .37..500, da derecho a mi
diputado más. Cada departamento digc por lo menos tres di-
' putadoB.
A título transitorio, y hasta que se haya procedido a un nuev©
Oenso, cada departamento tendrá el número de puestos' que ac-
tualmente tiene atribuídoe.
- Art. 3.» Ei departamento forma una circunscripción. Sin em-
bargo, cuando el número de diputados a elegir por un departa-
mento sea superior a seis, el departamento podrá ser dividido en
eircunscripciones, de las que cada una tendrá que elegir por lo
menos tres diputados. El secoionamiento será establecido por
xma ley.
Excepcionalmente, para las próximas elecciones, los departa-
mentos del Norte, del Paso de Calais, del Aisne, del Somane, del
Marne, de las Ardfflias, del Meurthe y Mosela y de loe Vosgoe
»o serán seocionadoe.
283 mTiSTRO TIKMl'O

Art. 4." Nadie puede ser candidato en más de una circun»-


cripción, quedando aplicable la ley de 17 de Julio de 1889 rela-
tiva a las candiidaturas múltiples. Las detílaracdonea de candida-
tura pueden, sin embargo, ser úadividuales o colectivaa
Art. 5." Las listas están constituidas, para cada circunscrip-
ción, por las agrupsicianes de candidatos que firmen una decla-
ración debidamente legalizada.
Las declaraciones de candidatura indican el orden de preseji-
tación de los candidatoa
Si estas declaraciones de candiidaturfi se consignan en hojas
acaradas,' defcerán hacer mención de los candidatos con loa cua-
les los declarantes se presentan y que aceptan, por declaración
junta y legalizada, la inscripción en la misma lista.
Una lista no puede comprender un número de candidatos su-
perior al de diputados por elegir en la circunscripoión.
Toda candidatura aislada se considera como si formase un»
lista ella sola. La declaración de candidatura deberá entonces
•er apoyada por cien electores de la circunscripción, cuyas fírmas
dieberá-n ser legalizadas, y sin que puedan aplicarse a más de una
candidatura.
Art. 6.* Las listas son depositadas en la Prefectura después
de la apertura del período electoral, y lo más tarde «inco días
antes del escrutinio.
La Prefectura registra la lista y su título.
Se niega el registro a toda li^a que lleve un número de nom-
bres superior al de diputados por elegir, o que lleva el nombre
de candidatos que pertenezcan a otra lista ya registrada en la
circunscripción, a menos que éstos se hayan hecho borrar pre-
viamente, según el procedimiento fijado en el artículo 7."
No pueden ser registrados más que los nombres de los candi-
datos que han hecho su declaración conformándose a las liispo
giciohes de los artículos 1.» y 5.'
Se dará un recibo provisional del depósito de la lista a cada
uno de los diputados que la compongan.
El recibo definitivo se entrega dentro de las veinticuatro
floras.
Art. 7.** ü n candidato inscripto en una lista no puede ser bo-
POLÍTICA KXTKANJKHA 283

rrado más que si notiñca su voluntad de retirarse de ella, en la


Prafeotura, cinco días antes del egcrutinio.
Art. 8." Toda lista puede ser completada, si a ello hay lugar,
lo más tarde cinco días antes del escrutinio, oon el nombre da
nuevos candidatca que hagan la declaración de candidatura exi-
gida por el artículo 5.°
Art. 9." Dos días antes de la apertura dei escrutinio, las can-
didaturas registradas deberán colocarse en la puerta de loe Co-
legios electorales, corriendo esto a cargo de la Administración
prefectoral.
Art. 10. Todo candidato que haya obteniído la mayoría abso-
luta es proclamado elegido, dentro del límite de puestos a cubrir.
Si quedan ofcroe puestos, se procederá como sigue a su reparto:
Se determina él cociente electoral, dividiendo el número de
votantes, d^uicción hecha de los boletines nulos o en blanco, por
el de diputados a elegir.
Se determina la media de cada lista dividiendo por el número
de sus candidatos el total de los suifragiSs que han obtenido.
Se atribuye a ca;da lista tantos puestos como veces está conte-
nido en su media el cociente eledtoral.
Los puestos reliantes, si loa hay, serán atribuidos a la inedia
más fuerte.
Los puestos serán, eu cada lista, atribuidos a los candidato*
que hayan reunido mayor número de sufragioa
Art. 11. El candidato único, si no tiene la mayoría absoluta,
no entrará en línea para ©1 reparto de puestos, más que ciuindo
los candidatos pertenecientes a otras listas, que hayan obtenido
más sufragios que él, hayan sido proclamados.
Art. 12. En caso de igualdad de sufragios, se considera ele-
gido el candidato de más edad.
Si un puesto correeponde en igualdad de título a varias liatas,
se atribuye, entre los candidatos en linea, al que ha obtenido
mayor número de sufragios, y en caso de igualdad de sufragio»
al de más edad.
T<os candidatos no pueden ser elegidos máa que cuando el nú-
mero de sufragios es superior a la mitad del número medio de
sufragios df la lista de que forman parte.
284 HT3B8THO TUiMPO

Ai't, 13. Ouaudo el iiúiu«ro de votantes uo es Buperior a 1»


mitad de loe inscriptos o ai alguna lista no obtiene el cociente
electoral, ningún candidato es proclamado elegido.
IJOS electores de la circunscripción son convocados de nuevo
quince días después.
Si en esta nueva elección ninguna lista aicaaiza el cocjente
electoral, los puesstos son atribuídoe a los candidá^toa que han
obtenido inayor número de sufragiofe.
Art. 14. Los procesos vcAales de las operaciones electorales
de cada Ayuntaimienito son redactados eai duplicado ejemplar.
Uno de éstos quedai'á depositado en la Secretaría de la Alcaldía.
Otro será depositado en el correo bajo plit^o sellado y certiü-
eado, dirigido al Prefeoto para ser enviado a la Junta del Censo.
Art. 16. El censo general se hace, para toda la circunscrip-
ción electoral, en la capital del departamento, en sesión pública,
lo más tartle el miéi'cales siguiente aJ escrutinio.
Se realiza por una comisión compuesta del Presidente del Tri-
bunal civil, presidente, j de los cuatro miembros del Consejo
General no candidatos que sean más antiguos en sus funciones.
En caso de antigüedad igual, se designará al de más edad.
Si el Presidente del Tribunal civil se encontrara incapacitado,
será reemplazado por el vicepresidente, y a falta de él, por el
juez más antiguo. Los consejeros se reemplazarán, caso de impe-
dimento, entre ellos mismos, por orden de antigüedad.
La operación del censo se comprueba por un proceso verbal.
Art. 16. En caso de vacante por fallecimiento, dimisión u otra
causa, la eleoci<3n deberá hacerse en el plazo de tres meses, a par-
tir del día en que la vacante se produzca.
Art. 17. No ee cubrirán las vacantes sobrevenidas en loe eeis
meses que preceden a la renovación de las Cámaras.
Art. 18. La presente ley es aplicable a los departamentos de
Argelia y xsolonias, que conservan su número actual de diputados.
Una ley ulterior determinará la aplicación de la presente ley
al territorio de Belfast, al mismo tiempo que fijará la organiza-
ción d« Alsada y Lorena.
Art. 19. Son derogadas las dispoeicionee de leyes anteriores
«n lo qxie tienen de con/trario a la preeetnte ley."
POLÍTICA BXTBAKJBKA . 285

Al votarse detijaítivaanente la ley electoral eu la Cáuiaa-a, mon-


sieur Briand, a quien unáaiimemente se considera el sucesor de
M. Clemenceau en el Poder, dijo:
"Nuestros amigos los partidarios del escrutinio d© distrito han
defendido su punto de viista con una energía meritoria. Ellos han
dicho: "El régimen republicano va a ser pue^x) en peligro." Hay
ana, ©vidente exageración.
No voy a deciros que el escnitinio de distrito haya podido po-
ner el régimen en peligro. No creo que pueda ocurrir eso al ré-
gimen republicano, que al día sigudente de esta guerra tenía una
fuerza tal que contra él se estrellaría toda tentativa.
El escrutinio actual ha prestado grandas servicios a la Repú-
blica; pero su continuación podría exponer el interés general
a muchos peligros de qu© el país no se da cuenta.
Con un sistema menoe personal y más amplio habrá necesidad
mañana d© una poKtica diferente, y yo quisiera que a la palabra
"política" se la otorgase otro sentido que el que la imponen aún
una larga práctica del escrutinio personal y local.

Es indispensable que los repi-esentantes del país se eleven por


encima de sus querellas de ayer para mirar las grandes cuieatio-
ues de las que depende la i"6stauración de nuestro pueblo.
El régimen electoral nuevo aporta al país, (JS aporta a vos-
otros la posibilidad de grandes realizaciones. No lo disimulemos:
«^1 nítido de aservttiuio valdrá lo que hagiunos nosotros que valga".
El Jomnial des Déhats escribió:
"El Senado y la Cámara han estado de acuerdo para poner
fin antes de las elecciones a un debate que ha durado diez años.
Era preciso concluir. El Senado, a pesar de las preferencias de
una parte de sus" miembros por el escrutinio de distrito, no ha
creído que debía prolongar por más tiempo su reaistancia. Había
hecho sufrir a la reforma un estancamiento bastante prolongado
para asegurarse de que había llevado hasta el límite su espíritu
de prudencia. Ha tomado su decisión y ha acordado la reforma.
La Cámara que había dado pruebas de su espíritu político,
adoptando un proyecto de transacción e imperfecto, decidió acep-
tar los retoques de la otra jisamblea, y ha obrado sabiamente. Los
286 KÜUSTJRO TIEMPO

tunigofi de los perfeocioaiamienios minuciosots no «rau quizás loe


nías devotos de la reforma. No había más <{xie una solución ¡se-
gura : acoger la; ley tai como venía del Senado. La Cámara lo ha
juzgado así y ha tenido razón.

La reforma libera al país de un escrutinio que ha i"endido en


su tiempo grandes servicios, pero que había acabado por eetax
viciado. Promete el fin de la política local y de las querellas mez-
quinas. Esto es lo que la opinión ve en el advenimiento de un es-
crutinio nuevo. Había experimentado hasta la saciedad todos loe
inoonivenientes de una orgíiiiiización eleotoi*al que tenía por re-
sultado someter el interés general a loe intereses particulares.
Experimentaiba el cansancio; se alejaba del sistema cada vez
más, sin indigiia'ción y sin oóler-a. En lo sucesivo espera algo
mejor".
i Cuál es el meciuiisino de la ley en la práctica í Helo aquí:
La circunscripción se amplía, pero se faculta a los departJi-
mentos (que son las nuevas circunscripolonés) a ser fraccionados,
sin <iue cada sección en que se divida pueda elegir menos de fres
diputados, y correspondiendo cada imo de éstog a 75.000 híibi-
tantes.
En la circunscripción se vota por lista, sin que haya más <)ue
primer eecrutinio.
Cada pairtido presenta, al efecto, su lista, y así habrá lista de
la derecha, radical, socializa, etc. En cada lista van tantos nom-
bres como diputados van a ser elegidos, y el elector puede votar
los mismos nombres, pero haciendo los cambios y presentaciones
que quiera. Así, por egemiplo, donde se elijan seis diputados las
listas de cada partido tendrán seis nombres, y cada elector votará
seis; pero, por ejemplo, podrán ser cuatro de una lista, otro de
otra, y otro de otra, o como quiera distribuírseles.
POLÍTICA KXTRANJEKA 287

Supongamos que se ha votado ya.


Los primeramente elegidos son aquellos candidatos que hayan
ob<«>nido mayoría absoluta de votos. E s la concesión que se hao»
al sistema mayoritario, que antes reánaba como siíñor absoluto, y
que es el que tenemos en España.
Supóngase un departamento francés que tiene 70.(X)0 votantee,
elige seds diputados, y hay en presencia tres listas distintas:' la
liberal, la radical, la socialista.
Y sujjóngase que se ha obtenido el siguiente resudtado en la vo-
taoión, por nombres de candid¡atos y número de votos:

A o5.()03 'G b.'i.bOl M 12.5(K)


B .miOO H ;^5.627 N 9.400
C 30.300 1 30.309 0 8.800
D 29.000 J "0.200 1' 7.200
E 2.5.1O0 K 30.200 Q 6.100
F 24.900 L 29.100 R 6.100

A, G y H, por haber obtenido más de 35.001 votos (mayoría ab-


soluta), ytm elegidos, desde luego, diputados.
Quedan para la minoría tres puestas.

P a r a eso hay que hacer dos operaciones: Ja media de las listáis


y el cociente eJeotoral.
La media de una lista es el total de votos obtenidos por una
lista y dividido por el número de sus votos; en el ejemplo que
utilizamos 6.
Así, en ese caso, la lista liberal ha obtenido 174.403 votos; la
radical, 121.240, y la socialista, 49.500. Divididas esas cifras por
6, se obtienen las siguientes medias:
Libei-ales, 29.067; radicales, 31.873, y socialistas, 8.250.
E l cociente electoraJ es la cifra que se obtiene dividiendo d
número de votantes por el número de diputados que ae el%e¡n.
En el ejemplo actual 70.000 por 6, o sea, 11.666.
288 NUBSTRO TrKMPO

Pues bien: ca-da lista obtiene tantos puest-os como veces se con-
tenga en la cifra d© la media el cocionite electoral. En la liate
liberal se contiene dos veces (29.0G7: 11.066): en la radical otras
dos (;31.873: 11.666), y en la socialista ninguna.
Tienen, pues, derecho los liberales ;i dos diputiidos y los ra-
dicales a otros dos; pero como no quedan por ele^r más que tres,
se asignan dos a la lista radical que es lii que tiene mayor media,
y uno a la lista liberal. I y J serán diputados radicales; C lo será
liberal.

No siempre es tan lisa y llana la aplicación de la ley, sino que


algunas veces hay que acudir a lo que se llama utilización de loa
reatos, porque dividiendo la media por el cociente no se llega a
oompletar el número de diputados.
Supongamos un departamento con 50.000 votantes, y qu» eli-
ge 6 diputados. El cociente es de 10.000. Y supongamos estos
resaltados de listas:

LISTA 1 LISTA 2 LISTA '> USÍA 4

A.... 22.000 F... 12.500 K.. 10.500 P... 8.000


B.... 20.800 G... 12.300 L... lO.áOO Q... 7.500
19.700 H 12:200 M.. 10.300 11... 7.500
a... 10.200
D.... 19.300 I... 12.000 N... s... 7.100
E.... 19.200 J... 12.000 0... 10.100 1 6.900

m...101.000 61.000 51.500 37.000


m». 20.200 12.200 10.300 7.400

No hay ningún elegido por mayoría alisoJuta, ya que ningún


candidato ha alcanzado 26.001 votos.
En la lií*a primera se tiene dos veces el cociente: hay, por lo
tanto, dos elegidos: A y B. En la segunda y tercera se contiene
una vez el cociente, y por lo tanto, hay un elegido en cada una
de ellas: o sean: F y K. Pero, en la cuarta, no se contiene el co-
POLÍTICA EXTRANJERA 28!>

ciaüíe. j A qué Üsta atribuir el quinto lugar? Este es el caao de


utilizar los restos.
Heeivas las divisiones de nxedias por cocientes, los restos son:
Primera lista, 200; segunda lista, 2.200; tercera lista, 300, y
cuarta lista, 7.400. Es decir, que hay 10.100 votos de i-esto.
¿A ijué lista se atribuye este resto? A la que tiene la media
mayor, o ^-ea^ a la númei-o 1, y así obtiene esta lista un nuevo di-
putado í O.
Olisérvese que son diputados F y K coai 12.500 y 10.500 votos,.y
no lo son D y E con 12.300 y 32.200. En eso consiste la represen-
tación de las minorías.
Y como los modelos franceses son los (juc en Esipaña suelen se-
guií-se con más frecuencia, on previsión de que así ocurra en los
intentos de repi-esentación proporcional que ahora se advierten,
iniciados por mi culto y querido amigo D. Rafael Ga.sset, diremos
•ligo que aplique el sistema francés a unas eJeociones españolas.
Su|)ongamos que en las últimas elecciones por Madrid hubiese
ivgido la li. I*, ciomo en Francia. El resultado habría sido este:
SOCIALISTA LISTA MONÁRQUICA

í!().751 O n d e de Sta. Engracia... 33.90fi


Iglesias...... :;Í;. iti!» Serrano Jover 33.087
(."a-gtr-ovido.. 3G.2ͻ4 Bust-illo 33.082
Zulueta 3C.188 Conde Vailellano 33.565
;i5.78(i Harguindey 33.546
Morayta :«.y3(! Martín Alvarcz 33.526
¿16.824 Tofai 201.912
Medm 33.485
El oíKíiente es 8.877, y j>or h> tauto, corresponden de primera
ijiteneión cuatro a la primera ¡lista y tres a la segunda, atri-
buyéndose el octavo lugar, ]3or comiputacdón de restos, a la pri-
mera.
Es decir que serían elegidos diputados por este orden IOB seño-
res Besteiro, Iglesias, Castrovido, Zulueta, conde de Santa En-
gracia, Serraaio Jover, Bustillo y Salillas.
Con el sistema de mayorías existente en España no fué elegi-
19
290 NUESTRO TIEMPO

do diputado el Sr. Bastillo y sí lo fué el Sr. Jilorayta. La dife-


rencia de mayoría electoral extendida, pues, a toda España, se-
ría seguramente considerable.

