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El Discurso Actual y las Respuestas del Psicoanálisis

María Teresa Reyes

El hombre se ha convertido en una suerte de dios - prótesis, por


así decir -, verdaderamente grandioso cuando se coloca todos sus
órganos auxiliares; pero estos no se han integrado con él, y en
ocasiones le dan todavía mucho trabajo. Es cierto que tiene
derecho a consolarse pensando que ese desarrollo no ha
concluido en el año 1930 d. C. Épocas futuras traerán consigo
nuevos progresos, acaso de magnitud inimaginable, en este
ámbito de la cultura y no harán sino aumentar la semejanza con
un dios. Ahora bien, en interés de nuestra indagación no debemos
olvidar que el ser humano de nuestros días no se siente feliz en su
semejanza con un dios. (Freud, S.; “El Malestar en la Cultura”, O.
C., T. XXI, Ed. Amorrortu, Bs. As., 1979)

En los últimos tiempos los psicoanalistas se muestran cada vez más


preocupados por los estragos que ocasiona la expansión del discurso posmoderno. La
comunidad analítica, la producción de su saber y su modo de intervenir, no está por
fuera de los efectos de la Posmodernidad. La cuestión es reflexionar cómo responden
los psicoanalistas al malestar de la cultura hoy.
Interrogarse el desde dónde y el hacia dónde responder frente al actual
malestar dependerá del destino mismo del psicoanálisis.
La eficacia de la operación analítica se ordena a partir de una precisión en la
lectura de los acontecimientos de la cultura de la época.
Estar advertidos de las ofertas terapéuticas del mercado - el auge de la
proliferación de teorías psicológicas, así como la influencia de las neurociencias - nos
lleva a reflexionar sobre la ubicación y actualidad del psicoanálisis en el fin de siglo.

El discurso capitalista

Discurso del Amo Discurso Capitalista

AGENTE S1 S2 SABER CONSUMO $ S2 MERCADO

VERDAD $ a PRODUCCIÓN IMPERATIVO S1 a OBJ.


1
TECNOLÓGICO

1
Goldenberg, M: "El Malestar del otro", Dispar, revista de Psicoanálisis, "La Época y al Pulsión",
Nº 21, 1998

1
La expansión del discurso científico queda unida bajo el dominio del discurso
capitalista. Este discurso es una forma modificada del discurso del amo (el antiguo).

Lacan ubica el discurso del amo como propio del discurso del inconsciente,
en donde el significante uno (S1) - el significante del amo - está en el lugar del poder.
El significante amo comanda el trabajo del saber. Como resto de la operación es el
producto del discurso: objeto a, que funciona como plus de goce. Que el sujeto ($)
este en el lugar de la verdad pone en evidencia la relación del sujeto con aquello que
lo determina, el inconsciente en tanto saber no sabido, y con la relación a la causa
que implica la imposible adecuación estructural en tanto el goce está perdido por la
incidencia del lenguaje.

En cambio, en el discurso capitalista, el saber trabaja en la producción de


objetos plus de goce, pero es un saber sin amo, es decir, no está comandado por el S 1.
El saber ya no obedece, por eso es que Lacan propone invertir el orden de las letras y
las flechas del discurso amo.

Que el sujeto venga al lugar del amo significa, por un lado, que el saber que
produce los objetos del mercado no obedece al significante amo. En este discurso, el
S1 se posiciona abajo y a la izquierda, lo que Lacan ubica como Dios oscuro en el
discurso universitario. Por otro lado, el sujeto se emancipa del S1 que lo representaba.
No es ya el amo (antiguo) el que gobierna en nombre de su nombre, sino que aparece
el mercado como imperativo contemporáneo. Es así como S 1 y S2 quedan
holofraseados, amo y saber coinciden (imperativo y mercado).
El discurso capitalista se caracteriza, entonces, porque el saber que trabaja en
la producción de objetos plus de goce no está comandado por el S 1 (significante amo).
En este sentido, el discurso actual no queda articulado al Ideal normativo, sino que es
el mercado mismo el que manda, ubicándose un vacío normativo que implica una
caída del Otro como lugar identificatorio correlativo de la declinación del Nombre
del Padre que promueve el axioma del “Todo Vale” y el rechazo a la castración.
Este discurso - por llamarlo así, ya que no es estrictamente un discurso - en
tanto no promueve el lazo social, produce una desregularización de goce por la falta
de barrera entre el $ y el a (distancia simbólica necesaria), es decir, que el sujeto no
queda bajo la égida de la castración sino bajo la primacía del imperativo superyoíco
que empuja a gozar en el consumir.

2
Entonces, si bien, el $ se ubica en el lugar dominante, es en realidad
falsamente dominante. El sujeto se encuentra sometido al mercado. El sujeto funciona
como sujeto de consumo.
La Gula de Goce ilimitada del Superyo se impone al sujeto haciéndolo
consumirse en el consumir, y cuanto más se satisface, más demanda. Lo que gobierna
ya no está en nombre del ideal (valores, partidos, ídolo), sino que está bajo la égida
del dominio de un vacío. Su efecto es una caída de los valores de la cultura que
conlleva su consecuente disolución en el anonimato.
La caída de la imago paterna conmueve los lugares referenciales, produciendo
un sujeto cada vez más aislado, refugiado en satisfacciones autistas.
La hazaña del discurso posmoderno es lograr sustituir lo que Lacan llamó
objeto a, causa de deseo, por una ficción renovada de lo que vendrá a colmar su falta.
La producción de estos objetos tecnológicos conlleva la necesidad de su consumición,
es decir, que éstos, en verdad, consumen al sujeto ya que no pueden ser evitados.
Así, lo real es tomado por el estatuto del simulacro, imponiendo un tratamiento
de lo real que permite producir lo que debe satisfacer. La Posmodernidad mistifica lo
real velándolo con la saciedad otorgada por el simulacro. Es la Era que intenta taponar
lo real bajo la orden del Superyo que dice: “todo es posible, consume-te”.
De este modo el discurso contemporáneo intenta lograr un nuevo tipo de
universalización. Este Otro del consumo, que es el Otro que hace “des - existir” al Otro
del Ideal Normativo, intenta suturar lo real con la gestión del goce, efecto de los
objetos de consumo, intentando así reducir el síntoma, silenciarlo. Plantea así una
ficción que renueva la posibilidad de la relación sexual, es decir, afirma como
posible la realización de colmar la falta con el artilugio calculado de la imposición como
necesaria de los objetos del mercado, planteando así un rechazo a la contingencia.
Se presentifica así la ilusión de la mismidad del Uno freudiana. El consumo de
la producción tecnológica de la ciencia plantea que el Uno de la completud es
posible, que la falta puede colmarse, rechazando la no - relación sexual (castración)
ya que todo es saciable, desde la procreación, el cambio de sexo y hasta la clonación.
El discurso capitalista propone la ilusión del Sentimiento Oceánico trabajado
por Freud en el “Malestar en la cultura”, pero aún más perfeccionado, donde hoy en
lugar del Dios Todopoderoso (Ideal) está el Mercado productor de la infinitud de
objetos tecnológicos poderosos que afirman la completud del Uno. Pero ya no se trata
de la comunión con dios, sino de la comunión con estos objetos tecnológicos.

3
La vigencia del discurso freudiano sostiene que el malestar en la cultura es el
efecto de las necesidades insatisfechas articuladas a la ética del Superyo.
Es así como el sentimiento oceánico - trabajado por Freud en su época -
conlleva el malestar de la imposibilidad (ser uno con el ideal), mientras que en la
cultura actual la consistencia propuesta por el mercado y lo que Lacan a llamado
aleatósfera propician un simulacro silenciando todo malestar. Esto marca una
diferencia con el planteo freudiano de los años '30.
Freud anticipa en su escrito sobre “El Malestar en la Cultura”, por un lado, los
posibles efectos desgarradores causados por la falta de códigos culturales (normas,
valores). Por otro lado, da cuenta de otro discurso que es también actual, contrapunto
del capitalista. Estoy hablando del discurso religioso y solo lo dejaré aquí planteado
diciendo, con respecto a éste, que se trata de un discurso totalitarista que pretende
restituir la declinación del Nombre del Padre mediante la imposición de dogmas que
están en lugar de la verdad y que, en algunos casos, aparecen acciones de extremos
fundamentalistas que producen estragos en nombre de la purificación, tratando de
restituir fallidamente a un padre mediante acciones de cualquier orden, en tanto “el fin
justifique los medios”.
Podemos decir que la conceptualización freudiana sobre el malestar en la
cultura si bien es vigente en el fin de siglo, sin duda, la globalización y sus efectos
hacen confrontar al psicoanalista con nuevas formas de padecimiento. Es así que se
presentifican en la actualidad nuevos modos de retorno del malestar en la cultura.
“El Malestar en la Cultura” y la “Psicología de las Masas” se reordenan por la
ley del mercado y la declinación de la imago paterna.
Las contingencias de la época inciden en el sujeto.
Freud ubica en el Malestar en la Cultura el valor de la misma, diciendo, “...
cultura designa toda la suma de operaciones y normas que distancian nuestras vidas
de la de nuestros antepasados animales (renuncia pulsional) y que sirven a dos fines:
la protección del ser humano frente a la naturaleza y la regulación de los vínculos
recíprocos entre los hombres...”2.
“...De faltar ese intento, tales vínculos quedarían sometidos a la arbitrariedad
del individuo, vale decir, el de mayor fuerza física los resolvería en el sentido de sus
intereses y mociones pulsionales...”3.

2
Freud, S: “Malestar en la Cultura”, O. C., T. XXI, 1992, Bs. As, Ed. Amorrortu, Pág. 88
3
Ibid, Pág. 93

4
“...El siguiente requisito cultural es entonces la justicia, o sea, la seguridad de
que el orden jurídico ya establecido no se quebrantará...”4.
Luego incluirá el valor del amor como una de las bases de la cultura. Dice
Freud, “... que el amor impone deberes que tengo que disponerme a cumplir con
sacrificios...”5.
El texto de Freud “El Malestar en la Cultura” es vigente para dar cuenta de los
aconteceres de la cultura contemporánea. Podemos observar cómo aquellos ítems
desarrollados por Freud con respecto al valor de la cultura (Ideal, justicia, amor), como
ordenador del lazo social, se muestran desfallecientes.
“El Otro no existe” como regulador social, en tanto, la cultura actual propicia un
empuje a gozar (en vez de una renuncia pulsional), la justicia está quebrantada y el
valor del amor ha declinado. Es decir, que hay una caída de los valores referenciales
planteados por Freud. En este sentido, la cultura de la época freudiana es de un orden
distinto al actual en tanto que el rasgo de la cultura está caracterizado por un impasse
ético como lo nombra J-A Miller. Pensamos que esta relación del sujeto a este Otro
contemporáneo que conlleva la modalidad de su inexistencia como punto referencial,
produce nuevas formas de padecimiento, que requieren de parte de un psicoanalista,
un trabajo arduo para hacerlo entrar en el dispositivo analítico. Podemos así retomar la
pregunta de Eric Laurent: ¿En nombre de qué se le puede impedir a alguien que
goce?6
En la época de Freud, el peso de los valores culturales implicaba al sujeto estar
bajo la modalidad de la prohibición y la culpa. Para el sujeto contemporáneo a Freud,
el conflicto psíquico era entre los ideales y la pulsión. El sujeto freudiano estaba regido
bajo la égida del Superyo del imperativo categórico que impone al sujeto una renuncia
pulsional que cuanto más se satisface, más renuncia exige. El goce del Superyo
freudiano es la renuncia misma.
Freud plantea que esta renuncia pulsional implica el pasaje del goce por los
desfiladeros del inconsciente que el sujeto realiza por amor al Otro (Ideal normativo).
Entonces, desde este aspecto, articula el Superyo al Ideal del Yo, siendo el mismo un
ordenador simbólico articulado, en Freud, al lugar del Padre.
Dice Freud en “El Yo y el Ello”: “... El ideal del Yo o Superyo (es) la agencia
representante de nuestro vínculo parental... el Ideal del Yo es, por lo tanto, la herencia

4
Ibid, Pág. 94
5
Ibid, Pág. 106
6
Laurent, E: "Los nuevos síntomas y los otros", Revista El caldero de la Escuela, Nº 57, Bs. As.,
1997.

5
del Complejo de Edipo... Es fácil mostrar que el Ideal del Yo satisface todas las
exigencias que se plantean a la esencia superior en el hombre... Como formación
sustituta de la añoranza del padre... sus mandatos y prohibiciones han permanecido
vigentes en el Ideal del Yo y ahora ejercen como conciencia moral, la censura
moral...”7
Por otro lado, puede leerse en Freud el aspecto de ley insensata del Superyo
no articulado a la mediación simbólica del Ideal sino, por el contrario, al servicio de la
desmesura pulsional del Ello.
Dice Freud, “... El Superyo da pruebas de su independencia del Yo consciente
y de sus íntimos vínculos con el Ello inconsciente...”8.
Si bien Freud aclara que el Superyo proviene también de lo oído, también dirá
que “... la energía de investidura no le es aportada a estos contenidos del Superyo
por la percepción auditiva, la instrucción, la lectura; sino que la aportan fuentes del
Ello...”9.
Este otro aspecto del Superyo está más jugado en términos de Gula de Goce,
como empuje a gozar más que como renuncia.
Ambas caras pueden verse en la clínica freudiana. En la actualidad las nuevas
manifestaciones del enfermar, muestran una acentuación de la conceptualización del
Superyo como empuje de goce.
Ante la inexistencia del Otro como regulador del lazo social, (declinación del
padre) la instancia superyoica queda en la actualidad menos articulada a la función
normalizante del Ideal del Yo (que propicia una renuncia pulsional en pos del lazo
social), promoviéndose una acentuación del Superyo al servicio de la desmesura
pulsional. En este sentido, hay un incremento en la clínica actual donde el conflicto
psíquico del sujeto no es estrictamente el mismo de la época freudiana.
La clínica contemporánea muestra una acentuación de patologías del acto que
implican una posición subjetiva vertiginosa ante la declinación de un punto de anclaje
referencial que mediatice la insensatez del empuje superyoíco.
Lo que se observa cada vez más en la clínica es un encuentro de un sujeto que
nos convoca que ya no lo hace bajo la forma de la demanda de amor, sino a la
manera de una exigencia del objeto de saber del especialista que, implica abstenerse
de pasar por el inconsciente.

7
“El Yo y el Ello”, O. C., T XIX, 1992, Bs. As., Ed. Amorrortu, Pág. 38.
8
Ibid, Pág. 53
9
Ibid, Pág. 53

6
Este sujeto que surge del efecto del contexto actual, no se muestra dividido en
el llamado sintomático, sino más bien concretizado a las identificaciones de los signos
del mercado. Se trata de un sujeto desubjetivizado, reducido a su propia imagen.
Estas identificaciones son vertiginosas y no están en relación al Otro como
ordenador estabilizador, sino que son desarticuladas. El conflicto psíquico se presenta
cuando no es posible responder a la insignia propuesta como imagen (yo Ideal).
¿Podría llamarse a esta nueva relación al S1, que funciona como insignia de
simulacro, nuevas formas del Ideal?
La práctica del psicoanálisis tendrá que apuntar a sintomatizar al sujeto y
ofertar la escucha del malestar actual como posibilidad de hacer fracasar la forclusión
subjetiva que conlleva la actualidad.
El porvenir del psicoanálisis depende de este obstáculo que el síntoma
muestra.
Lacan nos dice que “el porvenir del psicoanálisis es algo que depende de lo
que avendría de ese real”10. Es decir, que depende del hecho de que existe el síntoma
que soporta lo real.
Los signos de la época afectan la posición del sujeto frente al mismo. Sin
embargo, el síntoma no deja de escribirse pero es la operación analítica la que lo
hace existir.

Referencias bibliográficas

Aleman, J; “La Experiencia del Fin”, Ed. Miguel Gómez, Bs. As., 1996.

10
Lacan, J; “La Tercera”, Ed. Manantial, Bs. As., 1993

7
“Cuestiones Antifilosóficas en Jacques Lacan”, Ed. Atuel, Bs. As., 1993.

Bachelard, G: “La Formación Del Espíritu Científico”, Ed. Siglo XXI, Bs. As, 1982.

Casullo, N y otros: “El debate modernidad Posmodernidad”. Ed. El cielo por asalto, 1995.

Freud, S: “Malestar en la Cultura”, O. C., T. XXI, 1992, Bs. As, Ed. Amorrortu.
“El Porvenir de una Ilusión”, O. C., T. XXI, 1992, Bs. As, Ed. Amorrortu.
“El Yo y el Ello”, O. C., T XIX, 1992, Bs. As., Ed. Amorrortu

Grasser, F.: “La salud mental trastornada: qué responsabilidad para el psicoanálisis y el porvenir
de una desilusión”. Versión Inédita presentada en el Segundo Coloquio del
Reverso de París, 1997.

Goldenberg, M: "El Malestar del otro", Dispar, revista de Psicoanálisis, "La Época y al Pulsión",
Nº 21, 1998

Lacan, J: Seminario, libro 17. “El Reverso de Psicoanálisis”. Ed. Paidos, Bs. As., 1992.
“La Tercera. Intervenciones y Textos 2”. Ed. Manantial, Bs. As., 1993
“Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión”. Ed. Anagrama, Barcelona, 1977.
“El Saber del Psicoanalista”. Versión Inédita.

Laurent, E – Miller, J-A: “L´Autre qui n´existe pas et ses comités d´etique”. Seminario Inédito
1996 – 1997.

Miller, J-A: “Matemas II”. Ed. Manantial, Bs. As., 1987.


“Sobre la Insignia”. Metáfora y Delirio. Ed. Eolia, España, 1993.

8
El Superyó ¿Qué padre encarna?

María Teresa Reyes

Objetivos.

Se recorrerá el concepto de Superyó investigando su relación a la pulsión de


muerte en su dimensión de moral masoquista que lleva a la necesidad de castigo
como lo insensato.

El interrogante que guía el trabajo es la relación del Superyó con el enfermar


del sujeto.

Introducción.

“Un hombre se confunde, gradualmente, con la forma de su destino”


Jorge Luis Borges

Freud encuentra tempranamente en su clínica que los neuróticos están


sometidos a auto observación, autocríticas morales y autoprohibiciones.

Estos mandatos son fuentes de sufrimiento psíquico y no son justificables


desde la razón.

Así Freud descubre una conciencia moral no asociada a lo justificable.

Freud se percata que hay una instancia psíquica que influye sobre el sujeto en
una auto observación con críticas y exigencias, y del cual el sujeto no puede librarse.

Estas exigencias serán funciones del Superyó conceptualizado por Freud en la


Segunda Tópica.

Al comienzo de su práctica, Freud relaciona la función de la censura al


concepto de conciencia moral y de defensa.

El concepto de censura (precursor del Superyó) se encuentra en los textos


freudianos de la Primera Tópica.

Freud cita este concepto, por primera vez, en una carta a Fliess del 22-12-
1897, para explicar el carácter aparentemente absurdo de ciertos delirios “¿Has visto
alguna vez una revista extranjera que haya pasado por la censura rusa en la frontera?
Palabras, párrafos enteros y frases tachados con negro, de suerte que el resto se
vuelva ininteligible”.11
11
Freud, S – “Carta 79” (22/12/1897) I, AE.

9
En la época de la “Psiconeurosis de Defensa”, Freud dice que la neurosis se
origina en la defensa frente a representaciones que son intolerables para el yo, porque
entran en cortocircuito con la “conciencia moral” del sujeto. Ya desde el comienzo, el
concepto de “censura” y “conciencia moral” quedan articulados a la “defensa” y son de
carácter estructural, como intrínseco del aparato psíquico del ser humano.

El Superyó de la Segunda Tópica, es un concepto estructural que queda


anudado al Complejo de Edipo, Freud señala que la disolución de este Complejo de
Edipo es por efecto del miedo a la castración, postulando al Superyó como instancia
psíquica ordenadora de la vida pulsional. Sin embargo, para Freud ésta no es la única
cara del Superyó, conceptualizando otro aspecto que conlleva un orden no
apaciguador y que escapa a la trama significante.

Desarrollo.

En los años 20 Freud descubre que el sujeto encuentra en sus síntomas una
satisfacción y estudiando los casos de sueños traumáticos y los juegos de los niños,
llega a la conclusión que estos casos no parecen responder a la regulación del
Principio del Placer tal como es concebida en la primera tópica. Freud descubre el
“automatismo de repetición” articulándolo a un nuevo concepto, el de pulsión de
muerte.

Freud da nuevas explicaciones a las resistencias que había encontrado hacia


la cura, articulándolas a la pulsión de muerte. En las formulaciones teóricas de la
Segunda Tópica el Superyó tendrá una función esencial en cuanto a la resistencia a la
cura, que será más allá del yo y a su pesar.

La energía psíquica ya no coincide con la energía de la libido, por lo tanto el


quantum pulsional va a ser aquello que no va a encontrar referencia a la
representación (no significante) Aquello que es límite a la significación fálica y que
pone en juego lo real de la castración.

Dice Freud: “... Durante el trabajo analítico no hay impresión más fuerte de las
resistencias que la de una fuerza que se defiende por todos los medios contra la
curación y a toda costa quiere aferrarse a la enfermedad y el padecimiento. A una
parte de esa fuerza la hemos individualizado, con acierto sin duda, como conciencia

10
de culpa y necesidad de castigo, y la hemos localizado en la relación del yo con el
Superyó...”.12

Freud sitúa en “Análisis terminable e interminable” que el masoquismo, la


reacción terapéutica negativa y la conciencia de culpa de los neuróticos son por efecto
de la pulsión de muerte y que el aparato está regulado por un más allá del principio de
placer.

Se percata que hay aspectos irreductibles del síntoma sostenido en la


resistencia del Superyó.

Ya no se trata sólo de lo inconsciente reprimido, ya que lo inconsciente ya no


coincide con lo reprimido. Freud dice en “El Yo y el Ello” “... Todo lo reprimido es
inconsciente, pero no todo lo inconsciente es reprimido. También una parte del yo,
cuya amplitud nos es imposible fijar, puede ser inconsciente, y lo es seguramente...”13

En “Introducción al Narcisismo”, Freud ubica la función del Ideal del Yo.

“... el hombre se demuestra aquí, una vez más, incapaz de renunciar a una
satisfacción ya gozada alguna vez. No quiere renunciar a la perfección de su niñez, y
ya que no pudo mantenerla ante las enseñanzas recibidas durante su desarrollo y ante
el despertar de su propio juicio, intenta conquistarla de nuevo bajo la forma del yo
ideal. Aquello que proyecta ante sí como su ideal es la sustitución del perdido
narcisismo de su niñez, en el cual era él mismo su propio ideal...”14

El Ideal del Yo funciona como sustitución del perdido narcisismo del yo como
ideal (mediatización simbólica) Al mismo tiempo, es en este ideal del Yo que el Sujeto
busca ahora la perfección narcisística perdida y se encuentra padeciendo la exigencia
del modelo del Ideal que conduce al Yo a otra satisfacción pulsional. El Ideal del Yo
intenta recuperar un goce perdido mediante una exigencia de goce.

