El término paisano tiene varios usos. Como sustantivo, suele referirse a
la persona que reside en el campo y que desarrolla diversas tareas típicas de las zonas rurales, vinculadas a la agricultura, la ganadería, la obtención de materias primas, etc. Por ejemplo: “Me agrada la costumbre de los paisanos de saludar a quienes se cruzan en su camino”, “Un paisano rescató a una niña que se estaba ahogando en el arroyo”, “Mi abuelo era un paisano que arreaba vacas en el campo”. Es frecuente que la noción de paisano se emplee como sinónimo de gaucho, un campesino que reside en ciertas regiones de América del Sur y que suele caracterizarse por su habilidad para montar a caballo. Como adjetivo, por otra parte, un paisano es quien comparte origen o lugar de residencia con otra persona. Los paisanos, por lo tanto, son compatriotas, comprovincianos, etc.: “Anoche conocí a un paisano nuestro en el bar”, “Me gustaría que mi hija se case con un paisano”, “En este bar, sólo damos empleo a nuestros paisanos: es una manera de ayudarlos a integrarse a este país”. Los lazos que se establecen entre personas de una misma nacionalidad al residir en un país extranjero son muy particulares y, muchas veces, más fuertes que las amistades que se dan en su propia nación. Muchos desconocen el nivel de desolación y desconcierto que se experimenta al cruzar las fronteras y adentrarse en un suelo diferente. Uno de los primeros obstáculos que suelen encontrar los emigrantes (o inmigrantes, dependiendo del punto de vista) es el idioma. Las barreras lingüísticas pueden representar auténticos muros para los inmigrantes, no sólo a la hora de buscar un trabajo o una vivienda, sino para entablar relaciones sociales. Para las personas que prefieren la soledad, esto quizás no sea un verdadero problema; pero para los más extrovertidos, verse en un entorno en el cual sus comentarios no tienen ningún significado puede ser muy difícil de atravesar. Es ahí donde la figura del paisano se convierte en una luz en la oscuridad.