HArjA

Las elecciones pasan a hacerse con escrutinio por lista y re-


presentación proporcional.
Las listas deiberán ser presentadas por un número de electo-
res que no bajen de 300 y que no excedan de 500.
Los electores están facultados para poner la palabra prejerito
al candidato de su preferencia. Es un voto pei'sonal, cuyos uito-
tos se dirán luego._
Después de las votaciones el Uffkio céntrale di serutinio rea-
liza las operaciones siguientes:
1) Se suman todos los votos obtenidos por todas las listas en
todas las secciones de los Colegios, y se detennina así la cifra
electoral de cada lista;
2) Se divide cada cifra electoral (menor de cada lista) sucesi-
vamente por 1, 2, 3, 4,... hasta el número de diputados que han
de elegirse, disponiendo los cocientes así obtenidos en orden de-
creciente de magnitud. El más pequeño de los cocientes, corres-
pondiente al último puesto por cubrir, representa el común divi-
sor. Cada lista tiene derecho a tantos representantes como veces
el divisor común entra en la cifra electoral (suma de todoe los
votos de cada lista).
Véase este ejemplo:
Hay 59.000 votantes, tres listas y 10 diputados por elegir. El
resultado de la votación es este:

Lista A 25.000 votos.


" B 22.000 "
" C 12.000 "

59.000 "

Dividiendo, respectivamente, las tres cifras electorales (25.000,


POLÍTICA EXTBANJERA 291

•22.0()0 y 12.000) por 1, 2, 3, 4, 3, C, 7, 8. O y 10 se obtienen estoe


treinta cocientes:

niMSlÓX LISTA A LISTA B LISTA C

1 25.000 . 22.000 12.000


2 12.500 11.000 6.000
3 8.333 7.333 4.000
4 0.250 5.500 .3.000
5 5.000 4.400 2.400
6 4.166 3.666 2.000
7 3.571 3.142 1.714
8 3.125 2.750 1.500
9 2.777 2.444 1.333
10 2.500 2.200 1.200

Los (liez cocientes mayores son:

1 25.000 lista A
2 22.000 " B
3 12.500 •' A
4 12.000 " C
5 11.000 " B
6 8.333 " A
7 7.333 " B
8 6.250 " A
9 6.000 " C
10 5.500 " B

El más pequeño de estos cocientes (5.500) representa el último


puesto a cubrir, y sirve de común divisor. Por él se divide ed to-
tal de cada lista. Para la A se obtienen 4 de cociente; para la B
otros 4, y para la C se obtienen 2.
El orden de preferencia dentro de cada lista es el dtel número
de votos, sumados a esos los especiales que llevan la palabra
preferito.
292 miESTRO TIEMPO

CONCIiUSIOh'íX

Teaeuiüs pw iuútü cuajitü quiera hacerle eu oposición a la


R. P. Las insrtituicioiies tradicionalistas, como el Consejo Fede-
ral y el Consejo de Estados en Suiza, y el Senado en Francia,
han lieclio cuanto esfcujvo en su mano por evitar el triunfo del sis-
tema y no lo lograron. En Italia se ha establecido en medio de la
mayor indiferencia, sin desearlo más que dos partidos, (los ca-
tólicos y los socialistas), y eso es lo que tememos en España.
Sólo nos salva la inestabilidad política. De no ser así, un buen
día nos aco^tóbamois en régimen de mayorías absolutas y sim-
ples, y al siijuiente nos levantábamios en régimen de represen-
tación proporcional.
Los pix>motores dSel sistema y los defensores de él deben tener
muy presente la necesidad previa de interesar en el tema a h
opinión, porque sólo así podrá nacer bien aquél. Hemos visto aJ
Sr. Gasset. presentar una proposición de ley y hacer campaña en
E'l ímparcial; hemos visto al vizconde de Eza tomar la bandera
para el partido «uiservador en el discurso sobre organización
democr-átictvsooial leído en el Congixiso de las Ciencias de Bil-
bao; hemos escuchado al Sr. Bua-gos y Mazo que pemealva arti-
cular un proyecto de ley con escrutinio de lista y representación
proporcional; pero todo eso es poco. "La representaciótti propor-
cional—escribe M. Bartheleiny en .su obra Vorganisation du su-
ffmge et Pexperienoe helge—ha sido preparada en Bélgica por
un largo trabajo de la opinión, en el cual han participado repre-
sentantes de todos los partidos". Añádase el ejemplo de Suiza y
el de Francia, y dígase si no tenemos razón al pedir una labor
de preparación que aiin falta en España.
¡ Ah!, pero necesitamos más, y es organizar los partidos, con
programas conocidos, con candidatos sujetos a ima disciplina.
De otro modo, el escrutinio de lista fracasaría. Tienen los siste-
mas de R. P. la ventaja de practicarse en circunscripcioines am-
plias, lo cual hace dificilísimo el soborno, porque el capital ca-
paz de comprar un dr*rito de 5.O0O votantes puede ser notoria-
POLÍTICA' BXTBANJBRIA 293

jiiente insuíiciente para otro de oO.OOü. Mas todo eso no signíñcará


jiada, no servirá para nada, sin partidos organizados. La lista
pregui>one organización, nombres prestigiosos y conocidos y pro-
gi-amas divulgados. Por es» Jos partidos de opinión son los más
ncérrimos defensores en todas pai-tes de la R. P.
¿ Se dan esas condiciones en España ? Es evidente que no. Si
se dan será en dos tendencias: la conservadora y la socialista. Por
eao nos pai'ece muy bien <jiie los Sres. Burgos y vizconde de Eza
rompan lanzas en pro dé la R. P., y que las rompa el Sr. Gasset,
(}ue asipira a movilizar la clase agraria; i)ero eso hay que simul-
tanearlo con propagandavs y organizaciones que hoy no adverti-
mos por parte alguna.
¿ Será aventurado por ello deducir como conclusión definitiva
(jue en los momentos actuales nos parecería temeraria la implan-
tación de la R. P.? Pero ¿será ocioso decir que cx>mo eso viene
debe apTOvechar.se el tiempo preparando el camino para imipüan-
tarla ?

MABIAJ70 JÍAfVFnj.
CRÓNICA DE POLÍTICA INTERIOR

El GobierRO cumple la primera parte de su compromiio.—Uaa herencia


abrumadora.—El tema de la concentración.

El Gobierno conaervadór presidido por el Sr. Sánchez de Toca


logró rápidamente, venciendo no pocas dificultades, dar cima al
primer empeño que ante el Eey había asumido al encargairse dd
Poder. Juiró el 20 de Julio, y el 14 de Agosto pudo promulgarse
la ley que nos volvía a la normalidad constitucional en materia
de Hacienda, En menos de un mes ¡se logró la constitución dei
Congreso, que con tantas dificiátades tropezaba; la aprobación
de todas las ajctas pendientes en el Senado, que envolvía también
pleitos políticos de gran encono; la contestación de ambas Cá-
maras al discurso de la Corona, y la aprobación de ia ley eco-
nómica que cubre las necesidades legales del Estado hasta el pri-
mero de Abril del próximo año.
Claro está que ello no se podía hacer, no disponiendo de mayo-
ría propia, más que mediainte grandes concordias parlamenta-
riaSi Había que buscar la base de ésta en las izquierdas, ya que,
dado el euojo de una parte de los elementos adictos personail-
raenfte lal Gobierno anterior, no podíaia ofrecerla las derecha^^
cuyo concurso iejidríü que sei* complementario de aqu^, La*í
izquierdas respondieron a esa necesidad, por convicción las unas,
por conveniencia las otras. Para los monárquicos era indispensa-
ble, incluso pensa ndo en sí mismos, que se volviera a la legalidad
económica, que era desatar al Poder moderador para que libre-
mente pudiera orientarse. Para los no monárquicos que no sin-
tieran grandes impaciencias revolucionarias, era necesario de-
CKÓNIOA DB POLÍTICA INTERIOR 295

mostrar que la guerra declarada y mantenida al Clobierno ante-


rior no era capriclwsa ni contra el conjunto del régimen.
El Sr. La Cien^a hizo todo lo posible por impedir que el inte-
rés público quedara senvido; So pretexto de que el Gobierno es-
taba entregado a las izquierdas, como si pudiera de otro modo
áacar ai país y al Rey del pantano en que lo habían metido las
equivocaciones de aquel ministro, traitó de formar un bloque de
derechas contra él para combatirlo, en batallas campales y en
pequeñas escaramuzas. Se im,puso al cabo en la mayoría de esas
huestes la voz autorizada y patriótica del Sr. Maura, y el señor
La Cien'a hubo de batirse en retirada, aunque con la mayor len-
titud posible y suscitando en la retirada tal cual combate, en al-
guno de los cuales parecía advertirse cierto íntimo contacto en-
tre ed intrépido ex ministro conservaidor y algunos individuos de
!a ^trema izquierda.
Se salió del paso, de todas maneras, y antes de'l mes de consti-
tuido el CirobiernO; el Sr. Sánchez de Toca pudo considerar cum-
plida la primera parte de su misión, habiendo sucedido en el
mundo político, al encono peligroso de pocas semanas antes, una
©vidente cordialidad, dentro de la cual podía pensarse en abOT-
dar la pacificación del pais, conturbado por tremendas luchas
snoiales, de las que eran las más agudas y peligrosas las de Ca-
taluña y Andalucía. Si el Sr. Sánchez de Toca y los minisitros
conservadores se hubieran preocupado del propio bien y diel pro-
pio gusto, hubieran declinado ©1 Poder en aquel momento o hu-
bieran condicionado su continuación en forma que, de seguir,
habría sido con todas las posibles garantías sobre el porvenir:
t•^ decir, con la seguridad de poder formar Cortes propias en que,
,d cabo de cuatro años de es-íiui veces y desdenes, pudiera el par-
tido liberal-conservador continuar la obra que en 1915 había
iniciado y en la que se contenía casi todo lo que se sigue aún de-
mandando del Poder.
¿Era lícito, para un Gobierno que sin mayoría propia había
logrado los concursos parlamentarios precisos para realizar una
obra-, poner a la Corona en el trance de una disolución de Cories
-íaando «penas acal)aban de constituií-sc las convocadas el 2 de
May- { ; Era leal para con la-s opasiciones que habían ayudado
i'íití NUESTRO TIi:VPÜ

•üi tóa obra con perfecto guberuaiixentaliamo, el poneriafe «n ÍK


calle y ante luia nueva, jornada en los comicios? Cuando la fór-
muJa económica consagrada por la ley del 14 de Agoáto envolvía
para todos, .por su texto y por lo que ¡se dijo al elalK'rai'la. el
compromiso de volverse a reunir antes del 15 de Noviembre para
hacer im verdadero i)ax>supucsto, ¿no hubiera sido un¡i .](T-^>!r<ióu
sugerida por el egoísmo el a'banidor.o del Gobierno í
Xo era é^ta apetecible para nin.guna^persona conscientí' «le la
responsabilidad de gobernaa-. A totlas las dificultíídes acujiiula-
das duniiite un dcicenio, S5e jimtaban de momento, para agigati-
tarlas todas, las que representaba la herencia de los dos aiitece-
sores inmediatos, o sea los Gabinetes <]el conde de RfunaiuHies y
del Sr. Maura. E l decreto estableciendo la jomada di- ftdw lio-
ras para el 1." de Octubre, las plantillas decretadas para los fun-
cionarios de Hacienda y la promesa jx'i'entoria de ui> indulto
general, que el Sr. L a Cierva había recalcado bien en k>s últimof:
debates en combinación notoria con republicanos o<imo los se-
ñores Domingo y Layret, signifícaban para el Gobierno tivinen-
dos escollos y la amenaza de zozobrar en las primeriis singladuras.
De todo ello se habau'a librado el Sr. Sánchez de Tcxia si, en el
pleno éxito de la primera jornada, hubiera dicho "ahí queda eso",
dejando que se desenvolvieran como pudieran bus que habían
creado semejante situaci<5n.

• L a jornada de ix-ho horas establecida por Itoai deci'eto Í<ÍIÍ ca-


raicteres de generalidad! y para regir en fecha ñja, ha ocasionad*)
ya gi'aves conflictos y ha de producirlos mayores en el próximo
raes de Otiubre. Pi-eveía el detíreto la fonnaeión de organismos
paritarios de obreros y patronos para regular la piiktica de la
reforma y establecer las excepciones; pero por sucesivas torpezas
del Gobiesmo anterior y diel Instituto de Refonnas Sociales, se
entregó la formación de las Comisiones mixtas, por lo que a lo«
oibreros se refiere, a los agitadores socialij^tas, y es claro que no
se han constituido semejantes órganos precisos para la implan-
CKONICA DE POLITiCA INTERIOB 297

tación de la % . E l (iobierno aoiuaí lia querido salir al paéo d<?


tsa maniobra por lo qu« se refiere a los ferrocarriles, que es una
de las iiKlxistrias en que más graves consecuencias ha de producir
h jornada de oc-ho horas, y los socialistas lian puesti) el grito eu
el cielo, tajito porque se les lia frustrado ej) ese sector la maniobra.
i-uan¡o poixjite se sustrae a su influencia h representación de los
trabajadores en la Comisión, y eí^ propósito de los socialistas im-
plantar por sí y de liecho la jornada de ocho horas a partir del
I." de Octubre. Excusado t^^ decir <)ué huelgas y (jué confliot/ot-
hají de produicirsc ]ior elh).
El decreto del Sr. La {>iei\-íi ^Ayyé plantillas de Hacienda ñié
una mala acción, no salo por lo que le cuesta al país, ya que es
indispensable extender ¡a ventaja a t(xlo el i>ersonal del Estado,
sino también poi'que significa^ba un nuevo terrible embarazo en el
camino de la reorganización administrativa, si algún Gobierno
(]uÍ3Íeríi y pudiej'a realizarla. En estas páginas de NUESTRO T I E M -
PO se sostuvo y se demoíStró a su hora que las mejoras que a los
funcionarios públicos so otorgaban por el Estatuto que elaborara el
Gobierno Nacional no eran más que "pan para ho^y, hambre para
mañana". Mezdlado.s en el sistema del escalafón, consagrado por
aqued Estatuto, el mejorainiento económico de los empleados y el
establecimiento de la jeraix}uía administrativa, y no pudiendo,
por tanto, realiziar aquél sin alterar éste, era evidente que si laí5
plantillas del personal no se reformaban una y otra vez p a r a en-
sanchar las cabezas, los empleados se est-iiuíarían en las escalas
inferiores, con mayores sueldos que antes, pero sin los incremen-
tos que hace inexcusables la propia marcha de la vida. E l Sr. La
Cierva, si se hubiera preocupado del interés público, hubiera biz-
cado el remiedio de ese mal en un cambio de sistema, que es lo
único que lo hubiera remediado para hoy y para mañana. Puesto
que no buscaba más que congraciarse con los cuatro o cinco mi!
españoles empleados en Hacienda, le bastaba con la reforma de
las plantillas, cosa adtemás más expedita, más «imoda, más al al-
cance de CTialqiiier inteJigencia, que aquel plan de conjimto de
muy laboriosa adaptación sin duda. L a s Cortes, más tal vez por
odio, lo reconozco sinceramente, aJ Sr. La Cierva, que por impi-o-
Wsado celo por el interés público sobre el privado de los funcio-
298 NtJESTIM) TIBMW»

narios, se atravesarmí eu aquel caiuiao, y a durits i>&nas se piidí>


sacar de ellas como transacción que la reforma se implantara por
terceras partes y en sucesivt>s ejercicios económicos.
Ofrecido por el Gabinete Komanoiies un indulto general para
solemnizar la paz europea, vamos al decir; recogido y mantenidc)
el ofrecimiento por el Gabinete Maura, a pesar de cuanto éste hu
pensado y diclio siempre cojitra esas amnistías aibre\-iadas e in-
constitucionales, el actual Gobierno iio podía dejar de conceder
esa gracia. Si Gobierno lan r-eaccionario como el de Maura y
Oierva iba a darnos un indulto general amplísimo, decían las iz-
quierdas, ¿cómo lo [)()drá regatear el Gobierno Sánchez Toca que
ha venido a librarnos de la pesadilla de aiquell'a reacción? Así en-
contró el Gabinete actual planteado el problema, y no tenía máf<
remedio que otorgar el indulto general. Pero ^cómo hacerlo an-
te? de que la paz social estuviera restablecida, siquiera aparentí-
y temporalmente en el país? Afortunadamente, la suspensión de
hostilidades a que han llegado en Barcelona los sindicalismos
obrero y patronal lia permitido suponer aquel hecho de paz
social, y el indulto ha venido a consagrarlo, sean cuales sean las
consecuencias de ese acto cuando sólo ae trata de una suspensión
de ¡as hostilidades que han de reanudarse, por desgracia, a no
tardar, haciendo inexcusable un gran vigor del Poder público,
si ha de salvarse la sociedad de la tremenda crisis que la amenaza
cada día más de cerca.
Esto es lo que representa la hereneia inmediata recogida por
el Gabinete Sánchez de Toca, habiendo colaborado en ella por
igual y con las mismas abrumadoras resiponsabilidades el conde
de Eomanones, que tan radical se considera, y el Sr. Maura, que
.sigue siendo, sin embargo, el gobernante idteal para las derechas
eapafKílas, aunfjue muchos entre éstas lf> simultanean con el se-
ñor La Cierva.
08ÓNICA DE POLÍTICA INTERIOK 299

