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Valentina Avelluto

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¿Necesita un sujeto el feminismo? ¿Es posible un feminismo sin sujeto?

Sujeto y colonialismo

La pregunta por el sujeto del feminismo resulta problemática en tanto asume la


necesidad de un sujeto para la acción política. La búsqueda de su delimitación,
afirmativo, independiente y coherente constriñe los horizontes de imaginación política,
atando su destino a los parámetros de una tradición política liberal, moderna y colonial.

En las lenguas occidentales, el sujeto se constituye a partir del vínculo con el


objeto, instituyendo una relación lineal y vertical, unidireccional y antropocéntrica, de
acción y pasividad. Dicotomías jerarquizadas y estructurantes de un lenguaje
inevitablemente subjetivante. La enunciación desde el lugar del “sujeto”, cuya
singularidad implica unicidad y uniformidad, demanda una periferia constitutiva de su
centro y sus pretensiones de universalidad.

Otros contextos, otras voces, otras formas de habitar el pensamiento demuestran la


existencia de vida y obra fuera de la relación sujeto-objeto. Caso testigo el de les
tojolabales, pueblo maya originario de Chiapas, cuya lengua homónima se encuentra
estructurada trans o intersubjetivamente, abarcando una multiplicidad de formas de
sujetos y prescindiendo de los objetos a la hora de pensar, sentir y actuar en comunidad.
Ejemplifica esta especificidad la intraducibilidad al tojolabal de la frase en español “yo
te dije”, que debe duplicarse deviniendo algo así como “yo dije, tu escuchaste” (kala
awab’i). Al respecto, explica el filósofo y lingüista Carlos Lenkersdorf (2003):

En español tenemos una sola frase con el sujeto YO que ejecuta la acción,
realizada por el verbo DECIR que, a su vez, la pasa al objeto TE que la
recibe pasivamente. La estructura de la frase es piramidal o vertical. En la
cúspide está el sujeto desde el cual baja la acción de modo unidireccional
hacia el objeto en la base, subordinado al sujeto. En la frase tojolabal, en
cambio, en lugar de una sola frase tenemos dos con dos sujetos YO y TÚ
con sus verbos correspondientes que, sin embargo, no pasan las acciones a
nadie. Dicho de otro modo, no hay objeto, un hecho que no podemos
exagerar. Hay puros sujetos que se interrelacionan y complementan. Por eso
hablamos de intersubjetividad, es decir, la pluralidad de sujetos
complementarios y, a la vez, la ausencia de objetos. Para realizar,
finalmente, el acontecimiento de comunicación en tojolabal los dos sujetos
con sus acciones correspondientes no subordinan a nadie, sino que tienen
que complementarse. La estructura, pues, no es vertical sino horizontal. Las
acciones son bidireccionales entre los dos sujetos. Desde la perspectiva
tojolabal, pues, la comunicación es un acontecimiento entre iguales.

Se trata de un lenguaje organizado a partir del nosotros, el cual abarca una


diversidad de sujetos, funciones y posibilidades. Estos sujetos pueden ser humanos,
pero también animales, plantas, manantiales, nubes, cuevas, cerros, valles, comales u
ollas (Lenkersdorf, 2003). No se trata de asumir que el lenguaje determina la estructura
de la realidad, sino explorar los procesos a partir de los cuales ambes se coconstituyen y
moldean en función de perspectivas situadas. No hay necesariedad alguna en la relación
con lo otro, les otres, desde el sujeto universal hacia un objeto disponible,
reproduciendo marcos de inteligibilidad vinculados a la dominación y la propiedad.
Colaboran con su desnaturalización la existencia de cosmovisiones que, atravesándolo,
trascienden el lenguaje para dar una cuenta de configuraciones alternativas de la mirada
y la empatía, formas otras de ver, sentir y habitar el mundo:

la libertad entendida en el contexto de las sociedades dominantes tiene que


ver con el sentido de propiedad del mundo hecho cosas. Que son algo que
“me beneficia a mí, me pertenece, tengo derecho sobre”, sin embargo el
contexto tojolabal refiere a un sentido de pertenencia en tanto armonía, de
complementariedad entre sujeto y sujeto eliminando el lugar de subordinación
del objeto. Por ejemplo, ¿La milpa o canto pueden serlo sin que haya alguien
que la cultive o lo cante? No se puede sembrar la milpa sin que ella esté viva,
cada quien tiene una función de vida y se complementan, es una relación de
igualdad. La idea, que desarrollamos de manera somera para suscitar otras
ideas, refiere a lo contrario de la tradición filosófica occidental, donde el
sujeto marca la existencia del objeto. En el contexto tojolabal, al ser una
relación sujeto- sujeto, ambos se configuran mutuamente. (Aguilar et al,
2015: 280)
El caso tojolabal resulta paradigmático a la hora de ilustrar la no naturalidad del
sujeto, sus usos tanto sociales como gramaticales (en caso de resultar posible o deseable
realizar tan forzada distinción) y su binarismo constitutivo. La naturalidad y necesidad
del sujeto de acción en la política y el lenguaje tienen lugar, historia y condiciones
particulares –coloniales– de producción. Como sugiere val flores:

Dejar de vivir bajo la mirada de los ojos de Occidente significa


distanciarse de la naturalización del cuerpo, del yo esencializado y de la
metafísica de una identidad femenina cautiva del binarismo de
género, es decir, de entender a las mujeres como una realidad
biológica predefinida, pero, sobre todo, las mujeres como deben ser,
blancas, heterosexuales y de clase media. Pero además, y
fundamentalmente, implica cuestionar la codificación colonial de la
diferencia que considera a todo “otro” como receptor pasivo de
múltiples estratos de dominación, para así desestabilizar la unidad que
reinstituye una y otra vez la subordinación como condición misma de
su posibilidad en base a exclusiones. Porque los ojos de Occidente no sólo
los porta quien nos mira, sino que también son parte del fondo de nuestra
retina donde componemos nuestra propia mirada. (2017: 147)

Sujeto y feminismos

La mochila del sujeto acompaña los feminismos a lo largo de sus viajes por su
historia oficial – “lineal”, “progresiva”, “por oleadas” –, modulando discursos no
exentos de tensiones. Los feminismos, en sus heterogeneidades conflictivas y
constitutivas, se escurren por las categorías institucionalizadas del sujeto desbordando
los manuales ilustrados del derecho y la representación. Sin embargo, en los albores de
aquel relato triunfalista, los llamados feminismos ilustrados o de la igualdad buscaban

…liberarse de la dominación masculina, pero de hacerlo dentro de la lógica


del sujeto autónomo e independiente, con igualdad de derechos y
oportunidades; en definitiva, el objetivo es ser sujeto de la historia, tanto de
la individual como de la colectiva (…) La concepción del sujeto que
subyace a los planteamientos del feminismo de la igualdad es claramente
moderna. Se trata de un sujeto puramente político que pretende alcanzar la
igualdad entre hombres y mujeres y profundizar así en la consecución del
ideal ilustrado condensado en el lema igualdad, libertad y fraternidad (…) El
sujeto de las prácticas de la diferencia, sin embargo, es un sujeto ontológico:
hombres y mujeres somos diferentes. (Casado Aparicio, 1999: 74)

La historia es escuela de nuestra guerra. Especificidad y purismo devuelven


sectarismos y fragmentación. El foco en el sujeto corre el riesgo de cerrarse sobre sí
mismo y desarrollar una compulsión por la especificidad, funcional a una segmentación
mercantil y domesticadora de la potencia del cuestionamiento profundo, estructural y
necesariamente transversal, presente en aquellas victorias y paisajes más potentes.

La producción, articulación y legitimación de un sujeto como punta de lanza de la


transformación no es una acción direccionada por un actor malvado sino un proceso
múltiple y complejo, demandante de homogeneización e individualización, pero
también de definiciones que aclaren, guíen y cimenten fronteras, desde donde vigilar,
regular y ordenar los campos de diferencia, alianza e intersección. Afirma flores: “No
hay ni puede haber pretensión de purificación del sujeto político sino a riesgo de
normalización, opresión y reproducción de nuevas exclusiones” (2017: 141).

Esta tendencia hacia una homogeneidad normalizante en torno al “sujeto del


feminismo” limita la emergencia, agencia y articulación de las tensiones internas,
caudal vital de la imaginación política:

Son las condiciones históricas de los modos de subjetivación zombi,


modelando sujetos autómatas perennes y prototipos de consumo, las
que nos demandan un feminismo que visibilice nuestras contradicciones
y conflictos, que asuma su condición de fragmentado y escindido, que
permita entrar y salir de las composiciones de identidad, según los
desafíos que plantean los distintos escenarios. (flores, 2017: 146)

Hacia feminismos sin sujetos

La reflexión crítica y consecuente problematización de los discursos que


privilegian al sujeto no implican su automático descarte como plataforma de
visibilización y acción política. Son conocidas y sumamente interesantes las
experiencias “exitosas” que toman la retórica del sujeto como estrategia. No se trata de
negarlas o caer en un nuevo dogmatismo por oposición, sino en rescatar este carácter
estratégico, posible, con sus riesgos y potencialidades; ni natural, ni autoevidente. Hay
una infinidad de sentidos que puede asumir el sujeto por fuera e incluso eventualmente
pujando dentro de los guiones moderno de la política. La apuesta, entonces, redunda en
correr el foco de sus límites y autenticidad hacia aquellos contextos y acontecimientos
de enunciación y articulación, abriendo la puerta a nuevas trenzas de sentido y
animándose a la potencia del espacio vacío.