Freud aclara cómo se constituye este ideal y qué características tiene. Dice en
“Introducción al Narcisismo”:

“... El estímulo para la formación del ideal del Yo cuya vigilancia está
encomendada a la conciencia (moral), tiene su punto de partida en la influencia crítica
ejercida, de la viva voz por los padres...”15

12
Freud, S – “Análisis Terminable e Interminable” (1937) XXIII, AE.
13
Freud, S – “El Yo y el Ello” (1923) XIX, AE.
14
Freud, S – “Introducción al narcisismo” (1914) XIV, AE.
15
Idem.

11
Por un lado, el ideal funciona como condición de la represión, límite de la
satisfacción pulsional y como heredero del Complejo de Edipo sustituto de la voz
paterna (padre simbólico) como normatizador, efecto de la estructura del lenguaje que
constituye la “propia imposibilidad interna” (castración)

Este carácter de ordenador simbólico del ideal queda articulado en Freud al


lugar del padre (como operador estructural)

Freud dice en “El Yo y el Ello”:

“...los efectos de las primeras identificaciones, realizadas en la más temprana


edad, son siempre generales y duraderos. Esto nos lleva a la génesis del ideal del yo,
pues detrás de él se oculta la primera y más importante identificación del individuo, o
sea, la identificación con el padre...”.16

Pero hay otra dimensión del ideal que no tiene que ver en Freud con el aspecto
normatizador.

En la misma frase de “Introducción al Narcisismo” se puede leer algo que indica


Freud “... El Ideal del Yo... tuvo su punto de partida en la influencia crítica ejercida, de
la viva voz de los padres...”17

Hay algo, entonces de la voz viva del padre prohibidor, es decir, lo vivo de la
voz en tanto resto vivo del padre muerto, o sea, lo no muerto del padre.

Freud irá trabajando acerca del valor que tiene lo que llama el “poder parental y
el por qué de sus efectos”.

Llegará a la conclusión que este poder parental será otorgado por los efectos
de la angustia de castración, donde el poder parental es un poder interior (ya no
exterior) al que habrá que satisfacer.

En “La División de la Personalidad Psíquica” Freud dice: “... El papel que luego
toma a su cargo el Superyó es desentrañado primero por un poder exterior, por la
autoridad de los padres... Siendo sustituida la instancia parental por el Superyó el cual
vigila, dirige y amenaza al Yo exactamente como antes los padres al niño...”.18

Pero podemos preguntarnos ¿De qué se trata este poder exterior de los
padres? Podemos reflexionar ¿Qué dice Freud cuando habla de padres? Padres, es
un antes del padre (como ordenador simbólico, como padre muerto)

16
Freud, S – “El Yo y el Ello” (1923) XIX, AE.
17
Freud, S – “Introducción al narcisismo” (1914) XIV, AE.
18
Freud, S – Conf. 31, “Nuevas Conferencias de Introducción al Psicoanálisis” (1932-36)

12
Es por la muerte del protopadre que se constituye la dimensión del padre como
simbólico.

El poder parental exterior, parte se internaliza, se incorpora constituyéndose


como ley simbólica del padre. Pero queda un resto de este protopadre que queda
como exterior al orden del lenguaje (lo no incorporado como padre muerto) es decir, lo
que queda articulado como lo vivo de la voz.

Este poder parental exterior al padre simbólico será encarnado en el Superyó.

Diremos que No – Todo el padre terrible es asesinado, es decir, queda un resto


de este crimen como envés del padre muerto, que como espectro, como residuo real
amenaza retornar en contra del sujeto.

Freud lo sitúa en “Tótem y Tabú” en relación a la fiesta totémica, en tanto si es


necesario renovar el pacto en la fiesta es porque no – todo el padre terrible queda
hecho simbólico. Este envés del padre son los agujeros en la ley (padre muerto) donde
se filtra el redoblamiento de la prohibición de matar que deviene en un imperativo
“mata”, “goza”. Resto real del padre asesinado que aparece como espectro (presencia
de lo vivo de la voz del padre) ordenando gozar.

Es aquí donde ubicamos la constelación del Superyó.

En este sentido, la “instancia crítica de la conciencia moral” parece ser un


residuo inasimilable del asesinato del padre.

El Superyó es entonces la añoranza de lo peor del padre impreso en la figura


impersonal del destino y en imperativo del deber ser.

El Superyó encarna el costado no legible de la ley paterna.

“... Aquello de la ley que debía alejarlo de la desmesura pulsional del ello lo
conduce nuevamente allí...”.19

Entonces, siguiendo a Freud los caminos de la culpa por el asesinato del padre
se separan por un lado hacia el deseo y por otro hacia el goce. Por el lado del deseo
se recurre a la demanda del Otro por vía del amor (articulado a la metáfora paterna)
Por el lado del goce, la culpa se presentifica como muda imponiendo la compulsión del
goce Superyoico.

Lo inasimilable de la cosa por vía de la culpa deviene necesidad de castigo.

19
Gerez – Ambertin, M – Las voces del Superyó, Manantial.

13
Servidumbres del Yo: El Superyó en afinidad al Ello.

El Yo está en el aparato psíquico en posición de objeto dependiente de la


instancia del Superyó y el Ello.

Freud dirá en “La servidumbre del Yo” “... el Superyó se vuelve particularmente
severo y desamorado, el yo desarrolla, en obediencia al Superyó, elevadas
formaciones reactivas de la conciencia moral...”.20

Freud se pregunta en “El Yo y el Ello” a qué se debe la particular posición del


Superyó en el Yo, y dice:

“...El Superyó debe su posición particular dentro del yo o respecto de él a un


factor que se ha de apreciar desde dos lados. El primero: es la identificación inicial,
ocurrida cuando el yo era todavía endeble; y el segundo: es el heredero del complejo
de Edipo, y, por tanto, introdujo en el yo los objetos más grandiosos...

... Es accesible, sin duda, a todos los influjos que puedan sobrevenir más tarde;
no obstante, conserva a lo largo de la vida su carácter de origen, proveniente del
complejo paterno: la facultad de contraponerse al yo y dominarlo...

... Así como el niño estaba compelido a obedecer a sus progenitores, de la


misma manera el yo se somete al imperativo categórico de su Superyó...

Y agrega “... Por eso el Superyó mantiene duradera afinidad con el ello, y
puede subrogarlo frente al yo...”21

Así como Freud piensa al Superyó como algo proveniente del mundo exterior
(como la voz de los padres) articulando a la trama de impresiones auditivas (lenguaje),
también sitúa que su energía afluye desde fuentes interiores situadas del ello, de
donde la voz paterna toma su fuerza con que se impone.

Esta otra cara está articulada a la “viva voz” como lo “vivo” de la voz del padre.

Es entonces desde el ello que las impresiones auditivas toman su fuerza.

Freud dice en “El Yo y el Ello”:

“...el Superyó no puede desmentir que proviene también y permanece


accesible a la conciencia desde esas representaciones-palabra (conceptos
abstracciones), pero la energía de investidura no les es aportada a estos contenidos

20
Idem.
21
Freud, S – “El Yo y el Ello” (1923) XIX, AE.

14
del Superyó por la percepción auditiva, la instrucción, la lectura, sino que la aportan las
fuentes del ello...”.22

Freud ubica (en el mismo texto) al Superyó como “abogado del mundo interior,
es decir, del Ello y que no representa a la realidad exterior”. Señala que el
sometimiento del Yo a la severidad del Superyó se sostiene en el Ello, es decir, en lo
pulsional.

Freud dice “... el Superyó da pruebas de su independencia del yo conciente y


de sus íntimos vínculos con el ello inconsciente.

... El Superyó, abogado del mundo interior, o sea, del Ello, se opone al yo,
verdadero representante del mundo exterior o de la realidad...”.23

Entonces, diremos que el imperativo de renuncia va a situar un modo particular


de satisfacción y que Freud ubicará como una satisfacción en contra del bienestar del
sujeto.

Diremos que Superyó exige al Yo el cumplimiento de su ideal y es la fuente del


padecimiento neurótico.

El Superyó: La voluntad prolongada del padre primordial.

Dice Freud:

“...Una prohibición sagrada posee un intensísimo tinte afectivo, pero ello, en


verdad, sin un fundamento ajustado a la ratio...”24

Es decir, que el fundamento de la prohibición no está ajustado a la razón.

Freud agrega: “...en su origen lo sagrado no sea otra cosa que la voluntad
prolongada del padre primordial... Ahora bien, la voluntad del padre no sólo era algo
incuestionable, que se debía honrar, sino también algo ante lo cual uno se encogía
porque demandaba una dolorosa renuncia de lo pulsional...”.25

Y dice en otra parte del texto:

“... y siempre se trata de lo mismo: una renuncia de lo pulsional impuesta por la


presión de la autoridad que sustituye y prolonga al padre...”.26
22
Idem (11)
23
Idem (11)
24
Freud, S – “Moisés y la religión monoteísta” (1939) XXIII, AE.
25
Idem (14)
26
Idem (14)

15
El Superyó como moral no ajustada a la razón es un mandato de goce que
tiene la forma de una exigencia cultural pero que es radicalmente una exigencia de
satisfacción imposible. Este imperativo de goce es impuesto por la voluntad del padre
primordial.

Freud vuelve sobre el tema de la relación del Superyó y el padre en “El


problema económico del Masoquismo”.

“... El Superyó... tiene que ver con los padres...”.

Pero agrega “... a las imagos que restan de ellos...” y dice “... mediante el
masoquismo moral, la moral es resexualizada, el Complejo de Edipo es reanimado, se
abre la vía para una regresión de la moral al Complejo de Edipo y ello no redunda en
beneficio de la moral ni del individuo...”.

Continúa “... Este último crea la tentación de obrar ‘pecaminoso’ que después
tiene que ser expiado con los reproches de la conciencia moral sádica (como en tantos
tipos rusos de carácter) o con el castigo de destino, ese gran poder parental...”.27

Freud plantea que el Superyó tiene que ver con ese gran poder parental y dice
que son los restos de imago, es decir, los restos del asesinato del padre, o sea, el
resto vivo del padre originario.

El Superyó no encarna al padre mítico (simbólico) sino al padre cruel.

¿Es en este sentido que Freud habla en la cita de una “regresión” de la moral
que no está en beneficio de la moral ni del sujeto?

¿Es una regresión moral a una anterioridad del padre (simbólico) como padre
real?

Lacan se pregunta “¿Cuál es la orden del Superyó?”.

Y se responde: “... Precisamente se origina en ese padre original más que


mítico de ese llamado como tal al goce puro, es decir, a la no castración...”28

El Superyó es un llamado a la no castración.

Lacan dice que el Superyó es “correlato de la castración”.29

27
Freud, S – “El problema económico del masoquismo” (1924) XIX, AE.
28
Lacan, J – De un discurso que no fuese semblante, Inédito (16/6/1971).
29
Lacan, J – El Seminario, Libro XX, Aún, Piados.

16
Freud aclara que el final del Complejo de Edipo no es resuelto ni por
situaciones externas ni contingentes, sino por la propia “imposibilidad interna”, es
decir, por efecto del lenguaje.

“... Así, el complejo de Edipo se iría al fundamento a raíz de su fracaso, como


resultado de su imposibilidad interna...”.30

Es decir, que este complejo no se resuelve por situaciones externas ni


contingentes sino por algo estructural que es la castración, es decir, “su propia
imposibilidad interna”.

Esta imposibilidad interna es la de castración.

Diremos que el Superyó, es entonces, un efecto de la castración.

El Superyó encarna al padre punitivo, restrictivo y prohibidor. Freud dice “...


admitimos la exigencia en el yo de una instancia especial que representa las
exigencias restrictivas y prohibitivas – el Superyó...”31

En este sentido diremos que, pensar al Superyó como “correlato de la


castración” es en el sentido de ser su contrapunto.

El Superyó tiene un efecto de desmentido de la castración en tanto prohíbe al


Yo lo que es del orden de una imposibilidad interna por estructura. Es decir, en el
mismo punto donde prohíbe es donde sitúa lo “imposible” como “posible” y por eso es
que puede prohibir.

La prohibición es en este punto una desmentida del No Todo imponiendo la ley


del Todo.

En este sentido “el llamado como tal al goce puro” es un mandato de


satisfacción de lo imposible que no es del orden de una satisfacción sustitutiva
(significante) sino un beneficio ligado a otra ganancia de placer, es decir, a la RTN,
beneficio primario del síntoma, a la cara no significante del síntoma. El Superyó es una
exigencia de la actividad pulsional misma.

El imperativo categórico lleva a la ilusión de la posibilidad de la Relación sexual


y es en este sentido que conduce a una falsa exogamia como posible relación sexual
(ilusión neurótica) La exogamia, en cambio, para ser exogamia implica que sea No
Toda.

30
Freud, S – “El sepultamiento del Complejo de Edipo” (1924) XIX, AE.
31
Idem (8)

17
El Superyó heredero del Ello, está en el lugar de la falla paterna. Se articula a
la trama de impresiones auditivas del ideal que exigen al sujeto lo imposible (gozar)

El imperativo categórico trata de imponer un “Para Todos”, sin resto que se


traduce en “un deber de servidumbre y sumisión para todos”.

Diremos entonces, que el Superyó ejerce la autoridad parental en su función


prohibidora, haciendo de la renuncia pulsional un Deber, cuando esta renuncia se trata
en verdad de un efecto necesario por la estructura del lenguaje.

En este sentido el Superyó tapona la castración con un sentido absoluto.

El imperativo categórico es una ley que se articula apuntando al goce, haciendo


de él un imperativo ¡goza!

Esto explica la paradoja freudiana “cada renuncia a la satisfacción pulsional


refuerza la severidad del Superyó”32. Leer esta frase como paradoja, es leer al
Superyó como prohibidor de goce. Creemos a la luz de lo desarrollado, que esta
prohibición es en realidad una exigencia de goce. Lacan ubica el Superyó como un
nombre del goce cuando habla de la “gula del Superyó”33.

El Superyó es la ley, pero la ley insensata. Es la ley como significante unario,


S1 como sentido absoluto no dando lugar a la producción del sujeto, es decir, que es
un S1 que por estar solo es insensato y no se puede equivocar.

Es un sentido absoluto condensador de goce.

Ley que se presenta para el sujeto como cuerpo extraño en el síntoma, como lo
opaco del síntoma (cara no significante)

Es decir, que el Superyó está articulado al goce del síntoma. El imperativo es


una frase insensata puesto en el lugar de lo real, y éste es su goce.

Es una suplencia de la falla en relación a lo que el nombre del padre constituye.

En “El Malestar de la Cultura” Freud dice “el padre exaltado aparece por vía del
Superyó”34

El padre es el Superyó como destino, como imperativo categórico de goce


articulado al mandato de gozar. Pero algo queda sintomatizado articulado a la
“necesidad de castigo”.
32
Freud, S – “El Malestar en la cultura” (1930) XXI, AE.
33
Lacan, J – “Televisión”, en Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión, Ed. Anagrama, Barcelona,
1977.
34
Freud, S – “El Malestar en la cultura” (1930) XXI, AE.

18
La necesidad de castigo queda relacionada al sufrimiento.

La moral masoquista del Superyó: la necesidad de castigo.

El Superyó queda asociado en Freud al sentimiento inconsciente de culpa que


se traduce como “necesidad de castigo”.

El Superyó conduce a una moral no ajustada por la razón. Esta moral implica
una ganancia de placer pulsional que está en contra del bienestar del sujeto y que es
impuesta bajo la forma de una conciencia moral que se presenta al servicio de la
cultura “progreso a la espiritualidad” pero que no es sin malestar.

Freud explica en el Moisés, como la renuncia pulsional por obediencia al


Superyó tiene “Otro efecto económico”. Y aclara “además de la inevitable
consecuencia de displacer le trae al Yo también una ganancia de placer, por así decir,
una satisfacción sustitutiva”.35

En “El Problema Económico del Masoquismo, Freud define al masoquismo


moral resaltando que lo que allí importa es el padecer mismo: “el padecer como tal es
lo que importa”36.

Freud advierte que este masoquismo moral, tiene un componente erótico “ni
aún la autodestrucción de la persona puede producirse sin satisfacción libidinosa”37

Es decir, que en la autodestrucción se trata de otra satisfacción (más allá del


principio del placer)

El masoquismo moral pone énfasis en el tiempo reflexivo del atormentarse.

El acento no está puesto en que sea otro el que ejerce castigo (masoquismo
femenino), sino que lo importante es el sufrimiento mismo.

Es esta satisfacción en el sufrimiento la que queda articulada a la necesidad de


castigo, como erotización por el padecimiento, imbricado a la RTN y al goce del
síntoma.

Freud observa en su clínica cómo el sujeto necesita retener sufrimiento.

“...La satisfacción de este sentimiento inconsciente de culpa es quizás el rubro


más fuerte de la ganancia de la enfermedad y el que más contribuye a la resultante de

35
Freud, S – “Moisés y la religión monoteísta” (1939) XXIII, AE.
36
Freud, S – “El problema económico del masoquismo” (1924) XIX, AE.
37
Idem (26)

19
fuerzas que se resuelven contra la curación y no quiere resignar la condición de
enfermo; el padecer que la neurosis, conlleva es justamente lo que la vuelve valiosa
para la tendencia masoquista...”38.

Freud aclara, además, cómo en una persona neurótica, refractaria a la cura,


puede que sus síntomas desaparezcan si cae en alguna desgracia (pierde fortuna o
cae en una enfermedad orgánica)

Este retener el grado de padecimiento está articulado a la necesidad de castigo


impuesto por el Superyó.

“...Se dice que en estas personas no prevalece la voluntad de curación, sino la


necesidad de estar enfermas... Por último, se llega a la intelección de que se trata de
un factor por así decir «moral», de un sentimiento de culpa que halla su satisfacción en
la enfermedad y no quiere renunciar al castigo del padecer...

... Ahora bien, ese sentimiento de culpa es mudo para el enfermo, no le dice
que es culpable; él no se siente culpable, sino enfermo...”39.

Por la necesidad de castigo el sujeto no se siente culpable sino enfermo.

El rigor de la conciencia moral es pensado como sadismo del Superyó frente al


masoquismo del yo y está al servicio de mantener cierto grado de padecimiento.

La necesidad de castigo es la moral del Superyó.

Freud ubica esta “necesidad de castigo” como propia de una ley insensata. Una
moral que está al servicio del propio bien del sujeto ni del bien social y sitúa que
cuanto más renuncia el yo a lo pulsional la severidad del Superyó es mayor aún.

“Cada renuncia a la satisfacción pulsional refuerza la severidad del Superyó”40.

Así mismo dice en “El Yo y el Ello”.

“...Es asombroso que el ser humano, mientras más limita su agresión hacia
afuera, tanto más severo y por ende más agresivo hacia fuera, tanto más severo y por
ende más agresivo se torna en su ideal del yo, mientras más un ser humano sujete su
agresión, tanto más aumentará la inclinación de su ideal a agredir a su yo...”41.

38
Idem (26)
39
Idem (26)
40
Freud, S – “El Malestar en la cultura” (1930) XXI, AE.
41
Freud, S – “El Yo y el Ello” (1923) XIX, AE.

20
Podemos interrogarnos:

¿Qué función tiene para el sujeto la necesidad de castigo? ¿Qué implica la


necesidad de retener padecimiento?

¿Es el resto no metaforizado del N del P que queda sintomatizado en el


mandato superyoico como necesidad de castigo? ¿La necesidad de castigo es lo que
queda sintomatizado vía sufrimiento por la enfermedad o padecimiento del Superyó?

¿Cómo ubicar esta necesidad de castigo en el inicio de un análisis?

El padecer como necesidad de castigo podría funcionar en algunos casos


como un nombre del padre, que como suplencia a la falla estructural del Otro, lo hace
existir tanto en la vía del goce del síntoma o haciéndolo gozar al Otro en el fantasma,
restituyendo así una estructura de anudamiento borroneo.

La necesidad de castigo, como mandato a la enfermedad, podría ser una


manera de nominar funcionando como un nombre, donde esta nominación responde al
S A (al desfallecimiento del Otro)

Lacan se pregunta “¿Qué lleva al paciente a recurrir al analista para pedirle


algo que él llama salud, cuando sabemos – La teoría lo dice – que su síntoma está
hecho para procurarle ciertas satisfacciones?”42. Agrega, “aquí nos topamos por fin y al
máximo en el acto mismo con que se emprende un análisis y, por ello, ciertamente
también en sus primeros pasos, con la profunda ambigüedad de toda aseveración del
paciente, debido a que ello tiene de por sí, dos caras”43.

Lacan continúa en otra parte del seminario

“Es evidente que la gente con que tratamos, los pacientes, no están
satisfechos, como se dice con lo que son. Y no obstante sabemos que todo lo que
ellos son, lo que viven, aún sus síntomas, tiene que ver con la satisfacción. Satisfacen
a algo sin duda va en contra de lo que podría satisfacerlos, lo satisfacen en el sentido
de que cumplen con lo que ese algo exige. No se contentan con su estado, pero, aún
así, en ese estado de tan poco contento, se contentan. El asunto está justamente en
saber qué es ese ser que queda allí contentado.”

“... Diremos que aquello que satisfacen por la vía del displacer, es, al fin y al
cabo, la ley del placer – cosa por lo demás admitida. Digamos que, para una

42
Lacan, J – El Seminario, Libro XI, Cap. XIII, Ed. Paidos, Bs. As.
43
Idem (32)

21
satisfacción de esta índole, penan demasiado. Hasta cierto punto este penar de más
es la única justificación de nuestra intervención”44.

¿Qué pasaría en el transcurso de un análisis?

La estructura misma de la experiencia analítica implica un proceso de


vaciamiento de goce y de ubicación de su resto, en tanto se opera en la aproximación
del objeto a como inasimilable, es decir, como resto de goce, como letra. O sea, su
aislamiento como causa misma del deseo.

¿En este sentido al final de un análisis qué queda?

Diremos que un saber hacer algo con este resto incurable por estructura.

Es hacer, entonces del carácter un estilo.

Conclusión.

La necesidad de castigo es la moral del Superyó.

Es por la necesidad de castigo que el sujeto se enferma. Se trata de un


sentimiento de culpa que halla su satisfacción en la enfermedad. Por la necesidad de
castigo el sujeto no se siente culpable sino enfermo. El Superyó como moral no está al
servicio del bien del sujeto, en tal sentido funciona, como dice Lacan, como mandato
de goce que tiene la forma de una exigencia cultural pero que es radicalmente una
exigencia de satisfacción imposible.