A la misma extraaa cola/boración asistimos estos días a- pro-


pósito de la forma de abordar el imiiediato porvenir. ¿Puede el
itotual Gobierno compareoer otra V&L ante las Cortes con el pro-
yecto de Presupuestos que se coniproimetió a presentar antes del
15 de Noviembre? La Prensa calificada w/mo adicta a los seño-
res Maura y La Cierva, así como la inspirada por el conde de
ílomanones, cree que no, y sístieue que no. Los demás elementos
políticos del país consideran que sí, inoluyeiido entre los que así
lr< declaran al Sr. Dato, jefe del partido liberal-c-onservador.
Debemos leconocer, en homenaje a nuestra lealtad, que a jse-
sar de la colaboraeióu del coudp de Romanones que debería bas-
tar para aiurmarlos, muchos elementos que podemos considerar
de derecha en la sociedad eapañola acarician esa primera idea de
•ina gran concentración conservadora realizada inmediatamente,
para que sea el Gobierno salido de ella quien presente a las Cor-
tes el nuevo presupuesto. Esos eleanentos, que no se dan cuenta
de lo que significa la cooperación del conde de Romanones, que
no tolera que nadie se le adelante en radicalismo y que bien do-
lorosas muestras nos tiene dadas de ello, sienten profunda pre-
acnpación ail ver cómo el a(;tual Gobierno cree que puede y debe
fm>entax para el presupuesto la colaboración ostensible de los de-
más liberalte y de todas las izquierdas. Esos elementos que, cuan-
do ven desvanecerse la ooiiioentración conservadora, no vacilan
en recomendar un Gobierno Melquiades Alvarez, no pueden vei'
con tranquilidad que el Sr. Sánchez Toca se ponga al habla,
para la obra del presupuesto, tan neutra desde el punto de vista
político, con reformistas y republicanos.
Pero por encima de todas esas incongruencias está el hecho,
que reconocemos, de que se apetece vivamente a la derecha aque-
lla concentración conservadora, habiendo incluso entre los indi-
viduos del partido conservador también quien la pide con ur-
gencia, siendo ese el tema que más apasiona en estos días a, los
políticos, y asegurándose por algunos que aun en las más altas
esferas ha encontrado eco de simpatía esa aspiración. Vamos a
examinarla con aquella serenidad de quien sólo mira a la rea-
lidad de las cosas.
Para quien ha gositenido siempre, durante muohos años y frente
300 XDBsamo TICUPO

;i machos contradictoi'ee, qu© el régimen de los grandes partid^fc


y, por ende, de las mayorías homogéneas, efe indispensable Í><U'Í>
la eficacia del Parlamento, claro ee que el principio teórico de
la concentración conservadora es indiscutible. Sería un gran bien
para España que todos los edementos conservadores de la polí-
ti(r;i activa reconocieran en un partido una imida<l de programa,
de disciplina y de jefatui-a. Peix) será nreneeter que analicenKJs
tres cosas: primera, si ello es posible ahora; segunda, si ello sej-
viiía para atender a \a¡s más apremiantes necesidades naciona-
les, y tercera, si se temlría cuando menos la eficacia de cresir un
ói'gano capaz, robusto y fecundo de política i onservadora, puní
aliora o para más adelante.
La plena concentración conservadora es por el momento ma-
teirialmente imposible. La conducta del Sr. Maura desde que se
divorció de él eJ partido en Octubre de 1913; la acritud con que
él tratara a sus antiguos colaboradores y la injusticia con que
los acosaban los más allegados al Sr. Maura: cuatro largos añas
de agravios y de molestias parecieron quedar cancelados por la
convivencia de aquél con log Sres. Dato y González Besada en el
Gobienio Nacional de Í918, siquiera comproiiietieni la reconci-
liación lo que en algunos de sue discursos parlamentarios dijern
acerea de lo pasado el insigne orador. Fué posible, no obstante,
que el Sr. Dato se prestara, a comienzos de este año, a indicar a!
Sr. Maura el deseo de entrar en conversación sobre una recons-
titución del partido, respondiendo en ello su jefe a lo que a la
generalidad de los ex ministros les había oído con frecuencia
decir.
El Sr. Maura dedinó aquellias invitaciones, y cuando en la crisis
del 15 de Abril se le entregó el Poder sin condición alguna, pro-
cedió a constituir un gabinete exdiísivamexite otm sus propios
amigos y con el Sr. La Cierva, no hablando con el Sr. Dato sino
cuando ya estaba formado el Gobierno. Tampoco contó el se-
ñor Maura con el partido conservador antee de solicitar el de-
creto de disolueión de Corteé, sino después, cuando ya estaba el
partido frente al hecho consumado y en las perspectivas de unas
eleccionies que fatalmente-ee habían de convocar a los pocoe días,
bastando estos doe hecho? para explicar la amargura del par-
CBÓNIOA DE POI'ÍTICA IHTERIOR 301

tido conserívadoi y la molestia, mayor inclueive, eii los ex minis-


tros que pocos meses ant«s íiabían sido al lado del Sr. Dato los
máy celoeoH defensores de la i-econciliacióai y de la unión, púas
claramente se advertía que el Sr. Maura uo estaba propicio a
ellas sino cuando huibieraav de hacerse bajo su jefatura y alrede-
dor de í<ii peráona-
En las eleceicmes no se condujo el Gobienio del Sr. Maura de
otro modo. Eoi todas las provincias donde contara con alguna
base para prescindir de los conservadores v quitarles puestos, se /C5?*
les quitaron. En otras, se llegó a inteligencias con los liberales/S^j
[)ara combatir y extir]:)ar a los conservadores. Trato de favor noí sj
HO dio ;« éstos sino allí donde era materialmente imposible hacer '
<*t,ra cosa, donde no había medio alguno para intentar otra cosa.
Cierto que después deJ fracaso de las elecciones, cuando se vio
((ue ni aim contando con ©1 partido conservador se podía llegar
n tener en el Congreso una verdadera mayoría numérica capaci-
tada para hacer frente a la resuelta hostilidad de las izquierdas,
se solicitó a-queUa compenetración de fuerzas ofreciendo a los
conservadores ives carteras, la piwdencia del Congreso y algu-
nos otros puestos; cierto igualmente que durante algunos días"
parecieron los conservadores propicios a aceptar; pero, ¿cómo
desconocer que era muy difícil que se llevara a cabo todo ello
después de loe agravios i"ecibidos y cuando era notorio que el ca-
ciquL'flno podía bastar para constituir una situación parlamen-
taria que pudiera desafiar con éxito el encono de las izquieitias
(xtligadaa?
Pero es innegable que los conservadores, sin llegar a la con-
fusión eox que se les deseaba, ayudaban lealmente al Gobierno y
que una declaración de éste respecto del acta misma de Naval-
moral, que, provoc<) el incidente final, habría bastado para que se
i^otificara el paso que con visiMe desacierto, con lamentable in-
consciencia se había dado. La conducta del Sr. La Cierva en
aquel incidente, la resistencia a cancelarlo que se sugirió al se-
ñor Maura y el afán de aprovecharlo para llegar a la sumisión
de los conservadores, tenían que ser nuevos motivos de aleja-
miento y de malestar entre unos y otros políticos, y vino todavía
a agravarse todo ello por aquel conato de Gobierno Miranda dis-
302 NUESTRO TIEMPO

currido exclusivamente para no dar d poder a^l partido conser-


wador en las personas de éste qnie podían recibirlo, ya que el se-
ñor Dato lo rehusaba por falta de salud.
Y ahora mismo, los propagandistas de la concentración la de-
fienden, otra vez a medias con el conde de Eomanones, en medie
de los más duros ataques y denuestos contra el gabinete actual
fonnado exclusivaimentie por conservadores. En tales condiciones
y con esos antecedentes, ¿será posible una concentración conser-
vadora de la que no se queden fuera unos cuantos, los suficientes
para que no haya mayoría posible en el Congreso?
Por esto, aun en el caiSo inverosímil de que un Gobierno pre-
sidido por el Sr. Dato, coano se indica, pudiera recoger a la ge-
neralidad de los elementos conservadores de las tres procedencias
que en las Cortes hay, es visto que eso no podría servir para aten-
der a laa más urgentes necesidades nacionales, pues necesitaría
de las izquierdas um trato de cordial cooiperación que no pueden
prometerse. Esa concentración conservadora avivaría ©1 enojo de
a,Igunos—^republicanos, reformistas e izquierda liberal,—-tanto
por la significación política del movimiento cuanto por lo que
pudiera retrasar el advenimiento de un Gobierno de izquierdas,
y el marqués de Alhucemas y el propio conde de Eomanones, a
pesar de su actitud de hoy, se dejarían arrastrar por aquellas
otras izquierdas, y el Goibiemo tendría en las Cortes vida pre-
caria y estéril no consiguiendo la aprobación absolutamente de
nada d« lo que es indispensable y urgente para los males econó-
micos y sociales que preocupain al país.
Basrta querer enterarse de cómo están las cosas para compren-
der que con las Cortes actuales no podrá gobernar en servicio
dííl país más que aquel gabinete que, asistido por el concurso de
todos sus afines, no provoqxie demasiada hostilidad en los contra-
rios. No bastará conseguir lo segundo si no se cuenta con lo pri-
mero ; pero que nadie se haga ilusiones; de nada servirá tener
cont&iñoa a loe afines, si no se cuenta con la tolerancia de los con-
trarioa La escasa fe de los Gobiernos en sus convicciones y la
noción un poco borrosa e incierta de sus deberes son las verda-
deras razones de que llevemos muchos años do una gran pobreza
legislativa en relación con los problemas reales del país. Aun el
CBÓNICA DE POLÍTICA líiT>:i!lOK oO<5

Gobierno conservador de 1907 que tan copiosas mayorías reunió,


no logiró SBiCar adelante más que aquellas leyes en que se alcanzó
una armonía entre todos los elementos de las üámaras, o entre
los más. Después, no ha habido Gobiei'no ailgutrio que se haya atre-
vido a gobernar contra las aposiciones. ¿ Cómo no ha de ser ese
hecho de fuerza mucho mayor en Cortes como las actuales?
Por esto me parece que cuando hay un Gobierno como éste
que representa en i"edaoión con las izquierdas en general la línea
de menor resistencia o sea aquélla por la cual puede marchar
más desembarazadamente, menos penosamente si se quiere la obra
Jegisilativa, deber de los afines es apoyarlo con lealtad, aunque
sea sin entusiasnit), no sóJo por servir al interés público, sino tam-
bién por dar a ese Gabinete niedios y fuerzas para defenderse de
la presión de las izquierdas y mantener el eíiuilibrio que necesita
representar y en el que, a la hora pi-esente, línicamente puede en-
oontrarse una relativa paz social. Es decir, que no únicamente al
país, sino también al propio ideal conservador se le ha de servir
mucho mejor que con las imposibles concentraciones soñadas, con
aquella colaboración leal que en los afines parece obligatoria.
Pero, ;, será que el cronista cree que con eso bastará para llegar
siquiera al gran presupuesto nacional con que se sueña? No: no
lo creo. Aparte otras muchas consideraciones sobre él instrumen-
to Gobierno, sobre la carencia de un iiensamiento verdaderamente
nacional en matexña económica, sobre la manera de ser ética de
nuestros partidos de izKjuierfa en general, sobre su partidismo
desaforado e insaciable, hay un hecho universal que no permite
tener demasiada confianza en eolaboraciooes de izquierdas, y es
su desorientación respecto de la profunda revolución social que
está pendiente sobre el mundo y que no es, aunque debería serlo,
el único punto de referencia para la división de los políticos en
derechas e izquierdas: a la izquiei-da todos los que deseen esa re-
volución, a la derecha cuantos entiendan que es preciso defender
de ella a la sociedad y a la civilización cristianaa
Tienden los socialistas, y ya lo ha acordado su agrupación de
Madrid, a distanciarse de los republicanos burgueses. Es evidente
que habrá no pocos de éstos que, antes de perder esos contactos,
se corran hacia la izquierda, en el sentido que acabo de definir,
304 innSSTRO TIÍIMPO

y el tirón irá actuando, grado a gi-ado, hasfca los propios libera-


lea, incapacea de arrostrar la inipopularidiad en ese grosftro sen-
tido de halago a las más extremas pasiones deil valgo que más
ruido hace y mayor fueraa callejera aparenta. Eso crearía a toda
obra de Gobierno, aun en materia tan neutra como debiera serlo
el oixienamiento jurídico de las economías privadas y de la pú-
blica-, una situación dificilísima para toda política conservadora,
y yo temo mucho que eso es lo que ha de ocurrir.
—Y entoncas, señor cronista, me dirá algún lector, ¿por qué.
no es u-sted un defensor acérrimo de la concentraoión conserva-
dora ?
i Ah! Ese es precisamente el tei'cer punto que yo rae projKjnía
analizar en el enunciado de esta parte del presente artículo, a .sa-
bei-: si mediante esa concentración s-e tendría, ya que no un ins-
trum.€aito para gobernar ahora, para intentar gobernar com estas
Cortes, "la eficacia de crear un órgano capaz, robusto y fecundo
de política conservadora, para ahora o para mañana". No. Tam-
poco eso nos lo daría la concentración de <iuc se habla y que de-
sean tantos elementos sociales extraños a la política. ¿Por qué?
Simplemente, ¡ porque yo no creo que sean conservadores esos ele-
mentos que se quiei-e concentrar!
No actuó como conservador en el Gobierno nacional ©1 Sr. Mau-
ra, ni ha hecho poiíti<!a conservadora y defensiva en su último
Gobierno, con la colaboración del Sr. Cier%'a, Los lectores de esta
Ee^dsta, en cuyas páginas se ha analizado la obra de aquellos Go-
biernos, no necesitan que reproduzca ahora la demof^ración de
lo que afirmo. Ni siquiera salvaron esos hombres eai tales pruebas
aquella reputación de energía, en la defensa del decoro del Poder
público y de la fuerza soberana de la ley, que conquistaron en
1909. El Cierva de las plantillas de Hacienda, sin la disculpa si-
quiera de la fuerza irreprimible que pudo invocaj" para sus refor-
mas militai-es, y el Maura del indulto general no son los gober-
nantes que en esta tremenda crisis de una sociedad puedan encaí"-
nar su defensa. ¡ Si por eso he dicho en mi cróínica del mes de Ju-
lio que el gran pecado de tontería cometido por los conservado-
res, en el incidente del acta de Navalmorai, fué dar ocasión a
aquel Gobierno para que se fuera antes de haber perdido aquellos
OBÓJVXCA DE P O l i l I C A LTÍTEBIOR 305

iioíiibrt* ia virtualidad de feticdies milagrosos que aún tienen en


una parte muy respetable de la sociedad de España y que será
un esb^rbo gravísimo para una eficaz política de conservación
y de defensa... si es que hay nlguien i^npaz de .sentirla y de ser-
virla!

