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El presente texto tiene como fin reflexionar sobre la propuesta de escritura femenina de
Lady Mary Wortley y Sei Shônagon en el marco de un análisis de literatura comparada para
el seminario de Literatura de Oriente y Occidente. Considero interesante abordar los textos
cartas desde Estambul, de Wortley escrito en el SXVIII y el libro de la almohada, de
Shônagon del SX en cuanto que se ubican en un contexto histórico en el que la escritura
femenina surge como una propuesta de experiencia literaria: el mundo desde la mirada de la
mujer. También, me parece interesante ver como la posición social de estas dos mujeres
escritoras les permitieron describir algunos rasgos culturales de su época y entorno oriental
desde el cual se ubican sus escritos. Lady Mary (1689 -1762), fue una aristócrata inglesa,
modelo de feminista en su momento, viajera apasionada, polémica y según Voltaire 1
escritora del mundo y para el mundo. En su estadía en Adrianápolis, al noroeste de Turquía,
como esposa del embajador inglés en Estambul, emprendió solitarias salidas a lugares que
le permitieran conocer curiosidades sobre la vida social de los turcos. Por otro lado, Sei
Shônagon (968 – 1025) se desempeñó como dama de compañía de la emperatriz Fujiwara
no Sadako, esposa del emperador Ichijo lo que le permitió tener acceso al mundo imperial
del que se inspira para escribir su obra. Gracias a sus producciones podemos tener acceso a
un mundo en ocasiones desconocido para los latinoamericanos, un mundo cargado de
reglas sociales, morales, culturales y políticas que hacen parte del sentido histórico cultural
del Japón y el territorio árabe que hoy conocemos.
A propósito del estudio de literatura comparada, Steiner (1997) afirma que “cada palabra
bien se trate de una de una comunicación oral, bien se trate de una combinación escrita, nos
llega cargada de todo el potencial de su historia” (p. 122). En este sentido, conocer el estilo
y contenido de las obras de las dos escritoras, es conocer parte de la historia de lo que
significa Oriente. La mirada que le aportan Wortley y Shônagon a la literatura, es una
1
Voltaire, citado por Hugh Thomas en el prólogo de la edición cartas desde Estambul de 1998, Ed
Casiopea.
mirada desde la sensibilidad y la experiencia femenina. Es una mirada sobre trivialidades
en cuanto describe detalles, escenarios, aromas, colores, personas, conflictos que, en buena
parte de la literatura escrita por hombres, poco aparecen.
Virginia Woolf (2003), en la obra una habitación propia, señala que la mujer como
escritora ha tenido que enfrentar un camino con cierta desventaja debido al limitado
espectro de acción que han tenido las mujeres a través de la literatura. Recalca que toda la
formación literaria que ha tenido la mujer antes del SXIX, se basaba en la observación del
comportamiento de las personas que rodeaban su círculo social. “Durante siglos habían
educado su sensibilidad desde la influencia de la sala de estar donde los sentimientos de las
personas se grababan en su mente (…) Por tanto, cuando la mujer se puso a escribir,
naturalmente escribió prosa” (p. 50)
Curiosamente, para Wolf, las mujeres que han logrado posicionarse antes de su siglo han
abordado estilos de escritura que se adaptaran a sus condiciones sociales. Por ejemplo, las
largas jornadas de trabajo, cuidado de su familia, o en el caso de las escritoras Wortley y
Shônagon, eventos sociales, poco les permitían elaborar obras largas ya que era inevitable
la llegada de interrupciones que exigieran su presencia. Al analizar Wolf las obras de
algunas mujeres anteriores a ella, notó que muchas eran cortas e incluso sin una secuencia
temática única.
(…) las mujeres nunca disponían de media hora... que pudieran llamar suya. Siempre las
interrumpían. De todos modos, debió de ser más fácil escribir prosa en tales condiciones
que poemas o una obra de teatro. Requiere menos concentración. (Wolf, 2003, pp. 50)
Esta observación que realiza Wolf sobre la escritura femenina se manifiesta en el estilo de
Wortley y Shônagon. En el primer caso, se destaca la prosa epistolar. Las cartas escritas
con su mirada como diplomática se caracterizaron por ser cortas cargadas de descripciones
con tinte moral y político. En sus descripciones denota una extraordinaria habilidad para
crear relatos a modo de documentación histórica fruto de su capacidad de observación y de
la posibilidad de participar de eventos sociales que hacían parte de su posición como esposa
de un embajador:
“La pulcritud de esta pequeña ciudad me cautivó, pero a mi llegada a Rotterdam me
esperaba una nueva escena placentera. Todas las calles están pavimentadas con adoquines
anchos, antelas puertas de los artífices más miserables hay asientos de mármol de variados
colores y, te aseguro tan pulcramente mantenidos que ayer anduve de incógnito por casi
toda la ciudad con mis zapatos, sin que se les pegara una sola mota de polvo, y además ves
a las criadas holandesas fregar el suelo de la calle con más solicitud que la que ponen las de
casa en arreglar nuestros aposentos” (Wortley, p, 39)
“Sus trajes parecen a los ingleses o franceses sólo en que llevan enaguas. Tienen muchas
modas propias, como por ejemplo que es indecente que una viuda vista de ver o rosa,
quedando el resto de los colores más alegres a su entera discreción. (…) se invierno o
verano, se ofrecen a la concurrencia helados de variadas formas; más tarde se distribuyen en
