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ESTILO MUSICAL

 
Al referirnos al género musical, aludimos a todas aquellas producciones cinematográficas que incluyen canciones
o temas bailables en una parte fundamental de su desarrollo dramático. En su totalidad, las variantes del cine
musical tienen una raigambre teatral, como sucede con las operetas alemanas, los musicales de Broadway, las
zarzuelas, las óperas e incluso los conciertos de rock, cuya adaptación al cine ha contribuido a popularizar entre
el público todas esas fórmulas escenográficas. Por otro lado, en la gran pantalla se han consolidado espectáculos
de carácter localista, como el cinéma musette que en Francia desarrolló Maurice Chevalier; el musical
rioplatense, centrado en figuras como Carlos Gardel y Libertad Lamarque; y la comedia ranchera mexicana,
iniciada por el largometraje Allá en el Rancho Grande (1936), de Fernando de Fuentes.
Obviamente, el cine musical fue uno de los grandes lanzamientos de la industria hollywoodense cuando surgió el
cine sonoro. De hecho, en 1928, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood concedió un
galardón especial a la compañía Warner Bros. por su película El cantor de jazz (The Jazz Singer, 1927), de Alan
Crosland, primer filme sonoro y primer musical de la historia, que incluía canciones de autores tan famosos en
aquel tiempo como Irving Berling y Jimmy Monaco. A este filme siguieron otros del mismo tono, al estilo de La
melodía de Broadway (The Broadway Melody, 1929), de Harry Beaumont, ¡Música maestro! (On With the Show,
1929), de Alan Crosland; y El desfile del amor (The Love Parade, 1929), de Ernst Lubitsch. Progresivamente
sofisticado, cada vez más eficaz en su puesta en escena, el musical cinematográfico dio lugar a obras tan
notables como Rose Marie (1935), de W. S. Van Dyke, que además hizo de sus protagonistas, Jeannette
MacDonald y Nelson Eddy, dos estrellas de gran renombre.
A partir de su definitiva tipificación en el seno de la industria, el musical se convirtió en sinónimo de elegancia y
fastuosidad escénica. Ejemplos de esa tendencia son La viuda alegre (The Merry Widow, 1934), de Ernst
Lubitsch, La alegre divorciada (The Gay Divorcee, 1934) y Sombrero de copa (Top Hat, 1935 , ambas de Mark
Sandrich. Estas dos últimas cintas consolidaron asimismo a una de las parejas más conocidas del género, Fred
Astaire y Ginger Rogers.
Con el paso del tiempo, el público llenó las salas de cine para asistir a la proyección de títulos como La melodía
de Broadway 1938 (Broadway Melody of 1938, 1937), de Roy del Ruth, El mago de Oz (The Wizard of Oz, 1939),
de Victor Fleming, Cita en San Luis (Meet Me in Saint Louis, 1944), de Vincente Minnelli, El desfile de Pascua
(Easter Parade, 1948), de Charles Walters, y Un día en Nueva York (On the Town, 1949), de Stanley Donen. Las
distintas compañías, atentas a esa demanda popular, crearon equipos dedicados exclusivamente a la elaboración
de musicales. Así, aparte de contar con estrellas como Gene Kelly, Rita Hayworth, Judy Garland y Betty Grable, la
industria dio a conocer a creadores dedicados al diseño de este tipo de producciones. Por ejemplo, la unidad que
Arthur Freed dirigió en la Metro Goldwyn Mayer, diseñó películas como Cantando bajo la lluvia (Singin’in the
Rain, 1952), de Gene Kelly y Stanley Donen, cuyo reparto encabezaron Kelly, Donald O'Connor, Debbie Reynolds
y Cyd Charisse; Un americano en París (An American in Paris, 1951), Melodías de Broadway 1955 (The Bad
Wagon, 1953), Gigi (1958), y Brigadoon (1954), todas ellas dirigidas por Vincente Minnelli. Al mismo periodo de
esplendor corresponden largometrajes como Siete novias para siete hermanos (Seven Brides for Seven Brothers,
1954) de Stanley Donen, Alta sociedad (Hight Society, 1956), de Charles Walters, y El rey y yo (The King and I,
1956), de Walter Lang.
Durante la década de los sesenta, se alternaron producciones influidas por estilos como el pop y el rock, en la
línea mostrada por ¡Qué noche la de aquel día! (A Hard Day’s Night, 1964), de Richard Lester, y otras que
siguieron la fórmula clásica, como la ambiciosa West Side Story (1961), de Robert Wise y Jerome Robbins, My
fair lady (1964), de George Cukor, Sonrisas y lágrimas (The Sound of Music, 1965) , de Robert Wise, y Mary
Poppins (1964), de Robert Stevenson.
Ya en los años setenta, prosiguieron las adaptaciones de obras ya estrenadas en Broadway o en los teatros
londinenses, como Cabaret (1972), de Bob Fosse, El violinista en el tejado (The Fiddler on the Roff, 1971), de
Norman Jewison; y El hombre de La Mancha (Man of La Mancha, 1972), de Arthur Hiller. Planteadas como
parodia en cierto modo experimental, El fantasma del Paraíso (Phantom of the Paradise, 1974), de Brian de
Palma, y The rocky horror picture show (1975), de Jim Sharman, atrajeron a un público juvenil, que luego
mostró su fascinación con producciones de gran impacto en la industria discográfica, como Fiebre del sábado
noche (Saturday Night Fever, 1977), de John Badham, y Grease (1978), de Randal Kleiser.
No obstante, pese al éxito de esas películas, el musical entró en un periodo de decadencia, limitándose a medios
como el dibujo animado, donde surgieron títulos como La sirenita (The Little Mermaid, 1989), de John Musker y
Ron Clements. Ni la originalidad de Corazonada (One From the Heart, 1982), de Francis Ford Coppola, ni la
intensidad musical de Fama (1980), de Alan Parker, lograron contrarrestar esa tendencia a la baja, que ha
convertido el estreno de musicales en un fenómeno cada vez menos habitual. En todo caso, un formato
televisivo, el vídeo-clip, ha heredado buena parte de sus atributos, dirigidos esta vez a la promoción de
canciones.
 