INTKKINO

ÍS Sepiwmbre 1919.

80
lEVISTi DE IEVI5TII

VIENA DESPUÉS DEL ARMISTICIO

Lt Correspondant (1).

"Las impresiones someras—escribe el ilustre esciitor ***—de la ea-


pital <ée un Iimperio hundido no merecerían ser recogidas si no estuvie-
sen precedidas de un «onoeimiento preciso de lo que fué antes de la
guerra esta imperial ciudad. Para apreciar la gravedad de una enfer-
medad basta a veces conocer bien al paciente cuando todavía estaba
sano, y así, aun cuando subsista cierta apariencia de salud, se juzga del
desgaste de los árganos por algunos signos exteriores, la alteración de
las facciones, la pailidez, el decaimieiito general. Un examen de esta na-
turaleza es el que ha sufrido Viena en los primeros días de esta pri-
mavera."
Realmente resultan interesantes las impresiones del autor que empie-
za haciendo constar que Viena no ha perdido su aparente frivolidad;
tampoco sus habitantes manifiestan animosidad alguna liacia sus vic-
toriosos adversarios, y así miran con indiferencia a los militares ingle-
ses, americanos,'franceses y aun italianos que circulan entre la multi-
tud y que reemplazan a aquellos bellos tenientes de antes, tan acicala-
dos, que desaparecieron para siempre. "Con verdadera amabilidad se
ofrecen palacios para alojar a las misiones militares. Los mismos archi-
duques no han sido en ello los últimos, deseosos por este medio poco
glorioso, pero práctieo, de prevenirse contra indiscretas requisas".
Continúa así describiendo el idéntico aspecto de indolencia que eon-

(1) Jo>i«,181«.
UEVI8TA 1>E HEVI8TA8 307

serva Ja puWaüióu después ,de la catástrofe, y ai ipiíitarnos a hoiabíes y


mujeres «sentados eu las terrazas de los cafés, recuerda la frase que acer-
ca de ellos hizo Mme. de Staél: "Pierden su tiemipo tan metódieaiaente
i'omo lo emiplean."
Continúa hablándonos de la pasividad de esta población. "Evidente-
luente—escribe,—este no es el país de las negaciones audaces ni de las
afirmaciones valientes; eso sería un esfuerzo excesivo para la pereza de
las inteligencias. Los más vivos comadrean; su espíritu de oposición
se solaza con burlas. Pero la muobedumbre, como un rebaño, se abstiene
de juzgar y aun de pensar. ¡De Montaigne a Bismarck, qué de epítetos
más o menos feroces se ban eoleccinnado sobre la estupidez au&triacal"
"De antemano se oansiderau veucidos—dice más adelante.—Su debili-
dad moral les parece una excusa y la invocan sin vergüenza. Que otros
sean <luros con ellos, no quiere esto decir que ellos tongan que defender-
se. '"Hay tantos vicios que provienen de estimarse en poco (¡orno de es-
tirüarse demasiado", ha diolio Montosquieu. Los austríacos le dan toda
la razóu. Jamás país a%uno fué " t a n a ,la deriva": es un desipojo flo-
tante abandonado a todas las corrientes."
Observa también el autor im verdadero terror en la j)oblación, de pen-
sar qiie pueda surgir la revolución como en Hungría, y se da el caso de
que personas de elevada icondición social soliciten el auxilio de sus ene-
migos de ayer para salir con los suyos del país. Asimisimo es muy fre-
cuente que, con el menor motivo, reclamen alguna de las nuevas nacio-
nalidades. "En el naufragio de la \'ieja monarquía, los ilstados deeane-
xionados hacen oficio de boles de salvamento donde los náufragos ae
precipitan. Y así, imestros ailiversarios de ayer se nos presentan como
"pequeños aliados" convertidos eu jiolacos, tcJiecoslavos, yugoslavos,
etcétera. Y su asojnbro es grande cuando no se les trata como a viejos
amigos."
•'Ninguno de estos—escribe luego—(jue se esfuerzan por pertenecer a
la Entente victoriosa, deja de mezclar a sus demostraciones los más
aimargos reproches contra la iguoraneia, el egoísmo y la estrechez de
miras de Austria. Ello es de un efecto cómico en los labios de antiguos
y elevados funcionarios que han consagrado su existencia a servir a tan
detestable política."
Nos habla después el autor die las nuevas nacionalidades, cuya reac-
ción y mantenimiento tiene muchas dificultades, y luego se pregunta si
éstas podrán fonnar una Confederación danubiana. En ello ve mudias
dificultades; y así, «piensa en la suerte de Austria que hubiera sido sin
duda absorbida por Alemania, de no ser por ia revolución que aplanó
muoho a ésta. Esta absorción la miran los austríacos como una fatalidad
desconsoladora, pero inevitable.
"Según otra combinación—dice más adelante,—^la nueva Austria de-
bería apoyarse en las tendencias particularistas d« diversos Estados
308 trUKSTRO TIEMPO

alemanes, iavitarlos a asociarse y atribiiirae ella el lugar principal ea


esta agnipacida. Perspectiva seductora para una nación que tuviera fe
en 8u porvenir. ¿Pero ésta se sentirá animada para la ejecución de uu
semejante proyecto de Confederación t S«ría demasiado esperar esto de
un pueblo dealiahituado <l«sde muchas generaciones a ocuparse de su
suerte."
Y termina el autor haciendo votos porque Austria react-ione y se eleve
al rango de potencia moderadora entre tanto Estado naciente; que no
se confonnie con ser una (!Osraói>olis elegante sin influencia política ni
moral.

LO QUE HIZO UN ALMLIRANTE INGLÉS

Tht North American Beview.


Se ocupa el almirante Scott en uu interesante artículo de su labor
acerca d« la defensa de liondi^s eontra los bombardeos aéreos, que re-
vela la escasa preparacióa que para un ataque de este género tenían los
ingleses, así como para el ataque a sus barcos por parte de los subma-
rinos. En prueba de ello hace constar que en la batalla de Jutlandia, el
(iomaodanite en jefe sir John Jellicoe sólo tenía en su flota seis barcos,
ouyo armamento estaba coimpleto y aprobado por la Dirección de Arti-
llería, siendo sus cañones en la mayoría muy inferiores a los alemanes.
"Los alemanes—e«eribe el almirante,—en la batalla de Jutlandia echa-,
ron tres barcos a ipique, y yo perdí mi hijo mayor, un oficial de diez y
seis años. Una semana antes de entrar en acción me decía: "Padre, si
tenemos un encuentro no saldremos muy bien librados, pues scg'ún dice
nuestro oficial de artillería, nuestros i'íiñone.s son inferiores a los ale-
manes. Nosotros disponemos solamente de un sector de 15° de eleva-
ción; ios alemanes tienen 30.'" Continúa hablando de este descuido del
armamento de los barcos, y afirma que en vista de ello puede conside-
rarse la campaña de los Dardanelos, por ejemplo, como la lucha más
desigual del mundo, dadas las malas condiciones en que iban los ingle-
ses; y así, lo que para los legisladores es una página negra en la histo-
ria guerrera de Inglaterra, para los marinos y soldados es quizás de las
más brillantes, por la cantidad de valor que hubo de desplegarse.
'"El 8 de Septiembre de 1915—escribe el almirante,—por una merced
REVISTA BE HEVISTAfi 36í)

<te la Providencia uu Zeppeliii voló sobre Londres y lanzó algunag boHi-


bas. y tligo que era una merced de la Providencia, porque como ee con-
sideraba la defensa como algo inútil, sirvió lo ocurrido para que las
autoridades se preocupasen de ella." Así, ipues, M. Balfour encalcaba
dos días después aJ autor de este art'Á-ulo que se encargase de la defensa
de Londres. El autor aceptó y vio que todo estaba i)or hacer.
"Al comienzo de la guerra—escribe—se consideraba tan impOBibk» qu«
r.n Zoppelin llegase a Londres como que un submarino ataeage a Tjf
barco. Por consiguiente, no se iiabía tomado ninguna medida para ata-
<;ar a los submarinos o Zeppelines, y si alguien apuntaba la posibilidad
fie fcsíoh alíitjiíes era mirado como un agorero."
Expone luego la labor que hizo para cumplir *u misión; y así, nots
ha.b!a de in llfxnda a cabo por el general Galieni en París. E¡1 autor en-
contró numerosas dificultades, y sólo pudo disponer de unos pocos ca-
ñones lijos y tuya ¡josieión sería tan conocida por los alemanes como
por ellos mismos. Era, pues, preciso disponer de cañones montados eii
automóviles, y éstos se los proporcionó el general francés Glieni. Es
curioso e interesante la descripción serena y dooumentada' de lodos
estos pormenores, que van aclarando lieohos de ía guerra que durante
ella aparecían velados por múltiples razones, y que nos hacen pensar
que hasta dentro de algunos año» no poseercmoíi la verdadera versiéB
de mucihoí! acontecimientos.

LA LEGISLACIÓN INTEBNACIONAL DEL TEAJBAJO


EN LA CONFEBENCIA BE LA PAJE

Nttova Antología (1),

Bl Sr. Mayor des Planches apunta en este artículo observaciones


muy atinadas referentes a tan interesante asunto. Hace constar que si
bien en los años anteriores a la guerra se vio la conveniencia de alguna
l ^ ^ a e i ó n internacional del trabajo y hasta se hizo algo en tal sentido
examinado «n las Coaferraiteias de Berna y en otros convenios, no pudo

(1) Bom», JoU», in*


310 NXTESTRO TIEMPO

llegarse, sin embargo, a obtener algo que pudiera considerarse como sa-
tisfactorio. Así, pues, se creó en la Conferencia de la Paz la Comisión
del Traibajo, que inauguró su labor en París el 4 de Febrero.
"Merced a la obra de la Comisión de París—escribe—seíáoi los Go-
biernos mismoe quienes, de acuerdo con la clase obrera y patronos, re-
solverán los conflictos sociales en los cuales toma parte toda la colec-
tividad, representada por el Gobierno, y más especialmenite las clases
que generalmente se consideran antagonistas, obreros e industriales,
i^icultores y trabajadores del campo, llegando de esta manera a.la»
reformas humanitarias y conforme a la justicia que i)ermitan a la in-
dustria (tomando la palabra en su más amplio sentido) producir y pros-
perar, y al trabajo, que le presta sus brazos y su inteligencia, vivir en
buenas condiciones."
Nos habla después de laa ilustres ijersonalidades que formaban la Co-
misión del Trabajo, cuya diversidad de culturas, de razas y de tenden
cias hacen presumir que su obra sea justa y ponderada, aunque tenga
algún defecto o deje algún cabo suelto, como suele decirse.
Desde luego, está demostrada hace ya tiempo la necesidad de quf
los acuerdos que en este punto se tomen sean internacionales; y así, ei
organismo creado forma parte de la misma Sociedad de las Naciones,
y se compone de lo siguiente:
"Primero. Una Conferencia general de representantes de las diver
tas naciones.
"Segundo. Una Oficina internacional del trabajo, bajo la dirección
de un Consejo de Administración puramente internacional.
"lia Conferencia es en materia de trabajo una especie de Parlamemo
o de Siupenpariamento."
En dicha oficina, cada una de las naciones contrayentes tendrá cua-
tro delegados: dos del Gobierno, uno patronal y otro de la clase obrera.
El voto de los delegados es individual, y esto es, a juicio del autor, el
gran progreso, pues así el voto del delegado obrero tiene ol mismo peso
que ©1 del deJegadoi gubernamental o industrial.
*'La función de la Oficina internacional del trabajo-describe—com-
prende la difusión de todas las informaciones interesantes referentes a
acuerdos internacionales respecto a las condiciones de los trabajadores
o respecto al régimen de trabajo; el estudio de las cuestiones que hayati
de someterse a la discusión de la Conferencia en Adsta de futuros con-
venios internacionales; la ejecución de todo lo que prescriba la Confe-
rencia en esta materia; la preparación de la orden del día para las se-
siones de la Conferenieia; la redacción y publicación, en francés, inglés
u otra lengua que el Consejo de Administración crea conveniente, de un
Boletín periódico consagrado al estudio de las cuestiones que presenten
interés internacional, y el estudio, en fin, de todo lo que la Conferencia
le encargue."
RHVISTA 1>K REVISTAS 311

IJOS proywitos de COUA euios iaternacionales, para aprobarse dtsben te-


ner una mayoría en la votación igual o mayor a los do3 tercios del to-
tal, y si algún convenio tuviera una mayoría inferior a éata, puede aer
objeto de wx eomvenio particular entre dos o más Estadios.
Cuando algún convenio no se ajuste debidamente, cualquier organi-
zación patronal u obrera podrá reclamar a la Oficina, la cual reolamariá.
al Estado cori'espondiente invitándole a explicar el por qué, y si dicho
Estado no respondiera o lo hiciera en forma inconveniente, el Consejo
publicará la respuesta. Tales discusiones se someterán en último térmi-
no a la Corte permanente de Justicia Internacional de la Sociedad de
las Naciones.
"Tal es—escribe luego—el proyecto de organismo para la legislación
im eniatiional del trabajo que ha propuesto la Comisión del Trabajo de
la Conferencia de la Paz. De esta manera se ha firmado, en forma de
convenio, por los plenipotenciarios de la Paz, y así entrará en funciones.
La primera sesión de la Conferencia del trabajo debe tener lugar, como
ya hemos dicho, en Washington D. C en el próximo Octubre, y ya exis-
te en Londres un Comité internacional dte organización que prepara la
labor bajo las bases fijadas por la Comisión de París:
" 1 . " Aplicación del principio de la jomada de ocho horas y de la
semana d« cuarenta y ocho horas.
2.' Medios de prevenir y evitar la desocupación involuntaria.
3." Empleo de la mujer: a) Antes y después del parto, con la cues-
tión de la indemnización de maternidad; b) Durante la noche; e) En
los trabajos insalubres.
4." Empleo del nmo: a) Edad de admisión al trabajo; b) Trabajo
nocturno; c) Trabajos insalubres.
5° Extensión y aplicación del convenio internacional de Berna (1906)
sobre la prohibición del trabajo rjocturno a la mujer empleada en Ha
industria, y sobre el uso del fósforo blanco en la industria de las ce-
rillas." ' -
Señala, por último, algunos defectos de esta organización, entre ellos
el carecer de poder deliberador, y asimismo cree qu© no debe ocuparse
!a Comisión de las rabones políticas en pro o en contra. También la De-
legación italiana, de acuerdo con la belga y la francesa, anunció la
opinión acertada de que una legislación internacional del trabajo no
puede ser verdaderamente eficaz sin el concurso de todos los países en
que se trabaja.
Para terminar, reproduciremos Jos nuft\e artículos de que consta la
llamada "Carta de trabajo" redactada .por la Comisión. El primero es-
tablece que ni de hecho ni de derecho debe considerarse el trabajo de
un ser humano como una mercancía o artículo de comercio; el segundo
garantiza a patronos y obreros el derecho de asociación; el tercero fija
«1 límite ñf admisión de los jóivenes de ambos BCSOS al trabajo, etc., el-
312 JíIJBSTRO TIEMPO

í-ctera,; el cuarto establece que todo trabajador tient derecho a tui sa-
Jaxio que le asegure «na manera conveniente de vivir; el quinto, que a
trabajo igual, sin distinción de seso, debe «onaeponder igual salario:
el sexto habla del descanso semanal, que debe ser el domingo; el sépti-
mo limita el número de horas del trabajo cuotidiano y semanal. Jjot
otros dofi ee refieren a la permanencia de obreros en país extranjero.
Con el detalle de estas miestiones termina el autor sn i«+<'r*iaant<> y
documentado artículo.

LOS OHmOS

La Utiru* Hebdomadaírt.