diversos grupos para jugar al piquet o bien conversar, estando todos los juegos de azar
prohibidos.” (p. 66)
Otro rasgo destacado en la escritura de Wortley, es el interés por comentar en sus cartas
situaciones muy triviales y anecdóticas propias de lo que para ella era relevante. Me refiero
a describir lo que ocurre durante una cena: disposición de los alimentos, platos, y demás
utensilios, lo cual es un rasgo muy relacionado con la percepción femenina:
“He tenido el honor de ser invitada a cenar por varias personalidades de mayor rango (…)
En más de una ocasión me han agasajado con cincuenta platos de carne, todos ellos servidos
en bandeja de plata y deliciosamente aliñados; los postres en concordancia con los demás
platos, los sirven en la más fina porcelana” (Wortley, p. 51)
Sobre este asunto, Wolf, comenta que para los prosistas hombres este tipo de eventos
sociales como una cena resultan memorables más por el tema discutido entre los invitados o
el hecho mismo de la celebración, sin embargo, cuando las mujeres se molestan en
mencionar detalles sobre el menú o momentos irrisorios como, por ejemplo, la forma de
vestir o si hubo alguien que se enfermara, es como si hiciera un acto de desafío a las
convenciones tradicionales de hacer prosa. (Wolf, pp. 10). Adicionalmente, este último
pasaje, de alguna manera nos revela el lujo excesivo presente en las esferas de la clase
social alta de la época, en contraste con la realidad que la autora encuentra en otros
momentos de su viaje, como es el caso de Hungría:
“No te nombro las pequeñas aldeas, de las que nada excepcional puedo decir (…) No tienen
dinero, pero los bosques y las llanuras les ofrecen abundancia de víveres. Les dieron
ordenes que ofrecernos cuanto fuera necesario, incluso los caballos que nos placía exigir
gratuitamente, pero el señor Wortley, no quiso oprimir a los pobres campesinos haciendo
uso de esta orden y les pagó cuanto valía todo aquello que tomamos de ellos. Tan
sorprendidos se mostraron ante la inesperada generosidad, a la que no estaban
acostumbrados, que, a manera de regalo, nos entregaron una docena de gordos faisanes” (p
92)
Ahora abordaré el estilo literario de Shonagon, quien se ubica en la cultura japonesa del
SX. En su obra, el libro de la almohada se destaca un carácter menos político y más
sensible y anecdótico. Su estilo se enmarca en un modelo de lista de sentimientos, aspectos
que le molestan o agradan, historias cortas que evocan un recuerdo que le impacto, sátiras a
la vida imperial y aspectos poéticos relacionados con la naturaleza. Dado su carácter de
“lista” resulta para el lector una experiencia distinta como propuesta de lectura, en cuanto
no hay un hilo temático o secuencia entre cada una de las listas que describe. Siento que
este carácter de prosa tan corto le permitió a la autora escribir de manera más tranquila en
los momentos que tenía disponible para ello y también ser espontánea al hacerlo, es decir
escribía lo que sentía en cada instante, muy similar a los conocidos diarios de jovencitas.
La riqueza presente en esta obra, a mi modo de ver, radica en la experiencia que se nos
brinda sobre el exótico mundo de la sociedad imperial del Japón. En sus comentarios, nos
deja ver rasgos de la cultura, concepciones del mundo, normas sociales y sobre todo la
mirada de la mujer japonesa ante todo ello. El lente de una mujer que ve el mundo desde el
palacio imperial permite ampliar la mirada sobre el actuar social e incluso hacer juicios de
valor sobre la mujer misma:
“Cuando me imagino, como una de esas mujeres que viven en su hogar, sirviendo fielmente
a sus maridos – mujeres que no tienen la menor perspectiva interesante en la vida pero que
creen ser perfectamente felices – siento un poco de desprecio. A veces son de buena cuna,
pero no han tenido la oportunidad de saber cómo es el mundo (p. 46)
En otro pasaje, deja ver su sensibilidad ante hechos o seres que resultan tristes para ella,
como por ejemplo situaciones relacionadas con la maternidad:
Un perro que aúlla, una habitación de parto cuando ha muerto el bebé, un brasero frío y
vacío. Un estudioso cuya mujer da a luz a una niña tras otra. (…) qué tristeza que el abanico
que se manda a pintar queda mal y una queda disgustada al verlo. (…) un ama de leche que
no puede nutrir. (p. 47)
Incluso algunas de las listas, que se podrían percibir como comentarios superficiales logran
mostrar concepciones femeninas sobre la etiqueta social de la cultura japonesa:
Shonagon, logra abrir a través de su escritura su corazón y con ello, el de un Japón imperial
lleno de una inmensa riqueza cultural desconocida para muchos. Leer las listas de la autora
nos abre las puertas de los palacios imperiales, nos invita a trasladarnos en los cocheros
elegantes acompañados de damas de corte para recorrer las calles llenas de vida e historias,
nos viste de telas coloridas, de incienso, de largos trajes y chaquetas con diseños orientales.
Nos permite escuchar el murmullo de las damas de la corte cuando hablan sobre sus
amantes y secretos.
Las obras de Shonagon y Lady Mary constituyen una propuesta literaria significativa para
comprender el mundo desde la mirada femenina, una mirada que profundiza en el detalle
anecdótico, espontáneo, coloquial y crítico. Una mirada que nos acerca a ese mapa de
sentimientos y de pensamientos presentes en el mundo oriental.
Referencias biliográficas
Montagu, Mary Wortley. (1998) Cartas desde Estambul de Lady Mary Wortley Montagu.
Barcelona: Casiopea.