Bibliografía General.
Delgado, O; Goldenberg, M: La causa Freudiana, Tecne, Bs. As. Artículos: “Pulsión y necesidad
de castigo” por Osvaldo Delgado. “El sufrimiento, malestar del deseo” por Mario Goldenberg.
Freud, S. “Las neuropsicosis de defensa”, III, AE.
Freud, S. “Nuevas aportaciones sobre neurosis de defensa”, III, AE.
Freud, S. “Manuscrito K”, I, AE.
Freud, S. “Manuscrito 6”, I, AE.
Freud, S. “Acciones obsesivas y prácticas religiosas”, IX, AE.
Freud, S. “La interpretación de los sueños”, IV, AE.
44
Lacan, J – El Seminario, Libro XI, Cap. XIII, Ed. Paidos, Bs. As.

22
Freud, S. “Tótem y tabú”, XIII, AE.
Freud, S. “Introducción al narcisismo”, XIV, AE.
Freud, S. “Duelo y melancolía”, XIV, AE.
Freud, S. “Conferencias de introducción al psicoanálisis”.
Freud, S. “El sentido de los síntomas”, XVI, AE.
Freud, S. Conf. 32 “Angustia y vida pulsional”, XXII, AE.
Freud, S. “Los que fracasan cuando triunfan”, XIV, AE.
Freud, S. “los que delinquen por conciencia de culpa”, XIV, AE.
Freud, S. “Más allá del principio del placer”, XVIII, AE.
Freud, S. “Psicología de las masas y análisis del yo”, XVIII, AE.
Freud, S. “El Yo y el Ello”, XIX, AE.
Freud, S. “Neurosis y psicosis”, XIX, AE.
Freud, S. “El problema económico del masoquismo”, XIX, AE.
Freud, S. “El sepultamiento del Complejo de Edipo”, XIX, AE.
Freud, S. “Inhibición, síntoma y angustia”, XX, AE.
Freud, S. “El Malestar en la cultura”, XXI, AE.
Freud, S. “Dostoievski y el parricidio”, XXI, AE.
Freud, S. “Análisis Terminable e Interminable”, XXIII, AE.
Freud, S. “Moisés y la religión monoteísta”, XXIII, AE.
Freud, S. “Esquema del psicoanálisis”, XXIII, AE.
Freud, S. Conf. 31 “La descomposición de la personalidad psíquica”, XXII, AE.
Gerez – Ambertin, M. Las voces del Superyó, Manantial, Bs. As.
Lacan, J. El Seminario, Libro I, Los escritos técnicos de Freud, Cap. VIII, Piados, Bs. As.
Lacan, J. El Seminario, Libro II, El yo en la teoría freudiana y en la técnica psicoanalítica, Piados,
B.A.
Lacan, J. El Seminario, Libro III, La Psicosis, Piados, Bs. As.
Lacan, J. El Seminario, Libro VII, La ética del psicoanálisis, Piados, Bs. As.
Lacan, J. El Seminario, Libro IX, La identificación, Clase 14-3-62, Inédito.
Lacan, J. El Seminario, Libro X, La angustia, Clase 19-12-62, Inédito.
Lacan, J. El Seminario, Libro XIV, La lógica del fantasma, Clase 14-6-67, Inédito.
Lacan, J. El Seminario, Libro XVI, De otro al otro, Clases 12-3-69 y 20-3-69, Inédito.
Lacan, J. El Seminario, Libro XVIII, De un discurso que no sería semblante, Inédito.
Lacan, J. El Seminario, Libro XX, Aún, Piados, Bs. As.
Lacan, J. El Seminario, Libro XXII, R. S. I., Inédito.
Lacan, J. El Seminario, Libro XXIII, El síntoma, Inédito.
Lacan, J. “Subversión del sujeto”, Escritos II, S XXI, 3º ed., Bs. As.
Lacan, J. “Kant con Sade”, Escritos II, S XXI, 3º ed., Bs. As.
Lacan, J. Radiofonía y televisión, Ed. Anagrama, Barcelona.
Miller, J-A. Matemas I, Manantial, Bs. As.
Miller, J-A. Lógicas de la vida amorosa, Manantial, Bs. As.

23
Consideraciones acerca de la Cura.

Psicoterapia y Psicoanálisis.

María Teresa Reyes

Resumen.

El objetivo de este trabajo es reflexionar sobre la particularidad de la cura


psicoanalítica, desplegando la importancia de la pregunta de; sí el psicoanálisis es una
terapéutica, ¿por qué no es como las otras?

Interrogarnos ¿qué cura un psicoanalista?, es preguntarnos por los efectos de


la práctica y la transmisión del psicoanálisis.

La cura psicoanalítica no es, sin duda, en los mismos términos que parten del
modelo médico. Pero esto no implica afirmar, como ha trascendido, que el
psicoanálisis no cura, porque, si fuera así, caeríamos en el riesgo de hacer perder a
nuestra praxis sus consecuencias en lo real, desentendiéndose, así, del padecimiento
y transformándose en una ideología especulativa. El psicoanálisis se convertía, por lo
tanto, en una estafa analítica. Sin embargo, la concepción de la cura analítica tiene
una ética específica y diferente a las otras terapéuticas. El método analítico implica
que un sujeto descifre y revele aquellas palabras del Otro en las cuales, el sujeto
estuvo alienado, sometido e identificado; fijado a un punto que estuvo reprimido para
él. Esto lo llevará a romper con la repetición tanática y disponer de su economía para
conducirse al camino del deseo.

Me referiré a la importancia que ha dado Freud a la dimensión terapéutica de


su método, situando y definiendo el concepto de cura que, articulada desde la
transferencia, separa este concepto del de sugestión. Como segundo punto de
desarrollo, se retomará la pregunta de por qué el psicoanálisis es una terapéutica que
no es como las otras, ubicando los puntos de intersección y diferencia entre la
psicoterapia y el psicoanálisis. Como tercer punto, se presentará una viñeta clínica que
permite explicitar las puntuaciones teóricas anteriormente desarrolladas.

Consideraciones acerca de la Cura. Psicoterapia y Psicoanálisis.

¿Qué quiere decir curar? ¿Cuál es la implicancia, para un analista, el tener que
ver con la cura? ¿Qué cura el psicoanálisis?

24
El concepto de cura no es un invento del psicoanálisis pero, sin duda, éste ha
aportado una particularidad, a la praxis de este concepto. La concepción psicoanalítica
de la cura plantea una ética específica y diferente a la de las psicoterapias y es lo que
define - al psicoanálisis - como “una terapéutica que no es como las otras”. 45

Tanto el psicoanálisis como las psicoterapias operan sobre la realidad psíquica


como factor esencial de la constitución de los síntomas. Ambas utilizan el poder de la
palabra como instrumento específico, reconociendo así que hay una incidencia del
Otro sobre el paciente. Es decir, un resto de efecto sugestivo e hipnótico. Pero el
abordaje clínico de las mismas se diferencia en el modo en que operan con esa
realidad psíquica.

Freud, realizó un análisis profundo del fenómeno de la sugestión y del empleo


de ésta en el campo terapéutico, diferenciando el uso del poder de la sugestión de la
transferencia, de lo que se emplea en otras terapéuticas donde el uso de este poder
sugestivo influye como algo directriz.

“...La sugestión directa es una sugestión dirigida contra la exteriorización de los


síntomas, una lucha entre la autoridad y los motivos de la enfermedad. Al practicarla
no se hace caso de los motivos, sólo se exige al enfermo que sofoque la
exteriorización en síntomas...”.

“... La terapia hipnótica busca encubrir y tapar algo en la vida anímica; la


analítica, sacar a luz y remover algo...”.

“... La terapia hipnótica deja a los pacientes inactivos e inmodificados, y por


eso, igualmente, sin capacidad de resistir cualquier nueva ocasión de enfermar. La
cura analítica impone al médico y enfermo un difícil trabajo que es preciso realizar
para cancelar unas resistencias internas... Este trabajo de superación constituye el
logro esencial de la cura analítica...”

“... En psicoanálisis trabajamos con la transferencia misma...”46.

Freud, ubica una diferencia crucial entre la sugestión empleada en la


psicoterapia y la sugestión que conlleva la transferencia analítica. Es el punto en que
Freud ubica el centro de la cuestión: “... En psicoanálisis trabajamos con la
transferencia misma...”.

45
Soler, C: “Una terapia que no es como las otras”, en Presentación de Lacan.
Manantial. 1988.
46
Freud, S: Conferencia XVIII, O.C., T. XVI. Amorrortu. Bs. As. 1984.

25
¿Qué implica este acto? Freud, responde que se trata de instalar dos fases en
la dirección de la cura, “... en la primera, toda la libido es esforzada a pasar de los
síntomas a la transferencia y concentrada allí...” (él libra batalla con el auxilio de la
sugestión del médico); “... en la segunda se libra batalla en torno de ese nuevo objeto
y, otra vez se libera de él la libido...”47 (la transferencia misma es desbaratada, se
desarma el poder sugestivo del Otro en el paciente).

El analizar la transferencia misma supone ir hacia el camino de desbaratarla.


Por lo tanto, en las psicoterapias que no analizan la operación transferencial, el
terapeuta queda ubicado en ese lugar de modelo Ideal como un amo para el paciente
cuya conducta es inducida. El terapeuta se ubica así en un lugar de saber sobre lo que
el paciente necesita y, éste último, queda en posición pasiva.

La posición del analista responde a la Regla de Abstinencia que implica, en


cambio, la dirección de no responder desde el lugar de saber. Éste le dice al paciente
“yo no sé y, por eso, es preciso que tú hables”. Abre, así, la dimensión del discurso al
negarse a ser el que sabe sobre lo que le pasa al paciente. El analista rechaza utilizar
los poderes de la identificación al Ideal. La abstinencia implica no hacer de estos
ideales el fundamento de su práctica. El análisis sería una hipnosis a la inversa, por
eso, apunta a despertar al sujeto de la pasividad del dormir.

Psicoterapia y Psicoanálisis. Consecuencias clínicas:

Las psicoterapias conciben al síntoma como signos de observación objetivada.


La cura es pensada en términos de desaparición de los síntomas (acento de los
resultados objetivos) que son pensados como conductas desadaptadas a la
normatividad universal.

La cura es equivalente a la mejoría terapéutica (bienestar y armonía) y “es


dada” por el terapeuta. Ésta implica una identificación a los ideales normativos
inducidos por el terapeuta que tiene papel de modelo. Su dirección es bajo la
persuasión o sugestión homologando la cura a la adaptación de los objetivos
terapéuticos planteados desde un discurso Amo que sancionará cómo debe vivir el
sujeto de acuerdo al paradigma social.

Para el psicoanálisis, la cura es una determinación particular del sujeto. No hay


forma universal de cura. En tal sentido, la cura es un nombre de la verdad del sujeto.

47
Ibid.

26
Para el psicoanálisis, el síntoma no es pensado como una conducta
desadaptada en términos de su objetivación, sino en su dimensión subjetiva
(privilegiando la escucha sobre la mirada), es decir, el síntoma es aquello que
interroga al sujeto y que lo vive como cuerpo extraño, enigmático.

Para el psicoanálisis, la cura no la da el psicoanalista, la cura se produce. Ésta


no es pensada en los términos de los resultados de la ciencia, como canon universal,
sino que Freud dirá que la cura depende de cada sujeto y acentúa el valor del método
sobre los resultados. Para Freud, la cura psicoanalítica no coincide con la eliminación
de los síntomas, sino que se trata de operar sobre las condiciones subjetivas que los
determinan y aclarar el deseo del sujeto. Para Freud los “efectos terapéuticos” no
recubren todo el campo del psicoanálisis. Éste, además, es un trabajo de investigación
en tanto contenido de verdad que da al propio ser. “...Si el médico no es absorbido
enteramente por la práctica terapéutica el psicoanálisis recompensa con creces sus
empeños mediante insospechadas intelecciones...”. 48

La ética freudiana implica confrontar al sujeto con la pregunta analítica: ¿ha


actuado conforme a su deseo? El análisis permitirá pasar, así, “de la miseria neurótica
al infortunio de la vida”.

Me serviré de una viñeta clínica para dar cuenta de las implicancias distintas
que conlleva las particularidades de los diferentes enfoques clínicos anteriormente
señalados.

Se trata de un paciente que pide una entrevista porque “la mujer lo manda”,
porque ella no está dispuesta a continuar con él si sigue tomando cocaína.
Anteriormente, fue a ver a un terapeuta que trabajaba con terapias breves. Aquel
terapeuta le organizó un programa de trabajo donde él puso mucha voluntad. Éste le
señalaba que él “era un paciente grave, drogadicto y alcohólico y que debía
proponerse dejar la droga que era un síntoma que había que focalizar”. El tratamiento
consistía en que, en todas las sesiones, debía hablar de la droga, debía armar listas
de todo lo que la droga lo dañaba, debía evitar pasar por el lugar donde la conseguía,
etc...

48
Freud, S: Dos Artículos de Enciclopedia, “Psicoanálisis” (1922).

27
Los fines de semana, cuando cumplía las tareas terapéuticas y no consumía,
podía premiarse con las cosas que le gustaban; pero de lo contrario, tenía que
castigarse, por ejemplo no podía ir a la casa de campo el fin de semana.

El paciente dice que el tratamiento lo ayudo por un tiempo, pero que luego
“volvió a darse vuelta”.

Reflexionemos sobre los parámetros que se juegan en esta psicoterapia de


base conductista. El terapeuta está claramente en el lugar del Amo que le programa la
vida, tiene un saber sobre lo que le pasa, le sanciona que es un drogadicto y
alcohólico, y determina un síntoma (droga) en términos de objetivación. Privilegiando
el valor de la “mirada" sobre la “escucha”, ya que, hasta este momento, la droga, para
él, no tiene dimensión de interrogación. Él viene porque la mujer lo manda, no por la
droga. Mientras dura el efecto de la sugestión del terapeuta y la “buena voluntad” de la
conciencia del paciente, las cosas andan, pero por un breve tiempo. La terapéutica
apunta a lograr un aprendizaje de otra conducta por medio de la persuasión de la
autoridad terapéutica. Fortalece la “conducta sana” mediante premios y castiga su
adhesión a la droga (conducta desadaptada). Creemos que este método terapéutico
no permite ningún despliegue de la subjetividad. El paciente es definido como un “Tú
eres eso” (drogadicto, alcohólico, enfermo grave) sin armar ningún orden de pregunta
ni posición subjetiva frente a sus actos. Es decir, no aparece la pregunta de ¿Qué es
la droga para este paciente?, ¿Qué le hace síntoma actualmente?

Por otra parte, plantear un castigo por drogarse impide trabajar a la droga
misma como castigo. Por otro lado, se dice que la droga le hace mal. Esto marca una
inconsistencia lógica en la dirección de la cura, quizás por la falta de conceptualización
de lo que implica el más allá del Principio del Placer.

Desde la perspectiva psicoanalítica - este caso - toma otro rumbo. Mi


intervención apunta a sancionar lo que el paciente dice: “ella lo mandó, sino, lo deja” y
sobre qué piensa él de eso. El paciente se sorprende porque no le hablo de la droga y
dice que no había pensado que estaba allí por “ser mandado”. Relata en las sucesivas
entrevistas como él ha sido “mandado y, sino, dejado” y “tomado” por las mujeres, que
dicen de él, que es un “buenudo”. Yo, le marco cómo dice que él toma droga y que ella
lo toma a él. Se abre, así, una dimensión sintomática de su relación a las mujeres. Él
pide análisis interrogándose por su lugar con la mujer sintiéndose impotente frente a
ella.

28
Del hijo dice que le cuesta imponer límites, pero además, que con el hijo no ha
tenido - él mismo - límites: que lo ha puesto a velocidades con el auto donde podría
haberlo matado, que lo lleva a la “villa”, donde busca droga, que se ha drogado con él.
Mi intervención es que debe elegir entre venir a hablar en análisis o gozar
ilimitadamente frente al hijo. Esta intervención produce, en el paciente, una denuncia
de su novela familiar y también una decisión. Decide analizarse porque no quiere
“darse vuelta” más delante del hijo, no quiere exponer al hijo y él no puede, ni entiende
porque se droga (aquí la droga pasa a ser, por primera vez, un enigma sintomático
para él). Por otro lado, cuenta la historia con su padre. El padre era muy autoritario
que no lo dejaba, en su adolescencia, hablar con mujeres, ni salir. Hasta que un día la
madre se “encamó” con el cura del colegio. Los padres se separaron. Dice que el
padre “se dio vuelta”, pasó a ser más permisivo, a darle mucho dinero y libertad
“ilimitada”. Él, que tenía 18 años, empezó a drogarse “sin límites” y a “darse vuelta”.
Se sitúa, en el análisis, un significante que se recorta como privilegiado: “darse vuelta”.
Él ve al padre darse vuelta, ve a la novia darse vuelta, ve a los autos darse vuelta (en
los accidentes), él “dado vuelta” viendo la escena.

La intervención de la analista, con respecto a su actitud con el hijo, le posibilitó


un límite (en el marco del sin límite) que lo sacó del acting y le abre el camino de la
historización que le posibilita dos espacios temporales despejando la repetición en el
hijo. Del hijo viendo cómo él se “da vuelta”; a él, como hijo, que había visto cómo, el
padre “se daba vuelta”. Esto que estaba jugado al modo de un acting, entra, ahora, en
un espacio simbólico que posibilita, en este tiempo, otro modo de “dar vuelta” de esa
escena en el terreno del análisis.

La escucha analítica le permite desplegar su historia y abrir enigmas que no se


planteaba: ¿Por qué él es mandado por una mujer?, ¿Qué lo toma cuando no puede
dejar de consumir droga?, ¿Qué lo tiene tomado? Se planteó, además, su relación con
el padre y preguntas con respecto a él: ¿Por qué la madre lo engañó?, ¿Sería potente
el padre?, ¿Qué relación hay con la droga y el padre? Allí donde relata cómo, por un
lado, la droga es un desafío a lo “careta” del padre, pero por otro, la droga lo deja
“impotente”, no pudiendo coger con la mujer. Se pregunta, entonces: “¿la droga misma
es mi castigo, un mandato de mi padre que sigo cumpliendo?”. “Con droga soy menos
potente como hombre”. Se pregunta por su relación a la droga y hacia dónde “eso” lo
manda allí donde, a veces, se encuentra que no puede ser con su yo. Si bien, su
relación con la droga no la ha cortado totalmente, actualmente, como él dice, “no se da

29
vuelta”, sino que “da vueltas en el análisis por su historia y por temas que lo
preocupan”.

Desplegando, en el campo analítico, aquello que lo ha determinado y que ha


dejado al sujeto atado a una repetición tanática, al goce del mandato superyoico, a las
identificaciones que lo alienan en su ser perdido de lo real de su deseo. El análisis
implica un trabajo que produce efectos de verdad que lo sacan del desconocimiento.
Operando desde la transferencia, se intenta crear condiciones de un reordenamiento
del goce para producir un cambio en la posición del sujeto. Es decir, como decía
Freud, posibilitar “donde ello era, yo debe advenir” y, esto quiere decir que el sujeto
puede ir más allá del destino que le fija el Otro, produciendo un desanudamiento de las
fijaciones en que se encuentra atrapada la satisfacción pulsional para poner esa
energía a disposición del yo.

Pienso que, aún cuando este análisis no llegue a su fin, los efectos de verdad
producidos dejarán su marca en la vida del sujeto, y advertido de lo que estaba
reprimido lo conducirá a una genuina pregunta que conlleva la ética del método
psicoanalítico: “¿Ha actuado, usted, en conformidad con el deseo que lo habita?”.

30
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32
La Transferencia
(De Freud a Lacan).
María Teresa Reyes

Objetivos.

Se realizará un recorrido esquemático del concepto de transferencia en


Freud y se lo articulará a los aportes que Lacan hace en su Conceptualización
sobre el mismo.

Introducción.

Tanto para Freud como para Lacan, el concepto de transferencia es pensado


como modus operandi del psicoanálisis, como resorte mismo de la cura, motor
terapéutico y principio mismo de su poder.

Recorrer una vez más el concepto de transferencia nos parece fundamental, ya


que es uno de esos conceptos, diría el más común de los conceptos en la boca de
toda la comunidad analítica, aunque no siempre los analistas han ido al mismo lugar
de aquel a donde fue Freud. Por lo tanto, muchos posfreudianos han hablado de
transferencia sin una revisión adecuada de la definición del término freudiano.

Recorreremos entonces, la teoría freudiana de la transferencia.

Este concepto lo encontramos incipientemente en los “Estudios sobre la


Histeria”, en la “Interpretación de los Sueños” y en el caso Dora. Está desarrollada
fundamentalmente en los llamados “Escritos sobre la Técnica”. Hay que conocer
también “Recuerdo, Repetición y Elaboración”, “Más allá del Principio del Placer”,
“Inhibición, Síntoma y Angustia” y “Análisis Terminable e Interminable”, entre otros.

Desarrollo.

1.

Freud ya habla de transferencia en los Estudios sobre la Histeria (1895)


situándola como “falso enlace”. En la “Interpretación de los Sueños” aparece el
concepto de “Transferencia” como una definición general de la misma. Allí se lo llama
übertragung. Freud explica como el sueño se apodera de lo que llama los restos
diurnos (recuerdos inmediatos al sueño) para montarlos con un valor distinto, es decir,

33
con una significación diferente. Estos restos diurnos son fenómenos nimios e
indiferentes y, es el deseo del sueño lo que los enviste con un nuevo significado.
Freud ubica allí, por primera vez, el concepto de transferencia de sentido, es decir,
transferencia como desplazamiento de acento psíquico.

Se trata aquí, de cómo juegan los disfraces del deseo inconsciente


apoderándose de representaciones que son de por sí anodinas. Y es de esta manera
que el deseo puede expresarse, ya que esas representaciones nimias son aceptables
para la conciencia.

En este sentido, esta primera forma de transferencia freudiana, es el proceso


general de las formaciones del inconsciente (sueños, lapsus, chiste, etc...). El deseo
se enmascara y se apodera de significantes vaciados de sentido.

El estatuto psicoanalítico de la transferencia sólo lo logrará luego del fracaso


con Dora.

2.

Es a partir de Dora (1905) donde emerge la transferencia como concepto más


preciso, en psicoanálisis. Freud interroga, “... ¿qué son las transferencias?: son
reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que a medida que el análisis
avanza no pueden menos que despertarse y hacerse conscientes, pero lo
característico de todo el género es la sustitución de una persona anterior por la
persona del médico. (...) Toda una serie de vivencias psíquicas anteriores que no es
revivida como algo pasado, sino como vínculo actual con la persona del médico...” 49.
Podemos decir que toda una serie de vivencias psíquicas anteriores no es revivida
como algo pasado, sino como vínculo actual con la persona del médico, “son simples
reediciones sin cambios”. La transferencia psicoanalítica se produce cuando el deseo
se aferra a un elemento muy particular que es la persona del terapeuta. Ubicaremos,
desde la lectura de Lacan, que esta “persona” es el significante del analista, y no
estrictamente su persona.