Cine Musical
Se encuadra en el musical toda película que otorga importancia al espectáculo de la música a través de
canciones, bailes o coreografías; incluso también se podrían considerar musicales las biografías de compositores
o intérpretes. Pero, el musical por excelencia es el musical americano, un género genuino y que se caracteriza
por historias optimistas y de cierta frivolidad, en las que una trama y unos personajes muy simples sirven de
soporte para números musicales espectaculares. Se llama también comedia musical porque los tratamientos
dramáticos resultan excepcionales.
Se involucra el sonido como forma de darle al protagonista un desenvolvimiento artístico y bailable dentro del
desarrollo de la película; es decir incluirle un movimiento innovador y revitalizador como otra manera de darle
forma a una nueva expresión
Entre 1929 y 1930 surgió en Broadway, Estados Unidos, la comedia musical, género que atrajo rápidamente a
los espectadores. Los productores le dieron mucha importancia al baile que acompañaba las melodías, con temas
que realmente no tenían ninguna trascendencia; incluso, podían llegar a ser aburridos, pero la música era capaz
de dar un giro al producto.
Alguna de las películas que lograron una buena acogida entre el público fueron El desfile del amor, La viuda
alegre y Melodía de Broadway. Pero sin duda, la comedia que marcó esta época fue Cantando bajo la lluvia,
cuyos protagonistas, Gene Kelly y Debbie Reynolds, tuvieron gran aceptación entre los espectadores.
Dentro de las comedias musicales, una película que cautivó al público fue El Mago de Oz (1939), dirigida por
Victor Fleming y protagonizada por Judy Garland, quien se convertiría en la primera artista musical de la década
del cuarenta.
Además del musical americano por excelencia existen en los cincuenta traslaciones desde los escenarios de
Broadway como las óperas negras. Desde los 60 ha evolucionado hacia fórmulas más variadas y complejas,
desde el musical dramático a la ópera rock, el musical pop, las biografías de músicos y grupos o la plasmación de
conciertos de rock y otros híbridos.
En la filmografía española hay que destacar las zarzuelas desde la época del cine mudo y, al margen de los niños
cantores y de otras propuestas al servicio de cantantes de fama, los musicales de Carlos Saura que enlazan con
una breve pero interesante tradición de ritmos y canciones de sabor español.
 Filmografía:
§                     El mago de Oz (Victor Fleming, 1933)
§                     Un día en Nueva York (Stanley Donen, 1939)
§                     Una americano en París (Vicente Minelli, 1951)
§                     Cantando bajo la lluvia (Gene Kelly y Stanley Donen, 1951)
§                     Melodías de Broadway (Vicente Minelli, 1953)
§                     Ha nacido una estrella (George Cukor, 1954)
§                     Siete novias para siete hermanos (Stanley Donen, 1954)
§                     Porgy y Bess (Otto Preminger, 1959)
§                     West Side Story (Robert Wise, 1961)
§                     Mary Poppins (Robert Stevenson, 1964)
§                     My fair lady (George Cukor, 1964)
§                     Sonrisas y lágrimas (Robert Wise, 1965)
 
