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La actividad consiste en responder las siguientes dos preguntas, tomando como

fundamento las lecturas guía:

1. ¿En la reinvención de la profesión qué papel juega la ética del abogado?

2. De los problemas identificados en la relación de la inteligencia artificial con el Derecho,


¿cuál podría entenderse como un problema ético y por qué?

La actividad estará disponible hasta el jueves 14 de mayo y espero su posición personal en


sus respuestas.

COLOMBIA, EL SEGUNDO PAÍS DEL MUNDO CON MÁS ABOGADOS


(https://www.dinero.com/empresas/articulo/abogados-a-reinventarse/276327)

Tradicionalmente, Colombia ha sido un país de abogados. Está en los primeros lugares de


los índices y comparada con otras carreras, el derecho tiene un alto número de graduados.
Con esta sobreoferta se abre el debate por la calidad.

Colombia ocupa el segundo lugar a nivel mundial en el índice de número de abogados, con
355 por cada 100.000 habitantes, después de Costa Rica, que cuenta con 389, según el
Centro de Estudios de Justicia de las Américas. En Sudamérica lo siguen Brasil, Argentina
y Perú con 327, 305 y 250 abogados respectivamente. La cantidad disminuye
sustancialmente en Europa, en donde la media de es de 149 por cada 100.000 habitantes.

Además, según cifras del Consejo Superior de la Judicatura, hay más de 300.000 abogados
registrados para ejercer su profesión, y cada año se gradúan aproximadamente 14.000. Se
trata de un número importante, si se tiene en cuenta que en otras disciplinas como la
ingeniería civil o la economía se gradúan un promedio de 4.000 profesionales al año.

Bajo este contexto, José Alberto Gaitán, decano de la Facultad de Jurisprudencia de la


Universidad del Rosario, sostiene que hay un factor preocupante, ya que a la
superpoblación de profesionales del derecho “se suma la problemática derivada de los bajos
estándares de calidad y las cuestionables competencias éticas de un buen porcentaje de
ellos”.

Para Julio Andrés Sampedro, decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad


Javeriana, hay varias explicaciones para este fenómeno de sobreoferta de profesionales del
derecho. La primera tiene que ver con el hecho de que “el país no ha sido muy exigente con
el otorgamiento de las licencias de funcionamiento a las facultades de derecho y esto ha
llevado a una masificación en la formación de abogados que muchas veces no tiene en
cuenta la calidad”.

Precisamente, de los 183 programas de derecho que ofrecen las universidades colombianas,
solo 46 cuentan con la acreditación de alta calidad por parte del Ministerio de Educación.
Desde muchos sectores se reclama por un control más estricto en esta materia. Gaitán
coincide con las afirmaciones de Sampedro y asegura que este panorama “solo puede
obedecer a unos criterios muy laxos en materia de concesión y de renovación de los
registros calificados de las facultades, que han sido la constante de los últimos gobiernos,
no solo en derecho, sino en muchas otras profesiones”.

Desde el Gobierno avanzan en la implementación de un nuevo examen de Estado para


acceder a la tarjeta profesional. Sin embargo, este no atajaría del todo el problema, si no se
corrige el gran número de facultades que no cuentan con los estándares de calidad
suficiente. Según cifras del Consejo Superior de la Judicatura, al año se imponen un
promedio de 1.500 sanciones por malas prácticas a abogados, dentro de las cuales está la
suspensión, la censura, la exclusión, la amonestación y la multa. Gaitán considera que “este
es el resultado de la falta de valores éticos y principios de un gran número de abogados, por
lo que creo que es importante que desde la academia se haga un énfasis especial en la
formación de valores y no solo en la parte técnica jurídica”.

Respecto a los problemas de corrupción que ha enfrentado la rama judicial, como ‘El cartel
de la toga’, Julio Andrés Sampedro aclara que la corrupción es un problema que ha
permeado no solo al derecho, sino a todas las profesiones. Así mismo aseguró que, “la ética
no se enseña sino que se transmite, debemos dar ejemplo con nuestro comportamiento
desde la universidad, las facultades deben propender por crear marcos institucionales de
formación ética”.

Según Mauricio Villegas, coautor del libro Abogados sin reglas, los controles deben
empezar por las facultades de derecho y cubrir todo el ejercicio profesional. “Pero en
Colombia (y en la mayoría de América Latina) esos controles son casi inexistentes”, dijo en
una entrevista a Semana. Calcula que 70% de las facultades de derecho en el país son de
baja calidad. “Lo más preocupante es que muchos de esos profesionales, por falta de
controles, estén llegando a los altos cargos del Estado. Pero el problema no termina ahí,
porque muchos de los escándalos de corrupción han sido protagonizados por juristas de las
mejores universidades del país”, agregó.

La reinvención de la profesión
Las épocas en donde los abogados dedicaban un gran número de horas a la tarea de revisar
cantidades considerables de documentos y de procesos apilados están llegando a su fin,
gracias a herramientas de inteligencia artificial (IA) y a la digitalización de los procesos.
Este constituye otro desafío para las universidades, pues la importancia que está cobrando
la innovación y las nuevas tecnologías en el ejercicio del derecho demandan el desarrollo
de nuevas capacidades en los profesionales.