La transferencia psicoanalítica es el momento en que el deseo del paciente se


apodera del analista. El psicoanalista imanta las cargas liberadas por la represión. La
idea misma de la transferencia nos hace comprender que el analista no es exterior al
inconsciente del paciente.
49
FREUD, S. Fragmento De Análisis De Un Caso De Histeria (Dora, 1905). O.
Completas, Editorial Amorrortu, Volumen VII.

34
Es en este sentido que la observación psicoanalítica no conserva esa relación
de exterioridad que conlleva la observación psiquiátrica.

La posición del analista en la cura revela que cada caso, es también el caso del
analista mismo. El psicoanalista, como significante, forma parte de la economía
psíquica. Hay un lugar en la economía psíquica que el analista viene a ocupar. En tal
sentido, el psicoanalista es una formación del inconsciente.

El analista ocupará el lugar de ser los “restos diurnos”, desde la Teoría de los
Sueños. “... El médico será insertado en una de las “series” psíquicas que el paciente
tiene ya formadas...”.50 Dejaremos planteada su relación al Sujeto Supuesto Saber
(SSS) que Lacan formula y que desarrollaremos después.

3. La transferencia aparece como fenómeno sorpresivo.

Al principio, Freud, consideró que la transferencia no formaba parte de la


esencia de la relación terapéutica. La transferencia no estaba prevista en la teoría de
Freud. Freud nunca dejó de señalar hasta que punto su aparición resultaba extraña.
La transferencia aparece como algo no esperado para el trabajo científico y
terapéutico, como es, por ejemplo, la emergencia del amor. Será suficiente recordar
cómo Breuer se separa con verdadero terror de los efectos de su “acción”. Su paciente
Anna O, que pasaba por una crisis con síntomas de embarazo fantasioso y que gritaba
su fantasía de que su hijo era de Breuer, ella señalaba así, para la teoría
psicoanalítica, los accidentes de una transferencia que se había instalado. Ya es
sabido que Breuer partió de Viena quedando muy alterado.

Freud lo formula, en este sentido, como un fenómeno parasitario que perturba


la continuación del trabajo analítico. Reconoce, luego, que la emergencia de esta
“patología” (neurosis de transferencia) es inevitable, puesto que el deseo inconsciente
es movilizado por la cura.

4. La transferencia como obstáculo y como herramienta.

El descubrimiento de Freud del Complejo de Edipo repercute en la manera en


que entiende la transferencia. Es precisamente por lo que se hace presente en otro

50
FREUD, S. Sobre La Dinámica De La Transferencia. (1012). O. Completas, Editorial
Amorrortu, Volumen XII.

35
lugar (ante el analista como lugar del Otro) que paciente y analista se ubican en la
“otra escena”, la escena del Edipo.

Esta otra escena que se desarrolla en la situación analítica posibilita que algo
se represente y allí algo del inconsciente se exprese. Esto que representa es una
repetición que está en relación con el rechazo que ya había realizado del deseo
prohibido, que si buscamos en el pasado, lo que encontramos es un mito al que
llamamos con Freud Edipo, que da cuenta de una satisfacción imposible.

En Dinámica de la Transferencia (1912), Freud, subraya que ésta va ligada a


“prototipos imagos” (principalmente la del padre, aunque también la madre, hermanos,
etc...). Dice Freud, “... el médico será insertado en una de las “series” psíquicas que el
paciente tiene ya formadas...”51

Freud dice que, en la transferencia, el sujeto revive las figuras parentales y la


ambivalencia pulsional que caracterizan dicha relación.

Distingue dos transferencias, una positiva y otra negativa, es decir, una


transferencia de sentimientos de ternura y amor, y otra de sentimientos hostiles. Freud
piensa, aquí, la transferencia como repetición. Ubicar la transferencia en estos
términos hace de ésta un proceso que estructura el conjunto de la cura según el
prototipo de los conflictos infantiles y, esto conduce a Freud a establecer una noción
nueva, la de Neurosis de Transferencia.

Dice Freud, “... constantemente llegamos a atribuir a todos los síntomas de la


enfermedad una nueva significación transferencial, a reemplazar la neurosis corriente
por una neurosis de transferencia, de la cual (el enfermo) puede ser curado mediante
el trabajo terapéutico...”52

Desde el punto de vista de su función en la cura, Freud, clasifica la


transferencia como un obstáculo que se opone al recuerdo del material reprimido.
“...La transferencia no es por sí misma más que la repetición y la repetición es la
transferencia del pasado olvidado...”53. Pero también, señala su aparición como
inherente a la cura misma. Dice Freud, “... podemos estar seguros de encontrarla en
todo análisis relativamente serio...”54

51
FREUD, S. Sobre La Dinámica De La Transferencia. (1012). O. Completas, Editorial
Amorrortu, Volumen XII.
52
FREUD, S. Recordar, Repetir Y Elaborar (1914). O. Completas, Editorial Amorrortu,
Volumen XII.
53
FREUD, S. Recordar, Repetir Y Elaborar (1914). O. Completas, Editorial Amorrortu,
Volumen XII.

36
Freud advierte, ya tempranamente, que el mecanismo de la transferencia sobre
el médico se desencadena en el mismo momento en que están a punto de ser
develados contenidos reprimidos. Es en este sentido, que la transferencia es una
forma de resistencia y señala, al mismo tiempo, la proximidad del conflicto
inconsciente.

Con respecto al amor de transferencia, Freud señala que la demanda


amorosa ha de ser recibida sin obtener respuesta de parte del analista. “... Lo que
hacemos es conservar la transferencia amorosa, pero la tratamos como algo irreal,
como una situación por la que se ha de atravesar fatalmente en la cura y que ha de
ser referida a sus orígenes inconscientes...”. Freud piensa el amor de transferencia
como resistencia ya que el amor al analista está en el lugar del amor al saber sobre la
verdad inconsciente. Entonces, Freud, plantea la doble función de la transferencia
en la cura, en un sentido, en comparación con la rememoración es “resistencia de
transferencia”; en otro sentido, es un modo privilegiado de captar en “presencia” los
elementos del conflicto infantil que se realizan en la actualidad en la problemática
singular del paciente. Dice Freud, “... Es el terreno en el que debe obtenerse la victoria
(...) Es innegable que la tarea de controlar los fenómenos de transferencia plantea, al
psicoanalista, las máximas dificultades, pero no debe olvidarse que tales fenómenos
son, precisamente, los que nos proporcionan el inestimable servicio de actualizar y
manifestar las mociones amorosas, ocultas y olvidadas, ya que, a fin de cuentas no es
posible dar muerte a algo in absentia o in effigie...”55

Entonces, doble aspecto de la transferencia, por un lado, la transferencia en la


cura es testimonio del inconsciente. Lacan dirá, “... La transferencia es la puesta en
acto de la realidad del inconsciente...”56 Aquí la transferencia es pensada como
herramienta en el tratamiento. La transferencia tiene el valor de poder observar el
funcionamiento del mecanismo inconsciente en la actualidad misma en la sesión. Por
eso, Freud, aconsejo interpretar luego que se ha instalado la transferencia. La
emergencia de la transferencia señala la activación de los procesos inconscientes.

Pero, en otro sentido, Freud, señala que es un obstáculo para la cura. Esto lo
desarrolla muy bien en el texto “Sobre dinámica de la transferencia, 1912”. Freud

54
FREUD, S. Sobre La Psicoterapia De La Histeria. O. Completas, Editorial Amorrortu,
Volumen II.
55
FREUD, S. Sobre La Dinámica De La Transferencia. (1012). O. Completas, Editorial
Amorrortu, Volumen XII.
56
LACAN, J. Los Cuatros Conceptos Fundamentales Del Psicoanálisis. Libro XI (1964).
Editorial Paidos, 1986

37
plantea allí que cuando las asociaciones del paciente se detienen es seguro que el
analizante piensa en el analista. La transferencia, en este sentido, interrumpe las
asociaciones inconscientes. Lacan, en el Seminario XI, sitúa la transferencia en un
tiempo de “cierre del inconsciente”.

Es decir, que el análisis se hace, en cierto sentido, gracias a la transferencia y,


en otro, a pesar de ella. En tal sentido, la transferencia es conceptualizada como
apertura y cierre al proceso de la cura en tanto herramienta que posibilita analizar la
repetición y como obstáculo que se identifica a la resistencia del trabajo analítico.

Para Freud, analizar la transferencia consiste en el primer lugar en liquidar la


transferencia negativa (hostil) y la transferencia positiva erótica (amor) y, conservar la
transferencia tierna y amable, en tanto, ésta última, permite operar sobre el paciente
con un resto de sugestión necesaria en el inicio de la cura, para promover el
despliegue de la cadena asociativa. Luego, en el transcurso del tratamiento, su
análisis consistiría en desbastar la transferencia, es decir, liquidarla para llegar al fin
del análisis.

Dice Freud, “... El trabajo terapéutico se descompone, pues, en dos fases; en


la primera, toda la libido es esforzada a pasar de los síntomas a la transferencia y
concentrada ahí, y en la segunda se libra batalla en torno de este nuevo objeto, y otra
vez se libera de él a la libido...”57

5. La transferencia de sugestión.
El poder del analista como lo recuerda Lacan, es el mismo poder del
hipnotizador pero con una estricta condición: que se abstenga radicalmente de hacer
uso de él. Freud nos enseña que el poder de la transferencia da al analista el único
poder de analizar.

En términos de Lacan sería abstenerse del poder imaginario para ser sustituido
por el poder simbólico de la palabra que pone el análisis en funcionamiento.

Freud dice, “... debemos admitir que los resultados del psicoanálisis descansan
sobre la sugestión. Por sugestión debemos entender la forma de influenciar una
persona mediante los fenómenos de transferencia posibles en su caso. (...) En la
terapia psicoanalítica no nos servimos de la sugestión directa, ya que admitimos que
nuestra influencia se basa esencialmente en la transferencia, vale decir, en la
57
FREUD, S. Conferencia De Introducción Al Psicoanálisis (1916). Conferencia 28. O.
Completas. Editorial Amorrortu, Volumen XVI.

38
sugestión; y a esto enlazaron la duda sobre que la objetividad de nuestros
descubrimientos psicológicos podía echar semejante preponderancia de la sugestión.
(...) La sugestión directa es una sugestión dirigida contra la exteriorización de los
síntomas, una lucha entre la autoridad de ustedes y los motivos de la enfermedad. Al
practicarla ustedes no hacen caso de estos motivos; solo exigen al enfermo que
sofoque su exteriorización en síntomas. (...) podemos describir del siguiente modo la
diferencia entre la sugestión hipnótica y la psicoanalítica: La terapia hipnótica busca
encubrir y tapar algo en la vida anímica; la analítica, sacar a luz y remover algo. La
primera trabaja como una cosmética, la segunda como una cirugía. La primera utiliza
la sugestión para prohibir los síntomas, refuerza las represiones, pero deja intactos
todos los procesos que han llevado a la formación de síntomas. La terapia analítica
hinca más hacia la raíz, llega hasta los conflictos de los que han nacido los síntomas y
se sirve de la sugestión para modificar el desenlace de esos conflictos. (...) La terapia
hipnótica (sugestiva) deja a los pacientes inactivos e inmodificados. (...) La cura
analítica impone al médico y enfermo un difícil trabajo que es preciso realizar para
cancelar unas resistencias internas...”.10

En el tratamiento analítico la transferencia misma es objeto de análisis.

Agrega, “... En cualquier otro tratamiento sugestivo, la transferencia es


respetada cuidadosamente: se la deja intacta; en el analítico, ella misma es objeto del
tratamiento y es descompuesta en cada una de sus formas de manifestación. Para la
finalización de una cura analítica, la transferencia misma tiene que ser desmontada; y
si entonces sobreviene o se mantiene el éxito, no se basa en la sugestión, sino en la
superación de resistencias ejecutada con su ayuda y en la transformación interior
promovida en el enfermo...”.58

Si bien, la transferencia queda relacionada a un margen de sugestión inherente


en la operación analítica, Lacan, se encarga de volver a marcar la diferencia situada
por Freud, es decir, que la transferencia no es equivalente a la sugestión. En la
sugestión no reside el resorte de la transferencia analítica, aunque corresponda a ella
en parte.

Esta distinción de la transferencia de la sugestión, hace que la situación


analítica, como discurso, se distinga en la dirección de la cura de aquellos discursos
que enseñan u ordenan y, que Lacan llama a esos lazos respectivamente, Discurso
Universitario y Discurso Amo.
58
FREUD, S. Conferencia De Introducción Al Psicoanálisis (1916). Conferencia 28. O.
Completas. Editorial Amorrortu, Volumen XVI.

39
Estos discursos operan encarnando el lugar del gran Otro, investidos desde la
sugestión. En la “Dirección a la Cura y los Principios de su Poder”, Lacan dice, con
respecto a la sugestión, “... Porque Freud reconoció en seguida que ese era el
principio de su poder, el cual no se distinguía de la sugestión, pero también, que ese
poder no le daba la salida del problema, sino a condición de no utilizarlo, pues era
entonces cuando tomaba todo su desarrollo de transferencia...”59

El deseo del analista es no responder a la demanda de ser el Ideal que es


llamado a encarnar. En este sentido, la transferencia analítica no es equivalente a la
sugestión, si bien, está en relación con ella.

6. La Transferencia y el Analista.

Dijimos que en “Recuerdo, Repetición y Elaboración”, Freud, extiende el


concepto de transferencia a toda la dimensión de la cura. La transferencia es la
enfermedad artificial que se produce en la cura y que, él llama “Neurosis de
Transferencia”. Para Freud, los síntomas, adquieren una nueva significación a partir
del movimiento transferencial.

¿En qué lugar se encuentra el psicoanalista en la cura? Se coloca en el lugar


donde se dirige el síntoma. El síntoma es siempre, un mensaje dirigido al Otro.
Entonces, el analista, es el receptor del síntoma y el lugar que le debe a la
transferencia es el que le permite operar sobre el síntoma. Si la transferencia se
instala cuando la repetición triunfa sobre la rememoración, el analista, pide mediante la
“asociación libre” la rememoración. Por lo tanto, Freud, aconseja no responder
satisfaciendo la demanda del paciente porque produciría así la intensificación de la
resistencia, ya que la transferencia se opone a la rememoración y conduce a la
repetición.

En Observaciones sobre el Amor de Transferencia, Freud, señala, allí que la


transferencia sostiene la resistencia, justamente, por el amor que provoca. Freud dice,
que este amor transferencial es:

a) deducido, en parte, por la repetición de los antiguos amores infantiles.

b) el amor de transferencia no cede a la interpretación, quedando un resto


reacio a la misma. Este resto escapa a la repetición.

59
LACAN, J. La Dirección De La Cura. Escritos I. Editorial Siglo XXI. México, 1979.

40
Este resto queda articulado al analista como presencia, como cuerpo real.
Esto determina que la transferencia no es equivalente al concepto de repetición.

En la Conferencia de Introducción al Psicoanálisis (Conferencia 28, 1916),


Freud, piensa a la transferencia como un campo de batalla donde nos apoderamos
del síntoma, en tanto la libido (energía sexual) está adherida al síntoma. Freud dice
que el analista debe apoderarse del síntoma y aclara que esa libido adherida a un
objeto irreal será desplazada a otro que es el analista.

En tal sentido el analista, está ubicado en el lugar del objeto, de ese objeto
irreal. Freud sitúa cómo esta operación produce el amor de transferencia. Aclara,
además, que la libido no abandona fácilmente a los objetos (fijación) y por ello es de
crucial importancia el acto del analista, en el inicio del análisis, para lograr que el
paciente ceda el objeto de la fijación hacia el analista. La tarea del analista es “...
desasir la libido de sus provisionales ligaduras, sustraídas al yo para ponerla de nuevo
al servicio de este...”60

7. La Transferencia y el Más Allá del Principio del Placer.

En “Más Allá del Principio del Placer”, texto de 1920, Freud ubica, en su
capítulo III, los tres tiempos freudianos en la dirección de la cura:

Al primer tiempo lo llama el arte de interpretar, en donde podemos ubicar la


época optimista de Freud. Él creía que era posible hacer consciente lo inconsciente,
es decir, llenar las lagunas mnémicas. Esta época coincide con su concepción del
inconsciente descriptivo y que concluye con los Escritos Técnicos. Hasta aquí, la
transferencia, no cubre todo el campo de la cura y, solo emerge, como inesperada y
como repetición.

Un segundo tiempo que podemos llamar análisis de la resistencia. Coincide


con el concepto freudiano de inconsciente dinámico. La transferencia se vuelve central
y está planteada, fundamentalmente, como resistencia.

A partir de 1920 aparece un tercer período que ya no es tan optimista, donde


Freud, descubre la pulsión de muerte y conceptualiza la causa de la repetición, la
compulsión a la repetición articulada a la inercia psíquica en la operación analítica.

60
FREUD, S. Conferencia De Introducción Al Psicoanálisis (1916). Conferencia 28. O.
Completas. Editorial Amorrortu, Volumen XVI.

41
Freud dice una frase esencial, “... no hay que olvidar que el inconsciente, lo reprimido,
no ofrece ninguna resistencia a los esfuerzos de la cura...”
Freud señala que lo reprimido es inconsciente pero no todo lo inconsciente
es reprimido. Comienza a construir la Segunda Tópica (Ello, Yo y Superyo) y ubica
a las resistencias como diferentes, provenientes del Yo, Ello y Superyo (Inhibición,
Síntoma y Angustia).

En “Análisis Terminable e Interminable”, Freud, habla del factor cuantitativo de


la intensidad pulsional. El analista tendría que quebrar la inercia psíquica (vale decir, la
fijación de la libido del sujeto adherida al objeto). El objeto de la pulsión, el quantum
pulsional en tanto excede a la repetición va a ser lo real del vínculo al objeto,
produciendo, en transferencia, lo que desborda a la repetición, la causa real del deseo.

A ese real de la castración, Freud, lo llama factor cuantitativo. Eso que no


puede ligarse al campo de las representaciones. El analista ocupa el lugar de la causa,
pero una causa inquietante. “... El analista es, ahora, solo un extraño que le dirige al
paciente exigencias desagradables...”61. La resistencia de la transferencia queda
conectada con la pulsión de muerte, como una resistencia al levantamiento de la
resistencia.

De Freud a Lacan: La Transferencia Simbólica, Imaginaria y Real.

La transferencia aparece, siempre, como un concepto ambiguo, que se


confunde con otros conceptos, en un sentido, con la repetición, en otro, con la
resistencia y con la sugestión en un tercer sentido.

Esta confusión es eliminada por Lacan en un texto llamado “Los Cuatro


Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis”, Seminario XI. Explica, allí,
fundamentalmente, cómo la transferencia es un concepto no superpuesto a la
repetición. También, a lo largo de su obra, Lacan ubicará distintas modalidades de la
transferencia, planteando tres registros en que se juegan en la cura y que es de gran
importancia poder ubicar:

a) La transferencia Imaginaria.

b) La Transferencia Simbólica.

c) La Transferencia Real.

61
FREUD, S. Análisis Terminable E Interminable (1937). O. Completas, Editorial
Amorrortu, Volumen XXIII.

42
a) La Transferencia Imaginaria tendría que ver con la intersubjetividad
paciente - analista y con la repetición de imagos infantiles localizadas en la persona
del analista. El analista está ubicado en el lugar del otro semejante. Frente a la queja y
sufrimiento neurótico, el analista, será el padre, madre, etc... para el paciente. Diremos
que en la dirección de la cura, no se trata, entonces, de responder identificándose con
el personaje. No se trata de responder encarnando el Ideal del yo. Pero rechazar el
plano imaginario, es decir, no responder como una madre, padre o el Ideal, no quiere
decir, tampoco, que el analista no alojará ese lugar. Lo alojará pero no lo actuará, se
abstendrá.

Cuando el analista responde intersubjetivamente se constituye una


transferencia salvaje, es decir una transferencia sin analista.

b) Transferencia Simbólica: dimensión propiamente analítica. El analista está


como representante (supuesto) del saber (inconsciente). La transferencia simbólica
está articulada al concepto de Sujeto Supuesto Saber. El analista está como receptor
del mensaje en el lugar del Otro. Ocupando así un lugar (de escucha) de terceridad
que, como efecto estructural, se instala así en el lugar del saber no sabido, es decir, el
lugar de saber inconsciente. La transferencia simbólica hace a un principio que
conlleva a la lógica misma del análisis y que tiene que ver con el acto del analista de
esa invitación que hace al paciente de “decir todo lo que se le ocurra” sin retener nada.
El SSS es una consecuencia lógica de este procedimiento y es el principio
constituyente de la transferencia analítica, ya que es el resorte que posibilita el
despliegue asociativo.

c) La Transferencia Real. Tiene que ver con ese aspecto del analista como
presencia no representada. Esta presencia aparece cuando cae la imagen de éste.
Cuando se presentifica algo de ese cuerpo extraño (libido) apoderado por el analista,
se presentifica en él mismo su lugar de objeto irreal. El analista queda articulado al
quantum pulsional como pura presencia de objeto. Cuando caen los ideales, la imagen
del analista queda como pura presencia sin imagen. Como objeto que sustituye los
objetos de la fijación de la libido.

43
La posición del Analista y El Sujeto Supuesto al Saber.

Lacan nos dice en la Proposición del 9 de Octubre (1967): “... al comienzo del
psicoanálisis está la transferencia. (...) El SSS es, para nosotros, el pivote desde el
que se articula todo lo tocante a la transferencia...”62

Lacan funda la transferencia sobre el dispositivo mismo de la cura, como una


consecuencia inmediata de la Regla Fundamental (Asociación Libre). El SSS es un
principio que constituye a la lógica misma del psicoanálisis y al acto del analista a
partir de la invitación que hace al paciente a decir todo lo que se le ocurra sin
retener nada.

El SSS es consecuencia directa de este acto del analista y principio


constituyente de la transferencia. Dice Lacan, “... Se ve que el psicoanálisis consiste
en el mantenimiento de una situación convenida entre dos partenaires que se asumen
en ella como el psicoanalizante y el psicoanalista, solo podría desarrollarse a costa del
constituyente ternario que es el significante, introducido en el discurso que se
instaura, el cual tiene nombre: el sujeto supuesto al saber, formación, no de artificio
sino de veras, desprendido del significante...”63

El SSS no es de ningún modo, como se ha imaginado, que el psicoanalista


sabe todo y que hay un “sujeto” al saber inconsciente. Esto es la versión neurótica
del SSS. Diremos que el analista es un significante y, como tal, forma parte de la
economía psíquica. Hay un lugar en la “economía psíquica” que el analista viene a
ocupar. Esto es la transferencia. El analista es una formación del inconsciente.