ÜÁ &r. Uaboreg nos habla eu t-sie artículo de su viaje a Ctuna, y


«ípuiíla aigunas reflexiones interesan íes acerca de aquel país. Describe
primeramente los caiacterístieos paisajes, así como su visita a an pue-
bleeillo de eseasa iiuporianeia. De todo ello sa«a el autor la impresión
de que los pretendidos adelantos de China son un milo.
*'Sin «níbargo—dice,—^las sacudidas más diversas no hau faltado a
este pueblo: guerras con sus vecinos, con los extranjeros venidos de le-
jos, querellas intestinas, guerras civiles, cambios sangrientos de dinas-
tías, cataclismos de todas dasra, intmdaciones gigantescas, hamlJ-es, epi-
demias. Todo ha escurrido sobre ellos, todo ha pasado y los iia dejado
igual: indolente.?, trabajadores, y llamémosles felices; porque el puebla
chino, a pesar de su falta total de higiene, de su clima extremo y de .su
duro paisaje, da la imipresión de ser un pueblo feliz. Los chinos son
generalmente alegres, risueños y aun ruidosos. ;. Son éstas acaso las la-
racterícticas de un pueblo de«graiciado?
"Algunos, a pesar de todo, especialmente en los últimos afios, liari que-
rido ver en ellos unos adictos a nuestro progreso intele-ctual y m a t e r i a J ;
•por consiguiente, un ptieblo que tiene conciencia de la mediocridad en
que vive y que trata de mejorar su suerte.
"Yo admito que una pequeña fracción die la enorme población eünia,
]ft que se h a instruido eai el extranjero, experimente este deseo; pero
qiii«iera saber hasta dónd« llega su ambición y qué efectos prod'ucen
•08 discursos en las masais. Oreo poder de<'ir, «in miedo a eqtiiToeaTiije,
REVISTA DE KEVISI'AS 313

íjue la mayor parle de la nación DO se preocupa de los asuntos público*


Sin duda, en Pekín y en alguna (vtra gran ciudad la población se levaJi-
la a vet'.fcs bajo el üolpe de algiui acoi)te<!Ímiento explotadlo por los po-
iíúi'os, que los lja¿ en Cliina oomo en todas partes; pero fxir lo demás,
n'ngún ideal polí'Jeo y religioso, ninguna asiñraeión definida mueve a
estas masas, que no se han eleva.Jo a una loneepción luásn abfctrafta y
más alta que la de los intereses del individuo o de la l'auíilia."
Asimismo, asegura que la reivolucióu china debe (ionsiderarse más bien
como una nueva manifestación del malestar crónico que reina aüi en da
vida política, y no como un esfuerzo consciente de la nación encaani- -
íiadü al progres '. Tatiíbién afinna que la introducción en China d« los
adelantos de la Ciincia, así como la permanencia en aquel país d« los
europeos acarrea en el país algún ¡irogre.-'O, ijíei-o ello se verifica <ÍOII
una lentitud asombrosa.
"Lo que encuentro más digno de atención—escribe para terminar—es
la maniobra constante de los japoneses, «uya política eiconómica tiende
a transformarse en una política territorial poco conforme a los priu'
cipioB que la sabiduría de las naciones quisiera instaurar en ^1 mundo.
"Los chinos, que saben todo esto mejor que yo, han hecho hasta eJ
presente como si lo ignorasen. Pemnítanle a nn amigo, de cuya sinceri-
dad no pueden dudar, aconsejarles una vez más que se unan en una T*<-
sistencia «omún, unión que será la fuerza y el progresi» de su granule e
inmortal patria.'"

LOS ESTADOS UNIDOS Y PUERTO RICO

Puerto Mico {D.

tíe traiü de na disourso proiiuav-ia<lo por el doctor Lindsay en la Con-


ferencia Kacidual de Relaciones Extranjeras, que publica esta Revista
de reciente "apariición. El doctor Lindsay es uno de los más eminentee
conferencistas americanos. El tema del discurso no puede ser más inte-
i-esante, y aboga por las corrientes de simpatía e inteligencia entre Nor-
te y Sudamérica.
"Las relaciones qu« con-sideramos ahora tan uecesarias y deeeablc»—
314 injESl'KO TIKMFO

escribe el autor,—deben basarse, por supuesto, sobre base» «uterameat*;


diferentes: primero, existe el intercambio eomei-ciai, que parece poder
cuidar de sí mismo. Nuestro* hombres de negocio en América no son
tan indiferentes hoy como lo fueron al principio, con respecto a las ven-
tajas de relaciones comerciales más estrechas. Comprenden hoy mejor
que antes las ventaja^ comerciales que trae consigo la facilidad de trans-
portes y otros medios que fajciliten el tráfico e intercambio entre na-
ciones, y sobre los cuales el éxito en el comercio necesariamente se basa.
También hay señales alentadoras hacia la cooperaición intelectual y edu-
cativa. Nuestras universidades están estahleeiendo el intercambio de
profesores. Delegaciones de educadores llegan procedentes de varios
países de la América ('«ntral y del Sur, y a su regreso infonman en sus
propios países el resultado de sus observaciones. Enviamos delegaciones
a Congresos internaicioriales. También enviamos delegados que visiten
los varios ¡países de la América del Sur, expresando de esta manera
nuestro interés en ellos, y lo que es más aún: buscando desarrollar en-
tre nosotros mismos un conocimiento más acabado de las aspiraciones y
de la civilización de estos países. Todas estas son señales significativas
d« un initemaeionalismo nuea'o y mejor. Tamipoco hay carencia, de se-
ñaJes que marquen progreso hacia la cooperación en las tareas de go-
bierno, en las empresas internacionales, en la expresión de simipatías
mutuas, y hacia una acción concertada con respecto a los asuntos que
nos atañen a todos iJOr igual. Sobre estas bases se realizará induda^
Wemente desarrollos importnntes en la evolución de la democracia de!
bemisferio occidental."
. Afirma luego que ambos ptieblos no han comprendido mutuamente sus
idealismos. Para llegar a una total y ^erd'adera inteligencia ve el autor
ana gran oportunidad en Puerto Rico, para establecer allí lo que llama
una estación eicperimental para el cultivo de las relaciones internacio-
nales. Encomia las buenas condiciones que para ello tiene esa bella isla,
incluso su situación a la entrada del Canal de Panamá, entrada a través
de la cual el ooonercio de Europa tiene que pasar al cni-zar el oanal con
dirección ai Pacífico.
Al salir los Estados Unidos de su provincialismo y tomar parte en los
asuntos del mundo—escribe finalmente,—no hay nada en este momento
más justificado que una inversión de cien millones de dólares para hacer
de Puerto iRico un modelo de todo lo mejor que hay en el gobierno, edu-
caeión, sanidad y reglamentación industrial de los Estados Unidos, y
para convertir aquella isla en una estación experimental para la adap-
tación de estas cosas a lo mejor que haya en la vida y en las institucio-
nes de los pueblos latinoamericanos. Los Estados Unidos han dado poca
o ninguna ayuda económica a Puerto Rico, y la isla hasta ahora ha
tenido que pagar sus propios gastos. Por consiguiente, la inversión de
^ ó 50 millones en instituciones educativas en Pnerto Rico, llevada a
REVISTA DE REVISTAS 315

cabo en uua üorma que reuniera en eaa iala, ea cooperación int^eetual,


los direetores del pensamiento y de la vida política de todas las Ee|vú-
blicas del hemisferio occidental, sería una inversión excelente.
Hasta que hayamos reconocido las oportunidades que hemos ignorado
y descuidad?, no empezaremos a comprender cuan útil nos sería cual-
quier gasto y esfuerzo realizado para cultivar relaciones amistoaae y
eohar las simientes de una inteligencia y cooperaición mutuas entre las
Repúblicas del hemisferio de Occidente. EnAonees comprenderemos las
grandes cuestiones ipolítieas que se discuten en estas conferencias, es-
pecialmente aquellas que se refieran a nuestra política en el Caribe y en
la América del Sur. La riqueza y los recursos intelectuales y materiales
d« los Estados Unidos deben movilizarse, poniéndose al servicio de
niuestras necesidades comunes, si es que hemos de unir a los ameiricar
ttoa del Norte y del Sur, con lo;* vínculos de la fraternidad y de la
•imipiatía.

CÓMO KAOE BL AMOK

Beviita d» Filoiofim [1).

E¡í iluatie dir«.',or de esta üeviata, Sr. ingenieros, publica uua de suaj
interesantes conferencias sobre psicología de los sentimientos. Empieza
hablando del aentimiento amoroso, y lo hace con la habitual amenidad
e ingenio.
"Con repetir que el amor es tan anüg-uo como ia humanidad^—dice,—
no se explica cómo nace en las personas que se enamoran. Sabemos que e»
diversamente sentido y pensado por cada uno; no existe "un amor", sino
"tantos modos de amar" como personas. Los que disertan sobre "el
aimor" abstraen en un puro concepto los atributos comunes a los senti-
mientos de todos los que aman; los '"enamorados", distintos por su tem-
peramenio y por su educación, son la única realidad que interesa a los
psieólog'08. El sentimiento amoroso es una exiperiencia individual, for-
mada sobre tendencias instintivas. Sus grados y aspectos son variables
en tod^as las personas; tibio en éste, en aquél vehemente; en uno corre
en -lá^rr^ma';. nn otro asoma en sonrisaK. Ora a flor de piel, ora incisivo
^_ »
•n Ba»noí Ait'j». Jiilio. '91».
316 JJTrEeTRí» TIEMPO

y hondo, dentro de la anidad del género cada amor *jue na^e tiei
jndividualidatl inconfundible. No hay amor, «sino amantes; y e:i .'.aoa
ano de éstos los amores que pueden sucederse son distintos.
Andaríamos errados, por ende, si supusiéramos que el amor a.í)ar<?ei<*
alguna vez en la humanidad ornado ya por JOB atribuios con que naee
en caída uno de nosotros; ni es siquiera admisible que el hombre primi-
tiivo fuera capaz de amar .con tanta nobleza y refinjuniento COOBO lo»
hombres cultos de los tiempos modern<,is."
Para explicarnos la evolución del amor nos presenta ingeniosamenie
tres idilios: el de Adán y Bva, que en el símbolo üe la manzana aparect'
eomo un mero accidente físico; más tarde es lui damor <Je los sentidos,
como en Dafnis y Cloe, y por último se convierte en un suplií-io ije la
imaginación, tal como el amor intenso y complicado de Manoii y Des
Grieux, que califica de amantes modemoe.
Se ocupa más adelante de la personalidad sentimental, y baice cons-
tar también lo subjetivo de la belleza y el placer, del mismo modo que
no hay amor sino enamorados. "En cada hombre, en cada mujer, el sen-
timiento amoroso suele ser despertado por excitantes diversos y des-
arrollar en variadas formas las desiguales im^linaeiones instructivas."
"Esas inclinaciones, educadas por la experiencia, constituyen en el
individno su particular "personalidad sentimental", y de aentírdo tíon
ésta nace el amor y es infinitamente varia la situación de cada perRona
frente a las posibles manifestaciones de su sentimiento amoros<3.-''
Nos habla luego de la necesidad de amar. Veamos cuáii be'JameriLt- ¡¡i
expone d autor:
"Santas palabras, tres veces santas por su elo<íTietieia, mil vt<ies .sar-
tas por BU sinceridad, las que escribió Teresa de Jesús, la erótica pito-
nisa del misticismo sentimental: "No temo el infierno por sus penas,
sino porque es un sitio donde no se ama." Para admirar la intimidad
perfecta de la imaginación con los sentidos, es necesario leer las ])ági-
nas de esta dulce Safo eristiana, más mujer que Eloísa por la 7&lu}>-
tuosidad, más mujer que Manon por el sentimiento. En ella todo es
emoción profunda, sensibilidad refinada; por eso no la comprenden las
lúfias que sólo tienen ojeras cuando beben vinagre, ni las que ne^eeitan
morderse los anémicos labios para emparpuraidos de vida.
"iL& necesidad de amar no es amor todavía; prepara su aparición, M
ea{>aeidftd de amar. Se forma sobre las tendencias heredadas, que «om-
ponen el temperamento, por obra de la experiencia; «parece cuando el
tw entra a la plenitud de su desarrollo.
"fSs una tensión compleja de todo el organismo, comcebida pí-t lot
flñótogos con una variante de las funciones nutritivas y subordinada •
modifleaciones orgánicas particulares. Es un estado de actividad eepe-
eial que influye sobre todo el ser, reflejándose en los centro* nerv.iopo»
aiá« eTolueionadoB y deepertando en ello." sentimientos extraSos.
8SVI8TA DK REVI8TA8 317

'"üaos síntomas, que iodo ¡hombre o mujer aormaá recuerda haber een-
tido, iímítanse a anunciar la representaeión psicoló^ca de esa fuuvióu
nueva, cuyo objeto esencial es la conaervaeión de la especie. Aparece
ineaperadamente. Suele revelarse por una inquietud vaga, perturbadora,
cuya causa no se adivina y cuya finalidad no se presiente. Provoca esta-
dos afectivos indecisos, turbaciones indefinidas, malestar, intranquili-
dades. Es ya madurez para el amor. Domina toda la psicología de lo»
jóvenes, poniendo cierta melancolía en los espíritus propicios al en-
.sueño; la juventud que viene parece entristecerse por la niñez que ee
va. Se pierde la noción de lo real, germinan romanticismos, se busca la
soledad y la penumbra, las nuches se alargan por la imaginación exal-
tada e insomne, ocurren imprevistas oscilaciones del humor, del guato
y dcil carácter."
Habla después del íieehazo, al cual es imposible resistirse, y sobre-
viene cuando la personalidad sentimental eatá madura y definido el ideal
«m el dual parece concordar enteramente la persona que nos impre-
siona. Así, pues, puede el flechazo ser unilateral o doble cuando se en-
cuentran dos personas que son cada una el ideaJ. áe la otra. A propósito
de esto último, nos describe el ení'uentro de Mimí y Rodolfo en "La
Bohéme''.
"Bigamos—eseiibe má» adelante—sin reserva nuestra admiración i)or
e( finísimo análisis del nacimiento del amor, en que revela Stendhal una
agudeza psicológica no común. En ''De l'Amour" le consagra el segun-
do capítulo y distingue en él vario.s movimientos o períodos: la admi-
ración, el d«seo, la e9]>eranza, ]a aparición, período inicial de la cris-
talización; la duda, segunda cristalización.
"Es visible que las primeras etapas constituyen un proceso único; la
admiración provoca el desea y éste despierta el sentimiento amoroso si
le acompaña la esperanza; en desear lo que se admira y en tener es-
jieranza de alcanzarlo está lg¡, clave del amor que nace. Todo ello, hasita
la primera cristalización, se sucede en brevísimo intervalo en el flecha-
do: •e] ¡>roceso termina allí cuando la necesidad de amar es más fuerle
que el miedo de arear. Las etapas finales señaladas por Stendhal, la
duda y la segunda cristalización, solamente se observan en el lento
proceso de la intoxicación sentimental.
"Sin restar méritos al lino análisis stendhaliauo, fundamos esa dis-
lincióu en un hoeiio sencillo. En el flechazo, los períodos de duda y cris-
tHlÍ7.ac!Úu son previos, han servido a la formación del ideal; el amor
preexiste virtualmente y sólo espera la ocasión de nacer, convirtiéndose
de virtual en real. En la intoxicación el ideal se forma después del deseo
y de (la esperanza, pasando i>or la duda y por los trabajos de la se-
gunda cristalización. El flechazo es la coincidencia de las circunstan-
cias con un ideal; la intoxicación es la formación de un ideal en torno
de las circunstancias,"
318 ' HTTESrBO TIEMPO

líos habla después dei miedo de amar, que puede sot»revenir bien por
la falta de imaginación o por la atonía de los sentidos. Por ambas cosas
se llega a no sentir totalmente el amor.
Nunca llega a sentir la dulce embriaguez sentimental—dice el autor—
quien la busca guiado por la voluptuosidad. Pensad en el calavera vul-
gar que muere mariposeando en todas las corolas sin cerrar sus alas
sobre ninguna; pensad en la joven abun-ida que escucha al primer ten-
tador que rompe la monotonía de su vida. ¿Eeoordáis la triste víctima
de .Roberto Greslou, en "Le Disciple", de Paiál Bourget ?
'i£l miedo de amar, en esos casos, depende de la incapacidad de for-
marse un ideal. El sentimiento no puede nacer mientras un ideai no se
vaya formando en tomo del ser amado, mediante el proceso lento de la
intoxicación."
Lo mismo ocurre con los amantes platónicos, cuyo amor es incom-
pleto. Miran al amor como un agradable peligro y viven oponiendo a su
jouaginación la "atonía de los sentidos". Así, pues, puede el miedo de
amar vencer al deseo, y entonces el amor no nace, muere en germen.
Aún nos habla el Sr. Ingenieros de otro obstáculo que puede opo-
fit-rse al flechazo, y que no es enteramente el miedo de amor.
Vacamos cómo se expresa:
"Hay quien tiene imaginación viva y sentidos exquisitos, y sin em-
bargo resiste al flechadlo; la admiración y el deseo no bastan para con-
firmar tan hondamente la esperanza que desaparezca el temor de la des-
ilusión. ¿La oportunidad concuerda con el ideal? ¿Cómo responder a
esa pregunta? El miedo de amar aparece entonces como una prudente
actitud provisoria, como una defensa ante el peligro de equivocarse.
'Hombre o mujer, si sólo miran el amor como un puente hacia el matri-
imonio, se espantan aiite lo indisoluble, pues lo es ante la sanción social
aun cuando las leyes permitan librarse de su yvigo. Si se ama por el
amor, sin segundas vistas de conveniencia, la situación difiere para cada
sexo. El enamorado sólo anlieJa saber si agradará; la enamorada pre-
tende seguridades de que la aman, además de desearla. Las pruebas que
el hombre puede dar son relativas, siendo la más intensa exponerse al
ridículo o comprometer su reputación; las que se piden a la mujer son
más seguras, pues no bastan palabras ni caricias. Ella sólo puede dar
una prueba, la que después de dada no deja nada por dar; y hay grave
injusticia natural en esa desigualdad ante la prueba decisiva, única que
puede hacer ia infelicidad de quien la da. ¿Cómo sorprendernos de que
en ellas nazca el amor más tímido, menos expresivo? Exeeii>tuados los
casos en que se explica el fleohazoz, justo es que ellas reflexionen y no
se entreguen ciegamente a la dlioha de amar; a su primer movimiento
de admiraición y de deseo, ellas deben resistir bruscamente, par'a po-
nerse en estado de defensa y detener el Lm!i)ulso de la primera impre-
sión. E«o mismo CB una garantía de qne el sí contendrá nna promesa de
REVISTA »B BEVrSTAS 319