Muchos sostienen que las herramientas de IA podrían llegar a reemplazar la labor de un


abogado en un futuro no muy lejano; sin embargo, los decanos consultados consideran que
es inevitable que las funciones repetitivas y mecánicas que tradicionalmente hacen los
llamados ‘patinadores’ en las primeras etapas de la vida laboral desaparezcan. Los nuevos
abogados están llamados a ejercer su profesión de nuevas maneras. Capacidades como el
análisis, la reflexión y la creatividad tomarán una relevancia importante. “Las nuevas
tecnologías y los avances en materia informática y de inteligencia artificial no estarán
llamados a reemplazar a los abogados en las distintas etapas y niveles de su práctica
profesional. Los obligará a asumir retos mayores desde el punto de vista intelectual”,
puntualizó Gaitán.

INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y DERECHO (https://letslaw.es/inteligencia-artificial-


y-derecho/)
Cuando hablamos de Inteligencia Artificial nos referimos a muchos fenómenos y
cuestiones que no están del todo claras. El término “Inteligencia Artificial” fue acuñado por
primera vez en el año 1956 por John McCarthy, profesor de Standford, que lo definía como
“la ciencia y la ingeniería de fabricar máquinas inteligentes, en especial máquinas
inteligentes de computación” entendiendo por inteligente la parte de la informática
orientada a obtener resultados.

Un importante avance para la Inteligencia Artificial podríamos establecerlo cuando, en el


10 de febrero de 1996, el “superordenador” de IBM Deep Blue se impuso al entonces
campeón Garry Kaspárov en una primera partida de ajedrez, de un encuentro de 6. El
resultado final fue 4 a 2 en favor del campeón ruso.

Podríamos afirmar que la Inteligencia Artificial supone la creación de un sistema que trata
de emular o imitar la racionalidad del ser humano, en el sentido de que es capaz de dar
respuestas lógicas basándose en una serie de datos, reglas o instrucciones que recibe para
poder alcanzar una solución. Es probablemente la disciplina técnico-científica con más
potencial en los últimos años.
Fines de inteligencia Artificial aplicada al derecho
Desde el principio, la Inteligencia Artificial aplicada a Derecho nació con la finalidad de
solucionar un conjunto de problemas específicos que se plantean en el ámbito jurídico.
Algunos de estos problemas son conocidos y persisten hasta hoy: la organización de
grandes bases de datos, la clasificación, ordenación y análisis de textos legislativos que
varían con el tiempo, la modelación de las operaciones realizadas por los agentes jurídicos,
el análisis y estudio de determinados ámbitos del conocimiento jurídico, la argumentación
razonable en función de normas o precedentes.

Como vemos en el sector jurídico la Inteligencia Artificial tiene múltiples aplicaciones y


resulta ser una herramienta de apoyo que complementa la actividad del abogado. Por
ejemplo, si nos encontramos ante un supuesto jurídico que requiere una respuesta, podemos
dotar a un sistema o herramienta con una serie de datos (como los hechos, las personas
implicadas, el plazo) y ponemos a su disposición una gran base de datos, como la
jurisprudencia, la doctrina, la legislación y toda la documentación referente a nuestro
asunto. La herramienta lo que hará será aglutinar y juntar toda esa información y darnos
una respuesta jurídica que sirva para apoyar y desarrollar la resolución de nuestro caso.

La clave de todo ello es que la Inteligencia Artificial y Derecho debe ser entendida como
una herramienta de apoyo, un complemento al trabajo del abogado. Los seres humanos no
somos capaces de navegar y analizar toda la documentación que se encuentra digitalizada,
entonces lo que nos permite la Inteligencia Artificial es analizar toda esa información
elaborada para llegar antes a las opciones que te plantearías y poder elegir.

Principales problemas
El principal problema al que nos enfrentamos al juntar Inteligencia Artificial y Derecho es
que se deben desarrollar tecnologías capaces de resolver eficientemente los problemas y
consultas propuestos desde tres aspectos diferentes: el sistema o herramienta debe ser capaz
de comprender e interpretar el lenguaje natural, la modelación de las reglas y pautas
jurídicas de nuestro ordenamiento y debe ser capaz de procesar toda la información e
interpretar una consulta.

Un problema que podemos encontrarnos al emplear la Inteligencia Artificial como


herramienta de trabajo es el uso mal intencionado de la misma. Al fin y al cabo, se trata de
un sistema o herramienta al que se le ofrecen una serie de datos y documentación que
analiza para, mediante un proceso de razonamiento y el seguimiento de una serie de
instrucciones alcanza una conclusión. Es decir, si a un sistema o herramienta le introduces
una base de información errónea, limitada o incorrecta no podrá llevar a cabo un proceso de
análisis correcto y las soluciones a las que va a llegar y que ofrecerá serán tergiversadas o
falsas.

La Inteligencia Artificial no puede ofrecer ni ofrece soluciones correctas y definitivas, sino


que ofrece opciones diferentes basadas en un proceso cognitivo, será el abogado el
responsable de apoyarse en la opinión más acertada o adecuada.

Otro problema, que más bien debe ser visto como una oportunidad, es el hecho de que, en
un futuro, la Inteligencia Artificial podrá llegar a realizar determinadas tareas de búsqueda
y análisis de legislación y jurisprudencia que acabará sustituyendo determinadas tareas de
becarios y abogados de primer nivel que deberán reinventarse. Toda automatización de
tareas conlleva un flujo de empleo por el cual desaparecen determinadas tareas y por lo
tanto puestos de trabajo más simples y evolucionan a tareas con un nivel de conocimiento y
especialización mayor.

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