El analista es el que ocupa en el artificio ese lugar de saber. Decir sujeto


supuesto saber, señala que el analista esta su-puesto como sujeto y en el puesto del
saber inconsciente, de ese saber no sabido por el sujeto del que ya hablara Freud. El
analizante es invitado a colocarse en posición de entregarse a la asociación libre. Su
mensaje se dirige al gran Otro que encarnado por el analista, queda éste así colocado
para el paciente, como el sujeto que se supone sabe el sentido inconsciente.

El SSS es un efecto de la estructura de la situación analítica, lo cual es muy


diferente a identificarse con él. La identificación del analista con la posición del gran
Otro, es la posición del amo. Esto, si bien es dominante en la influencia del

62
LACAN, J. Proposición Del 9 De Octubre De 1967. Editorial Manantial, Bs. As.,
1987.
63
LACAN, J. Proposición Del 9 De Octubre De 1967. Editorial Manantial, Bs. As.,1987.

44
psicoanálisis anglosajón, ubicando al analista como superyo del paciente, nada tiene
que ver con los fundamentos freudianos.

El SSS, en el sentido de Lacan, es la estructura de apertura de la partida, de la


entrada en juego. El analista, con su acto, tiene la función de garantizar la experiencia
analítica. Su acto es plantear el axioma fundamental de la asociación libre: “diga
todo lo que se le ocurra” que implica plantear “todo tiene una causa”. El trabajo, la
producción queda del lado del analizante. Por eso es de gran importancia el silencio
del analista. Medir lo que dice, no otorgar sentido, no descifrar todo, no colocar un
segundo texto, abstenerse de sus pre-juicios. Su intervención apunta, más bien, a
producir un equívoco en el discurso del paciente que le permita al analizante
escuchar lo que él dice y que no sabe que dice. Que produzca en él una pregunta
del orden, “¿qué estoy diciendo, cuando digo ésto?”.

El análisis de la transferencia implica descubrir que no hay, en sentido real, el


SSS. Lo que constituye el destino del analista es saber de su falso ser en la
transferencia, es decir, que en verdad no existe el SSS. El analista no debe
identificarse al Otro, no debe ser un Ideal, un modelo, un educador, sino, como Freud
enseño, dejar libre el campo a la emergencia de la individualidad del deseo del
paciente.

En este sentido, el analista, representará el residuo de la operación analítica.


Esto será el fin de análisis, que se dirigirá desde el inicio.

Volvamos a la apertura.

Freud se pregunta, en Iniciación al Tratamiento, ¿cuándo comienza un


análisis? Dice, “... no antes de que se haya establecido en el paciente una
transferencia operativa, un rapport en regla...”64

¿Cómo se realiza esta apertura a la transferencia? Por dos cuestiones:

1. el paciente se coloca en posición de entregarse a la búsqueda de la


verdad.

2. se entrega a la asociación libre en transferencia.

Entonces, la base en el inicio del dispositivo analítico nos es dada por un acto,
el del analista que le dice al paciente “Diga todo lo que se le ocurre”. Su acto lo
introduce en el dispositivo analítico que Lacan llamó discurso analítico.

64
FREUD, S. Sobre La Iniciación Del Tratamiento (1913). O. Completas, Editorial
Amorrortu, Volumen XII.

45
¿Qué implica introducirlo en el discurso analítico? Que el sujeto pase de una
pura pasividad de la queja a una actividad que lo implique en su decir. Que el sujeto se
interrogue por sus dichos, sus equívocos, que se implique en su discurso, que se
encuentre con lo inesperado de su decir.

Esto es lo que Lacan sitúa en “Dirección de la cura” como “rectificar la


relación del sujeto con la realidad”. Es decir, que las relaciones de la realidad dejen
de ser de pura pasividad para ser de actividad. Esto implica ubicar cómo el paciente
está situado en lo que dice.

Lacan dice que para interpretar hay que esperar la transferencia. Si la


transferencia no está instalada, si la dimensión del SSS no está encarnada en el
analista, paciente y analista, irán camino al fracaso.

Colette Soler dice, “... Podemos hablar, pues, del falso trabajo de ambos, falso
en el sentido de que trabajan cuando trabajan, inútilmente en lo referente a la
revelación de su ser. Aquí es donde, el psicoanalista, puede no hacerse cómplice, lo
cual supone provocar el punto de angustia que surge cuando la presencia del deseo
del Otro hace inminente su determinación...”

Diremos que no alcanza con que el paciente suponga un saber sobre sus
síntomas, sino que es necesario que ese saber se encarne en un analista, porque para
comenzar un análisis es necesario como condición, que el paciente ceda su síntoma,
es decir, que esta versión se dirija al Otro encarnado en el analista. Esto es por otra
parte lo que Freud sitúa en las Conferencias de 1916 (Conferencia 28): que el analista
se apodere del síntoma. Es producir la neoproducción del síntoma, es decir, la
neurosis de transferencia. Esto implica que este síntoma que el paciente traía, en tanto
el analista se lo apodera, permite que se produzca nuevamente el síntoma (en
transferencia). No un nuevo síntoma, sino un síntoma producido de nuevo y, por lo
tanto, transferencia de libido.

Lo que el psicoanálisis descubre es que el síntoma se produce por efecto de


una representación reprimida. Esta representación reprimida opera sobre lo que el
sujeto sabe sobre sí mismo, produciéndole un desconocimiento. El sujeto para el
psicoanálisis es el sujeto dividido ($).

El analista se instala a escuchar la queja del sujeto. Su padecimiento, su


confesión. El paciente pide un saber sobre su sufrimiento. El analista, si bien no sabe

46
sobre él, sí sabe algo: que su síntoma se sostiene en una representación en posición
reprimida.

¿Cómo saber cuál? Aquella, dice Freud, que retorna de lo reprimido: las
formaciones de lo inconsciente (sueños, lapsus, actos fallidos, etc...) que son
representaciones reprimidas que retornan. El analista estará allí, en atención flotante,
escuchando la emergencia de las representaciones reprimidas. Que el analista esté en
atención flotante quiere decir que dirá lo que escucha aunque no lo entiende. Él no
comprende ni sabe cuáles son las representaciones reprimidas para el síntoma de ese
paciente. Entonces el analista no habla desde el lugar del saber, del comprender, sino
que escucha y dice lo que no entiende.

Con esto que el analista dice, el paciente puede hacer varias cosas:
desestimarlo, ignorarlo o producir una nueva versión de lo que a él le ocurre al
integrar lo que el analista dijo. Esta nueva versión de lo que dice está causada por eso
que el analista escuchó. ¿Qué le pasa al paciente cuando surge esto? Va a suponer
que allí hay un saber sobre lo que le pasa. Supone que el analista (Sujeto) sabía el
sentido que se produjo.

El paciente es el que trabaja y produce su nueva versión sobre si, causado por
el analista, pero él cree que el analista (sujeto) sabía sobre sí (supuesto saber). Había
un saber supuesto a ese Otro sujeto.

El dispositivo produce, entonces, un sujeto supuesto al saber, un saber


supuesto a esa intervención. Como vemos, siguiendo a Freud y a Lacan, la
interpretación funciona como tal para el paciente, en tanto se instale el SSS. Lacan, en
la Proposición del 9 de Octubre, desarrolla una fórmula de la transferencia, la fórmula
del SSS. En esta fórmula sitúa cuatro términos que vamos a situar y que explica lo ya
desarrollado.

St La formula da cuenta de
Sq
s (S1, S2, S3 ... Sn) cómo comienzan los análisis y la
función del resorte simbólico
(sujeto) ( saber supuesto)
llamado SSS. Los análisis
comienzan por la demanda. La
transferencia es un efecto de la demanda. El resorte simbólico que formuló Lacan de
la transferencia es el SSS. El SSS funda el análisis sobre la relación del sujeto a la

47
palabra, corriendo el acento que ponían los posfreudianos sobre los sentimientos al
analista y el analista como objeto de repetición.

La demanda al SSS es demanda a la significación. En el comienzo de un


análisis tiene que haber un acto (del analista): la producción de este sujeto supuesto
saber. Entonces la transferencia es el acto fundante del análisis.

Diremos que el análisis comienza por el significante de la transferencia (St). El


significante de la transferencia es un significante singular. El significante de la
transferencia es a propósito de que el sujeto se pregunte “esto qué quiere decir”. Es
decir que el sujeto busque en el analista una significación, la búsqueda de una
respuesta en el analista. Se trata, entonces:

a) que busque una significación,

b) que la significación la busque en el analista.

El analista es, entonces, otro significante, el significante cualquiera.

Por debajo de la barra: su-puesto a ese significante escribe sujeto y el saber


que estaba supuesto a ese significante cualquiera.

Entonces, el paciente dice y el analista escucha. La transferencia ubica un


sujeto supuesto a ese significante y un saber supuesto a ese significante. Es decir que
esta intervención de escucha que hace el analista permite un saber supuesto a él.

El lugar del analista es el de escuchar otro significante en más. El analista


escucha lo que se repite de St. El significante cualquiera es ese significante que el
analista escucha y sanciona. De esta articulación entre dos (significante de la
transferencia y significante cualquiera), surge una significación que en la transferencia,
es una significación inconsciente que reenvía a lo reprimido.

Podemos decir, que hay efecto de escucha analítica cuando se localiza el


significante de la transferencia, produciendo en el sujeto una nueva relación a su
discurso.

¿Cuál es la importancia de pensar la transferencia como resorte simbólico en la


cura? Sin la instalación de la transferencia no hay sentido de comenzar un análisis. El
paciente diría siempre la misma versión en su decir y sin implicación. Las
intervenciones del analista no tendrán así el poder de causar en el paciente el que se
implique en su decir.

48
Conclusión.

Para Freud y Lacan la transferencia es pensada como el resorte de la cura y


principio mismo de su poder. El análisis que se promete como remedio a la neurosis,
debería, no obstante, comenzar dando lugar a una nueva neurosis, la neurosis de
transferencia.

El análisis de la resistencia en la transferencia es lo que constituye al


psicoanálisis en una terapéutica que no es como las otras.

49
La Histeria Hoy. Un Nuevo Desafío para la Clínica Psicoanalítica
(Presentación de un Caso).
María Teresa Reyes.
Resumen.
Sin duda, los analistas, nos encontramos con un nuevo desafío para el
Psicoanálisis frente al incremento de presentaciones clínicas que no podemos ubicar
clínicamente como neurosis de transferencia. Más allá de la diferencia entre
sintomatologías, las une un denominador común: la carencia de representación
psíquica. Sus penas son mostradas allí donde no son habladas como formaciones del
inconsciente.

Frente a estas, es necesario maniobrar con recursos y estrategias que permitan


acotar las escenas en lo real para posibilitar el pasaje entre lo que “insiste en
mostrarse” en una “insistencia en decirse”. La cuestión crucial es cómo lograr que
esos acting, la droga, los trastornos alimenticios o las psicosomáticas cedan a la
palabra.
Se expondrá –luego de plantear algunas consideraciones sobre las manifestaciones
de la clínica actual– un caso clínico de una joven que se presta, bajo la modalidad de
acting,
desorganizada, confusa, sin orientación subjetiva, con falta de identidad sexual y
delirios persecutorios.

Introducción.

“... El Psicoanálisis se apoya con seguridad


en la observación de los hechos de la vida anímica;
por eso, su superestructura teórica es todavía incompleta
y se encuentra en un proceso de permanente transformación...”
(Freud, S. (1926) “Psicoanálisis”. Obras Completas. XX, pág. 254. Bs. As., Amorrortu,
1979)

La práctica psicoanalítica reciente recibe consultas de sujetos en los cuales se


percibe una subjetividad amputada que se presenta, a veces, sin identidad sexual,
subjetiva o moral. Las situamos en el borde de la neurosis como “seres fronterizos”
a los cuales, frecuentemente, se les ha dado el nombre de “borderline” o de “self
falso”. Pacientes a los que hace tiempo atrás se los hubiera considerado
inanalizables.

50
Es así como los analistas tienden a inventar nuevos paradigmas clínicos que
permiten explicar estos fenómenos que se presentan por fuera de las clásicas
formaciones del inconsciente y que, más allá de las diferencias sintomatológicas,
los une un denominador común: la carencia de representación psíquica. Sus penas
son así mostradas, allí donde no pueden ser habladas, es decir, trasmitidas
simbólicamente por la palabra.

Si bien no podemos desconocer que estas presentaciones clínicas - como los


trastornos alimenticios, la toxicomanía, los actings, las enfermedades psicosomáticas y
las depresiones – existen desde todos los tiempos, es incuestionable que hay un
notable incremento de ellas y que son propias de las características de la época. Es
por ello necesario no descuidar la ubicación de la lógica del contexto social en el que
se inscriben y producen. Es un desafío para el Psicoanálisis dar cuenta de estos
fenómenos sin caer apresuradamente en inventar nuevos paradigmas clínicos. Pero
Freud nos advierte sobre la necesaria articulación de la teoría psicoanalítica a los
“reclamos de la vida real”; de lo contrario, el Psicoanálisis será ineficaz como
terapéutica.

En la Conferencia 34 de “Las nuevas conferencias de introducción al Psicoanálisis”,


Freud dice: “... el Psicoanálisis nació como terapia... Los fracasos que
experimentamos como terapeutas nos ponen una y otra vez delante de tareas nuevas,
y los reclamos de la vida real constituyen una eficaz defensa contra la hipertrofia de la
especulación que, sin embargo, nos resulta imprescindible en nuestro trabajo...”65.
El futuro del Psicoanálisis depende de que pueda afrontar dos grandes retos: a - La
competencia con las neurociencias: la “pastilla” o la “palabra”; b - La prueba a la que
se ve sometido por estas nuevas presentaciones clínicas que no se manifiestan bajo
las formaciones del inconsciente y que convergen con la “aparente facilidad” que
ofrece la “farmacología” solidaria de la evidente “apatía del deseo de saber” que
promueve la sociedad contemporánea del rendimiento y el estrés, donde es
privilegiada la compra y venta de mercancías e imágenes en detrimento de la “vida
interior”, con la consecuente falla en la orientación subjetiva. El bienestar de la
sociedad moderna apunta a una economía del goce autístico y al empuje de un goce
que conlleva a la repetitiva desilusión, ante la velocidad de lo descartable del objeto
tecnológico.

65

Freud, S. 34ª conferencia. Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones”. Obras Completas. V.


XX. Bs. As., Amorrortu, 1979.

51
¿Podrían pensarse, estas patologías contemporáneas, como neurosis fallidas,
también llamadas neurosis graves o narcisísticas? Neurosis que fallan por la
declinación del nombre del padre y que tratan de remediarse con los ropajes que la
época ofrece, donde el incremento de éstas se debe a que la sociedad actual tampoco
funciona como ordenador simbólico, propiciando aún más este orden de fenómenos
clínicos que muestran esa “desorientación subjetiva” que los acompaña. Podrían
pensarse a éstas, en principio, como “neurosis que no son de transferencia”.

Por tal motivo, no es posible, con estos pacientes (por lo menos al comienzo),
utilizar los dispositivos técnicos propios del análisis. No se trata de adaptar al paciente
a estas técnicas, sino que las mismas se adapten a la particularidad del caso.

Freud ya lo había anticipado en su correspondencia a Ferenczi: “... Los analistas...


no percibieron la elasticidad de las reglas que expuse y se sometieron a ellas como si
fueran tabúes... Todo esto tendría que ser revisado alguna vez...”66
Cuando la posibilidad de transferencia no está disponible en la estructura, ésta
requiere de una operación previa del analista. El analista tendría que ofertar un lugar
“de intervalo” que promueva la interrogación para que el sujeto pueda alojar allí el
objeto al que se identifica permitiendo el despliegue del fantasma y la implicación
subjetiva con respecto a sus síntomas. La dirección de la cura apuntará a bordear lo
traumático y a apostar al inconsciente.

Es necesario, además, una y otra vez, en la dirección de la cura dar cierta


orientación a veces con intervenciones explicativas y reconstructivas de la historia, y
producir maniobras de acotamiento de las escenas en lo real que permitan hacer un
pasaje de lo que “insiste en mostrarse” a la “insistencia en decirse”.

Muchas veces, las inscripciones simbólicas quedan a cuenta del analista que con
su presencia activa (deseo del analista) es el sostén de “eso” que en la estructura falla.
El analista se convierte, para el paciente, en aquel que funciona como suplencia de
esa falla, que se constituye como punto de referencia, como brújula en la existencia de
ese sujeto.

La cuestión crucial es cómo lograr que esos actings, la droga, los trastornos
alimenticios o las psicosomáticas cedan a la palabra. Es necesario instaurar en estos
posibles analizantes - que aún no demandan un saber, pero demandan auxilio – se
creé en ellos alguna dimensión de confianza. En el Seminario XI, Lacan se pregunta
“¿En torno a qué gira la confianza del analizante?”. Y responde sin vacilar: “En torno al
66
Correspondencia de Freud a Ferenczi.

52
deseo del analista” y agregará: “El sujeto es supuesto saber solo porque es sujeto de
deseo”67

Es el deseo del analista el soporte de la asociación libre, Regla Fundamental del


análisis. Frente a estas manifestaciones clínicas que no son neurosis de
transferencia, sería necesario entonces un primer tiempo lógico destinado a introducir
esa “suposición de un deseo en el analista”. Pero éste no se trata de una
especialización de tratamiento de síntomas, ni de un saber estratégico (en los términos
en que lo plantean las psicoterapias en general), sino de poner en juego “su deseo”
que, en muchos de estos casos, se presenta como “preocupación e interés del
analista”. El deseo del analista implica arriesgarse a dejarse interrogar, convirtiéndose
en el destinatario de la pregunta del sujeto. No es una técnica de la supresión del
síntoma. Por el contrario, se trata de propiciar la búsqueda de la verdad sostenida
desde el discurso analítico.

Dice Freud: “... Les dije que el Psicoanálisis se inició como una terapia, pero no
quise recomendarlo al interés de ustedes en calidad de tal, sino por su contenido de
verdad, por las informaciones que nos brinda sobre lo que toca más de cerca al
hombre: su propio ser...”68

Caso Clínico: De la deriva a un punto de partida.


La paciente a la que llamaré Lucy, tiene 18 años y vive sola con la madre desde
hace un año. Sus padres se separaron cuando ella tenía 2 años. La madre jamás
volvió a tener una pareja.
Lucy me conoce en un Seminario. Un día desaparece. Me dan su teléfono y la
llamo para preguntarle por su ausencia.
Al año me llama diciendo: “Su llamado me sorprendió, me sorprendió que hubiera
registrado mi ausencia. Necesito verla”
La paciente se presenta desaliñada, habla en forma confusa, contradictoria y
entrecortada. Aparece como adormecida, su tono de voz es bajo y su mirada perdida y
como si en momentos se interceptara el pensamiento. Cuenta escenas de acting
continuos, no puede tener un hilo de pensamiento, se pierde, anda a la deriva y se
angustia cuando percibe esto. “No sé, me pierdo, no sé que estaba diciendo, es como
si no pudiera pensar. Algo me está pasando, entran y salen ideas como si me fuera a
67
Lacan, J: Seminario XI.
68
Freud, S. “34ª Conferencia. Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones”. Obras Completas,
V. XXII, pág. 145. Bs. As., Amorrortu, 1979.

53
pasar algo feo, me siento a la deriva. Desaparezco de un lugar y me encuentro en otro
y no sé cómo fue, cómo llegué”. Le cuesta hablar, se queda en silencio.
Ante la interrogación de la analista no puede explicar lo que le sucede. Relata
algunas cosas en forma “desordenada” y me pregunta si la puedo seguir. Le digo que
hable como pueda y subrayo algunas cosas que dice. Otras veces trato de orientar o
reconstruir sus dichos. Cuenta que tiene todo revuelto, que no sale de la casa, que la
madre está encima de ella todo el tiempo, no se puede sacar la mirada de encima y
le dice que es desordenada, la persigue con esto, le busca cosas en el ropero. Se
mete en todos lados. Del padre dice que no puede contar con él.
El hermano (que es el que hace todo bien) también pretende guiar su vida “puesto
en el lugar del padre”. Éste le dice que no tiene que salir de noche y se pelean. “Me
quedo a la noche en el boliche y cuando vuelvo me quedo despierta. Duermo de día.
Me quedo tirada. Mi mamá quiere que ordene y me despierta. El otro día me tiró toda
la ropa por la ventana porque estaba toda desordenada, toda tirada”.
A – ¡Toda tirada!
L – Mi mamá está enojada y yo no puedo con esto. Necesito hacer un orden, tirar
algunas cosas.
Desde el discurso materno se trata de tirar lo que no entra en el orden. La analista
aloja el desorden que ella trae y esto cobra dimensión en acto: dejar que sus
pensamientos desordenados vengan, en vez de tirarlos. Frente al discurso materno
Lucy, solo puede construir una Otredad opaca (desorden, al margen, desaparecida)
respecto de éste está todo bien, ordenado (prolijidad masculina del hermano) para la
mirada materna.

Lucy cuenta de sus noches en el boliche y de su atracción por un Drag Queen


llamado La Baronesa, por la cual despliega todos sus brillos.

A - ¿Cómo es la atracción?
L – Es como si se jugara todo: lo femenino y masculino.
Cuenta historias sobre mujeres que están atrás de ella y una historia con un “gay” al
que convierte en heterosexual: “Él no podía con las mujeres y yo hice que pudiera”.
A – Estás preocupada por hacer pasar al gay a la heterosexualidad, un hombre que
no podía con las mujeres y que ahora puede.
Intervención que asocia con el padre. Dice que lo ve caído, permisivo, pasivo,
femenino y manejado por las mujeres.