mayor constancia, pues será difícil apartarse de una decisión tomada


dlespués de una larga eristalización."
Cuando el flechazo no tiene lugar, puede, sin embargo, surgir el amor,
completo y sublime, mediante io que el autor llama " L a intoxicación
sentimental".
"No desespere el amador ante las dudas de su amada. Su esperanza
debe empujarle a insistir con firmeza; piense, si ama de veras, que esa
larga inquietud que le humilla suele ser la única gloria de la mujer. Se-
t a más amado y mejor anflado, en premio a su constancia; venza con
amables artes las resistencias, destruya con su fidelidad las creencias
adversas, estimule en su amada la formación del ideal que no existe o
tuerza en su favor el que ya existía y motivaba su desventura.
"Este proceso de intoxicación sentimental corresponde al que Stend-
hal llamó la "segunda ci-istalización", consecutiva a i ^ d u d a . Difiere
profundamente de la que corona el flechazo; no se trata aquí de elevar
al ser amado hasta un ideal preexistente, sino de formar un ideal nuevo
en torno de las cualidades del ser que no amamos todavía. Este modo
lento de nacer el amor es habitual en las personas apáticas, prudentes,
calculadoras, de edad madura; en ellas la esperanza necesita ser tan
grande que resista a la duda. Ocurre lo mismo en las personas que han
tenido ya desilusiones dolorosas; no se resuelven a amar, por falta de
«onflanza."
Y, finalmente, escribe el autor algunos párrafos encabezados con el
título "El deseo es breve; el amor largo". Con esto termina el Sr. In-
genieros su conferencia, y a pesar de que llevamos ocupado largo espa-
cio, no vacilamos en reproducir algunos de ellos a continuación:
"El deseo que no d u r a es el que ha correspondido a un error del ideal;
en la persona que se equivoca la decepción sobreviene en seguida de
satisfecho el deseo. Eso ocurre a menudo con hombres y mujeres cuyos
atractivos físicos son superiores a las cualidades de su espíritu; des-
piertan fácilmente un brusco deseo que por su vehemencia puede pare-
cer concordancia con el ideaJ; pei'O después de la posesión, el flechado,
libre de la perturbación de los sentidos, recapacita y advierte que ese
no es su ideal, que se ha equivocado. ¡Cuántos hombres se apartan de
la mujer amada al oir que de su linda boca salen palabras tontas, como
si desenvainaran una espada de plomo de una vaina de pedrería! Este
es, sin duda, el mayor consuelo de las poco agi-aciadas, que cuidan más
del ingenio y de la gracia, sus armas naturales; las bellas suelen des-
cuidarlas y viven pavoneándose como si poseyeran todos los talismanes
para cautivar corazones. Las bellas despiertan más deseos en los hom-
bres, ,pero son menos amadas; el deseo se harta más pronto que el sen-
timiento, y es por esto que las feas, si llegan a ser amadas, no dudaa
del refrán corriente que no necesitamos repetir.
"El flechazo más duradero no suele ser el que entra por los ojos, sino
{JiíÓ WDESTBO TIJRMPO

«I que 86 insinóa por la intalrigeneia o por el cortan. Aeaao por eso las
mujeres bonitas resisten al ruego de los liombres que ellas flechan, com-
pteadiendo que la primera impresión puede no coincidir con el ideal;
por eso resisten más, £n>arte de la natural vanidad que les hace poner
sus pretensiones o su ambición mucho más altas que todos sus adora-
dores. Las die pobre físico, en cambio, se inclinan a sobreponer la emo-
ción a la razón, pues creen que si han gustado, a pesar de su poca gra-
cia, es por cualidades de su espíritu que exponen menos a la desihisióti.
"Las (personas que se quejan de la ingratitud de sus amantes, dehieran
reflexionar si no son ellas mismas Jas culpables de que el amor no haya
sobrevenido al deseo. Creyéronse dignas de ser amadas cuando sólo me-
recían ser deseadas. Y no es culpa del ingrato si luego faltaron las cua-
lidades que pudieran alimentar la llaima eucendida en la primera impre-
»óa; ellas sa^Aan equivocado al creer que podrían satisfacer el ideal
de una persona cuya imaginación exigía más de lo que se le da. Quien
t ^ o tiene miel, no se queje si la inquieta mariposa alza el vuelo después
de haber libado."

OBfiAmZACIÓN ECONÓMICA Y CARACTERES QENERALES DE


¿AS innVERSIDADES DE LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTE-
AMÉRICA

La Lectura (1).
Un iuU'resante artículo del Sr. Lana Sánate pone de manifiesto la
atención que a los problemas de enseñanza se dedica en América. Em
^aza liaciendo constar que hay dos grandes grupos: Universidades li-
bres y L'láversidades del Estado, siendo en las primeras la nota más
earacterística eJ que posean grandes eapitaies, procedeiitea casi siem-
pre de donativos verdaderamente fabulosos. Tanto estas Universidades
oomo las del Estado gbzan de una completa autonomía.
Paaa l u ^ o el autor a hacer una reseña histórica de la evolución de
1A Universidad en América, evolución que da idea del espíritu que allí
i«inia, favorable por completo a la buena enseñanza.

(t) Agotto, 1918.


RBVISTA DE REVISTAS " 321

"Íjy9 puritauos ingleses—e»erib«—-que llegaron a las costas de Mas-


«acflraaetts en la primera mitad dtíl siglo XVIÍ, hicieron de la Nueva
Inglaterra un centro cultural de primRr orden, cuya influencia irradió
más tarde al resto dé la federación norteamericana. La cáudad de Bos-
ton, en particular, desempeñó el papel principal en la dirección de la
sida del espíritu, y aun hoy día es conocida dicha ciudad por el sobre-
nombre de "the H u b " (el eje). Uno de aquellos puritanos, John Har-
vard, ministro del Señor, dejó al morir un Jegaido de sus libros (que
sumarían unos 300) y de su modesto haber para la fundación de un
"college", y en el año 1636 se creaba el "Harvard CoUege", habiendo
tomado como modelo los de Oxford y Cambridge, de Europa.
'*Este "college" fué en su princyjio una especie de Seminario, en el
que se enseñaba principalmente Griego, Latín, Filosofía y Matemáticas.
La mayor parte de sus graduados se haeían ministros del Señor. Poco
a poco disminuyó el earádter teológico del "college", siendo incluidas
disciplinas científleas en sus planes de enseñanza y creando al títuJb de
"Baehelor of A r t s " (Baeihiller en Artes). En el siglo XIX se introducen
tres modificaciones fundamentales, de las que resultó la Universidad
moderna. La primera modificación fué el crear las Facultades profe-
.sionales ("Professional Scihools") de Teología, Derecho y Medicina. La
segunda, el desenvohimiento de Facultades de Ciencias puras y apli-
cadas, que otorgan el título de "Baehelor of Sciencie" (Bachiller en
Ciencias). Y la tercera, la adopción del sistema alemán de los curso."!
«mperiores de investigación que i n t ^ r a n la "Gradúate Sehool" (escuela
graduada). La gloria de esta última iniciativa corresponde a Johns
Hopkins, quien en 1875 dejó un legado de 3.500.000 dólares (17.500.000
pesetas) para fundar en Baltimore, Estado de Maryland, una inistitti-
ción cuyo carácter dominante fuera eJ último citado, el fomentar la in-
vestigación eíenitífiíca. En estas "Gradúate Schools" se otorgan los títu-
los superiores de "Maater of Science", "Master of Arts", "Doctor Phi-
losophy" y "'Doctor Engineering", a base de estudios y de inivastigaciones
personales realizadas en la Universidad durante dos o tres años después
de haber conseguido el título de B. A. o B. S.
"AI comenzar el siglo XX, la Uniwrsidad americana, conservando
siempre como Faeuiltades fundamentales las cuatro típicas alemanas de
Teología, Derecho, Medicina y Filosofía (comprendiendo en esta última
.Ia.<i Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, además de la Filosofía pro-
piamente dicha), presenta un conjunto mudho más complejo que el pri-
mitivo modelo alemán, por comprender dentro de su esfera de acción
enseñanzas esipeeiales, como son las de los Institutos odontológicos, de
Agricultura, de Veterinaria, de Pedagogía, de Periodismo, etc."
Cita liipgo las Universidades más importantes que hoy existen, tanto
libres como oficiales, y paíia en seguida a estudiar J'a organisádórt eco-
nómica.
21
322 MUESTKO TIEMPO

"Dichos presupuestos de gastos anuales—escribe después—alcanzan


cifras verdaderamente enormes. La Universidad de Harvard gastó de
1912 a 1913 la fabulosa suma de 2.347.000 dólares; es decir, a la raya
de 12 millones de pesetas. Para darse cuenta de lo que son 12 millones
de pesetas dedicados a la enseñanza, bastará indicar que con esa can-
tidad pagará el Ministerio de Instracción pública español, en los pre-
supuestos planteados para 1919-1920, "todos" los gastos de "todas" las
Universidades españolas y EscueJas de Ingenieros industriales, de la
J u n t a para amipliación de estudios y pensiones al exiraujero y del Ins-
tituto de material científico."
Asimismo hace constar que los derechos de matrículas (tons.tituyen
ima fuente de ingresos considerable.
"De aquí parece deducirse—escribe en este punto—<{ue los estudios
universitarios, por lo menos en las Universidaides libres, no están al al-
cance de los jóvenes de la ciase modesta; pero en la práctica se observa
todo lio contrario, gracias a la protección que la Universidad da a los
muchachos laboriosos y sin medios económicos para costear sus est udios.
Con objeto de no citar muchos nombres y cifras, me limitaré a mencio-
nar cómo funciona este servicio en la Universidad de Harvard. Esta
entidad tiene establecido un sistema de becas y pensiones uni\'ersita-
rias, Uamadas "soholarshixw" y "fellowships", por el cual se otorga más
de un millón de pesetas anuales a muchachos necesitados. Además, tiene
montadas unas oficinas de colocaciones estudiantiles, las cuales se en-
cargan de buscar medios de trabajo compatibles con los estudios. Y de
este sistema de protección resulta que más de una tercera parte de los
alumnos matriculados en Harvard gozan de ayuda económiea univer-
sitaria, ya directa, en forma de beca, ya indirecta, en forma de una
coiloeación.
"No es posible hablar de la grandeza de las organizaciones universi-
tarias libres en los Estados Unidos sin dedicar unas palabras a la filan-
tropía americana, incomparable, c«mo ya dije antes, en todo lo que se
refiere a fomento de la cultura y protección a la enseñanza. El alma
americana está educada p a r a ello de modo análogo a como lo está la
española en el terreno religioso. Un español, al morir, mandará cons-
truir una iglesia; un americano, una Universidad o una biblioteca. Un
español, a su muerte, hará decir cien misas; un americano dejará a
una escuela cien libros. Y siendo aquella filantropía la base económica
de las Universidades libres, vamos a personificarla relatando ailgunos
casos interesantes."
Entre estos casos cita el Sr. Larra al multimillonario Carnegie, que
Otorgó 125 millones de dólares para fundar la Sociedad Carnegie para
©1 prc^reso y difusión del saber; cita también a Stanford, que dejó 30
millones; a Rockefeller, que dio 125, y otros varios. En resumen, hace
eonstar el dato publicado por el "Burean of Edncation". que desde 1901
iíE VISTA DE REVISTAS ^i¿S

a 19-14 han recibido las Universidades 300 inilloties íle dólares en do-
nativos de particulares.
- L a administración de la Universidad americana—escribe más ade-
Jant«—conserva los rasgos generales de la del primitivo "college" im-
portado de Inglaterra. En cuanto a procedimientos, la administración
universitaria americana actual es muy distinta de la inglesa: ésta evo.
lucionó en sentido democrático, en tanto que la de los Estados Unidos
concentró su poder y su resiionsabilidad en una sola persona, con oiji-
nipotencia casi tiránica: el presidente de la UnÍAersidad."
"Prescindiendo de las diferencias—^continúa,—^podemos decir, en lí-
neas generales, que la Universidad está regida por un Consejo de ad-
ministración, compuesto de un j)residente, un tesorero y un número va-
riable de consejeros que forman la "Corporart^ion" o "Baord of trastees"
Además, todos los ex alumnos, que después de salir de la Universidad
quedan agrupados bajo el nombre de "alumni" y «lue permanecíen en
constante relación coa su "alma mater", eligen, por votación, personas
que les representen con voz y voto en el Consejo de administración de
la Universidad, y de este modo cuantos se graduaron en ella colaboran
en la evolución que aquélla ha de seguir.
"Este sistema de administración tiene sus ventajajá y sus inconve-
nientes. Ventaja es que la persona del presidente esté dotada de pode-
res amplios que le permitan poner al servicio de la Univon?idad toda su
energía y todo su entusiasmo. A él correapoude la direoción del Con-
sejo de administración y sobre él pesan enormes responsabilidades. La
historia de las principales Universidades americanas nos demuestra qvie
el factor personal de algunos de sns presidentes logró un engrandeci-
miento de la entidad, que de otro modo quizás no se liubiera conseguido.
Los nombres de Mr. Elliot y Mr. Hai-por son inseparables de los de las
Universidades de H a n ' a r d y Chicago, respectivamente."
Claro está que el sistema puede resultar malo, cuando el presidente
no está a la altura de su misión, pudiendo así abusar de su autoridad
y cometer verdaderos atropellos. Hasta tal punto es esto así, que dice
el autor que en estos últimos años se ha formado una Asociación de pro-
fesores universitarios para recabar el derecho a la defensa al ser des-
pedidos de una Universidad. Y con estos y otros detalle* referentes al
profesorado, termina el Sr. Lana su interesante artículo.
'^^ NUESTRO TIEMPO

LA PEDAGOGÍA OPTIMISTA

La Bevue Mondiale (1).

Se traía de luia (¡onferüiieia que hace algunos años proaunció el ilus-


tre director de esta Be^-ista, M. K n o t , y que, publicada aliora, resulta
de actualidad viva y paipiíauíe.
Monsieur Finot, al dirigirse a su auditorio, compuesto de maestras >
maestros, encomia su alta misión y le i m i t a a meditar en lo absurdas
que son las teorías de los que llama "neg'adores de la libertad huma-
na", pues si los maestros aceptasen las teorías determinista, en verdad
que su misión había terminado. Presenta después al vei'dadero peda-
gogo como creador de hombres, ya que la Pedagogía, sabiamente enca-
minada, puede transformar el alma de los hombres j ' llegar, en lo posible,
a la perfección en la organización humana.
Recomienda luego el autor la luoha contra el pesimismo disolvente,
que ha existido en todas las épocas. "¿Cómo queréis—dice—que el hom-
bre pueda consen'ar su alma serena, pensando en los múltiples e inten-
sos venenos que no han cesado de sentirse en tantos siglos transcu-
rridos?"
"Es, pues, preciso—'dice más adelante — crear nuevas generaciones
caipaces de reaccionar contra la herencia funesta de los siglos, así como
contra las falsas opiniones que atacan por todos lados a las amables
eonieepeiones de Ja vida."
Continúa luego encomdando la necesidad de crear seres felices, si bien
transformando el conicepto vulgar de la felicidad, que se reduce al goce
y a las riquezas, en otra felicidad más eJevada, basada en el altruismo,
en las satisfaceiones y los goces insuperables del trabajo y del deber
cumplido.
¿Cómo reemplazar el culto de la riqueza?—se pregunta el autor.
"Vosotros podréis—dice—demostrar fácilmente a vuestros alumnos
los nefastos prejuicios de la riqueza y los desastres que en la %-ida cuo-
tidiana acarrea la envidia y los numerosos venenos que ella encierra.
"La Pedagogía contemporánea se queja de nuestra organización so-
cial, enfermiza y defectuosa.
"El culto de la riqueza, que es su principal fundamento, ha penetrad»
asimismo en la literatura bajo todas sus formas.

