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Cuando escuchamos una canción primero se realiza un análisis acústico a partir del cual penetran en
nosotros otros componentes:
la letra de la canción
el componente musical (analizamos el ritmo y el compás, el tono, etc.)
La música tiene la capacidad de provocar en todos nosotros respuestas emocionales. Las emociones
pueden ser positivas o negativas y con distinta intensidad.
La pregunta que orienta este análisis es: ¿Qué imagen del hombre muestra la música que escuchamos?
¿Qué imagen de la mujer muestra la música que escuchamos?
Las canciones siempre han servido como un transmisor pasivo de los ideales machistas, las mismas
contribuyen a la normalización de micromachismos y algunos casos de violencia incluso. Los
exponentes masculinos recurren constantemente a la objetificación del cuerpo femenino como modo de
halago o para exponer su hombría (principalmente los actuales) el lenguaje obsceno, la descripción
explicita de actos sexuales entre otras cosas que llevan a ver a la mujer como un objeto sexual otros
casos de canciones más antiguas responden al estigma de género femenino (amas de casa, pasivas,
etc…) El posicionar a la mujer como seductora, manipuladora como justificante de las ideas y acciones
expresadas en las canciones solo refuerza el hecho de la cosificación en contra de la mujer. Y las
canciones de expositoras femeninas que reflejan las actitudes misóginas de los hombres.