54
Lucy manifiesta que es siente confusa. Que está en un estado adormecido. “No sé,
es raro, yo estoy pensando, tratando de organizarme, necesito tiempo para llegar a
algún lugar. Pero no sé, no sé qué digo. Me pierdo. La gente no me entiende. Con el
Drag Queen nos entendemos, jugamos, estamos pero no. ¿No se entiende qué quiero
decir? (Se angustia y llora). La paciente muestra su punto de angustia allí donde habla
sin llegar al Otro. Ante su apelación al SSS, mis intervenciones apuntan a capturar
algo de lo que dice e invitarla a seguir hablando. Lucy continúa: No sé si quiero seguir
yendo al boliche, me siento rara, yo pertenezco allí pero no, me fui y aparecí en un
lugar que no conocía, volví al otro día, estuve por allí... en un lugar descampado”.
La paciente cuenta con humor que la madre está horrorizada porque ella invitó a su
amigo “La Baronesa” a su casa. Y mientras éste contaba sus historias la madre no le
sacaba los ojos de encima. “Yo miraba la escena y me causaba risa”. Ante esta
escena, los ojos de la madre quedan en otro lugar y no sobre ella.
Al tiempo cuenta con angustia que su amigo Drag Queen desapareció y que
probablemente se fue a algún lugar con su novia (otra Drag Queen). A partir de aquí
empieza a estar más en silencio y cuenta que se siente rara, que cuando piensa algo
se interrumpe el pensamiento y se pierde. Su aspecto físico está deteriorado.
La madre le habla todo el tiempo y le pregunta cosas, dice que la trata “como una
loca”. Manifiesta tener miedo.
Yo, como analista, siento preocupación y no sé bien qué hacer porque me
preocupa su estado de confusión y sus actings. Por otra parte, ante el llamado a sus
padres, éstos no responden y me preocupa también que Lucy es menor de edad. Le
propongo ver a un médico para ver sí es necesario medicarla para que pueda dormir.
Manifiesta que tiene miedo que la medicación le haga mal al cerebro, pero acepta ir al
psiquiatra. La psiquiatría no le gusta porque le “pregunta mucho, la invade, no la deja
hablar, le explica todo, no para de hablar”.
Porque el analista no sabe todo, es que ella está dispuesta a hablar. Lucy capta la
angustia de la analista y la lee como un deseo: la analista está preocupada por ella.
Decido apostar a la transferencia y dar más lugar a la escucha de su palabra. Le digo
que no la voy a medicar pero que tiene que venir más. Acepta.
Lucy me pide venir por las mañanas, así tiene la obligación de levantarse. Le insisto
en la necesidad, para continuar el tratamiento, de tener una entrevista con los padres.
Introduzco la dimensión de la ley: es necesario legalmente, porque ella es menor.
Lucy, finalmente, consigue que éstos me llamen.

55
Entrevista con los padres.
La madre dice que ella sabe todo sobre la hija. “Siempre fue rara, si no es psicótica,
le pega en el poste. Algo me dice que va a terminar mal. Yo soy vidente y sé de lo
que le hablo. Yo no sé qué hacer con ella. Yo lo dije a él (el padre) que no es
conveniente que se trate con usted porque él no va a poder pagar y yo no tengo plata.
Es mejor que no se meta a comprometerse porque después no puede, que vaya a un
hospital”
El padre dice: ¿Cuánto tiempo tengo que invertir en ella? Y, después, ¿va a poder
hacer algo? Yo me suelo caer tanto anímicamente como económicamente. Tengo
problemas.

Guardar un secreto. Un punto de partida.


Lucy relata angustiada que la madre le ha dicho que hoy tiene que hablar conmigo
de cosas graves que le vienen pasando.
A – No es necesario que lo digas, si hoy no tenés ganas. Vos podes guardar tus
secretos.
L - ¡Claro!, ¡Este es el punto de partida!
En la transferencia se encuentra con Otro al que no hace falta que le diga todo.
Lucy capta algo crucial de esta intervención del analista. Que ella pueda tener un
secreto es un punto de partida del Otro materno. Tener un secreto posibilita que ella
quede fuera de la madre, con vida interior, fuera de esa mirada que todo lo ve.
En esa sesión la paciente no cuenta nada, pero a la siguiente me trae una carta
donde queda desplegado un delirio persecutorio. En esa sesión no quiere hablar, por
temor a ser escuchada. Le digo que no hable de esto con nadie. Le ofrezco guardar su
carta y Lucy acepta.

En las siguientes sesiones confiesa que hace tiempo tiene sentimientos de


persecución: siente voces, risas y teme ser escuchada y no tener intimidad. Lucy
atrapada como objeto materno, su paranoización revela cómo ella es todo vista y oída
como si estuviera abierta, sin un adentro ante esta madre vidente. A partir de la
intervención del puede tener un secreto, habla de esos sentimientos con cierta
vacilación.
La analista toma la persecución en su valor significante y la pone a trabajar
abriendo el interrogante de la relación entre la persecución y la videncia
persecutoria de la madre. Mis intervenciones apuntan al descompletamiento del Otro

56
materno, “si vos no le contás, ella no sabe”, “vos decís que ella te dice que no sabe
qué hacer”, etc.
Lucy pregunta al analista que piensa de esto que a ella le pasa. Decido
responderle: “Sentir sensaciones locas no la definen como loca”.
Lucy responde con entusiasmo: “entonces no estoy loca”. Su discurso empieza a
organizarse de modo sorprendente a partir de la nominación del analista. Habla de su
miedo a volverse loca, al mismo tiempo que ceden sus actings y su paranoia. Su
estado físico mejora, se arregla y sale de la casa de día. Señala que no está con la
madre todo el tiempo y que la ve, ahora, angustiada. Empieza a salir con la cuñada y
con algunos amigos.
Falta a una sesión y dice, en la siguiente: “Falté porque no quería defraudarla,
porque no pude hacer algo, ¿no se enoja, verdad?”. Sonriendo, le digo: “Se puede no
poder y se puede faltar”. Intervención que apunta a posibilitar que pueda faltarle al
Otro, situando el descompletamiento del Otro. Lucy asocia que la madre pasó, para
ella, de estar enojada a angustiada.
Su discurso actual gira en torno a hablar de la cuñada como una mujer que sabe
tener al hermano. Aparece una primera pregunta: por qué ella no ha tenido nunca
un novio. Momento del análisis que muestra una interrogación analítica:
¿histerización del discurso? Lucy quiere localizar y reconstruir, desde su análisis, a
partir de cuándo se empezó a sentir a la deriva y cómo lo simple para otros fue tan
difícil para ella: guardar un secreto, elegir cuándo estar y cuándo no, descubrimiento
que ella nombra como su punto de partida.

57
LA ANGUSTIA: EL ACTING OUT Y EL PASAJE AL ACTO.
DOS MODALIDADES CLÍNICAS DE LO IMPRONUNCIABLE.

A decir verdad, el pensamiento


de los analistas es una acción que se
deshace... Esto deja alguna esperanza
de que, si le hace pensar en ello, pase
de retomarlo a representarlo (Lacan -
Dirección de la Cura).

El Acting Out y el Pasaje al Acto son dos instancias de la clínica


psicoanalítica que debemos pensarlas en el marco de la transferencia como modus
operandi de la cura.
Tanto el Acting Out como el Pasaje al Acto son modalidades clínicas que
permiten ceñir lo real en la actuación. Son dos lugares privilegiados para pensar algo
de lo real de eso, que queda fuera del discurso. Una verdad que no puede
desplegarse sino a través de la actuación que es el terreno que verdaderamente
desafía la clínica. Aquello que es del orden de lo compulsivo en la repetición.

Lacan piensa lo real como el campo central del análisis. En el Seminario X


sitúa la angustia en relación con un campo central (ya trazado en el Seminario Sobre
La Ética) que es el campo del goce.
¿Cómo pensar estas manifestaciones clínicas en la dirección de la cura?
1. ¿Cómo obstáculo?, ¿Punto de detención?, ¿Imposibilidad de análisis?
2. ¿Cómo contingente?
3. ¿Cómo necesario?
4. ¿Cómo errores del análisis?
Estas dos modalidades clínicas suponen en la cura un punto de detención que
genera en el analista, la dimensión de la duda en cuanto a cómo proseguir. El
cuestionamiento de la posición del analista en términos de deseo del analista, el
problema del límite de la interpretación y, por lo tanto, una puesta a prueba de la
transferencia.
La pregunta que nos guiará en este trabajo será, ¿Cómo abordar desde la
transferencia estas instancias clínicas?
El operar con estas dos modalidades de respuesta del sujeto implican
momentos cruciales que revelan algo de la estructura, allí donde estos modos de
respuesta valen por lo real.

58
Para abordar estas dos fenomenologías clínicas recorreremos algunos
conceptos freudianos y lacanianos que nos permiten entender mejor por qué un sujeto
realiza estos comportamientos.
Recorreremos el origen freudiano de la noción de Acting Out. El término
Acting Out surgió en la experiencia freudiana ligado al proceso analítico instaurado a
partir de la regla de Asociación Libre.
Freud descubrió que el paciente no recordaba siempre lo olvidado y reprimido
sino que lo reproducía como acción. La actuación quedaba ligada a la repetición
siendo su fundamento la resistencia. La operación analítica consistía en mantener
dentro de la esfera psíquica aquella que quedaba fuera del recuerdo y que derivaba a
la motricidad, es decir, a la acción.
Freud puntualiza este proceder psíquico en su “Epilogo” de Dora, donde trabaja
el tema de la transferencia. En “Dinámica De La Transferencia” el actuar y el repetir
eran lo mismo. Repetición y actuación eran sinónimos. Freud dice que en el análisis
todo converge sobre la transferencia y sostiene que no se puede analizar el pasado
sin hacerlo presente y que el pasado se actualiza en acto en la acción de la
transferencia(3).
Es en “Recuerdo, Repetición Y Elaboración” donde utiliza la palabra alemana
agieren(2) que significa acción.
Actúa en lugar de recordar. Dice Freud “el analizado no recuerda en general
nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa” (2). El actuar se opone entonces al
recordar y se liga en la obra freudiana al problema de la transferencia.
Pero a su vez, Freud descubre que este Actuar es un modo de recordar y se
produce inevitablemente en un análisis.
En este artículo, si bien Freud se opone el recordar al actuar, ubica, sin
embargo, el agieren en la dimensión de la repetición, como una manera de recordar.
Es en “Más Allá del Principio del Placer” que podemos encontrar en Freud que
una cosa es la repetición y otra la actuación donde tematiza la compulsión a la
repetición(4). Lo cual reconceptualiza lo dicho en “Recuerdo, Repetición Y
Elaboración”. Por lo tanto, recuerdo y repetición se separan, una cosa es la
actuación, por el lado de la compulsión, y otra la repetición. Diremos con Freud que
la actuación es una repetición, pero no en el relato. La actuación como compulsión
queda adscripta al margen del discurso, el margen de lo simbólico.

59
La repetición, en cambio, es simbólica, es esencialmente significante, y en ella
está en juego una dialéctica entre lo idéntico y lo no idéntico. El retorno de lo mismo a
través de lo diferente.
La repetición se produce en el marco de la asociación libre en términos de
significantes que retornan de lo reprimido. La actuación, en cambio, supone la
aparición en la escena de otra cosa que significantes, la aparición del objeto.
El objeto es algo que sale de la cadena significante, que es expulsado de la
cadena discursiva. Freud descubre, entonces, que hay algo del orden de la repetición
y diferencia lo que causa la repetición de lo que está afuera de la repetición y que
Lacan llama Objeto a.
Lacan, en el Seminario XI, plantea una diferencia muy importante entre lo que,
en términos de repetición significante (automatón) y la determinación del sujeto por el
encuentro con lo real, que es en realidad un mal encuentro, que determina el actuar
del sujeto: “...En tanto la acción que está en juego en el retorno no es retorno de lo
idéntico en lo no idéntico (retorno de lo reprimido), sino que es retorno de lo
idéntico en sí, de eso que es siempre lo mismo. Lo absoluto del objeto imposible de
ese encuentro...”(5).
Lacan, en el Seminario de la Angustia, plantea una relación esencial de la
angustia con la acción como tal: “actuar es arrancar de la angustia su certeza”(6).
Actuar es operar una transferencia de certeza que sólo la angustia puede dar al
acto, esta certeza de la angustia que no engaña, se refiere a que no se articula al
equívoco significante. Esta surge cuando el sujeto se lee como no siendo más que un
cuerpo no reconocido por el Otro, es decir como resto, como desecho. La angustia no
engaña, ya que su imaginario es también real, aparece ante la presencia del objeto.

Lacan en el Seminario RSI se pregunta qué es la angustia y dice: “... es lo que


en el interior del cuerpo existe cuando algo lo despierta, lo atormenta. Eso que en el
nudo es un punto, el a y que revela en su goce lo imaginario de una captura. La
captura imaginaria del a en el campo del Otro...”(7).
La angustia es entonces, frente a lo que el sujeto lee en el Otro, en su nivel
yoíco, “... la sensación que tenemos de reducirnos a nuestro cuerpo, cuando ninguna
imagen suya se refleja en el espejo del Otro, cuando no somos para el Otro más que
un desecho (objeto arrojado en lo real)...”(9).
Tanto Freud como Lacan ubican a la angustia en un lugar central de la
estructura. En el lugar de la causa, de las diferentes operaciones psíquicas, que son
las diferentes respuestas del sujeto a la angustia. La angustia como lugar central de

60
la estructura; es también llamada trauma por Freud, es decir, lo traumático como
angustia de castración.

¿Qué es lo traumático de la angustia de castración?(8).


Es la castración del Otro S(A) en tanto deviene la aparición del Otro como
deseante, es decir, el encuentro del sujeto como a en la medida en que es producto de
la operación de división del sujeto en el campo del Otro. Es la posición de no saber
quién se es para el Deseo del Otro, en tanto que el Deseo del Otro es la posibilidad
de existencia del sujeto. Esto tiene una consecuencia muy importante en lo tocante a
la relación entre el objeto y el deseo.
Para que el sujeto pueda actuar, para que haya acto del sujeto, el deseo, como
deseo del Otro, debe operar.
“... Alguien puede devenir objeto, ocupar el lugar de lo que causa el deseo del Otro,
sólo una vez que el Otro lo perdió. No podemos ser causa de nada sin haber sido
perdidos, porque nos constituimos como objeto a en tanto hemos sido perdidos.
Lacan, al respecto, es estrictamente freudiano, incluso de la más estricta ortodoxia
freudiana, al sostener que sólo en la pérdida se constituye el objeto en su relación
con el deseo...”(9).

Lacan se remite en el Seminario de la Angustia a “Inhibición, Síntoma Y Angustia”


que es un lugar privilegiado donde Freud diferencia las formas de la pérdida. Ese
momento de identificación al objeto, es el límite que Freud traza entre el duelo y la
melancolía, momento de pasaje de la pérdida del objeto a la pérdida del yo. La
posibilidad de la constitución del sujeto como causa del deseo del Otro, es en tanto el
Otro sea otro barrado, deseante. El sujeto se identifica con ese objeto perdido por el
Otro, esto es con la falta que habita en el Otro, en tanto, Otro barrado.

Para que el sujeto se constituya como causa debería colocarse en la posición de


objeto perdido del goce del otro, es decir, perderse como objeto de goce y relacionarse
con la falta del otro, pues dicha “posición de objeto de goce tiende, justamente, a
obturar la falta en la que habita el deseo”.

El sujeto entra al mundo como un cuerpo. Como un sujeto en lo real que debe ser
marcado por el Otro, simbolizado, para dejar de ser cuerpo y pasa a tener un
cuerpo. Como el Otro no tiene todos los significantes, porque está barrado, hay algo
de ese cuerpo que no es nombrado totalmente. Hay un resto de ese cuerpo que
permanece como no sabido por los significantes del Otro. Esta falta del Otro es la

61
imposibilidad de nombrar la totalidad del cuerpo. Freud ubica en ese punto de falla de
saber del Otro a la castración, a lo femenino y a la muerte.

A esto que el sujeto no puede saber sobre él, en tanto el Otro no es otro del saber,
Lacan lo llama, el Otro en tanto cuerpo, es el cuerpo que representa la pérdida
original del sujeto como la AUSTOSSUNG (expulsión), cuerpo excluido de lo
simbólico. Este cuerpo que no es nombrado por el Otro como saber, posiciona al
sujeto en la dimensión de la angustia, porque el sujeto en ese punto no sabe quién es.

La angustia, es la última pantalla de lo real: “... última pantalla (insoportable ella


misma, indecible, obscena) de un encuentro con el cuerpo del otro, que reduce el
sujeto a no ser más que mudez...”(10).

El sujeto, intenta localizar ese cuerpo que está más allá de la representación, de lo
simbólico, de lo significante, en un objeto imaginario como una manera de taponar la
angustia, la respuesta que encuentra es el fantasma que viene a ligar ese cuerpo
expulsado de lo simbólico (cuerpo real), a uno de los objetos de la pulsión parcial
(como objeto localizado separado).

A lo largo de todo el Seminario de la Angustia, Lacan va a caracterizar el objeto a,


como un objeto que no es faltante ni sustituible, pero que puede funcionar como
sustituto, el a, parte caída del cuerpo, es producido en la relación del sujeto con el
Otro. El fantasma, como pantalla de lo real, tiene una función de montaje del objeto
parcial como simulacro del a, en donde el sujeto construye cierta certeza, con relación
a lo que del Otro aparece como un deseo desconocido.

La angustia, es entonces la concurrencia del acercamiento del sujeto al deseo del


Otro, respuesta insoportable que introduce la castración del Otro en tanto que
deseante y como tal, el fantasma, es la pantalla que defiende al sujeto de ese deseo.

El soporte de la función del deseo sostiene al sujeto en su existencia, en la medida


en que esa relación al Otro es accesible por algún rodeo, esencialmente relacionado
con una ausencia y sostenida por una trama que es el fantasma.

Cuando en el lugar donde debe aparecer la falta, donde ni el a ni el -fi pueden ser
representados, se hace en cambio, presente algo, es decir, “la falta, falta”, la
angustia surge.

En este punto, Lacan trabaja la relación de la angustia con el UNHEIMLICHE (6). Se


trata de una presencia inquietante. Es una presencia que no se puede ver. Es la
presencia de algo, que no aparece bajo la forma de una representación, es el objeto

62
a. Lacan dice: “La angustia no es señal de una falta (de objeto), sino la falta de apoyo
de dicha falta. De este modo, no es la nostalgia del pecho, la que engendra la
angustia, sino la inminencia del pecho materno”(6).

Lacan dirá que el fantasma es una pantalla que se pinta en la tela que oculta la
ventana, para ocultar la visión que ofrece la ventana. El marco es, pues, condición
necesaria del fantasma. Entonces, el fantasma, es una construcción que va a dar
respuesta al enigma del deseo del Otro. ¿Qué hay detrás de esta pantalla?. La
hendidura del deseo del Otro, es decir, su enigma. Por eso hay una relación intrínseca
entre el marco y la angustia. La hendidura es la barra que castra al Otro, lo que hace
surgir al sujeto como deseante, lo que señala su castración.

Diremos entonces, que el Pasaje al Acto y el Acting Out son dos respuestas
frente a la angustia en el orden de la acción y se diferencian del síntoma en que éste
es una respuesta del sujeto que puede situar el a en el campo del Otro, es decir, el
síntoma es una vía que mediatiza el deseo y tramita la angustia.

En el Acting Out y el Pasaje al Acto se pierde la dimensión del sujeto, el deseo


queda abolido, se pierde la estructura metonímica, no hay percatación subjetiva de
estas acciones, por lo tanto, el sujeto no se interroga por las mismas.

El síntoma está en la trama significante, mientras que estas acciones quedan por
fuera de lo simbólico. Tanto en el Pasaje al Acto como en el Acting Out, a diferencia
de aquel, el sujeto queda sustraído a los equívocos significantes. Estos
comportamientos están en el lugar del decir, poniendo en juego aquello que no
puede ser dicho, lo que vale por lo real en la estructura, aquello que lo simbólico
delimita como objeto a. Hay entonces, una relación directa de estos
comportamientos con el objeto a, resto de la relación del sujeto con el campo del
Otro.

Estos comportamientos son entonces ininterpretables, ya que están fuera del


discurso, quedan por fuera de lo reprimido porque implican un más allá de la palabra y,
por lo tanto, ponen en juego el a, que no aparece como falta en el deslizamiento
significante, como en el caso del síntoma.

En este sentido diremos que, el Acting Out y el Pasaje al Acto son dos
modalidades clínicas de lo impronunciable y como tal son dos lugares privilegiados
para pensar la cuestión de lo real en el análisis.

63
PASAJE AL ACTO

El Pasaje al Acto es una respuesta no fantasmática a la angustia, respuesta en el


orden de la acción de carácter desesperado que implica la angustia de no poder
esperar del Otro. En el Otro hay respuesta a la pregunta del sujeto por su deseo. Esto
responde a la angustia suscitada arrojándose fuera de la escena, encarnando al
objeto no sabido por el Otro (objeto a) como objeto no parcial (no recortado, no
limitado) encarnado en el propio cuerpo.

El Pasaje al Acto señala “que se abandonan los equívocos del pensamiento, de la


palabra y del lenguaje por el acto (...) Si lo pensamos a partir del pasaje al acto,
diremos que el sujeto se sustrae a los equívocos de la palabra, así como a toda una
dialéctica del reconocimiento; crea una situación sin salida respecto del otro y es por
esto, propiamente hablando, que la apuesta del acto no es cifrable” (11).

Es necesario distinguir el Pasaje al Acto del Acting Out, que siempre ocurre en
una escena. Según Miller: “Por el contrario, en el Pasaje al Acto no hay más
espectador. Hay desaparición de esta escena y digamos que el sujeto está
eventualmente muerto (...) Será él, muerto, quien mirará a los otros y les planteará su
pregunta y les hará sentir el por qué de su mirada” (11).

El acto es siempre auto, es decir que él es precisamente lo que lo separa del


Otro(12).

El Pasaje al Acto es una caída de lo simbólico y, al mismo tiempo, una caída del
espejo, ya que no hay reconocimiento de ninguna imagen. Es una salida del marco,
una salida de la escena en la medida en que el sujeto se identifica al objeto a en esa
función de desecho y se arroja de la escena.

El objeto cumple su función particular. Cae de la escena haciendo cesar la misma


en el instante de su caída, ¿en qué función está el Otro para que el sujeto realice un
Pasaje al Acto? El Otro no cumple una posición de intérprete en el sentido de que no
escucha nada, es un Otro que está solidificado, en posición de omnipotencia absoluta.

Lacan dice que el Otro está en posición de falo absoluto, en el sentido que es un
Otro sin barrar, sin ningún espacio para que el sujeto se constituya. Entonces, ¿a qué
se identifica el sujeto?. Simplemente a lo que queda de eso, al desecho, que es el
Objeto a en posición de resto.

64
El sujeto para descompletar al Otro, se convierte en el desecho, se arroja de la
escena, del campo del Otro, es el intento de hacer desaparecer al Otro que lo goza,
intento de situar una falta en el Otro.

El Pasaje al Acto, es entonces, una respuesta no fantasmática a la angustia, es la


puesta en acción de una oferta sacrificial del sujeto, como objeto desecho, caído.
Como intento de una reinscripción del sujeto, el sujeto al arrojarse de la escena busca
un “nacer de vuelta”. Se trata de empezar de nuevo con ese Otro, de buscar una falta
en el Otro que permita efectivamente inscribirse, ya que el Otro no daba ningún lugar a
esto, por lo tanto, el sujeto trata de inscribirse en lo real. Se va a otro lado, se escapa
de la escena hacia “otro mundo”. Esto se observa claramente en las fugas infantiles,
donde son una manera de decir “aquí no tengo lugar para inscribirme, entonces me
inscribo en otro lugar”.