(1) AKoatOl 1810-


REVISTA DE REVISTAS 325

"Es preciso reaücionar tonti-a esta tendencia que la juventud reeib«


Je los que le rodean.
"Las conversaciones íntimas de sus padres y parientes, depositan eii
el alma_ infantil los gérmenes de esta veneración estúpida de la riquezfl
independientemente de su empleo.
"La enseñanza optimista prueba lo contrario, demostrando que todoi
ios bienes están dentro de nosotros; que nada se asem«.jará a los pla-
ceres que la conciencia del deber cumplido nos proporciona; las dulzu-
ras de la abnegación; la aüegría de haber alegrado a los demás; los go-
ces innumerables que expea-imentamos ejecutando y cultivando la bondad
•'Vosotros les demostraréis que el cariño bajo sus múltiples formas:
el amor a la patria, el amor a la familia, el amor a la humanidad, hacen
a los más pobre:s más ricos que los millonarios egoístas."
"Esta pedagogía oiptindsta—dice más adelante—es, por consiguiente,
idealista en el verdadero sentido de la palabra. Ella hace comprender
y amar el objeto de nuestros esfuerzos. Sobre la base de la antigua pe-
dagogía destruida, eleva un ideal nuevo, ideal altruista y ampliamente
humano, qué hace resurgir en nosotros todo lo que hay fuerte, noble, y
nos sugiere la posibilidad de una vida mejor, para cuya realización nos
haoe colaborar."
Y con oí desarrollo de estas amables ideas termina M. Finr-i BU amenn
conferencia.

REVISTA CRÍTICA DEL MOVIMIENTO SOCIAL

La Revista Quincenal (1).

Empieza el Sr. Arboleya Martínez su interesante artículo recordando


la hermosa fiesta de los ingenieros y el mensaje que éstos entregaron al
Rey, en el que se afirmaba que había llegado la hora del trabajo, y no
la hora de las derechas ni de las izquierdas. Lamenta luego la infecun-
didad de los parlamentarios socialistas, que son tan infecundos y tan
"políticos" como todos los otros.
Habla luego de la aeción sociaj católica, cuyo estancamiento lamenta,
pues si bien hay algunos Sindicatos católicos sabiamente dirigidos, es-
tán coiqpletamente aislados; lamenta asimismo que algunos de ésto»

(1) 36 de Julio, 1919.


326 NUESTRO TIEMPO

admitan da proteoeióu, nada honrosa, de los patronos, y en cambio re-


chacen, ¡a título de "obreristas"!, las orientaciones d« los técnicos, de
los competentes, de los verdaderos defensores de la clase obi"era. Y
ocurre, pues, que Jos obreros acuden a los Sindicatos socialistas, unido»
al engranaje que abanea a España entera.
Espera el autor que el "Grupo de la democracia oristiana", reciente-
mente formado por ilustres sociólogos, mejorará la situación, verdade-
ramente insostenible. "La aparición de este grupo de escritores sociales
ha sido muy bien recibido, y las esperanzas que ha hecho concebir, aun
a los menos soñadores, demuestran que surge con gran oiwrtunidad."
'"No es de ahora el empeño de los socialistas—eseriV>e finalmente,—
quiero decir de los jefes socialistas, por u<>g'arse en redondo a colaiborar
en ningún caso con los obreros católicos; pero con motivo de la desig-
nación en el Instituto de Reformas Sociales de las comisiones regiona^-
les encargadas de elasiflcar y agrupar las industrias, profesiones y ofi-
cios y especialidades productoras, los representantes obreros, todos so-
iciaUstas, que hay en dioho Instituto acaban por planteair do nuevo esa
cuestión, reipitiendo que no quieren nada con nuestros obreros, a los que
califican de "amarillos" o sea, de vendidos a los patronos, y consiguien-
temente no merecedores de la confianza de sus compañeros, que deben
considerarlos más que como comipañeros como enemigos...
"Desde luego, en este proceder constante de los socialistas, o de sus
jefes, hay mueho de miedo a que la actuación de los católicos, puesta en
parangón con la suya, arrastre a los trabajadores más de lo que les con-
viene; pero ¿es que semejante suspicacia por parte de los socialistas
carece de todo fundamento? ¿Es que de verdad todos nuestros organis-
mos sociales se hallan perfeotamente libres de toda mancha de "amari-
Uiamo" T
"La cuestión reviste hoy entre nosotros una importancia tan grande
y hace tanta falta tratar de este asunto con la debida claridad y poniendo
/cada cosa en el puesto que le corres]X)nde, y ui^e tanto acabar con cier-
tos equívocos, que no digo aquí una palabra más sobre este grave proble-
ma, prometiendo dilucidarlo con la mayor franqueza, sin agraviar a na-
die, pero también sin vanos escrúipulos monjiles, en un artículo que de-
dicaré exclusivamente a dicJio proceder de los representantes sociali»-
tas del Instituto."

TUE EKADEI!
RIVISTI imiQBIfftn

El. PALACIO BARBHRiifi (Recuerdos de España an Roma), por el Jfarqui$


de VillaHrrutia, Fr»noisco Beltrán.—Madrid, 191Í.

"Entre los mTiolios y suntuosos palacios, ornato y prez de Roma, que


recuerdan el antiguo poder y riqueza de Papas y nepotes, figura en pri-
mer término, por su tamaño y su belleza, el de loa príncipes Barberini,
•construido en la colina del Quirinal, sobre una parte del aatiguo circo
de Flora, a poco áe haber sido elevado en 1623 al solio pontificio el car-
dena¿ Magíeo Barberini, oriundo de Florencia, que durante más de vein-
te años gobernó la Iglesia con el nombre de Urbano V I I I " . En ese pa-
lacio ocupa el principal aposento la embajada de España cerca del rey
<de Italia, y el manques de Villaurrutia, como tal embajador, ha sabido
apoderarse éel alma de su vivienda, relatándonos su historia en este vo-
lumen de doscientas páginas, más interesante v pintoresco que la más
hermosa novela.
Contribuye a ello, sin duda, tanto como los sucesos narrados, el en-
íiantador estilo del marqués de Villaurruitia, que no será ciertamente el
estilo diplomático de que él hablaba a su ingreso en la Academia Espa-
ñola; pero sí uno d>i los más amenos y divertidos entre nuestros contem-
poráneos, ei más cabal heredero de aquel insigne D. Juan Valera, maes-
tro de literatos y diplomático también a ratos perdidos. La cultura re-
finada, ftl escepticismo cortés y amable y el ingenio extraordinario de
Villaurrutia, tal vez le hayan perjudicado en la carrera política y di-
plomática, y con dejos de amargura alude él al caso en este mismo li-
bro; pero le han dado una personalidad literaria... y le han propor-
cionado sabrosísimas v(>ncfanzas que tal voz no estén tampoco ausentes
de este su último libro.
Precisamente la historia del palacio Barberini y de sus fundadores
y de íilerunos de sus habitantes es campo abonadísimo para que este
328 NUESTKO TIKMPO

gran irónico nos embelese con su dteír ameno, y de cuando en cuando


nos saouda «on alguna observaición de mordacidad implacable. Claro
<jue no sigue VillautTutia día ¡xtr día la historia del palacio ni de lo en
él acaecido durante estos tres siglos. Recoge en los tires ca.pítulos de su
libro tres momentos culminantes, no siendo el tercero, consagrado a la
santísima trinidad de Carlos IV, María Luisa y Godoy, más interesante
que los otros dos, en que se asoma el lee.tor a laíS iratrig'as y desmorali-
zaciones de la vieja Roma papal, en que el poder temporal i>areeía ha-
ber suprimido de la Iglesia hasta la idea de la espiritualidad eterna.
E s Villaurrutia un "amateur", en cuanto que no tiene la literatura
por profesión; pero presenta al aplauso de sus contemporáneos y a la
admiración de la posteridad bagaje abundantísimo, en el que no será
ciertamente lo menos estimable este reciente volumen.

Ai-inHvÉs. Novela por J. K. Huysmans, de ¡a Academia ftoncourt. Pu-


blicación de lo «Novela Liter-ria» Editori»! Prometeo.—Valen-
cia, 191S.

l í e aquí uua iiuvela extraña y dc.-scom^ertante, y cuyo interés litera-


rio es rauy grande, hasta el punto que casi puede deicirse que os una
novela para literatos. La intención del autor parece ir encaminada a
dar un golpe morí al al naturalismo, que fué su escuela en la primera
ópoca literaria, pues era uno de los más devotos discípulos de Zola;
pero según dice el prologuista recordando a un escritor francés: "la en-
fermedad de los naturalistas es que ninguno de sus porsonajeá siente
inquietudes sapeiiores". "Huysnians, presintiendo sin duda este defecto,
buscó dichas inquietudes para sus héroes, que son sienijvre él mismo.
El Reo de '''Marta", el Cipriano Tibaille de "Las hermanas Vatard".,
el Andrés de "En familia", el Harlés de "En rada", el Tolantín de
"Agua abajo", ed Des Esseintes de "Al ravés" y el Durtal de "Allá le-
j o s " y de los Jibros posteriores a la conversión, todos son Huysmaní-
.con sus curiosidades y sus inquietudes". Visto esto y leída en el pró-
logo admirable de Blasco Ibáñez la vida de este novelista, se comjpren-
de perfectamente que esta obra no es sino nn reflejo de ella, y claro
está que tratándose de una vida intensa tiene que resultar la nc^vela
interesante.
E l asunto del libro no es otro que la descripción áe los diversos estar
dos de ánimo y de las múltiples inquietuides de un hombre degenerado,
BEV18TA BIBLIOGRÁFICA 32W

minado ,por la neurosis y ahito <ie civilización y de cultura y d« raras


exquisiteces. Este hombre es Des Esseintes, raiya familia y antecesores
nos pinta el autor con una minuciosidad asombrosa, particularidad esta
que se observa en todia la obra y que es sin duda una de las caracterís-
ticas de este autor. Hasta tal punto es esto así que puede decirse que
toda la obra no es más que un conjunto de minuciosidades y detalles y
nnas divagaciones de historia literaria muy curiosas, pues en verdad
que carece en absoluto de lo que suele llamarse trama, ya que desjniés
de describimos la vida de su protagonista en la niñez y en la primera
juiventud, donde se agotan sus pobres oniTgías, nos lo pinta en el retiro
*iue voluntariamente escoge, cuya descripción ocupa el resto de la obra.
Es, pues, la obra una serie de meditaciones de un hombre de agudo in-
genio, de gran eultura y que, a pesar de ser un maldiciente empeder-
nido, escribe con un encanto irresistible.
La ideología de este autor produce honda tristeza, se siente profunda
c'onmiseración hacia ese gran hombre que sólo siiipo ver en la vida su
parte más vil y despreciable, que se atormentaba con raras preocupa
cienes, y que hacía siempre un eliiste sangriento ocultando con una
capa d« aparente buen humor un tedio irresistible.
y nada, pues, puede decirse en una breve nota de esta novela que
liene repugnantes detalles de degenerado y agudas divagaciones de critica
literaria y curiosas y extrañas id«as de un hombre civilizado que ere?
enmendar a la naturaleza, a quien taoha de "torpe, con sutiles y refina-
dos artiflieios. Nadie como Huysmans refleja en sus obras su vida inte-
rior y nada más bello puede decir un crítico que lo que escribe el aerior
Blasco Ibáñez al terminar su prólogo.
No*! habla de la amistad entre esto ¡nitoi- y la notable escritora My-
ri ai i Harry :
"Desde entonces—dice,—una profunda y noble amistad unía a lii
jo\ien escritora y al gran novelista agonizante. Pasaron juntos largas
tardes de conversación, y Myrian H.arry conoció todas las incertidum-
bres de Huysmans, sus opiniones a la vez religiosas y anticlericales, sus
gustos por el arte cristiano verdaderamente puro, sus altos pensamien-
tos, que resultaban algunas veces df: una originalidad desconcertante.
"Un anocihetier, pocas semanas antes de morir el maestro, hablaron
del amor; y esta vez fué ella sola la que habló con todos los entusias-
mos de la juventud y del idealismo femenil, escucliándola Huysmans oí,
«ilencio.
"Las primeras sombras «mipezaban a flotar en la habitación. Lucían
«•n la penumbra los lomos de oro de las encuademaciones y el esmalte
de las porceilanas de Delft. De pronto brillaron también en las mejillas
de cera del moribundo dos gruesas lágrimas que descendían lentamente.
''Ella ge puso de pie, aíarmada mientras él iba doblando la fronte
sobre la mesa de trabajo, hasta ooultarla entre sus manos.
330 ITÜESTRO TIEMPO

'^Resonó en el silencio erepuseular el largo sollozo de Huysmaajs.


"Lloraba el amor, lloraba la mujer, lloraba todaa las cosas de que
creía morir harto y que uo había conocido nunca".

L A KAZA i'RÓDiaA. Leyenda dramátío» en treB actos y en rerso, por Es-


taniílao Mario. Imprenta Victoria.—Valparaíso, 1919.

El asunto de la presente leyenda es liarlo conocido: dos hermanos,


uno nacido en Chile y otro en España, se ven en el trance de combatir
el uno frente ad otro en aquellos tiempos de la Independencia ameri-
cana. Tal es en esencia el motivo del drama. Gonzalo de Molina, capitán
español, lucha entre el amor a su madre y a su novia y ed deber de de-
fender a la patria; triunfa este último, y después de un duro combate
unos soldados le llevan moribundo a 9u propia casa. Fué en la lucha de
•Maipiú, adversa para España.
Vicente de Molina, su hermano, vuelve triunfante e ileso de la misma
batalla. Todo el desarrollo de da obra gira alrededor de esta lucha en-
tre el aimor a la familia y el amor ¡Mitrio.
La versificación contiene mudhas deficiencias.

P«AHCliCO SOLAKO LÓPBZ Y LA GOI5R«A 0BL PARAttüAT, por CarlOM Pt-


'•eyrrx. Editorial-América.—Madrid, 19i9.

r o r m a parte este libro de la biblioteca de la juventud hispano-ame-


ri'cana, de que ya nos hemos ocupado en diversas ocasiones en estas
notas.
En este volumen hace el Sr. Pereyra un estudio sereno y documen-
tado de la guerra del Paraguay, cuestión que juzga esencialmente
geográfloa. Hace constar asimismo que esta guerra fué dirigida más
que contra una nación contra un hombre: Francisco Solano López, y
KEVI8TA BIBLIOGRÁFICA 331

entre los muchos datos coiriosos que coatiene el libro, y cuya enuinei'a-
ción sería prolija, merece citarse el tratado secreto entre Uruguay,
Brasil y Eepública Argentina, aliados contra el Paraguay, tratado que
causó gran indignación y que fué conocido por una indiscreción diplo-
mática. En fin, el presente libro nos describe miimciosamente todos los
acontecimientos, y claro está que no hace al caso reseñarlos en esta nota.
La obra lleva un apéndice bastante extenso que contiene artículos y
ensayos de diversos e ilustres autores que vienen a robustecer lo soste-
nido por el Sr. Pereyra y hacen así de documentación.

PBJLOTIOAS PASiLAKSiiTAKiAi. Tomo I I I . Las Asambleas LegisUtíTas, p«r


Tícente Pardo Sadré*. I m p r e n t a de Rambla, Boux» y C.*.—Haba-
na, 1918,

Se t r a t a de una importante obra del Sr. Pardo Suárez, de cuyos to-


mos anteriores se dio cuenta hace alg^n tiempo en estas notas. El
autor animado a seguir su interesante tarea publica este tercer tomo
en que se ocupa de las Asambleas legislativas y Atribuciones constitu-
cionalea.
La marcha seguida en la confección del libro no puede ser más ló-
gica, y constituye un trabajo enorme ya que expone las facultades de
Gobierno que corresponden, en diversidad de régimenes, a treinta y cín-
ico naciones. Se comprende, pues, el esfuerzo y el mérito que la presente
obra encierra y su gran valor como libro de consulta para políticos y
estadistas.
E n el apéndice reúne el autor los comentarios que la Prensa de di-
versos países ha hecho de «u obra.
332 mnesTRo TIEMPO

GvsRBA DB ESPAÑA COHTKA ESTADO* UXIDOS BM 1804, por Almirante


Mtecdonell. Texto, nota*, estudio, facBÍmil y mapa, por Dr. J, Fran-
cisco V. Silva. Imprenta de «Alrededor del Mniido>.—Madrid, 1818

Ningún comentario haremos aJ presente folleto por tratarse de ar-


tículos publicados en NUESTRO TIEMPO, y cuyo gran interés histórico
. ya conocen nuestros lectores.