MUSICAL
 
El musical, el más americano de los géneros cinematográficos, películas que intercalan fragmentos musicales
donde los actores cantan y bailan mientras la historia avanza a golpe de coreografía, a la vez que demuestran
esa faceta de la vida es espectáculo tan arraigada en los Estados Unidos.
Con la irrupción del cine sonoro y el avance de las técnicas de filmación y grabación de sonido, pudo ser posible
el nacimiento de un nuevo género, el musical. En 1927 se estrenó la primera película parcialmente sonora, un
musical, El Cantor de Jazz de Alan Crossland. El éxito fue rotundo y el público quedó conmocionado con la nueva
técnica y con el nuevo género. A partir de entonces los grandes musicales de Broadway se podrían disfrutar en
cualquier cine de América, y del mundo.
Época Dorada
En 1929 Melodías de Broadway de Harry Beaumont ganaba el Oscar a la Mejor Película, un bautizo de oro con el
que Hollywood y la industria abrían sus puertas de par en par a las nuevas películas musicales. En los años 30 el
musical se codeaba con el otro gran género de la época, el Cine Negro. Cabe destacar títulos como La Calle 42
(1933) dirigida por Lloyd Bacon o The Go Setter (1937) de Busby Berkeley, uno de los padres del cine musical.
Con la irrupción de Fred Astaire y Ginger Rogers, de la productora RKO, el género alcanzó sus cotas más altas,
títulos como Sombrero de Copa (1935) o En Alas de la Danza (1936) son clásicos indiscutibles. En los años 40
apareció otra de las grandes figuras, Gene Kelly. Un nombre estrechamente ligado a este género, en el que dejó
una huella imborrable. En sus facetas de actor, bailarín, coreógrafo, productor y director revolucionó el género
para siempre. Junto a Stanley Donen nos regaló películas como la inolvidable Un día en Nueva York (1949).
Los 50 contemplaron películas como El Rock de la Cárcel (1957) o El Barrio contra Mí (1958), protagonizadas por
Elvis Presley, Alta Sociedad (1956) con Frank Sinatra, Bing Crosby y Grace Kelly, y la inolvidable Cantando Bajo
la Lluvia (1952), de nuevo con Gene Kelly, posiblemente el musical más famoso de la historia. Vincente Minelli
también se acercó al musical con títulos como Un Americano en París (1951), Melodías de Broadway (1953) y
Brigadoon (1954).
La Decadencia de los Musicales
El género comenzó su declive en los años sesenta, a pesar de grandes títulos como West Side Story (1961), My
Fair Lady (1964), Sonrisas y Lágrimas (1965) o Hello, Dolly! (1969). Lujosas producciones que no consiguieron
mantener el filón de un género que ya no gozaba del respaldo del público. Durante los 70 y 80 el género se
convirtió en poco más que marginal, y los musicales pasaron a ser considerados arriesgados y completamente
gafes para la industria. Solo las películas de Bob Fosse, Cabaret (1972) y Empieza el Espectáculo (1979),
pusieron una nota de calidad en los 70. The Rocky Horror Picture Show añadió un toque de extravagancia en
1975. Alan Parker dirigió durante las décadas de los 80 y 90 algunos títulos interesantes, Fama (1980), Los
Commitments (1991) y Evita (1996).
Los recientes éxitos de Moulin Rouge (2001), Chicago (2002) o El Fantasma de la Ópera (2004) han revitalizado
un género que llevaba muchos años fuera de los despachos de los grandes estudios.
El cine musical es un género cinematográfico que se caracteriza por películas que contienen interrupciones en su
desarrollo para dar un breve receso por medio de un fragmento musical cantado o acompañados de una
coreografía.
En los comienzos de este género, el fragmento tenía como objetivo impresionar sin mantener mucha conexión
con el desarrollo narrativo. Sin embargo, al alcanzar su madurez, se estiliza el género y los números concatenan
la historia.
Ningún otro género cinematográfico –ni siquiera el western- es tan inequívocamente americano como el musical.
El concepto del espectáculo que impera en todos los aspectos de la sociedad de EE. UU. alcanza uno de sus
máximos exponentes en el cine y, dentro de él, en las elaboradas coreografías, las melodías inolvidables y –
simplemente- las obras maestras que ha dado el musical

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