Lacan va a decir que el correlato esencial del Pasaje al Acto es ese dejarse caer,
esa súbita puesta en relación del sujeto con lo que él es como a. Se trata de un acto
que, por analogía con el parto implica un precipitarse por la ventana, acto
paradigmático del melancólico en tanto la ventana, como metáfora de la laguna es
tributaria de un pasaje a otro mundo.

“La ventana en la medida en que nos recuerda el límite entre la escena y el mundo,
nos indica el significado de un acto por el que en cierto modo el sujeto vuelve a esa
exclusión fundamental en la que se siente, en el momento mismo en que en el
absoluto de un sujeto, absoluto del que sólo nosotros, los analistas, podemos tener
una idea, se conjugan el deseo y la ley”(6).

“La homosexualidad femenina salta por encima de la pequeña barrera que la


separa del canal por el que pasa el pequeño tranvía semi subterráneo de Viena” (6).
Lacan va a decir en el Seminario X que en el Pasaje al Acto hay una conjunción entre
deseo y ley. En la homosexualidad femenina, el padre es otro solidificado, donde ella
no logra entrar en su deseo. La ley es el deseo del padre, un falo absoluto. “La
confrontación del deseo del padre sobre la que está constituido toda su conducta
presentifica la ley en la mirada de aquel que hace que ella (la homosexualidad), se
sienta definitivamente identificada y, al mismo tiempo, rechazada, dejectada
(dejestés). Fuera de escena”(6). Sólo el “dejarse caer”, puede agujerear ese saber
absoluto, con esta pérdida en lo real caerá de lo simbólico, como una manera de
producir una falta en el Otro. Nacería así, en el Otro, una pregunta: ¿Qué es lo que yo
no sabía?, ¿Cómo sucedió esto?

65
El Pasaje al Acto puede aparecer como un suicidio o su intento, como lo
observamos en la homosexualidad femenina, pero también aparece en la clínica
con otras modalidades del mismo. Por ejemplo, en el sujeto histérico, en el caso
Dora, se plantea una disyuntiva entre saber sobre el deseo y ser el objeto causa de
este. Cuando el señor K, en posición de amo, le confiesa que su mujer no es nada
para él, Dora lo abofetea “saliendo de la escena”, pero lo buscado por ella es el
saber sobre el deseo del señor K sobre su esposa y no sostener el lugar de objeto
causa de él. Estaría encarnando la posición de lo no sabido, como objeto causa de
deseo. La bofetada es el Pasaje al Acto que la saca de esta escena, de esa
posición de objeto. Romper la escena para poder seguir con la pretensión de saber
sobre ese cuerpo resistente al saber, la feminidad.

El Pasaje al Acto puede aparecer también en la dimensión de la cura


misma, como un modo de interrupción del tratamiento. La ruptura del análisis, como
huida de la escena, está dada porque el sujeto queda en posición de angustia por la
relación con el analista, ubicado este como Otro absoluto. Dicho de otra manera,
cuando el analista no ocupa el lugar de la nada, es decir del Objeto a, este lugar es
ocupado por el paciente.

El Pasaje al Acto, a diferencia del Acting Out, no sorprende al analista, se


lo ve venir, es el punto final de algo que se viene anticipando, aunque a veces no
muy claramente. El caso de la joven homosexual es un buen ejemplo para pensar
dicho Pasaje al Acto y su anticipación. Si el Pasaje al Acto es la caída, la historia
anterior es un Acting desplegado a toda la historia que esta joven realizó frente a la
mirada del padre.

Diremos entonces, que en esta identificación del sujeto con el objeto, aquel
está excluido. Ya no “se siente” más excluido, sino lo que está, “se excluye en la
acción con todo su cuerpo”. “La segregación, ya no será un mecanismo
intersubjetivo, sino una salida súbita hacia el mundo real”. “Al sujeto no le falta una
parte, sino que él mismo es la parte faltante”. “En la búsqueda por producir un resto
se termina siéndolo”(12).

66
EL ACTING OUT.

Lacan define al Acting Out como “algo” en la conducta del sujeto que se
“muestra”. Dice, en el Seminario de la Angustia: “El acento demostrativo, la
orientación hacia el otro de todo acting debe ser destacado”(6). Ya Freud insiste en
el caso de la homosexualidad femenina, que a los ojos de todos (especialmente del
padre), cuanto más escandalosa es dicha conducta homosexual más se acentúa”
(13)
.

El sujeto se pone a actuar sobre esta escena bajo la mirada del Otro,
necesita del Otro en posición de espectador. Es decir, muestra su caída en tanto se
ubica como resto, pero la escena es mostrarse como resto y no serlo como en el
caso del Pasaje al Acto. El Acting Out implica un resto que está más allá de la
palabra, por eso es irrecordable, porque no pertenece a lo reprimido, es del orden
de lo indecible y pone en escena el objeto a como causa, eso que está más allá de
la palabra. Por eso cuando se dice Acting Out, se enfatiza el out, el afuera, lo que
implica la salida del sujeto de la cadena discursiva. Es un fuera de la cadena
discursiva, un fuera del orden significante y, por lo tanto, lo que pone en juego es
aquello que no puede ser dicho por estructura; ese resto que está más allá de la
palabra.

Es en este sentido que Freud opone el recordar al actuar. Diremos que se


actúa aquello que no es del orden de lo recordado. En ese sentido, el acting sería
una reproducción del acto diferente de lo que conceptualiza Lacan como repetición
que es inherente al orden significante y por lo tanto, dicha reproducción evoca
siempre una representación faltante. Es entonces una problemática en la dialéctica
del deseo en tanto no hay operación de inclusión del a en el Otro, en la medida en
que dicho Otro actúa como un muro inexpugnable.

Como veremos en el ejemplo de la homosexualidad femenina de Freud, su


acting es la consecuencia de no saber, de cómo ocupar un lugar en el deseo del
padre. Es por lo tanto una respuesta del orden de una acción para defenderse en
ese punto donde el Otro no se pregunta sobre su deseo. El Acting Out es un
mostrante del resto irreductible a la simbolización del Otro en el marco del
sostenimiento de la escena.

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CARACTERÍSTICAS DEL ACTING OUT.

a. Siempre es una acción.


b. Aparece de forma brusca.
c. Rompe la cadena asociativa.
d. No interroga al sujeto. A diferencia con el síntoma no cuestiona su subjetividad.
e. Es la apuesta en acto del fantasma.
f. Lo importante de la escena es que es de carácter visual y lo que muestra es el
resto.
g. No produce asociaciones.
h. Siempre se dirige al Otro que desfallece en su función como tal. Apela a una
respuesta.
i. La función simbólica está desfalleciente.
j. Hay mantenimiento de la escena (se diferencia en esto del Pasaje al Acto).
k. Se trata de una escena teatral. En el acting lo que está en juego es un real del
teatro. Lacan propone pensar el teatro al revés de lo que se piensa en el teatro
moderno, donde los actores bajan a la sala; sino más bien hay que pensarlo como la
presencia de los espectadores en el escenario.

Dicha mostración no se presta al deslizamiento del deseo sino que es una


acción que se dirige al Otro y reclama una respuesta al analista. En esta respuesta por
la acción el a aparece como causa que se dirige al Otro y reclama una respuesta del
analista.

Esto es el acting; la presencia del objeto en la escena y lo esencial es la


mostración del resto y no de la escena misma.

Si el acting pone en escena lo irreductible (el resto) no puede ser interpretado,


interpretar los significantes de la escena no reduce el acting, porque lo esencial, como
dijimos, no es la escena, sino lo mostrante del resto. El analista no debe intervenir con
la interpretación pero sí responder con alguna intervención. Lacan se pregunta, ¿cuál
es la posición del analista frente al acting?.

En el Seminario de la Angustia éste indica que el acting es una “transferencia sin


analista”, una transferencia que demanda un analista que pide interpretación.

En este sentido, el Acting Out es un out respecto al dispositivo analítico de la regla


fundamental. Si el Acting Out es pensado por Lacan como Transferencia Salvaje,

68
plantea al analista el cómo domesticarla, ya que el acting se dirige a él, es decir, lo
que suele estar en juego en todo acting es la transferencia.

El acting es un llamado al otro como “amago a la transferencia” (6) que es la


Transferencia Salvaje, esto es una transferencia sin análisis. Concibe en tal sentido,
que el “el analista no es exterior al acting”, es decir, que marca el lugar del analista
como destinatario del acting. Por eso Lacan dice a los analistas que el “Acting Out
tiene la necesidad de ustedes”(6) y “que es un amargo de la transferencia”(6).

El acting revela entonces dos situaciones a pensar:

a. El Acting Out denota un imposible para el sujeto, es una defensa de éste que
implica un modo de articularse al Otro. Es una demanda no articulada con el fin
de que el analista interprete el señuelo que el acting recorta para indicar el
modo de resto en que está colocado el sujeto.
b. El acting, como búsqueda en la transferencia, intenta señalar un daño en la
escena analítica, donde se le demanda al analista su presencia, su lugar, lugar
éste al que apunta dicho acting, porque si hay que retomarlo, es porque se ha
perdido. Hay un aforismo lacaniano con respecto a esto, “el analista es el
partero del Acting Out”. Es un modo de respuesta del paciente frente a la
posición histérica del analista o frente a la posición de éste como Otro absoluto,
es decir, sería el efecto de la no escucha. Sitúa una puesta entre paréntesis del
proceso transferencial en la dimensión simbólica, es un pedido de
interpretación, un pedido al Otro que se encuentra desfalleciente y reducido a
su función imaginaria y vacilante en la transferencia del sujeto supuesto saber.
Es una llamada al analista a sostener el dispositivo analítico.

En este punto, podemos pensar, lo que Lacan trabaja con respecto a Ernest
Kriss a propósito del caso de supuesto plagio. Kriss elige el camino de mostrarle a
su paciente que él no ha plagiado nada, que su trabajo es original y honesto, por lo
tanto, pasa al acto, es decir, va a buscar en el mundo las pruebas y le dice que ha
leído su libro que nada tiene de plagiado y que es absolutamente original. El sujeto,
dice Lacan, no puede discutirle al analista y al salir se va a un restaurante y como
sesos frescos como respuesta a la intervención del analista, con lo cual este
sujeto “pone en escena aquel “pedacito de cosa” que toda la originalidad de su libro
no contenía. Le muestra al analista que hay un objeto de su deseo fuera. En el
Seminario de la Angustia Lacan plantea que, “con los sesos, el paciente, le hace

69
sentir a Kriss: “todo lo que usted dice es cierto, pero sencillamente no toca la
cuestión, quedan los sesos frescos, se lo demostraré, iré a comerlos al salir, para
contárselo la próxima vez”(6).

Cuando un analista no interroga al deseo que allí se pone en juego, da lugar


al acting. Lacan piensa que Kriss podría haberlo interpretado mejor diciéndole que
efectivamente, él era el ladrón, pero lo que había robado era nada. Dice
textualmente, “Kriss lo pudo haber interpretado mejor, se pudo haber interpretado,
es para ser interpretado se hace para ofrecerlo al analista, para ponerle en escena
al analista algo”(6).

Diremos que ese algo es ese “pedacito de nada”, los sesos frescos,
mostrándole a él que toda la originalidad que el analista decía que tenía, en verdad,
no lo representaba. Ese algo es el deseo articulado objetivamente como objeto a y,
por lo tanto, este acting es un llamado al analista para que ocupe su lugar. Lo que
hizo Kriss, por el contrario, fue salirse del lugar del analista al ir a buscar la verdad
en la realidad fáctica. Salirse del lugar no es solo interpretar mal o bien – si es
posible determinar esto –, sino no poder pensar que hay un resto imposible de
interpretar y que éste debe ser alojado en la transferencia. El analista sería,
entonces, el lugar donde se exterioriza para el sujeto su objeto, es decir, el lugar del
analista como semblante.

El lugar del analista es ser depositario de ese objeto. Diremos entonces, que
el acting se produce cuando el analista no soporta ser depositario del objeto y sale
corriendo como Kriss a buscar - en un ejemplo como éste - una prueba en la
realidad de la veracidad del discurso del paciente.

Lacan nos dice que “... a diferencia del síntoma, el Acting Out, es el
“amago de la transferencia”. Es la transferencia salvaje (...) De esto resulta que una
de las maneras de plantear la cuestión, en lo relativo a la organización de la
transferencia (...) es preguntarse cómo “domesticar la transferencia salvaje”, cómo
hacer entrar el elefante salvaje en el cercado, cómo poner a dar vueltas al caballo
en el picadero...”(6). (...) Esto es una forma de plantear el problema de la
transferencia; sería muy útil hacerlo por este extremo, pues es la única manera de
saber cómo actuar con el Acting Out”(6).

70
Lacan nos marca aquí un camino para pensar cómo operar con el Acting y
es por el lado de la transferencia como habría que pensar la estrategia de la cura.

Si hay una Transferencia Salvaje, ésta habría que diferenciarla de la


Transferencia Analítica. Es el acto analítico el que transforma una “Transferencia
No Analítica o Salvaje” en “Transferencia Analítica”.

El dispositivo del discurso analítico se instaura a partir de un acto del


analista. Y sólo hay transferencia analítica en tanto hay acto analítico.

Por eso pienso que cuando Lacan plantea el “acting como una transferencia
sin analista” es porque falla el acto del analista, o sea, que el acting es una
respuesta en análisis a la falta del acto analítico. El acting reclama del analista un
acto que instale el discurso analítico.

Diremos entonces que el acting como amago de la transferencia es propio


del discurso histérico, por lo tanto la transferencia del discurso histérico es
equiparable al acting.

El Discurso Histérico

$ S1
a S2
Los lugares son:
El Agente. El Otro.
La Verdad. La Producción.
Referencias:
S1: Significante Amo
S2: El Saber
$: El Sujeto
a: El Plus de goce

El discurso histérico hace que trabaje el amo, es la demanda de que un amo que
trabaje como esclavo y lo que demanda es interpretación.

El analista debe estar advertido de que frente al acting las significaciones no


alcanzan en la medida en que la cuestión central de éste no consiste en los sentidos

71
de la escena, sino que lo esencial es que dicha escena muestra el resto. No se trata
de responder a la demanda de interpretación, sino que lo que permite domesticar la
transferencia salvaje es el deseo del analista. Esto debe entenderse en el sentido de
que el analista debe sostener la dimensión de resto en la medida en que queda
advertido de lo que el acting señala, es decir tomando sus señas, el acting servirá
como herramienta en la dirección de la cura.

Cuando, en cambio, el analista no pesquisa lo que muestra el acting y actúa


urgido, culpándose por su dificultad en la transferencia o angustiado por no encontrar
una estrategia o deslumbrado por el ideal de mejoría, éste se pone a trabajar sin
determinar qué objeto está en juego y se comienza a dar sentidos, interpreta más y
más los actings, respondiendo en forma creciente a la demanda y perdiendo el eje de
la estrategia que es la transferencia en la dirección de la cura. Se produce así una
imposibilidad de analizar.

El deseo del analista es lo que posibilita a éste despertar del goce que, a veces,
invade el dispositivo analítico. Por eso Lacan dice que no hay interpretación sin acto,
porque una interpretación sin acto analítico, es decir, sin pesquisar estos lugares en
los que el analista es llamado en la transferencia, no produce este pasaje necesario de
la Transferencia Salvaje a la Transferencia Analítica como condición de trabajo.

El acto analítico, es el que se funda en el discurso analítico, es el que hace que el


sujeto del discurso histérico se ponga a trabajar y “... desaloja a dicho sujeto de ese
lugar de amo que ha ocupado en dicho discurso, para ponerlo, en cambio, en el lugar
de trabajo, poniendo en el lugar de amo al objeto...”. (14)

El acto analítico pone al sujeto a asociar libremente, instalando el dispositivo del


discurso analítico.

Discurso Analítico

impo
sibili
dad

A S1 El analista está ubicado en el lugar de objeto causa


S2 S2

72
Si pensamos en el ejemplo de Dora, Lacan argumenta cómo su larga historia entre
el Sr. K, la Sra. K, el padre, etc...; es un acting. Dora instalada en el discurso histérico,
muestra sus actings. Freud hace una maniobra en la transferencia que transforma
esos actings, esa transferencia salvaje, propia del discurso histérico, en discurso
analítico. El señalamiento de Freud donde le pregunta a Dora cómo está incluida en
todo eso(1) la ubica a Dora en posición de sujeto, de tener que trabajar analíticamente
con los significantes que la determinan (asociación libre).

Diremos entonces, que el Acting Out es posible en un momento del análisis donde
falla el dispositivo analítico, allí donde no está en juego el discurso analítico.

En este sentido, es el acting el que llama al analista a que reinstale con su acto ese
discurso.

Por lo tanto, la función del analista consiste en tratar de sintomatizar el acting.

Para ello es necesario que el sujeto salga de la posición de ser el objeto de la


escena mirada y pueda ver lo que el acting muestra. Es decir se debe procurar
enfrentar al sujeto con la función del acting, esto es la restitución de un objeto en
relación con el ideal. “El lugar del ideal se encuentra en el punto donde ese objeto es
amable para el sujeto”. Por lo tanto, discriminar ese punto en el cual el sujeto se
presenta como amado permite al analista tomar una estrategia transferencial.

HIPÓTESIS

Dado que el psicoanálisis sostiene que no hay recetas generales, y si bien, todo
fenómeno clínico supone pensar su intervención en el caso por caso, he pensado dos
maneras tácticas posibles para operar clínicamente frente al acting, situado en el
marco de determinada transferencia.

1. Construcción Del Sujeto En La Escena.


Consiste en situar al analizante en un lugar particular de la escena que venga a
instalarse en lugar de la angustia. Averiguando el modo en que dicho sujeto se
visualiza como amado. Esto implica incluir la dimensión del sujeto en la escena, y de
esa manera permitir la posibilidad de sintomatizar el acting, para luego poder
preguntarse sobre su responsabilidad.
Si el acting es, por ejemplo:

73
Acting Out. Escena – El analista es convocado a
Actuación. mirar la escena, lo esencial
el resto.
El sujeto no puede ver
queda como objeto mirada

Esta primera intervención llamada construcción de la escena, permite que


el sujeto que no veía la escena pase a verla, es decir que vea lo que la escena
muestra, resultando así una convocatoria al sujeto.

Esta construcción de la escena constituye un abordaje que sitúa la función


de la causa. El analista pregunta por la escena, e interviene originando la función
de la causa, pero esta causa es no sabida por el analista: no la interpreta, no da
sentidos; sino que convoca al sujeto a verse en la escena, preguntarse por su lugar
allí y situar que hay una causa.

Freud le preguntaba a Dora cómo estaba implicada ella en toda esa historia
(escena – acting). Esta maniobra en la transferencia posibilita instaurar la
sintomatización del acting, o sea, la instauración del discurso analítico que sostiene
el dispositivo de trabajo analítico.

Analista construye la escena. Mirar del lado del sujeto $


Muestra la escena. Le pregunta al analizante como sujeto que mira la
sujeto “cómo está incluido en la escena y se pregunta por su lugar.
escena”.

74
2. El analista como semblante.

El analista se convierte en el semblante de ese resto que se aísla del acting,


transformándose él mismo en el objeto. Pero debe estar advertido de que no debe evitar ese
lugar, en el sentido de que no debe rehusarlo, ni tampoco ubicarse “realmente” en él.

El acto analítico posibilita que se muestre lo esencial de la escena, la posición de


objeto del analizante, sobre lo visto, y que lo lleve a trabajar sobre lo visto.

Actuación del analista mostrando lo Analizante en la escena (el objeto)


esencial del analizante es la escena como sujeto $ mira al analista que con
(el objeto). su acto lleva al analizante a trabajar
Analista como semblante. en el dispositivo analítico.

El analista aquí está haciendo semblante, es decir, apariencia de la aparición de un objeto en


escena.

La responsabilidad del analista se pone en juego desde el deseo del analista. Sólo el analista
que soporte su destitución subjetiva, podrá soportar ocupar el lugar de esa nada, que es la
causa del decir del analizante. Freud dice que la transferencia analítica es el motor que
permite que el analizante se mantenga en su impulso de trabajar en análisis.

Es la posición misma del analista “su deseo de ser semblante de esa nada” (objeto) lo que lleva
a desconsolidar “esa nada” para que el paciente allí hable(10).

CONCLUSIÓN.

El Acting Out y el Pasaje al Acto son dos modalidades clínicas de lo impronunciable, es decir
aquello que está más allá de la deriva significante. Son dos patologías del acto. Estos
comportamientos son dos maneras de responder a la castración. Son el encuentro con lo que
toma el valor de lo real y que como tal llama al acto del analista. La responsabilidad del
analista implica no eludir lo real, no se trata de evitarlo, sino de ampliar el límite para la
producción del sujeto, es decir de sintomatizarlo.

En este sentido, Lacan sitúa el campo central en el goce y lo real. La responsabilidad del
analista es entonces una responsabilidad sobre lo real, éste será responsable de situar eso que

75
el sujeto muestra como su irreductible, intentando hacerlo hablar. Que el analista esté por su
deseo en el lugar de la causa, es para que el analizante siga hablando.

Pensemos que estas actuaciones del sujeto (el Acting Out y el Pasaje al Acto) son modos de
acceso a la realidad del goce, es decir, aquello que en la estructura vale como real. No se trata
de evitar obsesivamente estas actuaciones, sino de encontrar la maniobra desde la
transferencia para poder operar con estas modalidades clínicas en el caso por caso.

Cuando el analista no ocupa el lugar de esa nada, de ese resto como lugar de la causa del
decir del analizante, ese lugar es ocupado por éste y no por el analista; destituyéndose así el
dispositivo analítico. Como consecuencia el analista queda o en una posición histérica (evitar
ser la causa) o en el lugar de amo absoluto, es decir detentando un mandato superyoico para el
paciente, lo que implica nombrarlo como ese Tú eres eso. En ese lugar el paciente se siente
gozado como objeto de saber del analista, quedando el analizante en posición de angustia en
relación al Otro. Una de las salidas posibles del paciente en este caso es la ruptura de análisis
como Pasaje al Acto.

La ética freudiana supone entonces llevar al paciente a la dimensión simbólica, en tanto el acto
del analista instaura el discurso analítico para que el analizante allí hable. A diferencia de las
patologías del acto, el estatuto del acto psicoanalítico es fallido y no un acto exitoso, el objeto al
que apunta es que haya pensamiento.