¿LA INFBBIOBIDAD BB LA CIBNOIA FBAHCBSA?, por .iubtn Ateu-Fernet


Ediciones de «La Razón».—Madrid, 1919.

He aquí una obra de pivaipaganda de la cieiiyia francesa, si es que


las ciencias tienen nacionalidad y necesitan propaganda. En verdad
que ni tienen lo uno ni necesitan lo otro. ¿Cuál es, pues, el objeto de
esta obra? El autor hace constar que lo escribe para las personas de
honradez intelectual que crean de buena fe en el tópi<io de la superio-
ridad de la ciencia alemana.
El gran valor de la «iencia francesa es un hecho que no necesita de-
mostración, como dice el Sr. Torres Quevedo en el brev^e prólogo de lu
presente obra. Así, pues, su mérito es, oomo tanibién dice el prologuista.
que contribuye a la divulgación de la historia de las ciencias.
El plan segiuido en Ja exposición es la separaición de las <liversas ma-
terias científicas, incluyendo en cada una los sabios franceses <iue con-
tribuyeron a su desarrollo y esplendor. Así, pues, nos haWa de Geolo-
gía, Mineralogía, Paleobotánica, Botánica, Zoología, Química y Física,
Dedicando capítulo aparte a los adelantos en Medicina y a los notables
y geniales descubrimientos de Pasteur.
La factura de la obra es clara y sencilla, muy a propósito para la«
person^as que apenas si tienen noción de que la ciencia existe y que
son, sin embargo, las que lanzan rotundas afirmaciones sobre la supe-
rioridad de las ciencias de unos u otros países. Ahora bien, ;a duda que
tenemos es si esas gentes leerán libros...
REVISTA BIBMOOKÁFIOA 333

VgiKi>A.i>BKO KaaiOMAUSMO ASTDMAXO. Iniciativa y primer periodo de


propagaada para constituir la cLiga pro Asturias». Tipografía de
<El Correo de Asturias» .—Oviedo, 1918.

Se reúnen en este folleto una porción d* cai-tas y artículos perio-


dísticos que pouen de manifiesto lo que se ha heeho para la eoustitución
de la "Liga pro Asturias", así como de la labor del Sr. Alas Piunariño,
iniciador de ia idea e inl'atigable propagandista de ella.
Se incluye también en el folleto la Conferencia del Sr. Alas Puma-
riño pronunciada eu e;l teatro Jovellanos de Oviedo el 15 de Enero
de 1918.
El objeto de la "Liga pro Asturias" lo explica dicho señor en una
interviú, y claro está que lo exiwne con más detalle en su conferencia.
"Organizaida que sea una grai\ fuerza social—dit-e—integrada por
todos los amantes de Asturias, vivificado el espíritu colectivo regio-
nal y atento a cuanto a lia provincia interesa, no será posible que la
política degenere en luehas estériles de mezquinos personalismos, sino
que, por el contrario, habrá de ponerse a tono con el sentir general, que
se manifiesta enéi'gico y decidido. Y es cosa bien probada que, cuando
U representación de una región eii las Cortes, es impulsada y está apo-
yíida por fuerzas locales activas y briosas, puede hablar alto en Madrid,
ii8 la escucha y se la atiende coa la mayor soílicitud."
" E s claro que la Liga—dice más adelante—atenta exclusiv^ameute a
impulsar el progreso moral y materia! de la región, ha de procurar la
actuación ciudadana de la vida local y el reconocimiento de la autono-
mía municipal! para que, libres los Ayuntamientos, sean verdaderamente
la casa del pueblo, y a ellos lleven sus iniciativas todos los vecinos, se-
guros de que se han de estudiar con vistas al interés común y no al
través de un egoísmo partidista. Esto si responde a un sentido regiona-
lista es en ed concepto administrativo, puramente adjetivo, a resolvea"
ii coiis'iene conservar centralizada la vida local, que es como negarla,
o se ha de respetar cuanto sea privativo de ella, abriendo así un cauce
a la iniciativa, por el que correrán libremente las energías fecundas de
'yi^s pueblos, contenidas hoy bajo la presión del poder central".
Tal es la idea de la -'Liga pro Asturias'', de cuya iniciativa y primer
-irr'í-do di- pr0i>ag'anda si' da cuenta en este I'ollelo.
334 NtJESTRO TIEMPO

Los ALMIKAMTB3 DB AKAOÓN. Datos para su cronología, por el Mmrquit


de Laurencín, de la fteal Academia de la Historia. Bstablecimiento
tipográfico de Fortanet.—Madrid, 1919.
Efloapieza el autor de este folleto explicando el origen del cargo de
Almirante o jefe supremo de una flota, título que fué por primera vez
establecido en nuestra patria el año 1248 por el rey San Fernando.
Después de breves divagaciones hace constar que hay grandes confu-
siones en todas las «ronologías que él conoce de los Almirantes de Ara-
gón; y así, de acuerdo con los estudios que pudo hacer en los archivos
del duque del Infantado ha podido, apoyado en sólidas bases, hacei la
presente cronología muy documentada y por lo tanto exacta y clara,
en lo que cabe en estas intrincadas cuestiones.

PRBBIMTOKIA DB LA aiTBRRA KUKOPBA,por IT. iStejremann.—Madrid, 1918.


Resume el Sr. Stegemann en este pequeño volumen los acontecimien-
tos que precedieron a esta guerra, cuyo desarrollo ha seguido atenta-
mente. Tanto esta prehistoria como la historia de la guerra europea es-
tán basadas en las «roñicas del autor que publicaba el diario "Bund"
de Berna.
Trata en este libro de diversas cuestiones que considera pertenecien-
tes a la prehistoria de la guerra: la cuestión de Alsacia y Lorena; la
podítica de Inglaterra; la actitud de Bélgica con las grandes potencias;
el problema balkánico, etc., etc.
En el aipéndiee publica algunos documentos en pro de sus afirmaciones.

LAS FOBRZAS VIVAS DB ITALIA. Conferencia leída en el Ateneo Científico


y Literario de Madrid, y en el Fomento del Trabajo Nacional de Bar-
celona, el 10 de Marzo y el 8 de Abril de 1919, por J. B. Álcátar. Ti-
pografía de la Casa Editorial Mancci.—Barcelona, 1919
En ella hacía el autor una exiposición detallada de las industrias y
demás resortes económicos de Itailia y encomia al final la conveniencia
<l« nuestra amistad con dioha nación, ya que ambas avanzan en el Me-
REVISTA BIBLIOGRÁFICA 335

diterráneo como vigías del camino que une el Oriente con el 0<5oidente,
j el Sur con el Norte, y que ambas hermanas son las más puras y ge-
nuinas representantes del genio latino.

FDCSOB CASTELLANO! DBI SORIA T ALCALÁ ÜH H M I A S B S EdíoiÓO J es-


tadio de Galo Sánchez. Pablicaeión del Centro de Estudioi Hietóri-
008.-Madrid, 1919.

Nada podemos decir nosotros del presente volumen, sino su gran inte-
rés jurídico e histórico, tanto mayor dada la minuciosidad con que el
untor describe y estudia su tema.

L'BcoLB LiBRM OBS SciBMaBí FoLiTiQuBt, fundée en 1871, por Emilt


JJoutmy.—ParÍB, 1919.

C!ontiene el presente folleto una reseña histórica d« esta Escueda,


así como el objeto de la misma. Además se expone con todo detalle la
organización de la enseñanza, su división en cursos y sus diferentes
programas.

SALVADOR C A N A L S Y A X V A R E Z
índice alfabético de autores.

ARBOLEYA iMARTfNEz (iM.;—De la airión social: recursos ineficaces


contra un peligro serio, 41.
BBUN (Luis.)—Revista teatral, 27.
ENRÍQUEZ (Comandante Fernán de.)—De la revolución rusa, 21.
GAY (Vicente.)—^La paz y las nuevas luchas comerciales en Amé-
riea, 225.
GÓMEZ NúÑEz (Severo.)—^El Bierzo, 129.
INTERINO.—Crónica de Política interior, 70 y 294.
LLOVERA (Conde de.)—^La batalla moderna, función de tiempo, 182.
MADARIAGA (Luis de.)—Nuestro comercio exterior durante el primer
trimestre de 1919, 258.
MARFIL (Mariano.)—^Política extranjera, 58 y 274.
MONTOLiu (C.)—^La sociedad de las naciones y el nuevo derecho de
gentes, 5.
RETAMA (W. E.)—^¿Qué queda en Filipinas de la nobleza española
que allí floreció?, 239.
SEGOVIA (Alberto de.)—Osos y lobos de nuestras montañas, 155.
VARIOS.—^Revista de Revistas, 93, 192 y 306.
— Revista bibliográfica, 113, 214 y 327.
WINTZER (Wilhem.)—^Las bases para una paz duradera en la nueva
Europa, 267.
índice de materias, rii

CIENCIAS
El libro del Almirante Jellieoe, E., Ü5.
Tropas indígenas al servicio de España, E., 101.
La educación como base do la defensa social contra la tuberculo-
sis, E., 108.
El porvenir de las profesiones técnicas. E., 109.
La segunda enseñanza en España. E., 110.
M crepúsculo de los filósofos, N. B.. 11 i.
* El Bierzo, por Severo Gómez Núñez, 129.
* Osos y lobos de nuestras montañas, por Alberto de Segovia, 155.
* La batalla moderna, función do tiempo, por el conde de Llo-
vera, 172.
La mujer y el matrimonio después de la guerra, E., 192.
Las exageraciones antifeministas, E., 200.
Bl rey don Rodrigo, ensayo do psicología histórica. E., 202.
El españolismo de Rodó, E., 205.
Don José iMaría Quadrado, E., 211.
* ¿Qué queda en Filipinas de la nobleza española que allí flore-
ció?, por W. E. Retana, 237.
Lo que hizo un almirante inglés, E., 308.
La legislación internacional del trabajo en la Conferencia de la paz,
E., 309,
Los chinos, E., 312.
Psicología de los sentimientos, E., 315.
Caracteres generales de las universidades de los Estados Unidos,
K, 320.
La Pedagogía optimista, E., 324.
Revista crítica del movimiento social, E., 325.
Francisco Solano López y la guerra del Paraguay, N. B., 330.
¿La inferioridad de la Ciencia francesa?, N. B., 332.

ARTES
* Revista teatral, por Luis Brun, 27.
El teatro simbólico de Andreieff, E., 104.
(1) liOi titale* praeedidoi de utariieoí ion d« articnloi aii(inaUi. ho* ••cnidoi
da mm* S, axiraotoi d* rsTiitai, y loi f «guldoi da ana. N. B., rariataa blbliagriíloaa.
ÍNDICE S39

La crítica y el arte, E., 106.


Trenes de lujo, novela, N. B., I i 3 .
Pequeña ópera lírica y Trovadores y trovas, IS. B., H6.
Zaragoza artística, monumental e histórica, N. B., 118.
Estudios elementales de la historia de la literatura, N. B.. 119.
Florilegio de prosistas uruguayos. N. B., 119.
Adolfo, novela, N. B., 121.
Afrodita, novela, N, B., 214.
tíl palacio Barberini en Roma, N. B., 327.
Al revés, novela, N. B., 328.
La raza pródiga, N, B., 330.

POLÍTICA

* La sociedad de las naciones y el nuevo derecho de gentes, por


C. Montdliu, 5.
* De la revolución rusa, por el comandante Fernán de Enrlquez, 21,
* De la acción social: recursos ineficaces contra un peligro serio,
por M. Arboleya Martínez, il.
* El tratado de Versalles, por Mariano Marfil, 58.
* La crisis del mes de Julio en España, por Interino, 70.
La limitación progresiva de la jornada del trabajo y las ocho horas,
E., 93.
El pleito de Italia y Yugo-Eslavia, E., 98.
Las crisis de España, E., 100.
Bl insidioso contagio de la palabra, E., 195.
El trabajo excesivo de antaño, E., 196.
La Liga de las naciones y la América latina, E., 208.
* La representación proporcional, por Mariano Marfil, 274.
* El Gabinete Sánchez Toca, por Interino, ?94.
Viena después del armisticio, E., 306.
Los Estados Unidos y Puerto Rico, E., 313.

HACIENDA
La industria y el comercio de la Italia moderna, E., 193.
* La paz y las nuevas luchas comerciales en América, por Vicente
Gay, 225.
* Nuestro comercio exterior durante el primer trimestre de 1919,
por Luis de Madarjaga, 258.
Indlot d* libros registrados.

ARCO (Ricardo del.)—Dos grandes coleccionistas de antaño, 218.


— — La Iglesia de Santiago do Agüero, 219.
— — Los amigos de Lastanosa, 221.
BENLLOCH (Dr. Juan.)—Realeza de María, 220.
BLANCO (Rufino.)—Arte de la lectura, 217.
BLANCO FOMBONA (R.)—Pequeña ópera lírica y Trovadores y tro-
vas, 116.
CARPIÓ MORAGA (Luis.)—Alma española, 21?.
CONSTANT (Benjamín.)—^Adolfo, novela, 121.
GARCÍA VÉLEZ (Manuel.)—^El sentido jurídico nacional, 216.
GARRIGA (Francisco J.)—Estudios elementales de historia de la li-
teratura: el antiguo Oriente y los clásicos, 119.
GASCÓN DE GOTOR (Anselmo y Pedro).—Zaragoza artística, monu-
mental e histórica, 118.
GUILLERMO II.—Dije siendo emperador, 124.
HBRNAUT (Abel.)—Trenes de lujo, novela, 113.
HUYSMANS (J, K.)—^Al revés, novela, 328.
LAURENCÍN (Marqué» de.)—^liOS almirantes de Aragón, 334.
¡LouYS (Pierre.)—^Afrodita, novela, 214.
.MARIO (Estanislao.)—La razón pródiga, 330.
MEMORIAS.—^De la Sociedad Española de Construcción Naval, 12ü.
PAPINI (Giovanni.)—^El crepúsculo de los fllósofo.s, l l í .
PARDO SUÁREZ (Vicente.)—Prácticas parlamentorias, 331
PERBYRA (Garlos.)—Francisco Solano López y la guerra del Pa-
raguay, 330.
RIEU-VERNET (A.)—¿Inferioridad de la Ciencia írancesa?, 332.
SALAVERRI (Vicente A.)—Florilegio de prosistas uruguayos, 119.
STEGMANN (H.)—Prehistoria de la guerra europea, 335.
VARIOS.—^La vida del Buscón, de Quevedo, 216.
— Los últimos virreyes de Nueva Granada, :¿'2i.
— Verdadero regionalismo asturiano, 333.
VICUÑA (Benjamín.)—El almirante don Manuel Blam^o Encalada, 218.
ViLLAURRUTiA (Marqués de.)—^El palacio Barberini, 327.
•^ILSON (Woodrow.)—La paz mundial, 124.
S-í-
t.\SÍ%-1t:K%3<.HSi5«tSt?t%!iíStíi«t«%X56^^

LA EQUITATÍVA
(FUNDACIÓN ROSILLO)

SOCIEDAD MSRCAHTIL DB SEGUROS


SOBRE LA VIDA, Á PEIMA FIJA
Y BAJO UN Eá&IMEN MISTO

BAJO LA INSPECCIÓN DEL ESTADO

DIBKCTOa GISírlaAL

ROSILLO HERMANOS

BAKQUSKOS DEPOSITARIO*

Banco de España—Urquijo y Compañía—Al dama


-_ ^ ^ Compañía " 'ZZZ.

Dirección Postal: Giros y cheques á la orden


Apartado núm. 2. de
Id. telagrifica: EQUITATIVA. LA EQUITATIVA (Fandación
Id. t«l«fómca; M n." 409. Rosillo).
f-
DOMICILIO SOCIAL EN I L PALACIO DE
LA EQUITATIVA DE LOS ESTADOS UNIDOS
Alcalá, 14 y Sevilla, 3 y 5 entresuelo.
(Véase iisfa taladras en primera página).

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