La retórica individualizante del sujeto liberal entrampa en un diálogo sordo entre


victimizaciones y empoderamientos, teñido de acceso a derechos formales y fantasías
heroicas. Desnaturalizar al sujeto de la política, paradigmática de su versión moderna
colonial, permite al feminismo explorar múltiples horizontes de agencia, acción y
articulación sin las consecuencias de la abyección. Romper con el predominio de lo
central y la lógica de representación con su correlato normativizante, homogeneizante y
simplificante a fin de abrir grietas de sentido que afilen su puñal crítico.

Feminismos situados, centrados en la acción, pues ninguna alianza es natural ni


está dada a priori, habilitando articulaciones construidas con la solidez de la
contingencia y su historia. Como plantea Castillo, citada por flores, una práctica
feminista crítica

…debe estar abierta a lo inesperado, al porvenir; debe trabajar abierta y


secretamente a favor de lo intempestivo, de lo inesperado, de aquello
que urgentemente reclama un presente, pero que al mismo tiempo es
extraño o extranjero a todo presente. En otras palabras, afines quizás a las
que podemos encontrar en los posicionamientos de Rosi Braidotti o
Donna Haraway, podríamos decir que una práctica feminista no puede
ser definida positivamente, pues en tanto ella es partidaria de la revolución
o de la utopía requiere de un cierto no-saber en el corazón de su saber,
exhorta a practicar una política sin identidades y definiciones
preestablecidas. (2017: 138)

La ficción del sujeto responde a las ansiedades de definición e identificación que


atraviesan la disputa hegemónica de los feminismos. En tiempos de activismos
atravesados –y constituidos– por las demandas subjetivantes de los algoritmos virtuales,
teñidos de un pragmatismo asfixiante, institucionalismos normativizantes y liberalismos
lingüísticos consumidores de derechos individuales, urge generar las condiciones para la
concepción de otros universos posibles, ante la creciente espectacularización de la
política –incluida la disidente– bajo el despotismo de la imagen que rige la circulación
en estas nuevas economías de representación, el surgimiento de nuevas morales urbanas
cuyo progresismo no alcanza para esconder su punitivismo, y el imperativo del goce,
vértice del triángulo neoliberal junto con las retóricas del emprendedurismo heroíco y
victimismo meritócrata, cuyos tentáculos modulan tanto las formas de habitar la
política, como sus objetivos y estrategias. Resulta inevitable la pregunta: ¿definición
para qué? ¿Para acercarse a una verdad preexistente o para desestabilizar la estantería?
¿Para qué sirve definir los feminismos hoy?

El sujeto ordena pero… ¿a qué costo? ¿Dónde nos lleva ese orden, el orden? ¿Qué
imágenes, afectos, efectos moviliza un sujeto? ¿Su ausencia? ¿Qué otras figuras resultan
políticamente fértiles a la hora de pensar las ambigüedades, sombras y contradicciones
del presente y devenir de los feminismos contemporáneos? ¿Es posible correr el eje del
sujeto a fin de incorporar la otredad en los proceso de reflexión y transformación? ¿Qué
preguntas emergen al correr el foco hacia los escenarios, las relaciones, los grises y las
mutaciones? ¿Qué tramas ininteligibles al sujeto habilita su descentramiento?
BIBLIOGRAFÍA

 AGUILAR CASTELLANOS, L.; DE LUNA RAMÍREZ, L.; LÓPEZ ARCOS, A.;


MOROLLÓN, D.; PONCE RASCÓN, M.; POPOCA GÓMEZ, C. A.; SILVA ESTRADA,
M. R. (2015). La posibilidad de crear un nosotros desde la filosofía maya-
tojolabal. Revista Mexicana de Ciencias Agrícolas, vol. 2, pp. 279-283.
Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=263141553033

 CASADO APARICIO, E. (1999). A vueltas con el sujeto del feminismo. Política y


Sociedad, Nº30, pp. 73-91.

 FLORES, V. (2017). Interruqciones. Córdoba: Asentamiento Fernseh.

 LENKERSDORF, C. (2003). Lenguas y diálogo intercultural. Tonos, Nº6.


Recuperado de https://www.um.es/tonosdigital/znum6/estudios/Lenkersdorf.htm

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