El pensamiento inconsciente emerge en la palabra y desplaza al acto, le hace decir otra cosa.
El analizante, es colocado por el dispositivo analítico como sujeto en tanto es representado por
un significante para otro significante. Las intervenciones del analista producen el síntoma en
transferencia y la neurosis se transforma así en neurosis de transferencia. El analista utilizará
el síntoma producido en transferencia utilizándolo para tomar la verdad que allí se dé a leer.

La ética del psicoanálisis supone que el analista es responsable de la instauración del


dispositivo analítico, y esto supone en algunos casos tomar de la mano a un paciente y no
dejarlo caer.

BIBLIOGRAFÍA

* Lacan, J: “La Dirección De La Cura”, Escritos 2, Siglo XXI, 10ª Edición.

76
Freud, S:
1. “Fragmento De Un Caso De Histeria” (1905 [1901]), Capítulo IV: Epílogo, OC,
Amorrortu, Volumen VII.
2. “Recordar, Repetir y Elaborar” (1914), OC, Amorrortu, Volumen XII.
3. “Sobre La Dinámica De La transferencia” (1912), OC, Amorrortu, Volumen XII.
4. “Más Allá Del Principio Del Placer” (1920), OC, Amorrortu, Volumen XVII.
5. “Inhibición, Síntoma Y Angustia” (1926 [1925]), OC, Amorrortu, Volumen XX.

Lacan, J:
6. “Seminario XI: Los Cuatro Conceptos Fundamentales Del Psicoanálisis”, Paidos,
Bs. As., 1986.
7. “Seminario X: La Angustia”, Inédito.
8. “Seminario RSI”, Inédito (1974).

9. Rabinovich, D: “La Angustia Y El Deseo Del Otro”, Ed. Manantial, 1993.


10. Ariel, A: “Pasaje Al Acto”, En La Interrupción Del Tratamiento, Ed. Edicitex, 1987.
11. Miller, J-A: “Jacques Lacan: Observaciones Sobre Su Concepto De Pasaje Al Acto”, En Infortunios
Del Acto, Atuel, 1993.
12. Chamorro, J: “Cómo Se Analiza Hoy: El Acting Out”, En Cómo Ser Analista Hoy, Ed. Manantial, 1994.
13. Freud, S: “Sobre La Psicogenesis De Un Caso De Homosexualidad Femenina” (1920), OC,
Amorrortu.
14. Aramburu, J: “El Acto Psicoanalítico”, Ed. Tekne, 1988, Capítulo IV.
15. Basch, C: Seminario Dictado En APA, 1994.

77
Los gritos del cuerpo.
La psicosomática desde la perspectiva lacaniana.

María Teresa Reyes

La imagen del cuerpo no puede ser disociada de la relación al lenguaje. Freud descubrió
muy tempranamente la relación lenguaje – cuerpo. Ya en “Estudios sobre la Histeria”, Freud
advierte que el cuerpo para el psicoanálisis es entendido como un cuerpo erógeno, donde una
anatomía fantaseada sustituye a la anatomía de los neuroanatomistas. Freud se aboca allí a la
distinción de las parálisis orgánicas e histéricas.

Freud sitúa un cuerpo pulsional que describe en “Tres ensayos de teoría sexual” como
“... los órganos del cuerpo brindan excitaciones de dos clases, basadas en diferencias de
naturaleza química. A una de estas clases de excitación la designamos como la
específicamente sexual, y al órgano afectado, como la «zona erógena» de la pulsión parcial
sexual que arranca de él...”69.

Describe el cuerpo en relación con la imagen, como figura de cohesión corporal al que
se refiere Freud en 1914 cuando introduce el narcisismo. El yo es así el reservorio de la libido
narcisista en donde parten las investiduras del ello.

En la primera teoría de las pulsiones Freud opone las pulsiones sexuales a las pulsiones
del yo o de autoconservación. Las pulsiones de autoconservación son la necesidad del cuerpo
biológico.

La introducción del concepto de narcisismo viene a modificar esta oposición entre


necesidades y libido, lugar a la vez de una oposición entre libido del yo y libido objetal, a la que
se llamará segunda teoría pulsional que opone esta vez la libido al instinto de muerte.

El yo de la libido del yo en “Introducción del Narcisismo”, es objeto de la pulsión sexual y


metáfora del cuerpo.

Más tarde en “El yo y el ello” dirá que el yo es ante todo un yo corporal. Este yo se
constituye como entidad distinguida del ello, diferenciada del contacto de la realidad exterior, es
un registro metafórico del cuerpo real.

Freud ubica en el cuerpo pulsional la pulsión de muerte (1920) como componente


silencioso del par pulsional. La pulsión de muerte actúa en la imagen del cuerpo manteniendo la
fijación de las identificaciones.

69
Freud, S: “Tres ensayos de teoría sexual (1905)”, OC, T. VII, Amorrortu, Bs. As.

78
“... Lacan denomina “estadio del espejo” al momento genético en que el niño llega a la
unificación de su cuerpo, justamente a partir de la presencia del otro. La representación de
unidad, a la vez física y mental del yo, sólo se obtiene por identificación con el otro, insiste
Lacan, señalando el rol de la imago en la relación psíquica...”70.

La distorsión de ese momento estructural cuyo rol es básico en la constitución del sujeto,
deja marcas muchas veces irreductibles en la unidad yoica.

El cuerpo está comprometido en un sistema de lenguaje en el que está representado. El


lenguaje tiene efectos de sentido y el sentido es lo que responde por lo imaginario.

Lacan liga el pensamiento (representaciones) al contenido imaginario. El inconsciente


determina al ser por el hecho de hablar. En tanto no hay relación adecuada entre el
inconsciente y el cuerpo es que la posición sexuada se organiza en torno al falo y no a la
anatomía.

El significante introduce el soma, la pulsión, el deseo y el goce. El psicoanálisis ubica el


cuerpo en una trama significante. J – A Miller en “El hueso de un análisis” dice: “... El
significante tiene fundamentalmente una incidencia de goce sobre el cuerpo y es lo que Lacan
llama síntoma, como cuerpo unificado que diferencia el discurso del síntoma neurótico del
destino del fenómeno psicosomático...”71.
Desde los inicios Freud se ocupa del asunto del cuerpo histérico. En la histeria el cuerpo
es un cuerpo simbolizado. El síntoma histérico está en el lenguaje y se opera desde el lenguaje.

La psicosomática difiere de la histeria en tanto aparecen en el cuerpo (cuerpo real


orgánico) una serie de signos que escapan a lo simbólico. Es así como estos FPS no tiene
estatuto de síntomas.

Se trata de dilucidar lo que ocurre con la estructura subjetiva cuando el goce se cristaliza
fuera de la zona erógena y es imposible de metaforizar. El sujeto ya no está representado por
un significante para otro sino fijado a un solo significante que es del orden del rasgo unario.

La “Conferencia de Ginebra”, en 1976 es uno de los lugares donde Lacan responde


acerca de la psicosomática señalando que el fenómeno psicosomático no es equiparable al
síntoma.

70
Mendilaharsu, S; B. De Suaya, G; Fernández, A; Gines, A, Neme, J y Probst, E.: “El cuerpo en
psicoanálisis”. En revista Uruguaya de Psicoanálisis, Nº 61, Asociación Psicoanalítica del Uruguay, Montevideo.
71
Miller, J-A: Seminario “Respuestas de lo real”.

79
La clínica nos enseña que en los fenómenos psicosomáticos la apelación al significante
no produce los mismos efectos que en lo referente al síntoma neurótico. Podemos observar que
aquellos pacientes que responden desde una estructura neurótica con producción sintomática,
al mismo tiempo, presentan, en muchos casos, estos fenómenos en el cuerpo que reconocen
una economía de goce diferente.

Lacan sitúa que en la perspectiva del síntoma (como retorno de lo reprimido) se


manifiesta lo inconsciente en términos de goce fálico. En tal sentido, el síntoma cifra algo del
goce en tanto anudamiento significante que se ofrece al desciframiento.

En la neurosis el síntoma puede pensarse en relación a la estructura del lenguaje,


sosteniendo la dimensión del sujeto representado por un significante para otro significante.

En el “Seminario XI”, Lacan sostiene una lógica en la constitución subjetiva que conlleva
dos operaciones fundantes de la subjetividad: alineación y separación respectivamente. En la
alineación (1ª operación) emerge la primera pareja de significantes que hace surgir el efecto
sujeto como afanisis (desaparición) que nos señala que el ser viviente (como puro organismo)
se pierde en la medida que pasa a estar representado entre significantes. Es necesario la
segunda operación de separación para que el sujeto pueda jugar su propia pérdida en el
campo del Otro y sea posible la constitución del fantasma como respuesta al deseo del Otro
(como velo y señalamiento de la castración del otro) Lacan en ese seminario aborda el
fenómeno psicosomático en esa arista diciendo que cuando se produce una detención en el
tiempo de la alineación se impide el acceso a ese otro lugar donde el sujeto se manifiesta en su
desaparición.

El niño encarna con su cuerpo el objeto de la demanda caprichosa en el campo


pulsional del Otro, constituyéndose como objeto del fantasma materno, siendo su cuerpo tapón
de la castración. Lacan señala que en los FPS el discurso es holofraseado, que significa que el
sujeto no está representado en un S1 para una S2, sino que el S1 queda coagulado en lo real
de su cuerpo. Es así como lo perdido necesario del cuerpo deviene como presencia
encarnada. La holofrase no se articula a un saber, es equivalente a un sello, un jeroglífico, a
elementos figurativos.

Es por ello que el FPS no puede operar con la estructura de la sustitución y metáfora
que se desliza en una significación. En el discurso psicosomático se observa una pobreza y
concretud sin deslizamiento significante. Lo que no se juega en la lógica significante se coagula
en el cuerpo como manifestación real.

80
La letra que en lo real significante no pasa por lo simbólico queda inscripta en lo real del
cuerpo, donde su goce no es descifrable como lectura simbólica.

En la “Conferencia de Ginebra”, Lacan plantea que aquello inscripto en la piel “como


tapicerías del cuerpo” son como un jeroglífico pero sin revelación de lectura, dibujo no
descifrable.

No se trata de una constelación fantasmática sino de una fijación de goce del cuerpo
anudado en el goce del Otro sin mediación de goce fálico. Es decir que el sujeto no está en
relación al deseo del Otro respondiendo con el síntoma y el fantasma sino en relación al
capricho del Otro respondiendo con el padecer corporal.

Se deduce, entonces, que lo simbólico se imaginariza. El sujeto va a ser representado


por el órgano lesionado fijando su goce en ese punto en que la castración no se inscribe.

81
Contrapuntos entre el síntoma y los FPS.

Síntoma Neurótico Fenómenos Psicosomáticos


(conversión histérica)

 La lesión orgánica responde a una frase reprimida.  No es una formación del inconsciente. No
Es una formación del inconsciente. Tiene tiene estructura de lenguaje sino que es
estructura del lenguaje, entonces este jeroglífico una manifestación, un fenómeno, un hecho
escrito en el cuerpo es a descifrar. observable.

 Es una sustitución metafórica, satisfacción  No es una sustitución metafórica. No es del


sustitutiva en el síntoma de otra que falta en su orden de lo cifrado, no se puede leer.
lugar. Hay una verdad anudada en esa conversión
sintomática. Esto implica que hay algo cifrado del
orden simbólico que se puede desplazar en tanto
se formula su sentido.

 Posibilita la intervención vía la palabra.  No es interpretable, ya que no hace enigma


sino que el paciente se muestra como ese
fenómeno.

 Cuando aparece algo del orden de la verdad el  Ese órgano lo halla. Se es asmático
síntoma puede modificarse. Tiene plasticidad. psoriático, ulceroso. Tiene carácter de
fijación.

 Es interpretable por la palabra.  Hay que realizar un doble trabajo que


consiste en:
 Abordar el fenómeno psicosomático,
ubicarlo y traducirlo a un lenguaje, al
modo de la formación del inconsciente.
Constituir como un síntoma.
 Derivar la libido fijada al cuerpo a los
lazos sociales del individuo. Posibilita
que la libido en vez de estar
incorporada en el cuerpo, esté puesta
en los objetos.

 Esto implica desde el decir del paciente: “Yo tengo  Esto implica desde el decir del paciente: “Yo
un cuerpo” (afectado por lo simbólico) soy un cuerpo” (desarticulado de lo
simbólico), es decir que el fenómeno
psicosomático sería una parte del cuerpo
que no entró en lo simbólico.

82
A continuación expondré una viñeta clínica que sitúa el modo de abordaje desde la
perspectiva lacaniana.

Yo soy toda una psoriasis.

María tenía 19 años en el momento en que es derivada por el dermatólogo que trata su
psoriasis debido a que ésta avanza cada vez más.

El dermatólogo me llama y me dice: “mire licenciada, yo no sé qué pasa pero no


responde al tratamiento debe haber otras cosas”. Me dice, además: “la madre es un poco
invasiva, no sé si tendrá algo que ver con esto. Se la mando a usted a ver si juntos hacemos
magia para ayudarla” Magia es un término que después va a usar la paciente.

Ya el médico percibe algo que no funciona en la estructura, un factor psíquico que


escapa a su saber médico, una madre invasora, que hay que parar haciendo magia. La magia
tendrá que ver con realizar una operación simbólica de corte que implicará, en este caso, una
intervención de mediación paterna que produzca una separación posible entre la paciente como
cuerpo tomado por la madre.

Durante las entrevistas María manifiesta estar desesperada por su enfermedad y dice:
“yo soy todo una psoriasis. Cuando me empieza a aparecer no sé cómo pararla, cómo
ponerle freno. El doctor me mandó acá. Estoy dispuesta a hacer todo lo necesario para
curarme pero sólo la magia podría lograrlo. Tener psoriasis es una humillación, todos te miran
con rechazo”.

Cuenta que el padre las abandonó cuando tenía 3 años: “él se fue con otra mujer, con la
cual tiene otra familia”. A ella no la ve más. Cuando el padre las abandonó, la madre se
deprimió mucho y tuvo un intento de suicidio con pastillas. Luego estuvo 1 año sin salir de la
casa, hasta que una tía le sugirió a la madre que llevara a María a castings publicitarios (a los 5
años) Al respecto la paciente relata: “yo me sentía muy expuesta y humillada porque casi
nunca me elegían. Mi mamá me decía que era porque estaba gordita y tenía que adelgazar. Yo
no quería ir, pero no podía hacer nada, no podía frenar a mi mamá. Cuando fui más grande
seguí haciendo los castings, aunque no me gustaba y me daba bronca que mi mamá se
guardara la plata que yo ganaba. Se la gastaba para ella, aunque estaba en buena situación
económica”.

Por esa época empiezan aparecen las primeras manifestaciones de la psoriasis de


María que es diagnosticada como alergia. Entonces, la madre la humilla y la arremete diciendo:

83
“¿ves que gorda estas? Si estuvieras más flaca mirarían menos tu piel”. A todos les hablaba
de su psoriasis.

La paciente vive su cuerpo como un extranjero en su subjetividad que la “toma toda”


presentándose al mundo como ese cuerpo denigrado que indica – desde un comienzo – que
hay algo imparable que se despliega en relación al Otro materno. Se trata de una madre que
tapona su propia angustia en tanto la paciente queda como cuerpo mirado, expuesto y
humillado, apropiándose la madre los beneficios para ella y ubicando a su hija como objeto
desechable y humillado. María sitúa esto en su novela familiar y se observa también en lo
estructural como la función del nombre del padre es desfalleciente en tanto ella no ha podido
contar con él constituyéndose ella en “todo para la madre”, como objeto, mirada.

Su madre le decía que siempre tenían que estar juntas porque estaban solas, ser una
para la otra y que debían saber todo una de la otra. Le pedía que le contara todo y cuando no
lo hacía, le espiaba sus cosas íntimas, le escuchaba las conversaciones y contaba a otros de
sus intimidades, cosa por la cual María se sentía humillada. También le hablaba todo el tiempo
de su piel y le indicaba todo el tiempo que tenía que adelgazar.

María dice: “De las imposiciones de mi madre, yo, no puedo zafar para no sentirme
una mala persona porque yo soy todo para ella”. Y agrega: “Para la gordura hay remedio: una
dieta; para la psoriasis no, sólo es cuestión de magia”.

El esfuerzo terapéutico consistió en neurotizar al paciente, es decir, dar carácter


simbólico a lo excluido de la vida psíquica. En otros términos se apuntó a sintomatizar aquello
que se decía en lo real del cuerpo.

Situaré tres tiempos en el recorrido del análisis.


En un primer tiempo del tratamiento María es toda psoriasis, allí le oferto ser escuchada:
que hable de otras cosas además de la psoriasis, y es así como la paciente comenzó a
desplegar su historia.

El movimiento terapéutico apuntó a lograr en María - que se presenta como todo cuerpo
(del goce del Otro) - un lugar en el Otro diferente para ella, que le dé lugar a sus pensamientos,
a su despliegue psíquico restando a la psoriasis del lugar central para que emerjan las cosas
que ella desea hablar.

Las intervenciones del analista no son del orden interpretativo, sino en términos de un
acto. Son intervenciones que apuntan a acotar la locura materna en que la paciente es tomada
y que se le aparece como una pura voz y una pura mirada que no para, que quiere ver todo,

84
que quiere que le hable todo. Es decir, las intervenciones, en el principio, apuntan a un
acotamiento de goce y no a un proceso que tenga que ver con algo del orden interpretativo en
tanto el FPS no es retorno de lo reprimido.

En un segundo tiempo, la madre empieza a invadir el tratamiento en el mismo punto


donde María ya no le cuenta todo. Con la excusa de los trámites para los reintegros por obra
social y demás aparece en el consultorio a cualquier horario para averiguar de la hija, para pedir
recibos, etc. Esta invasión es alojada por mí en el consultorio, acto del analista que produce
una primera remisión de la psoriasis de María. Ahora no es María toda para la madre, sino que
la analista aloja algo de esta locura materna invasiva. María comenta, entonces, que está más
aliviada. Mi intervención funciona como una barrera entre la paciente y su madre, como algo del
nombre del padre que marca un corte: ella no es toda para la madre y hay un padre que se las
puede arreglar con esta madre.

En el tercer tiempo, apunto a diferenciar las imposiciones de la madre de lo que María


quiere. Se abre un tiempo de interrogantes. Empieza, así, un momento de sintomatización de la
psoriasis. La paciente empieza a preguntarse qué es ella para la madre, qué tiene que ver lo
irrefrenable de la psoriasis con lo arrollador e imparable de la madre y demás.

En este punto María me pregunta si tiene que contarme todo, porque la madre dice que
tiene que hacerlo. Yo le digo: “no todo, lo que vos quieras”. Tipo de intervención que habilita a
María a un espacio de intimidad y da lugar a su deseo.

La analista apunta a interceptar el discurso materno (que le dice lo que tiene que decir y
hacer, dejándola como objeto de su capricho) para posibilitar que advenga la paciente como
sujeto. Es decir, se trata de hacer pasar a un cuerpo, a que advenga sujeto que tiene un
cuerpo. Comienzo de análisis en el punto en que se empieza a interrogar por el sentido de su
psoriasis. En este tiempo se produce un movimiento donde la psoriasis prácticamente
desaparece y cuando aparece lo hace muy acotadamente: sólo queda un punto en la nuca.
María dice: “ahora cuando algo aparece no es en lugares que se vean”

La intervención produce en ella la posibilidad de no hacerse ver en los términos de la


madre. Podemos decir que María, en tanto “cuerpo” queda sustraída del Otro materno,
separación que le permite acceder al orden fálico y desplegar la libido objetal.

La madre dice que su hija está rebelde y que desde que hace terapia y es mayor de
edad ya no le responde. Como consecuencia deja de pagarle el tratamiento ante lo cual

85
decido atenderla gratis hasta que María consiga un trabajo. Acto que apunta a apostar a sus
propios recursos.

María empieza a estudiar leyes, deja los castings, se pone de novia y consigue un
trabajo. Dice que ahora el dinero es para ella. Su novio le dice que cuanto menos le de bola a
la psoriasis, más rápido se le va a ir.

María manifiesta: “el novio que encontré analizándome me hace saber que tengo otras
cosas que se pueden ver de mí, la psoriasis es ahora algo pequeño, un punto en la nuca y no
es raro que sea en la nuca, ya no se ve, ¿Qué significa esto?”.

Conclusión.

La psicosomática no es pensada por Lacan ni como trastorno ni como enfermedad, sino


como un fenómeno que está por fuera de las representaciones psíquicas, “una psique adherida
a un cuerpo”.

El FPS se trata de una respuesta al goce del Otro y no al deseo del Otro, que se inscribe
en el cuerpo en forma de lesión orgánica ya que no puede ser representado por vía simbólica.

Cuando podemos darle un sentido a la palabra goce en un psicosomático, éste ha


dejado de serlo.

La dirección de la cura es precisa y compleja, su abordaje terapéutico tiene algo de


común con la psicosis y la interpretación no es la intervención adecuada ya que no es eficaz
debido a que no hay metáfora significante en la base del FPS. Pero es fundamental ofertar una
escucha que aloje en lo simbólico ese orden de padecimiento. Se apuntará a sintomatizar el
fenómeno para producir un enigma y una demanda de análisis.

Como dice Lacan, “... lo que esperamos es darle el sentido de lo que se trata...” 72. Es
decir, apuntar al desciframiento de lo escrito en el cuerpo.

72
Lacan, J: Conferencia de Ginebra

86
Bibliografía.

 Freud, S:
 “Proyecto de psicología” (1895), OC, T. I, Amorrortu, Bs. As.
 “Estudios sobre la histeria” (1895), OC, T. II, Amorrortu, Bs. As.
 “Pulsión y destinos de pulsión” (1915), OC, T. XIV, Amorrortu, Bs. As.
 “Tres ensayos de teoría sexual” (1905), OC, T. VII, Amorrortu, Bs. As.
 “Introducción del narcisismo” (1914), OC, T. XIV, Amorrortu, Bs. As.
 “Más allá del principio del placer” (1920), OC, T. XVIII Amorrortu, Bs. As.
 “El yo y el ello” (1923), OC, T. XIX, Amorrortu, Bs. As.
 “Manuscritos G. Melancolía”, OC, T. I, Amorrortu, Bs. As.
 “Manuscritos E. ¿Cómo se genera la angustia?”, OC, T. I, Amorrortu, Bs. As.

 Lacan, J:
 Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964), Ed.
Paidos, Bs. As., 1986
 Escritos 1. El estadio del espejo como formador de la función del yo, Siglo XXI,
México, 1979.
 Intervenciones y Textos 2. Conferencia de Ginebra sobre el síntoma, Manantial, Bs.
As., 1988.

 Miller, J- A: Seminario “Respuestas de lo real”, clase 9/11/83.

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